Belizan

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*1005217282*

BELIZÁN, MANUEL LUIS - RECURSO DE INCONSTITUCIONALIDAD (EXPTE.


774/13) EN AUTOS: "BELIZAN, MANUEL LUIS S / ROBO CALIFICADO POR
HOMICIDIO RESULTANTE - SALIDAS TRANSITORIAS -" (EXPTE. 1534/12) S/
RECURSO DE INCONSTITUCIONALIDAD (QUEJA ADMITIDA)

21-00509230-9

En la ciudad de Santa Fe, a los dos días del mes de


junio del año dos mil quince, se reunieron en acuerdo los
señores Ministros de la Corte Suprema de Justicia de la
Provincia, doctores Daniel Aníbal Erbetta, María Angélica
Gastaldi, Rafael Francisco Gutiérrez y Mario Luis Netri,
con la integración del señor Juez de Cámara doctor Oscar
José Burtnik, bajo la presidencia del señor Ministro decano
doctor Eduardo Guillermo Spuler, a fin de dictar sentencia
en los autos caratulados “BELIZÁN, MANUEL LUIS - RECURSO DE
INCONSTITUCIONALIDAD (EXPTE. 774/13) EN AUTOS: 'BELIZÁN,
MANUEL LUIS S/ ROBO CALIFICADO POR HOMICIDIO RESULTANTE
-SALIDAS TRANSITORIAS-' (EXPTE. 1534/12) sobre RECURSO DE
INCONSTITUCIONALIDAD (QUEJA ADMITIDA)”, (Expte. C.S.J.
CUIJ N°: 21-00509230-9). Se resolvió someter a decisión las
siguientes cuestiones PRIMERA: ¿es admisible el recurso
interpuesto? SEGUNDA: en su caso, ¿es procedente? TERCERA:
en consecuencia, ¿qué resolución corresponde dictar?
Asimismo, se emitieron los votos en el orden que realizaron
el estudio de la causa, o sea, doctores: Erbetta, Gastaldi,
Netri, Gutiérrez, Spuler y Burtnik.
A la primera cuestión, el señor Ministro doctor
Erbetta dijo:
Mediante acuerdo registrado en A. y S. T. 253, pág.
268, esta Corte admitió la queja por denegación del recurso
de inconstitucionalidad interpuesto por la defensa de
Manuel Luis Belizán contra la resolución 451, del 27 de
diciembre de 2012, dictada por la Sala Tercera -integrada-
de la Cámara de Apelación en lo Penal de Rosario.
El nuevo examen de admisibilidad que impone el
artículo 11 de la ley 7055 -con los principales a la vista-
me conduce a ratificar esa conclusión, en el entendimiento
de que se encuentran cumplidos todos los requisitos formales
de la vía intentada, incluso la actualidad del agravio, no
obstante lo dictaminado por el señor Procurador General (fs.
30/33v.).
Ello es así, considerando la mutabilidad de las
calificaciones de concepto y conducta que se toman en cuenta
para avanzar en el régimen progresivo de cumplimiento de la
pena privativa de libertad y para acceder a las salidas
transitorias -que se elaboran trimestralmente-, así como la
obligación de las autoridades penitenciarias de reincorporar
al interno al régimen del que fuera excluido en el caso que
mejoren las calificaciones (vide ley 11661 -que adhiere a la
ley 24660- y decreto reglamentario 598/2011, fundamentalmente
en sus arts. 23 y 132).
Sentado ello, atendiendo al motivo por el que fueron
denegadas las salidas transitorias en el caso -la aplicación
de una norma cuya constitucionalidad se discute-, se advierte
la definitividad de la cuestión, así como la actualidad del
planteo dada la posibilidad de que al momento de resolverse
el presente recurso el interno reúna nuevamente los
requisitos para acceder al beneficio peticionado,
configurándose como único obstáculo la disposición del
artículo 56 bis de la ley 24660.
Voto, pues, por la afirmativa.
A la misma cuestión, la señora Ministra doctora Gastaldi
dijo:
En el nuevo examen que prescribe el artículo 11 de la
ley 7055, con los principales a la vista, ratifico la
admisibilidad del recurso deducido por la defensa técnica de
Belizán conforme lo expusiera esta Corte en A. y S. T. 253,
pág. 268. Criterio del cual no creo necesario apartarme, no
obstante lo dictaminado por el señor Procurador General a
fojas 30/33v.
En efecto, debe viabilizarse la admisibilidad, ante la
posible afectación de garantías y principios constitucionales
cuya consideración habría sido omitida por el A quo; con
apartamiento de disposiciones legales y convencionales
(arts. 5.6, C.A.D.H.; 10.3, P.I.D.C.P.; 16, 18 y 75, inc.
22, C.N.; 7, 8 y 9 Const. Prov.; 1 y 6, ley 24660).
Voto, pues, por la afirmativa.
A la misma cuestión, el señor Ministro doctor Netri
dijo:
En el nuevo examen de admisibilidad que prescribe el
artículo 11 de la ley 7055, con los principales a la vista,
ratifico la admisibilidad del recurso interpuesto por la
defensa técnica de Belizán, estimando que se encuentran
satisfechos los recaudos formales de la impugnación, así
como también que el planteo recursivo ostenta entidad
constitucional suficiente como para operar la apertura de
esta instancia de excepción, no obstante lo dictaminado por
el señor Procurador General (fs. 30/33v.).
Voto, pues, por la afirmativa.
A la misma cuestión, el señor Ministro doctor
Gutiérrez, el señor Ministro decano doctor Spuler y el
señor Juez de Cámara doctor Burtnik expresaron idénticos
fundamentos a los expuestos por el señor Ministro doctor
Erbetta y votaron en igual sentido.
A la segunda cuestión, el señor Ministro doctor
Erbetta dijo:
A los fines de una acabada comprensión de la cuestión
a decidir, cabe en primer término relatar lo ocurrido en la
causa:
1.1. En fecha 8.05.2012 Manuel Luis Belizán, por
derecho propio y sin patrocinio letrado, solicitó su
incorporación al régimen de salidas transitorias (f. 1,
expte. 1534/12).
1.2. Elaborados los informes pertinentes vinculados al
tratamiento penitenciario del condenado, el Director del
Instituto Correccional Modelo de Coronda dictó en fecha
10.07.2012 la disposición N° 1272/12, por la cual se
incorporó a Belizán al período de prueba, pero sin proponer
su incorporación al régimen de salidas transitorias, con
fundamento en que la asesoría letrada del Instituto
advirtiera que resultaba aplicable la cláusula impeditiva del
artículo 56 bis de la ley 24660 (fs. 15/v., expte. 1534/12).
1.3. Corrida vista al Fiscal, se opuso a la concesión de
las salidas transitorias “...teniendo en cuenta el delito por
el que fuera condenado el interno...” (f. 16v., expte.
1534/12), mientras que la Defensora oficial a quien se
corriera traslado postuló se haga lugar a lo solicitado (fs.
19/20, expte. 1534/12).
Por su parte, el Juez de Primera Instancia de Distrito
en lo Penal de Ejecución de Coronda rechazó la petición.
Expuso como fundamento que si bien no consideraba “...feliz
ni conveniente el cometido legislativo plasmado en la ley N°
25.948...” en función del principio de progresividad del
cumplimiento de la pena privativa de libertad y de su fin
resocializador, debía aplicar la norma prohibitiva, en el
entendimiento de que “...debe respetarse la voluntad del
legislador...”. Concluyó así que “...no obstante considerarla
a nuestro juicio desacertada e inconveniente, este Juzgado no
encuentra mérito con entidad suficiente, para considerar
inconstitucional a la reforma de la ley 25.948...” (fs.
21/22v., expte. 1534/12).
1.4. Apelada la decisión por el penado, la Defensora
General de Cámara de Rosario expresó agravios aduciendo que
“...los parámetros objetivos para acceder a las salidas
transitorias no fueron puestos en dudas...”. Así, centró sus
cuestionamientos en el artículo 56 bis de la ley 24660,
peticionando que éste no sea aplicado, o bien que sea
declarado inconstitucional en el caso concreto por ser
contrario a la finalidad de resocialización que tiene en
nuestro sistema la pena privativa de libertad (fs. 27/28v.,
expte. 1534/12).
Corrida vista al Fiscal de Cámara, sostuvo que a su
criterio “...los ya citados artículos resultan prima facie
inconstitucionales...”, por atentar contra los fines de la
ley 24660 que contempla un régimen progresivo. Agregó que
“...para el caso de que sea declarada la inconstitucionalidad
del art. 56 bis de la ya mencionada ley 24.660, en este
caso concreto, estimo se dan por parte de Belizán las
condiciones para acceder a las salidas transitorias...”
(fs. 30/v., expte. 1534/12).
1.5. Al resolver el recurso, la Sala Tercera
-integrada- de la Cámara de Apelación en lo Penal de
Rosario, por decisión N° 451 del 27.12.2012, confirmó -por
mayoría- el auto apelado (fs. 37/48, expte. 1534/12).
En el voto del señor Juez de Cámara doctor Crippa
García, luego de cuestionarse el modo en que se elaboran
las calificaciones de conducta y concepto por parte de los
organismos carcelarios, se analizó la norma en crisis,
entendiéndose que es constitucional y que su aplicación
deviene ineludible. Se consideró para ello que la ley que
la contiene fue dictada siguiendo el procedimiento
constitucional, que no resulta violatoria del derecho a la
igualdad -por tratarse de hechos que “por su entidad,
gravedad y magnitud conmueven a la sociedad”-, ni una
manifestación de derecho penal de autor. Asimismo, se
señaló que responde a una decisión de política criminal de
los Poderes Legislativo y Ejecutivo, por lo que su no
aplicación implicaría “...obrar contra legem, y
desequilibrar el sistema constitucional de los tres
poderes...”.
Se sostuvo en consecuencia que “...la resolución
puesta en crisis debe confirmarse, no tanto por las
motivaciones argumentales sobre el penado, sino
fundamentalmente, por la prohibición establecida en la ley,
y como lo entendió la Fiscalía de Cámara, que admitiría o
dictaminaría favorablemente, sólo en caso de declararse la
inconstitucionalidad de la norma en cuestión, lo que no ha
sido receptado...” (fs. 37/39, expte. 1534/12).
Por su parte, el señor Juez de Cámara doctor Ríos, en
su voto en disidencia, concluyó que la norma en cuestión
resulta inconstitucional, enfatizando que tanto la defensa
como la fiscalía coincidieron en su inconstitucionalidad y
en el cumplimiento por parte de Belizán de las condiciones
para acceder a las salidas transitorias.
Para motivar su postura, analizó la posibilidad del
control de constitucionalidad judicial incluso de oficio y
sostuvo que si bien es viable en algún supuesto la no
aplicación de una disposición legal sin necesidad de resolver
su invalidación, ésta resulta procedente en el caso, por
incurrir el artículo en “inconstitucionalidad manifiesta”. En
este sentido, estimó que la norma es contraria a la
resocialización como finalidad de la ejecución de la pena
privativa de libertad (prevista en la ley 24660 y en las
Convenciones Internacionales de Derechos Humanos) y
violatoria del principio de igualdad, ya que el objetivo de
reinserción del condenado en la base social se procura
mediante un régimen progresivo que implica creciente
acercamiento a la libertad, que se ve impedido a personas
condenadas por determinados delitos, afectándose la necesaria
igualdad de trato (fs. 39/45, expte. 1534/12).
Finalmente, el señor Juez de Cámara doctor Prunotto
adhirió al criterio del Vocal que votara en primer término,
agregando: que privar al Congreso Nacional de la posibilidad
de utilizar herramientas de política criminal implicaría
afectar la propia existencia de la sociedad; que el control
de constitucionalidad debe efectuarse “...sopesando todos
los bienes jurídicos y derechos en juego...”; y que, más allá
de no considerar acertada la norma, declarar su
inconstitucionalidad implicaría una intromisión en las
facultades del Poder Legislativo. Entendió asimismo que,
según las Reglas Mínimas para el tratamiento de los reclusos,
el régimen preparatorio para la liberación puede efectuarse
dentro del penal y refirió los fallos de esta Corte Suprema
de Justicia sobre libertad condicional.
1.6. Contra tal pronunciamiento interpone la Defensora
particular de Belizán -doctora Guirado- recurso de
inconstitucionalidad (fs. 1/20).
Al fundar la procedencia de la vía, expresa que el único
motivo por el cual el Juez de Ejecución Penal de Sentencia y
luego la Cámara de Apelación no incorporaron a Manuel Luis
Belizán al régimen de salidas transitorias es porque se
encuentra condenado por el delito previsto en el artículo
165 del Código Penal y, por tanto, en función del artículo
56 bis de la ley 24660 no puede gozar de los beneficios del
período de prueba.
Postula, en consecuencia y en primer término, la
inconstitucionalidad del artículo 56 bis de la ley 24660,
por considerarlo violatorio de los principios de
culpabilidad, “ne bis in ídem”, derecho penal de acto,
proporcionalidad, igualdad, razonabilidad, resocialización
y progresividad penitenciaria.
De este modo, señala que el referido dispositivo legal
choca con el principio de culpabilidad, porque impone al
autor de un delito un reproche mayor al decidido por el
sentenciante al condenarlo. Agrega que hay dos juicios de
reproche por un mismo injusto: el efectuado por el Tribunal
al condenar a Belizán y el realizado por el Juez de
Ejecución al denegarle las salidas transitorias, situación
que conlleva también la violación al “ne bis in ídem”.
Expresa que el artículo 56 bis de la ley 24660 prevé
un “adicional de pena” que aparta al interno del régimen
progresivo penitenciario común, para ubicarlo dentro de uno
“paralelo”; y que le aplica a los condenados por
determinados delitos una “pena extra”, que resulta cruel
y que “...importa una evidente violación al principio de
proporcionalidad de la reacción punitiva con el contenido
injusto del hecho...” (f. 11).
Por otro lado, alega que dicha norma afecta los
principios de igualdad y razonabilidad. En este sentido,
refiere que el artículo 56 bis incurre en un “error” al
aludir a “...los beneficios del período de prueba...”,
porque se trata en realidad de “derechos”, que según el
artículo 12 de la ley 24660 son alcanzables a todos los
condenados, por lo que establecer un distingo en función
del delito cometido para que algunos tengan menos derechos
que otros “...es un criterio discriminador irracional,
injusto y arbitrario que afecta gravemente la igualdad ante
la ley...” (f. 12).
Agrega que el principio de igualdad se violó además en
el caso, dado que el coimputado de Belizán en el proceso
penal -condenado como coautor del mismo delito- obtuvo sus
salidas transitorias en diciembre del año 2012, por cuanto
la Sala Tercera de la Cámara de Apelación en lo Penal de
Rosario, con distinta integración, declaró la
inconstitucionalidad del dispositivo legal en crisis.
En otro orden de cosas, pone de resalto que el artículo
cuya inconstitucionalidad postula atenta contra los
principios de resocialización y de progresividad
penitenciaria (arts. 5.6, C.A.D.H.; 10.3, P.I.D.C.P. y 1, ley
24660). Refiere que esta finalidad resocializadora debe
primar como criterio interpretativo y que la imposibilidad de
obtener salidas transitorias “...inhibe el fin
resocializador ya que cancela y destruye totalmente la
progresividad...” (f. 15). Concluye que sin salidas
transitorias, ni derechos del período de prueba no hay
régimen progresivo, y sin éste la reinserción social no es
posible.
En segundo lugar, plantea que en el caso se violaron
los principios acusatorio, de contradicción, debido proceso e
“in dubio pro reo”. Para fundar este agravio, relata que, tal
como lo resaltara el Vocal disidente en su voto, el Fiscal de
Cámara en su dictamen sostuvo que la norma resultaba “prima
facie” inconstitucional y manifestó que “...para el caso de
que sea declarada la inconstitucionalidad del Artículo 56
bis, en este caso concreto estimo que se dan por parte de
Belizán las condiciones para acceder a las salidas
transitorias solicitadas...” (f. 17v.).
En este sentido, critica que la Sala no hubiera tenido
en cuenta el acuerdo de partes acerca de la
inconstitucionalidad de la norma y del cumplimiento por
Belizán de los requisitos para obtener las salidas
transitorias, entendiendo que “...no puede interpretarse que
la Sala quedó habilitada para declarar o no la
inconstitucionalidad de la norma, en primer lugar, porque
el fiscal fundadamente explica las razones por las que el
artículo 56 bis se encuentra en pugna con la Constitución
Nacional en su dictamen, y en segundo lugar, porque la
declaración de inconstitucionalidad fue materia de agravio
de la defensa...” (f. 19).
Cita en apoyo de su postura lo resuelto por esta Corte
en el fallo “Capozzuca” y concluye que la Alzada incurrió
en arbitrariedad e incongruencia, ya que fue más allá de lo
requerido por el actor penal, contrariando el artículo 402
II del Código Procesal Penal.
2. Conforme lo relatado, la cuestión determinante en
el caso para el rechazo del pedido de salidas transitorias
efectuado por el interno Belizán fue la aplicación del
artículo 56 bis de la ley 24660 -en cuanto inviabiliza la
posibilidad de otorgamiento de los beneficios del período
de prueba a quienes estuvieran condenados por los delitos
que enumera, entre los que se encuentra el previsto en el
artículo 165 del Código Penal por el que cumple pena el
peticionante- norma cuya constitucionalidad ha sido puesta
en crisis.
Frente a este panorama, propiciaré la declaración de
procedencia del presente recurso, en el entendimiento de
que tal disposición legal resulta inconstitucional por
resultar violatoria, fundamentalmente, de los principios de
resocialización, culpabilidad, proporcionalidad de la pena
e igualdad ante la ley.
3. De inicio, cabe reiterar aquí lo expuesto en el
precedente “González, Gonzalo” (A. y S. T. 260, pág. 207)
en relación a la libertad condicional, en cuanto a que la
circunstancia de que la regulación de la ejecución de la
pena privativa de libertad constituya una facultad
legislativa dentro del amplio margen que ofrece la política
criminal, no supone necesariamente el deber de asumir una
actitud “acríticamente contemplativa” (Ferrajoli, Luigi:
“Derecho y Razón. Teoría del Garantismo Penal”, Editorial
Trotta, 1995, pág. 399). Es que, una aplicación mecánica de
la ley llevaría a resignar el ejercicio de la función
preeminente de la jurisdicción: asegurar la supremacía de la
Constitución nacional y de los Tratados Internacionales de
Derechos Humanos (arts. 31 y 75, inc. 22, C.N.) mediante el
control de constitucionalidad y convencionalidad que debe
efectuarse incluso de oficio (cfr. Fallos:324:3219 y
327:3117; y mi voto en A. y S. T. 255, pág. 141).
Asimismo, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha
evaluado las directivas de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos (caso “Almonacid”, 2006), según las cuales
si bien los jueces están sujetos al imperio de la ley y, por
ello, obligados a aplicar las disposiciones legales, cuando
un Estado ha ratificado un Tratado Internacional, en el caso
la Convención Americana sobre Derechos Humanos, sus jueces
también están sometidos a ella y, de este modo, deben ejercer
una suerte de “control de convencionalidad” entre las normas
internas que aplican en los casos concretos y la Convención
Americana sobre Derechos Humanos (v. “Mazzeo”,
Fallos:330:3248).
Por tanto, no se pretende invadir una esfera propia del
Poder Legislativo, sino advertir que, dada su naturaleza, en
la habilitación de poder punitivo la Constitución no sólo
condiciona la actividad de interpretación y aplicación de la
ley sino, antes bien y expresamente, la producción
legislativa; y que si bien la lucha política por el derecho
es de rango legislativo, la primera formulación de la
política criminal está en la propia Constitución y sus
principios penales.
Desde esta perspectiva, la contraposición “Código versus
Constitución”, tiene un valor fundamental y exige a la
Judicatura extremar los principios de máxima taxatividad
interpretativa (los defectos del legislador se sancionan con
una interpretación restrictiva del ámbito de lo punible o con
la inconstitucionalidad) y de limitación máxima de la
respuesta contingente, que hace ya un cuarto de siglo ponía
de manifiesto Baratta (“Principios de Derecho Penal mínimo
para una teoría de los Derechos Humanos como objeto y
límite de la ley penal”, en D.P., 1987, págs. 623 y ss.).
Un entendimiento contrario resulta insostenible en un
Estado “constitucional” de Derecho, en tanto si la función
jurisdiccional se limitara a legitimar cualquier decisión
del legislador, recobraría vigencia la advertencia del
maestro Carrara cuando, hace casi doscientos años,
denunciaba al saber penal que se limitaba a racionalizar
cualquier decisión del poder punitivo para justificarlo,
llamándolo la “schifosa scienza”, porque su función no es
legitimarlo sino limitarlo o contenerlo (Carrara,
Francisco: “Vicisitudes del fundamento del derecho de
castigar”, en “Opúsculos de Derecho Criminal", Vol. I,
Bogotá, 2000, pág. 143).
En conclusión, corresponde a este Tribunal conforme el
sistema de control difuso de constitucionalidad, verificar
la compatibilidad del artículo en cuestión con los
principios que se derivan de las normas superiores
previstas tanto en la Constitución nacional, como en las
Convenciones Internacionales de Derechos Humanos con igual
jerarquía.
4. Sentado lo anterior, debe recordarse que más allá
de la exigencia de que la pena privativa de libertad
implique un trato digno y humano (art. 18, C.N.), ésta debe
además respetar la explícita finalidad reconocida a partir
de la reforma de 1994, con la inclusión, con igual
jerarquía, de los Pactos Internacionales de Derechos
Humanos, que han establecido que debe tener por objetivo
“...la reforma y la readaptación social de los
condenados...” (arts. 5.6, C.A.D.H. y 10.3, P.I.D.C.P.).
De este modo, ese es el marco en el que debe
interpretarse el denominado principio de progresividad de
la pena incorporado en el ámbito infraconstitucional por la
ley 24660. Es que, más allá de la posibilidad real de
alcanzar la finalidad resocializadora por vía de la
separación de la persona de la sociedad libre, al
plantearse aquélla como el objetivo último que debería tener
la pena, se constituye -en nuestro sistema constitucional-
como un límite más al ejercicio del poder punitivo.
Así, las referidas disposiciones convencionales implican
que las leyes que se dicten vinculadas a la ejecución de
estas penas no pueden contrariar tal objetivo, así como que
la idea de reinserción social debe servir de guía en la
solución de cualquier cuestión conflictiva que se presente en
relación a los institutos que se vinculan con la ejecución de
las penas privativas de libertad.
Y tal como se adelantó, es teniendo en miras la
finalidad resocializadora de la pena que la ley 24660
prescribe que “...el régimen penitenciario aplicable al
condenado, cualquiera fuere la pena impuesta, se
caracterizará por su progresividad...” y lo estructura
procurando evitar la permanencia de los condenados en
establecimientos cerrados. Así, promueve en lo posible, y
conforme su evolución favorable, la incorporación de los
internos a instituciones semiabiertas o abiertas o a
secciones separadas regidas por el principio de
autodisciplina, aspirando a que el reintegro a la vida en
libertad no se efectúe abruptamente (arts. 6 y 12).
Conforme lo expuesto, la posibilidad de atemperar la
rigurosidad del encierro a través de los derechos del período
de prueba y luego mediante la libertad condicional ha sido
considerada por la ley 24660 como una herramienta fundamental
teniendo en miras la necesidad de incorporación paulatina y
controlada del penado a la vida libre, es decir, la
progresividad y, por tanto, la resocialización.
Es por ello que una norma que priva a los condenados por
determinados delitos de modo objetivo y absoluto de uno de
los períodos del tratamiento penitenciario (o lo que es lo
mismo de los derechos que éste conlleva), desvirtúa un
derecho fundamental como lo es el de todo condenado a cumplir
su pena dentro de un régimen progresivo que aspire a alcanzar
la finalidad resocializadora. Es decir, al inviabilizar el
artículo 56 bis de la ley 24660 por vía legislativa
cualquier posibilidad de resocialización, por la sola
naturaleza o gravedad del delito que motivara la pena, se
violentan de modo manifiesto las disposiciones
convencionales citadas.
5. En segundo lugar, debe reconocerse que la norma en
cuestión resulta violatoria de los principios de
proporcionalidad de la pena y culpabilidad por el acto
(arts. 18 y 19, C.N.; 9, C.A.D.H. y 15, P.I.D.C.P.), en
cuanto proscriben la imposición de una pena que exceda la
gravedad del injusto y la culpabilidad del autor en el
hecho.
En este sentido, cabe recordar que la Corte Suprema de
Justicia de la Nación en el fallo “Gramajo” dijo que “...la
pena (...) no puede ser cruel, en el sentido que no debe
ser desproporcionada respecto del contenido injusto del
hecho...”, debiendo “...guardar proporcionalidad con la
magnitud del contenido ilícito del hecho o sea, con la
gravedad de la lesión al bien jurídico afectado por el
hecho, porque las previsiones legales expresan tales
magnitudes a través de las escalas penales...”
(Fallos:329:368).
En efecto, las previsiones de los artículos 56 bis de
la ley 24660 (incorporado por ley 25948) y 14 del Código
Penal (luego de la reforma incorporada por ley 25892)
determinan, por vía de un endurecimiento de las condiciones
de ejecución, que en los casos de los delitos enumerados la
pena resulte en los hechos más grave que la impuesta a otro
condenado a la misma pena por un delito no mencionado en
tales normas, resultando por ende la pena por los delitos
enumerados desproporcionada en relación a la gravedad del
injusto y la culpabilidad (como reproche personalizado por
el injusto cometido).
Ello es así, por cuanto la elección por el legislador
de los delitos incluidos en el artículo 56 bis de la ley
24660 (y del artículo 14 del Código Penal) resulta
inexplicable desde el punto de vista de la gravedad del
injusto, al comprobarse que no se han seleccionado todos los
tipos penales que contemplan el resultado muerte, ni tampoco
todos los que tienen prevista pena privativa de libertad
perpetua (de hecho la figura penal por la que fuera condenado
Belizán prevé pena temporal). Paradigmática resulta por
ejemplo la situación de los homicidios calificados, de los
cuales sólo se ha incluido uno (homicidio “criminis causae”)
cuando en la sistemática del Código Penal todos ellos han
sido considerados igualmente graves (art. 80, C.P.).
En este sentido, se ha dicho que “...la situación
ingresa francamente en el terreno de la irrazonabilidad
cuando comparamos los tipos delictivos excluidos de la
libertad condicional, donde -salvo el resultado muerte de una
persona- difícilmente podamos encontrar un denominador común,
tanto en las conductas descriptas por el tipo objetivo,
cuanto en las distintas modalidades que asume el tipo
subjetivo...” (Lascano, Carlos: “El nuevo régimen de la
libertad condicional -ley 25892”, en “Pensamiento penal y
criminológico. Revista de derecho penal integrado”, año V, N°
9, 2004, Editorial Mediterránea).
Cabe referir en similar tenor el voto del doctor Hornos
en el fallo “Soto Trinidad, Rodolfo Ricardo” en cuanto a que
“...no puede colegirse una razón plausible por la que el
legislador nacional, en uso de sus atribuciones
constitucionales (art. 75, inc. 12 de la C.N.), ha escogido
estos delitos en particular para sustraer a sus autores de la
ejecución de la pena junto al resto de los condenados. Si
bien no escapa al análisis la gravedad que estos crímenes
detentan como característica en común, no se explica la
enumeración taxativa establecida. En síntesis, no han quedado
expresados suficientemente los motivos por los cuales el
Congreso de la Nación ha decidido que quienes hayan cometido
estos delitos determinados, no pueden acceder a ningún
mecanismo progresivo de libertad anticipada...” (fallo de la
Sala Cuarta de la Cámara Federal de Casación Penal del
20.12.2013, Registro N° 2557/13).
6. En tercer término, considero que la norma en
cuestión viola asimismo el principio de igualdad (art. 16,
C.N.).
En efecto, al reglamentar el principio en cuestión el
artículo 8 de la ley 24660 dispone, luego de establecer que
las normas de ejecución serán aplicadas sin discriminación
o distingo alguno en razón de raza, sexo, idioma, religión,
ideología, condición social o cualquier otra circunstancia,
que “...las únicas diferencias obedecerán al tratamiento
individualizado...”.
De este modo -más allá de la arbitrariedad de la
selección legislativa de los tipos enumerados que implica
por vía de la desproporción de la pena indirectamente
también una afectación a este principio- la violación luce
manifiesta considerando que genera un régimen de
cumplimiento de la pena privativa de libertad particular y
más gravoso para algunos internos que no se sustenta en un
criterio de diferenciación razonable.
Es que, aun cuando el principio de igualdad no impide
que el legislador establezca distinciones valederas entre
supuestos que estime diferentes, el motivo de la
diferenciación no puede resultar irrazonable y, conforme lo
expuesto, el único criterio admisible para efectuar
distinciones en el régimen penitenciario está dado por lo
ocurrido durante el mismo tratamiento, es decir, por el
esfuerzo personal, la forma de comportamiento y la
evolución demostrada por el interno durante las distintas
fases de cumplimiento.
Esto no ocurre si se priva de los derechos del período
de prueba por el solo hecho de haber sido condenado por un
delito determinado, elaborándose un régimen penitenciario
diferente basado exclusivamente en tal pauta objetiva y sin
considerar en absoluto lo ocurrido durante la ejecución de
la pena.
Si bien se ha invocado para justificar este
endurecimiento en las condiciones de ejecución la “entidad,
gravedad y magnitud” de los delitos enumerados y el modo en
que ellos “conmueven a la sociedad” (vide voto del señor Juez
de Cámara doctor Crippa García a f. 3, expte. CUIJ N°
21-00508926-0), en realidad ello no puede ser admitido desde
el punto de vista del principio analizado.
Es que, aun cuando no se discute que la gravedad del
delito es una pauta razonable para la determinación de la
pena (por el legislador y por el juez en el caso concreto),
no lo es para efectuar distingos en el tratamiento
penitenciario, considerando que las normas superiores no
prevén excepciones a la finalidad resocializadora, de modo
que ésta debe guiar el régimen de cumplimiento de la pena
privativa de libertad en todos los casos, y no sólo en los
menos graves.
No resulta por ende admisible la alusión normativa a la
gravedad del delito para elaborar un régimen de ejecución
diferente y más riguroso, mucho menos si éste se fundamenta
en la negación de otros principios constitucionales y carece
de toda razonabilidad, en tanto sólo parece alimentarse de
una concepción político criminal inocuizadora que no
encuentra lugar alguno en nuestro ordenamiento jurídico.
Cabe referir en este sentido nuevamente lo expuesto por
el doctor Hornos en el fallo citado, en cuanto a que “...en
caso de circunscribirnos a la exégesis del texto legal en
cuestión, estaríamos aceptando la implementación de un
sistema diferenciado o paralelo de ejecución de la pena
privativa de libertad, incompatible con el diseño
constitucional (...) de donde surge claramente que dicha
modalidad debe regirse por un principio progresivo para todos
los condenados. En rigor de verdad, el legislador ha
pretendido trazar una línea divisoria entre los condenados
por los delitos enumerados en la referida disposición legal,
del resto de los penados. Dicha escisión configura un
menoscabo patente al derecho de todo condenado a ser tratado
en igualdad de condiciones que los demás...”.
Finalmente, no puede desconocerse que, tal como lo
señala la Defensora en su recurso, la afectación al derecho a
la igualdad se vislumbra más manifiesta aún en el caso,
considerando que el coimputado de Belizán, Pablo Andrés
Sánchez, quien fuera condenado a la misma pena como coautor
del mismo delito, obtuvo las salidas transitorias (en fecha
18.02.2013) dado que la misma Sala Tercera de la Cámara de
Apelación en lo Penal de Rosario con distinta integración
declaró la inconstitucionalidad de la norma en cuestión
(vide acuerdo N° 411 del 3.12.2012).
7. En síntesis, el artículo 56 bis de la ley 24660 en
cuanto inviabiliza la posibilidad de obtención de los
derechos del período de prueba a los condenados por los
delitos que enumera resulta contrario a normas superiores y
esenciales de nuestro sistema constitucional, por lo que
corresponde su declaración de inconstitucionalidad en el
caso concreto y la anulación del fallo de Cámara, debiendo
oportunamente resolverse la concesión de las salidas
transitorias de Belizán atendiendo exclusivamente a las
restantes exigencias reguladas en la ley 24660.
Como consecuencia de lo expuesto, voto, pues, por la
afirmativa.
A la misma cuestión, la señora Ministra doctora
Gastaldi dijo:
1. Las garantías y principios invocados por la
recurrente conducen sustancialmente a analizar la tutela a
“la igual dignidad de las personas”, y en particular, al
alcance y condiciones de aplicabilidad que tal estándar
tiene en la ejecución de la pena privativa de libertad de
los condenados por determinados delitos en virtud de las
excepciones a las modalidades básicas de la ejecución
dispuestas en el artículo 56 bis, ley 24660.
En el caso, los cuestionamientos constitucionales
impetrados por la defensa técnica al artículo 56 bis giran
en torno a determinar si, por una parte, asiste un derecho
al interno Belizán a acceder a las salidas transitorias,
como peticionara, en igualdad de condiciones que los demás
internos. O bien el impedimento legal del artículo 56 bis
de la ley 24660 restringe dicho derecho a las salidas,
colocando a los penados por determinados delitos en un
régimen distinto y paralelo respecto del régimen
penitenciario progresivo que el Estado dispone para los
restantes internos. Aspectos estos en los cuales se invocan
las implicancias de la aplicabilidad de principios
universales de reinserción social, progresividad, humanidad y
dignidad de las personas.
2. De inicio, cabe señalar que no resulta objeto de
discusión que el sistema constitucional y convencional impone
como objetivo “superior” la reinserción social del penado
(Fallos:327:388; 328:1186 y su cita; “Mendez” del 1.11.2011).
Finalidad que se traduce en obligaciones para el Estado y
correlativamente en derechos para las personas privadas de
libertad (C.A.D.H., 5.6; P.I.D.C.P., 10.3; art. 75, inc. 22,
C.N.; Reglas Mínimas para el Tratamiento de los Reclusos,
regla 56 y siguientes; y ley 24660, art. 1).
También, si bien no por sabido, no puede dejar de
remarcarse que el único Poder al que se le ha conferido por
la Constitución la potestad de aplicar penas, es
exclusivamente el Poder Judicial. Es decir, la Judicatura es
quien tiene la competencia y potestad de asignar la
responsabilidad penal de una persona y determinar en su caso
una pena privativa de libertad; y también es el Poder
Judicial a quien le ha sido conferido tutelar la libertad de
las personas (arts. 18, C.N. y 9, Const. Prov.).
En la esfera de las libertades, la Constitución
establece prohibiciones constitucionales que son directamente
operativas (art. 7 “in fine”, Const. Prov.). Tal como
esclarecidamente lo señala Ferrajoli: “...los derechos
fundamentales, cuando tengan expresión en normas
constitucionales, corresponden prohibiciones y obligaciones a
cargo del Estado, cuya violación es causa de invalidez de las
leyes y de las demás decisiones públicas y cuya observancia
es, por el contrario, condición de legitimidad de los poderes
públicos” (Ferrajoli, Luigi: “Derechos Fundamentales”, págs.
34/35 en “Los fundamentos de los derechos fundamentales”,
Edición de Antonio de Cabo y Gerardo Pisarello, Editorial
Trotta, 2001). En su conocida fundamentación de los
derechos fundamentales, el autor puntualiza la distinción
entre los derechos patrimoniales -como “derechos
singulares”- y los derechos fundamentales respecto de los
cuales afirma de inicio resultan universales,
indisponibles, inalienables, inviolables, intransigibles y
personalísimos (pág. 46, obra cit.).
Así, desde las “libertades” y consecuentes
“prohibiciones” en las que se plasma el “coto vedado” es
exigida a la Judicatura la consecuente tutela
constitucional y convencional (arts. 31 y 75, inc. 22,
C.N.) analizando el marco de legitimidad y validez de los
actos y leyes emanadas de los demás Poderes. Así, se
desarrolla el Estado de Derecho entendido como un sistema
de límites sustanciales impuestos legalmente a los poderes
públicos en garantía de los derechos fundamentales
establecidos en nuestro bloque constitucional. Así, ninguna
ley, incluso en la democracia política más perfecta, votada
por una mayoría aplastante podría disponer o consentir la
afectación de derechos fundamentales, por ejemplo: que un
hombre sea castigado sin haber cometido algún hecho
prohibido o por haber realizado actos inofensivos.
De tal modo, si la Judicatura tiene conferida la
potestad de aplicación de penas conforme las leyes
compatibles con el bloque constitucional, también resulta
de obligación el control judicial en la etapa de ejecución
cuando el alcance de las libertades y derechos
fundamentales -que también asisten a los penados- pudiera
verce cercenado (Fallos:318:2002; 327:388; 335:38; entre
otros).
Así entonces, respecto de la etapa de ejecución de la
pena, su discurrir debe analizarse en el marco de las
garantías convencionales que han sido incorporadas al
bloque constitucional; desde lo cual, no podrían
desconsiderarse los principios que tienden a garantizar la
reinserción social (arts. 5 y 6, C.A.D.H.; 10.3, P.I.D.C.P.
y 1, ley 24660) y la progresividad del régimen penitenciario
(art. 6, ley 24660).
Y en cuanto concierne al ideal de “reinserción social”,
tal directiva se plasma como finalidad expresa de la
ejecución de la pena en el artículo 1 de la ley 24660, y
tiende a que el Estado procure dotar a los privados de
libertad de los medios y condiciones necesarias para un
desarrollo personal tendente a su integración a la vida
social. Para lo cual han sido establecidos los llamados
“beneficios” del período de prueba, prisión discontinua o
semidetención y libertad asistida.
Ahora bien, a estarse al texto de la ley 25948, tal
dispositivo vendría a resultar restringido para determinados
penados según lo dispuesto en el artículo incorporado como
56 bis a la ley 24660 (ley 25948, B.O. del 12 de noviembre de
2004).
Y es aquí respecto de tal cuestión, donde el A quo debió
indagar las implicancias del principio de igualdad
constitucional (art. 16, C.N. y 8, Const. Prov.) que conforme
inveterada doctrina requiere que se expliciten y concurran
“...objetivas razones de diferenciación que no merezcan la
tacha de irrazonabilidad” (Fallos:302:484 y 313:1638,
considerando 11 del voto del señor Ministro doctor
Belluscio). Que determine la existencia de alguna base válida
para la clasificación, distinción o categoría adoptada, lo
que significa que debe haber algún motivo sustancial para que
las propiedades o personas sean catalogadas en grupos
distintos (doctrina de Fallos:138:313; 147:402), considerado
como tal aquél conducente a los fines que imponen su adopción
(Fallos:256:241, considerando 5° y sus citas) e inválido el
que se apoya en un criterio de distinción arbitrario, es
decir, que no obedece a fines propios de la competencia del
Congreso, o si la potestad legislativa no ha sido ejercida de
modo conducente al objeto perseguido (Fallos:250:410,
considerando 2°).
Criterio constitucional que los Jueces soslayaron y
dieron por superado aludiendo tan sólo a que “...la
garantía constitucional de igualdad, no impide que el
legislador contemple en forma distinta, situaciones que
considera diferentes, en tanto ello no importe
arbitrariedad o indebido privilegio de personas o
grupos...”, aludiéndose por uno de los Camaristas a que
“...la selectividad que ha tenido el legislador, ha tenido
en cuenta, como o por razones de política criminal para
suprimir o restringir beneficios a quienes han cometido
determinados delitos, no ha sido arbitraria, sino por el
contrario, han sido considerados aquellos hechos que por su
entidad, gravedad y magnitud conmueven a la sociedad, que
indican y muestran facetas en los autores de una
agresividad y desprecio por el mayor de los bienes, como es
la vida, y que ha mostrado en muchos casos, inclusive de
reciente conocimiento, como quienes gozaban de salidas
transitorias, reiteraban esas gravísimas conductas, por lo
que de ninguna manera hay inconstitucionalidad en su
normativización y aplicación...” (f. 3). O lo consignado
por el restante Vocal que conformara mayoría, quien luego
de reinvindicar que el legislador cuente con herramientas
de política criminal, también en la etapa de ejecución,
seguidamente repasó las reglas de tratamiento de reclusos
coligiendo de ellas que para satisfacer la exigencia de
progresividad en la reintegración de los reclusos a la
“vida libre”, no resultaba imprescindible la externación
anticipada, sino que dicha progresión podría cumplirse
dentro del mismo establecimiento. Y en ese mismo discurrir
argumentativo, aludió a la significación del valor vida
como bien jurídico fundamental que ameritaba la restricción
(fs. 10/13, expte. C.S.J. CUIJ N°: 21-00508926-0).
Pero lo cierto es que de tal modo ambos votos que
formaron mayoría dejaron sin respuesta el interrogante
principal. Esto es, las implicancias del principio de
igualdad constitucional en vinculación a la manda de
promover la reinserción social y la reintegración a la
“vida libre”. En efecto, resulta manifiesto que quienes
hubieren sido igualmente condenados por haber afectado la
vida de las personas (Ej.: art. 80, inc. 1, C.P.); si cumplen
pautas y requisitos reglamentarios, pueden acceder a la
externación anticipada. Desde lo cual, se patentiza la
omisión de tratamiento achacada por la recurrente con base en
dicho principio constitucional. Omisión ésta que en verdad
traduce la reticencia sentencial a efectuar el control de
constitucionalidad. Reticencia que más allá de las
argumentaciones individuales expuestas, pasó por entender que
dicho control implicaría una intromisión en las facultades
del Poder Legislativo, incompatible con el concepto de
República y de división de poderes (f. 11, expte. C.S.J. CUIJ
N°: 21-00508926-0).
Es decir, los Sentenciantes explicitaron manifiestamente
que en tanto mediaba una disposición legal, más allá de su
parecer, no podían desentenderse de lo que en el ámbito
legislativo se había dispuesto estando frente a una cuestión
de “política criminal” del Congreso de la Nación.
Señalado lo anterior y en el marco de tales
lineamientos, se advierte como configurado en el decisorio el
vicio de omisión de tratamiento de cuestiones planteadas y de
las postulaciones defensivas para denegarle las salidas
transitorias a Belizán con una aplicación ritual de la norma
(art. 56 bis, inciso 4, ley 24660), que prescinde de realizar
el control convencional respecto de las mandas que hacen a la
ejecución de la pena privativa de libertad, especialmente en
cuanto a la reinserción social (arts. 5.6, C.A.D.H.; 10.3,
P.I.D.C.P.; 75, inc. 22, C.N.; Reglas Mínimas para el
Tratamiento de los Reclusos, regla 56; y art. 1, ley 24660) y
progresividad del régimen penitenciario (art. 6, ley 24660)
que tiene derecho a gozar todo interno conforme los
principios de igualdad ante la ley y dignidad de las personas
(arts. 16, C.N.; 7 y 8, Const. Prov.).
Recuérdese que “...el ingreso a una prisión, no despoja
al hombre de la protección de la leyes, y en primer lugar de
la Constitución Nacional, y que la dignidad humana implica
que las personas penalmente condenadas son titulares de
todos los derechos constitucionales, salvo las libertades
que hayan sido constitucionalmente restringidas por
procedimientos que satisfagan todos los requerimientos del
debido proceso (Fallos:327:388; 328:1146). Y que la
reinserción social del penado resulta, indudablemente, no
un mero objetivo de la ejecución de las penas privativas de
la libertad, sino el objetivo superior de ese sistema
(Fallos:328:1146)”.
Así planteada la cuestión, el recurso debe declararse
procedente, en tanto asiste razón a la recurrente en sus
reproches de haber incurrido el A quo en la omisión de
tratamiento de sus agravios y demás cuestiones planteadas.
Corresponde en consecuencia nulificar la confirmación del
rechazo “in límine” de la petición del condenado señor
Belizán.
Voto, pues, por la afirmativa.
A la misma cuestión, el señor Ministro doctor Netri
dijo:
1. Conforme las constancias de la causa, el Juez de
Ejecución Penal de Coronda, al igual que la Cámara
-confirmando la decisión de baja instancia- rechazaron el
pedido de salidas transitorias efectuado por Manuel Luis
Belizán, en base al impedimento previsto en el artículo 56
bis de la ley 24660, el cual deniega la posibilidad de
acceder a los beneficios del período de prueba a los
penados por determinados delitos -entre los que se
encuentra el homicidio en ocasión de robo previsto en el
artículo 165 del Código Penal, figura por la que fuera
condenado-.
Al interponer el presente recurso, la defensa de
Belizán postula la inconstitucionalidad del artículo 56 bis
de la ley 24660 por considerarlo violatorio de los
principios de culpabilidad, “ne bis in idem”, derecho penal
de acto, proporcionalidad, igualdad, razonabilidad,
resocialización y progresividad penitenciaria.
Asimismo, plantea que en el caso se violaron los
principios acusatorio, de contradicción, debido proceso e “in
dubio pro reo”.
2. A fin de dar respuesta a los planteos de la
impugnante, en primer lugar debe señalarse que cobra especial
resonancia la inveterada jurisprudencia que considera a la
declaración de inconstitucionalidad como un acto de suma
gravedad institucional, ya que las leyes debidamente
sancionadas y promulgadas gozan de presunción de legitimidad
que opera plenamente y que obliga a ejercer dicha atribución
con sobriedad y prudencia, únicamente cuando la repugnancia
de la norma con la cláusula constitucional sea manifiesta,
clara e indudable (conf. Fallos:316:188, 1718 y 2624;
319:3148; 321:441 y 1888; 322:842 y 919; 324:920; 325:1922 y
330:855 y 5345, entre muchos otros; A. y S., T. 128, pág. 52;
T. 161, pág. 290).
Y la no menos relevante directiva constitucional
atinente a que la ventaja, acierto o desacierto de la medida
legislativa escapa al control de constitucionalidad, pues la
conveniencia del criterio elegido por el legislador no está
sujeta a revisión judicial (conf. Fallos:306:1964; 323:2409;
324:3345; 325:2600; 327:5614; 328:2567; 329:385 y 4032 y
330:3109, entre muchos otros).
Adelanto que propiciaré la declaración de improcedencia
del presente recurso, puesto que considero que la disposición
del artículo 56 bis de la ley 24660 constituye una clara
prohibición que se erige como un obstáculo insalvable para el
acceso a los beneficios del período de prueba por parte de
los condenados por los delitos que la norma enumera -entre
los cuales quedan comprendidas las salidas transitorias-.
2.1. En primer término, la defensa sostiene que la norma
cuestionada afecta los principios de igualdad y
razonabilidad, al establecer una distinción en función del
delito cometido.
Agrega que en el caso, dicho principio también fue
violado, por cuanto la Sala Tercera de la Cámara de Apelación
en lo Penal de Rosario, con distinta integración, declaró la
inconstitucionalidad de la norma atacada y concedió las
salidas transitorias a su coimputado Sánchez, quien fuera
condenado como coautor del mismo delito.
Sobre esta cuestión, cabe señalar que no resulta
violatorio de las normas constitucionales el distinto
tratamiento dado por la ley a aquellas personas que, en los
términos del artículo 56 bis de la ley 24660, cometen
cualquiera de los delitos especialmente ofensivos allí
descriptos, respecto de aquéllas que no hayan sido
encontradas culpables de alguno de esos tipos penales. Lo
mismo puede decirse en cuanto a la distinción entre quienes
se conducen de una manera diversa en la comisión de un
ilícito por el que son condenados, actuando con mayor
violencia o provocando una lesión a un bien jurídico de
mayor importancia, respecto de quienes no lo hacen. Ello se
justifica por la gravedad de tales delitos, y por lo tanto,
si “...existe un fundamento razonable para hacer tal
distinción, el legislador se encuentra facultado para
establecer, dentro del amplio margen que le ofrece la
política criminal, las consecuencias jurídicas que estime
convenientes para cada caso” (Fallos:311:1451, “L'Eveque,
Ramón Rafael s/robo”).
A lo anteriormente expuesto se agrega que dicha
potestad se encuentra respaldada por ser una disposición
del orden sustantivo. Lo cual equivale a afirmar que la
garantía de igualdad consagrada en la Constitución nacional
no se halla afectada por la excepción contemplada en el
artículo 56 bis, toda vez que dicha garantía consiste en
aplicar la ley a todos los casos concurrentes según sus
diferencias constitutivas.
Siendo ello así, no se trata de la igualdad absoluta o
rígida, sino de la igualdad para todos los casos idénticos,
lo que importa la prohibición de establecer excepciones que
excluyan a unos de lo que se concede a otros en las mismas
circunstancias (Fallos:123:106; 180:149), pero no impide
que el legislador establezca distinciones valederas entre
supuestos que estime diferentes, en tanto aquéllas no sean
arbitrarias, es decir, que no obedezcan a propósitos de
injusta persecución o indebido privilegio de personas o
grupos, aunque su fundamento sea opinable (Fallos:301:381 y
1094; 304:390).
En ese mismo sentido, la garantía en cuestión exige que
concurran objetivas razones de diferenciación que no merezcan
la tacha de irrazonabilidad (Fallos:313:1638).
Ello determina la existencia de alguna base válida para
la clasificación, distinción o categoría adoptada, lo que
significa que debe haber algún motivo sustancial para que las
propiedades o personas sean catalogadas en grupos distintos
(Fallos:138:313; 147:402), considerando como tal aquél
conducente a los fines que imponen su adopción
(Fallos:256:241) e inválido el que se apoya en un criterio de
distinción arbitrario, es decir, que no obedece a fines
propios de la competencia del Congreso o si la potestad
legislativa no ha sido ejercida de modo conducente al objeto
perseguido (Fallos:250:410).
En ese orden, se advierte que el precepto legal
-artículo 56 bis de la ley 24660- que el A quo aplicó para
denegar la concesión de las salidas transitorias -y que la
defensa tilda de inconstitucional-, cumple con las exigencias
mínimas de razonabilidad, siendo el motivo sustancial y la
razón fundante de la distinción que prevé la norma
cuestionada, la gravedad de los delitos allí enumerados,
entre los cuales el legislador incluyó al homicidio en
ocasión de robo, figura por la cual fue juzgado, condenado y
actualmente se encuentra cumpliendo pena Belizán.
Y en esa línea, no se advierte que la Cámara haya
incurrido en arbitrariedad al considerar que en el caso de
Belizán no se afectaban principios constitucionales con la
aplicación del artículo 56 bis de la ley 24660.
Resta agregar en cuanto a lo planteado respecto a la
situación del coimputado Sánchez, quien obtuviera de la misma
Sala Tercera un pronunciamiento que declaró la
inconstitucionalidad de la norma en crisis, que aquella
decisión es consecuencia del control de constitucionalidad
difuso que incumbe a todos los jueces del Estado sin
distinción de fueros o instancias, a fin de examinar la
validez de las normas en los casos concretos que se sometan
a su decisión, a la luz de los principios derivados de las
normas superiores.
2.2. Del mismo modo, tampoco se vislumbra una
afectación a los principios de resocialización y de
progresividad penitenciaria consagrados tanto en el orden
normativo local como en los Tratados Internacionales sobre
Derechos Humanos incorporados a la Constitución nacional a
través del artículo 75, inciso 22.
En efecto, es conveniente proceder a un análisis del
plexo normativo que rige en nuestro país en materia de
ejecución penal.
En primer lugar, la ley 24660 establece que la
finalidad de la ejecución de la pena privativa de libertad
es “...lograr que el condenado adquiera la capacidad de
comprender y respetar la ley procurando su adecuada
reinserción social, promoviendo la comprensión y el apoyo
de la sociedad” (cfr. art. 1).
Por su parte, los artículos 10.3 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos y 5.6 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos proclaman como
finalidad esencial del régimen penitenciario la reforma y
readaptación social de los condenados a través del
tratamiento.
A su vez, es oportuno examinar el catálogo de “Reglas
mínimas para el tratamiento de los reclusos” (Organización
de las Naciones Unidas), las que -sin perjuicio de no gozar
de jerarquía constitucional-, conforme la Corte nacional,
configuran las pautas fundamentales a las que debe
adecuarse toda detención (Fallos:328:1146). Dichas reglas
establecen la conveniencia -introduciendo un lenguaje
recomendativo- de que antes del término de la ejecución de
una pena o medida, se adopten los medios necesarios para
asegurar al recluso un “retorno progresivo a la vida en
sociedad”, estableciendo tres modos diferentes en que puede
alcanzarse el mismo. Esto es, dentro del mismo
establecimiento penitenciario, en otra institución apropiada,
o mediante una liberación condicional (cfr. Regla 60.2).
Así se advierte que el Estado cumpliría su obligación
alternativa -aun si percibiéramos que el lenguaje fuera
imperativo- bajo cualquiera de esas modalidades, dos de las
cuales serían a través de la institucionalización de la
persona condenada, y no mediante el régimen de la “liberación
condicional”, haciendo así alusión a “externación”.
Con las referencias apuntadas hasta aquí, debe
reconocerse que no puede concluirse que “resocialización”
equivale sin más a “externación” y, como surge del propio
texto de las Reglas Mínimas, es factible instaurar un régimen
progresivo a desarrollarse intramuros.
En esa línea, también se puede indicar que la
restricción contenida en el artículo 56 bis de la ley 24660,
no resulta en sí misma contradictoria con el ideal
resocializador, sino que se asienta en la necesidad de
adecuar la progresión en el régimen carcelario al grado de
indiferencia o rechazo al orden jurídico puesto de manifiesto
por cada imputado.
A mayor abundamiento sobre este punto, de la lectura de
otros documentos de carácter internacional -de igual
naturaleza interpretativa en la materia- se extraen similares
conclusiones.
Así, del “Informe sobre los derechos humanos de las
personas privadas de la libertad en las Américas” realizado
por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en el que
se comentan y desarrollan los problemas que enfrentan las
personas privadas de libertad en la región, se extrae que el
mismo no se dedica a diseñar y justificar un sistema de
encarcelamiento y resocialización progresivo, y en sus
conclusiones no se vincula el significado del artículo 5.6 de
la Convencion Americana sobre Derechos Humanos con un régimen
de progresividad creciente en materia de ejecución de la pena
extra-muros (cfr. párrafo 608 del citado informe).
El citado documento, cuando analiza la educación
-párrafo 616- y el trabajo penitenciario -párrafos 617, 619
y 620-, no hace referencia alguna al carácter de la
progresividad en la fase de ejecución penal.
Y por último, los “Principios y buenas prácticas sobre
la protección de las personas privadas de libertad en las
Américas” realizado por la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos, tampoco refiere a un régimen progresivo
entendido como derechos extra-muros. Dichos principios
establecen que las penas privativas de la libertad tendrán
como finalidad esencial la reforma, la readaptación social
y la rehabilitación personal de los condenados, como así
también la resocialización y reintegración familiar, no
especificando que dichas finalidades se alcancen mediante
la resocialización por fuera de la penitenciaría.
Dada la gravedad del delito por el que fuera condenado
Belizán, el legislador ha considerado necesario que todo
condenado por aquél -así como los restantes que la norma
enumera- cumpla en su totalidad la pena impuesta, como un
modo de propender a que internalice la gravedad de la
lesión social que ha provocado con su conducta ilícita y,
de esa manera, lograr los fines de la resocialización de la
pena.
A la luz de los lineamientos establecidos por los
instrumentos internacionales sobre derechos humanos y las
disposiciones legales enunciadas sobre la ejecución de la
pena privativa de libertad, no se advierte que la
recurrente haya demostrado que la Cámara, al aplicar al
“sub lite” el artículo 56 bis de la ley 24660 para denegar
la concesión de las salidas transitorias, haya incurrido en
una violación de los mismos.
2.3. En cuanto a la alegada afectación al derecho
penal de acto por parte de la disposición legal
cuestionada, debe señalarse que la excepción que contempla
la norma -condena por determinados delitos como
circunstancia fundante para denegar los beneficios
comprendidos en el período de prueba-, no se trata de un dato
antojadizo, ni de una característica inherente a la
personalidad del enjuiciado, sino que reposa sobre un extremo
fáctico.
La propia estructura de la prohibición y los
presupuestos que la rigen, son claramente indicativos de que
no se aplica a la persona por lo que es -lo que se traduciría
en una franca violación al artículo 19 de la Constitución
nacional-, sino por lo que ha hecho, siendo adecuado así a un
derecho penal de acto.
2.4. En lo atinente a los agravios relativos a la
imposición a Belizán de una pena cruel, contraria a los
principios de proporcionalidad, culpabilidad y “ne bis in
idem”, los mismos tampoco pueden prosperar.
En tal sentido, se advierte que por su obrar ilícito el
Sentenciante de grado le impuso una pena temporal de doce
años de prisión, cuyo vencimiento opera el 27.07.2017 (v. f.
1, expte. N° 1077/13, unido por cuerda a los presentes).
Luego, el Tribunal a quo al denegar las salidas
transitorias, aplicó la restricción del artículo 56 bis, no
imponiendo una pena nueva, ni distinta, ni más gravosa.
Con tal prohibición, el legislador estableció que el
régimen de progresividad para el fin de reinserción no
contempla en estos casos que el condenado permanezca cierto
tiempo fuera del establecimiento penal, es decir, otras
herramientas deberán utilizarse para este cometido y no las
salidas transitorias.
Sentado ello, no se advierte afectado el principio de
“ne bis in idem”, siendo que el Juez de Ejecución -y luego la
Cámara cuando confirma el rechazo a la concesión de las
salidas transitorias- no efectúa juicio de reproche, ni
impone una pena adicional sobre el condenado, sino que aplica
el precepto legal.
2.5. Por último, en cuanto a lo sostenido por la
impugnante en relación a que en el caso se violaron los
principios acusatorio, de contradicción, debido proceso e “in
dubio pro reo”, tales postulaciones deben ser desestimadas,
al sostener la defensa que la Sala no tuvo en cuenta el
acuerdo de partes acerca de la inconstitucionalidad de la
norma y del cumplimiento por Belizán de los requisitos para
obtener las salidas transitorias.
En consonancia con lo dicho precedentemente, los
jueces tienen el deber de verificar la compatibilidad de
las normas aplicadas en los casos concretos sometidos a su
decisión, a la luz de los preceptos constitucionales.
3. A mayor abundamiento, es dable señalar que de la
lectura de las constancias obrantes en el expediente N°
1077/2013 surge que en fecha 20.09.2012, es decir previo al
dictado del fallo de Cámara, el Director del Instituto
Correccional Modelo (U.I) aplicó una sanción disciplinaria
a Belizán, y como consecuencia de ello, se produjo un
descenso en su calificación de conducta y se lo excluyó del
período de prueba.
Considerando dicha circunstancia, y sin perjuicio de
que el Tribunal a quo confirmó la decisión de baja
instancia aplicando sin más el artículo 56 bis de la ley
24660, se advierte asimismo que al momento del dictado del
pronunciamiento impugnado, Belizán ya no reunía las
condiciones que la ley exige a todo condenado para poder
peticionar la concesión de las salidas transitorias (cfr.
arts. 15 y 17 de la ley 24660).
4. Por tanto, dado que la posibilidad de obtención de
las salidas transitorias se ve obstaculizada por la
aplicación al caso concreto de la norma del artículo 56 bis
de la ley 24660, y conforme los fundamentos expuestos, la
recurrente no ha logrado demostrar que dicho obstáculo
legal pueda tildarse como contrario a los principios
constitucionales que alega vulnerados.
Voto, pues, por la negativa.
A la misma cuestión, el señor Ministro doctor
Gutiérrez dijo:
1. Comparto y hago propio el relato efectuado por el
señor Ministro doctor Erbetta en los puntos 1.1. a 1.6. de
su voto.
2. De acuerdo al relato de las constancias de la causa,
cabe tener presente que tanto el Juez de Ejecución Penal como
la Alzada -al confirmar el decisorio de baja instancia-
denegaron el pedido de salidas transitorias efectuado por
Belizán, en base al impedimento previsto en el artículo 56
bis de la ley 24660, en cuanto inviabiliza la posibilidad de
otorgamiento de los beneficios del período de prueba a
quienes estuvieran condenados por los delitos que enumera
-entre los que se encuentra el de homicidio en ocasión de
robo previsto en el artículo 165 del Código Penal por el que
cumple pena el nombrado-.
La defensa del condenado ataca tal decisión, por
considerar que la misma se funda en una norma violatoria de
los principios de culpabilidad, “non bis in ídem”,
proporcionalidad, igualdad, razonabilidad, resocialización y
progresividad penitenciaria.
A fin de dar respuesta a los planteos esgrimidos por la
recurrente, de inicio, cabe recordar que constituye un
principio democrático esencial que las leyes dictadas de
acuerdo con los mecanismos previstos por la Ley Fundamental,
gozan de una presunción de legitimidad que opera plenamente y
que su posible nulificación obliga a ejercer dicha atribución
de revisión constitucional con sobriedad y prudencia,
únicamente cuando la repugnancia de la norma con la cláusula
constitucional sea manifiesta, clara e indudable.
La jurisprudencia de la Corte Federal ha señalado que el
ejercicio del elevado control de constitucionalidad debe
imponer la mayor mesura, mostrándose tan celosa en el uso de
sus facultades como del respeto que la Carta Magna asigna,
con carácter privativo, a los otros poderes (Fallos:242:2534;
256:386; 300:1087; vid. C.S.J.S.F., “Marozzi”, A. y S. T.
161, pág. 290); que la declaración de inconstitucionalidad de
una ley sólo puede admitirse como “ultima ratio” del orden
jurídico (Fallos:247:387; 249:51; 303:248; 304:849 y 1069;
311:394, etc.) y constituye “la más delicada de las funciones
que puedan encomendarse a un tribunal de justicia”
(Fallos:313:72).
Por ello, tratándose de la delicada misión de eliminar
del ordenamiento jurídico una norma, se erige con todo
vigor la jurisprudencia de este Tribunal -en consonancia
con la Corte nacional- que establece que tachar de
inconstitucional una ley impone la carga de fundamentar
detallada y exhaustivamente la impugnación (v. A. y S., T.
191, pág. 267; T. 212, pág. 469; entre otros); por lo que
la declaración de inconstitucionalidad requiere no sólo el
aserto de que la norma cuestionada es violatoria de normas
de jerarquía superior, sino también la demostración en
concreto de que ello se configura en el caso (cfr. A. y S.
T. 231, pág. 12).
Consecuentemente, el único juicio que corresponde
emitir a los tribunales es el referente a la
constitucionalidad de las leyes, a fin de discernir si
media restricción de los principios consagrados en la Carta
Fundamental; mas no inmiscuirse en el examen de la
conveniencia, oportunidad, acierto o eficacia del criterio
adoptado por el legislador en el ámbito propio de sus
funciones (Fallos:257:127; 293:163; 300:642; 301:341).
Sentadas estas premisas, adelanto que propiciaré la
declaración de improcedencia del recurso de
inconstitucionalidad interpuesto por la defensa de Belizán,
por considerar que no se advierte que la restricción
establecida por el artículo 56 bis de la ley 24660 (texto
según ley 25948, B.O. 12.11.2004), en cuanto veda la
concesión de cualquiera de las modalidades de ejecución
distintas al encierro que implican el ingreso al período de
prueba -entre las que se encuentran las salidas
transitorias- resulte violatoria, en el caso en examen, de
los derechos y principios que se derivan de las normas
superiores previstas tanto en la Constitución nacional como
en las Convenciones Internacionales de Derechos Humanos con
igual jerarquía y que fueran invocadas por la impugnante en
sustento de su postulación.
En efecto:
2.1. En primer lugar, para dar respuesta al planteo de
la recurrente vinculado a que la imposibilidad de obtener
salidas transitorias “inhibe el fin resocializador ya que
cancela y destruye totalmente la progresividad” (f. 15), pues
-a su criterio- sin régimen progresivo la reinserción social
no es posible, cabe efectuar las siguientes aclaraciones.
Si bien es cierto que con la incorporación al bloque
constitucional de los tratados internacionales de derechos
humanos (artículo 75, inciso 22, Constitución nacional) la
pena privativa de libertad tiene como finalidad esencial la
“reforma y readaptación social” de los condenados (arts. 5.6
de la C.A.D.H. y 10.3 del P.I.D.C.P.), ello no significa que
tal finalidad se materialice indefectiblemente a través de un
sistema progresivo que involucre cualquiera de las
modalidades de ejecución distintas al encierro. Vale decir,
no debe confundirse la finalidad de resocialización y
readaptación social del condenado con la nota de
progresividad del régimen penitenciario, pues no
necesariamente tal cometido constitucional exige la
incorporación paulatina del penado al medio libre a través
del egreso anticipado al cumplimiento total de la pena.
En este sentido, ha de tenerse presente que el principio
de progresividad del régimen penitenciario no cuenta con raíz
constitucional; es un principio incorporado por la ley 24660
en su artículo 6 y es esta misma norma la que establece en su
artículo 56 bis los casos en los que se encuentra vedada la
posibilidad de determinados condenados a acceder a los
beneficios comprendidos en el período de prueba, al de la
libertad asistida y a los referidos a la prisión discontinua
o semidetención.
Así, partiendo de la base de que los beneficios del
período de prueba, entre los que se encuentra la posibilidad
de obtener salidas transitorias (art. 15, inc. b, ley 24660),
responden a un sistema de progresividad que es puramente de
raigambre legal, pero que no tiene su origen en la Ley
Fundamental, cabe afirmar que no resulta irrazonable que
sea precisamente el legislador quien establezca la
existencia o no de estos institutos liberatorios, cuándo y
en qué casos proceden, quiénes son sus destinatarios y los
requisitos que deben cumplimentarse para su acceso.
Asimismo, debe señalarse que de los fines de la pena
reseñados en los artículos 5.6 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos y 10.3 del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos, no es posible inferir que los
Estados estén obligados a incluir en sus sistemas penales
el régimen de salidas transitorias o que el acceso a éste
sea obligatorio para todos los condenados (igual criterio
para la libertad condicional: Cámara Federal de Casación
Penal, “Rearte, Mauro Germán s/Recurso de casación”, causa
N° 14423, Sala II, Reg. 19569 del 21.12.2011,
pronunciamiento que ha quedado firme -C.S.J.N., fallo del
26.03.2013-).
En punto a ello, la mencionada ley -dentro de este
régimen de progresividad- cuenta con herramientas para
cumplir con la finalidad resocializadora y ayudar al
condenado a prepararse para su retorno a la vida social
libre -entre otras: previsiones adecuadas para un trabajo,
continuación de estudios, aprendizaje profesional, sistema
de recompensas y estímulo educativo (v. artículos 1,
103/106, 114, 133, 135 y 140 de la ley 24660)-.
Así las cosas, la defensa no logra demostrar la
posible violación de las disposiciones convencionales
citadas por la aplicación en el caso del artículo 56 bis de
la ley de ejecución de pena.
2.2. En orden al reproche de la impugnante por la
presunta afectación en el caso de los principios de
igualdad (art. 16, Const. nacional) y razonabilidad (art.
28, Const. nacional), corresponde precisar que el principio
de igualdad no impide que el legislador establezca
distinciones valederas entre supuestos que estime
diferentes, pero exige que “concurran 'objetivas razones'
de diferenciación que no merezcan la tacha de
irrazonabilidad (...). Ello determina la existencia de alguna
base válida para la clasificación, distinción o categoría
adoptada, lo que significa que debe haber algún motivo
sustancial para que las propiedades o personas sean
catalogadas en grupos distintos (...), considerado como tal
aquel conducente a los fines que imponen su adopción (...) e
inválido el que se apoya en un criterio de distinción
arbitrario, es decir, que no obedece a fines propios de la
competencia del Congreso, o si la potestad legislativa no ha
sido ejercida de modo conducente al objeto perseguido”
(Fallos:327:2868).
En el caso sujeto a estudio, considero que la norma
cumple con las exigencias mínimas de razonabilidad que recaen
sobre toda ley penal, puesto que la razón por la que se les
veda a determinados penados los beneficios referidos,
responde a que en los casos exceptuados el legislador
entendió que por la índole de los delitos por los que fueran
condenados -delitos enumerados en el artículo 56 bis, entre
los que se encuentra el homicidio en ocasión de robo (inciso
4)- correspondía sustraer a sus autores de la ejecución de la
pena bajo la modalidad de externación anticipada.
Tal criterio de distinción no se advierte arbitrario,
puesto que existe un denominador común que justifica una
mayor severidad en la ejecución de la pena y tal nota
caracterizante radica precisamente en la gravedad de los
delitos que motivan la condena (ver al respecto la discusión
parlamentaria de la ley 25948 en L.L. “Antecedentes
Parlamentarios”, Tomo 2005-A, pág. 285).
La circunstancia de que el legislador no incluyera en la
prohibición referida a todos los tipos penales que contemplan
el resultado muerte, ni tampoco a todos los que tienen
prevista pena privativa de libertad a perpetuidad, no
convierte en irrazonable tal criterio diferenciador, en
tanto, como ha sostenido el máximo Tribunal de la Nación, la
declaración de inconstitucionalidad no podría fundarse en la
omisión del legislador de proteger de igual modo otros bienes
jurídicos, "pues en tal caso la sentencia de la Corte no
tendría por fin descalificar una incriminación legislativa
de conductas, sino, antes bien, imponer al Poder
Legislativo la incriminación de otras conductas en la misma
medida que la descalificada. Desde tal mira, la Corte
sometería a dicho Poder a sus propios criterios acerca de
qué conductas deben ser declaradas delictivas y cómo deben
ser punibles, lo que repugna a la organización
constitucional del poder de la República Argentina” (cfr.
Fallos:314:424, considerando 9° de la mayoría).
Así las cosas, ello impide la formulación de un juicio
de reproche contrario a la constitucionalidad del precepto
mencionado, pues los motivos que llevaron al legislador a
introducir esta norma -como se señaló- no parecen
arbitrarios ni irrazonables, sino que son el fruto del
legítimo ejercicio de las facultades discrecionales que
posee el Poder Legislativo -por ser conferidas por la
propia Constitución nacional- y que responden a razones de
política criminal sobre el tratamiento penitenciario de los
penados, respecto de cuyo ejercicio esta Corte carece de
control.
En consecuencia, no se advierte que la Cámara haya
incurrido en arbitrariedad al considerar que en el caso de
Belizán no se afectaban principios constitucionales con la
aplicación de la prohibición establecida en el artículo 56
bis, pues la Alzada arribó a tal conclusión en el marco del
control difuso de constitucionalidad que importa el deber
de los jueces de verificar la compatibilidad del artículo
en cuestión con los principios que se derivan de las normas
superiores. Función preeminente de la jurisdicción que debe
ejercerse incluso de oficio (ver mi voto en A. y S. T. 255,
pág. 141).
Estos argumentos resultan trasladables como respuesta
al planteo de la recurrente respecto a la situación del
coimputado Sánchez, quien fuera condenado a la misma pena
como coautor del mismo delito y obtuvo las salidas
transitorias por haber resuelto la Sala Tercera (con
distinta integración), que la norma en cuestión respecto del
nombrado era inconstitucional, toda vez que tal decisión
también es consecuencia del referido sistema de control de
constitucionalidad difuso y circunscribe sus efectos al caso
concreto sometido a estudio.
2.3. En igual sentido, no se advierte que la norma en
cuestión contravenga los principios de “non bis in idem”
(arts. 18 y 75, inc. 22, C.N.; 8.4, C.A.D.H. y 14.7,
P.I.D.C.P.), proporcionalidad de la respuesta punitiva y
culpabilidad por el acto (arts. 18, 19 y 75, inc. 22 C.N.; 9
C.A.D.H. y 15 P.I.D.C.P.), como sostiene la impugnante.
Así:
2.3.1. En orden a que el mencionado dispositivo legal
choca con el principio de culpabilidad porque impone al autor
de un delito un reproche mayor al dispuesto por el
sentenciante al condenarlo, ha de señalarse que con tal
afirmación no logra evidenciar la recurrente la afectación de
esta disposición constitucional, toda vez que la mayor
intensidad de la respuesta punitiva estatal en la faz de
cumplimiento de la pena, encuentra sustento en que el
legislador consideró que para los condenados por determinados
delitos altamente reprochables debía necesariamente imponerse
distinto tratamiento penitenciario en función a la mayor
culpabilidad que se le reprocha al condenado, la que se
afinca en la gravedad de la conducta cometida al afectar
bienes jurídicos esenciales de la sociedad.
Este mayor grado de culpabilidad en nuestro sistema
penal repercute a la hora de individualizar la sanción
punitiva, cuestión que debe abarcar no sólo la
cuantificación, sino también su forma de ejecución.
La consideración de la gravedad del delito como dato
objetivo y formal no aparece ajeno a la sistemática del
Código Penal. Al respecto, es oportuno recordar que nuestro
máximo Tribunal de la Nación en relación a la
constitucionalidad de la prohibición estatuida en el artículo
14 del Código Penal en cuanto veda la libertad condicional al
reincidente, sostuvo que el legislador puede “tomar en
cuenta la anterior condena -entendida ésta como un dato
objetivo y formal-, a efectos de ajustar con mayor
precisión el tratamiento penitenciario que considere
adecuado para aquellos supuestos en los que el individuo
incurriese en nueva infracción criminal” (“Valdéz, Enrique
Carmelo”, Fallos:311:552).
Al respecto, la ley 24660 cuenta con normas generales
sobre el modo de cumplimiento de la pena, pero a cada
delito en particular le corresponde un tratamiento
penitenciario distinto. Ello en función del “quantum” de la
pena impuesta -mayor o menor según el delito de que se
trate y el bien que tutele- y el grado de reproche que
corresponde a su autor.
2.3.2. En igual sentido, no puede sostenerse que el
Juez de Ejecución al denegarle las salidas transitorias a
Belizán efectúa otro juicio de reproche por el mismo
injusto por el que fue condenado, ni que ello importe
adicionar una pena “extra”, argumentos sobre los que funda
la recurrente la violación de los principios de “non bis in
idem” y proporcionalidad de la reacción punitiva.
Ello así pues el principio de “non bis in idem”
prohíbe que la misma persona sea sometida nuevamente a
proceso o a cumplir otra vez pena por el mismo delito y, en
lo que aquí interesa, los hechos que fueron materia de
juicio y castigo no son juzgados nuevamente por el Juez de
Ejecución.
La consideración de la naturaleza del delito para
establecer una mayor rigurosidad en la ejecución de la pena
no denota una violación al “non bis in idem”, pues no se
aplica una nueva pena por un mismo hecho, sino que -como se
sostuvo- se ajusta con más precisión el tratamiento
penitenciario para aquellos supuestos en los que el delito
por el cual está condenado el interno es sumamente grave.
2.3.3. De igual manera, esta pena “extra y cruel” a la
que hace referencia la recurrente para fundar la afectación
del principio de proporcionalidad, importa un
cuestionamiento que carece del elemental asidero, a poco se
repare que el contenido del injusto y culpabilidad por los
hechos reprochados al autor fueron ponderados por el Juez de
Sentencia a los fines de determinar la responsabilidad penal
e individualizar la pena -dentro de los límites legales del
tipo penal por el delito que fuera condenado Belizán-. En
tanto, el Juez de Ejecución -insisto- no impone ni adiciona
pena, sino que interviene en su faz de ejecución.
2.4. Por último, el reproche de la impugnante -con cita
del antecedente de esta Corte “Capozzuca” (A. y S. T. 242,
pág. 395)- vinculado a que la Sala no tuvo en cuenta el
“acuerdo de partes” acerca de la inconstitucionalidad de la
norma y del cumplimiento por Belizán de los requisitos para
obtener las salidas transitorias, violando -a su criterio-
los principios acusatorio, de contradicción y debido proceso,
luce improponible, pues no resiste el examen de las
elementales reglas que imperan en materia de actividad
jurisdiccional respecto a la actividad indelegable que tienen
los jueces de verificar la compatibilidad de las normas
internas con los principios que se derivan de las normas
superiores previstas tanto en la Constitución nacional como
en los Tratados Internacionales con jerarquía constitucional,
independientemente de la postura constitucional que tengan
las partes y de la naturaleza y características del proceso.
3. Por las razones expresadas, la defensa de Belizán no
ha logrado demostrar -ni se advierte- que la restricción
establecida por el artículo 56 bis de la ley 24660 merezca en
el caso reparos constitucionales.
Voto, pues, por la negativa.
A la misma cuestión, el señor Ministro decano doctor
Spuler y el señor Juez de Cámara doctor Burtnik expresaron
idénticos fundamentos a los vertidos por el señor Ministro
doctor Gutiérrez y votaron en igual sentido
A la tercera cuestión, el señor Ministro doctor Erbetta
dijo:
Atento el resultado obtenido al tratar las cuestiones
anteriores, corresponde declarar improcedente el recurso
interpuesto.
Así voto.
A la misma cuestión, la señora Ministra doctora
Gastaldi, los señores Ministros doctores Netri y Gutiérrez,
el señor Ministro decano doctor Spuler y el señor Juez de
Cámara doctor Burtnik dijeron que la resolución que
correspondía dictar era la propuesta por el señor Ministro
doctor Erbetta y votaron en igual sentido.
En mérito a los fundamentos del acuerdo que antecede,
la Corte Suprema de Justicia de la Provincia RESOLVIÓ:
Declarar improcedente el recurso interpuesto.
Registrarlo y hacerlo saber.
Con lo que concluyó el acto, firmando el señor
Ministro decano, los señores Ministros y el señor Juez de
Cámara por ante mí, doy fe.
FDO.: SPULER BURTNIK ERBETTA (en disidencia) GASTALDI
(en disidencia) GUTIÉRREZ NETRI BORDAS (SECRETARIO).

Tribunal de origen: Sala Tercera -integrada- de la


Cámara de Apelación en lo Penal de Rosario.
Tribunal que intervino con anterioridad: Juzgado de
Primera Instancia de Distrito en lo Penal de Ejecución de
Sentencia de Coronda.

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