Escepticismo - Llano, A.

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l. Pirronismo: suele denominarse así la lorma extrema de esta


actitud gnoseológica, tomando el apelativo de Pirrón de Elis
(360-270 a. c., aproximadamente), Que propugnó vivir en
una completa abstención del juicio, para conseguir la atara-
xia o perlecta indiferencia ante todo. El sesgo ético del escep-
ticismo es claro aquí. El ideal del sabio consiste en entrar en
sí mismo, para permanecer en su silencio imperturbable y fe-
liz. Aristóteles advirtió irónicamente Que eso equivalía a vivir
como una planta.
2. El probabilismo: es la postura mantenida por Arcesilao y Car-
neades, miembros de la Academia Nueva. Se oponen al abso-
lutismo de los pirrónicos, al admitir que cabe salir de la duda
pronunciándose en favor de una opinión que se admite sólo
como probable. No cabe poseer la verdad, sino únicamente
vislumbrar lo plausible o verosímil: basta con ello para salir
del estado «vegetal» de los pirrónicos y andar por el mundo
con un mínimo de soltura.
3. El fenomenismo: se suele decir que su principal representante
es Enesidemo de Cnosos, aunque este autor recopiló -en el si-
glo 1 a. c.- todos los principales argumentos escépticos en sus
famosos tropos. Según los fenomenistas, sólo conocemos las
cosas tal como aparecen, como meras apariencias, pero no
podemos saber 10 que de verdad son. Los fenomenistas anti-
guos se limitan, entonces, a constatar las diversas apariencias,
pero sin afirmar ni negar que les corresponda algo real.
4. El empirismo: como consecuencia lógica del fenomenismo, se
mantiene que, admitidos los fenómenos en su aspecto fácticd,
cabe buscar las leyes por las que se relacionan entre sí, pero
siempre sin superar 10 dado en la experiencia. Ya en Sexto
Empírico se encuentra un argumento en contra de la noción
de causa, que -por ser una relación- sólo podría existir subje-
tivamente.

Los argumentos de los escépticos

«Los escépticos -señala Verneaux- no están faltos de argu-


mentos; tienen, por el contrario, un gran número de ellos que de-
sarrollan con un ingenio y una sutileza sin igual»4, Son argumen-
tos Que formularon y discutieron ya los pensadores griegos y que

4. VERNEAlIX: op. cit., p. 34.

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GNOSEOLOGIA

-de una forma u otra- han repetido todos los escépticos que en la
historia han' sido. Se podrían esquematizar así:
l. La diversidad de opiniones humanas y las contradicciones de
los filósofos. Es un argumento comprensible por todos y que
sigue siendo ocasión de «escándalo» para. muchos. Sobre
cualquier ~uestión, los distintos hombres defienden las opi-
niones más diversas, y cada uno cree tener razón. ¿Quién po-
see la verdad? No lo podemos saber a ciencia cierta. En todo
caso, nuestro juicio no será más que una opinión junto a las
otras. Y si de la vida cotidiana pasamos a las tesis de los filó-
sofos; el panorama es aún más confuso. Porque parece que no
hay doctrina -por extraña que sea- que no haya sido defendi-
da por algún filósofo y, entonces, ninguna puede tenerse por
verdadera con certeza.
2. El error y la ilusión. Es un hecho que nos equivocamos con
frecuencia, con demasiada frecuencia. Los sentidos nos enga-
fían, haciendo pasar las apariencias por realidades. La ilusión
de espejismos y fuegos fatuos nos acecha por doquier. Y tam-
bién la, inteligencia yerra al juzgar y razonar. Mientras dormi-
mos, consideramos los suefíos como sucesos que realmente
nos pasan: ¿cómo sabemos, entonces, que no soñamos siem-
¡Sre? Muchos hombres -en mayor o menor grado- padecen de"
manías y obsesiones, que les llevan a dar vida a los fantasmas
de su .mente. ¿Dónde se encuentran la~ fronteras entre l~ ilu-
sión y la verda,d, el sueño y la vigilia, la demencia y la cordu-
ra? No podemos saberlo, porque quizá también nosotros erra-
mos, es su~ño nuestra vida o locura nuestro empeño.
3., La relatividad del conocimiento. Los conocidos versos lo ex-
presán con ingenio y malicia: «nada es verdad ni mentira!
pues depende del color/del cristal con que se mira». Toda
cosa es conocida y valorada por un sujeto determinado, lleno
de prejuicios y compromisos, hasta el punto de que confunde
sus deseos con la realidad: conocimiento e interés se vuelven
lo mismo.. Además, siempre se conoce desde una situación
concreta y limitada. Lo que es verdad hoy puede no serlo ma-
ñana. Algo que no es cierto para mí, lo es para tí. Tal parece
que to~o objeto de conocimiento queda teñido por el tono dc
la subjetividad de cada cognoscente. No hay conocimientos
utópicos ni intemporales: son hijos de una cultura y de una
época histórica, en función de las cuales hay que interpretar-
los. Además, las cosas mismas no existen aisladas, sino inser-
tas en un complejo tejido de relaciones mutuas, que sería pre-
ciso -aunque imposible- conocer, para dar cabal cuenta de
los objetos.

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4. El círculo vicioso. No se debe admitir como cierto nada que
no haya sido demostrado. Pero toda demostración se ha de
fundar en la verdad de los principios de que parte. Y, a su
vez, esos principios se tienen que demostrar·con base en otras
premisas. Al cabo, todo se demuestra por todo; lo que equiva-
le a decir (1ue nada se demuestra por nada, ya que no hay cri-
terio firme en el que apoyarse. Si se intenta hacer demostra-
ciones, se incurre en un dialelo o circullls viciosus in proban-
di. Se podría también ir pasando de principio a principio, en
una sucesión no circular, sino lineal; pero entonces tampoco
se demostraría nada, porque se prolongaría indefinidamente
la siempre insatisfecha búsqueda de un terreno seguro sobre el
que construir el edificio de la ciencia.
Como se puede apreciar, los argumentos no carecen de una
aparente fuerza de convicción. Sin embargo, pronto se manifiesta
su interna inconsistencia; tendremos ocasión de mostrarla más
adelante. Señalemos, por ahora, que la actitud escéptica -aparte
de sus supuestas motivaciones éticas- se apoya en la ignorancia o
en la obstinación. Como señala Tomás de Aquino, algunos acep-
tan estas razones sofisticas porque no saben cómo contradecirlas,
por falta de conocimientos; al no poder solucionar las dificultades
de los escépticos, aceptan sus conclusiones; tal ignorancia se supe-
ra con relativa facilidad. Pero otros adoptan estas posiciones no
por ignorancia, sino por empecinamiento, al amparo de que no
hay razón para admitir los principios, ya que son indemostrables!.

2. LA DEFENSA METAFfslCA DE WS PRIMEROS PRINCIPIOS


DEL CONOCIMIENTO

La metaf/sica. ciencia de los primeros principios

A la metafísica le compete tratar de aquello que afecta a to-


dos los entes, y no sólo a un determinado género de la realidad.
Ahora bien, si algún principio es usado por todas las ciencias,
afecta a todo tipo de cntes. Y tal es el caso de los primeros princi-
pios que, por lo tanto, deben ser considerados por la filosofia pri-
mera.

5. ItllV Metaph.I'sÍ<wllm. lect. 10, nn. 663-664.

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