Virreinato Del Perú

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Virreinato del Perú

El Virreinato del Perú fue una entidad territorial del Imperio español creada por


la Corona Española en el año 1542, con capital en la ciudad de Lima o Ciudad de
los Reyes, durante su dominio en el Nuevo Mundo. En un principio, su territorio
comprendía casi toda América del Sur, incluyendo Panamá y algunas islas
de Oceanía. Aunque no incluía Venezuela, que dependía de la Real Audiencia de
Santo Domingo, ni los territorios al este de la línea del Tratado de Tordesillas que
pertenecía al Imperio de Portugal.4 Dos siglos después, su inmenso territorio sufrió
tres importantes mermas. En 1717 se creó el Virreinato de Nueva Granada al
norte. En 1776 se creó el Virreinato del Río de la Plata al sur. Al mismo tiempo
la colonia portuguesa del Brasil extendía sus fronteras tomando territorios de
la Amazonia.
A pesar de las pérdidas territoriales, todavía a principios del siglo XIX el virreinato
del Perú, era la principal posesión de la Corona española al tratarse de una de sus
principales fuentes de riqueza.5
El proceso de independencia hispanoamericana inició el fin del virreinato, conflicto
en el que se mantuvo en el bando realista, y funcionó como un importante bastión
y centro estratégico de la Corona española en América del Sur. Esto provocó la
guerra con la Provincias Unidas del Río de la Plata (creada tras la caída
del virreinato homónimo), el cual por el contrario había elegido el camino de la
independencia y desde 1810 enviaba fuerzas libertadoras en todas direcciones.
Tras independizar la Capitanía General de Chile, el general rioplatense José de
San Martín giró nuevamente su atención hacia Perú y preparó un ataque naval. La
campaña fue un éxito y San Martín declaró la independencia del Perú, para acto
seguido retirarse de su carrera militar. Aún quedaban áreas bajo control realista,
así que continuó con la tarea independentista el general grancolombiano Simón
Bolívar con la intervención de la Gran Colombia, quien utilizó el apoyo de las
guerrillas peruanas y todos los recursos de logística de la sierra peruana,
requisando todo lo necesario para una guerra de posiciones. Tras la batalla de
Ayacucho el virreinato perdió su rumbo con solo algunos focos de lealtad a la
Corona en los Andes y la costa del bajo y alto Perú. Con divisiones internas, sin
auxilios de la España peninsular y prácticamente aislado del mundo, la resistencia
del virreinato peruano sucumbió definitivamente en 1826 con la caída del Callao.

Historia[editar]
Detalle de una galería de retratos de los emperadores del Perú donde los reyes españoles (lado
derecho) figuran como sucesores de los soberanos incas (lado izquierdo). Lámina publicada en 1744 en
la obra Relación del Viaje a la América Meridional en la que Jorge Juan y Antonio de Ulloa fueron sus
autores.
El marqués6 Francisco Pizarro7 fue adelantado y primer gobernador de Nueva Castilla,8 que fue la base
territorial sobre la cual se asentó y expandió el virreinato.

Antecedentes[editar]
Véase también: Conquista del Perú
Con la entrada de los españoles en la ciudad del Cuzco en 1534, concluyó
la conquista militar del Perú llevada a cabo por Francisco Pizarro, y dio comienzo
el desarrollo del asentamiento español en el área dominada hasta ese momento
por el Imperio inca o Tahuantinsuyo.
Creación del virreinato[editar]
Al mismo tiempo que se producía la caída del Imperio incaico se desató un
conflicto entre los conquistadores. Para concluirla, el 20 de noviembre de 1542,
el rey Carlos I de España firmó en Barcelona por Real Cédula las llamadas Leyes
Nuevas, un conjunto legislativo para las Indias entre las cuales dispuso la creación
del Virreinato del Perú en reemplazo de las antiguas gobernaciones de Nueva
Castilla y Nueva Toledo, al tiempo que la sede de la Real Audiencia de
Panamá fue trasladada a la Ciudad de los Reyes o Lima, capital del nuevo
virreinato.
y te ordenamos y mandamos que en las provincias o reinos del Perú resida un virrey y una audiencia
real de cuatro oidores letrados y el dicho virrey presida en la dicha audiencia la cual residirá en la ciudad
de los reyes por ser en la parte mas convenible porque de aquí adelante no ha de haber audiencia en
panamá.
Leyes Nuevas

El flamante virreinato comprendió en un inicio y durante casi trescientos años gran


parte de Sudamérica y el istmo de Panamá, bajo diversas formas de control o
supervigilancia de sus autoridades. Abarcaba una inmensa superficie que
correspondía a los actuales territorios que forman parte de
las repúblicas de Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador
, Panamá, Perú y toda la región oeste, sureste y sur del Brasil. Quedaban
exceptuadas Venezuela, bajo jurisdicción del Virreinato de Nueva España a través
de la Real Audiencia de Santo Domingo, y Brasil, que integraba el Imperio
portugués.
Fue su primer virrey Blasco Núñez Vela, nombrado por real cédula del 1 de
marzo de 1543. Sin embargo, no pudo ejercer la autoridad real debido a los
enfrentamientos entre los partidarios de Francisco Pizarro y Diego de Almagro por
el dominio del Perú, y pereció asesinado por Gonzalo Pizarro. El asesinato de la
primera autoridad del rey produjo mucha consternación en España; la Corona
dispuso castigar severamente a quien había atentado contra el virrey, el
representante del rey en territorios conquistados. Para ello, Carlos I envió a Pedro
de la Gasca con el título de Pacificador para solucionar esta situación. Ya en el
Perú, La Gasca, seguro de haber infundido la semilla de la traición entre los
partidarios de Gonzalo Pizarro, se enfrentó al conquistador cerca del Cuzco,
en 1548. Gonzalo Pizarro vio a sus capitanes pasarse al bando de la Gasca y la
derrota para él resultó aplastante. Conducido a la ciudad del Cuzco, fue ejecutado
por delito de alta traición al rey. Unos años después, en 1551, fue nombrado
virrey Antonio de Mendoza y Pacheco, luego de haber ejercido el cargo en
el virreinato novohispano.
Véase también: Guerras civiles entre los conquistadores del Perú
El virrey Álvarez de Toledo[editar]
Artículo principal: Francisco de Toledo
Francisco Álvarez de Toledo, Virrey del Perú, fue el gran ordenador y organizador del virreinato.

Tras casi cuarenta años de desorden administrativo, el virreinato peruano encontró


a un eficiente conductor en el virrey Francisco Álvarez de Toledo, quien,
entre 1569 y 1581, logró establecer el marco político-administrativo que rigió por
muchos años en el Perú virreinal.
Apenas llegado a tierras peruanas, Francisco Álvarez de Toledo se informó de
todo cuanto había sucedido en el virreinato y de cuáles habían sido las políticas
seguidas hasta ese momento. Reconoció la inexistencia de un adecuado sistema
tributario, pues no había un registro del total de habitantes del virreinato. Álvarez
de Toledo realizó personalmente varias extensas visitas generales a distintas
partes del virreinato y, por primera vez, se tuvo registro de los recursos humanos y
naturales del Perú. Tras saber el número de posibles tributarios, estableció
las reducciones, pueblos indígenas en los que se agrupaba a un número de
alrededor de quinientas familias. Así se sabía con exactitud la cantidad de tributo
que debían entregar.
El virrey Álvarez de Toledo impulsó la distribución del trabajo indígena por medio
de la mita. Mediante el empleo de esta se proveyó de mano de obra a las
ricas minas de Potosí, provincia de Charcas, productoras de inmensas cantidades
de mineral de plata, y a Huancavelica, de la que se extraía mercurio o azogue,
necesario para la purificación argentífera, con lo que se logró convertir al Perú en
uno de los centros más importantes de producción de plata en el mundo.
Francisco Álvarez de Toledo fue el virrey más destacado del Perú, ya que, debido
a sus éxitos alcanzados como funcionario, sentó las bases del virreinato peruano,
pues consiguió la ordenación administrativa del gobierno y la legalidad política de
todo su amplio territorio.
El ciclo de la plata[editar]
Audiencias del Virreinato del Perú, hacia 1650:
1) Real audiencia de Panamá
2) Real audiencia de Santa Fe de Bogotá
3) Real audiencia de Quito
4) Real audiencia de Lima
5) Real audiencia de La Plata de los Charcas
6) Real audiencia de Chile.

Entre 1580 y 1650, el sistema económico mercantilista se implantó definitivamente


en el Perú con el surgimiento de la gran minería gracias a la explotación de las
vetas argentíferas de Potosí mediante amalgamación con el azogue de
Huancavelica.
En lo militar el virreinato del Perú financió y apoyó militarmente, por medio del real
situado y el envío de soldados y provisiones desde el Perú, las campañas contra
los mapuches en la Guerra de Arauco que se extendió por gran parte del período
virreinal. Solamente en el año 1662 fueron enviados 950 soldados y 300 000
pesos para los gastos de guerra,9 de igual manera del virreinato peruano partieron
las directivas generales para la conducción de la campaña como fue la que envió
el virrey Príncipe de Esquilache ordenando una guerra defensiva contra los nativos
americanos y la prohibición del servicio personal de estos.10La fortificación del
puerto del Callao y la manutención de una fuerza naval para defender al vasto
territorio de incursiones de corsarios y piratas fue también responsabilidad de los
sucesivos virreyes del Perú.
Las reformas borbónicas[editar]

Imperios español y portugués en 1790

En el siglo XVIII destacaron las figuras de los virreyes que introdujeron


las Reformas Borbónicas, medidas impuestas por la Casa de Borbón,
especialmente Manuel de Amat y Junyent, que gobernó
entre 1761 y 1776, Manuel de Guirior, entre 1776 y 1780, Agustín de Jáuregui,
entre 1780 y 1784 y Teodoro de Croix, entre 1784 y 1790, destinadas a revitalizar
la administración virreinal con actuaciones como la incorporación del sistema
de intendencias. Con ellos se intentó profesionalizar el gobierno, sustituyendo las
inoperantes figuras de los corregidores y los alcaldes mayores, dedicando especial
interés a todo lo relacionado con la hacienda.
La reorganización territorial llevada a cabo a lo largo de ese siglo implicó
desmembrar dos vastas regiones del virreinato peruano para conformar con ellas
otros dos nuevos virreinatos: el Virreinato de Nueva Granada en 1717, restaurado
en 1739 tras un periodo de supresión, y luego el Virreinato del Río de la Plata,
creado en 1776. Estas pérdidas de territorio supusieron la pérdida de
protagonismo del Virreinato del Perú como centro económico de España en
Sudamérica aunque continuó siendo el bien más valioso de la Corona, debido a su
poder político, social y cultural.
La posterior política económica de los Borbones, que permitió el comercio directo
entre los puertos españoles y diversos puertos sudamericanos
(Maracaibo, Guayaquil, Arica, Valparaíso, etc.), redujo el tráfico comercial a través
del puerto del Callao y afectó a las rentas del Virreinato, que tras la separación
del Río de la Plata quedó confinado a las rutas comerciales secundarias
del océano Pacífico, mientras que el tráfico comercial más lucrativo (el del océano
Atlántico) quedaba bajo dominio de los puertos de Buenos Aires o Cartagena de
Indias, fuera de la influencia del virreinato peruano.
La ciudad de Lima, antaño principal ciudad de Sudamérica y poseedora de una
vida cortesana y comercial comparable a la de la propia Madrid, perdió gran parte
de su antigua riqueza en la segunda mitad del siglo XVIII, a lo cual se unió la
continua merma de los ricos depósitos de plata de Potosí que habían sustentado
la economía virreinal durante dos siglos, hasta que todo el territorio de Charcas,
también conocido como Alto Perú (actual Bolivia) quedó unido al virreinato
rioplatense en 1776. Los últimos años del mencionado siglo, si bien generaron
una administración más eficiente y un mejor manejo de los recursos del virreinato
en beneficio de España, mostraron un serio declive de la riqueza general del
virreinato peruano.
La expulsión de los jesuitas en 1768 ocasionó que el territorio de la Comandancia
General de Maynas, perteneciente al Virreinato de Nueva Granada, cayera en un
casi total abandono, dadas las dificultades de acceso, lo cual hizo temer a la
Corona su pérdida debido a la política expansionista de los portugueses en
la cuenca amazónica. El rey encargó al antiguo gobernador de Maynas, Francisco
Requena, que realizara un informe sobre la situación del citado territorio. Requena
informó que los funcionarios civiles y eclesiásticos de Quito y Bogotá estaban en
situación de no poder ocuparse de la región, por lo que sugirió que esta fuera
reincorporada al virreinato del Perú junto con el Gobierno de Quijos, y que se
estableciera un obispado de misiones allí.
Teniendo en cuenta el informe de Requena, el rey dispuso el 15 de
julio de 1802 crear el Obispado y la Comandancia General de Maynas. Del
contenido de la cédula de 1802 se deduce claramente que su objetivo principal era
detener los avances portugueses en los territorios de la Corona española.
La Real Cédula de 1802 dice:
He resuelto que tenga por segregado del Virreynato de Santa Fe y de la provincia de Quito y agregado a
ese Virreynato el Gobierno y Comandancia General de Mainas con los pueblos del Gobierno de Quijos,
excepto el de Papallacta por estar todos ellos a las orillas del rio Napo o en sus inmediaciones,
extendiéndose aquella Comandancia General no sólo por el rio Marañon abajo, hasta las fronteras de
las colonias portugueses, sino también por todos los demás rios que entran al Marañon por sus
margines septentrional y meridional como son Morona, Huallaga, Paztaza, Ucayali, Napo, Yavari,
Putumayo, Yapurá y otros menos considerables, hasta el paraje en que estos mismos por sus altos y
raudales dejan de ser navegables: debiendo quedar también a la misma Comandancia General los
pueblos de Lamas y Moyobamba... YO EL REY

El cumplimiento efectivo de la Real Cédula de 1802 ha sido motivo de disputas


posteriores entre los gobiernos del Perú, Colombia y el Ecuador.
Emancipación[editar]
Artículo principal: Emancipación del Perú
Véanse también: Capitulación de Ayacucho,  Gobierno de Chiloé  y  Gobierno de
Guayaquil.

Bando del 13 de julio de 1810 agregando la provincia de Charcas y Córdoba del Tucumán al Virreinato
del Perú

A partir de los inicios del siglo XIX se produjeron los estallidos revolucionarios en


la América española. El virrey José Fernando de Abascal y Sousa hizo del
virreinato peruano el baluarte, reducto y centro de la contrarrevolución en favor de
la monarquía; desde este virreinato se contuvo el avance de la
revolución argentina, se reconquistó Chile y se sofocaron los levantamientos
de Quito. También fueron reprimidos todos los intentos revolucionarios —en
particular, la rebelión del Cuzco— y toda manifestación de signo independentista
en el propio virreinato. Sin embargo, Guayaquil se proclamó Estado independiente
en 1820 y recibió la ayuda gran colombiana del general Simón Bolívar.
Fin del Virreinato[editar]
Véanse también: Independenciadel Perú,  Capitulación de Ayacucho,  Gobierno de
Chiloé  y  Gobierno de Guayaquil.
Después de la victoria del Ejército de los Andes sobre los realistas, Chile declaró
su independencia en 1818 y organizó junto con las Provincias Unidas del Río de la
Plata una expedición militar al mando del Libertador general José de San Martín,
la cual desembarcó en el puerto de Pisco (al sur de Lima) el 8 de septiembre de
1820. A partir de ese momento, diversas provincias y pueblos del Perú empezaron
a declarar su independencia de España, tales
como Huamanga, Tarma, Lambayeque, Ferreñafe, Trujillo y Cajamarca.
Finalmente, en 1821 San Martín ocupó la capital virreinal (Lima) y proclamó
la Independencia del Perú el 28 de julio de ese mismo año.
La sede virreinal fue trasladada al Cuzco y el virreinato español del Perú se
mantuvo en los territorios no independizados hasta el año 1824, en que —tras
la batalla de Ayacucho— se firmó la Capitulación de Ayacucho entre el
general José de Canterac y Antonio José de Sucre al mando de las fuerzas
militares revolucionarias, dando fin al virreinato del Perú. La capitulación fue
aceptada sin resistencia por Pío de Tristán y Moscoso a la cabeza del gobierno del
virreinato a la llegada al Cuzco del Ejército Libertador tres semanas más tarde. El
7 de abril de 1825 el Alto Perú se independizó como República de Bolivia. En
enero de 1826 se puso fin a toda resistencia militar en Chiloé y en El Callao.
Organismos centrales o metropolitanos[editar]
El rey de España[editar]
Era la suprema autoridad en España, en las Indias y en el resto de su Imperio. Su
gobierno fue absolutista. El rey tenía la capacidad de decisión y la última palabra
en todo tipo de decisiones, si bien hasta 1700 las Cortes manejaban los recursos
públicos, aprobaban y derogaban leyes, acuñaban moneda, aceptaban o
desestimaban reyes y regentes, etc. En el transcurso de los tres siglos que existió
el virreinato del Perú se sucedieron once monarcas agrupados en dos dinastías:

Felipe II Rey de España.

Casa de Austria (dinastía de origen austríaco, entroncada en la familia


real Habsburgo)

 Carlos I (15421 - 1556)


 Felipe II (1556 - 1598)
 Felipe III (1598 - 1621)
 Felipe IV (1621 - 1665)
 Carlos II (1665 - 1700)
Casa de Borbón (dinastía de origen francés entroncada en la familia
real Bourbon)

 Felipe V (1700 - 1724)
 Luis I (1724)
 Felipe V (1724 - 1746)
 Fernando VI (1746 - 1759)
 Carlos III (1759 - 1788)
 Carlos IV (1788 - 1808)
 Fernando VII (18082 - 18243)
El Consejo de Indias[editar]
El Consejo de Indias fue el máximo organismo peninsular que tenía a cargo todo
lo concerniente a la política administrativa, judicial y el ejercicio del
Real Patronato Indiano, en última instancia, todo aquello que pudiera presentarse
en tierras de la América hispana.
Organismos locales[editar]
Artículo principal: Organización territorial del Virreinato del Perú
Fueron organismos que funcionaron en el mismo virreinato para ejecutar las
disposiciones emanadas de la España europea. Fueron los siguientes:
El virrey[editar]
Artículo principal: Virrey del Perú
Era el representante personal del Rey de España en el virreinato: su “alter ego”, es
decir, “su otro yo”. Como suprema autoridad del virreinato fue el encargado de
impartir justicia, administrar el tesoro público y velar por la evangelización de los
indígenas. El virrey era nombrado por el rey a propuesta del Consejo de Indias,
aunque muchas veces fue el mismo rey quien se encargaba de revisar los
nombres de los posibles virreyes. El virrey del Perú residía en el actual Centro
histórico de Lima, en el suntuoso Palacio de los Virreyes, rodeado de una brillante
corte, en medio de gran lujo, riquezas y resguardado por una guardia de honor.
Durante la existencia del Virreinato del Perú gobernaron 40 virreyes.
Las audiencias[editar]
Grabado de Felipe Huamán Poma de Ayala representando a la Real Audiencia de Lima.

Las audiencias tenían como función principal la administración de justicia, en


calidad de segunda instancia en los juicios o procedimientos judiciales, a nivel de
cortes superiores. Asimismo, ejercían funciones políticas, es decir, facultades
propiamente de gobierno, pues la Audiencia actuaba como asesor del virrey, por lo
que muchas veces absolvió las consultas formuladas por el virrey. De igual
manera, fue la encargada de tomar las riendas del virreinato cuando el virrey se
encontraba enfermo o moría repentinamente. Según su categoría, las audiencias
eran de dos clases: Audiencias Virreinales, de mayor rango, presididas por el
virrey, tal fueron los casos de la audiencia de Real Audiencia de Lima y la Real
Audiencia de México, que tenían bajo su autoridad a las otras audiencias del
mismo virreinato, denominadas Audiencias Subordinadas.
En el virreinato se establecieron nueve extensas Reales Audiencias, que fueron
los máximos tribunales dentro del mismo. Estas audiencias fueron las siguientes:

 Real Audiencia de Panamá (1538)


 Real Audiencia de Lima (1543)
 Real Audiencia de Santafé de Bogotá (1549)
 Real Audiencia de La Plata de los Charcas (1559)
 Real Audiencia de Quito (1563)
 Real Audiencia de Concepción (1565-1575)
 Real Audiencia de Santiago de Chile (1606)
 Real Audiencia de Buenos Aires (1661-1672; 1776)
 Real Audiencia de Cuzco (1787)
En Lima la Audiencia fue presidida por el virrey y estuvo conformada por
los oidores (de número variable llegando a tener durante varios años hasta doce
miembros), dos fiscales, un alguacil mayor, un teniente del Gran Canciller y
numeroso personal subalterno.
Los corregimientos[editar]
Los corregimientos fueron divisiones administrativas y territoriales de la Corona
española en el Perú. En 1569 el gobernador y capitán general Lope García de
Castro creó los corregimientos de nativos americanos subordinados a los
corregimientos de españoles. Los corregimientos fueron gobernados por un alto
funcionario nombrado, mayormente, por el Consejo de Indias, denominado
corregidor. Los corregimientos tenían facultades políticas (conservaban el orden y
la buena marcha del corregimiento), administrativas (cobraban el tributo de los
habitantes que vivían en la jurisdicción) y judiciales
Las intendencias[editar]
Los corregimientos fueron suprimidos en 1784, por Carlos III, como consecuencia
de la revolución de Túpac Amaru II y reemplazados por las Intendencias.
Desde 1784, llegaron para administrar las siete nuevas intendencias: Trujillo,
Lima, Arequipa, Cusco, Huamanga, Huancavelica y Tarma. En 1796 se agregó al
Perú la intendencia de Puno. Los intendentes también recaudaban los tributos y
organizaban mitas, pero no podían hacer "repartos mercantiles". Hay paralelismo
entre lo virreinal y lo republicano, respecto a la subdivisión político-territorial. Los
departamentos equivalen a las intendencias; las provincias, a los partidos; y los
distritos, a las doctrinas.
Los cabildos[editar]
Denominados también, ayuntamientos, municipalidades o consejos municipales,
fueron unas instituciones de origen español que se trasplantaron a América.
El cabildo tenía múltiples atribuciones administrativas. Entre ellas les correspondía
administrar arbitrios, presidir espectáculos públicos, organizar fiestas pomposas al
llegar los nuevos virreyes, vigilar el aseo de la ciudad, inspeccionar las calles y
organizar la baja policía.
Se distinguen tres tipos de cabildos: correspondientes a las villas y lugares, a las
ciudades diocesanas y a las ciudades metropolitanas.
En las villas, se constituían por un alcalde ordinario, elegido anualmente en un
acto presidido por el corregidor y cuyos cargos podían ser comprados o
heredados; cuatro regidores, un alguacil y un mayordomo. En las ciudades
diocesanas: un alcalde elegible, ocho regidores, dos fieles ejecutores, dos jurados
o diputados de cada parroquia, un procurador general, un mayordomo, un
escribano de consejo, dos escribanos públicos, un escribano de minas y otro de
registro, un pregonero mayor, un corredor de lonja y dos porteros.
En las ciudades metropolitanas: elegidos entre los encomenderos y entre los
vecinos notables que no ejerciesen otros cargos incompatibles, doce regidores
(en México fueron quince y en Lima llegaron a ser dieciocho) y los demás oficiales
perpetuos. Los alcaldes ordinarios eran elegidos por los regidores mediante
votación secreta que en Lima era presidida por el virrey. Los regidores eran
elegidos por el virrey con la autorización del monarca o por elección del cabildo.
Autoridades indígenas: el curaca y el varayoq [editar]
Las autoridades del gobierno español creyeron conveniente seguir contando con
los servicios de los antiguos dirigentes incas a nivel de pueblos y de ayllus, para
que la dominación sobre los Andes fuese más rápida y efectiva. Una institución
andina ancestral que usaron con eficacia fue el curacazgo, costumbre milenaria de
constituir un jefe para cada ayllu o comunidad: el curaca, instituido bajo el nombre
de cacique, palabra centroamericana equivalente al curaca.
Los curacas, que durante el Tahuantinsuyo rindieron cuenta al apunchic incaico
(enviado por el inca), durante el virreinato debieron rendir cuenta al corregidor
español (enviado por el rey de España). Otra institución incaica utilizada fue el
varayoc, autoridad civil encargada de gobierno administrativo del pueblo, la cual, a
similitud de los alcaldes velaba por el correcto desenvolvimiento del caserío o
poblado.

Organización económica del virreinato[editar]


La economía virreinal sustentó su estructura en:
La minería[editar]

Potosí. La primera imagen en Europa. Pedro Cieza de León, 1553.

La ciudad de Potosí durante el Virreinato del Perú.

Fue la actividad preferente en el virreinato, por lo menos durante el siglo XVI y


gran parte del XVII, para empezar a decaer en el siglo XVIII. Dentro de la actividad
minera se distinguieron dos momentos: El primero, que fue hasta el
establecimiento de la organización virreinal, caracterizado por un sistema de
extracción intensiva del metal con base en una febril actividad de la superficie,
desmantelamiento, apropiación, y reparto de las riquezas del antiguo Perú. El
segundo presentado por el ordenamiento económico que empieza con
las Ordenanzas de 1542.
Las mejores minas, por su calidad y rendimiento fueron de propiedad de la corona
española. Las minas más pequeñas, en cambio, fueron explotadas por
particulares con la obligación de pagar como impuesto el Quinto Real, o sea, la
quinta parte de la riqueza obtenida. Los principales yacimientos mineros fueron:
Castrovirreyna, Huancavelica, Cerro de Pasco, Cajabamba, Contumaza,
Carabaya, Cayllama, Hualgayoc, todas ubicadas en el actual Perú. Pero el más
grande a nivel minero fue el yacimiento de Potosí, cuya producción se sustentó en
la mita minera. El Cerro Rico de Potosí proporcionó las dos terceras partes de la
plata que hubo en el Perú hasta que en 1776 pasó a formar parte del Virreinato del
Río de la Plata.
Los centros mineros fueron ciudades que rápidamente se convirtieron en emporios
comerciales que engranaron todo un circuito comercial en el que se encontraban
la ciudad de México (para Zacatecas y Guanajuato) y Lima (para Potosí, Cerro de
Pasco y Huancavelica). Para la extracción de la plata las técnicas andinas incluían
el método de la huayra, que consistía en el empleo de un horno al cual se le
sometía el plomo, extrayéndose finalmente la plata. Pero esta plata era de una
impureza notoria.
En la Nueva España se llegó a descubrir una técnica que se aplicó en las minas
de Potosí: consistió en mezclar la plata con el mercurio (llamado azogue). Luego,
la plata se separaba, manteniéndose en un estado de pureza. La producción
minera tuvo su auge entre 1572 a 1580 que fluctuó de 216 000 a 1 400 000 pesos
anuales; pero disminuyó su ritmo extractivo al promediar el siglo XVII y ya en el
siglo XVIII, su decadencia fue notoria debido, en gran parte, al sistema y forma
empírica como se trabajaba en los centros mineros, también a la carencia de
caminos para agilizar el transporte y la despoblación indígena.
Entre 1790 y 1795, según las memorias del virrey Francisco Gil de Taboada, se
hallaban en explotación en su territorio (actual Perú), 728 minas de plata, 69 de
oro, 4 de mercurio, 12 de plomo y 4 de cobre. Pese a que la minería era en la
época una actividad desorganizada y riesgosa, su auge fue tal que no menos del
40 % de los yacimientos que actualmente están en operación en el Perú, ya
habían sido descubiertos y trabajados en tiempos del virreinato.
Régimen comercial del virreinato[editar]
El comercio virreinal estuvo basado en el monopolio debido al carácter exclusivista
y mercantilista que prevaleció en la economía. Hasta el debilitamiento, y luego la
derogación del monopolio universal, solo los territorios españoles de Europa
podían comerciar con la América española. Con el tal propósito y el de recaudar
impuestos, se creó en Sevilla la llamada Casa de Contratación de Indias en 1503,
organismo encargado de velar por el cumplimiento del monopolio. Además, en
cada virreinato funcionaba un Tribunal del Consulado, que controlaba el
movimiento comercial e intervenía en todo lo relacionado con él.
Monopolio comercial del Virreinato del Perú.

En 1561, Felipe II estableció que los únicos puertos para el tráfico comercial


fueran Sevilla en España, Veracruz, en México y Callao en el Perú, en tanto
que Cartagena de Indias y Panamá eran tenidos como puertos de tránsito.
En cumplimiento de esta disposición, anualmente salían de Sevilla dos grupos de
barcos cargados de mercaderías y escoltados por otros barcos de la Armada
española. El grupo de barcos que iba a México tomaba el nombre de flota y
arribaba a Veracruz. Los que venían al Perú tomaban el nombre de galeones y
llegaban, primero, al puerto de Cartagena de Indias y, de allí, pasaban al puerto
de Portobelo. Allí en Portobelo, se realizaba una gran feria, a la que asistían los
comerciantes limeños que llegaron a este lugar, mediante la llamada Armada del
Mar del Sur, hasta Panamá, y, luego, por tierra, atravesaban el istmo para llegar a
Portobelo. Efectuadas las compras y ventas en Portobelo, los comerciantes de
Lima se embarcaban, nuevamente, en la Armada del Mar del Sur y arribaban
al Callao, desde donde enviaban las mercaderías por tierra a los pueblos y
ciudades del interior del virreinato como Arequipa, Cuzco, Charcas, Buenos
Aires, Santiago y Montevideo. De esta manera, el Virreinato del Perú se
convierte en eje del movimiento comercial. El Callao, como puerto autorizado,
mantuvo su preeminencia sobre otros puertos menores, tanto de la costa
del Pacífico, como del Atlántico.
El monopolio no dio resultado para el Imperio español; en cambio, fomentó
el comercio ilícito, de contrabando, a cargo de ingleses, franceses y holandeses.
Los barcos de los países contrabandista (desde el punto de vista español)
arribaban a puertos menores, así como también a caletas y embarcaderos, desde
donde se introducía la mercadería a los poblados aledaños y ciudades del interior
del Virreinato, lugares estos en los que se daba el caso de mayor aceptación de
estos productos que se expandían a un precio sumamente bajo en relación a los
mismos artículos traídos por los mercaderes españoles. La mayor intensidad de
este comercio ilícito se manifestó en los puertos del Atlántico, llámese Montevideo
y Buenos Aires; ello debido a la lejanía en que se encontraban con respecto a la
capital virreinal, Lima, y al puerto de entrada autorizado que era el Callao. Se ha
llegado a estimar que por cada dos mil toneladas de comercio lícito entraban al
Virreinato del Perú trece mil toneladas ilícitas, es decir, de contrabando.
Rompieron también el monopolio comercial español los terribles corsarios (que
robaban para beneficiar a sus propios países o determinada nación europea) y los
feroces piratas (que lo hacían para su propio provecho).
Francis Drake, famoso corsario inglés, atacó los puertos del Virreinato del Perú, sobre todo el del Callao.
Murió tras un ataque fallido a Panamá.

Fue famoso, en este sentido, el corsario Francis Drake que, actuando bajo la


insignia de la Corona inglesa en tiempos de Isabel I, atacó a puertos de América
meridional, saqueó el Callao y Paita, luego se dirigió a Panamá donde logró
acumular un gran botín, regresando a Inglaterra por la vía de Oceanía, en la época
del virrey Francisco Álvarez de Toledo.
Todo ello determinó, que precisamente, Lima, fuera circundada de murallas y que,
asimismo, se construyese la Fortaleza del Real Felipe, o los Reales Castillos, del
Callao.
Entre los piratas y corsarios que atacaron las costas del virreinato peruano
figuraron:

 Francis Drake (1578)
 Thomas Cavendish (1587)
 Roberto Achines (1590)
 Oliverio van Noort (1596)
 Simón de Cordes (1596)
 Almirante Veraje (1596)
 Joris van Spilbergen (1607)
 Enrique Morgan (1620)
 Jacobo Hermite (1624)
 Carlos Ciere (1670)
 Juan Guerin (1678)
 Eduardo David (1685)
Por diversas circunstancias el sistema del monopolio fue quebrantándose. Así, a la
firma del tratado de Utrecht, en 1713, España concedió a Inglaterra el derecho de
enviar cada año a puertos del atlántico, un barco o “navío de permiso”, con
quinientas toneladas de mercaderías. En 1735 la misma España concedió el
“navío de registro“ que, previa inscripción en los puertos españoles, llegaba a los
puertos del Pacífico con mercaderías para su comercialización, hasta que el rey
Carlos III, en 1778, decretó el libre comercio, por el cual otros puertos españoles y
sudamericanos podían efectuar esta actividad. En virtud de esto,
surgieron Valparaíso, Arica, Guayaquil, Montevideo y Buenos Aires, que
disputaron la supremacía del Callao.
Impuestos del Virreinato[editar]
La llamada "Real hacienda" o "Caja fiscal del Rey" obtenía recursos directos con
el cobro de una serie de impuestos, que afectaban a las actividades económicas.
Había cajas repartidas en todo el virreinato que recolectaban los fondos, cubrían
los gastos de la administración y remitían el sobrante a la caja principal situada en
Lima ("Caja Real de Lima"), la misma que, saldando los gastos del propio
virreinato, luego las remitía a España.
Entre los impuestos, que el virreinato pagaba a la Corona figuraban:

 EL Quinto Real (Quinto del Rey), la quinta parte de los


metales extraídos o de los tesoros encontrados.
 El Tributo Personal del Indio. Que obligaba al
habitante andino, entre los dieciocho y cincuenta
años, a pagar una suma anual.
 El Alcabala, el pago que se hacía por concepto de la
compra o venta de propiedades
 El Almojarifazgo, que era el impuesto que se pagaba
por la entrada y salida de mercaderías (hoy aranceles
o derechos de aduana).
 La Media Anata, el impuesto que gravaba anualmente
los sueldos de los funcionarios públicos y burócratas.
 La Derrama, que eran los donativos extraordinarios
que se obligaba a hacer a los habitantes del virreinato
cuando España sostenía guerras con sus rivales
europeos.
 Los Estancos. De la sal, del tabaco, del papel sellado,
de los naipes, etc., es decir, el impuesto que gravaba
a tales productos, los mismos que tenían que ser
pagados por los colonos.
La moneda[editar]
Moneda de 8 reales conocida como Columnario de plata

En un comienzo, durante la conquista, no hubo moneda para el comercio, después


aparece la primera expresión de la moneda en el Perú, la callana, que era una
pieza rudimentaria fundida con especificación de peso y ley que funcionó
en Cajamarca, Lima, Cuzco y Piura. Después se confeccionó el peso, que fue un
disco burdamente labrado a cincel, llevando una cruz a cada lado; su valor
marcaba 450 maravedíes.
Posteriormente aparecieron los ducados, los escudos y los doblones, que hicieron
más expeditiva la transacción comercial. Estas monedas eran acuñadas en las
llamadas Casas de Moneda, que empezaron a funcionar alrededor del siglo XVI,
especialmente en Lima y Potosí y de menor manera en el Cusco.
La agricultura y ganadería[editar]
La agricultura no tuvo un desarrollo importante en el virreinato. Al igual que en
otros lugares conquistados por los españoles, la tenencia de la tierra se trastocó,
así como el usufructo que se hacía de ella. Con la llegada de los españoles
llegaron también productos vegetales, animales de granja y aves de corral. Desde
un inicio los indígenas fueron empleados en las faenas agrícolas y fue a través de
esta práctica que pudieron pagar sus tributos. Nuevas técnicas como el barbecho,
la rosa y quema así como diferentes instrumentos les fueron dados a los nativos
para que explotaran al máximo la agricultura.
Obraje en el Virreinato del Perú.

Las tierras destinadas a la agricultura se encontraban relativamente cercanas a las


ciudades debido a que muchos de los alimentos no aguantaban más de cinco días
de camino sin malograrse. Alrededor de Lima y Potosí, por ejemplo, hubo grandes
hectáreas destinadas solamente a la producción local. Dentro de esta producción
no se descuidaron los productos locales como el olluco y la coca. Hacia 1600 la
producción local fue lo suficientemente estable como para sustituir las
importaciones que se hacían desde la España europea, causando gran molestia a
los comerciantes españoles. Es desde entonces que el comercio intraamericano
empezó a tener auge, principalmente entre las regiones
del Perú, Chile y Centroamérica.
Productos traídos por los españoles[editar]

 Ganado: Vacuno, lanar, caprino, porcino y equino.
 Cereales: Trigo, cebada y centeno.
 Otros vegetales: Caña de
azúcar, lentejas, garbanzos, frijoles, lechugas, col, es
pinaca, apio, espárrago, zanahoria, nabo, betarraga, r
ábanos, bananas, naranja, limón, etc.
Los obrajes[editar]
Fueron centros laborales de gran importancia en el Virreinato dedicados a la
manufactura de textiles e hilos de lana, algodón y cabuya. El primer obraje fue
instituido por Antonio de Ribera en 1545. Su número creció rápidamente debido a
que las vestimentas tenían gran demanda entre los indígenas mineros (de
diferentes calidades: bayetas, jergas, frazadas, alforjas, medias, sombreros,
costales). Su producción no pudo superar lo artesanal porque el monopolio
peninsular no dejaba que se expandiera o elaborara productos de mejor calidad
dentro de sus territorios de ultramar.

La Iglesia en el virreinato[editar]
Ambiente religioso[editar]
Artículo principal: Diócesis católicas indianas españolas

Corpus Christi en el Cuzco.

Una de las causas del descubrimiento de América fue la difusión de la


religión católica y desde la creación del virreinato peruano la sociedad se
caracterizó por profesar el catolicismo y por poseer un profundo espíritu religioso.
En el siglo XVII, la Iglesia católica prosperó enormemente: en Lima, con 26 000
habitantes, contaba con diecinueve iglesias y monasterios y el diez por ciento de
su población estaba constituido por sacerdotes, canónigos, frailes y monjas, que
penetraron profundamente en la vida del pueblo, en cuyas familias era casi una
actitud tradicional destinar a uno de los hijos a la vida religiosa y observar
rigurosamente los rezos del Ángelus a mediodía y del rosario, además de asistir a
las diversas actividades de culto.
Fundada Lima, se estableció un obispado en 1541 que, en 1548, fue elevado a la
categoría de arzobispado, durante el gobierno del pacificador Pedro de la Gasca.
Este arzobispado tenía bajo su jurisdicción a todos los demás obispados que, por
entonces, funcionaban en la América del Sur, y eran el obispado de Cuzco,
Panamá, Papayán, Quito, Charcas y Paraguay. El primer arzobispo fue
fray Jerónimo de Loayza hasta que, en 1581, fue nombrado como arzobispo
fray Toribio Alfonso de Mogrovejo, considerado el verdadero organizador del
sistema eclesiástico en el virreinato, para cuyo efecto reunió en Lima
dos concilios provinciales. De acuerdo a esto la iglesia peruana se organizó en
arzobispados, obispados y curatos. Se contaba también con los curas doctrineros
en las reducciones.

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