Arnaiz
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En el ámbito de la Educación Especial el término diversidad va adquiriendo cada vez una mayor relevancia,
debido al intenso deseo de muchas personas que trabajan en este campo por conseguir que la diversidad
inherente a cada ser humano sea reconocida y encuentre la mejor respuesta educativa en los centros. Esto
supone un cambio en los presupuestos ideológicos, políticos, económicos, sociales y educativos que han
venido caracterizando la atención dispensada a las personas con alguna discapacidad.
La diversidad está presente en el ser humano desde el momento que cada persona tiene sus propias
características evolutivas, distintos ritmos de aprendizaje que en interacción con su contexto se traducen
en distintos intereses académicos-profesionales, expectativas y proyectos de vida. Sin embargo, en muchas
ocasiones el término diversidad es entendido desde un punto de vista reduccionista, circunscrito
únicamente a aquellos alumnos que se apartan del común del alumnado, es decir, se asocia con situaciones
extraordinarias y excepcionales (Mendía Gallardo). Este estrecho punto de vista dificulta un tratamiento
global de la diversidad y favorece un tratamiento individual y ligado al modelo del déficit.
Cada vez es más evidente que las formas tradicionales de escolarización ya no son lo suficientemente
adecuadas para atender a la diversidad del alumnado presente en las aulas, por lo que se requiere del
sistema educativo un ajuste en sus respuestas que haga posible que la enseñanza llegue a todo el
alumnado.
En relación al modelo del déficit Ainscow afirma que se caracteriza por el establecimiento de categorías y
por etiquetar; ya que destaca las causas de las dificultades de aprendizaje, olvidando otros factores que
pueden ser de interés para ayudar a los niños en sus aprendizajes. , el problema se reduce, en muchas
ocasiones, a la dificultad del niño para aprender, resultándole muy difícil al profesor ayudarle a superar sus
dificultades de aprendizaje.
El alumno integrado está entonces en el aula ordinaria, pero su curriculum, en el caso que lo tenga
diseñado y se esté implementando, es completamente diferente del resto de sus compañeros, y muy
difícilmente encuentra puntos de unión en las actividades a realizar durante la jornada escolar. Alumno
integrado se va convirtiendo, cada vez más, en un elemento de distorsión en el aula, o en alguien que está
ahí pero que no se sabe muy bien qué hacer con él. Sensación de fracaso como docentes, o llegar a
rechazar la diversidad en sus aulas, puesto que ésta se convierte en fuente de problemas.
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El tipo de apoyo que caracteriza al modelo del déficit se caracteriza, pues, por excluir a cierto número de
alumnos de las aulas regulares para impartirles una ayuda especial, lo que implica para ellos marcharse
durante breves o largos períodos de su aula para recibir enseñanza individual o en grupos pequeños en el
aula de apoyo.
Este punto de vista individual sobre el alumno destaca aspectos como categorización, protección y
segregación, conformadas en los siguientes supuestos:
De estas características se deduce un enfoque deficitario que se caracteriza, según López Melero (1997) y
Porras (1998) por:
1. Una marcada dependencia del modelo médico que interpreta la etiología de las deficiencias como
un determinismo científico causa-efecto. Por consiguiente, no estamos ante un enfoque
plenamente educativo, sino ante un enfoque biomédico que establece tratamientos terapéuticos,
curativos o reeducativos con los que pretende “curar el déficit”.
2. El “etiquetado” como forma de clasificar las distintas deficiencias. Esta práctica segregadora
considera que las personas deficientes son enfermas que hay que tratar en instituciones altamente
especializadas y construidas en las afueras de las ciudades. La metodología utilizada para este fin es
plenamente homogeneizadora, puesto que el criterio para establecer los grupos es el coeficiente
intelectual (C.I.). se piensa que el C.I. es invariable condicionando las prácticas y las perspectivas de
futuro de los alumnos. Estos, al ser tratados bajos similares condicionantes, desarrollan un
autoconcepto y una autoestima baja que los hace sentirse menos capaces y autónomos y
reproducir la visión de eternos niños incapaces como tantas veces se espera de ellos.
3. La valoración de los alumnos por medio de tests psicométricos determina que los resultados de los
mismos y la no consideración de la validez consustancial se traduzca en el emplazamiento de estos
sujetos en situaciones de exclusión y en el establecimiento de un sistema paralelo de enseñanza.
De esta forma, la diversidad debe constituir el punto de partida de un centro y su punto de llegada, de
manera que su planteamiento educativo sea entendido no desde un punto de vista exclusivamente
instructivo, sino relacional y educativo. De otro modo, estaremos promoviendo prácticas que propician la
segregación y la marginación, convirtiéndose el proceso educativo para algunos alumnos que requieren una
atención más personalizada, en la forma más sutil de exclusión y segregación.
“se basa fundamentalmente en el intento de comprender a las personas […] desde dentro de su propio
marco de referencia, el cual no es el de un miembro estereotipado o de una categoría, sino el de un
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individuo condicionado por su propia experiencia personal (Balbás). Se basa en cuatro supuestos según
Ainscow.
El punto de vista curricular considera que, si bien las diferencias individuales de los niños influyen en sus
progresos, nuestro desempeño como profesores también es decisivo. Las dificultades de aprendizaje
sobrevienen no sólo por la propia dificultad del niño, sino también como consecuencia de las medidas
organizativas y curriculares adoptadas por los centros, y de las decisiones tomadas por los profesores, en
relación a las actividades que proponen, los recursos que utilizan y la forma en que organizan el aula. Por
tanto, si las dificultades de aprendizaje pueden ser creadas por los profesores, también pueden ser evitadas
por ellos. Es decir, estamos haciendo referencia a cuestiones de toma de decisiones sobre las que nosotros,
como profesores, ejercemos suficiente control, lo que nos debería llevar a poder ayudar a que el alumnado
tuviera un buen desempeño escolar, y a facilitar que superase las eventuales desventajas o deficiencias con
que llega a la escuela.
Estos cambios permiten ofrecer mejores condiciones de aprendizaje para todos los alumnos.
El principal objetivo del punto de vista curricular es el mejoramiento de las condiciones generales de
aprendizaje tras una evaluación de las dificultades experimentadas por los alumnos en clase. Así, los
alumnos con dificultades de aprendizaje son considerados positivamente, como fuente de
retroalimentación sobre las formas de enseñanza aplicadas en el aula y aportan ideas sobre cómo
mejorarlas.
En el enfoque anterior, el mensaje era que las responsabilidad de las dificultades educativas correspondía
sobre todo a los expertos. El punto de vista curricular insta a compartir y asumir la responsabilidad de todos
los miembros de la clase, a tener criterios sobre la enseñanza que valoren el hecho de compartir
experiencias, energía y recursos.
López Melero denomina a este modelo “competencial” y con ello quiere indicar que es necesario “tender
puentes cognitivos entre los alumnos y el curriculum para que adquieran y desarrollen estrategias que les
permitan resolver problemas de la vida cotidiana y que les preparen para disfrutar las posibilidades que le
ofrezca la vida”. De esta forma, considera que educar en y para la diversidad supone adquirir autonomía
intelectual y moral y no dependencia.
“No significa adoptar medidas especiales para el alumnado problemático, sino adoptar un modelo de
desarrollo del currículo que facilite el aprendizaje del alumnado en su diversidad. Tampoco es una cuestión
de cantidad sino de calidad; una actitud y una convicción cultural antes que un recurso técnico, que
requiere enseñar a cada uno de forma diferenciada” (Díez y Huete)
“Educar en y para la diversidad es un importante desafío que se plantea al sistema educativo formal”
(Bernal Guerrero)
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Educar en la diversidad significa ejercer los principios de igualdad y equidad a los que todo ser humano
tiene derecho, lo que conlleva desarrollar unas estrategias de enseñanza-aprendizaje que personalicen la
enseñanza en un marco y dinámica de trabajo para todos. Educar para la diversidad expresa el matiz de
educar para una convivencia democrática donde la solidaridad, la tolerancia y la cooperación estén
presentes y caractericen las relaciones entre los alumnos dentro y fuera del aula; se trataría de ser
ciudadanos capaces de valorar y vivir con el que es diferente por razones personales, sociales, religiosas,
etc.
Se trata de abrir itinerarios educativos en función de las posibilidades y necesidades de los alumnos
presentes en el aula. Con este fin, se establecerán los recursos tanto personales como materiales, se
utilizarán estrategias de trabajo individual, enseñanza tutorada, aprendizaje cooperativo, etc., creando un
ambiente favorable de aprendizaje. Así, desde los alumnos con altas habilidades hasta aquellos otros con
un potencial más bajo encontrarán vías de desarrollo según sus posibilidades e intereses.
Se requiere una gran riqueza de materiales en el aula para diversificar los procesos de
enseñanza-aprendizaje.
Estas estrategias hacen referencia a la necesidad de enseñar de manera eficaz a clases heterogéneas
teniendo en cuenta las siguientes consideraciones: “riqueza de materiales, fomento de las interacciones en
pequeños grupos, delegación de ciertas responsabilidades en los alumnos, tareas que exijan el uso de
múltiples materiales y provoquen la participación de habilidades diversas, estimulación de la participación
de los alumnos de bajo nivel, clases con simultaneidad de tareas diferentes con múltiples funciones del
profesor” (Gimeno)
Ainscow propone que cada centro tiene que buscar y desarrollar sus propias soluciones ante las
características de su realidad educativa. Sin querer ser dogmático, presenta una serie de estrategias que
pueden ayudar a los centros a atender la diversidad de su alumnado, buscando los recursos y apoyos
necesarios:
3) Considerando las diferencias como oportunidades para el aprendizaje. Cuando un alumno con
dificultades de aprendizaje fracasa en el aula es bastante usual que los profesores piensen que esto sucede
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como consecuencia de las limitaciones o dificultades de los propios alumnos. Esta suposición les lleva a la
búsqueda de respuestas efectivas y rápidas para esos estudiantes que son considerados como especiales,
enfatizando la utilización de estrategias de enseñanza bastante mecánicas y repetitivas, desarrolladas tanto
en el aula regular como de apoyo. La estrategia que propone el citado autor anima al profesorado que se
encuentra ante esta situación a iniciar procesos de reflexión-acción que les permitan revisar su propia
práctica educativa, para crear nuevas situaciones de enseñanza-aprendizaje, considerando como valiosas
las características diferenciales de todos los alumnos.
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