Trabajo Final de San Juan

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TRABAJO FINAL DE SAGRADA ESCRITURA

San Juan, Lectura e interpretación del cuarto evangelio

JUAN PABLO SALAZAR ROMERO

II Configuración

Presentado a: Pbro. Carlos Alberto Sepúlveda Arias

SEMINARIO MAYOR NUESTRA SEÑORA DE LA ANUNCIACIÓN


Cartago, Valle del Cauca
Julio de 2020
TABLA DE CONTENIDO

INTRODUCCIÓN

PROLOGO

EL MINISTERIO DE JESÚS
1. EL ANUNCIO DE LA NUEVA ECONOMÍA
A. LA SEMANA INAUGURAL
El testimonio de Juan
Los primeros discípulos
La boda en Caná

B. LA PRIMERA PASCUA
La purificación del Templo
Estancia en Jerusalén
Entrevista con Nicodemo
Ministerio de Jesús en Judea. Último testimonio de Juan
Jesús entre los samaritanos
Jesús en Galilea
Segundo signo en Caná: Curación del hijo de un funcionario real

2. SEGUNDA FIESTA EN JERUSALÉN (PRIMERA OPOSICIÓN A LA


REVELACIÓN)
Curación de un enfermo en la piscina de Betesda
Discurso sobre la obra del Hijo

3. LA PASCUA DEL PAN DE VIDA (NUEVA OPOSICIÓN A LA REVELACIÓN)


La multiplicación de los panes
Jesús se reúne con sus discípulos caminando sobre el mar
Discurso en la sinagoga de Cafarnaún
La confesión de Pedro

4. LA FIESTA DE LAS TIENDAS (LA GRAN REVELACIÓN MESIÁNICA. LA


GRAN REPULSA)
Jesús sube a Jerusalén para la fiesta y enseña
Discusiones del pueblo sobre el origen de Cristo
Jesús anuncia su próxima partida
La promesa del agua viva
Nuevas discusiones sobre el origen de Cristo
La mujer adúltera
Jesús, luz del mundo
Discusión del testimonio de Jesús sobre sí mismo.
Jesús y Abrahán
Curación de un ciego de nacimiento
El buen Pastor
5. FIESTA DE LA DEDICACIÓN (LA DECISIÓN DE MATAR A JESÚS)
La verdadera identidad de Jesús
Jesús se retira al otro lado del Jordán
Resurrección de Lázaro
Las autoridades judías deciden la muerte de Jesús

6. FIN DEL MINISTERIO PÚBLICO Y PRELIMINARES DE LA ÚLTIMA


PASCUA
La proximidad de la Pascua
La unción en Betania
Entrada mesiánica de Jesús en Jesrusalén
Jesús anuncia su glorificación por la muerte
Conclusión: la incredulidad de los judíos

LA HORA DE JESÚS, LA PASCUA DEL CORDERO DE DIOS


1. LA ÚLTIMA CENA DE JESÚS CON SUS DISCÍPULOS
El lavatorio de los pies
Anuncio de la traición de Judas
La despedida
La vid verdadera
Los discípulos y el mundo
La venida del paráclito
Anuncio de un pronto retorno
La oración de Jesús

2. LA PASIÓN
Prendimiento de Jesús
Jesús ante Anás y Caifás. Negaciones de Pedro.
Jesús ante Pilato
Condena a muerte
La crucifixión
Reparto de los vestidos
Jesús y su madre
Muerte de Jesús
La lanzada
La sepultura

3. EL DIA DE LA RESURRECCIÓN
El sepulcro vacío
Aparición a María de Magdala
Apariciones a los discípulos

4. PRIMERA CONCLUSIÓN
EPÍLOGO
Aparición a orillas del lago de Tiberíades
Conclusión
INTRODUCCIÓN

El siguiente trabajo sobre el cuarto evangelio, pretende dar una mirada o interpretación al
evangelio de Juan, no como una reflexión catequética ni existencial, y tampoco pretende ser
un estudio riguroso y exegético del mismo, sino que se mantiene en el límite de una
interpretación personal, una lectura interpretativa donde se expone en con otras palabras lo
que hemos entendido al situarnos frente al texto.
Así pues, se ha tomado el esquema y las secciones que presenta la Biblia de Jerusalén, y
apoyados en algunas ideas o directrices del Comentario Bíblico Latinoamericano de
Armando J. Levoratti, se ha logrado tener una visión panorámica de lo que el evangelista ha
querido plasmar en la mente y el corazón de cada lector. El testimonio que da y La
profunda teología cristocéntrica dejan muy claro la finalidad del evangelista. es por esto
que se ha querido mantener la estructura propia del evangelio y exponer en el mismo
sentido los hechos que aquí se nos narran.
PROLOGO (1,1-18)

El prólogo del cuarto evangelio es un himno al Verbo Encarnado, luz y vida de los
hombres, rechazado por el mundo y los suyos y aceptado por los creyentes a quienes
concede el don de la filiación divina. El himno proclama el acontecimiento grandioso de la
Encarnación. El Verbo encarnado es la suprema teofanía divina, es el Hijo unigénito lleno
de gracia y de verdad. El Verbo Encarnado es el revelador del Padre y el camino hacia el
Padre. El Prólogo es la clave del Evangelio1.
El cuarto evangelio nos muestra en su prólogo una síntesis de su teología cristocéntrica y
especialmente refiere a la Gracia, la luz y la vida que sólo nos ha sido dada por medio de
Cristo, que desde el inicio de la misma creación, aludiendo al texto de libro de la Sabiduría.
“Todo se hizo por ella, por la Palabra, y sin ella no se hizo nada…” (1,3), nos dice el texto
bíblico. Se remonta pues al génesis de la existencia y de la historia humana para que
continuando lo que por la ley se conocía, es decir, lo que por Moisés se conocía de la
voluntad de Dios, encontremos la conexión y al tiempo el sentido y la plenitud del
cumplimiento de esas leyes. No contradice, sino que asume el antiguo testamento y lo
conecta con el acontecimiento de la encarnación. Un acontecimiento del que ya Juan daba
testimonio; alguien que venia desde antes y que sería la revelación del Padre, el único que
verdaderamente puede darnos a conocer a quien nadie nunca ha visto, a Dios. Él ha venido
a poner su morada entre nosotros, la shekinah, y en ella, sólo en ella, encuentra el hombre
la gracia santificante, que le justifica, le libra de la esclavitud del pecado y de la muerte.

EL MINISTERIO DE JESÚS
1. EL ANUNCIO DE LA NUEVA ECONOMÍA
A. LA SEMANA INAUGURAL

El testimonio de Juan (1,19-34)


La narración conecta con el testimonio de Juan el Bautista, el precursor, quien se presenta
ante los funcionarios que le interrogan sobre su identidad, no como el Mesías, ni como
Elías, ni como el profeta, sino que citando el texto de Isaías 40,3 dice de sí mismo que es
“la Voz que clama en el desierto: rectificad el camino del Señor” (1,23). Es así como en dos
momentos se desarrolla la explicación del bautismo de Juan y la del bautismo de Jesús. Así
como Juan da testimonio de Jesús, el Antiguo Testamento habla también de él. Juan es
consciente de su misión y no se arroga méritos, ni títulos, no se autodenomina de una forma
determinada, sino que su misión es el título que da a su vida, ser el que prepare el camino
de Aquél quien viene detrás de él, pero de Quien no es digno ni de desatarle la correa de sus
sandalias. La humildad y obediencia de Juan a su misión le hacen reconocer en Jesús, que
se acerca a él entre la multitud al Cordero de Dios. Y de nuevo nos encontramos con una
alusión al Antiguo Testamento, la figura del Cordero, uno capaz de borrar el pecado del

1
mundo. Ya no es necesario que se sigan ofreciendo sacrificios expiatorios, sino que Cristo
es el elegido de Dios, el Ungido, para saldar la deuda de Adán, del primer pecado.

Los primeros discípulos (1,35-51)


Los discípulos de Juan, que seguramente también se habían estado preparando para la
venida del Mesías, al escuchar decir a Juan que reconocía en Jesús al mismo Mesías
esperado, le siguieron. Pero Jesús, en sus primeras palabras que muestra el relato bíblico,
les cuestiona sobre lo que buscan, sobre su intención. La pregunta de Jesús es
esencialmente vocacional, y mueve a la reflexión de todo aquél que se quiera acercar a él,
¿Qué buscamos cuando nos acercamos a Dios? ¿Qué nos mueve a acudir a él? a lo que
estos dos discípulos responden con otro interrogante, “Maestro ¿dónde vives?” y Jesús les
invita, “Venid”, y les promete” y lo veréis” (1,39). Este diálogo, este encuentro de Jesús y
los dos discípulos, va a ser tan importante para estos últimos que incluso grabarán con
exactitud el día y la hora en que fueron, vieron y se quedaron con él. Es tal la convicción de
los discípulos, que luego el evangelista nos muestra que uno de ellos, Andrés, al
encontrarse con su hermano Simón Pedro le anuncia el haber encontrado al Mesías y lo
lleva a Jesús. Vemos en este segundo llamado el apostolado que de inmediato se pone
manos a la obra. Jesús no le rechaza sino que por el contrario lo reconoce como el hijo de
Juan y le da un nuevo nombre, “Cefas” que significa piedra; lo que posteriormente dará
sentido a lo que reconocemos como el pasaje en el que Jesús da la autoridad a Pedro de
guiar a la Iglesia. Otra forma de llamado o de vocación sucede con Felipe, a quien Jesús se
encuentra en Galilea y le hace la invitación, “Sígueme”. De diversas maneras se dieron
cada una de las vocaciones, y es interesante notar esto, ya que cada llamado es distinto,
aunque sea para seguir al Mismo. Es así como el llamado de Natanael sucede por medio de
Felipe, que ante la duda de si “de Nazaret podría salir algo bueno”, responde también con la
misma forma que respondió Jesús a los primeros dos, “ven y lo veras”. Esta no fue la forma
como Jesús le llamó a él, pero seguro ya entre ellos se habían contado cómo habían
conocido a Jesús. “Las palabras con que Jesús describe a Natanael muestran que el
evangelista ve en él una figura importante y significativa. A la pregunta de Natanael sobre
la fuente del conocimiento que Jesús tiene sobre su persona, recibe una respuesta que a
cualquiera le sorprendería: “antes de que Felipe te llamara estando bajo la higuera, te
conocí” (48). Al instante Natanael reconoce a Jesús bajo los títulos de “Hijo de Dios” y
“Rey de Israel”. Similar a la respuesta que dará Jesús ante la incredulidad del apóstol
Tomás en sus apariciones ya resucitado, le dice a Natanael, “¿por haberte dicho que te vi
debajo de la higuera, crees?” (50), luego finaliza el capítulo aludiendo a los signos que en
su ministerio público se realizarán, esas “cosas mayores”, a la vez que ratifica que él es
verdaderamente el Hijo de Dios, quien ha venido a revelar al padre, de quien procede toda
la gracia.

La boda en Caná (2,1-12)


El inicio de los signos que nos muestra el evangelista, se da en el contexto de una boda, a la
que Fueron invitados la Madre de Jesús, Jesús y sus discípulos. Pero previo a la mención de
los invitados, el relato hace notar un detalle casi imperceptible, pero que nos ilumina para
encontrar el sentido del relato. “Tres días después”, no se refiere solo a un dato
cronológico, sino que nos muestra que desde el inicio hasta el relato de la boda, ha
transcurrido una semana. “La expresión “al tercer día” se empleaba también en Éx 19,16
para la manifestación divina”. 2 Por tanto la intención del evangelista es ponernos en tono a
lo que sucederá, una manifestación, un signo por el cual los discípulos al final creerán en
Jesús. De inmediato se menciona que se ha acabado el vino, la aparición de la Madre de
Jesús al principio del relato cobra importancia al intervenir en este problema. Se inicia el
diálogo entre María y Jesús: “la Madre de Jesús lo hace advertir: “no tienen vino” (2,3). La
respuesta de Jesús es la siguiente: “¿Qué a ti y a mí mujer? Aún no ha llegado mi hora”
(2,4). Esta respuesta, en apariencia displicente, introduce un elemento muy importante: la
mención de la hora de Jesús. Esta hora puede entenderse en el sentido de la manifestación
mediante los signos o puede entenderse también en el sentido de la hora de la Pasión cuya
culminación será el Calvario”.3La actitud de María y su indicación a los sirvientes de hacer
lo que Jesús les dijera, remite de inmediato al Génesis en el pasaje donde el Faraón manda a
hacer lo que José les diga Gn 41,55. En el caso de las bodas los sirvientes hacen lo que
Jesús les indica, toman las tinajas, las llenan de agua y las presentan al maestresala, quien
busca de inmediato al novio y le felicita por haber dado el mejor vino al final y no al
principio.

B. LA PRIMERA PASCUA
La purificación del Templo (2,13-22)
De nuevo nos encontramos con la referencia a los “tres días”. Decíamos que alude a la
manifestación divina. Y es precisamente a lo que se refiere Jesús en este pasaje. Aquellos
que se encontraban en el templo, vendedores y cambistas que fueron sorprendidos por la
actitud de Jesús, quien volcó las mesas y les echó fuera, pues habían convertido el templo,
la casa de su padre, en un mercado. Es interesante que nos detengamos aquí para notar un
aspecto que al parecer desde siempre ha invadido y desvirtuado lo sagrado, y es aquello que
se maneja como negocio. Los mercaderes le piden un signo para justificar sus acciones. No
les importa ni entienden el trasfondo de lo que pide Jesús, y por tanto no entendieron lo que
Jesús les quiso decir con destruir el santuario. Es imposible para alguien que sólo ve en lo
material, en el negocio, en el dinero, entender lo que Jesús quiere decir con restaurar el
santuario. El mismo evangelio da la explicación de que Jesús se refería al santuario de su
cuerpo y se adelanta al tiempo para explicar que los discípulos se acordarían de estas
palabras y entenderían en el momento en que Jesús ya haya resucitado.

Estancia en Jerusalén (2,23-25)


2
A. J. LEVORATTI. Comentario Bíblico Latinoamericano. Nuevo Testamento. 615p.
3
Ibid.
Los signos de Jesús le ganarían muchos seguidores, pero si algo nos muestra con claridad el
evangelista en la psicología de Jesús, es que conocía el interior del hombre. Sabía con
certeza que muchos le seguían no por fe, sino por la grandeza de sus signos. Es una
cualidad que no se le puede referir a cualquiera. Conocer el interior del hombre es único de
Dios. Con esto también el cuarto evangelio nos va dando pinceladas de la divinidad de
Jesús.

Entrevista con Nicodemo (3,1-21)


Nicodemo busca a Jesús; un magistrado judío sabedor de la ley, reconoce que Jesús ha
venido de Dios como “maestro”, ya que ha sido testigo de los signos que él ha realizado
hasta entonces, pero luego Jesús va a esbozar todo un itinerario de salvación. Primero
menciona el nuevo nacimiento, que se realiza por el agua y el espíritu. No de la carne, pues
incluso para Nicodemo le es difícil entender el volver a nacer, sino el nacer en el espíritu.
Es la apertura al Reino de lo cielos. Luego va a desarrollar la idea, al decir que es testigo de
lo que ha visto. Sólo él puede dar testimonio del cielo, pues no es un simple “maestro”
como dice Nicodemo al inicio, sino que es el Hijo, que ha bajado del cielo y da testimonio
de él. Luego aludiendo al Antiguo Testamento, se compara con la serpiente de bronce que
Dios mandó a Moisés que elevara, para que los que hubieran sido mordidos y la vieran,
fueran sanados, pero en su caso no es una mordedura, ni es la muerte material, ni es una
serpiente; en este caso es el Hijo del hombre quien ha de ser elevado para la salvación de
“todo el que crea en él”, para vivir eternamente. Este es el sentido que tiene la encarnación
del Verbo, no para juzgar y condenar sino para salvar a quien crea en el, a quien le
reconozca y se adhiera. De aquí viene la explicación del juicio. No como un castigo divino,
sino como consecuencia del rechazo de Aquél que vino a los suyos como luz, pero los
suyos prefirieron las tinieblas. Así pues el que acepta a Jesús como el Hijo de Dios, obra
según la Verdad y por ende según Dios.

Ministerio de Jesús en Judea. Último testimonio de Juan (3,22-36)


Este último testimonio de Juan, surge de la inquietud de sus discípulos al ver a Jesús
haciendo el trabajo de su maestro. Resulta que Jesús se va a Judea con sus discípulos y allí
estaba bautizando, y acudían muchos a él. Juan por su parte les explica a sus discípulos que
es preciso que Jesús crezca y que él disminuya. Ya que ésa ha sido su misión. Preparar el
camino al que viene del cielo. Pues sólo quien cree en el Hijo y en su testimonio tiene vida
eterna. Es preciso entonces que veamos ése paso aquí del bautismo de Juan, del Antiguo
Testamento, un bautismo realizado por alguien de la tierra, a un bautismo hecho por alguien
que da testimonio de lo desconocido, de Dios, del cielo.

También “tenemos aquí traspasados a Jesús y a la comunidad mesiánica el tema de Dios


Esposo e Israel Esposa, que es una de las principales representaciones del Antiguo
Testamento (Os 1-3; Cantar de los Cantares). El puesto de Juan se define como el “amigo
del Novio” con una figura que era bastante corriente en las costumbres judías y que aquí se
describe como el que le asiste. La grandeza de Juan está en dejar atrás cualquier tipo de
envidia y expresar la alegría profunda de la llegada de Jesús” 4.

Jesús entre los samaritanos (4,1-42)


Es curioso ver que Jesús en este caso no sólo fue a Samaría por voluntad propia, sino que el
evangelista describe que “tenía que ir”; es como si no se pudiera continuar sin antes ir a
este lugar. Un recorrido de tanta importancia en la misión de Jesús y su ministerio público
que al final vamos a ver cómo ante la insistencia de los samaritanos, se queda allí dos días
más. El relato nos muestra a Jesús sentado en el poso, solo y fatigado del camino, sus
discípulos habían ido a comprar comida, era alrededor de la hora sexta. En eso se acerca
una mujer a sacar agua y se inicia el diálogo cuando Jesús le pide de beber. Allí entra en
conflicto la idea de la enemistad entre judíos y samaritanos. Es el primer esquema que
seguramente Jesús quería romper, la enemistad. Esto le sirve de excusa para enseñarle
sobre el agua que da vida, que calma la sed para siempre. Obviamente Jesús no se refiere a
una sed física. “¿Eres tú acaso más que nuestro padre Jacob…?” (4,12), la respuesta de
Jesús es hacer la comparación entre el agua del poso de Jacob, la cual solo calma la sed un
instante y la que él da, que calma la sed para siempre. Ahora es la mujer quien pide de
beber. Pide el agua que Jesús ofrece, pero aun no entiende bien a qué se refiere Jesús, así
que para desvelar aquello que le impedía ver del todo lo que Jesús quería mostrarle a la
mujer, le pide que traiga a su marido, sabiendo que había tenido cinco y que el actual no era
marido suyo. Ella confiesa la verdad y él al revelarle que ya lo sabía, ella, al igual que
Nicodemo, cree porque le ha hablado de su vida, de su intimidad, de algo que sólo ella
sabía. A partir de este momento entra en la conversación el tema del verdadero culto que
había estado en discusión con los judíos, pero Jesús empieza a revelarle la característica de
éste culto, que ha de ser en espíritu y Verdad, es decir en él, que es la verdad de Dios. La
mujer no se entera por sí misma que está hablando con el Cristo, quien ha de desvelar todo,
sino que al mencionarlo Jesús le indica que es él con quien ha estado hablando.
Aquí llegan los discípulos que se sorprenden que Jesús esté hablando con una mujer
samaritana. Tienen muchas razones para sorprenderse, ya que como hemos mencionado, la
enemistad de los samaritanos y los judíos, y luego el papel de la mujer que no era de mucha
importancia en la época. Ellos sin embargo no le cuestionan sino que le ofrecen alimento.
Jesús parte de este gesto de sus discípulos para enseñarles que el verdadero alimento es
hacer la voluntad de Dios. Es decir que más esencial que el mismo alimento material que
nos mantiene en pie está el reino de Dios, cumplir la su voluntad. De este modo sabía Jesús
que estaba sembrando la semilla del reino que luego en sus parábolas hará mención, y que
luego serán sus discípulos quienes segaran.
Entretanto la mujer ha ido a contarle a los samaritanos lo que ha escuchado de boca de
Jesús. Estos creen en su testimonio y le piden Jesús que se quede más tiempo con ellos.
Luego viendo los signos de él, creen y profesan que es el Salvador del mundo.

4
Ibid. 619p.
Jesús en Galilea (4,43-45)
“El recibimiento que hacen a Jesús en Galilea como consecuencia de los milagros obrados
en Jerusalén entraña un reconocimiento mesiánico, aunque, como veremos, se trata de fe en
un mesianismo de dimensiones terrenas”5. En este pequeño párrafo el evangelista nos
empalma con el segundo signo que realizará Jesús en Caná.

Segundo signo en Caná: Curación del hijo de un funcionario real (4,46-54)


Como decíamos, Jesús vuelve al lugar donde obró el primer signo, en Caná. Allí un
funcionario sale a su encuentro, y que se había enterado de su regreso. Su hijo se hallaba
enfermo y le pide a Jesús que le sane. El reproche que hace Jesús no es personal hacia el
funcionario sino hacia la falsa fe de muchos que le siguen por los signos que realiza él. el
funcionario le insiste, se preocupa de la salud de su hijo. Jesús le dice “vete que tu hijo
vive”. La fe del funcionario en la palabra de Jesús lo mueve de prisa a su casa. Este
segundo signo de Jesús relata una curación a distancia. Al encontrarse el funcionario con
sus siervos les pregunta la hora de la mejoría, y con sorpresa comprueba que fue al hora en
que Jesús le había dicho que su hijo estaba sano. Un factor común que aparece después de
los signos hasta ahora vistos es que suscitan la fe de quienes se ven implicados y de los
testigos que lo presencian. Así pues el funcionario y su familia creyeron. Pero es
precisamente el reproche que en un principio hace Jesús lo que podríamos tomar como
objeto de reflexión. El evangelista ya nos ha ido mostrando cómo incluso uno de sus
discípulos le sigue porque él le ha dicho lo que hacía entes de que lo conociera; la mujer
samaritana ha creído porque le dijo todo lo que nadie más sabía de su vida, y ahora, el
funcionario que no pide un signo sino que pide algo más, la salud de su hijo. De este modo
el evangelista nos empieza amostrar también a un Jesús que es fuente de vida.

2. SEGUNDA FIESTA EN JERUSALÉN (PRIMERA OPOSICIÓN A LA


REVELACIÓN)

Curación de un enfermo en la piscina de Betesda (5,1-18)


Un nuevo tema llega a colación en este pasaje. El tema de la curación en sábado. Ya hemos
visto milagros y hemos escuchado a Jesús decir que es el Hijo del hombre, pero ahora el
tema de trabajar en sábado es en principio contradictorio. Ya que la ley de descansar el
sábado debe ser cumplida siempre por todos. Un elemento que empieza a introducir Jesús a
inicio de este capítulo es el de la ley del amor. La verdadera ley, que está al servicio del
hombre y no el hombre al servicio de ella. El evangelista nos muestra en el contexto previo
al milagro, una fiesta judía, una piscina, muchos enfermos y uno de ellos, en el que Jesús se
fija, lleva treinta ocho años tratando de alcanzar la salud por medio del baño en la piscina
que según dicen sana a quien se mete primero después de que un ángel lo agita. La pregunta
de Jesús parece obvia, pero en realidad vamos a ver que hay un trasfondo espiritual. La

5
A. J. LEVORATTI. Comentario Bíblico Latinoamericano. Nuevo Testamento. 624p.
verdadera salud no es la que Jesús le da, sino la que luego le advierte de conservar. Así es,
ante la orden de levantarse, tomarla camilla y andar, el que estaba enfermo aún no reconoce
quién le ha sanado; solo después que Jesús le dice: “no peques más para que no te suceda
algo peor” (5,14), es cuando reconoce quién es el que lo ha curado y cuál es la verdadera
enfermedad. Finaliza el pasaje mencionando cómo los judíos empiezan a tener motivos en
contra de Jesús, por curar en sábado, faltando a la ley, y por llamarse a sí mismo Hijo de
Dios.

Discurso sobre la obra del Hijo (5,19-47)


El discurso que sigue tiene dos grandes secciones. En primer lugar encontramos una
defensa y exposición de la actuación de Jesús en sábado centrada en las obras de dar la vida
y de juzgar (5,19-30); en segundo lugar, un desarrollo sobre los garantes del testimonio de
Jesús (5,31-47).
Esta primera parte del Discurso tiene una serie de afirmaciones solemnes en que se
proclama la igualdad en la actuación del Padre y del Hijo. El evangelista nos remonta hacia
los motivos más altos y profundos de tal actuación. Encontramos también la proclamación
de la hora y la invitación a entrar en la vida mediante la fe en Jesús
La segunda parte del discurso se centra en la enumeración de los avales que tiene el
testimonio de Jesús. La sección comienza de la siguiente manera: “Si yo diera testimonio
de mí mismo, mi testimonio no sería válido. Otro es el que da testimonio de mí, y yo sé que
es válido el testimonio que da de mí” (5,31-32). Ese otro sin duda alguna se refiere al Padre

3. LA PASCUA DEL PAN DE VIDA (NUEVA OPOSICIÓN A LA REVELACIÓN)

La multiplicación de los panes (6,1-15)


El Discurso tiene lugar en Cafarnaúm. Estamos ante una de las unidades más importantes
del Evangelio. El autor toma como punto de partida el milagro de la multiplicación de los
panes que es narrado por los sinópticos dos veces en Mateo (14,13-21; 15,3239) y Marcos
(6,32-44; 8,1-10) y una en Lucas (9,10-17); pero Juan lo trata con una visión propia y sobre
todo le añade un discurso explicativo. En este discurso se concentran una serie de temas
esenciales: la persona de Jesús como fuente de vida; la fe como manera de llegar a la vida;
y el misterio redentor en la Encarnación y en la Cruz, misterio que se condensa en la
Eucaristía. De esta manera el capítulo se convierte en un concentrado que nos recuerda la
síntesis del misterio redentor que hemos visto en el Diálogo con Nicodemo.

Jesús se reúne con sus discípulos caminando sobre el mar (6,16-21)


El evangelista nos ofrece ahora este relato que tiene su paralelo también en la tradición
sinóptica. Esta une asimismo ambos episodios: multiplicación de los panes y travesía por el
mar (Mt 14,22-23; Mc 6,45-52). Por otra parte este relato sirve de puente entre el signo, que
termina con la retirada de Jesús al monte, y el discurso en Cafarnaúm. El relato comienza
de la siguiente manera: “Al atardecer, bajaron sus discípulos a la orilla del mar, y subiendo
a una barca, se dirigían al otro lado del mar, a Cafarnaúm. Había ya oscurecido, y Jesús
todavía no había venido hasta ellos” (6,16-17). A continuación se describe la tempestad:
“soplaba un fuerte viento y el mar comenzó a encresparse” (6,18). El milagro se describe de
la siguiente manera: “Cuando habían remado unos veinticinco o treinta estadios, ven a
Jesús que caminaba sobre el mar y se acercaba a la barca, y tuvieron miedo. Pero él les dijo:
“Soy yo. No temáis” (6,19-20). El sentido del relato es el dominio de Jesús sobre el mar
que recuerda también el dominio divino sobre el Mar Rojo. La expresión “Soy yo. No
temáis” tiene la forma de un oráculo de salvación. El “Yo soy” recuerda también el nombre
divino del Éxodo (3,14). El relato termina con la siguiente expresión: “Quisieron recogerle
en la barca, pero en seguida la barca tocó tierra en el lugar adonde se dirigían” (6,21).

Discurso en la sinagoga de Cafarnaún (6,22-66)


La sección de 6,22-25 tiene como finalidad el traslado de los oyentes desde el lugar de la
multiplicación de los panes a Cafarnaúm. La redacción de estos versos es un tanto retorcida
y probablemente es fruto de retoques narrativos. El lugar donde se había realizado el
milagro es llamado “lugar donde habían comido pan” (6,23). Algunos manuscritos añaden:
“después que el Señor hubo dado gracias”. Esta adición es una nueva referencia al gesto de
Jesús y a la dimensión eucarística de ese gesto. La pregunta de los oyentes “¿cuándo has
llegado aquí?” (6,25) ha sido ya respondida por el evangelista con el episodio de 6,16-21.
La pregunta sirve para dar pie al discurso.

La confesión de Pedro (6,67-71)


El evangelista nos relata la reacción de una parte del auditorio del Discurso: “Muchos de
sus discípulos, al oírle, dijeron: “Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?” (6,60).
Ante esta reacción de incredulidad Jesús remite a la prueba decisiva: “¿Esto os escandaliza?
¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir a donde estaba antes?...” (6,61b62). La alusión a
la Resurrección-Ascensión es manifiesta. Pero además se nos da una referencia a la
preexistencia de Cristo antes de la Encarnación, preexistencia que el evangelista ha
proclamado en el Prólogo (1,1) y en la Oración Sacerdotal (17,5.24).
La Confesión de Pedro en 6,68-69 y la mención de los Doce (esta última repetida tres veces
en 6,68-69) es una prueba de que la Iglesia joánica no es un conventículo ni una isla sino
que vive en la comunión de la Gran Iglesia.

4. LA FIESTA DE LAS TIENDAS (LA GRAN REVELACIÓN MESIÁNICA. LA


GRAN REPULSA)

Jesús sube a Jerusalén para la fiesta y enseña (7,1-24)


El relato comienza indicando el motivo por el que Jesús permanecía en Galilea: los judíos
querían matarlo (7,1). Sin embargo, la proximidad de la Fiesta de las Tiendas es para los
parientes de Jesús una ocasión para que Jesús se manifieste al mundo (7,3-4). El evangelista
habla de “hermanos” en la forma habitual para significar los allegados de Jesús. La
respuesta de Jesús es la siguiente: “Todavía no ha llegado mi tiempo, en cambio vuestro
tiempo siempre está a mano. El mundo no puede odiaros; a mí sí me aborrece, porque doy
testimonio de que sus obras son perversas. Subid vosotros a la fiesta; yo no subo a esta
fiesta porque aún no se ha cumplido mi tiempo” (7,6-8). Se contrapone el tiempo de los
parientes de Jesús y el tiempo de Jesús. Ellos buscan la exhibición y el éxito terreno. Jesús
busca el momento designado por el Padre.
La mención del odio del mundo para con Jesús indica ya el ambiente de hostilidad que
hemos visto apuntar en 5,17-18. El término “mundo” aquí debe entenderse en el sentido
peyorativo de la humanidad que se cierra a la revelación (cf. 1,10; 3,19-21). El odio del
mundo a Jesús proviene de que Jesús, con su presencia de amor, pone de relieve la
perversidad del odio homicida característico del mundo y del Maligno (cf. 8,44 y 1 Jn 2,12-
17).

Discusiones del pueblo sobre el origen de Cristo (7,25-30)


No se trata de una nueva sección, puesto que la culminación de esta sección está en 7,28-
29. Sin embargo, la discusión sirve al autor para ir preparando dicha revelación solemne.
La discusión entre el pueblo se describe de la siguiente manera: «Decían algunos de los de
Jerusalén: “¿No es a ese a quien quieren matar? Mirad cómo habla con toda libertad y no le
dicen nada. ¿Habrán reconocido de veras las autoridades que este es el Cristo? Pero este
sabemos de dónde es, mientras que, cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde es”»
(7,25-27). Los que hablan ahora son algunos de Jerusalén. La pregunta contiene la
extrañeza de que Jesús, a quien quieren matar las autoridades, hable en público. Es
importante la presencia del término “el Cristo”. La pregunta sobre si las autoridades habrán
reconocido en Jesús al Cristo queda respondida negativamente toda vez que se objeta que el
Cristo tendrá un origen desconocido mientras que ellos conocen el origen de Jesús.

Jesús anuncia su próxima partida (7,31-36)


La inquietud de la gente y el intento de detener a Jesús dan pie a unas palabras de Jesús
sobre su partida: Entonces él dijo: “Todavía un poco tiempo estaré con vosotros, y me voy
al que me ha enviado. Me buscaréis y no me encontraréis; y adonde yo voy, vosotros no
podéis venir”(7,33-34). Todas las palabras de estos versos están cargadas de sentido y se
encuentran desarrolladas en el resto del evangelio. La expresión “un poco de tiempo” indica
la urgencia de la hora. La expresión “voy al que me ha enviado” aparece aunque con
distintas formulaciones en los Discursos de Despedida y en la Oración Sacerdotal. La
expresión “buscar y no encontrar” será desarrollada en seguida en 8,21. Asimismo, la
expresión “adonde yo voy vosotros no podéis venir”. Estas mismas palabras se repetirán
también a los discípulos con un sentido diferente. El evangelista describe la falsa
comprensión de las palabras de Jesús por parte de los oyentes que piensan que Jesús ha
decidido partir para la diáspora (7,35-36).

La promesa del agua viva (7,37-39)


Encontramos ahora la segunda gran declaración de Jesús, esta vez en forma de invitación
con promesa. Ya hemos dicho que la ceremonia de la libación del agua llevada en
procesión desde la fuente Gihon hasta el Templo era una de las ceremonias principales de
la Fiesta de las Tiendas. Esta ceremonia en el judaísmo había sido ligada a la efusión del
Espíritu. El evangelista nos va a presentar aquí una solemne declaración de Jesús que
incluye su carácter mesiánico.

Nuevas discusiones sobre el origen de Cristo (7,40-52)


La discusión sobre el origen de Jesús se va a trasladar ahora desde el ámbito del pueblo al
ámbito del Consejo o Sanedrín. Los guardias que no han apresado a Jesús (7,45) informan
de la bondad de su enseñanza: «Jamás un hombre ha hablado como habla ese hombre»
(7,46). Los responsables les responden con un reproche: “¿Vosotros también os habéis
dejado embaucar? ¿Acaso ha creído en él algún magistrado o algún fariseo?” (7,47-48). A
todo ello se añade un insulto que implica el desprecio hacia el pueblo: “Pero esa gente que
no conoce la Ley son unos malditos” (7,49). Ante la afirmación de que ningún fariseo o jefe
ha creído en Jesús, el evangelista introduce ahora una intervención de Nicodemo: «Les dice
Nicodemo, que era uno de ellos, el que había ido anteriormente a Jesús: “¿Acaso nuestra
Ley juzga a un hombre sin haberle antes oído y sin saber lo que hace?”» (7,5051). La
respuesta implica el desprecio de Galilea que tenían los principales: «Ellos le respondieron:
“¿También tú eres de Galilea? Indaga y verás que de Galilea no sale ningún profeta”»
(7,52).

La mujer adúltera (7,53-8,11)


El episodio que sigue tiene como protagonista a una mujer sorprendida en adulterio que es
acusada ante Jesús. El relato tiene parecido con otros de la tradición sinóptica en que se
quiere confrontar a Jesús con Moisés (Mt 19,3-9). En nuestro caso los escribas y fariseos
acusan a la mujer y recuerdan la Ley de Moisés (8,3-5a). Es una magnífica ocasión para
poner a prueba a Jesús (8,5b-6a). Jesús se pone de parte de la mujer, en primer lugar
escribiendo en tierra una palabras misteriosas que el evangelista no nos ha explicado (8,6b)
y después con la expresión que se ha hecho famosa: “Aquel de vosotros que esté sin
pecado, que le arroje la primera piedra” (8,7). Tras esto vuelve a escribir en tierra (8,8). Se
describe la retirada de los acusadores “empezando por los más viejos” (8,9). El detalle
contiene una fina ironía. Quedan solo Jesús y la mujer.

Jesús, luz del mundo (8,12)


El evangelista nos ofrece una nueva declaración de Jesús. Es la siguiente: «Jesús les habló
otra vez diciendo: “Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad,
sino que tendrá la luz de la vida”» (8,12). La fórmula introductoria de las palabras de Jesús
se expresa aquí con el verbo “hablar” y con el adverbio “de nuevo”. Anteriormente hemos
visto dos veces el verbo “gritar”. En nuestro caso de 8,12 se trata también de una
declaración pública y solemne. Esta declaración cuadra asimismo perfectamente en la
Fiesta de las Tiendas cuyo ambiente de luz hemos descrito más arriba. Estamos ante una de
las siete proposiciones “Yo soy” con predicado. Anteriormente hemos visto en 6,35 “Yo
soy el Pan de vida”. La autopresentación está seguida de una promesa y se hace a la manera
en que habla la Sabiduría en el Antiguo Testamento.

Discusión del testimonio de Jesús sobre sí mismo (8,13-30)


La objeción se presenta de la siguiente manera: "Los fariseos le dijeron: “Tú das testimonio
de ti mismo: tu testimonio no vale”» (8,13). La respuesta de Jesús fundamenta la validez de
su testimonio apelando a la autoconciencia de su identidad: “Aunque yo dé testimonio de
mí mismo, mi testimonio vale, porque sé de dónde he venido y adónde voy; pero vosotros
no sabéis de dónde vengo ni adónde voy” (8,14). Evidentemente la expresión “de dónde
vengo y adónde voy” llevaba implícita una referencia al Padre. Los judíos ignoran el
verdadero origen y la identidad de Jesús, por eso añade el evangelista: “Vosotros juzgáis
según la carne” (8,15a). La frase que sigue “yo no juzgo a nadie” (8,15b) significa que
Jesús no ha venido a condenar sino a salvar (cf. 3,17). Probablemente esta frase es la que,
como hemos dicho, ha atraído al comienzo del capítulo octavo el relato de la adúltera que
hemos visto. Esta idea del juicio lleva a Jesús a mencionar al Padre: “y si juzgo, mi juicio
es verdadero, porque no estoy yo solo, sino yo y el que me ha enviado” (8,16). Este
pensamiento nos recuerda el desarrollo sobre el juicio que hemos visto en 5,19-30. Sigue un
apoyo escriturístico: “Y en vuestra Ley está escrito que el testimonio de dos personas es
válido” (8,17). A continuación Jesús reitera la unidad de su testimonio con el testimonio del
Padre: “Yo soy el que doy testimonio de mí mismo y también el que me ha enviado, el
Padre, da testimonio de mí” (8,18). En la sección de 5,31-46 se habla de este múltiple
testimonio del Padre. Las repetidas menciones del Padre por parte de Jesús hacen que los
judíos le pregunten: “¿Dónde está tu Padre?” (8,19a). La pregunta tiene para el evangelista
un sentido muy profundo dado el misterio de la filiación eterna del Verbo y de su
Encarnación. La respuesta de Jesús remite a este misterio: “No me conocéis ni a mí ni a mi
Padre; si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre” (8,19b). En efecto, si
conocieran la profundidad del misterio de la Encarnación conocerían al Padre que está en el
origen del envío del Hijo.

Jesús y Abrahán (8,31-59)


La manera arrogante con que los judíos se profesan descendencia de Abraham no cuadra
con su comportamiento, concretamente con su propósito homicida. Jesús apunta hacia la
raíz más profunda: el no acoger su Palabra, es decir, el no acogerle como enviado del
Padre. Jesús prosigue ahora hablando misteriosamente de su Padre y del padre de sus
oyentes, los judíos: “Yo hablo lo que he visto junto a mi Padre; y vosotros hacéis lo que
habéis oído a vuestro padre” (8,38). Estaba ya insinuada la acusación de la filiación
diabólica de sus adversarios.

Curación de un ciego de nacimiento (9,1-41)


Seguimos en Jerusalén y probablemente bajo el telón de fondo de la Fiesta de las Tiendas.
El episodio viene a ampliar la tercera de las declaraciones de Jesús que acabamos de ver, es
decir, Jesús luz del mundo (8,12). Como veremos, esta curación tiene también lugar en
sábado, como la del paralítico de la piscina. Pero la discusión aquí se va a centrar, no en la
igualdad de Jesús y el Padre, sino en examinar si Jesús puede ser o no el enviado de Dios.
El relato está formado por una secuencia de escenas de notable vigor. Unas son de
discusión, otras de encuentro. Al comienzo y al final una palabra de Jesús da el sentido del
relato.

El buen Pastor (10,1-21)


Comienza con una proposición aseverativa: “En verdad, en verdad os digo: el que no entra
por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala por otro lado, ese es un ladrón y
salteador; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas” (10,1-2). La sentencia está
llena de imágenes: la puerta, el salteador y el pastor. Parece que el autor tiene presente aquí,
en primer lugar, la imagen de la puerta. En seguida veremos la aplicación cristológica de
este término. El discurso pasa a continuación a describirnos la figura del pastor
contrapuesta a la del ladrón. En primer lugar se nos dice: “A este le abre el portero, y las
ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera” (10,3). Se
destaca el conocimiento que el portero tiene del pastor. Ello es una garantía de confianza. A
la vez se subraya el conocimiento que el pastor tiene de las ovejas; las llama una a una por
su nombre. Se supone que estamos en un redil al que tienen acceso diversos pastores que
van sacando sus ovejas a los pastos. También es interesante el detalle del conocimiento de
las ovejas respecto del pastor: oyen su voz y lo siguen. La descripción del pastor prosigue
con la siguiente indicación: “Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las
ovejas le siguen, porque conocen su voz” (10,4). Esta imagen del pastor encabezando las
ovejas es de una gran belleza. El detalle de que las ovejas conocen su voz va a ser
aprovechado en seguida para contraponer la imagen del ladrón o advenedizo: “Pero no
seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”
(10,5).

5. FIESTA DE LA DEDICACIÓN (LA DECISIÓN DE MATAR A JESÚS)


La verdadera identidad de Jesús (10,22-39)
Se centra en la continuación de la imagen del pastor y las ovejas que acabamos de ver en
10,1-18. No es difícil justificar la presencia de nuevo de esta imagen, puesto que entre una
fiesta y otra había un lapsus de tiempo pequeño. Pero, en cualquier caso, en la mente del
evangelista era casi inevitable volver sobre esta imagen.
La solemne declaración de 10,30 termina con un nuevo intento de apedrear a Jesús, tal y
como hemos visto también en los caps. 7-8: “Los judíos trajeron otra vez piedras para
apedrearle” (10,31). Pero Jesús esta vez no se escapa, sino que afronta la situación con una
pregunta que es a la vez un reto: “Muchas obras buenas que vienen del Padre os he
mostrado. ¿Por cuál de esas obras queréis apedrearme?” (10,32). Jesús aduce en su defensa
los milagros realizados. Sin duda se refiere aquí a la curación del paralítico y a la curación
del ciego de nacimiento. La pregunta “¿Por cuál de ellas me apedreáis?” tiene la fuerza de
la lógica más nítida. La respuesta de los judíos nos lleva de nuevo al centro de la cuestión
cristológica: «Le respondieron los judíos: “No queremos apedrearte por ninguna obra
buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios”»
(10,33). Tenemos la suerte de encontrarnos ante un planteamiento definitivo, el mismo que
habíamos encontrado en 5,19. La causa de la muerte de Jesús es su confesión de ser el Hijo
de Dios y en consecuencia la afirmación de su divinidad

Jesús se retira al otro lado del Jordán (10,40-42)


El evangelista nos refiere ahora la retirada de Jesús del escenario de confrontación para ir al
otro lado del Jordán, donde Juan había ejercido su ministerio bautismal (10,40). A este
propósito encontramos una referencia a su testimonio: “Muchos fueron hacia él y decían:
“Juan no realizó ninguna señal, pero todo lo que dijo Juan de este, era verdad”. Y muchos
allí creyeron en él” (10,41-42).

Resurrección de Lázaro (11,1-44)


El relato comienza con la descripción de la situación. Lázaro, el hermano de Marta y María,
cae gravemente enfermo y las hermanas envían un mensaje a Jesús: “Señor, aquel a quien
tú quieres está enfermo” (11,3). Este mensaje encierra una delicada petición de las
hermanas, petición llena de confianza y amor. Seguidamente se nos informa de la reacción
de Jesús: «Al oírlo Jesús, dijo: “Esta enfermedad no es de muerte, es para la gloria de Dios,
para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”» (11,4). Estas palabras de Jesús contienen
ya la teología del relato, como las palabras de 9,4-5 contenían el alcance del signo de la
curación del ciego de nacimiento. La enfermedad de Lázaro será motivo para que se
manifieste la gloria del Hijo de Dios y por ello redundará en gloria de Dios.

Las autoridades judías deciden la muerte de Jesús (11,45-54)


Encontramos ahora un relato que sin duda es clave para la historia de la Pasión. Se trata del
acto en que se decreta oficialmente por el Sanedrín la muerte de Jesús. En primer lugar se
nos narra la doble reacción de los judíos ante el milagro de la resurrección de Lázaro. Unos
creen, otros denuncian el hecho ante el Sanedrín (11,45-46). La perplejidad de los sumos
sacerdotes y de los principales se expresa en la siguiente pregunta: “¿Qué hacemos?”
(11,47a). Las palabras que siguen ponen de relieve la ceguera de esas autoridades: “Porque
este hombre realiza muchas señales2 (11,47b). La confesión de que Jesús realiza muchas
señales debería de suyo ser una invitación a creer en él, pero se convierte en un motivo para
darle muerte: “Si le dejamos que siga así, todos creerán en él y vendrán los romanos y
destruirán nuestro Lugar Santo y nuestra nación” (11,48). Probablemente el evangelista
tiene ya presente la destrucción de Jerusalén del año 70 y de esa manera estas palabras
están llenas de una dolorosa ironía.
6. FIN DEL MINISTERIO PÚBLICO Y PRELIMINARES DE LA ÚLTIMA
PASCUA

La proximidad de la Pascua (11,53-57)


El evangelista tiene sumo interés en hacernos advertir que está próxima la fiesta de la
Pascua (11,55). Se multiplican los rumores en torno a si Jesús subirá o no a la Pascua. En
efecto, la orden de detención estaba ya dada (11,56-57).

La unción en Betania (12,1-11)


Volvemos al lugar en que Cristo ha realizado el gran milagro de la resurrección de Lázaro.
El episodio que a continuación se narra tiene como protagonistas a Jesús y a María, la
hermana de Marta y de Lázaro, y como personaje adversario la figura de Judas. Una de las
actitudes que más resalta en este pasaje el evangelista es la veneración de María en
contraste a la actitud de Judas. Ella, al recibir a quien había resucitado a su hermano lo
unge con un perfume de nardo puro. Un perfume valiosísimo, al que Judas le pone un
“mejor oficio” o fin: ayudar a los pobres. Pero Jesús, responde con una frase que nos hace
reflexionar. Los pobres han sido los preferidos de Jesús, y Judas lo sabe, pero ni esto
impide que María le unja con el perfume. Siempre tendremos pobres, pero al Hijo del
hombre, él sabía que no le tendrían siempre, aludiendo a la crucifixión.

Entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén (12,12-19)


La expresión “al día siguiente” es típica de Juan para indicar los días de una semana. La
hemos visto en la semana inaugural y la volvemos a ver ahora en esta semana de la pasión.
El gesto de la muchedumbre se describe con sobriedad y entre las aclamaciones destaca la
aclamación a Jesús como “El Rey de Israel” (12,13). Esta denominación la hemos visto
también en boca de Natanael (1,49). El detalle de Jesús que monta el borriquillo es común a
la tradición evangélica. La cita de Zacarías en Juan es la siguiente: “No temas, hija de Sión;
mira que viene tu Rey montado en un pollino de asna” (12,15). Esta cita, que se encuentra
también en Mateo (21,5), indica que la tradición evangélica ha considerado este episodio
como un cumplimiento mesiánico. Una observación del narrador subraya este carácter del
episodio como cumplimiento de la Escritura. Como razones para la acogida a Jesús en su
entrada mesiánica, además del fervor del pueblo, dato común a toda la tradición evangélica,
el cuarto evangelista añade una motivación especial, es decir, la conmoción de la gente por
la resurrección de Lázaro (12,16-18). La reacción de los fariseos es de envidia y despecho
(12,19).

Jesús anuncia su glorificación por la muerte (12,20-36)


“Había algunos griegos de los que subían a adorar en la fiesta. Estos se dirigieron a Felipe,
el de Betsaida de Galilea, y le rogaron: “Señor, queremos ver a Jesús”. Felipe fue a
decírselo a Andrés; Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús” (vv. 20-22). La escena era
sin duda motivo de una profunda conmoción para Jesús. Se trataba del encuentro con los
griegos, probablemente prosélitos y temerosos de Dios, aunque el horizonte se amplía a
todos los que vivían en el mundo griego. La expresión “queremos ver a Jesús” encierra una
delicada pregunta por la salvación. Jesús es el Salvador del mundo. Esta dimensión
aparecerá en el Discurso que sigue (12,23-32), lleno de sentimientos de entrega y de mirada
al misterio redentor

Conclusión: la incredulidad de los judíos (12,37-47)


“Aunque había realizado tan grandes señales delante de ellos, no creían en él; para que se
cumpliera el oráculo pronunciado por el profeta Isaías: Señor, ¿quién dio crédito a nuestras
palabras? Y el brazo del Señor, ¿a quién se le reveló?” (vv. 37-38). El evangelista quiere
justificar el hecho de que las señales no hayan llevado a la fe a aquellos que las han
contemplado. Para ello aduce el texto de Isaías (53,1) que es el comienzo del cuarto
fragmento del poema del Servidor de Yahvé. De esa manera se alude a todo el misterioso
designio de rechazo que el Siervo experimenta.
Seguidamente el evangelista acude a otro texto de Isaías, un texto clásico en los
Testimonios: “No podían creer, porque también había dicho Isaías: Ha cegado sus ojos, ha
endurecido su corazón; para que no vean con los ojos, ni comprendan con su corazón, ni se
conviertan, ni yo los sane” (vv. 39-40). El misterioso endurecimiento de que habla Isaías
(6,9-10), a saber, ceguera de los ojos y endurecimiento del corazón, es aquí citado en toda
su crudeza.

LA HORA DE JESÚS, LA PASCUA DEL CORDERO DE DIOS

1. LA ÚLTIMA CENA DE JESÚS CON SUS DISCÍPULOS

El lavatorio de los pies (13,1-20)


“Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este
mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el
extremo” (13,1). La mención de la Pascua es esencial para el evangelista. La hora que ha
llegado es la de pasar de este mundo al Padre; se trata de una fórmula muy significativa e
intuitiva para indicar la muerte y resurrección de Jesús. La expresión “habiendo amado a
los suyos que estaban en el mundo” define toda la vida de Jesús como una dedicación
amorosa a los suyos, dedicación que ahora llega a su culminación. La rotunda frase “los
amó hasta el extremo” nos lleva hasta el amor como la raíz de todo el misterio redentor.
Recordemos que en 3,16 se habla del amor del Padre que nos ha dado a su Hijo único como
la fuente de la salvación. La mención de la cena nos sitúa el episodio por referencia a la
última cena que narran los sinópticos. San Juan no habla de Cena Pascual porque según su
calendario la Cena Pascual de los judíos habría coincidido con el viernes, día de la muerte
de Jesús. Sin embargo, su manera de hablar de la Cena nos indica que Jesús quiso anticipar
la Cena Pascual con sus discípulos. La referencia a la limpieza de los discípulos con la
indicación «aunque no todos» es considerada por el evangelista como una alusión a Judas:
«Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: “No estáis limpios todos”»

Anuncio de la traición de Judas (13,21-30)


"Cuando dijo estas palabras, Jesús se turbó en su interior y declaró: “En verdad, en verdad
os digo que uno de vosotros me entregará”» (13,21). El dato de la turbación en el espíritu es
muy significativo para indicar la humanidad de Jesucristo. Durante largo tiempo ha
convivido Jesús con el traidor, pero en este momento el sentimiento llega a su punto
crucial.

La despedida (13,31-14,31)
El Discurso comienza con una exhortación a la confianza: “No se turbe vuestro corazón.
Creéis en Dios: creed también en mí” (14,1). Este “creer” del que aquí se habla entraña sin
duda alguna la confianza. La frase que sigue expresa el motivo para esta confianza: “En la
casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos
un lugar” (14,2). El pensamiento de Jesús está ya en la casa del Padre. Su ida precisamente
es para preparar a los discípulos un lugar en el cielo (cf. 17,24). Este anuncio de la partida
de Jesús es seguido de un anuncio de su vuelta: “Y cuando haya ido y os haya preparado un
lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros” (13,3).

La vid verdadera (15,1-17)


“Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador” (15,1). Estamos ante la séptima y
última expresión “Yo soy” con predicado. En este caso Jesús se autopresenta como la vid
verdadera. La vid, como hemos dicho, tenía un simbolismo bíblico muy arraigado para
designar a Israel. Jesús sería la realización del auténtico Israel. Significativamente el
evangelista añade: “Y mi Padre es el viñador o labrador”. Esta referencia al Padre, tan
habitual en el cuarto evangelio, debe entenderse aquí como la acción de la gracia. La
fórmula que sigue lo indica: “Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que
da fruto, lo limpia, para que dé más fruto” (15,2). La acción del Padre aparece en una doble
dirección. De una parte eliminar los sarmientos que no dan fruto en Cristo y de otra parte
limpiar o podar los que dan fruto para que lo den más abundante. En un paréntesis muy
usual en el estilo del evangelista se afirma: “Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra
que os he anunciado” (15,3). La fuerza purificadora y consagradora de la Palabra aparece
también en 17,17.

Los discípulos y el mundo (15,18-16,4a)


En primer lugar se trata el tema del odio del mundo a Cristo y a sus discípulos indicándose
la gravedad del rechazo a Jesús. A continuación se apunta una primera función del Paráclito
que dará testimonio de Jesús, como asimismo lo darán los discípulos. Seguidamente se
anuncian las persecuciones y se justifica la necesidad de la venida del Paráclito tras la
partida de Jesús al Padre (16,4b-7). Se aclaran unas misteriosas palabras acerca de la
función del Paráclito de convencer al mundo sobre un pecado, una justicia y un juicio.
Finalmente se expone la función del Paráclito de guiar hasta la verdad completa

La venida del paráclito (16,4b-15)


Aquí la frase de Jesús “Ninguno me pregunta” está solo en función del anuncio que sigue
acerca de la venida del Espíritu Santo: “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me
vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré”
(16,7). Aquí es de nuevo Jesús, el que una vez llegado junto al Padre va a enviar al
Paráclito.

Anuncio de un pronto retorno (16,16-33)


Se comienza con el anuncio de la proximidad de la partida de Jesús y de su retorno (en la
Resurrección). A este propósito se desarrolla el tema de la tristeza y la alegría. Vuelve la
promesa de escuchar la oración y la proclamación de que Cristo ha salido del Padre y
vuelve al Padre. Sigue el anuncio del abandono de los discípulos y se termina con el deseo
de la “Paz” en Cristo y con el anuncio de su victoria sobre el mundo (16,33).

La oración de Jesús (17,1-26)


Toda esta serie de expresiones tienen dentro de sí una trama interna que constituye la
estructura profunda de la Oración Sacerdotal. Podemos indicarla en los siguientes puntos:–
El amor del Padre al Hijo es el origen de todo el proceso de creación y redención.–La
venida de Jesús, su ministerio de manifestación del Padre y su consumación a través de la
hora (la Cruz) es la glorificación del Padre.–La donación de la Vida eterna es la finalidad
de la glorificación de Jesús.–La unidad de los discípulos en el Padre y en el Hijo y entre
ellos es la realización del designio redentor.–La santificación de los discípulos en la verdad
es el fruto de la ofrenda de Jesús.–El mundo está llamado a la fe mediante el testimonio de
unidad de los cristianos.

2. LA PASIÓN

Prendimiento de Jesús (18,1-11)


El relato comienza con estas palabras: “Dicho esto, pasó Jesús con sus discípulos al otro
lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, en el que entraron él y sus discípulos”
(18,1). El lugar es conocido también por la tradición sinóptica. La indicación del lugar
como “un huerto” (18,1) puede ser significativa para el evangelista que termina también el
relato de la Pasión con la mención de un huerto. Se nos informa a continuación (18,2) que
el lugar era conocido por Judas porque Jesús se había reunido muchas veces allí con sus
discípulos. Judas acude pues al lugar con armas, como s fueran a prender a un subversivo.
La pregunta sobre a quién buscan la responde Jesús por dos veces “Yo soy”, pero ante su
entrega, sin oposición pide que dejen libres a sus discípulos, “para que no se pierda
ninguno”. Pedro entra en acción y con su espada le corta la oreja a Malco uno de los
siervos, pero Jesús le advierte que así lo ha querido el Padre, y le impide seguir luchando.

Jesús ante Anás y Caifás. Negaciones de Pedro (18,12-27)


La comparecencia aquí es más bien un testimonio. Juan, sin embargo, nos ofrece el
episodio de las negaciones de Pedro, al igual que lo hacen los sinópticos. La disposición del
texto es la siguiente: Comparecencia ante Anás, suegro de Caifás (18,12-14); primera
negación de Pedro (18,1518); interrogatorio del Pontífice, respuesta de Jesús y bofetada
(18,19-23); Jesús enviado a Caifás (18,24); segunda y tercera negación de Pedro (18,25-
27).

Jesús ante Pilato (18,28-19,11)


Esta sección es una de las más elaboradas por el cuarto evangelista. Los exegetas
distinguen la secuencia de siete escenas. En tres escenas Pilato entra con Jesús en el interior
del pretorio y en tres escenas Pilato sale al exterior, donde están los judíos. Además nos
ofrece una escena central. El tema dominante de esta comparecencia va a ser la discusión
de la realeza de Jesús, tema que se encontraba ya también en los sinópticos, pero que en
Juan recibe una profundización y atención especialísima.

Condena a muerte (19,12-16a)


A pesar de que Pilato creía en la inocencia de Jesús y no entendía la aversión de los judíos
contra él. Los judíos para aligerar la condenación, condicionan a Pilato, de que éste al
liberar a Jesús estaría actuando en contra del Cesar. El evangelista contextualiza el
momento, en que Jesús es sacado de nuevo al tribunal y en el que pregunta por última vez,
ya dándole el apelativo de ”Rey”, a ver si no lo condenarían por serlo, pero con mayor
insistencia gritaron: “¡Fuera, Fuera! ¡Crucifícale!” (19,15). De este modo ya no pudo hacer
más que entregárselo para que ellos lo crucificaran.

La crucifixión (19,16b-22)
Es significativo el hecho de que Jesús «cargue con la cruz». La imagen de Isaac “cargando
con la leña del sacrificio” parece estar en la mente del evangelista. La identificación del
nombre hebreo del Calvario puede tener también su significación, pero es más difícil
afirmarla con seguridad. El hecho de la Crucifixión se describe escuetamente: “Y allí le
crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio” (19,18).

Reparto de los vestidos (19,23-24)


La expresión “No la rompamos” ha sido interpretada como una referencia a la unidad de la
Iglesia. La túnica sin costura simbolizaría esa unidad que no debe ser rota6.

6
A. J. LEVORATTI. Comentario Bíblico Latinoamericano. Nuevo Testamento. 681p.
Jesús y su madre (19,25-27)
Lo fundamental aquí es la presencia de María y del discípulo a quien Jesús tanto amaba.
Estas palabras que dirige desde la cruz a su Madre, tienen como intención encomendarle el
cuidado de sus hijos, de la Iglesia naciente representada en Juan, quien la acoge en su casa.
Jesús encomienda, sin embargo, a que este discípulo reconozca en María a su Madre; “y
desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa” (19,27b).

Muerte de Jesús (19,28-30)


El evangelista da a entender en este punto que ya todo está cumplido. Que es en la muerte
de Jesús el momento en que se cumplen todas las profecías. Esta pasión ha sido el
cumplimiento de las Escrituras, ha sido también el cumplimiento del propósito redentor de
Dios de enviar a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. Jesús, inclinando la
cabeza, entrega el espíritu. Esta donación del espíritu es precisamente la prenda de nuestra
redención. Nos hacemos hijos en el Hijo y así alcanzamos la vida eterna de la que él tanto
predicó a los pueblos y a sus amigos.

La lanzada (19,31-37)
De nuevo se cumplen las Escrituras, y esta vez, nos señala al verdadero Cordero, a quien no
le quebrarán ni uno de sus huesos. El verdadero Cordero Pascual es Cristo. Pues bien,
estaban el la preparación y se acercaba el sábado. Los judíos no querían que una
celebración tan solemne se viera vulnerada por la impureza de tres malhechores
crucificados. Así que por orden de Pilato fueron y quebraron las piernas de los dos
ladrones, pero al ver que Jesús estaba ya muerto, le traspasaron el costado, de donde brotó
sangre y agua. Una forma de interpretar este momento que quedó en la memoria de aquél
soldado es encontrar en este torrente el nuevo bautismo, la nueva alianza.

La sepultura (19,38-42)
José de Arimatea, un discípulo en secreto se atreve a reclamar ante Pilato el cuerpo de
Jesús. También Nicodemo quien había ido a Jesús aquella noche y había reconocido en él al
maestro, lleva aromas para embalsamar a Jesús. “Tomaron el cuerpo de Jesús y lo
envolvieron en lienzos con los aromas conforme a la costumbre judía de sepultar” (18,40).
El lugar donde Cristo es sepultado es un sepulcro nuevo en un huerto cercano al lugar de la
ejecución. La razón de sepultarlo aprisa es la conciencia de la Preparación, es decir, la
víspera del gran día solemne de la Pascua, que en ése año caía en sábado.

3. EL DIA DE LA RESURRECCIÓN

El sepulcro vacío (20,1-10)


El hecho de la piedra quitada de la entrada del sepulcro era sin duda la señal de algo
inesperado. María anuncia a Simón Pedro y al discípulo amado el hecho del sepulcro vacío.
La expresión “no sabemos dónde le han puesto”, deja entrever, que en su visita María ha
ido acompañada por otra mujeres. Los dos discípulos van corriendo al sepulcro. El detalle
de que el discípulo amado llega primero, pero espera a Pedro, puede ser interpretado como
un indicio ya de veneración y respeto hacia Pedro. Corrió y vio los lienzos en el suelo pero
no entró. Al evidenciar que era cierto lo que las mujeres decían, entendieron lo que Jesús
les había dicho. El hecho de que no esté el cuero, pero sí los lienzos y el sudario, constatan
de que el cuerpo no fue robado ni se trata de una artimaña de los discípulos para parecer
que la resurrección fue cierta. Al contrario, es prueba ocular de los Apóstoles, de que en
Jesús de ha cumplido la promesa de la resurrección.

Aparición a María de Magdala (19,11-18)


Esta primea aparición de Jesús resucitado está lleno de sentimientos. La tristeza de María
que junto al sepulcro se lamenta del destino desconocido del cuerpo de Jesús. Primero los
ángeles que se hallan en el lugar en que reposaba el cuerpo le preguntan ¿por qué lloras?
Pregunta que luego repetirá Jesús. Ella sin percatarse que se trataba de él, cree que es el
sepulturero y le pide que si sabe de su cuerpo, ella se lo llevaría. Jesús le dice “María” y de
inmediato ella le reconoce, “Rabbuní”, Maestro. Es interesante aquí el que Jesús le advierta
de no tocarle aún. Y en lugar de ello le encomienda la misión de decirle a los hermanos un
mensaje, una buena noticia, la de ser hijos de Dios. Ya que hace la claridad “subo a mi
Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios” (20,17). Ella sin dudarlo va a los
discípulos y les anuncia que ha visto al Señor.

Apariciones a los discípulos (19,19-29)


El evangelista sitúa este pasaje en el mismo día, el primero de la semana. Ya María les
había dicho que había visto al Señor, pero al parecer no le creyeron, porque estaban
encerrados y con miedo. De ahí la situación cambia al aparecer Jesús en medio de ellos. Les
anuncia la Paz y ellos se alegraron al verle. Reitera en el versículo 21 “La paz con
vosotros”, y posteriormente pasa a lo que podríamos interpretar como la misión de los
Apóstoles. Con la autoridad que el padre envía a Jesús, así él envía a sus Apóstoles, con la
fuerza, el soplo del Espíritu, el Paráclito del que ya había hablado en el discurso de
despedida. Así pues les da autoridad de personar pecados. Luego el evangelista relata la
experiencia de Tomás, quien no estaba allí cuando el Señor se les apareció a los otros
discípulos y quienes al contarle de lo sucedido no pudieron convencerle. Así es que Jesús
vuelve a aparecerse y le dice a Tomás “Acerca tu dedo aquí y mira mis manos; trae tu mano
y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente” (20,27). Esta segunda aparición
a los Apóstoles, pero especialmente a Tomás, muestra también la verdadera humanidad de
Aquél que se ha aparecido a los discípulos, después de haber muerto. Otra interpretación
que podríamos tener acerca de la incredulidad de Tomás, es la realidad de los que piden
signos y prodigios y no creen de palabra. Pues de hecho, es de esto que se trata la
evangelización, de un testimonio de palabra, de una realidad que supera nuestro
entendimiento racional, pero que es real.
4. PRIMERA CONCLUSIÓN (20,30-31)
De manera sintética el evangelista muestra en esta conclusión la finalidad del escrito. Lo
que en el prólogo y en todo el relato evangélico se ha querido mostrar es precisamente la
divinidad de Jesús, dar testimonio de que en realidad sucedió y que quien se adhiera a él
podrá tener vida por él. De esta manera se nos muestra el evangelio de Juan y es lo que le
hace distinto de los sinópticos. El hecho de que no se propone mostrar solo los hechos de
Jesús, sino que en ellos y en sus palabras nos indica la verdad divina que hay en él. Que es
el Unigénito del Padre y que ha venido para dar a los hombres la salvación.

EPÍLOGO

Aparición a orillas del lago de Tiberíades (21,1-23)


A pocos versículos de la conclusión del evangelio, hay especial interés por parte del
evangelista en concretar la veracidad del llamado y la autoridad que recae sobre los
discípulos. Es así como por iniciativa de Pedro salen a pescar una noche, pero sin éxito
alguno, hasta que amanece, y un extraño desde la orilla les indica la dirección en que deben
echar las redes. La pesca se hizo tan abundante que no cabían en la barca. El evangelista no
deja escapar el detalle que, a pesar de que eran tantos peces, las redes no se reventaron. Así
habría de ser la cantidad de discípulos que se convertirían y creerían en la Palabra de Dios
confiada a sus discípulos. De nuevo un signo, un prodigio que lleva a despejar la niebla que
impide reconocer a Jesús. Juan el discípulo amado es quien primero le reconoce y avisa a
los demás discípulos. Pedro, por su parte, reconocía que no le había sido fiel a Jesús justo
en el momento de más sufrimiento. La invitación de Jesús es a comer, a compartir. Nadie le
pregunta, a nadie le queda la duda de que es el Señor. Una vez terminada la comida Jesús se
dirige a Pedro, no puede terminar el evangelio sin antes dejar claro, al decirlo en tres
ocasiones, el cuidado del rebaño, de la Iglesia: “apacienta mis ovejas”. Pedro, con tristeza
por la reiteración de la pregunta sobre su amor hacia Jesús, profesa ya no con promesas,
como lo hizo antes del prendimiento de Jesús, sino con la humildad de quien sabe su
fragilidad, pero reconoce también que es su vocación: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que
te quiero” (21,17b). De inmediato, a modo de aseveración, dice el evangelista que le indica
el modo con que iba a glorificar a Dios. A pesar de que ya le han seguido desde que les
llamó por primera vez, Jesús le confirma el llamado, “sígueme”. Así como a Felipe al
principio del evangelio. Pedro se inquieta por Juan, pero Jesús le insiste en concentrarse en
su seguimiento sin importar si a otro de los discípulos le va mejor o le toca una mejor parte.

Conclusión (21,24-25)
Esta segunda conclusión nos aclara que el evangelista no ha abarcado todo lo que en
realidad se puede decir de Jesús y sus obras, sino que hay muchos otros temas, pero que en
particular él da testimonio de estos que ha expuesto en su evangelio.

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