Resumen Libro de Egipto

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Capítulo III: La familia.

1.-El casamiento:
El sabio Ptah-hotep aconseja a sus discípulos que funden una casa y tomen una mujer (lo uno lleva a lo
otro). En muchos casos, los padres o superiores deciden los casamientos, aunque los papiros de Londres y Turín
indican que la gente joven goza de gran libertad.
En los cantos de amor, los enamorados se llaman “hermanos” entre ellos, moda establecida a finales de la
XVIII Dinastía. Algunos historiadores sostienen que el casamiento entre hermanos era regular en el Antiguo Egipto.
Ninguna ley lo permitía, pero una ley permitía al rey hacer lo que quisiera, por lo que algunos faraones se casaban
con su hermana e, incluso, con su hija.
Es probable que los casados se presentasen ante un funcionario, quedando registrada la constitución del
matrimonio. En el haber conyugal, el hombre aporta 2/3, frente al 1/3 de la mujer. Si uno fallece, el que sobrevive
tiene el usufructo de todo, pero solo dispone de la parte que aportó.
Aunque no hay documentos, es posible que se llevara algún ritual en el templo. Cuando un hombre
casado peregrina a Abidos, lleva a su mujer y, a menudo, van juntos al templo.
2.-La mujer:
Los pintores y escultores dan una idea de familia egipcia tierna y simpática. Sin embargo, la literatura
juzga duramente a la mujer. Se considera frívola, coqueta y caprichosa, incapaz de guardar un secreto, mentirosa y
vindicativa y, por supuesto, infiel. Los narradores ven en ella el germen de todos los pecados, el saco de todas las
malicias. La mujer no vale gran cosa, mientras el hombre es fiel, afectuoso, apegado y razonable.
Los cuentos nos dicen que la mujer infiel era castigada a muerte, pero el adulterio del marido no era
objeto de ninguna sanción. Tenían el derecho de introducir concubinas en casa. Se conocen casos de poligamia. El
marido tenía derecho a pegar a su mujer, y el hermano a la hermana, pero con la condición de no abusar. La injuria
era castigada, si un hombre injuriaba a su mujer era castigado y privado de toda adquisición hecha con ella.
3.-Los hijos:
Los egipcios amaban a los niños. Las familias de gran fecundidad se deben a la fertilidad del país y la
benignidad del clima. Los hijos no cuestan nada a los padres; mientras son de corta edad, van descalzos y sin
vestidos, los niños adornados con un collar y las niñas con un peine y un cinturón. Todos se alimentaban con tallos
de papiro, raíces crudas o hervidas.
Todos los hijos son bien recibidos, aunque el deseo de tener un varón era universal. Será éste quien haga
vivir el nombre del padre, debiendo inhumarlo y vigilar su tumba.
Ansiosos de conocer el porvenir de los recién nacidos, tenían a 7 divinidades: los Hators. Tranquilizados
por los augurios o no, se daban prisa en nombrar a la criatura, pues no tenía apellidos.
Los nombres a veces son muy cortos (Ti, Abi, Tui, To). La mayor parte de los padres prefería poner a sus
hijos bajo el patrocinio de una divinidad (Hor – Hori, Seth – Seti, Amón – Ameni).
Elegido el nombre, había que registrarlo en la casa de vida, una especie de Instituto de Egipto donde
astrónomos e historiadores conservaban las nociones adquiridas, con un registro de nacimientos, muertes y bodas.
El niño de corta edad quedaba con la madre, que lo llevaba contra el pecho en una mochila colgada del
cuello, con las manos libres. Las reinas y otras no se tomaban tanto trabajo, siendo confiados a servidores.
Cuando el niño se hacía mayor y no podía conformarse con un simple collar, al varón se le daba un
taparrabo y un cinturón, y a la niña un vestido. Esto era un acontecimiento en la vida. Era el momento de enviar al
niño a la escuela. Entre campesinos y artistas, el niño seguía en casa, aprendiendo a ejercer su oficio nato.
4.-Los sirvientes y los esclavos:
Los servidores eran retribuidos, mantenidos por el que los empleaba con sus propios medios. Algunos
servidores libres, que podían retirarse del servicio del señor, eran los escuchas, escanciadores y los chemsu.
Los verdaderos esclavos, los hemu, eran tratados duramente. Si escapaban, eran perseguidos. Casi
siempre eran de origen extranjeros. El señor podía alquilar o vender a su esclavo. Algunos se escapaban y
conseguían rehacer su vida pasando desapercibido.
5.-Los animales familiares:
El perro era el compañero y auxiliar del hombre en la caza, y ayudaba al pastor a organizar el rebaño.
Tenían nombres, y se han encontrado tumbas de perros junto a sus amos.
El mono fue más allá en el corazón del hombre. Divertía a toda la casa, que compartía con jorobados y
enanos, parte del personal de una casa importante. A falta de enanos y jorobados, los niños y unos negritos eran
habituales víctimas de sus bromas.
El gato parece no introducirse hasta el Imperio Nuevo. Es más atrevido que el perro.
Las aves de corral, como el Ganso del Nilo, también tenían cabida en la casa egipcia.

Capítulo V: La vida en el campo.


1.-Los campesinos:
Para los egipcios, los oficios manuales eran despreciables, pero ser campesino era peor por su gran
dureza, a veces explotado, robado por sus vecinos y merodeadores, arruinado por langostas y plagas, además
de un rendimiento altamente fiscalizado. Pero afortunado en parte ya que la agricultura en el Nilo no
requiere de muchos gastos y cuidados, solo tenían que esperar el tiempo de la cosecha.
2.-Riego de los jardines:
En ciudad y campo gustaban de tener jardines, donde podían cosechar legumbres, frutas y la vid. El
trabajo más duro era el riego, que hasta el Imperio Medio fue totalmente manual. Con la invención del cigoñal se
facilitó esta labor.
3.-La vendimia:
Cada jardín tenía unas cepas. La vid se cultivaba pensando en su elaboración en vino. La vendimia se
realizaba cogiendo los racimos a mano, introduciéndolos en espuertas para conducirlas a la cuba, donde se pisaban y
caía el zumo por aberturas a un estanque. El zumo se recogía en cubos, pasando a unas ánforas donde fermentaba. El
escriba anotaba todo el proceso. El vino se transportaba en ánforas selladas.
4.-Labores y siembra:
En tiempos de Ramsés, el cultivo principal son cereales, trigo y cebada. La labor de los campesinos se
iniciaba después de los 4 meses donde el Nilo inundaba las tierras.
Para labrar la tierra se usaba el arado con vacas, nunca bueyes, pues estos llevaban los sarcófagos.
Dependiendo de la tierra, podían usar el azadón y el mazo. En las tierras que habían estado mucho tiempo
inmergidas, bastaba con un rebaño de ovejas para sembrar el grano.
Terminada la siembra, el riego era un deber, sobre todo en el Alto Egipto. Los ingenieros que regulaban la
esclusa del lago Moeris abrían el cauce cuando era necesario, llenando los canales.
5.-La siega:
La siega y la trilla ocuparían varias semanas. Para estas labores, no siempre era suficiente la población
normal, habiendo que reclutar equipos que comenzaban el trabajo en los nomos sureños.
Los segadores empleaban una hoz de hoja ancha. Las mujeres que van detrás de ellos recogen las espigas
en canastos. Para el transporte en el Alto Nilo se utilizarían asnos, pero casi siempre recaía en el hombre.
Para la trilla se desparraman las espigas en un suelo bien apisonado. El viento se llevaba la cáscara.
El escriba, de nuevo, ejercería su labor fiscalizadora estando presente.
6.-El lino:
En estas tierras, el lino crece alto y tupido. Conocedores de que las fibras son más hermosas y resistentes
si las arrancaban antes de la madurez, lo hacían cuando este estaba en flor. Aún así se reservaba una parte
de la cosecha para obtener granos, no solo para la futura semilla, sino también para fármacos.
7.-Los enemigos de los cultivos:
Ante los enemigos naturales (cosechas, tormentas, granizos, langostas, otras plagas…) el campesino solo
podía invocar a los dioses, sobre todo al dios langosta. Sin embargo, podía defenderse de los pájaros que visitaban
las huertas en primavera (oropéndola) y otoño (arrendajo). Para ello, los capturaban desplegando una red arbórea.
8.-La cría del ganado:
Los egipcios de los orígenes tardaron mucho tiempo en reconocer qué animales era ventajoso domesticar.
La cría se reduce a caballos, bueyes, asnos, cabras, carneros, cerdos, gansos y patos. El camello solo lo conocen los
habitantes del Delta oriental. El caballo fue introducido casi en tiempos de Ramsés.
Los establos de bueyes estaban situados cerca de la casa del señor y graneros, donde vivían acompañados
del pastor para protegerlos de ladrones. Durante el dominio de Amón se procedió al marcaje de las bestias
para identificarlas.
La cría de aves de corral se hacía en locales especiales, bien cuidados y limitados por un enrejado.
9.-Los habitantes de las lagunas:
Las lagunas cubren gran parte del valle. Cuando el río vuelve a su lecho, las marismas se conservan hasta
el final de la estación chemu. Cubiertas de nenúfares, cañas y papiros, son el paraíso del pescador y cazador.
No solo eran lugares de esparcimiento: los tallos de papiro permitían construir chozas, y con las fibras se
fabrican cuerdas, esteras, asientos y jaulas, que luego se venden. También se construyen barcas ligeras.
La pesca con buitrón exige una decena de hombres y algunos barcos para desplegar una inmensa red.
Hay muchas formas de pescar: desde una barca con sedal, con el bumerán, el arpón, hasta trampas. Se exigía
destreza y paciencia.
10.-La caza en el desierto:
Gacelas y antílope eran representadas en tumbas de nobles siendo cazas en un terreno cercado.
La caza en el desierto era un pasatiempo para nobles y príncipes, aunque también un oficio. Ramsés III
constituyó equipos profesionales de arqueros y cazadores profesionales para ofrendas a Ra.
Aficionados y profesionales trataban de ahorrarse la persecución a una presa, por lo que acotaban un
terreno con dos vallas que, junto a los acantilados, mantienen a los animales en el lugar de cacería.

Capítulo VI: Las artes y los oficios.


1.-Los canteros:
Entre los dos desiertos que bordean el valle, admirables canteras proveen a Egipto para sus obras. La
piedra caliza se hallaba en abundancia entre Menfis y Tunit. De las canteras de Roiau se extraía la cuarcita roja, la
más fina. En la región de Asuán consiguen el granito rosa, gris y negro. Los puntos de extracción son numerosos,
haciendo posible la arquitectura colosal que caracteriza a este pueblo.
La explotación no era ni permanente ni regular. Se realizaba cuando era necesario: si el faraón necesitaba
una piedra, se ponía en marcha una expedición que movilizaba miles de hombres.
El método de trabajo era primitivo. Elegían entre los bloques sueltos que tenían las dimensiones
deseadas. Reconocida la piedra, se llevaba intacta hasta el camino, colocándose en un trineo para marchar.
Cuando era necesario, no vacilaban en atacar la roca y perforar grietas. Muchos canteros y picapedreros
era prisioneros de guerra o condenados, pero también muchos egipcios ejercían estos oficios.
2.-Los mineros:
El oro es muy abundante en el desierto, entre el Nilo y el Mar Rojo. El oro de Coptos se hallaba en la
montaña de Bejen, de fácil explotación. Independientemente de su cuantía, la extracción del mineral era de gran
dificultad en otras zonas, como en el país de Ikaita, los mineros no morían por el riesgo, sino de sed.
El trabajo de los mineros era de gran penalidad. Calentaban la roca para quebrarla, y luego la atacaban
con cuñas de metal siguiendo la dirección del filón aurífero. Los fragmentos extraídos eran llevados a la entrada de
la galería, triturados y lavados hasta conseguir un polvo nieto y brillante, que daba un oro muy puro.
Gracias a la actividad de los ingenieros y a la resistencia de un personal experimentado, al celo de sus
comerciantes, Egipto amontonaba en sus depósitos materiales como piedras, metales y maderas.
3.-El trabajo en los talleres:
Se supone que los talleres especializados se sucedían a lo largo de una calle y se cree que trabajaban especialistas
de diferentes oficios en un mismo local. Los bazares de El Cairo y Damasco eran inspeccionados por el director
uno tras otro. Cuando en una pieza se empleaban varias técnicas, o el artesano las tenía, o los especialistas
trabajaban uno junto al otro y se pasaban el mismo hasta acabarlo.
4.-Los escultores:
Los escultores en piedra prefieren aislarse. Trabajan en grupos con azuelas, cinceles, pulidores, sentados o
de pie… No solían estorbarse los unos a los otros, pero lógicamente el pintor era el último.
El transporte de la estatua al templo era oportunidad para una verdadera fiesta. Cuando su tamaño era
colosal, celebraban la técnica y la organización. Se coloca en un trineo con 4 cuerdas muy largas de las que tiraban
los portadores. Gustaban de esas oportunidades para trabajar en masa, mientras lo celebraban, daban gritos y
bebían.
5.-Orfebres, joyeros y lapidarios:
Para tallar la piedra utilizaban herramientas sencillas: un taladro injerto en una madera, de forma manual.
Será el trabajo del metal el que diese empleo a numerosos artesanos. Comenzaban pesando oro y plata,
necesitando hilo para cadenas, chapas y joyería en general, y grandes placas para la realización de vasos, copas…
Para darle forma fundían oro y plata a fuego libre, echándolos en lingoteras. El escriba registraba los resultados
frente al jefe que pesaba el oro y se lo confiaba a los artesanos para el trabajo. Estas se confiaban a los obreros que
con una gran piedra que hacía de yunque y una piedra a forma de martillo las manipulaban, a gran calor
para dar forma y luego enfriaban. La gramática decorativa de los egipcios era infinita.
6.-El trabajo de la madera:
El carpintero trabaja con sierras de mano cortando en planchas los troncos de los árboles. Con hachas de
mango largo obtenían vigas, y utilizaban la azuela para cepillar la madera, preferían clavos de madera a los clavos
de metal para ensamblar. Usan herramientas sobre el suelo. Además de muebles y ornamentación hacían
armas, arcos,bastones y herramientas
Desde el Nuevo Imperio aparece un nuevo imperio, el carrocero, una especialización del carpintero.
7.-El trabajo del cuero:
La industria del cuero se remonta al Antiguo Imperio. Con él se fabricaban desde portamanuscritos hasta
cascos. Aprendieron el repujado del cuero, pero seguían practicando el agamuzado, lo que le da a la piel cualidades
del pueblo (flexible, impermeable, imputrescible).
8.-La condición de artistas y artesanos:
Los trabajos de artistas y artesanos eran expuestos para la aprobación del director de los trabajos, que
juzgaba si eran dignos de figurar en los almacenes del dios o del rey. Además, se hacían exposiciones generales. No
recibían otro reconocimiento más que este.
El faraón aspira que su nombre quede en monumentos que desafían a la eternidad, y quiere que sus
artistas estén bien comidos y vestidos, que se sientan dichosos por trabajar con él. No eran ingratos con los que
trabajaban para su gloria, pagaban y agradecían sus ideas, pero no tenían ni los beneficios ni dignidad de un alto
funcionario, un cortesano o un sumo sacerdote.
9.-Albañiles y oficios menores:
Los oficios más pesados los ejercían extranjeros prisioneros o libres, o los más humildes. El albañil egipcio
elabora ladrillos crudos, esencial para construir murallas.
Para su trabajo tomaban limo del Nilo, mezclado con arena y paja. Tras moldearlo y 8 días de secado,
estaban listos para su uso.
La palabra iqdu designa los oficios de albañil y alfarero, bien diferenciados, pero con el mismo material.
Los barberos iban de barrio en barrio, con una cuchilla algo menos larga que la mano. Los barberos
particulares tenían más surtidos, como tijeras y la realeza tenía sus propios barberos profesionales. Algunos
eran médicos.
10.-Patrones y obreros:
La moral corriente prohibía que a los obreros y sirvientes se les hiciera trabajar más allá de lo razonable.
Recibían su ración de víveres y vestidos una vez al mes, dos o cuatro veces.
La suerte de los obreros no era demasiado miserable. Los días de fiesta eran frecuentes. Los obreros más
hábiles podían ascender, amontonar algún bien y acabar sus días como patrones o pequeños propietarios.
11.-El comercio y el dinero:
En los dominios del Estado se llevaba una contabilidad muy estricta de los comestibles y de los productos
que entraban diariamente y de lo que el personal consumía. Estos cubrían las necesidades de la colectividad, y solo
el excedente se destinaba al comercio. Los propietarios particulares solo comerciaban con el excedente de sus
cosechas o ganados. Lo mismo ocurría con artistas libres.
El truque de mercaderías lo facilitaba la evaluación de comestibles y manufacturados por medio del chat
(medida de valor para el cambio, equivalente al de la moneda), que quedó en desuso hacia la época de los
Ramsés, pues no facilitaba las transacciones. No acuñaron monedas con valor del chat, pero conocían la
cantidad equivalente en oro, plata o cobre. El mismo Estado no tenía otro método de pago. La ausencia de
moneda dificultaba las transacciones. El pago en metal precioso solo se vio en tiempos de los últimos Ramsés,
cuando el saqueo de los templos y de las tumbas puso en circulación grandes cantidades de estos metales.

Capítulo VIII: El Faraón.


1.-Deber esencial de los reyes:
El primer deber del faraón es testimoniar su reconocimiento a los dioses señores de las cosas, los cuales
garantizan la prosperidad. Al principio de un gran número de estelas oficiales se lee que su majestad se hallaba
ocupado en hacer lo que agrada a los dioses. Sino lo hacían entraban en crisis y eran atormentados por los dioses.
Desde que hubo faraones podía decirse casi de cada uno de ellos lo que se lee en la estela de Amada.
Debía trabajar personalmente en servir y adorar los dioses, vigilar la ejecución de sus órdenes, y cuando los
trabajos estaban terminados, inaugurar el templo y consagrarlo a los dioses.
Ramsés II no rehuyó las obligaciones que todo faraón contrajo con los dioses. Por ese medio compraba la
paz del país, pues el pueblo de trabajadores estaba contento de su suerte, y era incapaz de sublevarse. Los que
hubieran podido perturbar el orden tenían interés en conservarlo.
2.-El tocado real:
El despertar del rey ocurría en ceremonia. La vestimenta real no solo era más suntuosa que la de los
príncipes, también de los jefes civiles y militares.
El rey nunca se presenta destocado en público, y aun en la intimidad casi siempre estaba tocado. La más
sencilla era una peluca redonda decorada con una diadema. Un uraeus de oro se enrosca en esa diadema. La corona
del sur, la del norte y la doble corona son tocados de ceremonia. La primera consiste en un alto bonete que se
adelgaza en lo alto y termina en un bulto; la segunda, un birrete prolongado hacia atrás por un tallo rígido, mientras
una cinta de metal, que parte de la base de ese tallo, se adelanta describiendo una espiral. La doble corona es una
combinación de las dos primeras. El rey también se pone el casco azul, adornado con un uraeus.
Coronas y casco eran colocados sobre la cabeza. El nems era bastante ancho para contener la peluca
redonda. La compostura de ceremonia incluía una barba postiza, que imitaba la barba trenzada.
La pieza esencial del traje es el taparrabo. El real es con pliegues, sujetado por un cinturón ancho con una hebilla de
metal decorada con jeroglíficos y en la parte trasera lleva un rabo de toro. El rey no desdeña en modo alguno
caminar descalzo, pero dispone de un rico surtido de sandalias. Las joyas completan la indumentaria.
3.-El rey en el trabajo:
Toda la vida pública y privada de los reyes estaba reglada. Despiertan temprano y leen el correo. Luego de
bañarse y revestirse, ofrecían un sacrificio, escuchaban las plegarias y exhortaciones del sumo sacerdote, les leían
el parte para tenerlos al día y daban las respuestas, y después su tiempo se repartía entre audiencias, juicios,
paseos y placeres. Debía ser sobrio, obrar en conformidad con las leyes.
Muchos reyes hacían su oficio a conciencia. La guerra y la paz dependían de él, pero las cuestiones
técnicas no lo dejaban indiferente. El nombramiento de los altos funcionarios y de los grandes dignatarios dependía
del rey. La elección del sumo sacerdote de Amón era la más alta importancia.
4.-El derecho de gracia:
Las Memorias de Sinuhit nos traen el único ejemplo conocido de un culpable indultado por el faraón. El
rey no se contenta con levantar la pena a Sinuhit y autorizarlo a volver. Quiere verlo.
Le piden a la diosa Hator que interceda por él. Es una diosa de la alegría, de las danzas y de los banquetes, e
interviene para preparar la medida que el rey tomará a favor del descarriado. Sinuhit sale indultado y enriquecido,
con un casa y alimentos del rey.
5.-Recompensas reales:
Un cortesano definió al faraón como “el que multiplica los bienes y recompensa a quien le sirve”. En el
curso de las guerras de liberación, y durante la conquista de Siria, el Faraón debió atribuir el oro de la valentía a más
de un bravo. Ya estaba tomada la costumbre. Pronto les tocó el turno a los civiles.
Puede ocurrir que una recompensa sea otorgada a un hombre solo, pero generalmente se espera a varios
personajes recompensados en palacio, aclamados por sus vecinos.
El impetrante saluda al rey y pronuncia el elogio del rey. Este le responde con el elogio de su servidor.
Alaba su fidelidad, su destreza, su devoción. A veces le da un cargo más importante.
Luego le echa copas y collares de oro. Los oficiales cogen al vuelo los objetos preciosos. Entonces cuelgan
del cuello del condecorado los collares. Colmado de alegría y agradecimiento, llega a la salida seguido por oficiales
con los objetos que no se ha podido colgar. Unos subalternos se encargan de los alimentos. Los escribas lo registran.
Esas audiencias de recompensa se celebran a veces al aire libre, bien porque el personaje es importante o
bien porque el público es numeroso.
6.-Recepción de los embajadores extranjeros:
La recepción de los embajadores era mucho más que la distribución de recompensas: una ceremonia que
permitía exhibir gran fasto, y halagaba el orgullo del faraón.
Los delegados se colocan a los 4 costados, detrás de los objetos preciosos que han traído. Los escribas los
registran y los mandan al almacén del templo cercano. En cambio, el rey les concede el soplo de vida, y a veces
dones materiales más substanciales que los que le presentaron. En efecto, al faraón le agrada considerarse como
una montaña de oro para todo país. No podía abstenerse de subvencionar a los príncipes menesterosos
que solicitaban aliarse con él por casamiento o de otra manera, pero perfectamente capaces de echar una manera
del lado rival.
7.-Entretenimientos reales: los deportes.
La gran ocupación del rey era la guerra. Desde la infancia, los príncipes se preparaban para ello, lanzaban el
bumerán se entrenaban con las armas y recorrían una gran distancia corriendo, hambrientos y sin lugar para
la fatiga. Llegados a la edad viril, eran todos atletas, como se les describen.
Un príncipe empleaba el tiempo desde su nacimiento para ocupar el trono de Horus. Había aprendido
equitación, y era un atleta completo. Estaba adiestrado en 3 direcciones: remero, arquero y caballero.
8.-Las cacerías reales:
Tirar a un blanco de cobre o cazar antílopes eran las diversiones del príncipe. Deportes más excitantes
esperaban al Faraón. En el valle del Éufrates, hubo un faraón que cazó elefantes. Otros cazaron leones, toros…
El rey va equipado como si marchara a la guerra, montado en su carro y asaeteando a los animales, la tropa
real persigue a los animales también. En el desierto el rey entra solo con su carro a cazar.
9.-El rey en la intimidad:
Cuando volvía de un largo viaje o de una correría, el rey encontraba entretenimiento en sus palacios.
Aunque Akenatón fue un rey muy familiar, no es seguro que todos fueran así.
Ramsés II era menos austero. Los textos que hablan sobre su residencia alaban el encanto y la alegría. Se
comía bien, y se bebía mejor. Se coronaban de flores. Aclamaban al rey todos los días. Era un paraíso. Con Akenatón
la vida se desarrollaba también entre fiestas, pero con la diferencia de que el rey hereje practicaba las virtudes
familiares. Los Ramsés amaban el cambio. Con Ramsés II sabemos que 5 mujeres llevaron el título de esposa real.
Los sucesores de Ramsés II no intentaron quitarle esa gloria. Ramsés III, aun cuando quería igualarle en
todo, tuvo 3 esposas y una decena de hijos. Le gustaba la sociedad de las mujeres. Jugaba gustoso a las damas con
bonitas personas desnudas que le traían flores, bebidas y golosinas.
A los reyes les gustaba la sociedad de sus compañeros de armas y cacerías, y la gente sabia.
10.-Intrigas de Harén.
Por más que el Faraón pasara por un dios, no faltaban impíos que complotaban su pérdida, buscaban la
forma de abreviar su reinado y de cambiar el curso natural de las sucesiones. Algunas importantes estarán
protagonizadas por mujeres del harén, que elaborarán intrigas palaciegas. Cuando estos eran castigados con pena
de muerte, decían los escribas: ”Los pusieron en su lugar. Murieron por si mismos”.
11.-Pensamientos reales:
Un largo reinado y algunas desventuras por el estilo de la que acabamos de relatar podían inspirar al
faraón el deseo de comunicar a la posteridad su experiencia de los hombres. Algunos soberanos dejaron
instrucciones, y otros dictaron escritos donde plasmaron sus memorias y la conciencia de su reinado. Como estas:
Ramses II estaba seguro de que fue un buen gobernante, Ramses III consagró los recursos para la mejora del país
y la adoración de los dioses, con templos y cuidados, a celebrado buenas fiestas y no se descuidó de los
humanos haciendo reinar el orden y la paz, protegiendo a los trabajadores y débiles.

Capítulo X: Los escribas y los jueces.


1.-La administración:
Egipto poseyó desde su origen una gran administración. Cada empleado del rey tenía su nombre y sus
títulos. Bien jerarquizada, en primer lugar era nombrado el visir. Cada alto funcionario disponía de numeroso
personal. La administración tendía a inflarse antes que reducirse. Ramsés III enriqueció a los dioses de uno a otro
cabo de su reinado de 31 años. A cada extensión de su dominio correspondieron creaciones de empleo. Cada vez se
necesitaban más escribas para recoger impuestos, transportarlos, encuadrar a los esclavos, cuidar canales…
2.-Reclutamiento y formación de funcionarios:
El empleo de funcionarios estaba garantizado al titular para la duración de su vida, y su nombramiento
debía quedar en familia y ser transmitido de hijo a hijo. Los cargos de responsabilidad entraban en la administración
al salir de la escuela, y ascendían según su talento y poder de su protector.
La escuela forma parte del templo. Los estudios comenzaban a temprana edad. El niño aprendía primero a
leer y escribir. El papiro era un material demasiado caro. Les entregaban para sus ejercicios placas de piedra caliza
pulimentadas en las que habían trazado rayas o cuadriculas.
La educación no consistía simplemente en el estudio de gramática y escritura. Los funcionarios egipcios
tienen ocupaciones muy variadas y pasan de unas a otras con facilidad. Se hacía necesario que los estudiantes se
iniciaran en el conocimiento de leyes y reglamentos, historia, geografía y en las principales técnicas.
3.-Buenos y malos magistrados:
Los hombres de ley eran temidos por la población. Demasiado a menudo, su visita anunciaba castigo o
confiscación de bienes. Los moralistas recomendaban a estos agentes de la autoridad usar moderación y clemencia,
aconsejando que no defraudaran la recaudación de impuestos, pero que fuesen clementes con los humildes.
Un visir, Rekhamaré deja escrito en su tumba que se encargó de proteger al débil frente al fuerte y amparar a los
más necesitados y desamparados, como pobres, viudas y niños.
Se sabe que los años siguientes a la revolución religiosa, se exprimió de forma abominable a los humildes, robando
al público y al Faraón. Cuando se acudía a la justicia, en lugar de recibir protección compraban la absolución
del criminal y condenaban al inocente.
4.-El mantenimiento del orden:
En todas las épocas se vieron robos, abusos de poder, crímenes… En el reinado de los últimos Ramsés se
organizaban partidas para saquear templos y tumbas. Los egipcios grababan avisos y maldiciones en lugares visibles
para quien se portara mal en una tumba, dando bendiciones al visitante respetuoso.
El temor de los dioses y el horror a los castigos póstumos preservaron los templos, mientras una policía
honesta montaba guardia. El día que no fue así, las inscripciones terroríficas perdieron su poder.
En el año XIV de Ramsés se sucedieron actos de pillajes. Durante años, las tumbas fueron saqueadas. Así,
casi todas las tumbas del Valle de los Reyes y del Valle de las Reinas fueron violadas y saqueadas antes del principio
de la XXI Dinastía. Para salvar las momias, los visires y los sumos sacerdotes de Amón se resignaron a sacarlas de sus
sarcófagos y a depositarlas, de forma austera, en ataúdes de madera que fueron enterrados en escondites.
5.-En el tribunal:
Las causas iniciadas contra los grandes bandidos que habían saqueado las principales moradas tenían un
protocolo, que más que justicia era ajusticiar. Se procedía a un interrogatorio que acababa en tortura (se representa
a los culpables atados a un poste siendo golpeados) y acababan confesando. Es muy raro que se ponga en libertad a
un acusado. Los fallos de los tribunales no han llegado a nosotros.
6.-Recepción de los tributarios extranjeros:
El trabajo principal de los agentes del Estado era explotar el dominio real, reprimir el bandolerismo, hacer
justicia, cobrar impuestos, abastecer la población, acoger y llevar ante el faraón a los delegados extranjeros. Estos
podían venir a pagar una contribución de guerra, a expresar el deseo de estar en el agua del rey, o a requerir
servicios de un dios. Cualquiera que fuese la causa, la acogida era espectacular.
A través de un funcionario, los extranjeros entran en contacto con el visir. Para tal ocasión, un séquito se
engalana con especial cuidado, se abren en el muelle fondas y tabernas, y lo más probable es que una multitud los
viera pasar.

Capítulo XI: La actividad en los templos.


1.-La piedad:
Los egipcios eran un pueblo muy piadoso, y poseían una piedad razonable a la vez que ardiente. Se verá
reflejada en el especial interés del pueblo egipcio por cuidar y embellecer y agrandar los templos.
Es asombroso el número y las formas singulares de las divinidades. Se llega a divinizar a lo largo de todo
Egipto diversas especies animales, como el cocodrilo, halcones, ibis…
También los vegetales serán divinizados, de forma que cada ciudad tendrá su bosque sagrado, y una
divinidad propia. A este dios, en las ciudades importantes se le asocian otras divinidades.
2.-El clero:
Los hombres que pertenecían al clero eran los puros, los padres divinos, el hombre del rollo, que llevaba
en las manos el programa de la ceremonia en un rollo de pergamino… había un colegio compuesto de por lo menos
doce personas, que se turnaban cada hora en una especie de adoración perpetua. En muchos templos, un jefe
de los misterios se ocupa de las representaciones sagradas. El sacerdote sem es muy importante en el culto… No
obstante, los miembros del clero no estaban obligatoriamente dedicados toda la vida al servicio del mismo dios.
No obstante, sea cual sea el nombre, los sacerdotes tienden, en el Nuevo Imperio, a distinguirse de la
masa de los ciudadanos: Han adoptado un amplio taparrabo, llevan desnudo el torso y se afeitan todos los cabellos.
Gran número de mujeres participaban en el culto. Todo templo poseía un cuerpo de cantantes las cuales
vivían con su familia, pues su función sólo exigía su presencia temporal. Las mujeres que componían el khenerit
habían de residir en el templo, las superioras de éstas se llamaban la mujer divina del dios.
Así como los funcionarios se reclutaban sobre todo en las familias de funcionarios, los sacerdotes eran casi siempre
hijos de sacerdotes. Los escolares que se destinaban al estado religioso aprendían la gramática y la escritura, pero
además aprendían las imágenes de los dioses, sus títulos… Pasaban un examen y, una vez superado, se insertaba en
el clero.
3.-El culto:
El culto se rendía en todos los templos de Egipto sin la participación del público, en la oscuridad del sancta
sanctorum. El sacerdote se purificaba y después abre la puerta de que aparecer la imagen divina, el sacerdote le
devuelve la vida. Luego lo lava y viste y, por último, le pone por delante comida que luego la consumía el fuego, tras
lo cual, terminaba el culto.
A cambio de esos cuidados el dios hacía al rey el don de la vida durante toda la eternidad. El pueblo se
contentaba con que se desparramaría sobre Egipto toda clase de bendiciones. Se permitía a quien lo quería pedir
los beneficios y las gracias más variadas ante las estatuas o animales que encarnaban a los dioses.
También había en todos los templos estatuas o estelas llamadas curadoras, una vez curado, el herido no
tenía más que agradecer con una plegaria al dios su curación, lo que no le dispensaba de dar al puro o al padre
divino un donativo.
Las divinidades daban a los mortales un parecer útil o zanjando una querella espinosa como juicios.
Incluso participaban en nombramientos importantes.
4.-La salida del Dios:
Por lo menos una vez al año, en cada templo, el dios salía y visitaba la ciudad y sus alrededores. Atraían a toda
la ciudad, algunas llegaban a atraer a la población de toda una región. Una vez terminados los sacrificios,
se entregaban al placer festejando con música, cantos y palmas.
5.-La salida de Min:
En la capital, la presencia del rey y de la corte daba a algunas de esas salidas divinas el brillo de una fiesta
nacional. En tiempos de Ramsés III, el aniversario de la coronación coincidía con la fiesta de Min, dios de la
fecundidad, que se celebraba cuando empezaba la siega. El rey será, pues, al mismo tiempo que el dios, el héroe de
la fiesta.
Una vez llegado a la morada de Min, el Faraón se coloca frente a la estatua y cumple el rito de la resina y de la
libación. Luego se abren las puertas y puede admirarse al dios de pie delante de su santuario. Ahora se une al
cortejo un toro blanco que es una encarnación del dios. La procesión se pone en marcha camino del altar, que es
su meta. El advenimiento de un rey piadoso y amado de los dioses procuraba a Egipto toda clase de bendiciones.
Ahora se trataba de glorificar la fertilidad del país. Recitan un postrer himno en que la madre de Min exalta la fuerza
de su hijo, vencedor de sus enemigos. Reintegran la estatua a su nave y luego el rey se vuelve a colocar su casco azul
y regresa a palacio.
El dios y el rey, los miembros de la familia real, sacerdotes y altos funcionarios son, según lo que sabemos,
los únicos actores y comparsas de la gran salida de Min. El pueblo ha sido olvidado por los artistas, pero en la ciudad
había bastante gente como para formar una valla al paso de Min y de su toro blanco.
6.-La hermosa fiesta de Opet:
La fiesta de Amón en Opet era, más que la fiesta de Min, la fiesta de todo el pueblo. Se celebraba durante
la inundación en el momento de las aguas más altas, cuando los agricultores no trabajaban y los barcos navegan
fácilmente puesto que todas las tierras están sumergidas.
El punto de partida es el templo de Opet. Se instalan vendedores ambulantes. Una flota importante se
hallaba amarrada a lo largo del muelle. Los barcos sagrados han sido remolcados hasta el Nilo. Barcas de todas
formas y dimensiones escoltan ese prestigioso cortejo. En ambas orillas del Nilo, los ciudadanos llegados de toda la
región contemplan el espectáculo y toman parte de la fiesta comiendo, bebiendo y bailando. La meta de
esa navegación era el Opet meridional. Amón de Karnak iba a ser durante unos días el huésped de Luxor. El regreso
de la flota era el último episodio de la fiesta. El rey podía estar más seguro que nunca de que poseía todos los
bienes que podían esperarse de los dioses. En cuanto al pueblo, durante casi un mes había bebido y comido, gritado
y gesticulado. Se había llenado los ojos con un magnífico espectáculo y sentía que su prosperidad, su vida misma
y su libertad dependían de aquel hombre semejante a los dioses que había escoltado a su padre Amón entre sus
dos grandes santuarios.
7.-La fiesta del valle:
El barco sagrado de Amón abandonaba también su ensenada para otra fiesta: la fiesta del Valle. Cruzaba
el Nilo, arrastrado por los dioses. La fiesta del Valle, menos larga que la fiesta de Opet, duraba diez días. El rey sale
del palacio y va a invitar a Amón a que visite los edificios de la orilla izquierda. El rey de los dioses recibirá en ella la
visita de los dioses protectores de los muertos. Las ceremonias que se desarrollan, una vez que esos dioses se han
reunido, se hacen en beneficio del inmenso pueblo de los muertos que descansan en las sepulturas de la montaña
de occidente.
8.-Los misterios:
Las salidas de los dioses no se hubieran prolongado tantos días, no hubiesen atraído tan gran concurso de
pueblo si el organizador de la ceremonia no hubiera estado en condiciones de variar el espectáculo. Para ello
representaban los acontecimientos más agitados de la vida de los dioses.
En todas las provincias, en todas las ciudades, la liturgia, las leyendas locales proveían mucha materia
dramática. A Faraón, ese dios al que nadie se acercaba sino temblando, los cuentos lo ridiculizan. Es más, los dioses
eran tratados de la misma manera tan familiar. Esas representaciones eran, sin discusión, uno de los principales
atractivos de aquellas fiestas.
9.-La casa de la vida:
La mayor parte de los templos tenía escuelas en su recinto, donde los niños egipcios aprendían a leer,
escribir e incluso escuelas donde se formaban los dibujantes y los escultores. También tenían una biblioteca, donde
se conservaban los archivos del templo y los textos de toda clase, y también las obras de moral. de literatura y obras
técnicas. Verosímilmente, en esas casas nacían esos progresos y esos descubrimientos. Se presenta el templo como
el centro de vida egipcia, además de ser la casa de los dioses es un centro económico y de intelectualidad, donde
el faraón acudía a encontrar textos sagrados y leyendas.

Capítulo VII: Los funerales.


1.-La vejez:
La vejez es la edad de la fealdad, de la debilidad física y moral. Sin embargo, los egipcios deseaban, como
todos los hombres, llegar a esa edad. El anciano que, a fuerza de cuidados, había conservado el aspecto de un joven
y cuyas facultades permanecían intactas, excitaba la admiración universal.
Lo que se llamaba una vejez dichosa no se caracteriza sólo por la ausencia de enfermedades. Aún era
menester la opulencia, o al menos un buen pasar. El que llegaba al estado de amakhu tenía asegurado, no sólo el
pan de sus viejos días, sino que podía contar con una sepultura excelente. El rey concedía ese hermoso título de
amakhu.
A medida que sirvientes y empleados llegaban a viejo, un señor compasivo les aseguraba un empleo
compatible con sus menguadas fuerzas, un pasar y el cubierto, en espera de la sepultura. Egipto no sacrificaba ni a
sus ancianos ni a sus niños. En conjunto, Egipto era un país en que daba gusto vivir viejo.
2.-La ponderación de las acciones:
Los egipcios no contemplaban gustosos la muerte. Una temible prueba esperaba a todos los difuntos al
entrar en el otro mundo. Era la ponderación de las acciones. El que llegue sin pecado ante los jueces de los muertos,
estará ahí como un dios. Los inculpados estaban divididos en tres grupos. Aquellos cuyas malas acciones eran más
numerosas que los méritos eran entregados a la perra Amait. Aquellos cuyos méritos superaban a las malas
acciones eran llevados entre los dioses del consejo. Aquel cuyos méritos equivalían a sus faltas, tendría que servir a
Sokar-osiris.
Había que obtener, pues, de los dioses que las malas acciones fuesen anuladas y el pecador quedase
purificado. El capítulo CXXV del Libro de los Muertos ha sido compuesto para separar a los pecadores de sus
iniquidades. Se trataba esencialmente de ser proclamado maa kheru, justo de voz. Y no se puede merecer ese título
si no se ha defendido oralmente su causa ante un tribunal.
La lectura del capítulo CXXV sugiere que el misterio del juicio se componía de dos actos. Primero, es Osiris
el que hace reconocer su inocencia. Tras esto, los fieles iban por turno acercándose a la balanza. El postulante era
solemnemente reconocido justo de voz y registrado. Podía volver a su casa, seguro de que no se le cerrarían las
puertas del otro mundo.
3.-La preparación de la tumba:
Los reyes empezaron siempre muy tempranamente. La construcción de una pirámide, aun mediana, era
compleja. Desde principios del Nuevo Imperio la necrópolis real fue transportada al valle de los reyes, al oeste de
Tebas, en él construyeron hipogeos. En ningún lugar se dirigen a los visitantes. Pues la tumba real no estaba
preparada para recibir visitas. Era un dominio cerrado, cuya entrada misma había de ser secreta.
Muy distintas eran las tumbas de los particulares, que normalmente se componían de dos partes
diferentes. La tumba, cavada en lo hondo de un pozo, estaba destinada al difunto. Una vez acostado éste en el
sarcófago y cumplidas las últimas ceremonias, se tapaba la entrada de la tumba, y nadie debía perturbar su soledad.
Pero encima de la tumba, todo un edificio se abría a los vivos. En las paredes, en los pilares, unas pinturas
representaban, en sus momentos más característicos, la vida del difunto. El sarcófago era naturalmente la pieza
más importante del mobiliario fúnebre. El rey y la gente muy rica no se conformaban con un solo ataúd. En la tapa
combada se hallaba tendida la imagen del difunto representado con los atributos de Osiris.
La riqueza y variedad del mobiliario dependía naturalmente de los medios de cada cual. El sarcófago lo
completaba un cofre de madera o de piedra y los cuatro vasos que llamamos vasos canopes. Estaban éstos
destinados a recibir los órganos retirados del cuerpo durante la momificación.
Los egipcios creían que la imagen de una cosa o de un ser poseía en cierta medida sus facultades y sus
propiedades. Bastaba con fabricar estatuillas que podían trabajar en lugar del difunto. Esas estatuillas tenían la
forma de una momia. El rostro es a veces muy individual por lo que suponemos que quisieron hacer un retrato.
Por lo demás, a menudo se adornaba a la momia con joyas que el difunto había llevado estando vivo, pero
más a menudo se fabricaban nuevas. He aquí la lista de lo que necesitaba la momia de un rey o de un gran
personaje: La máscara, un cuello, uno o varios collares de oro, uno o varios pectorales con su cadena (El motivo más
habitual era el escarabajo alado flanqueado de Isis y de Neftis), brazaletes para las muñecas, para los brazos, para
los muslos y los tobillos. Dediles, anillos, sandalias, amuletos y estatuillas de divinidades que serían suspendidas al
cuello o prendidas en el pectoral.
A todos esos adornos había que agregar aún reproducciones en miniatura de una multitud de objetos
como bastones, cetros, armas, atributos reales...
4.-Los deberes del sacerdote del doble:
Es menester que sus descendientes se ocupen del difunto, piadosamente, de generación en generación. El
hijo que hereda el título de sacerdote del doble recibe bienes privilegiados que no deben ser repartidos con los
otros. El hijo, a su vez, se lo dará a un único hijo para que cuide su tumba y la de su abuelo. El sacerdote del doble
también participará personalmente en ceremonias en honor de sus antecesores.
5.-La momificación:
Tras el día de la muerte de un egipcio, se observa duelo durante setenta días por lo menos, durante esos
días se renunciaba a toda ocupación activa y permanecían en casa postrados y silenciosos.
Lo que sí hacían era entregar el cadáver a los embalsamadores y elegir la forma de embalsamamiento. El
embalsamamiento de primera clase exigía muchos cuidados y tiempo. Sacaban el cerebro, y con excepción del
corazón, todos los órganos internos que se introducían en los cuatro vasos canopes. Luego salan el cuerpo con
natrón. Al cabo de setenta días, lavan el cuerpo y lo envuelven en vendas.
Tras esto se adorna la momia con abalorios, pectorales y amuletos. Entre las piernas le colocaban un
ejemplar del Libro de los muertos, guía indispensable en el otro mundo. Le aplicaban la máscara en el rostro que
solía ser de tela y de estuco excepto para los reyes y algunos muy grandes personajes que era de oro.
Si en el intervalo los especialistas que se habían repartido el pedido del mobiliario fúnebre habían sido
diligentes, se podía por fin, dos meses y medio después del fallecimiento, colocar el muerto en el ataúd y enterrarlo.
6.-El entierro. Formación del cortejo:
Un entierro egipcio era a la vez lúgubre y pintoresco. Los miembros de la familia gemían y gesticulaban
por todo el trayecto. Se habían alquilado plañideros y plañideras a sueldo, temiendo sin duda no demostrar
bastante dolor. La gente que formaba parte del acompañamiento, por otro lado, iban recordando los méritos del
difunto
De ahí en adelante el convoy fúnebre se parecía mucho a una mudanza. Sirvientes llevaban el ajuar
funerario y el sarcófago desaparecía en un. Ese catafalco iba colocado en una barca y la barca iba también puesta
sobre un trineo.
7.-Travesía del Nilo:
El cortejo llegaba lentamente a orillas del Nilo, donde le esperaba toda una flotilla. La barca principal,
estaba provista de un vasto camarote en el que instalan el. La barca del sarcófago va a remolque de otra barca. Las
plañideras se han acantonado en el techo, y, de cara al catafalco siguen gritando y gesticulando. En otros cuatro
buques se embarcaban las personas que habían decidido acompañar al difunto hasta el final, y todo el mobiliario
fúnebre.
8.-La subida a la tumba:
En la otra el cortejo vuelve a formarse en el mismo orden. Una yunta de vacas es uncida a un trineo que
soporta una barca de modelo arcaico. El terreno empieza a subir. Desuncen las vacas y son hombres los que
arrastran y si es necesario llevan el catafalco.
9.-Adiós a la momia:
Cuando se llega ante la tumba, el sarcófago, que se ha sacado del catafalco, se levanta contra una estela.
Las plañideras, los niños, las personas de la familia, se golpean la cabeza más fuertemente que al principio de la
ceremonia. Pero los sacerdotes tienen que cumplir con un servicio importante: anular los efectos del
embalsamamiento y restituir al difunto el uso de sus miembros y de todos sus órganos. Ya no queda más que bajar
e instalar en la sepultura el sarcófago y todo el mobiliario fúnebre.
10.-Cena funeraria.
Ya completamente arreglada la sepultura, el sacerdote y sus asistentes se retiraban. El albañil muraba la
puerta. Los allegados y amigos, que habían acompañado al difunto, se reunían, ya sea en la tumba, o en el patio que
la precede. Animados por las letras de dos arpistas, entienden que hay que disfrutar de la vida, aunque el arpista
dirige ese consejo al que está acostado en el sarcófago. Hacían honor a la comida y a las bebidas, tras lo cual se
retiraban. Así es como se celebraban los funerales de un rico egipcio.
No se hacía tanta ceremonia con el común de la gente. El embalsamador contentaba con salar el cuerpo
con natrón. La momia se colocaba en un ataúd que llevaban a una vieja tumba abandonada y que servía de tumba
común, donde se amontonaban los ataúdes hasta el techo, eso sí, en el ataúd depositaban un ajuar funerario
modesto.
Había gente todavía más pobre a los que les esperaba la fosa común.
11.-Relaciones de los muertos con los vivos:
El muerto era un ser desconfiado y vengativo. Temía a los ladrones y desconfiaba de los funcionarios
encargados del cuidado de la necrópolis. A los que no tomaran en serio esas funciones, los amenaza con terribles
penas. Por otra parte había muertos dañinos, unos quizá porque sus descendientes los dejaban desamparados,
otros sin razón alguna, porque les gustaba hacer daño. A esos muertos se atribuían la mayor parte de las
enfermedades.
Ya por temor, ya por piedad, los egipcios visitaban a menudo las moradas de eternidad. A veces una grave
preocupación agitaba al que rogaba en la tumba de un ser querido.
Pero por grande que fuese la piedad de los egipcios por sus difuntos, no bastaba para cuidar la
muchedumbre de los que descansaban en las necrópolis. Entonces la necrópolis tendía a convertirse en lugar de
cita de los curiosos que pasaban ante las tumbas y leían sus inscripciones con indiferencia.

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