Pasos para Curar Tus Heridas Emocionales SOY CUERPO

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pasos para curar tus heridas emocionales

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¡Bienvenida!

Te doy la enhorabuena por estar leyendo estas líneas. Que estés aquí, significa que te
estás haciendo responsable de tu vida.

¡Y no sabes la de gente que lo evita! Porque es más fácil fingir que no pasa nada, o echar
la culpa a otros, o evadirse de los problemas con adicciones varias.

Pero que eso sea más fácil, no implica que sea mejor.

Estoy convencida de que el camino hacia el equilibrio emocional pasa por atreverte a
mirar hacia adentro. Así que, ¡vamos a por ello!

Primero de todo, quiero explicarte qué vas a recibir por haberte apuntado a 5 pasos para
curar tus heridas emocionales. En resumen, esto es lo que haremos:

 Día 1: 1r paso. Revisa tu propia historia, con un ejercicio de escritura. Lo tienes en


este email.
 Día 2: 2º paso. Escucha a tu cuerpo, con un ejercicio de movimiento.
 Día 3: 3r paso. Identifica tu estrategia de supervivencia, con otro ejercicio de
escritura.
 Día 4: 4º paso. Atraviesa el dolor, donde te contaré cómo superar los bloqueos en
tu proceso de cambio.
 Día 5: 5º paso. Date todo el amor que mereces, en el que te explicaré cómo
encontrar tu refugio de calma.

Los emails tendrán, como asunto, el número del paso y los títulos que lo acompañan. Por
eso, el asunto de hoy es "Paso 1. Revisa tu propia historia." Así nos aseguraremos de que
los tengas en orden.

Una vez puestas en situación, empecemos por el principio

1r paso. Revisa tu propia historia,


Imagino que, si te has apuntado a este mini curso, es porque tienes alguna
dificultad en tu vida: una relación que no funciona, te falta energía y vitalidad, sientes
angustia o ansiedad, emociones como la tristeza y el miedo te persiguen, te falta
seguridad en ti misma, u otros malestares.

Para sanar estos conflictos del presente, es importante que hagas un


repaso de tu pasado. El origen de lo que ahora estás viviendo reside ahí.

Es probable que en tu infancia vivieras momentos estresantes ante los que tuviste que
reprimir tus emociones. Quizá te dejaron sola mucho tiempo, o te pidieron que no
gritaras, o recibiste malos tratos, o no te dejaron libertad, o te obligaron a ser responsable
antes de tiempo.

Ante estas situaciones, una niña o un niño experimenta sentimientos que no sabe cómo
gestionar (miedo, tristeza, rabia, culpa…). Por eso, de forma inconsciente, evita el dolor
emocional. Y lo hace tensando su cuerpo.

Esa manera de defenderte ante el malestar es la misma que usas ahora. Y ya no te sirve
seguir con ese patrón de comportamiento.

Pero no nos adelantemos a los acontecimientos. Por ahora, te propongo un sencillo


ejercicio.

En una libreta o en tu ordenador, escribe tu historia de vida. Se trata de que


expliques todo lo que has vivido desde que naciste hasta el presente. También
puedes incluir dificultades que tuviera tu madre o tu familia mientras estuviste en el
vientre materno.

No es necesario que sigas un orden concreto, ni que empieces por el


nacimiento. Inicia tu relato como tú prefieras, por aquella idea o recuerdo que
aparezca antes. Y déjate llevar. No pienses en lo que estás anotando. Y, sobre todo,
no lo juzgues. Así, dejarás paso para que aparezcan tus memorias más
significativas.

Si has olvidado tu infancia, apúntalo y relata los detalles que te hayan


contado. ¡Seguro que hay algo!

Una vez hayas terminado, lee tu historia de vida y responde estas preguntas:

 ¿Qué es lo que destacarías? ¿Qué situaciones o momentos son los más


significativos?
 ¿Cuál es el momento o situación más difícil? Puede haber más de uno.
 ¿Cómo crees que te sentiste ante esas dificultades?
 ¿Recuerdas si hiciste algo para superarlas? Si lo recuerdas, anótalo.
 ¿Has incluido algún recuerdo de felicidad? Si no lo has nombrado, ¿por qué
crees que ha sido así?

Hasta aquí llega mi propuesta por hoy. Mañana podrás contrastar tu historia de vida
con los sentimientos que hay en tu cuerpo.

Si lo deseas, cuando hayas terminado, me gustará que me cuentes tus conclusiones


acerca de este ejercicio. Para ello, puedes responder este mismo email. Tu reflexión
llegará directa a mi bandeja de entrada.

Te abrazo,
 
Nuria.

tensando su cuerpo. La relación entre cuerpo y


emocioneshttp://laescritoradetuvida.com/relacion-cuerpo-emociones/

¿Has notado que cuando llevas una temporada de mucho estrés empieza a dolerte
la espalda? ¿Te duele la cabeza después de una discusión con tu pareja? ¿Te
levantas por la mañana con fuerte dolor en las mandíbulas? ¿Llegas
extremadamente cansada a casa después de trabajar? Es posible que el origen de este
malestar se deba a una emoción reprimida. Una emoción que has vivido a lo largo
del día pero que has evitado expresar. La mayoría de veces esto se hace de forma
inconsciente. ¿Quieres saber cómo? La mejor manera de explicarlo es con un ejemplo.
Imagina que tu jefe empieza a gritarte en medio de la oficina porque, según él, has
hecho mal el informe que te pidió ayer por la tarde. Tú estás segura de haber seguido
pauta por pauta todas sus indicaciones porque sabes que es bastante pejiguero. Sabes
que has hecho bien el trabajo. Pero él no quiere bajarse del burro.
Tú te enfadas. Te dan ganas de darle cuatro gritos y, quizá, marcharte por la puerta
grande. Así que tu cuerpo empieza a mandar energía a la parte alta: brazos, pecho,
garganta y cabeza. Es ahí donde necesita la fuerza para defenderse. Ante un enfado,
necesitas fuerza para golpear y gritar.
Esto puede parecerte raro, pero piensa que nuestro cuerpo evolucionó muchos años
atrás. Sus mecanismos fueron programados adaptándose a aquella época. Los
enfados de nuestros antepasados probablemente se producían cuando alguien trataba de
introducirse en su territorio. Así que su única forma de defenderse era golpear y gritar
para mostrar su fuerza y superioridad. Por lo tanto, necesitaban energía en la parte alta
del cuerpo.
Pero no vivimos en la prehistoria. Y, por mucho que queramos, no podemos empezar
a pegar y gritar a nuestro jefe. No si queremos conservar el trabajo y no acabar con una
denuncia. Así que tenemos que adaptarnos y callarnos las ganas de decirle que es un
imbécil. La única forma de hacerlo es reprimir la energía del cuerpo.
Hay muchas maneras de bloquear la energía. Cada persona tiene sus propios
mecanismos que fueron aprehendidos en la infancia según sus experiencias vitales.
Después de tantos años, los hacemos de forma inconsciente y mecánica. Hay personas
que tensan la garganta y los brazos. Las hay que hinchan el pecho. Otras agachan la
cabeza y enmudecen. Haciendo esto, conseguimos reprimir la sensibilidad de la
zona, de manera que dejamos de sentir la emoción.
Ante la situación con tu jefe, tú también activas tu propio mecanismo para reprimir la
energía. Sin percibir cómo tensas los músculos para hacerlo. Hasta que al volver a casa
después de tu dura jornada de trabajo, te das cuenta de que te duele la cabeza. O las
mandíbulas. O sientes tensión en los hombros. Al reprimir el enfado, la energía se ha
quedado bloqueada en la parte superior. El cuerpo te avisa de ello con dolor y
tensión.
Muchas de nosotras no sabemos relacionar este dolor con el enfado reprimido. Así que
seguiremos reprimiendo todos los enfados hasta que el cuerpo mande una señal más
fuerte. Una señal que puede venir en forma de enfermedad. Porque esa es la única
manera que tiene el cuerpo de avisarnos de nuestras emociones. Con sensaciones, dolor
o, a veces, enfermedad. Si no le hacemos caso, cada vez nos manda una señal más
fuerte.
Hacer terapia corporal nos permite fijarnos en todo esto. Mediante los ejercicios de
contacto con nuestro cuerpo, podemos ver de qué manera reaccionamos a
diferentes estímulos y aprender a encontrar formas más saludables de actuar. Por
ejemplo, una persona que haya trabajado con su cuerpo, ante la discusión con su jefe,
podría haber ido al baño y meter un grito. O podría haber golpeado unos cojines al
llegar a casa. O podría haber mordido un trozo de tela gruesa. O, quizá, tendría
mecanismos para dar su opinión de forma asertiva. Hubiera buscado su mecanismo para
dejar salir la emoción que, en definitiva, es lo que nuestro cuerpo quiere que hagamos.
La terapia corporal nos permite reconocer nuestras emociones, aceptarlas y buscar
formas saludables de sacarlas al exterior. Esto es lo que yo trabajo con La
escritora de tu vida.
Si quieres saber cómo tu cuerpo reacciona a las emociones, apúntate a la lista de
correo. El próximo jueves mandaré un audio con el que podrás experimentarlo tú
misma. Sólo lo mandaré a las personas suscritas.

Ahora es tu turno. Cuéntame cómo vives las emociones. ¿Te cuesta sentirte enfadada,
triste, alegre…? ¿Sabes si esto te afecta de alguna manera?

El secreto que solo algunos terapeutas


conocemos

En las terapias occidentales, hay un gran olvidado. Y es ese olvido el que, a mi parecer,
ralentiza algunos procesos terapéuticos. Algunas personas podrían sanar sus heridas
antes si incluyeran este elemento al principio de su andadura en el autoconocimiento.
Estoy hablando del cuerpo. Tanto clientes como terapeutas tenemos que escuchar las
sensaciones corporales.
Algunos autores de Occidente, como Alexander Lowen con el Análisis Bioenergético,
https://www.youtube.com/watch?v=pHqf_EmveGE

Libera tus tensiones con la


bioenergética
sí han estudiado cómo usar el cuerpo dentro del marco en la terapia. Sin embargo, la
mayoría de corrientes psicológicas se basan en el estudio de la mente.
Pero cuerpo y mente son lo mismo. No hay uno sin otro. El uno puede afectar al otro, y
viceversa. No obstante, considero que sentir la corporalidad nos hace llegar más

profundo y rápido que la terapia basada en lo mental. El cuerpo habla claro, Por
qué escuchar tu cuerpo cambiará tu
vida
solo hay que comprender su lenguaje y prestarle atención.
En este artículo, voy a explicar qué puntos podemos descubrir si invitamos al cuerpo
dentro del espacio terapéutico.
En el cuerpo, están las emociones
He hablado de este punto en otros artículos del blog, así que lo voy a resumir.

Las emociones son reacciones corporales La relación


entre cuerpo Y
emocioneshttp://laescritoradetuvida.com/relacion-cuerpo-emociones/a las
situaciones cotidianas que se nos presentan en la vida.
Por ejemplo, la tristeza aparece en forma de lágrimas. Pero, además, “pide” que nos
hagamos una bolita en el sofá o nos quedemos en posición fetal, quiere que nos
recojamos hacia adentro.
Si tu actitud o la de tu paciente es muy diferente, hay una mala gestión del
sentimiento. Es decir, si una persona pone el pecho duro o sigue con la rapidez del día a
día para no llorar, estará reprimiendo la emoción.

Y la represión emocional no lleva a un buen lugar.

En el cuerpo, está la herida emocional


En la mayoría de los casos, hay que buscar cuál es la herida primigenia del
consultante; en qué momento o situación hubo un malestar tan estresante que no lo
soportó y se defendió.

En definitiva, hay que buscar cómo aprendió a suprimir los


sentimientos.
En la mayoría de los casos, esa represión sucedió en la infancia. Aunque no siempre es
así.

Cuando eres terapeuta corporal, sabes que esa defensa se hace con una
postura. Por eso, conoces qué tipo de cuerpos hay y cuál es la herida emocional que
carga cada uno.

No es lo mismo un cuerpo flaco y lánguido, que otro ancho y duro. El primero mostrará
una herida de falta de afecto y nutrición amorosa en los primeros meses de vida. El
segundo hablará de un conflicto de independencia, límites y autonomía personal.

En el cuerpo, sientes los conflictos. No los


razonas
Muchas personas llegan a mis sesiones contándome que ya saben lo que les ocurre:
papá o mamá hicieron o no hicieron tal cosa y eso les provoca dificultades en la
actualidad.

Muchas veces lo han aprendido tras años de terapia hablada. Ante esto, acostumbro a
decir que los hechos no importan.

Lo esencial para que haya un cambio real es vivir los sentimientos que
quedaron reprimidos.
La cabeza (o la mente) sostiene cualquier conflicto. Por ejemplo, el cliente podrá
encontrar los motivos y convencerse de que ha perdonado a sus cuidadores. El problema
será que eso no va a transformar nada en su vida actual.

Al entrar en contacto con el cuerpo, surgirá la rabia, la tristeza o el miedo que sintió
siendo una criatura. Eso es lo que hay que trabajar, hay que liberarlo y gestionarlo.

Cuando la herida sane, perdonará de corazón o le importará un pimiento lo del perdón.

Que nadie te obligue a perdonar


En el cuerpo, las mentiras no se mantienen
Hay personas que, para defenderse de una herida, se cuentan una historia que nada
tiene que ver con el conflicto original. Por supuesto, es un proceso inconsciente.
Como terapeuta, lo puedes ver con el lenguaje corporal. Si alguien te dice que el
problema está solucionado mientras cruza los brazos o hunde el pecho, tienes señales de
que la cuestión no está tan sanada.
En ese caso, conduzco a la persona hacia el cuerpo para que pueda experimentar el
problema desde ahí. A veces, los resultados sorprenden.

Por ejemplo, una vez hice una sesión con una chica que venía a consultar por su colon
irritable. Indagando en sus razones emocionales, ella creía que esa era la forma que
tenía su cuerpo para no mantener relaciones con hombres.

En su discurso, mencionaba el concepto de estar “encerrada” a menudo. Usé mi


intuición y la llevé a vivir ese encierro en su cuerpo.

Después, al desgranar su experiencia, reconoció que la relación en la que se sentía


encerrada era la que mantenía con su madre. Las molestias en su colon eran la
manifestación de ese encarcelamiento.

Con tu cuerpo, entiendes a tus pacientes


Todo el mundo tiene un cuerpo que percibe frente a la realidad. Hasta ahora, hemos
repasado cómo el cuerpo de tus clientes puede ayudaros a construir el proceso
terapéutico.

Pero tú también tienes un cuerpo que reaccionará a las situaciones que se presenten
en la sesión.
Si conoces tu lenguaje corporal, podrás aprovechar esos sentimientos
a favor del paciente.
Hace tiempo trabajé con una clienta muy especial. En un principio, ella inició las
sesiones porque sufría ansiedad por una gran represión emocional.

Desde la primera sesión con ella, mi cuerpo se llenaba muchos escalofríos. Por mi
herida emocional, sé que los escalofríos se me presentan cuando hay un tema
relacionado con la muerte en la etapa pre-natal. Así era en su caso.

Por eso, al compartir mis sensaciones con ella, quedó claro por qué había decidido
reprimir sus emociones. Así, en lugar de irnos por las ramas, fuimos a la raíz del
conflicto.

En la última sesión, compartiendo todo el trabajo con ella, hablamos de la muerte. Y yo


no sentí escalofríos. La herida había sanado. Así lo percibimos ella y yo. En ese
encuentro, decidimos que su proceso había terminado.

Como ves, el cuerpo puede darte mucha información dentro del marco terapéutico. Pero
esto es solo lo general. Sin embargo, cuando tienes la información teórica y la
experiencia personal de escuchar a tu cuerpo, tus sesiones alcanzan un nivel de
profundidad al que nunca antes habías llegado.

Me apena que todos estos recursos se pasen por alto cuando se trabaja solo con la
mente.

Por eso, he decidido celebrar el evento gratuito gratuito Aprende a


liberar tu estrés (y el de tus pacientes) con terapia corporal
A través de 3 videos, aprenderás:
 Qué es un cuerpo estresado y qué consecuencias vitales tiene
 4 formas básicas de afrontar las situaciones estresantes
 Cómo escuchar al cuerpo para descubrir la propia defensa o la de tus
clientes
 2 ejercicios de terapia de movimiento y escritura para poner en práctica
la teoría del evento
SOLO las personas apuntadas al reto recibirán los 3 videos del evento. ¡Empieza el
14 de noviembre!
6 pasos para descubrir la emoción
reprimida de tu dolor
corporalhttp://laescritoradetuvida.com/emocion-reprimida-dolor-corporal/
En el último artículo, te expliqué que las tensiones y dolores de nuestro cuerpo, muchas
veces están provocadas por emociones  La relación entre
cuerpo y emocionesque, de forma inconsciente, reprimimos a
lo largo del día.
Muchas de vosotras me preguntasteis qué puedes hacer cuando te duele algo y
sospechas que se debe a una emoción reprimida. La forma que te propongo de
hacerlo es adentrándote en tu cuerpo y sensaciones físicas. Por esto, he decidido escribir
un artículo explicándote en 6 pasos un ejercicio de Terapia de Movimiento Libre que
te permitirá acceder a esa información que hay en tu cuerpo.
¡Vamos allá!
Paso 1. Aterriza en el presente
Lo primero que tienes que hacer es buscarte un espacio y un lugar en el que puedas
estar en soledad. Si es necesario, pide no ser interrumpida.
Pon una música que te resulte agradable. O, si lo prefieres, puedes usar esta lista.
Muévete por la sala en la que estás. Descúbrela como si fuera la primera vez que
estás en ella. Por ejemplo, fíjate en el color de las paredes, en la textura del suelo, en la
luz y la sombra del momento, en las temperaturas de los diferentes materiales, en el olor
de los objetos. Fíjate en aquello que llame tu atención.
Puedes usar todo tu cuerpo para explorar el espacio; puedes apoyar la espalda o
acariciar con los pies. No te limites a usar las manos y la vista. Busca diferentes
posibilidades.
Mientras vas explorando, trata de no aferrarte a tus pensamientos. Si aparecen,
vuelve a centrar tu atención en aquello que estás observando.
Llegará un momento en el que te sentirás más conectada con el presente. Lo sabrás
porque habrás empezado a bostezar, tus ojos lagrimearan o, de repente, te apetecerá
estirar el cuerpo como si acabaras de levantarte.

Cuando esto ocurra, puedes empezar el siguiente paso.

Paso 2. Calienta el cuerpo


Cuando quieres hacer deporte, lo normal es calentar antes para evitar lesiones. Con la
Terapia de Movimiento Libre es parecido. No puedes esperar entrar en contacto con
aquello que te duele si no has preparado el cuerpo. Por eso, ahora puedes empezar a
explorar tu cuerpo de la misma forma que has hecho con la sala. Las posibilidades
son infinitas, tantas como se te ocurran. Puedes bailar, estirarte, movilizar las diferentes
partes o hacer algún ejercicio que conozcas (yoga, tai chi…).
Lo importante es que te fijes en las sensaciones que aparecen. No tienes que hacer el
ejercicio de forma perfecta, sino que tienes que observar qué sientes al hacer ese
movimiento. Puede que empieces a experimentar cosquilleos, sensación de frío o
calor, presiones, tensiones, pesadez o ligereza, partes separadas o unidas, etc. Esto
solo son ejemplos, hay infinidad de sensaciones físicas que ahora pueden aparecer.
Obsérvalas sin juzgarlas o sin buscar los motivos por los que aparecen.
Paso 3. Mueve tu dolor
Cuando te hayas acostumbrado a recibir los estímulos sensoriales de esta forma,
puedes dirigirte a esa zona que más te duele o está más tensa en este momento. Se
trata de hacer lo mismo que has hecho hasta ahora, pero con esa parte específica.
Deja que tu intuición o cuerpo sean los que la muevan, sin dirigir tú. Tú solo tienes
que preocuparte de ir percibiendo las sensaciones que aparecen, igual que antes.
No te quedes en la capa superficial del dolor. Insiste, sumérgete en él de la forma en la
que se te ocurra: masajea, mueve, retuerce, baila… Cualquier cosa es válida
mientras te sirva para adentrarte en las sensaciones de tu dolor o tensión.
Paso 4. Expresa tus emociones
A medida que vayas adentrándote en tu dolor, es posible que vaya apareciendo una
emoción. Puede que, de repente, empieces a sentirte muy cansada, te enfades o te
pongas triste, por ejemplo.
Permite que esas emociones estén ahí. No las reprimas, aunque te resulten
incómodas. Deja que aparezcan, tomen su espacio y, en la medida de lo posible,
exprésalas. Si te sientes enfadada, puedes gritar o golpear. Si te sientes triste, permite
que afloren las lágrimas. Si estás cansada, estírate y relájate.
Haz aquello que te pida el cuerpo. Tú mejor que nadie sabes lo que tienes que
hacer. Concédete expresar esa emoción, sin juzgarla, sin pensar que es irracional. Esa
emoción está ahí, así que permítele estar ahí. Dale un lugar. Forma parte de ti.
Si llega un momento en el que te resulta demasiado fuerte, te irá bien hacer un
enraizamiento. Cómo dejar los pensamientos
molestos atrás
En el vídeo del link te explico cómo hacerlo. Pero no temas, no aparecerá nada que
no estés preparada para afrontar.
Paso 5. Vuelve a aterrizar en el presente
Poco a poco, cuando te sientas aliviada, ves depegándote de esa emoción.
Ves volviendo a la sala en la que estás. Vuelve a fijarte en los elementos que la
componen, en el ruido que viene de fuera, en las luces y sombras, en la temperatura, etc.
Vuelve otra vez al momento presente. Puedes andar por la sala o acariciar sus
diferentes elementos. Lo que te vaya mejor para volver al aquí y ahora.
Paso 6. Escribe y reflexiona
Cuando te sientas preparada, coge papel y bolígrafo. Escribe acerca de tu
experiencia. Sin pensar demasiado en lo que vas a escribir, deja que fluyan las palabras
sin procesarlas por el pensamiento. Escribe lo que te apetezca, sin juzgarlo.
Si lo prefieres, también puedes contestar estas preguntas que te propongo: ¿qué
parte ha sido la que más te dolía? ¿Coincidía esa parte con la que te duele
habitualmente? ¿Por qué crees que ha aparecido esa emoción? ¿La puedes relacionar
con alguna situación de tu vida? ¿Qué puedes hacer a partir de ahora para aliviar tu
malestar?
En definitiva, se trata de permitir un lugar y un espacio para que puedas
adentrarte en ti misma. Este ejercicio es una herramienta para que puedas conectar
con tus emociones sin tener que pensar en ellas. Verás como, si usas tu cuerpo para
ello, la información te llega de forma directa, sin dudas.
Los ejercicios que propongo en La escritora de tu vida, tanto en los talleres como los
que grabo en audio, tienen unas características similares a este
Cómo dejar los pensamientos molestos
atrás
Tengo que pasar por el súper, el jefe hoy estaba de mala leche, tengo que comprar el
libro que mi hija necesita para el cole, mañana me vendrá la factura del seguro, mi
pareja está cambiando y no sé por qué, tengo que ordenar la casa, me gustaría escribir
una historia, tengo que llamar a los del gas… Así, hasta el infinito. ¿Te suena?

Vivimos en nuestra cabeza. Dejamos que la mente divague entre la maraña de


pensamientos que nos asaltan. Siempre hay cosas por hacer. Cosas en las que pensar.
Vamos de un lado a otro haciendo mucho. Pero ausentes de lo que es realmente
importante. Disfrutar de los árboles en tu paseo del trabajo a casa, jugar con tus hijos
en el parque, una buena conversación con tu pareja, un delicioso plato de comida que
has preparado. Cualquier experiencia que te produzca placer, felicidad o,
sencillamente, sea agradable.
La solución pasa por conectarte con tus sensaciones. Con tu cuerpo. Porque el
cuerpo no piensa: siente. Y, para ello, te propongo un ejercicio de bioenergética: el
enraizamiento.
El enraizamiento te servirá para conectar contigo misma. Cuando tengas un momento de
estrés, ya sea por todo lo que tienes que hacer o porque estás viviendo un momento
emocional difícil, haz este ejercicio. Es decir, cuando los pensamientos no te dejen en
paz, cuando estés llorando por una discusión, cuando estés enfadada por un
disgusto: enraiza. Verás cómo, al cabo de unos minutos, nada tiene tanta importancia,
nada es tan malo cómo parecía.
Cuando hagas el ejercicio, es posible que aparezcan emociones o sensaciones difíciles
de soportar. Por ejemplo, cuando yo empecé a enraizar, pensaba que mis piernas no
iban a aguantar, que me iba a caer. Y eso me ponía triste. A menudo, acababa llorando.
La clave en estos casos es permitirte experimentarlo. No te cierres a esa vivencia. Solo
si la vives, podrás dejarla ir. Dejará de perseguirte.
Como en todo, claro está, cuanto más lo practiques, más fácil será que te conectes con
una sensación placentera de relajación. Lo ideal es que dediques 5 minutos al día
para enrraizar. 5 minutos para conectar con tu cuerpo y contigo. ¿Qué me dices? ¿Te
apetece probarlo?
Libera tus tensiones con la
bioenergética

Todas y todos tenemos tensiones musculares en mayor o menor medida. A unas nos
duele la espalda, a otras las cervicales o los hombros. Quizá nos duele mucho el vientre
cuando menstruamos o las migrañas controlan nuestra agenda.
Muy a menudo seguimos con nuestra vida, como si nuestro cuerpo no nos estuviera

Por qué
gritando que hay algo a lo que tenemos que atender.

escuchar tu cuerpo cambiará tu vida


Por desgracia, ignorar el malestar no lo hace desaparecer. Es por este motivo que te
propongo una forma de liberar esas tensiones: la bioenergética (también conocida
como análisis bioenergético).
La bioenergética es una terapia corporal creada por Alexander Lowen. La idea principal
sobre la que se sustenta es que los conflictos emocionales se expresan en nuestro cuerpo
mediante tensiones musculares. Por esto, Lowen diseñó una serie de ejercicios para
tratar las tensiones y, así, liberar su emoción reprimida. Al liberar la emoción, el
malestar disminuye o desaparece.

En este primer vídeo, hago una breve introducción a la bioenergética y explico los
fundamentos básicos para que puedas practicarla en casa.
https://www.youtube.com/watch?v=pHqf_EmveGE

Por qué escuchar tu cuerpo cambiará


tu vida
¿Cómo está tu columna vertebral ahora mismo? Fíjate en ella. ¿La tienes doblada,
erguida, encorbada…? Tómate un momento para notarla. Observa si tu cuello está hacia
adelante o hacia atrás. O si hay suficiente espacio en tu caja pélvica para acoger el
sacro. Si, por ejemplo, estás sentada con las piernas cruzadas, ¿qué tal si pruebas a
abrirlas, a permitir que haya algo más de amplitud? Recorre tu columna de abajo a
arriba. Tómate un momento para hacerlo.
¿Cómo la definirías? Si tuvieras que ponerle una palabra, una imagen, una sensación,
una textura… ¿Cómo dirías que está tu columna? Busca una frase que la defina.
Acabas de escuchar una parte de tu cuerpo, tu columna. Escuchar tu cuerpo es estar
atenta a la información que llega por su parte. Es detenerte a sentir lo que él
necesita.
Tu cuerpo está siempre contigo, acompañándote en todos los acontecimientos que
vives. De hecho, te relacionas con el mundo gracias a él. Sin cuerpo no podrías
interactuar con otras personas, con objetos ni con nada. Porque no hay nadie en el
mundo que sea solo una mente. Todavía no hay cabezas pensantes insertadas en líquidos
al estilo Futurama. Tú eres tu cuerpo.
Y tu cuerpo reacciona a los estímulos que se le presentan. Recibe un estímulo, lo
interpreta y da una respuesta. Esta respuesta viene dada en forma de sensaciones,
dolores, imágenes, movimientos o posturas concretas.

Esta es la forma que tiene el cuerpo de mandarte un mensaje. Un mensaje que habla de
ti, tu mundo interior, tus motivaciones, tus emociones, la forma en la que encaras la
vida.

Por esto, saber cómo él reacciona ante ciertas circunstancias, te permite saber
cómo reaccionas tú ante la vida. Te permite conocerte de forma profunda y directa. En
tu cuerpo no hay dudas. Hay conexión con lo que realmente deseas.
Y solo cuando sabes lo que quieres de verdad, puedes gestionar tu vida de forma más
satisfactoria. Puedes vivirla según lo que tú escojas, no lo que alguien ha escogido para
ti. Escuchar tu cuerpo te permite tomar decisiones en conexión contigo misma.

En resumen, el proceso vendría a ser así:


 No podemos separarnos de nuestro cuerpo a lo largo de la vida.

 El cuerpo nos manda información a través de sensaciones, dolores, tensiones y


emociones.

 Estas sensaciones y emociones hablan acerca de cómo somos nosotras, nuestras


creencias, nuestros miedos, nuestra educación, etc.

 Cuando somos conscientes de las normas que rigen nuestra vida, podemos
trabajar para cambiar lo que no nos satisface.

Así pues, ¿no merece la pena detenerse a escuchar nuestro cuerpo, conectar con él,
descifrar su lenguaje y conocer la información acerca de nosotras que contiene?
Si te interesa adentrarte en este mundo de información, estás en el lugar
correcto. Porque quiero transmitirte una forma de autoconocimiento a través del
cuerpo. Quiero acompañarte en el camino hacia tu interior y, para ello, puedo mostrarte
ejercicios corporales que te ayudarán.
Si te apuntas a la lista de correo, recibirás la clase gratuita Primeros pasos para
escuchar el cuerpo. Así, cuando te sientas nerviosa, desorientada, o cuando aparezcan
esos dolores y malestares que tanto te molestan, tendrás una forma de escucharte y saber
qué es lo que te ocurre. Hazte amiga mía y da el primer paso para escucharte.
Y, ahora, cuéntame cómo vives la relación con tu cuerpo. ¿Hay alguna cosa que te
moleste y te impida sentirte en plena forma? ¿Te duele mucho la espalda, la cabeza…?
¿Cómo lidias con los días en los que te encuentras mal? ¿Crees que hay alguna
conexión entre lo que vives y la forma en la que sientes tu cuerpo? Aquí tus opiniones
y vivencias son tan importantes como las mías. Me encantará leerte.

Foto: Unsplash.

Que nadie te obligue a


perdonarhttp://laescritoradetuvida.com/como-perdonar/
Hace unas semanas, en una sesión de terapia, una clienta me dijo: «estoy enfadada con
mis padres por cómo me educaron. Creía que los había perdonado, pero ahora veo
que no es así.»
Indagando un poco más en su respuesta, me contó que una de sus antiguas terapeutas la
había animado a trabajar el perdón. Tenía que perdonar a sus padres para sentirse en
paz consigo misma.

Algo parecido es lo que aseguramos frente a las criaturas: «venga, no llores y perdónale.
Que no pasa nada.»

Y sí que pasa.
Cuando una figura de autoridad te indica que lo adecuado es absolver de culpas, lo
haces. Pero lo haces desde la cabeza, desde el pensamiento.

Disculpas porque, según dicen, estar enfadada u odiar a alguien te


daña a ti misma o al otro.
Cuando eres una niña, eso es lo que te enseñan tus padres o tutores. Cuando eres adulta,
algunas de tus terapeutas o recursos de autoayuda insisten en lo mismo.

En definitiva, en nuestra cultura, dispensar las ofensas de los demás es casi


obligatorio. Pero, ¿realmente debería ser imprescindible?

Por el tono del artículo y el título del mismo, seguro que puedes intuir mi opinión al
respecto.

No. No tienes que perdonar a tus padres (o a cualquiera que te haya


hecho daño) si no lo sientes.
Y esto es lo importante: si no lo sientes. Porque si tu corazón te indica que no hay
ningún resquemor, genial. Es cierto que se vive en paz cuando sueltas la molestia con
esa persona.

No obstante, si tu emoción es diferente, al perdonarla de cabeza o por obligación,


estarás negando tu sentimiento.
Vamos a por un ejemplo, que siempre lo aclara todo. Como tengo una tendencia
narcisista bastante marcada, voy a usar una historia propia.

He hablado mucho de mi padre biológico en esta web. Sin embargo, pocas veces ha
salido papi, mi padrastro, el hombre con el que me crié y que representó mi figura
paterna durante 10 años.

Papi no fue un hombre cariñoso como yo necesitaba. Demasiado a menudo, me


trataba mal. Me gritaba; me amenazaba con que nunca iba a tener amigos; se burlaba de
mí por estar apegada a mi madre; me sentaba durante horas delante de un plato de
hígado encebollado (no me extraña que haya acabado siendo vegetariana); me humilló
frente a otras personas; e incluso, en una ocasión, me pegó una bofetada.
Cuando llegué a la adolescencia, sentí que no merecía ser tratado como un padre por mi
parte. Así que empecé a llamarlo por su nombre de pila. Lo odiaba.

Aunque dejamos de vivir juntos, seguí odiándolo durante muchos años. Cuando él
aparecía en la conversación, no podía evitar hablar mal de él y manifestar que era la
peor persona del mundo.

El odio surgía de mi profundo enfado hacia él. La niña que fui quería encontrar un
padre amoroso que la quisiera, que cuidara de ella, que la sostuviera. Al tener lo
contrario, mi herida infantil gritaba de rabia.
Cuando me inicié en el desarrollo personal, este fue uno de los primeros «temas» que
traté. Le escribí una carta. En esa carta le conté todo lo que él había hecho, cómo me
había hecho sentir, y cómo me había influido (tanto para bien como para mal).

Al final del escrito, como acto de reparación por sus hechos, le pedí que me ayudara a
sentir el abrazo de un padre.

Leí esa nota frente a su tumba. Al terminar, cerré el ritual escribiendo «te quiero, te
perdono» con agua azucarada en el sobre.

Un amigo con el corazón muy grande me acompañó y observó unos pasos más allá.
Cuando todo acabó, me reconfortó con un abrazo de oso mientras me susurraba que
había sido muy valiente.

7
Ese ritual me liberó porque me permitió expresar todo mi enfado

malestares que puedes tener si no


expresas tu rabia (y cómo
resolverlos)
 y pedir una compensación simbólica por todo el daño que había recibido en mi
infancia y preadolescencia.
Y, a la vez, me permitió observar otra realidad que yo había negado: papi también me
habá cuidado. A su manera, como a él lo habían criado siendo niño.

Al cabo de unas semanas, un día reconocí que ya no había rencor en mí. Papi ya no
era la persona más odiosa del mundo. Se había convertido en un ser humano con una
profunda herida abierta. Fue desde esa herida que lastimó a los que lo rodeábamos.
Por fin, le perdoné sinceramente.

Me he extendido bastante con el ejemplo. Pero ahora viene la moraleja, lo que tú, si lo
sientes y te apetece, puedes aplicar en tu vida.

Para mí, estos son los pasos que te permiten sentir el perdón desde el
corazón.

1. Dar un lugar a la emoción


Esa emoción de enfado, tristeza o miedo es lo que hay en tu herida infantil. O lo que
siente tu niña interna, como quieras llamarle.

Si te obligas a perdonar y lo haces desde tu cabeza, estarás negando la emoción que hay
en tu interior.

Y, como he explicado en anteriores ocasiones, un sentimiento reprimido solo genera

más dolor. 7 consecuencias de vivir con el


cuerpo tenso y dolorido

2. Expresar el sentimiento
Esto puede hacerse de múltiples maneras. Yo lo hice mediante una carta, porque
entonces todavía no sabía que podía soltarla con el cuerpo.

Otra forma de conseguirlo es en un entorno terapéutico, con un/a terapeuta que te


permita sentir el dolor de la criatura que fuiste.

Y, para ello, es importante que esa persona se haya concedido revivir su propia herida.

3. Si lo sientes, considera lo positivo de


esa experiencia o relación
Y, de nuevo, remarco que es importante experimentarlo. Desde la adultez, todas
entendemos (con la cabeza) que las personas lo hacemos como buenamente podemos.

No es eso. Se trata de percibir que esa persona o situación, de verdad, te ha traído cosas
buenas en la vida.
Te explico lo que yo puse en la carta, a modo de ejemplo.

Que papi estuviera en mi vida provocó que:

 yo creciera en una casa rural, rodeada de bosque y animales


 disfrutara aprendiendo los países del mundo y sus capitales gracias
al juego que inventó para ello
 me prometiera a mí misma buscar una pareja que estuviera en
consonancia con mi sistema de valores
 salvó mi vida el verano en el que nuestro bosque se incendió,
llevándome a un lugar donde las llamas no me alcanzaron
 me convirtiera en la persona que soy

4. Si quieres, pide una compensación


por el daño
De esta forma, abres una puerta a que él o ella reparen el dolor causado. Y, así, tú
obtengas lo que tu niña necesitó.

Yo pedí el abrazo de un padre amoroso. En su momento, creí que envolverme en los


brazos de mi amigo había sido suficiente. Unos meses más tarde, en un taller intensivo
de danzaterapia, encontré el verdadero cariño que anhelaba gracias a un hermoso y
fuerte árbol.

A partir de ahí, se inició el proceso de sanación por la muerte de papá (el biológico).

El dolor y la tensión en el cuerpo son


mensajeros de las emociones

5. No desestimes el poder de un ritual


Si va con tu forma de ser, transita estos pasos con una especie de ceremonia inventada
por ti. En los ritos, no importan las acciones concretas. Lo esencial es que creas en su
poder, que tengas fe en que eso va a ayudarte.

Yo escribí una carta, la leí en su tumba; para endulzar el final, puse por escrito lo que
sentía en el momento con agua azucarada, y pedí el abrazo de un amigo. Creía en eso.

Si tú confías en otra cosa, haz otra.

6. Deja que la vida te sorprenda


A veces, la reparación y/o el perdón no llegaran de forma inmediata. En otras ocasiones,
no se alcanzará nunca (y si no se consigue es porque en algún momento dejará de ser
importante para ti).
Por mi experiencia y la de mis clientas, lo primero que se vive es una gran liberación.
Cuando termina «la ceremonia», sientes que te has quitado un gran peso de encima.

Si tú vives otro tipo de sensación, también es válida. No te obligues a sentirte libre de


cargas. Recuerda que tus emociones son las importantes.

Con el paso del tiempo, algo cambiará. Quizá, por primera vez, notas el perdón desde el
corazón. O quizá tu herida ya no escuece tanto. O quizá te permites la libertad de ser
como tú quieras.

7. Un recurso más para seguir


investigando
Unos años más tarde de vivir la experiencia que te he contado hoy, descubrí una autora
que había resaltado la importancia de revivir las emociones difíciles en relación a los
padres.

Se llama Alice Miller y tiene varios libros en los que explica por qué es importante no
tapar las vivencias de tu herida infantil con el perdón mental.
Este es mini resumen de sus ideas con mis propias palabras. Pero, si este artículo ha
removido algo en ti, te recomiendo la lectura de El cuerpo nunca miente para adentrarte
en su filosofía.

En conclusión, si solo puedes quedarte con un mensaje de todo el artículo, quédate con
este:

No te obligues a compadecerte de aquellos que te dañaron. Permítete


sentir el dolor emocional y, si tiene que llegar, el perdón te alcanzará
de forma natural.
El único camino para estar en paz contigo misma es darte el permiso para vivir
todas tus emociones, sin controlarlas ni juzgarlas.
Si sientes que necesitas ayuda, puedo acompañarte.
Ahora, me gustaría conocer tu experiencia. ¿Cómo has trabajado el perdón en tu
vida? ¿Hay alguien a quien quieras perdonar? ¿Crees que hay algún sentimiento que
necesites trabajar antes? ¿Cómo te ha removido este artículo?

7 malestares que puedes tener si no


expresas tu rabia (y cómo
resolverlos) http://laescritoradetuvida.com/malestares-provocados-por-la-
rabia/
La rabia es una emoción que implica todo el cuerpo. No obstante, gran parte de la
energía se dirige a la parte superior (brazos, hombros y cabeza). Esto es así porque
nuestro cuerpo evolucionó hace millones de años, con nuestros antepasados.
Probablemente, ellos se enfadaban cuando alguien les robaba la comida o trataba de
introducirse en sus tierras. Ante esto, tenían que mostrar su superioridad. La forma más
fácil era golpeando o gritando. Si miras este vídeo hasta el final, verás a lo que me
refiero. https://www.youtube.com/watch?v=n6m2bu8fYk4
Nosotras tenemos un cuerpo muy parecido al suyo. Pero hoy en día no podemos gritar
o golpear en cualquier momento, así que muchas veces reprimimos nuestras
ganas. Para ello, tensamos el cuerpo; pero toda esa energía que no ha salido hacia el
exterior se queda en nosotras y nos acaba generando algún malestar. Aquí tienes
algunos ejemplos.
1. Dolor de cabeza
Es posible que, al enfadarnos, empecemos a darle vueltas a la cabeza a una misma
situación. Imaginamos los motivos por los que alguien actúa así; nos recreamos en el
daño que nos produce; pensamos en las miles de respuestas ingeniosas que podríamos
haber dado; nos lamentamos por no haberlas dicho… Todos estos pensamientos, son
energía acumulada en la cabeza. Si seguimos pensando así, nuestro cuerpo terminará
pidiéndonos que lo dejemos atrás. Su forma de hacerlo es mandarnos una
migraña.
2. Dolor de garganta/afonía
Cuando callamos algo o no lo expresamos de forma satisfactoria, tenemos que
cerrar la garganta. La energía se detiene en este punto y crea tensiones que podrán
derivar en cualquiera de los dos malestares.
3. Tensión en los hombros
No es recomendable pegar puñetazos a quien nos haga enfadar, porque la violencia
sólo genera más violencia. No obstante, a veces tenemos que reprimirnos para no soltar
alguna torta. Para ello, tensamos los hombros; de forma que la energía no salga
hacia afuera. Esta represión puede terminar con unas buenas contracturas.
4. Giba de viuda o cifosis
La cifosis ocurre cuando una persona opta por no expresar la rabia durante mucho
tiempo. Si te fijas en la posición de la columna, encorvada hacia delante, verás como
indica sumisión. Las personas con esta desviación han mantenido, durante mucho
tiempo, una actitud de obediencia, a pesar de que estuvieran actuando en contra de
sus principios.
5. Problemas de visión
Ante un enfado, otra opción es «no querer verlo» o deformar la realidad para que
se adapte a nuestros gustos. Así pues, la energía de la rabia se dirige hacia los ojos, de
forma que los tensiona para que no veamos o veamos borroso. El Método Bates, para
mejorar nuestra visión de forma natural, defiende que muchos defectos visuales se
deben a la tensión acumulada en los músculos oculares.
6. Bruxismo
Es la consecuencia directa de callarnos los enfados. Consiste en apretar las
mandíbulas o los dientes. Puede producirse durante el día o la noche. Si queremos
decir algo, la energía iracunda se dirigirá a nuestras mandíbulas. Pero, si no lo
expresamos, tendremos que esforzarnos para cerrar la boca. El bruxismo, a su vez,
puede provocar dolores de cabeza o de oído.
7. Depresión
Cuando la rabia no se dirige hacia el exterior, se dirige hacia nosotras mismas. Así,
es posible que acabemos teniendo pensamientos del tipo «no sirvo para nada», «todo
es culpa mía» o «nadie valora lo que hago.» Desvalorizarnos nunca es la solución,
porque no hace más que agravar el problema, transformando esa rabia en una tristeza
profunda que, mantenida en el tiempo, puede terminar en una depresión.
Si quieres evitarte estos malestares o los que tu cuerpo genere de forma natural cuando
la ira te invade, tienes que buscar un entorno seguro para dejar salir toda esa energía,
porque es lo que el cuerpo demanda. Es necesario que busques un momento y lugar
para expresar tu rabia, de forma que puedas hacerlo sin herirte a ti misma ni a los que
te rodean. Si la dejas salir, la energía podrá transmutar y encontrarás soluciones
mucho más satisfactorias ante tus enfados.
Por esto, te he preparado este vídeo. En él, te explico dos ejercicios que puedes
hacer en tu casa cuando te enfadas. Ten en cuenta que estos ejercicios pueden resultar
muy abrumadores, según el tiempo que lleves sin expresar tu rabia. Por eso, si en algún
momento notas que la emoción te supera, haz el enraizamiento. Te ayudará a
recobrar la calma.

7 consecuencias de vivir con el


cuerpo tenso y
doloridohttp://laescritoradetuvida.com/consecuencias-vivir-tension-y-dolor/

Cuando te duele el cuerpo es un fastidio. Toda tu vida se ve afectada. Incluso las


actividades más simples pueden convertirse en una odisea imposible de llevar a cabo.
Como te expliqué la semana pasada, es importante escuchar el dolor, la tensión y el

El dolor y la
malestar, ya que tienen un mensaje que darnos.

tensión en el cuerpo son mensajeros


de las emociones Si nuestro cuerpo se queja, es porque tiene
algo que decirnos.
Sin embargo, reconozco que a veces da pereza adentrarse en él y remover el malestar,
tanto el físico como el emocional. Por eso, quiero explicarte las consecuencias que
puede traerte hacer oídos sordos a sus señales.
1. El dolor que no atiendes, se convertirá en algo peor
Si reparas a tiempo al malestar, podrás darte aquello que necesitas. Si no lo haces,
la exigencia tendrá que ser más fuerte.
Te voy a dar un ejemplo que me sucedió hace un año, cuando estaba preparando el
lanzamiento de esta web. Llevaba muchos días sintiendo que el cuerpo me pedía
descansar. Pero tenía una lista interminable de cosas por hacer, así que me pasaba
el tiempo de ocio trabajando y quitando horas al sueño. No quería parar, porque
descansar significaba no llegar a mi objetivo (eso es lo que yo creía).
Seguí así hasta que un día me subió la fiebre y empecé a sentirme como si hubiera
cogido la gripe. Tuve que dormir casi 24 horas para restablecerme. Si hubiera
descansado cada día un poco, es probable que no me hubiera enfermado.
2. Tienes problemas para gestionar tus emociones
Todas las enfermedades tienen un componente emocional que, en definitiva, es lo
que debemos buscar cuando nos proponemos escuchar el mensaje tras el dolor, la
tensión o el malestar. Cuando no lo hacemos, esas emociones buscan otros caminos.
Un familiar mío llevaba mucho tiempo con dolor de muelas. Se le había infectado la
muela del juicio y estaba tomando calmantes mientras esperaba que lo operaran.
Cuando todo había pasado, se dio cuenta de que la espera estuvo cargada de
rabia. Pasó los días saltando de un enfado a otro por tonterías sin demasiada
importancia. Quizá si hubiera atendido a su enfado original, aquel que “se había
enquistado” dentro de él, podría haber evitado todos los demás.
3. No disfrutas de la vida
Si el dolor es fuerte, no puedes evitar su omnipresencia. ¿Te ha pasado alguna vez que
estabas en una actividad placentera y no has podido saborearla por algún tipo de
malestar? A mí sí, muchas veces.
Me encanta viajar y conocer lugares nuevos. No obstante, alejarme de mis costumbres
cotidianas y rutinas me produce cierta ansiedad basada en el miedo. En mi cuerpo, esto
se traduce en molestias estomacales. Así, puedo estar visitando los maravillosos
bosques de la Selva Negra y estar fastidiada por dolor en la tripa.
4. El dolor te impide hacer ciertas actividades
Este punto está relacionado, en parte, con el anterior. Cuando sientes malestar, te ves
obligada a eliminar ciertas tareas de tu rutina, ya sean tus quehaceres diarios o tus
actividades de ocio.
Si te gusta salir a correr, no podrás hacerlo con un ataque de ciática. Si te levantas
con migraña, es posible que no te apetezca ir a comer con tus amigas (y, si vas, no lo
disfrutarás tanto). Si sientes calambres menstruales, es posible que no quieras llevar a
tus criaturas de paseo.
Imagina que la tensión se mantiene en el tiempo. ¿Cuántas cosas estás dispuesta a
perderte por ella?
5. Los medicamentos pueden dejar de hacerte efecto
Si acostumbras a tomar algún medicamento para aliviar el dolor, es posible que tu
cuerpo acabe acostumbrándose a esa dosis. Si eso ocurre, tendrás que aumentar la
cantidad o bien tomar un medicamento mucho más agresivo.
El problema es que las medicinas químicas van asociadas a efectos secundarios. Por
ejemplo los antibióticos matan la flora bacteriana que habita en los intestinos y es
necesaria para asimilar los nutrientes de la comida. Cuanto mayor sea la dosis o más
potente el medicamento, es posible que los efectos secundarios sean más frecuentes y
habituales.
6. El dolor y la tensión pueden llegar a extenderse y afectar
cada vez a más áreas de tu cuerpo
Una tensión localizada en una zona, puede afectar a los órganos o músculos cercanos;
porque una tensión no atendida, se va haciendo más grande, ya sea en intensidad o
en localización.
Por ejemplo, si tienes una contractura en las lumbares durante mucho tiempo,
puedes acabar desarrollando una infección de orina. Las contracturas hacen que los
músculos queden tensos, de forma que el flujo de sangre se hace más lento o se detiene.
De esta forma, se crean grupos de deshechos que no pueden ser filtrados correctamente
por los riñones y acabar causando, así, una infección de orina.
7. Tu postura corporal se ve afectada
Cuando te duele un músculo, es posible que limites su uso. Esta limitación provoca
que crees nuevos movimientos o posturas, con tal de no utilizar aquella parte
afectada. No pasará nada si sigues esta estrategia durante unos días. Sin
embargo, con el tiempo, puedes llegar a modificar tu postura de forma

¿Sientes dolor o
que tu vitalidad se vea reducida.

tensión? Prueba este ejercicio


 

Estas son algunas de las consecuencias de dejar que el dolor, la tensión y el malestar
vayan ganando terreno en tu vida. En base a esto, puedes escoger. ¿Qué te compensa
más? ¿Escuchar las necesidades del cuerpo, que son las tuyas? ¿O bien esconder el
dolor y asumir las consecuencias que pueda tener?
Quizá piensas que la respuesta correcta es escuchar siempre las necesidades del cuerpo.
Pues no.

Ahora que conoces las consecuencias, me gustaría que tomaras tus decisiones con
conciencia. A veces preferirás asumir un dolor mayor más tarde. Y otras querrás
adentrarte en tus tensiones para descubrir tus emociones reprimidas.
No se trata de escoger una de las dos opciones y seguirla a rajatabla siempre. La
vida cambia y te pone en multitud de situaciones diferentes. La gracia está en saber
escoger lo más adecuado en cada momento.
Ahora bien, lo cierto es que esta web fue creada para que aprendas a escuchar tu cuerpo.
Así que la próxima semana te diré cómo puedes liberarte del dolor, la tensión y el
malestar en el cuerpo. Si quieres saberlo, apúntate a la lista de correo. De regalo te
llevarás la guía Primeros pasos para escuchar el cuerpo.
Por último, me gustaría que pudieras reflexionar:
 ¿Cómo te afectan en tu día a día los malestares?
 ¿De las consecuencias que te he explicado, te has sentido identificada
con alguna? ¿Añadirías alguna otra?
 La semana pasada reflexionamos sobre nuestro mayor dolor, ¿crees
que te está generando alguna consecuencia?
 ¿Qué haces cuando algo te duele?
 ¿Crees que en el equilibrio está la clave o prefieres tomar esa
decisión y mantenerte firme en ella?

Me encantará que me cuentes tu opinión en los comentarios.

VIDEO VIBRACION BIOENERGETICA ANOTA LO QUE TE OCURRIO Y CON


QUE LACIONSTES LAS SENSACIONES Y
EMOCIONES.https://www.youtube.com/watch?v=jw2E-czrZR8DSPUES

El dolor y la tensión en el cuerpo son


mensajeros de las
emocioneshttp://laescritoradetuvida.com/dolor-tension-cuerpo-mensajes-
emocionales/

Si me sigues desde hace un tiempo o has leído la página Quién soy de esta web, es
posible que sepas que el mayor dolor que he tenido que atravesar ha sido la muerte
de mi padre, que ocurrió cuando yo tenía 1 año. Quiero explicarte cómo fue el
proceso a nivel corporal cuando lo viví con 24 años.
Me desperté de repente un sábado por la noche. Apenas podía moverme. El dolor
empezaba cerca de mi omóplato derecho y me atravesaba la espalda. Nunca había
sentido una tensión muscular tan fuerte. No estaba en mi cama, pues aquel era uno de
los fines de semana en los que iba a una casita en el bosque para mi formación en
Terapia de Movimiento.
Tuve que despertar a Lidia, la compañera que dormía al lado. Con lágrimas en los ojos y
su ayuda, me senté en el sofá. Tomé un ibuprofeno y traté de descansar lo que quedaba
de noche.

Por la mañana quería marcharme, pero mi profesora me convenció para que me


quedara. Me aconsejó que me moviera en base a mi capacidad y que, sobretodo, me
concentrara en la emoción que había detrás del dolor. Como no tenía coche para
irme, decidí probar.
Con las actividades del día, gané movilidad, pero el malestar no desaparecía.
Tampoco había demasiado rastro de emoción. Hasta que llegó el último ejercicio.
Mi cuerpo me pedía que me sentara en el suelo y meciera mi tronco, abrazándome. Así
lo hice: hacia adelante, hacia atrás, hacia adelante. Ese sutil movimiento me sumergió
en una gran tristeza. Me derrumbé y empecé a llorar. Era un llanto que surgía muy
profundo, de las tripas. No había ningún pensamiento en ese momento. Sólo
lágrimas y gritos de dolor.
Poco a poco, con la ayuda de mis compañeros, me levanté hasta recuperar la
tranquilidad. Al terminar, me sentía viva aunque extraña y dolorida todavía. No
sabía qué era lo que había pasado. Necesitaba procesar lo ocurrido. Había conseguido
sacar la emoción, pero no sabía qué era lo que la provocaba.
Como todavía me dolía la espalda, aquella semana estuve de baja laboral. Me pasé
los días de la cama al sillón, frente a la chimenea de casa (la que sale de fondo en mis
vídeos). Escribí, leí y reflexioné mucho. Como había decidido no tomar relajantes
musuculares para no adormecer la tensión, también meditaba para calmar el
dolor. Estaba decidida a ir al fondo del asunto. Quería saber de dónde salía aquel
llanto.
Uno de esos días decidí mirar una de mis películas favoritas: Paris, Texas. Ya la
había visto muchas veces, pero había algo que me impulsaba a hacer un revisado. Al
terminar, supe el porqué. Esa peli muestra el retorno de un padre. (Puedes verla sin
problema, no te he destrozado el final). Gracias a ella, hice el click: necesitaba pasar el
duelo por la muerte de mi padre biológico.*
A partir de ahí, todo fue rodado. Decidí que quería recuperar su presencia en mi
vida, pues la había negado hasta el momento. Iba a vivir el duelo para despedirme de él
como no había podido hacerlo antes. Al tomar esa decisión y planificar cómo iba a
llevarla a cabo, el dolor de espalda terminó desapareciendo tan rápido como había
venido.
He querido contarte este episodio de mi vida porque me parece un buen ejemplo del
tema que hoy empezamos: el dolor, la tensión y el malestar como mensajeros de
nuestras emociones.
Como ya te he explicado otras veces, nuestro cuerpo nos habla en forma de

sensaciones.  Por qué escuchar tu cuerpo


cambiará tu vida
Ese es su lenguaje. Estas sensaciones hablan acerca de quién somos nosotras, qué es lo
que nos remueve, lo que nos gusta, lo que no, lo que nos alegra, nos da rabia o nos pone
tristes.
Así, cuando hay algo en nuestro inconsciente que no hemos resuelto, nuestro
cuerpo nos manda un mensaje con dolor, tensión o malestar. Si decidimos hacerle
caso y prestarle atención, podemos aprender mucho de nosotras mismas. Cuando no lo
hacemos, el cuerpo tiene que gritar más fuerte, generando un dolor mayor o creando una
enfermedad. Las consecuencias de esta desconexión pueden llegar a ser desastrosas.
Quizá tú no tienes un dolor que te incapacite o grandes traumas que superar. Pero,
dime, ¿no hay en tu cuerpo ninguna tensión o malestar? Por pequeño que

6 pasos para
sea. Quizá es un dolor de vientre, las cervicales 

liberar la tensión en tus cervicales


o un dolor de cabeza demasiado insistente. Quizá es una rabia La

emoción que te ayudará a cambiar tu


vida
que aparece a menudo o una sensación de soledad. Si no tienes nada, te felicito.
Celébralo con una cerveza o un buen zumo de frutas. A tu salud.
Sin embargo, si crees que en tu vida sí hay cierto dolor, tensión o malestar, te invito
a escuchar tu cuerpo, pues él puede ayudarte a recuperar tu energía y vitalidad.
A lo largo de este mes, vamos a tratar la relación entre el dolor y las emociones. Si
te interesa el tema, apúntate a la lista de correo. Si lo haces, además, te llevas un
curso de regalo: Primeros pasos para escuchar tu cuerpo.
Para ir calentando motores, quiero hacerte algunas preguntas para que puedas
reflexionar acerca de tu mayor dolor. Te invito a que cojas papel y boli para
responderlas en casa:
 ¿Hay algún episodio de tu vida que recuerdes a menudo?
 ¿Ocurrió algo en tu infancia que te haya marcado de por vida?
 ¿Te han ocurrido situaciones similares con personas o lugares
diferentes? ¿Cuál fue la primera? ¿Con qué lo relacionarías?
 ¿Hay alguna emoción recurrente en tu vida?
 ¿Hay algún dolor recurrente en tu cuerpo?
 ¿Tienes alguna enfermedad? ¿Cuándo empezó?
 ¿Cómo definirías tu vida o tu momento actual con una palabra o una
imagen?
 ¿Siempre ha sido así? Reflexiona sobre los motivos por los que tu
vida sigue igual o ha cambiado con respecto a otros tiempos.
Además, si te apetece, me gustaría que me explicaras qué dolores en el cuerpo
acostumbras a tener. ¿Tienes alguna idea de la emoción que las provoca? ¿Qué haces
para aliviar ese dolor, tensión o malestar? Me encantará que me lo cuentes en los
comentarios.
*PD. Hay otra película que muestra la relación entre un
padre ausente y su hija: El Sur, de Víctor Érice, basada en el
relato homónimo de Adelaida García Morales. También es
una de mis favoritas. He querido mencionártela para que le
des un vistazo si este tema te toca. Eso sí, prepárate porque
ambas pelis son lentas. Si eres cinéfila, también te las
recomiendo.

6 pasos para liberar la tensión en tus


cervicaleshttp://laescritoradetuvida.com/liberar-tension-cervicales/

La semana pasada te comenté que la tensión en el cuello está relacionada con querer
mantener el control de las emociones. Por mucho que nosotras queramos, no podemos
tenerlo todo bien atado y planificado; por lo tanto, para evitar frustraciones, lo mejor
es cambiar nuestra actitud frente a ello. Una buena forma es tratar de liberar la
tensión que hay en nuestras cervicales. Así, como cuerpo y mente forman un todo
indivisible, con un cuello libre de tensiones, podemos preparar el terreno para aprender
a fluir con los acontecimientos de la vida. Así pues, te presento un ejercicio de
Terapia de Movimiento Libre dividido en 6 pasos que te ayudarán a ello.
1. Ponte de pie
Busca un lugar en el que te sientas cómoda y en el que sepas que nadie va a
molestarte. Si es necesario, pide que te dejen unos instantes de soledad. Encuentra esos
15 minutos para ti.
Busca un lugar de la sala que te llame la atención: puede ser el centro, en un rincón,
sobre la alfombra… Descálzate y quédate de pie.
2. Aposéntate sobre tus pies
Abre tus piernas a la anchura de las caderas. Fíjate en tus pies. ¿Están totalmente
planos o el peso recae más sobre alguna de sus partes? Quizá tus puntas sostienen
toda la tensión, quizá los talones, el lado derecho o el izquierdo.
Cuando te sientas conectada con ellos, reparte el peso a partes iguales. Para
ello, levanta los dedos de los pies y sepáralos. Puede resultarte algo difícil si no estás
acostumbrada a este movimiento. Pero no te preocupes, hazlo hasta donde
puedas. Manteniendo esta separación en los dedos, colócalos sobre el suelo,
empezando por el meñique hasta el dedo gordo, uno por uno.

Con los dedos expandidos en el suelo, como un abanico abierto, tómate unos instantes
para observar tus pies.

3. Deja que todo tu peso recaiga sobre tus plantas

Ahora haz un recorrido por todo tu cuerpo, empezado por abajo. Tienes que tratar
que no haya ningún punto de tensión. Si lo hay o hay algún lugar donde estás
sosteniendo los músulos, llévalo hasta los pies. Deja que todo recaiga sobre tus
plantas, tus raíces.
Empieza el recorrido por tus piernas; deja que las rodillas estén ligeramente dobladas,
ni muy dobladas ni totalmente rectas, busca el punto intermedio donde las sientas
liberadas de tensión. Fíjate en tu cadera, balancéala adelante y atrás para buscar el
punto donde no esté soportando ningún peso. Mantén el tronco erguido, con el pecho
abierto. Estira y ensancha tu columna vertebral. Deja que tus hombros y
brazos caigan hacia el suelo, ningún peso sobre los hombros. Detente aquí y
obsérvate. Sin juzgarte.

Puede que te cueste descargar la tensión en tus pies. Es totalmente lícito, ya que no
estamos acostumbradas a ello. No te frustres si eso ocurre; toma nota mental y sigue
intentándolo las veces que quieras.

4. Observa tus cervicales y cabeza


Por último, fíjate en tus cervicales y tu cabeza. Fíjate en las sensaciones que hay en
ellas. ¿Las sientes comprimidas, hay dolor, están acortadas o quizá no notas
nada? ¿Cómo es la postura de tu cabeza? Puede que esté hacia adelante, atrás o en el
centro. No trates de cambiar su postura.
Y observa, también, si aparece alguna emoción en este momento.
5. Libera el atlas
Cuando te sientas preparada, trata que tus cervicales se alineen con tu columna
vertebral. Centra la cabeza. En esta posición, acerca sutilmente tu barbilla hacia el
pecho, de forma que sientas que la primera cervical, el atlas, se despega de la
nuca. Es un movimiento muy leve, pero con el que el atlas se hace presente. Fíjate en
esa zona en concreto. Toma conciencia de esta vertebra.
Lentamente, muy lentamente, empieza a dar círculos con tu cabeza desde el
atlas. Con estos movimientos, busca liberar la tensión del cuello. Para ello, toma total
conciencia del movimiento y de los cambios que se están produciendo con él. Si, en
algún momento, atraviesas por algún punto que te duele o te molesta especialmente,
permítete soltar un “aaaahhhh” o un “mmmmm.” Haz lo mismo hacia el otro lado. Por
último, vuelve a tu posición central, tratando de mantener la abertura en la zona
del atlas.
6. Dirige tus movimientos desde la primera vértebra

Este último paso es para sacar notaza. Si no te sientes preparada, puedes quedarte en el
paso anterior.

Mantén la mirada hacia el infinito, tanto si tienes los ojos abiertos como si los
tienes cerrados. Poco a poco, en contacto con el atlas, empieza a andar. Intenta que
sea esta zona, la primera vertebra, la que dirija el movimiento. Si, por ejemplo,
quieres ir hacia la derecha, haz que el giro empiece por tu cabeza y el cuerpo siga. Sólo
tienes que procurar mantener el contacto con el atlas y poner la intención de que sea él
el que dirija tus movimientos.
Fíjate también en cómo te sientes con esta forma de desplazarte. ¿Crees que es
natural o te resulta complicado? ¿Te sientes llena de gracia o pareces un pato
mareado? ¿Te sientes libre o constreñida?
Por último, vuelve a la sala en la que te encuentras. Dirige tu atención hacia el
exterior. Escucha los ruidos que vienen desde fuera, siente la temperatura del lugar, la
luz y la sombra. Prepárate para volver a tus actividades cotidianas manteniendo esa
conexión con el atlas.
Si te apetece hacer este ejercicio, tienes dos opciones. Puedes releer el artículo y
concentrarte para recordar todos los pasos. O bien puedes permitir que sea mi voz la
que te guíe, de forma que sólo tengas que concentrarte en sentir tu cuerpo al
máximo. Para ello, he preparado este audio con las instrucciones.

La emoción que te ayudará a cambiar


tu vida

Hay una emoción a la que tengo un cariño especial. Es una de las consideradas
negativas, aunque yo no creo que haya emociones malas y buenas. No obstante,
reconozco que ésta es de las complicadas, de las que nos cuesta aceptar y tratamos de
esconder a toda costa. Aún así, cuando somos capaces de comprenderla y darle el lugar
que le corresponde, es una emoción sumamente poderosa. Estoy hablando de la
rabia.
Muchas tenemos problemas con la ira. En mi caso, ha sido uno de los sentimientos
que más he tenido que trabajar -y sigo trabajando- en mi proceso personal de
autoconocimiento. A nivel general hay dos posibilidades de actuar frente a ella.
Por un lado, están las personas que estallan. Las que se enfadan y empiezan a gritar.
Seguro que conoces a alguien que tiene lo que, a nivel coloquial, llamamos mal genio.
Por otro lado, están las personas que reprimen su rabia; cuando algo les molesta, tienen
grandes dificultades para mostrar su enfado. Lo habitual es que se callen y
traguen. Ninguna de estas dos opciones es satisfactoria.
Las personas que explotan a gritos acostumbran a generar más tensiones a su
alrededor; sus relaciones personales y sociales pueden resentirse si éste es su
comportamiento habitual. Incluso, algunas de ellas, pueden llegar a hacer daño físico.
A su vez, una vez les ha pasado el disgusto, es posible que carguen un gran sentimiento
de culpabilidad, debido a lo que han provocado.
Justo en el nivel opuesto están las personas a las que les cuesta expresar su
enfado. De hecho, si estás en este grupo, es posible que pienses que tú no te enfadas
nunca o que te cuesta mucho. El gran problema de estas personas es que, cuando
reprimen la ira, ésta se dirige hacia ellas. Al no expresar su disgusto, pueden acabar
tratándose mal a sí mismas de muy variadas maneras (desde pensar que no valen para
nada hasta autoinflingirse daño).
La rabia es muy potente. Tiene mucha energía. Y siempre busca salir. Siempre.
Sale de muy variadas maneras: enfados monumentales, comentarios llenos de rencor y
cinismo, desprecio hacia una misma, golpes, entre otras. Toda esta fuerza tiene una
función: busca el cambio. La furia aparece cuando se transgreden nuestros límites,
cuando ocurre algo que no nos gusta. Algo que queremos que sea diferente. Es entonces
cuando nos enfadamos.
Tenemos problemas con la rabia cuando no sabemos gestionar toda esa
energía. Sin embargo, cuando aprendemos a manejarla, podemos aprovechar toda
su fuerza para cambiar aquello que no nos satisface. Por ejemplo, yo acostumbraba a
molestarme mucho con los clientes en mi antigua empresa. Después de que esta
situación se repitiera muchas veces, me puse a analizar mi comportamiento. Fue
entonces cuando me di cuenta de que el problema lo tenía yo, no los clientes. No me
gustaba mi trabajo. Una vez aprendí esto, en lugar de enfadarme y quejarme de forma
habitual, usé esa energía para crear La escritora. Fue la rabia la que permitió que mi
vida laboral cambiara. Así de poderosa es cuando sabemos dirigirla en la dirección que
nos conviene.
Por esto, a lo largo de este mes, vamos a estar trabajando y hablando acerca de esta
emoción. Veremos cómo nos afecta a nivel corporal, nos fijaremos en las creencias que
nos enfadan y haremos ejercicios para soltar tensiones en los momentos críticos. Será
un mes fascinante.
Apúntate a la lista de correo y súbete al carro de las personas dispuestas a conocer
su ira. Te aseguro que, cuando te pones a trabajar tu furia de forma saludable, la
transformación que se produce en ti es inevitable.
Ahora te toca a ti. A lo largo de esta semana, trata de identificar aquellas
situaciones que te molestan. Fíjate en lo que ha ocurrido: ¿has estallado o te has
callado? ¿Qué has hecho cuando has sentido la emoción? ¿Cuál ha sido el motivo de tu
enfado? ¿Qué pensamientos han venido a tu mente? ¿Quién te ha disgustado?
Y tú, ¿cómo te enfadas? ¿Qué pasa cuando algo te molesta? Me encantará que me
lo expliques en los comentarios.

¿Sientes dolor o tensión? Prueba este


ejerciciohttp://laescritoradetuvida.com/vibracion-bioenergetica/
¿Qué haces cuando te duele el cuerpo? En nuestra cultura, muchas personas se
dirigen al botiquín y escogen la pastilla que les conviene. Es una opción respetable. No
obstante, te propongo otra posibilidad. ¿Qué te parece tomarte 10 minutos para
centrarte en las sensaciones de tu cuerpo y, así, entender el origen de tu dolor?

Imagina una manguera por la que corre el agua libremente. Imagina ahora que alguien
se acerca y la pisa. Lo que pasará es que el chorro se debilitará o no llegará a salir,
¿verdad? Lo mismo ocurre con nuestro cuerpo.

Allí donde hay tensión, la energía vital queda reprimida. La energía vital es nuestro
combustible, aquello que nos mantiene sanas y con vida. Este vigor tiene muchos
nombres. Es posible que te suene el Hara o el Qi, así lo llaman los hindúes y la
Medicina Tradicional China. Desde la Terapia de Movimiento, le llamamos Orgón.
O quizá eres una persona que no cree en energías e “historias raras” no comprobadas
por la ciencia. No hay problema, te invito a que pienses en este ímpetu como el
oxígeno que todas nuestras células necesitan.
Al reprimir una emoción, tenemos que suprimir los impulsos que nacen en nuestro

cuerpo. La relación entre cuerpo y


emociones
 Lo que hacemos es tensar nuestros músculos de formas muy variadas para impedir que
el Orgón nos llene de vitalidad. Así, terminamos llenas de dolores y contracturas.
Por lo tanto, para poder librarnos de ese malestar, es necesario reactivar nuestra
fuerza interna y permitir que la energía vital nos traspase, desde los pies hasta la
cabeza. Para ello, te he preparado este vídeo en el que te explico un ejercicio
liberador de tensiones: la vibración bioenergética.
Ten en cuenta que este ejercicio puede ayudarte a que todas esas emociones
contenidas salgan hacia el exterior. Si después de hacer la vibración, necesitas
volver a la calma, te recomiendo que hagas el enraizamiento.

PASO 2 ESCUCHA TU CUERPO

Hola!
 
A veces, cuando empiezo a trabajar con alguien, me cuenta con todo lujo de detalles
lo que le pasó en su infancia y adolescencia. A menudo, reconoce que el origen de
su pesar está allí, pero no sabe qué hacer para encontrarse mejor.

En estos casos, yo les respondo:

Sabes cuáles son tus heridas emocionales, pero ¿las sientes?

La diferencia entre saber y sentir es abismal. Te explico sus detalles.

SABES cuáles son tus heridas emocionales si conoces lo que las provocó. Por
ejemplo: tus padres te abandonaron y ahora cualquier rechazo te hunde en la
miseria.

SIENTES tus heridas cuando vives los sentimientos que las causaron.
Siguiendo con el ejemplo: cuando lloras como la niña abandonada que fuiste.

La terapia corporal es una herramienta excelente para sanar desde el sentir; porque
te conecta con el cuerpo, el lugar donde residen las emociones.

Por eso, te he preparado un audio que te llevará a percibirte a ti como


niña junto a tus padres.

Antes de darle al play, ten en cuenta estas pautas básicas:

 Busca un lugar y momento en el que puedas realizar el ejercicio sin


interrupciones. Si es necesario, pídelo.
 En todo momento, muévete (o quédate quieta) como a ti te apetezca.
Si sientes que quieres bailar o sentarte en un rincón, haz eso;
aunque yo te haya pedido que camines por la habitación.
 Si aparece alguna emoción, vívela. Pausa el audio y date el permiso
para llorar, reír o gritar. Cuando lo has expresado, sigue con el
ejercicio.
 Es aconsejable que estés descalza o con calcetines.
 IMPORTANTE: Este ejercicio tiene como objetivo hacerte entrar en
contacto con la criatura que fuiste y con sus padres o cuidadores. No
se trata de llegar a una emoción concreta, ni de perdonarlos, ni de
abrazarte a ellos, ni siquiera se trata de que los veas presentes. Si lo
sientes, hazlo. Si tu experiencia es diferente, permítete vivirla sin
juzgarla y sin controlarla.

  Descárgate el audio desde aquí. Cuando termines, responde a las


preguntas:

 ¿Cómo ha aparecido tu padre? ¿Y tu madre? Describe qué hacían, si


se relacionaban contigo, si estaban en un lugar concreto… Indica los
detalles que consideres relevantes.
 ¿Cómo eras tú de niña/o? ¿Qué estabas haciendo? ¿Cómo te sentías?
 ¿Cómo te has relacionado o no relacionado con tus padres durante el
ejercicio? ¿Cuál ha sido la sensación más importante?
 ¿Ha aparecido algún sentimiento durante tu práctica? Si no ha habido,
¿te ha venido algún recuerdo, imagen, palabra o sensación física
que consideres relevante?
 ¿Con qué edad te has visualizado a ti misma? ¿Qué pasaba en tu vida
cuando tenías esa edad? ¿Podrías relacionar tu experiencia corporal
con alguna situación que hayas vivido en la realidad?
 ¿Qué concluyes? ¿Cuál es tu aprendizaje? ¿Qué te llevas de esta
vivencia?
¡Hola!
 
Como te conté en el primer paso del curso, cuando una criatura vive una
dificultad que no sabe cómo gestionar, tensa su cuerpo para anular sus
emociones. Si le funciona, seguirá repitiendo esa estrategia hasta que se vuelva un
comportamiento inconsciente.
5 pasos para curar tus heridas emocionales

El problema es que llega un momento en que esa táctica ya no es útil, porque


Ver email
crea en el navegador
más problemas. Es entonces cuando aparecen los malestares emocionales del
presente.

Para salir de esa situación, es importante que descubras qué hiciste de pequeña
PASO 3 Identifica
ante los problemas tu estrategia de supervivencia
que viviste.

Es decir, hay que saber cuál fue tu estrategia emocional para sobrevivir en
esa situación que no sabías cómo gestionar.

Para ello, te voy a explicar las 5 heridas más habituales y sus consecuencias
emocionales.
  Ahora te toca a ti. Responde estas preguntas:

Herida de ¿Con


abandono:
cuál de estas heridas te sientes más identificada? Si tienes dudas,
revisa tu historia de vida. También puedes tener en cuenta cuál es la que
A la persona más
con esta
te haherida, le
emocionadofaltóo una persona
la que menosamorosa y protectora.
te ha gustado. Como
Cuando nos vemos
sus necesidades de calor ycon
identificadas apoyo
algo,noa fueron
menudo, satisfechas, tuvo que reprimir sus
lo rechazamos.
expresiones de qué
 ¿En pedirsituaciones
ayuda (ejemplo: al no ser
de tu infancia atendido,
viviste el bebésimilares
situaciones deja de llorar). Se
a las que
forma desde describo?
el nacimiento,
Puededurante la lactancia
ser que te sientasyidentificada
mientras secon
aprende a caminar.
más de una herida.
 También ten en cuenta la experiencia corporal en la que sentiste a tus
Estrategia depadres y a la criatura dificultades
supervivencia: tiene que fuiste. Eso
parapuede darte pistas acerca
ser independiente, por lo de
quelale
relación
cuesta estar sola. Porque
eso,pudiste
buscarávivir con ellos
alguien que en el pasado.
la apoye y la ayude emocional o

materialmente. Le cuesta satisfacer sus necesidades porelsípresente?
¿Cómo te está afectando tu herida emocional en misma. A¿En qué
veces,
momentos
tiene un exagerado aparece
deseo de serese dolor?
independiente, pero esa fuerza se desinfla ante las
dificultades.

Herida de rechazo:

Fue una criatura


Si tienes dudas, noque temió por su
te preocupes. vida; quizá
A menudo, porque
estas la madre
heridas están tuvo problemasque
tan reprimidas en es
el embarazo
difícil o parto,
identificarse cono ellas. Responde
porque en algún este
momento
emaildeseó abortar.lo
y cuéntame También
que haspudo vivir
descubierto
situaciones
hasta ahoratraumáticas
para que tedurante
ayudeel a nacimiento o los
identificar tu primerosde
estrategia meses de vida. Se
supervivencia.
forma en la gestación o durante los primeros 6 meses.

Estrategia de supervivencia: percibe el mundo exterior como una amenaza, por lo


que se refugia en sus pensamientos, es muy mental o imaginativa. Está
desconectada de sus sentimientos. Puede ser optimista y cooperativa, pero si algo le
desagrada, huye del conflicto.

Herida de sobreprotección:

Hubo amor por parte de las figuras afectivas, pero estuvo sometido a
condiciones (ejemplo: si te comes todo lo que hay en el plato, mamá estará
contenta). Se le imponen muchas reglas frente a las que no se le permite rebelarse.
Se forma entre el primer y tercer año de vida, cuando las criaturas empiezan a ser
independientes.
5 pasos para curar tus heridas emocionales

Ver email en el navegador

PASO 4 Atraviesa el dolor

¡Hola!

Hasta ahora, hemos estado revisando tu pasado. Reconozco que no es un ejercicio fácil;
si has vivido momentos de dolor, pueden surgir sentimientos difíciles de digerir. Si no han
aparecido, tranquila, bloquear el malestar también es normal.

La buena noticia es que tienes otra oportunidad. Ahora eres adulta y puedes aprender
otra forma de gestionar el dolor emocional.

¿Y cómo se consigue?

Atendiendo a esa parte de ti que está dolida, a la que todavía le escuece esa herida del
pasado.

Para ello, hay que abrir la lesión y dejar que salga todo el pus y la suciedad acumulados.
Así, se convertirá en una bonita cicatriz que no molestará.

Una vez revisado tu pasado, es el momento de la primera parte del proceso: abrir la
herida y limpiarla.

Y eso lo conseguirás viviendo las emociones difíciles que tu “yo” del pasado reprimió.

Es decir, es el momento de gritar de rabia, llorar de tristeza, temblar de


miedo, o expandirte con el placer.

Para llegar a la profundidad de tus sentimientos, son necesarios 2 elementos: bajar al


cuerpo y el acompañamiento de un terapeuta.

Sobre la importancia de escuchar al cuerpo, te he hablado en anteriores emails. Si


necesitas más información al respecto, haz click en este link,
http://laescritoradetuvida.com/secreto-terapeutas/ donde profundizo en este tema.
Ahora te explicaré por qué es necesaria la ayuda de un terapeuta.

Al igual que hay una parte de ti que está dolida, hay otra que quiere cambiar y sentirse
mejor. Pero también hay otra parte que se resiste, que hace lo posible para que todo siga
igual.

Por eso, aunque intentes pensar en positivo, o tratarte mejor, o cambiar tus hábitos, fallas.
Porque esa parte lo bloquea. Este mecanismo inconsciente tiene una función: protegerte
de tus emociones difíciles. Sí, justo las que hay que expresar para curar tu herida.

Así, entras en un bucle donde intentas cambiar conscientemente, pero lo


evitas inconscientemente.

Y es aquí donde entra la figura del terapeuta. Cada uno tiene su estilo y metodología, así
que yo te contaré los míos.

Yo, como terapeuta, voy a ser tu espejo. Esto significa que, en tu proceso, vas a repetir
comportamientos o situaciones similares que te acercarán a tu herida. Y te lo mostraré.

Además, te ayudaré a descubrir tu herida principal, para que no nos vayamos por las
ramas. Buscaremos una transformación real. Para eso, hay que ir a la raíz de tus
problemas, a ese conflicto del pasado que no supiste cómo gestionar.

Cuando lleguemos ahí, yo te acompañaré y te daré herramientas para que expreses
tus emociones, las que hay que atravesar para sanar tu herida.

Lo haremos con el cuerpo, para llorar, gritar o gemir desde la profundidad. Evitaremos
técnicas superficiales y la autoayuda de baratillo.

Pero no nos vamos a quedar solo en eso. Durante todo el proceso, cuidaré de ti. Mi
preocupación máxima será que no te sientas sola a lo largo del tiempo que estemos
juntas.

El objetivo final será que aprendas a cuidarte, que seas más compasiva
contigo misma y que te trates bien. De esta forma, llegará un punto en el
que encontrarás tu refugio de paz y calma.

La guerra dentro de ti terminará y, por fin, te sentirás en paz. Pero de esto te hablaré
mañana 

Si lo que las leído hasta ahora resuena contigo y sientes que necesitas una compañera de
camino hacia tu calma interna, responde este email y cuéntame qué te sucede.

Paso 5. Date todo el amor que mereces


¡Hola!

Hoy quiero contarte una historia. La historia de cómo conseguí vivir tranquila, sin
dramas.

El principio de este relato inicia la mañana del 28 de julio de 2018. Los 10 días anteriores a
esa fecha, había estado en un retiro, meditando 10 horas diarias, y en completo silencio.

Había llegado con mucho ruido mental y mucha crítica interna, hacia mí y hacia los demás.
Durante esos 10 días, conseguí acallar bastante esa voz interna, pero ya empezaba a
tener ganas de volver a mi vida diaria. Me estaba aburriendo.

Sin embargo, en la mañana del último día, me enseñaron cómo terminar las sesiones
de meditación: centrándome en el amor.

Lo que tenía que ser un final bonito y agradable, se convirtió en un drama. Allí me di
cuenta de que había mucho amor dentro de mí, pero que no me abría a él por heridas
de la infancia. Esas heridas eran las críticas que recibí y ahora yo expandía por mi
mundo.

Hacia el final de esa experiencia, comprendí que podía abrirme al amor. Como
primer paso, decidí eliminar las críticas en mi vida.

Finalmente, me marché del retiro, volví a casa, disfruté de mis vacaciones y me metí en la
rueda de la rutina.

Durante un tiempo, intenté mantenerme en la práctica de la meditación, ya que esa técnica


(centrada en la observación constante del cuerpo) prometía liberarme del sufrimiento.

Pero, al volver a trabajar, abandoné. Y caí en la crítica de nuevo.


Así pasaron unos meses, hasta que llegó un punto en el que me agoté. Sentía una presión
en el corazón que me angustiaba, mis pensamientos eran de derrota. Sabía que
necesitaba llorar, pero no podía. Estaba evitando mis emociones.

Decidí hacer lo que tantas veces me había servido en momentos así: ir a


terapia. Esto sucedió en la primavera del 2019.

En esas amorosas sesiones, me di cuenta de que, por buscar la realización profesional,


había descuidado mi autocuidado. También comprendí que mi autovaloración estaba
basada en las opiniones ajenas.

Gracias a ese proceso terapéutico, conseguí integrar el autocuidado como un pilar


fundamental en mi día a día.

La enseñanza más grande que me llevé fue aprender a darme el amor que, hasta
ese momento, había buscado fuera.

Con ese amor, dejé las críticas y la pelea constante conmigo misma.

Ha pasado mucho tiempo desde que terminé mi proceso terapéutico. Desde entonces,


vivo en paz, conectada con la vida tranquila y sencilla que siempre he deseado llevar.

A pesar de que a veces la vida sigue poniéndome retos (personales o externos, como la
situación a la que nos ha llevado el coronavirus), encuentro mi calma. Porque cada día
tengo la oportunidad de acceder a mi refugio personal de amor, paz y armonía.

Lo que yo te ofrezco ahora es acompañarte en este autodescubrimiento de tu amor,


de tu refugio; ese lugar donde firmarás un tratado de paz contigo misma.

Tú también tienes ese espacio dentro de ti.

Tu cuerpo y emociones te guiarán hacia él. Si necesitas alguien que te acompañe, que te
ayude a superar obstáculos y bloqueos, estoy aquí para ti. Voy a entregarte todo el amor
que hay en mí para que encuentres el tuyo propio.

Si algo se mueve en ti al leerme, escríbeme. Estoy al otro lado, esperando tu


email. ¿Cómo te sientes en este momento de tu vida? ¿cuáles son tus heridas? ¿qué
quieres cambiar? Dale a responder y cuéntame tu historia.
¡Hola!

¿Cuántos de tus días son así?

Te levantas con el odioso despertador. En el mejor de los casos, desayunas un café con
tostadas antes de que sea demasiado tarde. En el trabajo, intentas esforzarte entre
reuniones, llamadas, el compañero pesado o los niños jugando en el salón, los Whatsapp
de tu familia y las notificaciones en Redes Sociales. Comes cualquier cosa rápida.

No puedes permitirte detener tu rutina.

Por la tarde, te apetecería echarte una siesta o tener tiempo para ti. Pero tienes que
seguir el ritmo. Quizá trabajas más. O quizá te toca pasar tiempo con tus criaturas (o tu
pareja, o familiar de 4 patas). O limpiar la casa. Te preguntas si los demás tienen energía
infinita.

Llega la noche y estás demasiado cansada para cocinar, así que preparas unos filetes
empanados con patatas o una pizza congelada. Acuestas a los niños y te derrumbas en el
sofá para ver cualquier chorrada. Por la mañana, estás agotada.

En una sociedad como la nuestra, vivir relajada es cada vez más difícil. Tienes que
cumplir con todo, aunque la salud se quede por el camino.

Cuando llevas demasiado tiempo acelerada, el cuerpo y la mente se


resienten.

Quizá ya te está pasando.

Te duele la cabeza, la espalda, te dan calambres en las piernas, y aprietas la mandíbula.


O el médico te ha diagnosticado colón irritable, notas palpitaciones o se te cae el pelo. O
te sientes inundada por la tristeza, la frustración, la ansiedad, el miedo. Te distraes
fácilmente, no puedes detener tus pensamientos, te cuesta decidir. O bien estás
deprimida, te sientes sola, no sabes qué hacer con tu vida. O sí lo sabes, pero estás
demasiado agotada para dedicarle energía a tus objetivos.

Cuando estás en tensión contante, tu sistema nervioso autónomo se acelera. Esta parte
del sistema nervioso dirige todas las funciones corporales que no controlas
conscientemente: el movimiento intestinal, los latidos del corazón, la sudoración, entre
otros.
El sistema nervioso autónomo se activa en situaciones de peligro, ya que
su función es darte energía para huir del peligro.

Es muy útil si tienes que salir corriendo en un robo. El problema es cuando el peligro es tu
día a día. Cuando tu rutina se ha vuelto demasiado estresante, todas tus actividades
corporales inconscientes están aceleradas.

La solución a esta situación es bajar al cuerpo. Bajar al cuerpo, sentir tus sensaciones
físicas, es una buena manera de relajarte. Incluso si tienes ansiedad y te asustan tus
reacciones corporales, escucharlas sin juzgarlas te permitirá aflojar la tensión.

Para relajar tu sistema nervioso autónomo, te irá bien el ejercicio de


los 61 puntos.

Encontrarás este ejercicio aquí, en mi canal de Youtube.

En él, te voy a ir guiando por los 61 puntos de distensión autónoma. Tú solo tienes
que seguir el recorrido y sentir tus sensaciones físicas en ese lugar.

Es importante que no pienses en lo que estás sintiendo, ni lo juzgues, ni te


preguntes el porqué. Solo siéntelo, aunque sea difícil o desagradable. Al hacerlo así,
acabará desapareciendo en algún momento.

Si llevas un tiempo en esta comunidad, quizá lo recuerdes, porque lo compartí hace más
de 3 años. De hecho, está grabado en mi casa antigua, ya no vivo ahí.

Te lo vuelvo a enviar por dos motivos:

 Porque he pensado que quizá ahora estás "volviendo al cole" y te irá bien para
combatir el estrés que supone retomar tu día a día.
 Porque, en dos semanas, mi vida ha dado un giro radical. Y necesito tiempo para
adaptarme a lo que está por venir. Pero esto te lo contaré el próximo jueves,
donde también te hablaré de la envidia.

Por hoy, dedica unos minutos a estar en tu cuerpo. Solo leer no sirve de nada. Pasar a la
práctica es esencial. Siéntete
LOS 5 BLOQUEOS Y HERIDAS DE LA INFANCIA

El poder que llevamos dentro

a.-Vida marcada con mucha escasez:

Con falta de recursos internos y externos , sintes que todo te falta y la


baja autoestima no te crees merecedora en …., relaciones de pareja
toxixa, trabajos por debajo de mis capacidades

VICTIMA & CREADOR:

Crisi de identidad= oportunidad

Deseas cambiar de crecer, buscando respuestas.

Detrás de ese despertar hay un conflicto interno que te paraliza :


heridas de tu pasado, bloqueos o patrones internos, tu antigua identidad
que te impide crecer. La autoviolencia,

El poder que hay en ti es tu creatividad e imaginación, es tu camino


a la libertad para crecer o convertirte en la persona que deseas SER.

Visualización Creativa.

Respira profundamente. Estas en la casa donde has vivido, oyes voces de


tus padres, amigos cercanos, hijos pareja, compañera de trabajo, etc
voces que oyes personalmente.

Te levantas muy contenta y te pones delante del espejo y te miras con


gratitud alegría, sonties, te pones tu mejor ropa y sabes que hor vas a
hacer algo muy diferente.

Abre la puerta de tu habitación, vas a la puerta de salida. La abres y


esperas un taxi , le entregas la dirección y llegas a una casa nueva., te
bajas y te vas hacia alla abre la puerta y entras , la casa es nueva ,sin
amoblar, sin voces, no hay nadie, ella representa tu nuevo hogar tru nueva
vida, eres libre, observas toda la casa por dentro, disfruta de ese
momento, si las has podido imaginar estas muy cerca de liberar tus
bloqueos.

Esta nueva casa es tu nuevo estado emocional y mental, es tu nueva


identidad en ella todo es posible.

PASOS:

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