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ciertos peligros sociales, y nos referimos con ello a hábitos y estilos de vida
negativos, y/o comportamientos destructivos, etc.
Por una parte la búsqueda de nuevos roles y la realización de actividades,
y por otra el apoyo en la familia y los amigos, así como en algún tipo de
organización, asociación o club, pueden propiciar, en estas personas, la
reconstrucción de su identidad y su toma de posición social en esta etapa de
su vida. Respecto de las actividades de ocio y altruistas en concreto, María
Teresa Bazo (2002) señala como éstas, en cuanto a actividades que conllevan
compromiso, comparten con la actividad laboral y profesional la cualidad de
estructuración del tiempo, y de proporcionar un sentimiento de utilidad social.
Una “reconquista”, recuperación, de los ritmos y del sentimiento de la
competencia social.
En resumen, el desarrollo de una adecuada adaptación e integración
social permitirá un adecuado ajuste personal y social al mayor, que le aporte
bienestar y calidad de vida en esta nueva etapa. No obstante, no podemos
dejar de considerar que la diferente actitud con la que los sujetos viven esta
época de su vida, cómo se adaptan, cómo se integran, va a depender de
factores biológicos culturales [edad, sexo, salud], de factores sociales y
culturales [género, nivel de estudios, situación económica, situación familiar,
relaciones sociales], y se va a ver afectada por el factor psicológico. Hemos
dado a entender a lo largo de este escrito que sería un error considerar a las
personas mayores como un grupo de comportamiento homogéneo.
Tendremos que observar, entre otras, las diferencias derivadas de la
pertenencia a distintos subgrupos de edad, las que tiene origen en el género
o las que existen por clase social, como entre cualquier otro colectivo o grupo.
Existen formas distintas de envejecer socialmente.
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más reconocidos en este campo: John Neulinger (1974), quien considera como
ocio la actividad que es libremente elegida por la persona, y se lleva a cabo
sin tener otro propósito adicional distinto a la propia satisfacción que supone
realizarla. ¿Qué tiene de especial esta definición de ocio?. Su elección
responde a que se trata de una definición que contiene las dimensiones
fundamentales que delimitan el concepto: libertad en la elección -la actividad
es voluntariamente elegida-, motivación intrínseca -la actividad proporciona al
individuo recompensas personales y subjetivas- y orientación finalista -la
actividad contiene en sí misma la finalidad de su realización. Estas
dimensiones rubrican el carácter subjetivo del ocio, y dan idea de la
importante influencia de los factores culturales en la clasificación de una
actividad como tal. A propósito de esto último, habremos de señalar otra
simplificación bastante común consistente en identificar la actividad en sí
[pasear, ver televisión, practicar deporte, jugar a las cartas, hacer teatro,
voluntariado...] como ocio. En el ocio se van a poner de manifiesto muchos
aspectos importantes del individuo, como la etapa de la vida, la edad, los
estilos de socialización y las preferencias en las actividades.
Hay una gran cantidad de actividades que pueden incluirse dentro de la
categoría de ocio. Incluso, ciertas habilidades y actividades, pueden contener
aspectos de las categorías de trabajo o sostén económico y de ocio a la vez.
Dentro de los intentos de clasificación de estas actividades, y con miras en
nuestro desarrollo argumental futuro, recogemos el de Richie (1975) que
agrupa las actividades consideradas como ocio en cuatro ejes, y las clasifica
en: actividades activas frente a actividades pasivas, actividades individuales
frente a actividades grupales, actividades simples frente a actividades
complejas, y actividades que son para pasar el rato frente a actividades que
requieren una mayor implicación.
Pero alrededor del ocio se han construido otras clasificaciones que
focalizan sobre el tipo de necesidades que satisfacen las actividades de ocio.
Para Kabanoff (1982) once son los grandes grupos de necesidades que
subyacen a las diferentes formas de ocio: autonomía -relacionada con la organi-
zación de proyectos y actividades significativas personalmente-, relajación
-descanso de cuerpo y/o mente-, actividades familiares -persiguen el refuerzo
de este tipo de vínculos-, huir de la rutina -evasión-, interacción -compañía y
nuevas amistades-, estimulación -nuevas experiencias-, uso de habilidades,
búsqueda de salud, estima -ganar el respeto y admiración de los demás-,
desafío o competencia -ponerse a prueba- y liderazgo o poder social. En un
sentido similar, Tinsley (1984), identificó, y agrupó en torno a ocho grandes
grupos, los tipos de necesidades satisfechas por distintas actividades de ocio;
necesidad de: “expresión del yo” -manifestarse a través del uso creativo de sus
capacidades-, compañerismo -relaciones de apoyo en las que sentirse aceptado
y valorado por los demás, con el consiguiente incremento de la autoestima-,
poder -percibir control sobre situaciones sociales, y ser objeto de la atención
de los otros-, compensación -experimentar algo novedoso o inusual, de romper
con la rutina diaria-, seguridad -comprometerse en una actividad que le
asegure la ausencia de cambios no deseados, y que garantice que sus
esfuerzos serán reconocidos y valorados-, servicio -ayudar a los demás-,
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Envejecimiento y ocio
La etapa de la vida resulta determinante en la concepción del ocio.
Pensemos a este respecto en los cambios personales o en las modificaciones
en las oportunidades posibilitadoras del ocio, a nivel personal y social, que
se van produciendo durante la vida. El segmento de las personas mayores se
constituye como un grupo diferenciado, con características, intereses y
demandas socioculturales propios, frente a un “tiempo de ocio”, que al mismo
tiempo ha de ser interpretado en términos individuales, y en la relación con
los demás miembros del grupo, lo que implicaría la consideración de las
esferas personal y comunitaria.
Otro de los aspectos individuales que se van a poner de manifiesto en el
ocio, son los estilos de socialización, que van a jugar un papel primordial al
respecto. Ya en su momento, aludíamos a la impronta, en la forma de entender
y vivir la vejez, de una socialización en un determinado modelo de vejez, que
por mor del paso de los años perderá vigencia contextual. La implicación
social que ello supone, que se refleja en la expresión y canalización del ocio,
va a resultar palpable, sobre todo, en la demarcación de las oportunidades,
desde la sociedad y en concreto desde sus coetáneos, y en la autorestricción
en la ejecución de las mismas. No habremos de olvidar que las oportunidades
para participar en actividades también de ocio, reflejan expectativas
normativas.
En su momento, nos hemos referido al ocio y las relaciones sociales como
causa fundamental del bienestar de los mayores, en un engranaje en el que
los mayores van a poder satisfacer sus necesidades de actividad a través de las
distintas experiencias de ocio, que al tiempo les van a proporcionar canales
de interacción social y de realización personal. La teoría nos informa de los
beneficios del ocio en los mayores, por su influencia en la salud y el bienestar
subjetivo, mediante su capacidad para facilitar conductas de afrontamiento en
respuesta a los sucesos y estresores vitales (Coleman e Iso-Ahola, 1993). Por
una parte, siendo las principales características del ocio la percepción de
libertad y la motivación interna, ello permite el desarrollo y mantenimiento de
sentimientos de control sobre la propia vida; y cuando las personas sienten que
disponen de capacidad para controlar lo que les ocurre en sus vidas, suelen
experimentar una mayor salud mental y física (Mannell y Kleiber, 1997). Al
tiempo que la participación en actividades de ocio que, por su propia
naturaleza, tienen un importante componente de interacción social, facilitan la
percepción de apoyo a través del compañerismo y de la amistad (McCormick
y McGuire, 1996).
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pilares teóricos que nos sirven de referencia, y que hemos expuesto a lo largo
de estas páginas.
La perspectiva del envejecimiento con la que trabajamos, observa el
mismo como un proceso natural y paulatino y, lo que para nuestro análisis
requiere gran importancia, variable y diferencial, lo cual nos indica que debe
ser considerado como un proceso sobre todo individual. Un análisis que, por
otra parte, se efectúa en términos de potencialidad, rehuyendo del modelo
basado en los déficits, para aplicar el modelo basado en la competencia.
(María Teresa Bazo, 1992), (Lehr, 1991).
En consonancia con la teoría de la continuidad, entenderemos, con
Havighurst (1961), que diferentes personas con diferentes valores, diferirán de
manera igualmente distinta sobre lo que para ellos es una buena vejez. Esta
teoría establece que las personas mayores preferirán, como en otras etapas de
sus vidas, los patrones de comportamiento que supongan una continuidad a
los que supongan un cambio substancial en sus vidas, aunque ello no quiera
decir que se de una ausencia total de cambio, sino que hay un predominio en
la continuación de esquemas anteriores. De igual modo, establece que no se
puede generalizar la idea de la desvinculación social del sujeto durante el
envejecimiento, ni tampoco que un aumento de su actividad o participación
collevará un incremento, de igual volumen, en su nivel de bienestar subjetivo;
sí, que el nivel de actividad que una persona va a mostrar en esta etapa, estará
en función de su trayectoria vital y del patrón de actividades que haya venido
presentando.
Basamos nuestro desarrollo en la delimitación del concepto de ocio, en
base a la definición de John Neulinger (1974), en la que se resaltan sus
elementos constituyentes: libertad en la elección, motivación intrínseca y
orientación finalista, que sobre todo ponen de manifiesto el carácter subjetivo
del ocio. Y destacar, además, que observamos el ocio como actitud, en
referencia al empleo del tiempo libre, y no como desarrollo de una actividad
concreta.
Compartimos la idea de que las actividades de ocio tendrán importancia
tanto por su efecto altamente significativo en el proceso de adaptación a la
pérdida de los roles productivos (Herzog, Franks, Markus y Holmberg, 1998),
en las que jugarán un papel asimilable a las actividades productivas; como, y
de modo más general, por su influencia en la calidad de vida, en el bienestar
personal de los mayores en esta etapa, a través del fortalecimiento de la
percepción del control sobre la propia vida, de autocontrol, y de apoyo social.
Al hilo de ello, estamos de acuerdo en seguir el esquema dibujado por Tinsley
y Tinsley (1986), que pone de manifiesto la relación entre la satisfacción de
una serie de necesidades y los beneficios psicológicos derivados del ocio, en
una secuencia de experiencias de ocio, que conlleva la satisfacción de las
necesidades psicológicas, lo que contribuye a la salud física y la salud psíquica
y, por ende, coadyuva a la satisfacción vital y al crecimiento personal.
Pero retomando nuestro discurso, centrado ahora en sustentar las bases
para el esbozo de un modelo de ocio para los mayores, debemos recalcar que
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también tengan una visión más positiva del ocio. Los factores nivel de
estudios, profesión y nivel social y económico -estatus-, estarán estrechamente
imbricados en la percepción del ocio. Así, se espera, en general, de los
mayores con un mayor nivel de estudios o formativo que valoren en mayor
medida el ocio, y muestren un mayor interés por sus actividades. En cuanto a
la profesión y el estatus social, observamos que a mayor nivel de cualificación
profesional y estatus social, se dará con frecuencia una valoración más positiva
del ocio; por contra, el segmento de población más ligado a la producción
material y cuyas experiencias de aprendizaje están vinculadas casi exclusi-
vamente al trabajo, mostrará una menor valoración de la creatividad o de la
utilización no productiva del tiempo. Por último, en cuanto al lugar de
residencia, un hábitat urbano creemos favorece, frente a uno rural, un modelo
de vida donde la utilización no productiva del tiempo es valorada más positi-
vamente.
Con referencia a las oportunidades, las posibilidades de ejecución o
realización del ocio, estas se verán influidas por la presencia o ausencia de
recursos tanto personales, como instrumentales. En primer lugar, habremos de
detenernos en los factores de tipo biológico, y en concreto asociados a la
funcionalidad o la competencia, que van a marcar una primera disquisición en
la posibilidad de participación en actividades de ocio. A lo largo del proceso
de envejecimiento, se producen variaciones en la autonomía personal de los
individuos. A este respecto, los estudiosos del tema estarían de acuerdo en
delimitar dos etapas diferenciadas: la primera, que abarcaría aproximadamente
hasta los setenta y cinco años, marcada por la independencia funcional y
caracterizada por el “envejecimiento activo”; y una segunda, a partir de los
setenta y cinco años, marcada por una mayor dependencia funcional, es una
etapa en la que las oportunidades de ocio se van a ver cuando menos
condicionadas o restringidas, si no imposibilitadas. De esta manera, estamos
aludiendo a la impronta de la edad y la salud real en las posibilidades para el
ocio.
Otros predictores de la participación con base en los recursos personales
de los mayores van a ser, por ejemplo, un buen estado de salud, y que así sea
percibido o valorado por la persona, lo que determinará tanto las actividades
que elige, como la medida -frecuencia, ritmo e intensidad- con que las realiza.
La salud real, va a ser determinante en la ejecución de actividades específicas;
a este respecto salud y autonomía serían cuasi equivalentes. Otro predictor
será el sexo, ya que se observa que los hombres participan en mayor medida
en actividades de ocio; y aunque se dan toda una serie de actividades
comunes a hombres y mujeres, los estereotipos sociales sin embargo juegan
un papel importante en la elección, por tanto el sexo orientará el tipo de
actividad, el lugar y los “otros” con los que se llevará a cabo.
Respecto al estado civil, ser soltero/a, separado/a o viudo/a, al igual que
no tener cargas familiares -hijos o personas dependientes-, favorece una
mayor ejecución de actividades de ocio. En cuanto a los estudios, a la
formación, podemos suponer que éste será un factor predictivo sobre todo del
tipo de actividades elegidas. Igualmente creemos que el tipo de actividad
profesional desarrollada hasta el momento, y lo que de ella se derive en la
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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