Testimonios Sobre Trata y Trafico de Personas

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BREVE GEOGRAFÍA DE LA TRATA EN BOLIVIA

Existe un puente entre Beni con el norte de La Paz para la explotación sexual, mientras en las ciudades del
Altiplano se busca mujeres para que sean trasladadas por la frontera con Perú. El tránsito hacia España y Estados
Unidos es con fines de explotación laboral; a Brasil las llevan para forzarlas a trabajar en lenocinios ilegales. El
narcotráfico se aprovecha de ellas en Riberalta y Guayaramerín, mientras que Santa Cruz tiene sus propios
circuitos internos de movimiento de personas. Así, muy a grandes rasgos, funciona la trata de personas en Bolivia.

GUAYARAMERÍN - RIBERALTA
En el eje Guayaramerín-Riberalta, junto a las comunidades y poblaciones aledañas, los tratantes toman
ventaja de las familias en situación de violencia o de separación. La mayoría de los casos conocidos tiene ese
factor común. Niñas y adolescentes (casi siempre buscan menores de edad) son separadas de sus hogares o
inducidas a abandonarlos después que se verifica que la situación dentro de su unidad familiar es compleja.

Se trata de casos en los que las chicas sufren violaciones por parte de padres o hermanos, incluso a veces con la
tolerancia o pasividad de las madres, o de casos de violencia familiar y violencia de género exacerbada. Frente
a situaciones tan difíciles, las jóvenes tienen pocas opciones y muy pocos motivos para permanecer en sus
hogares.

Son conocidos varios modelos de reclutamiento. En la mayoría de los casos no se apela a la fuerza ni al engaño,
sino a la persuasión. Las pandillas juegan un rol importante porque se convierten en las nuevas familias de las
chicas que van en proceso de abandono de sus hogares. Hay mujeres que antes también fueron víctimas de la
trata que ahora se convierten en reclutadoras. Ellas aprovechan su cercanía con las colegialas y se acercan a las
que consideran que pueden ser “reclutadas”. Y así replican la historia que ellas mismas vivieron años antes.

Los chicos de las pandillas ejercen el liderazgo en los grupos. La nueva “familia” tiene códigos. Todos consumen
alcohol, fuman y usan sustancias controladas de baja calidad derivadas de los residuos de la pasta base.
También sucede que para incluir a una chica como un miembro pleno de la banda, debe tener relaciones
sexuales con algunos de los integrantes. Suena difícil de creer, pero el sistema ha funcionado así no pocas
veces. Las mismas jóvenes que atravesaron por todo esto señalan después que las cosas marchan “casi sin darse
cuenta” y que la necesidad de sentirse incluidas es muy fuerte para ellas.

Las pandillas tienen dos tipos de conexiones: con los lenocinios en territorio boliviano y con los
narcotraficantes minoristas que mueven algunos kilos mensuales por la frontera con Brasil. En uno de los
casos detectados, la chica fue llevada al mundo de la prostitución porque su novio era hijo del dueño de
una casa de explotación sexual. Allí conoció a otros tratantes que tenían contactos con lenocinios en poblaciones
fronterizas con Brasil.

En otro caso, las chicas fueron entrenadas para transportar algunos gramos de cocaína o pasta base. Las
convirtieron en tragonas para cargar los sobrecitos con una técnica que también se utiliza en Perú. Deben
engullir uvas congeladas, así las bolsitas con la mercancía pasarán bien. Reciben un pago por aquella travesía
solo si el producto llega a su destinatario sin problemas. Una de las chicas presenció un volteo mientras la llevaron
a la frontera. Los jóvenes que la explotaban detuvieron a un vehículo que venía en dirección contraria y a
fuerza de armas de fuego les voltearon la pasta base. Ella escuchó los disparos, pero no vio si alguien murió
porque estaba tirada en el piso del auto, víctima del pánico.
Un caso investigado de cerca por la Policía de Riberalta quedó en la impunidad, el de una familia que se
aprovechaba de las menores para realizar videos en los que mantienen relaciones sexuales. Ropa, fotografías y
videos fueron encontrados por la Fiscalía y se abrió una causa en 2013. A pesar de ello, los responsables
lograron escapar y ahora se encuentran en otra población en el Beni.

También hay reportes que hablan de un puente hacia el norte de La Paz, en especial en las zonas donde se
realizan actividades de minería. Los buenos precios de los minerales de años anteriores multiplicaron la
presencia de personas en campamentos donde se generó demanda de trabajadoras sexuales. Los tratantes no
perdieron la oportunidad de sacar provecho de eso. Otra constatación a partir de este caso es que los flagelos
ambientales como la minería ilegal se asocian y generan otras economías perversas como la trata y la explotación
sexual comercial.
EL ALTO
De acuerdo a la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC), a nivel nacional, en 2011 fueron reportados
205 casos de trata de personas; el año 2012 se registraron 319; y hasta junio de 2013 fueron reportados 288
casos. En ese periodo, de 812 situaciones de trata en total, al menos 300 se habrían perpetrado en El Alto.

El Alto presenta características ideales para la instalación u operación de redes de tratantes. Las familias alteñas
tienen fuerte vocación por el trabajo informal, el comercio, y es frecuente el desplazamiento de los padres de
familia a la ciudad de La Paz. Esto genera que niñas y adolescentes pasen gran parte del día sin el control de sus
padres, en sus hogares, escuelas, colegios o en las calles.
Otro factor que incide en la vulnerabilidad de la ciudad es la inestabilidad económica y familiar, además del
gran porcentaje de población que se encuentra en niveles socioeconómicos por debajo de la media nacional.
Estas características influyen para que adolescentes y jóvenes, en especial mujeres, opten por buscar fuentes
de ingresos antes de culminar estudios superiores e incluso sin concluir el nivel secundario de educación. Una
investigación reciente (2014) del Centro de Estudios de Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA) señala que la tasa de
desempleo en jóvenes alteños y paceños es del 13,5% respecto a la tasa general que llega al 7,9%1.

El Alto, y en menor medida La Paz, tiene otra característica que la convierte en epicentro de la trata en Bolivia.
Los circuitos internos y externos de este flagelo se mueven en su órbita. Eso significa que los tratantes que
abastecen a las redes locales intradepartamentales operan en esta zona de la misma manera que las bandas
que abastecen a núcleos urbanos en el exterior, como en Perú, Chile o Argentina.

En esta ciudad se registran (incluso se hibridan) dos tipos de trata de personas: con fines de explotación sexual y con
fines de explotación laboral. Los circuitos de tratantes también operan de maneras distintas. En los últimos cuatro
años se registraron casos de secuestros con traslado forzado, pero muchos más fueron los engaños a personas de
sectores vulnerables a quienes se ofrece buenas remuneraciones económicas en ciudades del interior de Bolivia y
en Argentina, Chile e incluso Brasil.

Los clanes de tratantes también tienen sus centros de operación en la urbe alteña. De hecho, en El Alto se
aprovechan hoteles en barrios alejados y alojamientos clandestinos para mantener bajo cautiverio a las
víctimas de secuestro antes de trasladarlas a sus destinos finales. En cuartos, las jóvenes permanecen dos o
tres días y hasta una semana. Los grupos que trabajan con tratantes en el exterior tienen métodos de coerción
para la pérdida de la voluntad que van desde periodos largos de hambre hasta intimidaciones verbales,
psicológicas, físicas y sexuales. En el periodo que las adolescentes y jóvenes permanecen en estos verdaderos
centros de reclusión clandestinos, los “niñeros” deben aplicar los métodos necesarios para que las secuestradas
asimilen y acepten su nueva realidad, sea ésta la de trabajadora sexual o la de una empleada en algún taller. La
trata es, por estos motivos, la nueva forma de esclavitud en el siglo XXI.

A nivel de trata interna, según explica un informe de UNIFEM (Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas
para la Mujer) sobre esta problemática, existen casos vinculados a la decisión de las familias de enviar a sus hijos a
la ciudad por las condiciones de pobreza en que viven. Creen que familiares, padrinos o madrinas les
proporcionarán estudios y trabajo sin saber que pueden terminar siendo víctimas de violencia, maltrato,
discriminación, explotación sexual comercial, trata, entre otros.

La necesidad de conseguir trabajo de parte de las niñas y adolescentes las lleva, en muchos casos, a ser víctimas
de explotación sexual y comercial; son contactadas a través de intermediarios que les ofrecen trabajos de
cocineras, empleadas, niñeras, les quitan los documentos si los tienen y les obligan a trabajar por alimentación
y techo quedando atrapadas en condiciones de explotación.

La explotación sexual, sobre todo de mujeres, niños, niñas y adolescentes se da en el tramo etario de 12 a 30
años; las víctimas son explotadas en salas de masajes, lenocinios, whiskerías, hoteles, alojamientos e incluso al
interior de vehículos (taxis) en calles, plazas de las ciudades de El Alto, La Paz, Santa Cruz y Cochabamba, sin
descontar nuevos puntos en poblaciones de los Yungas del departamento de La Paz.

LA PAZ

— ¿Al Barrio Gráfico?

— Suba. Primero la dejamos a la señora en Sopocachi y después la llevo.

Ella abordó un taxi plateado en el Multicine de la avenida Arce. Se sentó al lado de una señora de no más de
40 años. En el asiento del copiloto no iba nadie. Ni la mujer ni el conductor inspiraron ninguna clase de sospecha
o desconfianza a esta ingeniera de 27 años.

El Toyota avanzó sobre la avenida Arce y sorteó minibuses y micros para comenzar a subir por la calle Belisario
Salinas. Eran las tres de la tarde de un día soleado, pero el invierno paceño no daba tregua. Ella vestía una
chompa de lana y una chamarra de mezclilla. Cruzaron la plaza Abaroa y, a la altura de la avenida Ecuador,
giraron a la derecha.

Cuando el taxi llegó a la esquina de la Abdón Saavedra, sobre la calle Rosendo Gutiérrez, comenzó a acelerar. La
otra pasajera parecía no tener intención alguna por bajarse y abrazaba su cartera con fuerza. Después de que
pasaron la avenida Luis Crespo, sacó una barra de metal.

El primer golpe fue en la rodilla derecha. Ella sintió que su pierna se había partido en dos por el dolor. De inmediato
sintió otro impacto en el antebrazo. De nuevo la sensación de fractura. El taxista no bajaba la velocidad y
maniobraba entre las calles despobladas de alto Sopocachi. Otro golpe, esta vez en la pierna izquierda. Ahora la
señora apunta al pecho. Ambas manos reciben el castigo por tratar de cubrirse.

Detalles más precisos sobre ubicaciones y señas particulares de los tratantes no pueden divulgarse porque hay
una denuncia en marcha. Los secuestradores tienen como hábito alquilar departamentos en zonas donde no
hay mucho tráfico como alto Sopocachi o Llojeta. Los golpes no solo buscaban reducirla y evitar que escape,
también eran el principio de una seguidilla de actos intimidatorios para reducir y, a la larga, anular la voluntad de
la víctima.

Ya era de noche y ella permanecía amarrada a una silla con la luz apagada.
Otra forma de doblegar el espíritu de las chicas que raptan es jugar durante más de 12 horas con la
incertidumbre, desubicación y el hambre. En cierto momento, la muchacha logró dormir.
El negocio de la trata, el segundo acto ilícito más lucrativo del mundo después del narcotráfico, está
segmentado y terciarizado. Lo mismo pasa con el comercio de droga y con el contrabando de animales y
recursos naturales. Es capitalismo en alto estado de pureza. Hay dos modelos. El vinculado con el método del
secuestro incluye cuatro grupos: los encargados de inteligencia y seguimiento, el grupo de choque que se
ocupa del “levantamiento”, él o los niñeros que manejan las casas y, por último, los encargados de la entrega
de las chicas a quienes administran los establecimientos de explotación sexual o laboral. Las organizaciones que
se dedican al rapto de personas para después pedir un rescate funcionan con un esquema similar. Si hablamos
de bandas grandes, como las que operan en Santa Cruz y, en menor medida, en La Paz, los miembros rasos de
estas “secciones” del negocio casi no se conocen entre sí. De esta forma, cuando cae algún grupo, los demás
están a salvo de delaciones.

El segundo sistema es el más común en el mundo de los tratantes. Es el método, por decirlo de alguna manera,
no violento. Por lo general son mujeres (muchas de ellas víctimas de trata en el pasado) las que se encargan de la
captación de niñas y jóvenes, otro grupo se ocupa del transporte y preparación, un tercer sector maneja las
casas de seguridad y al final de la cadena aparecen los dueños de los “negocios”. En muchos casos pandillas locales
son incluidas en el esquema. Se convierten en la nueva familia de las muchachas mientras son drogadas,
intimidadas y violentadas física, emocional y psicológicamente para aceptar su nueva vida. Toman ventaja de
chicas en situaciones de desesperación económica o que provienen de familias destruidas. Hay niñas que
terminan en manos de los tratantes por huir de las palizas o violaciones de sus propios padres y hermanos. El
sistema funciona con igual efectividad en el campo o las ciudades.

La trata abastece a mercados de explotación laboral y sexual, sin embargo el mo- delo de negocio que existe
permite que las economías perversas que coexisten en el país y en el continente se articulen y complementen. Los
mismos grupos de tratantes están metidos en el reclutamiento de chicas para convertirlas en mulas o tragonas.
También, en el resto del continente, son parte de la cadena de actores vinculados con el tráfico de órganos. En
el norte amazónico boliviano secuestran mujeres de comunidades indígenas y poblaciones rurales con fines de
explotación sexual en zonas de contrabando de minerales y madera. Como si de una casa de proveedores se
tratara, se ha convertido en un negocio compartimentado y especializado. Son las nuevas reglas del juego.

A la mañana siguiente, con la espalda destruida y las piernas casi paralizadas por los golpes y las 16 horas que
estuvo amarrada a una silla, montaron a la joven en otro vehículo. Los dos días siguientes los pasaría en Oruro. Las
estrategias para quebrar su voluntad continuaron en ese tiempo con mayor intensidad. Así han doblegado a
cientos o miles de muchachas. Algunos grupos de tratantes “culminan” su trabajo con la violación de las chicas,
ya a esas alturas incapaces de ofrecer resistencia. Después las entregan a los administradores de los centros
de explotación o las sacan del país. Ella se salvó. Unos vecinos la vieron desde la calle por la ventana,
entendieron lo que pasaba y la ayudaron a escapar. Tuvo mucha suerte. En Bolivia se produce al menos un caso
de trata por día. Dos terceras partes suceden en el departamento de La Paz. La inmensa mayoría de las víctimas
son niñas, adolescentes y mujeres jóvenes. Casi ningún tratante ha sido condenado. A pesar de las nuevas leyes,
menos del 1% de los casos denunciados en los últimos cinco años culminó en sentencia. El negocio de la trata,
que genera más ganancias que la venta de armas, avanza viento en popa.

EL SUR

Villazón, Bermejo y Yacuiba son tres pasos fronterizos donde cada año quedan en evidencia las debilidades del
control estatal para la salida ilegal de niños, niñas y adolescentes. Alrededor de 15.000 menores cruzan esa
frontera al año sin la compañía de sus padres. En muchos casos van acompañados por familiares o personas
cercanas y con los permisos correspondientes, sin embargo, también se registran casos de trata en los tres
principales accesos del sur del país a territorio argentino.
Una investigación del diario El Potosí de 2009 señala que en los juzgados para menores de la región se pagaba
una muy pequeña suma de dinero (cinco bolivianos) para que el mismo juez proporcione testigos falsos y otorgue
los permisos de viaje requeridos en las terminales de buses y trancas fronterizas.

De hecho, una verificación de la Defensoría del Pueblo señala que más de dos terceras partes de niños entre 0
y 18 años cruzan la frontera a través de Bermejo, Yacuiba y Villazón. La proporción de menores que abandonan
el país desde Cobija, Desaguadero o Puerto Suárez es mucho menor.
De nuevo, los niveles de pobreza, la inestabilidad de las familias y la falta de control, sobre todo en las áreas
rurales, han convertido al sur del país en otro territorio donde la trata de menores y mujeres jóvenes ha
proliferado desde principios de la década del noventa del siglo XX. La cercanía con Argentina ha producido
que circuitos de tratantes engañen o “seduzcan” a sus víctimas para ir voluntariamente a emplearse al otro lado
de la frontera. Lo que nunca se aclara en estos casos es que lo que les espera son los talleres o fábricas donde se
sobreexplota a los trabajadores a niveles de esclavitud y semiesclavitud.

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