Verdadero Pero No Adecuado Ajahn Sumedho
Verdadero Pero No Adecuado Ajahn Sumedho
Verdadero Pero No Adecuado Ajahn Sumedho
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o nuestra dedicación, con una seriedad increíble. Existe,
sin embargo, otra manera de considerar las convenciones
religiosas como las del Budismo Theravada –donde se enfa-
tiza la disciplina del Vinaya, la práctica de la meditación
y la pureza de la tradición– sabiendo que contienen con-
ceptos que son “verdaderos pero no adecuados, adecua-
dos pero no verdaderos”.
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las reglas de disciplina y demás, son herramientas necesa-
rias como base para la reflexión y la atención plena.
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olvidamos de nosotros mismos y de nuestros problemas,
estamos automáticamente en el instante presente. La
mente está embriagada, eufórica, lejos del aburrimiento y
la monotonía de los días ordinarios. La consciencia está
concentrada y focalizada. Pero no podemos vivir siem-
pre en el filo de la navaja. La mayor parte de nuestra vida
no es particularmente excitante. Es lo que es, nada espe-
cial. Hacemos cosas sencillas como alimentarnos, lavar-
nos, vestirnos, desvestirnos, hacer la cocina, limpiar los
platos, dar de comer al gato, ir al trabajo, y relacionar-
nos con nuestra pareja, nuestros hijos, nuestros colegas
de trabajo.
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de calma y paz completa en la mente. Nos decimos:
“¡Esto es lo que quiero!” Pero obviamente termina por
pasar. Luego al día siguiente, cuando meditamos, inten-
tamos recuperar esta calma, pero no lo conseguimos,
porque intentamos obtener algo que recordamos, en lu-
gar de confiar y de dejar las cosas ir según su naturaleza.
La verdadera meta es entonces observar simplemente
nuestras tendencias habituales como condiciones que na-
cen y cesan.
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La vida religiosa es una vida de renuncia: renunciamos a
las cosas, las abandonamos y las dejamos ir. Para la men-
te mundana, “renuncia” puede sonar a querer deshacerse
de algo, a condenar el mundo de los sentidos o a recha-
zarlo porque vemos algo malo en él. Pero la renuncia no
es un juicio moral sobre lo que sea. Es un alejamiento de
lo que complica la vida y la hace difícil, hacia la simplici-
dad última de la atención plena en el momento presen-
te. Porque la iluminación es aquí y ahora; la Verdad es
ahora. No hay nadie para convertirse en lo que sea. No
hay nadie que haya nacido o que vaya a morir, solo hay
este eterno ahora. Esta consciencia ahora, es con lo que
podemos conectar, a medida que abandonamos las apa-
riencias y las tendencias habituales, y tendemos hacia esta
simple reflexión sobre el presente.
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de soltarlo todo, y entrar plenamente en el instante. Así
que la afirmación: “la iluminación, es ahora” puede ser
desconcertante y dejar un sentimiento de perplejidad.
Existen diferentes ideas sobre la iluminación. ¿Es instan-
tánea o progresiva? “¿La iluminación es ahora”, o es un
proceso que se desarrolla progresivamente, etapa por eta-
pa, existencia tras existencia? Ambas posibilidades son
verdaderas, pero no adecuadas; adecuadas pero no verda-
deras. Son simplemente diferentes maneras de contem-
plar y de reflexionar sobre la experiencia del momento.
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duría. Quizás veamos “la iluminación” como algo gran-
dioso y aparentemente inalcanzable. Muchos de nosotros
pensamos que nunca podremos alcanzar un nivel tan ele-
vado, porque tenemos una imagen negativa de nosotros
mismos. Tendemos a magnificar nuestras faltas, debilida-
des y malos hábitos, para luego considerarlos como obs-
táculos para la liberación.
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en la corriente” (el primer nivel del despertar, sotāpan-
na). El pensamiento condicionado concibe esta realiza-
ción como un logro personal, como haber hecho algo
que otros no han conseguido.
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o incluso nuestro propio maestro, se comporta de mane-
ra contraria a la idea que nos hemos hecho, nos sentimos
contrariados y decepcionados. Puede también que inten-
temos descartar la duda, justificando su comportamien-
to: “Puede comportarse así porque está iluminado”. Sin
embargo, es interesante contemplar todo este proceso de
proyección, nuestra creación de una persona ideal. Em-
pezamos a reconocer que solo es un ideal. Y si seguimos
cultivando la atención plena, nos damos cuenta de que no
nos corresponde a nosotros juzgar moralmente y de forma
categórica, a la gente o a nuestros maestros. No es nuestro
papel juzgarlos como buenos o malos. Y esto es un gran
alivio. Podemos simplemente escuchar y ser conscientes
de nuestras reacciones a lo que experimentamos.
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y la muerte. Pero también están las actitudes, las expec-
tativas culturales y las opiniones que nos distinguen. Se
forman en la mente después del nacimiento. Por eso digo
a menudo a la gente: “Sea cual sea la idea que os hacéis
de vosotros mismos, no es lo que sois”. La personalidad,
la timidez, los miedos y los deseos de la mente son lo
que son. En la práctica del Dhamma, no intentamos ex-
cluirlos, ni acentuarlos, ni hacer de ellos un problema o
una dificultad. Aprendemos a dejarlos ser lo que son. Los
sentimos conscientemente y descubrimos qué caracterís-
ticas tienen; aparecen y cesan. Y en este cese se encuen-
tra la realización de la paz, del gozo y de la serenidad de
simplemente ser. No hay un yo en todo esto. Es lo que
describimos como ver el Dhamma, la manera en que son
las cosas. Todo el mundo tiene este potencial, esta capa-
cidad. Así que no se trata de convertirse en otra cosa.
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garlas, ni deshacerse de ellas o juzgarlas. Sino aprender
a no creer en ellas, a no obedecerlas. Las escuchamos
como parte del Dhamma, como condiciones de la mente
que aparecen y cesan. Aprendemos a confiar en ser solo
el que escucha, el que ve, con la consciencia despierta y
atenta, en vez de ser alguien que intenta meditar para lle-
gar a un resultado. Y al seguir desarrollando la presencia
de la mente podemos ir más allá de este condicionamien-
to, hasta la pura consciencia, no condicionada, que es co-
mo la pantalla, el vacío, la página en blanco sobre la cual
están escritas las palabras. Nuestras percepciones nacen y
cesan, aparecen y desaparecen sobre esta página en blan-
co, sobre un fondo vacío.
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de descubrir este vacío, este “no-yo”. Es lo que llama-
mos “soltar el apego a lo que aparece en la mente” o “el
abandono”. Para una mente mundana, este término pue-
de parecer un poco excesivo, pero la práctica no es una
cuestión de aniquilación, ni de destrucción. Es más bien
la actitud de dejar ir las cosas, de permitir a las cosas ser
tal como son y dejarlas cesar. En otras palabras, no aga-
rrar o identificarse con lo que sea, sino confiar en este
puro estado de atención consciente en el momento pre-
sente. No hay necesidad de hacer lo que sea, o de con-
vertirse en lo que sea.
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ticos, porque tenemos la fe, la confianza y la sabiduría
de aprender de las experiencias de la vida, a medida que
acontecen.
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estas obsesiones. La sabiduría se ha puesto en marcha y
aprendemos a utilizar las convenciones del Budismo The-
ravada para la liberación, en vez de apegarnos a técnicas y
puntos de vista.
Evam
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Libre distribución del Dhamma