088 Delucca 1994
088 Delucca 1994
088 Delucca 1994
1
Es una transcripción del discurso de apertura pronunciado en el marco de las “Primeras Jornadas de
reflexión, debate y propuesta de los alumnos, graduados y docentes de la carrera de Psicología de la
UNLP”, realizadas el 18 de noviembre de 1993.
1
seríamos “hijos”, sino “entenados” para el sistema. Tal vez por eso esta extranjera pudo
interpretar nuestras inquietudes y generar nuestro respeto.
Otros recuerdos entrañables: el de Eugenio Pucciarelli y Narciso Pousa en Filosofía;
José M. Ravagnan en Introducción a la Psicología; Juan Cuatrecasas en Antropología, y
muchos otros que les siguieron.
Composición heterogénea del alumnado. Gran expectativa. Entusiasmos.
Apasionamientos. Gran politización del estudiantado. Asambleas y debate permanentes.
Paros. Movilizaciones. Pasión. Lucha y decepción.
Luego, volver al estudio. Paréntesis de ideales más generales. Concentración en los
objetivos parciales.
Carrera de cinco años, por entonces: tres del ciclo básico y dos de especialización para
el área Clínica, Laboral y Educacional. Y el Profesorado.
Pero esa marca fundante (esa “Bejahung”), a pesar de la relativa derrota que significó, y
que en parte explica el deterioro actual de la universidad pública y de la educación en
general, nos imprimió a los de esa generación una actitud de resistencia (en el buen sentido
del término) y de participación activa, que nunca abandonaríamos. Lo que yo llamo un
“espíritu militante”. Que supone, a mi entender, el poder articular en cada acción o empresa
importante que se emprenda (ya sea en lo público o en lo privado) esa participación activa
con un sentido de pertenencia: a un grupo, a un movimiento, a la búsqueda de ir “más allá”
del objetivo individual, para enriquecerlo con metas que hacen cadena, eslabones, con otros.
Fuimos la generación de la resistencia y la generación-promoción de Psicología
“rastrillo”. Porque respetábamos y escuchábamos a quienes nos respetaban. Pero nos
oponíamos tenazmente, duramente, a quien usurpaba sin idoneidad el lugar de las cátedras.
Así nuestros pares de la siguiente generación no sufrían lo mismo.
Lo positivo de esa promoción: el entorno, aun en lo negativo. El debate permanente. El
altísimo nivel de formación filosófica y política que tenían los integrantes de las
agrupaciones estudiantiles. La fuerza que esto le daba a “las izquierdas”, que eran las
protagonistas centrales en la Universidad.
La cultura del libro por sobre el apunte. El buen hábito de conocerse todas las
bibliotecas de la ciudad. La posibilidad de la pluralidad teórica de los profesores, que nos
permitió elegir. Aunque no caben dudas de que la propuesta del psicoanálisis fue, ya por
entonces, la más rica, sistematizada y coherente. Lo que nos aportó un conocimiento o una
interrogación nueva sobre el ser humano. Pero, a diferencia de lo que puede pasar hoy, era
una propuesta no alienada, que incluía otros atravesamientos. Teoría de los grupos, teoría de
la comunicación, aportes de la filosofía existencial y hasta el estudio del funcionamiento
neuroendócrino y los efectos de los psicofármacos. Todo fue útil.
Lo negativo: no tuvimos trabajos prácticos. Sólo se nombraron profesores titulares y
adjuntos en algunas cátedras.
La formación clínica, a la que yo aspiraba en particular, la realicé afuera de la carrera.
Y ésta, como docente actual de la carrera de Psicología, siento que sigue siendo una
deuda. De la formación de grado en primer lugar, y de los posibles posgrados que debemos
instrumetar en la Universidad. Deuda que tendremos que saldar juntos, las generaciones
anteriores con las actuales, rescatando ese gusto por los objetivos compartidos.
Para que no se mueran los ideales, para que los nuestros hagan posta con los de ustedes.
O para que se unan unos con otros y corran juntos.