088 Delucca 1994

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Delucca, N. (1994).

Palabras de una veterana de la primera promoción de


psicólogos a los estudiantes y futuros colegas. Boletín de la Comisión de Estudiantes
de psicología, UNLP1.

Se me ha pedido que abra estas Jornadas, como representante de la Primera Promoción


de Psicólogos. Los que nos recibimos en el ’62. Y que cuente un poco de nuestra historia.
Esta historia no puede contarse sin hacer referencia al marco político de entonces.
Trataré de hacer una breve síntesis.
Corría el año 1958. Arturo Frondizi (jefe de la rama intransigente de la UCR), asumía la
presidencia. A fines de 1955, durante el gobierno provisional que derrocó a Perón, el
ministro de educación, Atilio dell’Oro Maini, hombre estrechamente vinculado a las altas
jerarquías de la Iglesia Católica, presentó una reforma al sistema universitario que fue
sancionada en diciembre de ese año (como “regalo de Navidad” a la Iglesia Católica, por su
participación en el golpe de Estado). En su artículo 28, esa reforma establecía que la
iniciativa privada podía crear universidades libres, que estarían capacitadas para expedir
diplomas y títulos habilitantes. El quid de la cuestión es que esto implicó que se destinaran
cuantiosos fondos públicos a “subsidiar” los establecimientos privados, con el consiguiente
debilitamiento de los presupuestos destinados a la educación pública.
Sabemos que la educación por si misma no determina los procesos histórico-sociales.
Pero es un arma poderosa. Ante el hecho de la extensión y ampliación de los servicios
educativos durante el gobierno peronista, los sectores sociales conservadores trataron de
lograr un dominio generalizado sobre los mismos. Y después de 35 años, nos siguen
ganando la partida…
Volviendo al ’58, en el mes de junio (paralelamente a los debates por la creación de
nuestra carrera), se le presenta a Frondizi el anteproyecto de ley de universidades privadas.
Ya había defraudado a sus propios partidarios, con inesperadas privatizaciones de
importantes empresas y acuerdos petroleros. Es en este contexto que la cuestión de la
denominada “enseñanza libre” adquiere singular relieve. La controversia Laica o Libre sólo
fue parte de una situación de conjunto, y por ello ganó la calle, y la adhesión de amplios
sectores de la población, conmoviendo al país y al movimiento estudiantil en especial. Por
la enseñanza libre se alinearon la Iglesia Católica y los grupos conservadores. Por la laica,
la gran mayoría de la población, incluyendo ciertos sectores católicos no conservadores.
El intento de reglamentación del artículo 28 tiene una repercusión muy intensa,
generando una de las más importantes confluencias de los tres claustros de las
universidades, de los no docentes y de los estudiantes secundarios. Todos los sectores
populares se aúnan en un objetivo común, porque el problema surge como síntesis de los
otros: conservadurismo versus desarrollo político, social y económico.
Una movilización histórica: el 19 de septiembre de 1958, frente al Congreso, 450 000
personas, que luego desfilaron por la Casa Rosada.
Fue en vano. Se mantuvo el artículo 28, aunque se lo tachó de inconstitucional. El
ministro de educación, Mac Kay, anuncia la postura del gobierno sobre enseñanza, atacando
la posición de las universidades. Encono que, pese al triunfo oficialista, se cobre recién en
1966, con Onganía, al intervenir las universidades.
En este marco convulsionado, se crea la carrera de psicología en La Plata, a mediados
de 1958. Aula Magna del actual Liceo Víctor Mercante, a pleno, para escuchar la clase
inaugural de la primera directora de la carrera, la Dra. Fernanda Monasterio. Lenguaje
castizo. Cuerpo corto. Manos ágiles. Discurso vehemente. Con su propia historia de
persecuciones a cuestas. La del gobierno de Franco. Nos empezábamos a enterar de que no

1
Es una transcripción del discurso de apertura pronunciado en el marco de las “Primeras Jornadas de
reflexión, debate y propuesta de los alumnos, graduados y docentes de la carrera de Psicología de la
UNLP”, realizadas el 18 de noviembre de 1993.

1
seríamos “hijos”, sino “entenados” para el sistema. Tal vez por eso esta extranjera pudo
interpretar nuestras inquietudes y generar nuestro respeto.
Otros recuerdos entrañables: el de Eugenio Pucciarelli y Narciso Pousa en Filosofía;
José M. Ravagnan en Introducción a la Psicología; Juan Cuatrecasas en Antropología, y
muchos otros que les siguieron.
Composición heterogénea del alumnado. Gran expectativa. Entusiasmos.
Apasionamientos. Gran politización del estudiantado. Asambleas y debate permanentes.
Paros. Movilizaciones. Pasión. Lucha y decepción.
Luego, volver al estudio. Paréntesis de ideales más generales. Concentración en los
objetivos parciales.
Carrera de cinco años, por entonces: tres del ciclo básico y dos de especialización para
el área Clínica, Laboral y Educacional. Y el Profesorado.
Pero esa marca fundante (esa “Bejahung”), a pesar de la relativa derrota que significó, y
que en parte explica el deterioro actual de la universidad pública y de la educación en
general, nos imprimió a los de esa generación una actitud de resistencia (en el buen sentido
del término) y de participación activa, que nunca abandonaríamos. Lo que yo llamo un
“espíritu militante”. Que supone, a mi entender, el poder articular en cada acción o empresa
importante que se emprenda (ya sea en lo público o en lo privado) esa participación activa
con un sentido de pertenencia: a un grupo, a un movimiento, a la búsqueda de ir “más allá”
del objetivo individual, para enriquecerlo con metas que hacen cadena, eslabones, con otros.
Fuimos la generación de la resistencia y la generación-promoción de Psicología
“rastrillo”. Porque respetábamos y escuchábamos a quienes nos respetaban. Pero nos
oponíamos tenazmente, duramente, a quien usurpaba sin idoneidad el lugar de las cátedras.
Así nuestros pares de la siguiente generación no sufrían lo mismo.
Lo positivo de esa promoción: el entorno, aun en lo negativo. El debate permanente. El
altísimo nivel de formación filosófica y política que tenían los integrantes de las
agrupaciones estudiantiles. La fuerza que esto le daba a “las izquierdas”, que eran las
protagonistas centrales en la Universidad.
La cultura del libro por sobre el apunte. El buen hábito de conocerse todas las
bibliotecas de la ciudad. La posibilidad de la pluralidad teórica de los profesores, que nos
permitió elegir. Aunque no caben dudas de que la propuesta del psicoanálisis fue, ya por
entonces, la más rica, sistematizada y coherente. Lo que nos aportó un conocimiento o una
interrogación nueva sobre el ser humano. Pero, a diferencia de lo que puede pasar hoy, era
una propuesta no alienada, que incluía otros atravesamientos. Teoría de los grupos, teoría de
la comunicación, aportes de la filosofía existencial y hasta el estudio del funcionamiento
neuroendócrino y los efectos de los psicofármacos. Todo fue útil.
Lo negativo: no tuvimos trabajos prácticos. Sólo se nombraron profesores titulares y
adjuntos en algunas cátedras.
La formación clínica, a la que yo aspiraba en particular, la realicé afuera de la carrera.
Y ésta, como docente actual de la carrera de Psicología, siento que sigue siendo una
deuda. De la formación de grado en primer lugar, y de los posibles posgrados que debemos
instrumetar en la Universidad. Deuda que tendremos que saldar juntos, las generaciones
anteriores con las actuales, rescatando ese gusto por los objetivos compartidos.
Para que no se mueran los ideales, para que los nuestros hagan posta con los de ustedes.
O para que se unan unos con otros y corran juntos.

Psicóloga Norma Delucca


Prof. Titular Cátedra Psicología Evolutiva II

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