BrasilModernismoYModernidad PauloAntonioParanagua
BrasilModernismoYModernidad PauloAntonioParanagua
BrasilModernismoYModernidad PauloAntonioParanagua
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S e g u n d a
OCTUBRE 2000
P.V.P.: 2.500 Pts /15,1––C
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I m a g e n
l a
s o b r e
ARCHIVOS
H i s t ó r i c o s
D E L A F I L M O T E C A
Brasil, E s t u d i o s
entre modernismo
y modernidad
OCTUBRE 2000
DIRECTOR / Editor:
Vicente Sánchez-Biosca
FOTOCOMPOSICIÓN E IMPRESIÓN
Gráficas Papallona
C/ Pius XI, nº 40, baix-esq.
46014 - Valencia
ISSN 0214-6606 DEPÓSITO LEGAL V - 954 - 1989
DISTRIBUYE
Ediciones Paidós
Mariano Cubí, 92 - 08021 Barcelona
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ARCHIVOS
Editada por Ediciones de la Filmoteca DE LA FILMOTECA
(INSTITUT VALENCIÀ Revista fundada
DE CINEMATOGRAFIA RICARDO MUÑOZ SUAY por Ricardo Muñoz Suay
en 1989 C O N S E L L E R I A D E C U LT U R A I E D U C A C I Ó
Brasil, entre modernismo y modernidad
Editado por Paulo Antonio Paranaguá
CURRICULA AUTORES 18
ROBERT STAM Razas: un enfoque comparado entre Brasil y Estados Unidos 120
ALBERTO ELENA La sombra del Cangaceiro: el cine brasileño y la crítica Española 228
SYLVIE DEBS El Nordeste, treinta años después del Cinema Novo 242
S u m a r i o
Siguiente
BRASIL, ENTRE MODERNISMO Y MODERNIDAD
C
La ilustración de estas páginas debe mucho a la Cinemateca Brasileña (São Paulo) y
a Riofilme, así como a José Carlos Avellar, Tunico Amancio y Katia Adler. A todos ellos,
& Cia.
once mil habitantes.
Sin embargo, no estamos hablando de un lugar de residencia, sino de un cen-
tro de producción de imágenes en movimiento. Ahí se cuenta con energía capaz
de alimentar a una ciudad de noventa mil habitantes, aunque trabajen unas tres
mil personas. En las oficinas, una maqueta presenta otros seis estudios aún por
construir, que duplicarían la capacidad de producción. El almacén de vestuario
cuenta con cuarenta y ocho mil piezas (manufactura de la casa, por supuesto), el
de utilería con diez mil, el de caracterización tres mil. Esa fábrica de sueños dispo-
ne de tres estacionamientos para mil cien vehículos y de un helipuerto capaz de
recibir a un helicóptero de diez toneladas. Las cincuenta toneladas de residuos de
escenarios armados en las propias instalaciones alimentan una noria de cincuenta
camiones mensuales, sin hablar de otros ochenta camiones que se hacen cargo
de ciento treinta toneladas de basura…
No nos referimos a Hollywood, sino a Jacarepaguá, no estamos al borde del
Pacífico sino en el litoral Atlántico, no se trata del hemisferio Norte sino del Sur
de nuestro planeta, el Sur ancho y ajeno. Ese gigantesco centro de producción
audiovisual responde al barbarismo de Projac y es propiedad de una de las Majors
de la televisión mundial: la brasileña Globo, la única empresa latinoamericana,
apar te de la mexicana Televisa, cuya dimensión es comparable con las tres
C
6 Cabral, Tordesillas & ia
La aspiración a la modernidad…
En Brasil, global es sinónimo de TV Globo antes de serlo de mundialización,
aunque probablemente ambas tengan mucho que ver. La globalización, ya se
sabe, empezó en el siglo XVI, gracias a los navegantes portugueses y españoles. A
Pedro Alvares Cabral se le atribuye el descubrimiento de las tierras de la Vera
Cruz. 500 años después, navegar es un término de la red Internet. En esta fase de
la mundialización, la producción cultural presenta nuevos desafíos para preservar
la expresión de identidades individuales y colectivas, de minorías y regiones mar-
ginadas. Ni el concepto ni la realidad de las industrias culturales son una novedad.
Las formulaciones de la escuela de Francfort y la creación del studio system son
contemporáneas de la expansión de la radio, la fotografía y la producción disco-
gráfica. Los géneros fílmicos y el star system estuvieron al servicio de la produc-
ción en serie.
Fuera de Europa y Estados Unidos, al margen de la integración vertical que fa-
voreció su consolidación industrial, el cine ha sido a menudo el símbolo de una
postergada y ansiada modernidad. Brasil soñó con fabricar películas desde el prin-
cipio del siglo XX, una época que la nostalgia insiste en caracterizar como bella.
Resultaba difícil, entonces, desenredar la madeja del mimetismo y la originalidad.
Asimismo, la ficción seriada fabricada en los estudios de Jacarepaguá provoca
controversia: TV Globo alimenta su programación con un índice de producción
nacional envidiable, si la comparamos con otros países periféricos. Las telenovelas
brasileñas han invertido en alguna medida el flujo unilateral de programas audiovi-
suales, monopolizado por contados centros productores, con una indiscutible he-
gemonía estadounidense.
A pesar del parecido entre las instalaciones del Projac y el viejo paradigma in-
dustrial hollywoodiense, la televisión ha construido sus modelos en base a una
diversidad de fuentes, entre las que cabe mencionar la radio, el folletín y la publi-
cidad, sin olvidar al teatro. La disposición arquitectónica y la división del trabajo
P
Paulo Antonio aranaguá
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instaurada en los estudios de Jacarepaguá muestran que el proyecto de creación
de un Hollywood tropical, perseguido durante décadas por los pioneros de la
pantalla grande, ha sido finalmente implementado en provecho de la pantalla
chica. No obstante, ese desenlace sugiere a su vez una mirada retroactiva para
valorar mejor la mentalidad industrial vigente en el medio cinematográfico lati-
noamericano.
La noción de industria se ha utilizado a diestro y siniestro sin siquiera tratar de
definir los términos o confrontar el modelo con sus sucedáneos, a menudo meras
veleidades. Las carencias de la investigación tampoco han favorecido una reflexión
sobre los datos existentes. En general, los historiadores del cine tenemos una for-
mación literaria y poca disposición para los números. Aunque las estadísticas for-
men parte de las supersticiones modernas, es bueno a veces tratar de incorporar
algunos elementos. La dimensión de la infraestructura, las economías de escala
realizadas mediante una planificacón de la producción, son una parte esencial del
modelo. Aunque la cuestión no se resuma a ello, conviene comparar los seis es-
tudios de mil m2 de Globo y sus instalaciones de 165.000 m2 (en un terreno útil
de 320.000 m2) con informaciones equivalentes.
En la década de los treinta, Adhemar Gonzaga, el fundador de la Cinédia, com-
pró 8.000 m2 de terreno en el suburbio carioca de São Cristovão. En 1943, esta-
ba al borde de la bancarrota, no podía siquiera pagar a treinta empleados contra-
tados, cuando Orson Welles y la malograda filmación de It’s All True salvaron su
modesto estudio. Después de 1956, Gonzaga se trasladó al otro extremo de Río
de Janeiro, a Jacarepaguá: en sus 12.000 m2, la Cinédia dispone finalmente de tres
estudios de 600, 250 y 200 m2… hoy casi siempre alquilados por la televisión1.
Mientras tanto, Adhemar Gonzaga había ido a São Paulo, entusiasmado por las
expectativas despertadas por la compañía Vera Cruz. Los industriales paulistas
compraron 30.000 m2 y llegaron a construir tres estudios de 1.800 m2 en São
Bernardo do Campo, con la esperanza de producir cuatro largometrajes simulta-
neamente, meta alcanzada solo el último año de existencia de la compañía (el
área construida total era de 5.000 m2)2. El documental de propaganda Obras no- 1. Fuente: ALICE GONZAGA: 50 anos
vas, realizado por la Vera Cruz en su fase terminal (1953), muestra dos galerías de Cinédia, Río de Janeiro, Record,
grandes y una menor, pegadas una a la otra, y anuncia triunfalmente la construc- 1987.
ción de un “nuevo palco” de 8.000 m2. La Atlântida, que dominó la producción 2. Fuentes: AFRANIO MENDES CATANI:
de chanchadas (comedias) en Río de Janeiro durante veinte años, jamás tuvo es- “A aventura industrial e o cinema
tudios dignos de ese nombre para filmar sus sesenta y dos largometrajes. paulista (1930-1955)” en FERNÃO RA-
Si en Brasil la comparación entre la Cinédia, la Atlântida y la Vera Cruz es re- MOS (COMP.): História do Cinema Bra-
veladora, no resulta menos en relación con las dos principales cinematografías la- sileiro, São Paulo, Art, 1987; CARLOS
tinoamericanas. Argentina Sono Films empezó a levantar sus propias instalaciones AUGUSTO CALIL: Memória Vera Cruz,
en San Isidro (periferia de Buenos Aires) a partir de 1937, en un terreno de ape- São Paulo, Museu da Imagem e do
nas 4.000 m2, ampliado luego por la compra sucesiva de 16.000 m2 y 11.000 m2. Som, 1987.
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8 Cabral, Tordesillas & ia
Una indagación somera entre los estudiosos de distintos horizontes arrojaría Janeiro, Record, 1999.
probablemente la siguiente valoración: la industria mexicana fue el principal fenó- 8. Cfr. AUGUSTO M[ARTÍNEZ] TORRES:
meno cinematográfico de América Latina en la primera mitad del siglo; al Cinema Glauber Rocha y “Cabezas cortadas”,
Novo brasileño le correspondería tal primacía en la segunda mitad. Todas las jerar- Barcelona, Anagrama, 1970.
quías y clasificaciones tienen inconvenientes, sobre todo si se trata de reducir la 9. GLAUBER ROCHA: Revisión crítica
puntuación a un solo puesto. En ambos casos, la injusticia mayor estriba en la del cine brasileño, Madrid, Funda-
subestimación del cine argentino, tanto en su fase de industrialización como en su mentos, 1971 (la edición original era
por resumir la pluralidad del Cinema Novo a un solo nombre, Glauber Rocha, del 10. AUGUSTO MARTÍNEZ TORRES Y MA-
que se mencionan pero apenas se ven las películas. El cine español ha sido víctima NUEL PÉREZ ESTREMERA: Nuevo cine lati-
de semejante esquema reductor, sucesivamente encarnado por Bardem o Berlan- noamericano, Barcelona, Anagra-
ga, Saura y Almodóvar. Las modas son lo que son, pasajeras. Nada reemplaza el ma, 1973. La publicación había sido
diálogo mantenido con las mismas películas, cuyo flujo escapa enteramente a los anunciada bajo el título Nuevo cine en
Sylvie Pierre incluye a España entre los países europeos donde el Cinema 107). El cambio de terminología no deja
Novo tuvo resonancia, después de Italia y Francia. Basta mirar algunas portadas de ser sintomático… El libro resultó pre-
de la revista Nuestro Cine para comprobarlo. Cabezas cortadas de Glauber Ro- cursor también para sus autores: desde
cha ha quedado como testimonio de esa corriente subterránea8. Alberto Elena entonces, Augusto Martínez Torres publi-
analiza más adelante las expectativas entonces suscitadas en la nueva crítica es- có trabajos de mayor aliento, mientras
pañola. Aunque escasa en número, la bibliografía es sumamente significativa. Pri- Manolo Pérez Estremera impulsó la polí-
mero, porque incluye la traducción de Revisión crítica del cine brasileño del mismo tica de coproducciones entre Televisión
Glauber Rocha9, discutible en sus apreciaciones, pero capaz de despertar autén- Española, América Latina y otros organis-
tico interés por la trayectoria de esa cinematografía. Segundo, porque acto se- mos europeos (1987-1992), recibidas en
guido está plasmada en un libro pionero: Nuevo cine latinoamericano10. A pesar el festival de San Sebastián con un ensa-
del título —solidario con la nueva generación e incluso con los sectores más mi- ñamiento propio del terrorismo intelec-
litantes—, Augusto Martínez Torres y Manuel Pérez Estremera proponen una tual.
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10 Cabral, Tordesillas & ia
apretada síntesis histórica sobre la evolución en los principales países (el capítulo
brasileño es el más largo). A diferencia de lo que predominaba hasta entonces
en publicaciones vinculadas a festivales en Italia y Alemania, los autores no se es-
cudan detrás de la documentación bruta: en este caso, la solidaridad no neutrali-
za la función crítica. En aquellos tiempos tan radicales y revolucionarios, no era
muy corriente.
La nota previa es modesta al referirse al trabajo como una mera “recopilación
informativa”, un “camino intermedio” entre el “acercamiento informativo” y
“cierto juicio crítico”. Aunque los autores rechacen “la esterilidad de la asepsia
historiográfica” así como el “desmesurado intento globalizador”, el libro esboza
una vuelta a un enfoque histórico, al interesarse por los antecedentes del movi-
miento de renovación. Además, inicia precisamente los proyectos globalizantes
sobre el cine latinoamericano, originados en iniciativas editoriales europeas, que
representan una alternativa a los estudios sobre los cines nacionales y, al mismo
tiempo, a las monografías derivadas de la “política de los autores”11. La bibliogra-
fía española subsiguiente no siempre ha estado a la altura de tan buenos princi-
pios… Aunque las ediciones de ciertos festivales carecieran del rigor acostum-
brado en otras penínsulas, la raíz del problema radica en el diálogo interrumpido
durante mucho tiempo con la producción y la reflexión crítica.
Sobre Brasil gravita lo que podríamos denominar el síndrome de Tordesillas.
Aunque en su momento nadie respetó la línea del Santo Padre, la divisoria parece
tener aún la consistencia hoy atribuida a lo virtual, a menudo confundido con lo
esencial. El principal festival de la península, San Sebastián, ha tenido la peregrina
idea de llamar “Made in Spanish” una sección dedicada a la producción latinoame-
ricana. Logró sumar así un error y una falta. Aparte de que en Brasil no se habla
castellano sino portugués, utilizar la fórmula en inglés (el idioma de la hegemonía
que se pretende cuestionar) para reivindicar una problemática identidad lingüística
resulta ya el colmo de la falta de tacto, sobre todo en Donostia, donde la sensibili-
dad y el respeto hacia el pluralismo idiomático parecieran de rigor. Si las afinidades
y convergencias dependieran de un idioma compartido, Europa no tendría más fu-
turo que la torre de Babel. Hispanidad, francofonía, lusofonía y otras entelequias
11. PAULO ANTONIO PARANAGUÁ: Le siguen barajándose en un ámbito, el de las imágenes, que desconoce soberana-
cinéma en Amérique Latine: Le mente tales fronteras, como si las propuestas homogeneizadores, aplanadoras, se
miroir éclaté, historiographie et sobrepusieran a la pluralidad y a la convivencia de las diferencias.
comparatisme, París, L’Harmattan, Otras compartimentaciones también huelen a dogma vaticano. Hasta ahora se
2000. ha analizado la relación entre el modernismo y el Cinema Novo bajo una óptica
12. EDUARDO ESCOREL: “A décima diacrónica. A pesar del interés expresado en algunos artículos de la revista Klaxon
musa: Mário de Andrade e o por Mario de Andrade12, el encuentro entre el movimiento modernista y el cine
cinema”, Cinemais n° 6, Río de brasileño no se produce en su momento. En Cataguases, a finales del período
Janeiro, julio-agosto de 1997. mudo, coinciden la revista Verde y el cineasta Humberto Mauro, pero entre ellos
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11
Mauro, 1933)
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12 Cabral, Tordesillas & ia
no existe diálogo, por más que todos se conocieran en una pequeña ciudad de
provincias. Mauro parece nadar entre dos aguas, entre idealización rural y adhe-
sión a la modernidad, así como su obra maestra, Ganga bruta (1933) está a caba-
llo entre el mudo y el sonoro. A su vez, el film Limite de Mario Peixoto (1931) es
un meteoro sin cola, transformado en leyenda por sus amigos del Chaplin Club
durante casi medio siglo.
No obstante, si encaramos el modernismo con un criterio menos estrecho,
no como una escuela artística con fechas precisas, principio y fin, sino como un
movimiento cuyos desdoblamientos se prolongan a lo largo de un tiempo mayor,
la perspectiva cambia. En términos generacionales, los años veinte corresponden
a los fundadores del movimiento modernista. En los treinta, aparecen los institu-
cionalizadores, como Rodrigo Mello Franco de Andrade (fundador del Servicio
del Patrimonio Histórico y Artístico Nacional, 1937), Edgar Roquette Pinto (pio-
nero de la radiodifusión estatal, creador del Instituto Nacional de Cine Educati-
vo, 1937), Gustavo Capanema (ministro de la Educación de Getulio Vargas, al
que se le debe también el Instituto Nacional del Libro, 1937). Son ellos los idea-
lizadores de una política cultural nacionalista, que cuenta con la colaboración
más o menos entusiasta de Heitor Villa-Lobos y Mario de Andrade (protagonis-
tas de la Semana de Arte Moderno de 1922), o del poeta Carlos Drummond
de Andrade.
La generación de la revista Clima, a partir de los cuarenta, parece tener una re-
lación conflictiva con el modernismo, aunque transmita de hecho el legado del
movimiento y mantenga su fibra radical. La lucha contra la dictadura de Vargas y
la consiguiente democratización apartan a los jóvenes de sus mayores. El grupo
de Clima, al que pertenece Paulo Emilio Salles Gomes, modifica el eje creativo,
pasa de la ficción, la poesía, la composición y la figuración a la crítica literaria, ar-
tística, teatral y cinematográfica. En una línea de progresiva radicalización naciona-
lista, los años cincuenta, la época del desarrollismo latinoamericano, culminan en
el triunfo de la Revolución cubana. En Brasil, los años sesenta están representados
por Brasilia y la Bossa Nova.
El surgimiento del Cinema Novo se inscribe en la sucesión, incluso en la filiación
directa del modernismo: el cineasta Joaquim Pedro de Andrade es hijo de Rodrigo
Mello Franco de Andrade; el realizador y montador Eduardo Escorel o el fotógrafo
y también director Lauro Escorel Filho son hijos de un colaborador de la revista
Clima, Lauro Escorel; a medio camino entre la paternidad intelectual y la simbólica,
Plinio Sussekind Rocha fue a la vez uno de los animadores del Chaplin Club
(1928), el maestro de Paulo Emilio Salles Gomes antes de la guerra y luego el
mentor del cine-club de la Facultad Nacional de Filosofía de Río de Janeiro, donde
se formaron Joaquim Pedro, Paulo César Saraceni, Leon Hirszman (fundadores del
Cinema Novo) o Saulo Pereira de Mello (guardián y exegeta de Limite…).
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Paulo Antonio aranaguá
13
Generaciones y semblanzas
La interrogación sobre el modernismo y la modernidad encuentra un estímulo
en la presencia del arte moderno de Brasil en Valencia, Pontevedra o Bilbao, aun-
que ello participe de añejas celebraciones.
Para abordar el cine brasileño, entre su aspiración a la modernidad y la heren-
cia del modernismo, hemos convocado a colaboradores de varias generaciones y
procedencias. Los enfoques tradicionales de la historia o la crítica se renuevan al
privilegiar la representación de las razas y la sexualidad, al someter la imagen a
una confrontación más amplia. Los textos incluidos entablan un diálogo con el
psicoanálisis y el teatro, la fotografía y la música, la literatura y la crítica (brasileña
o foránea), aunque predomine la perspectiva histórica. El diálogo revitaliza una
historia del cine demasiado endógena y positivista, que en el caso de Brasil como
en otras latitudes muestra señales de agotamiento. El lector atento podrá recons-
truir así la trayectoria de esta cinematografía, aunque sea en forma de sucesivos
fragmentos que se complementan y matizan. Están reunidos en estas páginas ve-
teranos de la crítica, universitarios de la primera hora y de promociones más re-
cientes, ensayistas con amplia obra y otros que recién publicaron sus primeras
contribuciones de aliento, estudiosos de América del Sur y del Norte, así como
de Europa. Los tres focos regionales destacados en el número monográfico sobre
las Mitologías Latinoamericanas13 vuelven a estar representados.
La mayor parte de las colaboraciones provienen del mismo Brasil, aprovechan-
do así la oportunidad para actualizar a los lectores hispanohablantes y favorecer
un descubrimiento en sentido inverso a los habitualmente celebrados. De Francia
reproducimos una ponencia de Sylvie Pierre, autora de la excelente monografía
sobre Glauber Rocha editada en la colección “Auteurs” de Cahiers du cinéma (in-
creíblemente inédita en castellano), junto a un texto de su tocaya Sylvie Debs, so-
bre la representación del Nordeste, una región que sigue siendo emblemática en- 13. Archivos de la Filmoteca n°
tre los realizadores brasileños, desde el Cinema Novo hasta Central do Brasil 31, Valencia, Filmoteca de la Ge-
(Estación central de Brasil, Walter Salles, 1998), a treinta años de distancia. neralitat Valenciana, febrero de
Estados Unidos está presente con un solo autor, Robert Stam, aunque a nadie 1999, págs. 5-7.
se le escapará la originalidad de la propuesta desarrollada por el libro Tropical 14. ROBERT STAM: Tropical Multi-
Multiculturalism14, del que extrajimos sendos párrafos de la introducción y buena culturalism: A Comparative History
parte de la conclusión. Primero, porque se trata de una historia comparada, inclu- of Race in Brazilian Cinema and
yendo ahí no solo la confrontación de dos cinematografías —la norteamericana y Culture, Durham-Londres, Duke
la brasileña, la ocupante y la ocupada como diría Paulo Emilio Salles Gomes—, University Press, 1997.
C
16 Cabral, Tordesillas & ia
infundir na terra esse alerta, 16. Cfr. EMILIO GARCIA RIERA: México
fazê-la uma enorme Sevilha, visto por el cine extranjero, México-
que é a contra-pelo, onde uma viva Guadalajara, Era/Universidad de
guerrilha do ser, pode a guerra17. Guadalajara, 6 vols., 1987-1990.
17 . J OÃO C ABRAL DE M ELO N ETO :
A la memoria del entrañable poeta dedicamos estas miradas cruzadas por en- Sevilha Andando, Río de Janeiro,
cima de mares y fronteras nunca tan trasegados ❍ Nova Fronteira, 1989, pág. 51.
Sumario Siguiente
Curricula
A ntonio Carlos (Tunico) Amancio
versidad Federal de Río de Janeiro y del Instituto de Medi-
(Bom Jardim, estado de Río de Janeiro, 1951) es profesor cina Social de la Universidad del Estado de Río de Janeiro.
de cine en la Universidad Federal Fluminense (UFF), en Ni- Ha trabajado como profesor invitado e investigador en el
terói, donde se graduó. La maestría y el doctorado los cur- Laboratorio de Psicopatología Fundamental y Psicoanálisis
só en la Escuela de Comunicaciones y Artes de la Universi- de la Universidad de Paris VII. Está asociado a Espace
dad de São Paulo. Una parte de su investigación fue Analytique, al Colegio Internacional de Filosofía (París), al
realizada en la Universidad de París III (1995-1997). Su tesis, Colegio Internacional de Psicoanálisis y Antropología y a la
Em busca de um clichê: Panorama e paisagem do Brasil no ci- Asociación Internacional de Historia del Psicoanálisis y la
nema estrangeiro (1998), dirigida por Ismail Xavier, ha sido Psiquiatría. Colaborador de la revista Cinemais, es autor de
publicada bajo el título O Brasil dos gringos: imagens no cine- A psiquiatria como discurso da moralidade (Graal, Río de Ja-
ma (Intertexto, Niterói, 2000). Trabajó en el sector de pro- neiro, 1978), Enfermidade e loucura (Campus, Río de Janei-
ducción de Embrafilme (1977-1981) y escribió la tesina Ar- ro, 1980), A sexualidade na instituição asilar (Achiamé, Río
tes e manhas da Embrafilme: cinema estatal brasileiro em sua de Janeiro, 1980), Os descaminhos da subjetividade (UFF,
época de ouro (EDUFF, Niterói, 2000). Ha realizado corto- Niterói, 1986), Freud e a experiência psicanalítica (Taurus-
metrajes: Eu sozinho (1978), Roberto Rodrigues (1987) y Uns Timbre, Río de Janeiro, 1989), Freud e a interpretação psi-
e outros, ensaio sobre a diversidade (2000), además de video- canalítica (Relume Dumará, Río de Janeiro, 1991), Ensaios
clips con el Conjunto de Música Antigua de la UFF. Coordi- de teoria psicanalítica (Zahar, Río de Janeiro, 1993), Psica-
na el Laboratorio de Investigación Audiovisual de la UFF nálise, ciência e cultura (Zahar, Río de Janeiro, 1994), Por
(http://uff.br/lia), que produce CD-ROMs (Estudos sobre Li- uma estilística da existência (Editora 34, São Paulo, 1996),
mite de Mário Peixoto, 1998). Compilador de Cinema brasi- Estilo e modernidade em psicanálise (Editora 34, São Paulo,
leiro: três olhares (EDUFF, Niterói, 1997). 1997), De la pulsion à la culture (L’Harmattan, París, 1998),
Les enjeux de l’interprétation en psychanalyse (L’Harmattan,
J osé Carlos Avellar (Río de Janeiro, 1936)
es el presidente de la
París, 1999), Cartografias do feminino (Editora 34, São Pau-
lo, 1999), Mal-estar na atualidade (Civilização Brasileira,
distribuidora Riofilme (www.riofilme.com.br), que ha sido la Río de Janeiro, 1999), Entre cuidado e saber de si (Relume
primera base institucional para el renacimiento del cine Dumará, Río de Janeiro, 2000), Écrire la psychanalyse (De-
brasileño en los años 90. Al mismo tiempo, es uno de los noel, París, 2000).
editores de la revista Cinemais ([email protected]), que
desde 1996 constituye la principal plataforma de reflexión
sobre el tema audiovisual en Brasil y una de las mejores
S
ylvie Debs (Estrasburgo, 1955) es profesora
de letras modernas en la Universi-
publicaciones especializadas de América Latina. Crítico de dad Robert Schuman de Estrasburgo, donde enseña técni-
cine desde la época del Cinema Novo, escribió en el diario cas de expresión y comunicación en el Departamento de
Jornal do Brasil y en revistas de varios países. Fue director Ingeniería Civil. Termina una tesis de doctorado en la Uni-
cultural de Embrafilme (1985-86). Aparte de colaboracio- versidad de Toulouse-Le Mirail: La proyección de una identi-
nes en obras colectivas, es autor de los siguientes libros: dad nacional. Literatura y cine en Brasil, 1902-1998. El caso
Imagem e som, Imagem e ação, Imaginação (Paz e Terra, del Nordeste. Fundadora del CINUS (Cine Universitario de
Río de Janeiro, 1982), O cinema dilacerado (Alhambra, Río Estrasburgo), ha filmado varios cortometrajes en 16 mm.
de Janeiro, 1986), Cinema e literatura no Brasil (Câmara Ha colaborado en las revistas Le Monde de l’Éducation, Ca-
Brasileira do Livro, São Paulo, 1994), Deus e o diabo na te- libán, Cinemais, Cinémas d’Amérique Latine, Ibero-Americana,
rra do sol: a linha reta, o melaço de cana e o retrato do artis- Latitudes, Les langues néo-latines, Quadrant. Autora de Pa-
ta quando jovem (Rocco, Río de Janeiro, 1995), 10 años de tativa do Assaré, uma voz do Nordeste (Hedra, São Paulo,
ficción en el cortometraje brasileño (Festival de Cine de 2000).
Huesca, 2000), amén de un ensayo sobre Glauber Rocha
para la colección Cineastas Latinoamericanos de Cátedra y
Filmoteca Española. Organizó el libro póstumo del historia-
A lberto Elena (Madrid, 1958), es profesor de
Historia del Cine en la Universi-
dor, crítico y cineasta Alex Viany, O processo do Cinema dad Autónoma de Madrid y director de Secuencias, Revista
Novo (Aeroplano, Río de Janeiro, 1999). de Historia del Cine (Madrid). Autor de El cine del Tercer
Mundo: diccionario de realizadores (Turfan, Madrid, 1993),
J oel Birman (Vitória, estado de Espírito Santo,
1946) es doctor en medicina y filosofía,
Cine e Islam (monográfico de Nosferatu n° 19, San Sebas-
tián, octubre de 1995), Satyajit Ray (Cátedra, Madrid,
psicoanalista, profesor del Instituto de Psicología de la Uni- 1998) y Los cines periféricos: Africa, Oriente Medio, India (Pai-
serotu A
dós, Barcelona, 1999), co-autor de Tierra en trance: El vales e instancias académicas. Autora de Glauber Rocha
cine latinoamericano en 100 películas (Alianza, Madrid, (Cahiers du cinéma, París, 1987), monografía traducida al
1999) y del monográfico sobre Mitologías Latinoamerica- portugués (Papirus, Campinas, 1996), así como de una
nas (Archivos de la Filmoteca n° 31, Valencia, febrero de película sobre el mismo cineasta, L’Homme aux cheveux
1999). Actualmente escribe una monografía sobre Abbas bleus (1988). Enseñó en el departamento de Cine de la
Kiarostami para Cátedra. Universidad de París VIII (1989-1996).
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Um Candango na Belacap (Roberto Farias, 1961)
PAULO EMILIO SALLES GOMES
E l cine norteamericano, el japonés y el euro-
peo en general nunca fueron subdesarrollados, mientras que el indio, el árabe o el
brasileño nunca dejaron de serlo. En el cine, el subdesarrollo no es una etapa, un
estadio, sino un estado: los films de los países desarrollados nunca pasaron por esa
situación, mientras que los otros tienden a instalarse en ella. El cine es incapaz de
encontrar dentro de sí mismo energías que le permitan escapar a la condena del
subdesarrollo, aun cuando una coyuntura particularmente favorable suscita una ex-
Trayectoria
en el
pansión de la fabricación de películas.
subdesarrollo
En el caso de la India, tenemos una de las mayores producciones del mundo. Las
naciones hindúes poseen culturas propias tan enraizadas que crean una barrera a
los productos de la industria cultural de Occidente, al menos como tales: las pelícu-
las americanas y europeas atraían moderadamente al público potencial y se revela-
1
ron incapaces de configurar por sí mismas un mercado. Eso abrió una oportunidad
para los intentos de producción local, que durante décadas aumentó incesantemen-
te y en función de la cual se tejió la red comercial de exhibición. Teóricamente, la
(1973)
situación era ideal: una nación o un grupo de naciones con su propio cine. Sin em- 1. Agradecemos a Lygia Fagundes
bargo, todo eso ocurría en un país subdesarrollado, colonizado: esa actividad cultu- Telles la autorización para reproducir y
ral aparentemente tan estimulante, en realidad reflejaba y profundizaba un cruel es- traducir este texto clásico de la literatura
Haré abstracción aquí del papel del capital metropolitano inglés en el floreci- destinado a la revista Argumento n° 1,
miento del cine hindú, para detenerme solamente en el significado cultural del fe- editorial Paz e Terra, Río de Janei-
nómeno. Respecto a los temas abordados, el film hindú permanece fiel a las tradi- ro, octubre de 1973, reeditado desde
ciones artísticas del país y el ritmo majestuoso con el que son tratadas —sobre entonces sucesivas veces (PAULO EMILIO
todo cuando los temas son mitológicos— confirma a ratos esa impresión. No obs- SALLES GOMES: Cinema: Trajetória no
tante, la raíz más vigorosa de esa producción está conformada por unas ideas, unas subdesenvolvimento, Río de Janeiro,
imágenes y un estilo fabricados anteriormente por el ocupante para consumo de Paz e Terra/Embrafilme, 1980;
los ocupados. El manantial de donde derivan las películas hindúes en nuestro siglo 1986; 1996). Una primera versión espa-
S
22 Trayectoria en el ubdesarrollo
fue fabricado en las últimas décadas del XIX por la industria gráfica inglesa —y la
respectiva literatura— a través de la vulgarización de una alta tradición plástica y li-
teraria, así como del espectáculo. La masa de oleografía y textos, impregnada por el
culto a la “Mother India”, escapa raramente al comercialismo más conformista y es-
terilizante, heredado tal cual por las películas producidas en el país. Los cineastas
hindúes que intentan reaccionar contra la tradición cristalizada por la manipulación
del ocupante después de la independencia, se vuelven inevitablemente hacia temas
y ritmos inspirados por el cine extranjero. El esfuerzo por progresar en el plano ex-
clusivamente cultural, dentro de un marco de subdesarrollo general, lleva a los cine-
astas a debatirse frente a la adversidad, en lugar de combatirla realmente.
El Japón no conoció el tipo de nexo exterior que define el subdesarrollo y el
fenómeno cinematográfico fue totalmente distinto. Las películas extranjeras con-
quistaron enseguida una inmensa audiencia y fueron desde el inicio el principal es-
tímulo para la estructuración del mercado consumidor. Sin embargo, esa produc-
ción de afuera era, por así decirlo, japonizada por los “benshis” —los artistas que
comentaban oralmente la evolución de los films mudos—, que luego se transfor-
maron en la principal atracción del espectáculo cinematográfico. En verdad, el pú-
blico japonés tampoco aceptó jamás el producto cultural extranjero tal cual, o sea,
las películas mudas solamente con sus letreros traducidos. Al desarrollarse la pro-
ducción nacional, no encontró dificultades para predominar, principalmente des-
pués de la llegada del cine sonoro, que dispensó la actuación de los “benshis”. A
diferencia de lo ocurrido en la India, el cine japonés fue hecho con capitales nacio-
nales y se inspiró directamente en la tradición teatral y literaria del país, aunque
fuera en su forma popularizada.
En el mundo del cine subdesarrollado el fenómeno árabe —inicialmente, sobre
todo egipcio— no posee la nitidez del hindú. En los países del Norte de África y
del Cercano Oriente, la caparazón de una cultura propia tampoco fue propicia a la
implantación del film occidental, pero aquí el resultado fue un desarrollo de la exhi-
bición incomparablemente más lento que en la India. El limitado interés por el film
ñola había sido publicada por la Cinema- occidental no fue acompañado en el mundo árabe por el florecimiento de la pro-
teca Uruguaya (“Un texto clave del ducción local. La penetración imperial tendió naturalmente a suministrar al habitan-
brasileño Paulo Emilio sobre cine te de esas regiones una idea de sí mismo adecuada a los intereses del ocupante. Si
y subdesarrollo”, Cinemateca revis- aquí eso no condujo a la creación de un cine equivalente al hindú, ello se debe pro-
ta n° 38, Montevideo, mayo de bablemente a la tradición antiicónica de las culturas derivadas del Corán. La indus-
1983). Esta traducción es enteramente tria cultural de Occidente encontró escasa imagen original que sirviera de materia
nueva. La palabra “cinema” señalaba la prima para la producción de ersatz destinados a los mismos árabes. La fabricación
sección de la revista Argumento sobre de imagen árabe fue intensa, pero destinada al consumo occidental: el modelo nun-
el tema y no debe por lo tanto ser con- ca se reconoció en ella. El eje del espectáculo coránico —incluso el bailado— es el
siderada parte del título del ensayo (N. sonido; el cine árabe solo se desarrolló realmente a partir del sonoro. A primera
del T.). vista, el cine islámico parece más subdesarrollado que el de la India. Está muy lejos
S
Paulo Emilio alles Gomes
23
Propaganda en la época del cine mudo
te absurdo imaginar su expulsión así como los franceses fueron expulsados de Arge-
lia. Nuestros acontecimientos históricos —independencia, proclamación de la repú-
blica, revolución de 1930— son querellas entre ocupantes en las cuales el ocupado
no tiene baza. El cuadro se complica cuando recordamos que la metrópoli de nues-
tro ocupante nunca se encuentra donde él está, sino en Lisboa, Madrid, Londres o
Washington. Aquí asomaría algun parentesco entre el
destino hindú o árabe y el nuestro, pero la luz que su
profundización arrojaría sobre los respectivos cines sería
demasiado indirecta. Basta por ahora subrayar la circuns-
tancia de que la maraña social brasileña no esconde la
presencia del ocupado y el ocupante en sus puestos res-
pectivos, para quien se disponga a abrir los ojos.
No somos europeos ni americanos del Norte, pero
desprovistos de cultura original, nada nos es extranjero,
porque todo lo es. La penosa construcción de nosotros
mismos se desarrolla en la dialéctica enrarecida entre el
no ser y el ser otro. El film brasileño participa del meca-
nismo y lo altera a través de nuestra incompetencia
creativa para copiar. El fenómeno cinematográfico en
Brasil comprueba y delinea mucha vicisitud nacional. El
invento nacido en los países desarrollados llega pronto
hasta nosotros. El intervalo entre el surgimiento del
cine en Europa y Norteamérica y la exhibición o inclu-
so la producción de películas entre nosotros a fines del
siglo XIX, es pequeño. Si durante aproximadamente
una década el cine tardó en ingresar en las costumbres
brasileñas, fue debido a nuestro subdesarrollo en elec-
tricidad, incluida la misma capital federal. Cuando la
Cine Gloria, Cinelandia, Río de Janeiro energía fue industrializada en Río de Janeiro, las salas de exhibición proliferaron
como hongos. Los dueños de esas salas comerciaban con el film extranjero, pero
enseguida tuvieron la idea de producir. Así, durante tres o cuatro años, a partir de
1908, Río conoció un periodo cuyo estudioso, Vicente de Paula Araújo, no titubea
en denominar “La Bella Época del Cine Brasileño”2. Torpes imitaciones de lo que se
hacía en las metrópolis de Europa y América, esas películas sobre asuntos del mo-
mento que interesaban a la ciudad —crímenes, política y otras diversiones— no
eran factores de brasileñismo apenas en la elección de los temas, sino también en
la poca habilidad con que eran manipulados los instrumentos extranjeros. Las pri-
2. VICENTE DE PAULA ARAÚJO: A Bela mitivas cintas brasileñas, técnicamente muy inferiores al similar importado, debían
Época do Cinema Brasileiro, Edito- tener mayores atractivos a los ojos de un espectador todavía ingenuo, no iniciado
rial Perspectiva, São Paulo, 1976. en el gusto por la buena factura de un producto cuyo consumo apenas empezaba.
S
Paulo Emilio alles Gomes
25
El hecho es que ningún producto importado conoció en ese periodo el triunfo de
taquilla de tal o cual film brasileño sobre crimen o política, cabiendo apuntar que el
público así conquistado incluía la intelectualidad que circulaba por la Calle Ouvidor
y la recién inaugurada Avenida Central. Ese florecimiento de un cine subdesarrolla-
do, necesariamente artesanal, coincidió en las metrópolis con la definitiva transfor-
mación del invento en industria, cuyos productos se esparcieron por el mundo sus-
citando y disciplinando los mercados. Brasil, que importaba de todo —hasta
ataúdes y escarbadientes— abrió con alegría las puertas a la diversión fabricada en
cantidad y seguramente a nadie se le ocurrió la idea de socorrer nuestra incipiente
actividad cinematográfica.
El primitivo film brasileño fue rápidamente olvidado, el hilo se rompió y nuestro
cine empezó a pagar su tributo a la prematura y prolongada decadencia, tan típica
del subdesarrollo. Arrastrándose en búsqueda de subsistencia, se volvió un margi-
nado, un paria en una situación que recuerda a la del ocupado, cuya imagen reflejó
con frecuencia en los años veinte, provocando repulsión o sorpresa. Ese tipo de
documento, cuando verdadero, nunca es bello: todo transcurría como si la falta de
habilidad del cinematografista ayudara a revelar la dura verdad que traumatizó no
solamente a los cronistas liberales de la prensa carioca, sino también a un conser-
vador como Oliveira Viana. Esas imágenes de la degradación humana afloraban
también en las películas de ficción que se producían ocasionalmente y que alguna
vez obtenían exhibición normal gracias a la complacencia, siempre pasajera, del co-
mercio norteamericano. Era por fuerza de las circunstancias que tales cintas se
mostraban contundentes, pues los denodados luchadores del cine brasileño que
Macedo, 1948)
con nuestra expresión musical urbana. Esas películas tuvieron una inmensa concu- Vera Cruz, 1953)
ción de las efímeras invenciones cariocas en materia de anécdotas, maneras de ha- ción Vera Cruz, 1952)
1963)
1955)
te, 1962)
S
32 Trayectoria en el ubdesarrollo
tar9— se volcó hacia sí mismo, o sea, hacia sus realizadores y su público, como si gada por el régimen militar en 1968, es
buscara entender la raíz de una fragilidad súbitamente revelada, una reflexión per- considerada un nuevo golpe de estado,
pleja sobre el fracaso, acompañada de fantasías guerrilleras y anotaciones sobre el por el cierre del Congreso y las restric-
terror de la tortura10. Nunca alcanzó la identificación deseada con el organismo so- ciones a los derechos constitucionales,
cial brasileño, pero fue hasta el final el fiel termómetro de la juventud que aspiraba mucho más severas que las adoptadas
Desintegrado el Cinema Novo, sus principales participantes, ahora huérfanos de 10. La frase se aplica a Terra em
público catalizador, se dispersaron en carreras individuales norteadas por el tempe- transe (Glauber Rocha, 1967) y algunos
ramento y el gusto de cada uno, en el marco del estrecho condicionamiento que films menos conocidos (N. del T.).
los engloba a todos. Sin embargo, ninguno de ellos se instaló en la falta de esperan- 11. En São Paulo, las productoras es-
za que ciñó la agonía de ese cine. La línea de la desesperanza fue retomada por una taban concentradas en una zona bohemia
corriente que se opuso frontalmente a lo que había sido el Cinema Novo y que se llamada Boca do Lixo. Pero el fenómeno
autodenominó Cinema do Lixo [cine de la basura], por lo menos en São Paulo11. El referido ha quedado etiquetado como Ci-
nuevo brote se situó en el pasaje de los años sesenta a los setenta y duró aproxi- nema Marginal o Udigrudi, versión paródi-
madamente tres años. La veintena de películas producidas se mantuvo, con raras ca de la palabra underground. Los cineas-
excepciones, en un área de mayor o menor clandestinidad, consecuencia de una tas con mayor continuidad en una
opción reforzada por los obstáculos habituales del comercio y la censura. El Lixo no vertiente experimental son el carioca Jú-
es claro como la Bella Época, la Chanchada o el Cinema Novo, donde se formaron la lio Bressane y el paulista adoptivo Rogé-
mayor parte de sus cuadros. En otras circunstancias, estos podrían haber prolonga- rio Sganzerla (asociados al principio), aun-
do y rejuvenecido la acción del Cinema Novo, cuyo universo y temática retoman en que también tuvieron su momento los
parte, aunque ahora en términos de envilecimiento, sarcasmo y una crueldad que paulistas Ozualdo Candeias y Andrea To-
en las mejores obras se vuelve casi insoportable por la neutra indiferencia del trata- nacci y el carioca Luiz Rosemberg Filho.
miento. Conglomerado heterogéneo de artistas nerviosos de la ciudad y artesanos El gaúcho [originario de Río Grande do
del suburbio, el Lixo propone un anarquismo sin ningún rigor o cultura anarquista y Sul] Carlos Reichenbach también empezó
tiende a transformar a la plebe en ralea, al ocupado en basura. Ese submundo de- en la Boca do Lixo (N. del T.).
S
34 Trayectoria en el ubdesarrollo
[habitante del sertão] y otras películas sentimentales de diferente naturaleza que Paulo Gil Soares, 1965)
películas inclina a sus autores a buscar financiación en las metrópolis culturales, don- no, 1965)
de adquirieron prestigio intelectual desde los tiempos del Cinema Novo, en parte
gracias a la moda del Tercer Mundo en los países del Primero. Los mejores cuadros
de nuestro cine todavía provienen, en efecto, del Cinema Novo y sus adyacencias, o 16. Prototipo de superproducción:
incluso de los precursores inmediatos. La ruptura en la naturaleza del proceso crea- Independência ou Morte (Carlos Coimbra,
tivo en que se comprometieron, entre doce y dieciocho años atrás, impidió cual- 1972); ejemplo de empeño intelectual y
quier maduración colectiva. El sálvese-quien-pueda ideológico y artístico iniciado en artístico: Os Inconfidentes (Joaquim Pedro
1968 desplazó el eje de creatividad, la crisis individual reemplazó a la social y permi- de Andrade, 1972) (N. del T.).
S
36 Trayectoria en el ubdesarrollo
vo Dahl, 1973)
tió que cuarentones fogueados experimentaran una nueva juventud. Los fragmen-
tos de la antigua creencia fueron manipulados y triturados por el dios o el demonio
íntimo de cada uno, pero el residuo de la construcción colectiva soñada por todos
permaneció fértil. Las obras individuales de las mayores figuras que el cine brasileño
haya conocido están lejos de haber sido completadas, continúan tejiéndose ante
nuestros ojos y sería prematuro intentar abarcarlas. La amistad tuvo un papel im-
portante en la formación del Cinema Novo y la permanencia del compañerismo na-
cido en la Edad de Oro indicaría la persistencia de una comunión cuya nueva fisio-
nomía aún no se ha revelado. Hay un clima nostálgico en el moderno film brasileño
de calidad y es posible que se esté delineando alrededor del indio el sentimiento
nacional de remordimiento por el holocausto del ocupado original17. Lo que hay
de más profundamente ético en la cultura brasileña nunca dejará de desolidarizarse
del ocupante. Cabe subrayar todavía el hecho de que el mejor cine nacional ya no
tiene como antiguamente un destinatario seguro y garantizado. Sus autores tienen
por delante un público no identificado, ceñido por la red del comercio, y están
constreñidos a convivir con la burocracia ocupante desconfiada, a veces hostil. El
17. Probable referencia a Como era establecimiento de una amplia comunicación con los espectadores es demasiado
gostoso o meu francês (Nelson Pereira ocasional para disipar el intrincado malestar en el que se debaten. En los peores
dos Santos, 1971) y Uirá, um indio em momentos, la alternativa a la opacidad es el vacío. En tales condiciones, no es de
busca de Deus (Gustavo Dahl, 1973) (N. sorprender que la búsqueda de reconocimiento los oriente hacia la cultura de las
del T.) metrópolis y con ello perjudiquen a la nuestra.
S
Paulo Emilio alles Gomes
37
Si en determinado momento el Cinema Novo quedó huérfano de público, la
recíproca tuvo consecuencias aun más penosas. El núcleo de espectadores reclu-
tados en la intelectualidad —principalmente en sus sectores juveniles— tendía
por un lado a ampliarse socialmente y por otro a interesarse por otras vertientes
del cine brasileño aparte del Cinema Novo. El deterioro de la coyuntura estimu-
lante de principios de los sesenta hizo que el público intelectual correspondiente
hoy al de aquel tiempo se encuentre huérfano de cine brasileño y enteramente
volcado hacia el extranjero, donde piensa a veces descubrir alimento para su infi-
delidad intelectual. En realidad, encuentra apenas una compensación falaz, una di-
versión que le impide asumir la frustración, primer paso para superarla. Al recha-
zar una mediocridad con la cual posee vínculos profundos, en favor de una
calidad importada de las metrópolis con las cuales tiene poco que ver, ese públi-
co exhala una pasividad que es la mismísima negación de la independencia a la
que aspira. Dar la espalda al cine brasileño es una forma de cansancio frente a la
problemática del ocupado e indica uno de los caminos de reinstalación en la ópti-
ca del ocupante. La esterilidad del bienestar intelectual y artístico prodigado por
el film extranjero hace de la partícula de público que nos interesa una aristocracia
de la nada, una entidad en suma mucho más subdesarrollada que el cine brasile-
ño que desertó. No hay nada que hacer, como no sea constatarlo. Ese sector de
espectadores nunca encontrará en su cuerpo músculos para salir de la pasividad,
así como el cine brasileño no posee fuerza propia para escapar al subdesarrollo.
Ambos dependen de la reanimación, sin milagro, de la vida brasileña y se reen-
contrarán en el proceso cultural que de ahí nacerá ❍
Sumario Siguiente
Ao sul do meu corpo (Paulo César Saraceni, 1982)
PAULO ANTONIO PARANAGUÁ
A l desaparecer Paulo Emilio Salles Gomes
(São Paulo 1916-1977), su monografía sobre Jean Vigo1, recompensada con el pre-
mio Armand Tallier de la crítica francesa, es casi lo único conocido en Europa del
mentor de los estudios cinematográficos en Brasil e inspirador de una de las princi-
pales escuelas ensayísticas e historiográficas de América Latina2. En su país, fecundó
las dos instituciones básicas para el desarrollo de la investigación cinematográfica, la
Filmoteca y la Universidad. Aunque sus escritos hayan sido menos traducidos que
Paulo Emilio,
trayectoria
ciertos manifiestos del Cinema Novo, ejerció una influencia subterránea decisiva y
fue una de las matrices del pensamiento radical3.
Cuando tenía dieciocho años, Paulo Emilio y su amigo Decio de Almeida Prado
crearon una efímera revista, Movimento (1935), que contó con la colaboración de
crítica
1. P[ AULO ] E[ MILIO ] S ALLES G OMES :
personalidades modernistas como Mario de Andrade o Flavio de Carvalho y porta-
Jean Vigo, París, Seuil, 1957 (Ram-
da de Anita Malfatti. En la misma época, Salles Gomes fundó con Oswald de An-
say, 1988). Traducción inglesa: Lon-
drade una especie de club destinado a reagrupar a los artistas e intelectuales, el
dres, Secker & Warburg, 1972
“Quarteirão”, que obtuvo las adhesiones de los mismos Mario de Andrade, Anita
(Faber and Faber, 1998). Traducción
Malfatti y Flavio de Carvalho, aparte de Lasar Segall, Tarsila do Amaral, Víctor Bre- italiana: Milán, Feltrinelli, 1979. Tra-
cheret, Camargo Guarnieri, Caio Prado Junior y Claude Lévi-Strauss, entre otros. Si ducción brasileña: Río de Janeiro, Paz
bien quedó en pañales, confirma que Salles Gomes pertenece a una generación in- e Terra, 1984.
termedia entre la Semana de Arte Moderno de 1922 y los intelectuales de posgue- 2. Cfr. PAULO ANTONIO PARANAGUÁ:
rra. Años después, Salles Gomes se refirió a sí mismo como “un discípulo de Os- Le cinéma en Amérique Latine : Le
wald”, con una mezcla de nostalgia e ironía: miroir éclaté, historiographie et com-
que Oswald se había vuelto comunista. (…) 1974), São Paulo, Atica, 1977.
T
40 Paulo Emilio, rayectoria crítica
Fui preso probablemente de acuerdo a mis secretos deseos, pero sin imaginar que la
cárcel pudiera durar tanto tiempo5.
Fueron catorce meses (1935-1937), buena parte de ellos en una prisión llamada
4. PAULO EMILIO SALLES GOMES: “Um Paraíso (sic):
discípulo de Oswald em 1935”, ori-
ginalmente publicado en el diario O Es- Hace más de veinte años, decidí con un grupo retirarme de una casona que existía
tado de São Paulo el 24 de octubre de en la calle Paraíso, donde residíamos hace más de un año contra nuestra voluntad. Las
1964, reproducido en Crítica de cine- puertas y portones estaban guardados por centinelas armados y las ventanas provistas
ma no Suplemento Literário, Río de de fuertes rejas, de manera que para salir tuvimos que cavar un tunel de diez metros ha-
Janeiro, Paz e Terra/Embrafilme, cia un jardín vecino. En una madrugada, enseguida después del carnaval de 1937, parti-
1982, vol. 2, págs. 441-446. mos discretamente. Algunos meses después yo me encontraba en París, asistiendo a una
5. Ibídem, pág. 446. cinta que fuera estrenada con mucho éxito, La gran ilusión…6
6. “Renoir e a frente popular”,
24 de mayo de 1958, Crítica de ci- Después de un par de años de exilio en París, regresó a São Paulo al estallar la
nema no Suplemento Literário, op. Segunda Guerra Mundial. A finales de 1939, ingresó en la Facultad de Filosofía,
cit., vol. 1, pág. 330. Ciencias y Letras de la Universidad de São Paulo. La USP había sido fundada en
P
Paulo Antonio aranaguá
41
Paulo Emilio Salles Gomes (en el centro)
… Los jóvenes intelectuales vivieron mucho. Se hablaba mucho en dialéctica, pero di-
fícilmente se aprendía en esos círculos a pensar dialécticamente. Sin embargo, se amaba 7. Cfr. PAULO ARANTES: Um depar-
a Rusia. Se amaba a Rusia en los dos campos. A través del entusiasmo por las realizacio- tamento francês de ultramar: estu-
nes estalinistas o por medio de la crítica trotskista, se amaba a Rusia. dos sobre a formação da cultura fi-
Después ocurrieron muchas cosas. Vinieron los días terribles y pasados algunos losófica uspiana, Río de Janeiro,
años desapareció en Brasil toda clase de organización política legal o ilegal. Aquellos Paz e Terra, 1994. Una diferencia
que se habían integrado al Partido más profundamente y vivieron su penosa disolución fundamental entre la colonización portu-
interna, tenían la sensación de una completa esterilización interior, cuando en realidad guesa y la española radicó en la prohibi-
esa era una realidad pasajera, y salieron de la prueba tremendamente enriquecidos. ción absoluta de cualquier institución ca-
Otros se transformaron en autómatas, con el pensamiento y la risa mecanizados, y el paz de promover la autonomía cultural
brillo de los ojos perdido. Otros aun huyeron cada vez hacia más lejos, a las Guyanas o hacia la corona lusitana.
T
42 Paulo Emilio, rayectoria crítica
la locura. Y para algunos, esos procesos lentos, tuvieron que ser vividos dentro de la li-
mitada geografía de las cárceles 8.
Salles Gomes empezó a escribir sobre cine en Clima (1941-1944), una revista
cultural que reunía a un grupo representativo de intelectuales de São Paulo: An-
tonio Candido, Decio de Almeida Prado, Lourival Gomes Machado, Ruy Coelho,
Gilda de Mello e Souza. Herederos del modernismo, todos ellos van a insertarse
en la Universidad de São Paulo. Abrieron nuevas perspectivas en diversos cam-
pos de la crítica: la literatura, el teatro, la historia del arte y el cine precisamente.
El grupo de la revista Clima encarna de cierta manera la transición entre los mo-
dernistas autodidactas y el conocimiento académico contemporáneo. El primer
número cuenta con el aval y la colaboración de Mario de Andrade; el quinto re-
produce una nota de Oswald de Andrade sobre Fantasía de Walt Disney (objeto
de un número casi monográfico). El cine brasileño estuvo prácticamente ausente
en los dieciséis números de Clima. Paulo Emilio concentraba entonces su talento
en John Ford y Orson Welles9.
La adhesión de militares nacionalistas y las orientaciones erráticas del Comintern
8. PAULO EMILIO SALLES GOMES: “Pla- en América Latina condujeron al Partido Comunista Brasileño al rotundo fracaso
taforma da nova geração” (1945), de 1935. Graciliano Ramos evocó sus consecuencias en Memorias do cárcere, que
Paulo Emilio: Um intelectual na lin- Nelson Pereira dos Santos supo llevar a la pantalla (1984). A pesar de ello, el PCB
ha de frente, CARLOS AUGUSTO CALIL Y se recuperó gracias a la Segunda Guerra Mundial y cosechó el prestigio ajeno en las
MARIA TERESA MACHADO (COMP.): São elecciones de 1945. Paulo Emilio se vinculó a la Izquierda Democrática, pero en
Paulo, Brasiliense/Embrafilme, 1946 prefirió viajar nuevamente a París. Al año siguiente surgió el Partido Socialista
1986, pág. 87. Brasileño, al que se afiliaron sus amigos Antonio Candido, Lourival Gomes Machado
9. HELOISA PONTES: Destinos mistos: y Decio de Almeida Prado10.
Os críticos do Grupo Clima em São Salles Gomes vivió en París durante ocho años (cuentan que se analizó con
Paulo (1940-68), São Paulo, Com- Jacques Lacan). Durante ese tiempo, mantuvo el contacto con las instituciones y
panhia das Letras, 1998. manifestaciones culturales de São Paulo y emprendió su trabajo sobre la corta
10. Antonio Candido fue uno de los vida y obra de Jean Vigo. Al regresar a São Paulo en 1954, Paulo Emilio dirigió la
fundadores del Partido de los Trabajado- Filmoteca del Museo de Arte Moderno, embrión de la Cinemateca Brasileña
res (1980), completando así la trayectoria (1956), de la que fue conservador, y asumió responsabilidades en la Federación
política del grupo (FLAVIO AGUIAR, COMP.: Internacional de Archivos Fílmicos (FIAF). En 1956, Decio de Almeida Prado le
Antonio Candido: Pensamento e mili- invitó a hacerse cargo de la sección de cine del nuevo Suplemento Literario del
tancia, São Paulo, Fundação Perseu diario O Estado de São Paulo.
Abramo, Humanitas/FFLCH/USP, En un contexto de penuria de revistas culturales, los suplementos de diarios de
1999). Paulo Emilio falleció antes, en las principales metrópolis cumplieron una función que superaba con creces su voca-
1977: aunque estuviera apartado de los ción, o sea, reseñar los eventos y las novedades. Paulo Emilio Salles Gomes maneja
compromisos partidarios, su órbita lo ubi- el espacio a su disposición con una enorme maleabilidad, sin obligaciones hacia los
ca claramente entre los precursores de la estrenos comerciales (de un total de 203 artículos en diez años, apenas siete u
nueva izquierda. ocho fueron provocados por películas distribuidas en São Paulo). Pronto enlaza
P
Paulo Antonio aranaguá
43
ocho crónicas semanales sobre el mismo tema (Welles), luego nueve (el cine ale-
mán), diez (el cine francés) y doce (el cine italiano). A menudo, lo que justifica tales
comentarios es la programación de filmotecas y festivales. El crítico se mueve en el
Suplemento Literario con una libertad y amplitud de criterios inusuales en la pren-
sa. Pero si la defensa de una programación cultural alternativa y minoritaria puede
motivar el empeño, a veces el pretexto para las divagaciones se encuentra en algún
libro, revista especializada o viaje. Quizás el bloque más sorprendente, desde el
punto de vista periodístico tradicional, sea el formado por las crónicas dedicadas a
defender sistemáticamente el desarrollo (o la reconstrucción, después del incendio)
de la Cinemateca Brasileña. Esa lucha ingrata, casi siempre confidencial aun en
aquellos países que inventaron la noción de patrimonio fílmico, adquirió con Paulo
Emilio carácter de militancia pública.
Aunque el autor tenga siempre muy presente el lector al que se dirige, entablan-
do un diálogo singular semana tras semana, el cine brasileño es el tema de apenas
35 artículos (o sea, 17,24% del total mencionado de 203). A pesar de ello, resulta
injusto hablar de una conversión de Salles Gomes después del descubrimiento del
Cinema Novo11. Para atreverse a interpretar cifras, habría que sumar por lo menos a
esos 35 textos los 21 dedicados a la causa de la Cinemateca de São Paulo: durante
años, el francotirador encontró en la consolidación de esa institución su propia in-
serción en la cinematografía nacional, así como más adelante su actuación pública
pasará por la integración del cine a la Universidad y su propio lugar en el ámbito
académico.
Ensayos y enseñanzas
En vísperas del Cinema Novo, en noviembre de 1960, Paulo Emilio presentó una 11. “Descubrí el Cinema Novo dentro
comunicación a la Primera Convención Nacional de la Crítica Cinematográfica, im- de mí (…). Para no asfixiarlo dentro o
El denominador común de todas las actividades relacionadas con el cine en nuestro Pero existe” (“Primavera em Floria-
país es la mediocridad. (…) nópolis”, 6 de octubre de 1962,
Todos los que nos ocupamos de cine en Brasil escapamos difícilmente a un proceso Crítica de cinema no Suplemento Li-
de abatimiento intelectual que, tarde o temprano, termina imprimiendo características terário, op. cit., vol. 2, págs. 406-
perceptibles a primera vista. (…) 410). Antes de esa primera referencia
Así como la prosperidad del importador está condicionada por realidades econó- explícita al movimiento, había vislumbra-
micas extranjeras, el enriquecimiento cultural del crítico gira progresivamente en la ór- do en Bahia un “acontecimiento de im-
bita de un mundo cultural distante. Como el primero, termina marcado por los sínto- portancia nacional” y valorado el papel
mas de la enajenación. Ese fenómeno arroja alguna luz sobre la ambigüedad de las de Glauber Rocha (“Perfis bahianos”,
posiciones del crítico brasileño frente a la producción cinematográfica de su país. El 24 de marzo de 1962, Crítica de ci-
film nacional es un elemento perturbador para el mundo, artificial pero coherente, de nema no Suplemento Literário, op.
ideas y sensaciones cinematográficas que el crítico creó para sí mismo. Como para el cit., vol. 2, págs. 401-405).
T
44 Paulo Emilio, rayectoria crítica
público ingenuo, el cine brasileño también es otra cosa para el intelectual especializa-
do. Al atacar con irritación, defender para estimular, o guiado por la consciencia de un
deber patriótico, el crítico deja traslucir siempre el malestar que lo impregna. Todas
esas posiciones, sobre todo el sarcasmo demoledor, son velos utilizados para esconder
el sentimiento más profundo que el cine nacional suscita en el brasileño bien formado
—la humillación.
Ese panorama somero de diversas categorías de la cinematografía brasileña sugiere
claramente que la mediocridad reinante no emana de las personas empeñadas en las
distintas tareas, sino que es el resultado directo de una coyuntura muy precisa. El exa-
men de la condición de los distribuidores, productores, encargados de filmotecas, críticos y
ensayistas, delinea con precisión las líneas de una situación colonial…12
Quizás sea posible detectar en esas palabras los primeros jalones de una nueva
actitud, capaz de conciliar la anterior severidad y una curiosidad y apertura sin
prejuicios. El Cinema Novo ya había superado la etapa de las “virtualidades actua- 17. 70 anos de cinema brasileiro,
les” y favorecía una mirada hacia el pasado con una nueva perspectiva, dejando de op.cit., pág. 9.
T
46 Paulo Emilio, rayectoria crítica
lado los antagonismos maniqueos vigentes hasta entonces. Mientras Glauber Ro-
cha contraponía la chanchada y la nueva generación18, Paulo Emilio va a reivindicar
una y otra. Entre sus fuentes, el prefacio señala investigaciones entonces inéditas,
como la de Vicente de Paula Araújo sobre Río de Janeiro antes de la Primera
Guerra Mundial. Salles Gomes va a referirse a ella con un entusiasmo casi épico:
Vicente de Paula Araújo (…) tuvo el mérito de aclarar definitivamente —un ver-
dadero descubrimiento— el nacimiento del cine brasileño en 1898; los primeros pa-
sos; la brillante infancia entre 1908 y 1911 y su prematura asfixia en manos de un
comercio local que desde entonces vinculó su destino a los intereses extranjeros. (…)
La Bella Época del cine brasileño fue aquel momento fugaz —tres o cuatro años
cariocas— en que las películas brasileñas eran las preferidas del gran público y de la
intelectualidad. Cualquier brasileño bien formado e informado deseará necesariamen-
te ver reconquistada aquella edad de oro. Por todo lo que enseña y sugiere, el libro de
18. GLAUBER ROCHA: Revisão crítica Vicente de Paula Araújo contribuye a nuestra descolonización cinematográfica, que al-
do cinema brasileiro, Río de Janei- gún día llegará.
ro, Civilização Brasileira, 1963. Ese es uno de los aspectos más estimulantes de la investigación cinematográfica en
19. V ICENTE DE P AULA A RA Ú JO : A Brasil. Como la historia de nuestro cine es la historia de una cultura oprimida, el esclareci-
Bela Época do Cinema Brasileiro, miento de cualquiera de sus etapas o aspectos se transforma en acto de liberación19.
São Paulo, Perspectiva, 1976, pre-
sentación de Paulo Emilio Salles Gomes, Uniendo el dicho al hecho, Paulo Emilio va a emprender su trabajo de mayor
pág. 12. aliento. El principio es una especie de confesión:
P
Paulo Antonio aranaguá
47
Braza dormida (Humberto Mauro, 1928)
No tenía idea de que fuera necesario escribir tanto acerca de Humberto Mauro. Lo co-
nocí personalmente en 1940, mas no le di al hecho mayor importancia pues en aquel tiem-
po —para mi vergüenza— el cine brasileño, presente o pasado, no me interesaba…20
La biografía es una curiosa disciplina para Salles Gomes, que respeta el pudor ses, Cinearte, op. cit., pág. 1.
del personaje estudiado, sin por ello dejar de aprovechar las intuiciones y suge- 21. PAULO EMILIO SALLES GOMES: Vigo,
rencias del psicoanálisis. Aunque no deseche las confidencias de los prójimos, de- vulgo Almereyda, São Paulo,
jará a otros la historia oral22. La originalidad de su estudio radica en la combina- EDUSP/Companhia das Letras/Ci-
ción de varias metodologías: la historia social (de la región conocida como Zona nemateca Brasileira, 1991.
da Mata a la pequeña ciudad mineira de Cataguases), la sociología de la cultura 22. Cfr. MARÍA RITA GALVÃO: Crôni-
(de la provinciana Cataguases a la capitalina Río de Janeiro), el análisis textual ca do cinema paulistano, São Paulo,
(tanto de las películas de Mauro como de la revista Cinearte). El cruce de enfo- Atica, 1975.
T
48 Paulo Emilio, rayectoria crítica
ques revela las tensiones subyacentes entre tradición y modernidad, entre zonas
rurales y urbanas, entre mimetismo y autenticidad, entre el joven Humberto
Mauro y su protector Adhemar Gonzaga, que lo lleva a la capital.
La reconstitución biográfica se vuelve un mero hilo conductor, un entramado
de análisis desarrollados a la medida requerida por sus sucesivos objetos. Aun-
que uno pueda sospechar en Paulo Emilio un interés mayor por los hombres
que por las obras, incluso por el público más que por las películas, eso no obsta
para que rompa los límites de la biografía. Así, la descripción e interpretación de
Braza dormida (1928) ocupan un centenar de páginas, equivalentes al bloque an-
terior, dedicado a las primeras películas filmadas en Cataguases. Si bien el medio
social, familiar y cultural de origen es el punto de partida del libro (con unas se-
senta páginas), la irrupción de un análisis textual de largo alcance le cambian el
tono y la naturaleza. Las cincuenta páginas siguientes desmenuzan la ideología de
Cinearte, constituyen una nueva bifurcación y representan una primera “crítica
de la crítica”, que aún no había llamado la atención de los historiadores. Luego,
Sangue mineiro (1930) es otra película sometida a un extenso análisis (setenta
páginas).
A pesar de la presencia de bloques tan desarrollados y heterogéneos, Salles
Gomes los articula perfectamente, al punto de hacerle creer al lector que resulta
natural, e incluso necesario, pasar así de un punto al otro, por no decir de un
tema al otro. De paso, muestra la posibilidad de un trabajo profundo sobre el
cine mudo a partir de una multiplicidad de fuentes, incluyendo las mismas pelícu-
P
Paulo Antonio aranaguá
49
Sangue Mineiro (Humberto Mauro, 1930)
las, algo excepcional en América Latina (el propio Mauro se encargó de conser-
varlas en el Instituto Nacional de Cinema Educativo, donde trabajó durante unos
treinta años). La precisión y agudeza del autor, la excelencia de su estilo, su capa-
cidad para “poner en escena” sus personajes sin dejar de respetar las exigencias
de la investigación, hacen de esta monografía un modelo en su género, una ver-
dadera obra maestra.
Su talento de escritor se apartó ocasionalmente de las disquisiciones y las digre-
siones ensayísticas para expresarse a través de la ficción, en las entreveradas ironías
de Três mulheres de três pppês23, parcialmente adaptadas a la pantalla por un repre-
sentante del Cinema Novo deseoso de rendirle homenaje (Ao sul do meu corpo, Pau-
lo César Saraceni, 1982). También colaboró en algunos guiones (Capitu, Saraceni,
1968, basado en Machado de Assis24; Memoria de Helena, David E. Neves, 1969) o
se prestó a pequeños papeles en la pantalla (A morte em três tempos, Fernando
Cony Campos, 1963; Gimba, Flavio Rangel, 1964), amén de otros proyectos que 23. PAULO EMILIO SALLES GOMES: Três
El ensayo Trayectoria en el subdesarrollo obtuvo un impacto que superó los lími- francesa: P... comme Polydore, Arles,
tes del cine. Una lectura simplificadora, puramente nacionalista, o mejor dicho, una Actes Sud, 1986.
interpretación de un nacionalismo primario, retiene del texto apenas la dialéctica 24. LYGIA FAGUNDES TELLES Y PAULO
del ocupado y el ocupante, desprovista de cualquier dialéctica propiamente dicha. EMILIO SALLES GOMES: Capitu, São Pau-
La misma elección de los términos para referirse a la tensión que atraviesa al cine lo, Siciliano, 1993.
T
50 Paulo Emilio, rayectoria crítica
25. PAULO EMILIO [SALLES GOMES]: Ci- Ese cuestionamento de una concepción esencialista de la nacionalidad, en una
nema: trajetória no subdesenvolvi- cinematografía y una historiografía hasta entonces empapadas de nacionalismo,
mento, Río de Janeiro, Paz e Te- está acompañado de la discusión de la noción de subdesarrollo, entonces omni-
rra/Embrafilme, 1980, pág. 77 presente en las ciencias sociales y en el debate político. Salles Gomes cuestiona la
(reediciones: 1986 y 1996). visión del desarrollo por etapas y el modelo único que ello presupone, al esbozar
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Paulo Antonio aranaguá
51
un análisis comparado del cine en Estados Unidos, Japón, India, los países árabes y
Brasil. Desde entonces, el conocimiento sobre los cines periféricos ha aumenta-
do. No obstante, el comparatismo esbozado rompe el marco nacional predomi-
nante en la historiografía brasileña (y latinoamericana). El estudio se apoya en dos
hipótesis fundamentales: la primera, que resulta imposible elaborar la historia del
cine en un solo país, pues la expansión del espectáculo cinematográfico es un fe-
nómeno internacional, que divide al mundo de forma desigual entre un pequeño
número de (países) productores y un gran número de (países) consumidores. Por
lo tanto, es indispensable articular la historia global y la historia local, la cinemato-
grafía de las metrópolis dominantes y las cinematografías dependientes o periféri-
cas (aunque estas no sean las palabras de Paulo Emilio). Eso implica, como lo
hace Trayectoria en el subdesarrollo, no reducir la historia a la esfera de la produc-
ción, sino articularla con la evolución de la distribución y de la exhibición, con el
mercado y el público.
La segunda hipótesis constituye la misma posibilidad de un análisis comparado
entre cinematografías aparentemente tan alejadas como la India, el Japón, el Cer-
cano Oriente y el Brasil: “la diferencia y el parecido nos definen”. Todas ellas son
periféricas respecto a los centros hegemónicos representados sucesivamente por
Europa y Estados Unidos, pero su historia y sus estructuras de producción son
muy distintas (nada que ver entre los Major studios japoneses y la práctica artesa-
nal vigente en Alejandría o Beirut). Salles Gomes combina consideraciones sobre
las estrategias desplegadas y sobre las particularidades culturales de cada contex-
to, incluyendo ahí su relación con la imagen. Desde luego, se trata solamente de
una aproximación. Sin embargo, ese acercamiento confiere una nueva perspectiva
a toda la evolución del cine brasileño desde sus orígenes. Lejos de lecturas reduc-
toras, puramente nacionalistas, la discusión del concepto de nacionalidad consti-
tuye la novedad de Trayectoria en el subdesarrollo. En una coyuntura en que la
identidad nacional era elevada a la condición de nuevo imperativo categórico y
justificación de las políticas oficiales en el ámbito de la cultura, el ensayo rompe el
marco puramente nacional de la historiografía, a través del comparatismo. Paulo
Emilio precede así en una decena de años a la crítica cultural que cuestiona los
conceptos de nación y nacionalismo, si tomamos las obras de Benedict Anderson 26. BENEDICT ANDERSON: Imagined
y Homi K. Bhabha como puntos de partida del cambio de óptica en esta proble- Communities: Reflections on the
mática26. Mientras el trabajo anterior equivalía a una reescritura y actualización Origin and Spread of Nationalism,
de la historia acorde al avance de la investigación, Trayectoria en el subdesarrollo Londres-Nueva York, Verso, 1983;
replantea la perspectiva, destinada a reorientar la mirada del espectador, a trans- H OMI K. B HABHA : The Location of
formarlo en sujeto activo, participante fundamental de un proceso que no puede Culture, Londres-Nueva York,
reducirse al comentario sobre la producción local ni a la filmografía glosada con Routledge, 1994 (sus ensayos,
mayor o menor brío. El diálogo entre el espectador y las películas, la integración incluidos en obras colectivas, empezaron
del público en la comprensión del fenómeno cinematográfico, es el otro factor a ser discutidos en la década anterior).
T
52 Paulo Emilio, rayectoria crítica
En realidad, los productos derramados sobre nosotros por la industria fílmica extranje-
ra no se comunican con nosotros, pues cualquier comunicación viva implica una noción de
diálogo. Las películas nos hablan, es necesario contestarles, mas de nada sirve hacerlo:
los eventuales interlocutores están fuera de nuestro alcance. Su voz es fuerte porque la
importamos, pero cuando llega nuestro turno, nos quedamos hablando solos, o sea, entre
nosotros, gastando energías para movernos en la superficie de culturas que poco tienen
que ver con nosotros.
Ver algunas películas de afuera resulta comprensible, pero empeñarse en ellas es una
acción sin consecuencias. La búsqueda de intimidad con el cine extranjero se ha vuelto
inseparable del gusto amargo de la esterilidad. Con el cine brasileño, todo cambia: por
peor que sea la película, el diálogo entablado tiene el mérito de existir y puede tener
consecuencias.
La película mala, por el simple hecho de emanar de nuestra sociedad, tiene que ver
con todos nosotros y adquiere a menudo una función reveladora. Abordar el cine brasile-
ño de mala calidad implica una lucha tenaz contra el tedio, pero el esfuerzo acaba
siendo casi siempre compensado. El subdesarrollo es fastidioso, pero su consciencia es
creativa27.
En sus debates sobre cine, la Universidad cuida también de las películas brasileñas
malas y todo indica que está en lo cierto. Abordar nuestro cine con preocupaciones esen-
cialmente artísticas nunca fue posible: el nivel de nuestra crítica estética coincide con el
del cine brasileño tomado en bloque. Hay que añadir que aun practicado con inteligencia
y eficacia, el criterio cualitativo de discriminación no habría servido de mucho. Es precisa-
mente analizado en bloque, eventualmente con humor mas sin prejuicio, que el cine bra-
sileño podrá ser desmenuzado, comprendido y amado. Una película brasileña entera-
mente mala es tan poco frecuente como una enteramente buena…
27. “Este é Paulo Emilio: nosso Después de haber resumido las reacciones y comentarios de una clase de estu-
crítico de cinema brasileiro”, Jor- diantes de la USP frente a Pensionato de mulheres, el maestro concluye:
nal da Tarde, São Paulo, 10 de
abril de 1973, reproducido con el títu- Confirmamos lo irrrisorio que resulta la denominación de pornochanchada aplicada
lo “Explicapresenta”, en Paulo Emi- automáticamente por la prensa a buena parte de nuestra producción. Si los responsables
lio: Um intelectual na linha de fren- de Pensionato de mulheres tuvieron intenciones pornográficas o eróticas, no pasaron de
te, op. cit., págs. 262-264. las intenciones. Y la pretendida chanchada es en realidad un dramón.
P
Paulo Antonio aranaguá
53
En suma, emana del análisis de una película brasileña mala una alegría de entendi-
miento que el consumo del Arte de un Bergman, por ejemplo, no proporciona a un es-
pectador brasileño28.
Mucho antes del surgimiento de los Cultural Studies, el juicio crítico se encuentra
relativizado, lo que no significa suspendido, puesto que permanece la severidad ha-
cia la mediocridad y la frustración intrínsecas al subdesarrollo. La valoración se ve
relativizada en el sentido original de la palabra, o sea, relacionada con una serie de
otras consideraciones, insertada en un marco cultural y social ampliado. En la ma-
durez, asistimos a una provocadora radicalización del punto de vista que ya había
sido explicitado por el crítico del Suplemento Literario:
28. “A alegria do mau filme
Constato lo pobre y poco estimulante que es una apreciación de las películas limitada brasileiro”, Movimento, São Paulo,
al campo cinematográfico. Las virtualidades y las virtudes de las obras fenecen cuando 1 de septiembre de 1975, reproduci-
son examinadas en el compartimento estanco de la especificidad. Los que se condenan do con el título “Cinema brasileiro
al cine lo comprenden poco y lo sirven mal. La justificación para que alguien se dedique na Universidade” en Paulo Emilio:
al cine, incluso en el plano de la creación, reside en la obligación de permanecer abierto y Um intelectual na linha de frente,
disponible para lo esencial, o sea, todo lo que le es exterior. En los momentos decisivos, op. cit., págs. 307-308.
no ha sido en sí mismo que el cine ha encontrado la fuerza motriz. Cada vez que el cine 29. “Introdução bastante pesso-
ha sido capaz de responder a un desafío, en cada uno de sus momentos de renovada vi- al”, 28 de octubre de 1961, Crítica
talidad, el estímulo vino desde afuera, de otras actividades y preocupaciones. El cineasta de cinema no Suplemento Literário,
o el crítico de cine con formación estrictamente cinematográfica tiene un papel cada vez op. cit., vol. 2, págs. 358-359.
más reducido. La cultura propiamente cinematográfica tiene una función cada vez más 30. El cambio de percepción sobre la
amplia, pero en otro terreno, el público, pues aquí significa un incremento y enriqueci- Vera Cruz es visible en el artículo de
miento y no corre el riesgo mortal de la autosatisfacción29. ANA M. LÓPEZ: “O Cangaceiro: estilos
híbridos para un espacio nacional
distintos momentos de la historia del cine brasileño admiten por supuesto discusión Filmoteca n° 31, Valencia, febrero
y merecen ser matizadas. Para muestra basta un botón. El Cinema Novo, la Bella de 1999, págs. 172-183. La principal
Época y la Chanchada adquieren insensiblemente mayúsculas equivalentes, aislando investigación sobre la productora paulista
así los tres fenómenos de los demás momentos o aspectos del cine brasileño. Aun- sigue siendo la de MARÍA RITA GALVÃO:
que dedique algunas líneas a analizar su fracaso, la Vera Cruz no le merece una im- Burguesia e cinema: O caso Vera
portancia comparable30. El primer libro de Vicente de Paula Araújo31 se caracteri- Cruz, Río de Janeiro, Civilização
zaba por la voluntad de circunscribir la investigación a un “ángulo regional”, si bien Brasileira/Embrafilme, 1981.
Río de Janeiro fuera entonces la capital de la república. Suponiendo que el título 31. V ICENTE DE P AULA A RA Ú JO : A
fuera idea suya, se refería indudablemente al influjo de la Belle Époque francesa so- Bela Época do Cinema Brasileiro,
bre las costumbres de la ciudad brasileña. La transformación de la expresión sustan- op. cit.
tiva en adjetivo es cosa de Paulo Emilio. El segundo libro de Vicente de Paula Araú- 32. V ICENTE DE P AU L A A R A Ú JO :
jo, dedicado al ya fallecido Salles Gomes, tiene un título más modesto, Salones, Salões, circos e cinemas de São Pau-
circos y cines de São Paulo, que confirma su apego al “ángulo regional”32. lo, São Paulo, Perspectiva, 1981.
T
54 Paulo Emilio, rayectoria crítica
Tener ideas claras es bueno, pero raro. No sería malo si al menos para los asuntos
que solicitaron nuestra reflexión durante más de veinte años, como la revolución, el
cine y el amor, hubiéramos accedido al grado de aproximación que autoriza un mínimo
de ideas válidas y razonablemente generales. Sin embargo, cada uno de esos temas
constituye un universo amplio, complejo, intrincado; a diferencia del verdadero universo
que lo envuelve sin aclararlo, se presta mal al conocimiento científico. Aunque tuviéra-
mos competencia en el tratamiento de una ciencia exacta, la familiaridad con una me-
todología rigurosa no volvería más eficiente el conocimiento de aquellos nobles y angus-
tiosos asuntos. En la ciencia, a pesar de la movilidad desencandenada por el ingenio
humano, hay en cada momento un terreno estable constituido por la armoniosa acu-
mulación de descubrimientos, que se prestan al aprendizaje. Por mayor que sea la
efervescencia crítica, del maestro al discípulo, de generación en generación, se procesa
una concreta transmisión de conocimientos en un terreno definido y en determinada di-
rección. En cuanto a la revolución, al cine o al amor, la absorción de conocimientos
para actuar y enjuiciar se procesa según un esquema dialéctico y anárquico que vuelve
enseguida irrisorios la planificación y las intenciones. En las ciencias de la naturaleza y
en las artes de la ingeniería todo ocurre realmente como si hubiera una feliz coinciden-
cia entre las normas de la razón humana y el funcionamiento de la realidad. En los
33. JEAN-CLAUDE BERNARDET ha cues- ámbitos cubiertos por las llamadas ciencias humanas y por las artes del placer, la ne-
tionado ciertos presupuestos en Histo- cesidad de la ininterrumpida invención modifica la naturaleza de la intimidad entre el
riografia clássica do cinema brasilei- sujeto conocedor y el objeto de su conocimiento.
ro: metodologia e pedagogia, São Marx fue un maestro del pensamiento y de la acción revolucionaria y Lenin fue su
Paulo, Annablume, 1995, si bien cri- discípulo, pero no en el sentido en que un físico es el discípulo de un colega que lo ante-
tica sobre todo el texto de 70 anos de cedió en la profesión. Estos últimos guardan dentro de la mayor diversidad la constancia
cinema brasileiro, op. cit. del enfoque, pues el terreno sobre el cual actúan y reflexionan permanece sensiblemente
P
Paulo Antonio aranaguá
55
el mismo. La historia de la física se refiere a técnicas de conocimiento e ideas de ellas de-
rivadas o anticipadoras y no a la materia o a sus energías, que no viven una historia inde-
pendiente de quienes las observan. Cuando el ámbito explorado es el de las instituciones,
las creaciones o los sentimientos humanos, todo cambia de aspecto. Las lecciones de un
maestro emanan de un terreno distinto del que ocupa al discípulo, los lazos que percibi-
mos entre uno y otro pertenecen sobre todo al reino de las intenciones y de la terminolo-
gía. Lo que hizo y significó Lenin tiene escasa relación con lo que Marx pensó y deseó.
Resulta lícito afirmar y fácil probar que los cineastas italianos de antes de la Primera
Guerra Mundial fueron maestros de las mayores figuras del cine norteamericano de
1919, que estos a su vez tuvieron como discípulos a algunos grandes rusos de los años
veinte, que por su lado fueron maestros de italianos que se expresaron al terminar la Se-
gunda Guerra Mundial. No obstante, la enumeración de las obras Cabiria, Intolerancia,
Octubre y El ladrón de bicicletas basta para que salten a los ojos la total diversidad de
los mundos artísticos creados. Para todos los que no separan el acto de amar de un es-
fuerzo de meditación coherente sobre el amor, Stendhal es un maestro. A pesar del
transcurso del tiempo, este es uno de los casos en que los discípulos se sienten milagro-
samente cercanos al maestro, al punto de que les parezca un contemporáneo. Pero aun
aquí operó la implacable e irreversible modificación del principal terreno de observación,
puesto que durante los últimos ciento cincuenta años las transformaciones sufridas por
las mujeres, sin duda mucho más agudas que en el caso de los hombres, se reflejaron
poderosamente en el campo que nos ocupa.
En suma, resulta escaso el amparo que nos ofrecen la sociología, la estética o la psi-
cología y en tales condiciones se vuelve más difícil cuidar de revolución, cine o amor, que
de física. En los primeros casos, para hacer o entender, la masa de conocimientos acu-
mulados son débiles instrumentos. Lo curioso es que estamos condenados a poseerlos 34. “Revolução, cinema e
pero obligados a olvidarlos frente a los nuevos hechos, es decir, todos los que se presen- amor”, 23 de diciembre de 1961,
tan. Frente a una convulsión social, una película o una pasión, las únicas armas válidas Crítica de cinema no Suplemento
para la acción o el conocimiento son aquellas presentadas por la coyuntura, o sea, las Literário, op. cit., vol. 2, págs.
que inventamos34 ❍ 377–378.
Sumario Siguiente
Cartel de O bandido da luz vermelha (Rogério Sganzerla, 1968)
ISMAIL XAVIER
E n Revisão crítica do cinema brasileiro, libro
publicado en 1963, Glauber Rocha hace una valoración del pasado para legitimar el
Cinema Novo en el presente y aclarar sus principios. Como suele ocurrir con quienes
crean rupturas, él actúa como un inventor de tradiciones. El nuevo movimiento tiene
sus antecedentes, responde a una historia. Está Humberto Mauro, en la distancia,
con su cine de pocos recursos hecho en Cataguazes en la década de 1920. Está
Nelson Pereira dos Santos que inicia, en la década de 1950, el cine moderno en Bra-
El cine
moderno
sil a partir del diálogo con el neorrealismo italiano y con escritores brasileños. Junto
brasileño 1
a tales experiencias positivas, está la quiebra de la Vera Cruz a mediados de la déca-
da mencionada, señal de agotamiento de las tentativas industriales. Hay mitos que
derrumbar, batallas que entablar en defensa del “cine de autor”, que Glauber califica
de revolucionario, contra el de los “artesanos”, empleados del comercio. El texto es
de combate y debe abrir camino a hachazos entre sus contemporáneos.
En 1973, Paulo Emilio Salles Gomes escribe el clásico ensayo “Trayectoria en el
subdesarrollo”, donde hace el balance del cine brasileño en la historia, dispuesto 1. Este artículo es una versión
a revelar una dinámica cultural de gran interés aunque siempre marcada por la actualizada del texto publicado en el
misma limitación: la del subdesarrollo técnico-económico. Acentuando los obstá- libro-catálogo de la retrospectiva del
culos creados por la condición del país, él delinea los movimientos más significati- Cinema Novo y del Cinema Marginal
vos, iniciativas de diferentes generaciones que obtuvieron mejores resultados organizada, en Turín, por Marco Giusti y
cuanto más profundamente comprendieron el mecanismo de la “situación colo- Marco Melani, en noviembre de 1995,
nial”, situación que él mismo describiera en 1960 en un artículo devastador que dentro del Festival Internacional “Cinema
había inspirado, entre otros, al joven Glauber Rocha. Paulo Emilio, en 1973, desta- Giovani”. Véase Prima e dopo la
ca al Cinema Novo y el Cinema Marginal como dos buenos ejemplos de creación rivoluzione: Brasile Anni ´60, dal
en la adversidad, pero recuerda hasta que punto la comedia popular —la chan- Cinema Novo al Cinema Marginal,
chada de 1940 y 1950— también supo, a su modo, enfrentarse al atraso econó- editado por M ARCO G IUSTI Y M ARCO
mico, encontrando una fórmula comunicativa de la película de bajo presupuesto M ELANI , Turín, Lindau Editore,
en conexión con el mercado. Si en la historia del cine brasileño se da esa recaída 1995.
M
58 El cine oderno brasileño
2. Para un comentario sobre la en los estancamientos de la producción, hay también un esfuerzo de continuidad
estrategia de Paulo Emilio Salles Gomes que él destaca, convocando a todas las tendencias a tener un lugar en el proceso,
frente a la cuestión del sistema formado con el fin de trazar las líneas maestras de lo que podría observarse, liminarmente,
por la dinámica autor-obra-público y por como un sistema en movimiento. Tal sistema, entendido como una dinámica he-
el diálogo entre las películas, véase mi cha de la relación autor-obra-público, no funcionaba del todo bien en 1973, pero
artículo “A estratégia do crítico” en los ejemplos de vitalidad, incluido el de los jóvenes modernos, entonces reciente,
Paulo Emilio: um intelectual na alimentaban esperanzas, aunque la práctica dependiese de medidas surgidas de la
linha frente, recopilación de textos de esfera política y del mayor empeño de los formadores de opinión, a quienes se
Paulo Emilio editada por C A R LO S dirigía el texto, al fin y al cabo2.
A UGUSTO C ALIL Y T ERESA M ACHADO Diez años separan el texto de Glauber Rocha del de Paulo Emilio; entre uno y
(Brasiliense, 1986). En ese artículo, otro, tuvimos el apogeo del Cinema Novo y sus correcciones de rumbo en respues-
intenté analizar de qué forma la noción ta al golpe militar de 1964, la producción de películas que reflexionaron sobre la
de sistema, acuñada por Antonio crisis de los proyectos políticos de la izquierda, el desdoblamiento del debate cultu-
Candido para analizar la formación de la ral con la emergencia, en 1968, del Tropicalismo y, enseguida, del Cinema Marginal,
literatura brasileña, era una premisa que, esta propuesta radical de finales de la década que estalló en el momento más duro
aunque no explícita en Paulo Emilio, del régimen militar y se eclipsó, como movimiento de grupo, por asfixia económica
orientaba su texto. Este es, en verdad, y censura policial poco antes del balance histórico de Paulo Emilio. La diferencia de
un astuto ejercicio de pensar un énfasis entre los dos textos, el de 1963 y el de 1973, habla claramente de la atmós-
“sistema” del cine brasileño sabiéndolo fera que marca cada coyuntura. A comienzos de la década de 1960, Glauber podía
algo no consolidado como comunicación ser polémico-revolucionario y no sonar delirante, pues estaba efectivamente encar-
de masas, la noción de sistema que nando la fuerza productiva de una nueva era en el cine brasileño; en 1973, es el
funciona para el crítico como idea tono antiépico de la reflexión del crítico en nombre de la continuidad de la cinema-
reguladora para valorar la historia de una tografía que alcanza, como ningún otro texto de principios de la década de 1970,
formación truncada. un enorme impacto en la cultura. En el Glauber Rocha de 1963, la tónica era la vo-
3. El Manifiesto “Luz e Ação”, luntad de ruptura, junto con el balance histórico; en Paulo Emilio, lo que vale es un
firmado por Glauber Rocha, Joaquim principio de continuidad englobadora, junto con el reconocimiento de las oposicio-
Pedro de Andrade, Leon Hirszman, nes y conflictos. De una perspectiva que suponía la revolución inminente y pedía un
Nelson Pereira dos Santos, Carlos cine a la altura de los desafíos del tiempo, pasamos a una visión que alía el movi-
Diegues, Walter Lima Jr. y Miguel Faria miento de recuperación de la historia y el balance de quien reconoce el peso de
Jr., también de 1973, es otro documento cada coyuntura. Ya no se trata de proponer el gran salto, sino de afianzar la conti-
de la época que —no es casual— da en nuidad de una tradición3.
el clavo de la continuidad. Su tónica es la Paulo Emilio se encontraba temeroso por lo que, después del periodo de afirma-
de una invitación, dirigida a los cineastas ción de un cine moderno en Brasil, parecía ser el final de un ciclo. Veía al cine ame-
de todas las tendencias, (no tanto) a los nazado por el alejamiento del público, principalmente de los jóvenes, temiendo un
críticos y al propio esquema de poder, a colapso que en verdad no tuvo confirmación tan inmediata. A partir de 1974, el cine
movilizarse para suscitar nuevas ideas, brasileño tuvo un nuevo impulso económico, apoyado por el Estado, y alcanzó una
compatibles con el ideario del grupo, continuidad de producción que, a pesar de crisis y tropiezos, no se rompió definitiva-
capaces de hacer salir al cine brasileño mente hasta finales de la década de 1980, momento en el que la idea de “final de un
de la crisis. La idea de superación de ciclo más” encontró una base real decisiva. En nuestros días, aún no librados del
momentos de estancamiento se todo de la resaca de aquella crisis, la observación del crítico resuena aún con fuerza
X
Ismail avier
59
mayor: el subdesarrollo económico, para el cine brasileño, se configura como un es-
tado no superado y sin reales esperanzas de alteración sustancial, especialmente en
esta coyuntura de total reestructuración de los negocios del audiovisual, donde gana
influencia una concepción monetaria de la cultura que acaba consolidando aquella
revolución de los métodos y aquella incorporación de la high tech que hicieron re-
tornar, a partir de finales de la década de 1970, una hegemonía hollywoodiense que
mostró una fuerza sorprendente para quien tenía como referencia la dinámica del
cine moderno de las décadas de 1960 y 1970. En Brasil, aunque haya correspondido
al cine, en los últimos 20 años, proponerse como una especie de escaparate en el
que se exacerbaban los síntomas más dramáticos de la vida cultural, persisten el im-
pulso de hacer cine y la invención de alternativas capaces de generar formas de su-
pervivencia en un contexto desfavorable. Y, al lado de la vitalidad del cortometraje a
lo largo de todos estos años, la producción de largometrajes para el mercado dio
señales, a partir de 1994, de recuperación, con el total apoyo de subsidios directos e
indirectos, a pesar de las consignas privatizadoras y de los mitos de la eficiencia y la
competitividad. La cultura cinematográfica y el deseo de un cine realizado en Brasil
muestran su dinamismo, a pesar de estar haciendo frente, a diferencia de 1963 ó
1973, a un desafío más radical del mercado. En este panorama, el hecho de que un
pasado reciente del cine brasileño sea objeto de retrospectivas y debates, en Brasil o
en el exterior, supera lo interesante desde el punto de vista puramente histórico o
académico, siendo más la reactivación de un capital simbólico que puede tener su
papel en el juego político donde se decide la viabilización de su futuro.
entiende como un impulso a la
Coordenadas de una estética experiencia y a los ejemplos de inven-
En el panorama actual, cuando nuestra atención se vuelca en el proceso que ción que evoca la propia historia del
abarcó al Cinema Novo y al Cinema Marginal, entre finales de la década de 1950 y Cinema Novo contenida en el manifiesto.
mediados de la de 1970, tal proceso se presenta como dotado de una peculiar uni- En otras palabras, a pesar de las
dad. Fue, sin duda, el periodo estética e intelectualmente más denso del cine brasi- habituales estocadas dirigidas claramente
leño. Las polémicas de la época formaron lo que se percibe hoy como un movi- al grupo del Cinema Marginal, el mani-
miento plural de estilos e ideas que, a ejemplo de otras cinematografías, produjo fiesto se define como apertura de un
aquí la convergencia entre la “política de autores”, las películas de bajo presupuesto diálogo, recordando que la continuidad
y la renovación del lenguaje, rasgos que distinguen al cine moderno, por oposición depende del mantenimiento del contac-
Hablar de cine moderno remite a una pluralidad de tendencias, pero tomo aquí que en poco tiempo se traduciría en las
como paradigma las experiencias que pueden, en primer lugar, relacionarse con la gestiones de la Embrafilme y en el
formación del estilo moderno en el sentido de André Bazin, que incluye casos como esfuerzo de conquista de mercado
el de Renoir, Welles y el neorrealismo. Y pueden relacionarse, en segundo lugar, con cuando los administradores del Estado se
Antonioni, Pasolini y Rosi, con la Nouvelle Vague y Resnais, con Cassavetes y Gutié- convencieran de que la continuidad
rrez Alea, entre otras figuras de ese cine en su momento más representativo. Hablo, significaba el diálogo con la generación y
por tanto, de la sintonía y de la contemporaneidad del Cinema Novo y del Cinema el área de influencia del Cinema Novo.
M
60 El cine oderno brasileño
tos, 1957)
Marginal con los debates de la crítica y con las películas de los realizadores que, to-
mando la práctica del cine como instancia de reflexión y crítica, se empeñaron, en di-
ferentes regiones del mundo, en la creación de estilos originales que pusieron en cri-
sis y revitalizaron la cultura. Fueron cineastas cuya forma de ejercer su conciencia de
la técnica, de la forma y de los modos de producción impulsó un ejercicio de la au-
toría que Pier Paolo Pasolini sintetizó muy bien en su noción de lo moderno como
un “cine de poesía”. No es casual, para comprobar esta sintonía, que el texto que el
cineasta y escritor leyó, en 1965, en el Festival de Pesaro, incluya a Glauber Rocha
en su comentario, junto con Antonioni, Bertolucci y Godard.
Inserto en la constelación de lo moderno, el joven cine brasileño inició trayecto-
rias paralelas a la experiencia europea y latinoamericana. Vivió, a comienzos de la
década de 1960, los debates en torno a lo nacional y popular y a la cuestión del re-
alismo, datos que nos recuerdan, en especial, el contexto italiano. Por otro lado, en
consonancia con las nuevas estrategias fijadas por el cine político, fueron típicos, a
lo largo de la década, los debates en los que, siguiendo la tónica del “cine de au-
tor”, los partidarios y los no partidarios de Godard discutieron los caminos del cine
entre un lenguaje más convencional y una estética del collage y de la experimenta-
ción, o entre una pedagogía organizadora de los temas, propia del documental tra-
dicional, y la línea más indagadora, de investigación abierta, del cinéma vérité. Tales
debates enfrentaban a cineastas que creían en el poder comunicativo del lenguaje
clásico y cineastas que, inspirados o no en Brecht, definían la crítica al propio cine
como condición de un cine crítico volcado en las cuestiones sociales. A finales de la
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Ismail avier
61
década de 1960, la polémica entre Cinema Novo y Cinema Marginal fue la última
versión de este debate constante de la década, planteando temas vinculados al cine
conceptual y a la deconstrucción que tanto movilizaba a las revistas francesas. Jean-
Marie Straub y el nuevo Godard surgido de mayo de 1968 pasaron al primer plano,
en un contexto en el que el underground estadouniden-
se comenzó a afirmarse como una referencia más en el
debate brasileño.
Para el proto Cinema Novo de Nelson Pereira dos
Santos, en Rio, 40 graus (Río, 40 grados, 1954) y Rio,
Zona Norte (1957) y de Roberto Santos, en O grande
momento (1958), el diálogo mayor fue con el neorrealis-
mo y la comedia popular brasileña; para Glauber Rocha,
Ruy Guerra, Joaquim Pedro de Andrade, Leon Hirsz-
man, Carlos Diegues, Paulo Cesar Saraceni, Arnaldo Ja-
bor y David Neves, valió, junto con la diferencia de esti-
los, la incorporación de la cámara en mano en el cine
de ficción, rasgo técnico-estilístico fundamental para la
constitución de la dramaturgia del cine moderno latinoamericano, tal como lo fue, O grande momento (Roberto Santos,
cuestión del realismo fue central en el cine de un Leon Hirszman o de un Luiz Sér-
gio Person, la alegoría y la discontinuidad marcaron el cine de Glauber, autor que in-
ventó su propio cine hecho de inestabilidades, tanteos de cámara y diálogos solem-
nes, con su mise-en-scène compuesta de rituales observados por una mirada de
película documental. Por diferentes caminos, el cine brasileño trabajó las tensiones
entre el orden narrativo y una rica plástica de imágenes, haciendo “sentir la cámara”
como era propio de un estilo que cuestionaba la transparencia de las imágenes y el
equilibrio del montaje clásico.
En esa tónica de la ruptura, el espíritu del collage y de la fragmentación se afirma,
con toda su fuerza, en la película de Rogério Sganzerla, O bandido da luz vermelha
(1968), donde se hace presente la atmósfera tropicalista y el dominio de la parodia.
Al buen humor de la ironía de 1968, el Cinema Marginal opone su dosis amarga de
sarcasmo y, a finales de la década, la “estética del hambre” del Cinema Novo encuen-
tra su desdoblamiento radical y desencantado en la llamada “estética de la basura”,
donde la cámara en mano y la discontinuidad se alían a una textura más áspera del
blanco y negro que expulsa la higiene industrial de la imagen y genera gran malestar.
Júlio Bressane, Andrea Tonacci, Luiz Rosemberg, João Silvério Trevisan, Neville d´Al-
meida, Carlos Reichenbach, Ozualdo Candeias, entre otros, son autores que insisten
en las estructuras de agresión de lo moderno y marcan su oposición a un Cinema
Novo que buscaba salir del aislamiento y se volcaba en un estilo más convencional
por su empeño en estabilizar la comunicación con el público. Experimentales, recha-
M
62 El cine oderno brasileño
zando lo que calificaban de concesiones de los que hasta entonces fueran sus com-
pañeros de ruta, los líderes del Cinema Marginal adoptan un papel profanador en el
espacio de la cultura; rompen el “contrato” con los espectadores y se niegan a acep-
tar las consignas de una izquierda bien pensante, tomando la agresión como un prin-
Mario Peixoto en su película Limite (1931) cipio formal del arte en tiempos sombríos. Violencia y profanación no implican en
este caso necesariamente desorden ni búsqueda de un
antiarte solo apoyado en las pulsiones. Hay lugar en el
Cinema Marginal para un espíritu geométrico. Y Júlio
Bressane, por ejemplo, hace de la independencia entre
cámara y acción ficcional el origen de un nuevo estilo,
construyendo un tipo de mirada que, en su desarrollo,
retoma los caminos de Mário Peixoto, el director de Li-
mite (1931), cerrando un ciclo por el cual el cine mo-
derno brasileño reencuentra las experiencias derivadas
de las vanguardias históricas de 1920/1930, tal como los
cineastas europeos más radicales.
1963)
conducir las reformas estructurales del país, apoyado por la militancia sindical y por atraso, véanse los comentarios de
los partidos de izquierda. En este momento, habló la voz del intelectual militante ANTONIO CANDIDO a las formulaciones de
más que la del profesional de cine: fue el momento de cuestionar el mito de la técni- Mário Vieira e Mello insertos en su artículo
inmersión en la actualidad. Ideario que se tradujo en la “estética del hambre”, en la revista Argumento nº 1, octubre de
lenguaje capaz de elaborar con fuerza dramática sus temas sociales, inyectando la ca-
tegoría de lo nacional en el ideario del cine moderno que, en Europa, elaboraba la
cuestión de la subjetividad en el ámbito industrial en otros términos.
Las películas documentales y los primeros largometrajes del grupo definieron un
inventario de las cuestiones sociales y promovieron un verdadero “descubrimiento
de Brasil”, expresión que no resulta exagerada si se recuerda la escasez de imáge-
nes de ciertas regiones del país en la época. El Cinema Novo, en su fisonomía origi-
nal anterior al golpe militar del 64, tiene su momento
de plenitud en 1963/1964, con la realización de la trilo-
gía del sertão del Nordeste: Vidas secas, Deus e o diabo
na terra do sol y Os fuzis (Los fusiles, Ruy Guerra, 1963).
Con el cambio en el poder político del país, el Cinema
Novo pasa a la oposición y, como estrategia de resisten-
cia, refuerza sus vínculos con la tradición literaria, como
ya he observado, y comienza la discusión sobre los im-
perativos del mercado y los problemas de su muerte o
continuidad. Al mismo tiempo, lanza el desafío de las
películas reflexivas, las que trataron de manera directa
el golpe, con especial importancia de O desafio (Paulo
Cesar Saraceni, 1965), Terra em transe (1967), A derrota
(Mário Fiorani, 1967), O bravo guerreiro (Gustavo Dahl,
1968), Fome de amor (Nelson Pereira dos Santos, 1968)
y Os herdeiros (Carlos Diegues, 1969). Fueron películas
empeñadas en discutir la ilusión de la proximidad de los
intelectuales a las clases populares, formando parte de
la revisión en marcha también en el teatro, la música
popular y las ciencias sociales. El periodo posterior a
1964 es de crítica feroz al populismo anterior al golpe:
el político y el estético pedagógico. Se desarrolla un au-
toanálisis del intelectual en su representación de la ex-
Terra em transe (Glauber Rocha, 1967) periencia de la derrota; al mismo tiempo, el espacio urbano y las cuestiones de
identidad en la esfera de los medios de comunicación adquieren mayor relevancia.
En los diagnósticos del Cinema Novo, hay un reconocimiento del país real y de
una alteridad —del pueblo, de la formación social, del poder efectivo— antes ino-
perante. Y la exasperación causada por este reconocimiento se explicitó en Terra
em transe, película que sacó a la luz temas incómodos y se mostró como la expre-
sión mayor de aquella coyuntura cultural y política. Su reflexión sobre el fracaso del
proyecto revolucionario, inscrita en su propia audacia de estilo, resalta la dimensión
grotesca del momento político, la catástrofe cuyos desdoblamientos son de largo
plazo, en una síntesis de los “desvíos” de la historia que tuvo efecto catártico en la
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O desafio (Paulo César Saraceni, 1965)
cultura. Su imagen infernal de la elite del país abre espacio al inventario irónico de
las regresiones míticas de la derecha conservadora que efectuará el Tropicalismo a
partir de 1968.
Esta fecha sirve de emblema, pues el Tropicalismo corresponde a un conjunto
de creaciones de gran impacto que se produjeron entre la segunda mitad de
1967 y diciembre de 1968, cuando el gobierno impone el Acta Institucional nº5,
que inicia el periodo más represivo de la dictadura. Su núcleo más importante es-
taba en la música popular. Los festivales de la canción promovidos por las redes
de televisión fueron el espacio de donde surgió la ruptura de Caetano Veloso y
Gilberto Gil, ya en 1967. En 1968 se lanza el disco colectivo Tropicália, título to-
mado de una canción de Caetano que, a su vez, recuperaba la expresión “tropicá-
lia” de una instalación de Hélio Oiticica, expuesta en el Museo de Arte Moderno
de Río de Janeiro en mayo de 1967, época en la que en esa misma ciudad se ex-
hibió Terra em transe. En teatro, el Grupo Oficina, dirigido por José Celso Martí-
nez Correa, puso en escena en 1967 la pieza O rei da vela, escrita en 1933 por
Oswald de Andrade. 1968 fue el año de la puesta en escena de Roda viva, de Chi-
co Buarque de Holanda, también dirigida por José Celso. En este momento, pasa-
mos de un arte pedagógico concienciador a espectáculos provocadores que se
apoyaban en estrategias de agresión y collages pop que señalaron la politización en
Brasil de protocolos de creación que, en su origen (los Estados Unidos), tenían
otro sentido. La ironía de los artistas privilegia la sociedad de consumo como
blanco, en un momento en el que, en Brasil, hay una nueva forma de entender la
cuestión de la industria cultural y el nuevo peldaño de la mercantilización del arte,
de la información y del comportamiento joven, incluida la rebeldía. La tradición de
M
70 El cine oderno brasileño
la radio y de la televisión comienza a ser observada con otros ojos: el cine rein-
corpora la chanchada —O bandido da luz vermelha, Macunaíma, Brasil ano 2000
(Walter Lima Jr., 1969)—, los artistas trabajan con más matices las ambigüedades
O bravo guerreiro (Gustavo Dahl, 1968) del fenómeno Carmen Miranda, antes reducida a un paradigma del colonialismo.
La vanguardia coquetea con el kitsch, abandonando de
una vez cualquier residuo de pureza, tanto en el eje de
la poesía como en el eje de la cuestión nacional.
Un dato central en el bienio 67/68, que tendrá con-
secuencias en el surgimiento del Cinema Marginal en
1969, es el rechazo de una visión dualista de Brasil. Esta
subrayaba la oposición entre un país rural, matriz de la
identidad nacional, y un país urbano, lugar de una des-
naturalización de la cultura por causa de la invasión de
los productos de los medios de comunicación interna-
cionales. El Tropicalismo, de modo especial, instaura una
nueva forma de relación con esos influjos externos y
produce el choque con sus collages, que elaboran la
contaminación mutua de lo nacional y de lo extranjero,
de lo alto y de lo bajo, del país moderno —en pleno
avance económico y en continuo proceso de urbaniza-
ción— y del país arcaico, el que hasta sectores de la iz-
quierda cultivaban, en el plano simbólico, como reserva
de la autenticidad nacional amenazada. En su montaje
de signos extraídos de contextos opuestos, el Tropicalis-
mo promovió el retorno del modernismo de Oswald
de Andrade y combatió una mística nacional basada en
las raíces, proponiendo una dinámica cultural hecha de
incorporaciones del Otro, de la mezcla de textos, len-
guajes, tradiciones. En el cine moderno brasileño, esa
Os herdeiros (Carlos Diegues,1969) mezcla es la tónica de cineastas como Joaquim Pedro de Andrade, a partir de Ma-
cunaíma, Sganzerla, Ivan Cardoso, Arthur Omar y Júlio Bressane, cuya obra está he-
cha de invenciones-traducciones que abarcan un amplísimo repertorio.
La cultura brasileña de finales de la década de 1960, digamos posterior a Terra
em transe, representó la pérdida de inocencia frente a la sociedad de consumo, y
movilizó el dinamismo del propio mercado para intentar una radicalización de su
poder disolvente del lado patriarcal, cosa de familia, de la tradición nacional. Al mis-
mo tiempo, introdujo en este dinamismo moderno una lectura de esta tradición
que, aunque irreverente, marcó una continuidad de las referencias y subrayó lo que
había de “cuestión nacional”, modernamente entendida, en aquella esfera del pro-
ceso cultural más evidente en su internacionalización. Las discontinuidades y el tono
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71
O rei da vela (José Celso Martínez Co-
ción no reivindica la posesión de un mandato popular, no supone la “comunidad imaginaria” en el sentido acuñado por
imaginaria” de la nación de la que sería portavoz5. En películas como Orgia (Trevisan, BENEDICT ANDERSON en su análisis del
1970), Jardim das espumas (Rosemberg, 1969), O anjo nasceu (Bressane, 1969), la concepto de Nación. Véase Imagined
tónica dominante es el vagabundeo por un espacio que se representa como un in- Communities: Reflections on the
fierno, inserción en una historia que es violencia y corrosión, sufrimiento que no se Origins and Spread of Nationalism,
redime. Tal iconoclastia se corresponde con las rupturas planteadas por el “teatro de Verso, Londres, 1983.
M
72 El cine oderno brasileño
agresión”, especialmente del Grupo Oficina; y una nueva política del cuerpo genera
en las pantallas rituales que afirman la liberación sexual en marcha. La provocación
tiene como blanco las tradiciones cristianas asociadas a los dueños del poder y quie-
re dar expresión al abanico de subculturas de los grupos marginales, en choque di-
recto con un provincianismo que, en aquel momento, recibía un impulso militar. En
los momentos en los que es más decisivamente experimental, el Cinema Marginal es
radical en la ironía cuando se despoja del propio orden de lo narrativo, por ejemplo
en Bang bang (Andrea Tonacci, 1970) y en las películas de la productora Belair, de
Bressane y Sganzerla. La contestación al Cinema Novo es en todo contraria a las
adaptaciones del lenguaje a los parámetros de mercado
que, a partir de finales de la década de 1960, asume
este movimiento, preocupado por garantizar la continui-
dad de un cine nacional menos ansioso por una revolu-
ción, por otra parte ya fuera de tono. Aunque blanco
del ataque de los más jóvenes, la búsqueda del Cinema
Novo de un lenguaje comunicativo tiene algo de peculiar,
pues se hace dentro de los postulados del cine de autor,
sin una política de producción empeñada en la consoli-
dación de géneros estables, privilegiando obras que nos
dieron ejemplos notables de lenguaje moderno: Os In-
confidentes (Joaquim Pedro de Andrade, 1972), São Ber-
O anjo nasceu (Julio Bressane, 1969) nardo (Hirszman, 1972) y Toda nudez será castigada (Toda desnudez será castigada, Ja-
bor, 1972). En el caso de Glauber Rocha, se da incluso la tónica del
experimentalismo, de Câncer (1968-1972) a A idade da terra (1980), aunque haya
polemizado con Godard, en Vent d’Est (1969), en favor de la película de mercado
como factor de institucionalización de cines nacionales en el Tercer Mundo.
Hay matices en los movimientos de los cineastas en los dos polos de la polémica
y esta adquiere nuevos contornos en cada fase, entre 1969 y 1973. De cualquier
modo, puede decirse que el cine moderno brasileño entra en el periodo de apertu-
ra política, 1974/1979, alimentado por estos debates entre una estética atenta a lo
que es aceptable por el mercado —es el momento de la expansión de las activida-
des de Embrafilme y de la proclama “mercado es cultura”, de Gustavo Dahl— y una
estética que, con todos sus riesgos, entendía que la vía del modernismo implicaba la
continuidad de la experimentación. En la década de 1970, la divergencia de los gru-
pos se expresa en la pertenencia al esquema Embrafilme o en la pertenencia al “sa-
lón de los rechazados”, pero sería simplificar demasiado el proceso del cine moder-
no si redujésemos su movimiento a esta lucha bipolar. Otras tendencias entre
autores se hicieron presentes a lo largo de la década de 1970, fuera de tal clasifica-
ción, al fin y al cabo tan esquemática como cualquier otra. En este periodo, los datos
más característicos del cine moderno se actualizan y se renuevan con consistencia en
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73
películas de cineastas como Ana Carolina (Mar de rosas, 1976), Carlos Alberto Pra-
tes Correia (Perdida, 1976, y Cabaré mineiro, 1980), Jorge Bodansky/Orlando Senna
(Iracema, 1974) y Arthur Omar (Triste trópico, 1974), por citar solo el trabajo de los
que, no mencionados aquí entre los integrantes del Cinema Novo y del Marginal, die-
ron nuevo vigor, a lo largo de la década de 1970, a la investigación de lenguaje y a la
búsqueda de un estilo original al discutir la formación
histórica y los problemas contemporáneos del país. La
realización de películas de impacto revela la hegemonía
de la tradición moderna hasta el comienzo de la década
de 1980, y tomo aquí como punto límite simbólico de
esta vitalidad el año 1984. Este es el año de Memórias
do cárcere (Nelson Pereira dos Santos), que cierra el
diálogo del Cinema Novo con Graciliano Ramos, cuya
experiencia de la cárcel es ahora asumida como una ale-
goría de los años de represión en el momento en el
que se consolida la apertura. Dato más decisivo: es el año de la película-síntesis Ca- Bang bang (Andrea Tonacci, 1971)
bra marcado para morrer de Eduardo Coutinho, obra que recapitula todo un proceso
de debate del cine brasileño con la vida política nacional y lo hace con densidad,
pues encamina su debate con la historia y con los años de dictadura a partir de múl-
tiples estrategias que recuperan, a su vez, la tradición del documental en Brasil, in-
cluida la experiencia entonces reciente de los reportajes televisivos. Se condensan
en ella veinte años de régimen militar, en el umbral de la Nueva República que, cu-
riosamente, llega a definir, a partir de 1985, el marco más decisivo de atomización y
pérdida de élan —aunque no la completa desaparición— de la constelación moder-
na. Esta, en la segunda mitad de la década de 1980, agotó su dinamismo y se disolvió
en un contexto en el que las fuerzas vivas ya son otras. Se consolida en este mo-
mento una tendencia ya presente a principios de la década de 1980, cuando el cine
moderno, en lo tocante a la originalidad de estilo, había perdido densidad, en medio
de vacíos en la política de producción de la llamada “película cultural”, y había pre-
sentado claras dificultades de adaptación a las nuevas demandas del proceso cultural.
Ya presente a comienzos de la década de 1980, el proceso de disolución de lo mo-
derno se hace patente con la Nueva República, que entierra de una vez una matriz
surgida para reflexionar sobre el cine y sobre el país. Se abre la discusión de nuevos
designios institucionales adecuados a los nuevos tiempos pero no logra romper la
inercia del aparato de producción montado, mientras que el tenor del cine efectiva-
mente realizado consolida la disolución de las referencias culturales que actuaban
desde la década de 1960. Es verdad que, a lo largo de este periodo, hasta el colapso
de 1989/1990, algunos de los cineastas más experimentados siguieron su trayectoria,
pero ahora como ejemplos de un estilo de cine hecho según lo que ya era una fór-
mula estratificada, dentro de un momento en el que los que tenían más voz en el es-
M
74 El cine oderno brasileño
leño. Y el colapso de 1990, tal vez por la proximidad, estableció un hiato radical
que proyectó sobre toda la producción anterior la sombra del ciclo cerrado. La
propia noción de “renacimiento”, aún en boga, distinguió este sentimiento de dis-
continuidad aún vigente, cuyos términos y consecuencias solo podrán, no obstante,
definirse mejor a medida que el proceso avance.
Las vicisitudes del cine brasileño a comienzos de la década de 1990 revivían el
fantasma de la sucesión de los ciclos que, en determinado momento, parecía ser una
etapa superada. Al trabarse, el sistema —cuya disolución prematura preocupó tanto
a Paulo Emilio— parece estar siempre en formación, tal vez por estar condenado
por la historia mayor a no consolidarse. El tiempo parece solo cambiar la forma, y
también la fuerza, de sus obstáculos. Este hecho, dada la sofisticación y novedad radi-
cal de los obstáculos en torno a los años 1990-1993, proyectó sombras de una crisis
crónica e insuperable para una cinematografía que comenzó a compartir sus dramas
de supervivencia y desarrollo con una larga serie de experiencias nacionales en las
que la nueva cifra del debate era la esfera del “audiovisual” en su conjunto, señal de
una condición subalterna del cine que invertía las jerarquías del pasado en la consti-
tución de la esfera pública de masas. Si hasta la década de 1960 no parecía insensato
pensar, en América Latina, en un proyecto de cultura popular urbana con los cineas-
tas en la cima, a partir de la década de 1980 quedaron claros los límites de ese pro-
yecto. Este afirmó, sin duda, sus méritos estéticos, pero tal cualidad no se confundía
con lo que, finalmente, permite viabilizar una producción cinematográfica estable
dentro de un sistema de cultura industrial de gran audiencia, si es eso lo que se de-
sea. En Brasil, la constitución de una continuidad vigorosa en el plano del cine, al
contrario de lo que ocurrió con la música popular, se vio perjudicada por diferentes
coyunturas desfavorables a lo largo del siglo.
Me he centrado en la constelación moderna que fue hegemónica durante más
de dos décadas. Esa constelación fue producto de dos generaciones que vivieron
condiciones materiales particulares que alguien, a posteriori, puede considerar
más moderadas frente a otros momentos del cine brasileño: al fin y al cabo, el
cine moderno enganchó con la modernización exactamente en el interregno en
el que esta abrió espacios para el nacional-desarrollismo que alentó el Estado, en-
tre los años de Juscelino Kubitschek (1956-1960) y el periodo Geisel (1974-
1979). Fue, por tanto, un cine estimulado por los influjos que generó el modelo
de sustitución de importaciones hoy transformado en arcaísmo por el nuevo or-
den internacional. Lo esencial, sin embargo, es que el mérito mayor de este cine
moderno, en sus momentos más fecundos, fue saber, por encima de todo, “cap-
turar el tiempo”, entender el mecanismo más profundo de los obstáculos enton-
ces vigentes para el cine de América Latina, de modo que llegó a conformar el
periodo más brillante de una cinematografía, inventando una estética apta para
favorecer talentos, en lugar de frustrarlos (de esta frustración, los datos más sim-
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bólicos en el periodo clásico son la trayectoria de Lima Barreto y las vicisitudes
del propio Alberto Cavalcanti en el Brasil de la década de 1950).
Si el cine moderno encontró su punto de agotamiento, cabe observarlo como
un dato, entre otros, de repertorio, sin la ilusoria búsqueda de fórmulas que pue-
dan repetirse. En la coyuntura actual, el sentido de “capturar el tiempo” —inter-
vención apta para condensar y definir la personalidad y los horizontes del nuevo
cine— es necesariamente diferente de lo que fue en otro momento más o menos
feliz del pasado. Desde 1993, cuando la nueva producción se hizo visible, adquirien-
do mayor densidad a partir de 1995, su variedad de estilos ha dificultado la caracte-
rización de tal “personalidad”. El dato típico de la década de 1990 fue la diversidad,
no solo considerada como hecho, sino también como un valor. Y el dato curioso
de ese “viva la diferencia” es que no se asoció a la batalla por un cine de autor con-
tra las pautas del mercado aunque, en términos prácticos, el autor haya prevalecido.
Más abierto a alianzas y tal vez menos soberbio en su postura, él o ella continuaron
como fuerza mayor en la constitución de un polo de calidad en la producción. El
clima cultural, sin embargo, no realzó cuestiones de principio como polos de deba-
te, sea la cuestión nacional, la oposición entre vanguardia y mercado, la disparidad
de presupuestos y estilos. La tónica, desde 1993, ha sido el pragmatismo.
La nueva forma de apoyo a la producción favoreció ese clima, pues abrió un aba-
nico generoso en su variedad. La ley del audiovisual —esquema de exención fiscal
que permite a las empresas un mecenazgo hecho a costa del propio gobierno— ha
sido el gran soporte del cine, ofreciendo un marco para la libertad de estilo, siempre
que se tenga acceso mundano, y de clase, a los “canales” para captar recursos en las
empresas o en gobiernos locales que se proponen favorecer la descentralización. La
elección entre la inserción en el circuito del “cine de arte” o el intento de comunica-
ción con el gran público depende fundamentalmente de los realizadores, pues no
hay presión inmediata en favor del retorno de capital, valiendo más la convicción
personal que dirige el proyecto en una dirección u otra. Dentro de la brecha creada
por la legislación, los cineastas trabajan, cada vez más conscientes de que pueden es-
tar viviendo un espejismo de producción con muerte anunciada si no hay imagina-
ción suficiente capaz de producir una política de la que el cine aún carece.
Cuando observo la ausencia de debate me refiero, sobre todo, a la relación es-
tética con el pasado. El cine de la década exhibió su diferencia, pero no se preocu-
pó por proclamar rupturas. Privilegió algunos datos de continuidad, como, por
ejemplo, en la serie de películas que se centraron en los temas de la migración, de
los bandidos del Nordeste (el cangaço) y de la vida en la favela, en un retorno a es-
pacios emblemáticos del Cinema Novo. Ciertos núcleos temáticos se recompusie-
ron, como la cuestión de la identidad nacional, y se mantuvo el recurso a esquemas
alegóricos en la representación del poder. Pero hay ahora claras diferencias en la
forma de entender el papel de la fotografía, del cine y de la televisión en la forma-
M
78 El cine oderno brasileño
ción del sujeto, y en la manera de concebir el juego de poder dentro del cual están
insertos los productores de imagen, en una tónica muy distinta de la que tendió a la
heroización del cineasta independiente como revelador de un Brasil-verdad para los
brasileños, tal como se vio en la década de 1960 y 1970. El cineasta comienza a re-
conocerse de forma más incisiva como parte de los medios de comunicación que
suele tratar en su obra, como pieza de un gran esquema de formación de la subje-
tividad. Y cuando está empeñado en la discusión del poder, destaca el lado invasor
no solo de la televisión o del cine extranjero, sino también el de la propia experien-
cia que su práctica engendra en el contacto con la sociedad. Digamos que ha perdi-
do la inocencia que conduce su trabajo ya no tan convencido de la legitimidad “na-
tural” de su encuentro con el hombre común, con el oprimido. Perdió las certezas
típicas de aquella época en la que la cinefilia contenía, en sí misma, una fuerte di-
mensión utópica, de proyección hacia un futuro mejor del arte y de la sociedad. No
reitera, por lo menos no con el mismo vigor, aquella fe en la vocación emancipado-
ra de una práctica que, una vez inspirada en una postura de contestación frente a
Hollywood, desencadenaría un proceso de desalienación. Ya no vivimos el tiempo
en el que el cineasta se veía como portador de un mandato que, en el caso brasile-
ño, se concebía como salido del propio tejido de la nación, por supuesto mucho
más cohesionado y ya constituido de lo que, de inmediato, la realidad acabó de-
mostrando. Conocemos los rumbos de la cultura y de la política en los últimos
años que derivaron, para el cineasta brasileño, en este sentimiento de pérdida del
mandato, de fin de la utopía del cine moderno. Como consecuencia, hay un despla-
zamiento de la propia autoimagen de los autores que viven aún la política de la
identidad nacional, de la necesidad de un cine brasileño, pero no traducen en sus
películas la misma convicción de ser portavoces de la colectividad. Hay excepcio-
nes, pero este terreno hoy está sobre todo incorporado a la retórica de la Rede
Globo de Televisión, con su versión industrializada y comercial de lo nacional y po-
pular bien impresa en las novelas y en las miniseries, productos que, para algunos
cineastas (Fábio Barreto, Sérgio Resende), funcionan como referencia legítima y,
para otros (Tata Amaral, Murilo Salles), como blanco de una crítica estética que se
articula con la propia manera en que enfocan, en el propio enredo de sus películas,
la interferencia de la televisión en la sociedad brasileña. Sin retomar aquí la cuestión
de lo nacional y popular, aun residualmente como pauta en la cultura, quiero solo
recordar hasta qué punto, ya en la década de 1960, hubo un periodo polémico en
torno a ella, tanto en el debate entre los militantes de los Centros Populares de
Cultura y el cine de autor de los partidarios del Cinema Novo, como en la querella
que opuso a Glauber Rocha y a los defensores de un arte pedagógico con ocasión
del lanzamiento de Terra em transe, que puso en cuestión muchos de los principios
que alimentaban la idea del mandato popular con la que el artista se investía. He
destacado al comienzo de este artículo cómo, a principios de la década de 1970, se
X
Ismail avier
79
hacía presente el sentimiento de una crisis de la historia y del cine que contrastaba
con las esperanzas de comienzos de la década de 1960. Era el momento en el que
se configuraba mejor la cuestión de la “amenaza interna” representada por la televi-
sión, en un sistema de los medios de comunicación que llegó a complicarse más
claramente, a los ojos de los cineastas, después de 1969, pues antes estaban total-
mente volcados a la pesadilla mayor de la dominación del mercado por Hollywood.
Esa “amenaza” era efectiva no solo a causa de la hipertrofia peculiar de la televisión
en la sociedad brasileña, sino también por su divorcio, favorecido por las leyes del
país, con el cine local, que perdió comercialmente mucho por su causa. Se compu-
so un cuadro de desconfianza mutua que, a pesar de algunas iniciativas puntuales,
aún persiste, y el cineasta se enfrenta a una difícil ecuación: por un lado, la presión
procedente de la retracción del mercado cinematográfico, relacionada con el con-
sumo doméstico de la televisión; por el otro, la fuerza renovada del cine estadouni-
dense después de su revolución high tech consolidada a partir de Star Wars (La gue-
rra de las galaxias, George Lucas, 1976).
En los años recientes, superada su mayor crisis (la de 1990), el cine brasileño se
ha recompuesto, pero sin lograr resolver ninguno de los dos polos de la ecuación
que expresa su fragilidad institucional, más allá de sus conquistas estéticas. En cierto
modo, se puede observar el esfuerzo actual como reedición, en una nueva coyun-
tura, de la misma lucha contra el fantasma del desencanto que era, en 1973, el te-
lón de fondo de la fórmula provocadora de Paulo Emilio: en la economía del cine
brasileño, el subdesarrollo no es una etapa sino un estado. Dados los vacíos actua-
les, no es posible vislumbrar aún en qué momento podremos descartarla ❍
Sumario Siguiente
Alberto Cavalcanti filma Simão, o caolho (1952)
ANA RITA MENDONÇA
I
Parece que en la Rua do Ouvidor había una tienda con cortinas, donde un hombre con
pantalones a cuadros ajustados a los tobillos paseaba agitado vendiendo entradas y vocife-
rando: ¡Es Inana! ¡Va a comenzar Inana! ¿Sería Inana (nunca supe el significado de esa pala-
bra) un cinematógrafo?… Tal vez nuestra primera película tenga que ver con Inana…
Vinícius de Moraes, Crónicas para la historia del cine en Brasil1
En 1944, cuando Vinícius de Moraes comentó que Inana estaba en el ori- to 1944, pág. 9, en VICENTE DE PAULA
gen de nuestro cine, hacía mucho que el sector cinematográfico luchaba, ARAÚJO: A bela época do cinema bra-
como otros segmentos de la vida brasileña, para estar en consonancia con el sileiro, São Paulo, Perspectiva,
llamado paradigma moderno. Se trata del conjunto de recursos, hábitos y 1976, págs. 58-59. Salvo indicación
cuestionamientos que, aunque no siempre explícitos, movilizaron generacio- contraria, esta es la fuente de informa-
nes desde el tránsito entre los siglos XIX y XX hasta mediados de la década ción sobre los inicios del cine brasileño.
de 19605. Empeñándose en cumplir las exigencias que harían de Brasil un 2. ALICE GONZAGA Y CARLOS AQUINO:
país moderno, el medio gubernamental apoyaría con frecuencia una moder- Gonzaga por ele mesmo - memórias
Entre las cuestiones inevitables que conducirían al país a la modernidad, in- brasileiro, Río de Janeiro, Record,
teresa destacar, en el caso del cine, el proceso de industrialización y la bús- 1989, pág. 9.
queda de un sitio privilegiado en el debate artístico, invariablemente influido 3. VICENTE DE PAULA ARAÚJO: op. cit.,
por la definición de la identidad nacional, fenómeno típico de los países en págs. 59-61 y HUMBERTO M. FRANCES-
busca de afirmación en el escenario mundial. De los medios audiovisuales CHI: Registro sonoro por meios mecâ-
M
82 Industria cultural y odernidad
❍
Cuando el cinematógrafo de los Lumière se ha-
bía hecho público en París en 1895, Brasil se dedi-
caba a la búsqueda de la modernidad. Se habían
hecho cambios impor tantes para establecer una
sociedad de tipo urbano-industrial que moderniza-
se el país. La esclavitud negra quedó abolida en
1888 con la clara intención de crear un mercado
consumidor. En 1889 se instituyó el régimen de go-
bierno republicano de inspiración estadounidense
que apartó el recuerdo de los tiempos anteriores a
la independencia, evocada por la permanencia de la
familia real, oriunda de Portugal, durante el impe-
rio. El afán por lo nuevo, invariablemente extranje-
ro, también afectaba a la vida cotidiana. La medida
más contundente para cumplir con el mandato ge-
neral de civilizar fue la remodelación del centro his-
tórico de Río de Janeiro. Siguiendo el modelo fran-
cés de Haussmann utilizado en París, la Reforma
Pereira Passos, conocida por el nombre del alcalde
que la impulsara, en cuatro años, a partir de 1904,
permitió dar una fachada Belle Époque a la joven república. Urbanizando, em- Paschoal Segreto
das las capas sociales, se convirtió en la identidad cultural de la ciudad6. pág. 11.
La oferta de diversión es parte del fenómeno urbano. En Río de Janeiro 6. Véase R OSA M ARIA B ARBOZA DE
fue un rasgo que se manifestó tempranamente. Festera desde los tiempos ARAÚJO: A vocação do prazer - a ci-
coloniales, en la segunda mitad del siglo XIX vivía una “indigestión de place- dade e a família no Rio de Janeiro
res”, según la describe Machado de Assis, cronista mayor de la ciudad7. Por republicano, Río de Janeiro, Rocco,
su obra desfilan teatros, circos, espectáculos de lucha romana, acrobacias, co- 1993.
rridas de toros, regatas, billares y loterías, entre otras diversiones. También 7. Machado de Assis, Crónica
surgían en la ciudad novedades mecánicas importadas, antecedentes del cine- del 25 de agosto de 1878 en VICENTE
matógrafo: antiguas linternas mágicas, cosmoramas, kinetoscopios. DE PAULA ARAÚJO: op. cit., pág. 27.
M
84 Industria cultural y odernidad
Rom, 1997.
(primórdios-1912)” en F ERNÃO R A -
❍
El proyecto urbano-industrial no fructificó en la Primera República, marca-
da por la debilidad de un poder central ofuscado por las oligarquías regiona-
M
86 Industria cultural y odernidad
Hacer un buen cine en Brasil debe ser un acto de purificación de nuestra realidad,
a través de la selección de aquello que merece ser proyectado en la pantalla: nuestro
progreso, las obras de ingeniería moderna, nuestros blancos guapos, nuestra naturale-
za. Nada de documentales, pues no hay control total sobre lo que se muestra y pue-
den infiltrarse los elementos indeseables; hace falta un cine de estudio como el esta-
dounidense, con interiores bien decorados y habitados por gente simpática11.
pasó a concretar sus ideales. En 1929 dirigió Barro humano, empleando dogmas de diciembre de 1929, pág. 28, en
divulgados por Cinearte. En esta época, la novedad del cine sonoro hacía pen- JOÃO LUIZ VIEIRA: “A chanchada e o
sar en una producción de películas nacionales más regular, debido a las diferen- cinema carioca (1930-1955)” en
cias idiomáticas. En 1930, Gonzaga fundó en Río de Janeiro el estudio al que FERNÃO RAMOS (ED.): op. cit., pág. 133.
M
88 Industria cultural y odernidad
dando continuidad a su filmografía, estuvo marcada por la demora en la reali- de abril de 1939, s. p. apud ALICE
zación de Inconfidência mineira, película dirigida por la actriz Carmen Santos, GONZAGA Y CARLOS AQUINO: op. cit.,
y acabó cerrando en 1952. Cinédia se mantiene abierta en Río de Janeiro. pág. 44.
Durante sus setenta años de existencia, realizó cortometrajes y noticiarios. 14. A Nação, Río de Janeiro, 30
Volvió a los largometrajes de manera discontinua, dando prioridad a su su- de enero de 1935, s. p.
M
90 Industria cultural y odernidad
1954)
“No cabe la menor duda de que Barnabé, tu és meu es un auténtico abaca- 168.
xi”, escribió, por ejemplo, Vinícius de Moraes con respecto a la película de José 16. VINÍCIUS DE MORAES: O cinema
Carlos Burle, en 195216. Abacaxi (en castellano, “piña”) era una palabra utilizada de meus olhos, São Paulo, Com-
para referirse a las comedias musicales, hoy llamadas con más frecuencia chan- panhia das Letras, 1991, pág. 271.
M
92 Industria cultural y odernidad
chadas, ambos vocablos del linaje de la inana. Usado como término del argot, el
abacaxi es “algo trabajoso, complicado, embrollado, intrincado”, “cosa o perso-
na desagradable, pesada, latosa”. La chanchada designa una “pieza o película sin
valor, en la que predominan los recursos tópicos, las gracias vulgares o la porno-
grafía”; es simplemente “cualquier espectáculo de poco o ningún valor”17.
Fue solo a partir de la posguerra cuando la intelligentsia brasileña se interesó
por los destinos del cine nacional. Se hizo flagrante la militancia de una crítica
cuya referencia principal era el cine europeo y no el estadounidense. A finales
de 1949, se fundó en São Paulo la Compañía Cinematográfica Vera Cruz, con-
tando con otro apoyo inédito, proveniente de la elite financiera local. En la so-
ciedad accionarial que constituyó la compañía, se destacaban el ingeniero italia-
no Franco Zampari, conocido por su capacidad emprendedora, y Francisco
Matarazzo Sobrinho, cuya familia era propietaria del principal grupo industrial
del país. Con el cineasta brasileño Alberto Cavalcanti, de regreso en Brasil tras
más de treinta años en Europa, como productor general de la Vera Cruz, fue-
ron ellos los iconos de la nueva aventura de industrialización cinematográfica.
Los principales accionistas de la Vera Cruz también habían participado en la
17. AURÉLIO BUARQUE DE HOLLANDA creación del Museo de Arte Moderno y del Teatro Brasileño de Comedia, que
FERREIRA: op. cit., pág. 2 y 452. estaban entre las iniciativas culturales inauguradas en la capital paulista en la pos-
M
Ana Rita endonça
93
guerra, reforzando la expresión urbana de la ciudad, con el patrocinio de la bur-
guesía industrial. Según destaca Maria Rita Galvão, autora del importante ensayo
Burguesia e cinema: o caso Vera Cruz, se vivía el momento más intenso de afir-
mación burguesa por la vía cultural, curiosamente producido después del verda-
dero apogeo del grupo industrial, culminado en 1930. Hasta entonces, la trans-
ferencia de recursos de la agricultura cafetera al sector industrial prescindía de la
participación del Estado, que se había hecho indispensable en la posguerra para
la implementación de la industria de base en Brasil18.
La influencia del cine europeo en el proyecto de la Vera Cruz se materializó
con la contratación de técnicos procedentes de estos países, aunque poco fami-
liarizados con movimientos como el neorrealismo italiano. La infraestructura
construida por la compañía en São Bernardo do Campo, en los alrededores de
São Paulo, seguía las características del studio system norteamericano, con gran-
des estudios y equipos fijos, características presentes desde las primeras y bre-
ves tentativas de industrialización de la actividad en São Paulo, en la década de
1920. Desde entonces, regía la idea de que estas iniciativas deberían surgir en la
“tierra de la industria”, expresando una de las oposiciones entre los dos polos
del proyecto urbano-industrial.
La necesidad de establecer un “patrón internacional de calidad”, justificada
por el énfasis en la exportación presente en el proyecto Vera Cruz, provocó el
Belle Époque hasta nuestros días, el cine brasileño recorrería periodos de alta y pág. 170 y FERNÃO RAMOS: “Os novos
baja participación en la industria de bienes culturales. A la televisión, instalada rumos do cinema brasileiro (1955-
en Brasil a partir de 1950, le correspondió el proyecto de una industria audio- 1970)” en FERNÃO RAMOS (ED.): op. cit.,
visual receptora de grandes inversiones, sobre todo a partir de la fundación de pág. 302.
Algunas metas características de la actividad televisiva provienen de la radio. do cinema brasileiro, Río de Janei-
La integración territorial por la vía tecnológica, objetivo orientador de la radio ro, Civilização Brasileira, 1963,
brasileña, alcanzó su mayor desarrollo con las redes de televisión, gracias a los págs. 14-15.
M
96 Industria cultural y odernidad
participación de la Globo Filmes, la productora de películas de TV Globo, hoy Aragão, 1998) y Zoando na TV (José Alva-
principal red de televisión de Brasil y de América Latina. renga Júnior, 1998) son las coproduccio-
Explícitamente citado, la nueva empresa adopta el ejemplo de Atlântida de nes en las que la Globo Filmes tuvo parti-
utilizar astros de la radio como estrategia para aumentar la recaudación de ta- cipación mayoritaria. Desde la década de
quilla. La empresa busca además proyectos en los que TV Globo pueda funcio- 1970, el comediante Renato Aragão, que
nar como catalizadora de público, prestando su star system o su universo te- protagoniza Simão, dirige producciones
mático, con argumentos consagrados por la televisión, aunque sin citar su destinadas al público infantil. Catorce de
propio vehículo. Desde su creación, en 1997, la Globo Filmes trabaja con es- las películas protagonizadas por su grupo,
quemas de coproducción, actuando como socia mayoritaria de aquellos pro- Os Trapalhões, proyectado en el ámbito
yectos fuertemente identificados con las características citadas. La empresa no nacional a través de TV Globo, se en-
se ocupa de la exhibición o distribución de películas, en manos de grupos ex- cuentran entre las veinticinco más taqui-
tranjeros, con los cuales Globo Filmes, a pesar del peso de su grupo en la in- lleras, incluyendo nacionales y extranjeras,
dustria cultural brasileña, confía en negociar con bases ventajosas, a partir del del periodo 1975-1984. Zoando na TV,
Aun considerando los grupos que crean un cine de carácter comercial, el pro- ca, con un contrato de TV Globo, repite
yecto de industrialización adoptado entre las décadas de 1930 y 1950 ha sido el esquema de las películas de Renato
abandonado y solo permanece el empeño dirigido a la simple introducción de las Aragão, conservando como tema el uni-
películas brasileñas en el mercado de bienes culturales. El debate se centra en las verso televisivo. La Globo Filmes actuó
actividades de exhibición y distribución, dominios de la industria cinematográfica como productora minoritaria en las pelí-
estadounidense, inana surgida con el fin de la remota Belle Époque del cine brasi- culas Orfeu do carnaval (Carlos Diegues,
leño. Después de cuarenta y siete años, un nuevo congreso acaba de reunir a la 1997) y Bossa nova (Bruno Barreto,
clase cinematográfica brasileña. Entre los aspectos destacados por el documento 2000). Tela Viva, Río de Janeiro, fe-
resultante del encuentro realizado en la ciudad de Porto Alegre, al sur del país, brero de 1999, págs. 22-23.
se encuentra la necesidad de expandir el mercado interno para las películas bra- 24. O Globo, Río de Janeiro, 3 de julio
sileñas, en las salas de cine y en las pantallas de la televisión24 ❍ de 2000, Segundo Cuaderno, pág. 2.
Sumario Siguiente
Macunaíma (Joaquim Pedro de Andrade, 1969)
SYLVIE PIERRE
L a primera impresión al iniciar un estudio
sobre “Cinema Novo y modernismo” es que ambos temas, en primera instancia,
poco o nada tienen que ver el uno con el otro, como más adelante veremos. Sin
embargo, observándolo con mayor detenimiento, uno puede descubrir que esta
confrontación tiene gran interés y que, por sí misma, bien puede dar origen a una
treintena de tesis sobre historia o estética. Esto, claro está, implicaría una gran eru-
dición sobre los dos términos implicados.
Cinema Novo
y modernismo 1
Creo que antes de adentrarnos en el tema, conviene detenerse someramente
en algunas fechas que considero de gran significación. Se trata de referencias que
nos pueden ayudar a situar los dos términos objeto de mi reflexión en la compleja
cronología de la historia cultural de Brasil y que servirán para contextualizar algunos
puntos de contacto entre el Cinema Novo y el modernismo. En primer lugar, centra-
remos nuestra atención en una cronología de aniversarios. En este sentido, no creo
necesario insistir en el hecho generalizado de utilizar y aprovechar la magia de las
cifras exactas y los centenarios. Las tres fechas que paso a detallar funcionan como
pequeñas claves para interpretar la articulación histórica existente entre el moder-
nismo y el Cinema Novo.
Primera fecha importante: 1822. Es el año de la independencia de Brasil que,
hasta ese momento, había sido una colonia de Portugal. El destino de la agitada 1. El presente artículo es una versión
historia de Europa quiso que, después de 1815, por paradójico que pueda resul- de la conferencia que pronuncié en abril
tar, el reino de Portugal se encontrara en Brasil. En efecto, en 1808, el rey de de 1992 durante el ciclo “La modernidad
Portugal, Juan VI, trasladó su trono y toda la corte a Río de Janeiro por temor a cinematográfica a debate”, organizado
una invasión francesa. Fue este el motivo que le llevó a tomar la determinación por el Colegio de Historia del Arte Cine-
de interponer el océano Atlántico entre él y las tropas napoleónicas. Una vez el matográfico. Quiero agradecer a Jacques
poder de Portugal estuvo en Brasil —quede claro que se trata de una visión muy Aumont y a la Cinemateca Francesa tan-
simplificada de la historia—, Brasil inició el proceso de secesión de Portugal. Así, to la invitación a participar como su pos-
en 1822, un príncipe portugués, el hijo del rey Juan VI, Don Pedro de Braganza, terior autorización para publicarla
M
100 Cinema Novo y odernismo
drade, 1972)
significación ambivalente: por una parte, la que muestra el poder, por otra la que
ofrecen los intelectuales, que tienen un concepto muy distinto de la independen-
cia nacional. Precisamente, hemos de situar en esta época el apogeo simbólico
del movimiento del Cinema Novo, aunque algunos hablen ya de su fin. Concreta-
mente, en 1972, Joaquim Pedro de Andrade dirigió Os Inconfidentes, donde trató
el tema de la revolución burguesa, una primera tentativa de independencia, que
tuvo lugar en Brasil a finales del siglo XVIII, y que fue abortada y cruelmente sofo-
cada. Así pues, he elegido estas tres fechas para que se comprenda hasta qué
punto la vuelta del tema independentista juega un papel importante en la historia
de la modernidad brasileña.
Algunos aspectos que también quisiera destacar es el momento en que po-
dríamos situar el inicio del movimiento modernista que revolucionó las artes en
Brasil y el inicio del movimiento del Cinema Novo. Respecto al primero, podría-
mos afirmar que fue después de la Primera Guerra Mundial, hacia 1917. En
aquella época, Anita Malfatti, mujer y pintora, tras un viaje por Europa durante el
cual quedó fascinada por el cubismo, organizó una exposición de sus obras pro-
vocando un verdadero escándalo. La prensa se hizo eco de esta situación, como
demuestra un célebre artículo titulado “¿Paranoia o mistificación?”. En cuanto al
segundo, propongo la segunda mitad de los años cincuenta, con las películas del
cineasta de Bahia, Trigueirinho Neto, o con las de Nelson Pereira dos Santos,
oriundo de São Paulo. Con este breve repaso quiero destacar que ambos pro-
cesos están marcados por la posguerra: las guerras remueven las culturas.
M
102 Cinema Novo y odernismo
Datar el fin del modernismo parece más complicado. Alcanza su momento cul-
minante entre los años veinte y treinta, pero los límites reales no son tan claros,
como demuestra el caso del pintor modernista Hélio Oiticica (1937-1980). Así
pues, la influencia del modernismo continuó alimentando la cultura brasileña. Fijar
una fecha final para el Cinema Novo es una cuestión que más vale dejar en manos
de los historiadores del futuro. El auge de este movimiento se sitúa entre 1955 y
1975, aunque resulta muy difícil encontrar criterios para delimitar este tipo de
movimientos. Según el punto de vista adoptado, podríamos certificar su muerte
en muy distintas fechas, algunas incluso anteriores a 1975. En 1968 con la consoli-
dación de la dictadura, en 1974 con la caída de la dictadura o en 1981 con la
muerte de Glauber Rocha. Partiendo de otros criterios, podríamos afirmar que el
Cinema Novo sigue vigente hasta la muerte de sus máximos exponentes, sus auto-
res más consagrados. Esto no resulta tan descabellado porque, como tan bella-
mente dijo uno de mis amigos cinemanovistas, “El Cinema Novo es el amor que
nos une”. Si bien Leon Hirszman murió de Sida en 1987, Joaquim Pedro de An-
drade de un cáncer de pulmón en 1988 y David Neves falleció en 1994, no hay
que olvidar a los que aún están vivos. Desde aquí mis mejores ánimos y, ojalá, no
les falte la salud a Nelson Pereira dos Santos, a Paulo César Saraceni, a Arnaldo
Jabor y a Carlos Diegues, representantes del núcleo familiar histórico del movi-
miento. Junto a ellos también encontramos algunos disidentes y herederos impor-
tantes: Rogério Sganzerla, Júlio Bressane, Luiz Rosemberg, Andrea Tonacci y
Arthur Omar, entre otros. Además tenemos los compañeros de viaje, personajes
1969)
de Andrade, 1981)
got que se utiliza para designar el sexo masculino. La utilización del nombre de la
materia prima que los colonos se llevaban, para blandirlo como su nombre indica,
y la reivindicación de la fuerza del propio sexo (susceptible de ser castrado), es un
juego de un gran simbolismo, pero, al mismo tiempo, de un simbolismo muy evi-
dente. El cine de Joaquim Pedro, y de todo el Cinema Novo en general, no bromea
sobre la propiedad de su “palo rojo”.
En la cinematografía de Joaquim Pedro de Andrade encontramos también re-
miniscencias de la tendencia modernista Verde e Amarelo: son el verde y el ama-
rillo de la bandera brasileña, pero no menos que el verde de los bosques y el
amarillo de las playas o los ríos, el verde y el amarillo de las plumas de las aves,
la tendencia nacionalista y regionalista que encontramos en la obra de Gilberto
Freyre y que se resume en la reafirmación de Brasil como identidad regional,
multicultural, mestiza. Igualmente, Joaquim Pedro de Andrade recoge la tenden-
cia antropofágica, presente en su obra a través de numerosas alusiones a la ne-
cesidad de devorar y digerir la cultura del Otro, incluso del propio cuerpo, me-
diante el amor.
Creo llegado el momento de precisar algunos aspectos antes de concluir que
el Cinema Novo se precipitó como un solo hombre en un sistema de referencia
tan directo y sistemático como el modernismo de los años veinte y treinta. El ori-
gen del movimiento del Cinema Novo que, desde un punto de vista histórico he-
mos situado en los años cincuenta, no tiene nada que ver con el modernismo. El
motivo determinante para tal afirmación es que, en sus inicios, el movimiento
modernista no se ocupó del cine. Nunca hubo ninguna referencia a este arte, al
P
Sylvie ierre
107
menos de forma consciente. A pesar de que el cine hubiera llegado al Brasil con
anterioridad, la Semana del Arte Moderno de 1922, muy significativa por otra
parte, no se hizo eco de ninguna expresión cinematográfica. En aquella época, ya
no se trataba de una mera diversión popular, como lo fue en todo el mundo a fi-
nales del siglo XIX, con las proyecciones de los hermanos Lumière como punto
de referencia. Los primeros años del siglo XX fueron
testigos del inicio de una cinematografía propia que,
en los años veinte, llegó a un grado de madurez muy
alto. Entre los directores, destaca, muy especialmen-
te, el cineasta Humberto Mauro, del cual nunca me
cansaré de repetir, hasta que se le haga justicia, que
alcanzó la envergadura de un Griffith.
Pero si bien el modernismo no hace ninguna refe-
rencia consciente al cine, al menos en sus comienzos,
esto no implica que la existencia del cine no haya
sido un elemento importante de catálisis intelectual.
Es más, yo diría que fue un elemento de catálisis sen-
sorial del pensamiento modernista tanto en Brasil
como en el resto del mundo. Son conocidos por to-
dos los puntos en común entre el cine y el Futuris-
mo italiano. Imagínense todas las posibles combina-
ciones a lo Paul Virilio: cine y maquinismo, cine y
velocidad, cine y modernidad, etc. Esto no significa
que los artistas modernistas, ya fuesen escritores,
pintores o músicos, no asistiesen al cine, o que no lo
hubiesen descubierto en sus viajes por Europa in-
fluenciados por el esnobismo de un ambiente cinéfilo
de una elite muy selecta que comenzaba a florecer
en aquella época en los círculos de vanguardia. Lo
cierto es que en el Brasil de los años veinte, los inte-
lectuales aún no consideraban el cine como un arte
en el que valiera la pena invertir esfuerzos o, al menos, como un arte que necesi- Limite (Mario Peixoto, 1931)
tara una renovación. Quizá el hecho de ser en sí un arte muy nuevo descartaba
el hecho de plantearse la conveniencia de un cambio. La sensibilidad cinéfila surgi-
rá en Brasil en los años treinta, bajo una forma extremadamente aristocrática: clu-
bes muy exclusivos, como el Chaplin Club, que transformará en objeto de culto
la primera película modernista, la famosa Limite de Mário Peixoto (1931). A pesar
de su modernidad, tan exuberante y notoria, esta película ha quedado como un
acontecimiento bastante aislado, que nada tiene que ver con el rumbo posterior
tomado por los movimientos vanguardistas cinematográficos, como pasó en Fran-
M
108 Cinema Novo y odernismo
cia, por ejemplo, con Germaine Dulac y Marcel L’Herbier. Limite es recordada
como algo fugaz. Muestra objetiva de la escasa importancia del cine en el conjun-
to del movimiento modernista es que la copia de la película tuvo que ser recupe-
rada, prácticamente en su totalidad, al cabo de cincuenta años.
De la misma manera que no hubo una toma de conciencia de la dimensión
cinematográfica en la estética modernista, tampoco hubo, en los inicios del Cine-
ma Novo, una reivindicación clara de su filiación al modernismo de los años vein-
te. Los fundadores de este movimiento, gente muy empirista, no sintieron la ne-
cesidad de trabajar con algo con lo que no habían contado desde el principio. El
arranque del Cinema Novo se basaba, sobre todo, en un pensamiento y en una
tradición cultural que nacía del propio cine. Una cinefilia todavía en ciernes en
aquellos años cincuenta y que debía su crecimiento
a la existencia de cineclubs y a la Filmoteca de São
Paulo. Esta cinefilia centra toda su atención en el ex-
tranjero y dirige su mirada hacia el cine ruso, italia-
no, danés, sueco, aunque también hay un gusto más
popular por el cine norteamericano, tan omnipre-
sente en el mercado comercial brasileño como en el
resto del mundo. El mismo Nelson Pereira dos San-
tos ha llegado a confesar que cuando era niño solo
le gustaban las películas norteamericanas. Así pues,
se trata de una cinefilia que se fundamenta y crece
sobre un pensamiento o una historia del cine que se
ha ido construyendo fuera del Brasil, mediante la
crítica francesa e italiana, como, por ejemplo, los
textos de Guido Aristarco, de Bazin o de Lukács. El
nacimiento del Cinema Novo, es decir, la voluntad de
hacer cine en Brasil, se opone a un cine brasileño
que no satisface porque es percibido como una ca-
ricatura inocente. Esta producción cinematográfica
propia la encontramos caracterizada, y sin tapujo al-
guno, en las comedias musicales brasileñas de los
años cincuenta, las famosas chanchadas, hacia las
cuales, la mayoría de los cineastas del Cinema Novo,
Rio 40 graus (Nelson Pereira dos Santos, excepto el puritano Rocha, sentían primero ternura y, después, una cierta nos-
1955) talgia, como la que sintiera Diegues. Posteriormente, este cine será percibido de
manera menos indulgente, como evidencia la crítica profunda del grupo emer-
gente del Cinema Novo del proyecto y posterior fracaso de las producciones de
la Vera Cruz, un intento por consolidar, en el Brasil de los años cincuenta, un
gran estudio de producción calcando los métodos de Hollywood con el claro
P
Sylvie ierre
109
objetivo de producir importantes películas nacionales de gran presupuesto. Pues
bien, lo que nos interesa destacar es el hecho de que tras el dinamismo original
del Cinema Novo no hay más que un pensamiento sobre el cine. La cuestión de
la modernidad no se plantea en los mismos términos en que lo hicieran los mo-
dernistas de los años veinte. No se trataba de ver en el arte anterior al enemigo,
sino que hay una voluntad manifiesta de que exista un arte cinematográfico en
Brasil, adaptado a sus posibilidades y que se centre en la realidad brasileña. Así
pues, el cine brasileño reacciona ante el cine brasileño existente, y lo hace apo-
yándose, sobre todo, en las tradiciones de pensamiento y pasión por el cine ve-
nidas del extranjero, expresadas al otro lado de sus fronteras. En las primeras
películas del Cinema Novo, como las de Nelson Pereira dos Santos, por ejemplo,
Rio 40 graus (1955) o Rio Zona Norte (1957), lo más característico es la tenden-
cia neorrealista, una voluntad de describir la realidad brasileña en términos de
naturalismo poético y humanista que tiene su origen en las obras de cineastas
italianos como Rossellini o De Sica. Esta tendencia neorrealista reaparecerá en
1962, en el primer largometraje de Glauber Rocha, Barravento, a pesar de que,
paradójicamente, su primer corto fuera más bien futurista.
Por otra parte, el movimiento del Cinema Novo y el del modernismo de los
años veinte no utilizaron los mismos medios de expresión. Por ejemplo, el naci-
miento del Cinema Novo estuvo marcado por algunos acontecimientos impactan-
tes. Una muestra de ello la tenemos en la prohibición que sufrieron algunas pelícu-
las como la ya mencionada de Nelson Pereira dos Santos, Rio 40 graus, en la que
se mostraba una realidad brasileña quizás excesivamente cruda, o Os Cafajestes
(Ruy Guerra, 1962), que escandalizó a las asociaciones puritanas de la época con
su famosa escena del desnudo en la playa, escena cuyo supuesto erotismo no se-
ría, actualmente, objeto de ningún comentario. Todo el movimiento en torno a la
Filmoteca de São Paulo sacudió a los jóvenes intelectuales a los cuales se sumó la
crítica, con duras intervenciones en la prensa por parte de algunos miembros del
Cinema Novo. Destacaremos las campañas de prensa muy violentas que generaron
las películas Deus e o diabo na terra do sol (Dios y el diablo en la tierra del sol, 1964),
y Terra em transe (1967), ambas de Glauber Rocha, cuya personalidad era suficien-
te para desatar una tormenta, especialmente, en sus últimos años de vida.
Ciertamente, el Cinema Novo hizo ruido y se hizo presente en los medios de
comunicación de masas, incluso en las tendencias más esnobs, con una línea pare-
cida a la de la Nouvelle Vague en Francia. Sin embargo, no encontramos una cone-
xión entre el Cinema Novo y otros acontecimientos de ámbitos diferentes como
lo hiciera el movimiento modernista, que supo influir en el conjunto de todas las
artes. Con el Cinema Novo, únicamente hablamos de cine. La situación resultó un
tanto paradójica ya que fue sobre todo fuera de Brasil donde tuvieron lugar los
grandes actos de inauguración del Cinema Novo. Se dio en Italia, a través de un
M
110 Cinema Novo y odernismo
1967
ción de la metáfora al deseo de destruir las formas hay tan solo un paso. Cual-
quier dinámica realmente modernista implica un desbordamiento de las formas
ante una realidad que cuenta con un grado de violencia insoportable. Esta diná-
mica se instaló en el corazón del Cinema Novo gracias a, si me permiten expre-
sarlo así, la violencia de la dictadura. Una violencia presente en Terra em transe,
en Macunaíma, en Os Inconfidentes. También en Azyllo muito louco (1970), de
Nelson Pereira dos Santos que, en un principio, parece una simple adaptación
del gran clásico de la literatura brasileña, una novela de Machado de Assis. Aun-
que me sea imposible entrar en mayores detalles, ¿es posible captar la dificultad
que entrañaba, en plena dictadura, dirigir una película titulada Amor, Carnaval e
Sonhos (Paulo César Saraceni, 1972)? Esta, y otras muchas películas, son obras
modernistas en el sentido más amplio, y también más vago del término. Son
obras de vanguardia porque fueron fruto de la tensión y de la coacción. Una olla
a presión, la presión de la falta de libertad, hizo que se buscaran vías de expre-
sión alternativas a las clásicas. El resultado fue la explosión de las formas, tan ca-
racterística del modernismo, aunque me gustaría matizar que fue un poco secun-
daria en el Cinema Novo, independientemente de que existieran en algunos
cineastas tendencias aristocráticas, formalistas y estéticas. El gran público —tal
vez la noción de gran público no sea demasiado pertinente en Brasil, donde la
gente no va prácticamente al cine por ser algo que está fuera de su alcance— y
la crítica reconocida reaccionaron unánimemente frente a estas películas, consi-
deradas oscuras, pretenciosas, incomprensibles, etc. También hubo un rechazo a
estas películas en Europa, aunque a comienzos de los años setenta tuvieran una
relativa aceptación por parte de una minoría cinéfila. A fuerza de ser modernas,
de mostrar una búsqueda formal o precisamente por lo contrario, por ser muy
simples —la censura desencadena el uso de estrategias muy naifs—, estas pelí-
culas fueron enterradas bajo los signos de la indiferencia o el aburrimiento. Sin
embargo, la intención primera había sido la de evitar la censura.
Así pues, durante los años de la dictadura, hubo películas modernistas en el
sentido más amplio del término, puesto que se trataba de obras que significaron
una eclosión de las formas de la narración cinematográfica. Películas que, en oca-
siones, supusieron verdaderos homenajes al espíritu modernista de los años vein-
te. No olvidemos el aniversario de 1972, que representó una sacudida para la
vida cultural del país. La dictadura estaba en pleno apogeo, en pleno sufrimiento
y, de pronto, con este aniversario, se levantaron los ánimos y los aires de libertad
del modernismo de los años veinte. Como era gostoso o meu francês (Nelson Pe-
reira dos Santos, 1971), fue un claro y explícito tributo al Manifesto antropófago
(Oswald de Andrade, 1928). Se trataba de la historia de unos indígenas, algunos
de los cuales tenían la costumbre de comerse a sus enemigos. Los mismos indíge-
nas que, según la mitología o la historia, habrían devorado a un obispo llamado
P
Sylvie ierre
115
Câncer (Glauber Rocha, 1968)
parte más visible a toda Europa, hacía muy poco que había terminado otra pelí-
cula completamente imposible de ver, titulada Câncer (1968). Câncer es una pelí-
cula underground, completamente alucinada, irreverente, incomprensible para
quien no conozca la íntima violencia del momento de la conciencia de un sujeto,
totalmente desarticulada, que articula una desarticulación. Este es el underground
de Glauber Rocha quien, a partir de aquel momento, seguiría principalmente esta
tendencia. Sus películas, desde la africana Der Leone Have Sept Cabeças (1971),
son, cada vez más imposibles de ver, y se sitúan de forma arrogante fuera de los
circuitos comerciales normales. Se le dedicaron artículos que podrían haberse ti-
tulado “Paranoia o mistificación”. La tradición modernista fue restablecida. Cine-
astas como Rogério Sganzerla o Júlio Bressane siguieron también el camino de la
disidencia. Algunos de sus trabajos, de gran fuerza, llevan títulos que son para qui-
tarse el sombrero: O bandido da luz vermelha (Rogério Sganzerla, 1968), Matou a
familia e foi ao cinema y O anjo nasceu (ambas dirigidas por Júlio Bressane en
1969), etc. Antonio Calmon, que también experimentó un cambio de dirección,
aunque en otro sentido, porque solo hizo series televisivas, dirigió O Capitão Ban-
deira contra o Doutor Moura Brasil (1971), una película con un título muy intere-
sante. La explicación es la siguiente: en Brasil, cuando se tomaba demasiada ma-
rihuana y a uno se le ponían los ojos rojos, se decía que había pillado un colocón
demasiado fuerte y que dava bandeira, lo cual podía alertar a la policía. Era preci-
so acudir de inmediato al Doctor Moura Brasil, nombre de un célebre colirio.
Luiz Rosemberg, un conocido cineasta, tal vez algo masoquista, dirige en esos
años Jardim de Espumas (1970) y América do sexo. Nuestra pregunta es: ¿el mo-
dernismo del sufrimiento, se ha hecho ya insoportable? ¿Continuará esta nueva
tendencia?
Arthur Omar intentó un Triste Trópico (1974), en la línea de la marginalidad
más arrogante y André Luiz Oliveira un excelente Meteorango Kid (1969). En este
tipo de cine están permitidas todas las libertades, incluso la de destrozar una pelí-
cula. Podríamos relacionar este cine con una tendencia muy interesante del movi-
miento modernista de los años veinte llamado Anta. Se trata del nombre de un
animal, una especie de tapir gigante cuya característica es que lo devora absoluta-
mente todo, incluso las bibliotecas y la cultura. Iniciar una nueva andadura bajo
los auspicios de un animal que devora las bibliotecas no deja de ser un proyecto
cultural atractivo.
Para concluir este rápido análisis, me gustaría retomar las ideas más importan-
tes que he expuesto hasta el momento para que sean retenidas. Con la excep-
ción de Joaquim Pedro de Andrade, a quien he tomado como modelo a contrario
de mi propósito, podríamos decir que no existe una filiación directa ni sistemática
entre el Cinema Novo y el modernismo de los años veinte. En el caso de Joaquim,
esta filiación pasa por su pasión por los libros. Si pudiéramos establecer una com-
P
Sylvie ierre
117
paración entre Joaquim Pedro y François Truffaut, coincidirían en el amor que
sentían por las mujeres y por los libros. A Joaquim no le gusta que se quemen los
libros, y los libros modernistas son fundamentales para la cultura brasileña, en la
medida en que están vivos y que todo en Brasil, incluso el impulso modernista, es
susceptible de entrar en el ciclo del eterno retorno. La reivindicación de la origi-
nalidad de la cultura nacional también constituye un punto de unión entre ambos
movimientos mediante el cual el Cinema Novo activa un dinamismo creador de la
misma naturaleza que el modernismo. Por otra parte, también hemos constatado
que cualquier amenaza de tipo político sobre la libertad de expresión del artista
brasileño le obliga a repensar las formas reciclándolas desde el interior, ya sea ins-
talándose en la falsa comodidad de una actitud reservada o en una marginalidad
que puede llegar a ser irreductible y que tiene vías de expresión muy distintas
que van desde la felicidad más irónica al sufrimiento más profundo. Brasil siempre
ha sido capaz de aunar los elementos más dispares.
Por último, me gustaría terminar con un fragmento de una entrevista a Mário
de Andrade, realizada en 1925: “De todas las tendencias en cuestión, de todas las
tentativas de modernismo artístico, la que ha encontrado la mejor solución por
ella misma, ha sido la brasileña”. Cuando un periodista le pidió si podía probar tal
afirmación, respondió: “Los futuristas italianos, el poeta Maiakovski, los alemanes
del movimiento Der Sturm, los dadaístas, los cubistas, todos le tomaron gusto a la
rebelión, y fueron pasando de una a otra, mostrando una terrible incapacidad para
crear y ser fecundos. Nosotros, los modernistas brasileños, no nos hemos deteni-
do ante la rebelión. La rebelión no es más que una ruptura de la tradición, la rebe-
lión ha terminado y la tradición continúa su evolución” ❍
Sumario Siguiente
118 Á
O filme quis dizer “Eu sou o samba”
Cinema
A voz do morro rasgou a tela do cinema
E começaram a se configurar
Visões das coisas grandes e pequenas
Que nos formaram e estão a nos formar
Todas e muitas: Deus e o Diabo, Vidas secas, Os fuzis,
Os cafajestes, O padre e a moça, A grande feira, O desafio
Outras conversas, outras conversas sobre os jeitos do Brasil
Outras conversas sobre os jeitos do Brasil
Ci nema No vo
Música
Gilberto G il
Letra
E a terra entrou em transe ê...
Caetano V eloso (1993)
Novo
No sertão de Ipanema
Em transe ê... no mar de Monte Santo
E a luz do nosso canto, e as vozes do poema
Necessitaram transformar-se tanto
Que o samba quis dizer, o samba quis dizer “Eu sou o cinema”
Sumario Siguiente
Cartel de O pagador de promessas (Anselmo Duarte, 1962)
ROBERT STAM
P ara los norteamericanos, la imagen de Brasil
es reconfortantemente familiar y, al mismo tiempo, desconcertantemente distante.
A los dos países les une íntimamente un juego de espejos de igualdades y diferen-
cias, de identidades y disparidades, los dos muestran imágenes distorsionadas del
otro y ambos, aunque en absoluto idénticos, son comparables en muchos aspectos.
Comparten muchos elementos, pero están dispuestos de modo diferente; una ten-
dencia destacada en un país puede ser accesoria en el otro (…).
Razas:
un enfoque
La historia de Brasil y la de Estados Unidos han caminado paralelas. Los dos paí-
comparado
ses “iniciaron” su historia oficial como colonias europeas, de Portugal y Gran Breta-
ña, respectivamente. En ambos, la colonización ocasionó que se ocuparan territo-
rios muy extensos y que se subyugara y expoliara a los pueblos indígenas; a los
colonizadores de Estados Unidos se les llamó pioneros, mientras que a los de Brasil,
bandeirantes y mamelucos. Posteriormente, los dos países importaron africanos en
cantidades ingentes, lo que crearía las dos mayores sociedades esclavistas de los
tiempos modernos hasta la abolición de la esclavitud, que se produjo en 1863 en
entre Brasil
Estados Unidos, con la Proclamación de la Emancipación, y en 1888 en Brasil, gra-
cias a la Lei Aurea. Los dos acogieron similares olas de inmigrantes de todo el mun-
do, que acabaron por formar sociedades multiculturales compuestas por un núme-
y Estados
Unidos*
ro significante de pueblos e influencias indígenas (tupíes, bororó o nambaquara en
Brasil, y cree, mohawk o seminola en Estados Unidos), africanos (bantúes, hausa,
yoruba o fon, en Brasil), italianos, alemanes, japoneses, eslavos, árabes y judíos (as-
quenazíes y sefardíes). Como consecuencia de la analogía entre la historia de am-
bos países, Brasil y Estados Unidos son (1) “estados multinacionales” (cuya diversi- * Texto extraído de la obra de ROBERT
dad cultural se debe a la incorporación a un estado más grande de territorios S TAM : Tropical Multiculturalism: A
indígenas anteriormente autónomos) (2); multirraciales (cuya diversidad se debe Comparative History of Race in
también a la incorporación de pueblos importados de África antiguamente autóno- Brazilian Cinema and Culture,
mos); y (3) multiétnicos (cuya diversidad se debe a la inmigración). Durham-Londres, Duke University
B
122 Razas: un enfoque comparado entre rasil y Estados Unidos
En cuanto a la extensión, los dos países ocupan vastos territorios (sin contar
Alaska, Brasil es mayor que Estados Unidos), y los dos presentan una gran varie-
dad de paisajes y climas. Contrariamente a lo que se cree, Brasil no es un país “jo-
ven”: su colonización se inició casi un siglo antes que la de Estados Unidos; James-
town fue fundado en 1607 y São Vicente, el primer asentamiento portugués, en
1532 (a Jamestown le precedió el asentamiento de 500 españoles y 100 esclavos
africanos en áreas de Carolina del Sur, en 1526). En historia política, los dos países
persiguieron la independencia de Europa. Es más, en 1820, Thomas Jefferson llegó
a contemplar la idea de una alianza panamericana basada en intereses y aspiracio-
nes comunes. La historia de la literatura de los dos países también se caracteriza
por una lucha paralela por la independencia cultural de Europa. El discurso “El in-
telectual americano” pronunciado por Emerson en 1836, y que Oliver Wendell
Holmes definió como “nuestra declaración intelectual de la independencia” tuvo
lugar tan solo un año después de una declaración similar por parte del poeta bra-
sileño Gonçalves de Magalhães. También los movimientos y géneros literarios ca-
racterísticos de ambos países coinciden: la literatura religiosa (el Padre Vieira en
Brasil, Jonathon Edwards en Estados Unidos); el romanticismo (José de Alencar en
Brasil; Edgar Allan Poe en Estados Unidos); la literatura abolicionista (Joaquim Na-
buco; William Garrison); el naturalismo (Júlio Ribeiro; Frank Norris); el regionalis-
mo “de color local” (José Lins do Rego; Bret Harte); y el modernismo poético
(Mário de Andrade; T. S. Eliot). Por último, los dos países manifiestan un exceso
patriótico, como refleja el sonsonete chovinista de los políticos estadounidenses
cuando se refieren a su país como “el mejor del mundo”, o la convicción de los
brasileños de que “Dios es brasileño”.
Ahora bien, a pesar de los contornos más o menos paralelos que sigue el desa-
rrollo histórico de los dos países (conquista, esclavitud e inmigración), considerables
diferencias los separan. Por ejemplo, la formación colonial de las dos sociedades es
muy dispar. El etnocidio de los pueblos indígenas fue en los dos casos implacable:
en Brasil, según los cálculos, se ha reducido la población de 7 millones a 300.000, y
en Estados Unidos, de varios millones a tan solo unos cuantos (en los últimos años
ha habido un ligero aumento demográfico); sin embargo, dicho etnocidio adquirió
distintas formas. Al principio de la colonización, los portugueses explotaron una
abundante mano de obra sometida (indios, negros y mestizos), mientras que las
Press, 1997, XVIII + 414 págs., con trece colonias norteamericanas no solo contaron con la mano de obra de los escla-
autorización del autor. El primer extracto vos sino también con campesinos, artesanos y profesionales europeos que pasarían
figura en la introducción del libro, el a ser los trabajadores libres que sentaron las bases de la nueva sociedad. Mientras
segundo en la conclusión. El intertítulo que muchos colonos europeos llegaron a Norteamérica huyendo de la represión
que separa ambas partes, así como el política o religiosa, la mayoría de los portugueses que se asentaron en Brasil eran
título, son responsabilidad del editor (N. sirvientes fieles de la corona. Brasil fue colonizado por soldados de fortuna que an-
del E.). daban en busca de tesoros legendarios y Estados Unidos, en cambio, por colonos
S
Robert tam
123
peregrinos que esperaban instaurar en el Nuevo Mundo el modo de vida que habí-
an llevado en Europa pero que había sido puesto en peligro al ser perseguido, y
que le infundían a la migración un valor bíblico mesiánico basado en el lenguaje de
la historia del Éxodo y de un “Nuevo Israel”, narrativa a la que los afroamericanos
le dieron años más tarde un sentido revolucionario.
Las diferencias por motivo de sexos adquirieron relevancia en la distinta natura-
leza de la colonización en los dos países. Mientras que a Norteamérica los maridos
y mujeres viajaron juntos, a Brasil los hombres llegaron desacompañados y ello pro-
pició un número muchísimo más elevado de matrimonios entre indios o afrobrasi-
leños y europeos. Lo cierto es que la primera ola de mestizaje fue tal en Brasil que
no se puede comparar a nada de lo que sucedió en Norteamérica. Ahora bien,
esta mezcla de razas fue más una técnica de dominio que un signo de “tolerancia”.
Los poblados indígenas de la costa brasileña desaparecieron en apenas unas déca-
das y fueron sustituidos por reservas controladas por misioneros y fazendas (ha-
ciendas) donde los colonizadores europeos, movidos por el imperativo demográfi-
co y el deseo carnal, dejaban embarazadas a las mujeres indias para poblar la tierra
y asegurarse su dominio. De este modo, el mestizaje, ya fuera en forma de violacio-
nes o de uniones voluntarias, formó el grueso de la población. El cunhadismo, siste-
ma basado en la práctica indígena de acoger en las comunidades a personas ajenas
a estas mediante el ofrecimiento de esposas (una variante de lo que se muestra en
la película Como era gostoso o meu francês, Nelson Pereira dos Santos, 1971), en-
gendró una población de origen europeo e indígena cuyos miembros recibieron el
nombre de mamelucos. El cunhadismo, que se planteó en un principio para incorpo-
rar europeos al grupo indígena, se metamorfoseó más tarde en un mestizaje al ser-
vicio de los intereses y deseos europeos.
Aunque en los inicios de la historia de EE.UU. hay algunos ejemplos de mestizaje
a tres bandas (los lumbee en Carolina del Norte, los wampanoags en Massachus-
sets o los seminola en Florida), el control de la frontera lo ejerció en Brasil un pue-
blo mestizo. Fueron los mamelucos los que extendieron los territorios dominados
por los portugueses hasta la línea de demarcación acordada en el Tratado de Tor-
desillas, en su incesante búsqueda de oro, piedras preciosas y esclavos indios. Al ser
mitad indios, conocían la tierra y sus costumbres: sabían fabricar la cerámica, abrir
caminos en el bosque, tejer hamacas y mochilas para llevar niños y perforarse la-
bios y orejas. Ambiguos en política, en ocasiones se ponían del lado de los indios y
en contra de los enemigos europeos, y otras veces unían sus esfuerzos a los de la
elite blanca. Los mamelucos, ejemplos de lo que Ronaldo Vainfas llama “disyunción
cultural”, pueblos desgarrados por el colonialismo, extendieron su ambivalencia al-
rededor de Brasil1. Estaban divididos, en cuanto a su lealtad, entre sus antepasados 1. RONALDO VAINFAS: A Heresia dos
indígenas, a los que solían despreciar, y los europeos, que los despreciaban a ellos; Indios, São Paulo, Companhia das
en cierto modo fueron las primeras víctimas de la “ideología del blanqueamiento”. Letras, 1995, pág. 158.
B
124 Razas: un enfoque comparado entre rasil y Estados Unidos
1937)
música representa una alteración irónica, pues los cantos de exaltación se dirigen a before Columbus, New York, Ran-
un personaje dictatorial y reprensible. Aunque el discurso eurocéntrico considera dom House, 1975.
B
128 Razas: un enfoque comparado entre rasil y Estados Unidos
que las religiones africanas son irracionales, la película insinúa que es la elite euro-
pea encarnada en Porfirio Díaz la que está en trance y es irracional, histérica y casi
demoniaca. Es más, la presencia de un actor mestizo para representar a los indios
apunta a una práctica habitual en el cine brasileño, en el que los indios eran a me-
nudo interpretados por negros, pues su estatus legal de “pupilos del estado” les im-
É de chuá (Victor Lima, 1958) pedía representarse a sí mismos. Si en Estados Unidos los actores blancos actuaban
con la cara pintada de negro, en Brasil los negros actua-
ban, por mantener el paralelismo, con la cara pintada
de rojo. Finalmente, el hecho de que toda la escena sea
consecuencia del delirio del narrador-protagonista en su
agonía añade un nuevo matiz de significado, pues el
protagonista ve destellos del pasado (el “descubrimien-
to”) y del futuro (el golpe de estado). La estética frag-
mentada y discontinua de la escena representa el dra-
ma de la vida en la “zona de contacto” colonial, que
Mary Louise Pratt definió como el espacio donde “per-
sonas antes separadas” se encuentran para “establecer
relaciones de continuidad que suelen llevar consigo
condiciones de coacción, desigualdad total y conflictos
irresolubles”4. La estética neobarroca afrovanguardista
de Rocha representa la historia discontinua, discordante
y fragmentada de la nación a través de imágenes y soni-
dos igualmente discordantes.
Brasil y Estados Unidos ofrecen variaciones sobre un
mismo tema racial: el juego de relaciones cambiante de
la tríada básica formada por indígenas “de piel roja”,
africanos “de piel negra” y europeos “de piel blanca”,
incrementada por inmigrantes de todo el mundo. Sin
embargo, las suposiciones eurocéntricas hacen que muchos norteamericanos miren
hacia Europa y no hacia las sociedades multirraciales de nuestro propio hemisferio a
la hora de buscar una definición de sí mismos. A pesar de que Latinoamérica se ha
visto habitualmente como un continente mestizo, no siempre se admite que la cul-
tura estadounidense sea también mestiza, mixta, híbrida y sincrética. Así, en tanto
que la naturaleza sincrética de las sociedades latinoamericanas es “perceptible”, la
de la sociedad estadounidense tiende a pasarse por alto. Incluso el debate académi-
co en torno a la “hibridación” poscolonial, de moda hoy en día, suele hacer caso
omiso de la larga tradición que dicho debate ha tenido en el ámbito de la crítica
4. MARY LOUISE PRATT: Imperial Eyes: cultural latinoamericana. Mientras que la visión norteamericana de la identidad na-
Travel Writing and Transculturation, cional ha partido con disimulo de un punto de vista “blanco”, que aunque no se
Londres, Routledge, 1992, pág. 7. haya manifestado explícitamente se ha constituido en norma, la visión brasileña de
S
Robert tam
129
la identidad nacional se ha basado normalmente en la noción de multiplicidad racial.
Los historiadores norteamericanos se han adentrado en el estudio del carácter na-
cional centrándose en la formación religiosa puritana de sus fundadores (caso de
Perry Miller), o en la repercusión en la personalidad nacional de la experiencia de la
frontera (Frederick Jackson Turner, R. W. B. Lewis), o en la influencia de institucio-
nes políticas relativamente igualitarias (Alexis de Tocqueville), pero nunca han reco-
nocido la importancia de la dimensión específicamente racial de la identidad nacio-
nal. Contrariamente, la tendencia de los intelectuales brasileños ha sido concebir la
identidad nacional en términos de pluralismo racial. No estoy insinuando con ello
que los teóricos brasileños hayan sido menos racistas, pues de hecho bastantes de
ellos desdeñaron la presencia de africanos e indígenas por considerarla fuente de
“degeneración” o se aprovecharon de la noción de mestizaje para camuflar jerar-
quías raciales represoras. Lo único que pretendo plantear es que los teóricos brasi-
leños eran más conscientes del papel fundamental que la diversidad racial ha de-
sempeñado en la formación de la nación.
En Brasil, el mestizaje con los nativos fue norma casi oficial, mientras que las
esporádicas propuestas de asimilar indios a través del matrimonio mixto fueron
oficialmente rechazadas en Estados Unidos. Los poetas y novelistas brasileños del
movimiento indigenista de mediados del siglo XIX veían Brasil como el fruto de la
fusión de los pueblos indígenas con europeos, fusión que recoge el matrimonio
entre la india Iracema y el europeo Martins en la novela Iracema (1865), de José
de Alencar, o el amor entre el amerindio Peri y la europea Ceci en la obra El
Guaraní (1857) del mismo autor. Nos encontramos, pues, con que la ideología
norteamericana fomentó los mitos de separación y el amor imposible entre in-
dios y blancos (en las novelas de James Fenimore Cooper, por ejemplo), mientras
que la ideología brasileña, por el contrario, fomentó los mitos de fusión gracias a
lo que Doris Sommer llama “romances fundacionales” entre europeos e indíge-
nas. Mientras que la tradición estadounidense venera a los padres fundadores eu-
roamericanos, la brasileña presenta una madre indígena. En el ritual de Acción de
Gracias se les reserva un lugar a los indios, pero eso sí, como corresponde a los
buenos puritanos, sin sexo de por medio. Asimismo, la literatura brasileña ensalzó
las historias de amor heterosexual entre razas —indios que se enamoran de mu-
jeres blancas (El Guaraní) o mujeres indias que se enamoran de blancos (Irace-
ma)— en tanto que cimiento de la nación mestiza; la americana, sin embargo,
puso el énfasis en los lazos que se establecían entre pioneros blancos y nativos
norteamericanos, sin incluir a las mujeres. Incluso en la actualidad, la industria cul-
tural de ambos países retoma de manera obsesiva el tema de las historias de
amor entre indígenas y europeos. En el momento en que la película de Disney
Pocahontas (E. Goldberg y M. Gabriel, 1995) se estrenaba en Estados Unidos,
Norma Benguell ultimaba los detalles de su adaptación de El Guaraní. No obstan-
B
130 Razas: un enfoque comparado entre rasil y Estados Unidos
te, el romance entre la princesa india Pocahontas y John Smith acaba en la recien-
te versión de dibujos animados con el regreso de él a Inglaterra, aun cuando en la
vida real ella se casó con el inglés John Rolfe. Conclusión: el mestizaje continúa
siendo tabú. (…)
Las sociedades de Brasil y Estados Unidos no son, en absoluto, idénticas; lo
que sí son es claramente comparables. A pesar de ello, es frecuente toparse con
“un rechazo de tal reflejo” tanto por parte de los intelectuales brasileños como
de los norteamericanos. Estos últimos suelen rechazarlo debido a su ignorancia
y provincianismo etnocéntricos, como si comparar una superpotencia como Es-
tados Unidos con un país tercermundista como Brasil fuera una ofensa para el
orgullo nacional. Desde luego, resulta sintomático que durante su campaña de
1996 para el nombramiento del candidato republicano, Pat Buchanan advirtiera
del peligro de que el aumento demográfico de la población de color convirtiera
a Estados Unidos en “el Brasil de Norteamérica”. Mientras tanto, los brasileños
se miran en el espejo intercultural con una mezcla de admiración y resentimien-
to, a la que se añade una resistencia al multiculturalismo a la americana, en parte
porque sus medios de comunicación suelen adoptar, y a menudo traducir literal-
mente, la caricatura neoconservadora que muestra el multiculturalismo como
algo separatista, propio de puritanos y “políticamente correcto”. Para los brasile-
ños, Estados Unidos representa el país triunfante del norte digno de admiración
y, al mismo tiempo, la hegemonía arrogante que explota a Brasil. Si los america-
nos temen “brasilizarse”, los brasileños temen “americanizarse”, convertirse en
títeres del dólar y de Disney. Tanto la izquierda como la derecha de Brasil se re-
sisten a aceptar que las sociedades de Estados Unidos y de Brasil se reflejan en
un mismo espejo. Como la derecha toma a veces el caso de Estados Unidos
como ideal ególatra, rechaza la comparación por la misma razón que lo hacen
los patrioteros norteamericanos. La derecha brasileña considera, en un intento
de simplificación desvergonzada, que el multiculturalismo es “cosa de negros”, lo
que deja traslucir una idea aterradora para la elite brasileña: que la gente de co-
lor reivindique sus derechos. Por su parte, la izquierda brasileña considera que el
multiculturalismo es “cosa de gringos”, es decir, una exportación cultural nortea-
mericana como otra cualquiera. El análisis de la izquierda confunde cuestiones
de hegemonía económica, que se han repudiado mayoritariamente y criticado
con acierto, con otras culturales e históricas. Asimismo, pasa por alto que el tér-
mino “multiculturalismo” representa una “latinización” o “brasilización” de la for-
mación de un concepto propio norteamericano, en el sentido de que deja de
participar del modelo binario blanco-negro para insistir en la multiplicidad étnica
a la manera latinoamericana. Tampoco tiene en cuenta que a medida que la mul-
tirracialidad crece en Estados Unidos, el Brasil mestizo podría perfectamente re-
presentar el futuro tanto demográfico como cultural de Estados Unidos. (…)
S
Robert tam
131
Una perspectiva polifónica
los estereotipos en Estados Unidos y en Brasil. Si atendemos al estatus de las socie- Mulattoes, Mammies and Bucks: An
dades de Brasil y Estados Unidos, dominadas por blancos, ciertas congruencias re- Interpretive History of Blacks in
sultan prácticamente inevitables. El “salvaje noble” indígena merece especial aten- American Films, New York, Conti-
ción en el arte de ambos países, si bien en el caso de Brasil no existe equivalente nuum, 1989.
B
132 Razas: un enfoque comparado entre rasil y Estados Unidos
Neto, 1961)
ca. Según las mitologías reinantes, la adoración de la mulata puede remontarse a la Black nor White: Slavery and Race
idolatría por parte de los portugueses de las princesas moras de piel oscura. A pe- Relations in Brazil and the United
sar de que la sociedad blanca norteamericana también representaba a las mujeres States, Madison, University of
negras como lascivas, dicha cualidad no se refería exclusivamente a las mulatas, Wisconsin Press, 1986, pág. 122.
B
134 Razas: un enfoque comparado entre rasil y Estados Unidos
como en Brasil. Aquí, la figura de la mulata sexy no solo abunda en literatura, caso
de Vidinha en Memórias de um sargento de milícias y Rita Baiana en O cortiço, sino
también en multitud de sambas, en revistas de teatro (“Oba Oba” en Río), en pu-
Caiçara (Adolfo Celi, 1950) blicidad y en cine. La mulata fue particularmente popular en las pornochanchadas de
la década de los 70, como reflejan películas como Uma
mulata para todos (Roberto Machado, 1975) y A mulata
que queria pecar (Victor Di Mello, 1977). La mulata es
vista más bien como amante y no como esposa, tal y
como reza el conocido dicho “branca para casar, mulata
para fornicar, e negra para trabalhar”. En otras palabras,
la mujer negra podía elegir entre la explotación sexual y
la económica. Los hombres blancos ponen el límite de
su deseo en el matrimonio, un acto sacramental que
podría comprometer el prestigio familiar y la herencia.
A las mulatas literarias como Rita Baiana en O cortiço o
Ana Mercedes en Tenda dos milagres (Nelson Pereira
dos Santos, 1977), no se las suele presentar como ma-
dres. Lélia Gonzales considera que la mulata es una
“forma sofisticada de cosificación, un producto de ex-
portación destinado al consumo de turistas y de la bur-
guesía brasileña”. Por lo tanto, la adoración de la mulata
como icono cultural, a pesar de ejercer aparentemente
como “compensación” simbólica de la opresión cotidia-
na, forma parte en realidad de esa misma opresión.
Mientras que Donald Bogle distingue cinco estereo-
tipos marcados respecto a los negros del cine america-
no, João Carlos Rodrigues, autor del único libro dedi-
cado a los negros en el cine brasileño (O negro
brasileiro e o cinema7), distingue doce referidos a los
Negrinho do Pastoreio (Antonio Augusto Fa- negros brasileños. (1) El preto velho es el humilde subordinado, que recuerda a la
gundes, 1973) figura del Tío Tom o del Tío Remus en Estados Unidos, y que según Rodrigues es
más típica de películas de São Paulo como Caiçara (Adolfo Celi, 1950), Sinhá Moça
(Tom Payne-Osvaldo Sampaio, 1953) y O Saci (Rodolfo Nanni, 1951). En la um-
banda [religión afrobrasileña], el preto velho fuma una pipa, camina con bastón y
habla un portugués incorrecto, pero por otra parte es el depositario de una vasta
sabiduría. (2) La mãe preta (madre negra) corresponde a la mammy de la tradición
norteamericana, y se encuentra en el teatro (la Mãe de José de Alencar) y en el
cine, por ejemplo, en João Negrinho (Osvaldo Censoni, 1954, estrenada en 1958).
7. Río de Janeiro, Globo/Fun- (3) El mártir, una figura clásica en literatura, fue adaptado posteriormente a la pan-
dação do Cinema Brasileiro, 1988. talla por Antonio Augusto da Silva Fagundes en 1973 en Negrinho do Pastoreio, que
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Robert tam
135
narra la historia de un pastor negro inocente maltratado de forma cruel por su se-
ñor y al que las hormigas devoran vivo antes de que resucite milagrosamente. (4)
El negro de alma blanca en su versión positiva representa al negro de buen cora-
zón consciente del lugar que ocupa y, en su variante negativa, el mulato vanidoso Chico Rei (Walter Lima Jr., 1985)
hermanos pacifistas que responden “Build, Baby, Build” (“Construye, chaval, cons-
truye”). (7) El negão (literalmente, gran negro) es hasta cierto punto asimilable a la
figura del buck norteamericano, un hombre negro que destaca por su fuerza bruta
y su hiperbólica capacidad sexual. En la novela O bom crioulo, el protagonista es un
negão homosexual. En ocasiones se le toma como parte de la secuencia de un sue-
ño o una fantasía, por ejemplo en las fantasías sexuales de la mujer blanca protago-
nista de la adaptación cinematográfica de la obra de teatro de Nelson Rodrigues
Bonitinha mas ordinaria (J.P. de Carvalho, 1981). De forma parecida, un hombre per-
vertido de color viola despiadadamente a dos mujeres y a un travestido en la por-
nochanchada Viagem ao céu da boca (Roberto Mauro, 1981), si bien vemos a conti-
B
136 Razas: un enfoque comparado entre rasil y Estados Unidos
nuación que el episodio entero resulta ser tan solo el sueño de un ladrón. En A me-
nina e o estuprador (Conrado Sanches, 1983), acusan a un hombre de color de deli-
tos sexuales antes de que se demuestre su inocencia. (8) El malandro, o “timador
espabilado de la calle”, es un estafador que sale adelante gracias a su ingenio. Las
connotaciones del malandro en Brasil son más positivas de lo que lo serían las del
timador en Estados Unidos —Sammy Davis Jr. con su “Sportin’ Life” en Porgy and
Bess (Otto Preminger, 1959) sería un malandro, y las películas sobre la explotación
de los negros jugaban hasta cierto punto con las ambivalencias del personaje del
malandro—. En literatura, vemos al malandro en Chicho Juca, de Memórias de um
sargento de milícias y en Firmino, de O cortiço y cristalizó en la música popular en las
sambas de Wilson Batista y Zé Keti. En el cine, nos encontramos con el malandro
ya en 1908, en Os capadócios da cidade nova, de Antônio Leal, que según se podía
leer en los folletos de marketing, incluía “capoeiras e malandros”. Grande Otelo in-
terpretaba a menudo el papel del malandro ingenuo, en O caçula do barulho (Riccar-
do Freda, 1949) o Amei un bicheiro (Jorge Ileli-Paulo Vanderley, 1952). A los adoles-
centes de Bahia de Todos os Santos, tal y como señala Rodrigues, también se les
puede considerar malandros en la medida que sobreviven gracias a hurtos de poca
monta, actividades propias de gigolós y contrabando. Asimismo, una serie de obras
de teatro de los años 60, tales como Pedro Mico, de Antônio Callado, Gimba, de
Gianfrancesco Guarnieri, y Boca de Ouro, de Nelson Rodrigues, giraban en torno al
personaje del malandro. Después resultó que las tres fueron adaptadas al cine, pero
el papel solo fue interpretado por un actor de color (Pelé) en una, Pedro Mico (Ipo-
juca Pontes, 1985). Los delincuentes juveniles de Pixote, a lei do mais fraco (Pixote, la
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ley del más débil, Héctor Babenco, 1980) son primos lejanos del malandro, al igual
que Bira, el traficante de droga concienciado socialmente de Rio Babilônia (Neville
D’Almeida, 1982).
El primer retrato cinematográfico del favelado [habitante de chabolas] (9) apare-
ció en Favela dos meus amores (1935) de Humberto Mauro, y en las películas so-
cialmente comprometidas de Nelson Pereira dos Santos (Rio, 40 graus, 1955; Rio
Zona Norte, 1957). (10) El crioulo doido (negro loco) combina comedia con ingenui-
dad infantil y remite a personajes folclóricos como Saci, el hombre negro cojo que
fuma pipa y realiza trucos diabólicos, y a tradiciones claramente blancas como el
Arlequín de la Commedia dell’Arte. Su equivalente femenino es la figura de la nega
maluca (negra loca) del carnaval de Río. El crioulo doido transmite una imagen de los
negros como “eternos niños” traviesos, un retrato que justifica indirectamente el
control por parte de personas de la sociedad más “maduras”. Algunos de los pape-
les de Grande Otelo presentan aspectos del crioulo doido, de la misma forma que el
personaje negro Mussum en el cuarteto cómico de los Trapalhões. Donde se trata
de una forma más consistente el arquetipo es en O crioulo doido (1971), de Carlos
Alberto Prates Correia. (11) A la mulata se la define mayoritariamente en términos
sexuales: durante el carnaval es objeto de adoración, pero el resto del año sufre la
explotación (como criada o prostituta). Si bien la mulata sexy es típicamente brasi-
leña, se aprecia cierta similitud de los imaginarios sexuales y raciales en la valoración
erótica de la mulata de los vídeos musicales norteamericanos de hoy en día, entre
ellos los de música rap. (12) La Musa aparece en poesía de autores negros como
Luis Gama (quien habla de su “musa de Guiné”), el poeta simbolista Cruz e Sousa,
y el novelista mulato Lima Barreto. En el cine brasileño, como apunta Rodrigues, di-
cho personaje prácticamente no existe.
La tipología de Rodrigues es tremendamente informativa, útil e invita a la refle-
xión. Remonta los estereotipos a antecedentes literarios y de manera muy imagi-
nativa asocia los distintos personajes con los atributos de las distintos orixás (dio-
ses) de la religión afrobrasileña. Algunas de sus categorías, como la del crioulo
doido, se definía por primera vez. No obstante, la tipología es un tanto confusa y
redundante, pues en la práctica no es fácil distinguir entre el noble salvaje y el negro
de alma blanca, mientras que las diferencias entre el malandro, el favelado y el
crioulo doido resultan poco claras. Más aún, se trata de una tipología sorprendente-
mente heterogénea, en la que algunas de sus categorías se revelan como estereo-
tipos en el sentido clásico (negão, Pai João), otras como arquetipos literarios (la
musa), otras atienden al origen social que desempeñan (el favelado) y otras incluso
guardan relación con la función narrativa (el mártir). Algunos de estos grupos no
se caracterizan por la raza, como puede ser el caso del malandro, que puede ser
tanto blanco como negro; y aunque el esquema reserva un lugar a la mulata, no se
puede decir lo mismo del mulato.
Ahora bien, dejando de lado los “pinchazos” técnicos de dicha clasificación, se
antoja necesario ir más allá del concepto de los estereotipos y de las nociones fácil-
mente deducibles de imágenes “positivas” y “negativas”. El análisis de los estereoti-
pos ha resultado tremendamente útil, pues gracias a él hemos podido detectar pa-
trones de prejuicios estructurales que anteriormente parecían fenómenos
aleatorios. Sin embargo, centrarse exclusivamente en imágenes, ya positivas, ya ne-
gativas, puede conducir a una especie de esencialismo, puesto que el crítico reduce
una compleja diversidad de representaciones a un conjunto limitado de estereoti-
pos cosificados que, tomados desde un punto de vista reduccionista, corren el ries-
go de reproducir precisamente el racismo que se pretendía combatir en un princi-
pio. La noción de la imagen positiva, por ejemplo, está plagada de escollos
metodológicos, ya que la naturaleza de lo que es “positivo” es relativa y debemos
preguntarnos para quién lo es. Así, las encarnaciones de paciencia y de falta de pre-
cipitación en la gente de color han resultado siempre más positivas para los blancos
que para los negros. Incluso entre estos últimos, hay que preguntarse: ¿positivo para
los negros de clase media o para los negros desvalidos, los desheredados de la tie-
rra? Los oprimidos no solo pueden tener una visión distinta de la moralidad, sino
incluso opuesta (el uso de “malo” refiriéndose a “bueno” propio del argot inglés
negro es un ejemplo extremo de la relatividad social de la evaluación moral). Des-
de el punto de vista de la esclavitud, como se deja entrever en Ganga Zumba, pue-
de ser objeto de admiración —algo “bueno”, por tanto— engañar, manipular e in-
cluso asesinar a un negrero. Dado que la consideración del esclavo como
pertenencia es producto de un robo, las definiciones convencionales de delito esta-
S
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139
Ganga Zumba (Carlos Diegues, 1963)
ban por fuerza abiertas a reconsiderarse. El énfasis que antepone la reputación mo-
ral a la estructura social insta a los oprimidos a ser “buenos” y no a los privilegiados
a cambiar el sistema, de modo que lo que se les pide a aquellos, para equipararse a
estos, es ser mejores.
Como observó Frantz Fanon primero y Homi Bhabha después, los estereotipos
pueden asimismo ser ambivalentes y ocultar una atracción culpable bajo la másca-
ra del rechazo. Del mismo modo, muchos “cumplidos” aparentemente positivos
hacia los negros han llevado implícitos, históricamente, “insultos”. De la exaltación
de los indios como “inocentes” se desprendía su falta de poder; el elogio de la ca-
pacidad “natural” de los negros para el deporte, la música o el teatro conllevaba
tácitamente que sus logros no se debían en absoluto al trabajo o a la inteligencia.
Es más, un cine donde predominen imágenes positivas, cuyos cineastas rehusen in-
troducir el más nimio matiz negativo en una caracterización racial, será tan sospe-
choso como el que tan solo transmita imágenes negativas y revelará una falta de
confianza neurótica en el grupo que se representa, que no suele crearse ideas fal-
sas en cuanto a su propia perfección. Así pues, es más importante que los perso-
najes sean sujetos que héroes.
Mientras tanto, el primitivismo, el exoticismo y la folclorización utilizan al coloni-
zado como una ficción erótica que devuelve el encanto al mundo. En Brasil, son
mayoritariamente los indios a los que se exotiza de esta manera, aunque también la
cultura afrobrasileña ha sido “folclorizada”, tratada de forma encantadoramente
pintoresca pero, en el fondo, considerada premoderna, anacrónica e inconsecuente.
B
140 Razas: un enfoque comparado entre rasil y Estados Unidos
to, 1976)
Achiamé, 1982.
B
144 Razas: un enfoque comparado entre rasil y Estados Unidos
zado por las de directores afroamericanos de Estados Unidos como Spike Lee,
Charles Burnett, Mario van Peebles, Julie Dash, Robert Townsend, Bill Duke o los
hermanos Hughes, si bien tal falta de éxito se debe indudablemente más a la cri-
sis general de la industria cinematográfica brasileña que a cualquier clase de hosti-
lidad hacia los directores negros. Además, las películas de directores negros no se
centran necesariamente en cuestiones raciales. Así pues, surgen algunas pregun-
tas: ¿de qué modo estos directores negros resaltan u obvian las preocupaciones y
experiencias de la comunidad negra? ¿En qué se diferencian las representaciones
que ofrecen de sí mismos de las que dan sus colegas blancos? La respuesta es
que sus representaciones, aun siendo ligeramente más comprensivas con la gente
de color, no difieren demasiado de las que se pueden ver en películas de directo-
res blancos comprensivos como el caso de Nelson Pereira dos Santos. Dicho
esto, replanteemos la pregunta de la siguiente manera: ¿son los directores afro-
brasileños menos agresivos o están menos concienciados en cuanto al racismo
que los afroamericanos? ¿o acaso hay una represión de su rabia desde dentro o
motivada por tabúes llegados de fuera?
Tanto en Estados Unidos como en Brasil, la situación de la industria cinemato-
gráfica es un espejo de la del país en conjunto. Aparecen personas de color, so-
bre todo como intérpretes, pero rara vez controlan su propia imagen. La princi-
pal área en la que han intervenido es en la de actores y no en la de directores.
(…) Cuando Grande Otelo se convirtió en el “rey de las chanchadas” en los
años 40 y 50, Ruth de Souza hacía de criada en las películas producidas por la
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Robert tam
147
Eles não usam black-tie (Leon Hirszman, 1981)
Vera Cruz. Antônio Pitanga —Barravento, Ganga Zumba y A grande cidade (La
gran ciudad, Carlos Diegues, 1965)—, Marcos Vinícius (Xica da Silva, Carlos Die-
gues, 1976; J. S. Brown, o último heroi, Jair Frazão, 1979), Milton Gonçalves (Macu-
naíma; Eles não usam black-tie, Leon Hirszman, 1981), Zózimo Bulbul (Terra em
transe, Compasso de espera) y Zezé Motta (Xica da Silva; A Força de Xangô, Iberê
Cavalacanti, 1979), son algunos de los actores que desarrollaron brillantes carre-
ras en el Cinema Novo. También hay que recordar que interpretar tiene un poten-
cial subversivo. En ocasiones puede ocurrir que un actor negro desvirtúe las in-
tenciones de una película donde predominan los blancos. Dentro del contexto de
Hollywood, Donald Bogle hace hincapié en cómo los actores afroamericanos han
“simbolizado” y subvertido los papeles que se les han impuesto, luchando contra
el encasillamiento en ciertas categorías y personajes, lucha homóloga a la batalla
diaria de los negros tridimensionales contra las convenciones de un sistema en
cierto modo de apartheid que los aprisionan. En el mejor de los casos, las inter-
pretaciones negras mitigan los estereotipos dándole un carácter individual al per-
sonaje o situándose por encima de él, actuando en dirección contraria a la inten-
ción del guión o del estudio, o haciendo de papeles vejatorios una actuación de
resistencia12. Con esta actitud, Grande Otelo reivindicaba en las entrevistas que
él siempre había intentado ofrecer “una pequeña resistencia” incluso en papeles
denigrantes. Por ejemplo, en As aventuras de Robinson Crusoé, la versión brasileña
de 1978 de Las aventuras de Robinson Crusoe, Grande Otelo subvierte el clásico 12. DONALD BOGLE: op. cit., pág.
actitud de poder del colonizador en cuanto a los nombres: “¡Yo, Crusoe; tú, Vier-
nes!” le repite constantemente Otelo al inglés.
Desde el punto de vista de la propia representación racial, la elección de acto-
res es determinante. En Hollywood, los pueblos minoritarios y del Tercer Mundo
los han representado en numerosas ocasiones actores blancos, en lugar de ellos
mismos, con la cara pintada de negro —Jeanne Crain en Pinky (1949)—, de rojo
—Jeff Chandler en Broken Arrow (Flecha rota, Delmer Daves, 1950)—, de amarillo
—Paul Muni en The Good Earth (1937)— y de marrón —Charlton Heston en
Touch of Evil (Sed de mal, Orson Welles, 1948)—. La elección de actores blancos
para interpretar personas de color suscita inevitablemente la cuestión de la discri-
minación racial. Es más, en Estados Unidos, a los actores y actrices negros se les
ha invitado a interpretar solo aquellos papeles que han sido catalogados como
“negros” con anterioridad, bajo la suposición tácita de que no se les va a dar pa-
peles tales como los de astronauta, médico o abogado a menos que así se haya
especificado; por defecto, son papeles para blancos. En este sentido, la situación
de Brasil puede coincidir o no. Como en el caso de Gimba (Flavio Rangel, 1963),
se han producido quejas por no haber elegido a actores negros para determina-
dos papeles. Cuando el dramaturgo brasileño Nelson Rodrigues presentó en la
década de los 40 O anjo negro, obra cuyo protagonista era negro, el Teatro Muni-
cipal le anunció ante su sorpresa que habría tenido que seleccionar a un blanco
con la cara pintada de negro. Paralelamente, Zezé Motta se hace eco de la inten-
sa presión que recibió Carlos Diegues para elegir a una mulata de piel clara para
Xica da Silva. Sin embargo, lo normal es que para bien o para mal, el reparto en
Brasil parece responder menos a cuestiones raciales que en Estados Unidos. No
se suele pensar que los actores de color encarnan en cierto modo la raza negra,
ni tampoco el público lo interpreta así. El actor negro Marcus Vinícius interpreta
en J.S. Brown, o último heroi a un brasileño al que le encantan las películas de de-
tectives americanas, motivo por el que cambia su nombre, João da Silva, por el de
J.S. Brown. Víctima de una estética importada, no se quita la gabardina de estilo
detectivesco ni en el Trópico. Pero el hecho de que el actor sea negro es insignifi-
cante a la hora de expresar la alegoría de alienación de la película, pues práctica-
mente en nada hubiera cambiado la película si hubiese sido blanco. En la misma lí-
nea, algunos papeles “negativos” interpretados en el cine de Brasil por
afrobrasileños pueden convertirse, paradójicamente, en un signo “positivo”; preci-
samente la falta de conciencia propia acerca de si una imagen es positiva o negati-
va es un indicio de la suposición de que la elección de actores no siempre es “ale-
górica”, de que los actores no siempre encierran la esencia de su raza.
Un enfoque basado en una fisonomía exclusivamente cromática, que dependa
del color de la piel, no funciona en el caso del cine brasileño, y no solo por la difi-
cultad que existe en la práctica de determinar quién es negro; en Brasil, lo corpó-
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149
reo y lo cultural suelen ir desligados, proceso que ya comenzó cuando se euro-
peizó a los indios y se acabó con su cultura. Sin embargo, también se ha dado el
proceso contrario, es decir, la africanización de los europeos. Así, algunos brasile-
ños de rasgos europeos pueden integrarse profundamente en la cultura indígena
o africana, del mismo modo que, contrariamente, gente con rasgos indígenas o
africanos pueden sentirse muy poco atraídos por la cultura indígena o afrobrasile-
ña. Una visión etnocéntrica basada en los modelos culturales norteamericanos
suele conducir a una “racialización” de situaciones que se dan en las películas en
las que, de otro modo, los brasileños no apreciarían connotaciones raciales. Un
espectro racial distinto provoca en ocasiones malentendidos culturales. Para la
audiencia brasileña, algunas películas estadounidenses que tratan la discriminación
racial, pongamos por caso A Soldier’s Story (Historia de un soldado, Norman
Jewison, 1984), pueden confundir porque algunos de los personajes presentados
como víctimas de la discriminación racial son interpretados por actores que para
los brasileños no son “negros”. Y lo mismo ocurre al revés, el espectador nortea-
mericano y europeo puede malinterpretar las insinuaciones raciales de las pelícu-
las brasileñas debido a la confusión que existe a la hora de determinar quién es
negro, lo cual es una prueba (si es que hace falta esgrimirla) de que la raza es una
categoría históricamente construida.
Un ejemplo particularmente revelador de tales procesos es el film de Glauber
Rocha Deus e o diabo na terra do sol (Dios y el diablo en la tierra del sol, 1963). Se-
bastião, líder de una secta milenaria, es interpretado por el actor negro Lídio Sil-
va, a pesar de que los prototipos históricos del papel (líderes de este tipo de sec-
tas) no fueran negros. La película no repara nunca en temas raciales, pero el
cha, 1963)
B
150 Razas: un enfoque comparado entre rasil y Estados Unidos
título elegido para la traducción inglesa —Black God, White Devil (literalmente,
“Dios Negro, Diablo Blanco”)— “racializa” y le da una dimensión maniquea al
original portugués, lo que invita a una lectura del personaje negro Sebastião
como emblema de la raza negra en su conjunto. Al mismo tiempo, la percepción
de la dimensión racial de una película como la citada puede cambiar. Aunque en
Brasil la cuestión de la raza se había visto como algo irrelevante durante más de
15 años después del estreno de la película, el personaje negro se convirtió de re-
pente en objeto de polémica en 1981, en un seminario titulado “Cine y Descolo-
nización” que patrocinó la SECNEB (Sociedad para el Estudio de la Cultura Ne-
gra de Bahia). Uno de sus miembros, Marco Aurélio Luz, adujo que el asesinato
ritual de un niño por parte del personaje negro daba una imagen negativa de los
negros, y se le presentaba como alguien primitivo y peligroso. José Carlos Avellar,
por su parte, consideró “absurdo” dicho comentario de índole racial, alegando
que la imagen de Sebastião no era la de un hombre negro per se, sino parte de
un retrato alegórico de todo un país. En términos parecidos se expresó Ismail
Xavier, cuando afirmó que Sebastião “no representa la cultura negra… hay que
analizar sus actos desde la perspectiva que los crea el film, y no desde el punto
de vista del origen étnico y cultural del actor”13. Por consiguiente, un análisis mul-
tidimensional del papel de Sebastião debería tener en cuenta, aparte de los ras-
gos étnicos del actor y de su personaje, la estructura narrativa del film, los proto-
tipos históricos del personaje y las posibilidades de que el espectador haga una
lectura correcta o no. A pesar de que el actor es, irremediablemente, negro y de
que su papel es sin duda negativo en algunos sentidos, ha de observarse también
que las prácticas religiosas no son en modo alguno africanas, sino que hacen refe-
rencia a una tradición milenarista de antecedentes católicos/ibéricos, producto de
la opresión social en el sertão. De hecho, ni la película ni sus personajes reparan
en el hecho de que Sebastião sea negro. El hecho de que muchos de sus segui-
dores sean mestizos de piel oscura también contribuye a restar importancia a su
diferencia racial.
Lo que he intentado ha sido proponer un enfoque del cine brasileño policéntri-
co, diaspórico y comparativo, situando las representaciones cinematográficas en el
contexto más amplio de las sociedades multirraciales de las Américas. Desde este
enfoque he pretendido ver las cuestiones de representación racial teniendo en
cuenta relaciones multivalentes y complejas, reflejando las analogías estructurales
que subyacen bajo las representaciones dominantes de grupos marginados, junto
con la interacción de los desplazamientos, proyecciones, alegorías y diálogos se-
xuales y sociales que se producen entre comunidades diversas. Me gustaría señalar
13. Filme Cultura nº 40, Río de que el enfoque comparativo funciona en general y referido a películas concretas.
Janeiro, Agosto-Octubre de 1982, Un film como Macunaíma, por ejemplo, puede incluirse dentro de un género pa-
pág. 23. namericano más extenso —el de transformación racial— que en el fondo es pro-
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151
ducto de un “realismo mágico” hemisférico que se beneficia de disyunciones cultu-
rales de la vida real que coexisten en el tiempo y en el espacio. En este sentido, es
comparable a Zelig de Woody Allen (1983), donde uno de los personajes se des-
dobla en lo que supone toda una hazaña de duplicidad étnica. El camaleónico pro-
tagonista de Woody Allen es blanco y judío de nacimiento y en lo sucesivo se
hace nativo americano, afroamericano, irlandés, italiano, mexicano y chino, del mis-
mo modo que Macunaíma es negro e indio de nacimiento pero pasa a ser portu-
gués y blanco. Al igual que Macunaíma, también se podría describir a Zelig como
“un héroe sin carácter” tanto en el sentido étnico como psicológico. Macunaíma y
Zelig personifican la “heteroglosia” o “multiplicidad de lenguajes” de las culturas de
las que emergen. Los dos se asemejan a sus ciudades (Nueva York y São Paulo),
que, como los propios personajes, son lugares en continua metamorfosis, desinte-
gración, asimilación y renovación. Ambas ciudades recibieron olas de inmigrantes
de forma paralela, en muchos casos de los mismos países (alemanes, italianos, judí-
os de Europa del Este, árabes de Oriente Medio, chinos, japoneses, etc.), igual que
recibieron “inmigrantes internos”, como los negros sureños, en el caso de Nueva
York, y los de Bahia y Minas, en el de São Paulo. Las dos tienen también sus ba-
rrios italianos (Little Italy en Nueva York, Bras y Bexiga en São Paulo), sus comuni-
dades judías de finales del siglo XIX y principios del XX (Lower East Side y Bom
Retiro, respectivamente), y sus comunidades asiáticas (Chinatown y Liberdade).
Como hombres camaleónicos que se convierten literalmente en sus vecinos étni-
cos, tanto Zelig como Macunaíma ilustran las apropiaciones oportunistas típicas de
las culturas móviles y heteroglotas. Los dos ejemplifican el proceso mediante el
que diferentes grupos étnicos se encuentran, entran en conflicto e interactúan; sus
metamorfosis no hacen sino poner de manifiesto el constante proceso de sincre-
tismo que tiene lugar cuando los grupos étnicos entran en contacto y se codean
en un contexto de “multitud de lenguajes” (…)
El discurso tercermundista trazó una clara línea divisoria entre Europa y lo que
no era Europa, entre el Primer y el Tercer Mundo y entre opresores y oprimidos;
el discurso contemporáneo, sin embargo, no es tan dualista, ya que en el poster-
cermundismo tales dualismos dejan paso a un espectro de distinciones sutiles más
matizadas, enmarcadas en un proceso de globalización donde el Primer y el Ter-
cer Mundo se imbrican mutuamente. Las nociones de identidad ontológicamente
referencial se metamorfosean en nociones basadas en un juego coyuntural de
identificaciones. Las fronteras que en su día eran rígidas se tornan más permea-
bles en la actualidad; aquellas imágenes de fronteras con alambres de espino se
han transformado en metáforas de fluidez y circulación. Las metáforas coloniales
de dualismos irreconciliables dan paso a tropos poscoloniales inspirados en las
distintas modalidades de mezclas: religiosa (sincretismo), biológica (hibridación),
humana y genética (mestizaje) y lingüística (criollización). El Tropicalismo de fina-
B
152 Razas: un enfoque comparado entre rasil y Estados Unidos
les de los 60 se adelantó, tras beber de las fuentes modernistas que combinaban
futurismo y primitivismo, a los movimientos “pos-”, a través de diferentes tropos
sobre la mezcla, de fusiones musicales que combinaban la guitarra eléctrica y el
berimbau, y de síntesis creativas de bossa nova, samba tradicional y música del
Nordeste de Brasil. La canción de 1989 del cantante y compositor Gilberto Gil ti-
tulada “De Bob Dylan a Bob Marley: um samba provocação” alude a todas estas
cuestiones de identidad híbrida mediante la puesta en juego de una gama de pa-
ralelismos y contrastes culturales de muy diversa índole: entre la simbología judía
y el movimiento rastafari jamaicano, entre el antisemitismo de la Inquisición y la
abolición europea de las religiones africanas (“ Cuando los africanos llegaron aquí
/ no había libertad de culto”) y, al final, entre el sincretismo progresista de un Bob
Marley (que murió “porque aparte de ser negro, era judío”) y la alienación de un
Michael Jackson que “aparte de hacerse blanco… se está volviendo triste”. Gil
aplaude el sincretismo y la hibridación, pero los articula de acuerdo con las rela-
ciones de poder asimétricas creadas por el colonialismo. Para los oprimidos, el
sincretismo artístico no es un juego sino una forma sublimada de sufrimiento his-
tórico, un ejercicio, en palabras de Gil, de “resistencia” y “rendición”.
“Hibridación” y “sincretismo”, en tanto que términos descriptivos muy genera-
les, no llegan a discernir entre las distintas modalidades y “formas de compromi-
so” de la hibridación, léase la imposición colonial, la asimilación forzosa, la coopta-
ción política, el mimetismo cultural, etc. Las elites siempre han hecho incursiones
absorbentes en las culturas subordinadas desde arriba, mientras que los domina-
dos siempre han parodiado y representado las prácticas de las elites, además de
emularlas. En otras palabras, la hibridación conlleva poder y es asimétrica. Tam-
bién es absorbible. En Brasil, como en muchos otros países latinoamericanos, la
identidad nacional ha sido oficialmente articulada como híbrida y sincrética, me-
diante falsas ideologías de integración que han pasado por alto sutiles hegemonías
raciales.
En Latinoamérica han abundado los tropos de innovación estética: el “realismo
mágico” de Gabriel García Márquez, “lo real maravilloso americano” de Alejo
Carpentier, “la estética del hambre” de Rocha, la estética de la “salamandra”
(como oposición al dinosaurio) de Paul Leduc, el “terrorismo de las termitas” de
Guillermo del Toro, el “cine imperfecto” de Julio García Espinosa, la “estética de
la santería” de Arturo Lindsay, y la “tropicália” de Caetano Veloso y Gilberto Gil.
Muchas de estas estéticas alternativas tienen en común dos nociones antropofági-
cas gemelas: la que valora todo aquello que hasta un momento determinado se
consideraba negativo —incluso el “realismo mágico” modifica la condena tradicio-
nal de la magia de ser una superstición irracional; y la de convertir la debilidad es-
tratégica en fuerza táctica, descubriendo en la más profunda miseria una belleza
agresiva. El movimiento “antropofágico” brasileño (Oswald de Andrade) reivindi-
S
Robert tam
153
caba un arte que devorara las técnicas europeas para así combatir mejor el domi-
nio europeo. De manera que si sustituimos “dominante” y “alternativo”, o “multi-
tudinario” y “popular”, por “europeo” y “brasileño”, empezaremos a avistar la im-
portancia que esa crítica tiene hoy en día. Mediante la apropiación de un discurso
existente en beneficio propio, la antropofagia adopta la fuerza del discurso domi-
nante simplemente para utilizarla, a través de una especie de yiu-yitsu artístico,
contra la dominación, y le roba elementos a la cultura dominante para reutilizar-
los en interés de la praxis opuesta.
En el arte brasileño, el sincretismo ha sido un recurso estético y temático cla-
ve. A lo largo de la historia, los arquitectos y artesanos de Brasil, muchos de
ellos negros, han “tropicalizado” el estilo ibérico y barroco de las iglesias, por
ejemplo transformando las uvas en piñas. El arquitecto afromusulmán Manoel
Friandes, como advierte Henry Drewal, incorporó al austero exterior cristiano
de la “Iglesia de Lapinha” de Salvador (Bahia) una “presencia islámica exhuberan-
te” añadiendo arcos árabes, azulejos decorativos e inscripciones en lengua
árabe14. En el cine brasileño, en el despertar de su imperecedera tradición, tam-
bién proliferan los signos y símbolos sincréticos, utilizando la “heterogeneidad
multitemporal” (Néstor García Canclini) como medio que permite alcanzar una
estética renovada. La secuencia con que se inicia Macunaíma, por ejemplo,
muestra a una familia cuyos nombres son indígenas, cuyos rasgos de la piel son
africanos, europeos y mestizos y cuya forma de dar a luz es indígena. Asimismo,
las tensiones que se producen entre el catolicismo y el candomblé en O pagador
de promessas (Anselmo Duarte, 1962) se reflejan a través de la manipulación de
símbolos culturales, introduciendo por ejemplo una batalla cultural entre el be-
rimbau y las campanas de una iglesia, lo cual es una sinécdoque que encierra una
batalla política y religiosa de mayor relevancia. En Tenda dos milagres (Nelson Pe-
reira dos Santos, 1977) se contrapone la ópera a la samba como metáfora de
un conflicto más amplio entre las elites blancas y los mestizos sometidos de
Bahia, entre la ciencia de la clase gobernante y la cultura popular de corte africa-
no. Así pues, el mejor cine brasileño no orquesta un pluralismo inocuo, sino más
bien un fuerte contrapunto cultural entre culturas que hasta cierto punto no
guardan relación entre sí pero que a pesar de ello están profundamente entre-
cruzadas. La última toma de Terra em transe ejemplifica tal proceso magnífica-
mente: mientras el protagonista Paulo empuña un rifle en un acto de rebeldía, 14. H ENRY D REWAL : “Sign,
como si fuera el Che Guevara, se puede escuchar una banda sonora que combi- Substance, and Subversion in
na música de Villa-Lobos, cantos de candomblé, samba y disparos de ametralla- Afro-Brazilian Art” en A R TURO
doras. La mezcla de este bricolaje febril es del todo inestable; no llega a haber LINDSAY (ED.): Santería Aesthetics in
sincronía entre la música de Villa-Lobos y el candomblé o el ruido de metralle- Contemporary Latin American Art,
tas. Nos recuerda a la amable burla que hizo Alejo Carpentier de las inocuas Washington-Londres, Smithsonian,
yuxtaposiciones de los vanguardistas europeos (como el “paraguas y máquina de 1996, pág. 266.
B
154 Razas: un enfoque comparado entre rasil y Estados Unidos
en las otras músicas del mundo, que continuamente la copian y la toman presta-
da. ¿Puede alguien imaginar la fusión o la música disco sin el estímulo brasileño?
En el plano musical, los artistas brasileños y los norteamericanos se tratan de tú a
tú. Cuando colaboran Jobim y Sinatra, o João Gilberto y Stan Getz, o Milton Nas-
cimento y Pat Metheny, o Gilberto Gil y Stevie Wonder, o Hermeto Paschoal y
Miles Davis, no hay subordinación ni dependencia alguna. Obviamente, el éxito
artístico y comercial de la música popular brasileña se debe también a otros fac-
tores: que la música no dependa de una infraestructura enorme, que la produc-
ción musical sea más barata que la cinematográfica y que la música se haya intro-
ducido de forma muy par ticular en la economía mundial. Mientras que
Hollywood controla la exhibición del cine en Brasil, a las multinacionales les con-
viene más promover la música brasileña. Aun así, hay dimensiones de esta dife-
rencia de éxito que superan a la política económica. La música brasileña no está a
la sombra del encanto carismático que posee la estética de Hollywood; la estética
predominante en la música popular es afrodiaspórica. Así pues, el modelo hege-
mónico no intimida tanto a la música brasileña. Por consiguiente, el cine brasileño
ha imitado servilmente a Hollywood (caso de la Vera Cruz) o bien lo ha rechaza-
do violentamente (el Cinema Novo en sus inicios), pero en general no ha absorbi-
do de manera antropológica su poder como una forma de “yiu-yitsu mediático”.
Si nos detenemos a especular un momento, podríamos preguntarnos cuáles se-
rían los equivalentes cinematográficos de esos tipos de “sincretismos laterales” que
son fruto de las colaboraciones mutuamente enriquecedoras entre las diferentes
modalidades de música afrodiaspórica. O también qué elementos del cine recoge-
rían la rica síntesis de melodía emotiva, armonía compleja, letras poéticas y ritmos
variados que ofrece la música popular brasileña. ¿Dónde están en el cine los ho-
mólogos de músicos como Gilberto Gil o Caetano Veloso, que no solo componen
tipos de música sincréticos sino que también incluyen el sincretismo como tema
de sus letras? ¿Qué ocurriría si el cine brasileño utilizase la música y el sonido de
una manera más innovadora? (“¡Qué película más mala! Ahora, la banda sonora
me ha parecido estupenda.”, escuchamos cómo la gente se queja constantemen-
te). ¿Qué ocurriría si el cine brasileño pasara de simplemente “incluir” música a
“convertirse” en música basada en el modelo afrobrasileño, y dispusiera las imáge-
nes y los sonidos de forma cinética, polirrítmica y llena de percusión? ¿Cuándo lo-
grará el cine en Brasil ser tan delicioso como la música y adoptar esa intertextuali-
dad plena de confianza, ese canibalismo jocoso? ¿Por qué no desarrolla el cine una
“estética de errores” improvisada, que recogiera la tradición africana de dar cabida
a “sonidos acústicamente ilógicos y confusos, sonidos que no se prestan a un con-
16. Ver CHRISTOPHER SMALL: Music trol absoluto”16, una estética de muestreo cibernético y bricolaje diaspórico, una
of the Common Tongue, Londres, estética antropofágica que fagocite lo mejor del cine mundial pero que lo reelabo-
Calder Press, 1987. re “con autonomía”, tal y como ya ha sugerido Oswald de Andrade?
S
Robert tam
157
A pesar de toparse con obstáculos de consideración, el cine brasileño ha con-
seguido importantes logros. Muchos largometrajes y un número incalculable de
documentales han sido un medio de expresión de la gente de color y han ofreci-
do destellos de la historia de Brasil desde una perspectiva multicultural. Sin em-
bargo, el cine brasileño rara vez ha logrado reunir la síntesis orgullosa y abierta tí-
pica de la música popular del país. Le queda, desde luego, convertirse de manera
profunda y consistente (y no superficial y esporádica) en “polifónico”, ya no solo
en términos cinematográficos (el juego de contrapuntos basados en un mecanis-
mo de llamada-respuesta que confronta canciones y géneros), sino también en
términos culturales mediante la puesta en juego de voces socialmente generadas.
Afortunadamente, la trayectoria en general del cine “blanco” desde la era muda
hasta el cine multicolor de hoy en día parece indicar que cada vez se va dando
cabida a más voces sociales y culturales, aunque el proceso no haya sido todo lo
completo que se podía esperar. Ahora el reto consiste en no limitarse a la simple
presencia de personas que representan grupos distintos, incluso en dejar atrás la
preocupación por imágenes positivas o negativas con el fin de mostrar las pers-
pectivas de las diferentes comunidades, poner en escena, en cierto modo, los
conflictos y las afinidades polifónicas de la diversidad cultural de Brasil. La verda-
dera polifonía cinematográfica surgirá probablemente cuando exista igualdad polí-
tica y reciprocidad cultural entre las distintas comunidades. Sin embargo, hasta
que llegue tan utópico momento, la polifonía cultural y política puede evocarse, al
menos, a través de métodos de prolepsis de textos “anticipatorios”, textos que al
mismo tiempo sean combativamente imaginativos y que incluyan multitud de vo-
ces ensordecedoras, que tengan siempre abiertos los cinco sentidos a las posibili-
dades de cambio que se puedan producir a largo plazo ❍
Sumario Siguiente
Sinfonia carioca (Watson Macedo, 1955)
1. ¿Paradoja?
erótico
problemáticas producen diferentes derivaciones en el imaginario brasileño. En con-
secuencia, afirmar que el régimen discursivo en cuestión engendra diferentes for-
mas de derivación y de representación, implica reconocer que ellas se constituyen
no solo en opciones temáticas, inflexiones narrativas y oposiciones excluyentes,
sino también en conjunciones específicas entre ambos rasgos. Además no se debe
olvidar que estas diferentes posibilidades se insertan en un proceso marcado por la
diacronía, es decir, en diferentes contextos históricos del imaginario brasileño. Este
es el a priori teórico y metodológico de la interpretación que aquí pretendo realizar
y que, por otra parte, estará en la base del enfoque sobre la realidad cinematográfi-
ca que elaboraré en este ensayo.
Se puede afirmar que en el imaginario brasileño existe una tensión entre los re-
gistros de la sexualidad y de la religión, consolidados incluso en el discurso del cato-
licismo. Dicho discurso está impregnado por la escenificación de la pasión de Cris-
to, —elementos que marcan el atrio de las iglesias con refinada producción
pictórica, y por el sacrificio de la carne en la lúgubre experiencia de la confesión—
y la propia tradición católica se materializará en Brasil con el Barroco. Los gritos y 1. Véase M ICHEL F OUCAULT :
susurros de gozo se revelan sutilmente en las realizaciones plásticas, indicando la Archéologie du savoir, París,
dualidad de la condición humana entre el cielo y la tierra, ámbitos que serían distin- Gallimard, 1968; M. FOUCAULT: L’ordre
tos de la civilidad. Justamente por ello y de formas diversas, el conflicto caracteriza du discours, París, Gallimard, 1970.
E
160 Sagrado, profano, rótico
la relación entre estos registros, como se puede observar en los estilos trágico, dra-
mático y cómico.
En lo que respecta al Barroco italiano, Lacan ya señalaba las patentes referencias
eróticas en el escenario religioso2. Sin embargo, en el Barroco brasileño, estos ras-
gos se presentan articulados de diversas formas, indicando conjugaciones distintas
de aquellas presentes en los múltiples contextos de la modernidad brasileña. Di-
chos rasgos aparecen y desaparecen de forma discontinua en una declinación ca-
racterizada por la presencia desigual de las mencionadas referencias eróticas lo que,
sin embargo, permite que se den siempre destinos y soluciones diferenciadas para
la relación entre los dos registros en cuestión, en los diversos contextos de la mo-
dernidad brasileña. Esto también evidencia que las conjunciones de estos rasgos de-
ben ser consideradas como una paradoja, lo que sería muy propio del Barroco, de
manera que jamás existiría una superación absoluta de lo sexual por la sublimación
religiosa. Entre estos rasgos siempre habría contigüidad u oscilación, como, final-
mente, se puede registrar en la constitución del imaginario brasileño.
Por otra parte, es preciso aún evocar la fuerte presencia del sincretismo en la
religiosidad brasileña mediante el cual se articulan marcas de la religiosidad popular
de origen africano con formas de creencia católicas. Por las mismas peculiaridades
de la umbanda y del candomblé, las dimensiones corpórea y erótica se inscriben
profundamente en el territorio de lo sagrado, intensificando aún más los obstáculos
y conflictos ya presentes en el catolicismo, evidenciando nuevamente la paradoja.
Como consecuencia de todo esto, se impone la referencia de una tercera di-
mensión entre la religiosidad y la sexualidad dentro del imaginario brasileño. Me re-
fiero al registro político que se insertó en el imaginario del país, desde una perspec-
tiva histórica, como un elemento de mediación fundamental entre estos citados
registros, como más adelante veremos.
dad, el hombre cordial, cuyos registros del cuerpo, del afecto y del instinto superarí- et l’esprit du capitalisme, París,
an al de la racionalidad presente en la tradición protestante6. Por último, Caio Prado Plon, 1966.
Júnior haría una interpretación centrada en el marxismo, donde destacaría la presen- 4. PAULO PRADO: Retrato do Brasil:
cia de la promiscuidad sexual desde el poblamiento colonizador, destacándola como Ensaio sobre a tristeza brasileira,
el obstáculo crucial para la formación de una brasileñidad centrada en el trabajo7. São Paulo, Schmidt, 1929.
La oposición entre la lectura de Freyre y las de Prado, Buarque de Holanda y 5. GILBERTO FREYRE, Casa Grande e
Prado Júnior, con respecto al valor atribuido a la sexualidad, es evidente. Sin embar- Senzala, Río de Janeiro, Schmidt,
go, en todas ellas la sexualidad ocupa una posición estratégica en el imaginario bra- 1936 (2ª edición).
sileño, como rasgo y destino. Estas interpretaciones, aunque diferentes entre sí, son 6. S ERGIO B UARQUE DE H OLANDA :
fundadoras de ese imaginario pues proyectan en el horizonte del futuro las posibili- Raízes do Brasil, Río de Janeiro,
dades de Brasil. En este imaginario, por lo tanto, la presencia de la sexualidad siem- José Olympio, 1994 (26ª edición).
pre debería ser considerada como un obstáculo, asociada y en contrapunto a lo 7. C AIO P RADO J UNIOR : Evolução
que sería el rasgo de religiosidad. Y es por esta vía, de regulación de estos opues- política do Brasil, São Paulo,
Según estos términos, la sexualidad exuberante y promiscua evidenciaría lo que Formação do Brasil contemporâneo,
sería originario de la brasileñidad anterior a la colonización. Esta sería lo que carac- São Paulo, Martins, 1942.
E
162 Sagrado, profano, rótico
III. Carnavalización
Como dije anteriormente, la construcción de la moderna sociedad urbana bra-
sileña supuso la ascensión de las clases medias, la más importante consecuencia de
su actuación en los campos social y político. El movimiento político denominado
8. ROBERTO DA MATTA: Carnavais, Tenentismo y la Revolución del 30 fueron la divisoria de aguas de este proceso en
malandros e heróis: por uma el que el desarrollo de la burguesía fue el factor fundamental que se contrapuso a
sociologia do dilema brasileiro, Río la tradición de las oligarquías rurales. Como consecuencia de todo esto se consti-
de Janeiro, Jorge Zahar, 1979. tuyeron nuevos lazos sociales que encontraron, principalmente en la radio, aunque
9. O SWALD DE A NDRADE : Do Pau- también en el cine, modalidades operativas cruciales para la formación del imagi-
Brasil à antropofagia e às utopias, nario brasileño.
Obras, vol. 6, Río de Janeiro, Es en este contexto social, entre los años 30 y 50, cuando se constituye la chan-
Civilização Brasileira, 1972. chada como género cinematográfico, donde el amor y la sexualidad serían puestos
10. MARIO DE ANDRADE: Macunaíma: en escena bajo una óptica positiva, como marca estilística brasileña. Teniendo delan-
O herói sem nenhum caráter, São te un mercado ocupado completamente por la producción estadounidense, la
Paulo, Martins, 1970 (6ª edición). chanchada no solamente era una forma de presencia brasileña en el cine, sino tam-
B
Joel irman
163
bién un elemento de gran atracción popular. La palabra chanchada proviene de
cianciata, vocablo de origen italiano que fue introducido en Portugal, a través de Es-
paña, en el siglo XVI, y cuyo significado es “discurso sin sentido”. En aquel entonces
asumió un sentido positivo, la esencia de la chanchada brasileña era una forma de
“habla caricaturesca utilizada para recrear el espíritu y ejercitar la creatividad”11.
Se traspasó a la pantalla lo que ya se escenificaba en el teatro de revista donde
el discurso caricaturesco hacía una crítica, discreta e irónica, de las costumbres de la
época. La chanchada provocó la carnavalización de lo social, no solamente por su
estilo de crítica risueña que siempre ejercía como comedia,
sino también por el hecho de que todas las películas siempre
terminaban en el carnaval. Río de Janeiro fue el escenario de
esta escenificación jocosa de lo sexual cuyo centro de produc-
ción fueron los estudios Atlântida. En esta modalidad narrativa
se perfilaba, por un lado, una crítica sutil a los rasgos premo-
dernos del conservadurismo rural brasileño, y por otro, la
exaltación de los héroes urbanos. A través de ella se hacía alu-
sión al paganismo y al erotismo originarios de la brasileñidad.
Era una versión dirigida a las masas del proyecto erudito del
modernismo.
Las grandes actrices de estas películas, eran las vedettes bra-
sileñas, como Carmen Miranda, que aparecían con los cuerpos
semidesnudos, muslos al aire y provocativos senos exhibidos
de forma velada. A partir de ese momento empezó el descu-
brimiento de los cuerpos, lo que hería las normas de la púdica
sociedad patriarcal y los buenos sentimientos cristianos esta-
blecidos. La sociedad urbana, representada por Río de Janeiro,
y muy especialmente por Copacabana, fue entonces transfor-
mada en el caldo de cultivo de este sutil imaginario orgiástico. Carnaval Atlântida (José Carlos Burle,
proveniente de la tradición rural. Se produjo, por fin, una crítica social aunque M IRANDA ( ORGS .): Enciclopédia do
sin ningún tipo de enfrentamiento directo con las instituciones políticas ni con Cinema Brasileiro, São Paulo,
tos, 1962)
mostró que en los grupos sociales humildes el candomblé, era una forma activa de
organización popular que intentaba preservar sus valores tradicionales, contrapo-
niéndose al avance del capitalismo y de la dictadura de Getúlio Vargas.
En Os fuzis (Los fusiles, 1963) Ruy Guerra puso en escena las poblaciones ham-
brientas del nordeste de Brasil, mostrando el dilema existente entre el discurso reli-
gioso y la acción armada. Expuestas a la sequía y al olvido del Estado y carentes de
una organización política consistente, las gentes del lugar se ven ante dos perspecti-
vas opuestas: seguir las prédicas de los beatos, y con ello mantenerse en una acti-
tud pasiva, o pasar a la acción y apropiarse de los alimentos necesarios para su su-
pervivencia. Dentro de la cinematografía brasileña, Guerra fue el director que más
énfasis dio al concepto de religión como forma de alienación, utilizando el mismo
contexto social que terminó por conducir al país al golpe militar de 1964.
V. Tragedia y religión
El conflicto entre modernidad política y religiosidad también estuvo presente en
Deus e o diabo na terra do sol (Dios y el diablo en la tierra del sol, 1963), de Glauber
Rocha. El director se situó en pleno sertão [región agreste] de Brasil, en un universo
arcaico marcado por la miseria, las relaciones feudales de trabajo y la fuerte presen-
cia del mesianismo. Esta creencia religiosa muy difundida en el interior del país sería,
como anteriormente lo había mostrado Ruy Guerra en Os fuzis, la responsable de la
pasividad del pueblo ante sus problemas sociales pues, además de ser percibida
como una forma de salvación ante la muerte y la miseria, estaba profundamente
arraigado entre los campesinos. Glauber Rocha, sin embargo, desarrolló el contra-
B
Joel irman
167
O Dragão da Maldade contra o Santo
Rocha, 1969)
punto del mesianismo representado por el bandidaje rural, encarnado por Antonio
das Mortes. El personaje se caracterizaría por la ambigüedad, pues, aunque sensible
al sufrimiento de los campesinos, estaría aliado con los terratenientes en la lucha por
el mantenimiento de las arcaicas relaciones sociales y laborales.
La riqueza de esta película reside justamente en la visión analítica y nada mani-
quea de la religión. Glauber nos la presenta como un elemento complejo, profun-
damente arraigado en las clases populares, pieza clave del imaginario brasileño,
que actúa, por otra parte, como obstáculo para el avance de la lucha política. El
director realizó una lectura similar sobre el ambiguo comportamiento del asesino
a sueldo, dividido entre la miseria y el poder de los terratenientes. En este con-
texto hay dos aspectos importantes que deben ser resaltados. En primer lugar, la
improcedencia de las ideas propugnadas por el voluntarismo populista, presente
en el Movimiento de Cultura Popular de los años 60, según las cuales la religión
sería fácilmente descartada del contexto social. Y en segundo lugar, la presencia
de la estética barroca en el lenguaje de Glauber Rocha, utilizada para mostrar la
dimensión trágica de los dilemas sociales brasileños, presentes tanto en el mesia-
nismo religioso como en la ambigüedad del bandidaje.
En O Dragão da Maldade contra o Santo Guerreiro (Antonio das Mortes, Glau-
ber Rocha, 1969) aparecerá nuevamente la figura de Antonio das Mortes, su am-
bigüedad política y la relación de los campesinos con el mesianismo, este último
prometedor de la redención ante la falta de perspectivas de transformaciones
políticas profundas. Además de barroca, la narrativa de esta película va a asumir
un estilo marcadamente épico, remitiendo a la tradición del western americano.
E
168 Sagrado, profano, rótico
Sin embargo, las críticas más agudas a la hipocresía sexual presente en el imagi-
nario brasileño están presentes en algunas adaptaciones cinematográficas del tea-
tro de Nelson Rodrigues. La base de su estética estuvo marcada por la relación
Noite vazia (Walter Hugo Khouri, 1964) del individuo con su erotismo irrefrenable y por la tragedia. Esta es muy distinta
de la desarrollada por Glauber Rocha, centrada en el
conflicto político-religioso, y de la de Khouri, centrada
en el existencialismo y la impotencia del erotismo
frente al vacío y al amor imposible. En la tragedia de
Nelson Rodrigues, lo sexual es un elemento fatídico,
ya que, aún queriéndolo, el individuo no puede huir
de su destino al cual está obligado a enfrentarse.
La puesta en escena de las taras y perversiones hu-
manas de forma conmovedora y el descubrimiento de
la bestialidad del alma humana fueron elementos ca-
racterísticos en el dramaturgo, donde no hubo lugar ni
para los tonos festivos ni para los ritmos de carnaval.
Su visión de la sexualidad pasa por una interpretación
psicoanalítica, de tal forma que el conflicto íntimo en-
tre el erotismo y la moralidad, siempre basada en una
perspectiva católica, alcanza su punto máximo.
Por otra parte, el estilo trágico de Nelson Rodrigues
asume formas estéticas marcadamente barrocas, ya que
Dostoievski fue la referencia filosófica y literaria del dra-
maturgo, de forma que si Dios está muerto, todo es
posible. Su dramaturgia se desarrolló en torno a esta
pérdida del fundamento ético del mundo en el registro
de la subjetividad y de la existencia cotidiana del indivi-
duo. Por lo tanto, las perversiones emergerían como
resultado de la fragilidad y de la inexistencia de prohibi-
ciones en un mundo en el que Dios ya no existe. Esa
O padre e a moça (Joaquim Pedro de sería la síntesis barroca en la polis moderna ante la ineludible muerte de Dios, en la
Andrade, 1965) que la escatología pasaría a ocupar todo el espacio de la existencia humana.
Las adaptaciones cinematográficas de las obras de Nelson Rodrigues no siem-
pre estuvieron a la altura de su proyecto estético. Con frecuencia se tendió a ex-
plorar básicamente los aspectos escatológicos y pornográficos presentes en sus
obras, sacando completamente fuera de contexto la tragedia de sus construccio-
nes dramáticas. Hay algunas producciones, sin embargo, que merecen ser evoca-
das, como Toda nudez será castigada (Toda desnudez será castigada, 1973) y O ca-
samento (1975), ambas de Arnaldo Jabor, cuya riqueza narrativa supo captar la
preocupación estética del dramaturgo. También está A falecida (La fallecida, 1965),
B
Joel irman
171
de Leon Hirzsman, quien, a pesar de no haber mantenido los rasgos de humor de
Nelson Rodrigues (cosa que este le reprochó en el estreno de la película), supo
restaurar algunos de sus elementos estéticos. Por lo que se refiere a las demás pe- Guerra conjugal (Joaquim Pedro de An-
lículas, el universo de Nelson se vio explorado como una galería escatológica de drade, 1974)
ceni, 1978)
B
Joel irman
173
O amuleto de Ogum (Nelson Pereira dos
Santos, 1974)
drade, 1965)
ferencia un barrio de chabolas de Río de Janeiro, este último enfoca con gran maes-
tría esta realidad, presentando el sincretismo religioso dentro de otra perspectiva
muy distinta de la imagen peyorativa que anteriormente dominó el cine brasileño.
nal el cáliz del erotismo para alejar los temores de una muerte siempre inminente. dez será castigada, Arnaldo Jabor, 1973)
Por si fuera necesario insistir en ello, todo esto pone en evidencia que el regis-
tro político siempre es el Otro, que se hace presente ya sea con relación a la se-
xualidad o a la religiosidad, aún cuando entre estas ya no se establezca ninguna
oposición de orden trágico ❍
Sumario Siguiente
Boca de Ouro (Nelson Pereira dos Santos, 1962)
ISMAIL XAVIER
L a observación de la trayectoria del cine
brasileño en la primera mitad del siglo XX confirma la hipótesis de que la ausen-
cia de una fuerte tradición teatral, en especial de los géneros más populares
como el melodrama, puede ser un obstáculo más para la constitución de un cine
clásico de ficción propenso a una relación continua y vigorosa con el público na-
cional. En otros términos, sin querer reducir el problema a esta variable, la forma-
ción del cine narrativo-dramático de un país lleva ventaja cuando se apoya en un
Nelson
Rodrigues,
teatro popular bien consolidado.
del teatro
Mucho se ha hablado de la “ventaja estadounidense” de una ausencia de tradi-
ción cultural, que habría liberado a sus cineastas para vuelos propios sin las ama-
rras de una autocrítica que, en Europa, habría “contrariado” al cine (basta obser-
var los textos de los primeros teóricos europeos para ver reflejada esta ideología
de la “inocencia” estadounidense como elemento tonificador de su cine). Siem-
pre pensé que había algo de metafísico en esta idea de inocencia o infancia de
una cultura como palanca para el cine. Recientemente, la historiografía ha mos-
a la pantalla
trado hasta qué punto Hollywood no surgió de la inocencia sino de una tradición
ya madurada que permitió el trasplante de géneros teatrales consolidados, ele-
mento clave en la formación del cine clásico estadounidense cuando la incorpora-
ción del melodrama creó la hegemonía de lo narrativo-dramático en la sesión de
cine, espectáculo antes volcado a múltiples formas del “cine de atracciones” (se-
gún la noción acuñada por Tom Gunning).
Analizando el caso brasileño, tenemos ya una serie de razones muy conocidas para
explicar las vicisitudes de un cine débil, sin continuidad de producción: atraso econó-
mico, dominio extranjero del mercado nacional, carencia de infraestructura técnica.
Además de estos factores, es necesario tener en cuenta el importante dato de la au-
sencia de un teatro nacional consolidado, con excepción del “teatro de revista”, géne-
ro cómico hecho de cierto montaje de atracciones que incluía números musicales.
T
178 Nelson Rodrigues, del eatro a la pantalla
Para terminar este breve panorama, es necesario mencionar la cuestión del teatro
y del cine modernos en Brasil, experiencias que solo se profundizaron en la década
de 1960. Estas dos formas de expresión quedaron fuera de las manifestaciones más
incisivas del modernismo brasileño de las décadas de 1920 y 1930. Aparte del ejem-
plo aislado de la película Limite (Mário Peixoto, 1931), el cine brasileño tuvo que es-
perar al Cinema Novo para que lo alcanzasen los influjos de una estética moderna. En
cuanto al espectáculo teatral, el momento que hoy se celebra como inaugural de su
modernidad fue el año 1943, cuando el grupo carioca Os Comediantes escenificó la
pieza Vestido de noiva, del entonces joven dramaturgo Nelson Rodrigues. No obstan-
te, un proceso más sólido de escenificaciones y textos modernos, con mayor conti-
nuidad de producción, diálogo entre autores y directores, polémicas, etc., solo se dio
alrededor de 1960. En la década de 1950, la consolidación del género “gran teatro”
de calidad, atestiguado por la presencia del TBC entre otras compañías, creó condi-
ciones para laboratorios dramáticos de donde surgieron nuevas propuestas más radi-
cales de actualización de la escena brasileña. A finales de la década, surgen los grupos
jóvenes, como el del Teatro de Arena y, más tarde, el del Teatro Oficina, ambos en
São Paulo, en una transformación del teatro que podría verse, grosso modo, como pa-
ralela al proceso que preparó el Cinema Novo, pero sin caer en la visión ilusoria de
que la profundización de las relaciones haya tenido como resultado un diálogo fuerte
y continuo entre estos dos terrenos, que fue más tímido de lo que podría esperarse.
Hay ejemplos, como el de la película de Roberto Santos, O grande momento (1958),
comedia realista cuyo diálogo con el cine italiano es nítido, pero que incorpora a los
actores y las preocupaciones del Teatro de Arena, a partir de los presupuestos comu-
nes de una cultura nacional popular de izquierda, de un arte político que une escena-
rios y pantallas. A partir de 1961, actores, cineastas, escritores y directores se unieron,
tal vez como nunca, en los llamados Centros Populares de Cultura, organizaciones en
las que participaban estudiantes universitarios empeñados en la militancia política y
que dieron frutos como la película Cinco vezes favela, en 1962, uno de los ejemplos
piloto del Cinema Novo que estaba entonces surgiendo.
No obstante, observada la coyuntura de comienzo de la década de 1960, cabe
destacar un juego de contrapesos: por un lado, se da la presencia común de un
movimiento renovador en el cine y en el teatro; por otro, aunque la atmósfera ide-
ológico-política, articuladora de manifestaciones culturales, se aproximase a estos
dos campos, la dramaturgia brasileña, en términos estéticos, poco influyó en el Ci-
nema Novo. Claro que una nueva cultura, hecha de un diálogo más efectivo con la
dramaturgia moderna, de Brecht a Artaud, se hizo presente en el cine, pero las pie-
zas de Augusto Boal, por ejemplo, no llegaron a la pantalla, y Oduvaldo Vianna
X
Ismail avier
181
Boca de Ouro (Nelson Pereira dos San-
tos, 1962)
Filho, que trabajó como actor en películas del Cinema Novo, vio textos suyos trans-
formados en película solo más tarde, en obras sin mayor expresión. Una de las pie-
zas de Gianfrancesco Guarnieri, Gimba, fue filmada en 1963, pero por un director
de teatro, Flávio Rangel, no perteneciente a los grupos que agitaban el mundo del
cine. Orfeu da Conceição, pieza de Vinicius de Moraes, se convirtió en una película
francesa, Orfeu negro (Orfeo Negro) dirigida por Marcel Camus en 1959 y vista en el
mundo entero como si fuese expresión genuina de un ethos nacional, debido a la
presencia de la cultura negra arraigada en las favelas.
Dentro de estos desajustes, que se vivieron a pesar de las afinidades entre los
proyectos ideológicos de las nuevas generaciones, en el año 1962 se dio uno de los
movimientos cruzados más significativos.
Primer acto de la pieza: Dias Gomes, un dramaturgo de izquierdas, llega al cine a
través de Anselmo Duarte, cineasta ligado a la tradición de la Vera Cruz y poco in-
teresado por las preocupaciones políticas de los jóvenes. La experiencia, en los tér-
minos deseados por el director de cine, tiene éxito y la película O pagador de pro-
messas gana la Palma de Oro en el Festival de Cannes (1962), lo que la transforma
en un hito importante del cine brasileño. En su momento, fue identificado por los
europeos como ejemplo del Cinema Novo, para disgusto de Glauber Rocha, que li-
deraba este movimiento y concebía otra dramaturgia inserta en la “estética del
hambre”, propuesta original que incorporaría el legado de Brecht, adaptándolo al
contexto cultural brasileño y reelaborándolo permanentemente en combinación
con otras influencias, como ocurrió en las películas del propio Glauber Rocha du-
rante las décadas de 1960 y 1970.
T
182 Nelson Rodrigues, del eatro a la pantalla
1965)
1965)
critor, ahora vividas de una forma aún más incisiva. La pieza representa el drama de
Zulmira, la mujer resentida que hace de su muerte anunciada y metódicamente eje-
cutada, un terrible plano de venganza contra su marido mediocre y, digámoslo así,
contra el mundo. El cineasta transforma el lado irónico de la estratagema, sus lances
de comedia, en un drama serio de principio a fin, en una interpretación religiosa
que exige de los actores sostener un pathos capaz de generar, en el público, la re-
flexión sobre cuestiones sociales, sobre el aprendizaje generado por una crisis per-
sonal, sobre la posibilidad de cambio.
Estas fueron experiencias significativas en el cine brasileño de entonces y que se-
ñalaron un momento de aproximación entre cine y teatro que, postergado al prin-
cipio, acabó dándose en el momento propicio, aunque no de la forma esperada.
De cualquier manera fue fructífero, tanto para el Cinema Novo como para Anselmo
Duarte. Con una diferencia esencial: Jorge Andrade y Dias Gomes no volverían al
cine. Nelson Rodrigues, en cambio, llegó para quedarse. Y lo hizo como ningún
otro escritor, sustituyendo a los novelistas Graciliano Ramos y a Jorge Amado en su
presencia en la pantalla, influyendo de forma significativa en el cine brasileño a partir
de mediados de la década de 1960. Mi interés en este artículo es exponer este
caso que bien merece una atención especial. En Brasil, es el ejemplo más efectivo
de esta convergencia entre cine narrativo y teatro de la que me ocupo aquí; por
otro lado, en cuanto tal, revela aspectos decisivos de lo que fue el movimiento de
la cultura brasileña, principalmente después del Tropicalismo de 1968.
El cine brasileño, a partir de 1969-1970, desplazó efectivamente su centro de in-
terés. Pasó del mundo del trabajo y de las cuestiones sociales de la vida pública al
T
184 Nelson Rodrigues, del eatro a la pantalla
1981)
vigente aún hoy, no tanto por el lado de las adaptaciones, que ya no tienen el papel
que tenían en las décadas de 1960 y 1970, como por una tendencia general de la
producción cinematográfica en el nuevo contexto de la cultura. Para la nueva gene-
ración ha valido sobre todo la búsqueda del guión bien estructurado a propósito de
las escenas de la vida privada, guión en el que se exploran las motivaciones incons-
cientes de los personajes y se apuesta por la atracción ejercida en el público por el
caso especial que desemboca en la violencia y en el crimen. El énfasis en el universo
de las pulsiones y resentimientos ha llevado muchas veces a una excesiva psicologi-
zación de los conflictos sociales, en un momento de la cultura brasileña en el que los
“diagnósticos de carácter”, el eje moral de la reflexión, ha sustituido al raciocinio po-
lítico en todos los terrenos, incluso en la estética.
provista de la base social y mitológica antigua, debe buscar un sistema moral y una
arquitectura de valores que den resonancia, relevancia universal, a los dramas en
que se sumergen esos pequeños héroes, la familia moderna y sus vicisitudes. Tal
búsqueda, en el melodrama llamado canónico, tomó el rumbo del sentimentalismo
y la redención, en el que funcionaba la “estética providencial”, y el cristianismo hacía
valer su visión de los dramas humanos y de la historia, su ideal de justicia. No obs-
tante, en Nelson Rodrigues, como en otros autores del drama moderno, tal bús-
queda no cesa y se caracteriza por una conciencia de la crisis de los valores y del
colapso de la arquitectura religiosa que sustentaba el desenlace providencial (ese
que se traduce en la idea de “justicia poética” que restaura los valores básicos, cas-
tigando a culpables y recompensando a los inocentes). Es posible, sin duda, recurrir
a las fórmulas del melodrama, pero sin la apelación a la estética providencial, con la
actualización de un desencanto que presupone una galería de sufridores librados a
su propia suerte. Sufridores que, según la interpretación que se tenga de su expe-
riencia, encarnan una condición colectiva ligada a tópicos de carácter local (o nacio-
nal), o son concebidos como expresión de una condición universal.
Los cineastas, casi siempre, reelaboraron las piezas y folletines de Nelson Rodri-
gues a partir de su inserción local, atentos a la historicidad de los dramas considera-
dos como forma de debatir la sociedad brasileña, especialmente a partir de la crisis
del patriarcalismo, la misma que el movimiento tropicalista puso en el centro de su
visión irónica. Hubo en este movimiento de 1968 un cuestionamiento de la moral y
del gusto en diferentes esferas de la sociedad, tanto a través de la parodia del kitsch
proveniente de la radio y de la televisión, como de la desestabilización, incluso en
T
188 Nelson Rodrigues, del eatro a la pantalla
sas, cuyo destino sería el castigo ejemplar indicador de una restauración del orden, 1978)
cuyo “pecado original” no les pertenece. Este fue un momento de caída practicado
por la generación anterior, responsable última de la desgracia. En las piezas y nove-
las, la imagen de la juventud es apocalíptica, marcando el paso, para Rodrigues inde-
seable, de la norma rígida de la religión al relativismo
moral de la ciencia psicológica. No obstante, el punto
central de la crisis no son los jóvenes, en general anali-
zados como síntoma de la época, sino la figura del pa-
dre, foco de la mancha mayor en la que se sitúa la infi-
delidad a los valores, la transgresión de la norma, el
pecado que mina, finalmente, desde el interior, una mi-
sión que debería ser educativa. En ella se concentra el
lado patético de los desenlaces: como padre corruptor
o marido débil, la figura masculina fracasa de manera
contundente y lo que le queda es sobrevivir humillado
o encontrar la muerte.
De todas las piezas, Toda nudez será castigada, pieza
escrita en 1965, es la mayor expresión de este paradig-
ma del camino de la humillación del pater familias. Ese
camino está representado en este caso por la figura de
Herculano, el viudo que se enamora de Geni, la prosti-
tuta, y acaba casándose con ella. Después de un compli-
cado enredo, él es víctima de una estratagema de ven-
ganza proveniente de su propio hijo, esquema que, al
consumarse, precipita el suicidio de Geni, la esposa aho-
ra instalada en una vida burguesa. Esta, en gesto postre-
ro, deja grabadas las revelaciones que derrumban el cas-
Toda nudez será castigada (Toda desnu- tillo de naipes de su marido, lo que hace evidentes todas las ilusiones que
dez será castigada, Arnaldo Jabor, 1973) sustentaban su felicidad conyugal. En la novela O casamento (1966), reencontramos
un esquema semejante de venganza y humillación: la joven Glorinha, en la víspera de
la ceremonia de su boda con un joven que representa lo que la familia más teme (la
homosexualidad), lleva a su padre para tener una conversación en la playa y, radicali-
zando su juego de seducción, consigue de él el gesto que explicita el deseo incestuo-
so. Cortando el clima, ella reacciona al beso de su padre indignada, se aleja mientras
él intenta explicarse, abatido, en una situación traumática que lo llevará a una crisis
sin retorno. En la pieza Sete gatinhos, Noronha, el conserje resentido, padre medio-
cre y moralista, se ve arrastrado por un proceso que lo desenmascara como “figura
del mal” frente a la familia y acaba condenándolo a morir en manos de sus propias
hijas, a las que envileció al prostituirlas. El doctor Werneck de Bonitinha mas ordinária
es la traducción moderna del patriarca vestido de empresario urbano que encuentra
un mundo exterior para canalizar su agresividad; padre rico de chica mimada, es ob-
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O casamento (Arnaldo Jabor, 1975)
director Manuel Pelufo adaptó un folletín del escritor, Meu destino é pecar, en una pe-
lícula sin resonancia que explotó las sugerencias de tipo gótico contenidas en el texto.
Este mostraba el paradigma de la mujer que se casa con un desconocido y pasa por
experiencias difíciles cuando la llevan a vivir al caserón de la familia, enfrentada a ene-
migos fieles a su antecesora. En la década de 1950, a pesar de que Nelson Rodrigues
ya era autor reconocido, no se adaptó ninguna pieza para el cine. De modo que la
primera película de mayor repercusión fue Boca de Ouro. Diez años de un silencio sig-
nificativo, entre 1952 y 1962, principalmente si pensamos que la agilidad de la narrati-
va del escritor, la fluidez de sus diálogos, su apropiación del habla brasileña, todo lo
que en su época, en fín, estaba fuera del alcance del cine, favorecían tal empresa, sin
hablar del aspecto “cinematográfico” de sus piezas, llenas de flash-backs y de montajes
paralelos, ágiles en la incorporación de situaciones melodramáticas. Hay señales, en
este caso, de vacilación de un cine que, junto a la inocencia de la chanchada, nos dio
ejemplos de interés por materiales más dramáticos, como en la Vera Cruz (esta, al fin
y al cabo, tenía a su propio dramaturgo, Abílio Pereira de Almeida, cuyo espectro te-
mático siempre se cruzó con el de Nelson Rodrigues, aunque en otro tono).
Entre otros factores, sin duda la censura tuvo su papel, dado que los problemas de
prohibición ya eran notorios en el caso de las propias piezas. En este sentido, no fue
casual la simultaneidad de Boca de Ouro y de Os cafajestes (1962), película de Ruy
Guerra, dos “escándalos morales” emblemáticos en el salto que, en el cambio de dé-
cada, el cine brasileño dio en términos de tratamiento de la sexualidad y del cuerpo.
La película de Ruy Guerra, por el estilo, definía la primera película brasileña de impac-
to efectivamente asociada a la Nouvelle Vague y al sexo más adulto del cine europeo.
Hubo conflictos con la censura, pero acabaron en un marco de liberalización que de-
sinhibió a los productores. Boca de Ouro da inicio a una serie de adaptaciones de Nel-
son Rodrigues, en la “primera ola” rodriguiana en el cine (1962-1966), con seis pelí-
culas. En este momento, el relieve corresponde a dos cineastas del Cinema Novo y a
la figura del actor Jece Valadão que, en gran medida, impulsó el diálogo con el escri-
tor, como productor, guionista y actor. Las películas de Nelson Pereira dos Santos y
Leon Hirszman revelan cómo la mise-en-scène en el cine moderno consiguió avanzar
también por esta vía, lo que queda claro cuando comparamos su trabajo con las otras
adaptaciones de la propia década de 1960, tanto las caracterizadas por un naturalis-
mo convencional —Bonitinha mas ordinária (J.P. de Carvalho, 1964), Asfalto selvagem
(J. B. Tanko, 1964) y Engraçadinha (Tanko, 1966)—, como una película como O beijo
(Flávio Tambellini, 1965), lectura ingenua que asoció la idea de un expresionismo en
Nelson Rodrigues con la imitación de la fotografía y del estilo de interpretación deri-
vado del cine mudo alemán, en este caso de efecto desastroso, especialmente en
aquello que se convirtió en crisis existencial, tormentos y neurosis de los personajes
principales. Resolver el problema del tono de la adaptación de Nelson Rodrigues
nunca fue fácil, pero el cine encontró, en 1973, una lectura que supo explotar esta
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obra marcada por excesos, que siempre se colocó en el límite entre el kitsch y la ex-
periencia estética avanzada, entre un esbozo de tragedia moderna y un toque de me-
lodrama, entre Dostoievski y Hollywood, Luis Buñuel y Douglas Sirk.
Seis años después de la primera ola, Arnaldo Jabor realiza Toda nudez será casti-
gada (Toda desnudez será castigada, 1973). Sin duda, la interpretación más original y
de mayor resonancia de los textos de Nelson Rodrigues, mejor ejemplo de un tra-
bajo consciente de la encrucijada de cuestiones implícitas en este diálogo que alcan-
za, en su caso, la “buena solución” estética capaz de generar un debate de largo al-
cance. La película se inserta en un contexto del cine brasileño en el que, después
de las posturas radicales de finales de la década de 1960, había una búsqueda ma-
yor de comunicación con el gran público a partir de la representación de la vida
privada, fuese esta vista o no como mediación para reflexionar sobre el momento
del país en toda su dimensión, como hizo Jabor, renovando la reflexión y el estilo
del Cinema Novo. Su visión particular insertó la pieza en un debate sobre la repre-
sentación de la experiencia brasileña que venía del modernismo y había sido reela-
borada por el Tropicalismo de 1968. El cineasta supo componer el texto como ex-
presión de la crisis de un estilo de vida patriarcal de carácter muy local. El drama de
Herculano, el patriarca decadente, y Geni, la prostituta arrepentida, se eleva a la
condición de alegoría de esta condición social definida que la película observa con
el filtro de la ironía, acentuando la distancia entre la pretensión y la actuación de los
personajes. Agresivo frente a los excesos y al kitsch, Jabor buscó en la tragicomedia
una nueva forma de calificar la experiencia social, forma que radicalizó en 1975 al
enfrentamiento entre las clases sociales. Con un guión de su autoría, Jabor promueve
el encuentro entre Nelson Rodrigues y Glauber Rocha, intentando reunir sus dos re-
ferencias más importantes. Tal gesto, observado críticamente, nos permite explicitar
ciertas relaciones que el cine brasileño vivió desde la década de 1960, pero tal vez sin
tener de ellas una conciencia clara.
He observado cómo, desde Toda nudez será castigada, Arnaldo Jabor adoptó la es-
tilización irónica de la desmesura como forma privilegiada de crear la tragicomedia y,
con esta, representar la crisis de los valores de la tradición. Esto se hizo posible des-
pués de todo un proceso que comienza con el impacto provocado por Terra em tran-
se (1967), de Glauber Rocha, y las respuestas a esta película que introdujeron las es-
trategias paródicas de 1968. Experiencias como la puesta en escena de O rei da vela,
del escritor modernista Oswald de Andrade, por el Teatro Oficina, y la revisión del
melodrama hecha en la canción popular, junto con la conciencia de que los excesos y
el mal gusto forman parte de un ethos nacional que debe ser debatido, crearon un cli-
ma generador de una nueva recepción de la obra de Nelson Rodrigues en los años
1969-1971, cuando sus textos no se estaban adaptando al cine. Tal desplazamiento
de valores disipó la desconfianza frente al dramaturgo por parte de una generación
que, más integrada y menos crítica en relación con la cultura de los medios de comu-
nicación —cine, televisión, productos pop—, tenía menos resistencias a un teatro de
excesos, antes observado como un coqueteo de la cultura con la mediocridad políti-
ca. Este proceso vivido por los jóvenes cineastas del Cinema Novo no tuvo una sola
dirección sino que adquirió a veces posibilidades sugerentes. A veces se simplificó por
el lado de la celebración, que no del debate, del kitsch como “rasgo nacional” positi-
T
196 Nelson Rodrigues, del eatro a la pantalla
vo. También se simplificó cuando la ironía se redujo a un “mirar desde arriba”, reafir-
mador de prejuicios, gesto de descalificación de personajes y situaciones que en no
pocas ocasiones se asumió como dirigido a rasgos generales de lo nacional.
Tal descalificación, con o sin ironía, ya venía de antes, potenciada en su ambivalen-
cia provocadora en la trayectoria del propio Nelson Rodrigues. Bonitinha mas
ordinária, pieza escrita en 1962, es un buen ejemplo de la relación entre el teatro y el
“parloteo” del escritor, estando particularmente saturada de opiniones sobre los bra-
sileños en la línea de la descalificación, al mismo tiempo cómica y exasperada. La
adaptación de J. P. de Carvalho (1963), en ocasiones no muy afortunada por lo que
se refiere al melodrama, abrió espacio, no obstante, para que el actor Fregolente
acentuase conexiones que tendrían repercusiones en el cine brasileño. Por un lado, el
propio texto ya estructuraba las descalificaciones, nunca tan explícitas: el lema de al-
gunos diálogos es “todo brasileño es Peixoto”, el personaje mediocre y sin carácter.
Por el otro, quien reitera tal sentencia es el doctor Werneck, centro de la vileza y de
la depravación, burgués moderno y corruptor que observa a un pueblo al que consi-
dera rudimentario y servil. Fregolente, interpretando a este burgués emprendedor de
orgías, condensa un estilo de representación que, aunque recuerde algo a la chancha-
da, tiene un valor corrosivo y una connotación más siniestra en su vena corruptora,
cosas que la comedia ligera no tenía. En verdad, se relaciona con el moralismo com-
partido por el escritor y por el cine de izquierda, tal como era posible ver, en cierta
medida, desde Rio, 40 graus (Nelson Pereira dos Santos, 1955), película muy sujeta a
estereotipos en la representación de los ricos. Fregolente cristaliza con gracia el tipo
haciendo escuela, definiendo una imagen que se transfigurará, en estilo barroco y en
un tono más ceremonial propio del cine de Glauber Rocha, en Terra em transe, cuan-
do se trata de representar a Fuentes, el burgués moderno, también emprendedor de
orgías. En este sentido, Glauber también dialoga con la vertiente rodriguiana, compo-
niendo la imagen de la modernización como corruptora y relacionada con la deca-
dencia moral, tal como el cine de la década de 1970, a su modo, lo haría más tarde.
Ya en la década de 1960, esa imagen de la burguesía tuvo su faceta jocosa en el cine
de Sganzerla: el J. B. da Silva de O bandido da luz vermelha (1968) es también una de-
rivación de personajes rodriguianos, atemperada por el impulso paródico. Y la chaba-
canería, tema recurrente en Nelson Rodrigues, impregna a las figuras de la película de
Sganzerla, tal como el lado sentencioso y burdo de la radio.
Este proceso llega a su síntesis en la película de Jabor, Tudo bem, realizada el mismo
año en que surge la segunda “gran ola” de adaptaciones de la obra del escritor, im-
pulsada por el enorme éxito de público de A dama do lotação, de Neville d´Almeida,
con Sonia Braga. Es el momento de apogeo de la “película brasileña de mercado”
(1978-1983), cuando el cine nacional alcanza la marca del 35% del mercado de exhi-
bición, en parte alimentado por la política del Estado en lo que había de “cine arte”,
en parte por la explotación del erotismo. Las siete adaptaciones de obras de Nelson
X
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197
Rodrigues se establecieron a mitad de camino, entre la cultura seria financiada por
Embrafilme y la más directa apelación erótica, lo que dio un resultado estético muy
desigual. A dama do lotação (1978) y Os sete gatinhos (1980), de Neville d´Almeida; O
beijo no asfalto (1980), de Bruno Barreto, Engraçadinha (1980), de Haroldo Marinho, y
las películas de Brás Chediak, Bonitinha mas ordinária (1980), Álbum de família (1981) y
Perdoa-me por me traíres (1983) componen el ciclo.
En estas películas, dejando de lado rasgos específicos de estilo, el elemento
común fue la seducción del público a través de las escenas “osadas”, en las que
participaban actrices como Vera Fischer y Sonia Braga, y por el poder de impac-
to del drama, elaborado en clave cómica o serio-dramática. Se impuso un estilo
francamente naturalista, más ajustado a la atracción de un público habituado a la
ficción televisiva. A excepción de las películas de Neville d’Almeida, las demás
tienden a lo convencional y, en su mayoría, no constituyeron una contribución
significativa a la lectura de la obra del dramaturgo. Los polos de mayor interés
son las propias películas de Neville, con su fórmula de la chanchada con filosofía
e insolencia calculada, y Engraçadinha, de Haroldo Marinho, aunque este no haya
traducido en este caso su buen conocimiento de la obra de Nelson Rodrigues.
Neville no está exento de las demandas de la época, pero intenta avanzar en el
tratamiento de los personajes femeninos, de la representación de la mujer y de
su rebeldía, aunque en sus imágenes prevalezca el código machista del especta-
dor voyeur de mal gusto. Apunta a la afirmación de un Eros popular en su carác-
ter colectivo, disperso en la circulación de la ciudad. No obstante, no encuentra
1983)
T
198 Nelson Rodrigues, del eatro a la pantalla
el camino para subvertir el género “comedia erótica” como lo hizo Joaquim Pe-
dro de Andrade en Guerra conjugal (1974), adaptación de cuentos de Dalton
Trevisan, otro autor que explotó irónicamente la moral pacata provinciana y su
relación con el imaginario sexual.
rido traicionado por su mujer con su mejor amigo, aquel para quien él se conside-
raba un modelo (y lo era, con otras consecuencias).
La figura del macho mediocre se hace presente en Traição, viviendo la distancia
Um céu de estrelas (Tata Amaral, 1997) entre su pretensión y su actuación. Y no falta el tema de la humillación del padre.
Pero la presencia de tales figuras ya no está en el centro,
pues queda claro que los tres cuentos, libremente adap-
tados, no fueron elegidos con ese objetivo, sino a partir
de otro criterio que, aparte de las intenciones de los au-
tores, lleva a primer plano otra constante de la drama-
turgia de Nelson Rodrigues. Se trata del “deseo miméti-
co” y de uno de sus posibles desdoblamientos: la figura
del resentimiento.
Según René Girard, que ha formulado esta noción,
mimético es el deseo según el Otro, o a partir del Otro,
inflamado por un proceso de sugestión e imitación. Es lo
que ocurre en las piezas de Nelson Rodrigues que inclu-
yen la rivalidad entre hermanas o hermanos, o situacio-
nes triangulares muy clásicas. De Vestido de noiva a Toda
nudez será castigada se trata de seguir un engranaje mo-
vido por la venganza acumulada y madurada, porque la
presencia del modelo que “puede más” o tiene más éxi-
to genera rencor y envidia que, en cuanto no consiguen
superarse, llevan al autoenvenenamiento del personaje
resentido. Este modelo de la rivalidad llega a su expre-
sión más elemental en Gêmeas, drama hecho de ánimo
competitivo, velado y transformado en aparente amor,
entre dos hermanas mellizas y que acaba en crimen, tra-
tado en la película de forma lúdica, en una constante cita
Cronicamente inviável (Sergio Bianchi, de los clichés del cine gótico. Y se hace presente en el segundo episodio de Traição,
1999) donde el motivo de la boda y el de la muerte se muestran entrelazados a partir de
un mecanismo empujado por la rivalidad entre las hermanas, cuyo deseo se dirige a
un hombre para nada especial, pasivo, tímido, inexpresivo. Está claro que la energía
que pone en movimiento el juego de seducción, por parte de la hermana celosa, no
proviene de las cualidades intrínsecas del objeto sino del hecho de que tal atracción
e inversión dependen de la existencia de una tercera figura que funciona como me-
diación, aquella cuyo lugar se quiere ocupar.
Estos dos ejemplos reafirman un nuevo paralelo entre los motivos rodriguianos y
cierta tónica capaz de marcar una inclinación que es más general en el cine en su res-
puesta a la coyuntura social y política. En la década de 1970, fue el motivo del declive
de la figura paterna; en la década de 1990, es la figura del resentimiento, esta misma
X
Ismail avier
201
presente en una cantidad significativa de películas de diferentes estilos. La recurrencia
de tal personaje —al mismo tiempo débil y vengativo, ofendido e impotente— hace
una especie de diagnóstico nacional en estos tiempos de inserción del país en los
nuevos términos de la globalización.
El tercer episodio de Traição, en el que la adopción de un tono serio-dramático
vuelve más desagradable la autodestrucción del marido resentido, establece con toda
claridad el diálogo de esta película con otras de la década. Entre estas figuran A causa
secreta (Sérgio Bianchi, 1994), Perfume de gardenia (Guilherme de Almeida Prado,
1992), Quem matou Pixote? (José Joffily, 1996), Um copo de cólera (Aluisio Abranches,
1999), A ostra e o vento (Walter Lima Jr., 1997), 16060 (Vinícius Mainardi, 1997), Um
céu de estrelas (Tata Amaral, 1997), Ação entre amigos (Beto Brandt, 1998), Coração
iluminado (Héctor Babenco, 1998), Anahy de las Misiones (Sérgio Silva, 1997), O viajan-
te (Paulo Cesar Saraceni, 1998) y Cronicamente inviável (Sérgio Bianchi, 1999). En to-
dos se destacan personajes enredados en mecanismos no resueltos de venganza per-
sonal que se posterga o a la que, a veces, se renuncia; figuras de la obsesión que no
deja avanzar, que pide el ajuste de cuentas con el pasado o se despliega en quejas
inocuas, violencia autodestructiva, represión de las manifestaciones de vida. Es el desfi-
le de la amargura de seres que intentan en vano recuperarse y que, en su trayectoria
de caída o de fuga en espiral, acaban haciendo mucho daño. Finalmente, en la forma
actual del diálogo establecido entre el cine y la obra de Nelson Rodrigues, ambos se
encuentran para tratar la contribución de los resentidos al festival de violencia que —
del mismo modo que la miseria económica— replantea el malestar como un dato in-
sistente de nuestra condición contemporánea ❍
Sumario Siguiente
José Medeiros filma Parceiros da aventura (1979)
JOSÉ CARLOS AVELLAR
L a calle pasa por el parabrisas del coche
como una película. Un taxi avanza en travelling (creo que iba al cine, pero eso no
está muy claro en mi memoria). En la esquina una luz roja impone un plano fijo. Un
pedazo de la calle salta dentro del taxi, un folleto con fotografías de un edificio en
venta cerca de allí. El chófer, al lado mío, como si estuviera hablando de fútbol dice:
“una foto gana diez a cero a la realidad”; luz verde, nuevo travelling por la calle.
Dos imágenes que ocultan parte de lo que pretenden mostrar.
Memoria
fotográfica*
Una, de Limite (1931) de Mário Peixoto, fotografía de Edgar Brasil1. En la pantalla
la cara triste de una mujer sola en un barco, en medio del océano. La cámara la
capta de cerca, de abajo hacia arriba, contra el fondo blanco de un cielo con sol in-
tenso, pero una raya, una línea justo debajo de la boca, una línea que se mueve, la
borda de la barca que sube y baja, conforme el balanceo del mar, corta el rostro de
la mujer por la mitad.
Otra, de Deus e o diabo na terra do sol (Dios y el diablo en la tierra del sol,
1963) de Glauber Rocha, fotografía de Valdemar Lima2. El plano consiste en la ten-
sión en el rostro del cangaceiro que avanza en dirección a la cámara, fija en el trípo-
de, da un paso más, llega muy cerca, se dirige a la izquierda y su rostro, cortado por
la mitad, queda más fuera del cuadro que dentro.
Dos imágenes en las que la luz muy fuerte actúa como una especie de sombra
blanca que cubre lo que se quiere mostrar.
Una es como si la película no hubiera empezado aún; las letras pequeñitas, dis-
cretas, en la parte inferior del cuadro, desaparecen y dejan el vacío a la espera de
los retirantes todavía lejos en el plano inicial de Vidas secas (1963) de Nelson Perei- * Las características especiales de las
ra dos Santos, fotografía de José Rosa3 y Luiz Carlos Barreto4. notas de este texto nos obligan a poner-
La otra es como si la película hubiese estallado en mitad de la proyección. En re- las en un anexo al final del artículo (pág.
alidad, lo que sucede es que el hombre había abierto dos lamas de la persiana de la 219 y sigs.). (N. de R.).
F
204 Memoria otográfica
(1967)
ventana del cuarto, con la punta de los dedos, para mirar hacia la calle, y la luz fuer-
te del exterior invade la pantalla. Solo es posible comprender lo que pasa después
que todo pasó, cuando, una vez cerrada la persiana, la suave luz del interior descu-
bre a los personajes de Terra em transe (1967) de Glauber Rocha, fotografía de Dib
Lutfi5 y Luiz Carlos Barreto.
Lo que primero viene a la memoria son estas imágenes, tal vez porque sean las
que mejor revelen la tendencia —especialmente presente a partir de la década del
60— si pensamos en nuestra experiencia con la luz más intensa detrás de la acción
que sobre el personaje que está en primer plano, de una imagen de composición
inestable, tan abierta hacia la parte de la escena inmediatamente visible como hacia
la parte que se encuentra fuera del alcance directo del objetivo. Esto que nos viene
primero a la memoria no debe tomarse como generalización simplificadora de una
experiencia más rica y variada en realidad. Lo que se propone aquí es solo una
foto, una instantánea, un instante: un signo presente con mayor o menor intensidad
A
José Carlos vellar
205
en el espacio proveniente del blanco y negro con pocos tonos medios y del encua-
dre inclinado y tenso de Limite de idéntica dureza de tonos Terra estrangeira (1996)
de Walter Salles y Daniela Thomas, fotografía de Walter Carvalho6; en el espacio
que viene del juego de teleobjetivo y gran angular de Os fuzis (Los fusiles, 1963) de
Ruy Guerra, fotografía de Ricardo Aronovich7, al juego de lentes de Central do Bra-
sil (Estación central de Brasil, 1998) de Walter Salles, fotografía de Walter Carvalho:
el teleobjetivo usado para comprimir el colorido, el foco y la profundidad de cam-
po mientras la acción transcurre en la ciudad de Dora, al gran angular utilizado para
abrir el campo visual, captar más colores y definir mejor el paisaje en torno a los
personajes cuando la acción transcurre en el interior del país.
Nuestras películas no están compuestas solo por desencuadres, cortes y pocas
sombras, es cierto. Pero algo en la práctica cinematográfica en particular y en la ex-
periencia brasileña en su totalidad, nos conduce hacia una imagen, por decirlo así,
consciente de sus límites para abordar las cuestiones centrales del Brasil; y sugiere
que nos representemos en una imagen temblorosa o cortada o desequilibrada o
fuera del centro del cuadro o fuera del foco principal de luz, una visión imperfecta y
parcial de una escena mayor que la que está al alcance de la vista.
En muchas ocasiones saltamos al contracampo, hacia fuera de la escena, para te-
ner un punto de observación mejor, para la luz, para el centro de la composición
—y no hace falta buscar mucho en la memoria para
encontrar los ejemplos. Basta con recordar a Grande
Otelo, borracho y triste en un interior de tonos oscu-
ros, canturreando en la mesa de un bar, el plano fijo, la
cámara muy cerca de él, en Também somos irmãos
(1949) de José Carlos Burle, fotografía de Edgar Brasil;
o del Otelo que supone que es un actor y se hace pa-
sar por la “Julieta” de Romeo para ayudar al amigo Se-
rafim durante una prueba de teatro en Carnaval no fogo
(1949) de Watson Macedo, fotografía de George Du-
sek8; o del Otelo que muere asfixiado por un escape
de gas, encogido en un rincón oscuro para que la poli-
cía no obtenga las listas de juego en Amei um bicheiro
(1952) de Jorge Ileli y Paulo Wanderley, fotografía de
Amleto Daissé9; del Otelo que en un exterior con mu-
cha luz canta colgado de la portezuela de un tren en Río, Zona Norte (1957) de Também somos irmãos (José Carlos Burle,
Nelson Pereira dos Santos, fotografía de Hélio Silva10, o, nuevamente pasado de 1949)
copas, el cuerpo pequeño y frágil que apenas se sostiene de pie, un pobretón que
canta desafinando en un plano de composición y luz abiertas para mostrar, detrás,
el entierro que viene bajando la favela en Assalto ao trem pagador (1962) de Rober-
to Farias, fotografía de Amleto Daissé.
F
206 Memoria otográfica
Chick Fowle y Anselmo Duarte en la fil- Baste recordar, aún mejor, la maestría de Chick Fowle11 al realizar una fusión
mación de O pagador de promessas del expresionismo alemán (la luz intensa, y muy apropiadamente llamada artificial,
(1962) privilegiando un punto de la escena) con el neorrealismo italiano (la luz suavemen-
te esparcida por toda la escena, como la luz natural suele iluminar el paisaje) en O
cangaceiro (1953) de Lima Barreto o en O pagador de promessas (1962) de Ansel-
mo Duarte. O bien recordar cómo Afrodísio de Castro12 propuso una versión
brasileña de la fotografía del melodrama hollywoodiense en O ébrio (1946) de Gil-
da de Abreu, y cómo Hélio Silva propició una versión brasileña de la fotografía
neorrealista en O grande momento (1958) de Roberto Santos. Y recordar a Hum-
berto Mauro, que fotografiaba como si la fotografía debiera ser derrotada siempre
—¡diez a cero¡— por la realidad; recordar a Mauro, que decía no haber estudiado
cine nunca (“la escuela del brasileño es la mirada: miró, vio, hizo”); que “el arte es
la interpretación de la naturaleza por medio de valores estéticos”, que decía que
para filmar la naturaleza hay que permanecer escondido (“detrás de un bananero,
por ejemplo”), esperando el momento exacto (“uno no debe filmar la naturaleza
cuando uno quiere sino en el momento que la naturaleza escoge”). Sus imágenes
se consolidan por el equilibrio de las líneas de composición y por el suave contras-
te de los paisajes. Películas como O canto da saudade (1952), Engenhos e usinas
(1955) o Manhã na roça (1956), todas con fotografía de José de Almeida Mauro13,
A
José Carlos vellar
207
son puntos de referencia (tomados de manera consciente o no, poco importa)
para el gris suave que sirve de telón de fondo al negro de la sotana de O padre e a
moça (1965) de Joaquim Pedro de Andrade, fotografía de Mário Carneiro14, y
para la sutileza de los tonos medios de la imagen de Inocência (1983) de Walter
Lima Jr., fotografía de Pedro Farkas15.
Y para que no se confunda la memoria con un espacio sin ningún color, com-
puesto solamente de blanco y negro, al buscar imágenes que se imponen como ins-
tantáneas fotográficas, aparecen inmediatamente escenas como el plano detenido
sobre el rostro de Paulo Honório solo en la noche de São Bernardo (1972) de
Leon Hirszman, fotografía de Lauro Escorel16; el plano en movimiento en que la
exesclava Xica camina sonriente hacia la iglesia, con la autorización de asistir a misa
con los blancos, en Xica da Silva (1976) de Carlos Diegues, fotografía de José Me-
deiros17; el plano detenido sobre el desierto del sertão que luego atraviesa el can-
gaceiro herido a quien persigue Antônio das Mortes, al comienzo de O Dragão da
Maldade contra o Santo Guerreiro (Antônio das Mortes, 1969) de Glauber Rocha, fo-
tografía de Affonso Beato18, el plano fijo del sertão de Delmiro, él completamente
vestido de blanco al lado de los vaqueros que miran directamente a la cámara
como quienes posan para una foto en Coronel Delmiro Gouveia (1977) de Geraldo
Sarno, fotografía de Lauro Escorel; el plano que en su totalidad es una carrera de-
trás de Salatiel, Laura y Mário que parecen huir de la cámara en la discusión produ-
cida durante el almuerzo dominical en A queda (1978) de Ruy Guerra, fotografía de
Edgar Moura19; el interior con movimiento de Tudo bem (1978) de Arnaldo Jabor,
fotografía de Dib Lutfi, el apartamento algo sombrío y en obras que parece reunir a
zes (1983)
todo el país, los vivos y los muertos; el interior aislado de Eu te amo (1980) tam-
bién de Arnaldo Jabor, fotografía de Murilo Salles20, el apartamento de iluminación
y líneas modernas donde un industrial arruinado intenta escapar del país que está
en el exterior; el interior vacío de Nunca fomos tão felizes (1983) de Murilo Salles,
fotografía de José Tadeu Ribeiro21, el piso vacío donde el hijo, acosado por la poli-
cía política, espera al padre y el momento propicio para salir del país.
Son todas escenas que dialogan entre sí, como ocurre más evidentemente en
dos planos hechos casi al mismo tiempo a mediados de la década del 60 y otro a fi-
nes de los 70, en películas muy diferentes entre sí: aquel en que la Zulmira de Fer-
nanda Montenegro abre los brazos al cielo, a la lluvia, con la esperanza de enfer-
marse y morir de una vez para tener un entierro de lujo en A falecida (La fallecida,
1965) de Leon Hirszman, fotografía de José Medeiros; el plano en que el Matraga
de Leonardo Villar alza asimismo los brazos al cielo y a la lluvia para recibir el bau-
tismo y nacer de nuevo en A hora e a vez de Augusto Matraga (1966) de Roberto
Santos, fotografía de Hélio Silva; y aquel en que el viejo jubilado que interpreta Jo-
fre Soares abre los brazos a la lluvia como si se estuviera bañando en la fuente de
la juventud en Chuvas de verão (1977) de Carlos Diegues, fotografía de José Medei-
ros. Tres lluvias con cielo claro, porque las películas de tonos nocturnos, como Noi-
te vazia (1964) de Walter Hugo Khouri, fotografía de Rudolf Icsey22, Ópera do ma-
landro (1986) de Ruy Guerra, fotografía de Antônio Luiz Mendes23, como Cidade
oculta (1986) de Chico Botelho o Anjos da noite (1986) de Wilson de Barros, am-
bas con fotografía de José Roberto Eliezer24, son más raras en nuestro medio. No-
sotros tenemos la costumbre de fotografiar a la luz del día o en interiores ilumina-
A
José Carlos vellar
209
dos por amplias ventanas, estilo imagen de documental, no para mostrar la vida tal
como ella es ante los ojos, sino para ganar diez a cero a la realidad.
Nuestras películas no consisten solo en desencuadres, cortes y luz diurna; pero
sí son todas resultado de un impulso que se hace más evidente en la tristeza de la
mujer de Limite, en la tensión del cangaceiro de Deus e o diabo na terra do sol y en
los planos blancos de Vidas secas y Terra em transe. Lo mismo que fotografías am-
pliadas a una dimensión lo suficientemente grande como para mostrar el grano, la
trama y la textura que componen la imagen propiamente dicha, estos planos expo-
nen principalmente el proceso fotográfico y demuestran una voluntad de revelar en
la fotografía (no en la escena fotografiada sino en la fotografía) la manera de ver.
Revelar la mirada y no lo que se mira; cómo vemos, no lo que vemos. Es como si
las acciones y los personajes fotografiados sirvieran solo de soporte para que la fo-
tografía sea comprendida en tanto que proceso significante. El sentimiento de de-
sintegración, de implosión, de descomposición de la sociedad que Júlio Bressane
trata de expresar en O anjo nasceu (1969) y Matou a família e foi ao cinema (1969)
radica más en el grano de la fotografía (blanco y negro impreciso y 16 mm amplia-
do a 35) de Tiago Veloso25, en la primera impresión visual que en la acción propia-
mente dicha. Así como la inquietud de Carlos Diegues está en la carrera de la cá-
mara junto a los esclavos que huyen del cañaveral en Ganga Zumba (1963),
fotografía de Fernando Duarte, o al lado de Calunga preguntando a los transeúntes
en las calles de A grande cidade (1966), fotografía de Fernando Duarte y Dib Lutfi,
o la suavidad de Memória de Helena (1969) de David Neves está en los delicados
tonos pastel de la fotografía de David Drew Zinng26. De vez en cuando, en nues-
tras películas, la fotografía se fotografía a sí misma.
El rostro de Taciana Rei en primer plano, reclinada sobre la borda del bote, visto
como si la cámara estuviera allí debajo, en el mar, aparece en la parte final de
Limite. Detrás de ella el blanco, el cielo muy claro; el rostro está iluminado por los
reflejos del agua del mar y un poco oculto por la barandilla de la barca que corta la
cara a la altura de la boca. El rostro de Taciana es una imagen compuesta por los
ojos perdidos en un punto distante y los cabellos desaliñados. De cierta manera
todo está detenido en la imagen, como los ojos de ella; de cierta manera todo se
mueve nerviosamente, como los puntos de luz que centellean en su rostro y los
cabellos agitados por el viento. Ella está sola en el barco, Raúl y Olga ya no están
allí, y después de este plano el filme es casi solamente el mar. No dura mucho en
pantalla, pero es una escena que no se olvida, debido a que es una especie de pla-
no secuencia, de foto fija, de filme dentro del filme. Es decir, un plano, un fragmen-
to, una parte de la historia que está siendo narrada, pero, sin duda, la imagen más
fuerte, como si toda la película se hubiera hecho en torno a ella, creada por ella.
Nacido a partir de la impresión que causó una foto en su autor (un rostro de
mujer rodeado por dos brazos masculinos con las manos esposadas en primer pla-
F
210 Memoria otográfica
no, portada de la revista francesa Vu, número 74, de agosto de 1929, imagen que
Mário Peixoto reproduce al principio y al final del filme), Limite, en este plano del
rostro de Taciana es solo fotografía; una foto fija, un retrato hecho como solemos
retratarnos cotidianamente. La imagen, de cierta manera, continúa una herencia ex-
presionista. Al igual que se puede decir, por ejemplo, que el cine de Humberto
Mauro está cercano a la pintura de Guignard, el de Mário Peixoto está al lado de
los grabados de Oswaldo Goeldi; algo expresionista, sí, pero sin el rigor de compo-
sición del expresionismo. El cuadro es inestable, como si el fotógrafo, con la vista
puesta solo en el asunto de su foto, no viera la fotografía propiamente dicha, el di-
seño del cuadro, la luz sobre la escena. Es como si el fotógrafo únicamente viera la
necesidad urgente de registrar en la memoria los ojos perdidos y tristes, la expre-
sión desencantada.
La mitad del rostro de Othon Bastos —un pedazo de ojo, un pedazo de nariz,
un pedazo de boca, la punta del sombrero, un poco de cabello— aparece en
Deus e o diabo na terra do sol exactamente en el instante en que el actor se trans-
forma en dos, cuando encarna, al mismo tiempo, a Corisco y a Lampião dialogan-
do con la cámara, que se acerca o se aleja de él mediante el movimiento de una
lente zoom. Corisco cuenta su último encuentro con Lampião; no hay corte, la
imagen es continua. El actor habla ya sea con los gestos y la voz de Corisco, ya
con los gestos y la voz de Lampião. Solo contra el blanco del cielo, él mismo
“corta” de uno a otro personaje. Da vueltas, brinca, salta, grita, zigzaguea, se
mueve nervioso cuando es Corisco y se desmonta del personaje, corta el gesto
en el aire, se para, se tranquiliza y avanza en línea recta, tenso y controlado, la
voz como un susurro, cuando es Lampião. En determinado momento avanza y
casi sale completamente del cuadro. El plano —la punta del sombrero y del cabe-
llo solamente— no se parece en nada a ninguno de esos entreactos visuales que
marcan la salida o preparan la entrada de un personaje en la escena. Es una ima-
gen desarreglada, para ser fiel a la expresión de Glauber (el artista, eterno sub-
versivo, desarregla lo arreglado), es una imagen “basada en fotografías antiguas y
en grabados populares”, de acuerdo con el fotógrafo Valdemar Lima: “el cielo de
un blanco casi puro, con el fin de no atraer la atención del espectador, con la ex-
travagante belleza que tiene el cielo de la caatinga [región semidesértica] (…)
Una luz brasileña: la luz no es el único elemento de la fotografía de una película,
sin embargo representa su basamento. Una fotografía que se proponga ser parti-
cipante, participar de la realidad brasileña tiene que, como condición básica, ab-
sorber y expresar nuestra luz”27. El rostro de Corisco cortado por la mitad, es
una imagen solo fotografía, igual que otros planos en los que la cámara corre de-
masiado rápido sobre un paisaje o un personaje, revelando solamente que se
mueve y no lo que ve mientras se mueve. Además, el rostro de Corisco es una
fotografía solo encuadre; la luz se acomoda en la medida de lo posible. No es ella
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José Carlos vellar
211
Limite (Mario Peixoto, 1931)
El blanco sobre blanco, la imagen allí presente pero invisible parece indicar algo
aún sin forma, un sentimiento, algo que está en la imaginación aunque sin imagen
todavía, pero que frecuentemente se insinúa en nuestro cine. Veamos: del mismo
modo que Grande Otelo cargó de una a otra película con un personaje total-
mente creado por él, de la misma manera que en el preciso instante de la inter-
pretación, en la escena, transmitía al personaje algo de sí mismo, hizo suyas pelí-
culas por su actuación como el habitante de la favela en la puerta del tren de Rio,
Zona Norte, el borracho de voz ronca en el bar de Também somos irmãos y en la
calle de Assalto ao trem pagador, así como ya sea apocado y sobrio, ya sea esti-
rando los labios y abriendo desmesuradamente los ojos, Otelo hizo un cine com-
pletamente personal. Así, de esta misma forma, la fotografía (no los fotógrafos,
sino la fotografía, proceso dinámico que pasa por el realizador, por el fotógrafo, el
escenógrafo y los intérpretes) dice algo singular cuando proyecta en la pantalla
nada más que luz o cuadros cortados por la mitad.
Casi al mismo tiempo en que el blanco era una explosión en la pantalla de Te-
rra em transe e invadía también la imagen de Fome de amor (1967) de Nelson Pe-
reira dos Santos, fotografía de Dib Lutfi, Glauber volvería a jugar con la idea de
hacer estallar la imagen con una luz fuerte en O Dragão da Maldade contra o San-
to Guerreiro, en la escena de la muerte de Mata-Vaca. Y a jugar con la idea de de-
sarreglar lo arreglado, girando arbitrariamente hacia uno y otro lado el anillo del
diafragma, sobreexponiendo y subexponiendo la imagen de A idade da terra
Arnaldo Jabor
A
José Carlos vellar
215
Ruy Guerra y Dib Lutfi en la filmación de
1970)
2 Deus e o diabo na terra do sol fue el segundo largometraje fotografiado por VALDEMAR
LIMA (1934). Antes había hecho O tropeiro (1962) de Aécio de Andrade. Entre los fil-
mes que realizó después se encuentran Society em baby doll (1965) de Luiz Carlos
Maciel; Bebel, garota-propaganda (1967) de Maurice Capovilla, y Anuska, manequim e
mulher (1968) de Francisco Ramalho Jr.
3 Después de actuar como asistente en varias películas producidas por Herbert Richers
—entre otras: Boca de Ouro (1962) de Nelson Pereira dos Santos y Assalto ao trem pa-
gador (1962) de Roberto Farias, ambas fotografiadas por Amleto Daissé—, JOSÉ ROSA
(1934) hizo su primera dirección de fotografía junto a Luiz Carlos Barreto: Vidas secas,
de Nelson Pereira dos Santos. Posteriormente, hasta la década del 80, fotografió algo
más de cuarenta filmes entre ellos: Selva trágica (1963) de Roberto Farias; Grande sertão
(1964) de José Renato y José Geraldo Santos Pereira; Antes, o verão (1968) de Gerson
Tavares; Quelé do Pajeú (1969) de Anselmo Duarte; y Mulheres…mulheres (1981) de
Carlos Imperial.
4 Más conocido como uno de los principales productores brasileños de los últimos cua-
renta años, LUIZ CARLOS BARRETO (1928), fotorreportero de la revista O Cruzeiro en la
década de los 50, participó junto a José Medeiros en la concepción de la fotografía de
dos de los más importantes filmes del cine brasileño: Vidas secas de Nelson Pereira dos
Santos, que realizó con José Rosa como operador, y Terra em transe (1967) de Glauber
Rocha, en el que Dib Lutfi fue el operador.
5 Operador en varias películas antes de compartir con Luiz Carlos Barreto la fotografía de
Terra em transe de Glauber Rocha, DIB LUTFI (1936) fotografió, entre otros, O pacto, de
Eduardo Coutinho, episodio brasileño de ABC do amor (1966), y (en compañía de José
Medeiros y João Carlos Horta) A opinião pública (1967) de Arnaldo Jabor. Entre sus mu-
chos trabajos posteriores se destacan Os herdeiros (1969) de Carlos Diegues; Azyllo mui-
to louco (1970) de Nelson Pereira dos Santos; Os deuses e os mortos (1970) de Ruy
Guerra; Como era gostoso o meu francês (1970) de Nelson Pereira dos Santos; Joana
Francesa (1973) de Carlos Diegues; Os condenados (1973) de Zelito Viana; O casamento
F
220 Memoria otográfica
(1975) de Arnaldo Jabor; A lira do delírio (1977) de Walter Lima Jr.; Tudo bem (1978) de
Arnaldo Jabor; Pra frente Brasil (1981) de Roberto Farias. Su trabajo más reciente ha
sido la fotografía de Castro Alves (1998) de Sílvio Tendler.
6 Conocido principalmente por las imágenes de Central do Brasil (Estación central de Brasil,
1998) de Walter Salles, WALTER CARVALHO (1947) es el responsable de la fotografía de
innumerables documentales y películas de ficción desde fines de la década del 70, cuan-
do plasmó la imagen del documental Jorjamado no cinema (1977) de Glauber Rocha.
Entre los filmes que fotografió se encuentran O homem de Areia (1981) de Vladimir
Carvalho; Com licença eu vou à luta (1985) de Lui Farias; Que bom te ver viva (1988) de
Lúcia Murat; Conterrâneos velhos de guerra (1993) de Vladimir Carvalho; Terra estrangeira
(Walter Salles y Daniela Thomas, 1995); Socorro Nobre (1995) de Walter Salles; Pequeno
dicionário amoroso (1996) de Sandra Werneck; O primeiro dia (1999) de Walter Salles y
Daniela Thomas; Villa Lobos, uma vida de paixão (2000) de Zelito Viana, y Lavoura arcai-
ca (2000) de Luiz Fernando Carvalho.
7 Después de una serie de filmes en su país natal, Argentina, entre ellos El negoción
(1960) de Simon Feldman; Tres veces Ana (1961) de David José Kohon, Los jóvenes vie-
jos (1961), de Rodolfo Kuhn, RICARDO ARONOVICH (1931) dirigió en Brasil la fotografía
de Os fuzis (1963) de Ruy Guerra; Vereda da salvação (1964), de Anselmo Duarte; São
Paulo S.A. (1965) de Luiz Sergio Person; Toda donzela tem um pai que é uma fera (1966),
de Roberto Farias; As cariocas (1966) de Fernando Barros, Roberto Santos y Walter
Hugo Khouri; Garota de Ipanema (1967), de Leon Hirszman; O homem que comprou o
mundo (1968), de Eduardo Coutinho, y Tempo de violência (1969), de Hugo Kusnet. Del
Brasil partió a Europa y entre los diversos filmes que realizó seguidamente se encuentra
Sweet hunters (Dulces cazadores, 1969) de Ruy Guerra.
8 Checo radicado en el Brasil desde 1940, GEORGE (JIRI) DUSEK (1920-1965) ejerció
como fotógrafo, productor y realizador. Trabajó con Edgar Brasil (y compartió con él la
fotografía de E o mundo se diverte, 1948, de Watson Macedo) y junto a otros fotografió:
O dia é nosso (1941) de Milton Rodrigues; Cem garotas e um capote (1945) de Milton
Rodrigues; Falta alguém no manicômio (1948) de José Carlos Burle; Carnaval no fogo
(1949) de Watson Macedo; Não é nada disso (1950) de José Carlos Burle; Sai de baixo
(1956) de J.B. Tanko; Senhor dos navegantes (1962) de Aluizio Carvalho. Como director
realizó un largometraje documental, Quarto Congresso Eucarístico (1942) y dos películas
de ficción, Noivas do mal (1952) y Santa de um louco (1953).
9 AMLETO DAISSÉ (1906-1964), fotógrafo de origen italiano radicado en el Brasil desde fines
de la década de los 40, dirigió la fotografía de innumerables chanchadas de la Atlântida,
entre ellas Barnabé, tu es meu (1951) de José Carlos Burle, Carnaval Atlântida (1952) de
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José Carlos vellar
221
José Carlos Burle, Dupla do barulho (1953), Nem Sansão nem Dalila (1953) y Matar ou co-
rrer (1954), las tres de Carlos Manga. Entre los cerca de 50 filmes que realizó se encuen-
tran asimismo Amei um bicheiro (1952) de Jorge Ileli y Paulo Wanderley; Assalto ao trem
pagador (1962) de Roberto Farias y Boca de Ouro (1962) de Nelson Pereira dos Santos.
10
Una de las más extensas carreras de fotógrafo en el cine brasileño, HËLIO SILVA (1929)
hizo su primera película con Nelson Pereira dos Santos, Rio 40 graus (1955). Entre sus
innumerables filmes sobresalen los trabajos que realizó con Nelson Pereira dos Santos:
Rio Zona Norte (1957), Mandacaru vermelho (1960), O amuleto de Ogum (1974) y Tenda
dos milagres (1977); y con Roberto Santos: O grande momento (1958); A hora e a vez de
Augusto Matraga (1965), O homem nu (1967) y Um anjo mau (1971).
14 Fotógrafo y codirector de uno de los filmes que marcaron el comienzo del Cinema
Novo, el cortometraje Arraial do Cabo (1958), realizado en codirección con Paulo César
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222 Memoria otográfica
Saraceni, MÁRIO CARNEIRO (1930) trabajó a continuación con Paulo César Saraceni en
Porto das Caixas (1963), Capitu (1967), A casa assassinada (1973), Natal da Portela
(1988) y O viajante (1998). Entre los filmes que fotografió se encuentran Couro de gato
(1962), episodio de Cinco vezes favela, Garrincha, alegria do povo (1963) y O padre e a
moça (1965) de Joaquim Pedro de Andrade; Todas as mulheres do mundo (1966) y Edu,
coração de ouro (1967) de Domingos de Oliveira; A derrota (1966) y O engano (1967)
de Mario Fiorani; Sagarana, o duelo (1973) y A batalha de Guararapes (1978) de Paulo
Thiago; Di Cavalcanti (1976) de Glauber Rocha; Chico rei (1979/85) de Walter Lima Jr. y
O enigma de um dia (1997) de Joel Pizzini; e Iremos a Beirute (1998) de Marcus Moura.
Fotógrafo y director de cortometrajes documentales, como A nave de São Bento (1964)
e Iberê Camargo, pintura, pintura (1983), dirige un largometraje, Gordos e magros (1976)
con fotografía de Pedro de Moraes.
15 La imagen de Inocência (1982) de Walter Lima Jr. atrajo la atención hacia PEDRO FAR-
KAS (1954) que había fotografiado anteriormente A caminho das Indias (1978), de Au-
gusto Sevá; Maldita coincidência (1980) de Sérgio Bianchi; Índia, filha do sol (1981) de
Fábio Barreto. Pedro volvió a trabajar com Walter Lima Jr. en Ele, o boto (1986), O
monge e a filha do carrasco (1995) y A ostra e o vento (1997). Entre otros filmes que fo-
tografió se encuentran Mato eles? (1983) de Sérgio Bianchi; A marvada carne (1985) de
André Klotzel; Cinema falado (1986) de Caetano Veloso; Capitalismo selvagem (1992)
de André Klotzel; Jenipapo (1996) de Monique Gardenberg; Ed Mort (1997) de Alain
Fresnot; Dois córregos (1998) de Carlos Reichenbach; y Um copo de cólera (1999) de
Aluizio Abranches.
18 Una intensa actividad, en la segunda mitad de la década de los 60, marcó el comienzo
de la carrera de AFFONSO BEATO (1941). Fue el responsable de la fotografía de una serie
de documentales de corto y medio metraje (entre ellos: Memória do cangaço, 1965, de
Paulo Gil Soares; O circo, 1965, de Arnaldo Jabor, Brasília, contradições de uma cidade
nova, 1969, de Joaquim Pedro de Andrade; Viva Cariri, 1969, de Geraldo Sarno) y cuatro
largometrajes (Cara a Cara, 1968, de Júlio Bressane; Máscara da traição, 1968, de Rober-
to Pires; Copacabana me engana, 1968, de Antônio Carlos Fontoura; y O Dragão da
Maldade contra o Santo Guerreiro, 1969, de Glauber Rocha). Fotografió otros dos filmes
en 1970, Pindorama, de Arnaldo Jabor y O capitão Bandeira contra o Dr. Moura Brasil, de
Antônio Carlos Fontoura, antes de partir hacia Chile (donde, además de otros trabajos
como fotógrafo, realiza el documental Quando desperta o povo, 1972) y después a Nue-
va York. A partir de ese momento fotografía, entre otros, filmes del norteamericano Jim
McBride y del español Pedro Almodóvar, y en Brasil, Terra dos índios, 1978, de Zelito
Viana; Para viver um grande amor (1983) de Miguel Faria Jr.; Mil e uma (1994), de Suzana
de Moraes, y Orfeu (1999) de Carlos Diegues. Entre 1985 y 1988 fue director del Cen-
tro Técnico Audiovisual de Embrafilme.
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224 Memoria otográfica
19 Autor de dos libros sobre fotografía para cine, Câmera na mão, som direto e infor-
mação y 50 anos: luz, câmera e ação, EDGAR MOURA (1948) fotografió su primer
largometraje en 1976, A queda de Ruy Guerra. Entre los casi 30 filmes que ha fotografia-
do se encuentran Gaijin, caminhos da liberdade (1980) de Tizuka Yamasaki; Cabra marca-
do para morrer (1984) de Eduardo Coutinho, A hora da estrela (1985) de Suzana Ama-
ral; A bela palomera (1986) de Ruy Guerra; Um trem para as estrelas (1987) de Carlos
Diegues; Kuarup (1989) de Ruy Guerra; y Tieta do Agreste (1996) de Carlos Diegues.
21 Fotógrafo de filmes realizados por fotógrafos de cine —para Lauro Escorel hizo Sonho
sem fim (1986); para Murilo Salles Nunca fomos tão felizes (1981) y Faca de dois gumes
(1989)– JOSÉ TADEU RIBEIRO (1953) es el director de fotografía de filmes como O cava-
linho azul (1984) de Eduardo Escorel; Bras Cubas (1985) de Júlio Bressane; A cor do seu
destino (1986) de Jorge Duran; Romance da empregada (1988) de Bruno Barreto; Amor
A
José Carlos vellar
225
& Cia. (1998) de Helvecio Ratton y tres películas recientes de Júlio Bressane, O manda-
rim (1996), Miramar (1997) y São Jerônimo (1999).
23 Fotógrafo especialmente activo en la década de los 90, después de trabajar con Ruy
Guerra en Ópera do malandro (1986), ANTÔNIO LUIZ MENDES fotografió, entre otros, La-
marca (1994) de Sérgio Rezende; Louco por cinema (1995) de André Luis Oliveira; Do-
ces poderes (1996) de Lúcia Murat; O Guarani (1996) de Norma Bengell; Guerra de Ca-
nudos (1997) de Sérgio Rezende; O sertão das memórias (1997) de José Araújo; Paixão
perdida (1998) de Walter Hugo Khouri; Tiradentes (1998) de Oswaldo Caldeira; Cruz e
Sousa, o poeta do desterro (1999) de Sylvio Back; Mauá, o imperador e o rei (1999) de
Sérgio Rezende; y Brava gente brasileira (2000) de Lúcia Murat.
24 Principalmente conocido por la fotografía de Janete (1982) y Cidade oculta (1986), am-
bas de Chico Botelho, JOSÉ ROBERTO ELIEZER (1954) fotografió una serie de cortometra-
jes, entre ellos: Diversões solitárias (1983) de Wilson de Barros; A mulher fatal encontra o
homem ideal (1987) de Carla Camurati; Frio na barriga (1987) de Nelson Villas Boas y
Amor (1994) de José Roberto Torero. Ha dirigido, además, la fotografía de Filme demên-
cia (1985) de Carlos Reichenbach; Anjos da noite (1987) de Wilson de Barros; y A dama
do cine Shanghai (1987) de Guilherme de Almeida Prado.
26 Fotógrafo de prensa especialmente conocido en el Brasil por un reportaje sobre las fa-
velas de Río de Janeiro, DAVID DREW ZINNG fue llamado por David Neves para hacer la
fotografía de su Memória de Helena (1969).
31 Realizador y, al mismo tiempo, fotógrafo de algunos de sus propios filmes, ROBERTO PI-
RES (1934) hizo una decena de películas, entre ellas, Redenção (1959), filmada con una
A
José Carlos vellar
227
lente anamórfica que él mismo diseñó; otros filmes son: A grande feira (1961), Tocaia no
asfalto (1962), Máscara da traição (1968) y Césio 137, o pesadelo de Goiânia (1989).
Amigo de Glauber Rocha, colaboró en la fotografía de A idade da terra (1980), junto a
Pedro de Moraes.
34 Turco de origen y radicado en el Brasil desde la mitad de la década del 50, OZEN SER-
MET (1923-1995) fotografía su primer filme en 1956, De vento em popa, de Carlos Man-
ga. Entre los numerosos filmes que realiza hasta mediados de los 70 se encuentran É a
maior (1957) de Carlos Manga, O homem do Sputnik (1958) de Carlos Manga, Escola de
samba alegria de viver, episodio de Carlos Diegues para Cinco vezes favela (1962). En
1972 dirige un largometraje, Tormento, a sombra de um sonho.
36 Campanha do tripé e do fotômetro, texto del programa radial Figuras e gestos del 1 de
noviembre de 1943, citado en Humberto Mauro, sua vida, sua arte, sua trajetória
no cinema, edición coordinada por ALEX VIANY para la Editora Arte Nova, Río de
Janeiro, 1978, pág. 133.
37 LUIZ CARLOS BARRETO, entrevista con HELENA SALEM en Nelson Pereira dos Santos, o
sonho possível do cinema brasileiro, Editora Record, Segunda edición, Río
de Janeiro, 1987, pág. 171 (traducción española: Cátedra/Filmoteca Española,
Madrid, 1997).
Sumario Siguiente
Cabeças cortadas (Cabezas cortadas, Glauber Rocha, 1970)
ALBERTO ELENA
Ú
Cuando el cinema vacila por todo el mundo, cuando los problemas industriales se entre-
mezclan con los ideológicos y cuando el desafío americano sigue vigente en los monopolios de
distribución y de exhibición, el aire nuevo del novo cinema brasileño, si no es una meta, sí, por
lo menos, es un recurso ilimitado para resolver parte de nuestros graves problemas cinemato-
gráficos. Es un cine que sufre, es evidente, los embates de los monopolios y la confusión de los
que llamándose populistas no son sino unos estetizantes de la forma. El cinema del Brasil, por
lo menos el que ha podido llegar hasta nosotros, es un movimiento amplio, sólido y revulsivo.
Cine que tiene a Rocha como artífice mágico, y a Diegues, a Ruy Guerra, a Farias, a Hirszman
y a tantos otros como seguidores combativos
Ricardo Muñoz Suay1
ocasional sobre la bibliografía cinematográfica3. La mencionada revitalización del con el apoyo del Proyecto de Investiga-
mismo en la segunda mitad de los noventa y el subsiguiente eco entre nosotros ción DGES/MEC PB96-0075.
alumbraría un tímido rebrote del interés editorial por aquel, plasmado también 1. “El retablo de Maese Glau-
en algunas monografías de más que desigual consistencia y valor, pero invariable- ber” en Fotogramas, 27 de febrero
E
230 La sombra del Cangaceiro: el cine brasileño y la crítica spañola
pág. 13.
ningún otro libro había visto la luz desde mente escritas por autores brasileños4. Con todo, la situación dista mucho de ha-
que, a mediados de los ochenta, la Fil- berse modificado sustancial o significativamente y, para el espectador más joven
moteca de Cataluña y el Festival de Cine (e incluso, cabría aventurar, un cierto sector de la llamada crítica especializada), las
Iberoamericano de Huelva consagraran recientes producciones brasileñas que asoman tímidamente a nuestras pantallas
sendas publicaciones al cine brasileño: carecen necesariamente de sólidos referentes históricos y estéticos. De este
RAMÓN FONT (ED.): Cinema brasiler, modo, como simple ejemplo, y por volver al caso de Central do Brasil, el diálogo
Barcelona, Filmoteca de la Gene- establecido por Salles con la tradición del Cinema Novo, explícitamente resaltado
ralitat de Catalunya, 1985, y DAVID con su vuelta al sertão y el evidente guiño constituido por el rodaje de algunas se-
N EVES , J EAN -C LAUDE B ERNARDET Y J OSÉ cuencias en Milagres, la localidad donde Glauber Rocha filmara O Dragão de Mal-
CARLOS AVELLAR: Nelson Pereira dos dade contra o Santo Guerreiro (Antonio das Mortes, 1969), habría pasado necesaria-
Santos, Huelva, Festival de Cine mente desapercibido para buena parte de los espectadores españoles del film5.
Iberoamericano, 1985. Alguna vez, sí, el cine brasileño significó algo para la crítica y los cinéfilos españo-
4. Tal es el caso de HELENA SALEM: les, pero de eso hace tanto tiempo…
Nelson Pereira dos Santos: el sueño
nal, 2000.
seleccionados había pasado por nuestras pantallas fuera de ocasionales proyec- viembre de 1998, invocando Luna de
ciones en aisladas muestras y retrospectivas7. Más allá del impacto que excepcio- papel de Bogdanovich o Alemania, año
nalmente pueda haber tenido en un corto, aunque muy significativo, periodo de cero de Rossellini…). Una de las excep-
tiempo (y que más adelante se analizará), lo cierto es que el cine brasileño ha ciones más notables es, sin embargo, JOSÉ
sido un permanente extraño en nuestras pantallas y su muy fragmentario conoci- ENRIQUE MONTERDE: “Estación Central
miento ha condicionado severamente la respuesta y apreciación por parte de la de Brasil: angustia y violencia de la
Salvo error u omisión, a lo largo de este primer siglo de cine solo se han es- tubre de 1998, págs. 48-49, en la que
trenado comercialmente en España cincuenta películas brasileñas, once de las el autor emplaza explícitamente el film de
cuales son coproducciones escasamente significativas o representativas del queha- Salles “tan lejos y tan cerca (…) de la ya
cer de los cineastas de aquel país8. Un bagaje ciertamente escaso, sobre todo te- vieja tradición del cinema nôvo brasileño
niendo en cuenta la existencia de un auténtico boom entre 1968 y 1981, lapso en de los años sesenta”.
el que se estrenaron nada menos que veintinueve de los títulos computados. Si 6. A LBERTO E LENA Y M ARINA D Í AZ
junto a estos tomamos en consideración los nueve films estrenados con posterio- LÓPEZ (EDS.): Tierra en trance: el cine
ridad a 1997, bien podríamos convenir que el resto es silencio (o casi). Es cierto latinoamericano en cien películas,
que O cangaceiro (Cangaceiro, Víctor Lima Barreto, 1953) —la primera película Madrid, Alianza Editorial, 1999.
brasileña estrenada en nuestro país— llegó a los cines españoles a comienzos de 7. AA. VV.: Antología del cine lati-
1955 y lo hizo rodeada de la aureola de éxito que su circulación internacional le noamericano, Valladolid, Semana
había proporcionado, mas no se trató sino de un fenómeno aislado y sin continui- Internacional de Cine, 1991.
dad alguna. En rigor, y fuera de algunas inevitables producciones hollywoodienses 8. En efecto, más allá de la parcial fi-
E
232 La sombra del Cangaceiro: el cine brasileño y la crítica spañola
de aquella cinematografía.
sobre el cine español y latinoamericano, el trufadas de exotismo, durante una larga década solo los films de Marcel Camus
cine brasileño brillará por su ausencia… —Orfeu negro (Orfeo negro, 1959) y Os bandeirantes (Los bandeirantes, 1959)—
10. SALVYANO CAVALCANTI DE PAIVA: brindarían al espectador español nuevas imágenes de Brasil. Poco, muy poco, para
“La historia del cine brasileño es que se produjera un efectivo acercamiento cinematográfico a este país. Un bagaje
la historia de una crisis permanen- insignificante, en suma, para recibir el aluvión del Cinema Novo.
te” en Film Ideal, nº 77-78, 1-15 de Cuando, a comienzos de los sesenta, algunas películas brasileñas comienzan a
agosto de 1961, págs. 37-43, origi- circular por los grandes festivales cinematográficos de todo el mundo y los espe-
nalmente publicado en G IANNI A MICO cialistas se aprestan a saludar la eclosión de un importante movimiento, la crítica
(ED.): Il cinema brasiliano, Génova, española —que atraviesa, por lo demás, un decisivo periodo de renovación— re-
Silva Editore, 1961, con el más neu- cibe las noticias con el pie forzosamente cambiado. Al virtual desconocimiento de
tral título de “I generi del cinema la cinematografía brasileña, abusiva y ridículamente identificada con O cangaceiro,
brasiliano”. Algunos números más tar- se suma ahora el no menor desconocimiento de su historia y contexto contem-
de, Film Ideal (nº 89, 1 de febrero poráneo, obligando —dadas las circunstancias— a una apresurada puesta al día9.
de 1962, págs. 81-84) traduciría tam- Film Ideal asume tempranamente la tarea traduciendo en 1961 uno de los textos
bién el ensayo de WALTER HUGO KHOURI que integraran el celebérrimo volumen compilado por Gianni Amico, Il cinema
incluido en ese mismo volumen, “La brasiliano10, pero todavía habrá que esperar algunos años para que lleguen noti-
mia esperienza nel cinema brasi- cias suficientemente ricas y matizadas. En 1965 José Torres Murillo cubre para
liano”, bajo el singular título “Cine Nuestro Cine la importante muestra auspiciada por la Rassegna Cinematografica
brasileño, cine imposible”. de Génova y publica un extenso trabajo sobre el Cinema Novo, que bien puede
11. JOSÉ TORRES MURILLO: “La Ras- considerarse el primer texto crítico de cierta entidad aparecido al respecto en las
segna Latinoamericana de Géno- revistas especializadas españolas11. No sin antes considerar a este movimiento
E
Alberto lena
233
Vidas secas (Nelson Pereira dos Santos,
1963)
como referencia la circulación de los clásicos de la literatura brasileña (un aspec- Nuestro Cine, nº 40 (abril de 1965),
to particularmente significativo dada la filiación literaria de numerosos films del págs. 33-41; y “El nuevo cine brasi-
Cinema Novo), encontramos que fuera de alguna viejísima y aislada traducción13 leño” en Nuestro Cine, nº 42, junio
—y excluyendo títulos que eventualmente pudieran llegar a través de otros paí- de 1965, págs. 17-24.
ses de América Latina14— dicho bagaje era prácticamente inexistente en el mo- 12. JOSÉ TORRES MURILLO: “El nuevo
mento de máxima afluencia de los films brasileños a nuestro país. Salvo error u cine brasileño”, ibídem, págs. 17-18.
omisión, las únicas traducciones de originales literarios brasileños emprendidas 13. Tal sería el caso de las Narracio-
por editoriales españolas antes de la Transición habrían sido: José Lins do Rego, nes escogidas de MACHADO DE ASSIS
Cangaceiros (Barcelona, 1957); Jorge Amado, Los viejos marineros (Barcelona, (Madrid, 1919), en versión de Rafael
1961), Los pastores de la noche (Barcelona, 1970), Jubiabá (Barcelona, 1972), Cansinos Assens.
Mies roja (Barcelona, 1972), Tierras del sinfín (Barcelona, 1972) y Los coroneles 14. Como la traducción de Don
(Barcelona, 1975); João Guimarães Rosa, Gran sertón: veredas (Barcelona, 1966) Casmurro, también de M ACHADO DE
y Primeras historias (Barcelona, 1969); Graciliano Ramos, Vidas secas (Madrid, ASSIS, acometida en Buenos Aires por
1974); Machado de Assis, El alienista (Barcelona, 1974) y Memorias póstumas de Espasa-Calpe en 1955.
E
234 La sombra del Cangaceiro: el cine brasileño y la crítica spañola
Brás Cubas (Madrid, 1975). Dicho de otro modo, cuando los críticos y especta-
dores españoles recibían por fin en sus pantallas A falecida (La fallecida, Leon
Hirszman, 1965; estrenada en 1968); A hora e a vez de Augusto Matraga (Matra-
ga, Roberto Santos, 1966; estrenada en 1968), o Macunaíma (Joaquim Pedro de
Andrade, 1969; estrenada en 1977), por no citar sino tres casos, cabe más que
razonablemente suponer que desconocieran por completo los textos literarios
en que se basaban.
Cabría sin duda desarrollar con otros ejemplos esta tesis de la lejanía cultural his-
pano-brasileña en los años de la eclosión del Cinema Novo y su (diferida) llegada a
nuestro país, mas no es preciso abandonar siquiera el ámbito del cine para consta-
tarlo. Debido, ciertamente, al problema de la diversidad lingüística —pero no
solo15— las coproducciones hispano-brasileñas son puramente testimoniales en un
momento en que ya los vínculos con México, Argentina u otros países de América
Latina son bien robustos a través de esta clase de operaciones empresariales. En ri-
gor, las dos únicas coproducciones con Brasil rodadas durante toda la Dictadura
fueron Samba (Rafael Gil, 1963), un convencional vehículo para el lucimiento de
Sara Montiel, y Cabeças cortadas (Cabezas cortadas, Glauber Rocha, 1970), expe-
riencia singular sobre la que se volverá más abajo, sin que por lo demás la situación
haya variado mucho con posterioridad. Tampoco los profesionales brasileños, a di-
ferencia de otros colegas latinoamericanos, encontraron por lo general demasiadas
Cabeças cortadas (Cabezas cortadas, oportunidades o estímulos para venir a trabajar a nuestro país, hecho que convier-
Glauber Rocha, 1970)
te, 1962)
1965).
te la mencionada visita de Rocha en una circunstancia de todo punto excepcional. celebrada en Madrid del 28 de abril al 4
Aunque a partir de 1968 vienen a estrenarse comercialmente dos o tres films de mayo de 1969 (donde sí pudo verse
brasileños cada año16, la organización de ciclos extraordinarios o semanas cultu- Terra em transe, junto a títulos como O
rales aspirará a paliar las limitaciones de tal flujo17. Una de estas tiene que ver, na- desafio o A grande cidade), la Semana de
turalmente, con la actividad de la censura, que no solo prohibe formalmente en Cine Brasileño celebrada en Barcelona
1963 la importación de O pagador de promessas (Anselmo Duarte, 1962) o en del 23 al 30 de abril de 1971 o los dos
1968 la de Terra em transe (Glauber Rocha, 1967), además de lógicamente disua- ciclos organizados por la Filmoteca Na-
dir a los distribuidores en otros muchos casos, sino que afecta a la organización cional en 1971 y 1973, sumamente me-
de estas mismas muestras extraordinarias18. Los festivales contribuyen también a diocre el primero (ocho títulos de muy
la difusión y conocimiento del reciente cine brasileño y, aunque no particularmen- desigual interés, entre los que se recupe-
te proclive a esta cinematografía, desde 1969 la singular experiencia de Benalmá- raba para la ocasión O cangaceiro) y ver-
dena también servirá para acercar a la crítica española algunas de las más recien- daderamente significativo el segundo
tes producciones de aquel país (antes de que en 1975 se inaugure la Semana de (con una veintena de films claves del Ci-
Cine Iberoamericano de Huelva, un escaparate mucho más ventajoso para el cine nema Novo).
brasileño). Sea como fuere, y aun en condiciones un tanto azarosas, en las postri- 18. Así, por ejemplo, la programación
merías del franquismo la crítica española terminará por formarse una impresión de la Semana de Cine Brasileño celebra-
de conjunto de lo que el Cinema Novo significa y, ciertamente, por extraer algunas da en Barcelona en 1971 se verá seria-
Siguiendo forzosamente la pauta de los primeros trabajos sobre cine brasile- ciéndose de este modo la muestra a la
ño publicados por las revistas especializadas españolas, buena parte de los artí- presentación de una serie de películas
E
236 La sombra del Cangaceiro: el cine brasileño y la crítica spañola
bastante mediocres; véase, por ejemplo, culos consagrados al mismo adoptarán el formato de panorámicas generales
la crónica de JOSÉ MARIA CAPARRÓS LERA: destinadas a presentar al lector (y eventual espectador) las novedades en aquella
“Semana de Cine Brasileño en cinematografía. Ese es precisamente el aliento que anima diversos trabajos de
Barcelona”, Cinestudio, nº 97, Augusto Martínez Torres y Manuel Pérez Estremera, los cuales confluirán en su
mayo de 1971, pág. 22. conocido volumen sobre el Nuevo Cine Latinoamericano, en el que —no por ca-
19. AUGUSTO MARTÍNEZ TORRES Y MA- sualidad tal vez— el cine brasileño se lleva la parte del león con un total de 55
NUEL PÉREZ ESTREMERA: Nuevo Cine La- páginas (siendo este, con diferencia, el más largo de sus capítulos)19. Idéntica
tinoamericano, Barcelona, Editorial función introductoria cumpliría un opúsculo de la Filmoteca Nacional, Cine brasi-
Anagrama, 1973. Con anterioridad leño, que vería la luz con ocasión del gran ciclo presentado por la misma en la
PÉREZ ESTREMERA había publicado los artí- primavera de 197320. El permanente desfase en el conocimiento del cine brasi-
culos “Cine brasileño”, Nuestro leño, acrecentado de hecho tras el final del boom de los setenta, seguirá gene-
Cine, nº 60 y 61, 1967, págs. 34-47 y rando trabajos de estas características, como los publicados por José Agustín
44-54, y “Problemática del cine Mahieu en Cuadernos Hispanoamericanos ya en plena Transición o el dossier pre-
brasileño”, Cuadernos hispanoame- parado por Ramón Font con ocasión de un nuevo ciclo de cine brasileño, esta
ricanos, nº 223, julio de 1968, págs. vez a cargo de la Filmoteca de Cataluña en 198521. No son estos, sin embargo,
92-116, en tanto que a MARTÍNEZ TO- los textos que más nos interesan aquí —más allá de su importante papel como
RRES se debía el diario de rodaje Glauber documentadas guías en momentos en que pocos materiales más eran accesibles
Rocha y ‘Cabezas cortadas’, Barce- al lector español—, sino que es en otros lugares donde probablemente quepa
lona, Editorial Anagrama, 1970. apreciar mejor la naturaleza del impacto del cine brasileño sobre la crítica espa-
20. Al margen de la información so- ñola en estos años decisivos.
bre las películas de la muestra, el opúscu- La historia comienza, como no podía ser menos, en el Festival de Cannes de
lo recoge dos textos de Rocha, una en- 1964, auténtica cabeza de playa del desembarco europeo del Cinema Novo con
trevista con Carlos Diegues, una la presentación de las emblemáticas Vidas secas (Vidas secas, Nelson Pereira dos
cronología del cine brasileño y reimpri- Santos, 1963) y Deus e o diabo na terra do sol (Dios y el diablo en la tierra del sol,
me el sintético artículo de OCTAVIO DE Glauber Rocha, 1963). Los escasos cronistas españoles desplazados a la Croiset-
FARIA: “Breve historia del cine bra- te para cubrir el evento no albergaron dudas acerca de la importancia de ambos
sileño”, Revista de Cultura Brasile- films, pero muy significativamente José Monleón —el enviado de la todavía joven
ña, nº 31, mayo de 1971. revista Nuestro Cine— se decantaba claramente por el film de Pereira dos Santos
21. JOSÉ AGUSTÍN MAHIEU: “Brasil: frente al de Rocha en virtud de su mayor afinidad al espíritu del realismo crítico
una cinematografía en expan- abanderado a la sazón por la redacción de la revista. Monleón no apela explícita-
sión”, Cuadernos Hispanoamerica- mente en su texto a tal perspectiva teórica, pero sí subraya y ensalza la filiación
nos, nº 349, julio de 1979, págs. neorrealista de Vidas secas frente al barroquismo formal de Rocha, cuya obra
152-163 y “Nuevos apuntes sobre adolecería de una cierta falta de vertebración en la sucesión de “escenas (…)
cine brasileño”, Cuadernos Hispa- conmovedoras y espléndidas en alguna ocasión, desmeduladas y grotescas las
noamericanos, , nº 414, diciembre más de las veces”22. Algunos meses más tarde, en su detallada reseña sobre el
de 1984, pp. 134-147; RAMÓN FONT Cinema Novo para esa misma publicación, José Torres Murillo volvía a contrapo-
( ED .): Cinema brasiler, Barcelona, ner ambos films y, sin entrar en explícitas valoraciones, no dejaba de apuntar
Filmoteca de la Generalitat de (aparentemente con cierta sorpresa) cómo a los brasileños Deus e o diabo na te-
Catalunya, 1985. rra do sol les parecía el film más emblemático del movimiento y una obra supe-
22. JOSÉ MONLEÓN: “Cannes 64”, rior a la de Pereira dos Santos23.
E
Alberto lena
237
A partir de ese momento Nuestro Cine —sin duda alguna la revista que ma- Nuestro Cine, nº 30, junio de 1964,
yor cobertura dará al cine brasileño y la que liderará el debate crítico en torno pág. 43.
al mismo— prodigará su atención al Cinema Novo, sistemáticamente considerado 23. JOSÉ TORRES MURILLO: “El nuevo
como lo más relevante de los festivales en curso y como uno de los fenómenos cine brasileño”, Nuestro Cine, nº
más importantes del panorama cinematográfico del momento24. La revista publi- 42, junio de 1965, págs. 22-23.
cará asimismo en esos años diversas entrevistas con algunos de los principales 24. Véase, por ejemplo, PEDRO FAGES
cineastas brasileños del momento (Saraceni, Guerra, Jabor, Diegues y MIR: “Berlín, XVI Festival”, Nuestro
Andrade25), pero a partir de 1967 —coincidiendo con la apertura de una nueva Cine, nº 55, 1966, págs. 56-58.
y renovadora etapa en el seno de la misma26— la sombra de Glauber Rocha pa- 25. Véanse los números 61 (mayo
sará a eclipsar en buena medida a sus compañeros. Las dos entregas del trabajo de 1967), 65 (septiembre de
de Pérez Estremera que ese mismo año Nuestro Cine presenta como fundamen- 1967), 90 (octubre de 1969) y 91
tal aproximación al Cinema Novo vienen acompañadas precisamente por la publi- (noviembre de 1969). A tales entre-
cación del manifiesto de Rocha “Estética de la violencia”27 y será justamente el vistas cabría añadir la “Mesa redonda
nuevo responsable editorial de la revista Ángel Fernández Santos quien prologue sobre el Cinema Novo”, coordinada
la edición española de la Revisión crítica del cine brasileño, donde califica al cineas- por Rui Nogueira y Nicoletta Zaloffi, y
ta bahiano como “uno de los fenómenos más veloces y fulgurantes de la historia en la que participaron Glauber Rocha,
del cine” y ensalza su texto como un instrumento de lucha en el que la crítica ci- Neville D’Almeida, Júlio Bressane, Mauri-
nematográfica no se concibe ya como una actividad externa a la propia creación cio Gomes Leite y José Leite Viana, que
fílmica28. Todo un modelo, en suma, para una crítica como la que Nuestro Cine Nuestro Cine reproduce en su nº 93
quería encarnar en la era del nuevo cine español y en los frentes de resistencia (enero de 1970).
Pero, volviendo a los emblemáticos textos de Pérez Estremera en 1967, el Cine” en JOSÉ LUIS BORAU (ED.): Diccio-
gran mérito del Cinema Novo, y de Rocha en particular, parece haber sido alum- nario del cine español, Madrid,
brar un modelo de cine ajustado a su contexto inmediato sin por ello renunciar a Alianza Editorial / Academia de
los aires coetáneos de renovación estética, todo ello bajo la saludable bandera de las Artes y las Ciencias Cinemato-
la producción independiente29. De ahí deriva el “valor representativo” del cine gráficas de España, 1998, pág. 634.
brasileño del momento, su configuración como modelo de expresión cinemato- 27. MANUEL PÉREZ ESTREMERA: “Cine
gráfica y lucha política. Explicitando las analogías, Pérez Estremera subraya cómo brasileño”, Nuestro Cine, nº 60 y
“la actitud de producción independiente y de lucha que sigue el nôvo cinema no 61, 1967, págs. 34-47 y 44-54; GLAU-
es algo tan distante ni particularizado con respecto a la situación cinematográfica BER ROCHA: “Estética de la violen-
mundial. Para los países nacientes supone un ejemplo que, con hábil adecuación, cia”, Nuestro Cine, nº 60, 1967,
puede ser valioso y útil. Para otros países evidencia una posibilidad de ruptura págs. 32-33.
que, como inicio de una necesaria renovación y de lucha contra el capital, puede 28. Á NG E L F E R N Á NDEZ S AN TOS :
ser no solo interesante sino necesaria”. Y concluye en términos contundentes: “Prólogo” a GLAUBER ROCHA: Revisión
“En estos momentos en que la sistemática capitalista aprieta fuerte, en que los crítica del cine brasileño, Madrid,
llamados pilares tradicionales se intentan mantener irracionalmente, pese a su evi- Editorial Fundamentos, 1971,
dente crisis e inadecuación, en estos momentos en que el sistema prostituye y págs. 9 y 10.
frustra a la persona, en que bajo banderas de caridad, bien común y trasnocha- 29. MANUEL PÉREZ ESTREMERA: “Cine
dos supuestos se desprecia la capacidad del hombre y se confía al mito y la ente- brasileño”, Nuestro Cine, nº 61,
lequia las posibilidades evolutivas, y en estos momentos en que el engaño político 1967, págs. 50 y 52.
E
238 La sombra del Cangaceiro: el cine brasileño y la crítica spañola
y cultural es patente, en Brasil con especial crudeza, en estos momentos, ante los
que la lucidez mínima forzosamente debe cristalizar en una postura de ruptura,
O Dragão da Maldade contra o Santo Guerreiro no es extraño que nos manifestemos por un cine libre, independiente, por Bu-
(Antonio das Mortes, Glauber Rocha, 1969), ñuel, por Miguel Torres, por Rocha y el nôvo cinema. Hay que golpear”30.
Mucho más circunspecto —y por momentos
hermético— se muestra Ángel Fernández Santos
en un ambicioso texto que, bajo el título “Europa:
la irrupción del cine latinoamericano”, aspira a ad-
vertir sobre los peligros de la paternalista recep-
ción acrítica del nuevo cine latinoamericano, for-
zando inconscientemente una asimilación que
puede llegar a neutralizar de hecho su esencia re-
volucionaria. Para el crítico, la rampante y bien per-
ceptible ‘estética del tercermundismo’ abrazada por
muchos de sus colegas europeos obvia lo que ver-
daderamente importa, a saber, la adecuación de ta-
les modelos a las realidades concretas hic et nunc.
Rocha sí, parece decir Fernández Santos (sobre
todo, al hilo de su análisis del film de Gianni Amico
Tropici), pero no a cualquier precio. Solo la reelabo-
ración inteligente de los modelos del Cinema Novo
y otros movimientos tercermundistas coetáneos
podrá evitar —dice— que se conviertan en nues-
tras manos “en pseudo cultura (es decir, en pseudo
revolución) importada”31. El debate estaba servido,
pero —por razones acaso un tanto coyunturales—
iba a ser precisamente Rocha quien pasará a figurar
en el ojo del huracán.
En uno de los más lúcidos y perceptivos textos publicados a la sazón sobre el
30. MANUEL PÉREZ ESTREMERA: “Cine cine brasileño —un largo ensayo sobre Deus e o diabo na terra do sol coincidien-
brasileño”, Nuestro Cine, nº 61, do con su estreno comercial en España— Miguel Marías desgranaba oportuna-
1967, pág. 54. mente el sentido político del cine de Rocha, apelando tanto a la estética revolu-
31. ÁNGEL FERNÁNDEZ SANTOS: “Eu- cionaria como a la propia y explícita llamada a la revolución contenida en el
ropa: la irrupción del cine latinoa- film32. Vanguardia política y vanguardia estética debían fundirse en un solo aliento
mericano”, Nuestro Cine, nº 91, para alumbrar ese ansiado modelo de cine crítico invocado por Nuestro Cine.
noviembre de 1969, pág. 36. Idénticas concepciones reaparecen poco después en un muy elogioso texto de
32. M IGUEL M AR ÍAS : “Disparar al César Santos Fontenla a propósito de O Dragão da Maldade contra o Santo Gue-
sol: notas a Dios y el diablo en la rreiro: “Antonio das Mortes, película que es preciso ver una y más veces para cap-
tierra del sol”, Nuestro Cine, nº 82, tarla en toda su profundidad, es uno de los films más excitantes, más profundos,
febrero de 1969, pág. 64. más bellos de los últimos años. Un film revolucionario en todos los sentidos, una
E
Alberto lena
239
Francisco Rabal en Cabeças cortadas (Ca-
tidad más allá de la precariedad de medios. Los caminos del Cinema Novo y el cine nes 69: de la A a la Z”, Nuestro
español no habían terminado por confluir desde entonces, pero finalmente lo harán Cine, nº 86, junio de 1969, pág. 34.
con el proyecto de rodaje de un film de Glauber Rocha en tierras catalanas: Ca- 34. A U G U S T O M AR T Í NEZ T O RRES :
Aunque la historia de Cabeças cortadas es suficientemente conocida y su diario proceso de Cabezas cortadas”,
de rodaje fue incluso publicado en la época34, algunas precisiones se imponen no Nuestro Cine, nº 103-104, noviem-
obstante para contextualizar adecuadamente el proyecto en el marco de este es- bre-diciembre de 1970, págs. 89-
tudio. Auspiciado por José Antonio Pérez Giner y Ricardo Muñoz Suay, como 92, texto al que sigue el propio guión
productores responsables de Profilmes y Filmscontacto, y con unos atractivos ho- del film, págs. 93-106.
E
240 La sombra del Cangaceiro: el cine brasileño y la crítica spañola
Rocha, 1970)
págs. 347-350.
341 y 372.
RO TORREIRO: op. cit., pág. 350. norarios de cien mil dólares para el realizador brasileño, el proyecto pudo llegar a
38. CÉSAR SANTOS FONTENLA: “El rui- buen puerto tras numerosos contratiempos y así, en marzo de 1970, se concluyó
do, la furia y Rocha”, Nuestro Cine, su rodaje con tiempo suficiente para que el film pudiera estar listo para ser pre-
nº 103-104, noviembre/diciembre sentado en el Festival de San Sebastián35. Deliberadamente vago y universalizante
de 1970, pág. 89. con objeto de poder esquivar a la censura, el film fue concebido pese a todo
39. “Como era de prever tras la abso- como una especie de nueva e incómoda Viridiana en donde primaban por encima
luta incomprensión, el odio casi, con que de todo su utilidad y relevancia directas para el cine español y el contexto políti-
Cabezas cortadas fue acogido en San Se- co concreto del momento36. Más allá de la desigual respuesta crítica, de lo que
bastián, Madrid no se ha quedado atrás. La no cabe ninguna duda es que Cabeças cortadas suscitó un considerable revuelo a
crítica ‘oficial’ ha vapuleado al film y a su raíz de su presentación en San Sebastián —básicamente por la muy airada crítica
autor, y el público ha hecho el vacío a las del diario barcelonés La Vanguardia, cuyo firmante Antonio Martínez Tomás se
salas que lo proyectaban. En el fondo no declararía indignado “como contribuyente y como ciudadano” de que tal film re-
sabe uno si lamentarlo o alegrarse”; CÉSAR presentara a España37— y que ni siquiera el hasta entonces incondicional Nuestro
SANTOS FONTENLA: ibídem, pág. 86. Cine quedó al margen de la misma. Defendiéndolo a ultranza como “una obra
40. MIGUEL MARÍAS: “San Sebastián maestra” y “uno de los films más importantes del último decenio, por lo me-
70: un festival chabroliano”, Nuestro nos”38, César Santos Fontenla probablemente no solo estaba saliendo al paso de
Cine, nº 99, julio de 1970, pág. 65. la negativa acogida dispensada al film entre la ‘crítica oficial’39, sino incluso entre
41. A UGUSTO M ART Í NEZ T ORRES : algunos de sus compañeros de redacción. En efecto, mientras que —en su cróni-
“Anotaciones sobre Der leone have ca del Festival de San Sebastián— Miguel Marías había salvado a la postre Ca-
sept cabeças”, Nuestro Cine, nº 102, beças cortadas no sin antes calificarlo de decepción y de film menor40, el visiona-
E
Alberto lena
241
do de Der leone have sept cabeças en la Mostra de Venecia había desencantado a octubre de 1970, págs. 22-23.
Augusto Martínez Torres por su “esquematismo absoluto”41. El breve y fulguran- 42. Carta a Michel Ciment, sin fecha
te idilio entre un importante sector de la crítica española y Glauber Rocha co- (septiembre u octubre de 1970), recogida
menzaba a diluirse. Cabeças cortadas, la gran experiencia de colaboración y la en IVANA BENTES (ED.): Glauber Rocha:
más explícita tentativa de aclimatación del modelo del Cinema Novo a nuestros la- cartas ao mundo, op. cit., pág. 372.
res se había saldado con un sonado fracaso y había sembrado incluso la discordia 43. Véase ALBERTO ELENA: “Avatares
entre las filas de los admiradores más incondicionales. Cabeças cortadas resultó, a del cine latinoamericano en Espa-
la postre, como reconociera sin ambages el propio Rocha, “un film no utilizable ña” en ALBERTO ELENA Y PAULO ANTONIO
por la izquierda”42. Y ese era quizás el peor defecto que uno podía esperar del PARANAGUÁ (EDS.): Mitologías latino-
En 1970 el grueso del Cinema Novo estaba todavía por llegar a las pantallas co- nº 31, Valencia, Filmoteca de la Ge-
merciales españolas (recuérdese que ni siquiera se habían estrenado aún Vidas se- neralitat Valenciana, febrero de
cas o Barravento), pero el fervor primigenio daría paso a una actitud más circuns- 1999, pág. 240.
pecta y cautelosa. Objeto cada vez más de una recuperación arqueológica o de la 44. A raíz de la muerte de Rocha, en
explotación comercial del alto (para nuestros parámetros) voltaje erótico de las 1981, se produce no obstante un pequeño
más recientes producciones —la mayoría de los títulos estrenados en España en la rebrote de interés por su figura, que crista-
década de los setenta y comienzos de los ochenta encajan con facilidad en alguna lizará en el libro de AUGUSTO MARTÍNEZ
de estas categorías—, el cine brasileño jugará sin duda otro papel bien distinto en TORRES: Glauber Rocha, Huelva, Festi-
esos años antes de desaparecer prácticamente del horizonte del espectador espa- val de Cine Iberoamericano, básica-
ñol. Es el momento en que solo Babenco o Sonia Braga parecen capaces de abrir mente una actualización de materiales ya
un resquicio en los circuitos de distribución y exhibición, por no hablar de los films publicados, y el dossier de la revista Con-
brasileños que únicamente llegan a nosotros acogidos a la clasificación ‘S’43. Es la tracampo, nº 27, enero-febrero de
hora, en una palabra, de la progresiva reorientación de la crítica española en parale- 1982, págs. 29-42, que incluye artículos
lo a la reconfiguración del mercado y a las cambiantes circunstancias socio-políti- de JAVIER VEGA y JULIO PÉREZ PERUCHA junto
cas44. Pero esta es ya una historia muy distinta… ❍ a una entrevista con el cineasta
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Central do Brasil (Estación central de Brasil, Walter Salles, 1998)
R ecientemente, el sertão está de vuelta
en las pantallas brasileñas, por caminos distintos de aquellos recorridos en los
años 60, gran época del Cinema Novo, de los trastornos estéticos y políticos, en-
tre la efervescencia de los años Kubitschek y el golpe del Acto Institucional Nº 5.
El mayor impacto del Cinema Novo había sido en aquel entonces el proyectar sú-
bitamente “el rostro del Brasil en las pantallas”, y sobre todo el del Nordeste con
sus campesinos hambrientos, sus terribles sequías, sus profetas místicos y sus ban-
SYLVIE DEBS
El Nordeste,
treinta años
didos de honor, los cangaceiros. Nelson Pereira dos Santos, Glauber Rocha y Ruy
después del
Guerra habían interpelado a la vez nuestra conciencia y trazado de nuevo la his-
toria de un pueblo en búsqueda de su dignidad perdida. Durante el reciente re-
nacer del cine brasileño, que obtuvo reconocimiento con el Oso de Oro en el
Festival de Berlín con la película Central do Brasil (Estación central de Brasil, Walter
Salles, 1998), pudimos observar un renovado interés por el Nordeste. Es difícil
creer que se trate de una casualidad, sobre todo porque el realizador reconoce
sin ambages su deuda hacia el Cinema Novo en lo que se refiere a la mirada hu-
Cinema Novo 1
manista que este dirigía hacia los asuntos sociales y políticos del país. Parece,
pues, interesante recordar las condiciones de la aparición del Cinema Novo y sus
temas mayores para enfocarlos desde la perspectiva de la produccción cinemato-
gráfica actual. Esto nos permitirá ver lo que representaba el Nordeste en la imagi-
nación colectiva brasileña y hasta qué punto se ha modificado su imagen.
Con la llegada a Brasil de las primeras imágenes del neorrealismo, marcadas
tanto por el humanismo y la “realidad” como por sus presupuestos modestos y
las precarias condiciones de realización, se desarrolló una nueva manera de refle-
xionar sobre el contenido y la producción cinematográfica. Sacando conclusiones 1. Artículo publicado originalmente en
positivas de esta experiencia italiana de la posguerra, jóvenes cineastas, entre los versión bilingüe (francés-español) en
que se encontraba Nelson Pereira dos Santos, habían creído necesario desarrollar Cinéma d’Amérique Latine nº 7,
una “temática brasileña”. Considerada como algo implícito en la propuesta de un Toulouse, 1999.
C
244 El Nordeste, treinta años después del inema Novo
1963)
mas, barrocas, violentas y rebeldes. Los actores que no eran profesionales, los de-
corados pobres y naturales creaban un efecto de verismo y de urgencia percepti-
bles de inmediato. Al mismo tiempo, en la pantalla, la insatisfacción del presente,
las humillaciones cotidianas, la perpetuación de la alienación de una generación a
otra vehiculaban una capacidad extraordinaria de compensación por medio de
los sueños y de la imaginación de los sertanejos. Unos hablaban consigo mismos y
repetían palabras sin sentido como Fabiano (Vidas Secas), otros hablaban con los
santos y con los profetas como Manuel (Deus e o diabo na terra do sol), otros con
sus semejantes para tratar de despertarlos de una mala pesadilla como Gaucho
(Os fuzis). Nada funcionaba: nadie oía las palabras, ni veía posible escapatoria a la
condena de padecer hambre y miseria que convertía esta tierra en un verdadero
infierno y a sus habitantes en sombras de Sísifo.
Las secuencias del comienzo eran particularmente impresionantes. El epígrafe
de Vidas Secas “Esta película no es solamente la trasposición escrupulosa al cine de
una obra inmortal de la literatura brasileña. Es, ante todo, un testimonio sobre una
realidad social dramática de nuestra época y sobre la miseria extrema que reduce
a la esclavitud a 27 millones de nordestinos, y que ningún brasileño puede conti-
nuar ignorando”, seguida por un plano panorámico de un paisaje desértico con un
árbol desnudo, el sonido lancinante y típico de la rueda de la carreta de bueyes,
requería una atención aún mayor por parte del espectador. La voz en off en la
pantalla negra que profiere su discurso apocalíptico en Os fuzis: “Cuando no que-
daron más hojas en los árboles ni fusiles en las ramas y cuando del cielo vino el
castigo divino de los pecados de los hombres, fui rodeado por los gemidos de la
C
250 El Nordeste, treinta años después del inema Novo
Coutinho, 1984)
rreira, 1997)
país ya existe, las referencias y los topos también, la tensión se asienta más en el
componente nacional-global o nacional-internacional. Mientras tanto, las leyes del
mercado y de la distribución también han evolucionado para la producción cine-
matográfica mundial. Si aún es demasiado pronto para tener una visión global de
la creación reciente, se pueden señalar, sin embargo, algunos puntos comunes:
hay, por supuesto, de manera explícita e implícita referencias al Cinema Novo. En
efecto, los cineastas contemporáneos disponen de esta nueva vía de entrada para
el Nordeste, y tienen que posicionarse frente a ella. La mayor parte del tiempo,
se pretende también hablar del Brasil actual, renovar el contacto con el público,
¿pero qué público?, ¿el que está acostumbrado al lenguaje de la televisión y de las
telenovelas?, ¿el que se deja seducir por las películas americanas?, ¿el de los cinéfi-
los que buscan una continuidad y una evolución en la historia del cine brasileño?
La presencia del Nordeste en esta recuperación cinematográfica estriba en dos
puntos esenciales: la descentralización del eje Río/São Paulo que se concretiza en
el trabajo de los realizadores del Nordeste: Rosemberg Cariry, José Araújo y Lírio
Ferreira; y el compromiso personal de Walter Salles y su análisis conciso del esta-
do de conciencia y alma del ciudadano brasileño contemporáneo, muy influencia-
do por su trabajo como documentalista. La película de Lírio Ferreira y Paulo Cal-
das deja de lado la problemática del Nordeste, en la medida en que desvía la
1995)
otra parte, al situar la acción en el decorado del Génesis: “El sertão es mar, tiem-
po eterno, donde los hombres luchan contra su propio destino y donde pierden
casi siempre”, Rosemberg Cariry proyecta la figura del héroe sobre un plano
universal: es la encarnación del excluido para una gran parte de la población
mundial actual.
Por último, Walter Salles contextualiza de nuevo el Nordeste dentro de la
problemática brasileña ya abordada con Terra Estrangeira. El diálogo Portugal-Bra-
sil es, en este caso, relevado por el diálogo Sur-Norte. La observación de la iden-
tidad y de la mentalidad brasileñas le han conducido a realizar el camino inverso
de sus predecesores de los años 60, hecho que permite superar la historia re-
ciente. La película comienza en un espacio simbólico: una estación de trenes a la
que habían llegado millares de retirantes (cf. Viramundo de Geraldo Sarno). Para
muchas personas es un lugar de paso, un lugar de tránsito, un punto de llegada,
un punto de salida, un punto que no lleva a ninguna parte. Central de los seres
perdidos en la agitación incesante de idas y venidas de pasajeros, de mendigos, de
delincuentes, de traficantes. Cada uno sigue su destino, impermeable al de los de-
más. Algunos se paran dos minutos para confiar su emoción, una parte de su vida
íntima, un grito de angustia, un amor olvidado, a una escritora pública cínica. Al-
gunas secuencias rápidas son suficientes para sugerir el universo carioca: crueldad,
violencia, promiscuidad, egoísmo. Dora no envía las cartas, un autobús atropella a
la madre de Josué, un ladrón es asesinado, Josué es vendido a la mafia de tráfico
de órganos por el precio de un televisor… La ausencia de ética que caracteriza a
Dora y a toda una generación de brasileños es trazada en algunos planos. El cho-
que del encuentro con Josué jugará un papel como indicador de este hecho. Su
determinación, su franqueza y sus exigencias obligarán a Dora a replantearse sus
decisiones y a modificar su comportamiento. Las transformaciones serán a la vez
físicas y morales, la más radical será la comunicación con los demás: la que era es-
critora pública y que escuchaba las confidencias íntimas con gran desenvoltura
confesará su sufrimiento personal a un joven: un padre “charlot”, una madre que
se ha suicidado por pena, una vida sin marido ni hijo, una jubilación escasa que le
obliga a trabajar, la vida de Dora no ofrece muchos puntos positivos que predis-
pongan a la solidaridad. La impunidad general, la indiferencia cotidiana y la lucha
por la supervivencia permiten a Dora vivir a gusto y olvidar fácilmente las protes-
tas de su amiga de la infancia. Esto es la causa del porqué la rectitud de Josué, su
mirada de niño, sus preguntas molestas, su honestidad, su rebelión contra su des-
tino, su rechazo a Dora, fea y mala, aparecen como la posibilidad de otro Brasil,
más humano y mejor. Josué exige encontrar a su padre ausente, obliga a los adul-
tos a que cumplan con sus responsabilidades, reclama la reunión de la familia,
cree en las virtudes del trabajo. Vienen al Nordeste a buscar lo que los retirantes
perdieron cuando huyeron de la miseria y buscaron trabajo en el Sur. Asistimos a
D
Sylvie ebs
259
una inversión en el sentido migratorio: se huye del cinismo y de la indiferencia del
Sur para encontrar los valores tradicionales del Norte. En otras palabras, el viaje
forzoso de Dora la obligará a una introspección que le permitirá abrir los ojos
ante la vida. En este sentido, el viaje iniciático es doblemente positivo: la joven ge-
neración, encarnada por Josué encuentra un hogar y sus raíces, la vieja genera-
ción, encarnada por Dora, encuentra la ética y el humanismo. Una vez más, la ge-
neración intermedia está ausente…
Por medio de estas tres películas, el Nordeste aparece bajo las tres dimensio-
nes ya presentes en la obra de Euclides da Cunha: el misticismo, la rebelión y el
humanismo. O Sertão das Memórias, himno a la tierra y a sus valientes habitantes,
muestra un sertão paralizado, fuera del tiempo, en el que los gestos de los cam-
pesinos parecen heredados de la Biblia, espacio sagrado donde se cumple la pala-
bra de Dios. Corisco e Dadá, un grito de dolor y de impotencia, se eleva y retum-
ba sobre esta tierra herida y violenta, que prohíbe al hombre alcanzar su destino
y le condena a la muerte. Central do Brasil, canto de esperanza y de futuro, pro-
clama la posibilidad de un cambio: ya no lo hará por medio de la rebelión sino
por medio del descubrimiento de los valores humanos. La revolución que propo-
ne es la de las almas y no la de las armas ❍
Sumario Siguiente
Carmen Miranda
y
TUNICO AMANCIO
a en las primeras décadas de la actividad
cinematográfica se podían encontrar en películas francesas y estadounidenses al-
gunos personajes brasileños. La aparición de estos, cuyas características conden-
san algunos atributos considerados como la definición de una singularidad varia-
ble que nos caracteriza como pueblo, es la prueba del interés existente por Brasil
Imágenes del
y por sus gentes. Entendemos por singularidad variable, una estrecha franja de
posibilidades que compone un pequeño repertorio de figuras de escaso valor an-
tropológico: el noble brasileño extasiado ante las maravillas de la modernidad ex-
Brasil
en el cine
tranjera, el amante pasional, de estilo latino, el tramposo y el listillo, versiones aún
modosas de lo que en el futuro se definiría como el malandro. Las referencias son
escasas pero logran diseñar un panorama compuesto por esbozos de personajes
excéntricos, donde se manifiesta el arribista, el nuevo rico de resonancias colonia-
les y el individuo oculto, a vueltas con sus peripecias financieras o con sus intrigas
amorosas. Estos personajes están siempre envueltos en supuestas situaciones de
traición amorosa, de seducciones inoportunas, de riqueza repentina y falsa, o de
extranjero
percepción de opulentas herencias.
En realidad, si reunimos algunos de estos personajes, nos encontramos ante la
imposibilidad de caracterizarlos como un conjunto único y significativo, y esto,
tanto en lo que se refiere a la cantidad, como a la expresión de un carácter étni-
co nacional. A diferencia de lo que se puede encontrar en lo que en su momento
se denominó “orientalismo”1, que definía claramente un proyecto de semirepre-
sentación con nítidos contornos ideológicos, Brasil, por su propia posición singu-
lar en el contexto continental (diversidad lingüística y cultural, dimensión y varie-
dad geográficas) impide que los brasileños fuera del país sean identificados con 1. E DWARD S AID : Orientalismo: o
una imagen homogénea, y aún menos con relación a un improbable latinoameri- Oriente como invenção do Ocidente,
canismo. Con las oportunas excepciones, quedan apenas algunos trazos retoma- São Paulo, Companhia das Letras,
1991.
C
264 Imágenes del Brasil en el ine extranjero
Mientras tanto, Carmen Miranda invadirá Estados Unidos llevando su versión de RA: “Brasil-Hollywood: Carmen Mi-
A partir de 1941, la actriz y cantante se integra explícitamente al paisaje ALBERTO ELENA Y PAULO A. PARANAGUÁ
carioca, con That Night in Rio (Aquella noche en Río, de Irving Cummings, EE.UU.), (EDS.): Mitologías Latinoamericanas,
en un plano general nocturno dentro de un escenario que simula la Bahía de Archivos de la Filmoteca n° 31, Va-
Guanabara y su montañoso entorno. Una exhibición de fuegos ar tificiales lencia, Filmoteca de la Generalitat
legitimará el panamericanismo traído por Don Ameche vestido de traje militar. La Valenciana, febrero de 1999.
C
266 Imágenes del Brasil en el ine extranjero
meurs (Philippe Clair, 1987, Francia), el actor se divide en dos para vivir la aventu-
ra de unos hermanos gemelos envueltos con religión y drogas en los suburbios
de la ciudad, donde no faltarán persecuciones, samba, dólares y mujeres, desve-
lándonos al final de la trama que la “jovencita” es un travesti.
Wild Orchid (Orquídea salvaje, Zalman King, 1990, EE.UU.) coronará la década
con su osado cinismo, con la radical transformación de Brasil en un lugar exótico
por donde transitan fantasmas sexualizados a la búsqueda de la plena satisfac-
ción. Como forma de contraste, la sociedad mestiza aparecerá en primer plano
y servirá de coro a los gemidos de impotencia del amor blanco. Esta lectura cris-
talizada y bruta de la sociedad brasileña encontrará su contrapeso ideal en pelí-
culas que poco a poco empezarán a hacer de la floresta amazónica el telón de
fondo de dramas contemporáneos. Los italianos inaugurarán la serie con
Cannibal Holocaust (Holocausto Caníbal, Ruggero Deodato, 1980) y Cannibal
Ferox (Caníbal feroz, Umberto Lenzi, 1980), producciones que comparten tanto
el modelo, como la moral: la expedición de jóvenes que, a costa de muchas vi-
das, tomará contacto con una tribu antropófaga, nos enseñará que, expuesta al
peligro, la civilización blanca es capaz de comportarse como los salvajes que cri-
tica. Estas antifábulas serán presentadas como un gran guiñol primitivo compues-
to por baños de sangre y ceremonias rituales de empalamientos y castraciones,
un repertorio de torturas que pondrá en evidencia la concepción sensacionalista
del proyecto. Radicalmente distinta será la propuesta de Fitzcarraldo (Werner
Herzog, 1982, Alemania), cuyo relato se centrará en el obsesivo intento de un
extranjero por llevar una ópera a los confines de la selva sin tener en cuenta los
sacrificios que ello implica. Distinto también será The Emerald Forest (La selva es-
meralda, John Boorman, 1985, EE.UU.), cuya sistemática perspectiva antropológi-
ca denuncia los abusos cometidos contra los pueblos amazónicos, intentando
ecualizar una problemática para la que el maniqueísmo es un arma retórica, efi-
ciente y espectacular. La película transita por el camino de las buenas intenciones
pero no se libera de la perspectiva salvadora que consiste en el rechazo de esos
buenos salvajes al diálogo con la civilización, en la consecuente escapada de
aquellos hacia la selva y en el recurrir a la magia de sus ancestros. Junto a esto,
tenemos las películas que exploran superficialmente la existencia de dinosaurios
en una floresta donde también harán acto de presencia esclavas blancas, caníba-
les y pirañas. Pero, por otro lado, también habrá enfoques apurados del proceso
colonizador en películas como The Mission (La misión, Roland Joffé, 1986, Ingla-
terra) y en El dorado (Carlos Saura, 1987, España).
La temática de la selva y sus pueblos será repensada en los 90 con la Cumbre
de Río, celebrada en 1992. El gran encuentro de los principales dirigentes políti-
cos del mundo y la discusión sobre los problemas ecológicos y de medio am-
biente parecen haber sensibilizado a la industria cinematográfica. Durante esta
A
Tunico mancio
271
década por lo menos dos decenas de películas abordarán los problemas de la
selva y de sus habitantes desde ópticas bien diferenciadas. Algunas películas van
a optar por la tortuosa vía de la denuncia de la degradación ambiental, como
Amazon (Mika Kaurismaki, 1990, Finlandia), o del conflicto entre misioneros e in-
dios como At Play in the Fields of the Lord (Jugando en los campos del Señor, Héc-
tor Babenco, 1991, EE.UU.), por la preocupación de la biodiversidad de las re-
servas, como Medicine Man (Los últimos días del Edén, John McTiernan, 1992,
EE.UU.), o sobre las garantías de la seguridad militar de las fronteras amazónicas,
como en Only the Strong (Solo el más fuerte, Sheldon Lettich, 1993, EE.UU.).
También se tratará la reserva biológica aún inexplorada en Angels and Insects
(Ángeles & insectos, Philip Haas, 1994, EE.UU.), el impacto de las luchas de los
extractores de caucho en la figura del líder Chico Mendes en The Burning Season
(John Frankenheimer, 1994, EE.UU.), además de la incorporación civilizada de la
vasta cosmología indígena en Le Jaguar (El jaguar, Francis Veber, 1995, Francia).
Al lado de este cine de reflexión, más o menos logrado y con diferentes gradua-
ciones, tanto estéticas, como políticas, persistirán las películas de narrativa fanta-
siosa del pasado, en las que se va a explorar un imaginario repleto de maravillas
y exotismo. En esta última categoría se encuentran los monstruos surgidos en el
seno de la selva, como Relic (Peter Hyams, 1996, EE.UU.), o como Anaconda
(Luis Llosa, 1997, EE.UU.), animada electrónicamente.
A medida que la mirada se centra sobre la Amazonia, la interpretación de la
ciudad se vuelve más negativa. En lo que respecta al Brasil urbano, en los 90 se
verá una creciente sumisión del cine extranjero a temas como la violencia, la mi-
seria y la injusticia social. Así, Via Appia (Jochen Hich, 1991, Alemania) narra el
desconsuelo del SIDA a través de un personaje que vuelve a Brasil para encon-
trar al individuo que le contagió la enfermedad. El viaje (Fernando Solanas, 1991,
Argentina) hace una alegoría sobre la acritud del capitalismo en el Tercer Mundo
en un periplo continental que pasará por la Amazonia y São Paulo. Delta Force 2
(Aaron Norris, 1992, EE.UU.) elabora un drama sobre la conexión del circuito
de las drogas con Colombia, mientras que Kickboxer III, the Art of War (Rick King,
1992, EE.UU.) se adentra en la llaga social, tocando el universo de los niños de la
calle y la prostitución infantil; la película converge con Boca (Zalman King, 1994,
EE.UU.), que trata de las matanzas de los niños de la calle por los escuadrones
de la muerte. El barrio de chabolas es llevado al primer plano, mostrando cómo
el lado sucio de la ciudad contamina las tramas y los personajes, completando
así, la demonización de la urbe. Es después de esta caída que se revela el otro
lado del paraíso.
La dinámica de la representación de Brasil en el cine extranjero de ficción
pone en evidencia el notable desequilibrio existente en el conjunto de intercam-
bios simbólicos con los mercados fílmicos más poderosos. El acervo brasileño
solamente es enfocado como objeto de contemplación cuando obedece a la
conjugación de grandes intereses de orden político y económico, como sucedió
en los años 40 y 60, primeramente por la mirada extranjera de Estados Unidos
y después por la europea. En circunstancias distintas, Brasil es un lugar exótico,
compuesto por una rica geografía y por un pueblo de costumbres singulares. La
figura humana queda relegada a un segundo plano, como si no existiesen tramas
y personajes brasileños que fuesen capaces de llamar la atención de las audien-
cias internacionales.
A pesar de esta imagen concreta del país y del hecho de que sus habitantes
estén escasamente representados en películas extranjeras, la presencia de Brasil
sobrevive gracias a una serie de citas y de referencias dispersas en varias obras. A
esto hay que añadir la creciente utilización del repertorio musical nacional en las
películas debido a su cada vez mayor internacionalización. Volvamos al comienzo
de nuestra reflexión sobre los brasileños vistos desde el exterior, para poder en-
tender las referencias contemporáneas de la película Next stop, Wonderland (Pró-
xima parada, Wonderland, Brad Anderson, 1999, EE.UU.). La heroína, la enferme-
ra Erin, es una mujer solitaria en busca de amor hasta que un día aparece André
da Silva11, un brasileño que la invita a huir con él a Brasil. Su acento español nos
deja la duda sobre su procedencia, duda que va en aumento cuando aquel la invi-
ta a São Paulo, ¡donde podrán disfrutar de la playa! Pese a sus exageradas distor-
11. Silva es uno de los apellidos más siones, la película rinde un sincero homenaje a la tradición brasileña al incluir can-
populares en el Brasil. ciones de la Bossa Nova en su banda sonora.
A
Tunico mancio
273
Al integrar una realidad brasileña captada de forma inmediata, el cine extranje-
ro encuadró lo que vio a su manera: en los años treinta, lo hizo a través de la
efervescencia de un circuito turístico que atendía a la demanda de una clase me-
dia enriquecida en busca de algún folclore y de la comodidad brindada por los
hoteles y restaurantes de lujo. Río de Janeiro, una metrópoli diseñada según mol-
des europeos para tal fin, atiende sobradamente a ese movimiento, gracias a sus
equipamientos urbanos y su capital cultural puesto a la disposición de la clientela.
Ese flujo se va a intensificar durante los años 40 y 50, mientras las contradicciones
internas enturbian poco a poco el equilibrio plástico de la composición pictórica.
Los años 60 serán recorridos por el cine europeo, que busca la frescura de las
calles y articula la multiplicidad de paisajes. Entran así en escena Brasilia, la Ama-
zonia, Bahia, Foz de Iguazú. El pueblo brasileño sale de los bastidores y hace una
u otra incursión en las tramas. El tono general es el de la búsqueda de un exotis-
mo colorido, que revele las riquezas culturales del país. En los años 70 y 80 vuel-
ven las viejas mitologías edénicas, filtradas ahora por la liberalización de las cos-
tumbres, perfectamente adecuada al Trópico. Brasil es el laboratorio donde se
ensayan nuevas experiencias en materia de sensualidad y mestizaje. La última dé-
cada del siglo lleva al cine la crisis de la sociedad brasileña, ahora casi como agen-
te dramático, a través de la observación de las calles y de los mecanismos de ex-
clusión, de la violencia y de la pasión: paraíso e infierno marchan al mismo
compás, la música y la favela, el tamborín y el fusil ❍
Sumario Siguiente
14 ● El cine clásico y nosotros: Teoría, Historia. —MONOGRÁFICO • BILINGÜE—
15 ● NO-DO: 50 años después • Land O'Lizards: Restauración de la Generalitat Valenciana
D E
ARCHIVOS
16 • Dracula / Bedlam / El fin de San Petersburgo • Juan Guerra en TV
16 ● El melodrama mexicano • Il Processo Clémenceau restaurado • Jurassic Park • M de
Fritz Lang • El sexo frío • Un texto inédito de José Luis Guarner
L A
17 ● Metrópolis de Th. von Harbou a F. Lang • Las versiones de Faust de Murnau • Painlevé
y el documental • La trama policíaca • Vídeo-Arte
18 ● Las Estrellas: vejez de un Mito en la Era Técnica. —MONOGRÁFICO • BILINGÜE—
F I L M OT E C A
17 18 19
20 21 22
27 28 29
30 31 32
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V E N T A Y D I S T R I B U C I Ó N E N :
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