Messaggio in Spagnolo

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El Padre

habla a Sus Hijos

© EDIZIÜNI PATER
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EL MENSAJE DEL PADRE '
1er Fascículo
1 de Julio de 1932
Fiesta de la Preciosa Sangre de Nuestro Señor Jesucristo

¡He aquí finalmente e! día para siempre bendito de !a promesa del Padre Celestial!
Hoy terminan los largos días de preparación y me siento cerca, muy cerca de la llegada del
Padre mío y Padre de todos los hombres.
¡Algunos minutos de oración y después todas las alegrías espirituales! ¡Tengo sed de oírlo y de
verlo!
Mi corazón ardiente de amor se abre con una confianza tan grande que he podido constatar
que hasta ahora no había estado tan confiada con nadie.
Pensar en mi Padre me lanzaba en una loca alegría.
¡Finalmente cánticos comienzan a oírse! Algunos ángeles vienen y me anuncian ia feliz llegada.
Sus cantos son tan bellos que me propuse transcribirlos apenas me fuera posible.
Esta armonía cesó por un instante y he aquí el cortejo de elegidos, de querubines y de
serafines, con Dios nuestro Creador y Padre nuestro.
Postrada con el rostro en el suelo, hundida en mi nada, recité el Magníficat Enseguida el Padre
me dijo que me sentara con El para escribir lo que había decidido decirle a los hombres.
Toda ía corte que lo había acompañado desapareció. El Padre se quedó solo conmigo y antes
de sentarse me dijo:
"¡Te lo dije ya y te lo repito: no puedo donar una vez más a mi Hijo predilecto para demostrarles
a los hombres mi amor! Ahora es para amarlos y para que conozcan este amor, por lo que yo vengo
en medio de ellos, tomando Su aspecto, semejanza y pobreza.
Mira, ¡pongo en e! suelo mi corona y toda mi gloria para tomar la actitud de un hombre común!"
Después de haber tomado la actitud de un hombre común poniendo Su corona y Su gloria a sus
pies, puso el globo del mundo sobre Su corazón, sosteniéndolo con la mano izquierda, y se sentó
junto a mí. ¡Puedo sólo decir algunas palabras, ya sea sobre su llegada y sobre la actitud que se
dignó asumir, ya sea sobre su amor! En mi ignorancia no encuentro palabras para expresar lo que Él
me hizo entender, diciéndome:
"¡Paz y salvación para esta casa y para el mundo entero! ¡Que mi potencia, mi amor y mi
Espíritu Santo toquen los corazones de los hombres, para que toda la humanidad se encamine hacia
la salvación y venga hacia su Padre, que la busca para amarla y salvarla!
Que mi Vicario Pío XI comprenda que estos días son días de salvación y de bendición. Que no
se deje escapar la oportunidad de llamar la atención de los hijos hacia el Padre, que viene para ciarles
el bien en esta vida y para prepararles la felicidad eterna.
Escogí este día para iniciar mi obra entre los hombres porque es la fiesta de la Sangre Preciosa
de mi Hijo Jesús. Tengo la intención de bañar con esta sangre la obra que estoy iniciando, para que
dé grandes frutos para la humanidad entera".

He aquí el verdadero objetivo de mi venida:

1) Vengo para eliminar el temor excesivo que mis criaturas tienen de mí, y para hacerles
comprender que mi alegría está en ser conocido y amado por mis hijos, es decir, por toda la
humanidad presente y futura.
2) Vengo para traerles la esperanza a los hombres y a las naciones. ¡Cuántos la han perdido
desde hace mucho tiempo! Esta esperanza les hará vivir en paz y con seguridad, trabajando para la
salvación.
3) Vengo para hacerme conocer así como soy. Para que la confianza de los hombres aumente
conjuntamente con el amor hacia mí, el Padre, que tiene una sola preocupación: velar sobre todos los
hombres y amarlos como hijos.
El pintor se deleita contemplando el cuadro que pintó; ¡así mismo yo me complazco y me alegro
viniendo en medio de los hombres, obra maestra de mi creación!
El tiempo apremia. Quiero que el hombre sepa lo más pronto posible que lo amo y que siento la
más grande felicidad estando con él, como un Padre con sus hijos. Yo soy el Eterno y cuando vivía
solo ya había pensado en usar todo mi poder para crear seres a mi imagen y semejanza. Pero se
necesitaba primero la creación material para que estos seres pudieran encontrar su apoyo: entonces
fue la creación del mundo. Lo llenaba con todo lo que yo sabía que era necesario para los hombres:
el aire, el sol, la lluvia y muchas otras cosas que yo sabía que eran necesarias para sus vidas.
¡Al final, la creación del hombre! Me complací de mi obra. El hombre comete pecados, pero es
justamente entonces cuando se manifiesta mi bondad infinita. Para vivir entre los hombres creé y
escogí en el Antiguo Testamento a los profetas, a quienes comuniqué mis deseos, mis penas y mis
alegrías, para que los transmitieran a todos.
Pero crecía el mal y más mi bondad me apremiaba a comunicarme con las almas justas para
que transmitieran mis órdenes a los que causaban desórdenes. Y así, a veces, tuve que usar la
severidad para reprenderlos, no para castigarlos, porque eso habría hecho sólo mal, sino para
alejarlos del vicio y dirigirlos hacia el Padre y Creador a quien ingratamente, habían olvidado y
desconocido. Más tarde, el mal sumergió tanto el corazón de los hombres que me vi obligado a enviar
plagas al mundo para que el hombre se purificara por medio del sufrimiento, la destrucción de sus
bienes y hasta la pérdida de la vida: fue el diluvio, la destrucción de Sodoma y Gomorra, las guerras
del hombre contra el hombre, etc.
Siempre he querido quedarme en este mundo entre los hombres. Y así, durante el diluvio
estaba cerca de Noé, el único justo de ese entonces. También durante las otras plagas encontré
siempre un justo con el cual morar y, a través de él, viví en medio de los hombres de aquel tiempo y
así fue siempre.
El mundo a menudo ha sido purificado de su corrupción por mi infinita bondad hacia la
humanidad. Y entonces continuaba escogiendo algunas almas en las cuales me complacía para que
por medio de ellas, pudiera deleitarme con mis criaturas, los hombres.
Le prometí al mundo el Mesías. ¡Qué no he hecho para preparar su venida, mostrándome en
las figuras que lo representaban hasta mil y mil años antes de su venida!
Porque, ¿Quién es este Mesías? ¿De dónde viene? ¿Qué hará en la tierra? ¿A quién viene a
representar?

El Mesías es Dios.
- ¿Quién es Dios? Dios es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
- ¿De dónde viene, o mejor dicho, quién le ordenó venir en medio de los hombres? Yo, su
Padre Dios.
- ¿A quién representará en la tierra? A su Padre Dios.
- ¿Qué hará en la tierra? Hará conocer y amar al Padre Dios.
- ¿No dijo Jesús?: "¿No sabéis que es necesario que me ocupe de las cosas de mi Padre?"
("¿Nesciebatis quia in bis quae Patris mei sunt oportet me e$$e?"(Lc 2, 49). "He venido sólo
para hacer la voluntad de mi Padre" "Todo lo que pidáis a mi Padre en mi nombre os lo concederá"
"Le rezaréis así: Padre nuestro que estás en los Cielos..." y más adelante, dado que vino para
glorificar ai Padre y hacerlo conocer a los hombres, dijo: "Quién me ve, ve a mi Padre" "Yo estoy en el
Padre y el Padre está en mí” "Nadie viene al Padre sino es por medio de mí""Nemo venit ad Patrem
nisi per me" (Jn 14, 6). "Quien esté conmigo está también con mi Padre", etc. ¡Oh hombres!, concluid
que por toda la eternidad he tenido solo un deseo, hacerme conocer y amar por los hombres,
deseando incesantemente estar con ellos.
¿Queréis una prueba auténtica de este deseo que tengo y que apenas he explicado?
¿Por qué le ordené a Moisés que construyera el tabernáculo y el Arca de la Alianza si no es
porque tenía el deseo ardiente de venir a vivir, como un Padre, un hermano, un amigo de confianza,
con mis criaturas los hombres? Y a pesar de esto me olvidaron, me ofendieron con culpas
innumerables. Sin embargo, para que se acordaran de Dios, su Padre, y del único deseo que tiene de
salvarlos, le di mis mandamientos a Moisés para que teniéndolos y cumpliéndolos se acordaran del
Padre infinitamente bueno, todo absorto en la salvación de ellos, salvación presente y eterna.
Todo esto cayó otra vez en el olvido y los hombres se hundieron en el error y en el temor,
considerando que era muy difícil el cumplir con los mandamientos, así como los había transmitido a
Moisés. .Hicieron otras leyes que iban de acuerdo son sus vicios, para poder cumplirlas más
fácilmente. Poco a poco, con el temor exagerado que tenían de mí, me olvidaron aún más y me
llenaron de ultrajes.
Y sin embargo mi amor por estos hombres, mis hijos, ni siquiera se detuvo. Cuando constaté
bien que ni los patriarcas, ni los profetas habían podido hacer que los hombres me conocieran y me
amaran, decidí venir yo mismo.
Pero, ¿cómo hacer para encontrarme en medio de los hombres? No había otro medio que el de
ir yo mismo en la segunda persona de mi Divinidad.
¿Me reconocerán los hombres? ¿Me escucharán?
Para mí nada del futuro estaba escondido; a estas dos preguntas respondí yo mismo:
"Ignorarán mi presencia aún estando cerca de mí. En mi Hijo me maltratarán, a pesar de todo el
bien que les hará. En mi hijo me calumniarán, me crucificarán para hacerme morir".
¿Me detendré por esto?
No, mi amor por mis hijos, los hombres, es demasiado grande.
No me detuve allí: reconoceréis bien que os he amado más que a mi Hijo predilecto, por así
decir, o para decirlo todavía mejor, más que a mí mismo.
Lo que os digo es totalmente verdadero, que si hubiese bastado una de mis criaturas para
expiar los pecados de los otros hombres, por medio de una vida y una muerte semejante a la de mi
Hijo, hubiera titubeado. ¿Por qué? Porque habría traicionado mi amor haciendo sufrir a una criatura
que amo, en vez de sufrir yo mismo en mi Hijo. No he querido nunca hacer sufrir a mis hijos.
Esta es, en resumen, la historia de mi amor por medio de mi Hijo, en medio de los hombres.
La mayor parte de los hombres conoce todos estos hechos, pero ignora lo esencial: ¡fue el amor
el que condujo todo!
Sí, es el amor, es esto lo que quiero haceros notar. Ahora este amor está olvidado. Quiero
recordároslo para que aprendáis a conocerme así como soy.
Para que no estéis atemorizados como esclavos, con un Padre que os ama hasta este punto.
Mirad, en esta historia estamos sólo al primer día del primer siglo, y quisiera conducirla hasta
nuestros días: hasta el siglo XX.
¡Oh, cómo los hombres habéis olvidado mi amor de Padre! ¡Y sin embargo os amo muy
tiernamente! En mi Hijo, en la persona de mi Hijo hecho hombre, ¡qué no he hecho todavía! En esta
humanidad se veló la Divinidad, sin embargo el hombre la empobreció y la humilló. Conduje con mi
Hijo una vida de sacrificios y de trabajo. ¡Recibí sus oraciones para que el hombre tuviese un camino
trazado y caminase siempre seguro en la justicia, para que llegase hasta mí!
¡Cierto, puedo muy bien comprender la debilidad de mis hijos! Por esto le pedí a mi Hijo que os
donara los medios para levantaros después de las caídas. Estos medios os ayudarán a purificaros de
los pecados, para que seáis todavía los hijos de mi amor. Principalmente son los siete sacramentos y
sobre todo, el gran medio para salvaros, es el Crucifijo, que es la Sangre de mi Hijo que en cada
instante se derrama sobre vosotros, siempre y cuando lo queráis, ya sea con el sacramento de la
penitencia, ya sea con el santo sacrificio de la Misa.
Mis queridos hijos, desde hace veinte siglos os colmo de estos bienes con gracias especiales y
¡el resultado es mísero!
¡Cuántas criaturas mías, que se han vuelto hijas de mi amor por medio de mi Hijo, se han
lanzado muy rápidamente en el abismo eterno! En verdad, no han conocido mi infinita bondad, ¡Yo os
amo mucho! (expresión preferida por Sor Eugenia y que se repite a menudo).
Por lo menos vosotros, que sabéis que he venido personalmente para hablaros, para haceros
conocer mi amor, por piedad de vosotros mismos no os lancéis en el precipicio. ¡Yo soy vuestro
Padre!
¿Es posible que después de haberme llamado Padre y de haberme demostrado vuestro amor,
encontréis en mí un corazón tan duro y tan insensible que os deje perecer? ¡No, no lo creáis! ¡Yo soy
el mejor de los padres! ¡Conozco las debilidades de mis criaturas! ¡Venid, venid a mí con confianza y
amor! Y yo os perdonaré después de vuestro arrepentimiento. ¡Aunque vuestros pecados fueran
repugnantes como el fango, vuestra confianza y vuestro amor me los harían olvidar, y así no seréis
juzgados! Yo soy justo es verdad, pero ¡el amor paga todo!
Escuchad hijos míos, hagamos una suposición para que tengáis la seguridad de mi amor. Para
mí, vuestros pecados son como el hierro y vuestros actos de amor como el oro. ¡Aunque me
entregarais mil kilos de hierro no sería tanto como si me donarais diez kilos de oro! Esto significa que
con un poco de amor se rescatan enormes iniquidades.
Este es un pequeñísimo aspecto de mi juicio sobre mis hijos, los hombres, todos sin excepción.
Por lo tanto hay que llegar hasta mí. ¡Yo estoy tan cerca de vosotros! Entonces, es necesario amarme
y glorificarme para que no seáis juzgados, o por lo menos para que seáis juzgados con amor
infinitamente misericordioso.
¡No lo dudéis! Si mi corazón no fuera así ¡habría ya exterminado el mundo cada vez que se
hubiese cometido el pecado! Sin embargo vosotros sois testigos, de que en cada instante se
manifiesta mi protección mediante gracias y beneficios. Podéis concluir que existe un Padre sobre
todos los padres, que os ama y que no cesará nunca de amaros, siempre y cuando lo queráis.
Vengo en medio de vosotros por dos caminos: ¡la Cruz y la Eucaristía!
La Cruz es el camino que baja en medio de mis hijos, porque es por medio de ella que os hice
redimir por mi Hijo. Y para vosotros, la Cruz es el camino que sube hacia mi Hijo, y desde mi Hijo
hacia Mí. Sin ella nunca podríais llegar, porque el hombre con el pecado ha atraído sobre sí mismo el
castigo de la separación de Dios.
En la Eucaristía yo vivo en medio de vosotros como un Padre en su familia. Quise que mi Hijo
instituyese la Eucaristía para hacer de cada tabernáculo un depósito de mis gracias, de mis riquezas y
de mi amor, para desde ahí dároslos a los hombres, mis hijos.
Es siempre por estos dos caminos que hago descender mi omnipotencia y mi infinita
misericordia.
Ahora que he demostrado que mi Hijo Jesús me representa entre los hombres y que por medio
de él vivo constantemente en medio de ellos, quiero demostraros también que vengo entre vosotros
por medio de mi Espíritu Santo.
La obra de esta tercera persona de mi Divinidad se cumple en el silencio, y a menudo el hombre
no se da cuenta. Pero para mí es un medio muy idóneo para vivir, no sólo en el tabernáculo, sino
también en el alma de todos los que están en estado de gracia para establecer mi trono y vivir
siempre como un verdadero Padre que ama, protege y sostiene a su hijo. Nadie puede comprender la
alegría que ciento cuando estoy a solas con un alma. Nadie ha comprendido todavía los deseos
infinitos de mi corazón de Dios Padre de ser conocido, amado y glorificado por todos los hombres
justos y pecadores. Por lo tanto, son estos los tres homenajes que deseo recibir de parte del hombre
para que yo sea siempre misericordioso y bueno, aun con los grandes pecadores.
¡Qué no he hecho por mi pueblo: desde Adán hasta José, padre adoptivo de Jesús, y desde
José hasta hoy día, para que el hombre me diese un culto especial que me es debido como Padre,
Creador y Salvador! Sin embargo, ¡este culto especial que he deseado tanto, no me ha sido dado
todavía!
En el Éxodo podéis leer que hay que ensalzar a Dios con un culto especial. Sobre todo los
salmos de David contienen esta enseñanza. En los mandamientos que yo mismo di a Moisés puse
en primer lugar "Adorarás y amarás perfectamente a un solo Dios".
Bien, amar y ensalzar a una persona son dos cosas que van juntas. Dado que os he colmado
de muchos bienes, ¡tengo, por lo tanto, que ser alabado por vosotros de modo particular!
Dándoos la vida ¡he querido crearos a mi imagen y semejanza! Por lo tanto, ¡vuestro corazón es
sensible como el mío, y el mío como el vuestro!
¿Qué no haríais si uno de vuestros vecinos os hiciera un pequeño favor para complaceros? El
hombre más insensible conservaría para esa persona un agradecimiento inolvidable. Cualquier
hombre buscaría también lo que mayor placer le haría a esa persona, para recompensarla por el
servicio recibido. Bien, Yo seré mucho más agradecido con vosotros, asegurándoos la vida eterna, si
vosotros me hacéis el pequeño favor de glorificarme como os lo pido.
Reconozco que me alabáis en mi Hijo, y que existen algunos que saben elevar todo hacia Mí
por medio de mi Hijo, ¡pero son pocos! ¡Sin embargo no penséis que glorificando a mi Hijo no me
glorificáis! ¡Claro que sí, me glorificáis porque yo vivo en mi Hijo! Por lo tanto, ¡todo lo que es gloria
para Él lo es también para Mí!
Pero yo quisiera ver al hombre glorificar a su Padre y Creador con un culto especial. Mientras
más me glorificáis más glorificáis a mi Hijo, dado que por mi voluntad, Él se hizo Verbo encarnado y
vino en medio de vosotros para haceros conocer a Aquel que lo mandó.
Cuando me conozcáis, me amaréis a Mí y a mi Hijo predilecto, más de lo que nos amáis ahora.
Mirad cuantas criaturas mías que se han vuelto mis hijos por medio del misterio de la redención, no
están en. el prado que he establecido para todos los hombres, mediante mi Hijo. Mirad cuántos otros,
y vosotros lo sabéis, ignoran la existencia de estos prados, y cuántas criaturas que han salido de mis
manos, ¡no conocen ni siquiera la mano que las ha creado!
¡Oh, cómo quisiera haceros saber que soy Padre Omnipotente para vosotros y cómo también lo
sería para ellos con mis gracias! Quisiera haceros transcurrir una vida más dulce con mí ley. Quisiera
que fuerais a donde ellos en mi nombre y que les hablarais de Mí. Sí, decidles que tienen un Padre
que, después de haberles creado, quiere darles los tesoros que posee. Sobre todo decidles que
pienso en ellos, que los amo y quiero darles la felicidad eterna. ¡Ah! Os lo prometo, los hombres se
convertirán más rápidamente.
Creedme, si hubierais comenzado desde la Iglesia primitiva a glorificarme con un culto especial,
después de veinte siglos habrían quedado pocos hombres viviendo en la idolatría, en el paganismo y
en tantas falsas y malas sectas, ¡en las cuales el hombre corre con los ojos cerrados para lanzarse en
el abismo del fuego eterno! ¡Mirad cuánto trabajo queda por hacer!
¡Mi hora ha llegado! Es necesario que sea conocido, amado y glorificado por los hombres, para
que después de haberlos creado, yo pueda ser su Padre, después su Salvador y finalmente el objeto
de sus delicias eternas.
Hasta aquí os he hablado de cosas que ya sabéis, y he querido recordároslas para que estéis
más convencidos todavía de que soy un Padre buenísimo y no un Padre terrible como vosotros
creéis, es más, que soy el Padre de todos los hombres actualmente vivientes, y que todavía los
crearé hasta el fin del mundo.
Sabed que quiero ser conocido, amado y sobre todo glorificado. Que todos reconozcáis mi
bondad infinita para todos y sobre todo para los pecadores, los enfermos, los moribundos y todos los
que sufren. Que sepáis que no tengo otro deseo que el de amaros, donaros mis Gracias, perdonaros
cuando os arrepintáis, y sobre todo no juzgaros con mi justicia sino con mi misericordia, para que os
salvéis y seáis incluidos en el número de los elegidos.
Para concluir esta exposición os hago una promesa cuyo efecto será eterno: llamadme con el
nombre de Padre, con confianza y amor y recibiréis todo de parte de este Padre con amor y
misericordia.
(Dirigiéndose a Madre Eugenia:) Que mi hijo, tu padre espiritual, se ocupe de mi gloria y
transcriba frase por frase lo que te he hecho escribir, y también lo que te haré escribir todavía, sin
añadir nada, para que los hombres encuentren fácil y placentera la lectura de lo que quiero que
sepan.
Cada día, poco a poco, te hablaré de mis deseos en relación con los hombres, de mis alegrías,
de mis penas, y sobre todo, mostraré a los hombres mis infinitas bondades y la ternura de mi amor
piadoso.
También quisiera que tus superioras te permitieran usar tus momentos de libertad para estar
conmigo, y que tú puedas durante media hora al día, consolarme y amarme y así obtener que los
corazones de los hombres, mis hijos, se dispongan a trabajar arduamente para extender este culto,
de la forma como os he revelado, para que lleguéis a tener una gran confianza en este Padre que
quiere ser amado por sus hijos.
Para que esta obra que quiero hacer con los hombres, pueda extenderse en todas las naciones
lo más pronto posible, sin que los que serán encargados de difundirla cometan la mínima
imprudencia, te pido que transcurras tus días en gran recogimiento. Te sentirás feliz de hablar poco
con las criaturas, y en tu corazón en secreto hablarás conmigo y me escucharás, aún cuando estarás
en medio de los demás.
Por otra parte, esto es lo que quiero que hagas: cuando a veces te hable personalmente
escribirás mis confidencias en un pequeño diario especial. Pero aquí pretendo hablar de los hombres:
yo vivo con los hombres en una intimidad mayor que la de una madre con sus hijos.
Desde la creación del hombre no he cesado nunca, ni un instante, de vivir junto a él; como
Creador y Padre del hombre siento la necesidad de amarlo. No es que yo necesite de él, pero mi
amor de Padre y Creador me hace sentir esta necesidad de amar al hombre. Por lo tanto yo vivo
cerca del hombre, lo sigo por todas partes, lo ayudo en todo, lo proveo de todo.
Yo veo sus necesidades, sus trabajos, todos sus deseos, y mi felicidad más grande es la de
socorrerlo y salvarlo.
Los hombres creen que yo soy un Dios terrible, y que precipito a toda la humanidad en el
infierno. ¡Qué sorpresa cuando al final de los tiempos, verán a muchas almas que creían perdidas,
gozar de la eterna felicidad en medio de los elegidos!
Quisiera que todas mis criaturas se convenzan de que hay un Padre que vela por ellas y que
quiere hacerles pregustar, aún aquí abajo, la felicidad eterna.
Una madre no olvida nunca la pequeña criatura que dio a luz. ¿No es aún más hermoso que de
parte mía, me acuerde de todas la criaturas que he puesto en el mundo?
Ahora, si la madre ama a este pequeño ser que Yo le he donado, Yo lo amo más que ella
porque Yo lo he creado. Aunque una madre amase menos a su niño por algún defecto que tiene, Yo
al contrario, lo amaré todavía más. Ella podría llegar hasta olvidarlo, o a pensar en él ocasionalmente,
sobre todo cuando lo han retirado de su cuidado, pero Yo no lo olvidaré nunca. Yo lo amaré siempre,
y aún si no se acuerda más de Mí, su Padre y Creador, Yo me acordaré de él y lo seguiré amando.
Antes os dije que quisiera daros, aún aquí abajo, la felicidad eterna, pero vosotros no habéis
comprendido todavía esta palabra, y he aquí el significado: si me amáis y si me llamáis con confianza,
con el dulce nombre de Padre, comenzáis ya desde acá abajo con el amor y la confianza que harán
vuestra felicidad en la eternidad, que cantaréis en el Cielo en compañía de los elegidos. ¿No es ésta
una anticipación de la felicidad de los Cielos que durará eternamente?
Por lo tanto deseo que el hombre recuerde a menudo que Yo estoy allí donde está él. Que no
podría vivir si Yo no estuviese con él, viviente como él. A pesar de su incredulidad Yo no dejo nunca
de estar junto a él.
¡Ah! cómo deseo ver realizado el plan que quiero que comuniquéis y que es este: hasta hoy el
hombre no ha pensado para nada en hacerle a Dios, su Padre, este favor. Quisiera ver establecerse
una gran confianza entre el hombre y su Padre de los Cielos, ver al mismo tiempo un verdadero
espíritu de familiaridad y de delicadeza para que no se abuse de mi gran bondad.
Conozco vuestras necesidades, vuestros deseos y todo lo que está en vosotros. Pero cómo
estaría agradecido y sería feliz si os viera venir a mí para hacerme las confidencias de vuestras
necesidades, como un hijo totalmente confiado en su padre. Si me lo pidieseis, ¿cómo podría
rechazar cualquier cosa, por mínima o máxima importancia que tuviese? Aunque no me vierais ni me
sintierais muy cerca de vosotros en los acontecimientos que suceden en vosotros y a vuestro
alrededor, ¡Un día, os daréis cuenta como fue meritorio para vosotros el haber creído en mí sin
haberme visto!
Aún ahora que estoy aquí en persona, en medio de todos vosotros, que os hablo repitiendo
incesantemente en todas las formas que os amo y que quiero ser conocido, amado y glorificado con
un culto especial, vosotros no me veis, excepto una sola persona, ¡aquella a la cual he dado este
mensaje! ¡Una sola en toda la humanidad! Y sin embargo heme aquí, en la que veo y a la cual hablo,
que os veo a todos y os hablo a todos y a cada uno de vosotros, ¡y os amo como si me vierais!
Por lo tanto, deseo que los hombres me conozcan y que sientan que estoy cerca de ellos. ¡Oh
hombres, recordad que quisiera ser la esperanza de la humanidad! ¿No lo soy ya? Si no fuera la
esperanza del hombre, el hombre estaría perdido. ¡Pero es necesario que Yo sea conocido como tal
para que la paz, la confianza y el amor entren en el corazón de los hombres, y lo pongan en relación
con su Padre del Cielo y de la tierra!
¡No penséis que Yo sea ese terrible viejo que los hombres representan en sus imágenes y en
sus libros! No, Yo no soy ni más joven ni más viejo que mi Hijo y que mi Santo Espíritu.
Por lo tanto quisiera que todos, desde el niño hasta el anciano, me llamen con el nombre
familiar de Padre y de amigo, pues Yo estoy siempre con vosotros, y me hago semejante a vosotros
para haceros semejantes a Mí. ¡Cuán grande sería mi alegría al ver que los hombres enseñan a sus
niños a llamarme a menudo con el nombre de Padre, como soy realmente! ¡Cómo desearía infundir
en esas jóvenes almas una confianza y un amor filial por Mí! Yo he hecho todo por vosotros; ¿no
haríais esto por Mí?
Quisiera establecerme en cada familia con mi dominio para que todos puedan decir con
seguridad: "tenemos un Padre que es infinitamente bueno, inmensamente rico y muy misericordioso.
Él piensa en nosotros y está cerca de nosotros, nos mira, nos sostiene, y nos da todo lo que nos falta
si se lo pedimos. Todas las riquezas son nuestras, nosotros tendremos todo lo que necesitamos".
Precisamente estoy allí para que me pidáis lo que os es necesario: "Pedid y recibiréis". Con mi
paternal bondad os daré todo, como verdaderamente hago, siempre que todos sepan considerarme
como un verdadero Padre viviente en medio de mis hijos.
Deseo también que cada familia exponga a la vista de todos la imagen que más tarde haré
conocer a mi "hijita". Deseo que cada familia se ponga bajo mi protección, muy especial, para que
puedan glorificarme más fácilmente. Allí, cada día, la familia me hará conocer sus necesidades, sus
trabajos, sus penas, sus sufrimientos, sus deseos y también sus alegrías, porque un Padre tiene que
saber todo lo que se refiere a sus hijos. Seguramente Yo lo sé dado que estoy allí, pero me gusta
mucho la simplicidad. Yo sé doblegarme a vuestras condiciones. Me vuelvo pequeño con los
pequeños, me vuelvo adulto con los hombres adultos, con los ancianos me vuelvo semejante a ellos,
para que todos comprendan lo que quiero decirles acerca de su santificación y de mi gloria.
La prueba de lo que os digo ¿no la tenéis ya en mi Hijo que se hizo pequeño y débil como
vosotros? ¿No la tenéis también ahora, viéndome aquí que os hablo? Y para que podáis entender lo
que quiero deciros ¿no he escogido para hablaros a una pobre criatura como vosotros? Y ahora, ¿no
me hago semejante a vosotros?
Mirad, he puesto mi corona a mis pies y el mundo sobre mi corazón. He dejado mi gloria en el
cielo y vine aquí dándome todo para todos, pobre con los pobres y rico con los ricos. Quiero proteger
a la juventud como un tierno Padre. ¡Hay tanto mal en el mundo! Estas pobres almas inexpertas se
dejan seducir por los vicios que, poco a poco, los conducen a la ruina total. Oh, vosotros que
necesitáis especialmente a alguien que os cuide en la vida para que podáis evitar el mal ¡venid a mí!
¡Yo soy el Padre que os ama más de lo que ninguna otra criatura podrá nunca amaros! Refugiaos
cerca, cerca de mí, confiadme vuestros pensamientos y deseos. Yo os amaré tiernamente. Os daré
gracias para el presente y bendeciré vuestro porvenir. Podéis estar seguros de que no os olvido, ni
después de quince, veinticinco o treinta años, ni desde que os he creado. ¡Venid! Veo que necesitáis
mucho un Padre dulce e infinitamente bueno como yo.
Sin extenderme en muchas cosas que sería oportuno decir aquí, pero que podré decir más
tarde, quiero ahora hablar en modo particular a las almas de los que me han escogido, sacerdotes y
religiosos: para vosotros, hijos queridos de mi amor, tengo grandes proyectos.
AL PAPA
Antes de dirigirme a todos, me dirijo a ti hijo mío predilecto, a ti mi Vicario para poner en tus
manos esta obra que debería ser la primera entre todas, y que por el temor que el demonio ha
inspirado en ios hombres, se cumplirá solo en este tiempo.
¡Ah! quisiera que tú comprendieras la extensión de esta obra, su grandeza, su amplitud, su
profundidad, su altura. ¡Quisiera que tú comprendieras los deseos inmensos que tengo en relación
con la humanidad presente y futura! ¡Si tú supieras cuánto deseo ser conocido, amado y glorificado
por los hombres, con un culto especial! Este deseo lo conservo en mí desde toda la eternidad y desde
la creación del primer hombre. Este deseo lo manifesté varias veces a los hombres, sobre todo en el
Antiguo Testamento. Pero el hombre no lo ha entendido nunca. Ahora este deseo me hace olvidar
todo el pasado, siempre y cuando se realice en el presente, en mis criaturas del mundo entero.
Me rebajo al nivel de la más pobre de mis criaturas, considerando su ignorancia, para poder
hablarle y por medio de ella poder hablar a los hombres, ¡sin que ella se dé cuenta de la grandeza de
la obra que quisiera hacer con ellos!
No puedo hablar de teología con ella, estoy seguro de que fallaría, de que no entendería. Yo
permito que sea así para poder realizar mi obra mediante la simplicidad y la inocencia. Pero ahora te
toca a ti poner esta obra en estudio y llevarla muy rápidamente a ejecución.
Para ser conocido, amado y glorificado con un culto especial no pido nada de extraordinario.
Deseo sólo esto:
1) Que un día, o por lo menos un domingo, sea consagrado para glorificarme en modo muy
particular, con el nombre de Padre de toda la humanidad.
Para esta fiesta quisiera una Misa y una celebración apropiada. No es difícil encontrar los textos
en la Sagrada Escritura. Si preferís rendirme este culto especial un domingo, Yo escojo el primer
domingo de Agosto, si escogéis un día de la semana, prefiero que sea el día 7 de este mismo mes.
2) Que todo el clero se empeñe en el desarrollo de este culto, y sobretodo, que me haga
conocer por los hombres así como soy y cómo seré siempre con ellos, es decir, el Padre más tierno y
más amable entre todos los padres.
3) Deseo que me hagan entrar en todas las familias, en los hospitales, también en los
laboratorios y en los talleres, en los cuarteles, en las salas de deliberación de los ministros de todas
las naciones, y en fin, en cualquier parte en donde se encuentren mis criaturas, ¡aunque hubiera una
sola criatura! Que el signo tangible de mi invisible presencia sea una imagen que demuestre que
estoy realmente presente allí. Así todos los hombres actuarán bajo la mirada de su Padre, y Yo
mismo tendré bajo mi mirada a la criatura que he adoptado después de haberla creado, y todos mis
hijos estarán bajo la mirada de su tierno Padre. Indudablemente también ahora estoy en todas partes,
¡pero quisiera estar representado en manera sensible!
4) Que durante el año el clero y los fieles hagan algunos ejercicios espirituales en mi honor, sin
perjudicar sus habituales ocupaciones.
Que sin temor mis sacerdotes vayan por todas partes, en todas las naciones, para llevarles a los
hombres la llama de mi paternal amor. Entonces las almas se iluminarán ya conquistadas, no sólo
entre los fieles sino también entre las sectas que no son de la verdadera Iglesia.
Sí, que también estos hombres que son mis hijos, vean brillar esta llama, que conozcan la
verdad, que abracen y practiquen todas las virtudes cristianas.
5) Quisiera ser glorificado en modo particular en los seminarios, en los conventos de novicios,
en las escuelas y en los internados. Que todos, desde el más pequeño hasta el más grande, puedan
conocerme y amarme como su Padre, su Creador y su Salvador.
6) Que los sacerdotes se empeñen en buscar en las Sagradas Escrituras lo que dije en otros
tiempos, y que hasta ahora ha sido ignorado, en relación con el culto que deseo recibir de parte de los
hombres. Que trabajen para que mis deseos y mi voluntad lleguen a todos los fieles y a todos los
hombres, especificando lo que diré para todos los hombres en general, y en particular para los
sacerdotes, los religiosos y religiosas. Estas son las almas que escojo para que me rindan grandes
homenajes, más que los otros hombres del mundo.
¡Cierto es que se necesitará tiempo para llegar a una completa realización de lo que deseo de
parte de la humanidad y que te he hecho conocer! Pero un día, con las oraciones y los sacrificios de
las almas generosas, que se inmolarán por esta obra de mi amor, sí, un día estaré satisfecho. Te
bendeciré, hijo mío predilecto, y te daré el céntuplo de todo lo que harás por mi gloria.

AL OBISPO

Quiero decir unas palabras a ti también, hijo mío Alejandro, para que mis deseos se realicen en
el mundo.
Es necesario que con el padre espiritual del "arbusto" de mi hijo Jesús, seáis promotores de
esta obra, es decir, de este culto especial que espero de parte de ios hombres. A vosotros, hijos míos,
confío esta obra y su futuro tan importante.
Hablad, insistid, haced saber lo que diré para que yo sea conocido, amado y glorificado por
todas mis criaturas, y así habréis hecho lo que espero de vosotros, es decir, mi voluntad, y habréis
realizado mis deseos que desde hace tiempo conservo en el silencio.
Todo lo que haréis por mi gloria Yo lo redoblaré para vuestra salvación y vuestra santificación.
En fin, será en el cielo, y sólo en el cielo, que veréis la gran recompensa que os daré en modo
particular, y también a todos los que trabajarán para esto.
He creado al hombre para mí y es muy justo que Yo sea TODO para el hombre. El hombre no
saboreará las verdaderas alegrías estando afuera de su Padre y Creador, porque su corazón está
hecho solo para Mí.
Por mi parte, mi amor por mis criaturas es tan grande que no siento otra alegría que la de estar
entre los hombres.
Mi gloria en el cielo es infinitamente grande, pero es todavía más grande cuando me encuentro
entre mis hijos: los hombres de todo el mundo. Criaturas mías, vuestro cielo está en el Paraíso con
mis elegidos, porque es allá arriba en el cielo, que me contemplaréis en una visión perenne, y
gozaréis de una gloria eterna. ¡Mi Cielo está en la tierra con todos vosotros, oh hombres! Sí, es en la
tierra y en vuestras almas que busco mi felicidad y mi alegría. ¿Podéis darme esta alegría?, es para
vosotros también un deber hacia vuestro creador y Padre, que de vosotros lo espera y lo desea.
La alegría de estar entre vosotros no es menor que la que probaba cuando estaba con mi hijo
Jesús durante su vida mortal. Era Yo quien enviaba a mi Hijo. Fue concebido por mi Espíritu Santo,
que también soy Yo, en pocas palabras, era siempre YO.
Amando a vosotros mis criaturas, como a mi Hijo que soy Yo, les digo como a Él: sois mis hijos
predilectos, en los cuales me complazco; es por esto que gozo con vuestra compañía y deseo
quedarme con vosotros. Mi presencia entre vosotros es como el sol sobre el mundo terrestre. Si
estáis bien dispuestos a recibirme vendré muy cerca de vosotros, entraré en vosotros y os iluminaré
con mi amor infinito.
En cuanto a vosotros, almas en pecado o que ignoran la verdad religiosa, no podré entrar en
vosotros, pero de todos modos estaré cerca, porque no dejo nunca de llamaros, de invitaros a desear
los bienes que os traigo para que veáis la luz y os curéis del pecado.
A veces os miro con compasión porque os encontráis en una infeliz condición. A veces os miro
con amor para que os sintáis dispuestos a ceder a los encantos de la Gracia. A veces paso días,
también años, cerca de algunas almas para asegurarles la felicidad eterna. No saben que Yo estoy
allí, que las espero, que las llamo a cada instante durante el día. Sin embargo, tampoco me canso y
siento igualmente alegría estando junto a vosotros, siempre con la esperanza de que un día
regresaréis a vuestro Padre y que me haréis un acto de amor, por lo menos antes de morir.
He aquí por ejemplo un alma que está muriendo de repente: esta alma ha sido siempre para Mí
como el hijo pródigo. Yo la colmaba de bienes, ella andaba despilfarrando todos estos bienes, todos
los dones gratuitos de su Padre tan amable, y además me ofendía gravemente. Yo la esperaba, la
seguía por todas partes, le hacía nuevos favores como la salud y los bienes que hacía producir de
sus trabajos, tanto así que tenía hasta lo que era superfluo. A veces mi providencia le daba todavía
otros bienes nuevos. Por lo tanto se encontraba en la abundancia pero no veía otra cosa que el triste
resplandor de sus vicios, y toda su vida fue un conjunto de errores por el pecado mortal habitual. Pero
mi amor no se cansó nunca. Persistía siguiéndola, la amaba, y sobre todo, a pesar de los rechazos,
estaba contento de vivir pacientemente cerca de ella con la esperanza de que quizás, un día
escucharía mi amor y regresaría a Mí, su Padre y Salvador.
En fin, se acerca su último día: le mando una enfermedad para que pueda estar recogido y
pueda regresar a mí, su Padre. Pero el tiempo pasa y allí está mi pobre hijo de 74 años en su última
hora. Y Yo, como siempre estoy allí todavía, y como nunca antes le hablo con mayor bondad. Insisto,
llamo a mis elegidos para que recen por él, para que pida el perdón que yo le ofrezco... A este punto,
antes de expirar, abre los ojos, reconoce sus errores y lo mucho que se ha alejado del verdadero
camino que conduce a Mí. Vuelve en sí y después, con voz débil que nadie a su alrededor logra
escuchar, me dice: "Dios mío, ahora veo cómo vuestro amor por mí ha sido grande, y yo os he
ofendido continuamente con una vida muy mala. Nunca he pensado en ti, mi Padre y salvador. Tú
que ves todo, por todo el mal que ves en mí, y que reconozco en mi confusión, te pido perdón y te
amo, ¡Padre mío y salvador mío!". Murió en ese mismo instante y aquí está delante de Mí. Yo lo juzgo
con el amor de un Padre, como él me llamó, por eso se salvó. Quedará por un tiempo en el lugar de
expiación y después será feliz por toda la eternidad. Y Yo, después de haberme complacido durante
su vida con la esperanza de salvarlo con su arrepentimiento, gozo todavía más con mi corte celestial
porque se ha realizado mi deseo y por ser su Padre por toda la eternidad.
En cuanto a las almas que viven en la justicia y en la Gracia santificante, siento ia felicidad de
establecerme en ellas. Me doy a ellas. Les transmito el uso de mi PODER, y con MI AMOR
encuentran en Mí a su Padre y Salvador, ¡una anticipación del Paraíso
!EL MENSAJE DEL PADRE

o
2 Fascículo

El segundo fascículo comienza el 12 de agosto de 1932. Un día el demonio se


adueñó del mismo y le rasgó la cubierta con unas tijeras.
"Acabo de abrir una fuente de agua viva que no se secará nunca, desde hoy hasta
el final de los tiempos. Vengo a vosotros, criaturas mías, para abriros mi pecho paternal
apasionado de amor por vosotros, hijos míos. Quiero que seáis testigos de mi amor
infinito y misericordioso. No me basta el haberos mostrado mi amor, quiero abriros
además mi corazón, del cuál brotará una fuente refrescante en donde los hombres
podrán apagar su sed. Entonces saborearán alegrías que no habían conocido hasta
ahora por el inmenso peso del temor exagerado que tenían de Mí, su tierno Padre.
Desde que prometí a los hombres un Salvador hice manar esta fuente. La hice
pasar a través del corazón de mi Hijo para que llegara a vosotros. Pero mi inmenso amor
por vosotros me incita a hacer todavía más, abriendo mi pecho, del cual manará esta
agua de salvación para mis hijos, a quienes permito sacar libremente toda la que les sea
necesaria para el tiempo y para la eternidad.
Si queréis probar la potencia de esta fuente de que os hablo, aprended primero a
conocerme mejor y a amarme hasta el punto que Yo deseo; es decir, no sólo como
Padre sino también como vuestro amigo y vuestro confidente.
¿Por qué sorprenderse de lo que digo? ¿No os he creado a mi imagen? Os he
hecho a mi imagen para que no encontréis nada de extraño cuando habléis y
familiaricéis con vuestro Padre, vuestro Creador y vuestro Dios, dado que os habéis
vuelto los hijos de mi amor Paterno y Divino, por medio de mi misericordiosa bondad.
Mi Hijo Jesús está en Mí y Yo estoy en Él, en nuestro mutuo amor que es el
Espíritu Santo que nos tiene unidos con este vínculo de caridad que hace que nosotros
seamos UNO. Él, mi Hijo, es la pileta de la fuente que está siempre llena de agua de
salvación, ¡hasta el punto de desbordarse! para que los hombres puedan sacarla de su
corazón. ¡Pero es necesario estar seguros de esta fuente que mi Hijo os abre para que
vosotros podáis convenceros de que es refrescante y placentera! Entonces, venid a mí
por medio de mi Hijo, y cuando estéis cerca de Mí confiadme vuestros deseos. Os
mostraré esta fuente haciéndome conocer tal como soy. Cuando me conozcáis se
apagará vuestra sed, os recobraréis, vuestros males se curarán y vuestros temores
desaparecerán; vuestra alegría será grande y vuestro amor encontrará una seguridad
que no había encontrado nunca hasta ahora.
Me diréis: ¿Pero cómo podemos venir a Ti? ¡Ah! venid por la vía de la confianza,
llamadme Padre vuestro, amadme en espíritu y en verdad y esto será suficiente para
que esta agua, refrescante y potentísima, apague vuestra sed.
Pero si verdaderamente queréis que esa agua os dé todo lo que os falta para
conocerme y amarme, y si os sentís fríos e indiferentes, llamadme sólo con el dulce
nombre de Padre y Yo vendré a vosotros. Mi fuente os donará el amor, la confianza y
todo lo que os falta para ser siempre amados por vuestro Padre y Creador.
Dado que deseo sobre todo hacerme conocer por todos vosotros para que podáis
gozar de mi bondad y de mi ternura, también aquí abajo, volveos apóstoles entre los que
no me conocen todavía, y Yo bendeciré vuestras fatigas y vuestros esfuerzos
preparando para vosotros una gran gloria cerca de Mí en la eternidad. Yo soy el océano
de la caridad, hijos míos, y aquí está otra prueba del amor Paterno que tengo por todos
vosotros, sin excepción alguna, cualquiera que sea vuestra edad, vuestro estado social,
vuestro país. No excluyo ni siquiera a las sociedades diversas, las sectas, los fíeles, los
infieles, los creyentes, los indiferentes, encierro en este amor a todas las criaturas
razonables cuyo conjunto forma la humanidad. Aquí está la prueba: Yo soy el océano de
la caridad. Os he hecho conocer la fuente que mana de mi pecho para apagar vuestra
sed y ahora, para que probéis cuánto soy bueno con todos, estoy aquí para mostraros el
océano de mi candad universal, para que vosotros os lancéis con los ojos cerrados; ¿por
qué? Porque zambulléndose en este océano, las almas que se habían vuelto gotas
amargas con el vicio y los pecados, pierdan el exceso de amargura en este baño de
caridad. Saldrán mejores, felices por haber aprendido a ser buenas, y llenas de caridad.
Si vosotros mismos, por ignorancia o por debilidad, volvéis a caer en el estado de gota
amarga, yo todavía soy un océano de caridad listo para recibir esta gota amarga y
cambiarla en caridad, en bondad, y para hacer de vosotros unos santos como lo soy Yo,
vuestro Padre.
Hijos míos, ¿queréis pasar la vida aquí abajo en paz y alegría? Venid a lanzaros en
este océano inmenso y quedaos allí para siempre, aún utilizando vuestra vida en el
trabajo, esa misma vida será santificada jaor la caridad.
En cuanto a mis hijos que no están en la verdad quiero, con mayor razón, cubrirlos
con mis predilecciones paternales, para que abran los ojos a la luz que en este tiempo
resplandece más sensiblemente que nunca.
¡Es el tiempo de las Gracias, previsto y esperado por toda la eternidad! Yo estoy
aquí para hablaros, vengo como el más tierno y amable de los padres. Me rebajo, me
olvido de Mí mismo para elevaros hasta Mí y aseguraros la salvación. Todos vosotros
que vivís hoy, y también vosotros que estáis en la nada, pero que viviréis de siglo en
siglo hasta el fin del mundo, pensad que no vivís solos sino que un Padre por encima de
todos los padres, vive entre vosotros, y hasta vive en vosotros, que piensa en vosotros y
que os ofrece la posibilidad de participar de las incomprensibles prerrogativas de su
amor. Acercaos a la fuente que siempre manará de mi pecho paterno. Saboread la
dulzura de esta saludable agua, y cuando habréis probado toda su deliciosa potencia,
vuestras almas podrán satisfacer todas vuestras necesidades, venid a zambulliros en el
océano de mi caridad, para no vivir más que por Mí y morir a vosotros mismos para vivir
eternamente en Mí.

Nota de Sor Eugenia:

"Nuestro Padre me ha dicho en un coloquio íntimo: La fuente es el símbolo de mi


conocimiento y el océano es el de mi caridad y de vuestra confianza. Cuando queráis
beber en esta fuente estudiadme para conocerme y cuando me conozcáis zambullios en
el océano de mi caridad confiando en mí con una confianza que os transforme, y a la
cual yo no pueda resistir, entonces perdonaré vuestros errores y os colmaré con las
mayores gracias".

Continuación del Mensaje:

Yo estoy entre vosotros. Felices los que creen en esta verdad y aprovechan este
tiempo, del cual las Escrituras han hablado así: "Habrá un tiempo en el cual Dios tiene
que ser glorificado y amado por los hombres, así como Él desea".
Las Escrituras ponen después la pregunta: ¿Por qué? y ellas mismas responden:
"¡Porque solo Él es digno de honor, de amor y de alabanza por siempre!" Yo mismo le di
a Moisés, como el primero de los diez mandamientos, esta orden para que la
comunicara a los hombres: "¡Amad y adorad a Dios!" Los hombres que son ya cristianos
podrían decirme: "Nosotros te amamos desde el momento en que vinimos al mundo o
desde nuestra conversión, porque decimos a menudo en la oración dominical: "¡Padre
nuestro que estás en los cielos!" Sí, hijos míos es verdad, vosotros me amáis y me
alabáis cuando recitáis la primera invocación del Padre Nuestro, pero continuad las otras
solicitudes y veréis: "¡Santificado sea tu nombre!" ¿Mi nombre es santificado? Continuad:
"¡Venga tu reino!" ¿Mi reino ha venido? ¡Es verdad que vosotros alabáis con todo el
fervor la majestad de mi Hijo Jesús, y en Él me alabáis a Mí! Pero, ¿negaríais a vuestro
Padre la gran gloria de proclamarlo "Rey", o por lo menos, hacerme reinar para que
todos los hombres puedan conocerme y amarme?
Deseo que celebréis esta fiesta de la majestad de mi Hijo en reparación de los
insultos que Él recibió cuando estaba ante Pilatos, y de parte de los soldados que
flagelaban su santa e inocente humanidad. No quiero que suspendáis esta fiesta, por el
contrario, quiero que la celebréis con entusiasmo y fervor; pero para que todos puedan
conocer verdaderamente a este Rey, y para esto es necesario que conozcan también su
reino. Ahora, para llegar a este doble conocimiento en modo perfecto es necesario
conocer además al Padre de este Rey, al creador de este Reino.
Es verdad hijos míos, la Iglesia, esta sociedad que he hecho fundar por mi Hijo,
completará su obra haciendo alabar a su autor: vuestro Padre y Creador.
Hijos míos, algunos de vosotros podrían decirme: "La Iglesia ha crecido
incesantemente, los cristianos son siempre más numerosos; ¡esta es una prueba
suficiente de que nuestra Iglesia es completa!" Tenéis que saber, hijos míos, que vuestro
Padre ha velado siempre sobre la Iglesia desde su nacimiento, y que de acuerdo con mi
Hijo y con el Espíritu Santo, he querido que fuese infalible por medio de mi vicario el
Santo Padre. Sin embargo, ¿no es verdad que si los cristianos me conocieran como soy,
es decir como el Padre tierno y misericordioso, bueno y liberal, practicarían con mayor
fuerza y sinceridad esta religión santa?
Hijos míos, quizás, ¿no es verdad que si supierais que tenéis un Padre que piensa
en vosotros y que os ama con un amor infinito os esforzaríais en reciprocidad, en ser
más fíeles a vuestros deberes cristianos y también de ciudadanos, para ser justos y para
rendir justicia a Dios y a tos hombres?
¿No es verdad que si conocierais a este Padre que ama a todos sin distinciones y
que de igual manera, os llama a todos con el hermoso nombre de hijos, me amaríais
como hijos afectuosos, y el amor que me daríais se volvería con mi impulso, un amor
activo que se extendería al resto de la humanidad que no conoce todavía esta sociedad
de cristianos, y menos todavía a quién los ha creado que es su Padre?
Si alguien fuera a hablarles a todas estas almas abandonadas en sus
supersticiones, o a tantas otras que llaman a Dios porque saben que existo sin saber
que estoy cerca de ellos, si dijeran a ellos que su creador es también su Padre que
piensa en ellos y que se ocupa de ellos, que los rodea con un afecto íntimo en medio de
tantos sufrimientos y padecimientos, obtendrían la conversión, aun de los más
obstinados y estas conversiones serían más numerosas y también más sólidas, es decir
más perseverantes.
Algunos, examinando la obra de amor que estoy haciendo en medio de los
hombres encontrarán algo que criticar, y dirán así: Pero los misioneros, desde que
llegaron a esos países lejanos, no les hablan a los infieles de otra cosa más que de Dios,
de su bondad, de su misericordia; ¿qué más podrían decir de Dios si siempre hablan de
Él?
Los misioneros han hablado y hablan todavía de Dios de acuerdo a como me
conocen ellos mismos, pero os aseguro que no me conocéis como soy, por esto vengo
para proclamarme Padre de todos y el más tierno de los padres, y para corregir el amor
que me dais y que está falseado por el temor.
Vengo para volverme semejante a mis criaturas, para corregir la idea que tenéis de
un Dios terriblemente justo, pues veo a todos los hombres transcurrir su vida sin confiar
en su único Padre, que quisiera hacerles conocer su único deseo, que es el de
facilitarles el camino de la vida terrena para darles después el cielo, la completa vida
divina.
Esta es una prueba de que las almas no me conocen más de lo que me conocéis,
sin sobrepasar la medida de la idea que tenéis de mí. Pero ahora que os doy esta luz,
quedaos en la luz y llevad la luz a todos, y será un medio poderoso para obtener
conversiones y también para cerrar, en lo posible, la puerta del infierno, pues Yo renuevo
aquí mi promesa, que no podrá nunca faltar, y que es esta:
"TODOS LOS QUE ME LLAMARAN CON EL NOMBRE DE PADRE, AUNQUE
FUERA UNA SOLA VEZ, NO PERECERAN SINO QUE ESTARAN SEGUROS DE SU
VIDA ETERNA EN COMPAÑIA DE LOS ELEGIDOS".

Y a los que trabajarán por mi gloria, a vosotros que aquí os empeñaréis en


hacerme conocer, amar y glorificar, a vosotros os aseguro que vuestra recompensa será
grande, pues contaré todo, aún el mínimo esfuerzo que haréis, y os devolveré todo
centuplicado en la eternidad.
Ya lo he dicho, es necesario completar el culto en la Santa Iglesia, glorificando en
modo particular al autor de esta sociedad, a aquel que vino a fundarla, a aquel que es el
alma, Dios en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Mientras que las tres Personas no sean glorificadas con un culto particularmente
especial en la Iglesia y en la humanidad entera, algo le faltará a esta sociedad. Ya he
hecho sentir esta falta a algunas almas, pero la mayor parte de ellas, demasiado tímidas,
no han respondido a mi llamada. Otras han tenido el valor de hablar a quién
corresponde, pero ante la desidia no han insistido.
Ahora llegó mi hora. Yo mismo vengo para hacer conocer a los hombres, mis hijos,
lo que hasta hoy no habían entendido completamente. Yo mismo vengo para traer el
fuego ardiente de la ley del amor para que, con este medio, se pueda fundir y destruir la
enorme capa de hielo que rodea la humanidad.
Oh, querida humanidad, oh hombres que sois mis hijos, liberaos, dejad las
ataduras con las cuales el demonio os ha encadenado hasta hoy, ¡con el miedo de un
Padre que no es otra cosa que amor! Venid, acercaos, tenéis todo el derecho de
acercaros a vuestro Padre, dilatad vuestros corazones, rogad a mi Hijo para que os haga
conocer siempre más mis bondades con vosotros.
Oh, vosotros que sois prisioneros de las supersticiones y de las leyes diabólicas,
liberaos de esta tiránica esclavitud y venid a la verdad de las verdades. Reconoced a
aquel que os ha creado y que es vuestro Padre. No pretendáis usar vuestros derechos
adorando y rindiendo homenajes a los que os han obligado a conducir hasta aquí una
vida inútil, venid a Mí, os espero a todos porque todos vosotros sois mis hijos.
Y vosotros que estáis en la verdadera luz, decidles jcómo es dulce vivir en la
verdad! Decid a esos cristianos, a esas queridas criaturas mías, mis hijos, cómo es dulce
pensar que hay un Padre que ve todo, que sabe todo, que provee para todo, que es
infinitamente bueno, que sabe perdonar fácilmente, que castiga de mala gana y
lentamente. En fin, decidles que no quiero abandonarlos en las desgracias de la vida,
solos y sin méritos, que vengan a Mí, y yo los ayudaré, aligeraré sus cargas, endulzaré
sus vidas tan duras y los embriagaré con mi Amor Paterno, para que sean felices en el
tiempo y en la eternidad.
Y vosotros, hijos míos, que habiendo perdido la fe vivís en las tinieblas, levantad
los ojos y veréis los rayos luminosos que vienen para iluminaros. Yo Soy el sol que
ilumina, que enciende y que calienta, mirad y reconoceréis que soy vuestro Creador,
vuestro Padre y vuestro solo y único Dios. Porque os amo vengo para hacerme amar y
para que seáis todos salvados. Me dirijo a todos los hombres del mundo entero haciendo
resonar esta llamada de mi paterno amor; este amor infinito, que quiero que conozcáis,
es una realidad permanente. Amad, amad, amad siempre, pero dejad amar también a
este Padre para que desde hoy Yo pueda mostrarme a todos como el Padre más
apasionado de amor por vosotros.
Y vosotros, mis hijos predilectos, sacerdotes y religiosos, os exhorto a hacer
conocer este amor paterno que nutro por los hombres y por vosotros en particular. Estáis
obligados a trabajar para que mi voluntad se realice en los hombres y en vosotros.
Bien, mi voluntad es que yo sea conocido, glorificado y amado. ¡No dejéis inactivo
por tanto tiempo mi amor, porque estoy sediento por el deseo de ser amado!
Entre todos los siglos este es el siglo privilegiado, ¡no dejéis pasar este privilegio
por el temor de que os fuera quitado! Las almas necesitan ciertos toques divinos y el
tiempo apremia; no tengáis temor de nada, yo soy vuestro Padre; os ayudaré en
vuestros esfuerzos y trabajos. Os sostendré siempre y os haré saborear, ya acá abajo, la
paz y la alegría del alma, haciendo que produzcan frutos vuestro ministerio y vuestras
obras realizadas con celo; don inestimable porque el alma que está en paz y en alegría
gusta anticipadamente ya del cielo, esperando la recompensa eterna.
A mi Vicario, el Sumo Pontífice, mi representante en la tierra, ya le he transmitido
un atractivo mensaje particular para el apostolado de las misiones en los países lejanos,
y sobre todo, un celo grandísimo para hacer mundial la devoción al Sagrado Corazón de
mi Hijo Jesús. Ahora le confío la obra que el mismo Jesús vino a cumplir en la tierra;
glorificarme, haciéndome conocer como soy, así como estoy diciéndoles a todos los
hombres, mis hijos y mis criaturas.
Si los hombres supieran penetrar en el Corazón de Jesús y ver todos sus deseos y
su gloria verían que su deseo más ardiente es el de glorificar al Padre, a aquel que lo
envío, y sobretodo no dejarle una gloria disminuida, como se ha hecho hasta hoy, sino
una gloria total, que el hombre puede y tiene que darme como Padre y Creador, y aún
más, ¡como autor de su redención!
Yo pido lo que él puede darme: su confianza, su amor y su agradecimiento. No es
porque yo necesite de mi criatura o que por sus adoraciones yo quiera ser conocido,
glorificado y amado; es sólo para salvarla y hacerla partícipe de mi gloria que yo me
rebajo hasta ella. Y también porque mi bondad y mi amor se dan cuentan de que los
seres que saqué de la nada y adopté como verdaderos hijos están cayendo, muchos de
ellos en la infelicidad eterna con los demonios, faltando de este modo a la finalidad de su
creación, ¡y perdiendo el tiempo y la eternidad!
Si algo deseo, sobre todo en el momento actual, es simplemente un mayor fervor
de parte de los justos, una gran facilidad en la conversión de los pecadores, una
conversión sincera y perseverante, el regreso de los hijos pródigos a la Casa Paterna, en
particular el regreso de los judíos y de todos los otros, que son también mis criaturas y
mis hijos, como los cismáticos, los heréticos, los masones, los pobres infieles, los
sacrilegos y las diversas sectas secretas; que todo el mundo sepa que hay un Dios y un
Creador, lo quieran o no. Este Dios, que habla repetidamente a su ignorancia, es
desconocido; no saben que yo soy el Padre de ellos.
Creedme, vosotros que escucháis leyendo estas palabras: si todos los hombres
que están lejos de nuestra Iglesia Católica oyeran hablar de este Padre que los ama que
es su Creador y su Dios, de este Padre que desea darles la vida eterna, gran parte de
los hombres, aun los más obstinados, vendrían a este Padre del que se les ha hablado.
Si no podéis ir directamente a hablar con ellos, buscad los medios: hay miles de
maneras directas ó indirectas, ponedlas en acción con un verdadero espíritu de
discípulos y con gran fervor; os prometo que vuestros esfuerzos serán, por gracia, pronto
coronados con grandes éxitos. Volveos apóstoles de mi bondad paterna, y por el celo
que yo daré a todos vosotros seréis fuertes y potentes con las almas.
Estaré siempre junto a vosotros y en vosotros: si son dos los que hablan Yo estaré
entre los dos; si sois más numerosos yo estaré en medio de vosotros; así diréis lo que
Yo os inspiraré y daré a vuestros oyentes las disposiciones deseadas; de este modo los
hombres serán conquistados por el amor y salvados por toda la eternidad.
En cuanto a los medios para glorificarme como Yo deseo no os pido otra cosa que
una gran confianza. No creáis que espero de vosotros austeridad y mortificaciones, que
deseo haceros caminar descalzos o que tengáis que postrar el rostro en el polvo, o que
deseo que os cubráis de cenizas, etc. ¡No, no! ¡Quiero y me agrada que tengáis conmigo
una actitud de hijos, con simplicidad y confianza en Mí!
Con vosotros me volveré todo para todos como el Padre más tierno y amoroso.
Familiarizaré con todos vosotros, donándome a todos, volviéndome pequeño para hacer
que seáis grandes en la eternidad.
La mayor parte de los incrédulos, de los impíos y de las diversas comunidades, se
quedan en su maldad y en su incredulidad porque creen que Yo les pido lo imposible;
creen que tienen que someterse a mis órdenes como los esclavos bajo un patrón tirano,
que se queda envuelto en su poder y se queda con su orgullo, distante de sus súbditos,
para obligarlos al respeto y a la devoción. ¡No, no, hijos míos! Yo sé volverme pequeño
mil veces más de lo que vosotros suponéis.
Sin embargo, lo que Yo exijo es el cumplimiento fiel de los mandamientos que he
dado a mi Iglesia, para que seáis criaturas razonables y no seáis semejantes a los
animales con vuestra indisciplina y vuestras malas tendencias, y para que al final podáis
conservar este tesoro que es vuestra alma ¡que os he donado con la plena belleza divina
con la que os he revestido!
Después haced, como Yo deseo, lo que ya os he indicado para glorificarme con un
culto especial. Que esto os haga comprender mi voluntad de daros mucho y de haceros
participar ampliamente en mi poder y en mi gloria, únicamente para que seáis felices y
para salvaros, para manifestar a vosotros mí único deseo de amaros y de ser, a cambio,
amado por vosotros.
Si me amarais con un amor filial y confiado tendríais también un respeto lleno de
amor y de sumisión para mi Iglesia y para mis representantes. No un respeto como el
que tenéis ahora y que os mantiene lejos de Mí porque tenéis miedo de Mí; este falso
respeto que tenéis ahora es una injusticia que le hacéis a la Justicia, es una herida a la
parte más sensible de mi corazón, es un olvido, un desprecio a mi amor paterno por
vosotros.
Lo que, de mi pueblo de Israel, más me ha afligido, y que todavía me aflige de toda
la actual humanidad, es este respeto por mí mal concebido. El enemigo de los hombres
se ha servido efectivamente de esto para hacerlos caer en la idolatría y en los cismas.
Para alejaros de la verdad, de mi Iglesia y de Mí. El se servirá todavía de esto y lo usará
siempre contra vosotros. Ah, no os dejéis arrastrar más por el enemigo, creed en la
verdad que se está revelando a vosotros; y caminad en la luz de la verdad.
También vosotros que no conocéis otra religión que esa con la cuál habéis nacido,
una religión no verdadera, abrid los ojos: aquí está vuestro Padre, aquél que os ha
creado y que quiere salvaros. Vengo hasta vosotros para traeros la verdad, y con ella la
salvación. Veo que me ignoráis y que no sabéis que de vosotros deseo sólo que me
conozcáis como Padre, creador y también como salvador. Es por ignorancia que no
podéis amarme; sabed, por tanto, que no estoy tan lejos como creéis.
¿Cómo podría dejaros solos después de haberos creado y adoptado con mi
amor? Os sigo por todas partes, os protejo en todo para que todo sea una constatación
de mi gran cuidado hacia vosotros, a pesar de que habéis olvidado a menudo mi infinita
bondad. Olvidos que os hacen decir: "Es la naturaleza la que nos da todo, la que nos
hace vivir y nos hace morir". ¡Este es el tiempo de gracia y de luz! ¡Por tanto, reconoced
que yo soy el único verdadero Dios!
Para poder daros la verdadera felicidad en esta vida y en la otra quiero que hagáis
lo que os propongo en esta luz. El tiempo es propicio, no dejéis huir al amor que se
ofrece a vuestro corazón en modo tan tangible. A todos os pido escuchar la Santa Misa
según la liturgia: ¡esto me agrada mucho! Después, con el tiempo, os enseñaré otras
pequeñas oraciones, ¡pero no quiero sobrecargaros! Lo esencial será glorificarme como
he dicho, estableciendo una fiesta en mi honor y sirviéndome con la simplicidad de los
verdaderos hijos de vuestro Dios, Padre, creador y salvador del género humano.
He aquí otro testimonio de mi amor paterno por los hombres: hijos míos, no os
hablaré de toda la grandeza de mi amor infinito porque basta abrir los libros santos, mirar
el Crucifijo, el Tabernáculo y el Santísimo Sacramento para que podáis comprender
¡hasta que punto os he amado!
Sin embargo, para haceros conocer hasta que punto necesitáis satisfacer mi
voluntad en vosotros, y para que Yo sea ya más conocido y más amado, quiero antes de
terminar estas pocas palabras, que no son otra cosa que la base de mi obra de amor
entre los hombres, indicaros algunas de las innumerables pruebas de mi amor por
vosotros.
Mientras que el hombre no se encuentre en la verdad, no podrá probar ni siquiera
la verdadera libertad: creéis que estáis en la alegría y en la paz, vosotros mis hijos, que
estáis afuera de la verdadera ley para cuya obediencia os he creado, pero en el fondo de
vuestro corazón sentís que en vosotros no hay ni la verdadera paz, ni la verdadera
alegría, y que no estáis en la verdadera libertad de quién os ha creado y que es vuestro
Dios, vuestro Padre.
Pero a vosotros que estáis en la ley, o mejor dicho, que habéis prometido seguir
esta ley que os he dado para asegurar vuestra salvación, habéis sido conducidos hacia
el mal por el vicio. Os habéis alejado con vuestra conducta malvada. ¿Creéis que sois
felices? No. ¿Sentís como vuestro corazón no está tranquilo? ¿Quizás pensáis que
buscando el placer y las otras alegrías humanas vuestro corazón se sentirá al final
satisfecho? No. Dejad que os diga ¡que no os encontraréis nunca en la verdadera
libertad, ni en la verdadera felicidad mientras que no me reconozcáis como Padre, y
mientras que no os sometáis a mi yugo, para ser verdaderos hijos de Dios, vuestro
Padre! ¿Por qué? Porque os he creado con un solo fin que es el de conocerme, amarme
y servirme, así como el niño simple y confiado sirve a su Padre.
Un tiempo, en el Antiguo Testamento, los hombres se comportaban como
animales, no conservaban ninguna señal que indicara en ellos su dignidad de hijos de
Dios, su Padre. Y así, para hacerles saber que quería elevarlos a la gran dignidad de
hijos de Dios tuve que demostrar una severidad a veces espantosa. Más tarde, cuando
vi que algunos eran bastante razonables y que podían entender finalmente que debían
establecer algunas diferencias entre ellos y los animales, comencé entonces a colmarlos
de beneficios y a concederles la victoria sobre los que todavía no reconocían y
conservaban la dignidad de ellos, y como el número de ellos aumentaba les mandé a mi
Hijo, adornado con todas las perfecciones divinas, dado que era el Hijo de un Dios
perfecto. Fue Él el que les trazó el camino de la perfección, por Él os he adoptado, con
mi amor infinito, como verdaderos hijos, y después no os he llamado más con el simple
nombre de criaturas sino con el nombre de "hijos'1.
Os he revestido con el verdadero espíritu de la nueva ley que os distingue, no sólo
de los animales como a los hombres de la antigua ley, sino que os eleva por encima de
aquellos hombres del Antiguo Testamento. A todos os he elevado a la dignidad de hijos
de Dios. Sí, vosotros sois mis hijos y tenéis que decirme que soy vuestro Padre; pero
tened confianza en Mí como hijos porque sin esta confianza no obtendréis nunca la
verdadera libertad.
Os digo todo esto para que reconozcáis que he venido para esta obra de amor,
para ayudaros fuertemente a sacudir la tiránica servidumbre que aprisiona vuestra alma
y para haceros saborear la verdadera libertad, de la cuál proviene la verdadera felicidad,
que en comparación con ella todas las alegrías de la tierra no son nada. Elevaos todos
hacia esta dignidad de hijos de Dios y respetad vuestra grandeza, y yo seré más que
nunca vuestro Padre, el más amable y el más misericordioso.
He venido para traer la paz con esta obra de amor, si alguien me glorifica y confía
en Mí haré descender sobre él un rayo de paz en todas sus adversidades, en todas sus
turbaciones, en sus sufrimientos y en sus aflicciones de cualquier tipo, sobre todo si me
invoca y me ama como su Padre. Si las familias me glorifican y me aman como su
Padre, yo les daré mi paz y con ella mi providencia. Si los trabajadores, los industriales y
los diversos artesanos me invocan y me glorifican, yo daré mi paz, me mostraré como
Padre amorosísimo y con mi poder aseguraré la salvación eterna de las almas.
Si toda la humanidad me invoca y me glorifica haré descender sobre ella el espíritu
de paz, como un rocío bienhechor.
Si todas las naciones, como tales, me invocan y me glorifican, no tendrán nunca
más discordias ni guerras, porque yo soy eí Dios de la paz y allá en donde yo estoy no
habrá guerra.
¿Queréis obtener la victoria sobre vuestro enemigo? Invocadme y triunfaréis
victoriosamente sobre el mismo.
En fin, vosotros sabéis que con mi poder todo lo puedo. Bien, este poder se lo
ofrezco a todos para que os sirva en el tiempo y en la eternidad. Me mostraré siempre
como Padre vuestro, siempre que vosotros os mostréis como hijos míos.
¿Qué deseo con esta obra de amor? Encontrar corazones que puedan
entenderme.
Yo Soy La Santidad, de la cual poseo la perfección y la plenitud, y os dono esta
santidad, de la cual soy el autor, a través de mi Espíritu Santo, y la instauro en vuestras
almas con los méritos de mi Hijo.
Es por mi Hijo y por el Espíritu Santo que Yo vengo hacia vosotros y en vosotros
busco mi reposo.
Para algunas almas estas palabras: "Vengo en vosotros", les parecerán un
misterio, pero ¡no hay ningún misterio! porque después de que le ordené a mi Hijo
instituir la Santa Eucaristía ¡me propuse venir entre vosotros cada vez que recibís la
santa Hostia! Claro que nada me impedía venir también hacia vosotros antes de la
Eucaristía ¡porque nada me es imposible! pero el recibir este sacramento es una acción
fácil de entender que os explica cómo es que Yo vengo en vosotros.
Cuando estoy en vosotros os doy con mayor comodidad lo que poseo, siempre y
cuando me lo pidáis. Con este sacramento os unís conmigo íntimamente, y es en esta
intimidad que la efusión de mi amor riega en vuestras almas la santidad que poseo. Os
inundo con mi amor, y entonces no tenéis que hacer otra cosa que pedirme las virtudes
y la perfección que necesitáis, y podéis estar seguros de que, en esos momentos de
reposo de Dios en el corazón de su criatura, nada os será negado.
Desde el momento en que habéis comprendido cuál es el lugar de mi reposo, ¿no
quisierais dármelo? Soy vuestro Padre y vuestro Dios, ¿osaréis negarme esto? Ah, no
me hagáis sufrir con vuestra crueldad, con un Padre que os pide sólo esta gracia para Él.
Antes de terminar este mensaje quiero expresar un deseo a un cierto número de almas
consagradas a mi servicio. Estas almas sois vosotros, sacerdotes, religiosos y religiosas.
Estáis a mi servicio, ya sea en la contemplación, ya sea en las obras de caridad y de
apostolado.
De parte mía es un privilegio de mi bondad, de parte vuestra es la fidelidad a la
vocación con vuestra buena voluntad. He aquí mi deseo: vosotros que comprendéis más
fácilmente lo que espero de la humanidad, rezadme para que yo pueda hacer la obra de
mi amor en todas las almas. ¡Vosotros conocéis todas las dificultades que hay que
vencer para conquistar las almas! Bien, he aquí el medio eficaz con el cual ganar para Mí
con facilidad una gran multitud de almas: precisamente este medio es el hacerme
conocer, amar y glorificar por ios hombres.
Antes que nada deseo que seáis vosotros los primeros en comenzar. ¡Qué alegría
para mí entrar antes que todo en las casas de los sacerdotes, los religiosos y las
religiosas!
¡Qué alegría encontrarme, como Padre, entre los hijos de mi amor! ¡Con vosotros,
mis íntimos, conversaré como amigo! ¡Seré para vosotros el más discreto de los
confidentes! ¡Seré todo vuestro, que os bastaré para todo! Seré sobre todo el Padre que
acoge vuestros deseos, colmándoos con su amor, con sus beneficios, con su ternura
universal. ¡No me neguéis esta dicha que quiero gozar entre vosotros! Os la devolveré
cien veces más, porque vosotros me glorificáis, ¡también os honraré preparándoos una
gran gloria en mi Reino!
Yo soy la luz de las luces: allá en donde esa penetre habrá vida, paz y felicidad.
Esta luz iluminará al peregrino, al escéptico, al ignorante y os iluminará a todos, oh
hombres que vivís en este mundo lleno de tinieblas y de vicios; ¡si no tuvierais mi luz
caeríais en el abismo de la muerte eterna!
En fin, esta luz iluminará las calles que conducen a la verdadera Iglesia Católica, a
sus pobres hijos que todavía son víctimas de las supersticiones. Me mostraré como
Padre de los que más sufren en la tierra, los pobres leprosos.
Me mostraré como el Padre de todos aquellos hombres que
están abandonados, excluidos de cualquier sociedad
humana. Me mostraré como Padre de los afligidos, Padre de
los enfermos, sobre todo de los agonizantes. Me mostraré
como e! Padre de todas las familias, de los huérfanos, de las
viudas, de los prisioneros, de los obreros y de la juventud.
Me mostraré como Padre en todas las necesidades. En fin,
me mostraré como el Padre de los reyes y de sus naciones.
¡Y todos sentiréis mis bondades, todos vosotros sentiréis mi
protección y todos vosotros veréis mí potencia!"¡Mi paterna y
divina bendición para todos, Amén! ¡Particularmente para mi
hijo y representante, Amén! ¡Particularmente para mi hijo el
Obispo, Amén! ¡Particularmente para mi hijo tu padre
espiritual, Amén! ¡Particularmente para mis hijas, tus
madres, Amén!
¡Para toda la congregación de mi amor, Amén!
¡Para toda la Iglesia y para todo el clero, Amén!
¡Bendición muy especial para la Iglesia del Purgatorio, Amén!
¡Amén!.”
Dios es mi Padre

Padre mío que estás en los cielos, ¡cómo es dulce y suave saber que Tú eres mi
Padre y que yo soy tu hijo!
Sobre todo, cuando está oscuro el cielo de mi alma y más pesada es mi cruz, es
cuando siento la necesidad de repetirte: ¡Padre, creo en tu amor por mí! Sí, ¡creo que Tú
eres para mí Padre en cada momento de la vida, y que yo soy Tu hijo! ¡Creo que me
amas con amor infinito! ¡
¡Creo que velas día y noche sobre mí y que ni siquiera un cabello se cae de mi
cabeza sin tu permiso!
+Per Ipsum, cum Ipso et in Ipso

Creo que, Tu infinita Sabiduría hace que todo sirva para el beneficio de los que te
aman: ¡y aún, bajo las manos que golpean, yo beso tu mano que sana!
Creo,... ¡Pero aumenta en mí la fe, la esperanza y la caridad!
Enséñame a ver siempre tu amor como guía en cada evento de mi vida.
Enséñame a abandonarme a Tí como un niño en los brazos de su mamá.
Padre, Tú sabes todo, Tú ves todo, Tú me conoces mejor de lo que me conozco
yo mismo: ¡Tú puedes todo y Tú me amas!
Padre mío, dado que Tú quieres que siempre recurramos a Tí, heme aquí con
confianza para pedirte, con Jesús y María,... (pedir la gracia que se desea).
Por esta intención, uniéndome a Sus Sacratísimos Corazones, Te ofrezco todas
mis oraciones, mis sacrificios y mortificaciones, todas mis acciones y una mayor fidelidad
a mis deberes (1).
¡Dame la luz, la gracia y la fuerza del Espíritu Santo!
Confírmame en Tú Espíritu, de modo que yo no lo pierda nunca, ni lo entristezca,
ni lo debilite en mí.Padre mío, ¡es en nombre de Jesús, Tu Hijo, que te lo pido! Y tú, oh
Jesús, abre tu Corazón y métele adentro el mío, junto con el de María ¡ofrécelo a
nuestro Padre Divino!... ¡Obtenme la gracia que necesitg!
Padre Divino, llama hacía Tí a todos los hombres. ¡Que el mundo entero proclame
tu Paternal Bondad y tu Divina Misericordia! Sé para mi tierno Padre, y protégeme en
todo momento como a la pupila de tus ojos. Haz que yo siempre sea digno hijo tuyo: ¡ten
piedad de mí!

Padre Divino, dulce esperanza de nuestras almas.


¡Qué Tú seas conocido, alabado y amado por todos los hombres!
Padre Divino, bondad infinita que se infunde sobre todos los
pueblos.
¡Qué Tú seas conocido, alabado y amado por todos los hombres!
Padre Divino, rocío beneficioso de la humanidad.
¡Qué Tú seas conocido, alabado y amado por todos los hombres!
Madre Eugenia

+ Mons. Girard, + Jean Card. Verdier Vic.


Arzobispo de París, Apost. Cairo (Egipto) 8 de
9 de Octubre de 1935 Mayo de 1936
Indulgencia parcial
1) Si se reza esta oración como Novena añadir: "Te prometo ser más generoso,
especialmente en estos nueve días, en tal circunstancia... con tal persona..."

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