Escepticismo - Llano, A.
Escepticismo - Llano, A.
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GNOSEOLOGIA
-de una forma u otra- han repetido todos los escépticos que en la
historia han' sido. Se podrían esquematizar así:
l. La diversidad de opiniones humanas y las contradicciones de
los filósofos. Es un argumento comprensible por todos y que
sigue siendo ocasión de «escándalo» para. muchos. Sobre
cualquier ~uestión, los distintos hombres defienden las opi-
niones más diversas, y cada uno cree tener razón. ¿Quién po-
see la verdad? No lo podemos saber a ciencia cierta. En todo
caso, nuestro juicio no será más que una opinión junto a las
otras. Y si de la vida cotidiana pasamos a las tesis de los filó-
sofos; el panorama es aún más confuso. Porque parece que no
hay doctrina -por extraña que sea- que no haya sido defendi-
da por algún filósofo y, entonces, ninguna puede tenerse por
verdadera con certeza.
2. El error y la ilusión. Es un hecho que nos equivocamos con
frecuencia, con demasiada frecuencia. Los sentidos nos enga-
fían, haciendo pasar las apariencias por realidades. La ilusión
de espejismos y fuegos fatuos nos acecha por doquier. Y tam-
bién la, inteligencia yerra al juzgar y razonar. Mientras dormi-
mos, consideramos los suefíos como sucesos que realmente
nos pasan: ¿cómo sabemos, entonces, que no soñamos siem-
¡Sre? Muchos hombres -en mayor o menor grado- padecen de"
manías y obsesiones, que les llevan a dar vida a los fantasmas
de su .mente. ¿Dónde se encuentran la~ fronteras entre l~ ilu-
sión y la verda,d, el sueño y la vigilia, la demencia y la cordu-
ra? No podemos saberlo, porque quizá también nosotros erra-
mos, es su~ño nuestra vida o locura nuestro empeño.
3., La relatividad del conocimiento. Los conocidos versos lo ex-
presán con ingenio y malicia: «nada es verdad ni mentira!
pues depende del color/del cristal con que se mira». Toda
cosa es conocida y valorada por un sujeto determinado, lleno
de prejuicios y compromisos, hasta el punto de que confunde
sus deseos con la realidad: conocimiento e interés se vuelven
lo mismo.. Además, siempre se conoce desde una situación
concreta y limitada. Lo que es verdad hoy puede no serlo ma-
ñana. Algo que no es cierto para mí, lo es para tí. Tal parece
que to~o objeto de conocimiento queda teñido por el tono dc
la subjetividad de cada cognoscente. No hay conocimientos
utópicos ni intemporales: son hijos de una cultura y de una
época histórica, en función de las cuales hay que interpretar-
los. Además, las cosas mismas no existen aisladas, sino inser-
tas en un complejo tejido de relaciones mutuas, que sería pre-
ciso -aunque imposible- conocer, para dar cabal cuenta de
los objetos.
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4. El círculo vicioso. No se debe admitir como cierto nada que
no haya sido demostrado. Pero toda demostración se ha de
fundar en la verdad de los principios de que parte. Y, a su
vez, esos principios se tienen que demostrar·con base en otras
premisas. Al cabo, todo se demuestra por todo; lo que equiva-
le a decir (1ue nada se demuestra por nada, ya que no hay cri-
terio firme en el que apoyarse. Si se intenta hacer demostra-
ciones, se incurre en un dialelo o circullls viciosus in proban-
di. Se podría también ir pasando de principio a principio, en
una sucesión no circular, sino lineal; pero entonces tampoco
se demostraría nada, porque se prolongaría indefinidamente
la siempre insatisfecha búsqueda de un terreno seguro sobre el
que construir el edificio de la ciencia.
Como se puede apreciar, los argumentos no carecen de una
aparente fuerza de convicción. Sin embargo, pronto se manifiesta
su interna inconsistencia; tendremos ocasión de mostrarla más
adelante. Señalemos, por ahora, que la actitud escéptica -aparte
de sus supuestas motivaciones éticas- se apoya en la ignorancia o
en la obstinación. Como señala Tomás de Aquino, algunos acep-
tan estas razones sofisticas porque no saben cómo contradecirlas,
por falta de conocimientos; al no poder solucionar las dificultades
de los escépticos, aceptan sus conclusiones; tal ignorancia se supe-
ra con relativa facilidad. Pero otros adoptan estas posiciones no
por ignorancia, sino por empecinamiento, al amparo de que no
hay razón para admitir los principios, ya que son indemostrables!.
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