Arnsperger y Van Parijs 2002

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ya está en todas partes.

Ya se trate de almacenar residuos nu-


le reconocer religiones ajenas, de determinar los criterios de
m dentro de una empresa o de establecer las condiciones de
i de una deuda nacional, en la actualidad no hay cuestión
:a o social de alguna importancia que pueda prescindir de
a reflexión ética.

:ica sólo podrá responder a las grandes esperanzas deposita-


a si se impone una argumentación a la vez rigurosa y concreta
aena nota del carácter plural de nuestras sociedades. Pues bien,
, tan didáctico como riguroso, nos introduce en la práctica
ica así concebida presentándonos sus referencias fundamenta-
mcepciones utilitarista y libertaria, el nuevo marxismo, el
smo liberal dejohn Rawls y Amartya Sen... Y acaba ilustran-
ctica de este procedimiento en dos ámbitos: la atención sanita-

) constituye una herramienta indispensable tanto para cual-


sona que desee dotar a su compromiso de una base ética
; como para los estudiantes que se inicien en este tema, todo
:jos del cinismo como de la ingenuidad, sin fanatismos ni
s de ningún tipo.

| ISBN 84-493-1284-1
Título original: Ethique économique el sacíale
Publicado en francés, en 2000, por Editions La Découverte & Syros, París

Traducción de Ernest Weikert García


SUMARIO
Cubierta de Mario Eskenazi

Prólogo: La ética económica y social, versión «moderna» . . . . 11


1. Juicios de valor y juicios de hecho 12
2. El objeto de la ética económica y social 14
La ética económica 14
La ética social 15
3. El método del equilibrio reflexivo 16
El desafío de Hume 16
Una búsqueda de coherencia, no de fundamentación
absoluta 17
4. El privilegio de la justicia social 19

^. Y
5. Cuatro concepciones 21

,3 Primera parte
'.. 1.

'*!. CUATRO PUNTOS CARDINALES


Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita ae'los titulares del copyright, bajo
las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier
medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento. informático, y la I. El utilitarismo 27
distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.'
1. La maximización del bienestar agregado 27
© 2000 Editions La Découverte & Syros 2. Utilitarismo clásico y utilitarismo medio 31
© 2002 de la traducción, Ernest Weikert García
© 2002 de todas las ediciones en castellano, 3. El problema de la métrica y el bienestar paretiano . . . . 33
Ediciones Paidós Ibérica, S.A.,
Mariano Cubí, 92 - 08021 Barcelona 4. La teoría de la elección social y la paradoja de Condorcet 35
y Editorial Paidós, SAICF,
Defensa, 599 - Buenos Aires
5. La cuestión de las desigualdades 37
http://www.paidos.com 6. ¿Se abofetean y se instrumentalizan los derechos funda-
ISBN: 84-493-1284-1 mentales? 39
Depósito Legal: B. 30.988-2002

Impreso en Gráfiques 92, S.A. II. El libertarismo 43


Av. Can Sucarrats, 91 - 08191 Rubí (Barcelona)
1. El principio de la autopropiedad 43
Impreso en España - Printed in Spain
2. El principio de la transferencia justa 46
1U ttica económica y social

4. El igualitarismo liberal: dos versiones diametralmente Prólogo


opuestas 127
El derecho de los pueblos a protegerse 127 LA ÉTICA ECONÓMICA Y SOCIAL,
Una presunción en favor de la movilidad 128 VERSIÓN «MODERNA»
La competencia entre Estados 129

Epílogo: Justicia social y ética personal 133


1. La división del trabajo moral 133
El dualismo de Rawls: tomar en serio el pluralismo . . 133 ¿Dónde empieza lo inaceptable? ¿Qué hará que nuestras exis-
El desafío de Cohén: los incentivos como rescate . . . . 134 tencias hayan valido la pena de ser vividas? ¿Hay que procurar que
Actuar sobre las instituciones informales 136 nuestras sociedades sean más justas o que sean más libres? ¿Cómo
Suscitar disposiciones solidarias 138 resolver los conflictos cotidianos entre nuestros placeres y nuestros
2. ¿Cambiar la vida? 139
deberes, entre nuestros múltiples compromisos, entre las expectati-
vas legítimas de nuestros allegados y las necesidades vitales de los
Bibiliografía 143
menos favorecidos? ¿Hay que respetar la ley aunque unos pocos la
violen, aunque muchos la violen, aunque todos la violen? En socie-
dades cada vez más heterogéneas, cada vez más libres, cada vez más
desorientadas, estas cuestiones son más esclarecedoras y urgentes
que nunca.
Estamos convencidos de que es posible responder a tales inte-
rrogantes, y este libro tiene por objeto mostrar concretamente cómo
hacerlo, desde el ámbito particular de la ética económica y social.
Aunque concebido como una introducción didáctica y equilibrada a
este campo, el libro no tiene la pretensión de ser neutral. Nuestra ad-
hesión a una cierta manera de practicar la ética económica y social
será explícita. Y no ocultaremos las respuestas que creemos poder
aportar a algunas de las cuestiones centrales que ésta plantea.
Un manual de ética, de la misma manera que la enseñanza que
pretende secundar, puede y debe albergar la expresión de las con-
vicciones, a veces cardinales, de sus autores. Sin embargo, ni este li-
bro ni la enseñanza que lo inspira tienen la intención de transmitir
ideas preconcebidas; más bien se proponen iniciar en una práctica in-
telectual, de la que es importante primero precisar la condición y de-
limitar la ambición.
12 Etica económica y social Prólogo: La ética económica y social, versión «moderna» 13

1. JUICIOS DE VALOR Y JUICIOS DE HECHO


Dos tipos de procedimientos

Mientras que la ciencia tiene relación con lo que es, la ética se Procedimiento científico: Procedimiento ético:
refiere a lo que ha de ser. Cuando nos preguntamos cuántos «sin
papeles» hay en nuestro país, cuántos había hace cincuenta años, Enunciados descriptivos Enunciados normativos
cuántos habrá el próximo año, por qué hay más en Italia que en Es- (o juicios de hecho) (o juicios de valor)
entre los cuales entre los cuales
paña, planteamos cuestiones fácticas que competen a un procedi-
Imperativos hipotéticos Imperativos categóricos
miento científico. Entramos en el ámbito de la ética cuando nos
preguntamos, por ejemplo, si hay que alojar en nuestra casa a los
«sin papeles» que llaman a nuestra puerta, si nuestra comunidad
debe acogerlos en su iglesia o en su mezquita, si los poderes públi- vos categóricos son por excelencia enunciados normativos, los im-
cos de nuestro país deben legalizar su residencia de una vez, o in- perativos hipotéticos, por el contrario, sólo aparentan serlo y no
cluso si debemos abandonar la distinción entre los «sin papeles» y constituyen sino una categoría particular de enunciados descrip-
los otros para reconocer a toda mujer y todo hombre, vengan de tivos.
dónde vengan y residan dónde residan, los mismos derechos y los A la inversa, numerosos enunciados parecen descriptivos siendo,
mismos deberes. sin embargo, enunciados normativos. Por ejemplo, cuando decimos
Mientras que las respuestas a las preguntas de la ciencia cons- de alguien que actúa bien o mal, o cuando afirmamos de una situa-
tituyen juicios de hecho o enunciados descriptivos, las respuestas ción que es justa o injusta. También es normativo decir de alguien
a las preguntas éticas constituyen, por el contrario, juicios de va- que se comporta de manera admirable, incorrecta o penosa; mien-
lor o enunciados normativos, o prescriptivos, o evaluativos. El uso tras que no lo es decir que se comporta de manera cortés, inhabitual
de verbos como «haber que», «poder» y «deber» es un indicador o molesta. O también lo es, decir de una situación que es inaceptable o
útil de la naturaleza normativa de un enunciado. Pero está lejos de indignante; mientras que no lo es decir que es inimaginable o alar-
ser totalmente fiable. Oímos a veces: «Si se quiere reducir el nú- mante. Por último, es normativo afirmar que cada uno tiene derecho
mero de "sin papeles" mañana, no hay que regularizarlos a todos a expresarse libremente; mientras que no lo es observar que, en vir-
hoy». Se utiliza aquí el verbo «haber que» sin por ello formular un tud de las leyes en vigor, cada uno tiene derecho a vacaciones paga-
enunciado normativo. Es importante, en efecto, considerar, según das. La cuestión clave es saber en qué medida interpretamos lo que
la célebre distinción de Immanuel Kant (1785), dos tipos de im- decimos como si implicara un imperativo categórico, es decir, la afir-
perativos. Los imperativos hipotéticos son los «hay que» o los «de- mación de que, en nuestra opinión «hay que» adoptar o evitar tal o
bes» condicionales, que designan los medios más apropiados para cual comportamiento, mantener o abolir tal o cual situación (y sin la
conseguir unos fines predeterminados. Los imperativos categóri- previa condición de que adoptemos un objetivo al que no nos adhe-
cos son los «hay que» o los «debes» incondicionales, no en el sen- rimos necesariamente).
tido de que se aplicarían en cualquier circunstancia, sino en el
sentido de que son afirmados «sin más», sin que dependan, como
los imperativos hipotéticos, de la aceptación previa de unos fines
de los que nada dice que se suscriban. Mientras que los imperati-
Prólogo: La ética económica y social, versión «moderna» 15
14 Ética económica y social

dades de intercambio de bienes y servicios y de la producción aso-


2. EL OBJETO DE LA ÉTICA ECONÓMICA Y SOCIAL
ciada a este intercambio. La ética económica es la parte de la ética
que trata de los comportamientos y de las instituciones relativos a es-
La ética económica y social no corresponde más que a una parte
ta esfera: ¿cómo debemos comportarnos individualmente en estas
del campo de la ética. ¿Cómo definir sus límites?
actividades de intercambio y de producción (ésta es la dimensión in-
dividual de la ética económica), y cómo debemos definir colectiva-
mente las reglas legales a las cuales deben someterse estas activida-
La ética económica
des (ésta es su dimensión institucional)?
A menudo se oye que la esfera económica así definida se ha con-
La noción de ética económica no tiene sentido más que en socie-
vertido, hoy en día, y se convierte cada vez más, en la esfera domi-
dades donde la actividad considerada «económica» está suficiente-
nante de nuestra existencia. Por lo tanto, no es sorprendente que la
mente diferenciada de los otros aspectos de la existencia. Es el caso
ética económica haya suscitado a lo largo de los últimos decenios un
de sociedades como la nuestra donde el intercambio, y en particular
interés muy particular. Es importante, sin embargo, no considerar la
el intercambio monetario, ocupa un lugar importante. La esfera eco-
economía como un dominio aislado del conjunto de la vida social. El
nómica entonces puede ser definida como el conjunto de las activi-
deseo de encajar decididamente la ética económica dentro de la éti-
ca social, tomando nota de su particular importancia, es lo que se re-
fleja en la expresión utilizada en el título de este libro.
La estructura de la ética económica y social

La ética social

¿Qué es, entonces, la ética social? Tal como la entenderemos


aquí, es la parte de la ética que trata de las instituciones sociales más
que del comportamiento individual; de la manera en que debemos
organizar colectivamente nuestra sociedad (local, nacional, conti-
nental o planetaria) más que de la manera en que cada uno de noso-
tros debe comportarse en su seno. En este sentido, la ética social no
es sino la filosofía política, entendida como una parte de la filosofía
moral o de la ética.
La dimensión institucional de la ética económica constituye, a
Comportamientos/ Comportamientos su vez, un subconjunto de la ética social: el que examina las insti-
económicos / no económicos
tuciones que regulan directa o indirectamente el intercambio y la
producción de bienes y servicios. La dimensión individual de la éti-
ca económica no compete a la ética social en el sentido referido, si-
ca económica no sólo en un sentido aún más amplio, que coincidiría, práctica-
16 Ética económica y social Prólogo: La ética económica y social, versión «moderna» 17

mente, con el de la definición de la ética sin más, extendiéndose a to- ducir de ellas la proposición normativa que se quiere establecer. La
da forma de comportamiento social. Sucede lo mismo con la entidad obligación de proporcionar asilo sólo se deriva de la alta probabili-
intermedia que constituye la deontología profesional, es decir el con- dad de persecución en caso de retorno si se añade a ésta una premi-
junto de reglas que una categoría profesional escoge imponerse a sí sa de naturaleza normativa, por ejemplo, la proposición según la
misma. Si bien ésta pertenece a la ética social en el sentido amplio, cual cada ser humano tiene derecho a una vida segura. Formulada
no lo hace en el sentido más específico de la parte de la ética que co- con firmeza por el filósofo escocés David Hume (1751), esta impo-
rresponde a las instituciones de la sociedad en su conjunto. sibilidad lógica de inferir una conclusión normativa a partir de un
conjunto de premisas descriptivas constituye un desafío al que la
ética debe poder responder si quiere ser algo más que la expresión
3. EL MÉTODO DEL EQUILIBRIO REFLEXIVO de meras opiniones.
Para unos, este desafío sólo puede ser afrontado de manera sa-
El desafío de Hume tisfactoria en el registro de la teología moral, donde las exhortacio-
nes o las interpelaciones divinas, td como son interpretadas por la
Se trate o no de ética económica y social, la manera en que se ha tradición de una comunidad religiosa o por las autoridades institui-
definido antes la ética plantea de entrada una pregunta: ¿cómo es das, son las que suministran las premisas normativas. Para otros, el
posible establecer una afirmación ética? Supongamos, por ejemplo, desafío de Hume sólo puede ser afrontado apoyándose en una an-
que nos preguntamos si es «verdad» que debemos conceder asilo a tropología filosófica, una teoría especulativa con respecto a la natu-
los refugiados políticos. No es entonces demasiado difícil imaginar raleza del hombre, susceptible de pronunciarse ño solamente sobre
qué hay que hacer para establecer que existe una norma de derecho qué es el hombre, sino también sobre lo que debe séri
positivo que estipula tal obligación. Tampoco es difícil verificar si No obstante, hoy en día, en sociedades tan irreductiblemente
existen, en una determinada sociedad, costumbres o valores amplia- pluralistas como las nuestras, aun cuando caben aproximaciones de
mente compartidos que impliquen tal obligación. Pero, en ambos ca- este tipo, deben enmarcarse necesariamente en un' procedimiento
sos, la proposición se entiende como una afirmación fáctica, que po- más global que puede caracterizarse, retomando la expresión de
demos refutar o corroborar sometiéndola a la prueba de un conjunto Rawls (1951, 1971), como la búsqueda de un equilibrio reflexivo. '•
de hechos pertinentes.
Si, por el contrario, se interpreta como una verdadera afirma-
ción ética, ¿no se podría justificar, a pesar de todo, sobre la base de Una búsqueda de coherencia, no de jundamentación absoluta
proposiciones fácticas? Para establecer que tenemos la obligación
de acoger a los refugiados políticos, ¿no es pertinente invocar el he- Este procedimiento no es realmente nuevo. Tiene unos oríge-
cho de que si vuelven a su país tienen una alta probabilidad de ser nes socráticos manifiestos, y ningún filósofo moral que se aventure
perseguidos, o el hecho de que el beneficio que obtienen de nuestra hoy en día en la discusión argumentada, no dogmática, de cuestio-
acogida sobrepasa de lejos las molestias que nos causa su estancia? nes concretas puede evitar practicarlo. Consiste en intentar formu-
Quizá. Pero al examinar las justificaciones así presentadas, adverti- lar principios gene.n»1e<¡ con respecto a lo que debemos hacer, tanto
remos rápidamente que cualesquiera que sean el número y la gene- individual como colectivamente, y en confrontar las implicaciones
ralidad de las proposiciones fácticas en juego, jamás podremos de- de estos principios con nuestros juicios morales debidamente refle-
18 Ética económica y social Prólogo: La ética económica y social, versión «moderna» 19

xionados, en las circunstancias más diversas (reales o hipotéticas). 4. EL PRIVILEGIO DE LA JUSTICIA SOCIAL
En el caso de que aparezca un conflicto con un juicio suficiente-
mente firme como para que no estemos dispuestos a renunciar a él, La ética económica y social contemporánea otorga un lugar pri-
debemos rechazar el principio que creímos poder formular, o como vilegiado al subdominio constituido por la teoría de la justicia social,
mínimo revisarlo de manera que eliminemos el conflicto en cues- entendida como el conjunto de principios que rigen la definición y
tión. Si, por ejemplo, estimamos que debemos condenar el recurso la distribución equitativa de derechos y deberes entre los miembros
a la pena capital en nombre del principio del respeto absoluto a la de la sociedad. Esta teoría se centra sobre todo en las instituciones
vida humana o de la afirmación de su carácter sagrado, debemos sociales, más que en el comportamiento individual. Concretamente,
confrontar este principio con nuestros juicios debidamente reflexio- se ocupa de una cualidad particular de estas instituciones: la justicia
nados concernientes al suicidio, al aborto, a la eutanasia, al recurso (más que, por ejemplo, de su aptitud para favorecer el crecimiento o
a las sanciones militares o económicas, al racionamiento explícito o la sociabilidad).
implícito de intervenciones médicas que permitan prolongar la vida La teoría de la justicia social debe este privilegio al hecho de
de personas mayores, etc. En caso de conflicto, el principio invo- que dar una respuesta a las cuestiones que la teoría de la justicia
cado debe ser abandonado o enmendado hasta restaurar la cohe- plantea es más importante y más fácil que responder a la cuestión
rencia. más extensa de saber qué es una sociedad buena, o a las cuestiones
Tal procedimiento no pretende proporcionar una fundamentación relativas a lo que es éticamente correcto con respecto al comporta-
absoluta de las cuestiones éticas. Parte de un hecho muy simple pero miento de individuos o de organizaciones. En primer lugar, carac-
fundamental: nos es tan difícil negar que haya acciones buenas y ac- terizar la justicia social es más importante porque si bien toda per-
ciones malas, situaciones justas y situaciones injustas, como negar que sona o asociación voluntaria pueden, sin demasiada dificultad, ver
haya proposiciones verdaderas y proposiciones falsas. Cuando alguien reconocido su derecho a determinar lo que es importante para su
cuestiona el juicio moral con el que caracterizamos una acción o una propia existencia, esto sólo puede realizarse en el marco de cons-
situación, o cuando nos interrogamos a nosotros mismos sobre la bue- tricciones institucionales que hacen compatibles estas opciones in-
na fundamentación de este juicio, nos vemos obligados a formular las dividuales. Constricciones que debemos determinar colectivamen-
razones que tenemos para sustentarlo. Estas razones siempre apelan te y cuya virtud principal, si han de ser aceptadas por todos, es que
(implícita o explícitamente) a principios éticos, a proposiciones más o sean Justas. En segundo lugar, caracterizar la justicia social es tam-
menos generales con respecto a lo que debe ser. Lo que impulsa el bién más fácil porque el hecho mismo de que estas instituciones
procedimiento de la ética es pues el deseo de coherencia, el deseo de deban poder ser percibidas como equitativas —y, en definitiva,
formular explícitamente, y de la forma más simple posible, un conjun- puedan ser justificadas— por personas con concepciones muy di-
to de principios que confiera unidad al conjunto de juicios morales ferentes de la vida buena, fija unas constricciones sobre las que
que hacemos frente a las más diversas circunstancias. De este conjun- puede apoyarse la argumentación con respecto al contenido de la
to de principios no debe derivarse ningún juicio que nos resulte em- justicia social.
barazoso manifestar. Sólo deben deducirse los juicios morales que Sin embargo, sólo puede ser coherente conceder esta primacía
aprobamos sin reservas, así como juicios que puedan guiarnos en la a la justicia si es posible (para decirlo de forma lapidaria) concebir
evaluación de acciones o situaciones moralmente menos evidentes. una ética sin moral o, más exactamente, si se puede defender la ela-
boración de un concepto de sociedad justa que no tenga su apoyo en
20 Ética económica y social Prólogo: La ética económica y social, versión «moderna» 21

una concepción particular de la vida buena. Este presupuesto, co- moderna y las relaciones que mantiene, por una parte, con los epi-
mún a las concepciones que llamaremos simplemente «modernas» sodios históricos singulares que constituyen la llegada y la difusión
de la ética económica y social, no es compartido, por ejemplo, por de la democracia liberal y, por otra, con una visión particular de la
una ética social tradicional de inspiración cristiana, que concibe las naturaleza del ser humano como un individuo dueño y responsable
instituciones justas como instituciones que permiten, recompensan de los fines que elige. Supondremos a lo largo del libro que estas
o promueven una concepción cristiana de la vida buena. Ha sido críticas pueden recibir una respuesta satisfactoria. Es importante,
objeto igualmente de críticas recurrentes por parte de algunos no obstante, tomar en serio la difícil cuestión de los recursos psi-
autores calificados de «comunitaristas» (véase el recuadro). Estas cológicos y existenciales de que deben dotarse los miembros de
críticas plantean cuestiones «metaéticas» que son de gran impor- una sociedad pluralista viable (sentimiento de una existencia con
tancia para comprender el estatus de la ética económica y social sentido, resistencia a la angustia, capacidad de aceptación de la al-
teridad del prójimo, aptitud para soportar la presencia de los que
nos resultan extraños, etc.), recursos que no pueden reducirse a un
¿Más allá de la justicia? Los «comunitaristas» sentido de la justicia o a una pertenencia comunitaria (véanse es-
pecialmente Bellet, 1993, 1998; Rojzman, 1999; Arnsperger, 2000a,
«Comunitaristas» es un término Otros, como Alasdair Maclntyre (1981), 2000b, 2000c).
utilizado en Estados Unidos a partir de rechazan este marco «moderno» y de-
los años setenta para designar un con- fienden, incluidas sus implicaciones ins-
junto muy heterogéneo de autores que titucionales, un modo de argumentación
tienen en común insistir en la dimen- que no se deja constreñir por el igual 5. CUATRO CONCEPCIONES
sión «comunitaria» (familiar, asociativa, respeto de las concepciones de la vida
patriótica) de la vida social y reprochar buena que coexisten en nuestras socie-
a los autores llamados «liberales» el ca- dades pluralistas. Otros además, que
A continuación, sólo presentaremos las concepciones de la ética
rácter excesivamente individualista de suelen ser sociólogos más que filósofos económica y social que son «modernas» en el sentido definido, por
su concepción. Una parte importante (por ejemplo, Etzioni, 1993), ponen el tanto las que se centran en la elaboración de los principios que de-
de esta discusión se ha situado en un ni- acento sobre algunas características de
ben caracterizar a las instituciones justas. Las tradiciones en las que
vel de abstracción muy elevado, como las sociedades y de sus instituciones —el
por ejemplo la célebre crítica que Mi- calor de las relaciones humanas, la con- se inscriben contienen sin duda, incluso principalmente, visiones
chael Sandel (1982) hace de John Rawls. fianza, la cohesión social— que son «perfeccionistas» de la sociedad buena, es decir, visiones fundadas
Sin embargo, muchos autores llamados conceptualmente irreductibles a la justi- en una concepción previamente establecida de lo que es la vida bue-
«comunitaristas» no se han limitado a cia, aunque no sean causalmente inde-
na o la perfección humana. Las cuatro concepciones elegidas son: el
consideraciones metaéticas o a recons- pendientes de ella. ¿No es concebible
trucciones históricas. Las posiciones de que una sociedad completamente justa utilitarismo, el libertarismo, el marxismo y, por último, el igualitaris-
algunos de ellos, como Michael Walzer en el sentido de los «modernos» engen- mo liberal. Esta selección descansa en la convicción de que estas
(1983), pueden interpretarse sin dema- dre individuos desarraigados, desorien- cuatro concepciones proporcionan las referencias fundamentales,
siada dificultad en el marco de una con- tados, dotados de la única identidad
cepción «moderna» de la ética econó- frágil que dejan subsistir una movili-
los puntos cardinales de la reflexión y de la discusión contemporá-
mica y social, como, por ejemplo, las dad individual cada vez mayor y el esta- neas en este campo.
tentativas de proponer versiones más llido correlativo de toda comunidad ¿Y no hubiera sido oportuno añadir también a esta lista las con-
más sutiles o más complejas de un igua- fuerte (véase, por ejemplo, Walzer, 1990;
cepciones de la justicia «socialdemócrata» o «neoliberal», «feminis-
litarismo liberal (véase capítulo IV). Taylor, 1992)?
ta» o «ecologista»? En absoluto. No se trata aquí de reflejar el esce-
Prólogo: La ética económica y social, versión «moderna» 23
22 Ética económica y social

nario político y su forma superficial de estructurar los debates ideo- nómica y social que ha sido gradualmente puesto a punto en la cá-
lógicos, sino de rasgar el velo de las apariencias a menudo híbridas y tedra Hoover.
confusas para dejar al descubierto la coherencia (o la incoherencia) A manera de epílogo, volveremos a preguntarnos cómo se inte-
de las teorías filosóficas subyacentes. Así observamos, por ejemplo, gra la cuestión de la relación entre la justicia de las instituciones y la
que lo que comúnmente se llama «neoliberalismo» es un abigarrado conducta personal en el marco de una práctica «moderna» de la éti-
conjunto de argumentos cuya conclusión recomienda un recurso ca económica y social.
mayor al mercado, pero cuya premisa normativa principal pertenece
en sus versiones extremas al libertarismo, en general al utilitarismo y
algunas veces incluso al igualitarismo liberal. El hecho de que apa-
rezcan nuevas corrientes de opinión y movimientos sociales con rei-
vindicaciones radicales —y radicalmente nuevas— no implica que
las premisas éticas fundamentales a las que recurren sean, también,
radicalmente nuevas. Acostumbra a tratarse, simplemente, de reno-
vaciones interpretativas más o menos drásticas. La búsqueda de un
equilibrio reflexivo puede poner en evidencia algunas consecuencias
radicales inéditas que se desprenden de tomarse en serio los princi-
pios normativos que forman el núcleo de nuestros puntos cardinales
—por ejemplo la maximización de la «felicidad nacional neta», para
una parte del ecologismo, o una plena igualdad de oportunidades y
la abolición de toda forma de explotación, para una parte del femi-
nismo.
A fin de mostrar cómo los cuatro enfoques presentados permi-
ten articular los juicios (a veces profundamente diferentes) frente a
temáticas particulares, hemos escogido dos casos particulares, la
atención sanitaria y las migraciones. La búsqueda de un equilibrio
reflexivo se despliega en la explicitación de implicaciones precisas y
en la reflexión sobre su aceptabilidad. Ya manifiesta en la presenta-
ción crítica de las cuatro teorías de referencia que constituye la pri-
mera parte, esta búsqueda se hace aún más evidente en la argumen-
tación contrastada que forma la segunda parte. La docencia nos ha
convencido de que, en el aprendizaje del procedimiento de la ética
tal como lo concebimos, nada puede igualar la posibilidad de tra-
bajar en grupo acerca de cuestiones éticas precisas sobre el trasfon-
do proporcionado por las diversas teorías. Al inicio de esta segunda
parte, presentamos el guión de la práctica pedagógica de ética eco-
Primera parte

CUATRO PUNTOS CARDINALES


Capítulo I

EL UTILITARISMO

Primera referencia fundamental de la ética económica y social


contemporánea, el utilitarismo ha constituido durante mucho tiem-
po el marco exclusivo de la reflexión ética explícita de los econo-
mistas. En la actualidad todavía cuenta con numerosos adeptos, de-
clarados o implícitos, mucho más allá de los que practican la welfare
economics (economía del bienestar). De manera general y muy sim-
ple, el utilitarismo articula con rigor una idea en resumidas cuentas
muy plausible: una sociedad justa es una sociedad feliz.
Fundado por Jeremy Bentham (1789), bautizado y popularizado
por John Stuart Mili (1861), sistematizado por Henry Sidgwick (1874),
el utilitarismo así definido se considera una doctrina decididamente mo-
derna, humanista y altruista. Heredero de la Ilustración del siglo XVIII y
profundamente influido por el empirismo inglés, propugna el abando-
no de toda idea de derecho natural, así como de toda metafísica abar-
cante. Ninguna autoridad suprema puede decretar lo que es justo o
bueno para la humanidad; sólo cuentan los estados de placer o de sufri-
miento vividos por los seres humanos. Sea cual sea la decisión a tomar,
debemos abstraemos de nuestros intereses y de nuestras inclinaciones,
de nuestros prejuicios morales, de nuestras concepciones metafísicas
y de nuestras creencias religiosas, y preocuparnos exclusivamente de
perseguir «la máxima felicidad para el mayor número de personas».

1. LA MAXIMIZACIÓN DEL BIENESTAR AGREGADO ^

A fin de precisar el contenido del utilitarismo, supongamos que


debemos escoger entre dos opciones: A y B. Se puede tratar de ac-
28 Cuatro puntos cardinales El utilitarismo 29

un punto de vista ético, no excede la suma de sus partes. De manera


John Stuart Mili, un utilitarista liberal, socialista y feminista
más precisa aún, el utÜitarismo es un consecuencialismo welfarista: el
Nacido en Londres (1806) y muer- sometimiento de la mujer, 1869), Mili es
bien de los individuos —la única cosa que interviene en la evaluación
to en Avignon (1873), John Stuart Mili también el autor del primer gran trata- de las consecuencias— es concebido exclusivamente como su nivel de
fue un filósofo de la ciencia (Sistema de do sobre la democracia (Del gobierno bienestar —en inglés, welfare.
lógica inductiva y deductiva, 1843) y un representativo, 1861) y, en este marco, ¿Cómo debemos entender esta noción de bienestar, o de utili-
economista (Principios de economía poli- también de un análisis particularmente dad? En la interpretación hedonista de Bentham, se razona en tér-
tica, 1848) de primer orden, pero ante penetrante del nacionalismo. El conjun-
minos de «placer» y de «dolor». Para maximizar la utilidad agrega-
todo fue uno de los filósofos políticos to de estos escritos encuentra su cohe-
más destacados del siglo XIX. Reconocido rencia filosófica en el utilitarismo que le da, hace falta reducir tanto como sea posible los males que sufren los
como uno de los padres fundadores del había inculcado personalmente Jeremy individuos intentando procurarles el máximo placer. Similar inter-
liberalismo (Sobre la libertad, 1859), Bentham y al que dio una formulación pretación deja de lado inevitablemente una buena parte de lo que
del socialismo (Capítulos sobre el socia- simple y eficaz (El utilitarismo, 1861) afecta al valor o al sentido de la vida humana, como el placer estéti-
lismo, 1879) e incluso del feminismo (El que contribuyó a su difusión. co o el intelectual, el sufrimiento psíquico o incluso la angustia espi-
ritual. No obstante, nada impide extender la noción de utilidad, co-
mo lo hace J. S. Mili, con vistas a integrar estas dimensiones más
ciones individuales como, por ejemplo: invertir 1.000 euros en un sutiles del placer y del dolor. Y nada se opone, desde luego, a que se
Fondo de Inversión (A) o enviarlos a Bangladesh (B). Se puede tra- pueda encontrar una justificación utilitarista de las políticas públicas
tar también de acciones colectivas, como, por ejemplo: admitir a de subvención al arte o a los cultos, por ejemplo, y no únicamente a
Turquía en el seno de la Unión europea (A) o rechazarla (B). Frente la vivienda o a la atención sanitaria.
a tales elecciones, el utilitarismo propone una máxima única: evalue- Este hedonismo, incluso ampliado, ¿no sigue siendo demasiado
mos tan exactamente como sea posible las consecuencias que A y B estrecho? Podemos conceder un gran valor a algunas actividades —la
tendrían sobre el bienestar —o la utilidad— de cada miembro de la creación artística o la dedicación a las personas sin recursos, por
colectividad considerada; calculemos, para cada una de las opciones, ejemplo— sin que por ello esperemos obtener u obtengamos, de di-
la suma de niveles de bienestar que pueden obtener los miembros chas actividades, un verdadero placer. También puede llegar el mo-
de la colectividad y escojamos de las dos opciones la que maximiza mento en que realicemos algunos actos porque estimemos que es lo
esa suma, es decir, la que produce el bienestar agregado más elevado. que debemos hacer, aunque sepamos muy bien que nos acarrearán
El utilitarismo se muestra así como una teoría ética consecuen- preocupaciones y sufrimientos. No obstante, la mayor parte de las
cialista: las acciones, las políticas y las instituciones no se juzgan en versiones contemporáneas del utilitarismo integran también estas di-
función de su naturaleza intrínseca, en función de las intenciones mensiones irreductibles a cualquier hedonismo. La utilidad se defi-
que las han inspirado, de las virtudes que expresan o de los deberes ne como el indicador de satisfacción de las preferencias de una per-
a los que se ajustan, sino que deben juzgarse en función de las con- sona, se traduzca o no esta satisfacción en una experiencia de placer.
secuencias que se les pueden atribuir con mayor o menor certeza. Así entendida, la máxima utilitarista prescribe satisfacer, tanto como
Dicho con más precisión, el utilitarismo es un consecuencialismo in- sea posible, las preferencias de todos, sea cual sea su contenido, con
dividualista: el bien que preside la evaluación de las consecuencias se una sola restricción: que sean racionales, es decir, ni lógicamente
reduce al agregado de bienes individuales, y el «todo social», desde contradictorias ni fundadas en errores de hecho.
30 Cuatro puntos cardinales El utilitarismo 31

Esta interpretación «amplia» de la utilidad convierte en cadu- recomendará que se gaste en beneficio de los niños mucho más de
ca toda crítica que, mal inspirada por las connotaciones del térmi- lo que podría justificar la misma consideración de sus intereses in-
no «utilitarismo», asocie apresuradamente esta doctrina al egoísmo dividuales.
o al materialismo. Es cierto que el utilitarismo es individualista, en
el sentido de que el interés colectivo no es otra cosa que la suma
de los intereses individuales. Pero es también antiindividualista en 2. UTILITARISMO CLÁSICO Y UTILITARISMO MEDIO
el sentido de que exige que este interés colectivo prevalezca siem-
pre sobre el interés particular de cada uno: ni hablar, por ejemplo, El utilitarismo es por naturaleza una doctrina universalista que
de reconocer como absoluto el derecho que tiene cada uno a usar tiene en cuenta en igual medida las preferencias y la situación de ca-
su coche si el efecto global sobre el bienestar colectivo fuese ne- da miembro de la especie humana, sea cual sea su sexo, raza o clase.
gativo. También se extiende de una manera natural más allá de la gene-
Además, el utilitarismo no supone de ninguna manera que los ración presente. El tener en cuenta generaciones pasadas no permite
intereses individuales se reduzcan a una preocupación egoísta por extraer consecuencias: aunque el bienestar de los muertos hubiera es-
los bienes materiales. Si la población es muy devota, el utilitarismo tado condicionado por sus expectativas respecto de lo que nosotros
exigirá que la preservación escrupulosa de los lugares santos y la íbamos a hacer, la unidireccionalidad temporal de la causalidad impi-
observación rigurosa de las fiestas religiosas prevalezcan sobre cual- de que nuestras acciones presentes tengan un impacto cualquiera so-
quier imperativo económico. Y si la población adora a los niños y bre el bienestar pasado. Por el contrario, en relación con las genera-
obtiene un gran placer del hecho de saberlos felices, el utilitarismo ciones futuras, nuestras acciones pueden afectar profundamente no
sólo a su suerte, sino también a su número e incluso a su existencia.
Ahora bien, desde el momento en que el número de individuos no es
Peter Singer, un utilitarista coherente y provocador
independiente de nuestras acciones, el utilitarismo se desdobla.
De origen australiano, Peter Singer nismo moralmente inaceptable. Puesto El utilitarismo clásico interpreta el bienestar colectivo como la
(nacido en 1946) es profesor en la Uni- que otras especies animales comparten suma de los niveles de bienestar de los individuos que constituyen
versidad de Princeton, después de ha- con el hombre la capacidad de gozar y la colectividad (transgeneracional) considerada. El utilitarismo me-
ber enseñado en Oxford y en la Mo- de sufrir, no existe ninguna razón de pe- dio, por el contrario, lo interpreta como el nivel medio de bienestar
nash University (Australia). Filósofo so para ignorarlas en la maximización de estos mismos individuos. La primera interpretación, evidente pa-
preocupado por las implicaciones prác- del bienestar (Liberación animal, 1975;
ra Bentham y también para Mili, puede fácilmente justificarse como
ticas de las teorías, es autor de diversos The Expanding Circle, 1981; In defence to
manuales de introducción a la «ética animáis, 1985). Más recientemente, sus una simple generalización a nivel colectivo del criterio de la maximi-
aplicada» (Ética práctica, 1987, Ética posiciones utilitaristas en materia de zación, para cada uno, de su bienestar personal. La segunda inter-
para vivir mejor, 1993). Pero se ha he- eutanasia (Repensar la vida y la muerte, pretación, generalmente preferida por los utilitaristas contemporá-
cho célebre más allá de los círculos aca- 1994) han provocado violentas reaccio- neos, puede concebirse fácilmente como la adopción de una máxima
démicos por su adhesión consecuente nes, sobre todo en Alemania y Estados
personal bajo la constricción de imparcialidad (véase el recuadro):
a un utilitarismo radical. Limitado a la Unidos, por parte de las organizaciones
defensoras de los derechos de los disca-
viene a exigir que maximizemos nuestro bienestar bajo la constric-
especie humana, el utilitarismo para Sin-
ger no pasa de ser una forma de chauvi- pacitados. ción de un velo de ignorancia que nos oculte, entre otras cosas, la ge-
neración a la que pertenecemos.
32 Cuatro puntos cardinales El utilitarismo 33

La derivación formal del utilitarismo medio Utilitarismo clásico, utilitarismo medio y utilitarismo del umbral

Apelando a lo que John Rawls (1971) ignoro, sino de mi utilidad esperada, te- Llamemos n al tamaño de la colec- utilitarismo del umbral recomienda es-
llamará más tarde «posición original», niendo en cuenta la igual probabilidad tividad considerada y u¡, al nivel de bien- coger la opción que maximiza ¿«, bajo la
John C. Harsanyi (1953,1955) establece de ser cualquiera. Ahora bien, esta uti- estar (o de utilidad) de un individuo. El constricción que •^•2«,2«*, donde u*
que un individuo imparcial y racional lidad esperada no es otra que \%ut, es utilitarismo clásico recomienda escoger
es un nivel de bienestar que se juzga su-
ha de hacer el razonamiento siguiente: decir, precisamente la cantidad que el la opción que maximiza la suma de las
ficientemente confortable.
«Yo podría, con una probabilidad de utilitarismo medio impone maximizar». utilidades íu¡. Este utilitarismo del umbral se
l/n, ser cualquier miembro de la comu- La literatura técnica que se ocupa de es- El utilitarismo medio recomienda
confunde con el utilitarismo medio en
nidad correspondiente. La preocupa- clarecer si la demostración de Harsanyi escoger la opción que maximiza la utili-
tanto que el umbral u* no se alcanza, y
ción por ser imparcial me obliga a hacer es lógicamente coherente, si sus hipóte- dad per cápita -i-Í«,-. se confunde con el utilitarismo clásico a
abstracción de mi identidad y sobre es- sis subyacentes son aceptables y si en Para evitar las implicaciones más continuación. Así, evita al mismo tiem-
ta base debo preguntarme qué es lo que ella la idea de «velo de ignorancia» está incómodas de estas dos versiones, di- po la acumulación de la miseria en nom-
debo escoger desde el punto de vista de correctamente traducida se ha desarro- versos autores han explorado fórmulas bre de la maximización de la suma y la
mi interés racional. Seguramente no se llado de una manera muy prolífica (véa- intermedias, como el critical-level utili- reducción indefinida de los efectivos en
tratará de maximizar mi indicador de se Fleurbaey, 1995). tarianism de Charles Blackorby, Walter nombre de la maximización de la me-
utilidad personal u/,, que por hipótesis Bossert y John Weymark (1995). Este dia.

La diferencia entre las políticas recomendadas por estas dos ver-


siones del utilitarismo puede ser considerable. Supongamos, por 3. EL PROBLEMA DE LA MÉTRICA Y EL BIENESTAR PARETIANO
ejemplo, que podemos escoger entre políticas familiares y socioeconó-
micas que mantengan constantes a la vez el volumen de la población La puesta en práctica del utilitarismo supone que haya sido re-
mundial y su nivel medio de bienestar, y políticas que tripliquen el suelta, al menos teóricamente, la cuestión de la medida de los nive-
volumen de población reduciendo a la mitad el bienestar medio. El les de bienestar colectivo asociados a las diversas opciones posibles.
utilitarismo clásico escogerá, sin dudar, esta segunda opción, mien- Ahora bien, las hipótesis que permiten convertir las preferencias in-
tras que el utilitarismo medio escogerá la primera. Ninguna de las dos dividuales en funciones de utilidad individuales, para después hacer
posiciones es demasiado cómoda. El utilitarismo clásico puede verse la suma y definir así la utilidad agregada, son extremadamente exi-
obligado a recomendar que la humanidad devenga más miserable de gentes. Se debe suponer, particularmente, que (i) cada individuo po-
generación en generación, mientras que el utilitarismo medio puede see una, y sólo una, escala de evaluación de las diferentes opciones
llegar a legitimar una contracción de la humanidad por extinción de posibles (hipótesis de la cardinalidad) y que (ti) las escalas de evalua-
sus componentes menos favorecidos. Por esta razón no debe sor- ción de diferentes individuos son comparables entre st (hipótesis de
prendernos que los utilitaristas hayan consagrado abundantes y vivas la comparabilidad interpersonal).
discusiones al tema de las generaciones futuras (véanse particular- Ambas hipótesis fueron cuestionadas por diversos economistas a
mente Parfit, 1984; Birnbacher, 1988). lo largo de los años treinta, y se generó un amplio consenso para adop-
tar una versión del utilitarismo llamada «ordinalista». La hipótesis de
cardinalidad fue abandonada y reemplazada por la idea según la cual
34 Cuatro puntos cardinales El utilitarismo 35

sólo expresamos nuestras preferencias mediante ordenaciones que no 4. LA TEORÍA DE LA ELECCIÓN SOCIAL Y LA PARADOJA DE
permiten extraer una escala única (asociar a las opciones A, B y C los CONDORCET
números 0,01,150 y 61,497 no significa otra cosa que atribuirles las po-
siciones 1,2 y 3). Ya no es posible, entonces, comparar las intensidades Sustituyendo el enfoque paretiano por un enfoque más general,
de preferencia de un individuo a otro, por lo que la máxima utilitaris- esta escuela de pensamiento ha procedido especialmente a una ex-
ta de maximización de la utilidad global resulta inoperante. ploración sistemática de las reglas de mayoría correspondientes a
Tras tomar nota de esta crítica ordinalista —mientras se mante- exigencias inferiores al 100%. Se dirá que la opción A es social -
nía lo más fiel posible al espíritu utilitarista—, la teoría económica mente preferida a la opción B si una cierta proporción psl de los
normativa acabó por asignar de manera natural una importancia de- individuos prefiere A a B. Cuanto más débil sea p, más disminuye
terminante al criterio de «optimalidad de Pareto». Una situación A el riesgo de incomparabilidad, hasta desvanecerse cuando se alcan-
es Pareto-óptima si no existe ninguna otra situación posible B tal za p=l/2. A partir de 1/2 empieza a crecer otro riesgo: el del con-
que, por una parte, al menos un individuo prefiere estrictamente B flicto entre dos exhortaciones contradictorias. Es posible, por ejem-
a A, mientras que, por otra parte, nadie prefiere A a B. Una impli- plo, que haya un tercio de personas que prefiera y4 a B y otro tercio
cación directa es que, si A es Pareto-óptima, no existe ninguna otra que prefiera BaA. Visto desde esta perspectiva, no es sorprenden-
opción que le sea unánimemente preferida. Este criterio es el primo te que, minimizando tanto el riesgo de incomparabilidad como el
hermano, no cardinalista, del utilitarismo; en efecto, si se pudiera riesgo de contradicción, se haya adoptado la regla de mayoría sim-
suponer la comparabilidad interpersonal de las utilidades cardina- ple (pal/2) en innumerables situaciones de elección de una opción
les, toda situación que maximice la suma de utilidades sería necesa- única. Desgraciadamente, la regla de mayoría simple se expone a
riamente Pareto-óptima. La situación inversa, sin embargo, no es otro riesgo evidenciado por la célebre paradoja de Condorcet, cu-
verdadera: la optimalidad de Pareto selecciona en general un con- yo alcance generalizó Arrow en su famoso «teorema de imposibi-
junto de situaciones mucho más vasto que el que seleccionaba el lidad».
utilitarismo. La dificultad que ilustra la paradoja de Condorcet puede apa-
Aquí reside precisamente el mayor problema del conjunto de la recer con todas las reglas de mayoría a excepción del criterio de
«nueva economía de bienestar», edificada exclusivamente sobre la ba- Pareto (para el que p=l), y con una probabilidad tanto mayor
se del criterio de Pareto. Si A y B satisfacen el criterio de optimali- cuanto más nos alejemos de esta regla de unanimidad y nos acer-
dad de Pareto, este enfoque es incapaz de distinguirlos. Sólo si el quemos a la mayoría simple (pal/2). La minimización del riesgo de
100% de los miembros de la colectividad considera que prefiere A a incomparabilidad corre paralela con la maximización del riesgo
B, se puede afirmar la superioridad de A. La teoría de la elección so- de irracionalidad colectiva. Entre los innumerables resultados de la
cial se ha constituido —siguiendo los pasos de Abraham Bergson teoría de la elección social, hay uno que tiene un alcance muy par-
(1938), de Kenneth Arrow (1951) y de Amartya Sen (1970)— en ticular puesto que muestra que el abandono del cardinalismo, y
gran parte, para escapar del peligro omnipresente de la incompara- por consiguiente de la comparabilidad interindividual de las utili-
bilidad. dades, no ofrece la alternativa ideal a la maximización del bienes-
tar agregado.
Así pues, renunciar al utilitarismo original manteniéndose fiel a su
espíritu resulta problemático. En todo caso, lo suficiente como para
36 Cuatro puntos cardinales El utilitarismo 37

5. LA CUESTIÓN DE LAS DESIGUALDADES


La paradoja de Condorcet

Llamamos racional a un individuo cional. Definamos la preferencia del


Otro ámbito de discusión intensa es el que concierne a la dimen-
o un grupo de individuos cuyas prefe- grupo por las preferencias de una ma- sión distributiva del utilitarismo. ¿Una focalización exclusiva sobre
rencias son transitivas: si prefiere x a y, yoría en su seno. Se puede observar la la suma o la media de utilidades, no implicará una indiferencia ina-
e y a z, entonces también prefiere x a z. paradoja en la práctica con el ejemplo ceptable respecto de las desigualdades entre los miembros de la co-
La paradoja anterior, inicialmente evi- siguiente donde el grupo tiene que es- lectividad considerada?
denciada por el marqués de Condorcet coger entre tres opciones y está consti-
La respuesta a esta pregunta ha de tomar como punto de partida
(1785), consiste en lo siguiente: es posi- tuido por tres individuos cuyas prefe-
ble que un grupo constituido por indi- rencias (transitivas) se describen por las una de las propiedades básicas de la máxima utilitarista: la distribu-
viduos perfectamente racionales sea irra- ordenaciones siguientes: ción de rentas u otros bienes que maximiza la suma de las utilidades
es tal que las utilidades marginales de todos los individuos son igua-
Individuo 1 Individuo 2 Individuo 3 les. La utilidad marginal de un individuo mide, por definición, la ga-
Primera elección A B C nancia de utilidad de la que disfrutaría si se le concediera una uni-
Segunda elección B C A dad complementaria del bien que se distribuye. No obstante, la suma
Tercera elección C A B de las utilidades sólo es máxima si es imposible aumentar la utilidad de
un individuo más de lo que se reduciría la utilidad de otro, gracias a
Hay entonces una mayoría que pre- cío, y el grupo es irracional. No llega a la reasignación de un bien. Este máximo únicamente se puede al-
fiere A a B (1 y 3), una mayoría que operar una elección colectiva entre las canzar cuando, en la situación en la que uno se encuentra, las uti-
prefiere B a C (1 y 2), e incluso una ma- tres opciones: cualquiera que sea la op-
lidades marginales de todos son iguales para todo tipo de bien a dis-
yoría que prefiere C a A (2 y 3). La regla ción que escoja, hay siempre otra que
de voto mayoritario engendra así un co- prefiere a ésta.
tribuir. Ahora bien, si ellas no fueran iguales, sería posible, por
ejemplo, sustraer un euro a una persona con una utilidad marginal
débil —con lo que la utilidad que perdería sería poca— y transferir-
lo a otra persona con una utilidad marginal mayor, que ganaría en-
que numerosos filósofos y economistas contemporáneos hayan deci- tonces más utilidad de la que la primera habría perdido.
dido no dejarse obsesionar por estos problemas de métrica, arguyen- Ahora bien, ¿no es razonable plantear la hipótesis empírica de
do que, en definitiva, no son más agudos que otros problemas en cien- que las funciones de utilidad están caracterizadas por una utilidad
cias sociales, y que son susceptibles de soluciones pragmáticas marginal decreciente en función de la renta y de la mayoría de los
—mediante la concesión de un grado de aproximación a veces consi- otros bienes? Una persona que ya dispone de una renta elevada ob-
derable (véase por ejemplo Sen, 1970,1973) o mediante la contracción tiene de un euro complementario una ganancia más modesta que si
drástica del campo de cuestiones tratable con la máxima utilitarista dispusiera de una renta bastante menor. A pesar de su focalización
(véanse, por ejemplo, Kolm, 1993; Arnsperger, 1998a)—. Suponiendo exclusiva en la maximización de la utilidad total o media, el utilita-
que tales soluciones existan, examinaremos ahora algunas dificultades rismo manifestaría así un fuerte sesgo en favor de la reducción de las
propiamente éticas planteadas por el utilitarismo. desigualdades de renta puesto que un impuesto a los más ricos con
una transferencia a los más pobres aumentaría sin ambigüedad la
utilidad agregada.
38 Cuatro puntos cardinales El utilitarismo 39

No obstante, es importante relativizar esta conclusión a la luz de


¿Un utilitarismo igualitarista?
dos consideraciones. Por una parte, los miembros de la sociedad
Supongamos una situación muy utilitarista atribuirá a los dos indivi- pueden diferir sensiblemente en lo que se refiere a la «productivi-
simple: una suma dada de 100 euros de- duos la misma renta de 50, lo que indu- dad» en bienestar, es decir en su aptitud para transformar en utili-
be ser distribuida entre dos individuos. cirá una suma de utilidades de 100 + dad una renta dada. Entonces, aunque las funciones de utilidad de
Anatole (A) y Barbara (B). Pongamos 100 = 200. Conclusión: una sociedad
todos manifiesten una utilidad marginal decreciente, para maximizar
además que las funciones de utilidad utilitarista compuesta por individuos
son las siguientes: uA(y) = a y (a > 0) en idénticos tanto en términos de riqueza
el bienestar global, la sociedad deberá concentrar una parte mayor
tanto que y s a, y uA(y) = a a más allá como en términos de preferencias es que la proporcional de los recursos en los bolsillos de aquellos que
de este límite de saturación; de manera una sociedad estrictamente igualitarista. conceden una importancia mayor al aumento de esa renta. Por otra
análoga, us(y) = by (b > 0) en tanto que Sin embargo, todo cambia si, con- parte, y sobre todo, el utilitarismo, por su consecuencialismo inte-
y & p\ y uB(y) = b (3 más allá. (Tenemos servando la ausencia de rentas previas, di- gral constitutivo, se ve forzado a superar un punto de vista pura-
así un caso muy simple de utilidad mar- ferenciamos a nuestros personajes según
mente estático para interrogarse sobre los efectos, a largo plazo, de
ginal «decreciente»: la utilidad margi- sus preferencias por la renta. Aumente-
nal es positiva y constante para todos mos simplemente la utilidad marginal y una distribución más o menos igualitaria de las rentas. Más igualdad
los niveles de renta inferiores o iguales el umbral de saturación de Barbara. Su- no significará, necesariamente, menos riqueza. No obstante, está cla-
al umbral; cae abruptamente a O para pongamos que b = 4 y p = 150. Barbara ro que la presunción igualitaria imputable al utilitarismo se encuen-
todos los niveles de renta superiores a es entonces dos veces más «eficiente» tra seriamente mermada si la anticipación de desigualdades sustan-
P.) Supongamos, por otra parte, que ni que Anatole con respecto a la transfor-
ciales incita a los miembros de la sociedad a trabajar, ahorrar o
Anatole ni Barbara poseen rentas pre- mación de renta en utilidad. En este ca-
invertir más, en beneficio del nivel de bienestar global accesible a las
vias. El objetivo utilitarista consiste so, si Anatole conserva por su parte las
aquí en fijar las rentas netas yAe ys de mismas preferencias que anteriormente, generaciones presentes y futuras.
tal manera que la suma uA(yA) + uB(yB) la maximización de la utilidad agregada ¿Puede acomodarse el utilitarismo a esta tensión con el igualita-
sea la más elevada posible, sabiendo exigirá que se atribuya el conjunto de los rismo, contentándose con subrayar que toda desigualdad que justifi-
que la renta que distribuir es fija: yA + yB 100 euros a Barbara: >•„ = 100 e yA = 0. El que es, por definición, totalmente compatible con la consideración
slOO. nivel de utilidad agregada será de 400 + O
imparcial del bienestar de cada uno? ¿O, por el contrario, debe re-
Notemos primero que es evidente = 400. Conclusión: en una sociedad utili-
que: si a = b y a = p\ de manera que tarista en la que ninguna persona posea
formarse profundamente exigiendo, por ejemplo, maximizar no la
nuestros dos personajes tienen exacta- una riqueza inicial, el individuo cuya simple suma de utilidades, sino una función no lineal que dé a la uti-
mente las mismas preferencias, enton- «productividad» en utilidad es mayor lidad de los más desafortunados un peso mayor que a la de los más
ces la máxima utilitarista les atribuirá la recibe la mayor parte (léase, como aquí, afortunados?
misma renta neta si a s 50 y p1 s 50. la totalidad) de la renta total si d um-
Tomemos simplemente el caso en que bral a partir del cual su utilidad margi-
<z = ¿ = 2 y c t = p = 50. En este caso, un nal decrece no está demasiado próximo.
6. ¿SE ABOFETEAN Y SE INSTRUMENTALIZAN LOS DERECHOS
FUNDAMENTALES?

El último ámbito de controversia y quizás el más decisivo para el


utilitarismo, es el que atañe a las chocantes conclusiones a las que pa-
rece conducir a propósito de los derechos fundamentales, cuya pro-
40 Cuatro puntos cardinales El utilitarismo 41

lección depende de consecuencias totalmente contingentes sobre el


Utilitarismo y segregación
bienestar medio.
Algunos utilitaristas como Richard Brandt (1959) salen al paso Supongamos que la población de de mezcla. A pesar de su igualdad nu-
de este problema subrayando que los efectos de un acto puntual, la nuestro país sea inmigrada en un 50%, mérica, la suma de las utilidades hace
mayoría de las veces, sólo se pueden aprehender plenamente si dicho pero que el racismo del 50% de los au- inclinarse al utilitarismo por la segrega-
tóctonos sea tan intenso que la presen- ción estricta de las poblaciones autóc-
acto se percibe como la aplicación o la violación de una regla. Por
cia de inmigrantes en su barrio les cau- tona e inmigrada, en nombre mismo de
ejemplo, si evaluamos el acto tomado aisladamente, quizá sea social- se una pérdida de utilidad inmensa. Más la consideración imparcial de las prefe-
mente deseable no reembolsar una deuda porque, hechos todos los concretamente, supongamos que cada rencias de cada uno. En caso de segre-
cálculos, este dinero se hubiera utilizado mejor en forma de dona- autóctono tenga una utilidad de 100 en gación, la utilidad total es de 200, mien-
ción a Médicos Sin Fronteras. Sin embargo, una sociedad que no caso de segregación y una utilidad de tras que en caso de no-segregación es
pueda garantizar la devolución de los créditos tiene pocas posibili- -100 en caso de mezcla, mientras que de 0. Ni hablar, pues, de autorizar a un
cada inmigrante tiene una utilidad de O inmigrante a que se instale en el barrio
dades de maximizar el bienestar agregado. Por esta razón, es proba-
en caso de segregación y de 100 en caso de los autóctonos.
ble que la máxima utilitarista proponga pagar la deuda antes que
sostener a MSF, en tanto que instancia de aplicación de una regla, és-
ta sí, socialmente óptima.
Un razonamiento análogo se puede sostener en nuestro ejemplo zón de las consecuencias más o menos contingentes que se le aso-
de segregación (véase el recuadro de la pág. 41). Si se pudiera consi- cian. En este sentido, es siempre un instrumento al servicio de la
derar el caso aisladamente, el utilitarismo debería desterrar a los in- maximización del bienestar agregado, instrumento que se puede
migrantes del barrio en cuestión. Pero como conviene razonar a más arrinconar sin problemas si las condiciones son tales que no resulta
largo plazo, puede ocurrir lo contrario, es decir, que legitime la libre apropiado. Por ejemplo, si hoy en día hubiera países donde la impo-
elección para toda persona admitida en un país de instalarse donde sición de una religión de Estado permitiera aumentar el bienestar
ella desee. Las consecuencias generales de una regla que confiere es- medio, la persecución de las minorías religiosas —lo más suavemen-
te derecho a cada uno (sentimiento de libertad, prevención de re- te posible, mientras sea eficaz— no sería ningún problema.
vueltas en los guetos, etc.) tiene altas probabilidades de compensar Enfrentados a esta última dificultad, como también a las prece-
ampliamente el hecho de que, en algunos casos, la violación de tal dentes, algunos utilitaristas escogen recusar la pertinencia de las ob-
derecho, tomada aisladamente, podría tener efectos locales positivos jeciones fundadas en la intuición. Al fin y al cabo, los utilitaristas in-
sobre el bienestar colectivo. cluyen en su noción de bienestar todo aquello a lo que cada persona
En relación con el utilitarismo de los actos, al que juzga de dema- concede importancia (incluso, por ejemplo, la igualdad y la liber-
siado ingenuo, este utilitarismo de la regla permite atenuar el con- tad), con todas las prioridades y ponderaciones que cada uno deter-
flicto entre las implicaciones del utilitarismo y nuestra adhesión intui- mina soberanamente. Y promueven lo más humanamente posible,
tiva a la idea de que existen derechos inviolables. Pero no consigue con rigurosidad e imparcialidad, el bienestar así concebido. Si, de
disipar del todo el malestar porque, ya se trate de abolir la esclavitud vez en cuando, lo que este último prescribe sobre esta base topase
o la prostitución de los niños, o se trate de la libertad religiosa o del brutalmente contra alguna de nuestras intuiciones morales, peor pa-
derecho a un juicio equitativo, jamás se justifica un pretendido dere- ra éstas. Pues son las intuiciones las que deben ser juzgadas y mol-
cho fundamental, desde el punto de vista utilitarista, si no es en ra- deadas según el utilitarismo y no éste el que debe ceder a sus dicta-
42 Cuatro puntos cardinales

dos. Por tanto, no hay ninguna necesidad de sustituir una función Capítulo II
cóncava de utilidades individuales (es decir, una función cuyo valor
crece a ritmo decreciente en la medida en que aumentan los niveles EL LIBERTARISMO
de utilidad de los diferentes individuos) por una simple suma con el
fin de integrar preocupaciones igualitaristas, ni de someter la maxi-
mización del bienestar agregado al respeto de cierto número de li-
bertades fundamentales a fin de conciliarse con los «obsesos» de los
derechos humanos.
Esta estrategia de defensa del utilitarismo, sin duda arrogante e Segunda referencia fundamental de la ética económica y social
incluso insolente, no deja de tener atractivo y fuerza mientras se en- contemporánea, el enfoque libertario se separa profundamente del
frente sólo a protestas y quejas dispersas, sin que exista ninguna teo- utilitarismo, tanto por su marco conceptual, como por sus implica-
ría articulada que se le oponga. La búsqueda de un equilibrio refle- ciones prácticas. Aunque extrae una parte de su inspiración del
xivo pasa por la articulación de alternativas. De hecho, el debate pensamiento liberal clásico desde John Locke (1690) a Alexander
contemporáneo en ética económica y social tiene su verdadero von Humboldt (1972) y de los escritos filosóficos de los economis-
arranque en el momento en que las teorías rivales aparecen en socie- tas austríacos Ludwig von Mises (1940) y Friederich von Hayek
dad a inicios de los años setenta y entablan un diálogo con el utilita- (1960), no se constituye en verdadera alternativa del utilitarismo
rismo. ¿Cuáles son estas teorías? hasta los años setenta, bajo el impulso de filósofos y economistas
norteamericanos como John Hospers (1971), Murray Rothbard
(1973), David Friedman (1973), Robert Nozick (1974) y Hillel Stei-
ner (1994).
El punto de partida del pensamiento libertario es la dignidad
fundamental de cada persona, que no puede ser burlada en nombre
de ningún imperativo colectivo. Esta dignidad reside en el ejercicio
soberano de la libertad de elección en el marco de un sistema cohe-
rente de derechos. El libertarismo pretende así articular de manera
consecuente una idea cuyo atractivo, hoy en día, no cede en nada
frente al ideal utilitarista de una sociedad feliz: una sociedad justa es
una sociedad libre.

1. EL PRINCIPIO DE LA AUTOPROPIEDAD

Para los libertarios no es posible comprender lo que es una so-


ciedad justa sin explicitar un sistema coherente de derechos de pro-
piedad. En efecto, si la libertad consiste en poder hacer lo que uno
El libertarismo 45
44 Cuatro puntos cardinales

Un primer elemento central en cualquier variante del libertaris-


Friedrich Hayek, ¿utilitarista y libertario? mo consiste en atribuir a cada persona un pleno derecho de propie-
dad sobre sí misma. Siendo usted el pleno propietario de su cuerpo
Nacido en 1899 en Viena y falleci- zar comportamientos libres y de permi-
(y, en caso de que sea distinta, de su alma), tiene un «derecho de ve-
do en Friburgo (Alemania) en 1992, tir su coordinación espontánea. Estas
Friedrich August von Hayek fue profe- reglas y normas son, para Hayek, esen-
to» sobre cualquier uso que pueda hacerse de ellos. Tiene también,
sor en Viena, después en Londres y en cialmente las de un régimen liberal que derivado de esto, el derecho a alquilar sus talentos, a vender sus ór-
Chicago, antes de terminar su carrera promueve un mercado mínimamente ganos, a arruinar su salud o a poner fin a su existencia. Un libertario
en la Universidad de Friburgo. Laurea- reglamentado. Tales reglas emergen (al no aceptaría de ninguna manera la obligación legal de realizar el ser-
do con el premio Nobel de Economía menos idealmente, en ausencia de la in- vicio militar, de asistir a la escuela, de abrocharse el cinturón de se-
(1974), ha consagrado una parte impor- tervención intempestiva del poder pú-
guridad, de formar parte de un jurado o de socorrer a una persona
tante de su obra a la teoría del capital y blico) como resultado de un proceso
a los vínculos entre empleo e inflación. evolutivo por el cual el sistema social en peligro. Tampoco aceptaría la prohibición de la eutanasia, la
En materia de ética económica y social, selecciona los marcos reglamentarios prostitución, la blasfemia, la teoría que niega la existencia de los
sus obras más destacadas son Camino más apropiados, es decir, los más sus- campos de concentración nazis, las perversiones sexuales o el co-
de servidumbre (1944), Individualism ceptibles de asegurar la maximización mercio de órganos, a condición —por supuesto— de que no se ejer-
and economic arder (1948), Los funda- del bienestar global. za ninguna coerción para obtener la participación de nadie en cual-
mentos de la libertad (1960), Normas y Hayek se presenta, pues, como un
orden (1973), El espejismo de la justicia pensador que combina, por una parte, quiera de estas actividades.
social (1976) y El sistema político de una una justificación, en último término uti- Sobre este derecho de propiedad de cada persona sobre sí mis-
sociedad libre (1979). litarista, de las reglas de organización ma sólo pesan tres restricciones que la mayoría de libertarios están
Animado por una fe profunda en social que emergen de procesos evolu- dispuestos a suscribir —aunque sea a regañadientes—. En primer lu-
el «orden social espontáneo», y domi- cionarios espontáneos y, por otra parte, gar, mientras que cada uno tiene derecho a destruirse, no tiene sin
nado por una antipatía visceral hacia el una visión libertaria de la sociedad y de
embargo derecho a venderse como esclavo. El ideal de una sociedad
pensamiento socialista, Hayek rechaza su organización económica: el mecanis-
libre es incompatible con la presencia de hombres y mujeres esclavi-
firmemente la idea según la cual la jus- mo de mercado que asegura a la vez la
ticia social consiste en una configura- protección de la libertad individual y zados por otros de manera irreversible, aunque sea por efecto del
ción particular de la repartición de bie- la diseminación óptima de la informa- ejercicio de su propia libertad.
nes o de rentas. Para él, una sociedad ción privada. Así defiende a la vez un En segundo lugar, aunque los libertarios profesan una aversión
justa es ante todo una sociedad dotada libertarismo y un utilitarismo de las re- inflexible hacia cualquier forma de «paternalismo» con respecto a
de un marco legal y de un conjunto de glas, en el marco de una visión pura-
los adultos, pueden admitir que, cuando se trata de niños, el pater-
normas sociales susceptibles de garanti- mente «procedimental» de la justicia.
nalismo no siempre está fuera de lugar. Por muy precoz que sea la
edad a la que están dispuestos a conferir una plena emancipación, no
pueden evitar el atribuir a algún tercero —pariente o no— el dere-
cho de restringir de manera sustancial la libertad de los niños, pero
desea o, mejor, lo que uno podría desear, es evidente que una socie-
sólo en la medida en que contribuya así a situarlos lo antes posible
dad libre no puede conceder a cada persona una libertad plena en
en posición de ejercer ellos mismos su libertad.
este sentido: su libertad de sentarse sobre nuestras rodillas —o de
Y, en tercer lugar, cuando divisan la eventualidad de infraccio-
clavarnos un cuchillo en la espalda— podría entrar en conflicto con
nes a su principio fundamental, los libertarios pueden admitir que
nuestra libertad de evitar estos disgustos.
El libertarismo 47
46 Cuatro puntos cardinales

es legítimo violar la propiedad de sí mismo de los que amenazan la que los bienes adquiridos de esta manera. Lo que nos han dado co-
de los demás: una sociedad libre no puede ser una sociedad en la que mo regalo o como herencia, lo que hemos comprado o alquilado, lo
asesinos, violadores y pedófilos circulen y hagan estragos con total que hemos producido aplicando nuestros talentos, lo que nos repor-
impunidad. ta la venta de nuestros productos, todo esto confiere una dimensión
práctica a la propiedad sobre uno mismo, dimensión sin la que la au-
topropiedad no comportaría la libertad de hacer lo que fuere.
2. EL PRINCIPIO DE LA TRANSFERENCIA JUSTA
Como ocurre con el principio de la propiedad sobre uno mismo,
este principio de la transferencia justa reclama unas restricciones y
Esté o no provista de estas restricciones, la exigencia de la plena unas precisiones que también suscriben la mayoría de los libertarios.
propiedad sobre uno mismo es fundamentalmente incompleta, en Así, una mujer que «produce» un niño gracias a la combinación de
dos sentidos diferentes. Por una parte, no dice nada sobre el uso que sus capacidades y de un cierto número de «bienes» (entre los que se
moralmente debe hacerse del cuerpo, de los talentos y de las capaci- encuentran los espermatozoides) obtenidos tras una transacción vo-
dades de los que cada persona es propietaria. Pero el libertarismo, al luntaria con su legítimo propietario, no se convierte, sin embargo, en
contrario que el utilitarismo, no tiene ninguna pretensión de pro- propietaria del niño: el principio de la propiedad universal sobre uno
porcionar una teoría moral completa, sino sólo una caracterización mismo, que se aplica aquí al niño en tanto que persona libre, prima
de las instituciones justas. El hecho de que sea compatible con las re- sobre el principio de la transferencia justa de los títulos de propiedad.
glas de la justicia librarse al desenfreno entre adultos que han dado Es importante, además, precisar la noción de transacción volun-
su consentimiento, o negar la ayuda a una persona que se ahoga, no taria. Si usted compra una casa sobre la base de informaciones enga-
impide plantearse la cuestión de saber si tales comportamientos son
moralmente recomendables. Pero éste es un tipo de pregunta que el
libertarismo no pretende responder.
Libertarismo y precio justo
Por otra parte, resulta claro que la plena propiedad sobre uno
mismo, por sí sola, no permite realizar el menor acto. Nuestro cuer- Al hacer del carácter «voluntario» perfectamente informados y motivados
po está enteramente constituido por moléculas que ha tomado de de la transacción el criterio de la justa por su sola ganancia. Para los libertarios,
transferencia de los títulos de propiedad, tanto si se está o no en situación de mo-
otras cosas aparte de sí mismo. No puede sostenerse sin una superfi-
la concepción libertaria recusa cualquier nopolio (un solo vendedor) o de monop-
cie sobre la que apoyarse; no puede sobrevivir más de un instante sin sonio (un solo comprador) como si las
criterio exterior de precio justo. El pre-
respirar un aire del que no es propietario. Sin duda alguna, el pro- cio al que se intercambian los bienes o las personas a las que afecta son o no clarivi-
yecto libertario no puede ofrecer una caracterización de la sociedad horas de trabajo no debe establecerse, dentes y egoístas, el precio al cual las par-
justa sin añadir al principio de la propiedad sobre uno mismo unos pues, a partir de ninguna noción de mé- tes correspondientes dan su libre asenti-
principios que regulen la propiedad de los objetos externos. rito o de utilidad. Sólo se requiere que se miento es, por definición, el precio justo.
ajuste al precio de equilibrio de un mer- Sin embargo, llevado al límite, el precio
El primero de estos principios regula la transferencia de los de-
cado competitivo, es decir, el precio al podría ser nulo: una economía de don no
rechos de propiedad. Estipula que se puede llegar a ser el legítimo es menos compatible con los principios
que la oferta igualaría a la demanda en
propietario de un bien sea adquiriéndolo gracias a una transacción un mercado hipotético constituido por libertarios que un mercado perfectamen-
voluntaria con la persona que era anteriormente la legítima propie- innumerables compradores y vendedores te competitivo.
taria, sea creándolo sin utilizar otra cosa, aparte de uno mismo, más
48 Cuatro puntos cardinales El libertarismo 49

ñosas que el propietario precedente le ha comunicado a propósito


Los tres principios libertarios
de aquélla, esta transacción voluntaria no convierte necesariamente
al vendedor en el propietario legítimo del dinero que usted le ha en- 1. Autopropiedad: todo individuo 3. Apropiación original: el titular
tregado. Que no le haya forzado a comprar la casa no le libra de ser mentalmente capaz tiene un derecho inicial de un derecho de propiedad so-
un ladrón. La noción pertinente de transacción voluntaria exige algo absoluto a disponer de su persona, in- bre un objeto es el primero en reivindi-
más que la ausencia de coerción: también excluye el fraude. Aunque cluyendo los talentos que ha recibido y car su propiedad eventualmente a con-
cultivado, en tanto no utilice este dere- dición de haber satisfecho el pago de
de ninguna manera exige una información perfecta. Si usted compra
cho para renunciar a su propia libertad. una tasa cuyo importe está fijado, bien
una casa sobre la base de creencias falsas con respecto a la naciona- 2. Justa transferencia: la justicia de por la cláusula lockeana (el derecho
lidad de los vecinos o con respecto al precio al que probablemente un derecho de propiedad se establece de todos a una suerte al menos equiva-
podría revenderla, la justicia de la transferencia de propiedad no re- desde el momento en que se obtiene por lente a la que hubieran tenido en el es-
sulta en modo alguno comprometida. Asimismo, si alguien le alqui- una transferencia voluntaria, tácita o ex- tado de naturaleza), bien por el criterio
plícita, con o sin contrapartida material de justicia paineano (derecho igual de
la su trabajo a un precio irrisorio porque las circunstancias no le de-
o monetaria, con la persona que era an- todos al valor de los productos de la
jan otra alternativa, el carácter voluntario de la transacción no se ve teriormente la propietaria legítima. tierra).
afectado. Para los libertarios, este trabajo no es voluntario, si se efec-
túa bajo la amenaza de violencia física u otras exacciones. Pero es vo-
luntario si lo que lo motiva es el deseo de escoger la opción menos
mala de las libremente disponibles, y esto aunque la única opción piedad. Este principio atañe a los recursos naturales, pero, eventual-
restante consista en morir de hambre. mente, también a las ideas.
La versión más simple, defendida por Israel Kirzner (1979) entre
otros, se limita a afirmar: «El primero que llega se sirve primero».
3. EL PRINCIPIO DE LA APROPIACIÓN ORIGINARIA Según este principio, si un recurso natural todavía no ha sido objeto
de ninguna apropiación, o si un producto humano queda sin pro-
Si el principo de la propiedad sobre uno mismo determina los pietario por un fallecimiento inopinado, o si una idea no ha sido aún
derechos de propiedad sobre los seres humanos, el principio de la patentada, el primero que reivindique su propiedad se convierte en
transferencia justa rige los derechos de propiedad sobre los objetos el legítimo propietario. La mayoría de los libertarios, sin embargo,
externos. Únicamente se puede aplicar este último principio si se su- ha tenido algún escrúpulo para ratificar las implicaciones de tal con-
pone establecida la legitimidad del titular anterior del derecho de cepción, que atribuye, por ejemplo, al primero que se apropia de un
propiedad, cuya transferencia justa rige aquel principio. Ciertamen- yacimiento petrolífero o de un inmenso territorio, el derecho abso-
te, esta legitimidad se establece en general por una aplicación ante- luto de saquearlo o de explotarlo sin límite para su beneficio exclu-
rior del mismo principio. Ahora bien, puesto que con toda probabi- sivo. En lo que a este punto se refiere, se han esforzado por limitar
lidad existió un momento, por muy remoto que se encuentre en el este derecho absoluto sometiendo la apropiación originaria a unas
tiempo, en el que los bienes en cuestión, o sus ingredientes, no eran condiciones más o menos estrictas.
propiedad de nadie, es indispensable que los libertarios añadan a sus Una versión particularmente influyente de esta limitación es la
dos primeros principios un principio de la apropiación originaria si cláusula lockeana, recuperada por Robert Nozick (1974) en una ver-
pretenden ofrecer una concepción coherente de los derechos de pro- sión que se inspira explícitamente en Charles Fourier (1836) y que
50 Cuatro puntos cardinales El libertarismo 51

meter cada caso, a una arriesgada comparación con un estado «de


Robert Nozick, un libertario lúdico
naturaleza» muy hipotético. Sin embargo, Nozick estima (como Lo-
posteriores muestran el mismo virtuo- cke antes que él) que se puede tener tal confianza en el impacto po-
Joven colega de John Rawls en
Harvard en el momento de la publica- sismo argumentativo y una multiplici- sitivo de una apropiación privada del suelo sobre el desarrollo de la
ción por éste de su Teoría de la justicia dad de intereses que no competen sino agricultura y de la industria, que, para la inmensa mayoría de las per-
(1971, véase el capítulo IV), Robert en raras ocasiones a la filosofía política sonas, no quepa la menor duda de la inferioridad del estado de natu-
Nozick (1939-2002) adquirió una gran y moral (Philosopkical Explanations,
raleza en comparación con un régimen de propiedad privada, aunque
notoriedad por la publicación de un li- 1981; Meditaciones sobre la vida, 1989;
La naturaleza de la racionalidad, 1993, con grandes desigualdades. Por lo que satisfacer la cláusula lockeana
bro sorprendente (Anarquía, estado y
utopía, 1974), tan audaz y divertido, co- Puzzles socráticos, 1997). También mues- no debería ser muy costoso (en términos de compensaciones).
mo sistemático y sobrio es el libro de tran un cierto alejamiento con respecto Otros libertarios, como Hillel Steiner (1994) y Peter Vallenty-
Rawls. Defiende una posición contraria a las posiciones libertarias radicales ne (1998), estiman insuficiente el correctivo aportado por la cláu-
a la de Rawls, sometiendo esta última a presentadas, por provocación tanto co- sula lockeana. Inspirados por Thomas Paine (1796) y Henry Geor-
una crítica que desestabiliza algunos de mo por convicción, en su primer libro.
ge (1879), quieren tomarse en serio la idea de que todo ser humano
sus presupuestos centrales y dibuja co- Esto apenas le impide continuar escri-
biendo de vez en cuando artículos sobre posee el mismo derecho a las riquezas de la tierra. Para ellos, una
mo contrapunto una utopía capitalista
radical cuya justificación fundamental las relaciones entre justicia y capitalis- apropiación solamente puede ser legítima si el propietario paga
es la de no utilizar jamás a los indivi- mo, como «Why Do Intellectuals Op- una tasa cuyo montante refleje el valor de los recursos naturales
duos como simples medios. Sus libros pose Capitalism?» (1996). cuya propiedad se arroga. Podemos determinar este valor esti-
mando el precio que un mercado plenamente competitivo les asig-
naría, y la recaudación obtenida de la tasa correspondiente debe
recientemente ha retomado, entre otros, David Gauthier (1986). ser redistribuida igualmente entre todos. Para estos «libertarios de
Locke (1690) estimaba que una persona no podía apropiarse de una izquierda», el respeto absoluto del pleno derecho de propiedad
parte de la naturaleza más que dejando «enough and as good» —una de cada uno sobre sus talentos y sobre los productos de sus talen-
cantidad suficiente y de la misma calidad— para los demás, presen- tos, así como la prohibición de cualquier regulación de las transac-
tes y futuros. Lo que supone tanto como decir que en un mundo ciones voluntarias deben ir de consuno con la asignación a cada
muy poblado nadie puede apropiarse de lo que le parezca.
Para Nozick, esta cláusula puede suavizarse de la manera si-
guiente: la apropiación de un recurso natural (y, más en general, de
Tres variantes del principio de apropiación originaria
un bien que anteriormente no era propiedad de nadie) es ilegítima si,
y sólo si, aquellos que se ven privados de la posibilidad de apropiár- Libertarismo Libertarismo
selo se encuentran en una situación peor de la que tendrían en un «de derecha» «de izquierda»
«estado de naturaleza», exento de cualquier derecho de propiedad,
donde todo es accesible a todos. Una compensación concedida a los El primero que llega Cláusula lockeana Partición igual de
no propietarios puede hacer legítima una apropiación que, en ausen- la renta territorial
Kirzner Fourier Paine
cia de compensación, no lo sería. Para determinar quién tiene dere-
Nozick Steiner
cho a tal compensación y a qué nivel, es necesario, en principio, so-
52 Cuatro puntos cardinales El libertarismo 53

persona de una renta básica financiada exclusivamente con un im- los individuos: el derecho de cada persona a la plena propiedad so-
puesto territorial. bre sí misma, sobre las cosas que ha creado y sobre las que se ha con-
vertido en legítima propietaria por apropiación originaria, por com-
pra o por donación. No hay cabida, pues, en esta perspectiva, para el
4. UNA CONCEPCIÓN ESTRICTAMENTE «PROCEDIMENTAL» utillaje analítico de la ciencia económica: no existe ninguna preocu-
DE LA JUSTICIA pación, por ejemplo, por asignar los recursos de una manera que sea
óptimo-paretiana. Ni tampoco ninguna necesidad de identificar, de
Sea cual sea la variante adoptada para cada uno de los tres prin- medir o de agregar, preferencias o niveles de utilidad. A condición
cipios, éstos ofrecen, conjuntamente, una concepción coherente de de que los derechos de todos sean rigurosamente respetados, poco
lo que sería una sociedad justa —pero una concepción profunda- importa si los comportamientos o las instituciones perjudican el
mente diferente de la defendida por el utilitarismo—. Si se exceptúa bienestar de algunos —incluso el bienestar de todos.
la constricción marginal de la cláusula lockeana, la evaluación liber- Para los libertarios, pues, la justicia no es una cuestión de conse-
taria de las instituciones de una sociedad no reposa, en ningún mo- cuencias. Ni es tampoco una cuestión de «configuración». Suponga-
mento, en la anticipación de sus consecuencias para el bienestar de mos, por ejemplo, que en una situación inicial hipotética cada uno
la población afectada. La cuestión fundamental es la de saber si es- de los miembros de la sociedad dispone, en toda justicia, de una par-
tas instituciones respetan y protegen los derechos fundamentales de te exactamente igual de la riqueza total. No pasará mucho tiempo
antes de que las acciones y transacciones a las que se librarán, en es-
tricta conformidad con el principio de justa transferencia de los de-
rechos de propiedad, engendren una configuración de la distribu-
¿Ha dicho usted «demasiado rico»? ción de las riquezas muy diferente de la igualdad inicial (véase el
llones de veces más rica que cada uno de
recuadro de la pág. 52). La libertad dada a cada uno, solo y en coo-
Supongamos que nuestra sociedad
cuenta con 100 millones de miembros, nosotros. Esto por el simple efecto de una peración con otros, de ejercer los derechos que una sociedad justa le
que disponen aproximadamente de la justa transferencia de los derechos de pro- confiere es un poderoso factor de perturbación de cualquier confi-
misma riqueza —200 euros cada uno— y piedad a partir de una (no menos justa) guración preestablecida.
con los mismos talentos, con una única situación igualitaria inicial. El Estado no Ni consecuencialista, ni configuracional, el enfoque libertario
y pequeña excepción: los tangos riopla- podrá argüir la desigualdad resultante pa-
puede calificarse de estrictamente «histórico», «retrospectivo» o in-
tenses de Malena Muyala nos gustan tan- ra efectuar ninguna redistribución: esto
sería una ofensa contra la libertad que ca-
cluso «procedimental». Para un libertario es imposible evaluar la
to que deseamos comprar el nuevo álbum
que ha puesto a la venta al precio unitario da uno de nosotros tiene para utilizar a su justicia de cualquier situación —en particular de una distribución de
de 10 euros. Nuestro patrimonio cae al manera la riqueza y los talentos que en las riquezas o de las rentas— especulando sobre sus consecuencias o
instante a 90 euros, mientras que el de toda justicia detenta. analizando su estructura. Para determinar si una situación es justa
Malena pasa a 1.000.000. Cien euros (ha- o injusta es necesario y suficiente volverse hacia el pasado, escrutar
ciendo abstracción de algunas naderías en Esta parábola constituye una pará-
su «pedigrí», examinar si es el producto de un procedimiento co-
gastos de producción y de promoción, que frasis del célebre ejemplo del jugador
de básquet Wilt Chamberlain (Nozick, rrecto o de un desarrollo histórico justo, es decir, de un conjunto de
nos perdonarán no tener en cuenta). He
aquí a nuestra cantante más de once mi- 1974). acciones y transacciones efectuadas dentro del pleno respeto de los
derechos afirmados por los tres principios.
El libertarismo 55
54 Cuatro puntos1 cardinales

lo que es indispensable que esté organizado de manera eficaz y que


5. PUESTA EN PRÁCTICA
tenga, por tanto, suficiente financiación. Por lo demás, el aumento
del libre comercio y de la libre empresa, las iniciativas más diversas,
¿Una tabla rasa inaugural?
con o sin fin lucrativo, no tardarán en ayudar a la demanda a mani-
¿Qué significaría la ejecución de los principios libertarios? La festarse y satisfacerla mejor de lo que podría hacerlo el Estado.
implicación más inmediata sería una expropiación a una escala sin El libertarismo no implica por definición el capitalismo: en una
precedentes. Donde quiera que miremos, podemos presumir que ca- sociedad lo bastante pequeña y poco diferenciada, la donación y el
da porción de terreno ha conocido una larga historia de violaciones de comercio entre productores independientes pueden ser suficientes
derechos. Si pensamos en Atila, en Napoleón o en los cowboys, no se para producir la coordinación requerida. Ahora bien, en una socie-
puede decir precisamente que el respeto de los principios libertarios dad vasta y compleja, sólo el capitalismo y el socialismo —que asig-
haya constituido una prioridad en todos los momentos de la historia nan el control de los medios de producción a propietarios privados
de la humanidad. Habría que comenzar apelando a lo que Nozick o al Estado, respectivamente— pueden asegurar esta coordinación.
llama un principio de rectificación, complementario de los otros tres, Pero aunque el socialismo pueda ser «liberal», en el sentido en que
que determinaría la manera en que deben rectificarse las violaciones no tome la forma de un colectivismo que haga de los trabajadores
una propiedad del Estado, se basa necesariamente en la exclusión o
pasadas.
Los libertarios reconocen, por supuesto, que una rectificación en la fuerte restricción de la propiedad privada de los medios de^
adecuada —o la rectificación más adecuada que sea compatible con producción, (véase el capítulo III), y por lo tanto, según la formula-
el hecho de que innumerables víctimas de las violaciones pasadas ya ción de Nozick, en «la prohibición de actos capitalistas entre adultos
no vivan— exigiría una miríada de informaciones perdidas irremisi- que han dado su consentimiento».
blemente. La situación presente es pues inextricablemente injusta. Por consiguiente, en nuestro contexto socioeconómico, la adhe-
Como no hay razones para privilegiar el statu quo, salvo, claro, para sión al libertarismo, en la variante que sea, conlleva la justificación
los que se favorecen de éste, la manera menos inadecuada de proce- del capitalismo. Incluso el ratificar una versión extrema, casi anarco-
der es hacer tabla rasa: una distribución igualitaria de toda la rique- capitalista, donde la función del Estado no excede la protección de
za material antes de «seguir adelante». los derechos de propiedad. Hay pues razones para ver en el liberta-
rismo un componente filosófico no negligible, y particularmente ra-
dical, de lo que se ha convenido en llamar el «neoliberalismo», con-
¿Un anarco-capitalismo? siderado como un conjunto dispar de argumentos y de teorías que
justifican un mayor recurso al mercado, aunque esto vaya en detri-
Más allá de esta fase de transición, ¿qué instituciones requiere la mento de los poderes públicos.
aplicación del libertarismo? Claramente no se necesita más que un Un libertario no querrá oír hablar de conceder al Estado el dere-
Estado mínimo, es decir un Estado «guardián nocturno», que ase- cho a llevar a cabo una política cultural, social o económica. Los me-
gure el respeto de los derechos de propiedad, incluso la represión de dios de comunicación y la investigación, la sanidad y la educación
las transacciones fraudulentas y la redistribución eventualmente exi- deben dejarse en manos de agentes privados sin más regulación que
gida por la cláusula lockeana, o la distribución igualitaria del valor la satisfacción de los consumidores. Ni siquiera una legislación anti-
de los recursos naturales que requiere la perspectiva paineana, para trust al servicio de la competencia forma parte del repertorio de las
56 Cuatro puntos cardinales El libertarismo 57

intervenciones legítimas. Las aduanas y las políticas de fronteras tam- La igualdad


poco tienen razón de ser: ninguna restricción, arancelaria o de otro ti-
po, es legítima, y mientras cada individuo tiene derecho a la inviola- Por otra parte, los libertarios recusan con igual o mayor fuerza
bilidad de su propiedad, un Estado no tiene ningún derecho de la idea de que la justicia implique una igualdad más sustancial que la
propiedad sobre su territorio, y cualquier obstáculo que oponga al igualdad de derechos. La interpretación ampliada que los «liberta-
comercio internacional o a las migraciones constituye una injusticia. rios de izquierda» dan de esta idea, al incluir una parte igual del va-
lor de la tierra, se puede interpretar como una tentativa de atenuar la
tensión entre la posición libertaria y la convicción, ampliamente
6. ¿DESEO DE LIBERTAD o FETICHISMO DE LOS DERECHOS? compartida, de que una sociedad no puede ser justa si algunos de sus
miembros no tienen más dotación que la de unos pobres talentos.
Más allá de las cuestiones concretas, no es difícil imaginar las ob- Pero esta atenuación es muy relativa. Todas las variantes del liberta-
jecciones éticas que el libertarismo ha provocado. rismo son teóricamente compatibles con enormes desigualdades de
renta y de riqueza.
Nuevamente, los libertarios intentan ampliar su audiencia sugi-
La eficiencia riendo que las instituciones que justifican tendrían una tendencia es-
pontánea a difundir ampliamente la riqueza por un proceso de difu-
Al recusar resueltamente cualquier forma de consecuencialismo, sión descendente (trickle down) y de acción caritativa, proceso que
los libertarios se jactan de haber dotado a los derechos humanos fun- la omnipresencia del Estado tiende a inhibir. Aunque sin contar con
damentales, tal como los expresan sus principios, de la más sólida de que la base empírica de esta hipótesis da razones suficientes para
las garantías. Pero este menosprecio por las consecuencias se decan- mostrarse escépticos, aquí también el libertario, si se ve forzado a es-
ta con demasiada facilidad hacia lo absurdo. Ni hablar de recurrir a coger entre la violación de derechos, tal como él los concibe, y la
los impuestos, aunque sea para favorecer un sistema de enseñanza aceptación de desigualdades masivas, no dudará ni un instante: peor
que impulse el desarrollo. Ni hablar de medidas antitrust, aunque para las desigualdades, la libertad tiene este precio.
sea para preservar la competencia. Ni hablar tampoco de requisar un
terreno privado, aunque sea para evitar una catástrofe natural.
En cambio, cuando se esfuerzan en ganar adeptos, los libertarios ¿La libertad?
recurren de buena gana a unos argumentos que sugieren que, ade-
más, la protección estricta de los derechos de propiedad contribuye Pero ¿seguro que es de la libertad de lo que se trata? La crítica
a la eficiencia económica y, más globalmente, al bienestar social. El más insidiosa al libertarismo es la que ataca el corazón mismo de su
hecho de que juzguen necesario recurrir a tales argumentos revela retórica libertaria puesto que de ella obtiene lo esencial de su atrac-
quizá cierta incomodad por su parte, aunque no les impide procla- tivo ético.
mar, con total coherencia, que en caso de conflicto, incluso grave, Como se desprende de la parábola de la isla (véase el recuadro
entre el respeto de los derechos y la preocupación por la eficiencia, de la pág. 58), la libertad que los tres principes libertarios garantizan
esta última, es, la que debe ceder el paso. a todos es una libertad formal. Ciertamente, puede admitirse que la
libertad requiere algo parecido a la autopropiedad. Pero, sin los me-
58 Cuatro puntos cardinales

Capítulo III
¿Qué libertad? La parábola de la isla
EL MARXISMO
Sin que ninguno de los otros prin- Y si además, al dueño le da por no per-
cipios libertarios haya sido objeto de mitir a los agricultores trabajar sus tie-
ninguna violación, una isla se ha conver- rras si no llevan un sombrero rojo, sil-
tido en la propiedad exclusiva de uno ban La Marsellesa, o se abstienen de
solo de sus habitantes. Cada uno de los pronunciar la palabra «libertad», la per-
otros habitantes es el pleno propietario fecta conformidad con los principios li-
de sí mismo y quizás habrá recibido, en bertarios no se ve alterada en absoluto.
Por supuesto, nada le autoriza a forzar a
Mientras que los libertarios juzgan el utilitarismo fundamental-
las variantes «de izquierda», un peque-
ño pago que corresponde a la parte que los agricultores a trabajar, ni, por lo de- mente insatisfactorio porque no deja mucho espacio para la libertad
le corresponde del valor de mercado de más, a retenerlos dentro de la isla. Pero o los derechos de los individuos, otros encuentran no sólo el utilita-
la tierra (en estado bruto). No obstante, si no tienen el medio de encontrar otra rismo, sino también el libertarismo, fundamentalmente inadecuados
es perfectamente posible que cada uno fuente de subsistencia en la isla ni de porque no satisfacen otra exigencia ética central: la igualdad. Entre
de ellos no tenga otra opción que la de construir el barco que les permita esca-
estos críticos, nos encontramos ante todo con los que, adhiriéndose
fatigarse dieciséis horas al día para el par, no es su problema ni el de los liber-
propietario de la isla a cambio de la es- tarios: ¡la isla no deja de ser, en su opi- a la tradición marxista, interpretan que su núcleo propone una con-
casa comida que se digna a concederle. nión, un paradigma de libertad! cepción radicalmente igualitaria de la justicia social.

1. LA DIMENSIÓN ÉTICA DEL MARXISMO


dios indispensables para el ejercicio efectivo de esta libertad, se trata
de un derecho sin alcance real, de una libertad puramente formal. Y Tanto la obra de Karl Marx como el vasto movimiento intelec-
aunque los libertarios han añadido al principio de autopropiedad tual que ha inspirado están muy lejos de reducirse a la elaboración
otros dos principios que rigen el acceso a los medios de la libertad, de tal concepción. El marxismo, nebulosa que atraviesa las fronteras de
estos principios no se inspiran de ninguna manera en la preocupa- diversas disciplinas, comprende numerosos componentes que sólo
ción por garantizar esos medios a todos, sino que reflejan una con- tienen con esta concepción una relación muy débil. Así, en la inter-
cepción particular, en absoluto justificada en términos de libertad, pretación más ortodoxa, el núcleo del marxismo está formado por la
de la génesis histórica de los derechos legítimos. A la luz de este he- conjunción de dos teorías de las que ninguna proclama la menor pre-
cho, el libertarismo aparece, sin duda, menos como la formulación tensión ética. El materialismo dialéctico, por una parte, es una teoría
coherente y plausible de un ideal de sociedad libre que como la feti- metafísica que asigna un papel central al concepto de «contradic-
chización de unos «derechos naturales». ción» en su interpretación de la naturaleza profunda de la realidad.
El materialismo histórico, por otra parte, es una teoría general de la
historia cuya tesis principal afirma que la naturaleza de las relaciones
de producción —feudal, capitalista o socialista, por ejemplo— se
ajusta al desarrollo de las «fuerzas productivas», es decir al creci-
miento de la productividad del trabajo, ejerciendo sobre este desa-
60 Cuatro puntos cardinales El marxismo 61

rrollo una influencia decisiva. Existen, formalmente integradas o no


Marx, ¿moralista a pesar suyo?
en el marco del materialismo histórico, múltiples teorías y análisis de
«¿Qué es una distribución justa? de su determinación de mantenerse en un las clases sociales y de las crisis económicas, de la ciencia y de la lite-
—pregunta Marx—. ¿No afirman los «socialismo científico», el propio Marx ratura, de los movimientos religiosos y del comportamiento político,
burgueses que la distribución actual es no pudo evitar expresar una gran indig- que apelan explícitamente al marxismo.
"justa"? Y ¿no es en realidad la única nación frente a la injusticia, indignación
No obstante, si el marxismo constituye un ingrediente central
distribución "justa" basada en el modo que trasluce un ideal de justicia social.
del pensamiento contemporáneo en materia de ética económica y so-
de distribución actual? ¿Las relaciones También reconoce al «socialismo pe-
económicas están reguladas por con- queño burgués» de Sismondi el mérito cial es porque no pretende sólo elucidar, explicar o predecir lo que
ceptos jurídicos o, por el contrario, no de haber «puesto al descubierto la con- es, ha sido y será, sino que también pretende decir lo que debe ser,
son más bien las relaciones jurídicas las centración del capital y de la tierra en articular un proyecto cuya realización presenta como algo deseable,
que emergen de los conceptos económi- unas pocas manos [...], la miseria del digna de unos compromisos, unas luchas y unos sacrificios sin los
cos?» (Werke, vol. XIX). En otro texto, proletariado [...], las desigualdades es-
aporta a esta pregunta retórica una res- candalosas en la distribución de la ri-
puesta explícita: «La justicia de las queza» (Manifiesto comunista, 1848). Y
transacciones que tienen lugar entre los la indignación moral aflora cuando se-
agentes de producción reposa en el he- ñala, en la Miseria de la filosofía (1847), El marxismo analítico
cho de que estas transacciones emergen que los burgueses «se muestran indife-
como consecuencias naturales de las re- rentes al sufrimiento de los proletarios Constituido bajo el impulso del fluir en la dimensión ética de esta tra-
laciones de producción. Las formas ju- que les ayudan a adquirir la riqueza» o, «Grupo de Septiembre», fundado por dición marxista.
rídicas en las que estas transacciones en el libro I de El capital (1867), que el el quebequés Gerald A. Cohén (nacido Una de las obras paradigmáticas
aparecen como acciones voluntarias de capitalista «se enriquece, no como el ava- en 1941, profesor de filosofía política en del proyecto del Grupo de Septiembre
los participantes, como expresiones de su ro en proporción a su trabajo y a un con- Oxford, autor de La teoría de la histo- y del movimiento que ha inspirado es la
voluntad común y como contratos que sumo restringido, sino al ritmo en que ria de Karl Marx, 1979), y por el no- del economista americano John Roemer
pueden ser garantizados por el Estado arranca a los otros su fuerza de trabajo y ruego Jon Elster (nacido en 1940, pro- (nacido en 1944), profesor en la Uni-
contra toda parte aislada, no podrían fuerza al trabajador a abstenerse de to- fesor de ciencias políticas en Chicago y versidad de California y después en la
(porque son sólo formales) determinar dos los placeres de la vida». después en Columbia, que se había de Yale. Tras haber consagrado sus pri-
este contenido. Ellas sólo lo expresan. Reticente a introducir juicios éti- doctorado previamente en París, y autor meros escritos a una reformulación ri-
Este contenido es justo desde el mo- cos en su análisis, Marx sólo les ha con- de Making Sense of Marx, 1985), el gurosa de la teoría económica marxista
mento en que corresponde al modo de cedido algunas apariciones fugaces. Pe- marxismo analítico se basa en un do- (Analytical Foundations of Marxian
producción o le resulta adecuado. Es in- ro ¿quién puede negar que el uso de ble proyecto: por una parte, tomar de Economic Theory, 1981; Teoría general
justo cuando contradice dicho modo» expresiones como «explotación» o «do- la tradición marxista un cierto número de la explotación y las clases, 1982), Roe-
(Werke, vol XXV). minación» expresa una actitud ética de ideas centrales capaces de iluminar mer se ha decantado gradualmente ha-
Bajo esta perspectiva, sería mani- que no es muy difícil explicitar y que la realidad presente o de guiar la ac- cia la formulación de una teoría iguali-
fiestamente absurdo apelar al concepto puede resultar interesante desvelar?. ción futura; por otra parte, aplicar a taria de la justicia que resista tanto a las
de justicia para evaluar un modo de Otros, aparte del propio Marx, lo han estas ideas provenientes del marxismo objeciones económicas como a las obje-
producción. Y sin embargo... A pesar intentado. el utillaje intelectual heredado, por ciones éticas que se le puedan hacer
ejemplo, de la filosofía analítica o de la (Egalitarian Perspectives, 1994; Theo-
economía matemática, también para ries of Dtstributive ¡ustice, 1995; Equa-
explicitar, precisar, desarrollar e in- lityofOpportunity, 1998).
62 Cuatro puntos cardinales El marxismo 63

cuales el proyecto permanecería sin efecto. Ciertamente, se pueden


Cuatro regímenes de propiedad de los medios de producción
encontrar en la tradición marxista —comenzando por los escritos y de la libertad formal
del propio Marx— numerosos pasajes que objetan tal enfoque nor-
mativo. Por ejemplo, según se sostiene en estos pasajes, el socialismo
Libertad formal de los trabajadores
sucederá al capitalismo, y no porque sea más justo o moralmente su-
perior, sino en virtud de leyes inexorables de la historia que sustitu- Sí No

yen un modo de producción anárquico y despilfarrador por otro Propiedad de Privada Capitalismo Feudalismo
más racional y susceptible de asegurar un desarrollo de las fuerzas los medios
de producción Colectiva Socialismo Colectivismo
productivas obstaculizado por la persistencia del capitalismo. Al la-
do de las profesiones de «socialismo científico», de las que las obras de
Louis Althusser (1965) (véase también Althusser y Balibar, 1968)
constituyen un ejemplo extremo, existen, sin embargo, otras partes
de la obra de Marx y de la tradición intelectual marxista —y aún lización que proporcionan a los que las ejercen, sino en la obligación
más de la acción política inspirada por el marxismo— que procla- de subvenir a necesidades materiales. Esta alienación es característi-
man, sin ambigüedad, la adhesión al proyecto de instaurar una so- ca del capitalismo, pero también de los modos de producción que le
ciedad mejor, más justa y éticamente superior al modo de produc- han precedido. En el capitalismo, definido como un régimen de li-
ción capitalista en vigor. Este proyecto es compartido, por lo menos, bertad _forrnal_de los trabajadores (por oposición al feudalismo) y de
con los «socialistas utópicos» (Proudhon, Fourier, Owen, etc.) de los propiedad privada de los medios de producción (por oposición al so-
que los marxistas quieren distinguirse, como mínimo en lo que a los cialismo), la alienación toma principalmente la forma de la venta de
medios se refiere. la fuerza de trabajo a cambio de un salario. Pero para poner fin a la
¿Cuál es el contenido de este proyecto? Para ilustrar la pertinen- alienación no bastará con abolir el mercado capitalista de trabajo. La
cia del marxismo en la ética económica y social contemporánea, ex- abolición de la alienación exige que se instaure un régimen de abun-
ploraremos aquí dos interpretaciones posibles de este proyecto con dancia. La abundancia no debe ser definida como la plena satisfac-
el estilo y el espíritu del «marxismo analítico» (véase el recuadro de ción de todos los deseos. Se alcanzará la abundancia en el momento
la pág. 61), es decir, con una preocupación constante de precisión en en que el desarrollo de las fuerzas productivas permita satisfacer las
la formulación de los conceptos y las afirmaciones, pero también con necesidades materiales de cada persona sin que sea necesario remu-
la ambición de que el análisis sea pertinente para la realidad econó- nerar a nadie por las actividades productivas que ejerza. En otras pa-
mica y social del siglo XXI. labras, cuando se alcance este régimen, la sociedad podrá escribir so-
bre su bandera, como en el último estadio de la sociedad comunista
evocado por Marx (1875): «¡De cada uno según sus capacidades y a
2. LA EFICIENCIA DEL SOCIALISMO Y LA ALIENACIÓN cada uno según sus necesidades!». Efectivamente, en ese momento
será posible satisfacer, incondicionalmente, las necesidades de cada
En una primera aproximación, vemos que el proyecto ético mar- persona con el producto de un trabajo suficientemente ligero o atrac-
xista consiste en abolir la alienación, entendida como el hecho de que tivo como para que aquellos que le destinen sus capacidades produc-
las actividades humanas no tienen su fin en sí mismas ni en la autorrea- tivas lo hagan voluntaria y gratuitamente.
El marxismo 65
64 Cuatro puntos cardinales

Bajo esta perspectiva, la superioridad que los marxistas asignan al de una hipotética situación de abundancia futura puede ser ética-
socialismo en relación con el capitalismo, y a la propiedad pública en mente problemático. Pero quizá se pueda reformular este proyecto de
relación con la propiedad privada de los medios de producción, es una manera más conforme con la equidad intergeneracional pidien-
puramente instrumental. Cuanto más rápido sea el aumento de la do simplemente que en cada generación la proporción más elevada
productividad, tanto más rápidamente se realizará un régimen de posible del producto social se distribuya en función de las necesida-
abundancia y, por tanto, las condiciones materiales de una sociedad des e independientemente de las contribuciones, bajo la condición de
plenamente liberada de la alienación. En este aspecto, no es difícil la satisfacción de las necesidades fundamentales de cada persona. No
imaginar que el socialismo sea mejor que el capitalismo. Para empe- se trata pues de realizar en un número mínimo de generaciones el ple-
zar, la planificación centralizada de la inversión y de la producción no reino de la libertad, sino más bien de permitir a cada generación
que la propiedad pública del capital hace posible, debería poder or- realizar este reino de la libertad al nivel más alto que les sea accesi-
ganizar la economía con menos despilfarro y de manera menos caóti- ble (véase la representación gráfica al final del capítulo IV y Van Pa-
ca que un régimen capitalista que confiere a capitalistas preocupados rijs [1993], capítulos 8 a 10).
únicamente por su interés personal, el poder de decidir qué se produ-
ce y en qué momento se invierte. Además, el progreso técnico debería
poder beneficiarse de la difusión, en el seno de toda la colectividad, de 3. LA JUSTICIA DEL SOCIALISMO Y LA EXPLOTACIÓN

saberes y tecnologías cuya apropiación privada autoriza el capitalismo,


permitiendo así su confiscación por parte de una minoría. En esta pri- La segunda interpretación del proyecto ético que constituye el
mera interpretación del proyecto marxista, el socialismo se justifica en núcleo del marxismo articula una concepción radicalmente igualita-
razón de la fuerza de presunciones fácticas de este tipo. ria de la justicia. Dicho con más precisión, según esta concepción se
Actualmente, es conocida la dificultad de centralizar de una ma- trata de abolir la explotación del hombre por el hombre característica
nera eficiente la información que permita producir lo que necesitan de toda sociedad de clases y en particular del capitalismo. Bajo esta
los consumidores. También nos hemos percatado de la eficiencia de perspectiva, la virtud cardinal del socialismo no es que sea más efi-
la máxima: «¡Innova o muere!» a la que el capitalismo somete a las ciente que el capitalismo, sino que es más justo,. El mismo Marx re-
empresas, incluso en sectores relativamente protegidos, y que empu- cusa manifiestamente este enfoque y reprocha a otros socialistas que
ja sin cesar a los capitalistas a vencer la inercia que les acecha para lo hayan adoptado (véase el recuadro de la pág. 60). Pero por más
aumentar la productividad del trabajo. Estas consideraciones quizá que Marx la repruebe, la condena moral del capitalismo que permi-
no sean decisivas. Pero lo esencial aquí es comprender que quien se te hacer esta interpretación ofrece la justificación más convincente
adhiere a esta primera interpretación del proyecto ético marxista no del socialismo, en una época en la que se han socavado sus preten-
necesita en modo alguno apoyarse dogmáticamente en la afirmación siones de superioridad económica; y lo que es aún mejor, centrarse
fáctica de la superioridad del socialismo en relación con la promo- en la noción de explotación permite al marxismo inspirar una con-
ción de la productividad. Si una variante del capitalismo constituye cepción general de la justicia que difiere radicalmente de las con-
un instrumento más rápido y más seguro de acceder a un régimen de cepciones utilitarista y libertaria, y cuya pertinencia no se limita en
abundancia, ¿por qué deberíamos privarnos de él? absoluto a la evaluación de los modos de producción.
Lo cierto es que, se opte por una vía capitalista o por una vía so- Comencemos por definir con precisión la noción marxista de ex-
cialista, sacrificar un número indefinido de generaciones en nombre plotación limitando nuestra atención, como hizo Marx (1867) en El
66 Cuatro puntos cardinales
El marxismo 67

capital, a una sociedad ficticia en la que existen dos clases distintas


de individuos: los trabajadores y los no trabajadores. Los trabaja- saldo entre los trabajadores y, eventualmente, entre los no trabaja-
dores producen todos los bienes que se consumen en esta sociedad, dores. Es posible que los no trabajadores vean cómo se les asigna
exceptuando los que directamente proporciona la naturaleza. Parte una parte del producto —los jóvenes, los ancianos, los enfermos, las
de estos bienes se destina, exclusivamente, a reemplazar los medios de personas a cargo de familiares (si quedase alguien) y los «sin te-
producción que se han consumido en el proceso de producción, es cho»—. Pero en todo caso, esta asignación se la deberán a la gene-
decir, los bienes intermedios y las herramientas presentes al inicio rosidad de los trabajadores, y no a un poder cualquiera ejercido so-
del período. El saldo o producto total que queda una vez se le han bre ellos. Por consiguiente, esta transferencia no constituye ninguna
restado estos bienes, es lo que se llama producto neto. Llamemos forma de explotación, o lo que es lo mismo de extracción del plus-
plusproducto (producto excedente) a la parte de este producto neto trabajo. Aquí precisamente es donde la segunda interpretación del
que (eventualmente) se apropian los no trabajadores, y plustrabajo proyecto marxista sitúa la ventaja decisiva, directamente ética, del so-
(trabajo excedente) al trabajo que se ha dedicado a producir el plus- cialismo sobre el capitalismo: el socialismo (ideal) está necesaria-
producto. Pues bien, en la concepción marxista habitual, los traba- mente exento de explotación.
jadores son explotados si y sólo si realizan plustrabajo, es decir, si los La principal cuestión ética que plantea esta segunda interpreta-
no trabajadores se apropian de una parte del producto neto. ción es saber qué es lo que hace que sea injusta la explotación tal co-
Sin lugar a dudas, la explotación, definida en estos términos, es in- mo ha sido definida anteriormente. En otras palabras, ¿qué principio
herente al capitalismo, puesto que los capitalistas no tienen ningún in- de justicia viola necesariamente la explotación —lo que precisamen-
terés en poner a disposición de los trabajadores los medios de pro- te permite defender el socialismo contra el capitalismo en nombre de
ducción que detentan si con ello no esperan razonablemente obtener la justicia—? Examinemos, brevemente, tres posibles respuestas a
ningún beneficio. Ahora bien, para que cualquier capitalista pueda esta cuestión.
obtener un beneficio —lo cual se produce cuando sus ingresos son su-
periores a sus gastos— necesita apropiarse de una parte del producto
neto. No importa que no la consuma o que la reinvierta toda, sólo por 4. EL DERECHO DEL TRABAJADOR AL FRUTO DE SU TRABAJO
el hecho de apropiarse de una parte de este producto, se convierte ya
en alguien que explota a los trabajadores. Y aunque no \esfuerza a tra- La respuesta más directa, calificada a veces de «socialista-ricar-
bajar para él, a diferencia de los propietarios de esclavos o de los se- diana» (en referencia al economista inglés David Ricardo que tuvo
ñores feudales, se está apropiando de su plusproducto: los trabajado- una influencia decisiva sobre la manera en que Marx formuló su crí-
res no se lo ceden por amistad o por generosidad, sino en razón del tica del capitalismo), apela al derecho del creador sobre lo que ha
poder que le confiere la posesión de los medios de producción. Visto creado. Los trabajadores producen la totalidad del producto social y
esto podemos concluir que la explotación es inherente al capitalismo. por esta razón se convierten en sus legítimos propietarios. Tienen
En la sociedad socialista (ideal), en cambio, los trabajadores, o al derecho, en palabras del programa del primer partido socialdemó-
menos un poder político en cuyo seno los trabajadores constituyen crata alemán (que Marx [1875] critica en un célebre texto), al pro-
una amplia mayoría, poseen colectivamente los medios de produc- ducto íntegro de su trabajo. Si este principio es válido, la explotación
ción. Son ellos mismos quienes deciden qué parte del producto so- es manifiestamente injusta, ya que la apropiación del plusproducto
cial se asigna a la acumulación y de qué manera ha de distribuirse el por parte de los no trabajadores necesariamente viola el derecho de
los trabajadores a la totalidad del producto.
68 Cuatro puntos cardinales El marxismo 69

¿Podemos considerar acertada esta respuesta? Para que lo sea una forma compleja de cooperación o de intercambio, a la que los
debe ser cierto, en primer lugar, que los trabajadores, y sólo ellos, individuos aportan unas contribuciones y de la que obtienen unas
son los creadores del producto. Ahora bien, es evidente que los re- ventajas. Suponiendo que se puedan medir las contribuciones y
cursos naturales y el capital también contribuyen a la producción. las ventajas de manera que la suma de las primeras sea igual a la su-
Respecto del capital, aunque está constituido exclusivamente por el ma de las segundas, un principio de intercambio igual podría enun-
producto del trabajo pasado, representa también una contribución ciar que las ventajas que cada uno obtiene de la cooperación social
propia del capitalista, que consiste precisamente en que éste se ha deben ser exactamente iguales a su contribución. Si se miden las
abstenido de consumir el producto del trabajo pasado. Por tanto es contribuciones y las ventajas en términos de valor-trabajo, o hasta de
excesivo decir que sólo los trabajadores contribuyen a la creación trabajo socialmente necesario (es decir necesario, por término me-
del producto. Aunque no lo es, en cambio, decir que sólo ellos parti- dio, para producir los bienes en cuestión, dadas las condiciones de
cipan activamente en la creación del producto en el sentido que ésta producción), el intercambio desigual no es otra cosa que la explota-
implica presencia física y gasto de energía (véase Cohén, 1988). ción definida, como se hace a menudo, como la extracción de plus-
Para establecer el derecho de los trabajadores al fruto de su traba- valía. Es, por definición, productor de plusvalía, y por tanto víctima
jo, todavía falta establecer, como un principio de justicia defendible, el de un intercambio desigual en este sentido, quien produce más tra-
derecho a que el producto retorne íntegramente a los que han partici- bajo socialmente necesario que el que recibe, incorporado en los bie-
pado activamente en su creación. Imaginemos dos grupos de trabaja- nes que compra con su renta. Es, por el contrario, beneficiario de un
dores agrícolas. Por una misma cantidad de trabajo realizado, uno de intercambio desigual, o extractor de plusvalía aquel que produce
ellos disfruta de un nivel de vida mucho más alto que el otro, a causa menos trabajo socialmente necesario del que está incorporado en la
de un suelo más rico, de un clima más favorable, o de un acceso más parte del producto neto que se le atribuye.
fácil al agua. ¿Resulta tan evidente que se deba considerar justa la atri- Esta noción de intercambio desigual de valor tiene la ventaja de
bución a este grupo del derecho a la totalidad del producto del que es, que se puede aplicar, en principio, más allá de nuestra simplificada
en el sentido que hemos comentado, el creador exclusivo? ¿O, por el situación inicial que comprende dos clases distintas de trabajadores
contrario, el hecho de que la productividad se vea fuertemente influida y de capitalistas no trabajadores, pero incluye como un caso límite
por las condiciones naturales hace que la plausibilidad ética de este la noción de explotación como extracción de plustrabajo introduci-
principio se vea comprometida? Ante cuestiones como éstas debemos da en este contexto. Efectivamente, el criterio escogido para medir
concluir que si el marxismo pretende formular un proyecto anclado en la contribución es el trabajo socialmente necesario efectuado a lo
una concepción igualitaria de la justicia, esta vía «socialista-ricardiana» largo del período correspondiente; es evidente entonces que sólo
—no tan diferente del enfoque libertario basado en un principio de los trabajadores aportan una contribución estrictamente positiva, y
«apropiación originaria»— es, como puede verse, poco prometedora. que los no trabajadores se benefician de un intercambio desigual
desde el momento en que reciben una parte, por pequeña que sea, del
producto neto. Por consiguiente, la explotación de los trabajadores
5. EL INTERCAMBIO DESIGUAL por los no trabajadores, tal como inicialmente ha sido definida, im-
plica necesariamente un intercambio desigual de valor-trabajo. Si
Tal vez la explotación sea injusta porque implica necesariamente este intercambio desigual es injusto, la explotación también es in-
un intercambio desigual. Una economía puede considerarse como justa. Y esto nos lleva a la cuestión de si el principio del intercam-
El marxismo 71
70 Cuatro puntos cardinales
con el instrumental formal de la teoría de juegos, que permite for-
bio igual de valor-trabajo es defendible como principio igualitario mular, sin duda de manera más elegante y convincente, la concep-
de justicia. ción igualitaria de la justicia que está en el núcleo de la segunda in-
Este principio plantea de entrada un problema en cuanto a la terpretación del proyecto marxista.
manera de evaluarlas ventajas. Si la producción de dos bienes re- El enfoque de Roemer parte de una definición de la explotación
quiere la misma cantidad de trabajo, se contabilizan de la misma ma- capitalista que se puede presentar, haciendo una exposición sumaria,
nera aunque uno de ellos requiera una cantidad de capital o de ma- como sigue. Se considera que una persona es víctima de explotación
terias primas sensiblemente superior. Pero, sobre todo, el principio capitalista si su situación material pudiera verse mejorada (conside-
es problemático en cuanto a la evaluación de las contribuciones. La rando que los demás factores permanecen iguales) en caso de repartir
cantidadde trabajo socialmente necesario realizado por un trabaja- entre todos, a partes iguales, la propiedad de los medios de produc-
dor puede diferir de la cantidad de trabajo que efectivamente ha ción. Por el contrario, se considera que una persona es un explotador
aportado a causa del hecho de que este trabajador puede ser más o capitalista si este reparto igual hace que su condición material empeore.
menos productivo que la media. La estimación de esta diferencia En las simplificadas condiciones consideradas por Marx, con dos cla-
conlleva graves dificultades de medida desde el momento en que la ses muy distintas de capitalistas y trabajadores, esta definición de la
producción es el resultado de la cooperación de numerosos trabaja- explotación capitalista es extensionalmente equivalente a la defini-
dores que ejercen funciones complementarias. Sin embargo, aun su- ción tradicional en términos de plustrabajo: traza la misma línea de
poniendo que estos problemas puedan ser resueltos, el principio de demarcación entre explotados y explotadores. Sin embargo, esta de-
intercambio igual de valor-trabajo implicaría todavía que el trabaja- finición ofrece, además de la ventaja de poder aplicarse igualmente
dor menos diestro que la media, o el que trabaje una tierra particu- en el caso general en que cada uno combina en grados muy diversos
larmente pobre, o el que trabaje en una empresa equipada con ma- rentas de capital y de trabajo —cosa que también permitía hacer la
quinaria obsoleta, sólo tendría derecho, por esta razón, a una parte definición de explotación en términos de intercambio desigual de
menor del producto social. Bajo la perspectiva de un proyecto que valor-trabajo—, la ventaja de evitar tanto las dificultades conceptua-
quiere apoyarse en una concepción igualitarista de la justicia, reen- les vinculadas a la noción de valor-trabajo como las implicaciones
contramos así, en una versión más general, una dificultad que más antiigualitaristas ilustradas anteriormente.
arriba había servido para desacreditar el principio del derecho que Si bien en un contexto donde los trabajadores tienen rentas muy
tiene el creador al producto íntegro de lo que ha creado. desiguales en función de las grandes diferencias de cualificaciones,
en seguida se vuelve evidente que la explotación capitalista, en el úl-
timo sentido definido, no constituye la única forma de injusticia po-
6. LA DESIGUALDAD DE LAS DOTACIONES sible. Otra ventaja que se deriva de la definición de Roemer es que se
presta con facilidad a una generalización que permite identificar y
Para intentar dar una solución a este problema, se podría pensar articular otras formas de injusticia. Así, una persona podría ser con-
en introducir alguna modificación al principio de intercambio igual siderada como víctima o beneficiaría de la explotación feudal (que se
de valor-trabajo en el sentido de introducir una proporcionalidad supone prevalece en una sociedad fundada en la servidumbre, la es-
entre el trabajo efectivamente aportado y la renta monetaria obteni- clavitud u otras formas de diferenciación de estatus social) según ga-
da (véase Carens, 1985). Pero existe un tercer enfoque de la explo- nase o perdiese, en términos de bienestar material, en caso de que
tación, desarrollado por el economista John Roemer (1982, 1988)
72 Cuatro puntos cardinales
El marxismo 73

Los tres tipos de explotación según Roemer Para empezar, debemos subrayar el carácter puramente aritméti-
co del experimento mental al que recurre la definición de la explo-
En el enfoque propuesto por Roe- desigualdad de suerte material a que in- tación «rejuvenecida» para determinar las consecuencias distributi-
mer lo que importa no es la desigualdad duce la distribución no igualitaria de
vas de una igualación de las dotaciones. Efectivamente, a causa de la
de las dotaciones en sí misma, sino la las dotaciones.
cláusula «manteniéndose iguales el resto de cosas», no se pretende,
para nada, saber de qué nivel de bienestar disfrutaría una persona
Situación ... si la libertad . . . si el capital ... si las
se repartiese de cualificaciones
efectivamente en el caso de que cada uno recibiera una dotación
contrafáctica de formal se
referencia concediese a todos manera igual se repartiesen igual, teniendo en cuenta, por ejemplo, la posibilidad de una even-
de manera igual tual influencia negativa sobre la eficiencia del funcionamiento de la
Tipo de economía. Por esto, la situación de referencia con la que se compara
Feudal Capitalista Socialista
explotación la situación real para determinar si hay explotación es generalmente
Víctima irrealizable, y preguntarse si una persona explota o es explotada se re-
(cuya suerte Siervo Proletario No cualificado duce, en este caso, a preguntarse si una persona dispone de una dota-
mejoraría...) ción superior o inferior a la dotación media.
Beneficiario En segundo lugar, parece problemático, desde el punto de vista
(cuya suerte Señor Capitalista Cualificado de la justicia social, no hacer ninguna diferenciación entre el capital
empeoraría...) desigualmente distribuido por herencia y el capital desigualmente
constituido por el ahorro a partir de una situación igualitaria inicial,
por una parte; o entre los talentos innatos desiguales y las capacida-
des desigualmente desarrolladas a partir de talentos iguales, por
cada persona viera reconocida una plena libertad formal. Y una per-
otra. Una situación de explotación en el sentido especificado más
sona podría ser víctima o beneficiaria de la explotación socialista
arriba podría no ser injusta desde el momento en que se deseara dar
(que se supone prevalece a lo largo de lo que Marx caracteriza como
cabida a la responsabilidad individual. Esta última consideración ha
la primera fase de la sociedad comunista) según ganase o perdiese,
llevado gradualmente a Roemer a pasar de su teoría general de la ex-
manteniéndose igual el resto de cosas, en caso de que el nivel de cua-
plotación a una teoría general de la igualdad de las oportunidades
lificación llegara a ser el mismo para todos.
(Roemer, 1998), que puede interpretarse como una versión radical
Esta concepción general de la explotación como desigualdad
del enfoque liberal-igualitarista presentado en los dos capítulos si-
de bienestar material, basada en una desigualdad de dotaciones,
guientes.
constituye una manera interesante de «rejuvenecer» el enfoque
marxista tradicional explicitando su núcleo ético y permitiéndole
clarificar unas situaciones de injusticia irreductibles a la oposición
binaria entre capitalistas y proletarios, entre los que detentan los
medios de producción y los que están privados de ellos. Es impor-
tante anotar dos dificultades que esta concepción plantea inevita-
blemente.
Capítulo IV

EL IGUALITARISMO LIBERAL DE JOHN RAWLS

La concepción liberal-igualitarista, cuarta referencia fundamen-


tal de la ética económica y social contemporánea, merece un comen-
tario más extenso. Su formulación sistemática en la Teoría de la jus-
ticia de John Rawls puede considerarse como el acto fundacional de
la ética económica y social contemporánea. Desde su publicación,
John Rawls no ha dejado de ocupar en ningún momento una posi-
ción central en la encrucijada de debates sustanciales, en primer lu-
gar con las venerables tradiciones utilitarista, libertaria y marxista
que él ha obligado a reformular; en segundo lugar, con las tentativas
de proporcionar una base ética coherente al feminismo, al ecologis-
mo y a los movimientos de solidaridad con el tercer mundo; y, final-
mente, con las perspectivas más metaéticas de la ética de la comuni-
cación de Karl Otto Apel y Jürgen Habermas (véanse Ferry, 1994;
Habermas y Rawls, 1997), del comunitarismo de Alasdair Maclnty-
re (1981) o de Michael Sandel (1982) (véase Berten, Da Silveira y
Pourtois, 1997) y del posmodernismo de Gianni Vattimo (1985) o de
Richard Rorty (1988) (véase Arnsperger, 2000c).

1. LOS BIENES PRIMARIOS

El desafío de hacer posible de una manera coherente la adhesión


simultánea a los ideales de libertad e igualdad es el eje central en tor-
no al cual se articula la concepción liberal-igualitaria. De manera más
específica, esta concepción de la justicia se propone combinar el igual
respeto hacia todas las concepciones «razonables» de la vida buena
que coexisten en nuestras sociedades pluralistas con la preocupación
76 Cuatro puntos cardinales El igualitarismo liberal de John Rawls 77

John Rawls, el austero padre fundador Los bienes primarios

Profesor en la Universidad CorneJJ política de Jas universidades de Esta- Naturales Sociales


y posteriormente en Harvard, John dos Unidos. La oposición ritual entre
Rawls (nacido en 1921) no había pu- Rawls y los utilitaristas, después los li- Salud Libertades fundamentales:
blicado más que algunos artículos dis- bertarios y más tarde los comunitaris- Talentos Derecho de voto y de eligibilidad
persos hasta el momento en que publi- tas estructura los manuales y las anto- Libertad de expresión y de reunión
có, a los 50 años, un libro largo y denso logías. El propio Rawls interviene poco Libertad de conciencia y de pensamiento
(Teoría de la justicia, 1971) que modifi- en las numerosas polémicas que suscita Libertad de la persona para detentar la propiedad personal
caría en profundidad el campo de la su libro. Por una parte, prosigue la re- Protección frente al arresto y la desposesión arbitrarios
ética económica y social, primero en flexión sobre los presupuestos de su Oportunidades de acceso a las posiciones sociales
Estados Unidos y después en todo el enfoque al hilo cíe ensayos posterior- Ventajas socioeconómicas:
mundo. A pesar de una austeridad que mente integrados en su segundo libro Renta y riqueza
no tiene nada que envidiar a Kant, de (El liberalismo político, 1993). Por otra, Poderes y prerrogativas
quien Rawls se presenta como un here- elabora las implicaciones de una acti- Bases sociales del autorrespeto
dero, y a pesar de aplicaciones prácti- tud coherente de respeto en relación Ocio (Rawls, 1993a)
cas que le sitúan en la extrema izquier- con la diversidad de los pueblos en un
da del tablero político americano, el tercer libro, que presenta su concep-
libro se convirtió en lectura obligato- ción de la justicia internacional (El de-
ria para los cursos de ética y filosofía recho de gentes, 1999).

Los tres principios de la justicia de Rawls (1971)


imparcial por asegurar a cada ciudadano lo que necesita para prose-
guir la realización de su concepción de la vida buena, en la medida 1. Principio de la igual libertad: ximo beneficio de los miembros me-
de lo posible. el funcionamiento de las instituciones nos aventajados de la sociedad.
sociales ha de ser tal que toda perso- b. Principio de la igualdad equita-
Para responder a este desafío, Rawls propone formular las exi-
na tiene un derecho igual al conjunto tiva de las oportunidades: las desigual-
gencias de la justicia en términos de bienes primarios (véase el recua- dades deben estar ligadas a posiciones
más extenso de libertades fundamen-
dro), es decir, de los medios generales requeridos para forjarse una tales iguales que sea compatible con y funciones a las que todos tienen el
concepción de la vida buena y perseguir su realización, sea cual sea un conjunto similar de libertades pa- mismo acceso, con los talentos dados.
su contenido exacto. Entre estos bienes primarios, Rawls distingue ra todos.
los bienes primarios naturales, como la salud y los talentos, que no 2. Las eventuales desigualdades Cláusula de la prioridad lexicográ-
sociales y económicas engendradas en fica: el principio de igual libertad (1)
están directamente bajo el control cíe las instituciones sociales, de los
el marco de las instituciones han de es estrictamente prioritario con rela-
bienes primarios sociales, que divide a su vez en tres categorías: las li-
satisfacer dos condiciones: ción al principio de igualdad equitati-
bertades fundamentales, el acceso a las diversas posiciones sociales y va de oportunidades (2b), y éste, a su
las ventajas socioeconómicas vinculadas a estas posiciones; en este a. Principio de la diferencia: las vez, estrictamente prioritario con re-
caso, la renta y la riqueza, los poderes y las prerrogativas, y las «ba- desigualdades deben contribuir al má- lación al principio de diferencia (2a).
ses sociales del autorrespeto». Una sociedad justa, conforme con los
78 Cuatro puntos cardinales
El igualitarismo liberal de John Rawls 79

dos ideales de igual respeto hacia las concepciones de la vida buena,


ciones de la vida buena estuviesen repartidas de manera homogénea
así como de preocupación igual por las posibilidades de cada uno
en las diferentes categorías sociales (hombres y mujeres, por ejem-
para realizarlas, es una sociedad cuyas instituciones reparten los bie-
plo) y en los diferentes grupos étnicos. Ahora bien, no hay ninguna
nes primarios sociales de manera equitativa entre sus miembros te-
razón para suponer que tal homogeneidad se instaura espontánea-
niendo en cuenta el hecho de que éstos difieren los unos de los otros
mente, y tampoco hay ninguna razón, bajo una perspectiva liberal,
en términos de bienes primarios naturales.
para querer imponer a todos la misma concepción de la vida buena.
¿Cuáles son los principios que definen, según Rawls, una distri-
Por ello se trata sólo de repartir igualitariamente las oportunidades,
bución equitativa de los bienes primarios sociales? Son los célebres
y no las probabilidades.
«dos principios» de la Teoría de la justicia, que de hecho no son dos
Además, sólo se trata de garantizar su igualdad equitativa. Aun-
sino tres: el principio de igual libertad, el principio de igualdad equi-
que las instituciones, y en particular el sistema de enseñanza, deben
tativa de las oportunidades, y el principio de diferencia (véase el re-
excluir radicalmente cualquier forma de discriminación que sea ar-
cuadro de la pág. 77).
bitraria respecto de la eficiencia (sobre una base racial o sexual, por
ejemplo), no están obligadas, por el contrario, a asegurar a todos la
misma oportunidad de acceder a cualquier posición social, sea cual
2. LOS PRINCIPIOS DE IGUAL LIBERTAD Y DE IGUALDAD EQUITATIVA
sea el grado de adecuación de los talentos de una persona a las exi-
DE LAS OPORTUNIDADES
gencias de la función que solicita. La sociedad no debe consumir re-
cursos ofreciendo a los cortos de vista la posibilidad de ser pilotos o
El principio de igual libertad garantiza a todos los ciudadanos
a los pobres de espíritu la de convertirse en ingenieros. Pero si los ta-
una serie determinada de libertades fundamentales —la libertad de
lentos innatos de dos personas son idénticos, las instituciones deben
expresión, la libertad de conciencia, la libertad de asociación, la pro-
obrar —en particular a través de una limitación de las desigualdades
tección contra los juicios y encarcelamientos arbitrarios, el derecho
de riqueza, una prohibición del sexismo, del racismo y del nepotis-
de voto y elegibilidad— al nivel más elevado que se pueda garantizar
mo, y por encima de todo a través de una enseñanza eficiente, obli-
a todos por igual. Este principio, pues, no convierte a estas liberta-
gatoria y gratuita— para darles a ambos las mismas posibilidades de
des en derechos absolutos. Las libertades de expresión y de asocia-
acceso a las posiciones sociales que cada uno de ellos elija.
ción, por ejemplo, se pueden restringir y regular pero sólo en nom-
bre de otras libertades fundamentales. Esto podría ocurrir, por
ejemplo, cuando el uso de la libertad de expresión condujese a una
3. EL PRINCIPIO DE DIFERENCIA
parte de la población a no ejercer su derecho a votar o a ser elegidos
a causa de la propagación de informaciones falsas.
Con respecto al principio de diferencia, hay dos razones por las
El principio de igualdad equitativa de las oportunidades no exi-
cuales la consideración imparcial de los medios puestos a disposi-
ge que se garantice a todas las categorías de ciudadanos la misma
ción de cada uno no lleva a estipular que todos los ciudadanos deban
probabilidad de acceso a las diversas posiciones sociales; pide sólo
disponer de la misma renta neta o detentar la misma riqueza (véase
que las personas que tengan los mismos talentos tengan la misma po-
Van Parijs, 2001). La primera es que el principio de diferencia no se
sibilidad de acceso a estas posiciones. Por una parte, posibilidades
formula directamente atendiendo al nivel de las ventajas socio-
iguales sólo se traducirían en probabilidades iguales si las concep-
económicas efectivamente alcanzado por los diferentes miembros de
80 Cuatro puntos cardinales El igualitarismo liberal de John Rawls 81

la sociedad, sino atendiendo a las expectativas asociadas a las diver-


Principio de diferencia y opción por los más pobres
sas posiciones sociales, es decir, al nivel de los bienes primarios con-
seguidos por término medio por las personas que ocupan estas posi- Para comprender el contenido del bertades fundamentales y las oportuni-
ciones a lo largo de toda la vida. Este principio supone que se define principio de diferencia, puede resultar dades de acceso a las posiciones sociales
una posición que no requiere ningún talento particular, por lo que útil compararlo con la «opción prefe- estén repartidas de manera igualitaria.
rente por los pobres», tal como, por Quedan las ventajas socioeconómicas,
sería verdaderamente accesible a cualquier persona, como por ejem-
ejemplo, se la puede encontrar hoy en que mediremos con la ayuda de un índi-
plo la posición de trabajador no cualificado, y exige que se maximi- la teología de la liberación y en otros ce único. Supongamos, en última ins-
ce el nivel de las expectativas (en términos de renta, de riqueza, de ámbitos del pensamiento cristiano. A tancia, que sean posibles tres (y sólo
poder, etc.) asociadas a esta posición social. este fin, consideremos una sociedad fic- tres) opciones institucionales eficientes
La segunda razón es que el principio de diferencia tiene en cuen- ticia compuesta por tres grupos de per- y que conduzcan a las reparticiones
ta la posibilidad de que las desigualdades entre los niveles de ventajas sonas A, B y C. Supongamos que las li- (óptimo paredañas) siguientes:
socioeconómicas asociados a las diferentes posiciones sociales tengan
Opción I Opción II Opción III
un efecto positivo sobre la suma de las ventajas a compartir. Así, las A 10 A 11 A 21
desigualdades de renta pueden conducir a trabajadores y ahorradores B 13 B 12 B 11
a trabajar y a ahorrar más, y sobre todo a hacerlo de una manera más C 10,2 C 10 C 31
juiciosa desde un punto de vista colectivo. Además, las desigualdades
de riqueza y de poder pueden situar el poder de decisión económica Tal y como se suele interpretar, la opción III, que ciertamente es más de-
opción preferente por los más pobres su- sigual que la I o la II, pero donde los
entre los que mejor uso harán de él. Por eso mismo, incluso las perso-
pone que, en el marco de la opción ins- más desfavorecidos conocen mejor
nas menos favorecidas podrían conocer, gracias a esas desigualdades, titucional realizada efectivamente (pon- suerte.
una mejor suerte que en caso de igualdad estricta. gamos II), se compara la situación de No obstante, si la opción preferen-
Admitiendo como justas algunas desigualdades, el principio de los tres grupos (A, B, C), se identifica al te por los más -pobres no inspira sólo
diferencia busca conciliar igualdad y eficiencia. Bajo la constricción grupo más desfavorecido (C) y se foca- acciones generosas en un marco insti-
liza la acción colectiva en la mejora de tucional dado, sino también reformas
de otros dos principios, impone la selección del «maximín», que
su suerte. El principio de diferencia institucionales que modifiquen lo que
consiste en escoger, entre todas las disposiciones institucionales con-
de Rawls, en cambio, no se aplica a un pueden esperar de su existencia los di-
cebibles y realizables, aquella que eleve al máximo el índice de ven- marco institucional dado; ofrece un cri- versos grupos sociales, entonces tam-
tajas socioeconómicas que pueden esperar los que tienen el índice terio de elección entre diversas opcio- bién se puede entender como un im-
más bajo, y cuya identidad puede variar de una disposición a otra nes institucionales. Exige que se com- pulso que pone las instituciones en la
(véase el recuadro de la pág. 81). Este índice no sólo incluye la renta paren las tres opciones institucionales dirección de la satisfacción del princi-
(I, II, III) evaluando cada vez las expec- pio de diferencia —y más allá—. Cier-
y la riqueza, sino también los poderes y las prerrogativas, así como
tativas del grupo que ocupa la posición tamente, allí donde el principio de dife-
las «bases sociales del autorrespeto». Estas últimas constituyen, qui-
más desfavorable (respectivamente A, rencia se satisface, la opción preferente
zás, el bien primario más importante según Rawls y pueden caracte- C y B), para después escoger la opción por los más pobres no puede justificar
rizarse, sumariamente, como las condiciones sociales que permiten con la cual el grupo más desfavorecido una lucha por las reformas que mejora-
que cada uno pueda ver reconocido su propio valor tanto por los (eventualmente, como aquí, diferente rían la situación relativa de éstos, refor-
otros como por él mismo. Una disposición institucional en la que los cada vez) pueda esperar el índice más mas que, en todo caso, tendrían como
elevado de ventajas —en este caso, la consecuencia inevitable deteriorar, a es-
más pobres fueran menos pobres, pero también más despreciados
El igualitarismo liberal de John Rawls 83
82 Cuatro puntos cardinales

El «leximín»
Principio de diferencia y opción por los más pobres (continuación)
Es posible afinar el criterio maxi- mín lexicográfico o de «leximín» (Sen,
te lado de su nivel presente, su sitúa- institucional óptimo, las mentalidades mín utilizado en el principio de dife- 1970), por alusión a la analogía entre
ción absoluta o la situación de los que se modificasen de manera que fuera po- rencia atendiendo al caso en que dos esta manera de ordenar las estructuras
se habrán convertido entonces en los sible igualar más sin que los más des- estructuras sociales den a sus catego- institucionales (comenzando por mirar
más pobres. Pero justificaría una acción provistos paguen el precio (véase el epí- rías menos favorecidas respectivas el la situación de la última categoría, sin
de persuasión para que, en el marco logo, pág. 133). mismo nivel de índice. En este caso, la mirar las otras, pasando después a la
versión más elaborada del criterio pres- penúltima, etc.) y la manera de clasifi-
cribe que se pase a la penúltima catego- car las palabras en un diccionario (co-
ría. Si su índice difiere de una estructu- menzando por ordenarlas en función
que en cualquier otra disposición, no satisfaría la versión pertinente ra a otra, se escoge la estructura donde del orden de la primera letra, sin mirar
del criterio maximín, si el mayor respeto que inducirían o permitirí- aquél es más elevado. Si es idéntico se las otras, etc.). Tomemos el caso más
an otras instituciones tuviese el efecto de mejorar el índice global pasa a la maximización del índice de la simple: una sociedad compuesta por
antepenúltima categoría, y se procede así tres grupos de igual tamaño, A, B y C,
asociado a la posición de los menos favorecidos.
sucesivamente. El criterio así caracteri- que se enfrentan a tres opciones I, II
¿Cómo construir el índice de las ventajas socioeconómicas que re- zado se conoce por el nombre de maxi- y III.
quiere la aplicación del principio de diferencia? ¿Cómo reducir a una
medida común la extensión de nuestros poderes, el volumen de nues- Opción I Opción II Opción III
tra riqueza o el grado de garantía de las condiciones del respeto de A 10 A 11 A 11
uno mismo? Rawls no se preocupa de los problemas clásicos plan- B 13 B 14 B 10
teados por la agregación en una sola cantidad de magnitudes hetero- C 12 C 10 C 10
géneas. Estima que es posible construir tal índice escapando a la vez Para el maximín, las opciones I, II ción I es desde ese mismo momento
de un marco welfarista —que implicaría una evaluación subjetiva de y III pueden ser escogidas indistinta- preferible socialmente si se aplica el le-
los conjuntos de ventajas socioeconómicas atendiendo a las funciones mente, porque las tres aseguran a los ximín en vez del maximín. Una versión
de utilidad individuales— y de un marco perfeccionista —que impli- más desfavorecidos (A en I, C en II, B más estricta del maximín que sólo ad-
caría una evaluación objetiva atendiendo a una concepción particular y C en III) el mismo nivel de 10. Sin mitiría como justas las desigualdades
embargo, se puede observar que el ni- que contribuyeran a mejorar la suerte
de la vida buena—. El se contenta con señalar que existe una fuerte
vel asegurado al penúltimo grupo es de los más desfavorecidos justificaría,
correlación positiva entre las diversas dimensiones que se trata de más elevado en I (Q que en II (A) y más por el contrario, la elección de la op-
agregar, y que un juicio prudencial desde el punto de vista de los más elevado en II que en III (B o C). La op- ción III.
desfavorecidos debería permitirnos determinar si una disposición ins-
titucional se revela superior en una dimensión, pero inferior en otra.

primer principio sobre los otros dos implica que es inadmisible que-
4. LA JERARQUÍA DE LOS TRES PRINCIPIOS rer justificar una restricción o una distribución desigual de las li-
bertades fundamentales ya sea en nombre de la igualación de las
Una vez visto esto, es importante aclarar el orden de prioridad oportunidades de acceso a las posiciones globales, ya sea en nombre
que Rawls impone a sus tres principios. La prioridad estricta del
84 Cuatro puntos cardinales El igualitarismo liberal de John Rawls 85

biado su libertad de expresión o su derecho al acceso a ciertas pro-


El igualitarismo complejo de Michael Walzer
fesiones por unos salarios más elevados dentro de un campo de ac-
estas esferas. En el seno de cada esfera tividad más estrecho.
A diferencia del utilitarismo, pero
también de otras concepciones liberal- opera un criterio de equidad específi- Todo esto mientras prevalezcan condiciones de escasez modera-
igualitarias de la justicia, como el iguali- co, irreductible al que opera en las da y mientras se aplique, por consiguiente, la concepción «especial»
tarismo de los recursos de Ronald Dwor- otras. Así, el peso igual de cada ciuda- de la justicia a la que se consagra casi íntegramente la Teoría de la jus-
kin (1981) (véase el capítulo V), Rawls dano en el proceso de decisión política,
ticia. Por el contrario, en circunstancias de escasez extrema, esto es,
distingue varias categorías irreducti- la igualdad de derechos de cada traba-
jador a participar en las decisiones de
en un estadio de desarrollo económico que no permita el estableci-
bles de bienes cuya distribución es im-
portante desde el punto de vista de la su empresa, el acceso al éxito escolar miento duradero de las libertades fundamentales, la urgencia aplas-
justicia, y las asigna a principios distin- teniendo como único criterio el del mé- ta las reglas de prioridad, aplicándose entonces la concepción «ge-
tos. Según opina el filósofo y teólogo de rito, o el acceso a la atención médica neral» de la justicia que exige, globalmente y sin ninguna jerarquía,
Princeton Michael Walzer (1983), Rawls sólo en función de las necesidades son la maximización del mínimo de un índice que agrega el conjunto de
no va suficientemente lejos en esta direc- otros tantos criterios irreductibles unos
los bienes primarios sociales.
ción. Apoyando parcialmente su posi- a los otros. Su campo de aplicación de-
ción en un análisis histórico que se em- be ser protegido contra las desigualda-
parenta con la aproximación empírica de des, aunque fueran equitativas, del po-
Lúe Boltanski y Alain Thévenot (1991), der de compra. Teniendo en cuenta 5. LA JUSTIFICACIÓN POR LA POSICIÓN ORIGINAL
defiende una concepción de la justicia todo esto, la justicia consiste para Wal-
como igualdad compleja, que exige que zer, tanto en inmunizar las otras esferas
¿Cómo justifica Rawls estos principios y su jerarquía? Son, dice,
se preserve la impermeabilidad de las contra los desbordamientos de la esfe-
los principios que se escogerían en lo que llama la posición original,
diferentes «esferas» de la vida social y ra económica, como en asegurar la dis-
tribución equitativa de los bienes eco- una situación hipotética que no tiene nada que ver con el «estado de
la inconvertibilidad de las categorías
de bienes que constituyen cada una de nómicos. naturaleza» imaginado por algunos libertarios para discutir sobre la
apropiación originaria. Inscribiéndose en la tradición contractualis-
ta de Locke, Rousseau y Kant, el recurso a la posición original cons-
tituye una manera cómoda de expresar el ideal de una ciudadanía li-
de una mejora de la situación material de los más desfavorecidos. bre e igual inherente a las sociedades democráticas. Al transponerse
En una sociedad rawlsiana, no se podría, por ejemplo, disminuir la mentalmente a esta situación, los ciudadanos aceptan situarse tras un
discriminación racial con métodos que requiriesen la prohibición «velo de ignorancia», lo que significa hacer abstracción de su posi-
de las reuniones políticas o sindicales, ni reducir la desigualdad im- ción social real, de la calidad de sus bienes primarios naturales, así
putable al origen social aboliendo la posibilidad de íundar una fa- como de sus concepciones particulares de la vida buena, para no te-
milia. Por el mismo motivo, es inadmisible «comprar» más renta pa- ner en cuenta más que sus conocimientos generales de la naturaleza
ra las personas que tienen menos sacrificando una parte de las humana y del funcionamiento de las sociedades. Haciendo esto, se
libertades de las que disfrutan ellas mismas u otras personas, o someten a una constricción de imparcialidad, encontrándose así en
aceptando una desigualdad no equitativa de las oportunidades de posición de formular las exigencias de la equidad. Este dispositivo
acceso a ciertas posiciones. Ni hablar, pues, de juzgar preferible una hipotético, que expresa el núcleo de su enfoque, es el que permite a
situación en la que una minoría étnica desfavorecida hubiera cam- Rawls calificarlo de concepción de la justicia como equidad («juslice
86 Cuatro puntos cardinales
El igualitarismo liberal de John Rawls 87

¿ Es Rawls paranoico? nos. La hipótesis supone también que estas personas están total-
mente exentas de envidia y de simpatía, es decir, manifiestan una to-
En el capítulo II vimos la manera tales que su suerte sea la mejor posible
en el caso hipotético de que fuese su tal indiferencia por la suerte de los demás. Y, por último, por razón
en que John Harsanyi derivaba la máxi-
ma utilitarista como la implicación ine- peor enemigo quien determinase su suer- del carácter muy particular de la decisión que han de tomar, se su-
vitable de una hipótesis de elección ra- te en la «vida ordinaria»! pone también que estas personas muestran una aversión extrema al
cional en un contexto de incertidumbre Frente a esta crítica, Rawls ha su- riesgo (véase el recuadro de la pág. 86).
ficticio que expresaba la exigencia de brayado vigorosamente desde la Teoría Es importante comprender que la apelación a la posición origi-
imparcialidad. En esto, aparentemente de la justicia que la elección de los prin-
nal, aunque sea útil, no constituye más que un componente del pro-
se aproxima mucho a la posición origi- cipios que deben regir la estructura bá-
sica de la sociedad no es una elección cedimiento ético practicado por Rawls, tal como ha sido caracteriza-
nal de Rawls. La diferencia crucial es
que, en el caso de un utilitarista como en un contexto de incertidumbre cual- do en el prólogo. Este procedimiento, que Rawls describe como la
Harsanyi, la elección se efectúa según el quiera. Determina las posibilidades de búsqueda de un equilibrio reflexivo, consiste en la confrontación de
criterio de maximización de la utilidad las que dispondrán los miembros pre- los principios éticos con «juicios morales debidamente reflexiona-
esperada, mientras que en el caso de sentes y futuros de la sociedad durante
dos». En el seno de esta búsqueda, los razonamientos hechos tras el
Rawls la elección se guía por un criterio su existencia. Desde este momento no
velo de ignorancia que constituyen la posición original nos permiten
de maximín. Para Harsanyi (1975), el resulta evidente que el criterio que guíe
la decisión deba ser el mismo que cuan- precisar los contornos de los ideales de igualdad y de libertad a los
maximín ha de adoptarse, únicamente,
en el caso concreto en que se supone do se trata de la serie de elecciones que que la cultura inherente a las sociedades democráticas hace que nos
que todos los individuos tienen una hemos de hacer a lo largo de nuestra adhiramos. Estos razonamientos tras el velo de ignorancia no pre-
aversión absoluta al riesgo. Esto implica existencia —incluso sobre las cuestiones tenden proporcionar un fundamento racional absoluto a los princi-
suponerlos irracionales y, por así decir- de vida o muerte, por ejemplo cuando
pios de justicia, pero sirven para guiarnos en la elección de aquellos
lo, paranoicos: ¡escogerían unos princi- determinamos la velocidad a la que cir-
culamos o la altitud a la que escalamos. principios capaces de darnos la esperanza de conseguir nuestro pro-
pios, y por ello un marco institucional,
pio equilibrio reflexivo.

as fairness»}. La disposición de cada individuo a prestarse a tal ex-


6. SOCIALISMO LIBERAL Y DEMOCRACIA DE LOS PROPIETARIOS
perimento mental y a aceptar sus consecuencias define el sentido de
la justicia, que presupone por parte del ciudadano la capacidad de Una vez justificados los principios de esta manera, ¿existe algu-
na forma de especificar concretamente el tipo de régimen socioeco-
formular principios imparciales y de ajustarse a ellos.
Además, se supone que en esta posición original, las personas nómico que implican? El propio Rawls estima poder decir a priori
«libres e iguales» se guían, de manera racional y egoísta, por un in- que la realización de sus principios de justicia es claramente incom-
terés supremo: su propia posibilidad de determinar y de realizar una patible con un régimen capitalista de «laisser-faire». Efectivamente,
concepción de la vida buena. Podemos caracterizar su objetivo co- ¿cómo igualaría este régimen las oportunidades? y ¿cómo repartiría
mún por las preferencias monótonas crecientes hacia los bienes pri- equitativamente las ventajas socioeconómicas? La justicia rawlsiana
marios sociales. En otras palabras, prefieren siempre más libertades también es incompatible con un régimen de planificación autoritaria
fundamentales, oportunidades y ventajas socioeconómicas que me- ya que para asegurar una asignación eficiente del trabajo, este régi-
men debe obstaculizar seriamente la libre elección profesional, la
El igualitarismo liberal de John Rawls 89
Cuatro puntos cardinales

Rawls, ¿defensor de la redistribución?


Rawls, ¿defensor de la redistribución?
Una comparación gráfica de los cuatro enfoques (continuación)
Una comparación gráfica de los cuatro enfoques
gunda curva es una «curva de Laffer», 2. Si se adopta la versión «El pri-
Imaginemos una sociedad en la rentas, /. Sobre el eje vertical, repre- que representa la variación de la distri- mero que llega se sirve primero» del li-
cual el Estado grava las rentas de todos sentamos a la vez el PNB per cápita y la bución per cápita (igual a la recaudación bertarismo, la tasa de imposición óptima
sus ciudadanos y utiliza la recaudación redistribución per cápita, que supone- fiscal per cápita). Se deduce de la prime- es nula: el punto L es el que corresponde
fiscal con un solo objetivo: redistribuir mos toma la forma de servicios (sani- ra multiplicando el PNB per cápita por al Estado mínimo en la versión más es-
las rentas. No hay, pues, en consecuen- dad, enseñanza, etc.) y de rentas mone- la tasa de imposición, y alcanza la curva tricta.
cia, ningún otro gasto público. Debido tarias concedidos a todos. La tasa t de PNB para t = 100%, ya que a este ni- 3. La visión marxista que defiende
a esto, el montante total redistribuido mide pues la relación entre la renta mí- vel se distribuye el conjunto de la rique- la repartición del producto social según
es exactamente igual a la recaudación nima (en sentido amplio) y la renta to- za producida. Se observará en nuestro las necesidades en una sociedad «de
fiscal. Representamos sobre el eje hori- tal, y constituye un indicador del grado esquema que aunque la renta de todos abundancia» lleva a escoger una imposi-
zontal la tasa media de imposición de de igualdad. los agentes económicos se fiscalice al ción del 100%: la colectividad distribui-
100%, continuarán produciendo en ra- rá el conjunto de las rentas en función
zón del atractivo no monetario del tra- de las necesidades. Sin embargo, si la
bajo, de manera que la renta asociada a renta per cápita inducida por este dis-
esta tasa máxima no es nula. positivo es tan baja que se vuelve infe-
Esta representación esquemática rior a lo que sería necesario para satisfa-
permite descubrir fácilmente, en el do- cer las necesidades de todos, el enfoque
minio de la imposición y de la redis- marxista así concebido recomendaría la
tribución de rentas, una versión muy tasa de imposición más elevada que fue-
simplificada de cada una de las cuatro ra compatible de modo duradero con la
Nivel de teorías presentadas en los capítulos I a satisfacción de las necesidades de to-
necesidades
individuales IV: dos, es decir el punto M que correspon-
1. Si se supone que el nivel medio de a la intersección más igualitaria de la
de bienestar de los ciudadanos se deter- curva de Laffer y de la línea de las nece-
mina exclusivamente por su nivel me- sidades básicas.
dio de renta, es el punto U el que co- 4. Por último, si se interpreta que
rresponde al óptimo utilitarista: la tasa el principio de diferencia rawlsiano re-
M 100% media de imposición que maximiza la comienda la maximización de las ex-
riqueza per cápita es la que maximizará pectativas de renta más bajas, se selec-
Las dos curvas muestran cómo evo- a la sangría fiscal es suplantado por un
la suma de utilidades. cionará el punto R.
lucionan la riqueza producida y la recau- efecto positivo ligado, por ejemplo, a la
dación fiscal (devueltas cada vez a la po- mejora del estado de salud o de la for-
blación) en función de la tasa media de mación de la población. A partir de cier-
imposición escogida por el Estado. Plan- ta tasa, el efecto de desmotivación em-
cual resulta esencial para la satisfacción del principio de igualdad
teamos la siguiente hipótesis: para tasas pieza a dominar y el PNB per cápita
de imposición relativamente débiles, el disminuye. Éste alcanza su nivel mínimo equitativa de las oportunidades. Por último, según Rawls, sus prin-
PNB per cápita crece, por ejemplo, por- cuando el Estado tasa al 100% la renta cipios de justicia tampoco son conciliables con el capitalismo del Es-
que el efecto de desincentivación ligado de los ahorros y de las empresas. La se- tado del bienestar que conocemos a niveles diversos en Europa y
90 Cuatro puntos cardinales

América del Norte: la asistencia pública más o menos disimulada a


los excluidos por el mercado, incluso a través de sistemas de seguri- Capítulo V
dad social, no encaja bien con la exigencia de maximizar las expec-
tativas de los más desfavorecidos, no sólo en términos de renta, sino VARIACIONES A PARTIR DE RAWLS
también en términos del conjunto de los bienes primarios sociales,
incluyendo las bases sociales del autorrespeto.
Los principios de Rawls justifican sobre todo uno de los dos re-
gímenes siguientes, en función de las tradiciones y de las circunstan-
cias de cada nación (Rawls, 1990): o un socialismo liberal, que com-
bina la propiedad pública de los medios de producción con el Mientras que la referencia a la teoría de Rawls es indispensable,
respeto de las libertades fundamentales y una asignación del trabajo la adhesión a ella no lo es en absoluto. Nada nos impide intentar ha-
por el mercado, o una «democracia de propietarios», que combina la cerlo mejor que Rawls para conseguir nuestro equilibrio reflexivo,
propiedad privada de los medios de producción con una difusión rehabilitando una u otra variante del utilitarismo, del libertarismo o
hasta tal punto amplia del capital físico y humano, que las medidas del marxismo, o elaborando un enfoque irreductible a estas tradi-
correctoras características del Estado del bienestar sólo tienen un ciones. Otra opción es intentar modular de manera diferente a la de
papel marginal, prácticamente reservado a las personas que sufren Rawls la concepción liberal-igualitaria de la justicia. El presente ca-
discapacidades físicas excepcionales o deficiencias mentales. pítulo está dedicado a esas modulaciones. Partiremos de tres puntos
vulnerables, o en todo caso delicados, de la teoría de la justicia de
Rawls. Tres puntos sobre los que otros autores han experimentado
una insatisfacción suficientemente clara (a veces compartida por el
propio Rawls) como para llevarles a formular teorías alternativas,
Cada una de estas teorías se inscribe en la misma perspectiva gene-
ral, en el mismo esfuerzo por conciliar libertad e igualdad, pero di-
vergen significativamente de lo que el propio Rawls sostiene.

1. JUSTICIA Y TRABAJO

¿Debemos subvencionar a los surfistas de Malíbú?

El principio de diferencia de Rawls ¿no es excesivamente gene-


roso con los perezosos o, como mínimo con las personas que no
aportan trabajo productivo? Esto es lo que sostuvo un cierto núme-
ro de autores, encabezados por el economista Richard Musgrave
(1974), quien reprochaba a Rawls que se decante en favor de los
monjes frente a los consultores. Parece que el principio de diferen-
92 Cuatro puntos cardinales Variaciones a partir de Rawls 93

cia exhorta a maximizar, para el grupo de los más desfavorecidos, el El ocio como bien primario
nivel de riqueza y de rentas, el disfrute de poderes y prerrogativas, y
el acceso a las bases sociales del autorrespeto, independientemente Para responder a la objeción de Musgrave, Rawls ha preferido
de cualquier contribución productiva. Ciertamente, Rawls presenta modificar de manera sustancial el principio de diferencia, incluyen-
el conjunto de su teoría de la justicia como un intento de definir una do el ocio entre las ventajas socioeconómicas con las que define la
distribución equitativa de las cargas y los beneficios de la coopera- distribución justa (Rawls, 1993a). El ocio del que disfrutan los que
ción social. También afirma que el principio de diferencia expresa pasan sus días sin hacer nada se consideraría entonces como equiva-
una concepción de la reciprocidad o del beneficio recíproco. Preci- lente a la renta de los trabajadores a jornada completa peor pagados.
sa su idea (Rawls, 1971; págs. 102-103) diciendo simplemente que Se derivaría de ello que los surfistas de Malibú no tendrían derecho
ninguna persona, rica o pobre, puede tener una vida satisfactoria sin a nada. Y para maximizar el índice más bajo de los bienes primarios,
un mecanismo de cooperación social, y que sólo puede esperarse que las subvenciones al salario del tipo de las que propone Edmund
alguien coopere voluntariamente si la cooperación se establece en Phelps (1997) serían más apropiadas que una renta garantizada del
unos términos razonables, en este caso si las desigualdades aprove- tipo del impuesto negativo defendida, por ejemplo, por James Tobin
chan a todos en el sentido especificado por el principio de diferencia. (1966), Lionel Stoleru (1974) o Roger Godino (1999) y sugerida por
Ahora bien, este principio no estipula ninguna forma de proporcio- el mismo Rawls (1967, 1971) desde las primeras discusiones del
nalidad entre contribución y ventajas socioeconómicas, ni tampoco principio de diferencia.
ninguna condición de contribución mínima a la producción en un Esta propuesta de modificación del principio de diferencia plan-
sentido más amplio. tea dificultades conceptuales que no se pueden obviar. En primer lu-
La posibilidad de que el principio de diferencia pueda utilizarse gar, no es demasiado satisfactorio considerar que la existencia de
para justificar las subvenciones públicas a los surfistas que pasan sus una remuneración sea lo que constituya el criterio para distinguir en-
días en las playas de Malibú ha inquietado al mismo Rawls. Aun así, tre el ocio, por un lado, y la contribución a la cooperación social
no siente ninguna simpatía por la solución propuesta como ideal, (que da derecho a una parte de las ventajas), por otro. Múltiples ac-
aunque prácticamente irrealizable, por Musgrave y otros economis- tividades no remuneradas, y que es importante que sigan siéndolo
tas, a saber: un sistema de tasas e impuestos fijos que, sobre la base de (criar a los niños, ofrecer servicios voluntarios en el vecindario), con-
una previa identificación de los talentos de todos los ciudadanos, gra- tribuyen más crucialmente a la cooperación social que algunas acti-
varía a los más talentosos y subvencionaría a los menos talentosos a vidades remuneradas. ¿Dónde situar, entonces, la línea de demarca-
fin de igualar el nivel de bienestar alcanzable por cada uno. Rawls ción entre ocio y contribución?
(1974, 1990) cuestiona que la noción de «talento» en el sentido aquí En segundo lugar, suponiendo que se haya podido trazar una
requerido tenga algún sentido, y se opone además, en nombre de la frontera clara entre ocio y trabajo, ¿por qué hemos de tener en cuen-
prioridad del principio de igual libertad, a una imposición fija de los ta sólo la duración del trabajo —como sugiere Rawls y operacionali-
talentos que se convertiría en una «esclavitud de los talentosos»: las za Phelps— y no su intensidad"? Existe la dolce vita en la playa, segu-
personas muy productivas se verían forzadas a orientarse hacia las ac- ro, pero existen también los que en el trabajo se lo toman con
tividades en las que sobresaliesen, para poder obtener la renta bruta calma... En el límite, el simple acto de presencia (poco remunerado
necesaria con que pagar el elevado impuesto que grava sus talentos, por el mercado, y cayendo por tanto en la categoría de los salarios
aunque las actividades en cuestión les desagradasen profundamente. bajos) daría derecho a la plena subvención pública reservada por
Variaciones a partir de Rawls 95
94 Cuatro puntos cardinales
menos importante que la elección en favor de una variante más ge-
Rawls a los menos favorecidos. Conceptualmente, aunque en la prác- neral, y menos estigmatizante, de una o de la otra (Van Parijs, 2001).
tica sea difícil, se podrían imaginar unas subvenciones diferenciadas
y que abarquen actividades no remuneradas por el mercado. Pero
¿cuál debería ser el criterio de diferenciación? ¿El esfuerzo realiza- El maximín de las donaciones
do?, ¿el nivel de utilidad social?, ¿ambos?
La respuesta sugerida por Rawls a la objeción de Musgrave es, A la luz de esta discusión sobre la relación entre justicia rawlsia-
sin embargo, demasiado apresurada. Supone, como la propia obje- na y trabajo, algunos quizás encontrarán la lista de las ventajas so-
ción, que el principio de diferencia, en su formulación inicial, exige cioeconómicas demasiado vaga, demasiado incierta su métrica, y de-
la maximización del nivel más bajo de renta (y de otras ventajas so- masiado alambicado el rodeo por las expectativas asociadas a las
cioeconómicas, estrechamente asociadas a él). Pero hemos visto, en diversas posiciones sociales. Una aproximación alternativa más sim-
el capítulo precedente, que exige otra cosa, a saber: la maximización ple, inscrita también en la perspectiva liberal-igualitarista, parte de
del nivel medio de renta y de otras ventajas (sin incluir el ocio) al que la intuición de que la justicia en el acceso a los bienes o a las oportu-
pueden atenerse a lo largo de su existencia las personas que ocupan nidades exige que se reparta de manera igual, o eventualmente según
la peor posición social, la de los trabajadores no cualificados, posi- el principio del maximin, todo lo que nos es dado. Esto incluye los
ción a la que corresponden las expectativas más pobres. Con este bienes que obtenemos por herencia o por donación, a lo largo de
criterio, existe una presunción muy fuerte contra una renta garanti- nuestra existencia y no sólo «al principio». Para poder igualarlos de-
zada independiente del trabajo y en favor de mecanismos (del tipo bemos evaluar estos bienes de manera que su valor refleje el coste de
de las subvenciones al empleo de Phelps) que mejoran las expectati- oportunidad para los otros, es decir la pérdida global que se deriva,
vas de los trabajadores menos cualificados sin disminuir —podría in- para quienes no los han recibido, del hecho de verse privados de
cluso aumentar— su incitación a trabajar. Musgrave y Rawls no ten- ellos. Tal evaluación corresponde al precio de equilibrio de un mer-
drían de qué preocuparse: en los términos de la formulación inicial cado competitivo, con una distribución apropiada de las dotaciones
del principio de diferencia, los surfistas de Malibú no tendrían dere- (véase Dworkin, 1981). La justicia exige entonces que cada uno de
cho a nada. nosotros reciba un conjunto de recursos del mismo valor, o que en
No obstante, admitamos que Rawls tenga razones para tener en todo caso el valor de la dotación del peor dotado sea el más elevado
cuenta, entre las expectativas de los no cualificados, el ocio de que posible.
puedan disfrutar. En este caso, todo ocurre de manera muy diferen- Sin embargo, los dones de los que nos beneficiamos de manera
te. En efecto, si las subvenciones al empleo permiten hacerlo mejor muy desigual son esencialmente de otro orden: se trata de las rentas
respecto a la dimensión «renta», una renta garantizada permite ha- asociadas a los empleos que tenemos. Los empleos no dejan de consti-
cerlo mejor en la dimensión «ocio». El efecto neto sobre el índice tuir un privilegio, los obtengamos en razón de los talentos que posee-
agregado de bienes primarios dependerá desde ese momento del de- mos, de la educación que hemos recibido, de los familiares y amigos
talle de las ponderaciones concedidas a estas dos dimensiones, así que nos han informado y ayudado, de la nacionalidad de la que dis-
como del impacto de los dos tipos de mecanismos sobre las otras frutamos, de la generación a la que pertenecemos o de la localidad en
ventajas socioeconómicas. Desde el punto de vista de las bases so- la que habitamos. El valor de este privilegio corresponde a la dife-
ciales del autorrespeto, por ejemplo, la elección en favor de la sub- rencia entre la remuneración efectiva de un empleo y su remunera-
vención del empleo o en favor de la renta garantizada es sin duda
96 Cuatro puntos cardinales Variaciones a partir de Rawls 97

ción competitiva con una distribución apropiada de las dotaciones. que permitan corregir, aunque sea parcialmente, su desventaja? La
No es fácil estimar esta renta, y aún menos igualarla. Pero si el crite- respuesta que aporta la versión rawlsiana del igualitarismo liberal
rio adoptado es el maximín, basta con gravar el conjunto de las ren- contiene numerosos componentes. En primer lugar, el principio de
tas del trabajo al nivel de recaudación más alto que sea sostenible, igualdad equitativa de las oportunidades difiere de lo que Rawls
cuidando de que se haga con tasas previsibles por los trabajadores a (1971) llama el «principio de corrección»: no se trata de dar a todos
fin de evitar que algunos de ellos sean gravados por un impuesto que las mismas oportunidades de acceso a las posiciones sociales valora-
exceda su renta, y repartiendo inmediatamente esta recaudación de das, sean cuales sean sus talentos, sino sólo de igualar las oportuni-
una manera igual entre todos, trabajadores y no trabajadores, en la dades con unos talentos dados. En cambio, aunque para Rawls las
forma de una renta pagada regularmente, en dinero o, si razones es- desigualdades de bienes primarios naturales —talentos o salud— no
pecíficas lo justificasen, en especie (Van Parijs, 1995a). pueden calificarse de justas o de injustas, esto no impide, en absolu-
De manera más segura que en la versión rawlsiana, en esta otra to, que las consecuencias sociales asociadas a estas desigualdades pue-
versión del igualitarismo liberal, los surfistas de Malibú verían cómo dan ser un asunto de justicia. El principio de diferencia pretende,
se les concede una modesta renta. Si bien, cuanto más necesarios precisamente, asegurar el hecho de que la actividad de los más ta-
fueran los incentivos financieros para mantener al nivel más elevado lentosos pueda también aprovechar a los menos talentosos, ya que
posible una renta garantizada incondicionalmente a todos, tanto me- viene a exigir que las expectativas asociadas a una posición social ac-
nor a la renta media sería esa renta. Por otra parte, en una sociedad cesible incluso a los menos talentosos sean maximizadas. Así pues,
abstracta donde cada uno trabajase «a partir de nada», sin recurrir a aunque no se procede a una identificación y una compensación de
ningún don bajo la forma de materias primas, de tecnología hereda- los déficit de bienes primarios naturales, sí que hay una maximiza-
da o de empleo, los surfistas no podrían disfrutar de ninguna sus- ción de los niveles de bienes primarios sociales accesibles a las per-
tracción sobre las rentas de los trabajadores. Pero en nuestras eco- sonas cuya dotación en bienes primarios naturales es escasa.
nomías reales, cuyo funcionamiento se caracteriza por la ubicuidad Señalemos sin embargo que podemos entender este mecanismo
de los dones, la sustracción máxima que se pueda imaginar sobre los como un medio de enfrentarse a las desigualdades de talentos de na-
empleos, así como otras posibilidades que ofrece el mercado, sólo turaleza productiva, pero que tal mecanismo, en cambio, no hace na-
redistribuyen una fracción de las rentas muy desigualmente reparti- da para corregir las desigualdades de otros bienes primarios natura-
das. No habría aquí ningún sesgo iliberal en favor del monje frente les que no afectarían, o que no afectarían sólo, a las cualificaciones.
al consultor, sino sólo una asimetría, que resulta de una necesidad Por ejemplo, la teoría de Rawls no justifica ninguna compensación
pragmática: sólo la renta puede ser gravada, no el ocio, con el obje- específica a favor de una persona inválida que ha de dedicar la mitad
tivo de aumentar, tanto como sea posible, las posibilidades de elec- de sus recursos al único fin de poder desplazarse en una silla de rue-
ción, en la esfera del ocio y del trabajo, de los que tienen menos. das. Además, el conjunto del enfoque propuesto por Rawls se some-
te a una restricción explícita: se concibe como el correspondiente a
un conjunto de ciudadanos que participan plena y activamente de la
2. JUSTICIA Y DISCAPACIDAD vida social, haciendo abstracción de los discapacitados mentales y
«otras personas diferentes de nosotros cuyo destino suscita angustia
¿Exige la justicia instituciones sociales que concedan a una per- o compasión» (Rawls, 1975; pág. 259).
sona discapacitada, o menos talentosa que la mayoría, los recursos
98 Cuatro puntos cardinales Variaciones a partir de Rawls 99

La igualdad de las oportunidades de bienestar La justicia como igualdad de las capacidades fundamentales

Manteniéndonos dentro de una óptica liberal-igualitaria, ¿no El economista indio Amartya Sen (1985, 1992) acomete el mis-
hay manera de preocuparse más directamente y más generalmente mo problema de la compensación de las discapacidades, pero recha-
de la presencia de discapacidades y de la desigualdad de talentos? za resueltamente (como Rawls) el welfarismo, es decir, el enfoque
Varios autores se han dedicado a reflexionar sobre esta cuestión. En- basado en la noción de utilidad o de grado de satisfacción de las pre-
tre ellos, el filósofo americano Richard Arneson (1989, 1998) de- ferencias. No obstante, a Sen le parece que el enfoque rawlsiano de
fiende una concepción de la justicia como «igualdad de oportunida- la justicia se focaliza indebidamente en los bienes (primarios socia-
des de bienestar». Esta concepción posee un punto en común con el les) y descuida la capacidad muy desigual de transformar estos bie-
utilitarismo: recurre a la utilidad, a la satisfacción de las preferen- nes en funcionamientos (nutrición adecuada, salud, movilidad, etc.).
cias, como métrica de la justicia. En cambio, difiere de la perspec- Así, en comparación con una persona sana, la persona que padece
tiva utilitarista y se acerca a Rawls en dos puntos cruciales. Por una una enfermedad digestiva obtendrá menos virtudes nutritivas de una
parte, el enfoque de Arneson exige la distribución igualitaria, o cantidad dada de alimentos. Cada funcionamiento, en el sentido de
eventualmente «maximinante», de los niveles de utilidad más que la Sen, designa una de las dimensiones de lo que puede ser importante
maximización de su agregación. Por otra parte, se focaliza en el po- en la vida de la persona, por ejemplo, la ausencia de enfermedad, la
tencial de bienestar accesible a cada persona, más que en el bienes- vivienda, la participación económica y social, etc. Sobre esta base, se
tar efectivamente alcanzado. determina, para cada persona, su «conjunto de capacidades» (capa-
Puesto que puede suponerse que una discapacidad tiende a ha- bility set), constituido por los grados en que la persona es capaz de
cer caer el potencial de bienestar de una persona por debajo de la realizar los diversos funcionamientos.
media, está claro que el principio de Arneson debería revelarse glo- Evidentemente, sería absurdo definir la justicia como la iguala-
balmente más generoso con las personas discapacitadas que los prin- ción de todas las capacidades, comprendidas la de enrollar la lengua
cipios de Rawls. No obstante, el hecho de recurrir a una métrica de dentro de la boca cien veces por minuto, o la de bailar el tango como
bienestar (aunque sea potencial) expone inevitablemente a Arneson Gardel. Sen sostiene sólo que la justicia implica, como mínimo, que
a dos dificultades de las que Rawls escapa. La primera es que, igual todos dispongan de un cierto número de capacidades fundamentales
que los utilitaristas, debe suponer que tiene sentido (epistémico o —la de alimentarse suficientemente, moverse, fundar una familia en
ético) comparar los niveles de bienestar de diferentes personas. La condiciones materiales y emocionales aceptables, etc.— según unas
segunda es que el principio de Arneson implica que una persona cu- modalidades y gracias a unos medios que pueden variar considera-
yo potencial de bienestar es más elevado en razón de preferencias blemente de un contexto sociocultural a otro.
más acomodadas o más modestas se vea penalizada, injustamente Como el de Arneson, el enfoque de Sen tiene todas la posibilida-
quizá, con relación a aquellas personas cuyos gustos son más dis- des de implicar que los recursos serán utilizados específicamente pa-
pendiosos. Dada la igualdad de recursos materiales, el que no es fe- ra mejorar la situación de las personas discapacitadas (sea por trans-
liz si no bebe dos botellas de Don Perignon al día tiene un potencial ferencias monetarias o por inversiones públicas), esta vez con vistas
de bienestar inferior al de quien se contenta de buena gana con be- a asegurar a estas personas las capacidades que se juzgan fundamen-
ber agua. tales. No obstante, aunque así se evita recurrir a la cuestionable mé-
trica de la utilidad, cuando se trata de delimitar entre todas las ima-
100 Cuatro puntos cardinales Variaciones a partir de Rawls 101

(1980) en el contexto de una discusión acerca de la ingeniería gené-


Amartya Sen, el Nobel de los pobres
tica «justa» (Van Parijs, 1995a, capítulo 3). Este principio permite
Tras estudiar en Delhi y Cambrid- bienestar social, 1970). Posteriormente, justificar las transferencias a las personas discapacitadas sin invocar
ge, Amartya Sen (nacido en 1933) dio se interesó en particular por los temas ni los niveles de bienestar (que se suponen medibles) ni las capaci-
clases en la London School of Econo- de la desigualdad económica y del ham- dades (juzgadas) fundamentales.
mics, en Oxford y en Harvard antes de bre, en sus dimensiones metodológica,
Para formular este principio, definimos la dotación global de ca-
volver a Cambridge como presidente empírica y ética (Sobre la desigualdad
del Trinity College y de obtener el pre- económica, 1973; Poveriy and Fumines,
da persona como la reagrupación de dos conjuntos: el conjunto de
mio Nobel de Economía en 1998. Pen- 1981; Hunger and Public Action, 1989, recursos externos a los que puede aspirar (su riqueza, en un sentido
sador multidimensional, autor prolífico con Jean Dréze). También elaboró des- muy amplio) y el conjunto de las capacidades internas de las que es-
y orador eficaz, ha reflexionado sobre de el inicio de los años ochenta, aun- tá dotada (sus talentos, en un sentido igualmente amplio). La condi-
innumerables cuestiones. Aparte de al- que de una manera menos precisa y me- ción de diversidad no dominada se satisface si, tomados un par de
gunas incursiones en la teoría del capital nos sistemática que su amigo y colega de
individuos cualesquiera pertenecientes a la sociedad considerada,
y del crecimiento, sus primeros escritos Harvard, John Rawls, una concepción a
se inscriben en el campo de la teoría de la vez igualitaria y liberal de la justicia. los miembros de esta sociedad no se muestran unánimes al preferir
la elección social cuya base había sido En esta nueva concepción, Sen da un la dotación global de uno de los dos individuos a la del otro. En
establecida al inicio de los años cin- papel clave a la noción de capacidad o otras palabras: siempre hay al menos un miembro de la sociedad que
cuenta por el célebre teorema de Arrow de libertad positiva (Commodilies and prefiere la situación de uno de los individuos a la del otro individuo,
y a la que Sen constituye en disciplina Capabilities, 1985; Sobre ética y econo- Este criterio requiere pues la transferencia de recursos externos de
autónoma cuando publica el primer ma- mía, 1987; Nuevo examen de la desigual-
la persona A hacia la persona B durante el tiempo que no exista al
nual en este ámbito (Elección colectiva y dad, 1992; Desarrollo y libertad, 1999).
menos una persona que prefiera la dotación global de B a la de A.
El criterio de Arneson conduce a este principio desde el momen-
to en que se decreta, por razones de factibilidad o de principio, la in-
ginables las capacidades que son fundamentales, ¿no nos vemos con- comparabilidad interpersonal de los niveles de bienestar. También el
ducidos a apelar a una teoría de las «necesidades esenciales del ser enfoque de Sen conduce a él si se definen las necesidades funda-
humano»? La capacidad de engendrar, por ejemplo, ¿es una capaci- mentales en relación con algún tipo de consenso social, y si se tiene
dad fundamental? Y ¿cuáles son exactamente las características que en cuenta que las transferencias que el criterio justifica no deben ne-
debe poseer una vivienda decente? El desafío de Sen consiste en res- cesariamente tomar la forma de indemnizaciones, sino que pueden
ponder a tales cuestiones sin apoyarse en ninguna concepción par- tomar a menudo, de manera más oportuna, la forma de servicios co-
ticular de la vida buena. lectivos o de infraestructuras adaptadas. A menos que constituya só-
lo una parte de una concepción más amplia de la justicia distributi-
va (como ocurre en Van Parijs, 1995a), se puede juzgar que la
La diversidad no dominada diversidad no dominada es demasiado poco exigente, porque a su
juicio basta con que una sola persona prefiera la dotación global de
Para resolver este problema, puede transformarse en un princi- B a la de A para que deje de estar justificada una transferencia de A
pio general de justicia distributiva el principio de diversidad no do- hacia JB.
minada, sugerido por el jurista y filósofo americano Bruce Ackerman
102 Cuatro puntos cardinales Variaciones a partir de Rawls 103

La igualdad de los recursos cil pedirle que se imagine que no sabe si toca bien aunque sepa que
le apasiona tocar. En este caso, Dworkin propone un experimento
Un criterio más exigente es el criterio denominado de «igualdad diferente: supongamos que cada uno de nosotros conoce al mismo
de los recursos», propuesto por el filósofo y jurista americano Ro- tiempo sus talentos y su concepción de la vida buena, pero ignora la
nald Dworkin (1981). Para formularlo, Dworkin recurre a un meca- rentabilidad económica de los diversos talentos; para estos talentos es-
nismo de seguros detrás de un velo de ignorancia. Este velo es menos pecializados, el mecanismo del seguro tras el velo de ignorancia se li-
denso que el que caracteriza la posición original de Rawls, ya que mita entonces a protegerse contra un potencial de renta insuficiente.
Dworkin no obliga a los individuos a abstraerse de sus concepciones Tanto para el enfoque de Dworkin como para los otros enfoques,
de la vida buena. la cuestión importante no es saber si es literalmente aplicable a las
Tomemos primero el caso de una discapacidad «ordinaria», es sociedades reales, sino saber si las indicaciones que nos da son cohe-
decir de un rasgo que afecta negativamente la aptitud para realizar rentes, si no hieren nuestros juicios morales debidamente reflexio-
una gran diversidad de concepciones de la vida buena. En el pro- nados, y si son susceptibles de guiarnos cuando se trata de evaluar la
cedimiento de Dworkin, se supone que cada persona se plantea la legitimidad de ciertas reivindicaciones y de decidir qué parte de los
siguiente cuestión: «¿Por cuánta indemnización hubiera estado dis- recursos de la sociedad es justo que consagremos a mejorar la situa-
puesto a asegurarme —sabiendo que cuanto más se eleve este montan- ción de las personas menos válidas o menos talentosas.
te, tanto más se elevará la prima a pagar— en el caso de que no hubiera
sabido si poseía o no la discapacidad en cuestión?». La compensación
justa para esta discapacidad ordinaria y, por consiguiente, la imposi- 3. JUSTICIA Y NACIÓN
ción justa de los que no la padecen se determina por el resultado de
este procedimiento. Aun cuando en la práctica y por razones de facti- Además de la cuestión de la suerte que se debe reservar a las per-
bilidad informacional uno debería contentarse con una aproximación sonas deseosas de ocio, por una parte, y a las personas dotadas de es-
uniforme, las indemnizaciones justas podrían variar de una persona a casas capacidades, por otra, la tercera gran cuestión sobre la que se
otra para una misma discapacidad. En todo caso, estas indemnizacio- dividen las diversas variantes del igualitarismo liberal es la de la suer-
nes tienen en general muchas posibilidades de ser sensiblemente más te que se debe reservar a los extranjeros. Más concretamente: ¿en
elevadas que las que prescribe la diversidad no dominada, ya que la qué consiste la «sociedad» que hemos estado tratando a lo largo de
preferencia de un solo individuo no es suficiente para convertir en su- las páginas precedentes? ¿Cuáles son los límites de la población a la
perfluas las transferencias (hayan tenido lugar en dinero o en especie) que supuestamente se aplica la teoría de la justicia? La Teoría de la
en provecho de tal o cual persona discapacitada. justicia de Rawls, con excepción de un breve tratamiento de la temá-
¿Qué sucede con las desigualdades de talentos que no corres- tica de la guerra justa, considera el caso de una sociedad esencial-
ponden a «discapacidades ordinarias», por ejemplo las desigualda- mente cerrada, sin preocuparse nunca por la manera de identificar
des en relación con el virtuosismo pianístico? En este caso Dworkin las sociedades, de trazar sus fronteras, y todavía menos de definir la
estima que la relación causal entre talentos y concepciones de la vi- justicia más allá de esas fronteras. Rawls se enfrenta a este conjunto
da buena es demasiado fuerte para que tenga sentido el experimen- de cuestiones en su tercer libro, El derecho de gentes (Rawls, 1999),
to mental descrito anteriormente. Si a alguien le apasiona tocar el versión desarrollada de una conferencia pronunciada en Oxford por
piano, es, en general, porque lo toca bien. Por consiguiente, es difí- invitación de Amnistía Internacional (Rawls, 1993b).
104 Cuatro puntos cardinales Variaciones a partir de Rawls 105

¿Una posición original para los pueblos? un régimen político y social justo o decente». Más concretamente,
exige que se incluyan en el derecho internacional «disposiciones que
La justicia global, o la justicia entre pueblos, no se presenta co- requieran la asistencia mutua de los pueblos en caso de hambre y de
mo la simple extensión a escala planetaria de los principios que se sequía y, en la medida de lo posible, que aseguren la cobertura de las
aplican a cada Estado-nación. La posición original que permite pre- necesidades fundamentales de las gentes de todas las sociedades li-
cisarla y justificarla no consiste simplemente en «densificar el velo de berales razonablemente desarrolladas» (Rawls, 1999; págs. 19-20).
ignorancia» exigiendo que cada ciudadano finja ignorar no sólo si es En vista de la situación mundial actual, esto no es nada, pero a
rico o pobre, talentoso o discapacitado, etc., sino también si es turco pesar de ello es bastante menos de lo que exigiría un principio de di-
o kurdo, congoleño o sueco. Según Rawls, la imparcialidad que de- ferencia global, un principio que buscase mejorar tanto como fuera
be guiar la elaboración de una concepción de la justicia global con- posible las expectativas de los más desprovistos del planeta. Si, por
siste en tratar con igual respeto las concepciones de la sociedad jus- ejemplo, la cultura de un pueblo le conduce a trabajar poco y a con-
ta que cada uno de los pueblos se esfuerza por realizar, lo mismo que sumir todo lo que produce, mientras que la cultura de otro pueblo le
la imparcialidad pertinente a la justicia social exige igual respeto ha- lleva a invertir y a desarrollarse, la justicia global no implicará que
cia las concepciones de la vida buena que persigue realizar cada in- las diferencias sustanciales de riqueza que aparecerán a lo largo de las
dividuo. La posición original global debe concebirse de manera que generaciones sean constantemente corregidas por una institución su-
reúna no a los representantes de las diferentes categorías de la espe- pranacional encargada de maximizar el nivel económico del pueblo
cie humana preocupados por asegurar lo mejor posible las condicio- menos próspero.
nes de realización de su concepción de la vida buena, sino a los re-
presentantes de los diversos pueblos preocupados por llevar a cabo
de la mejor manera posible su concepción de la sociedad justa. La hi- Un principio de diferencia global
pótesis es que estos representantes ignoran el contenido particular
de su concepción, así como el tamaño, la riqueza, la localización geo- Un dualismo semejante puede resultar conveniente en un mun-
gráfica y todas las demás características particulares de su pueblo. do de sociedades esencialmente estables y cerradas, sin interdepen-
Bajo esta perspectiva, la justicia entre pueblos implica, por ejem- dencia, sin movilidad real y potencial entre ellas, sin información ni,
plo, un deber de no agresión o la obligación de respetar los pactos por consiguiente, ambición de sus élites respecto a las oportunida-
cerrados. También impone algunas constricciones respecto a la ma- des que se ofrecen fuera. Quizá no ocurra lo mismo en unas condi-
nera en que cada pueblo puede tratar a sus miembros —pero no has- ciones, que cada vez son más las nuestras, en las que los hombres y
ta el punto de exigir que cada uno de estos pueblos instaure una las mujeres de todas las regiones del mundo comparten y son cons-
concepción liberal de la justicia: un pueblo puede, legítimamente, cientes de compartir, directa o indirectamente, un mismo entorno
basar la orientación de sus instituciones en una concepción particu- natural finito; comparten y saben que comparten los mismos nichos
lar (islámica, por ejemplo) de la vida buena. migratorios; venden su trabajo y compran sus bienes y servicios en
En materia de distribución de las riquezas, la justicia entre pue- mercados que saben, si no comunes, al menos fuertemente interco-
blos se contenta con imponer a cada pueblo siempre que sea lo sufi- nectados. Incluso cuando esta interdependencia y esta movilidad se
cientemente próspero «el deber de asistir a los otros pueblos que vi- obstaculizan por barreras administrativas o por otros obstáculos
van en unas condiciones desfavorables que les impidan disfrutar de prohibitivos (por ejemplo, de orden lingüístico), el solo hecho de
106 Cuatro puntos cardinales

que las personas afectadas sean informadas de lo que de esta manera Segunda parte
se ven privadas, exige que se. justifique el que sean excluidas de ciertas
ventajas de las que otros se aprovechan. DOS PROBLEMÁTICAS A MODO DE EJEMPLO
Así pues, sólo una posición original global, que anticipa en parte
las dinámicas socioeconómicas en curso, en la que todos los miem-
bros de la especie humana se encuentren, esta vez sí, representados
en tanto que individuos, proporciona el marco mental apropiado pa-
ra precisar lo que requiere la justicia. Como consecuencia, si en el
marco de una sociedad supuestamente cerrada se había desemboca- Para inspirar y alimentar una práctica pedagógica centrada en la
do en un principio de diferencia nacional, se puede esperar que se discusión de cuestiones prácticas (véase el recuadro), vamos a proponer
desemboque en un principio de diferencia global desde el momento en esta segunda parte la aplicación de los principios estudiados hasta
en que se tome como marco la humanidad entera. No es nada sor- aquí a dos ámbitos particulares de la vida social: la atención sanitaria y
prendente que, al contrario del propio Rawls, un buen número de la inmigración. Por supuesto, no pretendemos de ninguna manera limi-
otros representantes del enfoque liberal igualitario (Beitz, 1979; Pog-
tar el proceso reflexivo diciéndole al lector qué argumentaciones nos pa-
ge, 1994; Van Parijs, 1995b; Chauvier 1999) haya optado natural-
recen más aceptables; nuestro objetivo es mostrar más bien cómo cada
mente para pensar la justicia distributiva a escala planetaria, por un
uno de los marcos teóricos puede guiar la formulación de una respuesta
principio de justicia distributiva global mucho más próximo a lo que
coherente, que, por tanto, se puede confrontar, de cara a la problemáti-
Rawls presenta en su Teoría de la justicia que a lo que él mismo juz-
ca particular escogida con nuestros juicios morales debidamente refle-
ga apropiado a este nivel.
xionados. Se pueden aportar numerosas puntualizaciones a cada uno de
los enfoques en reacción a las objecciones que evocaremos, pero también
a muchas otras que no tendremos ocasión de mencionar. Por otra parte,
ahí está el signo de la fecundidad del método preconizado: aunque el
equilibrio reflexivo no es nunca definitivo, sin embargo se estabiliza a
medida que las principales dificultades son analizadas detenidamente,
ya sean luego integradas o descartadas.

Guión para una práctica pedagógica

Para iniciarse en el procedimiento propia experiencia docente en el campo


ético como búsqueda de un equilibrio de la ética económica y social nos ha
reflexivo, y para comprender en profun- convencido de la gran eficacia didáctica
didad los diversos principios y teorías, de la fórmula siguiente.
no hay método más fecundo que la dis- El grupo de alumnos se divide en
cusión de cuestiones prácticas. Nuestra varios equipos, cuatro como mínimo. En

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