La Mujer Ángel en La Divina Comedia de Dante Alighieri

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LA MUJER ÁNGEL EN LA DIVINA COMEDIA DE DANTE ALIGHIERI.

Dante Alighieri formó parte de lo que se denominó “Dolce Stil Novo”, un grupo
de poetas italianos de la segunda mitad del siglo XIII. La lírica stilnovista comienza a
representar a la mujer como un ser angélico que, por sus valores, conduce al hombre por
el camino del bien, y por ende a Dios. Se presenta a la mujer como pura, virtuosa y
mediadora con lo trascendente.
Para analizar la figura femenina en las obras de Dante debemos conocer a quien
fue su musa: Beatriz Portinari.
En un principio, Dante escribe “Vita nuova” poco después de la muerte de
Beatriz. En esta obra, el autor cuenta su primer encuentro con Beatriz a los nueve años y
su segundo encuentro nueve años después. Dante toma como objetivo de vida expresar
por medio de la poesía su amor por Beatriz, objetivo que culminará en “La Divina
Comedia”.
Beatriz se presenta como una intermediaria entre Dios y el hombre, se trata de
una salvación para el hombre. Se la representa como una mujer etérea, pura, luminosa,
humilde, honesta, en síntesis, una mujer ángel. A diferencia de lo que ocurría con el
amor cortés, donde se establecía un contrato de vasallaje amoroso entre la dama y el
poeta, en la obra de Dante no hay vasallaje, sino que se trata de una sumisión espiritual
espontánea, que surge a partir de la idea de la mujer como vínculo con Dios.
La Divina Comedia está dividida en tres partes: Infierno, Purgatorio y Paraíso.
Apenas comienza la obra, estando en el Infierno, Virgilio, poeta romano y primer guía
de Dante, cuenta cómo Beatriz se la apareció pidiéndole que guíe a Dante en su travesía
por el Infierno y el Purgatorio. Se la describe como una mujer santa, bella, con ojos
brillantes y voz angelical.

“Yo estaba entre los que se hayan en suspenso, y me llamó una dama tan santa
y tan bella, que le rogué me diera sus órdenes. Brillaban sus ojos más que la
estrella, y empezó a decirme con voz angelical en su lengua…Yo soy Beatriz, la
que te hace marchar…”
(P. 32. CANTO II – INFIERNO)

Estando ya Dante en el Paraíso Terrenal, es testigo de una procesión, de la que


participan ancianos/as, mujeres y animales. Pero lo más importante, es la aparición del
carro triunfal que lleva a Beatriz. Cuando Dante ve aparecer a su amada expresa:

“Yo he visto, al romper el día, la parte oriental enteramente sonrosada, el resto


del cielo adornado de una hermosa serenidad y la faz del Sol naciente cubierta
de sombras, de suerte que a través de los vapores que amortiguaban su
resplandor, podía contemplarla el ojo por largo tiempo; del mismo modo a
través de una nube de flores que salía de manos angelicales y caía sobre el
carro y en torno suyo, se me apareció una dama coronada de oliva sobre un
velo blanco, cubierta de un verde manto y vestida del color de una vivida
llama”
(p. 327. CANTO XXX – PURGATORIO).

Los signos que adornan a Beatriz simbolizan la Tres Virtudes Teologales: el velo
blanco la Fe; el verde manto la Esperanza; el vestido rojo la Caridad. Además, la corona
de oliva que lleva puesta representa la sabiduría.
Para que Dante por fin pueda reunirse con Beatriz, debe sumergirse en el río
Leteo, para poder borrar de su memoria sus antiguos pecados. Luego de haberse bañado
en las aguas, puede acercarse hasta donde se encontraba su amada, y nuevamente
destaca el brillo intenso de sus ojos:

“…me llevaron hacia el pecho del Grifo, donde estaba Beatriz vuelta hacia
nosotros…Mil deseos, más ardorosos que la llama, atrajeron mis ojos hacia
aquellos ojos brillantes, que aún estaban fijos en el Grifo. Como el Sol en un
espejo, la doble fiera se reflejaba en ellos…”
(p. 334. CANTO XXXI – PURGATORIO).

Ya estando en el Paraíso, Dante no deja de remarcar la luminosidad de los ojos


de Beatriz, por nombrar algunos ejemplos:

“…mi dulce Guía, que sonriendo despedía vividos destellos de sus santos ojos”
(p. 351. CANTO III – PARAÍSO).

“Beatriz me miró con los ojos llenos de amorosos destellos, y tan divinos, que
sintiendo mi fuerza vencida, me volví y me quedé anonadado, con los ojos
bajos”
(p. 357. CANTO IV – PARAÍSO).

Dante llega finalmente a lo que se denominó El Empíreo, es decir, la morada de


Dios:

“… me obligó a volver los ojos hacia Beatriz. Si todo cuanto hasta aquí se ha
dicho acerca de ella estuviera reunido en una sola alabanza, sería poco para
llenar el objeto. La belleza que en ella vi no solo está fuera del alcance de
nuestra inteligencia, sino que creo con certeza que su Hacedor es el único que
la comprende toda… porque así como el Sol ofusca la vista más trémula, del
mismo modo el recuerdo de la dulce sonrisa paraliza mi mente. Desde el primer
día que vi su rostro en esta vida hasta mi actual contemplación, no se ha
interrumpido la continuación de mi canto...”
(p. 461. CANTO XXX – PARAÍSO).

Me parece sumamente bello este pasaje donde vemos cómo Dante describe a su
amada. Al llegar a la morada de Dios, Beatriz, que representa la teología, la
luminosidad, lo angelical, está más hermosa que nunca. Dante queda paralizado frente a
su sonrisa, a sus ojos, frente a toda su presencia.
En síntesis, podemos notar que uno de los aspectos que más se destaca en toda la
obra es la luminosidad en sus ojos. Es importante esta descripción ya que, en el
Medioevo, la luz estaba asociado a aquello que viene de Dios. Beatriz es la encarnación
de las mejores virtudes, es luz y armonía, y como guía de Dante representa la Fe y la
gracia divina.

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