Importancia de La Homilía

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Importancia de la homilía

5. 2). Por ser el sermón parte de la acción litúrgica, se


indicará también en las rúbricas el lugar más apto, en cuanto
lo permite la naturaleza del rito; cúmplase con la mayor
fidelidad y exactitud el ministerio de la predicación. las
fuentes principales de la predicación serán la Sagrada
Escritura y la Liturgia, ya que es una proclamación de las
maravillas obradas por Dios en la historia de la salvación o
misterio de Cristo, que está siempre presente y obra en
nosotros, particularmente en la celebración de la Liturgia.
4). Foméntense las celebraciones sagradas de la palabra de
Dios en las vísperas de las fiestas más solemnes, en algunas
ferias de Adviento y Cuaresma y los domingos y días festivos,
sobre todo en los lugares donde no haya sacerdotes, en cuyo
caso debe dirigir la celebración un diácono u otro delegado
por el Obispo.

59. Hay también diferentes oficios y funciones «que


corresponden a cada uno, en lo que atañe a la Palabra de
Dios; según esto, los fieles escuchan y meditan la palabra, y
la explican únicamente aquellos a quienes se encomienda este
ministerio»,[208] es decir, obispos, presbíteros y diáconos.
Por ello, se entiende la atención que se ha dado en el Sínodo
al tema de la homilía. Ya en la Exhortación apostólica
postsinodal Sacramentum caritatis, recordé que «la necesidad
de mejorar la calidad de la homilía está en relación con la
importancia de la Palabra de Dios. En efecto, ésta “es parte
de la acción litúrgica”; tiene el cometido de favorecer una
mejor comprensión y eficacia de la Palabra de Dios en la vida
de los fieles».[209] La homilía constituye una actualización
del mensaje bíblico, de modo que se lleve a los fieles a
descubrir la presencia y la eficacia de la Palabra de Dios en el
hoy de la propia vida. Debe apuntar a la comprensión del
misterio que se celebra, invitar a la misión, disponiendo la
asamblea a la profesión de fe, a la oración universal y a la
liturgia eucarística. Por consiguiente, quienes por ministerio
específico están encargados de la predicación han de tomarse
muy en serio esta tarea. Se han de evitar homilías genéricas
y abstractas, que oculten la sencillez de la Palabra de Dios,
así como inútiles divagaciones que corren el riesgo de atraer
la atención más sobre el predicador que sobre el corazón del
mensaje evangélico. Debe quedar claro a los fieles que lo que
interesa al predicador es mostrar a Cristo, que tiene que ser
el centro de toda homilía. Por eso se requiere que los
predicadores tengan familiaridad y trato asiduo con el texto
sagrado;[210] que se preparen para la homilía con la
meditación y la oración, para que prediquen con convicción y
pasión. La Asamblea sinodal ha exhortado a que se tengan
presentes las siguientes preguntas: «¿Qué dicen las lecturas
proclamadas? ¿Qué me dicen a mí personalmente? ¿Qué debo
decir a la comunidad, teniendo en cuenta su situación
concreta?».[211] El predicador tiene que «ser el primero en
dejarse interpelar por la Palabra de Dios que anuncia»,[212]
porque, como dice san Agustín: «Pierde tiempo predicando
exteriormente la Palabra de Dios quien no es oyente de ella
en su interior».[213] Cuídese con especial atención la homilía
dominical y en la de las solemnidades; pero no se deje de
ofrecer también, cuando sea posible, breves reflexiones
apropiadas a la situación durante la semana en las misas cum
populo, para ayudar a los fieles a acoger y hacer fructífera la
Palabra escuchada. (V.D)
138. La homilía no puede ser un espectáculo entretenido, no
responde a la lógica de los recursos mediáticos, pero debe
darle el fervor y el sentido a la celebración. Es un género
peculiar, ya que se trata de una predicación dentro del marco
de una celebración litúrgica; por consiguiente, debe ser breve
y evitar parecerse a una charla o una clase. El predicador
puede ser capaz de mantener el interés de la gente durante
una hora, pero así su palabra se vuelve más importante que
la celebración de la fe. Si la homilía se prolongara demasiado,
afectaría dos características de la celebración litúrgica: la
armonía entre sus partes y el ritmo. Cuando la predicación se
realiza dentro del contexto de la liturgia, se incorpora como
parte de la ofrenda que se entrega al Padre y como mediación
de la gracia que Cristo derrama en la celebración. Este mismo
contexto exige que la predicación oriente a la asamblea, y
también al predicador, a una comunión con Cristo en la
Eucaristía que transforme la vida. Esto reclama que la palabra
del predicador no ocupe un lugar excesivo, de manera que el
Señor brille más que el ministro. (E.G).
Jesús envió a sus discípulos a predicar el evangelio a toda
criatura (cf. Mc 16,15). Por ello, la Iglesia, fiel a este mandato
de su Señor, ha explicado pública y oficialmente el evangelio
juntamente con los aspectos específicos de la fe y de la vida
cristiana. Dentro de las múltiples formas de la predicación
destaca aquella que se da en las celebraciones litúrgicas,
particularmente en la misa, llamada homilía. En la homilía,
que tiene lugar tras las lecturas bíblicas, el predicador expone
y explica, a partir de los textos sagrados, los misterios de la
fe y las normas de la vida cristiana adaptándose a las
circunstancias específicas de la comunidad concreta a la que
se dirige, actualizando así la buena noticia en el momento
presente de un lugar y de unas personas (cf. SC 52; Código
de Derecho Canónico 767 §1). Gracias a la homilía, el
creyente descubre que Dios sigue hablando al hombre de hoy
día. La homilía forma parte de la liturgia desde sus orígenes,
siendo una herencia judía. El culto sinagogal sabático
constaba de la lectura de los textos bíblicos seguidos de un
comentario homilético. En el libro de Nehemías se nos dice
que, tras el exilio, al encontrar las sagradas Escrituras, «los
levitas … leían el libro de la Ley de Dios con claridad y
explicándolo de forma que comprendieran la lectura» (Ne 8,
8). Sabemos, además, por los evangelios, que el mismo Jesús
tomó un día la palabra en la sinagoga de Nazaret, después de
haber proclamado un pasaje del profeta Isaías (cf. Lc 4, 15-
22). (Prefacio al directorio homilético)

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