ARTÍCULO - El Silencio Del Verbo Desde San Justino
ARTÍCULO - El Silencio Del Verbo Desde San Justino
ARTÍCULO - El Silencio Del Verbo Desde San Justino
El antecedente de Justino
Al comentar el episodio bíblico de Amalec relatado en Ex. 17, 8-15,
Justino apela a la metáfora de la “mano oculta” de Dios y la traslada de
la memorable escena del desierto al drama del Calvario:
«Y, en efecto, con mano oculta dícese que hacía el Señor la guerra
a Amalec; y, sin embargo, no vais a negar que cayó Amalec. Y si
solo con la venida gloriosa de Cristo dijeran ha de ser combatido
Amalec, ¿qué significado tendría la Escritura que dice: “Con oculta
mano (krufiva/ ceriV) hace Dios la guerra a Amalec”? Podéis pues
comprender que alguna oculta fuerza de Dios tuvo el Cristo cruci-
1
Justino, Diálogo con Trifón (en adelante: Diál.) 49, 8; en: D. Ruiz Bueno, Padres
Apologetas griegos (s. II), edición bilingüe completa griego-español (BAC, Madrid
3
1996), 385.
2
Justino, Diál. 102, 5, 482.
3
Ignacio de Antioquía, Carta a los Efesios XV, 1, en D. Ruiz Bueno, Padres
Apostólicos, edición bilingüe completa griego-español (BAC, Madrid 61993), 436.
silencio del Verbo, sino también por las paradojas y tensiones que pre-
senta su argumentación y que se resuelven en una síntesis antidocetista.
Ireneo enfrenta a los valentinianos, quienes distinguían entre el Cris-
to superior o Salvador, invisible, incomprensible e impasible, que des-
cendió de los seres invisibles e inenarrables y el Jesús visible y pasible de
la economía. Para confutarlos, el lugdunense enfatiza la asunción de la
humanidad por parte del Logos e introduce uno de los conceptos más
originales de su teología, a saber, el de recapitulación (ajnakefalaivwsiϛ):
«No ven que el mismo Verbo (Jn. 1, 1-3) Unigénito (Jn. 1, 18), que
siempre está presente en la humanidad (Jn. 1, 10), uniéndose y mez-
clándose con su creatura según el beneplácito del Padre, y haciéndose
carne (Jn. 1, 14), es el mismo Jesucristo nuestro Señor, que sufrió por
nosotros y se despertó por nosotros, y de nuevo vendrá en la gloria
del Padre para resucitar a toda carne y para manifestar la salvación y
para extender la regla del justo juicio a todos los que han sido hechos
por él. Así, pues, como hemos demostrado, hay un solo Dios Padre,
y un solo Cristo Jesús nuestro Señor, el cual vino para la salvación
universal recapitulando todo en sí (Ef. 1, 10)»7.
No obstante, en un texto sorprendente del mismo libro III, Ireneo
distingue entre las propiedades del Hijo de Dios por generación del Pa-
dre de las del Hijo del hombre por generación de María:
«En cuanto hombre, lo era para ser tentado; en cuanto Verbo, para
ser glorificado; el Verbo se callaba (hJsucavzontoϛ meVn toῦ Lovgou)
para que pudiera ser tentado, deshonrado, crucificado y muerto. Ab-
sorbía8 en cambio, al hombre (katapinomevnou deV toῦ ajnqrwvpou),
7
Ireneo, Adversus haereses (en adelante: Adv. haer.) III, 16, 6.
8
Seguimos aquí la traducción de Antonio Orbe en su Cristología gnóstica.
Introducción a la soteriología de los siglos II y III, vol. II (BAC, Madrid 1976), 253.
El mismo autor traduce en otro estudio por «devoraba»; cfr. A. Orbe, «El Espíritu
en el bautismo de Jesús», en Gregorianum 76, 4(1995), 663-669 (aquí: 684). Este
autor sigue la traducción francesa de F. Sagnard, SC 211, 1952, 337: «était absorbé
[dans le Verbe]… ». El verbo katapivnw significa, precisamente, «tragar», «engullir»,
«absorber», «consumir», «devorar»; cfr. F. I. Arza, Diccionario griego-español
(Sopena, Barcelona 1972), 738. Es el verbo que trae el texto griego de la edición
crítica de A. Rousseau y L. Doutreleau, en: Irénée de Lyon. Contre les hérésies,
Livre III, Tome II, SC 211 (Cerf, Paris 1979), 379. El mismo verbo aparece en 1
Co. 15, 53-54 y 2 Co. 5, 4, tal como lo señalan los mencionados autores en nota al
pie de la citada página (ver nota a.). Por su parte, Carlos Ignacio González traduce
«habitando» (sugginomeVnou), porque refiere al verbo suggivgnomai, «estar con»,
«habitar junto a», y justifica tal traducción diciendo que el texto latino «absorto
12
Hipólito, Refutaciones VIII, 10, 3, en: J. Montserrat Torrents, Los gnósticos.
Textos II (Madrid, Gredos, 2002), 229s.
13
Cfr. Ireneo, Adv. haer. I, 2, 6.
14
Cfr. Ireneo, Adv. haer. I, 4, 5.
15
Cfr. Clemente de Alejandría, ET 34, 1; 35, 1; 40-41; 44, 1.
16
Ireneo, Adv. haer. I, 2, 6 in fine.
17
Cfr. Clemente de Alejandría, ET 23 , 2.
18
Orígenes, Contra Celso VIII, 35; versión española con introducción y notas por
Daniel Ruiz Bueno (BAC, Madrid 1967), 548s.
19
Se combinan aquí varios textos paulinos: Ro. 6, 5-8; II Cor. 4, 10-14; Ef. 2,
5-6; Col. 2, 12-13; II Tim. 2, 11-12. Según la doctrina de San Pablo, la pasión,
resurrección y ascensión de Jesús al cielo actúan como paradigma de las nuestras.
20
Tratado sobre la resurrección (Epístola a Reginos) (NHC I 4) I, 45, 28-46, 1; en: A.
Piñero, J. Montserrat Torrents, F. García Bazán, Textos gnósticos. Biblioteca
de Nag Hammadi III: Apocalipsis y otros escritos (Trotta, Madrid 2000), 206s.
21
Cfr. Clemente de Alejandría, Protréptico IX, 84, 2: «“Despierta”, dice, “tú que
duermes, levántate de entre los muertos y Cristo el Señor te iluminará”(Ef. 5, 14).
Es el sol de la resurrección, engendrado “antes del lucero de la mañana” (Sal. 109,
3), el que regaló la vida con sus propios rayos».; versión española con introducción
y notas de Ma. Consolación Isart Hernández (Gredos, Madrid 1994), 153.
22
Cfr. Odas de Salomón 7, 14: «Puso sobre ella las huellas de su luz y caminó desde
el principio hasta el final”; 11, 11: “El Señor me renovó con su vestidura y tomó
posesión de mí con su luz»; 11, 13-14: «El Señor, como el sol sobre la faz de la
tierra, ha iluminado mis ojos y mi rostro recibió el rocío»; en: A. Diez Macho,
Apócrifos del Antiguo Testamento III (Cristiandad, Madrid 1982), 75, 79.
23
Cfr. Homilías pseudoclementinas XVIII, 10, 4.
24
Para mayor abundancia en este tema, véase A. Orbe, La teología del Espíritu Santo.
Estudios Valentinianos IV (Analecta Gregoriana, Roma 1966), 659ss.
25
Cfr. Séneca, Cuestiones naturales II, 9, 1, en: Lucio Anneo Seneca. Obras completas,
discurso previo, traducción y notas por Lorenzo Riber (Aguilar, Madrid 1957),
806. Para la teoría estoica del conocimiento sensible, véase E. Elorduy, El estoicismo
I (Gredos, Madrid 1972), 170ss.
26
Cfr. Galeno, De locis affectis VI, 417-420; utilizamos la versión española Sobre
la localización de las enfermedades con introducciones de Luis García Ballester
y traducción y notas de Salud Andrés Aparicio (Gredos, Madrid 1997), 414-
420. Para la teoría del «útero errante» y su aplicación en el mito gnóstico, véase F.
García Bazán, Presencia y ausencia de lo sagrado en Oriente y Occidente (Biblioteca
Nueva, Madrid 2001), cap. III: «Androginia y lenguaje de la sexualidad entre los
gnósticos», 97-126.
27
Cfr. A. Orbe, Cristología gnóstica II, 13.
«Pues cuando lo tentó (el diablo) diciéndole: “Si eres Hijo de Dios
haz que estas piedras se conviertan en pan”, el Señor lo rechazó ci-
tando un precepto de la Ley: “Está escrito: no solo de pan vive el
hombre” (Mt. 3, 3-4; Dt. 8, 3). En cuanto a la condición “si eres
Hijo de Dios”, guardó silencio; en cambio, encegueció al tentador
confesándose hombre, y mediante la palabra del Padre le vació su
argumento»28.
Los gnósticos se explayaban más en la escena de la pasión, en la que
introducían la compleja doctrina de la crucifixión del Cristo superior, en
la que la Cruz celeste es paradigma de la terrestre. Ireneo, por su parte,
ridiculiza a los valentinianos por el hecho de que no se vean obligados
a dar razón en el paradigma celeste de los detalles que acompañan a la
escena del Calvario:
«Además se contradicen cuando afirman que la pasión del Señor es
figura de la expansión del Cristo superior, por la cual este se extien-
de hasta donde el Límite (o]roϛ/staurovϛ) formó a la Madre, y ellos
mismos se refutan al no poder continuar la semejanza de la figura.
¿Dónde al Cristo de arriba se le dio vinagre por bebida? ¿Dónde se
le atravesó de modo que saliera sangre y agua? ¿O dónde sudó gotas
de sangre? Y podríamos continuar con todo aquello que los profetas
anunciaron sobre él»29.
Coincide no obstante con sus enemigos en que el silencio del Verbo
o sýstole del Espíritu fue una estrategia para otorgar a sus verdugos una
aparente victoria por la cual sería conducido mansamente a la muerte,
necesaria para la salud de los hombres.
Teódoto lo expresa con claridad en el texto citado30 al decir que «La
muerte, sin embargo, ha sido dominada con un engaño (dovlw/ deV oJ
qavnatoϛ katestrathghvqh)». El verbo katastrathgevw significa «ven-
cer por medio de una táctica». Esto es completamente coherente con la
denominación con que Teódoto nombra al Salvador: «el gran luchador
(oJ mevgaϛ ajgwnisthvϛ)»31. Como tal, recurre frente a la muerte a una es-
tratagema tal que, entregándose a ella, consigue dominarla.
28
Ireneo, Adv. haer. V, 21, 2.
29
Ireneo, Adv. haer. IV, 35, 3.
30
ET 61, 6-7.
31
Cfr. ET 58, 1.
32
Cfr. Clemente de Alejandría, ET 16: «También la paloma (Mt. 3, 16) ha sido
vista como cuerpo, a la que unos llaman el Espíritu Santo, pero los basilidianos
“servidor” y los valentinianos el “Espíritu de la intención del Padre”, (el que) ha
cumplido su descenso sobre la carne de la palabra» En: F. García Bazán, La gnosis
eterna I, 231.
33
Evangelio de la Verdad (NHC I 3) 20, 10-28, en: A. Piñero, J. Montserrat
Torrents, F. García Bazán, op. cit. II: Evangelios, hechos cartas (Trotta, Madrid
1999), 149.
34
Tratado tripartito (NHC I 5) 115, 4, en: J. Montserrat Torrents, F. García
Bazán, ibidem I: Tratados filosóficos y cosmológicos, 200g.
«“Dios mío, Dios mío, ¿por qué, Señor, me has abandonado?” Esto
lo dijo en la cruz, pues se había separado de allí […] que fue engen-
drado por el que […] mediante Dios»35.
La interpolación del término «Señor» en la expresión de Jesús, se
explica por el contexto, pues, «lo engendrado mediante Dios» es Adán o
el Cristo superior, quien quedó en el Pleroma. Por otra parte, lo que «se
había separado» es Eva o Sophía, lo femenino e imperfecto. La cruz es el
límite o hóros que separa la región de la plenitud de la cósmica, y desde
allí es Eva quien clama por medio de Jesús crucificado, a aquel a quien
reconoce como Señor y de quien se siente separada por la cruz.
Tal suspensión de la dýnamis divina sobre la carne de Jesús explica
la manera en que el Evangelio de Pedro interpreta el grito desde la cruz:
«Y el Señor clamó diciendo: “¡Fuerza mía, oh fuerza, tú me has aban-
donado!”. Y dicho esto fue asumido (ajnelhVfqh)»36.
Un poco más atrás, el mismo evangelio hace referencia al silencio de
Jesús durante la pasión:
«Callaba como si no tuviera dolor alguno (ajutoVϛ deV ejsiwVpa wJϛ
medeVn poVnon e[cwn)»37.
Consideraciones finales
Lo que los valentinianos llaman sýstole, «contracción» o ausencia diná-
mica del Logos respecto del Jesús histórico, Justino e Ireneo lo entienden
como un silencio del Verbo. El texto estudiado de San Ireneo presenta
las tensiones e intercambios característicos de su estilo. El Logos, la Pa-
labra, paradójicamente callaba, como si no fuese tal. Por otra parte, su
humanidad, la carne, se dejaba absorber en la gloria de la resurrección,
como si no fuese pasible y mortal. La unidad entre Hijo de Dios e Hijo
del hombre queda acentuada por ese intercambio de roles que el Lugdu-
nense denuncia en el texto, pues ni el Hijo de Dios desaparece cuando
arrecian la tentación, la pasión y la muerte, que atañen a lo exclusi-
vamente humano, ni la carne del Hijo del hombre deja de ser tal por
35
Evangelio de Felipe 68, 29, en: J. Montserrat Torrents, F. García Bazán, ibidem
II, 40.
36
Evangelio de Pedro (fragmento de Akhmín) V, 19, en: A. Sánchez Otero, Los evan-
gelios apócrifos, edición crítica y bilingüe (BAC, Madrid 2003), 370.
37
Ev. P. V, 10, ibidem.
38
«Se despojó a sí mismo tomando la forma de siervo».
39
Soph. 3, 17. En la última expresión el texto hebreo mantiene toda su fuerza (la
raíz )שרח, la que se pierde en el texto griego que la cambia por: «con su amor te
dará nueva vida» Cfr. E. Jenni, C. Westermann Diccionario teológico manual del
Antiguo Testamento I (Madrid, Cristiandad, 1978), 887.
Abstract: The apparent suspension of the Divine activity during Jesus passion and
death called the attention of the Early Christians. Although Justin Martyr and
Irenaeus understand the supposed abandonment of the Divine power on crucial
moments of the redemption as a “silence” of Logos, the Bishop of Lyon length-
ens, in retrospective, that attitude of the Incarnate Word towards the episode of
the temptations in the desert. The Gnostics, in agreement with the ecclesiastical
Christians, speak of divine systole or dynamic absence of Logos with regard to the
historical Jesus so as to make the illusory triumph of death necessary for the salva-
tion economy.
Key words: Justin, Irenaeus, Gnostics, silence, divine absence, solar theology.