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Dios es Jesús de Nazaret: Cristología desde dentro
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Dios es Jesús de Nazaret: Cristología desde dentro

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Jesús es Dios. Esta es una confesión de fe absolutamente incuestionable. Pronunciar estas palabras puede dar por hecho el conocimiento de quién es Dios antes de saber nada sobre Jesús. Sin embargo, esto no es lo que enseñan las Escrituras. Según los Evangelios está claro que nosotros no conocemos plenamente a Dios, ni sabemos quién es él realmente. Para eso tuvo que aparecer en la historia Jesús de Nazaret. Por lo tanto, tendríamos que admitir que no sabemos lo que hay detrás de la Palabra de Dios a no ser, precisamente, porque Dios se ha encarnado: «A Dios nadie le ha visto jamás, el unigénito Hijo que está a la diestra del Padre, él le ha dado a conocer» (Juan 1:18).

Jesus is God. This is an absolutely unquestionable confession of faith. To speak these words can take for granted the knowledge of who God is before knowing anything about Jesus. Nevertheless, this is not what the Scriptures teach. According to the Gospels, it is clear that we don’t know God completely, nor do we know who he really is. That is why Jesus of Nazareth had to appear in history. Therefore, we must affirm that we wouldn’t know what is behind God’s Word unless, precisely, God had become incarnate: “No one has ever seen God. But the unique One, who is himself God, is near to the Father’s heart. He has revealed God to us” (John 1:18).
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 sept 2014
ISBN9781496404039
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    Dios es Jesús de Nazaret - Eduardo Delás

    1

    APROXIMACIÓN A SU ORIGEN TRINITARIO

    1.1 JESUCRISTO COMO EL CENTRO DEL DISCURSO TRINITARIO

    Creemos en un Dios Uno y Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta profesión de fe recoge dos elementos fundamentales que son objeto de revelación por parte de Dios mismo. El primero es el monoteísmo: Dios es uno y único. Esta es la gran herencia que como cristianos recibimos del Antiguo Testamento. El segundo especifica la originalidad cristiana: Creemos en un Dios que es uno y que, siendo uno, es Padre, Hijo y Espíritu Santo.

    Esta originalidad tiene su centro y fuente en Jesucristo, en la revelación que él nos ofrece de Dios. Esta manifestación se nos ha dado a través de su mensaje, de su praxis, de su misma existencia y persona y, de manera culminante, en su muerte y resurrección. Por eso, la pascua es el centro de la fe cristológica, ya que a partir de ella confesamos que el crucificado ha resucitado. Pero también es el centro de la fe trinitaria, porque en la pascua, Dios se revela como el Padre del crucificado-resucitado, que da el Espíritu para la salvación de las personas.

    1.2 LA VIDA DE JESUCRISTO COMO ACONTECIMIENTO TRINITARIO

    El relato evangélico de la vida de Jesús nos ofrece, mediante una cuidadosa lectura, una figura bien definida de la Trinidad. La historia teológica de Jesús es la historia del Hijo en sus relaciones con el Padre, y no sólo la historia de un hombre en sus relaciones con Dios[7]. Jesús se interpretó a sí mismo como el Hijo, de tal modo que la revelación de Dios-Abba y su relación con él preside todos sus movimientos. La predicación del reino y toda su actividad en este mundo se sitúan en el marco de las relaciones con el Padre. Por eso, estas relaciones no pueden entenderse sólo en el sentido monoteísta propio del judaísmo, sino que deben interpretarse a nivel trinitario: Jesús revela a Dios como Padre del Hijo y se revela a sí mismo como este Hijo del Padre[8].

    Pero hay más, porque el bautismo, las tentaciones, la predicación y toda la actividad de Jesús, se realizan bajo la guía del Espíritu (Lc. 3:21-22; Mt. 4:1-10; Lc. 4:18-21). La historia de Jesús, por tanto, no se puede entender sin la acción del Espíritu, como tampoco se puede entender sin el Dios al que llamó Padre. Por consiguiente, la misión del Hijo aparece insertada en un movimiento que se produce en la comunidad divina y no sólo ad extra. Este movimiento viene de la diferenciación personal dentro de la unidad de Dios. Es a partir de este horizonte que desborda toda comprensión humana, que se hace posible acoger la vida del Hijo en este mundo como iniciativa del trino Dios eterno.

    1.3 LA MUERTE DE JESUCRISTO COMO ACONTECIMIENTO TRINITARIO

    Según las esperanzas judías, el Mesías libertador debía manifestarse en Jerusalén. No es un hecho casual que la vida de Jesús concluya en la capital judía una noche de Pascua. El testimonio de los evangelios habla de varias venidas a Jerusalén para la celebración de la fiesta. Pero su última cena pascual adquiere un valor decisivo, tanto en su relación con la historia precedente, como en relación con lo que sucedería después. Puede decirse que en este momento se concentra todo el significado del proyecto mesiánico de Jesús, que él ilumina y carga de un nuevo valor relacionándolo con la antigua Pascua del éxodo, como una realización escatológica de la misma en relación con su propio sacrificio en la cruz.

    En la cena pascual Jesús nos ofrece una interpretación actualizante de la nueva Pascua y una interpretación profético-escatológica de la nueva alianza. Todo esto se expresará con claridad en las palabras del pan y el vino, símbolo de la autodonación del Dios y hombre verdadero. A la luz, entonces, de la última cena el acontecimiento pascual de Jesús adquiere el significado escatológico de establecimiento de la nueva alianza, y de la llegada de aquel reino de Dios que él mismo había anunciado.

    Bajo esta nueva luz, en el testimonio de los evangelios y en el epistolario paulino, la Pascua de Jesús se nos presenta ante todo e inseparablemente, como acto del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Es un acontecimiento que afecta al Padre, en cuanto que la muerte de Jesús debe comprenderse dentro del proyecto de salvación del Dios-Abba que envía. Es además, un acto del Hijo, en cuanto que libremente se entrega al sufrimiento, la cruz, la muerte y la resurrección, por y para nosotros. Y es, finalmente, un acto del Espíritu en cuanto que éste dirige y orienta la consumación de la obra del Hijo, que inaugura la etapa del cumplimiento de las promesas[9].

    1.4 SÍNTESIS CRISTOLÓGICO-TRINITARIA DE TODA TEOLOGÍA

    El camino por el que Dios viene a nosotros y nosotros vamos a él, no se ha dejado a nuestro capricho y elección, sino que nos ha sido señalado por Dios mismo: Todo nos viene del Padre, por medio del Hijo encarnado, Jesucristo, en la presencia en nosotros del Espíritu Santo. Y, de este modo, en la presencia del Espíritu Santo, por medio del Hijo encarnado, Jesucristo, todo debe retornar al Padre y alcanzar su fin último. Es la dialéctica cristológico-trinitaria de la historia de la salvación en la economía de Dios.

    En el capítulo primero de la epístola a los Efesios, aparece un himno cristológico con función de prólogo. En él se narra el proyecto de salvación cuyo fundamento y estructura es el misterio trinitario. Ahora bien, si el misterio trinitario es el fundamento, hay que añadir sin caer en contradicción que su manifestación histórico-temporal posee una estructura cristológica. De modo que, la triple repetición de la fórmula distintiva y única del himno: Para alabanza de la gloria referida a cada una de las tres personas de la Trinidad, encuentra en la revelación de Cristo la clave de todo el misterio cristiano. A este respecto, podemos afirmar que ambas perspectivas se implican, pues sólo por Cristo en el Espíritu tenemos acceso al Padre y, con ello, al corazón de la Trinidad. Cristo y la cristología, si se ven en toda su amplitud, nos remiten necesariamente al misterio trinitario. Por esa razón, también en la historia del desarrollo del dogma se nos hace ver esa mutua implicación entre cristología y Trinidad. Las grandes declaraciones cristológicas de los concilios de Nicea y Calcedonia no se entenderían sin esas relaciones[10].

    [7] MOLTMANN J. Trinidad y Reino de Dios. Sígueme. 1983. Pág. 90

    [8] CODA P. Dios uno y Trino. Secretariado Trinitario. 1993. Págs. 14-16

    [9] CODA P. Op. Cit. Págs. 121-124

    [10] CORDOVILLA D. Gloria de Dios y salvación del hombre. Secretariado Trinitario. 1997. Págs. 20-21

    2

    LA IMPORTANCIA DE LOS EVANGELIOS PARA LA CRISTOLOGÍA

    Los evangelios constituyen, junto con los Hechos de los Apóstoles, las epístolas y el Apocalipsis, uno de los cuatro géneros literarios del Nuevo Testamento. Podría decirse que el género evangelio es una creación específica del cristianismo. No se encuentra nada equivalente en otras literaturas.

    2.1. DEL EVANGELIO ORAL AL EVANGELIO DE MARCOS

    En tiempos de la primera predicación de Pablo, evangelio es ya un término conocido y utilizado por la comunidad cristiana, dado que se lo emplea sin que se sienta la necesidad de explicarlo (1ª Tes. 1:5; Gál. 2:5,14; 1ª Co. 4:15; 9:14). Este uso parece tener su fuente en el Antiguo Testamento. En el libro de Isaías aparece el portador de buenas noticias, el mensajero que anuncia la paz, proclamando que se abre la era de salvación: ¡Qué hermosos son los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salvación, que dice a Sión: ¡Ya reina tu Dios (Is. 52:7). El salmo 96 recoge el eco de este buena nueva: Anunciad su salvación día tras día, contad su gloria a las naciones, decid: Yahvé es rey. La entrada de todas las naciones en la historia de la salvación, así como el don de la justicia, la paz y el gozo son novedades típicamente mesiánicas que nos introducen ya en el contexto y clima del Nuevo Testamento.

    En el Nuevo Testamento es Jesús el que aparece como el mensajero de la buena nueva mesiánica. En él se cumple la profecía de Isaías. Por medio de sus obras y por la buena nueva anunciada a los pobres (Is. 35:5-6; 61:1; Mt. 11:5) el tiempo de salvación se convierte en realidad, lo mismo que los signos que lo acompañan. Jesús aparece no sólo como el mensajero de la buena nueva, sino también como aquel del que habla el mensaje. En el lenguaje cristiano, que considera la vida, muerte y resurrección de Jesús como el corazón mismo del evangelio, esta perspectiva es todavía más clara: El contenido del evangelio es toda la actividad salvífica de Dios, desplegada y manifestada en Jesucristo para establecer el reino de Dios.

    Pero, Evangelio es también uno de los vocablos más utilizados por el apóstol Pablo. Aparece sesenta veces en sus cartas. Este término sirve tanto para designar la acción misma de proclamar la buena nueva de salvación (1ª Co. 9:14), como el contenido de esta proclamación (Rom. 1:1). Este contenido aparece esencialmente unido a Cristo y a su obra salvadora (1ª Co. 15:1-3). Proclamar el evangelio, para Pablo equivale a proclamar a Cristo, sobre todo en su muerte y resurrección que constituyen el acontecimiento central de la salvación. Por tanto, puede atribuirse al apóstol la difusión del término Evangelio para designar la predicación activa del mensaje de salvación por parte de la iglesia.

    El evangelista Marcos, al introducir este término en la tradición sinóptica, emplea siete veces el sustantivo Evangelio (Mr. 1;1, 14, 15; 8:35; 10:29; 13-10; 14:9). Él es el que impulsa el género evangelio como narración, pero no lo crea de la nada, sino que lo teje y traza retomando elementos fundamentales del mensaje cristológico de la iglesia que, como no podía ser de otra manera, reconoció pronto su escrito como propio[11]. Para Marcos el evangelio es todavía más un acontecimiento que un mensaje. Este acontecimiento abarca toda la existencia de Cristo, pero en relación con el punto culminante de esa existencia, su muerte y resurrección, todo lo demás representa un inicio, un comienzo.

    En Mateo encontramos cuatro veces el sustantivo (Mt. 4:23; 9:35; 24:14; 26:13), pero siempre con una determinación: el evangelio del reino, este evangelio. Esta práctica tiene como consecuencia poner el acento en el contenido de la predicación de Jesús, la buena nueva del reino, mas bien que su persona. Lucas suele, sin embargo, usar el verbo evangelizar.

    Los evangelios, a partir del presente de la iglesia pretenden remontarse a los comienzos de una historia, es decir, a las primeras manifestaciones en este mundo de la acción decisiva de Dios en Cristo. Su obra revela una visión de la historia en la que el pasado y el presente, si no se confunden, tampoco pueden separarse. En su concepción del Evangelio, los evangelios se distinguen de Pablo, que piensa sobre todo en el sufrimiento, la muerte y la resurrección de Cristo. Para Marcos, toda la existencia de Jesús de principio a fin es el evangelio. Y así, al vincular tan estrechamente su obra al acontecimiento de la buena nueva de salvación, el evangelista ha favorecido la relación entre el evangelio oral y el evangelio escrito.

    2.2. RASGOS CARACTERÍSTICOS DEL GÉNERO LITERARIO EVANGELIO

    En el Nuevo Testamento, los evangelios representan un caso único. Los otros escritos se centran fundamentalmente en el acontecimiento de la cruz y la resurrección. Apenas mencionan el resto de la actividad de Jesús. Sólo los evangelios se interesan visiblemente por su actividad terrena. Por otra parte, los redactores de los evangelios no son escritores que trabajen en su despacho, sobre la base de unos documentos de archivo y preocupados de escribir una vida completa de Jesús desde su nacimiento hasta su muerte. Por eso, importa subrayar los rasgos que componen la fisonomía de estos escritos.

    2.2.1 Los evangelios constituyen la proclamación de la buena nueva única y original, ya que tienen por objeto el acontecimiento central de la historia humana, a saber, la intervención decisiva de Dios en Jesucristo. Por consiguiente, el evangelio no puede ser una proclamación neutra. Se presenta como una llamada a la decisión última. Todas las personas son llamadas a la conversión. El que quiera leer correctamente los evangelios tiene que dejar que resuene en su ánimo esta llamada que, en Jesús, anuncia la salvación.

    2.2.2 Los evangelios se vinculan a una tradición ya formada que fue a su vez una relectura, en el Espíritu, del acontecimiento Jesús a la luz de la pascua, del Antiguo Testamento y de la experiencia de la iglesia naciente. Los evangelistas recogen una tradición que sufrió la influencia de varias teologías que no quedaron completamente orilladas por la redacción final. Por otra parte, los evangelistas, a su vez, reescriben, cada uno dentro de su perspectiva, lo que han recibido de las tradiciones y teologías anteriores, ya que todos tienen la pretensión de anunciar la buena nueva de salvación a los hombres de un determinado ambiente y de responder a sus problemas.

    2.2.3 El anuncio de la salvación toma la forma de una narración histórica. Puesto que se trata, ante todo, de una proclamación no se pueden concebir los evangelios como una vida de Jesús. Por otra parte, esta proclamación adquiere la forma de una exposición histórica, ya que la salvación anunciada es un acontecimiento que se relaciona con una existencia

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