Apuntes Prueba Saber
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Apolo se volvió el arquetipo del dios-adivino y el oráculo de Estado, al que se le consultaba como
oráculo sobre todo en Delfos (pero también en Delos, Patara y Claros). Los oráculos que se
pronunciaban son todavía célebres y la importancia del santuario oracular nos ha permitido seguir
su evolución, así como conocer algunos detalles importantes para comprender la mántica griega.
El oráculo de Delfos ha permanecido muy vivo hasta el periodo cristiano. Los cristianos, sin
embargo, lo caricaturizaron, dando de la Pitia —la intérprete oracular de Apolo— una imagen
falsa, la de una mujer histérica y drogada, y transmitiéndolo en textos erróneos, que han
participado mucho en su abandono. Entre los testimonios más seguros tenemos los de Plutarco
(c.46-c.120), el cual asumió durante 30 años el cargo de sacerdote del templo de Apolo, encargado
del santuario oracular. Sabemos gracias a excavaciones realizadas en Delfos que el santuario era
uno de los más frecuentados y de los más ricos. Para más detalles sobre el santuario mismo
consultar el templo de Apolo y el oráculo de Delfos.
Organización religiosa
el consultante (que no podía ser una mujer) pagaba una tasa establecida por una confederación de
ciudades griegas; las consultas podían ser hechas individual o colectivamente, para una ciudad,
por ejemplo. El pago de una sobretasa o servicios proporcionados a la ciudad de Delfos permitían
adquirir el derecho de promancia, es decir, el de consultar antes que los demás y así hacer caso
omiso a la lista de espera que podía ser muy larga, ya que no se podía consultar a la Pitia más que
una vez al mes;
allí se encontraba con la Pitia, que se había purificado al beber agua de la fuente Castalia de Delfos
y masticado hojas de laurel; esta se hallaba instalada sobre un trípode.
el consultante ofrecía un sacrificio cruento al dios, el cual era conducido por los dos sacerdotes y
sus asistentes; anticipadamente, la víctima era rociada con agua fría y, si no temblaba, la consulta
al oráculo era anulada (con el riesgo, si no, de matar a la Pitia: ella no podía contradecir este signo
divino que daba o no su acuerdo);
el consultante hacía su pregunta a la Pitia, cuestión que los sacerdotes entregaban a menudo en
forma (a fin de que ella adoptara la forma de una alternativa);
la Pitia, finalmente, devolvía el oráculo del dios que hablaba a través de ella; esta respuesta debía
ser pronunciada de modo claro por ambos sacerdotes de Apolo. Según los testimonios, como los
de Plutarco, la Pitia no era visible, y no se oía más que su voz.
Por lo visto, la Pitia estaba en un estado de entusiasmo, es decir, de inspiración divina; la leyenda
contaba que los efluvios mágicos surgían en el templo, y que eran los responsables del estado de
la Pitia. Según los historiadores griegos, que no hicieron más que repetir las leyendas, estos
efluvios habrían incluso empujado al suicidio a los pastores y a los simples mortales que lo
hubieran respirado por azar. Convenía pues que ella, para recibir la inspiración divina, fuera pura,
virgen, y llevara una vida sana. Su espíritu debía estar disponible, calmo y sereno, a fin de que la
posesión por el dios no fuera rechazada, con el riesgo de llevarla a la muerte.
Después de la Antigüedad, muchas hipótesis han intentado explicar los pretendidos trances de la
sacerdotisa, pero las pruebas concretas o textuales siempre han faltado. Se ha dicho de la Pitia
que estaba en el ádyton del templo. Ahora bien, si las excavaciones actuales en Delfos no
permiten reconstruir con precisión lo que era este ádyton (fue arrasado por diferentes invasores y
por los cristianos), las teorías más comunes admiten que se trataba de una parte más baja y no de
una sala secreta situada debajo del templo, todavía menos de un precipicio. Ninguna grieta es
tampoco visible.
Otra teoría reconstituye el ádyton no como una sala, pero sí como un hoyo abierto. Si el ádyton
era una cripta, como es el caso del templo de Zeus, los registros procedentes de las excavaciones
habrían revelado rastros ínfimos, mientras que en este caso no es así. Los arqueólogos se
desanimaron ante esta ausencia total de elementos. Pero si no se encuentra ni se recobra nada es
que posiblemente no lo hubo. El ádyton fue consagrado a un lugar, luego se construyó el templo
alrededor, pero debieron dejar el hoyo en estado bruto, sin techo. La Pitia podía percibir la puerta
del templo desde lo alto de su trípode, un templo de 63 metros de longitud... Sin embargo, los
autores antiguos hablan de «bajada» en el ádyton, de una «abertura», de un «orificio». El ádyton
probablemente era una cavidad simple, con un hoyo en medio y el trípode arriba. El tiempo
taponó el hoyo y se llenó de hierbas. El ádyton era bastante ancho como para contener el trípode,
el ónfalos, un plano de laureles, la tumba de Dioniso, una estatua de Apolo y un lugar donde el
consultor se sentaba. Plutarco, Estrabón, Platón, Pausanias, Diodoro Sículo y muchos otros
testigos dejaron su visión de este lugar.
En la mitología griega, las Moiras (en griego antiguo Μοῖραι Moîrai ‘repartidoras’) eran las
personificaciones del destino. Sus equivalentes en la mitología romana eran
las Parcas o Fatae, las Laimas en la mitología báltica y las Nornas en la nórdica. Vestidas con
túnicas blancas y de semblante imperturbable, su número terminó fijándose en tres.
La palabra griega moira (μοῖρα) significa indistintamente ‘destino', ‘parte', ‘lote' o ‘porción', en
referencia a su función de repartir a cada mortal la parte de existencia y de obras que le
corresponden en el devenir del cosmos. Controlaban el metafórico hilo de la vida de cada ser
humano desde el nacimiento hasta la muerte, y aún después en el Hades.
En principio, las Moiras eran concebidas como divinidades indeterminadas y abstractas, quizá
incluso como una sola diosa. En la Ilíada de Homero se habla generalmente de "la Moira", que
hila la hebra de la vida para los hombres en su nacimiento1 (μοῖρα κραταιή, moîra krataiḗ:
‘poderosa Moira’).2 En la Odisea hay una referencia a las Klôthes (Κλῶθές) o hilanderas.3
En Delfos sólo se rendía culto a dos: la moira del nacimiento y la de la muerte.4 En Atenas, la
diosa Afrodita era considerada la mayor de ellas en su aspecto de Afrodita Urania, según
la Descripción de Grecia de Pausanias.5
Una vez su número se hubo establecido en tres,6 los nombres y atributos de las Moiras
quedaron fijados:
Ananké (mitología)
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Todos los elementos del área del objeto se ordenen bajo uno u otro concepto (sean un
subconjunto o concepto subordinado).
Ningún elemento sea ordenable bajo ambos conceptos (ambos subconjuntos) a la vez,
es decir, que no exista un grupo de los elementos que pertenecen a ambos
(la intersección debe ser vacía) y se trate por tanto de conjuntos disjuntos.
La ilustración en esta página arriba a la derecha podría confundir si se la lee desde el punto
de vista de la teoría de conjuntos y se piensa que existen elementos que no pertenecen ni a A
ni a B. El diagrama debe leerse de modo tal que el área de fondo en cada caso es vacío, es
decir, que todos los elementos pertenecen a la figura de A o de B.
Una falsa dicotomía es una conclusión falsa a la que se llega intencionalmente o sin
intención y que presenta una decisión entre dos únicas posibilidades como una necesidad, a
pesar de que existen otras posibles alternativas de decisión.
ESFINGE
Francesco Petrarca
(Arezzo, actual Italia, 1304 - Arqua, id., 1374) Poeta y humanista italiano.
Durante su niñez y su primera adolescencia residió en distintas ciudades
italianas y francesas, debido a las persecuciones políticas de que fue objeto
su padre, adherido al partido negro güelfo. Cursó estudios de leyes en
Carpentras, Montpellier, Bolonia y Aviñón, si bien nunca consiguió
graduarse.
La obra de Petrarca
Su producción puede dividirse en dos grupos: obras en latín y obras en
lengua vulgar. Las primeras fueron las que le reportaron mayor éxito en
vida, y en ellas cifraba Petrarca sus aspiraciones a la fama. Cabe destacar
en este apartado el poema en hexámetros África (que dejó inacabado y en
el que rescata el estilo de Tito Livio), las doce églogas que componen
el Bucolicum carmen y la serie de biografías de personajes clásicos titulada De
viris illustribus. Reflejo de sus inquietudes espirituales son los diálogos
ficticios con San Agustín recogidos en el Secretum.