Elusion y Evasion

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ELUSIÓN Y EVASIÓN

Samuel Vergara Hernández

I. NATURALEZA JURÍDICA DE LOS HECHOS IMPONIBLES REALIZADOS

¿Cómo nacen y se hacen exigibles las obligaciones tributarias?

Según lo dispuesto en el inciso 1º del nuevo Art. 4º bis del Código Tributario,
introducido por la Ley 20.780 -en el contexto de las medidas antielusión (abuso de
formas jurídicas y simulación), incorporadas a nuestro sistema tributario-, las
obligaciones tributarias establecidas en las leyes que fijen los hechos imponibles,
nacerán y se harán exigibles con arreglo a la naturaleza jurídica de los hechos, actos
o negocios realizados, cualquiera que sea la forma o denominación que los
interesados le hubieran dado, y prescindiendo de los vicios o defectos que pudieran
afectarles.

La disposición legal antes transcrita, que empezó a regir el 30 de septiembre


del 2015, tiene la virtud de establecer claramente que los hechos imponibles
realizados, que dan nacimiento a la obligación tributaria, deben entenderse según
su “naturaleza jurídica”, y NO según su naturaleza económica.

Lo anterior implica que se descarta, en nuestro ordenamiento jurídico, la


“interpretación económica de las leyes tributarias”, puesto que las obligaciones
tributarias, cuando se realiza el hecho gravado, nacen y se hacen exigibles con
arreglo a la “naturaleza jurídica” de los hechos, actos o negocios realizados, con
prescindencia de la forma o denominación que los interesados le hubieren dado, y
sin considerar, por ende, su naturaleza económica.

En todo caso, se deja claramente establecido que no importan los vicios o


defectos de los actos o negocios jurídicos realizados como hechos imponibles, para
determinar el nacimiento y exigibilidad de las obligaciones tributarias.

En razón de que el hecho imponible es el presupuesto fijado por la Ley


tributaria, para configurar el tributo, su naturaleza no puede ser más que jurídica,
pues es producto de la propia norma y creación de ella.

Por eso, se dice que es inexacta la noción de una pretendida naturaleza


económica del hecho imponible, con ello solo puede entenderse que el legislador
tributario, a la hora de establecer hechos imponibles, puede adoptar hechos de la
realidad: de naturaleza económica, por ejemplo un ingreso o un gasto; de naturaleza
jurídica, por ejemplo un arrendamiento; de naturaleza física, por ejemplo la
superficie de un predio; o de cualquier otra naturaleza. Pero siempre son
presupuestos normativos y deberán fijarse sus requisitos, alcance y efecto de
acuerdo con la propia norma que los tipifica, y no por su forma de presentarse en la
realidad

En conclusión, el inciso 1º del Art. 4 bis del Código Tributario, introducido


por la Ley 20.780, que empezó a regir el 30 de septiembre del año en curso (2015),
tiene la virtud de establecer los hecho imponibles, cuya realización da nacimiento a
la obligación tributaria, deben entenderse con arreglo a su naturaleza jurídica, razón
por la cual se descarta –en nuestro ordenamiento jurídico- la interpretación
económica de la norma tributaria y, además, se debe prescindir de la forma o
denominación que las partes le den al hecho, acto o negocio jurídico.

II. PRINCIPIO DE LA BUENA FE EN MATERIA TRIBUTARIA

¿En qué casos se aplica el principio de buen fe en materia tributaria?

La buena fe (del latín, bona fides) es un principio general del Derecho, y


consiste en la conciencia de actuar honrada y rectamente. La buena fe exige una
conducta recta u honesta en relación con las partes interesadas en un acto, contrato
o proceso.

En términos simples, la buena fe es la conciencia de actuar honradamente y


conforme a Derecho.

En Derecho Tributario, se reconoce, implícitamente, que el contribuyente


actúa de buena fe cuando declara de “motu proprio” o por exigencias legales sus
impuestos, sin perjuicio del ejercicio de las facultades fiscalizadoras de la
Administración Tributaria. En efecto, en nuestro ordenamiento tributario, los
impuestos, por regla general, son determinados y declarados por el propio
contribuyente.

Además, se reconoce expresamente la buena fe del contribuyente en dos


disposiciones legales, a saber: Artículos 4 bis y 26, ambos del Código Tributario.

1º) Reconocimiento de la buena fe del contribuyente cuando ejecuta


actos o negocios jurídicos que no impliquen elusión tributaria. Según lo
dispuesto en los incisos 2º y 3º del Art. 4 bis del Código Tributario:

“El Servicio deberá reconocer la buena fe de los contribuyentes. La buena fe


en materia tributaria supone reconocer los efectos que se desprendan de los actos
o negocios jurídicos o de un conjunto o serie de ellos, según la forma en que estos
se hayan celebrado por los contribuyentes.

“No hay buena fe si, mediante dichos actos o negocios jurídicos o conjunto o
serie de ellos, se eluden los hechos imponibles establecidos en las disposiciones
legales tributarias correspondientes. Se entenderá que existe elusión de los hechos
imponibles en los casos de abuso o simulación establecidos en los artículos 4° ter
y 4° quáter, respectivamente.”

De las normas tributarias transcritas, se infiere lo siguiente:

a) Existe una presunción de que los contribuyentes actúan de “buena fe”,


razón por la cual la “mala fe” del contribuyente debe probarse por el Servicio de
Impuestos Internos (abuso de forma jurídica y simulación);

b) La mala fe es sinónimo de malicia o dolo, esto es, de intención positiva de


inferir perjuicio, en este caso al Fisco;

c) En cambio, las actuaciones culposas del contribuyente no importan mala


fe, sino que están amparadas por el principio de buena fe;

d) El error en que incurre el contribuyente descarta la mala fe;

e) El SII debe reconocer los efectos que se desprenden de los actos o


negocios jurídicos ejecutados por los contribuyentes, según la forma jurídica
adoptada por éstos;

f) En consecuencia, el Servicio de Impuestos Internos no puede prescindir de


la forma jurídica adoptada por los contribuyentes en la ejecución o celebración de
sus actos o negocios jurídicos, salvo que pruebe que se han realizado de mala fe,
mediante abuso de forma jurídica o simulación;

g) La elusión de los hechos imponibles es contraria a la buena fe, es decir,


supone mala fe;

h) Se entiende que hay elusión de los hechos imponibles en los casos en que
el contribuyente ha incurrido en abuso de formas jurídicas o simulado negocios
jurídicos, en perjuicio del Fisco;

i) La ley tributaria no prohíbe el “uso de formas jurídicas”, sino el “abuso


de formas jurídicas”, en los términos definidos en el Art. 4 ter del Código Tributario,
motivo por el cual el contribuyente elige libremente las formas jurídicas de sus actos
y negocios, en la medida en que los ejecute de buena fe;

j) En todo caso, para que haya buena fe, no basta como motivo determinante
del acto o negocio jurídico el mero ahorro impositivo o beneficio tributario, sino que
es necesario, además, de un motivo o efecto jurídico o económico, relevantes;

j) La simulación de actos o negocios jurídicos, con el fin de eludir los hechos


imponibles (yo diría evadir la obligación tributaria) es siempre contraria a la buena
fe, es decir, constituye mala fe; y
k) El abuso y la simulación suponen conductas dolosas del contribuyente,
incluido el dolo eventual.

2º) Interpretación de buena fe. El Artículo 26 del Código Tributario es otro


precepto legal que hace aplicación del principio de la buena fe en materia tributaria,
cuyo tenor es el siguiente:

“Artículo 26.- No procederá el cobro con efecto retroactivo cuando el


contribuyente se haya ajustado de buena fe a una determinada interpretación de
las leyes tributarias sustentadas por la Dirección o por las Direcciones Regionales
en circulares, dictámenes, informes u otros documentos oficiales destinados a
impartir instrucciones a los funcionarios del Servicio o a ser conocidos de los
contribuyentes en general o de uno o más de éstos en particular.

“El Servicio mantendrá a disposición de los interesados, en su sitio de


Internet, las circulares o resoluciones destinadas a ser conocidas por los
contribuyentes en general y los oficios de la Dirección que den respuesta a las
consultas sobre la aplicación e interpretación de las normas tributarias. Esta
publicación comprenderá, a lo menos, las circulares, resoluciones y oficios emitidos
en los últimos tres años.

“En caso que las circulares, dictámenes y demás documentos mencionados


en el inciso 1º sean modificados, se presume de derecho que el contribuyente ha
conocido tales modificaciones desde que han sido publicadas de acuerdo con el
artículo 15º.”

De la lectura del precepto legal antes transcrito, se infiere lo siguiente:

a) No procede el cobro con efecto retroactivo, si el contribuyente se acoge de


buena fe a una determinada interpretación de la norma tributaria, contenida en
documentos oficiales;

b) Los documentos oficiales deben emanar del Director Nacional o de los


Directores Regionales del SII;

c) Los documentos oficiales deben estar destinados a impartir instrucciones


a los funcionarios del Servicio o a ser conocidos de los contribuyentes en general o
de uno o más de éstos en particular;

d) Constituyen documentos oficiales las circulares, las resoluciones y los


oficios, entre otros;

e) El Servicio mantendrá a disposición de los interesados, en su sitio de


Internet, las circulares o resoluciones destinadas a ser conocidas por los
contribuyentes en general y los oficios de la Dirección que den respuesta a las
consultas sobre la aplicación e interpretación de las normas tributarias. Esta
publicación comprenderá, a lo menos, las circulares, resoluciones y oficios emitidos
en los últimos tres años; y

f) En caso que las circulares, dictámenes y demás documentos oficiales sean


modificados, se presume de derecho que el contribuyente ha conocido tales
modificaciones desde que han sido publicadas de acuerdo con el artículo 15º del
Código Tributario.”

Administración también debe actuar de buena fe. Pero no solo el


contribuyente debe actuar de buena fe, sino también la Administración Tributaria, la
que debe informar y asistir al contribuyente, entre otros deberes, en razón de los
derechos que la Constitución y la ley garantiza a éste (artículos 8º bis a 8º quáter
del Código Tributario). Por consiguiente, el Servicio de Impuestos Internos no debe
ocultar información al contribuyente; y, es más, está obligado a informar al
contribuyente y asistirlo en lo concerniente al ejercicio de sus derechos, tal como
prescriben las normas citadas.

En conclusión, en la interpretación y aplicación de las leyes tributarias,


así como en las actuaciones del contribuyente y de la Administración
Tributara, rige el principio de la buena fe, que trae aparejada la introducción
de la ética social o moral en el ámbito.

III. DOLO EN LA ELUSION TRIBUTARIA

¿Es necesario que haya dolo en el abuso y la simulación?

Esta interrogante surge con motivo de la aseveración que el Servicio de


Impuestos Internos hace en la Circular 65 del 2015, en el sentido que se trata, en
las conductas de abuso de forma jurídica y simulación de negocio jurídico, de
“medidas objetivas” que no dependen de la existencia o prueba del “dolo o
malicia”.

En efecto, el SII, en dicha Circular 65 del 2015, dice que, en general, una de
las diferencias esenciales entre las normas legales destinadas a la sanción de
conductas evasivas, entendidas estas como aquellas constitutivas de delitos
tributarios, y las establecidas para el control de la elusión, sean éstas especiales o
generales, consiste en que la aplicación de estas últimas no depende de la
existencia o prueba del dolo o malicia. Así, por ejemplo, este Servicio puede tasar
precios o valores, controvertir la deducción de ciertos gastos, aplicar las normas
sobre precios de transferencia o incluso aplicar las facultades que le concede la
nueva NGA (Norma General Antielusión), sin consideración a la intención o dolo del
contribuyente que pactó o determinó los precios o valores, rebajó el gasto o llevó a
cabo los actos abusivos o simulados. Y agrega que el artículo 4° ter del Código
Tributario establece un criterio objetivo y no un análisis de las intenciones o fines
que pudieron tener los contribuyentes. El examen, en este caso, consistirá en
determinar si la naturaleza de los actos o negocios jurídicos, individualmente o en
su conjunto, utilizados por los contribuyentes se dejan explicar por razones distintas
de las meramente tributarias. De esta forma, se busca asegurar el cumplimiento del
principio de legalidad y la teoría del hecho imponible recogida en el artículo 4º bis.

Si se tienen en consideración los conceptos de buena fe, y su opuesto, la


mala fe, el dolo y la malicia, el abuso y la simulación, en el contexto de las medidas
antielusión de carácter general, establecidas en los artículos 4 ter y 4 quáter del
Código Tributario, y normas relacionadas, como los artículos 4 bis, 4 quinquies, 100
bis y 160 bis, de mismo Código, relativas a las infracciones tributarias (abuso y
simulación), así como lo expuesto sobre la materia por la doctrina y la
jurisprudencia, la respuesta no puede ser sino positiva y contraria a la aseveración
del Servicio de Impuesto Internos.

El abuso de forma jurídica y la simulación requieren para su


configuración de la existencia y prueba del dolo o malicia, en razón de los
siguientes argumentos de Derecho:

1º Reconocimiento de la buena fe del contribuyente

Según lo dispuesto en el inciso 2º del Art. 4 bis del Código Tributario, el


Servicio de Impuestos Internos está obligado a reconocer la “buena fe” de los
contribuyentes, la que supone reconocer los efectos que se desprendan de los actos
o negocios jurídicos o de un conjunto o serie de ellos, según la forma en que éstos
se hayan celebrado por los contribuyentes; pero, de acuerdo con lo preceptuado en
el inciso tercero del mismo precepto legal, no hay buena fe (es decir, hay mala
fe), si mediante dichos actos o negocios jurídicos o conjunto o serie de ellos, se
eluden los hechos imponibles establecidos en las disposiciones legales tributarias
correspondientes. Se entenderá que existe elusión de los hechos imponibles en los
casos de abuso o simulación establecidos en los artículos 4° ter y 4° quáter,
respectivamente.

Dicho con otras palabras, si el contribuyente está de buena fe, lo que se


presume según la ley, el Servicio de Impuestos Internos está obligado a reconocer
los efectos que se desprendan de los actos o negocios jurídicos o de un conjunto o
serie de ellos, según la forma en que éstos se hayan celebrado por el
contribuyente, porque hay uso de formas jurídicas y no abuso de ellas.

La buena fe no está definida en nuestro ordenamiento jurídico; pero del


análisis de las disposiciones legales que se refieren a ella, en el Código Civil, se
puede inferir el siguiente concepto: es la conciencia o conocimiento de obrar
honradamente y conforme a Derecho.

En el Derecho Tributario, la aplicación de la doctrina general sobre el principio


de la buena fe, como modelo de conducta, supone que tanto la Administración
Tributaria como los contribuyentes deben tomar en consideración los intereses
legítimos de la otra parte y no pueden con su propia conducta, sobre la que la otra
parte ha depositado su confianza, actuar contradictoriamente (Kruse, citado por
González Méndez, A, Buena Fe y Derecho Tributario, Editorial Marcial Pons,
Madrid, 2001, p. 144).

2º El contribuyentes está de mala fe si elude los hechos imponibles

Por el contrario, el contribuyente no está de buena fe, sino de mala fe, si


mediante actos o negocios jurídicos o conjunto o serie de ellos, elude los hechos
imponibles establecidos en las disposiciones legales tributarias correspondientes; y
se entiende que existe elusión de los hechos imponibles en los casos de abuso o
simulación.

La mala fe tampoco está definida en la ley, y significa dolo, malicia o mala


intención, es la conciencia de obrar mal y en perjuicio de otro.

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la mala fe


es la “malicia o temeridad con que se hace algo o se posee o detenta algún bien”.

Así, la mala fe, tratándose del abuso de las formas jurídicas y de la simulación
de negocios jurídicos, significa la realización de actos o negocios jurídicos que
eluden los hechos imponibles establecidos en las leyes tributarias, realizados con
dolo o malicia, es decir, de mala fe.

En general, si se analizan las disposiciones legales del Código Civil chileno


y del Derecho comparado, tanto de Europa como de Latinoamérica, se llega a la
conclusión que la mala fe supone realizar actos con conocimiento de la
antijuridicidad de la conducta y del perjuicio causado a terceros. Al respecto, puede
consultarse Alferillo Pascual, E, “La mala fe”, 122 Vniversitas 411-482 (2011).
Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad
Nacional de México (UNAM), quien sostiene que la mala fe es el conocimiento que
tiene o debió tener el sujeto de la circunstancia, dato, situación, calidad, etc.,
relevantes para el Derecho, a la luz de las particularidades propias de cada acto,
cuya utilización antifuncional es reprobada.

3º El abuso supone dolo, malicia o mala fe

El “abuso” como concepto supone una actuación dolosa o de mala fe, ya que
se define, según el Diccionario de la RAE, como la acción y efecto de abusar. Este
verbo supone usar mal, excesiva, injusta, impropia o indebidamente algo o a
alguien.

Así, el abuso significa usar mal o indebidamente, contrariando el Derecho; y


el uso significa usar bien, en forma apropiada, conforme a Derecho.

El abuso es una conducta negativa realizada intencionalmente por el sujeto


abusador, en perjuicio de algún interés legítimo o derecho.
Por lo mismo, no es concebible una conducta abusiva sin mala intención, dolo
o malicia. La intención de perjudicar a otro esta ínsita en la conducta abusiva.

Por consiguiente, el abuso de formas jurídicas no puede ser realizado sino


con dolo, malicia o mala fe.

4º La simulación es una actuación dolosa

La simulación ilícita no puede ser sino dolosa, es decir, realizada de mala fe


con la intención de perjudicar los intereses ajenos.

Según la doctrina, la simulación es la declaración de un contenido de


voluntad no real, emitida conscientemente entre las partes, para producir con fines
de engaño la apariencia de un negocio jurídico que no existe o que es distinto de
aquél que se ha llevado a cabo (Ferrada, F, “La simulación de los negocios
jurídicos”, Madrid, Revista de Derecho Privado, 1931, p. 74, citado por Joan-
Francesc Pont Clemente, La simulación en la nueva Ley General Tributaria, Editorial
Marcial Pons, Madrid, 2006, p. 93).

En consecuencia, la simulación supone engaño y éste requiere de dolo o


malicia para su configuración.

El autor nacional don Raúl Diez Duarte (La simulación de contrato en el


Código Civil, Editado por Fallos del Mes, Santiago-Chile, 1982, p. 36) señala que,
celebrada la simulación ilícita con la intención positiva de perjudicar a terceros, es
respecto de dichos terceros, un delito civil, un simple hecho jurídico. Concurren en
ella los requisitos de dolo y daño, perpetrados a terceros, únicos requisitos que
exige el Código Civil tratándose de la responsabilidad extracontractual.

Nótese que la simulación ilícita y el abuso de forma jurídica serán tratados


en otros boletines tributarios.

5º El abuso y la simulación constituyen infracciones tributarias

En conformidad a lo previsto en el inciso final del Art. 4º quinquies del Código


Tributario, en caso que se establezca la existencia de abuso o simulación para fines
tributarios, el Tribunal Tributario y Aduanero deberá así declararlo en la resolución
que dicte al efecto, dejando en ella constancia de los actos jurídicos abusivos o
simulados, de los antecedentes de hecho y de derecho en que funda dicha
calificación, determinando en la misma resolución el monto del impuesto que resulte
adeudado, con los respectivos reajustes, intereses penales y multas, ordenando al
Servicio emitir la liquidación, giro o resolución que corresponda. Lo anterior, sin
perjuicio de los recursos que, de acuerdo con el artículo 160 bis del mismo Código
Tributario, puedan deducir el Servicio, el contribuyente o quien resulte sancionado
con las multas que pudieren aplicarse.
Y, conforme a lo dispuesto en el Art. 100 bis del Código Tributario, la persona
natural o jurídica respecto de quien se acredite haber diseñado o planificado los
actos, contratos o negocios constitutivos de abuso o simulación, según lo dispuesto
en los artículos 4° ter, 4° quáter,
4° quinquies y 160 bis del mismo Código, será
sancionado con multa de hasta el 100% de todos los impuestos que deberían
haberse enterado en arcas fiscales, de no mediar dichas conductas indebidas, y
que se determinen al contribuyente. Con todo, dicha multa no podrá superar las 100
unidades tributarias anuales. La multa se aplicará una vez que la sentencia que falle
el reclamo se halle ejecutoriada, en el caso de haberse deducido reclamación en
contra de la respectiva liquidación, giro o resolución, o cuando no se haya deducido
reclamo y los plazos para hacerlo se encuentren vencidos. La prescripción de la
acción para perseguir esta sanción pecuniaria será de seis años contados desde el
vencimiento del plazo para declarar y pagar los impuestos eludidos.

6º Jurisprudencia reciente de la Excelentísima Corte Suprema

La Excelentísima Corte Suprema, en sentencia de fecha treinta de marzo de


2015, dictada en autos rol Nº 16.694-14, resolvió rechazar el recurso de casación
en el fondo interpuesto por el Servicio de Impuestos Internos en contra de sentencia
de treinta de mayo de dos mil catorce, dictada por la Ilustrísima Corte de
Apelaciones de Valparaíso, considerando que parte relevante de las garantías o
derechos sustantivos y adjetivos asegurados a quien se imputa una infracción penal,
se hacen extensivas también a quien se pretende sancionar con penas pecuniarias
por la evasión maliciosa de obligaciones tributarias. Y es sobre esta premisa que
esta Corte Suprema ha sostenido en fallos anteriores que si los hechos que
motivaron el Acta de Denuncia se encuadraron dentro de las conductas
sancionadas en el artículo 97 N° 4 del Código Tributario, el elemento subjetivo de
“malicia”, entendido como un actuar consciente y voluntario del contribuyente
denunciado a sabiendas que lo declarado no se ajusta a la verdad, debe ser
acreditado por el Servicio de Impuestos Internos, pues entender lo contrario
significaría presumir la mala fe y dar al artículo 21 del Código Tributario el alcance
de una presunción legal de dolo o malicia que no contiene y que, en todo caso, está
controvertida por la presunción de inocencia y “de no culpabilidad”. El deber
procesal que corresponde al ente denunciante se transforma aquí en la obligación
de demostrar la culpabilidad con eficacia tal que logre quebrantar el estado de
inocencia que frente a la imputación de un ilícito asiste al contribuyente, sin perjuicio
de su derecho de aportar la prueba que estime pertinente en aval de su teoría, pero
su indiferencia en ese sentido no le puede acarrear ningún perjuicio. (SSCS Rol
N°10.753-13, Rol N° 1805-14, y Rol N° 7217-14, todas de 13 de octubre de 2014).

Este sentencia deja claramente establecido que el dolo o malicia se opone a


la buena fe, en materia de infracciones tributarias, y la buena fe ampara al
contribuyente en virtud de lo previsto en el Art. 4º bis del Código Tributario, razón
por la cual mientras el Servicio de Impuestos Internos no pruebe la existencia de la
actuación dolosa del contribuyente en el contexto de un abuso de forma jurídica o
de una simulación de negocio jurídico, prevalece el principio de buena fe y, en
consecuencia, no puede considerarse que éste ha actuado de mala fe. Lo mismo
cabe decir del responsable del diseño y planificación de los actos o negocios
cuestionados, en razón del principio de buena fe que rige en nuestro ordenamiento
jurídico con carácter general.

En conclusión, en nuestro ordenamiento jurídico los conceptos de dolo,


malicia o mala fe son sinónimos, y se oponen al concepto de buena fe que ampara
la actuación de los contribuyentes, mientras no se prueba la mala fe, dolo o malicia
por parte del Servicio de Impuestos Internos, en el contexto de un abuso de forma
jurídica o de una simulación de negocio jurídico, motivo por el cual la pretensión del
SII de liberarse de la carga de la prueba del dolo no se ajusta a Derecho. En
consecuencia, el abuso de forma jurídica o la simulación no son medidas objetivas
que no dependen de la existencia o prueba del dolo o malicia, sino que, por el
contrario, requieren de dolo o malicia para su configuración.

IV. DEFINICIÓN Y ELEMENTOS DEL ABUSO DE LAS FORMAS JURÍDICAS

¿Cómo se define el abuso de las formas jurídicas y cuáles son sus


elementos?

Prohibición de abusar de las formas jurídicas. El Art. 4º ter del Código


Tributario, incorporado por la Ley 20.780, prohíbe eludir los hechos imponibles
contenidos en las leyes tributarias mediante el abuso de las formas jurídicas. Esta
prohibición legal sirve de fundamento jurídico a la tipificación de la infracción
tributaria respectiva, establecida en el Art. 100 bis del mismo Código.

Definición de abuso de las formas jurídicas. Según lo dispuesto en el


inciso 1º del Art. 4º ter del Código Tributario, se entenderá que existe abuso en
materia tributaria cuando se evite total o parcialmente la realización del hecho
gravado, o se disminuya la base imponible o la obligación tributaria, o se postergue
o difiera el nacimiento de dicha obligación, mediante actos o negocios jurídicos que,
individualmente considerados o en su conjunto, no produzcan resultados o
efectos jurídicos o económicos relevantes para el contribuyente o un tercero,
que sean distintos de los meramente tributarios a que se refiere este inciso.

Elementos de la definición legal. De acuerdo con la definición legal, para


exista abuso de las formas jurídicas, es necesario:

a) Que se evite total o parcialmente la realización del hecho gravado, o se


disminuya la base imponible o la obligación tributaria, o se postergue o
difiera el nacimiento de dicha obligación;

b) Que la acción (de evitar del hecho imponible, de disminuir la base


imponible o de diferir el nacimiento de la obligación tributaria), se ejecute
mediante actos o negocios jurídicos o conjuntos de ellos; y
c) Que los actos o negocios jurídicos, individualmente considerados o en su
conjunto, no produzcan resultados o efectos jurídicos o económicos
relevantes para el contribuyente o un tercero, que sean distintos de los
meramente tributarios.

Primer elemento: Que se evite total o parcialmente la realización del hecho


gravado, o se disminuya la base imponible o la obligación tributaria, o se postergue
o difiera el nacimiento de dicha obligación.

Respecto de este elemento de la definición legal, cabe decir que, en la


redacción de la norma, se utiliza la partícula impersonal “se”, en sustitución del
sujeto de la acción elusiva, contribuyente o asesor, en su caso. Dicho con otras
palabras, la partícula “se” indica el sujeto de la acción, que puede ser el
contribuyente o el asesor, dependiendo de quien diseñó o planifico los actos o
negocios jurídicos elusivos.

En este sentido, cabe señalar que el inciso 1º del Art. 160 bis del Código
Tributario dispone que el Director del SI deberá solicitar la declaración de abuso o
simulación a que se refiere el artículo 4° quinquies y, en su caso, la aplicación de la
multa establecida en el artículo 100 bis ante el Tribunal Tributario y Aduanero
competente, de manera fundada, acompañando los antecedentes de hecho y de
derecho en que se sustenta y que permitan la determinación de los impuestos,
intereses penales y multas a que dé lugar la declaración judicial a que se refiere
este artículo.

Dicho con otros términos, los “impuestos eludidos” debe ser objeto de
determinación o liquidación provisional. Por el contrario, si no existe posibilidad de
liquidación de los impuestos eludidos, no puede configurarse el abuso de las formas
jurídicas.

Segundo elemento: Que la acción elusiva (de abuso de las normas jurídicas)
se ejecute mediante actos o negocios jurídicos o conjuntos de ellos.

La figura elusiva puede consistir en un acto o negocio jurídico o en un


conjunto de actos o negocios jurídicos.

En nuestro ordenamiento jurídico, por lo común, se utiliza el concepto de


“acto jurídico”, como manifestación de voluntad destinada a crear, modificar o
extinguir derechos y obligaciones correlativas; y, excepcionalmente, se utiliza la
expresión -de origen alemán- “negocio jurídico”, entendida como acuerdo de
voluntades destinado a crear, modificar o extinguir derechos y obligaciones, y
reservándose la expresión acto jurídico para las manifestaciones de voluntad que
producen efectos o consecuencias jurídicas. Al respecto, puede consultarse Ramón
Domínguez Águila (Teoría General del Negocio Jurídico, Editorial Jurídica de Chile,
1975).
Tercer elemento: Que los actos o negocios jurídicos, individualmente
considerados o en su conjunto, no produzcan resultados o efectos jurídicos o
económicos relevantes para el contribuyente o un tercero, que sean distintos de los
meramente tributarios.

En virtud de este elemento de la definición legal, para que haya abuso de las
formas jurídicas, los actos o negocios jurídicos ejecutados o celebrados no debe
producir resultados o efectos jurídicos o económicos relevantes, para el
contribuyente o un tercero, que sean distintos de los meramente tributarios.

Por el contrario, si los actos o negocios jurídicos producen efectos jurídicos


o económicos relevantes, para el contribuyente o un tercero, entonces estaremos
en presencia del “uso de formas jurídicas”, es decir, de actuaciones lícitas, que
descartan la medida antielusión de abuso de las formas jurídicas.

La ley se refiere a la producción de resultados o efectos jurídicos relevantes,


razón por la cual no basta la mera intención o voluntad dirigida a producir los efectos
o resultados económicos o jurídicos.

El resultado o efecto referido puede ser, indistintamente, jurídico o


económico, motivo por el cual no deben concurrir copulativamente.

La relevancia del efecto jurídico o económico dice relación con la


consecución de motivos jurídicos o económicos válidos de forma importante, es
decir, es relevante el efecto que sobresale por su importancia o significación.

Según la doctrina española, en los negocios jurídicos con “causa típica”,


como el arrendamiento, la compraventa, el mutuo, el comodato, la asociación o
cuentas en participación, la cuenta corriente mercantil, el mandato, etc., esto es, los
negocios jurídicos tipificados o regulados en la ley, siempre hay un motivo jurídico
relevante y, consecuentemente, un efecto jurídico relevante cuando se ejecutan o
cumplen.

Por el contrario, en los “negocios jurídicos atípicos” (no regulados en la


ley) es necesario que la Administración acredite la ausencia de un resultado o efecto
jurídico relevante, en razón de que a ella le corresponde probar el abuso, sin
perjuicio –por cierto- de la actividad probatoria que despliegue el contribuyente y
sus asesores en el sentido contrario.

En todo caso, debe verificarse la concordancia entre el motivo y el resultado


obtenido, ya que no basta el motivo. Dicho con otras palabras, en los negocios
jurídicos típicos hay que verificar la concurrencia de los efectos jurídicos previstos
en la propia ley.

Insuficiencia de la definición. La concurrencia de los elementos de la


definición legal de abuso de las formas jurídicas es insuficiente para configurar la
medida antielusiva de que se trata, ya que es necesario que concurran otros
elementos o requisitos, que expusimos y expondremos en otros boletines
tributarios.

Por ejemplo, se requiere, además de los elementos de la definición legal:

 Que los actos o negocios jurídicos elusivos sean ejecutados de mala fe,
o sea, con dolo o malicia, porque la buena fe del contribuyente se
presume, en conformidad a lo previsto en el Art. 4º bis del Código
Tributario;
 Que el SII pruebe el abuso de las formas jurídicas, pues sobre él recae la
carga de la prueba;
 Que sea posible liquidar o determinar los impuestos eludidos;
 Que las diferencias de impuestos, determinadas provisoriamente por el
Servicio al contribuyente respectivo, exceda la cantidad equivalente a 250
unidades tributarias mensuales a la fecha de la presentación del
requerimiento;
 Que, previo a la solicitud de declaración de abuso y para los efectos de
fundar el ejercicio de ésta, el Servicio cite al contribuyente en los términos
del artículo 63 del Código Tributario, pudiendo solicitarle los antecedentes
que considere necesarios y pertinentes, incluidos aquellos que sirvan
para el establecimiento de la multa del artículo 100 bis del Código
Tributario;
 Que el SII efectúe el requerimiento judicial de la declaración de abuso,
fundadamente, dentro del plazo de prescripción y con las formalidades
legales;
 Que el abuso sea declarado judicialmente por el Tribunal Tributario y
Aduanero competente, en un procedimiento especial establecido al efecto
en el Código Tributario (Art. 160 bis); y
 Un requisito negativo, que no se trate de una conducta de economía de
opción o planificación tributaria, cuya licitud se reconoce expresamente
en el inciso 2º del Art. 4º ter del Código Tributario.

En conclusión, la concurrencia de los elementos de la definición legal


de abuso de las formas jurídicas es insuficiente para que se configure la
medida antielusión de que se trata, pues se requiere la concurrencia de otros
requisitos legales, como vimos y veremos en otros boletines tributarios.

V. CONTRADICCIÓN NORMATIVA DE LAS MEDIDAS ANTIELUSIVAS


¿Puede aplicarse el abuso de forma jurídica cuando no se puede aplicar
una medida antielusiva especial por falta de concurrencia de sus requisitos
legales?

Para responder esta interrogante hay que tener en consideración la


normativa vigente a la luz de la doctrina o teoría de las contradicciones normativas
o antinomias.

Introducción sobre las antinomias o contradicciones normativas. Desde


el punto de vista de la lógica jurídica, el sistema jurídico debe ser coherente, es
decir, armónico, de manera que entre todas las normas que componen el sistema
haya la debida correspondencia. No debería existir en el ordenamiento jurídico
contradicciones normativas o antinomias.

La incompatibilidad entre dos normas que integran un mismo ordenamiento


jurídico constituye un problema lógico-jurídico, denominado contradicción normativa
o antinomia, que atenta contra la idea de coherencia o consistencia del sistema
jurídico.

Un sistema jurídico es inconsistente cuando correlaciona un supuesto de


hecho con dos o más soluciones normativas que no puedan conciliarse entre sí, de
manera que la conjunción de esas soluciones incompatibles constituye una
contradicción normativa.

Las contradicciones normativas o antinomias pueden clasificarse en:

a) Antinomia total-total, si ninguna de las dos normas jurídicas


incompatibles puede ser aplicada en ninguna circunstancia sin entrar en
conflicto con la otra.

b) Antinomia total-parcial, si una norma jurídica no puede ser aplicada en


ninguna circunstancia sin entrar en conflicto con otra norma del sistema,
pero esta segunda contempla supuestos adicionales respecto de los que
puede ser aplicada sin conflicto con la primera.

c) Antinomia parcial-parcial, si dos normas jurídicas poseen ambas una


parte de su ámbito de aplicación incompatible, pero otra que no lo es. De
todos los supuestos de aplicación de ambas normas, sólo en algunos son
incompatibles.

Las antinomias o contradicciones normativas se solucionan mediante la


aplicación de ciertos principios, criterios o reglas, a saber:

1º Criterio de jerarquía o principio de que la ley superior prevalece sobre ley


inferior;

2º Criterio cronológico o principio de que ley posterior deroga ley anterior; y


3º Criterio de especialidad o principio de que ley especial prevalece sobre ley
general.

En nuestro ordenamiento jurídico se hace aplicación de estos principios, no


solo en el Código Civil, sino también en las normas tributarias, como veremos a
continuación.

Solución a posible antinomia entre la norma de abuso de forma jurídica


y normas antielusivas especiales. De acuerdo con lo dispuesto en el inciso 4º del
Art. 4 bis del Código Tributario, incorporado por la Ley 20.780, en los casos en que
sea aplicable una norma especial para evitar la elusión, las consecuencias jurídicas
se regirán por dicha disposición y no por los artículos 4° ter y 4° quáter.

Según lo prescrito en la norma legal antes indicada, si existe una norma


especial para evitar la elusión deben aplicarse las consecuencias jurídicas de esta
norma especial, sobre la consecuencias jurídicas previstas en las normas de los
artículos 4º ter y 4º quáter, que regulan las medidas antielusivas denominadas,
respectivamente, abuso de las formas jurídicas y simulación.

Dicho con otras palabras, la norma legal indicada hace aplicable el criterio de
especialidad o el principio de que ley especial prevalece sobre ley general, para
solucionar un posible problema de contradicción normativa respecto de las medidas
antielusión.

Respuesta a la interrogante planteada. Así, si se tiene en consideración


que las normas antielusivas especiales, como la tasación fiscal, la justificación de
inversiones, la regulación de los precios de transferencia, la subcapitalización o
sobreendeudamiento, etc. tienen requisitos específicos diferentes de los requeridos
en la norma que establece la medida antielusión general denominada abuso de
forma jurídica, la contradicción normativa o antinomia que podría suscitarse entre
ellas sería del tipo total-parcial, ya que la norma especial tiene supuestos
adicionales a la norma general respecto de los que puede ser aplicada sin entrar en
contradicción con la primera; y, por otro parte, la norma general tiene supuestos
generales que no concurren en la norma especial.

Por ejemplo, tratándose de la norma especial del Art. 64 del Código Tributario
que establece la facultad del SII para tasar, que tiene un supuesto especial (valor
de enajenación notoriamente inferior al valor corriente en plaza), y si no concurre el
supuesto especial indicado, no procede la aplicación de la medida antielusión
especial, porque este supuesto especial no está contenido en el supuesto general
del abuso de forma jurídica; pero, además, la norma antielusión general tiene
supuesto propios que no concurren en la norma especial, como la liquidación
provisional del impuesto que debe acompañar el SII para solicitar la aplicación de la
medida.
En consecuencia, si el hecho realizado por el contribuyente no puede
subsumirse en el supuesto de hecho diferencial (ANTINOMIA TOTAL-PARCIAL) de
la norma antielusiva especial, entonces es imposible, jurídicamente, que se pueda
subsumir en la norma que establece el abuso de las formas jurídicas, que es de
carácter general y que no contempla el supuesto diferencial.

En conclusión, si no se puede aplicar una norma antielusión especial, no


procedería la aplicación de la medida antielusiva general denominada abuso de
forma jurídica, en razón del criterio de especialidad, consagrado especialmente en
la ley.

VI. SIMULACIÓN COMO MEDIDA ANTIELUSIVA

¿Cómo se define y cuales son los elementos de la simulación?

Concepto y elementos de la simulación en el Derecho Civil. En la


legislación civil no se define la simulación, la que solo se limita reconocer la
posibilidad de su existencia y a mencionarla (artículo 1700 y 1876 del Código Civil,
y artículo 429 del Código de Procedimiento Civil), o a regular su prueba y determinar
sus efectos ( artículo 1707 del Código Civil).

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la


simulación es la acción y efecto de simular, y este concepto significa representar
algo, fingiendo o imitando lo que no es.

Francisco Ferrada afirma que simular, en una acepción vulgar, es hacer


aparecer lo que no es, mostrar una cosa que no existe. Etimológicamente, simular
es dar aspecto y semejanza a lo no verdadero. Disimular, por el contrario, consiste
en ocultar al conocimiento de los demás una situación existente. Entre ambos
términos, el punto en común es el fin de la conducta: el engaño. Pero mientras que
en la simulación el engaño recae sobre una situación no verdadera, en el disimulo
el engaño versa sobre el no ser de una situación real (citado por Joan-Francesc
Pont Clemente, La simulación en la nueva LGT, Editorial Marcia Pons, Madrid, 2006,
p. 92).

Para Raúl Diez Duarte (La simulación de contrato en el Código Civil chileno,
Teoría Jurídica y Práctica Forense, Fallos del Mes, 1982, p. 60), hay simulación toda
vez que exista disconformidad consciente entre la voluntad y su declaración,
convenida entre las partes, con el fin de engañar a terceros.

La Excelentísima Corte Suprema ha dicho que la simulación es un hecho que


se produce dando a un acto jurídico las apariencias de otro diverso (RDJ Tomo 22,
Sec. 1ª, pág. 272; RDJ Tomo 46, Sec. 1ª, 737; RDJ Tomo 55, Sec. 1ª, pág. 188.
Los requisitos de la simulación, según Raúl Diez Duarte (ob. cit., p. 60),
son los siguientes:

a) Disconformidad entre la voluntad interna y su declaración;


b) Disconformidad deliberada y consciente;
c) Concierto entre partes;
d) Intención de engañar a terceros.

Respecto de la naturaleza jurídica de la simulación, la doctrina nacional


(Arturo Alessandri Rodríguez, Raúl Diez Duarte y Ricardo Parra Labarca), distingue
la simulación lícita de la ilícita. La primera es fuente de responsabilidad contractual
y la segunda es fuente de responsabilidad extracontractual. Así, celebrada la
simulación ilícita con la intención positiva de perjudicar a terceros es -respecto de
dichos terceros- un delito civil, un simple hecho jurídico, pues concurren los
requisitos de dolo y de daño a terceros, a que se refiere el Título XXXV del Libro IV
del Código Civil (Diez Duarte, ob. cit., p. 36). Por su parte, don Arturo Alessandri
Rodríguez (De la Responsabilidad Extracontractual en el Derecho Civil chileno,
Santiago, 1943, p. 58) señala que la simulación ilícita reviste dos tipos de
responsabilidad: una responsabilidad contractual, respecto de la contraparte del
acto bilateral; y una responsabilidad extracontractual de ambas partes respecto del
tercero perjudicado. Por último, don Ricardo Parra Labarca cita a los autores antes
mencionados, en el mismo sentido (La simulación, Editorial La Ley, Santiago, 1994,
p. 203).

Por lo tanto, la simulación ilícita, al ser ejecutada por las partes del negocio
simulado con la intención de perjudicar a terceros, es una actuación dolosa que
constituye delito civil, tal como expusimos en un boletín anterior.

La simulación ilícita puede ser absoluta o relativa. En la simulación


absoluta tras el negocio jurídico simulado no hay ningún otro negocio. En cambio,
en la simulación relativa se realiza aparentemente un negocio jurídico, queriendo y
llevando a cabo otro distinto.

Simulación como medida antielusión tributaria. Al contrario de lo que


sucede en el Derecho Civil, el Art. 4 quáter del Código Tributario, incorporado por la
Ley 20.780, define la simulación en los siguientes términos:

“Se entenderá que existe simulación, para efectos tributarios, cuando los
actos y negocios jurídicos de que se trate disimulen la configuración del hecho
gravado del impuesto o la naturaleza de los elementos constitutivos de la obligación
tributaria, o su verdadero monto o data de nacimiento."

Según la definición legal, los elementos de la simulación para efectos


tributarios son los siguientes:

a) Que se simulen actos o negocios jurídicos; y


b) Que dichos actos y negocios jurídicos disimulen la configuración del
hecho gravado del impuesto, o la naturaleza de los elementos
constitutivos de la obligación tributaria, o su verdadero monto o data de
nacimiento.

Sin embargo, para la configuración legal de la simulación, como medida


antielusiva, es necesario que se reúnan los siguientes requisitos:

1º Que se simulen dolosamente actos o negocios jurídicos;

2º Que la simulación se haga para disimular la configuración del hecho


gravado del impuesto, o la naturaleza de los elementos constitutivos de la obligación
tributaria, o su verdadero monto o data de nacimiento;

3º Que se trate de una simulación relativa, porque los impuestos se aplicarán


a los hechos efectivamente realizados por las partes, con independencia de los
actos o negocios simulados;

4º Que el acuerdo simulatorio sea doloso, ya que se requiere de una


disconformidad deliberada y consciente entre la voluntad real y la declarada, con la
intención de perjudicar los intereses fiscales; y

4º Que el Fisco haya sufrido un perjuicio real y efectivo, en razón de la


ocultación o disimulo de la configuración del hecho gravado, o de la naturaleza de
los elementos constitutivos de la obligación tributaria o de su verdadero monto o
data de nacimiento.

Respecto de este último requisito, cabe señalar que el artículo 4º quinquies


del Código Tributario dispone que la existencia del abuso o de la simulación será
declarada, a requerimiento del Director del SII, por el Tribunal Tributario y Aduanero
competente; pero esta declaración solo podrá ser requerida en la medida que el
monto de la diferencia de impuestos determinados provisoriamente por el SII al
contribuyente excedan cierto monto (250 UF mensuales a la fecha del
requerimiento). Además, en caso que se establezca la existencia de abuso o
simulación para fines tributarios, el Tribunal Tributario y Aduanero deberá así
declararlo en la resolución que dicte al efecto, indicando el monto del impuesto que
resulte adeudado, con los respectivos reajustes, intereses penales y multas,
ordenando al Servicio emitir la liquidación, giro o resolución que corresponda.

En conclusión, para que se configure la simulación tributaria no es suficiente


la concurrencia de los elementos de la definición legal, sino que también es
menester que concurran los demás requisitos indicados precedentemente, los que
derivan de la naturaleza ilícita de la simulación, como delito civil, y de las exigencias
legales, particularmente el perjuicio sufrido por el Fisco, el cual debe ser
determinado provisionalmente por el SII y declarado por el Tribunal Tributario y
Aduanero.
VII. DIFERENCIA ENTRE EL ABUSO Y LA SIMULACIÓN

¿En qué se diferencia el abuso de forma jurídica y la simulación?

Para responder esta interrogante, es necesario analizar las definiciones


legales de ambas medidas antielusivas y sus elementos constitutivos.

De tal análisis resultan relevantes dos criterios de distinción, uno relacionado


con el hecho gravado y el otro con el ocultamiento de la verdad.

Respecto de hecho imponible, en el abuso de forma jurídica el


contribuyente no realiza el hecho gravado, sino que realiza un hecho no gravado o
gravado en menor medida, mediante el abuso de la forma jurídica. En cambio,
tratándose de la simulación, como medida antielusión, el contribuyente realiza el
hecho gravado, pero lo disimula (lo oculta) mediante actos o negocios jurídicos
simulados.

Respecto del ocultamiento de la verdad, en el abuso de forma jurídica no


hay ocultamiento de la verdad, porque el contribuyente abiertamente, y cumpliendo
todos los requisitos legales, ejecuta un hecho distinto al hecho gravado, sin un
motivo jurídico o económico relevantes, distinto del mero ahorro impositivo, es decir,
abusando de las formas jurídicas. En cambio, tratándose de la simulación, el
contribuyente oculta la verdad simulando ejecutar un acto o negocio jurídico, para
disimular el hecho gravado realmente realizado.

Sin duda, la gravedad de las conductas es distinta, porque en el abuso de las


formas jurídicas no se realiza el hecho imponible ni se oculta la verdad de los
hechos; y, por el contrario, en la simulación, se realiza el hecho imponible y se oculta
la verdad.

Por eso, no se justifica que ambas medidas antielusión entén sancionadas


del mismo modo, cuando la entidad y gravedad de la conducta es distinta. Por
ejemplo, en España no se sanciona como infracción tributaria el conflicto en la
aplicación de la norma tributaria, que según la doctrina es una figura de fraude de
ley o de abuso; pero sí se sanciona como infracción la simulación.

En todo caso, no es fácil distinguir el abuso de forma jurídica de las conductas


de planificación tributaria o de economía de opción, ya que lo relevante es
determinar un efecto jurídico o económico distinto del mero ahorro impositivo, lo que
puede resultar muy difícil de determinar en la práctica.

En conclusión, el abuso de forma jurídica se distingue de la simulación,


principalmente, porque en la primera medida antielusión no hay realización directa
del hecho gravado ni ocultamiento del verdad de los hechos; y, en la segunda
medida antielusiva, hay realización directa del hecho gravado y ocultamiento de la
verdad.

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