Instrumentos Musicales Aborigenes Criollos

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Vega, Carlos

Los instrumentos musicales aborígenes y


criollos de la Argentina

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desarrollado por la Biblioteca Central “San Benito Abad”. Su objetivo es difundir y preservar la producción intelectual
de la Institución.
La Biblioteca posee la autorización del autor y de la editorial para su divulgación en línea.

Cómo citar el documento:

Vega, Carlos. Los instrumentos musicales aborígenes y criollos de la Argentina [en línea]. Buenos Aires : Educa,
2016. Disponible en:
http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/libros/instrumentos-musicales-aborigenes-criollos..pdf. [Fecha de
consulta: …..]
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Vega, Carlos
Los Instrumentos Musicales Aborígenes y Criollos de la Argentina /
Carlos Vega. - 1a edición digital - Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
EDUCA, 2016.

ISBN 978-987-620-319-7

1. Edición Musical. 2. Instrumentos Musicales.

UNIVERSIDAD CATÓLICA ARGENTINA


“SANTA MARÍA DE LOS BUENOS AIRES”

Rector: Mons. Dr. Víctor Manuel Fernández

FACULTAD DE ARTES Y CIENCIAS MUSICALES

Decano: Lic. Ezequiel Hernán Pazos

INSTITUTO DE INVESTIGACIÓN MUSICOLÓGICA


“CARLOS VEGA”

Director. Dr. Pablo Cetta

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PRÓLOGO DE LOS EDITORES

La primera edición del libro Los Instrumentos Musicales Aborígenes y Criollos de la


Argentina, de Carlos Vega, fue publicada en Buenos Aires por la editorial Centurión, en
1946 y a pesar de la enorme repercusión que obtuvo en su momento, no volvió a
reeditarse.
En 1965 su autor había preparado una segunda edición que debía publicar la
editorial Plus Ultra, con los siguientes agregados: en el Capítulo I, destinado a los sistemas
de clasificación, amplió considerablemente el texto correspondiente a Victor Mahillon,
incorporó la taxonomía realizada por Kurt Reinhard y un apartado dedicado a lo que
denominó “instrumentos eléctricos”. En el Capítulo III, donde se describen los
instrumentos, agregó el tambor de agua entre los membranófonos y el arco musical entre
los cordófonos. Además incluyó un apartado dedicado a la historia de la guitarra. También
eliminó y/o remplazó algunos cuadros y fotografías.
La obra contiene aportes que hasta el momento no han sido superados. Uno de
ellos lo constituye el tema de las clasificaciones de instrumentos, la mayoría de las cuales no
se conocían en castellano. También merecen destacarse las descripciones minuciosas de la
construcción y ejecución de varios de los instrumentos.
A pesar del tiempo transcurrido, el libro sigue siendo de consulta necesaria para
investigadores, docentes y estudiantes, razón por la cual se decidió realizar una edición
crítica de la segunda versión, que se conserva en el Fondo Documental “Carlos Vega” del
Instituto de Investigación Musicológica de la Universidad Católica Argentina.
Los editores respetamos las notas al pie del autor, que se indican con caracteres
alfabéticos. Además, nuestras numerosas observaciones, que comprenden aclaraciones,
correcciones y reflexiones, se encuentran en notas numéricas ubicadas al final del libro.
Vega no llegó a modificar la bibliografía de la primera edición, que en muchos casos
anotó con errores. Procedimos a rectificarlos y completar los datos faltantes – entre
corchetes- de acuerdo a las actuales normas de estilo. También incorporamos las
referencias correspondientes a obras mencionadas que no habían sido registradas, así como
las pertenecientes a la segunda edición.
Asimismo se incluye en Apéndice I la bibliografía consultada por los editores y un
listado actualizado de libros y artículos sobre los instrumentos musicales citados y además,
en el Apéndice II, pueden consultarse los textos, cuadros y fotografías de la primera
edición que fueron eliminados por el autor.
En la preparación de esta edición crítica, los editores hemos contado con la valiosa
colaboración de Noemí Balboa, Pablo Cetta, Santiago Giacosa, Adriana Luengo, Julio
Mendivil, Julián Mosca. Graciela Beatriz Restelli, Rubén Travierso, Nilda Vineis y Ricardo
Zavadivker, a quienes agradecemos profundamente su ayuda.

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PREFACIO DE LA SEGUNDA EDICIÓN [1965]

Las pretensiones de este libro nunca fueron desmedidas. Se trataba -se trata- de una
introducción al conocimiento de la sistemática organológica en general y de los
instrumentos argentinos en particular, y así se explica la brevedad de las monografías que se
dedican a cada especie. Sin embargo, el interés público ha demostrado que el libro era
necesario tal como fue concebido. Hemos confiado la segunda edición –que antes nos fue
propuesta varias veces– a una empresa moderna y pujante, a la Editorial Plus Ultra, muy
complacidos por el retorno del libro al ambiente de los estudiosos.
Los años pasados no han modificado sustancialmente la sistemática básica ni los
viejos instrumentos populares, pero nuevos viajes y trabajos nos han dado materia para
añadir capítulos o complementar informaciones.
Es evidente que la figura de Victor Mahillon, el creador de las modernas bases de
clasificación, se agranda con el tiempo. Le dedicamos ahora páginas más detalladas. Por
otra parte ha sido necesario incorporar a las clasificaciones un capítulo sobre los
instrumentos eléctricos, pues aun cuando las experiencias continúan, las últimas décadas
han dado frutos que llaman la atención por esforzados e ingeniosos y piden, por lo menos,
la presentación sumaria que para alentar estudiosos hemos ordenado en el capítulo Los
instrumentos eléctricos.
Los nuevos viajes al Chaco nos han permitido examinar dos instrumentos de los
aborígenes de la selva1: el Katakí (tambor de agua) y el Arco musical. Ambos atesoran
rasgos de interés, y las menciones que de ellos hicimos en la primera edición eran inferiores
a los instrumentos. El Arco musical es una invención de grandes consecuencias; al lado de
los Palos musicales, sus congéneres, inaugura líneas genéticas que fundan grandes familias
actuales y gloriosas. La Guitarra, el instrumento nacional, merecía algo más que una
desolada clasificación y una cuenta de complicados temples rurales. Es cosa viva, y tiene
una historia española, colonial y republicana tan relacionada con la vida argentina de
antaño, que nos pareció necesario incorporar aclaratorias páginas de investigación histórica,
original nuestra en buena parte. En fin, requeridos por las adiciones, se han añadido donde
correspondía dibujos subsidiarios y algunas láminas.
Por lo demás, eliminamos el catálogo descriptivo que apareció en la primera edición
por entender que ha cumplido su objeto2. De manera que, esta alforja alivianando, la otra
recargando, emprende ahora su nueva etapa el primer libro de los instrumentos musicales
aborígenes y criollos.

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PREFACIO DE LA PRIMERA EDICIÓN (1946)3

En esta obra se trata de los instrumentos musicales, en general y, en particular, de los


instrumentos que la población rural argentina –aborigen, mestiza, criolla– heredó de sus
antepasados y utiliza hasta nuestros días.
He procurado coordinar aquí, en forma accesible, ensayos míos inéditos en que
concurren el examen de las piezas mismas y el estudio de modernas fuentes bibliográficas, y
he obtenido del señor Director del Museo Argentino de Ciencias Naturales, profesor
Martín Doello Jurado, la aprobación necesaria para entregar al público, datos, fotografías y
melogramas de las colecciones del Museo. Con estos elementos, el interés que la materia
despierta entre nosotros recibirá buena parte de la satisfacción que merece.
Es sabido que los instrumentos musicales, la coreografía y la música, tienen en el
mundo de los primitivos gran importancia y vigorosa expresión particular. Por eso, y
porque su índole exige la visión de técnicos especializados, la consideración de tales bienes
ha engendrado en los países menos remisos la correlativa actividad científica que los
estudia. Muchos grandes institutos y museos del mundo han organizado secciones de
Musicología o “Etnomusicografía”, y sus trabajos han adquirido, especialmente en Europa
Central, desarrollo y jerarquía tan notables, que hubiera sido pertinacia en la indiferencia no
ensayar, en alguna medida, la institución de análogos centros de investigación en nuestro
país.
En 1926, deseoso de encauzar inquietudes nada inciertas, ingresé al Museo Argentino
de Ciencias Naturales como adscripto ad honórem, y cinco años después, en 1931, el
interés de su director por esta nueva rama de actividades, determinó mi incorporación
regular a su personal científico y la creación de un gabinete de musicología indígena
destinado a conjugar sus aportes con los que las secciones de Arqueología y Etnografía
elaboran para contribuir al conocimiento del hombre.
Era objeto principal de su cuidado el estudio de la música, las danzas y los
instrumentos de los primitivos habitantes de América; y para movernos en la dirección
prevista, y porque carecíamos de antecedentes locales, debimos articular ab ovo la contextura
interna de la Sección y el plan de trabajos en el terreno.
El criterio extensivo –viajes sólo a los lugares más interesantes– fue imposición de
circunstancias; y la preferencia por los grupos aborígenes, exigencia de más ceñido enfoque.
La práctica sugirió en seguida conceptos más amplios. El patrimonio aborigen sobrevive en
contacto con posteriores formaciones criollas; era indispensable estudiar sistemáticamente
también la música, las danzas y los instrumentos criollos, para separar después, con alguna
seguridad, lo criollo de lo indígena, para distinguir mejor los entremezclados patrimonios
folklórico y etnográfico. Se añadía a la necesidad metodológica de consultar los grupos
populares, la evidencia de que una rica etapa de su patrimonio estaba sintiendo fuerte
amenaza de extinción. Era oportuna cuestión de diligencia el registro de lo que sobrevivía
en el ambiente criollo antiguo, y muy dignas de cuenta las proyecciones que los materiales
folklóricos podrían alimentar, una vez publicados, en manos de los pedagogos y hasta de
los artistas.
La atención que dedicamos a los hechos folklóricos, pues, compartió nuestro tiempo
con el estudio de los elementos etnográficos, y aún ocurrió que –fácil y económico el
acceso a los grupos criollos, duras y onerosas las misiones a lejanos focos indios– tuvimos
que frecuentar más a los criollos y a los mestizos que a los aborígenes mismos. En fin, sin
contrariar el pensamiento originario, nuestra Sección opera indistintamente en el campo
etnográfico y en el campo folklórico. Consagrada a las tareas específicamente científicas,

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elabora su pequeño aporte a una Historia General de la Cultura mediante el esclarecimiento
de los problemas musicológicos americanos.
Con tal finalidad, con tales criterios y orientación, el autor inicia sus excursiones en
1931 y, complementando esos trabajos con los estudios de gabinete y la compulsa de las
fuentes históricas, prosigue hasta la fecha el desarrollo de su plana.
Consecuencia de nuestros viajes, la Sección posee variada colección de música
indígena y popular recogida en la campaña, parte en discos registrados con antiguos o
modernos equipos de grabación4, parte escrita mediante el procedimiento de la notación
directa; ha obtenido una colección representativa de los instrumentos musicales indígenas y
folklóricos; numerosas fotografías documentales del músico en su medio, de los detalles
técnicamente interesantes (posición del instrumento, de las manos, etc.) y de escenas de
danzas; esquemas de las evoluciones coreográficas; textos poéticos de canciones y bailes;
biografías y antecedentes de los ejecutantes; respuestas a cuestionarios sobre las especies
desaparecidas y diversidad de apuntes complementarios. Cuenta, pues, la Sección, con sus
archivos fonográfico, fotográfico, documental, etc., ordenados sobre la base de conocidos
principios generales y estudiados con métodos propios de acuerdo con las exigencias de
nuestro planeamiento local. El examen de todos esos materiales trascendió en varios libros,
folletos y monografías breves.
Relacionados con los instrumentos musicales, publiqué también folletos y estudios.
Pero quedaban en nuestro archivo documental numerosos apuntes que tomé en el terreno
sobre la dispersión de los instrumentos en nuestro país y sobre los grupos que los utilizan;
sobre la manera de construirlos y la forma de tomarlos para producir ritmos o melodías;
sobre la ocasión u oportunidad de su empleo y, por último, en nuestro archivo fonográfico,
sus fórmulas rítmicas o sus melodías características. Los capítulos en que se coordinan esos
apuntes y elementos constituyen la parte principal de este libro.
En cierta medida, pues, satisfaremos ahora las exigencias de esta rama musicológica,
un tanto postergada por nuestra atención. Así, los tres temas que competen a la
especialidad –danzas, música, instrumentos– reciben en nuestras obras consideración
inicial. A su tiempo volveremos sobre ellos.
No tenemos, en idioma castellano, ninguna obra consagrada a los instrumentos
sudamericanos. Impresiones, reseñas parciales y pocos verdaderos estudios monográficos,
incluidos en publicaciones diversas, jalonan cronológicamente la bibliografía y documentan
la inquietud de muchos autores por estos temas de organología aborigen y criollab.
Eruditos estudios en diversos idiomas, obra de autores extranjeros sobre los propios
materiales de Sudamérica, preceden al nuestro. Menciono, en primer término, el ensayo que
incluyen R. y M. d´Harcourt en su celebrado libro La musique des Incas et ses survivances (Paris,
ed. Alcan, 1925)5; hay que citar, después, las valiosas páginas que Curt Sachs escribe sobre
varios instrumentos de América en su importante obra de etnomusicología, Geist und
Werden der Musikinstrumente (Berlin, ed. Reimer, 1929), y las que en el general enfoque de su
denso libro Origine de instruments de musique (Paris ed. Payot, 1936) les dedica André
Schaeffner; pero llamo especialmente la atención sobre la obra Musical and other sound

a
Con el nombre de Instituto de Musicología y siempre bajo mi dirección, la antigua Sección del
Museo es desde hace quince años un establecimiento científico autónomo perteneciente al grupo
que coordina la nueva Subsecretaría de Cultura del Ministerio de Educación y Justicia de las
Nación. (Nota del autor, 1965).
b También en castellano, aunque no dedicada a los instrumentos sudamericanos, la obra de los

musicólogos mexicanos Daniel Castañeda y Vicente T. Mendoza Instrumental Precortesiano, merece


recuerdo aparte. Su tomo I, Instrumentos de percusión describe
primorosamente gran número de interesantes y bellos idiófonos y membranófonos de México.
Posteriormente se han publicado muchos valiosos trabajos (Nota del autor, 1965).

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instruments of the South American indians (Göteborg, ed. Elander, 1935), de que es autor el
brillante investigador de Gotemburgo, Kart Gustav Izikowitz, quien, desde Suecia y en
inglés, hace un serio y muy completo estudio de los instrumentos aborígenes de
Sudamérica.
El plan de nuestro libro, y hasta el carácter informativo de este Prefacio, se explican
con sólo pensar que el estudiante argentino toma aquí contacto con la materia por vez
primera. Era indispensable una parte inicial dedicada a las clasificaciones universales, y el
autor ha querido consagrarle la atención que merece y la amplitud que en este caso
corresponde, no solo por tal circunstancia, sino porque ni siquiera los trabajos dedicados
especialmente al tema en América han considerado la importante cuestión previa de la
sistemática.
En efecto, tampoco se ha publicado en nuestra lengua ningún capítulo de
introducción a estos estudios. Por eso me ha parecido útil reseñar y comentar las ideas y los
principios en que se fundan las clasificaciones, y traducir las más importantes que se han
elaborado en Europa: la de Víctor Mahillon, la de v. Hornbostel y Curt Sachs, la de George
Montandon, la de André Schaeffner, y, finalmente, la de Kart Gustav Izikowitz, sobre la
cual diremos más en el capítulo II. La adaptación de esas extensas nomenclaturas al idioma
castellano me ha exigido largo cuidado, y no puedo decir que estoy demasiado satisfecho
con los resultados.
Con todo, pienso que esta exposición resultará, en nuestro ambiente y en nuestro
idioma, una verdadera novedad. La incorporación de modernos criterios mantiene viva la
atención de los especialistas europeos desde hace medio siglo y, sin embargo, esos
importantes esfuerzos y sus notables conquistas carecen de divulgación entre nosotros. El
estudio sistemático de los instrumentos interesa, en primer lugar, a los etnólogos; pero no
es poco lo que importa a los historiadores de la música y a los artistas mismos. En fin, no
está de más este conocimiento en la formación de una cultura general.
La segunda parte, el panorama gráfico de los instrumentos, es, en cierto modo,
prolongación y complemento de la que dedico a la sistemática; es, concretamente, una
clasificación más, limitada a Sudamérica, pero con numerosos dibujos que, en adecuada
ubicación, ilustran los términos del nomenclador.
La tercera parte –centro especial de interés y razón de esta obra se dedica a los
instrumentos aborígenes y criollos de nuestro país. Esta parte tiene extensión y objeto
predeterminados. No se trata aquí de situar los instrumentos argentinos en el panorama
universal, de proponer clasificaciones o de esclarecer orígenes y evolución, como hicieron
Sachs y Schaeffner; tampoco de abarcar el conjunto sudamericano, como hizo Izikowitz.
En esas grandes obras de carácter general, pasan a primer plano y se toman en cuenta
solamente los rasgos esenciales de cada instrumento, pero, tributo a tal exigencia, faltan los
detalles secundarios y las circunstancias complementarias que conforman la imagen de la
pieza, viva en su función específica. Así, la apetencia de un conocimiento minucioso del
instrumento en su medio, queda insatisfecha en nuestro lector. Nosotros, en cambio,
hablamos de ellos pausadamente, con minuciosidad. Porque nuestro enfoque monográfico
cierra más el diafragma, ganamos en precisión lo que perdemos en amplitud, y de este
modo podemos superar, en el sentido que nos interesa, los estudios generales precedentes.
Estos instrumentos son, para nosotros, algo más que piezas de museo. Campos arriba,
entre las montañas, en la selva, los encontramos todavía en plena vigencia, en su ámbito,
con su música, y su conocimiento –aparte las consecuencias organológicas- puede conectar
el despreocupado espíritu urbano con un aspecto ignorado de la realidad etnográfica y
folklórica de nuestro país.
Este es, entonces, un trabajo de divulgación; pero no ha de entenderse que sea, por
eso, rudimentario o superficial. Los actuales criterios de la materia presiden nuestra labor, y
entre las sobreexplicaciones y digresiones propias de su índole, ofrecemos nuevos datos al

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especialista en tanto cumplimos con el primario requisito museológico de publicar y
describir algunas piezas de nuestra colección. Nuestras obras documentan el afán de poner
la musicología al alcance del estudiante sin abandonar la posición del especialista, y es claro
que este doble enfoque demande un equilibrio no exento de dificultades, porque el técnico
suele advertir lo que sobra y el estudiante reparar en lo que falta. Comprenda cada uno la
situación del otro, y ambos la mía.
Por lo demás, debo aclarar que hablo de lo que he visto y comprobado. Hubiera sido
fácil acumular en estas páginas los datos y las observaciones de mis colegas americanos,
pero entonces se habría duplicado el libro sin ganancia de novedades. Y si doy por mi
cuenta noticias que han publicado antes independientemente mis colegas, valdrán las mías
por su capacidad de confirmación.
En cuanto al capítulo de las conclusiones, más de lo que digo cabe en él, por cierto.
Pude haber añadido mucho sobre las extrañas relaciones de los instrumentos con muy
curiosas funciones extramusicales, con datos de carácter sexual, en fin, con la sociedad
misma; pero todo eso habría rebasado el plan del libro. Me he extendido, en cambio, en el
examen del aporte con que este estudio de los instrumentos fortalece anteriores
proposiciones mías sobre la Ciencia del folklore, porque así un tercer campo de
observación viene a complementar las indagaciones que, en análogo sentido, hice al tratar
de la música y de los bailes.
Doy al final del libro, para más detallada cuenta, una serie de láminas en que se
reproducen instrumentos del Museo Argentino de Ciencias Naturales e instrumentistas
criollos y aborígenes; y un pequeño catálogo descriptivo6 añade a las imágenes las
indicaciones de práctica.
Agradezco a Elena Hosmann, artista fotógrafo que tuvo a su cargo la documentación
gráfica en varias de nuestras expediciones, las fotografías que me ha cedido para este libro;
a Isabel Aretz-Thiele, colega y camarada del Museo, las suyas, y a Araceli Vázquez Málaga,
el arte y el cuidado que ha puesto en la realización de los dibujos y de la portada.

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CAPÍTULO I

LOS SISTEMAS DE CLASIFICACIÓN

11
LAS CLASIFICACIONES

Las clasificaciones obedecen a una necesidad de comprensión y deben su existencia al


convencimiento de que siempre reportan beneficios a quienes desean orientarse en
cualquier orden de conocimientos. Muchas materias de las que constituyen el subsuelo de
nuestra cultura personal se nos hicieron accesibles gracias a las clasificaciones; pero en
presencia de una nueva, la resistencia del estudiante suele complacerse en recordar las
críticas que la negligencia endereza contra las ordenaciones sistemáticas. Hay en las
clasificaciones, sin duda, algo enfadoso: la rigidez. Pero creo que ha sido siempre más
rígido ´el prejuicio de la rigidez` que la rigidez misma de las ordenaciones.
Los sistematizadores nunca han ignorado los inconvenientes de las clasificaciones;
por darles elasticidad han luchado y están luchando. Como la realidad es desordenada e
inquieta, el refinamiento de los conceptos que deben abarcarla no puede ser sino
despaciosa conquista de generaciones. Sin embargo, la más tosca de las clasificaciones en
preferible al desorden espontáneo de los hechos, y el reproche por lo poco que escapa a los
casilleros, olvida, generalmente, lo mucho que no se les escapa.
La clasificación de los instrumentos musicales también tiene su historia.
Probablemente no se ha llegado todavía a la perfección; con certeza, no ha sido posible
eludir su complejidad; pero los esfuerzos realizados hasta ahora, no sólo constituyen
prodigios de contracción y de ingenio, admirables por sí mismos, sino que presentan en
amplia perspectiva y con prolijos detalles, todo lo que ha sido capaz de producir la
inteligencia humana en materia de instrumentos musicales.

La clasificación antigua
Las clasificaciones han debido realizarse siempre sobre la base de los materiales
conocidos. Por espacio de siglos los estudiosos europeos sólo tuvieron a su alcance los
instrumentos musicales de Europa y regiones vecinas, y esto explica esa primera
clasificación que ha difundido por el mundo entero el esquema simplista de los tres grupos:
cuerda, viento y percusión. Pero cuando la Etnografía, que ensancha su vigoroso
movimiento desde mediados del siglo pasado, descubre y presenta al asombro de Europa
cantidad de extraños instrumentos que aparecieron en pueblos lejanos de todas las regiones
de la tierra, el esquema de los tres grupos resulta definitivamente insuficiente. Cabe notar,
como curiosidad, que esa rudimentaria clasificación, abandonada en el ambiente científico
desde hace más de medio siglo, conserva singular vitalidad póstuma en todas partes,
especialmente en el ambiente artístico, y que aun en nuestros días se enseña como si no se
tratara de una histórica curiosidad de los archivos intelectuales.
Esta clasificación antigua y sobreviviente carecía de constancia lógica aun en su
principal distinción del material. La categoría de instrumentos de cuerda se definía por el
elemento que entraba en vibración, la cuerda misma; en cambio, para la de percusión, se
tenía en cuenta, no el cuerpo vibrante, la membrana o la masa, sino el golpe, que es uno de
los medios con que se obtiene el sonido o el ruido. Incompleta desde el principio, resolvió
el problema de encasillar los instrumentos que no cabían en sus tres grupos, agregando
cómodamente un cuarto grupo: varios. He aquí su plan:

1. Cuerda
2. Viento
3. Percusión
4. Varios

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Las subdivisiones, un tanto arbitrariamente atentas al material de que estaban hechos
los instrumentos –madera, metal– tampoco respondían con eficacia a las exigencias de la
práctica7. Por supuesto, el conocimiento de los instrumentos exóticos esclareció su
impotencia, y las necesidades creadas reclamaron al ingenio nuevas proposiciones.

La clasificación de Mahillon
La organología debe al eminente musicólogo belga Victor-Charles Mahillon un
importante paso adelante en la compleja tarea de clasificar los instrumentos musicales. Sus
aportaciones son considerables, y no fueron pocas las circunstancias que favorecieron su
disciplinada inteligencia y su tenaz propósito de estudioso.
Victor-Charles Mahillon nació en Bruselas el 10 de marzo de 1841. Su padre, Charles
Mahillon, había fundado en la mencionada ciudad una fábrica de instrumentos de viento, y
en ese ambiente de artesanía superior transcurren su infancia, su juventud, su vida entera.
Su padre fue también su maestro, y no es extraño que el joven, apenas transpuesta la
adolescencia, proyectara un libro de aliento, aunque breve, que publicó en 1874: Éléments
d„Acoustique Musicale et Instrumentale […] par V.C. Mahillon, fabricant d' instruments de musique.
Bruxelles, Manufacture Générale d' instruments de musique C. Mahillon, 1874. El autor le
dedica el libro al padre en “testimonio de reconocimiento y afecto”. El establecimiento
paterno es su editor.
Victor-Charles es organólogo, científico y artista. En el párrafo inicial de su obra dice:
“L‟étude de l„acoustique est le complement indispensable d‟une bonne éducation musicale” [1974: VII]. Y
después de enseñar los elementos de acústica dedica parágrafos “a la construcción teórica
de todos los instrumentos de música que usan en la orquestación moderna”, tal como
anuncia la portada del libro.
En 1877 Victor-Charles Mahillon fue nombrado Conservador honorario del Museo
del Conservatorio de Bruselas, y en el examen diario de los instrumentos se fundan las
descripciones que forman el Catálogo del Museo Instrumental que publicó en 1880. El autor
encarece el conocimiento de la organología –análisis de las partes constitutivas de los
instrumentos, según él mismo– y el de la historia de cada uno, y añade que no deben
excluirse los instrumentos extra europeos porque entre ellos se encuentran los embriones
de los modernos. El catálogo se agotó pronto, y Mahillon se aplicó a preparar la segunda
edición; pero, entre un tomo y otro, publicó un libro distinto: Le materiel Sonore des Orchestres
de symphonie, d‟armonie et de fanfares ou Vade Mecum du Compositeur suivi d‟ une Échelle Acoustique
permettant de calculer très facilement la longueur théorique de tous les instruments à vent à un diapason
quelconque. Victor Mahillon, Bruxelles, Mahillon & Cº, 1897. Había fallecido el padre en
1887 y desde entonces él gobernaba el establecimiento. Su inteligente actividad acrecentó la
producción y el espacio de la fábrica y consta que, fino artesano y científico, reprodujo
todos los instrumentos de viento de los siglos XVI y XVII.
Con esto llegamos a la segunda edición del catálogo, objeto de nuestro interés;
porque en el tomo inicial lanza por vez primera su clasificación de los instrumentos. La
obra se titula: Catalogue descriptif & analytique du Musée Instrumental du Conservatoire Royal de
Musique de Bruxelles. La carátula da el nombre y el cargo del autor –Victor-Charles Mahillon,
conservateur du Musée–, y anuncia su nuevo aporte: “avec un essai de classification méthodique de tous
les instruments anciens et modernes”, Deuxième édition, Gand, Librairie Générale de Ad. Hoste,
éditeur, 1893.
Dice el autor que ha revisado los datos históricos y técnicos para esta segunda edición
y agrega que las dos mil piezas de las colecciones “representan, casi sin solución de
continuidad y desde los orígenes, la historia de los instrumentos de música” [1893: XIII]. A
continuación comienza el Ensayo de clasificación metódica. Empieza:

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“El sonido es el resultado de un movimiento vibratorio transmitido al oído por el
medio elástico que nos rodea: el aire. Los instrumentos de música son los aparatos por
medio de los cuales se obtiene ese movimiento vibratorio.
Todos los cuerpos elásticos, sean sólidos, líquidos o gaseosos, pueden producir
sonidos; pero la construcción ha limitado necesariamente elección de esos materiales a
aquellos en que el movimiento vibratorio se provoca más fácilmente. Entre los
sólidos, emplean las cuerdas, las membranas, la madera, el vidrio, los metales, la
piedra, etc. Entre los gases, el aire. En cuanto a los líquidos, su empleo no ha recibido
hasta hoy aplicación útil.
La clasificación que nosotros hemos adoptado para este catálogo se funda en la
diferente naturaleza de los cuerpos empleados como fuentes sonoras. Este modo de
clasificación nos ha parecido que reúne las condiciones más favorables a la claridad y a
la simplicidad.” [ibíd., pág. 1-2]

El primer paso de Mahillon consiste en unificar los criterios con que deben afrontarse
las divisiones. Si decimos instrumentos ´de cuerda`, es evidente que tomamos como
característica de su categoría el elemento que se pone en vibración. Lógicamente, no puede
formarse a su lado otro grupo con instrumentos ´de percusión`, como antaño, porque la
percusión sólo es uno de los procedimientos o maneras de que se vale el ejecutante para
poner en vibración el cuerpo, y no se refiere a la materia vibradora, como en el caso de la
´cuerda`. En cambio, puede subsistir una categoría de instrumentos ´de viento`, porque el
viento, o mejor, el aire, es lo que vibra en esta clase de instrumentos.
Así, en la división principal, Mahillon dejará en pie dos de las categorías tradicionales:
cuerda y viento. La categoría ´percusión` es ilógica y, en la práctica, arbitraria. Baste pensar
que el bombo vendría a quedar al lado de la celesta. Y la categoría ´varios`, que no es
ninguna categoría sino un depósito de excedentes, desaparecerá. Mahillon ordena todos los
demás instrumentos extendiendo, simplemente, el principio de clasificación que adopta: lo
que vibra. En un tambor, por ejemplo, la materia del instrumento que entra en vibración es
la piel o membrana. Pues bien, el organólogo crea la categoría de instrumentos de
membrana. Y en los platillos, o en las castañuelas, o en el gong, o en los tambores hechos
con un tronco hueco, sin piel, no vibra la cuerda, no el aire, no la membrana, porque esos
instrumentos no tienen membranas o cuerdas ni suenan por la vibración de una columna
de aire; vibra la masa entera del instrumento (como en la campana) o sus dos mitades
(como en las castañuelas) o las muchas partes que lo constituyen (como en los manojos de
cápsulas que entrechocan). La materia de que están hechos es rígida, pero no tanto que
impida su vibración. Entonces tenemos otra categoría: la de los instrumentos en que vibra
„la masa del material‟ con que están hechos.
En resumen, cuatro categorías. Por precisión en la nomenclatura, Mahillon toma la
voz griega ´fono` (sonido) y articula con ella cuatro voces nuevas: membranófonos, que se
aplica a los instrumentos en que vibra la membrana; cordófonos, para aquellos en que
vibran las cuerdas; aerófonos, que designa a los instrumentos relacionados con la vibración
del aire y, finalmente, autófonos, reservada para aquellos en que es posible la vibración de
su materia corporal misma. Auto, como es sabido, significa propio, por uno mismo. Esta
voz fue objetada posteriormente por Curt Sachs, que propuso idiófonos en su lugar, y
rehabilitada después por Francis W. Galpin [1937].
Mahillon mismo dedica párrafos concretos a la explicación de sus divisiones
principales. Vamos a traducirlos:

“Todos los aparatos sonoros que han ocupado el genio inventivo del hombre, se
distribuyen en cuatro clases:
La primera, en que el sonido es producido por la elasticidad de los cuerpos mismos, es
la de los instrumentos autófonos.

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La segunda, en que el sonido se debe a la vibración de membranas que han cobrado
elasticidad por la tensión, es la de los instrumentos de membranas.
La tercera es la de los instrumentos de viento. El sonido es producido por el
movimiento vibratorio del aire, obtenido con la ayuda de una corriente activa sobre
órganos especiales.
En fin, la cuarta, basada en la vibración de las cuerdas, cuerpos filiformes que, tal
como las membranas, no son elásticas sino por tensión, es la de los instrumentos de
cuerdas.” [ibíd., pág. 3]

Terminada la exposición del nuevo plan, Mahillon dedica unas ochenta páginas a
explicar sus cuatro clases y divisiones, y en el comentario sobre muchos de los
instrumentos incluye datos históricos. Interesan especialmente sus palabras sobre la clase
de los instrumentos autófonos creada por él. Dice:

“Llamamos autófonos a los instrumentos constituidos por cuerpos sólidos lo


suficientemente elásticos por sí mismos para sostener el movimiento vibratorio que en
ellos es provocado por uno de los tres modos de conmoción: la percusión, el
punteado y la frotación. [...] La intensidad del sonido de los instrumentos de esta clase
es debida a la amplitud de la vibración; el timbre a la diferencia de materias y al modo
de conmoción; la altura a la dimensión de los cuerpos.” [ibíd., pág. 6]

El autor se demora luego en las divisiones y al terminar el examen de las otras tres
clases ofrece su primer cuadro de clasificación general. Decimos su primer cuadro, porque,
años adelante lo corrigió y aumentó dos veces, como veremos.
Publicó el II tomo del catálogo en 1896. En el anterior describió los instrumentos
números 1 al 576; en éste los 577 a 1321. El mismo editor. El tercer tomo apareció en 1900
y describe los instrumentos números 1322 a 2055, y el IV, en 1912, con detalles sobre los
números 2056 a 2961. Aquí hay una novedad; escribe en el Prefacio.

“Hacemos figurar al comienzo de este cuarto volumen de nuestro catálogo una nueva
tabla que resume nuestro ensayo de clasificación y contiene las adiciones que hizo
necesarias el descubrimiento de muchos instrumentos cuya existencia ignorábamos al
comienzo de nuestros trabajos, hace treinta y cinco años.” [Mahillon, 1912: pág.V] 8
(VER APÉNDICE III)

El V y último tomo, póstumo, se publicó en 1922 por la imprenta Th. Lombaerts. En


él llegó el autor al instrumento número 3300 y reprodujo el último y definitivo cuadro de su
clasificación. Las diferencias de éste con el del cuarto tomo son pocas: agrega la ocarina y
los silbatos y en el tercer grupo antepone la subsección del Nay árabe a las otras dos de su
sección. Nada más9.
Por la importancia que los aportes de Victor-Charles Mahillon tienen como paso
inicial de las clasificaciones científicas universales vamos a traducir literalmente por vez
primera al castellano la versión tercera y última que su autor publicó en el tomo V de su
catálogo. Aclaramos que el reducido formato de la obra de Mahillon lo obligó a disponer
sus cuadros en dos páginas: en la página par (izquierda) puso las clases y sus divisiones, y en
la página impar (derecha), bajo el título de ´Aplicaciones principales` y repitiendo la clase, la
rama y las letras de las subsecciones, los nombres de los instrumentos más comunes de
cada grupo en negrita.10 Como en este libro tenemos páginas de ancha medida, hemos
decidido poner los nombres de los instrumentos a continuación de la línea clasificatoria.

15
Clasificación Metódica de los Instrumentos de Música

CLASE I. INSTRUMENTOS AUTOFONOS

RAMA A.- Instrumentos autófonos percutidos.


Sección a – Ruidosos.………….. ……………………. Platillos, Tamtam, Sistro,
Triángulo, Cascabeles,
Sonajeros, Castañuelas.
Sección b - De entonación intencionalmente determinada.
Subsección aa - De mazos…………………Xilófono, King chino,
Gambang javanés,
Campanas.
Subsección bb - De teclado……………….. Carillón aéreo, Carillón
de láminas de acero.
Subsección cc - De movimiento automático.Carillón aéreo.

RAMA B.- Instrumentos autófonos punteados.


Sección a - Con o sin plectro………………………….. Birimbao, Ou chino.
Sección b - De teclado………………………………… Claviola.
Sección c - De movimiento automático……………….. Caja de música.

RAMA C.- Instrumentos autófonos frotados.


Sección a - Por el dedo o el arco…………………….....Armónica de Franklin,
Mattauphone, Violon de
fer.
Sección b - De teclado……………………………..… Clavicilindro de Chladni,
Terpodión.
Sección c - De movimiento automático. (Sin aplicación conocida por nosotros).

CLASE II. INSTRUMENTOS DE MEMBRANA

RAMA A - Membranas percutidas.


Sección a - Ruidosos.
Subsección aa - Membrana extendida
sobre un marco…………Pandereta.
Subsección bb - Membrana extendida
sobre un recipiente…….Darabuca árabe.
Subsección cc - De dos membranas………Tambor, Bombo.
16
Sección b - De entonación determinada………………Timbales.

RAMA B.- Membranas frotadas………………………………Rommelpot.

CLASE III. INSTRUMENTOS DE VIENTO

RAMA A - Instrumentos de lengüeta.


Sección a - Lengüeta simple, libre, con tubo.
Subsección aa - Tubo cilíndrico………….. Klui siamés.
Subsección bb - Tubo cónico……………. Trompa de señales,
Tubos de órgano.
Sección b - Lengüeta simple, libre, sin tubo…………... Typoton, Armónica de
boca.
Sección c - Lengüeta simple, batiente, con tubo.
Subsección aa - Tubo cilíndrico…………...Argul egipcio, Aulos
griego, Tibia romana,
Caramillo, Clarinete.
Subsección bb.- Tubo cónico……………...Tenorón, Saxofón.
Sección d - Lengüeta doble con tubo.
Subsección aa - Tubo cilíndrico…………...Cromorno, Cervela.
Subsección bb - Tubo cónico……………...Oboe, Bajón.

RAMA B - Instrumentos de embocadura.


Sección a - Embocadura biselada.
Subsección aa - Tubo abierto…………….. Flauta dulce o de pico,
Flageolet.
Subsección bb - Tubo cerrado……………. Flautas de países extra
europeos. Tubos de
órgano.
Subsección cc - Recipiente……………….. Ocarina.
Sección b - Embocadura lateral.
Subsección aa - Tubo abierto…………….. Flauta travesera.
Subsección bb - Tubo cerrado…………… Flautas de países extra
europeos, Silbatos
antiguos.
Subsección cc- Recipiente…………………Silbatos
Sección c - Embocadura transversal.
Subsección aa - Tubo abierto…………….. Nay árabe.
Subsección bb - Tubo cerrado……………. Siringa de varios tubos.
Subsección cc - Recipiente……………….. Hsiuen chino.

17
RAMA C.- Instrumentos polífonos con depósito de aire.
Sección a - Sin tubos………………………………...... Acordeón, Concertina,
Mélofono.
Sección b - Sin tubos, de teclado……………………… Armonio (órgano
expresivo),
Harmoniflauta.
Sección c - Sin tubos, de movimiento automático……...Antifonal Debain,
Harmonista V. Gevaert.
Sección d - De tubos………………………………….. Musetas, Cornamusas,
Cheng chino.
Sección e - De tubos y teclado…………………………Órgano.
Sección f -De tubos y movimiento automático………... Serinete, Organo de
Barbería, Orquestrión.

RAMA D - Instrumentos de embocadura.


Sección a - Simples o naturales……………………….. Caracolas, Bocina,
Cuernos, Trompetas,
Clarones.
Sección b - Cromáticos, de aberturas laterales.
Subsección aa - Con o sin llaves…………..Cuerno de caza,
Serpentón, Bajón ruso.
Subsección bb - Con llaves,
sin agujeros laterales libres Cuerno de llaves,
Oficleide.
Sección c - Cromáticos, de longitudes variables
Subsección aa - de vara……………….…..Trombones.
Subsección bb- de pistones……………... .Cornetas, Cornos,
Trompetas, Trombones,
Bugles.

CLASE IV. INSTRUMENTOS DE CUERDAS

RAMA A - Cuerdas frotadas.


Sección a - Por arco………………………………….. Crouth, Giga, Violas,
Trompeta marina, Viela
de arco, Violín, etc.
Sección b - Por rueda………………………………… Organistrum.
Sección c - De teclado……………………………... Viela, Armonicordio,
Piano-cuarteto.
Sección d - De movimiento automático. (Sin aplicación conocida por nosotros).

RAMA B - Cuerdas punteadas.


Sección a - Con o sin plectro.
Subsección aa - Sin mango……………….. Arpa, Lira, Cítara,

18
Salterio.
Subsección bb - Con mango (Monocordio).Tambor árabe, Laúd,
Tiorba, Sistro, Guitarra.
Sección b- De teclado………………………………… Espineta, Clavecín,
Clavi-arpa.
Sección c - De movimiento automático………………. Espineta de cilindro.
Sección d - Cuerdas punteadas (excitadas) por el viento. Arpa eólica.

RAMA C - Cuerdas percutidas


Sección a - De mazos…………………………………. Santir oriental,
Timpanon.
Sección b - De teclado………………………………. Clavicordio, Piano.
Sección c - De movimiento automático……………… Pianos mecánicos.

Mahillon se anticipó a Hornbostel y Sachs, pero alcanzó a ver en 1914 el sistema


universal en que estos musicólogos ampliaron su principio de las cuatro clases. Falleció en
1920 indiferente al aporte de los alemanes, fiel a sus cuadros de división.
En el caso de este sistema, como en el de los otros, el traductor tropieza con
nombres que se aplican a dos o más instrumentos diferentes y crean problemas a veces
insolubles. Ante el riesgo de contrariar al autor, la traducción nuestra se sujeta al texto
original en lo posible, sin paréntesis de discusión o crítica

La clasificación de v. Hornbostel y Sachs


Erich M. von Hornbostel y Curt Sachs11, en estrecha colaboración, presentaron poco
después un trabajo en que, abarcado por vez primera el panorama universal, llevaron a muy
riguroso extremo los principios de la clasificación: Systematik der Musikinstrumente Ein
Versuch (1914). Este importante ensayo constituye hasta hoy la base de cualquier estudio
organológico. Es y será punto de partida panorámico, considérense o no los esfuerzos que
posteriormente se han hecho por mejorar o reajustar la sistemática. Le dedicaremos aquí
solo parte de la atención a la que es acreedor.
Hornbostel y Sachs expresan que el sistema de las cuatro clases propuesto por
Mahillon:

“[…] merece la máxima aprobación, porque no solo corresponde a las exigencias de la


lógica, sino que ofrece a quien lo emplea un medio sencillo libre de toda arbitrariedad
subjetiva. [...] Fuera de la homogeneidad del principio divisorio este sistema ofrece la
gran ventaja de que casi toda la cantidad de los instrumentos antiguos y nuevos,
europeos y exóticos pueden alojarse en él.” [Hornbostel-Sachs, 1914: 555]12

Pero estos autores discrepan de Mahillon en las subdivisiones. Creen que es urgente
modificar el criterio en que se fundan, ampliar su número e introducir diversas
innovaciones de carácter general.

“El enfoque debe ser objetivo. El motivo a que obedece la subdivisión debe ser
reconocido a simple vista, es indispensable tener en cuenta a un tiempo mismo las
necesidades del conservador de museo, de los exploradores13 y de los etnólogos.

19
Cuando hay detalles, al parecer insignificantes, que tienen importancia desde el punto
de vista de las correlaciones histórico–culturales, es necesario hacer nuevas
subdivisiones [...] La sistemática de los instrumentos musicales había tomado de la
zoología y la botánica la idea de los rótulos jerárquicos: clase, orden, familia, género,
especie, etc. Mahillon empleó clase, rama, sección, subsección. No „familia‟, que tiene de
antiguo en música especial significación.” [ibíd., pág. 553 y 557]14

Pero como von Hornbostel y Sachs elevan considerablemente el número de las


subdivisiones, la posibilidad de adoptar ese conjunto de rótulos desaparece. Los autores
creen que podrían recibir nombre los grupos principales y las subdivisiones inmediatas
siguientes, así: clases, subclases, órdenes y subórdenes; pero entienden que la admisión de
tales nombres sería, en todo caso, secundaria o complementaria. Adoptan, entonces,
francamente, el sistema de numeración de Dewey, cuya idea consideran “genial” [íbid., pág.
559], y lo aplican como veremos.
Ante todo, cuatro grupos principales de instrumentos -los mismos de Mahillon-.
Sustituido el rótulo “autófonos” por el de “idiófonos”, que Sachs considera más propio15,
enumeran: idiófonos, membranófonos, cordófonos y aerófonos. Ahora le asignan un
número a cada uno: 1, 2, 3 y 4. Supongamos que el hombre inventa instrumentos de un
nuevo grupo; entonces, 5. La primera ventaja del sistema Dewey es que siempre y por
todos los intersticios está abierto al infinito. El 1 significa idiófonos; el 2, membranófonos;
el 3, cordófonos, y el 4, aerófonos.
Con esto pasan a las subdivisiones, que distinguen con nuevos números. Ejemplo:
cuando anotamos 316, decimos cordófonos; pero los cordófonos se subdividen en dos
grupos, según tengan o no mango para las cuerdas. Entonces se introduce un nuevo
número, que se añade a la derecha del anterior: 1, significa que los cordófonos son simples,
es decir, sin mango: 2, indica que los cordófonos son compuestos, esto es, con mango:

3 1 - simples (sin mango)


3 cordófonos
3 2 - compuestos (con mango)

Ahora una nueva subdivisión: de la subclase 3 1, según la forma de la caja; de la


subclase 3 2, según la dirección de las cuerdas con respecto a la tapa. En consecuencia, otro
número caracterizador agregado a la derecha de los anteriores:

3 1 1 - de palo
3 1 2 - de tubo
3 1 sin mango 3 1 3 - de balsa
3 1 4 - de tabla
3 1 5 - de valvas
3 1 6 - de marco
3 cordófonos

3 2 1 - laúdes
3 2 con mango 3 2 2 - arpas
3 2 3 - laúdes-arpas

20
Más todavía. Toman el orden 3 1 1 y lo subdividen:

3 1 1. 1 arcos musicales
311
3 1 1. 2 palos musicales

Y así con todos los órdenes. Luego nueva subdivisión para todos los subórdenes, etc.
Mediante este procedimiento se forman en cualquiera de las categorías cifras de seis, ocho y
hasta nueve unidades. Por ejemplo, 111.242.222. El primer 1 significa idiófonos, como
sabemos; el segundo 1 indica que ese idiófono pertenece a la categoría de los que vibran
por efecto de un golpe; el tercer 1, significa que el golpe es directo; vale decir, producido
por un movimiento del ejecutante, sin medios mecánicos; el número 2 que sigue caracteriza
el procedimiento llamado percusión (golpe de un objeto que no da sonido propio: palo,
badajo, etc.); el 4, quinta cifra, indica que el instrumento tiene forma de vaso (podría tener
forma de bastón, de placa, de tubo); el 2, sexta cifra, indica que se trata de campanas (y no
de gongs); el otro 2 que sigue, señala que se trata de un juego de campanas (y no de una
campana independiente); la octava cifra, otro 2, dice que la campana es colgante y no
asentada y, por fin, el último 2, que se golpea con un badajo. En resumen, la cifra
111.242.222 distingue a un instrumento idiófono / de golpe / de golpe directo / de
percusión / en forma de vaso / campana / en juegos / colgante / de badajo. En los
cuadros siguientes cada nueva subdivisión, a partir de la quinta cifra, deja un blanco
tipográfico en el margen izquierdo.
Perplejo quedará el estudiante al imaginar la enorme cantidad de cifras a que da lugar
la variedad de instrumentos y sus características. Así es; pero no es más complicado el
sistema que la realidad misma. Por lo demás, la clasificación debe abarcar todos los
instrumentos y comprender todos sus caracteres y matices diferenciales, no importan las
complejidades que la operación apareje. Como sistema comprensivo, el de Hornbostel y
Sachs es magnífico, y su principio no puede ser más sencillo. Naturalmente, para simplificar
sin distinguir, bastaría con encerrar todas las piezas en una sola casilla bajo el rótulo de
´instrumentos musicales`. Menos trabajo.
No creen los autores haber logrado la perfección. Admiten que la presencia de
nuevos instrumentos puede crear otras divisiones y prevén todos los tipos posibles siempre
dentro del sistema que, en efecto, es elástico. Tampoco se les escapan las dificultades
propias de la sistematización en esta materia. La principal división se funda en los
diferentes procesos físicos de la producción del sonido, pero tales procesos no han sido
aún esclarecidos por las investigaciones acústicas. Otro inconveniente son los tipos
intermedios. La pandereta, por ejemplo, es una membrana en un marco, pero cuando este
marco se hace un poco más alto, y luego otro poco más, resulta al fin una membrana en un
tubo. Hay, pues, instrumentos que vacilan entre marco y tubo17. No son menos difíciles de
clasificar los tipos híbridos, esto es, los que participan en dos o más grupos. Se ubican
según la parte que predomina, es claro; pero no siempre el predominio es neto. Ahora,
cuando un tipo híbrido se establece definitivamente, requiere rótulo y lugar propios.
Es materialmente imposible explicar los detalles en que von Hornbostel y Sachs
fundan las subdivisiones. Los propios autores renuncian a discutir pormenores, y confían a
la simple presentación de los cuadros la ilustración minuciosa del pensamiento que los ha
orientado.
Nosotros haremos lo mismo. En 1931, durante nuestro inconcluso aprendizaje del
idioma alemán, escogimos, a título de práctica, la traducción íntegra del sistema creado por
von Hornbostel y Sachs. Nuestro profesor, el extinto doctor Federico Braunmüller, trabajó
a nuestro lado largas semanas explicándonos con la precisión posible el sentido de cada

21
denominación. Yo me encargué de buscar su equivalente técnico en nuestro idioma, ya
adoptando el usual, ya creándolo; pero la cantidad de voces nuevas y la necesidad de
reproducir en una voz castellana todas las que tan fácilmente reducen a una los alemanes,
constituyeron una seria preocupación para mí, y demandaron un esfuerzo cuyos resultados
nunca me dieron total satisfacción. Cuando Karl Gustav Izikowitz adaptó esta clasificación
al idioma inglés, afirmó: “The English nomenclature has presented a formidable problem.” [Izikowiz,
1934:4]. Sin duda, puedo decir lo mismo de la castellana18.
Aun debo aclarar que la versión alemana original establece el significado de la especie
que cada cifra representa, añadiendo, generalmente, al nombre de la clase, el de la subclase,
el del orden, etc., y articulando con ellos solo una o dos palabras compuestas. No he
podido hacer lo mismo en castellano por razones de índole idiomática; pero será fácil para
el lector complementar nuestra forzosamente económica nomenclatura de la manera que
explicamos a continuación.
Volvamos al ejemplo que presentamos en la página 21. La cifra 311.1 dice: Palos
musicales. Esto explica muy poco. Entonces el lector debe buscar, líneas arriba, la cifra que
tiene un número menos: 311 De palo, y anteponer estas voces a las anteriores. En seguida
busca, saltando líneas hacia arriba, la cifra de dos números: 31, Sin mango, y luego, en fin,
la de un número: 3. Cordófonos. Ahora puede reconstruir la leyenda completa: Cordófonos
/ sin mango / de palo / palos musicales.
Se ha objetado a la clasificación de von Hornbostel y Sachs su extensión y
complejidad. Es verdad, pero insistimos en que, así, es la base indispensable de los estudios
organológicos, porque, por sobre todo, desarrolla un completísimo repertorio de los
instrumentos musicales que ha creado el hombre.
Creo que la nuestra es la primera versión castellana de este sistema. Sachs (von
Hornbostel falleció en 1938), al autorizar la presente traducción no mencionó la existencia
de otra algunac. Damos, pues, al lector de nuestra lengua versión completa del sistema de
clasificación de von Hornbostel y Sachs19. (En la presente edición digital, esta clasificación
puede consultarse en el Apéndice IV)
Von Hornbostel y Sachs fueron seguidos de cerca por varios otros. Los interesantes
estudios de Walter Kaudern20, Henry Balfour21 y Karl Gustav Izikowitz [1935] contienen
valiosas modificaciones de detalle, pero no constituyen nuevos sistemas.
El mismo doctor Sachs, que un año antes de colaborar en esta sistematización había
afrontado el tema en su Real-Lexikon der Musikinstrumente (Berlín, 1913), reproduce en 1920
el plan de la misma clasificación general en su Handbuch der Musikinstrumente (1930) con sólo
algunas modificaciones en el orden, insiste en dos estudios de otra índole (Geist und Werden
der Musikinstrumente, Berlín, 1929, y “La signification, la tâche et la technique
muséographique des collections d‟instruments de musique” en Mouseion, vol. 27-28, 1934)
y, finalmente, coronando sus andanzas de exiliado22, escribe en inglés el libro The history of
Musical Instruments, New York, 1940, en que dedica un capítulo al origen de los primeros
instrumentos y formula una cronología de su aparición en las etapas prehistóricas.
No creo que esté de más aquí una breve referencia a la importante cuestión de la
cronología. Se siente la necesidad de reemplazar las leyendas, de insistir en que la historia
de los instrumentos no empieza con la Biblia, de repetir que el tambor de membranas no es
el primer instrumento del hombre, en fin, de reafirmar que la humanidad prepara, durante
larguísimos períodos prehistóricos, los instrumentos que se perfeccionarán en los tiempos
propiamente históricos.
Sachs adopta para sus discriminaciones el método llamado geográfico, que consiste
en la observancia de varios agudos axiomas conquistados por el estudio de la dispersión de

c Schaeffner la tradujo al francés, e hizo más tarde una propia, que veremos.
22
los instrumentos sobre la superficie de la tierra y, enfocando el problema de una manera
muy amplia y general, distingue tres grandes etapas o estratos prehistóricos.
En el más antiguo, de acuerdo con nuestro autor, aparecen los sonajeros, el raspador
de calabaza, el raspador (de otros materiales), los pozos pateados, el palo zumbador, el
caramillo de tiras y la flauta sin orificios; en el siguiente –posterior– se encuentra el tambor
de tronco hendido, el bastón de ritmo, la flauta con orificios, la trompeta, la trompeta de
caracol, el tambor de membrana, el arpa térrea, la cítara térrea y el arco musical, y en el
tercero, el raspador de madera, el sonajero de mimbre, el xilófono, el birimbao, la flauta
nasal, la flauta travesera, la trompeta travesera, el tambor de fricción y el tambor con
percutor.
El estudio del origen y la evolución de los instrumentos es independiente de las
clasificaciones mismas. En seguida veremos si ambos temas pueden unirse y si la unión
resulta conveniente.

La clasificación de Montandon
El doctor George Montandon publica en 1919 una nueva clasificación de los
instrumentos musicalesd. Su sistema no representa, precisamente, un progreso en la
dirección discriminatoria de los anteriores, sino una modificación engendrada por un punto
de vista distinto. Los clasificadores precedentes han trabajado a base de criterios objetivos:
qué es lo que vibra, cómo se hace vibrar, qué forma tiene el instrumento o la parte que
interesa, etc. Montandon, sin abandonar esos principios, incorpora y sobreañade otra idea a
su planteo general.
Reconoce la excelencia de la división en cuatro grandes clases, y estima que “merece
subsistir” [1919: 3]; pero al reducir y modificar las subdivisiones obra movido por razones
que explica así:

“Nosotros agruparemos los instrumentos en los cuadros que presentamos más


adelante, no desde el solo punto de vista de su modo de vibración, sino, sobre todo,
desde el punto de vista de su génesis y de su descendencia, es decir, desde el punto de
vista embriogenético y filogenético, o, para emplear un término más corriente, desde
el punto de vista genealógico. “[íd.]

Esta ordenación genealógica surge y se desprende también de las clasificaciones


anteriores, pero sus autores no atribuyen importancia a tal criterio. Un aerófono procede,
generalmente, de otro aerófono anterior más rudimentario; un tambor de otro tambor; un
cordófono complicado viene de otro más sencillo, aunque abunden las excepciones, etc.
De modo que cuando se agrupan los instrumentos por la materia vibrante quedan muchas
veces reunidos los familiares en la propia línea genealógica. De una manera general, ocurre
lo propio con las principales subdivisiones; por eso, aunque Montandon coloca en primer
término el criterio genealógico, no son fundamentales las modificaciones que introduce en
los subgrupos. Más activa, en el sentido de modificar los cuadros anteriores, es su idea de
que la clasificación anterior más completa, la de Hornbostel y Sachs, choca “por su enorme
extensión” [ibíd., pág. 5]. Parte de sus modificaciones, pues, se deben al propósito de
simplificar.
Sin embargo, en el fondo, Montandon quiere ir más lejos que los anteriores. Todo
instrumento tiene su historia, su genealogía. La clasificación es un paso primero al cual
debe seguir la investigación de la marcha genealógica de cada instrumento; en tercer lugar,
corresponde estudiar su dispersión geográfica y, por fin –esto le importa– debe establecerse

d“La Généalogie des instruments de musique…”


23
el lugar que los instrumentos ocupan “en las diversas corrientes de civilización que se han
sucedido en la superficie del globo.” [1919:1].
Este ambicioso proyecto influye en su criterio de clasificación. Reproduce las críticas
ya conocidas al sistema antiguo, rechaza el de Mahillon “por la superficialidad de las
relaciones y las diferencias morfológicas entre ciertos grupos de instrumentos” [íd.:5] y
encuentra –como hemos dicho– excesivamente extensa la de Hornbostel y Sachs.
Ordenados por familias, de los más simples a los más complicados, coloca
Montandon los instrumentos de cada cuadro bajo la tutela de un principio generador
común.
Nueve principios, y sus derivados, según este autor, habrían dado origen a todos los
instrumentos musicales:

PRINCIPIO 1: ENTRECHOQUE
(primitivamente, de dos bastones)
Familia I: Idiófonos de entrechoque

PRINCIPIO 2: PERCUSIÓN
(primitivamente, de un recipiente)
Familia II: Idiófonos de percusión

DERIVACIÓN DEL PRINCIPIO 2: PERCUSIÓN DE UNA MEMBRANA TENSA


(después se pone en acción la membrana de un modo cualquiera)
Familia VI: Membranófonos de percusión
Familia VII: Membranófonos por acción manual atípica
Familia VIII: Membranófonos por choque del aire
(en conexión con los precedentes, pero derivan de los principios 6 ó 7: el soplo)

PRINCIPIO 3: SACUDIMIENTO
(primitivamente, de una o de muchas frutas secas)
Familia III: Idiófonos de sacudimiento

PRINCIPIO 4: RASPADURA
(primitivamente, de una madera rugosa)
Familia IV: Idiófonos de raspadura

PRINCIPIO 5 a: PUNTEADO
(primitivamente, de una lengüeta de corteza fija por un extremo a su base natural)
Familia V: Idiófonos de punteado

PRINCIPIO 5 b: PUNTEADO
(primitivamente, de una tira de corteza fija, por los dos extremos, a su base natural, un
tronco rígido como el del bambú)
Familia IX: Cordófonos sin mango

24
PRINCIPIO 5 c: PUNTEADO
(primitivamente, de una tira de corteza fija por los dos extremos a su base natural, un leño
flexible)
Familia X: Cordófonos con mango

PRINCIPIO 6: SOPLO EN CINTA CONTRA UNA ARISTA


(primitivamente, contra la arista de la embocadura de una caña)
Familia XI: Aerófonos por soplo contra una arista, o aerófonos género flauta

PRINCIPIO 7: SOPLO ENTRECORTADO EN UN TUBO


(aproximando los labios, que vibran)
Familia XII: Aerófonos de soplo en un tubo o aerófonos género trompeta

PRINCIPIO 8: SOPLO ENTRECORTADO EN UNA LENGÜETA DOBLE


(es decir en un tallo de gramínea hendido y aplastado que vibra)
Familia XIII: aerófonos de lengüeta doble o aerófonos género oboe

PRINCIPIO 9: CIMBRAMIENTO EN EL AIRE


(primitivamente, de una varilla)

DESPUÉS SOPLO ENTRECORTADO SOBRE UNA LÁMINA VIBRANTE


(lengüeta de lámina, lengüeta batiente, o lengüeta libre)
Familia XIV: Aerófonos libres y aerófonos de lengüeta
(de lámina, batiente y libre)

Así enuncia el autor su nueve principios; y al pie de cada enunciado se extiende en


consideraciones sobre el germen y su posterior desarrollo.
Montandon entiende la cuestión genealógica así. El principio del entrechoque: los
primitivos golpeaban dos bastones; por evolución (en este caso muy pobre) se llega a las
castañuelas y a los platillos. El principio 2, percusión: la humanidad empieza por golpear un
recipiente; después tambores de madera, gongs, campanas, etc. Montandon cree que los
membranófonos proceden de una derivación del principio percusión, primero, sobre un
recipiente simple, luego, con membrana. Del sacudimiento de frutas secas, principio 3,
derivan, si es una sola fruta con semillas dentro, el sonajero, si son varias que chocan entre
sí, los sistros. El 4, raspadura de un tronco rugoso, no evolucionó. El arco dentado con
cuerda que vibra, es intermedio de éstos y los de cuerda. Una lengüeta de corteza sujeta por
uno o los dos extremos al tronco, principio 5, habría sido el comienzo de la familia de los
idiófonos punteados y de todos los cordófonos. Como se ha visto, Montandon descubre
tres vías de este principio:
a) La tira de corteza sujeta por un extremo, habría engendrado los instrumentos que,
por evolución, llegan a las sanzas.
b) La misma tira, fija por los dos extremos a su tronco rígido, habría producido todos
los cordófonos sin mango, hasta la cítara y el piano.

25
c) La misma tira, fija por los dos extremos a un tronco o rama flexible, habría
desembocado en todos los cordófonos con mango a través del arco musical (lira,
arpa, guitarra, violín, etc.).

Siempre difiriendo objeciones, veamos el principio 6: el soplo contra el borde del


extremo de una caña, engendra todos los aerófonos tipo flauta. El soplo en un tubo,
aproximando los labios, que vibran por efecto de la propia emisión, principio 7, habría
producido todos los instrumentos del género de las trompetas. Una gramínea aplastada y
hendida, formando dos lengüetas, recibiría el soplo inicial, principio 8, y evolucionaría hasta
los oboes. En fin, el principio 9, una varilla que vibra; fecundo comienzo, según
Montandon. A través del soplo sobre una lámina vibrante, ese germen habría evolucionado
por dos caminos: por uno, hasta las armónicas de boca, acordeones y armonios; por el otro,
hasta los clarinetes, etc.
Declaro con toda franqueza que el planteo de Montandon es bello. A una
clasificación que pueda transparentar al mismo tiempo la marcha evolutiva de los
instrumentos, no se le puede pedir más. El propósito y el esfuerzo de creación que ha
demandado, merecen amplio reconocimiento. Parece, sin embargo, que una clasificación y
una ordenación genealógica son irreconciliables; además, en la actual etapa de los
conocimientos, queda un ancho margen para las creaciones personales subjetivas. Por otra
parte, y aunque Montandon maneja un gran número de datos, muchos puntos de su
clasificación genealógica pueden rebatirse.
Este autor da un cuadro para cada principio y, al fin, un cuadro general [ibíd., pág.
71]. Con el objeto de complementar nuestra simple reseña sin extendernos demasiado,
omitiremos los nueve cuadros parciales y traduciremos el denso cuadro general. Es así:

CUADRO DE RECAPITULACIÓN

Se distribuyen entre las cuatro grandes clases de instrumentos las XIV familias
basadas sobre los 9 principios funcionales de partida, y se dividen las familias en sus
principales grupos de acuerdo con un criterio ya morfológico, ya funcional.
El término más representativo o más elevado de cada principio se indica en negrita.

Clase de los IDIÓFONOS (I)

pares de varillas
Familia cañas sueltas
I. de entrechoque palmeadores
(principio 1) castañuelas
platillos

26
triángulos

tiras de caña
cañas hendidas
diapasones

Familia II, cilindros de caña
I. de percusión tambores de madera
(principio 2) recipientes
campanas
cristalófonos
gongs
metalófonos
xilófonos
litófonos

Familia III, sonajeros


I. de sacudimiento cascabeles
(principio 3) sistros

Familia IV,
varillas dentadas
I. de raspadura
carracas
(principio 4)

Familia V, birimbao
I. de punteado “sanza”
(principio 5a) “violín de hierro”
cajas de música

Clase de los MEMBRANÓFONOS (M)

vasos con piel tensa


Familia VI, timbales
M. de percusión tambores
(derivación del principio 2) cajas (de marco)

Familia VII, M. de sacudimiento


M. de acción manual M. de frotación
atípica M. de punteado
(derivación de los principios
3, 4, 5)

27
Familia VIII, Mirlitones
M. de choque del aire __________
(derivación de los “nyastaranga”
principios 6 ó 7)

Clase de los CORDÓFONOS (C)

cítaras cilíndricas
cítaras convexas
cítaras planas
“cémbalos”, etc.
pianos
Familia IX, ―
C. sin mango cítaras de cañas
(principio 5 b) acopladas
cítaras-plancha
cítaras cóncavas
cítaras con caja

cìtaras y pianos de
Eolo

arcos musicales
pluriarcos
liras
arpas
Familia X, ―
C. con mango bastones monocordes
(principio 5 c) cítaras sobre bastón

guitarras intermedias
guitarras de cuello
guitarras de caja y violines

Clase de los AEROFONOS (A)

flautas traveseras
flautas longitudinales
Familia XI, silbatos
C. de soplo contra una ocarinas
arista “flageolets”
= A. Género flauta flautas de Pan
(principio 6) juegos de flautas del órgano

28
valvas marinas
Familia XII, trompas
A. A. de soplo en un tubo clarines
= A. Género trompeta trompetas
(principio 7) trombones
cornetas de pistones

Familia XIII,
A. de lengüeta doble lengüetas dobles
= A. Género oboe oboes
(principio 8)

palos zumbadores
sirenas

lengüetas libres
armónicas
Familia XIV, acordeones
A. libres y A. De lengüeta de armonios
lámina, batiente o libre bocinas de automóvil
(principio 9) armónicas de boca
juegos de órgano de
lengüetas libes
lengüetas batientes
clarinetes
cornamusas
juegos de órgano de
lengüetas batientes

Si bien se mira, en esta clasificación ha pasado a un plano preponderante y se


constituye en principio –excepto en los cordófonos–, la manera de hacer sonar los
instrumentos. Se infiere del plan que esa manera es, para Montandon, la piedra de toque de
la invención y el canal que encauza la evolución de los instrumentos. En general, se puede
notar que la clasificación sigue casi paso por paso la subdivisión de Hornbostel y Sachs.
Dijimos que Montandon quería ir más lejos y así es, en efecto. Su aspiración máxima
consiste en ubicar cronológicamente, por orden de aparición, los primeros representantes
de cada familia instrumental en los ciclos de civilización. Debe instruir, pues, a sus lectores,
en los detalles de las últimas conquistas de la etnología. Demuestra en este punto buena
información (hasta 1919) y una comprensión cabal de los nuevos enfoques, a cuya
prosperidad a contribuido con tesón él mismo, como africanista. Sus explicaciones insumen
una veintena de páginas23. Sobrepasando los ciclos específicamente etnológicos,
Montandon invade el campo histórico e incorpora cuatro ciclos más: el hindú, el chino, el
semito-musulmán y el europeo.
El objeto del presente capítulo nuestro se reduce a la reseña de los sistemas de
clasificación. El conocimiento de las conclusiones de la etnología moderna no puede
servirse a los estudiantes en pocas páginas. Por lo demás, al entrar en detalles sobre las

29
explicaciones de Montandon, nos veríamos obligados a añadir, como complemento, las
nuevas aportaciones que los investigadores de la escuela histórico-cultural han hecho
después de 1919, y aún noticia de los estudios que, en el mismo sentido de Montandon, se
han publicado después en Europa.
Sin embargo, nos parece interesante recordar aquí con este autor, algunas
conclusiones que no debe ignorar el curioso en organología. El ciclo de civilización más
antiguo, caracterizado por P. Schmidt y admitido con posterioridad a este estudio de
Montandon, no conoció ningún instrumento musical. El ciclo siguiente, menos antiguo,
tampoco los conoció. En el tercero, según Montandon, aparecen los bastones de
entrechoque y el palo zumbador. En el siguiente aparecen los primeros aerófonos (flautas y
trompetas primitivas) y los idiófonos de percusión, raspadura y sacudimiento. En el ciclo
de las Máscaras, se encuentran la flauta de Pan, mejores idiófonos de percusión, los juegos
de placas libres que preceden al xilófono y el tambor de madera. Aquí ubica Montandon el
arco musical. En el ciclo del Arco aparecen los primeros membranófonos, y en el ciclo
Malayo-Polinesio, la flauta travesera, la trompeta de valvas, el gran tambor de pie y los
precursores de la cítara sobre caja y sobre bastón. En los cuatro ciclos históricos ya
mencionados, se produce el gran desarrollo de todos los instrumentos hasta las formas
actuales. Si se exceptúa la ubicación de las trompetas, que aparecen más tarde, y la de las
trompetas de caracol y los tambores de membrana, que son anteriores, esta cronología se
aproxima, en general, a las que se han propuesto después.
Sigue al estudio sobre los ciclos un “Catálogo razonado de los instrumentos de
música del Museo Etnográfico de Ginebra”24.
Las proposiciones de Montandon han sido superadas después en todos sus
aspectos25. Quedaba en pie la exigencia ética de reconocer su importante esfuerzo.

La clasificación de Schaeffner
Después de la minuciosa y admirable clasificación de von Hornbostel y Sachs, una
renovación de principios parecía imposible. El amplio trabajo de los musicólogos alemanes
había previsto, además, en la contextura elástica de sus cuadros, la aparición de nuevos
tipos y aun el ascenso de cualquiera de los criterios de clasificación empleados por ellos a
planos de mayor importancia. Un joven organólogo francés, André Schaeffner, encargado
del departamento de etnología musical en el Museo de Etnografía del Trocadero26, retoma,
sin embargo, la cuestión y, al cabo de varios años de labor, anticipa en 1931, muy
brevemente, su “Proyecto de una clasificación nueva de los instrumentos de música”.
Schaeffner no se extiende en este trabajo; se limita a presentar sus cuadros y a anunciar un
estudio en que justificará plenamente los términos de su clasificación.
El anunciado estudio aparece al año siguiente en la Revue Musicale (1932), y en él los
prometidos fundamentos. Pero el autor no se detiene ahí; prosigue trabajando y en 1936
publica su importante libro Originne des instruments de musique, en cuyos capítulos intercala
consideraciones sobre los criterios de ordenación organológica destinadas a justificar la
nueva clasificación que ofrece al final de la obra, en apéndice [1936: 371-377].
Lo curioso es que esta nueva clasificación es casi nueva también con respecto a la
suya propia de 1931. Es decir, que Schaeffner no se dio por satisfecho con su primer
proyecto y, por afinación lógica de sus ideas y ampliación de sus criterios, consiguió
perfeccionar y pulir sus cuadros anteriores.
Poco diremos aquí sobre el sistema de 1931, paso de transición entre las
ordenaciones precedentes y la que presenta en 1936. La influencia de Hornbostel y Sachs es
evidente en su primer ensayo; pero como Schaeffner extiende luego los nuevos criterios
que incorpora en él, su sistema de 1936 alcanza un alto grado de originalidad.

30
Una confrontación minuciosa de sus innovaciones nos llevaría demasiado lejos.
Veamos solamente lo esencial.
Schaeffner acepta las cuatro clases de Mahillón – Hornbostel-Sachs: idiófonos,
membranófonos, cordófonos y aerófonos; y, para comenzar, establece una primera y
superior agrupación de esas mismas grandes clases. En los instrumentos del primer grupo
vibra el cuerpo, que es sólido; pero son sólidos también las membranas y las cuerdas. En
consecuencia, reúne los tres primeros –idiófonos, membranófonos y cordófonos– en una
sola categoría mayor, que denomina “Instrumentos de cuerpos sólidos vibrantes”. En
seguida le contrapone, en otro grupo, todos aquellos en que no es sólido el cuerpo que
vibra, sino gaseoso, el aire. Su segundo conjunto se denomina “Instrumentos de aire
vibrante”. La clasificación de Schaeffner, así, empieza por ubicar todos los instrumentos en
dos grandes categorías.
A nosotros nos parece un tanto forzada la reunión de los tres primeros grupos. Es
muy lógico el principio que los congrega, pero el espíritu se resiste a admitir la vinculación
de un par de castañuelas con un violín y un timbal, por lejana que sea la relación. Es claro
que las subdivisiones de Schaeffner se apresuran a restablecer la clásica separación; pero,
entonces, ¿por qué esta reunión previa?27.
Si confrontamos las primeras subdivisiones de Schaeffner con el sistema de
Hornbostel y Sachs, apenas hallamos otra cosa que nuevas palabras.

Schaeffner v. Hornbostel y Sachs

I. Instrumentos de cuerpos sólidos vibrantes.


A. Cuerpo sólido inextensible…………………….
Idiófonos
B. Cuerpo sólido flexible…………………………

Cuerda…….. Cordófonos
C. Cuerpo sólido extensible
Membrana… Membranófonos

II. Instrumentos de aire vibrante………………………….. Aerófonos

Palabras que importan, sin duda, distinciones sutiles como la de los grupos A, B y C,
pero empleadas, no para distinguir sino para refundir, no para separar sino para unificar
con respecto a las ordenaciones anteriores. En la clase C encontramos otra vez reunidos
instrumentos como las guitarras y los tambores, y es preciso llegar a una tercera subdivisión
(cuerda – membrana) para verlos recobrar la independencia que en los sistemas
precedentes se aceptaba desde el primer momento en consonancia con imperiosas
exigencias del sentido práctico28.
Schaeffner no es un improvisador superficial; muy al contrario, hace ya muchos años
que se ha perfilado como un investigador erudito e inteligente. No es imposible desconocer
la aguda lógica en que asienta la contracción o unificación propuesta, pero acaso sea tal
condición su inconveniente, porque importa mucho respetar –en este caso– aquella parte
de los conceptos que la tradición del pensamiento organológico ha consagrado, a menos
que se pretenda un sistema desdeñoso de la aceptación general.
La reunión en un solo gran grupo de los idiófonos con los cordófonos y los
membranófonos, no se justifica suficientemente. Podríamos admitir la distinción entre los
instrumentos de cuerpo sólido inextensible e instrumentos de cuerpo sólido flexible –

31
cuestión de grado, al fin– y su agrupación en la categoría superior de los cuerpos sólidos
vibrantes; pero el hecho de incluir en esa misma categoría los instrumentos de cuerda y los
de membrana, significa desdeñar la evidencia de que el espíritu no percibe la solidez como
cualidad predominante de las pieles y las cuerdas, sino lo contrario, esto es, la ductilidad, la
delicadeza, la sensibilidad, la debilidad, la fragilidad, por sólidas que parezcan con relación
al aire.
La unión de los cordófonos y los membranófonos en una sola clase, es un afortunado
hallazgo de Schaeffner. La analogía esencial es indiscutible. Pero ni siquiera ésta clara
relación tiene suficiente jerarquía como para relegar a segundo plano la directa impresión
general de independencia que producen los cordófonos, por una parte, y los
membranófonos, por la otra.
Estas distinciones y reagrupaciones de Schaeffner interesarían vivamente en un
capítulo preliminar, pero, llegando a la clasificación misma, creemos que deben subsistir en
primer plano las cuatro clases que propuso Mahillon y aceptaron von Hornbostel y Sachs, y
Montandon.
La audacia y originalidad de Schaeffner es considerablemente mayor cuando se trata
de los criterios para nuevas subdivisiones. Ya en 1931 nos dijo que “la clasificación debería
efectuarse con elementos de carácter inmediatamente apreciable, esencialmente
indiscutible” [Schaeffner, 1931:21]. Y añade que “nada sería más fácil de precisar que la
materia misma del cuerpo que se pone en vibración, con independencia del procedimiento
con que se hace vibrar” [íd.]. Aduce ventajas: puesto que el material determina el timbre, la
clasificación de los instrumentos según “la materia del primer cuerpo vibrante piedra,
madera, hueso, metal, aire, etc. distinguirá mejor a qué matices de orden sensorial
responde la diversidad instrumental” [íd.]; y, que con tal ordenación, los instrumentos
estarían relacionados con otros productos de cierta zona de civilización. ¿Son tan
importantes estas ventajas?29.
Confesamos que la primera lectura de tal proposición nos produjo un efecto
desconcertante. Von Hornbostel y Sachs, al rechazar los fundamentos de la clasificación
antigua en lo referente a los aerófonos –madera, metal, etc. – dicen que los viejos autores
olvidaron “con audaz incuria” [1914: 555] que un instrumento se hace con diversas
materias. Schaeffner, indiferente a semejante advertencia, propone otra vez, con heroica
tranquilidad, aunque de distinto modo, la materia como criterio de subdivisión.
Recuerdo que mi impresión de 1931 fue terminantemente negativa; hoy, después de
quince años30, no me atrevo a rechazar de plano la idea de Schaeffner. Esta indecisión se
debe, en primer término, al respeto que nos merece la categoría del autor. Además, no
alcanzamos a representarnos vivamente el panorama de una gran colección clasificada de
acuerdo con ese plan. Imaginamos que producirá una ordenación más armoniosa y hasta
elegante, pero no sabemos si tales condiciones compensan la separación de los sonajeros,
por ejemplo, en distintas secciones, nada más que porque la materia de que están
construidos es distinta. Aclaremos que esta división por la materia sólo tiene vigencia plena
en el principal grupo de los idiófonos:

madera
metal
piedra
A. Cuerpo sólido inextensible hueso
valva
cuerno, testa,
etc.

32
En la sección B, cuerpo sólido flexible, no presenta el autor la cuestión del material.
Este criterio reaparece en la sección C, cuerpo sólido extensible, y explica, por
consecuencia lógica, la separación de cuerda y membrana, previamente reunidas en un solo
grupo.
El otro grupo, el de los aerófonos (II. Instrumentos de aire vibrante) sigue de cerca
las principales subdivisiones tradicionales e introduce una nueva, cavidad libre, necesaria
para distinguir los instrumentos que consisten en una oquedad golpeada, como el tambor
de tierra.
Otros motivos determinan nuevas subdivisiones. Para los idiófonos sólidos
inextensibles de madera y de metal, adopta Schaeffner la oposición macizo-hueco, y
después la forma: bastón, lámina, placa; tubo, cáscara, etc., coincidiendo esta vez, en parte,
con von Hornbostel y Sachs. Antes, en 1931, Schaeffner, había adoptado como criterio el
modo de hacer vibrar (percusión, entrechoque, sacudimiento, etc.), metodizado por los
musicólogos alemanes; en 1936 lo abandona. “Términos como percusión o como punteado
pecan por su mediocre precisión” –escribe [Schaeffner, 1936: 180]–. Con esto se separa
decididamente de sus predecesores.
Las subdivisiones de las otras tres clases, se explican con su solo enunciado, según se
verá. La clasificación de Schaeffner tiene, sobre la de von Hornbostel y Sachs, la enorme
ventaja de su atrevida brevedad. Si en la práctica no resulta insuficiente, el autor habrá
realizado una duradera hazaña. La primera ´separación‟ en dos grandes clases, merece
nuevas meditaciones de Schaeffner. No parece difícil eliminarla, puesto que no tiene
existencia sensible sino en el papel. Insistimos en que el retorno al primer plano de las
cuatro clases tradicionales, se impone. Queden para los idiófonos las subdivisiones A,
cuerpo sólido inextensible, y B, cuerpo sólido flexible; pero no se lleve más lejos el afán de
simetría u oposición, porque un cordófono y un membranófono son algo más que cuerpos
sólidos susceptibles de tensión.
Estas modificaciones supuestas, y si en el balance práctico el criterio ´materia‟ supera
los inconvenientes que apareja, creo que el sistema Schaeffner es, por lo menos, digno de
consideración y estudio.
Para más completa información del lector, y descontando la anuencia del organólogo
francés –actualmente incomunicado con nosotros por la guerra–, ofrezco mi versión
castellana del último sistema de clasificación de los instrumentos musicales31.

CLASIFICACIÓN DE LOS INSTRUMENTOS DE MÚSICAe

I. Instrumentos de cuerpo sólido vibrante


A. CUERPO SOLIDO, inextensible.

MADERA

I. MACIZO.

a) Bastón.

e (N. de los Eds.) Las notas al pie de páginas incluidas en esta clasificación pertenecen a Schaeffner.
33
1. bastón pisón.
2. tronco (horizontal) percutido.
3. par de bastones de entrechoquef.
racimo de varillas suspendidas, de entrechoque (sonaja de
danza).
manojo de tallos (varilla golpeada).
4. bastón dentado (raspador).
vara dentada y arqueada (arco musical con palillo raspador).

b) Lámina g

1. lámina o juego de láminas percutidas (xilófono).


2. lámina raspada contra una rueda o un rollizo dentado
(carraca).
3. parh o abanico de láminas que entrechocan (par de bumerangs,
tarreñas, palmeadores).

c) Plancha 32

1. plancha: pisoteada, pisoneada o percutida.


plancha oscilante (instrumento de las islas Andamán).
2. par de discos que entrechocan (Persia).

II. HUECO.

a) Tubo

1. tubo cerrado, con granalla, varillas, etc., adentro (sonajero)i


2. tubo abierto:
tubo-pisón (llamado “bastón de ritmo”);
juego de tubos pisones;
juego de tubos oscilantes (angklung).
3. tubo o viga ahuecada (horizontal): pisotada, apisonada o
percutida.
juego de tubos percutidos (tjalung de Java).
4. tubo de lengua tallada y flexible; lengua percutida (tambor de
madera)j.
5. tubo de labios tallados (tambor de madera de bambú).
6. tubo de labios dentados (raspador de los Indios Mura).
7. tubo hendido: sacudido o golpeado (puili de Hawai).

f Los dos bastones se toman con una sola mano o entrechocan mediante el empleo de ambas
manos o el concurso de dos individuos; los palos se unen uno al otro con una especie de bisagra
(palos batientes) de manera que basta con tener uno de los dos y sacudirlo para que el segundo
choque con él.
g Hay lámina cuando los bastones para la percusión o el entrechoque tienen una faz aplastada.
h Con bisagra o sin ella.
i En rigor, podríamos clasificar aquí aquellos sonajeros constituidos por una caja rectangular.
j Ver también más adelante: B. Cuerpo sólido flexible.

34
8. medio tubo: percutido.
9. par de medios tubos que entrechocan, o tubo hendido y
articulado (crótalos)k.
10. astilla de tubo dentado (raspador de Madagascar).

b) Cáscara
(Cápsula leñosa de fruta; cápsula de madera; cápsula de cestería)

1. cápsula cerrada, con granalla (sonajero) o con bolita


(cascabel).
par de cápsulas-sonajeros que entrechocan.
cápsulas (huecas o macizas) ensartadas en un bastón, que
entrechocan.
2. cápsula abierta:
apisonadora;
percutida por una hilera de sonajas (sonajero negro).
3. cápsula con lengua tallada (cricrí)l.
4. cápsula (o fragmento de cápsula) incisa (raspador).
5. cáscara trunca, de percusión en el borde (campana):
de badajo único;
de badajos múltiples, separados o entrechocantes;
racimo de pequeñas cápsulas truncas (sonaja de danza).
6. casquete esférico (media cápsula, escudilla de madera o
cubeta de
madera invertida):
pateada o percutida;
raspando el suelo;
golpeando el agua.
7. par de entrechoque o sarta de casquetes esféricos (castañuelas
y platillos; sistro de calabaza).

c) Bola de madera
excavada en forma de mortero, etc.

1. de fondo apisonado (mortero para descortezar arroz).


2. de bordes o de labios percutidos (mortero, piragua, tambor
de madera)
o vibrante por choque indirecto (tambor de madera fijo
sobre un mango de arco.
3. de labios dentados (raspador)m.
4. de lenguas talladas:
una o dos lenguas percutidas (tambor de madera);
bloque de tres lenguas frotadas (nounout).
5. de orejas o de láminas recortadas (tambor de los indios Jibaro
o tambor-xilófono).

k Si los dos medios tubos son distintos, el entrechoque se hace directamente. Si el tubo no está
enteramente hendido, hay articulación en un punto del tubo y el entrechoque se produce por la
acción del sacudimiento o por percusión contra un cuerpo extraño.
l Ver también más adelante: B. Cuerpo sólido flexible.
m Ver también: tubo de labios dentados.

35
METAL

I. MACIZO.

a) Varilla o anillo

1. varilla oscilante y percutiente (sistro).


2. varilla percutida (triángulo)n.
3. racimo o ristra de anillos.

b) Lámina

1. lámina o juego de láminas percutidas (metalófono).


2. racimo de laminillas que entrechocan (sonaja) sarta de rodajas
(sistro).

c) Placa

1. placa pisón.
2. placa percutida (reja de arado, gong, tambor de bronce).

II. VASCULAR O TUBULAR.

a) Tubo
(derecho o circular)

1. tubo circular, más o menos cerrado, con bolitas (brazalete-


cascabel).
2. tubo abierto, percutido.
3. tubo de labios dentados (raspador).
4. par de medios tubos que entrechocan, o tubo hendido
(anillos huecos y hendidos).

b) Cáscara o vaso

1. cáscara cerrada, con granalla adentro (sonajero).


cáscara horadada, con una bolita adentro (cascabel).
racimo de cascabeles que entrechocan.
2. vaso de borde percutido por un badajo interno o externo
(campana).
3. casquete esférico – de borde delgado o aplanado, invertido o
no: percutido (bol).
4. par de casquetes que entrechocan (platillos, castañuelas de
hierro).

nEn todos los casos de percusión o de raspadura, importa observar si se trata de un badajo de
madera, de metal (varilla o sortija) o de un mazo relleno.
36
PIEDRA

a) Bloque

1. fonolito percutido con un guijarro.


2. par de guijarros que entrechocan.
3. fonolito dentado y raspado con una piedra.

b) Placa

1. placa (horizontal) pisoteada o apisonada.


placa frotada.
2. placa (vertical) y juego de placas percutidas (litófono).

HUESO

a) Bastón

1. racimo de huesecillos (sonaja).


par de huesos que entrechocan (castañuelas).
2. columna vertebral raspada.

b)Tubo

hueso vacío y dentado (raspador).

c) Caja

1. cráneo cerrado que contiene grallana (sonajero).


2. mandíbula raspada.

VALVA

1. racimo de conchas (sonaja).


par o sarta de conchas que entrechocan (castañuelas; sistro
de valvas).
2. concha de borde percutido por un badajo interior
(campanilla).
3. pared de concha raspada.

CUERNO, TESTA, ETC.

1. racimo de uñas (sonajero).


2. caparazón raspado.
etc., etc., etc.

B. CUERPO SÓLIDO, flexible

37
MADERA (O METAL, O HUESO)

I. MACIZO.

a) Varilla o lámina

1. lengüeta punteada (birimbao).


2. juego de lengüetas punteadas (sanza, caja de música).

b) Lámina

1. lámina (madera o cartílago): raspado contra un rollizo


dentado o contra un bastón incisoo.
2. lámina arqueada (sierra).

c) Plancha33

1. plancha de corteza pisoteada.


2. entrechoque de placas de corteza enrollada.

II. HUECO.

a) Tubo, de lengua recortada.

1. lengua percutida (tambor de bambú)p.


2. lengüeta punteada (birimbao de tubo, del África Oriental).

b) Cáscara con lengüeta tallada.

lengüeta punteada (cricrí)q.

C. CUERPO SÓLIDO, extensible.

CUERDA

a) Tallo (palmera, liana, etc.)

tallo suspendido o arqueado: percutido (cítara en tierra).

b) Tira de corteza, no enteramente desprendida de la pared

1. tira de corteza o juego de tiras desprendidas de la superficie


de un tubo único: tiras punteadas o percutidas (cítara tubular,
por ejemplo, valiha)r.

o Citado antes.
p Citado antes.
q Citado antes.

38
2. ensambladura de tubos cada uno con una tira única
desprendida:
instrumento raspado o percutido (cítara plana, llamada en
balsa).
3. tiras solevantadas hasta un mismo plano por un puente
angular y dentado (arpa-cítara).

c) Cuerda añadida

1. cuerda únicas tensa:


sobre un bastón flexible o rígido; arqueado, horcado o
derecho (arcos y cítaras)
sobre un tubo o sobre medio cilindro (cítaras tubulares);
sobre una ensambladura de tubos (cítaras planas llamadas en
balsa);
sobre una plancha (tabla) plana, arqueada o convexa, o sobre
una cubeta (cítaras planas, etc.);
2. instrumentos compuestost: arpas, laúdes, liras.

MEMBRANA.

a) Membrana no tensa

1. membrana enrollada: percutida.


2. membrana extendida sobre los muslos: íd.
3. saco o vejiga que contiene granalla (sonajero de membrana).

b) Membrana tensa.
(ceñida, encolada, clavada, enlazada, abotonada):

la piel se pone en vibración:


1. sobre un vaso cerrado por percusión directa;
u horadado: piel única por bolillas exteriores
(timbal). fustigadoras;
por bala o granalla
encerrada en el
tambor (tambor-
cascabel o tambor-
2. sobre un tubo sonajero);
(cilíndrico, cónico, por fricción directa o
etc.): por fricción de un
piel única. bastón o de una
cuerda fijos a la piel

r Las cítaras-tambores, que tienen tiras de corteza solevantadas y las láminas de madera suspendidas
por el medio de esas tiras, pertenecen a los precedentes instrumentos y a los instrumentos de
láminas de madera percutidas.
s Esta cuerda única puede cubrir varios largos.
t Es decir, con mango, consola o yugo distintos de las otras piezas de unión o de resonancia del

instrumento.
39
dos pieles. (tambor de fricción);
por excitación sonora
(mirlitón).

la piel se pone en vibración:


3. sobre un marco.
por percusión directa;
por percusión del
marco.

II. Instrumentos de aire vibrante

AIRE AMBIENTE.

a) Por estela
(palo zumbador, diablo).

b) Por corriente de aire entrecortado


con o sin lengüeta34 (sirena; acordeón, armonio, armónica de
boca).

CAVIDAD LIBRE.

Embocadura golpeada
(tambor térreo, olla-tambor, palmada en muslo).

INSTRUMENTOS LLAMADOS DE VIENTO (de embocadura terminal o lateral).

a) Tubo simple o juego de tubos.


(flauta y flageolet; silbato y flauta de Pan).

b) tubo de lengüetas naturales (labios vibrantes)


(trompa, caracol, cuerno, trompeta).

c) Tubo de lengüeta

1. lengüeta batiente:
simple (clarinete);
o doble (oboe).
2. lengüeta libre (caramillo indochino y birmano).

40
La clasificación de Kurt Reinhard
La última de las clasificaciones científicas es la que elaboró Kurt Reinhard,
musicólogo alemán, como parte de la tesis que en 1943 presentó a la Universidad de
Munich. La guerra demoró su publicación hasta 1950, en que apareció bajo el título de
“Instrumentos musicales y círculos culturales”. Antes, en 1948, el autor la incluyó como
complemento de un artículo manuscrito con que se asoció a la memoración del 80°
cumpleaños de Max Seiffert35. Posteriormente, en 1950, la envió a dos revistas musicales
(Die Musik exotischer, Berlín, 1950, y Chinesische Musik, Kassel, 1950) y años después, con el
título de “Contribución a una nueva sistemática de los instrumentos musicales” (Beitrag zu
einer neuen Systematik der Musikinstrumente) apareció en la revista Die Musikforschung, Volumen
XIII, pp.160-164, Kassel, 1960. Es la versión que examinamos ahora y que, con la
colaboración de Elena Hosmann, resumimos en castellano36.
Reinhard reconoce la excelencia de la sistemática de Hornbostel y Sachs. Dice que
“está tan bien pensada y es tan amplia, que basta absolutamente como sistema puramente
ordenador.” [pág. 160]. Añade que ha sido tan generalmente “incorporada a la práctica de
todos los museos y lugares de investigación, que un cambio sólo traería confusión.” [íd.].
Expresa el autor que su nueva sistemática no sustituye sino complementa la de
Hornbostel y Sachs. Esta se funda en la particularidad acústica, en la forma y en el modo de
ejecución y, naturalmente, puede pedirse como criterio principal el empleo puramente
musical de los instrumentos. La sistemática acústica –dice– une instrumentos musicalmente
muy diferentes y separa otros muy semejantes.
Reinhard expone así su criterio: “De todos los criterios para una sistematización
complementaria, el más importante a tener en cuenta es el tema de las posibilidades
puramente sonoras de los instrumentos. La respuesta a esta cuestión puede darnos
información sobre las actitudes musicales básicas de cada época, y aún más sobre las
diferentes características esenciales de las grandes culturas” íbid., pág. 160-61.
El sistema de Reinhard se basa en la existencia de instrumentos de un solo sonido
(por ejemplo el gong) e instrumentos de muchos sonidos (por ejemplo el arpa), y en esta
diferencia funda la división principal. Después distingue si el sonido solo o los varios
sonidos del instrumento politonal los respectivos instrumentos son, cada uno, siempre el
mismo, o si cada uno puede ser modificado por el ejecutante al tocar, ya deslizando o
resbalando o glissando, ya por grados (trastes, llaves, etcétera). Todo esto significa que en
cada grupo pueden figurar juntos instrumentos de dos o más de las diferentes clases
tradicionales.
Añade el autor: “Los instrumentos de ruido no pueden ser clasificados según los
puntos de vista elegidos acá; se los cita sólo porque su mayor o menor presencia permite
hacer conclusiones acerca de las necesidades rítmicas o la carencia de expresión tonal de los
estilos de diferentes épocas o culturas” íbid., pág. 161.
La nueva sistemática se preocupa en indagar los estilos, por lo cual el autor cree
necesario hacer otras divisiones para otros problemas. Así distingue entre sonidos
continuados y sonidos que se apagan, como el punteado. “El sonido de la cuerda frotada se
distingue del de la cuerda punteada tanto como el toque del armonio se distingue del de un
piano” id.. Con todo esto, Reinhard hace una primera tabla como ejemplo y nosotros la
reproducimos aquí con leve cambio en la disposición gráfica del original para aumentar su
claridad.

41
INSTRUMENTOS SONIDO SONIDO CONTINUO
DECRECIENTE

timbal arco musical


invariable gong silbato
arco musical trompeta, cuerno

deslizando recipiente golpeado serrucho musical


DE UN SONIDO cítara de palo sirena
violín de tubo
trompa marina
variable mirlitón
trombón de varas
trautonium

por grados birimbao varios instrumentos de


cítara de palo soplo

timbal doble flauta de Pan


juego de percusión armónica de vidrio
Invariable caja de música armónicas
tablas de percusión armonio
arpa órgano (neo-Bechstein
piano

DE VARIOS
SONIDOS
deslizando laúd instrumentos de cuerda
variable tjin

por grados guitarra oboe doble


cítara gaita

Reinhard encuentra importante la diferencia entre lo que está dinámicamente ligado o


no ligado. “Puede a la vez señalar la línea divisoria entre dos grandes épocas, como por
ejemplo, el barroco y el clasicismo. [...] Donde se prefiere el sonido rígido pueden florecer
los instrumentos mecánicos (cajas de música, campanas con percutor, y otros)” [íd.].
“Un cuadro sinóptico, que queremos ahorrarnos [...] debería abarcar entonces no sólo
los instrumentos de sonidos ligados dinámicamente o no, sino, en el caso de estos últimos,
su gradación” [ibíd., pág. 162].
Reinhard llama después la atención sobre las posibilidades de considerar el volumen
del sonido de los instrumentos y su capacidad para sostenerlo. Podrían ordenarse los
instrumentos desde los más débiles hasta los más fuertes “...por ejemplo, los de un solo
sonido invariable desde el arco musical hasta la campana o el corno ruso y los de varios
sonidos invariables, desde la caja de música hasta el órgano.” [íbid., pág. 163] Y además,
tener en cuenta si el instrumento se usa en una habitación, al aire libre…

42
Otra ordenación puede fundarse en el timbre. El hecho de que se prefiera un timbre
sensual o tranquilo permite conclusiones de estilo general. Los modernos métodos
electroacústicos facilitan un minucioso estudio de los timbres, y un trabajo sistemático
sobre todo el instrumental puede darnos una graduación útil.
Las afinaciones merecen atención. Nos hablan de la musicalidad de los ejecutantes
cuando los hechos nos revelan lo que ellos exigen en ese sentido. Es ilustrativo el uso de las
pastas de afinar (stimmpaste) en tambores, gongs, xilófonos exóticos, etcétera.
Los precedentes criterios son generales. Reinhard propone otros que sólo se pueden
aplicar a una parte del instrumental. Son cuatro.
“La presencia de cuerdas de resonancia que resuenan por simpatía en los
instrumentos que se tocan al unísono, muestra la búsqueda de plenitud sonora, ya sea en el
sarangui y el esrar hindúes o en nuestra viola d´amore. También se debe prestar atención a la
utilización de resonadores que dan preferencia a los sonidos de la serie más aguda
(birimbao, arco de boca)” [íd.].
Otro hecho que el autor considera es la ejecución de una o de varias voces. El laúd,
por ejemplo, tiene varias cuerdas y sin embargo sólo se toca a una voz en Oriente [id.]. Este
criterio no puede aplicarse a otros casos, como el de la flauta de Pan –que técnicamente no
puede dar más que una voz, en opinión del autor– y ciertos violines y el xilófono, que a lo
sumo pueden dar “dos sonidos simultáneos, por lo cual son sólo en parte testimonio de
una actitud básica con respecto al timbre” [íd.].
En un mismo instrumento pueden haber sonidos variables e invariables. Reinhard se
refiere a los bordones o roncones de sonido fijo o a las cuerdas suplementarias al aire,
“como en la gaita, el organillo, la cítara, la tiorba, el doble clarinete. Estos instrumentos son
típicos de las culturas y épocas aficionadas a los efectos del bordón” [id.].
Formación de una orquesta. Reinhard aspira a nuevas deducciones sobre el hecho de
que, cuando faltan instrumentos de varios sonidos se logra análogo efecto mediante la
coordinación de varios instrumentos de un sonido. Y recuerda que en la orquesta europea
el instrumento acórdico se incluye aisladamente y en general más bien para contraponerlo
como concertante.
Aquí terminan los criterios o planes de Reinhard. Antes de ofrecernos sus palabras
finales, dice que, si bien puede haber otros puntos de vista, cree haber considerado los más
importantes. Una vez resumidos en tablas todos estos puntos de vista, al lado del sistema
básico, se podrá decir algo esencial sobre cada instrumento en la práctica. “Cuando se
conoce el instrumental de una época o cultura, se pueden sacar conclusiones detalladas
sobre el estilo, el fondo espiritual, el significado en la vida y la actitud fundamental de la
correspondiente música” [íbid., pág 164].
Dice Kurt Reinhard para terminar: “Resumiendo: la Systematik der Musikinstrumente de
Hornbostel y Sachs es una clasificación bien pensada y completa. Se debe conservar
indefectiblemente como sistema de registro. Para una investigación más completa sobre la
naturaleza de los instrumentos musicales nos pareció necesario elaborar una sistemática
complementaria, que, para una especificación más detallada, debe ser subdividida según
criterios variables. Esperamos haber ofrecido con esto una contribución de utilidad para el
futuro desarrollo de la investigación organológica” (íbid.).
Esta presentación incluye como anexo final un gran “Resumen sobre los
instrumentos más importantes de los grandes círculos culturales de la música”. Su principio
ordenador es el que ha enunciado en el cuadro que reprodujimos (un sonido, varios
sonidos; invariable, variable). Después hay una primera columna con una selección del
instrumental europeo como ejemplo, y a continuación, en sucesivas columnas, Asia en tres
columnas (central y del norte, occidental y sudoccidental, Indonesia), India anterior,
Oriente en dos columnas (altas culturas persa, sumeria, babilónica y egipcia; Oriente actual,
que incluye Persia hasta el noroeste de África; África, América en dos columnas (altas

43
culturas, especialmente la de los Incas; culturas indias actuales) y, finalmente, Oceanía. El
musicólogo puede examinar este resumen y entretenerse en observaciones diversas.
Con toda seguridad este trabajo de Reinhard constituye un esfuerzo inteligente y
erudito. La intención sociológica es evidente, sobre todo en los criterios primarios y
secundarios que, apenas esbozados, no parecen constituir partes de una verdadera
sistemática, sino temas de futuros trabajos de interrelación. Como en la presente
comunicación el autor se limita a primeros resultados y al anuncio de sus planes, debemos
esperar la publicación del corpus total o, si ya lo ha publicado, la oportunidad de conocer
su contenido.

Los instrumentos eléctricos37


La aplicación de la electricidad a los instrumentos musicales o a la producción directa
de sonidos musicalmente utilizables se remonta a la segunda mitad del siglo XIX, pero es
necesario llegar a la década de 1920 para valorar resultados aprovechables artística e
industrialmente.
Desde los primeros momentos se vio que los nuevos recursos realizaban mucho y
prometían más, y ha sido impresionante la afluencia de grandes ingenios –como los de
Thérémin, Martenot, Ranger, Mager– y la numerosidad de invenciones complementarias
que dieron trascendencia práctica a la idea inicial.
Una presentación de los instrumentos electrófonos no puede ser totalmente
incorporada a las grandes clasificaciones universales de las cuatro clases, ni añadirse a
continuación bajo los mismos criterios. En algunos casos, el agente vibrátil no es,
precisamente, la electricidad; hay un grupo, el de los electromecánicos, que se funda en las
vibraciones de diversos cordófonos. En algún otro, se conservan las lengüetas; hay un
“órgano” fotoeléctrico que reproduce ritmos de idiófonos o membranófonos… La
electricidad es un recurso múltiple y sutil, e interviene tan variamente, que un instrumento
electrófono puede ser cordófono, membranófono, idiófono, aerófono… Y en muchos
casos, las cuatro clases de las clasificaciones actuales pueden añadir una sección para los
instrumentos en que el empleo de la electricidad no excluye los elementos vibrátiles
tradicionales.
La enumeración que sigue38, entonces, no es precisamente una “quinta clase” de los
cuadros modernos, sino un simple agrupamiento provisional que espera selección,
depuración, superación estética y aceptación general de los nuevos instrumentos para
desarrollar un verdadero ensayo de clasificación. Las preocupaciones electrofónicas están
en plena efervescencia experimental

44
ELECTRÓFONOS

Monofónicos
DE MANO Sphärophon (1924), apto
El instrumento consiste en para cuartos de tono.
una caja con antena superior. Theremin o Thereminovox o
Al acercar o distanciar la Therophone (1927).
mano derecha de la antena se Ondas Martenot (1928),
modifica la altura de sonido. apto para cuartos y
La izquierda corta las ligaduras octavos de tonou.
permanentes con un Croix sonore (1934).
interruptor, modifica el
timbre; controla el volumen la Polifónicos
misma mano o un pedal u Partiturophone (1935).
1.RADIOELÉCTRICOS otro mecanismo. Hellertion (1936), apto para
El instrumento utiliza las acordes de cuatro notas.
vibraciones eléctricas que se
transmiten por el éter. DE ALAMBRE
Monofónicos
“...un circuito eléctrico oscilante El agente modificador de la
con una frecuencia distinta, que Trautonium (1930).
altura es un alambre que baja
puede ser alterada influyendo la o sube contra una barra.
capacidad del circuito con
cualquier agente extraño, por Monofónicos
ejemplo, la mano del ejecutante Emicon (1930) de 32 notas.
o un alambre” (Sachs, [1947: Ondas Martenot
425]). DE TECLA (mejorado).
El control de las alturas está
Polifónicos
conectado a un juego de
Partiturophone (1935).
teclas.
Dynaphone, apto para
producir quintas y octavas
(1927).
Piano electrónico Wurlitze

u Se le añadió una escala graduada para dar mayor precisión a la mano, y después teclas.
45
2.ELECTROMECÁNICOS Violín Vierling.
Violonchelo Vierling.
El instrumento se funda en
Las cuerdas se tocan Instrumentos de cuerdas
vibraciones producidas por
normalmente; un sistema de frotadas y punteadas de
los usuales martillos
electromagnetos recoge Allen y Pfeil, Karapetoff,
percutores en cuerdas de
vibraciones, las amplifica y Bartley.
piano, o por arcos que actúan
las emite. Guitarras, mandolinas, etc.
sobre cuerdas, o por el
fabricadas por Boosey &
punteo normal, con o sin
Hawkes.
utilización de la caja
armónica.
“Sus vibraciones sonoras La cuerda metálica única se Radiotone (1931), con teclado
son transformadas en toca con arcos circulares. de piano.
vibraciones eléctricas
correspondientes a las
vibraciones acústicas
amplificadas por medio de
válvulas termoiónicas (o
Las cuerdas son percutidas Piano Siemens-Bechstein.
audiones) y sus circuitos por martillos movidos por el Piano Vierling.
asociados, y transformados teclado común en su caja Piano Electrochord, construido
nuevamente en sonido por tradicional y las vibraciones se por Foster.
medio de autoparlantes.” amplifican Piano Miessner.
(Sachs, [Ibíd, pág. 427]).

Órgano electrónico, de
Couplet y Givelet (1930).
Órgano Rangertone (1931), de
Ranger. Combina las
vibraciones con células
fotoeléctricas.
Órgano Hammond (1935)
Orgatrón, de Hoschke (1935),
3. ELECTRÓNICOS fabricado por Wurlitzer.
Partiturophon, de Mager
El elemento vibrátil (1935).
tradicional ha sido sustituido Órgano Allen.
por válvulas oscilantes o por Órgano Baldwin.
sistemas eléctricos. En algún Órgano Connsonata.
caso –como en el Orgatrón– Órgano Compton electrone
se usan las lengüetas. Todos (1951)
requieren altoparlantes. Órgano de Constant Martín,
fabricado por Miller Organ
C°.
Carillón de Constant Martín,
fabricado por Miller Organ
C°.
Órgano Novachord.
Órgano Solovox (para acoplar
al piano común.
Órgano Clavioline.

46
Queda, en fin, reseñado el esfuerzo que los organólogos de este siglo han consagrado
a la sistemática de los instrumentos.
Ahora; si se entiende que el propósito nuestro –como hemos dicho– ha considerado
siempre en un plano principal el propósito de iniciar, de introducir, a quienes se aproximan
a esta disciplina, es posible que el detallado prospecto de las complejas clasificaciones
modernas no satisfaga ese propósito ni convenga al estudiante. Acaso los músicos jóvenes
que no aspiran a profundizar en cuestiones de organología, deseen una síntesis que
esclarezca las discriminaciones más recientes y proporcione sencilla base a esta rama de su
cultura general, sin la exigencia de los largos estudios que, de hecho, quedan reservados a
los futuros especialistas. Si es así, pienso que les será provechoso el pequeño cuadro que,
con las subdivisiones principales, doy a continuaciónv. En cada caso pongo, como ejemplo,
algún instrumento de los conocidos y, cuando se trata de piezas exóticas, remito a las
explicaciones de von Hornbostel y Sachs mediante el correspondiente número de su
clasificación.
No es imposible memorizar esta reducida nomenclatura. Con ella, sin olvidar las ideas
generales que comportan las otras clasificaciones universales y repasando el panorama
gráfico que, por abundar en este sentido, añadimos en seguida, el estudiante podrá adquirir
sin mayor esfuerzo las nociones que han conquistado la materia en la últimas décadas.
¡Qué lejos estamos del esquema cuerda - viento - percusión que aún subsiste entre
nosotros y que todavía reaparece en modernas traducciones de envejecidos libros! Hugo
Riemann, por ejemplo, es respetado hasta hoy en estos países como el musicólogo máximo.
Sin desconocer que la tardía traducción de sus instructivas obras alimentó a su tiempo
apetencias aisladas y vocaciones huérfanas, bueno es entender que han corrido cuarenta
años desde que sus trabajos pasaron a engrosar el archivo bibliográfico de nuestra materia.

-o-

BREVIARIO

IDIÓFONOS

IDIÓFONOS DE GOLPE

De golpe directo
De entrechoque (castañuelas)
De percusión (campanas, gongs)
De golpe indirecto
De sacudimiento (maracas, sistros)
De raspadura (ver 112.2)
De separación (ver 112.3)

IDIÓFONOS DE PUNTEADO

En forma de marco (birimbaos39)

v Una reducción menos severa que la de nuestro cuadro hizo y publicó el propio doctor Curt Sachs
(1930: 81-83).
47
En forma de tabla o peine (sanzas)

IDIÓFONOS DE FROTACIÓN

De palos (ver 131)


De placas (ver 132)
De vasos (ver 133)

IDIÓFONOS DE SOPLO

De bastones o palos (piano eólico)


De placas (piano cantor)

MEMBRANÓFONOS

MEMBRANÓFONOS DE GOLPE

De golpe directo
Semiesféricos (timbales)
Tubulares (tambores)
De marco (panderetas)

De golpe indirecto
Semiesféricos
Tubulares (tambores- sonajeros, ver 212)
De marco

MEMBRANÓFONOS DE PUNTEADO (ver 22)

MEMBRANÓFONOS DE FROTACIÓN (ver 23)

MEMBRANÓFONOS DE VOZ HUMANA (ver 24)

CORDÓFONOS

CORDÓFONOS SIMPLES O CÍTARAS

De palos (arcos musicales, vînâ)


De tubos (ver 312)
De balsa (ver 313)
De tabla (pianos)
De cáscara (ver 315)

48
CORDÓFONOS COMPUESTOS

Laúdes (mandolines, tiorbas, balalaikas; violines, guitarras)


Arpa (arpas)
Laúdes-Arpas (ver 323)

AERÓFONOS

AERÓFONOS LIBRES (armonio, armónica de boca, acordeones)

AERÓFONOS DE SOPLO

De filo o Flautas
Sin canal de insuflación (quenas, pifilkas, flauta de Pan)
Con canal de insuflación (flageolets, pinkillos)
De lengüeta o Caramillos
Oboes
Clarinetes
De lengüeta libre (ver 422.3)
Trompetas
Naturales (erkes, trutrucas)
Cromáticas (trompetas europeas)

ELECTROFONOS

RADIOELÉCTRICOS

De mano, de alambre, de tecla (ondas Martenot)

ELECTROMECÁNICOS

Se aprovechan las cuerdas tradicionales (violín Vierling)

ELECTRÓNICOS

Válvulas o sistemas eléctricos engendran las vibraciones (órgano Hammond.)

ELÉCTRICOS

Interrupción de la luz que hiere una célula fotoeléctrica (Rhytmicon, Superpiano


de Spielman)

-o-

49
CAPÍTULO II

PANORAMA GRÁFICO DE LOS INSTRUMENTOS


AMERICANOS

50
NOMENCLATURA ILUSTRADA

En organología, una palabra o dos, a veces tres o cuatro, tienen a su cargo la


representación y la definición de cada especie de instrumentos. Así se comprende que las
nomenclaturas técnicas y los elencos de las clasificaciones hayan conseguido articular, por
síntesis de síntesis, un vocabulario convencional poco menos que incomprensible para los
que se inician.
Los nomencladores de las clasificaciones que hemos traducido traen –excepto el de
Hornbostel y Sachs– buena copia de grabados, a veces próximos a los rótulos, a veces
diseminados por las páginas en que los instrumentos se explican, lejos de las nóminas.
Coincido, naturalmente, con los autores, en la necesidad de las ilustraciones; y para que los
repertorios de voces propuestas por mí o adoptadas en nuestra materia tengan el
complemento objetivo que aclare los conceptos mismos, he considerado útil añadir el
anunciado panorama gráfico. Una página presentará, a la izquierda, pequeños grupos de
especies, y otra página, a la derecha, pondrá a la vista del lector las figuras de los
instrumentos que se nombran en la primera.
Para realizar este propósito me pareció oportuno traducir un quinto nomenclador de
los instrumentos: el de Izikowitz. Este joven investigador sueco, director del Museo de
Gotemburgo40, eligió para tema de su tesis doctoral, de acuerdo con la sugestión del
eminente americanista Barón Erland Nordenskiöld, su maestro, el estudio de los
instrumentos aborígenes de Sudamérica; y es tal la cantidad de piezas que tuvo a su alcance
en Suecia mismo y en los museos de Europa Central, que su libro será por muchos años la
obra clásica de los instrumentos indígenas sudamericanos [Izikowitz, 1935]. Notable
ejemplo de lo que puede el concepto ecuménico de la cultura, y de cómo los medios y las
energías intelectuales excedentes –agua en busca de nivel– invaden las zonas en que antigua
falta de iniciativa produjo oquedad desdeñada y ávida.
Izikowitz no formula un nuevo y original sistema de clasificación. Considera básico el
de Hornbostel y Sachs, y admite sus principios; pero como su centro de interés se
circunscribe a la América de Sur, articula el plan de su libro por reducción y adaptación del
susodicho sistema universal. Ese plan, que comporta algunas modificaciones, se explica en
el texto de su obra ante los problemas de cada capítulo, pero no tiene expresión de
conjunto sino en el índice del libro. Yo he abordado la dura tarea de extraer del índice la
transparente clasificación de Izikowitz, pero mis propósitos de fidelidad y respeto al texto y
al pensamiento del autor, han dejado –aún omitidos los epígrafes de capítulos
complementarios– la imagen del índice viva en la nomenclatura. Es decir, que Izikowitz
desciende en su índice hasta la rotulación de los casos particulares o singulares, y yo no he
querido, desdeñando el espíritu generalizador de las clasificaciones, reagrupar esos casos en
más amplias categorías. Entiendo que, para nuestro objeto, este descenso a las minucias es
antes ventaja que inconveniente. Por lo demás, la adaptación me obligó a añadir algunos
títulos y subtítulos, que el lector hallará entre llaves.
Y en cuanto a los dibujos complementarios, me ha parecido conveniente incluir, para
más amplia ejemplificación, piezas aborígenes de América Central y de Norteamérica, y
algunas de los criollos; y he recurrido, no sólo al rico material que ofrece el propio
Izikowitz en su libro, sino a diversas obras especializadas y a la bibliografía etnológica
general.

51
CLAVEw

AQ - Adán Quiroga
ChM - Charles Mead
CS - Curt Sachs
DC-VTM - Daniel Castañeda y Vicente T. Mendoza
D´H - R. y M. d´Harcourt
EN - Erland Nordenskiöld
ER-P - E. Roquete- Pinto
ES - Eduard Seler
[EvH - Erich von Hornbostel]
EvR - Eric von Rosen
FD - Frances Densmore
FR - Federico Ratzel
GT - Günter Tessmann
IAT - Isabel Aretz – Thiele
INM - Instituto [Nacional] de Musicología [“Carlos Vega”]41
KGI - Kart Gustav Izikowitz
KvdS - Karl von den Steinen
MHS - Marshall H. Saville
ME - Museo Etnográfico [“Juan B. Ambrosetti”]42
NG - Narciso Garay
PE - Paul Ehrenreich
RL-N - Robert Lehmann – Nitsche
TK-G - Theodore Koch – Grümberg
TW - Thomas Wilson
WCF - Williams Curtis Farabee

w Véase en el Apéndice I la indicación bibliográfica completa.


52
Idiófonos

I. IDIÓFONOS DE PERCUSIÓNa
A. DE ENTRECHOQUEb
[Bastones -fig. 1-, placas, canaletas o vasos]
B. DE GOLPEc
Tambor de caparazón de tortuga
Planchas de percusiónd
Raíces planas (para señales)e
Tablas – tamboresf
El Dyadiko, tronco de danza Uitotog
El xilófonoh
El tambor de los Catuquinarúi
El tambor de tronco hueco
De tronco hendidoj
El teponaztlik
a) El cuerpo o los cuerpos del instrumento vibran por golpes.
b) Partes sonoras coordinadas golpean una contra otra.
c) El cuerpo recibe el golpe de un objeto que no da sonido o se golpea contra algo.
d) Planchas o láminas de piedra reciben el golpe (arqueológicas).
e) Láminas, raíces o tablas vibran por percusión.
f) Tabla abovedada, sobre un hoyo; se golpea con la planta del pie.
g) Tronco hueco, adornado, suspendido sobre un hoyo recubierto con planchas; danzan y se
balancean sobre el tronco; suena cuando baja y golpea las planchas.
h) Bastones sobre un agujero cavado en la tierra. Indios Uitoto, Colombia.
i) Tronco de palma hueco, semienterrado, rodeado de diversos materiales y parcialmente
relleno. El mazo golpea sobre la lámina de caucho que cierra la abertura superior. Para
señales.
j) Tronco hueco con hendiduras.
k) Pequeño tronco, casi cerrado: hendiduras en forma de H. México y América Central.

CUADRO 1

Fig. 1. Palos de entrechoque (reconstrucción). Raros en América.


Fig. 2. Tambor de caparazón de tortuga que aparece en un antiguo códice mexicano (ES
[1904: 699]). Raro: indios Tikuna en el Brasil; México.
Fig. 3. Tambor de tronco hendido. Uitoto, Colombia (WCF [1922: 147])
Fig. 4. Tambor de tronco hendido y su ejecutante. Nicaragua-Guatemala. Según Benzoni
(MHS).
Fig. 5. Tambor de tronco hendido. Jívaro, Ecuador (WCF [íbid., pág. 123]).
Fig. 6. Tambor antropomorfo, Perú [TK-G, 1930: pl. 9543].
Fig. 7. Tambor de los indios Tukano. Brasil nordoriental (TK-G [1910-11, t. I: 276, fig. 155]).
Fig. 8. Teponaztli de los Aztecas, México (MHS [1925: pl. XXII a]).
Fig. 9. Indio tocando el teponaztli. De un códice mexicano (MHS [ibíd., pl. XX d]).

53
CUADRO I

54
Idiófonos

I. IDIÓFONOS DE PERCUSIÓN (cont.)


C. DE SACUDIMIENTOa
SONAJEROS
De uñasb
De cápsulas frutalesc
De valvasd
De metale
Campanillas cónicas
Campanillas piramidales.
Campanillas Thevetia
Cascabeles con bolitasf
Cápsulas con granalla
Cascabeles bivalvos
Cascabeles
Campanillas con badajog
a) El ejecutante sacude el instrumento.
b) Uñas de animales se unen en racimo, fig. 1.
c) Cápsulas de frutos en ristras o manojos, fig. 3.
d) Valvas unidas entrechocan, fig. 2.
e) Varias formas de campanillas. Siempre en racimos, figs. 4-7.
f) Las cápsulas tienen corpúsculos adentro; con granalla, fig. 9; bivalvos, fig. 8; cascabeles, figs.
10-12.
g) Una pieza sujeta al cuerpo sonoro lo golpea. ¿Coloniales?

CUADRO 2

Fig. 1. Racimo de uñas de reno americano. Esquimales (TW [1898: 563, fig. 202]).
Fig. 2. Sonajero de valvas, indios Jívaros, Ecuador (KGI [1935: 58]).
Fig. 3. Ristra de carozos frutales, Perú oriental (D´H [1925: pl. II, 1]).
Fig. 4. Campanilla cónica de plata de los Araucanos, Chile (KGI [ibíd., pág.69, fig. 21]).
Fig. 5. Campanilla cónica Diaguita, Catamarca, Argentina (IAT [1946: 24, fig. 4]).
Fig. 6. Campanilla piramidal de bronce. Tucumán, Arg. (IAT [ibíd., pág.3, fig. 2]).
Fig. 7. Campanillas piramidales, Ica, Perú (KGI [ibíd., pág. 71, fig. 24]).
Fig. 8. Cascabel bivalvo, Pachacamac (KGI [ibíd., pág. 75]).
Fig. 9. Ristra de nueces con granalla, Wai-wai, Guayanas (KGI, [ibíd., pág. 73]).
Fig. 10. Triple cascabel de oro, Chiriquí, Panamá (TW [ibíd., pág. 227, fig. 281]).
Fig. 11. Cascabel de bronce o cobre antiguo, México (TW [ibíd., pág. 594, fig. 239]).
Fig. 12. Doble cascabel de cerámica, [Tlaxteloco,] México (TW [ibíd., pág. 590, fig. 235]).
Fig. 13. Campanilla con badajo (perdido) Diaguita, Salta, Arg. (IAT [ibíd., pág.26, fig.7]).

55
CUADRO 2

56
Idiófonos

I. IDIÓFONOS DE PERCUSIÓN (cont.)


C. DE SACUDIMIENTO (cont.)
SONAJEROS HUECOSa
Grupo A
De calabaza
Similares de otros materiales
Grupo B
De alfarería, copas, vasos, etc.
Copas de metal
Caja de cañasb
Grupo C
De bastón y tubulares
Lanza con sonaja
Tubulares
SISTROSc
[Varios]
a) El cuerpo encierra totalmente la granalla.
b) Pequeños tubos de caña, yuxtapuestos, forman las paredes de una cajita que contiene
corpúsculos. Perú. (KGI, 1935: 134).
c) Idiófonos perforados y ensartados en hilos o palos chocan unos contra otros; o, en un
marco, golpean, además contra éste.

CUADRO 3

Figs. 1-6. de calabaza: 1 indios Mandan. U.S.A. (FD [1923: pl. 9, c]); 2, indios Baniwa, Venezuela
(KGI [1935: 58]); 344, arqueológico, Catamarca, Argentina (IAT [1946: 22, fig. 1]); 4,
Chiriquí, Panamá (TW [1898: 626, fig. 276]); 5, Chaquense paraguayo; naturalmente cerrado,
con sus propias semillas. Indios Angaité (INM45); 6, Arizona, U.S.A. (TW [ibíd: 584, fig.
226]).
Fig. 7. Sonajero de tiras de caña tejidas, Caribes, Guayana Británica (TW [ibíd., pág. 650, fig
308]).
Fig. 8. Sonajero en forma de lente, indios Hupa, Alaska (TW [ibíd., pl. 73, fig. 114]).
Fig. 9. Sonajero de alfarería, [Chimbote] Perú (KGI [ibíd., pág, 122, fig. 56, a]).
Fig. 10. Copa de arcilla, sonajero. Chimbote, Perú (KGI [ibíd., pág. 130]).
Fig. 11. Lanza con sonaja, indios Tukano, Brasil nordoccidental (KGI [ibíd., pág. 140]).
Fig. 12. Sonajero de bastón [chicauazatli, relieve de Tikal], México (KGI [ibíd., pág. 137]).
Fig. 13. Sonajero tubular, [Cuna], Ecuador (KGI [ibíd., pág. 145]).
Fig. 14. Sistro, indios Kaduveos, ¿colonial?, Brasil (KGI [ibíd., pág. 151]).
Fig. 15. Sistro, indios Yaqui, U.S.A. ¿colonial? (FD [1932: pl. 29]).

57
CUADRO 3

58
Idiófonos

I .IDIOFONOS DE PERCUSIÓN (cont.)


D. DE PISÓN
Bastón de ritmoa
E. DE RASPADURA
Bastón dentadob
II. IDIÓFONOS DE LENGÜETA
El birimbaoc
III. IDIÓFONOS DE FRICCIÓN
Caparazón frotadad

a) Una caña gruesa, hueca, de un metro o poco más de altura, cerrado por su tabique el extremo
inferior, abierto el superior. El ejecutante lo toma de la parte superior, en posición vertical, lo
levanta y lo deja caer sobre el suelo. Es el movimiento con que los obreros apisonan la tierra.
Nos ha parecido propio llamar a esta categoría Idiófonos „de pisón‟. Figs. 1 y 2.
b) Una estaca o vara, huecas o no, un hueso o cualquier cuerpo de otro material, tienen en la
superficie una serie de muescas o hendiduras naturales o talladas sobre las cuales pasa
raspando otra vara o palo. La vibración del cuerpo dentado produce el ruido imaginable. Figs
3, 4, 5 y 7. En Sudamérica indígena y entre los criollos se encuentra por obra de la influencia
africana.
c) Típico representante de este grupo es el birimbao. Un marco, generalmente en forma de
herradura cuyos extremos, al cerrarse aprietan la punta de una lengüeta o laminilla metálica46.
El cabo libre de la lengüeta se puntea con un dedo y la boca sirve como resonador. La altura
del sonido cambia cuando el ejecutante reduce o ensancha la cavidad bucal. De introducción
reciente en Sudamérica, ha tenido gran aceptación entre los araucanos, los chaquenses y
otros aborígenes. Los indios Maccá son habilísimos ejecutantes de birimbao.
d) Un caparazón de tortuga. Se cubre con resina la parte de la cola o del cuello y produce un
crujido cuando la resina se recalienta por la fricción de la palma de la mano húmeda. Fig. 6.

CUADRO 4

Fig. 1. Bastón de ritmo Yutíca, territorio Uaupés (KGI [1935: 154, fig. 71 b])47.
Fig. 2. Bastón de ritmo. Indios Bará, Brasil (TK-G [1910-11, t. 1: 336]).
Fig. 3. Bastón dentado sobre un resonador de cesta. Indios Ute, EE.UU (según foto FD [1922:
pl. 1]).
Fig. 4. Calabaza dentada con su frotador. Panamá (NG [1930: 192]).
Fig. 5. Raspador de hueso mexicano antiguo. (ES [1904: 680]).
Fig. 6. Idiófono de fricción de caparazón de tortuga (KGI [ibíd., pág. 162]).
Fig. 7. Hueso dentado (homóplato de ciervo). Huichol, México (ES [ibíd. pág. 693]).

59
CUADRO 4

60
Membranófonos
TAMBORES DE MEMBRANAa
TAMBORES DE UNA MEMBRANA
A. DE FONDO CERRADO
Timbalesb
Timbal araucanoc
Tambor- sonajerod
B. DE FONDO ABIERTO
Tubular de una membranae
TAMBOR DE DOS MEMBRANAS

a) Membranas tensas comunican sus vibraciones al aire. En el tambor, la membrana, sobre un


resonador, recibe la percusión. Otras clases de membranófonos: una cuerda, punteada, hace
vibrar el cuero; el cuero vibra por frotación o por la emisión de sonidos o palabras. Estas
clases se encuentran excepcionalmente en América y por importación europea o africana. Por
esta razón Izikowitz reduce su cuadro a los tambores.
b) En sentido amplio: recipientes semiesféricos, o en forma de plato, o de caldera, o de vaso, etc.
c) Véase el capítulo que dedicamos al Kultrun.
d) Un marco con dos parches, encierra corpúsculos y suena por sacudimiento y, a veces, además,
por percusión. Los hay, iguales, de percusión.
e) Izikowitz considera solamente los tubulares (la altura del cuerpo mayor que el radio del cuero)
porque no aparecen en Sudamérica los de cuerpo chato llamados „de marco‟48; pero hay
tambores de este tipo en América del Norte. (fig. 5).

CUADRO 5
Fig. 1. Timbal de alfarería, Ica, Perú (KGI, [1935: 167]).
Fig. 2. Timbal de los indios Choroti, Gran Chaco [Bolivia] (EvR [1921: 229]).
Fig. 3. Indio Ute tocando un tambor de marco (de una foto FD [1922: pl. 7]).
Fig. 4. Tambor cuadrado de los Chipaya (KGI [ibíd., pág. 177, fig. 80])49.
Fig. 5. Tambor de marco de una membrana, Esquimales (TW [1898: 564, fig. 203])50.
Fig. 6. Tambor de marco de una membrana, Ute, EE.UU. (FD [íbid., pl. 6, b])51.
Fig. 7. Tambor tubular de una membrana, Chippewa, EE.UU. (FD [1910: pl. 2]).
Fig. 8. Tambor tubular de una membrana, Chiriguano, Bolivia (KGI [ibíd., pág. 178]).
Fig. 9. Tambor tubular Tolteca, de Tenango, México (DC-VTM [1933, lám. A n° 18]).
Figs. 10 - 11. Tambores: 10, de Costa Rica; 11, de Nicaragua (DC-VTM [ibíd, lám. A, nos. 16 y
1752]).
Fig. 12. Tambor de la provincia de Chiriquí, Panamá (TW [ibíd, pág. 625, fig. 275]).

CUADRO 6
Fig. 1. Tambor de dos membranas de los indios Taulipáng [EvH 1923: 40753].
Figs. 2 y 3. Tambores de dos membranas: 2, de los Cayapa, EE.UU; 3, “tambor llamado Titir”
(DC-VTM [ob. cit., lám. B nos.12 y 8]).
Fig. 4. Tambor criollo, Tucumán, Argentina (IAT [1946: 88, fig. 2354]).
Fig. 5. Tambor de dos membranas de los indios Pueblo, Arizona, EE.UU, (DC-VTM [ibíd., n°
10]).
Fig. 6. Músico tocando su tambor (¿de un parche?). Representación corpórea en un antiguo vaso
de arcilla. Trujillo, Perú (D´H [1925, pl. VII, 5]).
Fig. 7. Tambor de dos membranas de los indios Piro, Perú (WCF [1922: pl. 7]).
Fig. 8. Decoración de un antiguo vaso de arcilla, Perú (ChM [1903: pl. I, fig.1]).

61
CUADRO 5

62
CUADRO 6

63
Cordófonosa

[SIMPLES b]
[DE VARAS c]
El arco musicald

a) Una o más cuerdas, tendidas entre puntos fijos, vibran por percusión, por punteado (digital o
de plectro), por frotación (de arco, rueda, etc.) o por medio de teclas o mecanismos.
b) Los cordófonos simples consisten en un porta-cuerdas; también lo son, si el resonador es
separable del porta-cuerdas.
c) El porta-cuerdas es una vara o cuerpo fino y largo de otro material.
d) Si el porta-cuerdas es flexible (curvo), estamos en presencia del arco musical.
Probablemente, el único cordófono americano anterior al descubrimiento, es este sencillo
arco encordado. Sin desconocer que varios tipos de cordófonos muy simples han penetrado
en los dominios de nuestros aborígenes precedentes de Europa y, acaso, del África; aun
admitiendo que algunos arcos musicales mismos podrían hallarse en ciertas regiones por
importación africana, parece difícil la demostración de que el arco musical no se conoció en
América antes de Colón. No hay lugar aquí para mayor discusión.
Esto aparte, son varios los cordófonos indígenas en que el principio del arco musical se
asocia con elementos europeos, como puede verse en las figuras 7, 8 y 9. Estos dos últimos,
que vi en el Chaco paraguayo y cuyas melodías grabé, se frotan todavía con un „arco‟ análogo
al de los primitivos. Por lo demás, los cordófonos europeos fueron adoptados y de muy
diversas y originales maneras construidos por los criollos de América (Ver el capítulo del
Charango).

CUADRO 7
Figs. 1. y 3. Arcos musicales chaquenses, con sus arcos de frotación. Tribu de Wo Pelaj, Matacos
de Argentina. Expedición de Enrique Palavecino [INM y ME respectivamente55.
Fig. 2. Joven Tehuelche (Patagonia, Argentina) tocando el arco musical (RL-N [1908: 926]).
Fig. 4. Arco musical de los indios Chané, Bolivia (EN [1910: 184 D]).
Fig. 5. Arco musical de cuerda percutida, indios Panobo, Perú (GT [1930: 86, fig 12]).
Fig. 6. Arco musical araucano, Argentina (RL-N [ibíd., pág. 923]).
Fig. 7. Cítara de palo de tres cuerdas, influencia europea (INM [Bolivia, Chiriguano, INM56]).
Figs. 8. y 9. Laúdes rústicos, monocordes: 8, de los indios Maccá, con su arco de frotación, caja
de hojalata, Paraguay [INM57]; 9, de los indios llamados Tobas, Estancia Palo Santo,
Km. 145 del F. C. Puerto Casado, Chaco Paraguayo [INM58].

64
CUADRO 7

65
Aerófonos

AERÓFONOS LIBRESa
Palo zumbadorb
Varilla zumbadorac
Disco zumbadord

a) En los instrumentos de soplo verdaderos, el aire que se pone en vibración, está dentro del
cuerpo o cámara del instrumento; en los aerófonos libres, al contrario, el aire vibrante no
está limitado por la cámara59.
b) El palo zumbador en una pequeña lámina con una garganta o un agujero en un extremo que
sirve para ajustar un hilo cuya punta opuesta se ata a un palo. El ejecutante mueve el palo en
círculo, y la lámina, en el extremo del látigo, gira sobre su propio eje y produce un zumbido.
Se hace de madera, de hueso o de metal, y es instrumento sagrado entre los primitivos de
varios continentes. En Europa y en América los niños de los pueblos llamados cultos lo
usan como juguete. El palo zumbador suele hacerse en forma de pez.
c) Una varilla, prieta en una horqueta, es lanzada al aire, gira y zumba. ´La usa el hechicero de
los Tobas contra el exceso de lluvia‟. (Izikowitz [1935: 212]).
d) Este instrumento consiste en un disco con dos agujeros en el centro por los cuales pasa un
mismo hilo. Este hilo tiene una punta atada a la otra; cierra, por lo tanto, en la forma que se
ve en la figura 5. Ambas manos, por cuyo dorso pasa el hilo, extienden el doble tiro, y por
un movimiento alternado de tensión y aflojamiento, el hilo se enrolla y desenrolla y el disco
gira y zumba.

CUADRO 8

Fig. 1. Palo zumbador en su látigo. Indios Bororó, Brasil (KvdS [1894: 498]).
Figs. 2 y 3. Palos zumbadores de los indios Nahuquá, Brasil (KvdS [ibíd., pág 327]).
Fig. 4. Palo zumbador con su cuerda y mástil. Brasil. (CS [1929, pl. 2, 9]).
Fig. 5. Disco zumbador en su cuerda. Indios Taulipang, Makuschí, Wapischána (TK-G [1923:
pl. 36, fig. 7]).
Fig. 6. Palo zumbador de los indios Ipurina, Brasil (PE [1891: 71, fig. 48]).
Fig. 7. Palo zumbador de los indios Mehinakú, Brasil (KvdS [íd.]).
Fig. 8. Disco zumbador [mou-mou de los Chané, Río Parapití] (EN [1910: 184])60.
Fig. 9. Disco zumbador de los indios Canella visto de cara y, abajo, de canto, con su cuerda para
el torcimiento (KGI, [ibíd., pág. 213]).

66
CUADRO 8

67
Aerófonos

AERÓFONOS DE VÁLVULAa
A. TROMPETASb
Simplesc
Trompetas rectas
Trompetas de corteza
Trompetas de caracol
Trompetas curvas de arcilla
Compuestasd
Trompetas con pabellón de arcilla
Trompetas traveseras
Trompetas poliglobulares
a) Una válvula de cualquier clase produce rápida sucesión de interrupciones al paso del aire.
b) Los labios tensos o prietos forman la válvula.
c) Un simple tubo.
d) Un tubo con pabellón añadido.

CUADRO 9

Fig. 1. Trompeta recta vertical con el orificio receptor en el tabique natural del bambú. Indios
Canella, Brasil (KGI [1935: 217, fig. 95, b]).
Fig. 2. Trompa recta travesera de bambú de los indios Tukuna, Brasil (KGI [ibíd., pág. 218, fig.
97]).
Fig. 3. Trompeta de corteza de los Tuyúka, Brasil (KGI [ibíd., pág. 223, fig. 105]).
Fig. 4. Trompeta de caracol, ¿con boquilla?, Perú (INM61).
Fig. 5. Trompeta curva de arcilla, Perú (D´H [1925: pl. XII, 4]).
Fig. 6. Trompeta curva de varios cuernos añadidos, con boquilla de madera. Influencia
europea62, Perú. (INM63).
Fig. 7. Trompeta (?) poliglobular, Guayana Británica (TW [1898: 651, fig. 311]).
Fig. 8. Trompeta de guerra, compuesta, travesera. Brasil (FR [1896, v. II, pág. 708, fig. 317]).
(Véase nuestro capítulo El Erke).
Fig. 9. Trompeta compuesta, vertical, de caña, con pabellón de cuerno, usada por los carreros en
el siglo XVIII, Argentina (IAT [1946: 46, fig. 21]). (Véase nuestro capítulo La Trutruka).

68
CUADRO 9

69
Aerófonos

AERÓFONOS DE VÁLVULA (cont.)


B. CARAMILLOSa
De lengüeta oscilanteb
De tallo hendidoc
Clarinetes
Del Surd
El clarinete toré
Con pabellón de arcilla
Clarinete con agujeros (Guajiro)
Clarinetes heteroglotas
Oboes
Coloniales y modernos

a) Técnicamente, la voz castellana „caramillos‟ se aplica a los instrumentos de una lengüeta


(clarinete) y a los de dos (oboes).
b) Una hoja de hierba cruza la abertura menor. Fig. 1.
c) Tallos hendidos o aplastados forman lengüetas en la punta o en el centro.
d) Es la especie que hemos descrito en el capítulo El Erkencho.

CUADRO 10

Fig. 1. Caramillo Chocó, Brasil (KGI [1935: 253]).


Fig. 2. Clarinete heteroglota de los Wai-wai, Guayanas, cuerpo de calabaza, boquilla de hueso,
pabellón de resina (KGI [ibíd., pág. 261, fig. 126])).
Fig. 3. Clarinete Toré, de los Palikur (KGI [ibíd., pág. 259, fig. 121]).
Figs. 4 y 5. Clarinetes de los Guajiro (KGI [ibíd., pág. 260, fig. 1214 a-b]).
Fig. 6. Clarinete de tipo europeo, Perú (INM64).
Fig. 7. Oboe de tipo europeo, Perú (INM65).

70
CUADRO 10

71
Aerófonos
FLAUTAS
I. FLAUTAS LIBRESa 66
Trompo zumbador
Cáscaras zumbadorasb
Dardo sonoroc
II. FLAUTAS DE SOPLOd
A. FLAUTAS SIN AERODUCTOe
Globulares67 sin agujeros
Silbatos68 de cápsulas frutales
Silbatos de caracol
Silbatos de cráneos de animales
Silbatos de madera
Traveseras sin agujeros
Flautas hand-stopf
La flauta timbirag
Flautas cerradas simplesh
El serérei
El silbato canellaj
Silbatos bucalesk

a) El filo choca contra el aire por el movimiento de la flauta misma.


b) Dos cápsulas agujereadas, en un hilo, rotan y zumban.
c) Un dardo con una nuez hueca añadida.
d) El aire, soplado, choca contra el filo.
e) Los labios producen el soplo en forma de cinta que choca contra el filo.
f) Se sopla en el pequeño agujero; el agujero grande se obtura con toda la mano (Fig. 7).
g) Varía la altura del sonido moviendo un dedo en la abertura del extremo (Fig. 11).
h) Véase nuestra descripción de la Pifilka.
i) Véase el capítulo que dedicamos al Serére.
j) Dos discos de valvas o calabaza, con agujero, se pegan con resina. Uno de los agujeros se aplica
a los labios.
k) Un cuerpo trapezoidal semihueco, abierto en la base. Se introduce en la boca hasta que los
agujeritos de ambas paredes quedan adentro.

CUADRO 11
Fig. 1. Trompo zumbador Apinayé, Brasil (KGI [1935: 267, fig. 127]).
Fig. 2. Cápsulas zumbadoras de los indios Tukano, Brasil (TK-G [1910-11, t. I: 274, abb 53a]).
Fig. 3. Silbato de cápsula frutal, Huanyam (KGI [ibíd., pág. 271, fig. 131]).
Fig. 4. Silbato globular zoomorfo de piedra. Tiene abajo el orificio receptor. Catamarca
Argentina, ME, (IAT [1946: 29, fig. 9]).
Fig. 5. Silbatos de madera de los Wai wai, Guayanas (KGI [ibíd., pág. 275, fig. 136]).
Fig. 6. Flauta de un cráneo de armadillo, prolongado con un hueso de pájaro. Indios Cuna,
Panamá (KGI [ibíd., pág. 273]).
Fig. 7. Silbato de concreto, Missouri, EE.UU, (TW [1898: 579, fig. 217]).
Fig. 8. Flauta hand-stop, Palikur (KGI [ibíd., pág. 278, fig. a y b]).
Fig. 9. Silbato de arcilla negra, Ecuador (D´H [1925: pl. XXIX, 1]).
Fig. 10. Silbato Canella, Brasil (KGI [ibíd., pág. 284, fig. 146]).
Fig. 11. Silbato bucal de los Palikur (KGI [ibíd., pág. 284, fig. 147]).
Fig. 12. Flauta timbira de los indios Apinayé, Brasil (KGI [ibíd., pág. 280, fig. 142]).

72
CUADRO 11

73
Aerófonos
I. FLAUTAS DE SOPLO (cont.)
A. FLAUTAS SIN AERODUCTO [cont.]
Globulares69 con agujeros a
Silbatos de cápsulas frutales
Flautas de caracol
Silbatos de arcilla
Silbatos de madera
Traveseras con agujeros b
Con agujero lateral
Con agujero en el tabique c
Longitudinales con agujeros d
Simples e
Con muesca o Quenas
a) A los fines de la clasificación, no importa si las flautas se soplan con la boca o con la nariz. Entre las
globulares de cápsulas hay algunas nasales.
b) En general, las flautas traveseras tienen el orificio receptor en la pared del tubo y se colocan
horizontalmente, su eje en cruz con la nariz.
c) También hay flautas nasales entre las traveseras. Las que tienen el orificio receptor en el nudo o tabique
terminal, se colocan ya horizontal, ya oblicuamente.
d) El instrumento se aplica a la boca de punta, el tubo hacia delante.
e) El borde del corte terminal, a veces afilado, recibe el soplo.

CUADRO 12

Figs. 1, 2 y 3. Silbatos globulares de cápsulas frutales: 1 y 2, de los indios Goajiro (KGI [1935: 267, fig. 148
a y b]); 3, de los Schirianá [EvH 1923: pl. 65, fig. 370].
Fig. 4. Flautas de caracol, Chancay, Perú (KGI [ibíd., pág. 267]).
Fig. 5, 6 y 7. Silbatos globulares de arcilla: 5, del Ecuador (D´H [1925: pl. XXIX, 8]); 6, Diaguita,
Argentina, (IAT [1946: 29, fig. 11]); 7, de Honduras (KGI [ibíd., pág. 292, fig. 157, a]).
Fig. 8. Flauta travesera de los indios Yuma, EE.UU (FD [1932: pl. 110]).
Fig. 9. Flauta travesera de los indios peruanos, colonial (INM71).
Fig. 10. Flautas traveseras con agujeros, Perú (KGI [ibíd., pág. 297, fig. 160]).
Fig 11. Flautas traveseras (nasales) con el orificio en el tabique, de los indios Botocudos, Brasil (KGI [ibíd.,
pág. 304, fig. 165]).
Fig. 12. Indio de la Sierra del Norte, Brasil, tocando una flauta nasal [hait-tetaçú . Los dedos medios
obturan los dos agujeros (ER-P 1917: lám. s/nº frente a p. 154 ).
Fig. 13. Flauta longitudinal con agujeros, simple, de hueso, California (TW [1898: 579, fig. 210]).

CUADRO 13
Quenas

Fig. 1. De hueso (arqueológica), Cuzco Perú (INM)72.


Fig. 2. De hueso, Guayana británica (TW [ibíd, pág. 650, fig. 309]).
Fig. 3. De hueso de jaguar, indios Patamona, Guayana (KGI [ibíd., pág. 218, fig. 182 a]).
Figs. 4 y 6. De hueso de ciervo, Yekuaná, y de hueso de jaguar, Taulipang. Guayanas [EvH 1923: pl. 66,
figs. 5 y 673].
Fig. 5. Vaso de arcilla en que se ve a un quenista, Trujillo, Perú (D´H [ibíd., pl. XXV, 6]).
Fi. 7. De hueso, Indios Yuracare, Bolivia (KGI [ibíd., pág. 320, fig. 183]).
Fig. 8. De arcilla negra, Perú (KGI [ibíd., pág. 322]).
Fig. 9. De hueso de llama, Nazca, Perú (D´H [ibíd., pl. XXIV, 15]).

74
CUADRO 12

75
CUADRO 13

76
Aerófonos

II. FLAUTAS DE SOPLO (cont.)


B. FLAUTAS CON AERODUCTOa
Con desviadorb
Sin agujeros
El silbato matacoc
Silbatos con reguladores en la abertura del sonidod
Con agujeros
El silbato matacoe
El silbato uapeesf
Silbatos con reguladores en la abertura del sonido
Flautas con tapóng

a) Un canal lleva el aire desde el orificio receptor hasta el borde afilado.


b) Un cono o taco de resina u otra materia desvía el aire soplado hacia el filo. Véanse los dibujos 4, 5
y 6.
c) Nombre genérico que da Izikowitz a las flautas en que el desviador está en la mitad o hacia el
extremo del tubo.
d) Dos laminillas semicierran la abertura del sonido; una regula la salida, y la otra constituye el filo
mismo (fig. 10).
e) Como el silbato mataco, pero con agujeros.
f) Un pequeño canal, perforado en el tabique natural oblicuamente, dirige el aire hacia el filo.
g) Véase nuestro capítulo sobre los Flagolets y la figura 7.

CUADRO 14

Fig. 1. Silbato ´mataco‟ de los Parikuta, (KGI [1935: 333, fig. 191, b]).
Fig. 2. Silbato ´mataco‟ hallado en una caverna prehistórica de Baja California. Parte de un tabique
natural, a la altura del agujero, sirve como desviador. (TW [1898: pág. 609, fig. 255]).
Fig. 3. Doble silbato con desviadores, Brasil74.
Figs. 4, 5 y 6. Corte de flautas con desviador75.
Fig. 7. Corte de flauta con tapón76.
Fig. 8. Doble silbato ´mataco´ de los Desana (KGI [ibíd., pág. 335, fig. 194]).
Fig. 9. Triple silbato de los Parikuta (KGI [ibíd-, pág. 335, fig. 195]).
Fig. 10. Flageolet con reguladores en la abertura del sonido. Indios PiroTapuya (KGI [ibíd., pág. 338,
fig. 199, b]).
Fig. 11. Flageolet de los indios Tetón, Sioux, EE.UU (FD [1918: pl. 18]).
Fig. 12. Flageolet de Sonora, México (TW [ibíd., pág. 610, fig. 256]).
Fig. 13. Flageolet de hueso (flauta tucumana; véase nuestro capítulo), usado por algunos músicos
criollos en la zona del Tucumán (INM)77.
Fig. 14. Flageolet de los indios Kiowa, EE.UU (TW [ibíd., pág. 575, fig. 215]).

77
CUADRO 14

78
Aerófonos

II. FLAUTAS DE SOPLO (cont.)


B. FLAUTAS CON AERODUCTO
Con aeroducto añadidoa
Resonadores- silbatosb
De caña y cápsulas frutales
De materiales amorfos
Silbato doble, tapa bucalc
Cántaros silbatos
Flautas con aeroducto añadido
La flauta 'azteca`d
De soplo lateral o Axflutee

a) Un tubo se añade para conducir el aire hasta el filo de la cámara. En los de arcilla, metal, etc., el
aeroducto se moldea en el mismo material de la cámara o resonador.
b) El tubo conduce el aire a un resonador más o menos globular.
c) La boca cubre el cono o vértice (fig. 4) y por las comisuras de los labios pasa el aire a los dos
orificios receptores.
d) El aeroducto corre oblicuamente sujeto por una masa de resina.
e) El aeroducto forma ángulo recto con el eje del tubo.

CUADRO 15

Fig. 1. Resonador-silbato de cápsula frutal con aeroducto de caña. Indios Apinayé, Chaco (KGI
[1935: 358, fig. 223, a]).
Fig. 2. Resonador-silbato de arcilla, Perú (INM78).
Fig. 3.Resonador-silbato (la cola del ave es el aeroducto). Provincia de Chiriqui, Panamá (TW [1898:
pág. 631, fig. 285]).
Fig. 4. Silbato doble con tapa bucal (véase arriba la nota c). Tiene dos cámaras independientes (KGI
[1935: ibíd., pág. 368]). Aquí no discutiremos la existencia del aeroducto.
Fig. 5. Resonador-silbato, de Costa Rica [ibíd., pág. 616, fig. 263].
Fig. 6. Silbato de arcilla en que se representan dos águilas. México [ibíd., pág. 595, fig. 240].
Fig. 7. Cántaro-silbato de Costa Rica [ibíd., pág. 622, fig. 271].
Fig. 8. Flauta mexicana de arcilla con aeroducto añadido, tipo flauta ´azteca‟ (KGI [ibíd., pág. 374]).
Fig. 9. Cántaro-silbato doble, Perú [ibíd., pág. 658, fig. 317].
Fig. 10. Flautas ´aztecas‟ de los Ijca (KGI [ibíd., pág. 373, fig. 241]).
Fig. 11. Flauta de soplo lateral o Axflute (KGI [ibíd., pág. 375]).

79
CUADRO 15

80
Aerófonos

II. FLAUTAS DE SOPLO


C. FLAUTA DE PANa
De arcilla
De madera
De piedra
De metal
De caña

a) En los sistemas generales, la Flauta de Pan aparece en más o menos lejanas subdivisiones
simplemente como „juego‟ de flautas longitudinales simples. Izikowitz les atribuye género
propio, dentro de las flautas, en armonía con la importancia que estas flautas tienen en
Sudamérica, única parte del continente en que se encuentran. (Véase el párrafo que dedicamos
a su dispersión en el correspondiente capítulo).

CUADRO 16

Fig. 1. Flauta de Pan de arcilla, Nazca, Perú (D´H [1925: pl. XVII, 3]).
Fig. 2. Flauta de Pan de piedra que se halló en una tumba peruana (ChM).
Fig. 3. Flauta de Pan de madera exhumada en la región de los Diaguitas, Salta, Argentina (IAT
[1946: 33]).
Fig. 4. Flauta de Pan de caña de los Wai-wai, Guayanas (KGI [1935 384, fig. 251]).
Fig. 5. Parte (corpórea) de un ´ídolo-tinaja`, exhumado en Tucumán, Argentina. Museo
Etnográfico (Cf. IAT ibíd., págs. 34-35 ).
Fig. 6. Flauta de Pan con refuerzos de caña en cada tubo, Chipaya, Bolivia (INM79).
Fig. 7. Flauta de Pan de caña, 17 tubos, Ecuador (INM80).
Fig. 8. Vaso antropoformo de arcilla negra en que se representa un músico con su flauta de Pan,
Perú (D´H [ibíd., pl. XXI, 5]).
Fig. 9. Vaso en que se ve otro músico con su flauta, Valle de Chicama, Perú (D´H [ibíd., pl. XXI,
4]).

81
CUADRO 16

Cu

82
CAPÍTULO III

LOS INSTRUMENTOS MUSICALES


ABORÍGENES Y CRIOLLOS DE LA ARGENTINA

83
AREAS DE DISPERSIÓN

* (Nota de los Eds.) Las gobernaciones de Formosa, Neuquén y Río Negro fueron provincializadas,
en 1955.

84
1

IDIÓFONOS

El cuerpo del instrumento, que es a un


tiempo rígido y elástico, se pone en
vibración y produce el sonido o el ruido.
La materia vibra por golpe, punteo,
frotación y soplo.

85
LA MARACA
La voz maraca, aplicada primitivamente por los Caribe a sus sonajeros, se ha
generalizado en la bibliografía organológica para designar un instrumento cuyo cuerpo –un
recipiente– encierra partículas de diversos materiales. Estas partículas producen
característico ruido al chocar, por sacudimiento, contra las paredes que las aprisionan, y así
cumple el instrumento su función.
La variante Guaraní que oí en el Chaco paraguayo es mbaracá, y la parcialidad Angaité
de la misma zona lo llamaba caiguá (porongo).
Instrumento primitivo, elemental, es antiquísimo. Precolombino, naturalmente, y
común hasta entre los aborígenes de más remoto arraigo en América.

CLASIFICACIÓN. Pertenece la Maraca a la categoría de los instrumentos cuyo


cuerpo mismo, castigado por diversos medios, vibra y produce el sonido o el ruido. En este
caso, el golpe que conmueve al cuerpo es indirecto, pues el ejecutante sacude el
instrumento y chocan en su interior las partículas. Es, entonces, un idiófono de golpe
indirecto, de sacudimiento, de tipo vaso o recipiente (Hornbostel y Sachs, [1914: 588]).
Cabe notar, sin embargo, que la Maraca no es sola y precisamente un idiófono de
sacudimiento, en forma de vaso, porque buena parte del ruido se produce por entrechoque
de las partículas81, y el recipiente obra, además, como resonador.
Schaeffner colocaría la Maraca entre los instrumentos de cuerpos sólidos vibrantes, y
en el grupo de los que presentan un cuerpo sólido inextensible, de cáscaras 1936: 374

DISPERSIÓN. En la Argentina se encuentra hoy la Maraca entre los aborígenes de


las provincias de Formosa y Chaco y del noroeste de la provincia de Salta. Las poseen los
Toba, los Pilagá, los Mataco, los Choroti, los Ashlushlay, etc. Es conocida, al sur, entre los
Araucanos de Chile, con el nombre de huada, y considero probable que la hayan usado los
Araucanos de la Argentina, pero no la hallé entre los últimos grupos que aún sobreviven en
la provincia de Neuquén. Arqueológicamente se conoce en la zona de los Diaguita (ver
cuadro 3, n° 3). Fuera de nuestro país se encuentra en numerosas tribus del Sur, Centro y
Norteamérica. Hay gran variedad de tipos.

Maraca chaqueña (abierta)

Un modelo de Maraca más cuidadosamente construido, descendiente directo de las


primitivas, figura hoy en la batería de las orquestas populares urbanas.

86
CONSTRUCCIÓN. Es la Maraca –la de los indios argentinos– un instrumento
prácticamente natural. Está hecho. Se trata, en principio, de una calabaza seca, sueltas
adentro las semillas endurecidas. La industria humana modifica el hallazgo en diversos
grados. Los sonajeros chaqueños son, en efecto, calabazas naturales, en forma de pera, a las
cuales han dejado el cabo tan largo cuanto es necesario para tomarlas.
Abre el aborigen un pequeño agujero en el botón del fondo o en el extremo del cabo,
extrae las semillas y los restos de la pulpa seca e introduce luego en su lugar piedrecitas y
dos o más clases de semillitas duras. Después obtura el agujero con cera (a veces reforzada
con especies de botones) o con un tapón de madera reajustado con tela.
Largas y fuertes espinas atraviesan el hueco de la calabaza para robustecer la
resistencia de las paredes o para dispersar las partículas, esto es, para evitar que se
desplacen en masa. La especie de calabaza preferida en el Chaco es la Lagenaria.

EJECUCIÓN. El instrumentista abraza el cabo con la mano derecha, doblado el


codo, el recipiente hacia arriba a la altura del pecho y, moviendo principalmente la muñeca,
agita o sacude el instrumento en dos tiempos: primero, hacia el hombro; segundo, hacia
delante. En las dos direcciones el desplazamiento cesa con brusquedad. La fórmula del
ruido que se produce es, por lo tanto, doble: con el primer tiempo o movimiento, las
partículas chocan contra la pared ´posterior` del recipiente y, antes de que caigan al fondo
por gravitación, el segundo movimiento las lanza hacia la pared ´anterior`.
El primer golpe de las partículas es más débil que el segundo, porque, en rigor, no es
sino preparatorio: precipita las semillas contra la pared posterior para que, reunidas contra
esa superficie, crucen con rapidez y fuerza hasta la pared anterior. El segundo golpe,
entonces, es más fuerte. Podríamos hablar de un alzar y un dar, de arsis y thesis o,
simplemente, de un tiempo débil y un tiempo fuerte o acentuado. Pero en ningún caso el
ruido es del todo seco y neto. Se trata de un complejo de ruidos, pues las partículas
interiores chocan entre sí y contra la pared de la calabaza.

Tocador de Maraca

Hay instrumentistas que, mediante complejos, hábiles y bien calculados movimientos,


obtienen repiques de las partículas contra una o las dos paredes. El rebote de cara a cara –
algo así como un juego de tenis dentro de una copa– es elemental; la técnica superior
tiende, en cierto modo, a dejar la masa de partículas en el aire, dentro del recipiente, y a
castigarlas con las paredes. El arte de manejar la Maraca varía considerablemente según la
tribu.

87
OCASIÓN. La Maraca es instrumento acompañante del canto ´lírico` y del canto
para danza. No existe el ´solo de Maraca`, salvo, acaso, en algún pasaje de ceremonia
hechiceril. Este sonajero, pues, interviene cuando canta el indio y cuando baila la tribu, y el
indio canta con frecuencia, y la tribu baila, generalmente, todas las noches de luna, y
también cuando no hay luna... Añadamos que el sonajero no es indispensable para la danza.

RITMOS. No se puede hablar de música, tratándose de la Maraca, sino de rítmica.


Las fórmulas que produce no varían a lo largo de una canción, esto es, que se sostiene de
principio al fin; pero en manos distintas, y aún en las del mismo ejecutante, el instrumento
da diversas fórmulas.
Tengo en las colecciones fonográficas del Museo Argentino de Ciencias Naturales82,
decenas de cantos de Matacos argentinos, en gran parte con acompañamiento de
sonajeros83, y en el Chaco paraguayo grabamos un par de centenares de canciones
Sanapaná, Guaná, Angaité, Toba, Lengua, etc., los más con percusión de Maraca84.
Doy a continuación algunas de las fórmulas que oigo en esos discos:

Por la índole del instrumento, su producto es básicamente binario. La nota inicial del
pie es siempre acentuada. Hay generalmente anacrusis, porque generalmente el movimiento
inicial es hacia arriba-atrás, preparatorio. Al rebotar, las partículas dan diversas fórmulas de
golpes secundarios, a veces iguales, en su debilidad, al segundo golpe del pie binario.
Esta es la Maraca, sonajero de calabaza, común entre los aborígenes del nordeste
argentino.

-o-

EL SONAJERO DE UÑAS
Hay una clase de primitivos instrumentos musicales que consiste en la reunión de un
cierto número de cáscaras, huesos, valvas, uñas de animales, etc., huecos, en forma de
campana o simplemente sonoros, mediante ataduras de cualquier material, en tiras o hileras,
sartas, ristras o racimos. Agitado o sacudido el instrumento, chocan las ´campanitas` unas
contra otras y el ruido se produce.
En el nordeste de la Argentina hay varias tribus que poseen un instrumento de esa
familia: el sonajero de uñas. No se ha generalizado un nombre técnico. Oí a los indios

88
Angaité, del Chaco paraguayo, el nombre de popiiok. Los Choroti, según Karsten, lo llaman
káhuis [citado por Izikowitz, 1934: 37].

CLASIFICACIÓN. En cuanto se pone en vibración la masa o cuerpo del


instrumento –en este caso sus partes reunidas– y no cuerdas o membranas, este sonajero es
un idiófono, un idiófono de golpe indirecto, que produce su ruido por sacudimiento de la
ristra, racimo o hilera (von Hornbostel y Sachs [1914: 565]).
Para Schaeffner, sería, como el sonajero de calabaza, un instrumento de cuerpo sólido
vibrante, inextensible, de cáscaras. 1936: 374.

DISPERSIÓN. En la Argentina se halla el sonajero de uñas entre los Toba, los


Pilagá, los Mataco, los Choroti y los Ashlushlay (Chaco, Formosa y el nordeste de Salta).
Fuera del país, en la parte del Paraguay, centro y norte de Brasil, y en la América del norte.
Según Sachs e Izikowitz, es elemento de las culturas más primitivas.

CONSTRUCCIÓN. Los elementos básicos del instrumento están dados: uñas de


tapir, de pecarí o de otro animal no muy grande. Adquirí en el Chaco ejemplares hechos
con uñas de cerdo y de avestruz85. Estas uñas, vacías, son como campanitas; para
convertirlas en instrumento no hay más que reunirlas en racimos o hileras. Para esto se
hace una perforación en el vértice y se introduce por el agujero un filamento (hilo, cordón)
de cualquier material, anudado sobre sí mismo, de modo que el nudo no pase por el
agujero y quede la uña pendiente boca abajo.
Si se quiere la forma de racimo, se unen los cabos de los hilos. Las puntas, más o
menos trenzadas, suelen formar un aro a manera de asa para tomarlo o sujetarlo. Los hilos
que suspenden a las uñas enhebran a veces pequeñas cuentas, o se entorchan con otro hilo;
de este modo la ´campanita` queda fija en el extremo. Si se quiere asegurarlos en hilera, los
cabos se fijan a una trenza mayor.

Sonajero de uñas, chaquense

EJECUCIÓN. Las pezuñas86, suspendidas por su hilo juntas en racimo o hilera,


suenan al entrechocar cuando se agita o sacude el manojo entero. Puede sacudirse
simplemente con la mano o, indirectamente, al mover el miembro en que se ha fijado.
Pero en los ejemplares de las tribus argentinas, el racimo de uñas se ajusta al extremo
superior de un bastón de caña o madera de dos o tres metros de largo, que se sostiene
apoyado sobre el piso en posición vertical. Las uñas entrechocan cuando las mujeres que
manejan el instrumento levantan el bastón unos centímetros y lo sueltan enseguida para
que golpee el extremo inferior contra el suelo87. Véase la ronda indígena de la lámina I88.

89
Ejecutantes de sonajero de uñas, Maccá

OCASIÓN. Aunque este instrumento puede ser empleado en diversas


oportunidades, es indudable que tiene asignada una función específica en las ceremonias
con que se festeja la conversión de la niña en mujer. Dice Izikowitz: “Among the Choriti
Indians in Chaco the jingle rattle is used at certain ceremonies which are celebrated on the occasion of a
girl`s first menstruation” [1935: 37]. Y a Enrique Palavecino, nuestro explorador del Chaco, le
aseguraron que “[...] los indios Ashlushlay lo usan en fiestas de iniciación de muchachas”
[Palavecino: 1933: 56789]. En el Paraguay pudimos averiguar que los Maccá emplean este
sonajero en dicha ceremonia. Mujeres de la tribu, alineadas de frente, cantan adecuada
melodía en tanto mueve cada una el alto bastón en cuyo extremo se fijan las uñas. Los
Angaité del Chaco paraguayo me confirmaron que este sonajero es instrumento femenino;
pero allí se emplea ocasionalmente en la danza común, y no tuve noticias de que lo
reservaran para las ceremonias de iniciación.
En el Paraguay pudimos averiguar que los Maccá emplean este sonajero en dicha
ceremonia. Mujeres de la tribu, alineadas de frente, cantan adecuada melodía en tanto
mueve cada una el alto bastón en cuyo extremo se fijan las uñas. Los Angaité del Chaco
paraguayo me confirmaron que este sonajero es instrumento femenino; pero allí se emplea
ocasionalmente en la danza común, y no tuve noticias de que lo reservaran para las
ceremonias de iniciación.
R. Karsten dice que los indios Choroti atribuyen a su sonajero de uñas de ciervo
“...misterioso poder para influir sobre los espíritus...”, y que este poder debe ser explicado
por el hecho de que, “...para los Choriti, el ciervo es un animal endemoniado”. Añade que
“[...] es el único instrumento mágico que usan las mujeres de dicha tribu y que nunca lo
manejan los hombres. La danza empieza con la primera luna nueva después de la aparición
de los signos de la pubertad [...]” [citado por Izikowitz, íd.].
No puedo dejar de recomendar al estudioso las magníficas páginas [34-48] que
Izikowitz dedica al uso de este instrumento.

RITMOS. El sonajero de uñas acentúa el compás de la danza. Por eso, y por la


técnica de ejecución, se comprende que su fórmula sea una serie regular de golpes fuertes
entre el rumoreo de las uñas que se rozan.

-o-

90
2

MEMBRANÓFONOS

Cueros o membranas, muy estirados, se


ponen en vibración y producen el sonido
o el ruido. Las membranas vibran por
golpe, punteo de una cuerda que trasmite
sus vibraciones al cuero, frotación,
etcétera.

91
LA CAJA90
Huankar o hatum-tinya, o simplemente tinya, llaman en quichua a estos
membranófonos. En aymara, huancara. Yo no he oído en la Argentina nada más que los
nombres españoles de Caja y Tambor.

CLASIFICACIÓN. La Caja criolla –en cuanto su sonido se origina en membranas


tensas– es un membranófono y pertenece al grupo más común de su categoría: al de los
que suenan por golpe directo de un percutor movido por el ejecutante, o de la mano
misma, a veces.
Hornbostel y Sachs distinguen en él tres clases, y según la forma de la caja:
semiesféricos o forma de plato91, tubulares y de marco [1914: 570-71]. Estos tambores
criollos no presentan nunca la caja semiesférica –típica del kultrum araucano–, y en cuanto a
las formas de tubo o de marco, de ambas existen, porque tenemos toda clase de alturas en
torno al límite divisorio. (Sabido es que se considera marco la altura de la caja igual o
inferior al radio del cuero; más, es tubo [íbid, pág. 570]. El tipo que se encuentra en la
Argentina del centro y del oeste tiene dos parches o membranas y es, generalmente, de
marco.
Según el sistema de Schaeffner, las Cajas americanas son instrumentos a base de
cuerpos sólidos vibrantes, extensibles, membrana tensa [1934: 376].

DISPERSIÓN. Los tambores de membrana han tenido escasa difusión y aceptación


en América precolombina. Un tipo rudimentario en que la membrana cubre la boca de un
recipiente con agua (el tambor de agua) [ver Katakí, pág.100], se conoce en el Matto
Grosso, en el Chaco y en la Patagonia92. A enorme distancia, se encuentra, además, en el
extremo oriental de la América del Norte. Otro tipo, cilíndrico con una faz abierta y la otra
cerrada por la membrana, se halla entre los Chiriguano, seguramente por antigua influencia
peruana, en opinión de Izikowitz [1935: 183], y entre las clases populares de Chile. Este
tipo parece haber sido precolombino en América Central y en el norte de Sudamérica. R. y
M. d´Harcourt no lo vieron en el Perú moderno; yo encontré allí únicamente los de
estructura europea.
En cuanto al tambor de dos membranas, tipo a que pertenecen nuestras Cajas, no
parece definitivamente probada su existencia en el Perú precolombino; pero fuera de toda
duda, el gran uso y amplia dispersión andina de las Cajas criollas se explica por el
antecedente de los tambores aborígenes.

CONSTRUCCIÓN. Preferimos ajustarnos a la descripción de un ejemplar


determinado, para evitar la ambigüedad y vaguedad de tempranas generalizaciones; y
elegiremos para el caso la magnífica pieza que adquirí para el Museo en la Quebrada de
Humahuaca en 1931, y que conservamos con el número M 1993. Véase su foto en la lámina
IV (arriba).
El cuerpo –´la caja`, en sentido estricto– es un marco de madera boliviana localmente
llamada yakis-palo (yaquis es deturpación de yacu, agua; palo de agua) de 33-35 ctms. de
diámetro por 13 de alto. Todos saben cómo dos discos de cuero se ajustan al marco a
manera de fondo y tapa, por decir así. Los parches de nuestro ejemplar son de cuero de
cordero y, bien curtidos, han sido extendidos y luego sujetos por el borde a un anillo fino
de madera que el mismo cuero envuelve. Grandes puntadas de hilo común aseguran la piel
a su anillo.

92
Ahora, los parches tensos en el anillo, se aplican al marco, pero nada los fija
directamente a la madera: un piolín abraza el anillo de un parche y luego el del otro; así,
alternando, marcha en zigzag hasta completar la vuelta al marco. Ocho presillas toman,
cada una, dos hilos, y al correrse y ceñirlos, tiran del anillo y dan graduable tensión a los
parches. Estas presillas reciben en Jujuy el nombre de apretaderas. Por supuesto, no
estamos describiendo nada extraño o desconocido; todos esos elementos son idénticos a
los del Tambor militar. Pero hay entre esas Cajas y el Tambor militar una diferencia
importante: el Tambor tiene, además, dos aros superiores que aprietan los anillos de
madera en que se aferran los parches, y los cordones zigzag sujetan, no los anillos como en
las Cajas, sino los aros.
Nuestra Caja tiene un filamento de cerdas de cola de caballo trenzadas que pasa
rozando la superficie del parche posterior. Esta cuerda tiene importancia: la llaman charlera
y su objeto es recibir el castigo del parche en vibración, con lo que se aumenta y
particulariza la sonoridad. Es recurso de los Tambores modernos. Una manija de cuero en
la parte que la manija misma define como anterior, y un palillo llamado huajtana (del verbo
quichua huajtay = pegar) sujeto a la manija por una cinta, completan el instrumento.
En nuestro Museo se conservan diversas Cajas del norte y del oeste argentinos, que
es donde se usan hasta hoy; y son varios, aunque pequeños, los detalles en que difieren de
la jujeña descripta. En muchos casos, el cuerpo es de hojalata, pues han aprovechado los
envases cilíndricos de mercaderías precedentes de los centros industriales. Véanse [en el
Apéndice II-Fotos] las Cajas de las láminas B y C. El tamaño, entonces, varía de acuerdo
con el envase disponible.

Caja rectangular de dos parches, Tucumán

En otras Cajas, el cuerpo es un tronco ahuecado (véase la lámina IV, abajo). En


algunas, el sistema de correhuelas que ajusta y estira los parches se reduce a la cuerda en
zigzag, sin las apretaderas o presillas, esto es, ligaduras W, como se llaman. Véanse las Cajas
de las láminas B (abajo), IV (abajo) y C (abajo). En otras se añaden las presillas, con lo que
reciben el nombre de ligaduras Y. Véanse las Cajas de láminas IV (arriba) y III; más claro
en detalle, en el Bombo de la lámina II. En los ejemplares de mayor tamaño, a veces casi
tan grandes como los Tambores militares reglamentarios, en los tubulares, y en otros que
por su diámetro son verdaderos Bombos, se ha adoptado el aro que aprieta el anillo del
parche. Véanse las piezas de las láminas II (arriba) y III. Con esto desaparece la diferencia
principal entre las Cajas criollas y los modelos europeos modernos. En el Perú y en Bolivia
se ven membranófonos grandes sin aro, y pequeñas Cajas con él.

93
Merecen recuerdo especial las Cajas cuadradas que halló la señora Isabel Aretz en el
ingenio Santa Rosa, departamento de Monteros, provincia de Tucumán Aretz-Thiele,
1946: 87-88. Se trata de ejemplares exactamente iguales a los que Alfred Metraux encontró
en manos de los Chipaya, en Bolivia Izikowitz, 1932: 265 y 267, y semejantes también a
los de Purulla, de Guatemala, y a los de algunos aborígenes norteamericanos [Izikowitz,
1935: 176-77].
Los de Tucumán son construidos en el lugar por músicos criollos.
Por el momento, me parece aventurado pensar en una capa arcaica común, por lo
menos si se tratara de incluir en ella las Cajas cuadradas de Tucumán. Tal vez este islote
haya sido alcanzado por dispersión en forma de parábola, es decir, por salto, y en fecha no
lejana.

Ejecución de la Caja con una mano

EJECUCIÓN. La Caja criolla se toca de varios modos. Hay que distinguir, ante todo,
las técnicas, según intervengan una o las dos manos, se empleen uno o dos platillos,
solamente los dedos, o los dedos con un palillo.
La técnica de una mano predomina hacia el extremo del noroeste. El dedo pulgar de
la mano derecha pasa por la manija y suspende el instrumento a la altura del codo.
Los dedos índice y medio ayudan al mismo pulgar en la sujeción y movimiento del
palillo (la figura 6 ilustra el detalle). Queda la mano izquierda libre. Libre de la Caja, al
menos, pues esta técnica permite al ejecutante manejar un segundo instrumento. Cuando
hablemos de la Flautilla y del Erkencho, veremos cómo el tocador se acompaña a sí mismo.
Estos dos aerófonos sólo requieren el empleo de la mano izquierda; la Caja ocupa la
derecha. El músico, pues, produce la melodía y obtiene la percusión acompañante a un
tiempo mismo.
La dispersión de este procedimiento es grande en Sudamérica. Su empleo fue
observado en el Ecuador ya hacia 1735 por don Antonio de Ulloa. Al describir las
costumbres de los indios de Quito, dice Ulloa94 que alguno de los aborígenes “[...] toca con
una mano un Tamborilillo, y con la otra una Flautilla a su usanza...” [Estala, 1795-1801,
tomo XIII: 261].
Lo curioso del caso es que estos hombres-orquesta existieron también en la España
del descubrimiento; y tocaban parecidos instrumentos de semejante manera. Todavía en
1679, María Catalina Gemela Aulnay, en viaje por España, ve cómo “Un hombre toca
simultáneamente una especie de pífano y el tamboril...” 1892: 295. De modo que no se
puede afirmar la autoctonía del procedimiento96.
La técnica de las dos manos, rara en el noroeste, tórnase más frecuente a medida que
nos desplazamos hacia el sur, y es exclusiva en Tucumán, Santiago del Estero, Córdoba,
Catamarca, La Rioja y San Juan. Ausentes, aquí, los aerófonos para una mano, la Caja
recobra las dos del ejecutante en la función de acompañar su propio canto o a otros
instrumentistas.

94
Ejecución con ambas manos, Ejecución con ambas manos,
dos palillos, La Rioja. un palillo, Santiago del Estero.

Una de las manos –la derecha o la izquierda– suspende el instrumento y maneja un


palillo; la otra se mueve libremente con el segundo palillo. La suspensión, semejante a la del
norte, varía en detalles: unas veces, la manija pasa por sobre la mano o, mejor, la mano se
introduce en la manija hasta cerca de la muñeca; otras, los dedos anular y meñique enlazan
y aprietan la manija. Existe también la suspensión de la Caja mediante una correa que pasa
por el cuello.
Si hemos de atenernos a las tradiciones orales, la técnica de las dos manos invade el
norte desde el oeste central. Esto coincide con el avance general hacia el norte de todo lo
criollo meridional, pero no obstaculiza una débil expansión de lo indígena en dirección
inversa.
Otra técnica de ambas manos consiste en la suspensión de la Caja con una, mientras
la otra bate el parche. En todos los casos el instrumento se mantiene en alto, la mano que
lo suspende a la altura del pecho.
El empleo de las manos sin palillos parece ocasional. Los dedos de una, o los de las
dos, percuten la membrana en reemplazo de uno o de los dos platillos.

OCASIÓN. La Caja jujeña, acompañante del Erkencho y de la Flautilla, se toca


únicamente en verano; es decir, desde la fiesta de Todos los Santos hasta Carnaval. Donde
acompaña al canto, no tiene limitación de tiempo. En las provincias del centro y del oeste
se emplea principalmente en Carnaval.

RITMOS. El instrumento se comporta de diverso modo según el cancionero a que se


aplique. Para el acompañamiento de las melodías aborígenes produce muy corto número de
fórmulas. La principal y más común es ésta:

Ya la veremos complementando la notación de varias melodías de Erkencho, de


Flautilla y de Pinkillo, páginas adelante. No hay para qué decir como la técnica de una mano
da los tres golpes de cada grupo con el mazo único; si intervienen los dos palillos, en
cambio, podría haber distintas formas de alternancia. Yo he observado una sola; no se si

95
habrá más. La mano que suspende la Caja descarga solamente el último de los tres golpes
de cada grupo; la otra, percute los dos primeros.
Más raras, según la melodía, son las fórmulas que dan series de corcheas o corcheas y
negras, como en el ejemplo del Bombo en la Melodía número 50.
Para el acompañamiento de las danzas criollas es muy otro el estilo y el repertorio
de las fórmulas. Estos bailes se producen siempre a base de pies ternarios. La Caja produce,
para ellos, series de tres percusiones; en términos gráficos, compases de seis por ocho
(ternarios), si tomamos la corchea como unidad; tres más tres golpes por compás.
Suele dar el ejecutante distinto ´color` a ciertos golpes. Para eso castiga el parche,
unas veces con la suave cabeza del mazo, otras con el duro palillo y, para mayor contraste,
el palillo golpea, no en plena membrana, sino en el borde. Debe entenderse que el
ejecutante adopta una fórmula de palo-mazo y la repite siempre en las danzas de la misma
especie.
Doy aquí muestras de algunas fórmulas usuales. La letra M significa que el golpe se da
con el mazo; la P, que se emplea el palo:

La primera y la segunda acompañan la Cueca; la tercera sirve para el Gato, la


Chacarera y muchas otras. Estas fórmulas no son exclusivas de la Caja, ni mucho menos; se
dan también en el Bombo, instrumento preferido, en general, para la percusión, en las
orquestas criollas. La cuarta fórmula se emplea en el acompañamiento de cierta especie de
Vidalas. Se omite, a veces, el golpe central. Corrientemente un mazo sólo produce las tres
percusiones.

-o-

EL TAMBOR Y EL BOMBO
Es muy poco lo que tenemos que anotar sobre estos membranófonos. Generalmente,
todo en ellos es europeo moderno, excepto el material.
La Caja, que acabamos de describir, recibe popularmente también el nombre de
Tambor en algunas provincias del Oeste97. El verdadero Tambor, en cambio, suele llamarse
´Bombo mediano`, y el Bombo recibe su propio nombre español.

CLASIFICACIÓN. Todo lo dicho con respecto a la Caja vale para el Tambor y para
el Bombo.

DISPERSIÓN. Estos dos instrumentos se encuentran hoy en las provincias andinas,


desde Jujuy hasta La Rioja, y en Tucumán y Santiago del Estero.

CONSTRUCCIÓN. Se sigue casi hasta en los menores detalles la construcción de los


modelos urbanos, pero se emplean los materiales locales. En Bolivia y en el Perú suele

96
faltar el aro. La caja de bronce, corriente en el Tambor ciudadano, se desconoce en la
campaña; en algunos casos el constructor aprovecha el cilindro de recipientes de hojalata.
Lo usual, tanto para el Tambor como para el Bombo, es la caja de madera, que
generalmente se hace con un tronco de muy regular forma cilíndrica al cual se excava el
interior hasta dejar las paredes convenientemente adelgazadas.
Para los parches se utilizan cueros de oveja, cabra, etc., y el largo de la caja cilíndrica,
en el Tambor, oscila entre el común de los urbanos y el doble, y en el Bombo es más o
menos el corriente.
El aspecto de estos membranófonos rurales, si se compara con el de los ciudadanos,
es rústico; pero no, generalmente, desprolija su construcción. La lámina III muestra dos
hermosos ejemplares salteños, y en la II, izquierda, puede verse un Bombo construido en
Chicligasta, Tucumán, hacia 1910, de madera de pacará, cueros de cabra y aros de sauce,
cuyo propietario, dueño de una carnicería de campaña, lo utilizaba al atardecer para
anunciar a sus clientes que carnearía al día siguiente por la mañana. Este Bombo, en su
curiosa función de tambor de señales, se oía, según mis informes, a más de quince
kilómetros de distancia.

EJECUCIÓN. El tambor, propiamente dicho, no se usa mucho; el Bombo, en


cambio –aparte la referida función ´telegráfica`, restos de un procedimiento no muy
difundido–, interviene con gran frecuencia en las orquestas folklóricas. Sobre la técnica de
su ejecución y las fórmulas que en ellos se obtienen hemos hablado al tratar de la Caja98. Se
usan los tres más o menos del mismo modo, excepto, es claro, la manera de tomarlos. El
ejecutante, sentado, apoya el cilindro del Tambor o del Bombo sobre las piernas; la mano
derecha suelta, la izquierda sobre la caja, ambas sobre el parche derecho, mueven los
palillos o mazos. En marcha, utilizan un portabombo rústico de cuero.
El Bombo comunica a la ´orquesta` y a la fiesta una animación indescriptible. A gran
distancia se oye el repiqueteo intenso y cálido de estos membranófonos. La danza tiende
con él su línea avanzada de puntos en la noche.

-o-

EL KULTRUN
El Kultrun es el timbal de los araucanos. Algunos autores escriben culthum, cuntrum,
rali, cultrun y, con referencia a ejemplares de mayor tamaño, caquel cultrun. Es el instrumento
de las machis o hechiceras araucanas y, henchido de influencia mágica, interviene en las
ceremonias y ritos propiciatorios.

CLASIFICACIÓN. Dotado de piel o membrana vibrante, el Kultrun es un


membranófono. Provisto de un palillo o mazo que el ejecutante descarga sobre la piel
tensa, es un membranófono de golpe directo y, por cuanto la forma del resonador se
asemeja a una fuente, entra en la categoría de los semiesféricos o forma-plato. Finalmente,
el Kultrun no aparece asociado con otros de su especie, integrado un instrumento, sino
independiente (von Hornbostel y Sachs [1914: 570]).
Para Schaeffner, dentro de la clase de instrumentos de cuerpos sólidos vibrantes,
pertenece al grupo de los de cuerpo sólido susceptible de tensión, y al género de los de
membranas tensas [1934: 376].

97
DISPERSIÓN. En la Argentina, el Kultrun se encuentra, raramente ya, entre los
araucanos de la gobernación de Neuquénx. Ignoro si lo poseen todavía los dispersos grupos
que sobreviven en la inmediata zona de la gobernación del Río Negroy. Fuera de nuestro
país, lo hallamos en el habitat de los araucanos chilenos (principalmente entre los paralelos
38º y 40º, desde la cordillera hasta la costa).
Aunque los elementos de Kultrun –membrana y recipiente– aparecen en todas partes,
no se encuentra en otro lugar de América instrumento de análogas características.

Kultrun araucano. Fondo del recipiente

CONSTRUCCIÓN. En posesión de un gran trozo de madera, el aborigen talla una


fuente, es decir, un recipiente en forma de media naranja. La pared tiene un par de
centímetros de espesor, tal vez algo más en el fondo, y el alisamiento es cuidadoso.

Araucana tocando el Kultrun sobre el brazo

También suele hacerse el recipiente con la mitad de una calabaza esférica de tamaño
grande. La boca mide unos 40 ó 45 centímetros de diámetro, y la altura oscila entre 15 y 20.
Un trozo de cuero de caballo u oveja, bien curtido, cierra la boca del recipiente y se
extiende sobre la pared exterior de la pared, tres, cuatro, seis centímetros y, a veces, algo
más.
Un hilo de cáñamo perfora el borde del cuero cada tres centímetros más o menos, y
un costillar completo de trencillas de crin va desde ese hilo de cáñamo hasta un aro de
cuero duro que está aplicado a la base o asiento de la fuente. Esta descripción, demasiado
laboriosa, se esclarece sin más que observar el dibujo que reproducimos99. Antes de cerrar

x
(Nota de los Eds.) Provincia desde 1995.
y
(Nota de los Eds.) Idem nota anterior.

98
el recipiente con el cuero, el constructor coloca adentro un puñado de piedrecitas
destinadas, según parece, a producir ruido por entrechoque y contra la pared, si se
sacude el instrumento; pero no he visto que los araucanos

Araucana tocando el Kultrun en el suelo

sacudieran el Kultrun, e ignoro hasta qué punto tienen las piedrecitas utilización práctica
generalizada100. La superficie del cuero que cubre la boca presenta líneas ornamentales
hechas con alguna sustancia colorante. En fin, el Kultrun se toca con uno o dos palillos de
35 ó 40 centímetros. Puede hacerse el palillo con la parte delgada de un tallo de colihue; su
extremo suele estar envuelto en tela y recubierto con lana entretejida. Se usa también, a
manera de mazo, un calabacín de forma alargada.

EJECUCIÓN. Instrumento manuable, puede tomarse de varias maneras. En alto, de


pie la hechicera, descansa la base del Kultrun sobre el brazo izquierdo, sujeto el
instrumento con los dedos que se entremeten por las trencillas del costillar. La mano
derecha maneja el percutor. En tierra, simplemente colocado en el suelo, sentada la
ejecutante, suele tocarse con dos palillos101.

OCASIÓN. El Kultrun es el instrumento de la hechicera y, manejado por ella,


interviene en los ritos o ceremonias colectivos y acompaña sus cantos medicinales, sus
conjuros, etc.

RITMOS. La percusión del Kultrun, en las ceremonias, refuerza el canto o los


conjuntos de voces e instrumentos. Damos a continuación algunas de las fórmulas que
produce, de acuerdo con las grabaciones que obtuvimos en la Argentina y Chile durante
nuestro viaje de 1941-42102.

99
A. Sirve de base a un toque de corneta en el nguillatun o rito agrario, ceremonia
propiciatoria de los araucanos.
B. Acompaña el canto de la machi joven.
C. Apoya, en un tramo del nguillatun, el canto de llamada a los choique (danzantes
disfrazados de pájaros) y deriva hacia la fórmula siguiente cuando los choique
danzan.
D. Dramática, lúgubre percusión, acompaña la voz de la machi cuando, en sus
faenas medicinales, aleja a los malos espíritus del cuerpo del enfermo.
Estas tres últimas, de Chile, que damos para complementar la información de este
parágrafo, fueron grabadas por la señora Isabel Aretz, durante nuestra mencionada
excursión.
El empleo de dos palillos da, muchas veces, distinta coloración a cada golpe. La
notación, con sus esqueletos rítmicos, no puede dar idea del efecto sonoro.

-o-

EL KATAKÍ (TAMBOR DE AGUA)


Katakí es el nombre que dan los indios Toba al instrumento que en la bibliografía
etnográfica suele llamarse ´tambor de agua`. Y este nombre sintetiza la característica del
instrumento: la caja o tubo, que es de una pieza, recibe cierta cantidad de agua. Cada tribu
da a su tambor un nombre en su idioma o dialecto. Nosotros hemos escogido uno, katakí,
porque no tenemos equivalente específico en castellano y porque, en mi opinión, suena
deliciosamente.

CLASIFICACIÓN. El ´tambor de agua`, ante todo, es ´tambor` porque la altura de


su cuerpo es mayor que el radio del cuero103. Suena por las vibraciones de su membrana
tensa, con lo que está dicho que se trata de un membranófono; membranófono de un
cuero, en este caso. El extremo inferior del cuerpo o tubo está cerrado. La membrana

100
recibe el golpe de un percutor de mano; de manera que el tambor pertenece a los
membranófonos de golpe directo.

DISPERSIÓN. Esta especie de tambor se encuentra principalmente en América. Lo


tienen varias tribus de los Estados Unidos y, en Sudamérica, se ha visto en manos de los
Bororó, Lengua, Ashlushlay, Mataco, Payaguá, Choroti, Guaicurú, Toba y, en el sur, entre
los Tehuelche. Fuera del continente se ha indicado su presencia en aldeas de Hotetotes,
Sudáfrica104. Nosotros lo hemos visto en grupos Toba de Formosa, y al ejemplar que
obtuvimos entonces nos referimos aquí.

CONSTRUCCIÓN. El Kataki se hace con escogida sección de un tronco de palmera. El


ejemplar que adquirimos en Laguna Blanca, Formosa105, mide 27,5 centímetros de alto y 26
de diámetro. El trozo es tubular, parejo, y la madera ha sido cuidadosamente alisada. Se ha
excavado la pulpa y angostado la pared hasta darle un par de centímetros de espesor, y el
borde superior se ha reducido progresivamente hasta 1 cm. A 2 cms. del borde, en la parte
exterior, se ha hecho una canaleta de 1 cm. de ancho y un par de milímetros de
profundidad para recibir la presión del hilo que asegurará el cuero, y 1 cm. más abajo de esa
hendidura, un par de líneas incisas, irregulares e incompletas, sin duda de carácter
ornamental.

Membrana y corte vertical del Katakí

La cavidad interna es regular. A unos 14 ó 15 centímetros del borde superior la pared


empieza a ensancharse o, mejor, la excavación de la pulpa se va reduciendo gradualmente
hasta cerrar en forma de U, muy irregular, a unos 6 cms. de la base. Toda esta parte del
fondo en U, que es leñosa y porosa, aparece revocada con barro.
Se vierte agua en el fondo hasta superar la U, es decir, hasta unos 13 cms. del borde
superior. El agua –aparte las innumerables implicaciones mágicas que tiene, ya muy
olvidadas– influye en la sonoridad. Reduce la parte aérea de la cavidad, pero, seguramente,
absorbe vibraciones y da al sonido un timbre. Una membrana trabajada en cuero de guazú o
de ñandú cierra la boca, y su reborde se ajusta a la hendidura con dos o más vueltas de hilo;
y una varilla común, de unos 25 cms., no trabajada, es el palillo de la percusión. Se le llama
pon, en mataco.
Complemento del tambor mismo es un segundo trozo de palma106, más o menos
como la mitad del tambor, cuyo solo objeto es el de servir de base al instrumento a fin de
que la membrana quede a nivel adecuado para la acción percutora del indio sentado.

101
EJECUCIÓN. Colocado el instrumento sobre la complementaria base de palma, el
ejecutante se sienta de modo que el tambor quede muy cerca, y la membrana a la altura de
sus rodillas; toma el palillo con la mano derecha y golpea el parche como diremos.
Según la oportunidad, y si la oportunidad se presta, el ejecutante puede tocar horas o
días sin descanso. Julio Alberto Nogochiri, de Laguna Blanca, Formosa, Argentina, nos
declaró haber tocado su Katakí dos noches y un día consecutivos.

Ejecutante de Katakí (tambor de agua)

OCASIÓN. El Katakí es instrumento de todo tiempo. Se luce especialmente en las


grandes fiestas, como, por ejemplo, la de fin de año. En el lugar mencionado –seguramente
en otros–, se reúnen unas setenta familias (más de cuatrocientos aborígenes), comen carne
de oveja con no mucho vino, a veces con galleta, y bailan su danza antigua, el nmi. Sus
canciones líricas se denominan enagán.

RÍTMICA. El katakí es instrumento ´solista`. No acompaña a otros e ignoramos si


apoya las voces. Su repertorio de pies rítmicos y su serie son insignificantes:

1) 2)

2/
3)
8

La fórmula de pie 1) es la general y común; la 2), suele aparecer a veces, aislada, no en


serie. Los pies, percutidos largamente en forma continua, constituyen todo el rendimiento
del tambor de agua. La característica de la serie sonora 3), tiene su originalidad: el palillo se
apoya en el cuero con vivo golpe antes de hacer los dos golpes del pie que, aunque menos
acentuados, no dejan de ser los principales.
No hay duda de que la reiteración de la fórmula por decenas de horas continuas
produce en los indígenas efectos especiales.

-o-

102
3

CORDÓFONOS

Una o más cuerdas estiradas entre puntos


fijos, se ponen en vibración y producen el
sonido. Son cordófonos simples cuando el
resonador puede separarse del
portacuerdas, y cordófonos compuestos
cuando la caja de resonancia es
inseparable del mástil portacuerdas. Las
cuerdas vibran por punteo, fricción, golpe,
etc.

103
EL ARCO MUSICAL
El Arco musical, primario instrumento de cuerdas, ha llamado la atención de los
investigadores y merecido monografías y estudios. Desde su concepción es instrumento
´solista‟, y uno de los instrumentos que inician al hombre en las delicias de la música para sí
mismo. La debilidad de su sonido lo hace inapto para integrar conjuntos e incluso para la
audición social107.

CLASIFICACIÓN. El Arco musical pertenece a la gran familia de las cítaras o


cordófonos simples –cuerdas en un porta-cuerdas que puede ser resonador–, y se nos
presenta como uno de los instrumentos más rudimentarios. Es un cordófono del grupo de
las “cítaras de palos” [Hornbostel y Sachs, 1914: 575]. Los arcos musicales se caracterizan
por su porta-cuerdas, que es flexible y corvo. Pueden tener una o pocas cuerdas
desprendidas de la corteza del mismo arco, excepto en los extremos, que las retienen, o
bien una o más cuerdas de otro material (tendones, tripa, cuero, crines, filamentos
vegetales, etc.) atadas a las puntas. El arco puede ser de rama, caña corva, hueso de costilla,
etc.

DISPERSIÓN. Los Arcos musicales son conocidos en los tres continentes antiguos y
en América y Oceanía. En Europa sobrevive en lugares de Lituania, Prusia, Italia, Holanda;
en África, por zonas del centro y el sur, en la Isla de Madagascar y en Chagos; en Asia, en la
China y en Indonesia; en Oceanía, en algunas islas desde Nueva Guinea hasta Hawai, y
entre muchas tribus de las tres Américas. En nuestra América del Sur se conoce o conoció
en todas las repúblicas, y en cuanto a la Argentina, lo tienen hasta hoy los Choroti, los
Chulupí, los Pilagá, y los Toba, lo tuvieron los Araucano y perteneció a los extintos
Tehuelche, hasta más ver. Se consultará con provecho una monografía de Lauro Ayestarán
(1953) que incluye un mapa y cuadros en que se indican los lugares y se discriminan los
tipos de arcos musicales en América, África y Oceanía. El autor refuerza e impone la tesis
de que el arco de boca se encuentra en la costa americana del Pacífico y en Oceanía,
mientras el arco de resonador de calabaza está principalmente en la costa americana del
Atlántico, donde hubo intensa esclavitud, y en el África [ibíd., pág. 27-28]. Queda sugerida
una doble procedencia que nosotros aceptamos.

CONSTRUCCIÓN. Quien recuerde el arco del indio cazador tiene la imagen de los
Arcos musicales más sencillos: los del Chaco argentino. Son arcos de caza en miniatura.
Todo el cuerpo del instrumento consiste en una rama curva de 30 ó 40 cms., a veces
partida longitudinalmente por la mitad, rústica, con su corteza, o pelada y alisada, chata;
con o sin cuello en los extremos para atar la cuerda. Y la cuerda, –un haz de cerdas– sujeta
a los extremos de la rama, como único elemento para la vibración.
En los arcos chaqueños esta cuerda vibra por la frotación de un segundo arco con
cuerda, igual al anterior o más chico, que se aplica al arco primero –cuerda contra cuerda–
como en los violines modernos108. Precisamente el arco del violín desciende de aquella
ramita corva, y aunque ahora es recto, sigue llamándose ´arco` en homenaje a su remoto
antepasado.

EJECUCIÓN. Los Arcos musicales pueden tener en, o adherido, o aplicado al


portacuerdas, alguna cavidad o recipiente para la amplificación del sonido. Los arcos de los
aborígenes argentinos carecen de resonador. El ejecutante aplica el arco a los dientes para
que la cavidad bucal obre como caja de resonancia. Técnicamente, la boca no se considera
como resonador (Hornbostel y Sachs, íd.), aunque resuena, y los arcos que aprovechan su

104
cavidad se llaman ´arcos de boca`. Se obtienen sonidos de distinta altura apoyando en la
cuerda uno u otro dedo de la mano izquierda, como en el violín o, mejor, como en los
sonidos armónicos del violín. Ignoramos si existe en el Chaco la frotación o el golpe con
un palillo. En nuestra Patagonia, además del arco frotador, se conocía la frotación con una
varilla (que podía ser un hueso) Lehmann Nitsche 1908: 922-32.

Ejecutante de arco musical

Todo lo antedicho tiene suficiente ilustración en el cuadro nº 7 (pág. 65)

OCASIÓN. El Arco musical chaqueño es instrumento de todo tiempo, y las


ocasiones de su uso son las de los momentos de ocio personal109.

MÚSICA. La música del Arco musical es débil –como se ha dicho– y modesta. El


arco se apoya contra los dientes o se aprieta con ellos y, más o menos colocado como el
violín110 su cuerda recibe la frotación del segundo arco. En nuestro viaje al Chaco111 hemos
examinado y obtenido varios Arcos musicales112, pero no se nos presentó la ocasión de
grabar música. No deja de ser curiosa la supervivencia de la construcción y el olvido de la
ejecución113. Varias veces, en cambio, registramos melodías ejecutadas en cítaras de palo
pertenecientes a la vecina familia de los ´palos musicales` –es decir, de portacuerdas no
flexible, sino rígido– con resonador, como veremos114.. El antropólogo alemán Robert
Lehmann Nitsche grabó a comienzos del siglo una melodía de arco musical patagónico. La
reproducimos aquí ibíd, pág. 936, ej. 51, no sólo como muestra, sino también por su
rareza y por su valor histórico.

Etc.

-o-

LAÚDES RÚSTICOS
La adopción de elementos europeos y la aplicación o la talla de un cuerpo resonador
a los arcos o a los palos musicales produce en el Chaco argentino –y en otros diversos
lugares– una interesante especie de Laúdes rústicos híbridos. La rama o el palo son ahora

105
gruesos y adquieren la categoría de mangos porque el constructor talla un ensanchamiento
súbito destinado a funcionar como caja de resonancia o, mucho más corto, como tapón de
boca de una caja de resonancia extraña. Es decir, que la parte ancha, cilíndrica, del palo es
lo suficientemente larga como para constituir todo el cuerpo de resonancia, y el
excavamiento de la masa convierte la masa en caja, por cierto rústica. En el otro caso, la
parte ancha es corta y se comporta como tapón de la boca de una lata de aceite o de
comestibles (figura 8 del cuadro nº 7, pág. 65) y, ya en función de la caja, una cuerda,
levantada por un puente y sujeta en el extremo del mango a una clavija europea115 completa
el laúd o violín rústico del Chaco.

Violín rústico de los indios Maccá.

Hay otras maneras de fijar el resonador al mango. En la ilustración se ve una especie


de plancha bajo el puente; es –creemos que ocasional compostura– una suela de zapatilla de
goma. De este tipo, que procede del Chaco paraguayo116, hay diversos modelos en el Chaco
argentino.

-o-

EL CHARANGO
El Charango es una guitarrilla criolla especialmente difundida en Bolivia y en el Perú.
Charango no es voz indígena. Los filólogos tendrán menudo entretenimiento, sin
duda, con sus muchas –al parecer– variantes: charanga, banda militar; charanguero, tosco,
rústico; changarra (por metátesis), cencerro; el guatemalismo charranga, guitarra, y changango,
también guitarra, en la región del Plata, en el siglo XIX. En fin, el cubanismo charango,
significa cosa pequeña. ¿Y chango, muchacho, del noroeste argentino? Ahí queda eso; y
vamos a lo nuestro.

CLASIFICACIÓN. El Charango es un cordófono, instrumento en que las cuerdas


comunican su vibración al aire. El único cordófono criollo -si no consideramos, como es
natural, la guitarra española, el arpa, las bandurrias, los mandolines, etc., de factura
ciudadana, y el violín europeo- de fabricación rústica. Indígena, único también, sería el arco
musical de la Patagonia y del Chaco; en otras regiones parece que no es precolombino.
Recibe también el nombre de “charrango” en Chile (Temuco y zonas vecinas) un
curioso palo musical indígena y criollo. Lo he visto sólo una vez, y no durante la ejecución,
en una ruca o rancho araucano. No tengo los datos necesarios para dedicarle el
correspondiente capítulo. Consiste en un par de ´cuerdas` de alambre que se fijan por los
extremos con clavos a uno de los palos verticales que soportan el techo de la ruca. Dos

106
botellas, una arriba y otra abajo, colocadas entre el palo y las cuerdas, desempeñan las
funciones de ´puente`, estiran las cuerdas y las separan del palo. Las cuerdas se hacen vibrar
por raspadura de un par de aros unidos y entorchados con alambre, en que el ejecutante
introduce la mano. No hay afinación. La superficie irregular del entorchado raspa todas las
cuerdas a un tiempo y el sentido del ruido que produce es rítmico. Don Miguel Anabalón
Mora, filólogo chileno que ha vivido mucho tiempo entre los araucanos, me informa que el
charrango suele tener, una, dos o tres cuerdas; que los criollos chilenos acompañan con él
las melodías de las armónicas de boca o las de una pequeña flauta travesera de cicuta que
tiene de tres a cinco agujeros, y que los araucanos lo emplean también para acompañar los
sonidos de la Trutruka, pero que, en este caso, el charrango es portátil, es decir, que las
cuerdas no se clavan en el palo de la ruca, que está fijo al suelo, sino en una tabla117. No
puedo decir nada más, por ahora. Da otros datos Carlos Isamitt 1938: 310-11.
Dentro de la gran categoría de los cordófonos, el Charango a que nos referimos en
este capítulo pertenece, no al grupo de los simples (cajas sin mango o portacuerdas, con
resonador separable), sino al de los compuestos, en que el portacuerdas y la caja no se
pueden separar sin destruir el instrumento. Dentro del grupo de los cordófonos
compuestos, el Charango se incorpora a la numerosa familia de los laúdes (en que el plano
de las cuerdas corre paralelo a la tapa), y en nueva subdivisión, figura entre los laúdes con
mango, mango añadido como cuello al cuerpo resonador, y aun busca su propia especie
con los instrumentos en la que la caja tiene forma de ´cáscara118 como el mandolín, la
tiorba, la balalaika, etc. [H-S, 1914: 579]. El fondo de la caja es, en realidad, la única
característica del Charango que le da fisonomía criolla.
Para Schaeffner, se trataría de un instrumento a base de cuerpos sólidos vibrantes,
susceptibles de tensión, no de membranas, sino de cuerdas [1936: 376].
Bien mirado, el Charango representa una antigua especie europea situada entre la
Guitarra y el Mandolín modernos. Estos dos instrumentos europeos, si dejamos de lado las
dimensiones, se diferencian especialmente en la forma de la caja de resonancia y en algún
detalle secundario. El Charango se acerca al Mandolín por las cuerdas dobles, el
abovedamiento de la caja y el tamaño, y a la Guitarra, por el clavijero, por la tapa en forma
de 8 y la consecuente entalladura del cuerpo resonador, y por la sujeción de las cuerdas a un
puente encolado sobre la tapa. (Algunos Charangos, finos, sin embargo, adoptan cordales
semejantes a los del Mandolín). En líneas generales, la construcción del Charango sigue la
evolución de las formas guitarrescas. Se entiende que no habiendo sido la Guitarra del siglo
XVIII como la actual, tampoco pudo serlo el Charango. Los instrumentos de material
perecedero se alejan constantemente, en detalles, al menos, de la concepción primitiva.

DISPERSIÓN. En la República Argentina sólo se encuentra en el extremo del


noroeste, y en circunstancias que no permiten atribuirle gran antigüedad local. Consta
documentalmente su presencia en Jujuy a fines del siglo XIX. El doctor Luis Brackebusch,
cuenta que pasó una mala noche de 1882, en Pampicorral, a causa de los gritos y “[...] de la
música todavía más primitiva de la bandurria (especie de guitarra chica hecha de la cáscara
de un quirquincho)” [1883: 211]. Yo he hallado el Charango en Jujuy casi siempre en
manos de los bolivianos.
En al Altiplano es más viejo. Algunos viajeros lo vieron a mediados del siglo XIX. La
mención más antigua que conozco se encuentra en la respuesta que a un cuestionario real
dio, en 1814, cierto canónigo residente en Tupiza, Bolivia. José Torre Revello me envió del
Archivo de Indias copia de ese documento, y en él leo que los indios “[...] usan con igual
afición de guitarrillos mui fuios, que por acá llaman charangos, pero –agrega el canónigo–
los instrumentos de cuerda no son los primitivos, sino los de viento [...]”.
Así es. En Perú y Bolivia, el uso del charango me pareció menos común entre los
indígenas que entre los músicos criollos de las poblaciones menores.

107
Este instrumento viene, con seguridad, del siglo anterior, del XVIII. No es
inverosímil aquella tradición peruana, corriente desde 1782, en que Ricardo Palma, su
redactor moderno, asegura que “Los huamanquinos han sido y son los más famosos119
charanguistas del Perú. No hay uno que no sepa hacer sonar las cuerdas de ese instrumento
llamado charanga” [2000, tomo III, pág. 123]. Bueno; si no todos, muchos habría.
Insisto en que la vieja Argentina desconoce el charango. No lo mencionan los
documentos antiguos; no lo representa la iconografía; apenas algún tradicionalista dice que
lo usaban los carreteros que bajaban de Tucumán a Buenos Aires, ya en tiempos de la
República. Hoy se encuentra en Jujuy y zonas inmediatas, pero casi siempre en poder de los
emigrantes bolivianos, como he dicho.
Tipos análogos al Charango se hallan en buena parte de América española. Muy
semejante es la jaranita mexicana, que Rubén M. Campos describe así: “La jaranita es un
instrumento netamente mexicano. Es una guitarrita del tamaño de una cuarta parte de la
guitarra, tiene cinco cuerdas dobles, y en algunas regiones tiene la prima hacia arriba, es
decir, donde está la quinta cuerda. Su afinación y su pulsación son diversas de la guitarra
[...] y el rasgueo jacarandoso” [1930: 146]
En Bolivia, el caparazón de armadillo suele aplicarse a las guitarras pequeñas, y hay
guitarrillas casi del tamaño de los Charangos. Véase la lámina L [en Apéndice II -Fotos]

CONSTRUCCIÓN. Excepto el caparazón, nuestro Charango es, como forma, una


verdadera guitarra española de tamaño reducido. Clavijero, clavijas, mango o brazo, cejuela,
trastes, puente, tapa, boca o tarraja, etc., son absolutamente como sus sinónimos de la
Guitarra. Faltan, apenas, el posa-cuerdas anexo al puente, y, en los más rústicos, el
sobrepunto o lista de madera dura en que se afirman las divisiones metálicas de los trastes.
La boca es, generalmente, redonda; a veces se la reemplaza por dos aberturas semejantes a
las ´efes` del violín, pero más cortas y anchas. Con esto queda dicho que el Charango se
construye como la Guitarra, si se exceptúa lo que atañe a la caja de resonancia. En esto,
precisamente, estriba la característica de este instrumento.
La caja del Charango se hace con un caparazón de armadillo. El constructor aplica el
caparazón a un molde de madera cuyo lomo sigue el movimiento curvo de la futura caja (el
movimiento curvo longitudinal, el que va del mango a la base), y para obtener las curvas de
la cintura, ciñe la parte central con un piolín. Seco el caparazón en el molde, rígido el borde
en forma de ocho, se aplica y pega con cola espesa a la tapa armónica. La tapa tiene, en el
interior, una costilla única que refuerza la cintura, de lado a lado, a la altura del borde
inferior de la boca, o a medio, o a un centímetro más abajo. La cáscara de la cabeza del
armadillo se pega sobre el taco o ensanche con que la parte posterior del mango se afirma a
la caja. Véase la Lámina J [en Apéndice II -Fotos] primera vista, parecería que la adopción
de la cáscara del tatú tiende a simplificar la complicada construcción de los aros laterales de
la caja guitarresca. Si los constructores obedecen tradicionalmente a los mismos principios
de lógica, se opone a tal idea este hecho curiosísimo: imitan con madera la forma del
caparazón, y se toman con eso mucho más trabajo que con la directa construcción de la
forma guitarra. La Lámina K [id.] muestra la complejidad de estas imitaciones. Más
sencillas, aunque también laboriosas, son las cajas hechas con una sola pieza de madera,
bien delineado el lomo, con su talle, bien excavado el hueco resonador. En estos casos,
también el mango se talla en la pieza única (Lámina VII]).
El largo de un Charango común es de unos 50 centímetros o poco más (mango y
caja). El mango, hasta el comienzo de la tapa, tiene unos 30-34 cms.; la caja, en cambio,
varía mucho. A un mango del largo antedicho, los constructores le aplican cajas que tienen,
las mayores, hasta 20 centímetros, y las menores, unos 15. Hay, en general, una notable
desproporción entre el tamaño de la caja y el del mango, y esta desproporción se acentúa
en el caso de las cajas más pequeñas.

108
La tapa sigue el movimiento en ocho propio de la guitarra moderna, esto es, la parte
superior más angosta que la inferior. Algunos ejemplares tienen una cuerda para suspender
el instrumento al cuello (Lámina VII).
El Charango tiene, generalmente, cinco órdenesz de cuerdas, y los órdenes son
dobles. Excepcionalmente, el orden de las primas es triple. En este caso, la undécima clavija
se coloca entre las dos hileras. Las cuerdas antiguas eran de tripa; modernamente, suelen
emplearse las de metal.
La construcción del Charango se confía, principalmente, a los luthiers profesionales de
los centros más poblados, pero no es muy raro el caso del músico campesino que los hace,
muy rústicos, para su propio regalo.

AFINACIÓN. La característica más original del Charango es su afinación. Si


tomamos el ejemplar común de cinco pares de cuerdas, podemos observar la siguiente
afinación:

Dos detalles nos resultan extraños: primero, los órdenes, punteados al aire, no siguen
una marcha cualquiera del grave al agudo, como en todos los modernos instrumentos de
cuerda; segundo, en el tercer orden, las cuerdas no están afinadas a la misma altura, sino a
la octava.
(La prima se acuerda con la prima de la guitarra, mi5).120
La marcha ascendente irregular es, en efecto, rara en nuestros días; pero, sin duda
alguna, se conocieron en Europa, hacia 1600, especies de guitarra con tal anomalía. El
Padre Marín Mersenne, que publicó en 1636 su Harmonie universelle, nos da noticia de un
tipo de guitarra de cinco órdenes dobles [Proposition XIV:95], como el Charango, acordados
así (según vemos en modernas reproducciones del original francés):

Como puede observarse, el movimiento general de la afinación de esa antigua


Guitarra europea y el de nuestro Charango son iguales: del quinto al cuarto orden, ascenso;
el tercero toma una nota más grave, y hay después nuevo ascenso hasta el orden de las
primas. En cuanto a los intervalos, sólo difieren aquellos en que participan las terceras y las
primas.
Es interesante notar que los órdenes del Charango, al aire, dan una escala pentatónica
defectiva, esto es, con un grado menos. Quienes en seguida pretendan relacionar esta
afinación con la pentatonía del Perú aborigen, padecerán contrariedad al saber que aquella
Guitarra europea antigua también da una escala pentatónica, y sin defecto alguno:

z No es lo mismo decir cinco ´órdenes` que cinco ´cuerdas`. Cinco órdenes equivale a cinco
´clases` de cuerdas distintas, pues cada orden puede tener una cuerda (orden sencillo), dos
cuerdas (orden doble) y hasta tres (orden triple).
109
La nota blanca entre paréntesis representa el sonido que le falta a esa afinación para
completar la escala pentatónica, y los números son los de los órdenes, del agudo al grave.
La guitarra europea antigua produce el modo pentatónico B; el Charango produce el modo
pentatónico D. como curiosidad añado que el modo B es el más usado en Perú y Bolivia, y
el D –precisamente el del charango– es el más raro.
Seguramente, estas afinaciones no tienen nada que ver con la pentatonía, aunque el
instrumento pueda servir a la música pentatónica, como ocurre hoy en el Altiplano. El
temple de los instrumentos cuyo mango permite el acortamiento del largo vibrante de la
cuerda, nunca reproduce la escala, pues cada cuerda debe dar dos, tres o cuatro grados
diatónicos de la serie. Mucho más verosímil es que el fino calibre (diámetro, grosor) de las
cuerdas no permita una afinación demasiado grave, y así, las cuartas y quintas se estirarían
hasta la octava aguda. Si llevamos al registro grave los dos últimos órdenes de esa guitarra
europea antigua, tendremos una afinación típica por cuartas y terceras y, algo más
sugestivo, el mismo temple clásico de la Guitarra española de cinco órdenes (sin sexta-la-re-
sol-si-mi). Y si hacemos idéntica operación con los dos últimos órdenes del Charango,
daremos otra vez con una afinación común de cuartas y terceras con la sola excepción del
salto de quinta entre segunda y prima que, entre paréntesis, no es consecuencia del cambio
de octava que propongo. Por otra parte, el salto de quinta se encuentra en el temple de
muchos instrumentos, como el mandolín, del cual pudo haberlo tomado el Charango. Es
importante notar que las antiguas cuerdas de este instrumento, hechas de tripa, tenían,
como se ve hasta hoy, el mismo calibre, y que, en consecuencia, habría sido imposible
afinar los dos últimos pares una octava más abajo. Según esto, la afinación que origina el
orden pentatónico puede explicarse por una simple cuestión de material, tanto en la
guitarrilla europea como en la criolla.
Los constructores de las ciudades más importantes, productores de Charangos finos,
arman el encordado con materiales de otros instrumentos. Recurren, generalmente, para la
prima, a la prima de la bandurria; para la segunda, a la segunda del mandolín; para la tercera
(grave), a la tercera de este mismo instrumento; para la tercera (aguda), a la prima de la
bandurria; para la cuarta, a la prima del mandolín, y para la quinta, a la prima (de acero) de
la guitarra. Ahora que tienen a su disposición cuerdas comerciales de todos los calibres,
siguen respetando la afinación tradicional. Los Charangos comunes y los rústicos conservan
las antiguas cuerdas de tripa, todas del mismo grosor.
Si la afinación del Charango, en fin, no procede directamente de alguna especie de
guitarra europea desaparecida semejante a la que nos describió Mersenne, será una
reincidencia criolla en la misma solución que en cualquier parte puede imponerse al
ejecutante por la imposibilidad de afinar las últimas cuerdas en la octava grave. En realidad,
no parece cosa tan difícil obtener cuerdas gruesas; pero es el caso, cien veces comprobado,
que una vez establecidos una forma, una técnica, un procedimiento, etc., subsiguen arraigo
y perduración sin modificaciones, aun desaparecidas las circunstancias genitoras. Que lo
diga la imitación en madera del caparazón, más trabajosa que cualquier caja armónica.

EJECUCIÓN. El ejecutante coloca el instrumento sobre el pecho, prieto bajo el


antebrazo derecho. El cordón pasa por el hombro, y la mano izquierda, en el mango,

110
colabora en la suspensión. O, mejor, sentado el hombre, pone la parte inferior de la caja en
la juntura de las piernas.

Ejecutante de Charango, de pie

Ejecutante de Charango, sentado

111
Creo que, antiguamente, el rasgueo era la única técnica de pulsación para el Charango;
ahora no es raro el punteo. Es decir que, de instrumento exclusivamente acompañante, ha
llegado a ser, además, melódico y, en manos muy hábiles, melódico-armónico.

OCASIÓN. Solo o en conjuntos, el Charango se emplea sin limitación temporal.

MÚSICA. El charango alcanza su mayor eficacia mediante el rasgueo y como


acompañante ´acórdico`. Fijo el antebrazo que aprieta la caja, suelta la muñeca, muévese la
mano, y un solo dedo, el índice, desciende hasta rozar blandamente las cuerdas en cruz, es
decir, de arriba abajo y a la inversa, a la altura del borde superior de la boca o poco más
arriba, cerca de la línea en que nace el mango. Pueden intervenir más dedos en el roce.
Pocas fórmulas rítmicas sirven para el acompañamiento de todos los bailes.
Ejemplos:

Las dos primeras para la Cueca, la tercera (dosillos) para el Bailecito, y la cuarta para
el Huaino (danza). En cuanto a la dirección del roce, la mano sube al pulsar las notas
precedidas de una semicorchea sola, y baja en las demás. Cuando hay varias semicorcheas
baja en las impares. En seguida daremos los acordes que se rasguean. El sonido que se
extrae del Charango, varía en calidad, naturalmente, según el gusto y habilidad del
ejecutante. Suave, es musicalmente muy original y simpático; mucho más voluminoso de lo
que podría esperarse del tamaño y características del instrumento. El rasgueo, como es
sabido, presupone el acorde. Nuestro Charango da varios, suficientemente caracterizados.
De acuerdo con las exigencias del repertorio melódico que debe acompañar, produce el
Charango, con cierta facilidad, una sonora serie de cinco acordes; forzando posiciones y
sacrificando la sonoridad, da una segunda serie, en distinta tonalidad, apenas satisfactoria, y
aun se podrían obtener otras mediante mayores sacrificios.
Una serie, la primera, la más clara, es sumamente popular. Está compuesta por la
subdominante, la dominante y la tónica del mayor, y por la dominante y la tónica del
menor. Aunque le falta la subdominante del menor puede dar completa satisfacción a casi
todas las melodías criollas de Ecuador, Perú, Bolivia, y norte argentino; le basta con los dos
acordes de tónica para acompañar las melodías pentatónicas puras.
He aquí la serie de cinco acordes más común (Damos los acordes en forma de
arpegio para individualizar la intervención de cada cuerda):

112
Fa mayor, Sol mayor, Do mayor, Mi menor, La menor. Con ellos da especial color a
Huainos y Cachuas, a Cuecas y a Bailecitos. Úsanse también arpegiados.
Ni rara ni frecuente, la técnica del punteo se aplica al Charango en la producción de
melodías. Creo que esta gracia del instrumento no es antigua; ni es tampoco, en general,
melódica pura. Además de la línea, suele producir alguna nota consonante, y aun acordes
con que el músico refuerza el canto. Doy a continuación un preludio punteado que oí a un
charanguista de Jujuy:

Corrientemente, sobre todo si se trata de danzas, el instrumentista llena los silencios


de fin de frase con los rasgueos o arpegios del acompañamiento correspondiente.
Todas las partes, en fin, todas las minucias de construcción del Charango, excepto el
fondo de la caja, son europeas. Y en cuanto al caparazón mismo, si bien desconocemos
inmediatos antecedentes españoles, todos saben que el empleo de cáscaras diversas,
vegetales o animales, fue recurso bien conocido en la antigüedad y lo es todavía entre
muchos pueblos naturales.

-o-

LA GUITARRA
La Guitarra es un instrumento popular, pero no folklórico. En reciente libro mío
ensayé la distinción de ambos conceptos (Vega, 1944: 29-30). Para que algo sea
verdaderamente folklórico, es necesario que no sea también urbano. La guitarra que utilizan
las clases rurales de la Argentina, responde, exactamente, al modelo que expenden las casas
de comercio de las ciudades, y las fábricas urbanas mismas satisfacen hoy, en gran parte, las
necesidades de la campaña.
En el interior, aun en pueblos no muy grandes, hubo siempre fabricantes de guitarras.
Quedan pocos, ahora. Seguramente no han podido competir con las fábricas de las
ciudades; además, la guitarra decae en el interior.

CLASIFICACIÓN. La Guitarra se clasifica como el Charango. Es un cordófono


compuesto (portacuerdas y caja inseparables) y pertenece a la familia de los laúdes, con
mango añadido a la caja. Se diferencia del Charango en que su cuerpo resonador no tiene
forma de cáscara.

CONSTRUCCIÓN. Los detalles sobre la construcción de la guitarra rebasan los


límites de este trabajo. No hay novedades, por otra parte. La Argentina siguió siempre a

113
España tanto en la artesanía como en la adopción y evolución de los modelos. Por mucho
tiempo, la mayor parte de los instrumentos vinieron de la Madre Patria. En los últimos
lustros los fabricantes y luthiers locales, compiten con los españoles y los sustituyen. Hoy no
llegan a España sino pocos instrumentos de famosos artífices.

OCASIÓN. Acompañando al canto, la guitarra desempeñó, por larguísimas décadas,


en el ambiente aristocrático de provincias la función del piano. Canto y guitarra constituían
la orquesta de salón, y en tal menester compartió con el arpa las preferencias de los salones.
Sólo cuando las clases cultas la reemplazaron por el pianoforte, la campaña aventajó a las
ciudades en la utilización de la guitarra.
Con su técnica de rasgueo para el acompañamiento, la guitarra se difunde en América
después de 1600. Tiene entonces sólo cinco cuerdas, y con las cinco perdura hasta 1800. La
Guitarra de seis cuerdas sustituye después a la de cinco tan completamente, que ni en la
campaña ni en las ciudades ni en los museos he visto nunca una guitarra de cinco
cuerdas.121. Esto se debe, en primer lugar, a la precaria vida del instrumento, y en segundo
lugar, a que el artesano provincial y el fabricante urbano adoptaron en seguida el modelo de
seis cuerdas.
En fin, actualmente resulta cada vez más difícil encontrar una guitarra en la
campaña122.

EJECUCIÓN. Pero si las formas anteriores de la guitarra no han perdurado,


sobreviven en cambio, tanto en los salones del interior como en la campaña, diversas
posiciones del instrumento y de las manos semejantes a las europeas cultas antiguas. Se
excluye, es claro, el caso de los artistas que conocen la técnica moderna.
En cuanto a las manos, la izquierda del ejecutante rural toma el mástil a la altura de la
primera posición (trastes 1º a 4º) y contribuye así al sostén del instrumento. El pulgar suele
aparecer por su lado para pisar las bordonas. La mano derecha pulsa debajo de la boca o
tarraja y a veces apoyan sobre la tapa uno o más dedos. En el rasgueo, la derecha no tiene
punto fijo; según el ejecutante.
En lo referente a la posición del instrumento, son numerosas las variantes usuales.
Durante mis viajes, tuve la precaución de tomar fotografías a los ejecutantes, y así puedo
ofrecer ahora dos cuadros con una veintena de posiciones que mi colaboradora gráfica
tomó fielmente de dichas fotografías.

114
115
Posiciones de los guitarristas criollos (I) (II)

116
En esos dibujos pueden verse tres grupos de posiciones, según la colocación de las
piernas: 1º, las dos piernas bajas, números 1 a 12; 2º, la derecha sobre la izquierda, números
13 º 15; 3º, la izquierda sobre la derecha, números 16 a 22. Además, ambas piernas bajas,
pero con la izquierda levantada sobre la punta del pie, sin o con apoyo en el talón, números
23 y 24. En estas últimas, sobre todo en la 23, probablemente actúan influencias modernas.
La serie 1-4 se caracteriza por la colocación de la curva cóncava del aro inferior sobre
la pierna derecha, y el eje del mango aparece totalmente horizontal o ligeramente oblicuo.
En la serie 5-7, la curva convexa mayor apoya sobre la pierna derecha, y el eje apunta cada
vez más alto. En la serie 8-12, la misma curva convexa del aro cae en la juntura de las
piernas, y el mango está, desde la posición casi horizontal hasta la posición casi vertical.
La serie 13-15 muestra la curva cóncava sobre la pierna derecha, que monta en la
izquierda, y el mástil asciende. En las siguientes, 16-22, la concavidad apoya en la izquierda,
que está sobre la derecha, y el mango va desde casi horizontal hasta casi vertical. En la
figura 23 la pierna izquierda se levanta como pidiendo un objeto de apoyo en el suelo, y en
la 24 el talón toca realmente la pata de la silla. El banquillo moderno para el pie izquierdo
no existe en la campaña, pero a veces los ejecutantes obtienen esta comodidad utilizando
travesaños de sillas, etc. Debo añadir que un mismo guitarrero suele adoptar más de una de
las posiciones que reproduzco.

AFINACIÓN. Ahora tenemos que detenernos en un detalle sumamente interesante


–verdaderamente folklórico– de la práctica guitarresca americana: las afinaciones rurales.
Todos sabemos que, en la Guitarra artística, hay obras que exigen la modificación de
la altura normal de las cuerdas para mejor adecuación técnica a la tonalidad propuesta. Son
todavía comunes, en el ambiente culto, el descenso de la sexta de mi a re, y algunas veces,
además, el de la quinta de la a sol. Pues bien; en el ambiente rural, las combinaciones que se
obtienen por modificación de las alturas se cuentan por decenas.
Desde mi primer viaje tuve el cuidado de anotar los temples provincianos. Hoy
puedo ofrecer a la curiosidad urbana una riquísima colección de afinaciones, que es, por
otra parte, la primera que se publica.
Yo creo que esta gran variedad de temples es producto de un vigoroso
desenvolvimiento americano, especialmente argentino y, dentro de la Argentina, de especial
importancia en las zonas del centro y del este. En ningún lugar del país se encuentra hoy la
variedad y diversidad que nos ofrece el ambiente folklórico de Córdoba y San Luis. Sin
duda, no fueron inferiores, antaño en las provincias del litoral, particularmente en la de
Buenos Aires.
Las afinaciones especiales se originan en el propósito de conquistar dos ventajas: 1ª)
mayor facilidad para hacer las posiciones con la mano izquierda; 2ª) mayor sonoridad del
instrumento, en parte porque quedan más cuerdas al aire, en parte porque las otras son más
precisamente pisadas.
Estos temples rurales tienen nombre, pero es imposible descubrir hoy que nombre
correspondió con exclusividad a cada temple. La más completa confusión reina en materia
de nomenclatura. Apenas se encuentran dos ejecutantes que den el mismo nombre a un
mismo temple.
Es común, a la inversa, que un mismo nombre se aplique a diferentes afinaciones.
Además, muchos de esos nombres me parecen formas deturpadas de voces que antaño
tuvieron sentido claro. Cuando oigo el nombre de “falso”, no puedo dejar de recordar fa,
sol, es decir, la denominación de dos notas musicales; cuando oigo el nombre “dos”, tengo
que pensar en la nota do; cuando me dicen “en fas”, me acuerdo de fa. No quiero insistir
sobre este punto; me limito a comunicar una impresión.

117
He recogido muchos temples a los cuales el ejecutante no sabía dar nombre. Los que
recordaron los guitarreros van a continuación:

Por derecha (normal) por medio tres


Por falso por trasporte
Por falso y derecho por música
Por falso bajo por alemán
Por falso o igual por tercera alta
Por falso medio dos por baja sencilla
Por fa y sol para sol mayor
Por fa y sol por tiemple alto para sol menor
Por sol para si menor
Por do para mi
Por dos tiemple del diablo
Por medio dos en fas tiemple del diablo o por falso

Así, letra por letra, me fueron comunicados. Debo añadir que algunos de los que
hacían las afinaciones que nombran notas –como “por do” o “para mi”– no tenían la
menor idea teórica de la tonalidad mencionada. Eran rótulos sin sentido, para ellos, y
muchas veces ni siquiera coincidían con los acordes que obtenían.
Para su consideración, divido los temples populares en cinco grupos, según
modifiquen la altura de una, dos, tres, cuatro o cinco cuerdas. Doy, precediendo al primero,
el temple normal de la guitarra artística, y en el último, la afinación de la pequeña guitarra
llamada Tiple. Los números son los del catálogo del Museo Argentino de Ciencias
Naturales123. He incluido, para comparar, varios que tomé en Chile.

TEMPLE NORMAL. Para cinco cuerdas –de la primera a la quinta– la afinación


normal se difunde a partir de 1600; con la sexta en mi, desde 1800. Todos los temples
especiales de seis cuerdas, pues, son posteriores al año 1800. Esta afinación es la que
predomina; el pueblo mismo la considera básica del instrumento, normal.

GRUPO I. El ejecutante modifica la altura normal de una de las cuerdas:


1001. Sexta en re. Usual también en la guitarra artística, da cómoda y llena tónica
grave al tono de re. Procede de San Luis y el ejecutante lo llamaba “por falso y derecho”.
Recogí el mismo dos veces en Córdoba (1811 y 1831).
1604. Segunda en do sostenido. En el tono de re mayor facilita el acorde de séptima
de dominante (las tres primas y la quinta al aire). Lo tomé en Neuquén.
884. Sexta en fa. Da amplia tónica a este tono y evita una cejilla difícil. Lo tomé en
Salta y en San Luis; el sanluiseño lo llamaba “por falso”.
883. Sexta en sol. Fácil bajo fundamental para ese tono. Lo oí en Salta y en San Luis,
aquí con el nombre de “fa y sol” (1108). No hay por qué buscarles coordinación lógica a
los rótulos.

118
GRUPO II. Se modifican las alturas normales de dos cuerdas.
70. Sexta en re, tercera en fa sostenido. Me dijo el ejecutante que era para “si menor”,
y aunque da facilidad a este modo, es evidente que proporciona mayor comodidad para el
tono de re mayor y para su dominante. Lo recogí en Jujuy.
1022. Sexta en re, quinta en sol. Buena tónica para el sol, y su dominante también al
aire. Lo tomé dos veces en San Luis (1161). El segundo lo llamaba “por falso”, lo mismo
que al 884 que vimos antes.
2055. Cuarta en mi, tercera en la. Tomé esta afinación en la isla de Chiloé, República
de Chile. Lo incluyo para comparar. Cómodo para la mayor o menor y para su dominante.
899. Quinta en si bemol, segunda en do. Facilita el relativo mayor del sol menor, en
que estaba la melodía, pero no el sol menor mismo. ¿Es que no ví que subió la sexta a sol?.
Lo anoté en Salta. Es una de las afinaciones que convienen a las canciones bimodales.
183. Sexta en fa sostenido, tercera en fa sostenido. Cómodo para fa sostenido menor
y para su relativo mayor. Como el anterior, sirve a las bimodales. Contra toda lógica, el
ejecutante lo llamaba “temple de sol”. Lo recogí en San Juan.
1010. Sexta en sol, quinta en si. Para la tonalidad de mi menor. El acorde de tónica se
da en primera inversión, pero es lleno el relativo mayor. Dominante del menor al aire. El
guitarrero lo denominaba “fa y sol por tiemple alto”. Es de San Luis.
478. Sexta en sol, quinta en si bemol. Para bimodales. Fácil para sol menor y si bemol
mayor. De Santiago del Estero.
1405. Sexta en sol, quinta en do. Útil para el tono de do, con su dominante también al
aire. Lo tomé en San Juan, en San Luis y en Córdoba. El sanluiseño lo llamaba “por do”, y
el cordobés “por dos” (!).

119
GRUPO III. El instrumentista modifica la altura de tres cuerdas.
1127. Sexta en re, quinta en sol, prima en re. Muy cómodo y lleno para sol mayor y
para su dominante. Lo oí en San Luis, temple “por falso”; en Córdoba, temple “del diablo
o por falso”, y en San Juan (1442), sin nombre.

120
2043. Tercera en fa, segunda en sol sostenido, prima en do. Ignoro las ventajas que
comporta esta afinación. La anoté en Puerto Montt, Chile. Desde ahora podemos ver como
en la República vecina las modificaciones afectan principalmente las cuerdas agudas.
2038. Quinta en sol, cuarta en do, segunda en do. Las cuatro primeras cuerdas al aire
dan lleno acorde de do; pisando las dos primeras se obtiene el de dominante. También es
chilena esta afinación; de Valdivia. La incluyo aquí para cotejos. La ejecutante le llamaba
“por transporte”. Más adelante veremos otro temple chileno, el 2088, distinto pero con el
mismo nombre. Como en la Argentina, se da en Chile la inconsecuencia de los rótulos.
1016. Quinta en si, cuarta en mi, tercera en sol sostenido. Todas las cuerdas al aire
producen sonoro acorde de mi mayor; con poco se obtiene también el de dominante. Tres
veces tomé esta afinación: dos en las sierras de Córdoba y los dos ejecutantes la llamaban
“por música”; y una en San Luis con el rótulo “para mi”. Esta vez el nombre corresponde a
la intención del temple.
1007. Quinta en si bemol, cuarta en mi, tercera en sol sostenido. No hallo sentido a
esta afinación, y estoy seguro de haberla tomado bien. Tal vez el ejecutante –un anciano de
cien años– se equivocó. A veces un temple que parece absurdo se aprovecha bien mediante
raras posturas en la segunda o tercera posición. El anciano lo llamaba “por música”, y esto
me induce a creer que es como el anterior de igual nombre, con la quinta en si natural.
71. Sexta en fa, quinta en si bemol, segunda en do. Para melodías bimodales. Se
obtiene fácilmente el mayor si bemol y su dominante; la dominante del menor (re) y la
tónica del menor (sol). Para hacer este acorde el ejecutante toma la tónica en la sexta con el
pulgar, desde el lado contrario. Nombre: “para sol menor”. Bien. Lo anoté en Jujuy.
1818. Sexta en sol, quinta en si, prima en re. Todas las cuerdas al aire para sol mayor;
pisando segunda y tercera se obtiene la dominante. Lo recogí cuatro veces: tres en Córdoba
y una en San Luis. Nótese bien, las cuatro veces con nombre distinto: “por música”, “por
falso medio dos”, “por alemán” y, el de San Luis, “por falso medio bajo”.
377. Sexta en sol, quinta en si bemol, segunda en do. Para bimodales. Cómodos sol
menor, su dominante y el relativo mayor. Lo tomé una vez en Jujuy (66), otra en Tucumán
y dos en Córdoba. Uno de los ejecutantes cordobeses lo llamó “por medio tres”.
1118. Sexta en sol, quinta en do, cuarta en mi. Facilita los acordes de do y sol. en San
Luis, donde lo apunté, el guitarrero lo denominaba “por música”.
1014. Sexta en sol, quinta en sol, prima en re. Todas las cuerdas al aire dan el acorde
de sol mayor. En estos casos obtienen los otros acordes de la tríada mediante una simple
cejilla de pulgar en las divisiones quinta y séptima. Lo anoté dos veces en San Luis (1014 y
1134) y dos en Córdoba. Nombres: uno de los sanluiseños y uno de los cordobeses “por
falso”; el otro de los cordobeses, “por falso o tiemple del diablo”.

GRUPO IV. el ejecutante modifica la altura normal de cuatro cuerdas.


233. Sexta en re, quinta en sol, segunda en re, prima en fa sostenido. Con sólo pisar la
prima en la primera división se obtiene el acorde de sol sin tercera, es decir, que sirve para
el mayor y para el menor; pisando la tercera en la segunda división se consigue sonora
dominante. Lo tomé en Catamarca con el nombre de “por falso o igual”.
2061. Sexta en re, tercera en fa sostenido, segunda en la, prima en si. Temple sordo y
extraño. Para re mayor. Pisando la prima en la tercera división da el acorde de tónica;
pisando la tercera en la primera división y la prima en la segunda, se consigue el de
dominante. Es un temple chileno; lo anoté en la isla de Chiloé. Nombre: “baja sencilla”.
2088. Sexta en re, tercera en la, segunda en re, prima en fa sostenido. Para re mayor;
todas las cuerdas al aire. Pisando la prima en la primera división y la segunda en la segunda,
se obtiene el acorde de dominante. También chileno. Lo apunté en Concepción; la
ejecutante lo llamaba “por transporte”. El mismo nombre del temple 2038, que no es igual.

121
1459. Sexta en re, tercera en fa sostenido, segunda en la, prima en do sostenido. Fácil
para la tonalidad de re mayor. Lo oí en San Juan. Además, lo tomé en Valdivia, Chile,
donde lo llamaban “por tercera alta”.
A. Quinta en si, cuarta en mi, tercera en sol sostenido, prima en re sostenido.
Cómodo para mi mayor. Lo anoté en Córdoba, y el ejecutante lo denominó “medio dos en
fas”. La relación de este temple es exactamente igual a la del anterior. Por diferente plan de
modificaciones se llega a los mismos intervalos. Sólo he visto dos casos de coincidencia.
1817. Sexta en fa, quinta en do, cuarta en mi, segunda en do. Para fa mayor. Cinco
cuerdas al aire dan la dominante; pisando tercera y prima se obtiene la tónica. Lo anoté en
Córdoba. Nombre: “medio tres”. Este es el otro caso de coincidencia; dos más adelante
veremos el temple letra B, que le corresponde.
1009. Sexta en sol, quinta en do, cuarta en do, segunda en do. Para la tonalidad de do
sin dificultades. Lo tomé dos veces en San Luis y una vez en Córdoba. Los dos sanluiseños
le llamaban “por medio tres”, y el cordobés, “temple del diablo”.
B. Quinta en si, cuarta en re sostenido, tercera en fa sostenido, prima en re sostenido.
Para mi. La dominante con las cuerdas necesarias al aire. Lo anoté en Córdoba, sin nombre.
La relación de esta afinación coincide con la del número 1817, que vimos antes.

GRUPO V. Se modifica la altura de cinco cuerdas.


1002. Sexta en la, quinta en do, cuarta en do, tercera en la, segunda en do. Para
bimodales. Da el la menor con cinco cuerdas al aire –mejor, pisando la prima en la quinta
división–; y con no mucha dificultad se obtiene el relativo mayor. Se consiguen con
facilidad otros acordes. No estimo en mucho las ventajas de esta afinación. Procede de San
Luis y el ejecutante le llamaba “temple del diablo”.

122
Temple del TIPLE. Todos recuerdan que el Tiple es una guitarra de menor tamaño.
Rara vez se encuentra, y en muy pocas provincias argentinas.124 Tuve ocasión de ver y
estudiar el Tiple en Córdoba. Su afinación, basada en la de la guitarra, lleva la sexta cuerda a
sol, y la cuarta, re, a la octava superior. Las otras cuatro cuerdas conservan la altura normal.

HISTORIA125. La importancia de la guitarra en la Argentina reclama tratamiento


particular. No es un instrumentos folklórico –ya lo hemos dicho– porque la condición de
folklórico significa una limitación de su uso a determinadas clases o grupos o ambientes
generalmente campesinos, y la guitarra fue siempre instrumento de las cámaras reales, de la
nobleza, de las clases burguesas y medias y de los grupos rurales. Por lo mismo que es un
instrumento ´general` e internacional, no es folklórico sino ´popular`, en el amplísimo
sentido que esta voz tiene oficialmente y que nosotros preferimos para explicarnos mejor.
Hay grandes luthiers que lo construyen para los artistas y –repetimos– grandes fábricas
urbanas que lo producen en serie para todos los grupos de cualquier lugar y estrato social.
En cambio son folklóricas sus afinaciones locales, sus técnicas y fórmulas de rasgueo, en
fin, su sonoridad y sus efectos; es decir, que la guitarra es, en la Argentina, un instrumento
español que funciona al modo argentino. Corresponde aquí una amplia información acerca
de su historia, y nos parece oportuno añadir aquí un breve ensayo que escribimos en
ocasión anterior con idéntico motivo126.
La guitarra es el más bello y noble de los instrumentos nacionales. Nada comparable
a la original eficacia de los cien rasgueos con que da tensión y fuego a la danza alegre; nada
semejante a la ternura íntima con que canta la melodía de los estilos y los tristes antiguos;
nada como la aptitud con que desenreda las complicadas e ingeniosas combinaciones de
punteo acórdico (armonía rítmica) que el nativo solitario repite largamente hasta la
embriaguez. En los ambientes rurales antiguos la guitarra fue el gran instrumento de la
educación de la sensibilidad. En el aislado rancho de las llanuras, su sonoridad fue la única
voz del espíritu.
La guitarra es el instrumento musical de elección en casi toda la República. En el alto
noroeste el serrano lo reemplaza en parte y sin ventajas con el expresivo y sonoro
charango, mientras confía a la quena enternecedora la melodía sin acompañamiento. En
Santiago del Estero y en Corrientes, el arpa noble y apagada comparte o compartió sus
funciones; en la segunda mitad del siglo XIX, el acordeón rudo y chillón inició la
penetración de la etapa industrial –cantidad contra calidad– y la guitarra se replegó para
consagrarse al servicio de los espíritus más delicados y exigentes. Agonizaba en la campaña
cuando la vivificó el actual movimiento tradicionalista.
El origen de la guitarra es el origen de toda la gran familia a que pertenece. Esta
familia del mango con cuerdas y un cuerpo hueco para resonador empieza muy
probablemente cuando el palo curvo del arco musical adopta una calabaza para la
resonancia. Ya están ahí todos los elementos –mango, caja, cuerdas– que sentirán posterior
desarrollo. La vía de evolución que siguen estos cordófonos con mango es
aproximadamente conocida en líneas generales: los pueblos históricos de la antigüedad (los
chinos, los hindúes, los semito-musulmanes) reciben de los pueblos prehistóricos

123
cordófonos con mango de fondo abovedado o chato. Esta doble línea es la que engendra la
familia de los laúdes (los mandolines, las tiorbas, etcétera) y las cítolas o bandurrias
(vihuelas, guitarras y otros). Pero no es posible conocer con exactitud el detalle de los
itinerarios que desembocaron en la guitarra de 1400 por entre multitud de formas distintas
con nombres semejantes y multitud de nombres distintos para formas iguales (kitra, khitar,
chítara, cítara, guiterre, guiterne, guitarra, vihuela, etcétera). De todos modos, ya sabemos de
qué se trata: las primitivas con mango fijo se desarrollan hasta lograr las formas y
características que nos presentan los grupos instrumentales de la Edad Media tardía. A
partir de entonces la historia de la guitarra puede seguirse de cerca.
Definitivamente, es necesario rechazar otras hipótesis que no merecen la atención
que se les presta. Kathleen Schlesinger supone que –en dos palabras– la guitarra fue una lira
a la cual se le agregó un mango para las cuerdas127. Fácil de decir. No vamos a enumerar las
muchas razones y hechos que se oponen a esta ocurrencia. En rigor, sólo puede admitirla
quien ignore los grupos básicos de los cordófonos. Hay tres modos antiguos de asegurar las
cuerdas arriba: un arco o un mástil acodado (arpa sin columna), dos mástiles con un
travesaño (lira) y el simple clavijero en el extremo del mango (guitarra). Modernamente, la
fantasía de los luthiers ha llegado al colmo de añadirle un mango a la lira, esto es, a duplicar
el sostén de las cuerdas, algo así como ponerle caballos de tiro al automóvil. Pero eso no
condujo a nada, ni tiene nada que ver con la remota evolución de la guitarra. Por otra parte,
desde el momento en que se le añade un ´mango` a la lira es porque el mango existe desde
antes, y como el mango no puede existir solo, es claro que ya estaba funcionando en las
guitarras y en todos los instrumentos de la familia prehistórica de los cordófonos con
mango. Por lo demás, no hay ni que pensar en esos dos mástiles de la lira que se convierten
en caja de la manera más misteriosa, ni en muchos otros detalles de transformación que no
pueden explicarse de ningún modo.
La forma de caja con talle y mango es muy anterior a la Era Cristiana, pero los
antepasados directos de la guitarra no son claramente perceptibles hasta fines de la Edad
Media.
En el año 1330 se anota en España y en castellano una primera mención de nombre
que parece referirse a la pequeña guitarra antigua. Se encuentra la mención en los siguientes
versos del conocido Libro de Buen Amor, del Arcipreste de Hita: “Allí sale gritando la
guitarra morisca [...] La guitarra latina con estos se aprisca” [Citado por Pujol, 1925:
2000128].
Eran dos guitarrillas poco más grandes que el charango, la morisca con el fondo
abovedado, la latina (romana) con el fondo chato. Las dos eran orientales y llegaron a
España en diferente época, una por Italia y la otra por el África. Por los mismos años del
Arcipreste, el “Poema” de Alfonso XI nombra la “guitarra serranista” y nada más. Estos
son documentos históricos en que figura el nombre del instrumento, pero mucho antes, no
sabemos con qué nombre, las ilustraciones que hacia 1270 se hicieron para las Cantigas de
Alfonso X, el Sabio, nos revelan un instrumento con caja entallada y cuatro cuerdas, usual
en las cortes castellanas del siglo XIII. (Véase el dibujo). Desgraciadamente, por aquí
tropezamos con el nombre de ´vihuela`, que introducirá confusión durante varios siglos y
nos acompañará hasta nuestros días como nombre postizo de la guitarra.
Lo concreto es que hacia 1400 hay en España una guitarra de fondo chato, caja
entallada y cuatro cuerdas que se llama ´guitarra` y es la bisabuela de la guitarra española y
argentina de que disfrutamos hasta hoy.

124
Detalles de las Cantigas 150 y 140129

La genealogía de los instrumentos musicales nos enseña que obra a todo lo largo, con
ejemplar constancia, una ambición consciente de crecimiento que abarca las dos
direcciones principales: más sonidos, más volumen. En todo momento, puede contarse con
una espontánea tendencia de los instrumentistas al aumento de cuerdas y volumen, pero lo
general es que las mejoras se deban a las exigencias de nuevos movimientos artísticos o a la
adecuación del instrumento a nuevas necesidades.
La importancia que alcanzó el rasgueo en la Argentina en el siglo XIX nos mueve a
decir alguna cosa. Los instrumentos de esta familia –especialmente los del grupo de las
vihuelas– se tocaban hacia 1250 de tres modos: con arco, con plectro (púa) y directamente
con los dedos. Los dedos son el medio más antiguo, pero los dibujos occidentales más
viejos representan a los ejecutantes con la púa en la mano. Para mí, es claro que cuando
empiezan a generalizarse una armonía y una polifonía rudimentarias, es decir, cuando hay
que añadir bajos o puntear cuerdas no inmediatas, la pulsación con los dedos es mucho
más adecuada que el desplazamiento de la púa. Podríamos decir que, principalmente, la púa
es para la melodía; el rasgueo a mano, para la armonía en acordes; y el punteo, para las
voces simultáneas. Por lo demás, los dedos no eliminaron el uso de la púa, ni fueron
eliminados por ella; ambos recursos se emplean hasta hoy.
En la encordadura antigua, las cuerdas podían ser dobles (como las del mandolín
actual), y hasta triples. En la nomenclatura de la época, una cuerda, las dos, o las tres
compañeras, se llamaban, indistintamente, ´órdenes`:

125
cuerda ............... orden

cuerda
cuerda ............ orden

cuerda
cuerda ............ orden
cuerda

Nosotros decimos siempre ´cuerdas` (sencillas, dobles o triples) para evitar


confusiones130.
La especie de guitarrilla entallada, con cuatro cuerdas, que aparece en las ilustraciones
de las Cantigas de Rey Sabio, hacia 1270, permanece sin variaciones perceptibles hasta
1500. Es un instrumento bastante modesto. Sin duda, fue concebido para la melodía, como
el mandolín de hoy, y se atrevió con algún pasaje a dos o más voces (polifonía), pero ya por
esos tiempos venía desempeñando otra función especial: la de acompañamiento de la voz u
otros instrumentos mediante rasgueos. Después de 1500, a lo largo del siglo XVI, inicia su
carrera.
Aquí nos ilustrará la clásica obra de Juan Bermudo, sacerdote, cuya edición definitiva
aparece en 1555, con el siguiente pórtico (modernizamos la ortografía y reducimos el
texto): “Comienza el libro llamado declaración de instrumentos musicales [...] Compuesto
por el muy reverendo padre fray Bermudo [...] 1555”131.
El reverendo había tocado el tema años antes, y, sin duda alguna, recogía usos
instrumentales anteriores al año 1500. Distingue en su libro “la guitarra a los nuevos” y “la
guitarra a lo viejos”, y aclara que esta última “más es para romances viejos y música
golpeada que para música del tiempo”132.
Se confirma así que la guitarra anterior a 1500 bordoneaba o punteaba acordes para
acompañar los romances viejos, y también servía para la “música golpeada”, es decir, que
producía el acompañamiento rasgueado para danzas y para otros géneros de canciones.
Además, queda claro que “la guitarra a los nuevos” era simplemente la que concertaba dos
o más voces, esto es, la polifonía –que se generalizaba por entonces–. La guitarra es
instrumento de armonía rasgueado mucho antes de ser polifónico. Estamos viendo que en
esa época se cultivaban en la guitarra repertorios populares y, en un plano superior,
composiciones artísticas de las que se tocan por música; todo esto, como hoy.
Seguramente, la guitarra se extiende a las obras punteadas por influencia de la vihuela,
especie de guitarra más grande, que merece gran respeto y favor.
Pero las cuatro cuerdas de la guitarra son pocas, tanto para el rasgueo como para la
armonía de acordes punteados o la polifonía, de manera que no deben extrañar las primeras
tentativas de añadirle una quinta cuerda. Precisamente, el mismo fray Bermudo recuerda en
su obra de 1555 uno de esos ensayos:
“Guitarra hemos visto en España de cinco órdenes de cuerdas. En este instrumento
se puede poner la sobre dicha quinta cuerda para la música que anduviere en diez y siete
puntos o en más. Fácilmente esta música se puede tañer en guitarra si le pone otra cuerda
que esté sobre la prima un diatesaron.” [Bermudo, 1555: Libro 2, Cap. XXXII fol. XXVIII
vuelta].

126
A la izquierda: guitarra de cuatro cuerdas, tres dobles y una
sencilla. De este tipo era la vieja guitarra que enriqueció Espinel
con la quinta cuerda. A la derecha: guitarra con las cinco cuerdas
según Marin Mersenne (1636-1637) [Contreras, pág.. 59].

Se trata de una quinta cuerda, pero aguda, a intervalo de cuarta (diatesaron) sobre la
más alta. Varios musicólogos europeos han citado este párrafo para invalidar la novedad de
la quinta, que añadió después Vicente Espinel, pero nada oscurece su mérito, porque esa
cuerda aguda, que desapareció en seguida, no es la quinta grave que agregó para siempre el
músico andaluz, ni tiene su significación armónica. La guitarra a los nuevos (moderna, en
1555) tenía las cuatro cuerdas altas de la de hoy (re-sol-si-mi); a cuatro notas por cuerda,
dieciséis “puntos” (notas). Por eso, fray Bermudo habla de una quinta cuerda, sobre la cual
se puede hacer la nota la al aire (para melodías que tuvieran diecisiete notas o más). La
necesidad de esta quinta sobre la prima es melódica, mientras que la de Espinel es el la
grave para la armonía. En cuanto a la guitarra “a los viejos”, se afinaba la cuarta en do (do-
sol-si-mi).
Hacia 1585-1590, el eminente músico y poeta Vicente Espinel le agregó la quinta
baja, que estamos mencionando, en tales circunstancias y con tal acierto en la afinación, que
el asentimiento general consagró la innovación. Es la quinta de nuestra guitarra actual, y el
propósito de Espinel fue el de facilitar la realización de acordes más completos y
numerosos para el acompañamiento. Es decir, que la quinta cuerda grave no se la añade
por algo así como un simple crecimiento vegetativo; se le añade porque el ambiente está
exigiendo más recursos para mayor plenitud de la armonía en acordes.
Lope de Vega hace decir a un personaje de La Dorotea, en la séptima133 escena del
primer acto:

“A peso de oro avíades vos de comprar un hombrón de hecho y de pelo en pecho,


que la desapasionase de estos sonetos y de estas nuevas décimas o espinelas que se
usan; perdóneselo Dios a Vicente Espinel, que nos trujo esta novedad y las cinco
cuerdas de la guitarra con que ya se van olvidando los instrumentos nobles.” [Lope de
Vega, 1948: 43].

Pues ocurrió que la quinta cuerda dio inmensa popularidad a la guitarra, y la vihuela,
más grande y señorial, aunque funcionaba en otro ambiente y en nivel superior, perdió
adeptos a consecuencia de aquel éxito. Covarruvias, que hacia 1600 escribía su Tesoro de la
lengua castellana (1611), nos da interesante opinión en el artículo “Guitarra”:

127
“Instrumento muy conocido, y ejercitado muy en perjuicio de la buena música, que
antes se tañía en la vigüela, instrumento de seis, y algunas veces más órdenes. Es la
guitarra vigüela pequeña en el tamaño, y también en las cuerdas porque no tiene más
que cinco cuerdas, y algunas solo son de cuatro órdenes.” [fol. 45v-46r]

Y en el artículo “Vigüela”, Covarruvias complementa el anterior:

“Este instrumento ha sido hasta nuestros tiempos muy estimado y ha habido


excelentísimos músicos; pero después que se inventaron las guitarras, son muy pocos
los que se dan al estudio de la vigüela. Ha sido una gran pérdida, porque en ella se
ponía todo género de música punteada, y ahora la guitarra no es más que un cencerro,
tan fácil de tañer, especialmente a lo rasgado, que no hay mozo de caballos que no sea
músico de guitarra.” [fol. 209v]

Como se ve por la nota sobre la guitarra, la vieja de cuatro cuerdas siguió viviendo en
decadencia tiempo adelante. La nueva, poco después de haber adquirido su quinta cuerda,
se generalizó en España, y el doctor Juan Carlos Amat –que antes había publicado un
tratadillo para la de cuatro cuerdas– le dedica en 1627, el primer tratado en serio, y la
bautiza como “española”, en el extenso título de su libro: Guitarra española / de cinco ordenes,
la qual enseña de templar y tañer rasgado, todos los / puntos naturales / y b, mollados, con / estilo
maravilloso ... Y a la fin haze men / cion tambien la Guitarra de qua / tro ordenes ... Año 1627.

Hermoso ejemplar de una guitarra de cinco cuerdas dobles,


tipo que recibirá después la sexta.134

Rápidamente pasó la nueva guitarra española a varios países de Europa. Ya en 1606


Girolano Montesardo publicó su influyente obra Nouva inventione d`Intavolatura per sonari li

128
balleti sopra la chitarra Spagnola senza numeri e note, 1606, Bologna.” Lo siguieron diversos
autores. Unos veinte años después el guitarrista Luis Briceño publicó en París su
importante “Método Mui facilísimo para aprender a tañer la guitarra a lo español, compuesto por Luis
Briceño ... MDCXXVII. El italiano Foscarini dio a luz en 1629 sus cuatro libros: I quatro
Libri della Chitarra spagnuola, y en 1630 Nicolao Doici de Velasco da en francés y en Nápoles
su nuevo método cifrado que reeditará luego en español135.
A esta altura el doctor Amat publica una nueva edición (1639), a la que siguen otras, y
Doici de Velasco, entre otros, lanza la antedicha versión española en 1640. Lo interesante
de ésta es que nos habla un poco de la guitarra de cuatro cuerdas y añade que “Espinel, a
quien yo conocí en Madrid, le acrecentó la quinta, a la que llamamos prima, y por estas
razones se llama justamente en Italia, guitarra española.” [Gallardo et alt.: 806). Este párrafo
ha presidido el error de quienes creen que Espinel añadió la prima. Como hemos visto, la
guitarra de cuatro se afinaba re-sol-si-mi, las cuatro altas de hoy, y Espinel agregó la quinta
(la). Es decir que la guitarra de cuatro, instrumento melódico como el mandolín o el violín,
pasa a ser instrumento armónico.

Una edición del primer gran tratado de la guitarra española, obra


del Dr. Juan Carlos Amat [Contreras, pág. 63].

Estos tratados documentan la aceptación pública de la guitarra española en Europa.


La posible omisión de alguno no nos impide ver cómo la guitarra de cinco cuerdas
atraviesa el siglo XVII y ya soberana en la segunda mitad, determina el olvido de su
modesta progenitora de cuatro cuerdas. Los tratados no la mencionan ya. Fiorentino
(1640), Granata (1659) y Corbett (1671) se limitan a la nueva (ya vieja) guitarra española.
Un famoso tratado de esta época recuerda todavía a Vicente Espinel. Dice el pórtico:
Instrucción de música sobre la Guitarra Española; y método de sus primeros rudimentos hasta tañerla con
destreza / y Danzas de Rasgueado y Punteado, al estilo Español, Italiano, Francés, y Inglés [...]
Compuesto, por el licenciado Gaspar Sanz, Aragones[...] En Zaragoza, Año 1674. Dice el autor en el
129
folio III vuelto: “Los Italianos, Franceses y demás Naciones, la gradúan de Española a la
Guitarra: la razón es, porque antiguamente no tenía nada Español, le acrecentó la quinta”...
(Estos datos los tomó de Doici de Velazco).
En el siglo XVIII se produce un acontecimiento definitivo para la guitarra española:
la sexta cuerda. Hechos de diverso carácter artístico que se producen en Madrid hacia las
últimas décadas de ese siglo y trascienden en el orden internacional presuponen y
configuran la existencia de un amplio movimiento guitarrístico que se funda materialmente
en la añadidura de cuerdas y en sus consecuencias técnicas y estéticas.
En estrecha relación con tales manifestaciones se publica en España –singular
suceso– en el solo año de 1799, cuatro métodos para guitarra, no de cinco, sino de seis
cuerdas, y se dan referencias concretas a un “estilo nuevo”. Tres aparecen en Madrid y el
otro cerca, en Salamanca; lo cual localiza la iniciación del movimiento. He aquí los cuatro:
1) Arte, Reglas y Escalas Armónicas para aprender a templar y puntear la Guitarra Española
de seis órdenes según estilo moderno [...] por D. Juan Manuel García Rubio [...] 1799.
2) Arte de tocar la guitarra española por música compuesto y ordenado por Don Fernando
Ferandiere. [...] Año de 1799.

Pórtico del método de Don Fernando Ferandiere.


[Contreras, pág.94]

3) Escuela para tocar con perfección la Guitarra de cinco y seis órdenes [...]
Compuesta por D. Antonio Abreu. Año de 1799.
4) Principios para tocar la guitarra de seis órdenes [...] por el Capitán D. Federico
Moretti. Año de MDCCXCIX.

130
Portada del método del Capitán Federico Moretti .
[Contreras, pág. 89]

Interesa saber que Moretti publicó en 1792 un folleto para guitarra de cinco cuerdas;
hacia 1794 pasa a Madrid y publica su segundo método para guitarra de seis cuerdas. Se
encontró en Madrid con un movimiento renovador, y escribe que en 1792, cuando publicó
el folleto para cinco cuerdas, “[…] ni aún la de seis órdenes se conocía en Italia”136. En
rigor, la sexta cuerda es detalle externo y cuantitativo de un suceso estético, y debe
insertarse en su contexto para valorar su importancia. La innovación abarca un conjunto de
hechos: la vuelta a la técnica del punteado, ahora más amplia y rica; el abandono de la
notación por cifra y la adopción de la escritura por música; la añadidura de cuerdas y la
preferencia de la tripa como material; un nuevo repertorio de obras y la eliminación de los
órdenes de cuerdas dobles. Como se ve, se trata de un complejo movimiento artístico y
técnico, reiteradamente proclamado.
Ninguno de los cuatro tratadistas de 1799 se considera introductor de la sexta cuerda,
del punteo, del nuevo estilo, etcétera. Hay, sin duda, un iniciador que pensó en añadir la
sexta con afinación adecuada, que obtuvo la construcción de nuevos instrumentos, que
creó para sus propias pruebas y usó un mecanismo digital y las obras en que se
manifestaron sus novedades ante los iniciados y para sus discípulos; es decir, que la
añadidura de la sexta cuerda debe haberse producido en Madrid unos quince o veinte años,
antes, hacia 1799, ¿Quién presidió ese movimiento?
Un contemporáneo de los primeros discípulos, Mariano Soriano Fuentes y Piqueras
(1817-1880), director de orquesta, compositor y autor de varios libros, entre ellos una
Historia de la música española (1859) en varios volúmenes, nos va a dar la respuesta:

“El P. Basilio, religioso profesor de la orden del Cister y organista en el convento de


Madrid a últimos del pasado siglo, adoptó la guitarra como su instrumento favorito,
cuando dicho instrumento no tenía otras pretensiones que la de acompañar seguidillas
y tiranas, canciones que formaban moda en el siglo XVIII. La guitarra antes del padre
Basilio no tenía más que cinco órdenes, y se tocaba rasgueándola; él le puso siete y

131
estableció el método de tocarla punteada. Este genio músico, gran contrapuntista y
sobresaliente organista [...]” [Tomo IV, Cap. XXVII: 205].

En fin, no hubo un gran movimiento madrileño que incubaron el maestro, los cuatro
grandes y muchos pequeños desde lejanos años hasta 1799 en que la cuádruple publicación
de métodos le dio trascendencia general. El Padre Basilio añadió la sexta y la séptima
cuerdas; y nosotros consideramos que, en buena lógica profesional, habrá mandado
construir, además de su guitarra de cinco, una de seis y luego otra de siete. Es decir,
pruebas escalonadas. Esto originó, ya entre sus primero discípulos o émulos, una
discrepancia que terminó medio siglo después con la consagración de la sexta. La guitarra,
ya clásica, triunfó luego de añadiduras sucesivas hasta la de la cuerda oncena y fue adoptada
en todo el mundo.
Esta guitarra conservó su antigua técnica del rasgueo popular, ahora más rico, y se
exaltó en el orden artístico. Aguado, Sors, Coste y Giuliani la consagraron desde el primer
momento. Tárrega, Llobet, Segovia, Pujol, Prat, Sainz de la Maza y muchos otros –entre los
más grandes nuestra compatriota María Luisa Anido– le dieron la elevada jerarquía que se
reconoce hoy en todas partes.
Cuando el aficionado moderno piensa en las andanzas de la guitarra en la Colonia no
distingue tamaños, cuerdas o aplicación del instrumento. Los documentos que hemos
examinado en las notas anteriores, nos revelan, por lo pronto, una guitarra pequeña, de
cuatro cuerdas, para melodías, hasta 1600; una mediana de cinco cuerdas, para rasgueos,
desde 1600 hasta 1800 –en números redondos para memorizar–, y una guitarra grande, con
seis cuerdas, para rasgueos y para punteo con armonía y contrapunto, desde 1800 hasta
nuestros días. Todo esto a grandes rasgos.
Puede ser que las primeras costas que alcanzaron los conquistadores desde 1492
hayan conocido la primitiva guitarra de cuatro cuerdas, pero tratándose de la Argentina, es
lo más probable que las que pudieran haber llegado hayan sido desplazadas por la guitarra
mediana de cinco cuerdas que se creó en España hacia 1585-1590 y se popularizó hacia
1600. Recuérdese que nuestra ciudad de Córdoba se funda en 1573, y Buenos Aires en
1580, y que –excepto Santiago del Estero– la mayor parte de las capitales del interior se
instalan por esos años.
Hasta este momento no hemos podido hallar ni han aparecido documentos sobre el
uso de la guitarra de cuatro cuerdas en Iberoamérica anteriores al año 1600. Sin duda,
parece haber sido un instrumento secundario e insuficiente al lado de la vihuela –que era
más completa para acompañamientos en acordes–. Pero muy poco después de ese año, ya
la guitarra con sus cinco cuerdas y la fácil técnica de su rasgueo simple, empieza a
mencionarse en los documentos coloniales.
El 23 de octubre de 1617 se inscribió en Lima en una importante compañía de
comediantes una muchacha de doce años, Juana de San Roque, que intervendría como
actriz y, además, –dice el contrato– “cantará en guitarra y harpa todas las letras y tonos que
se le dieren y baylará lo que mexor pudiere”137. Basta con pensar en que la niña tuvo un
maestro de guitarra, para entender que el instrumento pasó a las Indias tan pronto como se
popularizó en España.
La primera noticia histórica directa sobre esa guitarra en la Argentina es de 1608. Se
encuentra el dato en un archivo de Córdoba que revisó el Padre Grenón y está en una lista
de adquisiciones que se hicieron para el niño Nicolás García. Dice, simplemente: “una
guitarra de ébano negro” Grenón, 1929: 6. Curiosamente, un niño y una niña son los
primeros guitarristas conocidos hasta hoy. Tiempo después, allá por 1650, un cantor
colonial, el Sargento Cubas, fue acusado de informalidad, pues, “inmediatamente acabados
los Oficios divinos, se fue a una boda y en ella cantó a la guitarra” ibíd., pág. 12. Sin duda
es otra vez la guitarra de cinco cuerdas que está gozando de gran aceptación en la Colonia.

132
A mayor abundamiento, en una rendición de cuentas de 1656 consta que se remataron “14
mazos y medio de cuerdas de guitarra” [ibíd., pág. 13138]. También es de un archivo de
Córdoba la interesante nota siguiente. Un general guitarrista llamado Gregorio Luna aclaró
en su testamento de 1676 que “el teniente José Sánchez de Loria me es deudor de una
guitarra grande, hecha en el Brasil. La cual la empresté al susodicho y no me la ha devuelto
más aunque se la he pedido muchas veces.” ibíd, pág. 15. Queda documentado el fervor
por el instrumento y su éxito en Sudamérica. Está funcionando una lutherie en el Brasil, y la
importación no fue accidental.
Debió ser muy grande el prestigio de la guitarra acompañante. Tanto, que hasta fue
prohibido su uso después de la Oración. Un párrafo, de 1690, es notable. Dice que: los
pulperos “no consientan desde la Oración para adelante en ninguna manera ayga en dichas
pulperías bulla de gente, corrillos, ni conversaciones y más con guitarra, ora sean negros,
negras, indios, mulatos, mulatas, mestizos, mestizas y mozos españoles ibíd., pág. 16.”
Todo el mundo podía ser guitarrero.
Sin embargo, no se ha conservado en la Argentina ni una sola guitarra de cinco
cuerdas139, ni hay un solo dibujo antiguo que la represente, ni un documento que hable en
concreto de esta guitarra que se colocó entre la antigua de cuatro y la moderna de seis; pero
hay dos siglos (1600-1800) en que, superada la de cuatro y no creada la de seis, la guitarra
de cinco cuerdas –grande o chica, mencionada o no– fue la gran guitarra del criollo colonial
argentino y americano.
A partir de 1800 la guitarra de cinco cuerdas es superada a su vez por la de seis, y este
agraciado y noble instrumento, generosamente recordado en documentos y dibujos, añade
al suyo propio el nombre de “vihuela” y es, durante todo el siglo XIX, el compañero del
argentino culto y del gaucho clásico. En el año 1823 el inglés Robert Proctor, que conoció
nuestra campaña, escribió: “casi todos los paisanos de aquella tierra tocan ese instrumento”
[Proctor, 1920; 20-21]; y Ventura Lynch confirmó en 1883: “Creo que no existirá un
gaucho que no sepa por lo menos rascar un gato.” Lynch, 1925; 14.
La guitarra, popular y universal, obra de fabricantes urbanos, no es un instrumento
folklórico, como hemos dicho, pero el culto de que fue objeto en la campaña la añadió
modos y recursos –afinaciones, maneras de rasguear, etcétera- que sí son folklóricos,
producto de la larga y fervorosa consagración.

-o-

EL ARPA
El Arpa criolla procede directamente de la europea. Triunfante en los salones
españoles en el primer siglo del descubrimiento, el Arpa llega a los salones americanos y en
nuestras ciudades desempeña la importante función que le arrebatará después el pianoforte.
Instrumento completo, valioso como base en las orquestas, eficaz aun solo en las
tertulias, tuvo gran aceptación en las ciudades coloniales del Pacífico y, menos, en las
argentinas.
De difícil y costosa construcción y transporte, fue, principalmente, instrumento de
profesionales urbanos; pero las ciudades menores y hasta las pequeñas poblaciones
tuvieron también sus arpistas, si las necesidades justificaban su actuación. En la campaña,
los arpistas tenían, además, otro oficio cualquiera; en los salones, las niñas aprendían el
Arpa por gusto y lucimiento personal.

133
CLASIFICACIÓN. El Arpa es un cordófono. Lo dicho con respecto a la Guitarra
sobre las principales agrupaciones, vale también para el Arpa. Ésta es un cordófono
compuesto y su clase recibe el propio nombre de arpa. Y es un arpa de marco, porque, en
efecto, forman un marco el mástil anterior y la consola en que se sujetan las cuerdas. En
fin, el Arpa criolla no tiene aparato para modificar la afinación (pedales, etc.) y es diatónica
[H-S, 1914: 580].

DISPERSIÓN. La gran zona argentina del Arpa fue el centro colonial del Tucumán,
es decir, la provincia de Tucumán y las circunvecinas.
De Chile pasó a la región Cuyo; la capital del Paraguay la introdujo en el noreste

Arpa criolla, de Tucumán

y, ocasionalmente, se extendió también hasta el Plata. La ciudad de Buenos Aires nunca fue
importante centro de arpistas; cuando nuestra aldea ascendió a la categoría de asiento
virreinal, el pianoforte invadía el primer plano.

CONSTRUCCIÓN. El arpa es folklórica, en la Argentina, solamente en la zona del


Tucumán (Salta, Santiago, Catamarca) y en Corrientes140. Su estructura actual y tradicional
es, casi exactamente, la del Arpa española de 1600. La caja algo más ancha, dos patas en
lugar de las cuatro antiguas y algún otro pequeño detalle característico, no conforman
variante apreciable en el conjunto; al contrario, con tantos constructores locales y en tantos
años, asombra la pervivencia del antiguo modelo español.
Las Arpas criollas son anteriores a la invención del pedal (1720) y, fieles a la tradición,
no lo adoptaron nunca. Los luthiers americanos siguen las antiguas normas de construcción
y, mediante los conocidos recursos de carpintería, conforman independientemente las tres
partes principales del Arpa: la caja, la consola y la columna o mástil. No puedo dar aquí,
por razones comprensibles, detalles sobre la construcción del Arpa.

134
Ejecutante de Arpa

Damos en la página 134 el dibujo de un Arpa que obtuve en Huasa Pampa,


departamento de Monteros, provincia de Tucumán141. Es un ejemplar típico de nuestro
ambiente folklórico, pero –ya se sabe– varían en otras los detalles. En Bolivia hallé Arpas
notablemente modificadas. Unas de tamaño apenas superior a la mitad del corriente, con
largas patitas; otras con la caja en forma de laúd, “pecho de pato”, también pequeñas, etc.
En el Paraguay difieren apenas de las tucumanas en que la caja es más angosta, en que
faltan las bocas de la tapa y en otros detalles secundarios142. (Ver Lámina O en el Apéndice
II -Fotos).

EJECUCIÓN. En la Argentina, el ejecutante, sentado, coloca las patas del Arpa


delante de sus pies y deja caer el instrumento sobre sí mismo hasta que la parte superior de
la caja apoya sobre su hombro derecho. La mano izquierda puntea las cuerdas del registro
grave; la derecha actúa sobre las del registro agudo.

OCASIÓN. Como cualquier instrumento moderno de salón, su empleo carece de


limitaciones.

MÚSICA. Nuestra Arpa folklórica es diatónica, y se afina de acuerdo con la serie de


Do mayor, como la española antigua. Para ejecutar obras en otras tonalidades, se corrige la
afinación, es decir, que se realiza prácticamente en cada cuerda la alteración fija de la clave y
la de la sensible.
Toda la música que adoptaron las clases superiores y medias de la Colonia y las
repúblicas, tuvo eficaz medio de reproducción en el Arpa. Generalmente, interviene en
conjuntos con Guitarras, Cajas, Bombos, etc., y, como es natural, emplea con profusión
toda clase de arpegios en función de adornos.

-o-

135
4

AERÓFONOS

El aire vibra en torno al instrumento o


dentro de él, y esa vibración produce el
sonido. En el primer caso se trata de
aerófonos libres; en el segundo, de
verdaderos instrumentos de soplo.

136
LA PIFILKA
La Pifilka es un silbato de los araucanos. Suele escribirse su nombre de varias
maneras: pivilca, pivillca, pifëlka, pifülca. Instrumento elemental, es, apenas, un cuerpo
alargado de material macizo con una perforación longitudinal. Según Guevara, los
araucanos hacían Pifilkas con las canillas de los prisioneros muertos [1898: 281143].

CLASIFICACIÓN. La Pifilka es un aerófono de aquellos en que la corriente de aire


choca contra un borde afilado; es decir, un aerófono de filo. Pertenece, pues, a la gran
familia de las flautas. No tiene canal de insuflación; los labios se aplican directamente al
borde, y es longitudinal, porque se sopla por un extremo y no en un agujero lateral. Es
aislado porque no tiene sino un cuerpo, esto es, que no aparece unido con otros, en juego;
y el tubo es cerrado en el extremo inferior. Carece de agujeros. Todos, cuando niños,
hemos hecho sonar las llaves huecas (las llaves para abrir las cerraduras) soplando en el
agujero; del mismo modo que una llave se maneja la Pifilka144.

DISPERSIÓN. Instrumentos análogos a la Pifilka se encuentran en varias regiones


de Sudamérica. La forma que estudiamos es exclusiva de los grupos Araucanos que
sobreviven en Chile y en la Argentina (Neuquén y sudoeste de Río Negro). Estos silbatos
proceden, según parece, del Perú145, abstracción hecha de la materia con que se construyen
en el sur.

CONSTRUCCIÓN. La Pifilka se hace tallando un trozo de madera de 20 a 30 cms.


de largo. La parte inferior, cilíndrica, de un par de centímetros de diámetro, se ensancha
hacia la mitad y, siempre ensanchándose, se aplana hacia el extremo superior. Sobre la
mitad del tubo, el artífice talla dos orejas con sus correspondientes perforaciones destinadas
al paso del cordón con que se suspende. Más detalles sobre la forma pueden verse en el
dibujo que reproducimos. El tubo se perfora a lo largo, mediante un estoque
incandescente, a profundidad que oscila desde la mitad hasta casi toda la extensión del
cilindro. El agujero tiene algo más de un centímetro de diámetro.
Una Pifilka arqueológica que obtuvo Boman en Cautín (Chile)146, tiene un taco de
lana, para tapar el agujero, asegurado a las perforaciones de las orejas por medio de un
cordón. Este taco es, en otras, de madera. José Toribio Medina reproduce en su conocida
obra dos Pifilkas antiguas, de piedra [1882: Ilustración 80 y 81]. Típica es la forma exterior
de una de ellas, semejante a la de madera que hemos estudiado; la otra, procedente de una
excavación, tubular, algo afinada en los extremos y con ancha boca, tiene una sola oreja
perforada.

Pifilka araucana

A. En los ejemplares del Museo Argentino de Ciencias Naturales que tenemos a la


vista147, faltan la cuerda de suspensión y el taco para obturar el agujero. El

137
filamento, hecho de material perecedero, se ha perdido, tal vez, en algunos; otros
casos no lo tuvieron. Aunque el Araucano prescinde hoy del cordón, no deja de
hacer –curiosamente– las orejas perforadas. Las Pifilkas modernas se caracterizan
por un enorme pronunciamiento de las aletas y del ensanche terminal148. Uno de los
ejemplares que conservamos tiene, en vez de orejas, dos botones cilíndricos tallados
en el cuerpo mismo149.

EJECUCIÓN. Acudimos de nuevo al símil de la llave que hemos hecho sonar en la


infancia. La Pifilka, pues, se toca, tomando el cuerpo del instrumento con una o con las dos
manos, verticalmente, como quien lleva un cirio, y aplicando al labio inferior el borde del
agujero. Con más precisión: la cabeza cae un poco sobre el instrumento o el instrumento se
inclina hacia la boca. Los labios se cierran hasta dejar escapar, en forma de cinta, el soplo
que choca contra el filo del borde.

Tocador de Pifilka

OCASIÓN. Ignoro si el uso de la Pifilka ha tenido limitaciones en tiempos pasados.


Hoy aparece en los conjuntos instrumentales que forman los aborígenes para el nguillatun, o
rito agrario, y para diversas ceremonias o fiestas.

MUSICA. La Pifilka, instrumento acompañante, no melódico, interviene más o


menos como un ´francotirador`. Su nota única se introduce en el curso del canto o del
conjunto instrumental sin relación tonal con ellos. Muchas veces lanza su silbo a intervalos
regulares y no siempre coincide con los acentos rítmicos principales, es decir, que puede
marchar a contratiempo. Dos Pifilkas de distinta entonación, asociadas entre sí y al
conjunto, suelen articular fórmulas como las que damos en esta página.

Por presión del soplo, da fácilmente la octava. Aparte de los armónicos superiores, la
Pifilka de un agujero es un instrumento de un solo sonido. Como en todos los

138
instrumentos de soplo, tenemos también aquí un margen de oscilación (según la colocación
del tubo y la presión del soplo) que no cuenta musicalmente en la práctica.

PIFILKAS DOBLES. La Pifilka de dos perforaciones de distinta profundidad


produce dos sonidos, naturalmente. Parece, la idea, resonancia de la que informa la Flauta
de Pan y su ubicación es fronteriza150. Las de tres o más agujeros entran francamente en la
categoría de las Siringas, y las veremos en el capítulo del Siku.

-o-

EL SERÉRE
El nombre chiriguano de serére ha sido adoptado en nuestra materia para designar un
silbato de forma especial que poseen dichos aborígenes y algunos otros del gran Chaco,
incluso varios de nuestra gobernación de Formosa151.

Serére chaqueño

CLASIFICACIÓN. Podemos extender al Serére la discriminación que acabamos de


hacer con respecto a la Pifilka. Es una flauta longitudinal. Se diferencia del silbato araucano
en detalles de forma y en que la perforación atraviesa íntegramente el cuerpo152. Es abierto,
por lo tanto. Como la Pifilka, parece imitación local de los silbatos peruanos [Izikowitz,
1935: 283153]

DISPERSIÓN. Hemos dicho que es un instrumento chaqueño. Aunque el principio


de esta categoría de silbatos simples se produce en diversos tipos por muchos lugares del
continente, la forma particular del Serére no sobrepasa los límites del gran Chaco. Los
Chiriguanos del nordeste de Salta hacen ejemplares muy grandes y bien pulidos.

CONSTRUCCIÓN. El indio escoge un trozo de madera dura de unos 12 ó 13


centímetros por 3 de ancho y 1,5 de alto, y talla cuatro fases longitudinales angostando
ligeramente el cuerpo hacia los extremos. El dibujo nos evita más prolija descripción.
Izikowitz dice que hay ejemplares hasta de 55 cms. [íd.: 283].
Con un hierro candente se perfora el cuerpo de extremo a extremo, el diámetro en
disminución, y se hacen en los costados, hacia la mitad, dos pequeños agujeros por los
cuales pasa el hilo de que se suspende. Después se adornan por incisión las superficies
planas con cuidadosos y a veces complicados dibujos lineales.

139
Ejecutante de Serére

EJECUCIÓN. Solo uno de los dos agujeros terminales, el de mayor diámetro,


adelgaza las paredes en su extremo hasta formar un filo adecuado para cortar el aire.
Contra ese filo lanza el ejecutante su soplo, una vez que la mano, colocando
verticalmente el instrumento, aplica el extremo hacia la mitad del labio inferior. El dedo
pulgar obtura el agujero de abajo.

OCASIÓN. Desconozco la oportunidad y tiempo en que se usa el Serére.


Probablemente es instrumento para señales durante las cacerías154.

MÚSICA. Este silbato produce dos notas análogas a las del registro agudo de la flauta
moderna: una, la grave, se obtiene con el agujero inferior obturado; la otra (más o menos
una sexta menor arriba), retirando el dedo obturador. Vistos los elementos, no es difícil
imaginar la ´música` del Serére.

-o-

EL NASERÉ
Adopto la voz naseré, que, según Enrique Palavecino, aplican los indios Pilagá al
silbato 1933: 579, para distinguir los pequeños esferoides chatos de madera que
construyen y usan varios grupos aborígenes del Chaco. Este instrumento no ha recibido
todavía nombre propio en la bibliografía de nuestra materia, y al darle éste no dejo de
pensar en que acaso sea una simple variante del anterior (Serére)155.

CLASIFICACIÓN. El principio de categoría flautas es muy amplio. El término flauta


tiene aquí una significación general, por sobre la acepción estricta que designa al cilindro
con agujeros y llaves que recibe tal nombre en la orquesta moderna.
El Naseré es una flauta, porque la corriente de aire que produce el ejecutante choca
contra un filo del recipiente y, desviada, vibra adentro. En segundo término es una flauta
sin canal de insuflación, es decir, que el aire va de los labios al filo; y, en la subdivisión
(longitudinales, traveseras y vasculares o de vasos), se adscribe a esta última aunque no sea,
precisamente, un vaso. Izikowitz da a estos tipos el nombre de globulares, sin duda mejor,
y nosotros, para el caso de Naseré, decimos esferoidal-achatado. La voz castellana ocarina
podría aplicarse a todo este grupo156.

140
DISPERSIÓN. El Naseré se encuentra entre los indígenas del gran Chaco, y se
acepta la opinión de que les ha llegado desde el Perú, donde se fabricaban antiguamente
con arcilla [Izikowitz, 1935: 293].

Naseré. Frente, corte y cantos

CONSTRUCCIÓN. Se cree que, al dar forma al Naseré, los indios han querido
imitar, al principio, los silbatos de valvas [loc. cit.]. Es una especie de disco con el borde
plano; un esferoide achatado. El dibujo da idea concreta de su forma.
El cuerpo es una pieza de madera dura de 5 ó 6 cms. de ancho por algo menos de
alto y 75 mm. de espesor, con un agujero para el soplo en la parte que llamaremos superior,
y dos más, uno a cada costado, para obturar.
El agujero superior tiene medio centímetro o poco más de diámetro y llega hasta el
centro del cuerpo. Por esta abertura el constructor excava hacia los costados y obtiene así
una cámara relativamente grande. En esa cámara desembocan los dos canales que vienen de
los costados. En la parte inferior, sobre el borde mismo, se hacen dos nuevas perforaciones
que, inmediatamente, doblan para salir por la cara ´anterior`; por ellas se pasa un cordón de
largo suficiente como para colgar el instrumento al cuello de los ejecutantes.
Hemos dicho cara ´anterior`, porque estos silbatos presentan, generalmente, en una
de las caras, dibujos geométricos incisos o en bajo relieve más o menos complicados.
Tengo a la vista ocho silbatos chaqueños de este tipo, que ingresaron al Museo en el año
1901157. Todos tienen en el centro un círculo dentado en bajo relieve y un filete también
dentado en el borde, y es lisa en todos la cara posterior. Uno de ellos presenta el círculo
central cubierto con una fina lámina de hojalata, y en zigzag el filete del borde158.
Reproducciones publicadas por diversos autores nos muestran algunas variantes de estos
adornos –casi siempre sobre la base de un círculo o estrella central y un filete– y también
ejemplares no comunes. El cordón del que se suspende el instrumento, generalmente
retorcido o trenzado y coloreado, suele ser objeto de primorosos trabajos.

EJECUCIÓN. El indio toma el instrumento con la mano izquierda; la faz adornada


se apoya en los dedos índice y medio, mientras el pulgar se cierra sobre la cara lisa, a
manera de tenaza. Esta mano toma la parte inferior del esferoide. La derecha se le
superpone, y el índice y el pulgar obturan los agujeros laterales. Así, el borde del agujero
superior se aplica hacia la mitad del labio inferior y el aire soplado vibra en la cámara.

141
Ejecutante de Naseré, chaqueño.

OCASIÓN. Los indígenas emplean este instrumento con fines de esparcimiento


personal, en circunstancias propicias. Enrique Palavecino escribe que “Los usan
principalmente como instrumento para señales durante la caza y la guerra;” 1933: 567159.

MÚSICA. Todo parece indicar que del Naseré no puede obtenerse sino
rudimentarios silbos. Nada de eso160. Tuve oportunidad de grabar alguna melodía del
Naseré a un grupo de indios chaqueños. La que reproduzco a continuación, versión de un
joven Maccá161, da clara idea de las posibilidades máximas del instrumento.
En esta melodía la imprecisión rítmica es continua. Casi ningún valor de los anotados
coincide exactamente con el del sonido original, pero son los más aproximados. Algunas
altitudes son inseguras, a veces por falla digital, a veces por vacilación del soplo. El único
mi, que aparece casi al final, debió ser re. Las notas iniciales fueron tomadas por el indio
mediante un portamento que se obtiene destapando sucesivamente los dos agujeros laterales
con gran rapidez. Muchas notas se mueven en portamentos mínimos que, por momentos, dan
la sensación de ligaduras.
Ya porque lo determine la posición de los agujeros, ya porque haya alcanzado al
ejecutante algún resto de influencia andina, en la melodía que reproducimos se percibe un
´ambiente` pentatónico. Nada preciso ni completo, sin embargo; y faltan las fórmulas
rítmicas que suelen acompañar a la pentatonía. Hay que aclarar que este producto del
Naseré no tiene nada de común con la música coral de la tribu a que pertenece el
ejecutante, ni con otra alguna del Chaco. La pentatonía es extraña a los grupos aborígenes
de media y baja cultura.

No deja de ser curioso que el instrumento, apto para dar tres sonidos, produzca
melodías de cuatro. Alguna gracia tenía el problema, y la solución no resultó fácil; pero,
insistiendo en probar distintas piezas, di con alguna que, por disminución del soplo y

142
reacomodación del labio, producen un cuarto sonido, el más grave162. (Ya hemos dicho que
el mi de la pauta final es el cuarto desafinado, y no un quinto tono).
El sonido del Naseré es relativamente voluminoso, agudo y penetrante. Nada
apacible.

-o-

LA FLAUTILLA
Este diminutivo de flauta se aplica generalmente en nuestra provincia de Jujuy para
distinguir un aerófono tubular, ancho y corto, de pocos agujeros. Al norte de dicha
provincia, en Yavi, lo nombraban llama sencka (nariz de llama). Entre los Pilagá del Chaco,
este mismo instrumento se denomina naweka y koktá, según Enrique Palavecino [1933:
579], y Alfredo Metraux anotó el nombre de naseré [citado por Schaeffner, 1936:251], con
que también se designa el silbato que hemos descripto.

CLASIFICACIÓN. La Flautilla pertenece a la familia de las flautas. En organología,


repetimos, la voz flauta tiene más amplio sentido que en el ambiente artístico, donde se
aplica al conocido travesero europeo de las orquestas. Flautas son, en el lenguaje de la
especialidad, todos los instrumentos de viento en que el soplo, en forma de cinta, choca
contra un filo. Instrumentos ´de filo` suele llamárseles también. Otras dos familias
completan el grupo: la de las trompetas, en que vibran los labios, y la de los clarinetes y
oboes, que tienen lengüeta163.
Las flautas (en general), pueden dividirse en dos grandes géneros, según tengan o
no aeroducto, esto es, canal de insuflación. En las flautas hay que lanzar el soplo, ya
achatado, contra un borde filoso. Si soplamos directamente colocando los labios de manera
que salga el soplo en cinta, tocamos la Quena o la Flauta europea164; pero si el instrumento
tiene en la punta tacos de madera, resina o cera, que dejan una rendija como para que el
aire al pasar tome la forma de cinta, entonces nos encontramos con el género flageolet. Pues
bien; la Flautilla del norte argentino no es, exactamente, ni Flauta –en sentido estricto– ni
flageolet165. Obsérvese el dibujo de la embocadura que reproducimos.
La muesca es profunda, más que la de la Quena; pero en la Quena, el borde del tubo
queda sin alteración, mientras que en la Flautilla sufre un gran corte al sesgo (en bisel) y de
ese modo se alargan, afinadas, dos tiras de la caña, como dos aletas, a uno y otro lado de la
muesca. El ejecutante introduce entre sus labios las dos aletas.
En los instrumentos de filo (flautas), el tocador arrima o aplica los labios al borde; no
se mete parte de su extremo en los labios. En los flageolet se introduce el pico en la boca del
ejecutante, pero los labios no tienen nada que ver con el canal que el instrumento forma
con sus propios materiales. En la Flautilla no hay canal, propiamente dicho, porque los
labios colaboran. Los labios tienen que acomodarse

Escotadura de la flautilla jujeña

143
de manera que escape un soplo achatado; las dos tiras de caña que se colocan entre los
labios, constituyen los límites laterales del ´canal` de soplo. Labio arriba, labio abajo; caña a
uno y otro lado. El instrumento carece, pues, de canal suyo propio; luego, no es un flageolet.
Pero tampoco es una Quena típica porque la formación del soplo en cinta no está confiada
solamente a los labios. Es, entonces, la Flautilla, un tipo de flauta sin canal completo, pero
con prolongaciones del borde destinadas a formar los lados del orificio canalizador.
Schaeffner examina el caso y cree que se trata de “[...] una de las etapas posibles entre la
flauta de muesca y el flageolet.” (1936:251). En consecuencia, la llama “pre-flageolet” íbíd.: pl.
XXXI. Falta considerar si no es una simple variante intrascendente de la Quena. De todos
modos no debe darse por sentado que la Quena es anterior al flageolet.

DISPERSIÓN. La Flautilla se encuentra en Jujuy, no entre los indios que han llegado
del altiplano, sino entre los serranos descendientes de los antiguos aborígenes locales. Los
indios del Chaco meridional conocen tipos de tubo más angosto y aletas más afiladas.

CONSTRUCCIÓN. El instrumento se trabaja en un tubo de caña, cuyo largo y


diámetro varían. Entre los indios del Chaco –donde esta flauta es muy usada– el largo del
tubo oscila entre unos 15 y unos 30 cms., y los agujeros son casi siempre tres. En Jujuy son
más anchos los cilindros y el largo varía alrededor de los 30 cms. Doy en la lámina P,
centro [en Apéndice II -Fotos], fotografía de dos ejemplares, el M 11 y el M 12 (uno de
frente y otro de perfil), que adquirí en la Quebrada de Humahuaca para las colecciones del
Museo Argentino de Ciencias Naturales166. Miden 30 cms. de largo por un diámetro de 26
mm. El extremo inferior, abierto siempre en los ejemplares chaqueños, está cerrado por el
tabique de un nudo en los de Jujuy167. Se le quita a la caña una tira de corteza a todo lo
largo. En un extremo se recorta la muesca y hacia el otro se hacen los cuatro agujeros. En
el parágrafo de la clasificación dimos explicaciones sobre la forma de la embocadura; el
dibujo y la fotografía (lámina P [en Apéndice II -Fotos]) hacen innecesaria más minuciosa
descripción.

Tocador de Flautilla, jujeño

En cuanto a la ubicación de los agujeros y a las distancias que los separan, no veo,
por ahora, mayor constancia, esto es, algo que pueda representar, para esta clase de
instrumentos, una norma de construcción.

144
EJECUCIÓN. Se ha dicho ya, al explicar la embocadura, que el ejecutante introduce
entre los labios las aletas de la extremidad. El instrumento tiene en la boca del tocador su
primer punto de apoyo. La mano izquierda –el dedo pulgar abajo, los otros sobre los
agujeros– completan la suspensión. Índice, medio, anular y meñique, tapan o destapan los
agujeros.
Importa saber que la Flautilla en Jujuy se usa generalmente acompañada por una
Caja que percute el mismo ejecutante. Vimos que en su manejo solo interviene la mano
izquierda; pues bien, la otra mano sostiene la Caja y mueve el palillo que golpea el parche.
Sobre esta técnica de percusión hablamos al tratar de la Caja.

OCASIÓN. También la Flautilla es un instrumento de uso temporal. Como su


compañera, la Caja, se toca desde la fiesta de Todos los Santos hasta el Miércoles de
Ceniza, pasado el Carnaval. Ignoro si estas auto-imposiciones tienen estricta vigencia168.

MÚSICA. El sonido de este instrumento es agudo y desapacible. Las melodías que


los nativos producen en él son breves diseños repetidos y variados, yuxtapuestos sin
prevista ordenación. He aquí una, nº 44, que grabé en Senador Pérez (Jujuy)169.

El instrumento podría dar más de sí, pero es indudable que arrastra consigo, desde no
se sabe cuándo, un repertorio de estrechos motivos que se transmiten los ejecutantes, sin
constancia en el tema, sin fijeza en el orden, sin establecida extensión. Veamos esta otra
melodía, nº 43, que oí en el mismo lugar y al mismo ejecutante170.

El acompañamiento de la Caja se produce de acuerdo con un esquema fijo, por lo


que, sujeta a él, la melodía debe corresponderle con pies binarios. Sin embargo, puede

145
haber excepciones. La escala natural fa-la-do, que apreciaremos mejor más adelante, parece
fundamentar esta música; pero no se respeta en la Flautilla con rigor. Doy una tercera
melodía que me ejecutó un puneño de Yavi, nº 93171.

En las melodías que reproducimos se cuentan hasta tres o cuatro distintas fórmulas
de pie y, como excepción, algunas que me han parecido ternarias. Es todo el capital rítmico
de la Flautilla, hasta donde yo he oído.

-o-

LA QUENA
La Quena es el más famoso de los instrumentos aborígenes americanos. La difusión
de su nombre y la exaltación de sus atractivos se debe principalmente a incontenidos
transportes literarios. Pocos ignoran la macabra leyenda del enamorado que hizo la quena
con la tibia de su amada muerta; muchos conocen las páginas en que se ha exagerado la
amargura de su acento, la impresión del efecto que produce y el encanto de la música que
se toca en ella. Por eso es más conocida la fama que el instrumento. Parece necesario dar
descanso a la fama y hablar objetivamente de la Quena, aunque no resulte tan entretenido.
Su anterioridad a la conquista es indiscutible por razones de diverso orden. Para la
demostración plena basta su frecuente aparición en las tumbas prehispánicas.
Sin embargo, la aparición de su nombre en los vocabularios coloniales es
relativamente tardía.
Con la acepción de flauta no tenemos, al principio, sino la voz pingollo, por vez
primera incluida en el Lexicón que publicó fray Domingo S. Thomas, en 1560 [pag. 60]. Su
variante pincullu puede verse en el vocabulario de Diego González Holguín, impreso en
1608 [F5], en muchos otros posteriores y, muy variada siempre, en numerosos documentos
antiguos y modernos. Vive en la corriente oral hasta nuestros días, y a veces se aplica a la
Quena.
El mismo González Holguín da en 1608 la voz queppa que, con el significado de
trompeta [pág. 305, se reproduce también hasta hoy. Ignoro si quena, con su sentido de
flauta, tiene o no relación con esa vecina. El caso es que dicho nombre indígena se
documenta por vez primera en el vocabulario aimara del P. Ludovico Bertonio, impreso en
1612, pero duplicado, así: “Flauta de caña. Quena quena” [243]. Más tarde, en 1653, lo da el
padre Bernabé Cobo, también duplicado: “Quenaquena es una caña sola como flauta, para
cantar endechas” [cit. por D´Harcourt, 1925: 55].

146
CLASIFICACIÓN. Como la flautilla, pertenece la Quena al grupo de los
instrumentos que encierran en el propio cuerpo tubular el aire que vibra por efectos del
soplo contra una arista. Es una flauta sencilla, de un solo tubo, con pequeña muesca en el
orificio receptor (sin canal de insuflación), longitudinal, con agujeros.

DISPERSIÓN. La flauta longitudinal se encuentra en todos los continentes. La


América india, según André Schaeffner “[...] ayant été pour la flute un terrain d´evolution
singulièrement étendu[...]” [1936: 249]. Con la muesca que caracteriza a la Quena, su área de
dispersión es relativamente reducida.
Conformes con el cuadro que pone al día Karl Gustav Izikowitz [1935: 323-26], la
Quena no se encuentra sino en parte de Sudamérica. Su área está limitada, al sur, por la
línea Jujuy-Chaco argentino, y al este, por una recta tirada en la dirección del río Paraguay
hacia el norte (aproximadamente). Es decir, que la Quena se halla principalmente en el
centro-norte-oeste de Sudamérica.
Las de hueso se emplearon en la zona del Perú antiguo y se encuentran en torno a la
cuenca del Amazonas hasta las Guayanas [Izikowitz: ibíd.: 320]; las de caña, antiguas y
modernas, se hallan en el Alto y en el Bajo Perú, hacia el noreste hasta las Guayanas, y al
sudeste hasta el Paraguay; las de piedra, en el Altiplano prehispánico; las de arcilla, calabaza
y metal, en el Perú antiguo [Izikowitz, íd.: 321].
Fuera de la zona lindera con Bolivia, nunca hubo Quenas en territorio argentino con
tal nombre y característica. En esa región se hallan hoy casi todos los instrumentos
aborígenes bolivianos, pero, fuera de duda, su presencia se debe a un desplazamiento de
población boliviana que se produce principalmente desde fines del siglo XIX hasta
nuestros días. En Jujuy, la Quena sigue hoy, generalmente, en manos de sus portadores, y
no se ha generalizado todavía ni entre los aborígenes naturales de la región ni entre los
criollos. Sin embargo, crece día a día el número de nativos jujeños que adoptan la Quena.
Joaquín V. González se refiere en 1893 a la música que habría ejecutado el campesino
riojano “en la quena de sus antepasados”. Hasta que aparezcan nuevos documentos en que
se confirme la antigua presencia de la Quena en manos de los criollos argentinos, debemos
aceptar la mención como una imagen literaria o, simplemente, como aplicación inadecuada
de la voz quena a una flauta argentina de que hablaremos más adelante. A ella debe
referirse Samuel A. Lafone Quevedo cuando habla en 1892 de “pingollos o flautas”, de
Catamarca.

CONSTRUCCIÓN. Los materiales con que se hace la quena, son: caña, hueso,
calabaza, arcilla y metal; excepcionalmente, piedra.
El largo del tubo es muy variable. En la Sección de Musicología Indígena del Museo
Argentino de Ciencias Naturales tenemos un ejemplar, de caña, que mide cincuenta
centímetros, pero este tamaño es excepcional172. Corrientemente, miden de treinta a treinta
y cinco centímetros. R. y M. d´Harcourt poseen varias de caña cuyo largo es de siete u ocho
centímetros 1925:56. Tienen comúnmente seis o siete agujeros; más raras son las de dos a
cinco y excepcionales las de ocho.
Trataremos especialmente de las más usadas en todo Perú y Bolivia, que son de caña.
Estas Quenas se hacen a base de un tallo, por lo general cortado entre dos nudos naturales
para evitar la interrupción que produciría el tabique interior. Muchas veces el extremo
anterior se corta sobre el mismo nudo y se perfora el tabique sin eliminarlo totalmente.
Se le saca al tubo una fina lonja de corteza, de dos o tres milímetros, a lo largo, de un
extremo a otro, a manera de guía para poner en línea los agujeros y la muesca de la
embocadura. La parte de la pared en que están los agujeros se llama superior; en posición
de ejecutar, se denomina anterior la parte de adelante.

147
En la Quena típica de seis agujeros las perforaciones se hacen a distancias
establecidas. Se marca la mitad exacta del largo total del tubo, y sobre la marca se perfora el
agujero inferior. La mitad anterior se divide en seis partes iguales, y sobre las líneas
divisorias se perforan los cinco agujeros superiores. El primero de ellos, contando desde el
extremo anterior, está ligeramente desviado hacia el lado del dedo que lo obtura, no sé si
por comodidad. Véase dos ejemplares, uno de frente y otro de revés, en la lámina P [en
Apéndice II -Fotos], arriba.

Escotadura de la Quena

En el extremo posterior se recorta la embocadura: una pequeña muesca rectangular,


cuyo borde anterior, afilado ex profeso, cortará la ´cinta` del soplo. Se ha notado muy bien
que la muesca antigua se hacía en forma de media luna.

EJECUCIÓN. Si hay Quenas que tienen desde dos o tres hasta siete u ocho agujeros,
es claro que hay diversas maneras de tomarlas para obturar sus perforaciones. Nos
referiremos, pues, a las Quenas más comunes, de seis o siete agujeros, que son las más
adecuadas para traducir la música superior de los aborígenes andinos.
La descripción es laboriosa. Creemos que nunca se ha hecho en forma minuciosa, a
pesar de la importancia que tiene para la etnomusicología.
Los dedos tienen la doble función de obturar los agujeros y sostener el instrumento.
Forman un complejo sistema de tenazas. En las Quenas de seis perforaciones, índice y
medio arriba, pulgar y anular abajo, articulan una de las tenazas que aprietan el tubo. El
meñique se afirma contra el anular para ayudarlo a soportar la presión del dedo medio. El
pulgar obtura el agujero inferior; índice y medio cierran los dos de arriba; anular y meñique
no obturan, colaboran en la aprehensión. Obsérvese el dibujo.

Tocador de Quena

148
Los dedos de la mano derecha forman otra tenaza secundaria en que la fuerza
principal está a cargo de la oposición índice-pulgar. El pulgar no obtura; índice, medio y
anular cierran los tres agujeros del extremo anterior; el meñique queda libre, aunque a veces
se apoya en el extremo, arriba o abajo, para colaborar en el sostenimiento del cuerpo.
En la Quena de siete agujeros nada varía fundamentalmente. El agujero superior más
lejano carece de empleo.
Ahora, si los dedos abandonan uno tras otro los agujeros para producir la escala, y las
tenazas pierden la presión de arriba, ¿cómo se sostiene el instrumento? Los tres de la mano
derecha se levantan sin inconvenientes, porque las tenazas de la izquierda bastan para
retener el tubo; pero cuando le toca el turno al índice de la izquierda, que forma con el
pulgar la última tenaza, todo el sistema de aprehensión peligra. Entonces el dedo medio de
la derecha cae sobre el tubo entre dos agujeros, y restablece la tenaza primera. Hay en este
punto recursos variados que sería largo enumerar.
En la ejecución de la Quena, el sostén tiene gran importancia porque los labios no
prestan casi ninguna colaboración en este sentido. Son, sin embargo, un punto de apoyo. El
extremo de la embocadura está simplemente aplicado al labio inferior de modo que la piel
cierra casi totalmente la boca del cilindro. La muesca queda a la altura de la línea labial. Los
labios se entreabren ligeramente, algo así como para articular la letra ´f` y un soplo
achatado –técnicamente se dice ´en forma de cinta`– sale y choca contra el filo de la
muesca. Vibra la columna de aire que contiene el tubo y el sonido se produce.
El sonido más grave de la Quena se obtiene dejando todos los agujeros tapados. Los
siguientes, del grave al agudo, levantando, sucesivamente, los dedos en este orden: anular,
medio, índice (derechos); medio, índice, pulgar (izquierdos). Nueva serie, una octava más
alta, se consigue aumentando la presión del soplo y con la misma digitación. La obtención
del más grave de esta serie se facilita destapando el agujero inferior. Es muy difícil producir
los más agudos de la gama alta y, en todo caso, resultan desapacibles. Hay detalles de
técnica personales. Destapando medio agujero se obtienen medios tonos; también se
consiguen mediante complicadas combinaciones de los dedos.
La escala natural de la Quena es semejante a la diatónica mayor europea. Pero no
igual. Se perciben diferencias de alguna importancia. El cuarto grado es algo más elevado.
Las variaciones producidas por la diferente presión del soplo o por especial posición de los
labios impiden mediciones exactas.

OCASIÓN. En el noroeste argentino la Quena se toca en verano, pero no es raro


oírla en otro tiempo. Únicamente los hombres utilizan este instrumento.

QUENA Y PENTATONISMO. Por superposición de estratos culturales, es fácil


encontrar, conviviendo en la misma región, dos o más cancioneros de diferente origen y
carácter, y hasta de distintas escalas. En consecuencia, instrumentos de gamas también
distintas. Cuando, discurriendo los años, uno de esos cancioneros domina a los demás o los
excluye, pueden quedar los instrumentos de la música vencida al servicio de la música
triunfante.
Los Incas prehispánicos tuvieron música pentatónica e instrumentos pentatónicos.
Pero éstos se encuentran en las tumbas al lado de otros instrumentos que no son
pentatónicos, que han producido las cinco notas,

149
y además, semitonos. Indudablemente, sirvieron a otra música prehispánica que no era
pentatónica, y que no acertamos a identificar con alguna de las que sobreviven, si es que
sobrevive.
Azares del subsistir, pues, desembocan en este hecho contradictorio: los
descendientes de los Incas han conservado hasta hoy la música pentatónica, pero han
abandonado casi totalmente los instrumentos pentatónicos. De modo que la música
tradicional de cinco sonidos se ejecuta ahora en instrumentos de siete notas, como la
Quena típica que hemos descripto.

MÚSICA. La Quena reproduce, principalmente, las melodías pentatónicas que


atesoran los actuales descendientes de los Incas. En segundo lugar, se oyen en ella melodías
híbridas, esto es, pentatónicas con semitonos o con otros elementos extraños al sistema.
En tercer lugar, melodías criollas. En las ciudades o centros de alguna importancia, los
criollos mismos, mejor dicho, los mestizos absorbidos por el ambiente cultural criollo, han
introducido la Quena en las orquestas nativas. Esto es general en Bolivia y Perú. El criollo
argentino no toca la Quena.
En Jujuy, como en el Altiplano y en las sierras peruanas, se oyen en la Quena, casi
exclusivamente, los vivaces Huainitos, con su medio centenar de nombres distintos. Como
instrumento rico en posibilidades, la Quena podría reproducir cualquier clase de música.
Doy, a título de muestra, un Huaino que grabé en Jujuy173.
Es común, en los centros criollos, el empleo simultáneo de dos Quenas afinadas a
intervalo de tercera. Cuando el ejecutante toca solo, la afinación absoluta del instrumento
no le importa; pero sí, cuando debe acordarlo con otro. En estos casos, para mayor

150
precisión, aplica a la arista de la escotadura una pequeña porción de cera cuyo borde afina y
estira. Así prolonga prácticamente el largo del tubo y modifica la altura absoluta del sonido.
Las melodías que tocan en sus Quenas los descendientes de los Incas, salvo raras
excepciones, pueden figurar entre las más alegres del mundo.

-o-

EL SIKU (Flauta de Pan)

La flauta de Pan, instrumento musical conocido en casi todo el mundo, tiene en


América características singulares y goza de gran preferencia en el ambiente indígena desde
antes del descubrimiento hasta nuestros días.
Es muy grande la variedad de formas y caracteres con que la flauta de Pan se
encuentra en América, y son muchos los pueblos aborígenes de distinta jerarquía cultural
que la conservan entre sus bienes más estimados. Nosotros nos vamos a detener en el Siku
por ser una de las especies que han penetrado en territorio argentino y se difunden con
probabilidades de arraigo local174. Demás está decir que los aborígenes del territorio de Los
Andes175 conocen y cultivan ciertos tipos de estas flautas desde antigua fecha. No nos
referiremos, sino de paso, a ese islote prehistórico.
Siku es el nombre aimara de una especie de la flauta de Pan. En quichua se llama
antara. La voz sico aparece ya en el vocabulario que el Padre Bertonio formó en 1612. Unas
“[...] flautillas atadas como ala de órgano” –dice Bertonio– 1912: 315. Sikuris, derivada de
la voz anterior, significa tocador de Siku, pero un proceso de extensión ha hecho que la voz
Sikuris se aplique al instrumento mismo.
La flauta de Pan tiene, además, muchos otros nombres: ayarichic, pfucu, fusa, arca, ira,
sanja, hampa, taica hirpa, molto, chiru, tuto, huayra-puhura, etc., de origen indio; y zampoña, que
he oído alguna vez en boca del pueblo jujeño, de procedencia hispánica (Véase mi ensayo
“La flauta de Pan...”, 1932).

CLASIFICACIÓN. La flauta de Pan pertenece a la familia de los instrumentos cuyo


sonido se debe a la vibración del aire. Es, por lo tanto, un aerófono. Se clasifica entre las
que suenan por efectos de un soplo contra el borde de la abertura superior del tubo en
posición vertical, y la característica que la define es la reunión de varias flautas simples de
distinto largo útil, en un solo cuerpo.
Hay muchas especies distintas. En primer término, la clásica siringa: una hilera de
canutos; en segundo lugar, la de doble hilera. En este caso, los tubos pueden estar abiertos
abajo; pueden estar cerrados; o bien, una hilera de tubos abiertos y otra de tubos cerrados.
En fin, los tubos de la segunda fila pueden tener el mismo largo o la mitad de los de la
primera.
El Siku típico está formado por doble hilera de tubos cerrados, la segunda de las
cuales tiene la mitad del tamaño. Véase la ilustración.

151
Juego de Sikus jujeño

DISPERSIÓN. Diversos tipos de flautas de Pan se usan hoy en la región andina y


entre numerosas tribus del norte y centro de Brasil. La zona más compacta de su área tiene
por límites, al sur, el paralelo 26 y al este el meridiano 58. La arqueología denuncia su
antigua presencia en Serena (Chile), en la zona de los Diaguita, en el Chaco santiagueño
(vestigios) y en el territorio de todas las altas culturas andinas. Lejos de ese territorio, al sur,
se hallan hoy raramente en alguna tribu araucana de Neuquén, talladas en madera.
La especie que ahora nos ocupa se encuentra en Bolivia y, en territorio argentino,
solo en la provincia de Jujuy, principalmente en los departamentos del norte, y en el norte
montañoso de Salta.

CONSTRUCCIÓN. Las flautas de Pan se hacen de caña, arcilla, piedra, madera y


metal. El Siku actual es de caña y se construye como veremos. En los detalles, nos
atenemos al ejemplar A7 a) y A7 b) de las colecciones del Museo Argentino de Ciencias
Naturales; ejemplar común, de manufactura boliviana176.

Tocador de Siku

152
La altura del sonido que da un tubo está determinada por su largo; el diámetro no
importa. El indio necesita ciertos sonidos para formar su escala; corta, entonces, varias
cañas del largo requerido y las ata una al lado de otra. Ocho tubos, por ejemplo, para la
primera serie. Después toma otras ocho cañas para una segunda serie y corta cada una a la
mitad del tamaño de las anteriores. Todas las cañas están cerradas abajo por un nudo. Junta
las ocho enteras con las ocho mitades y las sujeta con una tira de caña y sobreatadura de
hilo en todas las direcciones. En diversos tamaños, este mismo tipo se hace con siete y seis
tubos, como el juego que se ve en la lámina R [en Apéndice II -Fotos] Los extremos
abiertos, arriba, quedan al mismo nivel. Ya se puede tocar.

EJECUCIÓN. El instrumento, en posición vertical, es tomado por el indio con una o


con ambas manos y aplicado a la boca de modo que los filos de las aberturas queden a la
altura del labio inferior. Sopla. Suena. Para cambiar de sonido hace deslizar el instrumento a
derecha o izquierda y entonces el soplo emboca en otro tubo. El ejecutante suele colaborar
en el cambio haciendo girar un poco la cabeza.
El aire impelido solo produce un sonido claro y lleno en el tubo que está contra el
labio; el otro tubo, el de la segunda hilera, recoge el aire excedente y da un sonido muy
débil, pero que refuerza al principal, pues siendo su tamaño la mitad del otro, da la octava
alta por simple ley de acústica.

AFINACIÓN. La obtención de la escala en el Siku es algo que está fuera del orden
común por su complejidad y originalidad. Insisto en asegurar que entre los aborígenes
superiores, lo mismo que en el campo folklórico, las cosas no son simples, ni humildes, ni
espontáneas, ni sencillas. Estas flautas de Pan lo prueban.
El lector tiene en su mano un Siku de los que hemos descripto, lo aplica a sus labios y
quiere tocar una melodía; no puede, ni podrá nunca. Porque el instrumento de doble hilera
en que está soplando, no es un instrumento, sino la mitad. La otra mitad que le falta está en
poder de otra persona que se dispone a colaborar, pues el ejecutante solo no puede obtener
melodías del Siku.

En efecto, la escala está repartida entre los dos cuerpos instrumentales


independientes. Éste tiene la primera nota, aquél la segunda, éste la tercera, aquél la cuarta,
etc. De modo que si yo y mi compañero queremos ejecutar una melodía, necesitamos
colocarnos cerca uno del otro y tocar alternadamente las notas que nos corresponden. En
privado –digamos así–, o en ensayos, el indio suele poner las dos mitades, una sobre otra y,
soplando sobre ambas, obtiene él solo la escala completa o las melodías, con sonido muy
débil; pero si se trata de producir el volumen normal del Siku, hacen falta dos ejecutantes.
Sirva de ejemplo esta melodía177. La tocaron dos aborígenes en colaboración. Uno de
ellos dio las notas que coloco en el pentagrama superior; el otro produjo las notas que
pongo en el inferior. Es un lento y sentido cacharpari (despedida). Después hablaré de él.
Las dos flautas compañeras reciben popularmente los nombres de ´primera` y ´segunda`.
Véase la indicación en cada pentagrama.

153
En un trabajo anterior (Vega, 1934) nos hemos ocupado con detalle de la afinación
de estas flautas. Si nos atenemos a un examen auditivo en que se desdeñen las
desafinaciones debidas a negligente construcción, parece que los tubos se cortan a intervalo
de quinta uno por medio. He aquí la altura ´práctica` de los tubos (arriba la fila principal de
la ´primera`, abajo la de la ´segunda`) del Siku A7:

1ª) sol – sib – re – fa – lab – do – mib – sol .


2ª) – lab – do – mib – sol – sib – re – fa

En la ´segunda`, todos son saltos de quinta tubo por medio. En la ´primera` aparecen
traspuestos los tetracordios –digamos– de la ´segunda`, y duplicada la inferior:

sol – sib – re – fa // lab – do – mib – (sol)

a consecuencia de lo cual el salto re – lab resulta disminuido.


Pero si acudimos, para la medida, a instrumentos de precisión, la afinación ´práctica`
acusa notables fallas. Las piezas compañeras A7 a) y A7 b), medidas con un aparato
Leybold, bomba neumática Gaede, dan las siguientes cifras:

1ª) 383 – 453 – 562 – 690 – 792 – 960 – 1140 – 1420


2ª) – 410 – 500 – 616 – 762 – 886 – 1092 – 1300 –

OCASIÓN. El Siku se toca sin limitación de tiempo. Los conjuntos intervienen en


fiestas o ceremonias diversas, especialmente en las religiosas, o en actos de esparcimiento
colectivo, como las bandas de los pueblos.

MÚSICA. Vista la compleja técnica de la ejecución por alternancia, se puede pensar


que las melodías del Siku tienen que ser demasiado lentas, por muy trabajosas. Nada de eso.
Por raro que parezca, los ejecutantes abordan todos los géneros y alcanzan, con gran
soltura, las mayores velocidades de las especies más vivas.
La ´banda de sikuris` se articula sobre la base única del par de flautas
complementarias. A ese par se añade otro igual, pero más grande, de doble tamaño, que
suena una octava más grave (y tiene un tubo menos). Cuatro ejecutantes. A esos cuatro se
les añaden otros cuatro ejecutantes con idénticos instrumentos; y otros cuatro, etc. Hay
juegos de Sikus aún más grandes y que producen la otra octava grave. En fin las
agregaciones no tienen número fijo. Tres ´cuartetos`, doce ejecutantes, forman una banda
común. Se le agregan Redoblantes y Bombos europeos, sonajeros de campanillas metálicas,
Triángulos, etc.
El repertorio de estas ´orquestas` incluye música de distinto carácter. Alternan en sus
audiciones melodías pentatónicas con melodías híbridas, y melodías del cancionero que
hemos llamado Ternario colonial con otras de factura semejante a las europeas para banda
común. Además, aparecen en su repertorio otras, en que a los tópicos de las precedentes se
añaden diversas fórmulas melódicas típicas y casi exclusivas del Siku, en tal medida
características, que resulta necesario considerarlas independientemente como un matiz
particular del repertorio híbrido.
El cacharpari que hemos reproducido en un parágrafo anterior, fue ejecutado en la
iglesia de Tilcara (Jujuy) por una ´orquesta de sikuris` durante las fiestas de Semana Santa,
en 1931178, y anotado por mí Es una suave melodía, de sentimiento indígena, pentatónica
en su casi totalidad. Una sola nota extraña, el do (sexto compás), se ha introducido y
produce hibridación. Los tocadores se retiraban retrocediendo muy lentamente, con la vista
fija en la imagen de la Virgen, mientras ejecutaban la despedida. Cosa de ver y oír.

154
En esta página damos un brioso Huaino que tomé en Humahuaca179. Es una melodía
ni india ni híbrida, cuyo carácter, de sentido aparentemente europeo, es común en las obras
de estos conjuntos. Un trabajo paciente me permitió establecer las notas que corresponden
a una y otra flauta: las que llevan el signo ´x` fueron ejecutadas por la ´segunda`; las otras
por la ´primera`. Este detalle se documenta aquí por vez primera en la bibliografía de la
materia. Por la indicación metronómica se ve que el movimiento es vivo. Seis hombres con
flautas ´primeras`, seis con ´segundas`, soplaban sus respectivas notas con gran justeza. La
rapidez exigía a los tocadores una atención exaltada, bien visible en sus caras morenas.
Otro Huaino, no menos pujante y cálido que el anterior (nº 20)180, ilustra sobre
aspectos de esta música. Algo más se acusa aquí el sentido de la melódica pentatónica,
sobre todo en las fórmulas rítmicas, pero el carácter pentatónico está diluido en los
recursos extraños.

Un tercer Huaino (nº 22)181 contribuye al conocimiento de este singular repertorio.


Hay analogía de forma y contenido, por lo menos entre las piezas de carácter vivaz.
También éste procede de Humahuaca, y lo ejecutaban, siempre alterando sus notas, los
doce hombres de la banda. Siempre la marca ´x` indica los sonidos que producía la
´segunda` flauta del par.

155
Tocaban largo rato, repitiendo las partes que reproducimos, con gran agilidad; y para
colmo, momentos antes de terminar, emprendía un aceleramiento progresivo que concluía
en endemoniada ametralladora de resoplidos.
Fuera de estos verdaderos alardes de virtuosismo, el conjunto de Sikus resulta
positivamente artístico. En las obras de movimiento pausado es donde su calidad
resplandece mejor. Así, en este otro Cacharpari (nº 21)182, noble y sentido, de fraseo
sumamente irregular, con sólo una nota extraña a su esencial concepción pentatónica.

La sonoridad del conjunto de Sikus es original y bella. Los tubos mayores pierden una
parte del soplo que roza sus aristas, y el aire sobrante hace sonar vagamente la octava aguda
de los medios tubos; pero resbala y escapa todavía, envolviendo toda la sonoridad en suave
siseo.
Muchos hombres –doce o más–, soplando a un tiempo en dobles tubos, extraen un
sonido ancho y denso, sabroso a viento, más rumor que sonido, pero no débil, sino
poderoso, estremecido, como la voz del mar. Y va la emoción, alada, en medio.

-o-

LA SIRINGA ARAUCANA
Al hablar de la Pifilka dijimos que las de dos agujeros de distinta profundidad se
aproximan a la familia de las Flautas de Pan o pertenecen realmente a ella. Flautas de Pan
son, sin duda, las de tres o más agujeros183.

156
Es muy raro encontrarlas, y nunca las he visto en uso184. Probablemente se trata de la
idea que tan ampliamente adoptaron los andinos de más al norte, si es que no ingresó al
continente con los otros bienes alógenos del patrimonio araucano. ¿Es fácil explicarse estas
flautas por desarrollo de la Pifilka? Tal vez no.
Las dos de que tengo noticias se hallaron en la gobernación argentina del Neuquén,
y a su presentación se limita esta nota complementaria.
Don Teodoro Aramendia, educador y experto en etnografía, me envió croquis de
una –de madera, chata, ancha, lanceolada, con tres perforaciones de distinta profundidad–
que halló en la tribu araucana del cacique Curruhuinca, en el Lago Lacar, Neuquén, allá por
el año 1920.

Siringas araucanas

Empleaban esta flauta en el nguillatún, durante la cabalgata que se hace en torno al


´altar`, y la acompañaba el sonido de las Pifilkas. Sus medidas aproximadas son, según
nuestro informante: 12 ½ cms. de altura, 10 cms. de ancho máximo y 2 cms. de espesor.
Cuando nosotros visitamos a esos indígenas no hallamos ejemplares de tales siringas.
En la colección de don Daniel E. Gatica tomé croquis de una pieza como la anterior,
también de madera, con cinco perforaciones de cuya profundidad dan cuenta los sonidos
que emitían: do, do, sol, do, sol, el primero y el último casi un cuarto de tono más bajos.
Medidas exactas: altura, 16 cms., ancho máximo, 10 cms., espesor, 1 3/4 cm. Profundidad
de los agujeros (de izquierda a derecha, en milímetros): 48, 85, 52, 86 y 65. Perteneció a la
tribu del cacique Namuncurá, San Ignacio, Neuquén, donde tampoco hallé otros
ejemplares.

-o-

LOS “FLAGEOLETS”
El flageolet –flauta con aeroducto o canal de insuflación–, está representado en
América por varios tipos de diverso aspecto y de los más distintos tamaños. Se admite que
este género de aerófonos fue conocido en América del Norte antes del descubrimiento,
pero faltan pruebas de su existencia entre los pueblos aborígenes de Sudamérica
precolombina.

157
CLASIFICACIÓN. El flageolet es un aerófono tubular con canal. La corriente de aire,
achatada al pasar por la rendija del aeroducto, choca contra el filo de una abertura
practicada en la pared del tubo. Se trata, pues, de una flauta, en sentido general, de una
flauta con canal para el achatamiento del soplo. Por esta circunstancia recibe el nombre
técnico de flageolet, y pertenece a la gran familia que incluye desde el ´pito del vigilante‟ hasta
ciertos caños de órgano.
El recurso del canal ha sido aplicado, mediante varios procedimientos, a cuerpos
tubulares construidos con distintos materiales. La fisonomía particular de cada tipo ejerce
cierta atracción sobre especiales denominaciones –por lo menos en algunas zonas– y
aunque la constancia no es mucha, podríamos ensayar la descripción de las variedades
principales bajo sus rótulos preferidos. La Anata, la Tarka o Pinkillo y la ´Flauta de caña`
tucumana, son otros tantos flageolets, pero sus características piden consideración
independiente.
Insisto, sin embargo, en que cada nombre popular no se aplica con exclusividad a un
instrumento determinado. Cualquier nombre sirve para cualquier instrumento de análogo
aspecto exterior, y no importan al pueblo los detalles que modifican la clasificación técnica.
La voz pinkillo, por ejemplo, lejos de definir una especie, vale para designar cualquier
aerófono del género de las flautas verticales. Con las voces tarka y anata –menos
difundidas– ocurre cosa semejante. Es enojosa para el musicólogo y para el estudiante esta
indecisión de los rótulos; pero, a pesar de todo, algunos nombres se aplican principalmente
a ciertos instrumentos. He procurado ver –hasta donde alcanzan mis observaciones
directas– qué nombre se prefiere con mayor constancia para determinada especie, y lo he
adoptado en estos trabajos de divulgación. En organología se prescinde, generalmente, de
los nombres populares185.
La voz anata carece de antecedentes antiguos. En busca de acepciones suyas más
sugestivas que las conocidas castellanas y aimara, tropecé en un anónimo Catálogo de las voces
usuales de Aimará con la correspondencia en Castellano y Quechua, Uyuni, sin fecha, con la siguiente
equivalencia: “Anata = Carnaval...” [pág. 4]. Me limito a recordar que el instrumento se usa
especialmente durante las carnestolendas.
La voz pinkillo es muy vaga. Algunos músicos populares de ciertas regiones se la
aplican a la Quena; más generalmente designa instrumentos de tubo común con canal de
insuflación. En cierto modo equivaldría a la francesa flageolet. Con la amplia acepción de
´flauta´, la voz pingollo aparece ya en 1560, anotada por Fr. Domingo S. Thomas. Su
variante pincullu –“todo género de flauta”– se encuentra en el vocabulario de Diego
González Holguín, impreso en 1608 [citado por Izikowitz, 1935:349] y en el de Francisco
del Canto, de 1614. El P. Diego de Torres Rubio nos da pincollo y pincullu, en 1619
1963186:136 y 168, y el Padre Cobo dice que los indios llaman pincollo al pífano citado por
d´Harcourt, 1925:55. Muy variada, corre en numerosos documentos posteriores y en la
tradición oral, hasta nuestros días. He oído en Bolivia pinkillo, pinguillo, pinkuillo y pinkullo.
La voz tarka no parece muy antigua. Falta en los vocabularios del XVII y del XVIII.
Tschudi la oye a mediados del siglo XIX [1918, tomo II:225187]. Desde entonces aparece en
diversas publicaciones y, actualmente, en el lenguaje vivo. He oído charka, en Jujuy. Se
aplica a las flautas, en general, especialmente a las medianas. (Las gigantescas reciben en
Bolivia el nombre de tokoro o tukuru).
Casi todos los pequeños instrumentos de soplo que hallamos en el noroeste argentino
son bolivianos. Han penetrado apenas en nuestro país, y no se ve que hayan tenido arraigo
tradicional en el ambiente aborigen y criollo de nuestras provincias. Algunos parece que
han llegado hace pocas décadas. Hay, sin embargo, una excepción: la ´flauta de caña`. En la
provincia de Tucumán y en zonas próximas a ella, da el pueblo este nombre a un flageolet
rústico que tiene ciertas características particulares y música propia para determinadas
ocasiones. Como su nombre popular es tan vago, y como no se hace siempre de caña, he

158
resuelto llamarle (¿qué hacer?) Flauta tucumana188. Es el único aerófono verdaderamente
popular argentino, y lo hacen en el lugar los acriollados descendientes de los aborígenes
locales y los criollos mismos.
Nos detendremos, en fin, en el examen de los tres tipos –Anata, Pinkillo o Tarka y
Flauta tucumana–; tres variantes del flageolet sudamericano.

-o-

LA ANATA
El tipo que describiremos a continuación se conoce en el noroeste argentino
principalmente con el nombre que le reservamos. En esa misma región suele llamársele,
además, Taruma o Turuma y Tarka. También se le aplican, en la zona del altiplano, las voces
Tarka y Pinkillo con sus variantes.

DISPERSIÓN. Las flautas con tapón de cera o madera para el canal de soplo tienen,
en la Argentina, escasa dispersión. La Anata, procedente de Bolivia, no ha sobrepasado el
sur de Salta y Jujuy, ni se ha incorporado al ambiente criollo.

Abertura terminal de la Anata.

CONSTRUCCIÓN. A simple vista se distinguen dos variantes de Anata; una rústica


y otra cuidadosamente trabajada. La diferencia entre ambas es, apenas, cuestión de
pulimiento; nada esencial. Se hace de diversos tamaños. En el Museo tenemos varias: una,
la más pequeña, de 22 cms. de largo, y otra, la más grande, de 55 cms. (Véanse ambas en la
lámina XII).
El aspecto de la Anata es muy original. Se hace con un grueso cilindro de madera,
blanda, macizo, y el primer paso es, naturalmente, la perforación longitudinal. La pared
externa de los aerófonos es, por lo general, muy delgada, como una cáscara; en la Anata, al
contrario, como el diámetro de la perforación es muy reducido –en relación con el del
cilindro– las paredes resultan inusitadamente gruesas.
El tipo rústico es, exteriormente, cilíndrico; los ´de lujo` presentan en la parte
superior varios planos longitudinales, pero, hacia la parte inferior, cierran cilíndricamente.
El grueso de las paredes ocasiona nuevos y originales detalles de forma. La
construcción del pico es laboriosa, y la explicación difícil, aun con las ilustraciones.
Observemos el dibujo:

159
Frente y perfil del canal de la Anata.

B es una saliente labrada en la masa A, de la cual emerge; no es una pieza suelta


añadida. Su sentido se explica si recordamos que el ´pico` de esta clase de instrumentos
debe contar con una fina pared de cilindro. Aquí, donde la pared es enormemente gruesa, B
representa la pared delgada, y con tal carácter surge de la masa; y con tal función, pues está
destinada a constituir el límite superior del canal de insuflación. C es una pieza añadida: un
verdadero tapón. Cierra la abertura del tubo, pero deja, arriba, la rendija del canal, cuya
pared inferior forma, hacia adentro. Ahora, una parte de dicho tapón avanza hacia afuera,
cubierta por B hasta la mitad, después libre. Tal es el ´pico` de la Anata. Otros detalles
pueden apreciarse en la lámina XII.
Más llamativo es el acondicionamiento de los agujeros. No sabemos si por alguna
razón de orden acústico, la gruesa pared de madera se rebaja considerablemente en su parte
superior189 ; ahí se alinean las perforaciones para los dedos. Seis, todas arriba, la superior en
la mitad del largo total, como vimos en la Quena.
Este instrumento, cuyos elementos discretos parecen europeos –hasta nuevas
comprobaciones–, tiene original fisonomía, consecuencia de la excavación en la parte de los
agujeros. La ocurrencia parece aborigen. Se conoce en California una flauta con un cuadro
excavado alrededor de cada agujero (Izikowitz, 1935:310), y en el pussac, ´flageolet‟ de los
Sanapaná (Chaco paraguayo) se reproduce con total exactitud ese mismo detalle de la
excavación en cuadro. Pero aquí es clara la influencia andina.

EJECUCIÓN. Los instrumentos con aeroducto no requieren destreza labial.


Podríamos decir que, en ellos, el sonido está hecho. El canal de insuflación toma el soplo y
le da la forma de cinta, como quiera que

hagamos la emisión y de cualquier modo que nos coloquemos el pico en la boca. Hasta
podemos, si nos place, lanzar el soplo sin tocar el pico.
En cuanto a la modificación de las alturas por la acción de los dedos en las
perforaciones, ya conocemos el procedimiento. Los seis agujeros son obturados por los seis
dedos largos; suena la nota más grave con

160
Tocador de Anata.

todos los agujeros obturados y se obtienen los grados inmediatos más agudos librando,
sucesivamente, los agujeros de abajo a arriba. Una vez alcanzado el séptimo sonido, se
cierran de nuevo todas las perforaciones y, aumentando la presión del soplo, se obtiene la
serie aguda.
Ambos pulgares y el meñique de la izquierda contribuyen a soportar el instrumento
presionando de abajo a arriba. Los dientes aprietan el pico. Los dedos de la izquierda se
colocan sobre los agujeros del extremo anterior; los de la derecha, por lo tanto, sobre los de
arriba.

OCASIÓN. Otra vez nos hallamos con un instrumento que no se debe tocar en
cualquier tiempo. Si el ´reglamento` se cumple, la Anata se toca únicamente en verano, muy
especialmente en Carnaval. Recordemos de nuevo que la voz anata significa carnaval.

MÚSICA. La Anata es un instrumento que ofrece fáciles posibilidades para la


ejecución de complejas melodías en dilatada tesitura. Sin embargo, lo que se oye
comúnmente en ella son breves diseños que no aspiran a formar períodos ni revelan
organización del pensar musical. Una vez, a pesar de todo, pude escuchar en Senador
Pérez, Jujuy, a un serrano que aplicaba a la Anata el juego digital de las melodías que él
mismo tocaba en la Quena. Se trataba en este caso, que no creo frecuente, de una
verdadera traslación de repertorio.

Otro ensayo de adaptación, muy defectuoso, grabé en Humahuaca a un anatista


boliviano, a quien acompañaba un bombo. Obsérvese en su deturpada versión, nº 50190,
restos de frases incaicas. Nuestro ejecutante había aprendido la melodía en Cotagaita,
Bolivia.

161
Fuera de esto, siempre aquellos temas indigentes. Ignoro si hay mejores anatistas que
los que yo he oído; probablemente no. La melódica de la Anata es rudimentaria, muy
inferior al instrumento, a sus posibilidades, a su amable sonido; es decir, que el instrumento
está generalmente en poder de grupos musicalmente retardados. Otra vez tenemos, en la
Anata, debilitada resonancia de ese arcaico estrato de música premensural que se funda
empíricamente en la escala natural de tres notas (fa-la-do), como puede verse en esta
selección de motivos, nos 14-15, que tomé a un ciego boliviano en Humahuaca191.
Es la misma melódica, muy maltratada, en este caso, y con notas extrañas, que vimos
igualmente borrosa en los ejemplos de la Flautilla, y que veremos, límpida con sus tres
grados, en el repertorio del Erke y del Erkencho; la misma que reaparece en numerosas
expresiones vocales del noroeste argentino.
Debo mencionar, por extraño, el caso de la ejecución de melodías con dos Anatas en
quintas paralelas, que puede observarse actualmente en Bolivia. Al parecer, este
procedimiento no tiene relación con sus antecedentes europeos antiguos.

-o-

EL PINKILLO O TARKA192
En general, los pequeños Pinkillos del noroeste argentino son hoy artículo de
comercio y vienen de La Paz (capital de Bolivia) a los almacenes jujeños. Hay en la vecina
república constructores especializados que los producen ´en serie`.

DISPERSIÓN. Queda dicho que su área argentina no rebasa mayormente el


territorio de Jujuy hacia la ex Gobernación de Los Andes193 y hacia Salta; y es instrumento
del ambiente indígena inmigrante, raramente aceptado en el ambiente de los aborígenes
locales.

CONSTRUCCIÓN. En su construcción se emplea un tubo de caña, cortado entre


dos nudos, y el largo oscila sobre los 30 cms. Más bien grueso, el tubo tiene de 2 a 3 cms.
de diámetro.
En el recorte de los agujeros se sigue el procedimiento que describimos al examinar la
Quena. Para los agujeros se aplica también el criterio de distancia: la mitad anterior del tubo
se divide en siete partes iguales y se hacen seis perforaciones circulares y una pequeña,
cuadrada, desviada hacia la derecha del ejecutante. Esta abertura está, en los instrumentos
pequeños, al alcance del dedo meñique, y obturada, modifica la altura del sonido; pero no
es un agujero de obturar y no sé para qué lo hacen. En los ejemplares grandes queda a gran
distancia de los dedos. Todos los agujeros están en la pared superior del tubo, y la escala
que produce el instrumento –de este tipo de fabricación ciudadana ´en serie‟– no se
aproxima mucho a las europeas.
El canal de insuflación obedece a los mismos principios que el de la Anata, pero su
factura es mucho más sencilla. La parte inferior del extremo se corta en bisel, perfil curvo, y

162
un taco de madera cierra el tubo dejando la rendija que da forma de cinta al soplo. El
dibujo ilustra pormenores:

Canal del Pinkillo. Exterior y corte.

Idea cabal del instrumento en la lámina P [en Apéndice II -Fotos], abajo, donde
pueden verse dos piezas semejantes, una de frente y otra de perfil.
En la región de Sucre (Bolivia) encontré, en manos de indios puros, Pinkillos de gran
tamaño. Coinciden en todos los detalles de construcción con los que acabamos de
describir, pero es doble el largo del tubo –unos 65 cms.– y el diámetro alcanza
comúnmente a 3 cms. Los indígenas les llamaban pinkillos. Otros ejemplares,
considerablemente más grandes, reciben en la misma zona el nombre de tokoro o tukuru. El
tubo mide cerca de 120 cms de largo por 4 de diámetro, seis agujeros en dos grupos de tres,
canal de insuflación y un canal complementario de cera que desempeña exactamente la
misma función que la curva del pico de los saxofones tenores y de los clarinetes bajos194.
Omito más minuciosa descripción; estas grandes flautas no se encuentran en la Argentina.
Hay también en Bolivia un tipo de Pinkillo o Tarka de aspecto muy particular, que algunas
veces se encuentra en la puna jujeña. Seis agujeros y canal de insuflación, como los otros;
largo variable entre 50 y 75 cms. Lo característico de este tipo es el tubo. El constructor
elige una rama de adecuado árbol, la divide longitudinalmente en dos mitades y excava la
pulpa hasta dejar convenientemente afinadas las paredes de las dos canaletas. Después une
de nuevo ambas partes y se entretiene en ajustarlas rodeando el tubo, de a trechos, con muy
prietos nervios o tendones; y ha de esmerarse en esta operación para evitar el escape del
aire. Técnica india, se observa también en la Trutruka araucana y en otros aerófonos. La
rama, generalmente curva, y las ligaduras exteriores, dan al instrumento singular aspecto.
No es, sin embargo, un aerófono de distinta especie; pertenece, como los descriptos, al
género de las flautas con canal y tiene el mismo número de agujeros. Véanse en la lámina U
[en Apéndice II -Fotos].

Ejecutante de Pinkillo.

163
EJECUCIÓN. El Pinkillo se hace sonar como la Anata, por soplo en el canal, y su
juego digital es el mismo. Es instrumento de recursos suficientes, como la Quena; sin
embargo, el repertorio de melodías que en él producen comúnmente los ejecutantes no es
rico ni variado.

OCASIÓN. Sin excesivo rigor, el Pinkillo es instrumento de verano.

MÚSICA. Doy aquí, a título de muestra, una melodía que, con acompañamiento de
Caja, me ofreció un joven susqueño residente en San Antonio de los Cobres195.

La sonoridad del Pinkillo, agradable y llena, se asemeja a la de la Quena.

-o-

LA FLAUTA TUCUMANA
Dijimos antes que era éste el único aerófono criollo tradicional de la Argentina, y que
los músicos mismos lo construyen en la región para su propio regalo. Vamos a dedicarle
atención particular.

DISPERSIÓN. Se halla con frecuencia en la provincia de Tucumán y en zonas


inmediatas. Creo, sin embargo, que ha tenido antiguamente más amplia dispersión. Hay
recuerdos de ella en Catamarca, y Joaquín V. González habla en Mis Montañas de una “[...]
orquesta de guitarra y flauta [...]”, [1980:99] riojanas y anteriores a 1890. En otro lugar dice
que ”[...] los muchachos tienen preparadas sus flautas de caña [..]” [Íbid., pág. 97196].
Seguramente existieron en La Rioja, y acaso existan hoy por ahí perdidas; pero no son las
Quenas de que habló el mismo autor en párrafo que recordamos antes. Yo hallé en
Famatina, departamento de dicha provincia, dos flautas con orificio de sonido, inconclusas,
que un chicuelo había procurado construir. La madre, que lo guiaba, apenas recordaba el
aspecto exterior del instrumento, y es claro que las flautas no sonaron ni por casualidad.
Están en nuestro Museo documentando el curioso ensayo197.
Otro caso que se me dio en Cruz del Eje, Córdoba198, denuncia también la etapa en
que se pierde la flauta tradicional en La Rioja. Un hombre de 62 años, nacido en el
departamento de Belgrano, La Rioja, y residente en la antedicha localidad cordobesa, hizo a
mi vista una flauta; pero no consiguió que su instrumento sonara. Las paredes de la caña
eran demasiado gruesas, y el constructor no acertó a dar apropiado filo al borde que recibe
el soplo.
Fuera de nuestro país, este tipo de flauta con tapón de cera reaparece en la zona
andina, en el Paraguay y en el Brasil.

164
CONSTRUCCIÓN. Sin mengua de las normas generales, la construcción de la Flauta
tucumana varía en detalles. Por razones de precisión, voy a explicar cómo hizo su flauta un
cañero tucumano residente en el departamento de Monteros.
Tomó el constructor, mozo criollo de 35 años, una caña común de unos 2 cms. de
diámetro, y con su gran cuchillo de cañero cortó un trozo de 33 cms. Resuelto, rápido, no
prestó, al parecer, mayor atención a la medida. Sacó al trozo los restos de las hojas y en
seguida levantó una fina tirilla de corteza de punta a punta del tubo para guía del
alineamiento de los agujeros, como sabemos. Con la punta del cuchillo marcó el lugar de
las futuras perforaciones. Hizo la primera marca, hacia el extremo anterior, sin detenerse en
medir; resultó a 3 cms. de la punta. Luego hizo cinco puntos más midiendo

Canal de la Flauta tucumana. Exterior y corte.

el espacio con la tercer falange del dedo índice. Puso entre brasas un alambre grueso y un
estoque fino. Calientes ambos, hizo seis agujeros con el alambre en los puntos que había
marcado antes con el cuchillo; a la altura del sexto agujero, atravesó también la pared
inferior –séptimo agujero–. Empleando el estoque, perforó los tabiques de dos nudos que
tenía el tubo, y con el alambre ensanchó la abertura de los tabiques. Después cortó una tira
de caña en forma de pequeño estilete; hizo el agujero cuadrado del sonido; calentó un taco
de cera de puiskeyo (abeja silvestre), obturó con él la abertura terminal y abrió el canal de
insuflación pasando el estilete de caña por entre la cera y la pared superior del tubo.
En ningún momento demostró el mozo la menor preocupación por medir o cortar
con exactitud199. La lámina XIII abajo, muestra el instrumento y el estilete. El riojano que
hallé en Cruz del Eje hizo también, como he dicho, otra flauta de este tipo a mi vista y a
pedido mío. En la construcción siguió punto por punto y casi en el mismo orden las etapas
del cañero tucumano que acabamos de explicar, con pocas diferencias de detalle. Cortó el
trozo de caña a 33,75 cms. –casi de idéntica medida que el otro–, pero con el extremo de
insuflación en bisel; levantó la tirilla de corteza de punta a punta y, cosa suya, insistió hasta
rebajar la gruesa pared de la caña verde en esa cara y en la inferior; hizo el agujero
cuadrangular del sonido; midió las distancias de los agujeros

165
Flautas tucumanas
(según Isabel Aretz-Thiele [1946: 91])

de obturar, colocando los dedos como para tocar y, al marcarlos, igualó a ojo las distancias;
sobre la línea del agujero central indicó la perforación de abajo; anticipó aquí, con respecto
al tucumano, la perforación del tabique; hizo los agujeros con un cortaplumas y después los
redondeó con un punzón al rojo; puso el taco de cera negra, afino el estilete de caña y abrió
el canal. Ya dijimos que la flauta no sonó, y el constructor no sabía por qué. Era una caña
verde de muy anchas paredes; tomé el instrumento y rebajé, ante su asombro y sus
protestas, la pared en que choca el soplo. Entonces sonó la flauta.
Como se ve, el riojano conocía los detalles de la construcción tradicional en forma
incompleta. Asistimos al momento en que una vieja práctica se pierde.
Las flautas tucumanas se recortan, poco más o menos, al tamaño de las anteriores, y
su aspecto y caracteres denotan los mismos procedimientos de construcción que acabamos
de ver. Curiosamente, no parece existir norma alguna en cuanto a las distancias que separan
los agujeros de obturar, y esto no se explica fácilmente, porque de tales distancias depende
la altura de los sonidos. Es decir, que todas producen escalas distintas. Tengo a la vista una
pieza200 en que, sobre un tubo cuyo largo alcanza a 31,5 cms., los agujeros, muy separados,
toman cerca de 20 cms., casi dos tercios del tubo. Su escala se aproxima mucho más a la
pentatónica que a la diatónica europea. En general, es raro el ejemplar que produce los
intervalos de la común escala mayor, y, sin embargo, las diferencias, notables si se ejecuta la
escala, son apenas perceptibles cuando se oyen las melodías. Esto permite un registro
gráfico muy aproximado sin apartarnos de nuestro sistema tonal.
La Flauta tucumana se hace, además, utilizando como tubo huesos largos de cóndor,
especialmente los del ala. En estos casos, el material modifica el aspecto del instrumento.
El corte del extremo en que se sopla es, generalmente, recto, pero hay ejemplares que
presentan ese corte en bisel.

166
Tocador de flauta tucumana.

EJECUCIÓN. Se aplica a los labios el orificio receptor del aeroducto, y el soplo


adquiere en el canal la necesaria forma de cinta. Los tres dedos mayores de cada mano –
arriba los de la izquierda– obturan los agujeros más o menos en la forma que hemos
explicado al tratar los precedentes instrumentos.

OCASIÓN. Esta flauta y su música tienen circunscripta función específica. La


ocasión se presenta únicamente cuando los campesinos, en larga procesión, marchan
acompañando la imagen del santo propicio. Un Tambor cañonea el ritmo junto al flautista
y, a manera de discreto refuerzo, algunos devotos descargan sus escopetas. Leo en la novela
Juanita la Larga, de Valera, que en una procesión andaluza “varios mozos tenían escopetas y
trabucos, y disparaban tiros” [1899: 90201].
No obstante el especial cometido que se les reserva, estas flautas solían aparecer,
hasta hace algunas décadas, en las orquestas criollas, y participaban en la ejecución de los
bailes folklóricos. Todavía se pueden oír danzas en ellas, muy raramente.

MÚSICA: Tal extralimitación aparte, el repertorio típico de la Flauta tucumana se


compone de marchas para las procesiones.

El cañero que construyó su instrumento a mi vista, tocó después él todo lo que sabía:
tres airecitos de los que amenizan el acompañamiento al santo202.

167
Y al son de estas rudimentarias melodías que apuntala el Tambor ruidoso y ameniza
el estruendo de los escopetazos, va la fila de humildes procesantes por los callejones
tucumanos, sorteando los hondos surcos que excavan las viejas carretas de bueyes, el santo
adelante, la unción entre el polvo del camino.

Temas infinitamente repetidos, lejana deturpación de melodías europeas. El


instrumento primitivo ha quedado en manos de un grupo folklórico que conserva esos
restos de música mensural en fragmentos de escalas no aborígenes. Pero también tocan
estos criollos de la campaña tucumana alguna música pentatónica. Dijimos que ciertas
flautas producen la escala de cinco notas; y aquí conviene señalar que en la zona de
Tucumán sobreviven restos de antigua pentatonía anterior e independiente de la que en los
últimos tiempos baja de Bolivia hasta Salta. Sólo esa pentatonía antigua se oye en la Flauta
tucumana; es decir, que no se ejecutan en ellas las melodías de cinco notas características
del estrato incaico. Isabel Aretz, que ha trabajado intensivamente en la provincia de
Tucumán, ha recogido varias extrañas melodías pentatónicas producidas con estas flautas y
las publica en su obra Música tradicional argentina / Tucumán.[1946: 615-27].

-o-

EL ERKENCHO
Un cuerno y una cañita con lengüeta; eso es el Erkencho, uno de los más expresivos
entre los instrumentos rudimentarios.
Erke es uno de los nombres de la gigantesca corneta andina. En la voz erkencho,
´encho` es desinencia quichua de diminutivo; decir erkencho es como decir erkecito. Y como
los serranos jujeños, por abreviar, suelen llamar erke al erkencho, resulta que la gran
corneta y el pequeño cuerno reciben el mismo nombre. No hay que confundir203.

CLASIFICACIÓN. El Erkencho pertenece a la clase de los aerófonos, como


sabemos. Pero no es un tipo de corneta, como el Erke, en que los labios vibran al expeler el
viento; ni una flauta, como la Quena, en que los labios lanzan una cinta de aire contra una
arista, no. En el Erkencho hallamos el recurso de la lengüeta, pero no de dos lengüetas,
como en los oboes, sino de una sola, como en los clarinetes. El Erkencho es un clarinete
rústico, sin agujeros204. Para Schaeffner sería un instrumento a base de aire vibrante, de los
“llamados de viento”, de tubo, con lengüeta batiente simple [1936: 377]. Veamos
concretamente, ante todo, qué es la lengüeta y como funciona.
Debe saberse, primero, que la lengüeta ha sido objeto de minuciosas investigaciones
físicas, y que la definición de sus características abarca algo más que las lengüetas mismas.
Por ejemplo, una cuerda, en especiales circunstancias, obra como una lengüeta, y es una
lengüeta, en sentido amplio. Sustancialmente, es lengüeta el cuerpo cuya vibración,
sostenida por el viento, produce a su vez periodicidad en la corriente de aire.205
Abandonando complicaciones técnicas, y circunscribiéndonos a lo que nos interesa,
la lengüeta es eso que todo sabemos: una pequeña lámina dura, alargada, lo suficientemente
fina como para que vibre si la apretamos por una punta y soplamos contra el filo.206
168
La lengüeta está fija, por un extremo, a un soporte, que es también una lámina recta o
acanalada207, más grande, con una abertura del mismo tamaño de la lengüeta debajo de ella;
de modo que la lengüeta queda como una tapa de la abertura. Si la abertura es un poquito
más grande, y la lengüeta, al vibrar, se introduce un poco en ella, tenemos la lengüeta libre
(principio de los harmonios); si la abertura es más chica y la lengüeta golpea como una
tapadera, tenemos la lengüeta batiente (principio de los órganos y de los clarinetes). A este
grupo pertenece la lengüeta del Erkencho; ya veremos sus características.

Lengüeta del Erkencho.

DISPERSIÓN: Este sencillo tipo de clarinete (llamado ´idioglotal` por los


especialistas208), se encuentra entre los bienes de varias tribus sudamericanas ubicadas poco
al norte y poco al sur del paralelo 20º (Bolivia, sur de Brasil amazónico, norte Argentino,
Paraguay). Es semejante en todas partes. El tubo suele hacerse, además, con cilindros de
calabaza, con gruesos cilindros de bambú y hasta con la cola de los armadillos.
Hay otros clarinetes de más complicado mecanismo (heteroglotales), en las riberas y
al norte del Amazonas central; se hallan también en alguna tribu norteamericana, pero
jamás fueron encontrados en los estratos arqueológicos, y por eso los especialistas se
inclinan a creer que los clarinetes sudamericanos son posteriores al descubrimiento
[Izíkowitz, 1935: 262]. Por eso, y porque no los menciona la antigua bibliografía. No sé.
Cuerno y caña, por ejemplo, no son materiales prehispánicos, pero tengo mis razones para
creer que la cuestión autoctonía de los clarinetes debe dejarse en suspenso, por ahora.

CONSTRUCCIÓN. Los elementos de la familia del clarinete son dos: la lengüeta con
su soporte y el tubo o pabellón que amplifica el sonido.
El Erkencho argentino se hace como veremos en seguida. Para las medidas y detalles
menores, nos atenemos al ejemplar que adquirimos en Jujuy para el Museo Argentino de
Ciencias Naturales y lleva el nº A 13209.
Los serranos jujeños toman un trozo liso de cañita de unos 10 cms. de largo por 0,75
de diámetro, con un extremo cerrado por el tabique del nudo, y levantan una astilla tan
larga como la mitad de la cañita o poco más (5,5 cms.). el dibujo que reproducimos ilustra
el detalle. Esta pieza es la lengüeta en su soporte. Los serranos de Jujuy la llaman “pajuela”.
El pabellón se hace con un cuerno de vacuno o de cabrío, emparejando el borde de la
boca y recortando la punta de modo que quede un

169
Tocador de Erkencho.

pequeño orificio. Cerca de la punta se lima el cuerno hasta formar una garganta; en ella se
ciñe un cordón que, anudado por la otra punta en un agujero abierto en la boca, sirve para
suspensión del instrumento. Ahora no hay más que afinar el extremo abierto de la cañita
y el interior del orificio del cuerno para un enchufe perfecto, y el Erkencho está terminado.
Obsérvese en el dibujo reproducido, detalles del enchufe y la atadura del cordón; y en la
lámina XIII210 otro ejemplar del instrumento completo.

EJECUCIÓN. El ejecutante toma el cuerno por el centro con la mano izquierda e


introduce la lengüeta en la boca. Sopla, simplemente, y el Erkencho suena.
El lector verá en el dibujo un serrano jujeño que toca el Erkencho; y notará que el
instrumentista tañe al mismo tiempo, con la mano derecha, la Caja. Hay en América varios
instrumentos de viento que permiten al ejecutante producir la correspondiente percusión
acompañante. Esto vimos con detalle al hablar de la Caja.
Ningún agujero tiene para modificar la altura del sonido. Se obtienen en el Erkencho
diferentes altitudes por presión del soplo y por reducción de la extensión vibrante. Esto
último se entiende así: el ejecutante coloca la mitad de la pajuela dentro de la boca; con los
labios aprieta el nacimiento de la lengüeta, es decir, que la lengüeta está vibrando en toda su
extensión; si saca la pajuela un poco de la boca, los labios aprietan la lengüeta, no en el
nacimiento, sino hacia la mitad, y así queda reducida la extensión que vibra y elevado el
sonido211.

OCASIÓN: El Erkencho es instrumento de verano, en Jujuy. Los serranos empiezan


a tocarlo el día de Todos los Santos y lo abandonan el Miércoles de Ceniza (Carnaval).

MÚSICA. No tiene el Erkencho escala propiamente dicha. Se desliza de una nota a


otra, como el violín, glissando, resbalando. Sin embargo el ejecutante produce notas a
intervalos más o menos coincidentes con los nuestros. Por momento aparece, neta, la
escala natural fa-la-do, que siempre respalda, al parecer, su repertorio. La gama posible del
instrumento rebasa la octava, pero en la práctica –hasta donde yo he oído– no pasa de la
quinta.
Es muy difícil dar con palabras idea clara del timbre; muy fácil, con una comparación,
si el lector recuerda el pito de esos globos de goma que inflan los niños212. Algo así, pero

170
más grave, humano, dramático, vibrante, angustioso. Muy original. El vibrato es
sumamente expresivo.

El repertorio del Erkencho es poco variado en sus líneas generales; comúnmente, una
nota inicial aguda, vigorosa, se alarga vibrando, y desciende vacilante y entrecortada hasta
tenderse a un intervalo de quinta, más o menos, como murmurando. Las melodías fluyen
sin norma ni forma.
Improvisan siempre los ejecutantes, a veces con apariencias de embriaguez creadora.

Como se comprenderá, la notación directa es imposible. Sobre la versión fonográfica,


mediante un trabajo de larga paciencia, podría ofrecerse un registro aproximado de las
altitudes y las duraciones, pero en todo caso, la escritura es importante para dar una idea de
su extraña realidad sonora. Con tales advertencias, publico aquí versión escrita de algunas
melodías. Grabé la nº 26213 a un serrano de Humahuaca, Jujuy, en 1931. En ella han sido
respetadas, con todo rigor, las tres notas de la escala primitiva. En la melodía nº 27214, que
tomé al mismo ejecutante, se reconoce también ese fondo tonal, pero algunas notas
extrañas alteran su perfil.

171
La tercera, nº 95215, me fue ejecutada por un erkero216 de Yavi, sobre la frontera con
Bolivia. Nada precisa la afinación, no se advierte mayor sometimiento a determinada serie
de intervalos fijos.
Lea el estudioso esas notas congeladas en la trama de la pauta; convierta en sonidos
los signos inertes; deles prolongación de queja, calor de profundo sentir, vibraciones de
emoción, potencia en los sonidos más altos, languidez en los más graves, ligando siempre, e
imagine el martilleo persistente y sombrío de la Caja. Es probable que consiga vitalizar un
matiz distinto y nuevo de la expresión humana, un matiz desoído, desconocido,
incomprendido, porque nuestra rígida educación europea nos ha tornado insensibles a las
otras maneras de cantar el vivir.

-o-

EL ERKE (“Corneta”)
La concepción de instrumentos gigantescos es una sorprendente curiosidad de los
tiempos antiguos. Ejemplares imponentes de esa extraña familia organográfica han
sobrevivido largos siglos, y hoy se encuentran, con sus fieles cultores, en Europa, en el
norte del África, en Asia y en Sudamérica. En la Argentina tenemos dos tipos, los dos de la
misma familia: uno es el Erke o “Corneta”, que llegó de Bolivia al norte de nuestro país; el
otro es la Trutruka de los araucanos, que pasó de Chile al Neuquén.
Erke (se prefiere la ´k` por su más general valor fonético) es el nombre indio del
instrumento que nos ocupa. No obstante, en Jujuy, donde su empleo es más intenso, y en
parte de Salta, los serranos lo han sustituido casi totalmente por la voz castellana
“Corneta”217, sin mayores preocupaciones de exactitud. Por la zona de Hornillos (Salta), le
llaman “Cañas”218. Erkencho, como hemos visto, se aplica al pequeño instrumento de
cuernos y por apócope suelen llamar Erke al Erkencho; así resulta que ambos, el grande y
el chico, reciben el mismo nombre, según se ha dicho en el capítulo anterior.
Se duda de que el Erke sea precolombino. Con seguridad, los materiales con que se
hace actualmente no lo son, pero es difícil atribuir la idea de tal instrumento al aporte
hispánico.

CLASIFICACIÓN. El Erke pertenece a la gran familia de los aerófonos,


instrumentos en que el aire en vibración es el principal productor del sonido. Dentro del
género de los de soplo, se incluye en la especie de los que confían a los labios del ejecutante
la vibración que se comunica al aire219: trompas, caracoles, cuernos y trompetas. Se

172
diferencia de los clarinetes y oboes en que carece de lengüetas220, y de las flautas, en que no
hay soplo contra un filo.
Técnicamente, el Erke es una trompeta sin mecanismo para modificar la altura del
sonido, es decir, natural, de tubo; y travesera, porque la embocadura está a un lado y no en
la punta. Su nombre específico es tuba travesera, recta [Horbostel y Sachs, 1914: 589].

DISPERSIÓN. Se halla en la provincia de Jujuy y en parte del territorio salteño.


Antiguamente, tal vez en Tucumán y al oeste de Santiago del Estero221. Fuera de nuestro
país, en Bolivia y en el Perú.

CONSTRUCCIÓN. La hechura del Erke varía en detalles. Para una descripción


precisa y fluida. Se trata de una pieza prefiero atenerme a las características del hermoso
ejemplar jujeño que adquirí en 1931 para el Museo Argentino de Ciencias Naturales222
típica, de forma, tamaño,

Abertura de soplo del Erke.

material y detalles comunes en todo el norte argentino; pero tendré presentes las variantes
que he observado en otros instrumentos de la misma especie.
El Erke se hace actualmente con dos o más trozos de caña de Castilla unidos uno al
extremo del otro de modo que formen un solo tubo. Según el número y tamaño de los
trozos empleados, la longitud total varía entre tres y siete metros.
Hacia una de las puntas tiene una embocadura lateral cuya forma y particularidades
pueden verse en el dibujo que reproducimos; en el extremo contrario ajusta un pabellón.
Eso es todo.
El pabellón se hace, generalmente, con la parte ancha o nacimiento de la cola de un
vacuno, puesta a secar con tierra adentro para que endurezca en forma de campana. En los
últimos tiempos la cola ha sido un tanto abandonada debido a que, durante la ejecución, la
saliva ablanda la parte del enchufe, el pabellón pierde rigidez y, al doblarse, cierra el
conducto en el repliegue. En su lugar los serranos han ideado el pabellón de hojalata que
suele verse en Jujuy desde hace unos cuarenta años, según informes lugareños. La
ilustración detalla ambas especies de pabellones.
Consta que en el Alto Perú el pabellón se hace también con la cola de vacuno223 y,
además, con un asta de carnero o con una campana de calabaza [d' Harcourt, 1925: 28].
El largo tubo de caña carece de perforaciones. En estado natural, el conducto interno
se cierra de trecho en trecho, como es sabido, por los tabiques de los nudos. Las fuertes
ligaduras de nervios (tendones) que se ven sobre los nudos mismos, parecen indicar que la
eliminación de los tabiques se hace mediante pequeñas perforaciones desde afuera; finas
hojas de la misma caña, empapadas en una substancia resinosa, habrían reparado las
perforaciones, bajo las ligaduras. (Para saberlo con certeza tendríamos que destruir el
instrumento). Toda la extensión de la caña sufre este tratamiento. En el Alto Perú se
emplea la técnica india de partir longitudinalmente la caña para quitar los tabiques,
ajustando después las dos mitades [íd.].

173
Pabellones del Erke

Un tubo de tales dimensiones, con el pabellón en el extremo, resulta endeble, y está


expuesta a fractura la unión de los trozos. Acaso eso explique los importantes refuerzos
que presenta. En efecto, largas y gruesas tiras de caña se ajustan al tubo principal (excepto
en el tercio superior) a manera de estuche. Obsérvese en el dibujo de la embocadura esas
lajas de refuerzo, y nótese los límites del tubo interior, visible en torno al orificio de soplo.
Gruesas cintas de tripa o nervios aprietan, en fin, las tiras superpuestas; de modo que el
instrumento parece destrozado y remendado.
En el Alto Perú se construyen con un codo para doblar en dos (Cf. R. y M.
d´Harcourt [íd. 5: 26-27 y pl. XII]) rectos, requieren un ayudante para el sostén, como la
Trutruca araucana, su congénere del sur, y como otros análogos del viejo mundo224.

EJECUCIÓN. Si el lector ha conseguido representarse las proporciones de este


gigantesco instrumento, bien puede preguntar cómo hacen los músicos para tocarlo.
Cuestión de maña. La mano derecha abraza el tubo tan lejos como puede (y puede
pocos centímetros). Crea en ese lugar un punto de apoyo;

Sujeción del Erke

174
su esfuerzo es de abajo a arriba. La mano izquierda aprieta el pequeño cabo o extremo,
fuera de la embocadura; su presión, de arriba abajo, forma palanca con el apoyo de la
derecha, y cuatro o cinco metros de instrumento se levantan al aire.
El dibujo reproducido, hecho a base de una fotografía tomada por mí, detalla la
posición del ejecutante con el tubo casi horizontal. Con frecuencia los tocadores de Erke
ponen el instrumento apuntando al cielo, casi vertical, pues tanto más pesado resulta
cuanto más bajo está el pabellón. A menudo, varios erkeros cruzan en lo alto sus enormes
tubos; y así marchan, mugiendo su devoción, en ejercicio que no sabemos si es placer o
sufrimiento.

OCASIÓN. Aunque parezca extraño, éste, como otros instrumentos serranos, no se


toca en cualquier tiempo y ocasión. Cada uno tiene su época. El Erke es un instrumento de
otoño-invierno. Más precisamente, empieza a tocarse después de las fiestas del Carnaval.
Una de las ocasiones más propicias para la ejecución del Erke es la celebración de Corpus

Ejecutante de Erke

Christi, en junio225. Naturalmente, el tiempo de su empleo no está delimitado con total


precisión, ni es igual en todas partes; pero es bastante general en el norte la creencia de que
los bramidos del Erke provocan las heladas, por lo cual se cuidan los erkeros de tocarlo
durante el verano.

MÚSICA. El largo tubo del instrumento, que, como hemos dicho, carece de agujeros,
es una simple cámara de vibración del aire, sin orificio alguno para el cambio de altura de
los sonidos. Una breve serie de armónicos naturales se obtiene por cambio de intensidad
del soplo que escapa de entre los labios vibrantes. Corrientemente se perciben las notas del
acorde perfecto mayor226, fa-la-do (en la tonalidad que hemos adoptado) y una inversión, el
do grave. La melodía nº 46227, que tomamos en Senador Pérez (Jujuy) a un serrano
lugareño, es la más ágil y airosa de las que hemos oído en el Erke.
Generalmente son más toscas y lerdas. Por ejemplo, la nº 96228 que grabamos en Yavi
a un cornetista puneño que la aprendió de los bolivianos.

175
O la siguiente, nº 94229, de Yavi (Jujuy) también, en que aparece, además de las tres
notas del acorde, un re agudo.

En fin, en el ejemplo siguiente, la sentida melodía nº 28230 con que nos regaló un
erkero de Humahuaca.
La ejecución, en general, es torpe y opaca. Suena el Erke a mugido distante. Sólo en
ciertos casos, y por momentos, alguna emoción.

176
Trabajo, pesadez, inseguridad. Raramente se tropieza con un ejecutante más o menos
ágil. A pesar de todo, el profundo bramido de la gigantesca trompa de los Andes, cuando
resuena en el altiplano ensombrecido, sobrecoge el ánimo.

-o-

LA TRUTRUKA

Dijimos en el capítulo anterior que sobreviven en territorio argentino dos tipos de


grandes aerófonos: el Erke o “Corneta”, que acabamos de describir, y la Trutruka de los
Araucanos, que pasó de Chile al sudoeste de nuestro país. Esta trompeta gigante penetró,
seguramente, con la ola araucana, entre los paralelos 34º y 40º; y a los lugares donde la
naturaleza no proporciona los materiales de que se hace, llegaba hecha del Oeste.
La concepción de este instrumento me parece anterior a Colón, aunque no lo sean
algunos de los elementos que se emplean en su construcción (cuerno, tripa de caballo u
oveja, etc.).
Ya en 1712 lo vio Frezier en Chile. Habla de él en su conocida Relation... y nos da,
incluso, un grabado [Frezier, 1732: 60 y planche IX231].

CLASIFICACIÓN. Lo dicho con respecto al Erke puede extenderse a la Trutruka.


Se trata de un aerófono del género de las trompetas. La diferencia entre ambos consiste en
que el Erke tiene embocadura lateral, esto es, que el agujero del soplo está en la pared del
tubo, cerca del extremo, y la Trutruka tiene embocadura terminal, es decir, que la abertura
natural del tubo, el extremo mismo, recibe el soplo. La Trutruka, en fin, es una trompeta
natural, longitudinal (por la posición de la embocadura), recta [Hornbostel y Sachs, 1914:
589].

DISPERSIÓN. La Trutruka se encuentra, raramente, en el hábitat de los Araucanos


argentinos, esto es, en la gobernación de Neuquén y al sudoeste de la del Río Negro232 y,
fuera de nuestro país, a la misma latitud en el lado chileno.

CONSTRUCCIÓN. Consta la Trutruka de tubo y pabellón. El tubo se hace con un


tallo de colihue. Los araucanos aplican este nombre a varias especies de gramíneas arbóreas
de tallos rectos, leñosos, que alcanzan hasta ocho metros de altura y a veces más, con
pequeñas ramas delgadas en los nudos superiores.

177
Córtase un tallo largo de dos o tres a seis metros, por la mitad, longitudinalmente, y
se le extrae la pulpa. Quedan dos canaletas. Entonces se unen nuevamente. Para asegurar la
unión, es decir, para evitar la pérdida de aire, se extreman los recursos. Por mayor precisión
circunscribo ahora mis observaciones a las características de un viejo ejemplar que tenemos
en el Museo (28-1373233). Luego veremos las variantes. Extienden, primero, sobre las
ranuras, tiras de ramas del mismo colihue, y después aseguran ambas mitades del tubo
poniendo sobre las

Abertura de soplo y pabellón de la Trutruka.

ramas un hilo de cáñamo o nervios en espaciada espiral, de punta a punta, y otros en


sentido contrario; finalmente, envainan el tubo íntegro en una tripa fresca de caballo o de
oveja que, al secarse, refuerza la unión de las mitades apretando las ataduras, las ramas y el
tubo mismo.
La embocadura se obtiene cortando en bisel el extremo; modernamente, a veces no
se le hace corte alguno a la abertura natural del tubo. En el extremo contrario le enchufan
un cuerno de vacuno, al cual cortan la punta hasta obtener el diámetro adecuado, y lo
aseguran con ataduras comunes.
El instrumento que tengo a la vista234 mide 2,47 mts. de largo, sin incluir el cuerno, y
el diámetro del tubo que es un poco achatado, tiene de 2 a 2,5 cms. Hacia el extremo más
angosto y de 2,5 a 3 hacia el más grueso.
Otro ejemplar, semejante a los que se usan en la Argentina, fue adquirido para el
Museo en Boroa, Chile, por la señora Isabel Aretz durante la excursión que hicimos en
1942 a las zonas del sur. No hay mayor diferencia entre éste y el que hemos descripto. El
hilo en espiral que ciñe las mitades va en una sola dirección y sus vueltas están mucho más
espaciadas. El tubo, sin el pabellón de cuerno, mide 2,67 mts. por 2 a 2,5 cms. de diámetro.
También está envainado en una tripa de caballo. Autores chilenos indican que el tubo de la
Trutruca puede tener hasta seis metros de largo.

EJECUCIÓN. Vimos cómo los serranos norteños suspendían el Erke gigante.


Menos esforzados, más prácticos, los araucanos buscan un punto de apoyo para el extremo
del pabellón. Este apoyo suele tener cosa de un metro de altura, de modo que, cuando el
ejecutante toca de pie, el tubo se alarga descendiendo. El apoyo puede ser cualquier cosa235;
si no lo hay cerca, sirve para el caso el hombro de un niño. Ahora que suelen tener sillas,
bueno es el respaldo. No desdeñan un segundo apoyo, uno para cada extremo; pero no es
indispensable. El ejecutante soporta, a veces con una sola mano, el instrumento a la altura
de la boca; aplica los labios a la abertura terminal y, vibrantes los labios, obtiene diversos
sonidos según la intensidad del soplo.

178
Tocador de Trutruka

OCASIÓN. La Trutruka interviene en las ´orquestas`, colabora en el nguilltún y, como


´solista‟, resuena en las ceremonias funerarias. No tiene limitación temporal.

MÚSICA. Como la trompa236 jujeña que acabamos de ver, la Trutruka no tiene


agujero para la modificación de la altura del sonido. Los cambios se obtienen por presión
del soplo. La melódica de ambas trompetas gigantes, pues, presenta analogías de carácter
general. Sobre una nota grave terminal que se siente como tónica, aparecen con frecuencia
la tercera mayor, la quinta y la octava (fa, la, do, fa).
Las tres primeras, las del acorde perfecto mayor237, no faltan nunca. A veces aparece
la octava inferior del quinto grado (do); entre el do y el fa agudos, se da con frecuencia el re
y, menos, el mi; entre la tónica y el la, no es raro el sol y, excepcionalmente, alguna melodía
alcanza el la agudo. Suele aparecer el re debajo de la tónica fa. Carlos Isamitt da una gama
más extensa [1935: 45-46].
El impulso es, muchas veces, descendente. Por estrangulación del soplo, el ejecutante
obtiene un rápido portamento que muere en nota aguda indeterminada.

He aquí una melodía (n° 56) de Trutruka, “para trillar el trigo descabezado”. Su
marcha monótona y sus tópicos son característicos. Un trazo oblicuo hacia arriba indica el
portamento de que hemos hablado. Su ambiente general es arcaico.

179
Otras melodías son algo más ricas y animadas. En esta segunda (n° 51) que
reproducimos –un aire para ceremonias funerarias–, se perciben, por momentos, esbozos
de frases y hasta cierta coordinación de las ideas en procura de un desenlace tónico.
Naturalmente, creemos que en estos casos se insinúan influencias exteriores.
Las dos melodías que se reproducen fueron grabadas por Isabel Aretz en Dollinco,
Cautín, República de Chile, durante el viaje de estudios que hicimos en 1942238. Las hemos
dado aquí como muestra de las que se oyen en la Trutruka, sin el propósito de examinar sus
problemas.

-o-

180
CONCLUSIONES

En los capítulos precedentes se ha dado al lector información suficiente –creemos–


sobre las clasificaciones generales y sobre cada instrumento argentino en particular. Ahora
tenemos que extendernos un poco en consideraciones de conjunto.
En obras anteriores nuestras sobre bailes y sobre música, hemos rebasado el círculo
de cada especialidad y relacionado sus hechos específicos con la materia científica a que
pertenecen, es decir, con la Ciencia del folklore o con la Etnografía. Producto de tal
discurrir fue el Ensayo sobre la Ciencia del folklore que publicamos como Introducción en
nuestro libro Panorama de la música popular argentina.
La Ciencia del folklore estaba o está pasando por una etapa crítica: incertidumbre,
confusión, 'derrotismo'. La generación de tratadistas que actúa en lo que va del siglo XX,
divaga. “No hay que inquietarse –dice un folklorista belga239– por saber dónde comienza,
dónde termina el folklore. Eso sería perder el tiempo, pues no se sabe que lo caracteriza”.
Además, se ignora los propios hechos y la extensión del campo folklórico. Un especialista
entiende que la Ciencia del folklore debe estudiar solamente las supersticiones y las
creencias; otros dicen, con referencia a la índole de la materia, que el Folklore no es una
ciencia histórica; varios investigadores franceses insisten en que es un capítulo de la
Sociología, y muchos de los norteamericanos no establecen diferencia alguna entre
Etnografía y Folklore.
En mi ensayo citado combatí, las vacilaciones y los desvíos, y traté de poner orden en
la cuestión mediante un replanteo general del problema teórico y la enunciación de nuevas
proposiciones.
El Folklore es, ante todo, una ciencia que estudia creaciones o inventos del hombre; y
el hecho que constituye su fundamento y alimenta sus posibilidades, es la capacidad de
referencia al pasado ínsita en la presencia, en la vigencia, de inventos antiguos
sobrevivientes.
La capacidad de referencia al pasado no es exclusiva de las cosas que se encuentran
en los núcleos folklóricos; bien visto, se da en hechos de todos los campos humanos –
incluso en el de las más prósperas ciudades modernas– y acusa en todas partes no importa
que profundidad cronológica. Pero, mientras en las grandes ciudades es ocasional,
excepcional o incoherente, en el ambiente que observa el folklorista esa presencia que habla
de tiempos anteriores es general, y está impregnando el hacer, el sentir, el pensar y el querer
de los hombres. En mayor escala todavía, ese mismo fenómeno se observa en el ambiente
etnográfico, pues entre Folklore y Etnografía no hay diferencia esencial, sino de grado o
jerarquía. Por lo demás, la capacidad de referencia al pasado no está en las cosas. Se trata de
una simple reacción del espíritu; es un juicio que se formula al relacionar o comparar unas
cosas con otras.
Las invenciones antiguas que circunstancias propicias han conservado hasta nuestros
días, se llaman supervivencias. En el campo general de observación, solo encontramos,
desde este punto de vista, vivencias y supervivencias. Son vivencias los bienes más eficaces,
los últimos y más modernos inventos que el hombre está utilizando para satisfacer una
función o necesidad determinada, y se encuentran principalmente en las grandes ciudades
directoras; son supervivencias los bienes desplazados y sustituidos que ayer fueron lo más
moderno y eficaz, y se hallan principalmente en las poblaciones menores, aisladas, distantes
de los centros principales, y en territorios remotos (no conquistados culturalmente por los
estados directores) donde subsisten los primitivos grupos llamados aborígenes.

181
El usufructo de las supervivencias, pues, decide el modo de comportamiento de los
núcleos 'populares' y de los grupos 'aborígenes', y hay dos ciencias dedicadas a su estudio,
según el caso: la del Folklore que examina las llamadas populares, y la Etnografía que
entiende con las llamadas aborígenes.
El terreno de estas dos ciencias se delimita, no por la naturaleza de las supervivencias,
sino por su categoría y situación. Esto se entiende así: hay grandes invenciones o
instituciones, como la religión, el idioma, la organización estatal, el orden económico, el
régimen legal, el sistema administrativo, etc.; hay pequeñas invenciones o instituciones,
como la carreta, la fecha, la azada, en fin, los útiles, los restos de creencias o supersticiones,
lo complementario o accesorio, etc. El territorio es etnográfico cuando todos los inventos
o instituciones –los grandes y los pequeños – son supervivencias, es decir, bienes extraños
a los de los grandes centros directores; el territorio es folklórico cuando son supervivencias
los pequeños inventos o instituciones, porque los bienes menores del 'pueblo' están
enmarcados por las grandes instituciones que han impuesto a los usufructuarios, desde
arriba, las capitales mayores.

====================================================

Vivencias
SUPERIORES
Grandes y pequeñas instituciones
____________________________________________________________

Supervivencias
FOLKLORICOS
Pequeñas instituciones solamente
ETNOGRAFICOS
Grandes y pequeñas instituciones
=====================================================

Dice un tratadista francés240 “No hay folklore de los cafres”. Así es; y se pueden
añadir otras negaciones complementarias. No hay Folklore ni Etnografía de las clases
superiores, siempre que no se tome la voz Etnografía en su acepción etimológica de ciencia
de los pueblos, sino en la usual restricta de ciencia de los pueblos primitivos. Hay campo
disponible para una nueva ciencia que se ocupe con las supervivencias que aparecen en
esos mismos centros superiores. (¿Aristología?). No hay Folklore de las grandes
instituciones populares –idioma, religión, etc.– porque esas instituciones son las mismas del
superior; en el ambiente ´popular‟ sólo sobreviven las pequeñas invenciones, como se ha
dicho. No hay Etnografía sino de grandes y pequeñas instituciones juntas, porque esta
ciencia estudia patrimonios completos. Cuando un investigador llega a determinado
territorio y encuentra que el idioma, la religión, las leyes, etc., son las de su propia ciudad
capital, se halla en un ambiente folklórico; cuando comprueba que el idioma, la religión,
etc., son extraños a los de su centro, se halla en un ambiente etnográfico.
Por la permanente penetración de bienes urbanos en la campaña, el ambiente
folklórico evoluciona hacia el superior y el ambiente etnográfico evoluciona hacia el
folklórico. Hay, pues, situaciones intermedias.
Hay siempre, además, algún porcentaje de mezcla. Hay, en fin, grupos ex etnográficos
folklorizados sui géneris, es decir, en cierta medida diferentes de los de las capas folklóricas
generales. Los terrenos se delimitan por preponderancia. En un ambiente etnográfico

182
puede faltar –y no es raro– la religión propia, pero su situación se decide por la persistencia
de varias de las otras grandes instituciones.
Ni la Etnografía ni el Folklore han definido nunca su campo. He propuesto este
criterio, pero no ha de pedirse a estas ciencias delimitaciones absolutas que nadie ha exigido
jamás a ningún sector científico. Esto, con referencia a los casos fronterizos. Porque la gran
mayoría de los grupos en observación están perfectamente definidos. Sólo en algunos
territorios de los que Europa descubrió y pobló en los últimos siglos, asientan grupos
etnográficos que ocasionan interferencias liminares; pero en general, nadie, por profano
que sea, confundiría un pueblo rural con una aldea india. Con la misma claridad y seguridad
se deben distinguir el Folklore y la Etnografía.
Parafraseando al colega puedo decir: No hay Etnografía de Europa Central.
Se puede establecer de manera general el origen o la procedencia de los bienes
folklóricos.
Cuando una ciudad directora produce pueblos de campaña por simple metástasis
cultural, la cuestión no ofrece dificultades: los bienes folklóricos proceden de la propia
ciudad directora; y si es pueblo antiguo, pueden hallarse supervivencias de otra u otras
ciudades que perdieron la hegemonía.
Cuando un ambiente folklórico dependiente de una capital rectora se establece sobre
un sustrato etnográfico, los bienes proceden, en parte, de las ciudades a que me he referido
en el parágrafo anterior, y en parte, del sustrato etnográfico. Si este sustrato perteneció, no
a la etapa de las tribus, sino a un Imperio o Estado anterior, estamos otra vez frente al caso
de las ciudades que han perdido la hegemonía.
Independientemente de estos procesos, pueden identificarse en los ambientes
folklóricos algunos bienes producidos por mezcla u original creación en el lugar. Son las
´neovivencias`. Y en todos los casos folklóricos, las grandes instituciones de las ciudades
rectoras constituyen el armazón de la aldea popular, con o sin adherencias extrañas
sobrevivientes.
Son folklóricos –repetimos– los pequeños bienes solamente, pero no todos; con ellos
se encuentran muchos útiles, como las tijeras o la cuchara, y los de la cabaña, la granja y el
agro, que son modernos y urbanos, es decir, no folklóricos.
Sobre todo esto hemos escrito con extensión en el ya citado ensayo de mi Panorama.
En esa obra procuramos explicar, desde este punto de vista, la presencia de los hechos
musicales folklóricos, y en nuestro libro Danzas y canciones argentinas, y también en la serie de
folletos Bailes tradicionales argentinos, la de los bailes. Ahora se trata de examinar a la luz de
estas proposiciones los instrumentos folklóricos nacionales y, de paso, los etnográficos.
Los Sonajeros de uñas, los de calabaza, y los silbatos de madera llamados Serére y
Naseré, pertenecen a los grupos aborígenes chaquenses, y subsisten en islotes donde la
cultura europea no ha establecido sus centros. Son indígenas.
El Kultrun, la Pifilka, la Trutruca y la Siringa, son propios de la zona araucana. Estos
indios se encuentran en posición limítrofe. Algunos grupos se mantienen poco alejados de
la situación etnográfica; otros, más cerca de la situación folklórica, forman, en todo caso,
islotes folklóricos sui géneris, porque no se han entremezclado y confundido
intensivamente con la población criolla.
La Flautilla, el Erkencho, el Erke y la Caja, son bienes que los serranos descendientes
de los aborígenes del norte de Salta y Jujuy, conservan desde antigua fecha. Estos grupos,
ya casi totalmente colocados en la situación folklórica, no se han transfundido con los
núcleos criollos, es decir, que constituyen también islotes sui géneris. Los cuatro
instrumentos reproducen conceptos antiguos con elementos coloniales y modernos. No
sabemos si el Erkencho es precolombino.
La Quena, el Siku, la Anata y la Tarka llegan a los dominios de esos mismos serranos
con sus portadores bolivianos, descendientes, a su vez, de los aborígenes del Altiplano.

183
Estos emigrantes se están mezclando con nuestros serranos norteños –que todavía no han
adoptado intensivamente sus instrumentos– pero no con los criollos, que en esa zona
constituyen gran parte de la capa social superior.
La Caja se conserva y vive al calor subterráneo de amplios estratos indígenas ya
incorporados al ambiente folklórico argentino. Donde hay Caja están vivos los
descendientes de los aborígenes. Las poblaciones criollas formadas por metástasis de la
urbe platense, no conocen ese instrumento.
La Flauta tucumana subsiste por circunstancias análogas a las de la Caja, pero en zona
más reducida. Y el Bombo europeo fue adoptado en esos mismos lugares porque le
hicieron propicio ambiente los membranófonos aborígenes congéneres.
En casi todos, aun en los de origen indio, se siente de algún modo la influencia
europea urbana a través de las ciudades americanas, a veces con el auxilio de las misiones
religiosas.
Quedamos ahora frente al grupo más interesante: al de los instrumentos artísticos de
las altas clases europeas que, por descenso, son actualmente instrumentos folklóricos. Me
refiero al Arpa, al Violín, al Bombo, a los Tambores tubulares y a los de marco, al Clarinete,
al Oboe, a las Campanillas con badajo, al Triángulo y a la Guitarra; es decir, a ciertas
características de la Guitarra.
El Arpa criolla, diatónica, sin pedales, reproduce hoy los modelos europeos del siglo
XVIII; el Tambor tubular, que en Europa precede al militar, es actual y folklórico en la
Argentina; el Violín y la Guitarra, de material perecedero y frágil caja, han evolucionado de
acuerdo con los europeos, pero conservan, el primero, la antigua posición de la caja, no en
el cuello, sino contra el pecho, y la segunda, las posiciones y el recurso de las afinaciones
según las tonalidades. El Clarinete y el Oboe siguen los viejos modelos de Europa, y el
Triángulo se incorpora con su forma actual.
Estas observaciones confirman nuestra reiterada idea de que los bienes folklóricos del
conquistador no arraigan en los territorios colonizados ni aun cuando el pueblo en masa
invade el suelo conquistado. Se ha dicho cien veces que los bienes folklóricos de
Hispanoamérica son los bienes folklóricos de España. Lo he negado, en cuanto se refiere a
la música y a los bailes; ahora lo niego con respeto a los instrumentos. Precisamente, no se
encuentra en América ninguno de los instrumentos folklóricos españoles. Aquí no tenemos
Gaita gallega con depósito de aire, ni Pandereta, ni Castañuelas, ni Zambomba, ni
Caramillos hispánicos, ni la vieja Rota, ni el Rabel a 241; y la misma Flauta de Pan peninsular,
desconocida en medio continente, no consiguió predominar ni siquiera en el Alto Perú,
verdadero paraíso de las siringas. La Guitarra, instrumento de cámara del Rey, desciende
hacia 1600 con cinco cuerdas a los dominios del pueblo en España y en América, pero se
conserva como solista en el ambiente artístico y, entre nosotros, en los salones de las altas
clases. Por esta razón, porque es a un mismo tiempo culto y popular, no es folklórico. Para
que lo sea se requiere que haya dejado de ser actual y moderno, que haya sido abandonado
por las clases superiores, que hable al espíritu de tiempos pasados. Ya hemos visto, sin
embargo, que suele conservar algunas características completamente antiguas –afinación,
posición–, pero en todo caso, como instrumento en sí, es invención en vigencia, y su paso a
nuestro continente se ha producido por la vía superior y por los resortes comerciales.
Por todo eso, he dicho que América folklórica no es España folklórica, sino España
culta, Europa culta. América folklórica es una retardada selección de la Europa superior.

-o-

a
Algunos indígenas del Paraguay y del Brasil tienen instrumentos semejantes al Rabel.
184
CAPÍTULO IV

LÁMINAS

185
LÁMINA I

Idiófonos de sacudimiento. Sonajeros de calabaza. Mbaracá (maraca).


Izq., I 103, largo 15 cm., Colectores: Carlos Vega e Isabel Aretz,
Paraguay, 1944.
Der. I 152, largo 12 cm. Colector: Enrique Palavecino, Chaco, Argentina.

Indias Maccá, Paraguay, formadas para la danza. Idiófonos de


sacudimiento; racimos de uñas en un mástil.
Foto: Elena Hossmann, 1944.

186
LÁMINA II

Membranófono de dos parches, M 67, Bombo. Tronco de pacará, diámetro 30,5 cm.
Chicligasta, Tucumán, Argentina. Colector: Carlos Vega. Viaje INM Nº 12, 1938.

Membranófono de dos parches, M 65, Caja. Madera de sauce,


diámetro 30,5 cm., alto 11 cm., Cafayate, Salta, Argentina.
Colector: Carlos Vega. Viaje INM Nº 11, 1938.
187
LÁMINA III

Membranófono de dos parches, M 83, Tambor, Bombo mediano o Tamboril. Tronco


ahuecado, diámetro 39 cm. Orán, Salta, Argentina. Colectora: Isabel Aretz.
Viaje INM Nº 22, 1940.

Membranófono de dos parches, M 82. Bombo. Lámina de madera clavada, alt. 50


cm. Tartagal, Salta, Argentina. Colectora: Isabel Aretz. Viaje INM Nº 22, 1940.
188
LÁMINA IV

Membranófono de dos parches M 19. Caja. Marco de madera; diámetro 35 cm., alto
35 cm. Humahuaca, Jujuy, Argentina. Colector: Carlos Vega. Viaje INM Nº 1, 1931.

Membrnófono de dos parches M 81. Caja. Tronco ahuecado, diámetro 23 cm., alto 17
cm. Tartagal, Salta, Argentina. Colectora: Isabel Aretz. Viaje INM Nº 22, 1940.

189
LÁMINA V

Cordófono con mango M 113. Caja y mango tallados en un tronco; largo total: 60 cm;
un haz de crimes corre desde la clavija hasta la base de la caja. Puerto Casado,
Paraguay. Colectores: Jorge A. Cranwell y Andrés Giai. Viaje INM Nº 40, 1944.

Cordófono con mango M 101. Laúd. Una lata rectangular de aceite recibe un
tapón y un un mango de madera tallados en una pieza. Mango: 23 cm., boca de
la lata 6,4 x 3,5 cm. Chaco, Paraguay. Colectores: Carlos Vega e Isabel Aretz,
Viaje INM Nº 40, 1944.

190
LÁMINA VI

Cordófonos con mango, C 3, C s/nº (propiedad de C. Vega) y C 4. Charangos.


Izquierdo, largo: 49,5 cm. Central, largo: 55 cm. Derecho, largo: 54 cm.
Izquierdo y central con caja de caparazón de tatú; el de la derecha, de madera.
Cuerdas dobles. Jujuy, Argentina.
Colector: Carlos Vega. Viaje INM Nº 1, 1931.

191
LÁMINA VII

Cordófono con mango, C 50. Charango. Largo: 45,8 cm. La talla


imita el caparazón y la cabeza de un armadillo. Cuatro órdenes
dobles de cuerdas. Tarabuco, Sucre, Bolivia. Colector: Carlos Vega,
Viaje INM Nº 9, 1937.

192
LÁMINA VIII

Jacinto Frijón, viejo paisano, descendiente del gaucho legendario,


con la guitarra española, común en el país. Azul, Buenos Aires.
Foto: Carlos Vega, Viaje INM Nº 54, 1952.

193
LÁMINA IX

Aerófonos de filo con aeroducto. A 17 y A 18. Tarkas o Pinkillos.


Largo: 29 y 31,5 cm. La Quiaca, Jujuy.
Colector: Carlos Vega, Viaje INM Nª 1, 1931.

Aerófono de filo con aeroducto. A 150. Tarka. Largo: 74 cm. Rama


cortada longitudinalmente en dos mitades ahuecadas y unidas con
tendones. Bolivia. Donación G. Senillosa, 1948.

194
LÁMINA X

Victor Cahuana, muchacho indio de San Sebastián, Cusco,


Perú, tocando la quena. Foto: Martín Chambí.

195
LÁMINA XI

Aerófono de filo, flauta travesera. A 138. Tubo de caña de Castilla, largo: 44,6
cm. Perú. Colector: Héctor Greslebin

Aerófono de filo, flauta travesera. Khenali, A 71. Tubo de caña de Castilla,


largo 36,7 cm. Bolivia, Adquirido al Sr. Alberto Ruiz, 1939.

Aerófono de filo, flauta travesera. A 45. Caña de Castilla, largo: 41 cm. Cusco,
Perú. Colector: Carlos Vega. Viaje INM Nº 9, 1937.

Aerófono de filo, flauta travesera. A 44. Caña de Castilla, largo: 34,6 cm. Anta,
Perú. Colector: Carlos Vega. Viaje INM Nº 9, 1937.

196
LÁMINA XII

Aerófonos de filo con aeroducto. Anatas. A 31 y A 8. Talla fina, largos 43,7 y 22,5 cm. Jujuy,
Argentina. Colector: Carlos Vega. Viaje INM Nº 1-2, 1931-32.

Aerófonos de filo con aeroductos. Anatas. A 73 y A 15. Rústicas, largos: 54,7 y 43,7 cm. A 73:
adquirida al Sr. Alberto Ruiz, Bolivia, 1939. A 15: Humahuaca, Jujuy.
Colector: Carlos Vega, Viaje INM Nº 1-2, 1931/2.

197
LÁMINA XIII

Aerófono de lengüeta batiente, recortada en una caña. Clarinete. Erkencho. A 13


Cuerno de vacuno, largo: 29 cm. Humahuaca, Jujuy.
Colector: Carlos Vega Viaje INM Nº 1-2, 1931-32.

Aerófono de filo con aeroducto. Flauta. Caña de 38,2 cm. Un tapón de cera cierra el extremo del
soplo y el estilete reproducido abre el canal.
Monteros, Tucumán. Colector: Carlos Vega. Viaje INM Nº 68, 1938.

198
LÁMINA XIV

Julio Torrejón y Quintín Vilca tocando un juego de sikus, flautas de Pan.


Tilcara, Jujuy, Argentina. Foto: Carlos Vega.
Viaje INM Nº 57, 1953.

199
LÁMINA XV

Ambrosio Toconás tocando el Erke. Humahuaca, Jujuy, Argentina.


Foto: Carlos Vega. Viaje INM Nº 57, 1953.

200
LÁMINA XVI

Carlos Vega grabando a Gregorio Parera (acordeón) y Gregorio Torres (guitarra).


Feliciano, Entre Ríos, Argentina.
Viaje INM Nº 33, 1942.

201
APÉNDICE I

202
FUENTES Y PUBLICACIONES CITADAS POR LOS EDITORES

Catálogo de grabaciones documentales y tomas directas (INM CGD)

Catálogo de instrumentos musicales, (INM CI)

Catálogo sintético de viajes (CINM)

Catálogo del Museo de Ciencias Naturales, (MCN). Se conserva en el MEt.

Correspondencia de C. Vega en el Instituto de Investigación Musicológica, (IIM)

Archivo visual y sonoro (INM AVyS)

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-0-

209
APÉNDICE II

210
211
212
213
214
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Z

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244
245
LÁMINA A

Sonajeros de uñas. Danza de las indias Maccá. Paraguay. Foto: Elena Hosmann

246
LÁMINA B

M. 77 - Caja criolla. San Juan, Argentina.

M 25 - Caja criolla. La Rioja, Argentina.


247
LÁMINA C

M 22 - Caja criolla. Catamarca, Argentina.

M 24 - Caja criolla. La Rioja, Argentina.

248
LÁMINA D

Viejo cajista de Catamarca, Argentina. Foto: Elena Hosmann.

249
LÁMINA E

Indios Sanapaná con sus instrumentos. Chaco, interior de P. Casado, Paraguay


Foto: Elena Hosmann

250
LÁMINA F

Indio Macca con su "violín". Paraguay. Foto: Elena Hosmann.

251
LÁMINA G

Violín rústico de un indio Chahuanco. Jujuy, Argentina.

252
LÁMINA H

Violinista criollo, Catamarca, Argentina. Foto: Elena Hosmann

253
LÁMINA I

Violinista criollo, Tucumán, Argentina. Foto: Elena Hosmann

254
LÁMINA J

S/Nº Charango, Bolivia S/Nº Charango, Jujuy, Argentina.

255
LÁMINA K
LÁMINA K

M 63 – Charango de madera. La Paz, Bolivia


256
LÁMINA L

M 54 - Guitarrilla, La Paz, Bolivia M 60 - Guitarrilla, La Paz, Bolivia

257
LÁMINA M

Guitarrista criollo. Santiago del Estero, Argentina. Foto: Isabel Aretz Thiele.

258
LÁMINA N

Guitarrista de Tucumán, Argentina. Foto: Isabel Aretz Thiele.

259
LÁMINA Ñ

Guitarrista criollo. Durazno, Uruguay. Foto: Isabel Aretz Thiele.

260
LÁMINA O

Niñas arpistas. Villarica, Formosa. Foto: Elena Hosmann.

261
LÁMINA P

M 10, M 1 - Quenas.

M 11, M 12 – Flautillas. Jujuy, Argentina.

M 18, M17 – Tarkas o Pinquillos.

262
LÁMINA Q

M 70 - Fluta de Pan. Italaque, Bolivia.

M 64- Flauta de Pan, "Rondador". Ecuador.

263
LÁMINA R

M 5 – Flauta de Pan. Jujuy, Argentina M 78 – Erkencho. Jujuy, Argentina.


264
LÁMINA S

M 80 – Flauta travesera. Salta, Argentina

265
LÁMINA T

Indios Chahuancos. Ledesma, Jujuy. Foto: Elena Hosmann.

266
LÁMINA U

M. 29 – Tarka. Bolivia. M. 14. - Tarka. Jujuy. Argentina

267
LÁMINA V

M. 37. - Clarinete. Perú M. 47. - Clarinete. Perú

268
LÁMINA W

Entre Ríos, Argentina

Acordeonistas criollos

Entre Ríos, Argentina Entre Ríos, Argentina Chiloé, Chile

269
APÉNDICE III

270
271
272
273
APÉNDICE IV

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275
276
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278
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302
ÍNDICE GENERAL

Prólogo Editores……………………………………...………………………………….. pág. 5


Prefacio Segunda Edición (1965)……………..………………………………………….. pág. 6
Prefacio Primera Edición (1946)……………………………………………...………….. pág. 7
1.- Capítulo I: Los sistemas de clasificación………………………..………………..... pág. 11
La clasificación de Mahillon…………………………...………………………….. pág. 13
La clasificación de v. Hornbostel y Sachs………………………………………… pág. 19
La clasificación de Montandon……………………………...……………………. pág. 23
La clasificación de Schaeffner…………………………………………..………... pág. 30
La clasificación de Kurt Reinhard………………………………………………… pág. 41
Los instrumentos eléctricos……………………………………………………… pág. 44
Breviario…………………………………………………………………………. pág. 47
2.- Capítulo II: Panorama gráfico de los instrumentos americanos….………………. pág. 50
Nomenclatura ilustrada………………………………………………………….. pág. 51
Idiófonos………………………………………………………….......................... pág. 53
Membranófonos………………………………………………………………… pág. 61
Cordófonos……………………………………………………….......................... pág. 64
Aerófonos………………………………………………………………................ pág. 66
3.- Capítulo III: Los instrumentos musicales aborígenes y criollos de la Argentina…... pág. 83
1.- Idiófonos……………………………………………………………………... pág. 85
La Maraca……………………...……………………………………………… pág. 86
El Sonajero de uñas……………………….…………………………………... pág 88
2.- Membranófonos………………………………………………............................ pág. 91
La Caja………………………………………………………............................... pág. 92
El Tambor y el Bombo………………………..…….………………………… pág 96
El Kultrún……………………………..……………………………………… pág. 97
El Katakí (Tambor de agua)………………………………………………….... pág. 100
3.- Cordófonos…………………………………………………………………… pág. 103
El Arco Musical…….………………………………………………………… pág. 104
Laúdes rústios………………………………………………………………… pág. 105
El Charango………………………….……………………………………….. pág. 106
La Guitarra……………………………………………………………………. pág. 113
El Arpa………………………………………………..………………………. pág. 133
4.- Aerófonos…………………………………………………………………….. pág. 136
La Pifilka……...………………………………………………………………. pág. 137
El Serére………………………….………………..………………………….. pág. 139
El Naseré…………………………………………..…………………………. pág. 140
La Flautilla……………………………………………………………………. pág. 143
La Quena………………………………...…………………………………… pág. 146
El Siku (Flauta de Pan)………………….. ..………………………………….. pág, 151
La Siringa araucana…………………………………………………………… pág. 156
La Anata……………………………………………………………………… pág. 159
El Pinkillo o Tarka…………………………….……………………………… pág. 162
La Flauta Tucumana………………………….………………………………. pág. 164
El Erkencho………………………………………………………………….. pág. 168
El Erke (“Corneta”)…………...…………… ………………………………... pág. 172
La Trutruka…………………………………………………………………... pág. 177
Conclusiones…………………………………………………………………….. pág. 181
4.- Capítulo IV: Láminas……………………..……………………..………………... pág. 185
Apéndice I……………………………………………………………………………….. pág. 202
Apéndice II………………………………………………………………………………. pág. 210
Apéndice III…………………………………………………………………………….... pág. 270
Apéndice IV…………………………………………………………………………….... pág. 274

303
Notas de los editores

1 La utilización de este término induce a confusión ya que el área geográfica en la cual se utilizan los
dos instrumentos que incorpora es el monte chaqueño. Volver
2 Puede verse en el Apéndice II. Volver
3 El texto original fue modificado por el autor: Vega introdujo cambios menores y eliminó las notas
referidas a sus propias obras (probablemente pensara incorporarlas a la bibliografía citada que,
como señalamos en nuestro Prólogo, no llegó revisar). Volver
4 De 1931 a 1938 las grabaciones, acústicas, se realizaron sobre discos de cera o de cartón
parafinado en un grabador suizo (Paillard Thorens, modelo Detective). De 1939 hasta 1952 en
un grabador inglés (Presto, eléctrico) sobre discos de acetato. Y desde 1952 a 1959 en un
grabador eléctrico RCA Víctor, también sobre discos de acetato. A partir de este último año la
cinta magnética fue el soporte de las grabaciones. Volver
5 En la edición de 1925 no se consigna ed Alcan, la editorial es Librairie Orientaliste Paul Geuthner.
Volver
6 Para la edición de 1965, Vega había decidido eliminar este catálogo. El mismo puede verse en el
Apéndice II. Volver
7 En este tema se cruzan los intereses de ciertas prácticas musicales con los de los estudios
etnomusicológicos. Vega exagera al decir que “la clasificación antigua [...] se enseña como si no
se tratara de una histórica curiosidad de los archivos intelectuales” ya que, en la ejecución
musical de la tradición académica europea, el principio de esta taxonomía –sustentado en la
orquestación de las agrupaciones instrumentales más comunes– es funcional. Un ejemplo lo
constituyen las flautas, que aunque se construyan en metal pertenecen, con oboes y clarinetes, al
grupo instrumental de las maderas. Por esta razón, en ese ámbito la antigua clasificación
conserva su vigencia aunque ya no sea eficaz en otros. Volver
8 La versión de esta clasificación en formato arborescente –realizada por Carlos Rausa– se
encuentra en el Apéndice III. Volver
9 La ocarina y los silbatos antiguos ya se habían incluido en el tomo IV, pág. V. En cuanto al cambio
de orden de la subsección que contiene al nay, corrige un evidente error de la versión anterior.
En ésta (pág.88), al incorporar a la Sección b (embocadura transversal) la subsección citada -que
no estaba en el tomo I- no se respetó el orden de tubo abierto / tubo cerrado que se había
utilizado en las secciones anteriores. Volver
10 El autor había utilizado la bastardilla para mencionar a los instrumentos más comunes, pero los
editores preferimos seguir las normas actuales: negrita para los instrumentos más comunes y
bastardilla para los que no han sido incorporados al diccionario de la Real Academia. Volver
11 En la primera edición Vega había insertado aquí la siguiente nota al pie: Erich M. von Hornbostel
y Curt Sachs. Systematik der Musikinstrumente. Ein Versuch, en Zeitschrift fûr Etnologie, t. XLVI,
Berlín, 1914, pp. 553-590. Volver
12 En esta cita se ha invertido el orden original de los párrafos. Volver
13 El perfil de los interesados que se menciona en el texto original: “...die Musikhistoriker, die
Ethnologen und die Verwalter wölkerkundelischer Sammlugen interessiert.” (Hornbostel y Sachs, 1913:553)
no incluye a los “exploradores”, sino a los historiadores de la música, los etnólogos y los
administradores de colecciones relacionadas con las culturas folk y la historia de la cultura
(traducción de Adriana Luengo). Volver
14 En la primera edición, Vega no encomilló esta cita de Hornbostel-Sachs. Volver
15 Creemos conveniente citar aquí la fundamentación de Sachs para efectuar el cambio:
“Idiofonos: V. Mahillon tiene el gran mérito de haber clasificado en una clase, bajo el nombre
de instrumentos autófonos, todos aquellos aparatos cuya naturaleza es sonora, es decir, cuya

304
sustancia, suficientemente elástica en sí misma, es puesta en movimiento o vibración mediante
percusión, punteo, frotación o soplo. Esto es contrario al caso de otros materiales, cuya
naturaleza vibratoria sólo puede ser artificialmente expandida, como en los instrumentos de
membrana o de cuerda. La organología sistemática tiene el derecho de limitar de esta manera,
pero no concordamos con la aplicación del nombre, porque aquél puede ser interpretado como
que el instrumento es ejecutado por sí mismo, tal como un instrumento automático. Nosotros
proponemos dar a la clase de instrumentos descriptos, aquellos en que ´su naturaleza es
sonora`, el nombre de ´idiófonos`". (Sachs, 1913, reed. 1964:195. Traducción: Roberto Britos).
Volver
16 Vega no aclara por qué ejemplifica el sistema Dewey con los cordófonos (3 en la clasificación que
está describiendo) y no con los idiófonos , caracterizados con el 1. Volver
17 En el contexto de la clasificación de H-S el término “marco”, definido en el DRAE como pieza
que rodea o ciñe alguna cosa, se aplica a la parte de estos instrumentos en donde se sujeta el
parche, ya que virtualmente carecen de cuerpo o caja. Volver
18 En varias oportunidades se ha discutido acerca del conocimiento del idioma alemán que poseía
Vega. Y en su correspondencia con Robert Lehmann-Nitsche y con Elena Hossman hay
referencias al tema. Por ejemplo, le escribe al primero: “Yo no leo alemán... aunque he estudiado
un poco y pienso seguir estudiando más adelante...” (Vega, 7 mayo, 1934) y “Mis estudios del
idioma alemán están paralizados.” (7 mayo, 1937). En cuanto a Hossman, varias menciones a sus
funciones como traductora se encuentran en misivas de los años 1934 y 35. Por otra parte, en
una entrevista realizada el 21 de mayo de 1990 a Margarita Silvano de Rigoli (adscripta al MCN
en 1940) por Raquel Casinelli de Arias y Yolanda M. Velo, esta ex colaboradora de Vega en el
Gabinete de Musicología Indígena comentó: “Elena Hossman era una mujer muy inteligente,
muy interesante y muy culta. Conocía muchos idiomas. Hablaban con Isabel [Aretz] en alemán
[...] Es la que lo ayudó a Vega con algunas traducciones [...] era fotógrafa artística, recibida en
Alemania...”. Sin embargo, no quedan dudas de que fue Carlos Vega quien trabajó especialmente
en los detalles de la traducción al castellano de los términos correspondientes a la terminología
técnica de los instrumentos musicales. Un testimonio de esta labor lo constituye el manuscrito
del investigador de la traducción al castellano de la clasificación de Reinhardt que se conserva en
el IIMCV. Volver
19 Una crítica a esta traducción puede consultarse en Casanova Oliva, 1988:17-21. Por su parte,
Egberto Bermúdez incorporó una nueva traducción como Apéndice de su artículo de 1985: 3-
78. Volver
20 Probablemente se refiera a su trabajo de 1927. Volver
21 No hemos logrado identificar la obra consultada. Volver
22 Con posterioridad a la fecha de la primera edición de este libro, Sachs escribió en varias
oportunidades sobre el tema de los instrumentos musicales. Vega no llegó a actualizar el texto
para la segunda. Volver
23 SEGUNDA PARTE / LOS CICLOS de CIVILIZACION, pp. 72-95. Volver
24 TERCERA PARTE, pp. 95-118. Volver
25 En el campo de la organología musical, el enfoque que se desarrolla sobre el eje del “gesto” del
ejecutante ha sido retomado por investigadores posteriores a Montandon, ya desde André
Schaeffner (1932: 225). Volver
26 Que pasó a integrar el Museo del Hombre en 1937. Volver
27 Es evidente que Vega se resiste a aceptar nuevos puntos de partida y considera ´definitiva‟ la
clasificación de H-S. En la pág. 19 lo dice con toda claridad: “Es y será punto de partida
panorámico, considérense o no los esfuerzos que posteriormente se han hecho por mejorar y/o
reajustar la sistemática”. Sin embargo, los fundamentos de la clasificación Schaeffner, que
incluyen una sólida crítica al concepto de “idiófono” están ampliamente explicados en su texto
(Schaeffner, 1932:219-20). Volver

305
28 El sentido práctico y el ´espíritu‟ (mencionado dos veces en párrafos precedentes) del músico de
la tradición europea que Vega parece representar aquí suelen diferenciarse de aquellos propios
de otras culturas musicales. Y las propuestas de Montandon y Schaeffner, al poner el acento en
el gesto y en el timbre, enriquecen las posibilidades de análisis y comprensión de esas otras
tradiciones. Es el caso, por ejemplo, de un instrumento utilizado por los mbyá guaraní del
territorio argentino (la mbaraká, guitarra de cinco cuerdas) que puede ser comprendido con
mayor profundidad a partir del análisis del gesto del ejecutante y del timbre del instrumento
(Ruiz, 1985). Volver
29 Las ventajas y desventajas de las clasificaciones dependen de los objetivos de su empleo. En
carácter de simple ejemplo de un trabajo desarrollado en base a la relación entre el material de
los instrumentos y su área de dispersión podemos citar “Music and bambu”, de Theodor C.
Grame (1971). Volver
30 Habiendo transcurrido más de treinta años, Vega no modificó esta frase al preparar la 2ª. ed.
Volver
31 Evidentemente, como expresamos en nuestra Nota introductoria, este párrafo no fue actualizado
por el autor. Volver
32 El término castellano ´plancha‟ indica un material específico, el metal. En la actualidad se prefiere
´placa‟ (del francés plaque, voz usada por Schaeffner, 1936: 371, 373 375), que hace referencia a la
forma del objeto. Volver
33 Ver nota anterior. Volver
34 En la primera edición del libro el texto original avec o sans anche (Schaeffner, 1936:377), "con o sin
lengüeta", fue consignado erróneamente como "con o sin mango". Volver
35 Vega toma estos datos de las palabras preliminares del artículo, pero omite en este punto una
oración de especial interés para la musicología argentina: “Während eine spätere, bereits angekündigte
Publikation in der. argentinischen ´Revista de Estudios Musicales` nicht mehr herauskam, da die Zeitschrift ihr
...” [“Como posteriormente no se pudo
realizar una publicación ya anunciada, en la Revista de estudios musicales de la Argentina, porque la
revista se dejó de publicar, utilicé la ´nueva sistemática`...” (Reinhardt, 1960:160. Traducción:
Adriana Luengo). Es evidente que Reinhardt se refiere a la Revista de estudios musicales, dirigida por
Francisco Curt Lange, cuyos siete números fueron publicados por el Instituto Superior de Artes
e Investigaciones Musicales, Departamento de Musicología de la Universidad Nacional de Cuyo
entre 1949 y 1954 (Donozo, 2009: 142-43). Volver
36 En realidad el trabajo que realizaron no es un resumen sino una traducción virtualmente completa
–sólo falta el párrafo mencionado en la nota anterior– que se conserva en el IIM. Volver
37 En el texto que sigue debe tenerse en cuenta las profundas y variadas innovaciones producidas en
esta área de la organología musical desde que el autor, hace casi cincuenta años, lo redactó para
incluirlo en la 2ª. ed. Volver
38 La información detallada aquí resume el artículo de Scholes (1964). Volver
39 En la actualidad de prefiere la denominación de guimbarda para este tipo de instrumento. Volver
40 La Sección Etnografía del Göteborgs Museum, creado en 1860, fue separada del mismo en 1943,
convirtiéndose en un museo específico, el Göteborgs Etnografiska Museet, bajo la dirección, hasta
1967, de Karl Gustav Izikowitz (1906-1984) (Muñoz, 2003: 239). Desde 1996 forma parte, con
otros museos, del Varlodskulturmuseet (Museo Nacional de las Culturas del Mundo). Volver
41 A partir del 5 de marzo de 1971 el Instituto pasó a llamarse Instituto Nacional de Musicología y el
26 de julio de 1973 se le impuso como homenaje el nombre de su fundador. Volver
42 En 1967 se le impuso el nombre de su primer Director. Volver
43 En la edición original se consignó, como fuente de esta información, la obra de Koch-Günberg;
sin embargo, corresponde a un Apéndice de la misma, cuyo autor es Erich von Hornbostel. Vol.

306
44 El instrumento representado no es un sonajero sino un sistro de calabaza; debería estar ubicado
junto a las figuras 14 y 15 (Cf. Vignati, 1978). Volver
45 I 102, adquirido en Puerto Sastre, Paraguay, durante el Viaje n° 40 del INM. Colectores: C- Vega e
I. Aretz (INM CI:18). Volver
46 Los extremos de la herradura se acercan hasta bordear la lengüeta, pero sin rozarla ni apretarla.
Volver
47 La referencia consignada en la 1ª edición no corresponde a la figura de Izikowitz aquí
representada (71 b), sino a la 71 a. Volver
48 Sin embargo, Vega no aplica este criterio cuando en el capítulo correspondiente, considera a la
Caja como membranófono “de marco”. Volver
49 En la 1ª ed. se consignó erróneamente como tambor sonajero de los Parulla de Guatemala. Volver
50 En 1946 esta referencia se adjudicó a la figura 6. Volver
51 En la 1ª edición la referencia se asignó a la figura 5. Volver
52 Las referencias al lugar de origen de estos dos instrumentos estaban invertidas en la 1ª. ed. Volver
53 En 1946 se consignó como fuente a Koch-Grünberg. Volver
54 Aretz la denominó “Caja criolla”. La Sección Etnografía del Göteborgs Museum, creado en 1860, fue
separada del mismo en 1943, convirtiéndose en un museo específico, el Göteborgs Etnografiska
Museet, bajo la dirección, hasta 1967, de Karl Gustav Izikowitz (1906-1984) (Muñoz, 2003: 239).
Desde 1996 forma parte, con otros museos, del Varlodskulturmuseet. Volver
55 En la 1ª edición se consignó que estos instrumentos, entonces conservados en el MACN, tenían
idéntica procedencia. Sin embargo, aunque pertenecen al mismo grupo étnico y fueron
colectadas en 1935 por Eduardo Palavecino, provienen de distintas localidades. El modelo de la
imagen 1 es de Formosa, y se conserva en el INM bajo el n° C 162 a y b (INM CI: 27). Es uno
de los instrumentos transferido en 1948 desde el MACN, donde se había registrado con el nº 35-
301 (Catálogo del MACN: 84). El modelo de la imagen 3 es el arco 35-302, hoy en el Depósito
visitable de colecciones etnográficas del ME; y fue colectado en Senillosa, Pcia. de Salta (ídem).
Volver
56 C 151, fue donada al MACN por G. Senillosa en 1938 y transferida, en 1948, al INM. Sufrió
grandes deterioros durante la inundación que afectó al Instituto en 1987 (INM CI: 26). Volver
57 C 101, adquirido por Carlos Vega e Isabel Aretz durante el Viaje N° 40, 1944 (INM CI: 18). Sólo
se conserva el cuerpo del instrumento. En la lámina IX de la 1ª edición (lámina F en el Apéndice
II -Fotos-) puede observarse la fotografía -tomada por Elena Hossmann durante ese viaje- de un
joven maccá ejecutando este instrumento. Una copia enmarcada de esta imagen se conserva en
el INM. Volver
58 C 113, adquirido en 1944 por Jorge A. Cranwell y Andrés Giai durante un “viaje de estudios
zoológicos” (Archivo del MACN, expediente D 1027). Se conserva en el INM (INM CI: 20).
Volver
59 Y no es excitado por el soplo humano. Volver
60 La 1ª edición presentaba en este punto un error que nos obligó a modificar el texto original:
“Disco zumbador de los esquimales centrales (EN)” (pág. 98). En primer lugar, en la amplia
bibliografía que revisamos, no hallamos ninguna mención al uso de discos zumbadores por
parte de los esquimales. Por otra parte, la obra de Erland Nordenskiöld, citada por Carlos Vega
en la Bibliografía, presenta referencias y dibujos del instrumento entre los grupos chaqueños,
uno de los cuales parece ser el modelo del representado aquí. Volver
61 A 62, INM, adquirida en Lima por Vega, durante el Viaje n° 9, 1937 (INM CI: 11). Volver
62 No logramos comprender las razones de esta afirmación. Volver

307
63 A 100, Adquirida por Isabel Aretz durante el Viaje n° 30, en Andahuallas, Apurimac (INM CI:
18). Volver
64 A 47, adquirida en Cuzco por Vega, Viaje n° 9, 1937 (INM CI: 8). Volver
65 A 99, Chirisuya adquirida por Isabel Aretz en Andahuailas, Apurimac, durante el Viaje n° 30, 1942
(INM CI: 18). Volver
66 El grupo de los aerófonos presenta algunas de las modificaciones que –como menciona Vega en
las palabras iniciales de esta Nomenclatura– Izicowitz efectuó a la propuesta de Hornbostel-
Sachs. Además de haber trocado el orden de la subdivisión del grupo de los aerófonos de soplo
(trompetas-caramillos-flautas en lugar de flautas-caramillos-trompetas), introduce en este punto
un cambio significativo. En el sistema de clasificación de los tratadistas alemanes no existen las
“flautas libres” sino los “aerófonos libres”, ya que el término “flauta”, que adquiere así carácter
tipológico, sólo se utiliza en el grupo de los “(Verdaderos) Instrumentos de soplo” (1914: 583) y
no en el de los “Aerófonos libres” (íd.: 582). Volver
67 Nos parece más adecuado la utilización del término vascular, ya que la forma del instrumento
puede ser muy variada. Volver
68 Creemos conveniente señalar aquí que el término “silbato” carece de precisión técnica, ya que
“distintos autores [...] se basaron en diversos aspectos para distinguirlos: tamaño, proporciones,
forma, fondo, existencia de aeroducto, posibilidad de ser suspendidos, tesitura, cantidad de
sonidos, cantidad de orificios, disposición de los orificios, función.” (Velo, 1996: 110-11 y 118).
69 Ver nota 28. Volver
70 En la 1ª edición. se consignó como fuente de esta información la obra de Koch-Günberg; sin
embargo, corresponde a un Apéndice de la misma, cuyo autor es E. von Hornbostel. Volver
71 A 45, Adquirida en Cuzco por Vega, Viaje n° 9, 1937 (INM CI: 7). Volver
72 Dibujo basado en el instrumento A 46 del INM, adquirido durante el viaje n° 9, Carlos Vega,
1937, Bolivia y Perú: “...´Quena‟. Pieza arqueológica Largo 14,8 cm. [...] Donación del Sr. José
Castro. Antecedentes: desenterrada en el Cuzco, Perú”. (INM CI: 8). Volver
73 En la 1ª. edición se consignó como fuente Koch-Grünberg. Ver aquí nota de los editores nº 31.
Volver
74 No hemos logrado identificar la fuente de este dibujo, atribuido en la 1ª edición a Thomas
Wilson. Volver
75 Basado en Izícowitz, 1935: 333. Volver
76 Los esquemas 4 a 7 parecen estar inspirados en los de Izikowitz (íd.). Volver
77 Posiblemente el modelo haya sido la flauta A 88, procedente de Catamarca y adquirida en Río
Chico, Tucumán, por Isabel Aretz durante uno de los viajes n° 23 a 25, 1941. El instrumento fue
dado de baja en octubre de 1977 por razones que desconocemos. (INM CI: 16). Volver
78 A 76, Adquirido en 1941 por el Sr. Carlos María Mutti para el MACN (INM CI: 14). Volver
79 El instrumento, que no se conserva, ingresó al MACN en 1931, por canje con el Instituto de
Etnología de la Universidad Nacional de Tucumán (Catálogo del MACN: 37); fue colectado en
1930 por Alfred Métraux, director de dicho Instituto (Pegoraro, 2009: 10). En 1948 la flauta fue
transferida al INM, donde se registró bajo el n° A 131; su descripción detalla: “Seis tubos de
caña reforzados por seis medios tubos,...” (INM CI: 23). Sin embargo, la figura 6 se tomó de
Izikowitz (1932: 393). Volver
80 Rondador adquirido por el Dr. Avila, donado en 1944 al MACN. Cuatro años después se
transfirió al INM. (INM CI: 22). Volver
81 Si bien en las líneas anteriores el autor adhiere a la clasificación de Hornbostel y Sachs, aquí la
contradice. El concepto técnico de “entrechoque” se aplica en dicha taxonomía a instrumentos

308
de golpe directo que producen un sonido neto e inconfundible obtenido por percusión
(Horbostel y Sachs, 1914: 563). Las sonajas, en cambio son definidas como tal porque producen
un “complejo de ruidos” obtenido por el ejecutante con una acción que no es un golpe, sino
sacudimiento, raspadura o separación (íbid, pág. 565). Es decir que la maraca es solo y
precisamente un idiófono de sacudimiento, no de entrechoque. Curiosamente, unos párrafos
más adelante (ver EJECUCION), explica con precisión esto, pero en el punto que nos ocupa
induce a la confusión la utilización del término entrechoque (que, como acabamos de aclarar,
posee un sentido muy preciso en el contexto de la mencionada clasificación) al hecho de que los
corpúsculos interiores de las sonajas de vaso choquen entre sí. Volver
82 Hoy en el INM. Volver
83 Se trata de 37 registros de canto y sonajero, realizados durante cinco sesiones de grabación en
diciembre de 1934 a un grupo de “Wichié, del grupo Mataco-Mataguayo, cazadores y pescadores
inferiores, habitantes de una zona vecina a la Estación Juan B. Baccán [sic], (Gob. Formosa)”
(INM CGDyTD: 11-13).Las mismas se realizaron en Buenos Aires y fueron registradas como
viaje nº 4 (INM CGDyTD: 4). Volver
84 Durante el Viaje de estudios n° 40, 1° de agosto al 7 de septiembre de 1944, realizado por Vega e
Isabel Aretz se realizaron 163 registros de canto con sonajero. (INM CGDyTD: 175-183).
Volver
85 Dos observaciones para este texto: en primer lugar, probablemente el término “avestruz” hace
referencia al ñandú, a veces también denominado avestruz americano o suri. Por otra parte, es
probable que la mención a los instrumentos se refiera a los ejemplares I 106, I 107, I 108 (dado
de baja en 1977) e I 109 del INM, adquiridos por Carlos Vega e Isabel Aretz en el Chaco
Paraguayo durante el viaje n° 40, 1944 (INM CI: 19). Es interesante destacar que también
obtuvieron un ejemplar realizado con un material de reemplazo: la sonaja I 112, está hecha con
“cápsulas vacías de balas de revolver”. (íd.). Volver
86 Es posible que el libro de Vega haya contribuido a la generalización de la discutible denominación
de este instrumento como “sonajero de pezuñas”. Este último término designa al conjunto de
los dedos, con sus uñas, de la pata de un animal de pata hendida. Uña, en cambio, es la parte
dura, de naturaleza córnea, que nace y crece en los extremos de los dedos (DRAE). Los
ejemplares conocidos provenientes del territorio argentino son de uñas (no de pezuñas). Volver
87 En la actualidad, este tipo de instrumento suele denominarse “palo-sonajero” (Ruiz, Pérez
Bugallo y Goyena, 1993: 16-17). Volver
88 Vega reemplazó la imagen a la que hace referencia (que puede observarse en el Apéndice II -
Fotos-, Lámina A) por la que integra esta 2ª. edición, en la cual las mujeres maccá están
dispuestas en hilera. Volver
89 Dice Palavecino: “... no sé en que ocasión se usa este instrumento entre los Pilagá, pero el P. Stahl
me aseguró que los indios Ashluslay lo usan en fiestas de iniciación de muchachas”. Volver
90 Curiosamente y al contrario del orden adoptado en el tratamiento de los idiófonos, cordófonos y
aerófonos, Vega no sigue en los membranófonos el que se corresponde con la clasificación de
Hornbostel- Sachs. Aquí no comienza con los timbales –211.1–, sino con los tubulares –211.2–
(Hornbostel-Sachs: 570). Volver
91 El término que proponen para designar este tipo es Pauken = timbal en castellano. En la
bibliografía técnica es frecuente servirse de este término, timbal, para nombrar a los
membranófonos de un solo parche, cuyo cuerpo es un recipiente que puede tener otras muy
diversas formas además de la semiesférica o de plato. Se privilegia así como rasgo distintivo el
fondo cerrado, cualquiera sea la forma del cuerpo. Volver
92 Sobre el área de dispersión de los tambores de agua ver nota 15 de los editores. Volver
93 En el año mencionado, la institución receptora del instrumento fue el Museo Argentino de
Ciencias Naturales, de donde fue transferido, en 1948, al Instituto Nacional de Musicología. En

309
agosto de 1977 fue dado de baja por razones que desconocemos (INM CI: 3). Volver
94 Ver, en Bibliografía, Juan, Jorge y Antonio de Ulloa. Volver
95 Es probable que Vega no haya tenido acceso al texto original. En primer lugar, porque es raro que
el nombre de la autora -Marie-Catherine Le Jumel de Barneville, Comtesse d´Aulnay- aparezca
castellanizado. Pero además, y esto es lo más importante, porque si bien el texto citado es exacto,
el “tamboril” que menciona no es un membranófono. El párrafo completo dice: “Para la danza
y a mi ruego, el Barón de Castelnau mandó a buscar gaitas y tamboriles. Un hombre toca
simultáneamente una especie de pífano y el tamboril, que es un instrumento de madera en
forma de triángulo alargado, sobre el que se mantiene tirante una cuerda que se golpea con un
palillo, produciendo un sonido semejante al del tambor.” Volver
96 En un muy breve e interesante artículo y a partir del análisis de su representación en un vaso
policromo arqueológico proveniente de la costa peruana, Raoul d´Harcourt (1958) sugiere la
posibilidad de la doble tradición (europea y americana) del flûtiste-tambourinaire en América.
Volver
97 En particular, en la provincia de La Rioja. Volver
98 Llama la atención que el autor no detalle aquí las características del bombo que suele acompañar
las danzas tradicionales. Muy diferente a la caja, se distingue tanto por la proporción de sus
medidas (mayor altura respecto del diámetro) como por su ejecución, que al añadir la percusión
del aro, resulta un instrumento mixto (membranófono e idiófono). Volver
99 Basado en el Kultrun M 128 del INM. El instrumento, procedente de Carahue, provincia de
Cautín, Chile, fue adquirido en 1928 a la Sra Guillermina Hess por el MACN y transferido al
INM en 1948 (MEt, Catálogo del MCN 1924-1949: 149-50). Volver
100 El autor describe aquí un instrumento procedente de territorio chileno. Con respecto a su uso en
la Argentina, Irma Ruiz aclara: “...el kultrún no contiene elemento alguno en su interior, por lo
que nunca se usa la técnica de sacudimiento, sino la del golpe directo, con un palillo” (Ruiz,
2000: 125). Volver
101 En territorio argentino sólo los hombres, durante el desarrollo del nguillatun, suelen tocarlo
apoyándolo en el suelo (Ruiz, 1993: 18). Volver
102 Viaje n° 29 del INM, realizado conjuntamente con Isabel Aretz. Volver
103 Aunque la última oración aclara parcialmente la cuestión, el párrafo es muy confuso. En el
tratamiento de los instrumentos precedentes y siguientes, bajo del subtítulo “Clasificación” el
autor aplica al instrumento que trata –sencilla, sintética y rigurosamente– las taxonomías
desarrolladas en el Capítulo 1, adoptado la terminología técnica propuesta por Hornbostel-Sachs
(1914). Aquí, en cambio, utiliza algunos términos de esta propuesta pero con significado
diferente. En primer lugar, el término ´tambor` carece de especificidad tipológica. Se emplea
(tanto en la terminología técnica organológica como en el lenguaje común) para indicar que el
instrumento, –idiófono, cordófono (como el tambourin de Béarn francés p. ej.) o membranófono–
es puesto en vibración por percusión. Por otra parte, la relación entre la longitud del cuerpo y el
diámetro del parche, utilizada en la clasificación mencionada para distinguir entre dos tipos de
membranófonos –tubulares / de marco (íbíd., pág. 571)– es inadecuada aquí, porque el katakí
pertenece a un tercer tipo de membranófono: los timbales (ibíd., pág. 570). En todo caso, es
´tambor` porque es percutido, no por su estructura. Volver
104 El área de dispersión mencionada, que incluye a los tehuelche, corresponde a los
membranófonos tipo timbal en general. (cf. Izíkowitz, 1934: 166- 75 y 193-98). Dentro de este
tipo, los tambores de agua membranófonos se encuentran en grupos aborígenes sudamericanos
(sólo chaqueños hasta donde llegan nuestros conocimientos) y norteamericanos (Rimer-Weller,
1984, T. 3: 840-41). Volver
105 N° M 203 del INM, Viaje n° 68, 1964, colectores: Carlos Vega y Jorge Novati (INM CI:
34).Volver

310
106 Lamentablemente, no se ha conservado. Volver
107 Tal vez porque su función sonora puede no ser “musical”, sino ritual o de comunicación no
necesariamente con humanos. Volver
108 La acción de frotar es la misma, pero ambos arcos están entrelazados. Volver
109 Diferentes investigadores (Jorge Novati, Irma Ruiz, Rubén Pérez Bugallo, Miguel Angel
Garcia), documentaron que es ejecutado por los jóvenes con la finalidad de atraer al sexo
opuesto. Volver
110 Esta apreciación no resulta clara; lo usual es que el ejecutante sostenga uno de los arcos cerca de
su boca, que actúa como resonador, y frote la cuerda con el otro arco. Volver
111 Viaje INM nº 68, 1964. Realizado junto con Jorge Novati. Volver
112 No hemos podido determinar donde se encuentran los arcos obtenidos en esa oportunidad.
Volver
113 Es conveniente tomar esta apreciación como referida exclusivamente al viaje INM nº 68, ya que
diversos investigadores (ver nota 2), documentaron su ejecución. Volver
114 No queda claro a que instrumento se está refiriendo. Volver
115 En los ejemplares conocidos, un pequeño palillo de madera cumple la función de clavija. Volver
116 El modelo de la ilustración fue el ejemplar C 101 del Museo del INM, adquirido a los Maccá por
Carlos Vega e Isabel Aretz en el Chaco paraguayo durante el Viaje N° 40, 1944. El instrumento
fue muy dañado por la inundación que sufrió un sector del INM en 1987. Volver
117 En este caso ya no sería un laúd, sino una cítara. Volver
118 En castellano se utiliza preferentemente el término cuenco, que no hace referencia al material
con que está construido. Volver
119 Por error, en la ficha de referencia bibliográfica, Vega anotó el término “furiosos” en lugar de
“famosos”; error que figura en la cita de la primera edición. Volver
120 Tomó como referencia el do central del piano, designado como do4. Volver
121 Llama la atención que desconociera la existencia de una guitarra artesanal de cinco cuerdas que
se conserva en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata, adquirida en 1892 por Juan B.
Ambrosetti a indígenas mbyá o chiripá en la provincia de Misiones. Volver
122 Esta frase es confusa, pero suponemos que se refiere a las guitarras de construcción casera.
Volver
123 Actualmente en el Archivo científico del INM. Volver
124 Asimismo, se ha utilizado en la zona de Cuyo una guitarra de menor tamaño, denominada
requinto. (Ver IMEFA, p. 43) Volver
125 Vega incorporó el apartado referido a la historia de la guitarra, ausente en la primera edición.
Volver
126 Se refiere a los seis artículos sobre la guitarra publicados en los números 41 al 46 de la Revista
Folklore, entre abril y julio de 1963 (ver Bibliografía de los Editores), que el autor decidió incluir
-en forma completa y sin modificaciones- en la segunda edición. Volver
127 Pujol [1925: 1999] presenta una síntesis ilustrada de la propuesta de Schlesinger. Volver
128 Pujol consigna la estrofa 1251 completa: “Allí sale gritando la guitarra morisca / De las boces
[sic] aguda é de los puntos arisca / Et corpudo laud que tyene punto á la trisca / La guitarra
latyna con esos se aprisca”. (Pujol, 1925: 2000). Volver
129 Guitarra morisca y guitarra latina. Volver

311
130 Se refiere exclusivamente al tratamiento de la guitarra, ya que en el correspondiente al charango
utilizó y explicó en una nota al pie el significado del término “órdenes”. Volver
131 El título completo es: Comiença el libro llamado declaraciõn de instrumêtos musicales dirigido al illustrißimo
señor don Francisco de çuniga Conde de Miranda, señor delas casas de casas de auellaneda y baçã Etc. cõpuesto
por el muy reverendo padre fray Iua Bermudo dela ordê delos menores: en el qual todo lo que en musica dessearê,
y cõtiene seys libros: segũn en la pagina siguiête se vera: examinado y aprouado por los egregios musicos Bernadino
de Figueroa y Chistoual de morales [sic]. Volver
132 “…esta guitarra tiene comúnmente dos temples, uno se llama a los nuevos y otro a los viejos. El
temple de la guitarra a los viejos no difiere de esta a los nuevos, sino que la cuarta cuerda suelen
abaxar un tono”. (Libro II, Cap. XXXII, folio XXVII vuelta). Volver
133 En la edición de la Revista Folklore Nº 42, se había consignado erróneamente como parte de la
octava escena. Volver
134 Esta imagen podría ser el calco de la fotografía de una guitarra conservada en un museo de
Nuremberg, publicada en Hermann Ruth-Sommer, Alte Musikinstrumente Ein leitenfaden für
Sammler, Berlin, Richard Carl Schmidt, 1920, pág. 43. Estamos en deuda con Melanie Plesch,
Alex Timmerman y Matanya Ophee por la localización de este dato. Se desconoce cómo la
obtuvo Vega. Volver
135 Nuevo Modo de cifrar para tañer la guitarra con variedad y perfección y se muestra ser instrumento perfecto y
abundante por Nicolas DOIZI DE VELAZCO, musico de S. M. y del Sr. Infante Cardenal y al presente
del Duque de Medina de las Torres, virrey de Napoles. Napoles por Egidio Longo, 1645. Volver
136 El párrafo completo de Moretti es: “Aunque yo uso de la Guitarra de siete órdenes sencillas, me
ha parecido más oportuno acomodar estos Principios para la de seis órdenes, por ser la que se toca
generalmente en España; esta misma razón me obligó a imprimirlos en italiano en el año de
1792 adaptados a la guitarra de cinco órdenes, pues en aquel tiempo ni aún la de seis se conocía en
Italia”. (Moretti, 1799: Nota al pie 1 del Prólogo (s/nº pág). Volver
137 No hemos podido identificar la fuente de esta cita. Volver
138 En el artículo correspondiente de la Revista Folklore se lee: “veinte mazos de cuerdas de guitarra”.
Probablemente se trata de una confusión con la fecha consignada por Grenón para esta
referencia: “...fechada en 20 de mayo de 1656...” (Grenón, 1929: 13). Volver
139 Ver, aquí, nota de los Editores nº 15. Volver
140 También se utilizó en otras provincias del Litoral y de la región de Cuyo. Volver
141 N° C 66, en el Museo del INM, adquirida durante el viaje n° 12, 1938 (INM CI: 12) Volver
142 No son secundarios los “detalles" que en nuestro país diferencian a las arpas del noroeste de
aquellas del noreste, tema que merecería un estudio especial, ya que es probable que los
instrumentos hayan ingresado desde distintas regiones de Europa. Las primeras poseen un
clavijero construido con una única placa de madera, que se inserta en la columna y las cuerdas se
sujetan a las clavijas en uno de los lados de la placa. En cambio, en las utilizadas en el noreste, el
clavijero está constituido por dos placas paralelas que se apoyan en la columna y las cuerdas se
sujetan a las clavijas en el espacio que separa a las placas. Volver
143 Dice Guevara: “...antes las hacían de piedra o de las canillas de los prisioneros condenados a
muerte.” Volver
144 Al describir los silbatos del Gran Chaco Erland Nordenskiöld comenta: “De même que, au moins
dans notre jeunesse, nous nous sommes tous amusés à siffler dans une clef...” (1929:189). Volver
145 Tal vez lo sostenido por Izikowitz (1935: 282), halla inspirado esta apreciación. Volver
146 No fue Boman quien la obtuvo, sino quien publicó su dibujo (1920: 517 fig. 11), luego
reproducido por Izikowitz (1935: 281). El instrumento, de madera de laurel, había sido
adquirido en Chol-Chol, Provincia de Cautín, Chile, por el Sr. Sergio Gaiman, enviado del

312
Museo Etnográfico de Buenos Aires, donde se registró esta pifilka con el nº 20.075; actualmente
se conserva en el MEt DVCE, bajo el nº -7746-. Volver
147 Una de ellas fue transferida al INM, donde se conserva bajo en n° A 129. Volver
148 “En los últimos tiempos, un simple tubo de caña ha reemplazado a los ejemplares de madera...”.
(IMEFA, pag 29). Volver
149 El ejemplar se conserva en el MEt DVCE (no original 22.151, no actual –6620-). Ingresó en el
Museo Etnográfico en 1916, donado por el Gobernador de Neuquén, Eduardo Elordi, a
solicitud del primer Director del Museo, Juan Bautista Ambrosetti (ME Ar, Legajo 83). Volver
150 En el contexto de la clasificación de Hornbostel y Sachs, que el autor acaba de aplicar al clasificar
la pifilka, el concepto de “aislado” (un elemento) se opone a “juego”. Es decir, que todas las
flautas constituidas por más de un tubo, son, técnicamente, “flautas de Pan” (Hornbostel y
Sachs, 1914: 584). Volver
151 Desde 1955: Provincia. de Formosa. Volver
152 Y es troncocónica (Velo, 1995: 260). Volver
153 Izikowitz escribe: “According to NORDENSKIÖLD the serére whistle indicates a connection
with the high culture to the west.” (1935: 283). Volver
154 Izikowitz atribuye la vigencia de este instrumento a su función religiosa (1935: 284). Volver
155 En realidad ambas flautas son estructuralmente muy diferentes: el serére es longitudinal y no tiene
orificios de digitación mientras que el naseré es vascular y posee dos orificios de digitación.
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156 Creemos conveniente consignar aquí algunas consideraciones sobre el final de este párrafo. En
primer lugar, sobre la objeción al término ´vaso‟. La primera acepción del diccionario de la RAE
lo define como “pieza cóncava de mayor o menor tamaño capaz de contener algo”. Y en la
traducción al castellano de la clasificación de Hornbostel y Sachs, que el propio Vega aporta en
el Capítulo 1 de este libro, el término tiene ese mismo sentido explicitado cuando se lo usa por
primera vez en el grupo de los idiófonos 111.14: “Se considera vaso aún la más pequeña
excavación en una tabla”. La ventaja de la palabra es que no define una forma; así, un vaso
puede ser cilíndrico, cónico, globular o esférico, semiesférico, cúbico, zoomorfo, esferoidal
achatado, etc. El factor común y distintivo es su concavidad, que puede tener distintas formas.
Por lo tanto, creemos que, como término técnico para una clasificación, ´vaso‟ es más eficaz que
´globular‟ (que se limita a lo esférico). En segundo lugar, si bien es una práctica extendida utilizar
el nombre de un instrumento en particular para definir un tipo (por ejemplo: campana, timbal,
laúd, trompeta, etc.); la propuesta de denominar ´ocarina‟ a todo el grupo de flautas vasculares
se extendió, dando lugar a confusiones. El nombre de una flauta con canal de insuflación
(ocarina) no nos parece adecuado para definir tipológicamente a un grupo que incluya al naseré,
que no lo tiene. Volver
157 En ese año el Instituto Geográfico de Buenos Aires donó estos instrumentos (originariamente
doce), provenientes del Chaco argentino, al MCN. Actualmente nueve de ellos se conservan en
el MEt-DVE (nos. -45496- a 45502). Volver
158 En el MEt-DVCE también se conserva un naseré con estas características, transferido desde el
Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia. El ejemplar, ingresado en 1914 (nº 17914 /
1791 en la antigua numeración, hoy -44661-) fue adquirido en el Chaco a los Chorote, por
Salvador Debenedetti. Volver
159 Palavecino especifica: “La caza de ojeo es también practicada y en ella se emplean los silbatos
redondos para hacer señales y coordinar los movimientos colectivos” (1936: 448-50). Volver
160 En el artículo citado E. Palavecino había destacado esta característica entre los pilagá: “...con él
tocan frases musicales que al primer momento parecen superiores a las posibilidades del silbato.”
(1933: 568). Volver

313
161 Sesión de grabación N° 18, 1939, realizada por Carlos Vega en Buenos Aires a Maskiaai (INM
RGyTD: 34, registro 1138), integrante de un grupo maccá originario del “norte de Asunción,
Paraguay Oriental” (INM RVyS:18). Volver
162 Curt Sachs explica así este hecho: “Cualquier intento de medir un par de flautas antiguas o
exóticas con el propósito de encontrar la ´escala‟ utilizada en cierta época o por cierto pueblo,
en última instancia, fracasa. Si existe tal escala, es de interés del ejecutante del instrumento y no
del constructor, aun cuando ambos sean la misma persona. El ejecutante la logra con la
precisión del soplo, la tensión de los labios, el movimiento de la lengua y con una digitación
complicada que podría cubrir el orificio más bajo sólo en parte o dejar un orificio abierto entre
dos cerrados. La imperfección de un instrumento perforado de modo no-musical permite al
flautista –paradógicamente– una mayor libertad de afinación, de la que no disfruta un ejecutante
de una moderna flauta Boehm. Se independiza de la autoridad tiránica de un exigente sistema
preconcebido” (1962: 101-2). Traducción: Nilda Vineis. Volver
163 El sonido de todos los aerófonos (tanto los libres como los de soplo), se produce por uno de
estos dos principios: una corriente de aire choca contra un filo (flautas) o es interrumpida
periódicamente (clarinetes, oboes y trompetas). Volver
164 Sin duda se refiere a la flauta travesera. Volver
165 Como el autor define en párrafos anteriores, las flautas son aerófonos de soplo en los cuales el
sonido se produce por el choque contra un filo de una corriente de aire en forma de cinta. es
decir que, tanto la flautilla como los flageolets son estrictamente flautas, aunque de tipos diferentes
(cf. Hornbostel y Sachs, 1914: 583-87). Volver
166 Adquiridas en Humahuaca por Carlos Vega durante el viaje nº 1 del INM, 1931. Volver
167 Esta diferencia entre las flautillas jujeñas y las chaquenses, se relaciona con un detalle importante
en la ejecución de ambos tipos. En las jujeñas, de tubo cerrado, el orificio más cercano al
extremo distal (el más alejado de la boca del ejecutante) determina la longitud vibrante del tubo
y, por lo tanto, la altura de la nota más grave que puede dar el instrumento. Incluso, en
ocasiones, no se lo obtura durante la ejecución. Volver
168 En cuanto a su uso en la región chaqueña, en la publicación citada al tratar acerca del nombre, E.
Palavecino dice: “Las flautas de caña son del tipo vertical. Creo que no tiene otro empleo que el
deleite, independiente del baile (lám. XVII).” (1933: 568). Volver
169 Viaje N° 1, 1931, grabación realizada a Modesto Eraso, de 35 años (INM CGD: 2, registro 39).
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170 Idem anterior (INM CGD: 2, registro 40). Volver
171 Viaje Nº 2, 1932, grabado a Remigio Miranda, 35 años (INM CGD: 5, registro 82). Volver
172 Evidentemente se trata de la quena A 133 del INM. Ingresó al MCN en 1925, con el n° 25-44;
procedente de Cuzco, Perú, fue donada por Héctor Gresliebin. Volver
173 Se trata del registro 2, viaje N° 1, 1931, grabado a Plácido Aramayo, 35 años, Humahuaca (INM
CGD: 1). Volver
174 A casi setenta años, esta hipótesis se confirmó con creces. Hay bandas de sikus en Jujuy y en
grandes ciudades del país, como Buenos Aires (y sus alrededores), Mendoza, etc. Volver
175 El Territorio de Los Andes, fundado en 1900, fue disuelto en 1943 y sus tierras repartidas entre
las provincias de Jujuy, Salta y Catamarca. Volver
176 El ejemplar fue colectado por Carlos Vega en Humahuaca, durante el Viaje de estudios N° 1 del
INM, 1931. Volver
177 Viaje Nº 1, 1931, Toma directa efectuada en Tilcara a Florentino Puma, 30 años. (INM CGD: 2,
registro 47). Llama la atención que sólo se haya consignado el nombre de uno de los ejecutantes.
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314
178 En la 1ª. edición la fecha fue consignada, erróneamente, como 1932. (INM RTD: 2, registro 2)
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179 Durante su viaje nº 2, 1932 Vega se reencontró con el sikuri Florentino Puma, esta vez en
Humahuaca, y realizó esta toma directa (INM CGD: 6, regitro 107). Volver
180 Viaje Nº 1, 1931, Florentino Puma, Tilcara (INM CGD: 2, toma directa nº 48). Volver
181 Viaje nº 1, ídem anterior (INM CGD: 3, toma directa nº 50). Volver
182 Viaje 1, idem anterior (INM CGD: 2, toma directa nº 49). Volver
183 Ver nota 8 de los Editores. Volver
184 Pero observó una ilustración que aparece en la lámina ya mencionada de José Toribio Medina
(1882: lámina [11], n° 79. Volver
185 Paradójicamente, es muy frecuente que una denominación muy precisa en una cultura específica
se popularice en un ámbito más amplio funcionando como tipológica para instrumentos
similares pero con características y nombres locales diferentes. Se puede citar, por ejemplo, la
utilización del término siku para todas las flautas de Pan, gaita para los aerófonos con reservorio
flexible para el aire, violín para los laúdes frotados, maraca para las sonajas de vaso, etc. Por su
parte, la organología ha tomado nombres locales para designar tipos de instrumentos: p. ej. laúd,
timbal, trompeta y muchos otros. La utilización del término flageolets (nombre local francés) para
distinguir a todas las flautas con canal de insuflación es muy eficaz, pero, a diferencia de otras
propuestas de este libro, no se ha generalizado en castellano. Volver
186 En el VOCABVLARIO BREVE EN LA LENGUA QUICHVA, DE LOS vocablos más
ordinarios (pp. 123-151) se lee: “flauta pincollo” (pág. 136). En cambio, en el BREVE
VOCABVLARIO QUE COMIENZA POR LOS VOCABLOS QUICHUA AL TROCADO
DEL PAFADO (pp. 152-188), dice: “pincullo flauta” (pág. 168). Volver
187 La referencia es al nombre, no al instrumento: “Antara: una especie de flauta de Pan, figura entre
los instrumentos de la música guerrera junto a la Khepa o anka Khepa, la trompeta mayor a la
Wayl´a Khepa, la trompeta de señales, hecha de caracol marino, llamada tsuru en quiteño y tsula
entre los kol´as; a la Hatuntaki o Wankar, el tambor, y a varios otros”. Volver
188 El término Tucumán no se refiere a la actual provincia argentina sino a la antigua gobernación
del Tucumán que comprendía lo que hoy son siete provincias. Volver
189 En las de mayor tamaño esa reducción facilita la digitación. Volver
190 Al cotejar los datos consignados con la documentación conservada en el Archivo del INM se
advierte aquí una contradicción. La melodía nº 50 sería la efectuada en Senador Pérez, Uquía a
Luis Urista, 56 años, durante el viaje nº 1, 1931 (INM CGD: 2, registro 41). No consigna el
nombre de quien toca el bombo. Volver
191 Viaje n° 1, Secundino Ortega, 34 años, Humahuaca (INM CGD: 1, registro 14 y 15). Volver
192 En la actualidad, en territorio argentino el término tarka no se utiliza como sinónimo de pinkillo.
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193 Ver nota 33 de los editores. Volver
194 Dos observaciones sobre esta última oración. Es evidente que en la descripción del tokoro se ha
deslizado un error: donde se lee: “...canal de insuflación y un canal complementario de cera...”
debió decir: ...canal de insuflación y un tubo complementario de caña... Por otra parte la función
de este tubo –facilitar que, en un instrumento de gran longitud el ejecutante pueda soplar y
obturar los orificios de digitación simultáneamente– permite asimilarlo con el tudel de otros
instrumentos (ejemplos: contrafagot y flauta dulce baja). Volver
195 Viaje n° 11, 1938 Salta, toma directa 733, Gregorio Vázquez, 22 años. San Antonio de los
Cobres (INM CGD: 35). Volver

315
196 Dice González: “[...] los muchachos tienen preparadas las flautas de caña con las cuales tan bien
se toca el triste y la vidalita.” Volver
197 En el Catálogo de instrumentos musicales del Museo del INM, manuscrito por Vega hasta el
registro 176 del año 1959, se consignan las dos flautas (no ´tucumanas‟) que, con anchas y
defectuosas escotaduras, parecen haber inspirado este texto. Se trata de los ejemplares A 26 y A
27; en la descripción de la primera se lee: “Aerófono de filo o flauta con escotadura ´quena‟. Seis
agujeros. Ensayo imperfecto de fabricación fuera de área, hecha por el hijo a base de recuerdos e
indicaciones de la madre, a pedido del compilador. Largo 44,4, diám. 2,6 cm [...]” (INM CIM: 5).
En la segunda, después de idéntico encabezamiento: “...ensayo imperfecto e incompleto hecho
en las mismas circunstancias del anterior [...]” (loc. cit.). Volver
198 Vega estuvo en esta localidad durante el transcurso del viaje 38, 1944 (INM CGD: 170-71).
Volver
199 A pesar de la minuciosa descripción de este párrafo y del anterior, que contienen detalles como
“[...] midiendo el espacio con la tercer falange de su dedo índice [...]” o “[...] midió las distancias
[...] colocando los dedos [...]”, Vega insistió en señalar la despreocupación de los constructores
por las medidas, sin tener en cuenta que ellos aplicaban una medida corporal, no el sistema
métrico decimal. Volver
200 Esta flauta fue adquirida por Isabel Aretz en Tucumán, Viajes 23-25, 1941. (Cat. IM: 17). Volver
201 La descripción hace especial referencia a la función estrictamente sonora de las armas: “[...]
varios mozos tenían escopetas y trabucos, y disparaban tiros sin balas ni perdigones, pero con
mucha pólvora y muy apretada por el taco, a fin de que retumbase más el sonido”. Volver
202 Viaje nº 12, Tucumán, 1938. Juan Pablo Solórzano, tomas directas 834, 835 y 836, realizadas en
Monteros (INM CGD:40) Volver
203 En el exhaustivo Informe que Vega elaboró después de su primer viaje en 1931, consignó como
Erke a este instrumento. Volver
204 Se trata de un clarinete idioglota: la lengüeta no está agregada sino que se recorta en la boquilla.
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205 El Diccionario de la Real Academia Española define a la lengüeta como: “Lámina movible de
metal u otra materia que tienen algunos instrumentos musicales de viento [...]”. Volver
206 En realidad, si bien la lengüeta es una lámina delgada, utilizar el término “filo” induce a la
confusión, ya que, en la terminología técnica organológica, el filo define a las flautas por su
precisa función. Volver
207 En el erkencho se trata de un tubo delgado. Volver
208 En castellano se ha extendido el uso de los términos idioglota / heteroglota (cuando la lengüeta está
agregada a la boquilla). Volver
209 Adquirido en Humahuaca, Viaje nº 1 del INM, 1931 (INM CGD: 3) Volver
210 Otro ejemplar puede verse en la lámina R del DVD adjunto. Volver
211 “La diferencia de presión en el soplo permite obtener de cuatro a seis, y aún más, sonidos,
aunque habitualmente sus melodías no rebasan el ámbito de quinta.” (Ruiz , Pérez Bugallo y
Goyena: 54) Volver
212 Porque producen el soplo entrecortado propio de las lengüetas dobles. Volver
213 Viaje nº 1 del INM, grabado a Brígido Paredes, 36 años, Humahuaca (INM CGD: 1, registro 22).
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214 Idem anterior (INM CGD: 1, registro 23). Volver
215 Viaje 2, grabado a Remigio Miranda, 35 años, Yavi (INM CGD: 5, registro 84). Volver

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216 Probablemente el neologismo utilizado aquí por Vega, respetaba la denominación que utilizaban
los músicos locales. Volver
217 Ver nota 63 de los editores. Volver
218 “Caña”· es el nombre que también se le da al instrumento en Tarija (Bolivia). Volver
219 La vibración de los labios interrumpe periódicamente la corriente de aire producida por el soplo
y excita así al aire contenido en el tubo, que, al vibrar, produce el sonido. Volver
220 Los labios del ejecutante actúan como lengüetas. Volver
221 En uno de los cuadernos correspondientes al Viaje nº 41 del INM (1945) que incluyó localidades
de la provincia de Santiago del Estero, Vega anotó: “´Corneta`, nombre popular del erke en
Stgo. – Sumanao y Tuamo”. (INMA: Cuaderno nº 23, pág. 11 vuelta). Volver
222 A 20 del INM, adquirido en Humahuaca durante el Viaje nª 1. Volver
223 El mismo material se usa en los pabellones del instrumento en Tarija (Bolivia). Volver
224 No ha podido determinarse a qué instrumentos se refiere. Volver
225 Este instrumento es utilizado virtualmente sólo para acompañar procesiones religiosas. Volver
226 En verdad, más que asociarlos al acorde perfecto mayor, habría que referirse a la serie de
armónicos naturales. Volver
227 Viaje nº 1 del INM, 1931, grabado a Luis Urista, 56 años, Senador Pérez (INM CGD: 2, registro
42). Volver
228 Viaje n° 2 del INM, 1932, Hilario Aguirre 38 años, Yavi (INM CGD: 5, registro 85). Volver
229 Idem anterior, registro 83. Volver
230 Viaje nº 1 del INM, grabado a Brígido Paredes, 36 años, Humahuaca (INM CGD: 1, registro 24.
Volver
231 La imagen pertenece a la Planche IX, pag. 59. Volver
232 Las gobernaciones de Formosa, Neuquén y Río Negro fueron provincializadas, en 1955. Volver
233 Proveniente de Carahue, Cautín, Chile, ingresó al MCN en 1928, por compra a la Sra. G. de
Hess. Volver
234 Transferido del Museo de Ciencias Naturales al INM en 1948. Fue dado de baja en 1977. Volver
235 Durante la ceremonia de fertilidad del nguillatún se apoya en el rewe, altar sagrado. Volver
236 El término organológico apropiado es: trompeta. Volver
237 Ver nota de editores nº 80. Volver
238 Viaje 29, 1941-42. Volver
239 No ha sido posible determinar a quién se refiere. Volver
240 También en este caso no hemos logrado identificar a quién hace referencia. Volver
241 Vega no menciona la presencia de este instrumento entre los Mbïa de la provincia de Misiones.
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