Apuntes Primera Prueba Matrimonio
Apuntes Primera Prueba Matrimonio
Apuntes Primera Prueba Matrimonio
MATRIMONIO
INTRODUCCIÓN
Dios es el autor del matrimonio (GS 48). Dios ha instituido el matrimonio en los
orígenes de la humanidad. Lo ha hecho de una manera determinada: con unas propiedades,
fines y leyes propias que, por pertenencer a la disposición creacional, tienen un carácter
permanente y universal. Es fruto de una donación especial por parte de Dios.
El matrimonio responde a las estructuras más íntimas del ser humano, hombre y
mujer. Como Dios es el creador de esa humanidad masculina y femeninna y de las
inclinaciones que llevan inscritas, la conclusión es que el mismo Dios es el autor del
matrimonio. Además de los textos vistos (cf. También ver Ef 5,21.28-33) puede citarse:
1Tm 4,3; la oración de bendición de Tobías (Tb 8,5-7); Ml 2,15 se refiere a que el
matrimonio ha sido instituido por Dios. Dios mismo ha instituido el matirmonio: es
explícito el testimonio del Señor (Mt 19,3-9) al referirse a la indisolubilidad como
propiedad que Dios ha querido para el matrimonio.
En los Santos Padres hay unanimidad al proclamar el origen divino del matrimonio.
Todos sostienen que el matrimonio ha sido querido por Dios desde “el principio”. No es
tanta la unanimidad a la hora de explicar la realización de ese designio originario de Dios.
El Magisterio de la Iglesia ha insistido en el origen divino de la unión matrimonial,
“fundada por el Creador y en posesión de sus propias leyes, la íntima comunidad de vida y
amor (…) una institución conformada por la ley divina (…) no depende de la decisión
humana sino del autor del matrimonio, que lo quiso dotado de unos bienes y fines
particulares” (GS 48). Trento con las palabras del texto sagrado expone y confirma que el
perpetuo e indisoluble vínculo del matrimonio, su unidad y estabilidad tienen por autor a
Dios (Sesión 24, can. 1-12).
1.2. La bondad originaria
La realidad matrimonial monogámica (una con otra) se ve rota como efecto del
primer pecado. Los datos de los 11 primeros capítulos del génesis así lo indican (cf. Gn 6,1-
3; 5-7; 11,1-9). Lamek, descendiente de Caín, por ejemplo, tiene dos mujeres (cf. Gn 4,19).
Luego Abraham está unido a Sara y Agar (Gn 16, 1-4); Jacob casado sucesivamente con Lia
y Raquel (Gn 29, 15-18; 30,1-13) y Esaú tiene tres mujeres (Gn 28,9). En tiempos de los
jueces se extiende la poligamia (Jue 8,30; 2Sam 3,2-5; 1 Re 11,1-3).
1.4. El divorcio
Los libros del NT no nos dan una enseñanza sistemática acerca del matrimonio, sino
que hemos de deducir esta doctrina sirviéndonos de los datos que de forma fragmentaria y
ocasional nos ofrecen dichos libros. Nos aproximaremos al tema a partir de selección de
textos del NT.
Hay una dimensión nupcial en la obra de la salvación: en Mc 2,19-20 (Cristo
aparece como el novio), Mc 22,1-14 (las bodas reales), Mt 25,1-13 (se compara el reino de
Dios a las bodas, con referencia explícita al esposo), Jn 3,27-30 (el que tiene a la novia es el
novio), Jn 1,19ss (Bodas de Caná. El centro de esta boda es revelar a Jesús como el Mesías
de Israel). La relación nupcial está asociada a la obra de la salvación; por eso la Iglesia es
reconocida como Esposa, que sale al encuentro del Esposo que viene.
De los textos de Mc 10,9; Mt 16,18; 1 Co 7,10 se desprende inobjetablemente la
indisolubilidad del matrimonio (diferente de la nulidad, que prácticamente no existe porque
no se anula algo que no existe, sino que es inexistencia del matrimonio según casos y
condiciones, jurídicamente) como la voluntad incondicional de Dios. Se deja atrás Dt 24,1,
que las escuelas más estrictas (Shammai) entienden aplicables a contravenciones morales
(ej. Relaciones ilegítimas, incestos); las más laxas (Hilell) a cualquier cosa objetable (ej.
Algún comportamiento discutible). ¿Qué sucede en el caso de Mt? Mt establece un punto
discordante en esto. En Mt 19,3-9, sobre la indisolubilidad del vínculo, hay una pregunta
inicial: ¿cómo se comprende la relación entre Mc 10,11-12 y Mt 19,3-9 ya que ambos
pareciesen contravenirse en relación al tema de la excepción frente al divorcio, a partir de la
causal de excepta fornicationis causa? Este tema es fundamental por cuanto ha sido la raíz
que justifica en orientales y a algunos protestantes la licitud del divorcio. ¿Cuál es la
diferencia entre Mt y Mc? Coloca una epiqueya, una aproximación del término porneia.
¿Podemos entender que Mt consagra que divorciable? La característica propia de Mt es la
recurrencia al Antiguo Testamento; le habla a judíos conversos como destinatarios
objetivos. Es por esto que expresiones tan duras se entienden en una lógica mateana muy
bien por dirigirse a judíos conversos. En este texto, Mt refiere que el divorcio es un mal
menor permitido por Moisés, siendo una consesión histórica. Pero el problema es otro: ¿Mt
establece una excepción? En caso de fornicación (porneia). Cuando uno se aproxima a este
tema se dice: “el divorcio es un mal menor; Moisés hace una consesión en el pueblo y se
concita el divorcio que se vuelve más laxo por la escuela Hillel”. De ahí que le preguntan a
Jesucristo, en cuanto a las costumbres. Esa excepción, ¿qué quiere decir? Hoy en día, este
texto fue la fuente para poner en duda la licitud del matrimonio, pero ya no es así.
Veamos los textos de Mt 19,9 (cf. Mt 5,32) y Mc 10,11-12 (cf. Lc 16,18; 1 Co 7,10-
11):
“Que quien repudie a su mujer –no por fornicación– y se case con otra, comete
adulterio” (Mt 19,9).
“Quien repudie a su mujer y se case con otra comete adulterio contra aquella; y si
ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio” (Mc 10,11-12).
Sobre la palabra porneia, los exégetas dicen lo siguiente: según J. Sickenberg, se
trataría de un divorcio para los judíos; para G. Giavini, afirma que Jesús lo permite, al
declarar que para la gente de duro corazón puede valer la interpretación de Shammai; L.
Sabourin indica que se trata de la única excepción; K. Haaker dice que lo interpreta como
‘divorcio por la fe’ entendiendo porneia en sentido amplio como infidelidad. Sin embargo,
R. Schnackenburg sostiene que si se tratara de una excepción a la indisolubilidad chocaría
con la tendencia del Sermón de la montaña a radicalizar las exigencias morales de Jesús,
quien reclama de modo absoluto no disolver el matrimonio; y J. Meier sostiene que el
término fornicación refiere a matrimonio incestuoso y, por lo tanto, inválido (siendo esta
interpretación la mayoritaria). Algunas explicaciones para esta excepción de Mt:
Los exégetas comúnmente reconocen que estas palabras en Mt (este paréntesis) no
contiene las palabras literaes de Jesús sino que se trata más bien de un añadido del
evangelista, del estilo catequístico, con el que quiso esclarecer la novedad de la
doctrina de Jesús a los judíos, a quienes dirige su Evangelio con el fin de dar
respuesta a algunas situaciones concretas de las primeras comunidades hebreas de
su tiempo.
Los incisos no significan una excepción que abra la puerta a una posibilidad de
divorcio, sino que su sentido obvio mantiene la rigidez de la nueva normativa, tan
en contraste con la costumbre judía admitida con más laxitud que rigor por las
escuelas rabínicas (escuelas de Shammai y de Hillel). Solo si mantenemos la regla
con toda su dureza se explica la protesta de los discípulos. Si el Señor se hubiese
limitado a abogar a favor de la interpretación de Shammai, no tendría sentido la
contraposición entre Dt 24,1 y la nueva doctrina de Mt 5,31-32.
Parece incomprensible que Cristo afirme, por un lado, que el matrimonio es
indisoluble desde el comienzo, que el libelo de repudio haya sido permitido solo por
la dureza de corazón de los judíos, y que el, Jesús, quiera ahora restablecer el
antiguo orden y paradojicamente, por otro lado, admita una excepción fundamental
–no contemplada en la situación original– a lo que está afirmando. Jesús quiere
renovar la realidad matrimonial en su primitiva pureza y, en consecuencia, no puede
aceptar una excepción contraria. La intepretación de Jesús, por lo demás, deja claro
que el adulterio lo comete tanto el marido como la mujer y que la indisolubiidad del
matrimonio es creada por Dios (cf. Mt 19,6).
Es imposible zanjar de modo absoluto entre las diversas exégesis pero lo esencial es
constatar que la Iglesia primitiva no se valió de esta clausula para relajar la disciplina del
matrimonio. Mt 5,31-32 era para los judeocristianos de aquel tiempo una frase muy dura,
pues la legislación de divorcio era valorada com un privilegio de Israel (Trevijano,
Matrimonio y divorcio en Mt 10,2-12). Kasper, al respecto, señala que si bien la
interpretación es controvertida la más probable la interpretación que considera la clausula
de Mateo sobre el trasfondo de la comunidad judeo-cristiana (cf. Hch 15,20-28). Señala que
“esta comunidad buscaba radicalizar el ideal de santidad del AT. En la separación de una
pareja que vive en situación de cualificada fornicación (incesto, prostitución, pervensión
sexual, adulterio continuado y otros) eso sería la voluntad de Dios (cf. Lv 18,19-22; Dt
24,1-4). Presumiblemente no se trata, por tanto, de un derecho a volver a casarse sino del
derecho (deber) de separarse por amor a Dios. ¿Qué nos dice Kasper? Que la separación
tiene que ver con la santidad y amor a Dios, en primer lugar, donde la no-admisión del
divorcio no significa la perpetuidad de la comunión de vida, y en segundo lugar, que la
excepción de la fornicación y sus formas de ejercicio refieren a la inexistencia del
matrimonio. Por lo que, cuando hablamos de porneia, estamos hablando de relación
incestuosa (relación entre familiares de consanguinidad de primera y segunda línea). Juan
Pablo II dice que:
“Citando estas palabras casi in extenso, por completo, Cristo les da un significado
normativo todavía más explícito (dado que podría ser hipotético que en el libro del
Génesis sonaran como afirmaciones de hecho dejará---se unirá… vendrá a ser una
sola carne). El significado normativo es admisible en cuanto que Cristo no se limita
sólo a la cita misma, sino que añade: ‘De esta manera que ya no son dos, sino una
sola carne’. Por tanto lo que Dios unió no lo separe el hombre. Ese no lo separe es
determinante. A la luz de esta palabra de Cristo, el Génesis 2,24 enuncia el principio
de la unidad e indisolubilidad del matrimonio como el contenido mismo de la
Palabra de Dios, expresada en la revelación más antigua” (Audiencia General, 5 de
septiembre, 1979).
En el Catecismo de la Iglesia Católica 1614, dice: “En su predicación, Jesús enseñó
sin ambigüedad el sentido original de la unión del hombre y la mujer, tal como el Creador
la quiso al comienzo: la autorización, dada por Moisés, de repudiar a su mujer era una
concesión a la dureza del corazón (cf. Mt 19,8); la unión matrimonial del hombre y la mujer
es indisoluble: Dios mismo la estableció: “lo que Dios unión, que no lo separe el hombre”
(Mt 19,6)”. El texto enseña que el amtrimonio tiene como propiedades fundamentales la
unidad y la indisolubilidad. Inscritas en la naturaleza humana, son propiedades que no se
pueden alterar: no está en manos del hombre hacer que sea de otra manera. No es que
elmatrimonio no sea indisoluble porque no deba serlo; es que no lo es porque no puede
serlo. Aunque el pecado de los orígenes ha dado lugar a la dureza del corazón y, como
consecuencia, al oscurecimiento del designio originario de Dios sobre le matrimonio, éste
no ha sido modificado, conserva toda su vigencia. El orden de la Creación subsiste, aunque
gravemente perturbado (CEC 1608).
En conclusión, la postura de Jesús contra del divorcio consta con claridad en la
primera tradición cristiana, según se deduce de los testimonios de Pablo y sinópticos. Los
esposos cristianos no deben separarse y, si lo hacen, ha de intentar reconociliarse, pero no
pueden casarse de nuevo. La excepción mateana se la explica San Jerónimo subrayando que
permitir a los esposos separarse, aunque no casarse de nuevo va en la línea de la tradición
de la Iglesia. En síntesis, los fariseos se han acercado a Jesús para pedirle concesiones
pastorales y el responde con el precepto de Dios.
Si confrontamos Mt con Lv 18, algunos exégetas sostienen que la excepción
porneia refiere a la tipificación de delitos a los que refiere Lv 18. Como puede observarse
en el texto, ellos son de tal naturaleza que significa la inexistencia del vínculo. Estas
uniones eran legales entre paganos, pero al momento de entrar en el cristianismo estas
corresponderían a matrimonios nulos por lo que, en estricto rigor no hay disolución (ver
nota de Biblia de Jerusalén a Mt 19,9). Algunos quieren ver en la expresión porneia la
fornicación en el matrimonio, osea el adulterio. Sin embargo si así fuera la palabra
adecuada hubiera sido moijeia. En cambio porneia, en el contexto mateano parece tener el
sentido técnico de la zenut o prostitución de los escritos rabínicos, la que refiere a toda
unión convertida en incestuosa por un grado de parentesco prohibido según la ley (cf. Lv
18). Uniones de esta naturaleza contraídas legalmente entre los paganos y toleradas por los
judíos entre los prosélitos debieron causar dificultades cuando estas personas se convertían
en contextos judeo-cristianos legalistas como el de Mateo (en definitiva estos no eran
matrimonios).
Con respecto al matrimonio como el Misterio o signo de comunión con Dios a la luz
de la Nueva Alianza, “en Cristo se revela la verdad del matrimonio en su totalidad: la del
matrimonio o alianza entre Dios y su pueblo (la humanidad), cuya plena realización es el
misterio de amor entre Cristo y la Iglesia; y también la del matrimonio o alianza conyugal
entre el hombre y la mujer, como signo y realización de la alianza de amor entre Cristo y la
Iglesia. El matrimonio es reconducido a la perfección de el principio” (cf. Mt 19,8).
Algunos puntos para la reflexión teológica, en base a los textos de Mt 19,1-8 y Mc 10,1-12,
se puede decir lo siguiente:
Para referirse a la alianza entre Dios y su pueblo, realizada de manera definitiva en
la venida de Cristo, los Evangelios se sirven del lenguaje y terminología tomados
del matrimonio y la vida matrimonial. A veces se presenta a Cristo como el
“Esposo”.
Para los Padres, la presencia de Cristo en las bodas de Caná indica claramente la
dignidad de matrimonio (cf. R. Schnackenburg).
Pero también tiene un carácter cristológico. De hecho nunca se sabe el nombre de
los esposos, pero si se sabe de la presencia de Cristo. La Iglesia ve en ese mismo
acontecimiento el anuncio de que, en adelante, el matrimonio será un signo eficaz
de la presencia de Cristo. En estas bodas, Cristo manifiesta su gloria dándose a
conocer como el esposo de la nueva comunidad mesiánica.
En los textos sobre la discusión del Señor con los fariseos acerca del libelo de
repudio (Mt 19,1-12 y paralelos) se penetra en el misterio del matrimonio: anuncian
la verdad sobre el matrimonio mostrando claramente la continuidad, en laNueva
Alianza, del designio manifestado en los orígenes.
Con respecto al matrimonio y las bodas del Cordero, no son raras las alusiones que
de forma simbólica hacen los escritos del Nuevo Testamento a las bodas de Cristo con la
humanidad. En Mt, se presenta la parábola del rey que celebra el banquete de bodas de su
hijo (Mt 22,2-14); la de las vírgenes necias y prudentes que esperan al novio (Mt 25,1-13).
En Jn, Cristo aparece en los evangelios a veces como el novio esperado (Jn 3,29) o ya
presente por lo que los invitados a la boda celebran la fiesta (Mt 9,15; Mc 2,19-20). La
imagen de las bodas expresa una realidad central de los evangelios: la llegada de Aquel en
quien se cumplen las promesas, que viene a sellar con su propia sangre la alianza de Dios
con su pueblo, que trae la paz y la reconciliación para todos los pueblos, que convoca a
todos al banquete celestial (Hb 6,13-20; 7,20-28; 8,6-9; Mt 26,28). A la luz de estas bodas
celestiales de la unión de Cristo con la humanidad redimida, la realidad humana del
matrimonio pasa a un segundo plano y aparece una nueva forma de vida que busca el
seguimiento de Cristo a través del amor consagrado a los valores del Reino. Las alusiones
en los evangelios a la renuncia al matrimonio por el amor al Reino de los Cielos y el deseo
que se propaga entre los cristianos de los primeros siglos de consagrar su vida a Cristo a
través de una vida virgen o célibe, son un testimonio fehaciente de que los cristianos ven el
matrimonio bajo una luz nueva, que nace de la manifestación del Reino de Jesús (Mt
18,12). En la parábola de Mt, en que el rey celebra el banquete de bodas, el traje de bodas
que se requiere es signo del valor superior y definitivo de las bodas celestiales (Mt 22,12).
Lc en la parábola similar del hombre que dio una gran cena pone como excusa para
rechazar la invitación el compromiso del matrimonio: “me he casado y por eso no puedo ir”
(Lc 14,20).