Lectura Semana 01

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Definición de la ética

La ética es una concepción valorativa de la vida. Su peculiaridad reside en el hecho

de tratarse de una concepción valorativa, que pretende decimos cuál debería ser el orden

de prioridades en la organización de la convivencia humana, es decir, que se propone

establecer cuál es la mejor manera de vivir. No es, pues, una concepción que se restrinja

a describir el modo en el que los seres humanos ordenan el mundo; su punto de vista es

el del participante en la interacción, no el de un observador. Tampoco es, en sentido

estricto, una concepción estética de la vida, que ponga la mirada en el goce

contemplativo o en la representación original de la experiencia, aunque más de uno

podría pensar que esta sería acaso la mejor manera de vivir. Podría serlo, por supuesto,

pero sería entonces una concepción simultáneamente estética y valorativa en sentido

moral.

Recordemos lo dicho sobre la ambivalencia del término «ética». De acuerdo a uno de

los sentidos del término, seguramente el principal, la ética es una manera de vivir. Ello

se recoge en la definición, al decir precisamente que nos las habemos con una

concepción de la vida. No importa aquí si dicha concepción es explícita, en el sentido de

que hemos logrado articularla teóricamente, o si es solamente implícita, en el sentido de

que ella puede descifrarse si se presta atención a la jerarquía manifiesta en el obrar

cotidiano. Lo decisivo es que la ética se refiere al modo en que una persona o una

sociedad ordenan su sistema de creencias morales en la vida práctica. De acuerdo a la

segunda acepción del término, la ética es una manera de hablar o de concebir las cosas.

También este aspecto es recogido en la definición, pues ella nos informa que la ética es,

efectivamente, una concepción de la vida. No es indispensable que quien la profesa, o

quien la pone en práctica, sea consciente de su naturaleza o su estructura teóricas; la


praxis misma es suficiente para dar a conocer el sistema de referencias ideales con el

que una persona o una sociedad se identifican.

De ningún ser humano ni de ninguna sociedad podrá decirse que no posean una

concepción valorativa de la vida, lo cual equivale a decir que tampoco podrá decirse de

ellos que no posean una ética. Es, en ese sentido, muy difícil entender qué pueda ser una

persona «amoral»; con dicha expresión probablemente queremos decir que aquella

persona no comparte los criterios fundamentales de la concepción ética que nosotros

defendemos, pero eso no puede querer decir que ella carezca de un criterio ordenador de

su conducta. En principio, es de suponer que toda persona posee una ética en el sentido

indicado.

Que la ética sea una concepción valorativa de la vida quiere decir también que ella

ocupa un lugar primordial en nuestra reflexión y en nuestra conducta cotidianas, pues es

evidente que lo que nos sirve de pauta de orientación de todas nuestras acciones va a

estar permanentemente presente en nuestras vidas. Fácilmente podremos constatar esta

aseveración no solo si nos ponemos a pensar en la relevancia que puedan tener, por

ejemplo, nuestros criterios éticos para evaluar la justeza de las leyes, sino también

cuando reflexionamos sobre la importancia relativa que tiene en nuestra vida cotidiana

el uso del lenguaje moral. Si tratáramos de medir cuantitativa mente el espacio que los

juicios morales ocupan en nuestro lenguaje por comparación con el lenguaje científico o

el lenguaje estético, es probable que nos sorprenda la notoria preponderancia de los

primeros. En el caso del episodio de la Ilíada se nos transmite precisamente que, de

acuerdo a la ética defendida por los griegos, es decir, de acuerdo a su concepción

valorativa de la vida, la actitud de Aquiles es juzgada como una desmesura o como una

transgresión de los límites que dicha ética considera infranqueables. Es la conducta de

Aquiles, su acción concreta, la que es sometida a cuestiona miento, y lo es a partir del


sistema de valoraciones que sirve de referente normativo a los amigos y enemigos

involucrados en la situación, incluso a los dioses. Otro tanto ocurre en el caso de los

episodios relatados por las comisiones de la verdad. La ética de nuestras sociedades,

nuestra concepción valorativa de la vida, se ha visto estremecida por la violencia que ha

sembrado muerte e irrespeto entre las personas. y el clamor expresado en la invocación

al «Nunca más» se muestra como una solicitación a reinstaurar el orden de las

valoraciones.

No obstante, con una definición como esta nos queda aún pendiente de resolver una

cuestión, acaso la más importante. Si bien sabemos ya, en efecto, que la ética está ligada

a la valoración de la vida, lo que no hemos aclarado todavía es el criterio o la pauta que

subyace a dicha valoración, es decir, nos falta explicar cuál es o cuál debería ser, como

se dice cotidianamente, la jerarquía de valores o de normas que oriente nuestra

concepción ética. Siguiendo el hilo conductor de nuestra exposición, lo que aún no

hemos dado es una respuesta a la pregunta: ¿cuál es la mejor manera de vivir?

Referencias
Giusti , M. (2007). El sentido de la ética. En M. Giusti , & F. Tubino, Debates de la

ética contemporánea (págs. 13- 42). Lima: Ediciones Atenea E.I.R.L.

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