Ese Inmigrante
Ese Inmigrante
Ese Inmigrante
MI PRÓJIMO
Guía práctica para relacionarse
con el vecino musulmán
J. MIGUEL JUEZ
Editorial MUSULMANIA
ESE INMIGRANTE, MI PRÓJIMO
J. Miguel Juez
© Editorial MUSULMANIA
musulmania.com [email protected]
A menos que se indique otra cosa, las citas bíblicas han sido
tomadas de la versión Reina Valera 1960 y las coránicas de El
Corán, trad. de Julio Cortés, Editorial Herder, Barcelona,
1992, 784 págs.
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
1. Bases bíblicas del hecho inmigratorio . 13
2. Aspectos varios . . . . . . . . . . . . 31
3. La Biblia y el Corán, similitudes y
diferencias. . . . . . . . . . . . . . . 45
4. Preguntas y respuestas. . . . . . . . . 57
Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . 103
5
Prólogo
J. MIGUEL JUEZ
Pastor misionero
12
1
Bases bíblicas del hecho
inmigratorio
16
angustiarás al extranjero, porque vosotros
sabéis cómo es el alma del extranjero, ya
que extranjeros fuisteis en la tierra de
Egipto (Éxodo 22.21; 23.9).
18
también al extranjero dándole pan y
vestido (Deuteronomio 10.17-18).
20
casa, tú oirás en los cielos, en el lugar de
tu morada, y harás conforme a todo
aquello por lo cual el extranjero hubiere
clamado a ti.
21
para que te bendiga Dios en toda obra de tus
manos (Deuteronomio 24.19).
23
multiplicaos ahí, y no disminuyáis. Y
procurad la paz de la ciudad a la cual os
hice transportar, y rogad por ella al
Señor, porque en su paz tendréis vosotros
paz (Jeremías 29.5-7).
25
los que defraudan en su salario al jornalero,
a la viuda y al huérfano, y los que hacen
injusticia al extranjero, no teniendo temor
de mí, dice Jehová de los ejércitos
(Malaquías 3.5).
26
los cautivos; Jehová abre los ojos de los
ciegos; Jehová levanta a los caídos;
Jehová ama a los justos. Jehová guarda a
los extranjeros y a la viuda y al huérfano
sostiene y el camino de los impíos
trastorna (Salmos 146.7-9).
Conclusión
Hemos hecho un repaso de pasajes del
Antiguo Testamento donde la Palabra
nos habla acerca del cuidado que Dios
28
tiene y a la vez exige de su pueblo hacia
los inmigrantes.
Estos son considerados parte del gru-
po de los necesitados y, por lo tanto, son
objeto de exigencias éticas. El punto de
partida de estas exigencias es la memo-
ria histórica: «porque extranjeros fuis-
teis en Egipto» (Deuteronomio 10:19b).
En el Nuevo Testamento, la Palabra
es indicativa: el pueblo de Dios debía re-
cordar que su mensaje liberador era un
mensaje para todos los pueblos, no im-
portando su trasfondo cultural o racial.
La Palabra nivela en el mismo plano de
necesidad e igualdad, al judío como al
gentil, al siervo como al amo, al hombre
como a la mujer.
A su vez el apóstol Pedro hace uso de
memoria histórica al reconvenir a los
expatriados por la dispersión (1 Pedro
1.1; 2.11) que recuerden que su paso por
este mundo debía asemejarse al de los
extranjeros y peregrinos.
29
2
Aspectos varios
31
porciones con las cuales empezar, parti-
cularmente Mateo y Lucas.
2. Permanece en constante oración.
Es el Espíritu Santo quien gana hombres
y mujeres para Cristo. Busca su direc-
ción y poder mientras presentas la Pala-
bra.
3. Sé un amigo genuino. El decir:
«¡Hola!» no es suficiente. Si realmente
te importan, demuéstralo invitándolos a
tu casa, compartiendo tu tiempo y ayu-
dándolos con sus problemas.
4. Haz preguntas que los hagan refle-
xionar. «¿Tienes la seguridad de que
Dios te aceptará?», «¿Qué es lo que el
Corán enseña acerca del perdón?»,
«¿Podría mostrarte lo que la Biblia en-
seña?». Preguntas como éstas demues-
tran que tienes interés por las cosas
importantes y trascendentes de la vida.
5. Escucha atentamente. Cuando ha-
ces una pregunta, la cortesía requiere
que escuches la respuesta sin importar
cuán larga sea. Te sorprenderás de todo
lo que aprenderás.
6. Presenta tu fe abiertamente y sin
32
temor. Define lo que crees. Claramente y
sin pedir disculpas, mostrando, si es po-
sible con las Escrituras, los pasajes que
apoyan esas enseñanzas. De esta mane-
ra colocas la responsabilidad de la doc-
tri na en la Pa la bra de Dios, don de
corresponde.
7. Razona, no discutas. Con un argu-
mento puedes ganar un punto pero per-
der a un oyente. Hay algunos puntos con
los que podrás discutir siempre sin lo-
grar nada, pero quizás consigas que se
cierre una mente en tu contra.
8. Nunca denigres ni a Mahoma ni al
Corán. Esto es una ofensa para ellos, así
como la falta de respeto a Cristo o la Bi-
blia lo es para nosotros.
9. Respeta sus costumbres y suscepti-
bilidades. No ofendas colocando tu Bi-
blia (un li bro san to) en el sue lo, o
mostrando demasiada libertad con el
sexo opuesto, o rechazando la hospitali-
dad, o haciendo bromas acerca de temas
sagrados como el ayuno, la oración o
Dios.
10. Persevera. Los musulmanes tie-
33
nen mucho que revisar cuando deben
enfrentarse al Evangelio. Pero puedes
estar seguro de que la Palabra de Dios
hará su trabajo cuando llegue el mo-
mento.
Dificultades en nuestro
acercamiento
Cabe mencionar algunas situaciones y
circunstancias que llegan a operar como
verdaderos obstáculos al intentar un
acercamiento:
1. El idioma. La primera dificultad
que encontramos seguramente podría
llegar a ser la comunicación. El idioma
es realmente un verdadero obstáculo.
2. El temor. Puede surgir al verles en
la televisión como fanáticos y obcecados
en su religión y tradición, lo que produce
un cier to re cha zo con tra dic to rio en
nuestro intento de querer compartir el
Evangelio.
3. Los prejuicios. Estos anidan en
nuestro interior, ya sean producto de
nuestra propia experiencia o grabados
34
desde nuestra infancia. También acre-
cientan esa barrera.
4. El desconocimiento. No saber qué
decir o qué y cómo responder a sus pre-
guntas. El desconocimiento de su propia
teología, religión o sus orígenes parece
que nos pone en inferioridad de condi-
ciones y limita nuestro testimonio.
Aunque podríamos añadir otros pun-
tos, reiteramos dos de los mencionados,
por su importancia: uno es el temor, y
otro, la falta de información para res-
ponder a sus preguntas u objeciones.
Este pequeño libro se centra precisa-
mente en esta última razón. No se trata
de un tratado de apologética cristia-
na-musulmana. Tampoco es un tratado
histórico-religioso, aunque de manera
somera contenga algo de ello en su conte-
nido. Es un intento de dar respuestas cla-
ras y comprensibles a preguntas difíciles.
¿Difíciles? No, en realidad no lo son tan-
to. Más bien son interrogantes que no es-
tamos acostumbrados a hacernos. De ahí
nuestra intención de ofrecer algunas res-
puestas, con el único fin de que nuestro
35
vecino o contacto musulmán se quede re-
flexionando sobre ellas. A su tiempo el
Señor traerá luz y revelación a sus men-
tes y corazones.
Consideraciones generales
Para aquellos que provenimos de un con-
texto cultural cristiano, tanto si experi-
mentamos una fe viva o tradicional,
escuchar una presentación del Evangelio
que nos hable de la necesidad del perdón
de nuestros pecados o de la muerte de Je-
sucristo en la cruz del Calvario, son as-
pectos que, entre otros, no plantean
mayores dificultades al momento de de-
cidir aceptar o rechazar el mensaje.
Sin embargo, para aquellos que pro-
vienen de otro trasfondo cultural, mu-
chos tópicos del mensaje presentado,
incluida la terminología evangélica, se
convierten en verdaderos obstáculos a la
hora de tomar una decisión por Cristo.
Lo cual significa que la cultura contiene
ingredientes que ayudan o dificultan la
comprensión del mensaje.
A causa de ello, vemos la necesidad de
36
resaltar aspectos culturales que abrirán
puertas y mantendrán a nuestro contac-
to de trasfondo islámico con una mente
dispuesta a escuchar.
Cultura y tiempo
Cualquier aspecto de la vida en la cultura
musulmana está basado en las relaciones
personales. Su paradigma cultural tiene
sus raíces en la colectividad a diferencia
de la individualidad que prevalece en
nuestra cultura occidental. Por consi-
guiente, a la hora de tomar decisiones, se
las hace considerando el entorno de la
gran familia, que para ellos adquiere un
peso trascendente.
Otro aspecto muy importante a ser te-
nido en cuenta, está relacionado con el
tiempo. La inversión de tiempo para lo-
grar cierta profundidad en las relaciones
es fundamental si queremos compartir
el mensaje. Nosotros decimos que el
tiempo es oro. Para ellos la riqueza está
en las relaciones. Para nosotros, lo im-
portante es la productividad en el menor
tiempo posible. Ellos consideran que es-
37
tablecer una base de relaciones profun-
das abre las puertas para compartir las
cosas importantes y trascendentes de la
vida, como sería en este caso, el mensaje
de Dios que queremos compartirles.
El tiempo dedicado para establecer
una relación sólida y de confianza es una
inversión que sin duda, en la opinión de
todos los que trabajamos con este enfo-
que de ministerio, dará como resultado
la oportunidad de ser escuchados con
interés y atención y, en muchos casos,
con una decisión positiva hacia el Evan-
gelio.
Por ello, es necesario trabajar con la
mirada puesta en la obra del Espíritu
Santo, que a su tiempo traerá sus frutos,
y no en la obsesión desenfrenada por lo-
grar objetivos y números para luego
compartir resultados.
La lucha espiritual
Muchas veces tendemos a colocar en un
mismo plano de igualdad a la religión y
al practicante de la misma. Condenamos
tanto a una como al otro. No obstante,
debemos recordar siempre que nuestro
38
enemigo no es la persona que profesa el
islam, sino las fuerzas de oscuridad que
se es con den de trás de sus leyes y
principios.
Por ello, cuando queramos compartir
el Evangelio tendremos la necesidad de
vivir cada día bajo el gobierno y plenitud
del Espíritu Santo. En verdad, esto no es
solo requisito para trabajar con musul-
manes, sino una demanda de Dios para
nuestras vidas diariamente.
Una vida transformada por Dios vale
más que todo conocimiento intelectual y
más que toda palabra bien articulada que
salga de nuestra boca. El musulmán an-
hela ver vidas coherentes con la verdad
explicada.
El vivir a Cristo impacta sus vidas,
despierta su curiosidad, pone en eviden-
cia su propia necesidad y vacío y produ-
ce inquietud de búsqueda.
Y aun así, vivir a Cristo en el poder del
Espíritu Santo no es garantía de conver-
sión, sino que tan solo evidenciará la lu-
cha de poderes; la batalla espiritual, que
se lleva a cabo en su mente y corazón. Y
39
nosotros la percibiremos en nuestro es-
píritu.
La Palabra de Dios nos anima a consi-
derar que «las armas de nuestra milicia
no son carnales, sino poderosas en Dios
para la destrucción de fortalezas» (2
Corintios 10.5) y que «nuestra lucha no
es contra carne y sangre, sino contra
principados, contra potestades, contra
los gobernadores de las tinieblas de este
siglo, contra huestes espirituales de
maldad en las regiones celestes» (Efe-
sios 6.12).
Como pueblo de Dios, tenemos armas
espirituales poderosas para ser más que
vencedores frente a nuestro enemigo:
1. El Evangelio en sí mismo es poder
de Dios (Romanos 1.16).
2. La Palabra de Dios es la espada del
Espíritu (Efesios 6.17).
3. Jesús, quien vive en nosotros, es
mayor que quien gobierna este mundo
(1 Juan 4.4).
4. Tenemos la certeza de la respuesta
de Dios a nuestra oración (Jeremías
33.3).
40
5. Tenemos el poder del Espíritu San-
to para luchar contra los demonios y pa-
ra obrar milagros y sanidades (Mateo
10.1).
Y es por ello que resaltamos como re-
quisito indiscutible el vivir en la pleni-
tud del Espíritu. Considere que todo
trabajo de evangelización es una lucha
espiritual más que intelectual, sin des-
preciar el valor del conocimiento.
Vida de oración
Hay otro requisito que viene estrecha-
mente ligado al anterior. Me refiero a la
vida de oración del creyente. Una vida
llena del Espíritu Santo es una vida don-
de la relación con el Señor de señores es
permanente y sin tapujos. No hay pleni-
tud en el Espíritu sin una vida de ora-
ción plena.
Por ello, al compartir nuestra expe-
riencia y la Palabra de Dios con un mu-
sul mán, de be mos ase gu rar nos en
oración de que el Espíritu tome todo
control de nuestras vidas y palabras y de
que Él obre en sus vidas rompiendo el
41
velo que les ciega ante la revelación de la
Palabra de Dios.
La oración mueve montañas, y tam-
bién nuestra oración por los musulma-
nes mueve sus corazones a la búsqueda
del verdadero Dios.
Amor y obediencia
Algo que adquiere gran relevancia, son
las motivaciones por las que queremos
compartir el mensaje.
Sin duda que el amor es una razón o
fuerza poderosa para desear compartir
el Evangelio. «De gracia recibisteis, dad
de gracia» (Mateo 10.8) nos dice el Se-
ñor. Todo argumento que queramos
presentar a nuestro contacto musul-
mán, él podrá refutarlo con los suyos
propios, pero el amor es algo contra lo
cual no podrá oponer ningún argumen-
to. El amor que proviene de un corazón
en el cual Cristo reina podrá ser acepta-
do o rechazado pero nada más.
Otra razón que debemos considerar en
nuestra motivación y que muchas veces
no es tenida en cuenta es la obediencia.
Compartimos el Evangelio porque es un
42
mandato de Dios, sin importar el tras-
fondo cultural o religioso de la otra per-
sona. Tener claro esto nos ayudará a no
fundamentar nuestro testimonio en am-
bigüedades emocionales, y a no sentirnos
frustrados cuando esperamos frutos de
nuestro trabajo y éstos tardan en llegar.
La obediencia sumergida en un ver-
dadero espíritu de amor, nos permitirá
ver –por la gracia de Dios– resultados
positivos en nuestro acercamiento a las
personas musulmanas.
Plenitud del Espíritu, vida de oración
y obediencia en amor son los requisitos
indispensables para buscar un acerca-
miento a nuestro amigo o amiga musul-
mán.
43
3
La Biblia y el Corán,
similitudes y diferencias
45
mento como del Nuevo? Al respecto hay
que aclarar que, aun cuando en las Bi-
blias en idioma árabe el nombre de Dios
se traduce por «Alá», en esencia el carác-
ter del mismo expresado en las Sagradas
Escrituras difiere diametralmente del
Dios presentado en el Corán.
Dios
En el Corán
1. Dios es el Creador del universo y de
cada ser humano, pero él es trascenden-
te, es decir, separado de la creación. No
hay ninguna relación entre el Creador y
la creación (Corán 55.1-78; 6.100-101)
2. Dios no tiene hijos. Jesús no puede
ser adorado como Dios. Creer en la Tri-
nidad es ser politeísta. Adorar a más de
un solo dios es el peor de los pecados
para el islam; es un pecado que no puede
ser redimido ni perdonado, puesto que
46
no hay más que un solo Dios (C 5.72-73;
4.171-172).
3. Dios no es el padre de Jesucristo. Él
es el Dios Omnipotente y misericordioso.
El Corán acusa a los cristianos de adorar a
tres dioses: Dios, Jesús y María. Su teolo-
gía expresada en términos matemáticos
es 1 + 1 + 1 = 3. Debemos dejar claro que
ningún cristiano (seguidor fiel de Jesús y
sus enseñanzas) acepta este concepto de
Trinidad. Nuestra compresión radica en
la ecuación de 1 x 1 x 1 = 1. Su error sin
duda radica en que esta era la concepción
de la Trinidad que describieron los cristia-
nos de su tiempo al profeta islámico
Mahoma (C 9.30-31).3
En la Biblia
1. Dios ha creado al hombre y la mujer a
su imagen y los ha hecho sus compañe-
ros. Él ha revelado su naturaleza en su
47
creación. Jesús es el puente que une a
Dios con sus criaturas (Juan 1.1-2).
2. Jesús es el Hijo único de Dios, en
sentido espiritual y no carnal. Jesús vino
a esta tierra como ser humano siendo
Dios. El Padre, el Hijo y el Espíritu son
un solo Dios trinitario (Juan 1.1-2).
3. Dios es el Padre de Jesucristo y el
Padre de todos los que crean en su Hijo
(Romanos 8.15-17). La Trinidad está
compuesta por el Padre, el Hijo y el Espí-
ritu Santo. María era solo un simple ser
humano y no tiene ningún lugar en la
Trinidad (Mateo 28.19).
Jesús
En el Corán
1. Jesús (Isa)4 fue creado por Dios y su
palabra e implantado en María por el
poder de Dios. No es más que un ser hu-
mano (C 3.59; 5.75, 116-117).
2. Jesús fue uno de los profetas más
importantes de la historia, pero Maho-
48
ma es el último de los profetas, llamado
«el sello de los profetas» (C 33.40; 6.16).
Moisés e Isaías ya anunciaban la venida
de Mahoma en el Antiguo Testamento.
En el Nuevo Testamento Jesús mismo
anuncia a Mahoma (C 2.57 y ss.; 7.157).
3. Jesús no fue crucificado y no resuci-
tó. La crucifixión habría sido un fracaso
humillante para Jesús. En el caso de que
hubiera muerto en la cruz, no habría po-
dido conseguir la redención de la huma-
nidad. El Corán no es claro sobre el fin de
la vida de Jesús. Sin duda, Dios lo llevó al
cielo en presencia de sus enemigos. Des-
pués, algún otro hombre fue crucificado
en su lugar (C 4.157-158).
En la Biblia
1. Jesús fue concebido por obra del Espí-
ritu Santo. Siendo un verdadero ser hu-
mano y verdadero Dios al mismo tiempo
(Lucas 1.35).
2. Jesús ha entrado en el mundo como
el Salvador y el Redentor anunciado en el
Antiguo Testamento. Como Hijo de Dios
es superior a los otros profetas y anunció
49
la venida del Espíritu Santo como conse-
jero (Juan 14.16). Mahoma no ha sido a-
nunciado en la Biblia y ni siquiera cumple
las condiciones bíblicas exigidas para ser
un profeta de Dios (Hechos 10.43).
3. Jesús murió en la cruz según la vo-
luntad de su Padre. Fue puesto en la
tumba –custodiada por guardias que
responderían con sus vidas ante el Im-
perio Romano por cualquier descuido—
y resucitó de los muertos al tercer día.
De esta manera consiguió la victoria so-
bre el pecado y la muerte; como repre-
sentante de la humanidad es el que ha
obrado la redención (1 Pedro 1.18-19).
Pecado, fe y perdón
El Corán y la Biblia señalan que la volun-
tad de Dios es que los hombres crean en
Él y vivan según sus mandamientos. To-
do aquel que los incumple peca y solo
puede ser perdonado por la misericordia
de Dios. Tanto el Corán como la Biblia
prometen la vida eterna a los que creen.5
50
En el Corán
1. Adán pecó en el Edén comiendo el fru-
to prohibido, pero la comunicación del
hombre con Dios no se cortó por esta
transgresión. Para el islam no hay caída
ni pecado original (C 2.35-39).
2. El hombre es siempre capaz de es-
coger entre hacer el bien o el mal. Él
puede agradar a Dios obedeciendo sus
mandamientos y cumplir haciendo bue-
nas obras. Si incumple los mandamien-
tos, esto no afecta verdaderamente a Él,
porque el hombre siempre peca contra
sí mismo (C 7.19-25).
3. La fe es creer que Dios existe, ser
agradecido y obedecer sus mandamien-
tos (C 2.177).
4. El pecador que se arrepiente espera
obtener el perdón de Dios. El Corán ala-
ba a menudo la misericordia y la gracia
divina, pero en cada caso el pecador no
sabe si recibirá o no el perdón. No está
seguro, en la vida presente, de ir al pa-
51
raíso después de su muerte. Dios es de-
masiado omnipotente para que el hom-
bre pueda determinar con certeza el
comportamiento de esa deidad para con
los hombres (C 7.156; 3.31).
En la Biblia
1. Adán transgredió el mandamiento de
Dios al comer del fruto prohibido. Esta
acción hizo que viniera sobre todos los
hombres el pecado, la muerte y la separa-
ción de Dios. La reconciliación con Dios
solo es posible por la muerte de Jesús (2
Corintios 5.18-19; Romanos 3.20).
2. La naturaleza del hombre queda
corrompida después de la caída. Es inca-
paz de hacer nada para expiar sus faltas.
Si intenta observar la Ley de Dios, en
principio no hará más que hundirse en
el pecado. Cada uno de sus pecados está
dirigido contra Dios (Romanos 3.10-12,
20; Salmos 51.6).
3. La fe es reconocer su estado de pe-
cado y su propia condenación, aceptar la
redención en Jesucristo y vivir según los
52
mandamientos de Dios por el poder del
Espíritu Santo (Hechos 9.1-18).
4. El pecador que se arrepiente tiene
la certeza de que Dios le concede su per-
dón, porque Dios, en su Palabra, así lo
ha prometido (1 Juan 1.9). Cualquiera
que se aplica la muerte de Jesús y acepta
su perdón tiene la seguridad de la vida
eterna (Juan 1.12; 1 Juan 3.1).
En la Biblia
1. La Biblia es la Palabra de Dios. El
Espíritu Santo presidió su redacción y
no puede ser objeto de modificaciones.
Por toda la eter ni dad per ma ne ce rá
54
como su Palabra inmutable (Apocalipsis
22.18).
2. El Espíritu Santo inspiró a diversas
personas, de manera que la Biblia refleja
sus caracteres particulares. Sus propias
personalidades se hacen evidentes en
cada uno de los libros (2 Timoteo 3.16).
3. El Espíritu Santo es Dios mismo y
forma parte de la Trinidad. El Espíritu
Santo trae convicción a los hombres y
mujeres de sus propios pecados y culpa-
bilidad. Su venida en Pentecostés pro-
por cio nó a los hom bres do nes
espirituales que les permiten producir
en ellos frutos dignos de su Dios y Señor
(Génesis 1.26; Juan 14.16; Gálatas 5.22).
55
4
Preguntas y respuestas
57
Palabra. Como se dice en el Evangelio:
«El cielo y la tierra pasarán, pero mis
palabras no pasarán» (Mateo 24.35).
Este es solo uno de los versículos bíbli-
cos que muestran que Dios mismo es el
guardián de las Escrituras, y no el hom-
bre.
Segundo hecho incuestionable: Dios
es más grande y confiable para vigilar
que cualquier humano, porque es pode-
roso y majestuoso. Él ha prometido ex-
presamente cuidar su Palabra y advierte
de las severas consecuencias a cualquie-
ra que intente modificarla.
Sin duda, el que dice que la Torá o el
Evangelio han sufrido modificaciones,
implícitamente está acusando a Dios de
ser débil e incompetente. Por lo tanto,
hay que recalcar que Él es más grande de
lo que podamos llegar a entender o ex-
presar y mantiene su Palabra hasta el día
del juicio.
Una vez más, si decimos que se ha al-
terado la Palabra de Dios se debilita
nuestra confianza y nuestra dependen-
cia de Dios, así como nuestra fe en Él, ya
58
que si no es capaz de proteger su Pala-
bra, entonces, ¿qué esperanza hay para
nuestras almas?
Por otra parte, la creación da testimo-
nio de que Dios es su poseedor y sobera-
no; ahora bien, ¿cómo es posible que
Dios sea capaz de preservar su creación
y no pueda proteger su Palabra?
El detenernos en una revisión tan de-
tallada de este tema es de gran valor a la
hora de compartir el mensaje de salva-
ción con nuestro prójimo musulmán. Y
es particularmente importante exami-
narlo y exponerlo de forma neutral, y no
evitarlo ni rehuir de él. Para ello, pre-
guntas como las siguientes son de gran
ayuda:
—¿Fue Dios quien inspiró la Torá, los
Salmos y el Evangelio?
—¡Sí!
—¿Puede algún hombre ser capaz de
cambiarlos?
—¡No!
—¿Es Dios poderoso, capaz y gran-
dioso?
—¡Sí!
59
—Entonces, ¿cómo podría Él permitir
que no solo un libro sino también la To-
rá, los Salmos, los libros de los profetas y
el Evangelio sean corrompidos? ¿Y có-
mo podría, 600 años después de la re-
dacción del Evangelio, revelar un libro
(el Corán) que nadie pudiera cambiar?
Estas palabras no pueden ser acepta-
das por una mente lógica. ¿Acaso Dios
tiene algún profeta favorito, o alguna
persona, o algún libro preferido? No,
Dios no puede ser así. ¿Es posible que
permita que los seres humanos le ado-
ren durante 600 años a través de un li-
bro co rrom pi do (y esas fue ron
generaciones que adoraron a Dios con
total santidad y pureza) y que, a conti-
nuación, les dé un libro que no puede ser
cambiado? Al aceptar dicho argumento
como cierto, entonces la Palabra de Dios
es correcta: Satanás ha cegado los ojos
del que no cree para que no pueda ver la
verdad.
Para aportar más datos, vale mencionar
que la copia más antigua del Evangelio que
tenemos actualmente data del año 120
60
d.C., y concuerda con el que hoy tenemos
en nuestras manos. Nosotros no necesita-
mos defenderlo, porque su propietario es
más grande que nosotros y es capaz de de-
fenderlo. Voltaire (1694-1778), el filósofo
francés, dijo que en menos de cien años la
Biblia dejaría de existir. Pero él, ateo y de-
tractor de la fe cristiana, murió, y su casa
fue vendida y se convirtió, irónicamente,
¡en una imprenta donde se producían Bi-
blias! De forma similar, muchos tratan de
destruir la roca, pero la roca sigue siendo
fuerte e inamovible.
65
Y en otro versículo:
Los borrachos no heredarán el reino de
Dios (1 Corintios 6.10).
71
También dijo:
No lo que entra en la boca contamina al
hombre […]. Pero lo que sale de la boca, del
corazón sale; y esto contamina al hombre
[…]. Porque del corazón salen los malos
pensamientos, los homicidios, los
adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los
falsos testimonios, las blasfemias. Estas
cosas son las que contaminan al hombre
(Mateo 15.11, 18-20).
Así que lo que comemos o bebemos de-
pende de la libertad y de las preferencias
de cada uno, de lo que uno pueda aceptar
para sí mismo. Por ejemplo, cada pueblo
tiene diferentes costumbres respecto a la
comida y la bebida. Algunas personas en
África y otros lugares comen culebras, ra-
nas y hormigas, y esto no afecta a su rela-
ción con Dios. Lo im por tan te es el
corazón.
Muchos se empeñan en no comer car-
ne de cerdo, pero van tras las prostitu-
tas, o mienten, o engañan, o hablan mal
de sus amigos o pecan con el pensa-
miento. No negamos que la carne de to-
dos los animales puede ser peligrosa si
no se obtiene, preserva o se cocina ade-
72
cuadamente, pero las naciones desarro-
lla das han co mi do car ne de cer do
durante mucho tiempo y no han tenido
mayores problemas sanitarios de los vi-
vidos en otras latitudes.
80
dar una parte de los ingresos de cada
uno de sus fieles a su centro de reunión;
asimismo impone la peregrinación, al
menos una vez en la vida, a la ciudad de
La Meca. En caso de que por alguna ra-
zón de peso un musulmán no pueda
cumplir con dicho viaje, debe financiar a
otro para que lo haga en su lugar.
Nosotros, los cristianos, creemos lo
que dice el Evangelio: que todo verdade-
ro creyente en el Mesías entrega su vida
en sus manos. Por lo tanto, todo su dine-
ro, hijos, posesiones, etcétera, pertene-
cen a Dios, por cuanto todo viene de Él.
Como un símbolo de su amor hacia
Dios, cada creyente debe dar, al menos,
una décima parte de sus ingresos men-
suales a la obra de Dios; en esto consiste
el diezmo. Además, cada creyente debe
ayudar a los necesitados, los pobres, los
enfermos y las personas afectadas por
desastres naturales o guerras.
¿Y qué hay de la peregrinación a los
Santos Lugares? Hacer un viaje a luga-
res representativos de nuestra fe puede
ser hermoso, pero no cambia la natura-
81
leza del hombre. El Evangelio deja claro
que la única forma de alcanzar el perdón
de los pecados es arrepentirse y recono-
cer al Mesías como nuestro redentor.
Muchas personas visitan la iglesia de
la Natividad u otros lugares en Belén y
se ven afectadas emocionalmente, pero
después de uno o dos meses vuelven a su
antigua forma de vivir pecaminosa. No
es posible que marchar alrededor o den-
tro de edificios de ladrillos beneficie es-
piritualmente a un hombre. Un cambio
de corazón es lo que es importante para
Dios, y esto viene a través de la fe verda-
dera en el Mesías y por obedecer sus
mandamientos.
90
Por eso me ama el Padre, porque yo pongo
mi vida, para volverla a tomar. Nadie me
la quita, sino que yo de mí mismo la
pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo
poder para volverla a tomar. Este
mandamiento recibí de mi Padre (Juan
10.17-18).
92
nal? Creemos que viene un día en el que
rendiremos cuentas: el día del juicio.
Cada hombre estará de pie ante Dios y
tendrá que rendir cuentas de lo que ha
hecho en su vida, sea bueno o malo. Y
nuestra fe, basada en el Evangelio, es
que todo el que sea creyente, nacido de
nuevo por el Espíritu en el nombre de
Isa el Mesías, entrará al cielo ese día del
Juicio. El que no sea un verdadero se-
guidor del Mesías pasará la eternidad en
el infierno.
93
deroso! Pero esta es la forma que debió
tomar para cumplir las profecías, identi-
ficarse con nuestro padecer diario, com-
prendernos desde nuestra vida limitada,
ofrecer su vida a cambio de la nuestra,
obrar el milagro de tomar de nuevo su
vida y demostrar su poderío sobre la
muerte y el pecado. El encarnarse, lejos
de ser una muestra de debilidad, es una
manera portentosa de mostrar su poder
absoluto.
Por otra parte, su naturaleza divina es
la naturaleza de Dios; Él es la imagen de
Dios en la tierra, la verdadera encarna-
ción de Dios el Hijo. Esta naturaleza di-
vina se pone de manifiesto en las obras
que Él hizo: obras de Dios, como resuci-
tar a los muertos y curar a los enfermos;
grandes milagros, como alimentar a las
multitudes con un poco de pan y pesca-
do, y ejercer autoridad sobre la natura-
leza; perdonar los pecados de los que
obraban mal; aceptar la adoración de la
gente o sanar los ojos de aquellos que
habían nacido ciegos.
Sabemos que Dios es celoso y no per-
94
mite a nadie ser igual que Él, sobre todo
en sus atributos de Creador. Solo Dios es
creador, sanador y proveedor, y no hay
nadie como Él. Él dice: «Sea», y es; Él es
el único juez, y el que envía los mensaje-
ros. Cualquier persona que adora a cual-
quier otro es un incrédulo. Él dice: «Yo
soy Dios y no hay nadie como yo, y mi
gloria no doy a otro» (Isaías 42.8).
Ahora bien, nos encontramos con es-
tas características y obras en el Mesías.
Y vemos que Cristo tiene todas estas ca-
racterísticas porque es Dios mismo, y no
hay diferencia entre Dios y su Espíritu o
su Palabra. El Mesías es la Palabra de
Dios hecha carne. Pues Dios mismo ha-
bita en el cielo y lo llena todo. Si el ángel
Gabriel fue capaz de mostrarse como un
hombre a los profetas, acaso el Creador
de Gabriel y de todos los ángeles ¿no
será capaz de revelarse en forma de ser
humano? Ciertamente, Dios habló a
Moisés desde el fuego y habló con él una
segunda vez desde la montaña. También
habló a la gente a través de sueños y vi-
siones en el pasado, ¿acaso Él no puede
95
hablar con nosotros a través de su pala-
bra hecha carne?
Esto es lo que el Mesías dijo: «Yo y el
Padre somos uno» (Juan 10.30). Y «na-
die subió al cielo sino el que descendió
del cielo, el Hijo del hombre, que está en
el cielo» (Juan 3.13). Por lo tanto, el Me-
sías fue un hombre en cuanto al cuerpo,
pero en su espíritu siguió siendo divino.
Él poseía la autoridad divina, y podemos
decir que fue la imagen de Dios en la tie-
rra, que declaró su amor a todos. Lo que
murió en la cruz fue su cuerpo humano,
pero su divinidad nunca morirá. Es
como una botella llena de aire: el aire
que hay en el interior de la botella es el
mismo que el aire que hay fuera. Ambos
son una misma cosa. Si rompemos la bo-
tella, lo que se rompe es el vidrio; el aire
no se ve afectado. De la misma manera,
el cuerpo humano de Cristo fue que-
brantado, pero su naturaleza divina no
cambió. Sin duda, aceptar a Jesús como
Dios encarnado es muy diferente en la fe
que aceptarlo solo como un profeta,
96
como lo hacen nuestros amigos musul-
manes por causa de sus enseñanzas.
Ciertamente, en su naturaleza huma-
na Él es profeta, mensajero, hombre,
siervo, hijo de hombre, etcétera. Pero en
su naturaleza divina, Él es Dios encarna-
do. Y nosotros debemos creer en el Me-
sías totalmente, y no solo en parte, para
obtener la vida eterna.
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Epílogo
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