El Contrato y El Acto Jurídico en El Código Civil Peruano

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El contrato y el acto jurídico en el Código

Civil peruano. Repaso sucinto de su


interconexión jurídica
Desarrollar las instituciones jurídicas del acto jurídico y el contrato es, sin lugar a dudas,
una tarea que podría observarse a mayor detalle, énfasis y profundidad académica en las
principales fuentes doctrinarias nacionales e internacionales, que históricamente,
diversos autores han dedicado a estos temas.

Debemos resaltar que para el presente trabajo hemos utilizado únicamente doctrina
nacional de los principales autores de derecho patrimonial. Cabe resaltar que la selección de
la bibliografía ha sido seleccionada considerando textos didácticos, accesibles y
sistemáticos; por estas mismas razones, recomendamos su lectura para un mayor
aprendizaje y profundización.

Las siguientes líneas habrán cumplido su propósito si logran ser útiles desde aquella
persona ajena al mundo del derecho, el alumno de los cursos universitarios o aquel que
quiere refrescar sus conocimientos en la materia que nos concierne.

1. Nociones preliminares
El acto jurídico es el objeto del Libro II de nuestro Código Civil de 1984 (no está
estructurado bajo secciones), libro cuya rúbrica responde a su misma terminología y
contenido. Comprende el Libro del artículo 140 hasta el artículo 232. El contrato en general
es el objeto de la sección primera del Libro VII de nuestro Código, libro cuya rúbrica es
“Fuentes de las Obligaciones”. La sección comprende del artículo 1351 hasta el artículo
1528.

El acto jurídico encuentra una definición legal en el artículo 140, así: “es la manifestación
de voluntad destinada a crear, regular, modificar o extinguir relaciones jurídicas.” El
contrato es definido en el artículo 1351 como: “el acuerdo de dos o más partes para crear,
regular, modificar o extinguir una relación jurídica patrimonial.” Aquí podemos hallar una
similitud expresa: los efectos jurídicos de ambas instituciones; por otro lado, encontramos
sendas diferencias como la concurrencia de partes, el carácter patrimonial o
extrapatrimonial y la fuente obligacional en ambos casos.

El acto jurídico es una causa determinante de varios efectos jurídicos, patrimoniales o


extrapatrimoniales. El acto jurídico, como causa determinante en el ordenamiento, tiene
una mayor amplitud que el contrato como fuente de obligaciones, y las obligaciones
como tal y sus efectos jurídicos[1]. Así observamos que las lesiones, involucran un reparo o
indemnización; la filiación, asistencia; el reconocimiento de un hijo, obediencia; el
matrimonio, fidelidad; el albacea, cumplimiento.
Por su parte, la obligación en general, es más extensa que el mismo acto jurídico, toda vez
que existen obligaciones que no necesariamente nacen de un acto jurídico, por ejemplo, las
legales o las derivadas de la voluntad unilateral. En diversos casos, lo que ocurre, es que
a través de un acto jurídico se tiene la finalidad exclusiva de crear obligaciones entre las
partes, aquí estaremos hablando de un contrato, entendido como fuente de obligaciones.

Las partes pueden celebrar todo tipo de contrato desde los nominados, contenidos en el
Código Civil desde el artículo 1529 hasta el 1949, como compraventa, arrendamiento,
mutuo, locación y servicios, entre otros; hasta los innominados y atípicos, celebrados por
las exigencias del mundo moderno y el devenir del tráfico comercial y mercantil.

2. Una definición integral


Si bien las definiciones legislativas cumplen un propósito práctico y orientan el sentido de
todo el bosque normativo referido al derecho civil, y en especial, el derecho patrimonial;
tenemos que desarrollar, de manera general y por efectos de didáctica, una definición que
nos permita integrar ambas instituciones, dada sus particularidades y similitudes.

La famosa frase escuchada de nuestros maestros de derecho que “todo contrato es un acto
jurídico, pero no todo acto jurídico es un contrato”; es la premisa por la cual se
sostienen las dos definiciones que proponemos, y que abarcan de manera completa y
suficiente, tanto la doctrina, la norma y la jurisprudencia de ambas instituciones jurídicas.

El contrato es un acto jurídico plurilateral y patrimonial, la falta de alguno de estos dos


elementos del acto jurídico determinaría la invalidez del contrato como tal, aunque
pudiera valer como acto jurídico (promesa unilateral en el primer caso y convención en el
segundo)[2].

Con una mayor extensión, un contrato es el acto jurídico bilateral o plurilateral, mediante el
cual las partes regulan sus derechos patrimoniales o no patrimoniales, pero susceptibles de
apreciación pecuniaria, en virtud de la aceptación que una de ellas hace de la oferta
formulada por otra[3].

3. Validez
El mismo artículo 140 nos exige los requisitos de validez para el acto jurídico, que serán
aplicados por extensión al contrato. Analizamos:

3.1. Agente capaz


La capacidad para ser parte contractual se rige por las disposiciones contenidas en el título
II del Libro I sobre Derechos de las Personas, respecto de la capacidad de goce, de
ejercicio y la incapacidad absoluta, relativa y adquirida.
Como premisa general solo las personas que tienen plena capacidad de ejercicio pueden
celebrar contratos, porque solo alguien con plena capacidad podrá manifestar válidamente
su voluntad o consentimiento; en este caso tanto los menores como los incapaces no
podrían celebrar contratos, salvo que se encuentren debidamente representados por padres,
tutores o curadores, según sea el caso.

Al respecto, el artículo 1358 establece una excepción: “los incapaces no privados de


discernimiento pueden celebrar contratos relaciones con las necesidades ordinarias de su
vida diaria.” De esta manera, cualquier menor de edad, podrá comprar una golosina, un
juguete, entre otros bienes, que son naturales a su edad y necesidades.

Finalmente, cuando el agente o declarante no tiene la capacidad de derecho, el acto jurídico


es nulo. Si el agente no tiene capacidad de ejercicio, el acto podrá ser nulo o anulable, si es
incapaz absoluto o relativo, respectivamente. La misma disposición se aplica a los
contratos.

3.2. Objeto física y jurídicamente posible


Entendemos por jurídicamente posible, su legalidad o licitud; por físicamente posible,
aquello que el agente pueda realizar. En este punto, la materialización del objeto como tal,
es la primera aproximación, de tal manera que nadie puede vender algo que no existe. A
su vez, conocemos que existen bienes inmateriales. En este caso la posibilidad radicará en
la titularidad sobre ellos, y ya no necesariamente, en su posibilidad de materialización.

Creemos que la imposibilidad en ambos casos, no tiene naturaleza personal, sino general.
Así, se pueden cumplir prestaciones por terceros o a través de otros contratos, que la parte
primigenia no podría realizar; por ejemplo, si una de las partes tiene que entregar una cierta
cantidad de dinero a la otra, no se requerirá que sea esta misma la que realice
exclusivamente la entrega, no es necesario, salvo que nos refiramos a obligaciones de
carácter personal tal como se establece en el artículo 1149 aplicable a todo tipo de contrato:
“ la prestación puede ser ejecutada por persona distinta al deudor, a no ser que del pacto
o de las circunstancias resultara que este fue elegido por sus cualidades
personalidades”[4].

3.3. Fin lícito


La finalidad o fin lícito consiste en la orientación que se da a la manifestación de la
voluntad para que ésta se dirija, directa y reflexivamente, a la producción de efectos
jurídicos. Emite pues, una identificación de la finalidad del acto jurídico con los efectos
buscados mediante la manifestación de voluntad[5]. Aquí cabe preguntarnos el porqué
celebramos el contrato, cuál es el motivo o el impulso. La respuesta a estas preguntas, es el
fin.

3.4. Forma
Todo acto jurídico y contrato deben revestir una formalidad mínima. En ambos casos es la
manifestación de la voluntad exteriorizada. Respecto al acto jurídico, el artículo 143
establece que: “cuando la ley no designe una forma específica para un acto jurídico, los
interesados pueden usar la que juzguen conveniente”; la misma norma se extiende a los
contratos, de tal manera que estos se perfeccionan por el consentimiento de las partes;
excepto aquellos que, además deben observar la forma señalada por ley, se presume que la
forma que las partes convienen adoptar anticipadamente y por escrito es requisito
indispensable para la validez del acto (artículo 1352 y 1411, respectivamente).

En ambos casos, si la ley ordena determinada forma y el acto no reviste la forma


imperativa, es inválido, consecuentemente, se castiga con nulidad absoluta este acto.

4. La declaración de voluntad y el
consentimiento de las partes
El artículo 141 menciona que la manifestación de la voluntad, puede ser expresa cuando se
realiza en forma oral o escrita, o tácita, cuando se infiere indubitablemente de una actitud
o de circunstancias de comportamiento que revelan su existencia. Asimismo, el silencio
importa manifestación de voluntad, cuando la ley o el convenio le atribuyen ese
significado, como cuando existe un documento y se encuentra firmado por una determinada
persona, al solicitársele que lo reconozca, el silencio, representa un reconocimiento.

Para que exista el acto jurídico, se necesita que exista a su vez, el consentimiento del
agente, y que pueda ser exteriorizado a través de una declaración. Para el derecho, la
declaración de voluntad es un acto jurídico a través del cual, el sujeto expresa
intersubjetivamente algo que está en su pensamiento. Esta declaración de voluntad es
fuente del derecho cuando lo expresado intersubjetivamente constituye una norma jurídica
obligatoria y no una simple declaración u opinión[6].

El contrato es un acuerdo voluntario de las partes para alcanzar una consecuencia jurídica.
Como acto jurídico, no puede verse privado de la manifestación de la voluntad, que en este
caso es bilateral, no entendida únicamente como concurrencia de dos personas, sino como
correlato irrestricto de obligaciones y derechos.

En este punto reside la base o el fundamento sobre el que reposa el contrato, el


consentimiento o acuerdo de voluntades de las partes sobre el objeto del contrato; sin
consentimiento no hay contrato. Este requisito, básico en todo contrato, deberá versar sobre
todos los extremos y cuestiones que conforman el objeto del contrato. Faltando acuerdo o
consenso sobre alguno de los puntos esenciales, aún no hay contrato[7].

Debemos hacer una breve aclaración, si bien la autonomía de la voluntad plasmada en


una manifestación o declaración de la voluntad de las partes es la base de la esfera
patrimonial, contenida en los actos jurídicos, no tiene igual repercusión en todos los
ámbitos del derecho, inclusive el derecho civil extrapatrimonial. Por ejemplo, los
derechos reales, donde las partes no pueden establecer otros derechos más que los
contenidos en el numerus clausus del artículo 881.

5. Algunos puntos de clasificación


5.1. Actos unilaterales, bilaterales y plurilaterales
En este punto lo que interesa es el número declaraciones de voluntad. Al respecto, en el
acto jurídico pueden prevalecer las tres notas características, sin embargo, en el contrato
solo las dos últimas, dada su propia naturaleza.

Un acto unilateral es el reconocimiento de un hijo, la promesa unilateral o  el otorgamiento


del testamento, todos actos jurídicos. Por otro lado, un acto bilateral tiene como
paradigma el contrato como institución jurídica.

Es preciso mencionar que dos o más actos jurídicos unilaterales autónomos, aunque
combinen entre si sus efectos, no dan lugar a un acto jurídico plurilateral, pues para la
existencia de este se requiere que las voluntades se presupongan mutuamente, con la
finalidad de integrar un acto jurídico plurilateral único[8].

5.2. Actos inter vivos o mortis causa


El único acto mortis causa es el testamento toda vez que, como acto jurídico, produce
todos los efectos jurídicos patrimoniales o extrapatrimoniales a la muerte de la persona.
Salvo esta distinción todos los actos jurídicos son inter vivos, incluidos bajo esta
clasificación, al contrato.

Debemos hacer dos precisiones al respecto: en primer lugar, un contrato de seguro de


vida no es un acto mortis causa, porque el hecho de que surta efectos a la muerte del
asegurado, no significa que varíe el momento de la celebración[9], constituyen dos actos
distintos; en segundo lugar, los contratos no pueden ser materia de derecho sucesorio,
toda vez que nuestro ordenamiento sanciona con prohibición absoluta la sucesión
contractual.

5.3. Actos de forma prescrita y de forma voluntaria


Algunos actos no necesitan una forma prescrita en la ley, por ejemplo, el contrato de
donación de bienes muebles de escaso valor establecido en el artículo 1623; contrario
sensu, otros actos exigen de formalidad expresada en la ley, por ejemplo, la donación de
bienes muebles de mayor valor a 25% de la UIT o los bienes inmuebles.

5.4. Actos patrimoniales y extrapatrimoniales


Sabemos que los contratos son actos jurídicos de carácter patrimonial, por ende, su
naturaleza responde a la relación entre intereses de orden económico, patrimonial o
traslativo de riqueza. El carácter patrimonial no solo comprende los contratos, sino también
los derechos reales, obligacionales y participatorios.

Dada la extensión del campo de los actos jurídicos, estos pueden ser también
extrapatrimoniales, cuando su naturaleza responde a cuestiones de derechos personales e
inapreciables en dinero. El carácter extrapatrimonial comprende el derecho de personas,
familia y sucesorios, sin exceptuar, que en diversas circunstancias puedan confluir
derechos y deberes de ambos caracteres en las diversas ramas del derecho.

5.5. Actos de disposición, de obligación y de


administración
Los contratos pueden circunscribirse según la prestación a ejecutar en:

a) actos de disposición, cuando la parte se obliga a transferir la propiedad de un bien


(enajenación para inmuebles y tradición para muebles). En este caso tenemos los contratos
de compraventa, la permuta y otros.

b) actos de obligación propiamente dicha, cuando la parte se compromete a realizar una


obligación de dar, hacer o no hacer respecto otra parte. Cabe precisar que las obligaciones
de dar tienen carácter dispositivo, mientras que la obligación de hacer o no hacer tienen
carácter meramente obligacional. En este caso tenemos el contrato de locación y servicios,
obra y otros.

c) actos de administración, cuando se transmite los derechos de posesión, uso, usufructo,


salvo la propiedad misma. En este caso tenemos los contratos de arrendamiento o
comodato.

5.6. Actos onerosos y gratuitos


Más que la noción de pecuniariedad, bajo esta clasificación importa para quién se ha
generado la obligación y su ejecución. Mientras que las obligaciones sean consustanciales
a ambas partes, estaremos ante un acto oneroso, como por ejemplo la compraventa, el
mutuo, el arrendamiento, otros; si la obligación solo recae en una de las partes, estaremos
ante un acto gratuito o de liberalidad, sufriendo la carga de la obligación solo una de ellas,
entendiéndose el resquebrajo de su patrimonio, como, por ejemplo, la donación[10].

5.7. Actos conmutativos y aleatorios


Cuando las prestaciones y obligaciones son conocidas con certidumbre por las partes,
estamos ante un acto conmutativo, por ejemplo, una compraventa. Cuando no se tiene
certeza de la prestación o los efectos de la obligación, nos encontramos ante actos
aleatorios, por ejemplo, el juego o la apuesta.

5.8. Actos de ejecución inmediata y de ejecución


continuada
Los actos de ejecución inmediata son aquellos que se ejecutan en un solo momento. En los
contratos, debemos precisar que no son aquellos cuyas prestaciones se consuman en el
momento de la celebración del mismo, toda vez que esa distinción ha quedado observada
en la práctica, donde en muchos casos, se necesitan de otros actos posteriores para ejecutar
la obligación plenamente.

Los actos de ejecución continuada son aquellos que derivan en una ejecución prestaciones y
producción de efectos de manera continua o periódica.

6. Colofón: la función del contrato ahora


No existe economía sin contrato. Todas las personas tenemos necesidades, desde el vientre
materno, por ende, todos contratamos para satisfacer nuestras necesidades, desde las más
básicas hasta las más volátiles. Las operaciones contractuales son constantes, vigentes y en
situaciones imperceptibles, pareciera que nos siguiera un instinto propio para contratar, de
esta manera, el contrato y la contratación, se convierten en un hecho cotidiano,
sumamente utilizado y natural a la evolución y desarrollo del ser humano en todos sus
ámbitos y a lo largo de la historia.

El contrato encierra en el fondo una operación económica que tiene exigencias propias para
cumplir eficientemente sus fines. En este sentido, la consagración de la libertad de
contratación es vital para el desarrollo de la economía, no solo porque el
reconocimiento de las actividades económicas constituye una manifestación de las
libertades personales, sino porque desde un punto de vista económico son indispensables
para el desenvolvimiento del mercado[11].

Esa libertad ha encontrado limitaciones a lo largo de la historia, y más allá de las


limitaciones clásicas de orden público y buenas costumbres, en la actualidad, los contratos
a través del ejercicio irrestricto de la autonomía privada y la libertad del ser humano, deben
tener como máxima exigencia la justicia y la equidad, debe ser un mecanismo integrador
entre la satisfacción de los intereses privados y la concreción directa o indirecta de los
intereses y fines públicos.

[1] León Barandarián, José. (1976). Manual de Acto Jurídico. Edición de la Facultad de
Derecho UNMSM. Lima, Perú. Pág. 3
[2] De la Puente y Lavalle, Manuel. (2007). El contrato en general. Comentarios a la
sección primera del Libro VII del Código Civil. Tomo I. Palestra Editores. Lima, Perú. Pág.
33

[3] Torres, Aníbal. (2007). El acto jurídico. Tercera edición. Editorial IDEMSA. Lima,
Perú. Pág. 31-32.

[4] En este caso nos referimos a las obligaciones intuito personae. Las obligaciones intuito
personae son aquellas que se contraen teniendo en especial consideración las cualidades o
características de uno de los sujetos de la relación obligatoria, esto es, del deudor o del
acreedor. Si se contrae una obligación que consiste en escribir una novela, es evidente que,
más allá de que no se estipule expresamente, al acreedor le interesa que sea el deudor quien
en efecto ejecute la obra, pues por ello contrato con él.

Osterling, Felipe y Castillo, Mario. (2011). Compendio de las obligaciones. Palestra


Editores. Lima, Perú. Pág. 194.

[5] Vidal, Fernando. (1989). El acto jurídico en el Código Civil peruano. 2da edición.
Editorial Cuzco. Lima, Perú. Pág.111.

[6] Rubio, Marcial. (2014). El sistema jurídico. Introducción al Derecho. Décima edición
aumentada. Editorial PUCP. Lima, Perú. Pág. 206.

[7] Palacio, Gustavo. (1968). Elementos de derecho civil peruano. Tomo II. Tercera
Edición. Editorial Sesator. Lima, Perú.

[8] De la Puente y Lavalle, Manuel. (2007). El contrato en general. Comentarios a la


sección primera del Libro VII del Código Civil. Tomo I. Palestra Editores. Lima, Perú. Pág.
32.

[9] Lo mismo sucede con lo establecido en el artículo 1622: “La donación que ha de
producir sus efectos por muerte del donante, se rige por las reglas establecidas para la
sucesión testamentaria.”

[10] Al respecto, desde otro enfoque, se menciona que la onerosidad del contrato, no radica
en que a cambio del mismo, necesariamente se deba de pagar un precio por parte del sujeto
contratante que recibe el bien, sino que él mismo radica en que los bienes que entrega el
donante en un acto de liberalidad, hacen que este transfiera un bien que lo empobrece y
enrique al donatario que lo recibe, más aun que este no tiene que dar nada a cambio, salvo
la gratitud que ni siquiera es exigible como requisito.

Castro, Luis. (2014). Lecciones de los contratos típicos y nominados del Código Civil.
Segunda Edición. Editorial CASSAN. Lima, Perú.

[11] GUTIERREZ, Walter. (2010). Código Civil comentado. Comentan 209 especialistas
en las diversas ramas del Derecho Civil. Gaceta Jurídica. Lima, Perú. Pág. 27

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