Que Es El Crecimiento - Carlos Talavera - Mexico
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1. EL CRECIMIENTO
B. El inmaduro
Por otra parte, se puede tener esta vida sin el debido desarrollo y
coexistente con obras de la carne. Se puede creer en Cristo Jesús
insuficientemente, admitiendo al mismo tiempo las envidias, las
discordias, la inmadurez de juicio, el insuficiente discernimiento;
cosas, todas ellas que acusan la necesidad del cristiano de ser
alimentado todavía con leche y no con alimento sólido y acusan
también el desconocimiento de "la doctrina de la justicia" (Heb. 5,
13), que es conocimiento experiencial de la justicia de Dios revelada
por Cristo que tiene que encontrarse en un adulto en la fe. El
inmaduro es "zarandeado por cualquier viento de doctrina" (Ef. 4,
14); es tardo de entendimiento y no tiene la costumbre de ejercitar
las facultades en el discernimiento del bien y del mal (cfr. Heb.
5,11-14).
C. Crecimiento comunitario
Si en lugar de considerar la planta como un individuo la
consideramos como un conjunto de células vivas veremos que el
crecimiento de unas células favorece, apoya y sostiene el
crecimiento de otras y finalmente se hace el desarrollo y la
maduración de toda la planta.
El crecimiento del cristiano no puede considerarse aislada mente.
Jesús habla del crecimiento hasta producir frutos, con la imagen de la
vid. En esta imagen él es la vid y él es la vida. El es el que crece en
nosotros y lo único que nos pide es permanecer en él.
En la vid son necesarias la raíz, el tronco, los tallos, las hojas y
los sarmientos. Todas las partes se ayudan, se sostienen y se
alimentan unas a otras. El crecimiento de unas partes depende del
crecimiento de otras. Así, en la Iglesia todos contribuimos al bien de
los demás, todos estamos "fundados sobre el fundamento de los
apóstoles y los profetas" (Ef. 2, 20), y todos unidos formamos el
cuerpo de Cristo. Así pues, no puede haber sólo crecimiento de una
mano o un pie. Sería absurdo.
2. CRECIMIENTO HUMANO Y
CRECIMIENTO EN CRISTO
A. El crecimiento humano
El ser humano, por ser vivo, se desarrolla y tiende constan-
temente a su perfeccionamiento en todos los órdenes de su
existencia.
Una característica del ser vivo es que, siendo uno, se desarrolla
por el dinamismo interior de la vida que tiende a crecer por sí misma
y no por anexiones externas. El crecimiento, pues, no es extraño ni
exterior a la vida, sino una manifestación de ella misma.
Cualquier hombre tiene ciertas características que lo pueden
definir como una persona madura y crecida. Vamos a enumerar las
cualidades más importantes de la madurez humana, para después
analizar su relación con la madurez en Cristo:
a) Un ser consciente:
— De su individualidad; diferente, único e irrepetible.
— De su relación social: se sabe ubicar en el mundo y asume la
responsabilidad que le corresponde en el desarrollo y bienestar
de la sociedad.
— Esta ubicación concreta de su ser con otros le hace descubrir la
vocación personal y el respeto hacia la de los demás.
— Da y recibe afecto que se nutre y se comunica a través de
relaciones profundas y sinceras.
h) Aceptación de sí mismo y autenticidad:
— La aceptación de sí mismo, con sus posibilidades y limitaciones
lo abre para aceptar a los demás. Es coherente consigo mismo,
no aparentando ni más ni menos de lo que es.
— No busca su reconocimiento por lo que tiene o signos de poder
o prestigio sino por lo que él mismo es.
c) Orden:
Otra manifestación del crecimiento humano es el orden que se
manifiesta en:
— Su vida personal: en sus pensamientos, emociones, sen-
timientos y hábitos.
B. Crecimiento en Cristo
Sin embargo, la más profunda realidad del hombre se encuentra
en que es imagen e hijo de Dios. Este es el fundamento y
culminación de su dignidad, misión y realización humana.
Por tanto, el ideal del hombre sólo puede ser realizado ple-
namente en Cristo Jesús, imagen e hijo de Dios.
Vida oblativa
Jesús no vivió nunca para sí. Su vida fue una constante donación
a su Padre y a los hombres: "yo no vine a ser servido sino a servir".
El fue el pastor que dio la vida por las ovejas, el esposo que se
entregó a la esposa. Jesús no sólo dio su vida por nosotros, sino que
dio su vida a nosotros.
3. CRECIMIENTO Y FE
Dios da el crecimiento pero el hombre tiene que apropiár selo. El
conocimiento de Dios que es la vida eterna sólo es accesible al
hombre mediante la fe. La fe es el instrumento que Dios nos da para
entrar en contacto inicial con él y para crecer, siendo una
responsabilidad del hombre ponerla en ejercicio.
Sin embargo, este instrumento de vida espiritual no puede
pensarse como algo estático. Es algo que tiene que crecer. La fe con
que dimos nuestra primera respuesta a Dios será la misma que
deberíamos usar si Dios nos pidiera el martirio, pero entre ambos
momentos tendrá que haber crecido mucho.
A. El crecimiento de la fe
El crecimiento de la fe se hace ordinariamente mediante la
progresiva purificación de sus motivos y mediante su aplicación a
distintas áreas de nuestra vida. La purificación de los motivos de la
fe tiene que ver generalmente con el desarrollo humano y con la
imagen que nos hacemos de Dios. "Fe infantil" y "fe adolescente"
son dos nombres que se aplican a la fe de cristianos demasiado
centrados en sí mismos o demasiado interesados en el provecho
propio. Si bien esto es normal en las etapas correspondientes de la
vida humana no puede ser aceptable en un adulto de quien se
supone que es capaz de entregarse entera, libre y establemente.
Paralelamente a estas motivaciones están las figuras que nos
hacemos de Dios y nuestra manera de entenderlo. Dependiendo de
nuestras condiciones de desarrollo humano nos acomodamos
perfectamente a un Dios consolador o un Dios juez, a un Dios
ordenador ético o a un Dios que está a nuestra disposición para
realizar nuestros deseos y ambiciones, etc. El hombre adulto en la fe
es el que acepta al Dios revelado por Cristo Jesús en el evangelio.
La fe, por tanto, del hombre maduro es el don de Dios con el que
nos conduce hasta la vida eterna donde Dios será todo en todos;
pero a la vez es nuestra respuesta a ese regalo de crecimiento que
Dios nos otorga.
II
COMO SE CRECE
1. COMO SE DA UN PASO EN LA FE
El modo como podemos ir siguiendo a Jesús es dando pasos en
la fe. El seguimiento de Jesús se manifiesta a través de la
aceptación de la voluntad del Padre y de esa manera llegamos a
una experiencia de Dios. A través de obras y actos concretos en fe
es como obtenemos el conocimiento experimental de Dios.
Los pasos en la fe se dan en cada circunstancia concreta en la cual
nos encontramos, con nuestros propios estados de ánimo, el
ambiente de personas y relaciones que nos rodean, dentro del
tiempo, etc. Se dan, por tanto, en la alegría y en la tristeza, en el
entusiasmo y en la aridez, frente a las tentaciones y en la oración,
en nuestra vida personal y en el servicio a los demás, etc. En fin,
toda circunstancia es un llamado a dar un paso en la fe, porque para
los que aman a Dios todas las cosas concurren para su bien
(Romanos 8, 28).
Dado que estamos llamados a vivir la vida de Dios y dado que el
crecimiento consiste en la impregnación de esa vida divina en cada
una de las áreas de nuestra existencia, el modo ordinario para ir
creciendo es dar un paso de fe precisamente en cada circunstancia
para acercarnos más y más a la plenitud de él que es todo en todos.
Sin duda que inmediatamente surge una pregunta: ¿Cómo se da
un paso en la fe en una circunstancia concreta? Esto sería como
describir cómo damos un paso con nuestros pies. Sin embargo,
vamos a intentar distinguir los diferentes elementos que constituyen
un acto de fe.
A. La oración
a) La Biblia
La enseñanza y el estudio de la Biblia son un medio privilegiado para
conocer a Dios y su manera de actuar a través de la historia de la
salvación, ya que en la Sagrada Escritura es Dios mismo quien
habla y se revela a los hombres por medio de una Palabra que es
Espíritu y vida (Jn. 6,63).
Sin embargo, este mismo estudio puede hacerse en la carne y
entonces sólo producirá frutos de carne.
b) La catequesis
Los cursos de enseñanza doctrinal, moral y teológica son
necesarios, pero tampoco son el crecimiento mismo. No por tomar
cursos, aunque se llamen de "crecimiento", se crece necesariamente.
La instrucción, siendo buena y necesaria, no es lo que nos hace
crecer, sino sólo la fe que actúa por la caridad (Gal. 5, 6).
Así, para que el ministerio de la palabra nos sirva para un
auténtico crecimiento de la vida de Dios, cada enseñanza o curso
debe:
— Revelarnos la voluntad de Dios.
— Convencernos de nuestra situación de pecadores, mani-
festándonos nuestra impotencia y debilidad.
— Aumentar nuestra necesidad de Espíritu Santo y abrirnos a
recibirlo para que nuestro corazón sea cambiado.
— Lanzarnos a actuar en fe, seguros de que la obra es de Dios y
de él dependen los resultados.
— Conocer y experimentar al Dios salvador.
— Agradecerle con un himno de alabanza.
Naturalmente que a veces se acentuará más un aspecto que otro,
mas, para que en verdad exista un crecimiento armónico, se tendrán
que dar de alguna manera todos esos elementos, ya que todos están
concatenados y dependientes unos de los otros.
C. Los sacramentos
Para esto nuestra meta debe ser que las personas a quienes
estamos acompañando en la fe nos lleguen a superar. Esto nos
cuesta mucho trabajo, y va directamente en contra de la tendencia
que mencionamos al principio, de hacer que nuestra autoridad
descanse en la inmadurez de los demás. Si por una parte las
personas a quienes servimos están muy limitadas por nuestros
defectos, por otra están llamadas a llegar a ser mucho más de lo que
nosotros podemos darles. A veces nos ponemos como el prototipo y
queremos que nuestros hermanos en la fe lleguen a ser muy buenos
para poder presumir de ellos, y decir "tengo la mejor asamblea de la
ciudad" o "los de mi grupo son los más comprometidos de todos".
Estas actitudes no son las de un buen pastor. Al contrario, las
actitudes que nos caractericen deben ser la de querer y trabajar
porque crezcan en la vida de Dios para construir el reino, no para
vanagloria nuestra. Como Juan el Bautista, nuestra meta tiene que
ser que Jesús crezca y nosotros disminuyamos.
APLICACIONES CONCRETAS
La familia
La vida cultural
Al entrar de lleno en esta reordenación de nuestra vida familiar,
será indispensable revisar nuestra manera de vivir los valores
culturales. Una serie de preguntas nos pueden hacer ver la íntima
relación entre estos dos campos de nuestra vida. ¿Qué idea cultural
tengo yo del matrimonio? ¿Creo que la mujer es la única encargada
de transmitir y ayudar a crecer la fe de los hijos? ¿Creo que el amor
es un sentimiento bonito, y si se acaba este sentimiento se puede o
se debe acabar el matrimonio? ¿Creo que la fidelidad en el
matrimonio es para las mujeres, mas no para los hombres? Nuestras
respuestas á estas preguntas nos indican hasta que punto estamos
condicionados por una visión cultural u otra.
La vida económica
Como lazos en una cadena se relacionan las diferentes áreas de
la vida. La realidad económica en gran parte dicta las leyes para
nuestra vida cultural. ¿Qué debemos comprar? ¿En qué debemos
gastar? No nos podemos convertir en un aspecto de la vida sin sentir
sus repercusiones en los demás.
Veamos cómo el principio general de orden en las relaciones nos
afecta en este nivel. Si hemos llegado a vivir la realidad de ser hijos
muy amados del Padre, y si esta fuente de todas las demás
relaciones nos ha llevado a vivir el sacramento del matrimonio como
una alianza entre dos personas para vivir ese amor en la familia
cristiana, nuestras relaciones como esposos y como padres serán
relaciones de hermanos en la fe cuya responsabilidad principal es la
de formar a personas maduras en la fe, conscientes y capaces de
comprometerse con el cambio del mundo de acuerdo con el
evangelio. En este contexto, la vida económica cobra su verdadero
sentido: se necesita trabajar y ganar la vida para satisfacer las
necesidades de la familia, para permitirle vivir decentemente,
desarrollar sus capacidades y servir a los demás. Pero lo económico
no es lo más importante; no se debe sacrificar la unión familiar con
tal de ganar más y poder darles a los hijos todos los lujos o, por lo
menos, todo lo que tienen los vecinos. Las cosas están al servicio de
las personas y de Dios, no al revés.
No sólo debe estar la vida económica al servicio de las relaciones
familiares, sino que además, la vida económica debe estar bajo
nuestra responsabilidad moral en todos sus aspectos. La frase
popular "los negocios son negocios" actualmente sirve para justificar
cualquier injusticia en el campo económico: entregar mercancía de
poca calidad a precios altos, pagar sueldos infrahumanos para
aumentar la ganancia, hacer el esfuerzo mínimo en el trabajo a la
vez que exigimos el sueldo máximo. Estos ejemplos y todos los
demás casos de corrupción en la vida económica son incompatibles
con una vida madura en la fe.
Si Jesús va a ser Señor también de nuestra vida económica y de
nuestra vida de trabajo, tendremos que abandonar el refrán "los
negocios son los negocios" y en su lugar vivir de acuerdo con el
mensaje evangélico: "busca primero el reino de Dios y su justicia, y
todo lo demás se te dará por añadidura". En todo lo que tiene que
ver con el trabajo y el dinero, el cristiano que quiere crecer en la fe, y
ayudar a los demás a crecer, tiene que tomar la decisión de valorar a
las personas por encima de las cosas, de vivir con criterios de
honestidad y rectitud, de fomentar siempre la dignidad de las
personas que trabajan con él.
Es aquí en donde se atoran muchos cristianos en su crecimiento.
Quieren que Jesús sea Señor de su vida de oración, más no de su
bolsa. Dios nos pide que seamos buenos administradores de los
bienes de la tierra, para que todos los hombres puedan satisfacer sus
necesidades.
Las grandes disparidades que existen en nuestro mundo entre
ricos y pobres nos desmienten como cristianos. En el relato
evangélico de Lázaro y el rico (Le. 16, 19-31), el evangelista nos
hace ver que la riqueza es antievangélico no sólo cuando se consigue
por medios injustos, sino por la misma distancia que crea entre ricos
y pobres. El abismo que separa a Lázaro y el rico después de la
muerte fue creado en esta vida. El cristiano que quiere crecer en la fe
en el área económica, se esforzará en su trabajo, en su uso del
dinero, y en toda su forma de comportarse en lo económico por
cerrar la distancia entre ricos y pobres, y crear el reino de justicia,
paz y gozo en el Señor desde esta tierra. Compartirá sus bienes, no
sólo espirituales y culturales, sino también económicos con sus
hermanos los hombres.
La política
Si caminar en la fe en lo económico se nos hace difícil, para
algunos tratar de vivir la fe en el campo de la política se les hace
imposible. Sin embargo el cristiano no puede ignorar este importante
campo si quiere lograr crecer integralmente, en la fe. La forma de
gobernar, de colaborar para el bien común, la posibilidad de
participar activa y responsablemente en la realización de nuestro
futuro y el futuro de nuestros hijos, la garantía de los derechos
humanos fundamentales son realidades que deben interesar a todo
cristiano maduro.
Lo primero que hay que hacer para crecer en la fe en este campo
es cobrar conciencia que forma parte de nuestra realidad y que tanto
la ignorancia como la apatía son actitudes inaceptables para un
cristiano. Debemos formarnos e informarnos bien para poder actuar
de manera verdaderamente cristiana y eficaz. Si no, seremos fácil
presa de los demagogos, haremos un esfuerzo inútil, o inclusive
colaboraremos inconscientemente con el mal.
Para lograr esta formación, la doctrina social de la Iglesia nos
proporciona principios generales basados en la Sagrada Escritura y la
tradición de la Iglesia. El Documento de Puebla que redactaron los
obispos reunidos en la Tercera Conferencia Episcopal
Latinoamericana, Celam III, en febrero de 1979, considera la
realidad actual de Latinoamérica y hace un llamado a todos los
cristianos a asumir nuestra responsabilidad de evangelizar a esta
realidad compleja y problemática, pero a la vez llena de riqueza. Una
y otra vez los obispos insisten que esta evangelización debe llevar a
todos a la comunión y la participación. Un estudio serio de este
documento será una ayuda insustituible para aprender a crecer en la
fe en el campo de la política. También tenemos que conocer la
realidad que nos rodea, empaparnos de ella e ir discerniendo cuál es
la voluntad de Dios en cada situación concreta. Hay acciones políticas
en sentido amplio que todos realizamos todos los días, y acciones
políticas en sentido estricto, como es militar activamente en un
partido. Sea cual fuere el ámbito de nuestra acción, podemos
comenzar desde hoy a no propiciar ni encubrir la corrupción en la
pequeña o grande escala en la que estamos involucrados.
Conclusión
I QUE ES ELCRECIMIENTO
1 El crecimiento
2. Crecimiento humano y crecimiento en Cristo
3 Crecimiento en la fe
II COMO SE CRECE
1. COMO SE DA UN PASO EN LA FE
2. Los medios de crecimiento vividos con fe.
IV APLICACIONES CONCRETAS.
En la vida espiritual
todo tiene un tiempo
escomo una planta.
A la semilla
recién enterrada
no se le puede pedir
que dé flores.
Esta maduración
en la fe
no está dada
por conocimientos
adquiridos,
sino por un encuentro
personal y único
con Dios,
que se transforma
en servicio al hermano.
lia es o debe ser, sujeto y objeto de evangelización, centro
evangelizador de comunión y participación.
La mejor manera de hacer que nuestra familia sea un verdadero
centro de evangelización consiste en volver a su origen: el
sacramento del matrimonio. Los esposos, para hacer a Jesús Señor
de su familia, deben volver con él al principio, a la alianza hecha
entre los dos en presencia de Dios y de la comunidad de fe, al
compromiso de vivir el amor conyugal como signo del amor que
Jesús tiene para su Iglesia. Hace falta redescubrir, o tal vez descubrir
por primera vez, la riqueza de la vocación a la que hemos sido
llamados y a la cual hemos respondido con este sacramento. El
sacramento del matrimonio no es simplemente un rito social de
"casarse por la Iglesia" como decimos comúnmente. Se trata de
recibir la gracia de Dios para vivir este estado de vida día tras día. El
sacramento del matrimonio nos da la fuerza del Espíritu Santo
precisamente para vivir nuestra vocación de esposos y padres de
familia. Por tanto, el primer paso para crecer y ayudar a crecer en la
familia está en renovar y abrirnos a todas las gracias del sacramento
del matrimonio. Si ya hemos tenido la maravillosa experiencia de
renovar los sacramentos del bautismo y la confirmación y hemos
visto sus frutos en la vida diaria, ¿qué esperamos para hacer lo
mismo con el sacramento de la familia cristiana?
De aquí surgen una serie de pasos que son consecuencia de lo
anterior. Cuando los padres asumen su vocación al amor, cuando
aceptan vivir esta vocación como una decisión duradera y no
reducirla a un sentimiento pasajero, todas las relaciones familiares se
ordenan. La pareja que vive el sacramento de amor, considera las
relaciones sexuales como una manifestación privilegiada de ese
amor, manifestación que puede controlarse para bien de la propia
familia. Desde aquí comienza la paternidad responsable. La moral
sexual cristiana es exigente.. Cuando tratamos de vivirla sin el amor,
se nos hace imposible, una carga insoportable, una ley muerta. Sólo
se entiende y se