Curso de Género

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 16

Curso de Género

Módulo 1

Abordaje: género como una relación de poder y efectos de exclusión, marginación y subordinación;
interseccionalidad del género con clase, raza, etnia y edad. Las consecuencias de la cultura patriarcal exceden al
género.

Video: Diana Maffia: “Patriarcado, sexismo y género”


La violencia de género se funda en un orden de diferencias y de jerarquías entre géneros, ¿por qué pasa esto? En la
antigüedad se pensaba que el orden social estaba fundado en un orden natural; esto pasó a pensarse en 3 vínculos
jerárquicos de poder. Entonces no depende de la naturaleza, sino en el contrato social, en el consenso donde unos
reconocen a otros como iguales y sujetos de derecho, donde el sujeto pasa a ser ciudadano (el origen de la ciudadanía
moderna).

En la modernidad se funda una división entre dos ámbitos separados y lógicas diferentes. Un ámbito es el público,
el Estado moderno es la institucionalidad (organiza la sociedad como contrato social con relaciones de poder); el
otro, es el ámbito de lo privado que permanece en un orden de naturaleza donde la institucionalidad es la familia
(como relación afectiva amorosa, de cuidado, permaneciendo en el orden natural).

Si bien la familia se conforma por los padres y los hijos, se conserva la noción de patrimonio, propiedad, donde
mujeres y niños son propiedad de los varones. En el orden público no hay esclavitud, en el privado si debido al orden
de las 3 jerarquías (varón-esclavo, varón-niño, varón-mujer).
En el siglo XVIII surge la primera ola de feminismo. Esto debido a que la ciudadanía, presuntamente universal,
abarcaba igualdad entre hombres. Pero esto no era así para todos, ya que los afro-descendientes e indígenas no eran
considerados capaces de razonar abstractamente sobre los derechos como los demás, siendo excluidos al igual que las
mujeres y los niños. Era para algunos varones que tenían cierta relación de poder, siendo un universal restringido a
unos pocos sujetos poderosos. Ninguna mujer podía ser propietaria (incluso en el siglo XXI las mujeres solo son
dueñas de un 1%), y recién dos siglos más tarde, se otorgaron los derechos civiles a estas.

A las mujeres no se las relacionaba con relaciones de producción tradicionales ya que:

- En muchos casos, su clase social es vicaria donde dependen de los varones pero no tienen un ingreso
directo al sistema de clases. Depende del padre o con quien se case, atada a una subordinación.
- En el ámbito privado se les otorgó la función reproductiva biológica y legítimamente a quien iba a
heredar. (Esto también tenía un sentido económico y político; este último tenía que ver con la
reproducción social, es decir, le otorgaba los roles de género a sus hijos que debían cumplir al crecer).
- Finalmente, la mujer se hace cargo sistemáticamente de todas las tareas domésticas.

El vínculo de la mujer y su pertenencia a ser ama de casa tiene origen en el principio del capitalismo.
Video: Dora Barrancos: “Historia de los feminismos con foco en la Argentina”

Feminismo: movimiento social que hunde sus raíces a mediados del siglo XIX, de diversas dimensiones y modos
de expresarse (“feminismos”) que tiene como objetivo igualar los derechos de las mujeres con los de los varones,
ya que se ven en el espejo de la esclavitud.
Va en crecimiento una contestación al orden vigente, que había clausurado los derechos de las mujeres en gran
medida. Los primeros congresos feministas se realizaron en mayor medida en Francia.

En Argentina, a inicios del siglo XX, en Argentina se forjan los primeros movimientos feministas, mayormente
ligadas al partido socialista, que fueron creciendo con fuerza rápidamente. Tres referentes feministas argentinas a
destacar fueron: Alicia Moreau de Justo, Elvira Rawson de Dellepiane y Julieta Lanteri.
En 1926, por primera vez, hubo una modificación del código civil, liberando el sometimiento de las mujeres, no
teniendo que pedir permiso al marido para recibir educación. En 1932, sucede el debate en el Senado acerca del voto
femenino, pero no consigue su aprobación; esto recién se logró en el año 1947.
Video: María Alicia Gutiérrez y Dora Barrancos: “Colectivos LGBTTIQ ”

Dos ejes importantes en la lucha feminista con el paso de los años fueron la igualdad de derechos, el freno a la
violencia y la cuestión del aborto.

Dentro de la lucha feminista de los últimos 40 años se vio ligada la búsqueda del colectivo LGBTTIQ como sujetos
de derecho. La organización del movimiento feminista, a través de la inclusión de todo tipo de mujeres, realiza
encuentros nacionales donde responden todo tipo de demandas. En cambio, la organización del movimiento LGBT, se
expresa mediante la conocida “Marcha del orgullo gay” (desde los años 90).
La Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito surgió hace 12 años en Argentina con
las demandas de la legalización, despenalización y acceso seguro al aborto.

El patriarcado fue muy radical en la idea de un heterosexismo obligatorio; funde sus sentidos con la sub-
alternancia femenina y no reconocimiento de las alteridades de la sexualidad (LGBT)

En Argentina, en los años 70, ya había un movimiento en crecimiento de la comunidad (Frente de Liberación
Homosexual), donde Néstor Perlongher fue un sujeto notable durante esta época, siendo perseguido y exiliado a
Brasil. Cuando retomó la democracia, el colectivo retomó mucha más fuerza con la Comunidad Homosexual
Argentina (CHA) y el trabajo de los hermanos Jáuregui y su lucha por el reconocimiento de las personas gay. El
último movimiento relacionado en surgir fue el de la lucha por los derechos trans. En el año 2012, se sancionó la Ley
de Identidad de Género estableciendo el derecho a la identidad de género de las personas. La ley de Matrimonio
Igualitario se sancionó en julio del año 2010.
Video: Ernesto Meccia: “Masculinidades”

La problemática de la masculinidad tiene que ver con la visibilidad, o tiene que ver también con la ceguera.

Casi todo varón tiene la posibilidad de ser discriminado porque existe un estereotipo muy exigente con respecto a lo
que debe ser. Según el consenso general de los Estados Unidos, el único hombre que no tiene que avergonzarse de
nada, “es un joven casado, padre de familia, blanco, urbano, norteño, heterosexual, protestante, que recibió
educación superior, con un buen empleo, aspecto, peso y altura adecuados y que triunfe en los deportes” (Erving
Goffman). Si se tiene en cuenta este estereotipo, casi ningún varón cumple con estas características.

Definiciones esencialistas de la masculinidad:


- Seleccionan un atributo, una cualidad, prototípicamente masculina (también cualidades esenciales
Raewyn Connel: “Masculinidad como un lugar en el sistema de relaciones de género, históricamente construido, y que
ese lugar consiste, por un lado, en las practicas a través de las cuales los varones y las mujeres lo ocupan, y por otro,
por los efectos que dichas practicas generan en la experiencia corporal, en la personalidad y en la cultura.”
Aquellas masculinidades hegemónicas son las más legitimas, las que representan el modelo de varón que construye
interpelaciones mediante una sociedad en un determinado momento histórico. Paradójica y numéricamente es la más
“floja”, ¿quién cumple con tantas categorías? Si bien existen pocos varones que cumplan con dicha masculinidad,
todos tenemos la imagen de esta en mente.
Luego existen las masculinidades subordinadas, es decir, gay y trans. Tienen que vivenciar y experienciar, abriendo
paso muchas veces a “codazos” debido a las exigencias propuestas por la masculinidad hegemónica y su gran
conjunto de instituciones. La experiencia de la masculinidad subordinada se vive a nivel jurídico, político y médico.
Las masculinidades cómplices son aquellas que no se ajustan al estereotipo presentado por Goffman, a la
masculinidad hegemónica, pero sacan provecho de su existencia.
Finalmente, las masculinidades marginadas son aquellas en las que interviene la clase, etnia o raza, quedando fuera
del mapa social.
Video: Graciela Morgade: “Las sexualidades en la educación”

Si bien a la escuela se la presenta como espacio de igualdad, en todos los niveles educativos la transmisión de
estereotipos de lo femenino y lo masculino es aún habitual. Las prácticas educativas actuales no son neutrales en
términos de género.

Los planes de estudio, las disciplinas, no fueron ajenas en su construcción a las relaciones de saber/poder que tienen
que ver con el patriarcado. Entonces, los saberes de referencia fueron construidos en un marco de fuerte (1)
invisibilización de la participación femenina en las sociedades. El (2) curriculum oculto tiene que ver con lo que se
enseña y lo que se aprende en las escuelas, que no está totalmente escrito, pero si transmitido de alguna manera, en lo
denominado expectativas de comportamiento y rendimiento, lo que se habilita y lo que se censura, se silencia. El (3)
curriculum nulo u omitido se trata de aquello que no se trata u habla en las escuelas, los intereses de las diferentes
identidades sexogenéricas que hay en ellas, y los intereses de las mujeres en particular.

La cuestión de la sexualidad o cuerpos sexuados es uno de los temas de los que menos se ha hablado, o se ha
Se presenta fuertemente un canon tradicional de lo que debe ser leído, o una escasa crítica del sexismo en el lenguaje.
En el área de formación ética y ciudadana (educación cívica), hay una fuerte omisión de toda la producción,
normativa, jurídica, nacional e internacional, que visibilizó la problemática de los derechos de las mujeres. Ningún
área está ajena al estereotipo sobre las capacidades de las mujeres (en historia, artística, educación física, ciencias
exactas, hay una marcada diferenciación).

Hay un proyecto político en desarrollo interesante que articula la producción de la academia, los movimientos
políticos y sociales, la decisión política gubernamental (ejecutivo, legislativo y judicial): la Ley de Educación
Sexual Integral, votada en el 2006. Esta intenta sacar a la sexualidad de lo que es y ha sido dentro de una mirada
corriente, restringida, reducida a la dimensión biológica. Establece que la sexualidad de la construcción social de
los cuerpos debe ser abordados en la complejidad. Los cuerpos no son meramente una materialidad, son producto
de una relación dialéctica entre materialidad y contexto social, cultural, que hacen que se construyan, disfrutan o
padezcan, según un determinado marco de relaciones sociales y culturales.
a) La dimensión sexo-genérica se articula con determinaciones culturales, históricas, económicas, étnicas,
religiosas.
b) La dimensión psicológica tiene que ver con la construcción subjetiva de las identidades sexo-genéricas.
c) La dimensión afectiva tiene que ver con que les pasa a los chicos y chicas, como se relacionan con sus
cuerpos, como lo viven, disfrutan o padecen.
d) La dimensión ética trata de cómo nos vinculamos con el otro u otra en tanto sujeto de derecho y sujeto de
deseo.

No habrá educación democratizadora si no incluye una mirada crítica, autocrítica y conservadora de las relaciones
cotidianas, de lo que se aprende o enseña, y de las relaciones vinculares.

Textos
Contra las dicotomías: Feminismo y Epistemología crítica – Diana Maffia

Feminismo: aceptación de tres principios:

- Descriptivo: se puede probar estadísticamente; en todas las sociedades las mujeres están peor que los
varones. Tanto en la pobreza, salud o trabajo, existe una importante desventaja para las mujeres.
- Prescriptivo: afirmación valorativa; no nos dice lo que es sino lo que debe ser, lo que debe ocurrir, lo que
está bien y lo que está mal. No es justo que sistemáticamente en todas las sociedades y en todos los grupos
las mujeres estén peor que los varones.
- Práctico: enunciado de compromiso; compromiso moral para evitar que sistemáticamente ocurra una
diferencia jerárquica entre varones y mujeres, solo por el mero hecho de ser lo que son. Hacer lo que está a
mi alcance para tomar ese compromiso. Un varón o una mujer que tome esta posición se podría considerar
feminista.

Dicotomías:
Una dicotomía implica que el par de conceptos es exhaustivo y excluyente. Ej.: objetivo-subjetivo; exhaustivo es que
entre los dos forman una totalidad y no hay nada más por fuera, agota el universo del discurso; excluyente ya que si
algo pertenece a un lado del par, no pertenece al otro lado. Las dos cosas no se pueden dar en el mismo momento. Si
es algo objetivo entonces está expulsada la subjetividad.

Listado de conceptos asociados a características de lo femenino y masculino:


OBJETIVO SUBJETIVO
Parte de las cualidades de la izquierda tradicionalmente se le atribuyen al varón, y parte de las propiedades de la
derecha, a la mujer. Este par de conceptos exhaustivos y excluyentes está sexualizado. Esto produce un estereotipo
entre uno y otro lado del par, y también una jerarquización entre los sexos (ej.: lo objetivo es mas valioso que lo
subjetivo; lo público es más valioso que lo privado; lo racional es más valioso que lo emocional). Entonces, se está
jerarquizando reforzadamente a las mujeres con respecto de los hombres en una inferioridad. Un rasgo que se define
como femenino, culturalmente se considera como rasgo disvalioso.
En las condiciones que tiene la justicia, el derecho y la ciencia, se encuentran los rasgos del lado izquierdo. Esto
genera que a las mujeres se les diga que la ciencia requiere unas condiciones privilegiadas de acceso, que casualmente
son las masculinas. La naturalización de estas ciencias es producto de la sexualización de la dicotomía.
El feminismo de los años ’70 (feminismo de la igualdad) procuraba llegar a aquellos cargos a los cuales las mujeres
no habían podido llegar. En realidad, esta discusión lo que hace es legitimar esta jerarquización. El feminismo de la
igualdad discute la sexualización del par, pero no discute su jerarquización. Lucha por igualdad legal y formal, por
leyes equitativas para varones y mujeres.
En los años ’80 aparece el feminismo de la diferencia. Este exalta la diferencia de las mujeres, aceptando los rasgos
de la columna derecha como rasgo femeninos, pero no de manera negativa, sino como mucho mejores. Aquí se discute
la jerarquización, pero aceptando la sexualización del par.
En los años ’90 aparece el feminismo crítico. Este discute todo debido al impacto entre el feminismo y el
posmodernismo. Se discute acerca de los pares dicotómicos, planteando que existe una relación compleja de
conceptos, y que dentro de esa complejidad hay una interacción muy complicada, negando la separación de los
conceptos en dos grupos antagónicos. También se discute tanto la sexualización como la jerarquización. Finalmente,
se produce un cambio de paradigma importante, destruyendo todas aquellas cosas ciertas en las cuales nos
apoyábamos; momento de novedades y desafíos.
Epistemología Feminista
En el siglo XVII surge el sujeto político, el ciudadano y el sujeto de conocimiento científico con el mismo sesgo de
atribuciones dicotómicas, produciendo un modelo de conocimiento patriarcal. Este modelo es un sujeto capaz de
objetividad, capaz de separar sus propios intereses y adquirir una visión de los aspectos del mundo sin ponerse en
juego él mismo.

Neutralidad valorativa: el sujeto de conocimiento de la ciencia no pone en juego sus valores y emociones a la
hora de producir conocimiento o justicia, los neutraliza. Se produce un control intersubjetivo donde distintos
sujetos pueden controlar lo que otros producen, capaces de neutralizar sus emociones, valores, preferencias e
inclinaciones, produciendo un solo testimonio de lo que ve (cada sujeto puede ser reemplazado por cualquier otro,
produciendo el mismo resultado).
Ideal de ciudadanía: cada sujeto vale lo mismo, no importa cuales sean sus condiciones particulares; ciudadanía
no como el ejercicio de derechos afectivos de cada sujeto, sino como ciertas cualidades (racionalidad, capacidad de
valuación y argumentación, votar).
Valor de la literalidad en el lenguaje: literalidad es que el conocimiento científico tiene que producir una
descripción del mundo, creando un lenguaje específico para la ciencia y asegurando la referencia. Entonces, el
ideal a aspirar sería que cada cosa tuviera un nombre, y no se pudieran cometer errores (ambigüedad, vaguedad,
La autora propone una visión diferente: la idea de que nuestra manera lingüística de acercarnos al mundo se parece
más a la metáfora que a la literalidad. Avanzamos con lo que conocemos, y tenemos instrumentos de comprensión
sobre cosas que no conocemos, sobre las que aplicamos estas capacidades de interpretación. Vemos el mundo como si
ya lo comprendiéramos de antemano, lo incorporamos a algo que previamente tenemos y procedemos, entonces, a
capturar esas cosas y modificarlas “metafóricamente”.
La idea de la metáfora es que lo que yo hago es comprender eso nuevo desde el lugar de lo que ya tengo
comprendido; transferencia de sentido puesta a prueba con el resto de mi sistema de conocimiento y experiencias que
se modifican permanentemente. Estas, al igual que las emociones, han sido consideradas obstáculos para el
conocimiento. No han sido valoradas como instrumentos cognoscitivos (comprensión y significación de la realidad),
sino como obstáculos epistemológicos que deben ser eliminados para lograr la neutralidad valorativa y literalidad del
conocimiento científico. La Teoría del Conocimiento es el valor del lenguaje como algo que significa, no son los
sujetos los que significan a través del lenguaje.
El feminismo dice que, como el lenguaje tiene una direccionalidad y penetración en la realidad, aparece como más
masculinizado, en cambio, la escucha por tener una “mala prensa” de pasividad, está feminizada. Se presenta a la
escucha como pasiva a pesar de que es absolutamente activa. La filosofía de la escucha es una manera de poder
decodificar aquellos mecanismos activos por los cuales este significado es procesado dentro de cada sujeto y devuelvo
como una significación o interpretación del mundo, que debe ser luego interpretada por el resto de los sujetos.

Richard Rorty critica la idea de la mente como meramente receptiva; refleja aquello que el mundo produce como
impacto dentro de la mente, por lo que hay que:

- Reflexionar sobre los contenidos de nuestra mente; construir fundamentos seguros para el conocimiento.
- Recibir los datos del mundo de manera directa como un espejo, como un dato del mundo mismo, un dato
básico del mundo, sobre el cual apoyar toda la construcción del conocimiento.

Los otros sujetos se consideran iguales que yo; constituyen el mismo mundo que yo constituyo, compartimos un
mundo en común de transacciones cotidianas como base de cualquier otra construcción posible. Cuando considero
al otro sujeto como alter ego (otro yo), debo aceptar que así como yo lo constituyo, ese sujeto me constituye a mí. La
mirada de los otros me constituye colectivamente como sujeto, estructurando mi subjetividad, ofreciendo otras
perspectivas y miradas sobre algo que en realidad es inagotable. Cualquier sujeto u objeto tiene infinitas perspectivas
posibles, nadie puede acceder a todas esas perspectivas pero puede haber una constitución intersubjetiva que permita
completar esa mirada sobre lo que uno es como sujeto.

Definiciones de verdad:

- Verdad como relación de las palabras con las cosas; adecuación entre lenguaje y realidad
(“correspondista”)
- Verdad como coherencia; lenguaje autosubsistente en una postura más idealista, congruente, que no debe
llevar contradicciones (“coherentista”)
- Verdad como “constitución inter-subjetiva”; va a ser verdadero aquello que sea legitimado por todas
estas miradas, y se mantenga como sentido. No como sentido acabado, sino que se podrá ir renegociando.
Una idea pragmática de verdad (incluye a los sujetos que son usuarios del lenguaje). Esta noción de verdad
es profundamente humanista. Todas las miradas son constitutivas del mundo, cada una desde su personal
perspectiva
La organización imprescindible.
social de la masculinidad – Raewyn Connel

La masculinidad no es un objeto coherente acerca del cual se pueda producir una ciencia generalizadora; al
ampliar nuestro punto de vista, la masculinidad puede verse, no como objeto aislado, sino como un aspecto de una
estructura mayor. Esto exige la consideración de esta estructura y cómo se ubican en ella las masculinidades,
Definiendo la masculinidad
En su uso moderno el término asume que la propia conducta es resultado del tipo de persona que es; una persona no
masculina se comportaría diferentemente: pacífica en vez de violenta, conciliadora en lugar de dominante, entre otros.
Esta concepción presupone una creencia en las diferencias individuales y en la acción personal. Este concepto también
es inherentemente relacional, ya que la masculinidad existe sólo en contraste con la femineidad.
Antes del siglo XVIII, las mujeres fueron ciertamente vistas como diferentes a los hombres; seres incompletos o
ejemplos inferiores del mismo. Mujeres y hombres no fueron vistos como portadores de caracteres cualitativamente
diferentes. Esto también fue parte de la ideología burguesa de las esferas separadas en el siglo XIX.
Nuestro concepto de masculinidad parece ser un producto histórico reciente de no más de unos cientos de años de
antigüedad. Al hablar de masculinidad en sentido absoluto, estamos haciendo género en una forma culturalmente
específica.

Se siguen cuatro enfoques principales que se distinguen fácilmente en cuanto a su lógica:


- Las definiciones esencialistas usualmente recogen un rasgo que define el núcleo de lo masculino, y le
agregan a ello una serie de rasgos de las vidas de los hombres. La debilidad de este enfoque se encuentra
en que la elección de la esencia es bastante arbitraria. A menudo diferentes esencialistas no están de
acuerdo.

- La ciencia social positivista, con énfasis en el hallazgo de los hechos, entrega una simple definición de
masculinidad: lo que los hombres realmente son. Esto fue base de escalas de masculinidad/femineidad, y
de discusiones etnográficas sobre masculinidad que describen el patrón de la vida de los hombres en una
cultura dada; de esto resulta un modelo de masculinidad. De aquí surgen tres dificultades:
a) No hay descripción sin punto de vista; estas descripciones aparentemente neutrales están
subterráneamente apoyadas en asunciones sobre el género.
b) Confeccionar una lista de lo que hacen hombres y mujeres requiere un ordenamiento de categorías
hombres y mujeres. Esto es un proceso de atribución social en el que se usan las tipologías de género
de sentido común.
c) Definir la masculinidad como lo que-los-hombres-empíricamente-son, justifica tener en mente llamar a
algunas mujeres “masculinas” y a algunos hombres “femeninos”. Esto es fundamental para el análisis
del género; los términos masculino y femenino apuntan más allá de las diferencias de sexo.

- Las definiciones normativas reconocen estas diferencias y ofrecen un modelo: la masculinidad es lo que
los hombres debieran ser. Esto se encuentra a menudo en estudios sobre medios de comunicación y
discusiones de personajes y géneros cinematográficos. La teoría de roles sexuales trata la masculinidad
como una norma social para la conducta de los hombres. Estas definiciones permiten que diferentes
hombres se acerquen en diversos grados a las normas, como también produce paradojas. Además, una
definición puramente normativa no entrega un asidero sobre la masculinidad al nivel de la personalidad.

- Los enfoques semióticos abandonan el nivel de la personalidad y definen la masculinidad mediante un


sistema de diferencia simbólica en que se contrastan los lugares masculino y femenino; masculinidad
definida como no-femineidad. Este enfoque se ha usado en los análisis culturales feminista y
posestructuralista de género, en psicoanálisis y estudios de simbolismo lacanianos. Masculinidad como
lugar de autoridad simbólica; femineidad simbólicamente definida por la carencia. Si bien esto ha sido
bastante efectivo en el análisis cultural, lejos del esencialismo, positivismo y normativismo, está limitada
en su visión. Para abarcar la amplia gama de tópicos acerca de la masculinidad, se requiere otras formas de
expresar las relaciones.
Ninguna masculinidad surge sin un sistema de relaciones de género. Se debe centrar en los procesos y relaciones por
medio de los cuales los hombres y mujeres llevan vidas imbuidas en el género. Definiendo brevemente, la
masculinidad es al mismo tiempo la posición en las relaciones de género, las prácticas por las cuales los hombres y
mujeres se comprometen con esa posición de género, y los efectos de esas prácticas en la experiencia corporal,
personalidad y cultura.
El género como una estructura de práctica social
El género es una forma de ordenamiento de la práctica social. En los procesos de género, la vida cotidiana está
organizada en torno al escenario reproductivo, definido por las estructuras corporales y procesos de reproducción
humana.

La masculinidad no es un objeto coherente acerca del cual se pueda producir una ciencia generalizadora; al
ampliar nuestro punto de vista, la masculinidad puede verse, no como objeto aislado, sino como un aspecto de una
estructura mayor. Esto exige la consideración de esta estructura y cómo se ubican en ella las masculinidades,
estableciendo un marco basado en el análisis contemporáneo de las relaciones de género. Esto permite distinguir
tipos de masculinidad y una comprensión de las dinámicas de cambio.

El género es una práctica social que constantemente se refiere a los cuerpos y a lo que estos hacen, pero no es una
práctica social reducida al cuerpo. Existe en la medida que la biología no determina lo social; punto de transición
donde el proceso histórico reemplaza la evolución biológica como forma de cambio. La práctica social es creadora e
inventiva, pero no autónoma, responde a situaciones particulares y se genera dentro de estructuras definidas de
relaciones sociales. Todo esto forma las estructuras principales de todas las sociedades documentadas. Cuando se
habla de masculinidad y femineidad estamos nombrando configuraciones de prácticas de género.
Si se tiene una visión dinámica de la organización de la práctica, se llega a una comprensión de la masculinidad y de
la femineidad como proyectos de género; procesos de configuración de la práctica a través del tiempo que transforman
sus puntos de partida en las estructuras de género.

Unidades de análisis:
- Vida individual: base de las nociones del sentido común de masculinidad y femineidad; la configuración
de la práctica es lo conocido tradicionalmente como “personalidad” o “carácter”. Esto ha sido criticado por
post-estructuralistas, que han puesto énfasis en el hecho que las identidades de género se fracturan y
cambian porque múltiples discursos intersectan cualquier vida individual.
- Discurso, ideología o cultura: el género se organiza en prácticas simbólicas que pueden permanecer por
más tiempo que la vida individual (masculinidades heroicas; disforias de género; perversiones en la teoría
médica).
- Género de las instituciones: Estado, trabajo, escuela; sustantivamente provistas de género. Ej.: el Estado
es una institución masculina ya que las prácticas organizacionales del Estado están estructuradas en
relación al escenario reproductivo. La mayoría de los cargos de responsabilidad son ejercidos por hombres
porque existe una configuración de género en la contratación y promoción, división interna y sistemas de
control. El nexo con el escenario reproductivo es social.

Desde trabajos realizados en los años ’70, ha quedado claro que el género es una estructura internamente compleja,
hecho de gran importancia para el análisis de las masculinidades. Tanto la masculinidad como la femineidad siempre
están asociadas a contradicciones internas y rupturas históricas.

Modelo de estructura de género con 3 dimensiones:


- Relaciones de poder: subordinación general de las mujeres y la dominación de los hombres (sistema de
género europeo/americano; patriarcado). Esta estructura aún existe a pesar de muchas reversiones locales
y resistencias feministas contra el poder patriarcal.
- Relaciones de producción: las divisiones genéricas del trabajo son conocidas en la forma de asignación de
tareas. Se debe dar igual atención a las consecuencias económicas de la división genérica del trabajo;
El género es una manera de estructurar la práctica social en general; está involucrado con otras estructuras sociales. Es
común decir que el género intersecta con la raza y la clase, e interactúa con la nacionalidad o posición en el orden
mundial. Esto también implica fuertemente en el análisis de la masculinidad. El miedo de los blancos por la violencia
de los hombres negros tiene una larga historia en situaciones coloniales y post-coloniales. Los miedos de los negros
por el terrorismo de los hombres blancos tienen una base que se prolonga en el control de los hombres blancos
(policía, cortes y prisiones).
Es imposible comprender el funcionamiento de las masculinidades de la clase trabajadora sin prestar importancia tanto
a su clase como a sus políticas de género. Se construyó un ideal de virilidad y dignidad de la clase trabajadora como
respuesta a las privaciones de clase y a las estrategias paternalistas de gestión. De este contexto surgió la depresión,
por un largo tiempo, de los salarios de las mujeres.
No se puede entender la clase, raza o desigualdad global sin considerar constantemente el género; es un componente
principal de la estructura social considerada como un todo. Las políticas de género se ubican entre las determinantes
principales de nuestro destino colectivo.
Relaciones entre masculinidades: hegemonía, subordinación, complicidad y marginación
El efecto combinado entre género, raza y clase ha vuelto común el reconocimiento de múltiples masculinidades: negro
y blanco, clase trabajadora y clase media. Esto arriesga una simplificación exagerada. Hay que reconocer más de un
tipo de masculinidad y examinar las relaciones entre ellas, además de separar el contexto de clase y raza, y escrutar las
relaciones de género que operan dentro de ellas.
Es preciso considerar las relaciones de género entre los hombres para mantener la dinámica de análisis y prevenir
que el reconocimiento de las múltiples masculinidades colapse en una tipología de caracteres. La masculinidad
hegemónica ocupa la posición en un modelo de relaciones de género, una posición siempre disputable. Reconocer
múltiples masculinidades conlleva el riesgo de tomarlas por estilos de vida alternativos, una materia de opción del
consumidor.

Hegemonía

El concepto de hegemonía se refiere a la dinámica cultural por la cual un grupo exige y sostiene una posición de
liderazgo en la vida social. En cualquier tiempo dado, se exalta culturalmente una forma de masculinidad en lugar
de otras.
- Masculinidad hegemónica: configuración de práctica genérica que encarna la respuesta corriente
aceptada al problema de legitimidad del patriarcado, la que garantiza la posición dominante de los
hombres y la subordinación de las mujeres.
Los portadores más visibles de la masculinidad hegemónica no siempre son las personas más poderosas; los
poseedores individuales de poder institucional o de gran riqueza pueden estar lejos del modelo hegemónico en sus
vidas personales.
La hegemonía es probable que se establezca si sólo hay alguna correspondencia entre el ideal cultural y el poder
institucional, colectivo si no individual; los niveles más altos del mundo empresarial, militar y gubernamental
entregan un despliegue corporativo convincente de masculinidad. El recurso exitoso de la autoridad es la marca de la
hegemonía (la violencia, a menudo, subyace o sostiene a la autoridad). La masculinidad hegemónica encarna una
estrategia corrientemente aceptada. Esta base puede ser corroída si grupos nuevos cuestionan viejas soluciones y
construyen una nueva hegemonía. La dominación de cualquier grupo de hombres puede ser desafiada por las mujeres;
hegemonía como relación históricamente móvil.
Subordinación

La hegemonía se refiere a la dominación cultural en la sociedad como un todo, con relaciones de género
específicas de dominación y subordinación entre grupos de hombres. Ej.: dominación de hombres heterosexuales –
subordinación de hombres homosexuales (sociedad europea/americana).

Esto es más que una estigmatización cultural de la homosexualidad o de la identidad gay; los hombres gay están
subordinados a los hombres heterosexuales por un conjunto de prácticas cuasi materiales. Estas experiencias aún son
materia de vivencia cotidiana; ellas incluyen exclusión política y cultural, abuso cultural, violencia legal, violencia
callejera, discriminación económica y boicots personales.
La opresión ubica a las masculinidades homosexuales en la parte más baja de una jerarquía de género entre los
hombres. La homosexualidad, en la ideología patriarcal, es la bodega de todo lo que es simbólicamente expelido de
la masculinidad hegemónica; asimilación de homosexualidad con femineidad. Algunos hombres y muchachos
heterosexuales también son expulsados del círculo de legitimidad mediante vocabularios denigrantes: enclenque,
pavo, mariquita, cobarde, amanerado, hijito de mamá, entre otros.
Complicidad
Las definiciones normativas de masculinidad enfrentan el problema de que no son muchos hombres los que realmente
cumplen dichos modelos normativos. No obstante, la mayoría de los varones gana por hegemonía, ya que ésta se
beneficia con el dividendo patriarcal, aquella ventaja que obtienen los hombres en general de la subordinación de las
mujeres.

La política sexual es política de masas; si un gran número de hombres tiene alguna conexión con el proyecto
hegemónico, pero no encarna la masculinidad hegemónica, se requiere una manera de teorizar su situación
específica. Esto se puede hacer al reconocer otra relación entre grupos de hombres: complicidad con el proyecto
hegemónico. Esto permite realizar el dividendo patriarcal, sin las tensiones o riesgos de ser la primera línea del
patriarcado, siendo cómplices.

La gran mayoría de los hombres que obtiene el dividendo patriarcal también respeta a sus esposas y madres, no son
violentos con las mujeres; hacen su parte de quehaceres domésticos y traen al hogar el sustento familiar.
Marginación
La hegemonía, la subordinación y la complicidad son relaciones internas al orden de género. La interrelación del
género con otras estructuras como la clase y la raza crea relaciones más amplias entre las masculinidades. En un
contexto de supremacía blanca, las masculinidades negras juegan roles simbólicos para la construcción blanca de
género. La masculinidad hegemónica entre los blancos sostiene la opresión institucional y el terror físico que ha
enmarcado la conformación de las masculinidades en las comunidades negras.
El desempleo masivo y la pobreza urbana interactúan poderosamente hoy día con el racismo institucional en la
conformación de la masculinidad negra.

La marginación es siempre relativa a una autorización de la masculinidad hegemónica del grupo dominante. Ej.:
algunos atletas negros pueden ser ejemplares de masculinidad hegemónica, pero la fama y la riqueza de estrellas
individuales no tiene efecto en los hombres negros en general.
La relación de marginación y autorización puede existir también entre masculinidades subordinadas. Ej.: arresto y
declaración de culpabilidad de Oscar Wilde, hombre atrapado en la red de la legislación anti homosexual moderna.

Estos términos tales como la “masculinidad hegemónica” y “masculinidades marginadas” denominan, no tipos de
carácter fijos, sino configuraciones de práctica generadas en situaciones particulares, en una estructura cambiante de
relaciones.
Dinámicas históricas, violencia y tendencias a la crisis
Reconocer al género como un patrón social nos exige verlo como un producto de la historia y también como un
productor de historia. Reconocer la masculinidad y femineidad como históricas no es sugerir que ellas sean débiles o
triviales. Es colocarlas firmemente en el mundo de la acción social, sugiriendo una serie de preguntas sobre su
historicidad. Las estructuras de relaciones de género se forman y transforman en el tiempo. Esto ha llegado a estar más
claramente definido en los últimos dos siglos con el surgimiento de una política pública de enero y sexualidad; con el
movimiento sufragista de mujeres y el primitivo movimiento homófilo se hizo visible el conflicto de intereses basado
en las relaciones de género. Estos intereses se forman en toda estructura de desigualdad (grupos que ganarán y
perderán directamente por ostener o cambiar la estructura).

Dividendo patriarcal: los hombres obtienen honor, prestigio y derecho a mandar, además de ganar un dividendo
material; ser dueños directos, jefes ejecutivos, tener el poder del Estado, diez veces más probabilidad que las
mujeres de tener cargos como miembros del parlamento.

Las luchas sociales son resultado de grandes inequidades; las políticas de masculinidad se deben preocupar tanto de
interrogantes sobre la vida personal y la identidad, como de asuntos de justicia social.
El género dominante es el que sostiene y usa los medios de violencia; los hombres están armados mucho más a
menudo que las mujeres, incluso bajo muchos regímenes de género se ha prohibido a las mujeres portar o usar armas.
Frecuentemente, en casos de violencia doméstica se revela que las mujeres golpeadas son físicamente capaces de
cuidarse a sí mismas, pero que han aceptado las definiciones que los abusadores entregan sobre ellas como seres
incompetentes y desvalidos.

Dos patrones de violencia:


- Uso de violencia para sostener su dominación; la intimidación a las mujeres se produce desde el silbido de
admiración en la calle, el acoso en la oficia, la violación y ataque doméstico, hasta el asesinato por el
dueño patriarcal de la mujer. Esto normalmente viene acompañado de abuso verbal. Se sienten autorizados
y justificados por la existencia de una ideología de supremacía.
- Importancia de la violencia en la política de género entre los hombres; la mayoría de los episodios de
violencia mayor (combates militares, homicidios y asaltos armados) son transacciones entre hombres.
Terror como medio de establecimiento de fronteras y exclusiones (ej.: violencia heterosexual contra
hombres homosexuales). Dicha violencia puede llegar a ser una manera de exigir o afirmar la
masculinidad.
La violencia forma parte de un sistema de dominación, como también es su imperfección. Una jerarquía
completamente legítima tendría menos necesidad de intimidar.
La masculinidad no es un sistema coherente que se destruye o restaura como resultado de una crisis; es una
configuración práctica dentro de un sistema de relaciones de género; no se puede hablar lógicamente de la crisis de
una configuración, sino de su ruptura o transformación.
a) Las relaciones de poder muestran las evidencias más visibles de las tendencias de crisis: un histórico colapso
de la legitimidad del poder patriarcal, y un movimiento global por la emancipación de las mujeres. Esto es
alimentado por una contradicción subyacente entre la desigualdad de mujeres y hombres, por un lado, y por
lógicas universalizantes de las estructuras del Estado moderno y relaciones de mercado, por otro.
La incapacidad de las instituciones de la sociedad civil para resolver esta tensión provoca una acción estatal
amplia, pero incoherente, la cual por sí misma se convierte en foco de la turbulencia política. Mientras la
tensión lleva a unos hombres a los cultos de la masculinidad, conduce a otros a apoyar las reformas
feministas.

b) Las relaciones de producción han sido también escenario de cambios institucionales masivos: crecimiento en
la posguerra del empleo de mujeres casadas en los países ricos y la mayor incorporación de mano de obre
femenina en la economía monetaria en los países pobres.
El control patriarcal de la riqueza se sostiene por mecanismos de la herencia, los cuales incorporan a
algunas mujeres como propietarias. La turbulencia de este proceso crea tensiones y desigualdades en las
oportunidades de los hombres para beneficiarse de él.

c) Las relaciones de Cathexis han cambiado visiblemente con la estabilización de la sexualidad de lesbianas y
gays, en cuanto alternativa pública dentro del orden heterosexual; cambio apoyado por la amplia demanda de
mujeres por el placer sexual y control de sus cuerpos.
El orden patriarcal prohíbe ciertas formas de emoción, afecto y placer que la propia sociedad patriarcal
produce, surgiendo tensiones en torno a la desigualdad sexual y los derechos de los hombres en el
matrimonio, a la prohibición del afecto homosexual, y a la amenaza al orden social simbolizado por las
libertades sexuales.
Las profundas transformaciones ocurridas en las relaciones de género en el mundo producen, a su vez, cambios
ferozmente complejos en las condiciones de la práctica a la que deben adherir tanto hombres como mujeres. Estamos
todos comprometidos en construir un mundo de relaciones de género. Hombres y mujeres están encadenados a los
modelos de género que han heredado; hombres pueden realizar opciones políticas para un mundo nuevo de relaciones
de género que deben ser realizadas en circunstancias sociales concretas.
Módulo 2
Video: María Luisa Femenias: “Invisibilización de las violencias”
La violencia es un contínuo; el lugar en el cual se pone la marca para decir que hay violencia tiene que ver con
factores: culturales, sociales, históricos, de sensibilidad, que en algún texto se han denominado umbrales. Los
umbrales que nos permiten detectar, ver e identificar la violencia varían por la época, cultura y a partir de la
sensibilidad de los sujetos. Esto último es importante ya que se suelen normalizar mecanismos de invisibilización de
la violencia; naturalización y perdida de peso y valor de constructo social reversible y modificable. En la medida en
que se cree que los vínculos violentos son normales, poco se hace para modificarlo y verlo desde otro lado.

El primer vínculo con el que nos manejamos, inmersos culturalmente, es el lenguaje. Se tiene muy poca
percepción acerca de la violencia en el lenguaje con el cual nos manejamos en las últimas décadas (relatos,
palabras; lo que no se ve pero se dice; se legitiman, habilitan, invisibilizan y fundamentan niveles de violencia
respecto de las mujeres en general, además de otras minorías en general.

Vínculo entre la violencia racista y la violencia sexista: se potencian para excluir, manifestar agresivamente el lugar
del otro u otra; generar estrategia de forclusión, de considerarse a sí misma natural, no manifestarse expresamente,
quedar encubierta o actuar metalépticamente (la cara de la prueba y la causa de la violencia en quien la padece y no en
quien la ejecuta). Se suelen producir discursos acerca de la vestimenta, horario, lugar de circulación de las mujeres o
jóvenes, como modos indirectos de legitimar y encubrir la violencia ejercida.
“Toque de queda invisible para las mujeres” (Paula Soza Rossi): lo primero que se suele preguntar es qué hora era,
con quién iba, como estaba vestida, es decir, controles sobre su cuerpo que no son para asegurar los espacios y
librarlos de peligrosidad, sino para culpar a quien los transita. Esta limitación pone a las mujeres dentro de un cerco,
que puede ser el espacio doméstico o el familiar, un lugar recluido en la casa, en la escuela, pero sobre todo el hogar.

Violencia simbólica: discursos que legitiman indirectamente o invisibilizan la violencia fáctica existente;
discursos de inferiorización, discursos de desacreditación de la capacidad de las mujeres, discursos que critican su
vestimenta y capacidades intelectuales (mayor lugar de vulnerabilidad). Esto genera una sanción legitimada como
modo indirecto de cercar la libertad de movimiento, creación y pensamiento, que suele pasar desapercibido.

Presentación de la violencia en los medios: últimamente hay lo que se llama una “espectacularización de la
violencia”; un especie de generar un espectáculo público, con protagonistas que son los agresores, y víctimas que
suelen quedar cristalizadas en su lugar (constructo sumamente grave; pocas herramientas para salir de ese lugar).
Indirectamente se ratifica un constructo asimétrico que pone a unas en la posición inferiorizada de ser víctimas, y a
otros en la posición de ser victimarios. El lenguaje violento habilita otras formas de violencia; la escenificación de la
violencia física, en la repetición de ciertos parámetros, de alguna manera se reafirman como una conducta aprendida
en la que la única salida es la violencia y no el diálogo.
Video: Silvia Chejter: “Violencia sexista y sexuada”

La violencia hacia las mujeres se suele relacionar con: maltrato psicológico, físico, violaciones, acoso sexual,
abuso sexual, prostitución, femicidios; en sociedades más lejanas, mutilaciones genitales, casamientos forzados de
niñas, abortos de fetos femeninos, infanticidios de niñas, etc. También se suele asociar con hechos históricos
concretos, como la caza de brujas en Europa (1500-1560), aquellas mujeres usadas por el ejército japonés durante
la Segunda Guerra Mundial como esclavas sexuales, las que fueron violadas, abusadas y detenidas
sistemáticamente durante la última dictadura militar argentina (1976-1983), entre otros.

¿Qué tienen en común estos hechos? Todos tienen una connotación sexista y sexuada; sexista porque se tienen por
blanco o víctimas, mayoritariamente, a las mujeres; sexuada porque casi todas estas prácticas tienen una connotación
estrictamente sexual (violación, abuso y acoso sexual, prostitución, etc.). Estos tienen que ver también con hechos de
poder y violencia sexual.
La dimensión sexista tiene que ver con discriminación, opresión y explotación de la mujer, y se trata de prácticas
muy diversas. Estas pueden ocurrir en el ámbito público (calle, instituciones, iglesias) o en el privado.
En una dimensión sociológica, la violencia implica el uso de la fuerza, pero no siempre ni necesariamente; también
implica la amenaza, la posibilidad de que esa fuerza sea ejercida. Entonces, la violencia hacia las mujeres es una
“política de terror” o “terrorista”. Es importante también considerar la violencia en tanto amenaza, ya que ambas
tienen la intencionalidad de hacer que la mujer hagan o dejen de hacer determinadas cosas que los varones quieren.
Tiene que ver con el deseo, la voluntad, la imposición del varón, y la coerción y limitación de la libertad o autonomía
de las mujeres.
La violencia es un fenómeno social; relaciones sociales, no biología: se trata de la subordinación de las mujeres en
relación a los varones. Tiene como función el lograr el sostenimiento y reproducción de esa subordinación con el paso
del tiempo, tanto en el nivel social como en el individual. Se habla de un orden social sexual que determina la
función social de la mujer, y del control dentro de tres áreas fundamentales: cuerpo, sexualidad y reproducción (tres
ejes del poder sexista). El rol del feminismo fue nombrar la violencia, definir la especificidad de las distintas
manifestaciones, deslegitimarla, desarrollar estrategias para enfrentarla, logrando acuñar el concepto de “violencia de
género”.
Video: Ana Laura Martin: “violencias en el ámbito universitario”

¿Qué lugar ha tomado la universidad en este punto? Durante mucho tiempo no ha habido dispositivos, ni se ha
pensado, que en la universidad este tipo de situaciones, de violencia de género, podían ocurrir.
Describen la violencia en la universidad a partir de una formulación de mitos, como por ejemplo, que el espacio
universitario se piensa como un ámbito en el que no suceden situaciones de violencia de género. También puede ser el
suponer que no son fenómenos tan graves, o que se supone que las personas que acceden a la educación superior,
especialmente las mujeres, están lo suficientemente capacitadas y tienen herramientas suficientes para manejar las
situaciones de violencia, habilitando que las universidades no tomen posición o hagan acciones concretas ante esta
situación.
Parte de estos argumentos se han resquebrajado. A partir del 2014, las universidades han ido construyendo
herramientas específicas para intervenir, investigar y reflexionar sobre las situaciones de violencias que suceden en la
universidad. Así, la universidad deja de ser parte de ese problema. Casi la mitad del sistema universitario de gestión
pública cuenta con protocolos o procedimientos de intervención ante estos acontecimientos, cambiando su mirada
acerca de las situaciones de violencia de género.

Iceberg de la violencia de género:

Otro mito existente dice que la violencia es sólo el golpe o el ataque sexual; en las universidades se encuentran
muchas otras formas de violencias “simbólicas”, como también las físicas.
Se han llevado a cabo encuestas alrededor de los protocolos de género universitarios; la violencia que más se percibe
con frecuencia, en especial las mujeres, es la de orden simbólico. A partir de estos datos, de las facultades en general,
se entiende este como el lenguaje sexista, expresiones que lo implican, comentarios peyorativos, chistes o bromas que
implican carga misógina o subestimación de género, comentarios degradantes, discriminatorios y ofensivos donde se
busca la complicidad de los presentes, etc.

¿Qué efectos tiene esto en el desarrollo personal?: efectos en la vida social, laboral y académica; puede suceder
en relaciones horizontales entre pares, o relaciones verticales como estudiante-docente.

Si bien el número de mujeres en el espacio universitario es mayoritario, no siempre es respetado. A medida que se
sube en una posible pirámide de posiciones en la universidad, se encuentra que las mujeres van descendiendo en
algunos segmentos, perdiendo la proporcionalidad inicial equitativa, por ejemplo, en los cargos de posición de poder.
El concepto de techo de cristal indica que existe un techo, aunque no se vea, que explica esta situación de inequidad
frente a lugares de decisión. En esto, la posición histórica de que la mujer tiene un lugar más del hogar y la familia
tiene gran peso a la hora de ascender a un cargo de poder. Actualmente, las facultades trabajan con un sistema de
paridad en cargos representativos, y además piensan en la inclusión de otros grupos desfavorecidos (ej.: cupo laboral
trans, lenguaje inclusivo, capacitaciones obligatorias de género) para evitar el uso y práctica de estas violencias.
Módulo 3
Video: Mónica Pinto: “Derechos humanos con eje en los derechos de las mujeres”

Los derechos humanos de las segunda mitad del siglo XX aparecieron para cambiar el modo de relación entre el
Estado y las personas. El Estado debe proteger la libertad y dignidad de todas las personas en condiciones de
igualdad y sin discriminación. Además, es internacionalmente responsable por las violaciones a dichos derechos
cuando no las repara adecuadamente.

La novedad de estos derechos está dada por la idea de igualdad, de que “todos somos iguales”, que viene consagrada
por el derecho y no por la realidad, ya que no hay dos personas que sean iguales. Sin embargo, la noción de derecho
como herramienta nos permite que todos estemos colocados en el mismo nivel para ser titulares de los mismos.

Dos tratados de los derechos humanos, enfocados en las mujeres:


- Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer: es universal, dada
por las Naciones Unidas en el año 1979 (CEDAW). Trata de lograr una igualdad real frente a las
igualdades formales que son descriptas por las normas. Define la discriminación contra la mujer como
toda forma de exclusión, restricción, que tenga por objeto o resultado el menoscabo o anulación de los
derechos de la mujer en relación a los del hombre, eso incluye también la violencia contra las mismas
(hecho tolerado y socialmente aceptado). Esta convención le impone a los Estados la revisión de la
totalidad de su legislación, de modo de adecuarlo a los derechos humanos de las mujeres; no solo parte del
reconocimiento de la existencia de estos derechos, sino también de poner a disposición mecanismos para
reclamar derechos. El Estado también debe adoptar medidas, de modo que cada mujer pueda encontrar
oportunidades más reales para ejercer sus derechos (política de igualdad de oportunidades); debe reprimir
conductas tales como la prostitución forzada y la trata de personas.

- Convención regional para la prevención, sanción y erradicación de la violencia contra la mujer


(Convención de Belém Do Pará, 1994): permite ver que la violencia contra la mujer es completamente
transversal (no respeta origen económico, social, cultural; violencia instalada en todos los niveles);
permite saber que la violencia es un comportamiento adquirido y puede modificarse. Agredir a una mujer
es agredir a una familia, a una sociedad. El tratamiento de la violencia contra la mujer tiene que ser
integral, en el cual el Estado tiene que tomar un papel activo. Deber de debida diligencia: deber que
coloca al Estado en situación de tomar razón de como es el contexto en el que esta violencia se va a dar.

La neutralidad no es amiga de estos temas; ámbito en el cual las normas son sumamente invasivas: la mayoría de las
violaciones de los derechos de las mujeres, y comunidades tales como la LGBT, se producen en ámbitos que no son
públicos; son los actores privados los que están involucrados. Antes de la aparición de estos Derechos humanos, los
hechos de violencia no eran considerados delitos, sino parte de las relaciones privadas.
Estas normas tienen la capacidad pedagógica de que, al practicarlas, se instalen criterios de educación y cultura más
amplios y conformes al respeto de los derechos humanos.
Video: Valeria Thus: “Protocolo de acción institucional ante situaciones de violencia en la UBA”

La implementación del protocolo destinado a los derechos humanos dentro de la facultad contó con dos etapas:
- Etapa inicial (diciembre, 2015): aparece esta herramienta como política pública de la Universidad;
- Nueva resolución (fines 2019): reforma integral del protocolo; devenir de la implementación.

Este protocolo sirve como herramienta dentro de todas las políticas públicas que hay en la UBA; acompaña a las
denunciantes de situaciones de violencia de género, discriminación por orientación sexual y género. No suple el
régimen sancionatorio de la Universidad; el protocolo se da en un momento anterior, previo e inicial, y busca adoptar
medidas de protección a las víctimas denunciantes. Esta herramienta permite visibilizar las violencias, darnos cuenta
de que hay relaciones sociales de subordinación de las mujeres hacia los varones (hecho que denuncian los primeros
movimientos feministas).
El derecho internacional de los derechos humanos modifica la relación de los Estados con las personas que viven
en dichos estados, asegurándoles su dignidad humana y el poder vivir en un ambiente libre de discriminación.
El sistema regional de derechos humanos, sobre todo el sistema interamericano, trabaja una idea fuerza central que es
entender que uno tiene que salir de la ficción de un Estado neutral frente a la igualdad, es decir, no hay una igualdad
formal; hay que trabajar sobre las formas de desigualdad estructural. La función del Estado es desmantelar fuerte y
rápidamente la situación de sometimiento histórico. Se refleja una relación asimétrica, la profundiza y visibiliza e
intenta desmantelarla.

Este concepto de igualdad es un quiebre enorme en el derecho internacional de los derechos humanos; otro modo
de enfocar estas políticas públicas. Lo que exige un concepto de igualdad sociológico es el desmantelamiento de la
situación de desigualdad; no alcanza con nominar las violencias, es necesario adoptar diversas políticas públicas
para desmantelarlo. En ese marco se inserta el protocolo de la UBA.
En el año 2018 se resuelve crear una comisión asesora de la implementación del protocolo; conformado por
representantes de cada facultad de la UBA. Se produjeron modificaciones estructurales e integrales al protocolo; en la
versión anterior se describían situaciones de violencia de tipo sexuada (abuso sexual) y sexista (discriminación), pero
no los delitos sexuales. La mayoría de las demandas de protección provenían de víctimas de delito sexual. No se debe
suplantar a la justicia, pero si tratar en las medidas protectivas de acompañar integralmente a las víctimas para su
denuncia judicial.
Se refuerza la idea de una competencia descentralizada del protocolo; la UBA y el Rectorado fijan lineamientos y
pautas para el diseño de políticas públicas descentralizadas. Dentro de este diseño hay varias herramientas con las que
se vienen trabajando: guías y lineamientos de trabajo, confección de entrevistas, modos de realizar las actas, los
estándares mínimos que tienen que tener los informes de riesgo, de modo de poder homogeneizar, en el ámbito de la
universidad, los pisos de trabajo y de consensos con todas las unidades académicas.
Un aspecto interesante, que fue una demanda de todas las referentes que llevan adelante el protocolo en las unidades
académicas, es trabajar sobre un procedimiento especial de seguimiento: esto permite, no solamente recurrir al
dispositivo “sanción” (primera herramienta con la que se cuenta; al decidir medidas cautelares urgentes de suspensión
y traslado de la persona denunciada), sino trabajar en una pedagogía de la igualdad. Esto permite, con el acuerdo
voluntario de la persona denunciada, pensar en opciones que excedan la mirada punitivista.
La mirada del protocolo no es punitivista, sino que la universidad tiene dos obligaciones centrales: garantizar un
espacio libre de violencia, y a la vez, garantizar el derecho a la educación de todas las personas que forman parte de la
universidad.

También podría gustarte