Como Preparar Un Sermon
Como Preparar Un Sermon
Como Preparar Un Sermon
La oración
Sólo el fuego enciende al fuego.
Hay que recordar siempre que la predicación no es solamente un ejercicio académico.
Los predicadores sean nuevos o ya con experiencia deberían estar en oración
constantemente, al momento de predicar e inclusive después que se ha presentado el
mensaje.
No podemos representar a Dios sin antes presentarnos ante Él. Por lo tanto, para mí es
más importante enseñarle a un estudiante a orar que a predicar. David Larsen,
profesor de homilética
En los ministerios durante los tiempos bíblicos, la oración
siempre jugó una función importante. Desde esos días, la
oración ha permanecido como suprema prioridad para los
predicadores.
La oración, con su compuesto de virtudes espirituales, es indispensable
en la predicación bíblica. Ella satura al predicador y a la predicación consagrada,
cumple la dependencia del predicador en Dios, y es auténti camente bíblica.
Pablo. Pablo oró para que Dios ayudara a los nuevos conversos a crecer (Hch
14.23). Aparentemente percibía la oración como algo inseparable de la
predicación, como lo hicieron sus antecesores (cf. Hch 6.4). Tras la oración de
Hechos 14.23 y la comisión de ancianos yace el recuerdo de la preocupación de
Dios por los nuevos creyentes. Su crecimiento espiritual dependía de la comisión
de ancianos que los exhortaran y los nutrieran de la Palabra de Dios (cf. Hch
14.22). Hacía falta la oración para sostener este proceso.
Pablo y sus asociados oraron cuando predicaron la Palabra de Dios en Europa
(Hch 16.13). Penetraron la cortina celestial antes de penetrar la humana (Hch
16.14). Dios utilizó la oración para prosperar su ministerio, el cual también era Su
ministerio.
6Uno de los elementos más misteriosos de la predicación, y sin duda uno de los
más cruciales, es la obra del Espíritu Santo en el acto de predicar. En ocasiones,
los predicadores experimentamos una libertad inusual en el púlpito; las ideas
brotan de nuestras mentes a borbotones y estamos realmente atrapados por el
mensaje que proclamamos; sobre todo nos inunda un deseo genuino y ferviente
de que nuestro Señor Jesucristo sea glorificado y las almas de nuestros oyentes
edificadas y bendecidas. Algunos lo llaman “unción”, “libertad en el Espíritu” o
“Su presencia especial”. Pero sin importar la nomenclatura que usemos, el punto
es que esa obra del Espíritu en nosotros es uno de los aspectos cruciales para un
ministerio eficaz de predicación, aunque también es uno de los más misteriosos.
¿Qué cosas pueden impedir que recibamos esa ayuda del Espíritu de Dios?
1. El Espíritu se refrena cuando el predicador no considera Su ayuda como
indispensable.
Como he expuesto antes, una de las características distintivas del ministerio del
apóstol Pablo era su constante petición a las iglesias para que oraran por él. Pablo
no confiaba en su experiencia o conocimiento, sino en la ayuda del Espíritu de
Dios. Pero cualquier predicador es vulnerable a caer en la trampa de sentirse
seguro, ya sea por el tiempo que lleva en el ministerio de la Palabra de Dios o por
las notas de aliento que recibe de parte de aquellos que lo escuchan con
regularidad. Esa confianza carnal puede ser la causa de que el Espíritu de Dios
restrinja Su ayuda mientras predicamos.
Philips Brooks decía a los ministros del evangelio: “Nunca te permitas a ti mismo
sentirte a la par con tu labor. Si alguna vez percibes ese espíritu creciendo en ti,
entonces teme” (traducido por el autor).8 ¿Sabes por qué debes temer? Porque
Dios buscará la manera de quebrantarte
A menudo tendemos a olvidar que el fruto del Espíritu es más importante para la
predicación eficaz que los dones del Espíritu (Gál. 5:22-23). Después de todo no
serán pocos, sino muchos, los que en el día final dirán al Señor: “¿No
profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu
nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí;
apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mat. 7:22-23).
Este es un asunto de vital importancia en una época como la nuestra que, como
bien señala el pastor y teólogo norteamericano Timothy Keller, pone “más énfasis
en los resultados, las habilidades y el carisma que en el carácter, la reflexión y la
profundidad. Esa es una de las razones primordiales de por qué tantos ministros
de éxito tienen fallos morales o han caído. Sus dones prodigiosos han
enmascarado la carencia de la obra de gracia en sus vidas” (traducido por el
autor).
3. El Espíritu de Dios es contristado por nuestra pereza en el desempeño de
nuestra labor ministerial o, por el contrario, por una sobreconfianza en nuestra
preparación.
De nuevo cito el excelente libro del pastor Martin, La predicación en el Espíritu
Santo: “Con toda seguridad, el Espíritu de verdad se apena cuando somos
perezosos y descuidados a la hora de tratarla. Se entristece cuando nos ponemos
delante de nuestra gente sin haber hecho el trabajo necesario para poder decir,
con toda la confianza con la que un ser humano, falible y limitado, puede
expresar: ‘Esto es lo que Dios declara y este es su significado’. Una exégesis
descuidada, elaborar un mensaje de cualquier manera y presentar la verdad de
una forma poco clara y desorganizada son cosas que causan tristeza al Espíritu
Santo.