Período Helenístico
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Venus de Milo. Es una de las obras más representativas del período helenístico.
Milo es una isla de Grecia, al sur del Mar Egeo.
Se denomina período helenístico, helenismo o periodo alejandrino (por Alejandro
Magno) a una etapa histórica de la Antigüedad cuyos límites cronológicos vienen
marcados por dos importantes acontecimientos políticos: la muerte de Alejandro
Magno (323 a. C.) y el suicidio de la última soberana helenística, Cleopatra VII de
Egipto, y su amante Marco Antonio, tras su derrota en la batalla de Accio (31 a.
C.). Es la herencia de la cultura helénica de la Grecia clásica que recibe el mundo
griego a través de la hegemonía y supremacía de Macedonia, primero con la persona
de Alejandro Magno y después de su muerte con los diádocos (διάδοχοι) o sucesores,
reyes que fundaron las tres grandes dinastías que predominarían en la época:
Ptolemaica, Seléucida y Antigónida. Estos soberanos supieron conservar y alentar el
espíritu griego, tanto en las artes como en las ciencias. Entre la gente culta y de
aristocracia, «lo griego» era lo importante, y en este concepto educaban a sus
hijos. El resto de la población de estos reinos tan dispares (Egipto y Siria) no
participaba del helenismo y continuaba sus costumbres, su lengua y sus religiones
(no se cuenta a Macedonia, el otro reino en cuestión, ya que era un estado griego,
aunque vale aclarar que antes del período helenístico no congeniaba con el resto de
la hélade). Las ciudades-estado griegas (Atenas, Esparta y Tebas, entre otros)
llegaron al declive y las sustituyeron en importancia las ciudades modernas de
Alejandría, Pérgamo y Antioquía, cuyo urbanismo y construcción tenían nada que ver
con las anteriores. En todas ellas se hablaba griego en su variante llamada koiné
(κoινή), adjetivo griego significando «común». Vale decir, la lengua común o
panhelénica, principal vehículo de cultura. Este se usaba mucho en aquel tiempo.
El término «helenístico» lo usó por primera vez el historiador alemán Johann Gustav
Droysen en Geschichte des Hellenismus (1836 y 1843), a partir de un criterio
lingüístico y cultural, es decir, la difusión de la cultura propia de las regiones
en las que se hablaba el griego (ἑλληνίζειν – hellênizein), o directamente
relacionadas con la Hélade a través del propio idioma, fenómeno alentado por las
clases gobernantes de origen heleno de aquellos territorios que nunca tuvieron
relación directa con Grecia, como pudo ser el caso de Egipto, Bactriana o los
territorios del Imperio seléucida. Este proceso de helenización de los pueblos
orientales, y la fusión o asimilación de rasgos culturales orientales y griegos,
tuvo continuidad, como se ha mencionado, bajo el Imperio romano.
Después de las guerras de Peloponeso, las polis griegas siguieron luchando entre
sí. Esta situación la aprovechó el Reino de Macedonia, situado en el norte de
Grecia. Su rey Filipo II sometió a las ciudades griegas.
Índice
1 La evolución política del mundo helenístico
1.1 La conquista de Alejandro Magno, siglo IV a. C.
1.2 El período de los diádocos, 323–281 a. C.
1.3 El equilibrio del siglo III a. C.
1.4 El final político del helenismo y el auge romano, siglo II a. C.
2 La monarquía helenística
2.1 Culto al rey
2.1.1 Deificación de los ptolomeos
2.1.2 Vasos de la reina
2.2 Deificación de los seléucidas
3 Grecia durante la época helenística
3.1 Grecia continental
3.2 Grecia insular
3.3 Las koiná
3.4 Las ciudades
3.4.1 Ciudades seléucidas
3.4.2 Ciudades ptolemaicas
3.4.3 Ciudades atálidas
3.5 Los edificios públicos
3.5.1 El ágora
3.5.2 Los pórticos
3.5.3 Teatros
3.5.4 Gimnasios
3.5.5 Los negocios
4 Religión y filosofía
5 Las escuelas y academias
5.1 Academia Antigua
5.2 Academia Media
5.3 Academia Nueva
5.4 Escuela peripatética
5.5 Escuela del escepticismo
5.6 Escuela del epicureísmo
5.7 Escuela del estoicismo
6 Cultura helenística
7 El sabio y la ciencia
7.1 Biología y medicina
8 Judaísmo helenístico
9 Decadencia y fin
10 Cronología (400 a. C.–100 d. C.)
11 Véase también
12 Notas
13 Bibliografía
14 Enlaces externos
La evolución política del mundo helenístico
La conquista de Alejandro Magno, siglo IV a. C.
Artículo principal: Alejandro Magno
Sin embargo, Antígono y su hijo Demetrio fueron quienes más lucharon por
restablecer el Imperio macedónico, llegando a controlar Anatolia y el Levante
mediterráneo antes de ser derrotados por una coalición del resto de los diádocos
(excepto Ptolomeo) en la batalla de Ipso (301 a. C.). Muerto Antígono, Demetrio
huyó a Europa, donde consiguió apoderarse temporalmente de Macedonia, antes de ser
derrotado y terminar sus días miserablemente como prisionero de Seleuco. El hijo
mayor de Ptolomeo I, Ptolomeo Cerauno, fue expulsado de Egipto por su padre,
refugiándose en casa de su cuñado Lisímaco en Tracia, y apoderándose de su reino y
de Macedonia, tras lo cual llegó a asesinar a Seleuco, que se enfrentaba a él. El
Medio Oriente estaba, por tanto, dominado por las ambiciones de estos generales,
que con presteza se coronaban reyes, apoyados por sus tropas, constituidas
generalmente por mercenarios griegos y macedonios.
Al lado de las tres monarquías principales, coexistían otros reinos más pequeños,
pero que desempeñaron un papel destacado, como el reino de Pérgamo, controlado por
los Atálidas; el reino del Epiro, en la actual Albania; los reinos del Ponto y de
Bitinia, en Anatolia; o el que fundó Hierón II en Siracusa, en la Magna Grecia.
La monarquía helenística
La monarquía helenística era personal, lo cual significaba que podía llegar a ser
soberano cualquiera que, por medio de su conducta, sus méritos o sus acciones
militares, pudiese aspirar al título de basileus. En consecuencia, la victoria
militar era, la mayoría de las veces, el acto que legitimaba el acceso al trono,
permitiendo así reinar sobre una provincia o un estado. Seleuco I utilizó la
ocupación de Babilonia en 312 a. C. para legitimar su presencia en Mesopotamia, o
su victoria en 281 a. C. sobre Lisímaco para justificar sus reivindicaciones sobre
el Bósforo y Tracia. Asimismo, los reyes de Bitinia sacaron provecho de la victoria
en 277 a. C. de Nicomedes I sobre los gálatas para afirmar sus pretensiones
territoriales.
Esta monarquía personal no tenía reglas de sucesión precisas, por lo cual eran
frecuentes querellas incesantes y asesinatos entre los muchos aspirantes. Tampoco
existían leyes fundamentales ni textos que determinaran los poderes del soberano,
sino que era el propio soberano quien determinaba el alcance de su poder. Este
carácter absoluto y personal era, a la vez, la fuerza y la debilidad de estas
monarquías helenísticas, en función de las características y la personalidad del
soberano. Por tanto, fue necesario crear ideologías que justificaran la dominación
de las dinastías de origen macedonio y de cultura griega sobre los pueblos
totalmente ignorantes de esta civilización. Los lágidas pasaron, de este modo, a
ser faraones ante los egipcios y tenían derecho a aliarse con el clero autóctono,
otorgando espléndidas donaciones a los templos.
En cuanto a los pueblos de origen griego y macedónico que también gobernaban, los
soberanos helenísticos debían mostrar la imagen de un rey justo, que asegurase la
paz y el bienestar de sus pueblos, existiendo así la noción de evergetes, el rey
como benefactor de sus súbditos. Una de las consecuencias, acaecida ya en el
reinado de Alejandro Magno, fue la divinización del soberano, a quien rendían
honores los súbditos y las ciudades autónomas o independientes que habían sido
favorecidas por el rey, lo que permitió reforzar la cohesión de cada reino en torno
a la dinastía reinante.
La fragilidad del poder de los soberanos helenísticos les obligaba a una incesante
actividad. En primer lugar era necesario vencer militarmente a sus adversarios, por
lo que el periodo se caracterizó por una serie de conflictos entre los propios
soberanos helenísticos o contra otros adversarios exteriores, como los partos o la
incipiente Roma. Los soberanos se veían obligados a viajar constantemente a fin de
instalar guarniciones, a la vez que erigían ciudades que controlasen mejor las
divisiones administrativas de sus reinos, siendo sin duda Antíoco III el monarca
helenístico que más viajó entre Grecia, Siria, Egipto, Mesopotamia, Persia y las
fronteras de India y Asia Menor, antes de morir cerca de la ciudad de Susa en 187
a. C. A fin de mantener sus armadas y financiar la construcción de las ciudades,
fue indispensable que los soberanos desarrollaran una sólida administración y
fiscalidad. Los reinos helenísticos se convirtieron así en gigantescas estructuras
de explotación fiscal, erigiéndose en herederos directos del Imperio Aqueménida.
Este trabajo agotador, al que se unían las incesantes quejas y recriminaciones (ya
que el rey era también juez para sus súbditos) hicieron exclamar a Seleuco I:
Si las gentes supieran cuánto trabajo conlleva el escribir y leer todas las cartas,
nadie querría ocupar una diadema, aunque se arrastrara por el suelo.
Plutarco, Moralia, «Si la política es el quehacer de los ancianos», II
Alrededor de estos soberanos gravitaba una corte en la que el cometido de los
favoritos se volvió gradualmente preponderante. Por regla general, eran los griegos
y los macedonios los que casi siempre ocuparon el título de amigos del rey
(philoi). El deseo de Alejandro Magno de asociar las elites asiáticas al poder fue
abandonado, por lo que esta dominación política greco-macedónica adquirió, en
muchos aspectos, la apariencia de una dominación colonial. Para conseguir unos
colaboradores fieles y eficaces, el rey tenía que enriquecerlos con donaciones y
dominios pertenecientes al dominio real, lo cual no impidió que algunos favoritos
mantuvieran una dudosa fidelidad, y en ocasiones, especialmente en caso de una
minoría de edad real, ejercer efectivamente el poder. Son los casos de Hermias, del
que Antíoco III no pudo deshacerse fácilmente, o Sosibio en Egipto, al que Polibio
achacó una reputación siniestra.
Culto al rey
La monarquía helenística se apoyó en una aristocracia creada por el propio rey y
desarrolló un carácter especialmente cosmopolita, muy lejos de la anterior nobleza
solariega. En adelante el rey no sería elegido libremente por sus ciudadanos. Los
reyes helenísticos y sus nobles fueron elegidos por el propio rey, pero para llevar
a cabo con éxito y ante el pueblo tal sistema, insistieron en la idea de la
divinidad, es decir, el rey tenía derecho a gobernar y a seleccionar la nobleza
porque su poder lo había obtenido a través de su linaje divino y porque él mismo
era en cierto modo un dios. El paso siguiente fue iniciar el culto al rey.
Este sistema de divinización fue más político que religioso y tenía sus
antecedentes en el pensamiento griego anterior con ejemplos de veneración a héroes
y otros personajes mortales que se convirtieron en deidades después de su muerte,
como es el ejemplo de Asclepio y otras figuras menores que habían sido jefes
militares o fundadores de ciudades. La deificación o apoteosis en vida de los reyes
helenísticos nunca o casi nunca fue un asunto puramente religioso o espiritual;
nadie fue a rezar o a pedir gracias especiales a ninguno de estos personajes. Sin
embargo, fue necesario establecer el poder político en seres considerados por sus
súbditos como dioses.
Vasos de la reina
Son unas jarras de cerámica vidriada, fabricadas en serie, que se utilizaban en las
fiestas que se hacían para el culto de los reyes. Se levantaban altares
provisionales donde se hacían las ofrendas. Las libaciones de vino se depositaban
en estas jarras especiales que solían estar decoradas con el retrato de la reina
que ocupaba el trono en ese momento. En el entorno artístico se llaman vasos de la
reina porque siempre viene representada la reina, con una cornucopia en la mano
izquierda y un plato de libaciones en la derecha, con un altar y un pilar sagrado.
Los relieves descritos iban acompañados con inscripciones que servían para
identificar a la reina representada. Algunas de estas jarras o vasos han aparecido
en distintas tumbas. Estos ejemplares se pueden fechar desde Ptolomeo II hasta el
año 116 a. C. El vestido de las reinas es fundamentalmente griego: llevan un quitón
sin mangas y un himatión enrollado alrededor de la cintura y recogido sobre el
brazo izquierdo.
El Koinón Etolio llegó a ser un estado federal muy extenso, agrupando Acarnania,
Lócrida occidental y Tesalia. En las asambleas se agrupaban todos los ciudadanos de
cada ciudad aliada, celebrándose dos sesiones al año, eligiéndose al jefe o
estratega para un mandato anual. El koinón etolio demostró constantemente una gran
hostilidad hacia el poder de Macedonia. El declive etolio comenzó al mismo tiempo
que el progreso romano, hasta que en el 189 a. C. perdieron su independencia
finalmente.
El Koinón Aqueo fue el rival del Koinón Etolio. Tras apoderarse de Corinto, fue
poco a poco anexionándose todo el Peloponeso, absorbiendo también a la ciudad de
Esparta. En un principio este koinón fue aliado de Roma, la cual nunca confió en
esta liga. En el 146 a. C. se declararon abiertamente enemigos de Roma, quien
arrasó Corinto en respuesta, quedando la liga disuelta. Al igual que su rival
etolio, su principal enemigo fue el reino de Macedonia. Contaba con una asamblea a
la que podían asistir todos los ciudadanos de la confederación, con cuatro sesiones
al año en el santuario de Zeus, situado en el nomo de Aigio (llamada Egio hasta
1991). Su jefe o estratega era también designado anualmente.
Las ciudades
Los sucesores de Alejandro tuvieron buen cuidado en seguir el espíritu que su gran
general les había infundido: helenizar el Oriente y llevar hasta los confines
conquistados la civilización griega a la que consideraban la mejor (si no la única)
para el hombre. Durante la etapa del griego clásico los grandes centros urbanos
fueron llamados polis (Atenas, Siracusa, Corinto), que eran verdaderos Estados
independientes. Las nuevas ciudades del mundo helenístico contaban con una
autonomía jurídica y financiera, estaban gobernadas por magistrados, pero ya no era
el Estado independiente, sino que todas ellas dependían de un gobernador nombrado
por el rey, llamado epistates. Por otra parte los reyes de los territorios
helenísticos participaban personalmente con su fortuna en el embellecimiento y
engrandecimiento de muchas de estas ciudades, siendo los principales mecenas de la
construcción de edificios públicos o de la reconstrucción o restauración. Todas
estas ciudades con su régimen de vida y su política reformada en gran medida
favorecieron el auge económico y como consecuencia, el tesoro real.
Ciudades seléucidas
El primero de los reyes, Seleuco I Nicátor fundó 16 ciudades a las que dio el
nombre de Antioquía en recuerdo de su padre llamado Antíoco. Y con otros nombres
diversos llegó a fundar hasta 60. Su hijo, Antíoco I Sóter, siguió multiplicando la
fundación de ciudades y más tarde, en época de Antíoco IV Epífanes, hubo otro gran
impulso de construcción.
La fundación de una ciudad nueva, desde un punto de vista urbanístico, seguía las
reglas difundidas por el filósofo y arquitecto griego Hipódamo de Mileto hacia el
año 480 a. C. y que aconsejan un proyecto cuadrilátero con calles cortadas en
ángulo, con zonas que puedan ocupar los servicios, los edificios oficiales, templos
y con otras zonas dedicadas a vivienda. Las mejores ciudades seléucidas son las
construidas en Siria y de todas ellas las más conocidas y estudiadas son Antioquía
(en la orilla izquierda del río Orontes, navegable hasta el mar) y Apamea, situada
más al norte de Antioquía.
Ciudades ptolemaicas
Alejandría fue la ciudad capital de los ptolomeos y la que más importancia tuvo
durante el periodo helenístico. Fundada por el propio Alejandro Magno fue durante
muchos siglos la referencia a la grandiosidad y actividad económica así como el
gran centro del estudio de las ciencias y de las artes.
Ciudades atálidas
La capital de los atálidas fue Pérgamo, una ciudad que quiso ser la Atenas de los
tiempos clásicos. Tuvo una gran biblioteca y un museo de escultura donde se dice
que nació la crítica de arte. Los arquitectos siguieron en Pérgamo las mismas
normas de Hipódomo de Mileto, pero el enclave que ofrecían los terrenos hizo que
los constructores se lucieran edificando una ciudad totalmente distinta, con la
acrópolis en todo lo alto y el perímetro urbano dividido en tres terrazas, cada una
con sus templos, que se unían entre sí por una original vía trazada en zigzag y con
grandes escaleras.
El ágora
Se prestó gran atención a este espacio público que en tiempos anteriores se había
limitado a ser una simple plaza de mercado. Los pórticos vinieron a configurar este
espacio, favoreciendo su aspecto, dándole nueva y mejor prestancia. El ágora se
empezó a construir de acuerdo con un plan hipodámico (calles trazadas en ángulo
recto), es decir, se acotó un espacio rectangular y porticado en varios de sus
lados. Fueron ágoras diseñadas con amplitud, donde se reunía la actividad comercial
que podía disfrutar de un espacio suficiente y cómodo. Cada ciudad tenía al menos
una, según sus necesidades. En Delos se construyeron varias ágoras en las cercanías
del puerto. En Atenas también se modificó este espacio y se embelleció con tres
nuevos pórticos, uno de ellos ofrecido a Átalo II.
Los pórticos
La construcción de pórticos fue una moda que se extendió de manera asombrosa por
todas las ciudades. La sensación de magnitud y suntuosidad que ofrecían estas
grandes obras hicieron que las ciudades que poseían un pórtico fueran las más
bellas y armoniosas. Pero además se consideraban de gran utilidad dando cobijo en
las horas de mucho sol o en los días de lluvia. Los pórticos monumentales de las
ciudades importantes llamaron enseguida la atención de los romanos cuando tuvieron
contacto con ellas en sus conquistas de Oriente. Muchos historiadores y críticos de
arte, como José Pijoán, opinan que fue a la vista de estos pórticos cuando los
romanos desarrollaron el gusto por el arte griego. Muchas veces se construía un
pórtico por el capricho de embellecer un santuario, el rincón de una ciudad o por
delimitar un ágora.
Teatros
Los teatros también se multiplicaron. Se construyeron a la antigua usanza,
generalmente adosados a la ladera de una colina o elevación del terreno. En esta
época tuvieron una modificación que dio lugar al escenario permanente donde
actuaban los actores. Anteriormente éstos se situaban sobre una plataforma que se
colocaba en el momento de la actuación delante del proscenio. Uno de los teatros
que más información puede dar al respecto es el de Priene del año 150 a. C.
Gimnasios
Este fue el complejo arquitectónico más difundido en el mundo helenístico. No hubo
ciudad o poblamiento por muy humilde que fuera que no tuviese construido su
gimnasio. El gusto por los ejercicios físicos (heredado de los griegos) fue general
en este periodo y fue parte de la educación de los jóvenes. Además, en el complejo
gimnástico no solo se realizaban ejercicios físicos, sino que se daban enseñanzas
diversas, conferencias, y se organizaban lo que hoy se llamaría «actos culturales».
Los edificios solían estar rodeados de grandes jardines con bonitos y agradables
paseos donde los discípulos escuchaban las charlas de sus maestros filósofos.
Tampoco olvidaron el tema religioso, de manera que los gimnasios fueron protegidos
y dedicados a un dios o en algunos casos a un héroe como Hermes o Heracles.
Estos centros fueron de una gran ayuda para la educación de los nativos, sobre todo
en Asia. Acudían a ellos con gran entusiasmo y deseos de aprender. Llegaron a
formar asociaciones que de manera general eran llamadas apo tou gymanasiou ('los
que salen del gimnasio').
Los negocios
El mundo de los comerciantes y de los negocios también tuvo necesidad de enclaves
especiales. Se construyeron edificios comparables con las cámaras de comercio y
otros menos importantes, pero igualmente necesarios como almacenes y despachos. Las
excavaciones de Delos han dado abundante información sobre estos edificios, en
especial sobre el conjunto de los Posidoneístas de Bertos, actual Beirut, que
poseían un importante complejo formado por una lujosa residencia llena de obras de
arte, y sobre el otro conjunto de los Negotiatiores itálicos con un ágora
particular, tiendas, despachos y demás dependencias. Los romanos lo imitarían en
época imperial en Ostia con la Plaza de las corporaciones.
Religión y filosofía
Cínicos
Cirenaicos
Epicúreos
Escépticos
Estoicos
Megáricos
Las escuelas y academias
La mayor parte de las escuelas del siglo IV subsistieron en época helenística. La
escuela de Platón continuó la obra filosófica y la Academia sobrevivió hasta el
siglo I a. C., recibiendo en distintas etapas distintos nombres.
Academia Antigua
Su característica es seguir siendo fiel al maestro Platón. Después de este filósofo
los directores de la Academia fueron: su sobrino Espeusipo (407–339 a. C.) durante
ocho años, su discípulo Jenócrates (c. 395–314 a. C.) que fue director hasta su
muerte, Polemón (351–270 a. C.) que estuvo al frente desde el 314 hasta su muerte y
el tebano Crates.
Academia Media
Se caracteriza por la introducción del escepticismo y sus directores fueron el
escéptico Arcesilao de Pitane en Eolia (c. 315–240 a. C.) (fue maestro de
Eratóstenes), Carnéades de Cirene (214–129 a. C.) que había estudiado en la propia
Academia con Hegesino, Clitómaco de Cartago, filósofo cartaginés discípulo del
anterior y Metrodoro de Estratonicea.
Academia Nueva
Sus filósofos se centran más en el eclecticismo, abandonando las teorías del
escepticismo. Su director fue Filón de Larisa (150–83 a. C.) que departió sus
enseñanzas en Roma y tuvo como discípulo a Cicerón sobre quien ejerció una gran
influencia; su discípulo Antíoco de Ascalón fue su rival en la dirección de la
Academia. Después tuvo lugar el neoplatonismo de Plotino cuyo máximo exponente fue
Proclo.
Escuela peripatética
La escuela de Aristóteles se vio engrandecida con el gran impulso que le dio el
orador Arcesilao, fundador de la Academia Nueva. Su doctrina rechazaba el
dogmatismo de los estoicos y trataba de demostrar que lo más importante era buscar
y descubrir lo más verosímil o probable.
Cultura helenística
Véase también: Arte helenístico
Las grandes ciudades se convirtieron, en este período, en los centros del saber, de
las ciencias y del arte. A partir del siglo IV, la mayoría de los artistas fueron
griegos de las colonias de Asia. Se dio un gran avance en el mundo de las ciencias,
medicina, astronomía y matemáticas. Estas últimas fueron disciplinas estudiadas y
enseñadas por grandes sabios como Euclides, Apolonio, Eratóstenes, Arquímedes, etc.
Hubo también muchos y buenos pintores entre los que se destacó Apeles, el pintor de
Alejandro Magno.
Apolo de Belvedere
Victoria alada de Samotracia
Diana cazadora
Venus de Milo (Milo es una isla situada al sureste de Grecia, en el archipiélago de
las islas Cícladas)
Relieves del altar de Zeus en Pérgamo
Sin olvidar las de otros siglos como:
El estudio de las matemáticas, sobre todo en Alejandría tuvo una importancia enorme
no solo por la materia en sí, sino como aplicación al conocimiento del Universo. En
el museo de Alejandría estudiaron, investigaron y enseñaron grandes sabios como
Euclides (que fue solicitado por Ptolomeo I Sóter), que supo organizar todas las
investigaciones precedentes y añadir las suyas propias, aplicando un método
sistemático a partir de principios básicos. Euclides sentó las bases del saber
matemático a partir de las cuales evolucionó dicha materia a través de los siglos
hasta llegar a la reciente invención de las nuevas matemáticas.
Algunas deficiencias
El sistema de notación de los números se hacía con la ayuda del alfabeto, así α era
igual a 1, ι era igual a 10, ρ era igual a 100. Si escribían ρια, estaban
escribiendo el número 111. Este sistema dificultaba mucho el manejo de las
matemáticas. En el siglo III a. C. Diofanto aportó una notación algebraica que fue
buena, pero que todavía resultó insuficiente. Otra deficiencia era la gran carencia
de instrumentos de observación para las ciencias naturales. Pese a todo esto, la
humanidad llegó hasta el Renacimiento utilizando y valiéndose de los grandes
inventos y descubrimientos de los sabios helenísticos, sobre todo de los
procedentes de Alejandría, Pérgamo y Rodas.
Biología y medicina
La figura del médico pasó a sustituir al mago o hechicero que se valía de los
milagros. Fue un personaje respetado y estimado, fue considerado un gran sabio en
quien se podía confiar no solo para ayuda física, sino también para ayuda
psicológica. Los lugares helenísticos donde floreció principalmente la medicina
fueron:
Judaísmo helenístico
En este período tuvo lugar también la traducción griega del Antiguo Testamento que
se conoce con el nombre de Septuaginta o Biblia de los Setenta, ya que, según se
cree, habría sido efectuada por un grupo de setenta y dos sabios alejandrinos.
De entre los judíos helenizados más destacados, puede mencionarse al filósofo Filón
de Alejandría y al historiador Flavio Josefo.
Decadencia y fin
Las guerras de los diádocos (herederos del imperio de Alejandro Magno), que duró
aproximadamente 150 años, terminó debilitando a todas las polis griegas y
extrahelenísticas. Roma apoyaba las causas de unas y otras, oficiando como mediador
y aportando ejércitos al servicio de estas polis. Hasta que finalmente toma Atenas,
Esparta y el reino de Macedonia, pasando a ser estas provincias romanas, a
excepción de Alejandría, que fue ocupada finalmente en el año 30 a. C. Con la
llegada de los romanos y su hegemonía sobre todos estos pueblos de la antigüedad,
llegó a su fin, en teoría, el período helenístico; aunque lo cierto es que Roma,
pasados algunos años y como consecuencia del contacto y conocimiento del arte
griego extendido por todas sus colonias y provincias, tomó el relevo y puede
decirse que fue la continuación de la cultura helenística, empezando por el propio
idioma. La clase alta tenía a gala hablar griego y se educaba a los hijos en esta
cultura. Los grandes políticos romanos, por mucho que tuvieran un cargo importante,
serían siempre menospreciados por el resto si no eran capaces de entenderse en el
idioma griego.
Véase también
Alejandría
Biblioteca de Alejandría
Dinastía Antigónida
Dinastía Ptolemaica
Dinastía Seléucida
Historia de la filosofía occidental
Pérgamo
Reino de Macedonia
Helenista (en el Wikcionario)
Periodo helenístico de Egipto
Particiones helenísticas (partición de Babilonia,2 323 a. C. y partición de
Triparadiso, 321 a. C.)
Notas
La palabra «bómbice» significa 'gusano de seda'.
Britannica, fuente citada en en:Partition of Babylon
Bibliografía
CANTARELLA, Raffaele: La literatura griega de la época helenística e imperial.
Buenos Aires, Losada, 1972.
JOUGUET, Pierre: El imperialismo macedónico y la helenización del Oriente.
Barcelona, Cervantes, 1927.
MIRALLES, Carles: El helenismo: épocas helenística y romana de la cultura griega.
Barcelona, Montesinos, 1989 (2.ª).
REYES, Alfonso: La filosofía helenística en Obras completas de Alfonso Reyes.
México, FCE, 1979, tomo XX. {ISBN 968-16-0347-8}
SHIPLEY, Graham: El mundo griego después de Alejandro. 323-30 a. C. Barcelona,
Crítica, 2001. {ISBN 84-8432-230-0}
Enlaces externos
Wikimedia Commons alberga una categoría multimedia sobre Período helenístico.
Cuadro sincrónico de la época helenística.
Viajes de verdad, viajes de mentira: literatura de viajes del período helenístico.
François Rodolphe Dareste de la Chavanne: La Lex Rhodia.
Texto francés en el sitio de Philippe Remacle (1944 - 2011). Nouvelle revue
historique de droit français et étranger, 1905.
Predecesor:
Alejandro Magno Historia de Grecia
Período Helenístico
323 a. C.-30 a. C. Sucesor:
Grecia romana
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