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Sacro Imperio Romano
Sacrum Romanum Imperium
Heiliges Römisches Reich
Estado desaparecido
962-1806
• 25 de diciembre
de 800nota 11 Carlomagno es coronado Emperador de los Romanos
• 2 de febrero
de 962 Coronación de Otón I
• 2 de febrero
de 1033 Conrado II asume la corona de Borgoña
• 1356 Bula de Oro
• 1495 Reforma imperial
• 25 de septiembre
de 1555 Paz de Augsburgo
• 24 de octubre
de 1648 Paz de Westfalia
• 25 de febrero
de 1803 Receso del Imperio
• 2 de diciembre
de 1805 Batalla de Austerlitz
• 12 de julio
de 1806 Creación de la Confederación del Rin
• 6 de agosto
de 1806 Abdicación de Francisco II
Forma de gobierno Monarquía electiva
Emperador
• 800-814
• 962-973
• 1792-1806
Carlomagno
Otón I
Francisco II
Rey de romanos
• 1111–1125
• 1764-1765
Enrique V
José II
Legislatura Dieta Imperial
Precedido por Sucedido por
Francia Oriental ←
Reino de Italia (Alta Edad Media) ←
Alemannia ←
→ Reino de Prusia
→ Imperio austríaco
→ Confederación del Rin
→ Antigua Confederación Suiza
→ Liechtenstein
→ Primer Imperio francés
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El Sacro Imperio Romano Germánico2 (en alemán, Heiliges Römisches Reich Deutscher
Nation; en latín, Sacrum Romanum Imperium Nationis Germanicæ), a veces llamado
Primer Reich o Imperio antiguo —para distinguirlo del Reich alemán de 1871-1918—
fue una agrupación política situada en la Europa occidental y central, cuyo ámbito
de poder recayó en el emperador romano germánico desde la Edad Media hasta inicios
de la Edad Contemporánea.
Índice
1 Naturaleza del Imperio
2 Estructura e instituciones
2.1 Rey de los pueblos germánicos
2.2 Estados Imperiales
2.3 Reichstag
2.4 Cortes imperiales
2.5 Querella de las Investiduras
3 Cronología
3.1 Francia oriental
3.2 Nacimiento del Imperio
3.3 El Imperio bajo los Hohenstaufen
3.4 La lucha entre los "Poderes Universales"
3.5 El resurgimiento de los territorios en el Imperio tras los Staufen
3.6 Reforma imperial
3.7 Crisis tras la Reforma Protestante
3.8 Después de la Paz de Westfalia
3.9 La implosión del Imperio
4 Análisis
5 Estados del Sacro Imperio
5.1 Círculo de Baviera
6 Véase también
7 Referencias
8 Notas
9 Bibliografía
10 Enlaces externos
Naturaleza del Imperio
El Sacro Imperio Romano Germánico se originó en la Francia Oriental. Debido a su
naturaleza prenacional y supranacional, el Imperio nunca se convirtió en un Estado
nación moderno, como en el caso de Francia por lo que nunca se desarrolló un
sentimiento nacionalista integral.5
El Sacro Imperio fue una institución única en la historia mundial y es por ello que
la forma más sencilla de entenderlo sea quizás mostrando sus diferencias respecto a
otras entidades más comunes:
Corona del Sacro Imperio (2.ª mitad del siglo X), conservada actualmente en la
Schatzkammer de Viena.
Hasta 1508, los recién electos reyes debían trasladarse a Roma para ser coronados
emperadores por el papa. No obstante, el proceso solía demorarse hasta la
resolución de algunos conflictos «crónicos»: imponerse en el inestable norte de
Italia y resolver disputas pendientes con el patriarca romano, entre otros.
Estados Imperiales
Los príncipes electores del Sacro Imperio. De Bildatlas der Deutschen Geschichte,
por Dr. Paul Knötel (1895).
Una entidad era considerada como un Reichsstand (Estado imperial) si, conforme a
las leyes feudales, no tenía más autoridad por encima que la del emperador del
Sacro Imperio. Entre dichos Estados se contaban:
Reichstag
El Reichstag o Dieta era el órgano legislativo del Sacro Imperio Romano Germánico.
A fines del siglo XVIII (1777-1797) se dividía en tres tipos o clases:
El Consejo de los electores, que incluía a los 8 electores del Sacro Imperio Romano
Germánico.
El Consejo de los príncipes, que incluía tanto a laicos como a eclesiásticos.
El brazo laico o secular: 91 Príncipes (con título de príncipe, gran duque, duque,
conde palatino, margrave o landgrave) tenían derecho a voto; algunos tenían varios
votos al poseer el gobierno de más de un territorio con derecho a sufragio.
Asimismo, el Consejo incluía cuatro colegios que agrupaban a unos 100 condes
(Grafen) y señores (Herren): Renania, Suabia, Franconia y Westfalia. Cada colegio
podía emitir un voto conjunto.
El brazo eclesiástico: Arzobispos, algunos abades y los dos grandes maestres de la
orden de los Caballeros Teutones y de los Caballeros Hospitalarios (Orden de Malta)
tenían cada uno de ellos un voto (33 a fines del siglo XVIII). Varios abades y
prelados más (unos 40) estaban agrupados en dos colegios: Suabia y Renania, cada
uno con un voto colectivo.
El Consejo de las 51 ciudades imperiales, que incluía representantes de las
ciudades imperiales agrupados en dos colegios: Suabia y Renania, teniendo cada uno
un voto colectivo. El Consejo de las ciudades imperiales, no obstante, no era
totalmente igual al resto, ya que no tenía derecho de voto en diversas materias
(como el de la admisión de nuevos territorios).
Cortes imperiales
El Imperio también contaba con dos Cortes: el Reichshofrat (conocido asimismo como
Consejo Áulico) en la corte del rey/emperador (con posterioridad asentado en
Viena), y la Reichskammergericht, establecida mediante la Reforma imperial de 1495.
Ante esto, el emperador marchó sobre Roma y declaró depuesto al papa, poniendo en
su lugar al antipapa Clemente III que coronó al emperador (1084). Gregorio VII (el
mismo que participó en el Concilio de 1059 de Roma y fue elegido papa en 1073)
resistió un tiempo en el Castillo de Sant'Angelo hasta que fue rescatado por el rey
normando de Sicilia Roberto Guiscardo, muriendo en el exilio en este Reino.
Cronología
Francia oriental
Enrique nombró a su hijo Otón I el Grande como sucesor, quien fue elegido rey en
Aquisgrán en 936.
Por estas fechas, el reino oriental no era tanto un reino “alemán”, como una
“confederación” de las viejas tribus germánicas de los bávaros, alamanes, francos y
sajones. El imperio como unión política probablemente solo sobrevivió debido a la
determinación del rey Enrique y su hijo Otón, quienes a pesar de ser oficialmente
electos por los jefes de las tribus germánicas, de hecho tenían la capacidad de
designar a sus sucesores.
Esta situación cambió tras la muerte de Enrique II el Santo en 1024 sin haber
dejado descendencia. Conrado II, iniciador de la dinastía salia, fue elegido rey
solo tras sucesivos debates. Como se realizó la elección del rey, parece una
complicada combinación de influencia personal, rencillas tribales, herencia y
aclamación por parte de aquellos líderes que eventualmente formaban parte del
colegio de príncipes electores.
En esta etapa, se empieza a hacer evidente el dualismo entre los “territorios”, por
aquel entonces correspondientes a los de las tribus asentadas en los países
francos, y el rey/emperador. Cada rey prefería pasar la mayor parte del tiempo en
sus territorios de origen. Los sajones, por ejemplo, pasaban la mayor parte del
tiempo en los palacios alrededor de las montañas del Harz, sobre todo en Goslar.
Estas prácticas solamente cambiaron bajo Otón III (rey en 983, emperador en 996-
1002), que empezó a utilizar los obispados de todo el imperio como sedes del
gobierno temporal. Además, sus sucesores, Enrique II el Santo, Conrado II y Enrique
III el Negro, ejercieron un mayor control sobre los duques de los distintos
territorios. No es casualidad, por tanto, que en este período cambiase la
terminología, apareciendo las primeras menciones como “regnum Teutonicum”.
El Imperio en 1097.
Conrado III de Alemania llegó al trono en 1138 e inició una nueva dinastía, la de
los Hohenstaufen. Con ella el Imperio entró en una época de apogeo bajo las
condiciones del Concordato de Worms de 1122. De este periodo cabe destacar la
figura de Federico I Barbarroja (rey desde 1152, emperador en 1155-1190).
Bajo su reinado tomó fuerza la idea de romanidad del Imperio, como modo de
proclamar la independencia del emperador respecto a la iglesia, pero
simultáneamente rebautizaría al Imperio como "Sacro imperio" (es decir, "sagrado",
pero bajo los dictados del rey, no del papa).
Una asamblea imperial en 1158 en Roncaglia proclamó de forma explícita los derechos
imperiales. Aconsejada por diversos doctores de la emergente Facultad de Derecho de
la Universidad de Bolonia, se inspiraron en el Corpus Iuris Civilis, de donde
extrajeron principios como el de princeps legibus solutus ("el príncipe no está
sometido a la ley") del Digesto.
El hecho de que las leyes romanas hubieran sido creadas para un sistema totalmente
diferente, y que no fuesen adecuadas a la estructura del Imperio, era obviamente
secundario; la importancia residía en el intento de la Corte imperial de establecer
una especie de texto constitucional.
Para solucionar el problema que suponía que el emperador (tras la Querella de las
Investiduras) no pudiese continuar utilizando a la iglesia como parte de su aparato
de gobierno, los Hohenstaufen cedieron cada vez más territorio a los
“ministerialia”, que formalmente eran siervos no libres, de los cuales Federico
esperaba fuesen más sumisos que los duques locales. Utilizada inicialmente para
situaciones de guerra, esta nueva clase formaría la base de la caballería, otro de
los fundamentos del poder imperial.
Las tropas imperiales sufrieron una derrota humillante y Federico se vio forzado a
firmar la Paz de Venecia (1177) por la que reconoció a Alejandro III como papa
legítimo. Al mismo tiempo, reconocía a las ciudades el derecho de construir
murallas, de gobernarse a sí mismas (y su territorio circundante) eligiendo
libremente a sus magistrados, de constituir una liga y de conservar las costumbres
que tenían "desde los tiempos antiguos". Este amplio grado de tolerancia, al que el
historiador Jacques Le Goff llama "güelfismo moderado", permitió crear en Italia
una situación de equilibrio entre las pretensiones imperiales y el poder efectivo
de las comunas urbanas, similar al equilibrio logrado entre el imperio y el papado
a través del Concordato de Worms (1122) que resolvió la Querella de las
Investiduras.
El reinado del último de los Staufen fue en muchos aspectos diferente de los de sus
predecesores. Federico II Hohenstaufen subió al trono de Sicilia siendo todavía un
niño. Mientras, en Alemania, el nieto de Barbarroja, Felipe de Suabia, y el hijo de
Enrique el León, Otón IV, le disputaron el título de rey de los alemanes. Después
de ser coronado emperador en 1220, se arriesgó a un enfrentamiento con el papa al
reclamar poderes sobre Roma; sorprendentemente para muchos, logró tomar Jerusalén
mediante un acuerdo diplomático en la Sexta Cruzada (1228) cuando todavía pesaba
sobre él la excomunión papal. Se autoproclamó rey de Jerusalén en 1229 y también
obtuvo Belén y Nazaret.
A la vez que Federico elevaba el ideal imperial a sus más altas cotas, inició
también los cambios que llevarían a su desintegración. Por un lado, se concentró en
establecer un Estado de gran modernidad en Sicilia, en servicios públicos, finanzas
o legislación. Pero a la vez, Federico fue el emperador que cedió mayores poderes
ante los duques germanos. Y esto lo hizo mediante la instauración de dos medidas de
largo alcance que nunca serían revocadas por el poder central.
El Sacro Imperio Romano entre 1273 y 1378 y las principales dinastías reales.
Las dificultades en la elección de emperador llevaron al surgimiento de un colegio
de electores fijo, los Kurfürsten, cuya composición y procedimientos fueron
establecidos mediante la Bula de Oro de 1356. Su creación es con toda probabilidad
lo que mejor simboliza la creciente dualidad entre Kaiser und Reich, emperador y
reino, y con ello, el final de su identificación como una sola cosa. Una muestra de
esto la tenemos en la forma en que los reyes del periodo post-Staufen lograron
mantener su poder. Inicialmente, la fuerza del Imperio (y sus finanzas) tenían su
base en gran medida en el territorio propio del Imperio, también llamado Reichsgut,
que siempre pertenecieron al rey (e incluían diversas ciudades imperiales). Tras el
siglo XIII, su importancia disminuyó (aunque algunas partes se mantuvieron hasta el
fin del Imperio en 1806). En su lugar, los Reichsgüter fueron empeñados a los
duques locales, con objeto, en ocasiones, de obtener dinero para el Imperio pero,
con más frecuencia, para recompensar lealtades o como modo de controlar a los
duques más obstinados. El resultado fue que el gobierno de los Reichsgüter dejó de
obedecer a las necesidades del rey o los duques.
Con Enrique VII, la casa de Luxemburgo entró en escena, y en 1312 fue coronado como
el primer emperador del Sacro Imperio desde Federico II. Tras él, todos los reyes y
emperadores se sostuvieron gracias a sus propios Estados patrimoniales (Hausmacht):
Luis IV de Wittelsbach (rey en 1314, emperador 1328-1347) en sus territorios de
Baviera; Carlos IV de Luxemburgo, nieto de Enrique VII, fundó su poder en los
Estados patrimoniales de Bohemia. Es interesante constatar, a raíz de esta
situación, cómo aumentar el poder de los Estados y territorios del Imperio se
convirtió en uno de los principales intereses de la corona, ya que con ello
disponía de mayor libertad en sus propios Estados patrimoniales.
El siglo XIII también vio un cambio mucho más profundo tanto de carácter
estructural como en la forma en que se administraba el país. En el campo, la
economía monetaria fue ganando terreno frente al trueque y el pago en jornadas de
trabajo. Cada vez más se pedía a los campesinos el pago de tributos por sus
tierras; y el concepto de "propiedad" fue sustituyendo a las anteriores formas de
jurisdicción, aunque siguieron muy vinculadas entre sí. En los distintos
territorios del Imperio, el poder se fue concentrando en unas pocas manos: los
detentores de los títulos de propiedad también lo eran de la jurisdicción, de la
que derivaban otros poderes. Es importante remarcar, no obstante, que jurisdicción
no implicaba poder legislativo, que hasta el siglo XX fue virtualmente inexistente.
Las prácticas legislativas se asentaban fundamentalmente en usos y costumbres
tradicionales, recogidos en costumarios.
Reforma imperial
La construcción del Imperio estaba todavía lejos de su fin a principios del siglo
XV, aunque varias de sus instituciones y procedimientos habían sido establecidos
por la Bula de Oro de 1356. Las reglas sobre cómo el rey, los electores y los otros
duques debían cooperar en el Imperio, dependían de la personalidad de cada rey.
Esto probó ser algo fatal, cuando Segismundo de Hungría, uno de los últimos
miembros de la Casa real de Luxemburgo (rey germánico en 1410, emperador 1433-1437)
y Federico III de Habsburgo (rey germánico en 1440, emperador 1452-1493) rehuyeron
los territorios tradicionales del Imperio, residiendo preferentemente en sus
Estados patrimoniales. Tal es el caso de Segismundo, quien reinó como rey húngaro
desde 1387, y luego de vivir en Hungría por 23 años fue elegido rey de los romanos
en 1410 sin abandonar su corte. Posteriormente fue elegido emperador germánico en
1433, 5 años antes de su muerte, y en esa fase de su vida si mantuvo un papel más
activo, viajando a Francia, Inglaterra y a otras tierras europeas. Por otra parte,
Federico III de Habsburgo se retiró a Viena y desde ahí condujo el Imperio. Sin la
presencia del rey, la antigua institución del Hoftag, la asamblea de los dirigentes
del reino, cayó en la inoperancia, mientras que la Dieta (Reichstag) aún no ejercía
como órgano legislativo del Imperio, y lo que es aún peor, los duques con
frecuencia se enzarzaban en disputas internas, que a menudo desembocaban en guerras
locales.
Por la misma época, la iglesia vivía también tiempos de crisis. El conflicto entre
distintos papas que competían entre sí solo pudo resolverse en el Concilio de
Constanza (1414-1418). Después de 1419, las energías se centrarían en luchar contra
la herejía husita. La idea medieval de un único Corpus Christianorum, en el que
papado e imperio eran las instituciones principales, iniciaba su declive.
A raíz de estos drásticos cambios, emergieron fuertes discusiones sobre el propio
Imperio durante el siglo XV. Las reglas del pasado ya no se ajustaban de forma
correcta a la estructura del presente, y aumentaba el clamor que pedía un
reforzamiento de los antiguos Landfrieden. Durante este tiempo, surgió el concepto
de "reforma" en el sentido del verbo latino re-formare, recuperar la forma
pretérita que se había perdido.
A finales del Siglo XV, el imperio mantuvo cierta influencia en la política del
reino de Hungría. El emperador Federico III de Habsburgo recibió en su corte a
Isabel, la hija del fallecido Segismundo de Hungría, viuda del rey Alberto de
Hungría (también de la Casa de los Habsburgos), la cual huyó con su hijo recién
nacido y coronado como Ladislao V de Hungría ante la inestabilidad política en el
reino. Se llevó consigo la Santa Corona Húngara, lo que causó graves problemas
posteriormente al rey Matías Corvino de Hungría, pues para que fuese legítima su
coronación esta solo podía llevarse a cabo con esta joya, que solo en 1463
consiguió recuperarla de Federico tras cambiarla por 80 000 florines. Cada vez se
agravó más la situación diplomática entre Federico y Matías, lo que condujo
eventualmente a varios enfrentamientos armados entre los dos Estados. La guerra
contra Hungría culminó en un total fracaso, pues en 1485 Federico y su familia se
vieron forzados a abandonar Viena, ya que el rey húngaro avanzó con su Ejército
Negro de mercenarios y tomó la ciudad austríaca. Solo la repentina muerte del
monarca húngaro en 1490 fue lo que consiguió poner fin a la ocupación húngara en el
ducado de Austria, permitiendo que Federico III recuperase el trono de inmediato.
Las causas del curso que tomó este serio conflicto se pueden perfectamente hallar
dentro de la política interna del Sacro Imperio Romano Germánico. Cuando Federico
III necesitó a los duques para financiar la guerra contra Hungría en 1486 y a la
vez para que su hijo, el futuro Maximiliano I, fuera elegido rey, se encontró con
la demanda unánime de los duques de participar en una Corte imperial.
Por primera vez, la asamblea de electores y otros duques tomaba el nombre de Dieta
o Reichstag (a la que más tarde se añadirían las ciudades imperiales). Mientras que
Federico siempre rechazó su convocatoria, su hijo, más conciliador, convocó
finalmente la Dieta en Worms en 1495, tras la muerte de su padre en 1493. El rey y
los duques acordaron diversas leyes, comúnmente conocidas como la Reforma imperial:
un conjunto de actas legislativas para dar de nuevo una estructura a un imperio en
desintegración. Entre otros, estas actas establecieron los Estados de la
Circunscripción Imperial y el Reichskammergericht (Tribunal de la Cámara imperial);
estructuras ambas que —en distinto grado— persistirían hasta el final del imperio
en 1806.
Por otra parte, el norte de los Países Bajos, primordialmente protestante, logró
separarse de la corona española, católica por excelencia. Tras un siglo de
disputas, el conflicto —junto a otras disputas— derivó en la Guerra de los Treinta
Años (1618-1648), que devastaría el Imperio. Las potencias extranjeras, incluidas
Francia y Suecia, intervinieron en el conflicto, reforzando el poder de los
contendientes del Imperio y apoderándose de considerables zonas de territorio
imperial.
Análisis
El relato de la historia moderna de Alemania está generalmente determinado por tres
factores clave: el Reich, la Reforma y, en su etapa final, la bicefalia entre
Austria y Prusia. Muchos han sido los intentos de explicar por qué el Imperio, a
diferencia de la vecina Francia, nunca llegó a conseguir un poder fuertemente
centralizado sobre sus territorios. Entre las razones más habituales se incluyen:
El Imperio fue desde sus inicios una entidad muy federal: Si Francia
mayoritariamente había formado parte del imperio romano, en las partes orientales
del reino franco las tribus germánicas eran mucho más independientes y renuentes a
ceder poder a una autoridad central. Todos los intentos de convertir el cargo de
rey en hereditario fracasaron, manteniéndose el de monarca como un cargo electivo.
Por ello, cada candidato a la corona debía realizar una serie de promesas a los
electores, las llamadas Wahlkapitulationen (capitulaciones electivas), garantizando
a los distintos territorios más y más poder a lo largo de los siglos. Se revelaba
entonces la gran dificultad de que el Sacro Imperio tuviera un sólido poder
centralizado, en contraste con otros países europeos que lo lograron a través de la
institución monárquica, que supuso un retroceso en el sistema político feudal, lo
que en el Sacro Imperio no ocurrió en la mayor parte de sus Estados o sucedió de
forma muy dispar y tardía.
Debido a sus connotaciones religiosas, el Imperio como institución quedó seriamente
dañado por las disputas entre el papa y los reyes de Alemania, en relación a su
coronación como emperadores. Nunca estuvo muy claro bajo qué condiciones el papa
debía coronar al emperador, y especialmente cómo el poder universal del emperador
dependía del poder del papa en materias clericales. Frecuentes disputas giraron en
torno a esta cuestión, especialmente a lo largo del siglo XI, con motivo de la
querella de las investiduras y el Concordato de Worms en 1122.
El hecho de que el sistema feudal del Imperio, donde el rey constituía la cúspide
de la llamada "pirámide feudal", fuese causa o síntoma de la debilidad del Imperio,
no está claro. En todo caso, la obediencia militar, que —conforme a la tradición
germana— estaba íntimamente ligada a la concesión de tierras a los vasallos, fue
siempre problemática: cuando el Reich tenía que ir a la guerra, las decisiones eran
lentas y quebradizas.
Hasta el siglo XVI, los intereses económicos del sur y el oeste del Imperio
diferían notablemente de los de la parte septentrional, donde estaba asentada la
Hansa, la cual estaba más vinculada a Escandinavia y el Báltico que el resto de
Alemania. Ello obedecía particularmente a intereses económicos propios o más bien
disímiles respecto de otros Estados del imperio, lo que igualmente sucedía con su
identidad religiosa. Basta recordar que el Estado más poderoso del imperio,
Austria, y su casa reinante e igualmente depositaria del título de emperador del
Sacro Imperio hasta su supresión, los Habsburgo, eran defensores del catolicismo, y
con el tiempo toda su política se encaminará más a salvaguardar los intereses
nacionales austriacos que los del trono imperial.
Fue constante en la política del Sacro Imperio que ésta se encaminara hacia una
política continental, esto es, que su política exterior hiciera énfasis en
cuestiones del continente europeo, tales como motivaciones dinásticas para actuar,
intentos de expansión territorial, enfrentamientos con otras potencias del
continente europeo, e imperialismo basado en una visión de imperio de carácter
universal y que inicialmente lo sustentó en una visión religiosa determinada y en
considerarse como heredero histórico del extinto Imperio Romano. El problema de lo
anterior era que, al ser una entidad política con un poder central débil, estos
motivos no favorecían o interesaban de igual manera a todos los Estados alemanes;
inclusive había Estados alemanes con una política inclinada hacia el mar y el
comercio, tales como los que integraban la Hansa, ubicados en el norte de Alemania,
por ende cerca del Mar del Norte, al igual que los que colindaban con el río Rin,
que los unía con los puertos marítimos neerlandeses. Semejante divergencia de
intereses económicos solo contribuía a erosionar el poder político del imperio y de
su emperador, lo que en adelante se traduciría en que cada Estado alemán se
procurara una política exterior propia tanto con el resto del imperio como con
otros países, a veces ajena a los intereses del mismo Sacro Imperio y de los demás
Estados que lo conformaban.
Estados del Sacro Imperio
Círculo de Baviera
El círculo estaba formado por los siguientes estados:
Véase también
Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico
Círculo Imperial
Estado Imperial
Ciudad Imperial Libre
Anexo:Estados en el Reichstag de 1792
Anexo:Ciudades Imperiales Libres
Habsburgo
Historia de Alemania
Historia de Austria
Reichstag (parlamento alemán)
Arzobispado de Salzburgo
Heráldica del Sacro Imperio Romano Germánico