Período Helenístico

Descargar como txt, pdf o txt
Descargar como txt, pdf o txt
Está en la página 1de 17

Período helenístico

Ir a la navegaciónIr a la búsqueda

Este artículo o sección necesita referencias que aparezcan en una publicación


acreditada.
Este aviso fue puesto el 30 de abril de 2020.
«Helenismo» redirige aquí. Para otras acepciones, véase Helenismo (desambiguación).

Venus de Milo. Es una de las obras más representativas del período helenístico.
Milo es una isla de Grecia, al sur del Mar Egeo.
Se denomina período helenístico, helenismo o periodo alejandrino (por Alejandro
Magno) a una etapa histórica de la Antigüedad cuyos límites cronológicos vienen
marcados por dos importantes acontecimientos políticos: la muerte de Alejandro
Magno (323 a. C.) y el suicidio de la última soberana helenística, Cleopatra VII de
Egipto, y su amante Marco Antonio, tras su derrota en la batalla de Accio (31 a.
C.). Es la herencia de la cultura helénica de la Grecia clásica que recibe el mundo
griego a través de la hegemonía y supremacía de Macedonia, primero con la persona
de Alejandro Magno y después de su muerte con los diádocos (διάδοχοι) o sucesores,
reyes que fundaron las tres grandes dinastías que predominarían en la época:
Ptolemaica, Seléucida y Antigónida. Estos soberanos supieron conservar y alentar el
espíritu griego, tanto en las artes como en las ciencias. Entre la gente culta y de
aristocracia, «lo griego» era lo importante, y en este concepto educaban a sus
hijos. El resto de la población de estos reinos tan dispares (Egipto y Siria) no
participaba del helenismo y continuaba sus costumbres, su lengua y sus religiones
(no se cuenta a Macedonia, el otro reino en cuestión, ya que era un estado griego,
aunque vale aclarar que antes del período helenístico no congeniaba con el resto de
la hélade). Las ciudades-estado griegas (Atenas, Esparta y Tebas, entre otros)
llegaron al declive y las sustituyeron en importancia las ciudades modernas de
Alejandría, Pérgamo y Antioquía, cuyo urbanismo y construcción tenían nada que ver
con las anteriores. En todas ellas se hablaba griego en su variante llamada koiné
(κoινή), adjetivo griego significando «común». Vale decir, la lengua común o
panhelénica, principal vehículo de cultura. Este se usaba mucho en aquel tiempo.

Es considerado un período de transición entre el declive de la época clásica griega


y el alza del poder romano. Sin embargo, el esplendor de ciudades como Alejandría,
Antioquía o Pérgamo, la importancia de los cambios económicos, el mestizaje
cultural y el papel dominante del idioma griego y su difusión son factores que
modificaron profundamente el Oriente Medio antiguo en esta etapa. Esta herencia
cultural será asimilada por el mundo romano, surgiendo así con la fusión de estas
dos culturas lo que se llama «cultura clásica», fundamento de la civilización
occidental.

El término «helenístico» lo usó por primera vez el historiador alemán Johann Gustav
Droysen en Geschichte des Hellenismus (1836 y 1843), a partir de un criterio
lingüístico y cultural, es decir, la difusión de la cultura propia de las regiones
en las que se hablaba el griego (ἑλληνίζειν – hellênizein), o directamente
relacionadas con la Hélade a través del propio idioma, fenómeno alentado por las
clases gobernantes de origen heleno de aquellos territorios que nunca tuvieron
relación directa con Grecia, como pudo ser el caso de Egipto, Bactriana o los
territorios del Imperio seléucida. Este proceso de helenización de los pueblos
orientales, y la fusión o asimilación de rasgos culturales orientales y griegos,
tuvo continuidad, como se ha mencionado, bajo el Imperio romano.

Los trabajos arqueológicos e históricos recientes conducen a la revalorización de


este período y, en particular, a dos aspectos característicos de la época: la
importancia de los grandes reinos dirigidos por las dinastías de origen griego o
macedónico (Lágidas, Seléucidas, Antigónidas, Atálidas, etc.), unida al cometido
determinante de decenas de ciudades cuya importancia fue mayor que la idea
comúnmente aceptada durante mucho tiempo.

Después de las guerras de Peloponeso, las polis griegas siguieron luchando entre
sí. Esta situación la aprovechó el Reino de Macedonia, situado en el norte de
Grecia. Su rey Filipo II sometió a las ciudades griegas.

Índice
1 La evolución política del mundo helenístico
1.1 La conquista de Alejandro Magno, siglo IV a. C.
1.2 El período de los diádocos, 323–281 a. C.
1.3 El equilibrio del siglo III a. C.
1.4 El final político del helenismo y el auge romano, siglo II a. C.
2 La monarquía helenística
2.1 Culto al rey
2.1.1 Deificación de los ptolomeos
2.1.2 Vasos de la reina
2.2 Deificación de los seléucidas
3 Grecia durante la época helenística
3.1 Grecia continental
3.2 Grecia insular
3.3 Las koiná
3.4 Las ciudades
3.4.1 Ciudades seléucidas
3.4.2 Ciudades ptolemaicas
3.4.3 Ciudades atálidas
3.5 Los edificios públicos
3.5.1 El ágora
3.5.2 Los pórticos
3.5.3 Teatros
3.5.4 Gimnasios
3.5.5 Los negocios
4 Religión y filosofía
5 Las escuelas y academias
5.1 Academia Antigua
5.2 Academia Media
5.3 Academia Nueva
5.4 Escuela peripatética
5.5 Escuela del escepticismo
5.6 Escuela del epicureísmo
5.7 Escuela del estoicismo
6 Cultura helenística
7 El sabio y la ciencia
7.1 Biología y medicina
8 Judaísmo helenístico
9 Decadencia y fin
10 Cronología (400 a. C.–100 d. C.)
11 Véase también
12 Notas
13 Bibliografía
14 Enlaces externos
La evolución política del mundo helenístico
La conquista de Alejandro Magno, siglo IV a. C.
Artículo principal: Alejandro Magno

Con Alejandro Magno se inició el período helenístico (siglo IV a. C.). Busto


hallado en Alejandría, Egipto.
En el año 336 a. C., a los 20 años de edad, el hijo de Filipo II fue proclamado rey
de Macedonia como Alejandro III, siendo reconocido como el gobernante de toda la
Hélade tras su aplastante victoria sobre Tebas dos años más tarde. Durante su breve
reinado, que duró apenas 13 años hasta el 323 a. C., realizó la conquista más
rápida y espectacular de toda la Antigüedad. El pequeño reino balcánico, en alianza
con algunas polis griegas, se convirtió inesperadamente en el imperio más grande de
la época, tras sojuzgar al Imperio persa de Darío III. Este soberano aqueménida fue
derrotado en cuatro años (334–330) tras tres batallas: en el río Gránico, en Issos
y en la llanura de Gaugamela. Durante los cuatro años siguientes (hasta el 327 a.
C.) Alejandro se dedicó a la lenta y difícil conquista de las satrapías de Asia
Central, además de asegurar, en el 325 a. C., la dominación macedónica en el valle
del río Indo. En ese momento Alejandro, presionado por sus agotadas tropas, hubo de
renunciar a proseguir con su epopeya, regresando a lo que se había convertido en el
núcleo de su imperio, Mesopotamia. En ese momento sus dominios se extendían desde
el Danubio al Indo y desde Egipto hasta el Sir Daria.

A fin de asegurar su poder en todo el territorio, trató de asociar la clase


dirigente del antiguo Imperio aqueménida a la estructura administrativa de
Macedonia. Intentó crear una monarquía que asumiera, a la vez, la herencia
macedónica y griega y, por otro, la herencia persa y, en términos generales, la
asiática. La muerte inesperada del rey, víctima probablemente de la malaria a la
edad de 32 años, puso fin a esta tentativa original, que fue muy criticada por el
entorno macedónico del soberano.

El período de los diádocos, 323–281 a. C.


Artículo principal: Diádocos
La prematura muerte de Alejandro supuso que sus herederos directos no tuviesen la
edad necesaria como para afrontar la tarea de gobernar el imperio. De los dos hijos
varones de Alejandro, Heracles (hijo de Barsine) tenía 4 años, mientras que
Alejandro (hijo de la princesa bactriana Roxana) no había nacido aún en el momento
de la muerte de su padre. De esta forma, los llamados diádocos, los generales y
oficiales de Alejandro a lo largo de la campaña persa, fueron quienes lucharon por
el control del imperio durante 40 años, hasta el año 281 a. C. Las sucesivas
guerras en las que se enfrentaron Pérdicas, Ptolomeo, Casandro, Lisímaco, Antígono
y Seleuco, por citar a los más relevantes, acabaron tanto con la cohesión del
imperio (repartido finalmente entre los vencedores) como con los familiares de
Alejandro: su madre Olimpia, su hermana Tesalónica, y sus dos hijos.

El mundo helenístico a la muerte de Alejandro Magno.


Las regiones de Grecia, Macedonia y Asia Menor fueron las que más profundamente se
vieron afectadas por las incesantes campañas militares que enfrentaron a los
diádocos, mientras que la parte oriental del imperio se separó rápidamente,
creándose varios reinos griegos en Bactriana. Los generales prestaron poca atención
a la pérdida de los territorios orientales, puesto que lo esencial para ellos era
hacerse con el control total del imperio luchando contra sus rivales. La excepción
fue Ptolomeo, uno de los compañeros de infancia de Alejandro, del que algunos
autores aventuran que era un hijo ilegítimo de Filipo II. Con inteligencia se
apoderó enseguida de Egipto y se apresuró a crear un estado duradero, renunciando a
las ambiciones imperiales que consideraba poco realistas. Fue uno de los
principales oponentes a la causa imperial, convirtiéndose de esta forma en uno de
los fundadores del mundo helenístico.

Sin embargo, Antígono y su hijo Demetrio fueron quienes más lucharon por
restablecer el Imperio macedónico, llegando a controlar Anatolia y el Levante
mediterráneo antes de ser derrotados por una coalición del resto de los diádocos
(excepto Ptolomeo) en la batalla de Ipso (301 a. C.). Muerto Antígono, Demetrio
huyó a Europa, donde consiguió apoderarse temporalmente de Macedonia, antes de ser
derrotado y terminar sus días miserablemente como prisionero de Seleuco. El hijo
mayor de Ptolomeo I, Ptolomeo Cerauno, fue expulsado de Egipto por su padre,
refugiándose en casa de su cuñado Lisímaco en Tracia, y apoderándose de su reino y
de Macedonia, tras lo cual llegó a asesinar a Seleuco, que se enfrentaba a él. El
Medio Oriente estaba, por tanto, dominado por las ambiciones de estos generales,
que con presteza se coronaban reyes, apoyados por sus tropas, constituidas
generalmente por mercenarios griegos y macedonios.

El equilibrio del siglo III a. C.

Ptolomeo I Sóter, amigo y general de Alejandro Magno, heredó Egipto y completó lo


planificado, especialmente en Alejandría. Su reinado y descendencia se conoce como
dinastía ptolemaica, cuya última reina fue Cleopatra (caída ante Roma). Busto en el
Museo del Louvre.
De esta forma, se estableció en el siglo III a. C. un precario equilibrio entre las
tres dinastías descendientes de los diádocos, (los llamados epígonos —επιγονος—,
'los nacidos después' o 'sucesores') que se repartieron los territorios de forma
poco homogénea y aun forzada. Macedonia y la Grecia continental fue gobernada por
los descendientes de Antígono (los Antigónidas); Egipto, Chipre y Cilicia por los
Lágidas; y Asia Menor, Siria, Mesopotamia y Persia occidental conformaron el poco
homogéneo Imperio seléucida.

Al lado de las tres monarquías principales, coexistían otros reinos más pequeños,
pero que desempeñaron un papel destacado, como el reino de Pérgamo, controlado por
los Atálidas; el reino del Epiro, en la actual Albania; los reinos del Ponto y de
Bitinia, en Anatolia; o el que fundó Hierón II en Siracusa, en la Magna Grecia.

Es preciso añadir además las confederaciones de ciudades que se oponían a los


intereses de otros reinos mayores, especialmente a Macedonia, como fueron la Liga
Aquea y la Liga Etolia, que desempeñaron un importante papel en la zona egea hasta
la conquista romana. Algunas de estas ciudades llegaron incluso a preservar
completamente su independencia y a mantener relaciones en pie de igualdad con los
reinos helenísticos, como es el caso de Rodas.

El final político del helenismo y el auge romano, siglo II a. C.


A finales del siglo II a. C., y tras 150 años de enfrentamientos y debilitamiento
de todas las ciudades, Grecia cayó finalmente bajo la dominación romana. Fue a
principios del siglo II a. C. cuando Roma intervino realmente en Oriente. En
principio se enfrentó militarmente a los antigónidas, concretamente a Antíoco III
Megas, el más importante de los soberanos helenísticos antes de Mitrídates y
Cleopatra. La derrota de Antíoco fue decisiva en la pérdida de influencia política
de los seléucidas en Asia Central, en Persia y, por último en Mesopotamia. Antíoco
III fue el último rey seléucida que todavía poseía los medios para dirigir una
expedición hasta los límites de la India. Durante el reinado de su hijo, los
seléucidas no consiguieron dominar la insurrección de los Asmoneos en Palestina,
que consiguieron instaurar un reino judío independiente. La irrupción de los partos
aceleró la descomposición política y, a principios del siglo I a. C., los soberanos
seléucidas ya sólo gobernaron en Siria.

Después de su victoria sobre los seléucidas, Roma promovió un lento y complejo


proceso de desgaste sobre los reinos helenísticos, con la complicidad de varias
ciudades griegas y del reino de Pérgamo, asegurándose tras dos siglos el completo
dominio del Mediterráneo oriental. El acto final de esta conquista fue la lucha que
enfrentó a Octaviano (César Augusto) contra Marco Antonio y su aliada, la última
soberana de Egipto, Cleopatra VII. Tras ser derrotados en Accio, ambos se
suicidaron ante la inminente victoria de Octaviano (30 a. C.).

No obstante, la penetración romana en el Oriente helenístico no se produjo sin


resistencia, y los romanos precisaron no menos de tres guerras para doblegar al rey
del Ponto, Mitrídates VI, en el siglo I a. C. El general Cneo Pompeyo Magno
suprimió en el 63 a. C. el debilitado reino seléucida, reducido al territorio de
Siria, reorganizando el Oriente, según el orden romano. El mundo helenístico se
convirtió desde entonces en el campo de batalla donde se definieron las ambiciones
de los diversos generales de la República romana, como sucedió en Farsalia, Filipos
o Accio, donde se impuso finalmente Octaviano.

La monarquía helenística
La monarquía helenística era personal, lo cual significaba que podía llegar a ser
soberano cualquiera que, por medio de su conducta, sus méritos o sus acciones
militares, pudiese aspirar al título de basileus. En consecuencia, la victoria
militar era, la mayoría de las veces, el acto que legitimaba el acceso al trono,
permitiendo así reinar sobre una provincia o un estado. Seleuco I utilizó la
ocupación de Babilonia en 312 a. C. para legitimar su presencia en Mesopotamia, o
su victoria en 281 a. C. sobre Lisímaco para justificar sus reivindicaciones sobre
el Bósforo y Tracia. Asimismo, los reyes de Bitinia sacaron provecho de la victoria
en 277 a. C. de Nicomedes I sobre los gálatas para afirmar sus pretensiones
territoriales.

Esta monarquía personal no tenía reglas de sucesión precisas, por lo cual eran
frecuentes querellas incesantes y asesinatos entre los muchos aspirantes. Tampoco
existían leyes fundamentales ni textos que determinaran los poderes del soberano,
sino que era el propio soberano quien determinaba el alcance de su poder. Este
carácter absoluto y personal era, a la vez, la fuerza y la debilidad de estas
monarquías helenísticas, en función de las características y la personalidad del
soberano. Por tanto, fue necesario crear ideologías que justificaran la dominación
de las dinastías de origen macedonio y de cultura griega sobre los pueblos
totalmente ignorantes de esta civilización. Los lágidas pasaron, de este modo, a
ser faraones ante los egipcios y tenían derecho a aliarse con el clero autóctono,
otorgando espléndidas donaciones a los templos.

En cuanto a los pueblos de origen griego y macedónico que también gobernaban, los
soberanos helenísticos debían mostrar la imagen de un rey justo, que asegurase la
paz y el bienestar de sus pueblos, existiendo así la noción de evergetes, el rey
como benefactor de sus súbditos. Una de las consecuencias, acaecida ya en el
reinado de Alejandro Magno, fue la divinización del soberano, a quien rendían
honores los súbditos y las ciudades autónomas o independientes que habían sido
favorecidas por el rey, lo que permitió reforzar la cohesión de cada reino en torno
a la dinastía reinante.

La fragilidad del poder de los soberanos helenísticos les obligaba a una incesante
actividad. En primer lugar era necesario vencer militarmente a sus adversarios, por
lo que el periodo se caracterizó por una serie de conflictos entre los propios
soberanos helenísticos o contra otros adversarios exteriores, como los partos o la
incipiente Roma. Los soberanos se veían obligados a viajar constantemente a fin de
instalar guarniciones, a la vez que erigían ciudades que controlasen mejor las
divisiones administrativas de sus reinos, siendo sin duda Antíoco III el monarca
helenístico que más viajó entre Grecia, Siria, Egipto, Mesopotamia, Persia y las
fronteras de India y Asia Menor, antes de morir cerca de la ciudad de Susa en 187
a. C. A fin de mantener sus armadas y financiar la construcción de las ciudades,
fue indispensable que los soberanos desarrollaran una sólida administración y
fiscalidad. Los reinos helenísticos se convirtieron así en gigantescas estructuras
de explotación fiscal, erigiéndose en herederos directos del Imperio Aqueménida.
Este trabajo agotador, al que se unían las incesantes quejas y recriminaciones (ya
que el rey era también juez para sus súbditos) hicieron exclamar a Seleuco I:
Si las gentes supieran cuánto trabajo conlleva el escribir y leer todas las cartas,
nadie querría ocupar una diadema, aunque se arrastrara por el suelo.
Plutarco, Moralia, «Si la política es el quehacer de los ancianos», II
Alrededor de estos soberanos gravitaba una corte en la que el cometido de los
favoritos se volvió gradualmente preponderante. Por regla general, eran los griegos
y los macedonios los que casi siempre ocuparon el título de amigos del rey
(philoi). El deseo de Alejandro Magno de asociar las elites asiáticas al poder fue
abandonado, por lo que esta dominación política greco-macedónica adquirió, en
muchos aspectos, la apariencia de una dominación colonial. Para conseguir unos
colaboradores fieles y eficaces, el rey tenía que enriquecerlos con donaciones y
dominios pertenecientes al dominio real, lo cual no impidió que algunos favoritos
mantuvieran una dudosa fidelidad, y en ocasiones, especialmente en caso de una
minoría de edad real, ejercer efectivamente el poder. Son los casos de Hermias, del
que Antíoco III no pudo deshacerse fácilmente, o Sosibio en Egipto, al que Polibio
achacó una reputación siniestra.

Estos reyes disponían de un poder absoluto, pero estaban sometidos a múltiples


obligaciones, como asegurar sus fronteras, vencer a sus enemigos y poner a prueba
su naturaleza real por medio de su comportamiento, legitimando su función por la
divinización de su persona. En la época clásica, el modelo de la monarquía,
rechazada por los filósofos griegos, era asiático; en la época helenística era
griego.

Culto al rey
La monarquía helenística se apoyó en una aristocracia creada por el propio rey y
desarrolló un carácter especialmente cosmopolita, muy lejos de la anterior nobleza
solariega. En adelante el rey no sería elegido libremente por sus ciudadanos. Los
reyes helenísticos y sus nobles fueron elegidos por el propio rey, pero para llevar
a cabo con éxito y ante el pueblo tal sistema, insistieron en la idea de la
divinidad, es decir, el rey tenía derecho a gobernar y a seleccionar la nobleza
porque su poder lo había obtenido a través de su linaje divino y porque él mismo
era en cierto modo un dios. El paso siguiente fue iniciar el culto al rey.

Este sistema de divinización fue más político que religioso y tenía sus
antecedentes en el pensamiento griego anterior con ejemplos de veneración a héroes
y otros personajes mortales que se convirtieron en deidades después de su muerte,
como es el ejemplo de Asclepio y otras figuras menores que habían sido jefes
militares o fundadores de ciudades. La deificación o apoteosis en vida de los reyes
helenísticos nunca o casi nunca fue un asunto puramente religioso o espiritual;
nadie fue a rezar o a pedir gracias especiales a ninguno de estos personajes. Sin
embargo, fue necesario establecer el poder político en seres considerados por sus
súbditos como dioses.

El culto al rey había empezado ya en la figura de Alejandro Magno que fue


reconocido como un mortal realizador de grandes hazañas y descendiente de Heracles,
confirmado en el oráculo de Siwa como hijo del propio Zeus-Amón. La deificación de
Alejandro en vida le sirvió en muchas ocasiones como aprobación y reconocimiento
legal de su poder real. El propio Alejandro se tomaba su deificación como algo muy
serio. Después de su muerte muchas de las ciudades helenísticas siguieron este
proceso, deificando a algunos de sus diádocos, como ocurrió con Demetrio
Poliorcetes, Antígono II Gónatas, Lisímaco de Tracia, Casandro de Macedonia,
Seleuco I Nicátor y Ptolomeo I.

Deificación de los ptolomeos


Ptolomeo I nunca pidió honores divinos, pero su hijo Ptolomeo II organizó la
ceremonia de la apoteosis para su padre y su madre Berenice, con el título de
Dioses Salvadores (Sóter). Más tarde, hacia el año 270, Ptolomeo II y su esposa
Arsínoe fueron deificados en vida con el título de Dioses hermanos (Filadelfo). Se
sabe que se les rindió culto en el santuario de Alejandro Magno que aún existía,
donde su diádoco Ptolomeo I había depositado el cuerpo (en la actualidad es un
misterio el paradero de este santuario).

Los reyes y reinas sucesores de Ptolomeo II fueron deificados inmediatamente


después de su ascenso al trono, con ceremonias de apoteosis en que podía verse la
influencia de la religión y tradición egipcias. En el Egipto helenístico el culto
al rey fue una fusión entre las tradiciones griegas para la deificación política y
las tradiciones egipcias, con una gran carga religiosa.

Vasos de la reina
Son unas jarras de cerámica vidriada, fabricadas en serie, que se utilizaban en las
fiestas que se hacían para el culto de los reyes. Se levantaban altares
provisionales donde se hacían las ofrendas. Las libaciones de vino se depositaban
en estas jarras especiales que solían estar decoradas con el retrato de la reina
que ocupaba el trono en ese momento. En el entorno artístico se llaman vasos de la
reina porque siempre viene representada la reina, con una cornucopia en la mano
izquierda y un plato de libaciones en la derecha, con un altar y un pilar sagrado.
Los relieves descritos iban acompañados con inscripciones que servían para
identificar a la reina representada. Algunas de estas jarras o vasos han aparecido
en distintas tumbas. Estos ejemplares se pueden fechar desde Ptolomeo II hasta el
año 116 a. C. El vestido de las reinas es fundamentalmente griego: llevan un quitón
sin mangas y un himatión enrollado alrededor de la cintura y recogido sobre el
brazo izquierdo.

Deificación de los seléucidas


A la muerte de Seleuco I su hijo Antíoco I Sóter preparó la ceremonia para su
apoteosis. Más tarde se fundó un sacerdocio especializado para el culto del monarca
vivo y de sus antepasados. Los reyes de Pérgamo dijeron ser descendientes del dios
Dioniso. Estos reyes eran venerados en vida, pero solo después de su muerte
recibían el título de theos. Antíoco III en el 193 a. C. creó una comunidad de
sacerdotisas que serían las encargadas del culto a su esposa Laodice. Una de las
normas dictadas por este rey para dichas sacerdotisas fue que en su indumentaria
debían llevar una corona de oro decorada con retratos de la reina.

Grecia durante la época helenística


Grecia continental
Aparentemente, algunas ciudades de la Grecia independiente, como Atenas y Corinto,
conservaban su autonomía, sus instituciones y sus tradiciones. Los problemas
sociales que iban surgiendo, más el empobrecimiento paulatino hicieron que esta
Grecia clásica, no perteneciente a los estados helenísticos, fuera sufriendo una
crisis tras otra hasta la intervención de Roma.

En Atenas, perdido el espíritu democrático, se asistió a una disminución del


comercio tras el fin de las cleruquías (reparto de tierras a los pobres) y del
puerto de El Pireo como escala estratégica de las rutas comerciales. La última
crisis económica se dio a partir del saqueo de la ciudad por el ejército de Sila en
el 86 a. C., que originó el descenso de los salarios, el abandono de los cultivos y
las limitadas exportaciones de artículos como vino, aceite y algunos productos de
lujo a precios muy bajos. Consecuencias lógicas de la situación fueron el
empobrecimiento del pueblo y el descenso de la natalidad. Estas circunstancias
favorecieron el mercenariado, el bandolerismo y la piratería como formas de
subsistencia.
Sin embargo, subsistió un cierto aire intelectual con ayuda de las fiestas, sobre
todo las dionisíacas y los Misterios eleusinos, durante las cuales se representaban
comedias nuevas, y a las que acudían los reyes y gobernantes helenísticos de Asia y
Egipto. Las escuelas filosóficas tampoco perdieron su atractivo y siguieron siendo
las más brillantes del mundo conocido. En época romana, Atenas llegaría a ser el
equivalente de una ciudad universitaria.
En Esparta hubo un resurgir de los tiempos arcaicos, un intento revolucionario para
comenzar de nuevo un Estado, movimiento encabezado por los reyes Agis IV y
Cleómenes III. Se abolieron las deudas, se crearon nuevas clases de ciudadanos, se
repartieron tierras y se organizó una nueva milicia que obtuvo algunos éxitos hasta
que fueron vencidos en el 222 a. C. por la Liga Aquea. Cleómenes fue sucedido por
el rey Nabis, que fue el último hasta la intervención de Roma.
Grecia insular
Las islas griegas mantuvieron una cierta prosperidad gracias a las importantes vías
creadas para el intercambio entre Asia, Egipto y Occidente. Contaban, sin embargo,
con la constante inseguridad provocada por los piratas de regiones como Iliria,
Creta y Cilicia.

Respecto a Cos, su economía se basaba en la producción del vino, en la manufactura


de cerámicas y en la fabricación de la bombicina,1 una seda especial que teñían de
púrpura. En esta isla se encontraba una escuela de medicina reconocida en todos los
estados helenísticos.
Rodas fue capaz de mantener en pleno período helenístico su estatus de polis. Se
consideraba como una república de comerciantes que se comportaban con inteligencia
con aquellos extranjeros que ayudasen a aumentar su posición económica. Los tres
puertos de Rodas, construidos con grandes diques y buenos arsenales, y situados
estratégicamente frente a Alejandría y la costa egea asiática, desarrollaron el
papel que antaño desempeñara El Pireo. La república rodia poseía además una
importante marina de guerra que sabía mantener firmes a los piratas, y se regía por
la llamada Lex Rhodia (ordenación helenística del comercio mediterráneo),
convirtiéndose así en un enclave vital para el resto de las ciudades mediterráneas.
En el plano cultural, resplandecieron en Rodas las artes y las ciencias. Se
organizó un gran foco cultural donde acudían sobre todo jóvenes discípulos romanos
de la aristocracia. Tuvo grandes maestros de retórica, empezando por Esquines
(orador enemigo de Demóstenes), de ciencias como Posidonio de Apamea y muy buenos
escultores que crearon escuela.
En cuanto a Delos, obtuvo su independencia en el 314 a. C. de Atenas, siendo
gobernada mediante una constitución democrática. No obstante, en el año 166 a. C.
la intervención de Roma devolvió la isla a manos de Atenas, quien la convirtió en
una cleruquía. A partir de este momento su prosperidad fue en aumento, siendo
declarada puerto franco, al cual llegaban mercancías de todas partes, a través de
Alejandría y de los puertos sirios y fenicios.
Delos contaba además con enormes riquezas guardadas en sus templos, razón por la
que pronto los sacerdotes se convirtieron en verdaderos banqueros, conocedores de
elaboradas técnicas económicas. Adoptaron como una de las principales actividades
el cambio y las tasas de interés, generalmente al 10 por ciento. El empleo de la
letra de cambio, el cheque y las transferencias fue práctica habitual. Otra fuente
de ingresos fue el gigantesco mercado de esclavos, en el cual podían llegar a
venderse 10 000 por día, tal como menciona Estrabón.
Al amparo de esta prosperidad y grandeza, la población cambió radicalmente: todos
los nativos fueron deportados a Acaya, quedando en su lugar los colonos de Atenas,
los del Mediterráneo, itálicos, orientales, comerciantes y banqueros de todo el
mundo conocido. Todos ellos formaban grupos bien diferenciados en cuanto a
costumbres y religión, pero mantenían entre sí buenas relaciones. Se trataba de una
burguesía mercantil, cuyas casas estaban decoradas lujosamente y donde podía
contemplarse el arte helenístico en todo su apogeo. Tal prosperidad se alargó hasta
el siglo I de nuestra era, hasta los saqueos y masacres cometidas por Menofaneses,
general de Mitídrates IV de Partia, quien ordenó a sus soldados que mataran a todos
los griegos, sin que importase su edad. Los habitantes que no eran griegos
abandonaron la isla, dejándola desierta, lo que aceleró su ruina.
Las koiná
Las koiná (κoινά, plural de koinón, κoινόν) fueron los estados federales, también
llamados ligas, formados por las ciudades más pequeñas. Estas confederaciones
surgieron como una forma de protección y resistencia frente a los gobernantes de
Macedonia, el poder hegemónico de este período, y al que sólo hacían frente estas
ligas federales. Fueron dos las más influyentes durante el periodo helenístico, el
Koinón Etolio (o Liga Etolia) y el Koinón Aqueo (o Liga Aquea).

El Koinón Etolio llegó a ser un estado federal muy extenso, agrupando Acarnania,
Lócrida occidental y Tesalia. En las asambleas se agrupaban todos los ciudadanos de
cada ciudad aliada, celebrándose dos sesiones al año, eligiéndose al jefe o
estratega para un mandato anual. El koinón etolio demostró constantemente una gran
hostilidad hacia el poder de Macedonia. El declive etolio comenzó al mismo tiempo
que el progreso romano, hasta que en el 189 a. C. perdieron su independencia
finalmente.
El Koinón Aqueo fue el rival del Koinón Etolio. Tras apoderarse de Corinto, fue
poco a poco anexionándose todo el Peloponeso, absorbiendo también a la ciudad de
Esparta. En un principio este koinón fue aliado de Roma, la cual nunca confió en
esta liga. En el 146 a. C. se declararon abiertamente enemigos de Roma, quien
arrasó Corinto en respuesta, quedando la liga disuelta. Al igual que su rival
etolio, su principal enemigo fue el reino de Macedonia. Contaba con una asamblea a
la que podían asistir todos los ciudadanos de la confederación, con cuatro sesiones
al año en el santuario de Zeus, situado en el nomo de Aigio (llamada Egio hasta
1991). Su jefe o estratega era también designado anualmente.
Las ciudades
Los sucesores de Alejandro tuvieron buen cuidado en seguir el espíritu que su gran
general les había infundido: helenizar el Oriente y llevar hasta los confines
conquistados la civilización griega a la que consideraban la mejor (si no la única)
para el hombre. Durante la etapa del griego clásico los grandes centros urbanos
fueron llamados polis (Atenas, Siracusa, Corinto), que eran verdaderos Estados
independientes. Las nuevas ciudades del mundo helenístico contaban con una
autonomía jurídica y financiera, estaban gobernadas por magistrados, pero ya no era
el Estado independiente, sino que todas ellas dependían de un gobernador nombrado
por el rey, llamado epistates. Por otra parte los reyes de los territorios
helenísticos participaban personalmente con su fortuna en el embellecimiento y
engrandecimiento de muchas de estas ciudades, siendo los principales mecenas de la
construcción de edificios públicos o de la reconstrucción o restauración. Todas
estas ciudades con su régimen de vida y su política reformada en gran medida
favorecieron el auge económico y como consecuencia, el tesoro real.

Aunque en el fondo la política administrativa fue casi la misma en los reinos


helenísticos, y el afán de conservar y extender la cultura griega era un lazo de
unión, cada reino dotó a sus ciudades de un estilo propio y diferente. No siempre
la fundación de estas ciudades partió de la nada. Dentro del concepto fundacional
se puede incluir un simple cambio de nombre de una ciudad ya existente (con
añadidos y mejoras) o la transformación de un pueblo pequeño indígena en una ciudad
próspera.

El trazado de las ciudades era la consecuencia de un estudio bastante serio. Además


de la belleza y el sentido práctico se tenían en cuenta muchos más detalles que se
conocen en la actualidad gracias a las inscripciones de reglamentos municipales
descubiertas en los yacimientos arqueológicos. Se daban normas para la anchura de
las calles, para la distancia entre las viviendas, para la construcción de
acueductos, recogida de basura, etc.

Ciudades seléucidas
El primero de los reyes, Seleuco I Nicátor fundó 16 ciudades a las que dio el
nombre de Antioquía en recuerdo de su padre llamado Antíoco. Y con otros nombres
diversos llegó a fundar hasta 60. Su hijo, Antíoco I Sóter, siguió multiplicando la
fundación de ciudades y más tarde, en época de Antíoco IV Epífanes, hubo otro gran
impulso de construcción.

La fundación de una ciudad nueva, desde un punto de vista urbanístico, seguía las
reglas difundidas por el filósofo y arquitecto griego Hipódamo de Mileto hacia el
año 480 a. C. y que aconsejan un proyecto cuadrilátero con calles cortadas en
ángulo, con zonas que puedan ocupar los servicios, los edificios oficiales, templos
y con otras zonas dedicadas a vivienda. Las mejores ciudades seléucidas son las
construidas en Siria y de todas ellas las más conocidas y estudiadas son Antioquía
(en la orilla izquierda del río Orontes, navegable hasta el mar) y Apamea, situada
más al norte de Antioquía.

En la antigua Mesopotamia surgieron zonas de gran actividad urbanística donde


aparecieron Antioquía-Edesa, Antioquía-Nisibis, Dura Europos, Seleucia del Tigris y
Babilonia.

Ciudades ptolemaicas
Alejandría fue la ciudad capital de los ptolomeos y la que más importancia tuvo
durante el periodo helenístico. Fundada por el propio Alejandro Magno fue durante
muchos siglos la referencia a la grandiosidad y actividad económica así como el
gran centro del estudio de las ciencias y de las artes.

Ptolomeo I Sóter fundó Náucratis y Ptolemaida, pero Alejandría siguió siendo la


ciudad por excelencia.

Ciudades atálidas
La capital de los atálidas fue Pérgamo, una ciudad que quiso ser la Atenas de los
tiempos clásicos. Tuvo una gran biblioteca y un museo de escultura donde se dice
que nació la crítica de arte. Los arquitectos siguieron en Pérgamo las mismas
normas de Hipódomo de Mileto, pero el enclave que ofrecían los terrenos hizo que
los constructores se lucieran edificando una ciudad totalmente distinta, con la
acrópolis en todo lo alto y el perímetro urbano dividido en tres terrazas, cada una
con sus templos, que se unían entre sí por una original vía trazada en zigzag y con
grandes escaleras.

Los edificios públicos


Como en épocas anteriores, los edificios públicos fueron un capítulo importante en
estas ciudades helenísticas, adaptándolos a la necesidad de los tiempos, pero
siguiendo siempre el modelo griego que tanto admiraban.

El ágora
Se prestó gran atención a este espacio público que en tiempos anteriores se había
limitado a ser una simple plaza de mercado. Los pórticos vinieron a configurar este
espacio, favoreciendo su aspecto, dándole nueva y mejor prestancia. El ágora se
empezó a construir de acuerdo con un plan hipodámico (calles trazadas en ángulo
recto), es decir, se acotó un espacio rectangular y porticado en varios de sus
lados. Fueron ágoras diseñadas con amplitud, donde se reunía la actividad comercial
que podía disfrutar de un espacio suficiente y cómodo. Cada ciudad tenía al menos
una, según sus necesidades. En Delos se construyeron varias ágoras en las cercanías
del puerto. En Atenas también se modificó este espacio y se embelleció con tres
nuevos pórticos, uno de ellos ofrecido a Átalo II.

Los pórticos
La construcción de pórticos fue una moda que se extendió de manera asombrosa por
todas las ciudades. La sensación de magnitud y suntuosidad que ofrecían estas
grandes obras hicieron que las ciudades que poseían un pórtico fueran las más
bellas y armoniosas. Pero además se consideraban de gran utilidad dando cobijo en
las horas de mucho sol o en los días de lluvia. Los pórticos monumentales de las
ciudades importantes llamaron enseguida la atención de los romanos cuando tuvieron
contacto con ellas en sus conquistas de Oriente. Muchos historiadores y críticos de
arte, como José Pijoán, opinan que fue a la vista de estos pórticos cuando los
romanos desarrollaron el gusto por el arte griego. Muchas veces se construía un
pórtico por el capricho de embellecer un santuario, el rincón de una ciudad o por
delimitar un ágora.

Teatros
Los teatros también se multiplicaron. Se construyeron a la antigua usanza,
generalmente adosados a la ladera de una colina o elevación del terreno. En esta
época tuvieron una modificación que dio lugar al escenario permanente donde
actuaban los actores. Anteriormente éstos se situaban sobre una plataforma que se
colocaba en el momento de la actuación delante del proscenio. Uno de los teatros
que más información puede dar al respecto es el de Priene del año 150 a. C.
Gimnasios
Este fue el complejo arquitectónico más difundido en el mundo helenístico. No hubo
ciudad o poblamiento por muy humilde que fuera que no tuviese construido su
gimnasio. El gusto por los ejercicios físicos (heredado de los griegos) fue general
en este periodo y fue parte de la educación de los jóvenes. Además, en el complejo
gimnástico no solo se realizaban ejercicios físicos, sino que se daban enseñanzas
diversas, conferencias, y se organizaban lo que hoy se llamaría «actos culturales».
Los edificios solían estar rodeados de grandes jardines con bonitos y agradables
paseos donde los discípulos escuchaban las charlas de sus maestros filósofos.
Tampoco olvidaron el tema religioso, de manera que los gimnasios fueron protegidos
y dedicados a un dios o en algunos casos a un héroe como Hermes o Heracles.

Estos centros fueron de una gran ayuda para la educación de los nativos, sobre todo
en Asia. Acudían a ellos con gran entusiasmo y deseos de aprender. Llegaron a
formar asociaciones que de manera general eran llamadas apo tou gymanasiou ('los
que salen del gimnasio').

Los negocios
El mundo de los comerciantes y de los negocios también tuvo necesidad de enclaves
especiales. Se construyeron edificios comparables con las cámaras de comercio y
otros menos importantes, pero igualmente necesarios como almacenes y despachos. Las
excavaciones de Delos han dado abundante información sobre estos edificios, en
especial sobre el conjunto de los Posidoneístas de Bertos, actual Beirut, que
poseían un importante complejo formado por una lujosa residencia llena de obras de
arte, y sobre el otro conjunto de los Negotiatiores itálicos con un ágora
particular, tiendas, despachos y demás dependencias. Los romanos lo imitarían en
época imperial en Ostia con la Plaza de las corporaciones.

Religión y filosofía

Ilustración de la Tique de Antioquía de Eutíquides, circa 300 a. C.


Artículo principal: Religión helenística
La religión consistía en una suerte de sincretismo entre el panteón clásico, los
dioses locales y las deidades del antiguo Oriente. Entre las divinidades propias de
este período destacan la diosa Tique (Τύχη) y el dios grecoegipcio Serapis
(Σέραπις). Asimismo, cobraron gran relevancia los cultos de Isis, Dionisos y
Cibeles.

Artículo principal: Filosofía helenística


La filosofía, que en épocas anteriores abarcaba todos los saberes, se desmembró
paulatinamente de las ciencias empíricas y se quedó como ciencia del pensamiento
cuya preocupación se inclinó más a los problemas individuales que a la propia
naturaleza del mundo. En este período surgieron varias sectas y escuelas
filosóficas de entre las que cabe mencionar:

Cínicos
Cirenaicos
Epicúreos
Escépticos
Estoicos
Megáricos
Las escuelas y academias
La mayor parte de las escuelas del siglo IV subsistieron en época helenística. La
escuela de Platón continuó la obra filosófica y la Academia sobrevivió hasta el
siglo I a. C., recibiendo en distintas etapas distintos nombres.

Academia Antigua
Su característica es seguir siendo fiel al maestro Platón. Después de este filósofo
los directores de la Academia fueron: su sobrino Espeusipo (407–339 a. C.) durante
ocho años, su discípulo Jenócrates (c. 395–314 a. C.) que fue director hasta su
muerte, Polemón (351–270 a. C.) que estuvo al frente desde el 314 hasta su muerte y
el tebano Crates.

Academia Media
Se caracteriza por la introducción del escepticismo y sus directores fueron el
escéptico Arcesilao de Pitane en Eolia (c. 315–240 a. C.) (fue maestro de
Eratóstenes), Carnéades de Cirene (214–129 a. C.) que había estudiado en la propia
Academia con Hegesino, Clitómaco de Cartago, filósofo cartaginés discípulo del
anterior y Metrodoro de Estratonicea.

Academia Nueva
Sus filósofos se centran más en el eclecticismo, abandonando las teorías del
escepticismo. Su director fue Filón de Larisa (150–83 a. C.) que departió sus
enseñanzas en Roma y tuvo como discípulo a Cicerón sobre quien ejerció una gran
influencia; su discípulo Antíoco de Ascalón fue su rival en la dirección de la
Academia. Después tuvo lugar el neoplatonismo de Plotino cuyo máximo exponente fue
Proclo.

Escuela peripatética
La escuela de Aristóteles se vio engrandecida con el gran impulso que le dio el
orador Arcesilao, fundador de la Academia Nueva. Su doctrina rechazaba el
dogmatismo de los estoicos y trataba de demostrar que lo más importante era buscar
y descubrir lo más verosímil o probable.

Teofrasto de Éreso (370–287 a. C.), alumno de Aristóteles y colaborador, fue


también su sucesor en la escuela peripatética que experimentó un gran desarrollo a
partir de su ingreso y colaboración.

Escuela del escepticismo


El escepticismo se desarrolló en gran medida durante el periodo helenístico, aunque
no hubo ninguna auténtica figura que lo representase, pero la escuela se mantuvo
muy activa aun después de la conquista romana dándose el caso de que sus mejores
representantes son de la época imperial: Enesidemo de Cnoso (en Creta), maestro en
Alejandría y Sexto Empírico, perteneciente además a la escuela médica empírica.

Escuela del epicureísmo


Epicuro (341–270) compró en Atenas una casa con huerto o jardín que se convirtió en
el lugar de encuentro de sus alumnos, que acabaron llamando al sitio «El Jardín».
Uno de los fines que llevó a Epicuro a la utilización de esta sede nueva fue el de
oponerse a la influencia de la Academia heredera de las enseñanzas de Platón. El
epicureísmo intentaba dar solución al problema de la felicidad. Los epicúreos
buscaban la paz consigo mismos para lo que elaboraron un método que pretendía
combatir la tristeza, la angustia, el aburrimiento y las preocupaciones inútiles
que llegaban a acongojar al ser humano.

Escuela del estoicismo


Su creador fue Zenón de Citio (335–263), un semita comerciante que optó por
dedicarse a la filosofía. Su doctrina se llamó también doctrina del pórtico, stoa
en griego, de donde le viene el nombre de estoicismo. Se trataba del Pórtico de
Poecile en Atenas, lugar donde se reunían sus discípulos. A su muerte la escuela
fue dirigida por Cleantes de Aso (ciudad de la Tróade) y Crisipo de Solos quienes
coordinaron y ordenaron sus teorías. Estos tres filósofos enseñaron lo que después
se ha llamado antiguo estoicismo o estoicismo antiguo. En el siglo II se renovaron
las teorías con el nombre de estoicismo medio siendo uno de sus mejores
representantes Diógenes de Babilonia, nacido en Seleucia del Tigris, seguido por su
discípulo Crates de Mallos y después Blosio de Cumas que fue maestro de Tiberio
Graco. En la segunda mitad del siglo II a. C. destacan dos grandes pensadores y
maestros del estoicismo medio: Panecio de Rodas (180–110 a. C.) y Posidonio de
Apamea de Orontes (155–51 a. C.).

Cultura helenística
Véase también: Arte helenístico
Las grandes ciudades se convirtieron, en este período, en los centros del saber, de
las ciencias y del arte. A partir del siglo IV, la mayoría de los artistas fueron
griegos de las colonias de Asia. Se dio un gran avance en el mundo de las ciencias,
medicina, astronomía y matemáticas. Estas últimas fueron disciplinas estudiadas y
enseñadas por grandes sabios como Euclides, Apolonio, Eratóstenes, Arquímedes, etc.

Nació la filología en todos los aspectos abarcables. Muchos bibliotecarios y


hombres de letras dedicaron su vida y sus estudios a dar forma a las obras
literarias, a la gramática, las palabras, la crítica literaria, clasificación de
libros, etc.

Artículo principal: Filología helenística


En literatura, se siguieron los modelos clásicos. Son dignos de mención los nombres
de Calímaco de Cirene y de su discípulo Apolonio de Rodas.

Artículo principal: Literatura helenística


Con respecto a las artes plásticas, el período helenístico alcanzó una grandiosidad
y una madurez que no tuvo nada que envidiar al período anterior. Célebres
monumentos, entre los que se encuentran dos de las llamadas por los romanos «Siete
Maravillas del Mundo», se construyeron en esta época: el Faro de Alejandría y el
Coloso de Rodas. Asimismo cabe mencionar otras importantísimas obras como el Templo
de Apolo, cerca de Mileto y el Altar de Zeus en Pérgamo.

Hubo también muchos y buenos pintores entre los que se destacó Apeles, el pintor de
Alejandro Magno.

En el período comprendido entre el siglo II a. C. y el I a. C., salieron a la luz


las esculturas más famosas:

Apolo de Belvedere
Victoria alada de Samotracia
Diana cazadora
Venus de Milo (Milo es una isla situada al sureste de Grecia, en el archipiélago de
las islas Cícladas)
Relieves del altar de Zeus en Pérgamo
Sin olvidar las de otros siglos como:

Gálata Ludovisi (225 a. C.), de la Escuela de Pérgamo


Gálata moribundo (225 a. C.), de la Escuela de Pérgamo
Alegoría del Nilo, de la Escuela neoplatónica de Alejandría
El ámbito de las joyas tuvo su estilo propio, aunque ligeramente influenciado por
la etapa anterior. Se pusieron de moda los colgantes con formas de victorias
aladas, palomas, ánforas y cupidos, utilizando para su elaboración las piedras de
colores, sobre todo el granate. También se utilizaban otras gemas para hacer
figuras en miniatura, como el topacio, ágata y amatista. El vidrio entró en los
talleres de los artistas como sustituto de las piedras preciosas y con este
material confeccionaban toda clase de objetos, sobre todo camafeos.

Artículo principal: Arte helenístico


El sabio y la ciencia
Durante el periodo helenístico las ciencias tal y como las entendemos hoy se
independizaron de la filosofía, concepto este que en la antigüedad comprendía todo
el saber. Se constituyeron en materias autónomas, siendo favorecidas para su
desarrollo por el mecenazgo gracias al cual fueron creadas aulas de investigación y
museos como el de Alejandría, que comprendía observatorios, jardines botánicos y
zoológicos, salas de medicina y disección, etc. Contribuyó también a este
desarrollo la ampliación del mundo conocido.

El estudio de las matemáticas, sobre todo en Alejandría tuvo una importancia enorme
no solo por la materia en sí, sino como aplicación al conocimiento del Universo. En
el museo de Alejandría estudiaron, investigaron y enseñaron grandes sabios como
Euclides (que fue solicitado por Ptolomeo I Sóter), que supo organizar todas las
investigaciones precedentes y añadir las suyas propias, aplicando un método
sistemático a partir de principios básicos. Euclides sentó las bases del saber
matemático a partir de las cuales evolucionó dicha materia a través de los siglos
hasta llegar a la reciente invención de las nuevas matemáticas.

En geometría el gran maestro en Pérgamo y en Alejandría fue Apolonio de Pérgamo.


Ofreció la primera definición racional de las secciones cónicas. Arquímedes de
Siracusa (287–212 a. C.) fue un gran matemático, interesado en el número π al que
dio el valor de 3,1416. Se interesó también por la esfera, el cilindro y fundó la
mecánica racional y la hidrostática. Estudió la mecánica práctica inventando
máquinas de guerra, palancas y juguetes mecánicos. Su mejor invento práctico de uso
inmediato fue el tornillo sin fin, utilizado en Egipto para las labores de
irrigación. Sóstrato de Cnido, ingeniero y arqueólogo fue considerado como otro de
los grandes sabios. Fue el constructor del faro de Alejandría.

El estudio de las matemáticas favoreció el conocimiento de la astronomía. Se


despertó un nuevo interés científico por conocer la Tierra, su forma, su situación,
su movimiento en el espacio. Eratóstenes de Cirene, bibliotecario de Alejandría
creó la geografía matemática y fue capaz de medir la longitud del meridiano
terrestre. Aristarco de Samos (310–230 a. C.) fue matemático y astrónomo y
determinó las dimensiones del Sol y la Luna y sus respectivas distancias a la
Tierra. Aseguró que el Sol estaba quieto y que era la Tierra quien se movía a su
alrededor. Se le considera como el primer antecesor de Copérnico.

Hiparco de Nicea estaba dotado de un gran don de observación y desde su


observatorio de Rodas pudo elaborar un gran mapa del cielo con más de 800 estrellas
catalogadas y estudiadas por él. Gran conocedor de las teorías de los caldeos,
comparó sus estudios con aquellos, descubriendo la precesión de los equinoccios.
Hiparco sentó las bases de la trigonometría estableciendo la división del ángulo en
360 grados que dividió en minutos y segundos.

Posidonio de Apamea además de dedicarse a la filosofía fue un gran científico.


Estudió el hasta entonces misterio de las mareas, explicando científicamente su
existencia y su relación con la luna.

Algunas deficiencias

El sistema de notación de los números se hacía con la ayuda del alfabeto, así α era
igual a 1, ι era igual a 10, ρ era igual a 100. Si escribían ρια, estaban
escribiendo el número 111. Este sistema dificultaba mucho el manejo de las
matemáticas. En el siglo III a. C. Diofanto aportó una notación algebraica que fue
buena, pero que todavía resultó insuficiente. Otra deficiencia era la gran carencia
de instrumentos de observación para las ciencias naturales. Pese a todo esto, la
humanidad llegó hasta el Renacimiento utilizando y valiéndose de los grandes
inventos y descubrimientos de los sabios helenísticos, sobre todo de los
procedentes de Alejandría, Pérgamo y Rodas.

Biología y medicina
La figura del médico pasó a sustituir al mago o hechicero que se valía de los
milagros. Fue un personaje respetado y estimado, fue considerado un gran sabio en
quien se podía confiar no solo para ayuda física, sino también para ayuda
psicológica. Los lugares helenísticos donde floreció principalmente la medicina
fueron:

Alejandría, donde ya existía un cierto conocimiento científico a causa de la


tradición de momificar y del respeto y estudio de los despojos mortales.
Cos, lugar de nacimiento de Hipócrates (siglo V a. C.) el célebre médico y
escritor, considerado padre de la medicina. En Cos se mantenía una tradición
médica. Lo mismo ocurría en aquellas ciudades en las que existía un antiguo
santuario de Asclepio, como Cnido, Epidauro y Pérgamo.
Herófilo de Calcedonia aprendió en Alejandría mucho sobre anatomía, practicando con
la disección de cadáveres e incluso con la vivisección de seres humanos (criminales
convictos). Descubrió el sistema nervioso y explicó su funcionamiento y explicó el
de la médula espinal y del cerebro y estudió el ojo y el nervio óptico. Fue
poniendo nombres de objetos que él creía parecidos en la forma a las partes de
anatomía que iba estudiando y descubriendo. Este sabio fue un pionero de la
anatomía humana. Sus estudios y descubrimientos fueron trasmitidos gracias a la
labor de la escuela de medicina que fundó y que duró unos 200 años.

Erasístrato de Ceos (315–240 a. C.) trabajó e investigó en Alejandría siguiendo la


labor de Herófilo. Fundó también una escuela de medicina. Se le considera el padre
de la fisiología. Se dedicó sobre todo al estudio de la circulación de la sangre
cuyos descubrimientos no fueron superados hasta la aparición de Miguel Servet o
William Harvey.

Judaísmo helenístico

Laocoonte y sus hijos, grupo escultórico representativo del período helenístico.


A principios del siglo I a. C. tiene lugar la diáspora helenística, vale decir, la
dispersión del pueblo judío a través del mundo alejandrino. A partir de entonces,
gran parte de los judíos —especialmente los que vivían en Egipto, Cirenaica y Siria
— comenzaron a usar el griego para entenderse entre ellos y también en las
sinagogas. De este modo, comenzó a hacerse distinción entre los «judíos
helenísticos» (o helenizados) y los «hebreos» (o judaizantes), que fueron aquellos
que se opusieron y resistieron a la influencia griega. San Lucas escribió sobre
este tópico en los Hechos de los Apóstoles 6:1 y 11:20. Es así como el término
«helenístico» pasó a designar a grupos humanos que, aunque no tuvieran sangre
griega, seguían y adoptaban la cultura y la lengua griegas.

En este período tuvo lugar también la traducción griega del Antiguo Testamento que
se conoce con el nombre de Septuaginta o Biblia de los Setenta, ya que, según se
cree, habría sido efectuada por un grupo de setenta y dos sabios alejandrinos.

De entre los judíos helenizados más destacados, puede mencionarse al filósofo Filón
de Alejandría y al historiador Flavio Josefo.

Decadencia y fin
Las guerras de los diádocos (herederos del imperio de Alejandro Magno), que duró
aproximadamente 150 años, terminó debilitando a todas las polis griegas y
extrahelenísticas. Roma apoyaba las causas de unas y otras, oficiando como mediador
y aportando ejércitos al servicio de estas polis. Hasta que finalmente toma Atenas,
Esparta y el reino de Macedonia, pasando a ser estas provincias romanas, a
excepción de Alejandría, que fue ocupada finalmente en el año 30 a. C. Con la
llegada de los romanos y su hegemonía sobre todos estos pueblos de la antigüedad,
llegó a su fin, en teoría, el período helenístico; aunque lo cierto es que Roma,
pasados algunos años y como consecuencia del contacto y conocimiento del arte
griego extendido por todas sus colonias y provincias, tomó el relevo y puede
decirse que fue la continuación de la cultura helenística, empezando por el propio
idioma. La clase alta tenía a gala hablar griego y se educaba a los hijos en esta
cultura. Los grandes políticos romanos, por mucho que tuvieran un cargo importante,
serían siempre menospreciados por el resto si no eran capaces de entenderse en el
idioma griego.

Cronología (400 a. C.–100 d. C.)


Véase también: 400 a. C.
Véase también: 100 d. C.

Véase también
Alejandría
Biblioteca de Alejandría
Dinastía Antigónida
Dinastía Ptolemaica
Dinastía Seléucida
Historia de la filosofía occidental
Pérgamo
Reino de Macedonia
Helenista (en el Wikcionario)
Periodo helenístico de Egipto
Particiones helenísticas (partición de Babilonia,2 323 a. C. y partición de
Triparadiso, 321 a. C.)
Notas
La palabra «bómbice» significa 'gusano de seda'.
Britannica, fuente citada en en:Partition of Babylon
Bibliografía
CANTARELLA, Raffaele: La literatura griega de la época helenística e imperial.
Buenos Aires, Losada, 1972.
JOUGUET, Pierre: El imperialismo macedónico y la helenización del Oriente.
Barcelona, Cervantes, 1927.
MIRALLES, Carles: El helenismo: épocas helenística y romana de la cultura griega.
Barcelona, Montesinos, 1989 (2.ª).
REYES, Alfonso: La filosofía helenística en Obras completas de Alfonso Reyes.
México, FCE, 1979, tomo XX. {ISBN 968-16-0347-8}
SHIPLEY, Graham: El mundo griego después de Alejandro. 323-30 a. C. Barcelona,
Crítica, 2001. {ISBN 84-8432-230-0}
Enlaces externos
Wikimedia Commons alberga una categoría multimedia sobre Período helenístico.
Cuadro sincrónico de la época helenística.
Viajes de verdad, viajes de mentira: literatura de viajes del período helenístico.
François Rodolphe Dareste de la Chavanne: La Lex Rhodia.
Texto francés en el sitio de Philippe Remacle (1944 - 2011). Nouvelle revue
historique de droit français et étranger, 1905.

Predecesor:
Alejandro Magno Historia de Grecia
Período Helenístico
323 a. C.-30 a. C. Sucesor:
Grecia romana
Control de autoridades
Proyectos WikimediaWd Datos: Q428995Commonscat Multimedia: Hellenistic age
IdentificadoresGND: 4024313-8NDL: 00563124AAT: 300020101Microsoft Academic:
2780127596Diccionarios y enciclopediasBritannica: url
Categoría: Período helenístico
Menú de navegación
No has accedido
Discusión
Contribuciones
Crear una cuenta
Acceder
ArtículoDiscusión
LeerEditarVer historialBuscar
Buscar en Wikipedia
Portada
Portal de la comunidad
Actualidad
Cambios recientes
Páginas nuevas
Página aleatoria
Ayuda
Donaciones
Notificar un error
Herramientas
Lo que enlaza aquí
Cambios en enlazadas
Subir archivo
Páginas especiales
Enlace permanente
Información de la página
Citar esta página
Elemento de Wikidata
Imprimir/exportar
Crear un libro
Descargar como PDF
Versión para imprimir
En otros proyectos
Wikimedia Commons

En otros idiomas
‫العربية‬
Deutsch
English
Français
Bahasa Indonesia
Português
Русский
‫اردو‬
中文
70 más
Editar enlaces
Esta página se editó por última vez el 29 mar 2021 a las 00:12.
El texto está disponible bajo la Licencia Creative Commons Atribución Compartir
Igual 3.0; pueden aplicarse cláusulas adicionales. Al usar este sitio, usted acepta
nuestros términos de uso y nuestra política de privacidad.
Wikipedia® es una marca registrada de la Fundación Wikimedia, Inc., una
organización sin ánimo de lucro.
Política de privacidadAcerca de WikipediaLimitación de responsabilidadVersión para
móvilesDesarrolladoresEstadísticasDeclaración de cookiesWikimedia FoundationPowered
by MediaWiki

También podría gustarte