Trabajo Metodos de Investigacion
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AREQUIPA- PERÚ
2021
INDICE
INTRODUCCIÓN
CUERPO
El presente trabajo ofrece una muestra representativa de algunos resultados de las investigaciones de
largo alcance sobre el Pragmatismo del pensador y científico norteamericano Charles Sanders Peirce
(1839- 1914) emprendida por expertos de reconocimiento internacional, quienes abordan los
conceptos filosóficos claves que este lógico norteamericano usó, estudió, aclaró o discutió.
significación y de la representación.
Este proyecto se nutre en síntesis de diez trabajos elaborados por diferentes autores, donde se
abordan diversos aspectos y temas de la concepción pragmaticista propuesta por Peirce, los
presupuestos filosóficos que la fundamentan, las cuestiones centrales que él abordó y algunos de los
Nuestro propósito principal en lo que sigue será presentar brevemente los contornos generales de las
nociones de verdad, realidad y comunidad, las cuales configuran el contexto filosófico y conceptual
del Pragmaticismo de Peirce y nos sirven de criterios temáticos y horizonte de comprensión para la
selección de textos realizada en esta compilación. Adicionalmente vamos a subrayar la relevancia del
Lo real, pues, es aquello a lo que, más pronto o más tarde, aboca la información y el
razonamiento, y que en consecuencia es independiente de los antojos tuyos o míos.
Por lo tanto, el auténtico origen del concepto de realidad muestra que el mismo
implica esencialmente la noción de COMUNIDAD, sin límites definidos, y
susceptible de un crecimiento indefinido del conocimiento. Y, así, aquellas dos
series de cognición -la real y la irreal- constan de aquellas que la comunidad seguirá
siempre reafirmando en un tiempo suficientemente futuro; y de aquellas que, bajo las
mismas condiciones, seguirá siempre negando1
Y tres años después le vemos afirmar que, a pesar del error y la falibilidad humanas, la verdad
constituye un ideal regulativo para toda investigación, digno y realmente posible de alcanzar:
___________________
1 Peirce, C. S. Collected Papers of Charles Sanders Peirce (CP), vols. 1-8, C. Hartshorne, P. Weiss y
A. W. Burks (Eds.). Cambridge, MA: Harvard University Press. .CP 5.311 [1868]
2 Peirce, C. S., The Essential Peirce. Selected Philosophical Writings, vols. 1-2 (EP), Houser, Nathan
et al. (Eds.) 1992-98. Bloomington: Indiana University Press. EP 1: 89 [1871]
En 1967 Apel dedicó una Antología a Peirce, cuyas Introducciones después se publicaron en
1976 separadamente en forma de una monografía, con el título: La trayectoria intelectual de
C. S. Peirce. Una introducción al pragmatismo americano.
Reconstruyó al detalle el programa de transformación semiótica del transcendentalismo
kantiano llevado a cabo por Peirce, sin admitir las interpretaciones habituales de J. von
Kempski y M. Murphey en 1952 y 1961 respectivamente. Le consideraron un mal intérprete
y un mal seguidor de Kant por pretender alcanzar un "punto aún más alto" de reflexión
transcendental sin repetir miméticamente los mismos pasos que él dio
Apel distingue dos períodos en su pensamiento, cada uno subdividido a su vez en otros dos.
En el primero es cuando hizo sus aportaciones más interesantes, dedicando el último a
rectificar los posibles malentendidos que su obra generó en sus propios seguidores, como
fueron William James o Dewey. Esta ambivalencia explica en gran parte los usos tan
opuestos que después se han hecho del pragmatismo.
La primera etapa del joven Peirce abarca entre 1868 y 1878, entre los 29 y los 39 años.
Corresponde a las primeras formulaciones explícitas de la pragmática transcendental con la
que Apel se identifica plenamente
Debo señalar que las consideraciones semánticas que anteceden se aplican a los signos
especialmente en tanto se usan en el estadio inferencial del proceso de indagación. Sin
embargo, para Peirce la noción de interpretante es muy amplia. Peirce explicita la amplitud
del concepto de interpretante.
2. Según Max Fisch, «Peirce no era meramente un filósofo o un lógico que ha estudiado
cuestiones científicas. Era un científico profesional con todo derecho, que llevó a su
trabajo las preocupaciones del filósofo y del lógico».
"Considera los efectos que tú concibes en el objeto de tu concepción que pudieran tener
importancia práctica. Entonces tu concepción de esos efectos es la TOTALIDAD de tu
concepción del objeto" (5.422).
Aunque es posible derivar formulaciones que, como las enunciadas más arriba, exhiben
un carácter pragmatista a partir de la máxima temprana de Peirce, hay que reconocer
también que tales formulaciones son ambiguas y están abiertas a varias interpretaciones
que pueden ser contrarias a lo que Peirce quiso expresar mediante la máxima citada.
Para evitar estas interpretaciones confusas, Peirce necesita aclarar tanto como sea
posible su concepción del pragmatismo. La intención de llevar a cabo ese trabajo
aclaratorio se hace evidente en las Conferencias y en el artículo de 1905. En las
Conferencias de 1903 Peirce enfatiza que aquello que él entiende como las
consecuencias prácticas de una concepción puede caracterizarse como la tendencia que
tiene dicha concepción para evitar sorpresas en el futuro. Las sorpresas se entienden
como una súbita crisis de la experiencia. Para Peirce la experiencia se caracteriza por su
carácter fluyente. Cuando las cosas en el mundo acaecen como esperamos que acaezcan,
entonces el flujo de la experiencia no está en peligro de ser interrumpido y, en
consecuencia, no hay sorpresas. Pero el flujo de la experiencia puede interrumpirse por
un evento que no esperábamos.
El pragmatismo, sin embargo, se centra en objetivos intelectuales, que recogen sólo una parte del
conjunto de la semiosis. En consecuencia, el pragmatismo puede ser más estrecho que su teoría
general de los signos o puede aplicarse a sólo una parte de la misma. Quizás lo mejor es describir su
filosofía como una filosofía semiótica. Pero ¿es una semiótica idealista o realista? Según David
Savan, Peirce es un idealista semiótico. Savan distingue entre dos formas de idealismo semiótico:
una variedad débil que sostiene que cualquier propiedad, atributo o característica de cualquier cosa
que exista depende de un sistema de signos, representaciones o interpretaciones, y una variedad
fuerte que sostiene que la misma existencia de cualquier cosa depende de un sistema de signos,
representaciones o interpretaciones que quiere referirse a ella. Savan defiende que Peirce es un
idealista semiótico de la variedad moderada. Según Thomas Short, por otro lado, Peirce es un realista
semiótica
la decisión sobre la aplicación de una u otra denominación a Peirce parece reflejar la importancia
relativa que se le atribuye a los diferentes elementos de la relación sígnica, y con frecuencia parece
ser más una cuestión de énfasis que una divergencia en las ideas. Dado que Peirce adoptó
explícitamente un realismo cada vez más amplio, parece más apropiado seguir a Short y llamar a
Peirce realista semiótico, especialmente porque eso refleja su advertencia pragmática de que nuestras
concepciones no tienen sentido a no ser que hagan referencia a algo externo al intelecto: "es
necesario encontrar un método por el que nuestras creencias se determinen por algo no humano, sino
por cierta permanencia externa, algo sobre lo que nuestro pensamiento no tiene ninguna influencia" .
Sin embargo, se podría decir a su vez que la vinculación de Peirce con su doctrina del idealismo
objetivo favorece el punto de vista de Savan.
4. .-FUNDAMENTO EPISTEMOLOGICO DEL PARADIGMA DE PEIRCE
En este apartado se intentará plantear todo el esquema lógico–semiótico–epistemológico que sirve
como respuesta a la pregunta de Peirce, fundamental en todo el desarrollo de su pensamiento, sobre
la forma en que logramos pensamientos claros y la fijación de nuestras creencias.
¿Cómo se reconoce una idea clara y precisa?, se pregunta Peirce. Esta será la pregunta que guiará sus
investigaciones, intentando establecer una ciencia que pudiese abarcar todas las demás,
fundamentando de paso todo el proceso cognitivo mediante el cual tenemos acceso a la realidad. La
realidad, para Peirce, está mediada por el pensamiento y de ahí parte su planteamiento
epistemológico–semiótico–lógico.
Para Peirce, la pregunta por la realidad se desvanece. Su preocupación está en cómo construimos la
realidad en el pensamiento. De esa forma, toda realidad queda mediada y clausurada en el
pensamiento. Lo que no significa que niegue que exista algo allá en el exterior, sólo que a eso no
tenemos más acceso que por medio de la representación o el signo, que equivale a decir
pensamiento.
La identidad entre pensamiento y signo, permite a Peirce establecer una identidad más, el proceso de
pensar como un proceso semiótico, el cual puede ser analizado desde una perspectiva lógica, pero no
una lógica formal, sino una lógica donde los signos funcionan en un proceso eterno de asociación (o
de atracción, como el gusta llamarlo, pues evita una explicación psicológica del proceso de pensar),
donde un pensamiento o un signo siempre está asociándose con otro, o de otro modo, una idea
siempre desencadena otras ideas, y desde una perspectiva epistemológica que se refiere al proceso
mediante el cual se conoce la realidad a través de inferencias.
Estos dos aspectos, son los que según Peirce explican el proceso de fijación de las creencias. De otra
forma dicho, cada vez que intentamos comprender el mundo, nos vemos sometidos a un proceso que
va de la duda, la indagación, la comprobación a la creencia, pero esta última vuelve a ponerse en
duda por experiencias vividas y que mueven la certidumbre hacia el campo de la duda al aparecer
nuevas ideas en ese incesante proceso del pensar.
Los aspectos lógico y epistemológico son los que con más detalle describen la forma en que
dudamos al estar constantemente sometidos a una asociación incesante de ideas, la forma en que
indagamos al tener una capacidad inminentemente humana de inferir la realidad, la forma en que
comprobamos al someter las ideas a contrastación con las percepciones que tenemos de la realidad y
la forma en que ñ
Siempre que pensamos tenemos en la conciencia algo sobre lo que se piensa: sensaciones, imágenes,
representaciones, conceptos, que sirven a ese pensamiento como signos. De allí que el pensamiento
opere gracias a que existen signos. Pero ese signo funciona de tres maneras para el pensamiento:
• Un signo es signo para un pensamiento que lo interpreta (interpretante) .
• Un signo es signo en lugar de algo del que es equivalente en este pensamiento (objeto).
• Un signo es signo en algún respecto al objeto que lo conecta con ese objeto
(representamen)
Si tenemos en cuenta que para Peirce no tenemos acceso directo a la realidad tal cual y siempre está
mediada por el pensamiento, al hablar de objeto no se refiere a una cosa que está allá afuera, sino a la
percepción de esa cosa que está allí en nuestra presencia. En otras palabras: objeto sería aquella
materia que percibimos y que se hace presente en nuestro pensamiento; representa sería la asociación
de ese objeto con una representación e interpretante, la función que le damos a ese objeto, todo en
nuestro pensamiento referido a algo externo.
Estas tres funciones del pensamiento–signo permiten la continuidad lógica del pensamiento
en tanto se percibe, se relaciona y se interpreta dándole precisamente una función específica a la
realidad en la cual nos movemos; y permiten clarificar la concepción de la realidad y la certeza sobre
ella. Por tanto, al clarificar la concepción de la realidad, se está en un proceso de asignación de valor
a esa realidad, en tanto es práctica (en el sentido de praxis o intervención), en tanto funciona de
alguna manera para el pensamiento y en tanto es representada e interpretada constantemente.
Así se puede decir que el proceso de representar e interpretar no concluye con la certeza, es
imposible que paremos de pensar y de asociar ideas. El proceso de semiosis es un continuo. A un
pensamiento signo, le sigue otro pensamiento signo y así infinitamente. Nunca se dejan de producir
pensamientos signos, que son como una cadena infinita que sólo termina con la muerte. De allí que
tampoco se pueda llegar a la verdad, en tanto que siempre se está en un proceso infinito que pasa de
la duda a la certeza y viceversa. De allí la importancia de la falsabilidad de las creencias y la apertura
a rebatir lo ya tenido por certeza.
De esa forma queda planteado el proceso de cómo procesamos nuestro conocimiento y cómo
representamos, pero queda aún pendiente el asunto del acceso a la realidad, que es el que alimenta el
proceso lógico de manera empírica.
5.
5.1 Cosmología evolutiva y razonabilidad
Para Peirce, el universo es una mente en constante evolución, igual que lo está la mente
humana. Peirce se oponía a una filosofía mecánica y determinista y sostenía que hay tres
elementos que se combinan en la evolución del universo: el azar, la ley y la formación de
hábitos a través del amor, siendo éste último el motor principal que unifica a los otros dos.
Peirce afirma en un misterioso texto de 1893 que el amor considerado desde un punto de
vista superior, tal y como según él hace San Juan, puede considerarse como la fórmula
evolutiva universal. El amor, afirma Peirce, reconociendo gérmenes de amabilidad en lo
odioso los lleva gradualmente hacia la vida y los hace amables. Ese es para Peirce el tipo
de evolución que reclama el principio de continuidad (sinejismo), que preside el universo y
que para él era más un principio regulativo que una doctrina metafísica última y absoluta.
El ser humano está inmerso en el universo que evoluciona y tiene su propia tarea dentro
de él, la de ir encarnando la razonabilidad a través de la abducción, convirtiendo en
razonables las acciones y pensamientos en los ámbitos en los que puede desarrollar su
autocontrol. La Razón es un ideal de naturaleza evolutiva, lo único admirable por sí mismo
y no por ningún motivo ulterior, afirma Peirce. Esa es la tarea creativa que el hombre tiene
ante sí: hacer que crezca la razonabilidad en el universo de distintas maneras, y al hacerlo
estamos siendo parte de la tarea de la creación. Escribe Peirce: «Estamos todos poniendo
nuestros hombros en la rueda para un fin que ninguno de nosotros puede más que
vislumbrar —ese en el que las generaciones están trabajando. Pero podemos ver que el
desarrollo de las ideas encarnadas es en lo que consistirá». La antropología de Peirce
adquiere aquí tintes religiosos. Perseguir el ideal de la razonabilidad a través de sus
acciones permite al hombre participar en la creación y le confiere la capacidad de
transformar la faz de la tierra. El ser humano se convierte a través de la conducta
deliberada en uno de los agentes naturales de la evolución, forma parte del universo, que
Peirce ve como una manifestación del poder creador de Dios, como una gran obra de arte,
un poema, «un gran símbolo del propósito de Dios» , e interactúa con él:
La creación del universo, que no tuvo lugar durante una cierta semana
atareada, en el año 4004 A. C., sino que está sucediendo hoy y nunca se
acabará, es este mismo desarrollo de la Razón. (…) Bajo esta concepción,
el ideal de conducta será ejecutar nuestra pequeña función en la operación
de la creación echando una mano para volver el mundo más razonable
siempre que, como se dice vulgarmente, esté en nuestra mano hacerlo
[CP 1.615, 1903].
Cada persona puede elegir entonces promover lo mejor que pueda el crecimiento de la
razonabilidad concreta en el mundo y así completarse a sí misma, o puede decidir actuar
perversamente y tener éxito en destruirse a sí misma, haciendo que sus acciones sean
cada vez menos “humanas”.
En 1908 Peirce escribe A Neglected Argument for the Reality of God donde dedica una parte del
escrito a presentar su método científico de investigación (Peirce, 1908; EP 2.440-442). Se trata de
una exposición condensada en que explica que toda investigación comienza a partir de la
observación de algún fenómeno sorprendente, algo que frustra la expectativa o rompe algún hábito
del investigador: “Toda investigación cualquiera surge a partir de la observación de algún fenómeno
sorprendente, alguna experiencia que frustra una expectativa, o rompe algún hábito de expectativa
del inquisiturus” (Peirce, 1908; EPe 2.527). Este hecho sorprendente inicia una investigación que
tratará de integrar el hecho nuevo en una explicación aceptable. La primera etapa del proceso de
investigación consistirá en la invención y selección de una hipótesis que pueda dar cuenta de este
hecho sorprendente y que resuelva la duda que éste había creado. Este método de formar hipótesis es
lo que Peirce llama abducción8 y supone una inferencia desde el consecuente al antecedente por eso
lo llama también retroducción. Esta formulación de la abducción es propia de la época madura de
Peirce, a partir sobre todo de 1900, y se puede resumir del siguiente modo:
Se observa el hecho sorprendente, C; pero si A fuera verdadero, C no sería algo excepcional.
Por lo tanto, hay razón para sospechar que A es verdadero. (Peirce, 1908, EPe 2.299) La
abducción nos permite formular A como una hipótesis que explicaría el hecho C. Es decir si
A es verdadero, C sería una mera consecuencia de A. Simbólicamente se podría expresar del
siguiente modo:
C
A→C
A
Este procedimiento presenta algunos problemas lógicos ya que la conclusión A aparece
también en la segunda premisa, por lo que surge la duda sobre si la abducción es una
verdadera inferencia o se trata de una intuición pura. Al expresarla de este modo se ve con
claridad que la abducción no se puede reducir a una deducción ya que caeríamos en la falacia
de la afirmación del consecuente, por eso sus conclusiones no pueden admitirse
automáticamente como verdaderas, sino que necesitan una comprobación. Lo que hace la
abducción es indicarnos un camino en la investigación. La abducción es el tipo de inferencia
que más dificultades presenta y que se podrían resumir en tres grandes problemas. El
primero tiene que ver con la creatividad; el segundo trata el problema inferencial, hasta qué
punto la abducción es una verdadera inferencia y no una intuición, y el tercero tendría que
ver con el carácter auto correctivo. No podemos abordar todos estos problemas ya que
escaparía al objeto de esta investigación, aunque se pueden indicar brevemente algunos
aspectos.
6.1.2 Novedad
La abducción permite iniciar la investigación porque aporta una hipótesis nueva que merece ser
considerada. Toda abducción sugiere un modo nuevo de afrontar los hechos con los que nos
encontramos. La abducción «consiste en examinar una masa de hechos y permitir que esos hechos
sugieran una teoría» . Ejemplos de abducción serían los que realiza el médico para diagnosticar una
enfermedad a partir de unos síntomas o el juez que en el desarrollo de un juicio es capaz de llegar a
unas conclusiones a partir de unos indicios. Peirce aporta dos ejemplos en esta línea: Una vez llegué
a un puerto de mar en una provincia turca; y, mientras caminaba hacia la casa que iba a visitar, me
encontré con un hombre a caballo, rodeado de cuatro jinetes sosteniendo un dosel sobre su cabeza.
Como el gobernador de la provincia era el único personaje del que podía pensar que recibiera tan
gran honor, inferí que era él. Esto fue una hipótesis. Se encuentran unos fósiles; por ejemplo, como
aquellos que se conservan de los peces, pero lejos en el interior de un país. Para explicar el
fenómeno, suponemos que alguna vez el mar cubrió esa tierra. Esto es otra hipótesis. En sus primeras
reflexiones sobre los tipos de inferencias, Peirce había asignado la capacidad ampliativa del
conocimiento a la abducción y a la inducción. En su pensamiento maduro asigna esta capacidad
solo a la abducción, dejando a la inducción la función de control y verificación. Es la abducción
quien aporta una conjetura explicativa nueva. Se trata de un razonamiento por medio de hipótesis al
considerar la explicación que surge espontánea cuando se sopesa aquello que nos ha sorprendido en
la circunstancia concreta. Esto no sería posible sin tener en cuenta las circunstancias en que somos
sorprendidos y los conocimientos previos que poseemos; pero incluso considerando todos estos
elementos, esto no nos lleva necesariamente a la hipótesis que ha surgido, sino que supone una
novedad, de ahí también la debilidad conclusiva y la necesidad de ser testada
Comenta Peirce: La sugerencia abductiva viene a nosotros como un fogonazo. Es un acto
de iluminación interior o chispazo inteligente [insight], aunque de una naturaleza
extremadamente falible. Es cierto que los diferentes elementos de la hipótesis estaban en
nuestras mentes con anterioridad, pero es la idea de conectar lo que antes jam98ás habíamos
soñado conectar lo que hace que la nueva sugerencia aparezca como un relámpago ante
nuestra contemplación.
6.2.grados de abducción
Algunos autores distinguen diversos niveles de abducción. El propio Peirce parece referirse a ellos,
aunque de un modo implícito. Al comienzo de la última conferencia de sus Harvard Lectures de
1903, indica en su tercera proposición cotaria que el juicio perceptivo es el caso límite de la
abducción, ya que es el resultado de un proceso que no resulta totalmente consciente: La tercera
proposición cotaria es que la inferencia abductiva se funde gradualmente con el juicio perceptual sin
ninguna línea nítida de demarcación entre ellos; o en otras palabras, hay que considerar nuestras
primeras premisas, los juicios perceptuales, como un caso extremo de inferencias abductivas, de las
que difieren al estar absolutamente más allá de la crítica. Por su lado, el juicio perceptivo es el
resultado de un proceso, aunque de un proceso no lo suficientemente consciente como para ser
controlado o, por decirlo con más exactitud, no controlable, y por tanto no plenamente consciente
(Peirce, 1903b; EPe 2.294). Para comprender bien lo que se está diciendo es necesario distinguir
entre sensaciones y percepciones. Las sensaciones corresponden a los estímulos sensoriales que cada
órgano recibe provenientes del mundo físico. La percepción es una primera síntesis que, partiendo de
las sensaciones, busca una unidad, un objeto. Esta síntesis que proporciona el juicio perceptivo es ya
producto de una abducción básica:
Si sometiéramos ese proceso subconsciente a análisis lógico, encontraríamos que termina en lo que
ese análisis representaría como una inferencia abductiva que descansa sobre el resultado de un
proceso similar que un análisis lógico similar representaría que termina en una inferencia abductiva
similar, y así sucesivamente ad infinitum. Este análisis sería precisamente análogo a aquel que el
sofisma de Aquiles y la tortuga aplica a la persecución de la tortuga por Aquiles, y no lograría
representar el proceso real por la misma razón. A saber, al igual que Aquiles no tiene que hacer la
serie de esfuerzos distintos que se representa que hace, también este proceso de formar el juicio
perceptual, debido a que es subconsciente y por tanto no susceptible de crítica lógica, no tiene que
hacer actos separados de inferencia sino que ejecuta su acto en un único proceso continuo (Peirce,
1903b; EPe 2.294). De este modo Peirce sitúa los juicios perceptivos en este nivel básico de
abducción; a partir de él podemos señalar tres niveles más. Estos diversos niveles de la abducción se
apoyarían en los crecientes grados de creatividad de la inferencia y la originalidad de la «ley-
mediación» que siempre se postula en toda abducción. El primer grado sería el que se utiliza en una
demostración matemática o lógica. En este caso las abducciones se podrían considerar poco atrevidas
en el sentido en que para resolver un problema matemático el campo en que se prueban las
soluciones –y las leyes-mediaciones necesarias– está bien definido. El segundo grado afectaría a las
abducciones por las que encuadramos un hecho como un caso concreto de una ley general. Es decir,
escogemos de entre las leyes que conocemos la adecuada para explicar el hecho. Es lo que se hace
cuando explicamos la caída de una piedra recurriendo a la ley de la gravitación universal. Pero
incluso este paso no es tan i88ngenuo como podría parecer. El método hipotético-deductivo, el más
utilizado para explicar un hecho concreto, supone que, dado un hecho y una ley conocida, el hecho
se puede explicar como una aplicación concreta de tal ley. Pero lo que tal método da por supuesto es
que se trata de esa ley concreta la que hay que aplicar y esto no está dado en la mera observación del
fenómeno. Nos pueden mostrar una bola de hierro cayendo, es decir, desplazándose de arriba hacia
abajo. Podríamos pensar inmediatamente en la ley de la gravedad para explicar el hecho. Pero si tal
hecho sucede en la estación espacial internacional, tal ley no se puede aplicar para explicar la
«caída» de la bola, deberíamos recurrir al impulso que el astronauta le ha dado o bien a la atracción
magnética producida por un imán situado en la parte inferior. Es decir, el mero hecho observado no
lleva consigo la ley que se ha de utilizar, este paso suele obviarse muchas veces al presentar el
método hipotético-deductivo de explicación con el riesgo de considerar irrelevante tal asociación. Es
la abducción, en este segundo grado, la que permite crear la asociación del hecho concreto que
estamos debatiendo con una ley conocida, y esto supone una novedad también porque el hecho
concreto que estamos considerando es una novedad. Por último, el tercer grado de la abducción sería
aquel en que se proporciona una ley nueva que permita la explicación del fenómeno. En este caso la
absoluta novedad supone un salto de la máxima audacia y originalidad. En este tercer grado se podría
incluir uno de los ejemplos más gratos a Peirce. Kepler es presentado por Peirce como un claro
ejemplo de alguien que realiza osadas abducciones en su investigación y que le permitieron formular
sus tres famosas leyes que explican el movimiento de los planetas alrededor del sol. Este trabajo de
muchos años puede seguirse gracias a las numerosas notas que dejó: Por ejemplo, Kepler, en una
fase de su siempre ejemplar reflexión científica, encontró que las longitudes [las posiciones]
observadas de Marte, que durante mucho tiempo había intentado en vano ajustar a una órbita, eran
(dentro de los posibles márgenes de error de las observaciones) las que habrían sido si Marte se
hubiese movido a lo largo de una elipse. Los hechos eran por tanto, en cierto sentido, una semejanza
a los de un movimiento siguiendo una órbita elíptica. Kepler no concluyó de esto que la órbita fuera
realmente una elipse; sino que fue la semejanza la que le inclinó de tal forma a esa idea que le
decidió a buscar si las previsiones virtuales sobre latitudes y paralajes basadas en esta hipótesis se
verificarían o no. La adopción probativa de esta hipótesis era una Abducción. Una Abducción es
Originaria en cuanto que se trata del único tipo de argumento del que nace una nueva idea. Destaca
Peirce que el trabajo minucioso e incansable de Kepler lo llevó a observar un parecido entre los datos
del movimiento de Marte y una elipse para así realizar unas predicciones que tuvieran en cuenta esta
audaz hipótesis y tratar de confirmarlas por la observación. No se ha de perder de vista que en el
tiempo de Kepler pensar en una órbita elíptica era algo inaudito. El paradigma ptolemaico solo
consideraba movimientos circulares para los astros, e incluso Copérnico, a pesar de su atrevido
heliocentrismo, tampoco se atrevió a considerar otro tipo de órbitas que no fueran circulares. Por eso,
esto que hoy parece obvio, fue un gran salto abductivo de Kepler.
La tercera fase de la investigación es la etapa evaluativa. Se debe averiguar en qué grado las
consecuencias deducidas en la fase anterior concuerdan con la experiencia para poder valorar,
corregir o rechazar la hipótesis de partida: Habiéndose desarrollado suficientemente el propósito de
la Deducción, el de reunir las consecuencias de la hipótesis, la investigación entra en su Tercera
Etapa, la de averiguar en qué grado esas consecuencias concuerdan con la Experiencia, y juzgar por
consiguiente si la hipótesis es sensiblemente correcta, o si requiere alguna modificación no esencial,
o si ha de rechazarse por completo. Su forma característica de razonamiento es la Induccikmón
(Peirce, 1908; EPe 2.528-529). Aquí se debe ser cuidadoso, una vez más, con el lenguaje que
utilizamos. Se está tratando de mostrar cuál es la función de la inducción en el método científico tal
como lo describe Peirce. La inducción suele ser entendida como una inferencia de lo particular a lo
general, muchas veces comprendida como la inferencia de una ley a partir de una serie finita de
datos. No es este el sentido en que el Peirce maduro utiliza la inducción, aunque en otros momentos
lo haya entendido de este modo. Ahora Peirce ha separado el aspecto de generación de hipótesis al
que ha llamado abducción, de la misión de contrastar por medio de la experiencia las consecuencias
que se derivan de la aceptación de una determinada hipótesis, a esto lo ha llamado inducción. Por
ello Peirce insiste en que no se pueden confundir, aunque reconoce que ambas articulan la relación
entre una ley o teoría y los hechos: La abducción y la inducción tienen, ciertamente, este rasgo
común: que ambas conducen a la aceptación de una hipótesis porque los hechos observados son los
que resultarían necesaria o probablemente en cuanto consecuencias de esa hipótesis. Con todo, son
los polos opuestos de la razón, siendo una el menos efectivo de los argumentos y la otra el más
efectivo. El método de cualquiera de ellas es exactamente inverso al método de la otra. La abducción
parte de los hechos, sin que tenga al principio a la vista ninguna teoría, aunque es motivada por la
sensación de que se necesita una teoría para explicar los hechos sorprendentes. La inducción parte de
una hipótesis que parece recomendarse a sí misma, sin que al principio tenga a la vista hechos
particulares, aunque siente la necesidad de hechos para dar apoyo a la teoría. La abducción busca una
teoría; la inducción busca hechos. En la abducción la consideración de los hechos sugiere la
hipótesis. En la inducción el estudio de la hipótesis sugiere los experimentos que revelan los mismos
hechos que la hipótesis había señalado (Peirce, 1901; EPe 2.162-2.163). Abducción e inducción son
elementos necesarios y al mismo tiempo deben ser inconfundibles dentro del marco científico de
investigación para poder crecer en el conocimiento.
Peirce distingue tres tipos de inducción. Una que llama inducción «cruda» y dos que recoge bajo el
nombre de inducción gradual: la inducción cualitativa y la cuantitativa.
6.2.3. El segundo tipo de inducción es la que Peirce llama cualitativa, de esta afirma: El
segundo género de inducción comprende aquellos casos en los que el método inductivo, si se persiste
en él, ciertamente corregirá, con el tiempo, cualquier error al que nos pueda haber conducido; no
obstante, no lo hará gradualmente, pues no es cuantitativo; esto no significa que no tenga que ver con
la cantidad, pero no es una inducción cuantitativa (Peirce, 1901; EPe 2.159). Esta inducción,
comenta al respecto Rescher (1978: 3), es un instrumento poderoso para la investigación.
Supongamos que se han observado unos fenómenos y para su explicación se propone una serie de
hipótesis (momento abductivo).
Para considerar cuál es la mejor hipótesis explicativa se extraen las consecuencias, se hacen
predicciones a partir de las hipótesis (momento deductivo) y se cotejan con los resultados de los
experimentos (momento inductivo): las hipótesis que mejor resultado obtengan se preferirán sobre
las alternativas
7.PROCESO METODOLÓGICO
Abducción y metodología de la ciencia
El estudio de la metodología científica constituyó uno de los principales intereses de Peirce a lo largo
de toda su vida. Como otros pensadores del siglo XIX, Peirce sostenía el carácter autocorrectivo del
razonamiento científico, en particular de la inducción: el uso sostenido del razonamiento inductivo
haría a largo plazo que el error fuese eliminado y quedara la verdad. Sin embargo, para Peirce la
inducción forma sólo una pequeña parte del método científico, que viene principalmente
caracterizado por el tipo de inferencia que denomina “abducción”.
El motor de la investigación científica reside para Peirce en una peculiar operación de la mente por la
que surge una conjetura o hipótesis capaz de explicar los fenómenos de la experiencia que nos
sorprenden. La abducción consiste «en examinar una masa de hechos y en permitir que esos hechos
sugieran una teoría» .Se trata de un razonamiento mediante hipótesis, un fogonazo, una intuición
(insight), de una manera de razonar que combina la lógica con el instinto y que entraña una novedad.
Aunque no sería posible sin conocimientos previos, Peirce le otorga un carácter originario y afirma
que es la única manera en que puede entrar algo nuevo en nuestro conocimiento.
La mejor justificación del razonamiento abductivo, afirma Peirce, es la asombrosa frecuencia con la
que acierta, tal y como nos muestra la historia de las ciencia. Y eso es posible, afirma, por una
peculiar sintonía entre la mente del investigador y la naturaleza, por un instinto o luz natural que
permite al hombre acertar con la respuesta adecuada:
Esta facultad es (…) de la naturaleza general del instinto, parecida a los instintos de
los animales en que sobrepasa por mucho los poderes generales de nuestra razón y
en que nos dirige como si estuviéramos en posesión de hechos que están
completamente más allá de nuestros sentidos. Se parece también en su pequeño
riesgo de error; pues aunque se equivoca más a menudo que acierta, sin embargo la
relativa frecuencia con que acierta es en su conjunto la cosa más maravillosa de
nuestra constitución [CP 5.173, 1903].
Supongamos que alguien en una noche muy obscura ve con gran dificultad algo con
apariencia de animal que parece tener ojos verdes brillantes. A partir de este percepto la
persona juzga que lo que está viendo es un gato. El objeto inmediato de su perceptor y que
sustenta su juicio perceptivo es el ground. El ground es una cualidad o atributo general que
es diferente del predicado que usamos en el juicio perceptivo. El juicio perceptivo incluye a
un individuo como una instanciación del predicado "gato". La especificación del contenido
del percepto implica el reconocimiento de la cosa como encarnando la cualidad abstracta
de la gatidad. El juicio expresa una relación lógica, mientras que el percepto reconoce un
hecho ontológico.
El pragmatismo es una corriente de pensamiento que habla de forma directa a las personas
interesadas en el cambio social. A finales del siglo XIX había mucho optimismo y confianza
en los intelectuales como motor del progreso. Eso no quita que seamos capaces de leer de
forma crítica y con perspectiva toda la influencia del movimiento pragmático, el cual fue
concebido por privilegiados intelectuales de las élites económicas, en un contexto histórico
completamente diferente.
Pragmatismo como un método de averiguar los significados, no de todas las ideas, sino sólo
de lo que llamo "conceptos intelectuales", es decir, aquel sobre cuya estructura pueden
girar los argumentos que tienen que ver con el hecho objetivo
11 REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA
- https://www.philosophica.info/voces/peirce/Peirce.html#CP
- https://www.philosophica.info/voces/peirce/Peirce.html#CP
- file:///C:/Users/LENOVO/Downloads/PonsScio2016.pdf
- http://elregio.com/Noticia/9509db18-94fb-43ed-9b89-c391a07a4e01