Plancha Las Virtudes Teologales

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Valle de Santa Cruz, al 12 de octubre de 2020, año de la verdadera luz.

“Plancha: LAS VIRTUDES TEOLOGALES

Trazado burilado por el Q:.H:. M:. M:. José Yamil Méndez Mojica

¿Qué se entiende por virtud? Despejemos, primero, esta incógnita antes de querer
comprender el tema en cuestión.
Virtud para Nietszche, el filósofo, deriva de la voz latina “vir”, que significa hombre,
masculino, guerero, vocablo del cual deriva la palabra virilidad. Lo que pretendía Nietszche
era forzar la creencia de que la virtud es una condición solamente alcanzable a los varones.
En cierto modo es entendible, dado que virtud, en latín, “virtus”, hacía referencia al coraje
de los guerreros, se comprenda el origen machista de la palabra, pero no es más esta su
connotación cerrada a un solo género si no que se entiende hoy en día como cualidad
humana en general ya que a su vez, vir necesitaba de la palabra vis para explicar la fuerza,
la potencia y potencia tiene un significado más general, neutral y universal de lo que puede
llegar a ser.
Por tanto, virtud es tanto el valor propiamente dicho, requerido para ejecutar una acción,
como la potencialidad interna del ser, antes de llegar a dicha acción.
De esa forma aterrizamos en lo que son las virtudes.
La masonería ha heredado estas categorías, del cristianismo. Para la Iglesia católica, virtud
se define como: una firme y habitual disposición para hacer el bien. Permite a la persona
no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas
sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través
de acciones concretas.
Las virtudes se clasifican en teologales y cardinales, las teologales son: la Fe, la Esperanza
y la Caridad; las cardinales: la Prudencia, la Templanza, la Fortaleza y la Justicia.
En el presente trabajo nos atinge hablar de las primeras tres:
La fe
La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha dicho y
revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque Él es la verdad misma. Por la fe “el
hombre se entrega entera y libremente a Dios”. Por eso el creyente se esfuerza por conocer
y hacer la voluntad de Dios.
Pero, “la fe sin obras está muerta: privada de la esperanza y de la caridad, la fe no une
plenamente el fiel a Dios.

VALLE DE SANTA CRUZ RITO ESCOCÉS RECTIFICADO


ORIENTE DE BOLIVIA Régimen Escocés Rectificado en los Conventos
Av. /… Nº, Santa Cruz de la Sierra. de las Galias (1778) y de Willhemsbad (1782)
No se debe sólo guardar la fe y vivir de ella sino también profesarla, testimoniarla con
firmeza y difundirla:
La esperanza
La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos a la vida eterna como felicidad
nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en
nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo.
La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón
de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las
purifica para ordenarlas al Reino de los cielos; protege del desaliento; sostiene en todo
desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de
la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad.
La esperanza cristiana recoge y perfecciona la esperanza del pueblo elegido que tiene su
origen y su modelo en la esperanza de Abraham en las promesas de Dios.
La esperanza cristiana se manifiesta desde el comienzo de la predicación de Jesús en la
proclamación de las bienaventuranzas. Las bienaventuranzas elevan nuestra esperanza
hacia el cielo como hacia la nueva tierra prometida; trazan el camino hacia ella a través de
las pruebas que esperan a los discípulos de Jesús. Es también un arma que nos protege
en el combate de la salvación: “Revistamos la coraza de la fe y de la caridad, con el yelmo
de la esperanza de salvación” (1 Ts 5, 8).
La caridad

La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por Él
mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios.
El apóstol san Pablo ofrece una descripción incomparable de la caridad: «La caridad es
paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es
decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la
injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo
soporta» (1 Co 13, 4-7).
Si no tengo caridad —dice también el apóstol— “nada soy...”. La caridad es superior a todas
las virtudes. Es la primera de las virtudes teologales: “Ahora subsisten la fe, la esperanza y
la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad” (1 Co 13,13).
En la religión cristiana, la caridad es considerada la más importante de las tres virtudes
teologales, por encima de la fe y la esperanza. Como tal, el objeto de la caridad es el amor
a Dios por sobre todas las cosas, lo cual también se traduce en el amor al prójimo. La
caridad exige la práctica del bien; es desinteresada y generosa, y proporciona al espíritu
los sentimientos de gozo, paz y misericordia.
La caridad es fundamental para la vida del masón pues, no es posible vivir una vida
filantrópica haciendo a un lado la caridad.

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Caridad por tanto, es simplemente amor.
Y amor es hacer siempre el bien y nunca el mal. Para el cristiano, para el judío y para el
islámico será, por tanto, vivir en gracias de Dios, hacer el bien a su prójimo, no pecar; para
el budista será luchar siempre por alcanzar la iluminación y por medio de ésta trascender y
ser ejemplo de vida para sus semejantes y proteger la naturaleza que le rodea; para el
hinduista será superar las barreras de lo material y de la lucha de castas que le impide la
igualdad para ser uno con la trilogía de dioses que modelan su fe en lo superior; para las
cosmovisiones andinas, mayas, tupi guaraníes y demás naciones originarias
latinoamericanas será el compartir con sus iguales el alimento extraído de la madre tierra y
de la selva que le da la carne animal sin llegar a la depredación, en perfecta armonía con
la naturaleza.
Es mi palabra R:.H:. Presidente

Bibliografía:

Catecismo de la Iglesia Católica: Primera parte, segunda sección, artículo 5


MACKEY, Albert G., Encyclopædia of Freemasonry

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