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REVISTA DE PSICOTERAPIA, julio, 2019, Vol. 30, Nº 113, págs.

259-273 259

TERAPIA BREVE CENTRADA EN SOLUCIONES:


UN MODELO TEÓRICO RELACIONAL
SOLUTION-FOCUSED BRIEF THERAPY:
A RELATIONAL THEORETICAL MODEL
Ignacio de la Fuente Blanco
Departamento de Psicología, Universidad de Almería. España
ORCID: https://orcid.org/0000-0003-1991-7188

Yolanda Alonso
Departamento de Psicología, Universidad de Almería. España
ORCID: https://orcid.org/0000-0003-0227-9677

Raquel Vique
Centro Sinergia Desarrollo y Psicología. Almería, España

Cómo referenciar este artículo/How to reference this article:


De la Fuente Blanco, I., Alonso, Y.. y Vique, R. (2019). Terapia Breve Centrada en Soluciones: Un modelo
teórico relacional. Revista de Psicoterapia, 30(113), 259-273. https://doi.org/10.33898/rdp.v30i113.277

Resumen Abstract
El objetivo de este artículo es presentar un modelo para The aim of this article is to describe a model for
la Terapia Breve Centrada en Soluciones que trata de Solution-Focused Brief Therapy (SFBT) which tries to
representar y describir sus principios de forma gráfica represent its principles in a graphical and operative
y operativa. Tales principios se enmarcan en el pensa- way. Such principles fit into the postmodern movement,
miento posmoderno, aunque también encuentren sus although they also have their roots in the systemic and
raíces en el enfoque sistémico y constructivista como constructivist approaches as a theoretical framework.
marco teórico. El modelo queda articulado en base a The model is built around the features of SFBT, of
sus características, entre las que destaca especialmen- which the dialogical interaction between therapist and
te la interacción dialógica entre terapeuta y consultante client stands out as a key element for the success of the
como elemento clave para el éxito de la terapia. Ade- therapy. In addition, a hypothesis of relational
más, a partir de la definición del continuo problema- adjustment between client and therapist based on the
solución se formula una hipótesis de ajuste relacional definition of the “problem-solution” continuum is
entre consultante y terapeuta que permite pronosticar formulated, which allows to predict how this adjustment
cómo dicho ajuste incidirá en los posibles resultados de will affect the possible therapeutic outcomes.
la terapia. Keywords: Solution-Focused Brief Therapy,
Palabras claves: Terapia Breve Centrada en Solu- postmodernism, dialogical relationship,
ISSN: 1130-5142 (Print) –2339-7950 (Online)

ciones, posmodernismo, relación dialógica, constructionism, narrative.


construccionismo, narrativa.

Fecha de recepción: 13/03/2019. Fecha de aceptación v1: 14/04/2019. Fecha de aceptación v2: 04/06/2019.
Correspondencia sobre este artículo:
E-mail: [email protected]
Dirección postal: Ignacio de la Fuente. C/ Doctor Carracido 15 8ºA 04005 Almería, España
© 2019 Revista de Psicoterapia
260 Modelo teórico relacional para la TCS

Introducción
La Terapia Breve Centrada en Soluciones (TBCS) se encuadra entre las
llamadas terapias posmodernas o postestructurales junto con la terapia narrativa de
White y Epston (1993) la terapia colaborativa de Anderson (Sáez, 2006; Schaefer,
2014). Este encuadre representa un cambio de paradigma en la relación terapéutica
caracterizada en términos dialógicos y en la cual la fuerza del cambio emerge de la
construcción de significados entre terapeuta y cliente (Anderson, 2007).
El movimiento posmoderno, alentado en la psicoterapia por distintos autores
(Gergen, Hoffman y Anderson, 1996), entiende que la globalización está generando
una nueva conciencia social caracterizada por el valor de la acción individual, el
reconocimiento de la multiculturalidad, la defensa de los valores democráticos o la
importancia de la cooperación y el apoyo comunitario. Es precisamente el acceso
universal a la información y a la comunicación, gracias al avance tecnológico, el que
se erige como garante de un “multiverso” social en permanente cambio (Lyotard,
1999).
El significado de este proceso hunde sus raíces en la cultura de los dos últimos
siglos. Representa el fin de una forma unitaria de entender la historia y al hombre
mismo, ya vaticinado por filósofos como Nietzsche o Heidegger, pero resultado de
la confluencia de múltiples procesos históricos, científicos y culturales (Vattimo,
1985). El siglo XX vio como el sentido de la realidad basado en la razón ilustrada
comenzaba a perder fuerza y a ser cuestionado por el avance de las disciplinas
científicas —especialmente la física y las matemáticas—, las escuelas filosóficas y
los movimientos artísticos (Gabás y Hirschberger, 2015; Vattimo, 1995). En
psicología, el psicoanálisis de Freud, genuinamente posmoderno sin saberlo ¯dado
su carácter interpretativo y narrativo¯, dejaba de lado la racionalidad para descubrir
las voces escondidas de la mente y trataba de darles explicación mediante estruc-
turas hipotéticas que su autor estableció como teoría psicológica (Kriz y Etcheverry,
1990). Sus teorías nunca fueron del agrado de la emergente psicología experimen-
tal, ya que la dificultad para fundamentarlas empíricamente situaba las terapias
psicodinámicas lejos de las tendencias dominantes de la ciencia y la mecánica
positivista (Eysenck, 2017; Grünbaum, 1986; Popper, 1986). Sin embargo, su voz
propia sedujo a generaciones de estudiosos y de personas en busca de ayuda
psicológica y dio como fruto un conjunto interesante de teorías y principios que han
seguido evolucionando hasta la actualidad (Hornstein, 2013).
Así, mientras la psicología conductista centraba sus esfuerzos en la investiga-
ción experimental, la vocación terapéutica toda bebía, en mayor o menor medida,
de la fuente psicoanalítica como forma de dar cauce a su librepensamiento. A pesar
de la disciplina ortodoxa de la Sociedad Psicoanalítica de la época, impuesta por el
propio Freud, crecieron con no menos fuerza todo tipo de figuras y fisuras disidentes
en su propio seno, a cuál más poderosa (Aritio, 1981; Roazen y da Silva Dantas,
1978).
Coherente con este devenir de la psicoterapia, los creadores de la TBCS solo
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tenían conciencia parcial del carácter posmoderno de sus innovaciones terapéuti-


cas, sintiéndose más cercanos a figuras representativas de la encrucijada de la
filosofía contemporánea o del psicoanálisis, como Wittgenstein o Sullivan (De
Shazer, 1999; Lipchik, 2004). El propio Steve de Shazer, figura principal del grupo
creador de la TCS, se consideraba a sí mismo deudor de Milton Erickson (De
Shazer, 1986), figura personalísima ligada a la Escuela de Palo Alto, creadora del
enfoque estratégico en terapia sistémica.
La TBCS ha preferido volcarse en su vertiente aplicada y filtrarse en muchos
campos de la ayuda a personas en lugar de establecer un control férreo sobre sus
principios, que le habría ayudado a delimitar un espacio propio (Beyebach, 2014).
Los ámbitos de aplicación han sido muy diversos, desde la orientación escolar hasta
el consulting empresarial, pasando por el trabajo social, la enfermería o la protec-
ción de menores. Estos desarrollos son consecuencia del método de trabajo y el
enfoque pragmático de la propia escuela de Milwaukee ¯creadora de la TBCS¯,
ocupada sobre todo en resolver los problemas de sus clientes y descubrir qué
estrategias funcionaban y cuáles no, siendo, en este sentido, un modelo de terapia
basado en la evidencia (Trepper, Dolan, McCollum y Nelson, 2006).
No obstante, con el paso del tiempo y el éxito obtenido, diversos autores han
dirigido sus esfuerzos a crear una base empírica que respalde sus principios a través
de estudios de resultados y procesos, meta-análisis e, incluso, estudios de labora-
torio (Beyebach, 1999; Estrada, Beyebach y Herrero de Vega, 2006). Es posible que
esta tendencia empirista no coincida plenamente con el espíritu pragmático de la
TBCS, no necesitado de demostraciones ulteriores, pero sí conecta con su espíritu
de búsqueda y su talante abierto y plural en el más puro estilo posmoderno (Gergen
y Warhus, 2001).
Desde comienzos del presente siglo asistimos a un cierto movimiento conver-
gente en psicoterapia que desde visiones incluso radicalmente diferentes parece
necesitar un terreno común sobre el que conjeturar e investigar sobre del proceso
terapéutico (Alonso, 2012). Tal vez no sea un hecho explícito, pero para el
investigador y observador imparcial dicho acercamiento existe y eso es lo que
importa. Aunque esté cobrando fuerza ahora, la inquietud por entender los factores
comunes en psicoterapia se remonta a trabajos ya clásicos como los de Frank (1961)
o Bordin (1979). Las impresiones generales al respecto serían destacar la importan-
cia del contexto (Bugatti y Boswell, 2016; Gelso y Kanninen, 2017; Muñoz-
Martínez y Coletti, 2015), la narrativa del cliente (Levitt, Pomerville y Surace,
2016; Montesano, 2012), la interculturalidad (Bacigalupe, 2003; Bedi, 2018), los
valores (Páez-Blarrina, Gutiérrez-Martínez, Valdivia-Salas y Luciano-Soriano,
2006; Wong, 2013), la creación de significados (Coale, 1992; Gordon, 2009), la
relación horizontal entre terapeuta y consultante (Borelli et al., 2018; Goldstein,
2017; Safran y Muran, 2005) y el diagnóstico queda en entredicho, al menos, como
instrumento para el etiquetado de personas (Cartwright, Lasser y Gottlieb, 2017;
Klimstra y Denissen, 2017; Pearl, Forgeard, Rifkin, Beard, y Björgvinsson, 2017).
262 Modelo teórico relacional para la TCS

Estos postulados podrían valer para la TBCS, y para la nueva ola de la


psicología positiva, las terapias contextuales de tercera generación, la terapia
Gestalt y para el resto de las terapias posmodernas. Es posible que cada escuela haga
un uso particular de dichos conceptos conforme a su tradición y a los elementos
teóricos que maneja, pero muchas veces no sería, en nuestra opinión, una distancia
mayor que la mostrada entre profesionales de una misma escuela, habida cuenta del
talante y la propia experiencia.

Un modelo para la TBCS


Los principios que sustentan la TBCS han sido recopilados ampliamente por
distintos autores (De Shazer et al., 1986; Lipchik, 2004; O’Connell, 2005) así como
sus resultados (Franklin, Trepper, McCollum y Gingerich, 2011). Sin embargo,
nadie ha elaborado hasta ahora un modelo explicativo que describa el proceso
terapéutico que de ellos se deriva. Puede ser pertinente hacerlo en tanto en cuanto
el modelo articula los principios referidos y los transforma en elementos operativos
de la terapia, creando así una imagen más clara de cómo actúan. El modelo que
presentamos (Figura 1) no recoge las herramientas de entrevista desarrolladas por
la propia terapia pues son técnicas específicas desarrolladas por sus creadores. Nos
referimos en concreto al trabajo con excepciones, la pregunta por el milagro, las
preguntas de escala, el elogio, las fortalezas y las proyecciones de futuro, conside-
radas todas ellas como técnicas de entrevista (Beyebach, 1999; Beyebach y de
Vega, 2016; Lipchik y de Shazer, 1986).

Figura 1. Modelo de Terapia Breve Centrada en Soluciones.


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El modelo es fiel a la realidad del acto terapéutico pues son los espacios vacíos,
ocupados por los propios sujetos construyendo una relación dialógica, los que
garantizan su funcionalidad. Es en este marco epistemológico de construcción y
creación de espacios donde se mueve la TBCS, y éste no es otro que el constructivismo
en un sentido amplio (Feixas y Villegas, 2000).
En el modelo, consultante y terapeuta quedan enmarcados dentro de su propia
relación dialógica que construyen mediante un proceso de ajuste. En ella, el
consultante se erige como protagonista de la terapia y es el generador de sus propias
soluciones gracias al intercambio terapéutico. El terapeuta apoya el proceso desde
la apertura de una escucha activa, respetando la narrativa del consultante y
formulando preguntas centradas en soluciones sin añadir interpretaciones. La
intervención promueve la búsqueda de soluciones y el terapeuta propone tareas que
refuercen y amplíen las soluciones emergentes, animando a la persona a alcanzar
sus metas. La evaluación es un proceso continuado que toma como referencia los
cambios mínimos que la terapia genera.
Más adelante, y tras haber analizado los elementos del modelo, se presentarán
dos hipótesis (Figuras 2 y 3) surgidas a partir del modelo. La primera ofrece un
esquema para el continuo problema – solución, y la segunda, derivada de la primera,
representa el ajuste entre consultante y terapeuta como resultado de su interrelación,
dependiendo de dónde se sitúe cada uno en ese continuo.

Análisis del modelo

La relación dialógica entre consultante y terapeuta


La particular relación consultante-terapeuta ocupa el lugar central del modelo,
en detrimento de la queja o motivo de consulta, centro de atención o eje en los
modelos basados en el diagnóstico, tanto estructurales como funcionales. De Shazer
lo expresa con perplejidad cuando se hace eco del descubrimiento:
“Lo que observamos era tan simple y evidente y tan fácil de ver, puesto que
estaba directamente en la superficie y había estado desde tanto tiempo antes
al alcance de cualquier observador; sin embargo, había permanecido oculto
en virtud de la objetividad de la ciencia moderna. Vimos a un terapeuta que
hablaba con su paciente”. (De Shazer, 1999, p. 19).
Este es el punto de partida de la TBCS: colocar en el primer plano con
naturalidad que la labor del psicólogo, su responsabilidad, se enmarca en una
relación humana entre iguales que incluso puede gozar de una mayor simetría que
otras relaciones sociales, pues es una relación no dada que se puede construir
(Anderson, 1997).
Como señalábamos más arriba, la TBCS ha desarrollado toda una batería de
procedimientos que han acaparado casi toda la atención de los estudiosos de la
terapia a la hora de explicar en qué consiste. El pragmatismo de los procedimientos
frente al espíritu más abstracto de sus principios ha sufrido un proceso dialéctico
264 Modelo teórico relacional para la TCS

resuelto en favor de los primeros, llegando a convertirse en recursos aplicables de


forma independiente del modelo de partida. Entendemos que solo dentro del marco
de esta relación colaborativa consultante-terapeuta (Gergen y Warhus, 2001) se
dota de sentido pleno la aplicación de las técnicas de entrevista.

El discurso como portador de significados


Para la TBCS, en una conversación entre consultante y terapeuta no solo hay
intercambio de información sino también construcción de significados. De no ser
así, no podría consumarse un proceso de transformación. El significado no se ubica
en la mente individual, sino que emerge del intercambio relacional mismo. Este
hecho puede pasar desapercibido como simple matiz o, por el contrario, suponer una
revolución en la manera de entender el abordaje terapéutico (Gergen y Warhus,
2001). La TBCS opta por anteponer el significado subjetivo a cualquier tipo de
conocimiento previo de carácter instrumental, pues la acción terapéutica se cons-
truye sobre la comunicación, y cualquier elemento ajeno que suplante su lugar no
hace sino poner la relación en un segundo plano. Los conocimientos necesarios para
alcanzar los objetivos de la terapia emergen, por tanto, de la relación dialógica entre
consultante y terapeuta (Anderson, 1997, 2007).

¿Escuchando al diagnóstico o al consultante?


En la elección de lo escuchado, los caminos de una terapia centrada en
soluciones se separan de otras maneras de hacer terapia centradas en el problema
para las cuales el proceso de definición (esto es, de evaluación y diagnóstico) es el
acto principal que debe realizar el terapeuta al comienzo (Ezama, Fontanil y Alonso,
2017; Gergen et al., 1996). Éstos últimos autores se preguntan:
“¿Por qué deberíamos aceptar el proceso de definición como una carac-
terística principal de la terapia? […] Podríamos desarrollar la convicción
alternativa de que no es esencial al proceso de terapia y que la eficacia
terapéutica no depende de ubicar a los clientes dentro de un conjunto de
categorías predeterminadas y públicamente reconocidas”. (Gergen et al.,
1996, p. 112, traducción propia).
Cuando se renuncia al diagnóstico como instrumento mediador en la relación
terapéutica, la escucha del terapeuta se transforma y adquiere nuevas características
(Alonso, Ezama y Fontanil, 2014). El discurso del consultante se enmarca en un
vacío inevitable formado por nuestro desconocimiento de él y también por la
ausencia de relación previa, algo que sólo cambia a medida que ésta se desarrolla
en el tiempo. Los oídos que escuchan en una primera sesión no son los mismos
transcurridas unas semanas. Ahora se apoyan en conocimientos construidos,
resultado de la conversación dialógica y de los efectos que ésta tiene tanto en el
terapeuta como en el consultante. El oído que escucha por primera vez puede verse
invadido por pensamientos intrusivos fácilmente calificables de conocimientos,
cuya función sería la de llenar ese vacío entre la persona y nosotros mismos.
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Para la mayoría de las escuelas de terapia psicológica, una de las funciones más
importantes del terapeuta es interpretar o hipotetizar lo que le pasa al cliente, es
decir, traducir a un lenguaje más o menos técnico el motivo de la consulta con objeto
de justificar una intervención o prescribir un tratamiento. La necesidad de acudir a
elementos externos a la relación, desde el diagnóstico a las técnicas de entrevista,
parece inevitable. Sin embargo, la perspectiva construccionista entiende que la
escucha activa, o como dice Anderson (2001) “escuchar para oír” lo que el
consultante tiene que decirnos, es la base de la intervención del terapeuta y lo que
permite que se ponga en marcha la capacidad transformativa del diálogo.

El discurso del consultante centrado en el problema


La razón de ser de una terapia es el malestar de la persona. Por tanto, una gran
parte del material que nos ofrecen las sesiones es el correspondiente al propio
enfoque del cliente centrado en el problema. Su historia, datos biográficos o
relaciones familiares forman un todo con el problema expresado a través de su
personal narrativa, o dicho de otro modo, su propia “teoría clínica”. Viene a consulta
porque en mayor o menor medida su vida está atascada en torno a un problema y
nos pide ayuda para salir de ahí. Hablamos de “centrado en el problema” o “centrado
en la solución” como una descripción de la actitud con la que abordan, tanto
consultante como terapeuta, aquello que les ha reunido. Es en dicho encuentro
donde se genera un proceso dialéctico que muestra el movimiento emocional,
cognitivo y actuario del consultante, así como de la relación jerárquica de los
elementos en su contexto, y que pueden transformarse en cualquier momento a lo
largo de la sesión.
Por lo tanto, en lugar del referido proceso de definición, la TBCS opta por
aceptar sin condiciones la narrativa del consultante, esté o no centrada en el
problema, y le propone ahondar en sus significados de manera colaborativa para
orientarse hacia los objetivos propuestos en la terapia. El papel del terapeuta es
fundamental en este proceso y está claramente enraizado en la tradición rogeriana
(Anderson, 2001).

Formulando preguntas en vez de interpretaciones


La construcción de preguntas es tal vez el elemento más diferenciador de la
TBCS respecto a otros enfoques relacionados, y por ello recibe una atención
particular dentro del presente análisis. El modelo de construcción de soluciones
elaborado por el grupo de Milwaukee partía de un estudio exhaustivo de cómo los
consultantes construían la queja (el problema) en el ámbito del lenguaje. Esta
construcción diferenciaba distintos aspectos de la queja, a partir de los cuales se
construía un mapa (De Shazer, 1986).
Aunque De Shazer subraya la ausencia de una relación de dependencia entre
la construcción de las intervenciones y estos elementos, en la práctica parece
ligarlos de un modo heurístico. En el modelo que proponemos, quien establece el
266 Modelo teórico relacional para la TCS

puente entre los dominios del problema y las soluciones son las preguntas que
formula el terapeuta. Lo interesante de esta cuestión es que la investigación sobre
la construcción de preguntas terminó aportando mucha información sobre cómo los
consultantes construían sus propias soluciones. Muchas de estas preguntas se
convirtieron en verdaderas fórmulas y de paso se erigieron en las señas de identidad
de la terapia.
La triada construcción de la queja/pregunta/solución es, tal y como lo expone
De Shazer (1986), un modelo destacadamente empírico. En realidad, todo el
proceso podría haber sido estandarizado mediante herramientas de medida, entran-
do así la TBCS a formar parte del grupo de las llamadas terapias basadas en la
evidencia. Sin embargo, los objetivos abiertamente pragmáticos del grupo de
Milwaukee junto a los presupuestos epistemológicos, que priorizaban otros valores
por delante de los puramente empíricos, impidieron que se abordase tal proyecto.
Sin embargo, si estudiamos más detenidamente la función que cumplen las
preguntas en la construcción de soluciones, veremos que ésta se enmarca dentro una
perspectiva relacional y no empírica.
La TBCS entiende que cada problema está sometido a un encuadre que actúa
como filtro y determina qué significados son atribuidos al problema y cuáles no. Es
mediante el diálogo colaborativo entre consultante y terapeuta como se puede
abordar, y en su caso poner en duda, la validez de tal encuadre. Este cuestionamiento
abre el acceso a significados alternativos a partir de los que la persona crea sus
propias soluciones o re-conoce las que ya tenía disponibles. De Shazer considera
esto una labor importante del terapeuta, y las preguntas centradas en soluciones son
una herramienta concebida para ello (De Shazer, 1986).
Pero la intervención del terapeuta va más allá del arte de formular preguntas.
El enfoque relacional invita a un despliegue de libertad en la intervención, animado
por el valor heurístico del modelo. Desde un enfoque colaborativo, el terapeuta
puede expresar abiertamente su punto de vista porque no lo impone, o modificarlo
según avanza la terapia como resultado de su propia comprensión. Esto muestra la
paridad de la relación que comparten terapeuta y consultante, aunque evidentemen-
te participen en ella desde un lugar diferente.
Este enfoque se apoya implícitamente en la asunción de que la intervención del
terapeuta en ningún caso puede ser no-directiva o neutral respecto al discurso del
consultante, que interactuar es influir y que, por lo tanto, la única alternativa posible
es ser consciente de ello y plantearse la manera más respetuosa de hacerlo (Bavelas,
McGee, Phillips y Routledge, 2000). Desde una posición colaborativa, el terapeuta
de la TBCS formula sus intervenciones desde la intersección de su preparación
personal como terapeuta y su inescapable subjetividad como persona, pues de otra
manera el enfoque interpersonal de la comunicación quedaría dañado.
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El consultante como generador de sus propias soluciones


La TBCS propone que desintoxiquemos nuestros oídos de problemas y los
orientemos a la escucha de las soluciones que el propio consultante, de alguna
forma, ya ha puesto en marcha (Beyebach, 2006). El propio enfoque centrado en
soluciones del consultante puede estar diseminado en su discurso de manera que
probablemente pase desapercibido para un oído con el hábito de escuchar proble-
mas. Ese enfoque puede quedar resumido en una sola frase, que tal vez aparezca en
la conversación en cualquier momento de cualquier sesión. Si de manera inopinada
apareciera el primer día y al comienzo de la sesión, esta aparición precoz impediría
captar su relevancia tanto para la persona como para el terapeuta, porque es el
contexto que está por venir lo que le dará su auténtico lugar y sentido. Pero el
proceso de adquisición de nuevos significados, marcado por la relación dialógica,
se muestra, por alguna razón, muy ligado a la brevedad de la terapia. Es la función
de agente del consultante la que en última instancia promueve el cambio y aunque
la transformación requiera tiempo, la acción propositiva del consultante en muchos
casos reduce drásticamente la duración de la terapia.
Visto así, formular soluciones puede requerir un espacio muy pequeño. Pero
el proceso comunicacional emplea tiempo y energía para dar sus frutos. Las
soluciones van emergiendo del discurso compartido a medida que terapeuta y
consultante confluyen en la relación terapéutica. No son el resultado de un dictamen
profesional cuya elaboración se limitase a escudriñar el lenguaje del cliente. Desde
la perspectiva relacional, el discurso centrado en el problema del consultante no solo
contiene excepciones que darán lugar a la formulación de soluciones, sino que,
además, expresa el esfuerzo de la persona para salir del problema. Estas soluciones
intentadas (concepto con el que la terapia breve se refiere a todo aquello que
previamente ha hecho el consultante sin resultado), contienen todo aquello que
potencialmente ha aprendido el sujeto con sus reiterados fracasos y son una
aportación inestimable también para la formulación de soluciones.

Cooperando con el consultante en la construcción del cambio mínimo


A diferencia de las terapias de tipo cognitivo-conductual, en las que se intenta
desplegar un aparato de recursos y técnicas para alcanzar los objetivos de la terapia,
la TBCS no aspira sino a provocar un cambio mínimo identificable en la situación
que la persona trae a consulta. En este sentido, esta terapia ha sido caracterizada de
“minimalista” (Lipchik, 2004). La idea de cambio mínimo es una revolución para
el pensamiento terapéutico porque presupone una aceptación positiva de la propia
persona y su situación, no como recurso estratégico para el cambio sino como
manera de entender al ser humano como totalidad. En este sentido, la TBCS
coincide con la visión de la psicología positiva 2.0 (Wong, 2011), pero lo que en esta
es propósito —integrar los aspectos positivos y negativos del ser humano en un
modelo psicológico—, en la TBCS se daría como presupuesto básico o punto de
partida.
268 Modelo teórico relacional para la TCS

Aceptar que tenemos que hacer cambios mínimos para alcanzar nuestras metas
es desafiar la narrativa negativista y centrada en el diagnóstico o en el problema, y
reconocer implícitamente que tal vez seamos mucho mejor de lo que creemos. Que
no debemos distanciarnos mucho de lo que somos para volver a sentirnos felices y
que la perspectiva de los grandes cambios conlleva una elevada carga de desamor
alojada en la propia aspiración de cambiar.

Cambio: alcanzar las metas propuestas


La finalidad de la TBCS no es la de cambiar al consultante sino la de ayudarle
a alcanzar sus metas. Llega de forma voluntaria y se marcha de forma voluntaria
cuando comprende que ha conseguido su propósito o en algún momento intermedio
de su camino hacia él. Es de todo punto imposible evaluar el efecto a largo plazo de
la buena comunicación. Lo que al terapeuta podría parecerle del todo insuficiente
bajo otra perspectiva, en la TBCS resulta el inicio prometedor de un cambio en el
que la persona es más dueña de sí misma y confía más en su capacidad para
modificar sus propias circunstancias sin ayuda de un profesional.

Hipótesis de continuo problema-solución


Se podría decir que, más que la terapia, lo que puede estar centrado en
soluciones o en problemas es el propio discurso del terapeuta, que es como decir su
manera de estar, pensar e intervenir (su manera de ser terapeuta). Al mismo tiempo,
el discurso del propio consultante refleja también esta polaridad, de manera que el
encuentro entre ambas personas es el encuentro de dos discursos situados en algún
punto de su propio continuo.

Figura 2. Modelo de continuo problema-solución.

La cuestión de si centrándonos en el problema nos estamos alejando de la


solución, como propone la TBCS, parece un poco opaca a primera vista y se resiste
a la lógica del sentido común. Todo parece indicar que, si queremos hallar
soluciones para un problema, lo indicado es conocer muy bien el problema. Pero la
aplicación de un modelo de pensamiento lineal a la hora de resolver los problemas
psicológicos (problema ’! solución) se muestra claramente insuficiente. Si decimos
que centrándonos en el problema nos alejamos de la solución es porque creemos que
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la solución puede perfectamente estar y encontrarse fuera del problema, tener una
existencia independiente que puede no estar vinculada al problema en absoluto, y
es por tanto el punto del horizonte al que debemos dirigirnos (De Shazer, 1986) sin
tener que pasar por ninguna ruta predeterminada.

Tipos de interrelación dialógica


Disgregando el continuo anterior por participantes en la terapia (terapeuta y
cliente) y combinándolos, extraemos un modelo dinámico que caracteriza su modo
de relación, procedente de algún punto del continuo respectivo y que se define por
su intersección en uno u otro cuadrante, tal y como si de una función se tratase. En
el cuadrante superior derecho los esfuerzos de ambos se orientan hacia la solución,
y es de suponer que la terapia será eficaz. En el cuadrante inferior derecho los
esfuerzos del cliente podrían ser interpretados por parte del terapeuta como
resistencias o maneras de escapar del problema y en consecuencia ser desestimados.
En el cuadrante superior izquierdo la actitud resolutiva del terapeuta generaría
tensión en el cliente y podría dar como resultado el abandono de la terapia. El
cuadrante inferior izquierdo es lo que podríamos denominar “contubernio terapéu-
tico”, dado que los dos se alían para permanecer en el problema y hacer de éste una
forma de vida (Haley, 1990).

Figura 3. Representación de la interrelación dialógica.

Hay que decir que este proceso de ajuste puede tener lugar a lo largo de toda
la terapia o durante una sola sesión y que las posiciones respectivas pueden cambiar
en la medida en que se transforman los lenguajes con el único límite que imponga
la rigidez de sus criterios, llámeselas creencias, convicciones o conocimiento. La
TBCS se basa, por lo tanto, en un desplazamiento hacia el cuadrante de las
soluciones, pero mediante un proceso paulatino de ajuste (Beyebach, 2006).
Si la persona está más centrada en el problema, lo tiene muy elaborado, ha
270 Modelo teórico relacional para la TCS

intentado soluciones sin resultado y se identifica mucho con él, tal vez necesite más
tiempo para cambiar hacia una perspectiva centrada en soluciones y, por lo tanto,
el terapeuta necesite establecer una relación de confianza más estrecha que permita
conducirlo hacia la búsqueda de soluciones sin mucho sobresalto. En el otro polo,
la persona puede estar buscando ya una solución y las aportaciones del terapeuta
encajar perfectamente en sus expectativas.
Como decíamos anteriormente, la TBCS contempla las soluciones que ya
están recogidas en el discurso del cliente, muchas veces desconectadas o no
reconocidas, de manera que la misión del terapeuta es destacar la solución sobre el
fondo de la narración del problema. Prestando atención a la solución, a ser posible
sin añadir nada más, el problema cederá su protagonismo funcional. Centrarnos en
el problema no lleva sino a diferir la solución o incluso a eludirla (Bannink, 2010).
De la misma manera que pensamos que la solución está implícita en el problema,
la TBCS opinaría justo lo contrario, que el problema está implícito en la solución
y que por lo tanto no hay que entenderlo sino desde ésta.

Discusión y conclusiones
El presente artículo expone un modelo para la terapia centrada en soluciones
elaborado desde una perspectiva construccionista. Desde sus inicios, la TBCS ha
generado una extensa literatura dedicada a operativizar los principios inspiradores
de esta terapia hasta el punto de correr el riesgo de ocultarlos detrás de sus propias
herramientas terapéuticas. Si bien esta tendencia ha cumplido una de las finalidades
de la TBCS, a saber, encontrar fórmulas para ayudar a las personas, también puede
terminar abandonándola en la superficie de su propio modelo. Que los principios no
sean olvidados es una garantía de renovación constante y de no reducirse a un
manual de recursos para terapeutas nóveles, por mucho que, dicho sea de paso,
tenga mucha utilidad. Al describir el modelo hemos tenido en cuenta las principales
acciones que tienen lugar en la sesión de terapia, ya que de esta manera pretendemos
subrayar el sentido de nuestras intervenciones. La reflexión sobre cada elemento no
termina aquí, sino que remite a un debate más amplio en torno a aspectos comunes
a las diferentes prácticas psicoterapéuticas. Por nuestra parte, aportamos un diseño
de modelo de ajuste en la relación entre consultante y terapeuta a partir del continuo
problema–solución, dada la importancia que centrarse en las soluciones tiene para
este enfoque.
Es importante señalar que, aunque se trata de un modelo cognoscitivo, hay que
entenderlo desde la perspectiva construccionista. Es el propio lector quien añadien-
do sus propios significados podrá completar los contenidos que faltan, remitiéndose
a su propia experiencia terapéutica en su dimensión más personal. Por ello, invita
a salir por un momento de la protección del propio marco teórico y analizar la
realidad del hecho relacional en sí mismo. En este sentido, implícitamente formula
la pregunta de cuáles son los verdaderos saberes del terapeuta si abandona su
posición de experto mientras atiende las demandas de su consultante. Observamos
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que una y otra vez estos saberes se van revistiendo de nuevas formas de conocimien-
to que reavivan las viejas jerarquías y tienden a alejarnos de nuestro punto de
partida. Con la vista puesta en nuevas investigaciones, contemplamos la cuestión
del diálogo que el terapeuta sostiene consigo mismo mientras mantiene el diálogo
con su consultante, como terreno prometedor para el descubrimiento de claves que
ayuden a regular el proceso terapéutico.

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