El resumen trata sobre una interacción entre Francisco, un trabajador de una panadería, y Adela, la hija del dueño. Adela confiesa su amor por Francisco, pero él la rechaza amablemente explicando que son de mundos diferentes y que ella merece a alguien de su misma posición social. Adela se enoja y amenaza a Francisco con una pistola antes de que él se la quite. Francisco intenta consolarla y le dice que olvidará su amor con el tiempo.
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El resumen trata sobre una interacción entre Francisco, un trabajador de una panadería, y Adela, la hija del dueño. Adela confiesa su amor por Francisco, pero él la rechaza amablemente explicando que son de mundos diferentes y que ella merece a alguien de su misma posición social. Adela se enoja y amenaza a Francisco con una pistola antes de que él se la quite. Francisco intenta consolarla y le dice que olvidará su amor con el tiempo.
El resumen trata sobre una interacción entre Francisco, un trabajador de una panadería, y Adela, la hija del dueño. Adela confiesa su amor por Francisco, pero él la rechaza amablemente explicando que son de mundos diferentes y que ella merece a alguien de su misma posición social. Adela se enoja y amenaza a Francisco con una pistola antes de que él se la quite. Francisco intenta consolarla y le dice que olvidará su amor con el tiempo.
El resumen trata sobre una interacción entre Francisco, un trabajador de una panadería, y Adela, la hija del dueño. Adela confiesa su amor por Francisco, pero él la rechaza amablemente explicando que son de mundos diferentes y que ella merece a alguien de su misma posición social. Adela se enoja y amenaza a Francisco con una pistola antes de que él se la quite. Francisco intenta consolarla y le dice que olvidará su amor con el tiempo.
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HARINA DE DOS COSTALES
HÉCTOR BERTHIER
PERSONAJES: FRANCISCO ADELA
El lugar donde se almacenan costales de harina en una panadería de pueblo. Hay muchos trebejos en desorden. Francisco, sudoroso, apila costales haciendo un despliegue de fuerza que se antoja superior al necesario. Es un muchacho fuerte. También es muy humilde. A los pocos instantes llega buscándolo Adela, muchachita regordeta de cabellos rubios.
ADELA.- Francisco FRANCISCO.- (Con sobresalto.) ¿Qué haces aquí? ¿Por qué me sigues para todos lados? ADELA.- ¿Te asusté? (Se acerca con cierta cautela.) No me digas que ahora me tienes miedo. FRANCISCO.- ¿Yo? (Se aleja.) ¿Por qué? ADELA.- No sé. Te pongo nervioso... (Francisco retoma su labor.) ¿Qué haces? FRANCISCO.- Tengo que acomodar estos costales de harina. ADELA.- ¿Para qué? FRANCISCO.- Para que no estorben cuando entren los de la panadería. ADELA.- No estorban. Además, nadie pasa por aquí. Solamente tú. (Vuelve a acercarse.) Y yo, ahora. FRANCISCO.- Es que tu papá se enoja cuando los encuentra así nada más. ADELA.- (Desafiante) ¡Qué mentiroso FRANCISCO.- Sí, se enoja. ADELA.- (Observando a su alrededor.) Mi papá nunca viene a la bodega. La aborrece. Dice que bastante se jodió ya antes aquí. (Con satisfacción) Además, tiene que quedarse a vigilar a Soledad. FRANCISCO.- Será porque siempre está con el miedo de que le vayan a robar. ADELA.- Tú, no robas. FRANCISCO.- Tampoco Soledad. ADELA.- ¿Qué? ¿Te gusta la india esa? FRANCISCO.- ¿Por qué le dices así? ADELA.- No te enojes. ¿Yo qué culpa tengo de que parezca zanate? FRANCISCO.- Si me gusta, o no, es cosa mía. ADELA.- Ya lo sabía. Se te ve en la cara. FRANCISCO.- Bueno, ya vete, porque tu papá te va a regañar. ADELA.- Dime qué le ves a la prieta esa. FRANCISCO Nada. ADELA.- No te hagas. Yo ya sé cuando a un muchacho le gusta una mujer. FRANCISCO.- ¿Ah, sí? ¿Y cómo? ADELA.-Yo ya sé. Mírame. (Pausa.) ¿No me oyes? Deja esos cochinos costales. FRANCISCO.- Estoy trabajando. ADELA.- Te estoy hablando. (Pausa.) Pareces sordo. Ven. FRANCISCO.- No puedo. ADELA.- Es que te quiero decir una cosa. Es muy importante. De veras. Mira, si no me haces caso, voy a gritar y les voy a decir que tú me trajiste aquí a fuerzas... Que dijiste de cosas, y que... FRANCISCO.- No. Bueno, está bien. (Va con ella.) ¿Qué quieres? ADELA.- Te ves muy chistoso todo empanizado de harina. FRANCISCO.- Qué bien. (Vuelve a los costales.) ADELA.- Oye, no era eso lo que te quería decir. FRANCISCO.- ¡Carajo, pues dímelo! ADELA.- Tampoco seas grosero. FRANCISCO.- Yo así soy. ADELA.- Pues conmigo, no. FRANCISCO.- A ti no te insulté. ADELA (Irónica.).- No... FRANCISCO.-Bueno, ¿me vas a dejar trabajar, o no? ADELA.-Pues ven. (Francisco vuelve con ella.) Es que... no me atrevo. Eres tú el que debería decírmelo .FRANCISCO.- ¿Que? ADELA.- Te amo (Francisco se desconcierta. Adela espera una respuesta. Insiste.) Sí, te amo... Te adoro. (Pausa.) ¿No me dices nada? FRANCISCO.- Mira, Adelita... vamos afuera. ADELA.- Aquí podemos hablar. FRANCISCO.- No quiero que nos encuentren como si estuviéramos escondidos. ADELA.- A mí no me importa. Sólo me importas tú. FRANCISCO.- No digas babosadas. ADELA.- ¿No me crees? Te amo, ya te dije. FRANCISCO.- Es que... me conoces desde niña. Nos hemos llevado siempre muy bien, pero nada más. ADELA.- ¿Tú cómo sabes lo que yo siento? FRANCISCO.- Estás escuincla todavía. No sabes cómo son las cosas... o a la mejor, sí. Cuando tú naciste, yo ya era un chamaco. Ya hasta empezaba a trabajar. ADELA.- ¿Y qué? Desde siempre te he querido. Más, ahora. Te quiero. FRANCISCO.- Mejor, cállate. ADELA.-Te crees muy grande para mí, ¿no? ¿Por eso no me quieres? ¿Sabes cuántos años le lleva mi papá a mi mamá? Quince. Tú no me llevas tanto tiempo. (Pausa. Reprocha.) Lo que pasa es que tú no me quieres a mí, ¿verdad? Contéstame. FRANCISCO.- No se puede, Adelita. ADELA.- ¿Por qué no? FRANCISCO.- Porqué tú necesitas otro hombre. Uno que sea rico y que tenga un negocio como el de tu papá. Yo no tengo nada. ADELA.- No lo quiero. FRANCISCO.- No nada más cuentas tú. También están los demás..., y yo también. ADELA.- No me importa nadie más que tú. Bésame. ¿Verdad que sí te gusto, ¿Por que te quitas? FRANCISCO.- ¡Vete, pinche Adela, y déjame en paz! ADELA.- ¡Muy bien! Si no me quieres, me largo, pero te vas a arrepentir. (Iba a salir, pero prefiere encararlo.) Ya sabía que te ibas a comportar como un poco hombre. FRANCISCO.- Mira, niña, no te metas conmigo porque si no... ADELA.- Si no, ¿qué? FRANCISCO Nada. ADELA.- Me gustas mucho. Siento brasas aquí adentro. No lo soporto. Si tú no me quieres... FRANCISCO.- ¿ Qué traes allí? ADELA.- Una pistola. FRANCISCO.- Dámela. ADELA.- No. Y no te me acerques, si no quieres que... FRANCISCO.- ¡Que me la des!
Se arroja sobre ella y fácilmente la domina. ADELA.- ¡Ay! ¡Suéltame, animal! Regrésamela. FRANCISCO.- No. ADELA.- ¡Es mía! ¡Son mis cosas! ¡Ladrón! FRANCISCO.- Todo lo que hay aquí es tuyo ¿no? Nada me pertenece. Toma tu pistola. ¡Mátate, si así estás contenta! ADELA.- Es de mi papá. FRANCISCO.- Es lo mismo. ADELA.- (Llora) Dime, ¿ a Soledad sí la quieres? FRANCISCO.- Ella es como yo. ADELA.- (Resignada) ¿ Qué se hace...? ¿ Qué se hace cuando se siente esto? FRANCISCO.- Se olvida. ADELA.- Yo no puedo. FRANCISCO.- Te será fácil. ADELA.- Qué fea es la vida. FRANCISCO.- La vida no es ni fea, ni bonita. Ella sólo exige lo que es natural. ADELA.- ¡Es horrible!