Texto Nomada Regine Robin
Texto Nomada Regine Robin
Texto Nomada Regine Robin
Régine Robin**
Régine Robin assembles in this essay the different paths of her intellectual
life, his personal and most intimate world and her visions of the urban
space to a planetary level, the Megalopolis. This “itinerant” text recovers
initially the reflections of Walter Benjamin and Sigfried Kracauer around
the place of images, photography and cinema, in the social memory, in
the contemporary culture. In this precise cartography of her intellectual
passions she grants a special place to a question that deeply concerns her:
in what measure does the change from a support to another one –from
printing press to radio waves and from there to cyberspace– introduces
radical modifications in the discursive organization and in the process of
meaning? This Régine Robin’s text it’s inscribed undoubtedly, both in a
aesthetics of the fragment and a in a poetics of the cities: A writing practice
elaborated with the same texture of that real that is proper to human world.
This nomadic text leads us, among other destinations, to her personal site
(http: // www.er.uqam.ca/nobel/r24136/) [note of the editors].
De un medio al otro
78
e l t e x t o n ó m a d a
sus notas contienen omisiones. El hecho que la abuela se haya visto implicada
en una oscura historia que se refiere constantemente para no hablar de ella,
esto no significa nada desde el punto de vista del fotógrafo.1
de films, textos escogidos y presentados por Philippe Despoix, traducidos del alemán por
Sabine Cornille, Presses Universitaires de Vincennes, 1996, p. 45.
2 Ibid., p. 47.
3 Una expresión propia de los juegos de apuestas y que es equivalente a “va mi resto” o
79
c u l t u r a y d i s c u r s o
5 Ibid.
6 La autora se refiere sin duda al libro Theory of film (Teoría del cine) [N. del T.].
80
e l t e x t o n ó m a d a
7 Marcel Proust, Du côté de Guermantes, Gallimard, Folio Classique, 1988, p. 132 y ss.
8 Esta memoria de archivo fue esbozada en la década de 1920 por el fotógrafo August
Sander (1876-1964). Hacia 1925 tuvo la idea de fotografiar hombres “típicos”, de hacer el
retrato de la República de Weimar a partir del conjunto de profesiones que se desempeñaban
en ese momento, retratos que reproducirían su modelo en una fidelidad absoluta y permitirían
obtener, así, un recorte, un espejo de la época [...] El conjunto de portafolios fotográficos se
llamaría Hombres del siglo XX. En 1929, una primera publicación de este proyecto: Antlitz
der Zeit (Rostros de una época), una recopilación de 60 tomas obtuvo un gran éxito. En
sus series fragmentadas, ordenadas, Sander buscaba tomar a su época en su socio-psicología
profunda y fiel a la verdad, a partir del “tipo”. Véase August Sander, Hommes du XXe siècle.
Analyse de l’œuvre, La Martinière, 2001.
81
c u l t u r a y d i s c u r s o
Los carteles aún se superponen en las bardas. Pero ya son inútiles y, en lugar
de dar un soplo de vida a la casa, sólo dan prueba de su precoz declinación.
No se puede poner un punto final a esto, porque la casa no encuentra ningún
asidero de lo que ha sido. Nadie le echa una mirada, el tiempo se lleva todo
en su carrera desenfrenada.11
Kracauer y Benjamin harán la crítica (no tomo aquí en cuenta las dife-
rencias de acento, de sensibilidad, o de cronología entre los textos de uno y
otro) de ciertas manifestaciones de la modernidad y de la emergencia de una
cultura de masas en este Berlín de la década de 1920, del cual son a la vez
observadores, cronistas o bien los memorialistas.
Kracauer, en “Monde de calicot”, señaló anticipadamente la importancia
de los estudios de cine de la Universum Film AG (UFA) y del simulacro
generalizado. Una vez más, en ese lugar, la naturaleza en su realidad viva es
promeneur, 1995.
11 Siegfried Kracauer, “Une rue sans mémoire”, en Rues de Berlin..., op. cit. p. 28.
82
e l t e x t o n ó m a d a
83
c u l t u r a y d i s c u r s o
Écrits français, Gallimard, 1991, pp. 142-143. En todo lo que se refiere a este desarrollo sobre
Benjamin y los neuvos medios, en relación con sus límites o sus potencialidades, estoy en deuda
con la rica reflexión de Isabelle Rieusset-Lémarie, en particular con su libro La société des clones
à l’ère de la reproduction multimédia, Actes Sud, 1999.
14 Ibid., p. 183.
15 Walter Benjamin, “Le conteur” (“El narrador”), 1936, en Œuvres, t. III, Folio
84
e l t e x t o n ó m a d a
18 Walter Benjamin, “Le conteur” (“El narrador”), 1936, en Œuvres, t. III, Folio
85
c u l t u r a y d i s c u r s o
19 Véase el bello estudio de Janet Ward, Weimar Surfaces. Urban visual Culture in 1920s
Germany, Berkeley, University of California Press, 2001.
20 Siegfried Kracauer, “Culture de la distraction” (Cultura de la distracción), en Le voyage
86
e l t e x t o n ó m a d a
87
c u l t u r a y d i s c u r s o
88
e l t e x t o n ó m a d a
89
c u l t u r a y d i s c u r s o
90
e l t e x t o n ó m a d a
91
c u l t u r a y d i s c u r s o
Hay que señalar que descubrí el trabajo de Jacques Jouet mucho después
de que inicié mis experiencias de escritura en los autobuses.
El segundo ejemplo es aquel del proyecto abandonado por G. Pérec, Lieux
(Lugares). En una carta a Maurice Nadeau del 7 de julio de 1969, Pérec explica
su proyecto. Ha escogido, en París, doce lugares, importantes, lugares ligados a
recuerdos, a acontecimientos significativos en su vida. Cada mes va a describir
dos de estos lugares. En la primera ocasión, en el sitio elegido, describe lo que
ve de la manera más neutra posible, la más denotada. Describe las tiendas,
los micro-acontecimientos, lo que sucede. En la segunda ocasión escribe los
recuerdos que lo asaltan en el lugar en cuestión. Una vez que se ha concluido
cada texto, se coloca en un sobre. Los envíos son lacrados. Contienen las
siguientes menciones: el lugar, la fecha “real”, las descripciones, “recuerdos”, la
segunda categoría. La experiencia debía durar doce años, de 1969 a 1980.
92
e l t e x t o n ó m a d a
La última sección está consagrada a las calles, las insignias de las calles,
partículas de imaginarios micro-urbanos, a los recorridos, a la poética de la
ciudad. Ésta se inspira ampliamente en las reglas que adoptó la asociación
Vinaigre.24 En el marco de esta sección se llevará a cabo una experimentación
colectiva que tomará como tema la ciudad de Montreal.
Se podrán leer de modo continuo todas las cajas de vida, una tras otra,
todos los bistrots, todas las paradas de autobús de la línea 91 y, por lo tanto,
todas las líneas que parten de Montparnasse, todas las calles, todas las entradas
léxicas “Montréal”, pero también se podrá pasar de la caja de vida No. 1 al
3er Bistrot, a la 5ª cita etcétera, ustedes mismos harán el recorrido-montaje.
Cuando usted haya escogido una combinación, invente una liga narrativa
al disponer todos los elementos en un eje sintagmático. Indíqueme el tipo
de combinación que ha encontrado. Se podrán inventar así casi “cien mil
millones” de libretos y de relatos.
No es necesario pertenecer al grupo Oulipo para tener el gusto de elaborar
textos bajo ciertas condiciones. Se formula una regla de escritura y uno intenta
sujetarse a ella. Se pueden encontrar textos escritos bajo ciertas reglas en la
mayor parte de estas cinco categorías de fragmentos, tanto en los textos sobre
los bistrots como en los dispositivos que presiden al apartado Autobús. Pero
sobre todas las cosas, el secreto de estas páginas es el amor de las ciudades, el
largo peregrinar y deambular en el corazón de las ciudades, la noche, el día,
en la pesadumbre, el silencio pero también en el ensordecimiento benéfico
de algunos ecos fraternales.
24 Esta asociación se propuso animar una obra colectiva con base en escritos que obedecen a
ciertas reglas básicas, como evitar el uso del pronombre “Yo”. Se trata de describir escenas de la
vida cotidiana en lugares públicos (las calles, los cafés, las estaciones de metro, las salas de cine)
para registrar los acontecimientos de los que no dan cuenta los medios de comunicación.
93
c u l t u r a y d i s c u r s o
94
e l t e x t o n ó m a d a
95
c u l t u r a y d i s c u r s o
Fragmentos
96
e l t e x t o n ó m a d a
97
c u l t u r a y d i s c u r s o
significa que lo real tiene una consistencia, que puede ser aprehendido
científicamente, artísticamente figurado o figuralizado. Para mí, no cuenta
sino la ruptura, la fisura, el anhelo que no puede ser colmado.
Prefiero, en consecuencia, las formas cortas en lugar de las largas; el
fragmento, la novela corta, el relato, el aforismo, la nota, la crónica, de tal
modo que quede un testimonio de la imposibilidad de vincular.
Echo mano de las formas del collage, el montaje, la yuxtaposición, de
todo lo que puede dejar una huella de los tiempos desvinculados que hemos
vivido, de todo lo que produzca un crujido en las temporalidades. Escribo
respecto de un pasado en espera de significación, sin que esta significación
pueda tener lugar. La historia ha perdido su sombra en alguna parte y ya no
puede significar nada más.
Mi escritura reitera y balbucea. Se inscribe en la recurrencia, el traumatismo,
la obsesión; gira en torno a significantes errantes. Guerra, judío, Auschwitz,
significados-maestros que gobiernan un destino. Mi escritura busca también
los lugares de anclaje en lugar de esos no-lugares de la memoria que son
Polonia, Europa central y oriental, no lugares en los que ya no hay nada. En
1945, para nosotros, no había nada. ¿Cómo escribir la nada?
Por el contrario, intento encontrar un suelo en otros lugares como son las
formas que he señalado.
En primer lugar está mi pertenencia a lo francés; Francia, la escuela
republicana, París, su imaginario. De ahí, los itinerarios obsesivos de Belleville
a Montparnasse, esta poética de los bistrots y de las calles, estos perpetuos
desplazamientos, el deambular que sólo están ahí para ocultar los blancos de
una identidad herida desde un comienzo. Ya no me atraparán. Ya no habrá
una estrella que pegarse en la piel. Más francesa que yo... ¡qué te pasa!
Enseguida se encuentra Montreal,25 un verdadero recomienzo, el enigma
del Nuevo mundo, la puerta de América, the american dream en francés, un
territorio que no conoció la guerra, la ocupación, la persecución. Es difícil
decir qué representa Montreal para mí: un sentirse al abrigo, totalmente al
abrigo, el refugio. Y es aquí que interfiere el nacionalismo. Viene a arrojar una
sombra sobre esta imagen del refugio, echa a andar una maquinaria paranoica
25 Hay que señalar que La Québécoite, Québec Amérique, 1983, en libro de bolsillo,
XYZ, 1993, es enteramente un libro sobre mi arraigo en Montreal.
98
e l t e x t o n ó m a d a
99
c u l t u r a y d i s c u r s o
El horodatier
Entre las formas que he escogido, los fragmentos de una extensión desigual,
todo lo que llega a opacar la planicie y el continuo del desarrollo, de la capa
de textos que se despliega y se extiende; una parte ya no de un todo, ni
totalmente autónomo en sí mismo, sino un elemento abierto al infinito de las
interpretaciones, una fuga, una mirada inseparable del horizonte a construir;
es así que entre las formas fragmentarias elegidas, los bocetos de un libreto
dictado por la insignificancia de la vida cotidiana, de los inicios de novelas
cortas, de micro-relatos, de contextualizaciones, una escritura de lo ordinario,
de la banalidad, iluminaciones, flujos de imágenes, recuerdos, fulgores o
epifanías tan pronto entran en la oleada de la nada de lo ordinario de la
vida, de lo repetible por oposición a lo memorable. Las formas fragmentarias
se adecuaban perfectamente a los mini-relatos, las anécdotas y menudos
accidentes de lo cotidiano, a los recorridos de la gran ciudad, a los trayectos
del metro, autobús, tranvía, a las idas y venidas, a las deambulaciones diurnas
o nocturnas, a los mil desplazamientos que hacía en una jornada.
Entre estas formas, aquella del diario, de la agenda, dividida en unidades
cotidianas, una por día, una por semana, 365 días, 52 semanas, ritmando... la
facticidad de la existencia. Pero más que un diario, muy pronto me di cuenta
que llevaba un horodatier. Inventé esta palabra con base en horodateur (estos
medidores de los estacionamientos de paga por hora), porque remite a las horas
y no a una jornada como unidad. Mi frenesí de escritura es tal que se aproxima
a un acto de performance, la instantaneidad. No podría agotarse en un ejercicio
de recapitulación durante la noche, cuando uno se toma verdaderamente el
tiempo de escribir su diario y cuando uno se pregunta qué hicimos durante la
jornada. Esta actividad de recapitulación es importante, pero requiere de una
disciplina (escribir todos los días en la misma franja de tiempo de preferencia
en la noche o a la mañana siguiente), e implica una separación clara entre los
momentos de vida y los momentos de escritura. No hay nada parecido en mi
experiencia. Mi diario no me abandona y paso parte de mi tiempo en suspenso,
en los entre, en momentos de espera: el andén del metro o de la estación de
ferrocarril, travesía de la ciudad en autobús, espera en el aeropuerto, donde se
nos obliga a llegar con tres horas de anticipación, espera en los bistrots antes
de una función de cine, o de una sesión de psicoanálisis o la cita con el amigo
que no acude, en resumen, largas esperas diversas y cotidianas que me toman
100
e l t e x t o n ó m a d a
101
c u l t u r a y d i s c u r s o
dicho en las palabras de la lengua materna o tomada como tal. Al “yo ya sabía
que era ficticio” de E. Ajar, responde el engendramiento ficticio de la biografía
de Philippe Sollers, Fiction, porque no hay nunca una adecuación entre el
autor, el narrador y el personaje, entre el sujeto del enunciado y el sujeto de
la enunciación, entre un sujeto presumiblemente íntegro y el sujeto dividido,
disperso, diseminado de la escritura. El problema es más bien procurarse un
lugar de sujeto más que el lugar del sujeto. Este efecto-sujeto no es del orden
de la mentira, en una problemática simplista entre lo que pertenecería al orden
de la sinceridad, como en la versión roussauniana de las Confesiones, y una
mentira deliberada, pero del orden de una recreación de sí mismo, de una
puesta en escena fantasmal. No hay que olvidar que en la cuarta de forros de
la obra Roland Barthes por Roland Barthes,29 se lee: “todo esto debe considerarse
como dicho por un personaje de novela”, frase manuscrita de la propia mano
del autor. Así se nos advierte en relación con la autobiografía. Al principio se
trataba de un juego que podía resultar peligroso en el plano estético, porque
muy pronto podía convertirse en un recurso sistemático, cuando Barthes
justamente pretendía despedazar ese espíritu de sistema.
Al inicio del proyecto de este libro pensaba que iba a repetirme a mí mismo
haciendo la crítica literaria de alguien que casualmente habría sido yo.30
102
e l t e x t o n ó m a d a
103
c u l t u r a y d i s c u r s o
104
e l t e x t o n ó m a d a
seguridad, lo que deja al escritor frente a una situación incierta con respecto
a ésta. Escribir (y leer) para intentar elaborar algún sentido de sí. Narciso
contra su propia imagen, Narciso tuerto, histórico, podríamos decirlo así.
La autobiografía nace en el siglo XVIII con el surgimiento del individualismo
en Rousseau. La autoficción es su avatar y la aventura del siglo XX. Con los
cambios de la historia, es posible que este género, legítimo e incuestionable,
se desgaste a su vez.33
105
c u l t u r a y d i s c u r s o
(1950), Sur Walter Benjamin, Gallimard, Folio Essais, 2001, p. 26 y ss. Benjamin dejó
algunas notas en las cuales exponía su método: “El montaje literario. No tengo nada que
decir. Sólo tengo que mostrar. No voy a sustraer algo valioso, ni voy a apropiarme de las
fórmulas espirituales. Me quedo con los harapos, los restos: no voy a hacer un inventario,
sólo permitiré que se les haga justicia del único modo posible: al utilizarlos” (ibid.).
106
e l t e x t o n ó m a d a
de las “53 horas”, Georges Pérec había iniciado un nuevo proyecto que intituló
L’Herbier des villes, proyecto que apenas inició pero cuya lógica se asemeja a
aquella de mi indagación urbana. En un gran cuaderno de formato comercial,
itinerarios de autobús, anuncios recolectados con ligeras variantes reunidas al
azar, al menos en apariencia.
ALTO
a las corrientes de aire y al frío gracias
a las juntas metálicas aislantes
NO MÁS
manchas en las paredes! Gracias a nuestra
gama de cubre-radiadores
ANIQUILADO
el flagelo de moscas y mosquitos
en el panel mosquitero
BASTA
de ruidos! Mañana mismo mando
a colocar vidrios dobles.35
Pronto el collage se hará sin tijeras, sin navaja, sin pegamento etcétera, en
suma, sin ninguno de los utensilios hasta ahora necesarios. Abandonando
35 Georges Perec, L’herbier des villes (inédito), Archivos G. Perec, cuaderno 53.
107
c u l t u r a y d i s c u r s o
la mesa y los cartones del artista, tomará su lugar en los muros de la gran
ciudad, campo ilimitado de realizaciones poéticas. Nunca hasta ahora, la
imagen popular que solicita al poeta comer ladrillos no ha jugado el sentido
concreto que le da el conocimiento del litofagismo de la poesía. Ya no es
posible creer que el solo y único propósito de los terribles Saintes-Nitouche
de carteles, transformables y sigilosos, es la exaltación de las virtudes de tal
o cual producto comercial.36
Cada calle podría conocer así sus propios décollages, su poesía de la ruina,
de los muros que se levantan y se deshacen, de lo que aparece y desaparece
subrepticiamente, de lo que reflota.
Berlín se presta particularmente bien a estos repliegues del tiempo. Un
pedazo de cartel llamando a una manifestación cuya fecha se ha borrado, y
donde la publicidad de una marca de cerveza ha tomado el lugar del anuncio
de la manifestación, quizá seis meses más tarde. Cerca de la puerta de
Brandenburgo, el célebre Keine Kohlonie medio borrado ha dejado su lugar
en parte a Wir Verbinden (nosotros lo conectamos).
Superposición de mensajes, de tiempos, de lugares, en la indiferencia de
los pasantes o en una instantánea registrada por un poeta, un fotógrafo o
simplemente, un pasante que deja su mirada reposar en el muro gris.
Esta nueva escritura de la ciudad, ha sido promovida por una casa editorial
inglesa en sus Topographics.
Me gustaría detenerme en un caso singular referido por Van Alphen, aquel
del artista y escritor Armando, nacido en 1929 en Holanda, quien siendo niño
y adolescente vivió durante la guerra cerca del campo de Amersfoort y quedó
marcado por la experiencia. No era judío, registró lo que veía alrededor del
campo, las extrañas llegadas de gentes que desaparecían un día, destinadas a
los convoyes de la muerte, de los que nada sabía en ese entonces. Obsesionado
por la guerra, hizo de esta experiencia su razón de vivir y de escribir.
Perfeccionó, en su obra pictórica y escrita, estrategias de escritura que
bloquean toda narración. No hay relato, no hay principio, no hay punto
medio, ni fin, tampoco hay lugares precisos sino vagos personajes, sin
identidad, sin anecdotario. Una escritura oblicua. Esto da como por ejemplo
“From Berlin” (escrito en holandés pero traducido en inglés) de 1982, un
108
e l t e x t o n ó m a d a
de alguien que decidió establecerse en Berlín. Se registran ahí extraños encuentros de una
sensibilidad compartida.
109
c u l t u r a y d i s c u r s o
110
e l t e x t o n ó m a d a
39 Se alude aquí al título de uno de los relatos de Emile Ollivier, escritor hatiano,
111
c u l t u r a y d i s c u r s o
Pero también quisiera participar por las noches en estos lugares, vivir los
últimos juegos de los niños a los que llaman sin cesar desde lo alto de las
ventanas, y ver a las chicas entrar ya dispuestas a salir de nuevo; sólo, no
encuentro el valor ni el pretexto para forzar mi entrada, mi calidad de
intruso es muy visible.42
Sobre el asfalto en que camina, sus pasos producen una peculiar resonancia.
La lámpara de gas que ilumina el empedrado arroja una luz equívoca sobre
este doble fondo. La ciudad, auxiliar mnemotécnico del paseante solitario,
apela más que a su infancia y su niñez; evoca algo más que su historia misma.
112
e l t e x t o n ó m a d a
43Walter Benjamin, “Le retour du flâneur”, en Franz Hessel, op. cit., p. 255.
44S. Kracauer, “Reisen, nüchtern”, citado por G. Raulet: “Socio-mythologie de la ville”,
en Culture de masse et modernité, dirección editorial de Nia Perivolaropoulou y Philippe
Despoix, Éditions de la maison des sciences de l’homme, 2001, p. 156.
45 Walter Benjamin, Sens unique (Sentido único), París, Maurice Nadeau, 1978, pp.
156-157.
113
c u l t u r a y d i s c u r s o
114