Grupo de Actualización Veterinaria

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Grupo de Actualización Veterinaria

Ortopedia ‘98

La Ortopedia representa el segmento de patologías con solución quirúrgica más


grande de nuestra práctica clínica.
Es nuestra inquietud, el poder presentar los últimos avances en este campo; y
de esta manera, disponer de los conocimientos actualizados para poder enfrentar
y resolver los problemas ortopédicos en nuestros pacientes.
El Grupo de Actualización Veterinaria es una Asociación Civil sin fines de lucro,
que surgió de la necesidad de lograr un acercamiento entre todos nosotros, los
practicantes en pequeños animales, con el fin de compartir experiencias y ampliar
conocimientos, para lograr superarnos como profesionales.

Comité Organizador

M.V. Ana Acosta de Barrios


M.V. José Barrios
M.V. Ezio Bertorelli
Ing. Hilda Pioli de Bertorelli
M.V. Luis Canelón
M.V. Oswaldo Cuevas
M.V. Natasha Torres de Cuevas
M.V. Héctor Jurado
Br. Henry Linares
M.V. Amalia López
M.V. Josué López
M.V. Nigme Maluenga
M.V. María Gracia Masiero
M.V. Edgar Rivas
M.V. León Tillero
M.V. Lester Vega
Lic. Rocío Rodríguez de Vega

Ponente
MVZ Esp Carlos Santoscoy Mejía

Egresado de la Facultad de medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad


Nacional Autónoma de México.
Especialidad en Medicina y Cirugía en Perros y Gatos en esta Universidad.
Jefe del área de Cirugía del Hospital Veterinario de la UNAM de 1989 a 1993.
Jefe del Departamento de medicina, Cirugía y Zootecnia de la UNAM de 1993 a
1997.

Nuevos Enfoques en Clínica Ortopédica


en Pequeños Animales.
Diagnóstico y Tratamiento
Caracas, 19 – 20 Septiembre, 1998

EXAMEN DIAGNÓSTICO EN ORTOPEDIA

MVZ Esp CARLOS SANTOSCOY MEJÍA

INTRODUCCIÓN

La principal obligación del Veterinario una vez que ha aceptado atender a un


paciente, es la de establecer un diagnóstico, un pronóstico y una terapia
acertada. Para eso el diagnóstico comprende la colección de información
acerca del animal y su análisis para emitir una hipótesis que explique el
problema del sujeto. Para llegar a un diagnóstico se requiere de un amplio
conocimiento médico, además de mínima experiencia para determinar el tipo
de pruebas necesarias, en donde se incluyen la historia y el examen físico,
laboratorio, radiología y otros procedimientos. Una sola fuente de información
no es suficiente para lograr un diagnóstico adecuado. El examen físico es
esencial para lograr un diagnóstico acertado. Hay que recordar que la
información obtenida al recabar la historia clínica y el examen físico no puede
ser sustituida por las pruebas de laboratorio.
La práctica médica no es una ciencia exacta, lo cual indica que el factor
humano ocupa un lugar preponderante en su ejercicio, por lo que ciertas
habilidades humanas deber ser perfeccionadas y la más importante en éste
sentido es el poder de atención (proceso activo que requiere de un
pensamiento consciente continuo) que es la concentración mental en un
pensamiento o en un objeto (el propietario del animal durante el
interrogatorio o el animal mismo en el examen ortopédico). Esto puede
parecer simple pero pocos médicos logran desarrollar esta habilidad al
100%.
Un examen ortopédico se inicia por la toma de la historia clínica (anamnesis)
y se continúa con un examen físico metódico y completo. La realización de
un examen sistemático (igual en todos los casos) disminuye la posibilidad de
pasar por alto la existencia de problemas múltiples y así diagnosticarlos
adecuadamente.
Es necesario que el veterinario establezca un vínculo de confianza y por lo
tanto un canal eficiente de comunicación con el propietario del animal a
revisar. Lo anterior se logra permitiendo que el propietario describa con sus
propias palabras los problemas que él cree detectar en su animal.
Todos los datos pertinentes de la interrogación, de la identificación y del
examen físico deben de registrarse de una manera lógica y concisa.

Identificación del paciente

El veterinario debe tomar en cuenta la especie, la raza, la edad y el sexo,


esta información es vital para lograr diagnósticos acertado, ya que el
conocimiento de la prevalencia de las enfermedades por las características
anteriores incrementa en gran medida la capacidad diagnóstica del clínico;
es obvio que existen enfermedades que son propias de una especie, la edad
identifica a grupos de población que tienen predisposición a cierto tipo de
afecciones, por ejemplo: los animales jóvenes presentarán enfermedades
propias del desarrollo (osteocondrosis, falta de unión del proceso ancóneo,
etc.), mientras que los animales adultos o viejos sufrirán enfermedades de
tipo degenerativo o neoplásico. La raza determina la presencia de afecciones
de origen hereditario como la luxación patelar medial en razas miniatura, la
osteocondrosis, la displasia de cadera, etc., o secundarias a la conformación
por ejemplo la ruptura de ligamento craneal cruzado en el rottweiller y en el
chow-chow. En cuanto al sexo encontramos diferencias en la prevalencia de
las patologías, por ejemplo los macho son afectados que las hembras en los
procesos neoplásicos, en panosteitis, en osteocondrosis, etc.

Anamnesis
Es sumamente importante recabar las características inmediatas de la
evolución clínica del animal, sin embargo siempre se debe tener en mente
que el propietario puede emplear términos médicos en forma inadecuada y
confundir al clínico si este no es crítico con lo que está escuchando. Algunos
propietarios pueden mentir deliberadamente si tienen sentimiento de culpa
acerca del problema que aqueja al animal.
Las preguntas deben elaborarse una a la vez, dando tiempo para que el
propietario responda completamente para elaborar una nueva pregunta. Con
un lenguaje que sea comprendido completamente por el propietario, de lo
contrario se obtendrán respuestas en su mayoría negativas.
Debe evitarse a toda costa la idiolépsis (visión de túnel) que consiste en
centrar nuestra atención en un problema obvio sin revisar en su totalidad al
paciente. Este problema es muy frecuente sobre todo en la práctica de la
traumatología donde las fracturas son muy aparentes y por lo que en
ocasiones se pasan por alto problemas que ponen en peligro la vida del
perro o su pronóstico.
No es de gran importancia el orden en el cual se realice un examen
diagnóstico, siempre y cuando se haga completo. Tampoco es de gran
importancia la forma en que se haga y lo más seguro es que existan tantas
formas de realizarlo como veterinarios existen; lo más importante es
desarrollar una técnica de exploración que se pueda aplicar a todos nuestros
pacientes. Cuando hallamos logrado lo anterior tendremos una forma
sistemática de exploración y lo único que habrá que cuidar es que siempre
sea completa, evitando al cumplir estos requisitos omitir problemas que
puedan alterar el diagnóstico y/o el pronóstico de nuestro paciente.
Cuando se considera que el interrogatorio a sido suficiente se continúa con
los siguientes pasos del examen.

Examen en estática
Consideramos de mayor provecho iniciar el examen físico por la observación
del paciente en estática, lo cual se realiza en el piso, observando las
características de conformación y de posicionamiento de nuestro paciente.
La observación se hace tomando en cuenta las características raciales y las
individuales como puede ser la presencia de obesidad. Se debe observar la
simetría y armonía de los miembros en lo referente a su posición, masas
musculares y articulaciones.
En estos casos se pueden apreciar desviaciones, malformaciones, edema,
inflamación, atrofia muscular, anormalidades en la forma de colocar de los
miembros, etc.

Examen en dinámica
Cuando el clínico ha quedado satisfecho de sus observaciones en el animal
en estática, entonces se pide al propietario que se desplace con su animal de
tal manera que podamos observar las características de su desplazamiento.
El examen en dinámica se efectúa caminado, al trote o incluso a la carrera,
se debe de realizar inicialmente en una superficie plana y no resbaladiza y
solo en casos en difícil diagnóstico se realiza en una superficie irregular; con
obstáculos o en la escalera. El clínico debe apreciar al paciente alejándose,
acercándose y por ambos flancos.
El examen en dinámica evalúa tres parámetros: La locomoción o sea la
capacidad para desplazarse de un lugar a otro; en esta prueba se determina
la integridad del sistema musculoesquelético y se observa principalmente si
el animal distribuye en forma simétrica el peso en los cuatro miembros, si
existe claudicación, identificando el miembro afectado. En gran cantidad de
ocasiones el movimiento de la cabeza nos indica en que miembro está el
problema; si la claudicación se presenta en alguno de los miembros
torácicos, obviamente se observa acortamiento del paso, y al intentar el
apoyo con el miembro afectado la cabeza se desplaza dorsalmente en forma
brusca. Cuando la afección se localiza en los pélvicos, el animal camina con
la cabeza pro debajo de la línea dorsal intentando desplazar el centro de
equilibrio hacia la parte craneal de su cuerpo.
Se considera que el centro del equilibrio en el perro se localiza a la altura de
la vértebra T10.
La claudicación se gradúa dé acuerdo con la siguiente tabla:

Grado I apenas perceptible


Grado II notable pero apoya el miembro afectado
Grado III apoya el miembro afectado solo para equilibrarse
Grado IV no apoya y mantiene el miembro en flexión

El siguiente parámetro evalúa la integración del aparato locomotor con los


nervios periféricos, por medio de observar la capacidad del paciente para
adaptarse en forma inconsciente a las irregularidades del terreno sin
tropezar.
Y finalmente se prueba el equilibrio donde se evalúa la integración completa
del musculoesquelético con la totalidad del sistema nervioso. En este caso
se pide que el animal se desplace y cambie de dirección en forma brusca
observando si lo logra sin perder el equilibrio.
En todas las pruebas anteriores se pide al propietario que camine al perro, si
se tiene duda acerca de los hallazgos se pide que el animal se desplace al
trote lo cual acentuará los problemas encontrados.
En resumen además de observar si el animal claudica se debe apreciar si no
existe otra anormalidad como arrastrar los pies, apoyar con los nudillos,
circonducción, hipermetría, ataxia, cruzar los miembros, etc.

Cuando el clínico considera que el examen en dinámica a aportado el


máximo de su información se procede a realizar la exploración en estática
(palpación y manipulación).

Palpación y manipulación
La palpación se define como "la aplicación de los dedos con cierta presión
sobre una superficie de un cuerpo con le propósito de determinar su
consistencia".
Como ya se mencionó, el orden de la exploración no es de gran importancia
pero el clínico debe desarrollar y perfeccionar una técnica que le permita
disminuir al máximo las omisiones. Lo ideal, para que el examinador se forje
una idea de lo normal en un paciente en particular es iniciar por el miembro
contralateral sano, de la parte más distal hasta la más proximal, repitiendo el
examen en el miembro afectado. Es muy importante que se individualice la
zona a explorar ya que si se generaliza la palpación o manipulación se
pueden tener resultados confusos o equivocados.
El paciente se coloca en recumbencia lateral para examinar completamente
sus miembros y corroborar los hallazgos del examen en estática y en
dinámica. El animal se mantiene bajo contención manual y solo en casos
muy especiales de practica la contención química.
La mayoría de los procedimientos efectuados para detectar anormalidades
en las articulaciones y estructuras musculoesqueléticas, así como aquellas
necesarias para determinar alteraciones neurológicas no son dolorosas en
los animales normales.
Inicialmente se debe palpar en forma gentil de tal manera que el animal
entienda que no se le desea lastimar; si no se obtiene respuesta dolorosa se
incrementa la fuerza en la palpación.

Miembro torácico

Uñas y falanges
Inicialmente se separan los dedos del animal y se examina la piel interdigital,
observando si no existen áreas enrojecidas o inflamadas, la presencia de
masas, laceraciones, pododermatitis, deformaciones congénitas,
ulceraciones o cuerpos extraños.
Se aprecia el rango de movimiento de las articulaciones interfalangeanas y
metacarpofalangeanas inicialmente en flexión (ya que es lo menos molesto)
y posteriormente en extensión completa, determinando si existen signos de
dolor, inflamación y crepitación. Se efectúa tensión lateral y medial en cada
articulación para determinar la integridad de los ligamentos colaterales.
Las articulaciones metacarpofalangeanas se examinan de manera cuidadosa
ya que en ocasiones pueden tener la respuesta en una claudicación crónica
que a eludido el diagnóstico. Un problema común es estas articulaciones es
la fragmentación de los sesamoideos palmares, que se presenta con mayor
frecuencia en el rottweiller y está asociado a inflamación, dolor y disminución
de su rango de movimiento.

Metacarpo y carpo
El carpo y el metacarpo se palpan buscando signos de inflamación y de
dolor, las fracturas del metacarpo son más comunes que las del metatarso.
Los signos clínicos dependen de la gravedad de la fractura y de su grado de
desplazamiento. La inflamación de los tejidos blandos puede ser mínima si la
fractura no está desplazada o no afecta a más de un hueso.
En fracturas crónicas del carpo, la fibrosis periarticular se aprecia como si
fuera un engrosamiento de la cápsula y es fácilmente detectable en conjunto
con la sinovitis presente. En casos crónicos de luxación podemos observar
que el paciente apoya acusando la deformidad secundaria al daño
ligamentos ejemplo: si existió daño al ligamento colateral medial el perro
apoyará en valgus, si el daño es en la concha palmar el apoyo será en
hiperextensión.
Si los fragmentos de la fractura son grandes y desplazados, el dolor y la
crepitación se hacen evidentes a la manipulación de la articulación.
La efusión articular se detecta fácilmente por palpación en la superficie
dorsal y es indicativa de osteoartritis, fracturas y ruptura o elongación de
ligamentos. Si la parte distal del radio no es fácilmente detectable con el
carpo a 90º nos indica la presencia de efusión articular.
La pérdida o incremento en el rango de movimiento del carpo nos indica
enfermedad de esta estructura. El rango de flexión y extensión se aprecia
manteniendo fijo la parte distal del antebrazo y el carpo se mueve buscando
signos de dolor. La extensión del carpo está limitada a 10º; la hiperextensión
esta asociada a la ruptura del ligamento del fibrocartílago palmar. Esta es
una de las lesiones del carpo más frecuentes y se asocia a saltos o caídas.
Los animales afectados presentan claudicación de grado IV, especialmente
en los primeros días, posteriormente la claudicación disminuye
paulatinamente. Si forzamos el apoyo con el miembro afectado se aprecia
hiperextensión del carpo y en casos severos el cojinete del accesorio del
carpo toca el suelo.
La pronación y la supinación del carpo son normales cuando la articulación
se mantiene en flexión, pero ambos movimientos casi disminuyen cuando la
articulación se extiende.
Para determinar la normalidad de los ligamentos colaterales se aplica tensión
medial y lateral. El ligamento colateral medial (radial) se daña con más
frecuencia que el lateral (ulnar), debido a que está en constante estrés por
las características de posición estática del perro, donde la mano se mantiene
en una ligera posición en valgus. El área de inestabilidad se localiza
fácilmente por palpación y la integridad de los ligamentos colaterales se
determina colocando al carpo en posición forzada en varus o en valgus. Si el
desplazamiento evidente es en valgus, indica daño al ligamento colateral
medial (radial); si es en varus el afectado es el ligamento colateral lateral
(ulnar). La palpación del carpo contralateral es necesaria para determinar los
desplazamientos anormales.

Radio
La presencia de atrofia muscular, inflamación o dolor se determinan por
palpación. Los perros jóvenes con frecuencia presentan dolor a la palpación
ósea debido a la panosteitis. Las neoplasias óseas que afectan al radio se
localizan en el tercio distal del mismo.

Codo
Los perros que presentan fragmentación del proceso coronoides manifiestan
un andar rígido y claudicación, siendo en la mayoría de los casos pacientes
entre los cuatro y siete meses de edad. En casos de afección unilateral, el
propietario puede referir periodos variables de claudicación, mientras que en
los casos de presentación bilateral la observación en dinámica permite
detectar un acortamiento de los pasos así como una ligera aducción de los
miembros torácicos. Muchos perros no son presentados ente el médico
veterinario hasta que tienen más de 9 meses de edad, en esos casos y sobre
todo aquellos donde la afección es bilateral, la patología es más difícil de
reconocer. Con frecuencia se observa rotación interna del codo y rotación
externa (supinación) del carpo. En la manipulación se manifiesta dolor tanto
a la flexión como a la extensión. Siempre se debe tener cuidado de aislar los
movimientos articulares.
La efusión articular es variable y usualmente se observa en los casos más
avanzados como una ligera inflamación localizada entre el epicóndilo lateral
de humero y el olecranon.
Los pacientes que sufren falta de unión del proceso ancóneo, regularmente
son presentados a consulta entre los 5 y los 12 meses de edad. En los casos
afectados en forma bilateral puede no hacerse evidente la claudicación,
siendo que el signo más frecuente es la claudicación de grado II o III que se
exacerba con el ejercicio. Igualmente se puede observar que el perro
disminuye su rango de movimiento del codo durante el paso mientras que el
carpo se aprecia en rotación externa.
A la palpación se aprecia atrofia muscular, dolor, engrosamiento de la
cápsula, efusión y derrame articular. En casos avanzados se observa rigidez
de la articulación debido a la enfermedad articular degenerativa.
Los hallazgos en los animales que sufren luxación de codo, incluyen
claudicación de IV grado con marcada inflamación de la región del codo. El
miembro torácico se mantiene con el codo ligeramente flexionado y en
adducción pero con el antebrazo en abducción y rotado externamente. Esta
posición la encontramos también en pacientes que sufren contractura del
infraespinoso, aunque esta condición es fácilmente diferenciable por la
disminución del rango de movimiento y el dolor a la manipulación que
existen en la luxación y que están ausentes en la contractura del
infraespinoso.
El desplazamiento lateral del radio y de la ulna es prominente lo que le da la
apariencia la apariencia al codo de estar alargado, también el olecranon se
observa lateralizado. La función neurológica es normal y se determina por la
presencia de sensibilidad superficial y reflejo flexor presente. Los pacientes
con luxación crónica del codo demuestran menos dolor y la crepitación
sugiere la presencia de artrosis degenerativa secundaria.
Posterior a una reducción de luxación de codo se evalúa la integridad de los
ligamentos colaterales de la articulación, lo cual se hace por medio de la
técnica de Campbell: el codo se flexiona a 90º al igual que el carpo. Entonces
por adducción y abducción del metacarpo, se rota al radio y a la ulna lateral y
medialmente, manteniendo fijo el húmero. Si los ligamentos están intactos la
rotación lateral máxima es de 45º y medial de 70º. Si el ligamento colateral
medial esta roto o avulsionado el movimiento lateral del metacarpo se puede
producir hasta 90º; si el ligamento lateral está dañado la rotación medial será
hasta de 140º.
La luxación congénita de codo se presenta en perros de raza pequeña como
fox terrier, pomerania, pequinés, etc. La forma clásica de la enfermedad
afecta a cachorros de 4 a 22 semanas edad y se caracterizan por mantener a
la articulación del codo en completa flexión y rotación externa de la ulna e
interna del antebrazo (pronación). Con afección bilateral los miembros
torácicos casi se cruzan y el perro apoya con la cara caudomedial de los
codos y antebrazos. La palpación revela desplazamiento lateral del
olecranon y del tendón del tríceps así como severa a moderada atrofia
muscular. El dolor y la crepitación generalmente están ausentes; en
ocasiones se observa ulceración de la piel debido al apoyo anormal con los
codos.
La luxación caudolateral de la cabeza radial es otra presentación de la
luxación congénita en donde los cachorros afectados presentan ligera
supinación del antebrazo y que en ocasiones es inexistente; sin embargo el
carpo sí presenta deformación en valgus: la presencia de claudicación es
inconsistente y menos severa que en los perros menos afectados por
luxación lateral de la ulna. La cabeza del radio se palpa en la cara lateral del
codo. El dolor y la crepitación articular no están presentes.

Húmero
La palpación del húmero tiene por objeto determinar la presencia de dolor,
inflamación, crepitación, etc. La inflamación del tercio proximal puede ser
indicativa de fractura o neoplasia ósea. La axila se palpa en la búsqueda de
masas o dolor; los animales con neoplasia del plexo braquial se presentan
usualmente con claudicación progresiva crónica, atrofia muscular y déficits
neurológicos. La avulsión del plexo braquial ocasiona claudicación severa
con atrofia aguda de la masa muscular además de las deficiencias
neurológicas concomitantes.

Hombro
Los perros afectados por osteocondritis de la cabeza del húmero presentan
diferentes grados de claudicación que tiende a empeorar con la actividad
física y presenta mejoría con el reposo. Durante el paso se observa
acortamiento en los desplazamientos del miembro torácico afectado, debido
a la resistencia del perro a flexionar la articulación, lo que da la impresión de
que el animal se desplaza sobre la punta de los dedos.
A la manipulación del hombro el paciente revela dolor a los movimientos de
flexión. La mayoría de los perros normales toleran la flexión y la extensión
completa de la articulación, sin embargo los perros afectados por
osteocondrosis de la cabeza humeral, típicamente se resisten, retirando el
miembro o vocalizando la articulación del hombro se flexiona. La
manipulación del hombro puede exacerbar la claudicación.
Puede observarse ligera atrofia de los músculos supraespinoso,
infraespinoso y deltoideo y se reconoce por la prominencia de la espina de la
escápula. La efusión articular y la inflamación son difíciles de apreciar debido
a la masa muscular que circunda a la articulación. La presión directa sobre el
tendón del bíceps braquial puede ocasionar cierta incomodidad debido a la
sinovitis que se extiende hasta la vaina del tendón bicipital, otras
posibilidades diagnósticas con este hallazgo son: ruptura del tendón,
tendinopatía calcificante; si el problema es ruptura del tendón se puede
incrementar el rango de extensión del codo.
Se aplica tensión medial y lateral para determinar el estado de los ligamentos
colaterales.
En pacientes con luxación lateral del hombro, el miembro afectado presenta
claudicación de IV grado y el carpo se mantiene en rotación interna. A la
manipulación se aprecia dolor y crepitación del hombro y el tubérculo mayor
se palpa lateral a su posición normal, si intentamos reducirlo a su posición,
regresa a la estación primaria. Es necesario realizar un examen neurológico
completo para detectar la presencia de problemas en el plexo braquial. Si la
luxación es intermitente se necesita un estudio radiográfico en estrés para
demostrar la inestabilidad articular. Ocasionalmente la rotación interna y la
extensión están disminuidas debido a contractura del infraespinoso.
En la luxación medial normalmente se ven afectados perros de razas
pequeñas, en los que se considera un problema congénito, pero también se
puede presentar en perros de razas grandes donde normalmente es
secundaria a eventos traumáticos.
Los pacientes con luxación medial secundaria a traumatismo agudo,
mantienen el miembro torácico en flexión y el carpo en rotación lateral. A la
manipulación se aprecia dolor a la extensión y el tubérculo mayor se aprecia
medial a su posición normal, logrando desplazarlo constantemente a esa
posición. Los perros con luxación congénita crónica pueden no manifestar
dolor.

Escápula
Debido a la protección del tórax y a la musculatura lateral, las fracturas de la
escabulla difícilmente se observan desplazadas por lo que las deformaciones
de esta zona son poco frecuentes. Las anormalidades en el apoyo son
variables encontrando diferentes grados de claudicación dependiendo de la
severidad de la fractura y de su localización.
La atrofia muscular debido a cualquier problema crónico (más de 3 ó 4
semanas) se detecta fácilmente al observarse que la espina de la escabulla y
el acromion se hacen más evidentes.
La palpación se efectúa observando la normalidad de la espina, el acromion
y la tuberosidad supraglenoidea, determinando sus relaciones anatómicas.
Es común provocar dolor y detectar crepitaciones así como desplazamiento
de la espina si se presentan fracturas en esa zona.
En las fracturas del cuello de la escápula, de la tuberosidad supraglenoidea y
del glenoide la crepitación puede producirse al realizar movimientos de
flexión y extensión del hombro.

Miembro pélvico

Uñas y falanges
La exploración de la parte más distal del miembro es similar a la efectuada
en el torácico. La fragmentación de los huesos sesamoideos ocurre con
menor frecuencia que en el miembro torácico.

Tarso y metatarso
La palpación del metatarso tiene por objeto detectar dolor, inflamación y
crepitación. La efusión de la articulación talocrural se detecta más fácilmente
en las zonas caudolateral y caudomedial. La efusión distal en el tarso se
evalúa mejor en la parte dorsal.
La articulación del tarso se compone varias articulaciones llamadas
colectivamente tarso. El diagnóstico de una claudicación en esta área
normalmente no representa un gran problema en casos severos, pero en
casos leves puede ser muy elusivo.
Si el dolor es agudo la claudicación será de grado IV manteniendo en flexión
las articulaciones coxofemoral y la de la rodilla. Con claudicación grado I o II
la coxofemoral y la rodilla se mueven de una manera normal al avance, pero
se observa resistencia a apoyar en estática.
Los perros afectados por osteocondrosis de la articulación tibiotarsiana
presentan anormalidades al caminar (100%), con claudicación intermitente
(50%) o con claudicación persistente (42%). L claudicación se hace más
pronunciada con el ejercicio, aunque en ocasiones es más pronunciada
posterior a un periodo de descanso. Con frecuencia pacientes afectados en
forma bilateral presentan claudicación unilateral. El tarso afectado se
mantiene en hiperextensión lo que da al perro una apariencia de tener una
conformación recta de la rodilla hacia abajo.
La palpación se efectúa cuidadosamente en cada uno de los huesos, las
articulaciones se estresan mediolateralmente, dorsoplantarmente y en planos
de rotación. La determinación de la normalidad de los ligamentos colaterales
se efectúa tanto en flexión como en extensión ya que el daño causado
únicamente al componente corto del ligamento puede no detectarse si la
articulación se explora solo en extensión. La palpación es más dolorosa y la
inestabilidad se aprecia mejor con la articulación en extensión; la compresión
es patológicamente dolorosa cuando se realiza a 90º de flexión.
El rango de flexión y de extensión se evalúa tomando firmemente el
metatarso y la tibia distal y se puede apreciar disminuido principalmente en
procesos crónicos.
La superficie plantar se inspecciona cuidadosamente durante la flexión para
detectar inestabilidad. La subluxación de la articulación calcaneo-cuartal es
la inestabilidad más común en esta zona. La inflamación sobre la tuberosidad
calcánea puede indicar daño al mecanismo del tendón de Aquiles o
alteración en la inserción del tendón del músculo digital superficial.
La normalidad del mecanismo del garstrocnemio se determina observando el
rango de flexión de la articulación. Los perros con alteración en esta
estructura tienen un rango de flexión mayor.

Tibia
Durante la palpación de la tibia el médico veterinario debe buscar evidencia
de atrofia muscular, dolor óseo o deformidades en el área. El dolor a la
palpación puede ser indicativo de panosteitis en perros jóvenes o de fractura
en general. La sola inflamación en el tercio proximal o en el distal puede
señalar la posibilidad de neoplasia en perros viejos.

Rodilla
Inicialmente se observa en estática al paciente para detectar cambios en la
postura o anormalidades en la conformación. Si observamos unas rodillas o
articulaciones tarsotibiales muy rectas así como genu valgum o varum, nos
puede dar pistas importantes para diagnosticar las posibles anormalidades
presentes en un paciente. Si el animal es capaz de desplazarse podemos
determinar la presencia de anormalidades ambulatorias observando la
distribución del peso en los cuatro miembros, desplazamientos y
angulaciones de las articulaciones al caminar.
Cuando un perro presenta ruptura del ligamento craneal cruzado podemos
observar en estática flexión de la rodilla y ligera rotación interna de la tibia. Al
caminar detectar diferentes grados de claudicación: desde grado I o II si el
problema es crónico hasta II o IV si es agudo. En algunas rupturas crónicas
de ligamento es posible escuchar un "click" cuando el paciente se desplaza,
esto indica daño al menisco principalmente medial.
La palpación del paciente puede iniciar aún cuando se encuentre de pie. Los
miembros pélvicos se palpan simultáneamente para identificar atrofia
muscular, dolor, inflamación u otras anormalidades en la anatomía.
En perros que sufren de osteocondrosis de la rodilla el signo encontrado con
más frecuencia es la claudicación insidiosa que se exacerba con el ejercicio.
Se puede encontrar dolor en la articulación, efusión, reducción del rango de
movimiento, crepitación y atrofia de los músculos del fémur. La claudicación
puede ser unilateral o bilateral, de igual manera puede ser ligera e inaparente
sobre todo en los casos donde el peso se distribuye hacia el miembro
contralateral sano o si la lesión la lesión no está ubicada en la zona de
contacto o crítica para el apoyo.
El perro con ruptura crónica del ligamento craneal cruzado, puede presentar
atrofia del cuádriceps, aumento palpable de la cápsula articular,
principalmente en la cara medial y posiblemente desplazamiento craneal de
la cresta tibial. La posición y delineamiento de la patela y del ligamento
patelar también se identifican con el paciente de pie.
Para la manipulación de la articulación el paciente se coloca sobre la mesa
en recumbencia lateral con el miembro afectado en la parte superior. La
rodilla se palpa para determinar si existe incremento fibrótico de la cápsula
articular, lo cual es indicativo de problemas crónicos o si se trata de efusión
articular lo cual es típico de problemas agudos. La fibrosis puede ser difícil de
diferenciar de la efusión; sin embargo al aplicar presión digital a un lado de la
articulación, el movimiento del líquido sinovial se puede detectar en el lado
contrario.
La rodilla se manipula en todo su rango de movimiento, observando los
incrementos o decrementos en la flexión, extensión, rotación interna y
externa, al igual que la presencia de dolor o crepitación.
La ruptura del ligamento craneal cruzado permite un incremento en el
movimiento de rotación interna durante la flexión y ocasiona que la rodilla se
aprecie inestable a través de su rango de movimiento; la crepitación se
presenta cuando existe daño meniscal o enfermedad articular degenerativa
concomitante.
Ruptura del ligamento caudal cruzado
La ruptura del ligamento caudal cruzado representa menos del 3% de los
problemas donde los ligamentos cruzados se ven involucrados.
Los pacientes que sufren de ruptura del ligamento caudal cruzado se pueden
agrupar en tres categorías dependiendo del tipo de daño y de la presentación
clínica.
A) Aquellos que presentan lesiones aisladas que afectan únicamente al
ligamento, son por lo general perros maduros en los que se observa
claudicación inconsistente asociada aun traumatismo ocurrido durante un
periodo de ejercicio y que se exacerba durante o después de la actividad
física. En la anamnesis es frecuente encontrar que el animal cayó en un
hoyo o se atoró en una cerca o que presentó un desplazamiento caudal
de la tibia durante el accidente. En ocasiones se observa efusión articular
en casos agudos, a la palpación se aprecia inestabilidad articular, sin
embargo hay que tomar en cuenta que en muchas ocasiones podemos
juzgar erróneamente el movimiento de la rodilla y sospechar de un daño
ligamentoso sin que exista realmente. El movimiento de cajón es evidente
a la manipulación de la rodilla; sin embargo la diferenciación del
desplazamiento caudal con respecto al craneal puede ser difícil. Para
lograr un diagnóstico acertado se requiere en primer lugar se "sospeche"
de esta lesión y en segundo término reconocer la posición neutral de la
cual la tibia se va a desplazar.
Cuando la articulación se manipula puede parecer que el desplazamiento
de la tibia es craneal, cuando simplemente está regresando a su posición
normal. Para determinar la naturaleza del desplazamiento puede ayudar
el observar la posición de los dedos mientras se hace la prueba del
movimiento de cajón. Si el pulgar colocado sobre la cabeza fibular se
aprecia caudal al que está colocado sobre la fabela lateral, es posible que
la tibia efectivamente este en posición caudal debido a la ruptura del
ligamento caudal cruzado y por lo tanto que el movimiento craneal de la
tibia sea de reducción a su posición normal. En estas circunstancias
siempre se aprecia una terminación abrupta del movimiento de cajón, lo
que sugiere que el ligamento craneal cruzado está íntegro y soporta el
diagnóstico de ruptura del ligamento caudal cruzado. Otras pistas para
sospechar de ruptura de ligamento caudal cruzado son: La depresión de
la tuberosidad tibial con relación a la patela (comba caudal) e incremento
en la inestabilidad caudal de la rodilla en flexión comparada con la
extensión.
B) Los animales con avulsión del origen femoral o de la inserción tibial del
ligamento caudal cruzado; generalmente son animales jóvenes y
presentan claudicación persistente. El examen físico revela dolor a la
manipulación, inflamación e inestabilidad craneocaudal.
C) Pacientes en donde el daño al ligamento caudal está asociado a otras
afecciones y el daño articular es severo y se observan signos de
inestabilidad que involucran a otras estructuras.

Daño a los meniscos


Podemos sospechar de daño a los meniscos cuando la claudicación debida a
una ruptura de ligamento persista por más de 15 días o cuando la
recuperación toma semanas o meses después del daño inicial.
Ocasionalmente el propietario informa de escuchar un "click" cuando el perro
esta caminando, se incorpora o da vuelta: Al examen físico, además de la
inflamación articular típica podemos encontrar una inflamación firme en la
zona medial entre el cóndilo femoral y el tibial. En ocasiones el movimiento
de cajón es mínimo debido a la cronicidad, a rupturas parciales del
ligamento o a una posición inicial desplazada. En ocasiones el médico
requiere "acomodar" la tibia antes de lograr desplazarla craneal o
caudalmente; durante la prueba de cajón es posible escuchar un "click" o
ruido abrupto. El ruido puede no ser consistente y la rodilla puede rotarse
mientras se flexiona y se extiende la articulación tratando de reproducir el
ruido meniscal. No todos los "clicks" escuchados corresponden a daño
meniscal y no deben confundirse con crepitaciones por degeneración
articular, suturas quirúrgicas, osteófitos, etc.

Daño a ligamentos colaterales.


El examen físico es la parte más importante en el diagnóstico de las lesiones
a los ligamentos colaterales. El daño agudo resulta en claudicación de grado
IV, dolor e inflamación severa. En casos crónicos el dolor, la inflamación y la
claudicación pueden no ser tan obvios. En cambio se puede detectar
engrosamiento fibroso difuso de la cápsula articular adyacente al ligamento
dañado, similar a la observada en los casos crónicos de inestabilidad por
ruptura de los ligamentos cruzados. La palpación simultánea de ambas
rodillas con el paciente en cuadripedestación nos permite detectar
anormalidades al compararlas en lo referente a conformación e inflamación.
La palpación de la rodilla con el paciente en posición lateral y relajada, con
frecuencia revela inestabilidad articular. Si el traumatismo es agudo o si la
exploración es dolorosa, puede necesitarse sedación; determinar el rango de
movimiento articular tanto en flexión, extensión y rotación, observando las
anormalidades que se presenten así como las angulaciones provocadas por
las posiciones forzadas. Las angulaciones se aprecian mejor colocando a la
articulación de la rodilla en extensión y evitando movimiento de cajón. El
fémur y la tibia se toman de una manera similar a la empleada para
determinar anormalidades en los ligamentos cruzados; el fémur se mantiene
en posición mientras que la tibia se fuerza medial y lateralmente, observando
si existe un desplazamiento mayor a lo normal.
El daño al ligamento colateral medial es mucho más común que el daño al
colateral lateral. Si el ligamento colateral medial está afectado se observa
inestabilidad en valgus (el aspecto medial de la articulación se abre y el
lateral se colapsa). La rotación tibial externa se ve ligeramente incrementada
con la rodilla en flexión y la rotación interna se incrementa con la rodilla en
extensión. En el daño al ligamento colateral lateral se aprecia inestabilidad
en varus (el aspecto lateral de la articulación se abre, mientras que el medial
se colapsa). Se puede detectar incremento de la rotación interna y externa
cuando la rodilla está en extensión, pero disminuye en flexión.
El grado de inestabilidad observada depende de la extensión del daño a
otras estructuras articulares. Debido a la función estabilizadora de los
ligamentos cruzados y de la cápsula articular, el daño aislado a los
ligamentos colaterales resulta solo en un ligero incremento en la angulación
en valgus o en varus. Si se detecta una marcada angulación, se debe
sospechar que existe daño a las estructuras de soporte antes mencionadas.

Luxación patelar secundaria a traumatismo.


La luxación traumática aguda puede ser medial o lateral, se asocia con
claudicación de grado IV y dolor a la manipulación de la articulación. Esto
signos paulatinamente desaparecen y son muy ligeros en pacientes con
luxación crónica.

Luxación patelar congénita o del desarrollo


Los signos clínicos asociados a la luxación congénita varía de acuerdo con el
grado de luxación.
La luxación patelar grado 1 normalmente es un hallazgo incidental durante
un examen físico de rutina, pero puede causar claudicación después de
ejercicio vigoroso.
La luxación grado 2 ocasiona claudicación intermitente, asociada con la
luxación momentánea de la patela. La claudicación se resuelve
espontáneamente al reducirse la luxación. El propietario comenta que el
perro claudica ocasionalmente y flexiona el miembro sin aparentar dolor,
posteriormente flexiona y extiende para continuar caminando normalmente.
En la luxación grado 3 la claudicación puede ser ligera y no estar presente.
Es común hacer el diagnóstico de la luxación durante una examen físico de
rutina de un perro viejo que no ha presentado claudicación; aunque algunos
perros presentan claudicación severa con este grado de claudicación. Esto
último puede estar asociado a la artrosis degenerativa secundaria. La
claudicación aguda en los pacientes que sufren de luxación patelar crónica
puede estar asociada con la ruptura del ligamento craneal cruzado. La
luxación patelar grado 4 es una condición severa caracterizada por marcada
rotación interna y curvamiento externo de la tibia, los perros afectados toman
una posición de "cangrejo", son incapaces de desplazarse y si lo logran lo
hacen con mucha dificultad. Algunos son completamente inválidos y tienen
que ser cargados por sus propietarios.
La luxación patelar lateral raramente ocurre en perros de razas pequeñas y
puede causar claudicación y dolor agudo. Con mayor frecuencia es el
resultado de deformidades óseas en perros de razas grandes o gigantes. La
postura de los animales afectados se aprecia como si estuvieran agachados
y con in desplazamiento torpe. A la palpación se caracteriza por coxavalga,
excesiva anteversión del cuello femoral, hipoplasia del vasto medial,
curvatura medial del fémur y de la tibia (genu valgum) y rotación externa de
la pata.
Sistema de graduación para determinar el grado de luxación patelar
Grado 1: La patela se logra luxar medialmente cuando la rodilla se mantiene
en completa extensión, pero regresa a su posición de reducción en cuanto se
retira la fuerza que ocasionó la luxación. No se aprecia crepitación o
deformidad ósea. No hay signos clínicos o ocurren con poca frecuencia.
Grado 2: Existe luxación espontánea, la patela puede encontrarse fuera de la
corredera troclear y se reduce a la extensión sin signos aparentes de dolor,
sin embargo se aprecia paso de "cojito". Se observan signos de ligera
deformación consistentes en rotación interna de la tibia y abducción de la
articulación tarsotibial. Esta condición puede progresar a luxación grado 3 y
presentar erosión cartilaginosa en las superficies patelar y troclear.
Grado 3: La patela se aprecia permanentemente luxada pero se puede
reducir manualmente, sin embargo al retirar la fuerza que la redujo a su
posición tiende a reluxarse. Están presentes deformidades óseas más
severas que incluyen: marcada rotación medial de la tibia y la sigmoide del
fémur distal y de la tibia proximal. Se aprecia que la corredera troclear esta
plana.
Grado 4: La patela se mantiene en posición luxada no reducible. La tibia
está rotada de 60º a 90º en el plano sagital. Se presentan otras deformidades
óseas como las ya mencionadas en el grado 3.

Técnicas especificas empleadas en el examen de la rodilla

Movimiento de cajón
El movimiento de cajón es un signo diagnóstico de la ruptura del ligamento
cruzado
La rodilla se toma manteniendo el fémur distal firmemente con el dedo índice
de la mano sobre la patela y el pulgar por detrás de la fabela lateral, mientras
que la otra mano se coloca con el dedo índice sobre la cresta tibial y el
pulgar en la parte posterior de la cabeza fibular. El ángulo de flexión -
extensión y el ángulo de rotación no se deben alterar durante la
manipulación. Mientras una mano mantiene al fémur estacionario, la otra
intenta desplazar a la tibia cranealmente o caudalmente con respecto al
fémur. El desplazamiento craneal de la tibia es indicativo de ruptura del
ligamento cruzado craneal, mientras que el desplazamiento caudal determina
la ruptura del ligamento cruzado caudal. Los animales jóvenes pueden
presentar cierta laxitud articular de forma normal, de cualquier manera
siempre se debe comparar el miembro afectado con el contralateral
observando si presenta una laxitud que va más allá de lo normal.
Con una ruptura completa se aprecia una terminación "suave" cuando el
movimiento de cajón es finalmente restringido por los tejidos periarticulares
de una manera poco abrupta. Con rupturas parciales, inicialmente se aprecia
una ligera inestabilidad craneal seguida de una terminación abrupta del
movimiento debido a que los remanentes del ligamento se tensan. De igual
manera con rupturas parciales el movimiento de cajón se produce de manera
más sencilla al incrementar la flexión debido a que las fibras de la banda
craneolateral están relajadas permitiendo el movimiento de cajón, ya que en
posición normal permanecen tensas impidiendo el desplazamiento craneal
de la tibial. En casos crónicos la laxitud puede estar ausente donde la tibia
queda fija en una posición craneal con respecto al fémur por el tejido fibroso
periarticular que ha creado cierta estabilidad.
Prueba de compresión tibial
La prueba de compresión tibial se efectúa colocando el dedo índice de una
mano sobre la cresta tibial, el pulgar sobre la fabela y los dedos remanentes
tomando la parte distal del fémur. El dedo índice se emplea para ejercer
presión sobre la cresta tibial en una dirección caudal, mientras que la otra
mano y flexiona y extiende el tarso. Si el ligamento cruzado craneal está roto,
la contracción del garstrocnemio producida por la flexión del tarso inicia el
mecanismo de la compresión tibial, ocasionando el desplazamiento craneal
de la tibia con respecto del fémur; pueden ocurrir falsos negativos si existe
fibrosis periarticular. La prueba de la compresión tibial debe usarse cuando la
prueba del movimiento de cajón es dudosa debido a una técnica inadecuada
o debido al gran tamaño del paciente, esta prueba es fácil de realizar en
perros de raza grande o gigante donde el miembro es suficientemente largo
para permitir la colocación adecuada de las manos del examinador.
Si los músculos del muslo se toman en forma circunferencial se incrementa
la estabilidad de la rodilla y se puede obtener un falso negativo en el
movimiento de cajón. De igual manera la prueba de la compresión tibial
concede al médico cierta ventaja mecánica sobre todo cuando examina
razas grandes o gigantes.
La prueba del movimiento de cajón o la de la compresión tibial, son pruebas
que determinan la laxitud de la articulación de la rodilla. Sin embargo puede
existir disparidad entre la laxitud observada y la funcionalidad de la
articulación. Un perro puede tener una rodilla estable a la manipulación, pero
claudicar debido a una ruptura total o parcial del ligamento craneal cruzado.
Este fenómeno también ocurre en humanos y se explica bajo el concepto de
la "estabilidad funcional" que consiste de componentes estáticos y dinámicos.
La estabilidad estática está presente cuando las fuerzas y la posición de la
articulación son constantes como en la posición de parado. La estabilidad
estática requiere de contracción muscular activa. La estabilidad dinámica es
aquella que existe cuando las fuerzas y la posición de la articulación cambian
constantemente (ejemplo: durante el movimiento). La estabilidad funcional se
mantiene por restricciones pasivas y activas. Las restricciones pasivas
consisten en los ligamentos y la geometría articular, mientras que las
restricciones pasivas están representadas por los músculos. Durante el
movimiento de cajón se aplica una fuerza relativamente pequeña,
especialmente en relación con pacientes de razas grandes o gigantes; esta
fuerza es mucho menor que las fuerzas que actúan sobre la articulación en
actividad. Con un desgarre o una ruptura del ligamento craneal cruzado,
parte de las restricciones pasivas se anulan, pero las restricciones pasivas se
mantienen y dependiendo de la condición física y del tamaño del paciente, el
movimiento de cajón puede ser negativo mientras que el paciente continúa
sufriendo de laxitud articular durante la locomoción.

Determinación de luxación patelar


El paciente se coloca en posición decúbito lateral con el miembro afectado
libre, se toma la patela con los dedos pulgar, índice y medio de una mano y
con la otra se toma a la tibia colocando a la articulación femorotibiopatelar
inicialmente en posición neutra y posteriormente en todo su rango de flexión
y extensión evaluando la presencia de dolor y crepitación durante estos
movimientos. La luxación espontánea se detecta fácilmente ya que se
produce una sensación de chasquido o de brinco.
Con la articulación en extensión se toma a la patela como ya se señalo
anteriormente y se presiona tratando de desplazarla medial o lateralmente,
se valora su posición y si esta luxada la posibilidad de reducción y su
estabilidad. En la articulación normal la patela puede desplazarse
ligeramente pero no se luxa.

Cadera
Displasia de la cadera
Debido a que la claudicación en los miembros pélvicos no siempre se debe
la presencia de displasia de la cadera, es importante que el clínico efectúe un
examen ortopédico y neurológico completo y así determinar la causa de la
claudicación. En animales que presentan displasia de la cadera con
frecuencia se observa involucramiento de otras articulaciones como por
ejemplo el codo.
Existe una gran cantidad de condiciones que pueden confundir al clínico por
la semiología común que presentan al afectar a los miembros pélvicos como
por ejemplo la displasia de la cadera, ruptura del ligamento cruzado anterior,
luxación de patela, daño a los meniscos, artropatías degenerativas
idiopáticas e inmunomediadas, etc. En animales jóvenes se presenta la
osteocondritis, la panosteitis, la osteodistroafia hipertrofica, etc. En lo
referente a las patologías neurológicas encontramos a las discopatías, la
inestabilidad lumbosacra, la mielopatía degenerativa, etc. Incluso afecciones
en otros órganos como la próstata repercuten en los miembros pélvicos. Se
debe tener en mente que la existencia de un problema ortopédico único no
explica la existencia de signología neurológica. Por lo tanto si se presenta un
signo de enfermedad neurológica se debe llegar al diagnóstico antes de
atribuir la semiología existente a una afección ortopédica.
Luxación coxofemoral
Un animal con luxación coxofemoral, usualmente se presenta con
antecedentes de haber sufrido un traumatismo. Al examen ortopédico se
aprecia claudicación grado IV y dolor.
Con luxaciones craneodorsales el miembro pélvico se mantiene en
adducción y rotado externamente (rodilla hacia fuera y articulación
tibiotarsiana hacia adentro). Con las luxaciones ventrales, el miembro se
mantiene en abducción y rotación interna. Si el paciente es observado desde
la parte caudal, la cadera se aprecia asimétrica debido al desplazamiento del
gran trocánter del miembro afectado. De igual manera el miembro se aprecia
más corto con luxaciones craneodorsales y más largo en las ventrales.
La palpación de la articulación coxofemoral revela crepitación y disminución
del rango de movimiento. En muchos casos el trocánter mayor ase aprecia
desplazado con relación a la tuberosidad isquiatica y el ala del ilion.
Ocasionalmente la laxitud severa de la articulación coxofemoral permite luxar
la cabeza del fémur en diferentes direcciones. Los métodos para detectar la
luxación coxofemoral se describen en la sección de técnicas específicas.
Enfermedad de Legg-Calvé-Perthes
También conocida como necrosis avascular de la cabeza femoral, se
presenta generalmente durante el primer año de vida usualmente entre los 5
y 8 meses de edad, generalmente en perros de razas pequeñas. La
claudicación varía en grados pero afecta generalmente a un solo miembro
con una evolución insidiosa de varias semanas; en algunos perros la
presentación puede ser aguda, pudiendo pasar de seis a ocho semanas
donde la claudicación progresa de intermitente a continua. Se aprecia atrofia
muscular y el dolor es fácilmente detectable cuando se abduce la articulación
coxofemoral.
El miembro puede observarse acortado con disminución de su rango de
movimiento, principalmente la abducción; también puede detectarse
crepitación articular. El diagnóstico debe confirmarse por medio de estudio
radiográfico.

Fractura de pelvis
Las fracturas de pelvis no siempre causan deformación evidente o pérdida
total del miembro ipsilateral al problema. Cuando existe una fractura en
cualquier parte de la pelvis, puede observare deformación en cualquier otro
lugar de la misma debido a su forma de "caja". La palpación y manipulación
extensiva de la pelvis no son necesarias para determinar una fractura porque
los estudios radiográficos nos darán la imagen de la misma; sin embargo se
puede determinar la presencia de asimetría pelviana comparando por
palpación la relación de la cresta iliaca, tuberosidad isquiatica y del gran
trocánter. La posición de estas tres prominencias óseas nos da información
diagnóstica ya que forman un ángulo agudo, con el lado largo del ángulo
entre la cresta iliaca y el gran trocánter, y el lado corto entre el gran trocánter
y la tuberosidad isquiatica. Cuando el gran trocánter es difícil de palpar y
aparece desplazado medialmente y a la manipulación de la articulación
coxofemoral aparece dolor, crepitación y diminución de la rotación, podemos
suponer que nos enfrentamos a una fractura acetabular impactada. El
desplazamiento dorsal y craneal del gran trocánter es sugestivo de luxación
coxofemoral concomitante, mientras que el desplazamiento dorsal único
determina la posibilidad de fractura del cuello femoral, una separación fiseal
de la cabeza femoral o una combinación de fractura de cuello y/ cabeza
femoral, así como de avulsión del gran trocánter.
El desplazamiento craneal de la cresta iliaca se presenta secundario a una
luxación sacroiliaca o a fracturas del sacro. La inestabilidad de la articulación
sacroiliaca se detecta aplicando presión medial y caudal, observando el
desplazamiento en dicha estructura. La fractura del cuerpo iliaco con
desplazamiento craneal del fragmento caudal acorta la distancia entre la
cresta iliaca y el gran trocánter. La fractura isquiatica aislada acorta la
distancia entre la tuberosidad isquiatica y el gran trocánter.
La incapacidad de palpar la pared ventral del abdomen ocurre con la ruptura
del tendón prepubico o fracturas por avulsión del pubis.
Finalmente se realiza la palpación rectal y si este procedimiento es
inusualmente doloroso se sospecha de fractura del sacro o del acetábulo, la
presencia de sangre en el, dedo del examinador es evidente el daño rectal.

Técnicas empleadas en el examen de la cadera


Anormalidades en el paso
La displasia de cadera es bilateral en el 93% de los casos, por lo tanto las
anormalidades en el paso no son un indicador sensible para el diagnóstico
de esta enfermedad sobre todo en etapas iniciales. El "paso de conejo"
(desplazamiento de los miembros pélvicos en forma simultánea) al corre se
manifiesta con cierta frecuencia en los perros afectados pero no se presenta
en todos los casos. Si el perro presenta claudicación uno de los miembros se
verá más afectado y consecuentemente ocultará los signos del miembro
contralateral. Un hallazgo característico de la displasia de cadera y de otras
patologías de las articulaciones coxofemorales es el acortamiento en la
longitud del paso debido a la renuencia a extender la cadera. Esto se debe al
dolor producido por la enfermedad articular degenerativa y por la fibrosis de
la cápsula articular que además limita el rango de movimiento.
Rango de movimiento
El rango normal de movimiento de la articulación coxofemoral en perros
anestesiados es de 110º. Con enfermedad articular degenerativa severa y
fibrosis articular el rango de movimiento se puede reducir tanto como 45º. El
médico puede determinar fácilmente cuando un rango de movimiento esta
reducido. También se puede emplear un goniómetro para determinar la
pérdida progresiva del rango de movimiento en los casos crónicos. De igual
manera se emplea para definir el pronóstico así como para la toma de
decisiones cuando se contempla un tratamiento quirúrgico.
Extensión forzada
Muchos perros con displasia de la cadera muestran dolor a la extensión
forzada en una o en ambas articulaciones coxofemorales. En perros y gatos
normales la extensión se efectúa fácilmente, mientras que los pacientes
afectados muestran dolor, resistencia a la manipulación, movimiento rápido
hacia una posición de flexión y en algunos casos vocalización o
comportamiento agresivo en respuesta al dolor.
Presión dorsal sobre los miembros pélvicos
La presión digital sobre el dorso de la pelvis en el paciente parado puede
auxiliar en la detección de dolor en las articulaciones coxofemorales o
lumbosacra. Con la fuerza que se ejerce sobre el dorso de la pelvis, los
perros afectados clínicamente asumen la posición de sentados rápidamente
sin oponer mucha resistencia. Los perros normales se resisten a la presión y
en la mayoría de los casos se mantienen de pie.
Prueba de Ortolani
La prueba de Ortolani se emplea con frecuencia para determinar la
inestabilidad articular coxofemoral. Ortolani describió inicialmente esta
técnica en 1930 para diagnosticar laxitud articular coxofemoral en humanos
recién nacidos. No se describió completamente para su uso en veterinaria
hasta 1985.
En la mayoría de los casos, se requiere de la anestesia general para
demostrar el signo de Ortolani adecuadamente. Se puede colocar al paciente
en dos posiciones: en recumbencia lateral o en recumbencia dorsal. La
recumbencia dorsal es preferible para razas grandes o gigantes, debido a
que esta posición hace más fácil obtener la ventaja mecánica necesaria para
efectuar la prueba.
Con el animal en recumbencia lateral, el miembro se coloca perpendicular a
la columna vertebral, el clínico toma firmemente la rodilla y la flexiona a 90º.
En la recumbencia dorsal es necesario mantener al paciente balanceado por
un asistente o realizar la prueba en una mesa de cirugía en forma de "V". Se
aplica una presión firme y constante a través del axis del fémur hacia las
articulaciones coxofemorales. Esta acción deberá luxar o subluxar a la
cabeza femoral en animales con laxitud articular. Con la rodilla sujetada
firmemente se abduce la rodilla ligeramente. En perros con laxitud se siente
un "click" al reducir la luxación y en ocasiones hasta se escucha. Este
fenómeno indica un signo de Ortolani positivo y se crea cuando la luxación
provocada por la presión axial se reduce repentinamente y la cabeza del
fémur cae nuevamente dentro del acetábulo. Si el signo no se obtiene, se
hacen intentos repetidos hasta que el clínico este seguro de sus hallazgos.
Con frecuencia durante la maniobra se puede detectar crepitación lo cual es
evidencia del daño en las superficies articulares así como de que han
ocurrido cambios degenerativos.
Algunos perros con displasia de cadera pueden mostrar un signo de Ortolani
negativo; para esto existen muchas explicaciones. Primero, puede no existir
laxitud articular debido a la fibrosis articular y periarticular, por lo tanto la
cabeza del fémur no se logra luxar. Segundo, en algunos animales afectados
severamente existe luxación previa de la cabeza femoral imposible de
reducir. Otras explicaciones incluyen una técnica inapropiada (no aplicar la
suficiente fuerza para luxar la cabeza femoral) o poca profundidad
anestésica. Por ejemplo la anestesia por medio de ketamina no provee la
suficiente relajación muscular para efectuar una prueba de Ortolani confiable.
Un signo de Ortolani negativo no necesariamente elimina a la displasia de
cadera como probable diagnóstico, pero muchos de los casos de perros
afectados por laxitud de la articulación coxofemoral pueden detectarse por
este método.
Signo de Barlow
El signo de Barlow fue descrito inicialmente en la literatura de la medicina
para humanos y es una prueba adicional en el examen ortopédico que puede
dar al veterinario un indicio de la laxitud coxofemoral. Esencialmente se
efectúa igual que la primera de la prueba de Ortolani. Aplicando una presión
axial al fémur en dirección de las articulaciones coxofemorales para producir
su luxación como se describió anteriormente. Poniendo atención se puede
detectar la laxitud coxofemoral con esta prueba, pero la mayoría de los
autores recomienda completarla hasta efectuar la prueba de Ortolani para
incrementar la confiabilidad en los hallazgos.
Prueba de Barden
La tercera manipulación empleada en el diagnóstico de la laxitud
coxofemoral es la prueba de Barden. Como en la prueba de Ortolani, en
ocasiones se requiere de la anestesia general. El paciente se posiciona en
recumbencia lateral con el clínico colocado en la parte posterior.
Simultáneamente el dedo pulgar o índice o incluso la palma de la mano se
coloca sobre el gran trocánter mientras que la mano libre toma firmemente el
muslo y lo desplaza lateralmente sin abducción. Con práctica, el clínico
puede desarrollar la sensibilidad para determinar la laxitud articular. En
algunos artículos se señala la existencia de un medidor de Barden para
medir la laxitud de la articulación coxofemoral. Si el pulgar o el índice
colocado sobre el gran trocánter se desplaza más de medio centímetro,
entonces el diagnóstico de laxitud de justifica, lo cual indica un signo de
Barden positivo. Esta prueba se emplea en forma preliminar en cachorros
para identificar a los animales potencialmente displásicos. Sin embargo es
necesario tomar en cuenta los hallazgos en las otras pruebas antes de
mencionar la potencialidad de displasia en un cachorro. Es posible lograr un
signo de Barden positivo aún en perros aparentemente sanos, debido a que
después de repetidos intentos invariablemente se logra cierto
desplazamiento debido a que la superficie de tensión que efectúa el líquido
sinovial se ha roto.
Todas las pruebas empleadas para diagnosticar laxitud articular pueden
encontrarla, pero se debe tener en consideración que la laxitud por si misma
no es indicativa de displasia de cadera. Cuando se pretende interpretar estas
pruebas se deben tener en mente muchos factores, los más importantes son:
(1) ¿existe claudicación? Y (2) ¿los diagnósticos diferenciales han sido
suficientemente explorados?. Además existen variaciones relacionadas con
la raza y la edad en cantidad de laxitud articular, la cual puede ser
considerada com0o clínicamente normal si no existe evidencia clínica que
demuestre lo contrario.
La demostración de la laxitud articular solo es un criterio para determinar el
diagnóstico de la displasia de la cadera. En pediatría humana, las
investigaciones sugieren que el someter a los niños en forma repetida a la
prueba de Barlow puede hacer a la cápsula articular lo suficientemente laxa
como para dar un diagnóstico falso positivo. En perros podemos encontrar
laxitud articular en un cachorro y meses después esta laxitud haber
desaparecido y el examen radiográfico no mostrar evidencias de displasia de
cadera.
El estudio radiográfico es el único método confiable para dar un diagnóstico
definitivo, emitir un pronóstico o observar las opciones de tratamiento.
Prueba para determinar luxación coxofemoral
La prueba de Barden no se debe confundir con la prueba para determinar la
luxación coxofemoral donde el pulgar se coloca en la depresión entre el gran
trocánter y la tuberosidad isquiatica.
En esta prueba se coloca al paciente en decúbito lateral con la articulación
afectada libra. El clínico coloca el pulgar o el índice en la depresión que se
forma entre la parte posterior del gran trocánter y la anterior de la
tuberosidad isquiatica. El miembro se toma firmemente por la articulación
tarsotibial y se rota externamente. En el perro normal el dedo colocado en la
depresión se ve forzado a salir por la rotación caudal del trocánter que
disminuye el tamaño de la depresión, a diferencia de cuando existe luxación
el dedo puede permanecer en la depresión sin ser afectado por el
movimiento caudal del trocánter.
El hecho de que no se observe desplazamiento del dedo se toma como signo
positivo de luxación coxofemoral.
Aunque el clínico determine por esta prueba la luxación coxofemoral, es
indispensable la toma de un estudio radiográfico para determinar la luxación
y las patologías asociadas a la misma como por ejemplo fractura en la
cabeza del fémur.
Determinación de la simetría pelvica
El paciente se coloca en decúbito lateral y se identifica el ala iliaca, el
trocánter mayor y la tuberosidad isquiatica. Al trazar líneas imaginarias que
unan a cada una de estas estructuras se forma un triángulo escaleno (lados
y ángulos diferentes) donde el lado más grande corresponde a la línea
trazada entre el ala iliaca y la tuberosidad isquiatica, seguida por la línea
entre el gran trocánter y el ala iliaca; al existir luxación craneodorsal la
extensión de la línea y la angulación entre el trocánter y el ala iliaca y entre el
trocánter y la tuberosidad isquiatica se verían disminuidas (ángulos más
agudos) y en algunos casos incluso apreciar las estructuras alineadas del ala
iliaca a la tuberosidad isquiatica. En caso de luxación coxofemoral ventral la
línea y la angulación entre el ala iliaca y el trocánter mayor se verían
aumentados al igual que el lado comprendido entre el gran trocánter y la
tuberosidad isquiatica. En todos los casos es necesario comparar los
resultados obtenidos contra el lado contralateral.

Fracturas expuestas

Heridas penetrantes a las articulaciones


Una historia de traumatismo siempre acompaña a toda herida penetrante a
las articulaciones. Sin embargo el incidente causante puede suceder cuando
el animal no esta siendo supervisado. Las heridas penetrantes a las
articulaciones usualmente ocasionan claudicación aguda de grado IV. Si el
diagnóstico y el tratamiento no se inició en forma precoz, la claudicación
puede disminuir y resolverse particularmente en las heridas de grado I y
empeorar únicamente cuando se presente la infección.
La articulación sospechosa de estar dañada debe de palparse buscando
efusión y dolor que sean indicativos de derrame articular. La efusión sinovial
es un hallazgo consistente en heridas articulares penetrantes en humanos.
Las heridas articulares de grado I con pequeños orificios, pueden no ser
obvias por lo que se requiere rasurar el pelo de la zona y determinar la
presencia de una herida expuesta. Toda laceración y herida abierta deben
ser examinadas a conciencia para observar si está presente una
comunicación con la articulación. El líquido sinovial puede exudar de las
heridas que presentan esta comunicación. Si existe duda de la presencia de
una comunicación con la articulación, se puede inyectar asépticamente
solución salina estéril o lactato de Ringer dentro de la articulación. El fluido
se extravasará a través de la herida que se comunica. Este procedimiento
solo debe realizarse después de haber obtenido muestras de líquido sinovial
para su diagnóstico.
Las articulaciones afectadas deben examinarse en su rango de movimiento
para determinar la inestabilidad o crepitaciones sugestivas de la presencia de
daño a ligamentos o de una fractura.
La inflamación de los tejidos periarticulares y el incremento localizado de la
temperatura, pueden estar presentes cuando los pacientes se presentan en
etapas crónicas donde se ha establecido una sépsis. La manipulación de una
articulación séptica provoca generalmente una reacción de dolor. El edema
del miembro y la linfadenopatía se hará más evidentes conforme la infección
se establece. Los signos sistémicos de infección como la piréxia, la anorexia
y el letargo son menos consistentes.

Unión demorada y falta de unión


Clínicamente la unión demorada y la falta de unión se presentan en forma
similar. Existe movimiento en el sitio de fractura. Con la unión demorada este
movimiento generalmente es doloroso. Con la falta de unión existe mucho
menos dolor a la palpación e incluso algunos pacientes presentan cierto
apoyo debido a la pseudoartrósis desarrollada. Al apoyo podemos observar
deformidad del miembro con la angulación en el lugar afectado. En ambas
condiciones la funcionalidad del miembro es inconsistente por lo que se
presenta atrofia de las masas musculares del miembro afectado.
Osteomielitis aguda
La osteomielitis aguda generalmente es secundaria a la reparación abierta
de una fractura y los signos clínicos son aparentes después de 5 a 7 días. El
paciente se presenta febril y las heridas quirúrgicas se presentan
edematosas, enrojecidas y calientes. El animal presenta claudicación de
grado IV y el sitio de la cirugía se aprecia doloroso a la palpación.
Osteomielitis crónica
Los animales afectados presentan atrofia del miembro enfermo y usualmente
se observa la presencia de fístulas que disminuyen su drenaje con la
aplicación de antibióticos pero invariablemente regresan cuando el
medicamento ha sido discontinuado. El grado de claudicación y el dolor en el
sitio de fractura son variables; si el proceso de reparación se ha llevado a
cabo, el dolor será menor y no se apreciará la presencia de crepitaciones.

EXAMEN NEUROLÓGICO EN LOS PROBLEMAS DE LA COLUMNA


VERTEBRAL

El examen neurológico de un paciente en el que se sospecha de problema


espinal, consiste en una serie de observaciones sistematizadas de las
funciones sensorias y motoras.
Para optimizar el esfuerzo diagnóstico se debe emplear el método de
diagnóstico orientado a problemas, esto es, iniciar por identificar los
problemas y los factores de riesgo del paciente a partir de la historia clínica,
signología (examen físico y neurológico).
El examen neurológico es una extensión del examen físico general y debe
realizarse sólo cuando el segundo ha sido terminado. Por lo tanto, es
necesario iniciar con la reseña del paciente en donde los datos obtenidos son
de gran valor diagnóstico:
Raza
Existe una gran cantidad de razas que son afectadas por problemas
espinales específicos (ejemplo: las razas condrodistrofoides).
El conocimiento de la prevalencia de las enfermedades por raza son de
utilidad para elaborar los diagnósticos diferenciales. Cuando un perro
condrodistrofoide se presenta con dolor en cuello, en la región toracolumbar
o con semiología que indique un problema espinal, se piensa en primer lugar,
que este dolor o disfunción se deben a problemas de disco intervertebral. Sin
embargo, sería un error basar nuestro diagnóstico en este solo dato.
Edad
Los pacientes jóvenes son más susceptibles a afecciones de tipo viral
(ejemplo: distemper). Los problemas de disco intervertebral en perros
condrodistrofoides se presentan entre los 2 a 6 años de edad, mientras que
en los perros no condrodistrofoides se aprecian en la vejez.
Sexo
Desde el punto de vista neurológico no existen diferencia significativa en la
afección de machos o hembras.

Función zootécnica
Las lesiones traumáticas en la columna, en ocasiones están asociadas al
trabajo que realiza el perro, por ejemplo perros reproductores o de cacería,
presentan lesiones en columna después de efectuar su trabajo.

Historia clínica
Un interrogatorio ordenado y del que se obtengan datos de valor puede ser el
punto de partida para establecer los diagnósticos diferenciales así como el
plan diagnóstico a seguir. Las presentaciones agudas o la signología
progresiva rápida son asociadas con traumatismo, enfermedad infecto
contagiosa o accidentes vasculares. En estos casos el clímax del problema
se presenta dentro de 2 a 48 horas. Las presentaciones lentas e insidiosas
se asocian a problemas degenerativos o neoplásicos. Los problemas
estáticos con poco o ningún cambio dentro de un lapso prolongado indican
desórdenes congénitos. Las correlaciones que se indican aquí sólo son guías
iniciales y puede haber excepciones en las características de presentación.

Examen físico
El examen físico es esencial en cada caso y debe incluir los signos vitales
(temperatura, frecuencia cardiaca, frecuencia respiratoria, etcétera), la
evaluación será ordenada y sistemática, evitando la idiolépsis (enfocarse en
un problema obvio) que podría ocasionar un diagnóstico erróneo.
El propósito principal del examen físico general desde el punto de vista
neurológico es descartar toda la signología inespecífica que en un momento
determinado podría confundirnos, (por ejemplo: los problemas músculo
esqueléticos como la displasia de la cadera, la ruptura de ligamento carnal
cruzado, etc.) y que presentan signología similar a las anormalidades
neurológicas. En casi todos los casos que se sospeche de involucramiento
neurológico se tiene que realizar un examen ortopédico a conciencia.
Otra razón para efectuar el examen físico previamente es la de detectar
problemas no neurológicos que afectan la evolución del paciente (por
ejemplo: problemas hepáticos, cardiacos, respiratorios, etc.).

Examen neurológico
La meta del examen neurológico es la de establecer la existencia y la
localización de una lesión.
El veterinario debe de establecer una rutina para examinar al animal. Esto le
dará la experiencia y la confianza necesaria para llegar a un diagnóstico
adecuado. Los resultados del examen siempre deben de ser anotados y
nunca dejarlos a la memoria.
La exploración del Sistema Nervioso se realiza en un lugar libre de
distracciones. Nunca se emplearán sedantes, narcóticos o tranquilizantes
previamente al examen.
El conocimiento de la anatomía de los segmentos espinales y como
interpretar los resultados del examen, son esenciales para determinar la
localización de la lesión.
Estos segmentos son:
- segmento cervical anterior (C2 a C4)
- segmento cérvico torácico o agrandamiento cervical (C5 a T2)
- segmento toracolumbar (T3 a L3)
- segmento lumbosacro o agrandamiento lumbar (L4 a S2)
Las células de las raíces ventrales motoras de los nervios periféricos de los
miembros torácicos y pélvicos están en los agrandamientos cervical y
lumbar, respectivamente. las lesiones que afectan a éstas células darán
signología de enfermedad en las neuronas motoras bajas (debilidad, parálisis
flácida, reflejos miotácticos y flexores deprimidos y atrofia muscular severa).
Las lesiones craneales a estos segmentos ocasionaran interrupción de la
influencia de las neuronas motoras altas en las en las raíces motoras
ventrales. Los efectos de esta interrupción se manifiestan como alteración de
las neuronas motoras altas (paresis, parálisis tónica, reflejos flexores y
miotácticos hiperreactivos sin atrofia muscular severa).
Debido a que el nervio frénico tiene su origen entre C3 - C7, una lesión en
este lugar puede ocasionar parálisis diafragmática.
Las lesiones que afectan de T1 a T3 pueden ocasionar el síndrome de
Horner.
El veterinario debe determinar, primero cuales miembros están normales y
cuales anormales, si se aprecian alteraciones asimétricas, se determina que
el lado más afectado corresponde con el lado medular igualmente con mayor
afección.
Bailey y Morgan (1983) describieron cinco grupos de signos clínicos
observados en diferentes grados y en todos los animales con afección de
cordón espinal. Estos signos clínicos son: Disminución o pérdida del
movimiento voluntario, alteración de los reflejos espinales, cambios en el
tono muscular, atrofia muscular y alteraciones en la sensibilidad. Las
afecciones del cordón espinal también afectan el funcionamiento de la vejiga,
el esfínter uretral y anal y en ocasiones pérdida del control voluntario para la
micción y la defecación, además de imposibilidad para que el animal asuma
la posición necesaria para llevar a cabo estas funciones.
A la pérdida de los movimientos voluntarios debido a la interrupción de
impulsos en cualquier punto desde el cerebro hasta las fibras musculares se
le denomina parálisis (plegía) a un menor grado de afección en esta función
se le denomina paresis (debilidad). Los movimientos voluntarios deben
diferenciarse de aquellos ocasionados por reflejos.
La ataxia (incoordinación) se observa en conjunto con la paresis y se debe a
afecciones en las vías nerviosas aferentes y eferentes.
Los reflejos espinales son respuestas involuntarias estereotipadas que
ocurren independientemente del cerebro y pueden efectuarse por medio de
un estímulo específico. Anormalidades en estos reflejos ocurren en casi
todos los animales con afecciones del cordón espinal. Un reflejo espinal
puede ser: normal, deprimido (hiporrefléxico), ausente (arreflexia) o
exagerado (hiperreflexia). El clasificar al reflejo espinal en una de estas
categorías es esencial para la localización de la lesión en el cordón espinal.
Las anormalidades en la sensibilidad contribuyen a la semiología de la
afección, sin embargo, no existe una prueba clínica específica para
determinar su función. La percepción del dolor puede ser: normal, deprimida
(hipoestesia), ausente (anestesia) o exagerada (hiperestesia). Se distinguen
dos tipos de percepción dolorosa en los animales; la cutánea o superficial se
manifiesta al pinchar o pellizcar los dedos y los cojinetes plantares. Algunas
áreas pueden ayudar a determinar cual o cuales son los nervios
específicamente involucrados o el segmento espinal afectado.
La percepción del dolor profundo es la función sensoria más resistente del
cordón espinal y por lo tanto es la última función en perderse. Un animal con
pérdida bilateral del dolor profundo, esta necesariamente paralizado en la
porción caudal a la lesión. La técnica recomendada para evaluar el dolor
profundo, es aplicando presión con una pinza hemostática. La presión se
incrementa hasta lograr una respuesta integrada (intentar morder, aullar de
dolor, etcétera) Se debe tener cuidado de diferenciar la verdadera respuesta
integrada de la que se produce por un arco reflejo, ya que se puede obtener
reflejo flexor al pinchar o pellizcar al cojinete, pero esto no indica percepción
del dolor. La ausencia del dolor profundo por más de 24 horas es la base
para emitir un pronóstico funcional grave. La descompresión quirúrgica debe
efectuarse lo más pronto posible. La hiperestesia asociada a problemas de la
columna indica afección de una raíz o nervio espinal o puede ser compatible
con irritación de las meninges.
Como ya se vio, las anormalidades motoras, sensorias de reflejos y de los
esfínteres pueden determinar la localización de una lesión dentro de los
cuatro segmentos vertebrales. La diferencia funcional entre las neuronas
motoras altas y las neuronas motoras bajas también se emplea en la
localización de una lesión. La presencia de deficiencias neurológicas poco
diferenciadas son indicativas de involucramiento multifocal o diseminado.

Reacciones posturales
Propiocepción
Las anormalidades en la propiocepción no dan información precisa de la
localización de una lesión, sin embargo indican la presencia de una
alteración neurológica.
Se realiza colocando la parte dorsal del carpo o del tarso sobre la superficie
del piso. El animal sano tenderá a regresar inmediatamente a la posición
normal. El retraso o la ausencia en la corrección indican alteración
neurológica.

Movimiento de caminata
Este movimiento se debe a que los animales tratan en forma consciente de
mover los miembros. Se aplica a animales paraparéticos o no ambulatorios.
Se toma al animal de la base de la cola y si es pesado del abdomen y se le
hace caminar. Si los miembros quedan pendulantes el animal normal tendera
a mover los miembros como si caminara, pero si quedan inertes sin
movimiento, es indicativo de daño severo (más no irreversible) a la médula
espinal.

Carretilla
Se obliga al animal a desplazarse sobre los miembros torácicos, mientras lo
sostenemos de los miembros pélvicos y del abdomen. Los animales
normales caminan hacia adelante en forma coordinada. Un inicio lento del
movimiento se puede deber a daño medular en el segmento cervical, tallo
cerebral o en la corteza cerebral. Los movimientos exagerados (dismetría)
pueden indicar problemas a nivel del segmento cervical medular, tallo
cerebral bajo o anormalidades del cerebelo.
Brinco
La prueba del brinco se efectúa tomando al animal de la misma manera que
para la prueba de carretilla excepto que se toma un miembro torácico, para
dejar solo un en contacto con el piso. La totalidad del peso del animal es
soportado por ese miembro mientras que se le desplaza tanto medialmente
como lateralmente. Una iniciación lenta del brinco sugiere déficits
propioceptivos, mientras que un movimiento lento sugiere alteraciones
motoras. La presencia de asimetría puede determinar la lateralización de un
problema. Generalmente la realización de la prueba da resultados más
significativos en los miembros torácicos y no así en los pélvicos.
Hemipedestación / hemimarcha
La hemipedestación y la hemimarcha se efectúa manteniendo elevados el
miembro torácico y el miembro pélvico de un lado, mientras que el peso del
animal se soporta con los miembros contralaterales correspondientes. Se
desplaza lateralmente y se observa la presencia de anormalidades, Los
resultados tienen las mismas consideraciones que las efectuadas para la
prueba de la carretilla.

Podemos determinar la localización de la lesión evaluando también los


reflejos miotácticos, los cuales son importantes para la regulación de la
postura y el movimiento. Los impulsos conscientes o segmentados pueden
bloquear la respuesta por lo que su evaluación se debe realizar con el
paciente relajado y en recumbencia lateral. Los reflejos que comúnmente se
evalúan incluyen al patelar, el tibial craneal, el gastrocnemio, el extensor
carporadial, el tríceps y el bíceps. Estos reflejos reciben un valor para poder
registrarlos en el expediente del paciente, en una escala del 0 al 4 (0 = sin
reflejo, 1 = hiporreflejo, 2 = normal, 3 = exagerado y 4 = exagerado con
clonos).
La respuesta exagerada indica lesión de las neuronas motoras altas. La
respuesta deprimida o ausente se asocia a la lesión en las neuronas motoras
bajas. Frecuentemente las razas grandes presentan una respuesta refleja
más rápida que las razas pequeñas. El examinador debe de familiarizarse
con los tipos de respuesta ya que son influidas por una multitud de factores.

Miembro torácico
Reflejo del tríceps
Se efectúa con el animal en decúbito lateral, el miembro se soporta por la
parte medial del codo; manteniendo la flexión del codo y del carpo. El tendón
del tríceps se golpea gentilmente con el plexómetro en la zona más cercana
al olécranon. La respuesta normal es una ligera extensión del codo. El
tríceps es inervado por el radial que se origina del segmento cervical
comprendido entre C7 a T1. Este reflejo por lo general es difícil de evaluar en
animales normales; la presencia de un reflejo deprimido o ausente no
necesariamente indica problema neurológico, sin embargo una respuesta
exagerada determina la presencia de una lesión craneal a C7 (neurona
motora alta).
Reflejo del bíceps
Para apreciar la respuesta de este reflejo se coloca el dedo índice sobre el
tendón del bíceps cranealmente y lo más cerca al codo. Se extiende
ligeramente el codo y el dedo se golpea con el plexómetro. La respuesta
normal es una ligera flexión del codo. Al igual que el reflejo del tríceps, éste
reflejo también es difícil de efectuar en animales normales. La ausencia o
depresión de la respuesta puede indicar una lesión que involucre al
segmento espinal C6 a T8 (neurona motora baja), pero esto puede ser
normal en algunos animales. La respuesta exagerada indica una
anormalidad neurológica craneal a C6 (neurona motora alta).
Reflejo flexor
Para evaluar este reflejo con el paciente en recumbencia lateral se efectúa
un estímulo doloroso en la parte más distal del miembro. La respuesta
normal es la flexión total del miembro para aislarse del estímulo. Debido a
que este reflejo involucra al segmento espinal entre C6 a T1, su ausencia o
depresión indican alteración en las neuronas motoras bajas. Una respuesta
exagerad indica una lesión craneal a C6 (neuronas motoras altas).

Miembro pélvico
Reflejo patelar
El reflejo patelar es el más significativo del miembro pélvico. Se lleva a cabo
con el paciente en recumbencia lateral, el miembro a evaluar (el superior) se
sostiene de la parte medial de la tibia, con la rodilla ligeramente flexionada.
Se comprueba golpeando al ligamento patelar con el plexómetro y la
respuesta normal es una extensión súbita y suave de la rodilla. La ausencia
o depresión de la respuesta patelar así como flacidez del tono muscular,
indican lesión del componente sensorio o motor del arco reflejo (neurona
motora baja). La presencia de una alteración unilateral sugiere una lesión del
nervio femoral, mientras que la presentación bilateral sugiere una lesión
semental a nivel de L4 a L6. La obtención de una respuesta exagerada y el
incremento del tono muscular sugiere una lesión craneal a L4 (neurona
motora alta).

Reflejo flexor
Se evalúa colocando al paciente en recumbencia lateral. Se provoca un
estimulo doloroso ligero en la parte más distal del miembro pélvico y la
respuesta normal es retirarlo flexionandolo por completo. Con este reflejo se
evalúa el segmento espinal de L6 a S1 y al nervio ciático. La ausencia o
depresión del reflejo indica la presencia de una lesión que involucra al
segmento (neurona motora baja). La ausencia unilateral se debe
principalmente a la presencia de una lesión periférica, mientras que el daño
bilateral señala un daño segmental. Una respuesta exagerada determina la
presencia de una lesión craneal a L6 (neurona motora alta).

Otro reflejo que se puede evaluar es el reflejo extensor cruzado, el cuál solo
es normal cuando el perro está de pie, pero en el animal en decúbito no debe
presentarse. Cuando se realiza un reflejo flexor se tiene que observar el
miembro contralateral, si se observa la extensión del mismo es indicativo de
anormalidad y es signo de daño a neuronas motoras altas.
El reflejo de Babinsky no es estrictamente análogo al que se presenta en los
humanos y tal vez su nombre adecuado sea el de extensor de los dedos. Se
estimula al presionar la parte plantar de los miembros y si los dedos se
extienden el reflejo es positivo e indicativo de daño a neuronas altas en
procesos crónicos.
Las anormalidades en el reflejo perineal se determinan estimulando el
perineo y la respuesta normal es la contracción del esfínter anal y flexión de
la cola. La ausencia de estas respuestas indica problemas en el segmento
sacro S1 a S3 y en ocasiones en el nervio pudendo. Igualmente el reflejo
bulbocavernoso evalúa a este segmento y la respuesta se aprecia ejerciendo
una ligera presión en el pene o en la vulva, lo que ocasiona contracción del
esfínter anal, si existe ausencia o depresión del reflejo el segmento S1 a S3
esta afectado (neurona motora baja).

De acuerdo con el segmento afectado la signología es la siguiente:

Cervical C1 a C5
Si las vías aferentes respiratorias son afectadas por una mielopatía
transversa o se dañan las neuronas motoras del nervio frénico se puede
presentar una parálisis respiratoria. Se aprecia ataxia y paresis de los cuatro
miembros, la tetraplejía rara vez es observada, ya que si una lesión es
severa como para producir este signo, también producirá parálisis
respiratoria. En ocasiones se llega a presentar paraparesis con deficiencias
neurológicas mínimas en los miembros torácicos. La razón de lo anterior es
pobremente entendida; los reflejos espinales y el tono muscular pueden estar
normales o exagerados en los cuatro miembros, La atrofia muscular no está
presente pero si puede desarrollarse en casos crónicos. El reflejo anal esta
intacto y el tono es normal. Pueden observarse anormalidades en la vejiga,
debido a que el músculo detrusor esta arreflejo con el tono del esfínter
urinario normal o incrementado, ocasionando incapacidad para orinar,
además de la pérdida del control voluntario de la micción aunque el control
voluntario de la defecación puede perderse, el reflejo sólo se presentará
cuando las heces estén presentes en el recto.
La propiocepción y otras reacciones posturales están deprimidas o ausentes
en los cuatro miembros.
En algunos pacientes se aprecia dolor a la palpación, rigidez y posturas
anormales en el cuello. Ocasionalmente un animal puede mantener un
miembro torácico en una posición parcialmente flexionada, lo que es
consistente con entrampamiento de raíces nerviosas de C1 a C5, siendo un
problema unilateral.

Agrandamiento cervical C6 a T2
Usualmente presentan ataxia y paresis de los cuatro miembros.
Ocasionalmente se observa paresis de los miembros torácicos y parálisis de
los pélvicos. Los reflejos espinales pueden estar normales o deprimidos en
miembros torácicos y normales o exagerados en los pélvicos. La naturaleza
de las alteraciones en los miembros anteriores depende de la localización
exacta de la lesión en la zona.
Puede presentarse disfunción vesical similar en la apreciada en las lesiones
cervicales.
Comúnmente el Síndrome de Horner se presenta en forma unilateral,
particularmente cuando se involucran las raíces nerviosa de T1 a T3.
La propiocepción y otras reacciones posturales están deprimida en los cuatro
miembros aunque puede ser más evidente en los miembros pélvicos. Puede
existir hiperestesia a nivel cervicotorácico.
Toracolumbar T3 a L3
La mayoría de las lesiones espinales en perros y gatos ocurren en esta
región. Típicamente los miembros torácicos están normales mientras que los
pélvicos presentan ataxia, paresis o parálisis.
Los reflejos espinales en miembros anteriores se presentan normales y en
los pélvicos están normales o hipereflejos dependiendo de la severidad de la
lesión. La atrofia muscular puede estar presente en los miembros posteriores
sobre todo en procesos crónicos.
El reflejo y el tono anal están normales o exagerados, igualmente la vejiga
puede presentar anormalidades como arreflexia del músculo detrusor con
incremento o normalidad del tono del esfínter urinario, pudiendo presentarse
un reflejo discinérgico, donde se inicia la lesión pero se suspende por una
contracción involuntaria del esfínter urinario. La vejiga puede ser exprimida
manualmente en algunos pacientes pero no en los que presentan marcado
incremento del tono del esfínter. A esto se le conoce como vejiga de neurona
motora alta.

Agrandamiento lumbar L4 a S2
Las afecciones en este segmento dan como resultado varios grados de
ataxia, paresis o parálisis en los miembros pélvicos que se acompañan
frecuentemente por anormalidades en la vejiga y por paresis o parálisis del
esfínter anal o de la cola. La función en los miembros torácicos es normal.
Los reflejos espinales y el tono muscular en los miembros pélvicos están
deprimidos o ausentes al igual que la propiocepción y otras reacciones
posturales.
El colon y el recto están distendidos por la presencia de heces,
presentándose incontinencia fecal con eliminación continua. El músculo
detrusor y el esfínter urinario están parésicos o paralizados ocasionando
plétora vesical y micción por derramamiento, la vejiga es fácilmente vaciada
por manipulación.
Tratando de resumir lo anterior se podría determinar lo siguiente:
Lo primero es diagnosticar cuál o cuales son los miembros afectados y de
ellas cuáles corresponden a neuronas motoras altas y cuáles a neuronas
motoras bajas.
Cuando los miembros torácicos y pélvicos presentan signología de neuronas
motoras bajas es indicativo de problema multifocal. Si los torácicos tienen
signos de motoras altas y los pélvicos de motoras bajas se sospecha de un
problema espinal difuso.
Cuando los miembros torácicos están normales y los pélvicos con signos de
neuronas motoras altas es indicativo de afección en el segmento T3 a L3. Si
los miembros anteriores están normales y los pélvicos presentan signología
de neuronas motoras bajas, esto indica que el problema se localiza en el
segmento L4 a S2.
Obviamente se pueden presentar signos que indiquen que la afección está
en un determinado segmento y que no sea estrictamente cierto. Existen tres
circunstancias especiales en las que se puede incurrir en un error de
localización. El conocer y comprender estos problemas disminuye el riesgo
de cometer errores.
La primera situación se presenta cuando, tanto los miembros torácicos como
los pélvicos presentan signología de neuronas motoras altas, Siendo que la
lesión se presente entre T3 a L3. A esto se le conoce como el signo de Schiff
- Sherrington y se debe a que las células de Border en el segmento
lumbosacro proyectan fibras ascendentes que tienen sinapsis con las
neuronas motoras bajas contralaterales de los músculos extensores de los
miembros torácicos. Estas fibras ascendentes tienen una función inhibitoria
de los músculos extensores. La ruptura aguda de esta inhibición ocasiona
extensión rígida de los miembros torácicos, sin embargo la evaluación de
otras funciones puede arrojar resultados normales.
La segunda se presenta cuando los miembros torácicos están normales o
tienen signología de motoras altas, mientras que en los pélvicos se aprecia
semiología de motoras altas, siendo que la lesión esta en el segmento
cervico - torácico. Esto se presenta en lesiones compresivas que afecten a
las vías ascendentes con un efecto mínimo en los núcleos ventrales.
La tercera se observa cuando los miembros torácicos están normales y los
pélvicos presentan un reflejo patelar exacerbado (signo de motoras altas)
cuando la lesión se presenta en el agrandamiento lumbosacro o en la cauda
equina, esto se debe a que la masa muscular inervada por él esta débil o
presenta parálisis flácida. En el perro normal los músculos inervados por el
ciático son opuestos al reflejo patelar que es inducido por el cuadríceps. Con
lesiones posteriores a L4 la inervación del cuadríceps esta intacta (femoral)
mientras que el ciático se ve afectado.
Otras anormalidades neurológicas, sugerentes de lesión en el segmento
lumbosacro o en la cauda equina, incluye reflejos perineales ausentes o
disminuidos, incontinencia fecal o urinaria e hiperestesia en la región
lumbosacra.

PATOLOGÍAS DE LA MEDULA ESPINAL

Introducción

Las patologías de la médula espinal son los trastornos neurológicos más comunes
en la práctica clínica de los perros y de los gatos. Por su parte, las discopatías son
la causa más frecuente de estos problemas u pueden provocar uno o más signos
clínicos como son: ataxia, paresis y parálisis motora o sensomotora.
La degeneración de los discos intervertebrales se ha diagnosticado en 84 razas,
con mayor incidencia en las llamadas condrodistrofoides (dachshund, pequinés,
beagle, etc.). Los signos clínicos de un animal con problema de discos
intervertebrales varían dependiendo del sitio de la lesión, la fuerza con la que el
material protruido comprimió a la médula, el grado de hipoxia producido en el
tejido y la duración de la compresión.
La primera publicación sobre protrusión de disco intervertebral en humanos fue
hecha en 1824 por Charles Bell, quien describió la lesión como una encondrosis
vertebral, la cual es una proliferación cartilaginosa (encondroma) originada a partir
del anillo dorsal del disco intervertebral. Se creyó que este crecimiento producía la
compresión de la médula espinal y de las raíces nerviosas. No fue sino hasta 1940
que esta condición se reconoció como un prolapso del núcleo pulposo del disco
intevertebral.
La enfermedad de los discos intevertebrales fue descrita por primera vez en los
perros en 1881 por Janson quien diagnosticó un encondroma en el canal medular
de un daschund. En 1883 Kitt y Stoss diagnosticaron una paquimeningitis
circunscrita crónica. En 1910 Jakob observó la relación de las protrusiones de los
discos intervertebrales y la subsecuente paraplejía o parálisis. En 1921 y 1922
Joest y Wiedeman estudiaron la protrusión de discos en el perro, principalmente
en el daschund. Tllmans en 1939 dividió el síndrome del disco intervertebral en
dos tipos: uno de presentación en el daschund que se manifiesta como una
protrusión solitaria o unilateral, mientras que el segundo presenta protrusiones
múltiples y simétricas que afectan a perros viejos de diferentes razas. En 1951
Olsson describió la técnica de fenestración para la resolución quirúrgica de la
protrusión de discos intervertebrales en la columna cervical. Otros tratamientos
médicos y técnicas quirúrgicas fueron publicados y puestos en práctica con
diferentes resultados durante la tres últimas décadas.

Consideraciones anatómicas del disco intevertebral


La función de la columna vertebral es la de proveer una estructura rígida para el
anclaje muscular y óseo, además de proteger estructuras delicadas en especial
partes del sistema nervioso. Debe de ser suficientemente elástica para permitir el
movimiento con un máximo de eficacia. Estos objetivos se cumplen con la
presencia de vértebras unidas por dos tipos de articulaciones: las diartroidales,
formadas por las facetas articulares y las amfiartroidales que se encuentran entre
los cuerpos vertebrales, siendo el disco intervertebral un componente importante
de estas últimas.
Los discos intervertebrales están colocados en cada espacio intervertebral
exceptuando en el atlantoaxial (C1-C2) y en el sacro. Cada disco presenta dos
regiones anatómicas: la capa externa de material fibrocartilaginoso acomodado en
forma concéntrica (anillo fibroso) que circunda a un material gelatinoso (núcleo
pulposo).
El anillo fibroso es aproximadamente dos veces más grueso en la parte ventral y
aunque estructuralmente es circular, las capas fibrosas rara vez completan el
círculo. Cruzan el espacio intervertebral a un ángulo aproximado de 120º, cada
capa en dirección alterna. Esta disposición crea un efecto de canasta que permite
un movimiento limitado pero suficiente en tres direcciones: lateral, dorsoventral y
rotacional. Se une al cuerpo vertebral por medio de las fibras de Sharpei.
El núcleo pulposo es un remanente del notocordo embrionario y se localiza en
forma excéntrica en el tercio dorsal del disco. Está formado por células
mesenquimatosas con una matriz gelatinosa de fibras de colágeno mal
diferenciadas y por glicosaminoglicanos. La diferencia morfológica entre el disco y
el anillo es relativamente distinta en los animales jóvenes, perdiéndose con la
edad y la degeneración.
En la columna vertebral del perro se encuentran 26 discos intervertebrales
formando el 18% de su longitud total. El disco más pequeño se encuentra entre C2
y C3 y progresivamente aumentan de tamaño hasta encontrar el más grande en la
unión lumbosacra (L7-S).
Las estructuras ligamentosas dividen en ligamentos largos y cortos. Los largos
son: el ligamento de la nuca, que corre de la parte caudal del proceso espinoso del
axis hasta la parte dorsal del proceso espinoso de la primera vértebra torácica.
Este ligamento tiene poca importancia funcional y se usa principalmente como una
marca de referencia durante procedimientos quirúrgicos cervicales; el ligamento
supraespinoso que corre a lo largo de los procesos dorsales vertebrales, es
relativamente grande en la porción torácica pero en otras áreas es difícil de
identificar; el ligamento longitudinal dorsal, que une a los cuerpos vertebrales en el
piso del canal vértebra, está firmemente adosado a los cuerpos vertebrales y a la
parte dorsal de los anillos intervertebrales, es uno de los más importantes en el
mantenimiento de la estabilidad vertebral y el ligamento longitudinal ventral que se
localiza en la parte ventral de los cuerpos vertebrales.
Los ligamentos cortos comprenden a: los ligamentos interespinosos que conectan
a los procesos espinosos adyacentes; los ligamentos flavos que conectan cada
arco vertebral, en el segmento cervical son ligeramente más gruesos. Los
ligamentos flavos pueden comprimir a la médula espinal en ciertas patologías.
Existe una serie de ligamentos transversos intercapitales, también conocidos
como ligamentos conjugados que se extienden de cada cabeza costal hacia la
cabeza de la costilla opuesta, pasan por debajo del ligamento longitudinal dorsal y
por sobre el anillo fibroso. Su presencia desde T2 hasta T10 en el perro y de T2
hasta T9 en el gato ocasiona que la protrusión de discos en el área torácica sea
mínima.
La existencia de suplementación nerviosa hacia el disco intervertebral ha sido
causa de controversia hasta años recientes: las comunicaciones iniciales fueron
inconsistentes, pero las técnicas histoquímicas modernas han demostrado una
inervación dual en la rata. Hacia el disco intervertebral y hacia el ligamento
longitudinal dorsal. El descubrimiento de estas terminaciones nerviosas poco
especializadas sugiere que estos nervios pueden proveer información sensoria,
además de la nocioceptiva. Las fibras nerviosas han sido encontradas únicamente
en el tercio superficial del anillo y no el núcleo.
Existe controversia respecto de la presencia de un sistema vascular en el disco a
lo largo de la vida del perro. Hasta ahora se acepta que el disco se nutre por
difusión a partir de los platos terminales de los cuerpos vertebrales y de los tejidos
circundantes.
Los plexos venosos vertebrales se encuentran en el piso del canal vertebral. En la
región cervical las venas son más grandes y están junto a los pedículos de los
arcos vertebrales tomando un curso medial en el área toracolumbar. La
hemorragia a partir de estos plexos. representa el mayor problema técnico
quirúrgico en la descompresión medular cervical.
La función de los discos intervertebrales es la de formar un colchón elástico que
favorezca el movimiento, minimice el traumatismo y una a los cuerpos vertebrales.
La eficiencia mecánica de los discos depende de la cantidad y calidad de los
componentes de la matriz. La función de soporte del disco y su capacidad de
disminuir el estrés vertebral depende principalmente de la constitución e integridad
de los proteoglicanos y en mínima proporción del cartílago hialino. El papel jugado
por los proteoglicanos en la parte química y mecánica se relaciona con los grupos
polares (carboxil y sulfonil) de las subunidades de glicosaminoglicanos. Debido a
que los proteoglicanos se concentran en el núcleo pulposo, esta área tiene una
actividad altamente hidrofílica. La unión de las moléculas de agua a los grupos
polares de los glicosaminoglicanos confiere la propiedad de gel al núcleo y
consecuentemente al igual que otros fluidos y semifluidos lo convierte en
prácticamente incompresible. El contenido de agua o fluido intersticial del núcleo
es directamente proporcional al contenido de proteoglicanos. Esta propiedad
hidrofílica permite al núcleo repartir las fuerzas de tensión entre el anillo fibroso y
los platos vertebrales terminales, disipándolas. Armstrong las funciones del disco
intervertebral de la siguiente manera:
Anillo fibroso:
1) Estabilidad local de la vértebra
2) Permitir el movimiento vertebral previniendo el movimiento excesivo
3) Circundar el núcleo
4) Absorción de traumatismos

Núcleo:
1) Absorción de traumatismos y favorecer el movimiento
2) Equilibrar la tensión
3) Facilitar el intercambio de líquido entre la vértebra y el disco

Discopatias de tipo degenerativo

La degeneración de los discos intervertebrales es una condición frecuente en los


perros y rara en los gatos y cuando se presenta en éstos últimos pocas veces
ocasiona semiología clínica.
La mayoría de los autores coinciden en que los procesos degenerativos de los
discos intervertebrales ocurren constantemente como un proceso normal de
envejecimiento.
Los discos intervertebrales pierden su elasticidad y la propiedad de absorber
traumatismos debido a una degeneración metaplásica. Hansen ha propuesto dos
tipos de degeneración para diferenciar las patogénesis de las discopatías. La
metaplasia condroide (Hansen tipo I) que ocurre en razas condrodistrofoides entre
los 8 meses y los 2 años de edad y donde del 75% al 100% de los discos
presentan cambios para el año de vida. Actualmente se le denomina displasia
ósea hipocondroplástica. La condición se presenta como una osificación
endocondral organizada retardada. La metaplasia se caracteriza por un cambio
rápido, en el cual las células de nueva formación presentan características
condrocíticas o fibrocíticas. Los cambios metaplasicos se inician en la zona de
transición entre el anillo fibroso y el núcleo pulposo. Esta degeneración ocasiona
un incremento en el contenido de colágeno y un cambio en la concentración de
glicosaminoglicanos del núcleo.
Ocurre también una degeneración del anillo fibroso y disminuye el contenido de
agua del disco intervertebral. Progresivamente el disco se torna más cartilaginoso
y el núcleo toma una consistencia granular, limitando su hidroelasticidad y por lo
tanto, su capacidad de absorber traumatismos.
La degeneración y la pérdida de elasticidad del disco tienen como resultado una
mayor incidencia de discopatias en las razas condrodistrofoides, en las que la
extrusión del núcleo pulposo a través de una ruptura del anillo fibroso sucede en
forma explosiva y por lo tanto, sumamente compresiva o traumática.
La segunda forma de degeneración metaplásica (Hansen tipo II) ocurre
generalmente en razas no condrodistróficas. La degeneración se presenta como
una metaplasia de tipo fibroide (normal en procesos geriátricos). En este caso el
disco disminuye su contenido de colágeno y eleva la cantidad de
glicosaminoglicanos. Estos cambios degenerativos ocurren en perros entre los 8 y
los 10 años de edad. La protrusión de los discos se presenta cuando existe una
ruptura parcial del anillo fibroso, ocasionando deformidad en forma de cúpula en el
piso del canal medular. Rara vez ocurre una extrusión del núcleo hacia el canal
medular.
En ambos tipos de degeneración, las protrusiones o extrusiones de los discos
pueden ocurrir en forma dorsal, ventral, lateral, anterior o posterior.
En los perros los desplazamientos dorsales causan las anormalidades clasificadas
como Hansen tipo I o tipo II, siendo de importancia clínica como fuente de
irritación meninge, compresión de la médula espinal y de las raíces nerviosas. El
desplazamiento ventral se debe a la degeneración del anillo fibroso y ocasiona la
espondilopatía deformante. Las protrusiones craneales o caudales están poco
documentadas en los perros y en los gatos; sin embargo pueden ocasionar
embolia fibrocartilaginosa y alteración neurológica subsecuente. Ocasionalmente
el desplazamiento lateral causa compresión de la raíz nerviosa o del nervio espinal
acompañada de semiología nerviosa unilateral.
La causa de la degeneración es desconocida. El traumatismo es considerado
como un factor importante en la herniación de los discos intervertebrales, sin
embargo parece no tener importancia en la iniciación del evento. Algunas
anormalidades de tipo endocrino (hipotiroidismo) ocasionan degeneración del
disco intervertebral. Los fenómenos inmunológicos aparecen como iniciadores de
procesos degenerativos al alterar los complejos de proteoglicanos del disco.
También se señalan factores anatómicos y mecánicos ya que las herniaciones de
los discos son más comunes en la columna cervical y en la región toracolumbar
(T11 a T13). Otros factores incluyen la longitud de la columna y el grado de
fortaleza muscular y el peso corporal. Una espalda larga incrementa la angulación
en las articulaciones de la zona toracolumbar predisponiendo a la herniación en la
misma. La genética puede tener un papel preponderante en la acelerada
degeneración que se observa en las razas condrodistrofoides, pero su influencia
exacta no es conocida.
Aparentemente existe un efecto protector contra la degeneración del disco debido
a la presencia de estrógenos, lo que puede explicar la menor incidencia de este
problema en las hembras.
La patogénesis inicial de las herniaciones está determinada por el tipo de
degeneración presente. La lesión básica que se ocasiona por la protrusión o
extrusión del disco es una mielopatía o radiculopatía compresiva. Debido a que
esto es un problema focal se aplica el término de mielopatía transversa. Las
extrusiones de tipo I generalmente ocasionan una semiología más severa que las
protrusiones de tipo II.
La compresión medular ocasionada por los discos intervertebrales, se puede
dividir en dos categorías: aguda y crónica. Esta división es necesaria ya que la
patogénesis difiere en ambas presentaciones.
La médula espinal se adapta a diferentes grados de compresión y desplazamiento
mecánico. Sin embargo, en la mayoría de las extrusiones, esta capacidad se
sobrepasa y entonces la médula no es capaz de compensar y en ese momento se
presentan los signos clínicos. La severidad dependerá de la fuerza dinámica de
compresión, del tamaño de la protrusión y de su localización. Los efectos de la
compresión medular se aprecian más fácilmente en el área toracolumbar, debido
al reducido radio espinal existente entre la circunferencia medular y la
circunferencia del canal.
La compresión medular aguda ocasiona deficiencias neurológicas a través de
mecanismos directos e indirectos.
Los efectos directos se deben a la compresión inmediata de las vías neurales ya
que dependiendo de la severidad del daño, se activa una serie de eventos
progresivos autodestructivos que ocasionan diferentes grados de necrosis tisular.
La masa del núcleo extruido se mantiene en el canal espinal desplazando y
comprimiendo al cordón medular. Este efecto compresivo impide la normalización
del aporte sanguíneo y por lo tanto la recuperación de la función nerviosa. Un
hallazgo especial del daño medular es la mielomalacia hemorrágica progresiva,
esta patología ocurre posterior al traumatismo y parece ser una progresión de la
necrosis hemorrágica central y el edema hacia áreas de la médula no incluidas en
la zona del traumatismo inicial.
Los efectos indirectos en su mayoría están poco determinados, sin embargo se
desarrollan a las pocas horas postraumatismo y dan como resultado daño
retardado a la médula espinal y se originan de factores endógenos liberados en
respuesta al traumatismo. En contraste con la compresión aguda, la presentación
crónica afecta más severamente a la sustancia blanca. La hemorragia y el edema
no son significativos en este tipo de compresión. Las lesiones características son:
degeneración de la mielina, áreas focales de malasia, vacuolización y pérdida de
la sustancia blanca axonal. La deformación mecánica es con mucho el factor más
importante en la patogénesis de estas lesiones; sin embargo la isquemia y la
obstrucción venosa juegan un papel muy importante.

Semiología clínica
La semiología dependerá del tipo de herniación (tipo I o tipo II), la localización de
la lesión y la severidad del daño ocasionado a la médula espinal.
La extrusión de tipo Y ocurre generalmente en perros de tres años de edad o más
viejos, pero puede ocurrir en animales más jóvenes. Los signos clínicos asociados
incluyen: dolor y deficiencias sensorias y motoras su desarrollo son rápido,
variando en minutos u horas a partir de la extrusión del disco; Sin embargo se
pueden presentar en forma progresiva en el transcurso de semanas o meses con
periodos de mejoría o de francas recaídas. Estos signos se deben probablemente
a la extrusión progresiva de pequeñas cantidades de núcleo hacia el canal
vertebral.
El signo primario es el dolor ya que el anillo fibroso y el ligamento longitudinal
dorsal son estructuras inervadas capaces de transmitir impulsos dolorosos a
niveles conscientes. Gran cantidad de estudios revelan la existencia de dolor
discogénico. Los perros afectados pueden demostrar dolor vocalizando,
rehusándose a saltar, a subir o bajar escaleras o bien caminando con la espalda
arqueada. Inicialmente no se observan deficiencias neurológicas o inhabilidad
para caminar, sino que simplemente sé rehusan a hacerlo.
El signo inicial de afección neurológica es la ataxia, posteriormente aparece la
paresis. Eventualmente toda función motora termina dejando pléjico al paciente.
La pérdida de la nociocepción caudal a la lesión, siempre sugiere un mal
pronóstico.
De acuerdo con el área afectada, la semiología puede agruparse en síndromes.
Debido a que el canal medular cervical es relativamente más amplio, los signos
clínicos observados en las compresiones medulares del área cervical (C1 a C5)
generalmente son menos severos que aquellos que se presentan en la zona
toracolumbar. Aparentemente el dolor en el cuello y la radiculopatía son los signos
más comunes en la discopatía cervical por lo que los perros afectados tratan de
mantener la cabeza y el cuello en una posición rígida presentando espasmo
muscular de la zona. Las anormalidades propioceptivas, la tetraparésis o la
tetraplejía son signos menos comunes. La hipertermia y el síndrome de Horner
ipsilateral se han observado casos agudos de extrusión dorsolateral severa. La
claudicación en los miembros anteriores se puede deber a la compresión de las
raíces nerviosas.
El síndrome cervicotorácico se presenta cuando se afecta el segmento espinal de
C6 a T2. En este lugar la médula espinal forma lo que se conoce como la
intumescencia cervical. Así mismo, las discopatías son raras; sin embargo pueden
ser de tipo traumático y en estos casos generalmente se espera paresis o parálisis
de los cuatro miembros, síndrome de Horner (si se involucra el segmento T1-T2) y
reacciones posturales reprimidas en los cuatro miembros.
La semiología asociada a las discopatías que se presentan entre T3 y L3
comprende: dolor en el dorso y en el abdomen, puede existir paraplejía completa y
pérdida de la sensibilidad del dolor profundo en los miembros pélvicos, indicando
la presencia de una mielopatía transversa. Los reflejos pélvicos pueden estar
normales o hiperrefléxicos, el tono muscular tiene presentación hipertónica o
espástica y se asocia a incontinencia urinaria debido a una vejiga espástica. La
mayoría de las herniaciones ocurren entre T11 y L3.
El daño al segmento lumbosacro (L4 a S3) puede ocasionar un síndrome
lumbosacro que se caracteriza por problemas de diferente magnitud en los
miembros pélvicos, la vejiga y la cola; sin embargo, la extrusión de los discos
intervertebrales no ocasiona disfunciones nerviosas. El dolor y la claudicación
pueden asociarse ocasionalmente si la herniación está comprimiendo una raíz
nerviosa. En algunos casos se observa claudicación unilateral si está involucrada
una rama del nervio ciático o del femoral.
Diagnóstico
El diagnóstico presuntivo de la protrusión o extrusión de disco intervertebral se
hace en forma inicial con base en la edad del paciente, la raza, la anamnesis y la
semiología; sin embargo se deben considerar otras causas de dolor o de
mielopatía transversa para el diagnóstico diferencial.
Las posibilidades diagnósticas que se tienen en un paciente con semiología de
mielopatía transversa son variadas y tenemos entre ellas al traumatismo medular
directo, la discospondilitis, la embolia fibrocartilaginosa, neoplasias, meningitis,
mielitis, etc.
El examen físico es esencial en todos los casos tomando muy en cuenta los
signos vitales (temperatura, frecuencia cardiaca, frecuencia respiratoria, etc.) El
médico debe detectar posibles alteraciones sistémicas que contribuyan a la
presentación de semiología nerviosa o aquellas que requieran de tratamiento
prioritario.
Posteriormente se realiza el examen neurológico con el objetivo de determinar la
presencia o ausencia de lesiones nerviosas y si están presentes señalar su
localización y su probable extensión. Hay que recordar que los signos clínicos
producidos por las herniaciones de los discos varían con su localización. Al
efectuarse el examen, el clínico tiene que considerar que pueden existir lesiones
nerviosas múltiples.
Cuando se sospecha de una anormalidad medular, se debe realizar una
exploración minuciosa de los nervios espinales. La evaluación debe incluir la
valoración de las reacciones posturales; los reflejos tendinosos; la función vesical,
el reflejo anal y la sensibilidad superficial y profunda. El control motor de los
miembros y de la cola también deberá ser evaluado. La presencia de reflejo
panicular y de hiperalgesia es un auxiliar para localizar el nivel de la lesión en la
médula espinal.
En la mayoría de los casos los estudios radiográficos son necesarios para
descartar o confirmar el diagnóstico de herniación de disco. La técnica radiográfica
tiene que ser óptima. El rayo primario centrarse en el área de interés, con
frecuencia se requieren de proyecciones múltiples; sin embargo con la lateral y la
ventrodorsal puede ser suficiente.
Para obtener radiografías de valor diagnóstico se requiere de anestesia general ya
que se facilita el manejo de los pacientes afectados. Al posicionar pacientes en los
que se sospeche de extrusión Tipo I se debe tener cuidado para no ocasionar una
mayor compresión medular. Existen signos radiográficos que se asocian a
pacientes con herniación de disco intervertebral. La disminución del espacio
intervertebral se aprecia comparando los espacios intervertebrales adyacentes.
Esta disminución es un signo importante ya que con pocas excepciones indica
herniación del disco intervertebral. El colapso del disco intervertebral con
esclerosis de los platos vertebrales, así como la presencia de osteofitos o de
exostosis espondilítica son indicativos de herniación crónica. La presencia de
mineralización del disco intervertebral no es sinónimo de herniación, pero sí de
degeneración. En la mayoría de los casos se requiere determinar si la lesión es
única o múltiple por lo tanto es necesario recurrir a los medios de contraste.
Después de varios años de experimentación y de aplicación, la mielografía ha
demostrado ser una técnica confiable para lo opacificación del espacio
subaracnoideo. Muchas otras técnicas, como la epidurografía, la discografia y la
venografía se han propuesto para la visualización y el diagnóstico de los procesos
patológicos de la médula espinal; sin embargo son menos especificas.
Actualmente la resonancia magnética y la tomografía computarizada toman
relevancia como técnicas diagnósticas debido a su especificidad y facilidad de
visualización del problema, aún así sus limitaciones son su poca accesibilidad y en
ocasiones su costo.
Se han empleado y evaluado gran cantidad de medios de contraste. Desde los
que se presentan en una base oleosa hasta los de base podada y solubles en
agua. La técnica de aplicación y las posibles secuelas de cada uno han sido
ampliamente documentada en la literatura veterinaria.
Las características mielográficas en ambos tipos de herniación (I y II) son:
compresión extradural de la médula espinal, con desplazamiento de la misma y
estrechamiento del espacio subaracnoideo, en las proyecciones lateral y
ventrodorsal.
Es conveniente tomar muestras de líquido cefalorraquídeo en forma previa a la
mielografía para descartar la posibilidad de neuropatía infecciosa o inflamatoria.
Algunos animales con moquillo, linfoma espinal, peritonitis infecciosa felina y otras
enfermedades pueden presentar signos que aparenten ser ocasionados por
herniación de disco intervertebral.
Debido a que el traumatismo medular se asocia con daño compresivo a los tejidos
nerviosos, su evaluación funcional es de importancia, tanto para el diagnóstico
como para el pronóstico. La electromiografía, la electroencefalografía y la
medición de la conducción nerviosa sensoria pueden ser empleadas para
determinar el daño neurológico. Infortunadamente la mayoría de éstas pruebas
están limitadas a los grandes centros de enseñanza y por lo tanto están fuera del
alcance de la mayoría de los veterinarios.

Tratamiento
El tratamiento apropiado para cada animal dependerá de su estado neurológico.
Cada paciente deberá de ser evaluado en forma individual. Existen numerosos
protocolos de tratamiento que emplean diferentes fármacos y cuyo principal
objetivo es disminuir el edema espinal; sin embargo ninguno de los fármacos
recomendados carece de efectos colaterales, además de que existen puntos de
vista divergentes sobre su eficacia.
El tratamiento médico (conservador) se recomienda para animales que tienen
anormalidades nerviosas mínimas, que son ambulatorios y que no han presentado
semiología que indique herniación previa de disco intervertebral. Estos pacientes
deben mantenerse en reposo estricto (de jaula) por lo menos durante dos o tres
semanas y únicamente se les permitirá caminar para orinar o defecar. El uso de
analgésicos o de relajantes no está recomendado en la mayoría de estos casos ya
que se ocasionaría que el animal incrementara su actividad al no sentir molestias
aumentando los riesgos de una protrución mayor.
En casos severos son signos de paresis o parálisis, así como en reincidencias se
pueden emplear diferentes tipos de tratamiento. En el régimen típico los
corticosteroides se han empleado casi en forma empírica. Estudios recientes han
puesto en duda la eficacia de éstos fármacos, sin embargo se siguen
administrando en la mayoría de los traumatismos espinales, agudos o crónicos.
Algunos autores recomiendan dosis altas (30 mg/kg, EV/48 horas) mientras que
otros los recomiendan en dosis bajas (6mg/kg/9 días). No se tienen datos claros
del beneficio adicional que se obtiene al prolongar la terapia por más de 24 -36
horas, pero si se incrementa el riesgo de que se presenten efectos colaterales:
Existen publicaciones que asocian las herniaciones de Tipo I en la zona
toracolumbar y su tratamiento a base de corticosteroides con la presencia de
patologías como la pancreatitis, el sangrado gastrointestinal agudo y la perforación
colónica.
La prednisolona oral a una dosis de 1 -2 mg/kg dos veces al día puede
mantenerse por periodos relativamente prolongados, descontinuarse y reiniciarse
cuando se presente una recaída en le semiología nerviosa.
Se han propuesto otros fármacos para el tratamiento de las compresiones
medulares un ejemplo es el Dimetilsulfóxido (DMSO) el cual es un solvente dipolar
aprótico que puede cruzar la barrera hematoencefálica. En teoría el DMSO
disminuye la anoxia tisular al favorecer la difusión de los gases sanguíneos hacia
el tejido dañado. En general se emplea como agente terapéutico en el
traumatismo medular por dos propiedades: su habilidad de eliminar agua del tejido
dañado, lo que le permite actuar como agente diurético local y antiinflamatorio; la
otra propiedad es la capacidad de proteger las membranas celulares sujetas a
daño mecánico o químico. La dosis de DMSO es de 22 mg/kg. Se pueden
presentar reacciones mínimas a su aplicación EV como: fasciculaciones
musculares e incrementos en la frecuencia respiratoria dada su acción
anticolinesterasa.
Los perros tratados con esteroides más DMSO presentan una mejoría mayor que
aquellos tratados únicamente con esteroides. El grado de recuperación se asocia
con la dosis inicial y el tiempo transcurrido desde el inicio del problema al primer
tratamiento. Dosis altas y tratamiento inmediato producen aparentemente una
recuperación mejor y más rápida.
Otros agentes como el manitol se emplean para disminuir el edema; sin embargo
las últimas publicaciones señalan haber encontrado efectos adversos con su
aplicación, entre ellos la exacerbación de la semiología nerviosa en traumatismo
espinal experimental. En casos de sangrado puede incrementar la hemorragia
empeorando las condiciones patológicas.
Trabajos experimentales sobre el manejo del traumatismo de la médula espinal
aportan nuevos fármacos para su tratamiento. Entre ellos los quelantes del hierro
y el superóxido di dismutasa tienen una gran capacidad para disminuir el edema;
sin embargo no existen suficientes datos para recomendar su aplicación clínica.
Experimentalmente los bloqueadores del calcio incrementan la irrigación medular
local hasta en un 40% pero deben aplicarse vasopresores en forma conjunta para
mantener la presión arterial sistémica. Los efectos benéficos de los barbitúricos
se atribuyen a que disminuyen la demanda de oxígeno, reducen el espasmo
vasogénico, se limita la pérdida de potasio y se reduce el daño a los lípidos de las
paredes vasculares, diminuyendo así la agregación plaquetaria.
Existen otras publicaciones en las que se indica el empleo de la naloxona, la
crocetina y del factor liberador de la tirotropina como agentes eficaces en el
manejo del traumatismo espinal. El empleo de la acupuntura en el tratamiento de
las mielopatías secundarias a la herniación de los discos intervertebrales, está
indicada por algunos autores; sin embargo no se dan datos convincentes sobre el
éxito obtenido en su aplicación.
Animales con dolor o compromiso neurológico severo pueden no responder al
tratamiento médico. Estos pacientes son candidatos al tratamiento quirúrgico. La
fenestración está recomendada para aquellos perros que presentan ataques
recurrentes de dolor; se puede realizar la fenestración preventiva de los discos
adyacentes sin alteraciones posteriores aparentes.
La fenestración de los discos no retira el material extruido que se encuentra en el
canal medular; por lo tanto no se recomienda como único método de tratamiento
quirúrgico en aquellos perros que muestren compresión medular en la mielografía:
Se han publicado diferentes técnicas de descompresión medular señalando las
bondades, dificultades y la efectividad de cada una de ellas.
En humanos existen técnicas para la lísis de los discos intervertebrales a base de
enzimas como la papaína; Esto se hace con semiología ligera.
En las protrusiones de tipo II se puede apreciar mejoría con la terapia
antiinflamatoria durante cierto tiempo; sin embargo hay que recordar que el
empleo de los corticosteroides no es curativo y por lo tanto, pueden presentarse
recaídas.
En el área toracolumbar es casi imposible la fenestración de los discos sin causar
daño a la médula espinal, en estos casos se indica la descompresión sin
fenestración. La mejoría neurológica puede tomar varios meses y se cree que
sucede por remielinización axonal de la sustancia blanca de la médula espinal.
Aunque muchos animales responden al tratamiento médico, la recuperación de la
función nerviosa es mejor y más rápida en los pacientes sometidos a cirugía
descompresiva. Algunos perros pueden empeorar en las horas posteriores a la
cirugía, el progreso es imposible de predecir con base en la anamnesis, los signos
clínicos y radiográficos. Los dueños del animal deben de ser advertidos de lo
anterior. El pronóstico de los pacientes que retienen las sensaciones dolorosas
postquirúrgicamente es bueno.
Los animales con semiología de mielopatía transversa sin percepción del dolor
profundo durante un periodo mayor a 24 horas, tienen un pronostico grave
funcional. La cirugía pudiese mejorar esta condición, aunque en la mayoría de los
casos no esta indicada.
La recuperación de la función nerviosa puede retardarse días, semanas o meses;
por lo tanto, es necesario contar con la cooperación incondicional del propietario
para prestar la atención requerida por los animales convalecientes.
La alimentación durante la recuperación es en extremo importante, muchas veces
habrá que forzar al animal suplementándole dieta blanda con proteínas de alta
calidad y residuo regular. La administración de fluidos en forma oral o parenteral
es necesaria para prevenir o corregir la deshidratación.
Los pacientes paralizados requieren de cambios constantes de posición, así como
de un lugar seco y blando para evitar las úlceras por decúbito. El manejo vesical
es vital, ya que en la mayoría de los casos la evacuación de la vejiga es
incompleta o se pierde el control de la micción, esto predispone a infecciones del
tracto urinario y a la sobredistención vesical con la subsecuente atonía. La
cateterización es el método más efectivo para vaciar la vejiga y se debe realizar
tres veces al día. No es adecuado mantener el catéter durante un tiempo
prolongado ya que se promovería la infección. Se recomienda la instilación
profiláctica de antibióticos, por ejemplo, la notrofurazona después de cada
cateterización.
La evacuación de la vejiga por presión es fácil de realizar en algunos animales y
en especial en las hembras, aquellos que presentan síndrome lumbosacro facilitan
éste método ya que su vejiga está flácida, sin embargo un manejo brusco puede
producir traumatismo vesical.
La fisioterapia activa diminuye la atrofia muscular por falta de uso y es parte
importante de la rehabilitación de un paciente. Esto puede realizarse por medio de
soportes que mantienen el peso del animal y le permiten caminar. Estos ejercicios
se realizan durante 10 minutos 6 veces al día. Otro tipo de actividad es la
hidroterapia por 15 o 20 minutos diariamente. La natación se debe iniciar a los 3 ó
4 días después de la cirugía.
Cuando el animal se manda a casa usualmente después de 5 días, los
propietarios deberán mantener los mismos cuidados. Algunos animales responden
más satisfactoriamente en casa que como lo han hecho en el hospital.
El uso de los corticosteroides en forma postquirúrgica está indicado; sin embargo,
en humanos se ha determinado que no tienen un papel significativo en la
recuperación de los pacientes sometidos a cirugía. En un estudio realizado en
perros que sufrieron herniación de disco intervetebral y que fueron sometidos a
cirugía se encontró que el 41% de ellos presentaron problemas como
inmunodepresión, hemorragia gastrointestinal, ulceración colónica y pancreatitis.
Todos ellos fueron tratados postquirúrgicamente con corticosteroides.

Discopatías de tipo infeccioso

A la infección de los discos intervertebrales y vértebras adyacentes se le conoce


como discospondilítis. Esta infección puede traer como resultado compresión de la
médula espinal o de la cauda equina, debido principalmente a la formación de
tejido reactivo, la proliferación ósea o la fractura o luxación de la vértebra afectada.
El primer de discospondilitis fue publicado en humanos en 1887. En perros se
diagnosticó por primera vez en la década de los sesenta. Es más común en perros
de razas grandes entre los 4 y los 9 años de edad, aunque los gatos también se
ven afectados. En general los machos son más propensos a sufrir éste tipo de
alteración.
La semiología clínica incluye hiperestesia, paresis o parálisis, anormalidades al
caminar, depresión, pérdida de peso y pirexia. La disfunción neurológica o la
semiología sistémica, pueden o no presentarse en forma conjunta.
La discospondilitis ocurre con mayor frecuencia en la columna toracolumbar y
resulta de la implantación de bacterias u hongos introducidos por la migración de
espigas, como consecuencia de infecciones hematógenas; por extensión de
problemas osteomielíticos en las vértebras, diseminación a partir de infecciones
urinarias, endocarditis bacteriana y orquitis.
En perros el estafilococo epidermídico es el organismo más comúnmente aislado,
ya sea a partir de la sangre o de la vértebra afectada. La brucela, el estreptococo y
otras bacterias y hongos son aislados esporádicamente. La Spirocerca lupi puede
ocasionar cambios proliferativos en la parte ventral de las vértebras torácicas,
donde la aorta y el esófago corren en forma paralela.
Estudios inmunológicos realizados en perros afectados muestran evidencia de que
la inmunodepresión juega un papel importante en la patogénesis de la
discospondilítis. Se ha observado la presentación de éste problema asociado a
Micobacterium avium en una línea de perros de raza Basset Hound y se ha
sugerido una inmunodeficiencia en estos perros como un factor importante.

Diagnóstico
El diagnostico puede ser difícil si los signos clínicos no son específicos. La
discospondilítis se debe considerar como diagnóstico diferencial en un animal que
sufre de fiebre de origen desconocido. Los signos clínicos se presentan por
semanas o meses antes de que se logre llegar a un diagnóstico definitivo. Los
problemas neurológicos más frecuentes son los que indican una mielopatía
transversa lumbosacra (T3 - L3). En estos casos la semiología incluirá
paraparesis, disminución de la propiocepción consciente, reflejos espinales
hiperactivos y en forma menos común paraplejía. Los perros pueden presentar un
tracto fistuloso en el área paravertebral. Generalmente el diagnóstico se basa en
el estudio radiográfico donde se observa la presencia de lesiones características
como son la lisis vertebral, esclerosis y espondilosis. Estas lesiones no se
observan antes de 4 a 6 semanas de iniciada la infección. Algunos pacientes
pueden presentar semiología de espondilitis y observarse radiográficamente
normales. La discospondilitis no debe confundirse con la espondilosis deformante,
aunque la espondilosis y la esclerosis son signos comunes en ambas alteraciones,
la lisis vertebral solo se observa en los procesos infecciosos o neoplásicos.
La mielografía esta indicada en animales con semiología neurológica indicativa de
compresión medular y estos casos requieren de cirugía para su resolución. La
mielografía muestra una compresión extradural como resultado de la extensión del
tejido de granulación y de la proliferación ósea hacia el canal medular. La
semiología no siempre se relaciona con el grado de compresión observado en la
mielografía.
Además de necesitarse para iniciar la terapia antibiótica, la evaluación serológica
para determinar la brucela, los cultivos de sangre y de orina pueden determinar el
tipo de agente etiológico al igual que los resultados obtenidos de punciones
prostáticas. La biopsia quirúrgica puede realizarse en perros donde no se ha
logrado determinar el agente causante o en aquellos que no han respondido
positivamente al tratamiento.

Tratamiento
Se han empleado una gran variedad de tratamientos en perros y gatos con
discospondilitis. Combinaciones de descompresión medular, inmovilización
vertebral, la administración de antibióticos, curetaje, drenaje e irrigación de la
lesión vertebral.
Los perros que presentan disfunción neurológica mínima pueden ser tratados
únicamente con antibióticos, su selección se basa en los resultados serológicos y
de cultivo que se obtuvieron. Pacientes con paresis o parálisis requieren de
descompresión medular quirúrgica. En estos casos la mielografía es esencial para
determinar el sitio de la lesión. La hemilaminectomía es el procedimiento de
elección, ya que de esta forma se preservan los procesos dorsales necesarios
para la estabilización vertebral posterior.
Los animales sin signos neurológicos o con signos mínimos, normalmente
responden bien a la terapia antibiótica. El pronóstico es malo para los pacientes
con semiología neurológica severa. La recurrencia es rara en los perros afectados
por estafilococo, pero común en los que la etiología es la brucela.

CIRUGÍA DE COLUMNA Y CORDÓN ESPINAL

La cirugía de la columna y del cordón espinal se basa en tres


procedimientos: descompresión, exploración y fijación.
La descompresión elimina la presión que puede sufrir el cordón espinal, lo
que se logra al eliminar parte del arco vertebral o removiendo el material que
esté produciendo la compresión (ejemplo: material del disco intervertebral o
tejido neoplásico).
En caso de luxación o fractura, la descompresión se logra al reducir los
segmentos vertebrales.
La exploración se realiza para determinar el lugar de la lesión espinal en
casos en que otros métodos diagnósticos no logren este propósito o para
tomar biopsias o muestras para cultivo. La fijación se realiza cuando las
luxaciones o fracturas sean inestables y puedan provocar daño posterior.
Las indicaciones para un procedimiento quirúrgico en la columna vertebral,
incluyen: traumatismos, enfermedades congénitas, neoplasias, infecciones y
enfermedades degenerativas. La herniación de disco, las luxaciones y las
fracturas son ejemplos de procesos traumáticos que requieren cirugía.
La subluxación o luxación atlantoaxial y la exostosis cartilaginosa múltiple
son ejemplos de anormalidades congénitas con consideración quirúrgica. La
osteomielitis y la discospondilitis son ejemplos de procesos infecciosos que
en ocasiones requieren de resolución por medio de cirugía. De las
degenerativas la inestabilidad lumbosacra puede requerir descompresión
quirúrgica.
El manejo quirúrgico está indicado para aquellos animales que muestren un
involucramiento motor severo, que presenten deterioro del estatus
neurológico o que no respondan adecuadamente al tratamiento médico. Para
la enfermedad del disco intervertebral, las luxaciones o las fracturas, la
cirugía se debe realizar dentro de las primeras 24 horas si se desean obtener
los mejores resultados.
Inicialmente se examina al paciente y se determinan sus problemas, así
como los factores de riesgo, de tal manera que se obtenga el diagnóstico y el
posible pronóstico del problema.
Se requieren los datos básicos en los que se incluyen, urianálisis y química
sanguínea. Las radiografías son imperativas y de ser necesario se debe
realizar una mielografía.
El tratamiento quirúrgico para el tratamiento de la enfermedad de disco
intervertebral está indicado para pacientes con las siguientes características:
- Dolor recurrente
- Ataxia sin respuesta al tratamiento médico
- Evolución lenta progresiva y empeoramiento del estado neurológico que se
caracterice por la pérdida de la sensibilidad y de las funciones motoras
- Pérdida aguda y severa (menos de 24 horas) de las funciones neurológicas
que presenten paresis o parálisis y función vesical normal
- Pacientes con pérdida del dolor profundo por más de 24 horas tienen un
mal pronóstico y no son candidatos a cirugía.
En general, las cirugías descompresivas como son la hemilaminectomía,
laminectomía dorsal y la “ventana” ventral tienen consideraciones
terapéuticas aunque también provean información diagnóstica y para emitir
un pronóstico. La fenestración de los discos intervertebrales se efectúa para
reducir el dolor discogénico, la ataxia ligera o para prevenir herniaciones
futuras (profiláctico). Actualmente se cuestiona la eficacia de la fenestración
como tratamiento único.
Existe una gran cantidad de técnicas descompresivas, las cuales dan
mejores o peores resultados de acuerdo, muchas veces con el caso en
particular, muchas de ellas no son empleada en la actualidad por los
problemas que presentan, principalmente en el período posquirúrgico. Cada
técnica provee una exposición adecuada del canal y cordón medular. La
aproximación se determina de acuerdo a la preferencia del cirujano, el área
en particular y por el problema en sí mismo.
Para efectuar cualquier técnica, se requiere de equipo especial que incluye,
retractores automáticos, rongeurs de tamaño adecuado, así como pinzas de
Kerrison. Si se va a realizar una fenestración de disco se necesitan curetas o
ganchos de limpieza dental para excavar el espacio intervertebral.
La hemilaminectomía es la aproximación de elección en pacientes con
luxaciones o fracturas que requieren estabilización, así como en aquellos que
sufren de compresión por herniación de disco. En todas estas situaciones, se
logra una visualización adecuada del canal y del cordón espinal al mismo
tiempo que se preservan los procesos espinosos para poder aplicar en ellos
la fijación que se halla escogido. Esta técnica no está recomendada para
descompresión lumbosacra ya que las alas del ílion impiden la exposición
lateral.
La parte dorsal del paciente se prepara para cirugía aséptica y dependiendo
de la localización de la lesión será el área a preparar.
Después de anestesiado, el perro es colocado en recumbencia esternal
aplicando un saco de arena o unos campos debajo del abdomen para
mantener ligeramente elevada y curva su espalda.
Se realiza una incisión lateralizada a la línea media del dorso (2 cm) ya sea
medial o lateral según el lado a descomprimir a través de la piel y el subcutis.
La fascia del músculo dorsal se incide y separa de los procesos espinosos en
el lado más cercano al cirujano. La longitud de esta primera etapa se
extiende por lo menos tres vértebras a cada lado del área que se expondrá.
Se refleja el músculo multifidus lateralmente a los procesos espinosos. La
elevación del multifidus se realiza con un elevador de periostio; si se trata de
una luxación o fractura, la elevación se hace con bisturí para evitar
movimiento innecesario de la columna. Una vez que los músculos epaxiales
han sido separados de las vértebras se mantienen alejados por medio de
retracción.
Se selecciona el sitio donde se va a remover hueso para iniciar la
hemilaminetomía. Para luxaciones o fracturas la elección es obvia. Para
herniación de disco el lugar tiene que ser previamente identificado por
mielografía. El cirujano debe examinar detenidamente el estudio radiográfico
y diagnosticar cualquier anomalía (costillas transicionales, procesos
transversos aberrantes, vértebras supernumerarias, etcétera) que en
determinado momento pudieran ocasionar confusión en la localización. Ya
que el espacio ha sido identificado, se remueve la faceta articular con unas
rongeur. El hueso cortical de la lámina lateral se retira cuidadosamente
desde la base del proceso espinoso dorsal hasta donde inicia el proceso
lateral. La abertura puede ser extendida sobre tres o cuatro espacios
intervertebrales. Si el cirujano descubre que la compresión es mayor en el
lado opuesto, la ventana puede ampliarse dorsalmente para combinar la
hemilaminectomía con una laminectomía dorsal o puede efectuarse una
segunda hemilaminectomía en el lado opuesto sin ocasionar pérdida
significativa de la estabilidad. Las luxaciones o fracturas no reducibles, así
como las herniaciones severas son ejemplos que indican estas técnicas. Si la
columna se aprecia inestable, entonces debe emplearse una fijación por
medio de placas o clavos.
En perros de talla pequeña o en gatos la “ventana” puede realizarse
fácilmente empleando solo rongeurs o alveolótomos. En perros más grandes
que tienen hueso cortical más denso se requiere de unas pinzas de Kerrison.
Durante este procedimiento se requiere de extremo cuidado para prevenir el
contacto del instrumental con el cordón espinal, si se ocasiona daño por
manejo brusco o poco cuidadoso, el tiempo de recuperación se prolonga o
incluso se provocan deficiencias neurológicas permanentes. Cuando la
ventana se ha terminado, entonces se retira el material que está
ocasionando la compresión y el cordón se retrae para eliminar la hipertrofia
anular. Se evita el daño a los lechos vertebrales ya que de ser lesionados se
produce una hemorragia considerable, en la que no se pierde gran cantidad
de sangre, pero si ocasiona pérdida de la visibilidad en el campo operatorio.
Si la hemorragia del lecho vascular persiste se intenta controlar aplicando
solución salina helada o una porción de músculo macerado sobre el defecto
vascular.
Se puede realizar durotomía con dos fines principales. El primero es el
diagnóstico en perros que presentan sensibilidad profunda cuestionable y en
aquellos que requieran de una descompresión mayor. La durotomía se logra
haciendo un corte longitudinal sobre la dura madre. Clínicamente, la finalidad
de éste procedimiento es lograr emitir un pronóstico; si el cordón espinal
tiene un aspecto grisáceo y protruye flácido a través del corte, el pronóstico
es grave funcional. El cirujano puede apreciar si existe trombosis o ruptura
de la vasculatura del cordón, así como ausencia de “pulsaciones” normales.
La durotomía realizada inmediatamente después del traumatismo es
benéfica para la recuperación neurológica del perro, sin embargo si se
retrasa más de dos horas no se obtiene beneficio aparente.
La fenestración preventiva de los discos adyacentes ha sido tema de debate,
algunos autores la señalan como innecesaria, mientras que otros han
demostrado que la fenestración profiláctica reduce significativamente la
recurrencia de la signología.
La perfusión por medio de soluciones normotérmicas o hipotérmicas ha
demostrado tener efectos benéficos en la recuperación de pacientes que han
sufrido de traumatismo espinal y esto probablemente se deba al efecto de
lavado al arrastrar sustancias no deseables en la zona afectada.
El empleo de soluciones hipotérmicas para perfundir el cordón espinal
durante la cirugía se ha justificado como un método para reducir la
inflamación y la isquemia ocasionada por el edema y el vaso espasmo, sin
embargo no se debe abusar de esta técnica ya que está demostrado que el
empleo de sustancias heladas por más de 30 minutos, ocasiona severos
cambios histológicos, así como signología postquirúrgica severa.
El cierre es convencional, aplicando una porción de músculo macerado o
grasa subcutánea no deshidratada (autógena) sobre el defecto óseo, para
prevenir adhesiones de los músculos epaxiales a la dura.

Consideraciones específicas

Cirugía del segmento cervical


Anatomía quirúrgica
El conocimiento de la anatomía quirúrgica de esta región nos permite
orientarnos con facilidad, sobre todo en los procedimientos ventrales, que en
mi práctica personal son los más comunes. En este caso los procesos
transversos de la vértebra C6 y el proceso ventral de C1 son los puntos de
partida para determinar la ubicación del espacio requerido.
Cuando se desea hacer un abordaje dorsal, el proceso dorsal de la vértebra
C2 (axis) es el punto más fácil de reconocer al igual que el de la T1.
Técnica quirúrgica
No importa cual técnica haya sido escogida para corregir quirúrgicamente el
problema, es de capital importancia posicionar correctamente al paciente ya
que esto determina un procedimiento quirúrgico exitoso. En la mayoría de
los casos, independientemente de aproximaciones ventrales o dorsales se
requerirá efectuar tracción linear para incrementar la visualización de los
discos herniados o para descomprimir a la médula en los animales afectados
por inestabilidad cervical. Los animales que requieren de una descompresión
dorsal o dorsolateral se posicionan en decúbito esternal con el cuello
ligeramente flexionado para abrir las facetas articulares y facilitar el uso de
las pinzas de corte óseo.
Fenestración
La fenestración de los discos intervertebrales está indicada como tratamiento
en los perros que exhiben signos de enfermedad discal (dolor discogénico).
Esta técnica obtiene los mejores resultados por medio de una aproximación
ventral. En esta aproximación se debe tener cuidado de no dañar el nervio
laringeo recurrente que corre lateral a la traquea.
Obviamente esta técnica no será efectiva si el disco ha sido extruido dentro
del canal vertebral.
Los perros que presentaron dolor discogénico deberán tener una
recuperación rápida posterior a la cirugía. Alternativamente, si el dolor no se
ha resuelto posterior a la intervención se debe sospechar de: extrusión
lateralizada del disco, tumor o meningitis - mielitis.
En general la cirugía tiene pocas complicaciones, sin embargo se han
reconocido dos condiciones que pueden acarrear problemas, a saber: forzar
material del disco al canal vertebral durante el procedimiento lo que ocasiona
empeoramiento de los signos y la posibilidad de favorecer un futuro colapso
vertebral.
Ventana ventral
Es la técnica de elección para retirar el material extruido de un disco, cuando
en una mielografía previa se ha demostrado que ese material se encuentra
en la parte ventral del canal vertebral.
La aproximación quirúrgica es similar a la empleada para la fenestración de
los discos, excepto por que el tercio central de los cuerpos vertebrales es
retirado por medio de una fresa de alta velocidad, hasta encontrar el
ligamento longitudinal dorsal, el cual se corta. Entonces se puede visualizar
el material extruido dentro del canal vertebral y se retira.
La estabilización en los casos de inestabilidad vertebral combina en la
mayoría de los casos el uso de la ventana ventral con la estabilización por
medio de placa ortopédica o por la aplicación de clavos y metilmetacrilato.
Las complicaciones más frecuentes son: a) laceración del seno venoso, la
hemorragia puede ser severa y se informa que en ocasiones puede ser fatal;
b) bradicardia severa, aunque no es frecuente se presenta por manipulación
excesiva del cordón medular y bloqueo agudo del simpático y otra
complicación que se reporta es el colapso de los cuerpos vertebrales.
Laminectomia y hemilaminectomía
Están indicadas en los casos en donde el material extruido se encuentre en
la parte dorsal del canal vertebral y se haya demostrado por medio de una
mielografía.
Cirugía del segmento toracolumbar
Anatomía quirúrgica
La anatomía de las vértebras de esta zona es variable y no existen marcas
que las puedan diferenciar fácilmente, en mi caso me guío determinado la
última vértebra torácica por la presencia de la última costilla (tomando en
cuenta las variaciones que pueda tener el paciente).
Técnica quirúrgica
Al igual que la cirugía realizada en otras zonas de la columna vertebral, el
posicionamiento del paciente es de vital importancia para lograr una cirugía
exitosa. Se colocan campos o bolsas de arena en el abdomen del paciente
con la finalidad de flexionar ligeramente la columna. Hay que tomar en
cuenta que se ha señalado en diferentes artículos que el uso de lo
anteriormente señalado dificulta el retorno venoso en los senos venosos
vertebrales.
Cuando se está tratando a un paciente con luxación o fractura de la columna
vertebral se posiciona de tal manera que la reducción de la lesión sea fácil de
realizar.
Para hemilaminectomía el lado afectado se rota 15º con la finalidad de
facilitar la exposición lateral del área de interés.
Actualmente en la mayoría de los casos se emplea la hemilaminectomía que
consiste en la remoción de los procesos vertebrales, y los pedículos para
exponer el aspecto dorsolateral del cordón espinal. La aproximación inicial es
dorsal, pero la disección muscular es unilateral. Los rongeurs se emplean
para retirar los procesos articulares de las vértebras y el resto del hueso
hasta exponer el cordón.
Las fracturas y luxaciones pueden combinar la hemilaminectomía,
laminectomía como métodos de descompresión y la estabilización por medio
de clavos y metilmetacrilato, placas ortopédicas o clavos de “Luque”.
Cirugía del segmento lumbosacro
Anatomía quirúrgica
La anatomía del segmento es muy variable, sin embargo es fácil de
distinguir; la espina de L7 es más gruesa que la espina de S1, la articulación
L7-S1 es mucho más móvil que la articulación toracolumbar. La
hemilaminectomía no se puede efectuar por la presencia de las alas ilíacas
por lo tanto únicamente se pueden realizar laminectomias o facetectomías.
En las vértebras lumbares se puede realizar hemilaminectomía sin ninguna
complicación.
Técnica quirúrgica
El posicionamiento en este segmento al igual que los anteriores es crítico
para obtener buenos resultados. Los pacientes con estenosis lumbosacra se
colocan con los miembros pélvicos bajo el abdomen con la finalidad de
tensar el ligamento interarcuato (flavum) y acentuar el espacio lumbosacro.
Los animales que sufren luxaciones o fracturas se posicionan de la manera
en la cual se pueda realizar la reducción de la manera más fácil.
Fenestración
Se emplea básicamente para obtener muestras para bacteriología en casos
de discospondilitis.
Disquectomía
La eliminación del disco intervertebral L7 - S1 se realiza previa laminectomía
dorsal así como la remoción de la parte dorsal del anillo con la finalidad de
retirar el núcleo pulposo. La aproximación dorsal a la articulación lumbosacra
es similar a la empleada en las vértebras toracolumbares. Se realiza una
incisión medial centrada en la articulación lumbosacra, la fascia se divide en
su línea media y se elevan los músculos epaxiales de los procesos
vertebrales retractándolos lateralmente. Se disecan los músculos multifidus
de los procesos articulares vertebrales y se identifica el ligamento intearcuato
(flavo) cortándolo cuidadosamente con una hoja de bisturí para exponer el
contenido del canal vertebral.
La cauda equina se identifica y se manipula lateralmente lo suficiente para
permitir el acceso al anillo vertebral (dorsal) y en caso necesario excidirlo y
retirar el núcleo pulposo.
Frecuentemente es necesario explorar la raíz del nervio de L7 y determinar si
está entrampado o no.
El foramen intervertebral puede ser agrandado con rongeurs en caso de
encontrar alteraciones en ese espacio que estén oprimiendo a la raíz
nerviosa (L7). Si el procedimiento ha sido exitoso la raíz puede moverse de 2
- 3 mm sin tensión.
El defecto se cubre con músculo macerado o con grasa y se cierra con
puntos separados y sutura absorbible.

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