Criminologia en La Actualidad

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Ahora bien, más allá del suceso transgresor, ¿qué ocurre en nuestro sistema

policial y judicial con las víctimas de estos u otros sucesos luctuosos, violentos o
traumáticos? Realmente hasta la aparición hace unos años de la Victimología
como ciencia, la persona objeto de un delito venía soportando una suerte de
abandono por parte de la Criminología y del Derecho Penal. En el análisis de los
acontecimientos, la víctima sólo inspiraba compasión, tal como refiere la profesora
Pecharroman. Pero lo cierto y verdad es que a pesar de los avances, las cosas
hoy en día no han cambiado tanto. La víctima sigue estando desabrigada en su
largo periplo de amarguras.

Pero no siempre fue así. En tiempos primitivos la víctima poseía todo el


protagonismo y buscaba directamente la satisfacción de sus intereses lesionados
a través de la venganza privada, de acuerdo a una interpretación totalmente
subjetiva y frecuentemente injusta. De este modelo se pasó a adoptar un criterio
limitativo que quedó plasmado en la famosa Ley del Talión, mediante la que se
ponía coto a la falta de proporción entre la lesión y el desagravio privado y se
desligaba parcialmente a la víctima del manejo del castigo para entregar dicho
poder a un juez imparcial, ajeno al conflicto.

Tras la importancia que se asignaba a la víctima desde la antigüedad hasta bien


entrado el Medievo, con la implantación del Derecho Penal Estatal, a partir del
siglo XVIII, esta figura permanece totalmente olvidada. El ius puniendi termina en
manos del Estado, que se hace cargo de la protección de las personas frente a la
criminalidad, así como del enjuiciamiento y la punición al reo.

Sin embargo, y a pesar de los progresos en lo que a defensa de los derechos y


necesidades de las víctimas se refiere, los problemas de quien en nuestros días
ha sufrido un delito no terminan con la solicitud de ayuda a la administración a
través de la denuncia, sino que, en numerosas ocasiones, los daños sufridos por
la víctima se magnifican a partir de ese momento. Estaríamos hablando de una
victimización secundaria, más lamentable y desconsoladora que la primaria,
puesto que deriva de las relaciones con el aparato jurídico-penal.

Es muy frecuente que durante el contacto con el estamento judicial, la víctima


experimente el sentimiento doloroso de estar perdiendo el tiempo, de no recibir
toda la atención que merece, de ser ignorada o de ser tratada de forma
estereotipada y sin tacto; no es raro que sufra incomprensiones derivadas de la
excesiva burocratización y carencias del sistema. Resulta por tanto la victimización
secundaria aún más negativa que la primaria (cometida por el malhechor) ya que
la propia administración victimiza a quien se dirige a ella en demanda de amparo.

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