El Sacramento Del Orden
El Sacramento Del Orden
El Sacramento Del Orden
Jesucristo es el Sumo y único Sacerdote de la nueva Alianza y único mediador entre Dios y
los hombres, ya que su Persona reúne las dos naturalezas de un modo perfecto: la divina y la
humana. Su Encarnación tiene un sentido salvífico, sacrificial, que se consuma con la entrega de
su vida en la Cruz. En la Última Cena instituye a los Apóstoles sacerdotes de la nueva Alianza,
para que los frutos de su Redención alcancen, mediante la mediación sacerdotal, a todas las 2
generaciones hasta la consumación del mundo. Los Apóstoles asumen la potestad de Cristo,
Cabeza de la Iglesia, participando del único sacerdocio del Señor. Con las palabras «Haced esto
en memoria mía», Cristo otorga la potestad sacerdotal, especialmente dirigida a renovar el
sacrificio de su vida por los hombres, la Eucaristía.
Es voluntad divina que el nuevo pueblo de Dios se estructure sobre las diversas funciones
ministeriales, de servicio, que configuran la Iglesia. La Iglesia es jerárquica: su Cabeza, Cristo,
con su Vicario, el Papa; los Apóstoles y sus sucesores los Obispos, quienes participan de su
oficio capital; los sacerdotes y, finalmente, los diáconos y los fieles. Todo el pueblo cristiano es
pueblo sacerdotal. El sacerdocio común lo recibimos por el bautismo; el sacerdocio ministerial
se recibe por el sacramento del Orden.
2. Consagración y misión
El orden sagrado es uno de los tres sacramentos que imprime carácter, ello significa que el
fiel que lo recibe queda marcado espiritualmente por medio de ese sello y que adquiere una
nueva cristoconformación que le hace capaz de desempeñar las funciones de enseñar, santificar
y regir.
Ahora la consagración y la misión aparecen como dos aspectos, confiere a la persona del
cristiano —al ordenado— una nueva configuración con Cristo, portadora de poderes
específicos, pero no para provecho propio sino con un fin ministerial. La consagración es un
don, pero un don para la comunidad; un don jerárquico y al mismo tiempo ministerial.
3. Diversos órdenes o grados de participación
En la legislación de 1917 se distinguían siete órdenes: presbiterado, diaconado,
subdiaconado, acolitado, exorcistado, lectorado y ostiariado. En la redacción del actual código
en c. 1008 se decidió sustituir ex Christi institutione por ex divina institution. Los otros cinco
órdenes de institución eclesiástica, han sido suprimidos en cuanto grados del sacramento del
orden, siendo incluidas algunas de sus funciones por los llamados ministerios de lector y acólito
que reciben algunos varones laicos, bien de forma estable (c. 230), o como requisito para la 2
ordenación de diácono (cc. 1035, 1050).
2. Ministro legítimo
Para determinar cuál sea el ministro legítimo, esto es, el requerido para la licitud de la
sagrada ordenación, es preciso distinguir entre ordenación o consagración episcopal y
ordenación de diáconos y presbíteros, porque son distintos los requisitos exigidos.
a) Consagración episcopal
«Uno es constituido miembro del Cuerpo episcopal en virtud de la consagración sacramental
y por la comunión jerárquica con la Cabeza y con los miembros del Colegio» (LG, 22).
«A ningún Obispo le es lícito conferir la ordenación episcopal sin que conste previamente el
mandato pontificio» (c. 1013).
El Obispo propio
Se entendía como Obispo propio el de la diócesis en donde el ordenando tuviera su
domicilio y origen a la vez; y en caso de que sólo tuviera el domicilio, el ordenando debía
reforzar con juramento su propósito de permanecer en la diócesis.
La autoridad para conceder dimisorias varía según se trate de clérigos seculares, o de otros
clérigos religiosos y asimilados.
Para los clérigos seculares de las prelaturas personales, puede dar dimisorias el Prelado
como Ordinario propio a tenor del c. 295 § 1.
También por otra parte la Carta Apostólica del Papa Juan Pablo II «Ordinatio Sacerdotalis»
viene a confirmar que «a ordenación sacerdotal, mediante la cual se transmite la función
confiada por Cristo a sus Apóstoles, de enseñar, santificar y regir a los fieles, desde el
principio ha sido reservada siempre en la Iglesia católica exclusivamente a los hombres. Esta
tradición se ha mantenido también fielmente en las Iglesias orientales».
2. La utilidad de la Iglesia
«Se requiere también que, a juicio del mismo legítimo Superior, sea considerado útil para
el ministerio de la Iglesia» (c. 1025 § 2).
Lo piden también los deberes anejos al orden sagrado; deberes que tampoco pueden ser
impuestos, sino asumidos con plena libertad. Ello es, una concreción canónica del derecho
fundamental de todo fiel a verse inmune de cualquier coacción en la elección del estado de vida
(c. 219).
Por eso, a fin de proteger esa libertad, la ley prohíbe terminantemente y de modo absoluto
que alguien sea coaccionado a recibir las órdenes, o sea apartado de ellas siendo canónicamente
idóneo (c. 1026).
2. Formación adecuada
“Los aspirantes al diaconado y al presbiterado han de recibir una esmerada preparación
en los centros establecidos con este fin, y en conformidad con las normas, tanto universales
como particulares, que regulan todo el aspecto formativo de los clérigos” (c. 1027).
Además, “el Obispo diocesano o el Superior competente habrán de cuidar de que los ya
formalmente candidatos a recibir un orden sagrado conozcan debidamente todo lo relativo a
ese orden, así como las obligaciones que lleva consigo” (c. 1028).
§ 3 Las Conferencias Episcopales pueden establecer normas por las que se requiera una edad
superior para recibir el presbiterado o el diaconado permanente.
§ 4 Queda reservada a la Sede Apostólica la dispensa de la edad requerida, según los PP 1 y 2,
cuando el tiempo sea superior a un año.
Los requisitos de idoneidad para recibir el orden del episcopado están establecidos en el c.
378. En concreto, la edad canónica mínima para recibir dicho orden es de 35 años.
Can. 1035 §1 Antes de que alguien sea promovido al diaconado, tanto permanente como
transitorio, es necesario que el candidato haya recibido y haya ejercido durante el tiempo
conveniente los ministerios de lector y de acólito. §2 Entre el acolitado y el diaconado debe
haber un espacio por lo menos de seis meses.
Can. 1036. Entregar al Obispo o superior una declaración escrita en la que conste su
libertad, solicitud y compromiso de dedicación perpetua al ministerio.
Can. 1037 asumir públicamente el celibato (salvo los diáconos permanentes ya casados.
Can. 1039: Hacer ejercicios espirituales de al menos cinco días, antes de la ordenación.
B) Las irregularidades para ejercer las órdenes recibidas son (c. 1042):
1. Los ordenados ilegítimamente por concurrir alguna irregularidad.
2. Los autores de delitos de herejía, apostasía o cisma, si son públicos.
3. Los autores de los cuatro últimos supuestos que constituyen irregularidades para la
ordenación.
2. Simples impedimentos
El Código distingue entre impedimentos simples para la ordenación y para el ejercicio.
3. Cesación y dispensa
Por principio, pueden dispensar de los impedimentos e irregularidades los Ordinarios, es
decir, todos los que gozan de potestad ejecutiva a tenor de los cc. 134 § 1 y 295 § 1. Pero está
reservada a la Sede Apostólica la dispensa de las irregularidades e impedimentos a que se
refiere el c. 1047.
c. Para los diáconos, certificados de los requisitos requeridos para ellos, según se trate
de célibes o casados.
Respecto al escrutinio el Código establece que el rector del seminario certificará las
cualidades de los candidatos: piedad, buenas costumbres y actitud para el ejercicio, así como
sobre su estado de salud física y psíquica (c. 1051).
Por su parte el Ordinario del lugar debe comunicar la ordenación al párroco correspondiente,
para que la anote en el Libro de bautismo del nuevo ministro (c. 1054).
X. EL ESTIPENDIO DE LA MISA
Siempre que se celebre la Santa Misa o se concelebre, los sacerdotes pueden recibir
estipendios para que se aplique por una determinada intención. El Código recomienda
encarecidamente que se celebre por las intenciones de los fieles, especialmente de los
necesitados, aunque no se reciba estipendio (c. 945).
Los estipendios proceden de una antigua costumbre, aprobada por la Iglesia. Mediante ellos,
los fieles se asocian más intensamente a la celebración y obtienen mayor abundancia de frutos.
También contribuyen al bien de la Iglesia y con esa ofrenda participan del sustento de sus
ministros y actividades (c. 946), pero ha de evitarse todo comercio o negociación, que incluso
constituiría delito canónico (c. 947).
Si se celebra más de una misa, puede aplicarse cada una ellas por el estipendio aceptado,
salvo el día de Navidad que el celebrante solo se quedará con el estipendio de una misa,
destinando el resto a los fines que determine el Ordinario. Si se concelebra una segunda misa el
mismo día, no pueden recibirse estipendios (c. 951).
Con todo, así como la sagrada liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia ni abarca toda
la vida espiritual del cristiano, tampoco la actividad estrictamente sacramental es el único modo
de rendir culto a Dios y de alcanzar la santificación. Por eso, no es de extrañar que la nueva
ordenación canónica de los otros actos de culto, inspirada en las propuestas y orientaciones de la
Constitución conciliar Sacrosanctum Concilium, adquiera un especial relieve dentro del Libro 2
IV del Código, dedicado a la función santificadora de la Iglesia.
I. DE LOS SACRAMENTALES
El antiguo Código describía los sacramentales como cosas o acciones de las que se sirve la
Iglesia para conseguir por su impetración efectos espirituales.
Por otra parte, el santo concilio Vaticano II, la describe como, “signos sagrados creados
según el modelo de los sacramentos, por medio de los cuales se expresan efectos, sobre todo de
carácter espiritual, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos, los hombres se disponen
a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la
vida”
El al actual código los define como “signos sagrados, por los que, a imitación en cierto
modo de los sacramentos, se significan y se obtienen por intercesión de la Iglesia unos efectos
principalmente espirituales” (c. 1166).
Como son de institución eclesiástica, solo le compete a “la Sede Apostólica puede establecer
nuevos sacramentales, interpretar auténticamente los que existen y suprimir o modificar alguno
de ellos” (c. 1167 § 1).
1. Administración de los sacramentales
“En la confección o administración de los sacramentales, deben observarse diligentemente
los ritos y fórmulas aprobados por la autoridad de la Iglesia” (c. 1167 § 2). Es inválida la
administración si no se emplea la fórmula prescrita por la Iglesia.
Como regla general, sólo los clérigos son ministros ordinarios de los sacramentales. No
obstante, en cumplimiento de un mandato conciliar (cfr. SC, 79) el c. 1168 establece la
posibilidad de que en circunstancias particulares y a juicio del Ordinario, algunos sacramentales 2
puedan ser administrados por laicos que posean las debidas cualidades.
a) Consagraciones y dedicaciones
La consagración es un sacramental por el que se destinan a Dios de un modo permanente las
personas. La dedicación, en cambio, es un sacramental por medio del cual se destinan al culto
divino de modo estable determinadas cosas y lugares que quedan así configurados como
sagrados (un altar, una iglesia). “La confección válida de estos dos sacramentales requiere como
regla general que el ministro tenga el carácter episcopal; pero pueden también realizarlos los
presbíteros que estén facultados para ello o por el Derecho o por concesión legítima” (c. 1169 §
1).
b) Bendiciones
La bendición de las cosas sagradas destinadas al culto mediante la dedicación o bendición
(c. 1171), lo cual implica la existencia de una bendición constitutiva, aquella que convierte una
cosa en sagrada. Todas aquellas cosas o lugares destinados al culto divino que no requieren la
dedicación (como la requieren domus ecclesiae y altares fijos), han de ser bendecidos para que
sean cosas o lugares sagrados.
Los presbíteros pueden dar toda clase de bendiciones no reservadas o al Romano Pontífice o
a los Obispos (c. 1169 § 2), incluidas, por tanto, las bendiciones constitutivas; a no ser que,
estando presente el Obispo, presida él la bendición (cfr. De benedictionibus, n. 18, b).
Los diáconos no pueden en ningún caso realizar consagraciones ni dedicaciones, y tan sólo
pueden impartir aquellas bendiciones que el Derecho expresamente les permita (cfr. c. 1169 § 3,
y De benedictionibus, n. 18, c).
c) Exorcismos
Exorcismo es la invocación del nombre de Dios, hecha por un ministro legítimo con el fin
de alejar de modo imperativo al demonio de alguna persona, animal, lugar o cosa.
La legitimidad para realizar exorcismos está rigurosamente establecida por el c. 1172: sin
licencia peculiar y expresa del Ordinario del lugar nadie puede realizar legítimamente
exorcismos sobre los posesos; más aún, el Ordinario del lugar concederá esta licencia solamente
a un presbítero piadoso, docto, prudente y con integridad de vida.
La Congregación para la Doctrina de la Fe invita encarecidamente a los Obispos a que urjan
la observancia de esta norma.
De acuerdo con su carácter de culto público, los primeros obligados a celebrar diariamente
la liturgia de las horas son los diáconos que se preparan para el presbiterado, y todos los
sacerdotes —presbíteros y Obispos— (cc. 276 § 2 y 1174 § 1).
Siguiendo este criterio, el Ritual de exequias establece tres posibles tipos de ritos según las
circunstancias. El primero de esos tipos comprende tres estaciones: en la casa mortuoria, en la
iglesia, generalmente con Misa exequial, y en el cementerio. El segundo, dos estaciones: en la
capilla del cementerio y junto al sepulcro. El tercer tipo comprende una sola estación: en la casa
mortuoria.
Según canon 1177 § 1 dice: “Las exequias por un fiel difunto deben
celebrarse generalmente en su propia iglesia parroquial”, también “se permite
a todos los fieles o a sus allegados la elección de otra iglesia para el funeral, si
bien hay que contar con el consentimiento de quien la rige de la iglesia elegida
y habiéndolo comunicado al párroco propio del difunto” (§ 2). Por otra parte, el
§ 3 indica, “si la muerte sobreviene fuera de la parroquia propia y no es
trasladado a ella el cadáver ni se ha elegido legítimamente otra iglesia, las
exequias se celebrarán en la iglesia de la parroquia donde acaeció la muerte, a
no ser que el Derecho particular designe otra”.
“Las exequias del Obispo diocesano se celebrarán en su iglesia catedral, a no ser que
hubiera elegido otra” (c. 1178).
“Si el difunto es un religioso o miembro de una sociedad de vida apostólica, las exequias se
celebrarán generalmente en la iglesia u oratorio propios, por el Superior o por el capellán
respectivamente, según se trate de institutos o sociedades clericales, o laicales” (c. 1179). 2
Por lo que se refiere a las ofrendas con ocasión de los funerales, obsérvense las
prescripciones del can. 1264, evitando sin embargo cualquier acepción de personas, o que los
pobres queden privados de las exequias debidas.
En lo tocante a la anotación en el libro de difuntos que ha de haber en cada parroquia (c.
535), el c. 1182 prescribe tan sólo la obligación de hacerla, remitiendo para todo lo demás al
Derecho particular.
b) Denegación de exequias
Es obligatorio denegar las exequias eclesiásticas y cualquier Misa exequial (c. 1185), salvo
que el difunto haya dado alguna señal de arrepentimiento antes de la muerte, en los siguientes
casos (c. 1184):
Can. 1189. Cuando haya que ser reparadas las imágenes expuestas a la veneración de los
fieles en las iglesias u oratorios que son preciosas por su antigüedad, nunca se procederá a su
restauración sin licencia del Ordinario dada por escrito; y éste, antes de concederla, debe
consultar a personas expertas.
3. Reliquias sagrada
Can. 1190 §1. Está terminantemente prohibido vender reliquias sagradas
Para expresarlo con la terminología clásica, a los Santos se les tributa el culto de dulía, a la
Santísima Virgen, el culto de hiperdulía, mientras que el culto de latría o de adoración sólo
puede tributarse a Dios, Uno y Trino.
V. EL VOTO Y EL JURAMENTO
1. Voto
Según el can. 1191 § 1, “el voto es la promesa deliberada y libre hecha a Dios acerca de un
bien posible y mejor, debe cumplirse por la virtud de la religión. Y quienes con capaces de
emitir un voro; “todos los que gozan del conveniente uso de razón” (§ 2).
a. Requisitos:
Como el voto es un acto de virtud que puede realizarlo cualquier persona que goce de uso
de razón, a no ser que se lo impida el Derecho. Por ejemplo, los menores de 18 años están
incapacitados por el Derecho para emitir votos temporales en un instituto religioso, y los
menores de 21 años para emitir los votos perpetuos (cc. 656 y 658). Una de las excepciones que
establece el Derecho es precisamente la relativa al voto: por ser una promesa deliberada y libre
hecha a Dios, es nulo ipso iure el voto hecho por miedo grave e injusto, o por dolo (c. 1191 §
3).
o La terminación del tiempo prefijado para cumplir la obligación (c. 1194). Por ejemplo,
si alguien hace voto de hacer un sacrificio en tiempo de Cuaresma, se haya cumplido o 2
no, el voto cesa al terminarse la Cuaresma.
o El cambio sustancial de la materia objeto de la promesa, bien porque, al cambiar las
circunstancias, deja de ser buena, o menos perfecta que su contraria, o bien porque se
hace imposible física o moralmente su cumplimiento.
o La falta de verificación de la condición, en el caso de que se trate de un voto
condicionado.
o La falta de la causa final, de la razón de ser por la que se hizo el voto. Por ejemplo, si
alguien promete hacer una peregrinación a un santuario mariano para pedir la curación
de un enfermo, y éste muere antes del tiempo prefijado para la peregrinación.
1º. el Ordinario del lugar y el párroco, respecto a todos sus súbditos y también a los
transeúntes;
2º. el Superior de un instituto religioso o de una sociedad de vida apostólica, siempre que
sean clericales y de derecho pontificio, por lo que se refiere a los miembros, novicios y
personas que viven día y noche en una casa del instituto o de la sociedad;
3º. aquellos a quienes la Sede Apostólica o el Ordinario del lugar hubiesen delegado la
potestad de dispensar.
c. 1197 quien emitió un voto privado, puede conmutar la obra prometida por otra mejor o
igualmente buena; y puede conmutarla por un bien inferior aquel que tiene potestad de
dispensar a tenor del can. 1196
c. 1198. Los votos emitidos antes de la profesión religiosa quedan suspendidos mientras el
que los emitió permanezca en el instituto religioso.
2. Del juramento
“Es la invocación del Nombre de Dios como testigo de la verdad, sólo puede prestarse con
verdad, con sensatez y con justicia” (1199 §1).
Sus clases:
o Se denomina juramento asertorio, cuando se pone a Dios por testigo de la verdad que
uno afirma sobre cosas pasadas o presentes.
o Se llama promisorio cuando se invoca el Nombre de Dios como testigo de la verdad de
la promesa que se hace.
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I. LUGARES SAGRADOS
«Son lugares sagrados aquellos que se destinan al culto divino o a la sepultura de los fieles
mediante la dedicación o bendición que prescriben los libros litúrgicos» (c. 1205). La
dedicación corresponde al Obispo diocesano y equiparados y es delegable (c. 1206). La
bendición es competencia del Ordinario, la de las iglesias se reserva a los Obispos diocesanos, y
ambos pueden delegarlas en un sacerdote (c. 1207). Se debe levantar un acta por duplicado: se
guardará un ejemplar en la curia diocesana y otro en el archivo de la iglesia. Cabe también
probar la dedicación o bendición por testigo libre de toda sospecha (c. 1208).
Los lugares sagrados solo pueden usarse para el culto, la piedad y la religión, aunque el
Ordinario puede permitir, en ciertos casos, usos distintos, que no sean contrarios a la santidad
del lugar, pero siempre quedan sujetos a la autoridad eclesiástica competente (c. 1210).
Si se han profanado con escándalo de los fieles, el Ordinario puede decretar que no se ejerza
culto, hasta que se repare la injuria mediante un rito penitencial litúrgico (c. 1211). Se pierde la
dedicación o bendición por Decreto del Ordinario o de facto, si resultan destruidos en gran parte
o si se destinan permanentemente a usos profanos (c. 1212). La autoridad eclesiástica ejerce
libremente sus poderes y funciones en los lugares sagrados (c. 1213)
1. Iglesias
Son edificios sagrados abiertos a los fieles y destinados a la celebración pública del
culto divino (c.1214).
Para edificarse necesitan consentimiento expreso y escrito del Obispo diocesano (1215 §1),
oído el consejo presbiteral y los rectores de iglesias vecinas. La edificación se aprobará, cuando
la iglesia sea para el bien de las almas y se prevea que no faltarán los medios necesarios para su
edificación y sostenimiento (1215 §2). La licencia del Obispo diocesano se requiere también
para edificar las iglesias de los Institutos religiosos (1215 §3).
Los principios de la liturgia y del arte sacro han de tenerse en cuenta en la edificación y
reparación de las iglesias, aconsejándose de peritos (c. 1216). Concluida la edificación, deben
dedicarse con dedicación solemne sobre todo las catedrales y parroquias, y las demás iglesias, al
menos bendecirse (c. 1217).
Cada iglesia ha de tener un título propio y puede celebrarse en ella todos los actos del culto
divino, sin perjuicio de los derechos parroquiales (cc. 1218 – 1219). Los responsables han de
cuidar de su limpieza, proteger los bienes sacros y evitar todo lo que no esté en consonancia con
el lugar (c. 1220). La entrada será libre y gratuita durante las celebraciones sagradas (c. 1221).
El Obispo diocesano puede reducirlas a usos profanos no sórdidos por imposibilidad de culto o
por otra causa grave (c. 1222).
b) Oratorios y capillas privadas
Son oratorios los lugares destinados al culto con licencia del Ordinario, en beneficio de una
comunidad o grupo de fieles (c. 1223). No debe concederla sin visitarlo personalmente por sí o
por otro y tras considerarlo dignamente instalado. A él corresponde también destinarlo a usos
profanos una vez aprobado (c. 1224). En ellos se pueden realizar todas las celebraciones
sagradas no exceptuadas (c. 1225).
Las capillas privadas son lugares destinados al culto, igualmente aprobados por el Ordinario, 2
en beneficio de una o varias personas físicas (c. 1226). La diferencia estriba, por tanto, en que
los oratorios poseen un carácter más institucional. La capilla episcopal goza de iguales derechos
que los oratorios (c. 1227). Para celebrar la Santa Misa en las capillas se requiere licencia del
Ordinario (c. 1228). Es conveniente que se bendigan y queden libres de cualquier uso doméstico
(c. 1229).
3. Santuarios
Son iglesias o lugares sagrados a los que acuden en peregrinación numerosos fieles por
algún motivo peculiar y gozan de la aprobación del Ordinario (c. 1230). Para que se llame
nacional requiere la aprobación de la Conferencia episcopal; si desean ostentar el título de
internacionales, se necesita el plácet de la Santa Sede (c. 1231). A estas instancias compete
también la aprobación de los correspondientes estatutos para determinar su finalidad, la
autoridad del rector y propiedad y administración de los bienes (can. 1232). Pueden
concedérseles determinados privilegios para bien de los fieles (c. 1233) y se procurará en ellos
facilitar a los fieles los medios de salvación, esmerándose en la vida litúrgica, en la celebración
de la eucaristía y la penitencia y con otras formas aprobadas de piedad popular (c. 1234).
4. Los altares
El altar es la mesa donde se celebra el Sacrificio eucarístico. Puede ser fijo –si forma una
sola pieza con el suelo– o móvil, si puede trasladarse (c. 1235). En las Iglesias conviene que
haya un altar fijo. La materia de los altares fijos puede determinarla la Conferencia episcopal,
pero ha de ser digna y sólida (c. 1236). Los altares fijos se dedican y se dedican o bendicen los
altares móviles. Debe observarse la antigua tradición de colocar bajo los altares fijos reliquias
de mártires o de otros santos según las normas litúrgicas (c. 1237).
5. Cementerios
Donde sea posible, la iglesia ha de tener cementerios propios, o al menos un espacio
bendecido destinado a la sepultura de los fieles. En todo caso, si no fuera posible, se bendecirá
cada sepultura (c. 1240). Las parroquias de Institutos religiosos pueden tener cementerio propio,
así como otras personas jurídicas o familias (c. 1241).
Solo el Romano Pontífice puede enterrarse en una iglesia, a no ser que se trate de un
Cardenal o de un Obispo diocesano, en aquellas iglesias de las que han sido titulares (es una
norma que permite excepciones, licencia que corresponde a los titulares citados
según los casos) (c. 1242).
La dispensa de estos días corresponde a los Obispos diocesanos de modo general y para
casos particulares gozan de esa potestad los párrocos y superiores de Institutos religiosos y
asimilados, también sobre los que viven en sus casas (c. 1245).
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1. Días de fiesta
El domingo, celebración del misterio pascual, es la fiesta primordial de precepto. Refiere el
Código a continuación las principales fiestas del calendario litúrgico con igual carácter y la
posibilidad de que las Conferencias episcopales, previa aprobación de la Santa Sede, supriman o
trasladen a domingo algunas fiestas de precepto (c. 1246).
Hay obligación de participar en la Eucaristía esos días a tenor del Derecho y de abstenerse
de trabajos y actividades que impidan dar culto a Dios, gozar de la alegría del día del Señor o
disfrutar del debido descanso de la mente y del cuerpo (c. 1247). Se cumple el precepto también
el día anterior por la tarde y se recomienda que, si no es posible participar esos días en la
Eucaristía, se participe en la Liturgia de la palabra parroquial o al menos se permanezca en
oración durante el tiempo debido: personalmente, en familia o en grupos familiares (c. 1248).
2. Días de penitencia
Son días para que los fieles se dediquen de manera especial a la oración, obras de piedad y
de caridad y se nieguen a sí mismos, observando sobre todo el ayuno y la abstinencia (c. 1249).
Estos días son para la Iglesia universal el tiempo de cuaresma y todos los viernes del Año
(c. 1250), salvo que coincidan con una solemnidad. Determina el Código los días en que son
preceptivos el ayuno y la abstinencia (miércoles de ceniza y Viernes Santo; de solo abstinencia
de carne u otro alimento los demás viernes) (c. 1246) y la edad en la que comienza a obligar (el
ayuno, desde la mayoría de edad hasta los 59 años; la abstinencia, desde los 14) (c. 1252),
remitiéndose a las Conferencias episcopales para ulteriores determinaciones (c. 1253).
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