Arnsperger y Van Parijs 2002
Arnsperger y Van Parijs 2002
Arnsperger y Van Parijs 2002
| ISBN 84-493-1284-1
Título original: Ethique économique el sacíale
Publicado en francés, en 2000, por Editions La Découverte & Syros, París
^. Y
5. Cuatro concepciones 21
,3 Primera parte
'.. 1.
Mientras que la ciencia tiene relación con lo que es, la ética se Procedimiento científico: Procedimiento ético:
refiere a lo que ha de ser. Cuando nos preguntamos cuántos «sin
papeles» hay en nuestro país, cuántos había hace cincuenta años, Enunciados descriptivos Enunciados normativos
cuántos habrá el próximo año, por qué hay más en Italia que en Es- (o juicios de hecho) (o juicios de valor)
entre los cuales entre los cuales
paña, planteamos cuestiones fácticas que competen a un procedi-
Imperativos hipotéticos Imperativos categóricos
miento científico. Entramos en el ámbito de la ética cuando nos
preguntamos, por ejemplo, si hay que alojar en nuestra casa a los
«sin papeles» que llaman a nuestra puerta, si nuestra comunidad
debe acogerlos en su iglesia o en su mezquita, si los poderes públi- vos categóricos son por excelencia enunciados normativos, los im-
cos de nuestro país deben legalizar su residencia de una vez, o in- perativos hipotéticos, por el contrario, sólo aparentan serlo y no
cluso si debemos abandonar la distinción entre los «sin papeles» y constituyen sino una categoría particular de enunciados descrip-
los otros para reconocer a toda mujer y todo hombre, vengan de tivos.
dónde vengan y residan dónde residan, los mismos derechos y los A la inversa, numerosos enunciados parecen descriptivos siendo,
mismos deberes. sin embargo, enunciados normativos. Por ejemplo, cuando decimos
Mientras que las respuestas a las preguntas de la ciencia cons- de alguien que actúa bien o mal, o cuando afirmamos de una situa-
tituyen juicios de hecho o enunciados descriptivos, las respuestas ción que es justa o injusta. También es normativo decir de alguien
a las preguntas éticas constituyen, por el contrario, juicios de va- que se comporta de manera admirable, incorrecta o penosa; mien-
lor o enunciados normativos, o prescriptivos, o evaluativos. El uso tras que no lo es decir que se comporta de manera cortés, inhabitual
de verbos como «haber que», «poder» y «deber» es un indicador o molesta. O también lo es, decir de una situación que es inaceptable o
útil de la naturaleza normativa de un enunciado. Pero está lejos de indignante; mientras que no lo es decir que es inimaginable o alar-
ser totalmente fiable. Oímos a veces: «Si se quiere reducir el nú- mante. Por último, es normativo afirmar que cada uno tiene derecho
mero de "sin papeles" mañana, no hay que regularizarlos a todos a expresarse libremente; mientras que no lo es observar que, en vir-
hoy». Se utiliza aquí el verbo «haber que» sin por ello formular un tud de las leyes en vigor, cada uno tiene derecho a vacaciones paga-
enunciado normativo. Es importante, en efecto, considerar, según das. La cuestión clave es saber en qué medida interpretamos lo que
la célebre distinción de Immanuel Kant (1785), dos tipos de im- decimos como si implicara un imperativo categórico, es decir, la afir-
perativos. Los imperativos hipotéticos son los «hay que» o los «de- mación de que, en nuestra opinión «hay que» adoptar o evitar tal o
bes» condicionales, que designan los medios más apropiados para cual comportamiento, mantener o abolir tal o cual situación (y sin la
conseguir unos fines predeterminados. Los imperativos categóri- previa condición de que adoptemos un objetivo al que no nos adhe-
cos son los «hay que» o los «debes» incondicionales, no en el sen- rimos necesariamente).
tido de que se aplicarían en cualquier circunstancia, sino en el
sentido de que son afirmados «sin más», sin que dependan, como
los imperativos hipotéticos, de la aceptación previa de unos fines
de los que nada dice que se suscriban. Mientras que los imperati-
Prólogo: La ética económica y social, versión «moderna» 15
14 Ética económica y social
La ética social
mente, con el de la definición de la ética sin más, extendiéndose a to- ducir de ellas la proposición normativa que se quiere establecer. La
da forma de comportamiento social. Sucede lo mismo con la entidad obligación de proporcionar asilo sólo se deriva de la alta probabili-
intermedia que constituye la deontología profesional, es decir el con- dad de persecución en caso de retorno si se añade a ésta una premi-
junto de reglas que una categoría profesional escoge imponerse a sí sa de naturaleza normativa, por ejemplo, la proposición según la
misma. Si bien ésta pertenece a la ética social en el sentido amplio, cual cada ser humano tiene derecho a una vida segura. Formulada
no lo hace en el sentido más específico de la parte de la ética que co- con firmeza por el filósofo escocés David Hume (1751), esta impo-
rresponde a las instituciones de la sociedad en su conjunto. sibilidad lógica de inferir una conclusión normativa a partir de un
conjunto de premisas descriptivas constituye un desafío al que la
ética debe poder responder si quiere ser algo más que la expresión
3. EL MÉTODO DEL EQUILIBRIO REFLEXIVO de meras opiniones.
Para unos, este desafío sólo puede ser afrontado de manera sa-
El desafío de Hume tisfactoria en el registro de la teología moral, donde las exhortacio-
nes o las interpelaciones divinas, td como son interpretadas por la
Se trate o no de ética económica y social, la manera en que se ha tradición de una comunidad religiosa o por las autoridades institui-
definido antes la ética plantea de entrada una pregunta: ¿cómo es das, son las que suministran las premisas normativas. Para otros, el
posible establecer una afirmación ética? Supongamos, por ejemplo, desafío de Hume sólo puede ser afrontado apoyándose en una an-
que nos preguntamos si es «verdad» que debemos conceder asilo a tropología filosófica, una teoría especulativa con respecto a la natu-
los refugiados políticos. No es entonces demasiado difícil imaginar raleza del hombre, susceptible de pronunciarse ño solamente sobre
qué hay que hacer para establecer que existe una norma de derecho qué es el hombre, sino también sobre lo que debe séri
positivo que estipula tal obligación. Tampoco es difícil verificar si No obstante, hoy en día, en sociedades tan irreductiblemente
existen, en una determinada sociedad, costumbres o valores amplia- pluralistas como las nuestras, aun cuando caben aproximaciones de
mente compartidos que impliquen tal obligación. Pero, en ambos ca- este tipo, deben enmarcarse necesariamente en un' procedimiento
sos, la proposición se entiende como una afirmación fáctica, que po- más global que puede caracterizarse, retomando la expresión de
demos refutar o corroborar sometiéndola a la prueba de un conjunto Rawls (1951, 1971), como la búsqueda de un equilibrio reflexivo. '•
de hechos pertinentes.
Si, por el contrario, se interpreta como una verdadera afirma-
ción ética, ¿no se podría justificar, a pesar de todo, sobre la base de Una búsqueda de coherencia, no de jundamentación absoluta
proposiciones fácticas? Para establecer que tenemos la obligación
de acoger a los refugiados políticos, ¿no es pertinente invocar el he- Este procedimiento no es realmente nuevo. Tiene unos oríge-
cho de que si vuelven a su país tienen una alta probabilidad de ser nes socráticos manifiestos, y ningún filósofo moral que se aventure
perseguidos, o el hecho de que el beneficio que obtienen de nuestra hoy en día en la discusión argumentada, no dogmática, de cuestio-
acogida sobrepasa de lejos las molestias que nos causa su estancia? nes concretas puede evitar practicarlo. Consiste en intentar formu-
Quizá. Pero al examinar las justificaciones así presentadas, adverti- lar principios gene.n»1e<¡ con respecto a lo que debemos hacer, tanto
remos rápidamente que cualesquiera que sean el número y la gene- individual como colectivamente, y en confrontar las implicaciones
ralidad de las proposiciones fácticas en juego, jamás podremos de- de estos principios con nuestros juicios morales debidamente refle-
18 Ética económica y social Prólogo: La ética económica y social, versión «moderna» 19
xionados, en las circunstancias más diversas (reales o hipotéticas). 4. EL PRIVILEGIO DE LA JUSTICIA SOCIAL
En el caso de que aparezca un conflicto con un juicio suficiente-
mente firme como para que no estemos dispuestos a renunciar a él, La ética económica y social contemporánea otorga un lugar pri-
debemos rechazar el principio que creímos poder formular, o como vilegiado al subdominio constituido por la teoría de la justicia social,
mínimo revisarlo de manera que eliminemos el conflicto en cues- entendida como el conjunto de principios que rigen la definición y
tión. Si, por ejemplo, estimamos que debemos condenar el recurso la distribución equitativa de derechos y deberes entre los miembros
a la pena capital en nombre del principio del respeto absoluto a la de la sociedad. Esta teoría se centra sobre todo en las instituciones
vida humana o de la afirmación de su carácter sagrado, debemos sociales, más que en el comportamiento individual. Concretamente,
confrontar este principio con nuestros juicios debidamente reflexio- se ocupa de una cualidad particular de estas instituciones: la justicia
nados concernientes al suicidio, al aborto, a la eutanasia, al recurso (más que, por ejemplo, de su aptitud para favorecer el crecimiento o
a las sanciones militares o económicas, al racionamiento explícito o la sociabilidad).
implícito de intervenciones médicas que permitan prolongar la vida La teoría de la justicia social debe este privilegio al hecho de
de personas mayores, etc. En caso de conflicto, el principio invo- que dar una respuesta a las cuestiones que la teoría de la justicia
cado debe ser abandonado o enmendado hasta restaurar la cohe- plantea es más importante y más fácil que responder a la cuestión
rencia. más extensa de saber qué es una sociedad buena, o a las cuestiones
Tal procedimiento no pretende proporcionar una fundamentación relativas a lo que es éticamente correcto con respecto al comporta-
absoluta de las cuestiones éticas. Parte de un hecho muy simple pero miento de individuos o de organizaciones. En primer lugar, carac-
fundamental: nos es tan difícil negar que haya acciones buenas y ac- terizar la justicia social es más importante porque si bien toda per-
ciones malas, situaciones justas y situaciones injustas, como negar que sona o asociación voluntaria pueden, sin demasiada dificultad, ver
haya proposiciones verdaderas y proposiciones falsas. Cuando alguien reconocido su derecho a determinar lo que es importante para su
cuestiona el juicio moral con el que caracterizamos una acción o una propia existencia, esto sólo puede realizarse en el marco de cons-
situación, o cuando nos interrogamos a nosotros mismos sobre la bue- tricciones institucionales que hacen compatibles estas opciones in-
na fundamentación de este juicio, nos vemos obligados a formular las dividuales. Constricciones que debemos determinar colectivamen-
razones que tenemos para sustentarlo. Estas razones siempre apelan te y cuya virtud principal, si han de ser aceptadas por todos, es que
(implícita o explícitamente) a principios éticos, a proposiciones más o sean Justas. En segundo lugar, caracterizar la justicia social es tam-
menos generales con respecto a lo que debe ser. Lo que impulsa el bién más fácil porque el hecho mismo de que estas instituciones
procedimiento de la ética es pues el deseo de coherencia, el deseo de deban poder ser percibidas como equitativas —y, en definitiva,
formular explícitamente, y de la forma más simple posible, un conjun- puedan ser justificadas— por personas con concepciones muy di-
to de principios que confiera unidad al conjunto de juicios morales ferentes de la vida buena, fija unas constricciones sobre las que
que hacemos frente a las más diversas circunstancias. De este conjun- puede apoyarse la argumentación con respecto al contenido de la
to de principios no debe derivarse ningún juicio que nos resulte em- justicia social.
barazoso manifestar. Sólo deben deducirse los juicios morales que Sin embargo, sólo puede ser coherente conceder esta primacía
aprobamos sin reservas, así como juicios que puedan guiarnos en la a la justicia si es posible (para decirlo de forma lapidaria) concebir
evaluación de acciones o situaciones moralmente menos evidentes. una ética sin moral o, más exactamente, si se puede defender la ela-
boración de un concepto de sociedad justa que no tenga su apoyo en
20 Ética económica y social Prólogo: La ética económica y social, versión «moderna» 21
una concepción particular de la vida buena. Este presupuesto, co- moderna y las relaciones que mantiene, por una parte, con los epi-
mún a las concepciones que llamaremos simplemente «modernas» sodios históricos singulares que constituyen la llegada y la difusión
de la ética económica y social, no es compartido, por ejemplo, por de la democracia liberal y, por otra, con una visión particular de la
una ética social tradicional de inspiración cristiana, que concibe las naturaleza del ser humano como un individuo dueño y responsable
instituciones justas como instituciones que permiten, recompensan de los fines que elige. Supondremos a lo largo del libro que estas
o promueven una concepción cristiana de la vida buena. Ha sido críticas pueden recibir una respuesta satisfactoria. Es importante,
objeto igualmente de críticas recurrentes por parte de algunos no obstante, tomar en serio la difícil cuestión de los recursos psi-
autores calificados de «comunitaristas» (véase el recuadro). Estas cológicos y existenciales de que deben dotarse los miembros de
críticas plantean cuestiones «metaéticas» que son de gran impor- una sociedad pluralista viable (sentimiento de una existencia con
tancia para comprender el estatus de la ética económica y social sentido, resistencia a la angustia, capacidad de aceptación de la al-
teridad del prójimo, aptitud para soportar la presencia de los que
nos resultan extraños, etc.), recursos que no pueden reducirse a un
¿Más allá de la justicia? Los «comunitaristas» sentido de la justicia o a una pertenencia comunitaria (véanse es-
pecialmente Bellet, 1993, 1998; Rojzman, 1999; Arnsperger, 2000a,
«Comunitaristas» es un término Otros, como Alasdair Maclntyre (1981), 2000b, 2000c).
utilizado en Estados Unidos a partir de rechazan este marco «moderno» y de-
los años setenta para designar un con- fienden, incluidas sus implicaciones ins-
junto muy heterogéneo de autores que titucionales, un modo de argumentación
tienen en común insistir en la dimen- que no se deja constreñir por el igual 5. CUATRO CONCEPCIONES
sión «comunitaria» (familiar, asociativa, respeto de las concepciones de la vida
patriótica) de la vida social y reprochar buena que coexisten en nuestras socie-
a los autores llamados «liberales» el ca- dades pluralistas. Otros además, que
A continuación, sólo presentaremos las concepciones de la ética
rácter excesivamente individualista de suelen ser sociólogos más que filósofos económica y social que son «modernas» en el sentido definido, por
su concepción. Una parte importante (por ejemplo, Etzioni, 1993), ponen el tanto las que se centran en la elaboración de los principios que de-
de esta discusión se ha situado en un ni- acento sobre algunas características de
ben caracterizar a las instituciones justas. Las tradiciones en las que
vel de abstracción muy elevado, como las sociedades y de sus instituciones —el
por ejemplo la célebre crítica que Mi- calor de las relaciones humanas, la con- se inscriben contienen sin duda, incluso principalmente, visiones
chael Sandel (1982) hace de John Rawls. fianza, la cohesión social— que son «perfeccionistas» de la sociedad buena, es decir, visiones fundadas
Sin embargo, muchos autores llamados conceptualmente irreductibles a la justi- en una concepción previamente establecida de lo que es la vida bue-
«comunitaristas» no se han limitado a cia, aunque no sean causalmente inde-
na o la perfección humana. Las cuatro concepciones elegidas son: el
consideraciones metaéticas o a recons- pendientes de ella. ¿No es concebible
trucciones históricas. Las posiciones de que una sociedad completamente justa utilitarismo, el libertarismo, el marxismo y, por último, el igualitaris-
algunos de ellos, como Michael Walzer en el sentido de los «modernos» engen- mo liberal. Esta selección descansa en la convicción de que estas
(1983), pueden interpretarse sin dema- dre individuos desarraigados, desorien- cuatro concepciones proporcionan las referencias fundamentales,
siada dificultad en el marco de una con- tados, dotados de la única identidad
cepción «moderna» de la ética econó- frágil que dejan subsistir una movili-
los puntos cardinales de la reflexión y de la discusión contemporá-
mica y social, como, por ejemplo, las dad individual cada vez mayor y el esta- neas en este campo.
tentativas de proponer versiones más llido correlativo de toda comunidad ¿Y no hubiera sido oportuno añadir también a esta lista las con-
más sutiles o más complejas de un igua- fuerte (véase, por ejemplo, Walzer, 1990;
cepciones de la justicia «socialdemócrata» o «neoliberal», «feminis-
litarismo liberal (véase capítulo IV). Taylor, 1992)?
ta» o «ecologista»? En absoluto. No se trata aquí de reflejar el esce-
Prólogo: La ética económica y social, versión «moderna» 23
22 Ética económica y social
nario político y su forma superficial de estructurar los debates ideo- nómica y social que ha sido gradualmente puesto a punto en la cá-
lógicos, sino de rasgar el velo de las apariencias a menudo híbridas y tedra Hoover.
confusas para dejar al descubierto la coherencia (o la incoherencia) A manera de epílogo, volveremos a preguntarnos cómo se inte-
de las teorías filosóficas subyacentes. Así observamos, por ejemplo, gra la cuestión de la relación entre la justicia de las instituciones y la
que lo que comúnmente se llama «neoliberalismo» es un abigarrado conducta personal en el marco de una práctica «moderna» de la éti-
conjunto de argumentos cuya conclusión recomienda un recurso ca económica y social.
mayor al mercado, pero cuya premisa normativa principal pertenece
en sus versiones extremas al libertarismo, en general al utilitarismo y
algunas veces incluso al igualitarismo liberal. El hecho de que apa-
rezcan nuevas corrientes de opinión y movimientos sociales con rei-
vindicaciones radicales —y radicalmente nuevas— no implica que
las premisas éticas fundamentales a las que recurren sean, también,
radicalmente nuevas. Acostumbra a tratarse, simplemente, de reno-
vaciones interpretativas más o menos drásticas. La búsqueda de un
equilibrio reflexivo puede poner en evidencia algunas consecuencias
radicales inéditas que se desprenden de tomarse en serio los princi-
pios normativos que forman el núcleo de nuestros puntos cardinales
—por ejemplo la maximización de la «felicidad nacional neta», para
una parte del ecologismo, o una plena igualdad de oportunidades y
la abolición de toda forma de explotación, para una parte del femi-
nismo.
A fin de mostrar cómo los cuatro enfoques presentados permi-
ten articular los juicios (a veces profundamente diferentes) frente a
temáticas particulares, hemos escogido dos casos particulares, la
atención sanitaria y las migraciones. La búsqueda de un equilibrio
reflexivo se despliega en la explicitación de implicaciones precisas y
en la reflexión sobre su aceptabilidad. Ya manifiesta en la presenta-
ción crítica de las cuatro teorías de referencia que constituye la pri-
mera parte, esta búsqueda se hace aún más evidente en la argumen-
tación contrastada que forma la segunda parte. La docencia nos ha
convencido de que, en el aprendizaje del procedimiento de la ética
tal como lo concebimos, nada puede igualar la posibilidad de tra-
bajar en grupo acerca de cuestiones éticas precisas sobre el trasfon-
do proporcionado por las diversas teorías. Al inicio de esta segunda
parte, presentamos el guión de la práctica pedagógica de ética eco-
Primera parte
EL UTILITARISMO
Esta interpretación «amplia» de la utilidad convierte en cadu- recomendará que se gaste en beneficio de los niños mucho más de
ca toda crítica que, mal inspirada por las connotaciones del térmi- lo que podría justificar la misma consideración de sus intereses in-
no «utilitarismo», asocie apresuradamente esta doctrina al egoísmo dividuales.
o al materialismo. Es cierto que el utilitarismo es individualista, en
el sentido de que el interés colectivo no es otra cosa que la suma
de los intereses individuales. Pero es también antiindividualista en 2. UTILITARISMO CLÁSICO Y UTILITARISMO MEDIO
el sentido de que exige que este interés colectivo prevalezca siem-
pre sobre el interés particular de cada uno: ni hablar, por ejemplo, El utilitarismo es por naturaleza una doctrina universalista que
de reconocer como absoluto el derecho que tiene cada uno a usar tiene en cuenta en igual medida las preferencias y la situación de ca-
su coche si el efecto global sobre el bienestar colectivo fuese ne- da miembro de la especie humana, sea cual sea su sexo, raza o clase.
gativo. También se extiende de una manera natural más allá de la gene-
Además, el utilitarismo no supone de ninguna manera que los ración presente. El tener en cuenta generaciones pasadas no permite
intereses individuales se reduzcan a una preocupación egoísta por extraer consecuencias: aunque el bienestar de los muertos hubiera es-
los bienes materiales. Si la población es muy devota, el utilitarismo tado condicionado por sus expectativas respecto de lo que nosotros
exigirá que la preservación escrupulosa de los lugares santos y la íbamos a hacer, la unidireccionalidad temporal de la causalidad impi-
observación rigurosa de las fiestas religiosas prevalezcan sobre cual- de que nuestras acciones presentes tengan un impacto cualquiera so-
quier imperativo económico. Y si la población adora a los niños y bre el bienestar pasado. Por el contrario, en relación con las genera-
obtiene un gran placer del hecho de saberlos felices, el utilitarismo ciones futuras, nuestras acciones pueden afectar profundamente no
sólo a su suerte, sino también a su número e incluso a su existencia.
Ahora bien, desde el momento en que el número de individuos no es
Peter Singer, un utilitarista coherente y provocador
independiente de nuestras acciones, el utilitarismo se desdobla.
De origen australiano, Peter Singer nismo moralmente inaceptable. Puesto El utilitarismo clásico interpreta el bienestar colectivo como la
(nacido en 1946) es profesor en la Uni- que otras especies animales comparten suma de los niveles de bienestar de los individuos que constituyen
versidad de Princeton, después de ha- con el hombre la capacidad de gozar y la colectividad (transgeneracional) considerada. El utilitarismo me-
ber enseñado en Oxford y en la Mo- de sufrir, no existe ninguna razón de pe- dio, por el contrario, lo interpreta como el nivel medio de bienestar
nash University (Australia). Filósofo so para ignorarlas en la maximización de estos mismos individuos. La primera interpretación, evidente pa-
preocupado por las implicaciones prác- del bienestar (Liberación animal, 1975;
ra Bentham y también para Mili, puede fácilmente justificarse como
ticas de las teorías, es autor de diversos The Expanding Circle, 1981; In defence to
manuales de introducción a la «ética animáis, 1985). Más recientemente, sus una simple generalización a nivel colectivo del criterio de la maximi-
aplicada» (Ética práctica, 1987, Ética posiciones utilitaristas en materia de zación, para cada uno, de su bienestar personal. La segunda inter-
para vivir mejor, 1993). Pero se ha he- eutanasia (Repensar la vida y la muerte, pretación, generalmente preferida por los utilitaristas contemporá-
cho célebre más allá de los círculos aca- 1994) han provocado violentas reaccio- neos, puede concebirse fácilmente como la adopción de una máxima
démicos por su adhesión consecuente nes, sobre todo en Alemania y Estados
personal bajo la constricción de imparcialidad (véase el recuadro):
a un utilitarismo radical. Limitado a la Unidos, por parte de las organizaciones
defensoras de los derechos de los disca-
viene a exigir que maximizemos nuestro bienestar bajo la constric-
especie humana, el utilitarismo para Sin-
ger no pasa de ser una forma de chauvi- pacitados. ción de un velo de ignorancia que nos oculte, entre otras cosas, la ge-
neración a la que pertenecemos.
32 Cuatro puntos cardinales El utilitarismo 33
La derivación formal del utilitarismo medio Utilitarismo clásico, utilitarismo medio y utilitarismo del umbral
Apelando a lo que John Rawls (1971) ignoro, sino de mi utilidad esperada, te- Llamemos n al tamaño de la colec- utilitarismo del umbral recomienda es-
llamará más tarde «posición original», niendo en cuenta la igual probabilidad tividad considerada y u¡, al nivel de bien- coger la opción que maximiza ¿«, bajo la
John C. Harsanyi (1953,1955) establece de ser cualquiera. Ahora bien, esta uti- estar (o de utilidad) de un individuo. El constricción que •^•2«,2«*, donde u*
que un individuo imparcial y racional lidad esperada no es otra que \%ut, es utilitarismo clásico recomienda escoger
es un nivel de bienestar que se juzga su-
ha de hacer el razonamiento siguiente: decir, precisamente la cantidad que el la opción que maximiza la suma de las
ficientemente confortable.
«Yo podría, con una probabilidad de utilitarismo medio impone maximizar». utilidades íu¡. Este utilitarismo del umbral se
l/n, ser cualquier miembro de la comu- La literatura técnica que se ocupa de es- El utilitarismo medio recomienda
confunde con el utilitarismo medio en
nidad correspondiente. La preocupa- clarecer si la demostración de Harsanyi escoger la opción que maximiza la utili-
tanto que el umbral u* no se alcanza, y
ción por ser imparcial me obliga a hacer es lógicamente coherente, si sus hipóte- dad per cápita -i-Í«,-. se confunde con el utilitarismo clásico a
abstracción de mi identidad y sobre es- sis subyacentes son aceptables y si en Para evitar las implicaciones más continuación. Así, evita al mismo tiem-
ta base debo preguntarme qué es lo que ella la idea de «velo de ignorancia» está incómodas de estas dos versiones, di- po la acumulación de la miseria en nom-
debo escoger desde el punto de vista de correctamente traducida se ha desarro- versos autores han explorado fórmulas bre de la maximización de la suma y la
mi interés racional. Seguramente no se llado de una manera muy prolífica (véa- intermedias, como el critical-level utili- reducción indefinida de los efectivos en
tratará de maximizar mi indicador de se Fleurbaey, 1995). tarianism de Charles Blackorby, Walter nombre de la maximización de la me-
utilidad personal u/,, que por hipótesis Bossert y John Weymark (1995). Este dia.
sólo expresamos nuestras preferencias mediante ordenaciones que no 4. LA TEORÍA DE LA ELECCIÓN SOCIAL Y LA PARADOJA DE
permiten extraer una escala única (asociar a las opciones A, B y C los CONDORCET
números 0,01,150 y 61,497 no significa otra cosa que atribuirles las po-
siciones 1,2 y 3). Ya no es posible, entonces, comparar las intensidades Sustituyendo el enfoque paretiano por un enfoque más general,
de preferencia de un individuo a otro, por lo que la máxima utilitaris- esta escuela de pensamiento ha procedido especialmente a una ex-
ta de maximización de la utilidad global resulta inoperante. ploración sistemática de las reglas de mayoría correspondientes a
Tras tomar nota de esta crítica ordinalista —mientras se mante- exigencias inferiores al 100%. Se dirá que la opción A es social -
nía lo más fiel posible al espíritu utilitarista—, la teoría económica mente preferida a la opción B si una cierta proporción psl de los
normativa acabó por asignar de manera natural una importancia de- individuos prefiere A a B. Cuanto más débil sea p, más disminuye
terminante al criterio de «optimalidad de Pareto». Una situación A el riesgo de incomparabilidad, hasta desvanecerse cuando se alcan-
es Pareto-óptima si no existe ninguna otra situación posible B tal za p=l/2. A partir de 1/2 empieza a crecer otro riesgo: el del con-
que, por una parte, al menos un individuo prefiere estrictamente B flicto entre dos exhortaciones contradictorias. Es posible, por ejem-
a A, mientras que, por otra parte, nadie prefiere A a B. Una impli- plo, que haya un tercio de personas que prefiera y4 a B y otro tercio
cación directa es que, si A es Pareto-óptima, no existe ninguna otra que prefiera BaA. Visto desde esta perspectiva, no es sorprenden-
opción que le sea unánimemente preferida. Este criterio es el primo te que, minimizando tanto el riesgo de incomparabilidad como el
hermano, no cardinalista, del utilitarismo; en efecto, si se pudiera riesgo de contradicción, se haya adoptado la regla de mayoría sim-
suponer la comparabilidad interpersonal de las utilidades cardina- ple (pal/2) en innumerables situaciones de elección de una opción
les, toda situación que maximice la suma de utilidades sería necesa- única. Desgraciadamente, la regla de mayoría simple se expone a
riamente Pareto-óptima. La situación inversa, sin embargo, no es otro riesgo evidenciado por la célebre paradoja de Condorcet, cu-
verdadera: la optimalidad de Pareto selecciona en general un con- yo alcance generalizó Arrow en su famoso «teorema de imposibi-
junto de situaciones mucho más vasto que el que seleccionaba el lidad».
utilitarismo. La dificultad que ilustra la paradoja de Condorcet puede apa-
Aquí reside precisamente el mayor problema del conjunto de la recer con todas las reglas de mayoría a excepción del criterio de
«nueva economía de bienestar», edificada exclusivamente sobre la ba- Pareto (para el que p=l), y con una probabilidad tanto mayor
se del criterio de Pareto. Si A y B satisfacen el criterio de optimali- cuanto más nos alejemos de esta regla de unanimidad y nos acer-
dad de Pareto, este enfoque es incapaz de distinguirlos. Sólo si el quemos a la mayoría simple (pal/2). La minimización del riesgo de
100% de los miembros de la colectividad considera que prefiere A a incomparabilidad corre paralela con la maximización del riesgo
B, se puede afirmar la superioridad de A. La teoría de la elección so- de irracionalidad colectiva. Entre los innumerables resultados de la
cial se ha constituido —siguiendo los pasos de Abraham Bergson teoría de la elección social, hay uno que tiene un alcance muy par-
(1938), de Kenneth Arrow (1951) y de Amartya Sen (1970)— en ticular puesto que muestra que el abandono del cardinalismo, y
gran parte, para escapar del peligro omnipresente de la incompara- por consiguiente de la comparabilidad interindividual de las utili-
bilidad. dades, no ofrece la alternativa ideal a la maximización del bienes-
tar agregado.
Así pues, renunciar al utilitarismo original manteniéndose fiel a su
espíritu resulta problemático. En todo caso, lo suficiente como para
36 Cuatro puntos cardinales El utilitarismo 37
dos. Por tanto, no hay ninguna necesidad de sustituir una función Capítulo II
cóncava de utilidades individuales (es decir, una función cuyo valor
crece a ritmo decreciente en la medida en que aumentan los niveles EL LIBERTARISMO
de utilidad de los diferentes individuos) por una simple suma con el
fin de integrar preocupaciones igualitaristas, ni de someter la maxi-
mización del bienestar agregado al respeto de cierto número de li-
bertades fundamentales a fin de conciliarse con los «obsesos» de los
derechos humanos.
Esta estrategia de defensa del utilitarismo, sin duda arrogante e Segunda referencia fundamental de la ética económica y social
incluso insolente, no deja de tener atractivo y fuerza mientras se en- contemporánea, el enfoque libertario se separa profundamente del
frente sólo a protestas y quejas dispersas, sin que exista ninguna teo- utilitarismo, tanto por su marco conceptual, como por sus implica-
ría articulada que se le oponga. La búsqueda de un equilibrio refle- ciones prácticas. Aunque extrae una parte de su inspiración del
xivo pasa por la articulación de alternativas. De hecho, el debate pensamiento liberal clásico desde John Locke (1690) a Alexander
contemporáneo en ética económica y social tiene su verdadero von Humboldt (1972) y de los escritos filosóficos de los economis-
arranque en el momento en que las teorías rivales aparecen en socie- tas austríacos Ludwig von Mises (1940) y Friederich von Hayek
dad a inicios de los años setenta y entablan un diálogo con el utilita- (1960), no se constituye en verdadera alternativa del utilitarismo
rismo. ¿Cuáles son estas teorías? hasta los años setenta, bajo el impulso de filósofos y economistas
norteamericanos como John Hospers (1971), Murray Rothbard
(1973), David Friedman (1973), Robert Nozick (1974) y Hillel Stei-
ner (1994).
El punto de partida del pensamiento libertario es la dignidad
fundamental de cada persona, que no puede ser burlada en nombre
de ningún imperativo colectivo. Esta dignidad reside en el ejercicio
soberano de la libertad de elección en el marco de un sistema cohe-
rente de derechos. El libertarismo pretende así articular de manera
consecuente una idea cuyo atractivo, hoy en día, no cede en nada
frente al ideal utilitarista de una sociedad feliz: una sociedad justa es
una sociedad libre.
1. EL PRINCIPIO DE LA AUTOPROPIEDAD
es legítimo violar la propiedad de sí mismo de los que amenazan la que los bienes adquiridos de esta manera. Lo que nos han dado co-
de los demás: una sociedad libre no puede ser una sociedad en la que mo regalo o como herencia, lo que hemos comprado o alquilado, lo
asesinos, violadores y pedófilos circulen y hagan estragos con total que hemos producido aplicando nuestros talentos, lo que nos repor-
impunidad. ta la venta de nuestros productos, todo esto confiere una dimensión
práctica a la propiedad sobre uno mismo, dimensión sin la que la au-
topropiedad no comportaría la libertad de hacer lo que fuere.
2. EL PRINCIPIO DE LA TRANSFERENCIA JUSTA
Como ocurre con el principio de la propiedad sobre uno mismo,
este principio de la transferencia justa reclama unas restricciones y
Esté o no provista de estas restricciones, la exigencia de la plena unas precisiones que también suscriben la mayoría de los libertarios.
propiedad sobre uno mismo es fundamentalmente incompleta, en Así, una mujer que «produce» un niño gracias a la combinación de
dos sentidos diferentes. Por una parte, no dice nada sobre el uso que sus capacidades y de un cierto número de «bienes» (entre los que se
moralmente debe hacerse del cuerpo, de los talentos y de las capaci- encuentran los espermatozoides) obtenidos tras una transacción vo-
dades de los que cada persona es propietaria. Pero el libertarismo, al luntaria con su legítimo propietario, no se convierte, sin embargo, en
contrario que el utilitarismo, no tiene ninguna pretensión de pro- propietaria del niño: el principio de la propiedad universal sobre uno
porcionar una teoría moral completa, sino sólo una caracterización mismo, que se aplica aquí al niño en tanto que persona libre, prima
de las instituciones justas. El hecho de que sea compatible con las re- sobre el principio de la transferencia justa de los títulos de propiedad.
glas de la justicia librarse al desenfreno entre adultos que han dado Es importante, además, precisar la noción de transacción volun-
su consentimiento, o negar la ayuda a una persona que se ahoga, no taria. Si usted compra una casa sobre la base de informaciones enga-
impide plantearse la cuestión de saber si tales comportamientos son
moralmente recomendables. Pero éste es un tipo de pregunta que el
libertarismo no pretende responder.
Libertarismo y precio justo
Por otra parte, resulta claro que la plena propiedad sobre uno
mismo, por sí sola, no permite realizar el menor acto. Nuestro cuer- Al hacer del carácter «voluntario» perfectamente informados y motivados
po está enteramente constituido por moléculas que ha tomado de de la transacción el criterio de la justa por su sola ganancia. Para los libertarios,
transferencia de los títulos de propiedad, tanto si se está o no en situación de mo-
otras cosas aparte de sí mismo. No puede sostenerse sin una superfi-
la concepción libertaria recusa cualquier nopolio (un solo vendedor) o de monop-
cie sobre la que apoyarse; no puede sobrevivir más de un instante sin sonio (un solo comprador) como si las
criterio exterior de precio justo. El pre-
respirar un aire del que no es propietario. Sin duda alguna, el pro- cio al que se intercambian los bienes o las personas a las que afecta son o no clarivi-
yecto libertario no puede ofrecer una caracterización de la sociedad horas de trabajo no debe establecerse, dentes y egoístas, el precio al cual las par-
justa sin añadir al principio de la propiedad sobre uno mismo unos pues, a partir de ninguna noción de mé- tes correspondientes dan su libre asenti-
principios que regulen la propiedad de los objetos externos. rito o de utilidad. Sólo se requiere que se miento es, por definición, el precio justo.
ajuste al precio de equilibrio de un mer- Sin embargo, llevado al límite, el precio
El primero de estos principios regula la transferencia de los de-
cado competitivo, es decir, el precio al podría ser nulo: una economía de don no
rechos de propiedad. Estipula que se puede llegar a ser el legítimo es menos compatible con los principios
que la oferta igualaría a la demanda en
propietario de un bien sea adquiriéndolo gracias a una transacción un mercado hipotético constituido por libertarios que un mercado perfectamen-
voluntaria con la persona que era anteriormente la legítima propie- innumerables compradores y vendedores te competitivo.
taria, sea creándolo sin utilizar otra cosa, aparte de uno mismo, más
48 Cuatro puntos cardinales El libertarismo 49
persona de una renta básica financiada exclusivamente con un im- los individuos: el derecho de cada persona a la plena propiedad so-
puesto territorial. bre sí misma, sobre las cosas que ha creado y sobre las que se ha con-
vertido en legítima propietaria por apropiación originaria, por com-
pra o por donación. No hay cabida, pues, en esta perspectiva, para el
4. UNA CONCEPCIÓN ESTRICTAMENTE «PROCEDIMENTAL» utillaje analítico de la ciencia económica: no existe ninguna preocu-
DE LA JUSTICIA pación, por ejemplo, por asignar los recursos de una manera que sea
óptimo-paretiana. Ni tampoco ninguna necesidad de identificar, de
Sea cual sea la variante adoptada para cada uno de los tres prin- medir o de agregar, preferencias o niveles de utilidad. A condición
cipios, éstos ofrecen, conjuntamente, una concepción coherente de de que los derechos de todos sean rigurosamente respetados, poco
lo que sería una sociedad justa —pero una concepción profunda- importa si los comportamientos o las instituciones perjudican el
mente diferente de la defendida por el utilitarismo—. Si se exceptúa bienestar de algunos —incluso el bienestar de todos.
la constricción marginal de la cláusula lockeana, la evaluación liber- Para los libertarios, pues, la justicia no es una cuestión de conse-
taria de las instituciones de una sociedad no reposa, en ningún mo- cuencias. Ni es tampoco una cuestión de «configuración». Suponga-
mento, en la anticipación de sus consecuencias para el bienestar de mos, por ejemplo, que en una situación inicial hipotética cada uno
la población afectada. La cuestión fundamental es la de saber si es- de los miembros de la sociedad dispone, en toda justicia, de una par-
tas instituciones respetan y protegen los derechos fundamentales de te exactamente igual de la riqueza total. No pasará mucho tiempo
antes de que las acciones y transacciones a las que se librarán, en es-
tricta conformidad con el principio de justa transferencia de los de-
rechos de propiedad, engendren una configuración de la distribu-
¿Ha dicho usted «demasiado rico»? ción de las riquezas muy diferente de la igualdad inicial (véase el
llones de veces más rica que cada uno de
recuadro de la pág. 52). La libertad dada a cada uno, solo y en coo-
Supongamos que nuestra sociedad
cuenta con 100 millones de miembros, nosotros. Esto por el simple efecto de una peración con otros, de ejercer los derechos que una sociedad justa le
que disponen aproximadamente de la justa transferencia de los derechos de pro- confiere es un poderoso factor de perturbación de cualquier confi-
misma riqueza —200 euros cada uno— y piedad a partir de una (no menos justa) guración preestablecida.
con los mismos talentos, con una única situación igualitaria inicial. El Estado no Ni consecuencialista, ni configuracional, el enfoque libertario
y pequeña excepción: los tangos riopla- podrá argüir la desigualdad resultante pa-
puede calificarse de estrictamente «histórico», «retrospectivo» o in-
tenses de Malena Muyala nos gustan tan- ra efectuar ninguna redistribución: esto
sería una ofensa contra la libertad que ca-
cluso «procedimental». Para un libertario es imposible evaluar la
to que deseamos comprar el nuevo álbum
que ha puesto a la venta al precio unitario da uno de nosotros tiene para utilizar a su justicia de cualquier situación —en particular de una distribución de
de 10 euros. Nuestro patrimonio cae al manera la riqueza y los talentos que en las riquezas o de las rentas— especulando sobre sus consecuencias o
instante a 90 euros, mientras que el de toda justicia detenta. analizando su estructura. Para determinar si una situación es justa
Malena pasa a 1.000.000. Cien euros (ha- o injusta es necesario y suficiente volverse hacia el pasado, escrutar
ciendo abstracción de algunas naderías en Esta parábola constituye una pará-
su «pedigrí», examinar si es el producto de un procedimiento co-
gastos de producción y de promoción, que frasis del célebre ejemplo del jugador
de básquet Wilt Chamberlain (Nozick, rrecto o de un desarrollo histórico justo, es decir, de un conjunto de
nos perdonarán no tener en cuenta). He
aquí a nuestra cantante más de once mi- 1974). acciones y transacciones efectuadas dentro del pleno respeto de los
derechos afirmados por los tres principios.
El libertarismo 55
54 Cuatro puntos1 cardinales
Capítulo III
¿Qué libertad? La parábola de la isla
EL MARXISMO
Sin que ninguno de los otros prin- Y si además, al dueño le da por no per-
cipios libertarios haya sido objeto de mitir a los agricultores trabajar sus tie-
ninguna violación, una isla se ha conver- rras si no llevan un sombrero rojo, sil-
tido en la propiedad exclusiva de uno ban La Marsellesa, o se abstienen de
solo de sus habitantes. Cada uno de los pronunciar la palabra «libertad», la per-
otros habitantes es el pleno propietario fecta conformidad con los principios li-
de sí mismo y quizás habrá recibido, en bertarios no se ve alterada en absoluto.
Por supuesto, nada le autoriza a forzar a
Mientras que los libertarios juzgan el utilitarismo fundamental-
las variantes «de izquierda», un peque-
ño pago que corresponde a la parte que los agricultores a trabajar, ni, por lo de- mente insatisfactorio porque no deja mucho espacio para la libertad
le corresponde del valor de mercado de más, a retenerlos dentro de la isla. Pero o los derechos de los individuos, otros encuentran no sólo el utilita-
la tierra (en estado bruto). No obstante, si no tienen el medio de encontrar otra rismo, sino también el libertarismo, fundamentalmente inadecuados
es perfectamente posible que cada uno fuente de subsistencia en la isla ni de porque no satisfacen otra exigencia ética central: la igualdad. Entre
de ellos no tenga otra opción que la de construir el barco que les permita esca-
estos críticos, nos encontramos ante todo con los que, adhiriéndose
fatigarse dieciséis horas al día para el par, no es su problema ni el de los liber-
propietario de la isla a cambio de la es- tarios: ¡la isla no deja de ser, en su opi- a la tradición marxista, interpretan que su núcleo propone una con-
casa comida que se digna a concederle. nión, un paradigma de libertad! cepción radicalmente igualitaria de la justicia social.
yen un modo de producción anárquico y despilfarrador por otro Propiedad de Privada Capitalismo Feudalismo
más racional y susceptible de asegurar un desarrollo de las fuerzas los medios
de producción Colectiva Socialismo Colectivismo
productivas obstaculizado por la persistencia del capitalismo. Al la-
do de las profesiones de «socialismo científico», de las que las obras de
Louis Althusser (1965) (véase también Althusser y Balibar, 1968)
constituyen un ejemplo extremo, existen, sin embargo, otras partes
de la obra de Marx y de la tradición intelectual marxista —y aún lización que proporcionan a los que las ejercen, sino en la obligación
más de la acción política inspirada por el marxismo— que procla- de subvenir a necesidades materiales. Esta alienación es característi-
man, sin ambigüedad, la adhesión al proyecto de instaurar una so- ca del capitalismo, pero también de los modos de producción que le
ciedad mejor, más justa y éticamente superior al modo de produc- han precedido. En el capitalismo, definido como un régimen de li-
ción capitalista en vigor. Este proyecto es compartido, por lo menos, bertad _forrnal_de los trabajadores (por oposición al feudalismo) y de
con los «socialistas utópicos» (Proudhon, Fourier, Owen, etc.) de los propiedad privada de los medios de producción (por oposición al so-
que los marxistas quieren distinguirse, como mínimo en lo que a los cialismo), la alienación toma principalmente la forma de la venta de
medios se refiere. la fuerza de trabajo a cambio de un salario. Pero para poner fin a la
¿Cuál es el contenido de este proyecto? Para ilustrar la pertinen- alienación no bastará con abolir el mercado capitalista de trabajo. La
cia del marxismo en la ética económica y social contemporánea, ex- abolición de la alienación exige que se instaure un régimen de abun-
ploraremos aquí dos interpretaciones posibles de este proyecto con dancia. La abundancia no debe ser definida como la plena satisfac-
el estilo y el espíritu del «marxismo analítico» (véase el recuadro de ción de todos los deseos. Se alcanzará la abundancia en el momento
la pág. 61), es decir, con una preocupación constante de precisión en en que el desarrollo de las fuerzas productivas permita satisfacer las
la formulación de los conceptos y las afirmaciones, pero también con necesidades materiales de cada persona sin que sea necesario remu-
la ambición de que el análisis sea pertinente para la realidad econó- nerar a nadie por las actividades productivas que ejerza. En otras pa-
mica y social del siglo XXI. labras, cuando se alcance este régimen, la sociedad podrá escribir so-
bre su bandera, como en el último estadio de la sociedad comunista
evocado por Marx (1875): «¡De cada uno según sus capacidades y a
2. LA EFICIENCIA DEL SOCIALISMO Y LA ALIENACIÓN cada uno según sus necesidades!». Efectivamente, en ese momento
será posible satisfacer, incondicionalmente, las necesidades de cada
En una primera aproximación, vemos que el proyecto ético mar- persona con el producto de un trabajo suficientemente ligero o atrac-
xista consiste en abolir la alienación, entendida como el hecho de que tivo como para que aquellos que le destinen sus capacidades produc-
las actividades humanas no tienen su fin en sí mismas ni en la autorrea- tivas lo hagan voluntaria y gratuitamente.
El marxismo 65
64 Cuatro puntos cardinales
Bajo esta perspectiva, la superioridad que los marxistas asignan al de una hipotética situación de abundancia futura puede ser ética-
socialismo en relación con el capitalismo, y a la propiedad pública en mente problemático. Pero quizá se pueda reformular este proyecto de
relación con la propiedad privada de los medios de producción, es una manera más conforme con la equidad intergeneracional pidien-
puramente instrumental. Cuanto más rápido sea el aumento de la do simplemente que en cada generación la proporción más elevada
productividad, tanto más rápidamente se realizará un régimen de posible del producto social se distribuya en función de las necesida-
abundancia y, por tanto, las condiciones materiales de una sociedad des e independientemente de las contribuciones, bajo la condición de
plenamente liberada de la alienación. En este aspecto, no es difícil la satisfacción de las necesidades fundamentales de cada persona. No
imaginar que el socialismo sea mejor que el capitalismo. Para empe- se trata pues de realizar en un número mínimo de generaciones el ple-
zar, la planificación centralizada de la inversión y de la producción no reino de la libertad, sino más bien de permitir a cada generación
que la propiedad pública del capital hace posible, debería poder or- realizar este reino de la libertad al nivel más alto que les sea accesi-
ganizar la economía con menos despilfarro y de manera menos caóti- ble (véase la representación gráfica al final del capítulo IV y Van Pa-
ca que un régimen capitalista que confiere a capitalistas preocupados rijs [1993], capítulos 8 a 10).
únicamente por su interés personal, el poder de decidir qué se produ-
ce y en qué momento se invierte. Además, el progreso técnico debería
poder beneficiarse de la difusión, en el seno de toda la colectividad, de 3. LA JUSTICIA DEL SOCIALISMO Y LA EXPLOTACIÓN
¿Podemos considerar acertada esta respuesta? Para que lo sea una forma compleja de cooperación o de intercambio, a la que los
debe ser cierto, en primer lugar, que los trabajadores, y sólo ellos, individuos aportan unas contribuciones y de la que obtienen unas
son los creadores del producto. Ahora bien, es evidente que los re- ventajas. Suponiendo que se puedan medir las contribuciones y
cursos naturales y el capital también contribuyen a la producción. las ventajas de manera que la suma de las primeras sea igual a la su-
Respecto del capital, aunque está constituido exclusivamente por el ma de las segundas, un principio de intercambio igual podría enun-
producto del trabajo pasado, representa también una contribución ciar que las ventajas que cada uno obtiene de la cooperación social
propia del capitalista, que consiste precisamente en que éste se ha deben ser exactamente iguales a su contribución. Si se miden las
abstenido de consumir el producto del trabajo pasado. Por tanto es contribuciones y las ventajas en términos de valor-trabajo, o hasta de
excesivo decir que sólo los trabajadores contribuyen a la creación trabajo socialmente necesario (es decir necesario, por término me-
del producto. Aunque no lo es, en cambio, decir que sólo ellos parti- dio, para producir los bienes en cuestión, dadas las condiciones de
cipan activamente en la creación del producto en el sentido que ésta producción), el intercambio desigual no es otra cosa que la explota-
implica presencia física y gasto de energía (véase Cohén, 1988). ción definida, como se hace a menudo, como la extracción de plus-
Para establecer el derecho de los trabajadores al fruto de su traba- valía. Es, por definición, productor de plusvalía, y por tanto víctima
jo, todavía falta establecer, como un principio de justicia defendible, el de un intercambio desigual en este sentido, quien produce más tra-
derecho a que el producto retorne íntegramente a los que han partici- bajo socialmente necesario que el que recibe, incorporado en los bie-
pado activamente en su creación. Imaginemos dos grupos de trabaja- nes que compra con su renta. Es, por el contrario, beneficiario de un
dores agrícolas. Por una misma cantidad de trabajo realizado, uno de intercambio desigual, o extractor de plusvalía aquel que produce
ellos disfruta de un nivel de vida mucho más alto que el otro, a causa menos trabajo socialmente necesario del que está incorporado en la
de un suelo más rico, de un clima más favorable, o de un acceso más parte del producto neto que se le atribuye.
fácil al agua. ¿Resulta tan evidente que se deba considerar justa la atri- Esta noción de intercambio desigual de valor tiene la ventaja de
bución a este grupo del derecho a la totalidad del producto del que es, que se puede aplicar, en principio, más allá de nuestra simplificada
en el sentido que hemos comentado, el creador exclusivo? ¿O, por el situación inicial que comprende dos clases distintas de trabajadores
contrario, el hecho de que la productividad se vea fuertemente influida y de capitalistas no trabajadores, pero incluye como un caso límite
por las condiciones naturales hace que la plausibilidad ética de este la noción de explotación como extracción de plustrabajo introduci-
principio se vea comprometida? Ante cuestiones como éstas debemos da en este contexto. Efectivamente, el criterio escogido para medir
concluir que si el marxismo pretende formular un proyecto anclado en la contribución es el trabajo socialmente necesario efectuado a lo
una concepción igualitaria de la justicia, esta vía «socialista-ricardiana» largo del período correspondiente; es evidente entonces que sólo
—no tan diferente del enfoque libertario basado en un principio de los trabajadores aportan una contribución estrictamente positiva, y
«apropiación originaria»— es, como puede verse, poco prometedora. que los no trabajadores se benefician de un intercambio desigual
desde el momento en que reciben una parte, por pequeña que sea, del
producto neto. Por consiguiente, la explotación de los trabajadores
5. EL INTERCAMBIO DESIGUAL por los no trabajadores, tal como inicialmente ha sido definida, im-
plica necesariamente un intercambio desigual de valor-trabajo. Si
Tal vez la explotación sea injusta porque implica necesariamente este intercambio desigual es injusto, la explotación también es in-
un intercambio desigual. Una economía puede considerarse como justa. Y esto nos lleva a la cuestión de si el principio del intercam-
El marxismo 71
70 Cuatro puntos cardinales
con el instrumental formal de la teoría de juegos, que permite for-
bio igual de valor-trabajo es defendible como principio igualitario mular, sin duda de manera más elegante y convincente, la concep-
de justicia. ción igualitaria de la justicia que está en el núcleo de la segunda in-
Este principio plantea de entrada un problema en cuanto a la terpretación del proyecto marxista.
manera de evaluarlas ventajas. Si la producción de dos bienes re- El enfoque de Roemer parte de una definición de la explotación
quiere la misma cantidad de trabajo, se contabilizan de la misma ma- capitalista que se puede presentar, haciendo una exposición sumaria,
nera aunque uno de ellos requiera una cantidad de capital o de ma- como sigue. Se considera que una persona es víctima de explotación
terias primas sensiblemente superior. Pero, sobre todo, el principio capitalista si su situación material pudiera verse mejorada (conside-
es problemático en cuanto a la evaluación de las contribuciones. La rando que los demás factores permanecen iguales) en caso de repartir
cantidadde trabajo socialmente necesario realizado por un trabaja- entre todos, a partes iguales, la propiedad de los medios de produc-
dor puede diferir de la cantidad de trabajo que efectivamente ha ción. Por el contrario, se considera que una persona es un explotador
aportado a causa del hecho de que este trabajador puede ser más o capitalista si este reparto igual hace que su condición material empeore.
menos productivo que la media. La estimación de esta diferencia En las simplificadas condiciones consideradas por Marx, con dos cla-
conlleva graves dificultades de medida desde el momento en que la ses muy distintas de capitalistas y trabajadores, esta definición de la
producción es el resultado de la cooperación de numerosos trabaja- explotación capitalista es extensionalmente equivalente a la defini-
dores que ejercen funciones complementarias. Sin embargo, aun su- ción tradicional en términos de plustrabajo: traza la misma línea de
poniendo que estos problemas puedan ser resueltos, el principio de demarcación entre explotados y explotadores. Sin embargo, esta de-
intercambio igual de valor-trabajo implicaría todavía que el trabaja- finición ofrece, además de la ventaja de poder aplicarse igualmente
dor menos diestro que la media, o el que trabaje una tierra particu- en el caso general en que cada uno combina en grados muy diversos
larmente pobre, o el que trabaje en una empresa equipada con ma- rentas de capital y de trabajo —cosa que también permitía hacer la
quinaria obsoleta, sólo tendría derecho, por esta razón, a una parte definición de explotación en términos de intercambio desigual de
menor del producto social. Bajo la perspectiva de un proyecto que valor-trabajo—, la ventaja de evitar tanto las dificultades conceptua-
quiere apoyarse en una concepción igualitarista de la justicia, reen- les vinculadas a la noción de valor-trabajo como las implicaciones
contramos así, en una versión más general, una dificultad que más antiigualitaristas ilustradas anteriormente.
arriba había servido para desacreditar el principio del derecho que Si bien en un contexto donde los trabajadores tienen rentas muy
tiene el creador al producto íntegro de lo que ha creado. desiguales en función de las grandes diferencias de cualificaciones,
en seguida se vuelve evidente que la explotación capitalista, en el úl-
timo sentido definido, no constituye la única forma de injusticia po-
6. LA DESIGUALDAD DE LAS DOTACIONES sible. Otra ventaja que se deriva de la definición de Roemer es que se
presta con facilidad a una generalización que permite identificar y
Para intentar dar una solución a este problema, se podría pensar articular otras formas de injusticia. Así, una persona podría ser con-
en introducir alguna modificación al principio de intercambio igual siderada como víctima o beneficiaría de la explotación feudal (que se
de valor-trabajo en el sentido de introducir una proporcionalidad supone prevalece en una sociedad fundada en la servidumbre, la es-
entre el trabajo efectivamente aportado y la renta monetaria obteni- clavitud u otras formas de diferenciación de estatus social) según ga-
da (véase Carens, 1985). Pero existe un tercer enfoque de la explo- nase o perdiese, en términos de bienestar material, en caso de que
tación, desarrollado por el economista John Roemer (1982, 1988)
72 Cuatro puntos cardinales
El marxismo 73
Los tres tipos de explotación según Roemer Para empezar, debemos subrayar el carácter puramente aritméti-
co del experimento mental al que recurre la definición de la explo-
En el enfoque propuesto por Roe- desigualdad de suerte material a que in- tación «rejuvenecida» para determinar las consecuencias distributi-
mer lo que importa no es la desigualdad duce la distribución no igualitaria de
vas de una igualación de las dotaciones. Efectivamente, a causa de la
de las dotaciones en sí misma, sino la las dotaciones.
cláusula «manteniéndose iguales el resto de cosas», no se pretende,
para nada, saber de qué nivel de bienestar disfrutaría una persona
Situación ... si la libertad . . . si el capital ... si las
se repartiese de cualificaciones
efectivamente en el caso de que cada uno recibiera una dotación
contrafáctica de formal se
referencia concediese a todos manera igual se repartiesen igual, teniendo en cuenta, por ejemplo, la posibilidad de una even-
de manera igual tual influencia negativa sobre la eficiencia del funcionamiento de la
Tipo de economía. Por esto, la situación de referencia con la que se compara
Feudal Capitalista Socialista
explotación la situación real para determinar si hay explotación es generalmente
Víctima irrealizable, y preguntarse si una persona explota o es explotada se re-
(cuya suerte Siervo Proletario No cualificado duce, en este caso, a preguntarse si una persona dispone de una dota-
mejoraría...) ción superior o inferior a la dotación media.
Beneficiario En segundo lugar, parece problemático, desde el punto de vista
(cuya suerte Señor Capitalista Cualificado de la justicia social, no hacer ninguna diferenciación entre el capital
empeoraría...) desigualmente distribuido por herencia y el capital desigualmente
constituido por el ahorro a partir de una situación igualitaria inicial,
por una parte; o entre los talentos innatos desiguales y las capacida-
des desigualmente desarrolladas a partir de talentos iguales, por
cada persona viera reconocida una plena libertad formal. Y una per-
otra. Una situación de explotación en el sentido especificado más
sona podría ser víctima o beneficiaria de la explotación socialista
arriba podría no ser injusta desde el momento en que se deseara dar
(que se supone prevalece a lo largo de lo que Marx caracteriza como
cabida a la responsabilidad individual. Esta última consideración ha
la primera fase de la sociedad comunista) según ganase o perdiese,
llevado gradualmente a Roemer a pasar de su teoría general de la ex-
manteniéndose igual el resto de cosas, en caso de que el nivel de cua-
plotación a una teoría general de la igualdad de las oportunidades
lificación llegara a ser el mismo para todos.
(Roemer, 1998), que puede interpretarse como una versión radical
Esta concepción general de la explotación como desigualdad
del enfoque liberal-igualitarista presentado en los dos capítulos si-
de bienestar material, basada en una desigualdad de dotaciones,
guientes.
constituye una manera interesante de «rejuvenecer» el enfoque
marxista tradicional explicitando su núcleo ético y permitiéndole
clarificar unas situaciones de injusticia irreductibles a la oposición
binaria entre capitalistas y proletarios, entre los que detentan los
medios de producción y los que están privados de ellos. Es impor-
tante anotar dos dificultades que esta concepción plantea inevita-
blemente.
Capítulo IV
El «leximín»
Principio de diferencia y opción por los más pobres (continuación)
Es posible afinar el criterio maxi- mín lexicográfico o de «leximín» (Sen,
te lado de su nivel presente, su sitúa- institucional óptimo, las mentalidades mín utilizado en el principio de dife- 1970), por alusión a la analogía entre
ción absoluta o la situación de los que se modificasen de manera que fuera po- rencia atendiendo al caso en que dos esta manera de ordenar las estructuras
se habrán convertido entonces en los sible igualar más sin que los más des- estructuras sociales den a sus catego- institucionales (comenzando por mirar
más pobres. Pero justificaría una acción provistos paguen el precio (véase el epí- rías menos favorecidas respectivas el la situación de la última categoría, sin
de persuasión para que, en el marco logo, pág. 133). mismo nivel de índice. En este caso, la mirar las otras, pasando después a la
versión más elaborada del criterio pres- penúltima, etc.) y la manera de clasifi-
cribe que se pase a la penúltima catego- car las palabras en un diccionario (co-
ría. Si su índice difiere de una estructu- menzando por ordenarlas en función
que en cualquier otra disposición, no satisfaría la versión pertinente ra a otra, se escoge la estructura donde del orden de la primera letra, sin mirar
del criterio maximín, si el mayor respeto que inducirían o permitirí- aquél es más elevado. Si es idéntico se las otras, etc.). Tomemos el caso más
an otras instituciones tuviese el efecto de mejorar el índice global pasa a la maximización del índice de la simple: una sociedad compuesta por
antepenúltima categoría, y se procede así tres grupos de igual tamaño, A, B y C,
asociado a la posición de los menos favorecidos.
sucesivamente. El criterio así caracteri- que se enfrentan a tres opciones I, II
¿Cómo construir el índice de las ventajas socioeconómicas que re- zado se conoce por el nombre de maxi- y III.
quiere la aplicación del principio de diferencia? ¿Cómo reducir a una
medida común la extensión de nuestros poderes, el volumen de nues- Opción I Opción II Opción III
tra riqueza o el grado de garantía de las condiciones del respeto de A 10 A 11 A 11
uno mismo? Rawls no se preocupa de los problemas clásicos plan- B 13 B 14 B 10
teados por la agregación en una sola cantidad de magnitudes hetero- C 12 C 10 C 10
géneas. Estima que es posible construir tal índice escapando a la vez Para el maximín, las opciones I, II ción I es desde ese mismo momento
de un marco welfarista —que implicaría una evaluación subjetiva de y III pueden ser escogidas indistinta- preferible socialmente si se aplica el le-
los conjuntos de ventajas socioeconómicas atendiendo a las funciones mente, porque las tres aseguran a los ximín en vez del maximín. Una versión
de utilidad individuales— y de un marco perfeccionista —que impli- más desfavorecidos (A en I, C en II, B más estricta del maximín que sólo ad-
caría una evaluación objetiva atendiendo a una concepción particular y C en III) el mismo nivel de 10. Sin mitiría como justas las desigualdades
embargo, se puede observar que el ni- que contribuyeran a mejorar la suerte
de la vida buena—. El se contenta con señalar que existe una fuerte
vel asegurado al penúltimo grupo es de los más desfavorecidos justificaría,
correlación positiva entre las diversas dimensiones que se trata de más elevado en I (Q que en II (A) y más por el contrario, la elección de la op-
agregar, y que un juicio prudencial desde el punto de vista de los más elevado en II que en III (B o C). La op- ción III.
desfavorecidos debería permitirnos determinar si una disposición ins-
titucional se revela superior en una dimensión, pero inferior en otra.
primer principio sobre los otros dos implica que es inadmisible que-
4. LA JERARQUÍA DE LOS TRES PRINCIPIOS rer justificar una restricción o una distribución desigual de las li-
bertades fundamentales ya sea en nombre de la igualación de las
Una vez visto esto, es importante aclarar el orden de prioridad oportunidades de acceso a las posiciones globales, ya sea en nombre
que Rawls impone a sus tres principios. La prioridad estricta del
84 Cuatro puntos cardinales El igualitarismo liberal de John Rawls 85
¿ Es Rawls paranoico? nos. La hipótesis supone también que estas personas están total-
mente exentas de envidia y de simpatía, es decir, manifiestan una to-
En el capítulo II vimos la manera tales que su suerte sea la mejor posible
en el caso hipotético de que fuese su tal indiferencia por la suerte de los demás. Y, por último, por razón
en que John Harsanyi derivaba la máxi-
ma utilitarista como la implicación ine- peor enemigo quien determinase su suer- del carácter muy particular de la decisión que han de tomar, se su-
vitable de una hipótesis de elección ra- te en la «vida ordinaria»! pone también que estas personas muestran una aversión extrema al
cional en un contexto de incertidumbre Frente a esta crítica, Rawls ha su- riesgo (véase el recuadro de la pág. 86).
ficticio que expresaba la exigencia de brayado vigorosamente desde la Teoría Es importante comprender que la apelación a la posición origi-
imparcialidad. En esto, aparentemente de la justicia que la elección de los prin-
nal, aunque sea útil, no constituye más que un componente del pro-
se aproxima mucho a la posición origi- cipios que deben regir la estructura bá-
sica de la sociedad no es una elección cedimiento ético practicado por Rawls, tal como ha sido caracteriza-
nal de Rawls. La diferencia crucial es
que, en el caso de un utilitarista como en un contexto de incertidumbre cual- do en el prólogo. Este procedimiento, que Rawls describe como la
Harsanyi, la elección se efectúa según el quiera. Determina las posibilidades de búsqueda de un equilibrio reflexivo, consiste en la confrontación de
criterio de maximización de la utilidad las que dispondrán los miembros pre- los principios éticos con «juicios morales debidamente reflexiona-
esperada, mientras que en el caso de sentes y futuros de la sociedad durante
dos». En el seno de esta búsqueda, los razonamientos hechos tras el
Rawls la elección se guía por un criterio su existencia. Desde este momento no
velo de ignorancia que constituyen la posición original nos permiten
de maximín. Para Harsanyi (1975), el resulta evidente que el criterio que guíe
la decisión deba ser el mismo que cuan- precisar los contornos de los ideales de igualdad y de libertad a los
maximín ha de adoptarse, únicamente,
en el caso concreto en que se supone do se trata de la serie de elecciones que que la cultura inherente a las sociedades democráticas hace que nos
que todos los individuos tienen una hemos de hacer a lo largo de nuestra adhiramos. Estos razonamientos tras el velo de ignorancia no pre-
aversión absoluta al riesgo. Esto implica existencia —incluso sobre las cuestiones tenden proporcionar un fundamento racional absoluto a los princi-
suponerlos irracionales y, por así decir- de vida o muerte, por ejemplo cuando
pios de justicia, pero sirven para guiarnos en la elección de aquellos
lo, paranoicos: ¡escogerían unos princi- determinamos la velocidad a la que cir-
culamos o la altitud a la que escalamos. principios capaces de darnos la esperanza de conseguir nuestro pro-
pios, y por ello un marco institucional,
pio equilibrio reflexivo.
1. JUSTICIA Y TRABAJO
cia exhorta a maximizar, para el grupo de los más desfavorecidos, el El ocio como bien primario
nivel de riqueza y de rentas, el disfrute de poderes y prerrogativas, y
el acceso a las bases sociales del autorrespeto, independientemente Para responder a la objeción de Musgrave, Rawls ha preferido
de cualquier contribución productiva. Ciertamente, Rawls presenta modificar de manera sustancial el principio de diferencia, incluyen-
el conjunto de su teoría de la justicia como un intento de definir una do el ocio entre las ventajas socioeconómicas con las que define la
distribución equitativa de las cargas y los beneficios de la coopera- distribución justa (Rawls, 1993a). El ocio del que disfrutan los que
ción social. También afirma que el principio de diferencia expresa pasan sus días sin hacer nada se consideraría entonces como equiva-
una concepción de la reciprocidad o del beneficio recíproco. Preci- lente a la renta de los trabajadores a jornada completa peor pagados.
sa su idea (Rawls, 1971; págs. 102-103) diciendo simplemente que Se derivaría de ello que los surfistas de Malibú no tendrían derecho
ninguna persona, rica o pobre, puede tener una vida satisfactoria sin a nada. Y para maximizar el índice más bajo de los bienes primarios,
un mecanismo de cooperación social, y que sólo puede esperarse que las subvenciones al salario del tipo de las que propone Edmund
alguien coopere voluntariamente si la cooperación se establece en Phelps (1997) serían más apropiadas que una renta garantizada del
unos términos razonables, en este caso si las desigualdades aprove- tipo del impuesto negativo defendida, por ejemplo, por James Tobin
chan a todos en el sentido especificado por el principio de diferencia. (1966), Lionel Stoleru (1974) o Roger Godino (1999) y sugerida por
Ahora bien, este principio no estipula ninguna forma de proporcio- el mismo Rawls (1967, 1971) desde las primeras discusiones del
nalidad entre contribución y ventajas socioeconómicas, ni tampoco principio de diferencia.
ninguna condición de contribución mínima a la producción en un Esta propuesta de modificación del principio de diferencia plan-
sentido más amplio. tea dificultades conceptuales que no se pueden obviar. En primer lu-
La posibilidad de que el principio de diferencia pueda utilizarse gar, no es demasiado satisfactorio considerar que la existencia de
para justificar las subvenciones públicas a los surfistas que pasan sus una remuneración sea lo que constituya el criterio para distinguir en-
días en las playas de Malibú ha inquietado al mismo Rawls. Aun así, tre el ocio, por un lado, y la contribución a la cooperación social
no siente ninguna simpatía por la solución propuesta como ideal, (que da derecho a una parte de las ventajas), por otro. Múltiples ac-
aunque prácticamente irrealizable, por Musgrave y otros economis- tividades no remuneradas, y que es importante que sigan siéndolo
tas, a saber: un sistema de tasas e impuestos fijos que, sobre la base de (criar a los niños, ofrecer servicios voluntarios en el vecindario), con-
una previa identificación de los talentos de todos los ciudadanos, gra- tribuyen más crucialmente a la cooperación social que algunas acti-
varía a los más talentosos y subvencionaría a los menos talentosos a vidades remuneradas. ¿Dónde situar, entonces, la línea de demarca-
fin de igualar el nivel de bienestar alcanzable por cada uno. Rawls ción entre ocio y contribución?
(1974, 1990) cuestiona que la noción de «talento» en el sentido aquí En segundo lugar, suponiendo que se haya podido trazar una
requerido tenga algún sentido, y se opone además, en nombre de la frontera clara entre ocio y trabajo, ¿por qué hemos de tener en cuen-
prioridad del principio de igual libertad, a una imposición fija de los ta sólo la duración del trabajo —como sugiere Rawls y operacionali-
talentos que se convertiría en una «esclavitud de los talentosos»: las za Phelps— y no su intensidad"? Existe la dolce vita en la playa, segu-
personas muy productivas se verían forzadas a orientarse hacia las ac- ro, pero existen también los que en el trabajo se lo toman con
tividades en las que sobresaliesen, para poder obtener la renta bruta calma... En el límite, el simple acto de presencia (poco remunerado
necesaria con que pagar el elevado impuesto que grava sus talentos, por el mercado, y cayendo por tanto en la categoría de los salarios
aunque las actividades en cuestión les desagradasen profundamente. bajos) daría derecho a la plena subvención pública reservada por
Variaciones a partir de Rawls 95
94 Cuatro puntos cardinales
menos importante que la elección en favor de una variante más ge-
Rawls a los menos favorecidos. Conceptualmente, aunque en la prác- neral, y menos estigmatizante, de una o de la otra (Van Parijs, 2001).
tica sea difícil, se podrían imaginar unas subvenciones diferenciadas
y que abarquen actividades no remuneradas por el mercado. Pero
¿cuál debería ser el criterio de diferenciación? ¿El esfuerzo realiza- El maximín de las donaciones
do?, ¿el nivel de utilidad social?, ¿ambos?
La respuesta sugerida por Rawls a la objeción de Musgrave es, A la luz de esta discusión sobre la relación entre justicia rawlsia-
sin embargo, demasiado apresurada. Supone, como la propia obje- na y trabajo, algunos quizás encontrarán la lista de las ventajas so-
ción, que el principio de diferencia, en su formulación inicial, exige cioeconómicas demasiado vaga, demasiado incierta su métrica, y de-
la maximización del nivel más bajo de renta (y de otras ventajas so- masiado alambicado el rodeo por las expectativas asociadas a las
cioeconómicas, estrechamente asociadas a él). Pero hemos visto, en diversas posiciones sociales. Una aproximación alternativa más sim-
el capítulo precedente, que exige otra cosa, a saber: la maximización ple, inscrita también en la perspectiva liberal-igualitarista, parte de
del nivel medio de renta y de otras ventajas (sin incluir el ocio) al que la intuición de que la justicia en el acceso a los bienes o a las oportu-
pueden atenerse a lo largo de su existencia las personas que ocupan nidades exige que se reparta de manera igual, o eventualmente según
la peor posición social, la de los trabajadores no cualificados, posi- el principio del maximin, todo lo que nos es dado. Esto incluye los
ción a la que corresponden las expectativas más pobres. Con este bienes que obtenemos por herencia o por donación, a lo largo de
criterio, existe una presunción muy fuerte contra una renta garanti- nuestra existencia y no sólo «al principio». Para poder igualarlos de-
zada independiente del trabajo y en favor de mecanismos (del tipo bemos evaluar estos bienes de manera que su valor refleje el coste de
de las subvenciones al empleo de Phelps) que mejoran las expectati- oportunidad para los otros, es decir la pérdida global que se deriva,
vas de los trabajadores menos cualificados sin disminuir —podría in- para quienes no los han recibido, del hecho de verse privados de
cluso aumentar— su incitación a trabajar. Musgrave y Rawls no ten- ellos. Tal evaluación corresponde al precio de equilibrio de un mer-
drían de qué preocuparse: en los términos de la formulación inicial cado competitivo, con una distribución apropiada de las dotaciones
del principio de diferencia, los surfistas de Malibú no tendrían dere- (véase Dworkin, 1981). La justicia exige entonces que cada uno de
cho a nada. nosotros reciba un conjunto de recursos del mismo valor, o que en
No obstante, admitamos que Rawls tenga razones para tener en todo caso el valor de la dotación del peor dotado sea el más elevado
cuenta, entre las expectativas de los no cualificados, el ocio de que posible.
puedan disfrutar. En este caso, todo ocurre de manera muy diferen- Sin embargo, los dones de los que nos beneficiamos de manera
te. En efecto, si las subvenciones al empleo permiten hacerlo mejor muy desigual son esencialmente de otro orden: se trata de las rentas
respecto a la dimensión «renta», una renta garantizada permite ha- asociadas a los empleos que tenemos. Los empleos no dejan de consti-
cerlo mejor en la dimensión «ocio». El efecto neto sobre el índice tuir un privilegio, los obtengamos en razón de los talentos que posee-
agregado de bienes primarios dependerá desde ese momento del de- mos, de la educación que hemos recibido, de los familiares y amigos
talle de las ponderaciones concedidas a estas dos dimensiones, así que nos han informado y ayudado, de la nacionalidad de la que dis-
como del impacto de los dos tipos de mecanismos sobre las otras frutamos, de la generación a la que pertenecemos o de la localidad en
ventajas socioeconómicas. Desde el punto de vista de las bases so- la que habitamos. El valor de este privilegio corresponde a la dife-
ciales del autorrespeto, por ejemplo, la elección en favor de la sub- rencia entre la remuneración efectiva de un empleo y su remunera-
vención del empleo o en favor de la renta garantizada es sin duda
96 Cuatro puntos cardinales Variaciones a partir de Rawls 97
ción competitiva con una distribución apropiada de las dotaciones. que permitan corregir, aunque sea parcialmente, su desventaja? La
No es fácil estimar esta renta, y aún menos igualarla. Pero si el crite- respuesta que aporta la versión rawlsiana del igualitarismo liberal
rio adoptado es el maximín, basta con gravar el conjunto de las ren- contiene numerosos componentes. En primer lugar, el principio de
tas del trabajo al nivel de recaudación más alto que sea sostenible, igualdad equitativa de las oportunidades difiere de lo que Rawls
cuidando de que se haga con tasas previsibles por los trabajadores a (1971) llama el «principio de corrección»: no se trata de dar a todos
fin de evitar que algunos de ellos sean gravados por un impuesto que las mismas oportunidades de acceso a las posiciones sociales valora-
exceda su renta, y repartiendo inmediatamente esta recaudación de das, sean cuales sean sus talentos, sino sólo de igualar las oportuni-
una manera igual entre todos, trabajadores y no trabajadores, en la dades con unos talentos dados. En cambio, aunque para Rawls las
forma de una renta pagada regularmente, en dinero o, si razones es- desigualdades de bienes primarios naturales —talentos o salud— no
pecíficas lo justificasen, en especie (Van Parijs, 1995a). pueden calificarse de justas o de injustas, esto no impide, en absolu-
De manera más segura que en la versión rawlsiana, en esta otra to, que las consecuencias sociales asociadas a estas desigualdades pue-
versión del igualitarismo liberal, los surfistas de Malibú verían cómo dan ser un asunto de justicia. El principio de diferencia pretende,
se les concede una modesta renta. Si bien, cuanto más necesarios precisamente, asegurar el hecho de que la actividad de los más ta-
fueran los incentivos financieros para mantener al nivel más elevado lentosos pueda también aprovechar a los menos talentosos, ya que
posible una renta garantizada incondicionalmente a todos, tanto me- viene a exigir que las expectativas asociadas a una posición social ac-
nor a la renta media sería esa renta. Por otra parte, en una sociedad cesible incluso a los menos talentosos sean maximizadas. Así pues,
abstracta donde cada uno trabajase «a partir de nada», sin recurrir a aunque no se procede a una identificación y una compensación de
ningún don bajo la forma de materias primas, de tecnología hereda- los déficit de bienes primarios naturales, sí que hay una maximiza-
da o de empleo, los surfistas no podrían disfrutar de ninguna sus- ción de los niveles de bienes primarios sociales accesibles a las per-
tracción sobre las rentas de los trabajadores. Pero en nuestras eco- sonas cuya dotación en bienes primarios naturales es escasa.
nomías reales, cuyo funcionamiento se caracteriza por la ubicuidad Señalemos sin embargo que podemos entender este mecanismo
de los dones, la sustracción máxima que se pueda imaginar sobre los como un medio de enfrentarse a las desigualdades de talentos de na-
empleos, así como otras posibilidades que ofrece el mercado, sólo turaleza productiva, pero que tal mecanismo, en cambio, no hace na-
redistribuyen una fracción de las rentas muy desigualmente reparti- da para corregir las desigualdades de otros bienes primarios natura-
das. No habría aquí ningún sesgo iliberal en favor del monje frente les que no afectarían, o que no afectarían sólo, a las cualificaciones.
al consultor, sino sólo una asimetría, que resulta de una necesidad Por ejemplo, la teoría de Rawls no justifica ninguna compensación
pragmática: sólo la renta puede ser gravada, no el ocio, con el obje- específica a favor de una persona inválida que ha de dedicar la mitad
tivo de aumentar, tanto como sea posible, las posibilidades de elec- de sus recursos al único fin de poder desplazarse en una silla de rue-
ción, en la esfera del ocio y del trabajo, de los que tienen menos. das. Además, el conjunto del enfoque propuesto por Rawls se some-
te a una restricción explícita: se concibe como el correspondiente a
un conjunto de ciudadanos que participan plena y activamente de la
2. JUSTICIA Y DISCAPACIDAD vida social, haciendo abstracción de los discapacitados mentales y
«otras personas diferentes de nosotros cuyo destino suscita angustia
¿Exige la justicia instituciones sociales que concedan a una per- o compasión» (Rawls, 1975; pág. 259).
sona discapacitada, o menos talentosa que la mayoría, los recursos
98 Cuatro puntos cardinales Variaciones a partir de Rawls 99
La igualdad de las oportunidades de bienestar La justicia como igualdad de las capacidades fundamentales
Manteniéndonos dentro de una óptica liberal-igualitaria, ¿no El economista indio Amartya Sen (1985, 1992) acomete el mis-
hay manera de preocuparse más directamente y más generalmente mo problema de la compensación de las discapacidades, pero recha-
de la presencia de discapacidades y de la desigualdad de talentos? za resueltamente (como Rawls) el welfarismo, es decir, el enfoque
Varios autores se han dedicado a reflexionar sobre esta cuestión. En- basado en la noción de utilidad o de grado de satisfacción de las pre-
tre ellos, el filósofo americano Richard Arneson (1989, 1998) de- ferencias. No obstante, a Sen le parece que el enfoque rawlsiano de
fiende una concepción de la justicia como «igualdad de oportunida- la justicia se focaliza indebidamente en los bienes (primarios socia-
des de bienestar». Esta concepción posee un punto en común con el les) y descuida la capacidad muy desigual de transformar estos bie-
utilitarismo: recurre a la utilidad, a la satisfacción de las preferen- nes en funcionamientos (nutrición adecuada, salud, movilidad, etc.).
cias, como métrica de la justicia. En cambio, difiere de la perspec- Así, en comparación con una persona sana, la persona que padece
tiva utilitarista y se acerca a Rawls en dos puntos cruciales. Por una una enfermedad digestiva obtendrá menos virtudes nutritivas de una
parte, el enfoque de Arneson exige la distribución igualitaria, o cantidad dada de alimentos. Cada funcionamiento, en el sentido de
eventualmente «maximinante», de los niveles de utilidad más que la Sen, designa una de las dimensiones de lo que puede ser importante
maximización de su agregación. Por otra parte, se focaliza en el po- en la vida de la persona, por ejemplo, la ausencia de enfermedad, la
tencial de bienestar accesible a cada persona, más que en el bienes- vivienda, la participación económica y social, etc. Sobre esta base, se
tar efectivamente alcanzado. determina, para cada persona, su «conjunto de capacidades» (capa-
Puesto que puede suponerse que una discapacidad tiende a ha- bility set), constituido por los grados en que la persona es capaz de
cer caer el potencial de bienestar de una persona por debajo de la realizar los diversos funcionamientos.
media, está claro que el principio de Arneson debería revelarse glo- Evidentemente, sería absurdo definir la justicia como la iguala-
balmente más generoso con las personas discapacitadas que los prin- ción de todas las capacidades, comprendidas la de enrollar la lengua
cipios de Rawls. No obstante, el hecho de recurrir a una métrica de dentro de la boca cien veces por minuto, o la de bailar el tango como
bienestar (aunque sea potencial) expone inevitablemente a Arneson Gardel. Sen sostiene sólo que la justicia implica, como mínimo, que
a dos dificultades de las que Rawls escapa. La primera es que, igual todos dispongan de un cierto número de capacidades fundamentales
que los utilitaristas, debe suponer que tiene sentido (epistémico o —la de alimentarse suficientemente, moverse, fundar una familia en
ético) comparar los niveles de bienestar de diferentes personas. La condiciones materiales y emocionales aceptables, etc.— según unas
segunda es que el principio de Arneson implica que una persona cu- modalidades y gracias a unos medios que pueden variar considera-
yo potencial de bienestar es más elevado en razón de preferencias blemente de un contexto sociocultural a otro.
más acomodadas o más modestas se vea penalizada, injustamente Como el de Arneson, el enfoque de Sen tiene todas la posibilida-
quizá, con relación a aquellas personas cuyos gustos son más dis- des de implicar que los recursos serán utilizados específicamente pa-
pendiosos. Dada la igualdad de recursos materiales, el que no es fe- ra mejorar la situación de las personas discapacitadas (sea por trans-
liz si no bebe dos botellas de Don Perignon al día tiene un potencial ferencias monetarias o por inversiones públicas), esta vez con vistas
de bienestar inferior al de quien se contenta de buena gana con be- a asegurar a estas personas las capacidades que se juzgan fundamen-
ber agua. tales. No obstante, aunque así se evita recurrir a la cuestionable mé-
trica de la utilidad, cuando se trata de delimitar entre todas las ima-
100 Cuatro puntos cardinales Variaciones a partir de Rawls 101
La igualdad de los recursos cil pedirle que se imagine que no sabe si toca bien aunque sepa que
le apasiona tocar. En este caso, Dworkin propone un experimento
Un criterio más exigente es el criterio denominado de «igualdad diferente: supongamos que cada uno de nosotros conoce al mismo
de los recursos», propuesto por el filósofo y jurista americano Ro- tiempo sus talentos y su concepción de la vida buena, pero ignora la
nald Dworkin (1981). Para formularlo, Dworkin recurre a un meca- rentabilidad económica de los diversos talentos; para estos talentos es-
nismo de seguros detrás de un velo de ignorancia. Este velo es menos pecializados, el mecanismo del seguro tras el velo de ignorancia se li-
denso que el que caracteriza la posición original de Rawls, ya que mita entonces a protegerse contra un potencial de renta insuficiente.
Dworkin no obliga a los individuos a abstraerse de sus concepciones Tanto para el enfoque de Dworkin como para los otros enfoques,
de la vida buena. la cuestión importante no es saber si es literalmente aplicable a las
Tomemos primero el caso de una discapacidad «ordinaria», es sociedades reales, sino saber si las indicaciones que nos da son cohe-
decir de un rasgo que afecta negativamente la aptitud para realizar rentes, si no hieren nuestros juicios morales debidamente reflexio-
una gran diversidad de concepciones de la vida buena. En el pro- nados, y si son susceptibles de guiarnos cuando se trata de evaluar la
cedimiento de Dworkin, se supone que cada persona se plantea la legitimidad de ciertas reivindicaciones y de decidir qué parte de los
siguiente cuestión: «¿Por cuánta indemnización hubiera estado dis- recursos de la sociedad es justo que consagremos a mejorar la situa-
puesto a asegurarme —sabiendo que cuanto más se eleve este montan- ción de las personas menos válidas o menos talentosas.
te, tanto más se elevará la prima a pagar— en el caso de que no hubiera
sabido si poseía o no la discapacidad en cuestión?». La compensación
justa para esta discapacidad ordinaria y, por consiguiente, la imposi- 3. JUSTICIA Y NACIÓN
ción justa de los que no la padecen se determina por el resultado de
este procedimiento. Aun cuando en la práctica y por razones de facti- Además de la cuestión de la suerte que se debe reservar a las per-
bilidad informacional uno debería contentarse con una aproximación sonas deseosas de ocio, por una parte, y a las personas dotadas de es-
uniforme, las indemnizaciones justas podrían variar de una persona a casas capacidades, por otra, la tercera gran cuestión sobre la que se
otra para una misma discapacidad. En todo caso, estas indemnizacio- dividen las diversas variantes del igualitarismo liberal es la de la suer-
nes tienen en general muchas posibilidades de ser sensiblemente más te que se debe reservar a los extranjeros. Más concretamente: ¿en
elevadas que las que prescribe la diversidad no dominada, ya que la qué consiste la «sociedad» que hemos estado tratando a lo largo de
preferencia de un solo individuo no es suficiente para convertir en su- las páginas precedentes? ¿Cuáles son los límites de la población a la
perfluas las transferencias (hayan tenido lugar en dinero o en especie) que supuestamente se aplica la teoría de la justicia? La Teoría de la
en provecho de tal o cual persona discapacitada. justicia de Rawls, con excepción de un breve tratamiento de la temá-
¿Qué sucede con las desigualdades de talentos que no corres- tica de la guerra justa, considera el caso de una sociedad esencial-
ponden a «discapacidades ordinarias», por ejemplo las desigualda- mente cerrada, sin preocuparse nunca por la manera de identificar
des en relación con el virtuosismo pianístico? En este caso Dworkin las sociedades, de trazar sus fronteras, y todavía menos de definir la
estima que la relación causal entre talentos y concepciones de la vi- justicia más allá de esas fronteras. Rawls se enfrenta a este conjunto
da buena es demasiado fuerte para que tenga sentido el experimen- de cuestiones en su tercer libro, El derecho de gentes (Rawls, 1999),
to mental descrito anteriormente. Si a alguien le apasiona tocar el versión desarrollada de una conferencia pronunciada en Oxford por
piano, es, en general, porque lo toca bien. Por consiguiente, es difí- invitación de Amnistía Internacional (Rawls, 1993b).
104 Cuatro puntos cardinales Variaciones a partir de Rawls 105
¿Una posición original para los pueblos? un régimen político y social justo o decente». Más concretamente,
exige que se incluyan en el derecho internacional «disposiciones que
La justicia global, o la justicia entre pueblos, no se presenta co- requieran la asistencia mutua de los pueblos en caso de hambre y de
mo la simple extensión a escala planetaria de los principios que se sequía y, en la medida de lo posible, que aseguren la cobertura de las
aplican a cada Estado-nación. La posición original que permite pre- necesidades fundamentales de las gentes de todas las sociedades li-
cisarla y justificarla no consiste simplemente en «densificar el velo de berales razonablemente desarrolladas» (Rawls, 1999; págs. 19-20).
ignorancia» exigiendo que cada ciudadano finja ignorar no sólo si es En vista de la situación mundial actual, esto no es nada, pero a
rico o pobre, talentoso o discapacitado, etc., sino también si es turco pesar de ello es bastante menos de lo que exigiría un principio de di-
o kurdo, congoleño o sueco. Según Rawls, la imparcialidad que de- ferencia global, un principio que buscase mejorar tanto como fuera
be guiar la elaboración de una concepción de la justicia global con- posible las expectativas de los más desprovistos del planeta. Si, por
siste en tratar con igual respeto las concepciones de la sociedad jus- ejemplo, la cultura de un pueblo le conduce a trabajar poco y a con-
ta que cada uno de los pueblos se esfuerza por realizar, lo mismo que sumir todo lo que produce, mientras que la cultura de otro pueblo le
la imparcialidad pertinente a la justicia social exige igual respeto ha- lleva a invertir y a desarrollarse, la justicia global no implicará que
cia las concepciones de la vida buena que persigue realizar cada in- las diferencias sustanciales de riqueza que aparecerán a lo largo de las
dividuo. La posición original global debe concebirse de manera que generaciones sean constantemente corregidas por una institución su-
reúna no a los representantes de las diferentes categorías de la espe- pranacional encargada de maximizar el nivel económico del pueblo
cie humana preocupados por asegurar lo mejor posible las condicio- menos próspero.
nes de realización de su concepción de la vida buena, sino a los re-
presentantes de los diversos pueblos preocupados por llevar a cabo
de la mejor manera posible su concepción de la sociedad justa. La hi- Un principio de diferencia global
pótesis es que estos representantes ignoran el contenido particular
de su concepción, así como el tamaño, la riqueza, la localización geo- Un dualismo semejante puede resultar conveniente en un mun-
gráfica y todas las demás características particulares de su pueblo. do de sociedades esencialmente estables y cerradas, sin interdepen-
Bajo esta perspectiva, la justicia entre pueblos implica, por ejem- dencia, sin movilidad real y potencial entre ellas, sin información ni,
plo, un deber de no agresión o la obligación de respetar los pactos por consiguiente, ambición de sus élites respecto a las oportunida-
cerrados. También impone algunas constricciones respecto a la ma- des que se ofrecen fuera. Quizá no ocurra lo mismo en unas condi-
nera en que cada pueblo puede tratar a sus miembros —pero no has- ciones, que cada vez son más las nuestras, en las que los hombres y
ta el punto de exigir que cada uno de estos pueblos instaure una las mujeres de todas las regiones del mundo comparten y son cons-
concepción liberal de la justicia: un pueblo puede, legítimamente, cientes de compartir, directa o indirectamente, un mismo entorno
basar la orientación de sus instituciones en una concepción particu- natural finito; comparten y saben que comparten los mismos nichos
lar (islámica, por ejemplo) de la vida buena. migratorios; venden su trabajo y compran sus bienes y servicios en
En materia de distribución de las riquezas, la justicia entre pue- mercados que saben, si no comunes, al menos fuertemente interco-
blos se contenta con imponer a cada pueblo siempre que sea lo sufi- nectados. Incluso cuando esta interdependencia y esta movilidad se
cientemente próspero «el deber de asistir a los otros pueblos que vi- obstaculizan por barreras administrativas o por otros obstáculos
van en unas condiciones desfavorables que les impidan disfrutar de prohibitivos (por ejemplo, de orden lingüístico), el solo hecho de
106 Cuatro puntos cardinales
que las personas afectadas sean informadas de lo que de esta manera Segunda parte
se ven privadas, exige que se. justifique el que sean excluidas de ciertas
ventajas de las que otros se aprovechan. DOS PROBLEMÁTICAS A MODO DE EJEMPLO
Así pues, sólo una posición original global, que anticipa en parte
las dinámicas socioeconómicas en curso, en la que todos los miem-
bros de la especie humana se encuentren, esta vez sí, representados
en tanto que individuos, proporciona el marco mental apropiado pa-
ra precisar lo que requiere la justicia. Como consecuencia, si en el
marco de una sociedad supuestamente cerrada se había desemboca- Para inspirar y alimentar una práctica pedagógica centrada en la
do en un principio de diferencia nacional, se puede esperar que se discusión de cuestiones prácticas (véase el recuadro), vamos a proponer
desemboque en un principio de diferencia global desde el momento en esta segunda parte la aplicación de los principios estudiados hasta
en que se tome como marco la humanidad entera. No es nada sor- aquí a dos ámbitos particulares de la vida social: la atención sanitaria y
prendente que, al contrario del propio Rawls, un buen número de la inmigración. Por supuesto, no pretendemos de ninguna manera limi-
otros representantes del enfoque liberal igualitario (Beitz, 1979; Pog-
tar el proceso reflexivo diciéndole al lector qué argumentaciones nos pa-
ge, 1994; Van Parijs, 1995b; Chauvier 1999) haya optado natural-
recen más aceptables; nuestro objetivo es mostrar más bien cómo cada
mente para pensar la justicia distributiva a escala planetaria, por un
uno de los marcos teóricos puede guiar la formulación de una respuesta
principio de justicia distributiva global mucho más próximo a lo que
coherente, que, por tanto, se puede confrontar, de cara a la problemáti-
Rawls presenta en su Teoría de la justicia que a lo que él mismo juz-
ca particular escogida con nuestros juicios morales debidamente refle-
ga apropiado a este nivel.
xionados. Se pueden aportar numerosas puntualizaciones a cada uno de
los enfoques en reacción a las objecciones que evocaremos, pero también
a muchas otras que no tendremos ocasión de mencionar. Por otra parte,
ahí está el signo de la fecundidad del método preconizado: aunque el
equilibrio reflexivo no es nunca definitivo, sin embargo se estabiliza a
medida que las principales dificultades son analizadas detenidamente,
ya sean luego integradas o descartadas.