Tema 61
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A pesar de que estas últimas lecturas difieren a menudo entre ellas, normalmente
están de acuerdo en considerar a Hegel un filósofo "post-Kantiano" que habría aceptado
el más influyente aspecto de la filosofía crítica de Kant, su crítica a la metafísica
tradicional. Así, mientras la interpretación tradicional ve a Hegel como ejemplificando
el mismo tipo de especulación metafísica que Kant criticó, la interpretación post-
Kantiana le ve como aceptando y extendiendo la crítica de Kant, incluso rebelándose
contra aspectos residuales "dogmáticamente metafísicos" del propio Kant. Así, por
ejemplo los magníficos trabajos recientes de Félix Duque, Historia de la filosofía
moderna. La era de la crítica, y José Luis Villacañas, La filosofía del idealismo alemán.
Ver a Hegel como un post-Kantiano es verle como extendiendo el giro copernicano que
Kant dio a la filosofía. La objetividad no debe pensarse como un conjunto de contenidos
mentales que se corresponden con los objetos que no pueden conocerse
independientemente; sino en términos de la justificación de los contenidos mentales, o
juicios, en términos de criterios que son subjetivos, en el sentido de poseídos por la
mente, pero objetivos en el sentido de poseídos universalmente y necesariamente por
inteligencias finitas.
En Hegel puede verse la ambición por reunir las dimensiones universalistas del
programa trascendental de Kant con las concepciones culturalmente particularistas de
sus contemporáneos, más predispuestos al relativismo histórico. El resultado es su
polémica concepción del "espíritu", tal y como lo desarrolló en su Fenomenología del
Espíritu. Con esta noción, se ha defendido, Hegel estaba persiguiendo las preguntas
kantianas sobre las condiciones de racionalidad del conocimiento humano en lugar de
preocupándose por dar cuenta del desarrollo de la autoconciencia de Dios. Pero
mientras Kant había limitado tales condiciones a las estructuras formales del
conocimiento, Hegel las extendió hasta incluir formas de existencia históricamente
determinadas.
Pero es mejor comenzar aclarando qué entiende por dialéctica Hegel; pues ésta
se suele considerar como algo sumamente abstracto y sin una referencia concreta a la
realidad y a sus dimensiones histórica, social o política: un mero juego entre conceptos.
Del mismo modo la filosofía hegeliana se entiende como la reducción de lo real y la
multiplicidad de sus formas a “meros” conceptos o ideas. Sin embargo, la filosofía de
Hegel surge tratando de interpretar la situación escindida y de falta de libertad del
hombre, estableciendo una conexión interna entre el mundo de la naturaleza y el del
espíritu que posibilitase la libertad humana. En la dialéctica, el método hegeliano,
alienta, pues, una voluntad de superación de una realidad escindida, alienada y
contradictoria.
La obra está formada por tres "libros" que aparecieron en 1812, 1813, y 1816.,
correspondientes a las doctrinas del ser, la esencia, y el concepto respectivamente. A su
vez, cada libro tiene tres secciones, cada sección contiene tres capítulos, y así
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sucesivamente. En general cada uno de estos nodos trata de alguna categoría particular o
"determinación del pensamiento”. (El tratamiento del silogismo del libro tres
proporciona una justificación retrospectiva de esta estructura, pues todo pensamiento
riguroso sobre algo debe asirse en términos de las determinaciones del pensamiento
fundamentales: "singularidad", "particularidad", y "universalidad." Este modelo será
reproducido en la forma de pensamiento riguroso sobre el pensamiento mismo –la
ciencia de lógica.)
Las determinaciones del pensamiento del libro Uno conducen a las del libro Dos,
"La Doctrina de la esencia". Naturalmente las estructuras implícitas en la "esencia" que
piensa se desarrollan más que aquéllas del "ser" que piensa. Como la lógica de Hegel es
ontológica, se afirma que sus diferentes fases coinciden con teorías reales encontradas
en una historia de la metafísica. Así las metafísicas de Parménides y Heráclito, por
ejemplo, se alinean con las determinaciones del pensamiento "ser" y "devenir", mientras
la lógica de la esencia culmina con conceptos vinculados con formas modernas de
metafísicas de la sustancia como las que se encuentran en Spinoza y Leibniz.
5.1. Introducción.
5.2.1. La conciencia.
La fenomenología está dividida en tres partes, que corresponden a las tres fases
de la conciencia. La primera de estas fases es la conciencia propiamente dicha del
objeto como cosa sensible que se opone al sujeto. La segunda fase es la de la
autoconciencia. La tercera fase es la de la razón: la síntesis de subjetividad y
objetividad.
5.2.2. La autoconciencia.
Esta dialéctica entre amo y esclavo tiene tres momentos. En el primero, la lucha
entre autoconciencias; cada autoconciencia busca que la otra le reconozca su ser, y que
se le subordine. Y en esta búsqueda del reconocimiento y de la afirmación individual
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vencerá aquella que no retroceda ante el riesgo de perder la vida. El siervo, el vencido,
será siervo del señor porque primero fue siervo de la vida. El señor ha vencido, pero en
esta victoria reside su derrota, con lo que entramos en su segundo momento, pues el
señor al vencer utiliza al siervo para satisfacer sus necesidades dejando así de trabajar,
pero entonces su realización no es posible y su vida depende del trabajo del siervo. El
siervo que ha perdido porque amaba la vida encuentra su salvación por medio del
trabajo. Trabajará sumergido en la angustia y el temor y transformará, por medio de su
esfuerzo, el mundo hasta el punto en que no quede un lugar en la tierra para el señor. Su
inicial servidumbre se convierte en señorío. Pero esta libertad que alcanza el siervo sólo
la logrará después de un largo período, que Hegel representa en tres figuras, cada una de
ellas perteneciente a un período histórico y espiritual.
5.2.3. La razón.
controle y armonice. Es este control el que empieza a separarnos del espíritu subjetivo
para irnos adentrándonos en la exteriorización del espíritu, es decir, el espíritu objetivo:
la manifestación de la exteriorización de sí mismo del espíritu en un mundo ordenado de
instituciones, costumbres, prescripciones, etc.
Una persona se convierte en el dueño de una cosa, no por un mero acto interno de
voluntad, sino por la apropiación efectiva de la misma, por encarnar su voluntad en dicha
cosa. Pero en la progresión dialéctica hegeliana, el concepto de enajenación de la
propiedad nos conduce al concepto de contrato. Pero aunque el contrato se quede en una
simple unión de voluntades, no existe de hecho garantía de que las voluntades particulares
de las partes contratantes permanezcan unidas. En este sentido puede hablarse de la
contingencia de una unión de voluntades en una voluntad común, que comprende dentro
de sí misma la posibilidad de su propia negación. Esta negación se hace realidad en la
injusticia.
decir es que la buena voluntad está determinada por la certeza interior del sujeto que
constituye la conciencia. Hegel incorpora pues en su descripción de la moralidad la
insistencia protestante en la interioridad y en la absoluta autoridad de la conciencia. Sin
embargo, pasa enseguida a sostener que confiar en una conciencia puramente subjetiva es
ser malo en potencia. Su opinión es que no podemos dar un contenido definitivo a la
moralidad en el ámbito de la pura interioridad, y que, en todo caso, hemos de tener en
cuenta la sociedad organizada.
Los conceptos de derecho abstracto y moralidad son, por lo tanto, para Hegel
conceptos unilaterales que no se han unido a un nivel superior al concepto de vida ética. Es
decir, en el desarrollo dialéctico de la esfera del espíritu objetivo, se revelan a sí mismos
como momentos o fases del desenvolvimiento del concepto de la ética concreta, fases que,
a su vez, han de ser negadas, conservadas y elevadas. La ética concreta para Hegel es la
ética social. Es la posición de cada uno dentro de la sociedad la que señala los deberes
específicos de cada cual. Así pues, la ética social es la síntesis o unidad a un nivel superior
de los conceptos unilaterales de derecho y moralidad.
5.3.3. La eticidad.
La forma que tiene Hegel de abordar la vida concreta es deducir los tres momentos
de lo que él llama la "eticidad", que son la familia, la sociedad civil y el Estado. Hegel no
estudia los deberes concretos del hombre en este marco social, sino que estudia la
naturaleza fundamental de la familia, la sociedad civil y el Estado, y muestra cómo se pasa
de un concepto a otro. No es necesario, señala, decir qué deberes concretos tiene el hombre
para la familia o el Estado, ya que éstos se deducirán con la suficiente claridad de la
naturaleza o esencia de dichas sociedades. En todo caso, no puede esperarse que el filósofo
trace todo un código de deberes, puesto que su misión es estudiar los conceptos universales
y el desarrollo dialéctico de los mismos, no moralizar.
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Hegel se ocupa del desarrollo dialéctico del concepto de Estado, y lo hace tomando
dos conceptos unilaterales de la sociedad y mostrando que ambos representan ideas que
están unidas en un plano superior en el Estado. La familia, por supuesto, persiste dentro del
Estado, así como la sociedad civil, que representa un aspecto del Estado, si bien se trata
sólo de un aspecto parcial. Pero no se deduce de ello que este aspecto, tomado
aisladamente y llamándolo "sociedad civil", existiera nunca, en realidad, precisamente
como tal. El desarrollo dialéctico del concepto de Estado es de tipo conceptual, y no
equivale a afirmar que, históricamente, la familia existió primero, después la sociedad civil
y luego el Estado, como si cada uno de estos conceptos fuera excluyente de los otros. Si
interpretamos a Hegel de esta forma, le atribuiremos una teoría del Estado completamente
totalitaria. Sin embargo, Hegel pensó también en el momento de la particularidad
representado por el concepto de sociedad civil, mantenido, y no simplemente desplazado,
en el Estado.
5.3.3.2. El Estado.
y el mismo a la vez. Por ello, para Hegel, el Estado no ahoga la libertad, puesto que
contiene en sí mismo todas las voluntades, sublimando las diferencias.
Ahora bien, ¿cuáles son los medios que utiliza la libertad para actualizarse en el
mundo. La primera visión de la historia nos lleva a pensar que su motor son las pasiones
particulares, los intereses subjetivos. Hegel no niega el papel central de la pasión en la
historia, pero tras éste sólo vemos la «astucia de la razón», porque ésta emplea las vidas
de los individuos y de los pueblos, que buscan satisfacer sus propios fines, como «el
medio y el instrumento de algo superior y más amplio, de algo que ellos no saben que
realizan inconscientemente». Los hombres cuando actúan creen ser libres, pero
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satisfaciendo sus fines particulares sirven a los intereses de la razón, que en último
término es la libertad. Para Hegel la libertad, como fin racional último de la historia sólo
puede plasmarse a través del Estado, pues éste, como hemos visto, une lo particular con
lo universal.
Así, en resumen, los orientales no sabían que el hombre era libre como tal, y al
desconocerlo, no lo fueron. Sólo sabían que un hombre, el déspota, era libre. Con la
victoria de los griegos sobre los personas es posible que surja la conciencia de la
libertad. Pero los griegos y los romanos sabían solamente que algunos hombres son
libres, es decir, los hombres libres opuestos a los esclavos. En opinión de Hegel, fueron
los pueblos germánicos los que, bajo la influencia del cristianismo, llegaron primero a
tener conciencia de que el hombre es libre por el simple hecho de serlo. Pero si bien este
principio fue siempre reconocido por el cristianismo, no quiere decir que encontrara en
todo momento su expresión en las leyes y el Estado. La conciencia de la libertad hubo
de objetivarse explícitamente y aquí es donde Hegel atribuye un papel preponderante a
los pueblos germánicos que concibieron claramente la necesidad de un Estado racional.
Un Estado que, de acuerdo con Jacques D´Hondt en su libro Hegel (2002), debía ser el
heredero de la revolución francesa, pero controlando la exasperación del principio
subjetivo de la libertad que aquélla experimentó en el Terror,
Más que el punto de llegada, parece plausible creer que el saber absoluto es el
punto de partida al que Hegel ha esperado atraer al lector la Fenomenología, que
cumple la función de introducir al saber filosófico (saber absoluto, en el texto). El
objetivo de Hegel es siempre la construcción del sistema, una construcción que consiste
esencialmente en el trabajo de deducir las categorías del pensamiento plenamente
objetivo. Ahora bien, tal deducción debe partir de un principio, pero desde el momento
en que se renuncia a la intuición intelectual, surge el problema del acceso a este
principio y su caracterización. En un sentido lato, por tanto, la Fenomenología asume la
tarea de «deducir» lo que habrá de ser el comienzo del sistema.
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El arte expresa, según Hegel, la Idea de una manera inmediata, en conexión con
un material dado a los sentidos. La obra de arte muestra cómo lo que no es espiritual
puede ser asumido y superado por el espíritu. Hegel subraya la fusión de las ideas o
nociones con el material sensible que es característica de la obra de arte. De este modo
el creador de ésta no la verá meramente como una ejemplificación de cierto número de
relaciones o rasgos generales que recorre con el pensamiento, sino que ve toda esa
riqueza de significación en el objeto mismo como unido a su inmediatez sensible. Pero
el arte no es capaz de lograr la manifestación de la profundidad del espíritu
precisamente porque no logra superar plenamente la distinción entre lo interno y lo
externo. Frente a la distinción, habla Hegel de la profundidad del espíritu: éste no es lo
interno frente a lo externo, sino la profundidad que domina a ambos.
6. Bibliografía.
Villacañas, J.L. La filosofía del idealismo alemán. Editorial Síntesis. Madrid, 2001.