FGV Epidemias de Matlazahuatl y Tifo

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Epidemias de matlazahuatl, tabardillo

y tifo en Nueva España y México.

Sobremortalidades con incidencia en la población adulta


del siglo XVII al XIX

José Gustavo González Flores (Coordinador)


© Universidad Autónoma de Coahuila
Blvd. Venustiano Carranza s/n
Col. República Oriente C.P. 25280
Saltillo, Coahuila, México

© Escuela de Ciencias Sociales


© José Gustavo González Flores

Coordinación editorial: Quintanilla Ediciones


Corrección ortográfica: Alejandro Beltrán
Diseño editorial: César Augusto Rosas Rodríguez

ISBN: 978-607-506-310-2

Primera edición, noviembre 2017


Impreso y hecho en México
Índice

Introducción a la obra 5

Primera parte: la epidemia de matlazahuatl, tabardillo, 9


tifo y otros padecimientos relacionados. Siglos XVII al XIX

Historia natural del tifo epidémico: comprender la alta incidencia 11


y rapidez en la transmisión de la Rickettsia prowazekii
Pedro Canales Guerrero
Universidad Autónoma del Estado de México

Las matlazahuatl, tifo y otras sobremortalidades 24


en Huexotla: adultos y párvulos (1605–1737)
Norma Angélica Castillo Palma
Nahui Ollin Vázquez Mendoza
Miguel Galicia Orozco
Alejandro Navarro González
Universidad Autónoma Metropolitana. Unidad Iztapalapa

El tifo y las crisis de mortalidad de adultos 37


en Valladolid, Pátzcuaro y Uruapan
Oziel Ulises Talavera Ibarra
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo

Incidencia espacio temporal de la epidemia de tifo de 1737. 54


Zinacantepec, Valle de Toluca
Verónica Flores Gutiérrez
Universidad Autónoma del Estado de México

El Valle de Tlacolula, Oaxaca, bajo los efectos 65


de la epidemia de matlazahuatl, 1738–1739
Ana Rosalía Aguilera Núñez
Universidad de Guadalajara

El matlazahuatl y el tifo en el norte de 86


la Nueva Vizcaya (1738–1815)
Chantal Cramaussel
El Colegio de Michoacán
Tifo. Condiciones de vida e impacto demográfico en 103
poblaciones mineras de Zacatecas durante el siglo XIX
Tomás Dimas Arenas Hernández
Centro de Actualización del Magisterio en Zacatecas

Segunda parte: la epidemia de fiebres o tifo de 1812–1814 121

Tifo, mortalidad comparada: epidemia de 1813, 123


endemia de 1822–1824. Parroquia San José de Toluca
Elisa Javier López
Universidad Autónoma del Estado de México

El tifo de 1813 y otras enfermedades del siglo XIX en Almoloya de Juárez 142
Jenire Escobar Sánchez y Miriam Aimé Torres Plata
Universidad Autónoma del Estado de México

La epidemia de 1814 en Guadalajara. Una aproximación para 156


explicar la sobremortalidad por “fiebres” en la ciudad
Juan Luis Argumaniz Tello
Universidad de Guadalajara

Las fiebres de 1814 y la viruela de 1815. 176


Dos años de sobremortalidad en los Altos de Jalisco
Celina G. Becerra Jiménez
Universidad de Guadalajara

La sobremortalidad de 1814–1817 y su impacto en las 196


familias de la parroquia de Encarnación
Carmen Paulina Torres Franco
Universidad Pedagógica Nacional

La epidemia de fiebres epidémicas o tifo de 1814 en Parras 214


José Gustavo González Flores
Universidad Autónoma de Coahuila
Incidencia espacio temporal de la epidemia de tifo de 1737. Zinacantepec, Valle de Toluca

Verónica Flores Gutiérrez


Universidad Autónoma del Estado de México

Introducción
El objetivo del presente texto es analizar la incidencia espacial y temporal de la epidemia novohispana más grave del
siglo XVIII, la epidemia de tifo de 1737, medida por el número de defunciones provocadas, según las localidades, al
interior del territorio parroquial de Zinacantepec. La gravedad de la epidemia ha dejado una huella espiritual que
perdura hasta hoy: la festividad más grande del pueblo de Zinacantepec no es la fiesta del santo patrono titular, San
Miguel, en septiembre, sino la fiesta de la Virgen del Rayo a quien los parroquianos del siglo XVIII se encomendaron
para ver el fin del azote que les hizo enterrar a cerca de la tercera parte del total de la población.

Ocupados con los entierros desde mayo hasta septiembre, no pudieron preparar la fiesta de San Miguel; ya en
octubre–noviembre no tuvieron que ir diario al panteón y pareció que la virgen solicitaba su fiesta especial, que
celebraron agradecidos el 3 de diciembre. Esta huella de una epidemia en la tradición religiosa de un pueblo nos habla
de su importancia y nos lleva a tomarla como ejemplo para construir la ruta de propagación en la parroquia.

1. Espacio de estudio y la evolución de la mortalidad


La zona de estudio se halla inmersa en el valle formado por el río Lerma, valle denominado Matlatzinca durante
el periodo de estudio, y cuyo nombre prehispánico cayó en desuso: hoy es el Valle de Toluca. Sus suelos resultaban
fértiles y propicios para el cultivo de granos: el maíz prehispánico y los cereales traídos por los europeos. Con el
transcurrir del tiempo, la diversidad de alimentos se incrementó también por los animales domesticados que trajeron
los conquistadores. La relativa abundancia de agua y la tierra liberada por la baja demográfica causada por las
epidemias, permitió el crecimiento de la ganadería y la posesión de tierra para cultivar los cereales euroasiáticos.159

La influencia orográfica y boscosa del volcán Xinantécatl, con una altura máxima de 4,476 metros sobre el nivel
del mar, más la ubicación tropical de la región y su casi equidistancia de los océanos Pacífico y Atlántico, generan un
abundante régimen de lluvias; la misma orografía tiene una suave pendiente que forma el valle al mismo tiempo que
permite el fácil control de las aguas de lluvia. Esto facilitaba la formación natural y cultural de numerosos cuerpos de
agua que hoy hemos perdido pero que estimuló la acuacultura, la agricultura y el cultivo de huertos. Si en tiempos
prehispánicos esto favoreció la mayor densidad demográfica del valle, tras la conquista permitió el crecimiento de la
ganadería y la recuperación de la población india en el siglo XVIII.

En efecto, tras la caída de Tenochtitlan en 1521, el Valle de Toluca había sido conquistado militarmente por los
españoles, sin mayor resistencia indígena por Gonzalo de Sandoval, quien sometió a los habitantes del lugar con
un ejército compuesto por 18 jinetes, 100 infantes españoles y 60,000 indios aliados.160 Por su parte, a los frailes
franciscanos les correspondió llevar a cabo la conquista espiritual de una gran parte de la meseta central del actual
territorio mexicano, meseta donde se ubica el Valle de Toluca, y donde fundaron cuatro conventos entre 1530 y 1570;
el convento de Zinacantepec fue uno de ellos, sede parroquial del territorio y población que aquí estudiamos.

159
Canales, 2011.
160
Hernández, 2005, p. 28

54
El trabajo cotidiano sacramental de los franciscanos, primero, y de los sacerdotes seculares, a partir de 1754,
quedaba asentado en los libros parroquiales de bautizos, información matrimonial, casamientos y entierros; de estos
libros son los registros de entierros que han servido de fuente primaria a este trabajo, más la contabilidad de los
bautizos. Estas dos series de libros nos sirven para reconstruir el movimiento secular de la población ―bautizos
como equivalente de nacimientos anuales y entierros como equivalente de defunciones―. Los entierros del año del
tifo, por lugar de residencia, nos permitirán estudiar la incidencia y difusión espacio temporal de esa enfermedad
entre la población parroquial.

Nuestro análisis secular inicia en 1707 por las lagunas de información existentes antes de esta fecha. Por otro lado,
como se ve en la Gráfica 10, la serie de bautizos refleja una laguna de cuatro años (1713–1716), sin embargo, no
impide el trabajo de análisis e inferencias que formularemos sobre las mortalidades críticas diferenciales.

Gráfica 10. Bautizos y entierros por grupo de edad. Zinacantepec, 1708–1815

Fuente: Archivo parroquial de Zinacantepec. Libros de entierros (1708–1815).

La gráfica 10, a través de la comparación paralela de la serie de bautizos y defunciones de cada grupo de edad, nos
permite identificar las sobremortalidades más graves e importantes del siglo XVIII y una de principios del XIX que
condicionaron el crecimiento de la población; por sobre todas, destacan tres años por la elevada mortalidad debida al
tifo: 1737, 1762 y 1813. Se observan otras sobremortalidades que afectan menos la evolución secular de la población:
la viruela de 1780 y la de 1786, originada probablemente por influenza.

Entre las anteriores sobremortalidades, por su letal incidencia secular, hemos elegido el tifo epidémico de 1737
para analizar el ritmo de difusión entre las localidades de la parroquia y territorio de Zinacantepec. La interpretación
epidemiológica que sustenta el presente trabajo fue expuesta en el Seminario de la Red de Historia Demográfica

55
realizado en la Facultad de Humanidades, Universidad Autónoma del Estado de México, en octubre de 2013 y se
resume como se expone a continuación.

2. Epidemias de tifo y matlazahuatl


La historiografía no siempre ha distinguido con pertinencia el origen del tifo causante de las grandes epidemias,
en particular de las epidemias novohispanas que evocamos con la gráfica 10. Generalmente se ha imputado al tifo
murino el origen de las graves mortandades anteriores al uso de insecticidas como el DDT. Sin embargo, desde el
punto de vista epidemiológico, resulta evidente que en modo alguno pudo ser el tifo murino el causante de estas
epidemias. Ello, por una razón simple: la letalidad del tifo murino cuando llega a afectar a los humanos, es mínima ―
dos muertos por cada cien contagiados― si se la compara con la letalidad del tifo humano, del que puede morir hasta
70% de los adultos enfermos.161 En el primer caso, el número de muertos no podrían detectarse en la curva anual de
entierros. Es el tifo humano el que causa los brutales incrementos, sobre todo en la curva de entierros de adultos; estas
alzas reflejan el ataque letal de la Rickettsia prowazekii, del tifo humano, entre nuestras poblaciones del último siglo
novohispano que estudiamos aquí.

No siempre las infecciones se convertían en epidemias de esa importancia, debieron existir manifestaciones
endémicas, es decir, contagio o transmisión entre poblaciones poco numerosas que no alcanzaba a afectar
mortalmente a muchos individuos ni diseminarse de manera epidémica a regiones más amplias, lo que no ha sido
fácil de detectar.162 En efecto, los microorganismos causantes de este tipo de enfermedades infecciosas perviven y
se reproducen en los seres vivos que constituyen su reservorio sin necesariamente causar la muerte a los individuos
portadores en quienes vive la rickettsia, en este caso, el hombre. Opuesta a esta transmisión lenta y limitada de la
infección, se halla la transmisión increíblemente rápida de epidemias como la analizada aquí.

La Rickettsia typhi, transmitida de la rata al hombre a través del piquete de las pulgas, habría mutado en el hombre
convirtiéndose en Rickettsia prowazekii, y volviéndose el hombre su reservorio natural. Esto significa que es en la
especie humana donde sobrevive, transmitida de un hombre a otro, en este caso, a través de las heces de los piojos
humanos infectados con la sangre de un hombre portador asintomático de la Rickettsia. El portador eventualmente
enferma sintomáticamente y se vuelve contagioso: si él y las personas con quienes interactúa tienen piojos, fácilmente
puede diseminarse esta enfermedad. Cuando esta enfermedad causa alta letalidad se habla de tifo humano.

La explicación epidemiológica de la difusión a gran escala y velocidad se explica mejor al considerar que la transmisión
de un enfermo a otro no sólo es por vía cutánea: las heces del piojo no entrarían sólo por la escoriación hecha al picar
el piojo y aliviar el escozor la persona; las heces fecales del piojo pueden introducirse al sistema circulatorio por vía
respiratoria, conjuntival o cualquier otra mucosa. Además, no sólo es el piojo corporal el transmisor, también lo es el
piojo de la cabeza, que es más frecuente y puede cambiar más fácilmente de huésped, sin contar que la ropa de cama,
en especial las almohadas entre poblaciones hacinadas ―como en las guerras―, serían el mejor lugar de intercambio
de piojos contagiados o de ingreso al sistema respiratorio de heces rickettsiosas.163 Así, la pediculosis muy frecuente
en la época colonial, el hacinamiento y la poca reiteración con que se cambiaba la ropa, en especial la ropa de cama,
favorecía que una eventual endemia local o regional se convirtiera cíclicamente en una terrible epidemia, como la de
1737, cuya difusión estudiamos.

161
Vaughan, 1990, p. 758. OPS, 1983, pp. 383–386.
162
Juárez y Canales (en prensa).
163
André, 2000, p. 21 y 31.

56
3. Consecuencias del matlazahuatl de 1737 en Zinacantepec
Para llevar a cabo el análisis propuesto del ritmo de difusión de la epidemia en la parroquia de Zinacantepec, se
agruparon los datos por semanas y lugar de residencia, al mismo tiempo que por grupo socioétnico y grupos de edad
(párvulo y adulto). Con los datos así agrupados, se formó un cuadro que nos permitió identificar en qué semana
y, por tanto, a qué ritmo se fueron contagiando los poblados de la jurisdicción parroquial. Paralelamente, se hizo
el ejercicio de agrupar por mes la misma información y con ello calcular el movimiento estacional (mensual) de
entierros que, igualmente, nos refleja el movimiento temporal de la epidemia; los cuadros y gráficas de la cabecera
parroquial y de San Juan de las Huertas (primeros poblados que recibieron el contagio), pueden verse más adelante.
Finalmente, en un mapa de la parroquia se observa el movimiento de propagación del tifo.

Los datos del cuadro 7, que distingue los lugares de residencia, se leen en cuatro grupos de columnas. En el
primer grupo se observa el total de entierros ―siempre divididos por grupo socioétnico y de edad―, de los 10 años
“normales” precedentes a la epidemia de 1737; en el segundo grupo se presenta el promedio anual de entierros en
años “normales”; el tercer grupo nos indica el número de entierros habidos en el año de 1737; y en la última columna
se muestra la cifra por la cual se multiplicó el número de entierros de ese año en comparación con un año “normal”;
a esta cifra le llamamos multiplicador y, como siempre, en este cuadro distinguimos a cada grupo socioétnico y de
edad, según su lugar de residencia.

Lo que más resalta en el cuadro, es la gran diferencia en el valor del multiplicador entre adultos y niños ―tanto entre
indígenas como entre españoles―. Los valores para mestizos y mulatos no son estadísticamente significativos dado el
bajo número de parroquianos de estos grupos socioétnicos. También llama la atención que los españoles, y en general
los no indios, residan en la cabecera, o al menos así lo asiente el cura, pues los difuntos registrados en las haciendas
son muy pocos en los 10 años considerados y en el propio año de crisis, a tal punto que incluso los registrados como
forasteros son más numerosos. No se integra multiplicador alguno relativo a las haciendas, y ni siquiera se calculó por
la razón indicada del bajo número de residentes que los frailes consignaban al momento del registro.

Las localidades consideradas como pertenecientes a la parroquia de San Miguel Zinacantepec, identificadas a través
de los libros de defunciones son los pueblos y barrios distribuidos alrededor de la cabecera que eran San Francisco
Tlacilalcalpan, San Luis Mextepec, San Pedro Tejalpa, San Antonio Acahualco, San Juan de las Huertas, Santa Cruz
Cuautenco, San Cristóbal Tecolí y la Transfiguración; los barrios Santa María Nativitas, la Magdalena (actualmente
Santa María Magdalena del Monte), la Veracruz y Mexicapa (barrio de los mexicanos en 1665).

En cuanto a las haciendas y ranchos se encontraban las siguientes: De la Huerta, Barbosa, Tejalpa, Hacienda de
Abajo, Hacienda de San Francisco, Hacienda de Sta. Cruz de los Patos, y Serratón;los ranchos Simballi, Rancho de
Felipe González, Rancho de los Alamos, Rancho de los Valdeses, Rancho los Simbrones, Rancho Beatas y Rancho
Viejo; los pueblos y barrios situados en el monte eran San Jerónimo Amanalco, San Mateo y San Bartolo; los barrios
de Amanalco eran San Lucas, San Miguel, y San Sebastián; y entre las haciendas y ranchos podemos enlistar los
siguientes: la Gavia, que al parecer pasó a integrar la parroquia de Almoloya, y la Hacienda de Abajo.164

164
Datos obtenidos del Archivo parroquial de Zinacantepec (APZin), Ramo: defunciones, vols. I–VIII, 1613–1917.

57
Cuadro 7. Mortalidad de la parroquia de Zinacantepec por lugar de residencia en años normales y en 1737, año de
la epidemia165

Fuente: Archivo parroquial de Zinacantepec (APZin) expedientes 4, 5 y 6, vol. I, Libros de entierros.

165
Simbología del cuadro: Ia:indios adultos, Ip: indios párvulos, Ea:españoles adultos, Ep: españoles párvulos, Mlt a: mulatos adultos, Mz a: mestizos adultos, Mz p: mestizos párvulos,
Cy a: coyotes adultos, Cy p: coyotes párvulos, Cz a: Castizos adultos, Cz p: castizos párvulos, Msc a: moriscos adultos, Msc p: Moriscos párvulos.

58
Cuadro 8. Entierros semanales de la parroquia de Zinacantepec por lugar de residencia,
grupo socioétnico y de edad: 1737

Fuente: APZin. Expedientes 4,5 y 6, vol. I, Libros de entierros.

59
4. Rutas de propagación de la epidemia
Para estudiar las rutas de propagación de la epidemia de 1737 se elaboró el cuadro 8. En dicho cuadro se presenta la
información de los entierros semanales de toda la parroquia por lugar de residencia, grupo socioétnico y de edad.
En sendas columnas también se anota el multiplicador de la mortalidad según los grupos de residencia, de edad y
socioétnicos, así como el total de semanas de contagio y alta mortalidad para cada grupo indicado. El orden de las
localidades, dividido a partir de la inferencia de las rutas de difusión, corresponde a la secuencia en que se fueron
contagiando sus pobladores, lo que se refleja en el incremento del número semanal de entierros, y que se subraya con
recuadros para cada lugar de residencia. La amplitud de los propios recuadros nos indica gráficamente, por lugar de
residencia y de grupo de edad o étnico afectado, la distinta duración o intensidad del mal.

Lo que más resalta es la diferencia entre párvulos y adultos, independientemente de que se trate del lugar de
residencia o del grupo socioétnico observado, esta diferencia ya había sido subrayada anteriormente y no es de
extrañar ya que el tifo afecta más a adultos que a párvulos. Si es cierto que la diferencia entre los españoles parece
mayor, también es cierto que sucede lo mismo entre los indígenas de los poblados de Santa María Nativitas y Santa
María Magdalena del Monte. Con base en esta observación, podría argumentarse que ello obedece al reducido
número de integrantes del grupo de españoles, así como posiblemente a la menor densidad de los poblados indígenas
mencionados, pues son los más aislados de la parroquia. Por ello, tal vez, el registro de sus feligreses es deficiente; el
primero, incluso, puede pertenecer a la contigua parroquia de Almoloya, dado que los españoles viven en la cabecera,
en una densidad alta, no se descartan explicaciones alternativas que podrían ser discutidas por quien esto escribe
en futuros trabajos. Retomando el argumento anterior, nos inclinamos por lo siguiente: o se trata de diferencias
genéticas o socioeconómicas, o se trata de diferencias que podríamos llamar culturales, pues los españoles habrían
utilizado el mecanismo de la cuarentena frente a las epidemias.

En cuanto a la duración del contagio entre un lugar de residencia y otro, la duración más corta se dio entre los
pueblos de indígenas de Santa María Nativitas y Santa María Magdalena del Monte; las duraciones más amplias se
dan entre la cabecera con algunas localidades cercanas a ellas y otros dos pueblos no tan cercanos. La primera razón
de esta duración se explicaría por el propio tamaño de las localidades y por la mayor densidad poblacional: esto es
válido sobre todo para la cabecera y los poblados contiguos a ella. Para el caso de las poblaciones más retiradas de
la cabecera habría que estudiar diferencias culturales y materiales: los indígenas vivían en habitaciones contiguas, lo
que pudo favorecer la propagación. Otra diferencia cultural, no material, que explicaría la diferente incidencia de una
epidemia como ésta, entre indios y no indios, sería que estos últimos trataban por tradición de aislarse lo más posible
del resto de la población, a manera de cuarentena.

Por otro lado, la información semanal observada en el cuadro 8, nos lleva a inferir dos rutas de difusión ―por
sendos caminos carreteros que cruzan la parroquia según se observa en el mapa―. Observando el mapa, llama
la atención que las haciendas y ranchos no parezcan afectados, por lo que ni siquiera los citamos en este cuadro.
Consideramos que más bien se trata tanto del criterio de registro como del hecho que muy poca gente residía al
interior de dichas haciendas. La mayoría de los trabajadores habría residido en los pueblos contiguos a las propias
haciendas o, residiendo mestizos y españoles en las haciendas, eran registrados como residente de la cabecera. Lo
mismo sucede con el nombre de los barrios que no es inscrito como lugar originario de los difuntos, cuyo entierro
asienta el fraile párroco y sus ayudantes. Y esto fue así, tanto en los años anteriores a esta epidemia como en el año
epidémico mismo.

60
Mapa 2. Rutas de contagio, tifo de 1737 en la parroquia de Zinacantepec

La ruta que se infiere del cuadro 8 no deja lugar a duda que primero entró ―en la semana del 10 de marzo causa
las primeras víctimas― por el camino que lleva a las minas de Zacualpan y al pueblo de San Juan de las Huertas,
habiéndose librado, en primera instancia, el pueblo contiguo anterior en la ruta, Santa Cruz Cuauhtenco; este pueblo
no sería atacado sino dos meses más tarde y, según nuestra propuesta, a partir del contagio por otra ruta que pasaba
por la cabecera. En efecto, en la primera semana de abril, el contagio habría llegado desde Toluca por el camino real,
directamente a la cabecera parroquial.

61
Así, según nuestra propuesta, y a partir de las cifras semanales que se leen en el cuadro 8 de la cabecera y que se
representan en el mapa, el contagio se habría expandido con relativa rapidez (de una a dos semanas) de pueblo en
pueblo. Primero al sur, a quinientos metros y contiguo a la cabecera parroquial, Transfiguración. Enseguida, San Luis
Mextepec, menos de dos kilómetros al norte y, al mismo tiempo, San Cristóbal Tecolí, a un kilómetro al suroeste
de Transfiguración y de la Cabecera. Una semana después, Santa Cruz Cuauhtenco y San Francisco Tlalcilalcalpa,
el primero dos kilómetros al sur de Transfiguración y el segundo casi tres kilómetros al noroeste de la cabecera y
sobre la ruta que llevaba a Santa María del Monte. Dos y tres semanas más tarde fueron afectados San Pedro Tejalpa,
ubicado a cuatro kilómetros y San Antonio Acahualco, ubicado a dos y medio kilómetros. Santa María Nativitas,
en los límites al norte de la parroquia y casi a medio camino de la parroquia de Almoloya, habría sido alcanzada
seis semanas después. Finalmente, a Santa María Magdalena del Monte llegó la enfermedad ocho semanas después,
posiblemente desde San Francisco Tlalcilalcalpa, a cinco kilómetros de distancia.
Así, el tifo se habría extendido en la parroquia fundamentalmente a partir de un foco inicial cuando la epidemia
llegó por el camino proveniente de Toluca. Una afectación anterior en tiempo, pero independiente de lo aquí reseñado,
es la de San Juan de las Huertas que, aunque pertenece a la parroquia de Zinacantepec, no propagó el mal a ninguna
otra localidad de la parroquia que estudiamos. En efecto, la duración de la epidemia de San Juan de las Huertas no
coincide con la del resto de las localidades ya que fue atacado antes, lo que se explicaría por tratarse de un pueblo
que contaba con una posta para arrieros y que estaba situado junto al importante camino que iba al sur, a las minas
de Zacualpan, y no el que llegaba al centro parroquial de Zinacantepec directamente de Toluca (véase cuadro 8 y
gráfica 11 y 12, en torno a los movimientos estacionales mensuales de las defunciones de la cabecera parroquial de
Zinacantepec y San Juan de las Huertas, como representativos del resto de las localidades).

Gráfica 11. Movimiento estacional de entierros por grupo de edad. San Juan (1737)

Fuente: Archivo parroquial de Zinacantepec (APZin) expedientes 4, 5 y 6, vol. I, Libros de entierros.

62
Gráfica 12. Movimiento estacional de entierros por grupo étnico (indios y españoles) y de edad. Cabecera parroquial
de Zinacantepec (1737)

Fuente: Archivo parroquial de Zinacantepec (APZin) expedientes 4, 5 y 6, vol. I, Libros de entierros.

Por medio del cuadro 8 también se infiere que los ritmos de avance de la epidemia no son constantes ni guardan
relación directa con la distancia que debe recorrer la rickettsia responsable. Esto significaría que la población usaba,
con eficacia temporal, estrategias de defensa que, sin duda, sólo consistían en mantenerse alejados lo más posible de
las personas enfermas. Por lo anterior, inferimos también que esta estrategia era puesta en juego con mayor eficacia
por los españoles. A juzgar por los multiplicadores de las localidades indígenas, algunas de éstas carecían de tal
estrategia o les rindió menos fruto. Los altos multiplicadores de algunos pueblos podrían explicarse ―como ya
se señaló― por mayor densidad demográfica o por algún elemento cultural que queda por estudiar, que habrían
dificultado o vuelto ineficaz, precisamente, el ejercicio de una ―cuarentena― más o menos espontánea.

63
Fuentes
Archivos
APZin. Archivo parroquial de Zinacantepec.

Bibliografía
André, Eric, 2000, “Pédiculoses humaines: historique et actualités oficinales”, thèse, Université de Nancy I, Nancy.
Consultado en: http://bit.ly/2nCFrKN, 25/IV/2016.

Canales Guerrero, Pedro, “Población, cultura material y recursos en el Valle de Toluca” en María Teresa Jarquín
Ortega y Manuel Miño Grijalva (directores), Historia General Ilustrada del Estado de México, número 3, “Época
Virreinal (1519–1750)”, Toluca, foem., 2011.

Hernández Rodríguez, Rosaura (coord.), Zinacantepec. Cuadernos municipales, núm. Veinte, México, El Colegio
Mexiquense, H. Ayuntamiento de Zinacantepec (2003–2006), 2005.

Juárez, Ana Bertha y Pedro Canales, “Enfermedad, muerte ¿y hambre? en Ixtlahuaca durante la guerra de Independencia.
Tifo epidémico en 1813, tifo endémico de 1807 a 1809”, en Ixtlahuaca, Colección Cuadernos municipales, México, El
Colegio Mexiquense, (en prensa, 2017).

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Sin autor, Atlas ecológico de la cuenca hidrográfica del río Lerma, Toluca, Gobierno del Estado de México, 1993.

Vaughan, Victor C., R. James McKay y Waldo E. Nelson, Tratado de pediatría, México, Salvat, 1990.

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