Memorias Del Fujishock
Memorias Del Fujishock
Memorias Del Fujishock
Al día siguiente. Las colas para comprar alimentos se multiplicaban por toda la
ciudad.
La mañana del 9 de agosto de 1990, al día siguiente del paquetazo que hoy todos
recuerdan como el ‘fujishock’, la ciudad amaneció triste y vacía. Mucha gente
deambulaba por Lima sin saber qué hacer. No había buses de transporte público, los
mercados y tiendas estaban cerrados, y los pocos negocios abiertos no atendían
porque no sabían aun cuánto cobrar. Al trabajo se podía ir en camión compartiendo
la tolva con decenas de personas, y también podía verse a soldados patrullando las
calles.
Alta tensión. Tras el drástico anuncio, la ciudad amaneció sin buses y los
trabajadores debían usar cualquier medio de transporte. Violencia. En previsión de
protestas, las fuerzas armadas salieron a patrullar las calles.
Esa presencia armada no impidió las protestas. Por la mañana tres personas
murieron baleadas por las fuerzas del orden: dos en intentos de saqueo y una
mientras hacía cola para comprar azúcar. Por la noche, una turba de casi cien
personas atacó la tienda de Ernestina Ramírez en el pueblo joven Dos de Mayo, en
el Callao. Con el pretexto de que ella no abría el local por esperar que subieran
los precios, los agresores rompieron la puerta y se llevaron todo. La revista
Domingo, de este diario, recogió su historia.
Para entonces, a despecho de la frase "Que Dios nos ayude" lanzada en la víspera
por el ministro de Economía Juan Carlos Hurtado Miller, millones de peruanos
andaban pensando en estrategias para enfrentar la crisis. Los diarios contaban
historias de supervivencia: una fue la de Tiburcia Gabino, presidenta de un
comedor popular en el barrio El Trébol, en Huachipa. "Hemos duplicado el número de
socias para completar la olla del almuerzo con sus aportes", contó. Casos
parecidos abundaban por toda la ciudad.
Las tiendas debían atender con policías por la constante variación de precios.
Abajo, bodega de Ernestina Ramírez, en el Callao, saqueada por una turba la noche
siguiente al shock.
Las alzas fueron brutales: la lata de leche que costaba 120 mil intis subió a 330
mil; el kilo de azúcar blanca que estaba 150 mil intis se elevó a 300,000; el pan
francés que costaba 9 mil intis subió a 25,000. La gasolina pasó, de un solo
cocacho, de 21 mil intis el galón a ¡675 mil intis! Treinta veces más. La
variación de precios era simplemente alucinante. Un kilo de bistec costaba 1
millón 200 mil intis y hasta este diario tuvo que reajustar su precio: pasó de
costar 25 mil intis a 100 mil.
Desastre previo
Pero si el fujishock hoy pertenece a la memoria colectiva del país, hay que decir
que tuvo como precedente la más grande crisis económica peruana. Antes del
fujimorismo, el gobierno encabezado por Alan García había empezado con grandes
expectativas, pero terminó con una hiperinflación que hacía variar los precios
casi de un día para otro.
Sally Bowen reseña en su libro ‘El Expediente Fujimori’ lo que fue acaso el primer
error de García: "En su discurso inaugural de 1985, (anunció) que limitaría el
pago de la deuda externa (…) al 10% del valor anual de las exportaciones. Su
rebelión, que despertó vanas esperanzas de marcar una tendencia a ser seguida por
otros líderes latinoamericanos, le costó mucho al Perú. El país fue declarado
‘inelegible’ para recibir préstamos en el futuro". Y mientras García dejaba de
pagar, los intereses de la deuda se multiplicaban y la inversión extranjera se
extinguía.
No fue su único error. En 1987 García intentó estatizar la banca, pero no pudo
ante la férrea resistencia de los banqueros. El intento incluso dio origen al
Movimiento Libertad, que encabezó Mario Vargas Llosa y que llamó la atención sobre
el sesgo autoritario del proyecto. Según la página web Perú Político, "al
finalizar el año 1987, la crisis era evidente: la inflación empezó a galopar (114%
en diciembre), la producción se estancó y la balanza de pagos tuvo, en 1987, un
saldo negativo". La inflación se convirtió en hiperinflación y el voluntarioso
presidente debió aceptar un ‘paquetazo’ que su ministro Abel Salinas hizo efectivo
en 1988.
Lo que siguió fue el aumento del desempleo y la caída del ingreso. En los dos
últimos años del gobierno aprista no hubo cambios: se despidió con niveles de
inflación de 50% al mes. Un desastre. En esa coyuntura llegó el cambio de
gobierno.
El golpe
Alberto Fujimori ganó las elecciones de 1990 afirmando que no aplicaría un shock
económico, pero, como ha sido costumbre en su vida política, faltó a su palabra.
Apenas diez días después de asumir el gobierno, aplicó la medida en nombre de "la
estabilización de la economía". El economista Javier Iguíñiz señala que este
‘paquetazo’ fue aplicado para completar el trabajo que ya se había iniciado con el
ajuste de Salinas del 88, al que también considera de dimensiones similares por su
efecto en las mayorías pobres.
En agosto del 90 los pobres, los obreros, los que ganaban un salario, no tenían
nada que vender, solo su trabajo. "Y su trabajo se había reducido a un tercio. En
cambio los empresarios grandes no la pasaron mal. Sus productos costaban más que
antes" dice Carlos Reyna. Javier Iguíñiz completa la idea: "los empresarios
grandes podían sobrevivir porque el costo de la mano de obra bajaba". Un analista
político acuñó entonces una frase precisa: precios japoneses, salarios africanos.
Hoy muchos recuerdan que la población recibió el golpe con estoicismo. Si bien
hubo saqueos al inicio y protestas esporádicas, después las cosas se
tranquilizaron. Se barajaron varias razones: 1) Que el gobierno decretó el estado
de emergencia en 11 capitales de departamento para controlar los desmanes. 2) Que
la población tenía miedo a las acusaciones de terrorismo (Sendero Luminoso y el
MRTA estaban operativos) y no quería problemas. 3) Que la población le dio crédito
a un gobierno que recién se iniciaba. "Ese shock atemorizó a la gente y le
permitió a Fujimori aplicar más adelante una durísima política laboral", explica
Javier Iguíñiz. ¿Tuvo efectos el fujishock? Sí. Controló la inflación y, tiempo
después, logró el crecimiento del PBI.
"Durante la década del 90, hubo una concentración de riqueza en una élite que
nunca fue golpeada con el fujishock", dice Carlos Reyna. El crecimiento posterior
se logró a costa de las mayorías pobres. Hasta hoy el modelo no ha cambiado.