Teoria de Eleccion Racional

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En 1986 Cornish y Clarke formularon la teoría de la elección racional.

Se trata de un enfoque
que se incluye dentro de los modelos de prevención situacional del delito. Esta teoría sostiene
que quienes cometen un delito lo hacen tras un proceso de toma de decisiones. También
defiende que los delincuentes no son tan distintos del resto de personas, centrándose en
buscar las similitudes y haciendo una crítica a la visión que hay en la actualidad que los tiende
a sobrepatologizar y es motivo de dificultad a la hora de realizar programas de prevención del
delito. Asímismo, los autores hacen una necesaria triple distinción entre los tipos de
delincuentes, a saber: el delincuente depredador, el oportunista y el situacional, todo ello sin
olvidar la importancia del proceso motivacional intrapsíquico que lleva a la comisión del delito
y por lo tanto el proceso de toma de decisiones.

Enfoques de la elección racional de la delincuencia

En primer lugar, se parte de la hipótesis de que los delincuentes buscan beneficiarse a través
de su comportamiento delictivo; de que esto implica un proceso de toma de decisiones y de
realización de elecciones, a pesar de lo rudimentarios que puedan resultar esos procesos en
ocasiones; y de que estos procesos muestran cierta racionalidad, aunque pueda verse
restringida por límites de tiempo, capacidad y la disponibilidad de información relevante.
Cornish y Clarke admitieron que esta concepción de la criminalidad parecía encajar algunas de
sus formas (de la delincuencia) mejor que otras concepciones. Sin embargo, incluso en el caso
de aquellos delitos que parecían haber sido motivados de forma patológica o ejecutados
impulsivamente, se consideró que los componentes racionales también estaban a menudo
presentes y que la identificación y descripción de éstos podría entrañar lecciones para la
política de control de la delincuencia (Cornish y Clarke, 1986, pp.1-2).

En segundo lugar, adoptaron un enfoque centrado en el delito, no sólo porque delitos


diferentes pueden tener necesidades diferentes, sino también porque el contexto situacional
de la toma de decisiones y la información que se maneja pueden variar mucho entre un delito
y otro. Ignorar estas diferencias podría reducir significativamente el alcance de la investigación
para identificar los puntos calientes para la intervención […]. Es probable que un enfoque que
se centre en el delito implique unas distinciones más precisas que las que normalmente se han
hecho en criminología. Por ejemplo, puede que dividir el robo simplemente en sus formas
comerciales y residenciales no sea suficiente. También puede que sea necesario distinguir
entre los robos cometidos en los suburbios de clase media, en viviendas públicas y en enclaves
residenciales de clases adineradas. Los estudios empíricos sugieren que los tipos de
delincuentes que participan en estas diferentes formas de robo doméstico, sus motivaciones y
sus métodos varían considerablemente. Podrían exponerse argumentos similares para
distinguir entre las diferentes formas de robo, violación, hurto en tiendas y robo de vehículos,
por poner algunos ejemplos más obvios. Un corolario de este requisito es que el enfoque
explicativo de la teoría se encuentra en los delitos, en lugar de en los delincuentes. Tal
enfoque, proporciona un contrapeso a las preocupaciones teóricas y políticas sobre el
delincuente (Cornish y Clarke, 1986, p.2).
En tercer lugar, sostuvieron que un enfoque (de la toma de decisiones delictiva requiere hacer
una distinción fundamental entre la implicación delictiva y el hecho delictivo. La implicación
delictiva se refiere a los procesos mediante los cuales los individuos deciden involucrarse
inicialmente en formas determinadas de delito, seguir delinquiendo, y desistir. Los procesos de
toma de decisiones en estas diferentes etapas de implicación delictiva se verán influenciados
en cada caso por diferentes conjuntos de factores[1]. De la misma manera, los procesos de
toma de decisiones que se dan en la comisión de un delito específico (es decir, el hecho
delictivo) recurrirán a sus propias categorías especiales de información. Habitualmente las
decisiones sobre la implicación tienen varias etapas, que se extienden en períodos
considerables de tiempo, y hacen uso de una amplia gama de información, aunque no toda se
relacione directamente con los propios delitos. Además, las decisiones sobre los hechos
delictivos a menudo son procesos más cortos, y utilizan la información más limitada, en gran
medida relativa a las circunstancias y situaciones inmediatas (Cornish y Clarke, 1986, p.2).

La teoría de la elección racional según Cornish y Clarke

Los autores parten de la idea de que el pensamiento del delincuente racional, en tanto que
razona, emplea las mismas estrategias cognitivas que cualquier otra persona cuando se
plantea tomar decisiones, es decir, se rige por castigos y recompensas al igual que ocurre en el
pensamiento económico, sociológico, psicológico y jurídico.

En la actualidad se observa una tendencia teórica a sobrepatologizar la delincuencia y a


subestimar su racionalidad, lo que dificulta el diseño de estrategias más eficaces para el
control de la conducta delictiva. Los autores plantean que, en lugar de concentrar
exclusivamente la atención en el delincuente y en aquellos factores que influencian su
implicación en ciertos delitos, debe prestarse más atención al propio acto delictivo y a los
factores situacionales, como ya se ha mencionado previamente. Clarke y Felson (1998)
remarcan la importancia del papel del elemento de oportunidad en la causación del delito, y
para ello hacen una compilación en la que incluyen también el enfoque de la actividad
rutinaria, la teoría del patrón delictivo y la perspectiva de la elección racional.

Hasta el momento, los intentos de explicación de la conducta delictiva en determinadas


personas que habían hecho los criminólogos no habían dado lugar a identificar similitudes
entre los delincuentes y el resto de personas, agravando así las diferencias intergrupos.
Cornish y Clarke (1986) subrayan esas similitudes. Si bien no niegan la existencia de
componentes irracionales y patológicos en algunos delitos, sugieren que deben examinarse
más de cerca los aspectos racionales y adaptativos de la delincuencia y deje de analizarse
como un fenómeno individual, sino como uno circunscrito a lo social.
En el prólogo al libro “el razonamiento criminal: perspectivas sobre la teoría de la elección
racional del delito”, Cornish y Clarke hacen una aclaración sobre la elección pragmática del
concepto “perspectiva de la elección racional del delito”. En primer lugar destacan que con
“perspectiva” se obvia el concepto de teoría pues se trata de un enfoque: un esquema
organizativo que intenta arrojar luz sobre las teorías previas al respecto. El término “elección”
enfatiza la idea de que los delincuentes toman decisiones sobre sus actos. El vocablo
“Racional” pone de relieve el concepto de pensamiento estratégico, es decir, el delincuente
hace un procesamiento de la información y evalúa las oportunidades y las alternativas. Dicho
de otro modo: los autores afirman que se trata más bien de un enfoque que de una teoría en
su sentido más estricto.

Cabe hacer mención de que la perspectiva de la elección racional fija su atención en la toma de
decisiones del delincuente, siendo esta una conducta intencional, que el delincuente realiza
para obtener unos beneficios. Como ya se ha explicado previamente, el pensamiento durante
la decisión está limitado por las circunstancias, la cantidad de tiempo y esfuerzo que dedican a
la decisión así como a la calidad de información disponible, por lo que no es habitual que
dispongan de una imagen completa de todos los costes y beneficios de cometer el delito a
corto plazo, obviando aquellos más remotos. En la comprensión de las elecciones delictivas es
necesario hacer un análisis muy específico de las categorías de los delitos, pues el móvil de
cada uno responde a factores situacionales diversos. Sin embargo, no se excluye que quienes
cometan un tipo de delito puedan cometer otro distinto, sino que depende de la circunstancia
que acontezca.

Tipología del delincuente

En la teoría de la elección racional se considera que el delincuente medio está centrado en el


momento presente. Por consiguiente, se considera que los costes o repercusiones futuras
probablemente tendrán consecuencias limitadas. El individuo más propenso a responder a la
idea de consecuencias futuras es el “delincuente marginal”.

Malatesta (2008), aclara que a pesar de que la prevención situacional se centra


fundamentalmente en los factores ambientales, y no en el delincuente, Cornish y Clarke han
ampliado el marco teórico para incorporar tipologías de delincuente que reflejen de forma más
precisa la manera en que el ambiente podría influir sobre su comportamiento. Dicha
ampliación ha sido valorada positivamente en este aspecto, pues la prevención situacional
sigue aplicándose en áreas más amplias de la participación delictiva. En respuesta a la
ampliación que Wortley realizó en el modelo de control situacional, Cornish y Clarke revisaron
la perspectiva teórica para incluir unas “tipologías” de delincuente más imprecisas, las cuales
afectaron la trascendencia de las claves ambientales (del inglés enviromental cues). Ellos
afirman que, “a pesar de que la prevención situacional aplica sus técnicas a delincuentes que
no han sido clasificados en una tipología, existe un peligro similar al ignorar ciertas hipótesis
sobre su naturaleza, pues es fácil que éstas pasen desapercibidas”. (Cornish y Clarke p.56,
2003). (pp. 56-57).

Los tres tipos de delincuente que describen los autores son los siguientes: el depredador
antisocial, el delincuente oportunista y el delincuente situacional.

Depredador antisocial (Predatory or “Anti-Social Predator”)

Busca activamente objetivos y lugares para involucrarse en la actividad delictiva. Cornish y


Clarke (2003) argumentan que “muchas de las hipótesis sobre la naturaleza de los delincuentes
depredadores antisociales son también coherentes con aquellas que se formularon en las
teorías tradicionales del control de la delincuencia” (p.57). Este tipo de delincuente está
dispuesto a tomarse el tiempo necesario para embaucar a la víctima para implicarse a largo
plazo. Estos delincuentes ya han tomado la decisión de tener un comportamiento delictivo
antes de que se les presente la oportunidad de delinquir.

Delincuente oportunista (Mundane or “opportunists”)

Estos delincuentes son menos propensos a delinquir de forma impulsiva porque “tienen un
interés superior en ser deseables socialmente, y por lo tanto están sujetos a mayores
restricciones personales y sociales sobre su comportamiento” (Wortley, 2006, p.15). Cornish y
Clarke afirman que éstos son delincuentes “cuyos modos de vida son convencionales en lugar
de delictivos, y cuyas necesidades están satisfechas en general […]. Como mínimo, este tipo de
delincuente es el que siente la necesidad de justificar su conducta” (p. 63, 2003). Además,
están comprometidos con la sociedad y demuestran tener razonamiento moral. En
comparación con el depredador antisocial, los delincuentes oportunistas son mucho más
propensos a involucrarse en la actividad delictiva de forma transitoria. Sus compromisos
morales y sociales limitan su participación en la actividad delictiva, además del miedo al
castigo y la posibilidad de ser descubierto (Malatesta, J. 2008).

Delincuente situacional (Provoked ofender or “Situational”)

“Los delincuentes situacionales reaccionan a un conjunto determinado de circunstancias


ambientales (frustraciones situacionales, irritaciones, presiones sociales, entre otras) que les
induce a cometer determinados delitos que, de otra manera, no habrían cometido” (Wortley,
2006). A menudo, este tipo de delincuentes actúan “en caliente”. Es decir, es poco probable
que delinca, salvo si ocurre un cambio en una situación determinada que le provoque o
instigue a cometer un delito.

Motivación

Para los delincuentes depredadores, la motivación que les lleve a plantearse delinquir surge de
deseos humanos ordinarios (Cornish y Clarke, 2001). Los responsables de la naturaleza de los
deseos y las necesidades delictivas son los impulsos fisiológicos básicos, las preferencias
personales adquiridas durante el desarrollo, y las prioridades generadas por los placeres y
situaciones del modo de vida del delincuente.

En el caso de los delincuentes novatos (primarios), el hecho de vivir o estar en contacto con
modos de vida marginales puede hacer que se vean atraídos de forma selectiva a la
delincuencia como una solución a sus problemas. En el caso de los delincuentes habituales
(reincidentes) puede que la actividad delictiva se convierta en una parte fundamental de su
modo de vida, ya sea como un medio para satisfacer los distintos anhelos que no pueden
saciar fácilmente de forma legal (por ejemplo, para mantener un ritmo de vida de “fiesta
continua”) o como un fin en sí mismo (por ejemplo, el abuso de sustancias). Sin embargo,
tanto para los primarios como para los habituales, la motivación proviene característicamente
de los rasgos de sus modos de vida, que han mantenido desde antaño y no son el resultado
casual de factores situacionales puntuales.

Toma de decisiones

El enfoque de la elección racional formula la hipótesis de que el proceso de toma de decisiones


que ocurre en los delitos cometidos por delincuentes depredadores es un proceso por etapas.
El delincuente estará preparado para cometer un delito concreto una vez se haya motivado y
cuando logre resolver si le será más fácil alcanzar un objetivo deseado a través de medios
delictivos en lugar de medios no delictivos. El conocimiento directo o indirecto que se adquiere
en el transcurso de la vida diaria entrena al delincuente potencial para generar una serie de
posibles recursos (algunos de ellos delictivos) que satisfagan sus posibles necesidades y
anhelos (Cornish y Clarke, 1986).

Según Cornish y Clarke (1987, 1989), estas opciones se evalúan en función de si el delincuente
potencial es capaz y está dispuesto a poner dichas opciones en práctica, y en función de los
elementos relacionados con la toma de decisiones racionales[1], los cuales influyen en los
delitos que se están evaluando. En el caso de que los escrúpulos morales sean un problema
para el delincuente, también éstos contribuirán en el proceso de evaluación de soluciones
posibles en ese momento. Si los medios delictivos se seleccionan como los más adecuados
para lograr los objetivos personales, se considerará entonces que el delincuente está listo para
delinquir.

Una vez estén listos para cometer un delito, el proceso únicamente quedará determinado por
las consideraciones instrumentales y los factores de oportunidad. La prevención situacional
relega a los modelos de elección racional sobre la implicación (o, de hecho, a las teorías de la
criminalidad en general). Para explicar cómo se consigue la “disposición delictiva”[2], cómo se
mantiene o reduce. Para expresarlo en términos criminológicos tradicionales: se presupone la
existencia de un delincuente motivado y se centra en frustrar las subsecuentes decisiones
instrumentales que fueron tomadas durante la comisión del delito. Esta división de la toma de
decisiones delictiva en dos etapas básicas, relacionada con la implicación delictiva y el hecho
delictivo respectivamente, tiene una serie de consecuencias (negativas) en cuanto a la manera
en la que se percibe a los delincuentes depredadores. En primer lugar tiende a confinar las
cuestiones motivacionales a etapas tempranas de la toma de decisión. La intención delictiva o
“disposición”, según esta teoría, está modelada en esencia por procesos motivacionales ya
presentes en la vida del delincuente. La disposición delictiva también conlleva una “crueldad”
temporal, pues en este punto las consideraciones morales —si es que hay alguna—ya se
habrán resuelto (Cornish y Clarke, 2008).

La hipótesis que sostiene que las decisiones en torno al hecho delictivo deberían separarse de
las decisiones de implicación también hace hincapié en qué hacen los delincuentes cuando
cometen un delito y, de este modo, sigue destacando los aspectos inmorales predatorios y
calculadores de la delincuencia. Las decisiones que se tomen en este punto, en general están
relacionadas con los aspectos técnicos de la “caza”, el “asesinato”, y la huída de la escena del
delito.

Clarke y Felson (1998) aseguran que, indudablemente, algunos principios de oportunidad sí


pueden aplicarse a todos los delitos. Pero incluso esos principios deben aplicarse teniendo en
cuenta el escenario concreto y el modus operandi. Dicho de otra forma, la teoría de la elección
racional es aplicable a cualquier delito, pero es imprescindible tomar en consideración la
situación en que ocurre el hecho delictivo y la variabilidad del procedimiento[3].

Teoría de la elección racional, rational choice theory (RCT), modelo


económico, prevención situacional, teoría de las actividades rutinarias,
implicación delictiva, hecho delictivo, choice-structuring properties.

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