La Presencia de Dios
La Presencia de Dios
La Presencia de Dios
FACKENHEIM
LA PRESENCIA DE DIOS
EN LA HISTORIA
Afirmaciones judías y reflexiones filosóficas
EDICIONES SÍGUEME
SALAMANCA
2002
Cubierta diseñada por Christian Hugo Martín
ISBN: 84-301-1460-2
Depósito legal:
Fotocomposición Rico Adrados S.L., Burgos
Impreso en España / UE
Imprime: Gráficas Varona
Polígono El Montalvo, Salamanca 2002
Para Elie Wiesel
CONTENIDO
Miguel García-Baró
ble es que por la Shoá queda refutado el judaísmo. Pero así se lle-
ga a la situación infinitamente paradójica de que la derrota de
Hitler es, al mismo tiempo, su victoria esencial. Hitler habría fa-
llado su objetivo más inmediato y exterior: la aniquilación de los
judíos; pero habría conquistado su meta última e íntima: la ani-
quilación del judaísmo (o su transmutación en otra religión, co-
mo en realidad pretende vanamente el rabino Rubenstein).
La alternativa es ésta: o bien la esencia del judaísmo no era la
revelación de Dios en y a través de la historia, o bien se trata de
afirmar la verdad de esta esencia de una manera realmente nueva.
En el primer caso, sencillamente se descubriría con ocasión
de la Catástrofe, si es que no la rotunda verdad de la muerte de
Dios, sí, por lo menos, un error gigantesco, cometido por todo el
judaísmo y por todo el cristianismo. Quizá reconociéndolo se po-
drá expurgar la imagen del judaísmo (y del cristianismo), y quién
sabe si así Hitler no habrá ayudado a que esta religión, aunque
desde luego transformada en otra cosa, se encuentre por fin en el
camino de la verdad, y a que los gentiles la vean en adelante a
una luz más amable.
En el segundo caso, la novedad con la que habrá que volver a
decir que Dios es el Señor de la historia y en ella es donde se ha-
ce presente, será tan grande que no podrá utilizar ni la filosofía
clásica –la teodicea y su crítica–, ni siquiera una sencilla recep-
ción del pensamiento midrásico tradicional, porque no le pueden
servir a esa afirmación arriesgadísima los modos en los que la re-
ligión judía ha tratado de vivir y narrar el terrible misterio del su-
frimiento del inocente.
Si la rama de la alternativa que se debe escoger es esta segun-
da, es evidente entonces que habrá que retroceder hasta las mis-
mas experiencias radicales en las que se originó el judaísmo, por-
que ninguna de sus crisis históricas, por profundas que hayan
sido, sirve ya de paradigma. Sólo si este retroceso permite que
unamos la Shoá de alguna manera con aquellas experiencias-raíz,
podremos conservar el judaísmo y su afirmación fundamental.
Pero no bastará con esto, sino que además habrá la extraordinaria
necesidad de reconocer en la Catástrofe algo así como un añadi-
do a la revelación divina, precisamente porque ha ido en su mal
16 Presentación