NÁJERA, Gabriela, Psique Un Relato Recuperado de Rubén Darío
NÁJERA, Gabriela, Psique Un Relato Recuperado de Rubén Darío
NÁJERA, Gabriela, Psique Un Relato Recuperado de Rubén Darío
doi https://doi.org/10.19130/iifl.anec.2021.5.1.19787
Resumen
La obra cuentística de Rubén Darío es quizá la que ha representado mayores di-
ficultades para la crítica literaria, ya que muchos de sus relatos no fueron publica-
dos en libro mientras el autor vivió, por lo cual permanecieron olvidados durante
décadas en páginas de revistas y diarios de las ciudades donde el nicaragüense
radicó. Gracias a sus invaluables trabajos de archivo, investigadores como Erwin
Kempton Mapes, Diego Manuel Sequeira, Julio Saavedra Molina, Raúl Silva Cas-
tro, M
áximo Soto Hall, Regino E. Boti, Teodoro Picado, Julio Caillet-Bois, Enri-
que Anderson Imbert, Ernesto Mejía Sánchez, José Olivio Jiménez, Pedro Luis
Barcia, Jorge Eduardo Arellano y Günther Schmigalle localizaron, entre 1920 y
1980, una cantidad considerable de textos en prosa escritos por Darío, la cual se
encuentra reunida bajo el título de Cuentos completos; no obstante, los frecuentes des-
cubrimientos de testimonios que incrementan el corpus de relatos permiten argüir
la posibilidad de que algunos textos del autor todavía no hayan sido recuperados.
En este artículo se presenta uno de esos casos: un texto firmado por R. D., titulado
“Psique”, que fue publicado en la revista La Hoja de Buenos Aires, con fecha del 15
de marzo de 1894 —año en el que Darío vivía en la capital porteña—. Además de
ofrecer la transcripción del documento, se analizan las características del relato para
señalar las evidentes similitudes temáticas y estilísticas que hay entre “Psique” y otros
escritos del autor.
*
Este trabajo es producto de una estancia de investigación realizada en 2017 en la Biblio
teca Nacional de la República Argentina, como parte del programa de Doctorado en Literatura
Hispánica de El Colegio de San Luis A. C. En mi tesis doctoral, “‘Viejas como el miedo’: las
ficciones fantásticas en el Río de la Plata de 1906 a 1940. Antecedentes, desarrollo y conso
lidación de un género” (2019), ofrecí un primer acercamiento a este texto; sin embargo, al
no ser el propósito de mi investigación, no ahondé en el análisis de los indicios que permiten
atribuir su autoría a Rubén Darío. Agradezco a Soledad Zúñiga, referencista de la bn, por su
invaluable apoyo en la localización del material que aquí se presenta.
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Karla Gabriela Nájera Ramírez
Palabras clave
Rubén Darío, “Psique”, relato recuperado, rescate literario, revista La Hoja, litera-
tura decimonónica.
Abstract
Perhaps the part of Rubén Darío’s oeuvre that has presented the most difficulties for
literary critics is his short stories, as many of these works were not published in one
collected volume while the author was alive, but remained scattered in the pages
of magazines and journals in the cities where the Nicaraguan resided. Thanks to
their invaluable archival work, researchers such as Erwin Kempton Mapes, Diego
Manuel Sequeira, Julio Saavedra Molina, Raúl Silva Castro, Máximo Soto Hall,
Regino E. Boti, Teodoro Picado, Julio Caillet-Bois, Enrique Anderson Imbert, Er-
nesto Mejía Sánchez, Pedro Luis Barcia, Jorge Eduardo Arellano and Günther
Schmigalle located, between 1920 and 1980, a considerable amount of prose texts
written by Darío. These works have been collected under the title Cuentos completos.
However, frequent discoveries of testimonies that add to Darío’s short story corpus
allow us to argue that some of his texts may not have been unearthed yet.
This paper discusses one of such cases; a text signed by R. D., titled “Psique”,
was published in the Buenos Aires magazine La Hoja, dated on March 15th, 1894
—a year during which Darío lived in Argentina’s capital city. Aside from offering
a transcription of the document, the paper analyses the short story’s features to
highlight the thematic and stylistic similarities that “Psique” shares with other texts
by Darío.
Keywords
Rubén Darío, “Psique”, unearthed short story, recovery of literary works, maga
zine La Hoja, decimononic literature.
Recepción: 05/01/2020
Aceptación: 13/01/2020**
E n 1967, en el centenario del natalicio del autor de Azul… (1888), Jorge Luis Borges
escribió un “Mensaje en honor de Rubén Darío”, el cual decía:
Cuando un poeta como Darío ha pasado por una literatura, todo en ella cambia. No
importa nuestro juicio personal, no importan aversiones o preferencias, casi no importa
que lo hayamos leído. Una transformación misteriosa, inasible y sutil ha tenido lugar
sin que lo sepamos […]. Todo lo renovó Darío: la materia, el vocabulario, la métrica, la
magia peculiar de ciertas palabras, la sensibilidad del poeta y de sus lectores. Su labor
**
Texto reservado para este número monográfico.
Jaime Torres Bodet hizo una afirmación provocadora: aunque los poemas de Azul…
(1888) son definitivos en la irrupción del modernismo, Manuel Gutiérrez Nájera y Sal-
vador Díaz Mirón ya habían escrito otros tan buenos, o mejores, que los del poeta nica-
ragüense. Reflexiona sobre la razón por la que los poemas de ese libro alcanzaron gran
resonancia y concluye que el efecto del libro se debió no sólo a los poemas, sino a la
compañía de los cuentos (Torres, 2016: 26).
A pesar del significativo papel de relatos como “La ninfa”, “El velo de la reina
Mab” y “El rubí”, durante la vida del autor, Azul… fue su único libro con cuentos
en prosa; el resto de su nutrida obra en ese género únicamente estuvo disponible en
las publicaciones periódicas de los países que visitó, lo que la convirtió en la vertiente
dariana que mayores dificultades ha representado para nuestros estudios.
En 1950, la obra cuentística de Darío fue reunida por Ernesto Mejía Sánchez
en Cuentos completos, volumen que ofrece 77 piezas literarias acompañadas de notas a
propósito de su historia textual y aclaraciones bibliográficas. Una segunda edición,
preparada por Julio Valle-Castillo en 1990, elevó a 86 el total de cuentos de Darío que
se conocían. Finalmente, en 2005, la tercera edición estuvo a cargo de Jorge Eduardo
Arellano, quien incrementó la nómina a 96 relatos.
Hay otros libros que contienen parte de sus colaboraciones en este género, tal es
el caso de Los primeros cuentos de Rubén Darío (1951), con un estudio de Mejía Sánchez,
y Cuentos fantásticos (1976), con un prólogo de José Olivio Jiménez. Algunas compila-
ciones más son: Sus mejores cuentos y sus mejores cantos (191?), Obras completas (1918), Obras
completas (1955), Cuentos (1997), Cuentos sociales de Rubén Darío (2000), 25 cuentos de Rubén
Darío (2003), Quince cuentos fantásticos (2009), 57 cuentos de Rubén Darío (2015) y Retrato del
poeta como joven cuentista (2016). Estas publicaciones permiten pensar que el papel de
Darío como narrador fue consistente; no se trató de colaboraciones esporádicas, sino
de una labor de la que sólo se alejó durante la preparación de Prosas profanas y Los Raros,
ambos de 1896.
1
Enviado originalmente al II Congreso Latinoamericano de Escritores y publicado después
en el segundo número de El Despertar Americano, en mayo de 1967.
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Karla Gabriela Nájera Ramírez
A
CARLOS VEGA BELGRANO
AFECTUOSAMENTE
ESTE LIBRO
DEDICA
R. D. (Darío, 1896: v).
Y la primera ley, creador: crear. Bufe el eunuco. Cuando una musa te dé un hijo, queden
las otras ocho en cinta.
R. D. (Darío, 1896: xvi).
2
El listado completo puede consultarse en Caresani y Schmigalle (2017).
quilino Chacón”; de 1892: “El hombre bueno” y “Yo fui coral primero”; de 1897:
“Dos artistas argentinas”, “Elogio de los gordos” y “Saludo a los niños”; de 1901: “El
león”, “A Masaya”, “El cuello blanco”, “A Don Agustín Cruz” y “Oda a la Francia”;
de 1902: “Para Coconi”; de 1903: “Como dejo escrito”; de 1906: “Baby Hood”, “En
un abanico de Alice Bolaños”, “En el abanico de Atala Fiallo”, “Fiesta húngara en
el Palacio Yturbe”, “Fioreti”, “Hablando con carretero”, “Los caprichos del sol” y
“Rojo y negro”; de 1908: “Cantares” y “En un abanico”; de 1910: “Noche buena”;
de 1914: “Carta del 23 de febrero”; de 1916: “La tierra de Quetzal”; y tres más sin
fechar: “Chanson crepusculaire”, “En el álbum de Victoria Mayorga de Marín” y
“La cartuja”.
Así, se puede asegurar que para Darío no era infrecuente firmar sus trabajos
únicamente con las iniciales de su nombre, y aunque éstas podrían pertenecer a algún
otro autor, al repasar las nóminas de colaboradores que consignan Héctor René La-
fleur, Sergio D. Provenzano y Fernando P. Alonso para las revistas literarias argentinas
de ese momento, no se hallan en otros escritores.
En cuanto al título del texto, éste remite, al igual que “Thanathophobia”, a un
mito clásico. Éste habla del amor entre Cupido y Psique, el cual fue prohibido por
Venus. Psique se entiende también como la representación del alma, debido a que, al
final de la historia de Apuleyo, se le concede la ascensión y la inmortalidad. El tema
del alma o de la psiquis es uno de los más recurrentes en la obra lírica de Darío, que
se observa desde sus primeros poemas,3 y se puede asegurar que “es la substancia
que concentra en sí una esfera de ideales supravitales que imperan […] en la poesía
dariana” (Concha, 1968: 55). Asunto similar ocurre con la narrativa, cuyo ejemplo
más claro de este tema es la “Historia prodigiosa de la princesa Psiquia, según se halla
escrita por Liborio, monje, en un códice de la abadía de San Hermancio, en Iliria”,
texto publicado pocos meses después que “Psique” en el diario La Nación de Argentina.
Quizá la representación más conocida de este tema en la obra de Darío sea el
poema “Divina psiquis” de Cantos de vida y esperanza (1905),4 en el cual recupera el mito
clásico y lo recrea en un contexto cristiano:
3
A este respecto, puede consultarse el estudio de Jaime Concha (1968), en el cual el crítico
revisa la presencia del alma en la poesía y en la prosa de Rubén Darío.
4
En su versión de Cantos de vida y esperanza, el poema no tiene título, pero, por lo general, se
le llama “Divina psiquis” por iniciar de esa manera.
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Supe después, cuando los años y la carne me pusieron en situación jurídica de imponerme
de cosas tan trascendentales para las letras y la historia moral de aquella época deliciosa-
mente bohemia, que más de una vez, y cuando ya se daba a Darío por definitivamente
descarriado, por lo menos extraviado, se le encontraba redimiendo flaquezas en alguna
calleja del Santiago negro, rodeado de un auditorio mixto y nada tranquilizador, al cual
recitaba, cerrando los ojos al armonioso son de alguna arpa más babilónica que bíblica,
el “Cantar de los Cantares” o algunas de las estrofas destinadas a quedar retenidas entre
las espinas de “Abrojos” (Rodríguez, 1919: 54).
En las memorias del autor, el mismo libro se relaciona con los recuerdos de su
primer amor:
Nos poníamos, por ejemplo, a mirar una estrella, por la tarde, una grande estrella de oro
en unos crepúsculos azules o sonrosados, cerca del lago, y nuestro silencio estaba lleno
de maravillas y de inocencia. El beso llegó a su tiempo y luego llegaron a su tiempo los
besos. ¡Cuán divino y criollo Cantar de los Cantares! Allí comprendí por primera vez en
su profundidad: Mel et lac sub lingua tua (Darío, 1920: 37).
5
Véase el artículo de Francis Very (1952), en el que el crítico enlista todas las referencias
bíblicas que hay en la obra lírica del autor nicaragüense. El propio Darío, en su Autobiografía,
señala que desde niño se le infundió una gran religiosidad, y aunque durante su juventud
muchas de sus composiciones fueron de fuerte radicalismo antirreligioso e incluso ateas, los
motivos bíblicos permanecieron a lo largo de su obra.
De pronto, y como atraídos por una fuerza secreta, en un momento inexplicable, nos be-
samos en la boca, todos trémulos, con un beso para mí sacratísimo y supremo: el primer
beso recibido de labios de mujer. ¡Oh, Salomón, bíblico y real poeta! tú lo dijiste como
nadie: Mel et lac sub lingua tua (Darío, 1888: 81).
Mi gozo tu paladar
rico panal conceptúa,
como en el santo Cantar:
Mel et lac sub lingua tua.
La delicia de tu aliento
en tan fino vaso apura,
y me enciende el pensamiento
la locura (Darío, 1908: 147).6
6
Este texto no formó parte de la primera edición de Prosas profanas, por lo que pudo haber
sido escrito entre 1896 y 1908.
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momento único” (Paz, 1965: 21). La mención de san Martín es importante, además,
porque aparece, cuando menos, en un par de narraciones más: “Divagaciones. His-
toria de un 25 de mayo” (1896) y “La leyenda de san Martín — Patrono de Buenos
Aires” (1897), ambas publicadas en la capital porteña.
Otro elemento presente en “Psique” y que puede identificarse fácilmente en la
prosa de Rubén Darío es la musicalidad, que muchas veces se encuentra en segundo
plano, pero que en ocasiones va in crescendo hasta convertirse en un aspecto central
hacia el final de la historia. Aunque en numerosos cuentos se puede ver este recurso,
me referiré únicamente a dos: “La pesadilla de Honorio” y “Sor Filomela”, ambos
de 1894, ya que son los únicos que por sus fechas de publicación corresponderían al
periodo de escritura de “Psique”.
En “La pesadilla de Honorio”, la música es lo último que el lector y el protagonis-
ta perciben: “Y Honorio no pudo más: sintió un súbito desmayo, y quedó en una dulce
penumbra de ensueño, en tanto que llegaban a sus oídos los acordes de una alegre
comparsa de Carnestolendas…” (Darío, 1950: 234). En este pasaje se observa cómo
el resto de los sentidos del personaje son suplidos por el oído, por lo cual la música
abarca toda la escena.
En el caso de “Sor Filomela”, la historia cuenta de inicio a fin la reclusión en un
monasterio de la cantante parisina Eglantina Charmat. El momento climático del
relato, que coincide con el final, es cuando Eglantina se entera de la muerte de su
amado, el capitán Pablo, lo cual hace memorable su interpretación:
Y cantó, y nunca ¡ay! con mayor encanto y ternura. En sus labios temblaba la balada
lánguida de la despedida, el gemido de todas las tristezas, la cántiga doliente de todas
las desesperanzas… Y en el fondo de su ser, ella, la rosa de París, sabía que no tenía ya
amores e ilusiones en la tierra, y que solamente hallaría consuelo en la Reina María Santa
y en el dulce Príncipe Jesús […]
Y en el coro del monasterio estaba de fiesta el órgano; porque sus notas iban a acom-
pañar la música argentina de la garganta de la monja… Un ruiseñor en el convento; ¡una
verdadera Sor Filomela! (Darío, 1950: 238-239).
Como se advierte, la música se apropia del ambiente, y las dos últimas figuras
retóricas —es decir, la prosopopeya y la metáfora— son prueba de ello. En el mismo
tenor, la presencia de los himnos, los cantos y las arpas, que puede apreciarse en “Psi-
que”, también se distingue en los relatos “El humo de la pipa”, “La muerte de Salo-
mé” e “Historia de un sobretodo”, por citar sólo algunos.
Además de los elementos relacionados con lo musical, hay otros que son frecuen-
tes en la narrativa dariana, tal es el caso de los personajes celestiales, como ángeles,
serafines, querubines o arcángeles; estos últimos constituyen una parte central en la
narración de 1894 y aparecen también, aunque de manera individual, en “La resu-
rrección de la rosa” (arcángel Azrael), “La miss” (1893) [arcángel Gabriel] y “Gesta
moderna” (1897) [arcángel Miguel]. De igual modo, el cielo como escenario, la gloria
celestial, la música mística y los espíritus que ascienden —todos presentes en el texto
que nos ocupa— resultan constantes en los cuentos darianos.
Hay otros cuatro aspectos importantes en “Psique” que, aunque no constituyen
una característica definitoria de la narrativa de Darío, se hallan en, por lo menos, más
de uno de sus textos. El primero es la numeración de bloques narrativos, que también
se encuentra en algunos de los relatos cercanos a este texto, temporal y temáticamente:
“Historia de la princesa Psiquia…” y “En Chile”, aunque en éstos los números roma-
nos están acompañados con subtítulos. El segundo corresponde al uso de la palabra
nimbo, uno de los neologismos que Darío sembró en América Latina desde 1888,
cuando lo utilizó en Azul… (Zepeda-Henríquez, 2017: 145), y que también se halla
en “El velo de la reina Mab”, “La pesca”, “Verónica” (1896), Los Raros y Cabezas,
entre otras obras. El tercero, asimismo, concierne a la renovación del vocabulario que
señalaba Borges: la incorporación del adjetivo ígneo, un cultismo que, dice Eduardo
Zepeda-Henríquez, habían usado con generosidad los autores del Barroco aplicado
a los demonios medievales, pero que el nicaragüense utiliza en contextos celestiales
(Zepeda-Henríquez, 2017: 111), tal como se presenta en “Psique”. El cuarto resulta un
poco más complicado de explicar, ya que se trata de una marca de estilo que consiste
en señalar y resaltar tipográficamente ciertas palabras que aluden a un concepto tras-
cendente. Así aparece en “Psique”: “y leyó estas palabras escritas con letras ígneas que
brillaban como rubíes: ¡LA GLORIA!”. Ahora bien, algo similar ocurre en “El humo
de la pipa”: “toma este amuleto en que está grabada por un genio la gran palabra. Leí:
Esperanza” (Darío, 1950: 119); por mencionar el ejemplo más claro del recurso.
En otro orden de ideas, la anábasis corresponde con los temas esotéricos que para
la década de 1890 ya eran comunes en la obra del nicaragüense. De acuerdo con
José Ricardo Chaves, “Darío se había puesto en contacto con las doctrinas esotéricas
desde su adolescencia, cuando conoció al masón polaco José Leonard y Bertholet
[y aunque] la masonería no le satisfizo intelectualmente[,] siguió leyendo y buscan-
do por ámbitos esotéricos” (Chaves, 2013: 39); ese interés también puede verse, por
ejemplo, en “El caso de la señorita Amelia” y “Huitzilopoxtli” (Chaves, 2013: 42).
En el caso de “Psique”, cuando el narrador enuncia su comunicación con el alma,
estamos frente a una práctica espiritista, mientras que la ascensión de las almas es
una de las creencias propias de la teosofía, corriente esotérica que había llegado a la
Argentina en 1893, es decir, el mismo año en que arribó Darío y tan sólo unos meses
antes de la publicación de “Psique”.
Me resulta importante señalar, por último, los vínculos temáticos entre “Psique”
y dos narraciones más: “El Salomón negro” y “El año que viene siempre es azul”. En
la primera, se describe una ascensión similar a la del relato de La Hoja:
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Quedó el sabio desolado, y preparose para ascender, con el ángel de las alas infinitas, a
contemplar la verdad del Señor.
El pájaro Simorg llegó en rápido vuelo:
—Salomón, Salomón: has sido tentado. Consuélate; regocíjate. ¡Tu esperanza está
en David!
Y el alma de Salomón se fundió en Dios (Darío, 1950: 277).
Aunque es necesario un estudio aún más detallado de “Psique” para afirmar con
certeza que fue escrito por Rubén Darío, me parece que los indicios aquí presentados
nos permiten poner en consideración su probable autoría. Reproduzco a continua-
ción el texto.
Nota editorial
Psique1
R. D.
I
El alma abandonó el cuerpo que quedó rígido y frío en el lecho de muerte; se detuvo
un momento y luego emprendió la ascensión. Lo que vio en su camino por las regio-
nes celestes fue confiado a mi cerebro por aquello invisible, impalpable que llamamos
fantasía y que siempre es un reflejo de lo que realmente ha pasado.
II
Envuelta en un nimbo invisible para los ojos de los mortales, vagó un instante sobre la
tierra, vio a sus amigos, los amigos de su cuerpo y libre de la materia que entorpecía
los sentidos de su alma percibió toda la maldad de los hombres; el dolor que sintió al
ser arrancada del cuerpo por los dedos de la Parca inflexible, cesó de pronto, y una
esperanza suprema la inundó de alegría.
III
Dejó la tierra y en su ascensión vio los picos nevados de las montañas cubiertas de
hielos eternos, vio los Alpes gigantes y el Ande grandioso y los espíritus de Aníbal y
de san Martín vagaban sobre ellos, subió más, llegó a la región del éter, semejante
a un mar de esmeraldas y de diamantes y a través de ese mar resplandecía una luz
vivísima, subió más aún, y leyó estas palabras escritas con letras ígneas que brillaban
como rubíes: ¡LA GLORIA!
IV
La gloria: himnos que solo pueden modular los serafines y arcángeles en sus instantes
de suprema alegría, cantos que nunca percibe el oído del hombre, y que solo com-
prenden las flores o el arroyuelo cuando las roza el céfiro, melodías que solo se engen-
dran en el ruido de un beso, ¡solo vosotras podréis describir la gloria!
V
El alma prosiguió su camino hacia lo más perfecto. No escuchó las voces que la lla-
maban a la gloria, no la sedujeron ni los himnos ni los cantos, otra cosa aspiraba: el
amor perfecto, sin principio ni fin, abstraído de la carne, el amor, sentimiento psíqui-
co, nacido en el mundo de la materia y realizado en la vida de la esencia, el amor que
presintió Platón, y que jamás alcanzó a comprender Epicuro.
1
R. D. [Rubén Darío], “Psique”, en La Hoja, número 1 (15 de marzo de 1894), 2 y 3.
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R. D.
VI
Una música lejana, melancólica y alegre se dejaba oír. Mil arpas acompañaban las
voces de los arcángeles, que por momentos se escuchaban en coro y por momentos se
destacaban solas, asemejando entonces su sonido a la vibración de un finísimo cristal.
Era algo sublime, la letra era el Cantar de los Cantares.
“¿Dónde se ha ido tu amado… la más hermosa de todas las mujeres? ¿Adónde se
apartó tu amado, y le buscaremos contigo?
Mi amado descendió a su huerto a las eras de los aromas para apacentar en los
huertos y para coger los lirios. Yo soy de mi amado, y mi amado es mío, el cual apa-
cienta entre lirios.
Hermosa eres tú, oh compañera mía, como Thirsa; de desear, como Jerusalem;
imponente, como ejércitos en orden. Aparta tus ojos de delante de mí, porque ellos
me vencieron. Tu cabello es como manada de cabras que muestran en Galaad.
Tus dientes, como manada de ovejas que suben del lavadero, todas con crías me-
llizas, y estéril no hay entre ellas.
Como cachos de granada son tus sienes entre tus guedejas.
Sesenta son las reinas, y ochenta las concubinas; y las mozas sin cuento: mas una
es la paloma mía, la perfecta mía; única es su madre, escogida la que la engendró.
Viéronla las doncellas, y llamáronla bienaventurada; las reinas y las concubinas
la alabaron.
¿Quién es ésta que se muestra como el alba, hermosa como la Luna, esclarecida
como el Sol, imponente como ejércitos en orden?
Al huerto de los nogales descendí a ver los frutos del valle y para ver si brotaban
las vides, si florecían los ganados”.
Aquí es, pensó el alma, aquí donde se canta el himno eterno al amor debe reinar
siempre la felicidad.
¡Entonad vuestros cantos más sublimes, arcángeles, las notas más puras arrancad
de vuestras arpas, serafines, quiero que mi voz se confunda con las vuestras, y juntas
se eleven ensalzando al amor!
Dijo, y de luz irradiaron los siete cielos, más puras fueron las voces y más sublimes
resonaron las cuerdas de las arpas.
Bibliografía
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Darío, Rubén
Azul… Valparaíso: Excélsior, 1888.
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Los primeros cuentos de Rubén Darío. Edición de Ernesto Mejía Sánchez. México: Universidad
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Karla Gabriela Nájera Ramírez
Cuentos completos. Edición de Jorge Eduardo Arellano. Managua: Anama Ediciones Centro-
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Cuadrivio. México: Joaquín Mortiz, 1965.
R. D.
“Psique”, en La Hoja, número 1 (15 de marzo de 1894), 2 y 3.
Very, Frances
“Rubén Darío y la Biblia”, en Revista Iberoamericana. Pennsylvania, Universidad de Pitts
burgh, volumen XVIII, número 35 (1952), 141-155.
Zepeda-Henríquez, Eduardo
Léxico modernista en los versos de Azul… Madrid: Verbum, 2017.