Oráculo Griego
Oráculo Griego
Oráculo Griego
Índice
Los dioses adivinos
Zeus
Otros dioses
Apolo Pitio
Vitalidad del oráculo de Delfos
Organización religiosa
Papel político del oráculo de Delfos
Papel espiritual e intelectual del oráculo de Delfos
Véase también
Bibliografía
Fuentes primarias
Sobre el oráculo griego
Bibliografía en inglés
Bibliografía en francés
Enlaces externos
Zeus
El primer dios adivino es Zeus, cuyos oráculos eran pronunciados en numerosos santuarios, siendo el más
antiguo el de Dodona, en Epiro. El santuario oracular de Dodona, por cierto citado por Homero, conoció un
declive en el siglo IV a. C. Los oráculos de Zeus eran transmitidos, entre otros, por incubación de los
sacerdotes Selles que, para permanecer en contacto con los dioses bajo un aspecto ctónico (lo que muestra
su antigüedad), debían dormir en el suelo, andar con los pies descalzos y sin lavarse. Más tarde, es por el
ruido del viento en las hojas de los robles de Dodona como se expresa el dios. La interpretación podía
también ser efectuada por dos sacerdotisas llamadas las Palomas (que practicaban quizás también la toma de
auspicios, o la interpretación del vuelo de las aves). Algunas preguntas planteadas al dios se han hallado
gracias a láminas de bronce sobre las cuales, más tardíamente, se han escrito.
Zeus-adivino era también consultado en Olimpia y se dirigía a los sacerdotes Yámidas vía las llamas del
sacrificio. Lo que enseñaban también los arúspices, leyendo la respuesta en las entrañas extraídas de la
víctima (cabras). En época clásica Zeus oracular está sobre todo presente en Egipto, identificado con Amón.
Otros dioses
Afrodita era consultada en Pafos, ciudad de la isla de Chipre, y se expresaba en las entrañas y el hígado de
las víctimas sacrificiales; como Zeus en Olimpia, este método oracular se parece a la haruspicina.
Trofonio poseía igualmente un oráculo en Lebadea, Beocia, evocado en Las nubes de Aristófanes, en las
obras de Plutarco Sobre la desaparición de los oráculos y El Daimon de Sócrates (Obras morales o de
costumbres o Moralia: V, 29; VII, 46), así como en un episodio de la Vida de Apolonio de Tiana. Pero sobre
todo es por Pausanias por quien conocemos el rito del descenso en el antro subterráneo de este héroe,
arquitecto mítico, con su hermano Agamedes, del umbral del templo pitio de Delfos, según el Himno
homérico a Apolo.
Apolo Pitio
Apolo se volvió el arquetipo del dios-adivino y el oráculo de Estado, al que se le consultaba como oráculo
sobre todo en Delfos (pero también en Delos, Patara y Claros). Los oráculos que se pronunciaban son
todavía célebres y la importancia del santuario oracular nos ha permitido seguir su evolución, así como
conocer algunos detalles importantes para comprender la mántica griega.
El oráculo de Delfos ha permanecido muy vivo hasta el periodo cristiano. Los cristianos, sin embargo, lo
caricaturizaron, dando de la Pitia —la intérprete oracular de Apolo— una imagen falsa, la de una mujer
histérica y drogada, y transmitiéndolo en textos erróneos, que han participado mucho en su abandono. Entre
los testimonios más seguros tenemos los de Plutarco (c.46-c.120), el cual asumió durante 30 años el cargo
de sacerdote del templo de Apolo, encargado del santuario oracular. Sabemos gracias a excavaciones
realizadas en Delfos que el santuario era uno de los más frecuentados y de los más ricos. Para más detalles
sobre el santuario mismo consultar el templo de Apolo y el oráculo de Delfos.
Organización religiosa
La profetisa, en sentido griego: la que habla en lugar de dios, es llamada la Pitia (Πυθία ἱέρεια / puthía
hiéreia, «sacerdotisa pitia»), escogida entre las mujeres de la región. Su nombre (en origen un adjetivo, pero
utilizado a menudo Πυθία puthía solamente) viene de un epíteto unido al nombre de un dios, en este caso el
de Apolo. Se nombró pitia en Delfos porque Apolo había derribado allí a la serpiente Pitón; Delfos, por
cierto, es a menudo llamado Πυθώ Puthố (véase el artículo Apolo para más detalles). La Pitia era a menudo
mayor, y Plutarco nos informa que ella podía tener una cincuentena de años, lo que, para la época, era una
edad avanzada. Se expresaba en verso (al menos se expresó así durante largo tiempo); Plutarco, sin
embargo, recalca que en su época ya no lo hacía, sin poder explicar por qué), y sus palabras confusas debían
ser interpretadas por un colegio de dos sacerdotes, asistidos por cinco ministros del culto. Cosa excepcional,
estos cargos eran atribuidos vitaliciamente.
el consultante (que no podía ser una mujer) pagaba una tasa establecida por una
confederación de ciudades griegas; las consultas podían ser hechas individual o
colectivamente, para una ciudad, por ejemplo. El pago de una sobretasa o servicios
proporcionados a la ciudad de Delfos permitían adquirir el derecho de promancia, es decir, el
de consultar antes que los demás y así hacer caso omiso a la lista de espera que podía ser
muy larga, ya que no se podía consultar a la Pitia más que una vez al mes;
se conducía al consultante al ádyton del templo de Apolo;
allí se encontraba con la Pitia, que se había purificado al
beber agua de la fuente Castalia de Delfos y masticado hojas
de laurel; ésta se hallaba instalada sobre un trípode.
el consultante ofrecía un sacrificio cruento al dios, el cual era
conducido por los dos sacerdotes y sus asistentes;
anticipadamente, la víctima era rociada con agua fría y, si no
temblaba, la consulta al oráculo era anulada (con el riesgo, si
no, de matar a la Pitia: ella no podía contradecir este signo
divino que daba o no su acuerdo);
el consultante hacía su pregunta a la Pitia, cuestión que los
sacerdotes entregaban a menudo en forma (a fin de que ella
adoptara la forma de una alternativa);
la Pitia, finalmente, devolvía el oráculo del dios que hablaba
a través de ella; esta respuesta debía ser pronunciada de
modo claro por ambos sacerdotes de Apolo. Según los
testimonios, como los de Plutarco, la Pitia no era visible, y no
se oía más que su voz.
Después de la Antigüedad, muchas hipótesis han intentado explicar los pretendidos trances de la sacerdotisa,
pero las pruebas concretas o textuales siempre han faltado. Se ha dicho de la Pitia que estaba en el ádyton
del templo. Ahora bien, si las excavaciones actuales en Delfos no permiten reconstruir con precisión lo que
era este ádyton (fue arrasado por diferentes invasores y por los cristianos), las teorías más comunes admiten
que se trataba de una parte más baja y no de una sala secreta situada debajo del templo, todavía menos de un
precipicio. Ninguna grieta es tampoco visible.
Otra teoría reconstituye el ádyton no como una sala, pero sí como un hoyo abierto. Si el ádyton era una
cripta, como es el caso del templo de Zeus, los registros procedentes de las excavaciones habrían revelado
rastros ínfimos, mientras que en este caso no es así. Los arqueólogos se desanimaron ante esta ausencia total
de elementos. Pero si no se encuentra ni se recobra nada es que posiblemente no lo hubo. El ádyton fue
consagrado a un lugar, luego se construyó el templo alrededor, pero debieron dejar el hoyo en estado bruto,
sin techo. La Pitia podía percibir la puerta del templo desde lo alto de su trípode, un templo de 63 metros de
longitud... Sin embargo, los autores antiguos hablan de «bajada» en el ádyton, de una «abertura», de un
«orificio». El ádyton probablemente era una cavidad simple, con un hoyo en medio y el trípode arriba. El
tiempo taponó el hoyo y se llenó de hierbas. El ádyton era bastante ancho como para contener el trípode, el
ónfalos, un plano de laureles, la tumba de Dioniso, una estatua de Apolo y un lugar donde el consultor se
sentaba. Plutarco, Estrabón, Platón, Pausanias, Diodoro Sículo y muchos otros testigos dejaron su visión de
este lugar.
Se ha dicho que los cristianos se burlaban de esta sacerdotisa y del culto, describiendo a la Pitia como una
loca rabiosa, babeante, embriagada de vapores de azufre, poseída psíquicamente por el Maligno que se
introducía en ella por su vagina. Tales injurias se encuentran, por ejemplo, en Orígenes o en Juan
Crisóstomo. Esta visión no coincide en absoluto con la que los griegos nos han transmitido de la sacerdotisa.
No se ha encontrado en Delfos ninguna fisura bajo el templo de Apolo, ni ninguna otra exhalación natural.
Aunque incoherente con los hechos históricos, esta imagen de la Pitia se impuso al imaginario colectivo. De
hecho, no es raro encontrar tal alusión a la Pitia en los trabajos de investigación más serios o bien alguna
alusión a emanaciones gaseosas, no existiendo prueba alguna efectiva.
Además de un papel religioso principal en el mundo antiguo — el oráculo de Apolo no era consultado
exclusivamente por los griegos — los oráculos de la Pitia han tenido un lugar importante en la organización
política griega. Tres hechos curiosos son notables concernientes a la opinión que el dios se supone tenía del
poder griego. El oráculo no era siempre sostenido por las acciones de su pueblo.
Durante las Guerras Médicas, Atenas consultó al oráculo en 490 a. C., para preguntar si era bueno que
Esparta le ayudara. El oráculo pronunció una respuesta negativa, ya que la intervención del espartiata
Leónidas I en las Termópilas en 480 permitiría a los atenienses ganar tiempo para conseguir la victoria en
Salamina (victoria que se debió a un oráculo de la Pitia, que había aconsejado construir un muro de madera,
lo que simbólicamente, representaba a la flota ateniense concentrada en la bocana del puerto de Salamina).
Se acusa a la Pitia de medizar (μηδίζειν / mêdízdein), de «hablar en favor de los medos».
El segundo oráculo destacable tuvo lugar durante las guerras del Peloponeso, que enfrentaron a Atenas y
Esparta; éste daba claramente la razón a los espartanos. Se acusa esta vez a la Pitia de laconizar (λακωνίζειν
/ lakônízdein), de «hablar en favor de Lacedemonia», el otro nombre de Esparta.
Durante las conquistas de Filipo, el oráculo, del lado del «bárbaro», es acusado de filipizar (φιλιππίζειν /
philippízdein).
El oráculo se muestra sobre todo receloso del vis a vis de los atenienses. En efecto, se sufría seguro las
influencias del pueblo de Delfos, pro aristócrata y bastante conservador. Esto explica sin duda por qué la
Pitia es a menudo mostrada desfavorable a Atenas: la democracia no era un olor de santidad en esta región
del mundo griego.
Si bien a menudo desfavorable a Atenas, el oráculo había apoyado su acción colonizadora. Es así que la
leyenda informa de que la colonia de Cirene, en Libia, fue fundada gracias a un oráculo: un cierto Batos
estaba afligido por un tartamudeo. El oráculo le había aconsejado para su curación fundar una ciudad en
Cirene; al hacerlo vio un león. El miedo causado por este encuentro fortuito le curó definitivamente de esta
aflicción. Existen numerosos ejemplos de este tipo.
La ciudad de Delfos, por otra parte, desempeñó en la Antigüedad un papel económico importante: ciudad
muy frecuentada, el dinero circulaba allí (el de las tasas por consulta, numerosos tesoros ofrecidos por las
ciudades que el oráculo había «favorecido», ofrendas, las compras de víctimas sacrificiales que solo los
vendedores de la ciudad podían vender, etc.). Aparecieron, para administrar este flujo monetario creado por
las consultas oraculares, cambistas y prestamistas. Es además en Delfos, en el siglo VI a. C., donde los
primeros bancos hacen su aparición.
Apolo no era, por otra parte, el único dios residente en Delfos: Dioniso se decía que pasaba allí el invierno y
Atenea era también adorada; la coexistencia de estos cultos hacía decir a los antiguos que la presencia del
oráculo era una garantía de respeto mutuo.
La ciudad de Delfos estaba bañada en un clima de piedad y de efervescencia intelectual. Allí se despojaba de
sus máscaras sociales, con la imagen de Apolo que, al fundar la ciudad, debió purificarse de la muerte de
Pitón. La filosofía era practicada y fomentada, y es un oráculo de Delfos el que habría empujado a Sócrates
a enseñar, después de que uno de sus discípulos habría informado que su maestro era el más sabio de los
hombres. Varios lemas filosóficos adornaban la ciudad: «nada en exceso» (μηδὲν ἄγαν / mêdén ágan),
inculcando la mesura y el rechazo de los excesos, «conócete a ti mismo» (γνῶθι σεαυτόν / gnỗthi seautón),
en el frontón del templo de Apolo, máxima que enseñaba la importancia de la autonomía en la búsqueda de
la verdad (fórmula que Sócrates repetirá por su cuenta en el Cármides) y la de la introspección, así como
una extraña «Ε», también sobre el frontón del templo y sobre cuyo significado los griegos se interrogaron
durante largo tiempo, y que podría ser una manera de anotar la palabra εἶ eĩ, «tú eres», sobreentendida como
«tú también tienes una parte divina». Sea lo que sea, la presencia del oráculo ha hecho de Delfos un lugar
por excelencia de revelación de uno mismo.
Véase también
Oráculo
Oráculo de Delfos
Templo de Apolo de Delfos
Sibila
Dodona
Asclepeion
Religión de Grecia Antigua
Religión de Grecia Antigua (fuentes)
Religión de Grecia Antigua (nociones)
Religión de Grecia Antigua (culto)
Antigua Grecia
Bibliografía
Fuentes primarias
Cicerón, Marco Tulio (1999). Sobre la adivinación. Sobre el destino. Timeo. Madrid: Editorial
Gredos. ISBN 978-84-249-2249-8.
Heródoto (1986). Historia. Obra completa. Volumen I: Libros I-II. Madrid: Editorial Gredos. ISBN
978-84-249-3482-8.
Pausanias (1994). Descripción de Grecia. Obra completa. Madrid: Editorial Gredos. ISBN 978-
84-249-1650-3.
Bibliografía en inglés
Parke, H. W. (1967). The Oracles of Zeus: Dodona, Olympia, Ammon. Oxford.
Bibliografía en francés
Bonnechere, Pierre (2003). Trophonios de Lébadée. Cultes et mythes d'une cité béotienne au
miroir de la mentalité antique. Brill, Leyde. ISBN 2-86958-170-X.
Jacquemin, Anne (1999). Offrandes monumentales à Delphes. Atenas: École française
d'Athènes. ISBN 2-86958-170-X.
APELLIDO, NOMBRE (1965). Devins et oracles grecs. col. «Que sais-je?». París: Presses
Universitaires de France.
Roux, George (1976). Delphes, son oracle et ses dieux. París: Belles lettres.
Savignac, Jean-Paul (1989). Les oracles de Delphes. Giromagny: La Différence. ISBN 2-7291-
1386-X.
Enlaces externos
En Grèce, la religion des oracles (http://www.clio.fr/BIBLIOTHEQUE/en_grece_la_religion_des
_oracles.asp), por Pierre Lévêque, catedrático emérito de historia antigua (en francés).
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