Pasos para Curar Tus Heridas Emocionales SOY CUERPO
Pasos para Curar Tus Heridas Emocionales SOY CUERPO
Pasos para Curar Tus Heridas Emocionales SOY CUERPO
¡Bienvenida!
Te doy la enhorabuena por estar leyendo estas líneas. Que estés aquí, significa que te
estás haciendo responsable de tu vida.
¡Y no sabes la de gente que lo evita! Porque es más fácil fingir que no pasa nada, o echar
la culpa a otros, o evadirse de los problemas con adicciones varias.
Pero que eso sea más fácil, no implica que sea mejor.
Estoy convencida de que el camino hacia el equilibrio emocional pasa por atreverte a
mirar hacia adentro. Así que, ¡vamos a por ello!
Primero de todo, quiero explicarte qué vas a recibir por haberte apuntado a 5 pasos para
curar tus heridas emocionales. En resumen, esto es lo que haremos:
Los emails tendrán, como asunto, el número del paso y los títulos que lo acompañan. Por
eso, el asunto de hoy es "Paso 1. Revisa tu propia historia." Así nos aseguraremos de que
los tengas en orden.
Es probable que en tu infancia vivieras momentos estresantes ante los que tuviste que
reprimir tus emociones. Quizá te dejaron sola mucho tiempo, o te pidieron que no
gritaras, o recibiste malos tratos, o no te dejaron libertad, o te obligaron a ser responsable
antes de tiempo.
Ante estas situaciones, una niña o un niño experimenta sentimientos que no sabe cómo
gestionar (miedo, tristeza, rabia, culpa…). Por eso, de forma inconsciente, evita el dolor
emocional. Y lo hace tensando su cuerpo.
Esa manera de defenderte ante el malestar es la misma que usas ahora. Y ya no te sirve
seguir con ese patrón de comportamiento.
Hasta aquí llega mi propuesta por hoy. Mañana podrás contrastar tu historia de vida
con los sentimientos que hay en tu cuerpo.
Te abrazo,
Nuria.
¿Has notado que cuando llevas una temporada de mucho estrés empieza a dolerte
la espalda? ¿Te duele la cabeza después de una discusión con tu pareja? ¿Te
levantas por la mañana con fuerte dolor en las mandíbulas? ¿Llegas
extremadamente cansada a casa después de trabajar? Es posible que el origen de este
malestar se deba a una emoción reprimida. Una emoción que has vivido a lo largo
del día pero que has evitado expresar. La mayoría de veces esto se hace de forma
inconsciente. ¿Quieres saber cómo? La mejor manera de explicarlo es con un ejemplo.
Imagina que tu jefe empieza a gritarte en medio de la oficina porque, según él, has
hecho mal el informe que te pidió ayer por la tarde. Tú estás segura de haber seguido
pauta por pauta todas sus indicaciones porque sabes que es bastante pejiguero. Sabes
que has hecho bien el trabajo. Pero él no quiere bajarse del burro.
Tú te enfadas. Te dan ganas de darle cuatro gritos y, quizá, marcharte por la puerta
grande. Así que tu cuerpo empieza a mandar energía a la parte alta: brazos, pecho,
garganta y cabeza. Es ahí donde necesita la fuerza para defenderse. Ante un enfado,
necesitas fuerza para golpear y gritar.
Esto puede parecerte raro, pero piensa que nuestro cuerpo evolucionó muchos años
atrás. Sus mecanismos fueron programados adaptándose a aquella época. Los
enfados de nuestros antepasados probablemente se producían cuando alguien trataba de
introducirse en su territorio. Así que su única forma de defenderse era golpear y gritar
para mostrar su fuerza y superioridad. Por lo tanto, necesitaban energía en la parte alta
del cuerpo.
Pero no vivimos en la prehistoria. Y, por mucho que queramos, no podemos empezar
a pegar y gritar a nuestro jefe. No si queremos conservar el trabajo y no acabar con una
denuncia. Así que tenemos que adaptarnos y callarnos las ganas de decirle que es un
imbécil. La única forma de hacerlo es reprimir la energía del cuerpo.
Hay muchas maneras de bloquear la energía. Cada persona tiene sus propios
mecanismos que fueron aprehendidos en la infancia según sus experiencias vitales.
Después de tantos años, los hacemos de forma inconsciente y mecánica. Hay personas
que tensan la garganta y los brazos. Las hay que hinchan el pecho. Otras agachan la
cabeza y enmudecen. Haciendo esto, conseguimos reprimir la sensibilidad de la
zona, de manera que dejamos de sentir la emoción.
Ante la situación con tu jefe, tú también activas tu propio mecanismo para reprimir la
energía. Sin percibir cómo tensas los músculos para hacerlo. Hasta que al volver a casa
después de tu dura jornada de trabajo, te das cuenta de que te duele la cabeza. O las
mandíbulas. O sientes tensión en los hombros. Al reprimir el enfado, la energía se ha
quedado bloqueada en la parte superior. El cuerpo te avisa de ello con dolor y
tensión.
Muchas de nosotras no sabemos relacionar este dolor con el enfado reprimido. Así que
seguiremos reprimiendo todos los enfados hasta que el cuerpo mande una señal más
fuerte. Una señal que puede venir en forma de enfermedad. Porque esa es la única
manera que tiene el cuerpo de avisarnos de nuestras emociones. Con sensaciones, dolor
o, a veces, enfermedad. Si no le hacemos caso, cada vez nos manda una señal más
fuerte.
Hacer terapia corporal nos permite fijarnos en todo esto. Mediante los ejercicios de
contacto con nuestro cuerpo, podemos ver de qué manera reaccionamos a
diferentes estímulos y aprender a encontrar formas más saludables de actuar. Por
ejemplo, una persona que haya trabajado con su cuerpo, ante la discusión con su jefe,
podría haber ido al baño y meter un grito. O podría haber golpeado unos cojines al
llegar a casa. O podría haber mordido un trozo de tela gruesa. O, quizá, tendría
mecanismos para dar su opinión de forma asertiva. Hubiera buscado su mecanismo para
dejar salir la emoción que, en definitiva, es lo que nuestro cuerpo quiere que hagamos.
La terapia corporal nos permite reconocer nuestras emociones, aceptarlas y buscar
formas saludables de sacarlas al exterior. Esto es lo que yo trabajo con La
escritora de tu vida.
Si quieres saber cómo tu cuerpo reacciona a las emociones, apúntate a la lista de
correo. El próximo jueves mandaré un audio con el que podrás experimentarlo tú
misma. Sólo lo mandaré a las personas suscritas.
Ahora es tu turno. Cuéntame cómo vives las emociones. ¿Te cuesta sentirte enfadada,
triste, alegre…? ¿Sabes si esto te afecta de alguna manera?
En las terapias occidentales, hay un gran olvidado. Y es ese olvido el que, a mi parecer,
ralentiza algunos procesos terapéuticos. Algunas personas podrían sanar sus heridas
antes si incluyeran este elemento al principio de su andadura en el autoconocimiento.
Estoy hablando del cuerpo. Tanto clientes como terapeutas tenemos que escuchar las
sensaciones corporales.
Algunos autores de Occidente, como Alexander Lowen con el Análisis Bioenergético,
https://www.youtube.com/watch?v=pHqf_EmveGE
profundo y rápido que la terapia basada en lo mental. El cuerpo habla claro, Por
qué escuchar tu cuerpo cambiará tu
vida
solo hay que comprender su lenguaje y prestarle atención.
En este artículo, voy a explicar qué puntos podemos descubrir si invitamos al cuerpo
dentro del espacio terapéutico.
En el cuerpo, están las emociones
He hablado de este punto en otros artículos del blog, así que lo voy a resumir.
Cuando eres terapeuta corporal, sabes que esa defensa se hace con una
postura. Por eso, conoces qué tipo de cuerpos hay y cuál es la herida emocional que
carga cada uno.
No es lo mismo un cuerpo flaco y lánguido, que otro ancho y duro. El primero mostrará
una herida de falta de afecto y nutrición amorosa en los primeros meses de vida. El
segundo hablará de un conflicto de independencia, límites y autonomía personal.
Muchas veces lo han aprendido tras años de terapia hablada. Ante esto, acostumbro a
decir que los hechos no importan.
Lo esencial para que haya un cambio real es vivir los sentimientos que
quedaron reprimidos.
La cabeza (o la mente) sostiene cualquier conflicto. Por ejemplo, el cliente podrá
encontrar los motivos y convencerse de que ha perdonado a sus cuidadores. El problema
será que eso no va a transformar nada en su vida actual.
Al entrar en contacto con el cuerpo, surgirá la rabia, la tristeza o el miedo que sintió
siendo una criatura. Eso es lo que hay que trabajar, hay que liberarlo y gestionarlo.
Por ejemplo, una vez hice una sesión con una chica que venía a consultar por su colon
irritable. Indagando en sus razones emocionales, ella creía que esa era la forma que
tenía su cuerpo para no mantener relaciones con hombres.
Pero tú también tienes un cuerpo que reaccionará a las situaciones que se presenten
en la sesión.
Si conoces tu lenguaje corporal, podrás aprovechar esos sentimientos
a favor del paciente.
Hace tiempo trabajé con una clienta muy especial. En un principio, ella inició las
sesiones porque sufría ansiedad por una gran represión emocional.
Desde la primera sesión con ella, mi cuerpo se llenaba muchos escalofríos. Por mi
herida emocional, sé que los escalofríos se me presentan cuando hay un tema
relacionado con la muerte en la etapa pre-natal. Así era en su caso.
Por eso, al compartir mis sensaciones con ella, quedó claro por qué había decidido
reprimir sus emociones. Así, en lugar de irnos por las ramas, fuimos a la raíz del
conflicto.
Como ves, el cuerpo puede darte mucha información dentro del marco terapéutico. Pero
esto es solo lo general. Sin embargo, cuando tienes la información teórica y la
experiencia personal de escuchar a tu cuerpo, tus sesiones alcanzan un nivel de
profundidad al que nunca antes habías llegado.
Me apena que todos estos recursos se pasen por alto cuando se trabaja solo con la
mente.
Todas y todos tenemos tensiones musculares en mayor o menor medida. A unas nos
duele la espalda, a otras las cervicales o los hombros. Quizá nos duele mucho el vientre
cuando menstruamos o las migrañas controlan nuestra agenda.
Muy a menudo seguimos con nuestra vida, como si nuestro cuerpo no nos estuviera
Por qué
gritando que hay algo a lo que tenemos que atender.
En este primer vídeo, hago una breve introducción a la bioenergética y explico los
fundamentos básicos para que puedas practicarla en casa.
https://www.youtube.com/watch?v=pHqf_EmveGE
Esta es la forma que tiene el cuerpo de mandarte un mensaje. Un mensaje que habla de
ti, tu mundo interior, tus motivaciones, tus emociones, la forma en la que encaras la
vida.
Por esto, saber cómo él reacciona ante ciertas circunstancias, te permite saber
cómo reaccionas tú ante la vida. Te permite conocerte de forma profunda y directa. En
tu cuerpo no hay dudas. Hay conexión con lo que realmente deseas.
Y solo cuando sabes lo que quieres de verdad, puedes gestionar tu vida de forma más
satisfactoria. Puedes vivirla según lo que tú escojas, no lo que alguien ha escogido para
ti. Escuchar tu cuerpo te permite tomar decisiones en conexión contigo misma.
Cuando somos conscientes de las normas que rigen nuestra vida, podemos
trabajar para cambiar lo que no nos satisface.
Así pues, ¿no merece la pena detenerse a escuchar nuestro cuerpo, conectar con él,
descifrar su lenguaje y conocer la información acerca de nosotras que contiene?
Si te interesa adentrarte en este mundo de información, estás en el lugar
correcto. Porque quiero transmitirte una forma de autoconocimiento a través del
cuerpo. Quiero acompañarte en el camino hacia tu interior y, para ello, puedo mostrarte
ejercicios corporales que te ayudarán.
Si te apuntas a la lista de correo, recibirás la clase gratuita Primeros pasos para
escuchar el cuerpo. Así, cuando te sientas nerviosa, desorientada, o cuando aparezcan
esos dolores y malestares que tanto te molestan, tendrás una forma de escucharte y saber
qué es lo que te ocurre. Hazte amiga mía y da el primer paso para escucharte.
Y, ahora, cuéntame cómo vives la relación con tu cuerpo. ¿Hay alguna cosa que te
moleste y te impida sentirte en plena forma? ¿Te duele mucho la espalda, la cabeza…?
¿Cómo lidias con los días en los que te encuentras mal? ¿Crees que hay alguna
conexión entre lo que vives y la forma en la que sientes tu cuerpo? Aquí tus opiniones
y vivencias son tan importantes como las mías. Me encantará leerte.
Foto: Unsplash.
Algo parecido es lo que aseguramos frente a las criaturas: «venga, no llores y perdónale.
Que no pasa nada.»
Y sí que pasa.
Cuando una figura de autoridad te indica que lo adecuado es absolver de culpas, lo
haces. Pero lo haces desde la cabeza, desde el pensamiento.
Por el tono del artículo y el título del mismo, seguro que puedes intuir mi opinión al
respecto.
He hablado mucho de mi padre biológico en esta web. Sin embargo, pocas veces ha
salido papi, mi padrastro, el hombre con el que me crié y que representó mi figura
paterna durante 10 años.
Aunque dejamos de vivir juntos, seguí odiándolo durante muchos años. Cuando él
aparecía en la conversación, no podía evitar hablar mal de él y manifestar que era la
peor persona del mundo.
El odio surgía de mi profundo enfado hacia él. La niña que fui quería encontrar un
padre amoroso que la quisiera, que cuidara de ella, que la sostuviera. Al tener lo
contrario, mi herida infantil gritaba de rabia.
Cuando me inicié en el desarrollo personal, este fue uno de los primeros «temas» que
traté. Le escribí una carta. En esa carta le conté todo lo que él había hecho, cómo me
había hecho sentir, y cómo me había influido (tanto para bien como para mal).
Al final del escrito, como acto de reparación por sus hechos, le pedí que me ayudara a
sentir el abrazo de un padre.
Leí esa nota frente a su tumba. Al terminar, cerré el ritual escribiendo «te quiero, te
perdono» con agua azucarada en el sobre.
Un amigo con el corazón muy grande me acompañó y observó unos pasos más allá.
Cuando todo acabó, me reconfortó con un abrazo de oso mientras me susurraba que
había sido muy valiente.
7
Ese ritual me liberó porque me permitió expresar todo mi enfado
Al cabo de unas semanas, un día reconocí que ya no había rencor en mí. Papi ya no
era la persona más odiosa del mundo. Se había convertido en un ser humano con una
profunda herida abierta. Fue desde esa herida que lastimó a los que lo rodeábamos.
Por fin, le perdoné sinceramente.
Me he extendido bastante con el ejemplo. Pero ahora viene la moraleja, lo que tú, si lo
sientes y te apetece, puedes aplicar en tu vida.
Para mí, estos son los pasos que te permiten sentir el perdón desde el
corazón.
Si te obligas a perdonar y lo haces desde tu cabeza, estarás negando la emoción que hay
en tu interior.
2. Expresar el sentimiento
Esto puede hacerse de múltiples maneras. Yo lo hice mediante una carta, porque
entonces todavía no sabía que podía soltarla con el cuerpo.
Y, para ello, es importante que esa persona se haya concedido revivir su propia herida.
No es eso. Se trata de percibir que esa persona o situación, de verdad, te ha traído cosas
buenas en la vida.
Te explico lo que yo puse en la carta, a modo de ejemplo.
Yo escribí una carta, la leí en su tumba; para endulzar el final, puse por escrito lo que
sentía en el momento con agua azucarada, y pedí el abrazo de un amigo. Creía en eso.
Con el paso del tiempo, algo cambiará. Quizá, por primera vez, notas el perdón desde el
corazón. O quizá tu herida ya no escuece tanto. O quizá te permites la libertad de ser
como tú quieras.
Se llama Alice Miller y tiene varios libros en los que explica por qué es importante no
tapar las vivencias de tu herida infantil con el perdón mental.
Este es mini resumen de sus ideas con mis propias palabras. Pero, si este artículo ha
removido algo en ti, te recomiendo la lectura de El cuerpo nunca miente para adentrarte
en su filosofía.
En conclusión, si solo puedes quedarte con un mensaje de todo el artículo, quédate con
este:
El dolor y la
malestar, ya que tienen un mensaje que darnos.
¿Sientes dolor o
que tu vitalidad se vea reducida.
Estas son algunas de las consecuencias de dejar que el dolor, la tensión y el malestar
vayan ganando terreno en tu vida. En base a esto, puedes escoger. ¿Qué te compensa
más? ¿Escuchar las necesidades del cuerpo, que son las tuyas? ¿O bien esconder el
dolor y asumir las consecuencias que pueda tener?
Quizá piensas que la respuesta correcta es escuchar siempre las necesidades del cuerpo.
Pues no.
Ahora que conoces las consecuencias, me gustaría que tomaras tus decisiones con
conciencia. A veces preferirás asumir un dolor mayor más tarde. Y otras querrás
adentrarte en tus tensiones para descubrir tus emociones reprimidas.
No se trata de escoger una de las dos opciones y seguirla a rajatabla siempre. La
vida cambia y te pone en multitud de situaciones diferentes. La gracia está en saber
escoger lo más adecuado en cada momento.
Ahora bien, lo cierto es que esta web fue creada para que aprendas a escuchar tu cuerpo.
Así que la próxima semana te diré cómo puedes liberarte del dolor, la tensión y el
malestar en el cuerpo. Si quieres saberlo, apúntate a la lista de correo. De regalo te
llevarás la guía Primeros pasos para escuchar el cuerpo.
Por último, me gustaría que pudieras reflexionar:
¿Cómo te afectan en tu día a día los malestares?
¿De las consecuencias que te he explicado, te has sentido identificada
con alguna? ¿Añadirías alguna otra?
La semana pasada reflexionamos sobre nuestro mayor dolor, ¿crees
que te está generando alguna consecuencia?
¿Qué haces cuando algo te duele?
¿Crees que en el equilibrio está la clave o prefieres tomar esa
decisión y mantenerte firme en ella?
Si me sigues desde hace un tiempo o has leído la página Quién soy de esta web, es
posible que sepas que el mayor dolor que he tenido que atravesar ha sido la muerte
de mi padre, que ocurrió cuando yo tenía 1 año. Quiero explicarte cómo fue el
proceso a nivel corporal cuando lo viví con 24 años.
Me desperté de repente un sábado por la noche. Apenas podía moverme. El dolor
empezaba cerca de mi omóplato derecho y me atravesaba la espalda. Nunca había
sentido una tensión muscular tan fuerte. No estaba en mi cama, pues aquel era uno de
los fines de semana en los que iba a una casita en el bosque para mi formación en
Terapia de Movimiento.
Tuve que despertar a Lidia, la compañera que dormía al lado. Con lágrimas en los ojos y
su ayuda, me senté en el sofá. Tomé un ibuprofeno y traté de descansar lo que quedaba
de noche.
6 pasos para
sea. Quizá es un dolor de vientre, las cervicales
La semana pasada te comenté que la tensión en el cuello está relacionada con querer
mantener el control de las emociones. Por mucho que nosotras queramos, no podemos
tenerlo todo bien atado y planificado; por lo tanto, para evitar frustraciones, lo mejor
es cambiar nuestra actitud frente a ello. Una buena forma es tratar de liberar la
tensión que hay en nuestras cervicales. Así, como cuerpo y mente forman un todo
indivisible, con un cuello libre de tensiones, podemos preparar el terreno para aprender
a fluir con los acontecimientos de la vida. Así pues, te presento un ejercicio de
Terapia de Movimiento Libre dividido en 6 pasos que te ayudarán a ello.
1. Ponte de pie
Busca un lugar en el que te sientas cómoda y en el que sepas que nadie va a
molestarte. Si es necesario, pide que te dejen unos instantes de soledad. Encuentra esos
15 minutos para ti.
Busca un lugar de la sala que te llame la atención: puede ser el centro, en un rincón,
sobre la alfombra… Descálzate y quédate de pie.
2. Aposéntate sobre tus pies
Abre tus piernas a la anchura de las caderas. Fíjate en tus pies. ¿Están totalmente
planos o el peso recae más sobre alguna de sus partes? Quizá tus puntas sostienen
toda la tensión, quizá los talones, el lado derecho o el izquierdo.
Cuando te sientas conectada con ellos, reparte el peso a partes iguales. Para
ello, levanta los dedos de los pies y sepáralos. Puede resultarte algo difícil si no estás
acostumbrada a este movimiento. Pero no te preocupes, hazlo hasta donde
puedas. Manteniendo esta separación en los dedos, colócalos sobre el suelo,
empezando por el meñique hasta el dedo gordo, uno por uno.
Con los dedos expandidos en el suelo, como un abanico abierto, tómate unos instantes
para observar tus pies.
Ahora haz un recorrido por todo tu cuerpo, empezado por abajo. Tienes que tratar
que no haya ningún punto de tensión. Si lo hay o hay algún lugar donde estás
sosteniendo los músulos, llévalo hasta los pies. Deja que todo recaiga sobre tus
plantas, tus raíces.
Empieza el recorrido por tus piernas; deja que las rodillas estén ligeramente dobladas,
ni muy dobladas ni totalmente rectas, busca el punto intermedio donde las sientas
liberadas de tensión. Fíjate en tu cadera, balancéala adelante y atrás para buscar el
punto donde no esté soportando ningún peso. Mantén el tronco erguido, con el pecho
abierto. Estira y ensancha tu columna vertebral. Deja que tus hombros y
brazos caigan hacia el suelo, ningún peso sobre los hombros. Detente aquí y
obsérvate. Sin juzgarte.
Puede que te cueste descargar la tensión en tus pies. Es totalmente lícito, ya que no
estamos acostumbradas a ello. No te frustres si eso ocurre; toma nota mental y sigue
intentándolo las veces que quieras.
Este último paso es para sacar notaza. Si no te sientes preparada, puedes quedarte en el
paso anterior.
Mantén la mirada hacia el infinito, tanto si tienes los ojos abiertos como si los
tienes cerrados. Poco a poco, en contacto con el atlas, empieza a andar. Intenta que
sea esta zona, la primera vertebra, la que dirija el movimiento. Si, por ejemplo,
quieres ir hacia la derecha, haz que el giro empiece por tu cabeza y el cuerpo siga. Sólo
tienes que procurar mantener el contacto con el atlas y poner la intención de que sea él
el que dirija tus movimientos.
Fíjate también en cómo te sientes con esta forma de desplazarte. ¿Crees que es
natural o te resulta complicado? ¿Te sientes llena de gracia o pareces un pato
mareado? ¿Te sientes libre o constreñida?
Por último, vuelve a la sala en la que te encuentras. Dirige tu atención hacia el
exterior. Escucha los ruidos que vienen desde fuera, siente la temperatura del lugar, la
luz y la sombra. Prepárate para volver a tus actividades cotidianas manteniendo esa
conexión con el atlas.
Si te apetece hacer este ejercicio, tienes dos opciones. Puedes releer el artículo y
concentrarte para recordar todos los pasos. O bien puedes permitir que sea mi voz la
que te guíe, de forma que sólo tengas que concentrarte en sentir tu cuerpo al
máximo. Para ello, he preparado este audio con las instrucciones.
Hay una emoción a la que tengo un cariño especial. Es una de las consideradas
negativas, aunque yo no creo que haya emociones malas y buenas. No obstante,
reconozco que ésta es de las complicadas, de las que nos cuesta aceptar y tratamos de
esconder a toda costa. Aún así, cuando somos capaces de comprenderla y darle el lugar
que le corresponde, es una emoción sumamente poderosa. Estoy hablando de la
rabia.
Muchas tenemos problemas con la ira. En mi caso, ha sido uno de los sentimientos
que más he tenido que trabajar -y sigo trabajando- en mi proceso personal de
autoconocimiento. A nivel general hay dos posibilidades de actuar frente a ella.
Por un lado, están las personas que estallan. Las que se enfadan y empiezan a gritar.
Seguro que conoces a alguien que tiene lo que, a nivel coloquial, llamamos mal genio.
Por otro lado, están las personas que reprimen su rabia; cuando algo les molesta, tienen
grandes dificultades para mostrar su enfado. Lo habitual es que se callen y
traguen. Ninguna de estas dos opciones es satisfactoria.
Las personas que explotan a gritos acostumbran a generar más tensiones a su
alrededor; sus relaciones personales y sociales pueden resentirse si éste es su
comportamiento habitual. Incluso, algunas de ellas, pueden llegar a hacer daño físico.
A su vez, una vez les ha pasado el disgusto, es posible que carguen un gran sentimiento
de culpabilidad, debido a lo que han provocado.
Justo en el nivel opuesto están las personas a las que les cuesta expresar su
enfado. De hecho, si estás en este grupo, es posible que pienses que tú no te enfadas
nunca o que te cuesta mucho. El gran problema de estas personas es que, cuando
reprimen la ira, ésta se dirige hacia ellas. Al no expresar su disgusto, pueden acabar
tratándose mal a sí mismas de muy variadas maneras (desde pensar que no valen para
nada hasta autoinflingirse daño).
La rabia es muy potente. Tiene mucha energía. Y siempre busca salir. Siempre.
Sale de muy variadas maneras: enfados monumentales, comentarios llenos de rencor y
cinismo, desprecio hacia una misma, golpes, entre otras. Toda esta fuerza tiene una
función: busca el cambio. La furia aparece cuando se transgreden nuestros límites,
cuando ocurre algo que no nos gusta. Algo que queremos que sea diferente. Es entonces
cuando nos enfadamos.
Tenemos problemas con la rabia cuando no sabemos gestionar toda esa
energía. Sin embargo, cuando aprendemos a manejarla, podemos aprovechar toda
su fuerza para cambiar aquello que no nos satisface. Por ejemplo, yo acostumbraba a
molestarme mucho con los clientes en mi antigua empresa. Después de que esta
situación se repitiera muchas veces, me puse a analizar mi comportamiento. Fue
entonces cuando me di cuenta de que el problema lo tenía yo, no los clientes. No me
gustaba mi trabajo. Una vez aprendí esto, en lugar de enfadarme y quejarme de forma
habitual, usé esa energía para crear La escritora. Fue la rabia la que permitió que mi
vida laboral cambiara. Así de poderosa es cuando sabemos dirigirla en la dirección que
nos conviene.
Por esto, a lo largo de este mes, vamos a estar trabajando y hablando acerca de esta
emoción. Veremos cómo nos afecta a nivel corporal, nos fijaremos en las creencias que
nos enfadan y haremos ejercicios para soltar tensiones en los momentos críticos. Será
un mes fascinante.
Apúntate a la lista de correo y súbete al carro de las personas dispuestas a conocer
su ira. Te aseguro que, cuando te pones a trabajar tu furia de forma saludable, la
transformación que se produce en ti es inevitable.
Ahora te toca a ti. A lo largo de esta semana, trata de identificar aquellas
situaciones que te molestan. Fíjate en lo que ha ocurrido: ¿has estallado o te has
callado? ¿Qué has hecho cuando has sentido la emoción? ¿Cuál ha sido el motivo de tu
enfado? ¿Qué pensamientos han venido a tu mente? ¿Quién te ha disgustado?
Y tú, ¿cómo te enfadas? ¿Qué pasa cuando algo te molesta? Me encantará que me
lo expliques en los comentarios.
Imagina una manguera por la que corre el agua libremente. Imagina ahora que alguien
se acerca y la pisa. Lo que pasará es que el chorro se debilitará o no llegará a salir,
¿verdad? Lo mismo ocurre con nuestro cuerpo.
Allí donde hay tensión, la energía vital queda reprimida. La energía vital es nuestro
combustible, aquello que nos mantiene sanas y con vida. Este vigor tiene muchos
nombres. Es posible que te suene el Hara o el Qi, así lo llaman los hindúes y la
Medicina Tradicional China. Desde la Terapia de Movimiento, le llamamos Orgón.
O quizá eres una persona que no cree en energías e “historias raras” no comprobadas
por la ciencia. No hay problema, te invito a que pienses en este ímpetu como el
oxígeno que todas nuestras células necesitan.
Al reprimir una emoción, tenemos que suprimir los impulsos que nacen en nuestro
Hola!
A veces, cuando empiezo a trabajar con alguien, me cuenta con todo lujo de detalles
lo que le pasó en su infancia y adolescencia. A menudo, reconoce que el origen de
su pesar está allí, pero no sabe qué hacer para encontrarse mejor.
SABES cuáles son tus heridas emocionales si conoces lo que las provocó. Por
ejemplo: tus padres te abandonaron y ahora cualquier rechazo te hunde en la
miseria.
SIENTES tus heridas cuando vives los sentimientos que las causaron.
Siguiendo con el ejemplo: cuando lloras como la niña abandonada que fuiste.
La terapia corporal es una herramienta excelente para sanar desde el sentir; porque
te conecta con el cuerpo, el lugar donde residen las emociones.
Para salir de esa situación, es importante que descubras qué hiciste de pequeña
PASO 3 Identifica
ante los problemas tu estrategia de supervivencia
que viviste.
Es decir, hay que saber cuál fue tu estrategia emocional para sobrevivir en
esa situación que no sabías cómo gestionar.
Para ello, te voy a explicar las 5 heridas más habituales y sus consecuencias
emocionales.
Ahora te toca a ti. Responde estas preguntas:
Herida de rechazo:
Herida de sobreprotección:
Hubo amor por parte de las figuras afectivas, pero estuvo sometido a
condiciones (ejemplo: si te comes todo lo que hay en el plato, mamá estará
contenta). Se le imponen muchas reglas frente a las que no se le permite rebelarse.
Se forma entre el primer y tercer año de vida, cuando las criaturas empiezan a ser
independientes.
5 pasos para curar tus heridas emocionales
¡Hola!
Hasta ahora, hemos estado revisando tu pasado. Reconozco que no es un ejercicio fácil;
si has vivido momentos de dolor, pueden surgir sentimientos difíciles de digerir. Si no han
aparecido, tranquila, bloquear el malestar también es normal.
La buena noticia es que tienes otra oportunidad. Ahora eres adulta y puedes aprender
otra forma de gestionar el dolor emocional.
¿Y cómo se consigue?
Atendiendo a esa parte de ti que está dolida, a la que todavía le escuece esa herida del
pasado.
Para ello, hay que abrir la lesión y dejar que salga todo el pus y la suciedad acumulados.
Así, se convertirá en una bonita cicatriz que no molestará.
Una vez revisado tu pasado, es el momento de la primera parte del proceso: abrir la
herida y limpiarla.
Y eso lo conseguirás viviendo las emociones difíciles que tu “yo” del pasado reprimió.
Al igual que hay una parte de ti que está dolida, hay otra que quiere cambiar y sentirse
mejor. Pero también hay otra parte que se resiste, que hace lo posible para que todo siga
igual.
Por eso, aunque intentes pensar en positivo, o tratarte mejor, o cambiar tus hábitos, fallas.
Porque esa parte lo bloquea. Este mecanismo inconsciente tiene una función: protegerte
de tus emociones difíciles. Sí, justo las que hay que expresar para curar tu herida.
Y es aquí donde entra la figura del terapeuta. Cada uno tiene su estilo y metodología, así
que yo te contaré los míos.
Yo, como terapeuta, voy a ser tu espejo. Esto significa que, en tu proceso, vas a repetir
comportamientos o situaciones similares que te acercarán a tu herida. Y te lo mostraré.
Además, te ayudaré a descubrir tu herida principal, para que no nos vayamos por las
ramas. Buscaremos una transformación real. Para eso, hay que ir a la raíz de tus
problemas, a ese conflicto del pasado que no supiste cómo gestionar.
Cuando lleguemos ahí, yo te acompañaré y te daré herramientas para que expreses
tus emociones, las que hay que atravesar para sanar tu herida.
Lo haremos con el cuerpo, para llorar, gritar o gemir desde la profundidad. Evitaremos
técnicas superficiales y la autoayuda de baratillo.
Pero no nos vamos a quedar solo en eso. Durante todo el proceso, cuidaré de ti. Mi
preocupación máxima será que no te sientas sola a lo largo del tiempo que estemos
juntas.
El objetivo final será que aprendas a cuidarte, que seas más compasiva
contigo misma y que te trates bien. De esta forma, llegará un punto en el
que encontrarás tu refugio de paz y calma.
La guerra dentro de ti terminará y, por fin, te sentirás en paz. Pero de esto te hablaré
mañana
Si lo que las leído hasta ahora resuena contigo y sientes que necesitas una compañera de
camino hacia tu calma interna, responde este email y cuéntame qué te sucede.
Hoy quiero contarte una historia. La historia de cómo conseguí vivir tranquila, sin
dramas.
El principio de este relato inicia la mañana del 28 de julio de 2018. Los 10 días anteriores a
esa fecha, había estado en un retiro, meditando 10 horas diarias, y en completo silencio.
Había llegado con mucho ruido mental y mucha crítica interna, hacia mí y hacia los demás.
Durante esos 10 días, conseguí acallar bastante esa voz interna, pero ya empezaba a
tener ganas de volver a mi vida diaria. Me estaba aburriendo.
Sin embargo, en la mañana del último día, me enseñaron cómo terminar las sesiones
de meditación: centrándome en el amor.
Lo que tenía que ser un final bonito y agradable, se convirtió en un drama. Allí me di
cuenta de que había mucho amor dentro de mí, pero que no me abría a él por heridas
de la infancia. Esas heridas eran las críticas que recibí y ahora yo expandía por mi
mundo.
Hacia el final de esa experiencia, comprendí que podía abrirme al amor. Como
primer paso, decidí eliminar las críticas en mi vida.
Finalmente, me marché del retiro, volví a casa, disfruté de mis vacaciones y me metí en la
rueda de la rutina.
La enseñanza más grande que me llevé fue aprender a darme el amor que, hasta
ese momento, había buscado fuera.
Con ese amor, dejé las críticas y la pelea constante conmigo misma.
A pesar de que a veces la vida sigue poniéndome retos (personales o externos, como la
situación a la que nos ha llevado el coronavirus), encuentro mi calma. Porque cada día
tengo la oportunidad de acceder a mi refugio personal de amor, paz y armonía.
Tu cuerpo y emociones te guiarán hacia él. Si necesitas alguien que te acompañe, que te
ayude a superar obstáculos y bloqueos, estoy aquí para ti. Voy a entregarte todo el amor
que hay en mí para que encuentres el tuyo propio.
Te levantas con el odioso despertador. En el mejor de los casos, desayunas un café con
tostadas antes de que sea demasiado tarde. En el trabajo, intentas esforzarte entre
reuniones, llamadas, el compañero pesado o los niños jugando en el salón, los Whatsapp
de tu familia y las notificaciones en Redes Sociales. Comes cualquier cosa rápida.
Por la tarde, te apetecería echarte una siesta o tener tiempo para ti. Pero tienes que
seguir el ritmo. Quizá trabajas más. O quizá te toca pasar tiempo con tus criaturas (o tu
pareja, o familiar de 4 patas). O limpiar la casa. Te preguntas si los demás tienen energía
infinita.
Llega la noche y estás demasiado cansada para cocinar, así que preparas unos filetes
empanados con patatas o una pizza congelada. Acuestas a los niños y te derrumbas en el
sofá para ver cualquier chorrada. Por la mañana, estás agotada.
En una sociedad como la nuestra, vivir relajada es cada vez más difícil. Tienes que
cumplir con todo, aunque la salud se quede por el camino.
Cuando estás en tensión contante, tu sistema nervioso autónomo se acelera. Esta parte
del sistema nervioso dirige todas las funciones corporales que no controlas
conscientemente: el movimiento intestinal, los latidos del corazón, la sudoración, entre
otros.
El sistema nervioso autónomo se activa en situaciones de peligro, ya que
su función es darte energía para huir del peligro.
Es muy útil si tienes que salir corriendo en un robo. El problema es cuando el peligro es tu
día a día. Cuando tu rutina se ha vuelto demasiado estresante, todas tus actividades
corporales inconscientes están aceleradas.
La solución a esta situación es bajar al cuerpo. Bajar al cuerpo, sentir tus sensaciones
físicas, es una buena manera de relajarte. Incluso si tienes ansiedad y te asustan tus
reacciones corporales, escucharlas sin juzgarlas te permitirá aflojar la tensión.
En él, te voy a ir guiando por los 61 puntos de distensión autónoma. Tú solo tienes
que seguir el recorrido y sentir tus sensaciones físicas en ese lugar.
Si llevas un tiempo en esta comunidad, quizá lo recuerdes, porque lo compartí hace más
de 3 años. De hecho, está grabado en mi casa antigua, ya no vivo ahí.
Porque he pensado que quizá ahora estás "volviendo al cole" y te irá bien para
combatir el estrés que supone retomar tu día a día.
Porque, en dos semanas, mi vida ha dado un giro radical. Y necesito tiempo para
adaptarme a lo que está por venir. Pero esto te lo contaré el próximo jueves,
donde también te hablaré de la envidia.
Por hoy, dedica unos minutos a estar en tu cuerpo. Solo leer no sirve de nada. Pasar a la
práctica es esencial. Siéntete
LOS 5 BLOQUEOS Y HERIDAS DE LA INFANCIA
Visualización Creativa.
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