Rep 179
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Rep 179
morfodinámica y procesos
actuales en costas rocosas
Alejandra María Feal Pérez
Universidad de Santiago de
Compostela
Departamento de Geografía
2012
DEPARTAMENTO DE XEOGRAFIA
Evolución morfodinámica y procesos actuales en costas rocosas
Tesis Doctoral presentada por
Dª Alejandra María Feal Pérez
para optar al grado de Doctor,
dirigida por el Dr. Ramón Blanco Chao
Santiago, septiembre de 2011
La doctoranda Vº Bª El Director
Alejandra María Feal Pérez Ramón Blanco Chao
Índice de contenidos
INTRODUCCIÓN 1
0.1. Resumen y marco conceptual de la investigación 2
0.2. Importancia de la Investigación 3
0.2.1. Las costas rocosas como objeto de estudio 4
0.2.2. Equilibrio y evolución de las costas rocosas 8
0.3. Enunciado de los objetivos concretos de la investigación 10
0.4. Estructura de la exposición de los resultados de la investigación 10
CAPÍTULO 1. CARACTERÍSTICAS GEOGRÁFICAS DEL SECTOR DE ESTUDIO Y CONTEXTO 13
GEOMORFOLÓGICO: LAS RASAS CANTÁBRICAS
1.1. El área de estudio 14
1.1.1. Situación geográfica y contexto climático 14
1.1.2. Geología y Geomorfología del área de estudio 17
1.1.2.1. Geología del sector de estudio 17
1.1.2.2. Contexto geomorfológico. Las Rasas Cantábricas 19
1.1.3. Clima marítimo y características oceanográficas del sector de estudio 27
1.1.3.1. Características del oleaje 28
1.1.3.1.1. Boya de Estaca de Bares 29
1.1.3.1.2. Boya de Cabo de Peñas 33
1.1.3.1.3. Boya de Gijón 36
1.1.3.2. Clima marítimo en el sector de estudio 39
CAPÍTULO 2. LAS PLATAFORMAS LITORALES DE PUNTA GALLÍN. MORFODINÁMICA ACTUAL 41
2.1. Revisión bibliográfica 42
2.1.1. Cuestiones conceptuales: plataformas de abrasión, plataformas litorales, terrazas 42
marinas y rasas.
2.1.2. Procesos y factores en el desarrollo de las plataformas litorales 43
2.1.2.1. Procesos de alteración físico‐químicos 45
2.1.2.1.1. Procesos de alteración física 47
2.1.2.1.2. Procesos de alteración química 49
2.1.2.2.2. Procesos de erosión 50
2.1.2.3. El factor biológico 54
2.1.3. Controles en la evolución y origen de las plataformas litorales 55
2.1.4. La edad de las plataformas litorales y el papel de las herencias en su dinámica actual 57
2.1.5. Geometría de las plataformas litorales 59
2.2. Las plataformas litorales de Punta Gallín 62
2.2.1. Características de las plataformas estudiadas 64
2.2.2. Estudio de la resistencia como indicador de los procesos de erosión‐alteración en las 68
plataformas litorales de Punta Gallín
2.2.2.1 Dispositivos para estimar el grado de alteración en el campo a través de la 69
resistencia del substrato.
2.2.2.1.1. El Schmidt Hammer rock test 69
2.2.2.1.2. El Durómetro Equotip 70
2.2.2.2. Ventajas e inconvenientes del Equotip y el Schmidt Hammer para su 72
aplicación en el campo (in situ).
2.2.2.3. Interpretación de los valores R y L en geomorfología 74
2.2.2.4. Diseño del muestreo de la resistencia de la roca como medida indirecta de la 75
alteración.
2.2.2.4.1. Muestreo en cada punto. Factores de variación de los valores R y L 75
2.2.2.5. Aplicación del Schmidt Hammer al estudio de las plataformas litorales de 78
Punta Gallín
2.2.2.5.1. Uso del Schmidt Hammer para el estudio de las costas rocosas. 78
Experiencias previas.
2.2.2.5.2. Aplicación del Schmidt Hammer a las plataformas de Punta Gallín. 81
2.2.2.6. Interpretación de los datos obtenidos con el Schmidt Hammer en las 82
plataformas de Punta Gallín.
2.2.3. Formas y procesos actuales en las plataformas de Punta Gallín y su relación con los 94
controles litológicos y estructurales.
2.2.3.1. Controles litológicos: litología y patrón de diaclasación 94
2.2.3.2. Grado de alteración y formas asociadas 97
2.2.3.3. Relaciones entre la cobertura biológica y los procesos geomorfológicos 107
2.3.4. Discusión de resultados 114
CAPÍTULO 3. ESTUDIO DE LOS DEPÓSITOS SEDIMENTARIOS DE PUNTA GALLÍN Y EL PAPEL DE 119
LAS HERENCIAS EN LA EVOLUCIÓN Y MORFODINÁMICA ACTUAL
3. Estudio de los depósitos sedimentarios de Punta Gallín 120
3.1. Cambios climáticos y del nivel del mar cuaternarios y concepto de herencia 120
3.1.1. Cambios climáticos sobreimpuestos a los ciclos glaciales e interglaciales en el Atlántico 122
Norte
3.2. El nivel del mar en el último interglacial. Evidencias sedimentarias y geomorfológicas en el 123
NW de la Península Ibérica.
3.3. Cambios recientes en el nivel del mar. El nivel del mar Holoceno en el NW de la Península 126
Ibérica.
3.4. Los depósitos sedimentarios de Punta Gallín 132
3.4.1. Sedimentos antiguos en el tramo costero comprendido entre la Ría De Foz y la Ría de 132
Ribadeo
3.4.2. Descripción general de los niveles sedimentarios identificados en Punta Gallín. 135
3.4.2.1. Depósitos sedimentarios de Gallín‐II 135
3.4.2.2. Depósitos sedimentarios de Gallín‐I 137
3.4.2.3. El sedimento actual. Playas de cantos de Gallín‐I y Gallín‐II 142
3.5. Metodología aplicada al estudio de los depósitos sedimentarios de Gallín‐I 144
3.5.1. Trabajo de campo 144
3.5.2. Preparación de las muestras para los análisis físico‐químicos 145
3.5.3. Análisis físicos 145
3.5.3.1. Granulometrías de la fracción gruesa 145
3.5.3.2. Granulometrías de la fracción fina y análisis morfoscópico de la fracción 146
arena
3.5.4. Análisis químicos realizados en la fracción fina del suelo 147
3.5.4.1. Determinación del pH 147
3.5.4.2. Extracciones selectivas de Al y Fe 148
3.5.4.3. Análisis elemental 149
3.5.4.3. Estimación del contenido en materia orgánica mediante LOI (% Loss On 149
Ignition)
3.5.6. Otras técnicas 150
3.5.7. Dataciones radiocarbónicas 150
3.6. Análisis de los depósitos de la ensenada Gallín‐I 151
3.6.1. Análisis de la secuencia Gadep‐I‐I 151
3.6.1.1. Características texturales del sedimento (GAdep‐I‐I) 151
3.6.1.2. Propiedades físico‐químicas del sedimento (GAdep‐I‐I) 155
3.6.1.3. Interpretación de la secuencia GAdep‐I‐I 160
3.6.2. Análisis de la secuencia GAdep‐I‐VII 163
3.6.2.1. Características texturales del sedimento (GAdep‐I‐VII) 163
3.6.2.2. Propiedades físico‐químicas del sedimento (GAdep‐I‐VII) 166
3.6.2.3. Interpretación de la secuencia GAdep‐I‐VII 172
3.6.3. El depósito bajo la playa de cantos: GAdep‐I‐XI 175
3.6.3.1. Características texturales del sedimento (GAdep‐I‐XI) 176
3.6.3.2. Propiedades físico‐químicas del sedimento (GAdep‐I‐XI) 178
3.6.3.3. Interpretación de la secuencia GAdep‐I‐XI 184
3.6.4. Aplicación del método estadístico de Análisis de Componentes principales al estudio 184
de las señales geoquímicas de las secuencias estudiadas
3.6.5. Discusión: Evolución paleoambiental del sector de estudio 191
3.6.5.1. Evolución paleoambiental del sector de estudio 191
3.6.5.2. Los depósitos de Punta Gallín en el marco de la costa NW de la Península 200
Ibérica.
CAPÍTULO 4. EVOLUCIÓN RECIENTE DEL SECTOR DE ESTUDIO: LA HUELLA DE TORMENTAS DEL 204
HOLOCENO RECIENTE EN EL REGISTRO SEDIMENTARIO.
4.1. Introducción. La señal de tormentas en depósitos de material grueso en costas rocosas 204
4.2. Características de la secuencia sedimentaria estudiada. GAdep‐I‐X 205
4.3. Metodología 207
4.3.1. Análisis sedimentario 207
4.3.2. Estimación del tipo de ola necesario para construir los niveles sedimentarios gruesos 207
de Gadep‐I‐X
4.4. Resultados y Discusión 211
4.4.1. Interpretación de los datos obtenidos en el análisis sedimentario 211
4.4.1. Interpretación del resultado de la aplicación de la ecuación de Lorang (2002). 216
4.5. Discusión: Evolución del sector de estudio durante el Holoceno reciente. 219
CHAPTER 5. CONSLUSIONS. 227
5.1. Punta Gallín rock shore platforms morphodynamics 228
5.2. Morphodynamic evolution of Gallín Point since the last Interglacial (MIS 5e). 231
5.3. Rock shore platform evolution and dynamics in NW Spain: on the role of inheritance in 234
Holocene and present dynamic of rock coasts.
English Summary 239
Bibliografía 269
INTRODUCCIÓN
COSTAS ROCOSAS, FACTORES, PROCESOS, EVOLUCIÓN Y
CAMBIO CLIMÁTICO
0. INTRODUCCIÓN: COSTAS ROCOSAS, FACTORES, PROCESOS, EVOLUCIÓN Y CAMBIO
CLIMÁTICO
«Los mismos lugares de la tierra no siempre son húmedos o secos
sino que cambian según la aparición y la desaparición de los ríos;
por eso también se producen cambios en la disposición de la tierra
firme y del mar, y tanto la tierra como el mar no permanecen
siempre iguales, sino que se encuentra el mar allí donde estaba la
tierra firme y allí donde ahora se encuentra el mar habrá de nuevo
una tierra. Y debemos pensar que estos hechos se producen según
un cierto orden y una cierta periodicidad... Debido a que toda la
evolución de la tierra se produce gradualmente y en tiempos muy
largos comparándolos con nuestra vida, estos cambios escapan a la
observación ... »
(Aristóteles, 340 a. C, Meteoros, 1, 14, 351).
0.1. Resumen y marco conceptual del tema de investigación.
La presente tesis doctoral se enmarca dentro del campo científico de la
Geomorfología, y en concreto de la rama que se dedica al estudio de la costa o litoral. La
geomorfología litoral pude ser definida de modo generalista como la disciplina científica que se
encarga del estudio de las formas de la costa y los procesos que operan sobre ellas. Dentro de
esta definición caben muy diversas temáticas que deben ser tratadas dentro de la complejidad
de los sistemas litorales, medio de interfase entre la atmosfera, hidrosfera y litosfera. Dentro
de esta variedad temática, los contenidos de este trabajo pueden clasificarse como un estudio
sobre el origen de las formas terrestres en relación con su geología, procesos y variaciones en
el clima y los cambios relativos en el nivel del mar. Las formas concretas en las que
centraremos la atención son las costas rocosas. Esta tesis evalúa las relaciones entre los
procesos y factores que actúan sobre las plataformas rocosas y las herencias que permanecen
en el sistema relacionadas con los cambios relativos del nivel del mar a lo largo del Holoceno.
Esta investigación se realiza en el marco de trabajo desarrollado por el Grupo de Investigación
“Ciencia del Sistema Tierra” (Código: GI‐1553) de la Universidad de Santiago de Compostela,
dentro de la línea de trabajo sobre evolución de la costa y retroceso de acantilados
sedimentarios en el NW Peninsular. La investigación se ha realizado en un sector de la costa
del municipio de Ribadeo, llamado Punta Gallín, en la Comunidad Autónoma de Galicia, NW de
la Península Ibérica.
Este proyecto se plantea con el objetivo de avanzar en la metodología, teoría y
conceptos en la geomorfología costera, y en particular para profundizar en el conocimiento de
las costas rocosas, de los procesos que operan sobre ellas y de su evolución y respuesta ante
los cambios relativos del nivel del mar. Este trabajo supone una evaluación detallada de los
procesos que operan en las costas rocosas desarrolladas sobre materiales metamórficos en la
cornisa cantábrica peninsular, evaluando las relaciones entre el factor geológico y
2
geomorfológico a distintas escalas temporales. La investigación incorpora un inventario
detallado de los factores geológicos, geomorfológicos, ecológicos y paleoambientales en las
plataformas rocosas. Se trata de un estudio multidisciplinar en el que se han utilizado técnicas
geomorfológicas y paleoambientales conjuntamente, pero siempre con el objetivo de explicar
los procesos actuales como modelo para comprender la evolución futura de este tipo de
ambientes litorales. La información inferida de la plataforma y aquella derivada del registro
sedimentario contribuye a reconstruir la dinámica de las costas rocosas en el NW peninsular
durante el Holoceno. La información paleoambiental hace referencia a los cambios relativos
del nivel del mar desde el último interglacial (MIS 5e) y con especial énfasis en el Holoceno
Reciente y a las entradas extremas de energía en el sistema y su interpretación en la secuencia
sedimentaria.
0.2. Importancia de la investigación
En el informe de los grupos de trabajo de la Conferencia Global en Océanos y Costas
celebrada en París en 2001 (UNESCO, 2001), se puede leer:
“Why should we focus on the coastal ocean? Because a large
number of the human population is concentrated along the
coast and this population is increasing rapidly. As the
population increases, the demands on the coastal ecosystem
increase to provide more commerce, recreation, and living
space from a limited resource. Thus, we must better
understand the coastal ecosystem in order to make better
decisions that ensure the coastal resource is managed using
best management practices”
En un contexto de incertidumbre con respecto a la evolución futura del clima, se hacen
necesarias investigaciones que prevengan a la sociedad sobre los posibles efectos de estos
cambios. Son muchas las investigaciones sobre la costa que se justifican utilizando el dato de
que más de un 80 % de la población mundial vive en los 100 primeros km de costa (Carter,
1988). En Europa 70 millones de habitantes residen en municipios costeros (Proyecto Eurosion:
http://www.eurosion.org). Dados estos porcentajes, desde una perspectiva socio‐económica y
cultural, cualquier avance en el conocimiento de la dinámica de este medio queda justificado.
Por otro lado, la perspectiva de un cambio climático futuro, difícil de prevenir y estimar,
implica numerosas incógnitas en cuanto a la respuesta de los sistemas costeros ante los
posibles cambios del nivel del mar; cambios que podrían incrementar la erosión costera,
afectar a diversas comunidades biológicas que tienen su nicho ecológico en el litoral, destruir
infraestructuras...
La variabilidad inherente al concepto de clima, y asociada a la inercia climática natural
en interacción con la actividad antrópica, determina la necesidad de alargar el conocimiento
de cómo los cambios climáticos pasados han conducido a cambios ambientales profundos,
pero también de los procesos geomorfológicos concretos que se han producido sobre la
corteza terrestre. En este sentido, el estudio del archivo paleoambiental de las costas rocosas y
3
sus depósitos asociados es indispensable para la correcta interpretación (y datación cuando es
posible) de las dinámicas de deposición, así como los efectos de las tormentas y los tsunamis
en las costas actuales. Por motivos no fáciles de esclarecer (Felton, 2002), el estudio de
depósitos en las costas rocosas ha recibido una atención limitada con respecto a otros
ambientes, a pesar de que pueden aportar datos de gran interés para el estudio del cambio
climático. Los depósitos de material grueso de las costas rocosas son potencialmente los
únicos registros de un amplio rango de procesos de baja frecuencia y alta energía, como
tormentas, huracanes o tsunamis (Bourrouilh‐Le Jan y Talandier, 1985; Nott, 1997).
0.2.1. Las costas rocosas como objeto de estudio
Dada la enorme variedad de formas y procesos que se da en los ambientes costeros,
ha habido variados intentos de clasificación de estos ambientes en función de sus
características principales. La diversidad de perspectivas ha llevado a que algunas
clasificaciones pongan el énfasis en los aspectos estructurales, otros en los factores dinámicos,
en los morfogenéticos o bien en la escala de trabajo. El resultado de esta pluralidad de
criterios ha sido una gran abundancia de clasificaciones y una cierta ambigüedad terminológica
(Fairbridge, 2004). Una clasificación habitual de los sistemas litorales se realiza en función del
balance sedimentario en el sistema, distinguiendo entre costas erosivas si predomina la
erosión y costas de acreción si predomina la sedimentación (Davies, 1985; Komar, 1998;
Woodroffe, 2003). En la categoría de costas de erosión se identifican costas con presencia de
acantilados y/o plataformas litorales, mientras que los sistemas dunares, playas, marismas,
estuarios o deltas constituyen ejemplos típicos de las costas de acumulación. De esta
clasificación se deriva que las costas rocosas hayan sido interpretadas tradicionalmente como
costas erosivas, pero sin embargo, la evidencia de que existen múltiples estadios intermedios
entre un comportamiento puramente acumulativo y otro erosivo hace difícil la separación
nítida entre ambas categorías (Flinkl, 2004). No podemos considerar las costas rocosas como
ambientes en los que solo predominan los procesos erosivos, ya que son numerosos los
ejemplos de procesos de acumulaciones en estos ambientes (p.ej. playas de material grueso,
derrumbes…). Una clasificación que pone un menor énfasis en el balance energético‐procesos,
sino que relaciona la vulnerabilidad de las costas ante procesos erosivos, es la que distingue las
costas blandas (soft coasts) y costas duras (hard coasts) (Pethick y Crooks, 2000). Naylor et al.
(2010a) han destacado las implicaciones de esta clasificación en la percepción de la
importancia relativa de los estudios de las costas rocosas. Pethick y Crooks (2000) han
defendido que la vulnerabilidad de las formas costeras puede ser caracterizada por los tiempos
de relajación y los intervalos de retorno para eventos que superan un determinado umbral. En
este sentido las costas blandas, que responden con inmediatez a los eventos de alta energía,
son vistas como muy vulnerables, mientras los efectos a priori menos visibles en las costas
rocosas están asociados a una mayor resiliencia de estos sistemas, de forma que muestran una
menor plasticidad ante los cambios y los tiempos de recuperación son mucho mayores que en
las costas blandas. Este tipo de clasificación también plantea problemas a la hora de integrar
en una u otra categoría aquellas costas en las que aunque predomina el material consolidado,
en términos relativos no se puede decir que los materiales que las forman sean duros o
resistentes como por ejemplo en los acantilados formados sobre limos o arcillas.
4
El proyecto EUROSION, aprobado por el Parlamento Europeo en 2001, a efectos de
cuantificar la erosión en las costas europeas, consideró dos tipos de costas rocosas. Las costas
“duras” incluyen aquellas costas y/o acantilados desarrollados sobre rocas poco erosionables
(p. ej. granitos) con posible presencia de plataformas rocosas o playas de bolsillo de menos de
200 m de largo. Las costas “blandas” incluyen las costas y/o acantilados desarrollados en
costas fácilmente erosionables (p. ej. yesos) y se caracterizan por la presencia de derrubios y
sedimentos (arena o cantos) en la base. Por exclusión, este tipo de costas se diferencian de las
playas (segmentos de costa compuestos de sedimentos no consolidados (arena, gravas y
cantos), las llamadas costas arcillosas (como las marismas o las llanuras limoso‐arcillosas
(mudflats) y las costas artificiales (como puertos, diques…).
Esta clasificación introduce un concepto de escala, tanto en la extensión del sistema,
ya que a partir de 200 metros de longitud de material no consolidado se consideraría una
playa, como en el tamaño del sedimento, entre 4 y 64 mm.) Pero ¿qué ocurre con las costas de
menos de 200 metros con acumulaciones de material de menor o mayor tamaño? Ninguna
clasificación es completamente satisfactoria ante la diversidad de ambientes, muchas veces
transicionales, que se pueden distinguir en la región litoral
De modo general, y con el propósito de definir nuestro objeto de estudio, podemos
decir que las costas rocosas, son sistemas costeros caracterizados por el predominio de roca
consolidada, que presentan dinámicas y tiempos de respuestas diferenciadas de otros
ambientes en los que predominan los sedimentos no consolidados, sin que ello impida que
presenten procesos de sedimentación. Lo que resulta más evidente que los limites entre
ambos ambientes, es el diferente interés que ha mostrado la comunidad científica por las
costas rocosas y las sedimentarias. En comparación con los ambientes sedimentarios las
investigaciones enfocadas en el estudio de las costas rocosas han sido mucho más escasas.
Este hecho puede ser explicado en parte por el alto valor económico y social que tienen
asociadas las costas sedimentarias, y sobre todo la playas (p. ej. Finkl and Walker, 2002; Horn,
1997). Otro factor puede ser el hecho de que, tradicionalmente, se ha interpretado que los
cambios en las costas rocosas son muy lentos y difíciles de observar a escala humana. Naylor
et al. (2010) han realizado una revisión de los artículos publicados en geomorfología costera en
las últimas décadas, y de 139 registros sólo 4 se han centrado en el estudio de costas rocosas,
lo que sugiere que las playas “han mantenido el dominio en la geomorfología costera en los
últimos 20 años” (ver Figura 1). Existe por lo tanto una menor información y desarrollo teórico
y conceptual en el campo de la geomorfología de las costas rocosas.
Actualmente las costas rocosas constituyen un 80 % de perímetro del contacto entre
mar y tierra (Emery y Khun, 1982). Según el proyecto de la Unión Europea Eurosion
(EUROSION, 2004), las costas rocosas, suponen un 47,1 % de la extensión de total de la línea
de costa de la UE, y en España un 61 %, del que un 43 % lo constituyen las denominadas costas
rocosas “blandas”. A pesar de estos datos, buena parte del énfasis de la investigación en temas
de geomorfología costera se ha centrado el estudio de playas, marismas y otros ambientes
sedimentarios en los que los procesos actúan en escalas temporales más cortas y que son
potencialmente más vulnerables a un ascenso del nivel del mar (Trenhaile, 2002). Por otro
lado, es importante entender la dinámica y el modo de evolución de los acantilados y las
5
plataformas litorales para predecir las dinámicas de erosión futura, introduciendo como
factores la actividad humana y como se ajustarán los acantilados, plataformas rocosas y playas
de material grueso a los cambios futuros del nivel del mar.
Figura 1. Búsqueda bibliográfica ilustrando el número de artículos con la palabras beach, rock coast (shore platform
o rock cliff) y coastal wetlands (incluyendo mangroves y salt marshes) en su titulo en intervalos de 5 anos desde
1993. Las búsquedas se realizaron utilizando la Web of Science el 23 de diciembre de 2008. (En Naylor et al., 2010).
En los últimos años se ha ido perfilando una serie de temáticas recurrentes en el
estudio de las costas rocosas. Esta variedad temática se engloba sobre todo en la investigación
de las plataformas litorales y sus factores de retroceso/evolución:
Estimación del papel relativo de los procesos de alteración y erosión en el retroceso de
las plataformas litorales / costas rocosas (y más recientemente del factor biológico). En
las últimas décadas ha habido en la geomorfología litoral un intenso debate en cuanto al
papel relativo de los procesos de erosión y de alteración en las costas rocosas, muy
especialmente de las plataformas litorales. Este debate que podemos definir como “olas
vs. alteración” (Stephenson y Kirk, 1998) tiene su origen en los trabajos de Dana (1849),
Bartrum (1924, 1926) y Edwards (1941, 1951), en los que se argumenta que el agente
principal en el desarrollo de las costas rocosas es la acción del oleaje. Como
contraposición, los trabajos de Bartrum (1916, 1938), Wentworth (1938, 1939), Hills
(1940, 1971) y Bird y Dent (1966) consideraron más importante el papel de los procesos
de alteración subaérea. La acción combinada de ambos procesos ha sido destacada por
Bartrum y Turner (1928), Bartrum (1935), Jutson (1939) y Kirk (1977) entre otros.
Recientemente, esta discusión ha ido perfilando dos teorías que podríamos identificar
como la escuela australiana, representada especialmente por los trabajos de Stephenson
y Kirk en los que se propone a la alteración como el proceso dominante en el desarrollo
de las plataformas litorales (p.ej. Stephenson y Kirk, 1998, 2000a, 2000b), y la escuela
canadiense, encabezada por Alan Trenhaile, en la que se defiende que los procesos de
erosión tienen un papel predominante en su desarrollo (p. ej. Trenhaile, 1972; 1987;
2004a; Sunamura, 1992; Trenhaile y Porter, 2007). En ambos casos, ha habido un esfuerzo
evidente por cuantificar mediante métodos fiables los procesos de alteración y erosión y
6
obtener tasas de rebaje de las plataformas (“downweathering”). La defensa de uno u otro
factor como agente principal de cambio de las plataformas ha dependido en gran parte de
la zona de estudio y los métodos aplicados. Más recientemente, la discusión se ha ido
moderando al tiempo que el factor biológico surgía como un nuevo tema de interés a la
hora de estimar la evolución de estos ambientes. El factor biológico como agente en la
evolución de las plataformas litorales ha sido tratado fundamentalmente por L.A. Naylor
y H. Viles (Naylor, 2001; Fiol et at., 1996; Fornós et al., 2006; Gómez‐Pujol et al., 2006;
Viles y Spenser, 1986; Viles et al., 2008), que han desarrollado una interesante línea de
trabajo cuantificado el papel de la bioerosión y la bioalteración en las costas rocosas, al
tiempo que han reflexionado sobre la relación entre el factor geomorfológico y el factor
biológico en estos ambientes (Naylor, 2001).
El papel relativo de los factores geológicos (litología y estructura) y la morfología de la
plataforma. El debate “olas vs. alteración” perfilado en el punto anterior, ha ido
reconduciendo la mirada de los investigadores hacia lo que podemos denominar controles
geológicos en el desarrollo de las plataformas litorales (p. ej. Dickson, 2006; Dickson et al.,
2004; Chelli et al., 2009; Cruslock et al., 2010; Stephenson y Naylor, 2010). La litología es
un factor de enorme importancia como control en la forma de las plataformas y de los
procesos que operan sobre ella, ya que cada tipo de roca responderá de un modo
diferente a la acción de los distintos agentes de erosión y alteración, y por lo tanto la
eficacia y extensión espacial de los distintos procesos (erosión, alteración…) sobre la
plataforma será muy diversa. Estos trabajos suelen utilizar herramientas que permitan
caracterizar la resistencia de la roca adquiridos normalmente con distintas versiones del
esclerómetro (Schmidt Rock Test Hammer).
Evolución cuaternaria de las costas rocosas y estimación del papel de las herencias.
Relacionado con el punto anterior, existe una línea temática que evalúa el papel de las
herencias en los procesos actuales de las plataformas litorales. Los trabajos enmarcables
en esta temática investigan el la evolución de las costas rocosas en escalas temporales
largas, con especial interés en los cambios del nivel del mar y en el papel que juegan los
procesos y formas heredadas de los estadios climáticos anteriores en la actual dinámica y
morfología de las plataformas (p. ej. Trenhaile et al., 1999, Blanco Chao et al., 2007).
Modelización de formas y procesos. Hasta este punto, al referirnos a las principales
temáticas de investigación en la geomorfología de las costas rocosas, hemos hilvanado
también los principales agentes de su desarrollo como los procesos y las escalas
temporales en las que operan, cambios cuaternarios del nivel del mar, substrato…. Las
diversas modelizaciones, realizadas fundamentalmente por Alan Trenhaile (Trenhaile,
2000; Trenhaile, 2001a; Trenhaile, 2001b; Trenhaile, 2001c; Trenhaile, 2004b; Trenhaile,
2005; Trenhaile, 2010a) consisten en modelos matemáticos que integran esos factores
para simular diferentes escenarios de evolución de las plataformas litorales, con el
objetivo de entender y predecir el comportamiento de los sistemas costeros rocosos.
Registro sedimentario y geomorfológico de los procesos de alta energía. En los últimos
años se ha producido un incremento en el interés hacia el estudio de procesos de alta
energía en las costas rocosas. Dentro de este grupo se pueden diferenciar aquellos
7
trabajos que prestan atención a la influencia de los procesos actuales de alta energía (olas
de tormenta y tsunamis) en las costas rocosas desde la perspectiva del estudio de riesgos
(p. ej. Paris et al., 2009, Noormets et al., 2002, Nanayama et al., 2000, Gotto et al., 2007),
y aquellos que estudian los depósitos sedimentarios atribuidos a este tipo de eventos
para caracterizarlos genética y cronológicamente. Son diversos los autores que han
interpretado depósitos de bloques emplazados a cotas elevadas con respecto al nivel del
mar actual como registro del efecto de olas extremas, intentando además distinguir entre
sí se trata de oleaje de tormenta o de tsunamis (p. ej. Williams y Hall, 2004, Scicchitano et
al., 2007, Scheffers and Kelletat, 2003, Scheffers and Scheffers, 2007, Scheffers, 2004,
Pérez Torrado et al., 2006, Morton et al., 2007, Morton et al., 2008, Mastronuzzi and
Sansò, 2004, Mastronuzzi and Sansò, 2000, Kortekaas and Dawson, 2007, Kelletat et al.,
2004, Hall et al., 2006, Etienne and Paris, 2010, Switzer et al., 2005, Switzer y Burston,
2010). Hasta el momento se ha insistido más en discernir los mecanismos y procesos que
han originado los depósitos que en indagar en el papel de las tormentas y tsunamis, como
excedentes energéticos en el sistema de costas rocosas y su impronta geomorfológica
global. En cualquier caso, los trabajos mencionados, suponen un nuevo enfoque de la
geomorfología de las costas rocosas hacia el estudio de los procesos de alta energía y sus
efectos en estos ambientes a través del estudio del registro sedimentario.
A pesar de que, se han hecho avances importantes en el estudio de la sedimentología
y procesos de las costas rocosas (Scoffin, 1993; Nott, 1997; Hansom, 2001; Felton y Crook,
2003; Sommerville et al., 2003; Noormets et al., 2004; Williams and Hall, 2004; Stephenson y
Thornton, 2005; Felton et al., 2006; Hall et al., 2006; Kennedy et al., 2007; Hall et al., 2008;
Hansom and Hall, 2009, Naylor and Stephenson, 2010, Stephenson and Naylor, 2010), todavía
es necesario un importante esfuerzo para comprender integradamente la acción de los
procesos litorales sobre las costas rocosas y acantiladas (Stephenson, 2000; Felton, 2002;
Felton and Crook, 2003; Stephenson and Thornton, 2005; Dominey‐Howes et al., 2006; Naylor
et al., 2010).
0.2.2. Equilibrio y evolución de las costas rocosas.
Las costas son uno de los sistemas más dinámicos de la naturaleza; sometidas a
procesos de origen contrastado (continental, oceánico y atmosférico) que actúan en escalas
temporales diferentes. Estos sistemas complejos experimentan cambios como respuesta a
modificaciones en las condiciones ambientales (naturales y antrópicas), que pueden ser
cíclicos (p.ej. oscilaciones mareales, cambios del nivel del mas asociados a las glaciaciones
cuaternarias), o presentar un fuerte componente estocástico. Las modificaciones en la
morfología de las costas son el producto de un amplio rango de procesos, algunos de los cuales
son actuales (los que operan aproximadamente desde la estabilización del nivel del mar en el
Holoceno) y otros de carácter heredado. Esos procesos que han operado en el pasado, en
especial durante el Cuaternario, todavía pueden estar influenciando la dinámica de los
actuales sistemas litorales, y de hecho son variados los ejemplos de ambientes costeros que
han alcanzado el equilibrio con respecto al nivel del mar en un tiempo relativamente reciente
(p. ej. Blanco Chao et al, 2007; Trenhaile et al, 1999).
8
La morfología actual de las formas de la corteza terrestre es el resultado de la
combinación de una morfología previa (vestigio de los procesos asociados a los cambios
ambientales pasados, como por ejemplo las glaciaciones y los cambios del nivel del mar) y las
formas resultantes de los procesos que operan actualmente sobre ellas. Teórica y
conceptualmente, la evolución de las formas costeras puede ser entendida como un conjunto
de interacciones complejas entre las entradas de energía (vientos, olas, avenidas…) y la
materia (litología, estructura, sedimentos), en el que se produce un continuo ajuste de formas y
procesos en diferentes escalas temporales y espaciales en respuesta a unas determinadas
condiciones ambientales (Carter, 1988). Dicho reajuste se produce a través de diferentes
estados morfodinámicos determinados por unos límites espaciales y unas condiciones
necesarias para el funcionamiento de cada tipo de procesos. Para Cowell y Thom (1994) la
costa evoluciona a través de una sucesión continua de estados morfodinámicos, cada uno
dependiente de los anteriores. El paso de un estado a otro se produce cuando ocurre alguna
modificación en los límites espaciales (p.ej. un ascenso del nivel del mar) o en las condiciones
límite para los procesos (p. ej. cambios en el régimen de oleaje o en los aportes
sedimentarios). Puede considerarse que los sistemas litorales existe una realimentación entre
la topografía y la dinámica de fluidos (olas, corrientes, viento), realimentación que puede ser
negativa de forma que el sistema adoptará una tendencia a conservar el equilibrio sin perder
materia y energía (auto‐regulación), o bien puede ser positiva, lo que significa un crecimiento
de la inestabilidad con pérdidas o ganancias de materia y/o energía, de manera que el sistema
tenderá a modificar su comportamiento para recuperar el equilibrio (auto‐organización)
(Cowell y Thom, 1994). Intuitivamente, la influencia de los procesos en un determinado
sistema geomorfológico debe ser proporcional a la intensidad y duración de su actuación, e
inversamente proporcional al lapso de tiempo que ha transcurrido desde esa acción (Howard,
1965).
Uno de los temas importantes en el estudio de las costas rocosas ha sido determinar
en qué grado estas costas son contemporáneas o heredadas del Cuaternario. Trenhaile (1983)
defendió que la mayoría de las plataformas litorales actuales han alcanzado un estado de
equilibrio, o se encuentran cerca de alcanzarlo, como consecuencia de la estabilización del
nivel del mar durante los últimos 6500 años. Estudios realizados en la costa gallega han puesto
de manifiesto la importancia de las herencias en la evolución de las costas rocosas (Trenhaile
et al, 1999; Blanco Chao et al., 2003; 2006; 2007). En el contexto de la geomorfología litoral el
término “herencia” no ha sido definido con precisión y puede ser aplicado a distintas
situaciones. Puede considerarse que una plataforma litoral es heredada si su morfología ha
sido originada durante anteriores periodos interglaciales, pero dicho carácter heredado
dependerá del grado de modificación al que ha sido sometida por los procesos actuales.
Trenhaile (2002) consideró que una plataforma se podía considerar heredada si no ha
experimentado un rebajamiento (dowcutting) mayor que unos pocos centímetros, o unos
pocos metros en el caso de acantilados desde que el mar alcanzó su nivel actual.
Más allá de consideraciones más o menos arbitrarias sobre la definición de una costa
rocosa como heredada o contemporánea, el término “herencia” en el contexto de las costas
rocosas hace referencia a la influencia que han tenido los cambios ambientales y de del nivel
del mar a lo largo del Cuaternario sobre las mismas, así como al reajuste en términos de
9
equilibrio, de las costas a las condiciones ambientales del nivel del mar actual. Este tema se
desarrolla con más detalle en el capitulo primero de esta memoria.
0.3. Enunciado de los objetivos concretos de la investigación.
En el contexto científico del estudio de las costas rocosas este trabajo se plantea para
profundizar en los procesos actuales y heredados de las costas rocosas en el marco geográfico
de la costa cantábrica de la Península Ibérica. El objetivo global de esta Tesis es investigar la
evolución y morfodinámica actual de un sistema de plataforma litoral y acantilado
sedimentario en un sector de la costa cantábrica Gallega y con ello contribuir a mejorar el
conocimiento acerca de los procesos que operan en las costas rocosas y su posible respuesta
ante un ascenso del nivel del mar. Dentro de este tema global, pueden desgranarse los
siguientes objetivos paralelos:
Definir los procesos actuales y heredados en una plataforma rocosa labrada sobre
materiales metamórficos en el NW de la península ibérica.
Caracterizar el control ejercido por el componente geológico‐estructural en la evolución
del sector de costa estudiado
Utilizar un registro sedimentario complejo para caracterizar los cambios ambientales en la
costa gallega a lo largo del Holoceno, tratar de enmarcarlos en el contexto
paleoambiental del Atlántico Norte y relacionarlos con los procesos que han operado y
operan en las costas rocosas.
Confirmar si en el contexto geográfico de la costa cantábrica gallega se dan los mismos
patrones de alteración‐abrasión de las plataformas litorales que los que han sido
identificados en trabajos anteriores (Treinhaile et al., 1999; Blanco Chao et al., 2007) en la
costa atlántica.
Mejorar los métodos para el estudio global de la morfodinámica de las costas rocosas.
Profundizar en el conocimiento paleoambiental de la costa gallega y reflexionar sobre su
respuesta ante un ascenso previsible del nivel del mar.
Contribuir a un mejor entendimiento de los procesos que operan en las costas rocosas en
diferentes escalas temporales así como estimar la vulnerabilidad de estos ambientes ante
los cambios relativos el nivel del mar y los eventos de alta energía.
0.4. Estructura de la exposición de los resultados de la investigación
Para llegar a una comprensión global de las interacciones entre los cambios en el
clima‐nivel del mar y las formas y procesos de las costas rocosas a lo largo del Holoceno se han
combinado técnicas geomorfológicas y técnicas de reconstrucción paleoambiental. Los
resultados obtenidos en esta investigación se estructuran en 5 capítulos; se ha estimado que el
modo más adecuado de dividir los contenidos de este trabajo era tratar primero de forma
aislada los aspectos relacionados con la geomorfología de las plataformas rocosas estudiadas
(capitulo 2) y los aspectos de reconstrucción paleoambiental de los depósitos sedimentarios
(capítulo 3) para finalmente integrar los resultados en el apartado de conclusiones (capítulo 5).
Por otro lado, dado que los niveles superiores de la secuencia sedimentaria estudiada están
relacionados con la dinámica actual del sistema, y que su estudio ha requerido algunos análisis
10
específicos, se ha decidido integrar los resultados del estudio de estos niveles en un capítulo
aparte (capítulo 4).
En el capítulo primero se perfilan las variables geográficas generales del sector de
estudio: clima actual, geología y oceanografía y se hace referencia al contexto geomorfológico
a través de la revisión de los trabajos que se han ocupado de investigar las Rasas Cantábricas.
Figura 2. Diagrama de flujo marcando los componentes principales de este proyecto de investigación.
El capítulo segundo integra todo el trabajo desarrollado en las plataformas litorales
estudiadas. Se parte de una revisión de la literatura existente sobre las costas rocosas
ofreciendo al lector un resumen del marco teórico en el que se integra esta tesis. A
continuación se describe la metodología empleada para estudiar las plataformas rocosas de
Punta Gallín y se resume el trabajo realizados para caracterizar los procesos geomorfológicos
que actúan sobre ellas y estimar el control geológico.
En el capítulo tercero se propone una revisión de los trabajos que han caracterizado
los cambios climáticos cuaternarios en la costa gallega y se evalúa el estado del conocimiento
paleoambiental de la costa de Galicia en el contexto del Atlántico Norte. También se describen
los métodos utilizados para estudiar los depósitos desde una perspectiva paleoambiental, se
presentan los resultados individualizados de cada perfil estudiado y la hipótesis de evolución
11
ambiental del sector de estudio. En el capítulo 4 se expone la metodología empleada para
estudiar los niveles superiores de la secuencia sedimentaria estudiada y se investiga el papel
de los eventos de alta energía en su formación y en la morfodinámica del sistema durante el
Holoceno reciente y en la actualidad. La tesis concluye en el capítulo quinto, en el que se
exponen las conclusiones más destacadas del estudio. Finalmente si incluyen las referencias
bibliográficas.
12
CAPITULO 1
CARACTERÍSTICAS GEOGRÁFICAS DEL SECTOR DE ESTUDIO Y
CONTEXTO GEOMORFOLÓGICO: LAS RASAS CANTÁBRICAS.
1.1. El área de estudio.
Esta investigación se enmarca dentro de la línea que el grupo de investigación en
Ciencias del Sistema Tierra de la Universidad de Santiago de Compostela, y anteriormente el
Grupo de Investigaciones Geomorfológicas y Ambientales de la misma institución, han
desarrollado previamente en la costa Atlántica de Galicia. Con este proyecto se pretendió
emplear una metodología semejante en un ambiente geomorfológico y energético diferente,
la costa Cantábrica, para seguir profundizando en el estudio de la dinámica de las costas
rocosas. El área de estudio se ha seleccionado por tratarse de un sector de costa rocosa en la
que se ha desarrollado una plataforma litoral y en el que afloran depósitos sedimentarios
complejos cuyo análisis debería ayudar a reconstruir e interpretar su evolución y dinámica
actual y por ende, a mejorar el conocimiento de la morfodinámica de las costas rocosas
localizadas en latitudes medias.
1.1.1. Situación geográfica y contexto climático.
El sector de estudio pertenece al litoral cantábrico, en concreto al tramo costero de
la Mariña Lucense que se extiende entre la desembocadura del río Masma en la ría de Foz, al
oeste, y la desembocadura del río Eo en la Ría de Ribadeo, al este. El área de estudio es una
pequeña península rocosa, Punta Gallín, situada en el margen occidental de la Ensenada de
Loureiro, a unos 2 km al oeste de la desembocadura del río Eo, en la parroquia de San Xoán de
Piñeira, perteneciente al municipio de Ribadeo (Figura 3).
Desde una perspectiva climática, como el resto de la Comunidad Autónoma Gallega,
el sector de estudio se encuentra bajo la influencia de la circulación general de las latitudes
medias de carácter zonal, que se caracteriza por la presencia constante en los niveles altos de
la troposfera de grandes corrientes del oeste –vientos de Ferrel‐ entre los paralelos 30º y 60º,
lo que define una circulación cerrada próxima al Polo Norte que se conoce como Vórtice
Circumpolar. En invierno, con el vórtice expandido, la corriente en chorro polar desciende
hasta los 40‐35º N siendo responsable de las borrascas que dan lugar a situaciones advectivas
del oeste en la costa gallega. La contracción del vórtice durante el verano provoca un
desplazamiento del chorro polar hasta los 50º N, lo que permite que el anticiclón de las Azores
se sitúe en latitudes próximas a la Península Ibérica y actúe bloqueando las borrascas
derivadas de la ondulación del chorro polar (Castillo Rodríguez, 2000; Castillo Rodríguez et al,
1999). La especial localización de Galicia entre las altitudes altas (deficitarias de energía) y las
altitudes bajas (excedentarias) resulta en una variada sucesión de situaciones sinópticas
relacionadas con el juego zonal y estacional de las masas de aire frías provenientes del norte y
el anticiclón de las Azores.
14
Figura 3. Localización del sector de estudio. Las flechas blancas muestran la localización del sector estudiado.
15
Los datos de temperatura y precipitación de la estación meteorológica Pedro Murias
(Ribadeo) permiten caracterizar el clima del sector de estudio como oceánico húmedo (figura
4); las temperaturas son suaves a lo largo de todo el año, con una media anual de 14.9 ºC y
oscilación térmica anual de 11 ºC. Las precipitaciones son moderadas, con una precipitación
anual acumulada de 1008 mm (Datos de la estación meteorológica Pedro Murias,
Meteogalicia). Los inviernos son templados y suaves y los veranos frescos. En cuanto al
gradiente altitudinal, la zona de estudio figura en el Atlas climático de Galicia (2006) dentro de
la zona I, caracterizada por un gradiente de precipitación de 100 l cada 100 metros de altitud
(Martínez Cortizas et al, 1999a), y un gradiente de temperatura de ‐0.67 ºC cada 100 metros de
altitud (Martínez Cortizas et al, 1999b) desde la costa hacia el sur donde se erigen los sistemas
montañosos.
Figura 4. Climograma de la estación meteorológica Pedro Murias, Ribadeo.
Figura 5. Rosa de los vientos correspondiente a los datos de velocidad y dirección del viento recogidos en la estación
meteorológica de Ribadeo (período 2000‐2011). Elaboración propia a partir de los datos de la estación
meteorológica Pedro Murias 2001‐2010 (Meteogalicia).
16
El régimen de vientos es estacional (Tabla 1); durante el otoño y el invierno los
vientos dominantes y más fuertes son de componente SW, al situarse sobre la península las
borrascas atlánticas; durante el verano, dominan los vientos de componente NW, NE y N, son
vientos frescos y secos característicos de situaciones atmosféricas anticiclónicas. Los vientos
de componente S y SE son relativamente frecuentes durante el otoño y preceden el paso de las
borrascas atlánticas. Las calmas (velocidad del viento inferior a 6 km/h) suponen un 23 % de
registro y tienen su mayor incidencia en los meses del otoño. Las situaciones de temporal de
viento (velocidad del viento mayor de 17.2 km/h) suponen un 13.6 % de los registros anuales,
concentradas en los meses de invierno, ligados a las componentes direccionales SE, SO, O y NO
preferentemente (tabla 1).
Tabla 1. Frecuencias (%) de los vientos por mes y dirección para el intervalo 2001‐2011 en la estación meteorológica
Pedro Murias de Ribadeo.
N NE E SE S SO O NO
Velocidad media (m/s) 1.9 3.1 3.7 5.5 3.3 5.5 3.4 2
Enero
Dirección (%) 6.64 5.72 5.52 13.84 9.66 10.83 8.73 3.55
Velocidad media (m/s) 2.5 2.9 3.1 4.3 2.7 5.1 3.8 3.4
Febrero
Dirección (%) 10.62 4.84 9.41 9.43 7.24 11.68 4.80 2.03
Velocidad media (m/s) 2.2 2.7 3.4 4.8 2.9 4.9 4.1 3.4
Marzo
Dirección (%) 9.07 7.18 10.43 16.35 7.93 7.64 7.42 8.12
Velocidad media (m/s) 2.0 2.3 3.6 3.2 2.8 4.7 3.0 2.3
Abril
Dirección (%) 10.18 8.50 12.68 4.40 5.63 7.01 8.30 8.12
Velocidad media (m/s) 1.9 2.4 3.3 3.8 2.6 4.3 3.2 2.3
Mayo
Dirección (%) 9.73 11.14 8.79 4.40 6.44 6.79 8.30 13.71
Velocidad media (m/s) 1.6 2.1 2.9 5.0 2.4 4.0 2.5 2.0
Junio
Dirección (%) 11.50 16.28 6.75 0.63 2.99 4.25 9.61 15.23
Velocidad media (m/s) 1.7 2.1 2.8 3.8 2.1 3.9 2.4 2.2
Julio
Dirección (%) 10.18 15.69 5.52 1.26 4.83 5.73 11.35 14.21
Velocidad media (m/s) 1.7 1.9 2.9 2.6 2.2 3.7 1.9 2.0
Agosto
Dirección (%) 9.29 11.73 8.18 3.77 7.36 5.31 10.04 11.17
Velocidad media (m/s) 1.5 1.8 2.7 2.0 1.9 3.4 2.4 2.1
Septiembre
Dirección (%) 5.09 8.21 13.09 4.40 9.77 6.37 7.42 6.09
Velocidad media (m/s) 2.2 1.8 2.7 2.9 2.5 4.2 2.3 3.3
Octubre
Dirección (%) 4.20 2.93 7.36 18.87 13.91 9.55 7.86 6.09
Velocidad media (m/s) 2.7 3.0 3.5 4.2 2.7 4.7 3.9 2.9
Noviembre
Dirección (%) 5.53 4.40 6.34 10.69 10.46 13.80 9.61 6.60
Velocidad media (m/s) 2.6 2.7 3.7 3.5 2.9 5.0 3.5 2.3
Diciembre
Dirección (%) 7.96 3.37 5.93 11.95 13.79 11.04 6.55 5.08
Total (%) 19.22 13.78 4.48 24.51 13.27 6.45 5.55 12.74
1.1.2. Geología y geomorfología del sector de estudio
1.1.2.1. Geología.
En el NW de la Península Ibérica, el macizo hercínico se ha dividido clásicamente en
tres zonas de características geológicas diferentes: Zona Cantábrica, Zona Asturoccidental‐
leonesa y Zona Centroibérica (Lotze, 1945). El sector de estudio se encuentra en la Zona
Cantábrica, y está representado en la hoja nº 10 del Mapa Geológico de España 1:50.000
(Figura 6). El substrato está compuesto por materiales metamórficos pertenecientes a la
unidad litológica denominada Serie de los Cabos. El hecho de que las cuarcitas situadas en esta
formación afloren en muchos de los cabos situados en la costa asturiana (p.ej. Cabo Busto,
17
Cuerno, Vidio y Peñas), tal como fue referido por Barrois (1882) y Adaro (1916), ha dado lugar
a la denominación actual de la formación, debida a Lotze (1957) (Marcos y Pérez‐Estaun,
1981). La formación Serie de los Cabos ha sido dividida en dos dominios paleogeográficos con
facies diferentes: al oeste el dominio del manto de Mondoñedo y al este el dominio del Navia y
el alto Sil, siendo el límite entre ambos dominios el cabalgamiento basal del manto de
Mondoñedo (Marcos, 1973). El sector de estudio corresponde al dominio del Manto de
Mondoñedo, un apilamiento de grandes pliegues acostados deformados por pliegues suaves
de plano axial subvertical. Los materiales representados son bandas de cuarcitas, pizarras y
areniscas de edad Cámbrico‐Ordovícica que aparecen en muchas ocasiones cubiertos por
depósitos cuaternarios de diferente edad y origen (Figura 7). Los sectores más elevados de la
hoja, que corresponden al Monte de Mondigo (570 m) y el sistema montañoso de Penalonga
(509 m) coinciden con un afloramiento de cuarcitas. La península de Punta Gallín, en la que se
ha desarrollado este estudio, ha sido incluida por Bastida y Pulgar (1978) dentro de las Capas
de Bres, uno de los miembros en los que Marcos y Pérez‐Estún (1981) dividieron la Serie de los
Cabos. El miembro de las capas de Bres está formado por areniscas y cuarcitas entre las que se
intercalan siltitas y pizarras. Las areniscas son claras, con tonos grises o verdosos, de grano fino
y con espesores de las capas que oscilan generalmente entre los 10 y 40 cm.
Este basamento de materiales detríticos paleozoicos sufrió tres fases de deformación
durante la orogenia hercínica que al superponerse dieron lugar a la estructura actual. Para
Marcos (1973) esta deformación hercínica polifásica dio lugar a una estructura general de
pliegues y cabalgamientos con una vergencia hacia el este; en la etapa más tardía de esta serie
de deformaciones se originó un sistema de diaclasas de dirección ONO‐ESE. La tectónica de
fractura es una de las bases para explicar los patrones de retroceso de las costas rocosas,
sobre todo en contextos litológicamente homogéneos. La densa red de fracturas desarrollada
durante las deformaciones es un factor de primer orden en el retroceso costero del sector. En
este sentido, cabe destacar la importancia de las estructuras tectónicas tardías (posteriores a
la tercera fase de deformación hercínica) como fallas directas o pliegues suaves y sobre todo
una densa red de diaclasas transversales que determinan no sólo parte del recorte de la costa
en el sector de estudio sino que, a escalas menores (cm‐mm), se convierte en un factor
determinante de la operatividad de diferentes procesos de alteración y erosión. En el sector
comprendido entre la Ría de Foz y la Ría de Ribadeo, estas estructuras presentan unas
direcciones preferentes NO‐SW y NW‐SE y W‐E. Un estudio muy detallado de las principales
direcciones de fractura en este sector ha sido realizado por López‐ Bedoya y Pérez‐Alberti
(2007).
En un trabajo sobre la estructura del Manto de Mondoñedo entre Burela y Tapia de
Casariego, Bastida y Pulgar (1978) destacaron que las deformaciones hercínicas mencionadas
han ido acompañadas de un metamorfismo regional cuya intensidad aumenta en líneas
generales de E a W y que va desde la facies de esquistos verdes hasta la facies anfibolítica. Los
mismos autores distinguen en el tramo costero entre Burela y Tapia de Casariego 4 zonas de
metamorfismo, estando el sector concreto de estudio (Punta Gallín) dentro de la zona de la
clorita.
18
Figura 6. Mapa de los principales tipos geológicos de la Costa Gallega.
Punta Gallín es un resalte de cuarcitas entre las ensenadas de Loureiro al oeste y la
Ensenada de A Vella, al este. Este saliente queda delimitado por una fractura de dirección N‐S
que coincide con su flanco occidental y por una fractura de dirección NNO‐SSE en su vertiente
oriental. Las plataformas litorales que se han estudiado en este trabajo coinciden con un
contacto litológico de dirección Norte entre las cuarcitas y una sucesión de estratos de
areniscas y cuarzofilitas en la trayectoria de dos fracturas de dirección NNO‐SSE. Esta sucesión
de materiales metamórficos en las plataformas estudiadas muestra un buzamiento subvertical
con vergencia este.
1.1.2.2. Contexto Geomorfológico. Las Rasas Cantábricas.
El sector costero comprendido entre la ría de Foz, al oeste, y la ría de Ribadeo, al
este, puede descomponerse en tres unidades geomorfológicas: (i) La alineación montañosa de
Penalonga‐Monte do Mondigo (569 m), que enlaza suavemente con (ii) una superficie
aplanada tendida hacia el mar y de escasa pendiente que finaliza de forma más o menos
abrupta en un desnivel acantilado hacia el mar. La tercera unidad es la franja litoral.
19
Figura 7. Mapa geológico del área de estudio elaborado a partir de la hoja 10 del mapa geológico nacional
(1:50.000)
20
a) Alineación montañosa litoral de Penalonga y el Monte Mondigo.
Se trata de una elevación montañosa modesta formada sobre materiales cuarcíticos
que se extiende de O a E. Este sistema montañoso puede ser subdividido en un sector
meridional, en el que se alcanza la altura máxima (Monte Mondigo, 569 m) y un sector
septentrional; ambas alineaciones están separadas por un surco que coincide con los valles
de los ríos Noceda y Pequeno que vierten sus aguas hacia el sur. La alineación montañosa
septentrional se encuentra a unos 2 km de la línea de costa, y es la divisoria entre las
cuencas del río Eo y los arroyos de corto recorrido que vierten directamente al mar
Cantábrico. El sistema montañoso de Penalonga muestra en sus cumbres más altas alguna
crestería cuarcítica, y en algunas laderas aparecen distintos tipos de depósitos continentales,
como derrubios de ladera o material coluvial, descritos por Asensio Amor y Lombardero Rico
(1990) en los montes Penalonga y Mondigo.
b) Sector prelitoral o rasa.
Desde el límite basal entre los montes de Penalonga (a unos 50‐50 m sobre el nivel
del mar actual) hasta el borde acantilado se extiende una superficie aplanada y de escasa
pendiente (entre 1.07º y 1.8º), con una elevación máxima de 70 m y mínima de 15 m. El
contacto con los montes de Penalonga se hace a través de una pendiente suave, a menudo
cubierta de depósitos de origen continental; el contacto con el mar se realiza a través de
acantilados bajos, de unos 15‐20 m de altura media, que suelen mostrar perfiles
subverticales y enlazar con plataformas litorales submareales o intermareales.
Existe una cierta controversia en cuanto al origen y edad de estas superficies
aplanadas que caracterizan al margen costero cantábrico. En el oriente asturiano, algunos
autores (p. ej. Mary, 1983; Asensio Amor, 1970; Flor, 1983; Flor, 1982), en base a la
interpretación de depósitos discordantes con el substrato rocoso de las rasas y a asumir la
existencia de movimientos eustáticos, han atribuido un origen marino al menos a los cuatro
niveles inferiores (VII, VIII, XI, IX, X). Esta interpretación se fundamenta en la existencia de
fenómenos epirogenéticos de ascenso (del orden de 0.2 mm/año) que como señaló Mary
(1983) afectarían al litoral cantábrico del oriente asturiano desde el Tortoniense. Así, la
teoría de las rasas cantábricas, al menos en el oriente asturiano, se fundamenta en el hecho
de que desde que tuvieron lugar los procesos tectónicos principales que construyeron la
21
cadena cámbrico‐pirenaica en el Paleógeno, consistentes en la formación de grandes
bloques (horst y grabens), la corteza continental ha experimentado una elevación
epirogenética intermitente pero constante (Flor, 2005). Durante los últimos 1‐2 millones de
años de años se ha seguido produciendo una elevación regional de la Cordillera Cantábrica
que queda registrada en la elevación de las terrazas marinas, en Asturias denominadas rasas
costeras (Jiménez Sánchez et al., 2006; Álvarez‐Marrón et al., 2007). Dataciones de
espeleotemas de una cavidad kárstica desarrollada en una rasa de la costa oriental de
Asturias sugieren un levantamiento de 0.19 mm/año desde hace aproximadamente 300.000
años (Jiménez et al., 2006). También Gutiérrez‐Claverol et al. (2006) han descrito depósitos
pleistocenos con evidencias de actividad neotectónica en la zona de Canero (zona
meridional de Cabo Busto) a unos 90 km al este del sector de estudio. Los autores
identificaron un desarrollo de fallas inversas en un depósito de origen Plioceno‐Pleistoceno
que relacionan con una acomodación reciente de la cobertera ante reactivaciones del
basamento paleozoico, mediante mecanismos de flexión por deslizamiento.
Tabla 2. Relación de los diferentes niveles de rasas, con las altitudes correspondientes a la que se
encuentra la línea de costa antigua, para la región central de Asturias y resto de cantábrico oriental propuesta
por Flor (2000, 2005). Se separan tres conjuntos principales en función de la altitud y las diferencias de altitud
entre niveles contiguos. El autor avanza una hipótesis en cuanto a la edad de su formación.
45 m
III 185 Aluviales
70 m
IV 115 Aluviales
Conjunto 35 m
intermedio V 80 Aluviales
15 m
VI 65 Costeros
30 m
VII 35 Costeros
15 m PLEISTOCENO
22
Figura 8. Elevaciones, pendientes y perfiles topográficos del área de estudio. Los perfiles se han realizado con una
exageración vertical de 5x.
El tramo litoral comprendido entre la Ría de Foz al este y la Ría de Ribadeo al oeste
forma parte de lo que se conoce como rasa de Galicia y Asturias occidentales, que se
extiende desde Burela hasta la Concha de Artedo (Flor, 1983). Para Nonn (1966) el nivel de
la única superficie de rasa en el sector de estudio comenzaría en la cota de + 40 m en
Devesa y en la de + 60 m en Ribadeo. Mary (1983) consideró que esta superficie se originó
durante una transgresión marina presumiblemente de edad Pliocena, basándose en la
reducida pendiente hacia el mar, en estudios morfométricos de depósitos que afloran en la
misma y en la presencia de conchas marinas en un depósito de Cabo de Peñas. Asumiendo la
afirmación de Mary (1983), Álvarez‐Marrón et al. (2007) estimaron la edad de la rasa
comprendida entre Ribadeo y Cabo de Peñas mediante la combinación de métodos de
datación cosmogénica e interpretaciones de la geometría del relieve. En su estudio
23
realizaron 6 dataciones en diferentes puntos del tramo de costa comprendido entre el
estuario del Navia y el estuario de Avilés, concluyendo una edad mínima para la superficie
estudiada de 1.5 a 2 Ma, lo que les permitió inferir velocidades medias de levantamiento de
0.07 y 0.1 mm/año. La gran extensión de la superficie datada (2‐4 km) y la gran resistencia
del substrato, llevó a estos autores a suponer que la rasa en el sector estudiado se generó
durante al menos varias decenas de miles de años y probablemente varios cientos de miles a
través de una reocupación de la superficie en distintos momentos en los que el nivel del mar
fue superior al actual. Estos autores remarcan como único origen posible de esta superficie
aplanada la reocupación de la misma por el mar durante varios niveles altos del mar,
basándose en Burban y Anderson (2001) y Kelsey y Bockheim (1994), quienes afirmaron que
para que se desarrollen plataformas litorales de más de 500 m de ancho es necesaria su
reocupación por el mar a lo largo de varios estadios interglaciales. Hay que señalar, sin
embargo, que Álvarez‐Marrón et al. (2007) no realizan un estudio detallado de los depósitos
que encuentran sobre la superficie de la rasa, y a pesar de que identifican un nivel coluvial,
no hacen referencia a un posible origen continental o al menos a la importancia de procesos
de diferente naturaleza en su desarrollo.
A partir de los resultados obtenidos del análisis de isótopos de oxigeno realizados
en los testigos de aguas profundas, se puede establecer que el nivel del mar fue inferior al
actual durante los interglaciales correspondientes a los estadios isotópicos marinos (Marine
Isotopic Stage: MIS) 7, 13, 17 y 19 y similar al actual durante los estadios 5e, 9 y 11
(Shackleton, 1987). A pesar de que parece improbable que el nivel del mar se haya situado
más que unos pocos metros sobre el nivel actual en los últimos 2‐5 millones de años
(Trenhaile, et al., 1999), sí que existen suficientes evidencias para considerar que durante el
último interglacial alcanzó cotas algo superiores (Broecker et al., 1968; Chappell, 1983).
Durante los 2 últimos millones de años, correspondientes al período Cuaternario, se han
identificado dos interglaciales en los que el nivel del mar fue superior al actual: el MIS 5 y el
MIS 11. El nivel del mar alcanzado durante estos períodos continúa siendo un motivo de
controversia, si bien el MIS 5e está más estudiado y se asume que el nivel del mar fue unos
2‐5 m sobre el nivel del mar actual. Estudios de campo y geocronológicos han sugerido que
durante el MIS 11 (hace 400.000 años), uno de los interglaciales más largos y cálidos
(Howard, 1997; Droxler y Farrell, 2000; McManus et al., 2003; EPICA, 2004) el nivel del mar
se situó a unos 20 m sobre el nivel del mar actual. Depósitos de edad medio‐pleistocena y
similar elevación sobre el nivel del mar han sido descrito por varios autores en Alaska
(Kaufman y Brigham‐Grette, 1993), en las Antillas Holandesas (Lundberg y McFarlane, 2002),
Reino Unido (Bowen, 1999), y Bermuda (Olson y Hearty, 2009). Con anterioridad a estos
eventos cuaternarios, se ha identificado un máximo eustático durante el Plioceno Medio (3.3
‐3.9 Ma), cuya amplitud oscila entre + 5 m y + 40 m sobre el nivel del mar actual, y que suele
establecerse en + 25 a efectos de modelización (Raymo et al, 2009). Si asumimos una
estabilidad tectónica para la rasa en el sector entre Ribadeo y Foz, y las estimaciones más
altas para los niveles alcanzados por el mar durante el Plioceno medio y el MIS 11, esta
superficie solamente habría sido ocupada por el mar en sus primeros metros (Figura 9). Si
consideramos las tasas de elevación calculadas por Álvarez‐Marrón (2007) para el sector
comprendido entre Ribadeo y Cabo de Peñas (figura 9) esta superficie habría sido invadida
por el mar en sus primeros metros durante el MIS 11, pero hubiera estado completamente
24
ocupada por el mar, incluyendo las elevaciones montañosas adyacentes, durante el máximo
Plioceno1. Las dataciones publicadas por Álvarez‐Marrón et al (2007) se obtuvieron en
superficies de la rasa situada a elevaciones entre 90 y 100 m sobre el nivel del mar actual, lo
que implicaría que esta superficie no habría podido ser invadida por el mar durante el
cuaternario, y para atribuirle un origen marino habría que remitirse al Terciario.
Figura 9. Perfil topográfico obtenido del mapa 1:500 (corresponde al perfil 1 de la figura 8). La línea 1 es el perfil
real actual y las líneas 2 y 3 se han obtenido a partir de la tasa de elevación anual estimada por Álvarez Marrón
‐1
(2007) para el sector occidental de la Rasa Cantábrica (se ha utilizado el valor máximo de 0,1 mm/año ). El perfil
del acantilado para las líneas c y b se ha idealizado. Una supuesta pulsación positiva del nivel del mar de + 20 m
durante el MIS 11 (aprox. 400.000 BP) supondría la inundación de hasta 1 km de la extensión actual de la rasa en
el sector de estudio; mientras el MIS 5e sólo habría sido responsable del retoque de los primeros metros de la
misma.
Las superficies planas que caracterizan al relieve litoral y prelitoral cantábrico de la
Península Ibérica suelen identificarse como antiguas plataformas litorales; sin embargo, la
diversidad de interpretaciones y la, en ocasiones, dudosa calidad de los datos interpretados
remarca la necesidad de retomar el tema de estas superficies desde una perspectiva global y
con nuevos datos e interpretaciones. Hernández Pacheco y Asensio Amor (1954‐1964),
basándose en el estudio de los sedimentos de la rasa en este mismo sector, sugieren un
origen continental de esta superficie con una posible invasión por el mar en su parte más
baja, mientras que Boirot y Sole Sabaris (1954), Nonn (1960; 1966) y Mary (1983), identifican
depósitos de características marinas sobre la misma superficie. Mary (1983) llega a distinguir
dos niveles marinos, situados a alturas de 100 y 60 m en la parte gallega de la rasa, entre
Burela y Ribadeo. Estas interpretaciones suelen estar basadas en el estudio morfológico de
los niveles de cantos, pero sin ningún tipo de datación o análisis paleontológico que puedan
ayudar a sostener el origen marino de la misma. Puede afirmarse que actualmente no existe
una teoría concluyente acerca del origen y procesos que han conducido al desarrollo de esta
1
En esta simplificación se obvian las diferencias topográficas que resultarían de las diferencias entre una superficie 0, que no ha
sufrido erosión, y una superficie 1, actual que es el resultado de una larga historia geológica en la que los procesos erosivos han
originado un rebaje con respecto a la superficie 0.superficie 0, que no ha sufrido erosión, y una superficie 1, actual que es el
resultado de una larga historia geológica en la que los procesos erosivos han originado un rebaje con respecto a la superficie 0.
25
superficie, ni tampoco de la existencia y magnitud real de los posibles procesos de
levantamiento tectónico en la costa NE gallega.
Sin procurar una solución para el problema de la Rasa Cantábrica, estas reflexiones
pueden servir para ejemplificar las diversas interpretaciones que se han hecho sobre su
origen y como el papel relativo que han jugado los procesos marinos a lo largo de la historia
geológica en su desarrollo continua siendo controvertido. Trenhaile (2002) modelizó el
desarrollo de terrazas marinas en costas rocosas tectónicamente activas, remarcando que
durante los interglaciales Cuaternarios la duración de los altos niveles del mar no habría sido
suficiente como para producir plataformas anchas de escasa pendiente partiendo de perfiles
iniciales con pendientes abruptas. Trenhaile (2002b) llega a la conclusión de que la génesis
de este tipo de formas solamente puede explicarse en base a aspectos estructurales y
litológicos, así como a la combinación de diferentes procesos morfogenéticos. Si ciertos
niveles de la rasa cantábrica pueden ser asimilables a antiguas plataformas litorales,
entonces para su correcta interpretación y con el objetivo de estimar el papel relativo que a
lo largo de su historia geológica han tenido los procesos continentales y marinos, deberían
tenerse en cuenta aspectos fundamentales de la dinámica de las costas rocosas, como los
controles geológicos y estructurales, la posición de la rompiente, la geometría de las
plataformas y los paleoacantilados o las diferencias en el régimen erosivo en los contextos
de ascenso o descenso del nivel del mar. A ello debe añadirse la relación entre la velocidad
en el ascenso del nivel del mar y las tasas de elevación de las superficies, que determina el
tiempo durante el cual puede producirse una erosión efectiva en cada sección de la paleo‐
plataforma, partiendo de que la mayor parte de la erosión tiene lugar en la zona de
rompiente del oleaje (Trenhaile, 1987).
c) Sector litoral
En el sector de estudio la unidad asimilable a la rasa cantábrica limita por el Norte
con el sector litoral actual; el límite entre ambas unidades geomorfológicas suele coincidir
con un perfil acantilado. Este sector litoral presenta un perfil subrectilíneo y recortado,
predominantemente rocoso y propio de un acantilado bajo; en su mitad occidental, del
estuario del Masma a la Punta do Castro, presenta una sucesión de playas de arena, cuyos
materiales silíceos (cuarzo, fundamentalmente) proceden en su mayor parte de las
descargas de las cuencas hidrográficas que dieron lugar a los estuarios de Fazouro y Foz a lo
largo de su historia geológica de encajamiento (Flor y Flor, 2011). El sector oriental, desde la
Punta do Castro hasta la Ría de Ribadeo, puede ser caracterizado como una costa rocosa en
la que se suceden tramos de acantilados y pequeñas ensenadas rocosas en las que pueden
aparecer playas de cantos o playas mixtas de arena y cantos. López‐Bedoya y Pérez Alberti
(2007) distinguieron en este tramo tres tipos de acantilados: verticales, degradados en
vertiente hacia el mar y degradados con vertiente en extraplomo, en función del tipo de roca
y de la disposición de los estratos. En algunos tramos los acantilados poseen al pie
plataformas litorales, en general de pequeña extensión y que quedan completamente
expuestas únicamente durante las mareas bajas vivas. El litoral comprendido entre las rías
de Foz y de Ribadeo presenta un amplio catálogo de formas litorales, en las que el control
26
estructural y tectónico constituye el principal factor de su trazado (López‐Bedoya y Pérez‐
Alberti, 2007).
1.1.3. Clima marítimo y características oceanográficas.
Las mareas y el oleaje son dos factores básicos en la geomorfología de las áreas
costeras. Las oscilaciones del nivel del mar causadas por las mareas suelen considerarse un
factor fundamental en el desarrollo de costas en las que el oleaje tiene poca intensidad
como las marismas, los estuarios o los manglares pero son también importantes en las
costas cuya morfología está dominada por el oleaje (como son las costas rocosas), en donde
las mareas determinan el rango vertical de elevaciones y la extensión horizontal sobre las
que el oleaje y otros factores marinos pueden operar. La marea es el factor responsable de
las variaciones en factores como la extensión de la zona de surf, la elevación de la columna
de agua y la posición de la zona de rompiente (Trenhaile, 1997). Por su parte, las olas
suponen la mayor entrada de energía en los sistemas costeros dominados por el oleaje y su
importancia se manifiesta en todos los procesos morfodinámicos que afectan a los mismos:
sedimentación, erosión y transporte.
Las mareas que afectan a la región del Cantábrico son semidiurnas, con un período
aproximado de 12 horas y 20 minutos. Según los datos proporcionados por el mareógrafo de
Gijón perteneciente a la Red de Mareógrafos de Puertos del Estado (REDMAR) (lat: 43º 33´
33” N, long: 5º 41´ 50” O) para el período 1996‐2003 (Fuente: Base de datos Océano‐
Meteorológica de Puertos del Estado, Ministerio de Fomento), el rango mareal varía entre
1.64 m durante las mareas muertas y 4.83 m durante las mareas vivas. El máximo nivel
observado es de 5.41 m y a él corresponde la carrera máxima de 4.96 m. Los rangos para
cada una de las dos semimareas diarias a lo largo de cada mes, separando los máximos y
mínimos, y en base a la media anual, permite deducir una media mesomareal; el rango entre
la máxima pleamar astronómica y la mínima bajamar astronómica es de 4.8 m (figura 10) lo
que permite caracterizar el régimen mareal del sector de estudio macromareal (Davis,
1964).
Figura 10. Niveles de marea observados. Gráfico obtenido del Documento de Información climática del
mareógrafo de Gijón (Puertos del Estado, 2005).
27
1.1.3.1. Caracterización del oleaje.
Desde el punto de vista de las características del oleaje, Punta Gallín se encuentra
en un punto transicional entre las costas Cantábrica y Atlántica de la Península Ibérica.
Desde Estaca de Bares, el perfil costero describe una curvatura hacia el Este que, a partir de
la desembocadura del río Masma, inflexiona hacia un perfil rectilíneo de dirección O‐E que
define a la mayor parte de la costa cantábrica peninsular. La Punta de Estaca de Bares, el
punto más septentrional de la península, delimita dos sectores costeros desde el punto de
vista del oleaje: un sector occidental, relativamente más expuesto al oleaje de componente
oeste y suroeste, y un sector oriental protegido del oleaje de estos componentes por su
posición al oeste de la costa de Burela. El sector de estudio se encuentra a unos 55 km al
este de Estaca de Bares y por lo tanto ligeramente protegido del oleaje de componente
oeste con respecto a los sectores costeros emplazados al oeste de este accidente geográfico.
Las condiciones de oleaje normales o más frecuentes se han obtenido utilizando
técnicas de estadística descriptiva unidimensional en combinación con el uso de tablas de
contingencia, que han servido para caracterizar los regímenes medios (escalares o
direccionales), la relación entre alturas de ola y periodos y el comportamiento estacional de
estos parámetros. Los parámetros empleados en la descripción del oleaje en el sector de
estudio han sido los siguientes:
Hs: Altura Significante Espectral (m)
Tm: Periodo Medio Espectral (s)
Tp: Periodo de Pico (s)
Hmax: Altura de la Ola Máxima (m)
Thmax: Periodo de la Ola Máxima (s)
Además de las condiciones normales, en el estudio de la dinámica de costas resulta
imprescindible caracterizar el régimen extremal del oleaje, ya que es a los eventos extremos
a los que corresponde una mayor entrada de energía en el sistema y por lo tanto una mayor
capacidad morfodinámica (transporte, sedimentación y erosión). Para estudiar los eventos
extremos se han identificado y caracterizado las situaciones de tormenta en los últimos 10
años de registro de la boya costera de Gijón, y se ha calculado la probabilidad de que
2
Los datos empleados corresponden a las boyas Gijón I que funcionó desde 1989 a 2001, y los de la boya Gijón II,
que sustituye a Gijón I desde el año 2001.
28
ocurran olas mayores a un umbral de tormenta predefinido en 3 m, que es el valor que la
ROM 03‐91‐0 (1990) de Puertos del Estado define como umbral para identificar una
tormenta en las zonas I y II, correspondientes a las boyas de Gijón y Bilbao y de A Coruña
respectivamente. Finalmente se han calculado las frecuencias de los estados del mar
utilizando la escala de Douglas.
1.1.3.1.1. Boya de Estaca de Bares.
A partir del análisis estadístico unidimensional de los datos de la boya de Estaca de
Bares para el período 1996‐2009, se ha obtenido una altura de ola significante espectral
media anual de 2.39 m (Hs), y un período espectral medio (Tm) de 6.08 s. La altura de la ola
máxima media (Hmax) es de 3.6 m. El 74.1 % de las olas tienen alturas (Hs) de 1‐2 m, a las que
corresponden períodos de 5‐6 s (50 %). El período de pico (Tp) medio es de 9.35 s y el
período de la ola máxima (Thmax) medio de 9.18 s. Un 70.5 % del oleaje procede del cuarto
cuadrante (Figura 11), al que corresponden también las olas más energéticas; el 18.4 % tiene
una procedencia septentrional y el 10 % restante procede del primer cuadrante. El oleaje de
componente SO, SE y S supone el 0.65 % del registro.
La Figura 12 muestra la distribución estacional de la altura de ola significante
espectral y el periodo medio espectral en la boya de Estaca de Bares. Durante los meses de
invierno se registran los valores máximos de Hs, alcanzándose alturas de 11‐13 m que
corresponden a las componentes direccionales O y NO. Durante esta estación, las olas con Hs
media superior a 3.5 m tienen una frecuencia del 66.48 %, correspondiente a las direcciones
O (21.42 %) y NO (45.06 %), mientras que el resto de direcciones, salvo la S, presentan
valores medios de Hs cercanos o superiores a 2.5 m. De acuerdo al umbral de altura de ola
en 3 m definido en la ROM 03‐91‐0 (1990) durante el invierno predominan las condiciones
de temporal. Los valores máximos de Hmax están asociados a las direcciones del oleaje del N,
NO y en menor medida del O y se registran durante los meses de otoño e invierno, durante
los cuales se han alcanzado valores superiores a 20 m. En primavera también se registran
valores de Hmax extremos, cercanos a 20 m, asociados a temporales de componente NO.
29
Figura 11. Rosas de oleaje estacionales obtenidas con los datos de la Boya de Estaca de Bares (1996‐2010)
30
Figura 12. Gráficos estacionales de frecuencias (expresadas en porcentajes) de los valores de Hs y Tm del oleaje
registrado en las boyas de Estaca de Bares (1996‐2010).
Tabla 3. Estadísticos descriptivos de los principales parámetros del oleaje en las boyas de Estaca de Bares, Cabo
de Peñas y Gijón.
Estaca de bares Cabo de Peñas Gijón
Des.t Des.t Des.
Mín. Máx. Med. Mín. Máx. Med. Mín. Máx. Med.
íp. íp. típ.
Hm0 0.4 12.9 2.39 1.27 0.3 12.2 1.96 1.08 0.2 8 1.59 0.91
Tm02 3.1 12.3 6.08 1.41 2.8 14.8 6.19 1.60 2.2 23 6.34 1.69
Tp 3.2 25 9.35 2.33 1 24.8 9.64 2.47 0.1 21.3 9.56 2.84
Hmax 0.5 20.6 3.66 1.99 0.4 23.3 2.97 1.65 0.3 14.9 2.6 1.48
Thmax 2.9 25.4 9.18 2.54 2.9 24.2 9.22 2.53 1 23.3 9.04 2.95
31
Los periodos medios (Tm) tienen un comportamiento estacional semejante a Hs,
concentrándose los valores más altos en los meses de invierno (ligeramente superiores a 7 s)
asociado a direcciones NO y O. La Tabla 2 muestra las frecuencias de cada altura de ola (Hs)
y cada periodo (Tm) y permite apreciar como a las olas más altas corresponden los períodos
más largos. Un 0.19 % de las olas registradas tienen períodos medios superiores a 8 s y
alturas superiores a 8 m, mientras las olas de de Hs superior a 10 m, con una frecuencia de
0.05 % pueden considerarse extraordinarias. La Tabla 3 muestra los valores medios y
máximos anuales de Hs, Hmax, Tm y Thmax.
Tabla 4. Valores anuales de Hs, Tm, Hmax y Thmax obtenidos de los datos registrados por la Boya de Estaca de
Bares en el período 1996‐2009.
Hs
media Hs máxima Hmax media Hmax máxima Tm medio Tm máximo Thmax medio Thmax máximo
1996 2.3 9.4 3.5 13.5 6.1 10.6 8.8 16.2
1997 2.4 5.4 3.7 8.9 6.7 10.5 10.2 15.4
1998 1.7 7.1 2.6 11.1 5.3 10.9 7.9 23.1
1999 2.7 10.1 4.2 16.4 6.4 10.4 9.6 16.8
2000 2.5 8.9 3.9 16.7 6.4 11.8 9.7 19.5
2001 2.3 9.1 3.5 17 5.8 10.8 8.8 21.1
2002 2.7 8.9 4.1 14.3 6.5 11.5 9.9 23.6
2003 2.3 8.1 3.6 15.2 5.9 12.3 9.1 23.9
2004 2.3 6.4 3.5 11.9 6.1 11.3 9.1 18
2005 2.2 8.7 3.3 13.4 5.8 11.8 8.6 21.1
2006 2.5 9.6 3.8 15.5 6.1 11.1 9.3 22.1
2007 2.1 11.2 3.3 17.5 5.7 11.3 8.5 18.8
2008 2.5 12.9 3.9 19.7 6.2 11.6 9.4 25.4
2009 2.6 12.8 4.0 20.6 6.3 11.8 9.8 18.3
Tabla 5. Tabla de contingencia de las frecuencias de Tm y Hs registrados en la boya de estaca de Bares en el
período 1996‐2009
Tm(s) 3.00 4.00 5.00 6.00 7.00 8.00 9.00 10.00 11.00 12.00 % total de Hs
Hs (m)
> 1 0.002 0.012 0.006 0.002 0.021
1 0.192 7.692 8.977 4.387 0.957 0.160 0.012 0.003 22.38
2 2.899 15.709 11.786 6.252 2.089 0.372 0.044 0.014 39.16
3 2.498 8.203 5.676 3.311 1.334 0.224 0.037 0.003 21.29
4 0.006 1.700 3.903 2.380 1.149 0.389 0.069 0.003 9.6
5 0.029 1.643 1.543 0.769 0.383 0.073 0.003 4.44
6 0.159 0.851 0.586 0.206 0.044 0.005 1.85
7 0.180 0.372 0.139 0.044 0.006 0.74
8 0.012 0.171 0.102 0.031 0.005 0.32
9 0.037 0.070 0.017 0.12
10 0.002 0.026 0.017 0.04
11 0.003 0.009 0.01
12 0.003 0.003 0.006
13 0.003 0.002 0.005
% total de Tm 0.194 10.6 27.19 26.11 18.59 10.53 4.80 1.59 0.36 0.03
32
1.1.3.1.2. Resultados de la boya de Cabo de Peñas.
Según los datos registrados en la boya de Cabo de Peñas en el período 1996‐2010, la
altura de ola significante espectral media anual (Hm0) es de 1.96 m, y el período medio
espectral medio (Tm02) de 6.19 s. La altura de la ola máxima media (Hmax) es de 2.98 m. El
74.1 % de las olas tienen alturas (Hm0) de 1‐2 m, a las que corresponden períodos de 4‐6 s
(55 %). El período de pico (Tp) medio es de 9.64 y el período de la ola máxima (Thmax) medio
de 9.22 s. Un 67 % del oleaje procede del NO, un 18 % del N y un 9.8 % del NE. El
componente direccional oeste está escasamente representado, con tan solo un 3.5 % del
registro total, y aún menores son los componentes de procedencia S, SO y SE que suponen
tan sólo un 0.02 %, por lo que puede afirmarse que la boya de Cabo de Peñas se encuentra
protegida con respecto al oleaje de componente meridional (Figura 13). Las olas de Hs igual
o superior a 3 m suponen el 44.6 % del registro, y de dicho porcentaje, un 32 % tiene
procedencia NO, un 25 % procedencia O y un 11 % N, frente a un 2 % de componente E. Las
olas con Hs superior a 7 m proceden siempre del NO. La Figura 13 muestra la distribución
estacional de la altura de ola significante espectral (Hs) y del Período de ola medio (Tm)
registrados en la boya de Cabo de Peñas; los periodos medios espectrales más lagos
corresponden a las olas más altas, y las combinaciones de periodos más largos con las olas
más altas tienen lugar en el invierno y procedencia NW.
Tabla 6. Valores anuales de Hs, Tm, Hmax y Thmax obtenidos de los datos registrados por la Boya Exterior de
Cabo de Peñas en el período 1997‐2010
33
componente NO. La figura 14 muestra las frecuencias estacionales de Hs y Tm obtenidas con
los datos de la Boya de Cabo de Peñas (1997‐2010).
Figura 13. Rosas de oleaje estacionales obtenidas con los datos de la Boya de Cabo de Peñas (1998‐2010)
34
Figura 14. Gráficos estacionales de frecuencias (expresadas en porcentajes) de los valores de Hs y Tm del oleaje
registrado en las boyas de Cabo de Peñas (1997‐2010)
35
Tabla 7. Tabla de contingencia de las frecuencias de Tm y Hs registrados en la boya de Cabo de Peñas en el
período 1997‐2010
Tm(s) %
3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 total
Hs (m) de Hs
< 1 0.03 0.12 0.09 0.01 ‐ ‐ ‐ ‐ ‐ ‐ ‐ ‐ ‐ 0.26
1 0.66 9.79 14.5 8.94 3.21 0.77 0.16 0.04 0.064 0.027 0.006 38.20
2 ‐ 1.24 9.94 11.2 8.16 3.90 1.29 0.37 0.225 0.135 0.035 0.01 36.53
3 ‐ ‐ 0.71 4.23 4.16 3.13 2.12 0.77 0.163 0.091 0.027 0.009 15.42
4 ‐ ‐ ‐ 0.53 2.06 1.72 1.06 0.69 0.171 0.080 0.038 0.006 0.002 6.36
5 ‐ ‐ ‐ ‐ 0.40 0.77 0.36 0.26 0.174 0.082 0.033 2.08
6 ‐ ‐ ‐ ‐ 0.02 0.340 0.207 0.106 0.077 0.021 0.016 0.003 0.79
7 ‐ ‐ ‐ ‐ ‐ 0.058 0.12 0.05 0.03 0.03 0.004 0.26
8 ‐ ‐ ‐ ‐ ‐ ‐ 0.03 0.02 0.01 0.01 0.001 0.07
9 ‐ ‐ ‐ ‐ ‐ ‐ 0.03 0.01 0.01 ‐ 0.03
10 ‐ ‐ ‐ ‐ ‐ ‐ ‐ 0.04 0.04 0.01 0.01
% total
0.69 11.16 25.26 24.93 18.0 10.69 5.35 2.34 0.96 0.44 0.16 0.03 0.02 100%
de Tm
Un 0.10 % de las olas registradas tienen períodos medios superiores a 8 s y alturas
superiores a 8 m. La tabla 5 muestra los valores medios y máximos anuales de Hs, Hmax, Tm
y Thmax.
1.1.3.1.3. Boya de Gijón.
De acuerdo con los datos registrados por las boyas3 de aguas costeras de Gijón en
el período 1994‐2010, la altura de ola significante espectral media anual es de 1.59 m (Hs), y
la máxima del registro de 8 m. El período medio espectral medio (Tm) es de 6.34 s. La altura
de la ola máxima media (Hmax) es de 2.98 m y la máxima del registro de 14.9 m. El 78 % de las
olas registradas tienen alturas (Hs) de 1‐2 m y períodos de 4‐7 s. El período de pico (Tp)
medio es de 9.56 s y el período de la ola máxima (Thmax) medio de 9.04 s. El oleaje tiene un
componente direccional principalmente septentrional: el 5.31 % de las olas registradas
provienen del NO, el 34 % del N y el 11.82 del NE. Las demás direcciones a penas están
representadas (figura 15). Las olas con Hs más altas y Tm más largos proceden del NO y en
menor medida del N. Las olas con valores de Hs comprendidos entre 3 y 4.5 m provienen
preferentemente del NO (60 %) y del N (25 %), con un pequeño porcentaje de procedencia
NE (entre un 0.8 y un 3 %). A partir de 5 m de Hs la componente direccional principal del
oleaje pasa a ser N, cuya frecuencia aumenta progresivamente con la altura, hasta suponer
más de un 80% de las olas de 7 m, la componente NE desaparece y la NO mantiene
frecuencias entre el 47% y el 11 %. Las olas con Hs superior a 7 m proceden siempre del NO.
La figura 16 muestra la distribución estacional de la altura de ola significante espectral y del
período de ola medio registrados en la boya de Gijón; los periodos medios espectrales más
lagos corresponden a las olas más altas y proceden principalmente del NO (un 78 % de las
olas con periodos superiores a 7 s proceden del NO).
3
La boya Gijón I fue sustituida en 2001 por la boya Gijón II. Los datos escalares corresponden al periodo 2002‐2010
36
Figura 15. Rosas de oleaje estacionales obtenidas a partir de los datos de la Boya de Gijón (2001‐2010).
37
Tabla 8. Tabla de contingencia de las frecuencias de Tm y Hs registrados en la boya de Gijón en el período 1994‐
2010
Tm (s)
% total
3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15
Hs (m) de Hs
Tabla 9. Valores anuales de Hs, Tm, Hmax y Thmax obtenidos de los datos registrados en la boya de Gijón (I y II)
en el período 1994‐2009
Hs media Hs máxima Hmax media Hmax máxima Tm medio Tm máximo Thmax medio Thmax máximo
1994 1.54 7 2.52 11.40 6.40 13.90 9.17 18.20
1995 1.63 6.20 2.65 10.60 6.29 14.60 9.13 23.30
1996 1.54 7.30 2.52 12.80 6.21 13.20 8.92 18.50
1997 1.54 7.10 2.52 11.50 6.37 13.40 9.17 18.90
1998 1.6 5.8 2.6 10.8 6.4 13.7 8.9 19.6
1999 1.7 6.1 2.8 10.8 6.4 14.8 9.5 22.0
2000 1.7 8.0 2.8 14.9 6.4 12.8 9.5 19.5
2001 1.5 6.8 2.4 11.2 6.0 11.3 9.1 19.4
2002 1.5 5.7 2.5 10.5 6.2 11.7 9.1 19.7
2003 1.5 7.6 2.5 13.4 6.3 14.1 9.1 23.3
2004 1.6 6.2 2.6 9.7 6.3 23.0 9.2 18.5
2005 1.5 7.8 2.4 13.3 6.1 12.8 8.8 19.5
2006 1.5 7.1 2.5 11.2 6.3 13.1 9.2 20.7
2007 1.6 7.7 2.7 13.5 6.3 19.6 9.2 20.1
2008 1.7 8.0 2.8 12.9 6.4 13.4 9.4 20.8
2009 1.6 7.2 2.7 12.7 6.4 18.3 9.3 21.1
38
Figura 16. Gráficos estacionales de frecuencias (expresadas en porcentajes) de los valores de Hs y Tm del oleaje
registrado en las boyas de Gijón (1996‐2010)
1.1.3.2. Clima marítimo en el sector de estudio.
Los datos analizados permiten caracterizar el sector de estudio como parte de un
tramo costero energético en el que se aprecia una clara estacionalidad en el
comportamiento del oleaje. Durante los meses de invierno en las tres boyas analizadas
dominan las condiciones de temporal relacionadas con el paso de borrascas atlánticas y
condiciones de bajas presiones atmosféricas. En los tres casos, la dirección de procedencia
del oleaje más frecuente es la NO; la componente O pierde importancia hacia el este,
estando apenas representada en el registro de la boya de Gijón. Por el contrario, el oleaje de
componente N aumenta hacia el oeste, siendo más frecuente en las boyas de Cabo de Peñas
y Gijón que en la de Estaca de Bares. El registro de Estaca de Bares es el que presenta los
39
valores más altos de Hs, con una media de 2.39 m frente a los valores de 1.96 m y 1.59
correspondientes a Cabo de Peñas y Gijón respectivamente, y un valor máximo de Hs de
12.9 frente a los 8 m de Gijón. Al contrario, los periodos se hacen más largos de oeste a este;
en Cabo de Peñas y Gijón los valores de Tm superan los 15 s, mientras en Estaca de Bares el
valor máximo de Tm es de 12.3 s. La frecuencia de olas con valores de Tm superiores a 10 s es
del 5.2 % en Gijón, 3.9 % en Cabo de peñas y solamente del 1.98 % en Estaca de Bares.
En la tabla 10 se puede observar como los porcentajes de los oleajes más
energéticos descienden también desde Estaca de Bares hacia Gijón; por ejemplo, en Estaca
de Bares un 8.78 % del oleaje coincide con un estado del mar de mar muy gruesa, frente a
un 0.13 en Gijón.
Figura 17. Gráfico de frecuencias de las direcciones del oleaje obtenidas en las boyas de la red de aguas
profundas de Estaca de Bares, Cabo de Peñas y la boya de Gijón perteneciente a la red de aguas costeras.
En base a los datos de oleaje de las boyas analizadas podemos definir el sector de
estudio como un sector costero de alta energía, tormentoso de latitudes medias. A pesar de
que el ROM 0.3‐91 (1992) ha fijado para el litoral N de Galicia (zona I) y el Cantábrico (Zona
II) el umbral de tormenta para una ola de 3 m de Hs, los datos medios de las boyas
analizadas, y sobre todo en el caso de la boya de Estaca de Bares, donde la altura
significante media del registro es de 2.39 m, sugieren que ese umbral debe estar un poco
más alto, al menos entre 4.5 y 5 m.
Tabla 10. Porcentajes de oleajes energéticos en la costa cantábrica. Estados del mar de la escala Douglas
Estado del mar Hs Estaca de Bares (%) Cabo de Peñas (%) Gijón (%)
Marejada de 0.5 a 1.25 m 14.72 27.26 38.35
Fuerte Marejada de 1.25 a 2.5 m 50.04 45.91 11
Mar Gruesa de 2.5 a 4 m 24.52 17.65 2.21
Mar Muy Gruesa de 4 a 6 m 8.78 4.82 0.13
Mar Arbolada de 6 a 9 m 1.70 0.66 0.27
Mar Montañosa de 9 a 14 m. 0.10 0.02 0
40
CAPITULO 2
LAS PLATAFORMAS LITORALES DE PUNTA GALLÍN.
MORFODINÁMICA ACTUAL
2.1. Revisión bibliográfica
Para llegar a una correcta interpretación de la dinámica de las plataformas rocosas,
y por ende, de este tipo de ambientes en la costa cantábrica peninsular, hemos partido de
una revisión bibliográfica profunda de la literatura existente. Para dar un trasfondo teórico a
esta memoria, en esta revisión se destaca el estado actual del conocimiento de las
plataformas litorales rocosas dentro del contexto de las costas rocosas. Generalizando, los
trabajos sobre la geomorfología de las plataformas litorales pueden ser divididos en dos
grandes temáticas de investigación, que a su vez están fuertemente interrelacionadas:
i) Estudios de los efectos de un determinado proceso o factor en el
desarrollo de las plataformas litorales y cuantificación de tasas de
rebaje de las plataformas (downweathering);
ii) Desarrollo de modelos evolutivos y/o genéticos de las plataformas
litorales.
Las plataformas litorales son formas erosivas de las costas rocosas cuya geometría
(pendiente, rugosidad y elevación) se encuentra en función de un gran número de factores,
incluyendo el tipo de roca y su estructura, el rango mareal, la energía del oleaje, la
morfología de los acantilados y la existencia de playas (Trenhaile, 1987). Esta diversidad de
factores es en gran parte responsable de la ambigüedad terminológica existente para
referirse a estas formas costeras, que a su vez responde a las diferentes teorías que han
intentado explicarlas. En la literatura científica en inglés se han utilizado un gran número de
sinónimos: rock bench, high‐water rock platform, abrasion platform, marine bench, storm‐
wave platform, coastal platform, high‐water rock ledges, wave ramp, wave‐cut platform o
abrasion platform por citar solamente algunos (Sunamura, 1992; Stephenson, 2005),
ambigüedad que puede detectarse mediante un simple análisis bibliográfico. Se han
introducido las palabras shore y platform en los buscadores de Science Direct y Springerlink y
se han seleccionado los trabajos publicados en las revistas Geomorphology, Marine Geology,
Earth Surface Processes and Landforms y Quaternary International en la década 1990‐2009
(Figura 18), así como en las publicaciones nacionales más destacadas (Cuaternario y
Geomorfología, Trabajos de Geología). De los resultados se desprende que el término
plataforma litoral es el más ampliamente utilizado, muy especialmente en aquellos trabajos
de temática geomorfológica. El término plataforma de abrasión se utiliza muy escasamente,
con excepción de las publicaciones de orientación cuaternarista, principalmente por no ser
las plataformas litorales el objeto de estudio en si, si no un elemento utilizado en estudios
de reconstrucción paleoambiental.
42
Figura 18. Frecuencia de uso en los trabajos consultados en los portales editoriales de Elsevier y Springer.
La mayoría de los artículos consultados pueden ser incluidos en dos bloques
temáticos, (i) por un lado aquellos en los que se trata la génesis y evolución de las
plataformas litorales así como los procesos que operan sobre ellas, y por otro, (ii) aquellos
que a partir de la interpretación de niveles de terrazas marinas como antiguas plataformas
litorales estudian las variaciones del nivel relativo del mar o procesos tectónicos. En el
primer grupo temático el término más utilizado es “plataforma litoral” (shore platform), en
ocasiones añadiendo términos descriptivos como “rocosas” u otros de carácter litológico
como “carbonatadas”, “conglomeráticas” o “recifales”. Por el contrario, en el segundo grupo
de trabajos, orientados a la reconstrucción de las líneas de costa, es frecuente utilizar
indistintamente los términos plataformas de abrasión o plataformas litorales.
La extensión del término shore platform se debe en gran medida a que no incluye
un sentido genético, dado que como señalaba Sunamura (1992) la variedad en la
nomenclatura respondía a que los procesos y origen de este tipo de formas litorales rocosas
no habían sido todavía totalmente dilucidados.
El término rasa suele utilizarse como sinónimo de terraza marina, e identifica una
superficie de origen marino levantada por encima del nivel actual del mar. Generalmente
define tanto superficies rocosas, como depósitos de materiales depositados por procesos
litorales, como una combinación de ambos. Si consideramos que las rasas son asimilables a
antiguas plataformas litorales levantadas, los procesos responsables de su modelado han
serían los mismos que los que operan en las plataformas actuales.
2.1.2. Procesos y factores en el desarrollo de las plataformas litorales
Los procesos físicos y químicos que intervienen en la evolución de la superficie de
la tierra operan en una gran variedad de escalas temporales y espaciales, a menudo
difícilmente observables directamente en el campo. De igual forma, los procesos que operan
en las plataformas litorales son complejos y su mayor o menor eficacia depende de diversos
controles, fundamentalmente litológicos y climáticos. En los últimos diez años muchos
43
artículos se han centrado en determinar el papel relativo de los numerosos factores y
procesos que intervienen en el modelado de las plataformas litorales, especialmente en lo
que respecta a los procesos mecánicos versus los procesos de alteración (p. ej. Trenhaile,
1972, 1978; Sunamura, 1973, 1977; Bird y Dent, 1966; Stephenson y Kirk, 2000a, b; ver
apartado 1.2.1 para más referencias al respecto). A partir de los datos obtenidos en campo,
donde a diferencia de la experimentación de laboratorio, no existe la posibilidad de aislar los
procesos, la discriminación de los procesos de erosión y alteración sobre substratos rocosos
no siempre es obvia (Goudie y Viles, 1999). Los procesos de alteración en las costas rocosas
integran un conjunto de procesos físico‐químicos derivados de mecanismos como la
humectación‐desecación, el stress térmico, el papel de las sales o la disolución. La
complejidad de cada uno de los procesos y de las interacciones entre ellos dificulta
enormemente la posibilidad de determinar la contribución específica de cada uno de ellos
en la evolución y origen de las costas rocosas, y a menudo, como ha señalado Viles (2004),
simplemente puede intuirse que un estado de alteración se deriva de unas determinadas
condiciones iniciales, pero sin conocer con exactitud, de modo instrumental, como se ha
producido la alteración del substrato.
Los procesos de erosión que operan en las plataformas litorales han recibido una
menor atención con respecto a los procesos de alteración, esto puede deberse a (i) una
aparente mayor sencillez a la hora de explicar estos procesos así como (ii) a las dificultades
técnicas para reproducirlos en el laboratorio y para monitorizarlos en el campo. Por otro
lado, suele considerarse que los índices de cambio debidos a procesos de erosión en costas
rocosas son demasiado lentos para una monitorización efectiva (Trenhaile, 2002a). En las
costas desarrolladas sobre substratos resistentes, se interpreta que los cambios derivados
de la erosión ocurren en escalas temporales largas y que por lo tanto, esos cambios, son
difícilmente observables en una humana (Treinhaile, 2002a). Sin embargo, estudios
recientes, como los llevados a cabo por la doctora Larissa Naylor en la costa de Glamorgan
(Wales, UK) demuestran como durante un único evento de tormenta se pueden generar
importantes volúmenes de sedimento como consecuencia de la dislocación de bloques
previamente definidos por fracturas (Naylor, aportación personal).
La complejidad (superposición y alternancia) de los procesos que operan en las
costas rocosas, implican que para emprender el estudio de su evolución y morfodinámica,
sea preferible evitar un dicotomismo estanco entre los procesos de alteración y los procesos
erosivos; este hecho dificulta la clasificación ordenada y conceptual de estos procesos. Bird
(2007) los dividió en las siguientes categorías: Shore abrasion, incluyendo los procesos
mecánicos de abrasión y arranques, weathering, solution, bioerosion y frost shattering.
Gómez‐Pujol (2006), prefiere distinguir entre la acción hidráulica, la acción mecánica, la
acción físico‐química, la acción biológica, la acción gravitatoria y los procesos subaéreos. En
cualquier caso, no existe una manera completamente satisfactoria de clasificar los diferentes
procesos que actúan en este complejo medio de interfase y el modelo definido por
Sunamura (1983, Figura 19) sigue siendo el más utilizado. Este autor concreta los factores
que intervienen en una componente erosiva (Fuerza del oleaje, Fw) y una componente de
resistencia (Fuerza de resistencia, Fr). Según el balance final entre ambos componentes, una
costa rocosa seguirá pautas erosivas, que se concretan en el retroceso del acantilado y/o
44
plataforma litoral cuando Fw>Fr. Aunque el esquema desarrollado por Sunamura (1992) es
muy explicativo, en la última década, las investigaciones sobre los procesos que intervienen
en las costas rocosas ponen de manifiesto la existencia de interrelaciones mucho más
complejas tanto entre los factores erosivos y el componente estructural como entre los
diferentes aspectos de cada uno. Por otro lado, este esquema no considera las escalas de
actuación espacio‐temporales de los diferentes procesos ni tampoco incluye el papel de las
herencias como factor determinante de la Fuerza de Resistencia (Fr).
Para sintetizar los factores de la evolución de las costas rocosas, y haciendo
referencia a las sinergias que se dan entre ellos, en esta memoria se han explicado a través
de las siguientes categorías: (i) procesos mecánicos originados por factores marinos (olas y
marea) (ii) procesos de alteración físico‐química originados por factores marinos, es decir los
que ocurren vinculados principalmente a los ciclos de inundación y desecación.
A estos procesos de origen estrictamente marino, deben añadirse los que podemos
denominar como procesos subaéreos o continentales. La importancia de estos procesos en
las costas rocosas actuales se restringe a los sectores intermareales y supramareales de las
mismas, y entre ellos destacan por un lado los procesos de disolución relacionados con el
agua dulce, que pueden afectar a los sectores intermareales de las plataformas durante los
periodos de marea baja o bien en el sector supramareal por la acumulación bajo perfiles de
suelo o sedimento o en pequeñas marmitas o depresiones y por otro aquellos procesos
relacionados con la dinámica erosiva de los acantilados. Los movimientos en masa, o
gravitacionales pueden causar erosión en la plataforma al caer o deslizarse sobre ella, pero
también, los sedimentos generados pueden ejercer un papel protector del substrato o bien
aumentar la disipación de la energía en la base del acantilado.
2.1.2.1. Procesos de alteración físico‐química.
La alteración o meteorización, definida como la desagregación y descomposición de
la roca in situ en el rango de los ambientes de temperaturas encontrados en la superficie
terrestre (Winkler, 1965), implica normalmente la reducción de la resistencia de la roca y el
incremento de su deformabilidad (Arikan et al. 2007), lo que supone que la roca será más
fácilmente erosionable o bien que los productos de la alteración puedan ser lavados y
transportados. Los procesos involucrados en la generación de las capas de alteración están
siempre presentes en los paisajes estudiados en geomorfología a través de su relación con
otras variables, como el clima, la cobertura biológica, el tiempo de exposición, las diferencias
mineralógicas de la roca, etc, tratando de analizar la evolución del paisaje por medio de las
tasas de alteración, la datación de superficies y su papel relativo en la génesis de formas
(Ehlen, 2005). En última instancia, el estudio geomorfológico de los procesos de alteración y
sus tasas, en relación a otros factores puede constituir un indicador de la dinámica
ambiental y geomorfológica de un determinado sistema natural. De hecho, la propia
ausencia de alteración es indicativa de una dinámica concreta y de un momento en la escala
del tiempo geológico.
45
Figura 19. Modelo conceptual de las interrelaciones que existen entre los factores que intervienen en la erosión
de las costas rocosas desarrollado por Sunamura (1983).El esquema parte del oleaje (la línea azulen marca los
procesos relacionados con el mismo) que el autor identifica como el factor dinámico fundamental. La línea
amarilla agrupa los controles geológicos.
Los factores principales que intervienen en los procesos de alteración pueden
clasificarse en internos, relacionados con la petrografía y la composición química de la roca
y externos, relacionados con el ambiente en el que tiene lugar la alteración. Dentro de los
factores internos los de carácter textural como la porosidad y el tamaño de grano, así como
la existencia de esquistosidad o pizarrosidad o la diaclasación juegan un papel muy
importante en la penetración del agua. La presencia de este tipo de discontinuidades da
lugar además a planos de debilidad mecánica a favor de las cuales se produce la destrucción
de la roca. En cuanto a la composición química de la roca, el factor principal son las
propiedades de los minerales constituyentes y las reacciones químicas que se produzcan.
46
Figura 20. Diagrama de causas y efectos de la alteración
Los factores externos más importantes son los dependientes del clima, en especial
temperatura y precipitación. En ambientes continentales estos parámetros juegan un papel
primordial y determinan en gran medida el papel de la actividad biológica. Pero en el caso de
las costas rocosas su importancia se ve modulada por la oscilación mareal, que es también
uno de los más importantes factores en la cobertura biológica. La oscilación mareal
desencadena o regula un conjunto de procesos vinculados a mecanismos de humectación‐
desecación que actúa espacial y temporalmente con diferente intensidad.
Tabla 11. Características petrográficas principales de las rocas
MACROSCÓPICAS COMPOSICION MICROSCÓPICAS
Aspecto general Granos / Cristales Tipo de textura
Color Fase de Matriz Tamaño granos/cristales
Unión Cemento Forma granos/cristales
Compacidad Otros componentes Fase unión. Bordes cristales
Coherencia Espacios Poros Tamaño y forma de vacíos
vacíos fisuras Orientación y distribución
Homogeneidad Discontinuidades
Estructuras Alteración
Alteración Otras características
Otras características
En función de los factores esbozados podemos distinguir dos tipos básicos de
alteración o meteorización: física y química. A continuación se definen, dentro de estas
tipologías los principales procesos de alteración que afectan a las costas rocosas y a las
plataformas litorales en particular.
2.1.2.1.1. Procesos de alteración física en costas rocosas.
En las plataformas litorales los procesos de alteración física, es decir aquellos que no
suponen cambios en el quimismo de la roca, se vinculan esencialmente a la oscilación
mareal que es la que en consecuencia determina su frecuencia y extensión. Tanto la
investigación en campo como la experimentación de laboratorio han probado la existencia
de una relación espacial entre la elevación mareal y la eficacia de los procesos de alteración.
Stephenson y Kirk (2000b) sugieren que la mayor eficacia de la alteración mareal se produce
en el rango de mareas muertas, donde la frecuencia de ciclos de inundación/desecación es
47
mayor, mientras que los resultados de la experimentación en laboratorio (Kanyaya and
Trenhaile, 2005; Trenhaile, 2006) apuntan a que la alteración ha de ser más efectiva entre
las cotas de media marea y la media de las mareas altas en relación al mayor tiempo de
secado (Figura 21).
La meteorización por sales o haloclastia es uno de los procesos más característicos
y recurrentes de las costas rocosas (Goudie y Viles, 1997), mediante el cual se produce la
cristalización de sales en poros o grietas de la roca, actuando como cuñas y ejerciendo una
tensión en la roca que conduce a su desagregación. La temperatura, la humedad, la duración
de los ciclos mareales y la porosidad de la roca son las variables fundamentales del proceso
(Goudie, 1994; 2000), ya que de ellos depende el crecimiento de los cristales de sal y por
consiguiente la presión interna que ejerzan. El proceso se extiende a la zona supramareal
afectada por el spray marino, y algunos autores han destacado que juega un papel clave en
el desarrollo de formas alveolares y taffonis (Young 1987; Matsukura y Matsuoka 1991;
Mottershead y Pye, 1994; Turkington y Phillips 2004), desescamación (Smith y McGreevy,
1983), desagregación de la roca (Goudie y Watson, 1994). Sin embargo, los mecanismos
concretos de la meteorización por sales no han sido completamente explicados, dada la
dificultad de aislar el papel de la cristalización de los mecanismos desencadenados por la
humectación‐desecación o el estrés térmico. A ello se añade la complejidad química del agua
de mar, ya que se ha comprobado que la presencia de distintos iones salinos genera
patrones de meteorización diferentes (Rivas et al., 2003).
En climas fríos, los procesos de congelación/descongelación (freeze and thawing)
también juegan un papel destacado en los procesos de meteorización vinculados a los
mecanismos de inundación y exhumación en las superficies intermareales. Existe un cierto
desacuerdo en la literatura científica en cuanto a la importancia relativa que tienen la
disponibilidad y fuentes de humedad, el tipo de roca y la magnitud y frecuencia de los ciclos
de congelación en la rotura mecánica del substrato rocoso por acción del hielo (McGreevy,
1981; Thorn, 1979). Aunque la operatividad de este proceso se suele restringir a latitudes
altas, bajo condiciones extremas puede generarse también en áreas templadas (Robinson y
Jerwood, 1987). La experimentación de laboratorio sugiere que la efectividad de los
procesos de hielo‐deshielo, se encuentra en función de la acción combinada del hielo, la
porosidad de la roca y la acción de las sales del agua del mar, si bien el papel de éstas
últimas no ha sido aclarado (Goudie, 1974; Williams y Robinson, 1981; 1986).
48
Figura 21. Relación entre la efectividad de los procesos de humectación‐desecación y la elevación mareal sobre
las plataformas litorales.
2.1.2.1.2. Procesos de alteración química en las costas rocosas.
A diferencia de los procesos de meteorización física, la alteración química implica
cambios en la mineralogía de la roca. En los principales procesos de alteración química la
presencia de agua es un factor de primer orden, que regula y activa estos procesos. El agua
es una solución compleja que se carga de elementos de diversas procedencias que la
convierten en un disolvente agresivo. Dado el elevado número de elementos químicos que
pueden encontrarse en el agua, las posibles reacciones químicas que pueden ocurrir en la
roca son innumerables. Sin embargo, al ser los elementos cuantitativamente más
abundantes en el agua el dióxido de carbono y el oxígeno, éstos son los principales actores
de este tipo de alteración, y con ellos se relacionan los principales procesos de alteración
química de las rocas.
La hidratación supone el enlace de los iones de los minerales con las moléculas de
agua, dando lugar a la formación de nuevos minerales. La disolución implica la disolución de
un sólido por el agua y es especialmente importante en sales muy solubles como cloruros,
nitratos, o en minerales carbonatados. La hidrólisis, el mecanismo más importante en la
alteración química, destruye los silicatos y los aluminosilicatos, que son los minerales más
abundantes en la corteza terrestre. La hidrólisis es la responsable de la rotura en la
estructura de algunos minerales por la acción de los iones de H+ y OH‐ de agua,
fundamentalmente en la meteorización del feldespato que se transforma en arcillas. El
elemento más afectado por este proceso es el hierro y los elementos ferromagnesianos de
las rocas endógenas.
En el marco de las costas rocosas, sin embargo, existen muy pocos trabajos que
analicen o intenten caracterizar instrumentalmente los procesos químicos de alteración,
debido en parte a la complejidad de la química del agua de mar y a la dificultad de
reproducir las condiciones en el laboratorio y de aislar los procesos en el campo. En este
49
aspecto se ha prestado una especial atención al papel de la actividad biológica (p. ej.
Domínguez‐Villar et al., 2006), incluso en el caso de los procesos de desarrollo de formas de
karstificación en costas calcáreas (Gómez‐Pujol, 2006). Recientemente y ante los posibles
cambios en el pH del agua del mar por procesos de acidificación oceánica (Scott et al. ,2007)
se abren nuevos campos de trabajo para estimar la respuesta de los diferentes tipos de roca
ante los diferentes escenarios de acidificación.
2.1.2.2. Procesos de erosión.
La erosión en las plataformas litorales ocurre en una gran variedad de escalas,
desde la movilización de partículas de tamaño arena o inferiores hasta los arranques o
dislocación de grandes bloques. En las plataformas litorales rocosas, los procesos de erosión
que tienen un papel más destacado son la abrasión y los arranques (quarrying), ambos
relacionados con la acción del oleaje. Mientras la abrasión es un proceso condicionado a la
existencia de material abrasivo movilizable, en los procesos de arranque el principal papel
corresponde a la acción hidráulica.
Las presiones hidráulicas generadas por el oleaje incluyen la presión hidrostática,
que aumenta con la profundidad en la columna de agua, y las presiones dinámicas
relacionadas con el ascenso y descenso del agua causado por la rompiente. La zona sometida
a alternancias de presión dinámica se sitúa por lo tanto en torno al nivel libre del agua (still
water level), y es la que está sometida a esfuerzos de carga que puede contribuir al
debilitamiento de la roca (Trenhaile, 1987). La acción continua de las olas sobre el substrato
se conoce como impacto del agua o water Hammer e incluye procesos de compresión de
aire sobre líneas de debilidad así como los efectos de la presión e impacto físico del agua
contra la superficie rocosa. La acción de las fuerzas hidráulicas sobre la plataforma es
compleja y varía en función de la topografía de la plataforma y la posición y tipo de
rompiente. Las fuerzas de impacto (shock preasure y water Hammer) dependen del modo de
rompiente de las olas sobre la plataforma. Dado que la posición de la rompiente viene
determinada por la relación entre la altura de ola y la profundidad del agua, sólo durante las
mareas altas la columna de agua es suficientemente profunda para permitir que las olas
rompan sobre la plataforma, por lo que a menudo estas presiones quedan restringidas al
borde externo de las plataformas. Este ha sido uno de los argumentos clásicos para defender
la mayor importancia de los procesos de alteración en el desarrollo de las plataformas
litorales (Stephenson y Kirk, 2000b).
Los arranques (quarrying) se producen por la acción mecánica de las olas; es decir,
por el impacto y las tensiones que ejercen las olas al romper sobre la plataforma. En la
eficacia de este proceso es determinante la existencia de un patrón previo de líneas de
debilidad, fracturas o planos de diaclasación en el substrato que favorezcan la acción
mecánica del oleaje.
La abrasión, en el contexto de la geomorfología litoral, es la erosión de una
superficie rocosa por la acción del movimiento de partículas de sedimento causado por el
oleaje (Sunamura, 1992; Trenhaile, 1987; 1997). El movimiento, producido por rodamiento,
fricción o saltación, puede darse potencialmente desde la línea de rompiente hasta el
50
máximo nivel alcanzado por el run‐up del oleaje, mientras exista sedimento movilizable. Sin
embargo, aunque la abrasión no presenta una relación directa con las cotas mareales, su
eficacia tiende a decrecer rápidamente en profundidad, fuera de la zona foreshore
(Robinson, 1977a, b; Trenhaile, 1987; 1997). La efectividad real de la abrasión, depende
principalmente de (i) la energía del oleaje, (ii) el tamaño del sedimento y (iii) el espesor de la
playa o acumulación de sedimento. Para una potencia de sedimento determinada y para un
tamaño de sedimento uniforme, el espesor de la capa de partículas movilizadas por el oleaje
depende de la energía con la que llega el oleaje. Es habitual que bajo la capa de sedimento
no se produzca abrasión alguna, salvo que se incremente lo suficiente la energía de las olas.
Pero si el incremento es excesivo, muchas partículas dejarán de moverse por fricción o
rodamiento y pasarán a suspensión, con lo que se reduce el contacto con el substrato
(Figura 22).
Figura 22. Ejemplos de procesos de abrasión y micro‐arranques en granitos de grano medio‐grueso (OIA, SW de
Galicia).
Generalmente las zonas sometidas a abrasión corresponden a franjas en el borde
de playas, independientemente del tamaño del sedimento, a las zonas de contacto entre el
sedimento y los acantilados, o bien localizadas en emplazamientos controlados
estructuralmente como escarpes rocosos o en marmitas de cavitación. Un factor de gran
importancia, especialmente en lo que respecta al papel genético de la abrasión en las
plataformas litorales, son las variaciones espaciales y temporales de los factores antes
citados (energía del oleaje, disponibilidad de sedimento y espesor de la acumulación)
durante la formación de las plataformas; y especialmente importantes pueden ser los
cambios morfodinámicos acontecidos durante la transgresión Holocena (Blanco Chao et al.,
2006b; 2007).
51
Durante las últimas 3 décadas han sido numerosas las investigaciones que se han
centrado en cálculo de las tasas de erosión en las costas rocosas. En estos trabajos ha sido
determinante la utilización del Micro‐erosiómetro (MEN) y su variante transversa (TMEM)
(Tabla 12). Estos dispositivos han permitido obtener medidas de las tasas de rebaje
(donweathering) en las plataformas (p. ej. High y Hanna, 1970; Stephenson, 1997b; Trudgill
et al., 1981; Andrade et al., 2002; Kanyaya y Treinhaile, 2005; Blanco Chao et al., 2007),
sobre todo de plataformas desarrolladas sobre materiales calcáreos, como muestra la Figura
23, elaborado a partir del trabajo de Stephenson y Finlayson (2009). A pesar de la
importancia que el microerosiómetro ha tenido para el avance del conocimiento de la
morfodinámica de las costas rocosas, es cierto que presenta ciertas limitaciones. En
ocasiones resulta difícil distinguir cuales son los procesos exactos que se están midiendo y
cuál de ellos tiene un mayor peso en el rebaje de la plataforma. El estudio de Gómez‐Pujol et
al (2007), introdujo un nuevo factor de variabilidad de los datos obtenidos con el TMEM, al
identificar cambios diarios en la superficie de la roca de hasta 0.216 mm que fueron
relacionadas con la actividad de los líquenes. Por otro lado, varios autores han descrito
procesos de swelling mediante el uso del microerosiómetro (Kirk, 1977; Mottershead, 1989;
Taylor, 2002; Foote et al., 2006; Swantesson et al 2006; Treinhaile et al, 2006; Stephenson
and Kirk, 2001). Por swelling entendemos el fenómeno de expansión de la superficie de la
roca en varias escalas temporales que van de horas a meses y años (Stephenson, 2009). Un
problema importante a la hora de investigar el swelling y contracción es que no es posible
determinar si hablamos de contracción, como un estadio previo a una nueva expansión, o de
erosión (Stephenson, 2009). Otra limitación del microerosiómetro es que los datos de
erosión o rebaje obtenidos con el mismo corresponden a un área muy pequeña de las
plataformas estudiadas, por lo que parte de las variaciones espaciales de los mismos no se
identificarían.
Hasta el momento, los esfuerzos realizados para cuantificar las tasas de erosión en
las plataformas se han concretado de modo mayoritario en trabajos a escala detalle (mm‐
cm). El esfuerzo realizado para la cuantificación de la erosión generada por procesos a meso‐
escala (cm‐m) como los arranques (quarrying, detachments) han sido mucho menores. Esto
puede explicarse por la relativa simplicidad de uso del microerosiómetro frente a la
dificultad para medir y monitorizar los procesos erosivos como la abrasión y los arranques.
En la última década ha habido avances en el estudio de los controles geológicos (p. ej. Naylor
y Stephenson, 2010; Stephenson y Naylor, 2011) y el papel de los eventos de alta energía en
la producción de bloques por arranques (p.ej. Nott, 2003a), sin embargo, los artículos que
ofrecen tasas de erosión relacionados con este proceso se restringen al trabajo de
Dornbusch et al. (2010). Esta carencia de información acerca de los volúmenes
sedimentarios generados por los procesos erosivos a mesoescala en las plataformas rocosas
en contraposición a la disponibilidad de datos obtenidos con el microerosiómetro, es en
parte responsable de la negación de la importancia de los procesos erosivos en algunas
plataformas estudiadas (p. ej. Stephenson y Kirk, 1998).
52
Tabla 12. Tasas de erosión en plataformas litorales (modificada de Stephenson y Finlayson, 2009)
Autores Período de Erosión anual Litología Localización
medida media
(años) (mm aa‐ 1)
Stephenson et al. (in press) 10 0.9 Calizas y lutitas Kaikoura, Nueva Zelanda
(TMEM) intermareales
Stephenson et al. (in press) 30 1.09 Calizas y lutitas Kaikoura, Nueva Zelanda
(MEM) intermareales
Porter y Trenhaile (2007) 10 días 0.94 Areniscas Burntcoat Head Scots Bay
(TMEM) 0.2 Basalto Mont Louis, Este de
0.1 Argillita Canadá,
40 días 0.020‐1.320 Las tres anteriores Laboratorio
Blanco Chao et al. (2007) 1 0.130‐1.800 Granito Costa Atlántica de Galicia,
(MEM) España
Cucchi et al. (2006) (MEM) 1.5 0.090‐0.400 Caliza Istria, Golfo de Trieste
Foote et al. (2006) (MEM) 3 3.65 Yeso Channel Coast UK &
France
Swantesson et al. (2006a) 3 0.004 Granito, gneiss, dolerita Suecia
(MEM)
Swantesson et al. (2006a) 3 0.09 Caliza Mallorca, Islas Baleares,
(MEM) España
Trenhaile et al. (2006) 1 ‐ 3 Up to 2.83 Arenisca Burntcoat Head Scots Bay
(TMEM) 0.06‐1.42 Basalto Mont Louis Eastern Canada
0.01‐1.57 Argilita Laboratory
Kanyaya y Trenhaile (2005) 1 0.020‐1.790 Arenisca Burntcoat Head Scots, Bay
(TMEM) 0.370‐1.420 Basalto Mont Louis, Este de
0.019‐0.390 Argillita Canada
Stephenson y Thornton 3.4 0.3 Grauvaca Otway Coast Victoria
(2005) (TMEM) Australia
Taylor (2003) (TMEM) 2.55 1.19 Calizas intermareales Kaikoura, Nueva Zelanda
2.55 1.41 Lutitas intermareales Kaikoura, Nueva Zelanda
2.47 0.29 Basalto intermareal Akaroa Peninsula
2.36 0.78 Grauvaca intermareal Kaikoura, Nueva Zelanda
3.2 9.13 Lutitas L. Waikaremoana, Nueva
Zelanda
Andrade et al. (2002) (MEM) 2 0.200‐2.800 Esquisto Portugal
0.200‐3.400 Grauvaca
0.400‐1.000 Caliza
2.000‐4.000 Marga
Neves et al. (2001) TMEM 0.25 0.153 Caliza intermareal Portugal
Stephenson y Kirk (1998) 2.2 1.13 Calizas y lutitas Kaikoura, Nueva Zelanda
(TMEM) intermareales
Davidson‐Arnott and 0.334 50.0‐60.0 Till glacial submarino Lago Ontario
Ollerhead (1995) (MEM)
Mottershead (1989) (MEM) 7 0.625 Esquistos verdes Start‐Prawle, Devon, U.K.
supramareales
Davidson‐Arnott (1986) 4 11 ‐35 Till glacial submarino Lake Ontario
Shakesby y Walsh (1986) 1 0.033 Calizas intermareales Oxwich Point, Gower,
(MEM) 0.135 Calizas en la zona de Spray South Wales
0.02 Calizas en acantilado
Ellis, 1981 y Ellis, 1986 3 1 ‐ 10 Yeso intermareal Sussex, U.K.
(MEM)
Spencer, 1985a y Spencer, 1.25 0.090‐1.770 Caliza intermareal Grand Cayman Islands
1985b (TMEM) (plataforma de reef de coral) West Indies
Viles y Trudgill (1984) (MEM) 11 1.97 Caliza intermareal Aldabra Atoll Océano
(plataforma de reef de coral) Índico
Gill y Lang (1983) (MEM) 2 0.37 Grauvaca intermareal Otway Coast, Victoria,
Australia
Spencer (1985b) (TMEM) 0.66 0.88 Caliza intermareal Grand Cayman Islands
1.12 Caliza submareal West Indies
Spencer (1981) (TMEM) 1.25 0.38 Caliza intermareal Grand Cayman Islands
(plataforma de reef de coral) West Indies
Torunski (1979) (MEM) 1 0.571 Inter‐tidal limestone Northern Adriatic
Kirk (1977) (MEM) 2 1.53 Calizas y lutitas Kaikoura, Nueva Zelanda
intermareales
Robinson, 1977a) y 1 0.000‐0.900 Esquistos intermareales Yorkshire U.K.
Robinson, 1977b (MEM)
Trudgill 1976a y Trudgill, 2 1.010‐1.250 Caliza intermareal Aldabra Atoll Océano
1976b (MEM) (plataforma de reef de coral) Índico
53
Antes de finalizar este apartado cabe mencionar que a los procesos erosivos y de
alteración mencionados pueden añadirse aquellos no directamente relacionados con el mar
y que pueden jugar un papel importante en el desarrollo de las plataformas litorales. Entre
estos procesos que denominamos subaéreos, por oposición a aquellos relacionados con la
columna de agua marina, pueden destacarse por un lado, (i) aquellos relacionados con la
dinámica erosiva de los acantilados. Los movimientos en masa, o gravitacionales pueden
causar erosión en la plataforma al caer o deslizarse sobre ella, pero también, los sedimentos
generados pueden ejercer un papel protector del substrato o bien aumentar la disipación de
la energía en la base del acantilado. (ii) Por otro lado, en los sectores supramareales de la
plataforma y en los intermareales durante los momentos de marea baja están sometidos a
procesos de alteración relacionados con la presencia de agua dulce como la disolución o la
oxidación.
Figura 23. Proporción de los estudios realizados en plataformas litorales con el microerosiómetro por tipo de
roca. Elaborado a partir de Stephenson y Finlayson (2009).
2.1.2.3. El factor biológico.
Muchos investigadores se han interesado en el papel que juegan los organismos en
la alteración de la roca así como en la estimación del papel erosivo de las comunidades
biológicas que tienen su ecosistema en las costas rocosas (Naylor, 2002). Los estudios de los
procesos biológicos como agentes geomorfológicos en el desarrollo de las costas rocosas se
han centrado sobre todo en substratos carbonatados, ya que los procesos biológicos son
normalmente más activos en rocas calcáreas (Viles y Spenser, 2002; Spencer, 1988; Pujol,
2000; Spencer y Viles, 2002), en las que se asume que los procesos bioerosivos tienen un
papel significativo en el desarrollo de formas costeras. Naylor (2002) ha destacado las
diferencias entre el papel erosivo, constructivo y de protección que ejercen estas
comunidades. Con el término bioerosión se hace referencia, normalmente, a muchos tipos y
escalas de procesos que implican la alteración o erosión de los substratos rocosos por
agentes orgánicos. En este sentido, la acción de algunos organismos que actúan perforando
la roca (gusanos, hifas, ramoneadores…) puede favorecer la alteración de la misma al
54
preconfigurar líneas de debilidad; varios autores han sugerido que los biofilms4 pueden jugar
un papel en los procesos de endurecimiento (case hardening) y tener por lo tanto un papel
destacado en la formación de determinadas formas de alteración. Young (1987), sugirió que
la cobertura de algas superficiales ayuda en el desarrollo de procesos de endurecimiento, y
Mustoe (1982) destacó que los micro‐organismos podrían tener un papel importante en el
desarrollo de las superficies endurecidas que aparecen entre formas alveolares. Viles y
Goudie (2004), en un trabajo sobre el papel de los biofilms en el los procesos de
endurecimiento de areniscas defienden que, si bien los biofilms podrían ayudar en el
proceso, no son una condición imprescindible para asegurar la operatividad del mismo.
Los estudios de la biología de las costas rocosas y las interacciones complejas entre
roca y organismos todavía necesitan ser revisitados, y las investigaciones que se centran en
la evolución de las costas rocosas deben prestar más atención a este factor, no solo como
indicador de la dinámica y procesos de estas costas, sino como parte importante de esa
dinámica.
2.1.3. Controles en el desarrollo de las plataformas litorales.
La litología (junto con el clima, rango mareal, y clima marítimo) es un factor clave
en la intensidad, escala y naturaleza de los procesos químicos, físicos, biológicos y erosivos
que operan en las costas rocosas. La intensidad de los mecanismos que operan en las costas
rocosas está controlada principalmente por la energía que entra en el sistema (olas y
mareas) y por la resistencia que opone el substrato (litología). La litología se concreta en las
propiedades de la roca (petrología) y la estructura (lo que en inglés se conoce como rock
mass y que hace referencia sobre todo a los patrones de fracturación). Los controles
climáticos y morfogenéticos a gran escala son las mareas y el oleaje que a su vez están
determinados por forzamientos astronómicos y climáticos complejos. El rango mareal es un
factor fundamental en la extensión y gradiente de las plataformas, mientras el oleaje, en
relación con la resistencia del substrato rocoso determina la intensidad de los procesos de
erosión. Por su parte, el clima, en sus variables temperatura y humedad, puede ser
determinante en la operatividad de los procesos erosión, como por ejemplo en los procesos
de hielo‐deshielo que afectan a las plataformas de regiones frías o bien potenciar los
procesos de humectación‐desecación añadiendo el factor del estrés térmico en zonas donde
se alcanzan temperaturas elevadas. El clima es también importante en los procesos de
bioerosión. Fisher (1983) sugirió que los procesos de bioerosión en las latitudes bajas
ocurren en un rango de rocas más y menos resistentes en las que dinámicas de las
comunidades biológicas son más importantes que los controles litológicos sobre las tasas de
4
El término biofilm se utiliza frecuentemente para definir una comunidad mixta de micro‐ y secreciones extracelulares
asociadas que se encuentran en numerosas superficies. Esta es la definición adoptada en esta memoria.
55
bioerosión, mientras en regiones de latitudes altas, el control litológico se hace dominante y
la bioerosión se reduce a plataformas calcáreas.
Los factores estructurales, tipo de roca y patrón de diaclasación, ejercen un control
determinante en la influencia que los diferentes procesos tienen en la evolución de la
plataforma, de modo que ante unas mismas condiciones climáticas o entrada de energía
cada tipo de roca responderá de manera diferente. En este sentido, podemos retomar la
relación entre la fuerza del oleaje (Fw) y la resistencia de la roca (Rw) esbozada por
Tsunamura (1987). Por un lado, las propiedades la roca, composición química, porosidad,
diaclasación… determinan una mayor o menor resistencia ante los agentes de erosión y
alteración. Por otro lado, la densidad y dirección del patrón de diaclasación, la profundidad
de los estratos y la dirección del clivaje determinan en gran medida el tipo de procesos que
actúan sobre la plataforma (Trenhaile, 1987). A pequeña (mm‐cm) y mediana escala (cm‐m),
las variaciones litológicas pueden conducir a diferentes morfologías en un mismo sector
pero también generar diferencias en los microrelieves (Figura 24), mientras a gran escala la
presencia de stacks o islas puede estar relacionada con la mayor resistencia de un tipo de
roca.
Figura 24. Relieve a meso‐escala (cm) en una plataforma litoral en Zennor, Cornualles (UK). El dique granítico
ejerce una mayor resistencia a la abrasión. El material abrasivo es basalto.
Dickson et al. (2004) evaluaron el factor litológico como control en las formas de la
costa en la isla de Lord Howe (Pacífico suroriental) y determinaron que cuando afloran
basaltos o secuencias de brechas piroclásticas, las plataformas tienen menor amplitud que
las desarrolladas sobre brechas calcáreas y calcarenitas, significativamente más débiles.
Kennedy (2010) exploró el control geológico en el desarrollo de plataformas litorales
estuarinas en Middle Harbour (Sydney, Australia) determinando, a través del uso del
Schmidt Hammer, que la estructura y resistencia del tipo de roca (cuarcitas y areniscas
cuarcíticas) son los controles principales en la morfología de la plataforma.
Las debilidades estructurales de la roca (p.ej. diaclasas, fractura, planos de
esquistosidad…) están directamente relacionadas con la resistencia de la misma y son
determinantes de la operatividad de diferentes procesos, sobre todo de aquellos
relacionados con la presión hidrostática e hidrodinámica. La fracturación facilita el
desmantelamiento de la plataforma al implicar la presencia de líneas de debilidad
estructural previas al ataque de los agentes erosivos que reducen su resistencia mecánica.
Cruslock et al. (2010), tras comparar plataformas rocosas con la misma litología (calizas) y
56
diferente estructura y aquellas de diferente litología pero con un tipo de estructura
semejante (calizas y doleritas) en Gales y Suecia, concluyeron que el control estructural
parece ser más crítico que el litológico en la generación de productos de erosión a
mesoescala (p.ej. bloques, arranques). Naylor y Stephenson (2009) evaluaron el papel de las
discontinuidades en la erosión de las plataformas rocosas mediante la comparación de la
resistencia de la roca medida con el Schmidt Hammer, la densidad de fracturación, el
espacio entre diaclasas y la generación de bloques de dos plataformas, una en Gales
(Glamorgan) y otra en Australia (Marengo). Con este trabajo demostraron que las
discontinuidades juegan un papel fundamental alterando la resistencia de la roca.
2.1.4. La edad de las plataformas litorales y el papel de las herencias en su dinámica actual.
En este esbozo del papel de los controles estructurales en la evolución de las costas
rocosas debemos incluir el papel del “tiempo” o las herencias. Interpretamos que el
substrato sobre el que se desarrollan los procesos actuales tiene una historia geológica que
puede determinar su respuesta actual, de modo que, por ejemplo, el tiempo de exposición a
los agentes de alteración están relacionados con la resistencia de la roca. De este modo,
enlazamos con el concepto de herencia, que en el contexto del estudio de las costas rocosas
puede ser definida como aquellos procesos que actuaron en momentos geológicos
anteriores (comúnmente los estadios glaciales e interglaciales que se sucedieron a lo largo
del Cuaternario) y que tienen un efecto plausible en la dinámica y/o forma actual de estos
medios. Las costas rocosas por la naturaleza del substrato y su menor resilencia con respecto
a otros ambientes litorales, pueden conservar mejor esa memoria que otros ambientes
litorales sedimentarios, como por ejemplo las playas de arena.
Con el denominativo de “heredadas” se califica a aquellas plataformas que
presentan una morfología acorde con momentos geológicos en los que el nivel del mar fue
semejante al actual y que en ocasiones muestran distorsiones con las condiciones actuales
del nivel del mar. Los trabajos de Trenhaile et al. (1999) y Blanco Chao et al. (2003, 2007)
recomiendan considerar el vector evolutivo de las costas rocosas para una mejor
aproximación a su comportamiento morfodinámico actual y futuro. Volviendo al esquema
conceptual desarrollado por Sunamura (1992) (Figura 19), podríamos incluir las herencias
como factor del componente litológico, condicionando la resistencia de la plataforma ante
los procesos de erosión y alteración (Figura 25). Así, la Fuerza de Resistencia (Fr) sería igual a
la Resistencia de la roca intacta menos los efectos de los agentes geomorfológicos que
actúan en distintas escalas temporales.
La evolución de las costas puede ser entendida como un proceso de Markovian, en
el sentido de que las formas y dinámica de los espacios litorales actuales dependen de las
formas y procesos que les precedieron (Inman y Nordstrom, 1971). La configuración actual
de las plataformas rocosas, terrazas marinas y acantilados retiene, a menudo, vestigios de
formas previas desde las que han evolucionado.
¿En qué momento se han originado las plataformas litorales tal y como las
conocemos? A pesar de los avances conseguidos en los últimos años en el conocimiento de
las costas rocosas, esta pregunta continúa sin tener una respuesta satisfactoria, debido tanto
57
a la variabilidad en la intensidad de los procesos y los controles que determina respuestas
geomorfológicas diversas en cada lugar estudiado como a la práctica inexistencia de
dataciones directas sobre las plataformas. El hecho de que muchas plataformas parecen
encontrarse en un estado de equilibrio con respecto a las condiciones ambientales actuales
(fundamentalmente nivel del mar), ha conducido a la argumentación de que estas formas
son contemporáneas, y que se han formado desde que el mar alcanzó su nivel actual (hacia
el 3500 BP, de acuerdo con Whittow (1965) y hacia el 3000 BP en el caso de Galicia (Costas,
2009)). En la costa atlántica de Galicia, Trenhaile et al. 1999 han encontrado plataformas
cuyo origen se remonta al menos al último interglacial, siendo después fosilizas por
depósitos de origen periglacial y fluvionival y nuevamente expuestas con el ascenso del nivel
del mar Holoceno. Otros autores han demostrado que las plataformas litorales se han
formado a lo largo de varios ciclos interglaciales (George, 1932; Treinhaile 1972; 1974; 2002;
Kira 1977; Treinhaile 1999).
Figura 25. Modelo conceptual de las interrelaciones que existen entre los factores que intervienen en la erosión
de las costas rocosas modificado de Sunamura (1983) para resaltar el papel que juegan las herencias sobre el
componente estructural del modelo.
Entre las modelizaciones del desarrollo de las costas rocosas en una escala
temporal larga (Flemming, 1965; Horikawa y Sunamura, 1967; Sunamura, 1976, 1977,
1978a) destaca el trabajo de Trenhaile (2001), en el que utilizó un modelo matemático para
58
investigar el efecto de de las fluctuaciones del nivel del mar inducidas por las glaciaciones en
la evolución de las plataformas durante el cuaternario, concluyendo que la mayor parte de
las plataformas son, al menos en parte, formas heredadas de uno o más estadios
interglaciales en los que el nivel del mar era similar al actual. Por otro lado, Stone et al.
(1996), utilizando dataciones cosmogénicas en el oeste de Escocia, definieron que en su
sector de estudio las plataformas se habían formado rápidamente y durante condiciones
frías extremas durante el Younger Dryas, cuando un nivel del mar estable y unas condiciones
climáticas severas facilitaron la erosión de las plataformas.
Estos ejemplos ilustran la imposibilidad de considerar una edad generalizada para
todas las plataformas litorales y la necesidad de realizar estudios locales, basados en el
conocimiento de las dinámicas actuales y los controles litológicos y estructurales para inferir
la edad de las plataformas.
2.1.5. Geometría de las plataformas.
(a) Plataformas ligeramente inclinadas o tipo A (gently sloping); presentan entre
1 y 5 grados de pendiente hacia el mar, se extienden desde la base del
acantilado hasta el nivel de marea baja.
Tsujimoto (1987) propuso una relación cuantitativa para distinguir entre los tipos A
y B, basada en la relación entre la fuerza de las olas (Fw) y la resistencia (Fr) de la roca sobre
la que se forma la plataforma. Para el autor, cuando la fuerza del oleaje excede un 8 por
ciento la resistencia compresiva de la roca, el desarrollo de la plataforma empieza por la
erosión de una balma en el acantilado a la altura del nivel medio del agua. Según Tsujimoto
(1987) la condición crítica que permite delimitar el tipo A y B viene dada por el hecho de si el
escarpe es destruido, resultando el tipo A, o preservado, sugiriendo que en el tipo B el
escarpe no es destruido debido a una resistencia de la roca elevada, es decir a un balance
del tipo Fw < Fr. Los estudios que intentan explicar las diferencias geométricas de las
plataformas litorales han sido numerosos, y en general observan la elevación, gradiente y
anchura. Gill (1972a) destacó que las tipo A aparecen labradas sobre rocas poco resistentes;
59
Bird y Dent (1966) defienden que las tipo B pueden dar lugar a las tipo A si hay material
abrasivo en la base del escarpe. Edwards (1951) y Hills (1972) propusieron que las tipo B son
más comunes en los cabos y puntas y las tipo A en zonas de bahía donde la roca es menos
resistente. Bird (2002) ha destacado que algunas plataformas tipo A pueden tener un origen
estructural, si aparece una superficie litológica resistente e inclinada en la zona externa que
ha sido expuesta por la eliminación de una capa de roca menos resistente. Para Trenhaile
(1987) las plataformas tipo A han sido labradas por la abrasión principalmente (lo que
implica la disponibilidad de arena o grava), con pequeñas contribuciones de alteración,
bioerosión y procesos de disolución. La anchura de estas plataformas en marea baja viene
determinada por las tasas relativas de retroceso de la base del acantilado y el borde externo
y por lo tanto está influenciado por la exposición al oleaje, el rango mareal y el gradiente
transversal de la plataforma, la resistencia de la roca y el vector temporal durante el cual los
procesos operaron hasta el momento presente. Por otro lado, plataformas tipo B son más
comunes en regímenes meso y micro‐mareales, mientras que las tipo A aparecen
preferentemente en rangos macro‐mareales, al interpretar que las mareas controlan
directamente la magnitud de la acción del oleaje (Fr) e indirectamente la alteración y la
actividad biológica y por lo tanto la eficacia de los procesos de erosión y alteración a lo largo
de las plataformas.
A modo de resumen, podemos decir que la elevación y pendiente de la plataforma
en relación con el nivel del mar, resulta de diferentes variables: energía del oleaje, rango
mareal, resistencia de las rocas que la forman (petrología, patrones de fracturación, planos
de estratificación, grado de alteración…), la exposición al oleaje de la plataforma (cabos,
bahías…). A estos factores debemos añadir además las fluctuaciones del nivel del mar y los
movimientos tectónicos. Trenhaile (2002) modelizó el desarrollo de terrazas marinas en
costas tectónicamente inestables así como los efectos de los cambios del nivel cuaternarios
en la evolución de las plataformas litorales (Trenhaile, 2001), el modelo sugirió que la mayor
60
parte de las plataformas son, al menos en parte, heredadas de uno o más momentos en los
que el nivel del mar fue similar al actual (Interglaciales).
Figura 26. Tipologías morfológicas tipo A y tipo B de plataforma litoral distinguidas por Sunamura (1992).
A pesar de que estas dos tipologías permiten clasificar, a nivel mundial, la mayor
parte de las plataformas, el rango de procesos y controles posibles determinan la existencia
de estadios intermedios entre ambas tipologías y morfologías específicas relacionadas con
los factores locales.
Los investigadores se han afanado durante largo tiempo en revelar porque las
geomorfologías de las plataformas litorales difieren a lo largo del globo a través de
comparaciones interregionales o globales (p.ej. Treinhaile y Kanyaya, 2007), principalmente
relacionando la geometría (p.ej. perfiles, altura y ancho de la plataforma) con los factores de
desarrollo, principalmente rango mareal, clima marítimo y tipo de roca. El juego complejo
entre los procesos que operan en las plataformas ha sido analizado en una amplia variedad
de escalas espaciales (Treinhaile, 2005), haciendo hincapié en el papel relativo de las olas
(como agente erosivo) y la alteración en el desarrollo de las plataformas. Estos trabajos
sugieren que la erosión por el oleaje controla el desarrollo de las plataformas desarrolladas
en aéreas de oleaje energético, como el Atlántico Norte (Treinhaile, 1972; Sunamura, 1977;
Treinhaile, 1978, 2002; Sunamura, 2001), mientras la alteración subaérea se ha considerado
el factor principal en el desarrollo de plataformas en regiones templadas o tropicales como
Australia o Nueva Zelanda (Stephenson y Kirk, 1996; Kennedy y Beban, 2005; Kennedy y
Dickson, 2006; Thorton y Stephenson, 2006; Dickson, 2006).
61
2.2. LAS PLATAFORMAS LITORALES DE PUNTA GALLIN
OBJETIVOS:
Estudiar la evolución y dinámica actual de un sector de la costa Cantábrica Gallega
Explorar las relaciones entre la elevación mareal y la resistencia/alteración en una
plataforma litoral labrada sobre materiales metamórficos.
Estudiar las relaciones entre los depósitos sedimentarios y la morfodinámica de las
plataformas rocosas.
Analizar el papel de los controles litológicos y estructurales en en la evolución de las
plataformas litorales. Estudio del grado de alteración de la roca, determinando las
variaciones de su importancia relativa tanto espacialmente en la superficie de las
plataformas como temporalmente a lo largo de su evolución reciente.
Profundizar en la importancia de las características heredadas en los controles
geológicos y su influencia en los procesos morfodinámicos actuales.
RESULTADOS:
El análisis estadístico de los valores de rebote del esclerómetro (valores R) y su integración y
análisis junto a diversas variables de cada punto de muestro en un sistema de información
ha permitido sectorizar estas plataformas en función de sus formas y procesos
geográfica
dominantes. A partir de esta sectorización se plantea una hipótesis de la evolución
geomorfológica reciente del sector de estudio.
Las investigaciones más recientes sobre los procesos que operan en las
plataformas litorales rocosas se han centrado en el papel relativo de los procesos de erosión
mecánica, como los arranques o la abrasión, frente a los procesos de alteración en la
evolución de estas formas. Las investigaciones de campo y de laboratorio (Stephenson y Kirk,
1996, 1998, 2000b; Kanyaya and Trenhaile, 2005; Trenhaile, 2006; Trenhaile and Porter,
2007), así como la modelización matemática (Trenhaile, 2001, 2005, 2008) han demostrado
que el grado de alteración en las plataformas intermareales rocosas varía con la elevación
mareal, y que la intensidad de esta alteración está controlada en gran parte por los tiempos
de inundación y exposición mareal.
En ausencia de otros procesos y de variaciones litológicas y estructurales, esta
tendencia se traduce en una correlación negativa entre elevación mareal y grado de
alteración (figura 27), que ha podido ser registrada en ambientes morfodinámicos
62
diferenciados utilizando los datos obtenidos con el esclerómetro como medida indirecta de
la alteración (Blanco Chao et al., 2007; Knight et al., 2009).
Figura 27. Resultados de los estudios previos llevados a cabo en el costa atlántica gallega. En el primer gráfico, se
aprecia una tendencia negativa entre la alteración mareal y los valores de resistencia obtenidos con el Schmidt
Hammer, que se interpreta como un incremento de la erosión hacia las cotas mareales altas. En el segundo y
tercer gráfico, los procesos de abrasión enmascaran esa tendencia.
La presencia de algunos procesos de erosión mecánica puede modificar este
gradiente de alteración. En este sentido la abrasión, es probablemente uno de los
mecanismos más efectivos, ya que al impedir el progreso en profundidad de la alteración la
superficie de la roca mantiene valores de resistencia más altos que en las superficies
sometidas exclusivamente a la alteración mareal (Blanco Chao et al, 2007). En costas
paraglaciales o para‐periglaciales la erosión de los depósitos sedimentarios con abundantes
facies gruesas, que fosilizaron las antiguas costas rocosas, representó un abundante aporte
de material abrasivo durante la transgresión holocena, lo que en algunos casos jugó un
importante papel en la evolución reciente de las plataformas litorales (Blanco Chao et al,
2007).
A partir de estos estudios previos llevados a cabo por el Grupo de Investigación en
Ciencias del Sistema Tierra de la Universidad de Santiago de Compostela, en este trabajo se
emplea una metodología semejante en una plataforma labrada en materiales metamórficos
con un fuerte componente estructural, situada en la costa cantábrica gallega. Uno de los
objetivos de este estudio ha sido verificar si en este ambiente es también posible identificar
una tendencia en la alteración semejante a la identificada en la costa atlántica de Galicia
mediante el uso del Schmidt Hammer Rock Test. Un segundo objetivo ha sido utilizar los
valores de resistencia en combinación con otras variables para explorar la dinámica actual de
estas plataformas y el papel que ejercen sobre ella los controles estructurales y los posibles
procesos y/o formas heredadas.
63
2.2.1. Características de las plataformas estudiadas.
Las plataformas que afloran en el sector de estudio muestran una gran
complejidad de formas, condicionadas tanto por la litología del substrato (cuarcitas,
cuarzofilitas y areniscas cuarzosas) como por los procesos actuales y heredados.
El sector de estudio se localiza en la costa cantábrica gallega, a unos 2.5 km de la
Ría de Ribadeo, muy próximo al límite administrativo entre la Provincia de Lugo y el
Principado de Asturias (Figura 28). Este tramo pertenece al dominio geomorfológico de la
Rasas Cantábricas, caracterizado por la presencia de hasta nueve niveles subhorizontales
(Flor, 1983; 1992), ligeramente inclinados hacia el mar, que han sido cortados
transversalmente por cursos fluviales con dirección N‐S. Punta Gallín es una pequeña
península en cuyo flanco oriental se abren dos estrechas calas, en las que afloran dos
complejas plataformas rocosas modeladas sobre estratos de cuarcitas, areniscas cuarzosas y
cuarzofilitas cámbrico‐ordovícicas pertenecientes a la Serie de los Cabos, con dirección norte
y buzamiento subvertical al este (Tabla 13).
La plataforma occidental (en adelante GA‐I) tiene 30 m de anchura media, 100 m
de longitud y una pendiente de 2º, entre las cotas mareales de 3 y 5.2 m (Figura 29 Tabla 13).
Esta plataforma presenta una segmentación marcada por un cambio de pendiente que
coincide aproximadamente con la cota de marea alta. El segmento superior de la plataforma
presenta una forma de rampa, con una pendiente media de 7º, y sobre ella se encuentra una
playa de cantos, con una anchura media de 13 m, situándose su borde externo a una cota
mareal entre 5.5 y 6 m. La plataforma está limitada en el flanco oriental por una fractura con
dirección N‐S que define una pared acantilada, en la que se aprecian las cicatrices de
arranques recientes a favor de las líneas de debilidad definidas por los planos de
estratificación de las cuarcitas y cuarzofilitas y el patrón de fracturación. En esta pared se
distingue una superficie fosilizada por un deposito policíclico que se describe en detalle en el
capítulo 3 de esta memoria. El depósito GAdep‐I se localiza al fondo de la ensenada, en su
extremo occidental, y presenta importantes variaciones laterales en los niveles presentes y
su potencia. La plataforma GA‐I queda limitada por un escarpe en su borde externo, que cae
verticalmente desde la cota mareal de los 3 m hacia un canal abierto a favor de una fractura
de dirección aproximada oeste‐este, y que permanece sumergido incluso durante las mareas
bajas vivas (Figura 29).
64
Figura 28. Localización de las plataformas litorales de Punta Gallín.
65
Figura 29. Detalle de la plataforma GA‐I
Tabla 13.Características de las plataformas estudiadas. Las características de Gallín II hacen referencia a la
plataforma situada al oeste del canal.
GALLÍN I GALLÍN II‐E GALLÍN II‐W
Anchura media (m) 30 10 8
Longitud (m) 100 73 49.8
Elevación mareal media (m) 4.84 3.97 4.76
Media de R 41.5 44.8 42.7
Litología Cuarcitas y Cuarcitas y Areniscas
cuarzofilitas Cuarzofilitas cuarzosas
Pendiente media (grados) 2.0 3.1 0.4
La plataforma oriental (en adelante GA‐II) presenta dos sectores separados por un
canal abierto a favor del contacto entre dos estratos litológicos diferentes (Figura 30). El
control litológico determina las diferencias entre ambos sectores. El sector occidental (GA‐II‐
W) se labró sobre un nivel de areniscas cuarzosas masivas. Esta plataforma occidental de
GA‐II presenta una morfología suave caracterizada por la ausencia de formas de erosión a
meso‐macro escala. Su elevación mareal media son 4.76 m con una variación máxima de
0.46 m. No funciona como una plataforma litoral en sentido estricto ni presenta una
pendiente hacia el mar; su morfología está determinada por la presencia de fracturas con
dirección W‐E que cortan transversalmente los planos de estratificación de la roca. La
plataforma oriental (GA‐II‐E) se ha labrado sobre un estrato de cuarcitas intensamente
66
fracturadas, con planos de estratificación de potencia variada (entre 5 y 40 cm), lo que ha
derivado en un una morfología rugosa, caracterizada por la presencia de numerosas
cicatrices de arranque. La plataforma GA‐II‐E queda delimitada en su borde oriental por un
canal labrado sobre cuarzofilitas que sólo queda totalmente expuesto durante las mareas
bajas vivas. El fondo de la ensenada en la que aflora la plataforma GA‐II coincide con la
posible paleodesembocadura de un estrecho curso fluvial, que actualmente desagua en un
estrecho y abrupto entrante costero situado 250 m al sur. Coincidiendo con esta
paleodesembocadura aparece un depósito de poca potencia, compuesto de cantos
redondeados de cuarcita y arenisca, alternando hacia la parte más interna con niveles de
suelo que muestran características de horizontes A. De manera similar a GA‐I, la plataforma
GA‐II muestra también un escarpe externo, aunque con una elevación mucho menor.
Figura 30. Detalle de las plataformas de GA‐II.
La presencia de los escarpes externos de ambas plataformas, unido a que las
plataformas se encuentran bastante elevadas, determina que la mayor parte de la energía
de ola se disipe en los primeros 40 metros desde el borde externo de las plataformas, y que
solamente las olas con alturas significantes (Hs) entre 1 y 2 m puedan romper directamente
sobre ellas. Aunque no se dispone de datos de oleaje obtenidos directamente sobre las
plataformas, se ha modelado la atenuación del oleaje tras la rompiente utilizando una
función de atenuación (Trenhaile, 2000, 2002):
Fw=0.5pw(hb)e‐k.Ws (1)
Donde Fw es la fuerza de la ola que alcanza el borde del agua después de la
rompiente, pw es la densidad del agua de mar (1025 kg m‐3), hb es la profundidad de
67
rompiente de la ola, k es una constante de atenuación de surf y Ws es el ancho de la zona de
surf desde la rompiente al borde del agua, calculada a partir de datos topográficos. La
profundidad de rompiente se ha determinado asumiendo la relación Hb/hb=0.78, y la altura
de rompiente (Hb) se ha calculado a partir de datos de altura significante (Hs) y periodo (T) de
oleaje en aguas profundas según la ecuación (Komar y Gaughan, 1972):
Hb=0.39g0.2(THp2)0.4 (2)
Figura 31. Porcentaje (%) de la energía de ola disipada en las plataformas de Gallín‐I y Gallín‐II durante la máxima
pleamar observada. El 100% de la energía coincide con el punto de rompiente. El valor k utilizado ha sido 0,1 lo
que representa un índice de atenuación alto en una superficie rugosa (Trenhaile, 2002). Los cálculos se han
realizado utilizando olas de altura significante espectral de 1 y 2 m con período medio espectral de 5 y 6
segundos respetivamente. Los datos de oleaje se han obtenido de la boya CosGijón II (Puertos del Estado).
Como se observa en la Figura 31 las olas con Hs superior a 1 m rompen antes de
alcanzar el escarpe o lo hacen directamente contra él, disipando su energía casi totalmente
en los primeros 20 m desde el punto de rompiente. Sólo las olas con Hs igual o inferior a 1 m
pueden romper sobre las plataformas, conservando aproximadamente un 15 % de su
energía al alcanzar el borde del agua.
2.2.2. Estudio de la resistencia como indicador de los procesos de erosión‐alteración en las
plataformas.
La resistencia de una roca está directamente relacionada con la alteración de la
misma a través de la idea general de que una roca alterada ofrecerá una menor resistencia a
los agentes erosivos que el mismo tipo de litología sin alterar. Diversos estudios han
confirmado esta relación (p. ej. Trenhaile et al, 2007; Matsukura et al, 2006) aunque pueden
existir algunos productos derivados de procesos de alteración, como por ejemplo la
formación de costras de hierro, que en general incrementan la resistencia de una roca. En
cualquier caso, existe una relación clara entre resistencia y alteración, que ha sido medida y
utilizada en variados estudios geomorfológicos. El dispositivo más ampliamente utilizado
para medir la resistencia de los materiales en el campo es el esclerómetro o Schmidt Rock
68
Test Hammer del que existen diferentes versiones y que ha sido utilizado en estudios
geomorfológicos desde mediados del siglo XX. Recientemente, ha empezado a utilizarse el
durómetro, capaz de superar algunas de las limitaciones del Schmidt Hammer pero que
presenta otros problemas.
2.2.2.1. Dispositivos para estimar la alteración en el campo a través de la resistencia.
2.2.2.1.1. Schmidt rock Hammer test.
Originalmente concebido en 1948 por E. Schmidt como un dispositivo no
destructivo para calcular la dureza del cemento, el Schmidt Hammer pronto se empezó a
aplicar en rocas con el objetivo fundamental de estimar su resistencia compresiva. En las
últimas décadas el Schmidt Hammer ha sido ampliamente aplicado por los geomorfólogos
con diferentes propósitos, gracias a su versatilidad, su bajo coste económico, su reducido
peso y la facilidad del ensayo.
El funcionamiento de la herramienta se basa en un pistón con resorte que es
liberado cuando el percutor es presionado contra una superficie (Figura 32). El impacto del
pistón transfiere la energía al material, de forma que la altura del rebote del pistón se
considera un índice de la dureza (o resistencia de impacto) de la superficie, ya que la altura
de rebote depende de la elasticidad de la superficie. La medida del rebote se conoce como el
valor de rebote R (Schmidt Hammer rebound number). En función del material (tipo de roca)
que queramos someter a este test, existen cuatro diferentes versiones del aparato, cuya
diferencia fundamental es la energía con la que se libera el pistón (energía de impacto):
Type P (para materiales de muy baja resistencia, inferior a 70 kPa)
Type L (0.737 Nm)
Type N (2.207 Nm)
Type M (29.43 Nm)
Es precisamente la energía de impacto del Schmidt Hammer la que determina su
rango de aplicabilidad. Aydin (2008), en una revisión del método para determinar el valor de
rebote propuesto por el ISRM (International Society for Rock Mechanics), destaca que el Tipo
L tiene una mayor sensibilidad en los rangos de resistencia más bajos, y por tanto aporta
mejores resultados cuando se pretende testar la debilidad, porosidad y alteración de las
rocas; mientras el Tipo N es menos sensible a las irregularidades, obteniéndose con él una
menor dispersión de los datos en superficies heterogéneas. El tipo más utilizado por los
geomorfólogos es el N (Goudie, 2006), ya que permite recoger valores en un amplio rango
de rocas con resistencias compresivas desde 20 hasta 250 MPa.
69
realizar un cálculo automático de la resistencia a la compresión gracias a las curvas de
conversión integradas y posibilita la evaluación y almacenamiento de datos y su transmisión
a un ordenador.
Figura 32. Principio de funcionamiento del Schmidt Hammer (Aydin, 2008)
2.2.2.1.2. El Durómetro Equotip (Proceq).
El durómetro Equotip es un aparato portátil originalmente diseñado para la
medición de la dureza en metales. Se compone de un dispositivo de impacto (una pequeña
bola de tungsteno o carburo) y un dispositivo electrónico que mide la velocidad con la que la
bola rebota desde la superficie impactada. La bola de impacto es lanzada mediante un
muelle contra la superficie del material a evaluar, rebotando sobre ésta. Tanto durante el
impacto como durante el rebote el dispositivo de impacto atraviesa una bobina generando
un voltaje cuya medida determina las velocidades de impacto y rebote. El cociente entre
ambas velocidades es lo que consideramos como el valor de dureza (Hardness value) L.
L = (Vrebote / Vimpacto)*1000 (3)
Este cociente también se conoce como prueba o test de dureza de Leeb (unidades
HLD). Cuanto mayor sea la dureza del material medido, mayor es la velocidad de rebote, de
manera que el valor L del Equotip, al igual que el valor R del Schmidt Hammer, representa
una medida directa de la dureza, y como tal puede ser utilizado para comparar diversos
materiales sometidos al mismo test.
El Equotip (Figura 33 y Figura 34) permite disponer de diferentes dispositivos de
impacto en función del tipo de superficie sobre la que vayamos a trabajar, y además existen
anillos de soporte que permiten realizar pruebas en una amplia variedad de superficies
geométricas, desde planas (anillo estándar) hasta cóncavas, convexas o cilíndricas.
70
Figura 33. Diseño del Equotip (Proceq) (1) loading tube, (2) guide tube, (3) coil with coil holder, (4) release button,
(5) connection cable, (6) support ring, (7) impact body, (8) test tip, (9) impact spring, (10) loading spring, (11)
catch chuck and (12) material to be tested. (de F. Meulenkamp and M. Alvarez Grima, 2000)
En ensayos en laboratorio la metodología de aplicación del durómetro Equotip es
similar a la de otros durómetros de sobremesa. Según los fabricantes (Proceq, 2007) la
muestra debe tener al menos 10 x 10 mm y debe fijarse a una base para evitar vibraciones
durante la medida, aunque se obtienen mejores resultado en muestras grandes, siempre
que la superficie de medición esté limpia y seca. Se recomienda recoger al menos de 3 a 5
impactos separado por al menos 5 mm, no repetir los impactos en un mismo punto y utilizar
la media de esos impactos como medida de la dureza. La rugosidad de la superficie afecta a
la medida de manera que se obtendrán valores L más bajos en superficies más rugosas.
Figura 34. Equotip con dispositivo de impacto D estándar.
El Equotip ha sido utilizado en muy pocos estudios geomorfológicos, por lo que no
existen ni protocolos de aplicación en el campo, ni muchos estudios de correlación con otras
propiedades de la roca. Verwaal y Mulder (1993) y Asef (1995) han intentado correlacionar
71
los valores de rebote del Equotip con la resistencia a la compresión, concluyendo que el
Equotip podía ser un buen estimador de las propiedades de la resistencia de las rocas
basándose en modelos estadísticos. Más recientemente Meulenkamp y Alvarez Grima
(1999) han desarrollado un programa informático basado en la teoría de las redes
neuronales para estimar la Resistencia a la compresión no confinada (UCS) a partir de los
valores obtenidos con el Equotip, teniendo en cuenta la porosidad, densidad y tamaño de
grano de la roca.
2.2.2.2. Ventajas e inconvenientes del Equotip y el Schmidt Hammer para su aplicación en
el campo (in situ).
Aunque su principio de funcionamiento es similar, estos dos aparatos presentan
diferencias fundamentales que resultan determinantes para sus aplicaciones
geomorfológicas.
a) Energía de impacto. El durómetro Equotip tiene una energía de impacto 1/66 menor
que el Schmidt Hammer Tipo L, es decir actúa con una energía de impacto muy baja,
pero aún con ello tiene un rango de medida mayor que éste (Figura 35).
De acuerdo a Aoki y Matsukura (2005) que han comparado los rangos de medición del
durómetro Equotip y del Schmidt Hammer (tipo L) (Figura 35) el Equotip es el dispositivo con
un mayor rango de medida, y es especialmente indicado para aplicar en materiales blandos
como rocas muy alteradas e incluso sedimentos, gracias a su menor energía de impacto. La
mayor energía de impacto del Schmidt Hammer impide su aplicación en materiales blandos,
dado que puede fracturar la superficie o incluso hundirse el percutor. Los mismos autores
consideran el Equotip como el dispositivo más adecuado para la aplicación en rocas con
capas finas de alteración, ya que la mayor energía de impacto del Schmidt Hammer haría
que los valores de rebote estén más influidos por la roca fresca subyacente.
Figura 35. Rangos de medición con el Equotip y otros durómetros. Los valores han sido convertidos a valores de
Resistencia a la Compresión no confinada (Unconfined Compressive Strength, UCS) para facilitar la comparación
(de Aoki y Matsukura, 2006).
b) Diámetro del percutor. El durómetro Equotip tiene un percutor mucho más pequeño
que el Schmidt Hammer (3 mm de diámetro) (Figura 37) produciendo una muesca en la
superficie de la roca tras el impacto de aproximadamente 0.5 mm, mientras el
esclerómetro tiene un percutor con un diámetro aproximado de un centímetro. El
72
mayor diámetro del esclerómetro limita su aplicación en determinadas superficies como
concavidades, pequeñas formas erosivas o superficies curvas, donde el durómetro
consigue una gran adaptación gracias a los distintos anillos de soporte para el percutor
(Figura 36).
Figura 36. Ejemplos de anillos para el percutor del Equotip
Sin embargo, el diámetro del percutor del durómetro también presenta serias
limitaciones para su aplicación en geomorfología. Aunque el Equotip puede ser aplicado en
una amplia variedad de litologías y superficies gracias a su amplio rango de medición y se
obtienen muy buenos resultados en rocas mineralógicamente homogéneas y con tamaños
de grano fino como areniscas o cuarcitas (Aoki y Matsukura, 2005) en materiales de grano
medio a grueso, como por ejemplo muchas rocas graníticas, puede producirse una excesiva
dispersión de los valores de rebote. La reducida dimensión del percutor hace que pueda ser
semejante e incluso inferior al tamaño de los cristales de la roca, de forma que los valores
obtenidos correspondan al valor de dureza de los cristales individuales, y no caractericen la
roca.
Figura 37. Diámetros de los percutores.
En rocas de grano grueso, la alta sensibilidad del Equotip puede convertirse en
problemática en rocas alteradas. Como se ha mencionado, la alteración de la roca
generalmente implica un aumento de su rugosidad, y en el caso de las rocas mineralógica y
granulométricamente heterogéneas como algunos granitos, los minerales pueden alterarse
de manera diferencial, de forma que los más resistentes tienden a quedar en resalte, como
73
ocurre con los granos de cuarzo frente a los menos resistentes feldespatos y micas. En estas
condiciones, es posible que estemos cometiendo un sesgo al impactar preferentemente
sobre los cuarzos, lo que generaría una sobrestimación del valor de resistencia de la roca.
Otro problema identificado durante el trabajo en el campo es que la excesiva rugosidad de la
capa de alteración induce una mayor dispersión de los valores de rebote y genera
dificultades para el asentamiento correcto del percutor sobre la superficie a medir.
2.2.2.3. Interpretación del valor R y el valor L en geomorfología.
En los métodos de medición de dureza tradicionales, se mide el tamaño de la
muesca que queda en el material tras el ensayo, por lo que las escalas utilizadas (Bricknell,
Rockwel, Wickers…) no se expresan en ninguna unidad de medida estándar. Los valores que
registran el esclerómetro y el durómetro no son más que otra medida relativa de la dureza
obtenida a través de un proceso no destructivo, y que en vez de expresar el tamaño de una
muesca indica el valor de un rebote de un percutor sobre una superficie en términos de
altura (Schmidt Hammer) o de velocidad (Equotip). En el ámbito de la ingeniería mecánica se
han llevado a cabo intentos de correlacionar estos valores de rebote con otras propiedades
físicas y mecánicas de la roca, especialmente evidente con la Resistencia Compresiva no
Confinada (Unconfined Compressive Strength, UCS) y el Módulo de Young (Verwaal and
Mulder, 1993; Hack et al., 1993; Kawasaki 2000, 2002; Meulenkamp and Grima, 1999; Otawa
et al., 1999, Aoky and Matsukura, 2008; Yilmaz y Sendir, 2002, Kahraman, 2001, Sachpazis,
1990). El interés mostrado en realizar estas correlaciones se basa en que dada la facilidad de
manejo, su aplicabilidad en el campo y el reducido coste de los test de rebote sería muy
interesante disponer de ecuaciones que permitieran a los ingenieros obtener rápidamente y
a bajo coste estos parámetros para una determinada litología o material.
La bibliografía disponible (p.ej. Aoki and Matsukura, 2007; Colman, 1981; Sjöberg
and Broadbent, 1991), Hall, 1993; Waragai, 1999, Matsukura and Matsuoka, 1996, Day,
1981; Haryono y Day, 2004), Pye et al., 1986, Ballantyne et al., 1997; Anderson et al., 1998;
Rae et al., 2004; Stephenson and Kirk, 2000; Török, 2003; Sjöberg, 1994, Naylor &
Stephenson, 2009; Blanco Chao et al., 2007) refleja que en estudios geomorfológicos, el uso
de estos dispositivos de medición, esclerómetro y durómetro, suele orientarse al estudio de
las diferencias en la resistencia de la roca que ayuden a explicar formas y procesos
geomorfológicos o tendencias en la alteración. En este sentido, y a diferencia de los estudios
74
de ingeniería, no es el aspecto más importante determinar si el parámetro medido es la
resistencia compresiva o la dureza de una roca. La hipótesis de partida en geomorfología es
que existe una relación entre la alteración y la resistencia de la roca, que normalmente
deriva en la pérdida de resistencia de la misma, debilitando los enlaces entre sus minerales
constituyentes, creando microfracturas y aumentando la porosidad, lo que conduce a una
disminución de su resistencia a los procesos erosivos y a la propia alteración. Así, la medida
obtenida con el esclerómetro o el durómetro, puede interpretarse como una medida de la
intensidad de los procesos de alteración.
2.2.2.4. Diseño del muestreo de la resistencia de la roca como medida indirecta del grado
de alteración.
En los estudios de campo de alteración de la roca, los datos recogidos no son
independientes de su localización espacial, ya que ésta determina el papel que otras
variables puedan jugar en los procesos a evaluar. La distribución espacial de los datos
permite distinguir dos tipos de muestreo cuando aplicamos los test de resistencia al estudio
de la alteración:
(i) El más sencillo consiste en buscar diferencias entre superficies en función de la
presencia o ausencia de un factor o variable. Un ejemplo de este tipo de estudio sería la
búsqueda de diferentes resistencias en un domo granítico entre una superficie cubierta por
una costra de hierro (PRESENCIA) y la superficie anexa libre de esa costra (AUSENCIA).
(ii) El segundo método de muestreo no consiste en comparar superficies sino en buscar
comportamientos o tendencias. En este caso el diseño del muestreo busca poner en
evidencia diferencias en la alteración dependientes de una determinada variable, que
normalmente seguirá un patrón espacial. En este caso el número de puntos de muestreo
varía en función de la resolución que queramos obtener y del número de factores
identificados. Por ejemplo, en un tramo intermareal sabemos que el principal factor de la
alteración es el tiempo de exposición e inundación, por lo que elegimos un muestreo de n
puntos en función de las dimensiones de la superficie. En este tipo de estudio suelen
utilizarse perfiles y los puntos de muestreo deben ser georeferenciados en un sistema de
coordenadas (x‐y) al que es recomendable añadir también la altura, de manera que pueda
llevarse a cabo un análisis espacial, por ejemplo mediante herramientas SIG.
2.2.2.4.1. Muestreo en cada punto. Factores de variación de las medidas R y L.
La naturaleza de los factores que influyen en la medida registrada por del
durómetro y el esclerómetro es diversa. Además de una serie de errores asociados a las
propias características del los dispositivos, como la calibración o el ángulo de aplicación,
existe un rango amplio de factores que se consideran fuentes de error en la estimación de la
resistencia. Esto implica que debemos ser cuidadosos al recoger e interpretar los resultados
obtenidos con estos test de resistencia. Para reducir la posibilidad de error, la mayor parte
de las investigaciones geomorfológicas que han utilizado el Schmidt Hammer, siguen la
metodología diseñada por Day y Goudie (1977) y Selby (1980), y algunos incluyen también
75
las recomendadas por el ISRM (1981). La revisión de estos y otros trabajos permite
identificar las siguientes fuentes de error:
1. Tamaño del espécimen. El ISRM establece un peso mínimo de la muestra de 20
kg para el esclerómetro de tipo‐L y de 40 kg para el tipo‐N, que deben estar fijadas a una
superficie firme y plana, pero es obvio que en trabajos de geomorfología en el campo
resultará muy difícil disponer de bloques de peso estandarizado, aunque algunos autores
sugieren pesos superiores a 25 kg para asegurar la consistencia del rebote (Nel y Sumner,
2002). A diferencia del esclerómetro, la menor energía de impacto del durómetro Equotip
permite trabajar con muestras más pequeñas. Por otro lado, siguiendo las recomendaciones
de Day y Goudie (1977) debemos evitar los bordes de las muestras, ya que la energía del
rebote puede dispersarse obteniéndose valores más bajos.
2. Contenido en humedad. El contenido en agua en la roca en la zona donde se
aplica el impacto puede modificar el valor obtenido con el esclerómetro. Sumner y Nel
(2002) realizaron un experimento en laboratorio que confirmó que los valores R decrecen
con el aumento en la saturación en agua de la roca; si bien es la estructura de la roca, y
especialmente la porosidad de cada tipo de roca el factor determinante. Recientemente,
Viles et al (2010) en un estudio comparativo de las posibilidades del Equotip y el Schmidt
Hammer en estudios geomorfológicos, demostraron que si bien los valores obtenidos con el
esclerómetro en arensicas húmedas decrecían en las muestras de roca húmedas, los valores
obtenidos con el durómetro no mostraron diferencias significativas.
3. Rugosidad. La rugosidad de la roca suele ser considerada como una fuente
de error en la aplicación del durómetro y el esclerómetro, y sin embargo se trata de una
característica que suele ser inherente al proceso de alteración. La rugosidad actúa
reduciendo la magnitud de los valores del esclerómetro (Williams y Robinson, 1983) y
aumentado su dispersión, frente a una superficie pulida del mismo material En el caso del
esclerómetro se debe a que el percutor impacta primero sobre los resaltes, con la
consiguiente pérdida de energía, además de que sobre superficies rugosas resulta más
difícil estabilizar el aparato. En el caso del Equotip, resulta incluso más complicado
estabilizar el dispositivo, de forma que en muchas ocasiones el percutor no consigue
impactar sobre la superficie al quedarse demasiado lejos de la misma, o bien tiende a
impactar preferentemente sobre los cristales que quedan en resalte. Con el objetivo de
evitar las interferencias en las medidas del Schmidt Hammer derivadas de la presencia de
irregularidades, Day y Goudie (1977) propusieron en su metodología abrasar las superficies
a medir con “carborundum”, nombre comercial de unos discos abrasivos compuestos por
sílice y carbón muy duro que se emplea normalmente para el pulido de metales. Han sido
muchos los a investigadores que han seguido este método (Sthephenson y Kirk, 2000;
Sumner y Nel, 2002; Stefan et al.; 2004; Kennedy y Paulik, 2006; Kennedy y Beban, 2004;
Thornton y Stephenson, 2006), utilizando el mencionado carborundum u otro tipos de
abrasivos. La utilización de este tipo de abrasivos puede ser recomendable si pretendemos
evaluar la resistencia de la roca intacta (Sumner y Nel, 2002; Stefan et al. 2004), pero carece
de sentido si lo que nos interesa medir es el grado de alteración (Stephenson y Kirk, 2000),
76
ya que como ha señalado Goudie (2005) con este método estaríamos eliminando la
superficie a estudiar.
Otra forma de reducir la influencia de la rugosidad ha sido la repetición de medidas
sobre un mismo punto, de forma que el primer rebote aporta la estimación de la alteración y
los siguientes se van aproximando progresivamente al valor de la roca fresca Esta de
impacto continuo ha sido utilizada por diferentes autores (p. ej. Hucka, 1965; Matsukura y
Tanaka, 2000, Hayakawa et al., 2008) con el objetivo de estimar otras propiedades de la roca
como la UCS, y siguiendo el método de Poole y Farmer (1980) y Matsukura y Aoki (2004), los
valores iniciales se eliminan al ser considerados “errores derivados de la alteración o el
proceso de impacto”. Matsukura y Aoki (2004) probaron este método con el Equotip y el
Schmidt Hammer tipo L, concluyendo que en ambos casos solamente el primer valor indica
la dureza de la capa de alteración, mientras que en los posteriores impactos registran
incrementos en los valores R y L hasta estabilizarse.
La rugosidad es por lo tanto una característica de la roca inherente a la alteración y
la medida que nos devuelven estos aparatos reproduce la conjunción de ambas
características. McCarroll (1990) ha destacado que las diferencias en la rugosidad de la
superficie no pueden ser vistas como una fuente de error, lo que limitaría la aplicabilidad,
sino que esta rugosidad refleja la influencia de la alteración.
4. Tamaño del grano. Aydin y Basu (2005), han confirmado al aplicar el
esclerómetro en rocas con la misma composición mineralógica pero tamaño de grano
diferente, se obtienen valores más altos y una menor dispersión en las de grano fino. El
tamaño del grano es una característica textural de la roca que también influye en los
procesos de alteración, esencialmente porque las rocas con una mayor heterogeneidad en el
tamaño del grano presentan discontinuidades cristalinas más marcadas. Como se ha
explicado arriba, tanto el durómetro como el esclerómetro son sensibles a las variaciones en
el tamaño de grano, si bien en rocas con tamaños de grano muy grueso el esclerómetro
presenta menos problemas, ya que el mayor diámetro del percutor permite obtener un valor
global de la resistencia de la roca, mientras que el menor diámetro del percutor del
durómetro permite diferenciar la resistencia individual de los granos e incluso entre los
granos y la matriz.
5. Discontinuidades. Las medidas obtenidas con el Schmidt Hammer pueden verse
influidas por las discontinuidades de la roca, tales como fracturas, diaclasas o planos de
esquistosidad marcados (anisotropía). La anisotropía es un factor importante en la
resistencia de la roca y varios estudios (p. ej. Le Pera y Sorriso, 2000) han confirmado que el
Schmidt Hammer es sensible a esta propiedad, de modo que los valores R descienden
acusadamente cuando la dirección de impacto es normal a los planos. Una de las
recomendaciones propuestas por Day y Goudie (1977) para la aplicación del esclerómetro en
el campo es que los lugares donde se realice el test no deben estar a menos de 6 cm de una
fractura o cavidad, ya que se podrían obtener valores infraestimados. Esta distancia puede
parecer en cierta medida arbitraria y hace que el esclerómetro resulte inaplicable en
sectores muy fracturados. En el caso del durómetro, la menor energía de impacto le permite
hacer una lectura más superficial y por lo tanto menos sensible a la presencia de fracturas.
77
6. Cobertura biológica: algas, Líquenes y biofilms. Cualquier tipo de cubrimiento, en
principio deberá afectar a las lecturas obtenidas con el esclerómetro o el durómetro. En el
caso de las coberturas liquénicas, deben evitarse, ya que al impactar sobre ellas se origina
una reducción en el rebote. Por otra parte, su eliminación de la superficie de la roca resulta
muy difícil sin arrastrar parte de la posible capa de alteración. En superficies con una
cobertura muy densa puede resultar útil el durómetro ya que el tamaño milimétrico de su
percutor puede impactar en pequeños espacios que queden libres de esta cobertura.
Es posible que las algas y los biofilms afecten también a las medidas realizadas con
el Schmidt Hammer y el Equotip, ya que pueden retener humedad y modificar la rugosidad
de la superficie, sin embargo, no existen datos que confirmen esta hipótesis.
2.2.2.5. Aplicación del Schmidt Hammer al estudio de las plataformas litorales de Punta
Gallín.
2.2.2.5.1. Uso del Schmidt Hammer para el estudio de las costas rocosas. Experiencias
previas.
El esclerómetro ha sido utilizado en numerosos trabajos de geomorfología litoral
para determinar la resistencia relativa de la roca (Haslett y Curr, 1998; Trenhaile et al., 1996,
1999; Stephenson y Kirk, 2000a, 2000b; Andrade et al., 2002; Dickson, 2005; Dickson et al.,
2004; Trenhaile y Kanyaya, 2004; Kennedy y Beban, 2005, Thornton y Stephenson, 2006;
Blanco Chao et al., 2006a, 2007; Knight et al., 2009; Chelli et al., 2010; Naylor y Stephenson,
2010). Estas investigaciones pueden dividirse en dos grupos iniciales en función del objetivo
de la aplicación del Schmidt Hammer a las costas rocosas: (i) por un lado la estimación
simple de la resistencia mecánica de la roca (overall hardness), aportada como una medida
descriptiva (p.ej. Trenhaile, 1996; Stephenson y Kirk, 2000a; Cruslock et al., 2010; Naylor y
Stepheson, 2010), y por otro (ii) el uso de los valores obtenidos con el Schmidt Hammer para
explorar los controles geológicos en el desarrollo, evolución y morfología de las plataformas
litorales; en este caso, el Schmidt Hammer suele ser la herramienta fundamental del estudio
y suelen buscarse relaciones entre los valores obtenidos con el mismo y otras variables
(grado de alteración, elevación mareal, tipo de roca, etc.) No resulta sencillo realizar una
subdivisión más pormenorizada de este segundo uso del Schmidt Hammer, ya que cuando se
emplea como parte de una metodología encaminada a desentrañar el papel de los controles
geológicos en las costas rocosas, los autores suelen obtener conclusiones variadas al
respecto, y que hacen referencia a uno o varios de los siguientes aspectos: (i) el papel de la
alteración en la reducción de la resistencia de la roca (con respecto a la roca fresca)
(Trenhaile, 1999; Stephenson y Kirk, 2000b), (ii) la intensidad y los patrones espaciales de los
procesos de alteración (Kennedy y Beban, 2005; Blanco Chao et al., 2007; Knigth et al. 2009)
(iii) la identificación de procesos de erosión, (iv) el papel heredado de las plataformas
(Dickson et al., 2004; Trenhaile et al., 1999) o (v) su susceptibilidad erosiva (Dickson et al.,
2004). A modo de simplificación, puede argumentarse que estos trabajos se plantean desde
dos perspectivas diferentes y que convergen en esa temática de la estimación del papel de
los controles geológicos en el desarrollo de las costas rocosas. Por un lado algunos trabajos
78
(p.ej. Trenhaile, 1999; Stephenson y Kirk, 2000b; Blanco Chao et al., 2007) emplean el
Schmidt Hammer para estimar el grado de alteración, como respuesta de la roca a un
proceso determinado y que puede mostrar diferencias espaciales en su operatividad a lo
largo de la plataforma. Los trabajos de Trenhaile (1999) y Stephenson y Kirk (2000b),
mostraron la capacidad del Schmidt Hammer para estimar el grado de alteración en costas
rocosas litológicamente homogéneas, y Blanco Chao et al. (2007) dieron un paso más al
identificar diferencias espaciales en el grado de alteración a lo largo de la plataforma. Esas
diferencias responden, por un lado al efecto de la abrasión que elimina la capa de alteración
implicando una mayor resistencia de la roca en los puntos sometidos a este proceso; y por
otro a la diferente intensidad de los procesos de humectación‐desecación en función de la
posición mareal (tiempo de exposición) que fue evidenciada por una correlación negativa
entre la elevación mareal y la resistencia.
El otro grupo temático está integrado por aquellos trabajos que buscan relaciones
entre la resistencia de la roca y la morfología y/o elevación de las plataformas (p.ej. Kennedy
et al., 2004, 2011; Kennedy y Beban, 2005; Kennedy y Dickson, 2006; Kennedy, 2010;
Thornton y Stephenson, 2006; Naylor y Stephenson, 2010). Conjuntamente, estos trabajos
han contribuido a profundizar en la relación entre la resistencia de la roca y la elevación de
las plataformas (p.ej. Thornton y Stephenson, 2006), pero también han puesto en evidencia
la existencia de procesos de alteración y erosión que implican cambios espaciales en la
resistencia de las plataformas desarrolladas sobre litologías homogéneas. Así, Kennedy y
Dickson (2006) y Kennedy et al. (2011) encontraron que las costras de hierro implican un
aumento de la resistencia medida con el Schmidt Hammer y Blanco Chao et al. (2007)
evidenciaron un descenso de la resistencia hacia cotas de marea alta como respuesta a una
mayor intensidad de los procesos de humectación‐desecación) y un aumento de los valores
del Schmidt Hammer en los puntos sometidos a abrasión; Knight et al. (2009) han
encontrado la misma tendencia en la alteración en un sector de la costa NW de Irlanda.
La revisión cronológica de las investigaciones sobre los controles geológicos en el
desarrollo de plataformas litorales que emplean el Schmidt Hammer como método principal
permite observar como estos trabajos se hacen progresivamente más complejos. En los
artículos mencionados más recientes, las líneas entre los conceptos de alteración, herencias,
erosión y resistencia se desdibujan. Las interpretaciones obtenidas de la exploración espacial
de los valores de resistencia obtenidos permiten defender que si bien el control litológico
parece fundamental para explicar la evolución, actual comportamiento erosivo y morfología
de las plataformas (sobre todo en contextos litológicos heterogéneos), a este control deben
añadirse los procesos heredados, los posibles tipos de alteración o erosión y sus variaciones
espaciales en función de factores como la exposición, la elevación mareal o posibles
procesos neotectónicos.
Para finalizar esta apartado podemos citar el trabajo de Chelli et al. (2010), que
precisamente ejemplifica la complejidad de las interpretaciones alcanzadas con los datos del
Schmidt Hammer. Estos autores se proponen evaluar la influencia relativa de la litología y la
alteración en la formación de unas plataformas litorales utilizando la resistencia de la roca.
Los datos del Schmidt Hammer permitieron concluir que en las plataformas de La Spezia
79
(Noroeste de Italia) la litología como factor de control, se hace menos significativo al
incrementar la alteración de la roca, hasta el extremo de que dos rocas con resistencias
iniciales diferentes terminan mostrando valores R similares. Por otro lado, encuentran
diferencias entre estaciones con el mismo tipo de roca y diferente tiempo de exposición y
determinan que la parte baja de las plataformas presenta una menor resistencia que la parte
alta, lo que explican por la mayor intensidad de la alteración en la franja inferior.
El uso del Schmidt Hammer para el estudio de las plataformas rocosas ha
contribuido notablemente al debate sobre papel relativo de la alteración y la erosión en el
desarrollo de estas formas litorales, y también a esclarecer en qué medida son
determinantes los controles geológicos (fundamentalmente la resistencia de la roca) en su
desarrollo. Esta revisión bibliográfica también permite dividir los trabajos entre los que
identifican una correlación negativa entre la elevación mareal y la resistencia (Blanco Chao
et al., 2007; Knight et al., 2009) y los que no la identifican (Thornton y Stephenson, 2006;
Chelli et al., 2010), así como entre los que encuentran que en su sector de estudio la
resistencia de la roca es un control en la morfología‐elevación de las plataformas (p.ej.
Thornton y Stephenson, 2006) y los que no encuentran esa relación (p.ej. Trenhaile et al.,
1999). En los trabajos llevados a cabo en el NW de la Península Ibérica (Trenhaile et al.,
1999; Blanco Chao et al., 2007; Kennedy et al., 2010) se añadió una mayor complejidad al
debate sobre los controles geológicos en el desarrollo de las costas rocosas, al considerar los
procesos heredados y trazar un modelo evolutivo en el que se incluyen los cambios del nivel
del mar cuaternarios, la presencia de acantilados sedimentarios en las formas y procesos
actuales sobre las plataformas. Las plataformas litorales de Punta Gallín se presentan como
un sector de estudio muy apropiado para continuar con esta línea de investigación sobre los
efectos de las herencias en los controles geológicos. Las plataformas objeto de estudio se
han desarrollado sobre materiales metamórficos, ligeramente heterogéneos, que presentan
una playa de bloques en su sector supramareal y están limitadas en su parte trasera por un
acantilado sedimentario que ejemplifica el retroceso de la línea de costa durante la
transgresión Holocena. Teniendo en cuenta el estado de la cuestión en el estudio de las
plataformas rocosas, con la aplicación del Schmidt Hammer en las plataformas de Punta
Gallín hemos pretendido (i) identificar posibles variaciones espaciales en la resistencia de la
roca relacionadas con la elevación mareal, (ii) estimar el papel de la litología (tipo de roca y
diaclasación) en la morfología de la plataforma, (iii) identificar variaciones espaciales en la
resistencia relacionados con procesos heredados y actuales.
80
Tabla 14. Trabajos que han utilizado el Schmidt Hammer (SH) para estudiar la alteración y/o los controles
geológicos en las plataformas litorales. N hace referencia al número de rebotes realizados en cada punto de
muestreo para caracterizar la resistencia del punto; Los campos en blanco corresponden a información no
aportada en los artículos
Autor/es Localización Tipo de roca Tipo N Método SH Crit. Muestreo
de SH Chauven
et
Trenhaile et Hopewell Conglomerados y ‐ ‐ ‐ ‐ Puntual
al., 1996 Rocks, New areniscas arcosas
Bunswick,
Canada
Trenhaile et Costa Granito N . Day y Goudie (1977) ‐ ‐
al., 1999 Atlántica de
Galicia,
Península
Ibérica
Stephenson y Kaiokoura, Calizas y lutitas L 50 Day y Goudie (1977) ‐ Puntual
Kirk, 2000a Nueva
Zelanda
Stephenson y Kaiokoura, Calizas y lutitas L 50 Day y Goudie (1977) ‐ Puntual
Kirk, 2000b Nueva
Zelanda
Dickson et al., Lord Howe Basalto L > Day y Goudie (1977) Si Puntual
2004 Island, Mar 10 y Selby (1980)
de Tasmania
Kennedy y Wellintong, Grauvaca N ‐ Day y Goudie (1977) Si Puntual
Beban, 2005 Nueva y Selby (1980)
Zelanda
Kennedy y Shag Point, Areniscas y L y N > Day y Goudie (1977) Si Perfiles
Dickson, Nueva lutitas 10 y Selby (1980)
2006 Zelanda
Thornton y Otway Areniscas y L 20 ‐ ‐ Perfiles
Stephenson, Ranges, SW limolitas transversales
2006 Victoria, a la
Australia. plataforma
Blanco Chao Costa Granito N 25 Day y Goudie (1977) Si Perfiles
et al., 2007 Atlántica de transversales
Galicia, a la
Península plataforma
Ibérica
Knight et al., Gweebarra, Granitos L ‐ ‐ ‐ Puntual
2009 NW de
Irlanda
Naylor y Marengo Gravacas y L 10 Day y Goudie (1977) ‐ Puntual
Stephenson, (Australia) y areniscas
2010 Glamorgan, volcánicas
Wales (Reino (Marengo)
Unido) Calizas
(Glamorgan)
Kennedy, Middle Areniscas N > Day y Goudie (1977) y Si Perfiles
2010 Harbour, cuarzosas 10 Sleby (1980)
Sydnay,
Australia
Chelli et al., La Spezia Calizas y N 25 Day y Goudie (1977) Si Puntual
2010 dolomías
2.2.2.5.2. Aplicación del Schmidt Hammer a las plataformas de Punta Gallín.
En la mayor parte de los trabajos en los que se ha empleado el esclerómetro para
el estudio de las plataformas litorales (Tabla 14), el muestreo se efectúa mediante perfiles
transversales o de modo puntual en estaciones previamente identificadas (para comparar la
resistencia de superficies frescas y alteradas, de superficies expuestas y resguardadas; de
superficies a diferentes elevaciones…). Las reducidas dimensiones de las plataformas de
Punta Gallín han permitido realizar un muestro detallado con el Schmidt Hammer en forma
81
de malla (ver imagen superior de la Figura 41). Se ha utilizado un Digi‐Schmidt Hammer tipo
N, con una energía de impacto de 2207 Nm, en un total de 265 puntos (117 en Gallín I y 148
en Gallín II) distribuidos sobre toda la superficie de las plataformas. En cada punto de
muestreo se han realizado 20 medidas de rebote, evitando las zonas con cobertura biológica
densa y los sectores húmedos o próximos a grandes discontinuidades. Se han obtenido un
total de 5300 valores R. Para evitar la presencia de datos anómalos o atípicos derivados de
errores en la medida, se ha calculado la media de los 20 valores R tomados para cada punto
de muestreo utilizando el M‐estimador robusto de Huber (b = 1.28).
Cada punto fue posicionado por sus coordenadas UTM mediante una estación total
Leica TC307 y su elevación mareal determinada respecto a la mínima marea baja
astronómica. Cada punto de muestreo se registró mediante una fotografía y se anotó el tipo
de roca, la presencia o ausencia de formas de alteración, la presencia o ausencia de procesos
de erosión mecánica, así como el tipo (especies y diversidad) y porcentaje de cobertura
biológica y la densidad de fracturas, calculadas en 1 m2 alrededor del punto de muestro con
el Schmidt Hammer. Dada la dificultad de identificación de los tipos de roca en campo, se
tomaron muestras que fueron analizadas mediante lámina delgada y microscopio
petrográfico. La posición de todos los puntos junto con todas las variables asociadas se
introdujeron en el software ArcGis 9.3 lo que permitió realizar análisis espaciales de los
datos recogidos.
2.2.2.6. Interpretación de los datos obtenidos con el Schmidt Hammer en las plataformas
de Punta Gallín.
En trabajos anteriores en la costa atlántica de Galicia, el estudio de los valores de
resistencia obtenidos con el Schmidt Hammer ha permitido identificar patrones espaciales
en la eficacia relativa de la alteración mareal y de la abrasión en plataformas rocosas (Blanco
Chao et al., 2006; 2007). Sin embargo, un análisis de regresión simple pone de manifiesto la
ausencia de correlaciones significativas entre la elevación mareal y los valores R del sector
de estudio, tanto en los sectores supramareal como intermareal. Este hecho se debe en
parte a la complejidad litológica y topográfica y sugiere que la alteración inducida por la
marea no es el principal factor responsable de la variabilidad en el grado de resistencia de la
roca. Aunque lógicamente existen diferencias significativas entre los valores R obtenidos en
las cuarcitas masivas y en las cuarzofilitas (Figura 38) el factor litológico resulta igualmente
insuficiente para explicar la variabilidad de los datos.
De acuerdo a lo observado en otros sistemas de costas rocosas para‐periglaciales y
paraglaciales de la costa gallega y del Canal Beagle (Blanco Chao et al., 2006; 2007) se partió
de la hipótesis de que, en Punta Gallín, un sistema acantilado sedimentario‐plataforma
rocosa, la presencia de un depósito sedimentario antiguo pudo haber jugado un papel
importante en la dinámica y formas actuales de las plataformas. Para la verificación de la
influencia de las variables litológicas, mareal y el papel del depósito antiguo se excluyeron
del análisis aquellos puntos correspondientes a las paredes verticales de los acantilados
laterales, así como los correspondientes a cicatrices de arranques frescos. Los 96 puntos de
muestreo restantes fueron integrados, junto a diversas variables de cada punto, en un
sistema de información geográfica, utilizando el software ArcGis 9.3. La aplicación de un
82
análisis clúster a los datos ha permitido sectorizar estas plataformas en función de sus
formas y procesos dominantes. A partir de esta sectorización se plantea una hipótesis de la
evolución reciente del sistema acantilado sedimentario‐plataforma rocosa objeto de
estudio.
Figura 38. Gráfico de cajas y bigotes de los valores R obtenidos con el esclerómetro para las cuarcitas y las
cuarzofilitas. Se ha realizado un test t‐Student de diferencia de medias para muestras independientes que ha
permitido rechazar la hipótesis nula de igualdad de ambas litologías para un nivel de significación de 0,01.
En las plataformas de Punta Gallín, un análisis de regresión simple pone de
manifiesto la ausencia de correlaciones significativas entre la elevación mareal y los valores
R (Figura 39. Tabla 15). Tanto en Gallín I como en Gallín II se observa una correlación positiva
en los sectores intermareales (r = 0.17 en ambos casos), mientras que en los supramareales
la correlación es negativa en Gallín I (r = ‐0.17) y positiva en Gallín II (r = 0.42). Las diferencias
entre ambos sectores, y la debilidad de las correlaciones pueden deberse en parte a la
complejidad litológica y topográfica y sugiere que la alteración inducida por la marea no es el
principal factor responsable de la variabilidad en el grado de resistencia de la roca. De igual
modo, si bien lógicamente existen diferencias significativas entre los valores R obtenidos en
las cuarcitas masivas y en las cuarzofilitas (Figura 38) el factor litológico resulta insuficiente
para explicar la variabilidad de los datos.
83
Figura 39. Gráficos de correlación entre los puntos de muestreo situados en las zonas intermareal y supramareal
para GA‐I y GA‐II.
Tabla 15. Parámetros estadísticos de los valores R en los sectores intermareales y supramareales.
GALLÍN I GALLÍN II
Intermareal Supramareal Intermareal Supramareal
Media 41.17 41.41 22.6 26.2
Mediana 40.77 42.48 17.35 3.5
Máximo 51.88 58.41 56 62.75
Mínimo 27.33 23.92 2.77 3.77
Desv. Estándar 6.38 8.78 19.75 22.58
Coef. correl. (r) 0.17 ‐0.17 0.17 0.42
El Análisis Clúster o análisis de conglomerados es una técnica estadística
multivariante cuya finalidad es dividir un conjunto de objetos en grupos, de forma que las
propiedades de los objetos en un mismo grupo sean muy similares entre sí y diferentes a los
de los restantes grupos. En este trabajo esta técnica ha sido utilizada para probar si los datos
de resistencia obtenidos con el esclerómetro podían conducir a una zonación de la
plataforma en función de la elevación mareal y de la distancia al depósito, entendiendo que
esas son las principales variables de variación de la alteración en la plataforma y por lo tanto
de la resistencia. La variable distancia al depósito se ha incluido al considerar que vinculado
al retroceso del mismo durante la transgresión holocena han podido desarrollarse procesos
de abrasión o alteración subaérea. La variable “elevación mareal” se calculó a partir de los
datos de altura obtenidos con la estación total y la distancia de cada punto al depósito se
obtuvo con la herramienta proximity, incluida en las herramientas de análisis de ArcGis 9.3,
previa digitalización del frente actual del depósito.
El análisis clúster realizado (mediante el software SPSS v.15), es el sistema de k‐
medias, especialmente indicado para grandes tablas de datos. En este tipo de clusterización
es necesario definir previamente al análisis el número de grupos que se desea obtener, lo
que normalmente supone hacer distintas pruebas para decidir la solución adecuada. El
algoritmo de k‐medias define un centro de gravedad de cada aglomerado en función de las
medias de las observaciones de cada variable en los individuos del grupo, haciendo mínima
la suma de desviaciones cuadráticas de las distintas observaciones respecto al centro, y
84
máxima la suma de desviaciones cuadráticas entre los centros de gravedad de los distintos
grupos. Se trata de un algoritmo secuencial que parte de medias arbitrarias (o definidas por
el investigador) y va contrastando la varianza residual, a la vez, que reasigna individuos a
cada grupo hasta que no sea posible mejorar el criterio. Como las medidas de distancia son
sensibles a la diferencia de escalas o de magnitudes hechas entre variables es necesaria la
estandarización de datos para evitar que las variables con una gran dispersión tengan un
mayor efecto en la similaridad. La estandarización de los datos se realizó mediante el cálculo
de los z scores, que expresan el número de desviaciones típicas que cada valor se aleja de su
media.
El resultado permitió identificar 3 grupos homogéneos de puntos de muestreo en
la plataforma occidental (GA‐I) y 2 grupos en la oriental (GA‐II) (Figuras 40, 42, 43, tabla 16).
En GA‐I el Grupo 1 presenta los valores R medios más altos, una elevación mareal media de
4.40 m y corresponde al sector oriental de la plataforma, donde afloran las cuarcitas
masivas, cuya resistencia compresiva es superior a la de las cuarzofilitas (Figura 38). Presenta
una morfología rugosa, controlada por la disposición de los estratos y el patrón de
fracturación y muy probablemente derivada de procesos de arranque antiguos, ya que los
bordes de la roca aparecen casi siempre redondeados. Actualmente, y dado el grado de
atenuación del oleaje antes mencionado, los procesos de arranque están prácticamente
limitados a los sectores más externos de la plataforma, no observándose apenas cicatrices
recientes. Sin embargo, durante eventos de tormenta la energía del oleaje es suficiente para
movilizar los clastos del borde externo de la playa, donde pueden observarse evidencias de
actividad abrasiva en una estrecha franja. La ausencia de arranques actuales, junto a la
existencia de bordes redondeados en la roca podría sugerir que se trata de una morfología
en parte heredada, similar a la observada en otros sectores de la costa gallega, y vinculada a
etapas recientes de retroceso del acantilado sedimentario y a la migración hacia tierra de la
playa (p.ej. Blanco Chao et al., 2007).
Figura 40. Valores R de cada uno de los grupos identificados a partir del análisis clúster. En Gallín I se han
identificado tres grupos estadísticamente diferentes correspondientes a tres sectores de la plataforma en los que
dominan procesos diferentes. En Gallín II se delimitaron dos sectores en base a dos grupos de puntos que
responden a procesos semejantes a los grupos 1 y 2 de Gallín I. Para probar la diferencia de medias entre los
grupos distinguidos con el análisis clúster de k‐medias se realizó un test de ANOVA y Tukey‐b en Gallín I y el test
de Mann‐Withney en Gallin II, obteniendo en ambos casos p‐valores inferiores a 0.001.
85
El Grupo 2 (Figura 42) engloba a los puntos de muestreo de la franja intermareal
actual, situados por debajo de la cota mareal de 4.5 m y a mayor distancia del frente del
acantilado sedimentario; este sector presenta abundantes formas de alteración y una densa
cobertura biológica de especies propias del intermareal (p.ej. Monodonta sp., Littorina sp.,
Chathmalus sp.) El Grupo 3 incluye los puntos de muestreo situados en el sector de mayor
elevación mareal media (5.72 m), en la base del tramo occidental del acantilado
sedimentario. En este sector la superficie de la roca se caracteriza por la presencia de formas
de alteración de las cuarzofilitas, (Figura 42, GA‐I. Sector 3) que se manifiesta como una
patina rojiza en la superficie de los estratos o en los planos de diaclasado, bajo la que
aparece una capa de color blanquecino. Estas capas están casi intactas justo al pie del
depósito GAdep‐I, mientras que presentan un grado de lavado y erosión creciente al
descender hacia las cotas afectadas por las mareas altas. La correlación negativa existente
entre los valores R y la elevación mareal (r = ‐0.413, p‐valor = 0.02) de los puntos del Grupo 3
demuestra un descenso de la resistencia de la roca desde las cotas afectadas por la marea
hacia el frente del depósito.
86
Figura 41. Arriba, distribución de los puntos topográficos y puntos de aplicación del esclerómetro en GA‐I y GA‐II.
Abajo, modelo digital interpolado de los valores R en Gallín‐I y Gallín‐II.
87
Figura 42. Sectores de las plataformas Gallín I y Gallín II obtenidos a partir del análisis clúster de k‐medias
utilizando las variables resistencia de la superficie de la roca (R), distancia al frente actual de depósito y elevación
mareal.
Figura 43. Correlación entre la elevación mareal y la resistencia de la roca (R) medida con el esclerómetro para
cada grupo clúster.
88
Tabla 16. Características de los sectores distinguidos en las plataformas para cada grupo.
GA‐I GA‐II
Grupo 1 Grupo 2 Grupo 3 Grupo 1 Grupo 2
Anchura (m) 24 27.20 12 10.23 8.40
Longitud (m) 20.65 43 29 38.50 23.78
Elevación mareal media (m) 5.51 3.54 5.72 4.48 3.47
R medio 48.23 39.62 35.53 50.30 39.37
Litología Cuarcitas Cuarzofilitas Cuarcitas y cuarzofilitas Cuarcitas Cuarcitas
Pendiente (grados) 4 1 5 3 2
El gradiente en la resistencia y en el grado de lavado de la capa alterada sugiere
que se trata de un proceso de exhumación reciente de la superficie de la roca. El estudio
detallado de los procesos de alteración química sobre las plataformas de Gallín no forma
parte de los objetivos de este trabajo, sin embargo se han identificado formas de alteración
en la plataforma GA‐I cuya caracterización ha permitido verificar algunas de las hipótesis de
evolución del sector. En este caso, un proceso de alteración química no relacionado con
procesos marinos, es el factor que determina la resistencia medida en un sector de la
plataforma, y por lo tanto explica en gran medida su respuesta geomorfológica ante los
procesos actuales.
Las formas de alteración química que se describen a continuación se localizan
principalmente en el área correspondiente al Grupo 3 de la plataforma GA‐I identificado
mediante el análisis clúster, aunque también aparecen en algunas zonas de los acantilados
anexos a la plataforma, por encima de la línea de las mareas altas vivas, así como en muchos
de los cantos que forman la parte superior del nivel Sob2 del depósito GAdep‐I (Figura 75,
Figura 44). Para su caracterización se han estudiado láminas delgadas, secciones
transversales de roca en el Microscopio Electrónico de Barrido EVO LS 15 y difracción de
rayos X. Los análisis se realizaron en las unidades de Rayos X y Microscopía Electrónica de la
Red de Infraestructuras de apoyo a la Investigación y al Desarrollo Tecnológico (RIAIDT) de la
Universidad de Santiago de Compostela. Con estas técnicas se han buscado diferencias en la
composición química de las tres superficies que aparecen en las cuarzofilitas afectadas por
este tipo de alteración. Los resultados de difracción de rayos X (Figuras 46 y 47) muestran un
menor contenido en caolinita, clorita y moscovita en la superficie blanquecina (PLAB), con
respecto al núcleo fresco (PLAN) y la capa anaranjada (PLAO). La capa anaranjada (PLAO)
muestra el menor contenido en plagioclasa de las tres superficies analizadas. La parte
anaranjada son óxidroxidos de hierro amorfos que tiñen el resto de minerales.
Lauriol et al. (1997) han estudiado este tipo de formas de alteración en terrazas de
crioplanación desarrolladas sobre cuarcitas. Basándonos en sus resultados, hemos
interpretado que las superficies blanquecinas responden a un proceso de desferrificación de
los silicatos presentes en la roca (principalmente clorita, moscovita y biotita) y las rojizas a la
migración de hierro por capilaridad. Parte del hierro que forma las superficies rojizas puede
provenir de la propia alteración de los silicatos presentes en la roca o bien proceder de
fuentes externas. En este proceso, la presencia de planos de estratificación en las
cuarzofilitas puede ser un factor que favorezca la precipitación del hierro formando costras,
ya que en las cuarcitas no llegan a desarrollarse costras, sino simplemente pátinas
89
anaranjadas en la parte superficial de la roca. De acuerdo a Lauriol et al. (1997), este tipo de
alteraciones se debe a dos procesos geoquímicos diferenciados que afectan a las cuarcitas
frescas: (i) primero, la clorita otros silicatos se alteran (la clorita se altera y da lugar a
sericita). Esta transformación implica un cambia de color de las cuarzofilitas del verdoso al
blanco e incrementa la porosidad de la roca, proceso que según Lauriol et al. (1997) se
desarrolla más favorablemente bajo condiciones ácidas. El segundo mecanismo de
alteración implica el desarrollo de las capas rojizas, que interpretan cómo hierro
reintroducido en forma soluble en la roca a través de fracturas o planos de estratificación. En
el caso de Punta Gallín, el estudio de láminas delgadas de las cuarcitas y cuarzofilitas ha
mostrado la presencia de óxidos de Fe en las fracturas de la roca y alrededor de los espacios
intragranulares.
Figura 44. Gravas de cuarzofilita en el depósito GA‐VII. La fotografía corresponde a la parte superior del nivel
Sob2 (Tabla 31). Algunos cantos muestran costras de hierro muy bien definidas.
Figura 45. Fotografía con luz natural de una lámina delgada del substrato bajo el depósito Gadep‐I‐I. Los granos
oscuros, algunos señalados con una flecha, son minerales del grupo de clorita que han sufrido un proceso de
desferrificación.
90
Figura 46. Resultados de la difracción de Rayos X en una de las muestras obtenidas en la base del depósito
Gadep‐I, sector 3 de la plataforma GA‐I.
Figura 47. Resultados de la difracción de Rayos X en una de las muestras obtenidas en la base del depósito
Gadep‐I, sector 3 de la plataforma GA‐I.
91
El proceso descrito sugiere que los cambios químicos involucrados en la alteración
de los silicatos convierten a las cuarcitas y cuarzofilitas en un material cada vez menos
resistente (más poroso), aunque a su vez la formación de costras de Fe puede suponer un
incremento de la resistencia superficial de la roca protegiéndola de procesos de erosión o
alteración (Figura 48).
Figura 48. Posible modelo formativo de las formas de alteración sobre cuarzofilitas en el sector 3 de la plataforma
GA‐I
En Punta Gallín este tipo de alteraciones presentan una cierta diversidad en la cual la
presencia de planos de estratificación y diferencias texturales y/o mineralógicas en las capas
que formas las cuarzofilitas son los principales factores de variación. A grandes rasgos
distinguimos dos tipos de formas relacionadas con este tipo de alteración:
(i) Por un lado, en las cuarcitas más masivas y las filitas de GA‐II‐W predomina la
presencia de pátinas que tiñen la roca de tonalidades rojizas, más intensas en las diaclasas y
microfracturas. Para buscar diferencias en la resistencia de ambas superficies hemos
aplicado el Equotip en las superficies con pátinas y en las superficies anexas sin pátinas en
cuarcitas masivas de GA‐I y en las cuarzofilitas de GA‐I. Se han obtenido 10 puntos de
muestreo en las pátinas y 10 puntos de muestro en la superficie sin pátina. Cada punto de
muestro corresponde la media obtenida de 10 valores L obtenidos sin repetir la medida en el
mismo punto. La aplicación de la versión robusta de la prueba T para muestras
independientes con el software de tratamiento estadístico R, mostró que no existen
diferencias significativas entre la resistencia de ambas superficies (p‐valor > 0.05).
(ii) Preferentemente en las cuarzofilitas, caracterizadas por la presencia de planos de
estratificación que suelen coincidir con acumulaciones de silicatos, llegan a desarrollarse
92
costras de hasta 5 mm en la superficie de la roca de colores rojizos y ocres que causan un
endurecimiento de la roca y un micro‐relieve diferencial (las superficies endurecidas quedan
en resalte) (Figura 48, tabla 17). Este tipo de morfología tiene su mejor desarrollo en la
plataforma GA‐I, en la base del depósito GAdep‐I, en el sector 3 de la zonificación obtenida
mediante el análisis clúster.
Para comprobar las diferencias en la resistencia se aplicó el durómetro Equotip en
la roca fresca (F), la superficie blanquecina (B) y en la costra anaranjada (N). En cada
superficie se obtuvieron 50 valores de resistencia, que son el resultado del cálculo de la
media de 10 valores L por punto de muestro registrados sin repetir la medida en el mismo
punto. La aplicación de un test ANOVA de un factor para la comparación de más de dos
muestras independientes, mostró que existen diferencias significativas entre las 3
superficies (p‐valor < 0.001). Los test post‐hoc de Scheffe y de Tukey mostraron que la
dureza de la superficie blanquecina estimada con el Equotip es significativamente inferior a
la dureza de la superficie rojiza y la roca fresca (p‐valor= 0.01) mientras que la superficie
rojiza y la roca fresca no mostraron diferencias significativas.
Tabla 17. Estadísticos descriptivos de los valores obtenidos con el Equotip sobre las superficies anaranjadas (N),
blanquecinas (B) y las verdosas‐grisáceas, que consideramos menos alteradas (F).
superficie media Desviación estándar Mínimo Máximo
B 375 90.3 260 502
N 523 25.3 479 565
F 501 22.0 480 570
El análisis clúster de los datos de las plataformas ha permitido distinguir en ambas
dos grupos de características semejantes. Tanto en GA‐I como en GA‐II existe un grupo de
puntos que engloba los sectores con una resistencia más elevada (Grupo 1) que en ambos
casos se corresponde con estaciones de muestreo mayoritariamente supramareales. Por el
contrario, en los sectores intermareales (Grupo 2) de ambas plataformas los valores R
obtenidos presentan una correlación negativa con la elevación mareal, tendencia que
93
sugiere un papel más importante de la alteración inducida por la marea, si bien con
importantes diferencias en la fortaleza de la correlación entre ambas plataformas. Aunque
podría pensarse en factores de orden litológico, la similitud de los estratos en ambas
plataformas apunta a que estas diferencias pueden encontrarse más en función de la
evolución reciente, concretamente el tiempo de exposición a los ciclos mareales y a la
efectividad de los procesos de erosión mecánica durante la transgresión Holocena.
2.2.3. Formas y procesos en las plataformas de Punta Gallín y su relación con los controles
litológicos y estructurales
Como ya se ha señalado, la elevación mareal marca los límites de la efectividad de
los procesos de alteración y erosión sobre las plataformas y por lo tanto puede ser
considerada como una variable de la resistencia de la roca. Trabajos como los de Kanyaya y
Trenhaile (2005) y Stephenson y Kirk (2000b) han mostrado que existe una tendencia en la
intensidad de los procesos de alteración con relación a la elevación mareal; sin embargo,
esta tendencia puede quedar enmascarada por la variabilidad de los controles litológicos, de
modo que cada tipo litológico tiene una respuesta diferente a un mismo proceso de
alteración. Además, los distintos tipos de roca pueden presentar alteraciones heredadas o
bien reminiscencias de procesos erosivos (Blanco Chao et al, 2003). Con el fin de obtener
una visión más completa de los procesos y factores de alteración y erosión sobre las
plataformas de punta Gallín, y dado que existe una cierta heterogeneidad litológica, se han
estudiado también otras variables de la resistencia: diaclasación, tipo de roca y grado de
alteración en cada punto de muestreo. Por otro lado, la densidad de la cobertura biológica y
las especies presentes en cada punto se han incluido como variables indicativas de los
procesos de erosión‐abrasión sobre las plataformas y de la elevación mareal, al ser los
tiempos de exposición el principal limitante ecológico que determina el tipo de cobertura
biológica.
2.2.3.1. Controles litológicos: tipo de roca y densidad de fracturación.
La naturaleza, intensidad y eficacia de los procesos de erosión y alteración están
muy influenciadas por la estructura y petrología del substrato. En rocas sedimentarias y
metasedimentarias, la estructura y geometría de las plataformas está en gran parte
determinada por el buzamiento, potencia y propiedades de los estratos, así como por la
densidad de fracturación. Como ya se ha mencionado, las plataformas de Punta Gallín se han
desarrollado sobre materiales metamórficos pertenecientes a la Serie de los Cabos,
caracterizada por la alternancia de cuarcitas, areniscas y pizarras. Las rocas que afloran en
las plataformas estudiadas pueden caracterizarse como rocas metasedimentarias de
metamorfismo de grado bajo; las diferencias más evidentes entre los diferentes estratos
vienen dados por la presencia o ausencia de foliación y por el contenido en filosilicatos.
Estos dos criterios nos han permitido distinguir tres tipologías litológicas: cuarcitas,
cuarzofilitas y areniscas cuarzosas. Las cuarcitas se caracterizan por su elevado contenido en
cuarzo (más del 95 %), aspecto masivo y colores claros. Bajo la denominación de cuarzofilitas
se agrupan aquellas rocas caracterizadas por la alternancia de niveles filíticos y niveles más
cuarcíticos. La diferencia fundamental entre ambos estratos reside en el contenido en
94
silicatos y feldespatos y también en cambios texturales referentes al tamaño de grano y a la
presencia de determinadas estructuras de deformación como las crenulaciones que
aparecen en algunos de los estratos de cuarzofilitas. Por su tamaño de grano pueden ser
clasificadas como lutitas o pelitas. Presentan colores claros, con abundantes patinas de
colores anaranjados y en algunos de los niveles que afloran en GA‐I coloraciones verdosas
por el alto contenido en clorita. Estos estratos pueden presentar diferente potencia, pero en
general no superan los 2 cm. Estas rocas presentan un marcado clivaje que suele coincidir
con la presencia de silicatos orientados. Por último, el grupo litológico que hemos
denominado de modo genérico como areniscas cuarzosas, presentan un color gris azulado, y
sus componentes mayoritarios son el cuarzo, el feldespato y abundantes micas.
En cada punto de muestro de la resistencia con el esclerómetro se registró el tipo
de roca, se cuantificó la densidad de fracturas y la cobertura biológica utilizando una malla
de 50 x 50 cm. Las tablas 18, 20 y 21 muestran los principales estadísticos descriptivos para
las variables diaclasación, cobertura biológica, elevación mareal y resistencia para cada tipo
de roca y en cada plataforma.
En GA‐I, el test de Mann‐Withney (Tabla 19) confirmó que existen diferencias
significativas (p‐valor < 0.01 en todos los contrastes) entre los tipos de roca para las cuatro
variables. Las cuarcitas son el grupo litológico con mayor densidad de fracturación. En
cuanto a la cobertura biológica, el mismo test demuestra que existen diferencias
significativas entre las cuarcitas y las cuarzofilitas (p‐valor = 0.1), lo que se explica porque las
cuarzofilitas ocupan principalmente el sector intermareal. La elevación mareal y la
resistencia, muestran valores significativamente diferentes (p‐valor < 0.001) entre las
cuarzofilitas y las cuarcitas, lo que también se relaciona con la distribución espacial de estos
tipos litológicos en las plataformas.
Tabla 18. Estadísticos descriptivos para diferentes variables separadas por grupos litológicos en GA‐I
GALLÍN I N Media Desv. típica Mín Max
Diaclasas Cuarcita 40 24.2 17.4 6 70
Cuarzofilita 74 10.3 8.7 0 50
Total 114 15.2 14.1 0 70
Tabla 19. Pruebas robustas de igualdad de las medias en GA‐I
95
Diaclasación Cobertura biológica Resistencia (SH) Elevación mareal (m)
Tabla 20. Estadísticos descriptivos para diferentes variables separadas por grupos litológicos en GA‐II‐W
GALLÍN II‐W N Media Desviación Mínimo Máximo
típica
Diaclasas cuarcita 14 12.2 7.1 3.0 27.0
Arenisca cuarzosa 16 8.2 4.9 3.0 20.0
Total 30 10.1 6.3 3.0 27.0
Cobertura biológica (%) cuarcita 14 12.7 15.2 0.0 45.0
Arenisca cuarzosa 16 2.1 4.9 0.0 20.0
Total 30 7.1 12.0 0.0 45.0
Elevación mareal (m) cuarcita 14 4.9 0.5 4.1 6.2
Arenisca cuarzosa 16 4.6 0.4 4.0 5.5
Total 30 4.8 0.5 4.0 6.2
Resistencia(unidades cuarcita 14 44.2 8.9 25.7 55.4
independientes)
Arenisca cuarzosa 16 41.4 5.2 29.8 48.4
Total 30 42.7 7.2 25.7 55.4
La plataforma occidental de GA‐II (GA‐II‐W), presenta una mayor uniformidad
litológica y sólo se han distinguido dos tipos de roca: cuarcitas y areniscas cuarzosas; la
prueba U de Mann‐Whitney confirmó que existen diferencias significativas entre ambos
grupos litológicos en la variable diaclasación (p‐valor =0.039) y cobertura biológica (p‐valor
=0.028); la mayor cobertura biológica de las cuarcitas se explica porque algunos de los
puntos muestreados afloran en las cotas mareales más elevadas y protegidas y presentan
tasas de recubrimiento por líquenes cercanas al 40 %.
En la plataforma oriental de GA‐II (GA‐II‐E) la prueba U de Mann‐Whitney confirmó
que existen diferencias significativas en la elevación mareal de las areniscas del canal y las
cuarcitas de la plataforma (p‐valor < 0.001). En cuanto a la cobertura biológica, los
porcentajes son significativamente diferentes entre las areniscas y las cuarcitas (p‐valor <
0.001), lo cual es comprensible ya que los puntos del canal pertenecen a las zonas
mesolitoral baja y media.
96
Tabla 21. Estadísticos descriptivos para diferentes variables separadas por grupos litológicos en GA‐II‐E
GALLÍN II‐E N Media Desviación típica Mínimo Máximo
Diaclasas Plataforma (cuarcitas) 87 12.66 5.26 4 32
Canal (areniscas) 11 12.55 5.37 6 20
Total 98 12.65 5.25 4 32
Cobertura biológica (%) plataforma 87 5.85 7.68 0 45
Canal (areniscas) 11 45.45 37.58 5 90
Total 98 10.30 18.86 0 90
Elevación mareal (m) Plataforma (cuarcitas) 87 3.83 0.75 1.234 5.373
Canal (areniscas) 11 1.28 0.28 0.815 1.807
Total 98 3.55 1.08 0.815 5.373
Resistencia (unidades independientes) Plataforma (cuarcitas) 87 43.19 8.46 21.64 62.75
Canal (areniscas) 11 39.13 7.91 30.35 56.03
Total 98 42.74 8.46 21.64 62.75
Tabla 22. Test de Mann‐Withney para la evaluación de la elevación mareal, la resistencia, la diaclasación y la
elevación mareal respecto a la posición en plataforma o el canal en la plataforma en GALLÍN‐II‐E. U= Parámetro
de Mann‐Whitney, Z= Valor crítico, p=probabilidad
Diaclasación Cobertura biológica Resistencia Elevación
(SH) mareal (m)
U de Mann‐Whitney 459.5 101 338 6
Z ‐0.2 ‐4.3 ‐1.6 ‐5.3
p 0.8 0.0 0.1 0.0
2.2.3.2. Grado de alteración y formas asociadas
La litología ejerce un control crítico en la efectividad, tipo y ratio de alteración.
Fairbridge (2005) definió tres tipologías litológicas en función del grado de alteración en
ambientes costeros:
97
diaclasación da lugar a procesos de ensanchamiento, generando bloques cúbicos, que
posteriormente pueden ser dislocados por la acción del oleaje, o terminar en la formación
de cubetas (p. ej. Naylor y Stephenson, 2010).
Las formas de alteración en las plataformas de Punta Gallín son complejas y de
naturaleza diversa, pudiéndose distinguir formas de alteración propias de ambientes
costeros, como las formas alveolares, y otras que responden a procesos no costeros, como
son la formación de pátinas y costras de hierro que ya han sido comentadas en el apartado
2.2.2.5.1. A la complejidad de procesos de alteración se une la heterogeneidad litológica del
sector de estudio, ya que para una misma posición mareal el tipo y grado de alteración varía
entre las cuarcitas, cuarzofilitas y areniscas. Recurrir a algún sistema de clasificación de las
formas de alteración de la roca es esencial en trabajos de interpretación de las variaciones
temporales y espaciales en la alteración de la roca (Inkpen, 2001). Normalmente estos
sistemas de clasificación tratan de poner en relación un proceso o combinación de procesos
con unas determinadas formas de alteración.
En las plataformas estudiadas pueden distinguirse una serie de formas
relacionadas con los procesos de alteración que operan en los sectores intermareales. En
todas ellas se observa cierto grado de control estructural por el denso patrón de diaclasación
y estratificación que caracteriza a la litología de las plataformas. En las plataformas de Punta
Gallín, las formas de alteración que podemos distinguir son las siguientes:
1. Alveolos y microalveolos aislados (cavities, hollows). Su diámetro oscila entre 2 mm y 5
cm. Es en las cuarzofilitas y areniscas donde aparecen preferentemente estas formas.
En las areniscas presentan formas más definidas y profundidades inferiores a 2 cm.
Aparecen asociadas a la región de spray y mesolitoral alta (Figura 49).
2. Conjuntos de alveolos y microalveolos. A diferencia de los tafonis cuyas dimensiones
oscilan entre 10 cm a metros los nidos de abeja (honeycombs) definen los conjuntos de
alveolos que presentan una estructura de celdas. Ambas superficies se desarrollan
sobre superficies verticales o ligeramente inclinadas (Pujol, 2006). En el sector de
estudio este tipo de formaciones están formados por alveolos de dimensiones
heterogéneas pero predominantemente de diámetro entre 1 y 2 cm; apareciendo
preferentemente en las cuarzofilitas y areniscas. La densidad de la diaclasación y la
estratificación de estas rocas son la causa del aspecto ruiniforme e irregular que
presentan. Se concentran especialmente en la zona mesolitoral alta y en la sometida al
spray, y suelen aparecer cubiertas por el liquen Verrucaria maura. Alcanzan su mayor
desarrollo en el flanco occidental de GA‐I, dado el afloramiento de cuarzofilitas y por
tratarse de un sector expuesto a las salpicaduras, así como en los sectores más elevados
de la plataforma GA‐II‐W.
98
Figura 49. Formas alveolares incipientes (micro‐pits). Nótense las manchas blancas originadas por la
cristalización de sal.
3. Formas de alteración relacionadas con el endurecimiento de superficies (case
hardening). Han sido comentadas en el apartado 2.2.2.7 (Figura 48, Figura 50, e, f, g).
6. Pedestales (knobs) Presentan morfologías diversas, pero en general se trata de resaltes
en la superficie de la roca con formas fungiformes, en este caso predominando las
ligeramente alargadas. Aparecen principalmente en las areniscas cuarzosas y en menor
medida en las cuarzofilitas y responden a un proceso de erosión diferencial por el
endurecimiento de la superficie sobre los pedestales. En algunos casos podría tratarse
de remanentes de formas alveolares. (Figura 50, d y f).
7. Cubetas de alteración. No suelen superar los 35 cm de diámetro, su forma suele ser
alargada definida por lo general por el patrón de fracturas. Se localizan
preferentemente en la región de salpicaduras, en el sector mesomareal medio.
99
8. Formas lineales relacionadas con el ensanchamiento de fracturas. Estas formas
caracterizan al pseudokarst de la zona mesolitoral media‐alta de la plataforma de GA‐I.
9. Formas lineales relacionadas con la alteración diferencial de venas de cuarzo.
10. Formas lineales relacionadas con la alteración diferencial de los diferentes estratos que
componen las cuarzofilitas (microfisuras) (Figura 50 a y b)
A la vista de la variedad de formas de alteración identificadas, y con el fin de poder
integrarlas como variable en el análisis estadístico, se ha propuesto la siguiente escala
nominal de grados de alteración en las plataformas de Punta Gallín (Tabla 23).
Tabla 23. Escala nominal de los grados de alteración aplicada a las plataformas metamórficas de Punta Gallín
0 Superficie sin formas de alteración.
1 Indicios de alteración. Alveolos, depresiones o desescamaciones aisladas de 1‐2 cm de diámetro. Venas de cuarzo
en resalte inferior a 1 cm.
2 Superficie con formas alveolares bien definidas, de más de 1‐2 cm y/o desescamaciones que cubran menos del 50 %
de la superficie.
3 Formas alveolares y/o desescamaciones que cubren más del 50 % de la superficie y que no muestran indicios de
desmantelamiento.
4 Formas alveolares y/o desescamaciones que cubren más del 50 % de la superficie y muestran indicios de
coalescencia o desmantelamiento. En areniscas y cuarzofilitas en posiciones supramareales, alteraciones de
oxidación‐reducción no relacionadas con procesos de origen marino que presentan desescamaciones y pátinas
ferruginosas con menos de 3 mm de resalte.
5 Pseudokarst: Aspecto ruiniforme, ensanchamiento de fracturas, coalescencia de alveolos, acanaladuras con
profundidades superiores a 2 cm. En areniscas y cuarzofilitas en posiciones supramareales, procesos de oxidación‐
reducción no relacionadas con procesos de origen marino que presentan desescamaciones y pátinas ferruginosas
con más de 3 mm de resalte en el 100 % de la superficie. Nidos de abeja desmantelados.
A cada punto de muestreo se le asignó un valor de 0 a 5, y los datos se incorporaron
a un software SIG (ArcGis 9.3), en el que se efectuó una interpolación mediante el método
de kriging (Figura 51). En GA‐I, la interpolación de los valores del grado de alteración permite
distinguir tres sectores con un grado máximo (4‐5) correspondientes a procesos diferentes
(Figura 51):
(i) Sector sometido a las salpicaduras, donde se han desarrollado formas ruiniformes
compuestas, generadas por procesos de alteración diferencial. En esta zona aparece el
liquen Lichina Pygmaea, característico de la franja mesolitoral alta.
(ii) Formas de alteración relacionadas con procesos de oxidación de los silicatos, formación
de costras ferruginosas y microrelieves diferenciales por lavado y alteración diferencial, que
afloran preferentemente en el flanco occidental del fondo de la plataforma.
(iii) Coalescencia de formas alveolares, que caracteriza al sector mesolitoral alto y
supramareal del flanco occidental de la plataforma, donde un estrato de cuarzofilitas
ligeramente más elevado que los demás presenta un recubrimiento de formas alveolares
desmanteladas en la práctica totalidad de las superficies.
100
Figura 50. Ejemplos de formas de alteración en las plataformas litorales de Punta Gallín. a) y b) ejemplos de
formas lineales generadas por alteración diferencial. c) formas compuestas de aspecto ruiniforme en GA‐I. d) y
f) pedestales en areniscas cuarzosas. Nótense las concreciones de Fe en los pedestales. e) Formas alveolares y
costras de endurecimiento en cuarcitas de GA‐I. g) Desescamaciones en GA‐I. h) Pedestales en las areniscas
cuarzosas de GA‐I‐W. Nótese como la pintura protege de la alteración‐erosión y forma pedestales.
i) Desescamaciones en GA‐II‐W.
En la plataforma GA‐I los grados de alteración intermedios (2‐3) son los
predominantes en la zona supramareal, principalmente en la franja sometida a spray en
donde aparecen formas alveolares incipientes y abundantes desescamaciones. Los grados de
alteración más bajos (0‐1) caracterizan a los canales abiertos en la plataforma que
concentran la energía del oleaje y permanecen más tiempo cubiertos por la marea,
presentan en general superficies lisas y en algunos se retiene material sedimentario que
101
puede poner en marcha procesos de abrasión. El otro sector con un grado de alteración bajo
coincide con una estrecha franja supramareal en el límite con la playa de bloques en los que
la abrasión es operativa. En GA‐II se alcanzan grados de alteración inferiores a GA‐I,
situándose la mayor parte de su superficie entre los grados 1‐3. Los grados de alteración más
elevados (4) se alcanzan en la plataforma GA‐II‐W, en un supramareal deprimido sometido a
spray y desarrollado sobre areniscas. Los grados más bajos (0‐1) corresponden al flanco
occidental de GA‐II‐E.
Figura 51. Distribución espacial de las principales formas de alteración y erosión identificadas en las plataformas
rocosas de Punta Gallín.
102
Pueden aducirse varias razones que expliquen el menor grado de alteración: (i) el
predominio de materiales cuarcíticos (cuarcitas en GA‐II‐E y areniscas cuarzosas en GA‐II‐W)
(ii) la alta densidad de fracturación de GA‐II‐E, que favorece los procesos de erosión
(arranques) y (iii) la posición relativamente protegida y supramareal de GA‐II‐W. La escasa
pendiente de GA‐II‐W hace que los puntos de muestreo con grados de alteración máximos
(4‐5) coincidan con la franja occidental de la plataforma, en el contacto con el acantilado,
donde las formas alveolares alcanzan un mayor desarrollo. En las cuarcitas intensamente
diaclasadas de GA‐II‐E las formas alveolares son prácticamente inexistentes, y el grado de
alteración más elevado (4) se alcanza en el canal que la limita por el este, cuyas areniscas
filíticas muestran un aspecto ruiniforme semejante al de la zona de pseudokarst de GA‐I. Las
formas alveolares, que en general, se concretan en pequeños alveolos aislados, solamente
aparecen en las paredes de una hendidura labrada a favor de una fractura con dirección
NW‐SE en la zona más externa de la plataforma y en la parte más elevada de la pared
occidental del canal que la limita por el este. Un tipo de alteración destacado en estas
cuarcitas son costras endurecidas de unos 3 mm de grosor, normalmente acompañadas de
desescamaciones. Gran parte de los puntos de muestreo en GA‐II‐E han mostrado indicios
de alteración como desescamaciones, redondeamiento de superficies, pátinas,
ensanchamientos de fracturas… Finalmente, en las dos plataformas de GA‐II los grados
mínimos de alteración corresponden a los sectores supramareales.
1. Arranques (detachment, quarrying). Con esta denominación se hace referencia a las
cicatrices causadas por la dislocación de fragmentos de roca, previamente definidos por
diaclasas, fracturas y planos de estratificación o de foliación, por la acción del oleaje,
principalmente a través de mecanismos de compresión y descompresión (water hammer).
En la cartografía de formas y procesos erosivos (Figura 51) se ha distinguido entre arranques
recientes y arranques viejos o antiguos. Las cicatrices de arranque caracterizan
especialmente a la plataforma GA‐II‐E, donde el substrato cuarcítico intensamente
diaclasado favorece este tipo de proceso.
3. Cubetas de abrasión o marmitas (potholes). Se trata de depresiones de planta
redondeada que se forman en el substrato rocoso por la acción erosiva de material suelto
(arenas, gravas o cantos) que es movido por la energía del oleaje (Sunamura, 1992). Estas
formas aparecen sólo en las cuarzofilitas de GA‐I, principalmente en canales en los que
tiende a concentrarse la energía del oleaje (Figura 53).
103
Figura 52. Desprendimientos en el flanco occidental de la plataforma GA‐I.
Figura 53. Marmita no activa en GA‐I
4. Canales de hidrodinamismo. Se trata de formas poligenéticas en las que la
combinación de diferentes procesos de erosión (abrasión, arranques…) han modelado
canales a favor de fracturas previas. En estos canales suelen formarse charcas que
permanecen inundadas durante la marea baja, presentando una cobertura biológica muy
densa. En GA‐I estos canales presentan morfologías suaves y se han desarrollado hasta
formar pasillos que alcanzan 7 m de ancho en sectores de confluencia de fracturas y que
104
aparecen como áreas deprimidas entre el relieve irregular del sector de pseudokarst. En GA‐
II un ejemplo de este tipo de forma es el canal que aflora al este de la plataforma GA‐II‐E,
que se ha desarrollado a partir del contacto entre las cuarcitas de la plataforma y las
cuarzofilitas del canal.
Figura 54. Balma de erosión abandonada en GA‐II, nótese la ausencia actual de material abrasivo
La balma se sitúa por encima del fondo del canal, en el que prácticamente no
existe en la actualidad material abrasivo que se encuentra concentrado en la cavidad del
fondo del canal. La superficie de la balma, presenta una moderada cobertura biológica,
principalmente balanos, así como marmitas de abrasión abandonadas y colonizadas por
completo por Lithophyllum incrustans. La ausencia de material abrasivo, la desconexión de la
balma del fondo del canal y la cobertura biológica sugieren por lo tanto que se trata de una
forma erosiva abandonada, si bien no es posible por el momento efectuar hipótesis sobre su
antigüedad, aunque el aspecto pulido de las areniscas cuarzosas sobre las que se ha
desarrollado apuntan a la importancia que los procesos de abrasión debieron tener en su
desarrollo.
6. Cavidades labradas por equinodermos. La única forma clara que indica procesos de
bioerosión en las plataformas de Punta Gallín son cavidades, atribuídas a la actividad de
105
erizos de mar aunque actualmente están ocupadas en gran parte por ejemplares de
anémonas (Actinia equina y Anemonia sulcata). que aparecen en los sectores más externos
de GA‐I, en pequeñas depresiones desarrolladas a favor de fracturas que permanecen
inundadas durante la marea baja (Figura 55).
Figura 55. Cavidades atribuidas a procesos bioerosivos, ocupadas principalmente por anémonas y algunos erizos
de mar en GA‐I. (Elevación mareal: 2,05 m)
7. Zonas pulidas. Se trata de sectores de las plataformas con evidencias de procesos de
abrasión que dan lugar a superficies suavizadas de aspecto pulido. Estas superficies se
restringen a la zona inmediata de contacto entre las playas de bloques que aparecen en el
fondo de las plataformas y el substrato rocoso, así como a las marmitas de abrasión
localizadas en GA‐I (Figura 56).
a b
Figura 56. Ejemplos de formas de abrasión. a) marmita de abrasión en GA‐I. b) Formas pulidas por abrasión en
GA‐II
106
2.2.3.3. Relaciones entre la cobertura biológica y procesos geomorfológicos.
En este trabajo la cobertura biológica se ha utilizado para zonificar las plataformas
estudiadas en relación con la elevación mareal y para obtener algunas conclusiones en
cuanto de la distribución de los procesos sobre las mismas. Desde una perspectiva biológica,
la zona intermareal se caracteriza por la presencia de organismos cuyo principal limitante
ecológico es la capacidad de soportar los periodos de desecación durante la marea baja. Esta
capacidad es el factor principal en el establecimiento de los patrones de zonación, además
de otros factores relacionados con la exposición al oleaje, como la disponibilidad de oxigeno
disuelto o alimento (Brenhant, 1982). La existencia de esta relación entre las condiciones de
tolerancia a la exposición y la elevación mareal ha llevado a diversos autores a proponer
modelos de zonación de las costas rocosas. Un modelo inicial de zonación universal de las
costas rocosas fue propuesto por Stephenson y Stephenson (1949, 1972), quienes distinguen
tres zonas basándose en la posición relativa de los principales tipos de de comunidad que se
observan en el gradiente vertical: una zona supralitoral, una zona litoral y una zona
sublitoral. Lewis (1964) planteó una clasificación semejante a la de Stephenson y Stephenson
(1949, 1972), pero introdujo otros elementos como la exposición al oleaje y la pendiente de
la superficie intermareal. La exposición es un factor destacado en la extensión de estas zonas
(Figura 57), ya que la amplitud de la franja litoral, en iguales condiciones de pendiente, es
mayor en costas expuestas.
(a) Zona supralitoral. Esta zona se sitúa por encima del nivel de las mareas altas ordinarias,
por lo que nunca queda completamente sumergida y se mantiene húmeda solamente
por las salpicaduras y el spray. El límite superior de esta franja es la posición en la cual el
spray marino deja de ser un factor determinante en la distribución de las comunidades
biológicas. La parte superior de la zona supralitoral se caracteriza por la presencia de
líquenes y especies vegetales terrestres con alta tolerancia a la salinidad. En las
plataformas de Gallín, en esta franja se sitúan los líquenes Ramalina siliquosa y
Xanthoria parietina que en las paredes de los acantilados alcanzan tasas de
recubrimiento del 90 % y ejemplares aislados de Crithmum maritimun que aprovechan
las fracturas y diaclasas para fijar sus raíces. La parte inferior del sector supralitoral se
caracteriza por presentar coloraciones negras o grises, por la presencia dominante del
liquen Verrucaria maura.
(b) Zona eulitoral, o mesolitoral. Ocupa la franja estrictamente intermareal y se caracteriza
por un incremento del número de especies y de la superficie colonizada hacia las cotas
de marea baja. Debido a la gran complejidad de esta zona y a la variedad de especies
que la habitan, esta franja suele subdividirse en alta, entre las cotas de marea alta viva y
marea alta media, entre las cotas medias de mareas alta y baja, y baja, por debajo de las
cotas de mareas bajas medias. Por la topografía de las plataformas de Gallín, solamente
aparece representada las zonas mesolitorales alta y media, mientras la zona mesolitoral
baja, está representada únicamente en el canal de GA‐II‐E.
(c) La zona sublitoral (o infralitoral) corresponde a la zona situada por debajo del nivel de
las mareas bajas, que permanece sumergida y sometida a la acción de las rompientes,
que solamente queda expuesta durante las mareas equinocciales.
107
Figura 57. Los efectos de la exposición en la zonación biológica de las costas rocosas (Lewis, 1961)
En este trabajo, el tratamiento de la variable biología se ha realizado desde una
aproximación semicuantitativa. En cada punto de muestreo se registraron las especies
presentes y la superficie con cobertura biológica en un área de 50 x 50 cm. La figura 57
muestra la distribución espacial sobre las plataformas estudiadas de las principales especies
identificadas. La tabla 24 muestra la elevación mareal media, mínima y máxima a la que se
localizaron las diferentes especies identificadas.
Tabla 24. Elevación mareal en la que localizan las diferentes especies identificadas
PLATAFORMA PLATAFORMA PLATAFORMA
GA‐I GA–II‐E GA–II‐W
Elev. Elev. Elev. Elev. max Elev. Elev. Elev. Elev. Elev.
max min media min media max min media
Fucus 2.25 2.25 2.25 3.77 0.81 2.5 ‐ ‐ ‐
Enteromorpha ‐ ‐ ‐ 3.26 1.06 2.37 ‐ ‐ ‐
Balanus 3.31 2.06 4.59 3.78 1.37 3.04 ‐ ‐ ‐
Patella 3.09 2.06 4.35 4.12 1.23 2.74 ‐ ‐ ‐
Gibula 3.0056 3.06 3.98 4.12 1.01 2.63 ‐ ‐ ‐
Littorina 4.11 3.46 4.93 4.45 3.33 3.88 4.92 4.06 4.49
Lithophilum 2.90 2.06 3.98 3.7 0.81 2.46 ‐ ‐ ‐
Verrucaria 4.98 3.23 7.34 5.37 2.25 3.80 5.46 4.06 4.67
maura
Ramallina 5.63 4.58 7.33 5.37 4.82 5.06 5.46 4.46 4.80
Vegetación 7.02 5.86 8.72 ‐ ‐ ‐ 6.17 5.46 5.80
Terrestre
Las diferencias en la exposición y altura relativa de las plataformas estudiadas
explican la existencia de ligeras diferencias en la zonación biológica. En la plataforma GA‐I no
se identificaron especies típicas del sector eulitoral bajo ni medio, y únicamente en un punto
de muestro, situado en una depresión intermareal y anexo al escarpe externo se observó la
presencia de Fucus vesiculosus y Anemonia sulcata, especies típicas de la zona mesolitoral
media (Figura 58). En los veinte primeros metros de la plataforma (desde el mar) la máxima
densidad de recubrimiento (hasta el 70 % en los 10 primeros metros) corresponde a
108
cirrípedos (Chthamalus sp.), junto a los que aparecen los gasterópodos Patella intermedia y
Monodonta lineata, sobre todo en los márgenes de sectores deprimidos en los que se
forman charcas durante la bajamar. Una segunda franja, que marca la transición entre la
franja eulitoral media y la franja eulioral alta, queda delimitada a partir del metro 23 desde
el mar, en la cual las densidades de recubrimiento son inferiores al 20 % y en la que la
Verrucaria maura acompaña a los balanos, mientras Patella intermedia y Monodonta lineata
aparecen sólo como ejemplares aislados y refugiadas en diaclasas y depresiones. En la
siguiente franja, que ya podemos considerar como eulitoral alta, Littorina neritoides aparece
acompañando a Verrucaria maura y la densidad de recubrimiento aumenta hasta el 40 %. En
el sector supralitoral, los líquenes Verrucaria maura, Ramalina siliquosa y Xanthoria
parietina alcanzan densidades de más del 60 %, y en los acantilados que delimitan la
plataforma aparecen las plantas terrestre Crithmum maritimum y Armeria marítima.
En los canales de la plataforma GA‐II‐E aparecen especies típicas de la franja
eulitoral baja: algas (Fucus serratus, Ulva lactuca), algas coralinas (Coralina officinalis,
Lithophillum incrustans, Lithophillum liquenoides); así como en pequeñas depresiones en las
que se forman charcas situadas en los primeros metros de la plataforma. Junto a estas
especies aparecen en el canal varias especies de gasterópodos, como Gibula cineraria, y en
los sectores más bajos, en el límite de marea baja viva se encuentran Himeriacidum
sanguínea, Laminaria sp., Enteromorpha sp., Nucella sp, Nassarius sp, Holothoria forskali.
Codium Tomentosum, Fucus vesiculosus, Pelvetia Caniculata y Ascophyllum nodosum, La
franja mesolitoral superior se caracteriza por la presencia de balanos (Chthamalus sp.) y
ejemplares aislados de Patella intermedia, Monodonta sp. y Gibbula obbliquata
generalmente en hendiduras y pequeñas charcas permanecen inundadas durante la
bajamar, junto a ejemplares de Actinia equina y Anemonia sulcata. Las máximas densidades
de recubrimiento en GA‐II‐E corresponden al canal, donde la cobertura de algas llega al 90
%; densidades de hasta el 35 % se alcanzan en los primeros metros de la plataforma y
corresponden a Chthamalus sp.; El liquen Verrucaria maura aparece acompañando a
Chthamalus montagui en todos los puntos de muestreo y hacia las cotas de marea alta, a
medida que desaparecen los balanos, este liquen junto a Littorina neritoides son las únicas
especies que tapizan la plataforma. La plataforma GA‐II‐W tiene una posición muy protegida,
y solamente se han identificado los líquenes Verrucaria maura, Xanthoria parietina y
Ramallina siliquosa y el gasterópodo Littorina neritoides con densidades siempre inferiores
al 4 %.
109
Figura 58. Distribución de la cobertura biológica en las plataformas rocosas de Punta Gallín.
110
Figura 59. Densidades de recubrimiento biológico en el sector GA‐I
Figura 60. Densidad de recubrimiento biológico en el sector GA‐II‐E
111
Figura 61. Densidad de recubrimiento biológico en el sector GA‐II‐W
Las diferencias en el desarrollo zonal de las diferentes comunidades biológicas
identificadas en las plataformas GA‐I, GA‐II‐E y GA‐II‐W se explican principalmente por
factores de exposición y litología. La ausencia, de irregularidades en las areniscas sobre las
que se desarrolló la plataforma GA‐II‐W impide que aparezcan especies típicas del eulitoral
medio y bajo que podrían sobrevivir en pozas y grietas. Y la mayor exposición de la
plataforma GA‐I explica la mayor densidad de recubrimiento de los balanos así como su
mayor extensión zonal.
112
Figura 62. Distribución de las especies más representativas de las costas rocosas en las plataformas de Punta
Gallín. Vt = Vegetación terrestres; Rs= Ramalina siliquosa; Vm= Verrucaria maura; Ln= Littorina neritoides;
Gb= Gibbula sp.; Pv= Patella vulgata; Bb= Cirrípedos; Fc= Fucus sp
113
2.3.4. Discusión.
De acuerdo con Stephenson y Kirk (2000b) la alteración es más efectiva entre las
cotas de marea alta y baja muertas, la franja en la que los procesos de humectación‐
desecación relacionados con la oscilación mareal son más frecuentes. La experimentación
en laboratorio sugiere sin embargo, que la alteración es más importante entre las cotas de
media marea y la de mareas altas vivas, donde la duración del periodo de desecación es
mayor (Kanyaya y Trenhaile, 2005; Trenhaile, 2006). Estudios previos han mostrado que, en
ausencia de variaciones litológicas y de procesos abrasivos, una correlación negativa entre
los valores de resistencia obtenidos con el Schmidt Hammer y la elevación mareal demuestra
que el grado de alteración de las plataformas se incrementa desde las cotas de marea baja
hacia las cotas de marea alta, tal y como se deduce de la reducción de la resistencia de la
roca (Blanco Chao et al., 2006). Uno de los propósitos de esta investigación era confirmar si
en la plataformas objeto de estudio, localizadas en la costa cantábrica peninsular, puede
identificarse una tendencia en la alteración como la que identificaron Blanco Chao et al.
(2006) en la costa atlántica. La aplicación del Schmidt Hammer a las plataformas estudiadas,
si bien falló en identificar una correlación entre el grado de alteración y la elevación mareal
utilizando todos los puntos intermareales, sí ha permitido zonificar mediante la aplicación de
un análisis clúster) las plataformas en función de los procesos dominantes, los controles
geológicos y el papel de las herencias. La aplicación de un análisis clúster ha permitido
distinguir 3 sectores en la plataforma GA‐I y 2 en la GA‐II que presentan formas y grados de
alteración diferenciados. En el grupo 2 de ambas plataformas (Figuras 42 y 43) puede
observarse una débil correlación negativa entre la resistencia de la roca y la elevación
mareal. Esta baja correlación, interpretada como un ligero incremento de la alteración hacia
el sector superior de la franja intermareal de las plataformas estudiadas puede relacionarse
con dos factores: (i) por un lado la exhumación reciente de las plataformas que implica que
sus sectores intermareales no han tenido tiempo para alcanzar un equilibrio con respecto al
nivel del mar actual (aspecto que será planteado de nuevo en el capítulo 3 de esta
memoria); por otro lado (ii) su complejidad litológica y marcada rugosidad dificulta la
obtención de tendencias en el grado de alteración mediante el muestreo con el Schmidt
Hammer. La correlación negativa entre la elevación mareal y la resistencia de la roca es algo
más intensa en el sector 2 de GA‐II‐E que en el de GA‐I (r= 0.36 y r=0.17, respectivamente),
lo que puede relacionarse con una menor elevación mareal media de GA‐II‐E así como por su
mayor uniformidad litológica. Por otro lado, en las rocas metasedimentarias filíticas sobre
las que se labró el canal que limita en su sector oriental con la plataforma GA‐II‐E, el Schmidt
Hammer ha permitido observar una correlación positiva entre la elevación mareal y el grado
de alteración, estimado tanto cualitativamente como a partir de los valores de resistencia de
la roca. En la Figura 63 puede observarse la correlación negativa significativa (r= ‐0.66, p‐
valor= 0.014) entre los valores R obtenidos con el Schmidt Hammer y la elevación mareal.
Este canal es el único sector propiamente intermareal, modelado sobre materiales
litológicamente homogéneos, y refleja la tendencia en el grado de alteración ya verificada en
otros sectores de la costa atlántica gallega (Blanco Chao et al., 2006, 2007). Exceptuando el
canal, en las plataformas GA‐I, GA‐II‐E y GA‐II‐W no se han detectado correlaciones intensas
entre los valores obtenidos con el Schmidt Hammer y la elevación mareal (m) que evidencien
114
tendencias en el grado de alteración relacionables con la efectividad de los procesos de
humectación‐desecación. En el grupo 3 de la plataforma GA‐I, la correlación negativa entre
la resistencia y la elevación mareal ha puesto en evidencia un proceso de lavado de una
superficie intensamente alterada bajo el depósito que fosilizó la plataforma.
Las variaciones en el tipo de roca, la diaclasación y la potencia de los estratos unido
al buzamiento de estos últimos determinan que las plataformas rocosas de Punta Gallín
presenten una morfología rugosa que incrementa la variabilidad de los valores obtenidos
con el Schmidt Hammer. La variación de las propiedades geológicas del substrato puede
enmascarar correlaciones simples entre la elevación mareal y el grado de alteración como
las que se han observado en contextos litológicos homogéneos de la costa atlántica gallega.
Así, es el factor geológico (tipo de roca, estructura, y procesos de alteración heredados) el
que juega el rol principal para explicar las variaciones en el grado de alteración, tanto en los
valores R obtenidos mediante el esclerómetro, como en el análisis cualitativo de la misma.
En las cuarcitas masivas de la plataforma GA‐II‐E, los valores de resistencia obtenidos
con el esclerómetro no han permitido identificar una tendencia en el grado de alteración
semejante a la que Blanco Chao et al. (2006, 2007) encontraron costa atlántica gallega y el
Canal Beagle (Tierra de Fuego, Argentina). La presencia de abundantes arranques recientes y
una morfología rugosa alude a una relativa importancia de los procesos erosivos en el
desarrollo de esta plataforma. La abundante presencia de costras, desescamaciones y
pátinas sobre las cuarcitas se ha interpretado como el resultado de procesos de alteración
de origen no marino y posiblemente heredados. Estas superficies endurecidas explican el
incremento de los valores R hacia las cotas de marea alta, aunque a ello debe añadirse la
posible actividad abrasiva en el borde de la playa de cantos. Por otra parte, estas superficies
endurecidas parecen haber actuado protegiendo la superficie de la roca de los procesos de
alteración litorales iniciados tras el ascenso del nivel del mar Holoceno, como puede inferirse
de los procesos de erosión y lavado de estas superficies que se observan en la actualidad. El
incremento de los valores obtenidos con el Schmidt Hammer como repuesta a la presencia
de costras de hierro ha sido mostrada también por Kennedy y Dickson (2006), Kennedy
(2010) y Kennedy et al. (2010). En las plataformas estudiadas pueden distinguirse una serie
de formas relacionadas con los procesos de alteración que operan en los sectores
intermareales; todas ellas muestran un cierto control estructural. En el caso de las formas
alveolares (tafonnis, nidos de abeja) son mucho más abundantes en la plataforma GA‐I en
donde pueden distinguirse dos subcategorías: (i) coalescencias de alveolos degradados, que
aparecen en las cuarzofilitas del sector 2 y preferentemente en superficies subverticales y (ii)
conjuntos de microalveolos (mm) y alveolos (cm) asociados a la presencia de costras de
hierro; esta tipología es la que aparece en la cuarcitas de GA‐II‐E, y con mayor desarrollo en
las areniscas de GA‐II‐W pero también en las cuarcitas y tramos supramareales de GA‐I. De
este modo, las formas alveolares que aparecen en las plataformas estudiadas no parecen
indicativos de un único proceso de alteración, sino que más bien responden a la confluencia
de varios procesos y factores ambientales y geográficos trabajando en concierto (Viles,
2001). Varios autores (p.ej. Martini, 1978; Kejonen et al., 1988; Smith, 1978) han destacado
la importancia de los procesos de endurecimiento de la superficie de la roca (case
hardening) en el desarrollo de este tipo de formas. Fairbridge (2005) destacó que en
115
numerosos lugares las cavidades aparecen en asociación con el endurecimiento de la
superficie por disolución de los minerales de hierro continuada por la precipitación de
hidróxidos férricos cerca de la superficie. Al contrario, Mottershead y Pye (1994) y Dragovich
(1969) no encontraron evidencias para apoyar la idea que la existencia de una capa
endurecida sea esencial o muy importante para el desarrollo de estas formas alveolares en
rocas ígneas o metamórficas. Las superficies endurecidas encontradas en las plataformas de
Gallín están relacionadas con la migración y deposición de hierro procedente de la
desferrificación de los aluminosilicatos que forman parte de la roca original. Estas
concreciones aparecen sobre todo siguiendo los planos de estratificación de las cuarzofilitas
y areniscas, mientras que en las cuarcitas más masivas solo aparecen pátinas sin relieve,
precipitando el hierro en pequeñas microfisuras de la roca. En este trabajo se ha observado
una convergencia de formas alveolares incipientes y costras de hierro en las cuarcitas y
areniscas, mientras en las cuarzofilitas intermareales de GA‐I la convergencia de formas es
menos común. Se ha interpretado que la formación de los alveolos es más rápida en las
cuarzofilitas, cuya fina estratificación (mm‐cm) propicia el desarrollo de estas formas y su
rápida coalescencia y desmantelamiento, mientras las superficies endurecidas también se
han lavado más eficazmente que en las cuarcitas.
Figura 63. Correlación entre los valores de resistencia obtenidos con el Schmidt Hammer y la elevación mareal en
el canal intermareal de la plataforma GA‐II.
La topografía de las plataformas, situadas a cotas mareales relativamente altas es
una consecuencia del papel que ejercen los controles litológico y estructural. Tanto en GA‐I
como en GA‐II‐E los valores de resistencia obtenidos con el esclerómetro manifestaron
diferencias significativas entre los diferentes estratos litológicos. Además, se ha verificado
que las rocas más resistentes (cuarcitas masivas) tienden a configurar los sectores más
elevados de las plataformas, frente a los estratos menos resistentes (cuarzofilitas), que
afloran normalmente en las áreas topográficamente más bajas y favorecen la apertura de
canales y la formación de depresiones. La elevación de las plataformas hace que los sectores
estrictamente intermareales alcancen muy poco desarrollo, de manera que no se registra la
correlación positiva esperada entre el grado de alteración (estimada con el Schmidt
Hammer) y la elevación mareal.
116
La variación litológica también parece explicar la presencia o ausencia de
determinadas formas de alteración. Por ejemplo, el pseudokarst o los nidos de abeja, tan
sólo aparecen sobre las cuarzofilitas, más fácilmente alterables que las cuarcitas. En GA‐I, las
cuarcitas presentan grados de alteración más bajos (1‐2), frente a las cuarzofilitas y
areniscas, con grados de alteración de 1 a 5 (Tabla 25).
2
Tabla 25. Resultados de la prueba de Chi realizada con las variables tipo de roca y grado de alteración en puntos
de igual elevación mareal en la plataforma GA‐I.
Valor gl Sig. asintótica (bilateral)
Chi‐cuadrado de Pearson 35.251 5 > 0.001
Razón de verosimilitudes 31.182 5 > 0.001
Asociación lineal por lineal 14.610 1 > 0.001
N de casos válidos 60
Las plataformas estudiadas pueden ser consideradas como plataformas
estructurales de marea alta y de perfil subhorizontal; de modo que pueden ser incluidas
dentro de la tipología B definida por Sunamura (1992). Aunque se ha sugerido que las
plataformas de marea alta (tipo B) podrían ser esencialmente plataformas originadas por la
acción del oleaje durante momentos de tormenta (Bird, 2005) las observaciones de campo y
el estudio de las formas y procesos que ocurren sobre las plataformas de Punta Gallín
sugieren que el perfil actual de las plataformas es heredado, modelado durante periodos
con un nivel del mar más alto, de modo que olas más energéticas alcanzarían cotas mareales
más elevadas (ver Figura 31). La evidencia morfológica indica que en las plataformas de
Punta Gallín operan actualmente variados procesos de alteración de origen marino (p.ej.
Figura 64), en ocasiones ayudados por alteraciones previas, como en el caso de las formas
alveolares y su relación con las capas endurecidas por hierro.
Figura 64. La imagen corresponde al sector supramareal de la plataforma GA‐II‐W, donde una capa de pintura
plástica ha permitido la formación de pedestales. Esto indica que existe un proceso de alteración y lavado hacia
las cotas de marea alta.
Por otro lado, como ya se ha señalado, durante condiciones de oleaje que
podemos considerar normales, la mayor parte de la energía de ola se dispersa en los
primeros metros de las plataformas, con lo que el potencial erosivo sobre éstas es limitado.
Durante 4 años de trabajo de campo no se han observado arranques ni procesos abrasivos
117
destacados, aunque si una cierta movilidad de la playa de bloques supramareal que será
comentada en los capítulos siguientes. El modelo evolutivo de las plataformas y las
relaciones entre su dinámica actual y los procesos y formas heredados será tratado con más
detalle en los capítulos 3 y 4 de esta memoria.
Figura 65. La presencia de algas (Enteromorpha) durante todo el año en las piscinas de roca intermareles con
material abrasivo indica la ausencia de procesos abrasivos. Nótense los micro‐alveolos de alteración en la zona
marcada con la circunferencia.
118
CAPÍTULO 3
ESTUDIO DE LOS DEPÓSITOS SEDIMENTARIOS DE PUNTA
GALLÍN. EVOLUCIÓN MORFODINÁMICA DEL SISTEMA
PLATAFORMA LITORAL‐ACANTILADO SEDIMENTARIO.
3. Estudio de los depósitos sedimentarios de Punta Gallín
En este capítulo se describen y analizan los depósitos sedimentarios que afloran en
el área de estudio con el objetivo de identificar los diferentes procesos y fases que se
sucedieron sobre las plataformas. La identificación en el registro sedimentario de los
cambios del nivel del mar ocurridos a lo largo del cuaternario son de principal interés en el
estudio de la evolución de áreas costeras, aunque igualmente importantes son todos
aquellos procesos sedimentarios ocurridos durante las fases regresivas, por el papel
especialmente relevante que jugaron durante la transgresión Holocena en la configuración
de los sistemas actuales.
Los objetivos específicos de este capítulo son los siguientes:
a) Revisar los datos existentes en cuanto a los cambios climáticos Cuaternarios, y
especialmente el Holoceno en la costa Gallega y Cantábrica.
b) Contextualizar cronológicamente el estudio.
c) Exponer la metodología empleada en el estudio de los depósitos sedimentarios
d) Identificar en el registro sedimentario posibles variaciones del nivel de mar y las
huellas de procesos sedimentarios que actuaron sobre la plataforma en el pasado.
e) Exponer los resultados obtenidos a partir de la analítica de los depósitos
sedimentarios antiguos
3.1. Cambios climáticos y del nivel del mar cuaternarios y concepto de herencia.
Las variaciones del nivel del mar responden a muy diversos factores climáticos,
tectónicos e isostáticos que operan a distintas escalas espacio‐temporales. Durante el
Pleistoceno y el Holoceno, las oscilaciones del nivel del mar de mayor magnitud se deben a
la componente glacio‐eustática, que pueden solaparse con procesos de tipo tectónico que
operan en escalas de tiempo a menudo superiores incluso al Pleistoceno. A estos factores se
añaden las componentes glacio‐isostáticas, especialmente significativas en latitudes altas
durante el Holoceno. De menor amplitud, pero de gran importancia durante el Holoceno
Superior son las oscilaciones que responden a forzamientos de tipo meteorológico
principalmente aquellos relacionadas con factores barométricos o con la temperatura
superficial del mar. Por último, en geomorfología litoral y a escalas decadales o anuales son
enormemente importantes los cambios derivados del régimen energético, especialmente las
sobreelevaciones causadas por eventos de tormenta.
El Pleistoceno se caracteriza por la variabilidad del clima en distintas escalas
temporales, variaciones que han implicado una sucesión de diferentes condiciones
morfoclimáticas sobre la superficie terrestre, cuya impronta ha influido en los paisajes tal y
como los conocemos hoy. A partir de los datos isotópicos derivados del análisis de testigos
oceánicos se ha podido determinar que los ciclos glaciales se caracterizan por largos
períodos de crecimiento de los casquetes de hielo a los que acompaña una etapa regresiva,
de descenso del nivel del mar, mientras que durante los periodos interglaciales, más cortos,
se produce un rápido ascenso del nivel del mar. En los últimos 900.000 años el tamaño de
120
los casquetes polares, y por lo tanto la amplitud de las oscilaciones eustáticas del nivel del
mar ha sido al menos el doble que en el periodo anterior: el Cuaternario Inferior (Ruddiman
et al., 1986; Ruddiman et al., 1989; Shackleton, 1987). A partir del estudio de las relaciones
isotópicas del oxígeno en testigos de sedimentos oceánicos para los períodos glaciales e
interglaciales comenzaron a ser identificados como Estadios Isotópicos Marinos, MOIS
(Marine Oxygen‐Isotope Stage) o simplemente MIS (Marine Isotopic Stage) en sus siglas en
inglés, seguidos de un número, par en el caso de los periodos glaciales e impar en el caso de
los interglaciales, siendo del MIS 1 el Holoceno. Esta terminología tiende a sustituir en la
actualidad a las anteriores nomenclaturas que se basaban en características geológicas y
variaban de región a región. La tabla 26 muestra las correspondencias aproximadas entre las
nomenclaturas tradicionales y los estadios isotópicos marinos.
Tabla 26. Correspondencias aproximadas entre las nomenclaturas tradicionales y los estadios isotópicos marinos
(modificado de Wikipedia)
Alpina Europa América Estadio MIS Época Cronología
septentrional septentrional aproximada (ka)
Flandrian Interglacial 1 HOLOCENO 12
Würm Weischelian Wisconsin Glacial 2‐5 (a‐d) 12‐110
Riss‐Würm Eemian Sangamon Interglacial 5e 110‐130
Riss Saalian Illinoian Glacial 6 130‐200
Mindel‐Riss Holsteinian Yamouth Intergalcial 11 PLEISTOCENO 200‐380
Mindel Elsterian Kansan Glacial 12 380‐450
Günz‐Mindel Cromerian Altonian Interglacial ¿? 450‐620
Günz Menapian Nebraskan Glacial ¿? 620‐680
Al igual que otros sistemas costeros, las costas rocosas han experimentado las
variaciones en el nivel del mar relacionadas con las glaciaciones cuaternarias, que en
ocasiones han dejado huellas en su morfología que han llegado hasta nuestros días. La
morfología de muchas áreas costeras es el resultado de la alternancia de procesos marinos y
continentales en relación con los cambios climáticos y las oscilaciones cuaternarias del nivel
del mar. Uno de los aspectos que más se ha debatido en el ámbito del estudio de la
geomorfología de las costas rocosas ha sido en qué grado estas formas son heredadas de
períodos en los que el nivel del mar fue similar al actual (Trenhaile, 2002a), o bien actuales
se trata de formas cuya génesis es exclusivamente Holocena. Las formas costeras
desarrolladas sobre materiales resistentes suelen ser consideradas a menudo como formas
al menos parcialmente heredadas, modeladas durante uno o más periodos interglaciales en
los que el nivel del mar fue semejante al actual (Goede et al, 1979; Davies, 1983; Bryant et
al., 1990; Young y Bryant, 1993; Brooke et al., 1994; Stone et al, 1996; Trenhaile, 2001b;
Trenhaile et al., 1999; Blanco Chao et al., 2003). Por el contrario, los argumentos para asumir
que las formas costeras desarrolladas sobre materiales blandos son heredadas son más
débiles, y son numerosos los autores que defienden que las plataformas desarrolladas sobre
materiales blandos son enteramente postglaciales (Hills, 1971; Gill, 1972; Kirk, 1977). Es
importante señalar que la mayor parte de la investigación llevada a cabo sobre el carácter
heredado de las formas litorales en costas rocosas se ha centrado en determinar el grado de
influencia que han tenido en el pasado los procesos marinos, mientras que se ha prestado
una menor atención al papel de los procesos que han tenido lugar durante los periodos de
regresión marina, durante los que presumiblemente habrían actuado procesos de naturaleza
continental.
121
3.1.1. Cambios climáticos sobreimpuestas a los ciclos glaciales e interglaciales en el
Atlántico Norte.
Tabla 27. Rango de periodicidad de algunos fenómenos influyentes en el clima del Atlántico Norte (tomado de
O´Sullivan et al, 2002)
Periodo
(años)
Parámetros orbitales Excentricidad 104–105
Oblicuidad 104
Precesión 104
Formación de aguas profundas (influencia orbital) 104–105
Ciclos Dansgaard‐Oeschger 103
Eventos Heinrich 103
Otros factores geofísicos y geológicos 103
Miscellaneous other geophysical and geological processes 102–104
Variabilidad solar Manchas solares y otros ciclos 100‐103
Tamaño de la corona 101–102
Otros ciclos ΔC14 100–104
Oscilación Atlántica Multidecadal (AMO) 101–102
Anomalías en la Temperatura Superficial del mar y en la 100–101
Salinidad
Oscilación del Atlántico Norte (NAO) 100–101
Indice de la Corriente del Golfo (GSI) 100–101
Antes de que Bond (1997) hubiera identificado esta periodicidad, ya desde la
década de los 80 del siglo pasado se había empezado a detectar oscilaciones milenarias en el
aporte de sedimentos marinos procedentes del Atlántico Norte, que fueron definidas como
«zonas estériles». Esta calificación hacía referencia a la ausencia de foraminíferos
122
planctónicos y cocolitofóridos en los sedimentos y a la presencia de acumulaciones
terrestres tales como fragmentos carbonatados, vidrios volcánicos y granos de cuarzo
aportados por la deriva de los icebergs (Duplessy et al., 1981; Heinrich, 1988). Estos eventos
fueron denominados eventos Heinrich y son fluctuaciones climáticas globales caracterizados
por el crecimiento de los casquetes de hielo del hemisferio Norte con el consecuente
aumento de icebergs, a los que sigue una rápida recuperación de las temperaturas.
En una escala temporal menor, dada su importancia sobre el clima del Atlántico
Norte, debe ser destacada la oscilación del índice NAO, acrónimo de North Atlantic
Oscillation. El índice NAO se caracteriza por la relación barométrica entre las masas de aire
situadas en las regiones subtropicales (con centro sobre las Azores y Lisboa), y las regiones
sub‐polares del Atlántico Norte (centrado sobre Islandia) (Fromentin and Planque, 1996). Los
períodos con un índice NAO positivo, se caracterizan por la presencia de altas presiones
atmosféricas sobre Islandia, lo que conduce a vientos del oeste fuertes que se desarrollan a
lo largo de las altitudes medias de la región del Atlántico Norte. En Europa, esta situación se
traduce en un calentamiento generalizado, con un incremento de las precipitaciones en el
Norte y de la sequedad en el Sur. Al contrario, durante período de índice NAO negativos, el
sistema de altas presiones sobre Islandia está debilitado, de modo que los vientos del oeste
también son más débiles, lo que resulta en un descenso de las temperaturas en el norte de
Europa y un incremento de las precipitaciones en el Sur. La Oscilación del Atlántico Norte
muestra períodos prolongados de fases con índice predominantemente negativo o
predominantemente positivo; Por ejemplo durante la última centuria la fase positiva de la
NAO dominó la circulación atmosférica desde 1900 hasta aproximadamente 1930, y desde la
década de 1970 los años 90, mientras que desde la década de 1940 hasta 1970 la fase
negativa fue dominante (Hurrell, 1995).
Estudios llevados a cabo en testigos de sedimentos de la Ría de Vigo (Álvarez et al,
2005) han sugerido que las variaciones en las aguas superficiales de la Ría de Vigo están
controladas por cambios en el gradiente atmosférico como respuesta a las variaciones de la
NAO a escala milenaria. El estudio de la abundancia de coccolitos y biomarcadores
moleculares les permitió señalar cambios en los regímenes hidrográficos y atmosféricos en
la Ría a lo largo de los últimos 3000 años, que se concretan en tres intervalos: el Intervalo I
(ca. 975 años AC–252 DC), en el que se sugiere una transición de un período climático cálido
a uno frío en el que prevalecería una fase NAO positiva; el intervalo II (ca. 252–1368 DC), un
período húmedo relacionado con una fase NAO negativa; y el intervalo III (ca. 1368–1950
DC) en el que los autores identifican un incremento de la influencia marina en la Ría de Vigo
y un descenso de los aportes fluviales, lo que podría corresponder e una fase NAO positiva.
3.2. El nivel del mar en el último interglacial. Evidencias sedimentarias y
geomorfológicas en El NW de la Península Ibérica y neotectónica.
Como ya se ha señalado en el capítulo 1, los estudios isotópicos de los testigos
oceánicos sugieren que el nivel del mar fue inferior al actual durante los estadios isotópicos
7, 13, 15, 17 y 19 y similar al actual durante los estadios 5, 9 y 11 (Shackleton, 1987). Con
anterioridad a estos eventos cuaternarios, se ha identificado otro máximo eustático durante
el Plioceno Medio (3.3 ‐3.9 Ma), cuya amplitud oscila entre +5 m y >+ 40 m s.n.m.a.sobre el
123
nivel del mar actual, y que suele establecerse en + 25 m a efectos de modelización (Raymo et
al, 2009).
En cuanto a la cronología de la transgresión relacionada con el último interglacial
(MIS 5e), Chen et al., 1991 y Muhs et al., 2002 señalan un único periodo en el que el nivel del
mar estuvo unos 5 m sobre el nivel actual (s.n.m.a.) entre 130.000 y 120.000 años cal. BP. En
los márgenes estables de Australia los datos sostienen también la existencia de un
prolongado período con un nivel del mar superior al actual de + 3 m s.n.m.a en la parte
occidental (Stirling et al., 1998) y + 2 m en Australia meridional (Murray‐Wallace, 2002)
entre 128.000–110.000 años BP. En cambio, los trabajos llevados a cabo en las Bahamas
(Newmann y Hearty, 1996; Hearty y Newmann, 2001; Hearty, 2002a), sugieren dos
momentos en los que el nivel del mar fue superior al actual, el primero de +2.5 m s.n.m.a.
(132.000‐125.000 años) y el segundo de + 6 m s.n.m.a. (118.000 años) separados por un
momento en el que el nivel del mar estuvo más bajo que el actual (‐3 m s.n.m.a.) hacia el
125.000 cal BP. En costas tectónicamente emergidas también se han encontrado vestigios de
niveles del mar más altos que el actual durante el MIS 5e: Schellmann y Radtke (2004)
identificaron dos niveles del mar más elevados que el actual en Barbados, localizados a + 2 y
0 m s.n.m.a y que corresponden al 128000 y el 120000 BP respectivamente; también en
costas emergidas, Dumas et al (2006) encuentran en Haití pruebas de dos niveles del mar
altos, a +5 y +2 m s.n.m.a en 130.000 y 118.000 BP. Los datos obtenidos por Dumas et al.
(2005) en la costa de Calabria (Italia) sugieren que durante el último interglacial se han
producido al menos 11 pequeñas oscilaciones durante el MIS 5e y otras 4 durante el MIS 5e‐
5a, y señalan una mayor amplitud en el aumento del nivel del mar en 128000 años, 122.000
y 116.000 años BP durante el MIS 5e, y a 105.000 BP y 84.000 BP durante MIS 5c/5a.
Obviando las diferencias en las fechas y la amplitud del cambio del nivel (o niveles)
del mar alcanzado durante el MIS 5e, cabe destacar las numerosas evidencias
sedimentológicas y geomorfológicas cuyo origen se ha relacionado con un nivel del mar más
elevado durante este interglacial. Un estudio morfoestratigráfico, paleontológico y
cronológico emprendido por Zazo et al. (2003) en terrazas marinas localizadas en
emplazamientos costeros de las Islas Baleares, Canarias y el suroeste de la Península Ibérica
que han sido tectónicamente activas durante el Cuaternario, aportó evidencias de tres
niveles del mar más altos que el actual en estas costas durante el MIS 5e (entre 135.000 y
117.000 años BP, aunque no especifican la elevación que alcanzó el nivel del mar durante
124
esos 3 momentos sobre el actual. Los mismos autores sugieren que de acuerdo a los
resultados obtenidos de mediciones de series de U, en algunas de las áreas estudiadas, hay
evidencias de una o dos unidades marinas posteriores al 5e y pre‐Holocena, aunque la
escasez de datos isotópicos no les permitió establecer si corresponden al MIS 5c o 5a.
Recientemente se han realizado dataciones de U/Th en los espeleotemas de calcita
o aragonito que los diferentes niveles del mar dejaron en los espeleotemas de cuevas
kársticas en Mallorca (Dorale et al., 2010). Los autores obtuvieron edades de 116.000 y
121.000 BP de muestras recogidas a ~2.6 m que serían consistentes con datos previos del
nivel del mar en el 5e en Mallorca y otras localizaciones, y también un nuevo dato de un
posible nivel del mar de + 1m entre ~82.000 y 80.000 años.
En la costa atlántica gallega y la costa cantábrica peninsular, entre las evidencias
geomorfológicas emergidas que pueden actuar como marcadores del nivel del mar
alcanzado durante el MIS 5e destacan las superficies costeras aplanadas levantadas (terrazas
marinas) interpretadas normalmente como antiguas plataformas litorales y los niveles
sedimentarios marinos de arena o gravas situados por encima del nivel del mar actual. Estos
depósitos y formas presentan ciertas analogías con los que aparecen en ambos márgenes
del Canal de la Mancha y en la costa de Bretaña y que han sido objeto de numerosas
investigaciones (Haslett y Curr, 2001; Bates et al., 2003; Regnauld et al., 2003; Keen, 1982;
Keen, 1995; Coutard et al., 2006). La Tabla 28 recoge las principales referencias de niveles
del mar superiores al actual durante el último interglacial en la costa NW y Cantábrica de la
Península Ibérica.
A pesar de esta abundancia de niveles sedimentarios identificados como evidencias
de un nivel del mar más alto que el actual durante el subestadio 5e en la costa NW y
cantábrica de la Península Ibérica, cabe destacar la escasez de dataciones que permitan
establecer fechas concretas. La mayor parte de las evidencias son sugeridas como resultado
de correlaciones topográficas y analogías sedimentarias y morfológicas con otros niveles
conocidos. Cabe destacar, sin embargo, las dataciones (termoluminiscencia y U/Th)
realizadas Alonso y Pagés (2007) en diferentes niveles sedimentarios en la costa de Galicia
que identificaron, basándose en criterios sedimentológicos, como playas levantadas
pleistocenas. La base de estos niveles se encuentra entre +1.5 y +3.5 m sobre el nivel del
mar actual y normalmente descansan directamente sobre la plataforma rocosa. Los niveles
identificados como marinos se dataron en edades comprendidas entre 74.300 ±6.600 y
53.900 ±4.100 años. Las muestras más antiguas se enmarcan en el final del último período
interglacial (5a), mientras las más recientes pueden situarse en el MIS 4. Estas fechas son
coherentes con las obtenidas por Garzón et al. (1996) de 71.000 años BP en una playa
antigua situada en la parte central del Golfo de Vizcaya (Playa de Oyambre) utilizando el
método de racemización de aminoácidos y cercanas las obtenidas por Dorale et al. (2010) en
Mallorca. Por lo tanto, las únicas dataciones de niveles marinos pleistocenos en la costa
cantábrica peninsular apuntan a que la deposición de los mismos tuvo lugar en el último
período interglacial, en el MIS 5a, y por lo tanto entre el 85.000 y 74.000 (Potter et al, 2004;
Schellman et al., 2004). Sin embargo, Alonso y Pagés (2007) destacan que no se puede
descartar una subestimación de las edades obtenidas, dadas las características litológicas de
125
los afloramientos o por un posible rejuvenecimiento de estos niveles debido a procesos de
alteración que afectarían a las playas antiguas tras ser cubiertas por depósitos más
recientes, y dado que las elevaciones a las que se encuentran los niveles marinos
pleistocenos coinciden bien con otros identificados en el Canal de la Mancha, quizá no
pueda obviarse la posibilidad de que los niveles estudiados sean atribuibles al MIS 5e.
La comparación de dataciones de depósitos pleistocenos en la costa Gallega con
otros de la costa cantábrica (playas levantadas de Merón y Oyambre, en Cantabria), permitió
a Alonso y Pagés (2007) defender que la costa cantábrica ha sufrido un levantamiento entre
2 y 3 metros más que el norte de Galicia desde el último Interglacial, lo que permitiría asumir
la hipótesis previa de Mary (1979) que consideró la existencia de movimientos tectónicos de
ascenso en la costa cantábrica de la Península Ibérica, de mayor magnitud en el Golfo de
Vizcaya y disminuyendo en magnitud hacia el oeste.
Por otro lado, en la costa gallega, la posición con respecto al nivel del mar actual de
cuevas marinas abandonadas y fosilizadas por sedimentos, rampas de marea alta labradas
en plataformas rocosas y límites acantilado‐plataforma litoral así como otras evidencias
geomorfológicas y sedimentarias permiten sugerir que el nivel del mar durante el último
interglacial estuvo entre 2 y 3 m más alto que el actual (Trenhaile et al., 1999). Estas
evidencias son coherentes con formas costeras modeladas durante el MIS 5 que pueden
encontrarse en numerosas localizaciones a nivel mundial, lo que sugiere que no ha habido
una actividad tectónica o isostática significativa en Galicia desde al menos el último estadio
interglacial.
3.3. Cambios recientes en el nivel del mar. El nivel del mar en el Holoceno en el NW de la
Península Ibérica
El final del último período interglacial (MIS 5e) coincide con un enfriamiento
relativamente rápido y la consiguiente expansión de los cuerpos glaciales. No existe un límite
preciso entre el Interglacial Eemiense (5e) y el consecuente período glacial Weischelian (MIS
5d‐ MIS 2) en cuanto al nivel del mar, ya que, como se ha mostrado en el apartado anterior,
se han identificado niveles del mar superior al actual entre el MIS 5e y el MIS 4, y por lo
tanto posteriores al interglacial Eemiense. En cuanto a la degradación climática, Van Vliet‐
Lanoë et al., 1991 han sugerido un rápido descenso de las temperaturas entre 125.000‐
115.000 BP.
126
Tabla 28. Referencias sobre niveles marinos del MIS 5e en el NW y la Costa Cantábrica Peninsular.
Nº Referencia Localización Posición Edad Datación Elemento Tendencia
1 Edeso et al. 1990 Anzarán +10/16 Eemiense Dep. estuarino T
2 Edeso y Ugarte, Goizut 40/45 Pleist. Playa T
1990; Cearreta et Sup.
al.,1992; Edeso, 1992 (Holstein)
3 Cearreta y Pascual Gorlitz +8/10 Eemiense Dep. intermareal T
1990
4 Cearreta y Pascual Barrika, Errekalde, 30/40 Pleist.Sup. Rasa y dunas R?
1990; Cearreta et al. Arrietara
1992
5 Cearreta et al 1992 Castro Urdiales +6 Eemiense Nivel de playa T
6 Cearreta et al 1992 Cabo Oyambre +4,5 Eemiense Plataf. y playa T
7 Mary et al. 1975; La Franca +5 m Eemiense Plataf. y playa T
Mary, 1990 5e
8 Mtnez. Cortizas et al. Illas Cies Supramareal Eemiense Playa y duna T
1997
9 Cano et al. 1997 Baiona‐A Garda +3/+5 Eemiense Plataforma T
10 Garzón, 1996 Cantabria + 3 m MIS 5a Dataciones con Niveles T
Oyambre y Merón racemización de sedimentarios
aminoácidos de marinos
dos tipos de
moluscos. 71 ka
BP y 21 ka
11 Trenhaile et al ,1999 Costa atlántica de +2 ‐ + 3 m Eemiense Evidencias T
Galicia 5e sedimentológicas
y morfológicas
12 Alonso, A y Pagés, J.L Varios depósitos en 1.5‐3.5 m MIS 5a Fechas datadas Niveles marinos T
(2007) la costa gallega mediante U/Th. de cantos y
Edades gravas o de
comprendidas arenas
entre 74,3 ±6,6 y
53,9 ±4,1 ka (ka).
Según la cronología obtenida a partir de los estudios isotópicos de los registros de
los fondos oceánicos, el Weischelian, se inicia hacia el 115.000 BP y culmina con una
recuperación de las temperaturas hacia el 10.000 BP (Imbrie et al., 1984). Durante este
período la concentración de agua en los cuerpos glaciales implicó que el nivel del mar se
mantuviera por debajo del actual. Quedando las áreas costeras anteriores bajo condiciones
continentales de frío intenso, aunque a lo largo de este período se distinguen algunos
momentos relativamente más cálidos. Tradicionalmente, el Weicheslian se divide, en base a
los estadios isotópicos en los siguientes subperíodos: Antiguo (115.000‐75.000 BP) y
Pleniglacial, y este último se divide en Pleniglacial Inferior (75.000‐60.000 BP), Pleniglacial
Medio (60.000‐30.000 BP), Pleniglacial Superior (30.000‐15.000 BP) y Tardiglacial (15.000‐
10.000 BP). Durante el Tardiglacial se identifican dos fases de empeoramiento climático: el
Dryas Antiguo (15.000‐13.000 BP) y el Dryas Reciente (11.100 BP), separadas por una fase
templada conocida como Bølling‐Allerød. El Dryas Reciente es una fase de enfriamiento
drástico previa al calentamiento del Holoceno, que ocurre como respuesta a la entrada
masiva de agua de deshielo en el Océano Atlántico. Durante este fase fría, el frente polar se
situó a la latitud de Galicia (Ruddiman y McIntyre, 1973; 1981), lo que supuso un descenso
de la temperatura del agua superficial que se encontraba por debajo de 10 ºC. Dias (1985,
2000) en su estudio sobre la migración de la línea de costa en los últimos 18.000 años en la
plataforma continental septentrional portuguesa apuntó a que, a pesar de que existen
diferencias regionales en la intensidad de la subida del nivel del mar, existe un cierto
contexto en lo que respecta a la existencia de dos períodos regresivos en el marco de la
127
transgresión holocena. Estos momentos regresivos se sitúan entre 15.000‐14.000 años BP y
11.000‐10.000 BP, y por lo tanto coinciden con esas fases de regresión climática: el Dryas
antiguo y el Dryas reciente respectivamente.
Tras el último máximo glacial (LGM) hacia el 18.000 BP, se inicia, al recuperarse las
temperaturas a lo largo del interglacial Holoceno, una subida del nivel del mar como
consecuencia del deshielo de los casquetes polares. El marcado incremento del nivel del mar
a nivel global de más de 100 m desde el último máximo glacial (18.000 cal. BP) es un hecho
universalmente reconocido en la actualidad. La evidencia de este cambio se ha descrito
detalladamente en áreas diversas (Pirazolli, 1991). Sin embargo, otros aspectos de la llamada
Transgresión Holocena siguen siendo objeto de discusión, como es la entidad y cronología de
posibles fases regresivas y transgresivas dentro de la tendencia general de ascenso, y en este
sentido, Kearney (2000) ha destacado que la argumentación científica en cuanto a los
cambios del nivel del mar holocenos se centra más en la fiabilidad de de sus evidencias que
en si las fluctuaciones ocurrieron realmente, y pese a las evidencias a nivel global de un
posible nivel del mar más alto que el actual entre el 8000 y el 5000 BP, son muchos los
investigadores que rechazan este posible evento transgresivo. En cualquier caso, la
transgresión Holocena, que supuso la inundación de valles fluviales, la formación de
estuarios, playas y sistemas dunares, Y la puesta en marcha de fenómenos erosivos entre
otros muchos procesos. En los últimos 21.000 años la posición del mar, media global, se
situó unos ‐120 m durante el máximo del último glacial. A partir de ese momento el mar
comenzó a subir de forma discontinua hasta alcanzar el nivel más alto en lo que se conoce
como máximo Flandriense (Zazo, 2006). La transgresión Holocena supuso la inundación de
las zonas que habían permanecido emergidas durante la regresión glacial. El ascenso del
nivel del mar supuso la formación aparatos sedimentarios como estuarios, playas y sistemas
dunares, pero también la puesta en marcha de procesos erosivos.
La curva Holocena de ascenso eustático del nivel del mar se inicia hace unos 19.000
años BP con una tasa de ascenso rápida, reduciéndose a partir de los 7000‐5000 años BP
según los distintos autores y especialmente de la componente de ajuste isostático regional
(Chappel y Shackleton, 1986; Long, 2001; Zazo et al, 2006). La contribución de la
componente eustática prácticamente desaparece hace unos 4000 años BP al finalizar la
entrada de agua de fusión glacial (Peltier, 2002). Existen varias curvas de ascenso del nivel
del mar durante el Holoceno (p.ej. Faibridge, 1961; Jelgersma, 1961), pero la respuesta
regional y local del nivel del mar a lo largo del Holoceno sigue siendo objeto de numerosas
investigaciones. Por proximidad al área de estudio, cabe destacar la diseñada por Dias (1985)
para la costa portuguesa, y por lo tanto para la costa atlántica de la Península Ibérica. De
acuerdo con esta curva, el nivel del mar se situó aproximadamente ‐130 a ‐140 m durante el
último máximo Glacial (LGM), momento durante el cual, de acuerdo con numerosos autores
(p.ej. McIntyre et al. 1976; Molina‐Cruz y Thiede, 1978), el frente polar en este momento
alcanzó la latitud del Norte de Portugal, implicando una temperatura invernal de las aguas
costeras por debajo de 4 ºC. Tras este nivel del LGM, el nivel del mar describió un ascenso
progresivo hasta estabilizarse o mostrar un ligero descenso hasta ‐100 m en 16.000 cal. BP.
Desde el 13.000 BP ocurrió un ascenso rápido alcanzándose ‐40 m entre el 12.000 y el
11.000 BP, con un descenso consecutivo e igualmente rápido, hasta ‐60 m como respuesta al
128
enfriamiento del Younger Dryas. Hacia el 10.000 BP se inició otro período de ascenso rápido,
que se ralentizó hacia el 8000 BP, cuando el nivel del mar se situaría en torno a ‐20 m.
Según esta curva, el nivel del mar actual se habría alcanzado hacia el 3500 cal. BP.
Durante el Holoceno, el ritmo de ascenso del nivel del mar no fue homogéneo. Son
numerosos los trabajos en los que se han mostrado evidencias de fases transgresivas y
regresivas de diferente duración e intensidad. Varios trabajos confirman que el ritmo de
ascenso rápido del mar que acompañó al incremento global de la temperatura entre 18.000
y 6000 años BP (Shackleton, 1987) se redujo después hasta alcanzar su posición actual
(Alonso y Pagés, 2000; Dias et al. 2000; Rivas, 2000;). En el contexto del Mediterráneo
peninsular, varias investigaciones señalan que durante aproximadamente el 10.000 y el 5000
BP el ascenso del nivel del mar fue rápido. (p.ej. Dabrio, 2000; Moura, 2007). Dabrio et al.
(2000) estimaron a partir de un estudio en el Golfo de Cádiz, que entre 10.500 y 7.000 cal
años BP el nivel del mar ascendió a un ritmo de aproximadamente 5‐7 mm/año y que este
tasa se redujo significativamente entre el 7000 y el 4500 cal BP hasta valores de 2‐6
mm/año. Moura et al. (2007) señalaron una fase transgresiva de ascenso rápido del mar
entre el 8800 y el 6600 BP. Aunque no existen datos precisos sobre los cambios del nivel del
mar Holocenos en la costa atlántica de la Península Ibérica, los publicados sugieren que el
máximo eustático se alcanzó entre hace 5000 y 2500 años (Bao et al., 1999, 2007; Dias et al.,
2000; Freitas et al, 2002, 2003; Leorri y Cearreta, 2004; Moura et al, 2007; Santos Fidalgo y
Vidal Romaní, 1993; López Cancelo y Vidal Romaní, 2000; Costas‐Otero, 2008; Costas‐Otero
et al, 2009). Bao et al. (2007) han estimado la posición del nivel medio del mar hasta 7
metros por debajo del actual hacia el 5700 cal BP. Costas (2007), en un estudio realizado en
las Islas Cíes, ha propuesto que hacia el año 3500 BP el mar no habría alcanzado su nivel
actual. Según estos trabajos, encaminados a desentramar los cambios del nivel del mar en el
Holoceno en la costa atlántica Gallega y el norte de Portugal, el nivel del mar actual no se
alcanzó antes del 3000 BP.
Al contrario, el análisis de diferentes proxies ha llevado a algunos autores a afirmar
la existencia de una o más posiciones del nivel medio del mar superior a la actual durante el
Holoceno en la costa cantábrica de la península Ibérica. Mary (1975, 1979, 1985, 1983, 1990)
y Mary et al., (1975) basándose en los análisis de polen y en la datación con 14C de las
turberas de las playas de Merón y Oyambre (Cantabria) fecharon un máximo transgresivo
holoceno en el litoral cantábrico, en el que el mar se situaría entre +1 y +2 m sobre el nivel
del mar actual, entre 5880 ± 130 y 4770 ± 110 BP, con invasiones marinas posteriores (Mary
1968, 1992), datadas a principio de la era cristiana (2150 ±100 y 1920 ±110 BP) en las playas
de Xivares, Bagueñes y Tenrero (Asturias).
129
Tabla 29. Dataciones absolutas de sedimentos que pueden asociarse a cambios del nivel del mar en el Cantábrico
(tomado de Salas et al. 1996).
Cearreta et al. (1992). a partir del estudio del estuario de Bidasoa (Golfo de
Vizcaya) identifican dos fases transgresivas durante el Holoceno: la primera anterior al 8000
BP, y la segunda hacia el 2800 BP. Los mismos autores, tras el estudio del depósito de
(Cantabria), identifican dos niveles marinos 1 m por encima de la playa actual. El nivel más
reciente fue datado en 4770 BP y el más antiguo en 5.300 BP.
Edeso (1991, 1992) identifica para el litoral vasco una fase transgresiva activa ya en
el 7810 ± 130 BP y posiblemente en torno al 9.000 y que llega hasta el 5810 ±170. Durante
este período se alcanza el máximo flandriense, siendo el momento en el que el mar alcanzó
su cota más elevada. Según éste y otros autores (Edeso 1994; Cearreta et al, 1992) entre el
5810 ± 170 y el 4920 ± 100 BP ocurre una fase regresiva (aunque no precisan altura del nivel
del mar durante la misma); a esta fase regresiva sigue una segunda fase transgresiva entre el
4920 ±100 BP y el 2740 ± 90 BP (Edeso, 1990), que coincidiría con la transgresión
dunquerquiense europea (Ozer, 1976), y la denominada por Mary (1968, 1992) Xivares
(entre 2150 ±100 y 1920 ±110 BP). A esta transgresión sigue una nueva fase regresiva entre
el 2740 ±90 y el 1420 ±20 BP. Altuna et al. (1989) identificaron dos episodios transgresivos
holocenos que afectaron a la costa del Pais Vasco (Zarautz, País Vasco) uno anterior al 5800
BP y otro posterior al 4900 BP. López Cancelo y Vidal Romaní (2000) a partir del estudio
sedimentológico y micropaleontológico de un testigo sedimentario de la Ría de Foz
dedujeron una fase regresiva entre 8200 y 4000 años BP (L2) entre dos etapas transgresivas:
10400‐8200 años BP (L1) y entre 4000 años BP y la actualidad (L3). El máximo nivel del mar
que se asigna a esta época, se asimila al determinado para otra zona del borde cantábrico,
que lo sitúa en +3 m (Cearreta, 1993). Fuera del ámbito del Cantábrico, cabe destacar que en
la Ría de Ares, el estudio sedimentológico, polínico y micropaleontológico de una pequeña
130
Laguna en Seselle ha permitido a Santos Fidalgo y Vidal Romaní (1993) identificar una
oscilación eustática positiva en el Suboreal (hace 4000 años).
Un estudio muy reciente realizado por Alonso y Pagés (2010) propone una
reconstrucción de la curva del nivel del mar durante el Holoceno en el noroeste de la
Península Ibérica. El estudio se basa en análisis sedimentológicos (litofacies y biofacies) y
dataciones por radiocarbono de 77 muestras correspondientes a sondeos en estuarios. Estos
autores defienden que hacia el 11.200 BP, el nivel del mar se encontraba a 40 m por debajo
del actual; el ascenso del nivel del mar sería muy rápido hasta los 7500 años BP y se ralentizó
hasta que el nivel del mar se estabilizó entre los 6800 y 4200 años BP, en una posición entre
5 y 7 m por debajo de su nivel actual. A partir de ese momento la subida del nivel del mar se
reanuda de forma irregular, con una primera etapa de aceleración hasta los 3100 BP, otra
de estabilización entre los 3100 y los 2600 años BP, seguida de otra final de subida. Este
planteamiento de la curva Holocena del nivel del mar presenta analogías con el modelo
secuencial propuesto en la costa atlántica y cantábrica peninsular por autores como Leorri y
Cearreta (2009), en el País Vasco, Vis et al. (2008) y Boski et al. (2008) en Portugal o Dabrio
et al. (2000) en la costa de Cádiz. Sin embargo para Alonso y Pagés (2010), el nivel del mar
Holoceno no muestra oscilaciones regresivas sino que se trata de una transgresión continua
con diferentes etapas en función de la velocidad de ascenso. Para estos autores, las posibles
evidencias de una pulsación positiva del nivel del mar Flandriense, como la que identifican
Mary (1979) o Cerraeta (1992) responden únicamente a forzamientos tectónicos.
Las fechas aportadas por los diversos autores no coinciden exactamente; estas
fechas en ocasiones no están calibradas y hay una cierta imprecisión en las alturas
topográficas de las muestras datadas. Todo ello dificulta la reconstrucción de la curva del
nivel del mar en el Holoceno en la costa cantábrica peninsular. Pese a todo, los trabajos
encaminados a reconstruir esta curva sugieren la existencia de al menos un evento
transgresivo en el que el mar alcanzó las cotas actuales o se situó por encima de las mismas.
Los trabajos mencionados apuntan a que en el marco de la transgresión holocena uno de los
eventos transgresivos, en el que el mar alcanzó su cota máxima, ocurrió entre el 4500 BP y el
5800 BP (fechas no calibradas). Mary (1990) sugirió que este evento transgresivo anterior al
6000 es un fenómeno regional relacionado con una reacción epirogénica diferida de E a W
según la misma polaridad de la orogenia pirenaica; sin embargo, Salas et al (1996) a partir
del estudio de la turbera de Trengadín (Cantabria) y la correlación de las edades
radiocarbónicas que obtienen, con otros registros sedimentarios estudiados, determinan
que entre el 4070 ±100 y el 2890 ±70 BP el nivel del mar estaba unos ‐2 m por debajo del
nivel actual, y que resulta improbable que haya habido un máximo transgresivo en el
período Atlántico, sino que habría sucedido en el período Sub‐Atlántico, hacia el cambio de
Era. Todas estas evidencias, con sus imprecisiones, sugieren que ha habido una pulsación
positiva del nivel del mar hacia la mitad del periodo Holoceno cuyo registro sedimentario
debe estar influido por cuestiones de tipo local; así, debe considerarse la respuesta
local/regional a este evento transgresivo para una correcta interpretación de los niveles
alcanzados y los procesos sedimentarios generados.
131
3.4. Los depósitos sedimentarios de Punta Gallín
3.4.1. Sedimentos antiguos en el tramo costero comprendido entre la Ría de Foz y la Ría
de Ribadeo
En el tramo costero comprendido entre las rías de Ribadeo y Foz es frecuente la
presencia de depósitos que quedan colgados sobre los acantilados rocosos (Figuras 66, 67,
68 y 69) como resultado del retroceso de la línea de costa. Generalmente, estos
afloramientos se conservan en sectores protegidos, como el fondo de canales, cuevas
litorales o pequeños entrantes costeros. Se trata de sedimentos cuyas características se
asemejan a los estudiados en la costa atlántica, formados bajo condiciones morfogenéticas
frías, periglaciales y nivales, durante el último periodo glacial (Costa Casais, 2001; Costa
Casais et al., 1994). En la Figura 66 se presenta un resumen de las variaciones identificadas
en las facies sedimentarias del sector entre Ribadeo y Foz.
El depósito que aparece en la península que antecede a Illa da Pancha constituye
un buen ejemplo de estas variaciones (Figura 66 a y b, Figura 67, Figura 68). El nivel basal,
apoyado sobre el substrato rocoso intensamente alterado, se caracteriza por el predominio
de limos y arenas finas con un porcentaje variable de gravas angulosas, que suele presentar
colores marrones y marrones amarillentos. Sobre este nivel se sitúa una capa arenosa,
generalmente inferior a los 45 cm de potencia, de colores marrones grisáceos con indicios de
edafización. Sobre este nivel se sitúa una capa de gravas angulosas a subangulosas de
cuarcita. El techo de la sedimentación está constituido por niveles arenosos con gravas
intercaladas, de tonos marrones sobre el que se desarrolla el suelo actual. La potencia de
este nivel superficial resulta en ocasiones difícil de estimar ya que suele aparecer cubierto
por vegetación típica de los acantilados.
En la base de algunos de estos depósitos, preferentemente cuando el substrato lo
constituyen areniscas, pizarras o filitas, se observa un nivel afectado por procesos de
crioclastia, con niveles de gravas angulosas sin ordenar, en una matriz de arenas, limos y
arcillas de colores grisáceos a amarillo pálido.
132
Figura 66. Niveles esquemáticos de las variaciones de los depósitos con facies periglaciales en posiciones costeras
en el tramo costero comprendido entre Foz y Ribadeo.
Figura 67. Depósito de A Illa da Pancha. Se trata de un depósito con importantes variaciones laterales en la
potencia de los niveles sedimentarios. De muro a techo podemos distinguir 5 niveles sedimentarios: (i) un nivel
basal de gravas angulosas con formas aplanadas engastadas en una matriz limosa, que podrían corresponder a
procesos de crioturbación in situ; (ii) un nivel de gravas y cantos angulosos y subangulosos sin ordenar; (iii) un
nivel de arenas, arcillas y limos con alguna grava intercalada que muestra indicios de edafización; (iv) otro nivel
de gravas y cantos angulosos; (v) un nivel coluvial.
133
Figura 68. Detalle de otro sector del depósito da Illa da Pancha.
Figura 69. Ejemplo de los depósitos que suelen aparecer en el fondo de túneles y cuevas litorales en el tramo
costero comprendido entre Ribadeo y Foz. En este caso se observa un nivel basal de cantos y gravas angulosas de
cuarcita y arenisca sin ordenar, un nivel intermedio de arenas, limos y arcillas con alguna grava angulosa que se
disponen de forma laminar, e indicios de un nivel superior de cantos angulosos.
Muchos de los depósitos que aparecen en este tramo costero son difíciles de
caracterizar, dado que su habitual posición colgada sobre los acantilados dificulta el
muestreo. La Figura 69 es un ejemplo de los depósitos que quedan en esta posición. Un
depósito que merece ser destacado por su variedad de facies y accesibilidad es el acantilado
sedimentario que aflora en el fondo de la ensenada de Cegoñas (Figura 70). Éste descansa
sobre una superficie aplanada labrada sobre diabasas y muestra variaciones laterales en la
potencia de los niveles que contiene. En el sector central de la ensenada el depósito supera
ligeramente los 2 m de potencia, pudiendo distinguirse de muro a techo los siguientes
niveles sedimentarios: (i) sobre la superficie aplanada, con una potencia de unos 60 cm se
dispone un nivel de gravas de pizarra y areniscas con formas discoidales en una matriz de
134
limos, arcillas y arenas el color de la matriz es marrón amarillento; de forma gradual se pasa
a un segundo nivel (ii) de unos 65 cm de potencia, compuesto de arenas, limos y arcillas y
algunas gravas de pizarra y arenisca redondeadas. Sobre él (iii) aparece un nivel de unos 60
cm de potencia, de gravas y bloques de forma discoidal que aparecen imbricados, sin matriz,
y con granoclasificación negativa; finalmente en el techo del depósito (iv) aflora un nivel de
arenas que podría corresponder a un depósito eólico, de color gris claro en el que se
engastan algunas gravas.
Figura 70. Imagen del sector central del depósito sedimentario de la Ensenada de Cegoñas.
3.4.2. Descripción general de los niveles sedimentarios identificados en Punta Gallín.
A pesar de sus reducidas dimensiones, Punta Gallín, presenta una compleja
variedad de facies sedimentarias antiguas que complica las tareas de correlacionar los
diferentes niveles identificados así como su interpretación cronológica y sedimentaria. Los
diferentes niveles sedimentarios afloran en los entrantes Gallín‐I y Gallín‐II, pero es en
Gallín‐I en donde se encuentran los depósitos más complejos y de mayor potencia. En
ambos casos, los depósitos sedimentarios se han conservado principalmente en el fondo de
las ensenadas, la posición más protegida de la erosión marina gracias en gran parte a la
extensión y elevación de las plataformas litorales situadas frente a ellos.
3.4.2.1. Depósitos sedimentarios en Gallin‐II
La potencia, extensión y complejidad de las facies sedimentarias de Gallín‐II es muy
inferior a las de Gallín‐I, y también son diferentes las facies sedimentarias entre ambos
entrantes. Estas diferencias pueden explicarse por la mayor importancia de los procesos
fluviales en la ensenada Gallín‐II, que por su topografía podría considerase como un paleo‐
valle. En el flanco oriental de la ensenada, aflora un depósito de tipo periglacial que tapiza la
ladera del acantilado y queda colgado sobre el escarpe basal. El depósito es muy difícil de
observar, ya que la ladera está prácticamente cubierta por vegetación. En las partes en que
queda expuesto se observa que está compuesto de fragmentos heterométricos de filita y
cuarcita intensamente alterados y que se engastan en una matriz limo‐arenosa de color
pardo amarillento. En el sector más protegido, hacia el fondo de la ensenada Gallín II, el
135
depósito se asienta sobre un nivel de gravas y bloques subredondeados clastosoportados en
el que no se aprecia ni granoclasificación ni organización aparente de los clastos.
En el fondo de la ensenada se aprecia un depósito (GA‐II‐B) de espesor variable
que alcanza 105 cm de potencia máxima. Éste se asienta directamente sobre la plataforma y
en el alternan niveles de gravas y cantos subredondeados de cuarcita y niveles de suelo
mineral rico en materia orgánica. Aunque no se ha analizado en profundidad, el depósito
parece corresponder a un ambiente de sedimentación en el que alternaron episodios
fluviales y marinos. Actualmente, tal y como se explicó anteriormente, la vaguada situada
tras la península de Gallin se encuentra colmatada y el curso fluvial desemboca más al sur, lo
que dificulta la existencia de eventos de descarga fluvial. Desconocemos desde qué
momento se pudieron paralizar los aportes fluviales a la ensenada de GA‐II, y actualmente la
dinámica está completamente dominada por la acción del oleaje.
Figura 71. Vista general del depósito GA‐II‐B en la base de la ladera oriental de Gallín‐II.
Figura 72. Detalle del depósito GA‐II‐B, en el fondo de la ensenada Gallín‐II.
136
3.4.2.2. El depósito sedimentario de Gallín‐I
En la ensenada Gallín‐I afloran los depósitos más complejos que fosilizan la
plataforma GA‐I y los acantilados, con importantes variaciones laterales tanto en las facies
como en la potencia de las mismas (Figura 73). El depósito de Gallín‐I se presenta en gran
parte de su extensión en forma de acantilado, con una potencia variable entre 80 y 315 cm.
La potencia máxima corresponde al afloramiento en el sector oriental de la ensenada, donde
el depósito se encuentra protegido de la erosión marina por un saliente cuarcítico y a
adosado a un paleoacantilado rocoso; la potencia del depósito desciende hacia el oeste,
alcanzando la potencia mínima en el centro de la ensenada (80 cm) y recuperando altura
hasta 200 cm en el sector más occidental. Debe mencionarse que en el sector central de la
ensenada la potencia sedimentaria real es superior a la altura del acantilado, ya que el
depósito continúa 120 cm bajo la playa de cantos actual, como se comprobó mediante el uso
de una barrena Edelman.
La característica granulométrica más destacable es la gran heterogeneidad y las
diferencias existentes entre las dos secciones laterales del entrante. Las facies de material
grueso afloran preferentemente en los sectores oriental y central, mientras en el sector
occidental predominan los niveles de material fino. No todos los niveles sedimentarios están
presentes a lo largo del depósito, hecho que determina que el acantilado sedimentario que
forman actualmente los depósitos muestre importantes variaciones laterales de acuerdo con
los siguientes factores: (i) la topografía del entrante rocoso sobre el que se disponen los
sedimentos, (ii) la importancia relativa que los diferentes procesos sedimentarios tuvieron
en cada sector del entrante de acuerdo con la topografía general del área y (iii) la presencia
de una playa de bloques que ha actuado protegiendo de la erosión la parte baja del depósito
en su sector central. Para simplificar la descripción general de los niveles identificados, se ha
realizado un esquema distinguiendo entre el sector oriental, central y occidental (Figura 73,
tablas 30, 31, 32, 33, 34).
Tabla 30. Descripción de una secuencia sedimentaria tipo en el sector oriental del depósito (a)
Unidad Profundidad Descripción
(cm)
So5 0‐30 Suelo actual. Material fino, arenas y limos con abundante materia orgánica. Aparece alguna grava
subangulosa‐subredondeada. En seco presenta colores grisáceos oscuros (10 YR 3/1, 10 YR 4/1) y en
húmedo marrones a negros (10YR 2/2). Estructura débil migajosa, consistencia en seco blando y muy friable
en húmedo, no adherente y no plástico. Presenta abundantes raíces finas y medias. Límite basal difuso
So4 30‐40 Material fino, limo‐arenoso de color marrón amarillento oscuro a marrón grisáceo (10 YR 5/4) con gravas
finas muy escasas. Las arenas muestran marcas de transporte eólico. Estructura moderada en bloques
subangulares finos a medianos. Consistencia en seco ligeramente duro y en húmedo friable. Adherente y
ligeramente plástico. Límite basal neto.
So3 40‐120 Mezcla de gravas subangulosas y angulosas de cuarcita en una matriz de color marrón oscuro (10 YR 2/2 10
YR 3/3) rica en materia orgánica. En este nivel pueden distinguirse dos subunidades: una inferior con clastos
de cuarcita matriz‐soportados y una superior clastosoportada. En ambas unidades los clastos muestran una
orientación preferente siguiendo la pendiente de la ladera. Límite basal neto
So2 120‐220 Gravas y cantos de cuarcita angulosos, en una matriz fina limoso‐arcillosa de color 10 YR 5/6 en húmedo y
10 YR 5/4 en seco. La matriz presenta una estructura moderada en bloques subangualres medianos, de
consistencia en seco ligeramente duro y en húmedo friable. Ligeramente adherente y ligeramente plástico.
Límite basal gradual.
So1 220‐300 Arenas finas, arcillas y limos en los que se engastan algunas gravas angulosas muy alteradas. Color gris muy
claro (2.5 YR 7/1) con abundantes manchas difusas, alargadas, en tonos anaranjados. Presenta una
estructura masiva fuerte. En seco es muy duro y en húmedo firme. Ligeramente plástico, adherente. En los
10 cm inferiores del nivel aparece un nivel de gravas finas de cuarzo, subredondeadas. En los 15 cm
superiores se engastan gravas y bloques de cuarcita intensamente alterados. En algunos sectores aparecen
nódulos de arenas, de color anaranjado, fuertemente cementados.
137
Tabla 31. Descripción de una secuencia tipo en el sector oriental del depósito (b)
Unidad Prof. Descripción
(cm)
Sob8 0‐10 Suelo actual. Material fino, arenas y limos con abundante materia orgánica. Aparecen algunas gravas
subangulosas‐subredondeadas. En seco presenta colores grisáceos oscuros (10 YR 3/1, 10 YR 4/1) y en húmedo
marrones a negros (10YR 2/2). Estructura débil migajosa, consistencia en seco blando y muy friable en húmedo,
no adherente y no plástico. Presenta abundantes raíces finas y medias. Límite basal claro
Sob7 10‐30 Gravas finas a gruesas y algunos cantos con formas subredondeadas y redondeadas casi clasto‐soportadas. La
matriz es de color marrón oscuro (10 YR 2/2 a 10 YR 2/1 en húmedo, 10 YR 4/1 en seco), de textura franco
arenosa y sin estructura. No plástico, ligeramente adherente. Límite basal claro
Sob6 30‐60 Sedimento arenoso franco de color marrón‐grisáceo oscuro (10 YR 2/1 en húmedo, 10 YR 4/1 en seco).
Abundantes gravas subangulosas y escasas subredondeadas, finas a gruesas. Estructura débil en bloques
subangulares finos. Consistencia en seco, blando, consistencia en húmedo: muy friable; no adherente, no
plástico. Algunos poros finos y algunas raíces finas. Microcarbones (< 2 mm) dispersos. Límite basal neto (línea de
gravas)
Sob5 60‐85 Sedimento de textura franco‐arenosa y color amarillo amarronado (10 YR 4/6 en húmedo) con algunas gravas
dispersas y líneas de gravas de pizarra, filita y cuarcita. Estructura débil en bloques subangulares mediana.
Consistencia en seco, ligeramente duro, consistencia en húmedo: friable; no adherente, no plástico. Algunos
poros finos y algunas raíces finas. Microcarbones (< 2 mm) dispersos. Esta unidad rellena las cuñas del nivel IV.
Límite basal claro.
Sob4 85‐ Material fino, limo‐arenoso de color marrón amarillento oscuro a marrón grisáceo (10 YR 5/4) con gravas finas
150 muy escasas. Las arenas son finas y medias, pobremente clasificadas y muestran marcas de transporte eólico.
Estructura moderada en bloques subangulares finos a medianos. Consistencia en seco duro y en húmedo firme.
Adherente y ligeramente plástico. En el techo del nivel aparecen grietas cementadas por oxihidróxidos de hierro.
Las grietas conservan restos de raíces finas y medias. Límite basal gradual.
Sob3 160‐ Mezcla de gravas subangulosas y angulosas de cuarcita, matriz‐soportadas con orientación preferente siguiendo
150 la pendiente de la ladera. La matriz es la misma que la que se describe en el nivel IV. Límite basal difuso.
Sob2 160‐ Clastos heterométricos fuertemente cementados, alcanza una potencia máxima de 115 cm. Su potencia decrece
275 hacia el centro de la ensenada hasta desaparecer bajo playa de bloques actual. En el sector donde alcanza su
potencia máxima se pueden distinguir 3 subunidades en función del tamaño de grano y la clasificación: la unidad
inferior IIa consiste en cantos y bloques clastosoportados y fuertemente cementados por óxidos de Fe y Mn. El
nivel intermedio IIb, es una unidad fuertemente cementada, compuesta de gravas y cantos moderadamente
clasificados. Finalmente, la unidad superior IIc, también cementada, consiste en gravas y bloques redondeados y
subredondeados pobremente clasificados; La unidad IIc es rica en material orgánica y muestra signos de
crioclastia (cantos gelifractados, Figura 77) y formas de alteración de los cantos. La base de este nivel es el
contacto con la plataforma rocosa. Límite neto
Sob1 275‐ Arenas finas, arcillas y limos en los que se engastan algunas gravas angulosas intensamente alteradas. El color es
300 gris muy claro (2.5 YR 7/1) con abundantes manchas alargadas de colores anaranjados Presenta una estructura
masiva fuerte. En seco es muy duro y en húmedo firme. Ligeramente plástico, adherente. En los 10 cm inferiores
del nivel aparece un nivel de gravas finas de cuarzo subredondeadas. En los 15 cm superiores se engastan gravas y
bloques de cuarcita intensamente alterados.
Tabla 32. Descripción de una secuencia tipo en el sector central del depósito (a)
Unidad Prof. Descripción
(cm)
Soc5 0‐5 Suelo actual. Material fino, arenas y limos con abundante materia orgánica. Alguna grava subangulosa‐
subredondeada. En seco presenta colores grisáceos oscuros (10 YR 3/1, 10 YR 4/1) y en húmedo marrones a negros
(10YR 2/2). Estructura débil migajosa, consistencia en seco blando y muy friable en húmedo, no adherente y no
plástico. Presenta abundantes raíces finas y medias. Límite gradual
Soc4 5‐40 Gravas finas a gruesas y cantos con formas subredondeadas y redondeadas clastosoportadas. La matriz es de color
marrón oscuro (10 YR 2/2), de textura franco arenosa y sin estructura. No plástico, ligeramente adherente. Límite
claro
Soc3 40‐80 Sedimento arenoso franco de color marrón‐grisáceo oscuro (10 YR 4/1). Abundantes gravas finas a gruesas, mezcla de
subangulosas y redondeadas. Estructura débil migajosa moderada. Consistencia en seco, blando, consistencia en
húmedo: muy friable; no adherente, no plástico. Algunos poros finos y algunas raíces finas. Microcarbones (< 2 mm)
dispersos. Límite neto (línea de gravas).
Soc2 80‐ Sedimento arenoso franco de color marrón‐grisáceo oscuro (10 YR 4/1). Abundantes gravas de filita, subangulosas,
110 finas a medias. Estructura débil en bloques subangulares mediana. Consistencia en seco, ligeramente duro,
consistencia en húmedo: friable; no adherente, no plástico. Algunos poros finos y algunas raíces finas. Microcarbones
(< 2 mm) dispersos. Esta unidad rellena las grietas del nivel IV. Límite claro
Soc1 110‐ Material fino, limo‐arenoso de color marrón amarillento oscuro a marrón grisáceo (10 YR 5/4) con gravas finas, muy
200 escasas. Las arenas son finas y medias, pobremente clasificadas y muestran marcas de transporte eólico. Estructura
moderada en bloques subangulares finos a medianos. Consistencia en seco duro y en húmedo firme. Adherente y
ligeramente plástico. Hacia la base del nivel aumenta la plasticidad y la adherencia y la estructura se hace más fuerte,
más masiva. También aumenta la consistencia, en seco y húmedo. El techo del nivel coincide con la presencia de
grietas cementadas por oxihidróxidos de hierro. Las grietas conservan restos de raíces finas y medias. Se han
encontrado algunos ejemplares de malacofauna marina.
138
Tabla 33. Descripción de una secuencia tipo en el sector central del depósito (b)
Unidad Prof. Descripción.
(cm)
Suelo 5‐0 Suelo actual. Material fino, arenas y limos con abundante materia orgánica. Alguna grava redondeada. Sin estructura.
actual Color en seco 10YR3/2, en húmedo: 10YR 2/2. Límite gradual
Sc3 5‐30 Gravas y cantos matriz soportados. La matriz presenta una textura arenosa, color en seco 10YR 3/2, en húmedo: 10 YR
2/2. Estructura débil migajosa fina. Consistencia en seco: blando, consistencia en húmedo: muy friable. No plástico, no
adherente. Numerosos restos de malacofauna marina. Carbones dispersos poco abundantes. Límite claro
Sc2 30‐45 Material fino, textura arenosa franca con abundante materia orgánica. Color en seco 10YR 4/2, en húmedo: 10YR 2/2.
Estructura moderada granular fina. Consistencia en seco: débil, consistencia en húmedo: friable; Ligeramente plástico,
ligeramente adherente. Restos de raíces finas poco abundantes. Carbones dispersos, poco abundantes. Límite claro
Sc1 45‐60 Gravas y cantos clasto‐soportados. La matriz presenta una textura arenosa, color en seco 10YR 4/2 a 10 YR 4/3, en
húmedo: 10 YR 2/2. Estructura moderada migajosa fina. Consistencia en seco: blando, consistencia en húmedo:
friable. Ligeramente plástico, ligeramente adherente. Carbones dispersos, poco abundantes.
Tabla 34. Descripción de una secuencia tipo en el sector occidental del depósito
Unidad Prof. Descripción.
(cm)
Sw5 0‐60 Textura franco arenosa muy fina. Con gravas y bloques subangulosos a subredondeados. Estructura moderada en
bloques subangulares gruesos. Consistencia en seco: blando, en húmedo friable. No adherente, no plástico. En seco
presenta colores grisáceos oscuros (10 YR 3/1, 10 YR 4/1) y en húmedo marrones a negros (10YR 2/2). Algunas raíces
finas y medias. Carbones dispersos. Límite basal neto, erosivo.
Sw4 60‐70 Se trata de un lentejón de gravas angulosas y subangulosas alteradas embutidas en una matriz de limos, arcillas y
arenas finas de color claro (en seco 10YR 6/4, en húmedo 10YR 4/6).
Sw3 70‐ Arenas finas y limos de color marrón amarillento oscuro (en seco 10 YR 4/4, en húmedo 10 YR 2/2), aparecen algunas
145 gravas finas dispersas. Estructura moderada en bloques subangulares finos a medianos. Consistencia en seco duro y
en húmedo firme. Adherente y ligeramente plástico. Hacia la base del nivel aumenta la plasticidad y la adherencia y la
estructura se hace más fuerte, hacia una estructura masiva. Carbones dispersos. Límite basal difuso.
Sw2 145‐ Material fino, limo‐arenoso de color marrón grisáceo (en seco 2.5 5/4, en húmedo 2.5 Y 3/4) con algunas gravas finas
195 y medias. Estructura moderada en bloques subangulares finos a medianos. Consistencia en seco duro y en húmedo
firme. Adherente y ligeramente plástico. Hacia la base del nivel aumenta la plasticidad y la adherencia y la estructura
se hace más fuerte, hacia una estructura masiva. Carbone dispersos
Sw1 195‐ Gravas subangulosas de cuarcita y filita en una matriz arcillo‐limosa de color claro (en seco 2.5 Y 7/4, en húmedo 2.5 Y
205 5/6). Estructura fuerte en bloques subangulares medianos a gruesos. Consistencia en seco muy duro, en húmedo
firme. Muy plástico, muy adherente. Moteados abundantes. Carbones dispersos poco abundantes.
139
Figura 73. Niveles esquemáticos de los depósitos sedimentarios de la ensenada GA‐I.
140
Figura 74. Vista del sector oriental y centro‐oriental del depósito de Gallín‐I.
Figura 75. Clastos fragmentados por procesos de crioclastia en la parte superior del nivel III del depósito de
Gallín‐I
Figura 76. Nivel basal de arcillas grises (abajo) y nivel periglacial (arriba) del depósito Gallín‐I en el sector oriental
141
Figura 77. Detalle del depósito GAdep‐I en el flanco occidental de la ensenada
3.4.2.3. El sedimento actual. Playas de bloques de Gallín I y Gallín II.
En los entrantes en los que afloran las plataformas GA‐I y GA‐II se localizan dos
playas de material grueso que a partir de ahora denominaremos como GaPA‐I y GaPA‐II
respectivamente. En ambos casos se trata de clastos de material metamórfico de origen
local (cuarcitas, areniscas, cuarzofilitas) que presentan formas predominantes de
paralelepípedos con aristas redondeadas; estas morfologías se explican por un factor
estructural, dada la estratificación, carácter fisible e intensa diaclasación de los materiales
metamórficos que caracterizan a la Serie de los Cabos. La playa GaPA‐II presenta un cierto
gradiente longitudinal en el tamaño de los clastos, disminuyendo hacia el flanco oeste y
hacia la parte distal de la playa (Figura 78). En la playa GaPA‐I el tamaño de los clastos es
menor en el flanco oriental de la ensenada, en un área más protegida del oleaje tras un
saliente cuarcítico. En ambos depósitos puede observarse una granoclasificación negativa
del sedimento en la sección vertical, mucho mejor definida en GaPA‐I que en GaPA‐II. Los
depósitos tienen una potencia máxima de 45‐50 cm. En el caso de GaPA‐I los clastos
descansan sobre un nivel arcilloso cuya potencia se incrementa desde 5 cm en el borde
externo de la playa hasta 1.6 m en la base del acantilado sedimentario. En la superficie de la
playa aparecen bloques de hasta 1.5 m de eje máximo, con abundante cobertura liquénica
(Ramalina siliquosa). El movimiento de los bloques ha sido monitorizado mediante registro
fotográfico entre junio de 2008 y mayo de 2011. Durante este tiempo sólo se registraron
movimientos significativos tras el invierno de 2010‐2011 (Figura 79).
142
Figura 78. Vista del coído GaPA‐II.
Las plataformas rocosas situadas frente a las playas actúan protegiendo estos
depósitos del oleaje, lo que explica que su dinámica se restrinja a condiciones de
sobreelevación del nivel del mar durante eventos tormentosos. Este hecho, unido al carácter
heredado de la morfología de los clastos que componen los depósitos determina que éstos
no muestren los gradientes longitudinales y normales en la morfología y tamaño de los
clastos típicos de las playas de bloques. López Bedoya y Pérez Alberti (2007) han realizado
cantometrías en el depósito de GaPA‐I, obteniendo curvas granulométricas polimodales, con
formas contrastadas, lo que les ha conducido a destacar el carácter poligenético del mismo
en relación con los depósitos antiguos.
Figura 79. Desplazamiento de bloques en la playa de Gallín‐I. La foto a) fue tomada en junio de 2010 y la foto b)
en abril de 2011. Las fotografías permiten observar el desplazamiento de bloques de grandes dimensiones hacia
el oeste, que es el sector más expuesto y hacia el margen distal del coído. El desplazamiento máximo observado
es de 12 m. Se aprecia también la desaparición del sedimento más fino que afloraba en el margen izquierdo de la
fotografía a), y como en la fotografía b) el nivel arcilloso que aflora bajo la playa de bloques ha quedado al
descubierto (línea punteada).
143
3.5. Metodología de análisis de los depósitos sedimentarios de Gallín‐I.
La metodología para el análisis de depósitos sedimentarios antiguos que se va a
exponer está basada en los trabajos de reconstrucción paleoambiental que lleva a cabo el
Grupo de Investigación Ciencias del Sistema Tierra de la Universidad de Santiago de
Compostela. La metodología combina métodos de análisis sedimentológico, con los que se
obtiene información sobre los procesos genéticos del sedimento, y métodos de análisis
geoquímico y edafológico, con los que se obtiene información sobre procesos de
edafogénesis y permiten identificar fases de estabilidad e inestabilidad en la formación del
suelo.
Birkeland (1999) destacó que los suelos de una región, tanto los superficiales como
los enterrados, pueden presentar una morfología sensiblemente diferente a la de los suelos
desarrollados bajo las condiciones climáticas actuales; en este caso, una comparación entre
los suelos actuales y los antiguos puede ayudar en la reconstrucción de los climas pasados.
Esta potencialidad de los suelos para estudios paleoclimáticos puede incrementarse cuando
la edafogénesis ha ocurrido sobre depósitos sedimentarios, ya que en este caso se combina
la información sobre los procesos genéticos que puede aportar el estudio del sedimento
(tamaño, forma, litología) con la información paleoclimática inferida de las propiedades de
los suelos. A partir de la combinación de las descriptivas detalladas realizadas en el campo
con las técnicas sedimentológicas y edafológicas se reconocieron los principales niveles
morfosedimentarios de los depósitos estudiados así como los ciclos edáficos
correspondientes a los mismos. Los horizontes edáficos de cada ciclo se han definido
utilizando la nomenclatura de la FAO (2006). En este trabajo sólo se han empleado las letras
A, B, C y E para designar los horizontes principales, y los sufijos siguientes, que califican a los
horizontes principales especificando el carácter dominante de este horizonte:
h, acumulación de materia orgánica (h de humus).
w, horizonte B de alteración, (de weathering en inglés = meteorización) reflejada,
con respecto al horizonte inferior, por: la arcilla (mayor contenido, formada in situ), y/o el
color (más rojo o más pardo), y/o la estructura (edáfica, no la de los materiales de partida).
t, acumulación de arcilla iluvial.
g, moteado por reducción del Fe. Manchas de colores pardos/rojos y gris/verde.
Hidromorfía parcial.
3.5.1. Trabajo de campo
Previamente a la toma de muestras se identificaron en el campo los principales
niveles sedimentarios y se realizó una descripción de los niveles edáficos, además de todas
aquellas características relevantes desde un punto de vista sedimentológico o
paleoambiental. Una vez reconocidos y descritos los principales niveles sedimentarios, se
seleccionaron las ubicaciones más apropiadas para el muestro. Se han muestreado cuatro
secuencias, de las cuales tres (GAdep‐I‐I, GAdep‐I‐VII y GAdep‐I‐X) se extrajeron mediante la
apertura de un surco vertical en la pared de los acantilados sedimentarios; la restante
144
(GAdep‐I‐XI) se obtuvo bajo la playa de cantos actual empleando una barrena Edelman. Los
testigos sedimentarios se muestrearon de techo a muro en muestras continuas de 3 cm de
espesor, salvo en los casos de niveles de granulometría gruesa. Cada muestra fue
identificada con un código y se anotó su profundidad en la secuencia y el nivel sedimentario
al que pertenece. Las descripciones en el campo de los suelos se realizaron siguiendo las
recomendaciones de la FAO (2006). Se determinó la elevación respecto a la mínima marea
baja de los límites netos entre los diferentes niveles sedimentarios mediante una Estación
Total Leica TC307. Se han obtenido y analizado 134 muestras.
En las playas actuales situadas sobre las plataformas se realizaron granulometrías in
situ sobre 40 cantos, a los que se midieron los 3 ejes. También se realizaron granulometrías y
morfometrías in situ de los depósitos antiguos de material grueso. La playa de cantos actual
de Gallín‐I fue monitorizada cada 6 meses mediante un registro fotográfico para identificar
posibles cambios generados por oleajes extremos.
3.5.2. Preparación de las muestras para los análisis físico‐químicos
La preparación de las muestras para los posteriores análisis físico‐químicos fue
realizada en el laboratorio de Geografía Física de la Facultad de Geografía e Historia de la
Universidad de Santiago de Compostela. En el laboratorio, las muestras fueron extendidas
sobre papel secante y descritas en seco y húmedo resaltando las siguientes variables:
estructura, consistencia y color (obtenido por comparación con los patrones de la "Munsell
soil color chart" (1975)). Las muestras se secaron al aire, y posteriormente se separó
mediante tamizado en seco la fracción mayor (fracción gruesa) y menor de dos milímetros
(fracción fina).
3.5.3. Análisis físicos
3.5.3.1. Granulometrías de la fracción gruesa.
La fracción gruesa (> 2 mm) fue separada mediante un tamiz de 2 mm y lavada.
Durante el proceso se separaron los carbones mediante flotación y una vez secos se pesaron
en la balanza de precisión. Las muestras caracterizadas por el predominio de la fracción
gruesa (> 2mm) fueron tamizadas en seco manualmente utilizando una columna de 6
tamices con malla entre 2 mm y 250 mm; en los clastos con diámetros superiores a 250 mm
se midieron manualmente los tres ejes y se pesaron individualmente. También se describió
la litología y forma de los clastos. En este trabajo las partículas que configuran los depósitos
se han denominado en función de su tamaño como consta a continuación y en base a la
escala granulométrica diseñada por Wentworth (1922):
Grava: partículas con tamaños superiores a 2 mm.
Arena: partículas con tamaños entre 0.063 mm y 2 mm
Limo: partículas con tamaños entre 0.002 mm y 0.063 mm
Arcilla: partículas con tamaños inferiores a 0.002 mm
145
Tabla 35. Esquema de clasificación de los tamaños de grano de Udden‐Wentworth (Wentworth, 1922)
Clasificación de Udden‐ Escala phi Escala mm Clasificación castellano
Wentworth
Boulder < ‐8 > 255 Bloque BLOQUE
Cobble ‐8 a ‐6 256 a 64 Canto CANTO
Very coarse gravel (or −5 a −6 64 a 256 GRAVA
pebble)
Coarse gravel (or pebble) −4 a−5 16 a 32 GRAVA GRAVA
Medium gravel (or pebble) −3 a −4 8 a 16 GRAVA
Fine gravel −2 a −3 4 a 8 GRAVA
Granules ‐2 a ‐1 4 a 2 Grava
Very coarse sand ‐1a 0 2 a 1 Arena muy gruesa
Coarse sand 0 a 1 1 a 0.5 Arena gruesa
Medium sand 1 a 2 0.5 a 0.250 Arena media ARENA
Fine sand 2 a 3 0.250 a 0.125 Arena fina
Very fine sand 3 a 4 0.125 a 0.062 Arena muy fina
Coarse silt 4 a 5 0.062 a 0.031 Limo grueso
Medium silt 5 a 6 0.031 a 0.015 Limo medio
Fine silt 6 a 7 0.015 a 0.0078 Limo fino LIMO
Very fine silt 7 a 8 0.0078 a 0.0039 Limo muy fino
Coarse clay 8 a 9 0.0039 a 0.002 Arcilla gruesa
Medium clay 9/10 0.002 a 0.00098 Arcilla media
Fine clay 10 a 11 0.00098 a 0.00049 Arcilla fina ARCILLA
Very fine clay 11 a12 0.00049 a 0.00024 Arcilla muy fina
Colloid 12 a 13 0.00024 a 0.00012 Coloide COLOIDE
3.5.3.2. Granulometrías de la fracción fina y análisis morfoscópico de la fracción arena.
La granulometría de la fracción arena (2‐0.062 mm) se realizó sobre unos 20 g de
la fracción fina (< 2 mm) de cada muestra, que fue sometida a los siguientes procedimientos
consecutivos:
(i) eliminación de la materia orgánica con H2O2. Las muestras fueron sumergidas en
peróxido de hidrógeno al 6 % durante 48 horas removiendo constantemente. En las
muestras con mayor contenido de materia orgánica se agregó H2O2 al 30% tratando de evitar
las pérdidas de material por burbujeo violento y se calentaron a 40 º durante 15 min,
llevando a ebullición para eliminar el exceso de H2O2. El proceso se repitió hasta la
eliminación total del la materia orgánica.
(ii) Eliminación de óxidos e hidróxidos de hierro. Algunas muestras presentaron
agregados de óxidos de hierro, por lo que se realizó el siguiente procedimiento para
desagregarlas: la muestra se sumergió en un recipiente de 400 ml con 300 ml de agua
destilada, 15 g de ácido oxálico (C2H2C4) y una espátula de aluminio que actúa como
catalizador de la reacción. Las muestras se hirvieron durante unos 15 min hasta observar un
cambio de color en la suspensión del rojo al verde. Finalmente, las muestras fueron lavadas
hasta obtener un pH neutro.
(iii) Finalizados los ataques químicos y tras lavar la muestra hasta obtener un pH neutro,
las muestras fueron secadas en la estufa de aire a 30 º C.
(iv) Una vez secas las muestras se retiraron de la estufa y se dejaron a temperatura
ambiente 4 horas antes de proceder a pesarlas en la balanza de precisión.
146
(v) Separación mediante tamizado en seco de las siguientes fracciones: 2 mm, 1 mm, 0.5
mm, 0.4 mm, 0.2 mm y 0.1 mm. Las fracciones 0.5 mm y 0.2 mm de una muestra
representativa de cada nivel sedimentario fueron analizadas bajo la lupa para caracterizar la
superficie de los granos de cuarzo. Para ello se observaron 100 granos de cada fracción y se
clasificaron utilizando la escala de redondeamiento de Powers (1958) y en función de si los
granos son mates o brillantes.
El porcentaje de limo y arcilla en las muestras de las secuencias GAdep‐I‐I, GAdep‐I‐
VII y GAdep‐I‐X se estimó mediante el uso de un analizador de partículas láser “Malvern
Mastersizer 2000 (Malvern Instruments Ltd, UK) del laboratorio de la Facultad de Geología
de la Universidad de Huelva. Las medidas se obtuvieron sobre la fracción inferior a 2 mm, de
la que se retiraron todo tipo de restos vegetales y se dejaron en una bañera de ultrasonidos
durante 2 horas para homogenizar y desagregar la muestra. En el caso de GAdep‐I‐XI
solamente se estimó la fracción total de limos y arcillas mediante tamizado en húmedo.
PARÁMETROS DE RELACIÓN
16 + 50 + 84
MEDIA(Mz) =
3
84 - 16 95 - 5
CALIBRADO( I ) = +
4 6,6
84 + 16 - 2 50 95 + 5 - 2 50
ASIMETRIA( SK I ) = +
2( 84 - 16 ) 2( 95 - 5 )
3.5.4. Análisis químicos realizados en la fracción fina del suelo.
3.5.4.1. Determinación del pH
El pH de la fracción fina fue determinada en suspensiones de agua y KCl 0.1N con
una relación suelo: disolución de 1: 2.5. Las medidas se realizaron con un pH metro Crison
Basic 20.
147
3.5.4.2. Extracciones selectivas de Al y Fe.
El contenido en óxidos e hidróxido de hierro, aluminio, manganeso y titanio suele
incrementarse proporcionalmente al grado de alteración de un sedimento y del grado de
edafización, así la estimación del contenido en Al y Fe pedogenéticos puede emplearse para
valorar la intensidad de los procesos edáficos. El Al y el Fe extraídos con oxalato amónico
(Alo, Feo) se consideran una estimación del total de Al y Fe reactivos del suelo, incluyendo
formas inorgánicas no cristalinas y formas orgánicas. El Al y Fe extraídos con pirofosfato de
Na (Fep y Alp) se interpretan como el Al y Fe ligados a materia orgánica, incluyendo los
oxihidróxidos asociados (McKeague y Schuppli, 1982; Kaiser y Zech, 1996; Drabek et al.,
2003). Por lo tanto, la diferencia entre ambas extracciones se considera una estimación de la
cantidad de Al y Fe en formas inorgánicas de bajo grado de orden. La relación de Al y Fe
reactivos con respecto al total de Al y Fe representa una expresión del grado de alteración
de ese suelo (razones Alo/Alt, Feo/Fet respectivamente).
Proceso de extracción de Al y Fe en Pirofosfato sódico (Na4P2O7)
El pirofosfato sódico (Na4P2O7) se considera un buen extractante del Al y Fe
complejados con la materia orgánica (Higashi y Shinagawa, 1981). Los métodos que utilizan
este complejante tienen como principal finalidad solubilizar el humus y los complejos
organometálicos presentes en el suelo. El procedimiento de extracción consiste en la
agitación durante 16 horas de una suspensión de suelo y pirofosfato sódico 0.1 M (pH 10). La
disolución se realiza disolviendo 44.6 g de Na4P2O7 10H2O en 1 l de agua destilada. La
suspensión consta de un 0.5 g) de suelo y 50 ml) de la disolución extractora (Bascomb,
1968). Una vez concluidas las 16 horas de agitación, se le añade a la suspensión unas gotas
de floculante (superfloc) al 0.4 % y se centrifuga a 3000 rpm durante 20 minutos, tras los
cuales se filtra utilizando papel lavado al ácido y finalmente se filtra al vacío. Una vez
concluidas las extracciones, las muestras fueron diluidas en relación 1:1.
Proceso de extracción de Al y Fe en Oxalato amónico acido ((NH4)2C2O4‐H2C2O4)
El método se basa en el poder complejante del oxalato ácido para extraer complejos
coloidales. El reactivo disuelve óxidos amorfos, óxidos hidratados, aluminosilicatos no
cristalinos y formas ligadas a la materia orgánica. Este extractante actúa sobre las formas
amorfas y de baja cristalinidad de la fracción arcilla de los suelos, además de solubilizar los
complejos órgano‐metálicos. La diferencia de los contenidos de Al y Fe extraídos con oxalato
amónico respecto a la cantidad extraída con pirofosfato sódico puede ser tomada como una
estimación del contenido de Fe y Al no cristalino, que se denotará como Fea y Ala. Para la
extracción de Fe y Al en oxalato amónico ácido se emplea una disolución 0.2 M de oxalato
amónico tamponado a pH 3 con ácido oxálico 0.2 M. Para obtener esta disolución se
disuelven 32.45 g de oxalato amónico y 21.6 g de ácido oxálico en 2 litros de agua destilada.
El procedimiento consiste en la adición a 1 g de suelo de un volumen de 100 ml de
disolución, agitándose durante 4 horas (Blakemore, 1981). La disolución de oxalato es
fotosensible, por lo que la agitación se realizó en oscuridad (Schwertmann, 1973),
introduciendo las muestras en una bolsa negra antes de proceder a su agitación. Tras la
agitación se añadieron unas gotas de floculante superfloc al 0.4 %, se centrifugó durante 20
min a 3000 rpm y finalmente se filtraron las muestras usando papel de filtro lavado al ácido.
148
Una vez realizadas las extracciones las muestras fueron diluidas añadiendo a 1 ml de
muestra 4 ml de disolución de 1.6 g de CsCl y 25 ml de HCl concentrado en un litro de agua
destilada.
La medición de Al y Fe en los extractos resultantes de la aplicación de ambas
técnicas de disolución selectiva fueron realizadas mediante Espectrometría Atómica de llama
en un equipo Perkin Elmer 1000B en el Departamento de Edafología y Química Agrícola de la
Universidad de Santiago de Compostela.
3.5.4.3. Análisis elemental
El análisis elemental comprendió la determinación de elementos mayores y traza,
característicos de las fracciones inorgánicas (Al, Fe, Si, Ti, Ca, K, Rb, Sr, Y, Zr, Cr, Mn, Ni, Cu,
Zn, As, Pb, Th, Cl y Br), mediante fluorescencia de rayos X en un equipo XRF EMMA –Energy
dispersive Miniprobe Multielement Analizer‐ (Cheburkiny Shotyk, 1996; Cheburkin et al.,
1999; Weiss et al., 1998) de la Unidad de Rayos X de la Red de Infraestructuras de Apoyo a la
Investigación y al Desarrollo Tecnológico (RIADT) de la Universidad de Santiago de
Compostela. Los límites de detección para cada uno de los elementos analizados son los
siguientes: 0.01 % para K, Ca y Fe; 0.2 µg g‐1 para Th; 0.5 µg g‐1 para As, Nb y Pb; 1 µg g‐1 para
Ni, Cu, Zn, Br, Rb, Sr, Y y Zr; 10 µg g‐1 para Ti y Mn. El contenido de carbono y nitrógeno,
elementos característicos de la materia orgánica, se determinó mediante un autoanalizador
elemental Leco Truspec CNH (RIADT, USC). Con los datos de C y N totales se calculó la
relación C/N, una medida estimativa del grado de evolución de la materia orgánica del suelo
(Stein, 1991).
El contenido en C se puede representar como contenido en C total tanto de origen
orgánico como inorgánico (TC), carbono de origen orgánico (TOC) y carbono de origen
inorgánico (TIC), cumpliéndose que TC=TOC+TIC. Para determinar la presencia de carbonatos
u otras fuentes de carbono no orgánico en los sedimentos analizados se han estimado en
muestras seleccionadas el TC y el TOC.
Los análisis realizados en el equipo de análisis elemental EA1108, de la Unidad de
Análisis Elemental de la Universidad de Santiago de Compostela, demostraron la práctica
ausencia de carbono inorgánico en los sedimentos estudiados, lo cual es consistente con la
presencia de rocas metamórficas ácidas y la naturaleza ácida de los suelos y sedimentos de
los depósitos estudiados. Sólo algunos niveles en los que se reconoció la presencia de
malacofauna de origen marino se detectaron trazas de carbono inorgánico.
3.5.5. Estimación del contenido en materia orgánica mediante LOI (% Loss On Ignition).
El contenido en materia orgánica se estimó mediante el método de pérdida de
materia orgánica por ignición. Después de someter a la muestra a secado a peso constante,
a 105º durante 24 horas, la materia orgánica fue sometida a combustión a 500‐550ºC en el
horno mufla durante 8 horas, provocando la formación de CO2 y ceniza. El LOI se calcula
mediante la siguiente fórmula:
LOI550 = ((Dw105 – Dw550) / Dw105) x 100 (4)
149
donde, LOI550 representa el LOI a 550ºC (como porcentaje), Dw105 representa el peso seco
de la muestra antes de la combustión, y el Dw550 el peso seco de la muestra después de la
combustión a 550ºC (ambos en gramos), siendo la pérdida de peso proporcional a la
cantidad de materia orgánica presente en la muestra. Para evitar errores derivados de
variaciones en el peso de la muestra se partió siempre de una cantidad de 5 gramos.
3.5.6. Otras técnicas.
En este párrafo se hace referencia a aquellas técnicas que no han sido empleadas de
modo sistemático en todas las muestras sino únicamente en aquellos niveles sedimentarios
en los que se estimó que podían proporcionar información paleoambiental de interés. Es el
caso de:
(i) Técnicas de antracología, aplicadas a los carbones presentes en el depósito
GAdep‐I‐I (Análisis realizados por María Martín Seijo)
(ii) Láminas delgadas de sedimentos utilizadas en GAdep‐I‐VII para el estudio
micro‐morfológico de las cuñas de hierro presentes en el mismo.
(iii) Identificación de restos de malacofauna presentes en la secuencia GAdep‐I‐
VII.
Finalmente cabe destacar que en todos los niveles sedimentarios se buscaron
diatomeas que pudieran aportar información sobre el tipo de ambientes a los que
pertenecieron los distintos niveles sedimentarios identificados en Punta Gallín. Sin embargo,
únicamente se encontraron algunos ejemplares muy deteriorados en los niveles basales de
GAdep‐I‐VII que no pudieron ser identificadas (M. Leira Campos, comunicación personal).
3.5.7. Dataciones radiocarbónicas.
Salvo la datación GAdep‐I‐I‐46, que fue realizada sobre un carbón, las restantes
han sido obtenidas de materia orgánica concentrada de suelos enterrados.
150
Tabla 37. Dataciones radiocarbónicas calibrada mediante CALIB 5.0.2 software (Stuiver et al, 2005) que utiliza
INTCAL04 (Reimer et al., 2004).
Material Edad convencional
Muestra 14 2σ cal BP 2σ cal calendario Codigo Fuente
C
GAdep‐I‐ Materia
S XX ‐ ‐ CAIS 5387 Este trabajo
VII‐02 orgánica
GAdep‐I‐X‐ materia
1048±35 1015 – 920 AD 937 – 1031 CNA‐1055 Este trabajo
1T orgánica
GAdep‐I‐X‐ materia
1347±36 1320 ‐1225 AD 631 – 723 CNA‐1053 Este trabajo
1B orgánica
GAdep‐I‐ materia Feal‐Pérez et
1760±25 1735 ‐1590 AD 213‐380 CAIS‐5388
VII‐BC1 orgánica al, 2009
GAdep‐I‐ materia
3568±73 4015 – 3685 BC 2065 – 1740 CNA1054 Este trabajo
VII‐BC2 orgánica
materia Beta
GA‐DAT‐3 8890±40 10180 ‐9890 BC 8230‐ 7940 Este trabajo
orgánica 28233
GAdep‐I‐I‐
Carbón 10409±56 12440 ‐ 12075 BC 10489 ‐10126 CNA1055 Este trabajo
46
GAdep‐VII‐ materia BC 3628‐ 3588 Beta
Este trabajo
26 orgánica 4680 +/‐ 40 BP 5580‐ 5530 303429
BC 17079‐ 16712
materia
GAdep‐VII‐ Beta Este trabajo
orgánica
44 15730 +/‐ 70 BP 19020 ‐ 18870 303430
GAdep‐XI‐ materia Fuera del límite Beta
Este trabajo
12 orgánica 27450 +/‐ 140 BP de calibración 303428
GAdep‐I‐ Beta
Concha 109±0.4 pMC ‐ Este trabajo
VII‐26 282338
3.6. Análisis de los depósitos de la ensenada Gallín‐I.
3.6.1. Análisis de la secuencia GAdep‐I‐I.
La secuencia GAdep‐I‐I fue muestreada en el flanco occidental de Gallín‐I. Presenta
una potencia de 205 cm y su base se encuentra a 1.8 m sobre la cota de marea alta viva. En
este sector el depósito se asienta directamente sobre la plataforma rocosa y muestra
variaciones importantes en la potencia de sus niveles. Esta secuencia es representativa de
las facies sedimentarias que caracterizan al flanco occidental de la plataforma y se emplaza
al pie de una ladera que alcanza una altura de 15 m. En el depósito predomina el material
fino, y las principales variaciones a simple vista vienen dadas por cambios de color. En
Gadep‐I‐I se distinguen 5 niveles sedimentarios, en los que se reconocen 4 ciclos edáficos
(Tabla 38, Figura 80):
3.6.1.1. Características texturales del sedimento
Las Figuras 81 y 84 muestran la composición granulométrica de los diferentes
niveles identificados en la secuencia. En GAdep‐I‐I predomina el material fino, y a pesar de
que en algunos niveles aparecen gravas y cantos, éstos están siempre inmersos en una
matriz fina. La fracción superior a 2 mm alcanza su mayor representación en los 40 cm
superiores, correspondientes al nivel sedimentario V y al ciclo superficial 1A, y se trata de
gravas heterométricas subredondeadas y subangulosas de cuarcita y filita y algún canto. El
último pico de material grueso (>2 mm) aparece en los 10 cm basales y se trata de gravas de
cuarzofilita intensamente alterada que muestran colores grisáceos y amarillentos que aluden
a procesos de reducción. La proporción de partículas de tamaño arena (2‐0.063 mm)
151
presenta un valor medio de 46 %. En el nivel V el contenido en arcilla y limo presenta un
aumento en profundidad como consecuencia de los procesos de alteración y edafogénesis
del ciclo edáfico 1, siendo en el ciclo 1B en el que se observa una mayor proporción de arcilla
y limo (26 % y 68 % de la fracción fina respectivamente). En el nivel IV se observa una
disminución de la proporción de arcilla y limo a favor de la arena, que alcanza sus
porcentajes máximos en el nivel III, con valores que superan el 74 % de la fracción fina total,
aunque también se observan algunos picos en los que el limo y la arena presentan valores
ligeramente superiores al 40 %. En el nivel II el contenido en arena disminuye
significativamente siendo el limo la fracción granulométrica predominante con valores
superiores al 50 %.
Tabla 38. Descriptiva edafo‐sedimentaria de los niveles identificados en la secuencia GAdep‐I‐I
Nivel Ciclo‐ Prof. Descripción.
Horizonte (cm)
V 1A 0‐27.5 Horizonte mineral rico en materia orgánica. Textura arenosa franca. Color en seco marrón
grisáceo muy oscuro (10 YR 3/2), y en húmedo negro (10 YR 2/1). Estructura débil en bloques
subangulares gruesos; blando en seco, muy friable es húmedo; no es adherente ni plástico.
Restos de raíces finas. Escasas manchas de color marrón amarillento, muy finas a finas (en seco
10 YR 5/4). Aparecen algunos carbones dispersos de tamaño superior a 2 mm. Escasas gravas
sin orientación ni organización, de cuarcita y filita, subredondeadas a subangulosas. Límite
gradual.
1AB 27.5‐ Horizonte mineral rico en materia orgánica. Textura arenosa franca. Color en seco: marrón
47.5 oscuro (10 YR 3/3), en húmedo: marrón muy oscuro (10 YR 2/1). Estructura moderada en
bloques subangulares finos a gruesos; ligeramente duro seco, friable en húmedo; ligeramente
adherente, ligeramente plástico. Restos de raíces finas. Escasas manchas de color muy finas a
finas (en seco 10 YR 5/4). Aparecen algunos carbones dispersos de tamaño mayor de 2 mm.
Abundantes gravas sin orientación ni organización, de cuarcita y filita, subredondeadas a
subangulosas. Límite gradual
1B 47.5‐ Color en seco: marrón amarillento oscuro (10 YR 4/4), en húmedo: marrón muy oscuro (10 YR
67.5 2/1). Textura franco arenosa fina. Estructura moderada en bloques heterométricos
subangulares. Duro en seco, friable en húmedo. No es plástico, ligeramente adherente. Límite
neto. Algunas gravas de cuarcita y filita subredondeadas a subangulosas.
IV 2B 67.5‐ Color en seco: marrón amarillento claro (10 YR 6/4), en húmedo: marrón amarillento oscuro (10
76.5 YR 4/6). Textura franco arenosa fina. Estructura débil a moderada en bloques subangulares finos
a medios. Duro en seco, friable en húmedo. No es plástico; ligeramente adherente. Abundantes
gravas finas y medias subangulosas con rasgos de alteración. Límite neto
III 3 Bw1 76.5‐ Color en seco marrón amarillento oscuro (10 YR 4/4), color en húmedo: marrón muy oscuro (10
100 YR 2/2). Franco arenoso fino. Estructura débil a moderada en bloques subangulares
heterométricos. Duro en seco, friable en húmedo. No es plástico, ligeramente adherente.
Presenta algunas gravas subangulares finas. Límite claro (línea de carbones)
3Bw2 100‐ Color en seco pardo oscuro (10 YR 4/3), color en húmedo: negro (10 YR 2/1) en húmedo.
140 Textura franco arenosa fina. Estructura débil a moderada en bloques subangulares finos a
gruesos. Duro en seco, friable en húmedo. Ligeramente adherente, no es plástico. Presenta
gravas subangulosas que alcanzan 1 cm. Límite difuso (cambio de color).
II 4BCg1 140‐ Color en seco: de marrón amarillento oscuro (2.5. Y 5/4) a gris parduzco (2.5 Y 6/4) en seco, en
185 húmedo: pardo rojizo oscuro (2.5 Y 3/4). Textura limo arenoso fino con algunas gravas.
Estructura moderada en bloques subangulares finos a medios. Duro en seco y friable en
húmedo. Ligeramente adherente, ligeramente plástico. Límite gradual.
I 4BCg2 185‐ Color en seco: gris parduzco (2.5 Y 6/4), en húmedo: marrón oliva (2.5 Y 4/4). Arenoso franco,
205 con abundantes gravas subangulosas de cuarzo y cuarcita. Estructura moderada en bloques
subangulares medianos. Duro en seco, firme en húmedo. Ligeramente adherente y ligeramente
plástico. Hacia la base adquiere colores muy claros (amarillo pálido (2.5 Y 7/4) en seco, pardo
oliva claro (2.5 Y 5/6) en húmedo) y se hace pedregoso y más consistente (muy duro y muy
firme; muy plástico y muy adherente), con una estructura fuerte, y abundantes gravas
subangulosas y subredondeadas de cuarzofilita que parecen proceder de la erosión de la
plataforma. El sedimento en la base es de color pardo muy claro a grisáceo en húmedo (2.5 Y
7/2‐7/3) y marrón amarillento claro en seco (2.5 Y 6/4).
152
Figura 80. Niveles esquemáticos de la secuencia GAdep‐I‐I
En las tres muestras basales de Gadep‐I‐I, correspondientes al nivel I, el limo y la
arcilla alcanzan conjuntamente valores superiores al 80 % de la fracción fina. La arena muy
fina (0.125‐0.063 mm) es la fracción predominante y supera el 50 % de la arena total en
todas las muestras de la secuencia, salvo en las dos muestras superiores del nivel V
(profundidad ≤ 15 cm), y en las dos muestras superiores del nivel II (entre 150 y 170 cm), en
las que se registra un aumento relativo de la fracción arena muy gruesa (1‐2 mm), en ambos
casos en relación a un aumento del contenido en gravas. Las granulometrías realizadas en la
fracción arena demuestran que todas las muestras están pobremente calibradas (Figura 83).
Todas las muestras de arena son unimodales, a excepción de aquellas bimodales en las que
aumenta la proporción de fragmentos de roca en la fracción entre 1 y 2 mm, como en las dos
muestras superficiales del nivel V (prof. entre 0 y 15 cm) y en las muestras de los niveles
basales I y II (entre 140 y 200 cm), si bien la fracción predominante sigue siendo la arena
muy fina. El contenido en arcilla tiene un valor medio del 9 %, si bien tiende a aumentar en
profundidad desde un 2.5 % en el techo del nivel V a un 24.4 % el nivel I.
El valor medio de las arenas y su grado de clasificación se muestran en la Figura 81.
Las muestras analizadas pertenecen al rango de la arena fina, y algunas, correspondientes a
los niveles con entradas de grava a la arena media, debido a la presencia de fragmentos de
roca en las fracciones 1mm y 0.5 mm. La variación vertical del tamaño medio de las arenas
en es muy ligera. Las arenas están siempre pobremente clasificadas (clasificación > 1) y casi
siempre son asimétricas hacia la fracción fina.
El estudio de las arenas bajo la lupa ha mostrado que en la fracción 1 mm entre el
60 y el 67% de las arenas son fragmentos de roca subangulosos, principalmente de cuarcita y
filita. El porcentaje restante de los fragmentos de esta fracción corresponde a arenas de
cuarzo, aunque en algunas muestras aparecen fragmentos de carbón, en proporciones
siempre inferiores al 5 %. En las fracciones inferiores a 1 mm prácticamente la totalidad de
153
las arenas son de cuarzo. El análisis morfoscópico en las fracciones inferiores a 1 mm ha
revelado un porcentaje mayoritario de granos redondeados y subredondeados mate en los
niveles I, II y III (> 60%), seguido de granos subredondeadas brillantes (15%). En los niveles
superiores predominan los granos subangulosos brillantes (65% en el nivel IV y 56% en el
nivel V), seguidos de subredondeados y redondeados mates. Como característica principal
puede señalarse que en todos los niveles se encuentran granos con indicios de transporte
eólico
Figura 81. Características granulométricas de la secuencia GAdep‐I‐I. a) granulometría de arcillas, limos, arenas y
gravas (%) b) % de las fracciones de arena sobre la arena total c) tamaño medio de las arenas; d) clasificación de
las arenas según Folk y Ward (1957), escala phi
Figura 82. Distribución vertical de las principales fracciones granulométricas. La grava se expresa como
porcentaje del peso de la muestra total. En el gráfico del peso de los carbones la muestra a profundidad de 115
cm tiene un peso de 4.2 g.
154
3.6.1.2. Propiedades físico‐químicas del sedimento
La reacción de los sedimentos que componen la secuencia GAdep‐I‐I es ácida, con un
pH comprendido entre 4.97 (nivel II, ciclo 4Bg1) y 5.84 (nivel V, ciclo 1A) en agua y entre 4.18
(nivel V, ciclo 1B) y 4.71 (nivel I, ciclo 4Bg2) en KCl (Figura 83). Las medidas de KCl son
aproximadamente media unidad más baja las realizadas en gua. Los valores de pH medidos
en agua descienden bruscamente en el horizonte 1A y se mantienen más o menos estables,
en torno a 5.5 en los horizontes 1AB, 1B y 2B. En los subhorizontes 3Bw1 y 3Bw2 se aprecia
otro descenso marcado, y se estabilizan de nuevo en valores en torno a 5 en 4BCg1 y 4BCg2
encontrándose los valores más bajos en el nivel basal I (4BCg2). El valor de pH en agua
repunta en las dos muestras basales, hasta valores de 5.41. El pH en KCl muestra una
tendencia similar al pH en agua en el nivel V, descendiendo bruscamente en profundidad; a
continuación, y de modo inverso a las medidas del pH en agua, el pH en KCl aumenta de 4.4
en la base de 1B a 4.7, que se alcanza en la base del suelo (nivel I).
Figura 83. Distribución vertical del pH en agua y en cloruro potásico en GAdep‐I‐I.
En Gadep‐I‐I los valores de nitrógeno oscilan entre 7.62 g kg‐1 en la muestra a 15 cm
de profundidad y 0.691 g kg‐1 en la base de la secuencia (Figura 84). Se trata de valores muy
bajos, sólo en el horizonte superficial los valores son relativamente altos como resultado de
la acción de la vegetación actual. El contenido en carbono oscila entre 118.3 g kg‐1 y 7.217 g
kg‐1 (Figura 86). El carbono y el nitrógeno presentan una correlación positiva alta (r2=0.9); el
C y N también están positivamente correlacionados con el LOI (r2=0.8, r2=0.7
respectivamente, eliminando las tres muestras superficiales). Los valores de C, N y LOI
descienden marcadamente entre el techo de la secuencia y el techo del nivel IV. En los
subciclos 3Bw1 y 3Bw2 se observa un incremento relativo tanto en LOI como en C y N que
alcanza un máximo hacia 125 cm de profundidad en el subhorizonte 3Bw2, al que sigue un
ligero descenso hasta la base del mismo. Los valores de C, N y LOI se estabilizan en torno a
10.1 g kg‐1, 0.95 g kg‐1 y 4.5 % respectivamente en los subciclos en 4BCg1 y 4BCg2. La relación
C/N es bastante variable (Figura 86). En el ciclo 1 muestra un ligero descenso del techo a la
base como consecuencia de la mejor humificación de la materia orgánica en el horizonte 1B.
En los ciclos 2 y 3 la relación C/N aumenta con respecto al ciclo 1, lo que se interpreta como
una menor evolución de la materia orgánica en este nivel y muestra importantes
variaciones, con picos entre 11 y 20 y un valor medio en torno a 15. En 4BCg1 y 4BCg2 la
155
relación desciende y se alcanzan los valores más bajos de la secuencia, inferiores a 10. Los
valores obtenidos con el ratio C/N deben ser tomados con precaución en los niveles ciclos 3
y 4, dado el bajo contenido en N de las muestras.
Figura 84. Distribución vertical del % de LOI, C, N y de la realción C/N en GAdep‐I‐I.
El Al total (Alt) y Fe total (Fet) muestran concentraciones bajas, oscilando entre
4.54‐12.69 % en el caso de Al y entre 2.52‐12.13 % para el Fe (Figura 87). El Alo y el Feo
presentan una correlación positiva moderada (R2=0.65) entre ellos, y un comportamiento
semejante (Figura 85). Tanto el Alo como el Feo aumentan ligeramente en el horizonte 1A,
de 0.53 % a 0.79 % en el caso del Alo, y entre 0.59 % y 0.78 % en el Feo. En el horizonte 1AB
los valores de Alo y Feo se mantienen estables en torno a 0.65 % para el Alo y a 0.7 % para el
Feo y muestran un ligero descenso en 1B. En los subhorizontes 3Bw1 y 3Bw2 tanto el Alo
como el Feo muestran un incremento en profundidad, el Alo aumenta de 0.77 % a 1.27 % y
el Feo de 0.78 % a 1.22 %; alcanzándose en ambos casos los valores máximos de la
secuencia. En los subhorizontes 4BCg1 y 4BCg2 tanto el Alo como el Feo descienden
progresivamente en profundidad hasta alcanzar el Feo valores de 0.25 %, los más bajos de la
secuencia, y 0.62 µg g‐1 el Alo, el valor más bajo tras los mínimos del horizonte superficial 1A.
La razón Alo/Alt (Alot) y Feo/Fet (Feot) (Figura 85) son utilizadas frecuentemente como
estimadores del grado de alteración y están directamente relacionados con la evolución del
suelo. Las relaciones Feot y Alot presentan una correlación moderadamente alta entre ellas
(r2=0.72). La relación Feot (media = 0.3) es superior a la Alot (media = 0.1), dado que el Fe
aparece en minerales más fácilmente alterables. Tanto la razón Alot como la razón Feot
indican que el nivel III es el que presenta una mayor proporción de Al y Fe secundarios y es
por lo tanto el que tiene una mayor evolución edáfica y un mayor grado de alteración. La
máxima concentración de Al y Fe secundarios en la secuencia GAdep‐I‐I coincide con un
incremento de la materia orgánica, lo que podría indicar que el Al y Fe secundarios forman
parte de complejos órgano‐metálicos. El Al y Fe secundarios presentan el máximo de
acumulación a la misma profundidad indicando que la acumulación de las formas amorfas de
Al y Fe ocurre in situ, lo que unido a la coincidencia con el incremento en materia orgánica
es indicativo de un epipedón enterrado, por lo que el horizonte 3Bw implica la existencia de
156
un período de estabilidad y posiblemente representa la evolución, post‐enterramiento, de
un horizonte A.
Figura 85. Variación vertical de las proporciones de Al y Fe extraídos en oxalato y ratios Feo/Fet y Alo/Alt en
GAdep‐I‐I.
Las medias de los elementos mayores y menores: Si, Al, Fe, Ti, Ca, K y S (Figura 86)
son respectivamente: 28.3 ±0.3%, 9.5 ±0.1 %, 2.6 ±0.03 %, 0.50 ±0.003, 0.033 ±0.002 %, 1.83
±0.023 %, 0.82 ±0.09 %. Las concentraciones de cada uno de ellos se encuentran en los
siguientes rangos: 24.1‐32.4% para el Si; 7.9‐11.8 % para el Al; 1.85‐2.99 % para el Fe; 0.46‐
0.54 % para el Ti; 0.01‐0.05 % para el Ca; 1.62‐2.17 % para el K y 0.27‐2.46 % para el S. Las
medias de los elementos traza litogénicos Rb, Sr, Y, Zr, Nb y Th son respectivamente: 104 ±
1, 305 ± 0.5; 27.4 ± 0.5; 405± 7; 13.1 ± 0.1; 8.1 ± 0.3. El rango de concentraciones para cada
uno de ellos es el siguiente: 84‐120 para el Rb; 24.5‐37.5 para el Sr; 21.9‐36,0 para el Y; 317‐
523 para el Zr; 11.0‐14.7 para el Nb; 3.1‐12.3 para el Th. Las medidas de los elementos traza
metálicos (Figura 87) Mn, Cr, Ni, Cu, Zn y Pb junto con la del As, son respectivamente 169 ± 3
µg g‐1; 57 ± 3 µg g‐1; 11.4 ± 0.9 µg g‐1; 5.8 ± 0.4 µg g‐1; 17.0 ± 0.7 µg g‐1; 16.2 ± 0.4 µg g‐1; 14.1
± 0.3 µg g‐1; 12.3 ± 0.4 µg g‐1. Cada uno de ellos está dentro de los siguientes rangos
(máximo‐mínimo): 119‐227 µg g‐1 para el Mn; 42.7 ‐77.6 µg g‐1 para el Cr; 1.26‐26.0 µg g‐1
para el Ni; <0.15.‐12.2 para el Cu µg g‐1; 10.2‐27.3 µg g‐1 para el Zn; 11.6‐22.0 µg g‐1 para el
Pb; 9.5‐18.7 µg g‐1para el As. Las medidas de los halogenuros Cl y Br son respectivamente:
157
589 ± 26 µg g‐1; 160 ± 9 µg g‐1; cada uno de ellos está dentro de los siguientes rangos: 589‐
1213 µg g‐1 para el Cl y 71‐259 µg g‐1 para el Br. Los elementos citados muestran una
variabilidad elevada y, salvo excepciones, no muestran patrones de variación verticales
semejantes. De los elementos mayores, el Fe y el Ti muestran una variación vertical similar,
alcanzando sus concentraciones máximas en el techo del nivel II. El Ca presenta un
comportamiento particular, mostrando sus valores máximos en el techo de la secuencia y
tras un descenso rápido en las cuatro muestras superficiales, se mantiene en valores muy
bajos (inferiores a 0.1 %); el Ca muestra una correlación alta significativa con el LOI y el Sr
(r2=0.9, r2=0.9 respectivamente).
Figura 86. Variaciones verticales de los elementos mayoritarios y minoritarios (en porcentaje) en GAdep‐I‐I. Punta
Gallín
Los elementos traza metálicos muestran patrones de variación vertical muy
distintos entre ellos (Figura 87). Las únicas similitudes ocurren entre el Ni y el Cu (r2=0.5). El
Zn muestra una correlación alta significativa con el Ca y el Sr (r2= 0.8 y 0.9 respectivamente).
La distribución vertical del Pb es parecida a la de la mayoría de los elementos traza
litogénicos y muestra correlaciones positivas significativas con el Th (r2=0.8), el Y (r2= 0.6) y
el Ti (r2= 0.7) y correlación negativa con el LOI, C y N (r2=‐0.6, ‐0.6, ‐0.6 respectivamente).
158
Figura 87. Variaciones verticales de los elementos traza metálicos (en porcentaje) en GAdep‐I‐I. Punta Gallín
‐1
Figura 88. Variaciones verticales de las concentraciones de elementos de origen marino (en µg g ) en GAdep‐I‐I.
Punta Gallín.
Los elementos de origen marino Cl y Br (Figura 88) no muestran un patrón de
variación vertical semejante entre ellos. El Cl muestra una variación vertical muy semejante
con LOI, Ca y Rb (r2= 0.7, 0.7, 0.6 respectivamente). Por su parte, el Br, presenta una
correlación positiva significativa con el Rb, el LOI, el N, el C y el H (r2= 0.8, 0.7, 0.7, 0.8
respectivamente) y negativa con el Al (r2= ‐0.7) el Th (r2=‐0.8) y el Si (r2=‐0.5). La correlación
entre el Br, el LOI, el C y el N alude a la halogenación de la materia orgánica.
159
‐1
Figura 89. Variaciones verticales de las concentraciones de los elementos traza litogénicos (en µg g ) en GAdep‐I‐
I. Punta Gallín.
3.6.1.3. Interpretación de la secuencia GAdep‐I‐I
En la secuencia sedimentaria Gadep‐I‐I se han identificado cinco niveles
sedimentológicos y 4 ciclos edáficos, dos de los cuales han sido divididos en subhorizontes.
El nivel I, ha sido datado a 16 cm de la base en 12438 – 12075 cal. BP, aunque la fecha debe
interpretarse teniendo en cuenta que el material datado fue un carbón encontrado en el
sedimento. El nivel basal I (Figura 80) coincide con el subhorizonte 4BCg2, cuyos 5 cm basales
presentan características gléicas marcadas. En este nivel se aprecia un incremento en la
proporción de arcillas y limos con respecto al superior (II) además de un cambio de color
hacia values más altos y cromas más bajos. El color grisáceo‐blanquecino del nivel I (más
marcado en sus 5 cm basales), y sus características morfológicas y geoquímicas son
indicativas de que este nivel se ha originado como resultado de procesos biogeoquímicos
bajo condiciones de encharcamiento; al estar el suelo saturado en agua el oxigeno es
desplazado del espacio poroso, condiciones bajo las cuales las bacterias anaerobias utilizan
el Fe3+ generando Fe2 soluble en agua e incoloro. Al cesar la saturación de agua, las formas
reducidas se oxidan dando lugar a colores característicos como el moteado anaranjado y
amarillento que puede observarse en las gravas de la base del nivel y en la plataforma
160
rocosa sobre la que descansa el depósito. La topografía aplanada del sector ha llevado a
interpretar este nivel basal como un área de sedimentación de muy baja energía,
principalmente por decantación en un ambiente de difícil drenaje, tal como una laguna o
área hidromorfa somera con oscilaciones del nivel de agua.
Figura 90. Nivel basal (I) de GAdep‐I‐I. Nótense los colores grisáceos y las manchas anaranjadas indicativos de
procesos redoximorficos en la formación del ciclo 4BCg2
El nivel II está formado por una matriz de limos y arenas finas en las que aparecen
gravas finas y medias de cuarcita y cuarzofilita; las propiedades geoquímicas de este nivel
aluden también a condiciones reductoras en su formación, aunque de menor intensidad que
en las del subhorizonte 4BCg2. Este nivel respondería a procesos de ladera que explicarían el
arrastre de material grueso y la fosilización del nivel I. En el nivel II se aprecia una
granoclasificación positiva de las arenas de la base al techo que podría relacionarse con una
intensificación de un proceso erosivo en la ladera, que se tradujo en un incremento
progresivo de la proporción de arena gruesa, compuesta fundamentalmente por fragmentos
de roca, hacia la parte superior del nivel. En el nivel III se observa una reducción importante
en el tamaño medio de las arenas (Figuras 81 y 82), que pasa de valores ligeramente
superiores a 0.3 mm en el techo del nivel II a valores inferiores a 0.2 mm el nivel III.
Las características morfológicas de las arenas del nivel III sugieren que se trata de
un nivel de origen con elevado porcentaje de aportes eólicos, sin embargo la presencia de
carbones dispersos y algunas gravas subangulosas, la pobre clasificación de las arenas y la
falta de estructura indican que la deposición eólica estuvo acompañada de aportes
sedimentarios procedentes de la ladera, posiblemente con flujos laminares de agua de baja
energía. La hipótesis de la existencia de fases de inestabilidad en la ladera acompañadas de
erosión en la parte alta de la ladera y acumulación en su parte baja también es sustentada
por el incremento en la relación C/N, que muestra en este nivel un valor medio en torno a 15
pero con una notable variación, con picos mínimos de 11 y máximos de 20. Esta variación
puede ser también explicada por la baja concentración en N en algunas muestras.
Las propiedades geoquímicas del nivel III permiten identificarlo como un epipedón.
Enterrado, a pesar de que algunos de sus rasgos actuales lo acerquen morfológicamente a
los horizontes subsuperficiales. Tanto el Fe como el Al extraíbles (Alo, Feo), que como se ha
comentado son indicativos de procesos de alteración y edafogénesis, tienden a aumentar en
161
profundidad desde el techo hasta la base del nivel. La alta correlación entre LOI, C y N con el
Br sugieren también una mayor evolución de la materia orgánica en este nivel.
Entre los subhorizontes 3Bw1 y 3Bw2 se depositó una línea de carbones que se ha
interpretado como un evento erosivo de baja energía. María Martín, del Departamento de
Arqueología de la Universidad de Santiago de Compostela ha realizado un análisis
antracológico en 60 fragmentos de carbón, que confirmó el predominio de Alnus sp. y
Fraxinus, especies ligadas a bosques húmedos (Figura 91). Los carbones analizados están
ligeramente redondeados, lo que indica un cierto transporte.
Figura 91. Resultados del análisis antracológico realizado sobre 60 fragmentos de la línea de carbones que separa
las unidades II y III de la secuencia GAdep‐I‐I
A techo, el nivel III aparece erosionado, presentando un lentejón de gravas de filita
embutidas en una matriz limosa (nivel IV) (Figura 118) que muestra un claro límite erosivo y
que implica un transporte en agua más energético. El lentejón de gravas se interpreta como
la señal sedimentaria de un evento erosivo, relacionado con un progresivo incremento de la
inestabilidad en la ladera, cuya causa podría estar relacionada con quemas, sin descartar que
también exista influencia climática.
Finalmente el nivel V, que coincide con el ciclo 1 (1A, 1AB y 1B), consiste en
material procedente de la ladera, con abundantes gravas y cantos de cuarcita embutidos en
una matriz limo‐arenosa. La intensidad de la erosión podría haberse visto incrementada por
quemas, como sugiere la presencia de abundantes carbones dispersos y líneas de gravas. En
este nivel las arenas muestran un componente eólico destacado que sugiere que el área
fuente fue muy probablemente material dunar situado en la ladera.
En el ciclo 1 (nivel V) el Zr, el Rb y el Y aumentan en profundidad, al igual que la
arcilla, lo que indica una mayor alteración en profundidad; el pico de Br en torno a 300 µg g‐
1
en las muestras superiores del nivel V (ciclo 1A), y su disminución en profundidad en el
nivel V se ha relacionado con la procedencia marina del Br, y su entrada a través del spray y
las precipitaciones. Hasta 40 cm el pH desciende marcadamente y se estabiliza en los 30 cm
162
basales en valores bajos. LOI, C y N descienden marcadamente y la relación C/N se mantiene
más o menos estable en valores en torno a 13, lo cual indica un buen grado de humificación
de la materia orgánica. Las características edáficas de este nivel permiten asimilarlo a un
suelo de tipo Cambisol, lo que justifica que este nivel superior del depósito ha debido
permanecer estable un cierto tiempo para que se desarrolle un incipiente horizonte B.
3.6.2. La secuencia GAdep‐I‐VII
El testigo GAdep‐I‐VII se obtuvo en el sector centro‐oriental de la ensenada Gallín‐I,
donde el depósito alcanza 200 cm de potencia. La base se encuentra a 1.64 m sobre la cota
de marea alta viva actual, si bien su base se encuentra bajo la playa de bloques actual. El
sedimento bajo la playa se muestreó con una barrena Edelman, alcanzándose una
profundidad de 90 cm, sin que se pudiera determinar si se había alcanzado el substrato
rocoso o una capa de sedimento excesivamente duro. Un segundo sondeo realizado a una
distancia horizontal de 3 metros desde la base de GAdep‐I‐VII hacia el mar si permitió llegar
al substrato rocoso de la plataforma, constatándose una potencia del sedimento bajo la
actual playa de bloques de 120 cm. El estudio de las 49 muestras obtenidas permitió dividir
la secuencia en 4 niveles sedimentarios en los que se identificaron 4 ciclos edáficos (Tabla
39, Figura 92).
3.6.2.1. Características texturales del sedimento.
La Figura 93 y 94 muestran la composición granulométrica de los diferentes niveles
identificados en la secuencia sedimentaria. El nivel V consiste en gravas y cantos
redondeados y subredondadeos de cuarcita y filita, clastosoportadas, siendo la fracción
mayor de 2mm el componente granulométrico mayoritario. El porcentaje de grava sigue
siendo abundante en el nivel IV, si bien desciende progresivamente hasta los 70 cm de
profundidad. Entre 70‐85 cm aparece un segundo pico de gravas que coindice con el techo
del nivel II. La fracción gruesa de los niveles V y IV tiene características y orígenes muy
diferentes. En el nivel V predominan los cantos y la grava gruesa de formas redondeadas de
origen marino, depositado durante eventos tormentosos como se comentará en más detalle
en el capítulo 4 de esta memoria. Por el contrario, las gravas finas y medias subangulosas y
angulosas de filita del nivel IV tienen un origen exclusivamente continental. En la base del
nivel III (90‐93 cm) se produce un nuevo aumento del contenido de sedimento grueso,
coincidiendo con una línea de gravas finas de filita y cuarcita. En el nivel II, la grava es un
componente minoritario, con un valor promedio del 1.1 % de la muestra total, y solamente
en la base (prof. 200 cm, base del nivel I) se detecta un incremento hasta el 47%,
La arena es el componente mayoritario en la fracción inferior a 2mm en los niveles
V y IV, donde presenta valores superiores al 50 %. Desde el techo de la secuencia se observa
un descenso en el tamaño medio de la arena hasta el techo del nivel IV en relación a la
presencia de arena muy gruesa de origen marino al igual que las gravas. El tamaño medio de
la arena se mantiene en torno a 0.16 mm desde el techo del nivel IV hasta 170 cm de
profundidad, en la base del nivel II. En el nivel I aumenta la proporción de arena gruesa en
relación al nivel II, y se observa un aumento del tamaño medio de la arena de la base de la
secuencia hasta techo del nivel (coarsening upward).
163
Tabla 39. Descriptiva edafo‐sedimentaria de los niveles identificados en la secuencia GAdep‐I‐VII.
Ciclo‐ Prof.
Descripción.
Nivel Horizonte (cm)
Horizonte mineral rico en materia orgánica. Gravas finas a gruesas y cantos de cuarcita
con formas subredondeadas y redondeadas clasto‐soportadas. La matriz es de color
V 1Ah1 0‐42.5 grisáceo oscuro (10 YR 4/1) en seco, y negro (10 YR 2/1) en húmedo. Textura franco
arenosa y estructura débil granular muy fina. No es plástico, ligeramente adherente.
Límite gradual
Horizonte mineral rico en materia orgánica con humus iluvial. La matriz es de color
marrón grisáceo oscuro, 10 YR 4/2 en seco y marrón muy oscuro (10 YR 2/2) en húmedo.
1Ah2 42.5‐47.5 Textura franco arenosa y estructura débil granular muy fina. No es plástico, ligeramente
adherente. Límite gradual Presenta abundantes gravas subredondeadas y subangulosas
de cuarcita y filita. Límite gradual.
IV Color marrón‐grisáceo oscuro (10 YR 4/2) en seco y (10 YR 2/2) en húmedo; en
profundidad adquiere colores más claros y amarronados en seco (10 YR 4/3). Textura:
arenoso franco. Estructura débil migajosa mediana. Blando en seco, muy friable en
2Bw 47.5‐80
húmedo; no es adherente, ni plástico. Abundantes gravas subangulares y
subredondeadas finas a gruesas. Algunos poros finos y algunas raíces finas.
Microcarbones (< 2 mm) difusos. Límite neto.
Color marrón amarillento oscuro a marrón amarillento claro (10 YR 4/4 en seco, 10 YR
2/2 en húmedo). Abundantes líneas de gravas de filita y cuarcita finas a medias
orientadas. Textura: arenoso franco. Estructura débil en bloques subangulares medianos.
Ligeramente duro en seco, friable en húmedo; no es adherente, ni plástico. Manchas de
III 3E 80‐97.5 color (10 YR 5/6) frecuentes pequeñas a medianas, definidas y con límite difuso. Algunos
poros finos y algunas raíces finas. Microcarbones (< 2 mm) difusos. Límite neto marcado
por una línea de gravas finas y medias angulosas y subangulosas de cuarzo, cuarcita y
filita. Esta unidad rellena las grietas del nivel I Límite claro.
Color marrón rojizo (2.5 YR 5/4) en seco, en húmedo: marrón rojizo oscuro (2.5 YR 2.5/
3). Textura: franco limoso. Estructura laminar moderada. Duro en seco, firme en húmedo.
Adherente y ligeramente plástico. El techo del nivel coincide con la presencia de grietas
4Bt1 97.5‐112.5 cementadas por oxihidróxidos de hierro en las que penetra material del nivel superior.
Las grietas conservan restos de raíces finas y medias. Microcarbones ( < 2 mm) difusos.
En lámina delgada se apreciaron recubrimientos de arcilla en los poros y grietas. Límite
II
difuso.
Color marrón rojizo claro (2.5 YR 6/4) en seco, en húmedo: rojizo (2.5 YR 4/6). Textura:
franco limoso. Estructura moderada en bloques angulares‐subangulares medianos. Duro
4Bt2 112.5‐170 en seco, firme en húmedo. Adherente y ligeramente plástico. En este nivel se han
encontrado ejemplares dispersos de malacofauna marina. La base de este nivel coincide
con una acumulación de gravas subredondeadas y subangulosas de cuarcita y cuarzo.
Color marrón rojizo claro (2.5 YR 6/4) en seco, en húmedo: rojizo (2.5 YR 4/6). Textura:
franco limoso. Estructura moderada en bloques angulares‐subangulares medianos. Duro
I 4Bt2 170‐200 en seco, firme en húmedo. Adherente y ligeramente plástico. En este nivel se han
encontrado ejemplares dispersos de malacofauna marina. La base de este nivel coincide
con una acumulación de gravas subredondeadas y subangulosas de cuarcita y cuarzo.
Según los resultados granulométricos de la arena, a excepción de la muestra
superficial de la secuencia, que está moderadamente clasificada y corresponde a la categoría
textural de arena media‐gruesa, las restantes muestras están pobremente clasificadas y
corresponden a la categoría de arena fina a muy fina y la mayoría de las muestras presenta
una ligera asimetría hacia las fracciones finas. Las muestras que mostraron bimodalidad son
aquellas en las que hay un incremento relativo en la fracción arena muy gruesa (1‐2 mm) y
que aparecen en los niveles V, IV, y I. Los valores del parámetro de clasificación aumentan en
profundidad, lo que indica una peor clasificación de las muestras basales.
En los niveles I y II se aprecia un marcado descenso del contenido en arenas y un
incremento del limo, que pasa de valores inferiores al 50 % en el nivel III, a valores
superiores al 70 %, y un contenido medio del 64.4 %, siendo la fracción predominante el
limo grueso, que presenta un valor medio para los niveles I y II del 40 % del limo total. El
164
porcentaje de arcilla en la fracción fina oscila entre un 2.1 y un 23.9 %. Su distribución
vertical es muy variable aunque se observa una tendencia a aumentar en profundidad. En el
nivel V, el contenido en arcilla aumenta en profundidad, posiblemente como consecuencia
de procesos de iluviación.
Figura 92. Niveles esquemáticos de la secuencia GAdep‐I‐VII
Figura 93. Distribución vertical de las clases y parámetros granulométricos en la secuencia GAdep‐I‐VII. El tamaño
medio de las arenas se expresa en milímetros y la clasificación en unidades phi.
165
Figura 94. Porcentaje de grava (> 2 mm) sobre la muestra total y porcentaje de arena, limo y arcilla sobre el peso
total de la fracción fina (< 2mm) en la secuencia GAdep‐I‐VII.
El estudio morfoscópico de las arenas ha mostrado que en las fracciones gruesas
(2‐1 mm) de todos los niveles predominan los fragmentos de roca, cuarcita, pizarra y filita
(76‐59 %) sobre el cuarzo. En las restantes fracciones el contenido en cuarzo se hace
mayoritario (entre 80 y 90 % en las fracciones 0.5‐0.2 mm y más del 90 % en la fracción de
0.1 mm). En todos los niveles hay una proporción de granos de cuarzo que muestran
indicios de trabajo eólico y redondeamiento, incluso en las fracciones de arena más finas. En
los niveles superiores del depósito (V, VI y III), en la fracción 0.5 los granos redondeados
mates alcanzan valores en torno al 30 %, mientras el porcentaje restante corresponde a
granos subangulosos o angulosos brillantes. En el nivel II predominan los granos
subredondeados con superficies mates (57 %) seguidos por los granos subredondeados‐
redondeados brillantes (34 %) y finalmente los subangulosos y angulosos brillantes (9 %).
Cabe destacar que en este nivel aparecen abundantes granos de cuarzo con marcas de
disolución y barnizados por películas finas de arcilla y óxidos de Fe así como numerosos
agregados de arcilla y óxidos de Fe uniendo los granos. En el nivel I, la proporción de granos
mates en la fracciones 0.5 y 0.4 es ligeramente inferior al nivel II (35 % y 28 %,
respectivamente).
3.6.2.2. Propiedades físico‐químicas del sedimento
Las muestras de GAdep‐I‐VII son de reacción ácida. Los valores de pH medidos en
agua varían entre 5.9 (1Ah) y 4.8 (4Bt1) (Figura 95). Las medidas de KCl son
aproximadamente media unidad más baja que en agua (entre 4.71 y 3.94). Los valores de pH
medidos en agua descienden progresivamente desde el techo de la secuencia hasta la línea
de gravas que separa los niveles IV y III, a 80 cm de profundidad. Desde ese punto, los
valores de pH en agua se mantienen bastante estables, en torno a 5, en el nivel III y el
subhorizonte 4Bt1 del nivel II. Desde el techo de 4Bt2, el pH en agua aumenta algo menos de
media unidad con respecto al valor anterior y hasta la base de la secuencia se mantiene más
o menos estable con valores entre 5.6 y 5.2, mostrando un incremento muy ligero en el nivel
I, con respecto al nivel II. El pH en KCl muestra una tendencia similar al pH en agua en el
horizonte superficial (1Ah1 y 1Ah2), descendiendo bruscamente en profundidad; a
continuación, y de modo inverso a las medidas del pH en agua, el pH en KCl aumenta de 3.4
166
a 4.5 en los niveles IV y III para mantenerse en torno a 4.4 hasta en el subhorizonte 4Bt1
(nivel II) y luego volver a aumentar ligeramente y mantenerse en torno a 4.6 hasta la base de
la secuencia, mostrando algunas variaciones de poca entidad superpuestas a esta tendencia.
Los valores de nitrógeno oscilan entre 5.3 g kg‐1 en la muestra superficial y 0.4 g kg‐1
en la base de la secuencia (Figura 96). Se trata de valores muy bajos, sólo en el horizonte
superficial los valores son relativamente altos, como resultado de la acción de la vegetación
actual. El contenido en carbono oscila entre 110 g kg‐1 y 8.7 g kg‐1. El carbono y el nitrógeno
presentan una correlación positiva alta entre ellos (r2=0.9, p‐valor < 0.0001) y muestran una
variación vertical casi idéntica en la secuencia. Los valores de C y N descienden bruscamente
en los ciclos 1Ah1 y 1Ah2, y a continuación muestran un ligero incremento en los niveles IV y
III y se mantienen prácticamente estables en los niveles II y I, con valores medios de 11.8 g
kg‐1 para el carbono y de 4.2 g kg‐1 para el nitrógeno. El contenido en materia orgánica
estimado mediante LOI presenta una correlación positiva muy alta tanto con el nitrógeno
(r2= 0.93, p‐valor < 0.0001) como con el carbono (r2= 0.95, p‐valor < 0.0001). El porcentaje de
LOI en oscila entre 22.3 y 3.6 %. Al igual que en el caso del carbono y el nitrógeno los valores
más altos se encontraron en el horizonte 1Ah1. La razón C/N es muy variable en la secuencia,
los valores se mantienen en torno a 20 en 1Ah1, 1Ah2, 2Bw, 3E y 4Bt1 y aumentan hasta cerca
de 30, con variaciones importantes en el horizonte en el nivel II. En el nivel I la relación C/N
sigue la misma tendencia que el tamaño medio de las arenas, y aumenta de la base al techo.
El Alo y Feo extraíbles en oxalato amónico muestran concentraciones bajas,
oscilando entre 1.26‐8.28 % en el caso de Al y entre 3.39‐11.17 % para el Fe (Figura 99). Los
valores de Alp y Fep oscilan entre 0.11‐ 0.72 % en el caso del Alp, y 0.28‐0.94 % en el caso
de Fep. Los valores de Alo y Feo oscilan entre 0.13‐0.83 % en el caso del Alo, y 0.34‐1.12 %
en el caso de Feo Las tendencias de las distribuciones de Alo y Feo son similares a las de Alp
y Fep, siendo especialmente significativa la correlación entre Feo y Fep (r2= 0.8). Como
tendencia general, en GAdep‐I‐VII el Alo, Feo, Alp y Fep aumentan con la profundidad. El
incremento máximo de Feo y Fep se registra en el horizonte 2Bw (nivel IV), y un ligero
descenso en el ciclo 3E (III) al que sigue un nuevo incremento en el horizonte 4Bt1 (nivel II).
Prescindiendo de las muestras correspondientes al horizonte superficial, las relaciones Feot
y Alot presentan una correlación moderada entre ellas (r2=0.4, p‐valor <0.01). La relación
Feot es superior a la Alot, porque el Fe aparece en minerales más fácilmente alterables. El Al
extraído en pirofosfato presenta un valor medio en la secuencia del 72,4 % del Al secundario
total (Alo). En el caso del Fe extraído en pirofosfato, este presenta un valor medio en la
secuencia del 80.5 % del Fe secundario total (Feo). El Fe y Al liberado por alteración está
intensamente ligado a la materia orgánica, y por lo tanto el Al y el Fe secundarios aparecen
preferentemente formando complejos organometálicos. En ciclo 3E los contenidos de Fep y
Feo son muy similares, lo que indicaría que la mayor parte del Fe reactivo es retenido por la
materia orgánica y forma parte de complejos organometálicos, mientras en los horizontes
2Bw y 4Bt una mayor proporción de Fe y Al reactivo está en forma de oxhidróxidos. El Alo y
Alp presentan la misma tendencia y concentraciones en 1Ah1, 1Ah2, 2Bw, y 3E; en 4Bt1 y 4Bt2
se separan y el Alo presenta valores superiores a Alp (aproximadamente 65‐35 % del total
del Al reactivo respectivamente). Esto indica que en los horizontes superiores el Al está
167
ligado preferentemente a la materia orgánica mientras en el horizonte 4B aparece en forma
de oxhidróxidos.
Figura 95. Variación vertical del pH medido en agua y cloruro potásico en GAdep‐I‐VII.
Figura 96. Variación vertical del C, N % de LOI y ratio C/N en GAdep‐I‐VII
168
Figura 97. Resultados de las extracciones selectivas de Al y Fe en Gadep‐I‐VII y relaciones Alo/Alt y Feo/Fet
El Fe y Al extraidos en pirofosfato (Fep y Alp) entre el Fe y el Al extraidos en oxalato
(Feo y Alo) puede ser utilizada para indicar la proporción de Fe y Al que forman parte de
complejos organometálicos en Fe y Al amorfos (Child et al., 1983). Valores elevados de las
razones Fep/Feo (> 1) en los ciclos 2Bw, 3E y 4Bt1 y Alp/Alo en el los ciclos 2Bw y 3E (> 1) de
la secuencia GAdep‐I‐VII indican que la mayor parte de las formas no cristalinas de Fe y Al en
estos ciclos están complejadas con la materia orgánica.
Las medias de los elementos mayores y menores (Figura 98): Si, Al, Fe, Ti, Ca, K y S
son respectivamente: 28.7 ±0.4%; 8.5 ±0.2 %; 2.32 ±0.07% %; 0.48± 0.01%; 0.06 ±0.001 %;
1.82 ±0.02 %; 0.9 ±0.08 %. Las concentraciones de cada uno de ellos se encuentran en los
siguientes rangos: 23.3‐26.9 % para el Si; 4.0‐11.2 % para el Al; 1.6‐3.44 % para el Fe; 0.37‐
0.54 % para el Ti; 0.03‐0.18 % para el Ca; 1.53‐2.11 % para el K y 0.1‐1.82 % para el S. Las
medias de los elementos traza litogénicos Rb, Sr, Y, Nb y Th son respectivamente: 87 ± 2;
34.0 ± 0.5; 26.4 ± 0.6; 444 ± 9; 13.0 ± 0.2; 9.2 ± 0.3. El rango de concentraciones para cada
uno de ellos es el siguiente: 72‐113 para el Rb; 29‐42 para el Sr; 19.1‐34.9 para el Y; 305‐586
para el Zr; 9.9‐16.4 para el Nb; 4.9‐16 para el Th. Las medidas de los elementos traza
metálicos (Figura 99) Mn, Cr, Ni, Cu, Zn y Pb, junto con la del As, son respectivamente 169 ±
2 µg g‐1; 52 ± 1 µg g‐1; 15.1 ± 0.7 µg g‐1; 7,0 ± 0.3 µg g‐1; 19.2 ± 0.4 µg g‐1; 11.4 ± 0.3µg g‐1; 12.3
± 0.4 µg g‐1. Cada uno de ellos está dentro de los siguientes rangos (máximo‐mínimo): 141‐
195 µg g‐1 para el Mn; 31‐78 µg g‐1 para el Cr; 2.0‐24.9 µg g‐1 para el Ni; 2.0‐11.8 para el Cu µg
g‐1; 11.2‐26.1 µg g‐1para el Zn; 6‐15 µg g‐1 para el Pb; 6.9‐18.4 µg g‐1para el As. Las medidas
169
de los halogenuros Cl y Br son respectivamente: 2440± 223 µg g‐1; 130 ± 9 µg g‐1; cada uno
de ellos está dentro de los siguientes rangos: 609‐9508 µg g‐1 para el Cl y 6‐284µg g‐1 para el
Br.
Los elementos mayores y menores (Figura 98) no muestran patrones de variación
vertical semejantes. El Ti mostró una correlación negativa alta con el LOI y el Br (r2= ‐0.76, ‐
0.77 respectivamente), y el Ca una correlación positiva alta con el LOI, el N y el C (r2= 0.8,
0.76, 0.84 respectivamente). El Rb presenta correlaciones positivas altas con el K (r2= 0.74) y
el Sr (r2= 0.7); los tres elementos muestran un incremento progresivo desde el techo del
depósito hasta el nivel II, donde el Sr y el Rb aumentan paulatinamente hasta la base la
secuencia; el K se mantienen estable en el nivel II y aumenta marcadamente en el nivel I. La
distribución vertical de estos elementos podría relacionarse con el contenido en micas y
feldespatos en los ciclos superiores, quizá como consecuencia de una llegada de material
menos alterado, mientras el incremento de estos elementos hacia la base del nivel I (4Bt2)
podría relacionarse con el incremento de la fracción de arena gruesa.
Figura 98. Variaciones verticales de las concentraciones de los elementos mayores y menores (en %) en GAdep‐I‐
VII. Punta Gallín.
Los elementos traza metálicos y el As tampoco muestran comportamientos
semejantes en la secuencia. El As muestra una correlación positiva alta con el Br (r2=0.75).
Entre los elementos traza litogénicos, el Zr, el Y y el Nb, aunque con importantes variaciones
en la secuencia, muestran una tendencia a aumentar en profundidad, y los tres presentan
170
una correlación negativa significativa con el LOI (r2= ‐0.67, ‐0.65 y ‐0.47 respectivamente), el
C (r2= ‐0.63, ‐0.59 y ‐0.43 respectivamente) y el N (r2= ‐0.62, ‐0.62 y ‐0.49 respectivamente).
El Br y el Cl no están correlacionados ni muestran un patrón de variación vertical semejante.
El Br se muestra intensamente relacionado con la materia orgánica y con correlaciones
positivas significativas con coeficientes de determinación superiores a 0.7 con el LOI, el Fe, el
As el Rb el C y el N y correlaciones negativas por encima de 0.65 con el Y el Zr y Ti, elementos
asociados a la fracción mineral del suelo.
‐1
Figura 99. Variaciones verticales de las concentraciones de los elementos traza metálicos y el As (en µg g ) en
GAdep‐I‐VII. Punta Gallín.
‐1
Figura 100. Variaciones verticales de las concentraciones de los elementos marinos Br y Cl (en µg g ) en GAdep‐I‐
VII. Punta Gallín.
171
‐1
Figura 101. Variaciones verticales de las concentraciones de los elementos traza litogénicos (en µg g ) en GAdep‐
I‐VII. Punta Gallín.
3.6.2.3. Interpretación de la secuencia GAdep‐I‐VII
Los datos granulométricos y geoquímicos obtenidos para las 49 muestras de la
secuencia GAdep‐I‐VII han permitido identificar 5 unidades estratigráficas en las que se han
desarrollado 4 ciclos edáficos. El nivel I se ha distinguido como consecuencia de un aumento
del tamaño medio de la arena y un mayor porcentaje de grava que el nivel inmediatamente
superior (II), el tamaño de la arena en este nivel aumenta hacia el techo del mismo
(coarsening upward). El nivel II corresponde al horizonte 4Bt, en este caso la letra t hace
referencia a la presencia de cutanes, como consecuencia de la acumulación de arcilla debido
a un proceso de iluviación. El subhorizonte superior (4Bt1) muestra un enriquecimiento en Fe
y Al secundarios con respecto al inferior (4Bt2), además de una estructura laminar. El techo
del subhorizonte 4Bt1 lo constituye una sucesión de grietas cementadas por oxhidroxidos de
Fe en las que penetra el sedimento del nivel superior. El estudio de láminas delgadas del
ciclo 4Bt1 ha mostrado la presencia de recubrimientos de arcilla iluvial en los poros, lo que
sugiere la existencia de alternancia de oscilaciones de agua en superficie durante la
edafización. La presencia de raíces de tamaño medio que han quedado fosilizadas en las
grietas y en la superficie, permite interpretar que se trataba de un nivel que llegó a ser
colonizado por vegetación, y que quedó enterrado por la deposición del nivel superior. La
presencia de algunos ejemplares dispersos de malacofauna marina propia del intermareal y
172
sublitoral rocoso (Tabla 40) en este nivel, entre los 123 y los 183 cm de profundidad,
sugieren una influencia marina en su deposición. Las dataciones obtenidas en la muestra
más antigua (techo del nivel I) y en la más reciente con restos de conchas marinas (techo del
nivel II, a unos 10 cm bajo las grietas) indican que las conchas habrían sido depositadas entre
el 19.020‐18.870 cal BP y el 5580‐5530 cal BP. La fecha más antigua, obtenida a una
profundidad de 180 cm, corresponde al último máximo glacial, momento en el que el nivel
del mar estaría muy alejado de la posición actual de la secuencia sedimentaria, lo que
impide la deposición de conchas de origen marino. Por ello la concha de Littorina neritoides
encontrada en la muestra 45, a una profundidad de 183 cm, se considera que corresponde a
una contaminación durante el muestreo, ya que entre 155 y 180 cm no se ha encontrado
ningún otro ejemplar. La elevada proporción de limo y arenas mates redondeadas y la pobre
clasificación de la arena permiten interpretar el nivel I como un depósito generado en
condiciones de baja energía, que experimentó influencia marina aunque en una posición
alejada de la influencia de la acción directa del oleaje y desconectado de la influencia
mareal. Puede tratarse de depósitos de desbordamiento de tipo overwash, que afectarían a
material eólico situado en una posición más cercana al mar.
Tabla 40. Ejemplares de malacofauna marina identificados en el nivel I del depósito GAdep‐I‐VII.
Profundi Especie
Muestra dad(cm)
Pattella intermedia ( Murray, 1857)
Gibbula Oblicuata (Ganlin, 1791)
Nassarius sp
GAdep‐I‐VII‐1 0‐20
Mytillus galloprovincialis ( Lamarck, 1819)
Fragmento de concha de gasterópodo propio de dunas litorales (Rolan y Otero‐Schmitt,
1996) o de zonas arenosas del litoral (posiblemente Helicella sp.)
GAdep‐I‐VII‐26 123‐126 Nassarius pygmaeus ( Lamarck, 1822)
GAdep‐I‐VII‐27 126‐129 Restos irreconocibles de gasterópodo
GAdep‐I‐VII‐28 129‐132 Littorina saxatilis ( Olivi, 1792)
Restos de concha de un gasterópodo y posiblemente de Nassarius y otros fragmentos
GAdep‐I‐VII‐30 135‐138
irreconocibles
GAdep‐I‐VII‐31 138‐141 Restos irreconocibles de gasterópodo con concha nacarada interior
GAdep‐I‐VII‐36 153‐156 Restos tubo poliqueto serpulido
Littorina neritoides y fragmento irreconocible de una especie de otro gasterópodo de mayor
GAdep‐I‐VII‐45 180‐183
tamaño.
Las características granulométricas del nivel III son marcadamente diferentes a las
del nivel II infrayacente, así, presenta abundantes gravas finas y medias de cuarcita y filita
orientadas que indican un flujo de agua laminar como agente de la deposición. El material
del nivel III aparece rellenando las marcas de grietas que marcan el techo del nivel II, lo que
sugiere que este material no erosionó al nivel inferior, sino que lo fosilizó. Lo que no ha
podido definirse con certeza es si el desarrollo del ciclo 4 (4Bt1 y 4Bt2) tuvo lugar tras la
deposición del nivel III, y por lo tanto como resultado de la iluviación de Fe, Al y materia
orgánica del horizonte 3E en los últimos 5500 años o bien se trata de un suelo decapitado
más antiguo, lo cual parece más probable. Otra opción es que el material de partida del ciclo
4 (4Bt1 y 4Bt2) estuviera intensamente alterado antes de su deposición, lo que explicaría la
ausencia de variaciones marcadas en la geoquímica y las formas secundarias de Al y Fe en los
niveles sedimentarios I y II. La textura arenoso‐franca del sedimento y la gran porosidad
unida a la baja permeabilidad del nivel II propició el desarrollo de procesos de hidromorfía.
Como consecuencia de la pérdida de los materiales lixiviados, en el nivel III se formó el
173
horizonte 3E, que presenta abundantes moteados formados presumiblemente por procesos
de oxidación‐reducción en un medio hidromorfo. Este horizonte es truncado por el nivel III
como indica la línea de gravas situada entre 75‐80 cm. En el nivel IV el desarrollo de
estructura edáfica y las máximas concentraciones de Al y Fe secundarios han permitido
identificar un ciclo basal 2Bw y otro superficial 1Ah. La deposición del nivel III tuvo lugar con
posterioridad al 5580‐5530 cal. BP, mientras que la base del nivel IV ha sido datada en
4015–3690 cal. BP, de modo que los niveles III a IV han sido depositados en el período
Neoglacial, durante el que se ha identificado un empeoramiento climático de distribución
global (Magny et al., 2006), y para el que el estudio de proxies geoquímicos en turberas en el
NW de la Península Ibérica (Mártinez‐Cortizas et al., 1999a) sugieren un descenso de las
temperaturas de entre 2 y 2.5 ºC por debajo de las actuales. El origen del material parece
responder a la acumulación de material coluvial, posiblemente transportado en medio
acuso, con algunos aportes eólicos, como indica la presencia de arenas redondeadas mates.
Los 10 cm superiores del nivel IV muestran una transición hacia el nivel superficial III
como se aprecia en el incremento paulatino de grava y arena muy gruesa hacia el techo de la
secuencia. El subhorizonte 1Ah2 se ha definido en base a un enriquecimiento en materia
orgánica en el techo del nivel IV. El nivel V corresponde a la deposición de cantos y gravas
por el oleaje durante eventos de tormenta durante los últimos 1600 años. La base de este
nivel de material grueso ha sido datada en 1740‐1590 cal. BP. Las características
geoquímicas y sedimentológicas de este nivel se tratan en el capítulo 4 de esta memoria, con
respecto a la evolución reciente y dinámica actual del sector de estudio.
La sucesión de ciclos edáficos identificados en los niveles I, II, III y IV de Gadep‐I‐VII
pueden relacionarse con las características de un planosol, un tipo suelo que se desarrolla en
sedimentos no consolidados. Este tipo de suelo se caracteriza por un horizonte superficial de
textura gruesa y colores claros que muestra signos de condiciones periódicas de saturación
de agua que muestra un límite abrupto con un horizonte denso, de baja permeabilidad con
un contenido en arcilla más alto que el del horizonte superior. Son suelos desarrollados en
zonas planas estacionalmente saturadas en agua y preferentemente sobre depósitos de tipo
coluvial o aluvial. En el caso estudiado, las diferencias texturales entre los niveles
sedimentarios superiores (IV y III) y los basales (II y I) habrían facilitado la formación de este
tipo de suelo; el mayor contenido en limo y arcilla, y la textura laminar del techo del nivel I
limitarían el drenaje de los niveles superiores, de textura más gruesa, implicando la
presencia de una capa colgada de agua (pseudogley) que causaría condiciones reductoras
temporales en la base del horizonte 3E. La acumulación de formas secundarias de Fe en el
subhorizonte 4Bt1, podría estar relacionado con las condiciones alternantes de hidromorfía.
El estudio micromorfológico de recubrimientos de arcilla en los poros y microagregados del
horizonte 4Bt mostró signos claros de iluviación de arcilla.
174
3.6.3. El depósito bajo la playa de bloques: GAdep‐I‐XI
La playa de cantos y bloques actual situada al fondo de la ensenada Gallín‐I cubre
un depósito arenoso‐limoso muy cohesivo (Figura 104). El depósito ha sido muestreado
utilizando una barrena Edelman, a una distancia aproximada de 1 metro con respecto a la
base de la secuencia GAdep‐I‐VII. Su techo se sitúa 1.35 m por encima del nivel de marea
alta actual. Se han obtenido 24 muestras tomadas cada 5 cm. Esta secuencia sedimentaria se
ha muestreado hasta el contacto con la plataforma rocosa lo que supone una profundidad
del sedimento de 120 cm.
Tabla 41. Descriptiva edafo‐sedimentaria de los niveles identificados en la secuencia GAdep‐I‐XI
Ciclo‐ Prof. Descripción.
Nivel
Horizonte (cm)
Material fino (arenas, arcillas y limos) de color marrón amarillento oscuro (2.5 YR 6/4 en
seco, 10 YR 5/4 en húmedo). Las arenas son muy finas a finas, pobremente clasificadas y
muestran marcas de erosión eólica. Estructura moderada granular en bloques subangulares
III 1Bw 0‐27.5
finos a medios. Duro a ligeramente duro en seco, friable en seco; ligeramente adherente y
ligeramente plástico. Hacia la base del nivel aparecen manchas de color (10 YR 6/5 en
húmedo) de forma laminar. Límite claro.
Material fino (arenas, arcillas y limos) de color marrón oscuro (2.5 Y 6/4 en seco, 2.5 YR 5/4
en húmedo). Estructura moderada, granular en bloques subangulares medios. Aparecen
algunas gravas finas y medias de cuarcita, filita y pizarra con rasgos de alteración. Duro en
II 2ABg 27.5‐67
seco, friable en húmedo; ligeramente adherente y ligeramente plástico. Aparecen manchas
de color frecuentes con límites bien definidos (color 10 YR 5/8) y a menudo rellenado poros
de raíces y delimitando agregados. Microcarbones (< 2 mm) dispersos. Límite gradual.
Material fino (arenas, arcillas y limos) de color marrón grisáceo (2.5 YR 4/2 en húmedo, 2.5
Y 5/2 en seco). Estructura moderada granular en bloques subangulares medios. Duro en
seco, friable en húmedo; ligeramente adherente y ligeramente plástico. y a menudo
I 2Bg 67‐120
rellenado poros de raíces y delimitando agregados. Microcarbones (< 2 mm) dispersos. En
la base aparecen algunas gravas finas y medias de cuarcita, filita y pizarra, con rasgos de
alteración.
Figura 102. Sedimento bajo la playa de cantos actual en la ensenada Gallín‐I.
175
Figura 103. Niveles sedimentarios y ciclos edáficos de la secuencia GAdep‐I‐XI
3.6.3.1. Características texturales del sedimento.
En la secuencia muestreada pueden distinguirse tres unidades sedimentarias de
acuerdo a su granulometría (Figuras 103 y 104). El nivel I, en el que predomina el material
fino, el nivel II, en que la fracción mayor de 2 mm alcanza el 22 % de la muestra total, y el
nivel III, en el que de nuevo predominan limos y arenas. En los 5 cm basales, en el contacto
con la plataforma predominan de nuevo las gravas sobre la matriz. En la fracción fina, el
contenido de arena oscila entre el 36 y el 16 % y el limo y la arcilla varían entre un 83 y un
50 %. La grava presenta dos picos marcados, el primero en el nivel II, donde alcanza un
máximo del 22 % del peso total de muestra, y el segundo en la base del nivel III, donde esta
fracción alcanza un 16 % del peso total de la muestra. En el resto de la secuencia la fracción
mayor de 2 mm no supone más de 0.5 %, salvo en un pico de pequeña entidad en el nivel 3
(a 92.5 cm de profundidad) en el que la grava supone el 2.7 %. La componente grava
predominante en ambos casos es la clase 2 mm‐1 cm y 2‐3 cm, pero se aprecia un cambio en
la composición entre el pico del nivel II y el pico de la base de la secuencia; en el primer caso
se trata de gravas de cuarcita y filita intensamente alteradas con colores rojizos y con
morfología angulosa‐subangulosa, mientras que en las muestras basales las gravas aparecen
también alteradas pero mostrando colores grisáceos y amarillentos típicos de condiciones
reductoras y los materiales predominantes son las filitas y los fragmentos de cuarzo
subredondeados.
176
Figura 104. Distribución vertical de las clases y parámetros granulométricos en GAdep‐I‐XI. El tamaño medio de
las arenas se expresa en milímetros y la clasificación en unidades phi.
Las arenas son el segundo componente mayoritario del depósito tras el limo y la
arcilla, que conjuntamente suponen más del 50 % del peso total del la fracción fina en todos
los niveles. La fracción de arena muy fina es la predominante en la secuencia, y alcanza
valores superiores al 50 % de la fracción arena total en todas las muestras salvo en aquellas
coincidentes con los picos de grava anteriormente mencionados, donde presentan sus
valores mínimos (37 % en pico de grava del nivel II y 47 % en el pico de grava de la base del
nivel III). En el nivel I la arena muy fina representa un porcentaje medio del 79.71 %, en el
nivel II del 59.62 % y del 70.95 en el nivel III. La arena fina y media presentan distribuciones
verticales semejantes a la arena muy fina, mientras que las fracciones de arena gruesa y muy
gruesa presentan una distribución vertical semejante a la grava, con el mayor contenido en
el nivel II y la base del nivel III. El tamaño medio de la arena (Figura 106) es de arena muy
fina en el caso del nivel I, arena fina a media en el ciclo II y arena fina en el nivel III. Las
arenas están pobremente clasificadas en todo el nivel II y III y moderadamente clasificadas
en el nivel I y en las dos muestras superficiales del nivel I (entre 67 y 73 cm). Todas las
muestras tienen curvas granulométricas unimodales salvo las que corresponden con los
10 cm inferiores del nivel II (42.5‐67 cm), y la muestra correspondiente a la base de la
secuencia, que son bimodades.
En la fracción 1 mm dominan los fragmentos de roca (filitas y cuarcitas
intensamente alteradas) subangulosos a subredondeados sobre los cuarzos. En las
fracciones inferiores el cuarzo se hace dominante (superior al 59 % en la fracción de 0.5 mm)
hasta ser el componente mayoritario (superior al 75 %) en las fracciones inferiores. En las
fracciones 0.2 y 0.1 se observó un incremento en la proporción de micas con respecto a los
tamaños superiores; el incremento en micas en especialmente notable en el caso del nivel I.
Los análisis morfoscópicos de las arenas no revelaron diferencias significativas entre los
diferentes niveles de la secuencia, si bien se observó una proporción ligeramente superior
de granos subangulosos en todas las fracciones analizadas de los niveles I y II con respecto al
nivel III. Tanto en la fracción de 1 mm, como en las de 0.5 y 0.2 mm predominan los granos
177
subredondeados, con una proporción de granos mates ligeramente superior a la mitad de la
muestra en el caso de las fracciones 1 mm y 0.5 mm y en torno al 34‐25 % en la fracción 0.2
mm del nivel III, y por debajo del 40 % en los niveles I y II. El componente de granos
subangulosos y angulosos brillantes se incrementa desde un valor mínimo del 9 % en la
fracción 0.5 del nivel III a un 28 % en la fracción 0.2 mm del nivel I.
3.6.3.2. Propiedades físico‐químicas del sedimento
El depósito bajo la playa de bloques actual (GAdep‐I‐XI) es de reacción alcalina. El pH
en agua para los diferentes horizontes varía entre un l mínimo de 7.4 y máximo de 8, siendo
el valor medio 7.6. El pH en KCl varía entre 7.1‐6.8, con un valor medio de 6.6 (Figura 105).
Tanto el pH en KCl como en agua presentan variaciones en profundidad en la secuencia. En
los 62.5 cm superiores (nivel III y nivel II) los valores de pH en agua y en KCl se mantienen
constantes, con ligeras variaciones, en torno a 7.6 y a 6.9 respectivamente. A partir de 62.5
cm el pH en agua aumenta en profundidad, alcanzando un valor máximo de 8 a una
profundidad de 82.5 cm desde donde muestra un ligero descenso hasta la base de la
secuencia sedimentaria donde alcanza el valor mínimo de 7.4. Los valores de pH en KCl
también tienden a descender en profundidad aunque con una mayor variabilidad.
Figura 105. Variación vertical del pH en agua y en KCl en GAdep‐I‐XI
El contenido en materia orgánica (% LOI) es bajo en toda la secuencia, con valores
comprendidos entre 4.3 y 1.75 % (Figura 106). En las muestras del nivel superficial (III) los
valores se mantienen constantes en torno a 3.5 %, y aumentan ligeramente en el nivel II, en
el que se dan los porcentajes más altos de LOI, C y N de la secuencia. A partir de 62.5 cm, en
el nivel I, el % de LOI desciende progresivamente hasta valores mínimos del 1.6 %. Los
valores de nitrógeno son muy bajos, entre 1.49‐0.376 g kg‐1 en la muestra superficial y 0.376
g kg‐1 en la base de la secuencia. El contenido en carbono oscila entre 7.001 µm g‐1 y 2.26 g
kg‐1. El carbono y el nitrógeno presentan una correlación positiva moderada (r2=0.56) y
muestran una patrón de variación vertical muy similar en la secuencia. Los valores de C se
mantienen estables en torno a 4.5 g kg‐1 en el nivel I. En el nivel II los valores de C aumentan
ligeramente con respecto al nivel I, y en él se alcanzan los valores máximos de la secuencia
178
(7.001 g kg‐1). A partir de 62.5 cm, coincidiendo con el techo del nivel I el carbono desciende
de nuevo hasta valores mínimos de 2.26 g kg‐1. El nitrógeno muestra una tendencia
semejante al carbono pero menos definida; se observa también un descenso en la
concentración de N en el nivel I basal pero el incremento en el ciclo II es menos evidente que
en el caso de carbono. Tanto el C como el N muestran una correlación moderadamente alta
(r2= 0.70 y 0.74 respectivamente) con el LOI. La relación C/N presenta escasas variaciones, y
con un valor medio de 5.9, lo que indicaría un grado elevado de evolución‐humificación de la
materia orgánica.
Figura 106. Distribución vertical del % de LOI, C, N y de la realción C/N en GAdep‐I‐XI.
El Alo y Feo extraíbles en oxalato amónico (Figura 107) presentan concentraciones
bajas, oscilando entre 0.20‐0.7 % en el caso de Alo y entre 0.02‐0.9 % para el Feo. Las
relaciones Feo/Fet y Alo/Alt presentan una correlación moderada entre ellas (r2=0.66). No
existe una correlación significativa entre Alo y Alt, pero si entre Fet y Feo con una correlación
positiva significativa alta (r2= 0.95). La relación Feo/Fet es superior a la Alo/Alt, debido a que
el Fe aparece en minerales más fácilmente alterables. Las razones Alo/Alt y Feo/Fet
muestran un patrón de variación vertical semejante, con incremento progresivo desde la
base del nivel III hasta los 60 cm de profundidad aproximadamente en ambos casos. Desde
ese punto se observa un descenso en los valores de las razones hasta los 72 cm de
profundidad en el caso de Feo/Fet y hasta los 80 cm en Alo/Alt. Desde dichas profundidades
se observa un descenso marcado y sostenido en ambas relaciones hasta la base de la
secuencia. Esta distribución vertical subraya la relación entre el contenido en materia
orgánica y el Al y Fe secundarios, ya que es en el nivel II, donde se registran los valores
máximos de LOI, C y N en los que las ratios alcanzan también los valores más altos. Ambas
relaciones muestran correlaciones positivas altas con el LOI y el C, que en el caso del Alo/Alt
son de r2=0.68 y r2=0.89 respectivamente, y de r2=0.86 y r2=0.72 para el Feo/Fet
respectivamente. Alo y Feo también están positivamente correlacionados con el C y el N (r2=
0.78 y 0.85 respectivamente en el caso del Feo y 0.85 y 0.68 en el caso del Alo). El Alo y el
Feo muestran sus valores más altos en el nivel II, pero el Alo mantiene esos valores más altos
también en el nivel III, mientras la distribución vertical del Feo marca muy bien el límite
entre los niveles II y I, reduciéndose marcadamente en la transición entre ambos niveles (del
0.8 % en 60 cm al 0.2 % en 72 cm). En el nivel I el Feo desciende en profundidad hasta
179
valores cercanos a cero; los valores más bajos de Alo (0.2 %) también se registran en el nivel
I, pero el descenso con respecto a los valores medios de la secuencia no es tan marcado
como en el caso del Feo.
Figura 107. Distribuciones verticales del Alo y Feo en Gadep‐I‐XI.
El marcado descenso de las formas secundarias de Fe en el nivel I, se ha
relacionado con un lavado del Fe libre en condiciones reductoras que contribuirían a la
reducción del hierro que pasa a Fe2+ que se solubiliza separándose de las arcillas haciendose
más móvil. Las caracterísiticas físicas de este nivel también apoyan esta hipótesis; el nivel II
presenta colores grisáceos‐blanquecinos (2.5 Y) y algunas machas de color anaranjado (10YR
5/6) de pequeño tamaño, preferentemente a lo largo de poros de antiguas raices Como el
nivel I se asienta directamente sobre la plataforma rocosa, durante los periodos en los que el
nivel II permaneció seco no se produjo una removilización y precipitación del Fe2+ en niveles
inferiores. Durante el muestreo de este testigo se ha percibido que el nivel basal I estaba
saturado en agua dulce, lo que podría explicar que el Fe2+ se haya lavado por percolación de
agua desde el fondo de la ensenada Gallín‐I.
Las medias de los elementos mayores y menores (Figura 108): Si, Al, Fe, Ti, Ca, K y S
son respectivamente: 29.5 ±0.9%; 9.0 ±0.1 %; 2.14 ±0.16 %; 0.52 ±0.01 %; 0.10 ±0.01 %; 1.98
±0.04 %; 0.85 ±0.06 %. Las concentraciones de cada uno de ellos se encuentran en los
siguientes rangos: 25.0‐37.7 % para el Si; 8.1‐10.7 % para el Al; 1.6‐3.44 % para el Fe; 0.40‐
180
0.50 % para el Ti; 0.04‐0.16 % para el Ca; 1.50‐2.15 % para el K y 0.45‐1.27 para el S. Las
medias de los elementos traza litogénicos Rb, Sr, Y, Zr, Nb y Th son respectivamente: 87 ± 3
µg g‐1; 45± 2µg g‐1; 30.0 ± 0.8 µg g‐1; 450 ± 13 µg g‐1; 14.5 ± 0.4 µg g‐1; 9.5 ± 0.5 µg g‐1. El rango
de concentraciones para cada uno de ellos es el siguiente: 61‐104 µg g‐1 para el Rb; 31‐56 µg
g‐1 para el Sr; 22.1‐39.8 µg g‐1 para el Y; 332‐599 µg g‐1 para el Zr; 11.218.0 µg g‐1 para el Nb;
5.6‐14.8 µg g‐1 para el Th. Las medidas de los elementos traza metálicos Mn, Cr, Ni, Cu, Zn y
Pb, junto con la del As, son respectivamente 170 ± 2 µg g‐1; 52 ± 3 µg g‐1; 13 ± 1 µg g‐1; 7.1 ±
0.5 µg g‐1; 20.1 ± 1.0 µg g‐1; 14.4 ± 0.9 µg g‐1; 9.6 ± 1.0 µg g‐1. Cada uno de ellos está dentro
de los siguientes rangos (máximo‐mínimo): 130‐306 µg g‐1 para el Mn; 23‐80 µg g‐1 para el Cr;
5.7‐23.6 µg g‐1 para el Ni; 1.9‐12.5 para el Cu µg g‐1; 10.3‐26.4 µg g‐1para el Zn; 7.5‐22.6 µg g‐
1
para el Pb; 2.4‐16.8 µg g‐1para el As. Las medidas de los halogenuros Cl y Br son
respectivamente: 2312± 126 µg g‐1; 42 ± 4 µg g‐1; cada uno de ellos está dentro de los
siguientes rangos: 1321‐3264 µg g‐1 para el Cl y 15‐84 µg g‐1 para el Br.
Figura 108. Variaciones verticales de las concentraciones de los elementos mayores y menores (en %) en GAdep‐
I‐XI.
Los elementos medidos no presentan a simple vista patrones de variación vertical
semejantes, sino que se caracterizan por una gran variabilidad en los mismos, sobre todo en
el caso de los elementos traza metálicos. Calcio y Sr son los elementos que muestran una
correlación más clara (r2= 0.93) y vale la pena destacar también que Ca, Fe, Rb, Br, Cl, Sr, Pb
y As muestran un descenso relativo en sus concentraciones en el nivel I con respecto a los
181
niveles II y III, y por lo tanto un comportamiento inverso al Si, que muestra un ligero
incremento en el nivel basal I. LOI, C y N presentan correlaciones significativas (p< 0.01) altas
positivas (r2=0.70‐0.94) con los siguientes elementos: H, Mn, Fe, As, Br, Pb, Cl, Ca, y Cr, así
como con Alp y Alo y una correlación alta negativa con el Si (R2= ‐0.88, para el LOI, ‐0.83 para
el N y ‐0.73 para el C). LOI y N también muestran una correlación alta positiva con el Zn (R2 =
0.83 y 0.78 respectivamente), y el C algo más baja (r2= 0.65).
‐1
Figura 109. Variaciones verticales de las concentraciones de los elementos traza litogénicos (en µg g ) en
GA‐dep‐I‐XI.
182
Figura 110. Variaciones verticales de las concentraciones de los elementos de origen marino (halogenuros) (en
‐1
(en µg g ) en GAdep‐I‐XI.
‐1
Figura 111. Variaciones verticales de las concentraciones de los elementos traza metálicos y el As (en µg g ) en
GAdep‐I‐XI.
183
3.6.3.3. Interpretación paleoambiental de la secuencia sedimentaria GAdep‐I‐XI.
El estudio de los sedimentos del testigo GAdep‐I‐XI ha permitido distinguir tres
niveles sedimentarios que coinciden con 3 ciclos edáficos. Las propiedades físico‐químicas
del nivel basal (I), permiten caracterizarlo como un sedimento depositado principalmente
por decantación en condiciones de muy baja energía, tales como una laguna somera, sobre
el que se desarrollaron condiciones gleicas en un ambiente hidromorfo, por lo que se ha
clasificado como un horizonte Bg, en el que la g hace referencias a condiciones estágnicas en
su formación, ya que el horizonte presenta moteados relacionados con la alternancia de
condiciones de oxidación y reducción debidas a la oscilación estacional del nivel el agua. La
presencia de agua dulce estacional explicaría el lavado de Fe y Al reducidos y por lo tanto el
menor contenido en Fe y Al secundarios con respecto a los niveles suprayacentes II y III. El
nivel II contiene una mayor proporción de sedimentos gruesos, y se ha interpretado como
resultado de un incremento de aportes de origen continental. La distribución vertical de las
relaciones Alo/Alt y Feo/Fet y del Br sugieren que el nivel II debió permanecer estable un
cierto tiempo propiciando los procesos de alteración; este nivel también sufrió condiciones
redoximórficas, pero su mayor porosidad y la sucesión de condiciones húmedas y secas
contribuyó a la precipitación del Fe y el Al en forma de oxihidróxidos. Finalmente, el nivel III
se ha interpretado como un depósito de tipo aluvial retrabajado que muestra un
enriquecimiento en material eólico, dado el alto porcentaje de arenas mates redondeadas.
Las similitudes texturales y geoquímicas del nivel III con el nivel basal de Gadep‐I‐VII,
permiten considerar que se trata de un mismo nivel sedimentario, y por lo tanto formado
bajo las mismas condiciones.
3.6.4. Aplicación del método estadístico de Análisis de componentes principales al
estudio de las señales geoquímicas de las secuencias estudiadas.
Dadas las numerosas variables que han resultado del estudio geoquímico de las
secuencias sedimentarias muestreados en el depósito GA‐I se ha realizado un análisis de
componentes principales, destinado a estudiar la estructura de la varianza de todo el
conjunto de elementos químicos y propiedades físicas analizadas e identificar los factores
que determinan esa varianza. El Análisis de Componentes Principales (ACP) es una técnica
estadística de síntesis que busca una reducción de la dimensión (número de variables). Así,
ante un número elevado de variables, el objetivo de esta técnica es reducirlas a un número
menor sin perder información. El ACP resulta en la extracción de componentes que son una
combinación lineal de las variables originales, y que además son independientes entre sí. Las
componentes principales se considerarán factores tras observar las relaciones entre las
variables del componente y darle una interpretación coherente a esas relaciones,
estudiando tanto el signo como la magnitud de las correlaciones. En el caso de los datos de
las secuencias, el ACP se ha realizado con los siguientes objetivos:
*identificar las variables significativas y no significativas para explicar la evolución del
depósito
*identificar tendencias similares en los elementos medidos en las secuencias analizadas.
184
*buscar factores que relacionen la señal sedimentológica y geoquímica (procesos
deposicionales y posdeposicionales; relaciones entre granulometría y geoquímica).
La carga del factor (factor loading) indica el grado de relación entre la variable y el
componente principal. En este caso se ha utilizado el coeficiente de correlación (r) de la
variable con el factor, interpretándolo como el grado de dependencia que la variable tiene
con el factor asociado a ese componente. En este trabajo sólo se han considerado aquellas
variables que presentaron un coeficiente de correlación mayor que 0.7 o menor que ‐0.7, lo
que indica una fuerte dependencia con el factor (al menos el 50 % de la varianza de la
variable depende de dicho factor). La puntuación del factor (factor score) depende de todas
las variables que están relacionadas con un factor y mide la intensidad del efecto de ese
factor para cada muestra. Los valores pueden ser positivos o negativos, dependiendo de si
los valores de las variables asociadas al factor son mayores o menores que sus respectivas
medias, en el caso de que la variable muestre una proporcionalidad directa con el factor.
Cuando la proporcionalidad es inversa, las puntuaciones negativas indican valores mayores
que la media y las puntuaciones positivas valores inferiores a la media. Los análisis de
componentes principales se han realizado con el software estadístico SPSS 14.0.
Las variables utilizadas en el análisis fueron: pH en H20, % de LOI, Feo, Alo, Feo/Fet,
Alo/Alt, tamaño y clasificación de las arenas y los elementos químicos C, N, Si, K, Ca, Cl, Ti,
Fe, As, Br, Rb, Sr, Cr, Zr e Y. Se han excluido del análisis aquellos elementos que presentan
concentraciones muy bajas, próximas al límite de detección instrumental, y aquellos
elementos que se comportan de manera individual y que aportan poca información al
análisis como fueron: Ni, Cu, Mn, S, Zn y Al.
El análisis mediante solución rotada varimax, ha permitido identificar cinco
factores que explican un 75.9 % de la varianza total de los datos. Sin embargo, sólo los 4
primeros componentes contienen variables con cargas elevadas (> 0.7). El primer
componente principal (PC1) explica un 22.2% de la varianza total. A él se asocian, con
elevada carga positiva (0.70‐0.89), Feo, Feot, Alo, Alot, Fe, As y Rb, y con una carga positiva
moderada (0.59) Br y con elevada carga negativa (‐0.73) Si. Dado que las variables que
presentan una relación directamente proporcional con el componente PC1 son aquellas
relacionadas con la alteración, el factor control sería el grado o intensidad de la alteración y
de la edafogénesis.
En la Figura 112 se muestra la variación vertical de las puntuaciones del
componente principal PC1. En la secuencia GAdep‐I‐I, las puntuaciones son positivas en su
mayor parte, salvo entre 60‐70 cm de profundidad, coincidiendo con el nivel IV que
corresponde a un lentejón de gravas que erosionó el nivel inferior (III). Entre 70 y 90 cm de
profundidad, coincidiendo con la parte superior del nivel III, los valores oscilan alrededor de
0,5, valor en el que se estabilizan hasta una profundidad de 110 cm. Desde esta profundidad
los valores ascienden hasta alcanzar el máximo a 140 cm, coincidiendo con el ciclo edáfico
basal del nivel III. El incremento refleja el progresivo aumento en profundidad del contenido
en Al y Fe secundarios, es decir un mayor grado de alteración. Desde la profundidad de 140
cm se observa un descenso de los valores hasta 160 cm (nivel II), punto a partir del cual los
185
valores se mantienen estables en torno a la media, hasta pasar a ser negativos en las dos
muestras basales de la secuencia (nivel I).
En la secuencia GAdep‐I‐VII las cargas negativas más elevadas del PC1, y por lo
tanto el menor grado de alteración del sedimento, se registran a techo coincidiendo con el
nivel interpretado como una formación de cresta de playa (nivel IV). Entre los 45 y 60 cm de
profundidad, la parte superior del nivel III, se produce un aumento significativo de las
puntuaciones hasta alcanzar los valores máximos de la secuencia, interpretado como una
concentración de humus y formas secundarias de Al y Fe iluviadas desde el nivel superior de
la secuencia (1Ah1). Entre los 60 y 90 cm de profundidad se aprecia una disminución en los
valores, aumentando nuevamente desde los 90 cm las puntuaciones hasta
aproximadamente los 105 cm de profundidad. Este patrón se ha interpretado como un
lavado de formas secundarias de Al y Fe en condiciones estágnicas en el nivel II que se han
iluviado formando complejos organometálicos en el nivel I, como consecuencia de un
marcado cambio textural. Desde los 105 cm de profundidad, los valores son negativos y se
mantienen en torno a ‐1, con ligeras variaciones hasta la base de la secuencia, donde se
intuye un ligero ascenso hacia valores positivos, indicando un menor grado de alteración de
los sedimentos.
Figura 112. Variaciones verticales de las puntuaciones del primer componente principal (PC1) del análisis factorial
en cada secuencia analizada.
En la secuencia Gadep‐I‐XI el PC1 muestra puntuaciones negativas en la muestra
superficial que aumentan hasta valores positivos en los 20 cm superficiales (nivel III). A partir
de esa profundidad se produce un ligero descenso en las puntuaciones y se alcanza el valor
medio en 30 cm (techo del nivel II), desde donde observamos un aumento marcado,
alcanzándose la puntuación máxima de la secuencia a 38 cm de profundidad. Las
puntuaciones muestran valores bastante constantes en los 20 cm siguientes (38‐58 cm), y a
186
continuación se produce un descenso progresivo hasta los 98 cm, siendo las puntuaciones
negativas desde 68 cm de profundidad (nivel I); en los 20 cm basales las puntuaciones
muestran variaciones de hasta una unidad, pero se mantienen en valores negativos. Las
puntuaciones del PC1 en la secuencia GAdep‐I‐XI mostraron un correlación positiva alta con
el C y el LOI (r2= 0.79; 0.90, respectivamente); las puntuaciones más elevadas del PC1 en la
secuencia coinciden con los valores máximos de C, N y LOI, y por lo tanto, con el nivel
morfosedimentario con mayor contenido en materia orgánica. Se ha interpretado que las
formas de Al y Fe secundarias están asociadas a la materia orgánica en el nivel II,
representando un período de estabilidad y edafogénesis. Esta correlación positiva de las
puntuaciones con C y LOI se ha identificado también, aunque algo menos intensa, en GAdep‐
I‐I (r2= 0.60; 0.34; 0.65 respectivamente), prescindiendo de las muestras correspondientes al
nivel V, en el que la materia orgánica tiene un origen reciente y los valores de Alo y Feo son
bajos, ya que se trata de un horizonte A. El hecho de que en el PC 1 el Br presente una carga
positiva modera (0.59) parece expresar su relación con las formas extraíbles de Al y Fe y la
materia orgánica. En las tres secuencias sedimentarias estudiadas las concentraciones
máximas de Br coinciden con los ciclos en los que aparece una mayor proporción de formas
secundarias de Al y Fe. Diversos estudios han puesto de manifiesto la halogenación de la
materia orgánica durante el proceso de descomposición (Myneni, 2002; Keppler et al.,
2002), y trabajos recientes han demostrado la existencia de un proceso abiótico de
halogenación en presencia de Fe (Keppler et al., 2000).
El segundo componente (PC2, Figura 113) explica un 17.9 % de la varianza total, y
en él, el C, el N y el LOI presentan cargas positivas elevadas (0‐84‐0.86) al contrario que el Ti
que presenta carga negativa elevada (‐0.71). El Nb, Y y Zr muestran también cargas
negativas moderadas (entre ‐0.53 y ‐0.58). El Br presenta una carga positiva moderada
(0.67) en este componente, indicando una cierta dependencia del factor. Dado que los
componentes que presentan una relación directamente proporcional con el componente
son el C, N, LOI y Br, que se relacionan con la presencia de materia orgánica, el factor control
sería el contenido en la misma en el depósito en contraposición a la concentración de
elementos químicos propios de la materia mineral como son el Nb, Y, Zr y Ti. La variación
vertical de las puntuaciones de este componente en las secuencias se muestra en la Figura
113.
En la secuencia GAdep‐I‐I, la puntuación más alta del PC2 coincide con el techo de la
sedimentación (horizonte 1A), como resultado de la entrada de materia orgánica fresca.
Desde ese máximo superficial, los valores descienden progresivamente hasta los 68 cm de
profundidad (nivel V), donde ocurre la primera puntuación negativa. Desde ese punto se da
un ligero incremento y las puntuaciones se mantienen más o menos estables en torno a la
media hasta 130 cm de profundidad (nivel II), punto desde el cual los valores son negativos,
con pocas variaciones hasta la base de la secuencia (nivel I).
Las puntuaciones de las muestras superficiales de la secuencia GAdep‐I‐VII
presentan la misma tendencia que en el nivel superior de GAdep‐I‐I; así la puntuación más
elevada del PC2 aparece en el techo de la secuencia, como resultado de la entrada de
materia orgánica fresca en el subhorizonte 1Ah1, desde el cual las puntuaciones descienden
187
progresivamente hasta 52 cm de profundidad (nivel III), donde se alcanza el valor medio y se
inicia un nuevo enriquecimiento en materia orgánica, hasta 98 cm, que coincide con los
niveles II y III. Entre 98 y 120 cm se aprecia otro enriquecimiento en materia orgánica que
coincide con el subhorizonte 4Bt2 (nivel I) y que se considera que se depositó por eluviación
del ciclo 3E. Desde 120 cm (nivel I), las puntuaciones son negativas y descienden
progresivamente hacia la base del depósito lo que se interpreta como un descenso en el
contenido en materia orgánica y un incremento de la fracción mineral.
Figura 113. Variaciones verticales de las puntuaciones del segundo componente principal (PC2) del análisis
factorial en cada secuencia sedimentaria analizada.
En la secuencia sedimentaria GAdep‐I‐XI los valores negativos son los dominantes, lo
que se relaciona con el bajo contenido en C, N y LOI. Si bien en las dos secuencias
sedimentarias anteriormente comentadas, las puntuaciones del PC2 mostraron tendencias
similares al C, N y LOI, en GAdep‐I‐XI estos elementos y las puntuaciones del PC2 no
muestran comportamientos semejantes; se ha interpretado que dado que el contenido en
materia orgánica es muy bajo (4.3‐1.75 % LOI), el PC2 está mostrando las variaciones en la
concentración de elementos químicos de la fracción mineral.
El tercer componente (PC3, Figura 114) explica un 15. 9 % de la varianza total y a él
se asocian con cargas elevadas positivas (0.73‐0.93) las variables Sr, Ca, el pH en agua y en
KCl. Este componente tiene sus puntuaciones máximas en la secuencia GAdep‐I‐XI, en el que
sólo presenta valores negativos en el nivel basal I. En Gadep‐I‐VII y Gadep‐I‐I, los valores
positivos más altos corresponden a las muestras superficiales, lo que sugiere un incremento
en Ca en superficie que puede tener un doble origen: (i) el intenso bioreciclado de nutrientes
por la vegetación en la parte superficial del suelo y (ii) la presencia de conchas de origen
marino en el techo de GAdep‐I‐VII (que han sido depositadas durante tormentas y que
pueden tener un efecto tampón sobre el pH). La correlación positiva entre el Ca, el Sr y el pH
en la secuencia GAdep‐I‐XI se ha interpretado como un proceso de alcalinización debido a la
188
entrada de agua de mar por percolación en los niveles sedimentarios I y II que aparecen bajo
la playa de bloques actual. El techo del depósito GA‐I‐XI en el punto muestreado se
encuentra a 150 cm sobre el nivel del marea alta viva actual, y la morfología del depósito en
pendiente (Figura 103) determina que durante condiciones de marea alta el run‐up permita
que este depósito se vea afectado por el mar. Por otro lado, durante el muestreo de la
secuencia sedimentaria, se comprobó el sedimento en el contacto con la plataforma litoral,
estaba saturado en agua dulce, lo que es coherente con los valores bajos del factor
“influencia marina” en la base de esta secuencia. En GAdep‐I‐I y GA dep‐I‐VII esta influencia
marina se observa solamente en el techo de la sedimentación, y con una intensidad mucho
menor que en GAdep‐I‐XI, y podría deberse al spray generado por las olas de tormenta.
Figura 114. Variaciones verticales de las puntuaciones del tercer componente principal (PC3) del análisis factorial
en cada secuencia analizada.
Finalmente el PC4 (Figura 115) explica un 15.5 % de la varianza total. La arena muy
fina muestra una carga negativa alta (‐0.91) frente a las cargas positivas altas de la arena
gruesa y muy gruesa (0.83 y 0.81 respectivamente) y la clasificación (0.77) lo que indica que
cuando aumenta la proporción de arena muy fina las muestras están mejor clasificadas. El
factor identificado ha sido “granulometría de las arenas”, y la conclusión extraída es que no
existen relaciones marcadas entre los parámetros granulométricos de las arenas y las
variables geoquímicas.
189
Figura 115. Variaciones verticales de las puntuaciones del cuarto componente principal (PC4) del análisis factorial
en cada secuencia sedimentaria analizada.
En GAdep‐I‐I las dos muestras superficiales presentaron puntuaciones positivas, y
entre 20 y 135 cm (niveles V, IV y III) los valores son negativos salvo un pequeño pico entre
85 y 90 cm que presenta valores positivos muy cercanos a la media. A 135 cm se produce
una inflexión y hasta 195 cm (nivel I) se aprecia un abombamiento que parte del valor medio
hasta llegar de nuevo a un valor medio tras alcanzar en 163 cm la puntuación más elevada
de la secuencia sedimentaria. En los 15 cm basales se aprecia una nueva tendencia hacia
valores positivos. En la secuencia GAdep‐I‐VII el PC4 presenta valores positivos elevados con
respecto a la media en sus 70 cm superficiales (niveles IV y III). Desde esos 70 cm
superficiales a la base de la secuencia GAdep‐I‐VII el PC4 presenta puntuaciones negativas, lo
que señala un predominio de la fracción arena muy fina en los niveles II y I. En los 25 cm
basales de la secuencia el PC4 presenta puntuaciones positivas relativamente altas; desde
170 cm los valores decrecen progresivamente hasta retomar valores negativos hacia 188 cm
y recobrar puntuaciones positivas en la muestra basal. En GAdep‐I‐XI, las puntuaciones del
PC4 son preferentemente negativas, mostrando valores positivos entre 45 y 58 cm, lo que
indica una entrada de material grueso en la secuencia sedimentaria.
190
Figura 116. Fraccionamiento de la comunalidad obtenido para el PCA de la señal geoquímica y
morfosedimentaria en las secuencias sedimentarias GAdep‐I‐I, GAdep‐I‐VII, GAdep‐I‐XI.
3.6.5. Discusión
3.6.5.1. Evolución paleoambiental del sector de estudio.
En este apartado se expone la interpretación cronológica y morfosedimentaria del
depósito GAdep‐I, a partir de los datos obtenidos en el estudio de las secuencias
sedimentarias GAdep‐I‐I, GAdep‐I‐VII y GAdep‐I‐XI. Como es de esperar, la interpretación
será más detallada y las hipótesis más ajustadas conforme nos acercamos al Holoceno,
período para el cual se dispone de un mayor número de dataciones.
Fase 1. Sedimentación anterior al último interglacial (Figura 120, a)
En el sector oriental de la ensenada de Punta Gallín puede identificarse un nivel
sedimentario emplazado directamente sobre el substrato rocoso y situado
estratigráficamente bajo el nivel identificado como una playa correspondiente al último
interglacial. Las propiedades del sedimento permiten interpretarlo como un área de
sedimentación de baja energía, principalmente por decantación en un ambiente de difícil
drenaje y sometido a condiciones reductoras, tal como un área hidromorfa somera con
oscilaciones del nivel de agua.
191
Aunque no ha podido datarse directamente, y asumiendo que efectivamente se
trata de la misma unidad, en la secuencia GAdep‐I‐XI se encuentra por debajo de un nivel
datado en 27.450 +/‐ 140 BP, mientras que en GAdep‐I‐I se encuentra por debajo de una
muestra datada en 12.440‐12.075 años cal. BP. En el sector oriental de la ensenada se sitúa
claramente por debajo de un nivel marino, al que se la asignado una edad correspondiente
al último interglacial (MIS5). Por lo tanto, y aunque en el momento actual resulta imposible
concretar su edad, si puede considerarse la unidad sedimentaria más antigua del registro.
En todos los sectores en que aflora la unidad, ésta descansa directamente sobre el
substrato rocoso, cuya morfología parece corresponder al segmento superior de la
plataforma rocosa, si bien presentando una superficie más irregular. Al igual que se ha
planteado para otros sectores de la costa atlántica gallega (Trenhaile et al., 1999) la
plataforma litoral de Gallin podría ser en parte de carácter heredado.
Fase 2. El último interglacial (MIS 5) (Figura 120, b)
Las características granulométricas, la elevación relativa sobre el nivel del mar actual
así como las analogías con niveles sedimentarios ampliamente representados en la costa NW
de la Península Ibérica sugieren que la unidad Sob2 (Figura 75), representada en el sector
oriental de la plataforma GA‐I son los restos de un depósito marino originado durante el
primer estadio transgresivo del último período interglacial, probablemente el MIS 5.
Debemos ser cautelosos en la asignación del subestadio, dadas las diferencias en las edades
obtenidas en niveles sedimentarios semejantes en la costa NW y el reciente dato de una
posible pulsación positiva del nivel del mar de + 1m hacia el 82.000 identificada en Mallorca
por Dorale et al. (2010). De este modo, el nivel Sob2 de Punta Gallín se situaría en el rango
132.000‐75.000 BP. Este nivel puede ser subdividido en 3 subunidades de acuerdo a sus
características granulométricas (tamaño medio y clasificación). El nivel basal, en contacto
con la plataforma, consiste en cantos y bloques clastosoportados y fuertemente cementados
por óxidos de Fe. El nivel intermedio, es una unidad fuertemente cementada, compuesta de
gravas y cantos moderadamente clasificada. Finalmente, la unidad superior, consiste en
gravas y bloques redondeados y subredondeados pobremente clasificado; Esta unidad
superior es rica en materia orgánica y muestra signos de crioclastia (cantos gelifractados,
Figura 77) y formas de alteración de los cantos relacionados con procesos de oxidación‐
reducción. Los indicios de procesos de gelifracción y el contenido en materia orgánica,
podrían indicar una fase de estabilidad bajo condiciones frías al quedar expuesto el
sedimento durante la última glaciación. Como se menciona en el apartado anterior, en este
trabajo no se ha podido establecer si las plataformas rocosas estudiadas son anteriores al
último interglacial (5e), pero sí que al menos durante este estadio, han estado sometidas a
procesos de erosión y sedimentación.
Fase 3. El último estadio glacial (Figura 120, c y d)
Tras la Transgresión del MIS 5 las condiciones más frías del último estadio glacial
(MIS 4, MIS 3 y MIS 2), con un nivel del mar más bajo, favorecieron la formación de niveles
sedimentarios de tipo periglacial, como confirma la presencia de depósitos de estas
192
características en las laderas de Gallín‐II y en otras localizaciones en el tramo costero
comprendido entre Ribadeo y Foz.
En el flanco oriental de la ensenada (sector oriental, Figura 73), la proximidad de la
ladera cuarcítica favoreció la acumulación de clastos angulosos, una facies típicamente
periglacial formada principalmente por procesos de crioclastia y gravedad (So3, Sob3, Figura
75). La escasa elevación de la ladera oriental no permitió sin embargo el desarrollo de
grandes taludes, de manera que únicamente llegaron a desarrollarse acumulaciones
adosadas al que, muy probablemente, constituía un paleoacantilado. La formación de los
taludes de clastos periglaciales debió extenderse a lo largo de todo el flanco oriental de la
ensenada, si bien solamente se han preservado los correspondientes al fondo de la misma,
donde puede observarse la fosilización de parte de la playa del último interglacial. En el
flanco occidental, la secuencia analizada (GAdep‐I‐I) se acumuló prácticamente en su
totalidad en fechas posteriores as 12.440‐12.075 cal. BP, y no ha sido posible observar la
existencia de derrubios de clastos similares a los de la ladera oriental.
Sin embargo, dado el escaso desarrollo de los taludes de clastos, parte de la playa
permaneció expuesta, lo que permite explicar la existencia de procesos de crioclastia
afectando a las capas superiores. Aunque resulta evidente que los procesos periglaciales
debieron afectar a ambas laderas de la ensenada, la escasa entidad de éstas hizo que los
depósitos de clastos no alcanzaran el centro de la ensenada, por lo que ésta se comportó
como un área de sedimentación fina.
Por su posición bajo la playa de bloques actual, la secuencia GAdep‐I‐XI parece ser
la continuación en profundidad GAdep‐I‐VII; la mayor parte de las variables analizadas
muestran una continuidad natural si situamos la secuencia GAdep‐I‐XI directamente por
debajo de la GAdep‐I‐VII; en la Figura 117, se puede observar la continuidad mostrada por el
LOI, Br, Si, Al, Fe, el porcentaje de grava de la muestra total y el tamaño medio de la arena
entre ambas secuencias. Las dataciones radiocarbónicas obtenidas en el nivel I de la
secuencia GAdep‐I‐VII y hacia la base del nivel II de la secuencia GAdep‐I‐XI, fueron 19.020‐
18.870 años cal. BP y 27.450 +/‐ 140 años BP respectivamente, lo que resulta coherente con
la hipótesis anterior.
La parte basal del nivel I de la secuencia GAdep‐I‐I también muestra analogías con
el nivel basal de GAdep‐I‐XI; en ambos casos el nivel I descansa directamente sobre la
plataforma rocosa donde presentan un nivel pedregoso en el que predomina la grava (> 2
mm). Las propiedades físicas y químicas asimilables a su desarrollo en un medio reductor
también son equiparables, así como que en ambos casos las fracciones arcilla y limo
suponen más del 70 % del peso total de la fracción fina de la muestra.
Las dataciones más antiguas obtenidas en Punta Gallín (27.450 +/‐ 140 en el nivel I
de GAdep‐I‐XI y 19.020‐18.870 cal BP en el nivel II de GAdep‐I‐VII) sugieren que en el
Pleniglacial superior y parte del Tardiglacial, el sector central de la ensenada formaba parte
de un área de sedimentación de material aluvial en flujos de baja energía. El origen del
material fino (limos, arcillas y arenas muy finas) y pobremente calibrado podría responder a
la alteración durante el interglacial anterior (MIS 5e) de los materiales metamórficos de la
193
Serie de los Cabos, mientras que los niveles más gruesos (nivel II de GAdep‐I‐XI y base del
nivel I de GAdep‐I‐VII) coincidirían con eventos sedimentarios de mayor energía.
Figura 117. Variación vertical de algunos de las variables geoquímicas y sedimentarias en las tres secuencias
sedimentarias estudiadas en este trabajo. Los números romanos en rojo corresponden a los niveles
sedimentarios de GAdep‐I‐VII y los números romanos en negro a los de GAdep‐I‐XI.
Durante la última fase fría del Pleistoceno (Younger Dryas, 12.900‐11.500 BP), la
erosión, condicionada por los cambios ambientales (deterioro climático y de la cobertura
vegetal e influencia antrópica), fue un componente importante en la evolución del paisaje de
las Sierras Septentrionales gallegas (Martínez Cortizas y Moares Domínguez, 1995), con una
fase erosiva generalizada durante el Dryas Reciente (11.000‐10.000 BP) (Martínez Cortizas et
al., 1993; Moares Domínguez, 1994). El marcado aumento del tamaño medio de las arenas
de la base al techo del nivel II de la secuencia GAdep‐I‐I, datada en 12.440‐12.075 años cal.
BP, sugiere que durante la fase inicial del Younger Dryas se produjo una sedimentación de
tipo coluvial que dio paso a una intensificación de los aportes eólicos. El cambio en la
granoclasificación de las arenas, de negativa a positiva en la transición entre los niveles I y II
de la secuencia GAdep‐I‐I se ha interpretado como el paso de una deposición de tipo aluvial
hacia condiciones de deposición coluvial y eólica. Esta transición podría corresponder a la
división del Younger Dryas en una fase inicial más fría y húmeda y otra consecutiva menos
fría y relativamente más seca (p.ej. Vandenberghe et al, 1987; Bohncke et al, 1993; Walker,
1995; Isarin et al., 1998). Las fechas obtenidas en estos niveles son coherentes con una de
las pocas dataciones de depósitos de características semejantes: Delibrias et al. (1964)
identificaron un tipo de depósito con horizontes limo‐arcillosos humíferos que recubren la
"rasa" cantábrica occidental (NE de Galicia), cuya datación en 13.600 ±450 años, y el análisis
palinológico permitieron a los autores defender que la costa norte de Galicia permaneció
bajo condiciones periglaciales al final del Würm que condujeron a una sedimentación local
en forma de depósitos de tipo aluvial.
194
El paleosuelo del flanco oriental de GA‐I, datado en 10.180‐9890 cal BP se
interpreta como la evidencia de una mejora climática durante el Tardiglacial, que quedó
también atestiguada en las Sierras Septentrionales gallegas por las evidencias de
edafogénesis en diversos depósitos (Van Mourik, 1986; Ramil Rego y Aira Rodríguez, 1993).
Tras el periodo de estabilidad y formación del paleosuelo, las condiciones debieron
hacerse nuevamente más frías, como atestigua la formación de un nuevo nivel de clastos de
tipo periglacial (Figura 73, So3) En las secuencias sedimentarias costeras de la costa
atlántica, no se han encontrado evidencias de ningún evento similar durante el Holoceno, si
bien recientemente se ha empezado a considerar la importancia del evento frío centrado en
8200 años BP (Alley y Agústsdóttir, 2005; Barber et al, 1999; Klitgaard‐Kristensen et al, 1998;
Thomas et al, 2007) que ha sido sugerido como un factor importante para explicar procesos
de retroceso del bosque en el NW peninsular (Martínez‐Cortizas et al, 2009).
Fase 3. La transgresión Holocena (Figura 120, e y f)
Con la recuperación de las temperaturas a lo largo del interglacial Holoceno, se
produce la transgresión Holocena, responsable de la configuración y dinámica de los
sistemas costeros actuales. La respuesta de las costas a este proceso transgresivo depende
en gran parte de la disponibilidad de sedimento y la configuración topográfica de la línea de
costa. En Punta Gallín con el ascenso del nivel del mar y la disponibilidad sedimentaria, el
principal proceso es la erosión de los niveles sedimentarios Pleistocenos, la exhumación y
retrabajamiento de las formas rocosas preexistentes (acantilados y plataforma), y la
configuración de los sistemas litorales actuales.
195
señaladas por Granja y de Groot (1996) en un tramo costero del NO de Portugal (Cortegaça).
Estos autores identifican en una secuencia sedimentaria en posición supramareal un nivel
sedimentario de ambiente submareal datado entre el 6850 ±60 BP y 5500 ±160 BP.
En el nivel II del depósito GAdep‐I‐VII (Figura 92; Tabla 36) predomina el limo,
principalmente grueso y medio seguido por las arenas muy finas, con muy escasas
variaciones sedimentológicas y geoquímicas. El estudio al microscopio ha revelado un
elevado porcentaje de arenas de origen eólico, dado el predominio de arenas mates
redondeadas en las fracciones 1 mm, 0.5 mm y 0.4 mm (con porcentajes ligeramente
superiores al 50 % en ambas fracciones) y un porcentaje también destacado en las fracciones
0.2 y 0.1 mm. La presencia de malacofauna marina sostiene el origen marino de este nivel, o
al menos la existencia de aportes marinos. Aun asumiendo que el nivel del mar fuese más
alto que el actual, las características sedimentarias no reflejan un ambiente energético, que
haya estado sometido a la influencia directa del oleaje. Como se ha explicado arriba, en el
momento que el ascenso del nivel del mar comienza a invadir la ensenada, se produce el
aporte de un importante volumen de sedimento procedente del desmantelamiento de los
depósitos Pleistocenos. Tal y como se extrae de las dataciones radiocarbónicas, el nivel del
mar alcanzó un máximo relativo en una fecha próxima a 5580‐5530 cal BP. La gran
disponibilidad de sedimento y el continuo aporte pudieron dar lugar a formaciones
sedimentarias tipo playa que sin embargo debieron emplazarse en una posición más
adelantada hacia el mar que la playa actual. Aunque de acuerdo al tipo de sedimentación
Pleistocena, la ensenada parece haberse comportado durante mucho tiempo como un área
de drenaje difícil, la formación de playas o barreras con el máximo relativo del nivel de mar
debió favorecer la formación de un área hidromorfa, o un pequeño lagoon. Así, la secuencia
sedimentaria analizada correspondería a una posición interior de dicho lagoon, alejado de la
acción directa del oleaje. La presencia de malacofauna parece responder a sedimentos
aportados desde el frente litoral durante eventos de tormenta, en los que la sobreelevación
del nivel del mar y un run‐up largo causarían la deposición de grandes volúmenes de
sedimento en la zona de trasplaya. Este tipo de depósitos, tipo washover implican la
extensión del límite de la playa tierra adentro y juegan un papel importante en la migración
de los sistemas de playa en este sentido durante condiciones de aumento del nivel del mar
(Kraft y Chrzastowski, 1985). El hecho de que las propiedades del sedimento del nivel II de
GAdep‐I‐VII se asemejen mucho a los depositados en la ladera occidental (niveles II y III de
GAdep‐I‐I) apoya la hipótesis de un momento de intensa erosión de los depósitos
Pleistocenos y del Holoceno Inicial.
No es descartable, sin embargo, que se haya producido un transporte eólico del
material fino (arena y limo), que fue re‐depositado por el viento en el fondo de la ensenada
procedente igualmente del desmantelamiento de los depósitos de los flancos. Granja et al.
(1998) han destacado la importancia del nivel freático en la retención de limos en
sedimentos eólicos. Siguiendo esta argumentación, dada la topografía deprimida del sector
de estudio, los limos derivados de la erosión de sedimentos pleistocenos no consolidados
podrían haber quedado retenidos en un sistema eólico húmedo favorecido por la presencia
de una capa freática elevada.
196
Los taxones Corylus avellana y Alnus sp. y Fraxinus sp. que se han identificado en la
línea de carbones encontrada en el nivel III del depósito GAdep‐I‐I sugieren la existencia de
un bosque húmedo o ripícola en las inmediaciones. La presencia de estas especies, junto a
las propiedades geoquímicas del sedimento, apoya la hipótesis de la existencia de un
ambiente húmedo, relacionado con una capa freática elevada, que ayudarían a la
sedimentación eólica de las arenas muy finas y los limos. El inicio de la expansión de Corylus
avellana se ha fechado en torno al 8500 BP en las Sierras Septentrionales del Noroeste de la
Península Ibérica (Ramil Rego, 1993). Garzón et al. (1996) destacaron que el ascenso del
nivel del mar Holoceno hasta hace unos 6000‐7000 años, implicó una generalización de
ambientes higroturbosos en la costa Atlántica peninsular (Garzón et al., 1996). García
Amorena (2007) ha destacado que en los yacimientos holocenos de Merón, Oyambre Noja y
Villaviciosa, en la costa cantábrica peninsular, en este tipo de ambientes higroturbosos, se
extendieron las formaciones de taxones higrófilos como Salix atrocinera, Alnus glutinos,
Fraxinus sp, y en menor proporción Populus sp, Sambucus sp.
La presencia de de lentejones de gravas, líneas de gravas y carbones dispersos en
las arenas limosas del nivel III de la secuencia GAdep‐I‐I son indicativos de que este depósito
es el resultado de la combinación de dos procesos: una sedimentación eólica en condiciones
húmedas relacionada con la transgresión holocena y la deposición mediante flujos lentos de
agua de limos, gravas y carbones procedentes de la erosión de depósitos sedimentarios
periglaciales formados a lo largo del último interglacial.
Figura 118. Vista del lentejón gravas en el flanco occidental de la ensenada (correspondiente a GAdep‐I‐I)
La presencia de una rampa formada por material sedimentario cohesivo
(GAdep‐I‐XI) cuyo nivel superior es la base del nivel I de GAdep‐I‐VII bajo la playa de bloques
actual demuestra que a pesar de las evidencias de una pulsación positiva del nivel del mar
anterior a 5500 cal. BP este no tuvo suficiente entidad para eliminar por completo los
sedimentos más antiguos. Sin embargo, la fecha radiocarbónica de 19.020‐18.870 cal. BP
obtenida en el nivel I de GAdep‐I‐VII supone un lapso temporal excesivamente largo como
para poder plantear la hipótesis de un hiato sedimentario. Por ello, parece haberse
producido una cierta erosión que debió eliminar parcialmente las capas superiores del nivel
I.
197
En una fecha posterior, se produce un descenso relativo del nivel del mar, con lo
que los sedimentos del Nivel II de GAdep‐I‐VII son colonizados por vegetación, como
demuestra la presencia de restos de raíces en las grietas cementadas por costras de hierro
que marcan el techo del nivel. Las evidencias de oscilaciones de agua en los 10 cm
superiores del nivel (ciclo edáfico 4Bt1) también permiten plantear la hipótesis de una
colmatación progresiva del lagoon, y una terrestificación. Estudios de evolución del paisaje
en el NW de la Península Ibérica (Costa‐Casais et al., 1996; Martínez Cortizas, 2000; Martínez
Cortizas et al., 2000a, b) han mostrado que al final del período Hypsithermal u óptimo
climático Holoceno, en el que se alcanzaron temperaturas de 2‐3 ºC más elevadas que las
actuales y una gran humedad (Mártinez‐Cortizas et al. 2009) la erosión del suelo empieza a
ser un fenómeno común. En el sector de estudio, los niveles III y IV de GAdep‐I‐VII se han
interpretado como material de ladera, arrastrado por flujos laminares de baja energía,
posiblemente ligados a un deterioro climático. Como se puede observar en la Figura 118, el
material de los niveles III y IV fosiliza al nivel II. Hacia el 5000 BP se inicia el desarrollo de los
complejos sedimentarios principales en la costa Gallega (Saa y Díaz Fierros, 1980; Díaz
Fierros et al., 1989; Vilas et al., 1991; Devoy et al., 1996; Martínez Cortizas et al., 1996). Las
dataciones obtenidas (en GAdep‐I‐VII, 5580‐5530 cal BP cal. BP y el 4013‐3687 cal. BP) sitúan
la deposición de estos niveles continentales en el inicio del período Neoglacial, un período
climático de distribución global (Magny et al., 2006) caracterizado principalmente por un
marcado descenso en las temperaturas con respecto a los períodos precedente y posterior.
Figura 119. Detalle del cambio entre la unidad I (basal) y la unidad II (superior) en el sector centro‐oriental del
depósito GA‐I. Nótense las cuñas en las que penetra el material del nivel II.
El período Neoglacial (5000‐2000 BP) se caracteriza por un empeoramiento
climático general. Hacia el 5000 cal. BP se produce un cambio hacia un ambiente más frío,
relativamente seco y ventoso que implica una aceleración de los cambios paisajístico en los
dos milenios siguientes (Mártínez‐Cortizas et al., 2009). Este empeoramiento climático en el
NW de la Península Ibérica se ha corroborado a través de proxies geoquímicos en turberas,
que sugieren un descenso en las temperaturas hasta 2‐2.5 º C más frías que las actuales
(Martínez Cortizas et al., 1999a). Las diferencias granulométricas existentes entre los niveles
II y III‐IV de la secuencia GAdep‐I‐VII, unidas a la topografía aplanada del sector explican el
desarrollo de procesos de eluviación‐iluviación en esta secuencia que llevaron al desarrollo
de un planosol. Tras la sedimentación de los niveles III y IV de GAdep‐I‐VII se inició una fase
de estabilidad morfosedimentaria que permitió el desarrollo de procesos edafogenéticos
198
bajo condiciones de hidromorfía, relacionadas probablemente con la presencia de una
lámina de agua de carácter estacional que favorecería los procesos de reducción y oxidación.
El límite entre un nivel sedimentario más poroso (III‐IV) y el inferior más cohesivo (II) explica
el desarrollo de costras de Fe, que fosilizan las antiguas grietas de que actúan como moldes
para la deposición de las formas de Fe secundario. Estas costras de Fe, añadidas a la baja
porosidad del nivel III implicaron el desarrollo de un área mal drenada que favoreció el
desarrollo de procesos de hidromorfía en estos suelos hasta que, un nuevo ascenso relativo
del nivel del mar implicó la erosión de la parte más interna de la ensenada, y el cambio hacia
condiciones morfodinámicas completamente diferentes a las precedentes.
Desde el 1735 ‐1590 cal BP, (datación obtenida en la base del nivel V de GAdep‐I‐
VII) existe una dinámica de construcción de crestas de tormenta que supone una acreción
vertical de la secuencia sedimentaria en el sector centro oriental de la ensenada que
continúa hasta la actualidad. Este proceso sedimentario que caracteriza la morfodinámica
del sector de estudio a lo largo del Holoceno reciente será tratado en detalle en el capítulo 4
de esta memoria.
Figura 120. Modelo evolutivo del sistema acantilado sedimentario‐plataforma rocosa propuesto en Punta Gallín.
199
3.6.5.2. Los depósitos de Punta Gallín en el marco de la costa NW de la Península Ibérica.
De los trabajos realizados en el contexto de la costa gallega los que presentan más
analogías con este estudio, tanto desde un punto de vista metodológico como por el tipo de
ambientes en los que se realizan son los que se han emprendido en la costa atlántica por
autores como Costa Casais et al., (1996), Martínez Cortizas y Costa Casais (1997), Martínez‐
Cortizas et al. (1997), Pérez Alberti et al. (1998b), Trenhaile et al. (1999), Blanco Chao et al.
(2002, 2003) o Costas (2009). Estos trabajos muestran un ambiente sedimentario muy
diferente al que encontramos en Punta Gallín. La potencia y abundancia de material grueso
de los depósitos estudiados en la costa atlántica es mayor que la de los depósitos
identificados en la costa cantábrica en esta tesis. Esta diferencia es coherente con la
clasificación de los depósitos litorales propuesta por Pérez Alberti et al., (1998) según la cual
pueden distinguirse dos tipos de depósitos teniendo en cuenta la distancia de las montañas
a la costa: (i) La parte central de valles rellenados localizados cerca de relieves montañosos
está formada por sedimentos gruesos intercalados con niveles ricos en materia orgánica. (ii)
Donde las montañas están lejos de la costa (como es el caso de Punta Gallín) en los
depósitos sedimentarios no tienen más de dos metros de potencia y en ellos predominan los
sedimentos finos. Por otro lado, los estudios realizados en depósitos en la costa atlántica de
Galicia no han evidenciado oscilaciones positivas o negativas del nivel del mar durante el
Holoceno.
A pesar de las diferencias sí que podemos citar algunas analogías con el modelo
evolutivo propuesto por Blanco Chao et al. (2002; 2003) para varios sectores de la costa
atlántica de Galicia. Estos autores definen una dinámica para‐periglacial para los sistemas
acantilado sedimentario‐plataforma rocosa de la costa atlántica gallega; en esta dinámica
convergen varios fenómenos: (i) la exhumación de las formas litorales que fueron fosilizadas
durante episodios fríos previos; (ii) la activación de procesos erosivos debido a la
disponibilidad de sedimento y (iii) la formación de playas de cantos y bloques. Con respecto
al punto (ii), el comportamiento de Punta Gallín difiere de que describieron Blanco Chao et
al. (2007) en la costa atlántica. En Punta Gallín no se han encontrado evidencias de una
intensa actividad erosiva relacionada con el retroceso del acantilado sedimentario durante la
transgresión holocena, posiblemente por el predominio de material fino en sus depósitos.
Sin embargo, el estudio de las formas de alteración y la zonación de las plataformas con el
Schmidt Hammer Hammer si ha puesto de relieve la existencia de formas de alteración de
200
tipo case hardening bajo los depósitos que han afectado a los procesos de alteración
iniciados al quedar expuestas las plataformas con el retroceso del acantilado sedimentario.
Otra analogía es que al igual que en el caso de Punta Gallín, Blanco‐Chao et al.
(2003) y Trenhaile et al. (1999) han puesto en evidencia el carácter heredado de las
plataformas fosilizadas por depósitos sedimentarios en la costa atlántica, dadas las
dataciones obtenidas en los niveles pleistocenos (Brosche, 1982, 1983; Costa Casais et al.,
1996b; Cano et al., 1997; Trenhaile et al., 1999; Blanco‐Chao et al., 2003; Alonso y Pagés,
2007).
En la costa cantábrica son muy escasos los trabajos emprendidos en secuencias
sedimentarias semejantes a la analizada en esta tesis. La mayor parte de las investigaciones
se han centrado en los cambios del nivel del mar Holoceno y se emprendieron sobre todo en
secuencias obtenidas en estuarios (p.ej. Edeso et al., 1990, 1994; Edeso, 1992, 1994;
Cerraeta, 1999; Alonso y Pagés, 2010), lo que dificulta las comparaciones. Hasta el momento
no se habían realizado reconstrucciones paleoambientales de sistemas acantilado
sedimentario plataforma en la costa cantábrica de la Península Ibérica, si bien existen
algunos depósitos que muestran algunas características semejantes a los de Punta Gallín,
como el de Portizuelo, cerca de Luarca (Germán Flor Rodríguez, comunicación personal), el
de Bañugues en la región de Cabo de Peñas (Gozón, Asturias), que ha sido objeto de
prospecciones arqueológicas (Rodríguez Asensio y Flor Rodríguez, 1980) pero no de
dataciones radiocarbónicas que permitan buscar analogías con los depósitos descritos en
esta memoria. Por otro lado las fechas obtenidas por Garzón et al. (1996) en las turberas y
playas colgadas de Merón y Oyambre (Cantabria) son más antiguas que las obtenidas en
nuestro estudio, mientras en el caso del trabajo de Alonso y Pagés (2007) las dataciones que
obtienes de niveles aluviales, solifluidales y fluviales en Nois (18.000 ± 1400 años BP), el
Castro de Fazouro (24.100 ± 2100 años BP) y San Ciprián (23.500 ± 1900 años BP)
respectivamente, parecen coherentes con la fecha de 27.400 obtenida en la secuencia
Gadep‐XI (nivel II). Por otro lado, en Punta Gallín se ha identificado una pulsación positiva
del nivel del mar que parece coherente con la identificación de un máximo transgresivo
holoceno previo al 6000 BP en otras localizaciones de la costa cantábrica (p.ej. Mary, 1990;
1992) y atlántica (p.ej. Granja y Groot, 1996).
Por último, cabe destacar que la secuencia sedimentaria de Punta Gallín presenta
algunas analogías con depósitos Pleistocenos localizados en la costa de Bretaña y del Canal
de la Mancha (p. ej. Haslett and Curr, 2001; Bates et al., 2003; Regnauld et al., 2003) y
Normandía (Coutard et al., 2006). La analogía más destacada con estos depósitos es que
aparecen sobre antiguas plataformas de abrasión y la base de la secuencia la constituyen
sedimentos de origen marino (generalmente gruesos y clastosoportados) atribuidos a
estadios interglaciales previos al actual. Sobre este nivel basal descansan depósitos de
origen continental, que en ocasiones han sido denominados como Loess‐Like deposits
(Roberts, 1985; Regnauld et al., 2003; Ealey y James, 2011) y que presentan también algunas
semejanzas con algunos de los niveles sedimentarios representados en Punta Gallín (nivel II
de Gadep‐I‐VII y niveles II y III de Gadep‐I‐I). Los depósitos tipo Loess‐Like reciben esta
denominación por su alto contenido en limo, si bien, también presentan un porcentaje de
201
arena y/o arcilla superior a los Loess en sentido estricto, pueden presentar algunas
estructuras, como líneas de gravas y en su formación han intervenido otros procesos
diferentes de la deposición eólica. Ealey y James (2011) distinguieron dos fases en la
formación de este tipo de depósitos en la Península de Lizard (Cornualles, SW de Inglaterra):
una fase inicial acompañada por una dinámica periglacial, que daría lugar una intensa
fragmentación del substrato por procesos de hielo‐deshielo así como a la formación de
formas solifluidales, contemporáneas con los depósitos tipo Head convencionales. En una
fase posterior, asociada con condiciones morfogenéticos menos activas, se formaría la
cobertura de depósitos tipo Loess. Esta hipótesis se basa únicamente en una datación de
este tipo de depósitos realizada por Wintle (1981) de 15.900 ± 3200 años BP que hace
referencia a la segunda fase formativa. Otra datación de este tipo de depósitos definidos
como pseudo‐loess realizada en la costa en Kent (Inglaterra) sugiere que estos sedimentos
fueron edafizados durante el período Atlántico (aproximadamente entre el 5000 y 7000 BP),
que fue el óptimo climático Postglacial, un momento cálido y probablemente húmedo que
pudo facilitar los procesos de iluviación que caracterizan a los loess estudiados (Weir et al.,
1970). Regnauld et al. (2003) aportaron otra datación de un nivel rico en limo que
caracterizan como Loess en Bretaña (Anse du Verger, Francia, Canal de la Mancha). La
secuencia analizada por estos autores presenta ciertas analogías con la que aflora en Punta
Gallín: sobre la plataforma rocosa aparece un nivel de cantos redondeados sobre el que se
asientan un paleosuelo, depósitos tipo head y finalmente los depósitos tipo loess, que al
igual que en Punta Gallín (nivel II de Gadep‐I‐VII) también muestran grietas en su parte
superior, que los autores consideran indicios de crioturbación. La fecha obtenida por
Regnauld et al. (2003) mediante OSL para este nivel rico en limo es de 6400 ± 1000 años BP;
aunque los autores afirman que la datación es correcta, sugieren que este depósito debe
haber sido retrabajado, ya que la fecha sería muy reciente para la formación de un depósito
tipo Loess, ya que asumen que este ha sido formado por transporte eólico. En cualquier
caso, las fechas que proponen son bastante afines a las obtenidas para el nivel Sco1 (Figura
73) del depósito de Punta Gallín, que hemos asumido se trata de depósitos pleistocenos
retrabajados por el mar en una posición distal. También puede destacarse que existen muy
pocas evidencias de depósitos pleistocenos localizados bajo sistemas sedimentarios
actuales, como es el caso del depósito bajo la playa de bloques que aflora en la ensenada
GA‐I (Gadep‐I‐IX); únicamente en el trabajo realizado por Coutard et al. (2006), hay una
referencia a un nivel semejante, localizado bajo una playa y sobre una plataforma rocosa en
el Valle de Saire (Francia), en el Canal de la Mancha.
202
CAPÍTULO 4
EVOLUCIÓN RECIENTE DEL SECTOR DE ESTUDIO: LA HUELLA DE
TORMENTAS DEL HOLOCENO RECIENTE EN EL REGISTRO
SEDIMENTARIO
En este capítulo se exponen la evolución reciente del sector de estudio y su dinámica
actual enfatizando el papel de las tormentas en la dinámica de la playa de bloques. Se ha
utilizado una combinación de métodos de sedimentología, geomorfología y edafología para
estudiar la señal de tormentas ocurridas a lo largo del Holoceno reciente en el registro
sedimentario. La secuencia estudiada presenta dos niveles de material grueso situados entre
2.8 y 3.5 m sobre el nivel de marea máxima astronómica. Las dataciones radiocarbónicas han
revelado que la deposición de estos niveles se inició entre los años 1735‐1590 cal. BP y ha
continuado hasta la actualidad. El sistema de playa ha experimentado un cambio morfológico
considerable tras el 1320‐1230 cal. BP, cuando debió producirse un desplazamiento hacia el
oeste de la playa y el retroceso del acantilado sedimentario en su sección oriental. Se ha
interpretado que estos niveles de material grueso (gravas, cantos y bloques) fueron originados
por un proceso de construcción de crestas de playa como consecuencia de un oleaje de
tormenta, hecho que destaca la importancia de los eventos de alta energía en la construcción
de secuencias sedimentarias en sectores de las costas rocosas atlánticas europeas en latitudes
medias. Los cálculos realizados sobre el registro del oleaje en el sector de estudio han
permitido inferir que serían olas largas tipo swell (Tp>11 segundos) las responsables de la
construcción de los niveles sedimentarios del techo de la secuencia estudiada. El estudio
estadístico de datos de oleaje obtenidos mediante retroanálisis ha mostrado una correlación
positiva entre el índice NAO de invierno (WNAO) y la altura media de ola mensual (r=0.54) y el
período de pico medio mensual (r=0.6). Los resultados obtenidos indican la necesidad de
reinterpretar este tipo de depósitos gruesos en el techo de secuencias sedimentarias,
señalando la importancia que los eventos tormentos y las sinergias entre procesos presentes y
pasados en la evolución reciente y la morfodinámica actual de los sistemas de costa rocosa.
4.1. Introducción. La señal de tormentas en depósitos de material grueso en costas rocosas.
Las costas rocosas sedimentarias actuales son ambientes hostiles que han sido
notablemente negados por los sedimentólogos (Felton, 2002). A pesar de los avances que se
han realizado en el campo de la sedimentología de costas rocosas (p.eg. Hansom, 2001; Felton,
2002; Felton y Crook, 2003; Sommerville et al., 2003; Blanco Chao et al., 2003; Noormets et al.,
2004; Williams and Hall, 2004; Stephenson and Thornton, 2005; Felton et al., 2006; Hall et al.,
2006, 2008; Kennedy et al., 2007; Hansom and Hall, 2009; Cruslock et al., 2010), el
conocimiento sobre la respuesta de estos ambientes a los procesos costeros continua siendo
deficitario (Stephenson, 2000; Felton 2002; Felton and Crook, 2003; Stephenson and Thornton,
2005; Dominey‐Howes et al., 2006; Naylor et al., 2010). Sin embargo, los sedimentos actuales
de las costas rocosas son extremadamente interesantes, ya que estos ambientes presentan
una mayor resilencia que las costas arenosas (Naylor et al., 2010; Paris et al., 2011), lo que
permite estudiar los procesos costeros, en especial los de baja frecuencia y alta intensidad, en
escalas temporales más largas Las tasas de cambio lentas que caracterizan la dinámica de las
costas rocosas, implican que la señal de acciones sedimentarias y/o erosivas originadas
durante eventos de alta energía permanezcan en el sistema durante períodos temporales
largos. Recientemente, la evidencia sedimentaria de sistemas costeros de alta energía (como
las costas rocosas) ha sido objeto de numerosos trabajos de investigación, como por ejemplo
(i) aquellos que han explorado la evolución y la morfodinámica de playas y barreras
204
periglaciales de material grueso (p.eg. Carter y Orford, 1993; Jennings et al, 1998; Orford et al,
2002; Blanco Chao et al., 2003) y (ii) o otros que estudian el comportamiento morfodinámico
de las playas de material grueso (p. ej. Austin y Masselink, 2006; Jennings y Shulmeister, 2002).
Una temática que recientemente ha recabado el interés de los investigadores es el estudio del
registro sedimentario en costas rocosas de los eventos de alta energía (p. ej. Switzer and
Burston, 2010; Felton and Crook, 2003; Hall et al, 2006), así como la búsqueda de criterios para
distinguir si el origen de esos depósitos es un tsunami o una tormenta (p.eg. Nott, 1997;
2003b; 2004; Armes, 1996; Shigeno et al., 1997; Nichol y Carter, 1998; Nanayama et al., 2000;
Williams and Hall, 2004; Kortekaas and Dawson, 2007; Morton, et al., 2008; Etienne y Paris,
2010; Switzer and Burston, 2010; Lorang, 2011). Un ejemplo de la importancia que han
alcanzado en las últimas décadas los estudios de depósitos de costas rocosas para identificar
eventos energéticos pasados es la publicación en mayo de 2011 del número especial en la
revista Marine Geology titulado Boulders as signature of storms in rock coasts (Paris et al. 2011
(Eds.)). Esta línea de investigación, cuyo objeto son las costas rocosas, intenta responder a las
siguientes cuestiones: (i) ¿son los sedimentos el resultado de un evento de alta energía? (ii)
¿qué tipo de ola es responsable del movimiento y deposición de esos sedimentos?. Sin
embargo, el número de artículos que incluyen dataciones de los eventos así como la
interpretación de la respuesta morfodinámica de los sistemas de costa rocosa ante los eventos
de alta energía en términos de equilibrio y disponibilidad sedimentaria son escasos (p. ej.
Haslett y Bryant, 2007; Tooley y Smith, 2005). Se debe citar, a modo de excepción el trabajo de
Haslett y Bryant (2007) en el que han identificado varios depósitos de arena y grava
(localizados en la costa Atlántica de Gran Bretaña, Bretaña e Irlanda occidental) como
indicadores potenciales de eventos históricos (post‐AD 1000) de alta energía, como olas de
tormenta o tsunamis, remarcando el hecho de que los depósitos de grava, al contrario que los
de material fino (como limos de marismas, arenas o dunas) sólo pueden ser explicados por la
acción de un oleaje altamente energético.
Se ha sugerido que como consecuencia del efecto invernadero inducido por la
actividad del hombre, es previsible un cambio en las próximas décadas en la frecuencia y la
intensidad de las tormentas que afectan las costas atlánticas europeas (Lozano et al, 2004).
Para alcanzar una mejor comprensión de los patrones presentes y futuros de la tormentosidad
marina resulta especialmente interesante estudiar la magnitud y la frecuencia de las
tormentas a lo largo del Holoceno (Tooley et al., 1997). En este capítulo final, se ha pretendido
estudiar la señal de eventos de tormenta en el registro sedimentario del sector de estudio; se
exponen así los resultados del análisis de las capas sedimentarias del techo de la secuencia de
Punta Gallín, cuyo estudio ha permitido trazar las fases evolutivas del sector a lo largo del
Holoceno reciente, haciendo un énfasis especial en: (i) el papel de los eventos de tormenta en
la dinámica de las costas rocosas, (ii) las sinergias entre los procesos pasados y presentes, (iii)
la relación entre la tormentosidad y los períodos climáticos definidos para el Holoceno.
4.2. Características de la secuencia sedimentaria estudiada. GAdep‐I‐X
En este capítulo se exponen los resultados obtenidos del análisis de los sedimentos
correspondientes a los niveles superiores del depósito GA‐I y que aparecen en el centro de la
ensenada Gallín‐I (Figuras 121 y 122). Esta secuencia sedimentaria se compone de dos capas
(VIII y X, figura 123; Sc1 y Sc3, Figura 73) de gravas y cantos redondeados a subredondeados
205
separados por una capa intermedia (IX) en la que predomina el material fino (arenas y limos) y
gravas finas y medias subangulares matriz soportadas. En las capas inferior (VIII) y superior (X)
se han identificados ejemplares aislados de malacofauna marina (Brittium reticulatum,
Nassarius sp., Gibulla sp., Patella intermedia, Mytillus galloprovincialis) y varios clastos de
estos niveles muestran marcas de litófagos. El nivel VIII se extiende desde la sección oriental
del depósito al central, presenta una potencia variable de 20‐30 cm y su base desciende en
elevación sobre el nivel de marea alta astronómica desde 3.5 m en el sector oriental hasta 2.8
m en el centro de la ensenada. El nivel X sólo aflora en la sección central, tiene una potencia
variable de 20‐25 cm y su base se encuentra a 3.11 m sobre el nivel de marea alta
astronómica.
Tabla 42. Descriptivas edafológica de los niveles sedimentarios del depósito GAdep‐I‐X
Nivel X (0‐30 cm) Suelo actual. Color en seco: 10YR 3/2; Color en húmedo: 10YR 2/2. Arenoso limoso. Estructura granular muy
débil con abundantes gravas subangulares a subredondeadas finas y medias. Consistencia en seco: débil;
consistencia en húmedo: muy friable; No plástico, no adherente. Algunos poros finos. Raíces finas
abundantes
Nivel IX (30‐42 cm) Suelo actual. Color en seco: 10YR 4/2; Color en húmedo: 10YR 2/2. Areno‐limosos. Estructura en bloques
subangulares finos a medios con algunas gravas subangulares finas a medias. Consistencia en seco: débil;
consistencia en húmedo: muy fiable; ligeramente plástico, ligeramente adherente Raíces finas poco
abundantes
Nivel VIII (42‐60 cm) Color en seco: 10YR 4/2 a10YR 4/3; Color en húmedo: 10YR 2/2. Areno‐limoso. Estructura granular muy débil
con gravas finas a gruesas muy abundantes. Consistencia en seco: muy débil; consistencia en húmedo: muy
fiable; ligeramente plástico y adherente
Figura 121. Representación esquemática de los niveles sedimentarios de la secuencia GAdep‐I‐X.
206
Figure 122. Localización de la secuencia estudiada Gadep‐I‐X
4.3. Metodología
4.3.1. Análisis sedimentario
La secuencia Gadep‐I‐X fue muestreada en el sector central de la ensenada. Se limpió
el frente del paleoacantilado abriendo una zanja de 20 cm de profundidad. Las muestras
fueron tomadas cada 5 cm, obteniéndose un total de 12 muestras, a las que se aplicaron las
mismas técnicas sedimentológicas y geoquímicas que a las secuencias descritas en el capítulo 3
de esta memoria. Dada la importancia de la fracción gruesa en los niveles X y VIII de esta
secuencia, la fracción superior a 2 mm fue tamizada en seco en un juego de tamices con
aperturas entre 2 y 250 mm. El contenido en arcilla y limo se obtuvo mediante el uso del
Mastersizer 2000 (Malvern) tras la previa eliminación de la materia orgánica por adición de
H2O2.
En esta secuencia se han realizado cuatro dataciones radiocarbónicas (Tabla 37) con
las que pretendíamos definir la edad de los principales cambios morfo‐sedimentarios
registrados en la secuencia, y por lo tanto las muestras datadas corresponden a los límites de
los niveles sedimentarios identificados en la secuencia. Estas dataciones se han realizado
sobre muestras de suelo siguiendo la metodología detallada en el apartado 3.5.7 del capítulo 3
de la presente memoria. La muestra superior resultó ser moderna, de modo que solo se
obtuvieron tres fechas, que son las Gadep‐X‐1T, Gadep‐X‐1B y GAdep‐I‐VII‐BC1 (Tabla 37,
Figuras 121 y 73).
4.3.2. Estimación del tipo de ola necesario para construir los niveles sedimentarios gruesos
de Gadep‐I‐X.
Los clastos gruesos que aparecen en posiciones elevadas en sectores de costa rocosa
son hitos geomorfológicos de gran importancia que pueden reflejar la existencia de eventos de
alta energía (Paris et al., 2011). Por este motivo, en los últimos años, ha habido varios intentos
de calcular el tipo de ola necesario para la deposición de estos clastos, ya que estos cálculos
207
podrían revelar la intensidad de paleo tormentas o tsunamis. Nott (2003a) ha desarrollado un
conjunto de 3 ecuaciones para predecir la altura de ola mínima que se necesita para iniciar el
movimiento de un clasto de gran tamaño (p. ej. un canto o un bloque); estas ecuaciones se
basan en las características físicas del clasto (tamaño, forma y densidad) y cada una de ellas
está diseñada para una condición de localización de los clastos previa al transporte (pre‐
transport seetings): (i) clastos sumergidos, (ii) subaéreos o (iii) delimitados por fracturas. Varios
trabajos han aplicado esas ecuaciones a diferentes casos de estudio para (i) estimar la altura
de ola necesaria para iniciar el movimiento de bloques identificados en posiciones elevadas y
que potencialmente habrían sido movilizados y desplazados durante eventos de tormenta (p.
ej. Etienne y Paris, 2010; Switzer y Burston, 2010; Williams y Hall, 2004) o bien para (ii)
determinar si los clastos han sido movilizados por olas de tormenta (altas) o tsunamis (olas
largas) (p. ej. Nott, 1993b, 2004; Scheffers y Kelletat, 2006; Scicchitano et al., 2007;
Mastronuzzi et al., 2007; Bryant y Haslett, 2007; Switzer y Burston, 2010). Sin embargo, las
ecuaciones desarrolladas por Nott (2003a) no aportan ninguna información en cuanto a los
procesos deposicionales y de transporte (Etienne y Paris, 2010), que presuponemos complejos,
sino que se basan principalmente en las propiedades físicas de los clastos (tamaño, forma y
densidad). Siguiendo la línea de los trabajos mencionados, hemos aplicado la ecuación
desarrollada por Nott (2003a) para el caso de clastos subaéreos, es decir que forman parte de
material suelto y no están sumergidos (Ecuación 5), a los clastos de mayor tamaño
identificados en los niveles sedimentarios VIII y X (Tabla 43).
( w / w )2 a 4C m ( a / b )( ü / g ) (5)
Hs s
ac
C d 2 C1
b
donde Cm=Coeficiente de masa; Cd=coeficiente de fricción; ü= aceleración instantánea del
flujo; g= aceleración de la gravedad; s = densidad del clasto; w =densidad del agua.
Tabla 43. Datos utilizados de los clastos de mayores dimensiones en los niveles sedimentarios VIII y X utilizados en la
ecuación 5. Cl=coeficiente de sustentación; Cm=coeficiente de masa; Cd=coeficiente de fricción; ü= aceleración
instantánea de flujo; g= aceleración de la gravedad; = densidad del bloque; =densidad del agua.
Nivel Tipo de
roca
eje a
(cm)
eje b
(cm)
eje c
(cm)
Cl Cm Cd
w s ü (m/s) g Hs
(m)
3
(g/ml) (g/cm )
VIII Cuarcita 0.49 0.36 0.12 0.178 2 2 1.025 2.8 1 9.81 1.56
X Cuarcita 0.35 0.34 0.10 0.178 2 2 1.025 2.8 1 9.81 1.55
Cliff Cuarcita 0.28 0.2 0.06 0.178 2 2 1.025 2.8 1 9.81 0.96
top
Cliff Cuarcita 0.39 0.25 0.13 0.178 2 2 1.025 3.6 1 9.81 1.88
top
Cliff Cuarcita 0.4 0.33 0.11 0.178 2 2 1.025 3.6 1 9.81 2.03
Top
Los resultados de la aplicación de la ecuación (5) apuntan a que se necesita una ola
mínima de Hs= 1.56 m en rompiente para iniciar el movimiento del clasto de mayor tamaño en
los niveles VIII y X. De acuerdo a los resultados de la ecuación (5), un amplio rango de
combinaciones Hs‐Tm pueden generar alturas de rompiente de Hs= 1.56 m; aunque es
importante tener en cuenta que tal y como se ha mencionado anteriormente, en el capítulo 2
208
de esta memoria, sólo las olas inferiores de Hs= 1.5 m rompen directamente sobre la
plataforma. Las ecuaciones de Nott (2003a) son muy sensibles a la forma de los clastos (dada
por la relación geométrica entre los ejes a, b y c), ya que las fuerzas necesarias para movilizar
un bloque están estrechamente relacionadas con su espesor (Bryant, 2001). Por otro lado,
estas ecuaciones sólo estiman la altura de ola necesaria para iniciar el movimiento, pero no
aportan ninguna información acerca del tipo de ola que sería capaz de arrojar los clastos hasta
una determinada altura y/o distancia. Parámetros que determinan el tipo de ola, como el
periodo, las características de la playa y la plataforma, como la pendiente, no se consideran en
las ecuaciones de Nott (2003a), que además no proporcionan información sobre el tipo de
procesos deposicionales y de transporte, ya que la distancia, altura y peso de los clastos no se
integran en la ecuaciones (Etienne y Paris, 2010). Además, la aplicabilidad de estas ecuaciones
es limitada en este proyecto para inferir el tipo de oleaje necesario para transportar los clastos
desde la playa hasta el techo del acantilado sedimentario; y esto porque las ecuaciones se
aplican a clastos individualizados, mientras los clastos del sector de estudio forman parte de
una playa. Lorang (2010) ha destacado recientemente que si bien la ecuación de Nott (2003a)
puede ser aplicada en el caso de bloques subaéreos, los valores obtenidos para depósitos del
tipo cliff‐top5 no serán relevantes, ya que la altura crítica se determina desde la superficie
sumergida, pero no desde el nivel medio del mar. Este mismo autor (Lorang, 2002) desarrolló
una ecuación (6) que permite predecir la altura de la cresta de una playa de clastos. La base de
esta ecuación reside en el hecho de que la elevación a la cual las olas pueden apilar el material
sedimentario es una función del tamaño y la densidad del material en relación a los
componentes hidráulicos de la velocidad del swash, la frecuencia de ola y la altura del run‐up
(Lorang, 2002):
1 s w gTD i tan
hc (6)
2 w C d U max
donde ρs es la densidad de los clastos, ρw es la densidad del agua(1.023 g/ml), g es la
aceleración de la gravedad (9.81 m/s2), T es el periodo de ola, Di el tamaño del clasto, tanθ es
la pendiente de la playa, Cd ies un coeficiente de fricción en relación al tamaño de clasto y el
run‐up y Umax es la máxima velocidad de swash. La altura de ola significante es introducida en
la ecuación para obtener el coeficiente de fricción y la velocidad de swash máxima.
La altura máxima de una cresta de playa es función de la intensidad de la tormenta
así como de las características y de la disponibilidad del sedimento. (Lorang, 2002; Orford,
1977; Sherman, 1991; Forbes et al., 1995; Orford et al., 1996). Los resultados de los análisis
sedimentarios, que se explican más adelante, han permitido interpretar que los niveles X y VIII
son el resultado de un proceso de formación de crestas de playa, y ya que conocemos su
5
Se denomina depósitos o cliff‐top o cliff‐top storm deposits a aquellos clastos aislados o que forman parte de
depósitos que aparecen en el techo de acantilados, sobre la actual línea de marea alta, a elevaciones que pueden
alcanzar los 50 m y que se supone que han sido depositados por olas de tormenta.
209
elevación sería posible determinar la altura y el periodo de las olas responsables de la
formación de estos niveles aplicando la ecuación (6) diseñada por Lorang (2002). Para obtener
la altura de las crestas y la pendiente de la playa de cantos actual hemos utilizado una estación
total Leica TC307 con la que se ha determinado la elevación cada uno de los niveles
sedimentarios (Tabla 44) de la secuencia Gadep‐I‐X. La densidad de los clastos se determinó
midiendo la masa de cinco clastos y el volumen de agua desplazada, lo que resultó en un valor
de 2883 kg/m3. Los parámetros sedimentarios (D50 and Dmax) de las crestas se estimaron a
partir de muestras de los niveles VIII y X tomadas en la sección central de la ensenada. Los
datos de oleaje se han obtenido del registro de la boya de Estaca de Bares (1996‐2009) y los
datos referentes a las mareas del mareógrafo de Gijón. Ambas bases de datos forman parte de
la red oceanográfica de Puertos de Estado (Banco de datos Oceanográficos. Puertos del
Estado. Ministerio de Fomento) (Figura 123; Tabla 44). A partir de estos datos se probaron
varias combinaciones Hs‐Tm para identificar aquellas que puedan dar lugar a la deposición de
los clastos en los niveles considerados crestas de playa. La elevación mareal empleada en los
cálculos ha sido 4.70 m, lo que corresponde a la altura de la pleamar media viva observada
registrada por el mareógrafo de Gijón; el valor para la pendiente de playa se ha asumido que
sería similar al de la playa actual.
Figura 123. Localización del mareógrafo de Gijón, de la boya de Estaca de Bares y del punto SIMAR a los que
corresponden las bases de datos de oleaje utilizadas en esta investigación.
Tabla 44. Datos utilizados en la ecuación (6).
Elevación sobre el nivel de marea máxima Hs (m) T (segundos) Tan θ D50 Dmax
astronómica (m)
Nivel VIII 3.2 6 – 11 7 – 12 0.19 0.044 0.11
Nivel X 3.5 6 – 11 7 – 12 0.19 0.054 0.15
210
4.4. Resultados y Discusión
4.4.1. Interpretación de los datos obtenidos en el análisis sedimentario.
Los datos obtenidos en los análisis sedimentarios han permitido distinguir tres
niveles en la secuencia Gadep‐I‐X (Figura 124). Los niveles superior (X) e inferior (VIII)
presentan un mayor contenido en grava (fracción > de 2 mm), que el nivel IX, en el que entre
30‐47 cm se identifica un incremento en arena y limo frente al descenso en grava. Los niveles
VIII y X son clastosoportados, con gravas y cantos redondeados a subredondeados bien
clasificados. La arena en el nivel IX está pobremente a moderadamente clasificada; en este
nivel aparecen también gravas pero mucho menos abundantes que en los otros dos niveles y
en general muestran un redondeamiento menor, pudiendo clasificarse como subredondeadas
y subangulosas. El contenido en limo y arena presenta una cierta variación vertical en la
secuencia, incrementándose cuando el contenido en grava desciende; por su parte, el
contenido en arcilla es muy bajo en todas las muestras, si bien muestra un ligero incremento
desde los 25 cm de profundidad hasta la base de la secuencia.
Figura 124. Datos granulométricos de la secuencia Gadep‐I‐X.
Los valores del pH, tanto en agua como en cloruro potásico (Figura 125) son elevados
(6.30‐7.02, Figura 125), posiblemente como resultado de la disolución de CO3Ca biogenético
(es decir, de cochas de gasterópodos marinos). El máximo contenido en C ocurre en la muestra
superior (nivel X:78–120 g kg−1; Figura 126), y desciende rápidamente en profundidad hasta
valores entre 40‐50 g kg−1 en los niveles VIII y IX (Figura 126). Los valores de C muestran una
correlación elevada con el contenido en LOI (r2=0.96) y N (r2=0.99), cuyas concentraciones en
la secuencia oscilan entre 3.4‐8.6 g kg−1. Esto resulta en una relación C/N más elevada en la
muestra superior (c/N=15.0), lo que refleja la entrada de materia orgánica actual derivada de
la descomposición de la vegetación de la superficie, mientras los valores más bajos de esta
relación se observan en las muestras subsuperficiales (11.6‐12.9).
211
Las concentraciones de Al y Fe extraídos en oxalato NH4 y pirofosfato Na (Figura
127) son bajas; El Alp y el Fep siguen patrones de variación vertical semejantes a las descritas
por el Alo y el Feo, excepto en el caso de la muestra superficial (r2=0.91, r2=0.77) (Figura 127).
Las relaciones Alo/Alt (Alot) y Feo/Fet (Feot) muestran un incremento general en profundidad
con valores bajos en el nivel X, que se incrementan progresivamente en el nivel IX hasta su
máximo a unos 40 cm de profundidad, y muestran un descenso somero en el VIII. Ambas
relaciones están intensamente correlacionadas entre ellas y relacionadas inversamente con el
contenido en grava (r2=0.82) (r2=0.64). La relación Feo/Fet muestra valores superiores que la
Alo/Alt, ya que el Fe aparece en minerales más fácilmente alterables; mientras que l Al
liberado por procesos de alteración está preferentemente relacionado con la materia orgánica
(razones Alp/Alo 0.56‐1). En todas las muestras la razón molar Alp/Fep es >1, lo que indica que
el Al es el metal que determina la estabilización de la materia orgánica; el Fe es retenido en
parte por la materia orgánica, aunque una proporción significativa de Fe reactivo parece estar
precipitado en forma de oxhidróxidos (50‐75%).
Figure 125. Variación vertical del pH en agua y KCl en Gadep‐I‐X
Figura 126. Variación vertical en el contenido en LOI, C, N y relación C/N en Gadep‐I‐X.
212
La variación vertical del contenido en Si, Al, Fe, Ti, K, S, Ca, Rb, Sr, Zr, Nb, Y, Th, Mn,
Cr, Ni, Cu, Zn, Pb, As, Br y Cl se muestra en las figuras 128, 129, 130 y 131. las concentraciones
de estos elementos varían entre: Si 25.6‐31.9 %; Al 5.0‐8.8 %; Fe 1.7‐2.4 %; Ti 0.3‐0.5; K 1.8‐2.2
%; S 0.7‐2.1%; Ca 0.1‐0.4 %; Rb 62.7‐101.1 µ mg‐1; Sr 39.1‐47.5 µ mg‐1; Zr 242.1‐357.0 µ mg‐1;
Nb 5.5‐12 µ mg‐1; Y 14.1‐22.5 µ mg‐1; Th 2.4‐8.2 µ mg‐1; Mn 166.8‐213 µ mg‐1; Cr 13.0‐68.6 µ
mg‐1; Ni 2.6‐22.4 µ mg‐1; Cu 5.4‐8.9 µ mg‐1; Zn 16.6‐43.0 µ mg‐1; Pb 10.6‐21.2 µ mg‐1; As 8.9‐
14.1 µ mg‐1; Br 103.3‐221.9 µ mg‐1; Cl 691.5‐1217.3 µ mg‐1.
Los valores medios de las concentraciones de estos elementos en la secuencia han
sido: Si 28.5 % ±0.65; Al 7.3 % ±0.33; Fe 2.1 % ±0.06; Ti 0.4 ±0.01; K 2.0 % ±0.03; S 1.1% ±0.1;
Ca 0.1% ±0.03; Rb 86.1 µ mg‐1 ±4.05 ; Sr 42.0 µ mg‐1 ±0.61; Zr 303.8 µ mg‐1 ±9.48; Nb 10.0 µ mg‐
1
±0.61; Y 18.9 µ mg‐1 ±0.88; Th 5.9 µ mg‐1 ±0.58; Mn 192.5 µ mg‐1 ±4.46; Cr 46.3 µ mg‐1 ±3.98;
Ni 10.7 µ mg‐1 ±1.64; Cu 7.2 µ mg‐1 ±0.3; Zn 25.4 µ mg‐1 ±2.48; Pb 16.5 µ mg‐1 ±0.93; As 11.8 µ
mg‐1 ±0.55; Br 166.8 µ mg‐1 ±11.44; Cl 960.1 µ mg‐1 ±54.58.
Figure 127. Variación vertical del Al y el Fe extraídos y las relaciones Alo/Alt y Feo/Fet ratios en Gadep‐I‐X.
La mayor parte de los elementos medidos muestran una gran variabilidad en la
secuencia y las correlaciones entre ellos no son obvias. El Si, Al y el Fe muestran patrones de
variación vertical similares y muestras un incremento desde el techo de la secuencia a la base
del nivel IX donde sus concentraciones muestran un descenso mantenido en el nivel VIII. El Ca,
213
el S y el Sr muestran un comportamiento similar entre ellos, con un descenso marcado desde
el techo a la base del nivel X y valores estables en los niveles subyacentes (IX y VIII); las
concentraciones elevadas de Ca y Sr en las muestras superiores de la secuencia podrían estar
relacionadas con la presencia de fragmentos de malacofauna marina en el nivel superior (X). El
Nb, el Rb, el Br y el Y muestran un incremento desde el techo de la secuencia hasta techo del
nivel VIII, donde los valores se estabilizan y no muestran variaciones destacadas hasta la base
de la secuencia.
Los datos geoquímicos pueden ser interpretados en términos de estabilidad y
evolución edafogenética, de modo que estos datos han permitido distinguir fases en los que
predominaron los procesos geomorfológicos erosivos y/o deposicionales y fases en las que
dominan los procesos edáficos y que por lo tanto son estables desde el punto de vista de los
procesos morfológicos. Los niveles VIII y X parecen corresponder a eventos más activos o
energéticos que el IX, y a pesar de que las dataciones radiocarbónicas indican que el nivel IX se
formó en 310 años, este período parece haber sido suficientemente estable como para que se
hayan desarrollado propiedades edáficas (como la alteración de minerales, la formación de
fases minerales secundarias o la formación de complejos organometálicos)
Figura 128. Variación vertical de los elementos mayores en Gadep‐I‐X (%)
214
‐1
Figura 129. Variación vertical de los elementos traza litogénicos en Gadep‐I‐X (µg g )
‐1
Figura 130. Variación vertical de los elementos traza metálicos y el As en Gadep‐I‐X (µg g )
215
‐1
Figura 131. Variación vertical de los halogenuros Cl y Br y Gadep‐I‐X (µg g ).
4.4.2. Interpretación del resultado de la aplicación de la ecuación de Lorang (2002).
Los resultados obtenidos de la aplicación de la ecuación (6) sugieren que un rango
muy estrecho de posibles combinaciones Tm‐Hs sería capaz de generar el run‐up necesario
para depositar los clastos (del tamaño identificado) a las elevaciones de los niveles
sedimentarios VIII y X de la secuencia Gadep‐I‐X. La base de la unidad X se encuentra a 3.2 m
sobre el nivel de la pleamar viva media observada. Para depositar clastos de los tamaños
observados en el nivel VIII se requiere una ola de altura significante mínima de 6 m con un
período medio asociado de 11 segundos que lleguen durante el momento de la máxima marea
alta. Según el registro de oleaje de la boya de Estaca de Bares (1996‐2009) las olas de altura
significante igual o superior a 6 m y de período medio igual o superior a 11 segundos suponen
un 1.89 % del registro total. Para la construcción del nivel superior de la secuencia (nivel X, que
se encuentra a una elevación de 3.51 m sobre el nivel de la pleamar viva media observada),
serían necesarias olas de altura significante igual o superior a 8 m y período medio igual o
superior a 11 segundos, lo que representa una frecuencia del 1.84 % del registro del oleaje.
216
horas consecutivas entre el 10 y el 11 de marzo. Durante siete horas el día 10 y cuatro horas el
día 11 el run‐up alcanzaría su máxima elevación, por encima del nivel sedimentario X.
Figura 132. Clastos transportados a hasta el techo del acantilado sedimentario durante el evento de tormenta de
2008
Durante la tormenta de marzo de 2008, las células de bajas presiones se mantuvieron
a una latitud por encima de de los 50 º N, lo que explica que las olas empujadas hacia el norte
de la Península Ibérica hayan presentado períodos muy largos, con un incremento de la altura
de ola cuando la célula de bajas presiones se desplazó hacia el sur durante los días 10 y 11
(Figuras 133 y 134).) Las características de la tormenta de Marzo de 2008 sostienen los
resultados de los cálculos realizados con la ecuación (6). Es importante señalar, sin embargo,
que durante esta tormenta, no se depositaron clastos en la sección oriental del
paleoacantilado, donde la playa de bloques no existe actualmente y donde por lo tanto no
habría ni una rampa que facilitara el run‐up ni tampoco sedimentos para desplazar; lo que
confirma que la pendiente de la playa es un requisito indispensable que influencia la entrada,
transporte y deposición de los sedimentos.
217
Figura 133. Altura de ola significante (a) y período de pico (b) durante el mes de marzo de 2008. La franja coloreada
en gris marca la tormenta de los días 9 a 13; (c) es el run‐up calculado.
Figura 134. Posición de los centros de bajas presiones (presión atmosférica media de 961 Hpa) durante la tormenta
de marzo de 2008.
218
4.5. Discusión: Evolución del sector de estudio durante el Holoceno reciente.
La interpretación de los datos sedimentológicos y geoquímicos obtenidos en los
sedimentos de la secuencia Gadep‐I‐X ha permitido trazar la evolución morfodinámica del
sistema acantilado sedimentario‐playa de cantos pero además, ha proporcionado evidencias
de la existencia de cambios significativos en el sector de estudio en los últimos 1600 años
(Figuras 135 y 136) que parecen relacionarse con cambios en el ambiente morfosedimentario
como consecuencia de variaciones combinadas en la disponibilidad de sedimento y en la
energía de ola. Los datos sedimentarios y geoquímicos y la presencia de malacofauna marina
sostienen que la secuencia Gadep‐I‐X es el resultado de un proceso de acreción de crestas de
playa, con dos períodos caracterizados por la deposición de sedimentos gruesos (gravas,
cantos y bloques) y conchas de gasterópodos marinos (niveles VIII y X), y que se interpretan
como períodos de mayor intensidad del oleaje. Entre esos dos niveles de material grueso, la
presencia de un nivel rico en material orgánica y con predominio de material fino (arenas,
limos y arcillas) que ha sido interpretado como un período menos energético desde el punto
de vista del oleaje. Los datos geoquímicos han confirmado también evidencias de
estabilización y pedogenesis tras la deposición de los niveles VIII y IX y anterior a la deposición
del nivel X. El incremento en profundidad del contenido en arcilla, así como de la proporción
de formas secundarias de Fe y Al y las formación de complejos organometálicos son procesos
pedogenéticos típicos de los epipedones de suelos ácidos que sugieren la estabilización de la
cresta de playa superior.
Durante el estadio regresivo del último período glacial, la ensenada de Punta Gallín
debió estar rellena con material de origen continental originado en sus pendientes
occidentales y orientales; este material fosilizaría las geoformas costeras y la playa originada
durante la transgresión precedente. Este proceso es semejante al descrito anteriormente en
varios sectores de la costa noroccidental de la Península Ibérica (Blanco Chao et al., 2003). La
topografía de la rasa limita la entrada de sedimentos de ladera o de origen fluvial a la
ensenada, por lo que la única posible fuente sedimentaria para la formación de las crestas ha
debido ser la erosión por el nivel del mar ascendente del Holoceno de los depósitos
periglaciales heredados del Weichselian. Estos aportes de material sedimentario fruto de al
erosión de depósitos continentales antiguos han sido descritos anteriormente en la costa
atlántica de Galicia (Trenhaile et al., 1999; Blanco Chao et al., 2003). Desconocemos el
volumen de sedimento que debió rellenar la ensenada, pero tanto la playa más antigua como
los clastos angulosos de las laderas fueron la principal fuente de sedimento para la
configuración de la playa Holocena. Al continuar la erosión de los depósitos continentales, el
descenso en la cantidad de sedimento disponible y el incremento en la atenuación del oleaje al
aumentar el sector de plataforma expuesta derivaría en una reorganización del sistema de
playa en el sistema. Los sedimentos que aparecen inmediatamente por debajo del nivel
inferior (VIII) de la secuencia Gadep‐I‐X se han interpretado como material de origen
continental (aluvial). La datación radiocarbónica obtenida en una muestra localizada sobre
una línea de grava que separa el nivel III y el nivel IV de la secuencia Gadep‐I‐VII muestra una
edad de 4015 – 3680 años cal. BP. Bajo esta capa sedimentaria, aparecen arenas y limos
pobremente clasificados entre los que se han encontrado fragmentos de malacofauna marina,
lo que sugiere que estos sedimentos tienen su origen en un proceso de deposición marino que
219
tuvo lugar antes del 5580‐ 5530 cal. BP, aunque bajo condiciones energéticas muy diferentes
de las actuales y que posiblemente corresponderían a un estadio morfodinámico muy
diferente al que se estableció tras 1735‐1590 cal. BP.
Hacia el año 1665 cal. BP, se inició el proceso de formación de crestas de playa que
continuó hasta la actualidad, aunque con ciertas variaciones en el ambiente energético (Figura
135). La sedimentación del nivel grueso inferior (VIII) se extendió desde aproximadamente el
1735‐1590 cal. BP hasta 1320‐1225 cal. BP. Entre 1320‐1225 cal. BP y 1015–920 cal. BP el
ambiente energético varió y aunque el crecimiento de la cresta continuó, lo hizo con una
entrada de material grueso menor. Posteriormente se produjo un incremento en el régimen
energético del oleaje, aportando más gravas y clastos para la construcción del nivel X. La
deposición del nivel IX ocurrió en un ambiente menos energético, como indica la ausencia de
material grueso y la conservación de la parte superior del nivel VIII. Tras la deposición de los
niveles IX y X, tal y como se indicó anteriormente, tuvo lugar un período de estabilidad
morfogenética y predominio de procesos pedogenéticos, tal y como evidencia el desarrollo de
características propias de una edafización incipiente. El contenido den Al y Fe secundarios y el
incremento de la arcilla en profundidad confirman la existencia materiales edáficos
evolucionados en cuya formación fueron dominantes los procesos de alteración y pedogenesis
frente a los procesos erosivos. La parte superior del nivel IX parece haber estado afectado por
un evento erosivo‐sedimentario que implicaría, por un lado la deposición del nivel X y por otro
el truncamiento del nivel subyacente IX, tal y como indica la variación vertical del contenido en
arcilla y la ausencia de un epipedon.
La presencia de la playa de bloques se presenta como un elemento necesario para la
formación de las crestas, no sólo porque constituye su fuente de sedimento, sino también
porque conduce el oleaje hasta el techo del acantilado sedimentario. Para que la deposición
del nivel VIII haya sido efectiva, la playa de clastos tendría que haber estado en el frente del
acantilado, ya que de otro modo, el run‐up del oleaje no podría alcanzar la elevación a la que
se encuentra el mencionado nivel. Actualmente, la playa y los niveles IX y X solo aparecen en el
sector central de la ensenada, mientras que en el sector oriental, se observa un acantilado
sedimentario erosionado cuyo techo lo constituye el nivel VII de la secuencia Gadep‐I‐VII
(equivalente al nivel VIII de Gadep‐I‐X). Por lo tanto, se puede deducir que la playa de bloques
actual fue erosionada del centro occidental tras la deposición del nivel VIII de Gadep‐I‐X
produciéndose una rotación de la misma hacia el oeste (Figura 136).
Esta rotación hacia el oeste de la playa de clastos, podría haberse originado por un
proceso de ajuste del sistema plataforma rocosa‐acantilado sedimentario al nivel del mar
Holoceno. En general, la topografía de la plataforma favorece la concentración de la energía
del oleaje en el sector oriental de la ensenada. Sin embargo, la erosión de los depósitos del
Pleistoceno implicó la exhumación del segmento superior de la plataforma rocosa lo que
conlleva una atenuación de la energía de ola, mientras que el flaco oriental se configuró como
un área protegida del ataque de las olas (Figura 136). En un proceso de retroalimentación
negativa del sistema, el incremento de la atenuación de la energía de ola supuso una
ralentización de la erosión de los depósitos del acantilado sedimentario y los aportes de
sedimento grueso a la playa finalizaron.
220
Figura 135. Modelo evolutivo del sector de estudio durante el Holoceno reciente, donde: a) sedimentación del
nivel VIII con run‐up alto; b) sedimentación del nivel IX asociada a un descenso en la energía de ola y el run‐up.;
c) sedimentación del nivel X, durante un nuevo período de incremento relativo de la energía de ola y un run‐up
mayor. La erosión de la playa en el sector oriental de la ensenada formó un acantilado sedimentario vertical
que impide que las olas alcancen la elevación del nivel VIII en el sector occidental y central.
221
Figura 136. a) Modelo de propagación del oleaje en la plataforma occidental de Punta Gallín. La isolínea de 6 m
contribuye a formar un área protegida del oleaje en el sector oriental. b) rotación de la playa actual tras la
deposición del nivel VIII.
Los cálculos realizados para estimar el tipo de ola (en términos de Tp y Hs) necesaria
para transportar el sedimento a la altura de los niveles sedimentarios estudiados, indican que
estas olas deben ser altas y largas. Los resultados de la ecuación (6) sugieren que el periodo
tiene mayor peso que la altura facilitando el transporte y deposición de los clastos en el techo
del acantilado sedimentario; por lo tanto los responsables de la construcción de las crestas
serían oleajes tipo swell asociados a tormentas profundas localizadas sobre el Atlántico Norte,
es decir, condiciones semejantes a las que tuvieron lugar en marzo de 2008. Los cambios
ocurridos en el régimen del oleaje y las evidencias de períodos de estabilidad se pueden
interpretar como una función de las variaciones en la frecuencia e intensidad de las tormentas
en los últimos 1600 años en el cantábrico peninsular. El nivel de playa inferior (VIII) se formó
durante 390 años de sedimentación, que coinciden con la transición entre el período cálido
romano a los siglos oscuros. El nivel IX, se interpreta como una fase de estabilidad, que
222
permitió el inicio de procesos de alteración y edafogénesis. La sedimentación del nivel (X) se
inició hace aproximadamente 965 años cal. BP, una fecha que coincide con el comienzo del
Período cálido medieval, y continúa hasta la actualidad, aunque no de un modo continuo,
como demuestran los signos de una alteración incipiente en este nivel.
Los períodos climáticos definidos para el Holoceno reciente se caracterizan
principalmente por cambios en la temperatura y la precipitación que son marcadores
climáticos que por sí mismos no aportan ninguna información directa en cuanto a los
regímenes del oleaje y el viento. Uno de los mecanismos mencionado con frecuencia como un
control principal en los cambios climáticos ocurridos en el Holoceno reciente son las
variaciones en el índice de oscilación del Atlántico Norte (NAO) (Dawson et al., 2003, 2004;
Luterbacher et al., 2002; Meeker y Mayewski, 2002). Por ejemplo, en el Atlántico noreste un
incremento en la frecuencia de los ciclones durante la Pequeña edad de Hielo se ha
relacionado con un período de dominancia del índice NAO positivo, mientras al contrario, se
han encontrado relaciones entre una actividad tormentosa mínima durante el período cálido
medieval, con un periodo de dominio del índice NAO negativo (Dawson et al., 2004; Meeker y
Mayewski, 2002). Sin embargo, varias investigaciones realizadas en sedimentos marinos de la
costa atlántica del noroeste de la Península Ibérica sugieren que una mayor tormentosidad,
identificada en cambios en el régimen de upwelling costero y las descargas fluviales, tiene
lugar durante períodos dominados por índices NAO negativos (Diz et al., 2002; Álvarez et al.,
2005; Lebreiro et al., 2007). Las tormentas que afectan al noroeste de la Península Ibérica son
más frecuentes durante períodos dominados por altas presiones en el atlántico noreste que
desplazan hacia el sur las borrascas (Lozano et al., 2004; Dupuis and Aldo, 2006). Los períodos
dominados por índices NAO negativos se caracterizan por altas presiones en el atlántico
nororiental, y en consecuencia la frecuencia del paso de borrascas ha debido ser mayor en las
costas meridionales europeas durante los periodos con índices NAO negativos, al contrario que
en las costas más septentrionales, donde la mayor tormentosidad coincide con periodos NAO
positivos. Una inversión semejante se ha identificado a escala regional entre la latitud de
Lisboa y las rías localizadas al norte del Miño (Lebreiro et al., 2006).
De cualquier modo, tanto los resultados de los cálculos realizados con la ecuación (6)
y el evento identificado en el campo en marzo de 2008 sugieren que el período de ola es más
importante que al altura para conducir los clastos a los niveles sedimentarios estudiados. Se ha
evidenciado que la correlación entre el índice NAO de invierno y la altura de ola es débil en las
costas atlánticas meridionales de Europa, y esta correlación cambia de positiva a negativa justo
en la latitud de la costa NW de la Península Ibérica; al contrario, se da una tendencia hacia una
correlación positiva cada vez más intensa entre el índice NAO de invierno (WNAO) y el período
de pico hacia el norte (Dodet et al., 2010; Dupuis y Aldo, 2006) (Figura 137). Por lo tanto, la
hipótesis en este trabajo ha sido que los eventos de alta energía que contribuyen a la
formación de las crestas se caracterizan por swells largos asociados a tormentas localizadas
hacia el norte, situación que caracteriza a los periodos NAO positivos. Para verificar esta
hipótesis se han utilizados los datos del punto SIMAR 44 (Puertos del Estado, proyecto
HIPOCAS), un retroanálisis que cubre el período temporal entre 1958 y 2001, y los datos
mensuales del índice NAO obtenidos del Climate Analysis Section, NCAR (Hurrell, 1995). El
valor medio de Hs y Tp se ha calculado para cada mes de invierno, y se ha encontrado una
223
correlación positiva entre el índice NAO de invierno y la media mensual de invierno de Hs
(r = 0.54) y Tp (r = 0.6), lo que supone unos resultados muy similares a los obtenidos por
Dodet et al (2010). Además, aquellos eventos caracterizados por Hs ≥ 6 y Tp ≥ 11 segundos han
sido identificados en el registro del oleaje del punto SIMAR 44 y se han relacionado con el
índice NAO mensual correspondiente, constatándose que un 74.4 % de esos eventos se
asociaron a un índice NAO mensual positivo (Figura 138). Cabe señalar que este tipo de
eventos de tormenta deben coincidir con momentos de marea alta para que la construcción de
las crestas sea efectiva; lamentablemente, no existen datos de elevaciones mareales en la base
de datos de HIPOCAS por lo que no podemos asociar los eventos identificados en el registro a
su correspondiente elevación mareal, sin embargo, el intervalo mínimo del registro HIPOCAS
es de tres horas, y aproximadamente un 66 % de los eventos tuvieron una duración igual o
superior a 12 horas, lo que significa que la llegada de swells largos al sector de estudio se
extendería en casi todos los casos identificados durante al menos un ciclo mareal, y por lo
tanto coincidirían con momentos de marea alta.
Figura 137. Las isolíneas muestran los coeficientes de correlación de Pearson entre el índice NAO de invierno y los
valores medios de los meses de invierno de la altura de ola significante (Hs90) y el período de pico (Tp) en el sector
del Atlántico noreste en el período 1953–2009 (Dodet et al., 2010). Las correlaciones nulas están representadas por
la línea discontinua negra.
224
Figura138. Media de los meses de invierno de Hs (a), Tp (b) e índice NAO de invierno (c) correspondientes a los
eventos con Hs> 6m y Tp > 11 s para el periodo 1958‐2001.
225
226
CHAPTER 5
CONCLUSIONS
227
This research was designed with the aim of furthering aspects of the methodology,
theory and concepts of coastal science, particularly in (I) rock shore morphodynamics, (II) the
response of these systems to changes in the relative sea level, especially in the Late Holocene
and (III) the relationships between past and present processes as a means of predicting the
future evolution of rocky coasts in NW Spain. Employment of a combination of
geomorphological and palaeoenvironmental techniques enabled the following targets to be
reached:
Characterization of the geological control on the evolution of the study area.
Identification of changes in sea level and morphodynamics in the north coast of the NW
Iberian Peninsula (Pleistocene and Holocene), using a complex sedimentary record.
Identification of patterns in abrasion‐weathering across the shore platform similar to
those found in the Atlantic coast of Galicia (Trenhaile et al., 1999; Blanco Chao et al., 2007).
Improvement of the methods employed in studying the geomorphology of rocky coasts.
Advancement of the palaeoenvironmental knowledge of the NW Spanish coastline.
Together, these results lead to a better understanding of the processes that
contribute to the evolution of rocky shores over different time and spatial scales.
This research has two main parts: (i) palaeoenvironmental reconstruction (Chapter 3
and 4) and (ii) rock control and morphodynamics of a rock shore platform (Chapter 2). In this
final chapter, the main conclusions of the study are presented in brief and subdivided into
three sections: the first section deals with the palaeoenvironmental evolution of the studied
sector, the second one with rock control and shore platforms morphodynamics, while the
third section deals with the implications of a combined evaluation of the palaeoenvironmental
and geomorphological data.
5.1. Punta Gallín rock shore platforms morphodynamics
The shore platforms of Punta Gallín have a rugged topography, and [?] gravel beaches
composed of reworked Pleistocene sediments buried their landward edges. The studied
platforms can be divided in two sectors according to their tidal elevation. The lower one is a
narrow sector that is the intertidal sector and is continuously washed by waves, the second
one a supratidal sector only reached by waves during storm events.
The use of the Schmidt Rock Test Hammer to infer rock strength and weathering
patterns, combined with the study of ancient sediments, helped to identify an evolutionary
sequence of fossilization and exhumation of a rock shore platform on the north coast of NW
Spain. Temporally and spatially variable weathering patterns were identified on shore
platforms related to the occurrence and retreat of polygenetic slope deposits.
228
weathering related to wetting and drying processes decreases with elevation in the intertidal
zone. Recent research conducted in the NW Atlantic coast of the Iberian Peninsula (Blanco
Chao et al., 2007) demonstrated that, in shore platforms with homogeneous lithology, the
Schmidt Hammer is able to identify changes in the rock strength due to tidal weathering, and
that in the absence of mechanical erosion processes, the degree of weathering tends to
increase towards the high tide level. One of the aims of this research was to apply a
methodology similar to that of Blanco Chao et al. (2007) in order to determine if similar
wetting and drying weathering tendencies were present in shore platforms comprised of
metamorphic rocks. In the two studied shore platforms simple regression analysis did not
show any tendency in weathering, and no significant correlations between tidal elevation and
the rebound values (R‐values) obtained with the Schmidt Hammer were found. The studied
shore platforms show complex variations both in rock type and joint density that can hide the
occurrence of weathering tendencies related with tidal elevation. Furthermore the occurrence
of case hardening weathering forms related to non‐marine processes in some sections of the
platforms leads to different strength responses to those studied previously in other rocky
coasts using the Schmidt Hammer (e.g. Blanco Chao et al., 2007).
The Schmidt Hammer failed to show spatial weathering patterns related to wetting
and drying processes along the Punta Gallín shore platforms. This was attributed both to the
lithological complexity and to the relative elevation of the platforms above mean sea level, as
well as to the role played by the remnants of inherited weathering forms. Lithology and rock
structure (including the imprint of inherited weathering processes) were a major factor in the
evolution and dynamics of the shore platforms sculpted in metamorphic rocks of Punta Gallín.
The intertidal sections of these platforms do not show any spatial weathering trend related to
tidal elevation, as has been identified in other locations (Blanco Chao et al., 2003, 2007; both
in the Atlantic coast of Galicia; Stephenson and Kirk, 2000; in Kaikoura, New Zealand). This can
be explained by the extremely rough surface of the platforms and the complex structures of
stratification that mask weathering tendencies. Furthermore the high elevation of the
platforms implies that only a narrow intertidal section exists, and that most of the weathering
in the upper section of the platform is related to spray processes. Lithological structure (rock
type, bedding planes and joint density) is the most important factor in controlling the
geometry of the shore platforms and rock strength.
Cluster analysis applied to the rock strength data obtained with the Schmidt Hammer
allowed the interpretation of the differences in the weathering degree in relation to inherited
weathering forms derived from the last glacial stage (Weichselian). A k‐mean cluster analysis
was applied to identify groups of points with similar characteristics on the platforms. The
variables included in the analysis were: (i) mean R‐value; (ii) distance to the sedimentary
deposit (m) and (iii) tidal elevation (m). The result of the analysis defined 3 homogeneous
groups of points in Gallín‐I and 2 groups in Gallín‐II. In GA‐I, section 1 has the highest R‐values
and corresponds to a rich quartz massive quartzite outcrop at a mean tidal elevation of 4.40 m,
which is only reached by the sea during highest spring tides. Section 2 corresponds to those
points that are in the present intertidal zone, below a tidal elevation of 4.5 m. Section 3
includes those points located just at the foot of the sedimentary deposit situated at the back of
the embayment, in the western sector of the platform. Section 3 has the highest mean tidal
elevation (5.72 m). The study of thin layers and SEM analysis of rock samples from the shore
229
platform in section 3 showed a process of iron leaching. This type of weathering implies a
general reduction of rock strength and a development of iron crusts up to 5 mm thick.
Differences in the mean strength of each group are linked to rock properties, tidal elevation
and inherited weathering processes. Both the present geometry and the presence of
polygenetic sedimentary deposits are the result of a large and complex evolution controlled by
changes in the relative sea level and climatic variations. The presence of coarse beach
sediments over the shore platform, attributed to the last interglacial stage, and the presence
of a supratidal ramp and supratidal benches suggest that the geometry of the platforms of
Punta Gallín are to a great extent inherited, modelled at least during the last interglacial stage
(MIS 5). The beach deposits of the previous interglacial were buried underneath complex
periglacial sediments during the marine regression of the last glacial period. During the
fossilization stage intense weathering occurred on the rock surface of the platforms, leading to
case‐hardening forms. This inherited weathering process implies a strength increase in the iron
crusts and a reduction, especially important in the phyllites, in the leached areas (proved by
the data obtained both with the Schmidt Hammer and with the Equotip). These inherited
weathering forms, which remained protected under Late Pleistocene and Holocene deposits,
are currently influencing the development of some weathering forms (taffoni) and the erosive
processes operating today on the shore platforms, as weathering rocks are more easily eroded
than fresh ones.
In GA‐I the geological contingency is the main control in the morphology and the
evolution of the platform. The role of inherited weathering processes must be considered
together with the geological factors in order to explain differences in rock strength between
the three cluster groups. Contrary to GA‐II, in GA‐I, the presence of thick sedimentary deposits
that fossilized the inlet during the marine regression of the last glacial period is a first order
factor. Lithological variations also explain the presence or absence of some weathering forms.
For example, the pseudokarst or honeycombs only appear in the phyllites, where dissolution is
more active due to the higher content of silicates and the presence of planes of weakness. The
quartzites show a lower degree of weathering (1 to 2 in Table 2) than the phyllites and the
sandstones (1 to 5 in Table 2). A chi‐square test applied to sampling points located at the same
tidal elevation in GA‐I showed that the degree of weathering is strongly related to rock type
(Pearson Chi‐square= 35.25; p‐value < 0.001). In the massive quartzites of the platform GA‐II
neither the strength data obtained with the Schmidt Hammer nor the qualitative analysis
allowed us to identify significant spatial trends in the degree of weathering. Evidence in the
form of abundant recent detachments and a rough morphology points to the importance of
the erosive processes in the development of this section of the platform. The presence of iron
crusts in the quartzites that today are being eroded suggest that these weathering forms are
inherited from periods in which the shore platform was subjected to subaerial weathering. The
hardened surfaces explain in part the increase of the R‐values towards the high tide elevations,
although it is also possible that abrasion processes at the seaward edge of the present coarse
beach played a role in increasing the rock strength. On the contrary, in the sandstones in which
a channel was opened, separating the platforms GA‐II‐E and GA‐II‐W, a significant positive
correlation between tidal elevation and the R‐values (r= 0.659, p‐value= 0.007) was found. This
channel is the only section located at low tidal elevations and with a more homogeneous
lithology than the higher sections of the platforms. The linear regression analysis confirms the
230
same trend between tidal elevation and weathering degree previously identified in other
studies (e.g. Stephenson et al., 2000, Kanyana and Trenhaile, 2005, Blanco Chao et al., 2006,
2007).
The studied platforms can be considered as high tide sub‐horizontal ‐ structural
platforms, corresponding to the type B of Sunamura (1982). Although it has been suggested
that the platforms of type B might have essentially originated by the action of waves during
storms (Bird, 2000) field observations and the study of the forms and processes on the
platforms of Punta Gallín suggest that the present profile of the platforms is to a great extent
inherited, sculpted during periods in which sea level was the same or higher than it is at
present.
The evidence of the erosion of weathering forms including tafoni and case hardenings
suggest that today downwearing of weathering products is the main erosive process. As
previously stated, today most of the wave energy is lost in the first 20 m of the platforms,
reducing the effects of mechanical erosion over the platforms. During the last 4 years (2007‐
2011) no abrasion or new quarrying scars were observed on these platforms. If weathering is
the main present process in platform dynamics, this is due to the high elevation of the
platforms and the extent of their supratidal sectors. Although weathering played (and plays)
an important role in the development of the Punta Gallín platforms, the present morphology is
due to an intense erosion, as is demonstrated by the presence of old quarrying scars, the
rough morphology and the presence of large quarried boulders in the sedimentary level
attributed to the last interglacial stage. The highly fractured nature of the metamorphic
bedrock probably played a major role in platform evolution during the last interglacial stage
(MIS 5), when sea level was at least 2 m higher than today and waves broke over the platform.
At present, due to the high relative elevation of the platform, the most important processes
affecting the studied platforms are related to weathering.
The high elevation of the Punta Gallín shore platforms with respect to the present sea
level is the result of both an equilibrium profile inherited from at least the last interglacial (MIS
5) and rock strength.
Today, biological coverage does not play an important role in the processes of erosion
and weathering in the Punta Gallín shore platforms. Biological coverage is low across the
platforms due to the relatively small surface area of the intertidal sectors. Biological coverage
is mainly confined to some pools, channels and joints.
5.2. Morphodynamic evolution of Punta Gallín since the last Interglacial
Pleistocene‐Holocene deposits are described in the well‐exposed sections in the cliffs
of Punta Gallín. The general stratigraphic sequence comprises marine and continental
sedimentary layers that accumulated between the last interglacial and the Late Holocene. In
this research, a combination of sedimentological and pedological techniques allowed the
following sedimentary sequence to be identified:
a) Sedimentation prior to the last interglacial. In the western sector of the embayment a
sedimentary layer resting directly on the rock substrate was identified. The layer was
231
interpreted as an area of low energy sedimentation with fluctuation of the water level.
Although it has not been directly dated, its position below a sedimentary layer that was
interpreted as a beach formed during the MIS 5 enables it to be considered the oldest
sedimentary layer of the sequence.
b) Last Interglacial Transgression: The basal unit of the sedimentary sequence in the
eastern sector of the embayment possesses properties similar to those of other
sedimentary layers distributed widely along the NW coast of Spain, suggesting that it is
composed of the remnants of beach deposits tentatively assigned to the last interglacial
stage (MIS 5). The unit fossilizes the oldest sedimentary layer, but laterally rests directly
on the upper segment of the rock platform. It was not possible to determine whether the
shore platforms were formed prior to the last interglacial, but it has been proved that
they were subjected to processes of erosion and sedimentation during the high sea‐level
of this period.
c) Weichselian Regression: After the MIS 5 the cold conditions during the marine regression
of the last glacial stage lead to an extensive sedimentation that buried the MIS 5 beach
and coastal landforms. The evidence of frost‐shattered clasts in the upper layers of the
MIS 5 beach suggests that it remained exposed to cold conditions. There were significant
differences between the sedimentation in the flanks and in the centre of the embayment.
In the flanks the slope processes were dominant, while in the centre of the embayment
the sedimentation was mainly related to low energy alluvial processes. An important
input of aeolian sediments that increased after 12440‐12075 cal yr BP was detected, as
was a new period of slope periglacial sedimentation after 10180‐9890 cal BP, that could
be related with the 8.2 kyr cold event
232
influence, probably correspond to the last stage of this sedimentation. After this high‐
stand, a radiocarbon date of 4015 – 3685 cal. yr. BP obtained in a continental, alluvial
facies with abundant stone lines indicates a fall in the relative sea‐level.
e) Upper Holocene evolution of the studied sector: A process of beach crest construction
related to storm activity was identified at the study site. The studied sequence has two
coarse beach layers at an elevation of 2.8 – 3.5 m above the highest present astronomical
high tide. AMS Radiocarbon‐dating revealed that this deposition started at 1735 ‐1590 cal
yr BP and continues to the present. The beach system experienced a significant
morphological change after 1320‐1230 cal yr. BP, with a westward displacement of the
beach and a retreat of the sedimentary cliff in the eastern section. Results suggest that
these coarse‐clastic levels were formed by a process of beach crest construction during
storm events, highlighting the importance of high energy events in the construction of the
sedimentary sequences in rocky coasts. The combination of sedimentological and
geochemical analyses of the morphodynamic evolution of a cliff‐beach complex provided
evidence of significant changes over the last 1600 years. This period is characterized by a
process of beach crests accretion, in which the sedimentation has been continuous up to
the present, with two periods of clasts accumulation (1735‐1590 cal yr. BP to 1320‐1225
cal yr. BP and 1015‐920 cal yr. BP to the present) and periods of lower wave energy (1320‐
1225 cal yr. BP. to 1015‐920 cal yr. BP), followed by a period of stability with soil
formation. The most important morphodynamic change took place after 1320‐1225 cal
yr. BP, when the beach was eroded from the eastern section of the embayment.
Thereafter, the beach crest accretion progressed only in the central section, while the
eastern section became a retreating sedimentary cliff. The westward beach rotation and
the changes in the cliff‐beach system were mainly consequences of a process of
adjustment after the stabilization of the Holocene sea‐level, in which the main factors
were the exhumation of the shore platform and the exhaustion of sediment supply from
the eroding ancient sediments.
These results highlight the importance of the high energy events in the recent
evolution of the coastal system of Gallin. The reconstruction of the processes of beach
construction points to a very important role played by storms, the frequency and intensity of
which modulates the wave energy arriving on the north coast of Spain. It is not currently
possible, however, to correlate variations in the wave regime during the Late with other
climatic or oceanographic proxies.
233
5.3. Rock shore platform evolution and dynamics in NW Spain: on the role of inheritance in
Holocene and present dynamic of rock coasts.
Trenhaile (2001b) mathematically modelled the Quaternary evolution of shore
platforms and erosional continental shelves. The model suggested that most platforms are, at
least in part, inherited from one or in many cases more interglacial stages, when sea level was
similar to today´s. The fact that the rock shore platforms of Gallin are buried by sediments
which have been dated at their base at 27400 ±140 years BP, added to the presence in the
sedimentary record of a palaeobeach level attributed to the last interglacial, prove that the
platforms are inherited features from at least the last interglacial stage (MIS 5).
It has been noted before that the Galician coast morphodynamics should be studied on
a large time scale considering the effects of inheritance and feedback processes (Blanco Chao
and Pérez Alberti, 1996; Pérez Alberti et al., 1997; 1998b; Trenhaile et al., 1999). Both the
sedimentary record and the shore platforms of Punta Gallín are excellently suited to exploring
inheritance in relation to rock coast evolution. Figure 141 is a conceptual model of the
synergies between past and present processes in the studied sector. This conceptual model
shows two main processes directly related to previous climate stages: (i) the supratidal beach
crest construction and (ii) the effects of tidal weathering in the shore platforms.
The area under investigation was subjected to periglacial conditions during Quaternary
cold stages with active solifluction producing extensive spreads of both unconsolidated coarse
and fine sediment. Erosion of these sediments during the Holocene transgression remobilized
sediment for the development of both the present coarse clastic beach and the upper levels of
the sedimentary cliff. Results of this research have highlighted that cold episodes during the
Late Pleistocene and the Early Holocene led to a morphogenetic para‐periglacial environment
during the Holocene transgression in the rock coast environments of the Iberian Cantabrian
Margin. This para‐periglacial dynamic continues to the present, being today in the last stage
given the reduction in the sediment stored in the deposits and in the rate of sea‐level rise.
Present weathering patterns on the studied platforms seems to be related to previous
weathering forms and processes inherited from the last glacial stage (Weichselian). During the
last glacial stage, when sea level was up to 100 m lower than present, Gallín point shore
platforms were subjected to different weathering processes not related to sea. During this
period, cold and wet conditions led to a general decrease in the strength of the rock basement
but also to the formation, preferably in the phyllites, of iron crusts, that imply a strength
increase at microscale (mm‐cm). Therefore, during the Holocene transgression consequently,
these previous weathering forms influenced the erosion and weathering processes of marine
origin during the Holocene transgression. A general decrease in rock strength in the rock
basement enhanced the effectiveness of wave erosion whereas the presence of iron crust
facilitated the development of alveolar forms in the intertidal sectors of the shore platforms.
The discussion revolving around the relative importance of wave erosion and subaerial
weathering in shore platform evolution that has occupied coastal geomorphology for the past
century must be revisited to include a temporal scale, as present major role processes could
have played a secondary role during previous stages. Conversely, those processes that today
234
do not play an important role in Gallín Point shore platforms (for example quarrying) probably
were a primary factor in their evolution during previous interglacial stages when sea level was
higher than present. On a shorter time scale, storm events could lead to the prevalence of
erosion conditions in previously weathered rock surfaces. Thus, the dominance of erosion or
weathering in the origin and evolution of a rock surface depends on the evolutionary stage of
the platform as well as rock contingency that includes the effect of inherited weathering.
The combination of sedimentological and geochemical analyses of the morphodynamic
evolution of a cliff‐beach complex provided evidence of significant changes over the past 1600
years. This period was characterized by a process of beach crest accretion, in which the
sedimentation has been continuous until the present, with two periods of clast accumulation
(1735‐590 cal yr BP to 1320‐1225 cal a BP and 1015‐920 cal yr BP to the present) and a period
of stability with incipient soil formation (1320‐1225 cal yr BP to 1015‐920 cal yr BP). These
fluctuations can be attributed to changes in the wave energy. Geochemical properties helped
to explain the evolution of the erosive‐sedimentary sequence, as they proved the existence of
three different depositional periods interspersed with phases of stability that allowed the
development of weathering/pedogenetical features, particularly in the layer IX. The most
important morphodynamic change took place after 1320‐1225 cal yr BP, when the modern
coarse beach was eroded from the eastern section and rotated to the west of the embayment.
Subsequently, the beach crest accretion progressed only in the central section, and the eastern
section became a retreating sedimentary cliff. The beach rotation and the changes in the cliff‐
beach system were mainly consequences of a process of adjustment after the stabilization of
the Holocene sea‐level, in which the main factors were the exhumation of the shore platform
and the exhaustion of sediment supply from the eroding ancient sediments.
Lorang´s (2002) equations were applied to the studied sedimentary levels and allowed
identification of the type of wave (in terms of Hs and Tp) required for the deposition of the
clasts at the top of the sedimentary cliff. The results of these equations suggest that wave
period is more critical than wave height in displacement of the clasts. Most of previous
research on the movement of boulders by storm waves and tsunamis has been based on the
equations of Nott (2003a), which do not include wave period as a variable.
The presence of a boulder beach and the cohesive clay ramp below it were shown to
be features necessary in channelling wave energy to the top of the sedimentary cliff, allowing
the deposition of clasts eroded from the Pleistocene deposits in the upper level of the GA‐I
235
deposit. In this way, the beach crest formation model described at Punta Gallín is a new
example of the response of a para‐periglacial coastal system to the Holocene transgression.
This study involved a new interpretation of coarse levels in a sedimentary sequence,
underlining the imprint of high energy events and the synergies between past and present
processes in the recent evolution and present morphodynamics of rock coast environments.
Figure 142 shows the result of a storm event during winter 2010 that led to the destruction of
an old building at the back of the inlet GA‐II.
The results highlight the importance of high energy events in the recent evolution of a
rock coast system. The evidence of a process of beach crest construction points to the very
important role of distant storms, whose frequency and intensity modulates the wave energy
arriving on the north coast of Spain. The analysis of the HIPOCAS wave data supports the
hypothesis of more favourable conditions for the construction of the beach crests with a
positive NAO index. Although the periods of beach crest accretion during the Late Holocene
cannot be at the moment correlated to other climatic or oceanographic proxies, decadal NAO
and wave climate relationships can help to better understand the processes associated with
high energy events. Using a hindcast model of wave data we found a good positive correlation
of the winter NAO index and the winter monthly mean wave height (r= 0.54) and peak period
(r=0.6). The result highlight the need for a new interpretation of this type of coarse deposits
in sedimentary sequences, underlining the importance of high‐energy events and the synergies
between past and present processes in the recent evolution and present morphodynamic of
rock coasts environments.
Figure 139. Conceptual model of the synergies between past and present processes in the Gallín shore platform‐
high tide boulder beach‐sedimentary cliff system.
236
Figure 140. Erosion of a small building by swell waves during winter 2010 (back of GA‐II inlet, elevation= 5 m)
237
ENGLISH SUMMARY
238
Department of Geography
Faculty of Geography and History
University of Santiago de Compostela
PhD thesis Summary
Evolution, morphodynamics and present processes on rocky coasts
(NW Spain)
Alejandra María Feal Pérez
Thesis supervisor
Ramón Blanco Chao
239
Contents
0. Introduction 241
0.1. Overview of the research topic 241
0.2. Rationale 241
0.3. Aims 241
0.4. Thesis structure 243
1. Regional setting 243
2. Methodology 245
3. Results. 249
4. Conclusions 263
240
0. Introduction
0.1. Overview of the research topic and rationale
This is a research project on coastal geomorphology, which can be defined as the
area of science that deals with the shaping of coastal landforms, the processes that operate on
them and the environmental changes that take place within them (Bird, 2000). This work is
one of the research topics of the research group “Earth System Sciences” (Code: GI‐1553) of
the University of Santiago de Compostela; specifically, the coastal and cliff retreat working
group.
One of the most important challenges facing rock coasts workers is to determine
whether, or to what degree, rock coastal features are inherited from previous interglacial
stages when the sea level was similar to today’s (Trenhaile, 2002a). Previous studies conducted
in the Atlantic coast of Galicia (NW Spain; Trenhaile, et al., 1999, Blanco Chao, et al., 2003)
revealed the importance of the inherited processes in the Late Holocene evolution and present
dynamics of rocky coasts. Following these previous studies, this research seeks to go deep in
the role of inheritance in the present dynamic of rock coasts with special emphasis in complex
linkages between inherited weathering and geological contingency and the imprint of high
energy events in the sedimentary record.
0.2. Rationale
Compared to coastal sedimentary environments (such as beaches, dunes or
marshes), research focused on rocky coasts is relatively scarce (Naylor et al., 2010). This fact
could be explained in part by the high economic and social value of this type of environment
(Finkl and Walker, 2002 and Horn, 1997). Another factor is that, traditionally, it has been
assumed that changes in rock coasts are slow and difficult to observe over human time‐scales
(Trenhaile, 2002a). Naylor et al. (2010) made a review of the published papers in coastal
geomorphology in the last fifteen year concluding that only a small percent of the records have
dealt with rocky shores. This fact suggests that there are a lack of information and weaker
conceptual understanding in the field of rock coast geomorphology. Rocky shore coasts
represent 80 % of the total perimeter of the world sea‐land contact (Emery and Khun, 1982).
The European Project EUROSION estimated that rocky coast is a total of 47.1 % of the total UE
coastal line extension (European Commission, 2004). In spite of this, the idea of the slow
evolution of rock shores has led to a scientific neglect of these environments. However, it is
important to better understand the dynamics and evolution of cliffs and shore platforms in
order to predict the response to possible changes in sea level or storminess.
0.3. Aims
This research has been designed with the aim of making progress in the methodology,
theory and concepts of coastal science, and particularly in terms of knowledge of rock shore
morphodynamics and the response of these systems to changes in the relative sea level,
especially over the Late Holocene. In this study geomorphological and palaeoenvironmental
techniques have been employed together with the general aim of explaining the relationships
between past and present processes as a means of predicting the future evolution of rocky
241
coasts in NW Spain (Figure 1). The information obtained allowed us to reconstruct the
dynamics of selected rocky coasts along the north coast of NW Spain during the late
Pleistocene and the Holocene. Paleoenvironmental data in this thesis is related with relative
sea level change since the last interglacial (MIS 5e) with special emphasis on the Late Holocene
and the imprint of high energetic processes in this period.
Figure 1. A modified version of Sunamura’s (1994) conceptual model of the factors affecting the erosion of rocky
coasts where inheritance has been added as a factor. The red‐dashed and the yellow‐dashed boxes delimit the main
scope of this research.
The specific objectives of this research are:
To define the present and inherited processes in a rock shore platform shaped in
metamorphic rocks.
To characterise the geological control on the evolution of the study area.
To use a complex sedimentary record to identify sea level and morphodynamic
changes in the north coast of the NW Iberian Peninsula during the Holocene
To look for similar patterns in abrasion‐weathering over the shore platform similar to
those found in the Atlantic coast of Galicia (Trenhaile et al., 1999; Blanco Chao et al.,
2007).
To improve the methods for studying the geomorphology of rocky coasts.
To improve the palaeoenvironmental knowledge of the NW Spanish coastline.
Together, these questions try to improve our understanding of the processes that contribute
to the evolution of rocky shores over different time and spatial scales
242
0.4. Thesis structure
Results obtained in this research were organized in 5 chapters plus the introduction,
which includes the scientific frame of the research and the rationale (Figure 2). Chapter 1
(“Geographic characteristics of the study area and geomorphological context: the Cantabrian
rasas”) is a brief summary of the main geographic characteristics (present climate, geology and
geomorphology) and the marine climate and oceanographic properties of the study area.
Chapter 2 integrates the geomorphological work conducted in the studied shore platforms and
includes the review of the existing literature on rocky coasts. Chapter 3 gathers the
sedimentological research. It starts with a review of previously identified paleo‐sea level in the
NW of the Iberian Peninsula in the context of the North Atlantic and comprises the explanation
of the methodology, the description of the deposits and the exposition of the main results
obtained. Chapter 4 is about the Late Holocene evolution of the study area. Chapter 5 is the
main conclusions of the research. The memory concludes with the bibliographic references.
Figure 2. Flow diagram showing the structure of the research project.
1. Regional setting.
The studied area is located in the NW coast of the Iberian Peninsula (Figure3). In this
area, a single, low‐relief surface appears above a step sea cliff between the Peñas Cape and
the Ribadeo estuary and extends to the foothills of the Cantabrian Mountains. Temperature
and rainfall data allow including the area into the wet oceanic clime (Cfb, using the Köppen
classification). Temperatures are moderated all the year, with an annual average of 14.9 ºC
and annual thermal amplitude of 11 ºC. The annual accumulated precipitation is 1008 mm
(Meteorological Station: Pedro Murias, Lat: 3º 32´ 8´´ N ‐ Long: 7º 3´ 4´´ W ‐ elevation 43 m).
243
Tidal range is 1.64 m at neap tides and 4.83 m at spring tides. The wave climate is
dominated by waves arriving from the NW (70 % occurrence), following by waves coming from
the N (18.4 %). The 74.1 % of waves are between 1 and 2 m significant height (Hs) with periods
from 5 to 6 s (50 % of the total of 1‐2 m Hs), and a maximum Hs of 11 m with periods of 14 s.
Storm conditions with offshore significant wave height higher than 3 m correspond to 17.14 %
of the offshore wave climate regime (Estaca de Bares Buoy, Puertos del Estado, Ministerio de
Fomento; Figure 3). During the winter maximum the frequency of waves higher than 3.5 m of
Hs increase up to 66.48%, with maximum heights of 13 m.
Figure 3. Above: location of the area of study and the buoy and tide gauge used. Below: aerial photograph showing
the two studied shore platforms
Gallín Point is a small peninsula with two narrow inlets opened following the rock
structure. A shore platform occur at the west (GA‐I) and the east (GA‐II) inlets; GA‐II is divided
in two sections, the eastern (GA‐II‐E) and the western (GA‐II‐W) separated by a channel (Figure
3). Both shore platforms are shaped in a complex rock formation composed of bands of
quartzite and quartz‐rich phyllites running south to north and dipping almost vertical. The
244
properties of each platform are showed in Table 1. The topography at the hinterland at the
back of the inlets shows a gentle slope from west to east, with a valley‐shape with the bottom
at the back of the east embayment. At the seaward end of the Gallín‐I platform there is a deep
and wide channel, created by an east‐west running joint fronted by an almost continuous rock
barrier.
Table 1. General geological and morphological characteristics of the studied shore platforms.
GALLÍN‐ I GALLÍN II‐E GALLÍN II‐W
Average width (m) 30 10 8
Length (m) 100 73 49.8
Mean tidal elevation (m) 4.84 3.97 4.76
Average Schmidt Hammer R‐value 41.5 44.8 42.7
Lithology Quartzite and Quartzite and Quartzite
phyllites phyllites sandstone
Slope (degrees) 2.0 3.1 0.4
The back of the embayments are filled by different sedimentary facies, but only in GA‐I
the thickness of the sedimentary sequence was suitable for palaeoenvironmental
reconstruction. In Gallín‐I, the ancient sedimentary record are today forming a cliff with a
maximum height of 2 m at the east section. The top of the cliff is at an elevation between 2.4
and 4.13 m above the highest astronomical tide (HAT). The cliff is fronted by a coarse‐grained
beach about 15 m wide and with a mean slope of tanβ = 0.19. The coarse‐grained beach is in
fact a 45‐50 cm thick layer of clasts ranging in size from gravels to boulders up to 1.5 meters in
the longest axis. The clasts rest above a very cohesive layer composed of fine sandy‐silty
sediments that increase its thickness from 5 cm in the seaward edge of the beach to 1.6 m at
the base of the cliff. A sediment fining can be observed in the vertical section of the coarse
layer, while there is no defined shore longitudinal or shore normal grain size sorting or shape
classification.
2. Methodology.
This research is the result of the combination of several methods that can be divided
in three groups, (i) those techniques applied to the study of the shore platforms and (ii) those
applied to study the sedimentary record and (iii) wave calculations applied to the study of
storm imprint in the top of the sedimentary record.
2.1. Methodology applied to study the shore platforms
The Schmidt Rock Test Hammer was used in the studied platforms to investigate rock
weathering and to assess the role of geological control in their evolution and present
dynamics. Due to the reduced extension of the Gallín Point platforms we applied the Schmidt
Hammer in a great number of points. A Digi‐Schmidt Hammer type N, with energy of impact of
2.207 Nm, has been in used in a total of 265 points (117 in Gallín I and 148 in Gallín II)
distributed on the whole surface of the platforms. The platforms were surveyed with a total
station Leica 307T and the position and elevation of each Schmidt Hammer station were
recorded. Data of biological cover, joint density, lithology, weathering forms and processes of
erosion were collected at all Schmidt Hammer sampling points. A database was created with
245
the following variables: (i) weathering degree (based in visual information); (ii) Rebound value
(obtained with the Schmidt Hammer); (iii) tidal elevation (m); (iv) distance to the sedimentary
cliff (m); (v) surficial forms (1 m2); (vi) rock type; (vii) joint density (joints/m2); (viii) biology
cover (%/1 m2) and; (ix) species present (1 m2);. Using the interpolation options of ArcGis 9.3 a
map of each variable was obtained using a kriging method. Multivariate statistical analysis
(cluster analysis) helped to interpret the relationships between rebound values of the Schmidt
Hammer, rock type, joint density, biological coverage and weathering degree assessed using a
nominal semi‐quantitative scale (Table 2).
Table 2. Semi‐qualitative scale of weathering degree applied to the shore platforms of Gallín Point.
0 Surfaces with no evidence of weathering.
1 Signs of incipient weathering. Isolated pits, small depressions or flaking up to 1‐2 cm. Quartz veins with no more than 1 cm
height.
2 Surfaces showing well defined alveolar forms, with longest axis greater than 1‐2 cm and/or scaling or flaking covering less
than 50 % of the surface.
3 Alveolar forms and flaking covering more than 50 % of the surface. But without evidence of coalescence or degradation.
4 Alveolar forms and flaking covering more than 50 % of the surface with evidence of coalescence or degradation. In supratidal
sandstones or phylites, evidence of case hardening weathering processes not related with tidal processes. Iron crusts and
flaking no more than 3 mm thick.
5 Pseudokarst: Rough surfaces showing joint widening, alveolar coalescence, or rills more than 1 cm in depth. In supratidal
sandstones and phylites, case hardening weathering covering near the 100 % of the surface. Broken honeycombs.
Thin section and Scanning Electronic Microscopy (SEM) analyses were conducted on
11 samples in order to characterize rock properties and rock ‐hardening weathering processes
over the shore platforms.
2.2. Methodology applied to the sedimentary record.
A combination of sedimentological and pedological techniques was applied to the
sedimentary deposits of Gallín Point. Four profiles were sampled at the back of Gallín‐I inlet.
Three profiles (GAdep‐I‐I, GAdep‐I‐VII, GAdep‐I‐X) were sampled in the sedimentary cliffs,
taking samples every 3 cm where possible, and one profile was sampled under the present
boulder beach with an Edelman type auger (GAdep‐I‐XI). A total of 136 samples were obtained.
Field soil description was done following the Guidelines for Soil Description (FAO, 2006). In the
laboratory, the samples were air dried and described using a Munsell Soil Color Chart (1975).
Dry sediments were weighed and the fine (< 2mm) and coarse fraction (> 2 mm) were
separated by dry sieving. The organic matter of 20 g of the fine fraction was removed with
H2O2, sieved with a set of 6 meshes from 0.063 mm to 1 mm and weighed. Silt and clay content
were measured using a laser diffractometer Mastersizer 2000. Grain surface analysis was done
for 100 sand grains from each of the 0.5 mm and 0.2 mm fractions, for each sedimentary layer
using a stereomicroscope. They were classified using the Power’s roundness scale (Powers,
1958). Coarse fraction was also dry sieved using a set of 6 meshes from 2 mm to 250 mm.
Statistical analysis were performed using the Gradistat spreadsheet version 4 (Blott and Pye,
2001). The clasts with an intermediate axis greater than 250 mm were measured in the field.
The pH of the fine fraction was measured in distilled water and KCl suspensions (1:2.5
w/v ratio). The organic matter content was estimated by LOI (% Loss on Ignition) by first
weighing (after 24 hours at 105 ºC) and second burning 5 g of dry sediment in a muffle furnace
at 550 ºC for 5 hours. Total C and N contents were measured on an EA1108 elemental
246
analyzer, and total Al, Fe, and Si by energy‐dispersive X‐ray fluorescence spectrometry after
fine grinding (<50µm). Elemental composition of the sediments (Ti, Ca, K, Rb, Sr, Y, Zr, Cr, Mn,
Ni, Cu, Zn, As, Pb, Th, Cl and Br) were determined by X‐Ray Fluorescence.
Extractions with 0.2 M NH4 oxalate‐oxalic acid at pH=3 (Blakemore, 1978) and 0.1 M
Na‐pyrophosphate at pH=10 (Bascomb, 1968) were performed, and extracted Al and Fe were
measured by flame atomic adsorption spectroscopy on a Perkin Elmer 1100B. Oxalate‐
extracted Al (Alo) and Fe (Feo) are considered as an estimation of the total “active” Al and Fe
pool and are used to calculate the amount of short‐range order Al and Fe oxyhydroxides after
subtraction of pyrophosphate‐extractable Al (Alp) and Fe (Fep). Fep and Alp were interpreted
as total organically bound Fe and Al, including co‐associated oxyhydroxides (McKeague and
Schuppli, 1982; Kaiser and Zech, 1996; Drabek et al., 2003). The difference between oxalate‐
and pyrophosphate‐extractable Fe and Al gives a measure of amorphous inorganic Fe and Al.
The Alot and Feot ratios are frequently used to estimate the weathering degree, and are
directly related to the soil evolution.
Nine samples that correspond to significant sedimentary changes in the cliffs were
selected for radiocarbon dating (Table 3). Samples of soils were prepared for AMS radiocarbon
dating following this procedure: the fine fraction of the samples were shaken in ultrapure
distilled water for 16 h, and the suspension was filtered through a 50 m mesh‐size sieve,
thereby removing sand, roots and some undecomposed organic remains. The radiocarbon
dates were calibrated using CALIB 5.0.2 (Stuiver et al., 2005; Table 3, Figure 9).
Diatom analysis was not possible due to the absence of this type of fossil in the
studied sediments. Only a few badly damaged specimens that were impossible to identify were
found. Other methods, used as secondary tools for the study of some sedimentary levels were
anthracology and the study of thin layers of sediments using the microscope.
2.3. Methodology applied to explore the storm origin of the top levels of the sedimentary
sequence (GAdep‐I‐X): Wave calculations
Coarse clasts deposited at high elevations on rock coasts are important
geomorphologic features reflecting the occurrence of high energy events (Paris et al., 2011).
The top units of the studied sedimentary cliff have been interpreted as storm deposits. There
have been several attempts to calculate the conditions for their deposition using the size and
mass of the clasts. In this work we have applied the equation derived by Lorang (2002) to
predict the height of a gravel beach crest. The basis of the equation is that the elevation to
which waves can pile gravel is a function of the size and density of the material relative to the
hydraulic components of swash velocity, wave frequency and run‐up height:
1 s w gTD i tan
hc (1)
2 w C U
d max
Where ρs is density of the clast, ρw is the density of water (1.023 g/ml), g is the
acceleration due to gravity (9.81 m/s2), T is the wave period, Di is the clast size, tanθ is the
247
slope of the beach, Cd is a drag coefficient related with the clast size and the wave run‐up and
Umax is the maximum swash velocity. The significant wave height enters in the equation to
calculate the drag coefficient and the maximum swash velocity.
Table 3. Radiocarbon dates calibrated using the CALIB 5.0.2 software (Stuiver et al., 2005) that uses INTCAL04
(Reimer et al., 2004).
14
Sample material C age 2σ cal BP 2σ cal calendar Lab code Source
248
the Gijon tide gauge, and the value for beach slope was assumed to be similar to that of the
present beach.
3. Results
3.1. Gallín Point Shore Platforms.
In the two studied shore platforms simple regression analysis did not show any
tendency in weathering, and no significant correlations between tidal elevation and the
rebound values (R‐values) obtained with the Schmidt Hammer were found. The studied shore
platforms show complex variations both in rock type and joint density, that can hide the
occurrence of weathering tendencies related with tidal elevation. Furthermore the occurrence
of case hardening weathering forms related to non‐marine processes in some sections of the
platforms suggest different strength responses to those studied previously in other rocky
coasts using the Schmidt Hammer (e.g. Blanco Chao et al., 2007).
A k‐mean cluster analysis was applied to identify groups of points with similar
characteristics on the platforms. The variables included in the analysis were: (i) mean R‐value;
(ii) distance to the sedimentary deposit (m) and; tidal elevation (m). The result of the analysis
defined 3 homogeneous groups of points in Gallín‐I and 2 groups in Gallín‐II (Figures 4 and 5).
Differences in the mean strength of each group are based in rock properties, tidal elevation
and inherited weathering processes.
249
Groups Groups
Figure 4. Box‐plots graphs showing mean R‐values of the groups identified with the k‐medias cluster analysis.
ANOVA test and pos‐hoc Tukey‐b test confirmed that the 3 groups of Gallín‐I have different R‐values (p‐value
<0.001). In Gallín‐II a Mann‐Withney test showed differences between groups 1 and 2 with a significance level <
0.001.
Figure 5. Sections of the shore platforms GA‐I and GA‐II obtained using the k‐mean cluster analysis.
250
In GA‐I section 1 (Figure 6) has the highest R‐values and corresponds to a rich quart
massive quartzite outcrop at a mean tidal elevation of 4.40 m, that is only reached by the sea
during highest spring tides. Section 2 corresponds to those points that are in the present
intertidal zone, below 4.5 m of tidal elevation. Section 3 includes those points located just at
the foot of the sedimentary deposit situated at the back of the embayment, in the western
sector of the platform. Section 3 has the highest mean tidal elevation (5.72 m). The study of
thin layers and SEM analysis of rock samples from the shore platform in section 3 showed a
process of iron leaching. This type of weathering implies a general reduction of rock strength
and a development of iron crusts up to 5 mm thick.
Figure 6. Correlations between tidal elevation (m) and rock strength (R‐values) for each sector.
The negative correlation between R‐values and tidal elevation (r = ‐0.413, p‐value =
0.02) in section 3 suggests that rock strength decreases with tidal elevation, that is those
points affected by tides are more affected than those recently exposed from below the
sedimentary cliff.
The cluster analysis enabled the two shore platforms to be divided into two groups of
similar characteristics. In both GA‐I and in GA‐II there are a group of points with the highest
rock strength (Group 1) that in both cases corresponds with the sampling points at supratidal
positions. On the contrary, in the intertidal sectors (Group 2) of both platforms the R‐values
show a negative correlation with the tidal elevation; this trend suggests a more important role
of the weathering induced by the intertidal processes operating on the platforms, although
with important differences in the strength of the correlation between both platforms.
In GA‐I the results confirm that the geological contingency is the main control in the
morphology and the evolution of the platform. The role of inherited weathering processes
must be added to the geological factors to explain differences in rock strength between the 3
251
cluster groups. Contrary to GA‐II, in GA‐I, the presence of thick sedimentary deposits that
fossilized the inlet during the marine regression of the last glacial period is a first order factor.
Lithological variations also explain the presence or absence of some weathering forms. For
example, the pseudokarst or honeycombs only appear on the phyllites, were dissolution are
more active due to the higher content on silicates and the presence of planes of weakness.
Quartzite shows a lower degree of weathering (1‐2 in Table 2) than the phyllites and the
sandstones (1 to 5 in Table 2). A chi‐square test applied to sampling points located at the same
tidal elevation in GA‐I showed that the degree of weathering is strongly related with rock type
(Pearson Chi‐square= 35.25; p‐value < 0.001).
In the massive quartzites of the platform GA‐II neither the strength data obtained
with the Schmidt Hammer nor the qualitative analysis us allowed to identify significant spatial
trends in the degree of weathering. The evidence of abundant recent detachments and a
rough morphology point to the importance of the erosive processes in the development of this
section of the platform. The presence of iron crusts in the quartzite that today are being
eroded suggest that these weathering forms are inherited from periods in which the shore
platform was subjected to subaerial weathering. The hardened surfaces explain in part the
increase of the R‐values towards the high tide elevations, although it is also possible that
abrasion processes at the seaward edge of the present coarse beach played a role in increasing
the rock strength.
On the contrary, in the sandstones on which there was opened a channel that
separates the platforms GA‐II‐E and GA‐II‐W a significant positive correlation between tidal
elevation and the R‐values (r= 0.659, p‐value= 0,007) was found (Figure 7). This channel is the
only section located at low tidal elevations and with a more homogeneous lithology than the
higher sections of the platforms. The linear regression analysis confirms the same trend
between tidal elevation and weathering degree previously defined in other studies (e.g.
Stephenson et al., 2000, Kanyana and Trenhaile, 2005, Blanco Chao et al., 2006, 2007).
Figure 7. Correlation between tidal elevation (m) and rock strength in the channel (western sector of GA‐II‐E).
252
The studied platforms can be considered as high tide sub‐horizontal ‐ structural
platforms, corresponding to the type B of Sunamura (1982). Although it has been suggested
that the platforms of type B might be essentially originated by the action of waves during
storms (Bird, 2000) field observations and the study of the forms and processes on the
platforms of Gallín Point suggest that the present profile of the platforms is to a great extent
inherited, sculpted during periods in which sea level was the same or highest than present.
At present, most of the incoming waves break on the rock barrier, and the reformed
waves expend most of their energy across the shore platform. The equations developed by
Trenhaile (2002b) allowed us to estimate that only the smallest waves with 1‐2 m of significant
height break directly on the platform (Figure 8).
The evidence of the erosion of weathering forms including tafoni and case
hardenings suggest that today downwearing of weathering products is the main erosive
process. As was previously remarked, today most of the wave energy is lost in the first 20 m of
the platforms, reducing the effects of mechanical erosion over the platforms. During the last 4
years (2007‐2011) no abrasion or new quarrying scars were observed on these platforms.
Figure 8. Percentage of wave energy expended on the shore platform GA‐I during spring high tides. The 100% of
wave energy correspond to breaking. The value of k was 0.1 which represents high rates of attenuation in a rough
surface (Trenhaile, 2002b). Calculations were made using waves of significant heights between 1 to 2 m with
periods between 5 and 6 seconds, respectively. Wave data was obtained from Gijon buoy (Puertos del Estado,
Ministerio de Fomento)
3.2. Gallín Point sedimentary record.
The sedimentary cliffs at the back of the platform of GA‐I has its base at an elevation
of 1 m above the present high tide level, and they are 2 m high. One of the most significant
characteristics of the sequence is the existence of lateral variations in the sediments between
the flanks and the centre of the former embayment. Not all the sedimentary layers are present
253
along the sedimentary cliffs reflecting the importance of the slope topography and of the
different processes that were active on each section. The western section is a protected
position behind a protruding quartzite, where the sedimentary sequence is more complex.
Figure 9 shows the variation of the lateral facies in the exposed sedimentary cliff. The sampled
profile GAdep‐I‐VII corresponds to the eastern sector and its base is at 1.46 m above HAT. The
profile GAdep‐I‐X corresponds to the central sector of the embayment, and is the top units of
the sequence. Profile GAdep‐I‐XI is in the centre of the embayment, buried by the present
boulder beach, the top of the profile is at 1.36 m above HAT. Finally, profile GAdep‐I‐I
corresponds to the western sector of the embayment and its base is at 1.7 m above HAT.
The position below the present boulder beach, allow interpreting the sediments on
profile GAdep‐I‐XI as a continuation in depth of profile GAdep‐I‐VII; most of analyzed variables
(both geochemical and sedimentological) show a natural continuity between both profiles.
Figure 10 shows LOI, Br, Si Al, Fe, percent of gravel and sand mean size in both profiles.
Radiocarbon datings obtained in unit Sco0 of GAdep‐I‐VII and in the base of the unit Sbp2 of
profile GAdep‐I‐XI were 19020‐18.870 yr. ca BP and 27450 +/‐ 140 yr. BP respectively, which is
coherent with this hypothesis of sedimentary continuity between both profiles.
Figure 9. Schematic levels of GA‐I sedimentary cliff.
254
Figure 10. Vertical variation of some of the geochemical and sedimentological variables considered in profile
GAdep‐I‐VII (red codes) and GAdep‐I‐XI (black codes). Dashed line marks the gap between both profiles.
The similar properties of Unit Sob2 (Figure 9) with other sedimentary layers
widespread distributed along the NW coast of Spain suggest that is the remnants of beach
deposits that has been tentatively assigned to the last interglacial stage (5e), between 132.000
and 121.000 years BP, during which sea level was 2‐3 m higher than present (Hearty et al.,
2007; Shackleton, 1987). The top of this unit is affected by frost‐shattered processes and is rich
in organic matter which could be indicative of a stable phase during the early stages of the last
glacial period. In the eastern section of the section the layer was covered by slope periglacial
deposits (Unit Sob3) in which a 14C date of 10180‐9890 cal. yr BP. The thickness of this unit
decreases from the eastern to central section of the embayment where disappears. In some
parts of the cliff it is possible to see a transitional limit between units III and IV; Unit IV is
composed of a 65‐70 % of medium and coarse silt, and the study of the quartz sand grain
surfaces (fraction 0.5 mm) showed that 55 % of the grains are rounded and polished and a 36
% are shiny subrounded, which suggests an aeolian origin for this grains. 15
Although the sediments of Unit‐Sco1 show similarities with some loess‐like deposits
described in the English Channel (Regnauld et al. 2003; Roberts, 1985; Ealey and James, 2011),
the occurrence of sea‐shells (Nassarius pygmaeus, Littorina saxatilis, Littorina neritoides)
suggest a marine influence. The tentative chronology (before 4015 – 3695 cal yr. BP) points to
a sea‐level lower than today or to an initial stage of the Holocene transgression. These
conditions imply a very different environment to that established after 1660 yr BP, when a
period of beach crest construction started and expands to the present. With a low sea level,
and with a higher amount of sediments being eroded from the older deposits, Unit IV could
255
have been deposited in a low energy environment, at the back of a beach barrier that created
a closed or semi closed area with a small water column or hidromorphic conditions. The
retraction cracks and illuviated clay content at the top of Unit IV probably correspond to the
last stage of this sedimentation. The low energy conditions are also consistent with the relative
high amount of organic material of this layer (from 3.79 to 5.76 % of LOI) and the poorly sorted
sand fraction.
The combination of sedimentological and pedological techniques applied to the study
of profiles GAdep‐I‐I, GAdep‐I‐VII and GAdep‐I‐Xi allowed to distinguish the following evolutive
sequence:
Sedimentation previous to the last interglacial. In the western sector of the embayment it has
been identified a sedimentary layer resting directly on the rock substrate. The layer has been
interpreted as an area of low energy sedimentation with oscillations of the water level.
Although it has been not directly dated, the position below a sedimentary layer that was
interpreted as a MIS 5 beach allows considering it as the oldest sedimentary layer of the
sequence.
Last Interglacial Transgression: The similar properties of the basal unit of the sedimentary
sequence in the eastern sector of the embayment with other sedimentary layers widespread
distributed along the NW coast of Spain suggest that is the remnants of beach deposits that
has been tentatively assigned to the last interglacial stage (MIS 5). The unit fossilizes the oldest
sedimentary layer, but laterally rests directly on the upper segment of the rock platform. It
was not possible to determine if the shore platform are previous to the last interglacial, but it
has been proved that it was subjected to processes of erosion and sedimentation during this
highstand.
Weichselian Regression: After the MIS 5 the cold conditions during the marine regression of
the last glacial stage, leaded to an extensive sedimentation that buried the beach and coastal
landforms of the MIS 5. The evidences of frost‐shattered clasts in the upper layers of the MIS 5
beach suggest that it remained exposed under cold conditions. There were significant
differences between the sedimentation in the flanks and in the centre of the embayment. In
the flanks the slope processes were the dominant, meanwhile in the centre of the embayment
the sedimentation was mainly related with low energy alluvial processes. There was detected
an important input of aeolian sediments, that increased after 12440‐12075 cal yr BP. It was
also detected a new period of slope periglacial sedimentation after 10.180‐9890 cal yr BP that
256
could be related to the 8.2 kyr cold event (Alley and Agústsdóttir, 2005; Barber et al., 1999;
Klitgaard‐Kristensen et al., 1998; Thomas et al., 2007).
Post‐glacial marine transgression: The post‐glacial transgression occurs along the most of the
coast of Galicia eroding the continental deposits that fossilized the former MIS 5 coastline
(Blanco Chao et al., 2002). Punta Gallín was subjected to a paraglacial dynamic during the post‐
glacial marine transgression, as other sectors of the Atlantic Galician coast. The studied shore
platforms that were fossilized during the former cold stage were exhumated during the
Holocene transgression. The fine material (silt and fine sand) inherited from the sediments of
the last glacial stage were reworked by the sea and partially re‐deposited forming a mixed
deposit with a high percentage of aeolian sediments. The occurrence of sea‐shells (Nassarius
pygmaeus, Littorina saxatilis and Littorina neritoides) suggest a marine influence in the
sedimentation of the level II of GAdep‐I‐VII. This level has been interpreted as a landward zone
of active shallow‐water sedimentation, related to a sea level highstand that finished 5580‐
5530 cal BP. The characteristics of the sediments and the radiocarbon dates points to a sea‐
level close to the present one but probably lower. These conditions imply a very different
environment to that established after 1660 yr BP, when a period of beach crest construction
started and expands to the present. With a low sea level, and with a higher amount of
sediments being eroded from the older deposits, the layer could have been deposited in a low
energy environment, at the back of a beach barrier that created a closed or semi closed area
with a small water column or hidromorphic conditions. The retraction cracks and illuviated clay
content at the top of the unit probably correspond to the last stage of this sedimentation, but
without any evidence of marine influence. After this high‐stand, a radiocarbon of 4015 – 3685
cal. yr. BP date obtained in a continental, alluvial facies with abundant stone lines indicates a
fall in the relative sea‐level.
3.3. Late Holocene evolution and present dynamic of the study site.
During the last 1700 the sedimentary cliff‐boulder beach system have been
characterized by a different dynamic from previous stages in which storm activity plays a prime
role. The results of the sedimentary and geochemical analysis of profile GAdep‐I‐X confirmed
that the top layers (Units Sc3 to Sc1) of the studied sedimentary sequence are the result of a
process of beach crest accretion, with two moments periods characterized by the deposition of
coarser sediments with higher marine inputs (Units Sc3 and Sc1) interpreted as periods of
increase in wave energy. Between the sedimentation of the two coarse layers there was a
period of less wave energy, characterized by finer sediments and less marine inputs. There are
evidences of stabilization after the deposition of the Units Sc1 and Sc2 and prior to the
deposition of the Unit Sc3 layer. The increase in depth of clay content, and as well as
geochemical signal signs of weathering and pedogenesis were the result of a stabilization of
the beach system.
Grain size analysis identified 3 levels on the studied sequence. The upper (Unit Sc3)
and lower (Unit Sc1) layers have a higher gravel content, however in the Unit Sc1 between 30 ‐
47 cm there is an increase in sand and silt content and a decrease in gravel. The gravel layers
are clast supported, well rounded and well to very well sorted. Sand in Unit Sc2 is poorly to
257
moderately sorted and there is an increase in less rounded gravels. Silt and sand content varies
together, both with a negative correlation with gravels. Clay content is close to zero in the
upper samples but increases from a depth of 25 cm to the bottom of the profile.
The pH values are high (6.30‐7.02, Figure 11), possibly as a result of CaCO3 input
from sea. Higher soil C contents are at the uppermost level (Unit Sc3:78–120 g kg−1), and
decline rapidly with depth to values ranging 40‐50 g kg−1 in Units Sc2 and Sc1. The C
concentration are strongly correlated with LOI (r2=0.96) and also to N contents (r2=0.99). This
produce higher C/N ratios in the soil uppermost sample (C/N=15.0) reflecting the current input
of organic matter from surface, while lower values were observed in the subsurface samples
(C/N=11.6‐12.9).
The Si concentrations ranged between 25.6% and 31.9%, with the highest values in
the bottom samples of Unit Sc3 and the lowest in bottom samples of Unit Sc2 (Figure 11). The
Al and Fe concentrations have its lowest values in the uppermost sample (5.0% and 1.7%
respectively), and increased with depth up to 8.8% and 2.4% at 30 cm depth. The ratios of
NH4‐oxalate extractable Al and Fe to total Al (Alot) and Fe (Feot) are frequently used to
estimate the weathering degree and soil evolution. In the Units Sc1, Sc2 and Sc3 both ratios
increase with depth, with low values in Unit Sc3 and progressively increasing in Unit Sc2 with
the highest values at 40 cm depth, and decreasing slightly in Unit Sc1. Units Sc1 and Sc3 appear
to be derived from more active events than Unit VIII. Although the 14C dates indicates that the
Sc2 layer was formed in 307 years, it seems that there was enough stability time to develop
edaphic features.
During four years of field work, only one event of clast deposition on the cliff top was
recorded (Figure 6 and 7). In March 2008, waves larger than 3 m Hs were maintained during 90
hours, from the 9th to 13th. The average significant wave height and period for the storm were
5.9 m and 8.5 s respectively and the maximum wave height was 19.7 m with a peak period of
16.7 s. The maximum tidal elevation during the storm was 5.09 m. Waves reached and topped
the cliff at 4.1 m above HAT, and deposited several clasts of up to 20 cm b‐axis diameter. The
characteristics of the observed waves match very well with the predictions made with
equation (1), as waves higher than 8 m with periods longer than 11 s (offshore) arrived for 14
hours between the 10th and 11th of March. For seven hours on March 10th and four hours on
11th the run‐up reached the maximum elevation, above the elevation of the Sc3 layer.
258
Figure 11. Physico‐chemical properties of the sediments of Units Sc1, Sc2 and Sc3
The combination of sedimentological and geochemical data of the sediments and the
analysis of the morphodynamic evolution of the cliff‐beach complex provided evidence of
significant changes in the last 1600 years (Figure 13). Results suggest that the recent evolution
of this coast area can be related to changes in the morphodynamic environment, mainly a
combination of variations in sediment supply and wave energy. The results of the sedimentary
and geochemical analyses confirm that the studied sequence is the result of a process of beach
crest accretion, with two periods characterized by the deposition of coarser sediments with
higher marine inputs (Sc1 and Sc3) interpreted as periods of increase in wave energy. Between
the two coarse layers there was a period of lower wave energy, characterized by finer
sediments and lower marine inputs. There is also evidence of stabilization after the deposition
of the Sc1 and Sc2 layers prior to the deposition of the Sc3 layer.
During the regressive stage of the last glacial period, the embayment must have been
filled with the continental sedimentation from the western and eastern slopes of the
embayment, fossilizing the coastal landforms and the beach formed in the previous
transgression. This process is similar to that described for many coastal areas of the NW
Iberian Peninsula (Blanco Chao et al., 2003). The hinterland topography limits slope or fluvial
derived sediments inputs to the beach. Therefore, the only possible source of sediment for the
beach crests was the erosion of ancient deposits by the Holocene rising sea‐level. The
nourishment of beaches from the erosion of ancient continental deposits has been described
before for the Atlantic coast of Galicia (Trenhaile et al., 1999; Blanco Chao et al., 2003).
259
th
Figure 12. Significant wave height (a) and peak period (b) during march 2008. The grey rectangle is the storm of 9
th
to 13 ; (c) is the calculated run‐up during the storm.
As the erosion of deposits continued, the decrease in sediment supply and the
increase in wave attenuation by the exposed shore platform led to the reorganization of the
beach system inside the embayment. The characteristics of the sediments immediately below
the Sco2 layer suggest a continental origin. A 14C date of a sample taken over the gravel line
that separates level III and IV of GAdep‐I‐VII provided a date of 4015 – 3680 cal yr BP. Below
this layer the sediments are poorly sorted fine sands and silts. Fragments of marine shells were
found on this layer, which suggests that they were deposited by coastal processes in a date
around before 5580‐ 5530 cal. yr BP, although under different energetic conditions and
presumably corresponding to a morphodynamic stage very different to that established after
1735‐1590 cal yr BP.
Around 1665 cal yr BP the period of beach crest built‐up started and was continuous
until present. The sedimentation of the first gravel layer (Sc1) extended from 1735‐1590 cal yr
260
BP to 1320‐1225 cal yr BP. Between 1320‐1225 cal yr BP and 1015–920 cal yr BP the energetic
conditions were reduced, although the growth of the crest remained active but with a lower
supply of gravels. After that, the wave energy environment increased again, supplying more
gravel and clasts to construct the Sc3 layer. The deposition of Sc2 layer took place in a less
energetic environment, as indicates by the lack of coarse material and the conservation of the
upper layers of Sc1. After the deposition of Sc2 and Sc3 layers, as already mentioned, there
was a period of pedogenesis as evidenced by the development of properties characteristic of
incipient pedogenic evolution.
The presence of a boulder beach is a necessary feature to enable the waves to reach
the elevation of the beach crests, given that beach slope is a main factor in the run‐up of the
waves. For the deposition of the sediments of Sc1 layer there must have been a beach at the
front, otherwise wave run‐up could not reach the elevation of the layer. Today, the modern
beach and the Sc2 and Sc3 layers are present only on the central section of the embayment,
while the east section is an eroded vertical cliff in which only the older VII layer appears at the
top. Therefore, it can then be deduced that the present boulder beach was eroded from the
east section after the deposition of the Sc1 layer and the entire beach may have rotated to the
west.
The erosion of the beach at the east section was probably caused by a process of
adjustment of the platform‐beach system to the Holocene rising sea‐level. In general, the
geometry and topography of the shore platform favours the concentration of the wave energy
in the east section of the embayment. Meanwhile the erosion of the older coarse clastic
deposits was active there was enough sediment supply to maintain the beach at the east
section. The erosion of the older deposits caused the exhumation of the upper segments of
the rocky platform which increased wave attenuation, and a zone sheltered from wave attack
was created at the eastern flank of the embayment.
The calculation of the waves needed to transport the sediments to the height of the
studied layers suggests that high (Hs ≥ 6 m) and long (T ≥ 11 seconds) waves are required. This
suggest that strong swell associated with large storms in the North Atlantic, i.e. similar
conditions to that recorded in the storm event of March 2008. The changes in the wave energy
and the evidence of periods of stability can be then interpreted as a function of the variations
in the frequency and intensity of storminess during the last 1600 years. The lower beach level
(Unit Sc1) comprises ca. 390 years of sedimentation centred in the transition from the Roman
Warm Period to the Dark Ages. The Unit Sc2 is interpreted as a period of lower wave energy
followed by a period of stabilization, which allowed the weathering and pedogenesis. The
sedimentation of the upper coarse layer (Unit Sc3) started ca. 965 years ago with a progressive
increase in wave energy, a date that matches with the departure of the Medieval Warm
Period. The sedimentation of Unit Sc3 extends until present although not in a continuous way
as there is evidence of periods of soil formation.
261
Figure 13. Evolutionary model of the study site where a) sedimentation of the Unit VII with enhanced wave
run‐up; b) sedimentation of the Unit VIII with a decrease in wave energy and run‐up. The beach at the east
section is eroded; c) sedimentation of the Unit IX, with a new period of high wave energy and high run‐up. The
erosion of the beach in the east section shaped a vertical cliff and waves are not able to reach the elevation of
Unit IX
The defined climatic periods of the Late Holocene are mainly characterized by
changes in temperature and rainfall, climatic markers that by themselves do not give direct
information of winds and wave regime. One of the mechanisms invoked as a major control in
the climatic changes of the Late Holocene is the variations in the North Atlantic Oscillation
(NAO) index (Dawson et al., 2003, 2004; Luterbacher et al., 2002; Meeker and Mayewski,
2002). In the northeast Atlantic increased cyclone frequency during the Little Ice Age has been
related to a dominant positive NAO index, and conversely, minimal storm activity during the
Medieval Warm Period, when negative NAO index was dominant (Dawson et al., 2004; Meeker
and Mayewski, 2002). But on the contrary, several research projects conducted in marine
sediments of the Atlantic coast of the NW Spain suggest that higher storminess, identified by
changes in the coastal upwelling and continental river discharge, occurs during negative NAO
periods (Diz et al., 2002; Álvarez et al., 2005; Lebreiro et al., 2006). Storms affecting the NW
coast of Spain are more frequent during periods of dominant high pressures in the eastern
262
North Atlantic that displace southwards the cyclone tracks (Lozano et al., 2004; Dupuis and
Aldo, 2006). The periods of negative NAO index are characterized by this high pressures in the
northeast Atlantic, and consequently the cyclonic frequency was probably opposite in the
Atlantic coasts of Europe, increasing in the north during positive NAO index and in the south
during negative NAO index, a reversal that has been detected at a regional scale between the
latitude of Lisbon and the rias located at the north of the Miño river (Lebreiro et al., 2006).
However, the results of calculations using Equation 1 and the recorded event in 2008 suggest
that wave period is more important than wave height to pile clasts at the elevations of the
studied layers.
However, both the results of calculations using Equation 1 and the recorded event in
2008 suggest that wave period is more important than wave height to pile clasts at the
elevations of the studied layers. It has been found that the correlation between the winter
NAO index and wave height is weak at the southern Atlantic coasts of Europe, changing from
positive to negative just at the latitude of NW coast of Spain; but on the contrary there is a
increasing northward positive correlation between the winter NAO index and wave peak
period (Dodet et al, 2010; Dupuis and Aldo, 2006). Therefore, the hypothesis was that the high
energy events that can contribute to the beach crest construction must be characterized by
long swell waves associated to storm tracks displaced northwards, that is a with a positive
NAO. To verify the hypothesis we used the SIMAR‐44 dataset (Puertos del Estado, Figure 3)
from the HIPOCAS project, a hindcast of waves covering from 1958 to 2001, and a monthly
NAO index from the Climate Analysis Section, NCAR (Hurrell, 1995). The mean of Hs and Tp
were calculated for each winter month, and we found positive correlations with the winter
NAO index and winter monthly mean of Hs (r = 0.54) and Tp (r = 0.6) quite similar to those
obtained by Dodet et al (2010). Furthermore, those events characterized by Hs ≥ 6 m and Tp ≥
11 s were identified in the dataset and related with the monthly NAO index, resulting that 74.4
% of them were associated with a positive NAO index (Figure 139). This type of storm events
must be coincident with high tides for an effective beach crest formation. There is no tidal data
in the HIPOCAS dataset and therefore we cannot know the tide elevations during those events.
Nevertheless, the minimum time interval in the HIPOCAS dataset is three hours, and the 66 %
of the identified events lasted for twelve hours or more, which implies that the arrival of long
swell waves extended for at least one tidal cycle.
4. Conclusions
Conclusions of this research can be divided in three main clusters: (i) those
conclusions related to shore platforms geomorphology; (ii) those extracted from the study of
the sedimentary sequence; (iii) general ideas about inheritance in rock coast evolution and
present processes, that are derived from the global analysis of (i) and (ii).
(i) Rock shore platforms dynamics in Gallín Point
Lithology and rock structure (including the imprint of inherited weathering
processes) were a major factor in the evolution and dynamics of the shore platforms of Gallín
Point, sculpted in metamorphic rocks. The intertidal sections of these platforms do not show
263
any spatial trend related to tidal elevation as has been identified in other locations. This is
explained by the extremely rough surface of the platforms and the complex stratification that
masks weathering tendencies. Furthermore the high elevation of the platforms implies that
only a narrow intertidal section exists, and that most of the weathering is related to spray
processes. Lithological structure: rock type, bedding planes and joint density, are the most
important factors in controlling the geometry of the shore platforms and rock strength.
Cluster analysis applied to the rock strength data obtained with the Schmidt Hammer
allowed identifying differences in weathering degree in relation with inherited weathering
forms derived from the last glacial stage. Both present geometry and the presence of
polygenetic sedimentary deposits are the result of a large and complex evolution controlled by
changes in the relative sea level and climatic variations. The presence of coarse beach
sediments over the shore platform attributed to the last interglacial stage and the presence of
a supratidal ramps and supratidal benches suggest that the geometry of the platforms of Gallín
Point are to a great extent inherited landforms, developed at least during the last interglacial.
The beach deposits of the previous interglacial were buried by complex periglacial sediments
during the marine regression of the last glacial period. During fossilization stage an intense
weathering occurred on the rock surface of the platforms, leading to different case‐hardening
forms. This inherited weathering process implies a strength increase in the iron crusts and a
reduction, hardly notable in the philite, in the leaching areas (as demonstrate the data
obtained both with the Schmidt Hammer and with the Equotip). This inherited weathering
forms that were protected under Late Pleistocene and Holocene deposits are currently
influencing the development of some weathering forms (taffoni) and the erosive processes
that operating today on the shore platforms, as weathering rocks are easily eroded as fresh
ones.
(ii) Main conclusions from the Gallín Point Sedimentary record.
Gallín Point is a key site to understand the sea‐level changes in the NW coast of
Spain. Pleistocene‐Holocene deposits are described in the well‐exposed sections in the cliffs of
Punta Gallín. The general stratigraphic sequence comprises marine and continental
sedimentary layers covering since the last interglacial to the Late Holocene.
The studied sediments have provided the first evidence of a relative sea highstand
after 5580‐5530 yr cal BP in the coast of Galicia. This date is coherent with previous evidences
described in the Iberian cantabrian margin.
(iii) On the role of inheritance on rock coast evolution
264
Both the sedimentary record and the shore platforms of Gallín point are excellent
features to explore the concept of inheritance applied to rock coast evolution. Figure 14
represent the synergies between past and present processes in the studied sector. This
conceptual model shows two main processes directly related to previous climate stages: (i)
supratidal beach crest construction and (ii) tidal weathering effectiveness over the shore
platforms.
Figure 14. Conceptual model of the synergies between past and present processes in the Gallín shore platform‐high
tide boulder beach‐sedimentary cliff system
Felton (2002) highlighted that the contribution that rocky shoreline deposits can
make to studies of coastal change, through understanding shoreline processes and histories,
has yet to be realized. Coarse gravel deposits are potentially the only depositional record of a
range of high‐energy processes occurring on rocky shorelines, and frequently, at least, part of
its sedimentary sources are inherited from previous morphodynamic stages. The
implementation of sedimentological and geochemical analysis to unravel the morphodynamic
evolution of a cliff‐beach complex provided evidences of significant changes in the last 1600
years related to storm events recycling Pleistocene coarse deposits. The cohesive clay ramp
below the present boulder beach was formed by wave erosion, and possibly abrasion, during
the Holocene sea transgression. This feature developed in Pleistocene sediments has been
shown as necessary features to drive wave energy to the top of the sedimentary cliff allowing
the clast deposition.
265
Present weathering patterns over the studied platforms seem to be related to
previous weathering forms and processes inherited from the last glacial stage (Weichselian).
During the last glacial stage, when sea level was up to 100 m lower than present, Gallín point
shore platforms were subject to different weathering processes not related to marine
processes. During this time, cold and wet conditions lead to a general strength decrease of the
rock basement but also to the formation of iron crust. Therefore, during the Holocene
transgression, these previous weathering forms influenced the erosion and weathering
processes of marine origin.
The discussion concerning the relative importance of wave erosion and subaerial
weathering in shore platform evolution that have occupied coastal geomorphology over the
last century must be revisited including a temporal scale, as present major role processes
could have a secondary role during previous stages. Conversely, those processes that today do
not play an important role, as for example quarrying in Gallín Point shore platforms, probably
were a primary factor in their evolution during interglacial stages in which sea level was higher
than present. In a shorter temporary scale, storm surges could imply the prevalence of erosion
conditions in previously weathered rock surfaces. Thus, the dominance of erosion or
weathering in the origin and evolution of rock surfaces depends on the evolutionary stage of
the platform as well as rock contingency that includes the effect of inherited weathering.
266
267
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