Hengel, Martín - Jesús y La Violencia Revolucionaria
Hengel, Martín - Jesús y La Violencia Revolucionaria
Hengel, Martín - Jesús y La Violencia Revolucionaria
VIOLENCIA REVOLUCIONARIA
SEPTIMO SELLO 21
MARTIN HENGEL
JESUS Y LA VIOLENCIA
REVOLUCIONARIA
EDICIONES SIGUEME
Apartado 332
SALAMANCA
1973
Tradujo Miguel Angel Carrasco sobre los originales alemanes
War Jesu.s Revolutioniir? y Gewa!t und Gewaltlosigkeit
9
la actividad de Jesús. Pero también este intento
está condicionado por la postura de cada autor.
Así los eruditos judíos vieron en Jesús ante todo
a un rabino, y lo convirtieron en un fariseo algo
especial 2• El último y hermoso libro de Shalom
ben Chorin lleva, por ejemplo, el título "El her
mano Jesús" 3• En cambio ya están casi olvidadas,
y con razón, aquellas aberraciones fatales de al
gunos científicos, a veces notables, que querían
presentar a Jesús como no judío y enemigo de
los judíos. 4
Los últimos estudios de un perito del nuevo tes
tamento de Viena pretenden interpretar a Jesús
a base de la psicología profunda: Jesús llega a
ser "el símbolo de la existencia humana, que
sucumbe en la lucha por hallar un sentido a la
vida, el símbolo del inevitable fracaso de nues
tro ser, pero también el símbolo de la justifica
ción del fracaso". 5
No es extraño que en una época en que tan fá
cilmente se f a n t a s e a con la " t e o l ogí a de la
10
revolución" 6 y en que la protesta universal de la
juventud estudiantil por un futuro mejor ha al
canzado incluso a los estudiantes de teología, se
presente a Jesús, con más fuerza que hasta aho
ra, como un revolucionario social y político.
Tales intentos no son nuevos, desde luego. Ya
el fundador de la investigación crítica sobre Je
sús, Samuel Reimarus (siglo XVIII), calificó a
Jesús de agitador político 7, en su escrito "Los
objetivos de Jesús y de sus discípulos", publica
do más tarde por L e ssi n g. Y el s o c i a l i s t a
K. Kautsky dio en 1908, e n s u libro "Origen del
cristianismo", al capítulo sobre Jesús el título
"La rebeldía de Jesús" 8• El mismo J. Wellhausen
creía que Reimarus podía "tener razón ... hasta
cierto punto" 9• Es cierto que Jesús no buscó la
liberación del dominio romano, pero acaso sí
"del yugo de la hierocracia y la nomocracia".
11
pres1on de que lo hacía. No retrocedió ante la
violencia en la purificación del templo. Sus dis
cípulos portaban armas y se lanzaron a luchar
cuando fueron sorprendidos ...
12
Joachim Kahl 16 y H.-W. Bartsch 17• G. Strecker
se inclina a incluir la imagen del "Jesús como
revolucionario" entre los cuatro "tipos de con
cepciones sobre Jesús" que merecen ser tomados
en serio. 18
Sobre todo hay que nombrar además al historia
dor de las religiones S. G. F. Brandon, que pu
blicó en 1967 su extenso libro "Jesús y los celo
tes" 19• Ya en una obra aparecida en 1951 había
expresado él la opinión de que la comunidad pri
mitiva de Palestina estaba en estrechas relacio
nes con los celotes, se interesó en la guerra judía
contra Roma (66-70 d. C.) y halló su fin con la
destrucción de Jerusalén 20• En su nuevo libro,
Brandon extiende esta postura pro-celote tam
bién a Jesús. Lo pinta, al igual que Eisler, como
un revolucionario político-social que fue cruci
ficado por Pilato como sedicioso.
Nos tropezamos aquí con un fenómeno singular:
debido al escepticismo· histórico radical de la es
cuela de Bultmann, el final de la vida de Jesús
apareció como un completo enigma; según el
mismo Bultmann, Jesús fue ejecutado "a causa
de un malentendido de su obra como política" 21•
13
Niederwimmer llega a atribuir todas las conje
turas sobre los motivos y los pormenores de la
pasión de Jesús "al reino de la fantasía" 22; sólo
ciertos aspectos de su predicación serían reco
nocibles. Pues bien, de en medio de este vacío
aparecen algunos investigadores que, en conexión
con Eisler, afirman: No fue ningún malenten
dido; Jesús fue ejecutado como verdadero revo
lucionario contra el dominio de Roma.
Como la predicación de Jesús les suministra po
cos puntos de apoyo para su teoría, ellos insisten
tanto más en los acontecimientos de los últimos
días de Jesús en Jerusalén. El comienzo lo da,
según Brandon 23, la entrada triunfal de Jesús
en la ciudad, "una demostración de su dignidad
mesiánica cuidadosamente planeada por Jesús"
y, por tanto, al mismo tiempo una clara provo
cación a los dirigentes del pueblo y a los ro
manos.
Una provocación aún mayor la constituyó el
ataque al templo con ayuda de los discípulos y
de la muchedumbre, el cual trajo consigo sin
duda derramamiento de sangre y pillaje. Eisler
lo razonó muy intuitivamente:
14
(Me 15, 7), en el que Barrabás y los "ladrones"
crucificados con Jesús fueron apresados. Es cier
to que Jesús no pudo seguir en el templo y tuvo
que retirarse con sus discípulos; pero que él ya
había contado con un encuentro armado, se des
prende del discurso de despedida (Le 22, 36 s.),
en el que Jesús recomienda a sus discípulos: "el
que no la tenga, venda su manto y compre una
espada", pero que en él se cumplirían las pala
bras de Is 53, 12: "fue contado entre los malhe
chores". A lo que los discípulos replican: "Se
ñor, aquí hay dos espadas". Para resolver la ob
jeción de que con tan despreciable armamento
difícilmente se podía tramar un levantamiento,
Eisler interpreta: "Al responder, sacaron dos
espadas -¡cada uno de ellos, naturalmente!". 25
Sorprendidos en Getsemaní por sus adversarios,
los discípulos (según Brandon) opusieron la co
rrespondiente resistencia armada 26, cuyo alcance
no se puede determinar más exactamente. Ya
en el prendimiento, según Jn 18, 3, participaron,
además de la policía del templo, también cohor
tes romanas con sus tribunos. 27
Después de sufrir un interrogatorio por las auto
ridades judías, en el' que se trató sobre todo de
su ataque al templo y de sus pretensiones me
siánicas, Jesús fue entregado a Pilato bajo la
acusación, formulada en Le 23, 2, de que "per
vierte a nuestro pueblo, prohibe pagar tributo
al César y dice ser el mesías rey". 28
Pilato lo condena como auctor seditionis confeso
(el mismo Jesús ha respondido afirmativamente,
25. o. c. 2, 268.
26. S. G. F. Brandon, Jesus, 306 s., 324, 340 s.
27. O. c. 1-10, 334 s.; cf. R. Eisler 2, 529, y P. Winter, On the
Trial of Jesus, 1961, 45 s.
28. Cf. Le 23, 5: "solivianta al pueblo (anaseiéi ton laón)", y
el discurso de Gamaliel en Hech 5, 34 s. A este respecto,
S. G. F. Brandon, Jesus, 348: "Estas acusaciones... tienen un
aire de verosimilitud",
15
según los cuatro evangelistas 29, a la pregunta de
Pilato de si él era el rey de los judíos), y lo en
trega a la muerte de cruz, el castigo fijado para
los sediciosos de provincias. Entre dos "ladro
nes" (acaso celotes), Jesús sufre la muerte más
cruel e ignominiosa que conoce la antigüedad.
El cuadro que aquí se traza es sugestivo y, al
parecer, construido consecuentemente. A la ob
jeción de que con ello se hace una selección muy
unilateral de las fuentes, que en parte se ha
completado con la fantasía, responde Brandon
con el argumento siguiente: los evangelios, apa
recidos todos sólo después del 70 d. C., falsifica
ron las tradiciones más antiguas de modo apolo
gético-pacifista, para encubrir el origen revolu
cionario del cristianismo 30; pero, afortunadamen
te, se habrían conservado aún en los evangelios
restos de la predicación original de Jesús, que
era revolucionaria y crítico-social. Así, por ejem
plo, Mt 10, 34: "No penséis que he venido a poner
paz en la tierra; no vine a poner paz, sino es
pada". 31
En oposición a la redacción dilatada de las bien
aventuranzas de Mt 5, 3-11, en que, de modo es
piritualizante y pacifista, son alabados los "po
bres de espíritu", "los que tienen hambre .. . de
justicia", los mansos y los pacificadores, en la
versión más original y breve de Le 6, 20 s. sólo
son alabados los pobres, los hambrientos y mise
rables, y le sigue la condena de los ricos, los sa
ciados y los contentos. 32
La actitud social de Jesús quedaría clara, ade
más, por anécdotas como la del discípulo rico
rn
(Me 10, 17-22) y las palabras que siguen acerca
del ojo de la aguja, que excluirían del reino de
los cielos a los ricos. 33
Tanto Jesús, con su anuncio de la cercanía de
la "basileia" (el reino), como la comunidad pri
mitiva estaban, pues, al parecer, estrechamente
ligados con el movimiento independentista judío.
Así se hallaba entre los discípulos de Jesús un
cierto Simón con el sobrenombre "el celote" 34,
y, según Le 24, 21, los discípulos de Emaús reco
nocieron: "Nosotros habíamos esperado que él
liberaría a Israel". 35
Antes de pasar al análisis crítico de esta imagen
"revolucionaria" de Jesús, debemos aún echar
una ojeada al movimiento de liberación judío del
siglo primero después de Cristo. De todos los
pueblos del imperio romano, ningún otro se ha
opuesto al dominio romano con tanta constancia
y empeño, tanto política como sobre todo espiri
tualmente, como el judío". 36
Las raíces de esto se remontan hasta la subleva
ción de los macabeos, cuando los judíos, tras du
ras luchas, sacudieron el yugo de la dominación
extranjera de los seleúcidas, y con ello elimina
ron al mismo tiempo el peligro de una asimila
ción a la cultura helenística, como pretendían
sus propios aristócratas.
Entonces se formó, en correspondencia con los
17
modelos veterotestamentarios de Finés y Elías,
el ideal del "celoso de la ley", esa disposición
incondicional para matar a los transgresores de
la ley, sin preocuparse de la propia vida, y man
tener puro a Israel 37• Podría ser denominado el
ideal de una comunidad pura.
Ligada a él estaba la división dualista apocalíp
tica entre hijos de la luz e hijos de las tinieblas,
entre el verdadero Israel y los hijos de Belial,
que fueron exterminados. Este "¡hasta el último
combate!" se realizó en la guerra santa final. El
"manual del combatiente" de Qumran nos da un
testimonio vivo de ello. 38
18
tológica del judaísmo palestino en los siglos an
terior y siguiente a Cristo, no se haría una rea
lidad si los devotos esperaban pasivamente la
irrupción del reino de Dios, sino tan sólo si pro
curaban activamente su realización.
Esto ocurrió mediante el celo por la ley, es de
cir, mediante la lucha armada contra los paganos
sin ley y contra los judíos que quebrantaban la
ley; entre estos últimos había que incluir cuan
tos estuvieran dispuestos a doblegarse al yugo
romano 39• La autodesignación qanna'ím (celosos
o celotes) dio expresión a este ideal de acción
militante. 40
La fórmula con la que la tradición rabínica in
terpretó más tarde la conducta del primer celo
so, Finés, que atravesó con su espada a un judío
19
apóstata y a su amante pagana (Núm 25, 6 s.),
podría haber sido originalmente un lema celote:
"todo el que derrama la sangre de un ateo, es
como si ofreciera un sacrificio". 41
A la vista de la absoluta superioridad del po
derío militar romano, esta lucha sólo podía or
ganizarse como guerra de guerrillas, en la que
los "celosos" tenían sus puntos de apoyo en la
vertiente oriental, resquebrajada y rica en ca
vernas, de la cordillera judía, y eran apoyados
por la población sencilla. 42
Para los romanos, y para Josefo, que escribía
más tarde al servicio de los romanos, se trataba
sencillamente de "lestai", ladrones y bandidos 43•
Según Hech 5, 37, Judas fue pronto víctima de
la guerra desencadenada por él, pero sus hijos
Jacobo y Simón sólo fueron capturados y cruci
ficados unos cuarenta años más tarde por el pro
curador y judío apóstata Tiberio Alejandro, so
brino de Filón de Alejandría. 44
Un tercer hijo de Judas, Manahem, entra, a co
mienzos de la guerra judía del 66, en el templo
ya liberado, como un rey, para arrojar comple
tamente a los romanos de Jerusalén. Sin embar
go, es asesinado poco después en el templo por
un grupo de sacerdotes rivales, quizás a causa
de sus pretensiones mesiánicas. 45
La lucha celote por la liberación poseía, de acuer
do con el mensaje social del antiguo testamento,
también un fuerte componente social. Cuando
los rebeldes, bajo el caudillaje de Menahem, to-
20
maron el poder en Jerusalén el año 66, lo primero
que hicieron fue incendiar el archivo de la ciu
dad, para (según Josefo) "aniquilar las escritu
ras de los acreedores y hacer imposible el cobro
de las deudas". 46
Dos años más tarde, Simón bar Giora, jefe de
los rebeldes, proclamó una liberación general
de los esclavos judíos 47• Josefo insiste, repetidas
veces, en que la clase superior deseaba mantener
la paz con Roma, mientras que la población sen
cilla y la juventud, que no hay que olvidar, es
taban predominantemente del lado de los re
beldes. 48
En realidad tampoco hay que olvidar que, poco
después de estallar la guerra judía, el partido
rebelde de los celotes se escindió en varios gru
pos, que se combatieron mutuamente en una
sangrienta guerra civil, hasta que Tito apareció
en la primavera del 70 ante las puertas de la
ciudad. Ya aquí se cumplieron las palabras de
Büchner en "La muerte de Danton": "La revo
lución es como Saturno: devora a sus propios
hijos". Los celotes habían estado en condiciones
de arrastrar al judaísmo palestino a una lucha
desesperada contra Roma, pero fracasaron ante
el primer problema político: la cuestión de la
división y ejercicio del poder.
Ahora es cuestión de ver si realmente se puede
demostrar una relación estrecha entre Jesús y
el movimiento de liberación judío. Comencemos
con el punto en que este contacto parece ser evi
dente: con el motivo de su condena por Pilato.
21
Que Jesús fue crucificado es, sin lugar a dudas,
el hecho histórico mejor comprobado de todo el
nuevo testamento. Que la crucifixión se debió
a una acusación política, lo demuestra el título
sobre la cruz: "El rey de los judíos" 49• Esta acu
sación atraviesa todo el proceso de Jesús desde
el sanedrín hasta la ejecución. No puedo aceptar
el escepticismo (en mi opinión, radical y acrítico)
de los que creen que este punto es una invención
tendenciosa de la comunidad cristiana primitiva.
Era demasiado peligroso políticamente.
22
Antonia, ocupada por una cohorte romana por
lo menos, con 500 a 600 soldados, y unida al tem
plo por una ancha escalera, por la que la guar
nición podía bajar en cualquier momento, como
lo muestra el prendimiento de Pablo en el tem
plo (Hech 21, 27 s.).
Según Josefo, en las grandes festividades se co
locaban además otros soldados sobre los tejados
de los pórticos exteriores, para vigilar el bullicio
del gran atrio 51• Todo tumulto de cierta enver
gadura hubiera conducido inevitablemente a la
intervención de la guarnición, tanto más cuanto
que Pilato no se mostraba nada escrupuloso en
este punto. 52
El relato de Marcos difícilmente representa una
mitigación apologética, sino más bien una exa
geración, semejante a la del relato de la entrada
triunfal, debida a la tendencia del evangelista a
la expresividad narrativo-kerigmática. Mateo y
Juan exageran aún más. Sólo en Juan aparecen
agredidos los vendedores de ganado mayor, en
que tanto insiste Eisler; y en Marcos faltan con
razón 53, pues, según las noticias rabínicas, la
venta de animales para el sacrificio, excepto las
palomas, tenía lugar fuera del atrio del templo. 54
En la expulsión de los vendedores del templo
se trató, al parecer, de una demostración profé
tica, y aun podríamos decir: una provocación,
en la que no se trataba de la expulsión de todos
23
los vendedores y cambistas, pues esto no hu
biera sido posible sin una gran tropa y el corres
pondiente levantamiento general y hubiera con
ducido a la intervención de la guardia del tem
plo y de los romanos, sino de una condena de
mostrativa de tales actividades, que se extendió
al mismo tiempo contra la aristocracia que do
minaba en el templo y sacaba de ahí buenas ga
nancias.
Lo esencial no fue aquí tampoco la acción, que
por sí misma hubiera carecido de sentido, sino
las palabras 55• La alusión, recogida por Me 11,
17 b, al sermón de Jeremías sobre el templo (7,
11) puede ser, en realidad, una interpretación
posterior de la comunidad 56• Un episodio seme
jante no era suficiente para provocar una inter
vención de las fuerzas de ocupación, pero sí
acaso para hacer de la jerarquía los enemigos
mortales de Jesús.
El detalle de la espada en Getsemaní sólo es, en
el fondo, señal de que no tuvo lugar ningún tipo
de resistencia organizada 57• Consecuentemente,
24
los discípulos pudieron huir tranquilos. Y el pro
ceso que sigue a continuación vale sólo para Je
sús, y los discípulos no son perseguidos, a pesar
del incidente de la espada. Salen completamente
indemnes, lo cual hubiera sido imposible tras
una verdadera revuelta.
En los cuarenta años siguientes, hasta la perse
cución de Nerón, las autoridades romanas ya
no procedieron contra los cristianos en Palestina.
La fundación de la comunidad de Jerusalén, poco
tiempo después de la muerte de Jesús, sólo atrajo
la atención de los judíos, no de las autoridades
romanas 58• La nueva secta judía mesiánica pudo
extenderse sin sufrir molestia de parte del po
der oficial romano. Con la crucifixión del candi
dato a mesías quedó cerrado el caso para Pilato.
Pero volvámonos a la actividad de Jesús, que es
incomparablemente más significativa para nos
otros:
l. El no apareció sólo como predicador ambu
lante, sino al mismo tiempo como una carismá-
25
tico obrador de curaciones, y es de suponer que
esta actividad suscitó en la población galilea
tanto interés como su predicación popular. Esta
actividad curadora estaba motivada por su men
saje de la cercanía, o incluso del comienzo del
reino de Dios en él. 59
Aquí aparece, en mi opinión, una opción funda
mental: se podía intentar "introducir" 60 (uso
aquí un concepto rabínico contemporáneo) el
cercano reino de Dios mediante la acción mili
tante con las armas en la mano, a la manera de
los ceiotes, o se podían aliviar las concretas y
enormes necesidades, vendar las heridas en lu
gar de golpearlas. Jesús eligió, de un modo con
secuente, el segundo camino. No hay, por tanto,
ninguna relación entre el médico carismático
Jesús de Nazaret y el antes médico Che Gue
vara. 61
26
2. La predicación de Jesús confirma nuestro
juicio. Comencemos por el pasaje más difícil exe
gética y objetivamente: el ya mencionado final
del discurso de despedida de Le 22, 35-38. A juz
gar por el contexto actual, se dirige al futuro de
los discípulos tras la muerte de Jesús. Ya no
deben andar desprovistos de dinero, de vestidos
y de sandalias como en la misión de los 72 (Le
10, 4), sino bien abastecidos de todo; "y el que
no tenga espada, que venda su manto y se com
pre una".
La espada corta o daga pertenecía al equipo del
caminante judío, para protección contra ladrones
y fieras. Incluso los pacíficos esenios no tomaban
consigo en sus viajes "más que armas contra los
ladrones" 62• R. Eliezer b. Hyrkanos incluso de
fendía el derecho a llevar armas en sábado, por
ser éstas un adorno del hombre. 63
El hecho de que algunos discípulos portaran da
gas se explica por esta extendida costumbre de
los judíos, tanto más cuanto que debemos ima
ginarnos al grupo de los discípulos como una
variada colección de individuos, entre los que
se encontraban tanto antiguos celotes como pu
blicanos 64• Quizás haya que atribuir el oscuro
27
episodio de la espada al tiempo de la persecu
ción tras la muerte de Jesús, que exige que los
discípulos se provean de todo el equipo acostum
brado en los viajes, lo que incluye ahora la po
sibilidad de la defensa propia. No es, pues, se
guro que estos versos pertenezcan, unitaria y
originalmente, a este contexto. 65
Posiblemente se trata, en Le 22, 36, de una com
paración paradójica, de las que poseemos una
buena cantidad, como, por ejemplo, la invitación
de Jesús a cortarse la mano o arrancarse el ojo,
en Me 9, 43-47 (cf. Mt 18, 8 s. y 5, 29 s.) 66• Con lo
cual, las palabras adoptarían un sentido simbó
lico. En ningún caso se pueden interpretar como
una invitación a la rebelión armada.
El otro episodio de la espada, de Mt 10, 34, pro
cede igualmente de la tradición misionera: Je
sús no ha venido a traer paz a la tierra, sino la
espada. En lugar de "espada", Le 12, 51, trae
28
"diamerismós", es decir, disensión, lucha, al pa
recer como variante de la traducción del arameo.
Por medio de la predicación de Jesús no se rea
liza inmediatamente el reino de paz de Dios. Su
llamada a una decisión obliga a una toma de
posición, y con ella origina disensión, lucha, in
cluso persecución en medio de las familias.
Estas palabras han de colocarse, por tanto, en
el contexto apocalíptico del sufrimiento mesiá
nico. En el caso de que la versión de Mateo sea
la original, no se refiere a la espada que la co
munidad de Jesús alza en una cruzada contra
sus perseguidores, sino (como A. Schlatter ha
mostrado con acierto) a la espada que los perse
guidores toman contra la comunidad. La propia
vida de Jesús es una confirmación de estas pa
labras, que no tienen nada que ver, en cambio,
con la guerra mesiánica de los celotes. 67
3. También en la predicación social de Jesús
falta el componente propiamente celote. Como
lo muestran 68 algunos pasajes ya mencionados
(cf. pág. 5 s.) y también algunas parábolas (como
la del hombre rico y Lázaro, de Le 16, 19-31, o
la del rico agricultor, de Le 12, 16-21), Jesús
puede atacar duramente la dureza de corazón o
la avaricia de los ricos terratenientes; e insiste
en que la dependencia del dinero excluye del
reino de Dios, pues "nadie puede servir a dos
señores, porque, o bien, aborreciendo al uno,
amará al otro, o bien, adhiriéndose al uno, des
preciará al otro. No podéis servir a Dios y a las
riquezas". 69
29
Es significativo que los motivos que aquí se adu
cen no son ético-sociales o pragmáticos, sino teo
céntricos. Jesús no proclama ni una lucha de
clases ni una guerra de liberación nacional, sino
que toda su actividad está determinada por el
amor a su "Padre de los cielos" y a los hombres
que le rodean, a los que él anuncia la cercanía
de Dios. Y precisamente por esto, él no divide
el mundo, de modo dualístico-revolucionario, en
hijos de la luz e hijos de las tinieblas, ni maldice
o condena al odio a éstos últimos de modo que
parezca justificado cualquier medio para liqui
darlos. 70
Al contrario: él tuvo un contacto estrecho pre
cisamente con aquel grupo que era más odiado,
por sus riquezas obtenidas irregularmente y por
su colaboración con los romanos; Jesús se dejaba
invitar a los banquetes de los cobradores de im
puestos, y algunos se le adhirieron. A los revo
lucionarios radicales, tal proceder debía parecer
les sencillamente una traición.
Lo mismo cabe decir de la parábola del buen
samaritano (Le 10, 30-37). Suponía un escándalo,
no sólo para el clero del templo, sino también
para aquellos judíos "nacionalistas". Los sama
ritanos eran más odiados entonces que los pa
ganos. 71
Consiguientemente, Jesús no era, a pesar de la
30
pobreza e inseguridad de su vida, que él libre
mente eligió, ningún asceta fanático: sus adver
sarios, al parecer tanto fariseos como celotes, lo
tildaban de "comilón y bebedor", y de "compin
che de los publicanos y pecadores" que se entre
gaba a los placeres, en oposición a Juan el bau
tista (Mt 11, 18 s.; Le 7, 33 s.; Me 2, 18).
Aquí podemos recordar la polémica de Tomás
Müntzer "contra la carne sensual y sibarita de
Wittenberg" 72• Jesús, a diferencia del bautista,
no es un modelo de renuncia revolucionaria al
consumo. El tiempo de la irrupción del reino de
Dios era para él, a pesar de las persecuciones y
de la miseria, comparable a la alegría de las
bodas (Me 2. 19). La invitación a deponer toda
preocupación y a imitar a los pájaros del cielo
y a las flores de los campos, supone 73 una jo
vialidad sin trabas, que se dirige (y en esto es
más radical que todos sus contemporáneos) con
tra todas las coacciones del corivencionalismo
humano, y también contra las tácticas subver
sivas planeadas de los celosos revolucionarios.
4. En medio de la influencia que ejercía en el
pueblo sencillo, Jesús experimentó sin duda la
tentación del poder político, pero la venció. Los
relatos de las tentaciones, en los sinópticos (Mt
4, 1-11; Le 4, 1-13) y en Juan, reflejan más tarde
este hecho 74• También van en esta dirección sus
diversas advertencias a sus discípulos de que él
y ellos no han de dominar, sino servir.
31
Ya aquí aparece un profundo escepticismo ante
todo poder político y social establecido, tanto
en el propio pueblo como en el mundo en general.
32
los casos, sólo han sutilizado estos métodos, con
los que los dictadores revolucionarios fuerzan a
las masas a una felicidad que ellas no querían
en absoluto en tales circunstancias y las obligan
a ser felices bajo su poder.
El camino de Jesús, en cambio, es el de la no
violencia, el de la llamada personal, que se di
rige primordialmente a la conciencia del indi
viduo; es el camino de la persuasión paciente y
de la ayuda concreta en las necesidades. Por eso
enseña en parábolas, que no son un medio de
convencer emocional, sino racionalmente, y que,
por tanto, tiene muy poca utilidad para los de
magogos. 77
Jesús busca la adhesión auténtica, no un asen
timiento impuesto por la fuerza o el miedo. Por
eso aparece constantemente en las parábolas de
Jesús esa jovialidad sin trabas (cf. pág. 31), que
a veces toma la forma de preocupada ironía 78•
No hallamos aquí huella alguna de aquella se
riedad salvaje, de aquel fanatismo celote, que,
con el pretexto de metas más altas, ultraja a los
demás, y maldice y difama, de modo dualístico,
a los otros.
Es significativo que el análisis de las diatribas
con los fariseos prueba que están originadas por
la posterior situación conflictiva de la comuni
dad. Así como Jesús no rechazó a los publicanos
y celotes cuando venían a él, tampoco rompió
33
las relaciones con los fariseos, a pesar de que
eran sus enemigos y de que él los atacó a veces
duramente. 79
Jesús no se identifica con ninguno de los grupos
de entonces, del mismo modo que hoy está aún
entre los distintos frentes, y llama a cada uno a
un conocimiento crítico de sí mismo y a un hu
manismo auténtico. Esto se muestra especial
mente en su lucha contra toda autojustificación
humana, contra la actitud, tan arraigada por do
quier, del "te doy gracias porque no soy como
los otros hombres ...". 80
La renuncia a la violencia no es, en Jesús, debi
lidad; al contrario, es la prueba principal de su
soberana fuerza, de la que él no necesita para
pisotear a los demás, aunque sea por muy nobles
fines. Esta fuerza se muestra en que, en lugar
de ocasionar daño a los demás, está incondicio
nalmente dispuesta in.cluso a tomar sobre sí los
daños.
Apenas se puede dudar de que Jesús, en su úl
tima ida a Jerusalén, contaba con la posibilidad
de la muerte. El destino de su maestro Juan el
bautista debía servirle de aviso 81• La fuerza de
la no-violencia, que sale de Jesús, se nos mani
fiesta hoy especialmente en los dos mayores már
tires de nuestro siglo, en Mahatma Gandhi y en
Martin Luther King.
79. H.-F. Weiss, o. c., 103 s.; ThW, 9, 36-45; cf. NuC, 61 s.
80. Le 18, 10-14, cf. 17, 7-10. En este contexto se sitúa también
la prohibición de juzgar por si mismo, Mt 7, 1-5; Le 6, 37-42.
81. Cf. NuC, 42-43; ZNW 59 (1968) 37 con E. Fuchs, Zur Frage
nach dem historischen Jesus 2, 1960, 157-158, contra R. Bult
mann, o. c., 12, 452 s. El bautista fue el maestro de Jesús y
dejó una profunda influencia en él y en la comunidad. Dada
la violenta oposición que Jesús encontró en los dirigentes es
pirituales y políticos del pueblo, debía contar con la posibi
lidad de una muerte violenta, a no ser que fuera un visionario
patológico. El escepticismo ante la cuestión histórica de la
persona y mensaje de Jesús da lugar tanto a una interpreta
ción patológica semejante, como también a una interpretación
revolucionaria (cf. NuC, 96). No puedo compartir, por tanto,
el agnosticismo total respecto al conocimiento de Jesús, tal
34
6. Todo esto no significa que para Jesús esté
resuelta la cuestión de la culpa y el pecado; al
contrario. El sólo le negó al hombre el derecho
a ser· juez y a vengarse por sí mismo. Las pala
bras del pasaje de la adúltera "el que de voso
tros esté sin pecado, que lance la primera pie
dra ... " (Jn 8, 7) tienen una significación primor
dial, también hoy, en que se ha puesto de moda
el lanzar piedras, y vale para todos los intere
sados. 82
El juicio definitivo, en la cuestión de la culpa y
el derecho, le incumbe a una instancia sobrena
tural, y será pronunciado en el juicio final. Y la
medida con la que se medirá, es, también aquí,
el prójimo: "lo que habéis hecho a uno de mis
hermanos más pequeños, me lo habéis hecho a
mí". 83
Aquí nos encontramos con ideas que nos salen
también al encuentro en las exhortaciones de
Pablo. Este no lucha sólo contra el intento del
hombre de crearse su propia justicia (Rom 10, 3),
sino que se alza también, apasionadamente, con
tra todo "vanagloriarse", contra la soberbia y el
intento de ser uno mismo juez de los demás 84.
Con ello se coloca el hombre en el lugar de Dios:
35
escrito: "a mí me pertenece la venganza, yo
haré justicia, dice el Señor". Por el contrario,
"si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si
tiene sed, dale de beber; pues, o b r a n d o así,
amontonáis carbones encendidos sobre su ca
beza" (Prov 25, 21 s.). No te dejes vencer por
el mal, sino vence al mal con el bien" (Roro
12, 19-21).
36
ren arreglar el mundo con la violencia, con una
violencia que comienza con el odio y la difama
ción, y puede llegar hasta el terrorismo san
griento, la tortura y el asesinato en masa, en los
que cada partido le echa la culpa a los contra
rios. 86
La guerra judía del 66 al 70 d. C. es un excelente
ejemplo de ello. Los extravíos de la historia de
la iglesia (cruzadas, inquisición, guerras de reli
gión) deberían prevenirnos, precisamente hoy,
de una justificación de la violencia revoluciona
ria, especialmente cuando hoy gana terreno la
idea de que no puede haber ya un bellum ius
tum, una guerra justa. 87
37
Jesús ha señalado, con el amor, un camino total
mente distinto, el de la protesta no violenta y el
de la disposición al sufrimiento; un camino que,
mucho mejor que el antiguo y primitivo de la
violencia, merece el calificativo de "revolucio
nario". Con su actividad de sólo unos dos años,
Jesús ha sido, en la historia del espíritu y del
mundo, más eficaz que todos los abogados de la
violencia revolucionaria, desde Espartaco y Ju
das el galileo hasta hoy.
Jesús no justificó, ni mucho menos, la situación
de su tiempo. El rompió con la orgullosa segu
ridad de la ideología de elección de su pueblo, al
hacer partícipes del reino de Dios a los gentiles
antes que a muchos judíos 88 o al confrontar la
bondad del odiado samaritano con el egoísmo del
clérigo judío (cf. pág. 30 y nota 71). Y aún más,
él rompió, en puntos muy concretos, con la sa
grada Tora de Moisés, y colocó en su lugar la
primitiva invitación de Dios a una conducta
auténticamente humana. 89
Tampoco se puede aducir, en favor de una acti
tud conservadora y fiel al estado en Jesús, la
anécdota de la moneda del censo (Me 12, 12-17) :
Jesús pide, y recibe, una moneda del censo, el
denario de plata romano (que, por lo demás, nin
gún verdadero celote hubiera tomado en sus
manos, pues llevaba 90 fa imagen del césar), con
lo cual quiere atraer la atención de sus adver-
38
sarios sobre la consecuencia que se sigue de usar
el dinero del césar: si ellos usan lo que "según
la imagen y la inscripción pertenece al césar",
éste lo puede reclamar también en forma de im
puestos.
Pero todo este complejo, "lo que pertenece al
césar", es insustancial a la vista de la proximidad
de Dios. En lugar del "y a Dios lo que es de
Dios", se debería traducir, propiamente, de modo
adversativo: "pero a Dios lo que es de Dios". Eso
es lo único que importa; lo demás es algo sin
importancia, cuyo fin está ya a la puerta, y que,
precisamente por ello, no tiene sentido tomarlo
demasiado en serio, tanto en sentido positivo
como negativo. 91
El poder del mundo no es justificado ni conde
nado, es desvalorizado por el "pero", que señala
a las cosas de Dios. La verdadera liberación de
todo poder comienza con la libertad interior, y
la libertad interior, en el sentido del nuevo tes
tamento, la obtiene sólo el que ha captado, por
la fe, la cercanía del amor de Dios, que le saca
de sí mismo y le conduce a los demás. 92
Por tanto, se puede muy bien llamar a Jesús
revolucionario, y podríamos subrayarlo aun con
superlativos. Pero quizás deberíamos, precisa
mente hoy que la palabra revolución se ha vuel
to tan fácil y variable, incluso en la boca de los
39
teólogos 3, renunciar a ella, en bien de la inmu
9
40
Apéndice
41
Palestina, la tierra santa. Los sionistas se dedi
can allí, con el apoyo americano y el alemán, a
la total aniquilación de todos los árabes pales
tinos. Siguiendo la táctica de la tierra quemada,
pueblos enteros son reducidos a cenizas. Los
hombres son encerrados en prisiones sionistas,
el resto es expulsado, e Israel puede construi.r
un nuevo puesto militar.
Bombardean las ciudades jordanas, colonizan el
terreno ya ocupado y preparan nuevas campañas
de conquista. El partido fascista secreto, fuerte
mente representado en el nuevo gobierno, pide
el sometimiento de todo el territorio árabe al
dominio sionista.
El movimiento revolucionario de liberación, Al
Fatah, organiza desde hace años al pueblo pa
lestino, y lo prepara, en la teoría y en la praxis,
para el levantamiento armado. Como Cristo lu
chó contra el poder de ocupación romano, así
lucha Al Fatah contra los sionistas y contra sus
secuaces, el capital alemán y americano.
El evangelio de navidad no es una historia de
tiempos pasados. El evangelio de navidad exige
una decisión aquí y ahora: apoyo a Al Fatah o
colaboración en el imperialismo sionista.
Si usted, querido pastor o querido párroco, deja
pasar en silencio esta decisión en su sermón de
navidad, ya no podemos garantizar nosotros la
seguridad de su iglesia. Usted se calló cuando
lo de My Lai americano. Si usted sigue guar
dando silencio sobre los My Lai sionistas, llama
dos Ramallah, Nablus y El Salt, no se extrañe
de que también sus templos sean reducidos a
cenizas.
¡Victoria en la guerra popular!
Navidad de 1969.
Frente de Palestina
42
2. VIOLENCIA Y NO-VIOLENCIA
TEOLOGIA POLITICA
EN EL NUEVO TESTAMENTO
43
sado, ha cobrado tanto interés 1, era para la anti
güedad, tanto para los judíos como para los grie
gos, una evidencia que casí podríamos llamar
banal, pues no consideraban a la teología y a la
política como dos terrenos fundamentalmente
separados, que hubiera que unir con dificultad,
sino que ambos estaban ordenados el uno al otro,
e incluso eran, sencillamente, idénticos.
La Tora, que Israel recibió de Dios en el Sinaí,
contenía las necesarias indicaciones para la recta
ordenación del pueblo, hasta en lo tocante al de
recho real y a la estrategia militar (Dt 17, 14-20;
20, 1-20).
Los reyes helenísticos y sus herederos, los em
peradores· romanos, aparecían como manifesta
ciones de la divinidad y gozaban de veneración
y de culto. Ya en vida fueron honrados como
soteres, salvadores sobrehumanos de sus súbdi
tos. En mi opinión, las religiones antiguas eran,
como hoy se suele decir, "políticamente relevan
tes" por definición, y la política también debía
entenderse siempre como una función religiosa.
La recta actuación estatal y el favor de los dio
ses, que daba existencia a los pueblos y a las
ciudades, estaban inseparablemente unidos. 2
44
Uno de los efectos revolucionarios de Jesús y
del cristianismo primitivo fue la ruptura de esta
"ingenua unidad" de religión y política. El brillo
luminoso de la autoridad estatal y del ejercicio
del poder quedó relativizado, desmitificado, e in
cluso perdió, con ello, su poder. 3
Quiero trazar a continuación, sólo a modo de
ejemplo, una línea de desarrollo histórico de este
proceso tan complejo. Se trata de la reacción ju
día al imperialismo helenístico y, más tarde, al
romano. Una reacción que se basaba en motivos
ampliamente religiosos, pero que tenía, al mismo
tiempo, consecuencias políticas muy concretas,
que se expresaron tanto en la ideología apoca
líptica de la guerra santa mesiánica, como en
una larga cadena de sangrientos intentos de su
blevación.
Se podría hablar de una "teología judía de la re
volución", muy singular en la antigüedad, que
no se desarrolló sólo en los apocalipsis de los
escribas, sino también en una "praxis revolucio
naria" inexorable. El mensaje de Jesús y de la
comunidad primitiva está en una radical oposi
ción a esta "teología de la revolución" de la apo
calíptica judía, y, sin embargo, desde el punto
de vista de la historia de las religiones, depende
de ella en puntos esenciales.
Tanto los apocalípticos judíos, como también Je
sús, presentaron el próximo reino de Dios en
oposición a la sinrazón del presente histórico,
y, sin embargo, se dio una ruptura radical en
la forma como se esperó el reino de Dios. En la
"teología política", se trata hoy, sobre todo, de
analizar esta tensión dialéctica entre la predi
cación de Jesús y las esperanzas del mundo judío.
45
2. El imperialisrrw macedónico y griego
46
go, fundado por él, es colocado por encima de
todos los reinos anteriores:
47
parte de Palestina, cayó dentro del imperio de
los Ptolomeos. En los ochenta años siguientes,
los judíos vivieron una época de paz, como no
la tuvieron en los 470 años entre Alejandro y el
edicto de tolerancia de Antonino Pío (333 a. C.-
139 d. C.). 9
48
<liante esta sistemática explotación "capitalista",
y aun "monopolística", de la agricultura y del
comercio, les permitió, no sólo mantener la ma
yor flota de entonces y un poderoso ejército
mercenario, sino además introducir numerosos
jóvenes griegos como oficiales, técnicos, arqui
tectos, funcionarios y médicos, que formaron en
Egipto y Palestina una nueva clase social domi
nante, la de los "tecnócratas".
El imperio de los Ptolomeos se convirtió en la
"América de los griegos". Sus métodos de explo
tación y administración económica y financiera
siguieron predominando en Palestina hasta la
época del nuevo testamento.
En Palestina, la presencia de los Ptolomeos era,
ante todo, militar y económica. Se trataba de
proteger el territorio colonial contra el enemigo
seleúcida en el norte, y contra los saqueos de
los árabes en el sur y en el este. Se fundaron
numerosas colonias militares greco-macedónicas
y se fomentó la construcción de fortificaciones.
También Jerusalén recibió una guarnición ex
tranjera.
La explotación económica era, por lo menos, tan
importante, como la militar. Los impuestos se
elevaron considerablemente, en relación a la épo
ca persa; sólo de la pequeña Judea (sin contar
la zona costera, Samaria y Galilea) se sacaron
anualmente 300 talentos, una suma que ni si
quiera Herodes y los romanos pudieron elevar
substancialmente.
Los funcionarios y cobradores de impuestos (el
odiado telones, el recaudador de aduanas, apa
rece ahora por primera vez en las fuentes) pe
netraban hasta la última aldea y gravaban cada
trozo de tierra, cada árbol, cada cabeza de ga
nado. Siria y Palestina se convirtieron en impor
tantes abastecedores de esclavos, no sólo para
Egipto, sino más tarde también para Grecia e
49
Italia. La venta de esclavos judíos es una de las
causas principales de la extensión de la diáspora.
Es cierto que, al mismo tiempo, los griegos in
trodujeron también mejores métodos de explo
tación, irrigación artificial y nuevos cultivos, e
intensificaron el comercio. Pero todo ello ocu
rrió, no como "ayuda para el desarrollo", sino
con el propósito de sustituir el cultivo extensivo
por uno, a ser posible, intensivo y orientado a
los beneficios.
Llegaron a predominar los grandes dominios de
los funcionarios, oficiales y colonizadores mili
tares del rey, y los pequeños agricultores se con
virtieron, a menudo, en colonos. Una consecuen
cia necesaria fue la formación de una burocracia
jerárquica, cuyos efectos describe Qohelet (el
predicador Salomón), de un modo conciso y pe
netrante:
50
esta ayuda, Antíoco suavizó, en un decreto que
recoge Josefa, el agobiante peso de los impues
tos. 11
No obstante, las relaciones amistosas con los
nuevos señores no duraron demasiado. El año
190 a. C. fue aniquilado Antíoco por los romanos
en Magnesia. El poder romano se había intro
ducido por primera vez en oriente, de forma
firme y directa. La consecuencia fue el ocaso de
las monarquías helenísticas.
Las enormes indemnizaciones de guerra, de unos
15.000 talentos, obligaron a los seleúcidas a ele
var de nuevo la carga financiera de sus súbditos,
e incluso intentaron apoderarse de los sagrados
tesoros del templo 12• En Jerusalén parece que
fracasó al principio tal intento (2 Mac 3); pero
el 175 a. C., Antíoco 1v Epifanía depuso al sumo
sacerdote legítimo y vendió luego este cargo dos
veces a buenos postores, que a su vez intentaron
realizar en Jerusalén una reforma radical, con
el propósito de transformar la ciudad santa en
una pólis (ciudad-estado) h e l e n í s t i c a , con el
nombre de "Antioquía" (2 Mac 4, 9).
Este intento de total asimilación del judaísmo a
la civilización helenística, encontró, al principio,
un eco favorable entre la aristocracia judía de
Jerusalén; así, por ejemplo, se construyó, como
especial atracción, un gimnasio para los ilustres
hijos de los sacerdotes (2 Mac 4, 12 s.).
Pero la falta de prudencia del rey y el radica
lismo de los reformadores judíos hicieron fraca
sar sus planes, y provocaron, el 167 a. C., la su
blevación de los Macabeos, que c o n c l uyó el
141 a. C., tras una guerra de 26 años, con la
obtención de la independencia judía, bajo la di-
51
rección de la familia de sumos sacerdotes Asmo
neos. La progresiva disolución de las monarquías
helenísticas, que era fomentada por Roma, in
tensificó el afán de autonomía nacional en los
pueblos orientales hasta entonces sometidos. 13
52
a diferencia del posterior maestro de sabiduría
Ben-Sira (Sirach). 15
Por otro lado, en los círculos de los "Casidim" 16
(los devotos), se reavivó el recuerdo de la anti
gua tradición israelita. En oposición a la conti
nua demostración de poder militar helenístico y
de los fallos sociales, reaparecieron las antiguas
tradiciones de la guerra santa y la predicación
social de los profetas. Ante la propia impotencia
y la desolación del tiempo presente, se esperó
todo del próximo establecimiento del reino de
Dios, al que debía preceder la "última batalla"
de Israel contra sus opresores. Así, por ejemplo,
en las profecías del deutero-Zacarías (Zac 9, 13).
Aquí aparece el mismo Yahvé como caudillo de
la guerra contra los griegos. Judá y Efraím son
sus armas:
53
y derrama sangre el que retiene el salario al
jornalero (Eclo 34, 24-27).
54
recc10n del sacerdote Matatías y de sus cinco
hijos, en especial del carismático Judas Maca
beo, y a ellos se unieron los "casidim", leales a
la ley. Al principio realizaron una guerra de
guerrillas, en las montañas judías, y al cabo
de tres años (el 164 a. C.) consiguieron recon
quistar Jerusalén y el templo. 20
De aquel tiempo procede un esquema apocalíp
tico de historia universal, el apocalipsis de los
animales simbólicos (Hen 85-90). En él se relata,
en primer lugar, la opresión de Israel por los
pueblos del mundo, especialmente en la última
fase por las monarquías helenísticas. El final del
mundo es iniciado por la sublevación de los de
votos guiados por Judas Macabeo. En el momen
to de mayor necesidad, en que todos los pueblos
se unen para aniquilarlos, se les concede a los
devotos de Israel la gran espada de la guerra
santa, con l¡:¡. que hacen huir a sus enemigos (Hen
90, 19). Sólo ahora interviene directamente Dios:
todos los pueblos que atormentaron y mataron a
los devotos son tragados por la tierra. 21
De modo aún más sugerente aparece el tema de
la guerra santa en el "manual del combatiente"
de los esenios de Qumran 22, que, en su forma
primitiva, se remonta a la época del alzamiento
macabeo. La apocalíptica dualista se combina
estrechamente aquí con la ideología de la lucha
55
revolucionaria por la liberación. Se relata la úl
tima y definitiva guerra de los hijos de la luz
contra los hijos de las tinieblas. Estos últimos,
en la forma primitiva, son sobre todo los kittim
de Asiria y los "impíos para con la ley", es decir,
los seleúcidas macedonios junto con los apóstatas
judíos (1 QM 1, 2. 6), y además todos los pueblos
paganos (1 QM 2, 10 s.).
La descripción de la guerra es, por un lado, muy
realista: se trata de una guerra real de cuarenta
años de duración, con un programa de conquista
del mundo; los detalles militares, el armamento
y los movimientos tácticos de los cuerpos de ejér
cito están descritos con gran cuidado. Casi se
podría creer que el autor usó un manual de téc
nica militar helenística.
Pero, por otro lado, la guerra tiene un carácter
enteramente utópico-apocalíptico: Dios mismo
es el comandante en jefe, los ángeles intervie
nen directamente en .la lucha, bajo la dirección
de Miguel, y el objetivo es la total aniquila
ción de los hijos de las tinieblas. La lucha final
recibe así, en parte, el carácter del juicio uni
versal sobre toda la humanidad, y al final apa
rece el "dominio de Israel sobre toda carne" (l. c.
17, 7 s.).
La guerra santa se convierte, de este modo, en
el camino hacia el dominio universal del ver
dadero Israel, que se identifica con el reino de
Dios. Hay que notar que los devotos reciben, al
mismo tiempo, el nombre de ebiónim (pobres),
es decir, que el motivo social pertenece a la
esencia de esta imagen de guerra apocalíptica:
los devotos son los pobres. 23
Esta tradición de la guerra santa se continúa
luego en los diversos textos mesiánicos de Qum
ran. El mesías, del linaje de David, es, ante todo,
56
el caudillo de la guerra final, pero la cabeza es
piritual de Israel es, propiamente, el sumo sacer
dote mesiánico. 24
Esta escatología "nacional y guerrera" de los
esenios, entre su aparición hacia el 150 a. C. y
su destrucción por los romanos el 67 d. C., está
en abierta contradicción con la imagen "paci
fista" que de ellos dan Filón y Josefo 25• Hay que
distinguir aquí entre su forma de vida, extraor
dinariamente quietista y ascética para aquella
época, y sus esperanzas, muy realistas y defi
nitivas.
La época de la guerra santa estaba cerca, pero
aún no había llegado. Primero se debía acumular
el odio contra los hijos de las tinieblas. Así se
prescribe expresamente en la regla de la secta:
57
ción del "último combate" como un "día de la
venganza", no eran, sin embargo, la única posi
bilidad de la apocalíptica judía. El libro de Da
niel, que apareció el 165 a. C., en el punto cul
minante de la época de persecución, señala un
camino completamente diferente. No enaltece ni
la guerra de liberación de Judas Macabeo, ni es
pera la revancha de Israel por medio de una
maravillosa lucha final. En este "tiempo de an
gustia, cual no lo hubo desde que existe el pueblo
(Israel)" (Dan 12, 1), lo decisivo no es la lucha
armada, sino el acrisolamiento por el sufrimien
to: los sabios del pueblo instruirán a la muche
dumbre, pero caerán por un tiempo a la espada,
al fuego, al cautiverio y al pillaje (l. c. 11, 33).
27. Cf. JuH 324 s. y O. Pli:iger, Das Buch Daniel, 1965, 164 s.;
J. H. C. Lebram: VT 20 (1970) 507 s., desconoce, en cambio,
totalmente la problemática y el v.ilor histórico del libro de
Daniel, en su relación con las otras fuentes. Es el más fuerte
mente "tendencioso" de todos.
58
lógica a la expectación apocalíptica de la guerra
santa final.
59
rim (comentarios a la Biblia) esenios. La opo
sición del "maestro de justicia" al culto del tem
plo de Jerusalén podría acaso ser la señal de
protesta de un grupo saduceo de casidim contra
el estilo r e l i gioso y político del nuevo sumo
sacerdote. El comentario a Habacuc lo caracte
riza así:
29. JuH 407 s.; c. también J. Jeremias, Der Lehrer der Gerech
tigkeit, 1963.
30. E. Schürer, Geschichte des jüdischen Volkes im Zeitalter
Jesu Christi I, 41901, 241-301; V. Tcherikover, o. c., 235-265;
A. Schalit, o. c., 196 s., 529 s. Cf. H. Kreissing, Kllo 43-45 (1945)
174-182.
60
Las fronteras del nuevo estado asmoneo se acer
caron a las del reino de David. La reacción con
tra el imperialismo macedonio fue, por tanto, la
expansión nacional del nuevo estado judío, fun
dado al cabo de 446 años de dominación extran
jera. Dos hechos muestran hasta qué punto las
motivaciones religiosas estaban unidas a las an
sias de poder político:
a) Los asmoneos, para preservar la "pureza"
de la tierra santa y la unidad religiosa de la
población, obligaron a los habitantes de los te
rritorios sometidos a circuncidarse y hacerse ju
díos, o a emigrar. Los vecinos semitas, los idu
meos y los itureos, eligieron la circuncisión; los
habitantes de las ciudades helenísticas, en cam
bio, optaron por la emigración en su mayoría. 31
b) Mientras a comienzos del alzamiento ma
cabeo había estado viva, en amplios sectores, la
expectación escatológica, los señores asmoneos
crearon ahora una ideología de dominio, en rela
ción con el presente y motivada religiosamente,
que debía expresar la elección divina de su
dinastía. Según Josefa, Juan Hircano, el hijo de
Simón, "fue considerado por Dios digno de los
tres más altos cargos: el dominio sobre el pue
blo, la dignidad de sumo sacerdote y la misión
profética" (Ant 13, 299).
Es decir, este gobernante, particularmente co
ronado de éxitos, recibió caracteres casi mesiá
nicos. Nada tiene de extraño el que sus hijos,
Aristóbulo y Alejandro Jannai, a ñ a d i e r a n al
título de sumo sacerdote el de rey. 32
61
Por otro lado, los nuevos gobernantes no pudie
ron escapar a su propio destino político, es de
cir, a los influjos de la superior civilización he
lenística, contra la que se h a b í a n alzado sus
padres. La administración y el régimen tribu
tario se volvieron a ajustar cada vez más a la
acreditada praxis helenística.
Alejandro Jannai hizo acuñar monedas con ins
cripción griega y reclutó mercenarios paganos
de Asia Menor, pues el ejército judío había que
dado diezmado por las continuas guerras. Tam
poco el estilo de vida de los gobernantes y de la
nueva nobleza militar se diferenció mucho del
de las otras monarquías orientales helenísticas. 33
Esta aguda contradicción entre las pretensiones
ideológicas y la realidad ética, social y política,
condujo a una nueva ruptura en el judaísmo
palestino. La lucha de partidos reapareció con
toda su dureza. La oposición de los casidim se
estructuró en el nuevo partido de los fariseos,
predominantemente laico, mientras que los as
moneos se apoyaron en la n o b l e z a militar y
sacerdotal de los saduceos. 34
Bajo Alejandro Jannai se llegó a una airada re
belión, que aquél aplastó sangrientamente: hizo
crucificar en Jerusalén a 800 fariseos, mientras
él banqueteaba con sus concubinas, y otros 8.000
huyeron al exilio 35• Después de su muerte, su
viuda se volvió a los fariseos, que tomaron ahora,
a su vez, sangrienta venganza de los saduceos.
33. A. Schalit, o. c., 106. 107 s. 196-206. 530 s.; cf. JuH 11 s.,
119 s., 412 s. Un ejemplo del modo de vida de la nueva aris
tocracia militar lo encontramos en el sepulcro del corsario
Jasón en Jerusalén: L. Y. Rahmani: 'Atiqot 4 (1964) 1-40, cf.
P. Benoit, Israel Exploration Joumal 17 (1967) 112 s.
34. Véase el excelente artículo de R. Meyer sobre los fariseos
y los saduceos, ThW IX, 12 s., 1, 23 s. y vrr, 35 s.
35. Ant 13, 380, y 4QpNah 1, 7 (E. Lohse, o. c.) 262. El castigo
persa de la crucifixión fue introducido en Judea en la época
helenística. Ya Alejandro Magno, según Q. C. Rufus 4, 4, hizo
crucificar a dos mil habitantes de Tiro en la costa. Otros datos
en K. Latte, PW-supl. VII, 1606 s. y NuC 64, notas 76 y 77;
sobre su empleo en la época romana, cf. nota 93.
62
La renovación religiosa y social del pueblo judío,
que había sido iniciada por el alzamiento maca
beo, fracasó, pues, a causa de las ansias de poder
de la nueva dinastía, que había llegado al trono
por medio de la "revolución", y terminó en una
nu,eva catástrofe política y religiosa. 36
63
Se interpretó la catástrofe como el justo castigo
por los pecados del pueblo y de sus gobernantes;
pero, al mismo tiempo, se pidió a Dios venganza
por los crímenes cometidos por los extranjeros
y la pronta venida del mesías, del linaje de Da
vid. 38
Judea era de nuevo una provincia sometida al
capricho extranjero; el sueño de un gran reino
judío se había esfumado. Los judíos tuvieron que
experimentar ahora toda la dureza del sistema
tributario romano, que era explotado por las
odiadas compañías de recaudación de impues
tos. 39
La situación se agravó por los repetidos inten
tos de sublevación de Aristóbulo y de sus hijos,
así como por la guerra civil romana, en la que
los sucesivos potentados explotaban con especial
crueldad a las provincias sometidas. Repetidas
veces fueron vendidos como esclavos todos los
habitantes de las ciudades 40, en parte por suble
vación, y en parte porque no podían pagar la
contribución de guerra.
Es cierto que César concedió a los judíos una
cierta autonomía (el 47 a. C.) y otorgó al sumo
sacerdote, Hircano 11, el título de "etnarca"; pero
el poder lo ejercían propiamente los consejeros
de éste, Antípatro, idumeo sólo superficialmente
judaizado, y sus hijos Fasael y Herodes. 41
64
La gran invasión de los partos (40 a. C.) parec10
darle al asmoneo Antígono, hijo del asesinado
Aristóbulo n, la última oportunidad para recons
truir el reino de su padre y poner fin a la domi
nación extranjera. Sin embargo, poco después,
el senado nombró "rey de los judíos" al medio
judío Herodes, que había huido a Roma. Sólo
después de tres años de luchas contra la encar
nizada oposición judía, pudo conquistar éste Je
rusalén, el 37 a. C., con apoyo romano. Antígono,
el último rey judío de la familia de los asmoneos,
cayó en Antioquía bajo el hacha del verdugo
romano. 42
El gobierno de 33 años de Herodes (37-4 a. C.)
ofrece un aspecto muy contradictorio 43• Ya las
fuentes de Josefa dan de él juicios muy opues
tos 44• La abundancia de soberbios edificios, cuyos
restos aún hoy podemos contemplar, señalan un
gobierno brillante, cual no lo hubo antes ni des
pués en Judea. También el hecho de que durante
su gobierno, al parecer, reinó la paz y hallaron
fin lás continuas sublevaciones y guerras, mere
cería una valoración positiva.
Pero, en realidad, se debió menos a él que a los
frutos de la pax romana conseguida por Augusto.
Augusto se convirtió en el gran modelo de He
rodes, que se dedicó especialmente a integrar en
42. Ant 14, 330-491; cf. A. Schallt 74-97; K.-H. Ziegler, Die
Beziehungen zwischen Rom und dem Partherreich, Wiesbaden
1964.
43. Poseemos la exposición netamente antijudfa de H. Will
rich, Das Haus des Herodes zwischen Jerusalem und Rom,
1929, y la netamente antirromana y antiherodiana de J. Klaus
ner, Geschichte des 2. Tempels 4, 41954; W. Otto, Herodes,
1913 = PW-supl. 2, 2-200, intenta dar, en cambio, una expo
sición imparcial. A. Schallt, o. c., se esfuerza igualmente por
presentar una imagen justa: cf. también Zel 324-331, donde
he intentado presentar el gobierno de Herodes en relación
con las consecuencias que tuvo para el movimiento de libe
ración judío.
44. Sobre la disparidad de las fuentes de Josefo, cf. Ze! 13,
nota 5, y 314, nota 2: Josefo se sirvió en Antiquitates de la
obra histórica del amigo de Herodes, Nicolás de Damasco, pero
también de una fuente ásperamente antiherodiana, cuyo ori
gen es desconocido.
65
esta pax romana a la notoriamente agitada Ju
dea, costara lo que costara. 45
66
subastado por el fisco romano. La estructura de
latifundio y de arriendo, que predomina en las
parábolas de Jesús, encuentra aquí su explica
ción 48• Después de su muerte, la población judía
se quejó irritadamente de la cuantía insoporta
ble de los impuestos exigidos por él. 49
67
quemar vivos a los "responsables principales".
También estaban indignados los devotos porque
Herodes, desoyendo la ley judía, vendió en el
extranjero (acaso en las minas del estado) a los
"ladrones" y "criminales" judíos, entre los que
también hay que incluir a sus adversarios po
líticos. 54
Por otro lado, Herodes intentó crear una "ideo
logía de dominio" propia, como variante judía
del culto oficial al césar, que él mismo fomen
taba, enérgicamente, en las partes no judías de
su reino 55• De ahí su intento de demostrar su
origen puramente judío (según Schalit, incluso
del linaje de David) 56• Además invocaba el rey
sus singulares éxitos políticos y la brillante em
presa de la construcción del templo.
Su subida al poder, en suma, y la buena suerte
de todos sus planes serían un don de Dios, que
probaba que Dios mismo lo había elegido para
rey; y, a su vez, la construcción del templo debía
expresar su real agradecimiento a Dios. La paz
y la felicidad del pueblo no estarían garantizadas
por la utópica expectación de un futuro reino
mesiánico, sino por el gobierno presente del rey,
en unión con la pax romana. 57
El grupo de los herodianos, que también aparece
en los evangelios, era, al parecer, adicto a su
dinastía y con ello, al mismo tiempo, represen
tante de la ideología herodiana del dominio. 58
54. Ant 17, 149-163 = Bel! 1, 648-655; Ze! 107 s., 221, 264 s.
55. A. Schallt, 460-482. Sobre el fomento del culto al césar
por Herodes en el territorio no judío, cf. Ze! 105 s. Sobre el
culto al césar en general, cf. F. Taeger, o. c., 2.
56. Die frühchristllche Ueberlleferung über die Herkunft der
Familie des Herodes: Annual ot the Swedish Theological Ins
titute 2 (1963) 109-160; Konig Herodes, 473 s.
57. Ant 15, 383: "Creo que yo, con la voluntad de Dios, he
conducido al pueblo judío a una prosperidad cual nunca la
tuvo antes"; cf. 387; además A. Schalit, 470 s. Cf. también
Mt 2, 1 s.
58. Me 3, 6; 12, 13; Mt 22, 16. Además E. Bickermann, Les
Hérodiens: RB 47 (1938) 184 s.; A. Schalit, 479 s.
68
6. El movimiento escatológico de liberación
69
Nuevas revueltas estallaron cuando Augusto de
puso a Arquelao, el 6 d. C., a causa de una acu
sación de mala administración hecha por los
samaritanos, e hizo de Judea una provincia ro
mana gobernada por un procurador de la caba
llería 62• Como consecuencia, se debió realizar en
Judea un censo para fijar los impuestos de las
personas y las tierras. La población judía, pro
bablemente, entendió esta medida tan natural,
en parte, en el sentido de que la tierra santa
se convertiría con ello en propiedad privada del
césar y sus habitantes serían hechos esclavos.
Basándose en esta idea, los fundadores del mo
vimiento celote, Judas el galileo y el fariseo Sa
doc, crearon una ideología religiosa, altamente
eficaz, de la lucha escatológica por la liberación,
que se puede considerar como la última conse
cuencia de las largas y amargas experiencias bajo
la dominación pagana y extranjera. Los axiomas
fundamentales eran una ardiente espera del rei
no de Dios y un celo fanático por la ley. De ahí
resultaron las tesis siguientes: 63
Por bien de la idea de reino y de señorío, se
consideró una blasfemia llamar al césar "rey" y
"señor". Dado que el césar se hacía venerar como
dios en todo el oriente helenístico, se puede in-
70
terpretar aquella d e m a n d a como un agudiza
miento del primer mandamiento: "no tendréis
más dios que a mí". Se trataba, pues, en cierto
sentido, de una liberación de todo dominio, fun
damentada teocéntricamente. 64
71
nían sus puntos de apoyo en las numerosas cue
vas del desierto de Judea; desde allí hacían in
cursiones hasta la zona habitada, donde eran
apoyados por la población sometida.
Mientras los guerrilleros, tras sus ataques por
sorpresa, se retiraban de nuevo al desierto, los
campesinos judíos eran a menudo· víctimas de
la venganza de las tropas de ocupación romanas.
Expulsados de sus aldeas, se alistaban en las
bandas del desierto 68• Algunos grupos avanza
ban hasta Jerusalén, hacían justicia secreta y
secuestraban a altas personalidades, para obtener
la liberación de prisioneros 69. La meta final era
provocar un levantamiento general contra Roma,
que era la condición previa para la intervención
de Dios. 70
Los romanos y sus partidarios judíos, por su par
te, no consideraban a los guerrilleros como hos
tes, enemigos regulares, sino como ladrones y
bandidos (latrones, gr. lestai) o como sicarios
(sicarii). 71
68. Zel 42 s., 255 s., 334 s., 348-361; cf. supra ¿Fue Jesus un
revolucionario?, 20.
69. Josefo informa sobre toda una serie de atrevidas empre
sas que tienen un gran parecido con las actuales guerrillas.
Así asaltaron, por ejemplo, a un "esclavo imperial" (al pa
recer, un funcionario del fisco imperial con una transferencia
de dinero) en la carretera principal entre Jerusalén y Cesa
rea, hacia el 50 d. C. El procurador hizo saquear, en repre
salia, las aldeas cercanas y mandó traer a sus gobernantes
cargados de cadenas, pues, al parecer, habían apoyado a los
asaltantes: Ant 20, 113 s.= Bell 2, 228 s,; Zel 353, cf. 355 s.
Más tarde, pocos afios antes del comienzo de la guerra judía,
secuestraron al secretario del capitán del templo e hijo del
sumo sacerdote Eleazar, y lo cambiaron por diez sicarios de
tenidos por el procurador Albino: Ant 20, 208 s.; Zel 360 s.
70. Ze! 288 s., 361 s.
71. Zel 24-54.
72
éxodo de Egipto lo interpretaron como el modelo
de realización de la cherút, válido para todos los
tiempos. 72
Otro componente constitutivo era la justicia so
cial 73, que exigía la supresión de la usura (en
la conquista de Jerusalén por los celotes el año
66 d. C., éstos destruyeron en primer lugar el
archivo municipal con las escrituras de los pres
tamistas) , la eliminación del 1 a t i fu n di o y la
emancipación de los esclavos 74• El movimiento
celote era, pues, un movimiento social-revolu
cionario con base religiosa.
73
No tenemos demasiadas noticias sobre los deta
lles de la lucha de liberación, pero sabemos que
Judas halló muchos seguidores, y que sólo la
influencia del sumo sacerdote impidió un levan
tamiento general. El movimiento celote fue re
chazado hasta el desierto, donde pudo resistir
hasta el estallido de la guerra judía. 75
Dos hijos de Judas el galileo fueron crucificados
a finales de los años cuarenta por el procurador
Julio Alejandro, un renegado judío y sobrino de
Filón de Alejandría. Un hijo o nieto de Judas,
Menahem, al ser conquistada la fortaleza Masada
el 66 d. C., dio la señal para el levantamiento, al
tiempo que los sacerdotes ganados para la causa
de la revolución suspendieron en el templo de
Jerusalén el sacrificio al césar y, con ello, rom
pieron oficialmente con Roma.
Menahem se convirtió en el caudillo de la suble
vación en la capital y bajo su dirección se tomó
el palacio de Herodes; pero poco tiempo después,
en una visita al templo, fue pérfidamente ase
sinado por sacerdotes rivales, al parecer a causa
de sus pretensiones mesiánicas. 76
Aquí aparece el punto en que los rebeldes judíos
fracasaron, mucho antes de que Roma intervi
niera con todo su poder. Tan pronto como con
siguieron su objetivo e involucraron a todo el
pueblo judío en la guerra con Roma, se rompió
la "unidad de acción" revolucionaria. Cuatro, e
incluso cinco distintos grupos de rebeldes se de
voraron mutuamente, en diversos frentes, diri
gidos por sus ambiciosos jefes, en una sangrienta
lucha por la correcta ideología y la posesión del
74
poder, hasta que el ejército de Tito apareció ante
las puertas de Jerusalén. 77
Esta escisión del movimiento de liberación judío
se relaciona, probablemente, con una fuerte ten
dencia anarquista, que subyacía a todo el mo
vimiento y que, en el m o m e n t o decisivo, no
permitió que un sólo jefe tomara realmente el
poder.
El movimiento que arranca de Judas el galileo
sólo era, por lo demás, uno de los diferentes
"partidos" judíos, de los cuales Josefo describe
cuatro eri total. El nombre real del partido fun
dado por Judas no lo menciona, al parecer para
poder difama r l o mejor; una vez lo llama la
"cuarta secta de filósofos" (lo cual alude a una
firme base ideológica), y en otras ocasiones ha
bla de "sicarios", a causa de su táctica de asesi
natos alevosos.
Es de suponer que se denominaban a sí mismos,
según el modelo veterotestamentario de Finés,
que mató a un transgresor de la ley judía cogido
in flagranti (Núm 25, 1-15), qannaim, es decir
"celosos" (en griego zelotai). Josefo reserva este
digno calificativo religioso a un pequeño grupo
sacerdotal durante la guerra judía, con una sola
excepción, pero, dada su tendencia expresamente
pro-romana y anti-celote, no se debe prestar de
masiada confianza a sus datos en este punto. 78
Los adictos a la lucha de liberación contra Roma
ejercían su más fuerte influjo en la generación
77. Ze! 376 s.; E. Schürer, o. c., 1, 617 s.; cf. supra ¿Fue
Jesús un revolucionario?, 20 s.
78. Ze! 61 s., 160 s. Sobre la cuestión de su designación, véa
se también el debate sobre las tesis de G. Baumbach en: ¿Fue
Jesús un revolucionario?, nota 39. Se podría calificar al mo
vimiento como "alianza secreta"; cf. Ze! 88. Su caracterización
como "ala izquierda" de los fariseos fue combatida reciente
mente por G. Baumbach, entre otros, sin argumentos convin
centes. Josefa, que era él mismo fariseo, debe reconocer que
el ca-fundador Sadoc era fariseo, Ant 18, 4 s.; cf. además Ze!
89 s.; R. Meyer, ThW rx, 27 s.
75
joven y en la población empobrecida del campo.
También los habitantes de las provincias vecinas
de Galilea, Idumea y Perea parecían inclinados
a la rebelión, mientras que la población urbana
de la influyente Jerusalén y la de las dos ciu
dades galileas principales, Tiberíades y Seppho
ris, rechazaba a los aventureros revolucionarios
y se dejaba conducir por la aristocracia sacer
dotal y saducea 79•
76
"corrupción, violencia, latrocinio, crueldad, exac
ción y frecuentes ejecuciones sin juicio" estaban
en el orden del día (Leg. ad C. 299-305).
Una vigorosa ilustración de esto la ofrece Le
13, 1; donde le cuentan a Jesús "lo de los gali
leos, cuya sangre había mezclado Pilato con la
de los sacrificios que ofrecían". Al parecer, el
procurador romano había hecho matar a un gru
po de galileos, cuando se disponían a sacrificar
en el templo sus corderos pascuales.
En cambio, cuando el loco Calígula intentó erigir
su estatua en el templo de Jerusalén, el país es
tuvo al borde de la catástrofe: los judíos ame
nazaron con alzarse en armas si el césar llegaba
a perpetrar este crimen, se interrumpió el cultivo
del campo y la delincuencia creció. Sólo el ase
sinato del emperador impidió la rebelión abierta
(el 41 d. C.). 82
La designación de Herodes Agripa r, hombre
adaptable y con conciencia nacional, para rey de
toda Judea por Claudio calmó la tensa situación;
pero su prematura muerte, tras tres años de go
bierno (31-44 d. C.), y la reconversión de Judea
en una provincia romana hicieron resurgir nue
vas situaciones de conflicto. Y éstas se agudiza
ron aún más a causa de la gran carestía a me
diados de los años cuarenta, la cada vez más
corrompida administración de los procuradores
a partir de Félix y la inseguridad y empobreci
miento creciente. 83
La violencia represiva de las fuerzas de ocupa
ción y la contra-violencia revolucionaria se cal-
77
dearon mutuamente. En el otoño del 51 d. C. se
llegó al primer gran intento de sublevación, pro
vocado por el asesinato de un peregrino galileo
a manos de los samaritanos en la fronteriza Gi
nea. El procurador Cumanus sólo pudo ahogar
la rebelión mediante el empleo de todas sus fuer
zas de combate. El legado romano de Siria, Um
midius Quadratus, y el mismo emperador Clau
dia pidieron cuentas a todos los implicados; tanto
el procurador, como el sumo sacerdote fueron
depuestos y llamados a Roma, y el comandante
de una cohorte romana fue ejecutado pública
mente en Jerusalén, por orden del césar, por sus
abusos. 84
Pero todos estos intentos de pacificación no ob
tuvieron ya fruto. No sólo intranquilizaron al
pueblo los líderes revolucionarios con sus ten
tativas cada vez más atrevidas, sino que a su
lado aparecieron profetas apocalípticos, que pro
metieron a sus seguidores realizar los mismos
milagros que una vez hicieran Moisés y Josué
en el tiempo del desierto y de la conquista de
Palestina.
Los revolucionarios ganaron cada vez más te
rreno, y su objetivo, arrastrar a todo el pueblo
a la guerra contra Roma, se acercó cada vez más
a su realización. Continuamente ganaba adep
tos su promesa de que Dios sólo vendría en ayu
da, si todo el pueblo, y no sólo una minoría, par
ticipaba en la lucha contra el poder romano. El
influjo que tales "profecías" tenían en el pueblo
sencillo apenas se puede sobrevalorar; la adver
tencia de los apocalipsis sinópticos contra los
falsos profetas sólo se comprende con este tras
fondo.
Inmediatamente antes de la conquista del san
tuario por los romanos, predijo un profeta celote
78
que Dios revelaría entonces en el santuario "la
señal de su redención", lo cual atrajo a millares
de hombres al monte del templo, donde fueron
aniquilados por los romanos. 85
7. La expectación mesiánica
79
sentido más amplio, los representantes del esta
blishment mundial, sobre todo de los romanos
y sus cómplices. La esperanza de salvación ya
no se ponía, debido quizás a las experiencias del
pasado, en la propia acción de la guerra santa,
sino únicamente en la intervención maravillosa
de Dios, en el juicio del hijo del hombre, al que
asisten los ángeles y que trae la redención de
los "elegidos y justos".
Es sorprendente la profunda e incontenible agre
sividad que aquí se respira, y que culmina en la
afirmación de que los devotos se recrearán en
el dolor de los "dominadores". Las ansias de
justicia escatológica servían también para sa
tisfacer los propios deseos de venganza. Los dis
cursos simbólicos del libro de Henoc muestran,
al mismo tiempo, que no se puede distinguir, en
la apocalíptica judía, entre una expectación me
siánica "política y terrena" y otra "no política
y trascendente". También en ellos está "política
mente" marcado el proceso central de liberación,
el juicio.
La figura enigmática del celestial "hijo del hom
bre" se podría interpretar como la antítesis de
los potentados tiránicos de la tierra:
80
que afluye de todo el mundo, es aniquilado por
el fuego que sale de la boca del hijo del hom
bre. 87
81
enviado por Dios mediante sus éxitos militares,
era más popular y más efectiva políticamente
que los grandes apocalipsis literarios, en los que,
según el modelo del libro de Daniel, la esperanza
en una verdadera guerra final era reprimida
para dar lugar a la intervención maravillosa de
Dios y a una victoria sin verdadera lucha. Como
ejemplo quiero citar sólo un texto del antiguo
Targum palestino (traducción aramea) en rela
ción con Gén 49, 10:
82
fueron una de las causas principales del estallido
de la guerra judía del 66-70 d. C. Los judíos ha
brían interpretado "un oráculo ambiguo" (al pa
recer se trata de Núm 24, 17) en el sentido de
un dominio mundial de su pueblo, bajo la direc
ción del mesías, mientras en realidad había que
referirlo al imperio de Vespasiano, que, efecti
vamente, fue proclamado emperador en Pales
tina. 91
Esta diatriba en torno a la interpretación de la
profecía mesiánica muestra cuán rudamente se
oponían la expectación salvífica judía y las pre
tensiones romanas de dominación universal. Esta
oposición se descargó más tarde en tres catástro
fes casi mortales para el judaísmo antiguo. No
es de extrañar, por tanto, que la acusación de
tener "pretensiones mesiánicas" se considerara
un asunto político de primer rango y trajera in
evitablemente consigo la pena de muerte para
el acusado.
8. La superación de la violencia
en el mensaje de Jesús
83
y tanto empeño como el judío, contra la invasión
de la cultura helenística y contra la opresión del
imperio romano. Esta resistencia lo llevó casi
hasta la ruina total, como lo muestran los tres
levantamientos frustrados del 66-74, 115-117 y
132-135 d. C. 92
La situación en la Palestina judía se había agu
dizado de tal manera, debido al gobierno de He
rodes y de sus hijos y a la corrompida adminis
tración de los procuradores, entre ellos la de
Pilato, que sólo parecían quedar ya tres salidas:
la resistencia revolucionaria armada, la más o
menos oportunística acomodación al sistema do
minante (quedando abierta la posibilidad de una
reservatio mentis)- y la resignación pasiva. Esta
última era la que se imponía, sobre todo, a las
capas sociales campesinas (los am ha'q,res).
Si hoy queremos comprender rectamente el men
saje y la actividad de Jesús, hay que situarlos
en este oscuro contexto, que para los judíos de
Palestina no era, seguramente, menos desespe
rado que las situaciones modernas de opresión
en Latinoamérica o en cualquier otra parte del
mundo. Pero él aportó, de una forma radical
mente nueva, una alternativa para escapar a las
tres desesperadas posibilidades antes menciona
das: al brutal círculo vicioso de la violencia y
contra-violencia, a la colaboración oportunística
y a la resignación callada; una alternativa que
todavía hoy conserva su valor.
Aquí sólo puedo ofrecer una exposición a gran
des rasgos de esta alternativa, y, al hacerlo, quie
ro concentrarme en aquel problema de la "teo
logía política" que es más debatido hoy: la cues
tión de la violencia. 93
84
En primer lugar debemos reconocer que la apa
rición de Jesús como predicador popular y am
bulante pudo, desde el principio, ser entendida
y malentendida como política. Por la muchedum
bre del pueblo, en el sentido de que él podía ser
acaso el mesías enviado por Dios, que debía li
brar a Israel del yugo extranjero· y traer la an
helada libertad 94; y por los gobernantes (tanto
Herodes Antipas como los dirigentes del pueblo
en Jerusalén), en el sentido de que él podía
aprovechar su influencia en el pueblo para trans
formar violentamente el orden existente.
Herodes Antipas había hecho ejecutar ya, por
este motivo, al precursor de Jesús, Juan el bau
tista, porque éste poseía demasiada influencia
en las masas populares 95• La última consecuencia
de este malentendido político fue que Jesús su
frió la denuncia de los dirigentes del pueblo a
Pilato y padeció lá muerte de los criminales po
líticos, la cruz. 96
No sólo su muerte, sino también su predicación,
contienen analogías con el mensaje celote, y no
85
es extraño que su presentación como un revo
lucionario político-social sea hoy especialmente
socorrida (cf. nota 93), dada la tendencia que
domina en la investigación sobre la vida de Jesús
a interpretarlo según la moda de cada época.
86
sí sola: "la tierra da el fruto por sí misma (auto
máte).
87
do el ejemplo del primer "celote" Finés (Núm
25), constituía un precepto f u n d a m e n t a l de
acuerdo con la máxima rabínica: "quien derra
ma la sangre de un impío, es como si ofreciera
un sacrificio". 100
Jesús, en cambio, pedía la renuncia a la violencia
y el amor al prójimo, apelando al amor que Dios
tiene a todos los hombres e interpretando radi
calmente el precepto del amor 101• Con lo cual se
oponía abiertamente a la moral popular de su
tiempo. El mandamiento del amor se convirtió
para él en el "principio fundamental del reino
de Dios" 102, y se concretaba en la necesidad de
estar dispuestos a un perdón sin límites y a re
nunciar a toda manifestación de odio. 103
88
Tan sólo la experiencia del amor de Dios trans
forma el corazón empedernido del hombre, libe
ra al individuo de sus condicionamientos y lo
hace capaz de romper con las estructuras anqui
losadas 104. Aquí está lo propiamente nuevo y re
volucionario del mensaje de Jesús, válido tam
bién para los siglos de historia de la violencia
imperialista y de la contra-violencia revolucio
naria, que determinaron la vida de su pueblo en
la época helenístico-romana.
No es improbable que Jesús formulara su invi
tación al amor de los enemigos y al perdón en
oposición consciente con aquel celo revoluciona
rio que estaba tan vivo entre los dirigentes de
su pueblo (cf. Gál 1, 14; Flp 3, 6; Hech 22, 3).
Con ello se situaba Jesús a una distancia crítica
de los poderes políticos y las autoridades de su
tiempo (Mt 11, 8; Le 13, 32; 22, 25). Para él han
perdido éstos su poder, dada la cercanía de Dios,
y se han reducido, en cierto modo, a algo indi
ferente (Me 12, 13-17; Mt 17, 25 s.). En el segui
miento de Jesús ya no tienen valor sus leyes, sino
el orden del amor y del servicio (Me 10, 42 s.;
Le 22, 24 s.).
El individuo, no importa en qué situación se
encuentre, queda así capacitado para la libertad
frente a todos los poderes que quieran reprimir
su dignidad humana 105• Muy riguroso es también
el juicio de Jesús sobre el "dinero injusto" (Le
16, 9 y 11), que entonces, como todavía hoy en
los países de estructura feudal, marcaba un agu
do contraste con la pobreza de la población sen
cilla. Con su alternativa "o Dios o el dinero" (Mt
6, 25 s.), llega Jesús a las raíces de la existencia
humana.
89
Pero tampoco aquí podemos encontrar un deci
dido "programa social", sino el ofrecimiento de
una confianza sin límites en la bondad del padre.
El que confía más en el dinero, incurre en ido
latría y, con ello, en el juicio de Dios. Jesús, al
acentuar insistentemente esta responsabilidad
del hombre ante su creador, se coloca en la línea
de la predicación de su precursor, Juan el bau
tista, y de los profetas del antiguo testamento
(Le 3, 7-14; 7, 24 s.; Mt 21, 31 s.).
Ninguno de sus contemporáneos juzgó más críti
camente que él a las clases opulentas y satisfe
chas de sí, que buscaban el sentido de su vida
preferentemente en la acumulación de riquezas.
Su mensaje tenía, por tanto, bastante .de crítica
político-social; un rasgo que reaparecerá conti
nuamente en la historia hasta L. Ragaz y León
Tolstoi 106• De otro modo, difícilmente podríamos
106. Me 10, 17-31 p.; Me 12, 40-44; Le 6, 24 s.; 12, 13-21; 16,
19-31; cf. Mt 25, 41 s.; St 2, 1-7. El mensaje de Jesús ha ac
tuado siempre, a lo largo de la historia de la iglesia hasta
hoy, como un fermento crítico-social. Es sintomático que las
ideas judeo-apocalipticas del reino de Dios sobre la tierra ga
naran en él un amplio terreno: repetidas veces originó, sobre
todo en territorios con estructura feudal, movimientos qui
liásticos, desde los husitas hasta el levantamiento Taiping en
China y el culto de Cargo en Melanesia. Cf. a este respecto
S. L. Thrupp, Millienial Dreams in Action, New York 1970.
Todavía hoy conservan su valor provocativo, a la vista de
esta tendencia "crítico-social", las preguntas irónicas del jo
ven Karl Marx (entonces de 24 años), en el "Rheinische Zei
tung" del 14 de julio de 1842, sobre la traición de la burguesía
de la restauración contra el mensaje de Jesús (Marx-Engels,
Gesamtausgabe 1, 1, 1927, 246 s.). Marx no luchó por una po
litización del cristianismo, sino contra ésta en su vieja forma
de alianza de trono y altar, es decir, exigió una clara separa
ción de ambos "reinos": "¿No trata la mayoría de vuestros
procesos y leyes civiles sobre la propiedad? Y sin embargo
se os dijo que vuestros tesoros no son de este mundo; y si
os apoyáis en que hay que dar al césar lo que es del césar y
a Dios lo que es de Dios, entonces no conservéis sólo el oro,
sino, por lo men::is, también la razón libre para el césar de
este mundo, y el césar de este mundo se llama acción de la
razón libre".
Pero cuando se trata de "valores", es decir, en el campo de
la ética y la política, la "acción de la razón libre" no puede
seguir un camino tan lineal como el de las matemáticas, como
lo demuestra la moderna historia de la filosofía. También
enseña la historia que cuando, invocando la "razón", se ab
solutiza un dogma ético-social en la política, este "césar" puede
90
comprender que el pueblo acudiera a él de forma
tan masiva; y con ello suscitó también la descon
fianza y el miedo de los demagogos, de Herodes
Antipas en Galilea y del sanedrín en Jerusalén.
Con los revolucionarios tenía además en común
esta inclinación hacia el am ha'ares, el pueblo
inculto, que "no conoce la ley", y es, por tanto,
maldito. 107
91
"traidores al pueblo" y "explotadores", los odia
dos recaudadores. A ellos precisamente les con
cedió su amor y su compañía, sin importarle el
general escándalo que debía provocar semejante
provocación (también política).
Hoy se diría: él pactó con los "enemigos de cla
se". No menos escandaloso era que llegara a pre
sentar al pueblo enemigo, a los samaritanos,
como modelo frente a la nobleza de nacimiento
judía, los sacerdotes y los levitas 109• La predi
cación de Jesús no se dejó clasificar en ninguno
de los esquemas religiosos y políticos de enton
ces; su actitud crítica alcanzó, en el fondo, a to
dos los "partidos" judíos de Pelestina.
La oposición a la nobleza sacerdotal de los sa
duceos se muestra, por ejemplo, en la acción
simbólica y profética de la "purificación del tem
plo", que de ningún modo debe ser interpretada
como un ataque armado contra el templo: fue
más bien una demostración ejemplar contra el
abuso del santuario para enriquecimiento de las
familias sacerdotales gobernantes 110• La réplica
de éstas fue, poco después, el prendimiento de
Jesús en Getsemaní y su entrega a los romanos
como supuesto criminal político.
El episodio de la moneda del tributo (cf. nota
105) muestra cómo se aliaron la extrema dere
cha, los herodianos, con el ala izquierda de los
fariseos contra Jesús, porque una y otra lo con
sideraban altamente incómodo (cf. Me 3, 6). Pero
tampoco a los celosos revolucionarios les pareció
Jesús menos peligroso que al "sistema", porque
92
1) ejercía un gran influjo en la sencilla pobla
ción rural de Galilea, que era su base de reclu
tamiento; y
2) su invitación a amar al enemigo y renunciar
a la violencia se oponía totalmente a su ideal
del celo revolucionario.
Debieron ver en su mensaje, por tanto, un peli
gro directo. Jesús aparecía al mismo tiempo como
"rival" y como "traidor". Esto significa que tanto
la extrema derecha como la izquierda rechazaban
a Jesús como a una provocación insoportable, y
su muerte fue bien recibida, sin duda, por ambas.
La provocación más profunda la constituía el que
Jesús concediera un valor mesiánico a su predi
cación del amor incondicional y de la disposición
al perdón, por la cercanía de Dios. De la decisión
frente a su mensaje dependía la vida o la muerte,
la entrada en el reino de Dios o la exclusión de
éste. 111
Sin detenerme más en el misterio, tan difícil de
penetrar, del discurso de misión y de la auto
conciencia de Jesús, quiero insistir, sin embargo,
en que él unió, de modo terminante, su persona
y su misión con la figura enigmática del "(hijo
del) hombre" celestial que ha de venir 112• Se
93
adjudicó a sí mismo un mayor poder para hablar
que Moisés o los profetas 113, es decir, vino para
comunicar la última y definitiva "revelación de
Dios", la verdadera voluntad del padre y, al mis
mo tiempo, su incondicional amor a todos los
pecadores. Por eso pudo calificar a su precursor,
el bautista, como el "más grande entre los naci
dos de mujer", que sobrepasa a todos los pro
fetas. 114
La caracterización de Jesús como "rabino y pro
feta", que fue lanzada por la teología liberal y
la recogieron R. Bultmann y algunos de sus dis
cípulos, se muestra completamente impotente
para dar una explicación de esta pretensión me
siánica.
Sólo así se comprende que Jesús, no sólo procla
mó el cumplimiento de las predicciones del an
tiguo testamento (por ejemplo, en las bienaven
turanzas y en la respuesta al bautista 115), sino
que además puso en cuestión la Tora, que para
los judíos se identificaba con la ley universal y
aún con el orden cósmico, y que garantizaba la
elección y el dominio de Israel y legitimaba ade
más la lucha de Israel por su independencia po
lítica y social, y aun su victoria final sobre todos
los pueblos. 116
94
Al apartarse Jesús, con su pretensión mesiánica,
de estos rasgos tradicionales de la esperanza ju
día, comunicó a su mensaje un universalismo
sin límites, que derriba todas las fronteras de
clase, de nación y de raza, a pesar de que su
actividad se limitó, de hecho, al judaísmo pa
lestino. Desde la perspectiva tradicional judía
podía aparecer, en cierto modo, como "antime
sías", y así lo ha presentado, en parte, la tra
dición judía de los Toledot Jeschu. 117
95
tad de amor y de bondad, que se sabe guiada por
el amor del padre, una libertad de apertura in
condicional y de confianza (también allí donde
tropieza con odios y desconfianzas) y, finalmente
también, una libertad para el sufrimiento y la
oblación, siguiendo el camino que el mismo Jesús
recorrió consecuentemente hasta el fin.
Las injusticias y los sufrimientos en la Palestina
de hace dos mil años no eran, desde luego, me
nores que los sufrimientos de nuestro mundo de
hoy. Pero las recetas revolucionarias de nuestro
tiempo para eliminar tales injusticias y sufri
mientos, no siempre son tan diferentes a las que
entonces se daban. Entonces, igual que ahora,
estaba muy difundida la opinión de que la si
tuación presente se había vuelto insoportable y
que, por tanto, la violencia revolucionaria estaba
justificada, y aun se había hecho necesaria; y
no eran los p e o r e s los que proclamaban esta
opinión.
En realidad no ven que con ello se introducen
en un círculo vicioso, al que ya apenas podrán
escapar, y que (como lo demuestra la historia
de las revoluciones en Palestina en la época de
Jesús, y en la Europa de los últimos 200 años)
o los corromperá el poder alcanzado, o (en el caso
de que quieran conservar su "humanismo") se
guirán en la oposición y serán luego liquidados
como supuestos "contra-revolucionarios".
Jesús enseñó a su comunidad, que se hallaba en
una situación al parecer desesperada, a romper
este círculo vicioso; y la primitiva iglesia, hasta
la era de Constantino, se mantuvo fiel a esta re
nuncia a la violencia 119• Gracias a la fuerza crí-
96
tica del evangelio, esta llamada a la libertad (que
también implica la libertad ante las formas de
violencia) sigue resonando hasta hoy, y aun se
ha vuelto más clara 120• En el fondo, todo el de
bate se centra en la posibilidad actual y la forma
recta de una "teología política" en torno a la
vieja lucha entre ley y evangelio: la autojusti
ficación del hombre que busca su salvación en
la ley o la justificación del ateo que es liberado
por el inmerecido amor de Dios a la verdadera
humanidad. 121
97
lote, ni glorificó a Jesús como a un mártir de la
causa nacional de Israel, muerto por los romanos
y los dirigentes del pueblo 122• En las apariciones
del resucitado, los discípulos recibieron más bien
el encargo de la misión, que, en su esencia, ya
había sido indicado por Jesús: primero como mi
sión de cara al pueblo sencillo, y luego, pocos
años después en la aparición de Cristo a Pablo,
como misión de cara a todos los pueblos.
98
da en todo su valor. Con ello se derribó un muro
infranqueable de siglos de mutua desconfianza
y aun de odio 124• Es natural que esto trajera con
sigo a veces grandes dificultades; y es tanto más
significativo que la iglesia no se viniera abajo
ante ellas, sino que pudo resolverlas.
La decisión de la comunidad de Jerusalén de
legitimar esta actividad misionera, en el llamado
"concilio de los apóstoles", unos 18 años después
de la crucifixión de Jesús, el 48 d. C. (Gál 2, 1-10;
Hech 15), da testimonio de una admirable mag
nanimidad, que demuestra que las "columnas"
de Jerusalén (Gál 2, 9) se sentían llamadas a
difundir el mensaje de Jesús. Pues este valiente
paso debía traer consigo la difamación y aun la
persecución por la mayoría judía de Palestina
(1 Tes 2, 14 s.).
En este contexto no es ninguna casualidad el que
Pablo llame a su actividad misionera, que se ex
tendía a todo el mundo, "la palabra de recon
ciliación" (lógos tes katallages) y "servicio de
reconciliación" (diakonía tes katallages), dán
dole a la palabra "reconciliación" no sólo el sen
tido de "hermandad entre los hombres", sino
también entre los hombres y Dios, por medio de
la muerte de Jesús. 125
Este concepto de "reconciliación", fundamental
para Pablo, hay que comprenderlo dentro del
contexto de la antigua ideología de dominio. Plu
tarco caracterizó a Alejandro como "pacificador
99
y reconciliador del mundo", que "lleva a todos
los hombres a la unidad mediante la palabra y la
fuerza". El carmen saeculare de Horacio y la
cuarta égloga de Virgilio aclamaron a Augusto,
de modo semejante, como el realizador de la
reconciliación universal, mientras que en la si
bila judía es el mismo Dios el que reconcilia a
los opuestos e introduce el reino de paz, tras el
juicio universal. 126
126. De Alex. fort. aut. virt. 6 (329 c.) Sib 3, 367 s., 741 s.,
785 s.; cf. 2, 319 s.
100
en Hech 5, 29, como también en Apoc 13 (la
visión del poder totalitario y demoníaco del es
tado).
Tampoco hay que pasar por alto que Rom 13, 1-7,
está enmarcado dentro de la invitación al amor
(12, 17-21 y 13, 8-10), en la que se resume para
Pablo, como también para Jesús, toda la ley, con
lo que la ley se transforma en promesa, es decir,
en evangelio 127• El agape es la frontera de los
poderes estatales' y sociales, y gracias a él con
sigue el creyente la libertad para "vencer el mal
con el bien" (Rom 12, 21).
Como lo muestran la primera carta de Pedro,
las cartas pastorales y, más tarde, los apologe
tas, el cristianismo primitivo, a pesar de las
persecuciones por el estado romano desde Nerón
y Domiciano, conservó fielmente esta actitud de
amor universal 128• Es cierto que a veces se pro
ducía algo así como un "brote celote", por ejem
plo en el apocalipsis, surgido de una situación
de persecución. Pero también entonces aceptó la
comunidad la prueba del sufrimiento y renunció
a defenderse con la violencia: "aquí se requiere
la paciencia en el sufrimiento y la fe de los
santos" (Apoc 13, 10). 129
En representación de los testigos del siglo se
gundo después de Cristo puede hablar, finalmen
te, el apologeta Justino:
101
mos transformado, en todo el mundo, nuestras
armas: las espadas en arados y las lanzas en
hoces.
102
10. Cinco tesis sobre la cuestión de la violencia
103
por qué motivos), despiertan instintos de agre
sión, explotan política y comercialmente, y se
hacen cada vez más poderosas. Las pruebas de
ello son sobremanera numerosas. No sólo se trata
de las situaciones de guerra en Vietnam, en el
próximo Oriente, en el sur de Sudán, en Pakis
tán oriental, etc., sino del continuo abuso del
poder económico y político, del incontrolado po
der de la "policía secreta" en muchos países, de
la supuesta llamada del pueblo a la pena de
muerte, e incluso de ejecuciones públicas, jus
tificación de atentados, secuestros políticos, bom
bardeos, formas bárbaras de represalia frente a
la oposición política, hasta llegar a la reclusión
en clínicas siquiátricas, al empleo de la tortura
para arrancar confesiones, y a las múltiples for
mas de censura y manipulación de · 1a informa
ción por los medios de comunicación.
Es sorprendente que este creciente abuso de la
violencia no esté ligado a ideologías políticas
determinadas, sino que nos p u e d e amenazar
prácticamente en todos los sistemas políticos,
pero muy especialmente en los "totalitarios", al
faltar en ellos el control democrático. También
sorprende que, en la actual polarización de los
distintos grupos (incluidos los teológicos), se vea,
preferentemente, la paja en el ojo de los otros.
5) La meta del cristiano para el que todavía
tenga algún significado la llamada de Jesús a
la libertad, debe consistir en cooperar a la re
ducción de tal violencia, incluso cuando ésta se
enmascara de "legítima defensa". Debe estar, por
tanto, preparado para oponerse a toda exaltación
y justificación de la violencia, y a descubrir su
empleo oculto. Esta crítica se dirige, en primer
lugar, a los "poderes establecidos de la violen
cia", pero de ningún modo excluye a la "contra
violencia revolucionaria".
Esta misión "profética" no debe llevarse a cabo
de un modo farisaico, sino autocrítico; de otro
104
modo, podría ocurrir que nosotros mismos nos
aprovechemos del sistema de violencia que cen
suramos. Tampoco se trata de condenar al otro,
sino de convencerlo y ayudarlo.
Esta misión "profética" requiere además un lar
go "proceso de aprendizaje", y la consecuencia
será que los cristianos que la llevan a cabo (en
todo caso siempre una minoría) sufrirán el ata
que de los distintos frentes, al mismo tiempo
como "revolucionarios" y como "reaccionarios".
Tales ataques serán para ellos una confirmación
de que van por el buen camino. La imitación de
Jesús se identifica en este punto con el conoci
miento, no como coacción legal, sino como lla
mada a la libertad, que comunica la vida, a di
ferencia de la ley, que mata y condena.
105