Instrumentos Musicales Aborigenes Criollos
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de la Institución.
La Biblioteca posee la autorización del autor y de la editorial para su divulgación en línea.
Vega, Carlos. Los instrumentos musicales aborígenes y criollos de la Argentina [en línea]. Buenos Aires : Educa,
2016. Disponible en:
http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/libros/instrumentos-musicales-aborigenes-criollos..pdf. [Fecha de
consulta: …..]
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3
Vega, Carlos
Los Instrumentos Musicales Aborígenes y Criollos de la Argentina /
Carlos Vega. - 1a edición digital - Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
EDUCA, 2016.
ISBN 978-987-620-319-7
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PRÓLOGO DE LOS EDITORES
5
PREFACIO DE LA SEGUNDA EDICIÓN [1965]
Las pretensiones de este libro nunca fueron desmedidas. Se trataba -se trata- de una
introducción al conocimiento de la sistemática organológica en general y de los
instrumentos argentinos en particular, y así se explica la brevedad de las monografías que se
dedican a cada especie. Sin embargo, el interés público ha demostrado que el libro era
necesario tal como fue concebido. Hemos confiado la segunda edición –que antes nos fue
propuesta varias veces– a una empresa moderna y pujante, a la Editorial Plus Ultra, muy
complacidos por el retorno del libro al ambiente de los estudiosos.
Los años pasados no han modificado sustancialmente la sistemática básica ni los
viejos instrumentos populares, pero nuevos viajes y trabajos nos han dado materia para
añadir capítulos o complementar informaciones.
Es evidente que la figura de Victor Mahillon, el creador de las modernas bases de
clasificación, se agranda con el tiempo. Le dedicamos ahora páginas más detalladas. Por
otra parte ha sido necesario incorporar a las clasificaciones un capítulo sobre los
instrumentos eléctricos, pues aun cuando las experiencias continúan, las últimas décadas
han dado frutos que llaman la atención por esforzados e ingeniosos y piden, por lo menos,
la presentación sumaria que para alentar estudiosos hemos ordenado en el capítulo Los
instrumentos eléctricos.
Los nuevos viajes al Chaco nos han permitido examinar dos instrumentos de los
aborígenes de la selva1: el Katakí (tambor de agua) y el Arco musical. Ambos atesoran
rasgos de interés, y las menciones que de ellos hicimos en la primera edición eran inferiores
a los instrumentos. El Arco musical es una invención de grandes consecuencias; al lado de
los Palos musicales, sus congéneres, inaugura líneas genéticas que fundan grandes familias
actuales y gloriosas. La Guitarra, el instrumento nacional, merecía algo más que una
desolada clasificación y una cuenta de complicados temples rurales. Es cosa viva, y tiene
una historia española, colonial y republicana tan relacionada con la vida argentina de
antaño, que nos pareció necesario incorporar aclaratorias páginas de investigación histórica,
original nuestra en buena parte. En fin, requeridos por las adiciones, se han añadido donde
correspondía dibujos subsidiarios y algunas láminas.
Por lo demás, eliminamos el catálogo descriptivo que apareció en la primera edición
por entender que ha cumplido su objeto2. De manera que, esta alforja alivianando, la otra
recargando, emprende ahora su nueva etapa el primer libro de los instrumentos musicales
aborígenes y criollos.
6
PREFACIO DE LA PRIMERA EDICIÓN (1946)3
7
elabora su pequeño aporte a una Historia General de la Cultura mediante el esclarecimiento
de los problemas musicológicos americanos.
Con tal finalidad, con tales criterios y orientación, el autor inicia sus excursiones en
1931 y, complementando esos trabajos con los estudios de gabinete y la compulsa de las
fuentes históricas, prosigue hasta la fecha el desarrollo de su plana.
Consecuencia de nuestros viajes, la Sección posee variada colección de música
indígena y popular recogida en la campaña, parte en discos registrados con antiguos o
modernos equipos de grabación4, parte escrita mediante el procedimiento de la notación
directa; ha obtenido una colección representativa de los instrumentos musicales indígenas y
folklóricos; numerosas fotografías documentales del músico en su medio, de los detalles
técnicamente interesantes (posición del instrumento, de las manos, etc.) y de escenas de
danzas; esquemas de las evoluciones coreográficas; textos poéticos de canciones y bailes;
biografías y antecedentes de los ejecutantes; respuestas a cuestionarios sobre las especies
desaparecidas y diversidad de apuntes complementarios. Cuenta, pues, la Sección, con sus
archivos fonográfico, fotográfico, documental, etc., ordenados sobre la base de conocidos
principios generales y estudiados con métodos propios de acuerdo con las exigencias de
nuestro planeamiento local. El examen de todos esos materiales trascendió en varios libros,
folletos y monografías breves.
Relacionados con los instrumentos musicales, publiqué también folletos y estudios.
Pero quedaban en nuestro archivo documental numerosos apuntes que tomé en el terreno
sobre la dispersión de los instrumentos en nuestro país y sobre los grupos que los utilizan;
sobre la manera de construirlos y la forma de tomarlos para producir ritmos o melodías;
sobre la ocasión u oportunidad de su empleo y, por último, en nuestro archivo fonográfico,
sus fórmulas rítmicas o sus melodías características. Los capítulos en que se coordinan esos
apuntes y elementos constituyen la parte principal de este libro.
En cierta medida, pues, satisfaremos ahora las exigencias de esta rama musicológica,
un tanto postergada por nuestra atención. Así, los tres temas que competen a la
especialidad –danzas, música, instrumentos– reciben en nuestras obras consideración
inicial. A su tiempo volveremos sobre ellos.
No tenemos, en idioma castellano, ninguna obra consagrada a los instrumentos
sudamericanos. Impresiones, reseñas parciales y pocos verdaderos estudios monográficos,
incluidos en publicaciones diversas, jalonan cronológicamente la bibliografía y documentan
la inquietud de muchos autores por estos temas de organología aborigen y criollab.
Eruditos estudios en diversos idiomas, obra de autores extranjeros sobre los propios
materiales de Sudamérica, preceden al nuestro. Menciono, en primer término, el ensayo que
incluyen R. y M. d´Harcourt en su celebrado libro La musique des Incas et ses survivances (Paris,
ed. Alcan, 1925)5; hay que citar, después, las valiosas páginas que Curt Sachs escribe sobre
varios instrumentos de América en su importante obra de etnomusicología, Geist und
Werden der Musikinstrumente (Berlin, ed. Reimer, 1929), y las que en el general enfoque de su
denso libro Origine de instruments de musique (Paris ed. Payot, 1936) les dedica André
Schaeffner; pero llamo especialmente la atención sobre la obra Musical and other sound
a
Con el nombre de Instituto de Musicología y siempre bajo mi dirección, la antigua Sección del
Museo es desde hace quince años un establecimiento científico autónomo perteneciente al grupo
que coordina la nueva Subsecretaría de Cultura del Ministerio de Educación y Justicia de las
Nación. (Nota del autor, 1965).
b También en castellano, aunque no dedicada a los instrumentos sudamericanos, la obra de los
8
instruments of the South American indians (Göteborg, ed. Elander, 1935), de que es autor el
brillante investigador de Gotemburgo, Kart Gustav Izikowitz, quien, desde Suecia y en
inglés, hace un serio y muy completo estudio de los instrumentos aborígenes de
Sudamérica.
El plan de nuestro libro, y hasta el carácter informativo de este Prefacio, se explican
con sólo pensar que el estudiante argentino toma aquí contacto con la materia por vez
primera. Era indispensable una parte inicial dedicada a las clasificaciones universales, y el
autor ha querido consagrarle la atención que merece y la amplitud que en este caso
corresponde, no solo por tal circunstancia, sino porque ni siquiera los trabajos dedicados
especialmente al tema en América han considerado la importante cuestión previa de la
sistemática.
En efecto, tampoco se ha publicado en nuestra lengua ningún capítulo de
introducción a estos estudios. Por eso me ha parecido útil reseñar y comentar las ideas y los
principios en que se fundan las clasificaciones, y traducir las más importantes que se han
elaborado en Europa: la de Víctor Mahillon, la de v. Hornbostel y Curt Sachs, la de George
Montandon, la de André Schaeffner, y, finalmente, la de Kart Gustav Izikowitz, sobre la
cual diremos más en el capítulo II. La adaptación de esas extensas nomenclaturas al idioma
castellano me ha exigido largo cuidado, y no puedo decir que estoy demasiado satisfecho
con los resultados.
Con todo, pienso que esta exposición resultará, en nuestro ambiente y en nuestro
idioma, una verdadera novedad. La incorporación de modernos criterios mantiene viva la
atención de los especialistas europeos desde hace medio siglo y, sin embargo, esos
importantes esfuerzos y sus notables conquistas carecen de divulgación entre nosotros. El
estudio sistemático de los instrumentos interesa, en primer lugar, a los etnólogos; pero no
es poco lo que importa a los historiadores de la música y a los artistas mismos. En fin, no
está de más este conocimiento en la formación de una cultura general.
La segunda parte, el panorama gráfico de los instrumentos, es, en cierto modo,
prolongación y complemento de la que dedico a la sistemática; es, concretamente, una
clasificación más, limitada a Sudamérica, pero con numerosos dibujos que, en adecuada
ubicación, ilustran los términos del nomenclador.
La tercera parte –centro especial de interés y razón de esta obra se dedica a los
instrumentos aborígenes y criollos de nuestro país. Esta parte tiene extensión y objeto
predeterminados. No se trata aquí de situar los instrumentos argentinos en el panorama
universal, de proponer clasificaciones o de esclarecer orígenes y evolución, como hicieron
Sachs y Schaeffner; tampoco de abarcar el conjunto sudamericano, como hizo Izikowitz.
En esas grandes obras de carácter general, pasan a primer plano y se toman en cuenta
solamente los rasgos esenciales de cada instrumento, pero, tributo a tal exigencia, faltan los
detalles secundarios y las circunstancias complementarias que conforman la imagen de la
pieza, viva en su función específica. Así, la apetencia de un conocimiento minucioso del
instrumento en su medio, queda insatisfecha en nuestro lector. Nosotros, en cambio,
hablamos de ellos pausadamente, con minuciosidad. Porque nuestro enfoque monográfico
cierra más el diafragma, ganamos en precisión lo que perdemos en amplitud, y de este
modo podemos superar, en el sentido que nos interesa, los estudios generales precedentes.
Estos instrumentos son, para nosotros, algo más que piezas de museo. Campos arriba,
entre las montañas, en la selva, los encontramos todavía en plena vigencia, en su ámbito,
con su música, y su conocimiento –aparte las consecuencias organológicas- puede conectar
el despreocupado espíritu urbano con un aspecto ignorado de la realidad etnográfica y
folklórica de nuestro país.
Este es, entonces, un trabajo de divulgación; pero no ha de entenderse que sea, por
eso, rudimentario o superficial. Los actuales criterios de la materia presiden nuestra labor, y
entre las sobreexplicaciones y digresiones propias de su índole, ofrecemos nuevos datos al
9
especialista en tanto cumplimos con el primario requisito museológico de publicar y
describir algunas piezas de nuestra colección. Nuestras obras documentan el afán de poner
la musicología al alcance del estudiante sin abandonar la posición del especialista, y es claro
que este doble enfoque demande un equilibrio no exento de dificultades, porque el técnico
suele advertir lo que sobra y el estudiante reparar en lo que falta. Comprenda cada uno la
situación del otro, y ambos la mía.
Por lo demás, debo aclarar que hablo de lo que he visto y comprobado. Hubiera sido
fácil acumular en estas páginas los datos y las observaciones de mis colegas americanos,
pero entonces se habría duplicado el libro sin ganancia de novedades. Y si doy por mi
cuenta noticias que han publicado antes independientemente mis colegas, valdrán las mías
por su capacidad de confirmación.
En cuanto al capítulo de las conclusiones, más de lo que digo cabe en él, por cierto.
Pude haber añadido mucho sobre las extrañas relaciones de los instrumentos con muy
curiosas funciones extramusicales, con datos de carácter sexual, en fin, con la sociedad
misma; pero todo eso habría rebasado el plan del libro. Me he extendido, en cambio, en el
examen del aporte con que este estudio de los instrumentos fortalece anteriores
proposiciones mías sobre la Ciencia del folklore, porque así un tercer campo de
observación viene a complementar las indagaciones que, en análogo sentido, hice al tratar
de la música y de los bailes.
Doy al final del libro, para más detallada cuenta, una serie de láminas en que se
reproducen instrumentos del Museo Argentino de Ciencias Naturales e instrumentistas
criollos y aborígenes; y un pequeño catálogo descriptivo6 añade a las imágenes las
indicaciones de práctica.
Agradezco a Elena Hosmann, artista fotógrafo que tuvo a su cargo la documentación
gráfica en varias de nuestras expediciones, las fotografías que me ha cedido para este libro;
a Isabel Aretz-Thiele, colega y camarada del Museo, las suyas, y a Araceli Vázquez Málaga,
el arte y el cuidado que ha puesto en la realización de los dibujos y de la portada.
10
CAPÍTULO I
11
LAS CLASIFICACIONES
La clasificación antigua
Las clasificaciones han debido realizarse siempre sobre la base de los materiales
conocidos. Por espacio de siglos los estudiosos europeos sólo tuvieron a su alcance los
instrumentos musicales de Europa y regiones vecinas, y esto explica esa primera
clasificación que ha difundido por el mundo entero el esquema simplista de los tres grupos:
cuerda, viento y percusión. Pero cuando la Etnografía, que ensancha su vigoroso
movimiento desde mediados del siglo pasado, descubre y presenta al asombro de Europa
cantidad de extraños instrumentos que aparecieron en pueblos lejanos de todas las regiones
de la tierra, el esquema de los tres grupos resulta definitivamente insuficiente. Cabe notar,
como curiosidad, que esa rudimentaria clasificación, abandonada en el ambiente científico
desde hace más de medio siglo, conserva singular vitalidad póstuma en todas partes,
especialmente en el ambiente artístico, y que aun en nuestros días se enseña como si no se
tratara de una histórica curiosidad de los archivos intelectuales.
Esta clasificación antigua y sobreviviente carecía de constancia lógica aun en su
principal distinción del material. La categoría de instrumentos de cuerda se definía por el
elemento que entraba en vibración, la cuerda misma; en cambio, para la de percusión, se
tenía en cuenta, no el cuerpo vibrante, la membrana o la masa, sino el golpe, que es uno de
los medios con que se obtiene el sonido o el ruido. Incompleta desde el principio, resolvió
el problema de encasillar los instrumentos que no cabían en sus tres grupos, agregando
cómodamente un cuarto grupo: varios. He aquí su plan:
1. Cuerda
2. Viento
3. Percusión
4. Varios
12
Las subdivisiones, un tanto arbitrariamente atentas al material de que estaban hechos
los instrumentos –madera, metal– tampoco respondían con eficacia a las exigencias de la
práctica7. Por supuesto, el conocimiento de los instrumentos exóticos esclareció su
impotencia, y las necesidades creadas reclamaron al ingenio nuevas proposiciones.
La clasificación de Mahillon
La organología debe al eminente musicólogo belga Victor-Charles Mahillon un
importante paso adelante en la compleja tarea de clasificar los instrumentos musicales. Sus
aportaciones son considerables, y no fueron pocas las circunstancias que favorecieron su
disciplinada inteligencia y su tenaz propósito de estudioso.
Victor-Charles Mahillon nació en Bruselas el 10 de marzo de 1841. Su padre, Charles
Mahillon, había fundado en la mencionada ciudad una fábrica de instrumentos de viento, y
en ese ambiente de artesanía superior transcurren su infancia, su juventud, su vida entera.
Su padre fue también su maestro, y no es extraño que el joven, apenas transpuesta la
adolescencia, proyectara un libro de aliento, aunque breve, que publicó en 1874: Éléments
d„Acoustique Musicale et Instrumentale […] par V.C. Mahillon, fabricant d' instruments de musique.
Bruxelles, Manufacture Générale d' instruments de musique C. Mahillon, 1874. El autor le
dedica el libro al padre en “testimonio de reconocimiento y afecto”. El establecimiento
paterno es su editor.
Victor-Charles es organólogo, científico y artista. En el párrafo inicial de su obra dice:
“L‟étude de l„acoustique est le complement indispensable d‟une bonne éducation musicale” [1974: VII]. Y
después de enseñar los elementos de acústica dedica parágrafos “a la construcción teórica
de todos los instrumentos de música que usan en la orquestación moderna”, tal como
anuncia la portada del libro.
En 1877 Victor-Charles Mahillon fue nombrado Conservador honorario del Museo
del Conservatorio de Bruselas, y en el examen diario de los instrumentos se fundan las
descripciones que forman el Catálogo del Museo Instrumental que publicó en 1880. El autor
encarece el conocimiento de la organología –análisis de las partes constitutivas de los
instrumentos, según él mismo– y el de la historia de cada uno, y añade que no deben
excluirse los instrumentos extra europeos porque entre ellos se encuentran los embriones
de los modernos. El catálogo se agotó pronto, y Mahillon se aplicó a preparar la segunda
edición; pero, entre un tomo y otro, publicó un libro distinto: Le materiel Sonore des Orchestres
de symphonie, d‟armonie et de fanfares ou Vade Mecum du Compositeur suivi d‟ une Échelle Acoustique
permettant de calculer très facilement la longueur théorique de tous les instruments à vent à un diapason
quelconque. Victor Mahillon, Bruxelles, Mahillon & Cº, 1897. Había fallecido el padre en
1887 y desde entonces él gobernaba el establecimiento. Su inteligente actividad acrecentó la
producción y el espacio de la fábrica y consta que, fino artesano y científico, reprodujo
todos los instrumentos de viento de los siglos XVI y XVII.
Con esto llegamos a la segunda edición del catálogo, objeto de nuestro interés;
porque en el tomo inicial lanza por vez primera su clasificación de los instrumentos. La
obra se titula: Catalogue descriptif & analytique du Musée Instrumental du Conservatoire Royal de
Musique de Bruxelles. La carátula da el nombre y el cargo del autor –Victor-Charles Mahillon,
conservateur du Musée–, y anuncia su nuevo aporte: “avec un essai de classification méthodique de tous
les instruments anciens et modernes”, Deuxième édition, Gand, Librairie Générale de Ad. Hoste,
éditeur, 1893.
Dice el autor que ha revisado los datos históricos y técnicos para esta segunda edición
y agrega que las dos mil piezas de las colecciones “representan, casi sin solución de
continuidad y desde los orígenes, la historia de los instrumentos de música” [1893: XIII]. A
continuación comienza el Ensayo de clasificación metódica. Empieza:
13
“El sonido es el resultado de un movimiento vibratorio transmitido al oído por el
medio elástico que nos rodea: el aire. Los instrumentos de música son los aparatos por
medio de los cuales se obtiene ese movimiento vibratorio.
Todos los cuerpos elásticos, sean sólidos, líquidos o gaseosos, pueden producir
sonidos; pero la construcción ha limitado necesariamente elección de esos materiales a
aquellos en que el movimiento vibratorio se provoca más fácilmente. Entre los
sólidos, emplean las cuerdas, las membranas, la madera, el vidrio, los metales, la
piedra, etc. Entre los gases, el aire. En cuanto a los líquidos, su empleo no ha recibido
hasta hoy aplicación útil.
La clasificación que nosotros hemos adoptado para este catálogo se funda en la
diferente naturaleza de los cuerpos empleados como fuentes sonoras. Este modo de
clasificación nos ha parecido que reúne las condiciones más favorables a la claridad y a
la simplicidad.” [ibíd., pág. 1-2]
El primer paso de Mahillon consiste en unificar los criterios con que deben afrontarse
las divisiones. Si decimos instrumentos ´de cuerda`, es evidente que tomamos como
característica de su categoría el elemento que se pone en vibración. Lógicamente, no puede
formarse a su lado otro grupo con instrumentos ´de percusión`, como antaño, porque la
percusión sólo es uno de los procedimientos o maneras de que se vale el ejecutante para
poner en vibración el cuerpo, y no se refiere a la materia vibradora, como en el caso de la
´cuerda`. En cambio, puede subsistir una categoría de instrumentos ´de viento`, porque el
viento, o mejor, el aire, es lo que vibra en esta clase de instrumentos.
Así, en la división principal, Mahillon dejará en pie dos de las categorías tradicionales:
cuerda y viento. La categoría ´percusión` es ilógica y, en la práctica, arbitraria. Baste pensar
que el bombo vendría a quedar al lado de la celesta. Y la categoría ´varios`, que no es
ninguna categoría sino un depósito de excedentes, desaparecerá. Mahillon ordena todos los
demás instrumentos extendiendo, simplemente, el principio de clasificación que adopta: lo
que vibra. En un tambor, por ejemplo, la materia del instrumento que entra en vibración es
la piel o membrana. Pues bien, el organólogo crea la categoría de instrumentos de
membrana. Y en los platillos, o en las castañuelas, o en el gong, o en los tambores hechos
con un tronco hueco, sin piel, no vibra la cuerda, no el aire, no la membrana, porque esos
instrumentos no tienen membranas o cuerdas ni suenan por la vibración de una columna
de aire; vibra la masa entera del instrumento (como en la campana) o sus dos mitades
(como en las castañuelas) o las muchas partes que lo constituyen (como en los manojos de
cápsulas que entrechocan). La materia de que están hechos es rígida, pero no tanto que
impida su vibración. Entonces tenemos otra categoría: la de los instrumentos en que vibra
„la masa del material‟ con que están hechos.
En resumen, cuatro categorías. Por precisión en la nomenclatura, Mahillon toma la
voz griega ´fono` (sonido) y articula con ella cuatro voces nuevas: membranófonos, que se
aplica a los instrumentos en que vibra la membrana; cordófonos, para aquellos en que
vibran las cuerdas; aerófonos, que designa a los instrumentos relacionados con la vibración
del aire y, finalmente, autófonos, reservada para aquellos en que es posible la vibración de
su materia corporal misma. Auto, como es sabido, significa propio, por uno mismo. Esta
voz fue objetada posteriormente por Curt Sachs, que propuso idiófonos en su lugar, y
rehabilitada después por Francis W. Galpin [1937].
Mahillon mismo dedica párrafos concretos a la explicación de sus divisiones
principales. Vamos a traducirlos:
“Todos los aparatos sonoros que han ocupado el genio inventivo del hombre, se
distribuyen en cuatro clases:
La primera, en que el sonido es producido por la elasticidad de los cuerpos mismos, es
la de los instrumentos autófonos.
14
La segunda, en que el sonido se debe a la vibración de membranas que han cobrado
elasticidad por la tensión, es la de los instrumentos de membranas.
La tercera es la de los instrumentos de viento. El sonido es producido por el
movimiento vibratorio del aire, obtenido con la ayuda de una corriente activa sobre
órganos especiales.
En fin, la cuarta, basada en la vibración de las cuerdas, cuerpos filiformes que, tal
como las membranas, no son elásticas sino por tensión, es la de los instrumentos de
cuerdas.” [ibíd., pág. 3]
Terminada la exposición del nuevo plan, Mahillon dedica unas ochenta páginas a
explicar sus cuatro clases y divisiones, y en el comentario sobre muchos de los
instrumentos incluye datos históricos. Interesan especialmente sus palabras sobre la clase
de los instrumentos autófonos creada por él. Dice:
El autor se demora luego en las divisiones y al terminar el examen de las otras tres
clases ofrece su primer cuadro de clasificación general. Decimos su primer cuadro, porque,
años adelante lo corrigió y aumentó dos veces, como veremos.
Publicó el II tomo del catálogo en 1896. En el anterior describió los instrumentos
números 1 al 576; en éste los 577 a 1321. El mismo editor. El tercer tomo apareció en 1900
y describe los instrumentos números 1322 a 2055, y el IV, en 1912, con detalles sobre los
números 2056 a 2961. Aquí hay una novedad; escribe en el Prefacio.
“Hacemos figurar al comienzo de este cuarto volumen de nuestro catálogo una nueva
tabla que resume nuestro ensayo de clasificación y contiene las adiciones que hizo
necesarias el descubrimiento de muchos instrumentos cuya existencia ignorábamos al
comienzo de nuestros trabajos, hace treinta y cinco años.” [Mahillon, 1912: pág.V] 8
(VER APÉNDICE III)
15
Clasificación Metódica de los Instrumentos de Música
17
RAMA C.- Instrumentos polífonos con depósito de aire.
Sección a - Sin tubos………………………………...... Acordeón, Concertina,
Mélofono.
Sección b - Sin tubos, de teclado……………………… Armonio (órgano
expresivo),
Harmoniflauta.
Sección c - Sin tubos, de movimiento automático……...Antifonal Debain,
Harmonista V. Gevaert.
Sección d - De tubos………………………………….. Musetas, Cornamusas,
Cheng chino.
Sección e - De tubos y teclado…………………………Órgano.
Sección f -De tubos y movimiento automático………... Serinete, Organo de
Barbería, Orquestrión.
18
Salterio.
Subsección bb - Con mango (Monocordio).Tambor árabe, Laúd,
Tiorba, Sistro, Guitarra.
Sección b- De teclado………………………………… Espineta, Clavecín,
Clavi-arpa.
Sección c - De movimiento automático………………. Espineta de cilindro.
Sección d - Cuerdas punteadas (excitadas) por el viento. Arpa eólica.
Pero estos autores discrepan de Mahillon en las subdivisiones. Creen que es urgente
modificar el criterio en que se fundan, ampliar su número e introducir diversas
innovaciones de carácter general.
“El enfoque debe ser objetivo. El motivo a que obedece la subdivisión debe ser
reconocido a simple vista, es indispensable tener en cuenta a un tiempo mismo las
necesidades del conservador de museo, de los exploradores13 y de los etnólogos.
19
Cuando hay detalles, al parecer insignificantes, que tienen importancia desde el punto
de vista de las correlaciones histórico–culturales, es necesario hacer nuevas
subdivisiones [...] La sistemática de los instrumentos musicales había tomado de la
zoología y la botánica la idea de los rótulos jerárquicos: clase, orden, familia, género,
especie, etc. Mahillon empleó clase, rama, sección, subsección. No „familia‟, que tiene de
antiguo en música especial significación.” [ibíd., pág. 553 y 557]14
3 1 1 - de palo
3 1 2 - de tubo
3 1 sin mango 3 1 3 - de balsa
3 1 4 - de tabla
3 1 5 - de valvas
3 1 6 - de marco
3 cordófonos
3 2 1 - laúdes
3 2 con mango 3 2 2 - arpas
3 2 3 - laúdes-arpas
20
Más todavía. Toman el orden 3 1 1 y lo subdividen:
3 1 1. 1 arcos musicales
311
3 1 1. 2 palos musicales
Y así con todos los órdenes. Luego nueva subdivisión para todos los subórdenes, etc.
Mediante este procedimiento se forman en cualquiera de las categorías cifras de seis, ocho y
hasta nueve unidades. Por ejemplo, 111.242.222. El primer 1 significa idiófonos, como
sabemos; el segundo 1 indica que ese idiófono pertenece a la categoría de los que vibran
por efecto de un golpe; el tercer 1, significa que el golpe es directo; vale decir, producido
por un movimiento del ejecutante, sin medios mecánicos; el número 2 que sigue caracteriza
el procedimiento llamado percusión (golpe de un objeto que no da sonido propio: palo,
badajo, etc.); el 4, quinta cifra, indica que el instrumento tiene forma de vaso (podría tener
forma de bastón, de placa, de tubo); el 2, sexta cifra, indica que se trata de campanas (y no
de gongs); el otro 2 que sigue, señala que se trata de un juego de campanas (y no de una
campana independiente); la octava cifra, otro 2, dice que la campana es colgante y no
asentada y, por fin, el último 2, que se golpea con un badajo. En resumen, la cifra
111.242.222 distingue a un instrumento idiófono / de golpe / de golpe directo / de
percusión / en forma de vaso / campana / en juegos / colgante / de badajo. En los
cuadros siguientes cada nueva subdivisión, a partir de la quinta cifra, deja un blanco
tipográfico en el margen izquierdo.
Perplejo quedará el estudiante al imaginar la enorme cantidad de cifras a que da lugar
la variedad de instrumentos y sus características. Así es; pero no es más complicado el
sistema que la realidad misma. Por lo demás, la clasificación debe abarcar todos los
instrumentos y comprender todos sus caracteres y matices diferenciales, no importan las
complejidades que la operación apareje. Como sistema comprensivo, el de Hornbostel y
Sachs es magnífico, y su principio no puede ser más sencillo. Naturalmente, para simplificar
sin distinguir, bastaría con encerrar todas las piezas en una sola casilla bajo el rótulo de
´instrumentos musicales`. Menos trabajo.
No creen los autores haber logrado la perfección. Admiten que la presencia de
nuevos instrumentos puede crear otras divisiones y prevén todos los tipos posibles siempre
dentro del sistema que, en efecto, es elástico. Tampoco se les escapan las dificultades
propias de la sistematización en esta materia. La principal división se funda en los
diferentes procesos físicos de la producción del sonido, pero tales procesos no han sido
aún esclarecidos por las investigaciones acústicas. Otro inconveniente son los tipos
intermedios. La pandereta, por ejemplo, es una membrana en un marco, pero cuando este
marco se hace un poco más alto, y luego otro poco más, resulta al fin una membrana en un
tubo. Hay, pues, instrumentos que vacilan entre marco y tubo17. No son menos difíciles de
clasificar los tipos híbridos, esto es, los que participan en dos o más grupos. Se ubican
según la parte que predomina, es claro; pero no siempre el predominio es neto. Ahora,
cuando un tipo híbrido se establece definitivamente, requiere rótulo y lugar propios.
Es materialmente imposible explicar los detalles en que von Hornbostel y Sachs
fundan las subdivisiones. Los propios autores renuncian a discutir pormenores, y confían a
la simple presentación de los cuadros la ilustración minuciosa del pensamiento que los ha
orientado.
Nosotros haremos lo mismo. En 1931, durante nuestro inconcluso aprendizaje del
idioma alemán, escogimos, a título de práctica, la traducción íntegra del sistema creado por
von Hornbostel y Sachs. Nuestro profesor, el extinto doctor Federico Braunmüller, trabajó
a nuestro lado largas semanas explicándonos con la precisión posible el sentido de cada
21
denominación. Yo me encargué de buscar su equivalente técnico en nuestro idioma, ya
adoptando el usual, ya creándolo; pero la cantidad de voces nuevas y la necesidad de
reproducir en una voz castellana todas las que tan fácilmente reducen a una los alemanes,
constituyeron una seria preocupación para mí, y demandaron un esfuerzo cuyos resultados
nunca me dieron total satisfacción. Cuando Karl Gustav Izikowitz adaptó esta clasificación
al idioma inglés, afirmó: “The English nomenclature has presented a formidable problem.” [Izikowiz,
1934:4]. Sin duda, puedo decir lo mismo de la castellana18.
Aun debo aclarar que la versión alemana original establece el significado de la especie
que cada cifra representa, añadiendo, generalmente, al nombre de la clase, el de la subclase,
el del orden, etc., y articulando con ellos solo una o dos palabras compuestas. No he
podido hacer lo mismo en castellano por razones de índole idiomática; pero será fácil para
el lector complementar nuestra forzosamente económica nomenclatura de la manera que
explicamos a continuación.
Volvamos al ejemplo que presentamos en la página 21. La cifra 311.1 dice: Palos
musicales. Esto explica muy poco. Entonces el lector debe buscar, líneas arriba, la cifra que
tiene un número menos: 311 De palo, y anteponer estas voces a las anteriores. En seguida
busca, saltando líneas hacia arriba, la cifra de dos números: 31, Sin mango, y luego, en fin,
la de un número: 3. Cordófonos. Ahora puede reconstruir la leyenda completa: Cordófonos
/ sin mango / de palo / palos musicales.
Se ha objetado a la clasificación de von Hornbostel y Sachs su extensión y
complejidad. Es verdad, pero insistimos en que, así, es la base indispensable de los estudios
organológicos, porque, por sobre todo, desarrolla un completísimo repertorio de los
instrumentos musicales que ha creado el hombre.
Creo que la nuestra es la primera versión castellana de este sistema. Sachs (von
Hornbostel falleció en 1938), al autorizar la presente traducción no mencionó la existencia
de otra algunac. Damos, pues, al lector de nuestra lengua versión completa del sistema de
clasificación de von Hornbostel y Sachs19. (En la presente edición digital, esta clasificación
puede consultarse en el Apéndice IV)
Von Hornbostel y Sachs fueron seguidos de cerca por varios otros. Los interesantes
estudios de Walter Kaudern20, Henry Balfour21 y Karl Gustav Izikowitz [1935] contienen
valiosas modificaciones de detalle, pero no constituyen nuevos sistemas.
El mismo doctor Sachs, que un año antes de colaborar en esta sistematización había
afrontado el tema en su Real-Lexikon der Musikinstrumente (Berlín, 1913), reproduce en 1920
el plan de la misma clasificación general en su Handbuch der Musikinstrumente (1930) con sólo
algunas modificaciones en el orden, insiste en dos estudios de otra índole (Geist und Werden
der Musikinstrumente, Berlín, 1929, y “La signification, la tâche et la technique
muséographique des collections d‟instruments de musique” en Mouseion, vol. 27-28, 1934)
y, finalmente, coronando sus andanzas de exiliado22, escribe en inglés el libro The history of
Musical Instruments, New York, 1940, en que dedica un capítulo al origen de los primeros
instrumentos y formula una cronología de su aparición en las etapas prehistóricas.
No creo que esté de más aquí una breve referencia a la importante cuestión de la
cronología. Se siente la necesidad de reemplazar las leyendas, de insistir en que la historia
de los instrumentos no empieza con la Biblia, de repetir que el tambor de membranas no es
el primer instrumento del hombre, en fin, de reafirmar que la humanidad prepara, durante
larguísimos períodos prehistóricos, los instrumentos que se perfeccionarán en los tiempos
propiamente históricos.
Sachs adopta para sus discriminaciones el método llamado geográfico, que consiste
en la observancia de varios agudos axiomas conquistados por el estudio de la dispersión de
c Schaeffner la tradujo al francés, e hizo más tarde una propia, que veremos.
22
los instrumentos sobre la superficie de la tierra y, enfocando el problema de una manera
muy amplia y general, distingue tres grandes etapas o estratos prehistóricos.
En el más antiguo, de acuerdo con nuestro autor, aparecen los sonajeros, el raspador
de calabaza, el raspador (de otros materiales), los pozos pateados, el palo zumbador, el
caramillo de tiras y la flauta sin orificios; en el siguiente –posterior– se encuentra el tambor
de tronco hendido, el bastón de ritmo, la flauta con orificios, la trompeta, la trompeta de
caracol, el tambor de membrana, el arpa térrea, la cítara térrea y el arco musical, y en el
tercero, el raspador de madera, el sonajero de mimbre, el xilófono, el birimbao, la flauta
nasal, la flauta travesera, la trompeta travesera, el tambor de fricción y el tambor con
percutor.
El estudio del origen y la evolución de los instrumentos es independiente de las
clasificaciones mismas. En seguida veremos si ambos temas pueden unirse y si la unión
resulta conveniente.
La clasificación de Montandon
El doctor George Montandon publica en 1919 una nueva clasificación de los
instrumentos musicalesd. Su sistema no representa, precisamente, un progreso en la
dirección discriminatoria de los anteriores, sino una modificación engendrada por un punto
de vista distinto. Los clasificadores precedentes han trabajado a base de criterios objetivos:
qué es lo que vibra, cómo se hace vibrar, qué forma tiene el instrumento o la parte que
interesa, etc. Montandon, sin abandonar esos principios, incorpora y sobreañade otra idea a
su planteo general.
Reconoce la excelencia de la división en cuatro grandes clases, y estima que “merece
subsistir” [1919: 3]; pero al reducir y modificar las subdivisiones obra movido por razones
que explica así:
PRINCIPIO 1: ENTRECHOQUE
(primitivamente, de dos bastones)
Familia I: Idiófonos de entrechoque
PRINCIPIO 2: PERCUSIÓN
(primitivamente, de un recipiente)
Familia II: Idiófonos de percusión
PRINCIPIO 3: SACUDIMIENTO
(primitivamente, de una o de muchas frutas secas)
Familia III: Idiófonos de sacudimiento
PRINCIPIO 4: RASPADURA
(primitivamente, de una madera rugosa)
Familia IV: Idiófonos de raspadura
PRINCIPIO 5 a: PUNTEADO
(primitivamente, de una lengüeta de corteza fija por un extremo a su base natural)
Familia V: Idiófonos de punteado
PRINCIPIO 5 b: PUNTEADO
(primitivamente, de una tira de corteza fija, por los dos extremos, a su base natural, un
tronco rígido como el del bambú)
Familia IX: Cordófonos sin mango
24
PRINCIPIO 5 c: PUNTEADO
(primitivamente, de una tira de corteza fija por los dos extremos a su base natural, un leño
flexible)
Familia X: Cordófonos con mango
25
c) La misma tira, fija por los dos extremos a un tronco o rama flexible, habría
desembocado en todos los cordófonos con mango a través del arco musical (lira,
arpa, guitarra, violín, etc.).
CUADRO DE RECAPITULACIÓN
Se distribuyen entre las cuatro grandes clases de instrumentos las XIV familias
basadas sobre los 9 principios funcionales de partida, y se dividen las familias en sus
principales grupos de acuerdo con un criterio ya morfológico, ya funcional.
El término más representativo o más elevado de cada principio se indica en negrita.
pares de varillas
Familia cañas sueltas
I. de entrechoque palmeadores
(principio 1) castañuelas
platillos
26
triángulos
―
tiras de caña
cañas hendidas
diapasones
―
Familia II, cilindros de caña
I. de percusión tambores de madera
(principio 2) recipientes
campanas
cristalófonos
gongs
metalófonos
xilófonos
litófonos
Familia IV,
varillas dentadas
I. de raspadura
carracas
(principio 4)
Familia V, birimbao
I. de punteado “sanza”
(principio 5a) “violín de hierro”
cajas de música
27
Familia VIII, Mirlitones
M. de choque del aire __________
(derivación de los “nyastaranga”
principios 6 ó 7)
cítaras cilíndricas
cítaras convexas
cítaras planas
“cémbalos”, etc.
pianos
Familia IX, ―
C. sin mango cítaras de cañas
(principio 5 b) acopladas
cítaras-plancha
cítaras cóncavas
cítaras con caja
―
cìtaras y pianos de
Eolo
arcos musicales
pluriarcos
liras
arpas
Familia X, ―
C. con mango bastones monocordes
(principio 5 c) cítaras sobre bastón
―
guitarras intermedias
guitarras de cuello
guitarras de caja y violines
flautas traveseras
flautas longitudinales
Familia XI, silbatos
C. de soplo contra una ocarinas
arista “flageolets”
= A. Género flauta flautas de Pan
(principio 6) juegos de flautas del órgano
28
valvas marinas
Familia XII, trompas
A. A. de soplo en un tubo clarines
= A. Género trompeta trompetas
(principio 7) trombones
cornetas de pistones
Familia XIII,
A. de lengüeta doble lengüetas dobles
= A. Género oboe oboes
(principio 8)
palos zumbadores
sirenas
―
lengüetas libres
armónicas
Familia XIV, acordeones
A. libres y A. De lengüeta de armonios
lámina, batiente o libre bocinas de automóvil
(principio 9) armónicas de boca
juegos de órgano de
lengüetas libes
lengüetas batientes
clarinetes
cornamusas
juegos de órgano de
lengüetas batientes
29
explicaciones de Montandon, nos veríamos obligados a añadir, como complemento, las
nuevas aportaciones que los investigadores de la escuela histórico-cultural han hecho
después de 1919, y aún noticia de los estudios que, en el mismo sentido de Montandon, se
han publicado después en Europa.
Sin embargo, nos parece interesante recordar aquí con este autor, algunas
conclusiones que no debe ignorar el curioso en organología. El ciclo de civilización más
antiguo, caracterizado por P. Schmidt y admitido con posterioridad a este estudio de
Montandon, no conoció ningún instrumento musical. El ciclo siguiente, menos antiguo,
tampoco los conoció. En el tercero, según Montandon, aparecen los bastones de
entrechoque y el palo zumbador. En el siguiente aparecen los primeros aerófonos (flautas y
trompetas primitivas) y los idiófonos de percusión, raspadura y sacudimiento. En el ciclo
de las Máscaras, se encuentran la flauta de Pan, mejores idiófonos de percusión, los juegos
de placas libres que preceden al xilófono y el tambor de madera. Aquí ubica Montandon el
arco musical. En el ciclo del Arco aparecen los primeros membranófonos, y en el ciclo
Malayo-Polinesio, la flauta travesera, la trompeta de valvas, el gran tambor de pie y los
precursores de la cítara sobre caja y sobre bastón. En los cuatro ciclos históricos ya
mencionados, se produce el gran desarrollo de todos los instrumentos hasta las formas
actuales. Si se exceptúa la ubicación de las trompetas, que aparecen más tarde, y la de las
trompetas de caracol y los tambores de membrana, que son anteriores, esta cronología se
aproxima, en general, a las que se han propuesto después.
Sigue al estudio sobre los ciclos un “Catálogo razonado de los instrumentos de
música del Museo Etnográfico de Ginebra”24.
Las proposiciones de Montandon han sido superadas después en todos sus
aspectos25. Quedaba en pie la exigencia ética de reconocer su importante esfuerzo.
La clasificación de Schaeffner
Después de la minuciosa y admirable clasificación de von Hornbostel y Sachs, una
renovación de principios parecía imposible. El amplio trabajo de los musicólogos alemanes
había previsto, además, en la contextura elástica de sus cuadros, la aparición de nuevos
tipos y aun el ascenso de cualquiera de los criterios de clasificación empleados por ellos a
planos de mayor importancia. Un joven organólogo francés, André Schaeffner, encargado
del departamento de etnología musical en el Museo de Etnografía del Trocadero26, retoma,
sin embargo, la cuestión y, al cabo de varios años de labor, anticipa en 1931, muy
brevemente, su “Proyecto de una clasificación nueva de los instrumentos de música”.
Schaeffner no se extiende en este trabajo; se limita a presentar sus cuadros y a anunciar un
estudio en que justificará plenamente los términos de su clasificación.
El anunciado estudio aparece al año siguiente en la Revue Musicale (1932), y en él los
prometidos fundamentos. Pero el autor no se detiene ahí; prosigue trabajando y en 1936
publica su importante libro Originne des instruments de musique, en cuyos capítulos intercala
consideraciones sobre los criterios de ordenación organológica destinadas a justificar la
nueva clasificación que ofrece al final de la obra, en apéndice [1936: 371-377].
Lo curioso es que esta nueva clasificación es casi nueva también con respecto a la
suya propia de 1931. Es decir, que Schaeffner no se dio por satisfecho con su primer
proyecto y, por afinación lógica de sus ideas y ampliación de sus criterios, consiguió
perfeccionar y pulir sus cuadros anteriores.
Poco diremos aquí sobre el sistema de 1931, paso de transición entre las
ordenaciones precedentes y la que presenta en 1936. La influencia de Hornbostel y Sachs es
evidente en su primer ensayo; pero como Schaeffner extiende luego los nuevos criterios
que incorpora en él, su sistema de 1936 alcanza un alto grado de originalidad.
30
Una confrontación minuciosa de sus innovaciones nos llevaría demasiado lejos.
Veamos solamente lo esencial.
Schaeffner acepta las cuatro clases de Mahillón – Hornbostel-Sachs: idiófonos,
membranófonos, cordófonos y aerófonos; y, para comenzar, establece una primera y
superior agrupación de esas mismas grandes clases. En los instrumentos del primer grupo
vibra el cuerpo, que es sólido; pero son sólidos también las membranas y las cuerdas. En
consecuencia, reúne los tres primeros –idiófonos, membranófonos y cordófonos– en una
sola categoría mayor, que denomina “Instrumentos de cuerpos sólidos vibrantes”. En
seguida le contrapone, en otro grupo, todos aquellos en que no es sólido el cuerpo que
vibra, sino gaseoso, el aire. Su segundo conjunto se denomina “Instrumentos de aire
vibrante”. La clasificación de Schaeffner, así, empieza por ubicar todos los instrumentos en
dos grandes categorías.
A nosotros nos parece un tanto forzada la reunión de los tres primeros grupos. Es
muy lógico el principio que los congrega, pero el espíritu se resiste a admitir la vinculación
de un par de castañuelas con un violín y un timbal, por lejana que sea la relación. Es claro
que las subdivisiones de Schaeffner se apresuran a restablecer la clásica separación; pero,
entonces, ¿por qué esta reunión previa?27.
Si confrontamos las primeras subdivisiones de Schaeffner con el sistema de
Hornbostel y Sachs, apenas hallamos otra cosa que nuevas palabras.
Cuerda…….. Cordófonos
C. Cuerpo sólido extensible
Membrana… Membranófonos
Palabras que importan, sin duda, distinciones sutiles como la de los grupos A, B y C,
pero empleadas, no para distinguir sino para refundir, no para separar sino para unificar
con respecto a las ordenaciones anteriores. En la clase C encontramos otra vez reunidos
instrumentos como las guitarras y los tambores, y es preciso llegar a una tercera subdivisión
(cuerda – membrana) para verlos recobrar la independencia que en los sistemas
precedentes se aceptaba desde el primer momento en consonancia con imperiosas
exigencias del sentido práctico28.
Schaeffner no es un improvisador superficial; muy al contrario, hace ya muchos años
que se ha perfilado como un investigador erudito e inteligente. No es imposible desconocer
la aguda lógica en que asienta la contracción o unificación propuesta, pero acaso sea tal
condición su inconveniente, porque importa mucho respetar –en este caso– aquella parte
de los conceptos que la tradición del pensamiento organológico ha consagrado, a menos
que se pretenda un sistema desdeñoso de la aceptación general.
La reunión en un solo gran grupo de los idiófonos con los cordófonos y los
membranófonos, no se justifica suficientemente. Podríamos admitir la distinción entre los
instrumentos de cuerpo sólido inextensible e instrumentos de cuerpo sólido flexible –
31
cuestión de grado, al fin– y su agrupación en la categoría superior de los cuerpos sólidos
vibrantes; pero el hecho de incluir en esa misma categoría los instrumentos de cuerda y los
de membrana, significa desdeñar la evidencia de que el espíritu no percibe la solidez como
cualidad predominante de las pieles y las cuerdas, sino lo contrario, esto es, la ductilidad, la
delicadeza, la sensibilidad, la debilidad, la fragilidad, por sólidas que parezcan con relación
al aire.
La unión de los cordófonos y los membranófonos en una sola clase, es un afortunado
hallazgo de Schaeffner. La analogía esencial es indiscutible. Pero ni siquiera ésta clara
relación tiene suficiente jerarquía como para relegar a segundo plano la directa impresión
general de independencia que producen los cordófonos, por una parte, y los
membranófonos, por la otra.
Estas distinciones y reagrupaciones de Schaeffner interesarían vivamente en un
capítulo preliminar, pero, llegando a la clasificación misma, creemos que deben subsistir en
primer plano las cuatro clases que propuso Mahillon y aceptaron von Hornbostel y Sachs, y
Montandon.
La audacia y originalidad de Schaeffner es considerablemente mayor cuando se trata
de los criterios para nuevas subdivisiones. Ya en 1931 nos dijo que “la clasificación debería
efectuarse con elementos de carácter inmediatamente apreciable, esencialmente
indiscutible” [Schaeffner, 1931:21]. Y añade que “nada sería más fácil de precisar que la
materia misma del cuerpo que se pone en vibración, con independencia del procedimiento
con que se hace vibrar” [íd.]. Aduce ventajas: puesto que el material determina el timbre, la
clasificación de los instrumentos según “la materia del primer cuerpo vibrante piedra,
madera, hueso, metal, aire, etc. distinguirá mejor a qué matices de orden sensorial
responde la diversidad instrumental” [íd.]; y, que con tal ordenación, los instrumentos
estarían relacionados con otros productos de cierta zona de civilización. ¿Son tan
importantes estas ventajas?29.
Confesamos que la primera lectura de tal proposición nos produjo un efecto
desconcertante. Von Hornbostel y Sachs, al rechazar los fundamentos de la clasificación
antigua en lo referente a los aerófonos –madera, metal, etc. – dicen que los viejos autores
olvidaron “con audaz incuria” [1914: 555] que un instrumento se hace con diversas
materias. Schaeffner, indiferente a semejante advertencia, propone otra vez, con heroica
tranquilidad, aunque de distinto modo, la materia como criterio de subdivisión.
Recuerdo que mi impresión de 1931 fue terminantemente negativa; hoy, después de
quince años30, no me atrevo a rechazar de plano la idea de Schaeffner. Esta indecisión se
debe, en primer término, al respeto que nos merece la categoría del autor. Además, no
alcanzamos a representarnos vivamente el panorama de una gran colección clasificada de
acuerdo con ese plan. Imaginamos que producirá una ordenación más armoniosa y hasta
elegante, pero no sabemos si tales condiciones compensan la separación de los sonajeros,
por ejemplo, en distintas secciones, nada más que porque la materia de que están
construidos es distinta. Aclaremos que esta división por la materia sólo tiene vigencia plena
en el principal grupo de los idiófonos:
madera
metal
piedra
A. Cuerpo sólido inextensible hueso
valva
cuerno, testa,
etc.
32
En la sección B, cuerpo sólido flexible, no presenta el autor la cuestión del material.
Este criterio reaparece en la sección C, cuerpo sólido extensible, y explica, por
consecuencia lógica, la separación de cuerda y membrana, previamente reunidas en un solo
grupo.
El otro grupo, el de los aerófonos (II. Instrumentos de aire vibrante) sigue de cerca
las principales subdivisiones tradicionales e introduce una nueva, cavidad libre, necesaria
para distinguir los instrumentos que consisten en una oquedad golpeada, como el tambor
de tierra.
Otros motivos determinan nuevas subdivisiones. Para los idiófonos sólidos
inextensibles de madera y de metal, adopta Schaeffner la oposición macizo-hueco, y
después la forma: bastón, lámina, placa; tubo, cáscara, etc., coincidiendo esta vez, en parte,
con von Hornbostel y Sachs. Antes, en 1931, Schaeffner, había adoptado como criterio el
modo de hacer vibrar (percusión, entrechoque, sacudimiento, etc.), metodizado por los
musicólogos alemanes; en 1936 lo abandona. “Términos como percusión o como punteado
pecan por su mediocre precisión” –escribe [Schaeffner, 1936: 180]–. Con esto se separa
decididamente de sus predecesores.
Las subdivisiones de las otras tres clases, se explican con su solo enunciado, según se
verá. La clasificación de Schaeffner tiene, sobre la de von Hornbostel y Sachs, la enorme
ventaja de su atrevida brevedad. Si en la práctica no resulta insuficiente, el autor habrá
realizado una duradera hazaña. La primera ´separación‟ en dos grandes clases, merece
nuevas meditaciones de Schaeffner. No parece difícil eliminarla, puesto que no tiene
existencia sensible sino en el papel. Insistimos en que el retorno al primer plano de las
cuatro clases tradicionales, se impone. Queden para los idiófonos las subdivisiones A,
cuerpo sólido inextensible, y B, cuerpo sólido flexible; pero no se lleve más lejos el afán de
simetría u oposición, porque un cordófono y un membranófono son algo más que cuerpos
sólidos susceptibles de tensión.
Estas modificaciones supuestas, y si en el balance práctico el criterio ´materia‟ supera
los inconvenientes que apareja, creo que el sistema Schaeffner es, por lo menos, digno de
consideración y estudio.
Para más completa información del lector, y descontando la anuencia del organólogo
francés –actualmente incomunicado con nosotros por la guerra–, ofrezco mi versión
castellana del último sistema de clasificación de los instrumentos musicales31.
MADERA
I. MACIZO.
a) Bastón.
e (N. de los Eds.) Las notas al pie de páginas incluidas en esta clasificación pertenecen a Schaeffner.
33
1. bastón pisón.
2. tronco (horizontal) percutido.
3. par de bastones de entrechoquef.
racimo de varillas suspendidas, de entrechoque (sonaja de
danza).
manojo de tallos (varilla golpeada).
4. bastón dentado (raspador).
vara dentada y arqueada (arco musical con palillo raspador).
b) Lámina g
c) Plancha 32
II. HUECO.
a) Tubo
f Los dos bastones se toman con una sola mano o entrechocan mediante el empleo de ambas
manos o el concurso de dos individuos; los palos se unen uno al otro con una especie de bisagra
(palos batientes) de manera que basta con tener uno de los dos y sacudirlo para que el segundo
choque con él.
g Hay lámina cuando los bastones para la percusión o el entrechoque tienen una faz aplastada.
h Con bisagra o sin ella.
i En rigor, podríamos clasificar aquí aquellos sonajeros constituidos por una caja rectangular.
j Ver también más adelante: B. Cuerpo sólido flexible.
34
8. medio tubo: percutido.
9. par de medios tubos que entrechocan, o tubo hendido y
articulado (crótalos)k.
10. astilla de tubo dentado (raspador de Madagascar).
b) Cáscara
(Cápsula leñosa de fruta; cápsula de madera; cápsula de cestería)
c) Bola de madera
excavada en forma de mortero, etc.
k Si los dos medios tubos son distintos, el entrechoque se hace directamente. Si el tubo no está
enteramente hendido, hay articulación en un punto del tubo y el entrechoque se produce por la
acción del sacudimiento o por percusión contra un cuerpo extraño.
l Ver también más adelante: B. Cuerpo sólido flexible.
m Ver también: tubo de labios dentados.
35
METAL
I. MACIZO.
a) Varilla o anillo
b) Lámina
c) Placa
1. placa pisón.
2. placa percutida (reja de arado, gong, tambor de bronce).
a) Tubo
(derecho o circular)
b) Cáscara o vaso
nEn todos los casos de percusión o de raspadura, importa observar si se trata de un badajo de
madera, de metal (varilla o sortija) o de un mazo relleno.
36
PIEDRA
a) Bloque
b) Placa
HUESO
a) Bastón
b)Tubo
c) Caja
VALVA
37
MADERA (O METAL, O HUESO)
I. MACIZO.
a) Varilla o lámina
b) Lámina
c) Plancha33
II. HUECO.
CUERDA
o Citado antes.
p Citado antes.
q Citado antes.
38
2. ensambladura de tubos cada uno con una tira única
desprendida:
instrumento raspado o percutido (cítara plana, llamada en
balsa).
3. tiras solevantadas hasta un mismo plano por un puente
angular y dentado (arpa-cítara).
c) Cuerda añadida
MEMBRANA.
a) Membrana no tensa
b) Membrana tensa.
(ceñida, encolada, clavada, enlazada, abotonada):
r Las cítaras-tambores, que tienen tiras de corteza solevantadas y las láminas de madera suspendidas
por el medio de esas tiras, pertenecen a los precedentes instrumentos y a los instrumentos de
láminas de madera percutidas.
s Esta cuerda única puede cubrir varios largos.
t Es decir, con mango, consola o yugo distintos de las otras piezas de unión o de resonancia del
instrumento.
39
dos pieles. (tambor de fricción);
por excitación sonora
(mirlitón).
AIRE AMBIENTE.
a) Por estela
(palo zumbador, diablo).
CAVIDAD LIBRE.
Embocadura golpeada
(tambor térreo, olla-tambor, palmada en muslo).
c) Tubo de lengüeta
1. lengüeta batiente:
simple (clarinete);
o doble (oboe).
2. lengüeta libre (caramillo indochino y birmano).
40
La clasificación de Kurt Reinhard
La última de las clasificaciones científicas es la que elaboró Kurt Reinhard,
musicólogo alemán, como parte de la tesis que en 1943 presentó a la Universidad de
Munich. La guerra demoró su publicación hasta 1950, en que apareció bajo el título de
“Instrumentos musicales y círculos culturales”. Antes, en 1948, el autor la incluyó como
complemento de un artículo manuscrito con que se asoció a la memoración del 80°
cumpleaños de Max Seiffert35. Posteriormente, en 1950, la envió a dos revistas musicales
(Die Musik exotischer, Berlín, 1950, y Chinesische Musik, Kassel, 1950) y años después, con el
título de “Contribución a una nueva sistemática de los instrumentos musicales” (Beitrag zu
einer neuen Systematik der Musikinstrumente) apareció en la revista Die Musikforschung, Volumen
XIII, pp.160-164, Kassel, 1960. Es la versión que examinamos ahora y que, con la
colaboración de Elena Hosmann, resumimos en castellano36.
Reinhard reconoce la excelencia de la sistemática de Hornbostel y Sachs. Dice que
“está tan bien pensada y es tan amplia, que basta absolutamente como sistema puramente
ordenador.” [pág. 160]. Añade que ha sido tan generalmente “incorporada a la práctica de
todos los museos y lugares de investigación, que un cambio sólo traería confusión.” [íd.].
Expresa el autor que su nueva sistemática no sustituye sino complementa la de
Hornbostel y Sachs. Esta se funda en la particularidad acústica, en la forma y en el modo de
ejecución y, naturalmente, puede pedirse como criterio principal el empleo puramente
musical de los instrumentos. La sistemática acústica –dice– une instrumentos musicalmente
muy diferentes y separa otros muy semejantes.
Reinhard expone así su criterio: “De todos los criterios para una sistematización
complementaria, el más importante a tener en cuenta es el tema de las posibilidades
puramente sonoras de los instrumentos. La respuesta a esta cuestión puede darnos
información sobre las actitudes musicales básicas de cada época, y aún más sobre las
diferentes características esenciales de las grandes culturas” íbid., pág. 160-61.
El sistema de Reinhard se basa en la existencia de instrumentos de un solo sonido
(por ejemplo el gong) e instrumentos de muchos sonidos (por ejemplo el arpa), y en esta
diferencia funda la división principal. Después distingue si el sonido solo o los varios
sonidos del instrumento politonal los respectivos instrumentos son, cada uno, siempre el
mismo, o si cada uno puede ser modificado por el ejecutante al tocar, ya deslizando o
resbalando o glissando, ya por grados (trastes, llaves, etcétera). Todo esto significa que en
cada grupo pueden figurar juntos instrumentos de dos o más de las diferentes clases
tradicionales.
Añade el autor: “Los instrumentos de ruido no pueden ser clasificados según los
puntos de vista elegidos acá; se los cita sólo porque su mayor o menor presencia permite
hacer conclusiones acerca de las necesidades rítmicas o la carencia de expresión tonal de los
estilos de diferentes épocas o culturas” íbid., pág. 161.
La nueva sistemática se preocupa en indagar los estilos, por lo cual el autor cree
necesario hacer otras divisiones para otros problemas. Así distingue entre sonidos
continuados y sonidos que se apagan, como el punteado. “El sonido de la cuerda frotada se
distingue del de la cuerda punteada tanto como el toque del armonio se distingue del de un
piano” id.. Con todo esto, Reinhard hace una primera tabla como ejemplo y nosotros la
reproducimos aquí con leve cambio en la disposición gráfica del original para aumentar su
claridad.
41
INSTRUMENTOS SONIDO SONIDO CONTINUO
DECRECIENTE
DE VARIOS
SONIDOS
deslizando laúd instrumentos de cuerda
variable tjin
42
Otra ordenación puede fundarse en el timbre. El hecho de que se prefiera un timbre
sensual o tranquilo permite conclusiones de estilo general. Los modernos métodos
electroacústicos facilitan un minucioso estudio de los timbres, y un trabajo sistemático
sobre todo el instrumental puede darnos una graduación útil.
Las afinaciones merecen atención. Nos hablan de la musicalidad de los ejecutantes
cuando los hechos nos revelan lo que ellos exigen en ese sentido. Es ilustrativo el uso de las
pastas de afinar (stimmpaste) en tambores, gongs, xilófonos exóticos, etcétera.
Los precedentes criterios son generales. Reinhard propone otros que sólo se pueden
aplicar a una parte del instrumental. Son cuatro.
“La presencia de cuerdas de resonancia que resuenan por simpatía en los
instrumentos que se tocan al unísono, muestra la búsqueda de plenitud sonora, ya sea en el
sarangui y el esrar hindúes o en nuestra viola d´amore. También se debe prestar atención a la
utilización de resonadores que dan preferencia a los sonidos de la serie más aguda
(birimbao, arco de boca)” [íd.].
Otro hecho que el autor considera es la ejecución de una o de varias voces. El laúd,
por ejemplo, tiene varias cuerdas y sin embargo sólo se toca a una voz en Oriente [id.]. Este
criterio no puede aplicarse a otros casos, como el de la flauta de Pan –que técnicamente no
puede dar más que una voz, en opinión del autor– y ciertos violines y el xilófono, que a lo
sumo pueden dar “dos sonidos simultáneos, por lo cual son sólo en parte testimonio de
una actitud básica con respecto al timbre” [íd.].
En un mismo instrumento pueden haber sonidos variables e invariables. Reinhard se
refiere a los bordones o roncones de sonido fijo o a las cuerdas suplementarias al aire,
“como en la gaita, el organillo, la cítara, la tiorba, el doble clarinete. Estos instrumentos son
típicos de las culturas y épocas aficionadas a los efectos del bordón” [id.].
Formación de una orquesta. Reinhard aspira a nuevas deducciones sobre el hecho de
que, cuando faltan instrumentos de varios sonidos se logra análogo efecto mediante la
coordinación de varios instrumentos de un sonido. Y recuerda que en la orquesta europea
el instrumento acórdico se incluye aisladamente y en general más bien para contraponerlo
como concertante.
Aquí terminan los criterios o planes de Reinhard. Antes de ofrecernos sus palabras
finales, dice que, si bien puede haber otros puntos de vista, cree haber considerado los más
importantes. Una vez resumidos en tablas todos estos puntos de vista, al lado del sistema
básico, se podrá decir algo esencial sobre cada instrumento en la práctica. “Cuando se
conoce el instrumental de una época o cultura, se pueden sacar conclusiones detalladas
sobre el estilo, el fondo espiritual, el significado en la vida y la actitud fundamental de la
correspondiente música” [íbid., pág 164].
Dice Kurt Reinhard para terminar: “Resumiendo: la Systematik der Musikinstrumente de
Hornbostel y Sachs es una clasificación bien pensada y completa. Se debe conservar
indefectiblemente como sistema de registro. Para una investigación más completa sobre la
naturaleza de los instrumentos musicales nos pareció necesario elaborar una sistemática
complementaria, que, para una especificación más detallada, debe ser subdividida según
criterios variables. Esperamos haber ofrecido con esto una contribución de utilidad para el
futuro desarrollo de la investigación organológica” (íbid.).
Esta presentación incluye como anexo final un gran “Resumen sobre los
instrumentos más importantes de los grandes círculos culturales de la música”. Su principio
ordenador es el que ha enunciado en el cuadro que reprodujimos (un sonido, varios
sonidos; invariable, variable). Después hay una primera columna con una selección del
instrumental europeo como ejemplo, y a continuación, en sucesivas columnas, Asia en tres
columnas (central y del norte, occidental y sudoccidental, Indonesia), India anterior,
Oriente en dos columnas (altas culturas persa, sumeria, babilónica y egipcia; Oriente actual,
que incluye Persia hasta el noroeste de África; África, América en dos columnas (altas
43
culturas, especialmente la de los Incas; culturas indias actuales) y, finalmente, Oceanía. El
musicólogo puede examinar este resumen y entretenerse en observaciones diversas.
Con toda seguridad este trabajo de Reinhard constituye un esfuerzo inteligente y
erudito. La intención sociológica es evidente, sobre todo en los criterios primarios y
secundarios que, apenas esbozados, no parecen constituir partes de una verdadera
sistemática, sino temas de futuros trabajos de interrelación. Como en la presente
comunicación el autor se limita a primeros resultados y al anuncio de sus planes, debemos
esperar la publicación del corpus total o, si ya lo ha publicado, la oportunidad de conocer
su contenido.
44
ELECTRÓFONOS
Monofónicos
DE MANO Sphärophon (1924), apto
El instrumento consiste en para cuartos de tono.
una caja con antena superior. Theremin o Thereminovox o
Al acercar o distanciar la Therophone (1927).
mano derecha de la antena se Ondas Martenot (1928),
modifica la altura de sonido. apto para cuartos y
La izquierda corta las ligaduras octavos de tonou.
permanentes con un Croix sonore (1934).
interruptor, modifica el
timbre; controla el volumen la Polifónicos
misma mano o un pedal u Partiturophone (1935).
1.RADIOELÉCTRICOS otro mecanismo. Hellertion (1936), apto para
El instrumento utiliza las acordes de cuatro notas.
vibraciones eléctricas que se
transmiten por el éter. DE ALAMBRE
Monofónicos
“...un circuito eléctrico oscilante El agente modificador de la
con una frecuencia distinta, que Trautonium (1930).
altura es un alambre que baja
puede ser alterada influyendo la o sube contra una barra.
capacidad del circuito con
cualquier agente extraño, por Monofónicos
ejemplo, la mano del ejecutante Emicon (1930) de 32 notas.
o un alambre” (Sachs, [1947: Ondas Martenot
425]). DE TECLA (mejorado).
El control de las alturas está
Polifónicos
conectado a un juego de
Partiturophone (1935).
teclas.
Dynaphone, apto para
producir quintas y octavas
(1927).
Piano electrónico Wurlitze
u Se le añadió una escala graduada para dar mayor precisión a la mano, y después teclas.
45
2.ELECTROMECÁNICOS Violín Vierling.
Violonchelo Vierling.
El instrumento se funda en
Las cuerdas se tocan Instrumentos de cuerdas
vibraciones producidas por
normalmente; un sistema de frotadas y punteadas de
los usuales martillos
electromagnetos recoge Allen y Pfeil, Karapetoff,
percutores en cuerdas de
vibraciones, las amplifica y Bartley.
piano, o por arcos que actúan
las emite. Guitarras, mandolinas, etc.
sobre cuerdas, o por el
fabricadas por Boosey &
punteo normal, con o sin
Hawkes.
utilización de la caja
armónica.
“Sus vibraciones sonoras La cuerda metálica única se Radiotone (1931), con teclado
son transformadas en toca con arcos circulares. de piano.
vibraciones eléctricas
correspondientes a las
vibraciones acústicas
amplificadas por medio de
válvulas termoiónicas (o
Las cuerdas son percutidas Piano Siemens-Bechstein.
audiones) y sus circuitos por martillos movidos por el Piano Vierling.
asociados, y transformados teclado común en su caja Piano Electrochord, construido
nuevamente en sonido por tradicional y las vibraciones se por Foster.
medio de autoparlantes.” amplifican Piano Miessner.
(Sachs, [Ibíd, pág. 427]).
Órgano electrónico, de
Couplet y Givelet (1930).
Órgano Rangertone (1931), de
Ranger. Combina las
vibraciones con células
fotoeléctricas.
Órgano Hammond (1935)
Orgatrón, de Hoschke (1935),
3. ELECTRÓNICOS fabricado por Wurlitzer.
Partiturophon, de Mager
El elemento vibrátil (1935).
tradicional ha sido sustituido Órgano Allen.
por válvulas oscilantes o por Órgano Baldwin.
sistemas eléctricos. En algún Órgano Connsonata.
caso –como en el Orgatrón– Órgano Compton electrone
se usan las lengüetas. Todos (1951)
requieren altoparlantes. Órgano de Constant Martín,
fabricado por Miller Organ
C°.
Carillón de Constant Martín,
fabricado por Miller Organ
C°.
Órgano Novachord.
Órgano Solovox (para acoplar
al piano común.
Órgano Clavioline.
46
Queda, en fin, reseñado el esfuerzo que los organólogos de este siglo han consagrado
a la sistemática de los instrumentos.
Ahora; si se entiende que el propósito nuestro –como hemos dicho– ha considerado
siempre en un plano principal el propósito de iniciar, de introducir, a quienes se aproximan
a esta disciplina, es posible que el detallado prospecto de las complejas clasificaciones
modernas no satisfaga ese propósito ni convenga al estudiante. Acaso los músicos jóvenes
que no aspiran a profundizar en cuestiones de organología, deseen una síntesis que
esclarezca las discriminaciones más recientes y proporcione sencilla base a esta rama de su
cultura general, sin la exigencia de los largos estudios que, de hecho, quedan reservados a
los futuros especialistas. Si es así, pienso que les será provechoso el pequeño cuadro que,
con las subdivisiones principales, doy a continuaciónv. En cada caso pongo, como ejemplo,
algún instrumento de los conocidos y, cuando se trata de piezas exóticas, remito a las
explicaciones de von Hornbostel y Sachs mediante el correspondiente número de su
clasificación.
No es imposible memorizar esta reducida nomenclatura. Con ella, sin olvidar las ideas
generales que comportan las otras clasificaciones universales y repasando el panorama
gráfico que, por abundar en este sentido, añadimos en seguida, el estudiante podrá adquirir
sin mayor esfuerzo las nociones que han conquistado la materia en la últimas décadas.
¡Qué lejos estamos del esquema cuerda - viento - percusión que aún subsiste entre
nosotros y que todavía reaparece en modernas traducciones de envejecidos libros! Hugo
Riemann, por ejemplo, es respetado hasta hoy en estos países como el musicólogo máximo.
Sin desconocer que la tardía traducción de sus instructivas obras alimentó a su tiempo
apetencias aisladas y vocaciones huérfanas, bueno es entender que han corrido cuarenta
años desde que sus trabajos pasaron a engrosar el archivo bibliográfico de nuestra materia.
-o-
BREVIARIO
IDIÓFONOS
IDIÓFONOS DE GOLPE
De golpe directo
De entrechoque (castañuelas)
De percusión (campanas, gongs)
De golpe indirecto
De sacudimiento (maracas, sistros)
De raspadura (ver 112.2)
De separación (ver 112.3)
IDIÓFONOS DE PUNTEADO
v Una reducción menos severa que la de nuestro cuadro hizo y publicó el propio doctor Curt Sachs
(1930: 81-83).
47
En forma de tabla o peine (sanzas)
IDIÓFONOS DE FROTACIÓN
IDIÓFONOS DE SOPLO
MEMBRANÓFONOS
MEMBRANÓFONOS DE GOLPE
De golpe directo
Semiesféricos (timbales)
Tubulares (tambores)
De marco (panderetas)
De golpe indirecto
Semiesféricos
Tubulares (tambores- sonajeros, ver 212)
De marco
CORDÓFONOS
48
CORDÓFONOS COMPUESTOS
AERÓFONOS
AERÓFONOS DE SOPLO
De filo o Flautas
Sin canal de insuflación (quenas, pifilkas, flauta de Pan)
Con canal de insuflación (flageolets, pinkillos)
De lengüeta o Caramillos
Oboes
Clarinetes
De lengüeta libre (ver 422.3)
Trompetas
Naturales (erkes, trutrucas)
Cromáticas (trompetas europeas)
ELECTROFONOS
RADIOELÉCTRICOS
ELECTROMECÁNICOS
ELECTRÓNICOS
ELÉCTRICOS
-o-
49
CAPÍTULO II
50
NOMENCLATURA ILUSTRADA
51
CLAVEw
AQ - Adán Quiroga
ChM - Charles Mead
CS - Curt Sachs
DC-VTM - Daniel Castañeda y Vicente T. Mendoza
D´H - R. y M. d´Harcourt
EN - Erland Nordenskiöld
ER-P - E. Roquete- Pinto
ES - Eduard Seler
[EvH - Erich von Hornbostel]
EvR - Eric von Rosen
FD - Frances Densmore
FR - Federico Ratzel
GT - Günter Tessmann
IAT - Isabel Aretz – Thiele
INM - Instituto [Nacional] de Musicología [“Carlos Vega”]41
KGI - Kart Gustav Izikowitz
KvdS - Karl von den Steinen
MHS - Marshall H. Saville
ME - Museo Etnográfico [“Juan B. Ambrosetti”]42
NG - Narciso Garay
PE - Paul Ehrenreich
RL-N - Robert Lehmann – Nitsche
TK-G - Theodore Koch – Grümberg
TW - Thomas Wilson
WCF - Williams Curtis Farabee
I. IDIÓFONOS DE PERCUSIÓNa
A. DE ENTRECHOQUEb
[Bastones -fig. 1-, placas, canaletas o vasos]
B. DE GOLPEc
Tambor de caparazón de tortuga
Planchas de percusiónd
Raíces planas (para señales)e
Tablas – tamboresf
El Dyadiko, tronco de danza Uitotog
El xilófonoh
El tambor de los Catuquinarúi
El tambor de tronco hueco
De tronco hendidoj
El teponaztlik
a) El cuerpo o los cuerpos del instrumento vibran por golpes.
b) Partes sonoras coordinadas golpean una contra otra.
c) El cuerpo recibe el golpe de un objeto que no da sonido o se golpea contra algo.
d) Planchas o láminas de piedra reciben el golpe (arqueológicas).
e) Láminas, raíces o tablas vibran por percusión.
f) Tabla abovedada, sobre un hoyo; se golpea con la planta del pie.
g) Tronco hueco, adornado, suspendido sobre un hoyo recubierto con planchas; danzan y se
balancean sobre el tronco; suena cuando baja y golpea las planchas.
h) Bastones sobre un agujero cavado en la tierra. Indios Uitoto, Colombia.
i) Tronco de palma hueco, semienterrado, rodeado de diversos materiales y parcialmente
relleno. El mazo golpea sobre la lámina de caucho que cierra la abertura superior. Para
señales.
j) Tronco hueco con hendiduras.
k) Pequeño tronco, casi cerrado: hendiduras en forma de H. México y América Central.
CUADRO 1
53
CUADRO I
54
Idiófonos
CUADRO 2
Fig. 1. Racimo de uñas de reno americano. Esquimales (TW [1898: 563, fig. 202]).
Fig. 2. Sonajero de valvas, indios Jívaros, Ecuador (KGI [1935: 58]).
Fig. 3. Ristra de carozos frutales, Perú oriental (D´H [1925: pl. II, 1]).
Fig. 4. Campanilla cónica de plata de los Araucanos, Chile (KGI [ibíd., pág.69, fig. 21]).
Fig. 5. Campanilla cónica Diaguita, Catamarca, Argentina (IAT [1946: 24, fig. 4]).
Fig. 6. Campanilla piramidal de bronce. Tucumán, Arg. (IAT [ibíd., pág.3, fig. 2]).
Fig. 7. Campanillas piramidales, Ica, Perú (KGI [ibíd., pág. 71, fig. 24]).
Fig. 8. Cascabel bivalvo, Pachacamac (KGI [ibíd., pág. 75]).
Fig. 9. Ristra de nueces con granalla, Wai-wai, Guayanas (KGI, [ibíd., pág. 73]).
Fig. 10. Triple cascabel de oro, Chiriquí, Panamá (TW [ibíd., pág. 227, fig. 281]).
Fig. 11. Cascabel de bronce o cobre antiguo, México (TW [ibíd., pág. 594, fig. 239]).
Fig. 12. Doble cascabel de cerámica, [Tlaxteloco,] México (TW [ibíd., pág. 590, fig. 235]).
Fig. 13. Campanilla con badajo (perdido) Diaguita, Salta, Arg. (IAT [ibíd., pág.26, fig.7]).
55
CUADRO 2
56
Idiófonos
CUADRO 3
Figs. 1-6. de calabaza: 1 indios Mandan. U.S.A. (FD [1923: pl. 9, c]); 2, indios Baniwa, Venezuela
(KGI [1935: 58]); 344, arqueológico, Catamarca, Argentina (IAT [1946: 22, fig. 1]); 4,
Chiriquí, Panamá (TW [1898: 626, fig. 276]); 5, Chaquense paraguayo; naturalmente cerrado,
con sus propias semillas. Indios Angaité (INM45); 6, Arizona, U.S.A. (TW [ibíd: 584, fig.
226]).
Fig. 7. Sonajero de tiras de caña tejidas, Caribes, Guayana Británica (TW [ibíd., pág. 650, fig
308]).
Fig. 8. Sonajero en forma de lente, indios Hupa, Alaska (TW [ibíd., pl. 73, fig. 114]).
Fig. 9. Sonajero de alfarería, [Chimbote] Perú (KGI [ibíd., pág, 122, fig. 56, a]).
Fig. 10. Copa de arcilla, sonajero. Chimbote, Perú (KGI [ibíd., pág. 130]).
Fig. 11. Lanza con sonaja, indios Tukano, Brasil nordoccidental (KGI [ibíd., pág. 140]).
Fig. 12. Sonajero de bastón [chicauazatli, relieve de Tikal], México (KGI [ibíd., pág. 137]).
Fig. 13. Sonajero tubular, [Cuna], Ecuador (KGI [ibíd., pág. 145]).
Fig. 14. Sistro, indios Kaduveos, ¿colonial?, Brasil (KGI [ibíd., pág. 151]).
Fig. 15. Sistro, indios Yaqui, U.S.A. ¿colonial? (FD [1932: pl. 29]).
57
CUADRO 3
58
Idiófonos
a) Una caña gruesa, hueca, de un metro o poco más de altura, cerrado por su tabique el extremo
inferior, abierto el superior. El ejecutante lo toma de la parte superior, en posición vertical, lo
levanta y lo deja caer sobre el suelo. Es el movimiento con que los obreros apisonan la tierra.
Nos ha parecido propio llamar a esta categoría Idiófonos „de pisón‟. Figs. 1 y 2.
b) Una estaca o vara, huecas o no, un hueso o cualquier cuerpo de otro material, tienen en la
superficie una serie de muescas o hendiduras naturales o talladas sobre las cuales pasa
raspando otra vara o palo. La vibración del cuerpo dentado produce el ruido imaginable. Figs
3, 4, 5 y 7. En Sudamérica indígena y entre los criollos se encuentra por obra de la influencia
africana.
c) Típico representante de este grupo es el birimbao. Un marco, generalmente en forma de
herradura cuyos extremos, al cerrarse aprietan la punta de una lengüeta o laminilla metálica46.
El cabo libre de la lengüeta se puntea con un dedo y la boca sirve como resonador. La altura
del sonido cambia cuando el ejecutante reduce o ensancha la cavidad bucal. De introducción
reciente en Sudamérica, ha tenido gran aceptación entre los araucanos, los chaquenses y
otros aborígenes. Los indios Maccá son habilísimos ejecutantes de birimbao.
d) Un caparazón de tortuga. Se cubre con resina la parte de la cola o del cuello y produce un
crujido cuando la resina se recalienta por la fricción de la palma de la mano húmeda. Fig. 6.
CUADRO 4
Fig. 1. Bastón de ritmo Yutíca, territorio Uaupés (KGI [1935: 154, fig. 71 b])47.
Fig. 2. Bastón de ritmo. Indios Bará, Brasil (TK-G [1910-11, t. 1: 336]).
Fig. 3. Bastón dentado sobre un resonador de cesta. Indios Ute, EE.UU (según foto FD [1922:
pl. 1]).
Fig. 4. Calabaza dentada con su frotador. Panamá (NG [1930: 192]).
Fig. 5. Raspador de hueso mexicano antiguo. (ES [1904: 680]).
Fig. 6. Idiófono de fricción de caparazón de tortuga (KGI [ibíd., pág. 162]).
Fig. 7. Hueso dentado (homóplato de ciervo). Huichol, México (ES [ibíd. pág. 693]).
59
CUADRO 4
60
Membranófonos
TAMBORES DE MEMBRANAa
TAMBORES DE UNA MEMBRANA
A. DE FONDO CERRADO
Timbalesb
Timbal araucanoc
Tambor- sonajerod
B. DE FONDO ABIERTO
Tubular de una membranae
TAMBOR DE DOS MEMBRANAS
CUADRO 5
Fig. 1. Timbal de alfarería, Ica, Perú (KGI, [1935: 167]).
Fig. 2. Timbal de los indios Choroti, Gran Chaco [Bolivia] (EvR [1921: 229]).
Fig. 3. Indio Ute tocando un tambor de marco (de una foto FD [1922: pl. 7]).
Fig. 4. Tambor cuadrado de los Chipaya (KGI [ibíd., pág. 177, fig. 80])49.
Fig. 5. Tambor de marco de una membrana, Esquimales (TW [1898: 564, fig. 203])50.
Fig. 6. Tambor de marco de una membrana, Ute, EE.UU. (FD [íbid., pl. 6, b])51.
Fig. 7. Tambor tubular de una membrana, Chippewa, EE.UU. (FD [1910: pl. 2]).
Fig. 8. Tambor tubular de una membrana, Chiriguano, Bolivia (KGI [ibíd., pág. 178]).
Fig. 9. Tambor tubular Tolteca, de Tenango, México (DC-VTM [1933, lám. A n° 18]).
Figs. 10 - 11. Tambores: 10, de Costa Rica; 11, de Nicaragua (DC-VTM [ibíd, lám. A, nos. 16 y
1752]).
Fig. 12. Tambor de la provincia de Chiriquí, Panamá (TW [ibíd, pág. 625, fig. 275]).
CUADRO 6
Fig. 1. Tambor de dos membranas de los indios Taulipáng [EvH 1923: 40753].
Figs. 2 y 3. Tambores de dos membranas: 2, de los Cayapa, EE.UU; 3, “tambor llamado Titir”
(DC-VTM [ob. cit., lám. B nos.12 y 8]).
Fig. 4. Tambor criollo, Tucumán, Argentina (IAT [1946: 88, fig. 2354]).
Fig. 5. Tambor de dos membranas de los indios Pueblo, Arizona, EE.UU, (DC-VTM [ibíd., n°
10]).
Fig. 6. Músico tocando su tambor (¿de un parche?). Representación corpórea en un antiguo vaso
de arcilla. Trujillo, Perú (D´H [1925, pl. VII, 5]).
Fig. 7. Tambor de dos membranas de los indios Piro, Perú (WCF [1922: pl. 7]).
Fig. 8. Decoración de un antiguo vaso de arcilla, Perú (ChM [1903: pl. I, fig.1]).
61
CUADRO 5
62
CUADRO 6
63
Cordófonosa
[SIMPLES b]
[DE VARAS c]
El arco musicald
a) Una o más cuerdas, tendidas entre puntos fijos, vibran por percusión, por punteado (digital o
de plectro), por frotación (de arco, rueda, etc.) o por medio de teclas o mecanismos.
b) Los cordófonos simples consisten en un porta-cuerdas; también lo son, si el resonador es
separable del porta-cuerdas.
c) El porta-cuerdas es una vara o cuerpo fino y largo de otro material.
d) Si el porta-cuerdas es flexible (curvo), estamos en presencia del arco musical.
Probablemente, el único cordófono americano anterior al descubrimiento, es este sencillo
arco encordado. Sin desconocer que varios tipos de cordófonos muy simples han penetrado
en los dominios de nuestros aborígenes precedentes de Europa y, acaso, del África; aun
admitiendo que algunos arcos musicales mismos podrían hallarse en ciertas regiones por
importación africana, parece difícil la demostración de que el arco musical no se conoció en
América antes de Colón. No hay lugar aquí para mayor discusión.
Esto aparte, son varios los cordófonos indígenas en que el principio del arco musical se
asocia con elementos europeos, como puede verse en las figuras 7, 8 y 9. Estos dos últimos,
que vi en el Chaco paraguayo y cuyas melodías grabé, se frotan todavía con un „arco‟ análogo
al de los primitivos. Por lo demás, los cordófonos europeos fueron adoptados y de muy
diversas y originales maneras construidos por los criollos de América (Ver el capítulo del
Charango).
CUADRO 7
Figs. 1. y 3. Arcos musicales chaquenses, con sus arcos de frotación. Tribu de Wo Pelaj, Matacos
de Argentina. Expedición de Enrique Palavecino [INM y ME respectivamente55.
Fig. 2. Joven Tehuelche (Patagonia, Argentina) tocando el arco musical (RL-N [1908: 926]).
Fig. 4. Arco musical de los indios Chané, Bolivia (EN [1910: 184 D]).
Fig. 5. Arco musical de cuerda percutida, indios Panobo, Perú (GT [1930: 86, fig 12]).
Fig. 6. Arco musical araucano, Argentina (RL-N [ibíd., pág. 923]).
Fig. 7. Cítara de palo de tres cuerdas, influencia europea (INM [Bolivia, Chiriguano, INM56]).
Figs. 8. y 9. Laúdes rústicos, monocordes: 8, de los indios Maccá, con su arco de frotación, caja
de hojalata, Paraguay [INM57]; 9, de los indios llamados Tobas, Estancia Palo Santo,
Km. 145 del F. C. Puerto Casado, Chaco Paraguayo [INM58].
64
CUADRO 7
65
Aerófonos
AERÓFONOS LIBRESa
Palo zumbadorb
Varilla zumbadorac
Disco zumbadord
a) En los instrumentos de soplo verdaderos, el aire que se pone en vibración, está dentro del
cuerpo o cámara del instrumento; en los aerófonos libres, al contrario, el aire vibrante no
está limitado por la cámara59.
b) El palo zumbador en una pequeña lámina con una garganta o un agujero en un extremo que
sirve para ajustar un hilo cuya punta opuesta se ata a un palo. El ejecutante mueve el palo en
círculo, y la lámina, en el extremo del látigo, gira sobre su propio eje y produce un zumbido.
Se hace de madera, de hueso o de metal, y es instrumento sagrado entre los primitivos de
varios continentes. En Europa y en América los niños de los pueblos llamados cultos lo
usan como juguete. El palo zumbador suele hacerse en forma de pez.
c) Una varilla, prieta en una horqueta, es lanzada al aire, gira y zumba. ´La usa el hechicero de
los Tobas contra el exceso de lluvia‟. (Izikowitz [1935: 212]).
d) Este instrumento consiste en un disco con dos agujeros en el centro por los cuales pasa un
mismo hilo. Este hilo tiene una punta atada a la otra; cierra, por lo tanto, en la forma que se
ve en la figura 5. Ambas manos, por cuyo dorso pasa el hilo, extienden el doble tiro, y por
un movimiento alternado de tensión y aflojamiento, el hilo se enrolla y desenrolla y el disco
gira y zumba.
CUADRO 8
Fig. 1. Palo zumbador en su látigo. Indios Bororó, Brasil (KvdS [1894: 498]).
Figs. 2 y 3. Palos zumbadores de los indios Nahuquá, Brasil (KvdS [ibíd., pág 327]).
Fig. 4. Palo zumbador con su cuerda y mástil. Brasil. (CS [1929, pl. 2, 9]).
Fig. 5. Disco zumbador en su cuerda. Indios Taulipang, Makuschí, Wapischána (TK-G [1923:
pl. 36, fig. 7]).
Fig. 6. Palo zumbador de los indios Ipurina, Brasil (PE [1891: 71, fig. 48]).
Fig. 7. Palo zumbador de los indios Mehinakú, Brasil (KvdS [íd.]).
Fig. 8. Disco zumbador [mou-mou de los Chané, Río Parapití] (EN [1910: 184])60.
Fig. 9. Disco zumbador de los indios Canella visto de cara y, abajo, de canto, con su cuerda para
el torcimiento (KGI, [ibíd., pág. 213]).
66
CUADRO 8
67
Aerófonos
AERÓFONOS DE VÁLVULAa
A. TROMPETASb
Simplesc
Trompetas rectas
Trompetas de corteza
Trompetas de caracol
Trompetas curvas de arcilla
Compuestasd
Trompetas con pabellón de arcilla
Trompetas traveseras
Trompetas poliglobulares
a) Una válvula de cualquier clase produce rápida sucesión de interrupciones al paso del aire.
b) Los labios tensos o prietos forman la válvula.
c) Un simple tubo.
d) Un tubo con pabellón añadido.
CUADRO 9
Fig. 1. Trompeta recta vertical con el orificio receptor en el tabique natural del bambú. Indios
Canella, Brasil (KGI [1935: 217, fig. 95, b]).
Fig. 2. Trompa recta travesera de bambú de los indios Tukuna, Brasil (KGI [ibíd., pág. 218, fig.
97]).
Fig. 3. Trompeta de corteza de los Tuyúka, Brasil (KGI [ibíd., pág. 223, fig. 105]).
Fig. 4. Trompeta de caracol, ¿con boquilla?, Perú (INM61).
Fig. 5. Trompeta curva de arcilla, Perú (D´H [1925: pl. XII, 4]).
Fig. 6. Trompeta curva de varios cuernos añadidos, con boquilla de madera. Influencia
europea62, Perú. (INM63).
Fig. 7. Trompeta (?) poliglobular, Guayana Británica (TW [1898: 651, fig. 311]).
Fig. 8. Trompeta de guerra, compuesta, travesera. Brasil (FR [1896, v. II, pág. 708, fig. 317]).
(Véase nuestro capítulo El Erke).
Fig. 9. Trompeta compuesta, vertical, de caña, con pabellón de cuerno, usada por los carreros en
el siglo XVIII, Argentina (IAT [1946: 46, fig. 21]). (Véase nuestro capítulo La Trutruka).
68
CUADRO 9
69
Aerófonos
CUADRO 10
70
CUADRO 10
71
Aerófonos
FLAUTAS
I. FLAUTAS LIBRESa 66
Trompo zumbador
Cáscaras zumbadorasb
Dardo sonoroc
II. FLAUTAS DE SOPLOd
A. FLAUTAS SIN AERODUCTOe
Globulares67 sin agujeros
Silbatos68 de cápsulas frutales
Silbatos de caracol
Silbatos de cráneos de animales
Silbatos de madera
Traveseras sin agujeros
Flautas hand-stopf
La flauta timbirag
Flautas cerradas simplesh
El serérei
El silbato canellaj
Silbatos bucalesk
CUADRO 11
Fig. 1. Trompo zumbador Apinayé, Brasil (KGI [1935: 267, fig. 127]).
Fig. 2. Cápsulas zumbadoras de los indios Tukano, Brasil (TK-G [1910-11, t. I: 274, abb 53a]).
Fig. 3. Silbato de cápsula frutal, Huanyam (KGI [ibíd., pág. 271, fig. 131]).
Fig. 4. Silbato globular zoomorfo de piedra. Tiene abajo el orificio receptor. Catamarca
Argentina, ME, (IAT [1946: 29, fig. 9]).
Fig. 5. Silbatos de madera de los Wai wai, Guayanas (KGI [ibíd., pág. 275, fig. 136]).
Fig. 6. Flauta de un cráneo de armadillo, prolongado con un hueso de pájaro. Indios Cuna,
Panamá (KGI [ibíd., pág. 273]).
Fig. 7. Silbato de concreto, Missouri, EE.UU, (TW [1898: 579, fig. 217]).
Fig. 8. Flauta hand-stop, Palikur (KGI [ibíd., pág. 278, fig. a y b]).
Fig. 9. Silbato de arcilla negra, Ecuador (D´H [1925: pl. XXIX, 1]).
Fig. 10. Silbato Canella, Brasil (KGI [ibíd., pág. 284, fig. 146]).
Fig. 11. Silbato bucal de los Palikur (KGI [ibíd., pág. 284, fig. 147]).
Fig. 12. Flauta timbira de los indios Apinayé, Brasil (KGI [ibíd., pág. 280, fig. 142]).
72
CUADRO 11
73
Aerófonos
I. FLAUTAS DE SOPLO (cont.)
A. FLAUTAS SIN AERODUCTO [cont.]
Globulares69 con agujeros a
Silbatos de cápsulas frutales
Flautas de caracol
Silbatos de arcilla
Silbatos de madera
Traveseras con agujeros b
Con agujero lateral
Con agujero en el tabique c
Longitudinales con agujeros d
Simples e
Con muesca o Quenas
a) A los fines de la clasificación, no importa si las flautas se soplan con la boca o con la nariz. Entre las
globulares de cápsulas hay algunas nasales.
b) En general, las flautas traveseras tienen el orificio receptor en la pared del tubo y se colocan
horizontalmente, su eje en cruz con la nariz.
c) También hay flautas nasales entre las traveseras. Las que tienen el orificio receptor en el nudo o tabique
terminal, se colocan ya horizontal, ya oblicuamente.
d) El instrumento se aplica a la boca de punta, el tubo hacia delante.
e) El borde del corte terminal, a veces afilado, recibe el soplo.
CUADRO 12
Figs. 1, 2 y 3. Silbatos globulares de cápsulas frutales: 1 y 2, de los indios Goajiro (KGI [1935: 267, fig. 148
a y b]); 3, de los Schirianá [EvH 1923: pl. 65, fig. 370].
Fig. 4. Flautas de caracol, Chancay, Perú (KGI [ibíd., pág. 267]).
Fig. 5, 6 y 7. Silbatos globulares de arcilla: 5, del Ecuador (D´H [1925: pl. XXIX, 8]); 6, Diaguita,
Argentina, (IAT [1946: 29, fig. 11]); 7, de Honduras (KGI [ibíd., pág. 292, fig. 157, a]).
Fig. 8. Flauta travesera de los indios Yuma, EE.UU (FD [1932: pl. 110]).
Fig. 9. Flauta travesera de los indios peruanos, colonial (INM71).
Fig. 10. Flautas traveseras con agujeros, Perú (KGI [ibíd., pág. 297, fig. 160]).
Fig 11. Flautas traveseras (nasales) con el orificio en el tabique, de los indios Botocudos, Brasil (KGI [ibíd.,
pág. 304, fig. 165]).
Fig. 12. Indio de la Sierra del Norte, Brasil, tocando una flauta nasal [hait-tetaçú . Los dedos medios
obturan los dos agujeros (ER-P 1917: lám. s/nº frente a p. 154 ).
Fig. 13. Flauta longitudinal con agujeros, simple, de hueso, California (TW [1898: 579, fig. 210]).
CUADRO 13
Quenas
74
CUADRO 12
75
CUADRO 13
76
Aerófonos
CUADRO 14
Fig. 1. Silbato ´mataco‟ de los Parikuta, (KGI [1935: 333, fig. 191, b]).
Fig. 2. Silbato ´mataco‟ hallado en una caverna prehistórica de Baja California. Parte de un tabique
natural, a la altura del agujero, sirve como desviador. (TW [1898: pág. 609, fig. 255]).
Fig. 3. Doble silbato con desviadores, Brasil74.
Figs. 4, 5 y 6. Corte de flautas con desviador75.
Fig. 7. Corte de flauta con tapón76.
Fig. 8. Doble silbato ´mataco´ de los Desana (KGI [ibíd., pág. 335, fig. 194]).
Fig. 9. Triple silbato de los Parikuta (KGI [ibíd-, pág. 335, fig. 195]).
Fig. 10. Flageolet con reguladores en la abertura del sonido. Indios PiroTapuya (KGI [ibíd., pág. 338,
fig. 199, b]).
Fig. 11. Flageolet de los indios Tetón, Sioux, EE.UU (FD [1918: pl. 18]).
Fig. 12. Flageolet de Sonora, México (TW [ibíd., pág. 610, fig. 256]).
Fig. 13. Flageolet de hueso (flauta tucumana; véase nuestro capítulo), usado por algunos músicos
criollos en la zona del Tucumán (INM)77.
Fig. 14. Flageolet de los indios Kiowa, EE.UU (TW [ibíd., pág. 575, fig. 215]).
77
CUADRO 14
78
Aerófonos
a) Un tubo se añade para conducir el aire hasta el filo de la cámara. En los de arcilla, metal, etc., el
aeroducto se moldea en el mismo material de la cámara o resonador.
b) El tubo conduce el aire a un resonador más o menos globular.
c) La boca cubre el cono o vértice (fig. 4) y por las comisuras de los labios pasa el aire a los dos
orificios receptores.
d) El aeroducto corre oblicuamente sujeto por una masa de resina.
e) El aeroducto forma ángulo recto con el eje del tubo.
CUADRO 15
Fig. 1. Resonador-silbato de cápsula frutal con aeroducto de caña. Indios Apinayé, Chaco (KGI
[1935: 358, fig. 223, a]).
Fig. 2. Resonador-silbato de arcilla, Perú (INM78).
Fig. 3.Resonador-silbato (la cola del ave es el aeroducto). Provincia de Chiriqui, Panamá (TW [1898:
pág. 631, fig. 285]).
Fig. 4. Silbato doble con tapa bucal (véase arriba la nota c). Tiene dos cámaras independientes (KGI
[1935: ibíd., pág. 368]). Aquí no discutiremos la existencia del aeroducto.
Fig. 5. Resonador-silbato, de Costa Rica [ibíd., pág. 616, fig. 263].
Fig. 6. Silbato de arcilla en que se representan dos águilas. México [ibíd., pág. 595, fig. 240].
Fig. 7. Cántaro-silbato de Costa Rica [ibíd., pág. 622, fig. 271].
Fig. 8. Flauta mexicana de arcilla con aeroducto añadido, tipo flauta ´azteca‟ (KGI [ibíd., pág. 374]).
Fig. 9. Cántaro-silbato doble, Perú [ibíd., pág. 658, fig. 317].
Fig. 10. Flautas ´aztecas‟ de los Ijca (KGI [ibíd., pág. 373, fig. 241]).
Fig. 11. Flauta de soplo lateral o Axflute (KGI [ibíd., pág. 375]).
79
CUADRO 15
80
Aerófonos
a) En los sistemas generales, la Flauta de Pan aparece en más o menos lejanas subdivisiones
simplemente como „juego‟ de flautas longitudinales simples. Izikowitz les atribuye género
propio, dentro de las flautas, en armonía con la importancia que estas flautas tienen en
Sudamérica, única parte del continente en que se encuentran. (Véase el párrafo que dedicamos
a su dispersión en el correspondiente capítulo).
CUADRO 16
Fig. 1. Flauta de Pan de arcilla, Nazca, Perú (D´H [1925: pl. XVII, 3]).
Fig. 2. Flauta de Pan de piedra que se halló en una tumba peruana (ChM).
Fig. 3. Flauta de Pan de madera exhumada en la región de los Diaguitas, Salta, Argentina (IAT
[1946: 33]).
Fig. 4. Flauta de Pan de caña de los Wai-wai, Guayanas (KGI [1935 384, fig. 251]).
Fig. 5. Parte (corpórea) de un ´ídolo-tinaja`, exhumado en Tucumán, Argentina. Museo
Etnográfico (Cf. IAT ibíd., págs. 34-35 ).
Fig. 6. Flauta de Pan con refuerzos de caña en cada tubo, Chipaya, Bolivia (INM79).
Fig. 7. Flauta de Pan de caña, 17 tubos, Ecuador (INM80).
Fig. 8. Vaso antropoformo de arcilla negra en que se representa un músico con su flauta de Pan,
Perú (D´H [ibíd., pl. XXI, 5]).
Fig. 9. Vaso en que se ve otro músico con su flauta, Valle de Chicama, Perú (D´H [ibíd., pl. XXI,
4]).
81
CUADRO 16
Cu
82
CAPÍTULO III
83
AREAS DE DISPERSIÓN
* (Nota de los Eds.) Las gobernaciones de Formosa, Neuquén y Río Negro fueron provincializadas,
en 1955.
84
1
IDIÓFONOS
85
LA MARACA
La voz maraca, aplicada primitivamente por los Caribe a sus sonajeros, se ha
generalizado en la bibliografía organológica para designar un instrumento cuyo cuerpo –un
recipiente– encierra partículas de diversos materiales. Estas partículas producen
característico ruido al chocar, por sacudimiento, contra las paredes que las aprisionan, y así
cumple el instrumento su función.
La variante Guaraní que oí en el Chaco paraguayo es mbaracá, y la parcialidad Angaité
de la misma zona lo llamaba caiguá (porongo).
Instrumento primitivo, elemental, es antiquísimo. Precolombino, naturalmente, y
común hasta entre los aborígenes de más remoto arraigo en América.
86
CONSTRUCCIÓN. Es la Maraca –la de los indios argentinos– un instrumento
prácticamente natural. Está hecho. Se trata, en principio, de una calabaza seca, sueltas
adentro las semillas endurecidas. La industria humana modifica el hallazgo en diversos
grados. Los sonajeros chaqueños son, en efecto, calabazas naturales, en forma de pera, a las
cuales han dejado el cabo tan largo cuanto es necesario para tomarlas.
Abre el aborigen un pequeño agujero en el botón del fondo o en el extremo del cabo,
extrae las semillas y los restos de la pulpa seca e introduce luego en su lugar piedrecitas y
dos o más clases de semillitas duras. Después obtura el agujero con cera (a veces reforzada
con especies de botones) o con un tapón de madera reajustado con tela.
Largas y fuertes espinas atraviesan el hueco de la calabaza para robustecer la
resistencia de las paredes o para dispersar las partículas, esto es, para evitar que se
desplacen en masa. La especie de calabaza preferida en el Chaco es la Lagenaria.
Tocador de Maraca
87
OCASIÓN. La Maraca es instrumento acompañante del canto ´lírico` y del canto
para danza. No existe el ´solo de Maraca`, salvo, acaso, en algún pasaje de ceremonia
hechiceril. Este sonajero, pues, interviene cuando canta el indio y cuando baila la tribu, y el
indio canta con frecuencia, y la tribu baila, generalmente, todas las noches de luna, y
también cuando no hay luna... Añadamos que el sonajero no es indispensable para la danza.
Por la índole del instrumento, su producto es básicamente binario. La nota inicial del
pie es siempre acentuada. Hay generalmente anacrusis, porque generalmente el movimiento
inicial es hacia arriba-atrás, preparatorio. Al rebotar, las partículas dan diversas fórmulas de
golpes secundarios, a veces iguales, en su debilidad, al segundo golpe del pie binario.
Esta es la Maraca, sonajero de calabaza, común entre los aborígenes del nordeste
argentino.
-o-
EL SONAJERO DE UÑAS
Hay una clase de primitivos instrumentos musicales que consiste en la reunión de un
cierto número de cáscaras, huesos, valvas, uñas de animales, etc., huecos, en forma de
campana o simplemente sonoros, mediante ataduras de cualquier material, en tiras o hileras,
sartas, ristras o racimos. Agitado o sacudido el instrumento, chocan las ´campanitas` unas
contra otras y el ruido se produce.
En el nordeste de la Argentina hay varias tribus que poseen un instrumento de esa
familia: el sonajero de uñas. No se ha generalizado un nombre técnico. Oí a los indios
88
Angaité, del Chaco paraguayo, el nombre de popiiok. Los Choroti, según Karsten, lo llaman
káhuis [citado por Izikowitz, 1934: 37].
89
Ejecutantes de sonajero de uñas, Maccá
-o-
90
2
MEMBRANÓFONOS
91
LA CAJA90
Huankar o hatum-tinya, o simplemente tinya, llaman en quichua a estos
membranófonos. En aymara, huancara. Yo no he oído en la Argentina nada más que los
nombres españoles de Caja y Tambor.
92
Ahora, los parches tensos en el anillo, se aplican al marco, pero nada los fija
directamente a la madera: un piolín abraza el anillo de un parche y luego el del otro; así,
alternando, marcha en zigzag hasta completar la vuelta al marco. Ocho presillas toman,
cada una, dos hilos, y al correrse y ceñirlos, tiran del anillo y dan graduable tensión a los
parches. Estas presillas reciben en Jujuy el nombre de apretaderas. Por supuesto, no
estamos describiendo nada extraño o desconocido; todos esos elementos son idénticos a
los del Tambor militar. Pero hay entre esas Cajas y el Tambor militar una diferencia
importante: el Tambor tiene, además, dos aros superiores que aprietan los anillos de
madera en que se aferran los parches, y los cordones zigzag sujetan, no los anillos como en
las Cajas, sino los aros.
Nuestra Caja tiene un filamento de cerdas de cola de caballo trenzadas que pasa
rozando la superficie del parche posterior. Esta cuerda tiene importancia: la llaman charlera
y su objeto es recibir el castigo del parche en vibración, con lo que se aumenta y
particulariza la sonoridad. Es recurso de los Tambores modernos. Una manija de cuero en
la parte que la manija misma define como anterior, y un palillo llamado huajtana (del verbo
quichua huajtay = pegar) sujeto a la manija por una cinta, completan el instrumento.
En nuestro Museo se conservan diversas Cajas del norte y del oeste argentinos, que
es donde se usan hasta hoy; y son varios, aunque pequeños, los detalles en que difieren de
la jujeña descripta. En muchos casos, el cuerpo es de hojalata, pues han aprovechado los
envases cilíndricos de mercaderías precedentes de los centros industriales. Véanse [en el
Apéndice II-Fotos] las Cajas de las láminas B y C. El tamaño, entonces, varía de acuerdo
con el envase disponible.
93
Merecen recuerdo especial las Cajas cuadradas que halló la señora Isabel Aretz en el
ingenio Santa Rosa, departamento de Monteros, provincia de Tucumán Aretz-Thiele,
1946: 87-88. Se trata de ejemplares exactamente iguales a los que Alfred Metraux encontró
en manos de los Chipaya, en Bolivia Izikowitz, 1932: 265 y 267, y semejantes también a
los de Purulla, de Guatemala, y a los de algunos aborígenes norteamericanos [Izikowitz,
1935: 176-77].
Los de Tucumán son construidos en el lugar por músicos criollos.
Por el momento, me parece aventurado pensar en una capa arcaica común, por lo
menos si se tratara de incluir en ella las Cajas cuadradas de Tucumán. Tal vez este islote
haya sido alcanzado por dispersión en forma de parábola, es decir, por salto, y en fecha no
lejana.
EJECUCIÓN. La Caja criolla se toca de varios modos. Hay que distinguir, ante todo,
las técnicas, según intervengan una o las dos manos, se empleen uno o dos platillos,
solamente los dedos, o los dedos con un palillo.
La técnica de una mano predomina hacia el extremo del noroeste. El dedo pulgar de
la mano derecha pasa por la manija y suspende el instrumento a la altura del codo.
Los dedos índice y medio ayudan al mismo pulgar en la sujeción y movimiento del
palillo (la figura 6 ilustra el detalle). Queda la mano izquierda libre. Libre de la Caja, al
menos, pues esta técnica permite al ejecutante manejar un segundo instrumento. Cuando
hablemos de la Flautilla y del Erkencho, veremos cómo el tocador se acompaña a sí mismo.
Estos dos aerófonos sólo requieren el empleo de la mano izquierda; la Caja ocupa la
derecha. El músico, pues, produce la melodía y obtiene la percusión acompañante a un
tiempo mismo.
La dispersión de este procedimiento es grande en Sudamérica. Su empleo fue
observado en el Ecuador ya hacia 1735 por don Antonio de Ulloa. Al describir las
costumbres de los indios de Quito, dice Ulloa94 que alguno de los aborígenes “[...] toca con
una mano un Tamborilillo, y con la otra una Flautilla a su usanza...” [Estala, 1795-1801,
tomo XIII: 261].
Lo curioso del caso es que estos hombres-orquesta existieron también en la España
del descubrimiento; y tocaban parecidos instrumentos de semejante manera. Todavía en
1679, María Catalina Gemela Aulnay, en viaje por España, ve cómo “Un hombre toca
simultáneamente una especie de pífano y el tamboril...” 1892: 295. De modo que no se
puede afirmar la autoctonía del procedimiento96.
La técnica de las dos manos, rara en el noroeste, tórnase más frecuente a medida que
nos desplazamos hacia el sur, y es exclusiva en Tucumán, Santiago del Estero, Córdoba,
Catamarca, La Rioja y San Juan. Ausentes, aquí, los aerófonos para una mano, la Caja
recobra las dos del ejecutante en la función de acompañar su propio canto o a otros
instrumentistas.
94
Ejecución con ambas manos, Ejecución con ambas manos,
dos palillos, La Rioja. un palillo, Santiago del Estero.
95
habrá más. La mano que suspende la Caja descarga solamente el último de los tres golpes
de cada grupo; la otra, percute los dos primeros.
Más raras, según la melodía, son las fórmulas que dan series de corcheas o corcheas y
negras, como en el ejemplo del Bombo en la Melodía número 50.
Para el acompañamiento de las danzas criollas es muy otro el estilo y el repertorio
de las fórmulas. Estos bailes se producen siempre a base de pies ternarios. La Caja produce,
para ellos, series de tres percusiones; en términos gráficos, compases de seis por ocho
(ternarios), si tomamos la corchea como unidad; tres más tres golpes por compás.
Suele dar el ejecutante distinto ´color` a ciertos golpes. Para eso castiga el parche,
unas veces con la suave cabeza del mazo, otras con el duro palillo y, para mayor contraste,
el palillo golpea, no en plena membrana, sino en el borde. Debe entenderse que el
ejecutante adopta una fórmula de palo-mazo y la repite siempre en las danzas de la misma
especie.
Doy aquí muestras de algunas fórmulas usuales. La letra M significa que el golpe se da
con el mazo; la P, que se emplea el palo:
-o-
EL TAMBOR Y EL BOMBO
Es muy poco lo que tenemos que anotar sobre estos membranófonos. Generalmente,
todo en ellos es europeo moderno, excepto el material.
La Caja, que acabamos de describir, recibe popularmente también el nombre de
Tambor en algunas provincias del Oeste97. El verdadero Tambor, en cambio, suele llamarse
´Bombo mediano`, y el Bombo recibe su propio nombre español.
CLASIFICACIÓN. Todo lo dicho con respecto a la Caja vale para el Tambor y para
el Bombo.
96
faltar el aro. La caja de bronce, corriente en el Tambor ciudadano, se desconoce en la
campaña; en algunos casos el constructor aprovecha el cilindro de recipientes de hojalata.
Lo usual, tanto para el Tambor como para el Bombo, es la caja de madera, que
generalmente se hace con un tronco de muy regular forma cilíndrica al cual se excava el
interior hasta dejar las paredes convenientemente adelgazadas.
Para los parches se utilizan cueros de oveja, cabra, etc., y el largo de la caja cilíndrica,
en el Tambor, oscila entre el común de los urbanos y el doble, y en el Bombo es más o
menos el corriente.
El aspecto de estos membranófonos rurales, si se compara con el de los ciudadanos,
es rústico; pero no, generalmente, desprolija su construcción. La lámina III muestra dos
hermosos ejemplares salteños, y en la II, izquierda, puede verse un Bombo construido en
Chicligasta, Tucumán, hacia 1910, de madera de pacará, cueros de cabra y aros de sauce,
cuyo propietario, dueño de una carnicería de campaña, lo utilizaba al atardecer para
anunciar a sus clientes que carnearía al día siguiente por la mañana. Este Bombo, en su
curiosa función de tambor de señales, se oía, según mis informes, a más de quince
kilómetros de distancia.
-o-
EL KULTRUN
El Kultrun es el timbal de los araucanos. Algunos autores escriben culthum, cuntrum,
rali, cultrun y, con referencia a ejemplares de mayor tamaño, caquel cultrun. Es el instrumento
de las machis o hechiceras araucanas y, henchido de influencia mágica, interviene en las
ceremonias y ritos propiciatorios.
97
DISPERSIÓN. En la Argentina, el Kultrun se encuentra, raramente ya, entre los
araucanos de la gobernación de Neuquénx. Ignoro si lo poseen todavía los dispersos grupos
que sobreviven en la inmediata zona de la gobernación del Río Negroy. Fuera de nuestro
país, lo hallamos en el habitat de los araucanos chilenos (principalmente entre los paralelos
38º y 40º, desde la cordillera hasta la costa).
Aunque los elementos de Kultrun –membrana y recipiente– aparecen en todas partes,
no se encuentra en otro lugar de América instrumento de análogas características.
También suele hacerse el recipiente con la mitad de una calabaza esférica de tamaño
grande. La boca mide unos 40 ó 45 centímetros de diámetro, y la altura oscila entre 15 y 20.
Un trozo de cuero de caballo u oveja, bien curtido, cierra la boca del recipiente y se
extiende sobre la pared exterior de la pared, tres, cuatro, seis centímetros y, a veces, algo
más.
Un hilo de cáñamo perfora el borde del cuero cada tres centímetros más o menos, y
un costillar completo de trencillas de crin va desde ese hilo de cáñamo hasta un aro de
cuero duro que está aplicado a la base o asiento de la fuente. Esta descripción, demasiado
laboriosa, se esclarece sin más que observar el dibujo que reproducimos99. Antes de cerrar
x
(Nota de los Eds.) Provincia desde 1995.
y
(Nota de los Eds.) Idem nota anterior.
98
el recipiente con el cuero, el constructor coloca adentro un puñado de piedrecitas
destinadas, según parece, a producir ruido por entrechoque y contra la pared, si se
sacude el instrumento; pero no he visto que los araucanos
sacudieran el Kultrun, e ignoro hasta qué punto tienen las piedrecitas utilización práctica
generalizada100. La superficie del cuero que cubre la boca presenta líneas ornamentales
hechas con alguna sustancia colorante. En fin, el Kultrun se toca con uno o dos palillos de
35 ó 40 centímetros. Puede hacerse el palillo con la parte delgada de un tallo de colihue; su
extremo suele estar envuelto en tela y recubierto con lana entretejida. Se usa también, a
manera de mazo, un calabacín de forma alargada.
99
A. Sirve de base a un toque de corneta en el nguillatun o rito agrario, ceremonia
propiciatoria de los araucanos.
B. Acompaña el canto de la machi joven.
C. Apoya, en un tramo del nguillatun, el canto de llamada a los choique (danzantes
disfrazados de pájaros) y deriva hacia la fórmula siguiente cuando los choique
danzan.
D. Dramática, lúgubre percusión, acompaña la voz de la machi cuando, en sus
faenas medicinales, aleja a los malos espíritus del cuerpo del enfermo.
Estas tres últimas, de Chile, que damos para complementar la información de este
parágrafo, fueron grabadas por la señora Isabel Aretz, durante nuestra mencionada
excursión.
El empleo de dos palillos da, muchas veces, distinta coloración a cada golpe. La
notación, con sus esqueletos rítmicos, no puede dar idea del efecto sonoro.
-o-
100
recibe el golpe de un percutor de mano; de manera que el tambor pertenece a los
membranófonos de golpe directo.
101
EJECUCIÓN. Colocado el instrumento sobre la complementaria base de palma, el
ejecutante se sienta de modo que el tambor quede muy cerca, y la membrana a la altura de
sus rodillas; toma el palillo con la mano derecha y golpea el parche como diremos.
Según la oportunidad, y si la oportunidad se presta, el ejecutante puede tocar horas o
días sin descanso. Julio Alberto Nogochiri, de Laguna Blanca, Formosa, Argentina, nos
declaró haber tocado su Katakí dos noches y un día consecutivos.
1) 2)
2/
3)
8
-o-
102
3
CORDÓFONOS
103
EL ARCO MUSICAL
El Arco musical, primario instrumento de cuerdas, ha llamado la atención de los
investigadores y merecido monografías y estudios. Desde su concepción es instrumento
´solista‟, y uno de los instrumentos que inician al hombre en las delicias de la música para sí
mismo. La debilidad de su sonido lo hace inapto para integrar conjuntos e incluso para la
audición social107.
DISPERSIÓN. Los Arcos musicales son conocidos en los tres continentes antiguos y
en América y Oceanía. En Europa sobrevive en lugares de Lituania, Prusia, Italia, Holanda;
en África, por zonas del centro y el sur, en la Isla de Madagascar y en Chagos; en Asia, en la
China y en Indonesia; en Oceanía, en algunas islas desde Nueva Guinea hasta Hawai, y
entre muchas tribus de las tres Américas. En nuestra América del Sur se conoce o conoció
en todas las repúblicas, y en cuanto a la Argentina, lo tienen hasta hoy los Choroti, los
Chulupí, los Pilagá, y los Toba, lo tuvieron los Araucano y perteneció a los extintos
Tehuelche, hasta más ver. Se consultará con provecho una monografía de Lauro Ayestarán
(1953) que incluye un mapa y cuadros en que se indican los lugares y se discriminan los
tipos de arcos musicales en América, África y Oceanía. El autor refuerza e impone la tesis
de que el arco de boca se encuentra en la costa americana del Pacífico y en Oceanía,
mientras el arco de resonador de calabaza está principalmente en la costa americana del
Atlántico, donde hubo intensa esclavitud, y en el África [ibíd., pág. 27-28]. Queda sugerida
una doble procedencia que nosotros aceptamos.
CONSTRUCCIÓN. Quien recuerde el arco del indio cazador tiene la imagen de los
Arcos musicales más sencillos: los del Chaco argentino. Son arcos de caza en miniatura.
Todo el cuerpo del instrumento consiste en una rama curva de 30 ó 40 cms., a veces
partida longitudinalmente por la mitad, rústica, con su corteza, o pelada y alisada, chata;
con o sin cuello en los extremos para atar la cuerda. Y la cuerda, –un haz de cerdas– sujeta
a los extremos de la rama, como único elemento para la vibración.
En los arcos chaqueños esta cuerda vibra por la frotación de un segundo arco con
cuerda, igual al anterior o más chico, que se aplica al arco primero –cuerda contra cuerda–
como en los violines modernos108. Precisamente el arco del violín desciende de aquella
ramita corva, y aunque ahora es recto, sigue llamándose ´arco` en homenaje a su remoto
antepasado.
104
cavidad se llaman ´arcos de boca`. Se obtienen sonidos de distinta altura apoyando en la
cuerda uno u otro dedo de la mano izquierda, como en el violín o, mejor, como en los
sonidos armónicos del violín. Ignoramos si existe en el Chaco la frotación o el golpe con
un palillo. En nuestra Patagonia, además del arco frotador, se conocía la frotación con una
varilla (que podía ser un hueso) Lehmann Nitsche 1908: 922-32.
Etc.
-o-
LAÚDES RÚSTICOS
La adopción de elementos europeos y la aplicación o la talla de un cuerpo resonador
a los arcos o a los palos musicales produce en el Chaco argentino –y en otros diversos
lugares– una interesante especie de Laúdes rústicos híbridos. La rama o el palo son ahora
105
gruesos y adquieren la categoría de mangos porque el constructor talla un ensanchamiento
súbito destinado a funcionar como caja de resonancia o, mucho más corto, como tapón de
boca de una caja de resonancia extraña. Es decir, que la parte ancha, cilíndrica, del palo es
lo suficientemente larga como para constituir todo el cuerpo de resonancia, y el
excavamiento de la masa convierte la masa en caja, por cierto rústica. En el otro caso, la
parte ancha es corta y se comporta como tapón de la boca de una lata de aceite o de
comestibles (figura 8 del cuadro nº 7, pág. 65) y, ya en función de la caja, una cuerda,
levantada por un puente y sujeta en el extremo del mango a una clavija europea115 completa
el laúd o violín rústico del Chaco.
-o-
EL CHARANGO
El Charango es una guitarrilla criolla especialmente difundida en Bolivia y en el Perú.
Charango no es voz indígena. Los filólogos tendrán menudo entretenimiento, sin
duda, con sus muchas –al parecer– variantes: charanga, banda militar; charanguero, tosco,
rústico; changarra (por metátesis), cencerro; el guatemalismo charranga, guitarra, y changango,
también guitarra, en la región del Plata, en el siglo XIX. En fin, el cubanismo charango,
significa cosa pequeña. ¿Y chango, muchacho, del noroeste argentino? Ahí queda eso; y
vamos a lo nuestro.
106
botellas, una arriba y otra abajo, colocadas entre el palo y las cuerdas, desempeñan las
funciones de ´puente`, estiran las cuerdas y las separan del palo. Las cuerdas se hacen vibrar
por raspadura de un par de aros unidos y entorchados con alambre, en que el ejecutante
introduce la mano. No hay afinación. La superficie irregular del entorchado raspa todas las
cuerdas a un tiempo y el sentido del ruido que produce es rítmico. Don Miguel Anabalón
Mora, filólogo chileno que ha vivido mucho tiempo entre los araucanos, me informa que el
charrango suele tener, una, dos o tres cuerdas; que los criollos chilenos acompañan con él
las melodías de las armónicas de boca o las de una pequeña flauta travesera de cicuta que
tiene de tres a cinco agujeros, y que los araucanos lo emplean también para acompañar los
sonidos de la Trutruka, pero que, en este caso, el charrango es portátil, es decir, que las
cuerdas no se clavan en el palo de la ruca, que está fijo al suelo, sino en una tabla117. No
puedo decir nada más, por ahora. Da otros datos Carlos Isamitt 1938: 310-11.
Dentro de la gran categoría de los cordófonos, el Charango a que nos referimos en
este capítulo pertenece, no al grupo de los simples (cajas sin mango o portacuerdas, con
resonador separable), sino al de los compuestos, en que el portacuerdas y la caja no se
pueden separar sin destruir el instrumento. Dentro del grupo de los cordófonos
compuestos, el Charango se incorpora a la numerosa familia de los laúdes (en que el plano
de las cuerdas corre paralelo a la tapa), y en nueva subdivisión, figura entre los laúdes con
mango, mango añadido como cuello al cuerpo resonador, y aun busca su propia especie
con los instrumentos en la que la caja tiene forma de ´cáscara118 como el mandolín, la
tiorba, la balalaika, etc. [H-S, 1914: 579]. El fondo de la caja es, en realidad, la única
característica del Charango que le da fisonomía criolla.
Para Schaeffner, se trataría de un instrumento a base de cuerpos sólidos vibrantes,
susceptibles de tensión, no de membranas, sino de cuerdas [1936: 376].
Bien mirado, el Charango representa una antigua especie europea situada entre la
Guitarra y el Mandolín modernos. Estos dos instrumentos europeos, si dejamos de lado las
dimensiones, se diferencian especialmente en la forma de la caja de resonancia y en algún
detalle secundario. El Charango se acerca al Mandolín por las cuerdas dobles, el
abovedamiento de la caja y el tamaño, y a la Guitarra, por el clavijero, por la tapa en forma
de 8 y la consecuente entalladura del cuerpo resonador, y por la sujeción de las cuerdas a un
puente encolado sobre la tapa. (Algunos Charangos, finos, sin embargo, adoptan cordales
semejantes a los del Mandolín). En líneas generales, la construcción del Charango sigue la
evolución de las formas guitarrescas. Se entiende que no habiendo sido la Guitarra del siglo
XVIII como la actual, tampoco pudo serlo el Charango. Los instrumentos de material
perecedero se alejan constantemente, en detalles, al menos, de la concepción primitiva.
107
Este instrumento viene, con seguridad, del siglo anterior, del XVIII. No es
inverosímil aquella tradición peruana, corriente desde 1782, en que Ricardo Palma, su
redactor moderno, asegura que “Los huamanquinos han sido y son los más famosos119
charanguistas del Perú. No hay uno que no sepa hacer sonar las cuerdas de ese instrumento
llamado charanga” [2000, tomo III, pág. 123]. Bueno; si no todos, muchos habría.
Insisto en que la vieja Argentina desconoce el charango. No lo mencionan los
documentos antiguos; no lo representa la iconografía; apenas algún tradicionalista dice que
lo usaban los carreteros que bajaban de Tucumán a Buenos Aires, ya en tiempos de la
República. Hoy se encuentra en Jujuy y zonas inmediatas, pero casi siempre en poder de los
emigrantes bolivianos, como he dicho.
Tipos análogos al Charango se hallan en buena parte de América española. Muy
semejante es la jaranita mexicana, que Rubén M. Campos describe así: “La jaranita es un
instrumento netamente mexicano. Es una guitarrita del tamaño de una cuarta parte de la
guitarra, tiene cinco cuerdas dobles, y en algunas regiones tiene la prima hacia arriba, es
decir, donde está la quinta cuerda. Su afinación y su pulsación son diversas de la guitarra
[...] y el rasgueo jacarandoso” [1930: 146]
En Bolivia, el caparazón de armadillo suele aplicarse a las guitarras pequeñas, y hay
guitarrillas casi del tamaño de los Charangos. Véase la lámina L [en Apéndice II -Fotos]
108
La tapa sigue el movimiento en ocho propio de la guitarra moderna, esto es, la parte
superior más angosta que la inferior. Algunos ejemplares tienen una cuerda para suspender
el instrumento al cuello (Lámina VII).
El Charango tiene, generalmente, cinco órdenesz de cuerdas, y los órdenes son
dobles. Excepcionalmente, el orden de las primas es triple. En este caso, la undécima clavija
se coloca entre las dos hileras. Las cuerdas antiguas eran de tripa; modernamente, suelen
emplearse las de metal.
La construcción del Charango se confía, principalmente, a los luthiers profesionales de
los centros más poblados, pero no es muy raro el caso del músico campesino que los hace,
muy rústicos, para su propio regalo.
Dos detalles nos resultan extraños: primero, los órdenes, punteados al aire, no siguen
una marcha cualquiera del grave al agudo, como en todos los modernos instrumentos de
cuerda; segundo, en el tercer orden, las cuerdas no están afinadas a la misma altura, sino a
la octava.
(La prima se acuerda con la prima de la guitarra, mi5).120
La marcha ascendente irregular es, en efecto, rara en nuestros días; pero, sin duda
alguna, se conocieron en Europa, hacia 1600, especies de guitarra con tal anomalía. El
Padre Marín Mersenne, que publicó en 1636 su Harmonie universelle, nos da noticia de un
tipo de guitarra de cinco órdenes dobles [Proposition XIV:95], como el Charango, acordados
así (según vemos en modernas reproducciones del original francés):
z No es lo mismo decir cinco ´órdenes` que cinco ´cuerdas`. Cinco órdenes equivale a cinco
´clases` de cuerdas distintas, pues cada orden puede tener una cuerda (orden sencillo), dos
cuerdas (orden doble) y hasta tres (orden triple).
109
La nota blanca entre paréntesis representa el sonido que le falta a esa afinación para
completar la escala pentatónica, y los números son los de los órdenes, del agudo al grave.
La guitarra europea antigua produce el modo pentatónico B; el Charango produce el modo
pentatónico D. como curiosidad añado que el modo B es el más usado en Perú y Bolivia, y
el D –precisamente el del charango– es el más raro.
Seguramente, estas afinaciones no tienen nada que ver con la pentatonía, aunque el
instrumento pueda servir a la música pentatónica, como ocurre hoy en el Altiplano. El
temple de los instrumentos cuyo mango permite el acortamiento del largo vibrante de la
cuerda, nunca reproduce la escala, pues cada cuerda debe dar dos, tres o cuatro grados
diatónicos de la serie. Mucho más verosímil es que el fino calibre (diámetro, grosor) de las
cuerdas no permita una afinación demasiado grave, y así, las cuartas y quintas se estirarían
hasta la octava aguda. Si llevamos al registro grave los dos últimos órdenes de esa guitarra
europea antigua, tendremos una afinación típica por cuartas y terceras y, algo más
sugestivo, el mismo temple clásico de la Guitarra española de cinco órdenes (sin sexta-la-re-
sol-si-mi). Y si hacemos idéntica operación con los dos últimos órdenes del Charango,
daremos otra vez con una afinación común de cuartas y terceras con la sola excepción del
salto de quinta entre segunda y prima que, entre paréntesis, no es consecuencia del cambio
de octava que propongo. Por otra parte, el salto de quinta se encuentra en el temple de
muchos instrumentos, como el mandolín, del cual pudo haberlo tomado el Charango. Es
importante notar que las antiguas cuerdas de este instrumento, hechas de tripa, tenían,
como se ve hasta hoy, el mismo calibre, y que, en consecuencia, habría sido imposible
afinar los dos últimos pares una octava más abajo. Según esto, la afinación que origina el
orden pentatónico puede explicarse por una simple cuestión de material, tanto en la
guitarrilla europea como en la criolla.
Los constructores de las ciudades más importantes, productores de Charangos finos,
arman el encordado con materiales de otros instrumentos. Recurren, generalmente, para la
prima, a la prima de la bandurria; para la segunda, a la segunda del mandolín; para la tercera
(grave), a la tercera de este mismo instrumento; para la tercera (aguda), a la prima de la
bandurria; para la cuarta, a la prima del mandolín, y para la quinta, a la prima (de acero) de
la guitarra. Ahora que tienen a su disposición cuerdas comerciales de todos los calibres,
siguen respetando la afinación tradicional. Los Charangos comunes y los rústicos conservan
las antiguas cuerdas de tripa, todas del mismo grosor.
Si la afinación del Charango, en fin, no procede directamente de alguna especie de
guitarra europea desaparecida semejante a la que nos describió Mersenne, será una
reincidencia criolla en la misma solución que en cualquier parte puede imponerse al
ejecutante por la imposibilidad de afinar las últimas cuerdas en la octava grave. En realidad,
no parece cosa tan difícil obtener cuerdas gruesas; pero es el caso, cien veces comprobado,
que una vez establecidos una forma, una técnica, un procedimiento, etc., subsiguen arraigo
y perduración sin modificaciones, aun desaparecidas las circunstancias genitoras. Que lo
diga la imitación en madera del caparazón, más trabajosa que cualquier caja armónica.
110
colabora en la suspensión. O, mejor, sentado el hombre, pone la parte inferior de la caja en
la juntura de las piernas.
111
Creo que, antiguamente, el rasgueo era la única técnica de pulsación para el Charango;
ahora no es raro el punteo. Es decir que, de instrumento exclusivamente acompañante, ha
llegado a ser, además, melódico y, en manos muy hábiles, melódico-armónico.
Las dos primeras para la Cueca, la tercera (dosillos) para el Bailecito, y la cuarta para
el Huaino (danza). En cuanto a la dirección del roce, la mano sube al pulsar las notas
precedidas de una semicorchea sola, y baja en las demás. Cuando hay varias semicorcheas
baja en las impares. En seguida daremos los acordes que se rasguean. El sonido que se
extrae del Charango, varía en calidad, naturalmente, según el gusto y habilidad del
ejecutante. Suave, es musicalmente muy original y simpático; mucho más voluminoso de lo
que podría esperarse del tamaño y características del instrumento. El rasgueo, como es
sabido, presupone el acorde. Nuestro Charango da varios, suficientemente caracterizados.
De acuerdo con las exigencias del repertorio melódico que debe acompañar, produce el
Charango, con cierta facilidad, una sonora serie de cinco acordes; forzando posiciones y
sacrificando la sonoridad, da una segunda serie, en distinta tonalidad, apenas satisfactoria, y
aun se podrían obtener otras mediante mayores sacrificios.
Una serie, la primera, la más clara, es sumamente popular. Está compuesta por la
subdominante, la dominante y la tónica del mayor, y por la dominante y la tónica del
menor. Aunque le falta la subdominante del menor puede dar completa satisfacción a casi
todas las melodías criollas de Ecuador, Perú, Bolivia, y norte argentino; le basta con los dos
acordes de tónica para acompañar las melodías pentatónicas puras.
He aquí la serie de cinco acordes más común (Damos los acordes en forma de
arpegio para individualizar la intervención de cada cuerda):
112
Fa mayor, Sol mayor, Do mayor, Mi menor, La menor. Con ellos da especial color a
Huainos y Cachuas, a Cuecas y a Bailecitos. Úsanse también arpegiados.
Ni rara ni frecuente, la técnica del punteo se aplica al Charango en la producción de
melodías. Creo que esta gracia del instrumento no es antigua; ni es tampoco, en general,
melódica pura. Además de la línea, suele producir alguna nota consonante, y aun acordes
con que el músico refuerza el canto. Doy a continuación un preludio punteado que oí a un
charanguista de Jujuy:
-o-
LA GUITARRA
La Guitarra es un instrumento popular, pero no folklórico. En reciente libro mío
ensayé la distinción de ambos conceptos (Vega, 1944: 29-30). Para que algo sea
verdaderamente folklórico, es necesario que no sea también urbano. La guitarra que utilizan
las clases rurales de la Argentina, responde, exactamente, al modelo que expenden las casas
de comercio de las ciudades, y las fábricas urbanas mismas satisfacen hoy, en gran parte, las
necesidades de la campaña.
En el interior, aun en pueblos no muy grandes, hubo siempre fabricantes de guitarras.
Quedan pocos, ahora. Seguramente no han podido competir con las fábricas de las
ciudades; además, la guitarra decae en el interior.
113
España tanto en la artesanía como en la adopción y evolución de los modelos. Por mucho
tiempo, la mayor parte de los instrumentos vinieron de la Madre Patria. En los últimos
lustros los fabricantes y luthiers locales, compiten con los españoles y los sustituyen. Hoy no
llegan a España sino pocos instrumentos de famosos artífices.
114
115
Posiciones de los guitarristas criollos (I) (II)
116
En esos dibujos pueden verse tres grupos de posiciones, según la colocación de las
piernas: 1º, las dos piernas bajas, números 1 a 12; 2º, la derecha sobre la izquierda, números
13 º 15; 3º, la izquierda sobre la derecha, números 16 a 22. Además, ambas piernas bajas,
pero con la izquierda levantada sobre la punta del pie, sin o con apoyo en el talón, números
23 y 24. En estas últimas, sobre todo en la 23, probablemente actúan influencias modernas.
La serie 1-4 se caracteriza por la colocación de la curva cóncava del aro inferior sobre
la pierna derecha, y el eje del mango aparece totalmente horizontal o ligeramente oblicuo.
En la serie 5-7, la curva convexa mayor apoya sobre la pierna derecha, y el eje apunta cada
vez más alto. En la serie 8-12, la misma curva convexa del aro cae en la juntura de las
piernas, y el mango está, desde la posición casi horizontal hasta la posición casi vertical.
La serie 13-15 muestra la curva cóncava sobre la pierna derecha, que monta en la
izquierda, y el mástil asciende. En las siguientes, 16-22, la concavidad apoya en la izquierda,
que está sobre la derecha, y el mango va desde casi horizontal hasta casi vertical. En la
figura 23 la pierna izquierda se levanta como pidiendo un objeto de apoyo en el suelo, y en
la 24 el talón toca realmente la pata de la silla. El banquillo moderno para el pie izquierdo
no existe en la campaña, pero a veces los ejecutantes obtienen esta comodidad utilizando
travesaños de sillas, etc. Debo añadir que un mismo guitarrero suele adoptar más de una de
las posiciones que reproduzco.
117
He recogido muchos temples a los cuales el ejecutante no sabía dar nombre. Los que
recordaron los guitarreros van a continuación:
Así, letra por letra, me fueron comunicados. Debo añadir que algunos de los que
hacían las afinaciones que nombran notas –como “por do” o “para mi”– no tenían la
menor idea teórica de la tonalidad mencionada. Eran rótulos sin sentido, para ellos, y
muchas veces ni siquiera coincidían con los acordes que obtenían.
Para su consideración, divido los temples populares en cinco grupos, según
modifiquen la altura de una, dos, tres, cuatro o cinco cuerdas. Doy, precediendo al primero,
el temple normal de la guitarra artística, y en el último, la afinación de la pequeña guitarra
llamada Tiple. Los números son los del catálogo del Museo Argentino de Ciencias
Naturales123. He incluido, para comparar, varios que tomé en Chile.
118
GRUPO II. Se modifican las alturas normales de dos cuerdas.
70. Sexta en re, tercera en fa sostenido. Me dijo el ejecutante que era para “si menor”,
y aunque da facilidad a este modo, es evidente que proporciona mayor comodidad para el
tono de re mayor y para su dominante. Lo recogí en Jujuy.
1022. Sexta en re, quinta en sol. Buena tónica para el sol, y su dominante también al
aire. Lo tomé dos veces en San Luis (1161). El segundo lo llamaba “por falso”, lo mismo
que al 884 que vimos antes.
2055. Cuarta en mi, tercera en la. Tomé esta afinación en la isla de Chiloé, República
de Chile. Lo incluyo para comparar. Cómodo para la mayor o menor y para su dominante.
899. Quinta en si bemol, segunda en do. Facilita el relativo mayor del sol menor, en
que estaba la melodía, pero no el sol menor mismo. ¿Es que no ví que subió la sexta a sol?.
Lo anoté en Salta. Es una de las afinaciones que convienen a las canciones bimodales.
183. Sexta en fa sostenido, tercera en fa sostenido. Cómodo para fa sostenido menor
y para su relativo mayor. Como el anterior, sirve a las bimodales. Contra toda lógica, el
ejecutante lo llamaba “temple de sol”. Lo recogí en San Juan.
1010. Sexta en sol, quinta en si. Para la tonalidad de mi menor. El acorde de tónica se
da en primera inversión, pero es lleno el relativo mayor. Dominante del menor al aire. El
guitarrero lo denominaba “fa y sol por tiemple alto”. Es de San Luis.
478. Sexta en sol, quinta en si bemol. Para bimodales. Fácil para sol menor y si bemol
mayor. De Santiago del Estero.
1405. Sexta en sol, quinta en do. Útil para el tono de do, con su dominante también al
aire. Lo tomé en San Juan, en San Luis y en Córdoba. El sanluiseño lo llamaba “por do”, y
el cordobés “por dos” (!).
119
GRUPO III. El instrumentista modifica la altura de tres cuerdas.
1127. Sexta en re, quinta en sol, prima en re. Muy cómodo y lleno para sol mayor y
para su dominante. Lo oí en San Luis, temple “por falso”; en Córdoba, temple “del diablo
o por falso”, y en San Juan (1442), sin nombre.
120
2043. Tercera en fa, segunda en sol sostenido, prima en do. Ignoro las ventajas que
comporta esta afinación. La anoté en Puerto Montt, Chile. Desde ahora podemos ver como
en la República vecina las modificaciones afectan principalmente las cuerdas agudas.
2038. Quinta en sol, cuarta en do, segunda en do. Las cuatro primeras cuerdas al aire
dan lleno acorde de do; pisando las dos primeras se obtiene el de dominante. También es
chilena esta afinación; de Valdivia. La incluyo aquí para cotejos. La ejecutante le llamaba
“por transporte”. Más adelante veremos otro temple chileno, el 2088, distinto pero con el
mismo nombre. Como en la Argentina, se da en Chile la inconsecuencia de los rótulos.
1016. Quinta en si, cuarta en mi, tercera en sol sostenido. Todas las cuerdas al aire
producen sonoro acorde de mi mayor; con poco se obtiene también el de dominante. Tres
veces tomé esta afinación: dos en las sierras de Córdoba y los dos ejecutantes la llamaban
“por música”; y una en San Luis con el rótulo “para mi”. Esta vez el nombre corresponde a
la intención del temple.
1007. Quinta en si bemol, cuarta en mi, tercera en sol sostenido. No hallo sentido a
esta afinación, y estoy seguro de haberla tomado bien. Tal vez el ejecutante –un anciano de
cien años– se equivocó. A veces un temple que parece absurdo se aprovecha bien mediante
raras posturas en la segunda o tercera posición. El anciano lo llamaba “por música”, y esto
me induce a creer que es como el anterior de igual nombre, con la quinta en si natural.
71. Sexta en fa, quinta en si bemol, segunda en do. Para melodías bimodales. Se
obtiene fácilmente el mayor si bemol y su dominante; la dominante del menor (re) y la
tónica del menor (sol). Para hacer este acorde el ejecutante toma la tónica en la sexta con el
pulgar, desde el lado contrario. Nombre: “para sol menor”. Bien. Lo anoté en Jujuy.
1818. Sexta en sol, quinta en si, prima en re. Todas las cuerdas al aire para sol mayor;
pisando segunda y tercera se obtiene la dominante. Lo recogí cuatro veces: tres en Córdoba
y una en San Luis. Nótese bien, las cuatro veces con nombre distinto: “por música”, “por
falso medio dos”, “por alemán” y, el de San Luis, “por falso medio bajo”.
377. Sexta en sol, quinta en si bemol, segunda en do. Para bimodales. Cómodos sol
menor, su dominante y el relativo mayor. Lo tomé una vez en Jujuy (66), otra en Tucumán
y dos en Córdoba. Uno de los ejecutantes cordobeses lo llamó “por medio tres”.
1118. Sexta en sol, quinta en do, cuarta en mi. Facilita los acordes de do y sol. en San
Luis, donde lo apunté, el guitarrero lo denominaba “por música”.
1014. Sexta en sol, quinta en sol, prima en re. Todas las cuerdas al aire dan el acorde
de sol mayor. En estos casos obtienen los otros acordes de la tríada mediante una simple
cejilla de pulgar en las divisiones quinta y séptima. Lo anoté dos veces en San Luis (1014 y
1134) y dos en Córdoba. Nombres: uno de los sanluiseños y uno de los cordobeses “por
falso”; el otro de los cordobeses, “por falso o tiemple del diablo”.
121
1459. Sexta en re, tercera en fa sostenido, segunda en la, prima en do sostenido. Fácil
para la tonalidad de re mayor. Lo oí en San Juan. Además, lo tomé en Valdivia, Chile,
donde lo llamaban “por tercera alta”.
A. Quinta en si, cuarta en mi, tercera en sol sostenido, prima en re sostenido.
Cómodo para mi mayor. Lo anoté en Córdoba, y el ejecutante lo denominó “medio dos en
fas”. La relación de este temple es exactamente igual a la del anterior. Por diferente plan de
modificaciones se llega a los mismos intervalos. Sólo he visto dos casos de coincidencia.
1817. Sexta en fa, quinta en do, cuarta en mi, segunda en do. Para fa mayor. Cinco
cuerdas al aire dan la dominante; pisando tercera y prima se obtiene la tónica. Lo anoté en
Córdoba. Nombre: “medio tres”. Este es el otro caso de coincidencia; dos más adelante
veremos el temple letra B, que le corresponde.
1009. Sexta en sol, quinta en do, cuarta en do, segunda en do. Para la tonalidad de do
sin dificultades. Lo tomé dos veces en San Luis y una vez en Córdoba. Los dos sanluiseños
le llamaban “por medio tres”, y el cordobés, “temple del diablo”.
B. Quinta en si, cuarta en re sostenido, tercera en fa sostenido, prima en re sostenido.
Para mi. La dominante con las cuerdas necesarias al aire. Lo anoté en Córdoba, sin nombre.
La relación de esta afinación coincide con la del número 1817, que vimos antes.
122
Temple del TIPLE. Todos recuerdan que el Tiple es una guitarra de menor tamaño.
Rara vez se encuentra, y en muy pocas provincias argentinas.124 Tuve ocasión de ver y
estudiar el Tiple en Córdoba. Su afinación, basada en la de la guitarra, lleva la sexta cuerda a
sol, y la cuarta, re, a la octava superior. Las otras cuatro cuerdas conservan la altura normal.
123
cordófonos con mango de fondo abovedado o chato. Esta doble línea es la que engendra la
familia de los laúdes (los mandolines, las tiorbas, etcétera) y las cítolas o bandurrias
(vihuelas, guitarras y otros). Pero no es posible conocer con exactitud el detalle de los
itinerarios que desembocaron en la guitarra de 1400 por entre multitud de formas distintas
con nombres semejantes y multitud de nombres distintos para formas iguales (kitra, khitar,
chítara, cítara, guiterre, guiterne, guitarra, vihuela, etcétera). De todos modos, ya sabemos de
qué se trata: las primitivas con mango fijo se desarrollan hasta lograr las formas y
características que nos presentan los grupos instrumentales de la Edad Media tardía. A
partir de entonces la historia de la guitarra puede seguirse de cerca.
Definitivamente, es necesario rechazar otras hipótesis que no merecen la atención
que se les presta. Kathleen Schlesinger supone que –en dos palabras– la guitarra fue una lira
a la cual se le agregó un mango para las cuerdas127. Fácil de decir. No vamos a enumerar las
muchas razones y hechos que se oponen a esta ocurrencia. En rigor, sólo puede admitirla
quien ignore los grupos básicos de los cordófonos. Hay tres modos antiguos de asegurar las
cuerdas arriba: un arco o un mástil acodado (arpa sin columna), dos mástiles con un
travesaño (lira) y el simple clavijero en el extremo del mango (guitarra). Modernamente, la
fantasía de los luthiers ha llegado al colmo de añadirle un mango a la lira, esto es, a duplicar
el sostén de las cuerdas, algo así como ponerle caballos de tiro al automóvil. Pero eso no
condujo a nada, ni tiene nada que ver con la remota evolución de la guitarra. Por otra parte,
desde el momento en que se le añade un ´mango` a la lira es porque el mango existe desde
antes, y como el mango no puede existir solo, es claro que ya estaba funcionando en las
guitarras y en todos los instrumentos de la familia prehistórica de los cordófonos con
mango. Por lo demás, no hay ni que pensar en esos dos mástiles de la lira que se convierten
en caja de la manera más misteriosa, ni en muchos otros detalles de transformación que no
pueden explicarse de ningún modo.
La forma de caja con talle y mango es muy anterior a la Era Cristiana, pero los
antepasados directos de la guitarra no son claramente perceptibles hasta fines de la Edad
Media.
En el año 1330 se anota en España y en castellano una primera mención de nombre
que parece referirse a la pequeña guitarra antigua. Se encuentra la mención en los siguientes
versos del conocido Libro de Buen Amor, del Arcipreste de Hita: “Allí sale gritando la
guitarra morisca [...] La guitarra latina con estos se aprisca” [Citado por Pujol, 1925:
2000128].
Eran dos guitarrillas poco más grandes que el charango, la morisca con el fondo
abovedado, la latina (romana) con el fondo chato. Las dos eran orientales y llegaron a
España en diferente época, una por Italia y la otra por el África. Por los mismos años del
Arcipreste, el “Poema” de Alfonso XI nombra la “guitarra serranista” y nada más. Estos
son documentos históricos en que figura el nombre del instrumento, pero mucho antes, no
sabemos con qué nombre, las ilustraciones que hacia 1270 se hicieron para las Cantigas de
Alfonso X, el Sabio, nos revelan un instrumento con caja entallada y cuatro cuerdas, usual
en las cortes castellanas del siglo XIII. (Véase el dibujo). Desgraciadamente, por aquí
tropezamos con el nombre de ´vihuela`, que introducirá confusión durante varios siglos y
nos acompañará hasta nuestros días como nombre postizo de la guitarra.
Lo concreto es que hacia 1400 hay en España una guitarra de fondo chato, caja
entallada y cuatro cuerdas que se llama ´guitarra` y es la bisabuela de la guitarra española y
argentina de que disfrutamos hasta hoy.
124
Detalles de las Cantigas 150 y 140129
La genealogía de los instrumentos musicales nos enseña que obra a todo lo largo, con
ejemplar constancia, una ambición consciente de crecimiento que abarca las dos
direcciones principales: más sonidos, más volumen. En todo momento, puede contarse con
una espontánea tendencia de los instrumentistas al aumento de cuerdas y volumen, pero lo
general es que las mejoras se deban a las exigencias de nuevos movimientos artísticos o a la
adecuación del instrumento a nuevas necesidades.
La importancia que alcanzó el rasgueo en la Argentina en el siglo XIX nos mueve a
decir alguna cosa. Los instrumentos de esta familia –especialmente los del grupo de las
vihuelas– se tocaban hacia 1250 de tres modos: con arco, con plectro (púa) y directamente
con los dedos. Los dedos son el medio más antiguo, pero los dibujos occidentales más
viejos representan a los ejecutantes con la púa en la mano. Para mí, es claro que cuando
empiezan a generalizarse una armonía y una polifonía rudimentarias, es decir, cuando hay
que añadir bajos o puntear cuerdas no inmediatas, la pulsación con los dedos es mucho
más adecuada que el desplazamiento de la púa. Podríamos decir que, principalmente, la púa
es para la melodía; el rasgueo a mano, para la armonía en acordes; y el punteo, para las
voces simultáneas. Por lo demás, los dedos no eliminaron el uso de la púa, ni fueron
eliminados por ella; ambos recursos se emplean hasta hoy.
En la encordadura antigua, las cuerdas podían ser dobles (como las del mandolín
actual), y hasta triples. En la nomenclatura de la época, una cuerda, las dos, o las tres
compañeras, se llamaban, indistintamente, ´órdenes`:
125
cuerda ............... orden
cuerda
cuerda ............ orden
cuerda
cuerda ............ orden
cuerda
126
A la izquierda: guitarra de cuatro cuerdas, tres dobles y una
sencilla. De este tipo era la vieja guitarra que enriqueció Espinel
con la quinta cuerda. A la derecha: guitarra con las cinco cuerdas
según Marin Mersenne (1636-1637) [Contreras, pág.. 59].
Se trata de una quinta cuerda, pero aguda, a intervalo de cuarta (diatesaron) sobre la
más alta. Varios musicólogos europeos han citado este párrafo para invalidar la novedad de
la quinta, que añadió después Vicente Espinel, pero nada oscurece su mérito, porque esa
cuerda aguda, que desapareció en seguida, no es la quinta grave que agregó para siempre el
músico andaluz, ni tiene su significación armónica. La guitarra a los nuevos (moderna, en
1555) tenía las cuatro cuerdas altas de la de hoy (re-sol-si-mi); a cuatro notas por cuerda,
dieciséis “puntos” (notas). Por eso, fray Bermudo habla de una quinta cuerda, sobre la cual
se puede hacer la nota la al aire (para melodías que tuvieran diecisiete notas o más). La
necesidad de esta quinta sobre la prima es melódica, mientras que la de Espinel es el la
grave para la armonía. En cuanto a la guitarra “a los viejos”, se afinaba la cuarta en do (do-
sol-si-mi).
Hacia 1585-1590, el eminente músico y poeta Vicente Espinel le agregó la quinta
baja, que estamos mencionando, en tales circunstancias y con tal acierto en la afinación, que
el asentimiento general consagró la innovación. Es la quinta de nuestra guitarra actual, y el
propósito de Espinel fue el de facilitar la realización de acordes más completos y
numerosos para el acompañamiento. Es decir, que la quinta cuerda grave no se la añade
por algo así como un simple crecimiento vegetativo; se le añade porque el ambiente está
exigiendo más recursos para mayor plenitud de la armonía en acordes.
Lope de Vega hace decir a un personaje de La Dorotea, en la séptima133 escena del
primer acto:
Pues ocurrió que la quinta cuerda dio inmensa popularidad a la guitarra, y la vihuela,
más grande y señorial, aunque funcionaba en otro ambiente y en nivel superior, perdió
adeptos a consecuencia de aquel éxito. Covarruvias, que hacia 1600 escribía su Tesoro de la
lengua castellana (1611), nos da interesante opinión en el artículo “Guitarra”:
127
“Instrumento muy conocido, y ejercitado muy en perjuicio de la buena música, que
antes se tañía en la vigüela, instrumento de seis, y algunas veces más órdenes. Es la
guitarra vigüela pequeña en el tamaño, y también en las cuerdas porque no tiene más
que cinco cuerdas, y algunas solo son de cuatro órdenes.” [fol. 45v-46r]
Como se ve por la nota sobre la guitarra, la vieja de cuatro cuerdas siguió viviendo en
decadencia tiempo adelante. La nueva, poco después de haber adquirido su quinta cuerda,
se generalizó en España, y el doctor Juan Carlos Amat –que antes había publicado un
tratadillo para la de cuatro cuerdas– le dedica en 1627, el primer tratado en serio, y la
bautiza como “española”, en el extenso título de su libro: Guitarra española / de cinco ordenes,
la qual enseña de templar y tañer rasgado, todos los / puntos naturales / y b, mollados, con / estilo
maravilloso ... Y a la fin haze men / cion tambien la Guitarra de qua / tro ordenes ... Año 1627.
128
balleti sopra la chitarra Spagnola senza numeri e note, 1606, Bologna.” Lo siguieron diversos
autores. Unos veinte años después el guitarrista Luis Briceño publicó en París su
importante “Método Mui facilísimo para aprender a tañer la guitarra a lo español, compuesto por Luis
Briceño ... MDCXXVII. El italiano Foscarini dio a luz en 1629 sus cuatro libros: I quatro
Libri della Chitarra spagnuola, y en 1630 Nicolao Doici de Velasco da en francés y en Nápoles
su nuevo método cifrado que reeditará luego en español135.
A esta altura el doctor Amat publica una nueva edición (1639), a la que siguen otras, y
Doici de Velasco, entre otros, lanza la antedicha versión española en 1640. Lo interesante
de ésta es que nos habla un poco de la guitarra de cuatro cuerdas y añade que “Espinel, a
quien yo conocí en Madrid, le acrecentó la quinta, a la que llamamos prima, y por estas
razones se llama justamente en Italia, guitarra española.” [Gallardo et alt.: 806). Este párrafo
ha presidido el error de quienes creen que Espinel añadió la prima. Como hemos visto, la
guitarra de cuatro se afinaba re-sol-si-mi, las cuatro altas de hoy, y Espinel agregó la quinta
(la). Es decir que la guitarra de cuatro, instrumento melódico como el mandolín o el violín,
pasa a ser instrumento armónico.
3) Escuela para tocar con perfección la Guitarra de cinco y seis órdenes [...]
Compuesta por D. Antonio Abreu. Año de 1799.
4) Principios para tocar la guitarra de seis órdenes [...] por el Capitán D. Federico
Moretti. Año de MDCCXCIX.
130
Portada del método del Capitán Federico Moretti .
[Contreras, pág. 89]
Interesa saber que Moretti publicó en 1792 un folleto para guitarra de cinco cuerdas;
hacia 1794 pasa a Madrid y publica su segundo método para guitarra de seis cuerdas. Se
encontró en Madrid con un movimiento renovador, y escribe que en 1792, cuando publicó
el folleto para cinco cuerdas, “[…] ni aún la de seis órdenes se conocía en Italia”136. En
rigor, la sexta cuerda es detalle externo y cuantitativo de un suceso estético, y debe
insertarse en su contexto para valorar su importancia. La innovación abarca un conjunto de
hechos: la vuelta a la técnica del punteado, ahora más amplia y rica; el abandono de la
notación por cifra y la adopción de la escritura por música; la añadidura de cuerdas y la
preferencia de la tripa como material; un nuevo repertorio de obras y la eliminación de los
órdenes de cuerdas dobles. Como se ve, se trata de un complejo movimiento artístico y
técnico, reiteradamente proclamado.
Ninguno de los cuatro tratadistas de 1799 se considera introductor de la sexta cuerda,
del punteo, del nuevo estilo, etcétera. Hay, sin duda, un iniciador que pensó en añadir la
sexta con afinación adecuada, que obtuvo la construcción de nuevos instrumentos, que
creó para sus propias pruebas y usó un mecanismo digital y las obras en que se
manifestaron sus novedades ante los iniciados y para sus discípulos; es decir, que la
añadidura de la sexta cuerda debe haberse producido en Madrid unos quince o veinte años,
antes, hacia 1799, ¿Quién presidió ese movimiento?
Un contemporáneo de los primeros discípulos, Mariano Soriano Fuentes y Piqueras
(1817-1880), director de orquesta, compositor y autor de varios libros, entre ellos una
Historia de la música española (1859) en varios volúmenes, nos va a dar la respuesta:
131
estableció el método de tocarla punteada. Este genio músico, gran contrapuntista y
sobresaliente organista [...]” [Tomo IV, Cap. XXVII: 205].
En fin, no hubo un gran movimiento madrileño que incubaron el maestro, los cuatro
grandes y muchos pequeños desde lejanos años hasta 1799 en que la cuádruple publicación
de métodos le dio trascendencia general. El Padre Basilio añadió la sexta y la séptima
cuerdas; y nosotros consideramos que, en buena lógica profesional, habrá mandado
construir, además de su guitarra de cinco, una de seis y luego otra de siete. Es decir,
pruebas escalonadas. Esto originó, ya entre sus primero discípulos o émulos, una
discrepancia que terminó medio siglo después con la consagración de la sexta. La guitarra,
ya clásica, triunfó luego de añadiduras sucesivas hasta la de la cuerda oncena y fue adoptada
en todo el mundo.
Esta guitarra conservó su antigua técnica del rasgueo popular, ahora más rico, y se
exaltó en el orden artístico. Aguado, Sors, Coste y Giuliani la consagraron desde el primer
momento. Tárrega, Llobet, Segovia, Pujol, Prat, Sainz de la Maza y muchos otros –entre los
más grandes nuestra compatriota María Luisa Anido– le dieron la elevada jerarquía que se
reconoce hoy en todas partes.
Cuando el aficionado moderno piensa en las andanzas de la guitarra en la Colonia no
distingue tamaños, cuerdas o aplicación del instrumento. Los documentos que hemos
examinado en las notas anteriores, nos revelan, por lo pronto, una guitarra pequeña, de
cuatro cuerdas, para melodías, hasta 1600; una mediana de cinco cuerdas, para rasgueos,
desde 1600 hasta 1800 –en números redondos para memorizar–, y una guitarra grande, con
seis cuerdas, para rasgueos y para punteo con armonía y contrapunto, desde 1800 hasta
nuestros días. Todo esto a grandes rasgos.
Puede ser que las primeras costas que alcanzaron los conquistadores desde 1492
hayan conocido la primitiva guitarra de cuatro cuerdas, pero tratándose de la Argentina, es
lo más probable que las que pudieran haber llegado hayan sido desplazadas por la guitarra
mediana de cinco cuerdas que se creó en España hacia 1585-1590 y se popularizó hacia
1600. Recuérdese que nuestra ciudad de Córdoba se funda en 1573, y Buenos Aires en
1580, y que –excepto Santiago del Estero– la mayor parte de las capitales del interior se
instalan por esos años.
Hasta este momento no hemos podido hallar ni han aparecido documentos sobre el
uso de la guitarra de cuatro cuerdas en Iberoamérica anteriores al año 1600. Sin duda,
parece haber sido un instrumento secundario e insuficiente al lado de la vihuela –que era
más completa para acompañamientos en acordes–. Pero muy poco después de ese año, ya
la guitarra con sus cinco cuerdas y la fácil técnica de su rasgueo simple, empieza a
mencionarse en los documentos coloniales.
El 23 de octubre de 1617 se inscribió en Lima en una importante compañía de
comediantes una muchacha de doce años, Juana de San Roque, que intervendría como
actriz y, además, –dice el contrato– “cantará en guitarra y harpa todas las letras y tonos que
se le dieren y baylará lo que mexor pudiere”137. Basta con pensar en que la niña tuvo un
maestro de guitarra, para entender que el instrumento pasó a las Indias tan pronto como se
popularizó en España.
La primera noticia histórica directa sobre esa guitarra en la Argentina es de 1608. Se
encuentra el dato en un archivo de Córdoba que revisó el Padre Grenón y está en una lista
de adquisiciones que se hicieron para el niño Nicolás García. Dice, simplemente: “una
guitarra de ébano negro” Grenón, 1929: 6. Curiosamente, un niño y una niña son los
primeros guitarristas conocidos hasta hoy. Tiempo después, allá por 1650, un cantor
colonial, el Sargento Cubas, fue acusado de informalidad, pues, “inmediatamente acabados
los Oficios divinos, se fue a una boda y en ella cantó a la guitarra” ibíd., pág. 12. Sin duda
es otra vez la guitarra de cinco cuerdas que está gozando de gran aceptación en la Colonia.
132
A mayor abundamiento, en una rendición de cuentas de 1656 consta que se remataron “14
mazos y medio de cuerdas de guitarra” [ibíd., pág. 13138]. También es de un archivo de
Córdoba la interesante nota siguiente. Un general guitarrista llamado Gregorio Luna aclaró
en su testamento de 1676 que “el teniente José Sánchez de Loria me es deudor de una
guitarra grande, hecha en el Brasil. La cual la empresté al susodicho y no me la ha devuelto
más aunque se la he pedido muchas veces.” ibíd, pág. 15. Queda documentado el fervor
por el instrumento y su éxito en Sudamérica. Está funcionando una lutherie en el Brasil, y la
importación no fue accidental.
Debió ser muy grande el prestigio de la guitarra acompañante. Tanto, que hasta fue
prohibido su uso después de la Oración. Un párrafo, de 1690, es notable. Dice que: los
pulperos “no consientan desde la Oración para adelante en ninguna manera ayga en dichas
pulperías bulla de gente, corrillos, ni conversaciones y más con guitarra, ora sean negros,
negras, indios, mulatos, mulatas, mestizos, mestizas y mozos españoles ibíd., pág. 16.”
Todo el mundo podía ser guitarrero.
Sin embargo, no se ha conservado en la Argentina ni una sola guitarra de cinco
cuerdas139, ni hay un solo dibujo antiguo que la represente, ni un documento que hable en
concreto de esta guitarra que se colocó entre la antigua de cuatro y la moderna de seis; pero
hay dos siglos (1600-1800) en que, superada la de cuatro y no creada la de seis, la guitarra
de cinco cuerdas –grande o chica, mencionada o no– fue la gran guitarra del criollo colonial
argentino y americano.
A partir de 1800 la guitarra de cinco cuerdas es superada a su vez por la de seis, y este
agraciado y noble instrumento, generosamente recordado en documentos y dibujos, añade
al suyo propio el nombre de “vihuela” y es, durante todo el siglo XIX, el compañero del
argentino culto y del gaucho clásico. En el año 1823 el inglés Robert Proctor, que conoció
nuestra campaña, escribió: “casi todos los paisanos de aquella tierra tocan ese instrumento”
[Proctor, 1920; 20-21]; y Ventura Lynch confirmó en 1883: “Creo que no existirá un
gaucho que no sepa por lo menos rascar un gato.” Lynch, 1925; 14.
La guitarra, popular y universal, obra de fabricantes urbanos, no es un instrumento
folklórico, como hemos dicho, pero el culto de que fue objeto en la campaña la añadió
modos y recursos –afinaciones, maneras de rasguear, etcétera- que sí son folklóricos,
producto de la larga y fervorosa consagración.
-o-
EL ARPA
El Arpa criolla procede directamente de la europea. Triunfante en los salones
españoles en el primer siglo del descubrimiento, el Arpa llega a los salones americanos y en
nuestras ciudades desempeña la importante función que le arrebatará después el pianoforte.
Instrumento completo, valioso como base en las orquestas, eficaz aun solo en las
tertulias, tuvo gran aceptación en las ciudades coloniales del Pacífico y, menos, en las
argentinas.
De difícil y costosa construcción y transporte, fue, principalmente, instrumento de
profesionales urbanos; pero las ciudades menores y hasta las pequeñas poblaciones
tuvieron también sus arpistas, si las necesidades justificaban su actuación. En la campaña,
los arpistas tenían, además, otro oficio cualquiera; en los salones, las niñas aprendían el
Arpa por gusto y lucimiento personal.
133
CLASIFICACIÓN. El Arpa es un cordófono. Lo dicho con respecto a la Guitarra
sobre las principales agrupaciones, vale también para el Arpa. Ésta es un cordófono
compuesto y su clase recibe el propio nombre de arpa. Y es un arpa de marco, porque, en
efecto, forman un marco el mástil anterior y la consola en que se sujetan las cuerdas. En
fin, el Arpa criolla no tiene aparato para modificar la afinación (pedales, etc.) y es diatónica
[H-S, 1914: 580].
DISPERSIÓN. La gran zona argentina del Arpa fue el centro colonial del Tucumán,
es decir, la provincia de Tucumán y las circunvecinas.
De Chile pasó a la región Cuyo; la capital del Paraguay la introdujo en el noreste
y, ocasionalmente, se extendió también hasta el Plata. La ciudad de Buenos Aires nunca fue
importante centro de arpistas; cuando nuestra aldea ascendió a la categoría de asiento
virreinal, el pianoforte invadía el primer plano.
134
Ejecutante de Arpa
-o-
135
4
AERÓFONOS
136
LA PIFILKA
La Pifilka es un silbato de los araucanos. Suele escribirse su nombre de varias
maneras: pivilca, pivillca, pifëlka, pifülca. Instrumento elemental, es, apenas, un cuerpo
alargado de material macizo con una perforación longitudinal. Según Guevara, los
araucanos hacían Pifilkas con las canillas de los prisioneros muertos [1898: 281143].
Pifilka araucana
137
filamento, hecho de material perecedero, se ha perdido, tal vez, en algunos; otros
casos no lo tuvieron. Aunque el Araucano prescinde hoy del cordón, no deja de
hacer –curiosamente– las orejas perforadas. Las Pifilkas modernas se caracterizan
por un enorme pronunciamiento de las aletas y del ensanche terminal148. Uno de los
ejemplares que conservamos tiene, en vez de orejas, dos botones cilíndricos tallados
en el cuerpo mismo149.
Tocador de Pifilka
Por presión del soplo, da fácilmente la octava. Aparte de los armónicos superiores, la
Pifilka de un agujero es un instrumento de un solo sonido. Como en todos los
138
instrumentos de soplo, tenemos también aquí un margen de oscilación (según la colocación
del tubo y la presión del soplo) que no cuenta musicalmente en la práctica.
-o-
EL SERÉRE
El nombre chiriguano de serére ha sido adoptado en nuestra materia para designar un
silbato de forma especial que poseen dichos aborígenes y algunos otros del gran Chaco,
incluso varios de nuestra gobernación de Formosa151.
Serére chaqueño
139
Ejecutante de Serére
MÚSICA. Este silbato produce dos notas análogas a las del registro agudo de la flauta
moderna: una, la grave, se obtiene con el agujero inferior obturado; la otra (más o menos
una sexta menor arriba), retirando el dedo obturador. Vistos los elementos, no es difícil
imaginar la ´música` del Serére.
-o-
EL NASERÉ
Adopto la voz naseré, que, según Enrique Palavecino, aplican los indios Pilagá al
silbato 1933: 579, para distinguir los pequeños esferoides chatos de madera que
construyen y usan varios grupos aborígenes del Chaco. Este instrumento no ha recibido
todavía nombre propio en la bibliografía de nuestra materia, y al darle éste no dejo de
pensar en que acaso sea una simple variante del anterior (Serére)155.
140
DISPERSIÓN. El Naseré se encuentra entre los indígenas del gran Chaco, y se
acepta la opinión de que les ha llegado desde el Perú, donde se fabricaban antiguamente
con arcilla [Izikowitz, 1935: 293].
CONSTRUCCIÓN. Se cree que, al dar forma al Naseré, los indios han querido
imitar, al principio, los silbatos de valvas [loc. cit.]. Es una especie de disco con el borde
plano; un esferoide achatado. El dibujo da idea concreta de su forma.
El cuerpo es una pieza de madera dura de 5 ó 6 cms. de ancho por algo menos de
alto y 75 mm. de espesor, con un agujero para el soplo en la parte que llamaremos superior,
y dos más, uno a cada costado, para obturar.
El agujero superior tiene medio centímetro o poco más de diámetro y llega hasta el
centro del cuerpo. Por esta abertura el constructor excava hacia los costados y obtiene así
una cámara relativamente grande. En esa cámara desembocan los dos canales que vienen de
los costados. En la parte inferior, sobre el borde mismo, se hacen dos nuevas perforaciones
que, inmediatamente, doblan para salir por la cara ´anterior`; por ellas se pasa un cordón de
largo suficiente como para colgar el instrumento al cuello de los ejecutantes.
Hemos dicho cara ´anterior`, porque estos silbatos presentan, generalmente, en una
de las caras, dibujos geométricos incisos o en bajo relieve más o menos complicados.
Tengo a la vista ocho silbatos chaqueños de este tipo, que ingresaron al Museo en el año
1901157. Todos tienen en el centro un círculo dentado en bajo relieve y un filete también
dentado en el borde, y es lisa en todos la cara posterior. Uno de ellos presenta el círculo
central cubierto con una fina lámina de hojalata, y en zigzag el filete del borde158.
Reproducciones publicadas por diversos autores nos muestran algunas variantes de estos
adornos –casi siempre sobre la base de un círculo o estrella central y un filete– y también
ejemplares no comunes. El cordón del que se suspende el instrumento, generalmente
retorcido o trenzado y coloreado, suele ser objeto de primorosos trabajos.
141
Ejecutante de Naseré, chaqueño.
MÚSICA. Todo parece indicar que del Naseré no puede obtenerse sino
rudimentarios silbos. Nada de eso160. Tuve oportunidad de grabar alguna melodía del
Naseré a un grupo de indios chaqueños. La que reproduzco a continuación, versión de un
joven Maccá161, da clara idea de las posibilidades máximas del instrumento.
En esta melodía la imprecisión rítmica es continua. Casi ningún valor de los anotados
coincide exactamente con el del sonido original, pero son los más aproximados. Algunas
altitudes son inseguras, a veces por falla digital, a veces por vacilación del soplo. El único
mi, que aparece casi al final, debió ser re. Las notas iniciales fueron tomadas por el indio
mediante un portamento que se obtiene destapando sucesivamente los dos agujeros laterales
con gran rapidez. Muchas notas se mueven en portamentos mínimos que, por momentos, dan
la sensación de ligaduras.
Ya porque lo determine la posición de los agujeros, ya porque haya alcanzado al
ejecutante algún resto de influencia andina, en la melodía que reproducimos se percibe un
´ambiente` pentatónico. Nada preciso ni completo, sin embargo; y faltan las fórmulas
rítmicas que suelen acompañar a la pentatonía. Hay que aclarar que este producto del
Naseré no tiene nada de común con la música coral de la tribu a que pertenece el
ejecutante, ni con otra alguna del Chaco. La pentatonía es extraña a los grupos aborígenes
de media y baja cultura.
No deja de ser curioso que el instrumento, apto para dar tres sonidos, produzca
melodías de cuatro. Alguna gracia tenía el problema, y la solución no resultó fácil; pero,
insistiendo en probar distintas piezas, di con alguna que, por disminución del soplo y
142
reacomodación del labio, producen un cuarto sonido, el más grave162. (Ya hemos dicho que
el mi de la pauta final es el cuarto desafinado, y no un quinto tono).
El sonido del Naseré es relativamente voluminoso, agudo y penetrante. Nada
apacible.
-o-
LA FLAUTILLA
Este diminutivo de flauta se aplica generalmente en nuestra provincia de Jujuy para
distinguir un aerófono tubular, ancho y corto, de pocos agujeros. Al norte de dicha
provincia, en Yavi, lo nombraban llama sencka (nariz de llama). Entre los Pilagá del Chaco,
este mismo instrumento se denomina naweka y koktá, según Enrique Palavecino [1933:
579], y Alfredo Metraux anotó el nombre de naseré [citado por Schaeffner, 1936:251], con
que también se designa el silbato que hemos descripto.
143
de manera que escape un soplo achatado; las dos tiras de caña que se colocan entre los
labios, constituyen los límites laterales del ´canal` de soplo. Labio arriba, labio abajo; caña a
uno y otro lado. El instrumento carece, pues, de canal suyo propio; luego, no es un flageolet.
Pero tampoco es una Quena típica porque la formación del soplo en cinta no está confiada
solamente a los labios. Es, entonces, la Flautilla, un tipo de flauta sin canal completo, pero
con prolongaciones del borde destinadas a formar los lados del orificio canalizador.
Schaeffner examina el caso y cree que se trata de “[...] una de las etapas posibles entre la
flauta de muesca y el flageolet.” (1936:251). En consecuencia, la llama “pre-flageolet” íbíd.: pl.
XXXI. Falta considerar si no es una simple variante intrascendente de la Quena. De todos
modos no debe darse por sentado que la Quena es anterior al flageolet.
DISPERSIÓN. La Flautilla se encuentra en Jujuy, no entre los indios que han llegado
del altiplano, sino entre los serranos descendientes de los antiguos aborígenes locales. Los
indios del Chaco meridional conocen tipos de tubo más angosto y aletas más afiladas.
En cuanto a la ubicación de los agujeros y a las distancias que los separan, no veo,
por ahora, mayor constancia, esto es, algo que pueda representar, para esta clase de
instrumentos, una norma de construcción.
144
EJECUCIÓN. Se ha dicho ya, al explicar la embocadura, que el ejecutante introduce
entre los labios las aletas de la extremidad. El instrumento tiene en la boca del tocador su
primer punto de apoyo. La mano izquierda –el dedo pulgar abajo, los otros sobre los
agujeros– completan la suspensión. Índice, medio, anular y meñique, tapan o destapan los
agujeros.
Importa saber que la Flautilla en Jujuy se usa generalmente acompañada por una
Caja que percute el mismo ejecutante. Vimos que en su manejo solo interviene la mano
izquierda; pues bien, la otra mano sostiene la Caja y mueve el palillo que golpea el parche.
Sobre esta técnica de percusión hablamos al tratar de la Caja.
El instrumento podría dar más de sí, pero es indudable que arrastra consigo, desde no
se sabe cuándo, un repertorio de estrechos motivos que se transmiten los ejecutantes, sin
constancia en el tema, sin fijeza en el orden, sin establecida extensión. Veamos esta otra
melodía, nº 43, que oí en el mismo lugar y al mismo ejecutante170.
145
haber excepciones. La escala natural fa-la-do, que apreciaremos mejor más adelante, parece
fundamentar esta música; pero no se respeta en la Flautilla con rigor. Doy una tercera
melodía que me ejecutó un puneño de Yavi, nº 93171.
En las melodías que reproducimos se cuentan hasta tres o cuatro distintas fórmulas
de pie y, como excepción, algunas que me han parecido ternarias. Es todo el capital rítmico
de la Flautilla, hasta donde yo he oído.
-o-
LA QUENA
La Quena es el más famoso de los instrumentos aborígenes americanos. La difusión
de su nombre y la exaltación de sus atractivos se debe principalmente a incontenidos
transportes literarios. Pocos ignoran la macabra leyenda del enamorado que hizo la quena
con la tibia de su amada muerta; muchos conocen las páginas en que se ha exagerado la
amargura de su acento, la impresión del efecto que produce y el encanto de la música que
se toca en ella. Por eso es más conocida la fama que el instrumento. Parece necesario dar
descanso a la fama y hablar objetivamente de la Quena, aunque no resulte tan entretenido.
Su anterioridad a la conquista es indiscutible por razones de diverso orden. Para la
demostración plena basta su frecuente aparición en las tumbas prehispánicas.
Sin embargo, la aparición de su nombre en los vocabularios coloniales es
relativamente tardía.
Con la acepción de flauta no tenemos, al principio, sino la voz pingollo, por vez
primera incluida en el Lexicón que publicó fray Domingo S. Thomas, en 1560 [pag. 60]. Su
variante pincullu puede verse en el vocabulario de Diego González Holguín, impreso en
1608 [F5], en muchos otros posteriores y, muy variada siempre, en numerosos documentos
antiguos y modernos. Vive en la corriente oral hasta nuestros días, y a veces se aplica a la
Quena.
El mismo González Holguín da en 1608 la voz queppa que, con el significado de
trompeta [pág. 305, se reproduce también hasta hoy. Ignoro si quena, con su sentido de
flauta, tiene o no relación con esa vecina. El caso es que dicho nombre indígena se
documenta por vez primera en el vocabulario aimara del P. Ludovico Bertonio, impreso en
1612, pero duplicado, así: “Flauta de caña. Quena quena” [243]. Más tarde, en 1653, lo da el
padre Bernabé Cobo, también duplicado: “Quenaquena es una caña sola como flauta, para
cantar endechas” [cit. por D´Harcourt, 1925: 55].
146
CLASIFICACIÓN. Como la flautilla, pertenece la Quena al grupo de los
instrumentos que encierran en el propio cuerpo tubular el aire que vibra por efectos del
soplo contra una arista. Es una flauta sencilla, de un solo tubo, con pequeña muesca en el
orificio receptor (sin canal de insuflación), longitudinal, con agujeros.
CONSTRUCCIÓN. Los materiales con que se hace la quena, son: caña, hueso,
calabaza, arcilla y metal; excepcionalmente, piedra.
El largo del tubo es muy variable. En la Sección de Musicología Indígena del Museo
Argentino de Ciencias Naturales tenemos un ejemplar, de caña, que mide cincuenta
centímetros, pero este tamaño es excepcional172. Corrientemente, miden de treinta a treinta
y cinco centímetros. R. y M. d´Harcourt poseen varias de caña cuyo largo es de siete u ocho
centímetros 1925:56. Tienen comúnmente seis o siete agujeros; más raras son las de dos a
cinco y excepcionales las de ocho.
Trataremos especialmente de las más usadas en todo Perú y Bolivia, que son de caña.
Estas Quenas se hacen a base de un tallo, por lo general cortado entre dos nudos naturales
para evitar la interrupción que produciría el tabique interior. Muchas veces el extremo
anterior se corta sobre el mismo nudo y se perfora el tabique sin eliminarlo totalmente.
Se le saca al tubo una fina lonja de corteza, de dos o tres milímetros, a lo largo, de un
extremo a otro, a manera de guía para poner en línea los agujeros y la muesca de la
embocadura. La parte de la pared en que están los agujeros se llama superior; en posición
de ejecutar, se denomina anterior la parte de adelante.
147
En la Quena típica de seis agujeros las perforaciones se hacen a distancias
establecidas. Se marca la mitad exacta del largo total del tubo, y sobre la marca se perfora el
agujero inferior. La mitad anterior se divide en seis partes iguales, y sobre las líneas
divisorias se perforan los cinco agujeros superiores. El primero de ellos, contando desde el
extremo anterior, está ligeramente desviado hacia el lado del dedo que lo obtura, no sé si
por comodidad. Véase dos ejemplares, uno de frente y otro de revés, en la lámina P [en
Apéndice II -Fotos], arriba.
Escotadura de la Quena
EJECUCIÓN. Si hay Quenas que tienen desde dos o tres hasta siete u ocho agujeros,
es claro que hay diversas maneras de tomarlas para obturar sus perforaciones. Nos
referiremos, pues, a las Quenas más comunes, de seis o siete agujeros, que son las más
adecuadas para traducir la música superior de los aborígenes andinos.
La descripción es laboriosa. Creemos que nunca se ha hecho en forma minuciosa, a
pesar de la importancia que tiene para la etnomusicología.
Los dedos tienen la doble función de obturar los agujeros y sostener el instrumento.
Forman un complejo sistema de tenazas. En las Quenas de seis perforaciones, índice y
medio arriba, pulgar y anular abajo, articulan una de las tenazas que aprietan el tubo. El
meñique se afirma contra el anular para ayudarlo a soportar la presión del dedo medio. El
pulgar obtura el agujero inferior; índice y medio cierran los dos de arriba; anular y meñique
no obturan, colaboran en la aprehensión. Obsérvese el dibujo.
Tocador de Quena
148
Los dedos de la mano derecha forman otra tenaza secundaria en que la fuerza
principal está a cargo de la oposición índice-pulgar. El pulgar no obtura; índice, medio y
anular cierran los tres agujeros del extremo anterior; el meñique queda libre, aunque a veces
se apoya en el extremo, arriba o abajo, para colaborar en el sostenimiento del cuerpo.
En la Quena de siete agujeros nada varía fundamentalmente. El agujero superior más
lejano carece de empleo.
Ahora, si los dedos abandonan uno tras otro los agujeros para producir la escala, y las
tenazas pierden la presión de arriba, ¿cómo se sostiene el instrumento? Los tres de la mano
derecha se levantan sin inconvenientes, porque las tenazas de la izquierda bastan para
retener el tubo; pero cuando le toca el turno al índice de la izquierda, que forma con el
pulgar la última tenaza, todo el sistema de aprehensión peligra. Entonces el dedo medio de
la derecha cae sobre el tubo entre dos agujeros, y restablece la tenaza primera. Hay en este
punto recursos variados que sería largo enumerar.
En la ejecución de la Quena, el sostén tiene gran importancia porque los labios no
prestan casi ninguna colaboración en este sentido. Son, sin embargo, un punto de apoyo. El
extremo de la embocadura está simplemente aplicado al labio inferior de modo que la piel
cierra casi totalmente la boca del cilindro. La muesca queda a la altura de la línea labial. Los
labios se entreabren ligeramente, algo así como para articular la letra ´f` y un soplo
achatado –técnicamente se dice ´en forma de cinta`– sale y choca contra el filo de la
muesca. Vibra la columna de aire que contiene el tubo y el sonido se produce.
El sonido más grave de la Quena se obtiene dejando todos los agujeros tapados. Los
siguientes, del grave al agudo, levantando, sucesivamente, los dedos en este orden: anular,
medio, índice (derechos); medio, índice, pulgar (izquierdos). Nueva serie, una octava más
alta, se consigue aumentando la presión del soplo y con la misma digitación. La obtención
del más grave de esta serie se facilita destapando el agujero inferior. Es muy difícil producir
los más agudos de la gama alta y, en todo caso, resultan desapacibles. Hay detalles de
técnica personales. Destapando medio agujero se obtienen medios tonos; también se
consiguen mediante complicadas combinaciones de los dedos.
La escala natural de la Quena es semejante a la diatónica mayor europea. Pero no
igual. Se perciben diferencias de alguna importancia. El cuarto grado es algo más elevado.
Las variaciones producidas por la diferente presión del soplo o por especial posición de los
labios impiden mediciones exactas.
149
y además, semitonos. Indudablemente, sirvieron a otra música prehispánica que no era
pentatónica, y que no acertamos a identificar con alguna de las que sobreviven, si es que
sobrevive.
Azares del subsistir, pues, desembocan en este hecho contradictorio: los
descendientes de los Incas han conservado hasta hoy la música pentatónica, pero han
abandonado casi totalmente los instrumentos pentatónicos. De modo que la música
tradicional de cinco sonidos se ejecuta ahora en instrumentos de siete notas, como la
Quena típica que hemos descripto.
150
precisión, aplica a la arista de la escotadura una pequeña porción de cera cuyo borde afina y
estira. Así prolonga prácticamente el largo del tubo y modifica la altura absoluta del sonido.
Las melodías que tocan en sus Quenas los descendientes de los Incas, salvo raras
excepciones, pueden figurar entre las más alegres del mundo.
-o-
151
Juego de Sikus jujeño
Tocador de Siku
152
La altura del sonido que da un tubo está determinada por su largo; el diámetro no
importa. El indio necesita ciertos sonidos para formar su escala; corta, entonces, varias
cañas del largo requerido y las ata una al lado de otra. Ocho tubos, por ejemplo, para la
primera serie. Después toma otras ocho cañas para una segunda serie y corta cada una a la
mitad del tamaño de las anteriores. Todas las cañas están cerradas abajo por un nudo. Junta
las ocho enteras con las ocho mitades y las sujeta con una tira de caña y sobreatadura de
hilo en todas las direcciones. En diversos tamaños, este mismo tipo se hace con siete y seis
tubos, como el juego que se ve en la lámina R [en Apéndice II -Fotos] Los extremos
abiertos, arriba, quedan al mismo nivel. Ya se puede tocar.
AFINACIÓN. La obtención de la escala en el Siku es algo que está fuera del orden
común por su complejidad y originalidad. Insisto en asegurar que entre los aborígenes
superiores, lo mismo que en el campo folklórico, las cosas no son simples, ni humildes, ni
espontáneas, ni sencillas. Estas flautas de Pan lo prueban.
El lector tiene en su mano un Siku de los que hemos descripto, lo aplica a sus labios y
quiere tocar una melodía; no puede, ni podrá nunca. Porque el instrumento de doble hilera
en que está soplando, no es un instrumento, sino la mitad. La otra mitad que le falta está en
poder de otra persona que se dispone a colaborar, pues el ejecutante solo no puede obtener
melodías del Siku.
153
En un trabajo anterior (Vega, 1934) nos hemos ocupado con detalle de la afinación
de estas flautas. Si nos atenemos a un examen auditivo en que se desdeñen las
desafinaciones debidas a negligente construcción, parece que los tubos se cortan a intervalo
de quinta uno por medio. He aquí la altura ´práctica` de los tubos (arriba la fila principal de
la ´primera`, abajo la de la ´segunda`) del Siku A7:
En la ´segunda`, todos son saltos de quinta tubo por medio. En la ´primera` aparecen
traspuestos los tetracordios –digamos– de la ´segunda`, y duplicada la inferior:
154
En esta página damos un brioso Huaino que tomé en Humahuaca179. Es una melodía
ni india ni híbrida, cuyo carácter, de sentido aparentemente europeo, es común en las obras
de estos conjuntos. Un trabajo paciente me permitió establecer las notas que corresponden
a una y otra flauta: las que llevan el signo ´x` fueron ejecutadas por la ´segunda`; las otras
por la ´primera`. Este detalle se documenta aquí por vez primera en la bibliografía de la
materia. Por la indicación metronómica se ve que el movimiento es vivo. Seis hombres con
flautas ´primeras`, seis con ´segundas`, soplaban sus respectivas notas con gran justeza. La
rapidez exigía a los tocadores una atención exaltada, bien visible en sus caras morenas.
Otro Huaino, no menos pujante y cálido que el anterior (nº 20)180, ilustra sobre
aspectos de esta música. Algo más se acusa aquí el sentido de la melódica pentatónica,
sobre todo en las fórmulas rítmicas, pero el carácter pentatónico está diluido en los
recursos extraños.
155
Tocaban largo rato, repitiendo las partes que reproducimos, con gran agilidad; y para
colmo, momentos antes de terminar, emprendía un aceleramiento progresivo que concluía
en endemoniada ametralladora de resoplidos.
Fuera de estos verdaderos alardes de virtuosismo, el conjunto de Sikus resulta
positivamente artístico. En las obras de movimiento pausado es donde su calidad
resplandece mejor. Así, en este otro Cacharpari (nº 21)182, noble y sentido, de fraseo
sumamente irregular, con sólo una nota extraña a su esencial concepción pentatónica.
La sonoridad del conjunto de Sikus es original y bella. Los tubos mayores pierden una
parte del soplo que roza sus aristas, y el aire sobrante hace sonar vagamente la octava aguda
de los medios tubos; pero resbala y escapa todavía, envolviendo toda la sonoridad en suave
siseo.
Muchos hombres –doce o más–, soplando a un tiempo en dobles tubos, extraen un
sonido ancho y denso, sabroso a viento, más rumor que sonido, pero no débil, sino
poderoso, estremecido, como la voz del mar. Y va la emoción, alada, en medio.
-o-
LA SIRINGA ARAUCANA
Al hablar de la Pifilka dijimos que las de dos agujeros de distinta profundidad se
aproximan a la familia de las Flautas de Pan o pertenecen realmente a ella. Flautas de Pan
son, sin duda, las de tres o más agujeros183.
156
Es muy raro encontrarlas, y nunca las he visto en uso184. Probablemente se trata de la
idea que tan ampliamente adoptaron los andinos de más al norte, si es que no ingresó al
continente con los otros bienes alógenos del patrimonio araucano. ¿Es fácil explicarse estas
flautas por desarrollo de la Pifilka? Tal vez no.
Las dos de que tengo noticias se hallaron en la gobernación argentina del Neuquén,
y a su presentación se limita esta nota complementaria.
Don Teodoro Aramendia, educador y experto en etnografía, me envió croquis de
una –de madera, chata, ancha, lanceolada, con tres perforaciones de distinta profundidad–
que halló en la tribu araucana del cacique Curruhuinca, en el Lago Lacar, Neuquén, allá por
el año 1920.
Siringas araucanas
-o-
LOS “FLAGEOLETS”
El flageolet –flauta con aeroducto o canal de insuflación–, está representado en
América por varios tipos de diverso aspecto y de los más distintos tamaños. Se admite que
este género de aerófonos fue conocido en América del Norte antes del descubrimiento,
pero faltan pruebas de su existencia entre los pueblos aborígenes de Sudamérica
precolombina.
157
CLASIFICACIÓN. El flageolet es un aerófono tubular con canal. La corriente de aire,
achatada al pasar por la rendija del aeroducto, choca contra el filo de una abertura
practicada en la pared del tubo. Se trata, pues, de una flauta, en sentido general, de una
flauta con canal para el achatamiento del soplo. Por esta circunstancia recibe el nombre
técnico de flageolet, y pertenece a la gran familia que incluye desde el ´pito del vigilante‟ hasta
ciertos caños de órgano.
El recurso del canal ha sido aplicado, mediante varios procedimientos, a cuerpos
tubulares construidos con distintos materiales. La fisonomía particular de cada tipo ejerce
cierta atracción sobre especiales denominaciones –por lo menos en algunas zonas– y
aunque la constancia no es mucha, podríamos ensayar la descripción de las variedades
principales bajo sus rótulos preferidos. La Anata, la Tarka o Pinkillo y la ´Flauta de caña`
tucumana, son otros tantos flageolets, pero sus características piden consideración
independiente.
Insisto, sin embargo, en que cada nombre popular no se aplica con exclusividad a un
instrumento determinado. Cualquier nombre sirve para cualquier instrumento de análogo
aspecto exterior, y no importan al pueblo los detalles que modifican la clasificación técnica.
La voz pinkillo, por ejemplo, lejos de definir una especie, vale para designar cualquier
aerófono del género de las flautas verticales. Con las voces tarka y anata –menos
difundidas– ocurre cosa semejante. Es enojosa para el musicólogo y para el estudiante esta
indecisión de los rótulos; pero, a pesar de todo, algunos nombres se aplican principalmente
a ciertos instrumentos. He procurado ver –hasta donde alcanzan mis observaciones
directas– qué nombre se prefiere con mayor constancia para determinada especie, y lo he
adoptado en estos trabajos de divulgación. En organología se prescinde, generalmente, de
los nombres populares185.
La voz anata carece de antecedentes antiguos. En busca de acepciones suyas más
sugestivas que las conocidas castellanas y aimara, tropecé en un anónimo Catálogo de las voces
usuales de Aimará con la correspondencia en Castellano y Quechua, Uyuni, sin fecha, con la siguiente
equivalencia: “Anata = Carnaval...” [pág. 4]. Me limito a recordar que el instrumento se usa
especialmente durante las carnestolendas.
La voz pinkillo es muy vaga. Algunos músicos populares de ciertas regiones se la
aplican a la Quena; más generalmente designa instrumentos de tubo común con canal de
insuflación. En cierto modo equivaldría a la francesa flageolet. Con la amplia acepción de
´flauta´, la voz pingollo aparece ya en 1560, anotada por Fr. Domingo S. Thomas. Su
variante pincullu –“todo género de flauta”– se encuentra en el vocabulario de Diego
González Holguín, impreso en 1608 [citado por Izikowitz, 1935:349] y en el de Francisco
del Canto, de 1614. El P. Diego de Torres Rubio nos da pincollo y pincullu, en 1619
1963186:136 y 168, y el Padre Cobo dice que los indios llaman pincollo al pífano citado por
d´Harcourt, 1925:55. Muy variada, corre en numerosos documentos posteriores y en la
tradición oral, hasta nuestros días. He oído en Bolivia pinkillo, pinguillo, pinkuillo y pinkullo.
La voz tarka no parece muy antigua. Falta en los vocabularios del XVII y del XVIII.
Tschudi la oye a mediados del siglo XIX [1918, tomo II:225187]. Desde entonces aparece en
diversas publicaciones y, actualmente, en el lenguaje vivo. He oído charka, en Jujuy. Se
aplica a las flautas, en general, especialmente a las medianas. (Las gigantescas reciben en
Bolivia el nombre de tokoro o tukuru).
Casi todos los pequeños instrumentos de soplo que hallamos en el noroeste argentino
son bolivianos. Han penetrado apenas en nuestro país, y no se ve que hayan tenido arraigo
tradicional en el ambiente aborigen y criollo de nuestras provincias. Algunos parece que
han llegado hace pocas décadas. Hay, sin embargo, una excepción: la ´flauta de caña`. En la
provincia de Tucumán y en zonas próximas a ella, da el pueblo este nombre a un flageolet
rústico que tiene ciertas características particulares y música propia para determinadas
ocasiones. Como su nombre popular es tan vago, y como no se hace siempre de caña, he
158
resuelto llamarle (¿qué hacer?) Flauta tucumana188. Es el único aerófono verdaderamente
popular argentino, y lo hacen en el lugar los acriollados descendientes de los aborígenes
locales y los criollos mismos.
Nos detendremos, en fin, en el examen de los tres tipos –Anata, Pinkillo o Tarka y
Flauta tucumana–; tres variantes del flageolet sudamericano.
-o-
LA ANATA
El tipo que describiremos a continuación se conoce en el noroeste argentino
principalmente con el nombre que le reservamos. En esa misma región suele llamársele,
además, Taruma o Turuma y Tarka. También se le aplican, en la zona del altiplano, las voces
Tarka y Pinkillo con sus variantes.
DISPERSIÓN. Las flautas con tapón de cera o madera para el canal de soplo tienen,
en la Argentina, escasa dispersión. La Anata, procedente de Bolivia, no ha sobrepasado el
sur de Salta y Jujuy, ni se ha incorporado al ambiente criollo.
159
Frente y perfil del canal de la Anata.
hagamos la emisión y de cualquier modo que nos coloquemos el pico en la boca. Hasta
podemos, si nos place, lanzar el soplo sin tocar el pico.
En cuanto a la modificación de las alturas por la acción de los dedos en las
perforaciones, ya conocemos el procedimiento. Los seis agujeros son obturados por los seis
dedos largos; suena la nota más grave con
160
Tocador de Anata.
todos los agujeros obturados y se obtienen los grados inmediatos más agudos librando,
sucesivamente, los agujeros de abajo a arriba. Una vez alcanzado el séptimo sonido, se
cierran de nuevo todas las perforaciones y, aumentando la presión del soplo, se obtiene la
serie aguda.
Ambos pulgares y el meñique de la izquierda contribuyen a soportar el instrumento
presionando de abajo a arriba. Los dientes aprietan el pico. Los dedos de la izquierda se
colocan sobre los agujeros del extremo anterior; los de la derecha, por lo tanto, sobre los de
arriba.
OCASIÓN. Otra vez nos hallamos con un instrumento que no se debe tocar en
cualquier tiempo. Si el ´reglamento` se cumple, la Anata se toca únicamente en verano, muy
especialmente en Carnaval. Recordemos de nuevo que la voz anata significa carnaval.
161
Fuera de esto, siempre aquellos temas indigentes. Ignoro si hay mejores anatistas que
los que yo he oído; probablemente no. La melódica de la Anata es rudimentaria, muy
inferior al instrumento, a sus posibilidades, a su amable sonido; es decir, que el instrumento
está generalmente en poder de grupos musicalmente retardados. Otra vez tenemos, en la
Anata, debilitada resonancia de ese arcaico estrato de música premensural que se funda
empíricamente en la escala natural de tres notas (fa-la-do), como puede verse en esta
selección de motivos, nos 14-15, que tomé a un ciego boliviano en Humahuaca191.
Es la misma melódica, muy maltratada, en este caso, y con notas extrañas, que vimos
igualmente borrosa en los ejemplos de la Flautilla, y que veremos, límpida con sus tres
grados, en el repertorio del Erke y del Erkencho; la misma que reaparece en numerosas
expresiones vocales del noroeste argentino.
Debo mencionar, por extraño, el caso de la ejecución de melodías con dos Anatas en
quintas paralelas, que puede observarse actualmente en Bolivia. Al parecer, este
procedimiento no tiene relación con sus antecedentes europeos antiguos.
-o-
EL PINKILLO O TARKA192
En general, los pequeños Pinkillos del noroeste argentino son hoy artículo de
comercio y vienen de La Paz (capital de Bolivia) a los almacenes jujeños. Hay en la vecina
república constructores especializados que los producen ´en serie`.
162
un taco de madera cierra el tubo dejando la rendija que da forma de cinta al soplo. El
dibujo ilustra pormenores:
Idea cabal del instrumento en la lámina P [en Apéndice II -Fotos], abajo, donde
pueden verse dos piezas semejantes, una de frente y otra de perfil.
En la región de Sucre (Bolivia) encontré, en manos de indios puros, Pinkillos de gran
tamaño. Coinciden en todos los detalles de construcción con los que acabamos de
describir, pero es doble el largo del tubo –unos 65 cms.– y el diámetro alcanza
comúnmente a 3 cms. Los indígenas les llamaban pinkillos. Otros ejemplares,
considerablemente más grandes, reciben en la misma zona el nombre de tokoro o tukuru. El
tubo mide cerca de 120 cms de largo por 4 de diámetro, seis agujeros en dos grupos de tres,
canal de insuflación y un canal complementario de cera que desempeña exactamente la
misma función que la curva del pico de los saxofones tenores y de los clarinetes bajos194.
Omito más minuciosa descripción; estas grandes flautas no se encuentran en la Argentina.
Hay también en Bolivia un tipo de Pinkillo o Tarka de aspecto muy particular, que algunas
veces se encuentra en la puna jujeña. Seis agujeros y canal de insuflación, como los otros;
largo variable entre 50 y 75 cms. Lo característico de este tipo es el tubo. El constructor
elige una rama de adecuado árbol, la divide longitudinalmente en dos mitades y excava la
pulpa hasta dejar convenientemente afinadas las paredes de las dos canaletas. Después une
de nuevo ambas partes y se entretiene en ajustarlas rodeando el tubo, de a trechos, con muy
prietos nervios o tendones; y ha de esmerarse en esta operación para evitar el escape del
aire. Técnica india, se observa también en la Trutruka araucana y en otros aerófonos. La
rama, generalmente curva, y las ligaduras exteriores, dan al instrumento singular aspecto.
No es, sin embargo, un aerófono de distinta especie; pertenece, como los descriptos, al
género de las flautas con canal y tiene el mismo número de agujeros. Véanse en la lámina U
[en Apéndice II -Fotos].
Ejecutante de Pinkillo.
163
EJECUCIÓN. El Pinkillo se hace sonar como la Anata, por soplo en el canal, y su
juego digital es el mismo. Es instrumento de recursos suficientes, como la Quena; sin
embargo, el repertorio de melodías que en él producen comúnmente los ejecutantes no es
rico ni variado.
MÚSICA. Doy aquí, a título de muestra, una melodía que, con acompañamiento de
Caja, me ofreció un joven susqueño residente en San Antonio de los Cobres195.
-o-
LA FLAUTA TUCUMANA
Dijimos antes que era éste el único aerófono criollo tradicional de la Argentina, y que
los músicos mismos lo construyen en la región para su propio regalo. Vamos a dedicarle
atención particular.
164
CONSTRUCCIÓN. Sin mengua de las normas generales, la construcción de la Flauta
tucumana varía en detalles. Por razones de precisión, voy a explicar cómo hizo su flauta un
cañero tucumano residente en el departamento de Monteros.
Tomó el constructor, mozo criollo de 35 años, una caña común de unos 2 cms. de
diámetro, y con su gran cuchillo de cañero cortó un trozo de 33 cms. Resuelto, rápido, no
prestó, al parecer, mayor atención a la medida. Sacó al trozo los restos de las hojas y en
seguida levantó una fina tirilla de corteza de punta a punta del tubo para guía del
alineamiento de los agujeros, como sabemos. Con la punta del cuchillo marcó el lugar de
las futuras perforaciones. Hizo la primera marca, hacia el extremo anterior, sin detenerse en
medir; resultó a 3 cms. de la punta. Luego hizo cinco puntos más midiendo
el espacio con la tercer falange del dedo índice. Puso entre brasas un alambre grueso y un
estoque fino. Calientes ambos, hizo seis agujeros con el alambre en los puntos que había
marcado antes con el cuchillo; a la altura del sexto agujero, atravesó también la pared
inferior –séptimo agujero–. Empleando el estoque, perforó los tabiques de dos nudos que
tenía el tubo, y con el alambre ensanchó la abertura de los tabiques. Después cortó una tira
de caña en forma de pequeño estilete; hizo el agujero cuadrado del sonido; calentó un taco
de cera de puiskeyo (abeja silvestre), obturó con él la abertura terminal y abrió el canal de
insuflación pasando el estilete de caña por entre la cera y la pared superior del tubo.
En ningún momento demostró el mozo la menor preocupación por medir o cortar
con exactitud199. La lámina XIII abajo, muestra el instrumento y el estilete. El riojano que
hallé en Cruz del Eje hizo también, como he dicho, otra flauta de este tipo a mi vista y a
pedido mío. En la construcción siguió punto por punto y casi en el mismo orden las etapas
del cañero tucumano que acabamos de explicar, con pocas diferencias de detalle. Cortó el
trozo de caña a 33,75 cms. –casi de idéntica medida que el otro–, pero con el extremo de
insuflación en bisel; levantó la tirilla de corteza de punta a punta y, cosa suya, insistió hasta
rebajar la gruesa pared de la caña verde en esa cara y en la inferior; hizo el agujero
cuadrangular del sonido; midió las distancias de los agujeros
165
Flautas tucumanas
(según Isabel Aretz-Thiele [1946: 91])
de obturar, colocando los dedos como para tocar y, al marcarlos, igualó a ojo las distancias;
sobre la línea del agujero central indicó la perforación de abajo; anticipó aquí, con respecto
al tucumano, la perforación del tabique; hizo los agujeros con un cortaplumas y después los
redondeó con un punzón al rojo; puso el taco de cera negra, afino el estilete de caña y abrió
el canal. Ya dijimos que la flauta no sonó, y el constructor no sabía por qué. Era una caña
verde de muy anchas paredes; tomé el instrumento y rebajé, ante su asombro y sus
protestas, la pared en que choca el soplo. Entonces sonó la flauta.
Como se ve, el riojano conocía los detalles de la construcción tradicional en forma
incompleta. Asistimos al momento en que una vieja práctica se pierde.
Las flautas tucumanas se recortan, poco más o menos, al tamaño de las anteriores, y
su aspecto y caracteres denotan los mismos procedimientos de construcción que acabamos
de ver. Curiosamente, no parece existir norma alguna en cuanto a las distancias que separan
los agujeros de obturar, y esto no se explica fácilmente, porque de tales distancias depende
la altura de los sonidos. Es decir, que todas producen escalas distintas. Tengo a la vista una
pieza200 en que, sobre un tubo cuyo largo alcanza a 31,5 cms., los agujeros, muy separados,
toman cerca de 20 cms., casi dos tercios del tubo. Su escala se aproxima mucho más a la
pentatónica que a la diatónica europea. En general, es raro el ejemplar que produce los
intervalos de la común escala mayor, y, sin embargo, las diferencias, notables si se ejecuta la
escala, son apenas perceptibles cuando se oyen las melodías. Esto permite un registro
gráfico muy aproximado sin apartarnos de nuestro sistema tonal.
La Flauta tucumana se hace, además, utilizando como tubo huesos largos de cóndor,
especialmente los del ala. En estos casos, el material modifica el aspecto del instrumento.
El corte del extremo en que se sopla es, generalmente, recto, pero hay ejemplares que
presentan ese corte en bisel.
166
Tocador de flauta tucumana.
El cañero que construyó su instrumento a mi vista, tocó después él todo lo que sabía:
tres airecitos de los que amenizan el acompañamiento al santo202.
167
Y al son de estas rudimentarias melodías que apuntala el Tambor ruidoso y ameniza
el estruendo de los escopetazos, va la fila de humildes procesantes por los callejones
tucumanos, sorteando los hondos surcos que excavan las viejas carretas de bueyes, el santo
adelante, la unción entre el polvo del camino.
-o-
EL ERKENCHO
Un cuerno y una cañita con lengüeta; eso es el Erkencho, uno de los más expresivos
entre los instrumentos rudimentarios.
Erke es uno de los nombres de la gigantesca corneta andina. En la voz erkencho,
´encho` es desinencia quichua de diminutivo; decir erkencho es como decir erkecito. Y como
los serranos jujeños, por abreviar, suelen llamar erke al erkencho, resulta que la gran
corneta y el pequeño cuerno reciben el mismo nombre. No hay que confundir203.
CONSTRUCCIÓN. Los elementos de la familia del clarinete son dos: la lengüeta con
su soporte y el tubo o pabellón que amplifica el sonido.
El Erkencho argentino se hace como veremos en seguida. Para las medidas y detalles
menores, nos atenemos al ejemplar que adquirimos en Jujuy para el Museo Argentino de
Ciencias Naturales y lleva el nº A 13209.
Los serranos jujeños toman un trozo liso de cañita de unos 10 cms. de largo por 0,75
de diámetro, con un extremo cerrado por el tabique del nudo, y levantan una astilla tan
larga como la mitad de la cañita o poco más (5,5 cms.). el dibujo que reproducimos ilustra
el detalle. Esta pieza es la lengüeta en su soporte. Los serranos de Jujuy la llaman “pajuela”.
El pabellón se hace con un cuerno de vacuno o de cabrío, emparejando el borde de la
boca y recortando la punta de modo que quede un
169
Tocador de Erkencho.
pequeño orificio. Cerca de la punta se lima el cuerno hasta formar una garganta; en ella se
ciñe un cordón que, anudado por la otra punta en un agujero abierto en la boca, sirve para
suspensión del instrumento. Ahora no hay más que afinar el extremo abierto de la cañita
y el interior del orificio del cuerno para un enchufe perfecto, y el Erkencho está terminado.
Obsérvese en el dibujo reproducido, detalles del enchufe y la atadura del cordón; y en la
lámina XIII210 otro ejemplar del instrumento completo.
170
más grave, humano, dramático, vibrante, angustioso. Muy original. El vibrato es
sumamente expresivo.
El repertorio del Erkencho es poco variado en sus líneas generales; comúnmente, una
nota inicial aguda, vigorosa, se alarga vibrando, y desciende vacilante y entrecortada hasta
tenderse a un intervalo de quinta, más o menos, como murmurando. Las melodías fluyen
sin norma ni forma.
Improvisan siempre los ejecutantes, a veces con apariencias de embriaguez creadora.
171
La tercera, nº 95215, me fue ejecutada por un erkero216 de Yavi, sobre la frontera con
Bolivia. Nada precisa la afinación, no se advierte mayor sometimiento a determinada serie
de intervalos fijos.
Lea el estudioso esas notas congeladas en la trama de la pauta; convierta en sonidos
los signos inertes; deles prolongación de queja, calor de profundo sentir, vibraciones de
emoción, potencia en los sonidos más altos, languidez en los más graves, ligando siempre, e
imagine el martilleo persistente y sombrío de la Caja. Es probable que consiga vitalizar un
matiz distinto y nuevo de la expresión humana, un matiz desoído, desconocido,
incomprendido, porque nuestra rígida educación europea nos ha tornado insensibles a las
otras maneras de cantar el vivir.
-o-
EL ERKE (“Corneta”)
La concepción de instrumentos gigantescos es una sorprendente curiosidad de los
tiempos antiguos. Ejemplares imponentes de esa extraña familia organográfica han
sobrevivido largos siglos, y hoy se encuentran, con sus fieles cultores, en Europa, en el
norte del África, en Asia y en Sudamérica. En la Argentina tenemos dos tipos, los dos de la
misma familia: uno es el Erke o “Corneta”, que llegó de Bolivia al norte de nuestro país; el
otro es la Trutruka de los araucanos, que pasó de Chile al Neuquén.
Erke (se prefiere la ´k` por su más general valor fonético) es el nombre indio del
instrumento que nos ocupa. No obstante, en Jujuy, donde su empleo es más intenso, y en
parte de Salta, los serranos lo han sustituido casi totalmente por la voz castellana
“Corneta”217, sin mayores preocupaciones de exactitud. Por la zona de Hornillos (Salta), le
llaman “Cañas”218. Erkencho, como hemos visto, se aplica al pequeño instrumento de
cuernos y por apócope suelen llamar Erke al Erkencho; así resulta que ambos, el grande y
el chico, reciben el mismo nombre, según se ha dicho en el capítulo anterior.
Se duda de que el Erke sea precolombino. Con seguridad, los materiales con que se
hace actualmente no lo son, pero es difícil atribuir la idea de tal instrumento al aporte
hispánico.
172
diferencia de los clarinetes y oboes en que carece de lengüetas220, y de las flautas, en que no
hay soplo contra un filo.
Técnicamente, el Erke es una trompeta sin mecanismo para modificar la altura del
sonido, es decir, natural, de tubo; y travesera, porque la embocadura está a un lado y no en
la punta. Su nombre específico es tuba travesera, recta [Horbostel y Sachs, 1914: 589].
material y detalles comunes en todo el norte argentino; pero tendré presentes las variantes
que he observado en otros instrumentos de la misma especie.
El Erke se hace actualmente con dos o más trozos de caña de Castilla unidos uno al
extremo del otro de modo que formen un solo tubo. Según el número y tamaño de los
trozos empleados, la longitud total varía entre tres y siete metros.
Hacia una de las puntas tiene una embocadura lateral cuya forma y particularidades
pueden verse en el dibujo que reproducimos; en el extremo contrario ajusta un pabellón.
Eso es todo.
El pabellón se hace, generalmente, con la parte ancha o nacimiento de la cola de un
vacuno, puesta a secar con tierra adentro para que endurezca en forma de campana. En los
últimos tiempos la cola ha sido un tanto abandonada debido a que, durante la ejecución, la
saliva ablanda la parte del enchufe, el pabellón pierde rigidez y, al doblarse, cierra el
conducto en el repliegue. En su lugar los serranos han ideado el pabellón de hojalata que
suele verse en Jujuy desde hace unos cuarenta años, según informes lugareños. La
ilustración detalla ambas especies de pabellones.
Consta que en el Alto Perú el pabellón se hace también con la cola de vacuno223 y,
además, con un asta de carnero o con una campana de calabaza [d' Harcourt, 1925: 28].
El largo tubo de caña carece de perforaciones. En estado natural, el conducto interno
se cierra de trecho en trecho, como es sabido, por los tabiques de los nudos. Las fuertes
ligaduras de nervios (tendones) que se ven sobre los nudos mismos, parecen indicar que la
eliminación de los tabiques se hace mediante pequeñas perforaciones desde afuera; finas
hojas de la misma caña, empapadas en una substancia resinosa, habrían reparado las
perforaciones, bajo las ligaduras. (Para saberlo con certeza tendríamos que destruir el
instrumento). Toda la extensión de la caña sufre este tratamiento. En el Alto Perú se
emplea la técnica india de partir longitudinalmente la caña para quitar los tabiques,
ajustando después las dos mitades [íd.].
173
Pabellones del Erke
174
su esfuerzo es de abajo a arriba. La mano izquierda aprieta el pequeño cabo o extremo,
fuera de la embocadura; su presión, de arriba abajo, forma palanca con el apoyo de la
derecha, y cuatro o cinco metros de instrumento se levantan al aire.
El dibujo reproducido, hecho a base de una fotografía tomada por mí, detalla la
posición del ejecutante con el tubo casi horizontal. Con frecuencia los tocadores de Erke
ponen el instrumento apuntando al cielo, casi vertical, pues tanto más pesado resulta
cuanto más bajo está el pabellón. A menudo, varios erkeros cruzan en lo alto sus enormes
tubos; y así marchan, mugiendo su devoción, en ejercicio que no sabemos si es placer o
sufrimiento.
Ejecutante de Erke
MÚSICA. El largo tubo del instrumento, que, como hemos dicho, carece de agujeros,
es una simple cámara de vibración del aire, sin orificio alguno para el cambio de altura de
los sonidos. Una breve serie de armónicos naturales se obtiene por cambio de intensidad
del soplo que escapa de entre los labios vibrantes. Corrientemente se perciben las notas del
acorde perfecto mayor226, fa-la-do (en la tonalidad que hemos adoptado) y una inversión, el
do grave. La melodía nº 46227, que tomamos en Senador Pérez (Jujuy) a un serrano
lugareño, es la más ágil y airosa de las que hemos oído en el Erke.
Generalmente son más toscas y lerdas. Por ejemplo, la nº 96228 que grabamos en Yavi
a un cornetista puneño que la aprendió de los bolivianos.
175
O la siguiente, nº 94229, de Yavi (Jujuy) también, en que aparece, además de las tres
notas del acorde, un re agudo.
En fin, en el ejemplo siguiente, la sentida melodía nº 28230 con que nos regaló un
erkero de Humahuaca.
La ejecución, en general, es torpe y opaca. Suena el Erke a mugido distante. Sólo en
ciertos casos, y por momentos, alguna emoción.
176
Trabajo, pesadez, inseguridad. Raramente se tropieza con un ejecutante más o menos
ágil. A pesar de todo, el profundo bramido de la gigantesca trompa de los Andes, cuando
resuena en el altiplano ensombrecido, sobrecoge el ánimo.
-o-
LA TRUTRUKA
177
Córtase un tallo largo de dos o tres a seis metros, por la mitad, longitudinalmente, y
se le extrae la pulpa. Quedan dos canaletas. Entonces se unen nuevamente. Para asegurar la
unión, es decir, para evitar la pérdida de aire, se extreman los recursos. Por mayor precisión
circunscribo ahora mis observaciones a las características de un viejo ejemplar que tenemos
en el Museo (28-1373233). Luego veremos las variantes. Extienden, primero, sobre las
ranuras, tiras de ramas del mismo colihue, y después aseguran ambas mitades del tubo
poniendo sobre las
178
Tocador de Trutruka
He aquí una melodía (n° 56) de Trutruka, “para trillar el trigo descabezado”. Su
marcha monótona y sus tópicos son característicos. Un trazo oblicuo hacia arriba indica el
portamento de que hemos hablado. Su ambiente general es arcaico.
179
Otras melodías son algo más ricas y animadas. En esta segunda (n° 51) que
reproducimos –un aire para ceremonias funerarias–, se perciben, por momentos, esbozos
de frases y hasta cierta coordinación de las ideas en procura de un desenlace tónico.
Naturalmente, creemos que en estos casos se insinúan influencias exteriores.
Las dos melodías que se reproducen fueron grabadas por Isabel Aretz en Dollinco,
Cautín, República de Chile, durante el viaje de estudios que hicimos en 1942238. Las hemos
dado aquí como muestra de las que se oyen en la Trutruka, sin el propósito de examinar sus
problemas.
-o-
180
CONCLUSIONES
181
El usufructo de las supervivencias, pues, decide el modo de comportamiento de los
núcleos 'populares' y de los grupos 'aborígenes', y hay dos ciencias dedicadas a su estudio,
según el caso: la del Folklore que examina las llamadas populares, y la Etnografía que
entiende con las llamadas aborígenes.
El terreno de estas dos ciencias se delimita, no por la naturaleza de las supervivencias,
sino por su categoría y situación. Esto se entiende así: hay grandes invenciones o
instituciones, como la religión, el idioma, la organización estatal, el orden económico, el
régimen legal, el sistema administrativo, etc.; hay pequeñas invenciones o instituciones,
como la carreta, la fecha, la azada, en fin, los útiles, los restos de creencias o supersticiones,
lo complementario o accesorio, etc. El territorio es etnográfico cuando todos los inventos
o instituciones –los grandes y los pequeños – son supervivencias, es decir, bienes extraños
a los de los grandes centros directores; el territorio es folklórico cuando son supervivencias
los pequeños inventos o instituciones, porque los bienes menores del 'pueblo' están
enmarcados por las grandes instituciones que han impuesto a los usufructuarios, desde
arriba, las capitales mayores.
====================================================
Vivencias
SUPERIORES
Grandes y pequeñas instituciones
____________________________________________________________
Supervivencias
FOLKLORICOS
Pequeñas instituciones solamente
ETNOGRAFICOS
Grandes y pequeñas instituciones
=====================================================
Dice un tratadista francés240 “No hay folklore de los cafres”. Así es; y se pueden
añadir otras negaciones complementarias. No hay Folklore ni Etnografía de las clases
superiores, siempre que no se tome la voz Etnografía en su acepción etimológica de ciencia
de los pueblos, sino en la usual restricta de ciencia de los pueblos primitivos. Hay campo
disponible para una nueva ciencia que se ocupe con las supervivencias que aparecen en
esos mismos centros superiores. (¿Aristología?). No hay Folklore de las grandes
instituciones populares –idioma, religión, etc.– porque esas instituciones son las mismas del
superior; en el ambiente ´popular‟ sólo sobreviven las pequeñas invenciones, como se ha
dicho. No hay Etnografía sino de grandes y pequeñas instituciones juntas, porque esta
ciencia estudia patrimonios completos. Cuando un investigador llega a determinado
territorio y encuentra que el idioma, la religión, las leyes, etc., son las de su propia ciudad
capital, se halla en un ambiente folklórico; cuando comprueba que el idioma, la religión,
etc., son extraños a los de su centro, se halla en un ambiente etnográfico.
Por la permanente penetración de bienes urbanos en la campaña, el ambiente
folklórico evoluciona hacia el superior y el ambiente etnográfico evoluciona hacia el
folklórico. Hay, pues, situaciones intermedias.
Hay siempre, además, algún porcentaje de mezcla. Hay, en fin, grupos ex etnográficos
folklorizados sui géneris, es decir, en cierta medida diferentes de los de las capas folklóricas
generales. Los terrenos se delimitan por preponderancia. En un ambiente etnográfico
182
puede faltar –y no es raro– la religión propia, pero su situación se decide por la persistencia
de varias de las otras grandes instituciones.
Ni la Etnografía ni el Folklore han definido nunca su campo. He propuesto este
criterio, pero no ha de pedirse a estas ciencias delimitaciones absolutas que nadie ha exigido
jamás a ningún sector científico. Esto, con referencia a los casos fronterizos. Porque la gran
mayoría de los grupos en observación están perfectamente definidos. Sólo en algunos
territorios de los que Europa descubrió y pobló en los últimos siglos, asientan grupos
etnográficos que ocasionan interferencias liminares; pero en general, nadie, por profano
que sea, confundiría un pueblo rural con una aldea india. Con la misma claridad y seguridad
se deben distinguir el Folklore y la Etnografía.
Parafraseando al colega puedo decir: No hay Etnografía de Europa Central.
Se puede establecer de manera general el origen o la procedencia de los bienes
folklóricos.
Cuando una ciudad directora produce pueblos de campaña por simple metástasis
cultural, la cuestión no ofrece dificultades: los bienes folklóricos proceden de la propia
ciudad directora; y si es pueblo antiguo, pueden hallarse supervivencias de otra u otras
ciudades que perdieron la hegemonía.
Cuando un ambiente folklórico dependiente de una capital rectora se establece sobre
un sustrato etnográfico, los bienes proceden, en parte, de las ciudades a que me he referido
en el parágrafo anterior, y en parte, del sustrato etnográfico. Si este sustrato perteneció, no
a la etapa de las tribus, sino a un Imperio o Estado anterior, estamos otra vez frente al caso
de las ciudades que han perdido la hegemonía.
Independientemente de estos procesos, pueden identificarse en los ambientes
folklóricos algunos bienes producidos por mezcla u original creación en el lugar. Son las
´neovivencias`. Y en todos los casos folklóricos, las grandes instituciones de las ciudades
rectoras constituyen el armazón de la aldea popular, con o sin adherencias extrañas
sobrevivientes.
Son folklóricos –repetimos– los pequeños bienes solamente, pero no todos; con ellos
se encuentran muchos útiles, como las tijeras o la cuchara, y los de la cabaña, la granja y el
agro, que son modernos y urbanos, es decir, no folklóricos.
Sobre todo esto hemos escrito con extensión en el ya citado ensayo de mi Panorama.
En esa obra procuramos explicar, desde este punto de vista, la presencia de los hechos
musicales folklóricos, y en nuestro libro Danzas y canciones argentinas, y también en la serie de
folletos Bailes tradicionales argentinos, la de los bailes. Ahora se trata de examinar a la luz de
estas proposiciones los instrumentos folklóricos nacionales y, de paso, los etnográficos.
Los Sonajeros de uñas, los de calabaza, y los silbatos de madera llamados Serére y
Naseré, pertenecen a los grupos aborígenes chaquenses, y subsisten en islotes donde la
cultura europea no ha establecido sus centros. Son indígenas.
El Kultrun, la Pifilka, la Trutruca y la Siringa, son propios de la zona araucana. Estos
indios se encuentran en posición limítrofe. Algunos grupos se mantienen poco alejados de
la situación etnográfica; otros, más cerca de la situación folklórica, forman, en todo caso,
islotes folklóricos sui géneris, porque no se han entremezclado y confundido
intensivamente con la población criolla.
La Flautilla, el Erkencho, el Erke y la Caja, son bienes que los serranos descendientes
de los aborígenes del norte de Salta y Jujuy, conservan desde antigua fecha. Estos grupos,
ya casi totalmente colocados en la situación folklórica, no se han transfundido con los
núcleos criollos, es decir, que constituyen también islotes sui géneris. Los cuatro
instrumentos reproducen conceptos antiguos con elementos coloniales y modernos. No
sabemos si el Erkencho es precolombino.
La Quena, el Siku, la Anata y la Tarka llegan a los dominios de esos mismos serranos
con sus portadores bolivianos, descendientes, a su vez, de los aborígenes del Altiplano.
183
Estos emigrantes se están mezclando con nuestros serranos norteños –que todavía no han
adoptado intensivamente sus instrumentos– pero no con los criollos, que en esa zona
constituyen gran parte de la capa social superior.
La Caja se conserva y vive al calor subterráneo de amplios estratos indígenas ya
incorporados al ambiente folklórico argentino. Donde hay Caja están vivos los
descendientes de los aborígenes. Las poblaciones criollas formadas por metástasis de la
urbe platense, no conocen ese instrumento.
La Flauta tucumana subsiste por circunstancias análogas a las de la Caja, pero en zona
más reducida. Y el Bombo europeo fue adoptado en esos mismos lugares porque le
hicieron propicio ambiente los membranófonos aborígenes congéneres.
En casi todos, aun en los de origen indio, se siente de algún modo la influencia
europea urbana a través de las ciudades americanas, a veces con el auxilio de las misiones
religiosas.
Quedamos ahora frente al grupo más interesante: al de los instrumentos artísticos de
las altas clases europeas que, por descenso, son actualmente instrumentos folklóricos. Me
refiero al Arpa, al Violín, al Bombo, a los Tambores tubulares y a los de marco, al Clarinete,
al Oboe, a las Campanillas con badajo, al Triángulo y a la Guitarra; es decir, a ciertas
características de la Guitarra.
El Arpa criolla, diatónica, sin pedales, reproduce hoy los modelos europeos del siglo
XVIII; el Tambor tubular, que en Europa precede al militar, es actual y folklórico en la
Argentina; el Violín y la Guitarra, de material perecedero y frágil caja, han evolucionado de
acuerdo con los europeos, pero conservan, el primero, la antigua posición de la caja, no en
el cuello, sino contra el pecho, y la segunda, las posiciones y el recurso de las afinaciones
según las tonalidades. El Clarinete y el Oboe siguen los viejos modelos de Europa, y el
Triángulo se incorpora con su forma actual.
Estas observaciones confirman nuestra reiterada idea de que los bienes folklóricos del
conquistador no arraigan en los territorios colonizados ni aun cuando el pueblo en masa
invade el suelo conquistado. Se ha dicho cien veces que los bienes folklóricos de
Hispanoamérica son los bienes folklóricos de España. Lo he negado, en cuanto se refiere a
la música y a los bailes; ahora lo niego con respeto a los instrumentos. Precisamente, no se
encuentra en América ninguno de los instrumentos folklóricos españoles. Aquí no tenemos
Gaita gallega con depósito de aire, ni Pandereta, ni Castañuelas, ni Zambomba, ni
Caramillos hispánicos, ni la vieja Rota, ni el Rabel a 241; y la misma Flauta de Pan peninsular,
desconocida en medio continente, no consiguió predominar ni siquiera en el Alto Perú,
verdadero paraíso de las siringas. La Guitarra, instrumento de cámara del Rey, desciende
hacia 1600 con cinco cuerdas a los dominios del pueblo en España y en América, pero se
conserva como solista en el ambiente artístico y, entre nosotros, en los salones de las altas
clases. Por esta razón, porque es a un mismo tiempo culto y popular, no es folklórico. Para
que lo sea se requiere que haya dejado de ser actual y moderno, que haya sido abandonado
por las clases superiores, que hable al espíritu de tiempos pasados. Ya hemos visto, sin
embargo, que suele conservar algunas características completamente antiguas –afinación,
posición–, pero en todo caso, como instrumento en sí, es invención en vigencia, y su paso a
nuestro continente se ha producido por la vía superior y por los resortes comerciales.
Por todo eso, he dicho que América folklórica no es España folklórica, sino España
culta, Europa culta. América folklórica es una retardada selección de la Europa superior.
-o-
a
Algunos indígenas del Paraguay y del Brasil tienen instrumentos semejantes al Rabel.
184
CAPÍTULO IV
LÁMINAS
185
LÁMINA I
186
LÁMINA II
Membranófono de dos parches, M 67, Bombo. Tronco de pacará, diámetro 30,5 cm.
Chicligasta, Tucumán, Argentina. Colector: Carlos Vega. Viaje INM Nº 12, 1938.
Membranófono de dos parches M 19. Caja. Marco de madera; diámetro 35 cm., alto
35 cm. Humahuaca, Jujuy, Argentina. Colector: Carlos Vega. Viaje INM Nº 1, 1931.
Membrnófono de dos parches M 81. Caja. Tronco ahuecado, diámetro 23 cm., alto 17
cm. Tartagal, Salta, Argentina. Colectora: Isabel Aretz. Viaje INM Nº 22, 1940.
189
LÁMINA V
Cordófono con mango M 113. Caja y mango tallados en un tronco; largo total: 60 cm;
un haz de crimes corre desde la clavija hasta la base de la caja. Puerto Casado,
Paraguay. Colectores: Jorge A. Cranwell y Andrés Giai. Viaje INM Nº 40, 1944.
Cordófono con mango M 101. Laúd. Una lata rectangular de aceite recibe un
tapón y un un mango de madera tallados en una pieza. Mango: 23 cm., boca de
la lata 6,4 x 3,5 cm. Chaco, Paraguay. Colectores: Carlos Vega e Isabel Aretz,
Viaje INM Nº 40, 1944.
190
LÁMINA VI
191
LÁMINA VII
192
LÁMINA VIII
193
LÁMINA IX
194
LÁMINA X
195
LÁMINA XI
Aerófono de filo, flauta travesera. A 138. Tubo de caña de Castilla, largo: 44,6
cm. Perú. Colector: Héctor Greslebin
Aerófono de filo, flauta travesera. A 45. Caña de Castilla, largo: 41 cm. Cusco,
Perú. Colector: Carlos Vega. Viaje INM Nº 9, 1937.
Aerófono de filo, flauta travesera. A 44. Caña de Castilla, largo: 34,6 cm. Anta,
Perú. Colector: Carlos Vega. Viaje INM Nº 9, 1937.
196
LÁMINA XII
Aerófonos de filo con aeroducto. Anatas. A 31 y A 8. Talla fina, largos 43,7 y 22,5 cm. Jujuy,
Argentina. Colector: Carlos Vega. Viaje INM Nº 1-2, 1931-32.
Aerófonos de filo con aeroductos. Anatas. A 73 y A 15. Rústicas, largos: 54,7 y 43,7 cm. A 73:
adquirida al Sr. Alberto Ruiz, Bolivia, 1939. A 15: Humahuaca, Jujuy.
Colector: Carlos Vega, Viaje INM Nº 1-2, 1931/2.
197
LÁMINA XIII
Aerófono de filo con aeroducto. Flauta. Caña de 38,2 cm. Un tapón de cera cierra el extremo del
soplo y el estilete reproducido abre el canal.
Monteros, Tucumán. Colector: Carlos Vega. Viaje INM Nº 68, 1938.
198
LÁMINA XIV
199
LÁMINA XV
200
LÁMINA XVI
201
APÉNDICE I
202
FUENTES Y PUBLICACIONES CITADAS POR LOS EDITORES
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de Buenos Aires, T.XI (Serie tercera, tomo IX). [Tantanes o
campanas, pp. 257-264], 1904.
203
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Hispanoamericana, Madrid, Sociedad General de Autores y
Editores, 1999.
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Tilcara (Jujuy), Revista del Instituto de
GRAME, Theodore C.: “Music and bambu”, en McAllester, David P. (ed.), Readings in
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GREBE, María Ester: “El Kultrún: un microcosmos simbólico”. Revista Musical Chilena,
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204
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VILLA SERRANO, Elsa: "La gloria nacional de Yapeyú". Guía Musical de Buenos Aires,
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-0-
209
APÉNDICE II
210
211
212
213
214
215
216
217
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219
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Z
227
228
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231
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237
238
239
240
241
242
243
244
245
LÁMINA A
Sonajeros de uñas. Danza de las indias Maccá. Paraguay. Foto: Elena Hosmann
246
LÁMINA B
248
LÁMINA D
249
LÁMINA E
250
LÁMINA F
251
LÁMINA G
252
LÁMINA H
253
LÁMINA I
254
LÁMINA J
255
LÁMINA K
LÁMINA K
257
LÁMINA M
Guitarrista criollo. Santiago del Estero, Argentina. Foto: Isabel Aretz Thiele.
258
LÁMINA N
259
LÁMINA Ñ
260
LÁMINA O
261
LÁMINA P
M 10, M 1 - Quenas.
262
LÁMINA Q
263
LÁMINA R
265
LÁMINA T
266
LÁMINA U
267
LÁMINA V
268
LÁMINA W
Acordeonistas criollos
269
APÉNDICE III
270
271
272
273
APÉNDICE IV
274
275
276
277
278
279
280
281
282
283
284
285
286
287
288
289
290
291
292
293
294
295
296
297
298
299
300
301
302
ÍNDICE GENERAL
303
Notas de los editores
1 La utilización de este término induce a confusión ya que el área geográfica en la cual se utilizan los
dos instrumentos que incorpora es el monte chaqueño. Volver
2 Puede verse en el Apéndice II. Volver
3 El texto original fue modificado por el autor: Vega introdujo cambios menores y eliminó las notas
referidas a sus propias obras (probablemente pensara incorporarlas a la bibliografía citada que,
como señalamos en nuestro Prólogo, no llegó revisar). Volver
4 De 1931 a 1938 las grabaciones, acústicas, se realizaron sobre discos de cera o de cartón
parafinado en un grabador suizo (Paillard Thorens, modelo Detective). De 1939 hasta 1952 en
un grabador inglés (Presto, eléctrico) sobre discos de acetato. Y desde 1952 a 1959 en un
grabador eléctrico RCA Víctor, también sobre discos de acetato. A partir de este último año la
cinta magnética fue el soporte de las grabaciones. Volver
5 En la edición de 1925 no se consigna ed Alcan, la editorial es Librairie Orientaliste Paul Geuthner.
Volver
6 Para la edición de 1965, Vega había decidido eliminar este catálogo. El mismo puede verse en el
Apéndice II. Volver
7 En este tema se cruzan los intereses de ciertas prácticas musicales con los de los estudios
etnomusicológicos. Vega exagera al decir que “la clasificación antigua [...] se enseña como si no
se tratara de una histórica curiosidad de los archivos intelectuales” ya que, en la ejecución
musical de la tradición académica europea, el principio de esta taxonomía –sustentado en la
orquestación de las agrupaciones instrumentales más comunes– es funcional. Un ejemplo lo
constituyen las flautas, que aunque se construyan en metal pertenecen, con oboes y clarinetes, al
grupo instrumental de las maderas. Por esta razón, en ese ámbito la antigua clasificación
conserva su vigencia aunque ya no sea eficaz en otros. Volver
8 La versión de esta clasificación en formato arborescente –realizada por Carlos Rausa– se
encuentra en el Apéndice III. Volver
9 La ocarina y los silbatos antiguos ya se habían incluido en el tomo IV, pág. V. En cuanto al cambio
de orden de la subsección que contiene al nay, corrige un evidente error de la versión anterior.
En ésta (pág.88), al incorporar a la Sección b (embocadura transversal) la subsección citada -que
no estaba en el tomo I- no se respetó el orden de tubo abierto / tubo cerrado que se había
utilizado en las secciones anteriores. Volver
10 El autor había utilizado la bastardilla para mencionar a los instrumentos más comunes, pero los
editores preferimos seguir las normas actuales: negrita para los instrumentos más comunes y
bastardilla para los que no han sido incorporados al diccionario de la Real Academia. Volver
11 En la primera edición Vega había insertado aquí la siguiente nota al pie: Erich M. von Hornbostel
y Curt Sachs. Systematik der Musikinstrumente. Ein Versuch, en Zeitschrift fûr Etnologie, t. XLVI,
Berlín, 1914, pp. 553-590. Volver
12 En esta cita se ha invertido el orden original de los párrafos. Volver
13 El perfil de los interesados que se menciona en el texto original: “...die Musikhistoriker, die
Ethnologen und die Verwalter wölkerkundelischer Sammlugen interessiert.” (Hornbostel y Sachs, 1913:553)
no incluye a los “exploradores”, sino a los historiadores de la música, los etnólogos y los
administradores de colecciones relacionadas con las culturas folk y la historia de la cultura
(traducción de Adriana Luengo). Volver
14 En la primera edición, Vega no encomilló esta cita de Hornbostel-Sachs. Volver
15 Creemos conveniente citar aquí la fundamentación de Sachs para efectuar el cambio:
“Idiofonos: V. Mahillon tiene el gran mérito de haber clasificado en una clase, bajo el nombre
de instrumentos autófonos, todos aquellos aparatos cuya naturaleza es sonora, es decir, cuya
304
sustancia, suficientemente elástica en sí misma, es puesta en movimiento o vibración mediante
percusión, punteo, frotación o soplo. Esto es contrario al caso de otros materiales, cuya
naturaleza vibratoria sólo puede ser artificialmente expandida, como en los instrumentos de
membrana o de cuerda. La organología sistemática tiene el derecho de limitar de esta manera,
pero no concordamos con la aplicación del nombre, porque aquél puede ser interpretado como
que el instrumento es ejecutado por sí mismo, tal como un instrumento automático. Nosotros
proponemos dar a la clase de instrumentos descriptos, aquellos en que ´su naturaleza es
sonora`, el nombre de ´idiófonos`". (Sachs, 1913, reed. 1964:195. Traducción: Roberto Britos).
Volver
16 Vega no aclara por qué ejemplifica el sistema Dewey con los cordófonos (3 en la clasificación que
está describiendo) y no con los idiófonos , caracterizados con el 1. Volver
17 En el contexto de la clasificación de H-S el término “marco”, definido en el DRAE como pieza
que rodea o ciñe alguna cosa, se aplica a la parte de estos instrumentos en donde se sujeta el
parche, ya que virtualmente carecen de cuerpo o caja. Volver
18 En varias oportunidades se ha discutido acerca del conocimiento del idioma alemán que poseía
Vega. Y en su correspondencia con Robert Lehmann-Nitsche y con Elena Hossman hay
referencias al tema. Por ejemplo, le escribe al primero: “Yo no leo alemán... aunque he estudiado
un poco y pienso seguir estudiando más adelante...” (Vega, 7 mayo, 1934) y “Mis estudios del
idioma alemán están paralizados.” (7 mayo, 1937). En cuanto a Hossman, varias menciones a sus
funciones como traductora se encuentran en misivas de los años 1934 y 35. Por otra parte, en
una entrevista realizada el 21 de mayo de 1990 a Margarita Silvano de Rigoli (adscripta al MCN
en 1940) por Raquel Casinelli de Arias y Yolanda M. Velo, esta ex colaboradora de Vega en el
Gabinete de Musicología Indígena comentó: “Elena Hossman era una mujer muy inteligente,
muy interesante y muy culta. Conocía muchos idiomas. Hablaban con Isabel [Aretz] en alemán
[...] Es la que lo ayudó a Vega con algunas traducciones [...] era fotógrafa artística, recibida en
Alemania...”. Sin embargo, no quedan dudas de que fue Carlos Vega quien trabajó especialmente
en los detalles de la traducción al castellano de los términos correspondientes a la terminología
técnica de los instrumentos musicales. Un testimonio de esta labor lo constituye el manuscrito
del investigador de la traducción al castellano de la clasificación de Reinhardt que se conserva en
el IIMCV. Volver
19 Una crítica a esta traducción puede consultarse en Casanova Oliva, 1988:17-21. Por su parte,
Egberto Bermúdez incorporó una nueva traducción como Apéndice de su artículo de 1985: 3-
78. Volver
20 Probablemente se refiera a su trabajo de 1927. Volver
21 No hemos logrado identificar la obra consultada. Volver
22 Con posterioridad a la fecha de la primera edición de este libro, Sachs escribió en varias
oportunidades sobre el tema de los instrumentos musicales. Vega no llegó a actualizar el texto
para la segunda. Volver
23 SEGUNDA PARTE / LOS CICLOS de CIVILIZACION, pp. 72-95. Volver
24 TERCERA PARTE, pp. 95-118. Volver
25 En el campo de la organología musical, el enfoque que se desarrolla sobre el eje del “gesto” del
ejecutante ha sido retomado por investigadores posteriores a Montandon, ya desde André
Schaeffner (1932: 225). Volver
26 Que pasó a integrar el Museo del Hombre en 1937. Volver
27 Es evidente que Vega se resiste a aceptar nuevos puntos de partida y considera ´definitiva‟ la
clasificación de H-S. En la pág. 19 lo dice con toda claridad: “Es y será punto de partida
panorámico, considérense o no los esfuerzos que posteriormente se han hecho por mejorar y/o
reajustar la sistemática”. Sin embargo, los fundamentos de la clasificación Schaeffner, que
incluyen una sólida crítica al concepto de “idiófono” están ampliamente explicados en su texto
(Schaeffner, 1932:219-20). Volver
305
28 El sentido práctico y el ´espíritu‟ (mencionado dos veces en párrafos precedentes) del músico de
la tradición europea que Vega parece representar aquí suelen diferenciarse de aquellos propios
de otras culturas musicales. Y las propuestas de Montandon y Schaeffner, al poner el acento en
el gesto y en el timbre, enriquecen las posibilidades de análisis y comprensión de esas otras
tradiciones. Es el caso, por ejemplo, de un instrumento utilizado por los mbyá guaraní del
territorio argentino (la mbaraká, guitarra de cinco cuerdas) que puede ser comprendido con
mayor profundidad a partir del análisis del gesto del ejecutante y del timbre del instrumento
(Ruiz, 1985). Volver
29 Las ventajas y desventajas de las clasificaciones dependen de los objetivos de su empleo. En
carácter de simple ejemplo de un trabajo desarrollado en base a la relación entre el material de
los instrumentos y su área de dispersión podemos citar “Music and bambu”, de Theodor C.
Grame (1971). Volver
30 Habiendo transcurrido más de treinta años, Vega no modificó esta frase al preparar la 2ª. ed.
Volver
31 Evidentemente, como expresamos en nuestra Nota introductoria, este párrafo no fue actualizado
por el autor. Volver
32 El término castellano ´plancha‟ indica un material específico, el metal. En la actualidad se prefiere
´placa‟ (del francés plaque, voz usada por Schaeffner, 1936: 371, 373 375), que hace referencia a la
forma del objeto. Volver
33 Ver nota anterior. Volver
34 En la primera edición del libro el texto original avec o sans anche (Schaeffner, 1936:377), "con o sin
lengüeta", fue consignado erróneamente como "con o sin mango". Volver
35 Vega toma estos datos de las palabras preliminares del artículo, pero omite en este punto una
oración de especial interés para la musicología argentina: “Während eine spätere, bereits angekündigte
Publikation in der. argentinischen ´Revista de Estudios Musicales` nicht mehr herauskam, da die Zeitschrift ihr
...” [“Como posteriormente no se pudo
realizar una publicación ya anunciada, en la Revista de estudios musicales de la Argentina, porque la
revista se dejó de publicar, utilicé la ´nueva sistemática`...” (Reinhardt, 1960:160. Traducción:
Adriana Luengo). Es evidente que Reinhardt se refiere a la Revista de estudios musicales, dirigida por
Francisco Curt Lange, cuyos siete números fueron publicados por el Instituto Superior de Artes
e Investigaciones Musicales, Departamento de Musicología de la Universidad Nacional de Cuyo
entre 1949 y 1954 (Donozo, 2009: 142-43). Volver
36 En realidad el trabajo que realizaron no es un resumen sino una traducción virtualmente completa
–sólo falta el párrafo mencionado en la nota anterior– que se conserva en el IIM. Volver
37 En el texto que sigue debe tenerse en cuenta las profundas y variadas innovaciones producidas en
esta área de la organología musical desde que el autor, hace casi cincuenta años, lo redactó para
incluirlo en la 2ª. ed. Volver
38 La información detallada aquí resume el artículo de Scholes (1964). Volver
39 En la actualidad de prefiere la denominación de guimbarda para este tipo de instrumento. Volver
40 La Sección Etnografía del Göteborgs Museum, creado en 1860, fue separada del mismo en 1943,
convirtiéndose en un museo específico, el Göteborgs Etnografiska Museet, bajo la dirección, hasta
1967, de Karl Gustav Izikowitz (1906-1984) (Muñoz, 2003: 239). Desde 1996 forma parte, con
otros museos, del Varlodskulturmuseet (Museo Nacional de las Culturas del Mundo). Volver
41 A partir del 5 de marzo de 1971 el Instituto pasó a llamarse Instituto Nacional de Musicología y el
26 de julio de 1973 se le impuso como homenaje el nombre de su fundador. Volver
42 En 1967 se le impuso el nombre de su primer Director. Volver
43 En la edición original se consignó, como fuente de esta información, la obra de Koch-Günberg;
sin embargo, corresponde a un Apéndice de la misma, cuyo autor es Erich von Hornbostel. Vol.
306
44 El instrumento representado no es un sonajero sino un sistro de calabaza; debería estar ubicado
junto a las figuras 14 y 15 (Cf. Vignati, 1978). Volver
45 I 102, adquirido en Puerto Sastre, Paraguay, durante el Viaje n° 40 del INM. Colectores: C- Vega e
I. Aretz (INM CI:18). Volver
46 Los extremos de la herradura se acercan hasta bordear la lengüeta, pero sin rozarla ni apretarla.
Volver
47 La referencia consignada en la 1ª edición no corresponde a la figura de Izikowitz aquí
representada (71 b), sino a la 71 a. Volver
48 Sin embargo, Vega no aplica este criterio cuando en el capítulo correspondiente, considera a la
Caja como membranófono “de marco”. Volver
49 En la 1ª ed. se consignó erróneamente como tambor sonajero de los Parulla de Guatemala. Volver
50 En 1946 esta referencia se adjudicó a la figura 6. Volver
51 En la 1ª edición la referencia se asignó a la figura 5. Volver
52 Las referencias al lugar de origen de estos dos instrumentos estaban invertidas en la 1ª. ed. Volver
53 En 1946 se consignó como fuente a Koch-Grünberg. Volver
54 Aretz la denominó “Caja criolla”. La Sección Etnografía del Göteborgs Museum, creado en 1860, fue
separada del mismo en 1943, convirtiéndose en un museo específico, el Göteborgs Etnografiska
Museet, bajo la dirección, hasta 1967, de Karl Gustav Izikowitz (1906-1984) (Muñoz, 2003: 239).
Desde 1996 forma parte, con otros museos, del Varlodskulturmuseet. Volver
55 En la 1ª edición se consignó que estos instrumentos, entonces conservados en el MACN, tenían
idéntica procedencia. Sin embargo, aunque pertenecen al mismo grupo étnico y fueron
colectadas en 1935 por Eduardo Palavecino, provienen de distintas localidades. El modelo de la
imagen 1 es de Formosa, y se conserva en el INM bajo el n° C 162 a y b (INM CI: 27). Es uno
de los instrumentos transferido en 1948 desde el MACN, donde se había registrado con el nº 35-
301 (Catálogo del MACN: 84). El modelo de la imagen 3 es el arco 35-302, hoy en el Depósito
visitable de colecciones etnográficas del ME; y fue colectado en Senillosa, Pcia. de Salta (ídem).
Volver
56 C 151, fue donada al MACN por G. Senillosa en 1938 y transferida, en 1948, al INM. Sufrió
grandes deterioros durante la inundación que afectó al Instituto en 1987 (INM CI: 26). Volver
57 C 101, adquirido por Carlos Vega e Isabel Aretz durante el Viaje N° 40, 1944 (INM CI: 18). Sólo
se conserva el cuerpo del instrumento. En la lámina IX de la 1ª edición (lámina F en el Apéndice
II -Fotos-) puede observarse la fotografía -tomada por Elena Hossmann durante ese viaje- de un
joven maccá ejecutando este instrumento. Una copia enmarcada de esta imagen se conserva en
el INM. Volver
58 C 113, adquirido en 1944 por Jorge A. Cranwell y Andrés Giai durante un “viaje de estudios
zoológicos” (Archivo del MACN, expediente D 1027). Se conserva en el INM (INM CI: 20).
Volver
59 Y no es excitado por el soplo humano. Volver
60 La 1ª edición presentaba en este punto un error que nos obligó a modificar el texto original:
“Disco zumbador de los esquimales centrales (EN)” (pág. 98). En primer lugar, en la amplia
bibliografía que revisamos, no hallamos ninguna mención al uso de discos zumbadores por
parte de los esquimales. Por otra parte, la obra de Erland Nordenskiöld, citada por Carlos Vega
en la Bibliografía, presenta referencias y dibujos del instrumento entre los grupos chaqueños,
uno de los cuales parece ser el modelo del representado aquí. Volver
61 A 62, INM, adquirida en Lima por Vega, durante el Viaje n° 9, 1937 (INM CI: 11). Volver
62 No logramos comprender las razones de esta afirmación. Volver
307
63 A 100, Adquirida por Isabel Aretz durante el Viaje n° 30, en Andahuallas, Apurimac (INM CI:
18). Volver
64 A 47, adquirida en Cuzco por Vega, Viaje n° 9, 1937 (INM CI: 8). Volver
65 A 99, Chirisuya adquirida por Isabel Aretz en Andahuailas, Apurimac, durante el Viaje n° 30, 1942
(INM CI: 18). Volver
66 El grupo de los aerófonos presenta algunas de las modificaciones que –como menciona Vega en
las palabras iniciales de esta Nomenclatura– Izicowitz efectuó a la propuesta de Hornbostel-
Sachs. Además de haber trocado el orden de la subdivisión del grupo de los aerófonos de soplo
(trompetas-caramillos-flautas en lugar de flautas-caramillos-trompetas), introduce en este punto
un cambio significativo. En el sistema de clasificación de los tratadistas alemanes no existen las
“flautas libres” sino los “aerófonos libres”, ya que el término “flauta”, que adquiere así carácter
tipológico, sólo se utiliza en el grupo de los “(Verdaderos) Instrumentos de soplo” (1914: 583) y
no en el de los “Aerófonos libres” (íd.: 582). Volver
67 Nos parece más adecuado la utilización del término vascular, ya que la forma del instrumento
puede ser muy variada. Volver
68 Creemos conveniente señalar aquí que el término “silbato” carece de precisión técnica, ya que
“distintos autores [...] se basaron en diversos aspectos para distinguirlos: tamaño, proporciones,
forma, fondo, existencia de aeroducto, posibilidad de ser suspendidos, tesitura, cantidad de
sonidos, cantidad de orificios, disposición de los orificios, función.” (Velo, 1996: 110-11 y 118).
69 Ver nota 28. Volver
70 En la 1ª edición. se consignó como fuente de esta información la obra de Koch-Günberg; sin
embargo, corresponde a un Apéndice de la misma, cuyo autor es E. von Hornbostel. Volver
71 A 45, Adquirida en Cuzco por Vega, Viaje n° 9, 1937 (INM CI: 7). Volver
72 Dibujo basado en el instrumento A 46 del INM, adquirido durante el viaje n° 9, Carlos Vega,
1937, Bolivia y Perú: “...´Quena‟. Pieza arqueológica Largo 14,8 cm. [...] Donación del Sr. José
Castro. Antecedentes: desenterrada en el Cuzco, Perú”. (INM CI: 8). Volver
73 En la 1ª. edición se consignó como fuente Koch-Grünberg. Ver aquí nota de los editores nº 31.
Volver
74 No hemos logrado identificar la fuente de este dibujo, atribuido en la 1ª edición a Thomas
Wilson. Volver
75 Basado en Izícowitz, 1935: 333. Volver
76 Los esquemas 4 a 7 parecen estar inspirados en los de Izikowitz (íd.). Volver
77 Posiblemente el modelo haya sido la flauta A 88, procedente de Catamarca y adquirida en Río
Chico, Tucumán, por Isabel Aretz durante uno de los viajes n° 23 a 25, 1941. El instrumento fue
dado de baja en octubre de 1977 por razones que desconocemos. (INM CI: 16). Volver
78 A 76, Adquirido en 1941 por el Sr. Carlos María Mutti para el MACN (INM CI: 14). Volver
79 El instrumento, que no se conserva, ingresó al MACN en 1931, por canje con el Instituto de
Etnología de la Universidad Nacional de Tucumán (Catálogo del MACN: 37); fue colectado en
1930 por Alfred Métraux, director de dicho Instituto (Pegoraro, 2009: 10). En 1948 la flauta fue
transferida al INM, donde se registró bajo el n° A 131; su descripción detalla: “Seis tubos de
caña reforzados por seis medios tubos,...” (INM CI: 23). Sin embargo, la figura 6 se tomó de
Izikowitz (1932: 393). Volver
80 Rondador adquirido por el Dr. Avila, donado en 1944 al MACN. Cuatro años después se
transfirió al INM. (INM CI: 22). Volver
81 Si bien en las líneas anteriores el autor adhiere a la clasificación de Hornbostel y Sachs, aquí la
contradice. El concepto técnico de “entrechoque” se aplica en dicha taxonomía a instrumentos
308
de golpe directo que producen un sonido neto e inconfundible obtenido por percusión
(Horbostel y Sachs, 1914: 563). Las sonajas, en cambio son definidas como tal porque producen
un “complejo de ruidos” obtenido por el ejecutante con una acción que no es un golpe, sino
sacudimiento, raspadura o separación (íbid, pág. 565). Es decir que la maraca es solo y
precisamente un idiófono de sacudimiento, no de entrechoque. Curiosamente, unos párrafos
más adelante (ver EJECUCION), explica con precisión esto, pero en el punto que nos ocupa
induce a la confusión la utilización del término entrechoque (que, como acabamos de aclarar,
posee un sentido muy preciso en el contexto de la mencionada clasificación) al hecho de que los
corpúsculos interiores de las sonajas de vaso choquen entre sí. Volver
82 Hoy en el INM. Volver
83 Se trata de 37 registros de canto y sonajero, realizados durante cinco sesiones de grabación en
diciembre de 1934 a un grupo de “Wichié, del grupo Mataco-Mataguayo, cazadores y pescadores
inferiores, habitantes de una zona vecina a la Estación Juan B. Baccán [sic], (Gob. Formosa)”
(INM CGDyTD: 11-13).Las mismas se realizaron en Buenos Aires y fueron registradas como
viaje nº 4 (INM CGDyTD: 4). Volver
84 Durante el Viaje de estudios n° 40, 1° de agosto al 7 de septiembre de 1944, realizado por Vega e
Isabel Aretz se realizaron 163 registros de canto con sonajero. (INM CGDyTD: 175-183).
Volver
85 Dos observaciones para este texto: en primer lugar, probablemente el término “avestruz” hace
referencia al ñandú, a veces también denominado avestruz americano o suri. Por otra parte, es
probable que la mención a los instrumentos se refiera a los ejemplares I 106, I 107, I 108 (dado
de baja en 1977) e I 109 del INM, adquiridos por Carlos Vega e Isabel Aretz en el Chaco
Paraguayo durante el viaje n° 40, 1944 (INM CI: 19). Es interesante destacar que también
obtuvieron un ejemplar realizado con un material de reemplazo: la sonaja I 112, está hecha con
“cápsulas vacías de balas de revolver”. (íd.). Volver
86 Es posible que el libro de Vega haya contribuido a la generalización de la discutible denominación
de este instrumento como “sonajero de pezuñas”. Este último término designa al conjunto de
los dedos, con sus uñas, de la pata de un animal de pata hendida. Uña, en cambio, es la parte
dura, de naturaleza córnea, que nace y crece en los extremos de los dedos (DRAE). Los
ejemplares conocidos provenientes del territorio argentino son de uñas (no de pezuñas). Volver
87 En la actualidad, este tipo de instrumento suele denominarse “palo-sonajero” (Ruiz, Pérez
Bugallo y Goyena, 1993: 16-17). Volver
88 Vega reemplazó la imagen a la que hace referencia (que puede observarse en el Apéndice II -
Fotos-, Lámina A) por la que integra esta 2ª. edición, en la cual las mujeres maccá están
dispuestas en hilera. Volver
89 Dice Palavecino: “... no sé en que ocasión se usa este instrumento entre los Pilagá, pero el P. Stahl
me aseguró que los indios Ashluslay lo usan en fiestas de iniciación de muchachas”. Volver
90 Curiosamente y al contrario del orden adoptado en el tratamiento de los idiófonos, cordófonos y
aerófonos, Vega no sigue en los membranófonos el que se corresponde con la clasificación de
Hornbostel- Sachs. Aquí no comienza con los timbales –211.1–, sino con los tubulares –211.2–
(Hornbostel-Sachs: 570). Volver
91 El término que proponen para designar este tipo es Pauken = timbal en castellano. En la
bibliografía técnica es frecuente servirse de este término, timbal, para nombrar a los
membranófonos de un solo parche, cuyo cuerpo es un recipiente que puede tener otras muy
diversas formas además de la semiesférica o de plato. Se privilegia así como rasgo distintivo el
fondo cerrado, cualquiera sea la forma del cuerpo. Volver
92 Sobre el área de dispersión de los tambores de agua ver nota 15 de los editores. Volver
93 En el año mencionado, la institución receptora del instrumento fue el Museo Argentino de
Ciencias Naturales, de donde fue transferido, en 1948, al Instituto Nacional de Musicología. En
309
agosto de 1977 fue dado de baja por razones que desconocemos (INM CI: 3). Volver
94 Ver, en Bibliografía, Juan, Jorge y Antonio de Ulloa. Volver
95 Es probable que Vega no haya tenido acceso al texto original. En primer lugar, porque es raro que
el nombre de la autora -Marie-Catherine Le Jumel de Barneville, Comtesse d´Aulnay- aparezca
castellanizado. Pero además, y esto es lo más importante, porque si bien el texto citado es exacto,
el “tamboril” que menciona no es un membranófono. El párrafo completo dice: “Para la danza
y a mi ruego, el Barón de Castelnau mandó a buscar gaitas y tamboriles. Un hombre toca
simultáneamente una especie de pífano y el tamboril, que es un instrumento de madera en
forma de triángulo alargado, sobre el que se mantiene tirante una cuerda que se golpea con un
palillo, produciendo un sonido semejante al del tambor.” Volver
96 En un muy breve e interesante artículo y a partir del análisis de su representación en un vaso
policromo arqueológico proveniente de la costa peruana, Raoul d´Harcourt (1958) sugiere la
posibilidad de la doble tradición (europea y americana) del flûtiste-tambourinaire en América.
Volver
97 En particular, en la provincia de La Rioja. Volver
98 Llama la atención que el autor no detalle aquí las características del bombo que suele acompañar
las danzas tradicionales. Muy diferente a la caja, se distingue tanto por la proporción de sus
medidas (mayor altura respecto del diámetro) como por su ejecución, que al añadir la percusión
del aro, resulta un instrumento mixto (membranófono e idiófono). Volver
99 Basado en el Kultrun M 128 del INM. El instrumento, procedente de Carahue, provincia de
Cautín, Chile, fue adquirido en 1928 a la Sra Guillermina Hess por el MACN y transferido al
INM en 1948 (MEt, Catálogo del MCN 1924-1949: 149-50). Volver
100 El autor describe aquí un instrumento procedente de territorio chileno. Con respecto a su uso en
la Argentina, Irma Ruiz aclara: “...el kultrún no contiene elemento alguno en su interior, por lo
que nunca se usa la técnica de sacudimiento, sino la del golpe directo, con un palillo” (Ruiz,
2000: 125). Volver
101 En territorio argentino sólo los hombres, durante el desarrollo del nguillatun, suelen tocarlo
apoyándolo en el suelo (Ruiz, 1993: 18). Volver
102 Viaje n° 29 del INM, realizado conjuntamente con Isabel Aretz. Volver
103 Aunque la última oración aclara parcialmente la cuestión, el párrafo es muy confuso. En el
tratamiento de los instrumentos precedentes y siguientes, bajo del subtítulo “Clasificación” el
autor aplica al instrumento que trata –sencilla, sintética y rigurosamente– las taxonomías
desarrolladas en el Capítulo 1, adoptado la terminología técnica propuesta por Hornbostel-Sachs
(1914). Aquí, en cambio, utiliza algunos términos de esta propuesta pero con significado
diferente. En primer lugar, el término ´tambor` carece de especificidad tipológica. Se emplea
(tanto en la terminología técnica organológica como en el lenguaje común) para indicar que el
instrumento, –idiófono, cordófono (como el tambourin de Béarn francés p. ej.) o membranófono–
es puesto en vibración por percusión. Por otra parte, la relación entre la longitud del cuerpo y el
diámetro del parche, utilizada en la clasificación mencionada para distinguir entre dos tipos de
membranófonos –tubulares / de marco (íbíd., pág. 571)– es inadecuada aquí, porque el katakí
pertenece a un tercer tipo de membranófono: los timbales (ibíd., pág. 570). En todo caso, es
´tambor` porque es percutido, no por su estructura. Volver
104 El área de dispersión mencionada, que incluye a los tehuelche, corresponde a los
membranófonos tipo timbal en general. (cf. Izíkowitz, 1934: 166- 75 y 193-98). Dentro de este
tipo, los tambores de agua membranófonos se encuentran en grupos aborígenes sudamericanos
(sólo chaqueños hasta donde llegan nuestros conocimientos) y norteamericanos (Rimer-Weller,
1984, T. 3: 840-41). Volver
105 N° M 203 del INM, Viaje n° 68, 1964, colectores: Carlos Vega y Jorge Novati (INM CI:
34).Volver
310
106 Lamentablemente, no se ha conservado. Volver
107 Tal vez porque su función sonora puede no ser “musical”, sino ritual o de comunicación no
necesariamente con humanos. Volver
108 La acción de frotar es la misma, pero ambos arcos están entrelazados. Volver
109 Diferentes investigadores (Jorge Novati, Irma Ruiz, Rubén Pérez Bugallo, Miguel Angel
Garcia), documentaron que es ejecutado por los jóvenes con la finalidad de atraer al sexo
opuesto. Volver
110 Esta apreciación no resulta clara; lo usual es que el ejecutante sostenga uno de los arcos cerca de
su boca, que actúa como resonador, y frote la cuerda con el otro arco. Volver
111 Viaje INM nº 68, 1964. Realizado junto con Jorge Novati. Volver
112 No hemos podido determinar donde se encuentran los arcos obtenidos en esa oportunidad.
Volver
113 Es conveniente tomar esta apreciación como referida exclusivamente al viaje INM nº 68, ya que
diversos investigadores (ver nota 2), documentaron su ejecución. Volver
114 No queda claro a que instrumento se está refiriendo. Volver
115 En los ejemplares conocidos, un pequeño palillo de madera cumple la función de clavija. Volver
116 El modelo de la ilustración fue el ejemplar C 101 del Museo del INM, adquirido a los Maccá por
Carlos Vega e Isabel Aretz en el Chaco paraguayo durante el Viaje N° 40, 1944. El instrumento
fue muy dañado por la inundación que sufrió un sector del INM en 1987. Volver
117 En este caso ya no sería un laúd, sino una cítara. Volver
118 En castellano se utiliza preferentemente el término cuenco, que no hace referencia al material
con que está construido. Volver
119 Por error, en la ficha de referencia bibliográfica, Vega anotó el término “furiosos” en lugar de
“famosos”; error que figura en la cita de la primera edición. Volver
120 Tomó como referencia el do central del piano, designado como do4. Volver
121 Llama la atención que desconociera la existencia de una guitarra artesanal de cinco cuerdas que
se conserva en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata, adquirida en 1892 por Juan B.
Ambrosetti a indígenas mbyá o chiripá en la provincia de Misiones. Volver
122 Esta frase es confusa, pero suponemos que se refiere a las guitarras de construcción casera.
Volver
123 Actualmente en el Archivo científico del INM. Volver
124 Asimismo, se ha utilizado en la zona de Cuyo una guitarra de menor tamaño, denominada
requinto. (Ver IMEFA, p. 43) Volver
125 Vega incorporó el apartado referido a la historia de la guitarra, ausente en la primera edición.
Volver
126 Se refiere a los seis artículos sobre la guitarra publicados en los números 41 al 46 de la Revista
Folklore, entre abril y julio de 1963 (ver Bibliografía de los Editores), que el autor decidió incluir
-en forma completa y sin modificaciones- en la segunda edición. Volver
127 Pujol [1925: 1999] presenta una síntesis ilustrada de la propuesta de Schlesinger. Volver
128 Pujol consigna la estrofa 1251 completa: “Allí sale gritando la guitarra morisca / De las boces
[sic] aguda é de los puntos arisca / Et corpudo laud que tyene punto á la trisca / La guitarra
latyna con esos se aprisca”. (Pujol, 1925: 2000). Volver
129 Guitarra morisca y guitarra latina. Volver
311
130 Se refiere exclusivamente al tratamiento de la guitarra, ya que en el correspondiente al charango
utilizó y explicó en una nota al pie el significado del término “órdenes”. Volver
131 El título completo es: Comiença el libro llamado declaraciõn de instrumêtos musicales dirigido al illustrißimo
señor don Francisco de çuniga Conde de Miranda, señor delas casas de casas de auellaneda y baçã Etc. cõpuesto
por el muy reverendo padre fray Iua Bermudo dela ordê delos menores: en el qual todo lo que en musica dessearê,
y cõtiene seys libros: segũn en la pagina siguiête se vera: examinado y aprouado por los egregios musicos Bernadino
de Figueroa y Chistoual de morales [sic]. Volver
132 “…esta guitarra tiene comúnmente dos temples, uno se llama a los nuevos y otro a los viejos. El
temple de la guitarra a los viejos no difiere de esta a los nuevos, sino que la cuarta cuerda suelen
abaxar un tono”. (Libro II, Cap. XXXII, folio XXVII vuelta). Volver
133 En la edición de la Revista Folklore Nº 42, se había consignado erróneamente como parte de la
octava escena. Volver
134 Esta imagen podría ser el calco de la fotografía de una guitarra conservada en un museo de
Nuremberg, publicada en Hermann Ruth-Sommer, Alte Musikinstrumente Ein leitenfaden für
Sammler, Berlin, Richard Carl Schmidt, 1920, pág. 43. Estamos en deuda con Melanie Plesch,
Alex Timmerman y Matanya Ophee por la localización de este dato. Se desconoce cómo la
obtuvo Vega. Volver
135 Nuevo Modo de cifrar para tañer la guitarra con variedad y perfección y se muestra ser instrumento perfecto y
abundante por Nicolas DOIZI DE VELAZCO, musico de S. M. y del Sr. Infante Cardenal y al presente
del Duque de Medina de las Torres, virrey de Napoles. Napoles por Egidio Longo, 1645. Volver
136 El párrafo completo de Moretti es: “Aunque yo uso de la Guitarra de siete órdenes sencillas, me
ha parecido más oportuno acomodar estos Principios para la de seis órdenes, por ser la que se toca
generalmente en España; esta misma razón me obligó a imprimirlos en italiano en el año de
1792 adaptados a la guitarra de cinco órdenes, pues en aquel tiempo ni aún la de seis se conocía en
Italia”. (Moretti, 1799: Nota al pie 1 del Prólogo (s/nº pág). Volver
137 No hemos podido identificar la fuente de esta cita. Volver
138 En el artículo correspondiente de la Revista Folklore se lee: “veinte mazos de cuerdas de guitarra”.
Probablemente se trata de una confusión con la fecha consignada por Grenón para esta
referencia: “...fechada en 20 de mayo de 1656...” (Grenón, 1929: 13). Volver
139 Ver, aquí, nota de los Editores nº 15. Volver
140 También se utilizó en otras provincias del Litoral y de la región de Cuyo. Volver
141 N° C 66, en el Museo del INM, adquirida durante el viaje n° 12, 1938 (INM CI: 12) Volver
142 No son secundarios los “detalles" que en nuestro país diferencian a las arpas del noroeste de
aquellas del noreste, tema que merecería un estudio especial, ya que es probable que los
instrumentos hayan ingresado desde distintas regiones de Europa. Las primeras poseen un
clavijero construido con una única placa de madera, que se inserta en la columna y las cuerdas se
sujetan a las clavijas en uno de los lados de la placa. En cambio, en las utilizadas en el noreste, el
clavijero está constituido por dos placas paralelas que se apoyan en la columna y las cuerdas se
sujetan a las clavijas en el espacio que separa a las placas. Volver
143 Dice Guevara: “...antes las hacían de piedra o de las canillas de los prisioneros condenados a
muerte.” Volver
144 Al describir los silbatos del Gran Chaco Erland Nordenskiöld comenta: “De même que, au moins
dans notre jeunesse, nous nous sommes tous amusés à siffler dans une clef...” (1929:189). Volver
145 Tal vez lo sostenido por Izikowitz (1935: 282), halla inspirado esta apreciación. Volver
146 No fue Boman quien la obtuvo, sino quien publicó su dibujo (1920: 517 fig. 11), luego
reproducido por Izikowitz (1935: 281). El instrumento, de madera de laurel, había sido
adquirido en Chol-Chol, Provincia de Cautín, Chile, por el Sr. Sergio Gaiman, enviado del
312
Museo Etnográfico de Buenos Aires, donde se registró esta pifilka con el nº 20.075; actualmente
se conserva en el MEt DVCE, bajo el nº -7746-. Volver
147 Una de ellas fue transferida al INM, donde se conserva bajo en n° A 129. Volver
148 “En los últimos tiempos, un simple tubo de caña ha reemplazado a los ejemplares de madera...”.
(IMEFA, pag 29). Volver
149 El ejemplar se conserva en el MEt DVCE (no original 22.151, no actual –6620-). Ingresó en el
Museo Etnográfico en 1916, donado por el Gobernador de Neuquén, Eduardo Elordi, a
solicitud del primer Director del Museo, Juan Bautista Ambrosetti (ME Ar, Legajo 83). Volver
150 En el contexto de la clasificación de Hornbostel y Sachs, que el autor acaba de aplicar al clasificar
la pifilka, el concepto de “aislado” (un elemento) se opone a “juego”. Es decir, que todas las
flautas constituidas por más de un tubo, son, técnicamente, “flautas de Pan” (Hornbostel y
Sachs, 1914: 584). Volver
151 Desde 1955: Provincia. de Formosa. Volver
152 Y es troncocónica (Velo, 1995: 260). Volver
153 Izikowitz escribe: “According to NORDENSKIÖLD the serére whistle indicates a connection
with the high culture to the west.” (1935: 283). Volver
154 Izikowitz atribuye la vigencia de este instrumento a su función religiosa (1935: 284). Volver
155 En realidad ambas flautas son estructuralmente muy diferentes: el serére es longitudinal y no tiene
orificios de digitación mientras que el naseré es vascular y posee dos orificios de digitación.
Volver
156 Creemos conveniente consignar aquí algunas consideraciones sobre el final de este párrafo. En
primer lugar, sobre la objeción al término ´vaso‟. La primera acepción del diccionario de la RAE
lo define como “pieza cóncava de mayor o menor tamaño capaz de contener algo”. Y en la
traducción al castellano de la clasificación de Hornbostel y Sachs, que el propio Vega aporta en
el Capítulo 1 de este libro, el término tiene ese mismo sentido explicitado cuando se lo usa por
primera vez en el grupo de los idiófonos 111.14: “Se considera vaso aún la más pequeña
excavación en una tabla”. La ventaja de la palabra es que no define una forma; así, un vaso
puede ser cilíndrico, cónico, globular o esférico, semiesférico, cúbico, zoomorfo, esferoidal
achatado, etc. El factor común y distintivo es su concavidad, que puede tener distintas formas.
Por lo tanto, creemos que, como término técnico para una clasificación, ´vaso‟ es más eficaz que
´globular‟ (que se limita a lo esférico). En segundo lugar, si bien es una práctica extendida utilizar
el nombre de un instrumento en particular para definir un tipo (por ejemplo: campana, timbal,
laúd, trompeta, etc.); la propuesta de denominar ´ocarina‟ a todo el grupo de flautas vasculares
se extendió, dando lugar a confusiones. El nombre de una flauta con canal de insuflación
(ocarina) no nos parece adecuado para definir tipológicamente a un grupo que incluya al naseré,
que no lo tiene. Volver
157 En ese año el Instituto Geográfico de Buenos Aires donó estos instrumentos (originariamente
doce), provenientes del Chaco argentino, al MCN. Actualmente nueve de ellos se conservan en
el MEt-DVE (nos. -45496- a 45502). Volver
158 En el MEt-DVCE también se conserva un naseré con estas características, transferido desde el
Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia. El ejemplar, ingresado en 1914 (nº 17914 /
1791 en la antigua numeración, hoy -44661-) fue adquirido en el Chaco a los Chorote, por
Salvador Debenedetti. Volver
159 Palavecino especifica: “La caza de ojeo es también practicada y en ella se emplean los silbatos
redondos para hacer señales y coordinar los movimientos colectivos” (1936: 448-50). Volver
160 En el artículo citado E. Palavecino había destacado esta característica entre los pilagá: “...con él
tocan frases musicales que al primer momento parecen superiores a las posibilidades del silbato.”
(1933: 568). Volver
313
161 Sesión de grabación N° 18, 1939, realizada por Carlos Vega en Buenos Aires a Maskiaai (INM
RGyTD: 34, registro 1138), integrante de un grupo maccá originario del “norte de Asunción,
Paraguay Oriental” (INM RVyS:18). Volver
162 Curt Sachs explica así este hecho: “Cualquier intento de medir un par de flautas antiguas o
exóticas con el propósito de encontrar la ´escala‟ utilizada en cierta época o por cierto pueblo,
en última instancia, fracasa. Si existe tal escala, es de interés del ejecutante del instrumento y no
del constructor, aun cuando ambos sean la misma persona. El ejecutante la logra con la
precisión del soplo, la tensión de los labios, el movimiento de la lengua y con una digitación
complicada que podría cubrir el orificio más bajo sólo en parte o dejar un orificio abierto entre
dos cerrados. La imperfección de un instrumento perforado de modo no-musical permite al
flautista –paradógicamente– una mayor libertad de afinación, de la que no disfruta un ejecutante
de una moderna flauta Boehm. Se independiza de la autoridad tiránica de un exigente sistema
preconcebido” (1962: 101-2). Traducción: Nilda Vineis. Volver
163 El sonido de todos los aerófonos (tanto los libres como los de soplo), se produce por uno de
estos dos principios: una corriente de aire choca contra un filo (flautas) o es interrumpida
periódicamente (clarinetes, oboes y trompetas). Volver
164 Sin duda se refiere a la flauta travesera. Volver
165 Como el autor define en párrafos anteriores, las flautas son aerófonos de soplo en los cuales el
sonido se produce por el choque contra un filo de una corriente de aire en forma de cinta. es
decir que, tanto la flautilla como los flageolets son estrictamente flautas, aunque de tipos diferentes
(cf. Hornbostel y Sachs, 1914: 583-87). Volver
166 Adquiridas en Humahuaca por Carlos Vega durante el viaje nº 1 del INM, 1931. Volver
167 Esta diferencia entre las flautillas jujeñas y las chaquenses, se relaciona con un detalle importante
en la ejecución de ambos tipos. En las jujeñas, de tubo cerrado, el orificio más cercano al
extremo distal (el más alejado de la boca del ejecutante) determina la longitud vibrante del tubo
y, por lo tanto, la altura de la nota más grave que puede dar el instrumento. Incluso, en
ocasiones, no se lo obtura durante la ejecución. Volver
168 En cuanto a su uso en la región chaqueña, en la publicación citada al tratar acerca del nombre, E.
Palavecino dice: “Las flautas de caña son del tipo vertical. Creo que no tiene otro empleo que el
deleite, independiente del baile (lám. XVII).” (1933: 568). Volver
169 Viaje N° 1, 1931, grabación realizada a Modesto Eraso, de 35 años (INM CGD: 2, registro 39).
Volver
170 Idem anterior (INM CGD: 2, registro 40). Volver
171 Viaje Nº 2, 1932, grabado a Remigio Miranda, 35 años (INM CGD: 5, registro 82). Volver
172 Evidentemente se trata de la quena A 133 del INM. Ingresó al MCN en 1925, con el n° 25-44;
procedente de Cuzco, Perú, fue donada por Héctor Gresliebin. Volver
173 Se trata del registro 2, viaje N° 1, 1931, grabado a Plácido Aramayo, 35 años, Humahuaca (INM
CGD: 1). Volver
174 A casi setenta años, esta hipótesis se confirmó con creces. Hay bandas de sikus en Jujuy y en
grandes ciudades del país, como Buenos Aires (y sus alrededores), Mendoza, etc. Volver
175 El Territorio de Los Andes, fundado en 1900, fue disuelto en 1943 y sus tierras repartidas entre
las provincias de Jujuy, Salta y Catamarca. Volver
176 El ejemplar fue colectado por Carlos Vega en Humahuaca, durante el Viaje de estudios N° 1 del
INM, 1931. Volver
177 Viaje Nº 1, 1931, Toma directa efectuada en Tilcara a Florentino Puma, 30 años. (INM CGD: 2,
registro 47). Llama la atención que sólo se haya consignado el nombre de uno de los ejecutantes.
Volver
314
178 En la 1ª. edición la fecha fue consignada, erróneamente, como 1932. (INM RTD: 2, registro 2)
Volver
179 Durante su viaje nº 2, 1932 Vega se reencontró con el sikuri Florentino Puma, esta vez en
Humahuaca, y realizó esta toma directa (INM CGD: 6, regitro 107). Volver
180 Viaje Nº 1, 1931, Florentino Puma, Tilcara (INM CGD: 2, toma directa nº 48). Volver
181 Viaje nº 1, ídem anterior (INM CGD: 3, toma directa nº 50). Volver
182 Viaje 1, idem anterior (INM CGD: 2, toma directa nº 49). Volver
183 Ver nota 8 de los Editores. Volver
184 Pero observó una ilustración que aparece en la lámina ya mencionada de José Toribio Medina
(1882: lámina [11], n° 79. Volver
185 Paradójicamente, es muy frecuente que una denominación muy precisa en una cultura específica
se popularice en un ámbito más amplio funcionando como tipológica para instrumentos
similares pero con características y nombres locales diferentes. Se puede citar, por ejemplo, la
utilización del término siku para todas las flautas de Pan, gaita para los aerófonos con reservorio
flexible para el aire, violín para los laúdes frotados, maraca para las sonajas de vaso, etc. Por su
parte, la organología ha tomado nombres locales para designar tipos de instrumentos: p. ej. laúd,
timbal, trompeta y muchos otros. La utilización del término flageolets (nombre local francés) para
distinguir a todas las flautas con canal de insuflación es muy eficaz, pero, a diferencia de otras
propuestas de este libro, no se ha generalizado en castellano. Volver
186 En el VOCABVLARIO BREVE EN LA LENGUA QUICHVA, DE LOS vocablos más
ordinarios (pp. 123-151) se lee: “flauta pincollo” (pág. 136). En cambio, en el BREVE
VOCABVLARIO QUE COMIENZA POR LOS VOCABLOS QUICHUA AL TROCADO
DEL PAFADO (pp. 152-188), dice: “pincullo flauta” (pág. 168). Volver
187 La referencia es al nombre, no al instrumento: “Antara: una especie de flauta de Pan, figura entre
los instrumentos de la música guerrera junto a la Khepa o anka Khepa, la trompeta mayor a la
Wayl´a Khepa, la trompeta de señales, hecha de caracol marino, llamada tsuru en quiteño y tsula
entre los kol´as; a la Hatuntaki o Wankar, el tambor, y a varios otros”. Volver
188 El término Tucumán no se refiere a la actual provincia argentina sino a la antigua gobernación
del Tucumán que comprendía lo que hoy son siete provincias. Volver
189 En las de mayor tamaño esa reducción facilita la digitación. Volver
190 Al cotejar los datos consignados con la documentación conservada en el Archivo del INM se
advierte aquí una contradicción. La melodía nº 50 sería la efectuada en Senador Pérez, Uquía a
Luis Urista, 56 años, durante el viaje nº 1, 1931 (INM CGD: 2, registro 41). No consigna el
nombre de quien toca el bombo. Volver
191 Viaje n° 1, Secundino Ortega, 34 años, Humahuaca (INM CGD: 1, registro 14 y 15). Volver
192 En la actualidad, en territorio argentino el término tarka no se utiliza como sinónimo de pinkillo.
Volver
193 Ver nota 33 de los editores. Volver
194 Dos observaciones sobre esta última oración. Es evidente que en la descripción del tokoro se ha
deslizado un error: donde se lee: “...canal de insuflación y un canal complementario de cera...”
debió decir: ...canal de insuflación y un tubo complementario de caña... Por otra parte la función
de este tubo –facilitar que, en un instrumento de gran longitud el ejecutante pueda soplar y
obturar los orificios de digitación simultáneamente– permite asimilarlo con el tudel de otros
instrumentos (ejemplos: contrafagot y flauta dulce baja). Volver
195 Viaje n° 11, 1938 Salta, toma directa 733, Gregorio Vázquez, 22 años. San Antonio de los
Cobres (INM CGD: 35). Volver
315
196 Dice González: “[...] los muchachos tienen preparadas las flautas de caña con las cuales tan bien
se toca el triste y la vidalita.” Volver
197 En el Catálogo de instrumentos musicales del Museo del INM, manuscrito por Vega hasta el
registro 176 del año 1959, se consignan las dos flautas (no ´tucumanas‟) que, con anchas y
defectuosas escotaduras, parecen haber inspirado este texto. Se trata de los ejemplares A 26 y A
27; en la descripción de la primera se lee: “Aerófono de filo o flauta con escotadura ´quena‟. Seis
agujeros. Ensayo imperfecto de fabricación fuera de área, hecha por el hijo a base de recuerdos e
indicaciones de la madre, a pedido del compilador. Largo 44,4, diám. 2,6 cm [...]” (INM CIM: 5).
En la segunda, después de idéntico encabezamiento: “...ensayo imperfecto e incompleto hecho
en las mismas circunstancias del anterior [...]” (loc. cit.). Volver
198 Vega estuvo en esta localidad durante el transcurso del viaje 38, 1944 (INM CGD: 170-71).
Volver
199 A pesar de la minuciosa descripción de este párrafo y del anterior, que contienen detalles como
“[...] midiendo el espacio con la tercer falange de su dedo índice [...]” o “[...] midió las distancias
[...] colocando los dedos [...]”, Vega insistió en señalar la despreocupación de los constructores
por las medidas, sin tener en cuenta que ellos aplicaban una medida corporal, no el sistema
métrico decimal. Volver
200 Esta flauta fue adquirida por Isabel Aretz en Tucumán, Viajes 23-25, 1941. (Cat. IM: 17). Volver
201 La descripción hace especial referencia a la función estrictamente sonora de las armas: “[...]
varios mozos tenían escopetas y trabucos, y disparaban tiros sin balas ni perdigones, pero con
mucha pólvora y muy apretada por el taco, a fin de que retumbase más el sonido”. Volver
202 Viaje nº 12, Tucumán, 1938. Juan Pablo Solórzano, tomas directas 834, 835 y 836, realizadas en
Monteros (INM CGD:40) Volver
203 En el exhaustivo Informe que Vega elaboró después de su primer viaje en 1931, consignó como
Erke a este instrumento. Volver
204 Se trata de un clarinete idioglota: la lengüeta no está agregada sino que se recorta en la boquilla.
Volver
205 El Diccionario de la Real Academia Española define a la lengüeta como: “Lámina movible de
metal u otra materia que tienen algunos instrumentos musicales de viento [...]”. Volver
206 En realidad, si bien la lengüeta es una lámina delgada, utilizar el término “filo” induce a la
confusión, ya que, en la terminología técnica organológica, el filo define a las flautas por su
precisa función. Volver
207 En el erkencho se trata de un tubo delgado. Volver
208 En castellano se ha extendido el uso de los términos idioglota / heteroglota (cuando la lengüeta está
agregada a la boquilla). Volver
209 Adquirido en Humahuaca, Viaje nº 1 del INM, 1931 (INM CGD: 3) Volver
210 Otro ejemplar puede verse en la lámina R del DVD adjunto. Volver
211 “La diferencia de presión en el soplo permite obtener de cuatro a seis, y aún más, sonidos,
aunque habitualmente sus melodías no rebasan el ámbito de quinta.” (Ruiz , Pérez Bugallo y
Goyena: 54) Volver
212 Porque producen el soplo entrecortado propio de las lengüetas dobles. Volver
213 Viaje nº 1 del INM, grabado a Brígido Paredes, 36 años, Humahuaca (INM CGD: 1, registro 22).
Volver
214 Idem anterior (INM CGD: 1, registro 23). Volver
215 Viaje 2, grabado a Remigio Miranda, 35 años, Yavi (INM CGD: 5, registro 84). Volver
316
216 Probablemente el neologismo utilizado aquí por Vega, respetaba la denominación que utilizaban
los músicos locales. Volver
217 Ver nota 63 de los editores. Volver
218 “Caña”· es el nombre que también se le da al instrumento en Tarija (Bolivia). Volver
219 La vibración de los labios interrumpe periódicamente la corriente de aire producida por el soplo
y excita así al aire contenido en el tubo, que, al vibrar, produce el sonido. Volver
220 Los labios del ejecutante actúan como lengüetas. Volver
221 En uno de los cuadernos correspondientes al Viaje nº 41 del INM (1945) que incluyó localidades
de la provincia de Santiago del Estero, Vega anotó: “´Corneta`, nombre popular del erke en
Stgo. – Sumanao y Tuamo”. (INMA: Cuaderno nº 23, pág. 11 vuelta). Volver
222 A 20 del INM, adquirido en Humahuaca durante el Viaje nª 1. Volver
223 El mismo material se usa en los pabellones del instrumento en Tarija (Bolivia). Volver
224 No ha podido determinarse a qué instrumentos se refiere. Volver
225 Este instrumento es utilizado virtualmente sólo para acompañar procesiones religiosas. Volver
226 En verdad, más que asociarlos al acorde perfecto mayor, habría que referirse a la serie de
armónicos naturales. Volver
227 Viaje nº 1 del INM, 1931, grabado a Luis Urista, 56 años, Senador Pérez (INM CGD: 2, registro
42). Volver
228 Viaje n° 2 del INM, 1932, Hilario Aguirre 38 años, Yavi (INM CGD: 5, registro 85). Volver
229 Idem anterior, registro 83. Volver
230 Viaje nº 1 del INM, grabado a Brígido Paredes, 36 años, Humahuaca (INM CGD: 1, registro 24.
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231 La imagen pertenece a la Planche IX, pag. 59. Volver
232 Las gobernaciones de Formosa, Neuquén y Río Negro fueron provincializadas, en 1955. Volver
233 Proveniente de Carahue, Cautín, Chile, ingresó al MCN en 1928, por compra a la Sra. G. de
Hess. Volver
234 Transferido del Museo de Ciencias Naturales al INM en 1948. Fue dado de baja en 1977. Volver
235 Durante la ceremonia de fertilidad del nguillatún se apoya en el rewe, altar sagrado. Volver
236 El término organológico apropiado es: trompeta. Volver
237 Ver nota de editores nº 80. Volver
238 Viaje 29, 1941-42. Volver
239 No ha sido posible determinar a quién se refiere. Volver
240 También en este caso no hemos logrado identificar a quién hace referencia. Volver
241 Vega no menciona la presencia de este instrumento entre los Mbïa de la provincia de Misiones.
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