Historia Clinica Psiquiatrica - Seguin
Historia Clinica Psiquiatrica - Seguin
Historia Clinica Psiquiatrica - Seguin
I. Anamnesis
II. Exámen físico
III. Exámenes de laboratorio
IV. Procedimientos complementarios
V. Evolución
VI. Terminación
El análisis de ellas nos lleva, sin embargo, a encontrar diferencias. Esas diferencias son
fundamentales en la anamnesis, parte principal de toda historia y especialmente importante
en este caso.
I. LA ANAMNESIS PSICOSOMÁTICA
Una anamnesis hecha de esa manera es mutatis mutandis, la que un veterinario haría
tomando los datos al dueño de un caballo o un perro enfermos. Ni más ni menos. El sabio
médico no se ha preocupado ni un solo momento en ver al hombre que tiene la enfermedad,
de pensar que ese hombre no sólo ha pasado a través de la vida, siendo expuesto al
raquitismo, el “surmenage genital” (1) o el gas en la guerra, si no que ha vivido y que sus
vivencias son tan importantes para comprender su enfermedad actual como su exposición a
tóxicos o microbios.
Estas consideraciones pueden aplicarse a las anamnesis que vemos todos los días. Las más
perfectas nos dan una idea clara de las enfermedades que han “atacado” al paciente, pero el
paciente mismo no aparece por ninguna parte. Este es su gran defecto y el que la anamnesis
psicosomática debe corregir.
Recordemos siempre que el enfermo es un ser humano al que debemos comprender y tratar
como tal y adoptaremos con ello la actitud justa ante el interrogatorio.
Tomemos ante todo en cuenta lo que el interrogatorio es en sí. En todo contacto humano
existe una relación psicológica especial. La primera vez que nos presentamos con un
semejante decide generalmente el futuro de nuestra relación con él. Se trata de un
complicado procedimiento ideo – afectivo que ahora no podemos analizar, pero que ningún
médico debe desconocer. En el caso del enfermo que va a ver al facultativo, la importancia
de la primera entrevista es aún mayor. No queremos entrar a estudiar ahora las diferentes
actitudes que el paciente adopta frente a esa primera entrevista, ni sus características
psicodinámicas. Debemos sí decir que del primer contacto depende, en la mayoría de los
casos, el futuro de la relación medico-enfermo, que es, a su vez, decisiva para el éxito del
tratamiento. El paciente, sea acuda por primera vez a buscar alivio a su dolencia, o que,
fracasado antes, renueve sus intentos de curación una vez más, se enfrenta al médico en un
especial estado de espíritu. La primera entrevista posee pues, una fundamental importancia,
que no se toma en cuenta como es debido. El interrogatorio no tiene, desde ese punto de
vista, solamente el valor de una técnica para reunir datos, sino que es, al mismo tiempo, un
medio de establecer una relación humana, de obtener el “rapport” con el enfermo, de
provocar “transferencia”. Estos términos no son sino nombres técnicos puestos a la relación
a la que nos hemos referido. Si el paciente percibe en el médico desinterés, prisa o
simplemente la falta de calor humano implícita en la consideración del interrogatorio como
una necesaria pero aburrida técnica, no solo no dará los datos que se le pidan, o los dará con
el mismo espíritu de “salir del paso”, si no que no establecerá con el medico esa relación
psicológica, rapport o transferencia, indispensable para el éxito futuro del tratamiento.
Repitamos: la primera entrevista decide generalmente todo; es por eso que debemos saber
conducirla. Ello implica una actitud y una técnica; la actitud es la del verdadero médico, la
del hombre que está interesado en sus semejantes como hombres a quienes ayudar y no
como casos que estudiar, o lo que es peor clientes que atender. La técnica se desprende de
esa consideración; nos llevara a enfocar al enfermo como una persona, un ser humano en su
totalidad.
El interrogatorio debe ser conducido en una manera cordial. Detalles como el dar la mano
sonriendo al comienzo y al final, son importantes. Debemos provocar confianza en el
paciente. La actitud “profesional” no solo es Inhumana, sino contraproducente; constituye
una falta de técnica. Debemos tener y demostrar un autentico interés por el enfermo como
hombre (no nos cansaremos de repetirlo). Muchas veces unos minutos de conversación
“extra médica” intercalados durante el interrogatorio, en conexión con el trabajo del
paciente, su lugar de nacimiento su deporte favorito o los estudios de sus hijos hacen el
milagro de cambiar a un ser desconfiado, reticente y casi hostil, en uno sonriente, hablador
y franco.
Es fácil observar esas transformaciones y, cuando ellas ocurren, podemos estar seguros de
que hemos tenido un buen comienzo y de que hay muchas probabilidades de éxito; la
confianza, la sincera cooperación, la fe del paciente, hacen más por el éxito del tratamiento
que una perfecta prescripción que no se cumple o se sigue negligentemente, y sin
confianza.
En este artículo dedicado a la anamnesis, no podemos más que referirnos a otro aspecto
realmente importante desde el punto de vista terapéutico. Si el médico ha sido capaz de
obtener el rapport del paciente, si éste ha sentido que tiene enfrente, no a un preguntón
impersonal, sino a un amigo cederá, a la necesidad experimentada por todo ser humano de
“franquearse” y dará salida a la presión que sus preocupaciones han estado manteniendo.
Nos dirá muchas veces en medio de lágrimas su “secreto” y, al hacerlo, si encuentra en su
interlocutor la actitud justa, se sentirá enormemente tranquilizado “como si se hubiera
quitado un peso de encima”. Sentimientos de culpa, tendencias agresivas contenidas,
temores sobrevalorados, al ser expuestos y “vividos” frente a un observador humano y
comprensivo, perderán su fuerza y el paciente se sentirá realmente liberado. Es la conocida
“catársis” de tan decisivo efecto favorable. Si se produce, basta muchas veces para que un
ser que viniera a vernos deprimido y angustiado, abandone la entrevista “cambiado” por la
descarga de presiones emocionales hasta entonces contenidas. La sensación de tranquilidad
que ello produce actúa sobre la “totalidad” del enfermo-hombre produciendo incluso
cambios en el equilibrio neurovegetativo que, al traducirse en regulaciones metabólicas y
endócrinas, realizan un verdadero milagro de mejoría psicosomática.
La técnica del interrogatorio
1. Enfermedad Actual
2. Historia Familiar
3. Niñez
4. Educación
5. Trabajo
6. Cambios de Residencia
7. Enfermedades y Accidentes
8. Vida Sexual
9. Hábitos e Intereses
10. Actitud para con la Familia
11. Actitud frente a la Enfermedad
12. Sueños
El orden de estos tópicos tiene importancia. La experiencia nos ha enseñado que él es el
más lógico, el que facilita el interrogatorio y evita esa impresión de encuesta judicial a que
nos hemos referido. Como se verá mas adelante, su secuencia es natural y nos permite, con
el aspecto de una conversación, el obtener de una manera ordenada los datos principales.
¿Debe escribirse delante del enfermo lo que él va diciendo? A primera vista la respuesta
justa parecería la negativa. Así lo creímos al principio, y durante un tiempo, redactamos la
anamnesis solo después que el enfermo se había retirado. La experiencia nos ha enseñado
que ello no es indispensable. En la mayoría de los casos, por el contrario, parece que el
enfermo ve más interés en el médico si escribe todo lo dicho. Hay la sensación de ser
importante y placer en ello. Muchas veces los pacientes han resentido el que el médico haya
dejado pasar algunas de sus afirmaciones sin anotarlas. Hacemos una excepción con los
datos de la vida sexual, cuando ellos son manifiestamente penosos. En esos casos dejamos
de anotar, a veces abandonamos ostensiblemente el lápiz durante todo el interrogatorio de
esa parte, lo que no impide que, ya sea inmediatamente luego de hacer alguna pregunta sin
importancia, o después, cuando el enfermo se ha retirado, registremos cuidadosamente todo
lo obtenido.
Y ello nos lleva a una tercera consideración. ¿Cómo se obtiene que los pacientes hablen se
sus problemas mas íntimos? Creemos que ello es fácil si se sabe manejar el interrogatorio.
Contribuye al buen éxito: una actitud benevolente y comprensiva aún frente a las
confesiones más graves, una firme insistencia cuando es necesario, una explicación
amistosa en el momento justo. Esa explicación es necesaria a veces. Frente a enfermos que
desde el primer momento se muestran desconfiados acostumbramos a declarar la situación
al comienzo: “Voy a hacerle preguntas, algunas de las cuales le parecerán no tener relación
con su enfermedad. Todas ellas son necesarias y usted debe contestarlas. ¿Estamos de
acuerdo? De esa manera se eliminan, muchas veces, de una vez por todas, los obstáculos.
Cuando notamos resistencia al hablar de ciertos temas, insistimos: “Discúlpeme que le haga
todas estas preguntas, pero son indispensables” A lo que sigue una somera explicación de
cómo las preocupaciones “influyen” sobre la salud.
A veces notamos que el enfermo nos miente. Ello es fácil de advertir cuando se ha
interrogado a muchos. Generalmente hay algunos signos delatores: el sujeto duda, mira la
cara del interlocutor, se ruboriza. Entonces decimos firmemente: “Debe ser usted franco
conmigo, usted comprende que si le pregunto todo esto es porque es necesario. Si usted
trata de engañarme no hace sino engañarse a si mismo porque, al hacerme equivocar por
medio de una mentira yo no pierdo nada, pero usted sí, ya que no puedo darle el tratamiento
justo”.
Pero sobre todos estos detalles de técnica, cuando el médico se ha familiarizado con el
interrogatorio y su secuencia, le es fácil conducirlo de manera que, insensiblemente,
responda el paciente a todo lo que se le pregunte. Varias veces hemos visto enfermos que se
habían prometido “no decir nada” y que luego de haber suministrado una anamnesis
completa, ha manifestado: “Yo no sé cómo me ha sacado todo esto” Siguiendo las normas
más abajo trazadas, con un poco de experiencia se obtendrá el mismo resultado.
1
Deuch, F.: “Associative anamnesis”, Psichoanalitic Quartely. 8, 354, 1,939.
2
El lector interesado en conocer las preguntas a hacer, para ello puede consultar con provecho los
cuestionarios de Shilder en “Psichoterapy”. Edt. Norton, págs, 204 y siguientes.
I. ENFERMEDAD ACTUAL
Un gran error sería, indiscutiblemente, el comenzar el interrogatorio por cualquier cosa que
no fuera la enfermedad actual. El paciente viene por sus síntomas y de ello quiere hablar.
La mejor manera de empezar es, pues, permitiéndole explayarse acerca de ellos. La primera
pregunta será:
¿Que le pasa?
El paciente comienza entonces a enumerar sus síntomas. Precisemos:
Es entonces cuando el enfermo recuerda que ya antes había comenzado a sentir algo. Es el
momento de preguntar:
¿Dónde estaba usted cuando lo sintió? ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué había hecho ese día, el
anterior?
Esas preguntas llevan al enfermo a situarse en el momento del comienzo. Generalmente nos
dan datos precisos respecto a coincidencias cronológicas (infecciones, intoxicaciones,
traumatismos, factores psíquicos, emociones, cambios de situación, etc.) En este momento
provocamos una pequeña conversación tratando de “ubicar” al hombre en la situación en la
que la enfermedad comenzó. Creemos que ello es realmente importante.
Esta pregunta nos informará sobre la primera actitud del paciente frente a la enfermedad.
¿No le dio importancia? ¿Le dio tanta que abandonó el trabajo, se puso en cama, etc.?
¿Cuál fue el primer tratamiento y sus resultados? Es necesario obtener aquí detalles de la
actitud, no solo del enfermo sino de sus familiares, jefes, médico, etc…
¿Cómo siguió?
Debe tratar de obtenerse todos los datos posibles, con fechas sobre tratamientos, mejorías,
recaídas, tratando de precisar, en el caso de que estas últimas hubieran ocurrido, las
condiciones en las que cada una se presentó. Ello permite muchas veces establecer
interesantes paralelismos entre factores exteriores y enfermedad.
En muchos casos consideramos útil completar esta parte de la anamnesia con una
distribución cronológica especial. Dividimos la página en dos columnas; colocamos en la
derecha los factores importantes de la vida del paciente y en la izquierda la evolución de la
enfermedad. Ello es interesante en casos de afecciones que evolucionan por poussés, que
pueden estar ligadas a factores ambientales (asma, fiebre del heno, paludismo, úlceras
gastro-duodenales, órgano-neurosis etc.)
Cabeza y cuello
Respiratorio
Dolor en el pecho al respirar, tos, esputos, hemoptisis, sudores nocturnos, fiebre, asma y
fiebre del heno.
Cardíaco
Dolor o molestia en la región precordial, irradiación del dolor, tipo de dolor, circunstancias
del comienzo, duración, medios de mejorarlos, efecto del ejercicio, alimentación, drogas.
Fiebre, cianosis, disnea, número de pulsaciones, presión arterial, recurrencia. Palpitaciones,
edema, tos, orden cronológico de presentación, duración de enfermedades cardíacas
conocidas.
Gastrointestinal
Articulaciones
Piel y apéndices
Aconsejamos tener presente estas listas solo como referencia. Todos los datos en ella
consignados pueden y deben obtenerse en un interrogatorio bien conducido, sin necesidad
de sugerirlos. El interrogatorio al paciente sobre síntomas específicos, nos parece un error.
Es muy fácil que responda afirmativamente a muchos de ellos, sin haberlos tenido o que
comience a tenerlos a raíz del interrogatorio.
Una vez obtenida la historia de la enfermedad hasta el momento actual, una última
pregunta:
Que debe completarse siempre con uno o dos: ¿nada más? Ello es importante. El paciente
se queja de primera intención de los síntomas que mas lo molestan, lo que no quiere decir
que sean los mas importantes.
Al terminar esta parte del interrogatorio debemos tener una idea clara de todo el desarrollo
de la enfermedad, los tratamientos seguidos y la actitud del enfermo durante ella.
II. HISTORIA FAMILIAR
¿Vive su padre?
¿Vive su madre?
Iguales preguntas
¿Por qué?
Consignar detalles de las causas para la separación, el tiempo, etc., así como las personas
con las que el paciente vivió; investigando acerca de ellas en la misma forma que acerca de
los familiares.
III. NIÑEZ
Datos de la evolución
¿Embarazo y parto normales? ¿Alimentación al pecho? ¿Artificial? ¿Por qué? Fecha de
destete y reacción a él. En relación a esto debe suscitarse también una conversación que nos
informe sobre gustos y costumbres particulares, especialmente en cuanto a la alimentación.
¿Peculiaridades y preferencias? ¿Rechazo de alimentos? Reacción de la familia.
Síntomas neuróticos
Para averiguarlos debe usarse cierta técnica . Las preguntas corrientes provocarían
negativas o respuestas vagas. He aquí lo que aconsejamos: ¿Hasta que edad se orinó en la
cama? Alrededor de este tema averiguar la manera cómo el control de la eliminación fue
obtenido.
¿Ha tenido pesadillas? Terrores nocturnos y reacción de los padres ante ellos.
¿Hasta que se edad se chupo el dedo? ¿Se comió las uñas?
¿Ha tenido pataletas? ¿Con qué motivos?
¿Masturbación infantil? ¿Fantasías sexuales? ¿Otras particularidades?
IV. EDUCACIÓN
¿Tenía muchos amigos? ¿A que jugaba? ¿Tenía tendencia a ser el líder o seguir a los otros?
Investíguense las características de la reacción social.
V. TRABAJO
Sígase la biografía del enfermo averiguando, en una secuencia natural, las actividades
seguidas al abandonar los estudios.
Coméntese aquí cordialmente las condiciones de vida. Investíguese la actitud del sujeto
frente a ellas; despíntense preocupaciones económicas, tensiones emocionales,
traumatismos psíquicos, etc.
En esta forma hemos hecho en realidad una pequeña biografía del paciente. Lo hemos
seguido paso a paso desde su infancia hasta el momento en que lo vemos por primera vez
ya que la vida familiar, la educación y el trabajo son etapas fundamentales de la evolución
individual. Hay algo sin embargo, que debemos tener presente y que muchas veces se
desliza entre los otros datos, si no, estamos preparados a tomarlo en cuenta: los cambios de
residencia del enfermo.
VI. CAMBIOS DE RESIDENCIA
El conocimiento de ellos, parte de los suministrarnos datos importantes sobre los ambientes
biológicos en los que el paciente ha vivido y su relación con presente o antigua patología
(Zonas palúdicas, enfermedades tropicales, paso de la altura a la costa, etc.) , nos ofrecen
información igualmente importante. Para obtenerla, no olvidemos las siguientes preguntas:
Entremos luego a investigar otros aspectos de la vida del ser humano que tenemos delante.
Para ello el orden del interrogatorio es importante. Aconsejamos el siguiente, que la
experiencia nos ha demostrado válido.
Esta es, por supuesto, la parte más difícil del interrogatorio. Y es difícil, en realidad- la
experiencia de enseñar nos lo ha probado – más que por la resistencia que el paciente pueda
tener para hablar de ella, por la resistencia consciente o inconsciente que el médico mismo
presenta. Sí el médico tiene frente a los problemas del sexo una actitud sana y comprensiva
(lo que naturalmente implica la misma actitud frente a sus propios problemas en esa esfera),
el interrogatorio no es difícil. Ante un benevolente interés, que no se modifica durante toda
la entrevista, ante una naturalidad sana, que permite tratar el tema como cualquiera de los
otros, no solo el enfermo o la enferma no se resisten, sino que cooperan gustosamente. En
nuestra organización social el tabú del sexo impide que tanto hombres como mujeres
tengan oportunidad de hablar seriamente de este tema con alguien. En la mayor parte de los
casos sufren la angustia de la ignorancia y desearían un consejo sano y autorizado. Por otra
parte, el solo hablar de sus problemas o preocupaciones brinda tranquilidad y desahogo. Es
corriente ver que pacientes de ambos sexos, una vez roto el hielo, se explayan ampliamente,
“abran su corazón” y digan agradecidamente al final: “nunca hable de esas cosas, doctor,
con nadie y me ha hecho mucho bien el decírselas”
Naturalmente que ello no puede producirse si la actitud del médico- no solo la que pretende
sino la que auténticamente tiene- no es claramente la justa: una benevolente comprensión
amistosa y segura. Si hay inseguridad, falsa vergüenza, curiosidad malsana, “picardía”,
interés extra-médico, ello bloquea inmediatamente al paciente, que lo percibe a través de
todas las caretas que se quiera usar para disimularlo. Aquí, como siempre, el ser médico, es
decir, el estar guiado por un auténtico cariño hacia nuestros semejantes y un sincero deseo
de ayudarlos; el hacerlo en una forma madura y noble, es la mejor llave para penetrar en lo
más íntimo de su vida.
Si el interrogatorio ha sido conducido hasta aquí correctamente el paciente ha perdido ya la
inseguridad de los primeros momentos y “simpatiza” con el médico. Está, pues, dispuesto a
responder a sus preguntas lo mejor que puede, pero, aún en las condiciones más favorables,
es necesario “romper el hielo”. Para ello la experiencia nos ha enseñado una técnica que
creemos eficaz. Es naturalmente, distinta frente a enfermos hombres o mujeres.
En los hombres, hecha de propósito como final la pregunta sobre las enfermedades
venéreas, es fácil pasar como complementaria, a la siguiente:
¿Cuál ha sido su primer amor? ¿Por qué se enamoró? ¿Cuánto tiempo duró ese episodio?
¿Hasta donde llegaron en sus relaciones? ¿Porqué y cómo terminaron? Reconstrúyase en lo
posible este episodio, que es siempre importante.
¿Otros amores?
Iguales preguntas, que nos darán una idea clara de la manera cómo el enfermo encara este
aspecto de su vida, así como los traumatismos emocionales que pudieran haber ocurrido y
la reacción a ellos.
Matrimonio
En el curso de este interrogatorio se llega, si el enfermo es casado el tema de su
matrimonio. Es interesante averiguar en este caso con más detención que en los demás los
detalles del proceso. ¿Cómo conoció a la mujer que fue su esposa? ¿Por qué le gusto?
¿Cuánto tiempo la enamoró? Y la pregunta fundamental:
Las dificultades de esta parte del interrogatorio frente a las mujeres no son mayores si él es
bien conducido. Generalmente para “romper el hielo”, comenzaremos con una pregunta
llave:
¿Fuma mucho?
Número de cigarrillos por día
¿Otras drogas?
Café, té, drogas heroicas (Difícilmente confesadas)
¿Concepciones filosóficas?
No se trata de buscar erudicción, sino de saber los principios a los que el paciente ajusta su
conducta, sea no consciente de que ellos constituyen su filosofía.
Es este un tópico de real interés ya que su conocimiento nos informa, no solo sobre la
personalidad del paciente, sino sobre la situación familiar con sus complejas reacciones y
posibilidades.
Ha aquí una pregunta que usamos para iniciar el interrogatorio:
Si el paciente es soltero, ¿Vive con sus padres? En caso negativo, ¿Por qué? ¿Con quién
vive? ¿Por qué?
Si es casado, ¿Vive con sus padres? ¿Con la familia de su esposa? En caso afirmativo, ¿Por
qué?
¿Con qué otras personas vive? ¿Por qué?
Este grupo de interrogantes deben dejarnos con una clara idea sobre la vida actual del
enfermo en todo su valor psico-social.
He aquí un tópico que el médico olvida casi siempre y que nos parece de fundamental
importancia. La actitud del paciente ante su dolencia es decisiva, no solo para el
conocimiento de su personalidad y para el diagnóstico, sino para la conducción y el éxito
del tratamiento. Preguntemos:
XII. SUEÑOS
Teniendo en cuenta, por supuesto, los conceptos freudianos. Véase la obra original: Sigmund Freud: “La
interpretación de los sueños” (La traducción de Luis López Ballesteros, publicada en España por Biblioteca
Nueva, ha sido reimpresa en la Argentina: Biblioteca de Psicología Contemporánea. Editorial Americana,
Buenos Aires, 1,943. Tomos VI y VII) y toda la abundante literatura al respecto.
¿Duerme usted bien?
Sí, no, ¿Por qué?
¿Tiene pesadillas?
En caso afirmativo, hágase que el enfermo las relate y anótense, si es posible, sus propias
palabras.
¿Sueña usted?
Muchas veces la respuesta es negativa. Hay una resistencia inconsciente a recordar sueños
ante el médico. Insistamos: ¿Nunca? Generalmente de esa manera obtenemos datos. Algo
que ocurre muy a menudo es que el paciente nos responda: “¿Sueño doctor, pero no
recuerdo qué? Insistamos también: “¿No recuerda ningún sueño? ¿Ninguno? Cuénteme
cualquiera. Es muy raro el caso en el que no hemos podido obtener un relato y, cuando mas
trabajo nos ha costado, mas interesante el sueño obtenido.
Con esto hemos terminado el interrogatorio, que, si ha sido bien conducido, nos dará una
idea clara de la personalidad en sus relaciones con el ambiente y nos permitirá encarar, con
las otras partes de la historia clínica, el diagnóstico, el pronóstico, y la terapia en función
del hombre como tal.