Presentación Pedro Salinas
Presentación Pedro Salinas
Presentación Pedro Salinas
Como contexto, la Primera Guerra Mundial ocurre entre 1914 y 1918, y es entre el aire belicista de esta
época donde surgen las vanguardias de las que hablaremos. Podemos decir que la sensibilidad
vanguardista fue la primera en comprender tanto las experiencias impuestas por las nuevas realidades
de las sociedades como las transformaciones se iban produciendo. Por eso, aunque la efervescencia de
los primeros años desapareció, la renovación que aportaron perduró más allá de las aportaciones
concretas de cada grupo.
Algunos autores consideran que el inicio de la época de la Generación del 27 inicia con el
nacimiento de Pedro Salinas y termina con la muerte de Dámaso Alonso, o sea, una época que abarca de
1891 a 1990.
La vida de Pedro Salinas, nacido en Madrid en 1891, es una vida de profesor: en París, Sevilla, Murcia,
Cambridge… Fue un crítico finísimo y vivió con profundidad las inquietudes creativas de su generación.
Por sus ideas liberales, sufrió el exilio. Ejerció en varias universidades norteamericanas y murió en
Boston en 1951.
“La poesía existe o no existe; es todo. Si es, es con tan evidencia, con tan imperial y desafectada
seguridad, que se me pone por encima de toda posible defensa, innecesaria. Su delicadeza, su delgadez
suma, es su grande e invencible corporeidad, su resistencia y su victoria […] La poesía se explica sola; si
no, no se explica. Todo comentario a una poesía se refiere a elementos secundantes de ella, estilo,
lenguaje, sentimientos, inspiración, pero no a la poesía misma. La poesía es una aventura hacia lo
absoluto” (2018, p.84).
Él mismo considera su poesía como “una aventura hacia lo absoluto”, una forma de adentrarse en la
esencia de la realidad, donde estimaba, sobre todo, “la autenticidad; luego, la belleza; después, el
ingenio”. Esa forma de hermanar sentimiento e ingenio le permitió ahondar en experiencias muy
concretas.
De 1923 a 1931, donde publicó Presagio (1923), Seguro azar (1929) y Fábula y signo (1931). Esta
etapa inicial está marcada por la influencia de la poesía pura de Juan Ramón Jiménez. También
hay temas que pueden emparentarse con el futurismo o el ultraísmo, además de la influencia
técnica que Salinas recoge de Ramón Gómez de la Serna.
De 1933 a 1939 se considera su etapa de plenitud, donde aparece su trilogía amorosa: La voz a
ti debida (1933), Razón de amor (1936) y Largo lamento (1939). En esta etapa la pasión amorosa
se presenta por episodios donde sentimiento e ingenio se encuentran por medio de
asociaciones conceptistas como “Todo quiere ser dos” o “Serás, amor, un largo adiós que no se
acaba”.
De 1940 a 1951 es la etapa del exilio, donde publicó El contemplado (1946), Todo más claro y
otros poemas (1949) y, de forma póstuma, Confianza (1955). Su escritura en estos tres libros
oscila en un tono contemplativo sobre sus experiencias con la creación estando fuera de España.
Salinas, siguiendo la línea de Ortega y Gasset, también se dedicó al ensayo. De sus trabajos en este
género podemos destacar:
Como curiosidad, entre la bibliografía de algunos recopiladores revolotea una idea que Salinas tenía
sobre “el público” que aparece en el ensayo “Los poderes del escritor o las ilusiones perdidas” (1954):
“Fantasmagórico personaje este del público, que por muy sujeto que esté a estadísticas y
contabilidades, es de misteriosa e inaprensible naturaleza. Bulto enorme, facciones borrosas, ropaje
abigarrado”.
Como traductor:
Pedro Salinas tradujo los primeros dos tomos de En busca del tiempo de perdido de Marcel Proust, Por
el camino de Swann (1920) y A la sombra de las muchachas en flor (1922), además dejó inconclusa la
traducción del tercer tomo El mundo de Guermantes (1931), debido a su muerte.
“Underwood girls”
Quietas, dormidas están,
las treinta redondas blancas.
Entre todas
sostienen el mundo.
Míralas aquí en su sueño,
como nubes,
redondas, blancas y dentro
destinos de trueno y rayo,
destinos de lluvia lenta,
de nieve, de viento, signos.
Despiértalas,
con contactos saltarines
de dedos rápidos, leves,
como a músicas antiguas.
Ellas suenan otra música:
fantasías de metal
valses duros, al dictado.
Que se alcen desde siglos
todas iguales, distintas
como las olas del mar
y una gran alma secreta.
Que se crean que es la carta,
la fórmula como siempre.
Tú alócate
bien los dedos, y las
raptas y las lanzas,
a las treinta, eternas ninfas
contra el gran mundo vacío,
blanco en blanco.
Por fin a la hazaña pura,
sin palabras sin sentido,
ese, zeda, jota, i…
Ya no sigo.
Incrédulo de letras y de aceras
me sentaré en el borde de la una
a esperar que se apaguen estas luces
y me dejen en paz, con las antiguas.
Las que hay detrás, publicidad de Dios,
Orión, Cefeo, Arturo, Casiopea,
anunciadoras de supremas tiendas,
con ángeles sirviendo
al alma, que los pague sin moneda,
la última, sí, la para siempre moda,
de la final, sin tiempo, primavera.
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
irreductible: tú.
del mundo,
Y cuando me preguntes
Y vuelto ya al anónimo
te diré:
Pedro Salinas
Bibliografía:
Díaz Pardo, Felipe. (2018). Breve historia de la Generación del 27. Madrid: Ediciones Nowtilus.