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FACULTAD DE CIENCIAS DE

LA SALUD
ESCUELA PROFESIONAL DE
PSICOLOGÍA

PROYECTO DE INVESTIGACIÓN

Regulación emocional y conductas autolesivas en


alumnas de la I.E. de Pomalca

AUTORA:

Cabrera Torres, Liseth Teresa (0000-0002-8822-1486)

ASESORA:

Dra. Vera Calmet Velia Graciela (Orcid...)

LÍNEA DE INVESTIGACIÓN:
Violencia

CHICLAYO — PERÚ
2020
I. INTRODUCCIÓN

Durante la adolescencia, surgen diversos cambios a nivel cognitivo,


emocional, y social que pueden significar oportunidades para el crecimiento
personal. En esta etapa aparece una serie de experiencias y exigencias, como
por ejemplo las demandas culturales, que determinan el desarrollo personal, y
también el posible ingreso a la vida universitaria. Los adolescentes no solo
deben vivir cambios a nivel emocional y físico, sino también cambios a nivel
social y cultural (Gonzáles, 2018). Además, los estudiantes se encuentran bajo
evaluaciones académicas, personales y sociales de forma continua y en
algunos casos, estas pueden generar agotamiento emocional creando
insatisfacción (Herrera, Mohamed y Cepero, 2016).

Las demandas académicas tales como realizar tareas, presentación de


trabajos, falta de tiempo y estudiar para los exámenes generan estrés y
ansiedad. Estas demandas se relacionan con el incremento de las conductas
de riesgo por falta de regulación emocional (Ibañez, 2016). En el caso del Perú,
los análisis de las evaluaciones para la ansiedad señalan un mayor porcentaje
en el rango de ansiedad normal (62.6%) seguido de leve y moderado (23.7%),
identificándose además una ansiedad de rango severo con 13.2% (Bueno,
2019).

Por otro lado, las emociones son reacciones psicofisiológicas que surgen
frente a situaciones que el individuo evalúa como relevantes, entre estas se
encuentran, por ejemplo, las situaciones de peligro, de amenaza o también
situaciones sociales. Existen las emociones negativas como el miedo, la ira, el
asco, y la tristeza, y también las emociones positivas como la alegría y la
sorpresa. Estas fueron denominadas emociones básicas debido a que
determinadas expresiones faciales se pueden identificar sin importar de qué
cultura sea el individuo. También, existen los esquemas emocionales que se
refieren a las emociones que mantienen una interacción constante con los
procesos cognitivos, y llegan a influir en el comportamiento y en la manera de
pensar (Cobos, 2017).

Las experiencias emocionales también requieren de un aprendizaje


cultural y experiencias personales para su identificación y expresión. Las
emociones no son respuestas aisladas, sino que siempre están vinculadas a un
contexto determinado que es significativo para el individuo. Por tanto, pueden
ser fuente de motivación o favorecer de manera social a las interacciones con
otros. Sin embargo, también pueden ser experimentadas como problemáticas
si no son adecuadas al contexto, generando interferencias en el rendimiento de
las tareas, y afectando la calidad de vida y el bienestar (Pascual, 2016).

La regulación de las emociones es definida como el esfuerzo por


modificar lo que se siente; esta modificación se da a partir del control
consciente de una serie de elementos relacionados con la experiencia
emocional, se ejecuta una serie de procesos para cambiar lo que se siente. La
regulación facilita la identificación de lo que es relevante o no en una
determinada situación; además, permite que la persona disminuya el uso de
energía que muchas veces es utilizada de manera innecesaria Los individuos
regulan tanto las emociones negativas como las positivas dependiendo del
contexto y de la utilidad que se requiera. Esto tiene que ver con la
funcionalidad, la cual se refiere a los procesos de regulación que el individuo
realiza para alcanzar una apropiada experiencia emocional (Boggiano y
Gagliese, 2018).

Diversos estudios han evidenciado que la frecuencia con la que se


recurre a las formas de regulación emocional genera diferentes consecuencias
a nivel afectivo, cognitivo y social. Entre otras variables que han sido
estudiadas, se reporta que la supresión emocional se asocia con la presencia
de menor optimismo, baja satisfacción con la vida, menor autoestima, y menos
bienestar. Mientras que, la reevaluación cognitiva se asocia con experimentar
mayores niveles de optimismo, autoestima, crecimiento personal, propósito en
la vida, y mejores niveles de satisfacción con la vida (Cabanach, Souto,
Gonzáles y Corrás, 2018)

Entre otras variables estudiadas con la regulación emocional, se reporta


que la etapa de desarrollo en la que se encuentra la persona genera
diferencias en el uso de estrategias. En los primeros años de vida se suele
utilizar estrategias extrínsecas para regular las emociones como el acudir a los
padres. En la adolescencia, los individuos sufren cambios a nivel físico y social,
y también lo hacen a nivel de la regulación de sus emociones, donde ya no
dependen tanto de sus padres sino de las relaciones interpersonales.
Asimismo, con el desarrollo de la corteza prefrontal los adolescentes cuentan
con mayores recursos cognitivos para gestionar sus emociones (Zamorano,
2017).

Por otro lado, las recavaciones realizadas por Varona (2016) señalan
que estudios referidos a la autolesión en escolares, se encontró que más del
20% se había autolesionado alguna vez en su vida. Este hallazgo es cercano a
otros estudios, en donde en los adolescentes, el 27.4% se había auto-
lesionado alguna vez en su vida o continuaba haciéndolo.

Estas cifras indicarían el por qué según el Ministerio de Salud informó


que entre el 60% y 70% de los pacientes que se atienden en los servicios
de salud mental del país son menores de 18 años, ello debido a que
existen Centro de Salud Mental Comunitarios en todo el país. (Perú21, 2019).
Además, uno de cada cinco niños en el Perú tiene alguna vulnerabilidad de
salud mental que requiere ayuda. Depresiones con ideas suicidas y problemas
emocionales se presentan con más frecuencia; asimismo, los trastornos más
frecuentes en niños y adolescentes que llegan para la atención son problemas
emocionales, como depresión o ansiedad vinculados a conflictos familiares,
seguidos por problemas de conducta, de aprendizaje y del desarrollo, como
autismo, retardo mental, etc. (Perú21, 2018).

Cabe destacar que, en el contexto de la realidad de las alumnas de la


institución educativa de Pomalca, al consultorio psicológico han llegado casos
de adolescentes que han incurrido en conductas de autolesión, lo cual podría
estar relacionado con deficiencias en la regulación emocional de las alumnas,
por tal motivo, se formula la siguiente interrogante ¿Cuál es la relación entre la
regulación emocional y conductas autolesivas en alumnas de la I.E. de
Pomalca?

Ante esto el estudio se justifica en base a que permitirá conocer la


relación entre ambas variables y sus componentes. Asimismo, es de gran
importancia a nivel social, dado que las principales beneficiarias serán las
alumnas del distrito de Pomalca, debido a que se podrá conocer las los
factores ligados a la problemática de las variables, lo cual permitirá plantear
alternativas de solución para intervenir acertadamente ante las dificultades que
las alumnas presenten en relación a la autorregulación emocional y las
conductas de autolesivas. Finalmente, por su utilidad metodológica, ya que el
presente estudio será un referente para futuros investigadores interesados en
ampliar el conocimiento científico sobre las variables.

Ante lo ya mencionado lo planteamos como objetivo general: Determinar


la relación entre la regulación emocional y conductas autolesivas en alumnas
de una I.E. de Pomalca, mientras que los objetivos específicos serán: identificar
el nivel de regulación emocional; identificar el nivel de conductas autolesivas y
establecer la relación entre los componentes de la regulación emocional y las
conductas autolesivas.

Asimismo, se plantea la hipótesis es: Existe relación entre la regulación


emocional y las conductas autolesivas en alumnas de la I.E. de Pomalca.
II. MARCO TEÓRICO

A nivel internacional, Ávila y Pachar (2016) se enfocaron en buscar la


relación entre el comportamiento autolesivo, la ansiedad y la depresión en 27
estudiantes que bordeaban las edades de 12 a 17 años, por lo tanto, se aplicó
el EPCA y la prueba de Beck para medir depresión y ansiedad. La metodología
del estudio estuvo desarrollada por la metodología descriptiva de corte
transversal logrando correlacionar de manera directa la depresión con la
conducta autolesiva con un total de 26.16%. Estos investigadores definieron las
autolesiones como comportamientos autodestructivos generadores de daño
directo al individuo quien lo practica, sin intención de querer morir.

Antoya, Garcés y Tezon (2018) en su artículo, con el fin de establecer


una relación entre la autoconciencia emocional y la autorregulación emocional
en estudiantes universitarios colombianos. Se muestreó a 356 estudiantes
universitarios de entre 15 y 22 años de Cartagena (Colombia). Para la
recolección de la información se utilizó la escala CARE. Los hallazgos revelan
una asociación estadísticamente significativa entre los niveles de
autoconciencia emocional y autorregulación emocional de los participantes. Se
encontró una mayor percepción e identificación de las emociones, también
mayor la probabilidad de desarrollar tolerancia a la frustración. De igual forma,
se estableció la capacidad de hablar abiertamente sobre las emociones y las
señales emocionales internas aumenta la probabilidad de regular la
impulsividad emocional, generar estrategias de afrontamiento y tener una
mayor tolerancia a la frustración. Concluyó que la comunicación y el
reconocimiento de las emociones son factores determinantes para que estos
jóvenes puedan regular sus emociones y afrontar o manejar mejor los
problemas cotidianos.

Obando, Trujillo y Prada (2018) en su artículo, cuyo objetivo consistió en


la caracterización de la autolesión y en la identificación de variables clínicas
asociadas a una muestra de 1.517 adolescentes y de 43 pacientes. Así mismo,
se evaluó el efecto mediador de la búsqueda de sensaciones en la relación
entre el apego familiar y la autolesión. Los resultados cuantitativos indican una
relación entre la autolesión y los factores personales y contextuales, tales como
la impulsividad, la búsqueda de sensaciones y las dinámicas familiares. El
análisis cualitativo indica que la autolesión se presenta en comorbilidad con
otras problemáticas complejas en los niveles afectivo, social, académico y
familiar de los pacientes. Se discute la relevancia de los resultados en el ámbito
clínico.

López (2018) en su tesis, para identificar a los estudiantes de los grados


sexto y séptimo que presentan conductas autolesivas como también establecer
la relación entre los factores de riesgo que conllevan a este comportamiento.
Se encontró que, en los adolescentes de la muestra los principales factores de
riesgo son de tipo individual y psicosocial. Se observa que los adolescentes
que reportan practicar alguna forma de autoagresión sufren de sentimientos de
soledad, poseen un apego inseguro hacia sus padres y desarrollan una
respuesta inadecuada al sufrimiento que esto implica, de ahí que los padres
deben ofrecer acompañamiento a sus hijos que atenúe la experiencia de
soledad. Es necesario fortalecer la interacción entre la familia y la Escuela
como redes de apoyo para poder identificar señales de alerta y desde ambos
microsistemas promover la dimensión espiritual que contrarreste la crisis de
sentido de la actualidad.

A nivel nacional, Gallegos, Casapia y Rivera (2018) obtuvieron un total


de 997 escolares con edades en el intervalo de 13 y 18 años con el fin de
realizar un estudio donde se describe y se correlaciona las variables para poder
identificar que formas de personalidad se asocian a las autolesiones; para ello,
se vio conveniente utilizar el instrumento MAPI de Millon, y la sub escala de
autolesiones y pensamientos autolesivos. En la investigación se identificó que
ciertos estilos de personalidad como el sensible, inhibido y violento presentan
prevalencia significativa para concurrir con las conductas de tipo auto dañinas
en la población joven de la ciudad de Arequipa acreditando que el 34.9%
manifiesta haber tenido ideologías de autolesionarse y un 27.9% de los
participantes ha procurado hacerse daño.

Huamani (2020) en su tesis tuvo como objetivo establecer la relación


entre la impulsividad y autolesión en adolescentes de dos instituciones
educativas públicas del distrito de Carmen de la Legua, Reynoso- Callao, 2019.
La investigación tuvo un diseño no experimental – de corte transversal, de nivel
descriptivo correlacional con un enfoque cuantitativo. En cuanto a los
instrumentos que se emplearon para la recolección de información fue el
Cuestionario de Impulsividad de Barrat (BIS 11) y la escala de autolesión de
SHAGER (2015). La muestra fue de 270 estudiantes de ambos sexos de dos
instituciones educativas públicas. Se obtuvo como resultado una correlación
positiva de Rho = 0,954**, significativa p=.000 (sig. > ,05) entre la impulsividad
y autolesión.

Alvino y Huaytalla (2017) buscaron identificar el nivel de inteligencia


emocional en estudiantes que se autolesionan del nivel secundario en la I.E.P.
Gelicich del distrito de El Tambo - 2015. La muestra estuvo conformada por 10
adolescentes mujeres cuyas edades fluctuaban entre los 12 y 17 años. Se
aplicó el Inventario de Inteligencia Emocional de Bar-On ICE: NA, en niños y
adolescentes, adaptado y aplicado en el Perú por Ugarriza y Pajares (2003).
Los resultados indican que el nivel de Inteligencia Emocional de las estudiantes
que se autolesionan se encuentra en un nivel bajo, mal desarrollado, por lo que
necesita mejorarse.

A nivel local, Albines (2018) buscó determinar los niveles de estrategias


de regulación afectiva en episodios de tristeza e ira, identificarlos según
emoción, sexo, período de formación de estudios y describir el contexto de
relaciones interpersonales que intervino en tal modulación así como los
aspectos sociodemográficos en 184 estudiantes de Psicología de una
universidad particular de Chiclayo, durante septiembre a diciembre del 2017. El
diseño y tipo de investigación fue no experimental y descriptivo. Se utilizó el
cuestionario: Medida de Estilos de Regulación Afectiva MARS, ampliada en
episodios de tristeza e ira; el cual ha sido validado en una muestra de 40
estudiantes para el estudio, obteniendo una validez al 0.05 de significancia y un
índice de confiabilidad de 0.93. En relación a los niveles de estrategias de
regulación afectiva, se obtuvieron mayores frecuencias en Nivel Alto para las
estrategias de Distracción y Rumiación, mientras que en un Nivel Bajo se
encuentran las estrategias de Expresión Emocional Regulada y Regulación
Fisiológica. Además, no se han registrado diferencias estadísticamente
significativas en relación al sexo, emoción y período de formación de estudios
de los participantes; sin embargo, hay evidencia para afirmar que los mismos
utilizan más estrategias adaptativas que desadaptativas en general. También
se obtuvo que la familia es el principal contexto de relaciones que modula las
emociones de ira y tristeza en los jóvenes.

Asimismo, Mendoza (2020), cuyo objetivo fue determinar la relación


entre conducta prosocial y regulación emocional en estudiantes de secundaria
de una institución educativa de Chiclayo. El diseño de investigación
corresponde a un estudio descriptivo correlacional, para ello participaron 404
sujetos (203 varones y 201 mujeres), de 12 a 18 años (M=14,3; DE=1,34). Los
instrumentos de recolección de datos fueron la Escala de Prosocialidad de
Caprara y el Cuestionario de Autorregulación Emocional de Gross y Thompson.
Los resultados evidencian relación altamente significativa entre conducta
prosocial y regulación emocional en estudiantes de secundaria (p<,000);
asimismo, se encontró que predominan los niveles medio (44%) y alto (40%) de
conducta prosocial en varones y mujeres respectivamente; así también, se
evidenció que prevalece la reevaluación cognitiva, como estrategia de
regulación emocional. Se concluye que, a mejor conducta prosocial, mejor
capacidad para regular las emociones en estudiantes de secundaria.

Por otro lado, se ha recurrido a diversas fuentes de información con el fin


de concretizar el marco teórico a partir de las teorías acerca de las variables de
estudio, haciendo especial énfasis en su definición, las dimensione, a partir del
modelo teórico y otros apartados que serán de provecho para el análisis de los
hallazgos. Estas teorías serán señaladas a continuación.

El término regulación emocional se describe como la forma de controlar,


abstener, acrecentar o reducir las diversas reacciones emocionales que se
presentan ante estados afectivos perjudiciales, toda esta variedad de
emociones permite que el ser humano se adapte a su medio. (Pascual y
Conejero, 2018). Así mismo aquellas emociones incomodas tales como el
temor, la rabia, la melancolía sean rechazadas. En cambio, las emociones
gratas son regularizadas, como por ejemplo cuando las personas parecen ser
menos felices de lo que expresan. Por otro lado, los jóvenes con problemas de
desregulación emocional denotan cambios emocionales en intensidad pasando
de un polo a otro, así como de la alegría a la euforia, y en esa tentativa por
moderar las emociones, presentan un limitado control de impulso ocasionando
conductas inapropiadas. (Cabanach et al, 2018).

Caba mencionare que existen tres características principales de la


regulación emocional (Chervonsky y Hunt, 2018). Lo que se busca es reducir el
impacto de las emociones perjudiciales, probablemente la función regulatoria
que inicia de forma voluntaria se manifieste posteriormente de manera
automática. No obstante, una acción voluntaria que se transforme en una
costumbre en un intervalo de tiempo puede originar un acto inconsciente
logrando reducir su proceso cognitivo. Se debe tomar en cuenta que la
regulación emociona puede darse desde la parte consciente siendo dominada
hasta lo inconsciente reaccionado de manera involuntaria. Así, mismo gran
cantidad de los procedimientos habituales comprometidos con la regulación
emocional no tienen aproximación a la consciencia. La conducta regulatoria se
exterioriza de acuerdo a las necesidades del entorno de la persona
(Djambazova-Popordanoska, 2016).

En el Modelo Modal de la Emoción de Gross y Thompson, tratando de


esclarecer la dinámica de la autorregulación emocional. Hacen referencia a un
primer grupo, donde las estrategias se origina en varias etapas, con diferentes
opciones, dando iniciativa para que el sujeto pueda seleccionar elementos en
base a su exigencia de regulación emocional. En la cual las cuatro primeras
estrategias se centran en antecedentes, el siguiente apartado desarrollara cada
una de las etapas: selección de la situación, hace referencia al acercamiento o
eludir personas, sitios o cosas con el fin de influir en lo perteneciente a las
emociones. La persona puede elegir si se puede o no exponer a una situación.
También tenemos la modificación de la situación, donde la persona se adapta
con el fin de cambiar su impresión emocional, desarrollando técnicas de
enfrentamiento centrada en el problema. Así mimo, el despliegue atencional,
proporciona a la persona tener una visión clara sobre la situación. Además, el
cambio cognitivo permitirá darle un significado a la situación de acuerdo a
como se presenta. Por último, la modulación de la respuesta, ante una acción
emocional que busca hacer hincapié en trabajar la expresión emocional
tratando de inhibirla. Esta última estrategia solo se centra en una respuesta
emocional (Kral, et al., 2018)

De acuerdo con Sabatier et al., (2017) refiere que la regulación efectiva


se debe implementar habilidades adaptativas de acuerdo al entorno, cuya
finalidad es equilibrar sus procesos intrínsecos y extrínsecos que sean
adecuadas a las metas de largo plazo.

Basándose en las dimensiones de la teoría señalada anteriormente


estas son: conciencia, la cual implica el desarrollar la destreza para poder
comprender uno mismo su propio estado emocional. Además, el rechazo, se
muestra como predisposición del sujeto a conceptuar negativamente su
experiencia emocional, relacionándose directamente con la timidez y angustia
ante sus propias emociones, ocasionando obstáculos durante el proceso de
regulación emocional. Así mismo tenemos a la estrategia como dimensión,
donde persiste los estados emocionales repulsivos, donde los adolescentes
presentan ciertas limitaciones para gestionar la intensidad de sus emociones.
Por último, las metas relacionadas a situaciones de impulsividad, en la cual se
experimentan emociones fuertes y la ineptitud para manejarlas, logrando
afectar las actividades diarias (Wheeler, et al., 2017).

Cabe destacar que, en la etapa de la adolescencia se origina un


incremento y cambios en su vida social, el rol de padres toma mayor
protagonismo en cuanto al desarrollo psicológico. (Becerra, et al., 2015). Es
aquí donde se plantean diferentes procedimientos, la relación padre e hijo
interviene en la regulación emocional, siendo lo más frecuente; los
determinados modelos por medio de un aprendizaje observacional, del mismo
modo el ambiente afectivo en el hogar, permite que los menores tengan una
historia emocional particular (Gómez y Calleja, 2016).

Simultáneamente la familia, junto con el ámbito escolar desempeñan una


gran influencia. La escuela forma un papel importante como referente para el
desarrollo de su círculo social. Pasar del nivel primario hacia el nivel secundario
puede ser un desafío, las exigencias académicas se intensifican al igual que la
influencia de los pares, entre otros componentes que requieren del
adolescente. Es aquí donde se recurre a procesos y destrezas para su
afrontamiento. Actualmente la escuela es fuente de importancia para el
desarrollo emocional (Jauregui, et al., 2016). Las vivencias que presentan los
adolescentes ya sean por medio de éxito o fracaso, no determinan su
desarrollo; la convivencia y relación con sus contemporáneos tomarán mayor
relevancia. Los padres quedan en segundo plano, así mismo la relación se
genera conflictiva, la amistad toma protagonismo cumpliendo como apoyo
afectivo, en esta etapa los adolescentes logran tener aprobación,
reconocimiento y apoyo dependiendo del lugar que ocupe (Hervás, Cebolla y
Soler, 2016; Mate et al., 2016).

En relación a la selección de información conceptual y sus fundamentos


teóricos de la segunda variable tenemos:

La conducta de autolesión se define como un modo de aminorar la


angustia o tensión emocional que percibe una persona, según Zetterqvist
(2015), señalan que la conducta tiene como finalidad autolesionarse sin
intención suicida, siendo este es un factor de riesgo significativo, dicho acto
permite mitigar la frustración como medio de liberación. En este sentido, no
podemos hablar de conducta suicida dado que su finalidad no es terminar con
la vida (Ferrey, et al. 2016).

En este sentido, la autolesión sin intento de suicidio responde a una


enfermedad debido a la falta de entrenamiento en habilidades de
autorregulación emocional mostrando una reducida tolerancia, cuya acción
proporciona al individuo un alivio temporal de emociones, pensamientos y
sentimientos perturbados (Carvalho, 2015). Tiene como peculiaridad el cortar la
piel, desobedecer la orden del médico, interferir con la cicatrización de heridas,
morder, remover la barba (Arbuthnott y Lewis, 2015).

Según la literatura sobre este síntoma, Gallegos, Casapia y Rivera


(2018) señala que podemos considerar el estado mental y emocional que
padece una persona, así como el nivel de daño en los tejidos corporales.
Aceptar la conducta de autolesión en tres funciones:

Autolesión psicótica, cuando una persona pierde el juicio de la realidad


denotando una reducida tolerancia a la frustración por entrar en un estado
psicótico; este tipo de actos conlleva a la persona ocasionarse mutilaciones
extremas, como amputación de genitales, ojos y / o partes del cuerpo.

Autolesión orgánica, que se contempla en individuos que presentan


síndromes de contenido genético que expresan condiciones en relaciones
sociales limitadas, como el autista, así como en determinados sujetos con
retraso mental, que necesitan revisión constante puesto que no son aptos para
hacer frente a los requerimientos sociales. Por con siguiente algunas
expresiones de autolesión en estos sujetos incluyen extracción de dientes,
golpes en la cabeza, etc.

La autolesión típica se presenta en individuos que evidencia su estado


emocional de soledad, sufrimiento, miedo, ira; Entonces, la autolesión es una
opción para no enfrentar esta realidad. Esta forma de agresión también implica
la acción de rascarse llegando a sangrar, incinerar o lacerarse cierta parte del
cuerpo, interferir con la cicatrización de las heridas, de hecho; cualquier
procedimiento que el mismo individuo inflige daño físico (Toporosi, 2015).

La inseguridad y la continuidad de las autolesiones desempeñan un


papel decisivo en las diversas formas de personalidad de los adolescentes que
se autolesionan. Varios autores mencionan que hay sujetos con mayor
predisposición de riesgo a la autolesión y así mismo quienes expresan
conductas elevadas (impulsivas), inestabilidad y una devaluada autoestima
(Vílchez, 2016).

Coccaro (1997, citado en Vargas, et al. 2017) consideró las siguientes


medidas:

Una dirección que indica cuán voluntario es el comportamiento. El acto


voluntario de autolesionarse es lo que se logra en poco tiempo, además es
sensible a su acción perjudicial y pretende lograr el objetivo.

La letalidad expresa la capacidad de ver las consecuencias de una


acción de muerte, inmediatamente o a largo plazo. En una acción letal, la
intención de morir se confirma en su mayor parte; y aunque no es deseable, es
posible pensarlo.
Para tener una mejor comprensión y estudiar en profundidad, diferentes
autores abarcan una amplia conceptualización de la función que puede
determinar la autolesión; según, Grunebaum (2018) planteó un modelo
unifactorial afirmando que la conducta autolesiva se refleja en las
características autorreguladoras de los estados emocionales adversos, por lo
que esta idea reafirmaría la teoría de evitación de la experiencia; explicando
que los sujetos no desarrollan hábitos para resolver situaciones difíciles,
acrecentando en estos conductas de tendencia evitativa, aunque se cree que
la autolesión aplaca la molestia, sobre todo con un alivio hipotético.

De acuerdo con Ramírez (2015) en el modelo tetra factorial, se percibe a


la conducta autolesiva en cuatro elementos no excluyentes e integrados, en
dos dimensiones, siendo la primera el refuerzo intrapersonal positivo en la cual
se muestra la conducta autolesiva satisfactoria ante el estado emocional de
apatía, por otro lado el refuerzo interpersonal negativo se expresa una
satisfacción ante emociones adversas, en cuanto al refuerzo social positivo, la
persona autolesiona busca llamar la atención de otros; y por último, el refuerzo
social negativo comprende todas las responsabilidades.
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